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Epistemología cualitativa y el estudio de la subjetividad en una


aproximación cultural-histórica
José Fernando Patiño Torres1, Daniel Magalhães Goulart2

1 Profesor e investigador del programa de Psicologia de la Universidade Federal do Tocantins


(Brasil). Investigador Grupo Estéticas Urbanas y Socialidades USBCali (Colombia).

2 Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias de la Educación y de la Salud y supervisor del


programa de Maestría en Psicología del Centro Universitário de Brasília (Brasil).

Resumen. Este trabajo, enmarcado en la plataforma de pensamiento propuesta por González Rey en su
articulación entre la Epistemología Cualitativa y la Teoría de la Subjetividad, desarrolla dos núcleos de
discusión: inicialmente, se expone la emergencia de la Epistemología Cualitativa como alternativa para el
estudio de los procesos subjetivos y su complejidad, exponiendo tanto sus principios constitutivos como
también los fundamentos de su legitimidad científica. Posteriormente, se realiza un conjunto de
construcciones interpretativas a partir de varios casos singulares abordados en una institución brasilera de
salud mental, como posibilidad para ilustrar la lógica de producción de conocimiento que se expresa en la
Epistemología Cualitativa. En esta producción teórico-empírica, se muestra el valor heurístico de la Teoría
de la Subjetividad para estudiar fenómenos complejos de lo psicológico.
Palabras clave: Epistemología cualitativa; subjetividad; metodología constructivo-interpretativa.

Qualitative epistemology and the study of subjectivity from a cultural-historical perspective


Abstract. This paper is framed by the platform of thought proposed by González Rey, through the
articulation between Qualitative Epistemology and Theory of Subjectivity. It develops two aspects: firstly,
the emergence of Qualitative Epistemology as an alternative for the study of subjective processes and their
complexity, exposing both its constitutive principles, as well as the foundations of its scientific legitimacy.
Secondly, a set of interpretive constructions is presented, using several individual cases attended by a
Brazilian community mental health service, to illustrate the logic of production of knowledge from the
perspective of Qualitative Epistemology. In this theoretical-empirical production, the heuristic value of
Theory of Subjectivity to study complex phenomena of the psychological is shown.
Keywords: Qualitative epistemology; subjectivity; constructive-interpretative methodology.

1 Introducción

La Epistemología Cualitativa para el estudio de la subjetividad, desarrollada por González Rey en las
últimas dos décadas (1997, 2000a, 2000b, 2002, 2005a, 2005b, 2007, 2009), ha mostrado su valor
heurístico y diferencial frente a las propuestas cualitativas que dominaron buena parte de la
investigación de esta naturaleza en las ciencias sociales (González-Rey y Patiño, 2017). Lo cualitativo,
en la forma de hacer ciencia social, también se vio atravesado por los problemas clásicos de las
ciencias modernas, lo cual fue objeto de discusión de diversos autores de la filosofía de la ciencia
tales como Bachelard (1987), Feyerabend (1986), Polanyi (1970). Algunos de estos problemas fueron:
1. El apriorismo teórico; 2. La hegemonía de lo empírico; 3. La militancia ideológica; 4. La neutralidad
del investigador, 5. Las descripciones a-teóricas y apolíticas (Para profundizar, ver Patiño & Goulart,
2016).
La reflexividad del pensamiento de González-Rey, quien trabajó en profundidad estos problemas, lo
llevó a proponer una plataforma alternativa de pensamiento científico - la Epistemología Cualitativa
(González Rey, 2000a; 2005b; 2007) -, en articulación con la Teoría de la Subjetividad (2002; 2011a;

