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Libro: Medicina fluvial: un nuevo paradigma en la conservación y

restauración de ríos bajo el enfoque de la geomorfología

http://www.jolube.es/Editorial_Jolube/Medicina_Fluvial.php
¿Para qué SÍ hay que limpiar los ríos?

Lorenzo Correa
Webmaster en futurodelagua.com Practitioner PNL. Master en Coaching con PNL.
Executive & Life Coach.
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0 6 / 0 2 / 2 0 1 3 | LORENZO CORREA
TEMAS
LORENZO CORREA

La obra pública ha de corresponder ecológicamente no sólo a la solicitación de la colectividad


interesada que la reclama, sino que debe justificarse ante la totalidad el pueblo que la sufraga;
y ha de ser, por lo tanto, respuesta concreta a las legítimas aspiraciones de todos. (José Torán)
Ha llegado a mis manos un razonado e inteligente artículo publicado en el Boletín
del CIREF por el Dr. Alfredo Ollero Ojeda, Profesor de Geografía física de la Universidad
de Zaragoza y vocal del Centro ibérico de Restauración Fluvial, titulado “¿Por qué no hay
que limpiar los ríos?"
La obra pública ha desaparecido en España y sus artífices o están retirados
en sus cuarteles de invierno o han emigrado muy lejos o se dedican a otros
menesteres más productivos.

Y lo he leído con enorme interés, dada su actualidad y sesuda elaboración. La obra pública ha
desaparecido en España y sus artífices o están retirados en sus cuarteles de invierno o han
emigrado muy lejos o se dedican a otros menesteres más productivos. Como coach y profesional
de obras públicas, el artículo me hace reflexionar y emitir mi feed-back directo: me llega rigidez,
creencia limitante. Estoy seguro que aún quedan lectores profesionales de la obra pública que
podrán recoger el guante lanzado por el autor en aspectos relacionados con la hidrología (ciencia
tan aludida por muchos como poco comprendida por algunos), con la gestión de avenidas y con
tantos otros menesteres de la ingeniería que ingenieros habrá que sepan defender y justificar, ante
el descrédito y ludibrio al que está siendo sometida la profesión en estos tiempos tan agitados
para todo y para todos. No voy a entrar en ellos, que doctores tiene la iglesia y yo no soy ni
clérigo ni doctor.

El epígrafe de este post, intenta dar una visión complementaria al título de su aportación para
enfocar el tema desde otro punto de vista, con el único objetivo de que todos los que los lean,
puedan tener una visión más completa de la problemática tratada y por ello más rica para construir
su opinión al respecto.

Y la doy desde mi perspectiva, la de un modesto ingenierete de a pie, nada experto, que sigue
aprendiendo todavía y que aprendió bastante en su juventud en el día a dacia de su trabajo de lo
que significa el río para los ribereños, para los que viven y trabajan en, cerca de y a veces bajo
sus aguas y por ello lo consideran recurso indispensable, patrimonio inalienable, riesgo incierto
y elemento de convivencia.

Porque el río es país, paisaje y paisanaje (no olvidéis nunca la importancia de esta última
palabra en el conjunto).
Me baso en mis vivencias de décadas pisando el río y tratando con sus vecinos cercanos pues no
tengo experiencia en la Academia, solo en el campo. Y las concreto en una foto que tomé en el
río Calders en 1994, tras una avenida extraordinaria que supuso unas consecuencias de gran
alcance para los abastecimientos de los municipios ribereños, derribó dos puentes e invadió
terrenos agrícolas y urbanos, acabando con la vida de una persona que “pasaba por allí” y se
acercó a fotografiar la imponente manifestación de la fuerza de la naturaleza desatada, siendo
arrastrado por la ola que le fascinaba.
Enfatizo el “para qué”, soslayo el “por qué”. ¿Para qué limpiar el río? La acepción que
Ollero emplea para explicar lo que significa limpiar es una de las muchas que señala la RAE, la
de quitar la suciedad. Yo añado otra, también definida por ese diccionario:
 Hacer que un lugar quede libre de lo que es perjudicial en él.

