Sei sulla pagina 1di 30

Normalidad y locura

Rechazo y fascinación de la figura del loco a lo largo de la historia de la humanidad. La mirada de


filósofos, médicos, psicólogos y psiquiatras. Y los modelos contemporáneos y características que definen
a una personalidad como normal.

Por Elías Norberto Abdala*

a locura, los comportamientos aberrantes o extraños, la posibilidad de apartarse de la normalidad y no


atenerse a las convenciones sociales han sido siempre, a lo largo de la historia, motivo de rechazo, tanto como
de fascinación. El loco, durante siglos, estuvo al mismo nivel que el apestado: cuánto más lejos se estuviera
de él, mejor. Y no porque fuera a contagiar su locura, sino porque rompía con la normalidad y su actitud
resultaba muy inquietante.

La enfermedad mental también ha tenido siempre un atractivo perturbador, por esa misma ruptura con lo
cotidiano que vuelve inquietante la figura del demente, ya sea como simple atracción para la burla o el
divertimento o como ente hermético que despierta una curiosidad malsana y permite contemplar sus actos sin
inhibiciones.

La historia de la locura comienza y se confunde con los primeros filósofos griegos. A pesar del carácter lógico
de la filosofía y de la medicina griega, en la Antigüedad se consideraba que los enfermos debían curarse por
medio de la religión; se creía que los espíritus y los demonios trabajaban tanto para el mal como para el bien
de las personas. Esculapio, dios griego de la medicina, tenía sus templos y sus sacerdotes. Esta concepción
religiosa, en cuanto al origen y curación de las enfermedades –de todo tipo, incluyendo las mentales–, perduró
durante siglos. Cuando un hombre enfermaba, los antiguos decían que estaba poseído por un espíritu maligno,
y la idea parecía especialmente certera cuando el afectado hacía y decía cosas incoherentes. Como nadie
actuaría así por propia voluntad, la gente lo atribuía al “demonio que llevaba dentro”. Por eso, las sociedades
primitivas trataban al enfermo mental con sumo temor: el loco era alguien que había sido “tocado” por el
dedo de un ser sobrenatural. La epilepsia, enfermedad típica del cerebro, se atribuía a un supuesto demonio
que había invadido el cuerpo de la persona afectada; por eso los griegos llamaban a esta patología “el mal
sagrado”. El tratamiento consistía, entonces, en intentar ahuyentar o exorcizar a los demonios.

Sentido común. Hipócrates adoptó un enfoque que resultó original para los griegos, pues creía que lo que
había que hacer era tratar al paciente, y no preocuparse por los supuestos demonios que pudiera haber dentro
de él. En realidad, Hipócrates no fue el primero en pensar así, ya que en antiguas civilizaciones de Babilonia y
Egipto hubo médicos que defendían esta postura. Él mismo había estudiado en Egipto. Sin embargo, es la
obra de Hipócrates la que ha sobrevivido y su nombre el que quedó asociado a este salto histórico. La escuela
hipocrática, que permaneció vigente durante siglos, utilizaba el sentido común para tratar a los pacientes.
Carecían de medicinas, instrumental y teorías adecuadas, pero poseían la capacidad de observación y
empezaron a adoptar perspectivas y a practicar técnicas revolucionarias, en relación con lo que se hacía hasta
entonces: eran partidarios de que el enfermo gozara de aire fresco, de un entorno agradable y tranquilo, y de
una dieta equilibrada a base de alimentos sencillos. Se atenían a reglas simples para los tratamientos, evitando
cualquier extremo y prescindiendo de ritos mágicos.

Los escritos de toda la escuela hipocrática están reunidos, sin distinción de autores, en el Corpus
Hippocraticum, y es imposible saber a ciencia cierta quién escribió cada parte y cuándo. La más conocida es
un juramento que tenían que prestar los médicos de la escuela para ingresar en la profesión y que hoy se sigue
utilizando. Se sabe que no fue escrito por Hipócrates ya que entró en uso hacia el año 200 d. C., seis siglos
después de su muerte. En la era hipocrática, las categorías de las enfermedades mentales eran de tres clases: la
frenitis (trastornos mentales agudos más fiebre), la manía (agitación sin fiebre) y la melancolía (trastornos
crónicos sin agitación ni fiebre).

Galeno (129-199 d.C.) fue el más destacado médico de la antigüedad después de Hipócrates. Sus estudios
sobre la anatomía de los animales y sus observaciones sobre el funcionamiento del cuerpo humano dominaron
la teoría y la práctica de la medicina durante 1.400 años. Alrededor del año 161, Galeno se estableció en
Roma, donde alcanzó gran renombre por su habilidad como médico por sus disecciones de animales y sus
conferencias en público.

Se cree que en el año 169 el emperador Marco Aurelio lo nombró médico de su hijo, Lucio Aurelio Cómodo.
Galeno disecó multitud de animales, en especial cabras, cerdos y monos, para demostrar cómo los distintos
músculos eran controlados a diferentes niveles de la médula espinal. Develó las funciones del riñón y la
vejiga e identificó siete pares de nervios craneales.

También demostró que el cerebro controla la voz y que las arterias transportan sangre, poniendo fin a la idea
vigente, durante cuatrocientos años, de que lo que transportaban era aire. Describió también las válvulas del
corazón, e indicó las diferencias estructurales entre las arterias y las venas, pero no llegó a concebir la
circulación de la sangre. Sus observaciones sobre la anatomía fueron sus aportes más duraderos. Sus escritos
médicos, traducidos por pensadores árabes durante el siglo IX, gozaron de una gran consideración entre los
médicos humanistas de la Europa del Renacimiento. Además, desarrolló la llamada teoría de los
temperamentos de los hombres (sanguíneo, flemático, colérico, melancólico) y afirmó que las enfermedades
del alma eran lesiones de la sensibilidad y de la inteligencia debido a un trastorno del cerebro o cualquier otro
órgano. Para él, la histeria se producía como consecuencia de la contaminación de la sangre a causa de la
retención del líquido seminal femenino, lo que producía la irritación de los nervios y, en consecuencia, las
crisis histéricas.

Celius Aurelien (siglo V) fue el último gran médico latino que se apoyó en la observación y el positivismo y
realizó una síntesis de los conocimientos adquiridos por sus predecesores.

Gracias a él, en el derecho romano se instituye la incapacidad del enfermo mental. El “mente captus” es
siempre un incapaz, el “furiosus” puede tener intervalos de lucidez. Los alienados considerados inofensivos
podían convivir con sus familias, mientras que los peligrosos eran encerrados como prisioneros comunes.