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2011b), apoyándose en diferentes autores como Vygotsky, Rubenstein, Chudnovsky, entre otros.
Poner la subjetividad en el centro de la producción científica implicó dar un giro en las concepciones
clásicas que gobernaron la psicología como ciencia y profesión. Estas concepciones nunca salieron
del sesgo metafísico que caracterizó el desarrollo de las ideas psicológicas de la modernidad
cartesiana y newtoniana, el cual fue visible en las propuestas behavioristas y cognitivistas
promovidas por los autores que se identificaron con las posturas estadounidenses más cristalizadas.
Sí la revolución cognitiva pretendió traer a la educación los desarrollos teóricos y epistemológicos de
Vigotsky para romper con un behaviorismo de mitad del siglo pasado, la verdad es que la nueva
forma de cognición que se instaló en los discursos y en las prácticas norteamericanas interpretó al
autor soviético en su visión más mecanicista y determinista (González Rey, 2011a; 2013a; Rodríguez,
2009).
De ahí derivaron modelos teóricos que tuvieron un profundo impacto en los estudios psico-
educativos occidentales, a partir de los desdoblamientos de Jerome Bruner y Michael Cole que
fueron, por un lado, progresistas ante el conservacionismo comportamental de la adaptación, pero
también dejaron por fuera dos categorías centrales en la visión cultural-histórica: la importancia de
lo emocional en la producción subjetiva y la centralidad del individuo como sujeto productor de su
historia subjetiva. Ante esta forma de línea de pensamiento cultural norteamericano, la teoría de la
subjetividad ha hecho una doble revitalización ontológica: por un lado, recuperó la condición de
sujeto en las producciones subjetivas de los espacios sociales o individuales de la trama humana, la
cual había sido anulada por las visiones estructuralistas y deterministas de la ciencia moderna. La
categoría sujeto, aquí, no es sinónimo de persona o individuo, pues la verdad se trata de un campo
de inteligibilidad que permite identificar, comprender y promover cierta forma de producción
subjetiva caracterizada por el posicionamiento activo, crítico de las personas, familias o grupos ante
las situaciones instituidas que amenazan los procesos de singularización; por otro lado, esta apuesta
recobró la importancia de pensar al investigador como el autor de su propia producción. En esta
mirada, el investigador pasa a ser visto como un productor que crea, imagina y produce alternativas
de inteligibilidad sobre la realidad que busca estudiar. Esta visión viva y activa de la investigación, se
muestra en la siguiente citación:

Las teorías son sistemas de significado generadores de inteligibilidad sobre representaciones en


proceso, cuyo significado se organiza en el curso del momento empírico de producción del
conocimiento. Eso significa que, en los sistemas teóricos de naturaleza constructivo-interpretativa, lo
empírico nunca representa una dimensión externa al proceso teórico…las teorías son sistemas vivos
(González Rey, 2013b, p. 10. Traducción propia del portugués).

De esta forma, la comprensión sobre la ontología se redefinió al considerar que todo objeto
investigativo era necesariamente una construcción teórica del investigador que abría caminos para
problemas que, en el pasado, no serían pensados de la misma manera. Este posicionamiento
epistemológico articula lo que la ciencia moderna dividió: observador-observado. Esto quiere decir
que dependiendo de la calidad observacional del observador, así mismo será la calidad del objeto
observado que sólo existe en términos ontológicos cuando es imaginado por el productor de esa
realidad. Aquí lo ontológico no sería entendido como esencia del ser, pero sí como construcción
teórica que toma lugar en la expresión singular del investigador y que genera inteligibilidad.
Estos supuestos sobre el conocimiento, el conocedor y lo conocido implican una comprensión que es
innovadora: advertir que no existe neutralidad en la ciencia, y que por el contrario el investigador
tiene una capacidad de actuación que tiene motivaciones políticas, económicas, culturales y éticas,
sean implícitas o explícitas. Devolver al investigador su capacidad de actuar en el mundo no sólo
significa conferirle la responsabilidad ético-política de sus actos y decisiones, sino también reconocer

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su condición de sujeto creativo y dinámico dentro de la producción metodológica y la construcción


de la información. De esta forma, el investigador, más que reproductor de tecnicismos y teorías
reificadas, sería un constructor de ideas que articula, de forma recursiva e imaginativa, el plano
teórico, empírico e interpretativo, lo cual abre zonas de sentido con valor epistemológico.
Por lo anterior, podemos decir que la categoría sujeto ha representado un compromiso ontológico
alternativo en las concepciones y prácticas científicas, así como en los desdoblamientos de la
profesionalización de psicólogos, educadores, sociólogos y antropólogos. Pensar en el sujeto, desde
la teoría de la subjetividad, tiene un valor heurístico en la producción científica, pero igualmente
ejerce una fuerza contra-hegemónica ante el orden socialmente establecido. Eso quiere decir que la
revitalización ontológica tiene implicaciones tanto para la ciencia como producción de conocimiento,
como para las formas en que la sociedad se recrea en la historia. En esta revitalización, se plantean
tres principios que definen el espíritu de la Epistemología Cualitativa, como lo exponemos a
continuación.

