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Guerra García
1 Capítulo 1
El agua y la Atmósfera
Si bien esta visión clásica cambio cuando la investigación científica dispuso de técnicas de
observación más sofisticadas y de nuevas teorías sobre la física y la química de las sustancias, el
agua es sin duda un elemento vital para la vida sobre el planeta tierra, participando de forma
decisiva en procesos biológicos, geológicos, meteorológicos, químicos y físicos:
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Meteorología y Climatología Juan. C. Guerra García
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Meteorología y Climatología Juan. C. Guerra García
De los datos de esta tabla podemos ver que casi la totalidad del agua se encuentra en los
mares y océanos en forma de agua salada y sólo un 3% corresponde a agua dulce. De este 3%, un
2.65% está en forma de hielo y en aguas subterráneas, la mayoría no accesible para consumo
humano. El agua situada sobre los continentes y la que está en la atmósfera son las cantidades
proporcionalmente menores, aunque su importancia biológica es grande.
Otro dato significativo sobre la distribución de estos reservorios de agua en el planeta Tierra
es el hecho de que la distribución de agua en los continentes no es homogénea, como muestra la
siguiente figura, lo que crea desigualdades importantes en el acceso a los recursos de este bien
esencial para la vida.
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mar no elevaban el nivel de éste, creían que el ciclo se realizaba al revés: el agua penetraba en la
corteza desde el fondo de los océanos, se almacenaba en la profundidad, probablemente en grandes
cavernas, y ascendía después por “fuerzas del vacío” (algo así como acción capilar) o “presión de
roca” hasta las partes altas de las montañas, surgiendo en las zonas de nacimiento de los ríos.
Por un explicable error colectivo, que duró decenas de siglos, los pensadores de la
antigüedad aceptaban como axiomático que las precipitaciones atmosféricas no eran suficientes
para mantener los grandes caudales subterráneos que emergían espontáneamente o eran alumbrados
por la mano del hombre en algunos puntos de la superficie terrestre. Y, lógicamente, se lanzaban a
inventar las teorías más ingeniosas, variadas y pintorescas para explicar su origen. Es sorprendente
la falta de experimentación que acompaña a las teorías antiguas, algunas de ellas realmente
inteligentes e imaginativas, pero que hubieran sido fácilmente abandonadas mediante alguna simple
medición o experimentación directa.
Muchos de los antiguos filósofos desde Tales, Platón, Aristóteles,... hasta Kepler (1571-
1630) y Descartes (“Principios de la Filosofía”, 1644) no se limitaban con esbozar la idea del Ciclo
al revés, sino que dedicaban largos textos a pormenorizar las diversas etapas del proceso. Platón
(427-347 a. de J.C.) habla de una gran caverna donde vuelve el agua del océano a través de los
conductos subterráneos, aunque no nos aclara mediante qué mecanismo. Aristóteles (384-322 a. de
J.C.), aunque discípulo de Platón, modificó algo su teoría en el sentido de que en los pasajes
subterráneos donde se infiltraba el agua del mar en la tierra se desprendía vapor de agua que
contribuía a la mayor parte del agua de los manantiales. Tales de Mileto (640-546 a. de J.C.) nos
dice que el agua del mar era empujada por el viento, filtrada por la tierra, donde de nuevo emergía
como agua dulce. Lucrecio (94?-55 a. de J.C.) habla del agua del mar infiltrándose en la tierra,
donde deja su “amargor” o salinidad, saliendo al exterior en forma de manantiales.
Lo más complicado era explicar la pérdida de la sal marina, pero para ello invocaban
procesos similares a la destilación. Así estas antiguas teorías proponían que el agua de mar se
evapora en grandes cavernas subterráneas, se condensa en su parte superior como agua dulce que
sale a la superficie en forma de manantiales. Parece que incluso Descartes (1596-1650) y Nicolás
Papín propugnaron esta idea. Es ingeniosa esta inversión del ciclo natural del agua, ya que explica a
la vez la pérdida de salinidad del agua marina y el hecho de que las fuentes de agua dulce se
encuentren a nivel superior al del mar.
