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DEMÉTER
Símbolos y Ritos de la Diosa Madre
Mª Ángeles Díaz
LA MEMORIA DE CALÍOPE
2018
DEMÉTER
Símbolos y Ritos de la Diosa Madre
Mª Ángeles Díaz
LA MEMORIA DE CALÍOPE
2018
INDICE
Los mitos y las historias de los dioses son símbolos que nos ponen en
contacto con un modo de pensar ancestral, haciéndonos partícipes de las
fuerzas ordenadoras que rigen el mundo. Los mitos son fundamental-
mente orales, códigos herméticos que transmiten una enseñanza mos-
trando el modo en que los pueblos antiguos entendieron el Ser del Mun-
do. Formando un conjunto unitario con el símbolo y el rito, los mitos
tratan acerca de las entidades arquetípicas y de los orígenes sagrados de
la cultura. Se trata de relatos del plano intermediario, los que ponen al
hombre en relación con la deidad, es decir consigo mismo, con su ser e-
sencial. Por estar sustentados en una misma realidad, la de los seres hu-
manos y el Cosmos que habitamos y del que formamos parte, los mitos
son universales y es por ello que encontramos tan claros paralelismos
entre los mitos de distintos pueblos tradicionales, pues en realidad estos
se refieren siempre a principios eternos e inmutables. Por eso compren-
der la Unidad esencial contenida en las distintas mitologías, es en reali-
dad comprender lo que sería la verdadera unidad de la cultura humana.
De ahí que el relato mítico contenga una historia y una metahistoria y
sea núcleo de enseñanzas y revelaciones verdaderamente valiosas, las
cuales amplían y universalizan nuestra conciencia coadyuvando así a la
posibilidad de que se haga en nosotros el Conocimiento. Se trata, pues,
de una enseñanza simbólica e iniciática que utiliza como vehículo de
expresión para trasmitir las verdades más elevadas el lenguaje emotivo
de la poesía y la fuerza intrínseca de la transmisión oral y escrita, las que
tienen que ver con el Verbo divino que el ser humano expresa a su nivel,
si es capaz de vivir de acuerdo al modelo propuesto por los mitos (los
que expresan ese Verbo), ya sea de forma individual o colectivamente,
pues como dice Federico González, el mito:
Los hombres no crean a los dioses, sino que los descubren y los interpre-
tan, es decir, se nos revela su nombre a través de sus arquetipos o
principios inmutables, los que manifestados en todos los fenómenos
naturales, tanto físicos, anímicos y espirituales, astrales o telúricos, nos
permiten entender parte del misterio de la Vida. Los mitos son por tanto
la explicación simbólica que los hombres dan a todo aquello que, aun
siendo un enigma, se muestra como lo más real de la existencia. Se trata
de la expresión del misterio de la Creación y del Orden y equilibrio
entre los opuestos aparentes (como lo femenino y masculino, yin y yang,
simpatía y repulsión) con que ésta se manifiesta. Sin embargo, la prin-
cipal enseñanza contenida en este código simbólico se halla en el propio
nombre de “mito” que equivale a misterio; mito y misterio provienen de
la raíz muein que significa callarse, en alusión al silencio interior con que
finalmente debe recibirse la iniciación a estos códigos sagrados y a los
misterios de la existencia.
Cualquier pequeña investigación nos lleva a comprobar que todas las
grandes culturas de la historia, y todos los pueblos arcaicos, han “des-
cubierto” al principio de su tiempo, o sea in illo tempore, a sus dioses.
Han percibido al Ser Universal y sus emanaciones expresándose en la
naturaleza de su entorno, en su geografía y en el paisaje, en mares, ríos,
fuentes, montañas, volcanes y astros, y especialmente se han fijado en el
Sol y la Luna. También los han observado en los ritmos y los periodos
celestes, en todos los fenómenos naturales y atmosféricos, así como en el
efecto que dichas energías tienen sobre el resto de seres, tanto del reino
animal como del vegetal y del mineral, y por supuesto del reino
humano. Estas relaciones de energías cósmicas y telúricas, productoras
de cambios climáticos y rítmicos (tales como lluvias y sequías, o la
división de las estaciones del año, etc.), y la repercusión de todo ello
sobre los ciclos vegetales han mostrado, por ejemplo, a entidades que se
revelaban en dichos procesos agrarios, constituyéndose estas revela-
ciones en el símbolo de la impronta con que los dioses han signado a ese
pueblo determinado al otorgarles unos conocimientos y una Tradición
cultural, y con ella un ligamen con los verdaderos misterios del Uni-
verso.