2. Principios de la Epistemología Cualitativa de la Subjetividad

2.1 El proceso constructivo-interpretativo de la información

En esta mirada de ciencia social del sentido, confrontamos toda epistemología que considere que
existen “datos” pre-existentes con verdad ontológica propia, desligados de todo proceso de
construcción de conocimiento. En la clásica expresión “los datos hablan por sí mismos”, el
investigador, como generador epistémico, quedaba anulado de agencia, en tanto que se creía que la
realidad per se era portadora de un continente de significación. Debido al carácter constructivo-
interpretativo de nuestra epistemología, se pueden generar recursos metodológicos directos e
indirectos, proceso teórico en el cual el investigador emerge como sujeto pensando y productor de
conocimiento (Mitjáns Martínez y González Rey, 2006). De este punto de vista, el campo empírico no
porta una significación intrínseca, a menos que se cuente con una posición teórica autoral que abra
una zona de sentido para generar comprensiones y explicaciones sobre lo estudiado.
Complementando lo anterior, González Rey argumenta que:

Se trata de la capacidad del investigador para generar significados capaces de integrar manifestaciones
empíricas diversas que solo se tornan inteligibles frente al significado organizado por el investigador
en el curso del estudio. Ese significado es definido, en nuestra propuesta metodológica, como
indicador. Un indicador no permite una afirmación teórica inmediata y directa, mas es solo apenas un
primer momento en el camino hipotético, dentro del cual los indicadores se convierten en conceptos
que alimentan el modelo teórico en curso. (González Rey, 2013a, p. 22).

Desde nuestra perspectiva metodológica, los instrumentos están diseñados como cualquier recurso
que permita al otro expresarse en el contexto de relación que caracteriza la investigación (González
Rey, 2005b). De este modo, no son vías para arribar directamente a conclusiones, sino recursos de
información que, manteniendo una estrecha relación entre sí, permiten el desarrollo de hipótesis
apoyadas en las informaciones que emergen con su uso. Esas informaciones se relacionan entre sí
por medio de interpretaciones construidas. Así, el investigador no es un ponente pasivo, sino un
agente activo en la construcción del mundo (Bortoni-Ricardo, 2008).
Es relevante agregar que la heurística de construcción epistémica en el investigador, que se
denomina lógica configuracional, no se desarrolla de forma lineal, creciente o continua. Por el
contrario, el ritmo de producción de saber es recursivo, lo que quiere decir que está mucho más allá

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de una secuencia en la cual un estadio antecede al siguiente. De esta forma, el investigador recurre a
recursos metodológicos (en el caso de la creación de instrumentos) e interpretativos para dar
consistencia a su producción de conocimiento, proceso que va acompañado por su reflexividad
permanente.

2.2 La singularidad como fuente legítima de información

En los estudios educativos más convencionales, así como en las ciencias sociales en general, la
singularidad se usó como un término que popularmente era llamativo, pero no siempre se restituyó
el significado profundo de esta categoría y sus implicaciones epistemológicas y teóricas para la
producción de conocimiento. ¿Qué es lo singular desde nuestra perspectiva? Lo singular tiene un
carácter cualitativo que permite ver la especificidad de la procesualidad de los individuos en la de
producción de sentidos subjetivos y significados (González Rey, 2007). En la interpretación de la
singularidad, la formación teórica del investigador es central, pues él no dependerá de forma acrítica
de lo empírico, sino que a través de su comprensión ontológica y epistemológica, podrá crear una
recursividad explicativa que le otorgue a lo singular una relevancia que en otras propuestas está
ausente.
Asumir la singularidad tiene implicaciones complejas para el campo científico: por un lado, el ideal
verificacionista, tan común en los estudios de las ciencias sociales, se supera por la visión
constructivo-interpretativa en la que, sin contar con formulaciones seudo-teóricas apriorísticas, el
investigador se ve abocado a emerger como sujeto de la construcción de conocimiento. Por otro
lado, cuando hablamos de singularidad, también confrontamos las viejas ideas de que el número de
participantes en una investigación definía el carácter científico de la misma. En ese sentido, un
estudio que utilizara una estrategia de muestreo representativo (definido habitualmente por el 10%
de la población objeto de la indagación) sería más “legítimo” que uno que contara con uno o dos
casos.
Para nosotros, la legitimidad se define por su contribución al modelo teórico que representa el
estudio, transcurso que no desemboca en una generalización inductiva. Esto no quiere decir que no
tengamos ambiciones de generalización, pues en la medida en que la producción del trabajo campo
se integra, de forma recursiva y viva, a un modelo teórico que el investigador va desarrollando, se
dan procesos de objetivación con los cuales el sistema de pensamiento gana valor para representar
determinados problemas. Desde nuestro punto de vista, el carácter de cientificidad no lo define el
número de casos, pero sí la capacidad recursiva con la que cuenta el investigador para articular las
dimensiones teórica, epistemológica y ontológica en una cierta configuración de un pensamiento que
genere nuevas zonas de sentido y promueva rupturas epistemológicas con valor científico (González
Rey, 2007).
Concluyendo este apartado, podemos decir que la búsqueda de la comprensión de cómo
determinada esfera de la vida social es subjetivada, exige el desarrollo de un modelo teórico
explicativo basado en el estudio de procesos y formas de organización de la experiencia en sus
características singulares de expresión. Implica, de esta forma, ser parte de la noción de que es
imposible hablar de lo social, sin tener en cuenta las personas que lo componen. Se torna, por lo
tanto, imposible estudiar un tema social, como la institucionalización dentro de la atención de la
salud mental, de modo disociado de los sentidos subjetivos producidos por individuos concretos a los
que se refiere. De este modo, es la legitimación de lo singular lo que nos lleva a reflexiones que van
más allá de la singularidad y que son imposibles de alcanzar sin prestar atención a las diferencias que
las caracterizan.