Oscurantismo. Tras la muerte de Galeno, concluye una etapa de esperanza en la concepción y tratamiento de
las enfermedades mentales, y aparece un largo período de oscurantismo, que se extiende, salvo algunas
honrosas excepciones, prácticamente hasta el siglo XVIII o, incluso, inicios del XIX. El legado de griegos y
romanos sería continuado, sin embargo, por otras culturas. En Alejandría se desarrolló la medicina con gran
eficacia y se atendieron con especial dedicación los problemas psiquiátricos. A los enfermos mentales se los
cuidaba en sanatorios donde el ejercicio, las fiestas, la relajación, la hidroterapia, los paseos y la música
formaban parte fundamental del tratamiento. Y en Bagdad, se construyó en el año 792 el primer hospital
psiquiátrico de la historia; mientras que en el mundo cristiano-occidental, el primer manicomio fue el Hospital
de Santa María o dels Ignoscents, Folls e Orats, fundado en Valencia el 10 de junio de 1410. Eran, pues,
relativamente afortunados los que caían enfermos fuera de Europa, ya que en el Viejo Continente, los
afectados por enfermedades mentales corrieron peor suerte. Durante toda la Edad Media, gran parte del
Renacimiento y, en algunos lugares, incluso hasta el siglo XVIII, la locura fue terriblemente incomprendida.

La Edad Media cubre un largo período de 10 siglos: desde el 476, con la caída del imperio romano de
Occidente, hasta la toma de Constantinopla por los Turcos en 1454. En la Edad Media –también llamada Edad
de la Locura– el poder se repartía entre los señores feudales y la Iglesia, ambas con una organización feudal.
En esa estructura, quien no encajaba con el régimen era considerado un subversivo, ya que iba en contra de lo
establecido, un hereje o un brujo. Los locos eran seres endemoniados, los médicos así lo dictaminaban y esas
personas quedaban, de manera inmediata, a cargo de la Inquisición. Por esta institución fueron quemados en
la hoguera millares de personas consideradas “brujos o brujas”, por desarrollar una vida de algún modo
distinta de lo que se consideraba adecuado. Eran sobre todo mujeres, que mostraban síntomas histéricos o
manifestaciones atípicas de vida sexual. Por ejemplo, el hecho de que se juntaran un hombre y una mujer sin
casarse, determinaba que pudieran ser denunciados a la Inquisición. El loco era simultáneamente malhechor
(como cualquier criminal) y víctima (enfermo); se borraban así las diferencias existentes entre criminal y no
criminal, entre inocente y culpable.
Durante la Edad Media fueron tres los poderes que juzgaban al loco: el jurídico, el religioso y el médico, y no
siempre coincidían en sus apreciaciones. Para la medicina, la teología y el derecho, que constituían el dominio
en los tiempos medievales, a veces la confusión era tal, que como simplificación, se asimilaba locura con
posesión diabólica. El Renacimiento (en contraste con el oscurantismo de la Edad Media) es un momento de
dura crítica hacia las ideas establecidas; es una época de reflexión, y una vuelta al estudio de la cultura griega
y latina.

Desiderio Erasmo de Rotterdam, quien en su juventud tomó los hábitos eclesiásticos –de los que prefirió
alejarse al poco tiempo para vivir como preceptor de familias nobles– fue el autor de Elogio de la locura, obra
en la que describía, principalmente, dos tipos de locura: una, aquella que lleva al ser humano, a cometer
crímenes, actos violentos y atentar contra sí mismo y contra los que lo rodean, siempre con resultados tristes y
fatídicos; y otra, la buena locura, aquella que libera al hombre y lo lanza realmente a la vida, “salvándolo de
los miedos y sentimientos que lo hacen arrastrar sus días por el mundo como si fuese un muerto”. De esta
última disfrutaban “los ancianos y los niños que vivían con desenfado, riendo con facilidad, sin preocuparse
por los días venideros, unos por viejos y otros por inocentes”. Este tipo de locura era también la responsable
del amor, el matrimonio y, por ende, de la supervivencia de la humanidad misma.

Durante el Renacimiento, la locura es vista como la encarnación del mal. Es en esta época que aparece la
denominada “nave de los locos”, que ocasiona la existencia errante de los insanos mentales. La nave se
utilizaba para expulsar del territorio común a los seres molestos que pudieran poner en riesgo la seguridad de
los otros ciudadanos.

Este viaje hacía las veces de “barrendero” humano, aunque se consideraba entonces que de esa forma, al
mismo tiempo que se protegía la seguridad de la mayoría, se le otorgaba al loco la posibilidad de su
purificación. En el marco de este oscuro panorama, no dejaron de aparecer ciertas excepciones. Así, San
Agustín acepta que la razón puede modificar los trastornos del ánimo mejor que la fuerza, y Santo Tomás de
Aquino reconoce que el alma no puede enfermar y, por lo tanto, la locura debe ser un mal relacionado con el
cuerpo, susceptible de tratamiento. Durante el Renacimiento español, José Luis Vives (1492-1540) negará
rotundamente el origen sobrenatural de la locura, y dos de sus contemporáneos, Frenel y Paracelso,
establecerán estrechas relaciones entre el cuerpo y la mente. Sus voces, sin embargo, no tuvieron la fuerza
suficiente como para evitar que al loco se lo siguiese tratando como a un endemoniado y a la loca como a una
bruja. Con la aparición de los hospitales se pone en evidencia una contradicción entre una situación pionera,
en términos hospitalarios, y el retraso de la ciencia. Lo que se buscaba con el hospital era, en realidad y
nuevamente, retirar de la circulación a los individuos que pudieran perturbar el orden. Resulta significativo
que los promotores del hospital fueran una suerte de mercaderes cuya función era mejorar la imagen de su
ciudad. Al hospital iban los locos y otros que no lo eran, aunque a todos se les aplicaba la práctica de la
época: sangrías y, si era necesario, encadenamiento. No había una asistencia médica al enfermo. El médico
como tal, no tenía autoridad, derechos ni poder en la institución, y tampoco podía contar con que el
tratamiento que se le diera estuviera asentado en alguna teoría científica.

Tendrían que pasar algunos siglos más de encierros y torturas antes de que el conocimiento de la enfermedad
recibiese un impulso favorable, de la mano del francés Philipe Pinel (1745-1826).

En plena Revolución Francesa, este insigne médico que fue nombrado por la Comuna director del Hospital de
La Bicètre y luego de La Salpêtrière, realizó dos gestos simbólicos: liberar de las cadenas a todos los
enfermos mentales y sustituir el término “loco” por el de “alienado”. Su mayor aporte fue, sin embargo, el de
conferir rango científico al tratamiento de la mente enferma.