Es así que algunas leyendas relacionadas con los símbolos agrarios
constituyeron en el tiempo una enseñanza iniciática y espiritual, y el
soporte para ciertos rituales mistéricos con los que se transmitía la clave
de acceso a la Unidad del Ser a través de sus manifestaciones. En este
caso la naturaleza vegetal, dado que ésta es una teofanía que muestra de
una manera clarísima que todo está indisolublemente ligado, incluida la
vida y la muerte, o la muerte y la resurrección.
Puesto que tiene que ver con nuestros orígenes culturales, nos referi-
remos en particular al Panteón griego y romano, especialmente para
empezar diciendo que es inabarcable pues a la gran cantidad de dioses,
semidioses, démones, héroes y ninfas que legislan el Universo, se une una
larga lista de aventuras verdaderamente muy enigmáticas, ya que a
veces idénticos dioses aparecen asociados entre sí con parentescos
diferentes, y nacimientos producidos en distintos lugares y circunstan-
cias, y otras cosas imposibles desde un punto de vista plano o literal,
pero que cobran significado a medida que se comprende el sentido
trascendente que tienen estas leyendas y se comprueba que tratan de
ideas arquetípicas, esenciales para la verdadera vida intelectual y espi-
ritual del hombre, ya que suponen modelos ejemplares a seguir por éste.
Se ha comparado la mitología greco-romana con la de las culturas
hindúes y precolombinas, en especial la azteca y la maya, por la canti-
dad de dioses que todos estos pueblos llegaron a conocer y de los que se
alimentaron para crear sus grandes civilizaciones.
En efecto, para toda sociedad que se organiza bajo los patrones de sus
dioses, todo acto es un rito, esto es, un gesto o comprensión realizado de
acuerdo a un orden arquetípico, ritmado al compás de los ciclos
cósmicos y telúricos. En este sentido los ritos agrarios nacen con la
agricultura, que es celeste y terrestre a la vez, como también es el caso
de la construcción íntimamente ligada con la agricultura, pues ambas
surgen del asentamiento de los pueblos, y de los que organizan el
II
DEMÉTER Y SUS MISTERIOS EN ELEUSIS
3 La importancia popular que tuvo esta deidad es fácil advertirla hoy con una
sola ojeada por la arquitectura de muchas ciudades, tanto europeas como
iberoamericanas, y observar en los relieves de sus edificios antiguos la figura
de la diosa a la que se puede reconocer por las espigas que porta. Igual que la
palabra cereal (de Ceres), tan identificativa de la diosa, hasta el punto de
simbolizarla. También algunas ciudades tienen en su nombre el de la diosa,
como por ejemplo la ciudad española de Cáceres, en cuya región siguen
hallándose restos arqueológicos de bustos de Ceres y lápidas con el nombre de
Proserpina. Precisamente cerca de esa ciudad española se halla Mérida, la an-
tigua Emérita Augusta, en cuyo magnífico teatro romano pueden verse sendas
esculturas consagradas a Deméter-Ceres, Hades-Plutón y Perséfone-
Proserpina. Un espacio que hoy en día sigue siendo escenario para espec-
táculos teatrales y encuentros en las noches de verano.
Regina Vasorum, una hidria del siglo IV a. C., que además de su espectacular
belleza es una fuente iconográfica única sobre los Misterios de Eleusis.
4
Esto es claro hoy en día en la Masonería, donde el recipiendario debe superar
las mismas pruebas por las que pasa el grano hasta llegar al final de su ciclo. Es
decir, que simbólicamente el alma del neófito, de la nueva planta, muere a su
condición profana en el útero de la Madre Logia (también conocida como
Cámara de Reflexión, o Prueba de la Tierra) para nacer, parido entre las dos
columnas del templo, a la luz conferida ritualmente por la iniciación.
III
fenómenos por los que atraviesan las simientes y el mundo vegetal sean
los que crearon el mito de las dos diosas, sino que estos procesos botá-
nicos en los cuales participan por igual las energías descendentes y as-
cendentes del cielo y de la tierra, son el reflejo de los diferentes aspectos
con los que se da a conocer la Unidad, creando en el imaginario, en este
caso el de los griegos, distintos aspectos de la divinidad. Finalmente,
dice Homero que Helios, el Sol, le cuenta el modo en que desapareció la
joven, forzada a subir en un carro tirado por caballos que conducía Ha-
des, el dios del infierno, todo un soberano.
