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APUNTES DE TEÓRICOS. UIV
Para dos pensadores alemanes como Theodor Adorno y Max Horkheimer, perseguidos
y exiliados del régimen nazi cuando el Instituto de Investigación Social de Frankfurt
recién comenzaba a asentar sus producciones, el siglo XX es entre otras cosas, el siglo
del horror elevado a sistema racional, es decir, el siglo del triunfo de la racionalidad
instrumental sobre la razón sustantiva en el que se consuma una de las tendencias que
anidaban en la ilustración bajo la forma de dominio total de la vida, del totalitarismo.
El siglo XX es, en suma, el siglo de una dialéctica entre cultura y barbarie que se
resolvió en el desfondamiento de la conciencia humanista europea ante el crimen de
millones de personas, corolario abrumador de una masacre burocráticamente
organizada.
En este sentido, el camino de la crítica inmanente (el único camino que intenta vivir en
la verdad, el único camino que abona el terreno de una mínima moralia) tal como
propone una de las citas con las que abrimos el próximo apartado no puede más que
sostenerse a partir de poner en entredicho los propios puntos de vista, de llevarlos
más allá de la inevitable arbitrariedad que supone cualquier tipo de perspectivismo
arbitrario. Es por esto que puede decirse que toda crítica (verdadera) es también la
condición ética bajo la cual el individuo pueda pensarse a sí mismo. Por otra parte, el
siglo es también el siglo de las vanguardias, el siglo de una inmensa energía creativa
que intenta ser colonizada desde los dispositivos de la industria cultural, es decir,
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Estas tres hipótesis nos ayudarán a leer un texto que más allá de las dificultades que
puede acarrear la propia escritura (dos autores con su particular estilo) y la
comprensión adecuada del contexto (del período de entreguerras al fin de la segunda),
resulta de sorprendente actualidad en más de una de sus líneas. Y aunque es cierto
que todo texto es contemporáneo si es leído de cierta manera, este lo es también
porque sus temas son también los nuestros.
Entre estos temas, hay una cuestión urgente que el Prólogo de la DI deja entrever y
que remite a la censura del pensamiento no tanto directa y evidente, sino indirecta,
elusiva: a la censura de lo que estos autores llaman en el texto la “imaginación
teórica”. Para Adorno y Horkheimer la censura de la imaginación es el punto de partida
hacia la locura política. Y la locura política es el fascismo y el totalitarismo en sus
diversas formas de expresión: desde la brutalidad sin límites del campo de
concentración al dominio menos visible del mundo administrado y la industria cultural.
En este sentido, puede decirse de Adorno y Horkheimer que quizás no formulan de un
modo claro (y de hecho no pueden hacerlo por principio) los rasgos positivos de la
sociedad que anhelan. Pero tienen muy claro de qué sociedad huyen.10
Pero vayamos al texto con el cual se abre la obra: el Concepto de Ilustración. ¿Qué es
pensar un concepto para estos autores? Básicamente: pensar un concepto es pensarlo
dialécticamente. ¿Qué implica pensar y exponer dialécticamente un concepto? En
primera instancia, supone asumir que los objetos no respetan una simple adecuación a
su concepto, que los objetos son siempre más que su concepto. Para pensar
dialécticamente el concepto de Ilustración debe comenzarse por decir que es más que
su concepto, pero esto no puede exponerse más que de modo inmanente, pasando
por el concepto. Unas décadas más tarde dirá Adorno en su Dialéctica Negativa:
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Esta es la primera gran dificultad que la lógica dialéctica del texto supone. Pretender la
identidad del concepto con aquello irracional que lo media es una forma de fetichismo
de la cual sólo sale el concepto que logra la autoconciencia de su no identidad con lo
que piensa. A este movimiento el propio Adorno lo denomina “desencantamiento”
(Entzauberung) del concepto.12
Precisamente, el desencantamiento, no del concepto sino del mundo, forma parte del
inicio del recorrido del texto. Esta tesis es propuesta a comienzos del siglo XX por el
sociólogo alemán Max Weber, quien observa la modernización de las sociedades
occidentales como un proceso de racionalización de las diversas esferas de la vida que
progresivamente exige establecer criterios específicos de validez para cada uno de los
ámbitos autonomizados, sean el arte y la ciencia, o el derecho y la moral. Es necesario
partir de allí, porque la ilustración que Adorno y Horkheimer intentan conceptualizar,
se piensa y presenta a sí misma como desencantamiento del mundo. Ahora bien,
aunque la racionalización que la modernidad supone se produce en diversas esferas, la
ciencia domina el paisaje. Es la ciencia la actividad que dicta una nueva modalidad de
experiencia y legalidad de la naturaleza, es la ciencia una actividad predominante.
