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LA EPOCA COLONIAL DE GUATEMALA

Situación que prevaleció en el Reino de Guatemala entre 1524 a 1821, se puede concebir, en esencia, como
la explotación económica de un territorio y del trabajo de los habitantes de éste, que anteriormente gozaron
de autonomía. En el caso de la sociedad colonial de Guatemala es decir, durante el periodo comprendido de
1524 a 1821, el aparato económico, estrictamente considerado, descanso principalmente a las siguientes
columnas institucionales: Esclavitud, Encomienda, Repartimiento, servicios personales, propiedad y
utilización de la tierra, administración de la hacienda pública, tecnología, trabajo artesanal y comercio.
Básicamente, sin embargo, en Guatemala , el régimen colonial gravitó en el trabajo de los nativos , ya que los
móviles generales de la conquista , las coacciones en que esta se realizó y la propia situación económico
social de España y de la propia colonia .

LA ESCLAVITUD DE LOS INDIOS

El dominio casi absoluto de una persona sobremanera , equivalente a un derecho de propiedad que traduce
en la anulación de la libertad , la personalidad y otros derechos individuales de quien ocupa la posición de
esclavo , fue un fenómeno que, con ligeras variantes , se conoció en todos los continentes , inclusive África , y
casi de manera ininterrumpida desde la antigüedad . En el siglo XVI se conocía en las sociedades del viejo
mundo, así como en las sociedades mesoamericanas con la Pre conquista. En estas últimas, el estrato de los
esclavos se integraba, principalmente con prisioneros de guerra o criminales condenados por la sociedad,
pero los hijos de unos y otros no necesariamente heredaban tal condición. En algunas zonas también se
obtenían esclavos mediante compra, el cobro de tributos por los señores o bien por la comisión de varios y
diversos delitos. Se les reconocía por su posición inferior en los procesos productivos por supuesto y , en
algunos casos, por la correspondiente “MARCA” en la cara y en los brazos , tal como se hacía en
Nicaragua , por ejemplo donde se usaba, para tales efectos , un polvo negro hecho de carbón de pino que se
frotaba en una cortada hecha la cara o en un brazo , para que la seña persistiera después de sanada la
herida . Esta práctica de la marcación fue continuada por los españoles después de 1524. Estos en
efecto redujeron a la esclavitud a muchos nativos en los años cruciales de la conquista y utilizaban una
“G” para marcar a los esclavos obtenidos en guerra , y una especie de “R” compuesta , para los
llamados “ESCLAVOS DE RESCATE” . Estos últimos eran precisamente los que ya tenían tal condición en
las sociedades prehispánicas, y de cuya existencia anterior persisten pruebas documentales, pictográficas y
lingüísticas en la actualidad. Estas pruebas se refieren a casi todo el territorio de la antigua Mesoamérica y,
en muchos casos, ponen de manifiesto ciertas prácticas de excesiva crueldad asociadas a la esclavitud de
aquella época. Como en otras partes del viejo mundo, en la Guatemala prehispánica la esclavitud implicaba
un derecho u derecho de propiedad sobre la persona del esclavo, lo que incluía los frutos del trabajo, así
como la privación de la vida de éste si se trataba de uno propio, o de una obligación de resarcimiento en el
caso de uno ajeno. Desde entonces, se tomaron medidas efectivas para que tal práctica no continuara, y se
ordenó la liberación de muchos indígenas que se conservaban bajo dicho régimen. Es justo reconocer, por
otra parte, que también hubo fuertes voces de crítica, de denuncia, de abierta condena a la política esclavista
que España y los colonos españoles desarrollaron en América central. Entre tales voces , a pesar de que
había también religiosos comprometidos en dichas prácticas, destacaron la del licenciado Cristóbal de
Pedraza , protector de los indios y Obispo de Honduras , quien envió una cruda” Información “ sobre la
situación esclavista en ese país y por supuesto la voz implacable de celebérrimo Fray Bartolomé de las
Casas. Y en España, precisa decirlo, algún eco tuvieron aquellas voces detonantes, cuando menos en el
ámbito del “debe ser” inherente a las leyes nuevas. Otra modalidad irregular, entre los
muchos procedimientos usados para burlar el precario control de la práctica esclavista, consistió en la venta,
en calidad de esclavos, de muchos indios sometidos al régimen de la encomienda. Estos por definición , eran
individuos libres , con la única obligación del pago del tributo a su encomendero, pero este, en
componenda con funcionarios, religiosos , traficantes y eventualmente con los caciques locales , se las
ingeniaba para participar en el mercado de esclavos , a expensas de la libertad de sus encomendados y del
ingreso regular que constituía el tributo.
LA ENCOMIENDA EN GUATEMALA

Con todas las experiencias adquiridas en las Antillas y después en México, Pedro de Alvarado emprendió la
conquista y colonización de Guatemala, como también lo hicieron Pedrarias Dávila, Gil González Dávila y
otros que iniciaron sus respectivas campañas desde Panamá, por supuesto recurrieron a la esclavitud de los
indios, a la encomienda, al reparto y a los servicios personales. Para que los indios Quichés se sometieran en
forma pacífica, Alvarado amenazó con reducir a la esclavitud a quienes no obraren del modo requerido.
Después de las acciones bélicas en Quetzaltenango y Gumarkaaj, y de la ocupación de Iximché y la rebelión
de los Cakchiqueles, Alvarado redujo a una virtual esclavitud a muchos indios; considerados “de guerra” o
bien de “rescate”. Repartió indios al servicio suyo y la hueste española, también estableció formalmente la
encomienda. El pago de tributo era el rasgo que definía a la última institución pero en ciertas ocasiones,
Alvarado aceptó que los Señores Zutujiles pagaran aquellos tributos con indios que fueron recibidos como
esclavos. Alvarado impuso al pueblo de Patinamit un irregular tributo que cada día cuatrocientos muchachos
y muchachas le diesen un canutillo de oro lavado del tamaño del dedo meñique. La diferencia entre la
esclavitud y la encomienda es que el segundo se condicionaba la calidad de esclavo al incumplimiento del
pago del tributo, rasgo, este último se consideraba consustancial a la encomienda. El primer gran reparto de
pueblos en encomienda fue hecho, en 1528, por Jorge de Alvarado, Gobernador y hermano de del jefe de la
expedición de conquista en Guatemala. Se repartieron más de cincuenta pueblos en la encomienda ello hizo
que en 1529 se suscitara una serie de protestas de parte de los afectados. Provocó el juicio de la Residencia
que ordenó la Audiencia de México contra el Gobernador, tenientes de gobernador y otros funcionarios de
Guatemala. Francisco de Orduña, que actuó como juez no alteró el reparto hecho por Jorge de Alvarado se
limitó a asignar a nuevos titulares de las encomiendas que estaban vacantes. En 1530 Alvarado anuló el
reparto hecho por su hermano Jorge, e hizo uno nuevo; éste también suscitó aprobaciones e inconformidades.
Alvarado se adjudicó la encomienda de Atitlán, del cual la mitad le pertenecía a Sancho de Barahona y Pedro
de Cueto. Posteriormente tuvo que devolver la encomienda. En consideración a las injusticias con los
primeros repartimientos en 1530, el Ayuntamiento de Guatemala Pidió al Rey que éstas se concedieran a
perpetuidad para evitar despojos o transferencias arbitrarias. La Corona decidió controlar estos vicios, permitió
que las transferencias pudieran heredarse “por una vida”, es decir, por una sola vez, en favor de una viuda o
del hijo mayor de un encomendero fallecido. En 1536 se ordenó una revisión y una tasación de las
encomiendas en Guatemala, en el cual intervinieron Alonso de Maldonado, y el Obispo Francisco Marroquín;
de estas actuaciones se derivaron algunas mejoras para los indios encomendados, sobre todo en cuanto a la
rebaja de los tributos. Pedro de Alvarado resultó afectado en el Juicio de Residencia que realizó Maldonado,
ya que se había adjudicado siete de los mejores pueblos del territorio guatemalteco (Atitlán, Guazacapán,
Escuintla, Petapa, Quetzaltenango, Rabanal, y Totonicapán). Alvarado obtenía ingresos de cerca de diez mil
pesos al año, a lo que se agregaba una cantidad similar recaudada en las encomiendas en Honduras. Las
acusaciones no pudieron ser desvanecidas por Alvarado, sobre todo las que se referían a obtener los
mayores beneficios del trabajo de los indios.