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2.3 La naturaleza dialógica y procesual en la producción del conocimiento

Partimos de la comprensión de que la producción de conocimiento es un proceso que depende del


carácter cualitativo de la relación que tiene el investigador con sus participantes. Nos referimos, en
este sentido, a que el investigador, que en sí mismo es el mejor instrumento de su propia
investigación, está exhortado a desarrollar creativamente situaciones, estrategias y prácticas que
permitan que las personas puedan expresarse libremente y producir nuevas zonas de sentido con
respecto al tema abordado para la pesquisa. Así,

El carácter dialógico y abierto de la investigación basada en la Epistemología Cualitativa no sigue una


lógica instrumental orientada hacia la comprensión de la investigación como una secuencia de
instrumentos a ser aplicados. La comprensión de la investigación como proceso dialógico lleva a poner
el foco en la creación de un clima dialógico que demanda, de parte del investigador, la habilidad para
motivar, provocar y estimular las reflexiones e interés de los participantes en el estudio (González Rey,
2015, p. 13).

La producción del conocimiento, en este caso, se considera como una producción mediada por la
vivencia cultural e histórica del autor, quien está en permanente dinamismo en su investigación. Por
ello, consideramos que la calidad del compromiso del investigador con su tema de indagación, tiene
una relación singular y de particular valor ontológico. Este papel activo de la persona, en tanto
sujeto, es lo central en la producción de ideas. Ahora, si concebimos que la información se produce
de forma dialógica, eso implica que el investigador debe tener capacidad para provocar a los
participantes y llevarlos a una posición subjetiva en la que estén implicados con el tema que está
siendo objeto de estudio (González Rey, 2007). Eso es, en buena medida, lo que procura una
investigación enmarcada en la Epistemología Cualitativa: que el participante deje de responder de
forma pasiva, y mejor se apasione por la situación de pesquisa y emerja como persona activa,
curiosa, inquieta y recursiva.
Las posibilidades comunicativas no sólo responden a los estímulos externos específicos y
controlados, sino que se remiten a las formas en que se desarrollan las relaciones personales en el
curso del trabajo en conjunto. Se pasa, así, de una epistemología de la respuesta a una epistemología
de la construcción. De este modo, la consideración de la comunicación como principio
epistemológico conduce a una concepción de la investigación con más atención a la calidad de la
información producida, que a la cantidad de supuestos "datos" considerados (González Rey, 2004,
2005b).

2 La Epistemología Cualitativa en Acción: Algunos Casos a Manera de Ejemplo

Como se discutió en el apartado anterior, el objetivo de una investigación pautada por la perspectiva
de la Epistemología Cualitativa no reside en una representación isomórfica de una realidad dada,
sino en la construcción de un modelo teórico que solamente gana forma y consistencia por el
desarrollo progresivo de hipótesis relacionadas al tema estudiado. La elaboración gradual de esas
hipótesis se torna posible mediante el proceso de construcción de indicadores en el devenir de la
investigación. Estos serían, de acuerdo con González Rey (1997, 2005b), los elementos que ganan
significado por medio de la interpretación del investigador y que, con el desarrollo de la
investigación, van ganando cuerpo y formando cadenas de significación, de modo que los indicadores
anteriores pasan a constituirse en materia prima para los que están siendo construidos
posteriormente. De ese modo, los indicadores no surgen de manera lineal desde el instrumento de
investigación concreto, sino que son producidos mediante lo que el investigador consigue construir a

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partir del instrumento.