Dicen Adorno y Horkheimer a unas líneas del comienzo, luego de la cita de Bacon:
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Pero los mitos que caen víctimas de la Ilustración eran ya producto de ésta. En el
cálculo científico del acontecer queda anulada la explicación que el pensamiento
había dado de él en los mitos. El mito quería narrar, nombrar, contar el origen: y
con ello, por tanto, representar, fijar, explicar. 17
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Para que las prácticas localmente vinculadas del brujo pudieran ser sustituidas por
la técnica industrial universalmente aplicable fue antes necesario que los
pensamientos se independizasen frente a los objetos, como ocurre en el yo
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adaptado a la realidad.
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Para comprender la razón por la cual la inmanencia y la repetición son los principios
del mito que muestran que éste es ya Ilustración, debemos pensar en los primeros
textos filosóficos de Adorno, influenciados fuertemente por Benjamin. Debemos tomar
en consideración, por ejemplo, la conferencia del año 1932, publicada póstumamente,
y titulada La idea de historia natural. En esta intervención, Adorno se enfrenta a la
tradicional dicotomía entre historia y naturaleza (que analógicamente puede
retraducirse como alma y cuerpo, conciencia y realidad, espiritualidad y materialidad,
sujeto y objeto, etc.) con el objetivo de señalar un camino para superarla.
¿Por qué nos interesa este planteo temprano de Adorno? Básicamente porque en
aquella conferencia Adorno señalaba que el concepto de naturaleza puede ser
retraducido al concepto filosófico de mito. Su definición es, dice Adorno, “lo que está
ahí desde siempre, lo que sustenta la historia humana como ser dado de antemano y
dispuesto inexorablemente, lo que hay de sustancial en ella”.23 ¿Qué es en cambio lo
histórico? Dice Adorno: “esa forma de comportamiento de los hombres, esa forma de
comportamiento transmitida de unos a otros que se caracteriza sobre todo por el
hecho de que en ella aparece lo cualitativamente nuevo, por ser un movimiento que
no se despliega en la pura identidad, en la pura reproducción de lo que siempre estuvo
ya ahí”.24
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…en todos los grandes mitos, así como en todas las imágenes míticas que aún tiene
nuestra conciencia, ya está presente el elemento de la dinámica histórica, y
concretamente de forma dialéctica, de tal modo que lo dado de lo mítico es
contradictorio en sí mismo y se mueve contradictoriamente. 25
La Ilustración observa esa particularidad del mito, donde la mediación implica abrir
una discontinuidad entre el material natural y lo nuevo que surge dialécticamente, la
facticidad histórica irrepetible. En este sentido, Platón sería el iniciador de la
antidialéctica, el verdadero sucumbir de la conciencia en una forma de idealismo. Es el
espíritu desterrado de la historia que retoma del mito el engaño del carácter
puramente estático y lo asume como mundo de las Ideas, bloqueando de ese modo al
surgimiento de lo cualitativamente nuevo.
Así como resultaba necesario, entonces, pensar una idea de historia natural, también
podríamos decir que hay que exponer dialécticamente la idea de Ilustración mítica,
esto es, observar la determinación mítica de la Ilustración, y la determinación ilustrada
de lo mítico. Esa es la dialéctica del concepto de Ilustración, y constituye el único modo
de “salvar” la Ilustración, tal como establecen Adorno y Horkheimer como objetivo al
comenzar el texto. Salvar la Ilustración no implica profundizar en la clarificación de un
espacio de validez para los juicios que no se reduzca a la mera instrumentalizad de la
razón y que tenga en cuenta la esfera de los fines: salvar la Ilustración implica dar
cuenta, a partir de la crítica, de su entrelazamiento con la esfera del mito a la que
tanto hizo por contraponerse.26
Hasta aquí hemos visto la diferencia entre lo que podríamos denominar, con
Hegel, distintos posicionamientos del pensamiento respecto a la objetividad.
