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La actualidad de Dietrich

Bonhoeffer (1906-1945)
Un retrato

Dietrich Bonhoeffer, joven pastor, símbolo de la resistencia alemana


contra el nazismo, es uno de los que pueden apoyarnos en nuestro camino
de fe. Él, que en las horas más sombrías del siglo XX, dio su vida hasta el
martirio, escribía en la cárcel estas palabras que cantamos ahora en
Taizé: «Dios, reúne mis pensamientos hacia ti. Junto a ti está la luz, tú no
me olvidas. Junto a ti, el auxilio, junto a ti la paciencia. No comprendo tus
sendas, pero tú conoces el camino para mí.»

Lo que impacta en Bonhoeffer es su semejanza con los Padres de la Iglesia,


los pensadores cristianos de los primeros siglos. Los Padres de la Iglesia
llevaron a cabo su trabajo a partir de la búsqueda de una unidad de vida.
Eran capaces de reflexiones intelectuales extremadamente profundas, pero
al mismo tiempo oraban mucho y estaban plenamente integrados en la
vida de la Iglesia de su tiempo. Encontramos esto en Bonhoeffer.
Intelectualmente era casi un superdotado. Pero, al mismo tiempo, este
hombre oró mucho, meditó la Escritura todos los días, hasta los últimos
momentos de su vida. Como dijo Gregorio Magno en una ocasión, la
comprendía como una carta que Dios le había enviado. Aunque procedía
de una familia donde los hombres – su padre, sus hermanos – eran
prácticamente agnósticos. Su Iglesia, la Iglesia protestante de Alemania, le
había decepcionado mucho en el momento del nazismo, lo que le produjo
mucho sufrimiento, Bonhoeffer vivió plenamente en la Iglesia, a pesar de
todo.

Quisiera mencionar tres obras suyas:

Su tesis doctoral, Sanctorum Communio, tiene algo excepcional para la


época: un joven estudiante de 21 años escribe una reflexión dogmática
sobre la sociología de la Iglesia a partir de Cristo. Reflexionar a partir de
Cristo sobre lo que la Iglesia debería ser, parecía incongruente. Mucho más
que una institución, para Bonhoeffer, la Iglesia es Cristo que existe bajo
forma de Iglesia. Cristo no está un poco presente a través de la Iglesia, no;
existe hoy para nosotros bajo forma de Iglesia. Esto es completamente fiel
a la línea de san Pablo. Es Cristo el que asume nuestra suerte, el que ha
tomado nuestro lugar. Así Cristo es la ley fundamental de la Iglesia: tomar
el lugar de quienes han sido excluidos, de quienes se encuentran fuera,
como Jesús hizo en el transcurso de su ministerio y ya en el momento de su
bautismo. Resulta sorprendente ver cómo este libro habla de la
intercesión; es como la sangre que circula en el Cuerpo de Cristo. Para
expresarlo, Bonhoeffer se apoya en los teólogos ortodoxos. Habla también
de la confesión, que ya no estaba prácticamente en uso en las Iglesias
protestantes. Imaginadlo: un joven de 21 años afirmando que es posible
que un ministro de la Iglesia nos diga: «Se te perdonan tus pecados» y
afirmando que ello forma parte de la Iglesia: ¡qué novedad en su contexto!

El segundo escrito es un libro que redactó cuando fue llamado a ser


director de un seminario para los estudiantes de teología que pensaban en
un ministerio en la Iglesia confesante, hombres que debían prepararse
para una vida muy dura. Casi todos tuvieron que enfrentarse a la Gestapo,
algunos fueron encarcelados. En alemán el título es muy breve: Nachfolge,
«seguir». Esta palabra lo dice todo del libro. ¿Cómo tomar en serio lo que
Jesús expresó, cómo no ponerlo de lado como si sus palabras fueran para
otros tiempos? El libro lo dice: seguir no tiene contenido. Nos hubiera
gustado que Jesús tuviera un programa. Y, sin embargo, ¡no! Siguiéndole,
todo depende de la relación con él: es él quien va delante y nosotros lo
seguimos.