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La Hidrología moderna nace con las experiencias de Perrault, Mariotte y Halley. Fueron los
primeros hidrólogos empíricos que basaron sus ideas en medidas y no en la especulación. En 1674
Pierre Perrault (1608-1680) publica “De l’origine des fontaines”, donde hace referencia a los
experimentos realizados en la cuenca del Sena en los que lidio la precipitación durante los años
1668 a 1670 y observó que la escorrentía de la cuenca era solamente un sexto de la precipitación
total, deduciendo, por tanto, que casi la totalidad del resto alimentaba los depósitos y fuentes
subterráneas. Edmé Mariotte (1620-1684), contemporáneo de Perrault, repitió estos experimentos
en un punto distinto de la cuenca del Sena, estudiando además la infiltración profunda del agua, y
comprobando que el caudal de ciertos manantiales variaba de acuerdo con la oscilación de las
precipitaciones.
Todas estas teorías hacían referencia a procesos que se incluyen dentro de lo que hoy
conocemos como la parte terrestre del ciclo hidrológico, faltando con cuantificar la parte aérea del
ciclo. Sin embargo tampoco faltaron las teorías que atribuían al agua atmosférica la fuente principal
de las aguas subterráneas. Así, por ejemplo, se propugna que el vapor de agua que contiene el aire
se condensa en las rocas y da origen de nuevo a los manantiales. No cabe duda de que esta teoría es
parcialmente correcta, aunque, en general, las cantidades de agua así condensadas son una
minúscula parte de la aportación que reciben manantiales y pozos. Como es bien sabido, en algunas
zonas de la tierra, y un ejemplo de ello son algunas de las islas Canarias, prosperan cultivos de
regadío con esta fuente de humedad en zonas de precipitación muy escasa o incluso nula. El
“picón” de muchas de las islas Canarias (España), cuyo suelo es de origen volcánico, parece
constituir un medio ideal en el que el vapor de agua del aire se condensa en sus intersticios, y
permite cultivos en zonas de precipitación directa insignificante. Ya los romanos empezaron a
pensar que las precipitaciones en forma de nieve y agua eran suficientes para alimentar los
depósitos y manantiales de agua subterránea. Marco Vitrubio (15 a. de J.C.) comenzó a propugnar
esta teoría y a entrever la existencia del ciclo hidrológico como se contempla actualmente. El
astrónomo británico Edmond Halley se interesó por el fenómeno de la evaporación porque se
empañaban las lentes de sus telescopios y en 1687 estimó la evaporación del Mediterráneo,
comparando luego con los aportes de los ríos que allí desembocan, concluyendo que el volumen de
agua evaporado un día de verano en el Mediterráneo era superior al volumen de agua que recibe de
todos los ríos que llegan él. En 1688 el matemático francés De La Hire construyó los primeros
lisímetros con el fin de conocer la evapotranspiración de los vegetales.
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No obstante, fuera de Europa, 500 años antes de J.C., los chinos conocían el ciclo del agua y
Kautilya, ministro de la dinastía india de los Maurya (382-184 antes de J.C.) obligaba a medir la
lluvia en un cubo colocado delante de almacenes agrícolas. Para los servicios públicos, el primer
sistema de anuncio de crecidas que utilizaba jinetes que viajaban más rápido que la ola, se remonta
al año 1574. Fueron los chinos quienes implementaron este sistema en el Río Amarillo. No
debiendo nada al Occidente, los coreanos hacían mediciones de lluvia seguidas y sistemáticas desde
1441 y continúan haciéndolo hasta nuestros días.
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Flujos en unidades de
103 km3/año
32
M
E
68
T
Precipitación
en tierra Evaporación desde E
tierra O
Evaporación R
100 O
Intercepción y transpiración
L
428 Precipitación
Escorrentía Vegetación sobre océano O
Suelo 31 Evaporación G
Embalse Flujo desde océano Í
Nivel freático superficial
Estratos 396 A
impermeables Infiltración Flujo superficial
Percolación Movimiento aguas
profunda subterráneas
1 Océano
HIDROLOGÍA
Intrusiones salinas
El ciclo global del agua tiene dos partes principales La parte terrestre del ciclo hidrológico comprende todo lo que
tiene que ver con el transporte, el almacenamiento de las aguas en la Tierra y en el mar. La parte atmosférica por su
parte, consta en el transporte de agua en la atmósfera principalmente en forma de vapor. Toda «pérdida» de agua
por parte de la rama terrestre del ciclo supone una «ganancia» para la rama atmosférica y viceversa. Así pues es
imposible considerar aisladamente las dos partes del ciclo hidrológico.