Y complemento (que no anulo), su inteligente visión con la mía, aclarando de entrada que la
actuación en un cauce o en una ribera que yo defiendo no es la de masacrar con maquinaria
pesada todo lo que estorba, sobresale o molesta, sino la de liberar de lo que es perjudicial para
alguien o algo, con técnicas respetuosas con lo que se debe respetar: el patrimonio de todos,
entendiendo que también la vida y los bienes públicos o privados de los seres humanos son
patrimonio de algunos y de todos. Es factible, es posible y es caro. Nada más.

¿Para qué limpiar un río?... para liberarnos de lo que es perjudicial (solo de


eso) para los ribereños y los no ribereños. ¿Quién define lo que es perjudicial?.
Ni la academia, ni la administración: la sociedad.
¿Para qué limpiar un río?... para liberarnos de lo que es perjudicial (solo de eso) para los
ribereños y los no ribereños. ¿Quién define lo que es perjudicial?. Ni la academia, ni la
administración: la sociedad. Y la avenida del Calders, les (nos) perjudicó.
Vean la foto: esa vegetación leñosa derribó puentes carreteros y ferroviarios, taponó los drenajes
longitudinales y transversales, luego alteró las comunicaciones, lo que repercute enormemente
en la calidad de vida y en los presupuestos generales. Arrasó plantas potabilizadoras, luego dejó
sin recurso de boca de calidad a miles de personas. Destrozó depuradoras, captaciones de agua
de ribera, pozos de abastecimiento… instalaciones que solo pueden estar en zona inundable.
¿Podemos prescindir de los puentes, potabilizadoras, depuradoras, captaciones, sistemas
de saneamiento, pozos, ya ejecutados que no son adecuados para permitir la alterada respiración
de la corriente en episodios terribles pero puntuales? ¿Podemos pagar la construcción de miles
de pequeños puentes de mayor sección, algunos ya incluidos en la relación de bienes
patrimoniales por su antigüedad?
Mientras encontramos respuesta algo inteligible para la sociedad que sufraga en palabras de
Torán, me parece que la única opción es la de seguir “limpiando” cauces, eso sí, de manera
inteligente, selectiva, respetuosa con el medio y cara. Como nos limpiamos el cuerpo, el alma, la
casa, la ciudad y el cerebro, porque no se puede vivir sin limpiar.

No he sabido encontrar en el artículo de Ollero ninguna mención especifica a estos temas que
cito, ni sé si las soluciones que plantea resolverán el problema que yo he vivido cuando he tenido
que trabajar a pie de río después de una riada en pequeños municipios afectados por ella.

Su mención dudosa a la beneficiosa capacidad de laminación de los grandes embalses bien


gestionados, la entiendo como hecha desde una perspectiva de guardián del territorio, de rígido
protector del río y su ecosistema, como una creencia limitante. Y aquí, yo, que también lo soy
modestamente, sin títulos académicos rimbombantes, a mi manera, introduzco la distinción “y”-
“o”. Es difícil entender hoy en día que solo se mencione al río como un elemento ajeno, separado
e independiente de todo lo que le rodea. Esta sería la visión parcial del “O río o urbanización
humana-agricultura intensiva”.
Defiendo una postura más abierta, más flexible: Río “y” ocupación del territorio están
condenados a coexistir, porque ya no es posible separarlos. Lo hecho, hecho está y es carísimo
de remover. Hay que convivir con ello, nos guste o no. La ocupación, salvaje o no, del territorio
la tenemos con nosotros, debemos convivir con ella, mejorando lo posible, adaptándonos a los
riesgos de todo tipo que conlleva.