AGRICULTURA

Durante los largos milenios que se iniciaron el descubrimiento del maíz, hace unos 5,000 años, y a lo largo de
los periodos clásico y postclásico de la era prehispánica y de los casi cinco siglos de las eras colonial y
republicana, hasta el presente, la economía de lo que es el actual territorio de Guatemala ha descansado
básicamente en la agricultura. Los productos agrícolas, por lo tanto, en sus distintas fases de cultivo,
distribución y consumo, han mantenido una estrecha interrelación con otros fenómenos económicos y con los
macroprocesos sociales en general. Es importante reitera que el maíz, el frijol y las calabazas integran la
traída agrícola en el descanso, por siglo, la dieta básica de los antiguos pobladores prehispánicos, de sus
descendientes de la actualidad y, en buena medida de los estratos de la sociedad colonial y republicana. El
primero de dichos productos ha cobrado tal relevancia en los campos gastronómicos, religioso, de las
creencias y de las ideas en general que, en Guatemala, se ha configurado, inclusive, una particular subcultura
del maíz. Inicialmente fue incorporado a la dieta de los conquistadores, hasta servir en algunas ocasiones
para evitar que murieran de inanición; después de 1524, sin embargo, los indígenas trataron de controlar su
distribución, como una medida estratégica de resistencia. A partir de 1539, los españoles, a su vez, intentaron
desbaratar dicha estrategia, para lo cual instituyeron el cargo del juez de milpas, que era un funcionario
encargado de controlar y exigir que los indígenas cultivaran el maíz y el frijol, indispensables ya para los
colonos hispanos. La recolección de estos productos se canalizo por medio del cobro del tributo en especie, o
por el procedimiento de las subastas públicas, controladas por el ayuntamiento, y de las cuales se
beneficiaban las propias autoridades civiles y eclesiásticas, así como los colonos más importantes. La
producción del maíz sufrió una baja sensible a partir de 1570, como consecuencia de las epidemias y el
consiguiente descenso de la población aborigen. Tal situación empeoró a mediados del siglo siguiente
(1660), cuando un gran número de indígenas estaba obligado a cumplir el repartimiento y laboraba en
plantaciones de trigo, caña de azúcar y otros productor que entesaban más a los españoles; y también se
dedicaron en sus parcelas a la siembra de trigo y de caña de azúcar. La dieta de los colonizadores y en una
medida relativa también la de los indígenas, se amplió con otro alimentos diversos (frutas, legumbres,
tubérculos); unos de origen americano, como el jocote, la anona, el zapote, el mamey, el chile, el chipilín, el
beledo, l ayote, etc.; otros, de reciente introducción hecha por los europeos, como trigo, naranja, manzana,
pera, durazno, lechuga, remolacha, zanahoria, rábano, y mucho más. Según la tradición el trigo, un producto
de mucha importancia en razón de los hábitos dietéticos de los españoles, fue introducido en Guatemala en
1519, por un colono de nombre Francisco Castellanos. Este hecho fue aprovechado por el mismo Pedro de
Alvarado, e un molino que un ayuntamiento de permitió instalar en el rio que bordeaba la ciudad. Después de
propagó a muchos poblados del centro y occidente del actual territorio de Guatemala (San Juan
Sacatepéquez, San Martin Jilotepeque, Santa María Joyabaj, Comalapa y los mismos pueblos periféricos de
la capital). Los indios fueron obligados a dedicar tierras y trabajo al laboreo del trigo con animales,
herramientas y tecnología de procedencia Europea. De acuerdo con las nuevas tasaciones del tributo que
hizo el presidente López de Cerrato en 1549, las cuales resultaron, ciertamente, un tanto más favorables para
los indios, estos estaban obligados a cultivar, por aquella época, 1749 Fanegas de trigo para los españoles. El
despojo de tierras, el aprovechamiento masivo de obra de repartimiento, el abandono de sus propios cultivos
de subsistencia, el pago puntual del tributo, fueron algunas consecuencias negativas que se derivaron del
cultivo del trigo por los indígenas, el tanto que los hispanos recogían las mieses para su ración de ingenios y
el consiguiente procedimiento de la caña fue de las más complejas e innovadoras, puesto que requería de
mayores inversiones, mano de obra calificada (albañiles, herreros, carpinteros, punteros, etc.), tracción animal
y en general, una tecnología más desarrollada. Sin embargo la mano de obra no solo comprendía
trabajadores libres sino también indios de partimiento y esclavos negros. En la provincia de Guatemala, los
indios de repartimiento constituían un 30.31% de la fuerza laboral unos ingenios de azúcar, y un 61.48% en
los trapiches, no obstante que esa fuente de mano de obra, en ese tipo de trabajo, estaba prohibida por la
corona. El trato de aquellos recibían, además, principalmente a manos de “mandones” y caporales negros,
excesivamente despiadado. Por esta razón, en 1680, y por presiones de la corona, la audiencia ordenó una
inspección en ingenios y trapiches de importantes empresarios, tal como Francisco Antonio Fuentes y
Guzmán, Juan Arrivillada, la compañía de Jesús. Joseph del castillo. Los frailes Agustines y el presbítero
tomas de Aguilar y otros más. La producción azucarera alcanzó niveles importantes a principios del siglo XVII,
más que todo para el consumo interno, porque, aunque se inició cierto flujo de exportación hacia Europa, este
nunca alcanzó los altos volúmenes registrados en las antias. A fines de dicho siglo se producían en el reino
cerca de 18,000 arrobas anuales, pero, a falta de otras regulaciones, los beneficios obtenidos por la corona se
reducían al cobro de la alcabala, es decir, el impuesto relacionado con la operaciones de compra venta del
azúcar. Cultivos de Exportación En la primera parte de la época colonial, dos productos agrícolas, el cacao y
el añil, ambos de origen prehispánico, cobraron una extraordinaria importancia den la economía de la
exportación. Esto se orientó, primero, a los mercados de nueva España y Perú; y después, a los países
europeos, done también tuvieron una abierta aceptación. El cacao, que se comía en Mesoamérica como
alimento y como venida ceremonial desde unos 1500 años a.C., se utilizó, adicionalmente en ciudad de
moneda, y también para el pago del tributo. En especial, estas dos últimas modalidades fueron aprovechadas
por los españoles, en el marco inicial de la economía de la colonia. Las principales zonas cacaoteras del
reino de Guatemala se localizaban en Socotusco, Suchitepéquez, Guazacapán, Isalco y otras áreas del
pacífico, hasta el golfo de Nicoya, en Costa Rica. El cacao se cultivó, asimismo, en Chiquimula y en las
costas de Honduras y Nicaragua, sobre el atlántico. Aunque en la época prehispánica en el cacao estuvo
ligado a un comercio extendido por las largas rutas que comunicaban centros tan importantes como
Kaminaljuyu, Copan. Quirigua, Tikal y Uaxactún, después de la conquista se transportaba, por las vía
marítima y terrestre, desde donde era cultivado por los indios, hasta lugares tan lejanos como México,
Veracruz y Panamá. Puesto que en primero estuvo ligado a la encomienda y después al repartimiento del
comercio libre, el cacao contribuyó al enriquecimiento de muchos de los primeros colonizadores, entre los que
figuraban, inclusive, funcionarios, así como integrantes de las órdenes religiosas. Precisamente, algunos de
los enfrentamientos entre dichos sectores de la sociedad colonial estuvieron relacionados con la ocupación de
las área cacaoteras, con la disponibilidad de la mano de obra indígena y, finalmente, con el cobro de los
impuestos de compra venta y de exportación, de los cuales se beneficiaba directamente la corona. Otra de las
posibles implicaciones socioeconómicas del cultivo de cacao fue descenso cuantitativo de la población
indígena y, por consiguiente, de la mano de obra disponible en este sector. Tal reducción demográfica fue
consecuencia de clima que afectaban a los indígenas cuando trasladaban del antillano a las tierras bajas, en
las que cultivaba el cacao. A este hecho particular, en el siglo XVII se unió, como un factor más que redujo el
precio del grano producido en Guatemala, la competencia del cacao procedente de Guayaquil (Ecuador), y el
contrabando que de desarrolló entorno a la comercialización interna y eterna del producto. Muy semejante a la
situación que presentaba el cultivo y comercialización del cacao, fue la correspondiente al añil o xiquilite. Este
y la cochinilla eran dos colorantes que utilizaron los indígena, desde épocas muy remotas, en la escritura el
teñido de telas y la pintura de edificios y monumentos. A mediados del siglo XVI, los españoles comenzaron a
percatarse del valor comercial del añil, y no demoraron mucho en incorporarlo en los mecanismos del cobro
del tributo. La corona, a su vez, tuvo noticias de dicho producto y, en 1558, solicito la correspondiente
información a las autoridades coloniales. En 1571, la exportación del añil guatemalteco a España había
alcanzado ya proporciones importantes. El cultivo, promovido por los colonizadores, se extendió, entonces,
desde las costas de Guatemala y las de Nicaragua, sobre Océano Pacifico. La creciente demanda que el
colorante aludido alcanzó en Europa obedeció, a que la industria textilera usaba un producto semejante,
denominado “pastel”, con el cual se obtenía el color azul en el teñido de las telas. Dicho producto, conocido
precisamente con el nombre añil (termino derivado de los árabes añil, que sig. Azul), procedía del Lejano
Oriente, y su comercio estuvo, inicialmente, monopolizado por los portugueses y, después, controlado por
Francia e Inglaterra. De ahí la importancia que el colorante de Guatemala adquirió en España. La expansión
de la actividad añilera tuvo los consiguientes efectos en el sistema de adquisición y tenencia de la tierra, así
como en las relaciones laborales entre colonos y colonizados. En efecto, la apropiación de tierras en las
costas del pacifico, por cual es quiera procedimientos posibles, los cuales incluían la “composición” y la
“confirmación”, se intensificó de manera notoria. De todo ello por supuesto, también se beneficiaba
directamente la Real Hacienda. Las técnicas utilizadas en los obrajes de añil, el clima que demandaba el
cultivo y, sobre todo, la concentración de mano de obra en la épocas de cosecha y de laboreo, incidieron, de
manera negativa, en la población indígena que, no solo abandonaba obligadamente sus propios cultivos de
subsistencia, sino que, además, debía someterse al régimen de trabajo institucionalizado en la Colonia. Las
condiciones propias del procesamiento del añil eran, por cierto, extremadamente dañinas, en especial, por los
trabajadores indios, según se consignó en documento de la época: “… que en este beneficio enferma y muere
mucha gente por ser tan fuerte esta hierba que de solo entrar las manos a los pies en el agua donde está la
hoja cuando se a de sacar los palos o piedras con que está debajo del agua y la misma hierba se les comen y
canceran las carnes; y después estando golpeando el agua se levanta un humo tan malo que penetra los
sesos y causan otros daños con que se han consumido muchos indios en las partes donde se beneficia el
añil”. Los efectos perjudiciales que tuvo añilera entre los indios, los cuales culminaron en la desaparición de
pueblos enteros de origen prehispánico, obligaron a esa Corona a prohibir la utilización de trabajadores
nativos en los obrajes en los que se procesaba dicho producto. Se emitieron, en tal sentido, varias cédulas
reales entre 1545 y 1643, en inclusive se nombraron jueces visitadores, para controlar el cumplimiento de
tales disposiciones. Estas, sin embargo, nunca se cumplieron a cabalidad. Junto con el añil o xiquilite, en el
reino de Guatemala también se explotaron otros productos, tales como la grana o cochinilla, que era otro tipo
de colorante extraído de una especie peculiar de insectos que se reproducían en las napoleras; y también
plantas y raíces medicinales como la zarzaparrilla, la caña fistula, bálsamo, etc. Algunas de éstas se
exportaron a Europa en cantidades menores y la última de las mencionadas, el bálsamo, además de utilizarse
como medicamento, se incorporó mediante autorización contenida en una bula papal, en el ritual de la Iglesia
Católica asociado a la administración de los sacramentos en la extremaunción y la confirmación. La cochinilla
proporcionaba un tinte de color púrpura, también usado por los indígenas, desde la época prehispánica, en el
teñido de sus telas. El interés de los españoles en este producto data de 1573, cuando el Presidente Pedro de
Villalobos recomendó a la Coona que se incrementara la producción respectiva, con el objeto de aumentar y
facilitar, asimismo, el cobro del tributo de los indios. Villalobos recibió la autorización correspondiente y, en
1575, la exportación de grana a la metrópoli mostraba ya un ascenso notorio que, sin embargo, nunca
alcanzo, una considerable importancia económica. El añil y la ganadería predominaron en la economía
colonial durante el siglo XVIII, aunque no se desatendieron por completo, los otros cultivos citados antes, y
algunos más, como el tabaco, el achiote, el algodón, etc., que se incorporaron en los procesos de producción,
para el consumo interno y externo. Con el transcurso del tiempo la tecnología y los volúmenes de producción
relacionados con la agricultura mejoraron ostensiblemente, pero, por otro lado, al crecer la población se
agudizaron, los problemas sobre la aprobación y las disputas de tierras. Finalmente, tal como ocurrió en el
caso específico del añil (que fue sustituido por las anilinas o tintes sintéticos), el contrabando, la industria
masiva, así como la competencia de otros centros fabriles, fueron algunos de los factores que incidieron
negativamente en la economía colonial. En la exportación y comercialización de los principales cultivos era
notaria la relación de dependencia de las provincias respecto de la ciudad de Guatemala. La minería. Con el
trasfondo socioeconómico de la España de entonces, los primeros expedicionarios y colonos desbordaban
sueños de fáciles riquezas deslumbrantes. No solo se trataba de recuperar, con holgados excedentes, los
dineros invertidos, magros o cuantiosos como fueran, si no ascender en la escala social, para asegurar futuros
más promisorios. Por ello, al principio, antes que la tierra u otros recursos cualquiera, los metales preciosos,
en especial el oro, alumbraban los caminos potenciales para alcanzar aquellos objetivos. A medida que se
amplió el horizonte del nuevo mundo, cuando ya las palabras México, Perú, potosí, costa rica, el dorado,
tenían fuertes connotaciones metálicas, los recién llegados al Reino de Guatemala comprobaron que aquí la
riqueza mineral no tapizaba los suelos, ni espesaba las aguas de los ríos. No obstante, casi de inmediato, se
entregaron a la búsqueda afanosa de las vetas o de las arenas refulgentes. Apena, superado el fragor de las
primeras batallas, el mismo Pedro de Alvarado y sus acompañantes de más rango ordenaron el lavado de oro
en los ríos próximos a Iximché, a Santiago y otros poblados. Los esclavos hechos en la guerra, así como los
primeros indios “repartidos”, fueron ubicados en los lavaderos auríferos o en las pocas minas conocidas. A
un aquello que, por su condición o por las circunstancias, se tenían por vasallos libres del rey español,
resistieron la ansiedad de los buscadores de los metales preciosos. Los señores cachiqueles dejaron
constancias en el memorial de Sololá: “durante este año 1530 se impusieron terribles tributos. Se tributó oro a
Tunatiuh, se le tributaron cuatrocientos hombres y cuatrocientas mujeres para ir a lavar oro”. En el primer
juicio de residencia, al que se le sometió en México, el 5 de julio de 1529, se obligó al conquistador d
Guatemala a rendir cuentas del oro y de la plata que, después de pagar el quinto real, según su propio
testimonio, recaudó y fundió en los territorios por él sometidos. Aquella búsqueda afanosa barco también los
territorios actuales de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Chiapas y Guatemala. Mas en
esta última provincia, Alvarado encabezó a aquellos que cortaron la mejor tajada. En el testamento que el
Obispo Marroquín hizo a nombre del Adelantado de Guatemala, quedó un registro significativo. “dejó muchos
esclavos sacando oro en las minas de lo cual llevó muchas carga para su ánima… dejó por libres a todos los
indios esclavos, hombres y mujeres, y su hijos, que así andan a sacar oro por el dicho Adelantado, y desde
ahora todos sean libres para siempre, con el aditamento y condición que saquen oro para pagar las dichas
deudas que el dicho Adelantado debe y dejo… y en él entre tanto que saquen oro sean muy bien mantenidos
y curados, tratados y doctrinados en las cosas de nuestra santa fe católica, todo a costa del oro que sacaren,
hasta tanto que se paguen la dichas deudas… Mando que los dichos esclavos saquen oro en las minas, una
demora que corre desde 1 de octubre hasta San Juan, y que el dicho oro que así sacaren se reparta entre los
hijos del dicho Adelantado”. El oro y los otros metales preciados se recaudaron por medio del trabajo forzoso,
de los tributos, y por cuanta manera fuera posible. En carta enviada al rey Carlos I, el 6 de marzo de 1524, el
capitán Gil González Dávila relataba un hecho curioso: “llegué a un cacique que se llama Nicoya, el cual me
dio de presente 14000 castellanos de oro… Cuando me partí me dijo el cacique que, pues ya él no habría de
hablar con sus ídolos que me los llevase, y me dio seis estatuas de oro de grandura de un palmo”. El mismo
González Dávila desde Española hizo después un cuantioso envió de oro, en cinco “naos” que surcaron el
Atlántico en ruta de retorno. El Tesoro Real, Andrés de Cereceda, compañero de González Dávila, dejó un
recuento detallado del aquel oro, que, reducido a pesos y en forma de hachas y cascabeles, había sido objeto
de “rescate” en la parte sur de la América Central. Por su abundancia en objetos del valioso metal, Costa Rica
se llamó así desde entonces, pero de tal fama participaban también Panamá y Colombia. Otros muchos
lugares específicos, en los cuales se recaudó oro, plata, plomo, hierro y otros minerales, en montos y
calidades distintos fueron los siguientes: KOPAN, GOASCORÁN, YUSCARAN, CHOLUTECA, Gracias a Dios
o cotepeque (en Honduras); Atitlán, Nevaj, Joyavaj, Santiago Zamora, San Juan y San Pedro Sacatepéquez,
el valle de jilote pequé y Chiquimula (en Guatemala); Metapa, Ciguate guacán, Naozalco, Chilchuapa (en
Salvador). Las mejores minas que se descubrieron a mediados del siglo XVI, eran las de Tegucigalpa,
Comayagua y Ocotepeque, en Honduras; las de las Segovia en Nicaragua; y Huehuetenango, en Guatemala.
En todos los lugares citados el trabajo se hacía, al principio, por medios rudimentarios, como la trituración y la
fundición, que después se perfeccionaron mediante el uso del azogue o mercurio, transportado desde el Perú,
a partir de 1566. A raíz de promulgación de las leyes Nuevas se prohibió, in que se cumpliera la utilización de
trabajadores indígenas en las minas, consecuentemente, se incorporaron los primeros contingentes negros en
dicha actividad. El 16 de agosto de 1618, en efecto, arribó a Trujillo un barco cargado de esclavos africanos,
destinados a las minas de Tegucigalpa; dos navíos más, con igual “carga”, llegaron el 4 de septiembre de
1620, pero el ayuntamiento de Guatemala protestó porque aquellos negros “eran más de los que
necesitaban”. Huehuetenango fue una región minera importante en los inicios de la época colonial, en la que
resultaba favorable el entorno ecológico y la disponibilidad de mano de obra indígena. Fuentes y Guzmán
relata el caso anecdótico del español Juan de Espinal o espinar, que , cuando descansaba en un recodo del
camino, vio casualmente una lumbre que se encendía al pie de un árbol de pino y descubrió, además, que
unas piedras irradiaban fuego, tal si fueran brasas, y que, al enfriarse, cuajaron como piezas de
plata. Seguidos los trámites del caso, Espinar registro y exploto aquella rica veta, de la cual” obtuvo grande
opulencia para pasar a España, dejando cubierta la labor principal de los metales acerados, con ánimo de
volver a gozar lo que dejaba”. Las crónicas aluden a otro caso semejante el de un cura de Cuilco, que
descubrió una mina de oro en el pueblo de Motosintla. Allí, después de que el fiscal de la iglesia le mostro una
pepita de dicho metal, los caciques a su ruego e instancias le llevaron al yacimiento con los ojos vendados y a
condición de que solo dispusiera del metal que podía cargar con sus manos, para destinarlo a las sobras de la
iglesia y otras necesidades. En general, y pese a la relativa pobreza mineral de la región, la minería produjo
caudales apreciables a sus dueños y a la Hacienda Real. Contribuyó, asimismo al desarrollo de la orfebrería,
predominantemente la de carácter religioso, la cual alcanzó niveles apreciables en cantidad y calidad artística.
La extracción de metales preciosos indujo a la Corona a fundar en Guatemala una Real Casa de moneda, lo
que se hizo por medio de cédula de 20 de enero de 1731. Ello tuvo efectos positivos en la economía general
de la Colonia, sobre todo porque la explotación minera aumentó, relativamente, durante los siglos XVII y
XVIII, gracias al descubrimiento de nuevos yacimientos; a ciertos incentivos estatales, como la reducción de
impuestos y controles; y a una simultánea política de supervisión, para evitar la explotación ilegal, el
contrabando y otros vicios semejantes. Comercio El descubrimiento de América estuvo legado a las
relaciones comerciales entre Europa y el lejano Oriente; de ahí la importancia que, en su propio contexto
mercantil, España concedió el intercambio de bienes a través del Atlántico. Este interés inicial se tradujo de
inmediato, en la necesidad de trazar lineamientos políticos, administrativos y otros, que aseguran los
beneficios económicos que representaba la ampliación del imperio a las tierras del Nuevo Mundo. En relación
con el comercio, que fue sin duda una de las columnas centrales de régimen colonial, entre aquellas primeras
medidas de gobierno estuvo la organización de la casa de contratación, con sede inicia en Sevilla, cuya
fundación se aprobó en 1503, y sus estatutos, en 1510. Se le concibió como el agente fiscal y comercial de
la Corona, aunque después se le asignaron otras funciones colaterales, como la de investigación en los
campos de la navegación y la cosmografía. Durante varios años, las relaciones comerciales con las colonias
estuvieron centralizadas en Sevilla, con excepción de ciertas actividades que se canalizaban por los puertos
de Cádiz y de san Lucas. La Casa de Contratación por lo tanto, acrecentó su actividad, al punto de que, a
finales del siglo XVII, cuando el régimen colonial estaba ya bien cimentado en América, era un órgano de
gobierno de enorme relevancia. Se le traslado a Cádiz, cuando ese puerto sustituyo a Sevilla para la salida y
llegada de las flotas indianas. A lo largo del siglo XVI, el comercio entre España y América se hiso por medios
de flotas de barcos protegidos adecuadamente, ya que la acción depredadora de los piratas y corsarios,
respaldos por Inglaterra, Holanda y Francia, afectaba la comunicación entre la metrópoli española y sus
posesiones coloniales. En 1561, el tráfico comercial se hacía sólo en primavera y en verano, en sendas flotas
que, en la Antias, se dividían, ya que unas se dirigía a Veracruz (México) y al golfo de Honduras, y la otra
hacia Cartagena de indias y puerto bello (Panamá). Durante los siglos XVI y XVII, el Reino de Guatemala
mantuvo relaciones comerciales, legales e ilegales, con España, Nueva España, Perú, Nueva Granada,
Filipinas, Inglaterra y Francia. Para ello, se utilizaban atracaderos de Puerto Caballos y Trujillo, en Honduras;
Bodegas Golfo, en Guatemala; San Juan y el Realejo, en Nicaragua; Matina, en Costa Rica; y acajutla, El
Salvador. La comunicación terrestre se hacía por rutas agrestes que unían puertos y poblados importantes, en
las cuales las mercaderías se transportaban por tamemes o por vestías mulares. El sistema de lotas, sobre
todo cuanto éstas, a partir de 1633, carecieron de la protección armada, ocasionó periódicas carencias de
mercancías europeas en Guatemala, ya que los barcos no llegaban todos los años. Bienes de intercambio
Algunos de los productos exportados por Guatemala, que obligadamente pasaban por Sevilla primero y
después por Cádiz, incluían añil, zarzaparrilla, palo de Brasil, cochinilla, azúcar, cueros de reses, bálsamo y,
por supuesto, metales preciosos, como oro y la plata. De vuelta, los barcos traían vino, pasas, aceitunas,
aceite, higos, paños, lino, hierro, mercurio, etc. El comercio alcanzó sus niveles más altos a principios del siglo
XVII, y comenzó a declinar a mediados de la década 1620, en un descenso que se agudizó en el decenio
siguiente. Las causas de esto último estaban vinculadas a una crisis de todo el sistema, del comercio
intercontinental y colateralmente, a la acción de los piratas en el Caribe. Con el fin de superar las dificultades
en cuanto al aprovisionamiento y circulación de mercancías necesarias o rentables, en las últimas décadas
del siglo XVI y primeras del siguiente, el comercio centroamericano se canalizo por Granada (Nicaragua) y,
sobre todo, hacia puerto bello y Cartagena, desde matina (Costa Rica). Comercio con otras…. A lo largo del
periodo colonial, Guatemala mantuvo un intercambio comercial, casi permanente aunque no siempre legal,
con naciones como la Nueva España, Nueva Granada, Perú y, de manera indirecta, Filipinas y otros Países
del Lejano Oriente. Con México tal tipo de relaciones se remonta a la época prehispánica, pero, en el periodo
colonial, ellas fueron más regulares y expeditas. La comunicación se hacía por medio de un camino que
bordeaba Los Cuchumatanes, y por otro que atravesaba la Boca costa del Pacífico. En ocasiones se utilizaba
la vía marítima, en ambos océanos. Los novohispanos, o mexicanos como más comúnmente se les llamaba,
adquirían cacao, añil, vainilla, achiote, etcétera, en las regiones de Soconusco, Suchitepéquez, Izalco, y otras
del Reino de Guatemala. A cambio, surtían a los mercados situados al sur de sus fronteras, con telas u otros
productos de origen europeo. A mediados del siglo XVI, la sola región de Suchitepéquez exportaba unas
200,000 cargas de cacao (cada carga equivalía a 24,000 almendras) a México. Este particular comercio fue
objeto de regulaciones especiales, orientadas a conseguir un equilibrio económico interregional. En 1576, por
ejemplo, la Corona exigió una licencia de exportación y un impuesto del 5%, en relación con el cacao que
salía de Suchitepéquez hacia Nueva España. A la zaga de sus intereses, los comerciantes, en algunos casos,
se trasladaron a vivir a pueblos cacaoteros, como Izalco, en San Salvador, pero ello ocasionó roces y
conflictos con los encomenderos de la zona. De esta cuenta, en 1553, la Audiencia ordenó que los
comerciantes abandonaran los pueblos de indios de aquella área, y que se trasladaran a la Villa de
Sonsonate. Desde Acajutla, por otra parte, se comercializó cacao hacia México y Perú, pero, a veces, el
tráfico caía en los linderos del contrabando, o se hacía en competencia desleal con el grano de Guayaquil. El
comercio con Perú se intensificó durante los siglos XVII y XVIII, hasta el punto de que la moneda llamada
perulera, precisamente por su procedencia, circuló con amplitud en Guatemala. Los productos
centroamericanos llegaban hasta Quito, Lima y Arequipa. El intercambio con Filipinas, en cambio, se hacía
indirectamente, por medio del Galeón de Manila que, en la última parte del siglo XVI, conectaba esta ciudad
asiática con Acapulco. Guatemala, por lo tanto, como las otras colonias americanas, comerciaron
simultáneamente con varias naciones, ya de modo legal, ya en forma ilícita, pese a los esfuerzos de España
por canalizar todo el tráfico de mercancías a través de las casas comerciales y los controles oficiales de
Sevilla. Además del comercio externo, Guatemala desarrolló una intensa red de intercambio, que conectaba la
ciudad de Santiago, el Corregimiento del Valle y las principales ciudades y poblados provincianos, así como
también los pueblos de indios. En este sistema interno desempeñaron un papel importante los mercados, las
ferias, el tiánguez (mercados tradicionales de los indígenas); también las tiendas y tabernas, y los “abastos”.
Por medio de estos últimos, que no eran sino concesiones privilegiadas, se administraba la comercialización
de importantes productos, como los cereales, la carne, etcétera. El panorama del intercambio comercial
esbozado anteriormente, se modificó, de manera drástica, en el siglo XVIII. Las principales causas de ello
fueron la autorización del libre comercio, la reforma del sistema de impuestos, el fortalecimiento de la Real
Hacienda, la reducción del poder de la Iglesia, la defensa militar de las costas americanas, y la instauración
del Régimen de Intendencias. A finales del siglo citado se estableció el Real Consulado de Comercio de
Guatemala, cuyas funciones eran las de estimular la producción, promover el comercio, desarrollar la
infraestructura, y afirmar la justicia en las cuestiones mercantiles. En mucho se lograron estos objetivos en la
última parte del período colonial, pero también persistieron viejos problemas, como el contrabando, la
especulación, la explotación inicua de la mano de obra indígena y otros más que tuvieron efectos disociadores
en una sociedad de corte colonial, pero que se hacía cada vez más grande y más compleja. La Real Hacienda
El régimen hacendario, o sea, las finanzas públicas de la Colonia, reflejaron necesariamente las
características sociales y políticas de la organización y funcionamiento del vasto imperio español. En la
administración de los recursos económicos en general, jugaron un papel decisivo la Corona, en primer lugar,
como propietaria soberana de las tierras y riquezas del Nuevo Mundo; la Casa de Contratación, encargada de
la administración y el tráfico de dichas riquezas; y, finalmente, la oficialidad o burocracia real, que fungía en
las posesiones coloniales y, en especial, en los centros de poder económico. Los ingresos reales Como en
todas las Indias, en Guatemala la política fiscal descansó en dos tipos de impuestos: los fundamentales o
regulares y los complementarios. Los primeros comprendían los siguientes: quinto real, almojarifazgo, tributo,
diezmo y alcabala. Entre los segundos figuraban los estancos, oficios vendibles, empréstitos, derramas y
penas de cámara. El quinto real consistía en la quinta parte (20%) que cobraba la Corona sobre el valor de los
productos minerales y piedras preciosas que explotaran los colonos. Este impuesto fue oportunamente
reducido, a un 10% y hasta a una doceava parte, con el objeto de estimular tal actividad económica, y evitar la
evasión impositiva. El almojarifazgo era el impuesto que se pagaba por la importación y exportación de todo
tipo de productos, y equivalía, respectivamente, al 5% y al 2.5% del valor de dichos bienes. El tributo consistía
en una cuota anual que pagaban los súbditos del rey, en señal de su simple calidad de vasallos. En
Guatemala, lo pagaron los aborígenes, desde la época prehispánica, a los jefes de sus respectivos señoríos, y
después a la Corona o a los encomenderos. El diezmo, teóricamente, era un aporte equivalente a la décima
parte del valor de todos los bienes adquiridos o comercializados en el Nuevo Mundo, el cual debía entregarse
a la Iglesia Católica. En 1501 se estableció que la Corona, cuyos representantes hacían el cobro
correspondiente, tenía derecho a retener dos noveno de la mitad de tal impuesto. En 1578, cuando se impuso
a las transacciones relacionadas con el añil, se incrementó la recaudación del diezmo. Una parte de éste se
utilizaba en la construcción de iglesias y hospitales. En 1533 se eximió de este impuesto a los indígenas, pero
existen referencias acerca de que en alguna época se les cobró, especialmente en el siglo XVIII. La alcabala
era un impuesto del 2%, que recaía sobre el valor de todas las operaciones de traspaso, contratos y
compraventas, y que también afectaba las herencias y donaciones. De este gravamen estaban exonerados
los indígenas. Los impuestos complementarios incluían los siguientes: los estancos, que se referían al
monopolio de la Corona, respecto de la fabricación y comercialización de determinados artículos (sal,
mercurio, naipes, pólvora, tabaco, papel sellado, aguardiente y nieve); las Bulas de la Santa Cruzada, o sea,
un aporte que permitía a los fieles comprar indulgencias (perdón de los pecados), a título propio o ajeno; la
venta de cargos públicos, tanto civiles como eclesiásticos, los cuales se compraban en España o en la
Colonia, según la jerarquía del puesto; los donativos forzosos impuestos por la Corona a los súbditos; las
derramas, que eran contribuciones ocasionales destinadas a emergencias, como terremotos, a trabajos
públicos, o a servicios personales inmediatos, necesitados por los gobernantes o las tropas; las penas de
cámara se referían a los ingresos provenientes de multas impuestas por delitos diversos. Los egresos de la
Corona y de las autoridades coloniales cubrían una extensa gama de recursos destinados a gastos
administrativos, guerras, obras públicas y servicios de índole muy extensa y variada. Una parte importante de
la política fiscal fue la organización monetaria que, a partir de 1731, quedó a cargo de la Casa de Moneda.
Los medios de cambio, o monedas, más comunes a lo largo de la época colonial, fueron los siguientes: el
cacao, de uso prehispánico; las piezas rústicas de oro, llamadas “pesos de oro de minas”; las rajas de plata;
las monedas acuñadas de este mismo metal; los pesos “peruleros” procedentes de Perú; el peso de plata, o
“peso fuerte”; los reales; la moneda “macuquina”, o “macacos” (piezas rústicas traídas de México o Perú); los
cuartillos, etcétera. Importancia social de la población El volumen, el crecimiento o decrecimiento, la
distribución, la evolución en fin, de una población identificada con una sociedad cualquiera, tienen una
importancia decisiva en los procesos generales que corresponden a dicha sociedad. Esa importancia no se
reduce sólo a cuestiones cuantitativas, o de espacio simplemente, ya que se vincula también a formas de
conducta, a actividades económicas, a organización de grupos particulares, a creencias e ideas, a normas, y a
muchos otros aspectos de la vida en sociedad. Respecto de la sociedad guatemalteca de la Colonia, por
ejemplo, indiscutiblemente resultan relevantes preguntas como las siguientes: ¿Qué clase de gente conformó
esa sociedad? ¿Cuáles fueron las transformaciones cuantitativas y cualitativas que experimentó? ¿Qué tipos
de grupos la integraron? ¿Cuál fue la distribución de las personas en el espacio? A éstas podrían agregar- se
muchas interrogantes más, cuya respuesta objetiva ayudaría a entender no sólo la sociedad de la época, sino
también la del presente, de la cual aquélla es un antecedente más o menos inmediato. En 1524, cuando
llegaron los españoles a lo que después fue el Reino de Guatemala, la región estaba poblada por
conglomerados aborígenes, que participaban de semejanzas y diferencias fundamentales, en la medida en la
que tenían algún tipo de contactos, o un ancestro común. En relación con el número de aquellos habitantes se
alude a cifras que oscilan entre 200,000 y dos millones, e incluso cantidades mucho mayores, de hasta 50
millones, y aún más. Sin embargo, no hay certeza alguna sobre el monto total de la población que vivía en el
istmo centroamericano antes del arribo de los europeos. En relación con el territorio actual de Guatemala, la
fuente más aceptable de la que se dispone es la tasación de los tributos, hecha por Alonso López de Cerrato,
quien gobernó de 1548 a 1554. Según el número de indios tributarios y de las personas vinculadas a éstos, en
una proporción de 5.1 a 6.1, se ha estimado que, en aquellas fechas, había un total de 428,500 habitantes,
aunque también se han sugerido cifras mayores, de hasta 475,000 moradores. Los cálculos anteriores, sin
embargo, no resultan del todo fiables, por las siguientes razones: no incluyen absolutamente todos los
poblados, como tampoco los indios que se fugaban a los montes; excluyen la enorme cantidad de muertes
que ocasionaron las enfermedades introducidas por los españoles, y contra las cuales los nativos no tenían
defensas naturales. A partir del contacto con los europeos, dichas enfermedades (viruela, sarampión, tifus,
peste bubónica, etcétera) causaron una verdadera catástrofe demográfica, lo que hace pensar que, alrededor
de 1519-1520 (antes de la primera epidemia), el actual territorio de Guatemala pudo haber estado ocupado
por cerca de 1.7 millones de habitantes. Algunas de aquellas enfermedades, como la llamada kumatz
ogukumatz, se incorporaron al léxico, al sufrimiento, y a los registros históricos de los nativos, entre estos
últimos, el Memorial de Sololá: “He aquí que durante el quinto año apareció la peste ¡oh hijos míos! Primero
se enfermaban de tos, padecían de sangre de narices y de mal de orina. Fue verdaderamente terrible el
número de muertes que hubo en esa época… De ninguna manera podía la gente contener la enfermedad…
Después de haber sucumbido nuestros padres y abuelos, la mitad de la gente huyó hacia los campos. Los
perros y los buitres devoraban los cadáveres. La mortandad era terrible”. Además de los efectos de las
enfermedades, la guerra tuvo los propios; así como el maltrato y los trabajos forzados, cuyos resultados
dieron pábulo a lo que se conoce como la “Leyenda Negra” contra España. La muerte de hombres y mujeres
en edad madura, y de niños, causó un notorio descenso en las tasas de natalidad; inclusive, no ha faltado
quien aluda a una actitud de “desgano vital”, o sea, de frustración total ante las expectativas de la vida,
aunque este último argumento contradiga la permanente resistencia de los indios, violenta o pacífica, que
también ha recogido la Historia. De los españoles que migraron A raíz del Descubrimiento, uno de los
primeros problemas que se presentó a la Corona fue el de determinar quiénes podían viajar a las Indias. En el
primer viaje de Colón se autorizó el reclutamiento de algunos prisioneros; después se hizo lo mismo con otros
condenados, a quienes así se conmutaba la pena; pero, en 1505, se prohibió el traslado de todos aquellos
que tuvieran malos antecedentes. Casi desde el principio, sin embargo, se excluyó expresamente a los
judíos, a los moros y a los conversos; pero, alrededor de 1510, se aprobó una política más abierta, aunque
reducida todavía a los originarios de los reinos de Castilla y de León. Poco tiempo después se autorizó la
emigración de españoles sin excepciones, e inclusive se permitió, con autorización especial, la trasportación
de negros. Entre los primeros migrantes, en general, no figuraban nobles, sino más bien hidalgos
jóvenes, que buscaban aventuras y fortuna. Pronto se sumaron marineros, religiosos, comerciantes, criados,
pero los artesanos y labriegos aún eran muy escasos. Hasta en 1518, precisamente Las Casas propuso que
se poblara con labradores y, en 1519 la Corona trató de impulsar dicha propuesta, la que no cuajó, sin
embargo, porque ya los colonos comenzaban a trasladarse a Tierra Firme, en desmedro del poblamiento de
las islas antillanas. Ante la necesidad de controlar los territorios descubiertos, la Corona decidió
“fundar” y “poblar”, lo que significaba edificar ciudades, con población concentrada, para lo cual se ordenó el
reparto de solares. En la primera etapa de la empresa descubridora, en las Antillas, participaron unos 300
españoles, pero, en 1502, cuando comenzó la verdadera colonización, ya habían llegado a La Española cerca
de 2,500 migrantes y, en 1559, el total de la migración ascendía a 27,787. En el Catálogo de Pasajeros a
Indias se registraron sólo 15,480, en el período de 1509 a 1559, pero allí no se incluyó nunca la emigración
fraudulenta. Se calcula que, en 1600, el total de migrantes era de 54,881, aunque también se han presentado
cifras que se aproximan a 200,000. En cuanto a la procedencia de los migrantes, las estadísticas
conocidas indican las siguientes regiones: Andalucía y, en particular, Sevilla (36%); Extremadura (16.4%);
Castilla la nueva (15.6%); y Castilla la Vieja (14%). En el siglo XVII aumentó la emigración de Cataluña y de la
Vascongadas. En el Catálogo de pasajeros se señala un 5.6% de licencias otorgadas a mujeres, pero,
después de la conquista aumentó el porcentaje de casadas que resolvieron trasladarse a las Indias. Las cifras
generales anteriores, sólo en forma relativa pueden aplicarse a lo que fue el Reino de Guatemala, sobre el
cual se carece de información específica. Se sabe, tan sólo, que en Costa Rica se establecieron 88 “familias
fundamentándolas” y que, en general, éstas casi no dependieron de la mano de obra indígena y constituyeron,
en cambio, un núcleo inicial de empresarios, atenidos a su propio trabajo, lo que, a veces, se ha utilizado para
explicar los orígenes remotos de la democracia en dicho país. La Fundación de poblados Con el propósito de
afirmar su dominio directo y disminuir el que detentaban los jefes de conquista, la Corona ordenó la fundación
de poblados en los territorios conquistados. En el Reino de Guatemala se comenzó en la primera mitad del
siglo XVI, pero tal política, con alzas y bajas, continuó en los años posteriores y estaba ya consolidada en la
siguiente centuria. Ciudades y villas Los términos de ciudad y villa se usaron para designar a los centros de
españoles, según el tamaño de los asentamientos; y el de pueblo o poblado, para llamar a los habitados por
indígenas. Ello respondía a la concepción de las “repúblicas” separadas, inclusive desde el punto de vista
espacial o geográfico. Con el tiempo, sin embargo, las ciudades más importantes adquirieron un carácter
multirracial. Las urbes principales a finales del siglo XVI, de las cuales cada provincia tenía una o dos,
eran, sin duda, importantes focos de poder económico, político, religioso y cultural, etcétera, Su vida giraba en
entorno a los cultivos o actividades económicas más relevantes (cacao, añil, minería). En aquella época ya
destacaban ciudades como Santiago de Guatemala, que era la capital del Reino; Ciudad Real, en Chiapas;
Comayagua y después Tegucigalpa, en Honduras; San Salvador y la Villa de Sonsonate, en El Salvador; León
y Granada, en Nicaragua; además de otros centros menores, ubicados en las distintas provincias. A lo largo
del citado siglo XVI se fundaron en el Reino unas 50 ciudades y villas, de las cuales sólo perduró una
veintena, aproximadamente, En todas se aplicó el trazo en damero o cuadrícula. Centros urbanos en la
Provincia de Guatemala La primera ciudad fundada en el actual territorio de Guatemala, lo fue sólo de manera
simbólica, en Iximché, el 27 de julio de 1524. Se le llamó Santiago de Guatemala, pero nunca fue trazada a la
manera española. Casi de inmediato, y como consecuencia de rebelión de los Kakchiqueles, adquirió un
carácter itinerante, con las características propias, más bien, de un campamento militar. En estas condiciones,
primero estuvo en Xepau (Olintepeque, Quetzaltenango), y después en Chijxot (Comalapa, Chimaltenango).
Su primer asiento permanente lo tuvo en Almolonga o Bulbuxyá, donde se fundó, por Jorge de Alvarado, con
las formalidades legales del caso, el 27 de noviembre de 1527: “Asentad escribano que yo, por virtud de los
poderes que tengo de los gobernadores de su Majestad con acuerdo y parecer de los alcaldes y regidores que
están presentes, asiento y pueblo aquí en este sitio la ciudad de Santiago, el cual dicho sitio es término de la
provincia de Guatemala”. Después de la muerte de Pedro de Alvarado, ocurrida en México, y cuando
doña Beatriz de la Cueva (“la sin ventura”, como ella firmaba entonces) desempeñaba la Gobernación,
conjuntamente con su primo Francisco de la Cueva, la noche del 11 de septiembre de 1541 la ciudad fue
destruida por una grande inundación, provocada por lluvias torrenciales y un deslave que descendió del
Volcán de Agua. A raíz de la muerte de doña Beatriz, en aquella noche trágica, el gobierno se ejerció, también
conjuntamente y de modo provisional, por el Obispo Marroquín y el ya citado Francisco de la Cueva. El
mismo año 1541, la ciudad se trasladó al valle aledaño que los indígenas llamaban Pancán o Panchoy, y los
españoles, Valle del Tuerto. Allí estuvo hasta 1773, año en el que fue destruida por los terremotos de Santa
Marta. De ese sitio, de nuevo fue trasladada, en 1776, al Valle de la Virgen, o de La Asunción, donde todavía
permanece. A principios del siglo XVII, Santiago tenía 500 vecinos españoles y un número semejante
de indígenas, ladinos y “castas”. Puesto que, según cálculos aceptables, cada vecino era jefe de una familia
de cinco personas, se supone que había un total de 5,000 habitantes, en 1700, esta cifra había ascendido a
30,000. El cronista Fray Antonio Vázquez de Espinosa describió cómo lucía la ciudad de Santiago en
1620: “Las calles bien trazadas y derechas, tiene la plaza principal que es muy buena y cuadrada, en el
ángulo que está al noroeste está la Iglesia catedral… En el mismo ángulo las casa obispales. En el otro
ángulo que está casi al sur, están las casas reales, muy grandes y capaces… Enfrente de este ángulo de las
casas reales casi al norte, es el otro todo de portales de muy buena fábrica, en éste están los escribanos y
algunas tiendas de mercaderes. El otro ángulo que está enfrente de la Iglesia catedral es también de portales,
todo de muy buena fábrica, en el cual hay mercaderes y otras tiendas de pulperías, a un lado de la plaza hay
una fuente de agua muy buena, de donde se provee mucha parte dela ciudad, aunque muy abastecida de
ella…”. En Panchoy se distribuyeron los solares en barrios, ubicados según la importancia de los
vecinos. Además, se señalaron los lugares asignados a los indios que habían llegado “en seguimiento a los
indios que habían llegado “en seguimiento de los españoles”, es decir los tlaxcaltecas, mexicanos, utatlecos y
guatemaltecos. Por cierto, las autoridades siempre recelaron de los indios citadinos, y fue constante el temor
de posibles levantamientos. Algunas de las ciudades y villas fundadas en la Provincia de Guatemala,
así como en otras partes del Reino, representaron sólo intentos frustrados de edificación, tal como ocurrió en
Mixco, en el Llano de la Culebra; en Verapaz, donde el Alcalde Mayor, Martín Alonso Tovilla, fundó la Villa
Toro de Acuña, de muy corta vida. Otras fundaciones fallidas fueron la de Nueva Sevilla (1543), situada a
orillas del Río Polochic, y abandonada por presión de los dominios, que defendían dominios exclusivos en la
zona; y también la de Monguía o Munguía que, en 1568, se estableció, por poco tiempo, en las márgenes del
Lago de Izabal. Los pueblos de indios Las “reducciones” o congregaciones, por las cuales se establecieron
pueblos de indios, se impulsaron, inicialmente, por religiosos, como el propio Obispo Marroquín. Las gestiones
comenzaron en 1538, pero sólo fueron atendidas en 1544, cuando el Rey ordenó “recoger” y “juntar” a los
indios, en pueblos delimitados y con autoridades propias. Se comenzó en Patinamit, o sea, Tecpán
Guatemala, la sede principal de los Kakchiqueles, y se continuó con Chimaltenango, Comalapa, Atitlán,
Tecpán Atitlán (Sololá), San Miguel Totonicapán, Quetzaltenango, etcétera. San Raimundo Las Casillas y
Santo Domingo Xenacoj se fundaron, por los indios, con ayuda de los dominicos, de manera apurada y
artificiosa, más bien como una estrategia para evitar arbitrarios despojos de tierras que ambicionaban ciertos
españoles dedicados al laboreo del trigo. En su mayoría, los pueblos de indios se trazaron según el
patrón urbano de cuadrícula, con una plaza central, a cuyos costados se erigía la iglesia y el Cabildo. El
cronista Fray Antonio de Remesal relata la forma en la que se procedía a hacer las “reducciones”: “El orden
que los padres tenían en mudar los pueblos era este. Lo primero: ellos y los caciques y principales miraban y
tanteaban el sitio nuevo, y si alguno de los antiguos les tenía acomodado para juntar los otros a él, ordenaban
este. Hacían primero sembrar las milpas junto al sitio: mientras crecían y se sazonaban el maíz edificaban las
casas, y se enjugaban, y en estando las milpas para cogerse, en algún día señalado se pasaban todos al
nuevo sitio con muchos bailes y fiestas que duraban algunos días, para hacerles olvidar las moradas
antiguas”. La política de las congregaciones prácticamente concluyó en 1580, y ellas se convirtieron
en un nuevo elemento fundamental en la estructura de la sociedad guatemalteca. Por ese medio, se aceleró el
despojo de tierras sufrido por los indígenas, ya que buen parte de las que pertenecían a las parcialidades
(cuyo dirigentes ayudaron también a los religioso y a las autoridades en la empresa de aquellas
“reducciones”), por ejemplo, bosques, pastizales y los terrenos alejados pero cultivados, con el tiempo y las
presiones, en muchos casos, pasaron a ser tierras baldías en manos de foráneos. La delimitación de
aquellos pueblos de indios, por otra parte, originó mediatos e inmediatos litigios de tierras y disputas de límites
que, en algunos casos, permanecen sin resolverse en la actualidad. Muchos de aquellos pueblos, en especial
los que circundaban la ciudad de Santiago u otros centros urbanos de españoles, se convirtieron en
proveedores de bienes y servicios que disfrutaban los colonos españoles. En realidad, las reducciones
llenaron tres objetivos básicos, a saber: facilitaron el control político sobre las parcialidades indígenas y, en
especial, sobre los indios rebeldes; allanaron el cobro del tributo y la disponibilidad de mano de obra que, por
cierto, no resultaban tareas fáciles cuando la población indígena vivía dispersa en los campos, en amplias
distancias; finalmente, permitieron que la evangelización, y otras prácticas de imposición cultural (“vivir en
policía”, como decían los españoles), encontraran caminos más expeditos y rápidos. Los pueblos de
indios, en consecuencia, resultaron ser un elemento definitorio, esencial, característico, de la sociedad
colonial. En cierta medida sirvieron para desvertebrar la organización social prehispánica, para encausar la
explotación económica, el control político y el dominio cultural sobre la población indígena, pero, al mismo
tiempo, y de modo paradójico, se convirtieron en reductos de la vieja cultura y, a veces, en focos de
resistencia, pasiva o activa, pero, en todo caso, en la otra cara de la moneda colonial. Es propio afirmar que,
después de 1524, sólo existían dos grandes grupos diferenciados en Guatemala: los españoles y los
indígenas o naturales, como estos últimos han preferido llamarse de modo consistente. De esos dos
segmentos sociales, primordialmente, surgió la población heterogénea que ha conformado la sociedad
guatemalteca hasta la actualidad. En efecto, de las relaciones sexuales, forzadas o voluntarias, entre
personas de aquellos dos grupos primarios, surgió una población mixta. Se incurre en una ligereza, empero, si
se cree que los mestizos, o ladinos como se les llamó después, sólo son producto de una mezcla biológica, o
de la simple adopción, por los indígenas, de algunos rasgos culturales españoles, como la indumentaria y el
idioma. En realidad, la historia demográfica de las etapas colonial y republicana es más compleja,
puesto que en ella inciden también factores políticos, sociológicos y otros más, a distintos niveles. La elite, por
ejemplo, la de los españoles y la de sus descendientes criollos, enalteció su pasado, registró sus victorias y
sus genealogías, pero se olvidó de los grupos marginados. De esta manera, una gran mayoría de
guatemaltecos, en especial los ladinos, ha permanecido, por años, sin conocer sus orígenes y sus
antecedentes más remotos. En 1520, a pesar de los efectos anticipados de las epidemias, la población
indígena estaba equilibrada en cuanto a género. Los españoles que llegaron inicialmente, en cambio, en su
mayoría eran varones, tanto jóvenes como de mediana edad, y aun cuando hubieran dejado esposa y prole
en España, procrearon hijos o formaron uniones, temporales o duraderas, forzadas o voluntarias, bajo
presiones o por atracción mutua, de las cuales se originó una población mestiza que, sobre todo, ocupó un
espacio social particular. La aparición de los mestizos fu el primero de varios factores que derrumbó la
dicotomía fundamental del dominio político en América, o sea, la de las dos repúblicas: la de los españoles y
la de los indios. De ambos grupos, ni el uno ni el otro previeron que sus relaciones y su convivencia, aun en
una situación de desigualdad, originarían el surgimiento de “otros”, que no encajaban en ninguno de los dos
segmentos, no obstante que muchos fueron absorbidos por los españoles (como doña Leonor de Alvarado, la
primera mestiza nacida en Guatemala), o bien por los indígenas. La situación se complicó aún más,
cuando, antes de la década 1550, los hispanos introdujeron a los primeros esclavos africanos, en número
apreciable y en su mayoría varones. Estos también se mezclaron con los indígenas, mestizos y españoles, y
los descendientes de todas aquellas amalgamas biológicas constituyeron la categoría denominada, durante la
Colonia, “castas”, que fue, asimismo, una población de difícil ubicación. En los siglos XVII y XVIII, el nombre
genérico de castas incluía a todas las personas marginadas de origen mixto, es decir, mestizos, mulatos,
pardos, ladinos, etcétera. La incorporación de los africanos no resultó fácil y acelerada; primero,
porque el fenotipo, es decir, la apariencia física, permitía la expresión abierta de los prejuicios raciales; y,
segundo, por una razón sociológica, ya que, además de haber llegado como esclavos, en algunos casos
también desempeñaron el papel de capataces o calpixques y, como tales, trataron a los indios en forma
abusiva e incluso cruel, puesto que disfrutaban de un poder ilegítimo. De todas maneras, como parte
de la evolución demográfica y sociológica de los mestizos y, en cierta medida, de los afroamericanos, surgió el
que actualmente se conoce como el segmento ladino de la sociedad guatemalteca. Resulta significativo que el
término ladino se comenzara a usar, en Guatemala, para llamar a los indios que mostraban facilidad o
predisposición para adoptar ciertos rasgos culturales españoles, como el idioma, por ejemplo; de esta cuenta,
no era extraño oír la expresión “indio ladino”, referida a tales sujetos. De esa misma manera, en fecha aún
anterior, la palabra se utilizó en España en relación con los sefardíes, para designar a una categoría social,
cuyos orígenes y desarrollo también tenían aspectos biológicos y culturales. La evolución de la población no
indígena, en efecto, fue más notoria en la ciudad de Santiago, así como en las zonas de expansión
agroeconómica que, inicialmente, estuvieron controladas por los españoles; los negros y mulatos, por
ejemplo, se concentraron en la capital y en las unidades agrícolas muy productivas. Alrededor de 1530, casi
cualquier español podía tener esclavos indios, pero sólo los muy acomodados tenían uno de origen
africano. Por otra parte, y precisamente en la ciudad de Santiago, en las casas principales solían vivir
entre 10 y 20 personas: el jefe de familia español, su esposa e hijos, parientes, paniaguados (“recogidos” o
simplemente protegidos), esclavos indígenas, naborías (sirvientes domésticos) y esclavos africanos. El mayor
número de hombres redundaba en entrecruzamientos sexuales, forzados o voluntarios. En las categorías
inferiores había más mujeres, generalmente indígenas, y de éstas nacieron muchas de las personas de origen
mixto. En 1550, cuando se ordenó la libertad de los esclavos indígenas, éstos ocuparon pueblos y
barrios específicos en los alrededores de la capital, en los cuales, a instancias de las Órdenes religiosas, se
pretendía protegerlos de todo tipo de abusos, pero este último propósito no se pudo conseguir en los poblados
del interior del país. Durante los siglos XVI y XVII, las castas crecieron de modo constante y
relativamente acelerado; mientras que en la primera de dichas centurias la población indígena disminuyó,
acosada por las enfermedades y otros factores ya mencionados. La situación de las castas fue muy ambigua
siempre; al mismo tiempo que, inicialmente, los españoles consideraron a sus integrantes como una fuerza
alternativa de trabajo, y a pesar de que , en cierta medida les eran útiles en verdad, los menospreciaban,
aunque también contribuían a su reproducción biológica; más aún, en muchos casos los absorbían en su
propio segmento social. En 1540, el Obispo Marroquín sugirió oficialmente que se atendiera la
educación de las Doncellas y el entrenamiento artesanal de los jóvenes mestizos, para evitar en estos últimos
“su muy grande corrupción”. En 1550, la Corona propuso que algunos mestizos huérfanos (varones) de
Santiago fueran enviados a España, donde podrían trabajar en diversos oficios, más la iniciativa no prosperó.
Los descendientes de uniones afro españolas o afro indígenas no fueron objeto de parecidas preocupaciones,
lo que denotaba ya una clara diferenciación entre los distintos segmentos de las propias castas. El
sector céntrico de Santiago era demasiado caro para albergar al creciente número de castas (el término se
aplicaba también a los individuos), y entonces muchas personas de este sector social se instalaron en los
barrios de indios o en las zonas bajas y cálidas del interior del país, en especial las que se dedicaban a la
agricultura de exportación, en las cuales podían encontrar trabajo, refugio y más libertad. Las comunidades
indígenas se esforzaron por mantener su integridad frente a los intrusos, pero la necesidad económica y, en
general, sus condiciones de vida, les obligaban a vender o arrendar sus propiedades a los
foráneos. En Santiago, las castas se hicieron notar, tanto por su número como por el papel que
jugaban en las relaciones sociales y económicas. A mediados del siglo XVI ya eran importantes, pero más allá
de la mitad de la siguiente centuria constituían una mayoría que, sin embargo, no predominó en otros
aspectos que no fueran el demográfico. Las siguientes estadísticas, relacionadas con el período 1590-1599,
indican que en la ciudad existían 13,000 “gentes ordinarias” (mestizos, negros, mulatos, naborías e indígenas)
y unos 3,700 españoles y criollos. Respecto de 1650, se calcula que unas 21,700 personas eran castas, en
tanto que los “blancos” sumaban unos 5,600. De 1690 a 1699, esta última proporción casi no había variado.
Entre 1630 y 1699, significativamente, los registros de la parroquia de El Sagrario consignaban que el 72% de
los hijos era de ilegítimos, pero, poco tiempo después, el número de legítimos registrados era ya de un
51%. En cuanto a los esclavos negros, se calcula que alcanzaron su mayor número, en Santiago por
lo menos, entre finales del siglo XVI y la década 1680. A partir de 1690 comenzaron a disminuir, pero se
compensaron con esclavos mulatos; ello se explica porque, durante la centuria citada, se redujo la importación
de negros, se calcula que alcanzaron su mayo número, en Santiago por lo menos, entre finales del siglo XVI
y la década 1680. A partir de 1690 comenzaron a disminuir, pero se compensaron con esclavos mulatos; ello
se explica porque, durante la centuria citada, se redujo la importación de negros a la América Central y,
además, porque los españoles concentraban a los mulatos en sus residencias citadinas mientras que
enviaban a los esclavos negros a trabajar en las empresas agrícolas rurales. Es importante hacer notar que,
en el cuadro demográfico general de Santiago y de otras regiones del país, se producían uniones de distinto
tipo, formales o informales, estables o casuales, sinceras o violentas, en las cuales participaban todos los
segmentos socios raciales. De este modo, el fondo genético de la sociedad guatemalteca, en su conjunto, se
abigarró, hasta el punto de que, como ocurre en el mundo entero, el concepto de “raza pura” perdió todo
sentido y, por ello, pareciera más propio hablar de poblaciones reproductoras (es decir, con más posibilidades
de reproducirse fácilmente), en las cuales las reglas de la endogamia jugaron un papel no
desestimable. Se puede afirmar, en consecuencia, que el punto de origen de la población no indígena
fue la ciudad de Santiago y, más específicamente, las casas de españoles (aunque este último término
también implicaba divisiones internas, determinadas por la riqueza y el prestigio social); allí, o en los
alrededores, permanecieron importantes concentraciones de dicho segmento poblacional. Sin embargo, en los
siglos XVII y XVIII, ya había focos de población ladina a lo largo de la Costa Sur, el Oriente de la provincia, así
como en Honduras y El Salvador En resumen, y a reserva de nuevas investigaciones, se puede asumir
que la población ladina apareció primero en el medio urbano, ya que sus desplazamientos y radicación en
otras zonas estuvieron condicionados por la expansión agrícola, por la disminución demográfica de los
indígenas y por el acceso a la tierra en dichas zonas que, por lo general, eran las más bajas y cálidas.
Crecimiento de la población ladina El crecimiento de la población no indígena continuó y se intensificó de
1700 a 1821, al punto de que, ya en el siglo XVIII, ciertas zonas de las tierras bajas eran más ladinas que
indígenas. Lo mismo ocurrió en la capital, pero no así en el Altiplano Occidental y en las Verapaces. A
principios del siglo XVIII, años después de los terremotos de Santa Marta (1773), que produjeron un
importante despoblamiento de la capital, ésta había acentuado su carácter multirracial, en cuya cúspide
figuraban los españoles, aunque la mayoría fuera “mezclada”. La diferenciación de los habitantes según su
apariencia física ya no era tan evidente como lo había sido. Antes bien, la población citadina aparecía
relativamente homogénea, inclusive desde el punto de vista de la cultura o modo de vida. En tano el
número de negros y mulatos se redujo, y los anteriores patrones exogámicos se abrieron, incluyendo aun a
“españoles nuevos” de baja posición social, la población se “blanqueó” gradualmente; y se definió y amplió,
todavía más, la categoría específica del ladino. La “latinización”, por consiguiente, implica, en cierto sentido,
un ascenso social de las castas libres. Tal proceso fue gradual, y no ocurrió aisladamente o en un vacío
económico, y tampoco como expresión de un solo tipo de uniones cruzadas (españoles e indígenas, por
ejemplo); de ahí que, en Guatemala, precisamente el término ladino no sea sinónimo estricto de mestizo. La
expansión del sector no indígena fuera de la capital se produjo , como ya se indicó hacia las zonas de mayor
producción agrícola , mas no hacia el Altiplano Centro occidental, con excepción de la ciudad de
Quetzaltenango , donde había un extendido grupo de españoles y de castas . El crecimiento de la población
no indígena comienza, por lo tanto, en las dos últimas décadas del siglo XVI, pero en la segunda mitad de la
siguiente centuria ya era notorio. En 1683 en la cabecera del partido de Huehuetenango Vivian siete
españoles; pero en 1740 las cifras conocidas indican 20 españoles, 25 mestizos, 5 mulatos libres y 200
indígenas. Proporciones similares se registran en muchos otros pueblos del occidente y centro del país y la
situación del mestizaje en Quetzaltenango, En 1740 señalaba una apreciable cantidad de matrimonios mixtos,
entre indígenas mestizos mulatos e incluso españoles. En todo caso, la población ladina creció mucho más en
el oriente y sur del país aunque en el occidente existieron típicos enclaves de ese segmento, como San Carlos
Sija y Zaragoza (Quetzaltenango y Chimaltenango, (respectivamente), en los cuales se han mantenido rígidas
reglas de endogamia, a pesar de que dichos núcleos ladinos están rodeados de pueblos indígenas.

