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CONCIENCIA DE GÉNERO EN

TERAPIA GESTALT

Asociación Española de Terapia Gestalt

Tesina de Erika Kjellander

Dirigida por Oscar Bendicho Escuela de terapia Gestalt IPG

Presentada en las XXIII Jornadas de la AETG

Valencia del 30 de abril al 2 de mayo de 2010


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Para Ángeles, entrañable maestra,

Gracias por confiar en mí.

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ÍNDICE

JUSTIFICACIÓN………………………………………………………………………..9

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………...11

OBJETIVOS Y METODOLOGÍA…………………………………………………….13

FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA……………………………………………………15

Teorías de género............................................................................................................15

Los feminismos…………………………………………………………………………22

Perspectiva de género………………………………………………………………….26

¿Biológico o cultural? Sexo y género…………………………………………………..30

Las teorías post-modernas y feministas………………………………………………...34

CONTEXTUALIZACIÓN……………………………………………………………..37

La sociedad patriarcal………………………………………………………………….37

Asimetría de poder en una sociedad patriarcal………………………………………..39

La socialización disimétrica……………………………………………………………43

PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA CULTURA PSICOTERAPÉUTICA…...........47

El poder en terapia……………………………………………………………………..51

El cuerpo y la cultura…………………………………………………………………..58

Falta de neutralidad con respecto a género……………………………………………64

GÉNERO EN LA HISTORIA DE LA TERAPIA GESTALT………………………...67

UNA REVISIÓN DE LA LITERATURA GESTÁLTICA……………………………75

EL POTENCIAL DE LA TERAPIA GESTALT PARA SER UNA FORMA DE

TERAPIA CON PERSPECTIVA DE GÉNERO………………………………………83

Humanismo......................................................................................................................84

Vínculo e interacción paciente-terapeuta………………………………………............84

Fenomenología…………………………………………………………………………88

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La relación dialogal……………………………………………………………………89

Perspectiva de campo…………………………………………………………………..90

Perspectiva de Campo y Terapia Gestalt………………………………………………94

El cuerpo………………………………………………………………………………..95

El cuerpo y el campo…………………………………………………………………...97

La teoría paradójica del cambio……………………………………………………….98

CONCIENCIA DE GÉNERO EN TERAPIA GESTALT……………………………101

La fenomenología del cuerpo en Terapia Gestalt…………………………………….102

Exploración e integración de polaridades……………………………………………106

La estructura de la neurosis…………………………………………………………..113

Algunos mecanismos de interrupción del contacto…………………………………...114

FACTORES A TENER EN CUENTA PARA UNA PRÁCTICA CLÍNICA ÉTICA Y

CON PERSPECTIVA DE GÉNERO…………………………………………………125

Libertad y creatividad en el encuentro terapéutico…………………………………..125

Contacto………………………………………………………………………………127

Clima y proceso terapéutico………………………………………………………….129

Creencias personales del terapeuta…………………………………………………..131

Creencias sociales y su influencia en el proceso terapéutico………………………...134

Prejuicios, estereotipos e introyectos sobre sexo y género……………………….......135

La actitud del profesional en el encuentro terapéutico……………………………….140

La responsabilidad del paciente………………………………………………………142

TERAPIA GESTALT: UNA FORMA DE TERAPIA FEMINISTA………………...145

Aplicación práctica……………………………………………………………………145

Grupos de mujeres…………………………………………………………………….145

Grupos mixtos…………………………………………………………………………148

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Terapia de pareja……………………………………………………………………..149

GÉNERO EN OTROS ENFOQUES TERAPÉUTICOS……………………………..155

Psicoanálisis…………………………………………………………………………..155

Psicología sistémica…………………………………………………………………..157

CONCLUSIONES…………………………………………………………………….159

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS………………………………………………..165

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JUSTIFICACIÓN

Esta tesina significa poder expresar algo que para mí es importante. Considero relevante

concienciar sobre la importancia de incorporar una perspectiva de género en el proceso

terapéutico. Espero que sirva de inspiración para otros psicoterapeutas a la hora de

reflexionar e investigar sobre género en terapia Gestalt.

Pretendo unir la teoría de la terapia Gestalt y sus aplicaciones con la perspectiva

de género. Reflexiono sobre la importancia del desarrollo del darse cuenta del terapeuta

dentro de un campo de enfoque de género. Centro la discusión en principios

fundamentales de la terapia Gestalt como: la teoría de campo y su relación con género,

el método fenomenológico dentro de un contexto cultural y social, la aplicación de la

teoría paradójica del cambio para explorar nuestra propia conciencia sobre género y la

importancia de la relación dialógica entre el paciente y el terapeuta.

Con esta tesina quiero difundir algunos de los aprendizajes sobre género que he

adquirido en mi trayectoria como psicóloga e integrar estos conocimientos con mi toma

de conciencia emocional, corporal e intelectual que he tenido a lo largo de mi formación

como terapeuta gestáltica. Entre otras muchas cosas he aprendido a escuchar a mi

cuerpo que es sabio, me da mucha información y raras veces miente.

Entiendo que la terapia Gestalt tiene unos fundamentos teóricos suficientemente

sólidos como para poder hacer una serie de reflexiones importantes sobre género. Me

refiero a que es una forma de terapia con una perspectiva holística que destaca la

importancia del diálogo fenomenológico como punto de partida para el trabajo clínico.

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Quiero presentar mi punto de vista feminista y relacionarlo con la terapia

Gestalt. Parto de la hipótesis de que la teoría y técnica gestálticas pueden contener los

ingredientes básicos, y un potencial para ser, o poder convertirse, en una terapia con

conciencia de género. Espero contribuir a generar discusión sobre género y reflexión

sobre cómo influye en el encuentro terapéutico. Es mi manera de responsabilizarme,

sacar a la luz y discriminar entre lo que resulta nutritivo o tóxico, e intentar contribuir

modestamente a la teoría.

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INTRODUCCIÓN

Mi intención al escribir esta tesina es compartir mi opinión de que trabajar con

perspectiva de género puede ir de la mano de una corriente terapéutica en la cual se

considera importante el campo, la relación dialogal y el cuerpo que vivencia.

Referiré a la propia teoría de la terapia Gestalt para señalar que precisamente la

terapia Gestalt, por su énfasis fenomenológico y su punto de partida en el encuentro

“yo-tú”, tiene un gran potencial para ser una terapia feminista o para convertirse en una

corriente terapéutica que incluye la conciencia de género.

Cuando estudié la carrera de Psicología, en mi facultad, la mayoría de las

asignaturas se enseñaban desde la perspectiva cognitivo-conductual, aprendí mucho

sobre cómo cambiar comportamientos concretos, pero poco sobre las personas y cómo

ayudarlas a cambiar realmente. No creo que esto sea accidental, porque claro, el

conductismo es científico, todo abarcable y medible, pero qué limitado me pareció, otra

trampa patriarcal, el cientificismo. El conductismo reduce la experiencia a

moldeamiento, refuerzo y aprendizaje. En cambio, las terapias existenciales y

humanistas parten del mundo de la experiencia, anteponen la existencia a la esencia, en

el sentido de que no se puede comprender lo universal sino a partir de lo particular y lo

particular es lo existente, indeterminado, temporal y en constante proceso de ser.

Convierten la abstracción de la esencia en la concreción de la existencia. Y las personas

también estamos en continuo proceso de llegar a ser. En la Universidad decidí cursar la

asignatura optativa de “Psicoterapia” y por suerte entré en contacto con el Instituto de

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Psicoterapia Gestalt, donde empecé terapia grupal, posteriormente hice formación y

terapia individual, y actualmente es donde ejerzo mi profesión.

En la terapia Gestalt, en un proceso vivencial, encontré muchas respuestas a mi

búsqueda psicológica, emocional, corporal y espiritual. Mi formación en el IPG me

llevó a la experiencia directa y a un contacto más rico en el aquí y ahora. Sé que no hay

recetas de libro y que conviene ajustarse de manera creativa a cada situación nueva. Con

el propósito de afinar la herramienta terapéutica que soy, he atravesado mi propio

proceso de autoconocimiento personal para poder tener el privilegio de ayudar a otros a

descubrir y atravesar el suyo.

A las personas que lean esta tesina, espero que les sea de utilidad mi intento de

transmitir lo que he aprendido a lo largo de estos años de desarrollo personal y

profesional, y que les pueda beneficiar en algo como terapeutas esta experiencia.

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OBJETIVOS Y METODOLOGÍA

Los objetivos de esta tesina son:

1. Contribuir a generar discusión sobre género y reflexionar acerca de su influencia

en el encuentro terapéutico.

2. Sensibilizar con respecto a la relevancia de la perspectiva de género y

concienciar sobre la importancia de la conciencia de género en el proceso

terapéutico.

3. Proponer algunas ideas para una comprensión de la teoría feminista y la teoría

de género y relacionarlas con la teoría de la terapia Gestalt. Explorar si algunos

conceptos de las diferentes teorías están en consonancia y si es el caso,

conectarlos.

4. Hacer una revisión (sin pretender abarcar de forma exhaustiva) de la historia de

la terapia Gestalt y de la literatura gestáltica para explorar hasta qué punto la

terapia Gestalt tiene una perspectiva de género o si tiene el potencial para

convertirse en una forma de terapia con conciencia de género.

La metodología usada para elaborar este trabajo se basa en textos gestálticos,

literatura feminista y filosofía. Trato de conectar conceptos de la teoría de género y

feminista con la teoría de la terapia Gestalt.

Esta tesina está basada en algunos principios que tomo como punto de partida:

1. Considero que el género es construido socialmente.

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2. Estas construcciones sociales se materializan en el cuerpo.

3. La teoría de la terapia Gestalt se basa en la fenomenología del cuerpo, en la

perspectiva de campo y en la relación dialogal.

4. Vivimos en una sociedad patriarcal y esto significa que hay desigualdad en las

estructuras y relaciones de poder.

A lo largo de este texto iré relacionando dos elementos como son el género y la

psicoterapia, concretamente la psicoterapia Gestalt. Espero ofrecer algunas reflexiones

sobre cómo entender y abordar la terapia desde una perspectiva de género.

Muchas veces el uso del lenguaje subordina a las mujeres. Con la esperanza de que

lleguen mejores tiempos también para el lenguaje (me parece importante que todos y

todas nos esforcemos en utilizar y construir un lenguaje no sexista, para la igualdad y

actualizado, que no devalúe lo femenino y que no invisibilice a las mujeres) pido

disculpas si en este texto no siempre especifico “él o ella”, “el o la”, etc., porque a veces

esa repetición resulta incómoda. Siempre que existen palabras, ya sean femeninas o

masculinas que son realmente genéricas, es decir, que incluyen los dos sexos y

representan simbólicamente al conjunto de hombres y mujeres, intento utilizarlas.

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FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA

Teorías de género

Las teorías de género pertenecen a los movimientos post-modernos. El análisis que se

hace desde estas teorías está muy relacionado con el poder. El modelo tradicional de

feminidad relega a las mujeres a un plano subordinado a los hombres. Asumir un rol

masculino, independientemente del sexo de la persona, implica asumir el mando,

mientras que asumir roles femeninos implica la sumisión.

De acuerdo con el pensamiento del relativismo y el post-modernismo,

consideramos que la naturaleza humana no es universal, sino depende del contexto. No

tiene sentido hablar del “Hombre” o de la “Mujer”, porque no existen como realidad

individual, solamente como categoría. Queremos decir que no se puede aislar el “yo”, el

hombre o la mujer, de su contexto cultural y social, y que cada experiencia humana es

personal e intransferible. Las mujeres o los hombres no son un ente determinado, cada

ser humano es único y original. No todas las mujeres, ni todos los hombres son iguales:

tienen diferentes experiencias y vivencias que tienen su origen en diferencias

individuales, étnicas, sexuales, etc.

Desde esta postura es imposible afirmar que las mujeres son de una determinada

manera, por ejemplo, dependientes o cuidadoras, sin especificar qué mujer, en qué

época, en qué lugar. Una representación así de la mujer no corresponde a un objeto

realmente existente. El machismo tampoco es un atributo natural innato, pero un orden

patriarcal crea hombres y mujeres machistas que aprenden los personajes necesarios

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para que el sistema machista se perpetúe. Toda estructura de poder crea roles que

pueden parecer naturales, pero no lo son.

La frase de Simone de Beauvoir No se nace mujer, se llega a serlo explica que el

rol de género, las funciones e incluso las capacidades y habilidades adjudicadas a las

mujeres como naturales, no vienen de serie.

Según el construccionismo social, no existe en la naturaleza humana una

constante, una única verdad que perdura a lo largo de la historia. Hombres y mujeres no

contienen necesariamente una esencia universal, natural, masculina o femenina, y

muchas de las diferencias siempre van a depender de la situación sociopolítica de cada

momento histórico. Un orden patriarcal entraña una división interna y puede resultar

difícil diferenciar la naturaleza esencial del ser humano de nuestro actual modo de ser,

producto del propio condicionamiento en un campo sociocultural androcéntrico.

Por el contrario, una postura biologicista legitima las diferencias sociales que se

dan entre mujeres y hombres como el resultado natural e inevitable de fuerzas

biológicas. Estas definiciones esencialistas encubren la complejidad de la personalidad

de mujeres y de hombres bajo una máscara de identidad definida y común de cada sexo.

Son definiciones que nos empobrecen y limitan nuestras potencialidades. Este tipo de

teorías son un efecto de la organización patriarcal y la transmisión de sus valores

contribuye a la perpetuación del androcentrismo.

El concepto de androcentrismo explica el dominio masculino y la apropiación

indebida de lo común. En el mundo laboral, el androcentrismo tapona las posibilidades

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de las profesionales, nombrándolas y considerándolas como mujeres antes que como

profesionales. Consideramos importante que se detecten las trampas androcéntricas para

poder prevenirse de sus daños, porque el machismo es un insulto para todos, para las

mujeres y para los hombres.

Si entendemos las categorías de masculino y femenino como esenciales y

eternas, nos cosificamos y nos congelamos en unas identidades establecidas a priori. A

lo largo de la historia, la creencia de estar en la posesión de una verdad objetiva

irrefutable o una insistencia en “la Verdad”, no pocas veces nos ha llevado a lugares de

mucho sufrimiento. Por el contrario, la apertura de las categorías posibilita la aceptación

de una diversidad de formas enriquecedoras y las diferencias ofrecen una amplia gama

de posibilidades.

Simone de Beauvoir rebatió y desmontó la falacia de la existencia de una

naturaleza esencialmente femenina. No habría que buscar causas biológicas o

psicológicas sino una manera de aproximación fenomenológica.

Partimos de esta idea de que no existe una naturaleza humana universal, innata y

rígida y hacemos la reflexión: la diferente reacción en un hombre y en una mujer ante

un ratón: ¿es algo instintivo o interiorizado? ¿Qué tendrá que ver tener ovarios o

testículos, para comportarnos de una determinada manera estereotipada y prescrita de

antemano? ¿Es una fatalidad derivada de la condición sexual?

Las representaciones de la feminidad y la masculinidad son construcciones de

contenido variable según el contexto cultural y el momento histórico. Son creaciones

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culturales que se presentan como modelos ideales y por tanto orientan el

comportamiento de mujeres y hombres.

Habrá que tener en cuenta el contexto, el campo sociocultural de cada individuo

porque los seres humanos construyen su realidad a través de la comunicación y el

lenguaje. Tener en cuenta el contexto significa comprender que los diferentes rasgos,

masculinos y femeninos, no son originarios de un sexo u otro. Independientemente del

sexo, el ser humano tiene una serie de cualidades y tanto el hombre como la mujer están

constituidos por las mismas energías básicas: la masculina y la femenina.

Las diferencias pueden comprenderse considerando un contexto concreto. En

una situación específica podemos adoptar un repertorio de comportamientos y actitudes,

y en otra diferente podríamos echar mano de otro repertorio. Es posible aprovechar todo

nuestro potencial, siempre y cuando no nos quedamos de manera fija con unas

categorías arbitrarias.

Los roles de género no son propiedades internas o inherentes a un sexo u otro.

Son una manera de estar, una manera que se repite en el tiempo. La identidad de género

se crea y se mantiene porque nos comportamos de un determinado modo. Esta idea

queda ilustrada en la frase de West y Zimmermann (1987) “Doing gender rather than

having gender” (citado en Kerosuo, 2004).

Partimos de lo obvio, que es que el hombre muchas veces es considerado

superior a la mujer. Se hace evidente cuando consideramos, por ejemplo, las diferencias

de sueldo y las estructuras de liderazgo y poder. Las mujeres aún tienen un acceso

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limitado a los espacios de toma de decisiones ¿Cómo se explica que las mujeres con la

misma calificación y grado de responsabilidad reciban un menor salario que los

hombres? Las mujeres realizan el 66 % del trabajo mundial, pero ganan sólo el 10 % de

los ingresos. (Datos del Fondo de Desarrollo para las Mujeres de la ONU).

”También hay muchos varones que están oprimidos; pero incluso dentro de una

misma clase social, la mujer estará en un lugar inferior de la escala; o dicho de otra

forma: por debajo del varón más mísero estará la mujer de ese varón”. (Sanz,

Psicoerotismo femenino y masculino, 2004, p. 38).

Algunos factores contextuales promueven y otros dificultan el cambio de los

roles de género. El contexto plantea unas normas, valores y expectativas con respecto al

rol femenino y masculino y estos roles de género están influidos por nuestro marco

social. En una sociedad dominada por criterios masculinos, con un filtro cultural que

mantiene la desigualdad de género, todos hemos sido socializados en mayor o menor

grado en un contexto social favorable a los hombres.

Nos atreveríamos a afirmar que todos los intercambios y relaciones están

marcados por los roles de género de una manera o de otra. Los roles de género se

transmiten a través de la socialización y su efecto es muy eficaz al ser interiorizado por

las personas. En la actualidad se está produciendo un cambio de estos roles y eso es

positivo, pero al mismo tiempo se convierte en una de las fuentes más importantes de

dificultades y conflictos en las relaciones. Los cambios cuestan y ¿en qué lugar me

coloco ahora cuando lo viejo conocido ya no me sirve? A veces cuesta poner palabras y

atrevernos a cuestionar el sexismo interiorizado que arrastramos.

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Creemos que Simón Rodríguez (2008) lleva razón cuando opina que en la

actualidad todo es posible en el punto de salida, pero es complicado y dificultoso en el

proceso y en el punto de llegada. Tenemos la impresión de que todas las mujeres

podrían, porque algunas sí pueden, resisten, insisten y consiguen sus propósitos de

inserción en el mercado profesional. Pero las circunstancias no son únicamente

individuales y el género marca. Una gran cantidad de mujeres tropiezan con pegas y

barreras invisibles e imprevisibles en sus vidas profesionales que las dificultan el

progreso, la promoción e incluso mantenerse en un empleo. Todo está pensado para los

hombres y luego nos sorprendemos cuando en una entrevista de trabajo se evalúa la

buena presencia de una mujer antes que su competencia o se valora a la baja su

condición potencial de madre. ¿Los hombres no son una población que también tiene

una edad para procrear y criar? A lo largo de la historia los hombres nunca tuvieron que

elegir entre el trabajo y la familia, no se les recriminó que fueran malos padres si

pasaban todo el día en el trabajo, más bien se les admiraba por su sacrificio. Rara vez

quedan atrapados ellos en el suelo pegajoso.

Se han producido muchos cambios en la superficie, pero otra cosa son las

discriminaciones indirectas, las condiciones de desigualdad no expresa, los prejuicios

existentes contra la simple condición de mujer. Ante la frustración de encontrarse con el

techo de cristal o de hierro, puede resultar difícil responder con asertividad y a veces

esto llega a paralizar a la mujer.

“A pesar de las evidencias, algunas ideologías contemporáneas aseguran que

la problemática de las mujeres es individual y que se debe a inhabilidades o equívocos

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de las mujeres, a discapacidades y patologías (…) En cambio, en cuanto a la entereza y

asertividad, los éxitos parciales de algunas son usados como prueba de que si todas

quisiéramos todas podríamos” (Lagarde y de los Ríos, Claves feministas para la

autoestima de las mujeres, 2000, p. 188).

Que las mujeres reproduzcan los roles masculinos que tanto daño han hecho a

las mujeres, no lo consideramos ni libertad ni igualdad. Algunas mujeres, para ser

iguales a los hombres hacen lo que ellos, en vez de defender que las acepten por lo que

son y como son. Los valores de competitividad y la negación de lo no hegemónico

siempre han estado en la base de la socialización de los hombres y ahora también de las

mujeres. En la educación se enseña poco sobre lo relacionado con la obra humana de las

mujeres, a las alumnas no se les ofrece un modelo alternativo de aceptación y mérito.

Ya es hora de empezar a dar valor a todo lo que ha supuesto la cultura femenina, y a

desarrollar los valores relacionados con la parte femenina, valores positivos para una

sociedad más igualitaria y que se basa en el respeto y la colaboración. No obstante, más

adelante veremos algún inconveniente que puede haber en hablar de “cultura femenina”,

si el concepto se malinterpreta.

Todo lo concerniente a la mujer está sometido a más enjuiciamiento social y esto

es sólo una expresión de cómo el género nos influye. Cuando una mujer ocupa un

puesto de poder, por prejuicios de género, suele ser mirada con lupa. Si se adhiere al

modelo de poder masculino y de autoritarismo, se la tacha de “peor que ellos”. Si, por el

contrario, desarrolla un modelo de autoridad cooperativo y empático, se la tacha de floja

y que no sabe mandar. Habría que ensayar nuevas formas de liderazgo femenino en las

cuales las mujeres no renunciemos a la expresión de nuestra personalidad y

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sentimientos, fingiendo una actitud que no se corresponde con lo que sentimos.

Tampoco se trata de que nos comportemos como creemos que quieren nuestros

compañeros varones para así agradarles y ser admitidas entre ellos. Se trata de

respetarnos, valorarnos por lo que somos y respetar al que tenemos al lado. Las mujeres

somos acusadas de querer parecernos a los hombres, de ser como hombres e incluso de

ser peores o mejores que los hombres. El caso es compararnos. Parece que estas

comparaciones son inevitables cuando el patrón-medida de lo humano es el masculino.

Pero tanto las mujeres como los hombres podemos ser empáticos o autoritarios y

podemos participar de las mismas actividades, de las mismas profesiones, respetando

las diferencias.

Las teorías feministas sitúan a los individuos y las constelaciones familiares en

un contexto cultural en donde la imagen simbólica de la madre, la mujer, el padre, el

hombre, el hijo/a, la familia, etc., influye en nuestra manera de interpretar el mundo.

Los feminismos

Los feminismos son un conjunto de teorías filosóficas y prácticas políticas que critican

la desigualdad entre sexos y promueven la libertad de la mujer. El feminismo tiene

diversos nombres y dentro del mismo se observa una multiplicidad de actitudes y

posiciones. No se puede hablar de pensamiento único en feminismo, lo cual es

enriquecedor porque esto demuestra que el feminismo está vivo y se mueve en múltiples

direcciones, que es explorador, inventor y creativo, y que ha madurado lo suficiente

para mantener discrepancias.

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Todos los feminismos tienen como característica común el vindicar la mejora de

la posición de las mujeres y de lo femenino, su reconocimiento expreso para la salida de

la relegación y el silencio, a través de la consecución de la individualidad de cada una.

Un objetivo importante de los feminismos es mostrar que es la sociedad patriarcal, no la

biología, la responsable de la subordinación de las mujeres. Una subordinación que se

manifiesta en todos los ámbitos de la vida.

Gracias a los movimientos feministas se empezaron a revisar los significados

socialmente atribuidos a los hombres y a las mujeres y las situaciones de subordinación

y desigualdad entre los sexos. La salud y la problemática de las mujeres dejaron de

analizarse como algo individual e intrínseco para pasar a completarse desde una mirada

más social y situacional.

Una perspectiva feminista de la conducta humana contempla los factores socio-

políticos y socio-psicológicos que influyen en el proyecto de vida de las mujeres. Se

trata de comprender la condición de la mujer en una cultura con una estructura social

con un sexo predominante.

Hay mucho desconocimiento acerca del término feminismo. Hay quienes

consideran el feminismo como el término contrario al machismo y por tanto dan una

connotación negativa al feminismo. En realidad, lo que reivindica el feminismo es que

los dos sexos sean iguales en derechos y oportunidades. El feminismo no se define por

oposición al hombre sino por la recuperación de los llamados valores femeninos por

parte de la sociedad. Las mujeres necesitamos igualdad de trato e igualdad de

condiciones, no privilegios, la necesidad de crear medidas de discriminación positiva

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hacia las mujeres, llevadas a cabo desde los poderes públicos, evidencian que la

igualdad real está aún lejos de lograrse, algo que sería deseable para la mejora de la

sociedad, bueno tanto para los hombres como para las mujeres.

Pensar que ya hemos logrado la igualdad entre hombres y mujeres es un

espejismo. A veces se escucha decir que ya hemos alcanzado la igualdad. No obstante

sabemos que la discriminación persiste, aunque a veces no somos conscientes ya que

está legitimada por la sociedad e interiorizada por hombres y mujeres.

En la actualidad tanto para mujeres como para hombres, existe una

diversificación en la elección del proyecto de vida que nos da la oportunidad de atender

a nuestras propias preferencias. Sin embargo aún quedan desigualdades por resolver y

sigue siendo necesaria la lucha imparable de las mujeres por ocupar un espacio en una

sociedad en la que lo valorado es lo masculino, este cambio va a requerir tiempo y

mucha persistencia.

Una falsa idea de igualdad pretende marginar un movimiento todavía muy

necesario, porque el camino por la igualdad aún es pedregoso. Todavía necesitamos

muchas voces feministas y muchas energías desplegadas para llegar a una igualdad real

porque los hombres siguen liderando aún los países y las economías más importantes.

Los movimientos feministas generan molestias a un sistema dominado por los hombres

que se encarga de difundir una idea falsa de igualdad. El feminismo parece que está mal

visto en la actualidad. Pero siempre tuvo mala fama, porque siempre es transformador:

va directamente a las raíces del patriarcado, en un intento de evitar que sigan creciendo.

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“La formación es el mejor bagaje que podemos dejar como herencia a las

generaciones que nos siguen (para no volver a repetir lo mismo). A lo largo de la

historia, las mujeres sólo hemos tenido la oportunidad de transmitir de forma directa y

oral lo que sabíamos y a veces ni siquiera eso. Madres e hijas no compartían algunos

conocimientos tabúes. Pero, a partir de los años 60 del siglo pasado, se producen dos

grandes rupturas con las tradiciones y las formas de vida. La primera variación se

refiere a la introducción en la vida cotidiana de aparatos que simplifican las tareas

diarias, lo que entendemos como revolución tecnológica. La segunda es la revolución

feminista-humanista: se ha dado sobre las personas y las relaciones entre los sexos,

que por siglos estuvieron ancladas en la división sociosexual del trabajo y en la

complementariedad. A partir de este momento, las mujeres podemos realizar un

proyecto de vida propio, no dependiente. El cambio, de la privación al disfrute de

derechos, ha sido rápido y ha dejado cables sueltos y minas ocultas, que podemos pisar

sin darnos cuenta. Las antiguas formas sexistas de relación y de organización social ya

no son válidas, pero permanecen en la sombra o a la luz del día y producen

desencuentros y apartan a las mujeres y a los hombres de vidas más saludables. Los

buenos principios de igualdad no se corresponden con las malas prácticas de injusticia.

Hay minas ocultas bajo un terreno aparentemente limpio de obstáculos. La igualdad

mezclada con la injusticia es un plato de difícil digestión”. (Simón Rodríguez. Hijas de

la igualdad, herederas de injusticias. 2008 p. 34).

Las mujeres aún tenemos riesgo de exclusión en todo el mundo por el simple

hecho de ser mujeres, por eso los movimientos feministas perduran. A pesar de medio

siglo de legislación europea en materia de diferencias de género, las barreras y

prejuicios de género aún no se han eliminado en su totalidad. En ningún lugar los

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hombres sufren discriminaciones por el hecho de ser del sexo masculino, sino por su

pertenencia a otras categorías humanas, como son el color, el origen, las creencias o la

clase social o económica. No hay igualdad de condiciones y esta injusticia persiste en la

actualidad en todos los países del mundo, pero en distinto grado y diversa intensidad.

Mi propio enfoque es feminista. Obviamente, el feminismo no tiene nada que

ver con “la guerra entre sexos”. Para mí, ser feminista significa, entre otras cosas, que

me gustaría que el mundo fuera un lugar habitable y agradable para todas y todos. Soy

de la opinión de que en nuestra sociedad hay características, emociones y acciones que

están conectadas, muchas veces de manera artificial, con categorías fijas hombre y

mujer, lo cual puede limitar la libertad y creatividad y dificultar el poder de elección,

tanto de los hombres como de las mujeres. Pienso que en la naturaleza realmente no

existen tales categorías fijas, en el sentido de innatas. No me parece que la masculinidad

y la feminidad sean atributos naturales, fijos e inamovibles, de un sexo o de otro. La

estructura patriarcal dificulta el libre desarrollo de todos y de todas, no sólo el de las

mujeres. Los hombres también encuentran limitado su desarrollo personal dentro de esta

estructura que, entre otras cosas, les puede dificultar el aceptar y expresar su parte

emocional. También me considero feminista porque pienso que todos y todas tenemos

una responsabilidad en la estructura y mentalidad patriarcal y porque considero deseable

que el modelo androcéntrico cambie.