Fue Pinel quien elaboró una completa clasificación de los trastornos mentales –que entraban en la categoría
de melancolía, manía, demencia o idiocia–, y sentó las bases de un tratamiento moral de la mente que debía
seguir los mismos protocolos que los tratamientos físicos para el cuerpo. Además, propuso la creación de
cuerpos médicos especializados e instituciones exclusivas para el cuidado y curación de los enfermos
mentales, que son el precedente de los hospitales psiquiátricos actuales. Por todo ello, se le considera uno de
los padres de la psiquiatría moderna.
Otro médico importante fue François Leuret (1797-1851), quien reformó también el régimen carcelario de los
asilos franceses al liberar a los dementes de los grillos y cepos, y abrir, literalmente, las ventanas de los
hospicios a la luz del sol. Leuret se convirtió en un cruzado de la línea psiquiátrica “moral”, que consideraba a
la locura un error del entendimiento: la locura era, desde su visión, “pasiones e ideas” y por ende era pasible
de ser curada a través de una reeducación emocional. Su cura moral consistía en “representar ante los
alienados el desorden de sus actos y la causa de su delirio”, y su método proponía técnicas de disuasión que
en numerosos casos condicionaba eficazmente la conducta del enfermo.

A partir de Pinel, el estudio científico de la locura no alcanza su culminación hasta fines del siglo XIX y
principios del siglo XX, cuando figuras como las de Emil Kraepelin (1856-1926), que construyó una
cartografía sistemática de la psicopatología que aún se utiliza, Sigmund Freud (1856-1939), creador de la
teoría psicoanalítica, iluminador del inconsciente y adelantado de una nueva forma de psicoterapia dinámica,
y Karl Jaspers (1883-1969), fundador de la psicopatología moderna, dan forma al actual acercamiento a la
enfermedad mental desde el punto de vista de las ciencias positivas y de la razón.

En estas últimas décadas, avanzan las neurociencias con un paso casi arrollador, especialmente desde la
década de 1950, con el descubrimiento de los psicofármacos, hecho que impulsó la investigación científica de
los misterios del cerebro y las enfermedades mentales.

Locura y normalidad. En el lenguaje cotidiano, la palabra “loco” es una de las más escuchadas. La usan los
jóvenes para reconocerse como pares, la emplean las personas para descalificarse unas a otras, se usa cuando
hay que describir algo creativo, algo fuera de lo común. Lo curioso, es que se utiliza un término que define a
personas enfermas. Lo normal y lo anormal no son categorías definitorias de una enfermedad mental, sino
que, a la inversa, se conformarán según la noción de locura que se tenga en ese momento.

Cuando existe alguna enfermedad médica de cualquier índole, por lo general, no existen dificultades para su
detección y diagnóstico. Pero no sucede lo mismo con los trastornos psicológicos o psiquiátricos. Con
frecuencia surgen las preguntas: ¿Cómo se los identifica? ¿Qué los produce? ¿Cómo pueden curarse?
Distintas ramas de las ciencias se han preocupado por la enfermedad mental, especialmente la psiquiatría y la
psicología, pero también la filosofía, en su aspecto existencial y ético.

En su origen, la psiquiatría –tal como lo dice la etimología de la palabra: psyché, alma y iatreía, curación–
significa curación del alma. Como ciencia, se ha ocupado específicamente del estudio de las enfermedades o
patologías mentales y su forma de curación o tratamiento. Mientras que la psicología, en cambio, se ha
preocupado del estudio del psiquismo, sus facultades y operaciones, como ciencia de la vida mental. Así, la
diferencia originaria entre estas dos disciplinas es que la psiquiatría estudia los procesos mentales en la
enfermedad, y la psicología estudia los procesos mentales en la normalidad. No obstante, en la actualidad,
ambas disciplinas se combinan, ya que la psiquiatría también estudia los procesos mentales como tales,
además de observar sus patologías, y la psicología también incursiona en las patologías mentales, estudia la
relación entre lo normal/anormal y los posibles tratamiento, además de atender a los procesos mentales como
tales.

Ambas se dedican a los diversos estados de la salud mental, a su tratamiento y a la prevención; la diferencia
radica, como se señaló, en que la psicología se dedica más a los estados de salud mental dentro de la
normalidad –que van desde el normal al neurótico–, mientras que, en cambio, la psiquiatría se dedica a la
salud mental en su anormalidad, llegando a los trastornos más severos, como las psicosis.

La psiquiatría ha logrado hoy en día elaborar un listado y una clasificación de las enfermedades mentales
bastante amplia, basada en las investigaciones que se han hecho a nivel mundial, tanto en las sociedades
occidentales como en las no occidentales. En realidad, la psiquiatría no se ha preocupado tanto por delinear la
frontera que divide lo “normal” de lo “anormal”, como por caracterizar a la primera como un estado de salud
mental en que no se evidencian síntomas anormales psíquicos o emocionales, ni dolores, sufrimientos,
molestias o incapacidades. Aunque este criterio delimita lo que puede considerarse como “razonablemente
normal”, no aclara con precisión cuál es el concepto exacto de normalidad. La “adaptación”, un criterio muy
usado en la psiquiatría actual para delimitar lo normal de lo anormal, también resulta cuestionable, pues hay
muchas situaciones sociales o históricas en que la capacidad de adaptarse plenamente puede resultar más un
signo de enfermedad que de salud mental (adaptarse, por ejemplo, al terror impuesto por el régimen nazi,
durante la Segunda Guerra Mundial).

Otro aspecto es el cultural. En muchos países donde conviven grupos humanos de diversas culturas, aun
cuando una de ellas sea la dominante, ¿cómo aplicar parámetros generales de salud y enfermedad válidos para
todas las personas, si cada grupo tiene su propia concepción y sus propios parámetros sobre el tema? ¿Qué
hacer entonces, frente a este hecho?

Los seres humanos, viviendo en sociedad, adoptan criterios culturales que tienen un carácter universal –pues
se dan igualen todos los grupos humanos– y los organizan de acuerdo con las situaciones y necesidades que se
presentan en su grupo, originando la cultura, particular de cada sociedad. Cada grupo social con su cultura
representa un modo de ver y enfrentar el mundo, y los criterios de “normalidad” y “anormalidad” quedan
determinados por esa cultura particular y son el resultado de este juego de combinación y organización de los
materiales culturales.

Para los etnopsiquiatras existen dos principios universales: 1) que el hombre es un ser biológico y
funcionalmente único, perteneciente a la especie Homo sapiens y que, por tanto, responde siempre una misma
estructura psíquica, y 2) que los materiales culturales que utiliza el hombre en sus relaciones interpersonales
dentro del grupo social son los mismos, no importa dónde viva ni en qué tipo de sociedad esté inmerso
(Laplantine, 1979).

Alguien dijo irónicamente, alguna vez, que la única diferencia que existe entre las personas que están dentro
de las instituciones mentales de aquellos que están afuera, es que estos son la mayoría. Si los locos fueran la
mayoría, seguramente los cuerdos estarían internados.

El poder. Para el filósofo y psicólogo francés Michel Foucault (1926-1984), sin duda uno de los pensadores
posmodernos más influyentes del siglo XX, esto no era un chiste, sino una teoría sociológica. Según él, son
los que ejercen el poder quiénes definen lo que es normal y lo que no lo es. Cualquier sociedad puede definir
la locura de manera tal que ciertas personas caigan en esa categoría y sean aisladas.