La magia no comprende la oposición dialéctica entre el pensar y lo real, y por
lo tanto, procede ingenuamente de tal modo que se dirige inmediatamente
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Ahora bien, como dijimos antes, ello no puede lograrse si no se da cuenta del
modo en que el mito es ya Ilustración. La vía que Adorno y Horkheimer eligen
para dar cuenta de su hipótesis polémica, su estrategia, consiste en brindar
una interpretación del modo en el que se configura la subjetividad en la
Ilustración y en el mito. La meta será demostrar que el sujeto que resulta en
ambos casos tiene rasgos comunes, o que al menos el mito dejaba asentado
un proceso de configuración de la subjetividad que es el que la Ilustración
resuelve. Ese sujeto es, evidentemente, el burgués.27
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En efecto, Odiseo enfrenta a las sirenas cuyo canto subyuga a los seres
humanos como solo puede hacerlo el pasado que no pasa, cuando ese pasado
no cede en su fuerza primordial. Perderse irremediable y placenteramente en
ese pasado es el peligro que deben evitar Odiseo y su tripulación si quieren
autoconservarse, y seguir de regreso a Ítaca, de regreso a la patria. En la
narración homérica, Odiseo es advertido por Circe del poder irresistible de ese
canto, y por eso tapa con cera los oídos de sus remeros, para que no dejen de
remar cuando tengan que enfrentar a las sirenas. Y se hace atar a sí mismo al
mástil de la precaria embarcación para no caer bajo el hechizo del canto
subyugante. La razón, que busca dejar atrás el miedo que le produce una
naturaleza ingobernable, tiene en la astucia su instrumento de dominio.
Odiseo reconoce el límite que le proponen las deidades míticas (acepta la
advertencia de Circe) para luego mostrar su poder, humillándolas: logra
escuchar el canto y a la vez dejar atrás el peligro de hundirse en el sueño del
pasado. Deja sus oídos limpios, libres, dispuestos a la escucha, como deja sus
ojos abiertos, para contemplar con extraño goce la escena de lo que quedará
atrás. Y vence. O cree vencer.30
Los remeros trabajan y no pueden gozar del canto. Odiseo goza del canto pero
sin poder perderse verdaderamente en él. Odiseo es el amo que media
consigo mismo pero a través de otro, Odiseo es “el señor terrateniente, que
hace trabajar a los demás para sí”.32 De este modo el amo Odiseo se hace del
goce del canto, pero sólo bajo la forma de una contemplación que no pone en
riesgo al sí mismo. Los siervos, en cambio, tienen los oídos tapados, por lo
cual, si bien transforman lo real a través del trabajo, no pueden por ello
mismo ganar el goce del objeto ni del trabajo. Por lo demás, con este
desencuentro de Odiseo con las sirenas, se produce también una herida. Y así
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como la Esfinge se suicida cuando Edipo resuelve el enigma que asola a Tebas,
la civilización que la astucia de Odiseo expresa en el derrotero de su regreso a
Ítaca, paga su triunfo con la herida de todos los cantos, con la derrota siempre
repetida de su influjo mortal. El canto mítico de las sirenas y con él, todos los
cantos, se reactualizan una y otra vez heridos por la astucia de la razón que les
ha quitado su autoridad.
…la odisea desde Troya a Ítaca es el itinerario del sí mismo –infinitamente débil en
el cuerpo frente al poder de la naturaleza y sólo en estado de formación en cuanto
autoconciencia– a través de los mitos.34
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Con todo, esta primera tesis se hallaba sistemáticamente entrelazada con otra. Como
vimos, estos autores sostenían que la Ilustración se mostraba incapaz de comprender
esa naturaleza propia del mito con la cual ella misma se vinculaba. Esa ineptitud de la
Ilustración la ponía en riesgo porque conducía a una incorrecta comprensión de sí. En
efecto, la Ilustración se entiende a sí misma en su supuesta oposición al mito y ello
deriva en una consecuencia inesperada: “la Ilustración recae en mitología”. Esta es la
segunda tesis polémica que los autores intentaron defender y que, como resulta obvio,
está profundamente entramada con la primera. Buscaremos en lo que sigue dar
cuenta del modo en que esta tesis, que estructura la segunda parte del capítulo, es
desplegada por los autores.
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1.2. b. Fe y saber.