Perspectiva de género

La perspectiva de género es una mirada específica de la realidad. Siguiendo una

definición de Susana Gamba (www.agendadelasmujeres.com) la perspectiva de género

es una lectura crítica y cuestionadora de la realidad para analizar y transformar la

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situación de las personas. Se trata de crear nuevas construcciones de sentido para que

hombres y mujeres visualicen su masculinidad y feminidad a través de vínculos no

jerarquizados ni discriminatorios.

Tener en cuenta la perspectiva de género significa visibilizar y reconocer las

diferencias. Buscamos la igualdad desde estas diferencias. Desde el punto de vista

biológico, evidentemente existen diferencias entre mujeres y hombres, son necesarias,

pero estas diferencias no tienen que implicar necesariamente capacidades y actitudes

diferentes. Somos diversos, pero no desiguales.

La igualdad requiere del reconocimiento de las diferencias. Nadie es igual a

nadie y las diferencias aportan diversidad y son valiosas. La idea de la igualdad aplicada

a lo humano no proviene de la naturaleza sino de la cultura. La idea de superior- inferior

aún está insertada en muchas conciencias y las diferencias anatómicas se siguen

utilizando como justificación de una diferencia establecida socialmente.

“Las diferencias sexuales en la sociedad occidental no constituyen sólo

diferencias biológicas sino que, a través del proceso de socialización, se modelan dos

cosmovisiones, dos grandes formas de vivenciarse y percibir el mundo, que es lo que

llamo” subcultura masculina” y “subcultura femenina”. En la estructura patriarcal la

subcultura masculina es la dominante, y su ideología incide tanto en el terreno de la

vida cotidiana como en la elaboración de teorías del saber científico. La posibilidad de

que exista una cosmovisión femenina ni siquiera es contemplada (…) Los términos de

normalidad, las normas, etc., vienen impuestas por la sociedad patriarcal. Se

desconoce el mundo de la mujer, ese mundo que se ha ido creando a partir de esa

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diferenciación sexual, y que incluso las propias mujeres pueden desconocer, buscando

su identidad en un paralelismo con la del varón. Estas subculturas no son el producto

determinista de la naturaleza biológica, como argumentarían quienes desean mantener

el inmovilismo social. La biología es un determinante básico que nos hace felizmente

diferentes, pero interrelacionada con este hecho está la estructura de roles que existe

en la sociedad occidental y que se aprende a través de agentes socializadores durante

un proceso educativo distinto para varones y para mujeres”. (Sanz, Psicoerotismo

femenino y masculino, 2004, p. 37).

Los cuerpos son diferentes, los sistemas nerviosos son diferentes: en el hombre

hay una mayor diferenciación de los hemisferios cerebrales, mientras que en la mujer el

desarrollo del cuerpo calloso permite una mejor coordinación entre los hemisferios.

Naranjo (1993) explica que el hemisferio cerebral izquierdo es racional y

analítico, y el derecho es intuitivo y sintético. La discontinuidad que se ha creado entre

las esferas racional e intuitiva se puede concebir como un desequilibrio perpetuado a lo

largo de la evolución y no necesariamente es un hecho biológico inmutable. Naranjo

señala que en el proceso de integración personal, además de producirse una

convergencia entre los lados izquierdo y derecho del cerebro, también, cuando el

cerebro racional deja de ejercer un monopolio, se liberan el cerebro intuitivo y el

“cerebro interno” íntimamente ligado al mundo emocional. Buena parte de la tarea

terapéutica consiste en tomar conciencia de la vida emocional y liberar la capacidad

para experimentar y expresar las emociones (p. 163).

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Ginger (2005) recoge que estadísticamente hablando, el hombre está más dotado

para la orientación espacial, mientras que la mujer lo está para la palabra y la

orientación en el tiempo (p. 101).

El problema surge cuando “absolutizamos” estas diferencias o cuando las

interpretamos en términos de superioridad o inferioridad en vez de apreciar su

complementariedad. A veces nos olvidamos de que muchas de las diferencias entre los

sexos que se consideran como naturales, en realidad son producto de las relaciones de

dominación que se establecen en todo orden androcéntrico.¿Por qué no nos

enriquecemos con la diversidad, sin pretender abandonar nuestras diferencias?

“(…) nuestras anatomías resultan complementarias, favorecen la creación de

lazos y de interrelaciones profundas, y tienen como una de las principales y más obvias

consecuencias la propagación de la vida”. (Mata Roch y Quintanilla Martínez, La

terapia Gestalt y lo femenino. Un modelo terapéutico de integración, 2007, Tesina

AETG, p. 59).

El sexismo se confunde con la diferencia sexual de los seres humanos y la

discriminación que de él se deriva se interpreta como natural o como insuperable.

Para poder comprender género es necesario ver a los hombres y a las mujeres

desde una perspectiva relacional, entre nosotros-as, y en relación a la cultura que nos

rodea. Acercarnos a la perspectiva de género también es hacer una reflexión interna de

quiénes somos.

29
Para que logremos la igualdad de oportunidades, de trato y de condiciones y para

que el empoderamiento sea real y progresivamente transformador, se hace necesario un

análisis de la realidad desde una perspectiva de género y estrategias de mainstreaming

de género, es decir, promocionando la igualdad por razón de sexo y actuando de forma

transversal en todas las acciones emprendidas, e incorporando la perspectiva de género

para eliminar cualquier tipo de discriminación. Es importante que la teoría se nutra de la

práctica y la práctica de la teoría.

¿Biológico o cultural? Sexo y género

En este texto, cuando utilizamos el término género, no pretendemos reproducir la

división naturaleza – cultura, ni el dualismo cuerpo – intelecto, objeto – sujeto, etc. Los

términos sexo y género están relacionados entre sí y no corresponden a una diferencia

real. La diferencia es producto de una operación cultural que establece límites

artificialmente. Pero para entendernos, cuando hablamos de género nos referimos a una

construcción social que hace referencia a características culturales asignadas a cada

sexo. Por ejemplo, las actitudes, valores, pensamientos, creencias y características de

personalidad que se consideran más deseables para un sexo que para otro dentro de una

cultura determinada y que en el proceso de socialización son asimilados por las

personas que pertenecen a ese contexto cultural. También nos referimos al sistema

simbólico (sistema que se vincula con las relaciones de poder que determinan la

subordinación de las mujeres) que construye las categorías femenino y masculino.

Podemos entender género como la construcción social de la diferencia sexual,

pero creemos que es difícil distinguir aquello que resulta de la condición biológica de

una persona y aquello que ha sido generado por su formación en la familia y en su

30
entorno sociocultural. Algunas conductas, maneras y formas de vestir, son percibidas

como masculinas o femeninas, propias de hombres o de mujeres. Hay una serie de

expectativas sobre cómo tienen que ser los hombres y cómo tienen que ser las mujeres:

en el trabajo, en el amor, quién tiene que seducir a quién, que ropa llevar, etc. Los

cuerpos biológicos repiten estas conductas, se produce una asociación, ciertos

comportamientos parecen una consecuencia natural del cuerpo biológico y se refuerza la

percepción de naturalidad, una naturalidad que es ilusoria. Esta asociación repetida

provoca un incremento en las diferencias, a veces un abismo entre estos cuerpos, sus

movimientos y propiedades. Este proceso refuerza y legitima las diferencias entre

hombres y mujeres. Siguiendo esta idea, entendemos el género como la consecuencia de

muchas repeticiones a lo largo de la historia. La repetición puede ser una fuerza

creadora o conservadora, pero no necesariamente un reflejo de algo esencial, básico o

fundamental. La idea de que exista en este sentido alguna esencia de base, parece

producto de la tradición occidental. Cuestionamos la idea de que exista una identidad

sexual básica, interna, profunda, relacionada con el cuerpo biológico. Pensamos que

sólo existe en la superficie, porque todo significado es cultural o social. El “yo” o la

identidad se manifiesta en la frontera de contacto entre el organismo-cuerpo y el

ambiente, y siempre hay una influencia cultural y social.

Los estereotipos de género son el resultado de considerar que ciertos

comportamientos y emociones son propios de un sólo sexo y no del otro. Los roles de

género, es decir, lo que se espera de una mujer y de un hombre, están socialmente

construidos y son fruto de las expectativas de una sociedad en un momento dado. No

son determinantes, pero estructuran la experiencia social sin que seamos plenamente

conscientes de ello. Si consideramos que ante todo son expectativas sociales y no tanto

31
diferencias biológicas, parece que las estructuras sociales son modificables, si ponemos

atención, conciencia y esfuerzo, en una mayor aplicación de la perspectiva de género.

Ahora que ya sabemos que el sexo suele considerarse una categoría biológica

(aunque también puede considerarse producto de una construcción conceptual que

separa artificialmente lo biológico y lo sociocultural) y el género un constructo social,

continuamos la reflexión.

Hemos visto que la división en biología y cultura y en sexo y género es artificial.

El concepto “género” es más dinámico que el concepto “sexo”, es más fácil entender

que el primero se crea en relación, y es un proceso, no estático y que puede cambiar.

Cuando hablamos de género queda más claro que nos referimos a construcciones,

símbolos, ideas y estereotipos. Pero los dos conceptos, sexo y género, son relacionales.

Con esto queremos decir que hombres y mujeres se definen en relación unos con otros y

habría que estudiar la relación entre ellos. “Gender can be understood as a

signification…but even then that signification exists only in relation to another,

opposing signification” (Butler, Gender Trouble, 1990, p. 13). Estudiar solamente una

de las partes no nos llevaría a una comprensión del fenómeno total. Por consiguiente,

trabajar desde una perspectiva de género no significa que solamente observemos a las

mujeres o nos interesemos por ellas. Entendemos que trabajar con género es trabajar con

hombres y mujeres. Para llegar a una solución diferente, habría que criticar que lo

heredado y tradicional no es lo único y deseable y que podemos aprender otras formas

de relación humana. Ante todo se trata de redefinir los conceptos tradicionales.

32
El género es un constructo social y como tal se mantiene, se reconstruye y

cambia a través de las relaciones personales y sociales. En cada cultura existe un

montón de reglas explícitas e implícitas sobre qué es malo o bueno, normal o anormal,

masculino o femenino. Estas normas son valoraciones que pueden cambiar en el tiempo

y en el espacio y no son verdades objetivas ni absolutas. El significado no es algo fijo y

si las diferencias pueden ser reinterpretadas y cambiadas de sitio, entonces sería posible

transformar la realidad. Porque al ser seres en relación, nos construimos en la

interacción con el ambiente, el “yo” es un proceso relacional que puede configurarse y

reconfigurarse, y somos una continua co-creación de la frontera-contacto. Entendemos

que la transformación es posible porque somos procesos permeables y cambiantes.

El primer esfuerzo para superar los conceptos tradicionales consistiría en

construir y transmitir unas relaciones de género nuevas y estar pendientes para evitar la

reproducción de los estereotipos sexistas y no contribuir a su divulgación. Requiere

nuestra atención porque, sin darnos cuenta es fácil cometer el error de tratar de forma

diferente a niñas y niños, por ejemplo a la hora de pedir su colaboración en las tareas

cotidianas.

Los roles de género se han considerado algo natural, inherente a la naturaleza,

cuando en realidad son constructos, creados y mantenidos por procesos históricos,

intereses y mecanismos sociales y culturales. Desde otra óptica podríamos decir que

género es un modo, una costumbre, un movimiento, un ritmo. La pregunta no sería qué

somos, sino cómo somos. Si nuestro estilo se basa en costumbres y acciones anteriores,

no todo está determinado de antemano, por herencia biológica o por genética, sino que

sería posible cambiar la diferencia de género siempre y cuando nos movamos de otra

33
manera y cuando busquemos estilos relacionales y hábitos diferentes. Porque algo que

nos define a todos los seres humanos es nuestro impulso a crear relación y significado.

Las teorías post-modernas y feministas

La epistemología es una disciplina filosófica que trata sobre el problema del

conocimiento de la realidad. Ante este problema coexisten dos posturas fundamentales:

el objetivismo y el constructivismo.

El objetivismo sostiene que captamos la realidad tal como es y en esta postura va

implícita la idea de que es posible separar al observador de lo observado. El organismo

recibe pasivamente los estímulos del entorno. Los sentidos nos proporcionan

conocimiento objetivo y verdadero. Este es un planteamiento tradicional o modernista.

El modernismo imagina la realidad como un conglomerado de objetos tangibles que

obedecen a leyes universales inmutables. Muchas veces no se nos ocurre cuestionar este

planteamiento al resultarnos tan familiar.

El constructivismo plantea que participamos activamente en la construcción de

la realidad. Según este punto de vista nuestra experiencia y nuestro mundo son co-

construidos por nuestras creencias, expectativas y necesidades. Experimentamos la

realidad a través de nuestros esquemas, encuadrados en un tiempo histórico y un ámbito

cultural determinado. Conocemos la realidad mediante nuestras construcciones. El

conocimiento que tenemos del mundo está relacionado con cómo somos, con nuestros

grupos de interacción y pertenencia y con la época en la que vivimos. Según el

constructivismo no es posible establecer verdades absolutas.

34
El construccionismo social, partiendo de la misma raíz que el constructivismo,

tampoco considera el discurso sobre el mundo como un reflejo de la realidad. La

realidad se construye socialmente, en interacción. El enfoque constructivista social

investiga sobre los roles sociales de cada sexo.

Una visión post-moderna, constructivista o post-racionalista pone el acento en la

actividad constructora del ser humano y subraya el carácter vivencial o experiencial de

todo conocimiento significativo.

Es propio de la sociedad post-moderna no tener referentes claros o estables, y

esta visión del mundo nos puede resultar incómoda y contraria a la intuición. Pero

cuando nos permitimos imaginarnos a nosotros mismos como procesos y relaciones, se

ensanchan nuestras perspectivas. La realidad no es una entidad objetiva y absoluta, sino

el fruto de intercambios interpersonales. El individuo es un ser activo que construye su

relación con el mundo. Las construcciones sociales nacen a partir de la interacción y,

más concretamente, a partir de lo que las personas se cuentan unas a otras, así como de

lo que las culturas se transmiten unas a otras a lo largo de la historia.

Entendemos que las teorías feministas y post-modernas pueden contribuir a

buscar y a encontrar una comprensión nueva del desarrollo humano, una comprensión

que toma en serio las diferencias entre las personas, dentro del individuo, y que entiende

que todo se encuentra en continuo cambio. Para el postmodernismo la realidad es un

campo de relaciones y la objetividad absoluta no existe.

35
La posición epistemológica influye en la manera de abordar la práctica clínica.

La crítica feminista confronta una serie de creencias mantenidas desde hace mucho

tiempo y también en psicoterapia lleva a la formación de un nuevo pensamiento y un

nuevo modelo del “Yo”. La concepción del ser humano y del cambio que tenga el

terapeuta influye en el modo de estar con el paciente. La posición constructivista

conduce necesariamente a tener en cuenta el contexto social y cultural. Una visión post-

moderna puede llevar a la elaboración de un paradigma diferente, una mirada más

abierta, flexible, compleja, creativa e integradora. Es un planteamiento que supone un

desafío a los valores tradicionales de la ciencia y la cultura.

36
CONTEXTUALIZACIÓN

La sociedad patriarcal

Muchas oportunidades dependen del lugar que ocupa una persona dentro de su cultura.

En la nuestra, durante miles de años, la mujer ha sido maltratada, simplemente por ser

mujer. A la mujer se le ha programado para cumplir primero las necesidades de otros y

todavía se mantienen las ideas de cómo debe ser o a lo que se debe dedicar. La mujer

tropieza con dificultades añadidas y con oportunidades restadas, choca contra el llamado

techo de cristal, esa barrera invisible, pero real, que le dificulta el acceso al poder social,

empresarial o político. Cuando esto es algo tan aceptado, tanto por hombres como por

mujeres, es porque se asume la estructura de poder establecida. La mujer también se

encuentra con las dificultades derivadas del rol e identidad de género y que tienen que

ver con la dedicación a los cuidados o las relaciones, la doble o triple jornada y es fácil

que se quede atrapada en lo que hemos llamado el suelo pegajoso.

Vivimos en una sociedad en constante y rápida evolución donde están

produciéndose avances significativos y revolucionarios en muchas ramas del saber. Pero

hay una cosa que está cambiando muy lentamente: las funciones sociales de mujeres y

hombres, y las relaciones entre ambos, y de ellos y ellas con la sociedad.

“En la tradición judeo-cristiana la estructura es patriarcal, la máxima jerarquía

es masculina, una figura paterna de bondad pero sobre todo de ley y orden, juicio,

premio y castigo. La mujer aparece como símbolo de seducción, de pecado, culpable de

las desgracias humanas: Eva. En la tradición católica es muy importante la figura

femenina como imagen materna representada por la virginidad y castidad - la Virgen -

37
conciliadora, mediadora entre la figura paterna y la humanidad: sus hijos/hijas. Estos

arquetipos se reproducen en torno al varón-padre y mujer-madre en la estructura

familiar, y responden a la expectativa social en cuanto a los sexos”. (Sanz,

Psicoerotismo femenino y masculino, 2004, p. 32).

Los privilegios inherentes a lo masculino no se suelen cuestionar. En una

sociedad patriarcal se enseña a los hombres a no reconocer sus privilegios por su

condición de género. Las injusticias patriarcales están aún generalizadas y normalizadas

por la costumbre. Un modelo obsoleto y agonizante al parecer, pero vigente de hecho y

muy generalizado aún. E influye en nuestros proyectos vitales.

A nivel político, a la hora de discutir e intentar poner solución a las

“problemáticas mundiales”, no se enfoca el hecho de que la estructura patriarcal de la

mente, de la que habla Naranjo (1993) y de la sociedad patriarcal, constituya la causa

principal de la mayoría de los conflictos, guerras, injusticias sociales, deforestación,

desastres ecológicos, etc. No se tiene en cuenta que la raíz de los problemas es humana,

pero, no obstante, si nos miráramos a nosotros mismos, tanto individual como

colectivamente, podríamos llegar a comprender y encontrar alguna solución

haciéndonos parte de las transformaciones. Poco se cuida el factor humano, el

crecimiento interior y transformación de las personas, nuestro recurso más importante

para hacer frente a las crisis.

“En una sociedad patriarcal, lo cual implica que la jerarquía de poder está

representada simbólicamente por el varón, existe una valoración de todo lo masculino

(…)Para que esta estructura de dominación social pueda mantenerse se requiere que

38
las personas incorporen dicha estructura psicológicamente y reproduzcan las

relaciones sociales de dominio-sumisión a través de un tipo de relaciones que

denomino “sadomasoquistas”(…) Todo el engranaje social conlleva la interiorización

de ese orden en cada uno de los individuos del sistema; e inversamente, la sociedad

educa a los individuos para que lo asuman y reproduzcan. Por eso los cambios de

valores sociales y de estructuras relacionales no se produce automáticamente por el

hecho de cambiar el sistema socioeconómico, o cuando alguien quiere romper sus

antiguos sistemas asumiendo una ideología diferente, o haciendo terapia. Esto por

supuesto produce crisis y favorece cambios. Pero el sistema realiza una tarea compleja

y efectiva mediante la cual se interioriza todo un conjunto de valores, patriarcal y

discriminatorio, la mayoría de las veces sutil e imperceptible-inconsciente- que se

transmite e incorpora a través de los siglos de historia. De ahí que para que pueda

darse un cambio de valores realmente efectivo tiene que haber una actuación paralela

en tres áreas: la social, la relacional y la personal, porque es en esos tres espacios en

donde se plasma“(Sanz, Psicoerotismo femenino y masculino, 2004, p. 34).

Asimetría de poder en una sociedad patriarcal

Las mujeres tenemos en común una larga historia de sumisión e invisibilidad. Las

desigualdades de género siempre tienen que ver con relaciones de poder desigual. Las

mujeres de gran parte del mundo siguen siendo aleccionadas desde su niñez a estar al

servicio de los hombres. Se les prohíbe el estudio, salir solas de casa, carecen de

derechos, son explotadas sexualmente, lapidadas, torturadas y son víctimas de

ablaciones. Resulta incomprensible el desamparo de las mujeres en la Tierra. La

mayoría de estas mujeres no pueden ni siquiera pensar en cómo salir de su situación,

excepto algunas que tienen acceso a la educación o toman contacto con movimientos

39
emancipatorios. En su columna en “El País” Rosa Montero recoge lo que escribió

Gabriela Cañas en un artículo: El mundo es capaz de luchar contra la discriminación

racial y, por ejemplo, en su momento se prohibió la participación en los Juegos

Olímpicos de los atletas surafricanos del apartheid. Pero 26 países siguen en los JJOO a

pesar de vetar a las mujeres en sus delegaciones, porque la discriminación sexual

todavía es una causa menor. (El País, 9 de febrero de 2010).

Es importante saber de dónde venimos. No podemos afirmar que la desigualdad

y la división sexual del trabajo son cosa de otros tiempos o de otras culturas, porque

venimos de ella como discurso y aún estamos en ella como práctica. ¿Cómo, si no, se

explica las reticencias y las resistencias para que los roles de género pasen a ser

intercambiables, como demanda la legislación de igualdad de derechos? ¿Cómo se

explica que las mujeres cobran menos salario que los hombres a igualdad de trabajo?

¿Cómo se explica que las mujeres desempeñen menos puestos de alta responsabilidad?

Se ha recorrido parte del trayecto hacia la igualdad, pero, persiste el sexismo como

forma aceptada de convivencia y de trato.

“Me gustaría creer que un día, no muy lejano, hombres y mujeres podrán

encontrarse en una relación en la que el poder esté en el fondo y no se haga figura”.

(Bendicho Fernández, Teoría sexo-género y Polaridad masculino-femenino, 2005,

Tesina AETG, p.14).

Soy mujer. Pero ¿qué significa esto para mí y para los demás? He tenido la

suerte de nacer en Suecia, un país avanzado cuando se trata de igualdad de derechos

entre hombres y mujeres, un país donde las diferencias entre sexos son mínimas

40
(relativamente hablando) con un alto nivel de participación en la vida laboral y donde la

mayoría de las mujeres tienen un empleo remunerado. En los años 70, cuando nací yo,

ya se había producido una transformación social importante, lo más habitual era que los

dos progenitores trabajaran y tuvieran su proyecto de vida. La incorporación al mercado

laboral supone cambios en el papel de la mujer: en la estructuración de su identidad, en

las estructuras de poder, se produce un cambio en las relaciones, etc. Mi familia siempre

me ha animado a estudiar y a desarrollar cualidades de autonomía. Tendría que mirar

con más detalle, pero a primera vista yo no me he sentido inferior por ser mujer, ni creo

que haya perdido oportunidades por serlo. No obstante, el mundo es patriarcal y el

proceso de socialización es diferencial. Por supuesto que habría que mirar más de cerca,

ser mujer condiciona en todas las partes del mundo. También en Suecia se aprenden los

roles de género a edades tempranas. Se transmite una idea sobre qué es esperable y

adecuado que hagan, piensen y sientan mujeres y hombres, a través de las interacciones

del día a día, de las reglas sobre cómo relacionarse, qué cosas se permite hacer y cuáles

no. Existen una serie de condicionantes socioculturales y educativos y nadie se escapa a

esta realidad, ya que las diferencias entre mujeres y hombres se empiezan a implantar

desde el momento mismo del nacimiento para perpetuarse según la persona toma

contacto con la sociedad y la cultura. Las características asociadas con uno u otro sexo

tienen una especificidad cultural e histórica. Al mismo tiempo que nos animan a ser

independientes a las mujeres, también nos socializan para acomodarnos a las

necesidades de los demás. Hacer ciertas cosas y mostrar ciertas emociones no es

aprobado y nos limitamos. Quizá no exploremos todas nuestras potencialidades. Percibo

que recibimos un trato diferente incluso antes de nacer, desde que estamos en el útero

materno, en el caso de que nuestros padres sepan el sexo antes de nacer. Escribo esta

tesina y estoy embarazada, cuando todavía pensaba que a lo mejor el bebé era niña, la

41
gente me acariciaba la tripa y le hablaba con suavidad, y al saber por la ecografía que

era niño, empezó a dirigirse al bebé de otra manera, más vigorosa. Toda esta situación

despierta mi curiosidad ¿cómo es posible que esto siga siendo así?

¿Qué característica “natural” de los sexos podría explicar que la brecha salarial

se sitúe en un 18 por ciento de media en Europa? ¿O que en España haya un 15 por

ciento escaso de directivas y un 80 por ciento de catedráticos varones? (Datos del

Instituto de la Mujer). Se presenta y se reproduce como algo natural. Es algo que está

generalizado, pero, eso no significa que sea natural. Está relacionado con las diferentes

expectativas sobre las mujeres y los hombres. No se espera lo mismo de un ser humano,

ni se le juzga de igual modo, ni se le exige lo mismo a cambio de lo mismo, según sea

mujer u hombre. Sin embargo, todas las personas podemos llegar a ser todo lo que

llevamos dentro, podemos desarrollar habilidades relacionales, expresivas e

instrumentales, tanto mujeres como hombres. Es cuestión de motivación, aprendizaje y

práctica. Y cuando aprendemos algo nuevo, crecemos, abrimos nuevos horizontes y se

produce una ampliación de nuestros límites.

Los medios de comunicación juegan con una mirada masculina y ajena a las

mujeres, que las aprueban o desaprueban junto con los productos anunciados. Los

anuncios intentan engañarnos, creándonos necesidades que están más allá de lo que

requerimos realmente para sentirnos bien. Nos alejan del contacto verdadero con

nosotros mismos y dificultan que los intercambios con el ambiente sean gratificantes.

Muchos productos culturales se encargan de recordarnos de que ser mujer es exhibir un

cuerpo sexualizado y dictan continuamente lo qué tiene que hacer o cómo tiene que ser

para ser aceptada por los demás. Pero el problema no es la exhibición corporal en si,

42
sino que ésta se realiza a demanda de los hombres y mediando relaciones desiguales de

poder.

“…partir de la persona como individuo integrado cuerpo-mente, un cuerpo

sexuado con capacidad de goce y de erotismo y también con dificultades. La persona se

plantea como ser único y que por lo tanto requiere una escucha particular y concreta,

pero a la vez como producto sociocultural de una sociedad patriarcal que divide a los

seres humanos, en razón de su sexo, en dos géneros: masculino y femenino polarizados.

La construcción social del varón y de la mujer es distinta. A partir del cuerpo sexuado

se estructura el proceso de identidad, favoreciendo dos formas subculturales, lo que se

manifiesta también en el terreno de la sexualidad, de las vivencias corporales y de la

interrelación psicosexual”. (Sanz, Psicoerotismo femenino y masculino, 2004, p. 8).

La socialización disimétrica

Las categorías de feminidad y masculinidad se venden como modelos ideales en el

proceso de socialización y de esta manera el sistema de género incide en la formación

de la personalidad. La división sexual tradicional colocaba a las mujeres en la

reproducción y a los hombres en la producción. Los tiempo y los espacios se han

modificado mucho, pero de alguna manera la estructura de roles se continúa

reproduciendo, por medio de los procesos de socialización primaria acontecidos en la

familia, pero también a través de la escuela, los juguetes, los libros, los programas de

televisión y los medios de comunicación. Se transmiten a las niñas y a los niños

inequívocos mensajes de género y el resultado es una serie de diferencias entre los

hombres y las mujeres, diferencias que son consideradas naturales, biológicas o innatas.

Pero la realidad es que muchas de las diferencias son producidas por el sistema

43
simbólico en el que estamos inmersos. Cuando destacamos la diferencia entre los

atributos femeninos y los masculinos construimos un mundo en el que lo femenino gira

en torno a la pasividad, mientras que lo masculino se asocia a la independencia y a la

acción. Vemos que no sólo lo biológico, sino también los discursos y las prácticas

sociales nos configuran como seres humanos.

¿Quién no ha caído en el uso de estereotipos a la hora de educar? Diversos

estudios han destacado cómo el padre y la madre interactúan de forma diferente según el

hijo sea niño o niña. Muchos padres y madres siguen teniendo ideas fijas sobre cómo

debe comportarse su hijo o su hija. Les regalan diferentes tipos de juguetes y desde que

nacen los visten de azul o de rosa, diferenciándoles.

La desigualdad no sólo se aprende en la familia. A pesar de que podamos pensar

que los programas escolares estén a la cabeza de la práctica de la igualdad, porque en el

sistema educativo se han eliminado las dificultades añadidas por el hecho de ser mujer

para lograr la matriculación o el título, poseen todavía en su seno una desigualdad de

trato. El actual sistema educativo no les da ni a las mujeres ni a los hombres

instrumentos eficaces de conocimiento para acabar con los males patriarcales. La

educación deja a las alumnas sin referentes de su mismo sexo al seguir basada en la

centralidad de lo masculino y en la invisibilidad de lo femenino. El lenguaje es

masculino, la obra humana estudiada suele referirse a la obra masculina, los saberes, las

habilidades y las destrezas tienen sesgo de género masculino. El valor y los méritos de

las mujeres han sido silenciadas demasiadas veces por la visión masculina del mundo.

El primer esfuerzo para superar esta situación consistiría en construir y transmitir unas

44
relaciones de género nuevas y estar alerta para evitar la reproducción de los estereotipos

sexistas y no contribuir a su divulgación.

Para cambiar la actual organización jerárquica y patriarcal de nuestras mentes y

de nuestra cultura, hacia otra más armonizada e integradora de los valores patriarcal,

matriarcal y filial, Naranjo (1993) propone, además de psicoterapia y grupos de

concienciación, ante todo, una eficiente educación holística e integral al servicio del

crecimiento de las personas y su libertad. El actual sistema educativo patriarcal ha

perdido vigencia y está en crisis porque muchas veces se limita a transmitir

información, al servicio del crecimiento económico, en vez de contribuir a la formación

de seres humanos completos, que abarcaría la persona entera, su cuerpo, sus emociones,

intelecto y espíritu. La propuesta de Naranjo, como remedio frente a los defectos más

ocultos del patriarcado, como son la misoginia y el androcentrismo, es un método

específico dirigido a la integración de las diferentes partes dentro de la persona, un

proceso terapéutico que pretende facilitar la armonización del cuerpo, las emociones, el

intelecto y el espíritu.