El poder no sólo determina la normalidad y la locura, sino también el conocimiento. Muchas veces se ha
dicho que el conocimiento produce poder; pero Foucault le da una vuelta más de tuerca y afirma que, de la
misma manera, el poder produce conocimiento. Los que tienen el poder determinan lo que es normal, lo que
es justo y lo que es verdadero.

Dentro de la psiquiatría y la psicología contemporáneas existen distintas perspectivas del concepto de


anormalidad:

1) el modelo médico, en que el comportamiento anormal es consecuencia de una falla fisiológica;

2) el modelo psicoanalítico, para el que la anormalidad provendría de conflictos no resueltos originados en la


infancia y que surgen de deseos contrapuestos vinculados al sexo y a la agresión;

3) el modelo conductual, que sostiene que el comportamiento anormal en sí mismo es lo que se debe tratar y
modificar, sin concebir ese comportamiento como síntoma de algún problema médico o psicológico
subyacente;

4) el modelo cognitivo, que sugiere que los pensamientos y las creencias erróneas son el componente central
del comportamiento anormal;

5) el modelo humanista, que sostiene que las personas son fundamentalmente racionales y que deberían fijar
sus propios límites acerca de lo que constituye el comportamiento adecuado;
y 6) el modelo sociocultural, que sugiere que los comportamientos normales y anormales son determinados
por la familia, la sociedad y las influencias culturales.

Los distintos modelos enfocan, desde distintas perspectivas, la anormalidad, algunos trazando caminos más
abiertos para determinarla según los individuos (como el modelo humanista), pero siempre según lo que está
fuera de la norma, de acuerdo con un establecimiento moral y de costumbres. Si bien lo anterior es válido, la
línea entre lo normal (cordura) y anormal (locura) resulta delgada y movible, por lo que se hace difícil su
delimitación categórica, ya que esta se modifica según las relaciones que puedan caracterizar una época
determinada, las costumbres, las sociedades y culturas; de algún modo, por ello vemos que hoy en día existen
distintos parámetros de anormalidad, que, no obstante, obedecen a un canon ético, de control y orden. La
medicina del siglo XIX creyó establecer las normas de lo patológico y lo anormal, y que estas serían
perpetuas; en cambio, hoy en día, hay consenso sobre la relatividad de lo normal y el límite que marca el
inicio de lo patológico, ya que se considera que estos parámetros varían junto a las transformaciones
históricas, sociales, económicas.

La normalidad. Puede decirse que existen distintas clases de normalidad, que dependen siempre de los
parámetros y convenciones que se adopten para definirla:

1) Normalidad Mental: engloba no sólo el concepto de normalidad biológica y psíquica, sino también
sociológica, ya que el individuo vive en grupo, en sociedad y el solo hecho de que no acepte los patrones
sociales, puede hacer que la persona sea considerada como anormal o como enfermo mental.

2) Normalidad Estadística: es aquella que se define a partir de la mayoría de los casos y de las situaciones. No
siempre es verdadera y se presta a falacias estadísticas. La normalidad estadística constituye el modo y la
media de un hecho susceptible de ser medido.

3) Normalidad Clínica: Es la ausencia de enfermedad. Esto es relativamente cierto, porque no hay un límite
exacto entre enfermedad y salud, médicamente hablando. Por ejemplo, una persona psiquiátricamente puede
no padecer ninguna enfermedad mental, pero si es mentirosa, ¿se puede hablar de anormalidad mental en este
caso?

4) Normalidad Biológica: es la capacidad de una persona de permanecer dentro de determinados patrones


biológicos. Por ejemplo, el ciclo de vigilia, sueño, apetito, etc. Psíquicamente se puede decir que una persona
no padece ninguna enfermedad, pero si no duerme (insomnio) o presenta anorexia (falta de apetito), ¿se trata
de un individuo normal?

5) Normalidad Cultural: la persona normal es aquella que acepta una norma o modelo cultural impuesto por
su grupo. Así, el patrón cultural impuesto es que se respeten los símbolos patrios o que se use el cabello corto;
entonces, si una persona que no padece una enfermedad mental, pero no usa el cabello corto como los demás
o no le importan los símbolos patrios, ¿está mentalmente sana? La O. M. S. (Organización Mundial de la
Salud) manifiesta que la “salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la
ausencia de afecciones o enfermedades”. Implica, entonces, el equilibrio biológico, psicológico y
sociocultural de un individuo.

En este marco, las características de una personalidad psicológicamente normal serían:

• Flexibilidad: los individuos saben reaccionar ante las situaciones de diversas formas. Poseen un repertorio
amplio de conductas y utilizan una u otra para adaptarse a las exigencias de la vida, en vez de comportarse de
un modo rígido e inflexible.

• Vida variada: la vida de los sujetos es heterogénea, los individuos realizan diversas actividades, en vez de
centrar su vida alrededor de un mismo tema.
• Tolerancia: soportan situaciones de presión y se enfrentan a ellas sin dejarse abatir ante las dificultades y
contratiempos.

• Objetividad: el criterio general se ajusta a la realidad (en la forma de verse a sí mismo, al mundo y a los
demás). Después de analizar los diferentes parámetros de la normalidad, se comprenderá que llega a resultar
difícil para un psicólogo o un psiquiatra determinar si una persona es o no es normal. Esta dificultad la
comparten los jueces y los magistrados ya que el psiquiatra o el psicólogo pueden asegurar que una persona
no es normal, mientras que al jurista puede parecerle que el acusado cabía en los parámetros de normalidad
cuando delinquió.

*Profesor Titular de Psiquiatría de USAL Y IUSAM. Autor de “Nuestras locuras privadas”.

LAS PSICOTERAPIAS

INTRODUCCION A LAS ORIENTACIONES PSICOTERAPEUTICAS PARA PROFESIONALES SANITARIOS

Juan José Ruiz Sánchez

Justo José Cano Sánchez

2. DESARROLLO HISTORICO DE LA PSICOTERAPIA

Las raíces de la psicoterapia se remontan hasta diferentes tipos de saberes desarrollados en la cultura
occidental y procedente de la magia, la medicina, la filosofía y la religión. Todas estas actividades se
refirieren al hecho de que la vida humana es inherentemente problemática. El hombre se ve enfrentado a
vivir consigo mismo y con los demás. Esta convivencia subjetiva y relacional genera problemas que suele ser
clasificados como conducta anormal o desviada socialmente. Este elemento convivencia junto con el de la
anormalidad ha sido abordado de diferente manera a lo largo de la historia.

A. Sociedades primitivas:

En las sociedades tribales primitivas las explicaciones sobre las causas de la anormalidad están conectadas a
las metáforas sobrenaturales y místicas. Las explicaciones son de tipo animista.