Conclusión:
La no limpieza (en la acepción que yo le doy) del cauce es una actuación destructiva de las
instalaciones básicas de abastecimiento, saneamiento, drenaje y comunicación cercanas al cauce,
que puede originar graves consecuencias en ellas, en las personas que de ellas se sirven y en la
sociedad en su conjunto. Es necesario flexibilizar las posturas, aportando soluciones que tiendan
a la adaptación a la situación existente y respeten la coexistencia de la urbanización y el espacio
fluvial, tanto donde se solapan ya de forma irreversible, como donde aún no se han solapado. En
este último caso, me sumo la conclusión escrita en su artículo por el Dr. Ollero. Desde la
flexibilidad, todo es posible, con la rigidez es muy difícil salir de la rigidez inútil de la queja
perenne e inocua y avanzar hacia el consenso.

https://www.iagua.es/blogs/lorenzo-correa/%C2%BFpara-que-si-hay-que-limpiar-los-rios
Las 'limpiezas' o 'dragados' de los ríos, tan inútiles como peligrosos
Alfredo Ollero y Camino Jaso León

Lunes, 11 de Febrero de 2013 10:22

PARECE que este invierno va a ser un invierno excepcional, con mucha precipitación y por tanto con
varias y seguidas crecidas en nuestros ríos, algunas de ellas de carácter más extraordinario. Tan
reiteradamente como dichas crecidas, hemos escuchado innumerables peticiones que reclaman
limpiar el cauce. Esta solicitud popular, tan errónea como abrumadoramente unánime, es a menudo
amplificada por los medios de comunicación, que por falta de fuentes accesibles para contrastarla,
frecuentemente muestran la visión de los afectados, a falta de argumentos de índole científico
técnica o simplemente de algunos afectados con más criterio y objetividad.

La idea de que hay que limpiar o dragar el río quizás está tan enraizada porque en el pasado reciente
los cauces se arrasaban sin contemplaciones, sabiendo que no servía de nada, a modo de actuación
placebo, para tranquilizar a los ribereños y en ocasiones con el único objetivo de ganar votos con
actuaciones que en esa época todavía pocos cuestionaban. Así, las diversas administraciones han
ido ejecutando o autorizando actuaciones que, bajo el pretexto lógico y loable de proteger bienes y
personas ante episodios de inundación, han supuesto frecuentemente bien para hoy pero mal para
mañana, además de una importante afección ambiental en los ecosistemas acuáticos y ribereños.

A pesar de su demostrado anacronismo, todavía hoy se siguen haciendo estas actuaciones cuando
se consigue regatear las trabas ambientales. Así, no faltan gestores públicos que se acogen a
procedimientos de emergencia (a menudo sinónimo de ausencia de control) tras cada crecida para
meter las máquinas dragadoras, bajo una situación de grandes presiones económicas y dinero
público disponible para las contratas.

Cuando se pide limpiar un río no se pretende liberarlo de basuras, sino eliminar sedimentos,
vegetación viva y madera muerta, elementos naturales del río y fundamentales para su dinámica.
Se demanda, en suma, agrandar la sección y reducir la rugosidad para que el agua circule en mayor
volumen sin desbordarse y a mayor velocidad. Cuando esto ocurre, los daños en el río son
innumerables. Dichos daños justificarían ya por sí solos la prohibición radical de estas prácticas. Pero
es que, además, y éste es un aspecto que nos interesa recalcar, las limpiezas son acciones que nada
benefician a los que las demandan.

En las primeras horas de la siguiente crecida el río volverá a acumular materiales en los
huecoslimpiados. En ríos como el Ebro y los tramos bajos de sus principales afluentes navarros,
eliminar una capa de gravas de su lecho aumenta mínimamente la sección de la corriente
desbordada, un efecto a toda vista despreciable. Por ejemplo, en el Ebro si se dragara rebajando 1
metro el lecho, para una crecida de 2.000 m3/s como la de estos últimos días y teniendo en cuenta
el campo de velocidades, tan solo bajaría el nivel de la corriente unos 8 centímetros en la misma
sección dragada. Y si se quiere mantener este pequeño efecto habrá que seguir limpiando una y
otra vez. En 2010 se dragaron un total de 126.000 m3 de gravas en el tramo aragonés del Ebro (entre
Gallur y Cabañas) y hoy durante la crecida se pide con insistencia que se vuelvan a dragar los mismos
puntos. Limpiar o dragar el río es tirar el dinero, un despilfarro que no puede admitirse en estos
tiempos.