Para Bonhoeffer, seguir quiere decir reconocer que si Jesús es


verdaderamente lo que dijo de sí mismo, él tiene derecho a todo en nuestra
vida. Es el «mediador». Ninguna relación humana puede prevalecer contra
él. Bonhoeffer cita las palabras de Cristo llamando a dejar a sus padres, la
familia, todos sus bienes. Esto da un poco de miedo hoy, y se le ha podido
reprochar a este libro: ¿No da Bonhoeffer una imagen demasiado
autoritaria de Cristo? Sin embargo, leemos en el Evangelio hasta qué punto
la gente estaba asombrada por la autoridad con la que enseñaba Jesús y
con la que echaba los malos espíritus. Hay una autoridad en Jesús. Él
mismo, sin embargo, se define, contrariamente a los fariseos, como manso
y humilde de corazón, es decir, probado él mismo, y por debajo de
nosotros. Así se presentó siempre y detrás de esta humildad está la
verdadera autoridad.

Todo este libro está estructurado de esa manera: escuchar con fe y poner
en práctica. Si escuchamos con fe, si nos damos cuenta de que es él, Cristo,
quien habla, no puedo más que poner en práctica lo que dice. Si la fe se
detuviera ante la puesta en práctica, ya no sería fe. Pondría un límite al
Cristo que escuchamos. Claro, bajo la pluma de Bonhoeffer, esto puede
parecer tal vez demasiado fuerte, ¿pero no necesita la Iglesia escucharlo de
nuevo una y otra vez? Una escucha simple. Una escucha directa,
inmediata, que cree que es posible vivir lo que Cristo pide.

El tercer escrito son las famosas cartas desde la cárcel, Resistencia y


sumisión. En un mundo donde percibe que Dios ya no es reconocido, en un
mundo sin Dios, Bonhoeffer se plantea la siguiente pregunta: ¿cómo
hablaremos de Él? ¿Intentaremos crear ámbitos de cultura cristiana,
profundizando en el pasado, con cierta nostalgia? ¿Intentaremos provocar
necesidades religiosas en gente que aparentemente no tiene ninguna?
Podemos decir que hoy aumenta el interés religioso, pero a menudo no es
más que para dar un barniz religioso a la vida. Sería falso por nuestra parte
crear explícitamente una situación en la que la gente tuviera necesidad de
Dios.

¿Cómo hablaremos entonces de Cristo hoy? Bonhoeffer responde: a través


de nuestra vida. Es impresionante ver cómo describe el futuro a su ahijado:
«Llegará el día en que quizá será imposible hablar abiertamente; pero
rezaremos, haremos lo que es justo. Y llegará el tiempo de Dios».
Bonhoeffer cree que el lenguaje necesario nos será dado por la vida. Todos
podemos sentir hoy, incluso respecto a quienes están más cerca de
nosotros, una gran dificultad para hablar de la redención por Cristo, de la
vida después de la muerte o, más aún, de la Trinidad. Todo eso se
encuentra tan lejos para la gente que, en cierto sentido, ya no necesita de
Dios. ¿Cómo tener la confianza de que, si nuestras vidas están enraizadas
en Dios, el lenguaje nos será dado? No nos será dado si disminuimos el
Evangelio. No, el lenguaje nos será dado si vivimos verdaderamente de él.

En sus cartas, como en el libro sobre seguir a Cristo, todo se termina de


una manera casi mística. Es algo que no le habría gustado, pero cuando se
trata de estar con Dios sin Dios, pensamos en san Juan de la Cruz o en
santa Teresa de Lisieux en esa durísima fase que atravesó al final de su
vida. Es lo que quería Bonhoeffer: permanecer con Dios sin Dios. Atreverse
a seguir al lado de Él cuando es rehusado, rechazado. Esto da cierta
gravedad a todo lo que ha escrito. Sin embargo, hay que saber que era
optimista. Su visión del futuro tiene algo liberador para los cristianos.
Tenía confianza; la palabra confianza se repite muy a menudo en sus cartas
desde la cárcel.

En la cárcel, Bonhoeffer hubiera querido escribir un comentario del salmo


119, pero sólo llegó a la tercera estrofa. En ese Salmo un versículo resume
claramente lo que Bonhoeffer vivió: Tú estás cerca, Señor, todo lo que tú
ordenas es verdad. Dietrich Bonhoeffer vivió en esta certeza de que Cristo
está realmente cerca, en todas las situaciones, incluso las más extremas. Tú
estás cerca, Señor, todo lo que tú ordenas es verdad. Podemos creer que lo
que tú ordenas no sólo es verdad, sino digno de nuestra total confianza.

Por el hermano François, de Taizé

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