Resulta evidente que los esfuerzos del idealismo hegeliano intentaban responder
afirmativamente a dicha pregunta, pero sólo podía hacerlo si lograba traspasar el
ascetismo kantiano que había determinado la imposibilidad de un contacto con lo
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Esa dialéctica entre el saber y la fe parece poseer la misma estructura que aquella que
nuestro texto estudia entre Ilustración y mito: esto es, el combate contra la fe por
parte del saber implica una sustracción de éste, que acaba limitándose a los
parámetros de un conocimiento posible. Pero esta limitación no hace sino surgir un
espacio para que el contacto imposible con lo Absoluto en el terreno del conocimiento,
abra al mismo tiempo la fuerza de la pura fe como lazo legítimo. Es el modo en el que
los hombres recaen en la fe que querían combatir, de modo semejante a como la
Ilustración combate al mito para recaer en mitología.
Si se mira a la luz el glorioso triunfo reportado por la razón ilustrada sobre aquello
que, de acuerdo con su menguada comprensión de lo religioso, ella veía frente a sí
como fe, vemos que pasó lo mismo: ni siguió siendo religión aquello positivo contra
lo cual luchaba, ni ella siguió siendo razón al vencer, y el engendro que se eleva
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triunfante por encima de esos cadáveres, como el hijo común que los une, tiene en
sí tan poco de razón como de auténtica fe.38
Así como Adorno y Horkheimer entienden que la Ilustración cometió el error de luchar
contra el mito sin observar el carácter de mediación propio de la construcción mítica;
de modo análogo Hegel cree que la razón ilustrada erró el modo de plantear su lucha
contra la religión al pensarla “únicamente como algo positivo y no de manera
idealista”, por lo que al finalizar la lucha, se miró a sí misma, para establecer su
autoconocimiento, y lo único que pudo hallar fue su propia nulidad, pues había
colocado más allá del entendimiento “una fe fuera de ella y por encima de ella, tal
como ha sucedido en las filosofías de Kant, Jacobi y Fichte, convirtiéndose así de nuevo
en sierva de una fe”.39
Pero no debemos creer que allí se acabe todo. Si así lo hiciéramos, explicaríamos el
mundo como nada, lo cual no deja de ser, como dicen Adorno y Horkheimer, el
resultado de “prácticas mágicas sublimadas”. Lo que Hegel aporta no es entonces el
mero escepticismo burgués, sino un cierto modelo de negación, llamada negación
determinada, que no “ve siempre en el resultado solamente la pura nada”, sino que la
nada “determina la nada de aquello de lo que es resultado”, tal como dice Hegel en la
Fenomenología del espíritu.40
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Nihilismo y positivismo constituyen las dos caras de la misma moneda del pensamiento
burgués: negación y afirmación inmediata de lo dado, que no permiten el surgimiento
de lo nuevo en ningún caso, pues se trata siempre de una repetición de la nada o el
todo a través de la cual se predetermina de antemano cualquier tipo de particularidad.
Este es el totalitarismo en el que recae la Ilustración cuando se torna puro
procedimiento matemático o lógico formal, porque lo nuevo es la x como incógnita de
una ecuación cuyo valor ya ha sido asignado con anterioridad. No se trata de algo
distinto la legitimación de lo existente dado inmediatamente y lo mimetizado por el
conocimiento matemático. Adorno y Horkheimer lo señalan claramente:
Esa norma es la vara que permite medir la totalidad de lo real, y por ello, no se trata de
dominar a través de ella simplemente a la naturaleza, también se trata de la
dominación sobre el individuo o la particularidad, que el espíritu parece no poder
soportar. El espíritu subjetivo, asumido como lo universal y verdadero, nulifica lo real a
través de una negación indiferenciada o lo afirma enteramente a partir de una
repetición que constituye una norma inmanente a él. Aquella particularidad que no
muestre una subsunción inmediata a la norma, no será considerada, o será dominada
bajo la norma que le fija un valor de antemano. De este modo, las relaciones entre los
sujetos y aquellas que atañen al vínculo del sujeto consigo mismo, es decir, el entero
campo de la política y la ética, sufren una alienación generalizada.