ESTRATIFICACION SOCIAL

Durante la colonia de, los grupos y las personas ocupaban determinadas posiciones jerárquicas que, en
general, se determinaban por razones políticas económicas raciales y de prestigio social. Para designar a
esos distintos niveles se han usado términos como los de capas, estamento, estratos, clases, etcétera. Entre
los especialista existe todavía mucha discusión sobre cual pudiera ser el termino más propio para llamar a los
distintos segmentos de la sociedad colonial. Sin embargo, el caso es que tales divisiones existían de hecho y
que, en general, así como producían relaciones de cooperación entre los grupos y personas que
jerárquicamente ubicados, integraban la sociedad colonial, se manifestaban situaciones de oposición, de
pugna y aun de conflicto permanente. Las fuerzas centrifugas prevalecía, a veces, sobre las que unían a los
distintos sectores (fuerzas centrípetas), a si se explica el estallido de motines rebeliones allanamiento, e
incluso movimientos como la propia Independencia. La sociedad colonia, sin embargo, permaneció como una
unidad política a lo largo de tres siglos, aun cuando aquellos divisionismos reflejaban problemas objetivos,
como el poder político local o regional, la discriminación sociocultural, la explotación económica la represión
abierta o embozada, y también, por otro lado, la resistencia pacífica, violenta y disimulada, de los indios. En
los estudios de las estratificaciones en Hispanoamérica se han utilizado de modo común, tres categorías no
necesariamente incluyentes, a saber: estamentos, una categoría, de origen medieval que funcionaba en
España. Los tres estamentos que se reconocían en Europa eran la nobleza el clero y el estado llano a cada
uno de los cuales se asignaban fueros (leyes), privilegios y obligaciones diferentes. El sistema estamental no
funciono del todo en América, por varias razones; por ejemplo la Corona trató que en los
territorios colonizados no se desarrollara no aceptaron a ser ubicados en el estado llano, y, finalmente, en el
sector colonizado, es decir, entre los propios indígenas, habían también peculiares categorías como los de
caciques o Señores maceguales o gente común, esclavos y siervos. Por otra parte, en determinados
contextos como en los libros parroquiales de las ciudades ( un ejemplo fue Santiago de Guatemala ) se
clasificaban a los pobladores así: españoles (blancos , de origen europeo , que incluían a los criollos ); gente
ordinaria( mestizos mezclados con negros, , gente no europea y no indígena); y los indios. Se usaban otros
términos que, igualmente, reflejaban criterios peyorativos o francamente discriminatorios, como los de gente
decente y plebe, es decir personas respetables y conocidas (españoles e individuos pobres o populacho. Se
hablaban también, de gente de razón, esto es de cultura occidental prehispánica. Desde el punto de vista
fiscal, los hombres estaban separados en tributos y no tributarios. Finalmente, las personas se dividían en
términos de raza y de casta. El término mestizo se utilizó para referirse a los descendientes de indios y
españoles, así como el de casta para aludir a quienes tenían mezcla de negro aunque posteriormente se
amplió el significado de la segunda palabra indicada. En los primeros años de la colonia , como en toda
Hispanoamérica , existió una especie de : pigmentocracia , es decir un sistema de estratificación basado en
color de la piel, y en el que los blancos ocupaban el nivel superior y los negros e indios , las posiciones
inferiores ; sin embargo en el siglo XVII , cuando los españoles se habían mezclado con los otros grupos , se
desarrollaron las clases sociales económicas sin perder su trasfondo pigmentocratico . Durante el siglo XVI los
españoles ocupan la cúspide de la pirámide estratigráfica, la inmensa mayoría india se situaba en un lugar
intermedio y los esclavos africanos se ubicaban en la base. En los primeros años, los españoles se
distinguían por el hecho de haber nacido en España o en las Indias (criollos) así como por haber o no recibido
las rentas diversas, tales como esclavos, encomiendas, ayudas de costas, cargos en el ayuntamiento,
etcétera. Los indígenas tenían sus propias diferencias de posición a las que ya se aludió antes,
y los africanos se diferenciaban por su calidad de esclavos o manumitidos. Este cargo sin embargo, como ya
se indicó oportunamente, se complicó con el surgimiento de las mezclas. Al principio los españoles trataron de
vivir sus rentas coloniales, (encomiendas, ayudas de costa), ya que asignaban un carácter servil al trabajo
directo. Se consideraban Señores al servicio del Rey, pese a los orígenes realmente humildes de muchos de
ellos, los pocos que se dedicaron a los oficios artesanales fueron relegados a una oposición inferior, aunque,
rápidamente ellos no solo sacaron provecho de la urgente demanda de sus servicios, sino que también
pretendieron que se les reconociera también posiciones privilegiadas. Estas pretensiones empero, se
redujeron cuando los oficios artesanales comenzaron a practicarse, así mismo, por mestizos y mulatos. A
fines del siglo XVI surgió un grupo importante grupo de prósperos comerciantes, cuyos miembros ocuparon
cargos importantes y acumularon apreciables fortunas. Estos y, en general quienes constituían la elite, tanto
en Santiago como en otras ciudades principales del Reino, sintieron amenazada su posición social con la
llegada , desde España de los altos funcionarios designados por la Corona y otros peninsulares que
prosperaban. Los integrantes de esta nueva ola migratoria en unos casos asumieron los espacios altos
determinados por la riqueza y, en otros se casaron con hijas de las antiguas familias radicadas en los centros
urbanos. Todos estos nuevos ricos afirmaron su poder con los cargos que se le atribuyeron a su poder en el
cabildo, y construyeron un grupo abierto, del que participaban peninsulares (españoles nacidos en España) y
criollos. De esta manera ocasionalmente los peninsulares dominaron el ayuntamiento en tanto que los criollos
viejos perdían riqueza y también poder político. En el siglo XVIII se distinguían tres grupos en el sector de la
elite: los criollos o antiguamente beneméritos, los criollos en transición y los recién llegados de Europa. Los
primeros eran descendientes de los antiguos conquistadores y colonizadores, los segundos provenían de
criollos viejos; y los últimos eran adultos nacidos en España u otro país del exterior y de reciente ingreso a
Guatemala. Estos últimos dominaron el comercio y el ayuntamiento de Santiago, durante toda aquella
centuria. Ocurría con ellos, sin embargo, que pronto se “criollizaban“, ya que respondían, casi de inmediato,
de intereses y criterios de tipo local, que a los de España o a los de aquellos lugares de donde procedían. No
todos los españoles por lo tanto conformaban la elite, los había también pobres o intermedios, más bien
proclives al descenso social, aunque ellos también se empeñaban en mantener la tez blanca y atender
cualquier posibilidad de una movilidad ascendente.