Para una educación en valores igualitarios habría que recoger lo positivo tanto

de lo masculino como de lo femenino.

“Tanto las niñas como los niños se beneficiarían de un mundo en el que las

cualidades masculinas y femeninas pudiera ser ensalzadas en la misma medida, sin que

fuera necesario marginar y destruir lo femenino y sin restricciones en cuanto a tener

que ver o lo uno o lo otro, de modo que hubiera características permeables e

45
intercambiables entre un mundo y el otro”. (Bendicho Fernández, Teoría sexo-género y

Polaridad masculino-femenino, 2005, Tesina AETG, p. 24).

La coeducación consiste en que todas las personas son formadas por igual en un

sistema de valores, de comportamientos, de normas y de expectativas que no esté

jerarquizado por el género social. La coeducación pretende eliminar el predominio de

un género sobre el otro. Lo cual supone, tal como están las cosas en la actualidad,

reivindicar gran parte de lo femenino y cuestionar gran parte de lo masculino.

Bendicho Fernández (2005) habla de una educación sentimental no sexista que

sería una educación preventiva y para la salud que se centra en la persona como

globalidad, trabajando con las emociones, sentimientos y pensamientos producidos en

nuestra cuerpo al relacionarnos con el mundo, teniendo en cuenta la diferente estructura

de los géneros, pero fuera de los tradicionales estereotipos sentimentales masculinos y

femeninos.

“Así, todo el tema de la polaridad masculino-femenino toma una gran

importancia en la educación de los niños y niñas como agentes de una nueva sociedad

en la que se vivan relaciones de igualdad”. (Bendicho Fernández, Teoría sexo-género y

Polaridad masculino-femenino, 2005, Tesina AETG, p. 12).

46
PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA CULTURA PSICOTERAPÉUTICA

En este apartado reflexionaremos sobre qué aspectos de género inciden en la práctica de

la psicoterapia, y también, qué aspectos de la psicoterapia influyen en las vivencias de

género.

¿Las patologías de mujeres y hombres difieren? ¿Hay algún trastorno asociado

con algún género?

Según el DSM IV (1994) existen trastornos asociados especialmente a uno u

otro de los sexos. Por ejemplo, los trastornos afectivos, las crisis de angustia, la

ansiedad generalizada, los trastornos de la alimentación, los trastornos de conversión,

los trastornos somatoformes y el trastorno de la personalidad límite, se diagnostican más

en las mujeres, mientras que el abuso y la dependencia de sustancias, los trastornos de la

personalidad paranoide, antisocial, narcisista y obsesivo compulsivo y el trastorno de

control de los impulsos, se diagnostican más en los hombres.

¿El diagnóstico y el motivo de consulta tienen algo que ver con el género?

Los diagnósticos puede que respondan a un hecho objetivo, realmente mujeres y

hombres padecen en mayor o menor grado de diferentes trastornos, o puede que

determinadas personas sean más propensas a consultar por un trastorno específico por el

grado de aceptación social. También puede ser que algunas personas tengan más

dificultad para pedir ayuda, o puede que quien diagnostica esté influido por

determinados estereotipos y expectativas relacionados con los sexos.

47
También podemos preguntarnos si estas diferencias en el desarrollo de los

diferentes trastornos están vinculadas a factores biológicos o a factores psicosociales o a

una interacción entre ambos. Por ejemplo, parece que la mujer es más vulnerable a

padecer depresión. Se suele señalar como factores de riesgo ciertas características

femeninas que las hacen más propensas, como pasividad, dependencia, auto-sacrificio e

introyección de la agresividad. Estas características supuestamente femeninas pueden

darse en un hombre o en una mujer, pero parece más probable que se den en una mujer

debido al proceso de socialización. La verdad es que si tenemos en cuenta todas las

circunstancias sociales, lo que resulta extraño es que no se disparen todavía más las

diferencias, o por lo menos parece normal que de hecho las haya y que la mujer,

independientemente de los rasgos de personalidad, tenga más vulnerabilidad a la

depresión. Evidentemente, estas circunstancias sociales, como la discriminación

profesional y económica que en mayor medida sufren las mujeres, las condiciones del

trabajo doméstico, el desempeño de los roles de género tradicionales o el estrés por la

doble jornada laboral, y la violencia de género, no cabe duda, que son factores de riesgo

para la salud y podemos hablar de enfermedades de género.

Siguiendo a Leijon (2006) la anorexia es la expresión de un extremo o polo del

contexto en el que todos nos encontramos: La persona con anorexia encarna la

característica lucha dolorosa de las mujeres de hoy en día. Verbaliza una de mis

pacientes: Si perdiera peso, estaría bien, sería popular, sería feliz. No tendría que

sentirme avergonzada, fracasada, aislada. Ella intenta acercarse al ideal femenino por

la vía de controlar la alimentación. Es la lucha de una mujer por ganar su propia

autoestima a través de la identidad que le venden. Un gran número de mujeres sienten

48
continuamente que no dan la talla, sienten vergüenza de sus necesidades, dudan si

tienen derecho a existir si no se transforman en personas mejores, o lo que es lo mismo:

sin necesidades y sin cuerpo. Algunas personas son más vulnerables a padecer este

trastorno, pero hay una tendencia bastante generalizada entre mujeres a criticar y

desvalorizar el propio cuerpo. La anorexia es una expresión de lo que significa ser

mujer en la sociedad actual, una expresión de cómo la mujer carga con los problemas de

nuestra cultura.

¿Está presente el género en el proceso terapéutico? ¿Interviene?

Tanto el terapeuta como el modelo teórico en el que se circunscribe el trabajo

clínico, asumen unos determinados valores. Es imposible tener una posición libre de

valores y van a influir en el proceso terapéutico.

¿Se presta atención a los mismos elementos y de la misma manera si el paciente

es mujer u hombre?

Para contestar a estas preguntas ponemos un ejemplo de lo que puede ocurrir:

una conducta se etiqueta como reflejo de inseguridad o de inestabilidad en una mujer,

mientras que en un hombre esa misma conducta se considera una reacción ante una

situación de estrés.

A la mujer como paciente le puede afectar una serie de cuestiones de sexismo

como el fomento de los roles de género tradicionales, sesgos en expectativas, uso

sexista de algunos conceptos o la consideración de la mujer como objeto sexual.

49
Algunos terapeutas se colocan en un lugar omnipotente, paternal o maternal, generando

un vínculo que infantiliza a la mujer que sueñe con un salvador.

¿Es relevante, terapéuticamente hablando, analizar una determinada

problemática incorporando la vertiente de género?

Las terapias que no han introducido el elemento género en su modelo, es decir,

las terapias tradicionales, pueden caer en el uso de estereotipos de género y percibir y

diagnosticar de forma diferencial comportamientos de mujeres y hombres. Las terapias

tradicionales infravaloran las condiciones sociales que a veces son responsables, por lo

menos en parte, de los problemas que presentan los pacientes, y consideran que las

causas intra-psíquicas siempre son lo más importante a la hora de explicar o entender

los patrones poco adaptativos o neuróticos. A veces las mujeres que están en terapia y

relacionan sus problemas con la estructura social, tienen que escuchar que es mejor que

dejen de culpar a factores externos y que asuman su responsabilidad.

Las llamadas terapias feministas ofrecen un posicionamiento diferente respecto a

las terapias tradicionales. Recogen y analizan la problemática del género y tienen como

objetivo una toma de conciencia de las prescripciones de género y de los contenidos del

auto-concepto relacionados con el género para que podamos liberarnos de deberías,

impuestos culturalmente y que no sentimos como propios. Darnos cuenta de nuestros

introyectos ayuda a reorganizar la percepción del “yo” y a desarrollar las

potencialidades necesarias para el bienestar individual. Con ello se crea también las

bases para un cambio social y cultural que también es uno de los objetivos a largo plazo

de las terapias feministas.

50
¿Hay alguna manera específica de trabajar las problemáticas referidas al género

en psicoterapia?

Para contestar a esta pregunta, reflexionamos siguiendo los planteamientos de

Anderson (2002) cuando pone en tela de juicio el punto de vista tradicional de la cultura

terapéutica en el cual el terapeuta está por encima en la jerarquía y puede hacer una

interpretación del paciente. Anderson reta a la cultura terapéutica tradicional cuando

recomienda que las consignas terapéuticas deban invitar a la cooperación entre paciente

y terapeuta. Esta idea de una relación horizontal está en consonancia con la teoría de la

terapia Gestalt. En Gestalt no interpretamos, se cuida la actitud, es importante la

presencia del terapeuta, damos importancia a la relación, de persona a persona, una

relación auténtica y de carácter dialogante, una relación de igualdad. El paciente y el

terapeuta tienen diferentes tareas, pero eso no significa que su relación no pueda ser de

igualdad. Todo esto lo consideramos un buen caldo de cultivo para poder trabajar

género en terapia Gestalt, como veremos en detalle más adelante.

El poder en terapia

En las psicoterapias tradicionales se ha hecho una generalización a la mujer de las

explicaciones y problemática que le ocurre al hombre. Frecuentemente se ha tomado al

hombre como referencia de lo sano y normal en el desarrollo psicológico, como si lo

masculino fuera el modelo universalmente válido. Por el contrario el desarrollo

psicológico de la mujer se ha considerado una desviación y se ha patologizado (por

ejemplo, la sexualidad, el orgasmo femenino, la histeria, etc.). No han tomado en cuenta

las desigualdades de género y han asumido una única realidad.

51
En el cuidado de la salud, el sesgo androcéntrico se apropia de la investigación,

la prevención, los diagnósticos y los tratamientos: todo se mide aún con parámetros

masculinos. Se considera lo masculino como sinónimo de la humanidad en general,

negando el componente femenino. A partir de la consideración del sexo masculino

como sujeto universal, eje de toda experiencia, se ha definido al sexo femenino como

subordinado o complementario.

Aplicando la teoría de campo se puede llevar a la conciencia aquello que

generalmente permanece en el fondo. El sexo privilegiado tiene un poder, muchas veces

invisible, pero es la norma contra la cual se mide todo lo demás. A pesar de que pueda

parecer que este poder forma parte del fondo, está presente en todo aquello que se hace

figura. Para un trabajo eficaz es esencial tener en cuenta elementos de poder y el

impacto de factores culturales como el género.

“La mayoría de varones, realmente, creen en la validez del modelo masculino

que les ha precedido. Y es que los grupos dominantes rara vez cuestionan el orden

social que les hace poderosos”. (Bendicho Fernández, Teoría sexo-género y Polaridad

masculino-femenino, 2005, Tesina AETG, p.51).

La mayoría de los estudios no han tenido en cuenta a las mujeres, sus

condiciones de vida y sus circunstancias sociales. En una investigación de Broverman y

col.:

52
“… se pidió a setenta y nueve profesionales de la salud de ambos sexos que

definieran lo que entendían por una persona, un varón y una mujer que gozaran de una

buena salud mental. Los resultados mostraron que había un doble modelo de salud

mental según que el sujeto fuera mujer o varón. A sus ojos, las mujeres sanas eran

aquellas que habían aceptado las expectativas y características asociadas a su rol de

género; debían ser, en comparación con el varón más sumisas, menos independientes y

aventureras, más sensibles y influenciables, más presumidas y preocupadas por su

aspecto exterior, menos objetivas y competitivas, menos agresivas, más susceptibles,

etc. Por otra parte no aparecieron diferencias relevantes entre la concepción de una

persona con una buena salud mental y la de un varón con buena salud mental. Por

consiguiente, la concepción de la salud mental, o lo que se entiende por una persona

que representaría un buen nivel de funcionamiento psicológico, es definida con

características propias del rol masculino y apenas con características del rol femenino.

Estos hallazgos nos ponen en la pista de que la salud mental de varones y mujeres

estaba condicionada por su rol de género y que, además, en el caso de las mujeres,

estas características de desempeño de su rol se consideran poco deseables para la

persona o adulto bien adaptado. Así pues, a las mujeres se les prescribe, vía rol de

genero, la no salud mental...“(Sebastián Herranz, Género, Salud y Psicoterapia en

Carrasco Galán y García-Mina, Género y Psicoterapia, p. 32).

Vemos como los hombres han conceptualizado el mundo, como se ha tomado

como norma la pertenencia al sexo masculino y como desviación la pertenencia al sexo

femenino. La investigación toma como referente a los varones blancos y sus resultados

se generalizan erróneamente para las mujeres, sin contemplar las circunstancias de ellas.

53
Muchos programas de intervención están diseñados para los hombres y no ofrecen

servicios adaptados a las necesidades de las mujeres.

Algunos modelos psicológicos son modelos machistas, que van bien en el caso

del hombre, pero no en el de la mujer. No se consideran cuestiones que son relevantes

para las mujeres. El mundo está hecho para los hombres y tiene que ser reestructurado

para acomodarse a las necesidades de las mujeres. Aunque a veces el mundo no está

hecho para nadie:

“Aunque el patriarcado, por todo lo que representa, constituye algo así como el

enemigo arquetípico de la humanidad desde sus mismos comienzos, en un principio

sólo parecía representar una amenaza para el mundo de las mujeres (…) Con el

tiempo, sin embargo, parece haberse impuesto la evidencia de que el enemigo

arquetípico de la mujer merece también ser considerado como enemigo de los niños y,

en cuanto que todos tenemos algo de niño, como enemigo de todos”. (Naranjo, La

agonía del patriarcado, 1993, p. 37).

La intención de la psicología de la mujer ha sido resaltar el desarrollo de la niña

y de la mujer como algo en si mismo y no solamente como “la otra” que se aparta y se

desvía de la norma masculina. Nancy Chodorow y Carol Gilligan han tratado de

explicar las diferencias en el desarrollo de la niña por su manera de identificarse con la

madre, que difiere de la manera de identificarse del niño.

Chodorow (1978) sostiene que las mujeres asignan más prioridad a las

relaciones que los hombres. Durante el desarrollo de la personalidad, las niñas se

54
identifican más fácilmente con sus madres y adquieren una identidad basada en la

cercanía, las relaciones y la interdependencia. Por el contrario, los niños son diferentes

de la madre, necesitan definirse separándose de ella de manera más brusca y adquieren

un sentido del “yo” más autónomo y con los límites más claros.

Gilligan (1985) llega a la conclusión de que la moral de la mujer se basa en una

lógica relacional, es decir, una lógica que tiene en cuenta la relación entre las personas,

mientras que la moral del hombre se basa menos en la relación y sobre todo sigue los

valores “objetivos” o la ley. Gilligan investiga sobre cómo la mujer desarrolla

capacidades diferentes, pero igualmente valiosas. Destaca que existen dos líneas

diferentes de desarrollo, una más basada en la conexión (se caracteriza por la

interdependencia, la mutua confianza y la responsabilidad hacia los demás), y otra, más

basada en la separación (se caracteriza por la autonomía y la autosuficiencia). La mujer

construye su identidad y sus relaciones en términos de conexión y el hombre en

términos de separación.

Esta perspectiva de la psicología de la mujer reconoce y valora la experiencia

femenina y creo que ayuda a entender desacuerdos y conflictos. También cabe la

posibilidad de considerar sendas líneas de desarrollo como posibles y deseables para

ambos sexos.

Lo que no me convence tanto, es que quizá los psicólogos que siguen esta línea

de pensamiento y hacen énfasis en la “cultura de la mujer”, crean que hay una esencia

femenina específica de la mujer, diferente de la del hombre. Quizá en estas teorías

implícitamente se presupone que el destino y el mejor lugar para la mujer es el hogar,

55
mientras que el del hombre es la vida pública. Son teorías que presuponen que la mujer

está más orientada a las relaciones y que el hombre es más individualista, como si estos

rasgos pertenecieran universal y eternamente a cada uno de los sexos.

“Son así por naturaleza” Interiorizamos una serie de características y nos

convertimos en defensoras de la “identidad femenina”, identidad impuesta por medios

poderosos: tradiciones, costumbres, creencias, modelos repetidos hacia la saciedad,

imaginario colectivo, expectativas y oportunidades. Esta identidad, que se confunde con

la especificidad de la diferencia sexual femenina derivada del cuerpo reproductor, tiene

que ver con los mandatos patriarcales básicos para que la división del trabajo funcione y

las relaciones de poder se conserven. Parece demasiado casual que las atribuciones

femeninas están consideradas de menor valía, interés y prestigio. De nuevo prevalece el

azul sobre el rosa. Lo femenino y lo masculino podrían gozar de igual valor, porque un

polo no es mejor que otro. No somos iguales porque somos diferentes y esto es lo

natural y deseable, pero lo grave es que somos tratadas y tratados como desiguales.

Me parece que la mayor ventaja de las teorías de Chodorow y Gilligan es que

han focalizado la atención sobre las dimensiones de poder en terapia. También han

puesto sobre la mesa cómo el desarrollo emocional de la mujer no se ha considerado

normal. Un ejemplo es el diagnóstico de Personalidad histérica, actualmente en el

DSM-IV (1994) Personalidad histriónica. Chodoff y Lyons (1958) opinan que la

Personalidad histérica es una descripción de la mujer hecha por los hombres, con sus

palabras. El diagnóstico parece una caricatura de una feminidad estereotipada. (p. 114).

56
Las visiones estereotipadas pueden actuar como fuente de prejuicios tanto en el

diagnóstico como en el tratamiento. Con frecuencia la mujer ha sido descrita en

psicopatología como una persona débil, sugestionable, irracional y manipulable. A

veces se incluye el elemento género, pero para descalificar y estereotipar la imagen de

la mujer, en un intento de encorsetar la realidad para que se ajuste a los planteamientos

previos.

Partimos de que vivimos en una sociedad patriarcal y somos educados en valores

y roles diferentes, pero se prioriza lo masculino. En el trabajo terapéutico siempre hay

una asimetría de poder: El terapeuta tiene un poder sobre el paciente. La jerarquía de las

diferencias es sólo una de las condiciones presentes que existe en el campo de la

relación entre paciente y terapeuta. Consideramos importante que cada terapeuta que no

quiera mantener, reproducir y difundir valores sexistas, haga una reflexión sobre: Qué

comportamientos están arraigados en la cultura. Cómo nos influyen los valores y la

estructura patriarcal, en nuestras vivencias como personas, hombres y mujeres, y como

terapeutas. Hasta qué punto somos conscientes de las relaciones de poder entre ambos

sexos.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que el conocimiento de si mismo y la

capacidad de darse cuenta del terapeuta y la valoración que hace del paciente, son

factores que influirán en el desarrollo del proceso terapéutico. Muchos factores

diferentes influyen en este proceso y considero que la conciencia de género puede ser

uno de ellos. Por esta razón pienso que el grado de conciencia de género del terapeuta

tiene relevancia en el trabajo clínico.

57
En terapia podemos darnos cuenta de nuestras vivencias corporales y

emocionales al mismo tiempo que tomamos conciencia de que estas vivencias, por lo

menos en parte, son construidas socialmente, y por lo tanto influidas por el poder. Sin

darnos cuenta, la dimensión poder puede estar infiltrándose en nuestra consulta. En el

encuentro entre dos personas, o entre varias si estamos en terapia de grupo, los cuerpos

ponen en escena definiciones de género culturales, al mismo tiempo que estas mismas

definiciones de género son atribuidas al cuerpo o al estilo del cuerpo de una persona de

un sexo u otro. Necesariamente esto no tiene que funcionar así, de manera rígida y fija.

Cuestionar ciertas pautas culturales impuestas permite reorientar los propios

valores para poder elegir con mayor grado de libertad y evitar automatismos que

reproducen relaciones de poder.

“En la batalla de los derechos humanos, es difícil permanecer neutral:

adaptando al cliente a un medio injusto, ¿no estaremos apoyando a los que, aupados en

lo alto de la asimetría, defienden privilegios de clase y de género?” (De la Carrera, La

oración gestáltica y otras oraciones, 1999, p. 58, en Boletín Nº 19 de la AETG).

El cuerpo y la cultura

Si consideramos género como una construcción creada por y relacionada con una

organización específica de una sociedad determinada, al mismo tiempo que opinamos

que el cuerpo para nada es una materia muda, silenciosa o pasiva, podemos entender

que las construcciones sociales se materializan y se graban en el cuerpo, y por lo tanto

la cultura se va inscribiendo en el mismo. El cuerpo se suele percibir como lo más

natural en el ser humano, sin embargo, su funcionamiento no se puede explicar

58
exclusivamente por su condición de organismo, porque también es la expresión y

memorización de las experiencias vitales. Mediante contracciones motoras las

emociones se fijan en el organismo y se localizan en diferentes partes del cuerpo. Los

bloqueos y rigideces se van asentando a nivel físico en diferentes zonas como resultado

de una serie de vivencias y expectativas, muchas veces de manera inconsciente.

También las ideas que tenemos sobre género, en un proceso de repetición, se

corporizan, se vivencian y dejan huella en el organismo. La experiencia y los

aprendizajes quedan impresos en la memoria de nuestras células. Nuestros cuerpos

llevan y a veces cargan con las construcciones sociales y no por azar aprendemos a

bloquear unas funciones y expresiones corporales determinadas y no otras. Me parece

un hecho que nuestro cuerpo, el organismo físico, repite y expresa el sexo y el género,

por esta razón me parece tan importante tratar el cuerpo cuando hablamos de

perspectiva de género y tener en cuenta la compleja interrelación que existe entre las

sensaciones corporales y las expectativas sociales.

Hemos visto que las mujeres y los hombres no sufrimos de lo mismo en la

misma proporción. La mujer sufre más de osteoporosis, jaquecas, anorexia y bulimia.

Los síntomas somáticos muestran los efectos que pueden tener los procesos simbólicos

y reales sobre el cuerpo. Este tipo de sintomatología puede reflejar un malestar psíquico

y social que se expresa a través del cuerpo.

Habitualmente la moda femenina es cuando menos incómoda, una invitación

continua hacia nuevas formas de sumisión y servidumbre consentidas. A las mujeres

siempre se nos conceptualizó a través del cuerpo: cuerpo lascivo, reproductivo, sensual,

59
sexual, divino, humano, perverso o débil. Pero en la actualidad todo ello se ha

intensificado, debido a la fuerza de imágenes de todo tipo y en todo tipo de medios que

nos envuelven a todas horas. Muchas mujeres, con sus escotes y minifaldas, se sienten

libres. Pero ¿están cómodas y eligen libremente o se visten siguiendo el mandato

patriarcal de que ante todo hay que ser atractiva físicamente?

“Para las mujeres, los deberes estéticos y etario se entreveran con el deber erótico

como soporte de una auto-identidad como seres-para-otros, por eso la autoestima

padece altibajos derivados de asumir esos valores de género, pero también del conflicto

que produce no asumirlos y tener que vivir bajo esas pautas. Este conjunto de

exigencias de género sexuales, estéticas, raciales, etarias, entorno al cuerpo y la

sexualidad hace que muchas mujeres tiendan a desarrollar una falsa autoestima y

además la simulación. No es una elección. Deben simular una autoaceptación que no

tienen, una edad que pasó hace tiempo o, si es vigente, no alcanza para lo prometido”

(Lagarde y de los Ríos, Claves feministas para la autoestima de las mujeres, (2000), p.

114).

La publicidad presenta a mujeres incompletas y ansiosas por conquistar a un

hombre a costa de lo que sea: cirugía estética, exhibición del cuerpo, deficiente

alimentación. Estos modelos repetitivos y obsoletos, con falsas promesas de libertad,

están haciendo estragos en la salud. Las mujeres depositan su autoestima en los otros y

al convertirse meramente en objetos de deseo, su valoración personal queda en manos

ajenas. Existir por y para la mirada de los demás, coloca a muchas mujeres en un estado

de inseguridad corporal permanente.

60
Desde el nacimiento, incluso antes, el bebé entra en interacción con los demás,

comienza a establecer los primeros vínculos y a experimentar los primeros roles.

Introyecta la cultura e incorpora un rol de género que se expresa en su cuerpo. El

aprendizaje se graba en las células del cuerpo. En un mecanismo de asociación repetida,

se provoca un incremento en las diferencias entre sexos, a veces parece que hay un

abismo entre estos cuerpos diferentes, en sus movimientos y propiedades. Pero un

repertorio de roles limitado y una serie de valores sin cuestionar, probablemente se

conviertan en una fuente de problemas en el desarrollo, porque ciertos valores no nos

dejan ver las posibilidades que no sean las nuestras y por consiguiente nuestros

intercambios con el mundo se limitan.

Hemos reflexionado sobre como en la sociedad hay una serie de expectativas

sobre cómo tienen que ser los hombres y cómo tienen que ser las mujeres.

Introyectamos la cultura e incorporamos el género que se expresa en el cuerpo. Los

cuerpos biológicos repiten ciertas conductas, se produce una asociación, ciertos

comportamientos parecen una consecuencia natural del cuerpo biológico y se refuerza la

percepción de naturalidad, una naturalidad que hemos visto que es ilusoria.

El cuerpo crea significados y se comunica con el ambiente que no sólo es el

espacio físico que le rodea, sino las personas y los grupos de los que forma parte. El

desarrollo y la integración sólo son posibles en contacto y en interacción con el entorno.

El niño adquiere y aprende diferentes maneras de relacionarse corporalmente consigo

mismo y con el mundo que le rodea como consecuencia de sus sensaciones y vivencias

emocionales durante su desarrollo evolutivo. De este modo se crea el esquema corporal,

61
de manera más o menos consciente. Este esquema contiene el aspecto corporal, la

vivencia y expresión de emociones, los patrones psico-motores.

Al principio del proceso de socialización, es decir, el proceso durante el cual nos

convertimos en seres sociales, es el cuerpo anatómico el que determina a qué categoría

o rol social vamos a pertenecer. El cuerpo anatómico determina si a la persona se le va a

denominar hombre o mujer. Dependiendo de si el cuerpo tiene pene o vagina, esta

característica se va a combinar con otras características. Se trata de un mecanismo

cultural en el que ciertas creencias y actitudes se atribuyen a un cuerpo determinado. En

la adquisición de la identidad personal todas las circunstancias culturales y expectativas

sociales ejercen su influencia sobre el organismo, porque el “yo” es relacional y social,

no existe antes de las relaciones, ni como algo independiente del otro. Las actitudes,

creencias y expectativas sobre lo que se considera femenino o masculino, hombre o

mujer en un ambiente determinado, se dirigen a un cuerpo, a un organismo que puede

integrarlas o tragarlas en forma de introyectos. Podría parecer que el resultado de este

proceso cultural sea algo “natural”. Las creencias sobre cómo tiene que ser un hombre o

una mujer se cuelan dentro de la organización del “yo”, de manera más o menos

consciente. Frecuentemente las personas no nos damos cuenta de estos introyectos. Un

ejemplo de este proceso es cuando una mujer se desvaloriza a si misma de la misma

manera que la han desvalorizado a ella, trata su cuerpo de la misma manera que la han

tratado a ella. Hemos podido observar con frecuencia esta actitud masoquista en

consulta.

La vivencia corporal puede ser considerada producto de la situación y

productora de la situación. El cuerpo es el punto de partida de la experiencia vivida. El

62
organismo registra las vivencias y las inscribe en su memoria, en sus células. Lo que se

graba profundamente en el organismo, se va anclando cada vez más. El cuerpo lleva

todos los recuerdos, las vivencias se van inscribiendo en el cuerpo, se “corporizan”. El

cuerpo ha aprendido a reaccionar de diferentes maneras y las células de nuestro cuerpo

llevan toda la información.

Nuestro cuerpo va incorporando las normas de la sociedad, entre ellas también

los roles de género. Nuestras concepciones sobre lo masculino y lo femenino también

están ancladas en el cuerpo y eso significa que el sistema patriarcal habita nuestros

cuerpos. El género se fija en nuestros cuerpos, los constructos toman forma

corporalmente, y dejan una impresión en el cuerpo. No obstante, pensamos que es

posible cambiar esta “incorporación” o “encarnación”. Si tomamos conciencia de que se

adquieren todos los valores y actitudes necesarios para llegar a ser mujer y hombre, se

puede llegar a serlo de otra manera, a través de otra educación y socialización para

hacernos dueñas y dueños de nuestro destino y desplegar una amplia gama de

posibilidades.

“Decir pues que la experiencia es básicamente cuerpo equivale a decir que el

pensamiento, la emoción o el sentimiento, la creación artística, el comportamiento, la

cognición, el inconsciente incluso, etc.…, sólo son declinaciones de la sensación

corporal. Es a partir de esta hipótesis como siempre buscamos volver a captar la

experiencia desde su origen, la sensación corporal, anteriormente a los juegos de

representación que no dejan de depositarse en estratos sucesivos hasta cubrir lo vivo.

La experiencia está hecha, en primer lugar, de carne y hueso”. (Robine, Una terapia de

las formas de la experiencia, 2009, p. 8).

63
Falta de neutralidad con respecto a género

En terapia podemos prestar atención al papel que juegan los roles de género en el

malestar de los pacientes. Los roles de género socialmente incorporados e instalados

han sido pasados por alto hasta la introducción de una perspectiva feminista en la

terapia. Se puede tener presente el género y su influencia en los problemas, por ejemplo

en cómo las atribuciones tradicionales de género y los procesos de socialización que

derivan de ellas, a veces dan lugar a formas diferentes de desarrollo psicológico en

mujeres y hombres, y también pueden dar lugar a diferencias entre ellos en las

relaciones.