Pero sobre todo hay que señalar que los dragados pueden provocar efectos secundarios muy
negativos: erosión remontante (erosión hacia aguas arriba del tramo dragado), incisión
(hundimiento del cauce), irregularización de los fondos, descenso de la capa freática (y por tanto
desecación de pozos de riego), descalzamiento de puentes y escolleras, colapsos si hay simas bajo
la capa aluvial, etcétera.

Precisamente los estudios geomorfológicos que se han llevado a cabo en el río Arga, entre ellos en
la zona de Peralta-Funes, han demostrado que los dragados a los que se han visto sometidos estos
ríos en el pasado están provocando serios problemas de incisión del cauce. Como resultado de esto,
se empiezan a observar problemas de descalce en las zapatas de los puentes y un descenso en el
nivel freático que afecta a los pozos de los que se abastecen los regadíos y las poblaciones ribereñas.

Otra idea reiterativa e igualmente errónea es la percepción de que el cauce se ha elevado. Esta
percepción es falsa, ya que donde haya crecido alguna playa o isla, el cauce habrá profundizado al
lado, en el mismo punto, para compensarlo. También se dice recurrentemente que con crecidas
pequeñas cada vez se inundan más campos, cuando lo que ocurre es que las motas y defensas, al
comprimir el flujo, inyectan con fuerza el agua a las capas subterráneas, inundándose desde el
freático terrenos muy alejados del cauce.

Hay que desterrar los viejos patrones culturales sobre el funcionamiento de los ríos y sobre el
tratamiento de los riesgos de inundación e ir adquiriendo nueva información y educación al amparo
de los conocimientos actuales y los nuevos retos que plantean las actuales directivas.

Nos consta que las autoridades ambientales navarras, junto con algunas de las entidades locales
más afectadas por este tema, así como diversos colectivos implicados, han hecho un esfuerzo de
consenso tras varias largas sesiones de trabajo. Se ha adelantado mucho trabajo en el sentido de
aprender a convivir con el río sin llevar a cabo las actuaciones tradicionales (embalses, motas,
dragados…) que a todas luces se han demostrado ineficaces.
Son las crecidas las que limpian los cauces y mantienen la vegetación a raya. Tras estas crecidas,
este verano habrá menos algas y menos riesgo de proliferación de especies invasoras, como la
mosca negra. Con menos regulación, más espacio para desbordarse y más crecidas, el río funcionará
mejor y nos dará más beneficios. Dejemos de demandar limpiezas. En la actualidad, frente a la
ineficacia de estas medidas, la Directiva Europea de Inundaciones aboga por la renaturalización de
los ecosistemas fluviales a través de la recuperación de las llanuras naturales de inundación como
vía de laminación de las avenidas. En esta línea se han desarrollado experiencias en Holanda y
Alemania, al igual que las que se están realizando en la propia cuenca del Arga y Aragón y en algunos
tramos del Ebro. Ese es el futuro. Si desaparecen ciertas funciones ecosistémicas de los ríos, se pone
en riesgo la disponibilidad de agua de calidad y peligran la mayoría de lo usos que actualmente
hacemos de ellos, a la par que se hipotecan usos potenciales futuros.

Así pues, urge una buena ordenación y gestión de estos espacios que, por supuesto, puede y debe
incluir labores de conservación y mantenimiento de cauces, donde -entre otras acciones en pro de
la conservación-, tendrían lugar acciones de limpiezas puntuales de puentes e infraestructuras. Si a
esto añadimos una política eficaz y rápida de indemnizaciones para los años excepcionales, y más
las campañas de información y participación, el problema de las crecidas quedará paliado y los ríos
ganarán en salud, lo cual siempre revierte en la mejora de los múltiples servicios que nos prestan

http://www.nabarralde.com/es/nabarmena/9782-las-limpiezas-o-dragados-de-los-rios-tan-
inutiles-como-peligrosos
¿Se deben descolmatar los ríos?
Yoel Esleiter Cordova Elera
Consultor independiente en proyectos hidráulicos, manejo de programas aplicados a la
hidraulica, hidrologia y Gestión de los recursos hídricos. Administrador de página Ish
ingenieria.
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2 6 / 0 1 / 2 0 1 8 | YOEL ESLEITER CORDO...