ESTRATIFICACION EN EL SIGLO XVIII

El ordenamiento jerárquico de la sociedad no presentaba ya el carácter trirracial o multirracial que lo distinguió


en la época que siguió a la Conquista. El mestizaje efectivamente, había debilitado a la diferenciación basada
en los fenotipos. El poder seguía en las manos de los europeos en tanto que la gran mayoría indígena
mantenía un carácter marginal. No obstante en los centros urbanos, en las haciendas en las zonas
productivas en fin, se incrementaba el grupo poblacional, mezclado, en el cual inclusive los criollos se
aparecían cada vez más a esa creciente masa intermedia, mientras tendía a ser absorbido del grupo de
origen africano. Es importante acotar que el sector de los peninsulares de reciente ingreso, unido a los criollos
ricos, no solo incremento sus convenientes alianzas locales , si no que juntos, tomaron las características de
un grupo oligárquico , que alcanzo las principales posiciones de poder: del gobierno municipal , central,
cargos administrativos regionales, cargos en el Real Consulado de Comercio , la Universidad, la Iglesia
(cabildo eclesiástico clero regular y secular , conventos de monjas etcétera ) , el propio ejército . La clase alta
capitalina renovada constantemente casi mediados del siglo XVII y con un poder cada vez más consolidado ,
incluía a las familias nuevas y tradicionales más importantes a las que en otros sectores sociales
principalmente entre los de poder intermedio , se les comenzó a llamar con el solo nombre distintivo de las
“familias” allí figuraban apellidos de “altos vuelos” o de un estirpe no siempre tan “rancia” como se pretendía :
Álvarez de las Asturias Arrivillaga, Batres( o González Batres ), Nájera Gálvez, Montufar, Oyarzabal Rubio,
etcétera . Otras de las familias que llegaron después siglo XVIII, pero que integraron también aquel famoso
grupo Aycinena, Barrundía, Barrutia, Beltranena, Juarros, Larrave , Lara, Marticolena, Micheo, Palomo,
Pavon , Peynado, Piñol Rodriguez , Romá, Urruela, Irrisari, Landivar, Larrazabal. Casi todas por varias
generaciones, se mantuvieron vinculadas al comercio de importación, y exportación a la gran actividad
agropecuaria, al poder en una palabra. El terreno de 1773 y el traslado de la capital al Valle de la Ermita,
afectaron drásticamente la posición privilegiada de aquellos núcleos familiares, hasta el punto en que se
resistían a abandonar a Santiago no tanto por razones sentimentales u otras, cuantos por motivos
económicos. La instalación de la nueva capital del Reino permitió la emergencia de una nueva elite, en lo que
figuraban algunos de la anterior, pero a los que se incorporaron otros más. Varios autores como Severo
Martínez Peláez por ejemplo, explicaron el cuadro de la estratificación social de la Colonia, basados en el
criterio materialista de las clases sociales, las cuales se definen en función de la propiedad de los medios de
producción, lo que origina la explotación de una clase por otra así como la prolongada lucha entre ellas.
Según este esquema teórico, los españoles y criollos conformaron una clase social explotada. Aparte de este
se conocen otros modelos analíticos, en los que se otorga más fuerza explicativa a otros factores diferentes,
como el origen étnico, el lugar de residencia, la educación, que, solos o en forma complementaria,
contribuyeron a delimitar y a definir los grupos jerárquicos que integraban la sociedad colonial.