A continuación exponemos algunos trechos de información de una investigación realizada en una
institución brasiliense que atiende población diagnosticada con “trastornos mentales”, llamada
Centro de Atención Psicosocial (CAPS) .En el estudio, se ha podido conceptualizar que las prácticas
biomédicas aún parecen estar asociadas a la patologización del sufrimiento humano y a la dificultad
de ver al usuario del CAPS como persona con capacidad para enfrentar sus dramas, más allá de la
institucionalización. En seguida presentamos algunas expresiones de varios casos que hacen parte
del trabajo de campo, para ilustrar cómo se genera conocimiento en la Epistemología Cualitativa.
Empezamos con Amanda y su participación en un grupo de redes del CAPS:

Yo entré aquí al grupo de redes, pero en verdad el médico me había dado la alta antes. Por eso, mi
mamá fue la que dijo: “Ah no dé el alta para ella ahora, porque si no ella va a quedarse sin hacer nada
en casa todo el día”. Por eso vine a este grupo. Pero yo no sé…a mí me gusta el CAPs, pero hay cosas
en las que no concuerdo…por ejemplo, un día vi que ellos estaban hablando de que mi diagnóstico era
trastorno bipolar, pero que aún estaban investigando. Caramba, ¿tanto tiempo de tratamiento y hasta
hoy ellos no saben realmente lo que tengo? (Amanda 20 años, 2 años en tratamiento).

En esta expresión es interesante que Amanda, al hablar sobre el alta institucional, se remite
solamente a lo que otras personas dicen y hacen al respecto y no a la forma como ella misma se
posiciona frente a su vivencia. Se trata de un asunto decidido por el médico e influenciado por la
madre, pero que aparece distante de sentidos subjetivos que impliquen sus responsabilidades
personales. Esa postura puede ser vista como indicador de un proceso de dependencia de ella en
relación con esas figuras, lo que termina por comprometer su emergencia en cuanto sujeto de su
tratamiento. En seguida, Amanda se posiciona sobre cómo ha sido conducido su tratamiento,
expresa su desacuerdo, pero la manera como hace la crítica parece indicar un proceso subjetivo de
naturalización del trastorno mental en la medida en que ella quiere saber lo que “realmente” tiene y
no interpretaciones médicas para un proceso subjetivo dinámico y complejo. Esos incipientes
indicadores se vuelven relevantes también para pensar la expresión posterior de Sebastián en el
grupo:

La cosa que más me incomoda de todas es cuando alguien que ni me conoce realmente, mira para mí
y dice: “usted está bien, no tiene nada malo”. Oiga, ¿cómo es que dice eso ah? Yo no tengo esa
enfermedad porque yo quiera…nadie sabe cómo estoy, solo el psiquiatra (Sebastián 37 años, 6 años
en tratamiento).

En esta expresión, Sebastián reivindica el reconocimiento del propio sufrimiento y se hace evidente
la condición de poner la figura del psiquiatra como central en el conocimiento de sí mismo, tal como
también lo dice Amanda. Además, al asumir esa postura, la “enfermedad” parece reificada como
objeto del saber técnico del otro, ocultando la relevancia de sus propias acciones en el curso de su
desarrollo. Esa misma postura también se hace presente en un momento informal, en el sosteníamos
una conversación con Sebastián:

Sebastián: Muchacho, yo creo que la cura para esas enfermedades que la gente tiene es el
tratamiento. Hay muchas instituciones que mejoran, igual el CAPS.
Investigador: Y cual usted siente que es su papel en ese proceso Sebastián? Cuáles son sus
responsabilidades?
S: No sé...no sé decir. Pero una cosa que sé es que estoy haciendo el tratamiento bien. Me tomo el
remedio y vi que no puedo estar sin él. Creo que es para el resto de la vida! No me gusta es que los
otros hablen que estoy bien cuando no lo estoy. Quien sabe de eso es el psiquiatra, e si el psiquiatra

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dice que está bien, entonces viene la alta


I: Y usted no sabe decir mucho sobre usted?
S: Sé muy poco.