El agua que precipita en tierra puede tener varios destinos. Una parte es devuelta
directamente a la atmósfera por evaporación; otra parte escurre por la superficie del terreno,
escorrentía superficial, que se concentra en surcos y va a originar las líneas de agua. El agua
restante se infiltra. Esta agua infiltrada puede volver a la atmósfera por evapotranspiración o
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profundizarse hasta alcanzar las capas freáticas. Tanto el escurrimiento superficial como el
subterráneo van a alimentar los cursos de agua que desaguan en lagos y en océanos. La escorrentía
superficial se presenta siempre que hay precipitación y termina poco después de haber terminado la
precipitación. Por otro lado, el escurrimiento subterráneo, especialmente cuando se da a través de
medios porosos, ocurre con gran lentitud y sigue alimentando los cursos de agua mucho después de
haber terminado la precipitación que le dio origen. Así, los cursos de agua alimentados por capas
freáticas presentan unos caudales más regulares.
etc.. Durante mucho tiempo solo la parte terrestre de este ciclo había interesado a los especialistas.
Pero hoy en día, en un momento en que se intenta optimizar los métodos de irrigación y de
explotación de las aguas, la parte atmosférica conoce también su hora de gloria. Si las interacciones
entre las ramas atmosférica y terrestre de la hidrosfera permiten mantener un estado de
cuasiequilibrio del sistema climático, la dinámica del ciclo del agua, en contrapartida, esta
asegurada por la circulación atmosférica general.
cinturones de precipitaciones (ver figura). Esto se correlaciona perfectamente con la alta salinidad
observada en las bandas de alta evaporación y con la distribución de agua precipitable (Wp) en la
atmósfera, la cual muestra máximos en el ecuador (50 Kg/m2) y una disminución continua hacia los
polos donde alcanza un mínimo (menos de 5 Kg/m2).
Curvas representativas del flujo medio del vapor de agua en la atmósfera en la dirección meridiana ( de un polo a
otro) acumulado a lo largo de tres periodos diferentes: un año (A), los meses de Junio - Julio - Agosto (B) y los
meses de Diciembre - Enero - Febrero (C).
El transporte del vapor de agua, que se efectúa en las regiones inferiores de la troposfera,
reino de los fenómenos meteorológicos, está considerablemente afectado por la topografía terrestre.
Se constata que la ausencia de cadenas montañosas en la costa occidental de Europa favorece una
importante penetración de aire húmedo en el continente eurasiático y las regiones mediterráneas. En
Norteamérica, por contra, las Montañas Rocosas, paralelas a la costa oeste, impiden la penetración
del aire húmedo procedente del océano Pacífico. La mayoría de las precipitaciones de este
continente parece proceder, en todas las estaciones, de la penetración del vapor de agua evaporado
en las aguas cálidas del golfo de México. La cordillera de los Andes juega un papel de barrera
semejante en Suramérica, donde la mayor parte de las precipitaciones proceden de las aguas de
evaporación del océano Atlántico.
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(a una presión inferior a 500 milibar). Las variaciones estacionales de la cantidad de agua en
función de la altitud transcurren paralelamente a las correspondientes variaciones de temperatura y
por lo tanto son más pronunciadas en el hemisferio norte que en el hemisferio sur.