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El individuo, de este modo, no constituye nunca una entidad histórica, y nada nuevo
surge a través de su particularidad, pues siempre deambulará en el círculo trazado por
una norma que define su adaptación o su patología. Dicen Adorno y Horkheimer:
Que la autoconservación sea la norma es algo que debemos atender con cierto
detalle. Esta idea parece ser un claro aporte de Horkheimer, quien había escrito dos
años antes de la DI, un artículo para un volumen colectivo del Instituto en honor a
Benjamin, que llevaba por título, precisamente Razón y autoconservación, que en
muchos de sus argumentos anticipa otros que serán retomados en el Excursus II. Así,
en este artículo afirma que la ley se vuelve norma inmanente gracias a la configuración
del sujeto trascendental, y la razón legisladora, que es mera sublimación del individuo,
se vuelve cuerpo y sangre. Si la Ilustración implicaba según Kant poder salir de la
minoría de edad, esta última consistía en la incapacidad para autoconservarse. La
Ilustración es, entonces, la razón aplicada a la autoconservación a través del dominio
sobre la naturaleza. Esta identidad entre razón y dominio, intenta ser disimulada por
la filosofía burguesa que pretende hallar algún tipo de conciliación entre lo universal y
lo particular que no pase por el dominio, y lo busca en un formalismo ético que deberá
siempre estar vacío, o en la idea de compasión, que como ya Nietzsche había
advertido, no es otra cosa que el intento desesperado de remediar lo inconciliable. No
es de extrañar entonces que en Excursus II se afirme de un modo tan contundente:
Que el sujeto moral kantiano parezca más bien un loco si se priva de ganancias y no un
sujeto que sigue la norma ética es algo que el reconocimiento que el propio Kant hace
en la distinción misma entre imperativos pone de relieve. De ahí que no sea difícil
advertir que el espíritu pragmático del imperativo hipotético aceche a la fuerza moral
del imperativo categórico. En línea con Nietzsche que supo leer la atrofia de los
instintos bajo la superficie incuestionada de la oposición entre el bien y el mal,
Horkheimer observa tempranamente el impulso de autoconservación transforma a la
aséptica razón ilustrada en un mero órgano para su propio cumplimiento y la devuelve,
de ese modo, a la naturaleza de la que quería escapar. La razón ya no es “el órgano de
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las Ideas eternas”, sino el instrumento de adecuación de los medios al fin (Razón y
autoconservación, p. 145). En este sentido, la racionalidad instrumental implica un tipo
de ligazón de la razón a la praxis que busca una universalidad tal que la conciliación
realice intereses que son, en verdad, contrapuestos e inconciliables. Este tipo de
reconciliación no puede ser más que ideológica, ya que la figura real de la razón actual
es la economía capitalista de mercado, cuya estructura contradictoria se muestra
irreconciliable. Este es el concepto de razón que conduce a una autodestrucción de la
Ilustración.45
Resumiendo los argumentos que hemos desarrollado hasta aquí, podríamos señalar
que la Ilustración es un proceso reflexión que entra en relación con lo natural de un
modo que se propone alternativo al mito, pero de cuya estructura no puede
desprenderse. La mediación, que busca articular lo universal con lo particular, intenta
subsumir a este segundo bajo el primero y ello no conduce sino a una lógica de
dominación del espíritu –que se asume como lo universal– sobre la naturaleza. Así,
todo lo histórico, lo nuevo que surge en el seno de la particularidad es capturado por la
repetición natural de lo siempre igual, en una totalidad sin resto ni exceso. Esa lógica
de dominación, se traslada como un modelo eficaz al seno de las relaciones sociales y
al vínculo que el individuo mantiene consigo mismo. Ya no es un problema sólo
gnoseológico o técnico, ahora se trata del entramado político y ético de la actividad
humana. Y sobre ella recae esa misma lógica de dominación, bajo la inmanencia de
una ley que se transforma en norma, y que no permite el surgimiento de nada nuevo
en el individuo, sino que trabaja sobre él a partir de lo normal y lo desviado. La norma
es la mera autoconservación de la vida, oscuro fondo inaceptable de la razón. Y esa
misma razón ilustrada cree estar caminando hacia el progreso, gracias a la
matematización de la naturaleza y el rigor lógico formal de los análisis, pero se
encamina hacia su autodestrucción y hacia la barbarie.