Una perspectiva feminista en terapia se preocupa también por hacer un análisis

crítico de la teoría y las técnicas, que no siempre son neutras con respecto al género. Un

ejemplo de esta falta de neutralidad sería la famosa oración gestáltica de Perls:

“Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.

No estoy en este mundo para llenar tus expectativas.

Y tú no estás en este mundo para llenar las mías.

Tú eres tú y yo soy yo.

Y si por casualidad nos encontramos es hermoso.

Si no, no puede remediarse” (Perls, Sueños y existencia, 1974, p. 16).

La Gestalt hace hincapié en la responsabilidad que tiene cada ser humano de si mismo.

Perls dice que somos responsables de todo lo que pensamos, hacemos, sentimos y

64
evitamos. No niega que las personas reciban muchas influencias del ambiente, pero

pone el énfasis en qué es lo que la persona hace con ese legado.

Uno de los objetivos principales de la terapia Gestalt es que la persona asuma

sus responsabilidades, porque para que pueda producir un cambio, es necesario que

primero haya entendido que su forma de comportamiento es responsabilidad suya. En

esto estamos de acuerdo, pero al mismo tiempo habría que tener en cuenta variables del

contexto como el género y su influencia en los conflictos y si facilitan el encuentro entre

las personas o no. Aunque la teoría subraya el darse cuenta de si mismo y de otros, en la

oración, Perls insinúa, o más bien deja bastante clara la idea de que el “Yo” importa más

que el “Yo y Tú”. Fácilmente se llega a la conclusión de que darse cuenta de impulsos,

expresarlos y actuarlos, significa madurez, al margen del contexto, de objetivos a largo

plazo y de las necesidades de otros. Para Perls, en un enfoque de persona-única, la salud

consiste en la capacidad de auto-apoyo y en un cuidarse a si mismo, sin tener la

necesidad de pedir ayuda, poniendo todo el énfasis en la autonomía individual. A pesar

de que Perls proclame que organismo y ambiente forman una unidad, parece que se le

olvida en la oración gestáltica. O quizá se hayan malinterpretado sus palabras, la

oración se ha extrapolado y generalizado a todo tipo de situaciones cuando Perls quizá

se refiriera a alguna situación muy concreta, como por ejemplo la primera fase más

narcisista del proceso terapéutico o como un apoyo terapéutico provisional. La oración

se ha hecho muy popular, a lo mejor porque muchas personas se agarran a lo que sea

para justificar su “Primero yo y el resto del mundo no me interesa”.

En cualquier caso consideramos que el asunto de la ética es dejado de lado

cuando Perls afirma que la gente simplemente debe hacer sus propias cosas. Nos parece

65
que la creencia en el credo de “haz tus cosas” puede llevar a cierta evitación de hablar

de principios éticos en terapia Gestalt. Entendemos que es importante defender una

terapia gestáltica más humana y más comprensiva, en la cual la responsabilidad

personal no está separada de la responsabilidad colectiva. Nos parece importante tener

en cuenta que la desigualdad no es sólo producto de las elecciones individuales sino de

la socialización disimétrica que se tiene a lo largo de la vida y que se convierte en una

adscripción social de género que tiene difícil disolución al estar tan enraizada,

normalizada e inserta en la vida cotidiana.

66
GÉNERO EN LA HISTORIA DE LA TERAPIA GESTALT

Para explorar si la terapia Gestalt tiene el potencial de ser una forma de terapia con

conciencia de género, me parece importante retrotraerme a su evolución histórica y

recordar algunos de los hechos que se han producido desde su fundación.

Se considera el momento de fundación de la terapia Gestalt cuando en 1951

aparece el libro “Gestalt Therapy” de Perls, Hefferline y Goodman. Se inició como la

unión de diferentes conceptos y corrientes; la fenomenología y el existencialismo, los

conceptos de Goldstein sobre el organismo como un todo, la teoría de campo de Lewin,

el holismo de la psicología de la Gestalt, el budismo zen, etc., y también como una

revisión del psicoanálisis. El psicoanálisis fue el punto de partida de los Perls y muchos

psicoanalistas han tenido una notable influencia en la formulación de la terapia Gestalt,

por ejemplo en Jung encontramos el enfoque integrador de los opuestos; la atención

prestada al cuerpo en Ferenczi; la idea de Reich de que los recuerdos y emociones

quedan registrados en el cuerpo y el concepto de autorregulación organísmica.

En los autores de “Terapia Gestalt” se aprecia cierta ambivalencia al estar a

medio camino entre el modernismo y el postmodernismo. La parte orgánica y holística

se acerca al postmodernismo y en el centro del paradigma cambiante está la

conceptualización de la realidad como un campo de relaciones interconectadas.

En Gestalt existe una diversidad de enfoques, pero en un comienzo surgen dos

grandes corrientes: Gestalt del Este y Gestalt de California. La primera corresponde con

la desarrollada al principio, primero en Nueva York y después en Cleveland, con un

67
estilo menos teatral que se ha centrado más en la sistematización teórica. La segunda es

la que continuó desarrollando Fritz Perls cuando se trasladó a California y pone menos

énfasis en lo relacional. Los Polster abrieron una vía media y con la difusión de la

terapia Gestalt al resto del mundo se produjeron más ramificaciones.

Una diferencia importante entre las distintas corrientes es si se parte desde un

modelo individualista e intra-psíquico o desde la perspectiva de campo y de la situación.

En esta tesina partimos de la perspectiva de campo en contraposición al modelo

individualista.

En su origen, la terapia Gestalt fue producto de una época determinada y una

cultura específica. Fue creación de un grupo de hombres blancos de clase media en

Nueva York hace unos 60 años. Pensamos que es importante tener en cuenta el contexto

en donde surge esa nueva corriente de la psicoterapia porque unos modos determinados

de ver y estar en el mundo constituyen la base y fundamentos de nuestro trabajo teórico

y clínico.

Si bien es cierto que en los años 50 del siglo pasado estamos en un momento

histórico muy diferente a la sociedad victoriana y patriarcal de la Viena del siglo

diecinueve, no olvidemos que la terapia Gestalt surgió del psicoanálisis, a pesar de que

Perls fuera muy crítico con Freud y que desarrollara la terapia Gestalt como un modelo

de rebeldía frente al psicoanálisis. En un artículo “Sobre una degradación general de la

vida erótica”, Freud comenta que la solución de la impotencia masculina estriba en que

el varón rebaje y degrade al objeto sexual, de modo que “si aman a una mujer no la

desean y si la desean no pueden amarla”. Desde una conceptualización patriarcal

68
plantea la polaridad amor-desprecio, la buena y la puta, sin considerar la posibilidad de

una integración de los dos sentimientos, el amor y el deseo.

Es casi imposible que una corriente de psicoterapia que emerge de una sociedad

patriarcal no sea patriarcal ella también. Cualquier investigador difícilmente evita la

introducción de un sistema de creencias e introyectos en su área de estudio. Un

paradigma, que es una constelación de creencias, valores y técnicas compartidas, no es

algo objetivo o neutro. Un marco teórico está en relación con unos presupuestos

ideológicos, históricos y personales.

Toda teoría está limitada por influencias culturales y sociales y por el aspecto

humano de sus creadores. No existe conocimiento objetivo: todo saber surge de alguna

perspectiva limitada y por tanto es limitado. Sería un mito creer en la ciencia (o en la

psicología como ciencia) como algo independiente de la cultura. La teoría, “Terapia

Gestalt” de Perls, Hefferline y Goodman (1951) emergió de una cultura patriarcal. En la

sociedad de aquellos tiempos la perspectiva de género o directamente no se tomaba en

consideración o por lo menos no se consideraba un asunto de relevancia. Si no tenemos

conciencia de género, si no nos replanteamos la estructura patriarcal, ni discriminamos,

corremos el riesgo de que la teoría y la técnica estén imbuidas de valores patriarcales.

“La narrativa histórica de la terapia Gestalt se ajusta a la famosa máxima de

Carlyle que decía que la historia no es otra cosa que la biografía de los grandes

hombres. El enfoque histórico del “gran hombre”se refiere a una figura heroica

(generalmente masculina) que cambia con su esfuerzo individual el curso de la historia

moderna, funda una escuela de pensamiento o introduce un nuevo paradigma. En la

69
historia de la terapia Gestalt, este puesto corresponde a Frederick Perls (…) los

informes que tenemos sobre Fritz Perls describen a un hombre etnocéntrico, sexista

(…)”. (Bowman, Fundamentos de la terapia Gestalt, en Ansel y Toman, Terapia

Gestalt: Historia, teoría y práctica, 2007, p.4).

Laura Perls tenía importantes conocimientos de filosofía, de psicología de la

Gestalt y del enfoque fenomenológico, y escribió parte del primer libro Gestalt de Fritz

Perls, “Ego, hambre y agresión”, pero curiosamente, ella no fue citada como co-autora,

casi no se mencionó su participación, ni se reconoció su colaboración. En la línea del

enfoque histórico del “gran hombre”:

“Laura Perls estudió filosofía con el teólogo y filósofo protestante Paul Tillich y

conoció con detalle el trabajo de Husserl, Heidegger, Kierkegaard y Buber (…) Fritz

Perls, a su vez, conoció el trabajo de Husserl a través de Laura y de Goodman, pero no

por el estudio directo de su obra”. (Fleming Crocker, Fenomenología, Existencialismo

y Pensamiento Oriental en la Terapia Gestalt, en Ansel y Toman, Terapia Gestalt:

Historia, teoría y práctica, 2007).

Posiblemente un punto débil de la terapia Gestalt a lo Perls, sea la subestimación

de la responsabilidad que tiene el individuo de tratar de modificar las estructuras

opresoras que existen en nuestra sociedad. Perls habla de la existencia de estructuras

sociales que dificultan o impiden el desarrollo sano de las personas. Dice que

aprendemos nuestros juegos falsos dentro de la psicosis colectiva de nuestra cultura. No

obstante, como respuesta simplemente ofrece una imagen de un individuo autónomo e

independiente, capaz de resistir la locura de la sociedad, como en el ejemplo de la

70
oración de la Gestalt que hemos comentado. En el trabajo de Perls, cualquier cosa que

sea interpersonal se devalúa, en comparación con cualquier cosa independiente. Según

Perls, lo ideal es la autonomía total y absoluta, y el individuo es visto como alguien

irreconciliable con la sociedad.

Nos preguntamos: Cuando sé que tengo la responsabilidad de mi vida ¿las

injusticias sociales no ejercen influencia ninguna sobre mí y mi vida? ¿Soy inmune? No

parece que la simple toma de conciencia de mi capacidad de tener la responsabilidad de

mi propia vida necesariamente significa libertad si vivo inmersa en una sociedad en la

cual hay injusticias, desigualdad de género u opresión social, económica y política.

No creemos que todo sean siempre proyecciones o faltas de ganas de reconocer

lo mío y responsabilizarme de ello. Hay algunas circunstancias que no dependen de mí,

por muy responsable que soy de mi vida, de mis decisiones y por mucha conciencia que

tenga de mi neurosis y mis mecanismos defensivos. Muchas mujeres creen que tienen

que cargar personalmente con toda la responsabilidad de sus dificultades, no obstante,

es obvio que algunas dificultades tienen una base social y no tienen por tanto que ver

únicamente con la responsabilidad personal. No siempre tenemos el poder de elegir

libremente. También hay que hacer responsable a la sociedad, por lo menos en parte hay

que pedir cuentas al sistema sociopolítico.

En Perls no he encontrado ninguna reflexión acerca de cómo la sociedad influye

en las oportunidades para desarrollar el darse cuenta, facilitando o inhibiendo esas

oportunidades, ni acerca de cómo la toma de conciencia que se consigue en terapia

puede ser de utilidad a la hora de hacer algo para evitar las injusticias sociales. Parece

71
que el cambio sólo es posible a través del trabajo del darse cuenta y se resta importancia

a los aspectos relacionales. En un primer momento nos ha resultado sorprendente lo

poco que se ha tenido en cuenta el enfoque de género en terapia Gestalt cuando creemos

que va unido a su espíritu, pero con este panorama de fondo, no es de extrañar que no se

haya prestado demasiada atención a estas cuestiones en la literatura gestáltica, como

veremos más adelante. Las muchas maneras diferentes de opresión que existen en la

sociedad y que afectan a las mujeres, y también a los hombres, no se suelen hacer figura

en los textos gestálticos.

Creo que todos estamos de acuerdo en que la personalidad se forma en la

familia, en la sociedad, en la cultura. Como la sociedad va cambiando, también tiene

que evolucionar la psicología y la terapia. La terapia Gestalt se desarrolló partiendo del

Psicoanálisis con su teoría evolutiva en la que la familia tradicional constituye el lugar

donde se forma la personalidad. Sin embargo, todo está en continuo cambio y en la

actualidad hay muchas formas de familia, no sólo la tradicional, madre, padre, hijos.

Los cambios sociales crean la necesidad de nuevas prácticas clínicas y el futuro será lo

que hagamos de él.

La terapia Gestalt sigue evolucionando y ha salido del paradigma individualista

para entrar a profundizar en el concepto de campo, en la relación, en el interés por el

vínculo entre paciente y terapeuta. Wheeler (2002) convierte en figura los sesgos

inherentes al modelo de los fundadores de la terapia Gestalt y habla de que la

psicoterapia contemporánea tiene una importante tarea de deconstrucción, es decir, una

tarea de desestructuración del modelo del “yo” individualista, del desarrollo y del

género.

72
“Deconstruir significa desmontar, desaprender los mandatos de género, desestructurar

la concepción del mundo, la vida y la propia identidad como seres-para – los –otros

(…) la dimensión complementaria e ineludible de la epistemología identitaria feminista

consiste en construir alternativas que ocupen el sitio de todo lo que se deconstruye”

(Lagarde y de los Ríos, Claves feministas para la autoestima de las mujeres, 2000, p.

201).

73
74
UNA REVISIÓN DE LA LITERATURA GESTÁLTICA

Uno de los objetivos de esta tesina es hacer una revisión de la literatura gestáltica para

seguir en la búsqueda de respuestas a las siguientes preguntas: ¿La cultura

psicoterapéutica tiene una perspectiva de género? Y más específicamente ¿La terapia

Gestalt tiene perspectiva de género?

En el mundo en el que me muevo, y creo que en la sociedad en general, hay

mucho debate sobre cuestiones de género, las reflexiones sobre el factor género son

cada vez más habituales y las discusiones sobre la importancia del tema género están

cada vez más presentes. Sin embargo, en la literatura gestáltica y en los artículos de

contenido gestáltico que se publican, por lo menos a primera vista, el enfoque feminista

ha tenido poca influencia y la perspectiva de género ha sido bastante descuidada.

En esta revisión de la literatura gestáltica, no pretendo que sea una revisión

completa sino sólo lo que he podido conocer a través de libros y revistas, he encontrado

que los siguientes terapeutas gestálticos reconocen el factor sexismo en terapia o tienen

conciencia de género a la hora de trabajar.

Laura Perls afirma:

"El poder del patriarcado es sumamente difícil de entender, puesto que lo

envuelve todo. La institución ha influido en las ideas más fundamentales sobre la

naturaleza humana - la naturaleza del hombre" en lenguaje patriarcal- y sobre todo, la

relación del individuo con el Universo”. (Perls, citado en Bendicho, 2005, p. 17).

75
Miriam Polster es una escritora feminista de la comunidad gestáltica. Polster

(1999) argumenta como las necesidades de las mujeres están mal apoyadas por un ideal

de desarrollo que favorece la autosuficiencia y una postura fóbica en relación a la

intimidad y la interdependencia. Explica como una sociedad machista les quita a las

mujeres su fuerza y les enseña a retroflectar sus emociones y a manipular a los hombres

para que estos satisfagan sus necesidades. Es de la opinión de que crecer como mujer en

nuestra sociedad deja un residuo psicológico que deforma a todas las mujeres porque la

sociedad las obliga a adoptar conductas dependientes y defensivas. No le extraña que

muchas en su lucha se rindan (p.556).

Polster también reflexiona sobre cómo la terapia Gestalt puede ayudar a las

mujeres a comprender y reparar las heridas que les ha ocasionado una sociedad

patriarcal y machista. La terapia puede estimular a las mujeres para que no den su fuerza

y poder a los hombres. Polster señala que algunas técnicas para fomentar la autoestima

de las mujeres pueden ser utilizadas en contra de ellas al correr el riesgo de servir como

excusa para mantener la estructura social patriarcal.

Los escritos de Gordon Wheeler tienen un estilo de código social basado en el

género. Publicó The Gendered Field: Gestalt Perspectivas and Readings en 1998 y en

la Conferencia GIC del mismo año participó con la ponencia Gender Experiences:

Narrative, Dialogue and Empowerment. En él hemos encontrado a un autor gestáltico

que escribe desde una perspectiva de género y que se sirve de un modelo gestáltico

revisado que va más allá del individualismo. En la introducción a la segunda edición de

la Gestalt reconsiderada escribe:

76
“(…) en el así llamado mundo “desarrollado”, en particular el fracaso en

deconstruir la propia estructura de desarrollo del machismo humano que arrastra toda

nuestra perspectiva y toda nuestra seguridad hacia un círculo vicioso de individualismo

repetitivo, hacia un aislamiento, una competitividad y una vergüenza destructivas,

impidiendo el desarrollo de un ser saludable en cada persona subjetiva y en la

comunidad humana en cuanto un todo” (Wheeler. 2002. La Gestalt reconsiderada. Un

nuevo enfoque del contacto y de las resistencias. p. 21).

Wheeler (2002) desarrolla una nueva comprensión del “yo”en oposición al

individualismo que sostiene que el "yo" es anterior y está por encima de las relaciones

interpersonales e interacciones socioculturales. Explica que el “yo” es un constructo

configurado culturalmente, no una realidad inherente y a priori de la psiquis. Nace,

crece y se desarrolla a través de múltiples sucesos que se experimentan e interpretan

desde parámetros introyectados. No es una realidad prioritariamente interna, ya que está

en la frontera de contacto entre el organismo y el ambiente. La característica más

definitoria del “yo” es la capacidad y necesidad inevitable de integración del campo

vivencial para formar la mejor Gestalt posible. Hacemos un ajuste creativo a partir de

todos los elementos y procesos dinámicos disponibles a nuestro entendimiento en un

momento y un punto de vista determinados. Wheeler reflexiona sobre la relación, la co-

construcción de la experiencia, la inter-subjetividad, dinámicas de intimidad y

vergüenza. En esta nueva perspectiva también investiga sobre género. Las personas

estamos en el mundo como individuos sociales, cada una con nuestra historia personal,

producto del medio social y cultural que nos ha tocado vivir.

77
Oscar Bendicho (2005) escribe desde una perspectiva de género y tiene presente

la polaridad masculino-femenino como una variable más a tener en cuenta en el trabajo

clínico. También hace una serie de reflexiones sobre la importancia de tomar conciencia

de las limitaciones que la sociedad nos impone y que tienen que ver con nuestra

pertenencia al género femenino o masculino, para poder superarlas. Plantea que

movernos a lo largo del continuo masculino-femenino en una estructura social

polarizada, no es fácil. Sin embargo, un trabajo gestáltico permite observar ambos lados

de la polaridad, dialogar entre ambos polos, sin negar ninguno de ellos y así podemos

construir una verdadera identidad, menos dividida, más real y más acorde con nuestras

potencialidades y nuestra realidad.

Fernández Torrisi (2009) es una psicoterapeuta gestáltica que escribe sobre

violencia de género en todas sus facetas. Parte de una postura en la que la persona es un

sujeto social y relacional, y al mismo tiempo un producto de su entorno, de su familia,

de sus grupos.

En “Gestalt Viva”, Nicolás de la Carrera habla del caso de una mujer que sufre

confusión de género y baja autoestima, y hace la siguiente reflexión: “En una sociedad

con tantos tics patriarcales, donde el 90 % de nuestros clientes son mujeres (¿Por qué

sufren más, o porque sienten, sueñan, viven más?), parecería útil facilitar testimonios

de autoestima de género” (De la Carrera, La oración gestáltica y otras oraciones, en

Boletín Nº 19 de la AETG, 1999, p.60).

78
Interesantes me parecen también las reflexiones que hacen Pilar Delkader sobre

la utilización de herramientas gestálticas en la intervención en casos de malos tratos

psicológicos y Ágata Asensi Gonzalo (2007) sobre maltratador y cuidador.

Leyendo la entrevista a Eugenio Moliní en el número 29 de la revista de la

AETG, en sus respuestas intuimos una perspectiva de género y de interculturalidad.

Habla del manejo de las diferencias culturales y la capacidad de moverse en el terreno

movedizo de las diferencias culturales y de poder, y compartimos su punto de vista

cuando afirma:

“El primer paso en el desarrollo de esta capacidad es el de darse cuenta de sí

mismo como ser cultural y como ser que tiene poder (o falta de poder) por el simple

hecho de haber nacido en un determinado sitio, con un determinado género (…)”.

(Entrevista a Eugenio Moliní en la revista “la unión de las diferencias”, 2009, p.19).

En el número 4 de Gestalt Review, en un artículo del 2000 (p.26), Renate Becker

afirma que la Gestalt es un producto de nuestro tiempo y pone énfasis en la necesidad de

examinar de cerca la teoría y la práctica de la terapia Gestalt cuando se trata de género.

En “La agonía del patriarcado” Claudio Naranjo (1993) proclama que lo

patriarcal está en crisis. Habla de la muerte del ego social patriarcal y afirma que en los

últimos tiempos se ha ido produciendo un desmoronamiento gradual del autoritarismo y

que se puede apreciar una tendencia hacia un movimiento integrador de los factores

materno y filial de nuestro ser. En opinión de Naranjo, la raíz de muchos de los

problemas de la sociedad actual reside en la pervivencia de una característica

79
aparentemente intrínseca de todas las grandes civilizaciones: la organización patriarcal

de la sociedad y de la mente humana. La fuente de muchos males reside en el orden

patriarcal, en los valores patriarcales de autoritarismo, fuerza, competitividad, etc., y lo

que nos ha llevado a la crisis actual es nuestra incapacidad para las relaciones humanas.

“… la palabra “patriarcal”invita a pensar que la razón por la cual fracasamos

a la hora de crear entre nosotros relaciones fraternales, y lo que nos vuelve incapaces

de amarnos auténticamente a nosotros mismos (privándonos al mismo tiempo del amor

que de ahí podría redundar hacia nuestros prójimos), es la persistencia, en el interior

de cada ser humano y de la sociedad, de un vínculo obsoleto paternofilial, un vínculo

de autoridad-dependencia, sustentado en una tiranía de lo paterno sobre lo materno y

lo filial”. (Naranjo, La agonía del patriarcado, 1993, p. 31).

En nuestra sociedad, lo paterno, que tiene que ver con la acción y producción, se

ha hecho incoherente; lo materno, que tiene que ver con la recepción, nutrición y

educación, se ha desvalorizado y lo filial, que tiene que ver con crecimiento,

aprendizaje, deseo y libertad, se ha cosificado. Naranjo considera la salud como una

armonización de subpersonalidades, papeles familiares y valores culturales relacionados

con lo masculino, lo femenino y lo infantil y propone que una sociedad sana sólo puede

estar integrada por individuos emocionalmente sanos. La salud proviene de la existencia

de un equilibrio amoroso en las relaciones padre-madre-hijo, tanto dentro de la familia y

en el tejido social como en el interior de cada individuo.

“Si partimos de la idea de que la clave de nuestra liberación, tanto interna

como sociocultural, reside en la capacidad de integrar en nuestro interior los

80
componentes paterno, materno y filial, el corolario lógico es que encontrar y

desarrollar un elemento sintetizador, reconciliador, de los componentes intrapsíquicos

y biosociales adquiere una crucial importancia (...) para que haya verdadera

integración, es necesario que padre, madre e hijo, en los diversos niveles, no sólo se

comuniquen entre si, sino que, como en el símbolo taoísta del yin-yang, cada una pueda

inclinarse ante la otra e incluso reconocer en ella lo más profundo de si misma”

(Naranjo, La agonía del patriarcado, 1993, p. 65).

Naranjo piensa que es el equilibrio interno lo que puede salvarnos de la

conciencia patriarcal y de sus consecuencias. Para salir del patriarcado no es suficiente

con llevar a cabo solamente cambios externos, como por ejemplo la nivelación del

equilibrio de poder entre los sexos, sino que resulta necesario que hombres y mujeres

atraviesen un proceso de transformación y liberación interior. Me parece importante,

pero siempre y cuando no nos olvidemos del contexto sociocultural que nos influye y

nos condiciona. Si no, corremos el riesgo de considerar el sistema sociopolítico exento

de toda responsabilidad y lo cierto es que también la tiene.

Y por último, pero no menos importante, ya que sus ideas me han servido de

mucha inspiración, la terapeuta gestáltica Maya Kerosuo, feminista con amplia

experiencia en temas de género, con conocimientos importantes de la teoría y el

movimiento queer y muy crítica con la falta de perspectiva de género en la terapia

Gestalt en Suecia y a nivel internacional.

81
82
EL POTENCIAL DE LA TERAPIA GESTALT PARA SER UNA FORMA DE

TERAPIA CON PERSPECTIVA DE GÉNERO

Si bien es cierto que poco se ha tenido en cuenta el enfoque de género en Gestalt,

consideramos que al ser una terapia humanista, fenomenológico-existencial, tiene el

potencial de ser una terapia feminista, con perspectiva y conciencia de género. Además,

muchos de sus planteamientos teóricos están en consonancia con las ideas del

construccionismo social. Pensamos en el vínculo e interacción paciente-terapeuta, el

pensamiento dialogal, la teoría paradójica del cambio, el concepto de campo y la

importancia que se da al cuerpo en esta corriente terapéutica.

Desde el enfoque constructivista (en contraposición a la perspectiva

racionalista), que es histórica y centrada en los procesos (no en los contenidos), en

terapia, se fomenta la experiencia y la exploración, porque las emociones se consideran

formas de conocimiento potentes. Las resistencias son procesos que protegen la

integridad sistémica y se trabaja con ellas. La terapia aporta un contexto seguro en el

que el paciente explora para poder desarrollar formas alternativas de contacto consigo

mismo y con los otros. Hemos visto que según el constructivismo, la persona construye

activamente el conocimiento del mundo y la realidad puede ser interpretada en distintas

formas. Estos planteamientos van muy en la línea de la terapia Gestalt. En Gestalt

también pensamos que la objetividad absoluta no existe, de acuerdo con el enfoque

constructivista. La Gestalt, por excelencia, es la corriente terapéutica que más se centra

en el “cómo”: atendemos más a los procesos que a los contenidos. Y según la teoría

gestáltica, el yo es co-creado y evoluciona en diálogo, la figura y fondo siempre están

83
en movimiento. Esto también significa que género puede ser algo abierto, abierto a un

ahora nuevo en un campo específico.

A continuación pasamos a profundizar en cada uno de estos conceptos.

Humanismo

La Psicología Humanista es un movimiento también llamado Tercera Vía en oposición

a los modelos psicoanalítico y conductista. Su objetivo es desarrollar una psicología

orientada al desarrollo y crecimiento personal del ser humano. El movimiento

humanista tiene una concepción holista del ser humano, es decir, la persona es una

unidad no asimilable a la suma de sus partes. La naturaleza de la persona se expresa y

realiza a través de sus relaciones con otras personas.

La terapia Gestalt encuadra dentro de las Psicoterapias Humanistas y tiene como

objetivo que la persona se dé cuenta de todo que le acontece y lo que evita, para poder

desarrollar plenamente sus potencialidades. Es una corriente terapéutica con una

perspectiva holística e integradora que tiene presente que el todo es más que la suma de

las partes y que existen continuas interrelaciones entre estas partes. Es una premisa que

queda reflejada en el énfasis puesto en las continuas interacciones del organismo con su

ambiente y en cómo se destacan las interrelaciones de las distintas dimensiones de la

persona: lo físico, lo sensorial, lo cognitivo, lo social y lo espiritual.

Vínculo e interacción paciente-terapeuta

En las terapias humanistas el tratamiento se basa en la relación entre terapeuta y

paciente. Ambos son influidos en la relación. El terapeuta gestáltico tiene una

84
concepción fenomenológica del vínculo terapéutico, está a la escucha del otro, de si

mismo y de lo que ocurre entre él y el otro. Sabe que forma parte del proceso relacional

y acepta que es co-creador con el paciente de lo que sucede en el proceso terapéutico, es

una de sus maneras de comprometerse.

La responsabilidad del terapeuta es el acompañamiento, acompañamiento en los

caminos de sombra y de luz. Si confía en la capacidad de integración del paciente, esta

se potenciará. Si no confía en que el paciente haga esa integración, difícilmente lo podrá

hacer, porque la manera en que resolvemos, también depende del entorno que nos rodea.

La tarea del terapeuta Gestalt consiste en crear las condiciones para que el paciente

encuentre por si mismo el camino de su bienestar. Ante todo lo que nos interesa es

ayudar al paciente a reorganizar su campo para que encuentre sus propias soluciones

creativas.

La relación terapéutica es un encuentro humano, un encuentro real de dos

personas. El crecimiento surge del contacto real entre personas reales. La relación

terapéutica debe ser un espacio seguro para ser quien se es y para construir ese ser a

través de la exploración de la experiencia. Creamos significados a través del contacto

directo con la experiencia que surge en la frontera contacto.