TEMAS
PERÚ

Técnicamente descolmatar un rio es aumentar la sección hidráulica y reducir la rugosidad, con la


finalidad de que los caudales máximos circulen sin desbordarse y con una mayor velocidad, pero
para esto se modifica y altera la morfología construida por el propio rio, rompiendo su equilibrio
dinámico. Se diría entonces que el río enferma geomorfológicamente (Horacio, 2015).

Y no cabe ya ninguna duda de que dragar cauces cuesta más dinero que indemnizar las pérdidas
agrarias. es tirar el dinero, es un despilfarro que no puede admitirse en estos tiempos. En segundo
lugar, son contraproducentes, ya que pueden provocar numerosos efectos secundarios muy
negativos. (Ollero, 2013)
Debemos tener claro que el rio se limpia solo en las crecidas y que este sirve para transportar
material sólido y líquido y seres vivos y que la vegetación en las riberas le ayuda a regular sus
excesos en eventos extraordinarios. (Ollero, 2013)
Hay que tener en cuenta que podemos ayudar al río en sus labores de limpieza, eliminando la
vegetación ubicada dentro del cauce y en las llanuras de inundación que el rio no puede
transportar, además de la eliminación y retiro de estructuras y obstrucciones que generen riesgo.

En el norte del Perú, el rio Piura posee una cuenca con área mayor a 12 000 km2, es uno de los
dos grandes ríos en el área de influencia de la región Piura, y que atraviesa la ciudad con el mismo
nombre.
A lo largo del tiempo y el paso de los diferentes fenómenos del niño en los años 1982,1983,
1997,1998, han significado la destrucción de la infraestructura de defensas ribereñas, puentes
además de pérdida de vías humanas, infraestructura social y agrícola.

Para mitigar el riesgo a inundaciones se han realizado actividades de descolmatación


periódicamente a lo largo de los años hasta la actualidad con deficientes estudios de impacto
ambiental o actividades para mitigar los efectos generados al medio ambiente, pero el problema
es continuo y aun somos vulnerables a inundaciones.
El fenómeno del niño costero del 2017 inundo la ciudad de Piura, Castilla y Catacaos. Por lo que
debemos ser conscientes que los efectos de erosión de la cuenca alta debido a la eliminación de
cubierta vegetal, ha generado fenómenos de agradación y avulsión a lo largo del rio Piura, lo que
significa tener que adoptar medidas de mitigación para contrarrestar los cambios en los niveles
de fondo del cauce y llanuras de inundación en el tramo encauzado.

Es por ello la necesidad de la concientización y educación a las autoridades y la población de la


importancia de tratamiento integral de la cuenca del rio Piura, y que es muy necesario la
forestación y reforestación de la cuenca alta, con el fin de reducir el aporte excesivo de
sedimentos, además de que no se debe intervenir en el cauce sin haberlo estudiando y analizado
antes, con el fin de no alterar ni modificar bruscamente su morfología fluvial, simplemente se
deben realizar el mantenimiento periódico del rio a través de la limpieza de cauces, cuyas
actividades consisten en el retiro de toda la vegetación, obstrucciones y obstáculos que se
encuentra dentro del cauce principal, y también en las llanuras de inundación, con ello se
disminuye a un mínimo la rugosidad y a la vez se aumenta la capacidad de trasporte del cauce.

Además, se recomienda la reparación de espigones existentes en el tramo encausado que se


encuentran deteriorados como también protección con infraestructura de defensa ribereña a las
zonas con alto riesgo a inundaciones, construcción de cauces de alivio y rectificación de cauces.