Así como lo interpretamos con la expresión de Amanda, la postura de Sebastián parece indicar el
distanciamiento entre su campo de acción y los rumbos de su tratamiento y, consecuentemente, del
proceso de alta institucional, en la medida en que él parece no reflexionar sobre sus
responsabilidades, más allá de asistir a las terapias prescritas. Su responsabilidad en su propio
proceso parece ser vivenciada como seguir aquello que fue prescrito por el otro, lo que indica una
postura de sumisión. Además, en un primer momento, él se remite a la noción de cura, atribuyendo
enteramente a la institución de salud mental los recursos para llegar a la curación. Sin embargo, eso
se torna contradictorio con su propio proceso, que marca un tratamiento intensivo y prolongado en
el CAPS, y también contradictorio con él mismo cuando dice “creo que es para el resto de la vida”. En
ese sentido, su situación parece volverse aún más crónica, al eximirse de la responsabilidad de saber
qué hacer para mejorar su propia vida.
En ambos casos aquí abordados, resalta su posición de objetos de saber de otros. Ese proceso puede
ser visto como expresión de una lógica manicomial que aún está presente en la vida de las personas,
no por los muros y estructuras, sino por la manera como ellas vivencian sus experiencias. Esa
dinámica elimina la legitimación de la producción de saberes de las personas atendidas y,
consecuentemente, dificulta que ellas se comprometan activamente en sus procesos de desarrollo,
lo que abre paso a comprender teóricamente que tratamiento y desarrollo aparecen separados para
la lógica institucional. Tales procesos parecen relacionados con una lógica biomédica subjetivada que
justifica la frecuente des-responsabilización de las personas, culminando en una persistente
institucionalización psiquiátrica. Es precisamente esa separación lo que ha ocultado el papel de la
educación en la cosmovisión del tratamiento médico, lo que termina hipertrofiando su aspecto
instrumental. El conjunto de estos indicadores gana fuerza al analizar las expresiones de los
participantes del grupo de redes relacionada con un tema central para ellos: el trabajo. Según
diversos relatos, hay una gran dificultad en persistir en una determinada ocupación:

Uno comienza el trabajo, hace el servicio bien. Pero de repente, de la nada muchacho, da un desánimo
tan grande, que yo me voy de una. Pero ese es de los problemas de la enfermedad mental que
tenemos (Sebastián, 37 años)

Aquí Sebastián asume como causa directa de su incapacidad actual para mantenerse en un trabajo,
aquello que considera como condiciones inherentes a la “enfermedad mental”. En ese sentido, él
parece ser prisionero de una situación frente a la cual poco puede hacer, ubicando su vida dentro de
la enfermedad y no al contrario. Por esto, podemos pensar que esa expresión indica la existencia de
producciones subjetivas que están más allá de lo que él hace consciente, como la producción de
sentidos subjetivos relacionada con la inseguridad, la desvalorización de si y el miedo, que pueden
ser desdoblamientos de la carencia de vínculos sociales – procesos que terminan intensificados por la
reificación de su trastorno mental y por la consecuente des-subjetivación de la vida.
Otros dos casos, Neto y Nina, alimentan nuestro conjunto de hipótesis en relación con el trabajo:

Estoy buscando un trabajo, pero el problema es que la mayoría es por la mañana. Yo solo me consigo
levantar a las 10 am, porque tomo remedio y es imposible para mi despertarme antes (Neto, 30 años,
4 años en tratamiento).

Yo entiendo lo que Neto está diciendo. Solo quien toma esos remedios sabe lo que nos pasa. Éstos son
importantes, pero tienen contraindicaciones. No es quedarse sujeto a los efectos de la

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medicación…pero ella da una pereza…pero una pereza! Si yo salgo de la cama antes de las 9 o 10 am,
creo que voy a caer de sueño…siempre hay un mundo de cosas para hacer en mi casa, lavar loza, ropa,
piso para limpiar…pero es muy difícil con todo eso que uno toma (Nina 47 años, 4 años en
tratamiento)