En el espacio terapéutico se produce un encuentro entre cuerpos, reales y

tangibles. La actitud y el tipo de relación que establece el terapeuta con su paciente,

constituye el factor de cambio más potente. Resulta terapéutica una relación de

aceptación, sinceridad, congruencia, empatía y compromiso. Un terapeuta

comprometido con la situación puede elegir hacer una revelación del sí mismo cuando

85
considera que facilitará la apertura a experiencias a las cuales el paciente no presta

atención. Ese descubrimiento personal, una herramienta de trabajo más, se realiza

siempre en beneficio al paciente, nunca al servicio del terapeuta.

La relación que establece el terapeuta con su paciente depende de factores

individuales (historia de vida, manera de ser, etc.) y contextuales (influencias familiares,

sociales, culturales, etc.). Parece deseable que el terapeuta haga una reflexión sobre

estos factores para llegar a una mayor concienciación de sus intenciones, de sus

creencias y su transmisión en la relación terapéutica.

En Gestalt entendemos cada comportamiento en su significado relacional. El

“yo” es relacional y surge en un campo social. La persona y su ambiente están en

relación como partes de una misma unidad en interacción. En una relación Yo-Tú, en un

proceso de co-creación, tanto actúa el Yo sobre el Tú, como el Tú sobre el Yo.

El “yo” aparece en el aquí y ahora y en contacto. En terapia, un yo con otro yo.

En el encuentro terapéutico, aquí y ahora, yo y tú somos un campo. Es palpable la

dimensión ética en este encuentro: es posible manipular y herir.

“En el contacto, en el momento de la unión, yo no soy solamente yo, ni tú

solamente tú: tú y yo somos ahora nosotros. Y cuando me conecto contigo y entro en

contacto, expongo mi existencia independiente y puedo quedarme enganchado en esa

relación. El contacto es un peligro, pero también es la base del crecimiento y de la

maduración” (Martín, Manual práctico de Psicoterapia Gestalt, 2006, p.64).

86
El terapeuta tiene una responsabilidad y esto también significa que como

terapeuta es de suma importancia revisarse y trabajarse a uno mismo, continuamente. En

Gestalt se requiere que el terapeuta se haya implicado en una terapia propia, en un

proceso de autoconocimiento. Creemos que sólo aceptando y reconociendo lo que

somos, aceptando la realidad de las condiciones en las que vivimos o hemos vivido en

el pasado y las decisiones que tomamos bajo estas circunstancias, y sólo aceptando el

hecho de que nosotros mismos elegimos ser quienes somos, podemos generar un

cambio en nosotros o en el ambiente. Consideramos importante que los y las terapeutas,

para ser unos buenos compañeros de viaje, también nos hagamos preguntas con respecto

a género. Nos sentimos con la responsabilidad de vernos a nosotros y a nuestros

pacientes desde la perspectiva de género.

Consideramos que al igual que conviene que el terapeuta, a lo largo de un

proceso terapéutico, revise continuamente su actitud para no proyectar, esperamos

también que tanto él como el paciente tengan muchas oportunidades para tomar

conciencia y así alejarse de los estereotipos de género que nos limitan a todos y a todas.

Incluso, creemos que la terapia muchas veces puede servir como prevención de un

problema con un fondo tan complejo como es la violencia machista, y no nos referimos

únicamente a los malos tratos que tienen lugar en muchas parejas, sino a todas sus

expresiones que las mujeres sufren diariamente.

La psicoterapia transmite una serie de valores sobre las relaciones, sobre

diferentes maneras y alternativas de estar en el mundo, y también sobre género. Como

sociedad, todos tenemos una responsabilidad para llegar a la igualdad de género, pero

87
quizá los terapeutas tengamos un compromiso aún mayor por dedicarnos al cuidado de

la salud emocional y mental de las personas.

Un terapeuta que se da cuenta de si y del campo, es decir, del contexto cultural

con sus implicaciones de género en este caso, tiene el poder para elegir y discriminar

hasta qué punto es importante trabajar desde una perspectiva de género a la hora de

interactuar con un determinado paciente y en definitiva puede elegir de manera más

consciente su modo de ejercer la psicoterapia, con o sin conciencia de género. No

obstante, en todos los casos la postura ante género influirá en la relación terapéutica.

Fenomenología

Una de las fuentes de las que ha bebido la terapia Gestalt para su desarrollo es la

fenomenología. La terapia gestáltica surgió en respuesta a la rigidez del psicoanálisis

clásico que no incluía un enfoque fenomenológico. Según la fenomenología lo

importante es la vivencia en el aquí y ahora tal como es percibida por la persona, una

experiencia única de cada ser humano. La percepción está determinada por factores

subjetivos que son los que dan un significado. La fenomenología plantea el interés

primario por el fenómeno como método para llegar a la comprensión. Pone entre

paréntesis cualquier prejuicio para poder acercarse al fenómeno de la manera más

ingenua posible. El método fenomenológico es descriptivo, horizontal y defiende el

valor de la experiencia vivida. De Mingo (2005) escribe que la Gestalt se nutre de la

fenomenología y recoge que la percepción corporal de la vivencia es inmediata y que

nuestra percepción del mundo es subjetiva y tiene sentido, que es diferente para cada

persona (p. 64).

88
La relación dialogal

La perspectiva dialogal de la realidad es que toda realidad es relación. El darse cuenta es

relacional, nuestro sentido de nosotros mismos es relacional, crecemos gracias a lo que

ocurre entre personas, no solamente mirando hacia dentro.

La psicoterapia es una actividad dialogal en la cual se produce un encuentro

entre dos cuerpos en el aquí y ahora. La conciencia dialogal es una piedra angular en la

terapia Gestalt que enfatiza los aspectos relacionales en terapia. Se reflexiona sobre la

importancia de la relación terapéutica y el tipo de contacto tanto cuando se trata de

casos en los cuales se produce un crecimiento personal como cuando no tiene lugar ese

esperado incremento en el darse cuenta del paciente, es decir, siempre se tiene en cuenta

lo que ocurre en la relación entre paciente y terapeuta para discriminar qué contribuye a

un contacto sano y lo que no (actitudes, creencias, transparencia, honestidad, etc.). La

relación entre paciente y terapeuta es un factor crítico en una terapia de éxito. Es

importante establecer una relación yo-tú, con aceptación incondicional. Cuando hay

contacto auténtico, entonces una transformación dialogal puede producirse.

Según Yontef (1995) el pensamiento dialogal tiene gran importancia en el

proceso terapéutico. Pone el énfasis en la relación terapéutica cuando afirma que todo es

inherentemente relacional y que el darse cuenta emana del diálogo en el campo

individuo/ambiente. Sanar es restaurar la totalidad, a través de un compromiso persona a

persona. El contacto dialogal requiere tener fe en que existen recursos no sólo bajo el

control de la persona, sino en el resto del campo organismo/ambiente. Sólo en el

compromiso humano, en el contacto del encuentro yo-tú, se desarrolla la unicidad de

89
cada persona. Sólo sabiendo cómo somos con los otros y cómo son los otros con uno,

nos conocemos y nos convertimos verdaderamente en nosotros mismos.

Teniendo en cuenta esto, parece importante que el terapeuta tenga conciencia de

sus propios valores y actitudes, en general, y también específicamente con respecto a

sexo/género. Precisamente por esta razón, me llama la atención que haya habido tan

poca reflexión sobre cuestiones de género dentro de la terapia Gestalt. Porque estos

valores son introducidos en el diálogo, de forma más o menos consciente, en el

encuentro terapéutico. Un terapeuta puede tener una visión más prejuiciosa y puede

entender de manera estereotipada que hay una división marcada entre lo que significa

ser mujer y lo que significa ser hombre mientras que otro terapeuta puede tener una

visión más feminista. Según la teoría dialogal de la terapia Gestalt, estas diferentes

creencias y actitudes van a afectar e influir en el proceso terapéutico.

Perspectiva de campo

Un campo es una totalidad de fuerzas que se influencian recíprocamente y que en

conjunto forman un todo interactivo unificado. El campo es interactivo, determinado

por las fuerzas concurrentes presentes.

Lewin (1988) define el campo como una totalidad de hechos co-existentes que

son concebidos como mutuamente dependientes. Los fenómenos no se dan como algo

aislado, sino que están en función de la organización del campo. Afirma que el

comportamiento puede ser definido como una función que depende a la vez de la

personalidad y del ambiente, e incluso que el ambiente es una función de la

personalidad y la personalidad es una función del ambiente. Los procesos que se

90
producen dentro del campo tienden a lograr un estado tan bueno como lo permiten las

condiciones en ese campo.

La teoría de la terapia Gestalt se basa en la teoría de campo. En terapia Gestalt,

estudiamos a las personas en su campo organismo/ambiente. Una persona nunca puede

estar desconectada del campo de los fenómenos sociales: es una relación dinámica de

“Yo” y “Tú”, “Nosotros”. Consideramos importante el campo bio-psico-social completo

y tenemos en cuenta todas las variables, fisiológicas, sociológicas, cognitivas,

motivacionales, etc.

La teoría de campo sustenta la perspectiva fenomenológica. El campo es un todo

en el cual las partes están en relación y correspondencia inmediata unas con otras, y

ninguna parte queda al margen de la influencia de lo que ocurre en otro lugar del

campo.

El campo puede constar de elementos de los que no tenemos conciencia, no es

una entidad, sino una experiencia y es siempre el campo de alguien. Ningún organismo

puede ser separado de su contexto. Todo paciente existe en un campo constituido por

ese paciente y su entorno. La perspectiva de campo permite abordar la totalidad del ser

humano sin que esté aislado.

“En la autorregulación organísmica las circunstancias del campo organizan la

experiencia, la acción y determinan las necesidades que hay que cubrir. La persona

puede ajustarse creativamente a las circunstancias del campo. Aunque algunas veces

los hábitos se modifican ajustándose a los cambios de las circunstancias, el cambio

91
estructural y significativo se da a través de la conciencia del contacto con el campo.

Las fuerzas que determinan el cambio tienen que ver con la madurez biológica, las

interacciones interpersonales y los ajustes creativos del individuo y/o del ambiente”

(Yontef, Teoría del cambio en la terapia Gestalt, en Woldt y Toman, Terapia Gestalt:

Historia, teoría y práctica, 2007, p.82).

El campo organismo-ambiente soy yo, en relación con mi mundo. La concepción

del ser humano en su relación con el mundo, invita a apoyarme en el reconocimiento y

valoración de las diferencias, porque si me nutro gracias al contacto con lo que no soy

yo, eso significa que me enriquezco con estas diferencias, con lo diferente a mí.

Según la perspectiva de campo, toda vivencia tiene que ser contextualizada. “Soy

creador de la situación en la que estoy, al mismo tiempo que soy creado por esta

situación” (Robine, XI Congreso Internacional de Terapia Gestalt, 2009). El campo es

dinámico, es decir, una interacción entre la persona y su situación. Esto significa que no

sólo los rasgos de personalidad determinan la experiencia y la construcción de las

formas. El contexto relacional y situacional alienta o desfavorece una forma u otra. Un

síntoma siempre es una forma que fue adecuada en un momento determinado, en un

contexto, en un sistema relacional. Algo resultó adaptativo en la situación original (este

es el ajuste creativo), pero continúa siendo activado cuando ya no sirve. En el presente,

este síntoma puede ser una forma obsoleta, y entonces la terapia iría encaminada a la

construcción de una nueva forma, más eficiente y más flexible. La sociedad puede

apoyar una forma u otra, por ejemplo, los niños son alentados a pelear y las niñas a

manipular para conseguir lo que quieren. En un comienzo la agresividad o la seducción

no son rasgos predeterminados por el sexo biológico. Si el niño introyecta el mensaje

92
“un chico no llora” está siendo alentado por el contexto a dar otra forma a la tristeza al

dolor o la frustración que no son las lágrimas, siente tristeza, pero el ambiente no acoge

esta posibilidad y el niño quizá comience a utilizar otra forma disponible y favorecida

por su ambiente familiar o cultural, por ejemplo, una forma agresiva. Esto mismo es lo

que puede ocurrir en el contexto terapéutico, el terapeuta es parte del campo del

paciente y si funciona con estereotipos o introyectos sobre género, alentará una forma

de su paciente, quizá en detrimento de otra más creadora y ajustada. Conviene hacer la

reflexión si una respuesta o devolución nuestra parte de un potencial creativo y de la

libertad de elegir, o si por el contrario tiene más que ver con costumbres y rutinas fijas.

El organismo y su ambiente es una unidad indivisible y para entender una conducta hay

que tener en cuenta el contexto en el que se desarrolla. Lo importante son las

interrelaciones entre las partes, más que las partes en si. El organismo es un sistema

formado por elementos que están en continua interrelación, influyéndose

recíprocamente, sin que pueda decirse que unos son las causas de los otros, porque

todos se están afectando mutuamente.

Existen diferentes teorías de campo. La teoría de campo relacional es una

perspectiva de un campo más amplio, que cuestiona toda distinción tajante entre interior

y exterior, entre yo y tú, que son términos inseparables. Incluso las experiencias

personales más profundas son acontecimientos determinados desde un campo

interconectado. Comprende al individuo como algo indivisible de un mundo más

amplio.

93
Perspectiva de Campo y Terapia Gestalt

Se ha criticado a la terapia Gestalt por ser un modelo demasiado individualista. Sin

embargo, esta manera de hacer Gestalt es solamente una de las caras de la terapia

Gestalt.

Wheeler (2002) opina que la terapia Gestalt con su perspectiva de campo y

pensamiento dialogal tiene posibilidad de ser una forma de terapia que cuestiona las

formas de terapia hegemónicas. Estamos viviendo una época de crisis patriarcal y en

ciencia se habla de un cambio de paradigma en el modo de comprender el mundo y el

ser humano. Un nuevo paradigma, el holismo, es un enfoque centrado en el todo que

entiende que esté todo, es algo más que la suma de sus partes.

Las teorías filosóficas y psicológicas de la cultura occidental se han apoyado en

un individualismo que toma a la separación y diferenciación como punto de partida. La

relación, la pertenencia y el encuentro se han considerado aspectos secundarios en

comparación con la integración individual y la satisfacción personal. El individuo posee

su yo y tiene una personalidad única. El yo sano es estable y no varía en el tiempo, es

una unidad integrada y plena.

Wheeler continúa diciendo que las escuelas psicoterapéuticas empiezan cada vez

más a centrarse en los aspectos relacionales. Quiere decir que este nuevo paradigma se

encuentra en la perspectiva de campo fenomenológico de la terapia Gestalt que proviene

de la Psicología de la Gestalt. La perspectiva de campo consiste en tener en cuenta la

relación con el campo en el que se encuentra el individuo. Wheeler concluye que el

modelo de proceso de la Gestalt puede integrar la dinámica individual de cada persona

94
con el contexto y la perspectiva social. Afirma que este desplazamiento de perspectiva

lleva a una comprensión del yo totalmente diferente y por consiguiente también implica

un cambio a la hora de comprender de qué se trata el trabajo clínico con los pacientes.

Esta conciencia de la importancia de lo relacional y lo contextual también se

encuentra en Joseph Zinker (1994) y en los Polster (1973). Según ellos, una condición

indispensable para la libertad de las personas, es un nuevo clima social. Son ejemplos

de terapeutas Gestalt con una conciencia más sistémica. Muestran que la terapia Gestalt

puede ser una forma de terapia más sistémica, también en un sentido político.

El cuerpo

Un aspecto clave dentro de la terapia Gestalt es la importancia del cuerpo. El cuerpo y

lo vivenciado corporalmente está al comienzo de toda experiencia, está en el fondo de

toda vivencia, es tanto conciencia como acción. Somos un cuerpo, no tenemos un

cuerpo. Gracias al cuerpo y a las emociones, nos damos cuenta de nuestra propia

existencia. Un número significativo de mujeres, en vez de sentirse agradecidas, están

descontentas con su cuerpo y este hecho condiciona sus vidas hasta lo inimaginable.

Esta realidad también nos lleva a opinar que el trabajo con el cuerpo es muy relevante.

En la creación de la identidad el cuerpo tiene un papel, es nuestra realidad, la

experiencia más inmediata. La interacción con los otros se construye en el cuerpo. Lo

que me permite percibir, actuar, desear y dolerme, es el cuerpo. En el cuerpo se

experimenta la cercanía, la distancia, la caricia y el castigo. Este cuerpo es la unidad del

ser. El yo es un sistema dinámico en continuo proceso de auto-organización, sobre una

base corporal de la vivencia. Sentimos los recuerdos en el cuerpo.

95
La Gestalt enfatiza la dimensión emocional de la persona y sus correlatos

corporales, el cuerpo vivencial. El terapeuta gestáltico está atento a todo lo que el

paciente expresa de manera no verbal. Lo que comunica el cuerpo también aporta una

importante información, por ejemplo la postura, los gestos, la respiración, la tensión

muscular, los movimientos, las quejas somáticas. El terapeuta tiene en cuenta que los

conflictos se expresan tanto verbal como corporalmente. Puede pedir a su paciente que

exagere su postura corporal o que adopte la postura opuesta. Ejecutar de manera

exagerada ciertos movimientos o posturas puede llevar a expresiones cargadas

afectivamente, pero que estaban muy alejadas de la conciencia. Estas intervenciones a

veces sirven para que el paciente llegue a un darse cuenta y logre un nuevo

entendimiento.

La terapia Gestalt plantea la esencialidad del contacto con la emoción corporal y

la necesidad de hacer evolucionar la vivencia en términos congruentes de acción y no se

trata de una simple catarsis o una elaboración racional, sino cuando se produce un

cambio es corporalmente sentido. Con el cambio vivencial, tiene lugar un proceso

constructivo y generador de significado.

En primer lugar y ante todo: el cuerpo es. El lenguaje y los significados son

corporales en los comienzos de la vida. El niño aprende el idioma a base de actuar de

distintos modos en diferentes situaciones: agarra, acaricia, se mueve, ríe, llora, etc. El

lenguaje formal nace más tarde y es una abstracción pálida en comparación con el

lenguaje de los sentidos.

96
El cuerpo y el campo

El cuerpo es siempre un cuerpo en interacción con la realidad. Es un cuerpo vivido y

vivenciado, situado y contextualizado. En terapia Gestalt es de enorme importancia el

contacto en los procesos terapéuticos y se ha incorporado el cuerpo como medio

imprescindible para la integración.

El análisis feminista quizá corra el riesgo de tratar únicamente las construcciones

sociales y olvidarse del cuerpo. Algunas terapias sólo se ocupan del cuerpo, olvidan que

el ser humano es una totalidad indivisible y no tienen en cuenta las interrelaciones que

se establecen entre las partes que forman una totalidad. En la terapia Gestalt también

existe el riesgo de olvidarse del campo, es decir, no tener en cuenta la estructura social,

en nuestro caso patriarcal, en la que vivimos, actuamos, pensamos y sentimos. Si no

consideramos el campo, la terapia puede convertirse en un lugar donde reproducimos y

fabricamos interminables variantes de desigualdad de género. Sin embargo, en una

terapia Gestalt con perspectiva de campo y de género, pensamos que todo cambio

operado en cualquiera de los campos de la persona, en lo social, lo psicológico o en lo

corporal, influye en los otros campos, por tratarse de un todo.

Cuando hablamos de campo organismo/ambiente, solemos usar el término

“organismo”, no “persona”. Implica que pasamos por el cuerpo para definir el campo.

El cuerpo está en el centro de toda experiencia y está en continua interrelación con el

ambiente. Robine (2009) explica que cuando Perls y Goodman hablan del campo, se

refieren al campo organismo/ambiente. Todo campo es el campo de un organismo y de

su entorno.

97
“El uso del término organismo y no “persona” o “sujeto” implica el paso por el

cuerpo para definir ese campo. Todo entorno sólo tiene sentido por el cuerpo, por la

carne, por un contacto continuado” (Robine, El fondo del campo. El segundo plano del

concepto, 2009, p.41).

La teoría paradójica del cambio

Desde la perspectiva fenomenológica, la regla de horizontalidad postula que todos los

aspectos del campo son relevantes y tienen la misma importancia. Una manera de

aplicar esta regla a las creencias preconcebidas y a las actitudes poco saludables, es

reconocerlas y trabajarlas, para ser conscientes de ellas, ponerlas entre paréntesis, y ante

las diferencias, no llevarlas necesariamente a la interacción con los demás.

Cuando estamos comprometidos en un diálogo, no podemos desprendernos tan

fácilmente de nuestros modos habituales de pensar o actuar y lo importante es

reconocerlos. La salud consiste en identificarse con la totalidad del ser y según la teoría

paradójica del cambio mientras uno trata de ser alguien que no es, más permanece en el

estado en el que se encuentra. Para que pueda ocurrir un cambio, en lugar de negar las

ideas preconcebidas, hay que reconocerlas, darse cuenta de ellas e identificarse con lo

que hay. Entonces se crean las condiciones necesarias para el cambio, la completitud y

el crecimiento.

“La teoría paradójica del aprendizaje consiste en que cuánto más te digo lo que

veo más cerca estoy de ti, más me gusta estar contigo y por lo tanto cambiarás más

todavía” (Zinker. El presente ya no es lo que era: Un encuentro gestáltico con Joseph

Zinker. 2005, en la revista AETG nº 25 Gestalt, Teoría y Técnica, p. 83).

98
Sólo cuando nos damos cuenta de lo que hacemos y de cómo pensamos estamos

capacitados para cambiar nuestra conducta e ideas. Sólo a partir del darse cuenta de

cuáles son nuestras creencias y cómo caemos en estereotipos equivocados podemos

cambiar y aprender nuevas formas de pensar y actuar. La exposición paradójica

promueve el crecimiento y el cambio a través de la exploración de lo que somos

realmente.

Realmente no hay paradoja en la teoría paradójica del cambio, porque como lo

expresa Wheeler (2002) no hay paradoja en la elección de enfocar la atención sobre el

darse cuenta, como una manera de influir en la acción, puesto que parece que la acción

tiene su origen allí, y por eso, es donde se ve que se puede influir más directamente (p.

91). Resulta más útil reconocer lo que me sucede, en vez de tratar de cambiar o evitar

algo que hay en mí y no me gusta, porque los cambios forzados me llevan a representar

ser lo que todavía no soy. Puedo completarme cuando reconozco y acepto mis diversas

partes, comportamientos y actitudes. Puedo crecer cuando sin juzgar experimento mis

diferentes aspectos, aceptándolos.

99
100
CONCIENCIA DE GÉNERO EN TERAPIA GESTALT

Consideramos fundamental que en los procesos terapéuticos se tenga en cuenta la

presencia de fuerzas contradictorias en torno a temas de género. Reconocemos que

mujeres y hombres pueden tener características psicológicas diferentes por sus

diferentes procesos de socialización y no hay que ignorar el papel que juegan las

diferencias de género en las relaciones. Es importante contemplar cómo las diferencias

de género y el poder nos influyen. Las concepciones teóricas pueden presentar sesgos

que legitiman relaciones basadas en roles tradicionales y a veces categorizan como

disfuncionales estilos de relación que se apartan de esos patrones. Cerrar los ojos a esta

realidad nos lleva a no hacer un análisis autocrítico de las propias posturas.

A lo largo de la formación de terapeutas en Gestalt se enfatiza la importancia

que tiene el darse cuenta en los propios terapeutas y la necesidad de conocer su propio

estilo para contactar con los demás. Consideramos importante que el terapeuta lleve a

cabo una revisión de sus propios valores, creencias y experiencias en un trabajo de

exploración personal, también con respecto a género, y que haya una coherencia entre

sus valores y su práctica.

No es cometido del terapeuta imponer un cambio en los roles de género a sus

pacientes, ni señalarles nuevos deberes u obligaciones, pero sí puede ser función suya

hacer visibles los patrones sociales y culturales implícitos en sus relaciones, de manera

que los pacientes puedan explorar nuevas posibilidades y elecciones en sus vidas.

Incrementar el darse cuenta siempre aumenta los recursos del paciente y le puede llevar

a utilizar otras formas de conducta alternativas más creativas.

101
Es misión del terapeuta apreciar y valorar los diferentes tipos de experiencia, sin

que ninguna sea considerada de manera arbitraria mejor o más madura, y a la vez

ayudar a ver las limitaciones y potencialidades de cada estilo. Puede señalar el papel del

género en el malestar o en el desajuste y cómo manejarlo. Esta conciencia de género va

a influir en la evolución del paciente.

En terapia existe el riesgo de reducir género a un tema individual,

descontextualizado del marco social. Muchos pacientes tienden a pensar que sus

dificultades se deben exclusivamente a que ellos no saben o no pueden hacer las cosas

de otra manera. Identificar los factores externos a la personalidad individual ayuda al

paciente a contextualizar los problemas, a ponerse menos a la defensiva y más dispuesto

a considerar temas más ocultos. Señalar los factores sociales que dificultan el cambio

normaliza, a la vez que da libertad para revisar maneras de funcionar automáticas. Es

una manera de abrir las perspectivas, quedan claras las dificultades asociadas a los roles

tradicionales, se facilita la toma de conciencia de las propias dificultades y no se

penalizan los errores que puedan surgir al intentar poner en práctica acciones

alternativas.

En los siguientes apartados continuamos profundizando en cómo se puede

trabajar con conciencia de género en terapia Gestalt.

La fenomenología del cuerpo en Terapia Gestalt

El cuerpo como resonancia de las emociones es un elemento esencial de la terapia

Gestalt. El terapeuta recoge todos los datos que se perciben a través del lenguaje del

102
cuerpo. Trabajamos con el ser humano en su totalidad, de ahí la importancia del cuerpo.

Reich se centraba en cómo el paciente se expresaba, no tanto en el contenido, sino en el

tono, la postura corporal, la respiración. Perls recogió esta idea y se convirtió en uno de

los puntos centrales de la terapia Gestalt.

Si integramos los conocimientos de las teorías de género y de la fenomenología

del cuerpo, podemos crear nuevas posibilidades en la relación paciente–terapeuta. El

terapeuta es parte del campo del paciente y en terapia el objeto de estudio es la relación

entre ellos y lo que expresan y comunican sus cuerpos. En terapia investigamos cómo el

paciente se experimenta a sí mismo en el campo relacional. Fenomenológicamente

exploramos lo que sentimos y percibimos. Exploramos los movimientos de nuestros

cuerpos con el objetivo de conocer y vivenciarnos a nosotros mismos. El enfoque

gestáltico de explorar y no interpretar constituye un medio para ayudar a los terapeutas a

ahondar en sus ideas preconcebidas sobre el significado del comportamiento no verbal

de sus pacientes y la reacción que éste les provoca. “La actitud fenomenológica nos

permite ver lo obvio y la experiencia vital y teórica nos abre la posibilidad de acceso a

intuiciones” (Durán López, Una reflexión sobre los límites, 2000, p.22). Comprender el

significado que los pacientes dan a su comunicación no verbal y reconocer el impacto

que tiene sobre mí como terapeuta, es importante para evitar caer en los estereotipos y

en la simplificación. El terapeuta trabaja con el paciente en términos de utilidad y su

tarea no es tanto saber si el paciente dice la “verdad”, sino comprender los significados

que el paciente da a los acontecimientos de su vida. Puedo investigar, junto con mis

pacientes, el significado de la comunicación no verbal y compartir los sentimientos que

resultan de esta exploración. Por supuesto que dar cuenta a mi paciente de lo que siento

103
requiere que previamente haya explorado en profundidad mis propios mecanismos

proyectivos.

Trabajar terapéuticamente con conciencia de género implica saber que el diálogo

tiene lugar tanto en un nivel verbal como en un nivel corporal. Se trata de prestar

atención a cómo el paciente es en el contacto, cómo se expresa, cómo está sentado,

cómo se bloquea en el presente. No se puede separar cuerpo y conciencia: el cuerpo es

un todo y necesitamos una comprensión que es vivencial, un insight corporal y no sólo

intelectual. “Más allá de la palabra está el cuerpo. Y más aquí de la palabra, también

está el cuerpo” (Rojí Menchaca y Saúl Gutiérrez, Introducción a las psicoterapias

experienciales y constructivistas, 2005, p. 203).

Si el terapeuta repara en lo que está expresando el cuerpo de una paciente (por

ejemplo, piernas apretadas, cuerpo cerrado y tenso) y en el cómo de su lenguaje o tono

de voz (por ejemplo, si tiene un tono bajo, quizá con eso esté expresando “tú puedes

hacerte oír, pero yo no…”) entonces puede pedir a su paciente que amplifique y enfatice

lo que está expresando con su cuerpo o con su voz para que la paciente se dé cuenta de

lo que está haciendo. Para esto es importante crear un clima donde la paciente se atreva

a volver a su cuerpo, siempre respetando las defensas corporales. Cuando pedimos que

exagere un movimiento facilitamos la apertura a las emociones asociadas a ese gesto.

Con esta nueva toma de conciencia se abre la posibilidad de que pueda variar este

repertorio limitado, expresarse más libremente y buscar nuevas alternativas más

flexibles y adaptativas, sin tanto “atasco” en el ciclo de la experiencia. La experiencia

puede transformar las creencias, los valores y los viejos patrones, y las células del

cuerpo quedan impregnadas por cada nuevo aprendizaje.

104
El terapeuta gestáltico se ocupa del darse cuenta fenomenológico y del campo

relacional de su paciente en un diálogo respetuoso. Entendemos que el “yo” está

corporizado y al mismo tiempo conectado con un entorno, su campo social. Cuando el

terapeuta tiene conciencia de cómo el género se puede manifestar y expresar en el

cuerpo, en vez de simplemente corroborar estas expresiones como una exteriorización

estereotipada más, se puede ayudar a los pacientes a darse cuenta de cómo las expresan

para poder cambiarlas, si estos consideran que eso les va a llevar a un mayor grado de

bienestar o de libertad.