Bibliografía:
 Horacio, J. (2015) Medicina fluvial. Un nuevo paradigma en la conservación y restauración de
ríos bajo el enfoque de la geomorfología. Editorial Jolube, 129 p., Jaca.

 Ollero O. (2013). ¿Por qué no hay que limpiar los ríos?

https://www.iagua.es/blogs/yoel-esleiter-cordova-elera/se-debe-descolmatar-rio-piura
Dar espacio al agua o dominar los ríos: ¿un debate superado?

Imagen aérea tomada desde el helicóptero de la Unidad Militar de Emergencias (UME) mientras el ministro del
Interior, Jorge Fernández Díaz, sobrevolaba las zonas más afectadas por la crecida del Ebro. Se han anegado
45.000 hectáreas, la mayoría en Aragón. EFE

MAR MUÑIZMADRID
Actualizado: 23/03/2015 18:07 horas

El mes pasado el río Ebro volvió a desbordarse. No es raro. A veces los caudales
aumentan y se salen del cauce. Se trata de un fenómeno normal en el clima
mediterráneo. No es, por tanto, síntoma de ningún apocalipsis natural.

En esta ocasión, el propio Gobierno de España ha cifrado en 105 millones de euros


los daños que ha provocado la riada. Además, 45.000 hectáreas quedaron anegadas
y casi 2.000 personas tuvieron que abandonar sus casas.
Aunque las autoridades han asegurado que las arcas públicas se rascarán el bolsillo
para reparar los desastres, muchos dedos índices buscan culpables. Entre charcos que
parecen océanos y casas hechas un cenagal, surgen debates en caliente. Que si hay
que limpiar los ríos. Que si hay que hacerlos más profundos. Que si hay que poner
diques más altos... O que no a todo. Algo así como un «dejen en paz a los ríos» versus
«sujetémoslos que si no...».

Pasan unas semanas. Los charcos se absorben y, en las alcobas, un par de manos de
pintura acaban tapando la marca que hizo el agua. Y así hasta la próxima.
En España, la autoridad competente en materia de ríos son las Confederaciones
Hidrográficas, que están organizadas por cuencas, no por comunidades
autónomas. Son entidades públicas dependientes del Ministerio de Agricultura,
Alimentación y Medio Ambiente.
Pedro Arrojo, profesor emérito de la Universidad de Zaragoza, experto en Economía
del Agua y premio Goldman (considerado el Nobel verde), explica su postura al tiempo
que asegura que entre los científicos no hay ningún debate sobre la mesa.

«Después de los años 90, con las inundaciones que las crecidas del Rin y del
Mississippi produjeron en EEUU y en Holanda, quedó claro que la estrategia de dominar
los ríos no servía. Nadie en el ámbito científico duda de esto. Es un debate superado»,
sentencia.

En aquellos momentos se tomaron medidas como las que Arrojo reclama para los
cauces españoles, que, en su opinión, continúan con el catecismo antiguo de
encorsetar los caudales en vez de seguir la nueva pauta consensuada por los
científicos: dar espacio al agua y renegociar con los ríos sus espacios naturales
de inundación.
Estas medidas fueron contrarias al estrechamiento de los cauces y
al intervencionismo humano. Arrojo da las recetas: «Las motas [diques que se
instalan a las orillas del cauce para evitar los desbordamientos] deben colocarse más
arriba, no abajo, que es por donde el río revienta en caso de crecida, y al igual que se
hizo en el Rin y en el Mississippi, deben tener compuertas», explica.
El objetivo es hacerlas flexibles y cumplir con el refrán de no poner diques al mar.
Si las motas tuviesen estas compuertas, se abrirían en caso de crecida inundando de
modo controlado el terreno en las orillas del río.
«En caso contrario, el agua sale igual, porque escapa por debajo de las motas a través
de vasos comunicantes. Del otro modo, si permitiésemos la expansión del río en vez de
intentar impedirlo, el agua volvería más rápidamente a su cauce. No como ahora, que
con las motas tal y como están [en el Ebro], tardará mucho más, con lo que eso implica
para los campos y para las casas que están inundadas», dice el experto.