Hades es aquel que, aunque sujeto a las leyes del Cielo (Zeus), tiene en
las entrañas de la tierra su propio reino. Homero deja claro al poner a
Helios por testigo del secuestro, que nada en verdad en la Tierra se
oculta bajo el Sol, y también, que nada ocurre en la manifestación sin
que él intervenga. Es decir que si la creación no puede ser sin el Sol, es
que todo es en alguna medida Sol, y por consiguiente, luz, calor y color
son sinónimos en el sentido de que igualmente lo identifican de una u
otra manera.
Deméter, continúa el relato mítico, al enterarse del fatal desenlace de la
hija, presa del dolor y de la ira, abandona el Olimpo y adoptando una
figura triste y envejecida recorre las ciudades de los humanos, mientras
la tierra permanece yerta, y yerma, a causa de su desolación. El drama
vivido por la diosa es análogo tanto al alma del adepto que espera el
fruto de la iniciación como al que sufre la tierra cuando todas las semi-
llas están desaparecidas de su faz, ocultas en el Hades, muriendo como
simientes, con la esperanza de emerger radiantes y llenas del verdor
rutilante con el que el Sol –la luz- y la lluvia, símbolos de la influencia
espiritual, engalanan al vegetal.
Errática, la soberana Deméter, un día, llegando a Eleusis, y mientras se
sienta a descansar en el borde de una fuente, recibe y acepta el ofreci-
miento que le hacen unas jóvenes de convertirse en nodriza de un tierno
infante, hermano de ellas e hijo de los reyes del lugar. Se trata del
príncipe Demofonte, en cuyo palacio por primera vez después del dra-
ma y su periplo, la diosa esboza una sonrisa, y lo hace con las chanzas
de la ninfa Yambe, criada de los reyes, quien de esa forma simpática e
irónica la anima a que coma algo y que restituya su ánimo y su energía7.
La diosa, que rechaza una copa de vino que se le ofrece, pide que le sir-
le pide Rea a Deméter, que sin demora obedece y una vez restablecido el
orden, la tierra vuelve a verdear, pues como dice Marsilio Ficino: "Lo
propio de Deméter es el vestido verde". Deméter comienza por enseñar
sus secretos a Triptolemo, personaje que por encargo de la diosa ense-
ñará la agricultura a los griegos. Y provisto de un carro tirado por
dragones, símbolo de la dominación de las furias terrestres, un regalo de
Deméter, también extenderá las enseñanzas de los cultivos por toda la
tierra8. Este carro está referido al arado, ya que Deméter se presenta
como la primera en acoplarlo a los bueyes. Hoy en día, en Eleusis aún se
sigue hablando de santa Demetra, aunque ha sido bajo el nombre de san
Demetrio como ha pasado a patrocinar la agricultura.
IV
UN RITUAL INICIÁTICO Y OTRO POPULAR
DEMÉTER Y DIONISOS
Se sabe que durante algún momento del recorrido varios de los partici-
pantes, protegidos con máscaras, gritaban con descaro e insultaban a los
ciudadanos más principales. Esta extraña actuación guarda una estrecha
relación simbólica con los carnavales y otras fiestas análogas de la
tradición cristiana, todas ellas destinadas a cambiar los papeles de cada
cual cometiéndose ciertas transgresiones, con el propósito de satisfacer
un deseo de agresión y anarquía que de este modo queda liberado y
delimitado al acto festivo11. Con respecto a este tipo de fiestas, René
Tesmoforias. Alma-Tadema.
"¡Llueve!",
"¡Concibe!".
13Brimos es uno de los apelativos de la reina de los muertos. Añadir que los
griegos solían decir que los muertos eran gente de Deméter.
"He sido iniciado hace mucho tiempo (o en otro lugar), he visto el fuego
y he visto a Coré".
"si todos los fuegos son el fuego, el fuego Arquetípico no quema, pues es
una Idea –algo invisible–, que la multitud de fuegos simboliza"14.
"¡Llamad al Dios!"