La enfermedad se debe a un fenómeno de posesión, un alma extraña ocupa el lugar del alma del paciente.
La ceremonia terapéutica consiste en un ritual, ejercido por el hechicero o chaman, por lo general en
presencia de la tribu, que tiene por objetivo el retorno del alma del paciente y la expulsión del alma
posesiva. La practica exorcista (Ellenberger,1970) como ejecución de este ritual puede adoptar tres formas:
La primera consiste en expulsar al espíritu maligno mediante procedimientos "mecánicos" como los ruidos,
los malos olores, o incluso golpeando al poseidilla segunda consiste en transferir el espíritu maligno a otro
ser, en general un animal, y la tercera consiste en intentar extraer el espíritu maligno por medio de conjuros
o procedimientos psíquicos (práctica que luego retomó y normalizo la Iglesia católica).

Las religiones organizadas también desarrollaron sus propias concepciones sobre la anormalidad y su
tratamiento, y sirvieron de base a un pensamiento más racional que aparece después en Grecia y el mundo
antiguo. Las obras de Lao? se en China, Buda en la India, Tales de Milete y Protutoras en Grecia, aunque
aparecen alejadas y divergentes tienen en común el distinguir entre un mundo "aparente" y otro mundo
mas "real o verdadero".

B. Grecia y el mundo antiguo:

Es en Grecia donde surge el origen de la psicoterapia actual, sus orígenes derivados de su tradición filosófica
y médica. Se produce una transición desde el animismo hasta la mentalidad racional (Lain, 1958).

Aristóteles se refiere a los distintos usos de la palabra, que se usaba en Grecia para fines curativos. Se refiere
a la palabra persuasiva como ensalmo. Platón habla de cómo el discurso bello produce un estado de
armonía en todas las partes del alma (sophrosyne), que facilita la acción de los productos químicos. Incluso
algunos historiadores han visto en la obra de Platón observaciones sobre las pasiones, sueños e
inconscientes que anteceden al pensamiento de Freud.

Otro aspecto destacable de la sociedad griega era la existencia de las escuelas filosóficas (pie Academia
platónica, Liceo aristotélico, Casa Jardín de Epicuro, etc) donde se cultivaban formas o estilos de vida con su
propio entrenamiento psicológico, como las técnicas de autocontrol, recitación, memorización y control de
la dieta. Estas escuelas no solo eran contextos bien estructurados alrededor de una doctrina filosófica sino
tambien, como se ha apuntado, formas o estilos de vida. De estas concepciones destacamos las de
Aristóteles que proponía la doctrina de la virtud como forma de llevar a cabo los fines racionales de la
naturaleza humana. La virtud era el medio de establecer el justo término medio entre dos extremos viciosos.
La alternativa estoica (Zenón de Citio, Epicteto,..) consistía en el control de las pasiones que generaban
excesos irracionales. Para ello se trataba de modificar las falsas opiniones que la generaban
(representaciones engañosas de las cosas) mediante ejercicios escritos o verbales de meditación y
concentración (un claro antecedente de las terapias cognitivas).

Grecia es también una de las principales cunas de la medicina occidental. El pensamiento racional produjo
cambios relevantes en la concepción y clasificación de las enfermedades y la conducta anormal. Hipócrates
(s. IV a. de C.) se contrapone a las concepciones animistas y atribuye causas naturales a las enfermedades.
Son los estados internos del organismo los que producen las enfermedades. En concreto postula la
existencia de cuatro "humores" (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) que se localizan en determinados
órganos (corazón, cerebro hígado y bazo) y que a su vez se asocian a temperamentos específicos (sanguíneo,
flemático, colérico y melancólico). La salud resultaría del equilibrio de tales humores y la enfermedad de su
desequilibrio. El tratamiento de tales desequilibrios era de tipo somático, y aunque se intentaba ganar la
confianza del paciente se obviaba las motivaciones psicológicas. La importancia de este olvido de lo
psicológico, según López Morales (1970), ha limitado la historia posterior de la medicina, que ha relegado en
gran medida los aspectos psicológicos del ser humano.

Galeno (128-200) desarrolló la medicina hipocrática. Dividió las causas de las enfermedades en orgánicas y
mentales. Entre las causas mentales se encontraban las lesiones de la cabeza, los excesos de alcohol, los
temores, cambios en la adolescencia y en la menstruación y adversidades económicas o amorosas. Ante
estos trastornos proponía la guía de un tutor o pedagogo que aconsejaba como llevar una vida serena,
aunque en la mayoría de los casos era necesario un tratamiento somático.

C. Edad media y renacimiento:

Aunque el modelo galénico de la medicina sobrevivió durante la edad media, fue la Iglesia la que jugó un
papel central al considerar los trastornos mentales como producto de una voluntad sobrenatural, del diablo.
El pecado se constituye en la raíz de todo mal y la confesión en el procedimiento terapéutico para evitarlo.
En este contexto general predominaron dos tendencias sobre el pecado y su resolución: por un lado estaba
la postura inquisitorial, que alcanzo su auge durante el papado de Inocencio VIII con su "Sumís desodorantes
afectivas"(1484) y la obra de J. Sprenger y K. Kraemer "Malleus Malleficarum"(1488) que animaban a
descubrir y capturar los herejes y brujas y su "tratamiento”, que podía llegar a la tortura y quema; por otro
lado estaban los que animaban a alejarse del pecado de un modo más personal y humanitario como
Melchor Cano e Ignacio de Loyola.

La obra de Melchor Cano "Tratado de la victoria de sí mismo" propone una guía para evitar la vida viciosa,
centrada en los ejercicios espirituales periódicos que debían durar prácticamente toda la vida (concebía a la
naturaleza humana como débil). Ignacio de Loyola en sus "Ejercicios Espirituales" mantenía una visión más
optimista del cambio personal. Proponía una guía no solo para los ejercicios espirituales sino también para
la vida diaria. Desde el punto de vista psicoterapéutico actual, Ignacio de Loyola anticipó métodos como el
manejo de imágenes, jerarquías de acercamiento a problemas y especificidad de tareas (métodos parecidos
a los conductuales actuales).
Otro autor destacable, y contra la corriente dominante de la quema de brujas inquisitorial, fue el padre
Gilberto Gofré que en el siglo XV creó el primer hospital psiquiátrico de occidente, en concreto en Valencia
(1410). En esta institución se potenciaba una terapia similar a la actual terapia ocupacional.

D. Siglos XVI al XVIII

Durante el siglo XVI y XVII aparecieron una serie de intelectuales brillantes que se opusieron a la visión
demonología dominante, y ofreció un enfoque más humanista de los enfermos mentales. Jaláis Vives
(1492?1540) defiende la causa de los pobres y marginados, incluso cuando su marginación deriva de la
demencia o rareza de su conducta, y resalta el papel de la expresión de las emociones y sentimientos de los
marginados. Páraselos (1493-1541) rechazo la idea deontológica y enfatizó que las enfermedades mentales
era de naturaleza no divina. En concreto la influencia de los astros era la que producía el trastorno mental
(de ahí el termino lunático usado posteriormente). El médico Robert Burton (1576-1640) era partidario de
las causas psicológicas y sociales de la enfermedad mental, y realzo las causas emocionales de estos
trastornos. Thomas Sydenham (1624-1689) fue de los primeros en describir las neurosis y de afirmar que la
histeria no estaba ligada a las mujeres exclusivamente.

