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LA NATURALEZA DEL HOMBRE Y DE LA MUJER

El matriarcado es el reconocimiento social de la superioridad femenina y constituye, por


consiguiente, la pauta natural a seguir por la especie humana. El matriarcado prehistórico de la
China aún hoy se refleja en el lenguaje y el pensamiento de esta nación. La palabra suelta más
frecuente en el idioma chino es hao, que significa «bueno» en sus diversas acepciones. El
ideograma para escribir «bueno» se compone del símbolo «mujer» situado junto al de «niño»,
dando así a entender que el mayor bien es la relación generativa entre la madre (no el padre) y
el hijo.

El ideograma chino para «apellido» se compone de los símbolos «mujer» y «nacimiento», lo que
indica claramente que el linaje familiar en la China prehistórica se seguía por línea materna, al
igual que en la antigua tradición hebrea antes del advenimiento del patriarcado.

En todos los manuales sexuales de la antigüedad china, la mujer se representa siempre como
guardián de los arcanos sexuales y fuente suprema de la esencia y la energía que sostienen la
vida. En dichos textos, la mujer desempeña el papel de gran iniciadora y maestra de sexualidad,
mientras que el hombre es descrito como un ignorante en materias sexuales.

Debido a su potencia sexual, la mujer estaba considerada corno poseedora de grandes reservas
de te (poder). El taoísta contemporáneo Jolan Chang, en su libro El Tao de la pareja amorosa,
cita algunas conclusiones de Mary Jane Sherfey con respecto a la potencia de la sexualidad
femenina:

Todos los datos conocidos sobre el período entre el 12000 y el 8000 a. de C. tienden a indicar
que la mujer precivilizada disfrutaba de plena libertad sexual y a menudo era totalmente incapaz
de controlar sus impulsos sexuales. Por consiguiente, sugiero que una de las razones para el
prolongado retraso entre los primeros orígenes de la agricultura (hacia el 12000 a. de C.) y el
auge de la vida urbana y el primer registro escrito de los conocimientos (hacia 8000-5000 a. de
C.) fue el ingobernable impulso sexual cíclico de las mujeres. Hasta que tales impulsos no fueron
gradualmente sometidos a control mediante unos códigos sociales estrictamente aplicados, la
vida familiar no pudo convertirse en el crisol creativo y estabilizador del que surgió el moderno
hombre civilizado.

Aunque el hombre asumió el control de la familia, la aldea, la economía, la religión y el estado,


en la cama siguió encontrándose a merced de la mujer. Ningún artificio humano puede
enmascarar o modificar los hechos fundamentales del Tao. De ahí que surgiera una profunda
contradicción entre la artificial superioridad social del hombre y su auténtica inferioridad sexual
frente a la mujer, contradicción que dio lugar a esa guerra de los sexos que aún hoy sigue
librándose en muchas alcobas. Eso también explicaría el profundo miedo y rencor que muchos
hombres experimentan ante las mujeres, a pesar de la supuesta «inferioridad» femenina.
El típico hombre «macho» es incapaz de afrontar el hecho de que las mujeres son sexualmente
superiores, y no se atreve a admitir la realidad de su propia e inherente debilidad sexual. Este
lamentable estado de cosas se debe principalmente a la ignorancia sexual. Cualquier hombre lo
bastante amplio de miras como para dedicar una mirada seria al Tao del Yin y el Yang -y lo
bastante disciplinado como para practicarlo- descubrirá que el Tao elimina completamente la
desigualdad fundamental entre la potencia sexual masculina y la femenina.

El Tao posibilita que el miembro masculino se convierta en un instrumento para toda ocasión,
tan competente como su equivalente femenino, y permite que hombre y mujer «hagan el amor,
no la guerra», al tiempo que protege la salud y prolonga la vida de ambos.

......

El Tao de la salud, el Sexo de la larga vida. pag 181.

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