mtotal _ agua
τ=
Fentrate, saliente
De la expresión anterior podemos ver que éste parámetro va a ser grande para los
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reservorios donde el volumen de agua almacenado sea grande con respecto a lo que entra o sale y
viceversa. Hagamos algunos cálculos. La masa total de agua presente en la atmósfera en un
momento dado (12.900 km3) dividido por las entradas totales (evaporación desde océanos =428.000
km3/año + evaporación desde tierra=68.000 km3/año, ver grafica ciclo hidrológico) nos da un
tiempo de residencia del agua en la atmósfera de tan solo ~9 días (significa que el contenido en
vapor de agua de la atmósfera se renueva unas 40 veces al año). En contraste, la masa total de agua
presente en los océanos (1321x106 km3) dividida por el total de las salidas a la atmósfera (428.000
km3/ano) nos da un tiempo de residencia del agua en los océanos de ~3000 años. Este promedio de
tiempo de residencia mucho mayor para cada molécula en este reservorio en relación al tiempo en
la atmósfera refleja el gran volumen de agua que se encuentra en los océanos en relación con el
volumen presente en la atmósfera.
Una estimación de este parámetro para los distintos reservorios puede verse en la siguiente
tabla:
Reservorio Tiempo
Atmósfera 9-10 días
Ríos 12-20 días
Lagos 1-100 años
Acuíferos subterráneos 300 años
Océanos 3 000 años
Como es lógico estos tiempos medios de permanencia van a tener una gran influencia en la
dinámica de los sistemas acuáticos, como por ejemplo los procesos relacionados con la
contaminación. Así, si se contamina un río de forma puntual, al cabo de pocos días o semanas
puede quedar limpio, por el propio arrastre de los contaminantes hacia el mar, en donde se diluirán
en grandes cantidades de agua. Pero si se contamina un acuífero subterráneo el problema persistirá
durante decenas o cientos de años.
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referencia son, por lo general, las cuencas. La representación del ciclo del agua puede realizarse
mediante esquemas de tipo físico en los cuales se tiene en cuenta una porción del terreno natural
donde se indica la existencia del relieve, cursos de agua, cobertura, perfil del suelo y acuíferos.
Sobre este sistema actúa el estado atmosférico, y como condición de borde, generalmente se
presentan las salidas a un curso de agua. Los esquemas de tipo diagrama de bloque muestran
esquemáticamente y en forma sencilla, las relaciones funcionales más directas e importantes entre
los fenómenos que intervienen en el ciclo del agua. Las hipótesis y planteamientos básicos de
partida son los siguientes:
Se dispone de un medio físico representado por una cuenca con sus características de
vegetación, suelo y subsuelo.
Sobre este sistema físico, actúan los fenómenos atmosféricos representados por el aporte de las
precipitaciones y por la demanda de la atmósfera de incorporar vapor de agua.
El sistema físico reacciona ante la acción de los fenómenos atmosféricos produciendo cambios
internos, representados por distintas formas de almacenamiento y transporte del agua y dando como
resultado salidas del sistema físico representadas por el escurrimiento y pérdidas hacia la atmósfera
en forma de vapor de agua.
Sobre la cuenca pueden actuar también aportes de agua provenientes de otras cuencas, y ésta
puede a su vez, tener pérdidas en profundidad por flujo hacia otras cuencas. En este caso se trata de
un sistema físico hidrologicamente no aislado. Cuando no existen estos aportes y/o pérdidas, el
sistema es entonces hidrologicamente aislado.
Los efectos de almacenamiento y transporte que se producen en el sistema físico, se
representan por un desarrollo en vertical de diferentes niveles de almacenamiento o reservorio y la
comunicación entre los mismos.
Los fenómenos que actúan en el ciclo hidrológico y que se grafican en el siguiente esquema,
pueden agruparse en subsistemas más simples, analizarse por separado y por último combinar los
resultados a tenor de las interacciones entre ellos. Así, el ciclo hidrológico sobre una cuenca aislada
lo podemos representar por tres subsistemas:
• El sistema de agua atmosférica: engloba los procesos de evaporación, precipitación,
intercepción y transpiración.
• El sistema de agua superficial: engloba procesos de flujo superficial, escorrentía superficial,
nacimiento de agua subsuperficial y subterránea y escorrentía hacía océanos y mares.