Paralelamente a los desarrollos anteriores se va humanizando la asistencia de los enfermos mentales. En el


periodo de la revolución francesa Pinel introduce el tratamiento moral que básicamente consistía en
suponer que los problemas mentales derivaban de conflictos morales; y animaba al personal de los
hospitales a contactar con los problemas de los enfermos a través de actividades ocupacionales, respetando
los intereses particulares...

E. Siglo XVIII y comienzo del XIX

Desde la óptica de la psicoterapia y la psicopatología, dos son los nombres destacables de este siglo: F.J. Gall
(1758-1826) y A. Mesmer (1758-1826).
Gal estaba convencido que determinadas funciones corporales y emocionales estaban controladas por
determinadas aéreas del cerebro. Incluso los rasgos del carácter derivaban de aéreas especificas del
cerebro. Además afirmaba que la forma del cráneo se relacionaba con el grado de extensión y
preponderancia de las zonas cerebrales, y que en base a ello se podía estudiar el carácter. A este método de
diagnostico le llamó "frenología".
Mesmer, un médico vienés, proporciona un empuje clave a lo que después será la psicoterapia. Su
aportación básica consistió en explicar la enfermedad mental como derivada de una causa natural y no del
diablo. Defendió, apoyado por la ciencia de su tiempo en boga de la electricidad, el magnetismo y la
astronomía, que las personas tenían un fluido en el cuerpo (reminiscencia de la tradición de los cuatro
humores hipocráticos) de carácter magnético que cuando se desequilibraba hacia enfermar a la persona. En
un principio propuso restaurar tal desequilibrio con él, uso de imanes (magnetismo), para después
evolucionar hasta la interacción del magnetismo del terapeuta (Mesmer) y el del paciente. El método de
Mesmer básicamente consistía en la colocación de imanes cerca del paciente, la ingesta de un fluido de
hierro y pases de mano de imanes por determinadas zonas corporales. Con este método Mesmer obtuvo
cortos éxitos, especialmente ante síntomas y males de tipo histérico.

El médico británico Jabrid (1795-1860) retomo las practicas magnetistas, pero las reformuló como producto
de un estado neurofisiológico, como un estado de "sueño nervioso". Para explicar estos fenómenos acuñó el
término "hipnosis".

F. De la hipnosis al psicoanálisis

A principios del siglo XIX, Francia era el centro de los avances médicos en Europa, en concreto de la
neurología.

En el contexto de la neurología resurge el interés por la hipnosis en dos grandes centros o escuelas: La
escuela de Nancy con las figuras de Liébault (1823-1904) y Berheim (1840-1919) y La escuela de la
Salpetriere en torno a Charcot (1825?1893). En ambos centro estudió Freud.

Liébeault practicaba la hipnosis sugiriendo a sus pacientes que le miraran fijamente a los ojos le decía que se
iban adormeciendo gradualmente. Una vez conseguido el estado de somnolencia le indicaba la desaparición
de los síntomas. Con este procedimiento llego a tratar todo tipo de enfermedades. Berheim, aprendió este
método de Liébeault y lo explicó como producto de la sugestión.

La sugestionabilidad era para él una característica común a las personas y era su "aptitud para transformar
una idea en acto".

Posteriormente Veréis prescindió de la hipnosis y se basó en la sugestión directa del enfermo, llamando a
esta práctica psicoterapia.

La actitud de Charco era marcadamente opuesta a la escuela de Nancy. Aunque practicaba la hipnosis, la
explicaba como un proceso neurológico (Charco era el neurólogo más famoso de su época). En concreto,
investigo la relación entre la histeria y la hipnosis. La parálisis histérica podía reproducirse y eliminarse bajo
hipnosis, según su concepción porque activaba una lesión neurológica específica; incluso la
sugestionabilidad era un signo de debilidad neurológica.

En esta época, Pujante había estudiado con Charco (como Freud), y se había interesado en la hipnosis como
vía de estudio de la "mente subconsciente". En 1886, aplicó la hipnosis a un caso de histeria (Lucila), a la que
pedía liberar determinadas emociones y recuerdos (en esto se anticipó unos años a Bremer y Freud en el
método catártico).

El método catártico fue descrito por J. Breuer (aunque Janet ya lo practicaba). Este médico comenzó un
trabajo conjunto con Freud de la que fue producto su obra conjunta "Estudios sobre la histeria (1895) donde
aparece el famoso caso de la paciente Ana O. que desarrolló un cuadro histérico a partir del periodo en que
cuidaba a su padre moribundo. Bremer había comenzado a tratar a esta paciente con hipnosis
repetidamente, hasta que la paciente comenzó a hablar de sus experiencias específicas del pasado en las
que había aparecido el síntoma, desapareciendo este al hacer esto. El procedimiento terapéutico se fue
centrando así en las sesiones hipnóticas donde se animaba a la paciente a hablar sobre los incidentes
relacionados con sus síntomas (método catártico).

Signando Freud(1856-1939),que tenía una solida formación neurológica, y que había aportado destacables
contribuciones a este campo como varios trabajos sobre las parálisis cerebrales en niños y la neurobiología
de la afasia y la agnosia, comenzó su práctica abordando numerosos casos de histeria. En un principio
practicaba el método catártico que desarrolló con Bremer.

Su experiencia le confirmó que el método catártico hacia desaparecer los síntomas pero no que volvieran a
aparecer, pues según su concepción, no modificaba la estructura inconsciente subyacente. Progresivamente
fue descubriendo los procesos defensivos del Yo que rechazaban los recuerdos y emociones insoportables y
la importancia de la relación terapéutica para vencer y trabajar contra tales resistencias inconscientes, lo
que le llevó a abandonar el método catártico y a desarrollar la asociación libre.

Básicamente la asociación libre consistía en sugerir al paciente recostado en un diván (parte derivada del
método hipnótico) que a partir de un tema de su biografía debía hablar sin ninguna inhibición. Cuando el
paciente se bloqueaba, Freud le ponía la mano en la frente y le indicaba, por su gestión, recordar un hecho.
Posteriormente abandono esta presión y la proposición de un tema especifico y la asociación libre se
realizaba sobre el material que el paciente traía a consulta, indicando el terapeuta solo la regla de la
asociación libre. Este método constituyo la base del psicoanálisis.

G. El desarrollo de la psicoterapia hasta la actualidad

La psicología clínica se constituye en los Estados Unidos a principios del siglo XX. En Europa la concepción
dominante del tratamiento era médica o bien derivada de la orientación psicoanalítica freudiana o de sus
"desviaciones" (Adler, Jung, etc.), que tuvo una buena acogida en Estados Unidos en los medios psiquiátricos
(no tanto en los psicológicos).