Bosques de Ribera

Para él, igual que se hace en otros países de Europa y en EEUU, lo razonable también
es recuperar los bosques de ribera (que sujetan las riadas) y acordar
indemnizaciones con los agricultores cuando sus huertas se inunden de forma
controlada. «Todo esto es más barato que intervenir de modo artificial en el cauce de
los ríos».
Pero el debate no parece estar tan acabado. Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de
Física Aplicada de la Universidad de Alcalá, apuesta, en su artículo ¿Por qué se
inundan las riberas de los ríos?, por: «Lo razonable en ríos propensos a crecidas es
construir diques permanentes en piedra u hormigón en los bordes del cauce, en las
zonas de interés económico». Es decir, todo lo contrario.

Y ante la posibilidad de dejar márgenes inundables, replica: «Se pueden dejar, sí, pero
durante el 99% de los días del año no son más que basureros y estercoleros. Supone
también una manipulación del ser humano, igual que disponer el río entre paredes de
piedra y hormigón lo suficientemente altas. Ninguna de estas soluciones es ecológica,
en el sentido de si hay o no intervención humana».

Ruiz de Elvira tampoco coincide con la idea de que dragar los ríos [aumentar la
profundidad del cauce] y limpiarlos sea contraproducente. Lejos de ello, considera que
«lo mejor es dragarlos con frecuencia para que el agua circule en profundidad y
sin obstáculos, lo que la hace desviarse hacia los lados del río».
«Deben limpiarse sobre todo si circulan por zonas pobladas. La idea ecologista es que
'hay que dejar a la naturaleza funcionar a su aire', pero el caso es que ya no hay
naturaleza. En España, por ejemplo, el 100% del territorio es una consecuencia de la
acción humana», argumenta.

Y apostilla: «Debemos dejar a la naturaleza actuar lo más libremente que podamos,


pero en el caso de los ríos, parece más razonable cuidarlos para nuestras necesidades
y no para que funcionen de una forma 'natural' que desconocemos».

Limpiezas 'excesivas'

En cambio, tanto Pedro Arrojo como Alfredo Ollero, profesor de Geografía Física de la
Universidad de Zaragoza, figuran en el otro bando. Éste último, en un artículo llamado
¿Por qué no hay que limpiar los ríos?, deja clara su posición.

Para él, estas limpiezas son mucho más que la retirada de basuras: «Se eliminan
sedimentos, vegetación viva y madera muerta, es decir, elementos naturales del propio
río», con el fin único de agrandar el cauce y reducir su rugosidad para que el agua
circule «en mayor volumen sin desbordarse y a mayor velocidad».

Con estas técnicas invasivas y a veces poco controladas, estos expertos


consideran que los ríos y los hábitats que albergan sufren daños muchas veces
irreparables.
Pero además de su coste ambiental, señalan lo inútil del dragado: a los pocos meses,
el río busca un nuevo equilibrio sedimentario, y vuelta a empezar. Dice Ollero: «Si
se draga el cauce, en las primeras horas de la siguiente crecida los sedimentos
movilizados rellenarán los huecos». Y Arrojo añade: «Así durante las 24 horas, 365 días
al año».
Por eso opinan que no sólo es inútil, sino además mucho más caro meter excavadoras
en los ríos y reforzar sus defensas constantemente que indemnizar a los agricultores
cuyas tierras se utilicen en una inundación controlada. «Es más barato que pelear
contra el río a contrapelo», dice. Entre 2013 y 2014 el Gobierno destinó 70 millones
de euros a la limpieza de cauces.
Además, Pedro Arrojo se apoya en las nuevas leyes europeas: «Si el dragado no fuera
perjudicial, ¿para qué hemos hecho leyes que lo permiten sólo en los casos de
necesidad extrema? Desde Europa se quiere recuperar la salud de los ecosistemas
acuáticos y, si hay que dragar, debe ser por razones poderosas. Igual que talar un
bosque: si es preciso por seguridad de las poblaciones, se hace, pero si no...».

