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Matilde Casazola
Poeta boliviana
2
Fragmento 13
De El libro del desasosiego
Fernando Pessoa
Escritor portugués
Leo y soy liberado. Adquiero objetividad. He dejado de ser yo y disperso. Y lo que leo, en
vez de ser un traje mío que apenas veo y a veces me pesa, es la gran claridad del mundo
exterior, toda ella aparente, el sol que ve a todos, la luna que mancha de sombras al suelo
quieto, los espacios anchos que terminan en el mar, la solidez negra de los árboles que
hacen señas verdes arriba, la paz sólida de los estanques de las quintas, los caminos
cubiertos por las parras, en los declives de las cuestas.
Leo como quien abdica. Y, como la corona y el manto regios nunca son tan grandes como
cuando el Rey que parte los deja en el suelo, depongo en los mosaicos de las
antecámaras todos mis trofeos del tedio y del sueño, y subo la escalinata con la nobleza
única de la mirada.
Leo como quien pasa. Y es en los clásicos, en los calmos, en los que, si sufren, no lo
dicen, donde me siento sagrado transeúnte, ungido peregrino, contemplador sin razón del
mundo sin propósito, Príncipe del Gran Exilio, que dio, al partir, al último mendigo, la
limosna extrema de su desolación.
3
Poema para los dolores de tu cuerpo
Doris María,
las fieras no van a la selva
y la jauría de tantos gritos se agolpa en esos cuerpos
donde se descubren cuántas torturas se requieren
para alcanzar victorias.
5
Azul
Mahbobah Ebrahimi
Poeta de Afganistan
Pensaba
en el océano al despuntar el sol,
en el velamen en el azul oleaje,
¡sí!
pensaba en ti,
¡mi bebita!
En los días en que flotabas en mi –
¡como un pececillo
sin mar!
Deseo para ti
mares y mares de felicidad
tranquilízate mi amor,
este no es el sonido de una bala,
son los granados floreciendo en el jardín
¡anhelantes de tus labios!
Las faldas del monte Baba
esperan que corras confiada
para cazar sus conejos
¡Tranquilízate mi niña!
Las bombas fueron sólo una pesadilla,
pertenecen a un tiempo en que mamá temía
a los explosivos que escondían dentro de reidoras muñecas,
tranquila.
El mundo es mi seno
guardando tu sueño con amor.
6
Para ser mujer
Ana Istarú
Poetisa de Costa Rica
Me dieron
mis dos brazos de mujer
y no me dijeron como romper los cerros.
Y ahora que he aprendido
a volar
entre sus flancos
de animal herido
me quitan
el único par de manos
que llevo.
Si algún día
yo pudiera caminar
por las calles
libremente,
sin catecismos
ni prejuicios de herrumbre,
sin una Virgen como ejemplo,
y golpear una piedra
con mi pie de mujer
y sonreír,
y hacer que un hombre sea
en la exacta medida y fuerza
en que yo soy.
Si yo pudiera
alborotar el mundo
y trastornarlo,
y devolverle la claridad rabiosa
a su rostro ciego.
Se me llenaría la cara
con libertad de aguaceros.
7
Tormenta de polvo
Aurora Reyes
Artista mexicana
8
Intima
Julia de Burgos
Poeta de Puerto Rico
9
Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo...
Dylan Thomas
Escritor británico
11
Devaneo en los infiernos…
12
Quiero quedarme
Si en cambio tú te quedaras,
¿cómo podré seguir yo?
Las noches me encontrarían
en donde estoy.
13
La leyenda del volcán
15
Entro lentamente…
16
Para un adiós
Eduardo Mitre
Poeta boliviano
17
Justicia poética
Rosa Berbel
Poeta española
18
Diecisiete
II
III
20
Yo te he querido bien. Nunca lo sabrá el polvo...
