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Los carbohidratos o azúcares simples nos dan energía más rápidamente pero su
consumo debe ser moderado, ya que de lo contrario se caería fácilmente en un exceso
de energía que podría provocar aumento de peso.
Los carbohidratos de tipo complejo, son cadenas más largas de moléculas, debido a
esto su sabor no es dulce ya que se no se digieren desde la boca, estos se encuentran
en alimentos como pan, arroz, papa, elote, camote, pasta, tortillas y todos los
derivados de los granos. Estos, deben de ser el 60% del consumo diario en un plan de
alimentación sano, independientemente que esta sea reductivo, para un deportista,
una persona diabética o una mujer lactante.
Lo anterior, no significa que necesitamos consumir pan o pasta en gran cantidad, esta
debe de ser prescrita según las características y necesidades de cada individuo, es
decir, con base en su altura, peso, sexo, edad y actividad física.
Las grasas son sanas. De hecho, son absolutamente esenciales para disfrutar de una salud óptima. Ciertas
grasas reducen el riesgo de cáncer, problemas de corazón, alergias, artritis, eczema, depresión, fatiga,
infecciones, síndrome premenstrual... La lista de síntomas y enfermedades asociadas a su deficiencia crece
cada año. Si tienes fobia a las grasas, te estás privando de nutrientes esenciales para tu salud. Sin embargo,
es importante saber qué grasas son las que favorecen la salud y cuáles las que predisponen al organismo a
enfermar.
Las grasas más abundantes en el cuerpo y en la dieta son los triglicéridos.
A temperatura ambiental, éstos pueden ser sólidos (grasas) o líquidos (aceites), y proporcionan más del doble
de energía por gramo que los carbohidratos y proteínas. Nuestra capacidad para guardar triglicéridos en las
células grasas es ilimitado, y un exceso de carbohidratos, proteínas o grasas en la dieta pasa a ser convertido
en triglicéridos y guardado en el tejido adiposo o graso.
Este tipo de grasas se divide en: ácidos grasos saturados, monoinsaturados y poliinsaturados.
Una vez los triglicéridos son digeridos y absorbidos, unas moléculas llamadas "lipoproteínas" los transportan
por el cuerpo. Las lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y las de baja densidad (LDL), los transportan
del hígado a las células; mientras que las lipoproteínas de alta densidad (HDL) lo hacen al revés, o sea, de las
células al hígado para ser eliminadas. Por lo tanto, los niveles altos de LDL y VLDL están asociados con un
riesgo de sufrir problemas cardiovasculares, en comparación con los niveles altos de HDL que, por el
contrario, están asociados a un bajo riesgo de infartos, trombosis y arterosclerosis, entre otros.