En terapia Gestalt se trabaja en la “superficie”, es decir, trabajamos la

experiencia que tiene lugar en la frontera-contacto con nuestros pacientes. El punto de

encuentro está en esta frontera entre el “yo” y el “tú”. Los Polster (1973) explican que

se experimenta el “yo” en relación con lo que no es “yo” en esta frontera-contacto (p.

102). En Gestalt no tratamos de extraer significados del inconsciente, porque como dice

Perls, primero no sabemos lo que hemos reprimido y luego no nos damos cuenta de

cómo reprimimos. En un punto co-creamos una frontera de contacto. El problema al

trabajar en la superficie es que muchas veces tanto el terapeuta como el paciente

presuponen la superficie: la manera en la que el paciente habla, respira, se mueve, se

censura, busca causas, etc., porque estas maneras han sido naturalizadas, es decir, como

si una manera de ser de un hombre o una mujer fuera natural, como si fuera algo propio

de él o de ella por el hecho de ser hombre o mujer. Creemos que los roles de género

existen en la superficie, y como hemos argumentado el género no es algo inherente o

predeterminado del ser de antemano, sino algo que es construido en un campo entre

cuerpos. Cada persona es una función de lo que le rodea, de su entorno, de su sociedad y

105
de su cultura. El “yo” es un fenómeno relacional que surge en un campo, en relación, y

hablar de un “yo” aislado o separado de su campo o entorno social no tiene sentido.

Nadie puede estar totalmente desconectado de los demás y de la cultura en la cual está

inserto.

Pensamos que esta idea de que el género existe en la superficie está acorde con

el paradigma fenomenológico - corporal - relacional de la terapia Gestalt, es decir, cómo

el cuerpo o el organismo se relaciona aquí y ahora con un otro. El género existe en la

superficie, no existe una “sustancia” o esencia básica del organismo que lo constituya.

Son ideas que parecen coherentes y en consonancia con la teoría de la terapia Gestalt.

Así, pues, en esto también nos basamos para opinar que la terapia Gestalt tiene el

potencial para ser una forma de terapia crítica con las teorías que consideran género

como un atributo universal. En terapia Gestalt género puede ser considerado como algo

que se construye en un campo determinado y no como algo predeterminado o esencial

del ser.

Exploración e integración de polaridades

En terapia Gestalt se entiende que el auto-concepto está formado por la selección de

algunos de los rasgos de la personalidad con los que nos identificamos, quedando fuera

todos los rasgos contrarios. Cada vez que digo “ese no soy yo” se reduce mi

intercambio con el mundo y me empobrezco. El trabajo con las polaridades pretende

superar este sesgo para favorecer el crecimiento como personas con todas nuestras

posibilidades.

106
Una polaridad importante es Masculino-Femenino. Lo masculino se asocia con

el pensamiento lógico y la acción, mientras que lo femenino implica emocionalidad y

receptividad. En Gestalt se entiende que ambos polos, tanto el masculino como el

femenino, son rasgos de todas las personas, independientemente de su sexo biológico.

“El eje fundamental en la construcción social del género es la dualidad

masculino-femenino como elemento central de la identidad humana (…) La

masculinidad y la feminidad no son propiedades inherentes a los individuos, aunque sí

son propiedades inherentes o estructurales de nuestra sociedad. Las niñas y los niños,

al aprender las prácticas discursivas de su sociedad, aprenden a identificarse a sí

mismos como hombres o mujeres, puesto que se les exige poseer una identidad

reconocible”. (Bendicho Fernández, Teoría sexo-género y Polaridad masculino-

femenino, 2005, Tesina AETG, p. 23).

Adriana Schnake (1995) explica que el hemisferio derecho dirige el lado

izquierdo del cuerpo, el lado femenino, y el hemisferio izquierdo dirige nuestro lado

derecho, el lado masculino. El modelo de mundo imperante es el que privilegia las

funciones comandadas por el hemisferio izquierdo. Comenta que es una de las

polaridades que más toca trabajar en Gestalt por la fijeza de ideas y que esa fijeza no le

sorprende en absoluto, ya que las personas siempre encuentran un argumento que

mantiene la división. Todo el entorno está orientado hacia esa división, menos la terapia

Gestalt que está empeñada en desarmarla.

107
Las personas no son fuertes o débiles, activas o pasivas exclusivamente. Entre

dos extremos hay diversas intensidades de blanco o negro, de fortaleza o debilidad. Lo

mismo podemos decir de lo masculino o lo femenino.

El problema surge cuando asociamos los extremos de la polaridad con un sexo

biológico determinado: Hombre-Masculino-Superior-Ganar-Dominio o Mujer-

Femenino-Inferior-Perder-Sumisión, en vez de entender que son rasgos

complementarios que todos y todas podemos poseer, independientemente del sexo.

Algunas características polares, como actividad y pasividad, agresividad e inhibición,

estabilidad y labilidad emocional, se pretenden encajar en el hombre o en la mujer, sin

tener en cuenta al individuo y sus potencialidades.

En una cultura patriarcal y sexista hay una visión del mundo dicotómica y

jerárquica respecto a los sexos o como lo expresa Simón Rodríguez (2008) El hombre y

lo masculino y la mujer y lo femenino son respectivamente la locomotora y el vagón, la

semilla y el tiesto, lo conocido y lo desconocido, lo claro y lo confuso, lo completo y lo

carente.

Todas las personas, hombres y mujeres, poseemos rasgos femeninos y

masculinos en diversas combinaciones y proporciones, pero los ideales nos llevan a

negar características o pelear con todo aquello que no corresponde a lo que los valores

que hemos asumido definen como propio de nuestro sexo.

La identidad se forma y se mantiene por la interacción del campo en su totalidad,

es decir, por la construcción mutua entre el organismo y el resto del campo. El

108
moldeado de identidad de género masculino o femenino se adquiere durante el proceso

de socialización diferencial, y sin embargo, muchas veces la identidad es vivida como

un conjunto de características naturales y subjetivas del organismo, sin tener en cuenta

su ambiente. En el proceso de socialización un ser humano adquiere rasgos de

comportamiento y desarrolla deseos y modelos de vida relacionados con lo llamado

masculino o femenino para llegar a ser hombre o mujer y que, por regla general sigue

siendo dicotómico y excluyente lo uno de lo otro. Sabemos que el ambiente tiene un

papel fundamental cuando se trata del rechazo de una característica.

“Las diferencias sexuales en la sociedad occidental no constituyen sólo

diferencias biológicas sino que, a través del proceso de socialización, se modelan dos

cosmovisiones, dos grandes formas de vivenciarse y percibir el mundo, que es lo que

llamo” subcultura masculina” y “subcultura femenina”. En la estructura patriarcal la

subcultura masculina es la dominante, y su ideología incide tanto en el terreno de la

vida cotidiana como en la elaboración de teorías del saber científico. La posibilidad de

que exista una cosmovisión femenina ni siquiera es contemplada (…) Los términos de

normalidad, las normas, etc., vienen impuestas por la sociedad patriarcal. Se

desconoce el mundo de la mujer, ese mundo que se ha ido creando a partir de esa

diferenciación sexual, y que incluso las propias mujeres pueden desconocer, buscando

su identidad en un paralelismo con la del varón. Estas subculturas no son el producto

determinista de la naturaleza biológica, como argumentarían quienes desean mantener

el inmovilismo social. La biología es un determinante básico que nos hace felizmente

diferentes, pero interrelacionada con este hecho está la estructura de roles que existe

en la sociedad occidental y que se aprende a través de agentes socializadores durante

109
un proceso educativo distinto para varones y para mujeres” (Sanz, Psicoerotismo

femenino y masculino, 2004, p. 37).

Una representación dual implica una estructura de valores y normas relativas a

las relaciones de género, sobre la que se construyen los roles e identidades. Somos

productos de una socialización en azul o en rosa que nos lleva a aprender y desarrollar

ciertas habilidades y características, mostrando sólo una cara de lo que somos como

seres completos. Partimos de una característica y a veces algo en el ambiente convierte

esa característica en un problema.

La sociedad tiene una estructura que clasifica a los individuos en razón de una

categoría biológica, utilizada para fundamentar las relaciones de poder por medio de la

jerarquización de las diferencias y sostenida por los roles de género. El hombre debe ser

el proveedor de la familia, la máxima autoridad de la casa, y por tanto el encargado de

la “disciplina”, el último juez. La mujer debe ser la “madresposa” incondicional, la

responsable del cuidado de los hijos y del marido, la encargada de proporcionarles

cariño, la “dueña” de la casa. Es una estructura que lleva a una escisión en los seres

humanos. Una división que separa aptitudes, actitudes y emociones.

Algo va mal en el ambiente cuando lleva a que una característica o recurso

potencial constituya un problema, dependiendo de si la persona es de un sexo o de otro.

Lo que falta en el campo es aceptación, valoración, reconocimiento y apoyo de una

característica particular. Mujeres y hombres tenemos inteligencias y habilidades

polifacéticas y desperdiciar una parte es una pérdida de potencial y un derroche de

talentos. La persona, en un ajuste creador, encuentra una solución, la mejor solución

110
posible dentro de su campo. La solución se basa en algo interno, pero tiene que ser

apoyado por algo externo. Hay momentos en que ese ajuste creativo pierde su utilidad y

la solución se vuelve rígida, más difícil de llevar a otras situaciones.

”… las personas reaccionan a las circunstancias de su campo ya sea por medio

del contacto consciente o por medio de respuestas habituales determinadas por la

repetición de ajustes pasados. Las respuestas habituales varían en su eficacia y están

influenciadas por los “deberías” introyectados. (Yontef, Teoría del cambio en la

terapia Gestalt, en Woldt y Toman, Terapia Gestalt: Historia, teoría y práctica, 2007,

p. 82).

Mujeres y hombres necesitamos expresarnos de manera masculina y femenina,

manifestarnos como tiernos y agresivas, desear actuar con lentitud y rapidez, sin que

ello tenga necesariamente connotaciones positivas o negativas.

“El concepto de masculinidad o feminidad es una construcción sociocultural

que en otras sociedades no occidentales no tendría el mismo sentido…En la sociedad

occidental bajo ese constructor se aglutinan valores y roles, unas formas de percibirse,

en suma, toda una cosmovisión, que da lugar a un mundo de mujeres y a un mundo de

varones. Para que esto se dé, el proceso de socialización es diferente para ambos. Los

valores que se les enseña a cada cual como propios de lo masculino o lo femenino son

distintos y exclusivos y corresponden a uno de los polos: Lo masculino: Fortaleza,

actividad, propulsividad, rapidez, agresividad. Lo femenino: Debilidad, pasividad,

receptividad, lentitud, ternura. Y consecuentemente con lo que se considera que son

valores masculinos o femeninos, se enseña a cada cual a comportarse en base a unos

111
roles…Esta masculinidad o feminidad, con el tiempo, puede llegar a convertirse en un

esquema rígido de comportamiento, una especie de coraza cada vez más inflexible que

impide una fluida comunicación personal y relacional” (Sanz, Psicoerotismo femenino

y masculino, 2004, p. 39).

Cuando se trabaja terapéuticamente la polaridad masculino y femenino el

objetivo es conseguir que se acepten ambas partes o roles como propios y se integren.

Interiormente estamos fragmentados y la psicoterapia consiste en un proceso de

encuentro y reintegración de estas partes, entre la parte opresora y la oprimida, para

alcanzar la autorregulación organísmica. Los seres humanos tenemos talentos variados y

los opuestos, el yin, femenino, y el yang, masculino, se complementan.

“Se plantea un trabajo con las personas, tanto individual como grupal (es

necesario cambiar a las personas para cambiar la sociedad). Cuestionando y

valorando la polaridad masculino-femenino como un continuo en el que la persona

puede colocarse de acuerdo a sus características y al momento concreto, en el cual los

modelos hipermasculino e hiperfemenino son, únicamente, los extremos imaginarios de

una infinidad de alternativas” (Bendicho Fernández, Teoría sexo-género y Polaridad

masculino-femenino, Tesina AETG, 2005, p. 14).

La terapia nos ayuda a reconocer nuestros propios polos y nos permite actuar de

forma complementaria para generar ajustes creativos en las diferentes situaciones de la

vida. Un cambio de perspectiva de este tipo, que va más allá de un darse cuenta verbal,

puede llevarnos a un mayor grado de satisfacción y libertad de expresión.

112
La estructura de la neurosis

Según la teoría de Perls (1976) la estructura de la neurosis está compuesta de cinco

capas. Inspirándome, una vez más, en las reflexiones de Kerosuo (2004) me parece

interesante extrapolar los estratos de la neurosis de Perls a género. En la primera capa de

los roles actuamos de acuerdo con un ideal que suele responder a una serie de ideas

inculcadas por los otros: la familia, la sociedad, los medios de comunicación, etc. Este

representar roles de género nos aleja de nosotros mismos porque rechazamos partes

nuestras y adoptamos otras en un intento de ser tal y como un ideal nos dicta,

apartándonos de nuestro ser auténtico. En la segunda capa, el estrato fóbico, es donde se

encuentran todos los introyectos, reglas y prohibiciones, lo que está mal o bien visto, lo

que debo hacer o no hacer, lo que debo ser o no ser. Podríamos considerar género como

una Gestalt fija. Si la masculinidad y la feminidad son roles fijos, entonces la tarea del

terapeuta podría ser ayudar al paciente a darse cuenta de cómo ha introyectado género,

cómo lo está tragando sin masticar y de esta manera abrir otras alternativas diferentes de

contactar con su ambiente. Sabemos que en la introyección el mundo entra en el

organismo sin que este elabore nada, por ejemplo la educación, la información de los

medios de comunicación o las normas sociales. Podemos preguntarnos: ¿De qué manera

he tragado expectativas sobre masculinidad y feminidad? ¿Cómo me limito a mi

mismo? También podemos extrapolar el estrato del impasse a género. Es la capa de los

automatismos, y la tarea del terapeuta consiste en animar al paciente a quedarse con lo

incierto o desconocido para poder atravesar la capa de la muerte, el cuarto estrato o

implosivo, en la que hay paralización y estancamiento, para llegar al último estrato, la

capa explosiva, en la que la energía bloqueada se expande, lo cual augura el comienzo

de una fase de apertura y libertad, para comenzar a conectar con la vida y con lo

genuino, tanto en la relación consigo mismo como en su relación con el mundo.

113
Algunos mecanismos de interrupción del contacto

En cada etapa del ciclo de necesidades pueden darse diferentes interrupciones del

contacto que dificultan el buen funcionamiento del organismo. En este apartado

haremos una breve reflexión sobre los cuatro mecanismos neuróticos más comunes, de

los que hablaba Perls, y su relación con género.

Mediante la introyección aceptamos sin crítica ideas, valores y patrones de

conducta que proceden de fuera, que no son nuestros, muchas veces imposibles de

digerir. Muchas de las injusticias y desigualdades están enraizadas en usos y costumbres

que tenemos grabadas y clavadas en nuestro interior. Desde nuestra infancia y a lo largo

de la vida vivimos una serie de prohibiciones, recibimos gran cantidad de mandatos y

luego nos cuesta discriminar, aplicándolos a situaciones nuevas sin preguntarnos si

realmente son válidos para nosotros.

El camino de género está trazado culturalmente por mano patriarcal y recorrido

de forma automática por multitud de mujeres y hombres, sin estar sometido a crítica o a

innovación generalizada. Cuando funcionamos con muchos introyectos y nos dejamos

llevar por ellos, nos cuesta escuchar otros puntos de vista de manera abierta. Los

introyectos también nos quitan espontaneidad.

Los residuos patriarcales nos siguen afectando: como si no, se puede aceptar con

tanta tranquilidad la brecha salarial y la todavía baja tasa de empleo femenino, etc. Si

estas desigualdades patentes de superficie son tan bien aceptadas, podemos imaginar

qué queda en el subterráneo inexplorado y cómo ni siquiera se descubre.

114
Hemos comentado que algo va mal en el ambiente cuando percibimos que

ciertas conductas, por el simple hecho de ser llevadas a cabo por un hombre o una

mujer, son ignoradas o mal recibidas por el entorno. Cuando cruzamos los límites de lo

que se supone que es lo apropiado para un sexo u otro, es este entorno el que se encarga

de enseñarnos lo inadecuado de nuestra forma de ser. Sabemos que cuando el

comportamiento espontáneo de una persona se encuentra con el rechazo del mundo, se

crea una interferencia en el desarrollo natural de la autorregulación organísmica. La

consecuencia es que la persona se traga o introyecta las creencias o expectativas del

ambiente, lo cual influye en la formación del “yo”. Esto es así porque las personas

reaccionamos a las situaciones del campo, es decir, a las necesidades, recursos y

peligros que existen para nosotras y para los demás.

A lo largo de la infancia vamos consolidando conductas típicas de niño o de

niña, poniendo en funcionamiento cosas que hemos oído y visto como que las mujeres

no juegan al fútbol, que los hombres no lloran, etc. Especialmente en la etapa de la

adolescencia tememos ser castigados con la exclusión del grupo. Por eso todos nos

vestimos y hablamos igual, hacemos las mismas cosas y cumplimos con los mandatos

de género, muchas veces reprimiendo nuestra propia personalidad.

La desigualad estructural y simbólica obliga a tragar a las mujeres una serie de

contradicciones y dobles mensajes, “sé una cosa y lo contrario al mismo tiempo”, por

ejemplo, independiente y conformista. Es esta estructura patriarcal la que en un

momento determinado las intenta forzar a adoptar una polaridad en detrimento de otra

más adecuada a sus necesidades. Ser femenina se entiende como ser un apoyo para

115
otros, cuidar y vivir para los demás, al mismo tiempo que se espera que la mujer se

sienta frágil y necesitada. Los mandatos de género son nocivos para la salud: Los hay

tradicionales y los hay modernos, pero en todos los casos transgredirlos genera culpa y

limita la libertad de las mujeres. Son modelos idealizados exigentes que generan

frustración porque son contradictorios e imposibles de alcanzar. Nos parece grave

porque este tipo de mensajes contradictorios contribuyen a la desintegración de las

personas. Vivir en condiciones patriarcales perjudica especialmente a las mujeres y esto

requiere nuestra atención.

“Vivir en un mundo androcéntrico y patriarcal daña la autoestima de las

mujeres y produce, en muchas mujeres que están en desacuerdo con esas condiciones,

una profunda experiencia identitaria: la de ser asintónicas al no corresponder con

valores, mandatos, tradiciones, condiciones y modos de vida (…)” (Lagarde y de los

Ríos. Claves feministas para la autoestima de las mujeres. 2000. p. 39).

Gran parte de las creencias falsas y sin contrastar provienen de la confusión de

sexo y género, es decir, de la confusión entre naturaleza y cultura. Como cuando

escucho a mis pacientes mujeres decir “Los hombres son seres sexuales” yo me

pregunto ¿Y las mujeres no lo son?

Otros introyectos que he escuchado en las mujeres atendidas son, por ejemplo,

”Una mujer es de un solo hombre” (una paciente que aguantaba en un matrimonio

insatisfactorio en todos los planos, sin plantearse la posibilidad de separación en ningún

momento, mandándole dinero al marido en su país y este en vez de invertirlo en el

cuidado y educación de los hijos, lo gastaba en sus propios placeres), “El éxito

116
verdadero está en amar y ser amada” (muchas mujeres mayores atendidas en los grupos,

y no siempre tan mayores, expresan cómo se han visto condicionadas, temiendo la

calificación de guarras o egoístas, cuando han tenido unos comportamientos y

expectativas de vida distintas a la virginidad o la maternidad) , “Son cosas de mujeres”

(parece que gran parte de la responsabilidad de la casa tiene que seguir siendo femenina,

las labores de cuidado, la limpieza, la preparación y conservación de alimentos, etc.).

Recordemos algún dicho: “Una mujer de su casa” o “Es una buena madre, que

tiene la casa como los chorros del oro”. Muchas mujeres todavía cumplen un mandato

patriarcal de aceptación de la división sexual del trabajo y de desigualdad de poder entre

mujeres y hombres para lo que fueron ellas mismas adiestradas.

Creemos que la división sexual del trabajo perjudica tanto la salud personal

como la colectiva. ¿Por qué y para qué esta división entre hombres y mujeres? Para

contestar a la pregunta, como hemos visto, habría que tener en cuenta tanto los factores

intrapsíquicos como los socio-relacionales. Algunas profesiones tienen connotaciones

de género femenino y por mandato patriarcal se han adjudicado a las mujeres, los

hombres no se interesan por ellas. No es cuestión del tipo de tarea o función, sino del

prestigio. Lo femenino, no es que no sea digno de valor, pero se ha invisibilizado y

desvalorizado. Las habilidades, valores y destrezas de lo llamado femenino son

imprescindibles para la humanidad en su conjunto y por tanto deberían proponerse

como aprendizajes y tareas humanas universales.

Cuando las mujeres confunden su persona con su familia están siguiendo sin

crítica varios mandatos de género expresos o simbólicos: El mandato patriarcal de “ser

117
para otros”, hay que ser una buena mujer, una buena madre, una buena hija…; el

religioso de “ser abnegada”; el económico, “mi trabajo no es tan importante y si hay

desigualdad salarial y mi sueldo es menor no importa”; el cultural “soy egoísta si no

tengo hijos”. Las mujeres que tragan enteros estos mandatos sin masticar, fácilmente

confunden su felicidad con el éxito de sus maridos o hijos y se sienten responsables

directas de la felicidad de los otros. Lagarde y de los Ríos invita a la reflexión:

“…la formación tradicional de género hace de las mujeres una parte de los

otros, y hace que tengan una experiencia satelital en torno a los otros por ser definidas

seres - para – otros, en parte colonizadas por sus seres importantes, en parte

confundidas y cofundidas con ellas y ellos. Su autoestima está permanentemente

mediada por la presencia y la estima de los otros” (Lagarde y de los Ríos. Claves

feministas para la autoestima de las mujeres. 2000. p. 183.).

Otro introyecto imposible de asimilar y digerir, es que una mujer debe hacer el

menor ruido posible, no debe ocupar demasiado espacio, ni ser la protagonista de su

propia vida. Erving Polster (2003) cuenta que Miriam Polster le pidió a una paciente,

que sólo desempeñaba un papel secundario en su propia vida, que se colocara en el

papel de protagonista en una sesión de terapia de grupo. Al hacerlo su mente se abrió a

la posibilidad de ser la autora de su propia vida y se sintió libre para ser una persona con

un lugar central (p.22).

Siguen bastante extendidos una serie de mitos y trampas que impiden la

autonomía de las mujeres y dificultan que las personas se desarrollen en su totalidad y

de forma integral, cayendo en situaciones de dependencia. Son una manera equivocada

118
de entender la complementariedad de los sexos. Está el mito de que el amor romántico y

fusional es igual a éxito. Busco al hombre complementario que compensará todo

aquello de lo que creo carecer, me fusiono con él y me dará protección y seguridad, me

hará completa. Aparecerá mi media naranja, sin defectos, que dará sentido a mi vida,

que tapará todas mis carencias y adivinará mis gustos. ¿No sería mejor que fuéramos

dos naranjas enteras? ¿Dos seres completos que se reconocen como iguales? Somos

personas sexuadas y diferentes, no partidas por la mitad. Otra trampa sexista es el

supuesto amor incondicional de la maternidad y de la pareja, que viene acompañada de

una promesa de felicidad y reciprocidad que no siempre se cumple. Para un número

significativo de mujeres el refrán se invierte “Más vale mal acompañada que sola”.

Los mitos culturales se extienden a través del lenguaje, las canciones, los

productos mediáticos, escritos y audiovisuales, alimentan las fantasías de entrega en

ellas y de control y dominio en ellos. La televisión sigue diciéndonos que la mujer está

en el hogar, lava más blanco, limpia los azulejos. Como nos dice que el hombre

conduce más rápido, es más fuerte y tiene mayores conocimientos. Tragamos lo que

vemos como si fuera ley. ¿Por qué después de limpiar el baño viene un hombre

mayordomo a decirnos que no lo hemos hecho bien? (Compartiendo responsabilidades:

un nuevo contrato social, FMP). La televisión nos enseña a resolver conflictos con los

otros con el único recurso de la violencia. Nos hace admirar al héroe, casi siempre

hombre, y cuanto más violento mejor. Estamos transmitiendo conductas violentas y

sexistas.

La violencia de género está arraigada en la propia estructura social, así como en

creencias, costumbres y símbolos. Es la consecuencia de la discriminación y del

119
desequilibrio de poder entre hombres y mujeres. También hay muchos mitos sobre la

violencia de género: “El maltratador es siempre un enfermo mental o maltrata por culpa

del alcohol” o “La violencia contra la mujer es producto de una mala relación de pareja

y todo se solucionaría con buena voluntad y paciencia”. En casos de agresión sexual

hemos llegado a escuchar: “Las mujeres provocan” o “Ellos no pueden controlarse”.

Toda clase de prejuicios, también los prejuicios de género, pertenecen al

mecanismo proyectivo. La proyección es muy propia de cualquier tipo de racismo,

marginación o discriminación. En la proyección la persona atribuye a algo de fuera

aquello que realmente le es propio. La persona que se deja llevar por la proyección se

convierte en víctima de los demás y de las circunstancias, en lugar de ser un participante

activo de su propia vida. Rechaza aquellos aspectos de su personalidad que encuentra

difíciles o poco atractivas. Quizá renuncie a algunos aspectos de la polaridad femenino-

masculino y al igual que en la introyección, la persona luego tiene dificultad para

distinguir aquellas facetas de su personalidad que realmente son de ella y aquellas que le

son impuestas desde fuera.

En la retroflexión se marca excesivamente el límite entre el yo y el ambiente lo

que hace que la persona se vuelva hacia si mismo. La retroflexión reiterada bloquea las

salidas al mundo. Si rompo con los roles de género establecidos ¿de qué manera me

castigo o retroflecto? El auto-castigo, la auto-crítica y la auto-denigración son ejemplos

de retroflexión. El retroflector es el peor enemigo de si mismo. Explica Gomis Mateo:

“La influencia del mandato de género refuerza la equivalencia entre feminidad

y docilidad. Esta prescripción es fuente de importantes conflictos internos en la mujer.

120
Las normas sociales presionan en el sentido de reforzar la inhibición de las

manifestaciones de agresividad y la sexualidad”. (Gomis Mateo, Tres casos de mujeres

en la búsqueda de su identidad, Tesina AETG, 2008, p. 44).

En una sesión terapéutica, una mujer toma conciencia de cómo se castiga, con

palabras, con la comida. Su manera de castigarse también la percibo en su cuerpo, en su

expresión corporal complaciente, caderas echadas hacia atrás (¿dónde está la

agresividad, la fuerza, la sexualidad? Me llama la atención), en su docilidad, voz suave

y tenue, siempre empieza las frases con un “no sé”, o “yo no tengo ni idea”. Señalo lo

que veo, su postura corporal, su gesto, su retroflexión. Dice que odia su cuerpo. La

persona que retroflecta lucha consigo misma continuamente, contra todo lo que ve de si

que no le gusta, o cree que no les gusta a los demás. Ella se da cuenta de lo que hace y

también de que esta manera suya no necesariamente tiene que ser algo fijo, algo

grabado para siempre, existen otras maneras, quizá más satisfactorias, más saludables.

Es una mujer que posee una historia y está influida por esta. Desde un enfoque

humanista, también es cierto que si se trabaja, nuestra historia no necesariamente es

determinista y es susceptible de ser revisada porque el aprendizaje y la evolución son

inherentes a la vida. Siempre está presente la posibilidad de cambiar.

La mayoría de las mujeres están descontentas con su cuerpo, que triste me

parece este hecho. En un momento determinado del proceso, puedo elegir compartir esta

tristeza con mi paciente. Puedo comunicar mis sentimientos, si creo que esto ayuda a la

expansión del darse cuenta de mi paciente. En la presencia dialogal, como terapeuta

estoy presente como persona, puedo compartir significados con mi paciente. Este tipo

de comunicación no significa que no discrimine, sino se refiere a un compromiso en el

121
cual puedo mostrar mis sentimientos y experiencias. Discrimino cuándo y cómo

hacerlo, en diferentes situaciones y con diferentes tipos de pacientes.

Juntas podemos explorar sus introyectos, sus expectativas de qué y cómo tiene

que ser una mujer. Podemos usar el juego para expandir y ampliar los límites de

contacto. La conciencia es lo que nos permite un posible cambio y por medio de las

experiencias vividas en consulta podemos abrirnos a nuevas posibilidades. Quizá mi

paciente llegue a la conclusión de que existen otros modos de estar en el mundo y de

relacionarse. Si es algo que vivencia conmigo en el espacio terapéutico, es algo que

puede probar, practicar y generalizar, si así lo desea, en los diferentes ámbitos de su

vida. Si teme al cuerpo e ignora o no se permite vivir sus necesidades, también habría

que trabajar la valoración del cuerpo y que aprenda a aceptarse a si misma como ser

físico. Siguiendo las reflexiones de Adriana Schnake (1995), también soy de la opinión

de que cuanto antes nos demos cuenta de que el cuerpo es nuestro aliado, más

ayudaremos a nuestro crecimiento. Estoy de acuerdo con ella en que sería interesante

aprender a entender el lenguaje del cuerpo antes que cualquier otra cosa en la vida.

De nuevo me parece que algo va mal en el ambiente cuando tantas mujeres

rechazan determinadas partes de si mismas, partes útiles pero que son rechazadas por la

sociedad y las mujeres mismas acaban de ver estas partes como no aceptables. Esto les

lleva a actuar de una u otra forma, peleándose con su cuerpo, en función de la

aceptación o del rechazo del ambiente. Piensan que van a ser reconocidas o mejor

aceptadas y reniegan de ciertas emociones y características físicas. Estoy convencida de

que promover la capacidad de las mujeres de conectar y amar el propio cuerpo es uno de

los objetivos más importantes de gran parte de los procesos terapéuticos.