En el campo de la psicología a partir de las dos guerras mundiales la intervención de los psicólogos en los
asuntos sociales y públicos fue creciendo. En un primer momento en la selección de personal para el
reclutamiento y selección de puestos, y progresivamente se fue reivindicando una labor más allá de la
puramente psicodiagnóstica. La psicoterapia paso a ser un campo de trabajo de los psicólogos, que
adoptaron inicialmente en su mayoría la orientación psicoanalítica.

A partir de la segunda guerra mundial comienza a reconocerse socialmente el trabajo psicoterapéutico de


los psicólogos, y en la conferencia de Boulder (1949, Colorado, EEUU) se define el rol del psicólogo clínico
que debe de recibir formación en tres áreas: diagnóstico, investigación y terapia. Poco después la Asociación
de Psiquiatría Americana defiende que la psicoterapia solo debe de ser practicada por médicos psiquiatras.
En este contexto se genera el inicio de las polémicas entre ambas profesiones.

Los psicólogos comienzan a generar modelos terapéuticos ajenos al psicoanálisis (dominante entre los
psiquiatras americanos) y los presentan como alternativas más cinticas a este. Carl Roger sobre 1943 crea la
terapia centrada en el cliente como una alternativa nueva de psicoterapia, e inicia un proceso de
investigación sobre la relación terapéutica (grabación de las sesiones, análisis del proceso y contenido, etc.).
Desde el ámbito académico se acentúa el conductismo y la terapia de conducta. Desde este último punto de
vista se propone que los tratarnos mentales sin base orgánica son trastornos aprendidos, derivados de las
leyes del condicionamiento y por lo tanto susceptibles de ser modificados en base a procedimientos de re
aprendizaje.

Los conductistas Eysenck, Skinner y Wolpe van a desarrollar esta nueva concepción de la psicoterapia.
Eysenck (1952) cuestiona la efectividad de la psicoterapia psicoanalítica que refiere equiparable al no
tratamiento, incluso inferior. Skinner desarrolla su paradigma de condicionamiento operante, y en su obra
"Ciencia y conducta humana"(1953) llega a re explicar la psicoterapia como efecto del condicionamiento
operante substituyendo los mecanismos intrapsiquicos por principios de aprendizaje. Wolpe a partir de su
obra "Psicoterapia por inhibición reciproca"(1958) demuestra como la terapia conductista es aplicable y
efectiva en el tratamiento de las neurosis, sin necesidad de recurrir a los procedimientos largos y costosos
de la terapia psicoanalítica. Todo ello sirve a los psicólogos para alimentar sus deseos de autonomía en esta
época de reivindicaciones teóricas y laborales.

El enfoque conductista se hace dominante hasta los años sesenta en los ámbitos académicos de América y
Europa, y en gran parte de los clínicos (mas entre los psicólogos). En esta época sin embargo, comienza a ser
cuestionado por parte de los propios psicólogos que le atribuyen, reconociendo su efectividad potencial en
muchos casos, una imagen del hombre demasiado mecanizada y olvidada de los aspectos más subjetivos.

Ante este clima de insatisfacción se produce un doble rechazo, por un lado del modelo psicoanalítico que se
considera excesivamente especulativo (aunque rico en aportaciones) y del conductista (potencialmente
efectivo) que se considera demasiado reduccionista y mecanicista. Las nuevas alternativas son la psicología
humanista, entre las que destaca C. Rogers, que llega a expandirse en EEUU, aunque poco en Europa; el
modelo sistémico de terapia familiar (Bate son, Jackson, Halley, Minucia, etc.) y el modelo cognitivo (Ellis,
Beck, Meichenbaum, Mahoney, etc.), a los que nos referiremos en otro apartado de este capítulo.
En los últimos años las tendencias más actuales en el campo de la psicoterapia son: (Seixas y Miró, 1993):

En los últimos años las tendencias más actuales en el campo de la psicoterapia son: (Seixas y Miró, 1993):

1. La tendencia a la investigación de resultados. La constatación de que la psicoterapia es más


efectiva que el placebo y el no tratamiento, pero que prácticamente todos los enfoques o modelos
son igualmente de efectivos.

2. La tendencia, impulsada sobre todo por el hecho anterior, hacia la búsqueda de modelos eclécticos
e interactivos que den cuenta del hecho anterior o seleccione el tipo de terapia en función del
cliente?problema?terapeuta especifico. En este contexto se proponen diferentes concepciones de
cómo debe de ser estos nuevos modelos, supuestamente mas abarcadores de la diversidad y
especificidad.

3. La tendencia creciente hacia la terapia breve en base a criterios de economía terapéutica y social
bajo criterios de efectividad y eficiencia.