LAS CLASES Y LA INDEPENDENCIA

Tal como se indica en el capítulo, sobre la independencia, es indudable que la división que mostraba la
sociedad colonial, aun a principios del siglo XIX, que era igual casi a la descrita en las líneas anteriores,
incidió de manera decisiva en el proceso emancipador que prácticamente, culmino el 15 de septiembre de
1821. La clase alta, subdividida en sus propios segmentos actuó, respecto a la independencia, según su
posición estructural y sus particulares intereses. El estrato alto parecido, que, sus propias características, se
había formado también las provincias (El Salvador, Nicaragua, Honduras y, asimismo, en Costa Rica),
aspiraba a emanciparse no solo de España, sino, además de la tiranía de la ciudad de Guatemala. Un sector
medio integrado por profesionales, intelectuales, algunos literatos, personas de media fortuna, al que
eventualmente apoyaron varios individuos de segunda clase, o pardos, (ladinos de ascendencia negra),
artesanos agricultores y tratantes, artistas y varios religiosos, simpatizaban asimismo, con el
movimiento independista, aunque desde perspectivas y con objetivos no del todo homogéneos. En cuanto a
participación de los indios en el proceso de la Independencia, o bien, en cuanto a la concepción que de esta
tenia dicho sector, existen interpretaciones diversas. En unas se niegan aquella participación y en otras se
convalida con argumentos particulares; del mismo modo, se señala una supuesta concepción de la
Independencia, por los indígenas, en un contexto relativo, como igualmente se le niega por completo. La
cultura y sus instituciones La cultura es un concepto antropológico que ha sido descrito como un todo
complejo que comprende importantes manifestaciones de la calidad humana, tales como la religión, el
derecho, la educación (formal e informal), el lenguaje, la mitología, las costumbres e ideas, todas las artes, y
otros muchos hábitos que el hombre adquiere como miembro de una sociedad. En una corriente más
moderna de la Antropología, la ciencia que fundamentalmente se refiere al hombre, se define a la cultura
como el conjunto de los grandes sistemas de símbolos y sus consiguientes significados, en función de los
cuales se orientan todas las relaciones entre los hombres, las que se refieren a la comunicación directa, como
las que conciernen al poder, a la producción, a la explicación de fenómenos conocidos y desconocidos, a la
conducta, a las manifestaciones creativas o espirituales, y a otras igualmente fundamentales. En este sentido,
todas las sociedades, de todas las épocas, tienen su propia cultura, la cual varía, de manera permanente, a lo
largo del tiempo y de acuerdo con la manera en la que se combinan los distintos factores que intervienen en
los procesos evolutivos del hombre; por ejemplo, el ambiente natural, la economía, la organización social, la
ideología, el mismo hombre como entidad biológica, la tecnología, y otros. A sabiendas de que la cultura es un
campo vasto y complejo, y que estas características las adquiere de la propia naturaleza del hombre, en el
presente capítulo, y en relación con la sociedad guatemalteca de la Colonia, sólo se abordarán algunos
fenómenos socioculturales específicos, tales como la religión, la educación, el lenguaje y las principales
manifestaciones del arte colonial. La Religión y la Iglesia Católica Por razones a las que ya se ha aludido
oportunamente, la evangelización constituyó una columna central en la gran empresa de la conquista y la
colonización del Nuevo Mundo y, por ende, de lo que fue el Reino de Guatemala Constituyó, por lo tanto, un
elemento que condicionó los procesos históricos de la época. Uno de los objetivos esenciales del Estado
español en su relación con el Nuevo Mundo fue el de reemplazar, por el catolicismo, todas las
manifestaciones religiosas prehispánicas, las que frieron consideradas, de modo consistente, como gentiles,
herejes, paganas, y aun diabólicas o satánicas. La sustitución de los esquemas religiosos implicó,
necesariamente, no sólo la imposición de nuevas creencias, valores e ideas, sino, además, la de nuevas
formas de conducta y actitudes diferentes frente a los otros hombres, en casi todos los órdenes de la vida.
Esta enorme tarea se encomendó, como no podía ser de otra manera en la época, a la Iglesia Católica. Esta
se convirtió, por lo tanto, en lo que alguna literatura especializada llama un "fenómeno social total", es decir,
una expresión de la naturaleza humana en todos sus ámbitos interrelacionados: sociales, propiamente dichos;
culturales, económicos, políticos, educativos, artísticos, etcétera. Por ejemplo, por medio de las Bulas Inter-
caeteras, el Papa español Alejandro VI, declaró a los Reyes Católicos "señores de estos territorios, con plena,
libre y omnímoda potestad, autoridad y jurisdicción" para cristianizar a los indios. De inmediato surgió una
pregunta pertinente: ¿implicaba aquella declaración el reconocimiento de] dominio político y el derecho de
conquista sobre los indígenas? Hubo personajes, con la necesaria autoridad política o académica, que
contestaron afirmativamente aquella pregunta, como el jurista Juan Ginés de Sepúlveda, por ejemplo; pero
hubo otros, de iguales rangos, que negaban al Papa tales potestades y que, inclusive, sostenían que la
evangelización y la conquista eran conceptos antitéticos; tal era el caso de Fray Bartolomé de Las Gasas. La
discusión no interrumpió el proceso de la conquista de manera alguna, pero tuvo efectos duraderos que,
eventualmente, se tradujeron en instrumentos jurídicos trascendentes, como las famosas Leyes Nuevas de
1542. Al final de cuentas, el Papado reconoció a la Corona española lo que se llamó el "gobierno espiritual" de
las Indias. Ello implicaba obligaciones, derechos y privilegios, como los siguientes: enviar misioneros, percibir
"beneficios eclesiásticos" (de carácter económico), el cobro del diezmo, participar en la fundación y deslinde
de las diócesis, establecer hospitales, cofradías, conventos, obras pías, así como vigilar la conducta de los
curas doctrineros, velar por la pureza de la fe católica y defender las costumbres cristianas y la administración
de los sacramentos. A todo ello se agregaba el denominado Patronato Real, que era el derecho que el Papa
delegó en el Rey de España, para designar a todo el personal eclesiástico y para recaudar y administrar el
diezmo, en las tierras recién descubiertas. Las concesiones enumeradas tenían, sin duda alguna,
connotaciones políticas, ideológicas, económicas, sociales estrictamente, y de otros muchos órdenes; como,
en efecto, lo demostraron los hechos asociados al proceso general de la conquista y de la colonización. La
Evangelización El fenómeno específico de la evangelización observó etapas bien definidas. Primero, una
desorganización inicial, que se prolongó hasta 1519; después, el período de las grandes misiones que se
extendió de 1519 a 1560, en el cual se consolidaron las estructuras eclesiásticas y fue más intensa la
conversión de los indios; y, finalmente, la etapa de la "criollización" de la Iglesia, comprendida de 1620 a 1700,
y en la que se debilitó la tarea evangelizado. El esquema anterior, que se refiere a toda Hispanoamérica, se
aplica de modo riguroso al Reino de Guatemala, quizás con la única salvedad de que los mencionados límites
cronológicos no resultan del todo homogéneos para todas las provincias de lo que actualmente es la América
Central. Por otra parte, el mencionado esquema se afirmó durante todo el siglo XVIJ, hasta cuando se produjo
la irrupción de los criollos en las jerarquías eclesiales, y el posterior decaimiento del trabajo misionero. Los
grandes evangelizadores La extraordinaria tarea que representó la evangelización en América fue confiada,
por los Reyes Católicos, a religiosos de origen español; en especial, a las Órdenes de los franciscanos,
dominicos y, en menor medida, a las de los mercedarios y agustinos, así como, más tardíamente, al clero
secular. Los jesuitas se incorporaron a dicho trabajo en 1560, pero, salvo en los que hoy es Paraguay, no se
dedicaron a la verdadera labor misionera. Todos los gastos de las expediciones religiosas eran sufragados por
la Corona, lo cual implicaba considerables sumas de dinero, puesto que, sólo durante los siglos XVI y XVII,
llegaron a las Indias no menos de 9,232 misioneros, más otros sacerdotes que tenían tal calidad
evangelizadora. Los primeros que arribaron a América Central, en número aproximado de 625, lo hicieron en
39 expediciones efectuadas en el siglo XVI. Durante la siguiente centuria, los misioneros residentes en el
Reino de Guatemala se aproximaban al millar, ya algunos ordenados localmente. El personal dedicado a las
misiones se distribuyó de la siguiente manera: los franciscanos, quienes constituían una mayoría, cubrían
parte de los actuales territorios de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica; los dominicos
se asentaron en Chiapas, Soconusco, el valle de Santiago de Guatemala, Verapaz, Sacatepéquez,
Chimaltenango, Sololá, Quetzaltenango, Suchitepéquez y Escuintla, así como en El Salvador; los mercedarios
se radicaron en Huehuetenango, San Marcos, San Juan Ostuncalco, y parte de Honduras y Nicaragua. El
clero secular atendió el sector oriental, Sonsonate y San Salvador, aunque en estos dos últimos lugares había
también dominicos y franciscanos. A propósito, el clero secular era criticado no sólo por ineficiente, sino
porque se interesaba más en sus negocios personales y granjerías que en el cuidado de los indios. Métodos
evangelizadores Los misioneros trataron de separar sus acciones de las que eran propias de los
conquistadores, pero, en general, la conversión de los indios se hacía en el marco de un declarado dominio
político y de la explotación económica de estos últimos. Entre los procedimientos más comunes utilizados en
las tareas de la evangelización sobresalían las llamadas normas pragmáticas, o de conducta manifiesta; la
elaboración de catecismos y aun de tratados sobre la cultura de los indígenas; las obras y ejemplos
recomendables, el amor, la proscripción de los abusos contra los nativos, etcétera. Sin embargo, la aplicación
de estos métodos, en gran medida, quedó en el plano idealista o de la mera teoría. La cultura indígena estaba
impregnada de una gran religiosidad y, por ello, los misioneros utilizaron un sistema de "tabla rasa", el cual
consistía en tratar de extirpar de raíz las creencias, concepciones diversas, prácticas y costumbres contrarias
al cristianismo. A ello es necesario agregar que la labor inicial de evangelización, asignada específicamente a
los encomenderos, no sólo resultó relativamente ineficaz, sino aun contraproducente, por el temor o el odio
que casi todos ellos inspiraban a los nativos. El argumento contra la idolatría, por otra parte, en muchas
ocasiones sólo servía como pretexto para cometer o apañar injusticias. La tarea de estudiar la cultura
indígena, asimismo, implicaba insalvables problemas de interpretación o de traducción. Es un hecho
anecdótico, pero históricamente cierto, por ejemplo, la agria disputa que, entre dominicos y franciscanos,
suscitó la publicación de la obra Doctrina Cristiana en Lengua, Guatemalteca (Kakchiquel) escrita en el
segundo cuarto del siglo XVI, pero que se usaba todavía, con propósitos de evangelización, en 1700. En
relación con dicha obra, los franciscanos exigían que se usara la palabra Dios obligadamente, puesto que se
carecía de equivalentes semánticos aceptables en aquélla y en las otras lenguas indígenas. Los dominicos,
en cambio, abogaban por que se utilizara el término nativo Cavobil, cuyo significado era parecido al del
vocablo de los cristianos. La controversia se resolvió, en 1551, en favor de los franciscanos. Otros
procedimientos utilizados en la conversión de los indios fueron las misas oficiadas especialmente para niños y
cofrades, las oraciones, los cánticos, la memorización del catecismo, las fiestas, novenas, procesiones,
etcétera, para todo lo cual se disponía de los fiscales indígenas, que eran una especie de asistentes de los
clérigos. En el siglo XVI se escribieron importantes obras sobre las creencias y costumbres de los indígenas,
cuya cultura era preciso conocer, con el ánimo de refutarla y, consecuentemente, el de eliminarla. En tal
contexto, la Corona pidió informes sobre "las cosas de los indios" y, como resultado, aparecieron tratados
como el titulado Theología Indorum, de Fray Domingo de Vico (escrito en Kakchiquel), así como la
Apologética Historia, de Fray Bartolomé de Las Casas. No obstante la empeñosa y sistemática labor de
evangelización, durante los siglos XVI y XVII se produjeron muestras diversas de resistencia entre los
indígenas, y rebrotes de su religión tradicional. Entre otras reacciones provocadas por tales actitudes de los
naturales, además de algunos procedimientos típicamente represivos, en 1643, por ejemplo, en Panajachel se
emitió un edicto, por el cual se ordenaba la castellanización de los apellidos indígenas, por la supuesta
relación que tales apelativos tenían con prácticas idolátricas. En 1667 y 1668, asimismo, se prohibieron las
imágenes que se presentaban acompañadas de animales u otras figuras; por ejemplo, San Jerónimo, San
Miguel y San Juan Bautista. Trato a los indígenas En muchos casos se comprobó que los curas doctrineros
trataban de manera abusiva, e inclusive cruel, a los indígenas. Por lo tanto, se prohibió que se aplicara a éstos
todo tipo de castigos, en especial el que consistía en azotarlos. Se ordenó, asimismo, que los doctrineros se
conformaran con el cobro del "sínodo real", esto es, el salario que les estaba asignado, y que no exigieran
otras ayudas o donaciones. En la práctica, sin embargo, los curas se mantuvieron aferrados a la práctica de
pedir "raciones a los indios, además de servicios personales u otras contribuciones materiales. A tal punto
persistían dichas exacciones que, por fin, fueron objeto de una especial tasación por las autoridades reales.
Algunos de los párrocos, de manera desmedida, solían cometer otras acciones ilegítimas e indecorosas, como
las de vender mercaderías a los indígenas, a precios elevados; obligarlos a cuidar ganado o a prestar otros
servicios sin remuneración alguna. Estos abusos, más frecuentemente cometidos por los seculares que por
los religiosos (miembros de las Órdenes establecidas), fueron condenados inclusive por el propio Obispo
Francisco Marroquín. Por supuesto, no faltaba quien negara la verdad de las respectivas acusaciones, como
lo hizo, en 1687, el Obispo de entonces, Fray Andrés de las Navas y Quevedo: "... y aunque juzguen otra
cósalos apasionados, lo que yo sé es que todos los curas de este obispado les son a los indios como padre y
madre, y que si riñen con ellos es sólo porque faltan a la Doctrina, Misa y Confesión, y de las raciones que
reciben dan de comer a los pobres y ancianos, y tienen a su costo boticas para proveerles de medicinas"". Los
atropellos y vejaciones, de los cuales se conocen suficientes constancias documentales, se cometieron por los
españoles de todas las clases y posiciones, inclusive por autoridades civiles y miembros del clero, pero sería
injusto dejar de reconocer que, en la medida y forma que fueren, la Iglesia también fue un contrapeso
respecto de las acciones ilícitas de muchos españoles. Organización de la Iglesia Además de sus niveles
estrictamente simbólicos, relacionados con el cúmulo de sus mitos, creencias, normas, imágenes, expresiones
artísticas, formas de conducta, etcétera, la Iglesia Católica tenia, bien definido, su propio esquema de
organización. En la cúspide de su estructura jerárquica estaba, por supuesto, el Sumo Pontífice y después,
por lo menos en relación con el proceso evangelizador en América, figuraban los obispos, directores
responsables de todas las diócesis que se formaron, sobre todo, en el siglo XVI. Precisamente, la
organización de dichas diócesis, que no eran sino los ámbito» territoriales en los que funcionaban varias
parroquias; y, además, el nombramiento de los obispos encargados de ellas, constituyeron las primeras
preocupaciones de las autoridades superiores de la Iglesia. En ello, sin embargo, tuvo una directa
participación la Corona española, en virtud del Patronato Real. En el procedimiento de designación de los
obispos, el Consejo de Indias constituía una primera instancia en el reconocimiento de los candidatos, los que
el Rey proponía después al Papa, para la convalidación del nombramiento oficial. Mediante el envío
anticipado de los obispos a las que serían sus sedes en América, y merced a otros procedimientos
semejantes, la Corona obtenía del Papado, los nombramientos deseados. El siglo XVI fue la época en la que
se crearon más obispados en América, y éstos, en su mayoría, estaban bajo el control de las Órdenes
religiosas, aunque ya en el siglo XVII la mitad de los obispos pertenecía al clero secular. En el tercer decenio
del siglo XVI se crearon diócesis en Comayagua (Honduras), Guatemala, Ciudad Real (Chiapas) y, pocos
años después (1559), en la Verapaz. Cada una de ellas tuvo, con algunos cambios, sus propios límites
geográficos. El obispado de Guatemala comprendía todas las parroquias del actual territorio de este país
(excepto las de Peten, que dependían de la diócesis de Mérida) y de El Salvador. Cabildos eclesiásticos Estos
constituían un cuerpo de asesoría en el gobierno de la diócesis y actuaban en la Catedral. Sus funciones
principales consistían en atender el culto en dicho templo, aconsejar al obispo, nombrar al "vicario capitular",
es decir, la persona que ocupaba el cargo que, por cualquier razón, dejara vacante un obispo. El Cabildo
Catedralicio, como también se llamaba, tenía, en el caso de Guatemala, cinco cargos a los que se
denominaba "dignidades" (deán, arcediano, chantre, maestrescuela y tesorero); además, 10 canónigos, 10
capellanes, seis acólitos, y otros puestos menores. Gozaba, por otra parte, de rentas precisas, provenientes
del diezmo, para promover el culto en la Catedral. Algunos de los obispos más famosos, de cuantos
presidieron el Cabildo de Guatemala, fueron Francisco Marroquín, quien ejerció un fecundo pontificado
durante 29 años, hasta su muerte, ocurrida el 1 de abril de 1563; Bernardino de Villalpando, un controversial
prelado que provocó conflictos y enfrentamientos entre el propio personal eclesiástico; y Juan Ramírez,
dominico, quien se distinguió por una permanente lucha en favor de los indios. Francisco Marroquín, el más
célebre de los tres obispos citados, ejerció la gobernación de Guatemala antes del establecimiento de la
Audiencia y de la promulgación de las Leyes Nuevas. No obstante las difíciles circunstancias en las que le
tocó actuar, desarrolló una extraordinaria labor en distintos sentidos: se esforzó por traer muchos religiosos y
clérigos seculares, a quienes distribuyó por todo el obispado; ordenó la vida eclesial, instaló el cabildo
diocesano, promovió la edificación del hospital de Santiago para los españoles residentes, fundó un colegio
para niñas huérfanas, estableció escuelas de primeras letras, legó una suma importante de dinero y unas
tierras de su propiedad para la organización del Colegio de Santo Tomás, el cual estaba destinado a ser un
centro de estudios superiores; y pidió a la Corona la fundación de una universidad. Además de todo ello, luchó
por reformar al clero de manera positiva y por incentivar la evangelización en todos sus aspectos. Estudió y
aprendió varias lenguas indígenas, e hizo publicar un catecismo en Kakchiquel. Apoyó, asimismo, el trabajo
de todos los religiosos y, en cuanto a la Aplicación de las Leyes Nuevas, las que tanto revuelo causaron en la
sociedad colonial de la época, adoptó una posición de cautela, ya que se inclinaba por la vigencia escalonada
de dicho cuerpo jurídico. Esta última actitud, criticada por unos y elogiada por otros, era ciertamente diferente
de la que, sobre el mismo problema, mantenía el Presidente de la Audiencia, López de Cerrato, y también la
poderosa Orden de los dominicos. Otro de los prelados que tuvo una destacada actuación en Guatemala fue
el agustino Fray Payo de Rivera (1657-1668), quien se preocupó por la superación moral del clero; fundó el
hospital de San Pedro, destinado a los religiosos enfermos; se constituyó en defensor de los indios; y,
finalmente, como aporte de gran relevancia, patrocinó la introducción de la imprenta en Guatemala, en 1660.
Doctrinas y parroquias Otro elemento fundamental en la organización de la Iglesia Católica fueron las
parroquias o curatos, equivalentes a demarcaciones territoriales en las cuales se dividía una diócesis, y a
cuyo cuidado se encontraba un sacerdote o cura párroco. Las que funcionaban en los pueblos de indios se
llamaban "doctrinas", y a quien las administraba se conocía con el nombre de cura doctrinero. A los
sacerdotes que colaboraban, de manera provisional o permanente, en algunas de dichas unidades, se les
denominaba coadjutores. En general, las parroquias de españoles o de mestizos se adjudicaron al clero
secular, en tanto que, en su mayoría, las doctrinas, durante los siglos XVI y XVII, fueron administradas por
"religiosos", es decir, por miembros de cualquiera de las Órdenes mendicantes establecidas en el territorio
que comprendía el Reino de Guatemala. Los últimos, precisamente, comenzaron a organizar las reducciones,
llamadas también "congregaciones", pueblos de indios o “misiones” de las cuales, con el tiempo, fueron
desplazados por lo0s miembros del clero secular. En 1555, las 95 parroquias que integraban la diócesis tic
Guatemala estaban distribuidos de la siguiente manera: 47 correspondían a los dominicos; 37, a los
franciscanos; seis, a los mercedarios, y cinco eran administrados por seculares. Durante la segunda mitad del
siglo XVII se podía observar que los religiosos predominaban en las parroquias de Occidente, mientras que
los seculares prevalecían en la parte oriental del país. Los indígenas feligreses mayores de edad y cabezas
de familia de una parroquia o de una doctrina, comúnmente, se identificaban por su calidad de tributarios, lo
cual conllevaba una relación de carácter social y económico, que implicaba al personal eclesiástico. Las
siguientes cifras, correspondientes a alrededor de 1575, por lo tanto, resultan bastante significativas: los
dominicos tenían a su cargo 13,364 tributarios; los franciscanos, 10,273; los mercedarios, 5,500; y al clero
secular correspondían 25,781 feligreses indígenas. Tales datos indican el poder económico de los distintos
sectores religiosos, y la correlación, en esa época, de dichos grupos. Órdenes religiosas A estas categorías
estructurales de la Iglesia Católica se les define como agrupaciones de cristianos, quienes han decidido
dedicarse al estado religioso, los cuales viven de manera comunitaria, casi siempre en conventos, bajo la
autoridad de sus superiores internos. Sus integrantes han profesado votos de castidad, pobreza y obediencia,
y se someten a reglas o constituciones, calcadas en el pensamiento de una figura relevante que determinó la
fundación y la organización del grupo. Junto a las Órdenes masculinas mendicantes, que combinaban la
clausura con el apostolado fuera de los conventos, existían las de estricta clausura, las cuales estaban
integradas exclusivamente por mujeres (concepcionistas, clarisas, capuchinas, jerónimas, agustinas,
dominicas y otras). En estas últimas ingresaban, en forma mayoritaria, las hijas de familias españolas que no
tenían la perspectiva de un matrimonio digno de su clase, o bien, mujeres jóvenes interesadas en vivir un
modelo de perfección cristiana. El ingreso en el convento de casi todas las Órdenes de mujeres requería el
pago de una dote, lo cual excluía de tal opción a las indígenas o a las hijas de españoles pobres. No obstante,
y con el objeto de atenuar los criterios selectivos aludidos, también se organizaron los llamados "beateríos",
que eran congregaciones ubicadas en diferentes ciudades o villas de españoles y, en casos excepcionales,
integradas sólo por indígenas. Inicialmente, hubo reticencias para admitir a los criollos, sobre todo en algunas
de las congregaciones mencionadas, por ejemplo, en la Compañía de Jesús, no así en las Órdenes de los
mercedarios y de los dominicos. Al cabo de pocos años, el segmento social de los criollos aumentó de manera
considerable, e inclusive llegó a participar en la administración y control de las referidas entidades
eclesiásticas. Los franciscanos. Los primeros de estos religiosos, en una cantidad reducida, llegaron en 1540,
pero la Orden se asentó formalmente, en 1565, en la que denominaron Provincia del Santísimo Nombre de
Jesús de Guatemala. Fundaron conventos, además de en Santiago de Guatemala, en San Salvador,
Sonsonate, San Miguel, Chiapas, y posteriormente en Nicaragua, Honduras y Costa Rica. En 1566, en su
primer "capítulo provincial" (una especie de reunión general de los miembros de la Orden) aprobaron normas
como las siguientes: exclusión de menores de 18 años; vida de pobreza en los conventos e iglesias; vivir
únicamente de limosnas; no pedir a los indígenas más de lo indispensable para su subsistencia; caminar a pie
y descalzos; utilizar los mismos trastos y enseres que los indígenas; y otras disposiciones parecidas. En 1586,
había 20 franciscanos en el convento de Santiago de Guatemala y, en 1600, en otros tantos distribuidos en la
diócesis del Reino, vivía un total de 80 religiosos. En 1690, disponían de 33 conventos y más de 180
religiosos. Diez años más tarde (1700), los frailes sumaban más de dos centenares, instalados en 35
conventos, en los que había una clara predominancia de criollos. Su formación eclesiástica, que incluía
estudios superiores en Artes y Teología, la adquirían en el Convento de San Francisco. Dominicos. Esta
Orden apenas tenía unos 16 miembros en 1574. Pero experimentaron un crecimiento acelerado, hasta fundar
lo que denominaron la Provincia de San Vicente de Chiapas y Guatemala. En la segunda mitad del siglo XVI
tenían 12 conventos, con 82 religiosos. El convento de Santo Domingo funcionaba como la sede principal de
dicha provincia, y allí se albergaba el correspondiente noviciado y se desarrollaba el programa de estudios
que requería la formación de los miembros de dicho grupo monástico. En el convento mencionado de la
capital del Reino, vivían alrededor de 40 religiosos. Los dominicos desempeñaron un papel decisivo en
muchos aspectos del desarrollo de la sociedad colonial. En 1550, por ejemplo, libraron acres enfrentamientos
con los franciscanos, con quienes se disputaban el reclutamiento de nuevos religiosos, pero, además, y
fundamentalmente, por hondas discrepancias en cuanto a los procedimientos que utilizaban ambas Órdenes
respecto del tratamiento que era aconsejable aplicar a los indígenas. El Obispo Marroquín, precisamente por
tales pugnas, amenazó con expulsar a los miembros de las dos Órdenes y sustituirlos por clérigos seculares.
En los primeros años de su funcionamiento en el Reino, la Orden de los dominicos puso obstáculos para los
aspirantes criollos, pero, en 1615, estos últimos constituían ya una apreciable mayoría. Alrededor de 1612, los
dominicos tenían cinco conventos y 55 religiosos; y en 1700, estos últimos ya sumaban 170,
aproximadamente. Entre sus más connotados representantes figuran sus propios famosos cronistas, Antonio
de Remesal y Francisco Ximénez; además, el antecesor de éstos y principal dirigente de la Orden, Bartolomé
de Las Casas; y también Luis de Cáncer y otros que compartieron con estos dos últimos la conquista pacífica
de las Verapaces. Mercedarios. Alrededor de 1537 fundaron sus primeros dos conventos en Guatemala y
Ciudad Real. En 1597 poseían casas en Guatemala, Honduras, Nicaragua y Chiapas. En 1689, esta orden
tenía cerca de un centenar de religiosos. Los mercedarios fueron objeto de muchas críticas, inclusive del
propio Obispo Marroquín, por su falta de formación, su escaso espíritu religioso y hasta por una supuesta
condición de entrometidos y mujeriegos. El convento de La Merced, en la ciudad de Guatemala, así como la
iglesia contigua, llegaron a acumular una extraordinaria riqueza en imágenes y objetos de culto. Jesuitas. En
cantidades menores, los miembros de esta famosa Orden comenzaron a llegar en 1582, Fundaron el Colegio
de San Lucas, primero; y, después, el Colegio San Francisco de Borja; este último en el siglo XVII. Se
dedicaron, casi exclusivamente, a las tareas de la educación, de las cuales se favorecieron clérigos, regulares
como seculares, así como también laicos. Se les encomendó, asimismo, la dirección del Seminario,
constituido para la formación del clero secular. Los agustinos fueron otros religiosos que, como los jesuitas, se
dedicaron al culto en sus iglesias, mas no a la evangelización de los indios. En 1664 se instauró en Santiago
la Escuela de Cristo, a través de la Congregación de Felipe Neri, una institución destinada a la perfección
cristiana de sus miembros y del clero secular. La orden belemnita fue establecida en Santiago, como resultado
de la labor del Hermano Pedro de Bethancourt, declarado beato en 1982, El Hermano Pedro se dedicó a
recoger enfermos y a enseñar letras y doctrinas a niños de la ciudad capital. De esta manera, nació el Hospital
de Belem, que, en 1672, recibió la aprobación real. En torno de este establecimiento se formó una pequeña
comunidad que vivía de limosnas, bajo las reglas de la Tercera Orden de San Francisco. El Hermano Pedro
murió en 1667, y le sucedió, en su labor religiosa, el Hermano Rodrigo de la Cruz, antiguo gobernador de
Costa Rica y Marqués de Talamanca, quien organizó, finalmente, la Congregación Belemítica. Esta, que se
extendió después a México y Lima, fue, por mucho tiempo, la única congregación fundada en América.
Conventos de religiosas Con el objeto de atender a la formación religiosa y, en general, a la educación de las
hijas de los conquistadores y de los primeros pobladores, cuya honra estuviera en peligro o que tuvieran
dificultades para casarse dignamente, el Ayuntamiento de Santiago realizo gestiones, ante la Corona, para
que se fundaran los necesarios establecimientos especializados. De tal manera, en 1579, se fundó el
monasterio de la Concepción de Nuestra Señora de la Orden Jerónima, organizado por monjas procedentes
de México. En el establecimiento ingresaron jóvenes mujeres de la clase alta de la ciudad, y Jo hicieron con
dotes (en dinero o en bienes) de lo más generosas, por lo que el monasterio, rápidamente, adquirió un estado
floreciente. Desde su fundación hasta 1600, habían profesado en dicho centro unas 339 monjas. Religiosas
de este monasterio fundaron en 1606 el de Santa Catarina Mártir y en 1610, el de La Encarnación, en Ciudad
Real de Chiapas. En 1667 se estableció el convento de Santa Teresa; el de Carmelitas Descalzas, en 1698; el
de Franciscanas clarisas o de Santa Clara, en 1700; y en 1725, el de Franciscanas Capuchinas. Todos los
aludidos eran de absoluta clausura, pero también desempeñaban funciones educativas dirigidas a niñas de
las respectivas ciudades; los dos primeros, además, admitían un elevado número de pupilas y sirvientas. En
calidad de instituciones separadas se fundaron los beateríos, que eran centros dedicados a quienes no tenían
las calidades necesarias (principalmente, económicas) para ingresar en los monasterios. Así se establecieron
el beaterío de Santa Catarina de Siena (1580), que después se llamo Santa Rosa de Lima; el de Belem
(1670), que era la rama femenina de la Congregación Belemítica, y que dirigió un hospital para mujeres; la
Escuela de Cristo tuvo también una rama femenina de la organización del mismo nombre. El clero secular Se
llamaba así al conjunto de clérigos a cuyo cargo estaba el cuidado de las parroquias, ciertos trabajos en la
dirección de las diócesis, y la integración de los Cabildos Catedralicios. Dependían directamente de la Corona,
en virtud de las normas del Real Patronato. Al principio llegaron a América en un número importante, pero
fueron objeto de críticas por la escasa formación de muchos de ellos y su dudoso comportamiento moral.
Administraron parroquias de españoles, así como doctrinas de indios. Principalmente, en cuanto a su trabajo
en las últimas, se les acusa de negociar con productos de la tierra c imponer exacciones ilegales a los
indígenas. Al principio de la época colonial, los seculares eran sacerdotes llegados de España, pero,
paulatinamente, se incorporaron elementos criollos en cantidades apreciables. Los seculares preferían servir
en las ciudades y villas de españoles, sobre todo en Santiago de Guatemala, donde, durante el siglo XVI,
funcionaron las parroquias más importantes, como las del Sagrario (originalmente, la parroquial, 1527) San
Sebastián (1585), Nuestra Señora de los Remedios (1594), y más tarde la de Candelaria. Además de éstas,
por supuesto, funcionaba un elevado número de iglesias y ermitas, con sus respectivos cultos. En la década
1560 se agravó un latente conflicto entre el clero regular y el secular, los cuales se disputaban la
administración de las parroquias. En el conflicto intervino el Obispado, la Audiencia, los encomenderos e
inclusive el Rey quien, en 1567, desaprobó que el Obispo quitara doctrinas al clero regular, y ordenó que se
devolvieran las doctrinas de indios que habían estado a su cuidado. Organización Económica de la Iglesia Las
fuentes principales en las que descansaba la Iglesia Católica para su funcionamiento general, eran las
siguientes: salarios reales de los obispos, curas doctrineros y miembros del Cabildo Eclesiástico; ingresos
derivados de la administración de los sacramentos y de otras actividades religiosas; ofrendas y limosnas de
los fieles; contribuciones forcivoluntarias de los indígenas a los a los curas, las cuales se llamaban "derramas"
en algunos lugares; donaciones de tierras, hechas tanto por la Corona como por los rieles; fundaciones,
herencias testamentarias y legados sobre determinados bienes. En cuanto al diezmo, que era un impuesto
regulado por medio del Patronato Real, equivalente a la décima parte del valor de los productos agropecuarios
(labranzas y crianzas), el Rey lo distribuyó, en favor de la Iglesia de las Indias, de la manera siguiente: una
cuarta parte para el Obispado; otra parte igual para el Cabildo Catedralicio; los dos cuartos restantes se
dividían en novenas partes que, a su vez, se repartían así: dos para el Rey; cuatro para salarios de
doctrineros; y tres para obras de la Iglesia. La mayor parte de los salarios de los doctrineros se obtenía de los
tributos que pagaban los indígenas, y el número de éstos determinaba el monto de los aludidos emolumentos;
por lo tanto, los curatos más atractivos eran los que rendían una mayor tributación. Por el compromiso de
cristianizar a los indios, la Corona, en general, se comprometió a pagar precisamente los salarios de obispos y
curas, en la forma antes descrita; a colaborar en la construcción de templos y otros edificios eclesiásticos; a
financiar las expediciones de los misioneros; y a donar tierras a la Iglesia, así como a las Órdenes religiosas.
En un principio se prohibió que estas organizaciones adquirieran bienes raíces en las Indias. Por lo tanto,
hasta 1570, sus miembros vivían de los salarios, contribuciones, ofrendas y servicios percibidos en las iglesias
de su jurisdicción. En las primeras décadas, el salario de los doctrineros, pagado indirectamente por los
indígenas tributarios y recolectado por los encomenderos, no llegaba hasta las manos de los doctrineros, y
ello dio lugar a un largo litigio, a cuyo término contribuyó la coerción ejercida por la Corona, para que los
encomenderos cumplieran con las obligaciones legales a las que estaban sujetos. A finales del siglo XVI, sin
embargo, los religiosos comenzaron a adquirir bienes inmuebles, así en pueblos de españoles como de
indios. Los franciscanos fueron los únicos que se abstuvieron de hacerlo. Los dominicos, en cambio, desde
1576, adquirieron tierras y estancias de ganado, a expensas de los indios, numéricamente diezmados y
enfermos, así como cansados pollas exigencias y cargas económicas que les imponían los conventos y las
iglesias. Dichos religiosos llegaron a poseer tierras de cultivo, haciendas, ingenios de azúcar y de añil,
inclusive una mina de plata, y muchos otros cuantiosos bienes materiales. Desde la década 1580, los
mercedarios imitaron a los dominicos en cuanto a aumentar sus posesiones de bienes inmuebles. Los
jesuitas, a su vez, básicamente fincaron sus capitales en donativos y rentas, de montos muy elevados. Otra
de las importantes fuentes de ingreso de la Iglesia fueron las capellanías, las cuales consistían en dinero o
propiedades territoriales que los feligreses ricos (españoles, criollos o indígenas) entregaban a la Iglesia, con
el fin de que ésta ordenara la celebración de misas periódicas, en memoria de las almas de los donantes
fallecidos. Una de las primeras capellanías de que se tiene noticia fue la de Pedro de Alvarado. Este, en
efecto, mandó en su testamento (hecho por el Obispo Marroquín) que sus indios tributarios cosecharan cierta
cantidad de trigo y de maíz, para mantener dos capellanías en la Catedral de Santiago, por cada una de las
cuales los afectados debían pagar 127 pesos de oro de minas, cada año. A cambio de ellos, los clérigos
beneficiados quedaban obligados a oficiar misas por las almas del Adelantado y de su esposa Doña Beatriz,
durante determinado tiempo. La organización de la Iglesia incluía otros muchos órganos o instituciones que
promovían la expansión y consolidación del cristianismo, como los siguientes: Seminarios, o sea, los centros
de formación del clero; Concilios Provinciales, que eran reuniones de eclesiásticos, presididas por los obispos,
en las que se trataban asuntos relativos a la Organización eclesial y la evangelización; los sínodos, como se
llamaba a las asambleas que los obispos debían celebrar cada año, de modo obligatorio, para analizar,
conjuntamente con el Cabildo Eclesiástico y los párrocos, los problemas propios de cada diócesis (la
periodicidad señalada no se cumplió por las dificultades para viajar a distancias largas y en caminos difíciles,
por lo que, en Guatemala, apenas se celebraron unos tres, en el siglo XVI); las visitas pastorales, por las
cuales los obispos debían acudir, cada año y en forma personal, a los curatos de sus diócesis, para supervisar
el funcionamiento de tales unidades evangelizadoras; las cofradías, o asociaciones de fieles, legalmente
constituidas, con finalidades religiosas o benéficas, que tenían como patrono a un santo o a algunos de los
misterios de fe católica. En Guatemala, cobraron gran importancia por su número elevado, por la riqueza que
acumularon muchas de ellas, pero, sobre todo, por sus implicaciones culturales y políticas, ya que, en
términos generales, se convirtieron en receptáculos de la cultura tradicional y, por lo tanto, en focos de
resistencia ideológica frente a la dominación colonial. La inquisición Esta institución, que fue una especie de
órgano jurisdiccional para investigar y castigar los delitos contra la fe cristiana, sólo actuó en la diócesis de
Guatemala por medio de comisarios que dependían del Tribunal de México. De un total de unos 400 cargos
que se plantearon desde Guatemala, sólo unos 40 terminaron en procesos formales, durante los siglos XVI y
XVII. Sin embargo, aproximadamente 85 reos fueron castigados con penas graves; unos 60, con sanciones
leves; y, en un único caso, el reo William Croniels, un irlandés residente en Sonsonate, fue condenado al
patíbulo, en 1575. En otras partes de América, en cambio, como Perú o Colombia, las actuaciones represivas
del Santo Oficio de la Inquisición fueron despiadadas, rayanas en la crueldad y aun en el salvajismo. En
Yucatán, una parte importante del territorio maya, fue proverbial, por destructora, la acción inquisidora que, en
fecha temprana, promovió el Obispo Diego de Landa (1524-1579), quien, de modo paradójico, se convirtió
después en un estudioso esmerado de aquella cultura. En 1600, en la ciudad de Santiago, se hizo famoso el
Deán de la Catedral, Eclipse Ruiz del Corral, por sus rudas actuaciones inquisitoriales. Entre las víctimas de
este figuro el cronista dominico Antonio de Remesal, cuya obra histórica Ríe objeto de tina arbitraria
incautación, por aquel que ha sido llamado el "Deán turbulento1'. En el siglo.XVIII, la Inquisición empezó a
perder poder político, redujo su actividad y sus medidas fueron menos virulentas. Se abolió, en 1813, por las
Cortes de Cádiz, pero Fernando VII la estableció de nuevo en 1814, sin que esto tuviera mayores
consecuencias visibles en Guatemala. La iglesia de la etapa posterior En el siglo XVIII, la Iglesia Católica
sufrió cambios drásticos, más bien derivados de dos corrientes de pensamiento que sacudieron
particularmente a Europa, pero cuyas repercusiones se extendieron ampliamente, El primero de tales
fenómenos fue la Ilustración, el movimiento intelectual en el que se reconoció la relevancia de la razón en el
discernimiento humano, y en el que, igualmente, se impulsó la ciencia experimental y la Historia, frente a las
antañonas y obsoletas ideas de la Edad Media. El otro hecho fue el Regalismo, que emergió como un
equivalente del despotismo ilustrado o del absolutismo real. Este movimiento sociopolítico sostenía que la
monarquía era un derecho divino que los reyes representaban una especie de dioses en la Tierra; y que la
autoridad de los monarcas emanaba de Dios y no del pueblo. Las concesiones papales en relación con
América, en consecuencia, correspondían a los Reyes Católicos, por derecho propio, y no podían, por lo
tanto, discutirse o modificarse. Era atribución del rey, se aducía, todo lo relativo al gobierno y Administración
de la iglesia, excepto los asuntos dogmáticos y sacramentales, que correspondían al Papa. Aquellos aires
heterodoxos, de racionalismo ilustrado, de exaltación de los poderes temporales en desmedro de los divinos,
se arremolinaron en los caminos intelectuales y políticos de la vieja España, en la que perduraban, todavía,
algunas de las antiguas ideas medievales. Para colmo, las guerras minaban las arcas reales, como lo hacía
también la necesaria defensa de las posesiones americanas; y aun las propias reformas, que parecían
impostergables, por atractivas y provechosas, demandaban fondos descomunales. La corona comprobó que
nada podía hacerse en la dirección renovadora, sin contar con la presencia y la fuerza, casi omnímoda e
imponente de la Iglesia. Esta, no solo estaba metida en las mentes de las multitudes de ambas orillas del
Atlántico, sino en las arcas públicas y en los cofres privados, en los que se guarda el poder derivado de la
riqueza. Se recurrió, entonces, a los bienes eclesiásticos para enfrentar los gastos as ingente y por otra parte,
se introdujo también la semilla del cambio en los propios surcos de la sagrada institución. No fue poco, ni
desestimable, lo que se consiguió en aquellos afanes novadores que, al final, algo refrescaron también las
naves de los templos, las aulas de los centros de estudio, as mentalidades conventuales de los viejos clérigos,
y hasta los muros del prejuicio y la ambición de los encomenderos. A partir de 1808, por ejemplo, una parte de
la Iglesia se identificó con la gesta patriótica frente a la invasión napoleónica en la Península y, por distintas
causas, todas vinculadas a la atmosfera de cambio, los seminarios y conventos casi se vaciaron del todo. Las
Cortes de Cádiz de 1812m en las que la palabra independencia ya no tenía connotación subversiva tan
peligrosa, estuvieron integradas por clérigos, n una tercer parte de sus diputados, y se plantearon en ella
abiertas reformas liberales. A lo largo del siglo XVIII, los ecos del cambio comenzaron a repercutir en
Guatemala. En 1701, empero, todavía se fundó, en la ciudad de Santiago, el Colegio de Cristo Crucificado de
Propaganda Fide (Convento de la Recolección), en el cual se prepararon varios franciscanos recoletos que
viajaron, en misiones evangelizadoras, a territorios aun no cristianizados (Taguzgalpa, en Honduras;
Tologalpa, en Costa Rica), donde fundaron reducciones y hospitales. Asimismo, durante los siglos XVIII y
XIX, todavía arribaron unas 26 expediciones misioneras, integradas por 236 franciscanos y dominicos. De
todas maneras, y a pesar de la fuerza, intelectual y económica que la Iglesia había acumulado en los tres
siglos de la Colonia, la situación general en ésta comenzó a transformarse, de modo apreciable. La misión
evangelizadora ya no fue tan impetuosa; la labor educativa monopolizada por la Iglesia, comenzó a
debilitarse; y, en general, esta entro en un estado de estancamiento, que se agudizaba con los años. Las
posiciones de disidencia o de denuncia, en los ámbitos interno y externo de la institución, se sucedían de
modo interrumpido. Se hacían concesiones importantes, que se traducían en la condena a los malos tratos
sufridos por los indios; se prohibieron reiteradamente, las vejaciones, castigos, contribuciones y servicios que,
por años, habían sobrecargado las espaldas de los nativos. En el primer cuarto del siglo XVIII, Fray Francisco
Ximenez denunció que los clérigos seculares, en la zona sur, montaban haciendas de años, cacao, ganado y
caña de azúcar, en las que se abuzaba del trabajo de los indios. Los Arzobispos Pedro Cortes y Larraz
enviaron a la corona informes, en los que denunciaban los atropellos que los alcaldes mayores y corregidores
cometían en contra los aborígenes; y los castigos y vejaciones que estos sufrían a manos de españoles y
ladinos, a veces con la complicidad de los propios alcaldes y principales indígenas. He aquí parte de los
juicios lapidarios de Francos y Monroy. Todas las irregularidades aludidas se condenaron inclusive en los
Apuntamientos sobre la agricultura y comercio del Reino de Guatemala, el documento que el consulado de
comercio elaboro, en 1810, para que se presentara en las Cortes de Cádiz. No fue posible, a pesar de todo,
aniquilar por completo el poder ideológico y económico de la iglesia, tal había sido la envergadura y extensión
que ese poder alcanzo en la época inicial de la Colonia. Por muchos años más, se conservaron intactos los
bienes eclesiásticos, por ejemplo, las grandes haciendas de los dominicos, como la de San Jerónimo, en Baja
Verapaz; La Chácara, El Rosario y la Labor, en Sacatepéquez; las de Cobán y Santa Cruz del Quiche, así
como el cuantioso patrimonio de los jesuitas, integrado por rentas de capital, potreros, edificios, medianas y
grandes haciendas. Se puede afirmar que la poderosa influencia de la iglesia no aumento, pero que se
mantuvo relativamente estable durante los siglos XVIII y XIX. La expulsión de los jesuitas del Reino de
Guatemala, el 26 de junio de 1767, en cumplimiento de la respectiva disposición de la corona, del mismo año;
así como la confiscación de sus bienes, y la forma ignominiosa en que salieron de Santiago algunos de sus
más eximios representantes, como el poeta Rafael Landivar, fueron otros factores que contribuyeron al
debilitamiento de la entidad, pero que tampoco determinaron su aniquilación. Esto no se consiguió, ni siquiera,
como resultado del carácter, un tanto más relajado si no disoluto, como algunos lo calificaron, del cristianismo
criollo, o mediante la pertinaz resistencia silenciosa, que ha estado presente en la conservación de los
idiomas, de fundamentales elementos religiosos, de normas costumbres y creencias, de origen prehispánico.
Este último fenómeno, que se percibe aun en la actualidad, pone en tela de juicio una supuesta mezcla
indisoluble que, de modo simplista, ha dado en llamarse Sincretismo Cultural. Finalmente y como una
evidencia más de los cambios, importantes pero relativos, experimentados por la Iglesia en la última parte de
la época colonial, es preciso resaltar el papel que jugó en el movimiento que culminó en la independencia de
Guatemala, el 15 de septiembre de 1821. Aunque el Arzobispo de entonces, Ramón Casaus y Torres, no fue
precisamente partidario de la causa emancipadora, lo fueron varios clérigos notables y vecinos connotados
que profesaban la religión católica.
LA EDUCACION EN LA COLONIA

La educación informal, es decir, la transmisión de la cultura en general, entre los miembros de una sociedad o
de un grupo particular, es tan antigua como el mismo hombre. Si el origen de este se identifica con la
utilización del lenguaje, de herramientas diversas, y con la capacidad de simbolización, la transferencia
generacional de estos atributos estas relacionada con la educación informal. Solo un cierto nivel de
organización, de especialísimo y de sistematización en la trasferencia de los conocimientos, de las destrezas,
de los sentimientos, las tradiciones, las aptitudes o logros, marca el surgimiento de la educación formal. Este
segundo tipo de educación, aunque se carece de suficientes evidencias detalladas, existió, con sus propias
modalidades procedimientos en la época prehispánica. En especial, en el caso de los hijos de los señores y
principales de los señoríos que existían en la época en la que llegaron los europeos. En cuanto a la sociedad
colonial, la información sobre los sistemas y avances educativos es más abundante y fidedigna, aunque esta
apreciación no sea del todo aplicable al lapso que comprende los primero 10 años de la presencia de los
españoles en lo que después fue el Reino de Guatemala.