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una filosofía que neutraliza la historia ontologizando el tiempo, todo lo cual redunda
en una apuesta por renovar la pregunta por el origen que recae en una forma de
arcaísmo mitológico. Por otra parte, buena parte de las corrientes cientificistas han
emprendido la liquidación general de la filosofía, o al menos de toda filosofía que no se
avenga a tratar en su lengua, es decir, en la lengua lógico-matemático. Reducir la
filosofía a ser una instancia de control de las ciencias particulares sin tener derecho a
añadir críticamente nada importante, parece ser el sueño de la ciencia dominante.
En efecto, en Para qué aún filosofía, los “enemigos” filosóficos se repiten, incluso
adquieren mayor nitidez: por un lado el positivismo lógico que toma los hechos dados
como si fueran verdades; por el otro la ontología heideggeriana que toma al ser como
acontecimiento y lo declara la condición absoluta del pensar. En ambos casos reducen
la libertad del pensamiento a la adaptación o la pasividad. Una termina en la ciencia, la
otra en el mito. Pero lo que peligra en estas filosofías es la libertad y detrás de ella,
toda posibilidad de emancipación social. En este sentido, la filosofía ahora llamada
“crítica” ofrece un refugio a la libertad de pensamiento. Criticar las fallas unilaterales
de las filosofías dominantes (que no son otra cosa que conciencia cosificada de la
época, cuya ingenuidad dogmática hace peligrar el pensamiento autónomo) es abrir la
posibilidad de pensar sin miedo, en contra de las amenazas externas y las coacciones
internalizadas, y pensar sin borrar las huellas del sufrimiento acumulado.
Esta libertad de la filosofía crítica no está escinda de ciertas exigencias. Y por ello
La filosofía debe conocer por qué el mundo, que aquí y ahora podría ser el paraíso
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puede convertirse mañana en un infierno.
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En todo caso, las tareas de la filosofía remiten a no perder de vista que pensar no es
calcular o planificar, dominar o conducir, sino más bien hacer justicia a las ideas e
imágenes que en diversas épocas pensaron a los individuos emancipados en una
sociedad emancipada. Si el progreso hacia esa utopía se ve frenado hoy por la potencia
arrolladora del mundo administrado, la filosofía tiene la obligación de enfrentar esta
realidad siendo “la memoria y la conciencia moral de la humanidad”, recordando que
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hay otros mundos posibles. Ahora bien, esa memoria no puede más que sostenerse en
la fuerza de la crítica inmanente:
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NOTAS
1
Los Apuntes de Teóricos de la U.III son reflexiones y explicaciones que sirven de
encuadre y orientación para la lectura de algunos de los textos citados. Ofician de
fuente para las clases y no tienen carácter exhaustivo ni la pretensión de constituir una
explicación “última” de los escritos, tesis, problemas y autorxs tratados. Se trata, más
bien, de hipótesis muy provisorias de lectura y trabajo en proceso, tentativas
hermenéuticas que se saben (y se asumen) como tales. Les pedimos, entonces, que los
tomen como lo que son: “apuntes” preparatorios para las clases. No reemplazan en
modo alguno la lectura de las fuentes principales aquí tratadas, citadas, y trabajadas a
partir de la breve selección de capítulos de la Dialéctica de la ilustración.
2
HOBSBAWM, E., Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 1998.
3
BADIOU, A., El siglo, Bs As, Manantial, 2005. El filósofo francés realiza una interesante
operación política para discutir el resultado del siglo: el triunfo del neoliberalismo.
También para despegar la experiencia revolucionaria del gulag estalinista. Las
torsiones que recorren el libro están muy ligadas a su programa de refundación de las
ideas de izquierda.
4
ADORNO, T.W., Prismas. Critica de la cultura y sociedad, Madrid, Akal, 2008, p. 25.
5
ADORNO, T.W. y HORKHEIMER M., “La industria cultural” en Dialéctica de la
ilustración, Madrid, Trotta, 2006.
6
ADORNO, T.W., Minima moralia. Reflexiones desde la vida dañada, Madrid, Akal,
2006, p. 95.
7
WIGGERSHAUS, R., La escuela de Fráncfort, México, FCE, 2011, pp. 410-440.
8
JAY, M., La imaginación dialéctica, Madrid, Taurus, 1989, p. 413 y siguientes.
9
BUCK MORSS, S., El origen de la dialéctica negativa, Bs As, Eterna Cadencia, 2010, p.
150.