Diferente de Sebastián, Neto y Nina ponen como centro de sus incapacidades para realizar un trabajo
cotidianamente, los efectos de la medicación. Por un lado, como expresa Nina, creo que no se puede
negar la importancia de la medicación para determinados procesos de tratamiento, y que a veces
apoyan la rehabilitación social de algunos usuarios. Pero no podemos ahorrarnos la crítica sobre los
abusos cometidos, mediante la “docilización química” de los recursos generadores de las personas,
dejando por fuera otras posibilidades terapéuticas existentes. Esta centralidad de la medicación pone
al otro en una posición de consumo y pasividad, de una lógica en que los recursos para la superación
son externos a la persona atenida. En esos casos, la importancia de la creación de nuevos espacios de
socialización es ocultada, en función del énfasis biológico en la visión de los procesos humanos.
De modo general, los procesos analizados hasta el momento se relacionan a la disociación entre
desarrollo y tratamiento anteriormente abordada, pues el tratamiento es vivenciado como un
procedimiento a ser realizado, y no como una forma de desarrollo en el cual sea imprescindible la
implicación subjetiva de la persona atendida. Así, esas incipientes construcciones interpretativas
pueden ser pensadas como indicadores de una misma configuración subjetiva social de la
institucionalización en los CAPS. Tal hipótesis debe ser acompañada a partir de la construcción de
otros indicadores, los cuales podrán complejizarla, ampliarla y, eventualmente, contradecirla. Vale
decir que pese a que los efectos colaterales de los procesos institucionales se expresan de forma
singular en los individuos, cuando se crea un modelo teórico con capacidad de inteligibilidad para
articular las diferentes producciones singulares, es posible explicar procesos de la subjetividad social
de la institución, más allá de la dimensión individual.

3 Consideraciones Finales

En la Epistemología Cualitativa elaborada por González Rey, el objetivo de una investigación científica
es la construcción de un modelo teórico posible por medio de la elaboración gradual de hipótesis,
mediante un proceso de construcción de indicadores. La importancia de esta plataforma
epistemológica reside en su capacidad de generación de inteligibilidad de un proceso que no está
explícito en la investigación, pero que es expresión tanto de la calidad de la información que el
participante expresa, cuánto de la calidad de la interpretación de aquel que está investigando. En ese
sentido, no hay una objetividad externa al investigador que deba ser respetada; de allí el carácter
subversivo de este tipo de investigación, pues pretende precisamente extrapolar los diversos
regímenes normativos que atraviesan el tejido social que nos constituye y que constituimos.
Así, los indicadores no aparecen de manera lineal a partir del instrumento de investigación utilizado,
ni tampoco están directamente en la expresión del participante del estudio (González Rey, 2005a;
2014). En efecto, ellos son producidos mediante lo que el investigador consigue construir a partir del
instrumento y de su capital intelectual que nutre sus interpretaciones. Desde esta perspectiva, esa
construcción no tiene una lógica abstracta como parámetro invariable para la interpretación
realizada, pues solo adquiere una significación u otra según los intereses científicos del investigador,
en base a los objetivos delineados para el estudio propuesto. Por medio de la articulación de
diferentes indicadores, se hace posible la elaboración de hipótesis más amplias y consistentes, que
paulatinamente, conducirán al modelo teórico resultante de la investigación.

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La legitimidad de ese tipo de investigación reside precisamente en la calidad de la articulación entre


las construcciones interpretativas y los trechos de información trabajados, presentando en el cuerpo
contextual los caminos de construcción tomados por el investigador, de modo que el lector pueda
acompañar el proceso gradual de elaboración del tejido teórico que es el resultado de la
investigación. No se trata de un criterio de legitimidad observable en el plano empírico, pero sí de
una legitimidad que se define por la consistencia de la organización de los indicadores e hipótesis en
movimiento.
Sería erróneo considerara que la investigación en esa perspectiva es estrictamente especulativa. La
especulación, por cierto, es parte fundamental de ese proceso, pues donde no hay ideas no hay
posibilidad de nuevos significados que trasciendan lo obvio y lo ya existente. No obstante, hay reglas
y procesos que se deben cumplir en esa metodología, aunque ella no sea normativa a partir de
criterios externos a los procesos de la propia construcción. Por cierto, no se trata de la única forma
de hacer investigación, pero González Rey (1997, 2005a, 2014) abre nuevas posibilidades
epistemológicas y metodológicas para legitimar un tipo de producción de saber que trasciende tanto
la “evidencia empírica” como la inducción, defendiendo el carácter teórico de la producción de
conocimiento científico. Se trata de una vía fructífera para enfatizar el carácter humano de la
investigación o, en otras palabras, su dimensión intrínsecamente subjetiva.

Referencias

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