Y los asistentes al ritual gritaban:
"¡Hijo de Sémele, Iaco (Baco), dador de riqueza!"15
A pesar de los pocos datos existentes, parece claro que se trataba de
rituales muy misteriosos donde se revelaban los verdaderos secretos
transcendentes relacionados con la muerte y la resurrección, como
simbolizado por la espiga, la que habiendo perdido su verdor y también
su raíz, es sin embargo generadora de vida, de modo que cada uno de
sus granos, aparentemente seco, contiene la vida de un campo y el ali-
mento para un puñado de hombres.
VI
LA AGRICULTURA. LA “CULTURA DEL AGRO”
“La espiga de trigo que crece y madura con una rapidez sobrenatural
forma parte de los Misterios de Deméter, del mismo modo que la vid que
se desarrolla en unas pocas horas forma también parte de los Misterios
de Dionisos16, a tenor de que durante los ritos dionisíacos también se
asistía a la contemplación del crecimiento rápido de una cepa”.
Con respecto al amplio conocimiento que los griegos tenían sobre el do-
minio de las leyes celestes y terrestres aplicadas a la agricultura toma-
mos de la Odisea el siguiente ejemplo donde su protagonista, Ulises, des-
cribe el huerto de la mansión del rey Alcínoo en Atenas:
"Por de fuera del patio se extiende un gran huerto, cercadas en redor por
un fuerte vallado sus cuatro fanegas; unos árboles crecen allí corpu-
lentos, frondosos: hay perales, granados, manzanos de espléndidas po-
mas; hay higueras, que dan higos dulces, cuajados y olivos. En sus ra-
mas jamás falta el fruto ni llega a extinguirse, que es perenne en verano e
invierno; y al soplo continuo del poniente germinan los unos, maduran
los otros: a la poma sucede la poma, la pera a la pera, el racimo se deja un
racimo y el higo otro higo (…) de las uvas vendimian las unas mientras
pisan las otras; (…) Por los bordes del huerto ordenados arrietes produ-
cen mil especies de plantas en vivo verdor todo el año"17.
Es en los versos que siguen donde con más claridad Hesíodo habla de la
agricultura como de un trabajo ritual, es decir como un actividad nece-
saria para el hombre, de modo que desvelar ciertos secretos concer-
nientes al crecimiento rápido de la espiga o de la vid, vendría a ser
quitarles un estímulo, además de constituir una profanación del propio
“secreto iniciático”.
"oculto tienen los dioses el sustento a los hombres; pues de otro modo
fácilmente trabajarías un sólo día y tendrías para un año sin ocuparte en
nada […] y cesarían las faenas de los bueyes y de los sufridos mulos"20.
20 Ibid. 41-47.
Perséfone con Hades y los frutos de la tierra esperando nacer al nuevo día.
Museo Nacional de la Magna Grecia, Reggio Calabria.
VII
Casi siempre que aparecen actos de secuestro en los relatos sobre los
dioses y los héroes, estamos ante dramas simbólicos y una forma de
explicar el rapto que sufre el alma que es seducida o atraída por el amor
al Conocimiento. Cuanto más inocente y virgen sea esta alma, mayor
atractivo tiene para el espíritu ya que así puede modelarla de acuerdo a
él mismo y hacer de ella su paredro. No su gemela, sino su esposa, su
igual a la que poder inspirarle toda clase de cosas bellas y sorprenden-
tes. Eso mismo se cuenta precisamente acerca de las musas de las que se
dice que cuando se apoderan de un alma para inspirarla la transportan a
sus moradas donde le enseñan odas y otros poemas que sirven para la
enseñanza de las generaciones nuevas.
El proceso iniciático del alma es asimilado al de la semilla secuestrada
por Amor para fecundarla y devolverla de nuevo al mundo trasforma-
da ya en su esposa. A esta clase de amor se refieren precisamente las le-
yendas que funden a Perséfone con Afrodita-Venus. Esta unión de los
contrarios, a veces forzada, señala que ambas partes del ser humano
(alma y espíritu) han de vivir juntas el paso por la caverna iniciática.
Morir o disolverse juntos para nacer finalmente a su unidad. Es lo que
en el Hermetismo y la Masonería se conoce como la realización de las
“bodas alquímicas”. Orfeo se refiere a este mito invocando a la bella
Afrodita en estos términos:
VIII
SIMBOLISMO DE LA GRANADA
mujeres.
jando continuamente las aristas hasta lograr hacer de ella una piedra
cúbica, apta para la construcción del edificio.