Aunque no todas las opiniones sean coincidentes, en lo que sí parecen converger los
expertos es que el cambio climático producirá variaciones bruscas de la
metereología y, por tanto, aumentarán las crecidas de los ríos.
Una de las funciones de las presas que se construyen es técnicamente laminar las
avenidas, es decir, amansar el cauce para limar los picos más altos de las crecidas. Por
eso, desde algunos sectores se reivindican más construcciones. Pero, «¿se usan
verdaderamente para laminar avenidas? Evacuar agua choca con los intereses de las
eléctricas y de los regantes», duda Arrojo.

Los cascos urbanos

Cuando un río se desborda, no sólo hay huertas que sufren sus consecuencias, con
lo que implica de cosechas y agricultores arruinados, sino núcleos urbanos
afectados. ¿Qué puede hacerse, sino dominar el río, para proteger esos núcleos
poblados?
Pedro Arrojo es firme: «Por razones históricas muchas poblaciones se han levantado
en zonas problemáticas. Hay que blindarlas, y a sus habitantes también». Para ello
existen medidas como preparar el alcantarillado para impedir que el agua utilice la red
sanitaria para inundar pueblos, elevar las carreteras de acceso para evitar que queden
aislados ante una riada, etc. Podemos aceptar que se inunden los campos, pero las
ciudades hay que defenderlas. Y eso se hace con dinero», concluye.
Pero también insiste en que el urbanismo debe estar controlado: «No se debe
permitir la construcción de nuevas urbanizaciones o granjas para el ganado en zonas
de posibles crecidas».

La crisis del ebro

2.000 habitantes tuvieron que abandonar hogares durante la reciente crecida del río
Ebro.
105 millones de euros es la cifra a la que ascienden los daños, según el Gobierno.
45 mil hectáreas se han anegado a lo largo del cauce del río, entre Aragón, Navarra,
La Rioja y Álava.
10 mil animales han muerto como consecuencia de las inundaciones en los campos
cercanos al río.

Las inundaciones hacen historia en muchas ciudades del mundo

Alemania
En el año 2013 unos 700 habitantes de un barrio de Dresde, capital del estado federado
de Sajonia, tuvieron que ser evacuados por la crecida del río Elba, que aunque no
alcanzó a inundar el centro histórico, sí anegó amplias áreas de la capital de Sajonia.
11 años atrás, en 2002, los cauces del mismo río ya habían sufrido una crecida histórica
que hizo temer por los tesoros artísticos de Dresde, también conocida como la Florencia
del Elba por su arquitectura barroca y mediterránea, así como por su buen clima.

Mississippi
En mayo de 2011 la crecida del Mississippi, en EEUU, produjo inundaciones en
Memphis, una ciudad muy protegida por un sistema de diques construidos tras una gran
inundación en 1927 que afectó a más de ocho millones de hectáreas y causó 500
muertos. Hace cuatro años, el deshielo y las lluvias intensas hicieron a su caudal
incapaz de absorber el de sus afluentes, que anegaron a su vez enormes regiones en
Illinois, Misuri, Arkansas y Tennessee. En Luisiana se decidió abrir parcialmente un
desaguadero para aliviar la presión sobre los diques.

Asia
En 2013, el noreste chino, así como varias regiones de la provincia de Qinghai, sufrieron
unas inundaciones que se llevaron la vida de 150 personas (más de 500.000 tuvieron
que ser evacuadas). La 'culpa' de la peor inundación en la región desde 1995 la tuvieron
las lluvias torrenciales y las crecidas de los ríos Amur, Ussuri y Songhua, cercanos a
Rusia. Ya en el año 1998, el aumento de caudal de los ríos Songhua y del Yangtsé
había ocasionado más de 4.000 muertos y 140 millones de ciudadanos debieron
desplazarse.

http://www.elmundo.es/ciencia/2015/03/23/55103b62268e3e17558b4573.html

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