EDUCACION ELEMENTAL

Se sabe que casi desde el principio mismo del régimen colonial, algunos clérigos e hijos dalgos se dedicaron
a una enseñanza, más o menos sistemática, dedicada a los hijos de los conquistadores y primero colonos.
Desde este vago comienzo hasta la última etapa de la era colonial, la educación formal, en términos
generales, no tuvo una amplia cobertura, es decir, no estuvo dedicada a las grandes masa de la población; y
si exhibió, en cambio, un evidente carácter clerical. Este último rasgo se explica por los compromisos y
relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado español, en relación con la empresa de la conquista y de la
colonización. Al obispo Francisco Marroquín corresponde el mérito de haber iniciado, en 1533, las primeras
gestiones formales para atender la educación de hijos de españoles, de indios y de jóvenes mestizos de la
ciudad de Santiago de Guatemala. Marroquín solicito y puso por obre el que hubiese escuela para enseñar a
leer y escribir a los niños españoles que iban naciendo. Aunque se carece de mayor información, se supone
que en aquel centro primigenio se enseñaba lectura, escritura, aritmética y doctrina cristiana. Como primer
maestro de dicha escuela se ha mencionado a un tal bachiller García Díaz, y ello hace suponer que el
establecimiento estaba dedicado solo a niños criollos. En documentos referidos a 1567 se alude, como
maestro de educar niños, a alguien lado Martin Salazar. También existen referencias, aquí y allá en la
documentación histórica, a la enseñanza elemental que se impartía en conventos, monasterios y beaterios.
Una escuela, llamada de San Lucas, funciono en el Colegio Mayor que, con aquel mismo nombre, y a
instancias del ayuntamiento, los jesuitas trataron de fundar después, en 1582. Las clases las impartieron dos
hermanos de la compañía de Jesús, llegados expresamente de México. En forma separada funciono también
la Escuela de Belem, establecida por el hermano Pedro para la enseñanza de las primeras letras a los niños
pobres, pero de quienes no se saben si eran solo criollos, mestizos o de ambos grupos. Como pueden
colegirse de la información disponible, había una estrecha correlación entre las condición étnica las
oportunidades de acceso a la educación. Los hombres tenían preferencia, y más aún si eran descendientes
de conquistadores o de los primero pobladores. LOS COLEGIOS MAYORES Nuevamente Marroquín, en
1545, pidió al Rey que se crearan Colegios Mayores, en los cuales se pudiera enseñar Artes (Vísperas de
Filosofía y Lógica), gramática, Teología, y otras materias semejantes. El obispo argumentaba que, de ese
modo, podía atenderse la educación de muchos jóvenes criollos y mestizos, que actuaban de manera
desorientada en la sociedad: no conocían la Fe, la justicia, sus orígenes, el medio en el que vivían, ni siquiera
al propio Rey. En resumidas cuentas, esta vez el prelado no alcanzo su objetivo. No obstante la adversidad de
las circunstancias, oportunamente comenzaron a funcionar los Colegios Mayores, destinados a enseñar las
disciplinas ya mencionadas en el campo de las Humanidades. El de Santo Domingo fue el Primero de ellos,
pues se fundación data probablemente de antes de 1550. En 1625, el citado Colegio obtuvo la facultad de
otorgar grados universitarios y ellos suscito una seria controversia con los jesuitas, pues estos querían
participar también de tal privilegio. Alrededor de 1553, el colegio de Santo Domingo tenia completas sus
cátedras, y algunos de sus cursantes, principalmente frailes, pasaron después a la Universidad de
Salamanca. Desde entonces, se comenzó a estudiar algunas lenguas vernáculas, con la ayuda de profesores
indios. Después se fundó el Colegio de San Francisco, en torno a 1575, el cual funciono en el convento de
esta orden, con profesores llegados de Salamanca. Al cabo de pocos años a instancias, una vez más, del
Obispo Marroquín, se estableció el Colegio de Santo Tomas. Este fue resultado de un convenio suscrito entre
el prelado y los dominicos; estos se comprometían a servir las cátedras de filosofía y teología por un periodo
de seis años, en tanto que aquel sufragaría los gastos respectivos. Las partes se fijaron el propósito de
trasformar el Colegio en una universidad, para la cual pretendían todos los privilegios de los que ya gozaban
las universidades de España, y que ya se habían otorgado a la de Nueva España. El colegio de Santo Tomas
surgió, efectivamente en 1620, cuando el deán de la Catedral y el Superior de los dominicos firmaron el
acuerdo. De inmediato, se elaboró el plan de estudios, en el que se excluían las cátedras servidas en otros
establecimientos semejantes de educación superior; se fijaron los honorarios de los profesores; se adoptaron
las normas de la Universidad de México; y se obtuvo la correspondiente autorización del presidente. Días más
tarde se hizo la inauguración formal, en un ambiente de pompa y regocijo, con la presencia de oidores
(miembros de la Audiencia) de representantes de las órdenes religiosas, de otros funcionarios y de vecinos
principales. En Santo Tomas se inscribieron 77 estudiantes, distribuidos así: 11 en Teología; 16 en Cánones;
10 en Vísperas de Teología; y 40 en Filosofía. Prontamente se iniciaron las gestiones para conferir grados
académicos, pero los jesuitas, que ya tenían s propio Colegio, de nuevo alentaron las discordias y
controversias, pues cada orden mantenía sus pretensiones sobre un verdadero monopolio docente. El colegio
de Santo Tomas, abrió la brecha de la educación Universitaria en Guatemala, e incluso sus bienes
resguardados y su persistente aliento académico permitieron la posterior fundación de la Universidad de San
Carlos. El colegio de San Lucas se fundó, por la Compañía de Jesús en 1586, pero solo entre 1620 y 1627
funciono de manera normal y completa. Los jesuitas iniciaron, en el citado establecimiento, un nuevo tipo de
enseñanza superior: remozada con ideas renacentistas y de la Contrarreforma, con una concepción integral
de la educación y con normas amplias y dinámicas. Sin embargo, también atendía criterios elitistas, cerrados,
exclusivistas e inclusive prepotentes. Obtuvieron privilegios y concesiones, no obstante sus conflictos con el
Colegio de Santo Tomas y después con el de Santo Domingo, gracias a las condiciones ventajosas de que
disfrutaba la misma orden. Precisamente por ello, los jesuitas consiguieron la facultad de otorgar grados de
Filosofía y Teología, con lo cual lograron retardar la Fundación de una Universidad, mantener cierto monopolio
docente y por esta y otras vías, afirmar su primacía en la vida de la capital del Reino. A finales del siglo XVII,
el Colegio de San Lucas había tenido alrededor de 300 estudiantes en los distintos niveles, y entre estos
figuraban personas famosas como el Hermano Pedro, El historiador Francisco Antonio Fuentes y Guzmán, así
como otros miembros de la elite criolla. En 1700, además, los jesuitas fundaron otro Colegio: el de San
Francisco de Borja. A los centros mencionados de educación superior debe agregarse el Seminario
Tridentino, creado para la formación del clero criollo. Se llamó así porque su funcionamiento estaba vinculado
a las normas del concilio de Trento, Celebrado este en el siglo XVI, para combatir la Reforma e impulsar la
Contrarreforma. El establecimiento se inauguró en 1598 y funciono efectivamente durante más de dos siglos.

UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS

Uno de los centros más antiguos en su género, en Hispanoamérica, la Universidad de San Carlos, se fundó
según licencia contenida en real cedula promulgada por el monarca español Carlos II, el 31 de enero de 1676.
Las gestiones para el establecimiento de la Universidad de Guatemala se iniciaron en 1548, por el Obispo
Francisco Marroquín, y ellas fueron reiteradas, insistentemente, por el mismo prelado, por la Real Audiencia,
por el Ayuntamiento, por el Obispo Fray Payo de Rivera, por las Órdenes religiosas establecidas en el reino, y
por otras personas e instituciones. Tal objetivo solo se logró, empero 128 años después. En el proceso de
instalación de la Universidad fue decisiva la herencia testamentaria que dejo el Obispo Marroquín, y que
consistía en las rentas que pagaba, en concepto de terrazgo, el pueblo de indios de Jocotenango, aledaño a
la ciudad capital. Dichos fondos sirvieron, inicialmente, para financiar el Colegio de Santo Tomas, y cuando
resultaron insuficientes para fundar la Universidad, se incrementaron con generosas donaciones hechas en
1620 por el comendero Sancho de Barahona, la esposa de este, Isabel de Loaiza, y por Pedro Crespo
Suarez. Es importante subrayar la contribución indirecta de los indios en la fundación de la Universidad de
San Carlos, así como las protestas, de las que ellos dejaron constancia, ir las exacciones considerables que
sufrieron en aras de la normalidad financiera de la institución. El nuevo y más importante centro de estudios
superiores se llamó Universidad precisamente para indicar su naturaleza universal, y no partidista respecto de
ninguna doctrina o escuela de pensamiento conocidas. El agregado “de San Carlos” se justificó, por quien
tuvo a bien autorizarlas, es decir el Rey, de la siguiente manera contundente “… en atención y buena memoria
de haberse creado por mí, Carlos II”. Se estableció la Universidad no solo para hijos de conquistadores y
criollos, sino en referencia a Guatemala, “… para alivio y consuelo de los vecinos naturales de ella”. En el
supuesto de que pudiera quedar alguna duda, en la cedula real se agregaba que “los indios pueden y deben
ser admitidos a matricula y grados”. Sin embargo, de modo igualmente taxativo, se excluía a los negros y a
las otras castas. Es importante subrayar que, según el estatuto de su creación, la Universidad debía funcionar
sin dependencia de Institución alguna, y con pleno y libre gobierno de la docencia y de sus bienes. Era, pues,
autónoma, sujeta nada más al Patronato Real, lo que la obligaba a reconocer al Rey como su Fundador, y a
esculpir las armas reales en el frontispicio. No estaba supeditada a la Real Audiencia, ni a poder público
alguno. En la cedula, asimismo, se mandaba redactar las constituciones que debían normar sus ingresos y su
patrimonio; que se organizaran las oposiciones a cátedras; y que se cumplieran otras disposiciones
pertinentes. Años más tarde, la Universidad alcanzo el rango de Pontificia, es decir la potestad de enseñar las
diversas expresiones del pensamiento Católico; y después el 18 de junio de 1687, su título completo du el de
“Real y Pontificia Universidad de San Carlos”.

GREMIOS EN GUATEMALA / ANTIGUOS OFICIOS

Los zapatos de distintos estilos y colores se asoman de las estanterías del Hospital de Calzado La Palma,
situado en la 10a. calle de la zona 1. La mayoría es calzada que no fue recogido por sus dueños. Don Efraín
Molina Palma, de 70 años, propietario del negocio, con esmero se concentra en cambiar las tapitas de unos
de tacón, uno de los pocos pares que le llevaron a reparar esa semana.

Molina es testigo de cómo su oficio se ha vuelto cada vez menos requerido. "Los zapatos de paca han hecho
que el trabajo baje y el calzado que se maquila es un artículo desechable y su reparación es cara", afirma.

Este negocio, que según cuenta con orgullo, tiene 91 años y que tuvo sus años de esplendor en los años
1960, llegó a tener 65 trabajadores y unos 15 repartidores.

"Cambiar tapitas a un par de zapatos de mujer vale Q20; los de hombre Q50 y un par de suelas hasta Q200",
explica. De manera que muchos ya no recogen el pedido, por lo que se ve obligado a rematarlos.

Molina no es el único artesano que sufre el embate de la modernidad. Situación similar atraviesan sastres,
modistas, hojalateros, barberos, heladeros, relojeros, afiladores y otros que en épocas pasadas gozaron de
gran demanda, pero que con el avance de la tecnología y el descubrimiento de nuevos materiales han visto
como la clientela escasea.

Los trabajos manuales o artesanales son cada vez más sustituidos por máquinas industriales o sistemas
computarizados que operan a gran escala, en menos tiempo, costo y esfuerzo. El fenómeno no es nuevo.

La mayoría de estos artesanos ofrecían, hasta mediados del siglo XX, sus servicios de puerta en puerta. Los
carboneros, por ejemplo, cargaban su producto sobre su espalda o sobre el lomo de una bestia; recorrían las
calles en busca de compradores. En aquella época no existía el propano para las estufas y la electricidad era
escasa.

Carmen de González recuerda que allá por la década de 1940, los vendedores, especialmente los de
Chinautla, eran famosos por la calidad de su carbón. Su madre les compraba en su antigua residencia, en la
10a. avenida, zona 1.

"Recorrían las calles con el carbón en redes sobre sus espaldas o en mulas y había que cuidar que no
trajeran escorpiones o insectos", cuenta González. Luego pasaban los que recogían la ceniza de los poyos de
las cocinas.

El oficio de linotipista fue reemplazado a inicios de 1990 por el sistema fotomecánico. "Lo último que se
trabajó en linotipo fueron los Clasificados", señala un colaborador de Prensa Libre. A la fecha, aún se trabaja
en algunas imprentas, pero es escaso debido a su alto costo.

Afiladores de cuchillos, tijeras y machetes habrá uno o dos. Lisandro Maselli rememora que los años de mayor
gloria de su negocio tuvieron a 22 personas colaborando con él. Hoy en día trabaja en solitario en un pequeño
local cercano al mercado La Presidenta, zona 1. Cuenta que los jóvenes no se interesan más por aprender
este oficio.

HISTORIA
La vida artesanal en Guatemala se remonta a la época de la Conquista, según anota el historiador Horacio
Cabezas en la Historia General de Guatemala.

"Los artesanos, cita el documento, jugaron un papel importante en los preparativos de las acciones armadas:
el herrero forjaba o reparaba espadas y puñales; el herrador fabricaba las herraduras para los caballos, el
carpintero armaba las ballestas —armas parecidas a un arco— y el fundidor, las balas para las piezas de
artillería".

Las diferencias surgidas entre los distintos grupos y los mandos militares, hizo que el primer cabildo municipal,
en 1524, regulara estos oficios y se fijaran aranceles para las distintas producciones de este tipo.

"Los artesanos usaron y abusaron de su oficio para ubicarse rápidamente en buenas posiciones sociales",
refiere Cabezas. Fue hacia 1530 cuando se aprobaron las ordenanzas para herreros y sastres, cuando se
consolidaron mejor estas actividades y se organizaron los gremios de artesanos en la Guatemala colonial.

Miguel Álvarez, cronista de la ciudad, cuenta que con los nuevos oficios traídos por los españoles fue
necesaria la capacitación y fue así como comenzó la relación maestro-aprendiz.

Cabezas describe que los aprendices eran muchachos de 12 a 20 años que adquirían los conocimientos y
destrezas bajo la tutela o dominio de un maestro.

En el plazo fijado para el aprendizaje —de seis a ocho años—, los padres renunciaban a la patria potestad,
mediante escritura pública. Este discípulo trabajaba gratuitamente para el maestro, quien a su vez le
enseñaba el oficio y la doctrina cristiana, le proporcionaba casa, alimentos y vestido.

Concluida la enseñanza, el aspirante se sometía a un examen. Si lo aprobaba pasaba al grado de oficial, lo


cual le daba el derecho a recibir un salario por su trabajo. Los maestros, a su vez, se sometían a un examen
ante un tribunal competente y obtenían del Ayuntamiento el "título" que les autorizaba a tener un taller.

La organización de los artesanos en gremios permitió a algunos de ellos integrarse a la clase dominante.
Cabezas refiere el trabajo de Francisco García Peláez, quien documenta que hacia 1602 se contabilizaban 32
artesanos españoles y 52 entre mulatos y negros.

El historiador anota que durante mucho tiempo los españoles mantuvieron el status de maestro en los oficios
artesanales. Sin embargo, ante la habilidad y destreza de algunos indígenas, negros y mulatos, se les permitió
que tuvieran taller propio.

CULTURA Y DEVOCIÓN

Los gremios se sumaron a las manifestaciones culturales españolas. Álvarez menciona que muchos de ellos
se volvieron muy devotos.

"Durante el siglo XVII participaron todos los gremios en la procesión del Santo Entierro de Santo Domingo, en
Santiago de Guatemala", comenta Álvarez. A la fecha, la procesión de viernes Santo de esta iglesia honra a
los distintos gremios en forma de ángeles, recordando este hecho.

CAÍDA

El 8 de junio de 1813 las Cortes de Cádiz emitieron un decreto por el cual se abolieron los gremios en
Guatemala. De la época colonial es posible identificar como artesanos ya desaparecidos a los plateros,
salitreros y coheteros, como lo refiere el libro Los gremios guatemalensis, de Héctor Samayoa Guevara.
Según Álvarez, desde esa fecha varios artesanos siguieron su trabajo por tradición. Después de la
independencia fue fundada la Escuela de Artes y Oficios (1875). Según el blog Guatemala de Ayer, la escuela
contaba con talleres para herrería, fundición, carpintería, ebanistería, talla, encuadernación, hojalatería, cobre,
zapatería y sastrería. Entre otros se impartían clases de teneduría de libros, aritmética, gramática, dibujo,
pintura y música. Fue clausurada en 1892 durante el gobierno de José María Reyna Barrios.

En este período, Álvarez identifica como oficios comunes en distintas culturas a las plañideras, los pregoneros
y serenos —quienes se encargaban de encender los faroles de la ciudad—.

ADAPTACIÓN Y CAMBIO

En un período de 10 años, los expertos en reclutamiento auguran la caída de puestos intermedios y ciertos
oficios. El periodista Miguel Ayuso de El Confidencial de España relata la desaparición de ciertas posiciones a
futuro como secretarias, asesores de viaje y cobradores de peaje, quienes serán sustituidos por tarjetas
electrónicas o casetas automáticas.

"Estamos convencidos de que van a desaparecer los trabajos manuales susceptibles de ser reemplazados
por una máquina o un ordenador pero, además, se van a extinguir las posiciones intermedias que no den un
suficiente valor añadido", indica María José Martín, directora de atracción y gestión de talento de Manpower
Group para el citado medio.

Frente a la interrogante de situarnos ante una segunda revolución industrial debido a los avances
tecnológicos, Marco Antonio Penado, Gerente de País de Manpower Guatemala, considera que se vive una
nueva realidad, denominada por ellos Human Age. Plantea un escenario en donde individuos capacitados,
que escasean cada vez más, dictarán las condiciones a los empleadores sobre cómo, dónde y cuándo
trabajar.

Las empresas deberán volverse más ágiles para atraer, capacitar y desarrollar a sus empleados, replanteando
la capacitación del personal y las estructuras laborales, asegura Penado.

Si ciertos oficios desaparecen, es resultado de un desbalance laboral entre oferta y demanda, indica Penado.
El reto consiste en ponerse de acuerdo distintos actores para generar el talento que la sociedad demanda con
las competencias requeridas.

Para Álvarez, los oficios van desapareciendo porque se acomodan a la época, puesto que muchos han
sido suplidos por la tecnología. "La sociedad tiene que ser dinámica, no nos vamos a quedar con algo manual
si se puede tecnificar, aunque es triste que se pierdan ciertos oficios, pues muchos se quedan sin fuentes de
trabajo", opina el cronista.

MONEDA EN GUATEMALA EN TIEMPO COLONIAL

A partir de la llegada de los conquistadores a Guatemala, en 1524, empiezan a circular en el territorio


centroamericano monedas europeas, básicamente españolas, y más tarde mexicanas, peruanas y
bolivianas. Pero en muy pocas cantidades y en su mayoría de valor alto, siendo casi inexistente la moneda
de menor valor, por lo que el uso del patrón monetario nativo, cacao, conchas, plumas y pieles, entre otras
especies, predominó durante los primeros años de la conquista y coexistió con el uso de monedas de oro y
plata, principalmente en la población indígena, hasta finales del siglo XIX. Junto con la moneda extranjera
entró gran cantidad de moneda falsificada, de bajo título o adulterada. Al conocerse la estafa de la Casa de
Moneda de Potosí, a mediados del siglo XVII, las monedas faltas de ley acuñadas en dicha ceca empezaron a
ser rechazadas tanto por el comercio de ultramar como por los territorios americanos donde se conocía de
dicha estafa. El reino de Guatemala ante su carencia de circulante y la poca información que se tenía en esa
época, fue tierra fértil para colocar las monedas febles, ya rechazadas en casi todo el mundo.
Enterados de la estafa demasiado tarde, los poseedores de esas monedas en Guatemala ante las pérdidas
que tendrían de acatar las órdenes reales de recogerlas aceptándolas a tres cuartas partes de su valor
nominal y fundirlas o rebajarles su denominación mediante contramarcas, como se hacía ya en el resto de las
colonias, optaron por dos formas para solucionar su problema. Dado que la pérdida particular era mayor en
las monedas de denominación alta, la mayor parte de monedas peruanas (Lima y Potosí en esos tiempos) de
oro y de plata y estas últimas en denominaciones de 8 y 4 reales, fueron fundidas en lingotes mezclándolas
con metales de las minas locales o bien fundidas para ser usadas en los oficios de platería en donde sería
más difícil detectar la merma de su valor real. En las monedas de menor denominación (2, 1 y 1/2 reales) la
pérdida particular no sería tan cuantiosa y por la falta de circulante en el reino de Guatemala, estas podrían
ser absorbidas sin dificultad ni pérdida individual en el comercio local. Resuelto así el problema a nivel
individual y encontrándose el territorio inundado de monedas de 2 reales de baja ley que ya nadie quería
aceptar, además de la gran cantidad de moneda falsa y de moneda cortada de dudosa acuñación en
circulación, las autoridades locales en 1662, para evitar el fraude procedieron a contramarcar con una corona,
las monedas de 2 reales de Lima y Potosí que sí tenían el peso y título de ley o al menos se acercaban a
tenerlo y a cortar por mitad toda la moneda falsa de cobre, bronce o de plata y oro demasiado rebajados y no
acuñados por las cecas reconocidas. A estas monedas contramarcadas con una corona se les conoce con
el nombre de moclón, convirtiéndose con la contramarca puesta aquí en las primeras piezas numismáticas
guatemaltecas y conociéndose dos tipos distintos de coronas (fotos arriba) y cada una de ellas, en 2 tamaños
diferentes. Sin embargo las monedas febles o falsas continuaron viniendo y circulando sobre todo
los “tepuzques” (cobre, en lengua Nahual) que son discos pequeños de oro o plata muy rebajados, o de cobre
o bronce, que no incluyen título, sólo peso (fotos abajo) y que circularon en México a partir de 1522 y
posteriormente en Guatemala hasta finales del siglo XIX, pese a múltiples intentos de las autoridades por
erradicarlos.

La Real Casa de Moneda de Guatemala se erigió en virtud de cédula de su Majestad Felipe V, del 20 de
enero de 1731. Fue la cuarta de América, después de la de México fundada en 1537; la de Perú, en 1565 y
la de Potosí, en 1572. Pero no fue sino hasta el 17 de enero de 1733, que llegaron los sellos y demás
instrumentos necesarios procedentes de la Casa de Moneda de México; esta había recibido recientemente
nuevos instrumentos para la fabricación de moneda redonda y parte de su viejo equipo para acuñar moneda
cortada fue enviado a Guatemala junto con juegos de cuños abiertos en México para cada denominación de
moneda, copiados de los recibidos de España con los nuevos diseños para moneda redonda pero adaptados
para ser usados en acuñaciones a martillo (con relieves más bajos y gruesos) en la nueva Casa de Moneda
de Guatemala. El 19 de marzo de 1733, se acuñó la primera moneda en Guatemala, un doblón de ocho
escudos con la marca de ceca “G” e inicial de ensayador “J”, que debió ser muy similar al que se muestra en
la foto de abajo pero de mayor diámetro. El ejemplar que se ilustra, es la única pieza de 8 escudos conocida
de 1733, pero acuñado en cospel reducido, no conociéndose ninguno en tamaño completo.

Durante los tres primeros días de labores de la Casa de Moneda de Guatemala se acuñaron todas las demás
denominaciones en oro y en plata, en cospeles completos, redondos y acordonados, usando para el efecto los
cuños originales abiertos y enviados desde México. A las piezas en plata así acuñadas, que son rarísimas, se
les conoce con el nombre de “royal” (foto arriba). Pero debido a lo laborioso del trabajo de acuñar el nuevo
tipo de moneda a golpe de martillo, como se hacía anteriormente para las monedas no redonda ni
acordonadas, y no mediante volante, como lo estaban haciendo en la ceca de México, y el poco personal
disponible, el 21 de marzo, tres días después de iniciar labores, se solicita y el mismo día se autoriza, la
acuñación de moneda en cospeles reducidos; las de plata en cospeles de forma irregular y sin cordoncillo, y
las de oro, en cospeles de forma redondeada y con cordoncillo crudo, ya que dada la poca acuñación de
piezas en dicho metal, no representaría mayor tardanza hacerlo del modo correcto según las Ordenanzas de
Sevilla de 1728. Se solicitó la acuñación en cospeles más pequeños para aumentar la presión del golpe y
minimizar el número de golpes de martillo en su elaboración, logrando así un mejor acabado final, no
obstante, en muchos ejemplares se puede observar 2 y hasta 3 golpes de martillo, sobre todo en las monedas
de mayor denominación y por lo tanto, mayor tamaño de su cospel. Estos cambios autorizados, en las
normas para la acuñación del nuevo tipo de moneda con diseño circular, dan vida a los “macacos”
guatemaltecos (fotos abajo), únicos en su clase y con características especiales que los hacen fácilmente
distinguibles de todas las demás piezas “peluconas”, “columnarias” o “macuquinas” producidas, antes o
después de ellos, por las demás casas de moneda coloniales.