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Precipitación (P)
AGUA
Evapotranspiración (E)
Intercepción (F) ∑
SUPERFICIAL
SISTEMA DE
∑
AGUA
Escorrentía
Flujo Escorrentía
hacia ríos y
Superficial (Fs) Superficial (Es)
océanos
SUBSUPERCIAL
Infiltración (I)
SISTEMA DE
AGUA
Analicemos con cierto detalle cada uno de ellos. El fenómeno de precipitación (P) es la
variable de entrada principal al sistema físico; es la ‘excitación’ ante la cual reaccionará y se
entiende por tal al agua caída en sus diferentes formas (lluvia, nieve, precipitación horizontal, etc).
De la cantidad total que precipita, una parte se evapora en la misma atmósfera antes de llegar al
sistema físico. Esta proporción puede tener cierta importancia cuando la precipitación se produce en
condiciones de una atmósfera ávida de vapor de agua y elevada temperatura.
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Una vez que llega al suelo, la superficie del terreno se comporta como un tamiz de malla
variable según el tipo y usos del suelo y de la vegetación. Por lo tanto al interior del suelo ingresa el
agua con la velocidad con que lo permite el tamiz de superficie. Se denomina infiltración (I) a la
cantidad de agua que se introduce desde la superficie hacia el interior del suelo. Cuando la
precipitación efectiva supera a la capacidad de infiltración, se origina el denominado escurrimiento
superficial (Es) que se propaga sobre el terreno hasta alcanzar líneas preponderantes, concentrarse y
constituir finalmente parte del escurrimiento total de un curso de agua.
Por último parte de esta agua almacenada en superficie o la que forma parte de la escorrentía
superficial puede evaporarse directamente hacía la atmósfera.
Las relaciones que vinculan al nivel de almacenamiento de agua en el suelo con el nivel de
almacenamiento freático, en períodos de humedecimiento y de desecamiento, están fuertemente
condicionadas por la profundidad a que se encuentra el segundo de ellos. Un nivel freático muy
cerca de superficie y otro muy profundo caracterizan un funcionamiento del sistema totalmente
distinto. Se llega así al último de los reservorios planteados en este esquema. El agua que se
acumula en este reservorio constituye el acuífero freático su movimiento regido por las leyes del
escurrimiento en medios porosos saturados. En una cuenca hidrológicamente aislada, cuando el
nivel freático intercepta los cauces que componen la red de avenamiento, el acuífero descarga en
ellos generándose así lo que se denomina escurrimiento de base o subterráneo (Esub). Éste, junto
con el escurrimiento directo, da por resultado el escurrimiento total que transporta un cauce. Si el
nivel de agua en un curso que se intercepta con el nivel freático es mayor que éste, se puede
producir el fenómeno inverso, y entonces el agua de escurrimiento del cauce recarga al acuífero
freático.
dS
I −Q =
dt
Si se dispone de registros de todas las variables intervinientes durante una serie de años y se
plantea el promedio de todos los valores anuales, se obtiene por resultado el balance medio para una
cuenca o sistema hídrico determinado. Si esto se hace por una cuenca hidrológicamente aislada y
además se cumple con el requisito de que el sistema sea estacionario, es decir, sea invariante
temporalmente, lo que proporciona series de datos homogéneos, se encuentra la siguiente relación:
P = E +A
Como resulta evidente, las variaciones de almacenamiento que son de signos positivo y
negativo en una serie de años se anulan al promediarse. Si esto no se verificara significaría, por
ejemplo, que los almacenamientos superficiales promedios, o la humedad promedio del suelo o el
nivel freático medio, tienden a aumentar o disminuir con el tiempo y por lo tanto deja de ser ya un
sistema estacionario.
Para una cuenca no aislada hidrológicamente, la ecuación general del balance hídrico tendría
la siguiente forma:
P + Qa + G = E + Q + dS
siendo:
1. P es la precipitación en el período seleccionado.
2. Qa es el aporte superficial de cuencas vecinas.
3. G constituye el flujo neto de aguas subterráneas desde y hacia cuencas vecinas.
4. E representa la evapotranspiración real en la cuenca.
5. Q es el caudal superficial que sale de la cuenca que se analiza.
6. dS es el cambio en almacenamiento superficial y subterráneo. Incluye almacenamiento en
cauces, embalses, suelo y acuíferos.
El balance hídrico anual para la Isla de Tenerife, según datos del Plan Hidrológico, arroja unos
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mm/año hm3/año
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