10
Podríamos sumar una cuarta hipótesis de lectura del texto, que se infiere de la
lectura de éste y otros textos de Adorno y Horkheimer: la crítica que despliegan en la
DI sienta las bases de una ética de la no identidad entre sujeto y objeto, tal como se
aparecerá con fuerza desde los años 60 desde las más diversas corrientes filosóficas.
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ADORNO, T.W., Dialéctica negativa, Madrid, Akal, 2008, p. 19.
12
Ibídem, p. 24.
13
ADORNO, T.W. y HORKHEIMER, M., Dialéctica de la ilustración, Madrid, Trotta, 2006,
p. 60. La desconfianza y la crítica a la ciencia transformada en dispositivo de dominio
supone un punto de contacto con la crítica que también realiza Heidegger (uno de los
enemigos filosóficos de Adorno) ya en los años treinta. Ver HEIDEGGER, M., “La época
de la imagen del mundo” en Caminos de bosque, Madrid, Alianza, 1998.
14
Que la técnica, sin embargo no es sólo dominio de la naturaleza, es algo que Walter
Benjamin había querido dejar en claro en Dirección única, en el último apartado
titulado “Hacia el planetario”. Allí Benjamin señalaba que el hombre moderno se
diferencia del hombre antiguo por su incapacidad para llevar a cabo una real
experiencia del cosmos. El modo en que los antiguos realizaban tal experiencia era la
embriaguez. Como puede observarse claramente en la Primera Guerra mundial, la
nueva relación con el cosmos se produce ahora a través de la técnica. Si bien los
imperialistas, dice Benjamin, afirman que el sentido de la técnica es el dominio de la
naturaleza, la técnica consiste más bien en el dominio de la relación entre lo humano y
lo natural.
15
Más precisamente, como destaca Wiggershaus, se trata de cinco lecciones públicas
sobre Sociedad y razón, que dicta Max Horkheimer en la en 1944 en la Universidad de
Columbia, entre febrero y marzo de 1944. Ver Wiggershaus, R., ob.cit., pp. 432-440.
También se puede consultar la traducción castellana de H. Murena y D. J. Volgelmann
del texto (cuya primera edición es de 1946/7 y su segunda y más popular de 1967). Ver
HORKHEIMER, M., Crítica de la razón instrumental, La Plata, Terramar, 2007. Más
adelante volveremos sobre este texto.
16
En nuestra lectura de Adorno y Horkheimer tomamos como punto de referencia
ineludible la interpretación de Silvia Schwarzböck, sin dudas una de las estudiosas
contemporáneas más penetrantes del pensamiento de Adorno en el mundo de habla
hispana. Ver SCHWARZBÖCK, S., Adorno y lo político, Bs As, Prometeo, 2009.
17
Ibídem, p. 63.
18
Ibíd, p. 59.
19
Ibíd, p. 64.
25
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20
Ibíd, p. 66.
21
Ibíd, p. 67.
22
ADORNO, T.W., “La idea de historia natural” en Escritos filosóficos tempranos,
Madrid, Akal, 2010, p. 323.
23
Ibídem, p. 316.
24
Ibídem, p. 316. En Ensayo sobre Wagner (1937), Adorno también vuelve a pensar
como la forma wagneriana está estructurada, particularmente a través de la idea de
Leitmotiv, como repetición mítica. Dice Adorno “Mientras que la música de Wagner
suscita incesantemente apariencia, expectativa y exigencia de lo nuevo, en el sentido
más estricto en ella no pasa nada nuevo… Lo idéntico se presenta como si fuera nuevo
y sustituye, en consecuencia, por la abstracta sucesión temporal de los compases, el
proceso dialéctico del contenido en su música, su historicidad interna”. Cf. ADORNO,
T.W., Monografías musicales, Madrid, Akal, 2011, p. 42.
25
ADORNO, T.W., “La idea de historia natural” en Escritos filosóficos tempranos,
Madrid, Akal, 2010, p. 331.
26
Un esquema básico del movimiento que realizan Adorno y Horkheimer en este
primer capítulo puede tener en cuenta estos elementos:
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Respecto de la construcción del sujeto burgués, su carácter de interioridad sin
objeto, se puede consultar el texto sobre Kierkegaard, para profundizar estas analogías
entre Odiseo y el hombre del interior burgués.
28
ADORNO, T.W. y HORKHEIMER, M., Dialéctica de la ilustración, p. 81.