Todos los árboles son un símbolo del eje y un modelo del cosmos. Sus
raíces, tronco y copa lo hacen ser una expresión de esa estructura. Asi-
mismo, y apoyándonos en lo expuesto por René Guénon, señalemos que
el granado es uno de esos árboles especialmente asociados a la luz y a
las armas vegetales, como serían los cuernos en el simbolismo animal,
debido a las espinas de sus ramas, como es la acacia, la rosa, el acanto y
otras plantas cuyo simbolismo desempeña un papel importante, espinas
que evocan la idea de elevación y símbolos de los rayos luminosos.26 En
el mito de las dos diosas, Deméter y Perséfone, se une amor y muerte, lo
dulce con lo amargo, tal el sabor de la granada. Se trata de un símbolo
donde se expresan de modo vegetal los misterios del amor y de la
muerte, de los que se dice en los textos del Programa Agartha:
Por eso los griegos contaban que en Chipre, el único árbol que Afrodita
había dejado crecer era un granado. "Nací con la corona" es la divisa de
la ciudad de Granada, España, y es que la granada nace, efectivamente,
coronada por Naturaleza, y esto no es un artificio del lenguaje sino que
pág. 192.
IX
29 Son varios los autores que cuentan que en los lugares de culto a Dionisos
existían fuentes de las que el agua en ocasiones se transformaba en vino. Uno
de ellos es el poeta Propercio, nacido en Asís (49 a 16 a.C), y quien gozaría de
la amistad de Virgilio y de Ovidio. Dice en un himno al Dios que en Naxos el
vino manaba de una fuente, y W. F. Otto, en su libro sobre Dionisos, ya citado,
que este milagro debió suceder en las bodas del Dios con Ariadna, sobre la que
volveremos más adelante, lo cual lo identificaría con el primer milagro de
Cristo en las Bodas de Caná.
El Mêru es para los hindúes un monte celeste y mítico además de eje del
Mundo, pues representa la parte de la tierra cuya prominencia más se
acerca al Cielo. Idéntico significado tuvo para los persas el monte Alborj,
o para los hebreos el Sinaí y Moriah, el Qaf para los árabes o el Uluru
para los aborígenes australianos.
Las vicisitudes para que el niño sagrado crezca y se desarrolle no se
acaban con este segundo nacimiento, ya que Zeus se ve obligado a ocul-
tar a Dionisos a su esposa Hera, por ser esta, como hemos dicho, tan
terriblemente celosa del orden matrimonial. Por lo que Zeus confía al
recién nacido a su otro hijo, Hermes, nacido de su relación con la plé-
yade Maya. Pues se da la sorprendente circunstancia de que Hermes es
el único de los hijos “extra-matrimoniales” de Zeus a quien Hera estima
y el único al que incluso alimentó con su propia leche. El encargo que
Hermes lleva de Zeus es el de entregar a Dionisos, al niño dios, en los
brazos de la hermana de Sémele, de nombre Io, o Ino, quien tenía un ho-
gar con su marido Atamante y sus dos hijos. Se cuenta que Hermes per-
suadió al matrimonio para que criasen a Dionisos como si fuera una
niña, para que no pudiera ser reconocido por Hera. Este es un hecho
simbólico que se relaciona con el carácter hermafrodita de la deidad,
remarcado en estas otras palabras de Ovidio:
"Porque tú gozas de juventud imperecedera, tú eres el eterno niño, tú
bellísimo, eres admirado en el alto cielo, y tu rostro, cuando te muestras
sin cuernos, es como una virgen32".
Sin embargo, la diosa, que acaba por enterarse del paradero del niño,
trama contra este un plan perverso: volver locos a los dos tutores del
pequeño para que sean ellos mismos quienes acaben con la vida de su
protegido. Hera no consigue llevar a cabo totalmente su plan pues la
pareja, enajenada por la diosa, en lugar de dar muerte al pequeño
Dionisos-Baco, mata a sus propios dos hijos.