122
En la confluencia se pierde el límite entre la experiencia interna y la realidad

exterior, para evitar el riesgo de la diferenciación y los conflictos. Pero en realidad la

confluencia separa, sólo crea la ilusión de unión. No existen límites entre el yo y el tú,

entre la persona y el ambiente. En la adolescencia, muchas veces, para no ser

rechazados por los demás, los chicos no se mezclan con las chicas y las tratan de

manera diferente y lo mismo hacen ellas. Así se forman grupos cerrados e incluso

enfrentados y empezamos a juzgar y a sancionar a los que no actúan de la misma

manera que la mayoría. Porque casi todos queremos sentir que formamos parte de un

colectivo, tememos quedarnos fuera, hacemos cosas a favor de una identidad

compartida y a veces la persona y el ambiente se confunden.

¿Cómo es posible que tal vez nunca haya hecho una reflexión sobre cómo los

roles de género me influyen y me han influido? El contacto significa aceptación de las

diferencias, no una confluencia con el ambiente. En la confluencia se exige similitud y

se niega las diferencias. La consecuencia es la no tolerancia de las diferencias. En

palabras de Ángeles Martín:

“Mientras no se toleren las diferencias y mientras cada nación o cada persona

exija que todas las demás tengan que ser o actuar según un patrón o un punto de vista,

el conflicto y la confusión perdurarán. Y mientras las diferencias no sean aceptadas,

serán perseguidas. Cuando, precisamente, son las diferencias entre los seres humanos

las que nos enriquecen y nos aportan conocimientos y experiencias nuevas”. (Martín,

Manual práctico de Psicoterapia Gestalt, 2006, p. 125).

123
Para trabajar los mecanismos neuróticos en terapia Gestalt, volvemos, una vez

más, a la teoría de campo, que nos da la oportunidad a los pacientes y a los terapeutas a

examinar nuestras ideas preconcebidas, el fondo se hace figura. Al terapeuta gestáltico

le interesa conocer las interrupciones en los procesos de campo de los que el mismo

también forma parte. Cuando exploramos los aspectos que están más escondidos,

tenemos la posibilidad de sacar a la luz nuestras convicciones y patrones fijos, conocer

su origen y la forma en que nos afectan a nosotros mismos y a nuestra relación con los

otros.

124
FACTORES A TENER EN CUENTA PARA UNA PRÁCTICA CLÍNICA ÉTICA

Y CON PERSPECTIVA DE GÉNERO

Para llevar a la práctica la incorporación de la perspectiva de género, se trabaja un

conjunto de contenidos con el objetivo de cambiar actitudes y valores que marcan desde

el sistema patriarcal las relaciones entre mujeres y hombres. En terapia podemos

trabajar las relaciones micro con la esperanza de que lleven a lo macro para favorecer

las oportunidades de igualdad entre mujeres y hombres.

A continuación reflexionamos sobre la compatibilidad de relacionar estos

contenidos con la actitud gestáltica y consideramos una serie de pautas para introducir

la perspectiva de género en terapia. Inspirándonos en la teoría de campo, enumeramos

una serie de factores a tener en cuenta para una práctica clínica ética y con perspectiva

de género.

Libertad y creatividad en el encuentro terapéutico

En el trabajo clínico no se presta la misma atención a los mismos elementos y de la

misma manera dependiendo del sexo del paciente, del sexo del terapeuta y del modelo

teórico que sustenta la terapia. Este tipo de sesgos puede llevar a negar ciertos

acontecimientos que no cuadran con las conclusiones previas y la consecuencia es una

reducción en la libertad y la creatividad.

La psicoterapia puede ser un proceso personal creativo y transformador, o por el

contrario puede reforzar patrones rígidos de conducta, pensamiento y emociones,

masculinos o femeninos.

125
En la construcción de un espacio terapéutico creativo sobran los prejuicios,

porque limitan la libertad y la creatividad. Creemos que un terapeuta con capacidad de

ser flexible en su rol, igualitario, y que tiene puntos de vista no estereotipados,

enriquece el espacio terapéutico al posibilitar al paciente una puesta en contacto con

nuevas formas de concebir la vida. Las tomas de conciencia y las experiencias

terapéuticas surgen con más facilidad cuando el terapeuta tiene esta capacidad y hay

calidad de contacto en sus intervenciones.

Los ideales de género tienen una repercusión en la configuración de la identidad

y en la salud. Consideramos necesario que se haga una reflexión sobre las condiciones

de vida de los hombres y de las mujeres para que estas condiciones, en vez de ser un

foco de malestar, contribuyan a una mayor calidad de vida.

En el proceso terapéutico, todos los terapeutas, independientemente de si somos

feministas o no, vamos a expresar y transmitir una serie de valores propios con respecto

a sexo/género y este hecho lleva a una serie de consecuencias en consulta.

Evidentemente, una manera de pensar estereotipada restringe la capacidad de contacto e

intercambio.

Todos llevamos o cargamos con ideas implícitas sobre qué se considera normal

para mujeres y hombres, procedentes del contexto cultural del que formamos parte.

Todos los terapeutas hemos incorporado las definiciones culturales sobre qué es un

hombre y qué una mujer, qué es masculino y qué es femenino. Un ejemplo de este tipo

de definiciones culturales es que los hombres tienen más dificultad en expresar su

126
vulnerabilidad en comparación con las mujeres. Los terapeutas que interpretan ciertos

deseos, aspiraciones o conductas de su paciente mujer como poco femeninos (y de los

pacientes hombres como poco masculinos) pueden reforzar, sin darse cuenta de ello, las

inhibiciones de sus pacientes en vez de fomentar su creatividad o incrementar su

libertad de elección. Por ejemplo, si el afán de poder en una mujer es juzgado por el

terapeuta como algo masculino, que sólo es “normal” en un hombre, los aspectos sanos

y útiles de tal afán pueden ser desatendidos y descuidados. En la misma línea, las

mujeres que se atreven a competir abiertamente por el poder y muestran capacidades y

aptitudes de liderazgo pueden ser juzgadas como castrantes o poco femeninas. No estoy

respetando la experiencia de mi paciente si interfiero juzgando porque los juicios

desalientan la expresión y la exploración.

La psicoterapia se convierte en un encuentro social creativo con poder

transformador cuando tanto tú como yo somos diferentes antes y después del encuentro.

Lo que importa y construye la relación son la libertad, la implicación, la creatividad y la

oportunidad de hacer algo entre nosotros. En una relación de simetría, tanto el paciente

como el terapeuta nos damos cuenta. Cuando el contacto es auténtico nos influimos y

nos aportamos, damos, recibimos e intercambiamos.

Contacto

En Gestalt el contacto es fundamental para el crecimiento y la maduración. Contactar es

construir sentido, es construir una forma, estando presente en una situación. El contacto

es creación y adaptación, simultáneamente. Siguiendo las reflexiones de Robine (2009)

es uno de los conceptos más importantes en la teoría y práctica gestáltica y designa todo

movimiento del campo, entre el organismo y su ambiente. La terapia Gestalt reacciona

127
contra las experiencias despersonalizadas comunes en nuestra sociedad y realza los

poderes curativos de un contacto de buena calidad.

“Así, un contacto adecuado y sano es la savia vital del crecimiento. Sólo en mi

relación y contacto con los demás mi experiencia y tu experiencia entran en relación y

nuestros mundos pueden cambiar, ya sea a través del intercambio de experiencias o de

la realización de algo nuevo juntos. El cambio es el producto forzoso del contacto. A

través del contacto se realiza un tipo de aprendizaje que surge del intercambio de

experiencias, de lo que tú piensas y sientes, y de lo que yo pienso y siento” (Martín,

Manual práctico de Psicoterapia Gestalt, 2006, p. 64).

Como sabemos, la teoría se basa en el contacto y la retirada entre el organismo y

el mundo. Entre la persona y el medio se establecen interrelaciones y el contacto ocurre

en la frontera entre la persona y su ambiente. Contacto y retirada tiene que ver con

ponernos en relación con el ambiente para satisfacer una necesidad. El organismo está

en constante interacción con el ambiente, pero es el propio organismo el que tiene que

discriminar cómo y cuando relacionarse. Al organismo, que tiene capacidad para

autorregularse, sólo se le entiende si tenemos en cuenta la totalidad que forma.

Si el terapeuta quiere promover el contacto auténtico y el crecimiento a partir del

darse cuenta, es fundamental que reconozca y comprenda el papel que juega género en

las relaciones. Supone un reto explorar nuestros modos de relación y ampliar nuestro

conocimiento sobre nosotros mismos, pero es esencial para hacer un contacto genuino y

promoverlo en nuestros pacientes.

128
“el darse cuenta se produce y se incrementa gracias al contacto del diálogo. El

terapeuta gestáltico se esfuerza por establecer un contacto desde su ser total con el ser

total del paciente. De este encuentro existencial surge el darse cuenta y, como

consecuencia, el crecimiento, y del incremento gradual del darse cuenta se crea un

contacto más profundo” (Yontef, Teoría del cambio en la terapia Gestalt, en Woldt y

Toman, Terapia Gestalt: Historia, teoría y práctica, 2007).

En la relación terapéutica se produce un encuentro entre diferentes personas con

sus correspondientes experiencias de vida, con sus concepciones sobre lo masculino y lo

femenino y sus formas de representar la realidad. Consideramos importante desarrollar

la sensibilidad para detectar y poder cuestionar prejuicios que interfieran en esta

relación.

Clima y proceso terapéutico

Si nos damos cuenta de lo obvio, tenemos más oportunidades para desarrollar los rasgos

de personalidad que nos resultan más adaptativos en una situación o en otra. La terapia,

aparte de servir para tomar conciencia de nuestro propio funcionamiento, también puede

contribuir, tanto para los hombres como para las mujeres, al proceso de aprender a ver

con más facilidad lo obvio del contexto sociocultural en el cual nos encontramos, cómo

nos influye y condiciona y qué podemos hacer para poder minimizar las consecuencias

tóxicas que surgen en este contexto. Nos parece importante que en un proceso

terapéutico se fomente tanto una mayor conciencia del sí mismo como persona como

una mayor sensibilidad del ambiente que nos rodea. Se trata de tomar en cuenta las

estructuras de poder en la sociedad, entenderlas en un contexto histórico y darnos cuenta

129
de cómo nos influyen. El trabajo terapéutico no está al margen de esta realidad, es una

práctica que también está condicionada por un determinado clima social.

“Esta terapia no trata de ajustar ni adaptar a la gente a la sociedad, sino a

ajustarse a uno mismo, ayudándolo a descubrir su propia forma de existir, su

humanidad, su ser más íntimo y verdadero, y, por tanto, a sentirse más cómodo con su

propia existencia y con su cuerpo. A menudo, a través del proceso terapéutico

gestáltico, lo que se consigue es lo contrario de lo que la sociedad, los amigos, los

padres o los cónyuges esperan que suceda. Estos creen que la persona debería llegar a

ser, actuar o comportarse como es lo correcto socialmente, pero este enfoque lleva al

darse cuenta y al enriquecimiento de sí mismo mediante el autoconocimiento y la

aceptación de nuestras diversas partes alienadas y no aceptadas. No consiste en

adaptar al individuo a la sociedad, sino en acompañarle a que encuentre una vida más

plena y acorde con lo que él es y puede llegar a ser” (Martín, Manual práctico de

Psicoterapia Gestalt, 2006, p. 56).

Profundizar y tocar nuestras capas defensivas de la personalidad también nos

hace sentir más expuestos y vulnerables y es importante un clima de máxima confianza

y libre de juicios. El/la terapeuta, sin tener conciencia de ello, puede no contribuir al

crecimiento de su paciente e incluso dañar si le inculca indiscriminadamente sus propios

estereotipos, introyectos o creencias sobre sexo/género. Sin pretenderlo no está

respetando a su paciente. El contacto se enfriará si no cuida estos aspectos porque sin un

clima de respeto y calidez no es posible que aparezca la autenticidad o que haya

profundidad en los intercambios. Hemos visto que Wheeler plantea que la vergüenza

aparece en condiciones de campo que ofrecen poco apoyo. El terapeuta ofrece cuidado

130
emocional y apoyo reparador cuando acepta y confirma la experiencia del paciente en

un clima de contacto persona a persona.

Se trata de crear un entorno seguro y cálido, un clima donde el paciente puede

arriesgarse, a explorar, a probar comportamientos nuevos. En el proceso terapéutico la

calidez humana supone un cuidado y un interés genuino. Y una terapia con enfoque de

género se interesa y se adecua a las necesidades de las mujeres, conociendo sus

condiciones de vida y teniendo en cuenta los condicionantes de género.

Creencias personales del terapeuta

Tanto las creencias personales del terapeuta como las creencias sociales influyen en el

proceso terapéutico. Creemos que es importante, sobre todo para los profesionales que

nos dedicamos al cuidado de las personas, más específicamente a la psicoterapia,

explorar e incluso escudriñar nuestras propias creencias y actitudes ante cuestiones

como sexo/género, lo femenino y lo masculino, la sexualidad, etc., para evitar, en la

medida de lo posible, herir a otro ser humano, quizá especialmente vulnerable por su

situación en el momento de requerir atención psicológica y por la herida narcisista que

muchas veces se produce al verse en la necesidad de pedir ayuda psicológica. En Gestalt

consideramos necesario que los terapeutas personalmente hayan vivido un proceso de

concienciación, porque difícilmente se puede orientar procesos que son ajenos a nuestra

conciencia. Todos tenemos nuestros puntos ciegos y de ahí la importancia de la terapia

personal y la supervisión.

El concepto de campo nos recuerda que la persona no puede comprenderse en

aislamiento sino sólo como parte de su contexto. Si el terapeuta se aplica este concepto

131
a si mismo, entiende que dentro del contexto cultural y social en el cual opera, conviene

explorar y cuestionar su propio posicionamiento, sus propios valores y actitudes, en

general, y también con respecto a género. “Hay una conexión entre el lugar en el que

uno está parado y lo que se percibe desde ahí” (Frankenberg, White women, race

matters: The social construction of whiteness, 1993, p. 8).

En mi grupo de Formación en Gestalt me di cuenta de cómo algunas mujeres

competimos entre nosotras por la atención y la mirada de los (pocos) hombres del

grupo. En mi propia terapia personal reflexioné sobre esta rivalidad entre mujeres, la

desvalorización, mis actitudes, mi manera de relacionarme con las mujeres y con los

hombres, etc., en un trabajo de darme cuenta de cómo estas cuestiones me condicionan

a mí y lo importante que me parece desarrollar relaciones de apoyo no competitivas.

La teoría de campo nos da la oportunidad de investigar todo lo que no es figura.

Para experimentar con nosotros mismos y reflexionar sobre género los terapeutas

podemos hacernos una serie de preguntas, como por ejemplo:

En terapia ¿Cómo manejo los roles de género estereotipados?

¿Me doy cuenta de mis propios introyectos de género?

¿Sé cómo y para qué hago las cosas?

¿Cómo trabajo mis propios valores y actitudes con respecto a género?

¿Me he dado cuenta si el modelo que uso tiene bases androcéntricas?

¿Qué emociones y comportamientos percibo y defino como típicamente masculinos o

femeninos? ¿En mi mismo y en los demás?

132
En las sesiones terapéuticas ¿Tengo en cuenta cómo el contexto social, económico,

político e histórico nos influye? ¿Sé qué actividades están determinadas por nuestra

cultura?

El terapeuta trabaja con lo humano y debe estar abierto a la totalidad de la

experiencia, tanto a lo que le ocurre a su paciente como a lo que su paciente moviliza en

él. Creemos que un terapeuta también debe estar abierto y sensible a lo que ocurre a su

alrededor y aspirar a comprender un poco mejor lo que nos rodea a todos. El terapeuta

no puede comprender a su paciente a menos que comprenda las fuerzas culturales,

sociales, económicas y políticas que han contribuido a que este paciente sea la persona

que es.

Consideramos importante que el terapeuta haga una reflexión sobre la realidad

de género: Que conozca la categoría género, su naturaleza multidimensional (socio-

cultural o interpersonal e individual). Que conozca los ideales, estereotipos, actitudes,

comportamientos que configuran los modelos normativos de la masculinidad y la

feminidad. Y que conozca sus repercusiones en la estructura de la identidad y en los

modos de enfermar. Permanecer anclados en prejuicios es una forma de no tomar

contacto con el aquí y ahora, de no crecer. Cuando nos damos cuenta y conocemos la

realidad externa y sus condicionamientos internos, nos enriquecemos. La propia

apertura del terapeuta hacia un mayor crecimiento forma parte de una característica

importante de todo terapeuta que es la humanidad. El compromiso con mi profesión y

con mis pacientes requiere un interés constante por aprender y aumentar mis

conocimientos.

133
Creencias sociales y su influencia en el proceso terapéutico

Las terapias feministas tienen en cuenta el contexto cultural y visibilizan la existencia

de muchas falsas creencias generalizadas que dificultan el cambio. Presuponer que las

mujeres en su conjunto tienen o no tienen predisposición o mejores o peores cualidades

para ciertas funciones, es pensar que las aptitudes no se aprenden, sino que son innatas y

que tienen sexo, como las personas. Ese tipo de creencias no contrastadas que se siguen

aplicando constituyen barreras, a veces visibles y otras veces no tan visibles.

El sexismo es toda práctica, actitud, creencia o norma que se sostiene en

perjuicio de una de las mitades de la humanidad, normalmente las mujeres, que han sido

y son tratadas por la cultura patriarcal universal como seres humanos de segunda clase,

haciéndolas vivir en función y a través de los hombres y subordinadas a ellos. El

sexismo lleva fácilmente a una serie de deducciones precipitadas y a pensar que uno

conoce a personas de ambos sexos sin tener experiencia de ellas individualmente. En

palabras de E. Polster:

“Si se juzga que las mujeres son sentimentales, serán necesarias innumerables

experiencias de su capacidad de decisiones frías y racionales para sobrepasar esta

creencia. Si se piensa que los hombres son bruscos en su manera de sentir, tendrá que

haber una buena dosis de compasión antes de que les sea reconocida su inesperada

sensibilidad” (Polster, Cada vida merece ser una novela, 2003, p. 158).

Dudamos que los terapeutas Gestalt seamos sexistas explícitamente, pero nos

movemos en un contexto donde quizá a veces obviamos las diferencias y hablamos de

una naturaleza humana universal y abstracta, sin tener en cuenta los aspectos

134
contextuales y relacionales. Entendemos que todos los campos son “sexuados”,

queremos decir, si presuponemos un “Tú” abstracto y artificial y no reconocemos las

diferencias, no es posible un encuentro “Yo-Tú” auténtico. Más dañino que el sexismo

hostil y manifiesto, si cabe, es el sexismo sutil y encubierto, porque es difícil de detectar

y por lo tanto se hace difícil defendernos.

Prejuicios, estereotipos e introyectos sobre sexo y género

Incorporar la perspectiva de género a terapia supone cuestionar estereotipos y roles de

género. Cuando somos capaces de sobrepasar una serie de estereotipos rígidos y

equivocados nos abrimos a nuevas experiencias ampliando nuestros límites y

posibilitando una mayor posibilidad de crecimiento.

La adscripción de género permanece en todos los países del mundo, pero el

sistema patriarcal es de distinta intensidad, dependiendo del lugar. Las expectativas de

género pueden hacer que me esmere en lo que se espera de mí, no en lo que realmente

me gusta, porque pienso que así me aceptarán o me querrán más. No es fácil cuando mis

necesidades entran en conflicto con las necesidades de la sociedad. En nuestra cultura

muchos hombres siguen anclados a los pilares de su masculinidad: dinero, fuerza y

poder. Y las mujeres a los pilares femeninos: belleza, cuidado y relación. Nada de esto

es natural o determinista, sino fruto de la costumbre y el comportamiento repetido.

En función de las características de cada sociedad en particular, las personas se

conforman dentro de unas creencias o prejuicios diferentes. En nuestra cultura, los

hombres suelen ser representados como independientes, fuertes, inteligentes, valientes,

objetivos, racionales, activos, individualistas y duros; y las mujeres suelen ser

135
representadas como dependientes, débiles, temerosas, subjetivas, emocionales, pasivas,

altruistas, tiernas y blandas. Son estereotipos de género que nos limitan y nos pueden

llegar a cegar, impidiéndonos ver lo obvio.

El hecho de poder reconocer que género es una construcción social, no significa

que las personas siempre podamos elegir libremente nuestra identidad, ni tampoco

significa cuestionar nuestras vivencias. En nuestra sociedad no suele ser fácil sentir y

expresar emociones que rompen con el molde establecido de lo que se considera

esperable o propio de un hombre o de una mujer. ¿Qué no me permito sentir o expresar?

Una de las tareas más importantes del terapeuta Gestalt es ayudar a sus pacientes a

construir actitudes más flexibles que les permitan incrementar su abanico de respuestas

ante la vida.

Frecuentemente en consulta me encuentro con mujeres que se sienten afligidas

porque piensan que ocupan demasiado espacio y con hombres que se atormentan

cuando muestran inseguridad o dolor y rápidamente cambian de tema o hacen

comentarios del tipo “no es para tanto…” y “qué miedo me da esa caja de pañuelos…”.

Por supuesto que los diferentes fenómenos se dan en los dos sexos, dependiendo de la

personalidad de cada uno, su situación en el momento concreto, su manera de funcionar

en ese momento específico de su vida, etc., pero sí observo las tendencias en una

dirección u otra. En el trabajo terapéutico siempre se cuela un aspecto cultural (por

ejemplo un hombre tiene que soportar mucho sin dolerse) y un aspecto corporal (la

vivencia corporal del paciente que siente diferentes emociones, por ejemplo, rabia,

vergüenza, etc.).

136
Entendemos que el género y los roles de género son variables a considerar en

una práctica psicoterapéutica ética. Consideramos importante que el terapeuta tenga

conocimiento de la realidad de género. Nos parece relevante porque lo más probable es

que se produzcan sesgos dependiendo del sexo del paciente en cuestiones como la

percepción del paciente, el diagnóstico, los objetivos terapéuticos y la etiología.

Castaños y Palop (2007) reflexionan sobre la importancia de analizar los propios

estereotipos sobre mujeres y hombres que todos tenemos interiorizados como partícipes

en una cultura y momento histórico concreto. Para establecer una relación terapéutica lo

más libre posible de prejuicios hay que tomar conciencia de cómo funcionan los

estereotipos y estar dispuestos a cuestionarlos. También hay que revisar las propias

actitudes ante los hombres, las mujeres y sus relaciones, para alcanzar un acercamiento

respetuoso e igualitario con ambos (p. 74).

Como ya hemos comentado, no creemos que la mayoría de los terapeutas a

propósito trabajemos siguiendo unos modos de pensar sobre género estereotipados. Pero

tal vez busquemos las diferencias de género y estamos codificados culturalmente para

exagerarlas. Todas las interpretaciones y descripciones de casos clínicos están

subordinadas a ciertos valores nuestros. No realizar ciertas preguntas o no centrarnos en

ciertas circunstancias, no es una actitud neutral. Pero lo cierto es que nunca somos

objetivos y pretender ser un terapeuta neutral tiene más que ver con un ideal que con la

realidad. Sin darnos cuenta podemos convertirnos en transmisores de estereotipos

limitantes.

137
Por ejemplo, una mujer en su sesión de terapia conecta con su ira ante la

sociedad patriarcal que dificulta sus posibilidades de satisfacción de deseos

intelectuales, profesionales, sociales o sexuales. Un terapeuta tradicional (una persona

que no ha cambiado ni se ha visto influenciado por el movimiento de las mujeres de los

últimos tiempos) podría entender esta rabia como el reflejo de una idea de ser una pobre

víctima pasiva. Este tipo de terapeuta puede pensar que la paciente está tratando de

evitar un doloroso conflicto interno, echando toda la culpa a factores externos a ella. Al

contrario, un terapeuta feminista, al mismo tiempo que explora si hay alguna parte de la

que la paciente no se quiere hacer cargo y le convendría responsabilizarse, también tiene

en cuenta el contexto cultural y social del que la paciente forma parte. No conceder

importancia a este hecho sociocultural sería tan poco razonable como negar que el

racismo sea una realidad terrible que nos influye a todos y a todas. El terapeuta

feminista se preguntaría y consideraría si la ira que expresa la paciente con respecto a

las injusticias sociolaborales o con respecto al rol de la mujer en la sociedad es la

expresión de un conflicto neurótico que conviene trabajar terapéuticamente o si por el

contrario corresponde a una desigualdad de oportunidades real entre hombres y mujeres

y si este hecho constituye el fondo de la rabia de la paciente. Me parece importante que

los terapeutas conozcamos y reconozcamos la realidad y las implicaciones de las

prácticas de discriminación sexual en la sociedad y también que facilitemos al paciente

el poder examinar su influencia en su comportamiento.

Si tenemos en cuenta género en nuestro trabajo, en un momento determinado del

proceso terapéutico, cuando viene al caso y se considera de beneficio para el

autoconocimiento, podemos facilitar al paciente (mujer u hombre) la toma de conciencia

de las desigualdades de género y señalar la influencia de las asignaciones sociales sobre

138
el hecho de ser mujer u hombre y de las expectativas sobre los roles de género. Una

posibilidad es explorar los efectos del proceso de socialización y considerar las fuentes

internas y externas de los problemas. Se trata de dar oportunidad a que se produzca un

proceso de valoración del yo, un confiar en la propia experiencia, y a cuestionar ciertos

patrones de comportamiento relacionados con las prescripciones sociales asociadas a la

mujer o al hombre de forma rígida. Tenemos la posibilidad de trabajar las polaridades.

Se trata de explorar y desarrollar comportamientos y características femeninas y

masculinas, tanto para las mujeres como para los hombres, por ejemplo, ternura,

dominancia, sensibilidad, etc. En una terapia con conciencia de género se alienta la

integración de las características femeninas y masculinas en un hombre y en una mujer,

al mismo tiempo que caben todas las posibilidades y variantes como personas libres y

no sujetas a estereotipos de género.

Terminamos este apartado con otro ejemplo. Una paciente habla con un hilo de

voz, apenas perceptible y no mantiene el contacto visual con su terapeuta. Un terapeuta

con conciencia de género, de su cuerpo, que trabaja con lo que está, sin expectativas,

fenomenológicamente se da cuenta de cómo esto que percibe le afecta en su propio

cuerpo. En el fenómeno contratransferencial podrá sentir irritación, dolor o tristeza,

dependiendo de sus propias experiencias y vivencias. Al mismo tiempo es importante

que el terapeuta permanezca sensible a las necesidades de su paciente. Una posibilidad

de trabajo sería ayudar a la paciente a darse cuenta y trabajar con ella su historia

familiar, las expectativas de género de la sociedad, etc. La ayuda terapéutica consiste en

que el paciente pueda expresarse y darse cuenta cómo interrumpe su proceso. Otra

posibilidad de trabajo podría ser compartir con su paciente lo que ella despierta en el

encuentro con los demás (en este caso con el terapeuta) con su particular estilo y

139
lenguaje corporal. El terapeuta puede compartir con su paciente sus propias reacciones

afectivas, siempre y cuando no las utilice para su propio bienestar. Puede hablarle de sus

propias experiencias y de lo que le ha servido en su proceso de desarrollo personal,

cuando sea pertinente, lo cual también puede servirle de modelo a su paciente. Ser

transparente, selectivamente, es una actitud que el terapeuta pone al servicio de su

paciente. El fin siempre es incrementar el darse cuenta, partiendo del cuerpo, porque por

encima de cualquier técnica está el vínculo, el contacto y la presencia y conciencia del

cuerpo y las emociones.

La actitud del profesional en el encuentro terapéutico

Perls sostenía que la supuesta neutralidad del terapeuta no es posible. Todos los

aspectos que componen la vida y la personalidad del terapeuta están presentes en el

encuentro terapéutico, independientemente de si es consciente de ello o no. Para que la

relación sea auténtica, se requiere que el terapeuta esté atento a lo que le pasa al

paciente, pero también que tenga en cuenta lo que le ocurre a él mismo. En Gestalt el

terapeuta es su propia herramienta de trabajo al usar su propia experiencia en el proceso

terapéutico. El terapeuta, como explorador que es, no es ajeno a los sistemas de valores

predominantes ni a su propia visión del mundo desde su subjetividad, percibiendo unos

datos y no otros de una misma realidad, de un mismo paciente. Para poder trabajar con

todo su ser, es importante que el terapeuta tenga conciencia de sus propias limitaciones

(por ejemplo, una manera inadecuada de ayudar sería cuando el terapeuta adopta una

actitud paternalista o salvadora con su paciente mujer, porque ayudar de esa manera

fomentará un sentimiento de desvalimiento en su paciente) y potencialidades y que

comprenda los factores que han moldeado su percepción de la vida y del género.

140
El núcleo del proceso terapéutico gestáltico consiste en que el paciente adquiera

una mayor capacidad del darse cuenta. La terapia se centra en sensaciones, emociones,

pensamientos y actuaciones, y no en interpretaciones. Las explicaciones o

interpretaciones se consideran menos fiables que lo que se vivencia en el aquí y ahora.