29
Tal como lo pone de relieve Silvia Schwarzböck. Ver SCHWARZBÖCK, S., ob. cit., en
especial pp.47-57, y todo su primer capítulo, en el que tematiza el problema de la
felicidad.
30
En El silencio de las sirenas de F. Kafka, el narrador se permite dudar del estatuto de
este triunfo, y, además, se permite dudar no tanto del poder del canto (que según el
narrador hubiera atravesado de todos modos el pobre ardid de la cera colocada en los
oídos de los remeros) sino de que hayan cantado. En lugar de cantar las sirenas se
rieron, gesticularon, callaron, y así se burlaron de Ulises y su pretendida astucia. No
querían seducir sino apresar el fulgor de los grandes ojos de Odiseo. Con todo, el
narrador deja abierta en el final la posibilidad de que Odiseo haya notado ese silencio y
engañado a las sirenas y a los dioses, simulando el goce ante la falta de canto.
31
Ibídem, p. 87.
32
Ibídem, p. 87.
33
HEGEL, G.W.F., Fenomenología del Espíritu, México, FCE, 1996, pp. 342-343.
34
Ibíd, p. 100.
35
Ibíd, p. 107.
36
Ibíd, p. 72.
37
KANT, I., Crítica de la razón pura, Buenos Aires, Colihue, 2007, p. 31.
38
HEGEL, G.W.F., Creer y saber, Bogotá, Norma, 1997, p. 14.
39
Ibídem, p. 14.
40
HEGEL, G.W.F., Fenomenología del Espíritu, p. 78. Hegel aporta, como vimos, la
razón dialéctica que supera el contexto natural a partir de un tipo de mediación que es
negación determinada. Pero esto no es suficiente para salvar a la Ilustración de la
autodestrucción. La filosofía de Hegel misma lo expone con claridad. La negación
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41
Cf. ADORNO, T.W. y HORKHEIMER, M., Dialéctica de la ilustración, p. 80.
42
Ibídem, p. 80.
43
Ibíd, p. 82.
44
Ibíd, p. 133.
45
En los Excursus que prosiguen al primer capítulo (uno, como ya dijimos, dedicado a
recorrer el fondo antiguo de la relación entre ilustración y mito, el otro dedicado a
desmotar la relación mítica entre ilustración y progreso; uno trabajado sobre el eco
homérico, la tradición literaria y filosófica inaugural, el otro a partir de las invectivas de
Sade y Nietzsche pensadas como el reverso de la moral ilustrada) nos encontramos con
el mismo movimiento crítico pero radicalizado y también enriquecido.
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En este sentido cabe entender un pasaje de la Dialéctica negativa en el cual Adorno
afirma que la “dialéctica, en cuanto procedimiento filosófico, es el intento de
desembrollar el nudo de la paradoja con el medio más viejo de la Ilustración: la
astucia”. En efecto, esa astucia ilustrada consiste en hacer estallar dialécticamente el
idealismo desde su interior, un proyecto que Adorno configuró a fines de los años 20 y
que mantuvo durante toda su vida. Esta nueva-vieja astucia para liberar al
pensamiento de la apariencia de absoluta identidad con su objeto, es la única forma de
liberar al pensamiento de la lógica de la dominación. Es la forma de liberar lo-no-
idéntico. Esa paradoja del pensamiento identificante es el núcleo duro de la razón, y la
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Ilustración no puede ser salvada de su propia destrucción sin atender a tal paradoja.
Cf. ADORNO, T.W., Dialéctica Negativa, p. 132.
47
ADORNO, T.W., “La actualidad de la filosofía” en Escritos filosóficos tempranos, Obra
completa. 1, trad. V. Gómez, Madrid, Akal, 2010, pp. 297-298.
48
ADORNO, T.W., “Para qué aún filosofía” en Crítica de la cultura y sociedad II, Obra
completa. 10-2, trad. J. Navarro Pérez, Madrid, Akal, 2009, p. 411.
49
Cf. HORKHEIMER, M., ob. cit., p. 174.
50
Ibídem, p. 175.
51
Ibíd, pp. 178-179.
52
En esta muy breve presentación trabajamos el último capítulo del libro: “A propósito
del concepto de filosofía.” La distinción entre razón subjetiva y objetiva, es trabajada
con intensidad en el primer Capítulo: “Medios y fines”.
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