33 Himno L.
una entidad, y por tanto para una mentalidad sagrada es colaborar con
la obra del Creador, por eso se dice que los misterios del vino simbo-
lizan el Conocimiento y la propia doctrina tradicional. Guénon dice al
respecto que:
"el vino es a menudo tomado para representar la verdadera tradición
iniciática: en hebreo, las palabras iaïn, 'vino', y sod, 'misterio', se susti-
tuyen una a otra, en cuanto tienen el mismo número; entre los Sûfis el
vino simboliza el conocimiento esotérico, la doctrina reservada a la élite
y que no conviene a todos los hombres, lo mismo que no todos pueden
tomarlo impunemente. Resulta de ello que el empleo del vino en un rito
confiere a este un carácter claramente iniciático; tal es especialmente el
caso del sacrificio 'eucarístico' de Melki-Tsedeq", nombre que en la tradi-
ción judeo-cristiana recibe "el Rey del Mundo" cuyos atributos son la
Justicia y la Paz34.
Es así que Deméter, la diosa de las espigas y del pan, alimento principal
de los pueblos de Occidente, y Dionisos, dios de la vid y del vino, están
presentes en la figura simbólica de Melki-Tsedeq, al que según el Antiguo
Testamento se le atribuyen los misterios del pan y del vino. En cuanto a
las dificultades para sobrevivir que tiene Dionisos desde su más tierna
infancia, señalan uno de los momentos cíclicos en la historia del cosmos
entero, prefigurando el arquetipo de otro drama y de otro niño dios
también perseguido siendo infante, no por Hera sino por Herodes. Se
trata de Jesús, nacido en Belén ("Casa del Pan"), cuya sangre sacrificial,
siendo ya hombre, se simbolizó con el vino, símbolo de la doctrina resu-
citada por él, mientras su cuerpo se simbolizó con el pan. Está claro que
el espíritu travieso y animoso del vino no a todos sienta bien ni todos
pueden tomarlo con impunidad. Recordemos que uno de los epítetos de
Dionisos fue el de dios loco, debido a los efectos que su embriaguez
producía. Aunque sabido es que, como dice W. Blake, a través del
exceso también se puede llegar al palacio de la Sabiduría. No se trata
aquí sino de un exceso ritual pues el vino, como las plantas alucinóge-
nas, incluso el tabaco o ciertas pócimas, han sido consideradas por los
pueblos tradicionales plantas sagradas capaces de abrirnos aquellas
“puertas de la percepción” de que hablaba Aldous Huxley; y por tanto
su ingestión ha estado enmarcada dentro del rito. Una vez perdido el
respeto a la planta o sobrepasados sus límites, que son las medidas jus-
tas que tienen todas las cosas, éstas se vuelven contra aquel que las pro-
fana.
Ménades bailando.
En cualquier caso es obvio, como dice Walter F. Otto, que sin un poco de
locura no hay creación. Así habla Otto de Dionisos:
"es el dios frenético. Por él danzan frenéticas las Ménades. No hay que
preguntar por la razón de su trastorno y su fiereza, sino por el signifi-
cado de la demencia divina. ¡Un dios furibundo! ¡Un dios cuya esencia
forma parte de la demencia!",
y se pregunta:
"¿Qué habrán vivido o visto estos hombres para que una noción tan
monstruosa se abriese paso en sus mentes?"
Dionisos, como Hermes con su caduceo, simboliza las dos energías del
Cosmos, por tanto los extremos de las cosas, lo femenino y lo mascu-
lino, lo oscuro y lo luminoso o el yin y el yang, según el conocido sím-
39 Himno XLV.
40 Nos referimos a las Híades, ninfas conocidas también como "las lluviosas",
de las que se dice que por cuidar y hacerse cargo de Dionisos, Zeus las
recompensó con un lugar en el cielo. Y como sus hermanas las Pléyades
también son siete, y a las que podemos ver brillar durante Mayo dentro de la
constelación zodiacal de Tauro, la cual dibuja perfectamente la cabeza de un
toro. En realidad existen muchas más ninfas, todas ellas nacidas de Océano y
Tetis. Hesíodo dice que solo las oceánides, que guardan por todas partes la
tierra y las profundidades de las lagunas, son tres mil. De hecho están
presentes en las corrientes y en todo lo acuoso y húmedo, como las propias
hojas de los árboles o los pantanos. Sin embargo, siguiendo al poeta decimos
que arduo intento para un mortal es decir el nombre de todos esos espíritus.