El paciente y el terapeuta se encuentran en diálogo, es decir, comunican acerca de lo

que cada uno de ellos percibe como realidad en el momento presente. El modo de ver la

relación paciente-terapeuta es horizontal, se respeta la realidad corporal de las dos

partes. El terapeuta, con su subjetividad, es parte del sistema de la misma manera que el

paciente. En terapia Gestalt no se presupone que el terapeuta sea totalmente objetivo. El

terapeuta nunca es neutral y Perls sustituyó la supuesta neutralidad por una actitud más

activa y una presencia más auténtica. En esto se diferencia claramente de las tradiciones

analíticas en las cuales se supone que el terapeuta es objetivo y distante. La terapia

Gestalt se basa en que un diálogo verdadero supone una subjetividad, tanto por parte del

terapeuta como por parte del paciente y esto significa que están presentes factores de

poder, entre ellos también las variables de sexo y género.

En terapia, el apoyo es un requisito fundamental en el campo. El yo inhibido, se

repara con apoyos. Recobrar la autorregulación organísmica y la confianza en las

propias capacidades, sólo es posible con un buen apoyo terapéutico. Para proporcionar

un buen apoyo es fundamental que el terapeuta esté atento, abierto, dispuesto para estar

presente y respetuoso con la experiencia de su paciente para que ella o él puedan revelar

su propia verdad. En una relación de aceptación el paciente puede aprender nuevas

formas de vincularse, formas cuidadosas, de buen trato, con uno mismo y con los

demás.

141
La responsabilidad del paciente

La terapia es un proceso de responsabilización respecto a la propia salud, y al mismo

tiempo y a lo largo del tiempo, este proceso puede llevar a tener un impacto social que

trasciende lo individual. Es posible porque en el intercambio, tanto el organismo como

el ambiente se van transformando, por influencias mutuas, en ese continuo dar y tomar.

Todo aprendizaje nuevo añade algo a nuestra vida y puede ser una experiencia

transformadora. “De la autoestima de género personal a la estima de género como

categoría social no hay ni un paso” (Lagarde y de los Ríos, Claves feministas para la

autoestima de las mujeres, 2000, p. 26). La igualdad es una construcción cultural que

puede aprenderse. Si prospera y es practicada por una mayoría, se transformará la

cultura y encontraremos estilos nuevos de vida y de relación.

Si bien es cierto que las personas muchas veces nos ajustamos conformándonos

a las circunstancias, también podemos cambiar cuando actuamos en el campo. Las

personas tenemos capacidad de aprendizaje, podemos cambiar los comportamientos que

no funcionan, podemos experimentar con conductas nuevas y notar los resultados. Se

trata de un acto creativo que permite pasar de la conformidad a la autorregulación sana.

“Pero si bien es cierto que las personas tenemos un cuerpo biológico y unos

determinantes socioculturales, también tenemos la capacidad de darnos cuenta de ello

y entender que no producen un efecto determinista. No somos sujetos pasivos. El

cuestionarse día a día cómo nos sentimos y qué va bien o mal en nuestras vidas permite

actuar en los cambios que deseamos producir y sentirnos personas activas y con

capacidad de decidir” (Sanz, Psicoerotismo femenino y masculino, 2004, p. 28).

142
Si revisamos nuestra historia personal, se incrementa la conciencia de nosotros mismos

y de los demás y ello permite cuestionar algunas actitudes presentes en las

interacciones. El proceso terapéutico orienta el darse cuenta del paciente a las fuerzas

que operan en el campo organismo-ambiente. Darse cuenta de estas fuerzas y adueñarse

de ellas implica también adueñarse de las decisiones que se tomen. El darse cuenta es

una nueva perspectiva, el sabor de una nueva posibilidad y nos puede llevar a actuar, a

comprometernos activamente, responsablemente, a co-participar en una transformación

social. En un artículo de 2005, Gómez Ceto lo expresa de la siguiente manera: “Es

necesario el cambio interno para el cambio social y el cambio social para el cambio

interno” (p. 113). A través del darse cuenta las personas podemos esforzarnos por

transformar el ambiente para satisfacer nuestras necesidades y las de los demás. Nos

hacemos cargo de nuestras palabras y actos en un ejercicio de compromiso personal y

social.

“No basta con dejar de ser–para–los–otros (proceso deconstructivo) sino que

además es necesario crear las condiciones del ser–para–mí (proceso reconductivo).

Este esfuerzo vital abarca dos dimensiones que deben ser transitadas por cada mujer:

una interna, subjetiva, intrapsiquica (…) la otra dimensión externa implica la relación

directa con los otros en la vida cotidiana y en la vida social” (Lagarde y de los Ríos,

Claves feministas para la autoestima de las mujeres, 2000, p. 202).

143
144
TERAPIA GESTALT: UNA FORMA DE TERAPIA FEMINISTA

La terapia Gestalt no es solamente un método terapéutico, sino una filosofía de vida,

una actitud en mi vida y en mi encuentro con el mundo. Creemos que la terapia trata de

que todos vivamos un poco mejor y a lo largo de la tesina hemos reflexionado sobre

como los requisitos teóricos están para que la terapia Gestalt pueda llegar a considerarse

una forma de terapia feminista, con conciencia de género, y en este apartado veremos

qué expresiones puede tomar en la práctica clínica.

Aplicación práctica

En mi trabajo como psicóloga en la Federación de Mujeres Progresistas, en la

Concejalía de Mujer de Móstoles y en la Universidad de Alcalá, he tenido la experiencia

de trabajar en terapia individual, con parejas y con grupos, siempre desde la vertiente de

género y con el objetivo de promover la incorporación de la perspectiva de género a los

distintos ámbitos de intervención.

A lo largo de la tesina he dado algunos ejemplos sobre cómo llevar a nuestra

práctica cotidiana la perspectiva de género y sobre cómo intervenir con perspectiva de

género en terapia individual. En los siguientes apartados describiré la experiencia que

he tenido al trabajar con parejas y con grupos. Algunos grupos que he llevado han sido

grupos de mujeres y otros mixtos.

Grupos de mujeres

Se suele potenciar los grupos de mujeres cuando se observa que, por diversas

circunstancias, algunas mujeres se comportan más reservadamente cuando hay hombres

145
presentes en el grupo. Los grupos de mujeres permiten el abordaje de temas específicos

que difícilmente salen en presencia de compañeros de grupo hombres. Se aumenta la

probabilidad de que ciertos temas “tabú” emerjan antes en el proceso grupal, temas que

tardarían mucho más en surgir en grupos mixtos. Este tipo de grupo favorece la

identificación entre mujeres, el diálogo y facilita tratar temas que son importantes como

la sexualidad, la imagen corporal y los malos tratos. También se considera que trabajar

con grupos en los que sólo hay mujeres facilita elaborar los sentimientos de culpa

derivados del incumplimiento de los mandatos de género.

En los grupos de mujeres con orientación gestáltica que he llevado, siempre

desde un enfoque feminista y en clave de género, el grupo es un espacio de encuentro en

donde las mujeres puedan ir tomando conciencia de si mismas, de sus emociones,

exigencias y de su vivir como mujeres. Muchas mujeres tienden a anteponer las

necesidades de los otros a las propias, se responsabilizan de la felicidad ajena, asumen

un gran número de roles, su vida y su persona está en función de los demás. Con

frecuencia dependen de la mirada y de las expectativas ajenas para otorgarse valor. A

pesar de que las mujeres participan en todos los ámbitos de la vida actualmente, con

frecuencia percibo que su identidad sigue estando construida en torno al cuidado de los

demás y esto las lleva a estar demasiado expectantes de su reconocimiento y valoración.

A través del diálogo y dinámicas de sensibilización, pretendo que las mujeres puedan

comprender su realidad personal al analizar la incidencia que los estereotipos de género

tienen en la organización y constitución de su identidad. Muchas normas definen la

feminidad y la idea es que las mujeres consigan recuperar su identidad muchas veces

encorsetada por el modelo normativo que desde el orden social se les asigna. El

146
propósito es hacer consciente la incidencia que el género tiene en la configuración de su

identidad y en su ser social.

El objetivo de estos grupos ante todo es ofrecer un espacio en donde las mujeres

puedan poner nombre a sus sentimientos y necesidades muchas veces silenciados por la

culpa (deber hacer) y la vergüenza (deber ser), en un proceso de empoderamiento

individual y grupal. El proceso de empoderamiento facilita que las mujeres crean en sus

capacidades y apoya la toma de decisiones en relación a sus propias vidas. Muchas

veces nos hemos encontrado con mujeres que no se atreven a decir lo que piensan

porque es una tontería y no va a interesar a nadie.

Se trabajan los ideales, las necesidades, los vínculos (la identidad no viene dada

por referencia a su pareja u otras personas de su familia: Ellas mismas piensan, sienten y

actúan), la vivencia del cuerpo (Nos parece especialmente importante trabajar en este

tipo de grupos para la salud de las mujeres el autoconocimiento corporal y la autoestima

corporal), la sexualidad (el cuerpo y el placer como propios), las relaciones amorosas, la

agresividad y los recursos del yo, con la idea de que las mujeres potencien su autoapoyo

y se empoderen, adquiriendo más conciencia de si mismas, más confianza en sus

propias experiencias y que se abran a nuevas alternativas. Suele ser un proceso

movilizador y en muchos casos la queja se transforma en reflexión y el victimismo en

responsabilidad y decisión. Se trata de aprender a respetar las propias necesidades frente

a los deseos de los otros. El grupo legitima una nueva manera de estar con una misma y

con los demás cuando las mujeres se dan cuenta de que tienen una responsabilidad no

sólo con y para los demás, sino también con ellas mismas. Empoderadas, las mujeres

son las principales promotoras de su desarrollo personal y de sus libertades.

147
Grupos mixtos

Entendemos que trabajar con género es trabajar con hombres y mujeres, siguiendo el

principio de mainstreaming de género. Los grupos mixtos con enfoque de género

ofrecen la ventaja de poder trabajar la relación entre mujeres y hombres.

Aquí la perspectiva de género implica tener en cuenta el hecho diferencial de ser

mujer en esta cultura y momento histórico, la asimetría que existe en las relaciones entre

mujeres y hombres, y su diferente valoración social, a lo largo de todo el proceso

grupal.

Incorporar la perspectiva de género dentro de los grupos significa tomar

conciencia sobre las desigualdades y sobre las injustas relaciones de género en las que

vivimos y convivimos, con la idea de que puede llegar a cambiar la relación entre

mujeres y hombres para que haya más libertad en nuestras opciones vitales. La terapia

Gestalt posibilita el aprendizaje de formas nuevas, su objetivo es ayudar a las personas a

redescubrir su capacidad de darse cuenta y ofrece la oportunidad a la persona a ponerse

en el lugar del otro.

El grupo favorece la expresión corporal y emocional y se trabaja con

experiencias de expresión vivencial. El objetivo principal es el darse cuenta, que incluye

los pensamientos, emociones y comportamientos de cada uno de los participantes y

también el darse cuenta de lo que ocurre en el grupo como un todo. Como terapeuta del

grupo, yo también formo parte del campo del grupo. Se trabaja el emergente, y cuando

corresponde, se proponen dinámicas de sensibilización y concienciación.

148
En un diálogo vivo se trabaja nuevos conceptos de masculinidad y feminidad.

Un modo de dialogar puede ser la danza, canciones, palabras o cualquier modalidad que

exprese y mueva la energía entre los participantes. Se fomenta el contacto directo

utilizando diferentes ejercicios corporales con el fin de explorar las dificultades para

contactar y para descubrir cómo y de qué manera se interrumpe el ciclo de satisfacción

de las necesidades. Se trabaja el reconocimiento de potencialidades independientemente

del sexo. Cada persona decide qué elementos son tóxicos y deben ser evitados, y qué

cosas son nutritivas y deben ser asimiladas.

Terapia de pareja

En una terapia de pareja con enfoque de género me fijo de manera especial en los roles

en la pareja, en los tiempos y las actitudes de la pareja. ¿Realmente están interesados en

el “tú”? ¿Tienen capacidad de abrirse a la experiencia del otro? ¿Hay un fondo de

reciprocidad o una actitud”yo, yo y yo”? A veces la idea solidaria “si ella lo hace, yo

también” no prospera y algunas mujeres aplican bien la fórmula de la igualdad a la

negativa “Si él no lo hace, yo tampoco” y “Tú eres tonta si lo haces”.

Me parece importante que exista un sistema de igualdad en la pareja. ¿Cómo es

el “yo” y el “tú” en contacto? Si la organización en la pareja es rígida o jerárquica, se

convierte en punto central del trabajo con intervenciones que apoyan la igualdad

emocional. No obstante, nunca doy por sentado un tipo de organización en la pareja

como la única o la buena y los pacientes eligen su camino entre muchos posibles, en

interacción, ellos dos co-crean el cambio.

149
Ciertos mitos fomentan la dependencia emocional y para algunas parejas puede

ser interesante revisarlos: el mito de la media naranja que hemos comentado con

anterioridad, los celos entendidos como un componente intrínseco al amor, justificando

la posesividad, y el mito de la exclusividad que mantiene que sólo se puede amar a una

persona. Los pacientes pueden vivenciar estos mitos y temores dentro del seguro

contexto terapéutico, de modo que puedan decidir por si mismos qué elegir o qué

rechazar.

En terapia de pareja puede ser conveniente plantear preguntas que hacen

referencia directamente a temas de género. Es sorprendente observar que a veces hay un

cambio ideológico avanzado, mientras que las cosas prácticas y cotidianas en casa

apenas cambian. En palabras de mi tutor:

“Tengo la impresión de que en las nuevas generaciones masculinas se está

dando un importante cambio en las formas pero no tanto en el fondo. Parece que se

asume más fácilmente lo referente al cuidado externo, a la imagen pero se mantiene la

resistencia al cambio de valores internos (…)” (Bendicho Fernández, Teoría sexo-

género y Polaridad masculino-femenino, Tesina AETG, 2005, p. 13).

Parece que hay cierto vacío de modelos relacionales que acerquen a los hombres

a una masculinidad diferente de la heredada: empática, cuidadora, alejada de la

competitividad o del egocentrismo.

Es importante apoyar lo que funciona bien dentro de la pareja. Muchas parejas

desean una relación de reciprocidad y tienen una ideología igualitaria, y se refuerza esta

150
actitud, pero a pesar de la conciencia que tenga la pareja en torno al tema de los roles de

género, se producen conflictos. Muchas decisiones se toman a través de pequeñas

acciones sin explicitar los deseos y necesidades de cada uno y por eso es probable que

las decisiones se tomen desde las concepciones introyectadas de género, más que desde

los ideales conscientes de cambio que uno mantiene. Es importante que aprendan a

explicitar de manera concreta lo que quieren el uno del otro.

Como resultado de la socialización diferencial, a veces, mujeres y hombres se

relacionan de manera diferente y tienen estilos de interacción diferentes. La mujer

tiende a expresar y esperar que el otro exprese sus sentimientos. El hombre tiende a

expresarse más en términos generales. Estos dos estilos de relación y comunicación se

plasman a menudo en un patrón de interacción en situaciones de conflicto llamado

demanda/huida. El ejemplo típico es cuando él se aísla ante los reproches de ella, y ella

le reprocha su aislamiento. Ante los conflictos les podemos plantear las preguntas:

¿Reconozco la vivencia de mi pareja? ¿Cuáles son mis miedos?

El cambio espectacular de las últimas décadas en la vida de las mujeres en su

conjunto, respecto a su capacidad de elección de estudios, empleo, relaciones, etc.,

altera sin duda el proyecto vital de la otra mitad, la de los hombres, a veces ajenos a

estos cambios y vindicaciones de igualdad, se ven afectados, porque si una mitad

cambia, la otra mitad queda descolocada de su posición anterior.

Desde un punto de vista sistémico, la variación de la mitad hace variar al

conjunto y también a la otra mitad, que tendrá que moverse. Al moverse de manera

151
sustancial la mitad de la población, las mujeres, a la otra mitad se le ha variado su

posición, aunque algunos hombres intentan perpetuar sus antiguos privilegios.

“Y, del mismo modo que al amo le cuesta aceptar que el esclavo deje de ser

sumiso, al “antiguo hombre” le cuesta aceptar que las relaciones con las mujeres

deben ser entre iguales. La no aceptación de esta realidad provoca tensiones en las

relaciones hombre-mujer y un cierto descoloque en el hombre que no se acaba de

adaptar a las nuevas demandas de la mujer, ya que en cierto modo le supone perder su

identidad y buscar una nueva, en la cual solo encuentra desventajas: pérdida de poder.

Si pierde el poder pierde su identidad masculina, aparece el fantasma del “calzonazos”

e incluso del “maricón”. Y desde ahí, se rebela como gato panza arriba frente a esta

nueva estructura social que ya no tiene marcha atrás” (…)Pero, también para la mujer

enfrentarse a esta nueva realidad está suponiendo serias dificultades, ya que está

asumiendo parte del campo que hasta hace poco estaba reservado a los varones (salir

al exterior, trabajo fuera de casa) y, a la vez, sigue responsabilizándose de lo que tenía

antes, todo el trabajo hacia adentro (cuidado del hogar y crianza). De esta tensión ha

de salir un nuevo modelo de relación cómoda para hombre y mujer o se romperá la

cuerda” (Bendicho Fernández, Teoría sexo-género y Polaridad masculino-femenino,

Tesina AETG, 2005, p.11).

La pareja disimétrica, de dominio-sumisión, es un caldo de cultivo de la

violencia de género. Se caracteriza por roles complementarios, roles de género, y

relaciones de poder desiguales. Subsiste la falsa creencia sobre la complementariedad de

los sexos, donde están ellos no están ellas y a la inversa. Si la mujer empieza a hacer

uso de su libertad, se rompe la complementariedad y se puede agravar el riesgo de

152
maltrato, porque la parte dominante no acepta estos cambios. La inseguridad y el miedo

a perder privilegios es una causa frecuente de reacciones violentas en hombres que en su

proceso de socialización han aprendido a conseguir lo que quieren por la fuerza y no por

el respeto y la negociación.

“El guerrero necesita la vencida y conquistada, el amante la amada

complaciente, el rey la súbdita y sierva y el mago la discípula y seguidora. Para que

todo esto se vaya logrando es menester que se acoplen pares de características

opuestas pero complementarias, para que una parte sostente a la otra. Es menester que

el guerrero desarrolle dominio y la vencida sumisión, el amante potencia y la amada

disponibilidad, el rey autoridad y la súbdita obediencia, el mago voz y la discípula

silencio” (Simón Rodríguez, Hijas de la igualdad, herederas de injusticias, 2008).

En estos casos de violencia de género, en principio, no consideramos

conveniente una terapia de pareja, sino preferimos otro tipo de intervención con cada

persona por separado.

153
154
GÉNERO EN OTROS ENFOQUES TERAPÉUTICOS

Especialmente las terapias sistémicas se han interesado por la epistemología

constructivista, pero en cierto grado esta posición también ha influido en psicoterapias

de origen humanista y en psicoanálisis.

Psicoanálisis

Cuando los enfoques psicoanalíticos tradicionales postulan como universales por

ejemplo el complejo de Edipo, las etapas psicosexuales o la pulsión de muerte, no van

en la línea de la epistemología constructivista que se interesa más por el proceso de

construcción del conocimiento y este siempre tendría una especificidad relacionada con

la cultura y el individuo.

Freud intentó explicar las diferencias entre hombres y mujeres como el resultado

de una diferencia biológica: tener o no tener pene. Según Freud, las mujeres que no

están contentas con el orden establecido (patriarcal) se niegan a aceptar su inferioridad

sexual y esperan algún día tener pene, a pesar de todo. La utilización de constructos de

orientación masculina como la envidia del pene, solamente es otra expresión del

androcentrismo, es decir, asumir el desarrollo humano únicamente desde las

observaciones de las secuencias del desarrollo del hombre. Freud nos parece un genio, y

no dudamos de la agudeza de muchos de sus planteamientos, pero, propio de su época,

en su teoría la perspectiva de género brilla por su ausencia. Esta postura androcéntrica

define la experiencia del hombre como el modelo dado frente al cual las mujeres son

valoradas como diferentes e inferiores. Según el androcentrismo, el modelo de

155
desarrollo evolutivo normal de las personas, corresponde al desarrollo más típico del

hombre, no al de la mujer.

En la misma línea, otros psicoanalistas han opinado que una mujer sólo puede

realizarse en su rol de esposa y madre y que cuando una mujer elige una profesión

masculina y estudia y trabaja de modo masculino, hace algo que incluso puede ser

perjudicial para su naturaleza femenina.

Mientras que Freud y algunos psicoanalistas parecen considerar la organización

patriarcal de la mente como un atributo universal del ser humano, los humanistas

confían en el potencial y capacidad de autorregulación del individuo si se le da el

tiempo suficiente para ello y se encuentra en condiciones óptimas para el cambio y la

integración.

“La estructura del psicoanálisis es una estructura patriarcal, yo decido cuando

tú terminas la terapia, yo sé más de ti que tú mismo. Esta estructura perpetúa el

infantilismo del adulto. Tienes que estar bajo mi ala los años que sean, hasta que yo te

dé el permiso de ser (…) En la historia de la terapia tenemos el principio del poder

encarnado fundamentalmente por Freud, el principio del placer encarnado

fundamentalmente por Perls y falta que se desarrolle más el principio del amor”

(Campos Romero, La salud mental del ser humano, en la Revista nº 29 de la AETG “La

unión de las diferencias”, 2009, p. 205).

156
Psicología sistémica

Un inconveniente de algunas teorías psicoanalíticas es que solamente se han centrado en

la relación madre-niño/a o en el complejo de Edipo. La teoría sistémica, la terapia

familiar y el construccionismo social han abierto la perspectiva a la posibilidad de ver

que la díada madre-hija está relacionada con la díada padre-hija, con la relación entre la

madre y el padre y con otros patrones familiares que abarcan y se extienden por varias

generaciones. Podemos encontrar una terapia familiar expresamente feminista en

Goodrich, Rampage, Ellman y Halstead (1989).

La teoría sistémica explica que lo importante son las relaciones entre los

organismos y no sólo los organismos individuales. Los organismos sólo se pueden

comprender en el contexto del sistema dentro del cual operan.

En el enfoque sistémico, la epistemología constructivista ha ejercido un gran

influjo en el desarrollo teórico y práctico. La terapia sistémica ha evolucionado desde el

interés en las conductas hacia el interés en el significado y actualmente hay una

tendencia a considerar el significado familiar atribuido al síntoma y a las interacciones,

es decir, ya no se pone tanto el énfasis en la secuencia conductual e interaccional que se

produce alrededor del síntoma por parte de los miembros de la familia.

157
158
CONCLUSIONES

Consideramos deseable que la igualdad de oportunidades se extienda por todos los

ámbitos de la vida, y en un proceso de despojarnos de los estereotipos de género, en la

cultura, todos y todas podemos comprometernos a hacer una crítica de la discriminación

que persiste en la actualidad. A través de la educación se pueden impregnar los

conocimientos, los juegos y los aprendizajes del principio de igualdad. En las relaciones

se pueden ir cambiando las ideas de división sexual por las prácticas de cooperación y

corresponsabilidad. Y también los procesos terapéuticos pueden servir para tomar

conciencia de nuestra realidad y contribuir a cambiarla. Podemos intervenir para

avanzar individual y colectivamente.

A pesar del lastre patriarcal, afortunadamente (no sé si peco de optimismo)

parece que nuestra sociedad poco a poco se está transformando, hay una toma de

conciencia de lo obsoleto de la mentalidad patriarcal, un cierto cuestionamiento de

cuanto hemos venido haciendo casi desde siempre y una intención de cambiar unas

estructuras profundamente arraigadas. También se aprecia una revalorización de lo

femenino, por lo menos en algunos ámbitos. Creo que la recuperación de la estima de

los rasgos femeninos no sólo se puede percibir en los movimientos feministas, sino

también en otros fenómenos como las organizaciones ecologistas, el movimiento

ecofeminista, la preservación y protección del planeta y las especies en peligro de

extinción, los movimientos por la paz y la justicia social, y también en la receptividad y

el interés creciente por todo lo que tiene que ver con el crecimiento personal, relacional,

corporal, psicológico y espiritual.

159
Tener conciencia feminista no significa sólo considerar género como algo

construido culturalmente, sino también se trata de cuestionar el pensamiento

reduccionista. La metáfora del campo describe cómo las fuerzas sociales y las

motivaciones y necesidades del organismo se interrelacionan y se afectan entre si. Si en

terapia Gestalt consideramos que el campo es importante y entendemos que en la salud

intervienen también factores sociales, culturales y políticos, entonces esto conlleva

necesariamente a reflexionar sobre género como un factor más a tener en cuenta, y en

mi opinión, hacer explícita su importancia.

Entendemos que la terapia Gestalt, desde sus inicios, ha tenido una implicación

sociocultural, a veces política e incluso se ha caracterizado por su espíritu

revolucionario (surgió como una terapia de inconformismo frente a la sociedad; los

movimientos de protestas estudiantiles de los años sesenta; la utopía anárquica, etc.).

También cuando se trata de género y de los privilegios de los hombres, pensamos que

todos y todas, con nuestro interés y atención, podemos ir cultivando pequeñas semillas

con la esperanza de que crezcan para nutrirnos en el camino hacia la igualdad de

oportunidades. Si entendemos que el género es una construcción cultural, el género

puede modificarse en y por la cultura. Es un fenómeno en continuo cambio, abierto a

influencias.

Entiendo que la investigación y práctica psicoterapéutica tienen una

responsabilidad ética. También con respecto a género que es un tema que hasta estos

momentos ha sido relegado a la periferia en la literatura gestáltica. Percibo que el factor

género muchas veces se ha descuidado y considero que empezar a cuidarlo es una tarea

crucial, ya que atañe a las vidas y socialización de todas las personas. Apoyar la

160
articulación de nuevas perspectivas, con base gestáltica, sobre temas de género, es una

tarea importante, para el modelo gestáltico y para la cultura en un sentido amplio. La

teoría de género hace una serie de reflexiones que son importantes tanto en

investigación como en terapia. Rechaza la noción de opuestos permanentes, es decir, o

eres femenino o eres masculino. Reta a las posiciones jerárquicas y cuestiona que la

feminidad, la masculinidad o la heterosexualidad sean condiciones universales o

naturales. Pienso que las teorías de género y la Gestalt se pueden nutrir mutuamente.

En el desarrollo de la teoría de la terapia Gestalt percibimos que cada vez se da

más importancia al concepto de campo. No es posible aislar a la persona de su entorno y

junto con su naturaleza biológica es necesario considerar su mundo familiar, social y

cultural. Si bien es cierto que algunos gestaltistas han descuidado los aspectos sociales y

relacionales, en la actual teoría de la terapia Gestalt se pone énfasis en que las personas

pueden vivir y ser comprendidas sólo en relación con su contexto. Pensamos que

precisamente este despertar contextual es un requisito para que se entienda la

importancia de incorporar la perspectiva de género en la práctica clínica. Entendemos

que contribuye a legitimar la conciencia de género como un factor importante a tener en

cuenta a la hora de reflexionar sobre la teoría y práctica de la terapia Gestalt.

Considerando que la terapia Gestalt tiene sus raíces en la fenomenología y en el

existencialismo, creemos que iría en contra de sus mismas bases teóricas entender el

género como si fuera una condición “natural” o como algo forzosamente dividido y

separado en dos polos, es decir, entender a hombres y a mujeres en masculino o en

femenino. Queda claro que ese tipo de pensamiento categórico no tiene nada que ver

con una perspectiva fenomenológica y dialogal.

161
Nos parece que ha existido poca sensibilidad para introducir y aplicar un

enfoque de género a la terapia Gestalt cuando es una corriente terapéutica que lo puede

asumir perfectamente.

Para poder cambiar necesitamos desarrollar mayor conciencia. La terapia

Gestalt, con su teoría de campo organismo-ambiente y enfoque fenomenológico y

dialogal, nos ofrece instrumentos interesantes para la exploración también en esta área

que es la conciencia de género.

En la revisión teórica actual de la terapia Gestalt se aprecia el paso de un modelo

del “yo” individualista a una aceptación de la teoría de campo de “yoes”

interpenetrados: un modelo que resulta dialógico, intersubjetivo y co-constructivista. La

terapia Gestalt se está encontrando con el postmodernismo y está creciendo a través de

este paradigma.

Sugerimos que todos y todas debemos hacer un trabajo de exploración personal

sobre los privilegios asociados al género. Reconocerlos no es suficiente. El siguiente

paso, para todos y todas y para los y las terapeutas, es tomar medidas para determinar

qué es lo mejor que podemos hacer con nuestras nuevas tomas de conciencia. Los

psicoterapeutas también podemos ser agentes de cambio social y no debemos ser ajenos

a lo que pasa en el mundo.

Si nos damos cuenta de que las nociones sobre género no forzosamente tienen

que estar conectadas con los cuerpos anatómicos, y entendemos género como algo

162
construido en un contexto cultural particular, se abrirá la posibilidad de una mayor

libertad de expresión en todos los sentidos y las diferencias que existen pueden llegar a

ser consideradas una fuente de riqueza humana. Porque las diferencias nos enriquecen y

nos complementan y cuando las aceptamos nos nutrimos, ampliamos nuestras

posibilidades y tenemos más oportunidades de elección.

La Gestalt se ha caracterizado por ser un proceso en transformación, que se

actualiza y crece en base a la integración de otras teorías y conocimientos, en continuo

ajuste creativo. Está en continua evolución y su dirección dependerá de la actividad de

los que practicamos esta forma de terapia. Todas estas reflexiones finalmente nos llevan

a concluir que la terapia Gestalt contiene los componentes teóricos básicos y necesarios

que una terapia de enfoque feminista requiere.

Quisiera terminar esta conclusión con dos citas, una de Elisabeth Cady Stanton:

“El lugar de una mujer en la sociedad marca el nivel de civilización” y otra de Eva

Lootz: “A la naturaleza y a la mujer se nos trata parecido”.

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