Ricardo Molinari
Escritor argentino
21
Verano 1985
Nadia Consolani
Poetisa italiana
Malcontenta de amor,
¿te defraudaba siempre?
¿Quizá de esclavitud, de injusticia e intrigas?
Quién se ocupó de saberlo.
22
Más lejos
Robert Walser
Escritor suizo
23
Ayer
Roque Dalton
Escritor salvadoreño
24
Hervor de calles...
26
Mediodía
Santiago Castelo
Poeta español
Me llega tu palabra.
Cada día me llega desde lejos tu palabra.
¡Qué azul melancolía!
Atrás nos vive el pueblo,
la lejana pasión de un sueño en lance de ternura.
¡Nos quedan tantas cosas!
Yo querría
recoger el olivo que cortaron, la casa tuya aquella,
mi soneto primero
y aquel encuentro nuestro junto al Mediterráneo.
Quisiera unirlo todo y ponerlo esta tarde
-en que estoy tan cansado de vida y de ilusiones-
al pie de aquella foto
de abril en mediodía
con una primavera de piedras berroqueñas
donde brillaba el fuego de tu cabello rubio
sobre un haz amoroso de morados cantuesos.
Me llega tu palabra.
Al par de tanta loca
locura que me azota, me llega tu palabra.
Y eso es lo que nos queda.
27
El pabellón insomne
José Mármol
Escritor de Santo Domingo
28
La palabra
Sara de ibañez
Poeta uruguaya
30
Tiempo de reír
Saúl Ibargoyen
Poeta uruguayo
31
Masculino femenino
Tomás Segovia
Poeta español
32
Cuando tú venías, venías hacia la muerte...
Vicente Gerbasi
Escritor venezolano
34
Barato se liquida
Vladimir Mayakovski
Escritor ruso
A ti, mujer,
a quien enredo en conmovedora aventura,
o a ti, transeúnte, a quien miro simplemente.
Todos pasan temerosos apretando los bolsillos.
¡Ridículos!
¡A los pobres,
qué pueden robarles!
Pasarán los años
lo sabrán ustedes,
tal vez, yo,
candidato a dos metros de la morgue municipal,
soy infinitamente más rico,
que cualquier Pierpont Morgan.
Al cabo de tantos y tantos años,
ya no viviré,
moriré de hambre,
o un tiro me pegaré
a mí,
al de fuego,
me estudiarán los profesores,
hasta los puntos y las comas,
y hablarán de dónde y cómo,
y cuándo vivió y nació...
Y desde la cátedra,
un idiota de frente saliente,
recordará a Dios o al demonio.
Se inclinará la muchedumbre,
adorándome inquieta,
y no me reconocerán.
Yo no soy yo.
Dibujarán una cabeza,
con cuerpo o con aureola,
y todas las estudiantes,
antes de dormirse,
soñarán acostadas sobre mis versos.
Soy pesimista -dicen-
¡Ya lo sé!
¡Siempre habrá aprendices en la tierra!
Pero al fin,
escuchádme:
todo lo que posee mi alma,
todo,
¿a ver quién se atreve a medir esta hondura?
35
Toda la maravilla,
que en la eternidad adornará mi paso,
y aún mi propia inmortalidad,
que tronando por todos los siglos,
juntará a mis admiradores de rodillas,
en el mundo y siempre,
¿todo eso quieren?
lo doy enseguida,
por una sola palabra,
cariñosa,
humana.
¡Gente!
¡Venid, levantando polvo por las avenidas,
aplastando cuerpos, pisando rostros!
Venid de toda la tierra.
hoy,
en San Petersburgo,
en la calle Nadiézda¹
por menos de un kopek²
se liquida una valiosísima corona,
por una palabra humana.
¿Barato, verdad?
¡Anda,
prueba encontrarla!
36
Nocturno eterno
Xavier Villaurrutria
Poeta mexicano
dudo si responder
a la muda pregunta con un grito
por temor de saber que ya no existo
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