41 Existe una leyenda española que explica por qué Santa Catalina, amante de
la filosofía y en especial de la obras de Platón, es patrona de la ciudad de Jaén,
leyenda que recuerda la propia historia de Atenea como consejera y estratega
en la guerra de Troya. Estando el rey Fernando III a punto de abandonar el
estado de sitio en el que tenía a la ciudad andaluza, recibió en sueños la visita
de Santa Catalina quien le aconsejó resistiera un día más. Como prenda de lo
que suponía seguir su consigna la Santa entregó al monarca las llaves de la
ciudad. Al día siguiente el mismo rey moro se presentó en el campamento cris-
tiano para hacer entrega de la ciudad. En la actualidad el 25 de Noviembre
Jaén sigue celebrando una romería en honor a su patrona, Santa Catalina de
Alejandría, cuyos atributos son la espada y la rueda de clavos.
de roca en las que suelen venir a libar las abejas el néctar, símbolo del
alimento que los dioses tienen destinado para dárselo a los mortales y
convertirlos en dioses, es decir en inmortales, por lo que esta ambrosía
no puede más que ser identificada con la Enseñanza iniciática, verdade-
ro alimento espiritual. Ánforas o copas, que son para el agua y el vino lo
que el corazón del hombre es para esta Enseñanza. Lo mismo dice el
pitagórico Porfirio al señalar que la miel que las abejas fabrican en las
cráteras y en las ánforas son un símbolo de las fuentes y por tanto de las
ninfas acuáticas y de la pureza de las aguas que éstas presiden, del mis-
mo modo que en la Tradición de Mitra la crátera se ha instituido en
lugar de la fuente, es así que:
"Fuentes y manantiales están estrechamente relacionados con las ninfas
acuáticas y más aún todavía con las almas-ninfas, a las que con pro-
piedad los antiguos llamaban abejas del placer. Por ello, Sófocles con
toda justeza dijo sobre las almas: un enjambre de muertos zumba y
marcha a lo alto. Y a las sacerdotisas de Deméter, como miembros ini-
ciáticos de la diosa ctónica, los antiguos las llamaban abejas, y a la propia
Coré la llamaron meliflua y a la luna por ser protectora de la procreación
la llamaban la abeja, y, entre otras razones, porque la luna es el Toro y el
Toro es la exaltación de la luna"42.
43 Ver Homero: Odisea, XIII, y Porfirio, La Gruta de las Ninfas. También René
Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XXXVI: "El
Simbolismo del Zodíaco entre los Pitagóricos." En este capítulo Guénon aclara
que aunque “los pitagóricos situaran la ‘puerta de los hombres’ al Norte y la
‘puerta de los dioses’ al Sur esto no entra en contradicción con los datos
proporcionados por la tradición hindú, y por otras muchas tradiciones, que
sitúan la puerta de los hombres al Sur y la puerta de los dioses al Norte.
Depende de cómo se encaren las situaciones respectivas de estas dos puertas:
en relación con el orden terrestre o con el celeste. En efecto, la puerta solsticial
de invierno, o el signo de Capricornio, corresponde al Norte en el año, pero al
Sur en cuanto al curso del sol en el cielo; análogamente, la puerta solsticial de
verano, o el signo de Cáncer, corresponde al Sur en el año, y al Norte en cuanto
al curso del Sol”.
"No hay cosa más dura que estar estancado sin recibir el soplo o el viento
del Espíritu, o de los espíritus, al menos".
Estas ninfas son una experiencia del alma vivida sólo por aquel que está
haciendo el camino de su realización espiritual y que pretende el regre-
so a su morada celeste. El agua las representan, tanto la de los lagos
como las de las fuentes dulces y medicinales, así como las aguas saladas
e impetuosas. Asimismo las selvas frondosas y los bosques umbríos, sir-
ven para describir la sensación que se vive en el encuentro con las ninfas
y también otras deidades. Se trata aquí de describir el viaje iniciático, tal
cual Dante lo hiciera en La Divina Comedia, que como en la historia de
Deméter, Dionisos y Orfeo (quien también bajó al mundo subterráneo
en busca de Eurídice, su esposa muerta), incluye un descenso a los infi-
ernos, un periodo de purgatorio y finalmente la ascensión a los distintos
cielos, siendo esta la descripción simbólica con la que tradicionalmente
se ha descrito el viaje iniciático. A pesar de vivir en oquedades, los hilos
con los que las ninfas elaboran sus tejidos son siempre luminosos; se
trata de los rayos que entran por las dos puertas de su gruta, siendo con
esos hilos con los que llevan a cabo su divina confección.
LA MEMORIA DE CALÍOPE
2018