De 1733 a 1753, se acuñaron en Guatemala 2,124 marcos de oro y 508,401 marcos de plata en “macacos”
guatemaltecos. En ellos se usó la “G” (de Guatemala) como marca de ceca y la “J” (de José de León y Sosa)
como inicial de ensayador. Además de su marca de ceca e inicial de ensayador y por el hecho de haberse
acuñado a golpe de martillo y no a volante, los “macacos” guatemaltecos tienen las siguientes características
que los distinguen de cualquier otra moneda acuñada por las distintas cecas de la época. Tienen en común,
con las otras monedas acuñadas por las distintas cecas que siguieron las Ordenanzas de Sevilla para el
nuevo tipo de moneda redonda, acordonada y de cuño de diseño circular, que son del tipo “peluconas” las de
oro, de pureza 0.9170 o 22 quilates, redondas, acordonadas, con bustos de Felipe V (de 1733 a 1746) y
Fernando VI (de 1747 a 1753) y en denominaciones de 8, 4, 2 y 1 escudos. Y del tipo “columnarias” las de
plata, de pureza 0.9170, del reinado de Felipe V (de 1733 a 1746) y Fernando VI (de 1747 a 1753) y en
denominaciones de 8, 4, 2, 1 y 1/2 reales. Las diferencias con las monedas de su mismo tipo o estilo,
“peluconas” o “columnarias”, según si son de oro o plata, respectivamente, acuñadas por las demás cecas
(excluidas las acuñadas en Guatemala en los tres primeros días de labores en 1733, arriba mencionadas) son
las siguientes: A) No son monedas redondas ni acordonadas perfectamente. Los “macacos” de oro se
acuñaron en cospeles redondeados (pero no redondos) y con cordoncillo crudo; y los de plata, en cospeles de
forma irregular (no redonda) y sin cordoncillo (ver fotos de abajo). B) El diseño de sus cuños se estampan en
forma parcial, no total. Debido a que se autorizó reducir el tamaño de los cospeles o discos donde serían
acuñados, para aumentar la presión del golpe del martillo, y siendo estos más pequeños que los cuños que
contienen su diseño, en los “macacos” se omiten algunos detalles del diseño, incluso en algunos casos, se
omite la fecha de acuñación, como se puede observar en las fotos de abajo. Y, C) Son de apariencia tosca
sin finos detalles de acuñación. La aplicación múltiple de golpes de martillo, en algunos casos puede notarse
hasta 3, sobre todo en las piezas de mayor tamaño, hacen que los “macacos” luzcan toscos o como que sin
sus cuños fueron abiertos sin precisión. Con respecto a las similitudes y diferencias de los “macacos” de
Guatemala con las monedas “macuquinas” acuñadas por las distintas cecas americanas, podemos hacer
notar lo siguiente: I) Ambas monedas fueron acuñadas a martillo (salvo los klippes que
son macuquinas acuñados con volantes) y sobre cospeles o discos de forma irregular (no redondos). II) El
tipo o estilo del diseño de sus cuños es distinto, siendo los “macacos” de Guatemala las únicas piezas que se
acuñaron en cospeles de forma irregular (no redonda) del tipo “peluconas” los de oro, y “columnarias” los de
plata, ambas de diseño circular. Mientras que las “macuquinas” poseen distintos tipos o estilos de diseño de
cuños, pero ninguno de diseño circular siguiendo las Ordenanzas de Sevilla de 1728. Y, III) El grado de
fineza es distinto, 0.9310 en la mayor parte de “macuquinas”, mientras que en los “macacos” de Guatemala es
de 0.9170 tanto en los de oro como en los de plata. Debido a que 20 años después de su fundación, la Casa
de Moneda de Guatemala seguía acuñando sus “macacos” a martillo y estos se prestaban al fraude por
cercenamiento y eran de fácil falsificación, en real cédula del 14 de mayo de 1751, se manda a que en
Guatemala se acuñen monedas circulares y con cordoncillo acuñadas a molino, semejantes a las que venía
acuñando México desde 1732. No obstante, por la falta del equipo adecuado, no es sino hasta el 29 de mayo
de 1754, que se acuñan las primeras monedas redondas, acordonadas y a volante (fotos abajo) y con el
mismo tipo de cuño en que se venían acuñando anteriormente a martillo, cumpliendo finalmente en su
totalidad, las ordenanzas de Sevilla de 1728. Pertenecientes al reinado de Fernando VI hasta 1760, y al de
Carlos III, de 1760 a 1771 y siendo el ensayador José de León y Sosa, "J" hasta 1759, año en que fue
sustituido por Pedro Sánchez de Guzmán “P”. Se continuó usando la "G" como marca de ceca y se acuñaron
en plata y oro de 0.9170, en denominaciones de 8, 4, 2 y 1 escudos, y de 8, 4, 2, 1 y 1/2 reales. En las
monedas de medio real, de 1754 a 1771, se omitió la inicial del ensayador. Con la muerte de Fernando
VI, Carlos III es proclamado rey, el 11 de septiembre de 1759. Sin embargo, por la lentitud en que eran
conocidas las noticias en esos tiempos, en Guatemala se celebra su proclamación hasta el 25 de julio de
1760. Por esta razón en 1760, fueron acuñadas monedas tanto de Fernando VI, como de Carlos III.

En 1771, se ordena cambiar las Columnas de Hércules, en las monedas de plata columnarias, por el busto
del rey. Cambiar, en secreto, el título de las monedas de oro a 0.90103 y el de las de plata a 0.90277. Y
recoger la vieja moneda y macacos, ambos de mayor pureza, para ser cambiadas por las nuevas monedas
rebajadas. Según Kurt Prober, el cambio en el diseño de las monedas obedeció a dos razones básicamente:
para poder diferenciar fácilmente las monedas nuevas rebajadas; y, para no desacreditar en el comercio de
ultramar, al famoso "columnario" que era aceptado por cualquier persona, en cualquier lugar. En Guatemala
esta orden se cumplió parcialmente en 1772, año en que son acuñados los primeros "bustos" en plata, con el
nuevo grado de ley; pero debido al terremoto de 1773, no se pudo realizar el cambio de los macacos y la vieja
moneda y éstos continuaron circulando.
Tras el terremoto que destruyó la ciudad de Santiago de Guatemala, hoy conocida como Antigua Guatemala,
la ciudad es trasladada al Valle de La Ermita. Durante los 2 años posteriores al terremoto, 1774 y 1775, no
se acuñaron monedas. La marca de ceca cambia a "NG", de Nueva Guatemala, en todas las
denominaciones en 1777. En 1776, se usó la “NG” únicamente en rarísimas monedas de 8 reales. El 26 de
enero de 1784, fallece el ensayador Pedro Sánchez de Guzmán, razón por la cual durante ese año tampoco
se acuñan monedas. En su lugar, es nombrado primer ensayador su hijo Manuel Eusebio Sánchez, quien
usó la inicial "M" a partir de 1785, en todas las monedas acuñadas en Guatemala en lo que resta del
período “Colonial” y en gran parte del período de “La Federación”.
Por real cédula del 25 de febrero de 1786, se vuelve a cambiar, también en secreto, el título de las monedas
de oro a 0.8750 y de plata a 0.8958. Ley que es cumplida ese mismo año en Guatemala y se conserva hasta
el final del período “Colonial”. El 14 de diciembre de 1788, muere Carlos III y es su hijo Carlos IV quién ocupa
su lugar en ese mismo año. En Guatemala se celebra su proclamación hasta el 18 de noviembre de
1789. En 1789 y 1790, se acuñaron monedas con la leyenda de Carlos "IV" y el busto de Carlos III. El busto
de Carlos IV, es acuñado a partir de 1790, con la leyenda “Carlos IIII".
Por real orden del 30 de abril de 1789, se crea la moneda de plata de 1/4 de real "cuartillo", en la serie de
monedas americanas. En 1796, se acuña en Guatemala la primera pieza fechada de 1/4 de real, con la
marca de ceca "G" y sin inicial de ensayador ni cordoncillo por el tamaño tan reducido de la
moneda. Piezas anepígrafas (sin fecha, ni ceca) fueron acuñadas en Guatemala entre 1794 y 1795. Como
se puede observar en las fotos de arriba, el tamaño y el diseño de los punzones del castillo y del león, son
idénticos a los utilizados posteriormente en las piezas ya fechadas de Guatemala y distintos a los utilizados en
otras piezas también anepígrafas de las demás cecas americanas. El 19 de marzo de 1808, Carlos IV abdica
al trono y asume el poder su hijo Fernando VII, pero éste es obligado a renunciar al trono a favor de Napoleón
Bonaparte y permanece preso en Francia durante los seis años siguientes. Antes de renunciar, Fernando VII
firma una orden en la que manda que para efectos de la acuñación de moneda, se sustituya únicamente la
leyenda en éstas y que se siga usando el busto de su padre Carlos IV, mientras están listos los nuevos
troqueles y que llegados éstos, se hagan algunas acuñaciones con el busto de Fernando VII con fecha de
1808. Durante los años 1808, 1809 y 1810, se acuñaron monedas con la leyenda de Fernando VII y el busto
de Carlos IV. A partir de 1811, se empiezan a acuñar monedas ya con el busto de Fernando VII y se hace la
acuñación con fecha 1808, con el nuevo busto, como se había ordenado. En Guatemala es celebrada la
proclamación a Fernando VII, el 12 de diciembre de 1808. Las proclamas acuñadas para el efecto, que
fueron varias, están catalogadas dentro del Período Colonial, en las denominaciones o pesos a que
pertenecen.
El 15 de septiembre de 1821, Centroamérica declara su independencia de España. El artículo 16 del Acta de
Independencia, manda que se acuñe una medalla para perpetuar por los siglos la memoria de ese día. El
diseño estuvo a cargo del grabador José Casildo España (quien dejo grabadas sus iniciales “JCE” en
ella). Fue acuñada en oro, plata, cobre y en cobre con baño de oro de 21 quilates (foto arriba). En el anverso
se lee “GUATEMALA LIBRE E INDEPENDIENTE, 15 de Septiembre de 1821. Generl. Gainza”, y se
encuentran representadas por obeliscos, las Casas de Moneda de América, en su orden de fundación. Sobre
el obelisco que representa Guatemala, el escudo de la ciudad y en su base se está grabando la fecha de la
independencia. En el reverso se lee “EL LIBRE OFRECE PAZ PERO EL SIERVO JAMAS”. Se observa a un
ángel armado con flechas pisando las cadenas rotas que unían los dos mundos. Derramando abundancia, de
la cornucopia que tiene en su mano, sobre el continente americano. Y colocando una rama de laurel sobre el
viejo mundo. Con la independencia de Centroamérica termina el período colonial.
CREACIÓN DE LA REPÚBLICA DE GUATEMALA
La Creación de la República de Guatemala ocurrió el 21 de marzo de 1847 cuando el presidente del Estado
de Guatemala, capitán general Rafael Carrera y Turcios firmó un decreto proclamando a Guatemala como
República soberana e independiente, separándola definitivamente de la patria federada centroamericana, y se
hizo llamar «fundador de la Nueva República». Con esta medida Guatemala pudo iniciar sus acciones como
Estado soberano y entablar relaciones con las potencias europeas, 2 y daba por el suelo a las aspiraciones del
partido liberal de instituir una república centroamericana.

Rafael Carrera fue el último gobernador del Estado de Guatemala y el primer presidente de la República.
Asumió el poder en 1844, nombrado por el clero y el partido conservador dirigido por el Clan Aycinena. Por
ese entonces, José Milla y Vidaurre era liberal, y le escribió este himno crítico y mordaz al teniente general
Carrera, himno que los liberales memorizaron de tanto repetir, a pesar de su escasa calidad poética: 3

Como nota curiosa, debe indicarse que Carrera no solo no persiguió a Milla y Vidaurre, sino que dos años
después, cuando Milla se hizo conservador, Carrera lo invitó a formar parte de su gobierno, en el que sirvió en
diferentes posiciones hasta 1871; Milla también llegó a ser amigo y consejero de Carrera.3

Creación de la República
Acta de fundación
La siguiente galería de imágenes muestra las páginas 73 a la 76 del libro Recopilación de las leyes de
Guatemala, 1821-1869 de Rafael Pineda de Mont, impreso en 1869:
Organización territorial
El 25 de febrero de 1848 la región de Mita fue segregada de Chiquimula, convertida en departamento y
dividida en tres distritos: Jutiapa, Santa Rosa y Jalapa.
Independencia La región siguió floreciendo. Industrias como las del añil, el cacao y la caña de azúcar,
florecieron durante todo el período colonial de Guatemala, creando grandes riquezas y permitiendo el
desarrollo de otras industrias, cuyo auge duró hasta finales del Siglo XVIII. Queriendo abrir otras opciones
comerciales y por interesarse lo económico y político, la élite criolla guatemalteca declaró su independencia
de la Corona Española el 15 de septiembre de 1821. La nueva república guatemalteca incluía las regiones del
Soconusco, y lo que ahora son los países de El Salvador, Honduras, Nicaragua, y Costa Rica. Sus 1,5
millones de habitantes estaban concentrados en sus centros urbanos. Los últimos decenios del siglo XVIII
significaron para la corona española un inmenso derroche de energías —humanas y económicas—
destinadas a soportar y llevar a buen término repetidos proyectos bélicos en los que se vio envuelta. Fruto de
celos expansionistas, como de avances político-económicos, habían colocado a España en una situación
bastante difícil: no era factible sucumbir ante el poderío de las potencias vecinas, pero hacer frente a tales
empresas bélicas le significaba innumerables sacrificios humanos y económicos. Por otro lado, sus vastas
posesiones de ultramar eran de por sí otra gran empresa en la que debía invertir semejantes energías y
recursos, aunque de diversa manera; así como velar por ellas como un valioso tesoro sobre el que tenían
puestos los ojos propios y extraños. Aspecto importante que merecía obligados desvelos por parte de la alta
burocracia real española, así como los esfuerzos e inversiones ya señalados, era el tráfico comercial-marítimo
que sostenía la metrópoli y sus colonias. Por medio de él, podía detectarse el pulso y ritmo de las relaciones
entre ambos continentes. Esa inquietud real sobre el mantenimiento y conservación de una relación continua
en el ámbito comercial puede explicarse por los factores que la constituían, como lo eran, por un lado la
riqueza en metales preciosos y materias primas que América proporcionaba, así como el mercado de
consumo que ella misma significaba para los géneros y productos peninsulares. Ese intercambio, las más de
las veces desigual para las colonias ultramarinas, suponía un renglón considerable en la economía real
peninsular. De allí su constante vigilancia y protección, manifiesta en toda una serie de disposiciones reales
que —durante casi tres siglos— guardan una línea clara de pensamiento: la conservación, en exclusividad,
del comercio con las colonias como algo inherente e imaginable sólo para la corona española, sin llegar a
contemplar la injerencia en dicha relación, de otras naciones. La guerra sostenida con Inglaterra en los últimos
años del siglo XVIII planteó difíciles problemas a esa relación comercial, ya que las fuerzas inglesas conocían
bien los puntos neurálgicos de la economía española y los atacaron frontalmente.

ACTIVIDAD ECONÓMICA EN TIEMPO REPUBLICANO DE GUATEMALA

La agricultura se mantuvo como actividad económica más importante. La mayoría de los agricultores
indígenas y ladinos, continuaron cultivando productos para su propio consumo, aunque los que tenían sus
parcelas cerca de los centros urbanos continuaban comercializando parte de sus cosechas, vendiéndolas en
los mercados locales. La falta de medios adecuados de comunicación, no permitía un mayor comercio interno.

Hasta la década de 1860 el mayor producto de exportación fue la cochinilla y la grana, pero siguió el cacao, la
caña de azúcar y el algodón para el consumo interno.

La industria estuvo reducida a los textiles y artesanías tradicionales, en cerámica y madera para consumo
local. Fabricación de agua ardiente y cigarros puros, en 1875 se estableció la fábrica de Hilados y Tejidos
Cantel, y una década después la fábrica de cerveza Castillo Hermanos.

MONEDA Y BANCOS

Durante la época republicana se siguió usando la moneda el peso plata de ocho reales, se eliminó el escudo
español y la esfinge de los reyes, en 1874 se fundó en Banco Nacional de Guatemala, que debió ser
clausurada en 1876, por la guerra contra el salvador. En ese periodo todos los bancos podían emitir sus
propios billetes, lo que provoco crisis por la emisión de papel moneda sin respaldo. Era tan grande la escasez
de dinero circulante, que algunas fincas obtuvieron autorización para acuñarlo en monedas de cobre y latón, y
las municipalidades emitieron pequeños billetes llamados cedulas con valores y uno y dos reales. Hasta el
siglo XX.
SOCIEDAD GUATEMALTECA

La clase trabajadora, llamada clase baja en el enfoque funcionalista, constituye la amplia base de la pirámide
social guatemalteca, que comprende poco más de cuatro quintas partes de la población, es decir el 85.9%.

La fracción de clase "trabajadores calificados" es minoritaria en la conformación de la clase trabajadora y


representa la cuarta parte de ella, lo que equivale al 19.3% de la población. Este bloque social está integrado
en su mayoría por artesanos y obreros con algún grado de calificación.

La fracción de clase "trabajadores no calificados" corresponde a la gran mayoría de la población un (66.5%) y


representa a seis de cada 10 guatemaltecos. "Al respecto, conviene indicar que la mitad de la población del
país vive en condiciones de pobreza, según datos de la Encuesta Nacional de Vida 2006, del Instituto
Nacional de Estadística", se explica en el documento.

RELACIÓN ENTRE EDUCACIÓN Y OCUPACIÓN

Otro hallazgo de Días es que en Guatemala la educación de los hijos está determinada en un considerable
porcentaje por la educación de los padres, existiendo baja movilidad educativa. Los hombres presentan mayor
movilidad educativa que las mujeres. De igual manera, la movilidad educativa del grupo étnico no indígena es
mayor que la del indígena. La probabilidad de un hijo hombre de padres sin educación de realizar estudios
universitarios es baja. Un hijo hombre de padres con educación primaria tiene ocho veces más probabilidades
de estudiar en la universidad que un hijo de padres sin educación. La movilidad ocupacional en Guatemala es
escasa. Las mujeres tienen mayor movilidad ocupacional que los hombres, lo mismo puede decirse del grupo
étnico indígena con respecto al no indígena, así como de las personas menores de 41 años en relación con
las mayores de esa edad. El análisis de incidencia indica que la educación y la ocupación de los padres tienen
un efecto relevante en la educación de los hijos, lo que evidencia la herencia de capital cultural de padres a
hijos. El efecto de la educación en la ocupación es mayor en el caso del hijo que en el del padre, lo que revela
un importante cambio con respecto a la función de la educación en la determinación de oportunidades de
trabajo.

LA SOCIEDAD DE GUATEMALA

La sociedad de Guatemala está marcada por el contraste. Aproximadamente la mitad de la población se


corresponde con descendientes de los indígenas mayas que habitan principalmente en áreas rurales y aldeas
con poco acceso a los avances actuales. El otro porcentaje importante de la sociedad
guatemalteca corresponde a los ladinos. Los ladinos son mestizos que suelen vivir en áreas urbanas. Desde
un punto de vista económico, en la sociedad de Guatemala, los habitantes urbanos tienen un mayor nivel
adquisitivo que la población rural indígena, un hecho que a menudo conduce a disputas entre guatemaltecos.

El pasado multicultural del país también ha ejercido una importante influencia en la cultura de Guatemala. La
gastronomía guatemalteca está basada en los alimentos básicos de la antigua civilización maya. El traje típico
de Guatemala, famoso por su colorido, también hunde sus raíces en los mayas. Las festividades de la
sociedad guatemalteca, en cambio, están fijadas sobre todo por la Iglesia Católica, como ejemplo de los
efectos de la conquista española aún persistentes en Guatemala. No cabe duda de que la sociedad y el
pueblo de Guatemala tienen una fuente impronta tanto indígena como europea y que esta dicotomía continúa
definiendo a los habitantes, las tradiciones y la cultura de Guatemala.

TENDENCIAS DE LA SOCIEDAD GUATEMALTECA

Durante décadas el Estado y la sociedad guatemalteca fueron privados de sus derechos humanos
fundamentales, y esto afectó a la niñez, que estaba privada históricamente de educación, salud, respeto a su
identidad cultural y el derecho de expresarse y participar libremente en la sociedad. Recientemente se
empieza a contrarrestar ese retardo histórico.

Tendencias socioeconómicas:

● La sociedad guatemalteca se ha visto profundamente afectada por el alto grado de concentración de


la propiedad y el ingreso. La concentración de la propiedad y de ingresos, y la pobreza generada, ha sido uno
de los factores que más ha influido en los conflictos sociales y políticos.

Tendencias socioculturales:

● La sociedad guatemalteca tiende a discriminar a las niñas, adolescentes y mujeres.


● La pobreza.
● La discriminación cultural, estrechamente vinculada con la pobreza, en contra de grupos de
población indígenas ha sido constante desde tiempos coloniales. La vida después de la Independencia de
Guatemala profundizó el problema a través de la expropiación de tierras y la introducción de formas de trabajo
forzoso.
● La población de ascendencia maya fue sujeto de represión política por muchos años. Cientos de
comunidades fueron aniquilados como resultado de la Política de Seguridad Nacional que ubicaba a los
pueblos indígenas como aliados de la guerrilla.
● La cultura de violencia cono forma de resolución de conflictos a todo nivel estimula valores y
prácticas.
Tendencias sociopolíticas:

● Prácticas políticas autoritarias desde el Estado: sucesivas dictaduras, fraudes electorales y la


militarización del Estado evitaron que el país desarrollara un verdadero juego político democrático. El conflicto
armado provocó acciones políticas y militares que favorecieron el autoritarismo. Históricamente, esto ha
contribuido a que en el país hayan débiles estructuras de partidos, prensa censurada o autocensurada,
represión política y terror. El impacto de esta situación se ha visto reflejada en la débil expresión organizada
de la sociedad civil y en un sistema de justicia que fue acusado de contribuir con la impunidad y la corrupción.
Tendencias político institucionales:

● El debilitamiento del Estado como institución representativa de todos los guatemaltecos debido a la
falta de democracia.
● El país acumuló un enorme déficit en la cobertura de servicios sociales básicos (educación primaria,
agua potable, saneamiento y vivienda).
● La mortalidad infantil y materna se mantuvo durante décadas en niveles muy altos.
● Las violaciones a los derechos de la niñez.

CONTRATENDENCIAS PARA ELIMINAR EL RETARDO HISTÓRICO

A partir de que se eligió el primer gobernante civil después de casi 20 años de dictadura (1985) se inició un
proceso de democratización y desmilitarización de la sociedad que se consolidó con la firma del Acuerdo de
paz, firme y duradera, que culminó las negociaciones de paz (1996). Este periodo ha permitido eliminar
paulatinamente el retardo histórico en el cumplimiento de os derechos humanos.
Contra tendencias socioeconómicas:

● Ha existido un crecimiento económico sostenido durante los últimos 8 años, aunque esto no permite
concluir que necesariamente ha habido un mejoramiento del nivel de ingresos de la población pobre.
● Nuevas dinámicas en el agro y la migración hacia Estados Unidos han provocado cambios
importantes en las relaciones económicas y sociales predominantes en las zonas rurales.
Sin embargo, el crecimiento económico enfrenta dificultades derivadas del aumento del déficit externo, el cual
a su vez presiona la estabilidad del tipo de cambio de la moneda nacional.
Contra tendencias socioculturales:

● Se han generado proyectos como la Reforma Educativa y reformas legales que pretenden establecer
condiciones de mayor equidad y respeto a la diversidad cultural del país. (derechos de los pueblos indígenas)
● Se ha dado un despertar de la identidad cultural de los grupos mayas a través de diversas
organizaciones. Esto se refleja en el creciente número de guatemaltecos que se reconoce como indígena y en
el incremento de su participación en grupos comunales y en las municipalidades.
● Se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de las mujeres a través del diseño de una
política pública para promover la equidad de género.
Contra tendencias sociopolíticas:

● El abandono de prácticas de terror político por parte del Estado. Se ha dado, además, la oportunidad
para que la población se exprese libremente.
● Se ha dado un paulatino fortalecimiento de grupos organizados de la sociedad civil (organizaciones
populares y ONG's). Se va generando una mayor confianza en el sistema político y en las prácticas
democráticas básicas, y las instituciones públicas han ganado mayor credibilidad.
● El poder local se ha fortalecido en los últimos años tanto económicamente como institucionalmente.
Su aceptación entre la población ha crecido y es reconocido crecientemente como una instancia eficaz para
resolver los problemas de las comunidades.
Contra tendencias político institucionales:
Se ha incrementado la inversión pública en los sectores sociales y en las regiones del país tradicionalmente
más excluidas.

● La inversión pública creció y ha estado dirigida principalmente a los departamentos de las regiones
afectadas.
● El gasto invertido en el mejoramiento social se incrementó también. Los mayores incrementos se han
dado en Educación, Salud y servicios básicos para las comunidades.
● Se creó la Fiscalía de los Derechos de los Pueblos Indígenas (2002) por el Consejo del Ministerio
Público, que tiene como objetivo mejorar la eficacia en la atención a los indígenas.
● Se creó el Tribunal de Conciencia contra el Racismo, que está integrado por varias organizaciones
(Conavigua, Comisión de Justicia, Moloj, Oxlaju Ajpop, etc). Su naturaleza es periódica y no judicial, por lo
cual sus dictámenes son de carácter moral y político, sin consecuencias legales. Emiten resoluciones y
recomendaciones que persiguen la erradicación del racismo.

EL CAMINO HACIA LA PAZ

Antecedentes del conflicto armado interno:


Con la firma del Acuerdo de paz, firme y duradera, entre el Gobierno de la República de Guatemala y la
URNG (29 de diciembre de 1996) culminó el conflicto armado interno que enfrentó a los guatemaltecos con
funestas consecuencias para el país tanto en daños a la infraestructura como en pérdida de valiosas vidas
humanas y en violaciones a los derechos humanos de los ciudadanos.

● La situación de extrema pobreza que ha enfrentado la sociedad guatemalteca.


● Los problemas derivados del analfabetismo, la falta de educación, el deficiente cuidado de la salud,
carencia de viviendas, el grave problemas agrario, la exclusión y marginación de los indígenas, la
fragmentación de la sociedad, etc.
● La debilidad de las instituciones.
● La insatisfacción de algunos oficiales contra el gobierno del general Idígoras Fuentes dio origen al
enfrentamiento armado interno. Desde hace varios años la comandancia sostiene firmemente que la caótica
situación que viene arrastrándose sin solución y un proceso de modernización violentamente interrumpido
(1954) obligó a un grupo de guatemaltecos a levantarse en armas como defensa ante la imposibilidad de
hacer cambios política y democráticamente.

POBLACIÓN RURAL

La mayoría de la población guatemalteca es rural, aunque la urbanización se acelera.


RELIGIÓN
La religión predominante es el cristianismo al que muchos guatemaltecos indígenas han incorporado formas
tradicionales de adoración. Un estudio que realizó la corporación latinobarometro, destaca que en el 2013 la
religión católica de ser la religión mayoritaria paso a 47%, el Protestantismo paso a 40%, un 2% practican
otras religiones en su mayoría la espiritualidad maya y un 11% están clasificadas como ateo, sin religión,
agnóstico.

IDIOMA
En Guatemala se hablan 24 idiomas. El idioma oficial es el español. Un gran porcentaje de la población habla
una de las 22 lenguas mayas. Los Acuerdos de Paz firmados en diciembre de 1996 aseguran la traducción de
algunos documentos oficiales y los materiales de votación a varias Lenguas indígenas.

● Español: es el idioma dominante en el centro y oriente del país, con un 55-60%.

● Idiomas Indígenas: 40-45% (más de 20 idiomas Mayas, incluyendo achí, k'iche, kaqchikel, q'eqchi', mam.
Los idiomas no mayenses son el garífuna y el xinca).

EDAD TERNARIA
En el país existe un total de 7.003.337 hombres y 7.358.328 mujeres de los cuales se dividen por edades
según la siguiente estadística: 3

Edad Total Porcentaje Hombres Mujeres

0-14 5,878,677 40.9% 3,027,304 2,851,373

15-64 7,772,024 54.1% 3,682,854 4,089,170

65-adelante 620,965 4.3% 293,177 327,788

TASAS
Según la estadística nacional de población del año 2000, la tasa de crecimiento de población es de 2,63% por
año. La siguiente estadística muestra las diferentes razones del crecimiento de la población nacional.

Tasa Porcentaje Personas (aprox)

Nacimiento 35.05% 1,000

Fallecimiento 6.92% 1,000

Migración -1.89% 1,000


RAZÓN DE SEXOS
En Guatemala, existe una población superior del sexo femenino con una cantidad de 7,538,328 mujeres,
mientras que del sexo masculino hay una cantidad de 7,003,337 hombres según la estadística realizada en el
año 2000.

● Al nacer: 1.05 masculino/femenino

● Menos de 15 años: 1.04 masculino/femenino

● 15-64 años: 1 masculino/femenino

● 65 años y más: 0.88 masculino/femenino

● Total de la población: 1.01 masculino/femenino

NACIMIENTOS Y MUERTES

● Tasa de Mortalidad infantil: 47,03 muertes/1000 nacimientos vivos (est. 2000).

● Esperanza de vida al nacer: total de población: 66,18 años. masculino 63,53 años. femenino 68,96 años
(est. 2000).

● Total de Tasa de fertilidad: 4,66 nacidos/mujer (est. 2000).

GRUPOS ÉTNICOS
Artículo principal: Etnografía de Guatemala

Etnografía de Guatemala

Etnia Porcentaje

Mestizo   40.0 %

Blanco o Criollo   18 %

Indígena   40.0 %

Garifuna o Xinca   2%

Históricamente, el territorio de la Guatemala fue habitado por pueblos indígenas en donde predominaban
los maya, tz'utujil, quiché, etc. Desde la llegada de los europeos, primero con los españoles, los habitantes se
han mezclado, formando una población que se denomina ladino, que incluye a personas tanto mestizas como
blancas e incluso indígenas que se identifican con una cultura de habla hispana y similar al resto de
Latinoamérica. También a lo largo del tiempo han llegado inmigrantes que han decidido asentarse en el país
lo que provoca la aparición de nuevos grupos étnicos y nuevas culturas en el país. De acuerdo al Instituto
Nacional de Estadística de Guatemala (INE), estos son los porcentajes de etnias que existen en Guatemala:
Mestizos (41%), Blancos (18%), indígenas (40%).
EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA

La población guatemalteca ha experimentado un fuerte crecimiento demográfico durante el siglo XX.


Basándose en los censos históricos, esta es la evolución de la población guatemalteca:

Año Habitantes

1492 2,000,000 estimados

1778 355,000

1795 769,503

1880 1,224,602

1893 1,364,678

1921 2,004,900

1938 2,400,000

1940 3,283,209

1973 5,160,221

1981 6,054,227

1994 8,331,874

2002 11,237,196

2008 13,654,321
2016 16,514,591

2017 19,135,006

2018 22,753,864

Además se estima que entre 500,000 y 1 millón y medio de personas de ascendencia guatemalteca que viven
en México, EE. UU. y Canadá.
TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA
Guatemala es una nación joven, con un 70% de personas menores de 30 años de edad (Datos del Censo del
2002). Sin embargo también se estima que en el futuro la población de la tercera edad que vaya creciendo, es
decir que experimentará un paulatino envejecimiento. Guatemala a diferencia de El Salvador, este si se
expandirá demográficamente, llegando a los 26 millones en 2050 (Obviamente con una población más
envejecida), y para el 2080 la CEPAL estima que el país llegara a los 34 millones, aunque este a la vez será
su tope, se mantendrá casi estable y durante la última década de este siglo comenzara a descender con un -
1.1% anualmente (siendo un inicio mayor que los demás países centroamericanos aunque también uno de los
más tardíos) y para el 2100 con un -2%. Los estudios también indican que debido a la fuerte tasa de
fecundidad (3.2 hijos por mujer en 2007), la inmigración al exterior no afecta en el crecimiento poblacional
como si lo hace en el caso de El Salvador y Nicaragua.
LA FAMILIA GUATEMALTECA
La familia se define como una agrupación de parentesco que cría y educa a los niños nacidos en su seno y
satisface otras necesidades humanas.
Composición del grupo familiar: lo componen un esposo, una esposa, sus hijos y ocasionalmente algún
pariente. A esta se le denomina familia conyugal o familia nuclear. La familia consanguínea se basa, no en las
relaciones de sangre de un gran número de individuos. La familia consanguínea es un clan extendido de
parientes de sangre, juntamente con los cónyuges e hijos.
Nuestras leyes requieren de un hombre que mantenga a su esposa en un lugar independiente de otros
parientes, si así lo desea la mujer, y generalmente, ocurre de ese modo. A la vez requiere que los padres
mantengan a sus hijos.
Los hijos son la responsabilidad conjunta de toda la familia. La familia consanguínea ofrece poca oportunidad
para el desarrollo de la individualidad, pero también minimiza el peligro de la soledad o negligencia.
Todos los guatemaltecos son ciudadanos y son miembros de la iglesia católica, creen corrientemente lo
extraño que les es menester sufrir las ceremonias religiosas y civiles antes de que puedan ser casados.
Endogamia y exogamia: Toda sociedad limita las posibilidades de elección matrimonial, exigiendo que
el individuo elija pareja fuera de su propio grupo. Esta característica se denomina exogamia. En nuestra
sociedad esta prohibición se refiere únicamente a los parientes de sangre en primer grado. Un individuo no
puede contraer matrimonio con su hermana, con su primo carnal, y con otros parientes íntimos.
La mayoría de las sociedades requieren también que la elección matrimonial se haga en el seno de algún
grupo específico. Se denomina este rasgo endogamia. La endogamia de clan, poblado y tribu, son muy
comunes entre las sociedades primitivas. Con diversos grados de presión, nosotros estimulamos en nuestro
país la endogamia religiosa y de clase, aunque no están reforzadas por la ley.
Elección marital: Las parejas pueden hacer su propia elección a veces bajo la dirección paterna o en veto
familiar.
Monogamia y poligamia: Para nosotros la única forma decente y civilizada de matrimonio es la monogamia
(aunque en algunas regiones de Guatemala existe la poligamia). Sin embargo, una mayoría de las sociedades
del mundo han practicado la poligamia, permitiendo la pluralidad de cónyuges.
CAMBIANTE ESTRUCTURA FAMILIAR
La familia guatemalteca ha disminuido de tamaño. Son raras las familias de doce hijos del siglo pasado;
hablando de la capital se podría asegurar que la natalidad ha disminuido. En cambio en el interior de la
república no se ha llegado a culturizar lo suficiente para limitar la natalidad.

LA TRANSFORMACIÓN DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO Y AUTORIDAD


La familia tradicional guatemalteca era patriarcal. Aún existe todavía este patriarcado (aunque se ha trabajado
en disminuirlo) existiendo a su vez muchas familias desunidas donde crea la voz de mando quien está a cargo
de los niños.
Cuando la mujer comenzó a ser tomada en cuenta, recibir paga, comenzó a ganar para poder desarrollarse y
así formar un balance entre el poder padre - madre.
Transformación de las funciones familiares
La función económica ha sufrido cambios.
La base de nuestra economía siempre ha sido la agricultura pero desgraciadamente este cambio económico
no ha sido de provecho para los de las clases necesitadas a causa del latifundio.

LA EVOLUCIÓN DE LA FAMILIA
De una familia donde el rol de cada persona estaba rígidamente fijado por la tradición e impuesto por la ley,
las costumbres y la presión social de una familia donde los roles y tareas se disponen de acuerdo con los
deseos de sus miembros. Este tipo de familia tiene un potencial mucho más grande en el desarrollo de
la personalidad y la realización personal que el modelo tradicional.
ASPECTOS SOCIOCULTURALES
Grupos Étnicos: La nación guatemalteca es multiétnica, pluricultural y plurilingüe. Los pueblos maya, ladino,
Xinka y Garífuna integran una nación caracterizada, a lo largo de la historia, por la diversidad cultural
y lingüística. Sin embargo, los datos demográficos disponibles no permiten establecer con confiabilidad el
número de personas que pertenecen a cada uno de los pueblos.
Pueblo Maya: Los mayas actuales son descendientes de los primeros pobladores conocidos que construyeron
en Mesoamérica una de las grandes civilizaciones del continente americano. La cultura Maya se basa
fundamentalmente en el cultivo del maíz, como sustento material y espiritual.
Sus sistemas de medición del tiempo, asociados a la agricultura, la astronomía, la escritura y la matemática,
gamam y el cholq´ij. El primero, consta de 365 días y está asociado al trabajo y celebraciones rituales. El
segundo es un calendario lunar de 260 días y regula la reproducción y el bienestar de la familia.
Pueblo Xinka: En la segunda parte del siglo XVIII se reportó su existencia en amplias zonas de Santa Rosa,
sin embargo, como consecuencia de múltiples traslados hacia otros lugares y variados procesos históricos,
incluso en el periodo colonial, convirtieron a los xinkas en un grupo muy vulnerable.
Como su definición como grupo étnico ha sido en función de criterios lingüísticos y su idioma está en serio
peligro de extinción, es muy probable que el número de xincas sea superior a los 306 estimados por el
investigador Tzian en 1994, o los 107 reportados por la Comisión de Oficialización de Idiomas Indígenas en
1998.
Algunos investigadores señalan que supuestamente llegaron de México y desplazaron a los Pipiles de amplios
territorios de los actuales Jutiapa, Jalapa y Santa Rosa.
Pueblo Garífuna: El origen de los Garinagu se remonta hacia el siglo XVII. Los primeros Garífuna llegaron a
Guatemala procedentes de Honduras. Arribaron a la bahía de Amatique en 1802, en una goleta al mando de
Marcos Sánchez Díaz. Son un grupo étnico de fenotipo africano que habla un idioma amerindio.
Entre sus características se incluye el complejo cultural Caribe desarrollado alrededor del cultivo de la yuca.
La pesca y la navegación constituyen sus actividades fundamentales. El culto a los ancestros, expresión
panafricana, también constituye un referente de importancia en la construcción de su identidad étnica y
cultural.
Pueblo Ladino: La población ladina ha sido caracterizada como una población heterogénea que se expresa en
idioma español como idioma materno, que posee determinadas características culturales de arraigo hispano
matizadas con elementos culturales indígenas y viste a la usanza comúnmente llamada occidental.
Se encuentran ubicados principalmente en el área metropolitana, oriente, costas Sur y Atlántica, Petén y
cabeceras departamentales y municipales del occidente. En cada una de las áreas, sus habitantes tienen
características culturales peculiares, pero no se cuenta con estudios antropológicos actualizados para hacer
una comparación sistemática.
EDUCACIÓN
Es la presentación sistemática de hechos, ideas, habilidades y técnicas a los estudiantes. la educación es
gratuita para todos los estudiantes. Sin embargo, debido a la escasez de escuelas públicas, también existen
muchas escuelas privadas y parroquiales. Debe ayudar y orientar al educando para conservar y utilizar
nuestros valores, fortaleciendo la identidad nacional.
Sistema Educativo Nacional: Es el conjunto ordenado e interrelacionado de elementos, procesos y sujetos a
través de los cuales se desarrolla la acción educativa, de acuerdo con las características, necesidades e
intereses de la realidad histórica, económica y cultural guatemalteca.
Sus características principales son que deberá ser un sistema:

● Participativo

● Regionalizado

● Descentralizado y

● Desconcentrado
Se integra con los componentes siguientes:
Ministerio de Educación: Es la Institución del Estado responsable de coordinar y ejecutar las políticas
educativas, determinadas por el Sistema Educativo Nacional.
Comunidad Educativa: Es la unidad que interrelacionando los diferentes elementos participantes del
procesos enseñanza-aprendizaje contribuye a la consecución de los principios y fines de la educación,
conservando cada elemento su independencia. Se integra por: Educandos, Padres de Familia, Educadores y
las Organizaciones que persiguen fines eminentemente educativos.
Centros Educativos: Son establecimientos de carácter público, privado o por cooperativas a través de los
cuales se ejecutan los procesos de educación escolar. Están integrados por: Educandos, Padres de Familia,
Educadores, Personal Técnico, Personal Administrativo y Personal de Servicio.
● La constitución política establece la obligación del Estado de proporcionar una educación
sin discriminación, para lograr la formación científica, la orientación para el trabajo, la salud personal y
comunitaria e identidad cultural.

● Guatemala es un país multicultural, pluriétnico y plurilingüe que aspira a la democracia y el pluralismo


como sistema de vida. La educación correspondiente no discrimina y enseña a no discriminar. Su sistema
educativo se encamina a una descentralización por regiones lingüísticas.

● La función principal del sistema educativo es promover la educación con calidad y pertinencia para todos.

● La educación debe reflejar la vida familiar y comunitaria y desarrollar los elementos culturales inherentes,
inculcar el respeto y la valoración por todas las culturas de la nación, sus idiomas,
tradiciones, estructuras y organizaciones
FINES DE LA EDUCACIÓN EN GUATEMALA

● El perfeccionamiento y desarrollo integral de la persona y de sus pueblos: maya, Garífuna, ladino y Xinka.
● El conocimiento, valoración y desarrollo de las culturas de la nación y la cultura universal.

● El fortalecimiento de la autoestima e identidad de la persona y cada uno de sus pueblos y la Nación.

● El fomento de la convivencia pacífica y armoniosa entre Pueblos.


OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN
● Reflejar y responder a las características, necesidades y aspiraciones de un país multicultural, multilingüe
y multiétnico, respetando, fortaleciendo y enriqueciendo la identidad personal y de sus Pueblos.

● Contribuir a la sistematización de la tradición oral de las culturas de la Nación, como base para el
fortalecimiento interno y el logro de relaciones externas provechosas y positivas.

● Conocer, rescatar, respetar, promover, crear y recrear las cualidades morales, espirituales, éticas y
estéticas de los Pueblos.

● Formar una actitud crítica, creativa, propositiva y de sensibilidad social para que cada persona consciente
de su realidad pasada y presente participe activamente en la búsqueda y aplicación de soluciones a
los problemas nacionales.

ASPECTO SOCIAL – CLASES

Clase social Campesina

En los diferentes modos de producción, épocas y lugares, el campesino va evolucionando de un modo u otro
con estas circunstancias

¿Qué es un campesino?
El campesino es un productor agrario que, al mismo tiempo, trabaja en la tierra y es propietario (o poseedor)
de la misma, es decir, tiene la "gestión técnica" de la producción en su parcela o terreno

Clase Social Obrera Agrícola

incluye a lo que se conoce como campesino, es mano de obra barata y generalmente no muy calificada, con
sueldos que bordean el salario mínimo, la mayor parte es analfabeta y otra parte está compuesta por niños
que trabajan todo el día ( explotación laboral)

Clase Obrera Industrial

También está compuesta por mano de obra un poco más calificada, con trabajos "estables" y sueldos
mejores que los de la segunda, se encargan de la industria (sector secundario) de la
clasificación, empaquetado, ensamble o producción de bienes, un ejemplo muy claro son los operarios de
maquilas

Burguesía

Designa a la clase media.


Identificar a la clase social compuesta por los habitantes de los "burgos" caracterizados por no ser señores
feudales ni siervos y no pertenecer ni a los estamentos privilegiados (nobleza y clero) ni al campesina do

Es una clase social del régimen capitalista.


En la que sus miembros son responsables de la producción, son dueños de su propio negocio, y son el
opuesto de la clase obrera.

CLASE SOCIAL CAPAS

Lo que hay son capas sociales heterogéneas, agrietadas y con frecuencia inconsistentes. La tendencia al
fraccionamiento de los estratos sociales ha producido una multiplicidad de segmentos, cada uno de los cuales
tiene, aunque en forma no muy clara y definida, sus propios y distintos intereses económicos.

Estructura social guatemalteca se erige sobre una amplia base integrada por la clase trabajadora (o clase
baja, como algunos la identifican), en su mayoría pobre. En la cúspide se ubica una reducida élite social y
económica que posee y administra la mayoría de recursos económicos. Entre ambos extremos se ubica una
emergente clase media, caracterizada por su dotación de capital humano.
Para aproximarse a construir la estructura social guatemalteca existen dos enfoques metodológicos desde la
sociología: estratificar conforme a algunos criterios socioeconómicos y consultar a cada quien sobre su
posición social o auto adscripción de clase, este último muy debatido en círculos académicos, pero utilizado
en la práctica.
Con base en el primer enfoque y los primeros datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2011 se
puede elaborar un bosquejo de la estratificación social guatemalteca. Para el efecto se utilizan los variables
ingreso y ocupación laboral. Ambas son relevantes en la determinación del modo y en las oportunidades de
vida de las personas. En cuanto a la ocupación, se divide a la población en propietaria y asalariada o no
propietaria. La segunda, a su vez, se clasifica según el tipo de trabajo y las capacidades cognitivas que este
requiera (trabajador manual y no manual, calificado y no calificado). Utilizando una muestra de 5 329 personas
adultas, se estima que el 9% de la población pertenece a la clase alta (propietarios y trabajadores directivos);
el 30%, a la clase media, consistente en profesionales y técnicos; y el 61%, a la clase trabajadora o clase
baja, integrada por agricultores, trabajadores de la construcción, vendedores ambulantes y trabajadores de
servicios, entre otros. La clase alta tenía en 2011 ingresos mayores de Q12 000 al mes. La clase media
percibía ingresos entre Q2 000 y menos de Q12 000 mensuales. La clase trabajadora o baja devengaba
menos de Q2 000 al mes.
Conforme a la auto adscripción de clase (imaginario social), según datos de la encuesta Latinobarómetro de
2011 realizada a 562 guatemaltecos adultos, el 6% de los entrevistados se ubicaron a sí mismos en las clases
alta y media alta; el 32%, en la clase media; el 26%, en la clase media baja; y el 36%, en la clase baja. En
este último caso, la mayoría de las personas trabajaban como agricultores y vendedores ambulantes, con
educación primaria no concluida. En el caso de la clase media, se trataba de personas que trabajaban como
profesionales o propietarios de negocios, en su mayoría con diploma de nivel medio y estudios universitarios.
En Guatemala, ya sea que se estratifique o se les pregunte a las personas, se obtiene una estructura social
de forma piramidal pronunciada, distinta a la de forma romboidal, con una amplia clase media, que caracteriza
a las sociedades con mayor desarrollo. Solo el 32% se consideran miembros de esta clase.

SITUACIÓN LABORAL EN GUATEMALA

El Instituto Nacional de Estadística (INE) expresa en su informe del 2016 que la Población Económicamente
Activa sobrepasa los 6 millones de guatemaltecos, en su mayoría mayores de 15 años.
Los porcentajes se dividen así: 64.8 % son hombres y 35.2% mujeres y un 33.3% se denominó como
indígena.
El informe agrega que 4 jóvenes de cada 10 en edad de trabajar (15 a 29 años) se ven afectados por la falta
de oportunidades de contar con un puesto laboral. El 83% de la PEA activa son jóvenes. Solo un 1%
finalizaron sus estudios universitarios, el 23% el diversificado, el 19% la primaria, y un 6% no termina la
primaria.
Según el quinto informe Estado de la Región en Desarrollo Humano Sostenible, expresa que en 2016,
Guatemala mostró un descenso en la creación de empleo, además fue acompañado de menores tasas de
participación laboral y menor crecimiento del Producto Interno Bruto. Guatemala alcanza un 69.3% de
personas que trabajan de la informalidad.
El informe también resalta que Guatemala se deterioró entre un 2.8% y 3.9% en la generación de nuevo
empleo desde el 2000 al 2014, lo cual contrasta con el bajo índice de empleo que hay en el país que es 2.3%.
El ENEI 1-2016 registró un total de 4,467,917 personas en el sector informal en relación al aumento de 2.2%
en cuanto al ENEI 2-2015, cuando se reportaron4,372,121personas.
Una cifra de escándalo es que en Guatemala no importa si terminaste tu primaria o no, lo más probable es
que estés desempleado y tampoco es un índice que favorezca la inserción laboral, dice el informe del Estado
de la Región
Si nos vamos a las estadísticas de los sexos, los sueldos a las mujeres ronda entre el 5 y el 35% menor que el
de los hombres.

ECONOMIA DE GUATEMALA

La economía de Guatemala es propia de un país en desarrollo, constituyendo la mayor economía de América


Central, y la décima de América Latina. Su PIB, representa un tercio del PIB regional. El país mantiene unos
fundamentos macroeconómicos sólidos en los últimos años, con un nivel de reservas elevado, un nivel
controlado del déficit público (2,8% en 2011) y del déficit exterior y una deuda pública baja, del 24,3% del PIB
en 2011. El nivel económico de la población es medio con un 30% de sus habitantes que se encuentran por
debajo del umbral de la pobreza y un 5% en pobreza extrema.6
El sector más grande en la economía guatemalteca era tradicionalmente la agricultura, siendo Guatemala el
mayor exportador mundial de cardamomo, el quinto exportador de azúcar y el séptimo productor de café. El
sector del turismo es el segundo generador de divisas para el país tras las remesas de los emigrantes, la
industria es una importante rama de la economía guatemalteca y el sector de servicios está aumentando en
importancia. En 2016

SECTORES ECONÓMICOS PRINCIPALES


El sector más grande en la economía guatemalteca es la agricultura, siendo Guatemala el mayor exportador
de cardamomo a nivel mundial, el quinto exportador de azúcar y el séptimo productor de café. El sector del
turismo es el segundo generador de divisas para el país, mientras que la industria es una importante rama de
la economía guatemalteca y el sector de servicios que año tras año cobra mayor importancia, por lo que
convierte la típica economía guatemalteca basada en la agricultura en una economía basada en la prestación
de servicios.
Los sectores que más aportes generan al PIB en Guatemala son:

● Agricultura, Ganadería y Pesca: El sector agrícola conforma un cuarto del PIB, dos tercios de las
exportaciones, y la mitad de la fuerza laboral. Los productos agrícolas principales son café, caña de
azúcar, bananos y plátanos. También se cultiva tabaco, algodón, maíz, frutas y todo tipo de hortalizas. El
país destaca por el cultivo de productos agrícolas no tradicionales como brócoli, arveja china, col de
Bruselas, ajonjolí, espárragos y chile, que en su mayor parte se destinan al comercio exterior. Guatemala
cuenta con ganadería, básicamente para consumo interno y un pequeño porcentaje para exportación a
Honduras y El Salvador. La pesca es importante principalmente en la costa sur, los principales productos
de exportación son los camarones, langostas y calamares. Los departamentos de Escuintla y Retalhuleu
son los más importantes para la pesca. Por su aridez, el llamado corredor seco que cubre parte de los
departamentos de Baja Verapaz, Zacapa, El Progreso, Jalapa, Chiquimula, Jutiapa y Santa Rosa, es muy
vulnerable a las sequías, no cuenta con seguridad alimentaria además de tener un alto grado de pobreza
extrema.

● Minería: el único metal existente en grandes cantidades es el níquel, cuya extracción se destina
mayoritariamente a la exportación —la explotación de níquel en El Estor, Izabalpor la compañía
canadiense EXMIBAL fue fuente de conflictos durante al Guerra Civil de Guatemala, especialmente en la
década entre 1976 y 1986. Existen en el país grandes minas de oro y plata así como de jade y cobre. La
mina más grande del país pertenece a la compañía Canadiense Goldcorp, que se dedica a la explotación
de oro para la exportación.

● Manufactura y construcción: conforman un quinto del PIB. Las principales industrias son: transformación
de alimentos, ensamblado de vehículos, aparatos eléctricos, pinturas, farmacéuticas, bebidas alcohólicas
y no alcohólicas, editoriales y textiles, entre otras. La Ley de Propiedad Industrial vela por los derechos
de la propiedad intelectual sobre patentes de invención y signos distintivos, lo que contempla la
denominación de origen y la marca de certificación. Las principales industrias del país son de capital
extranjero como American British Tabaco, Menarini, Laprin, Unipharm, Ambev. Existen muchas otras de
capital mixto como Toyota, Hino, Mabe, General Electric, y empresas guatemaltecas como Kern´s,
Cervecería Centroamericana, Cementos Progreso, etc.

● Turismo: el turismo se convirtió en uno de los motores principales de la economía, una industria que
reportó más de $1,800 millones de dólares en el año 2008. Guatemala recibe alrededor de dos millones
de turistas anualmente. En los últimos años se ha originado la visita de muchos cruceros que tocan
puertos marítimos importantes de Guatemala, lo que conlleva la visita de más turistas al país.
En su territorio se encuentran fascinantes enclaves arqueológicos mayas (Tikal en el Petén, Quiriguá en
Izabal, Ixinché en Tecpán Chimaltenango, y en la Ciudad de Guatemala); además el lago de Atitlan y la ciudad
colonial de Antigua Guatemala tienden a ser los más visitados por turistas extranjeros.

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