Las brujas han sido ampliamente tratadas en la literatura (La Rama Dorada de Sir James
Frazer, 1890), el cine (La Montaña de la Bruja, dirigida por Raúl Artogot en 1971), la
pintura (Guazzo, 1626), la música (La Bruja, Son Jarocho) y el teatro (Macbeth de
Shakespeare, 1605). La mayoría de las veces, el acercamiento prejuicioso que se le ha
dado a las brujas ha propiciado que se les asocie a nociones de maldad, destrucción,
satanismo y horrores diversos. Una de las principales explicaciones para esto radica en el
terrorismo psicológico que, a través de los siglos y de muchas maneras, la Iglesia
Católica ha usado casi siempre orientado a la evangelización y a la consecución de la
hegemonía religiosa.
Aunque desde mucho antes ya se hablaba de la brujería como algo deleznable, fue en el
siglo XV cuando la Iglesia comenzó a cazar y erradicar de la manera más abyecta a
quienes consideraban seguidoras del diablo: las brujas. Análogo a como los gobiernos se
valen de los medios de comunicación para espantar sobre “amenazas terroristas”, la
Iglesia usó diversas herramientas para ejercer control sobre la gente. A continuación se
mencionan algunos. Escrito por dos monjes Dominicanos, en 1486 apareció el “Malleus
Maleficarum”, un libro de instrucciones sobre cómo reconocer, interrogar y torturar a
una bruja para que confiese su alianza con las fuerzas del mal. Cabe mencionar que éste
ha sido considerado como uno de los libros más siniestros en la historia de la literatura,
sobre todo porque se esperaba que su contenido se llevase a la práctica.
Casi dos siglos más tarde, en 1626 otro eclesiástico publicó el “Compendium
Maleficarum” un libro plagado de escenas que mostraban, desde la visión Católica, las
costumbres de las brujas, tales como aquelarres precedidos por el diablo, vuelos
nocturnos encima de escobas, preparación de brebajes dentro de calderos, orgías y
festejos desenfrenados que duraban toda la noche. Algunas de estas ideas se obtuvieron
de prácticas Paganas reales, sin embargo fueron malinterpretadas y tergiversadas al
punto de hacerlas parecer tan malignas que la Iglesia se vería bien erradicándolas,
siempre minimizando la crueldad de sus métodos.
Los tratados de esta índole fácilmente avivaron psicosis colectivas respecto a las brujas;
aunado a esto destacan las ventajas económicas y las motivaciones políticas derivadas
de cazarlas. A las personas, mayoritariamente mujeres, que eran condenadas a muerte
por sospecha de brujería, les eran embargados sus bienes y propiedades, los cuales
pasaban a manos del estado, la Iglesia o los jueces. Algunos de los países donde esto
ocurrió fueron Inglaterra, Francia, Italia, España, Alemania, Escocia y Estados Unidos.
Otro factor que conllevó a la idea de que el Paganismo estaba de alguna forma
relacionado con el mal, fue la gran cantidad de esculturas y figurines destinados a los
ritos de fertilidad. Objetos de esa índole se caracterizan por una magnificación de los
genitales masculinos y femeninos. Así mismo, los Paganos realizaban celebraciones
donde los asistentes bailaban alrededor del fuego sin ropa y luego mantenían relaciones
sexuales, pero siempre buscando la continuidad de la especie y la prosperidad de las
cosechas mediante lo que para ellos era un rito para honrar a sus deidades.
Un acercamiento interesante que la psicología ha hecho al tema de las brujas es el de
Carl Jung, quien describía a la bruja como la personificación femenina del alma del
hombre, osea el ánima. Según el psicólogo suizo, la manifestación del ánima en el
hombre está moldeada por su madre. Así, la sensación de que la madre ha ejercido una
influencia negativa propiciará irritabilidad, tristeza, incertidumbre e inseguridad en la
manifestación de su ánima. Con sus poderes y características, la bruja personifica el
aspecto peligroso del ánima y se materializa en la milenaria misoginia de la Iglesia.
Durante varios siglos posteriores al XV, diversos grabados, ilustraciones y pinturas
retrataron el perfil de la bruja de acuerdo a la versión de la Iglesia; generalmente se
trataba de imágenes como las anteriormente descritas. Aunque en estas aproximaciones
rara vez había hermosura en el fenotipo de las brujas, recordemos a personajes como
Circe de la mitología griega, ampliamente conocida por su gran belleza. La producción
artística alrededor de la brujería y del ocultismo es de gran valor pues revela los miedos
arcaicos de la gente, mismos que en toda nuestra historia han permutado y adquirido
diferentes rostros.

La Brujería tiene un origen muy antiguo. Es una de las maneras mágicas que tiene el
hombre de comunicarse con el mundo espiritual.

En la Edad Media, cuando las instituciones religiosas eran dominantes en la sociedad, las
artes mágicas que practicaban los brujos se relacionaban con el poder satánico.

Hubo una caza de brujas y brujos en esa época, que duró doscientos años, durante los
cuales más de un millón de ellos fueron condenados a morir en la hoguera. Juana de
Arco fue acusada por hereje y también ejecutada, porque aseguraba escuchar la voz de
Dios.

En Brasil las instituciones eclesiásticas son más tolerantes que en otros países con las
creencias esotéricas de sus feligreses; los cuales practican toda clase de rituales
complementarios de la religión, incluyendo sacrificios de animales. El vudú utiliza magia
negra, convocando a espíritus malignos del infierno.

En nuestro país existen algunas personas en el campo, que curan los parásitos que
afectan el cuero de los caballos. Son los desbichadores que han recibido esos
conocimientos de generaciones anteriores, pero lo cierto es que a los animales los curan
de sus dolencias con sólo acercarse a ellos y hablarles al oído.

El mal de ojo es bastante conocido. Es cuando una persona, generalmente de ojos claros
tiene la “mirada fuerte” como para hacerle daño a otra con sólo mirarla y a veces sin
tener conciencia de ello. Dicen algunos que los bebés son los más vulnerables, por eso
llaman a alguien “con poderes” para que los cure, porque los médicos no pueden hacer
nada. Consiste en poner agua en un plato y luego agregarle unas gotas de aceite. La
forma en que se expande líquido oleoso asegura o no que el paciente esté ojeado.

Mi opinión sobre estos fenómenos es la importancia de la creencia, la víctima, por


sugestión se deja influenciar y luego la vuelve a sugestionar el curador, aunque es cierto
que muchos que no creen también obtienen resultados. Es indudable que eso todavía
resulta verdaderamente inexplicable.

El Carnaval es un festejo pagano y tiene que ver con el demonio. En la provincia de


Jujuy del Noroeste Argentino, una vez al año se desentierra a un muñeco que representa
al diablo, y se permite a la gente hacer algunas diabluras hasta el fin del Carnaval,
cuando se vuelve a enterrar al demonio hasta el año siguiente.
Los chamanes de las tribus nativas de Sudamérica y Centroamérica y también de Asia y
África, son curanderos y gozan del respeto de las autoridades, llegando en muchos casos
a colaborar con los médicos.

Esta flexibilidad se hace necesaria porque los pacientes creen más en los chamanes que
en la medicina tradicional y muchas veces se oponen a ser atendido por estos
profesionales.

Los chamanes curan los males del cuerpo y del alma y suelen caer en estado de trance
para comunicarse con los espíritus y pedir su ayuda, por medio del consumo de
alucinógenos.

Uno de los delirios más comunes de los paranoicos es la idea fija de que son perseguidos
por el diablo. La paranoia es una alteración mental cuyo síntoma más importante es el
delirio de persecución. Aunque es muy difícil de diagnosticar debido a que estos
pacientes razonan en forma normal, se percibe luego esta patología cuando se descubre
que generalmente es una idea delirante.

Creo que todo está en la mente del hombre que proyecta en el mundo su propia sombra,
cuando no la reconoce como propia.

Es muy difícil influenciar a una persona que está segura de si misma y tiene la conciencia
tranquila. Porque sólo cuando estamos mal con nosotros mismos, depresivos y con
sentimientos de culpa es cuando tendemos a caer bajo esas influencias.

En tal caso, si fuera verdad que existen personas que creen que pueden utilizar las
fuerzas del universo para manipular, nosotros también podríamos hacerlo si nos lo
proponemos ya que somos tan humanos como ellos con el mismo poder.

La creencia es fundamental para curar enfermedades que parecen incurables, y este


fenómeno ya se conoce desde la antigüedad. Por eso, estos recursos mágicos muchas
veces dan resultado.

Todo lo que en la naturaleza nos parece mágico tiene una explicación que todavía no
conocemos. Probablemente serán cosas tan maravillosas como nos parecen ahora, pero
las entenderemos y probablemente nos podamos servir de esos conocimientos que nos
darán las respuestas que podrán hacer más felices nuestras vidas en esta tierra.

1.- Culturas Preliterareas.

En esta época se empiezan a encontrar cráneos que tienen hechos un agujero, a partir de
este encuentro, se concluye que la época preliteraria está dominada por los espíritus.

A la hora de catalogar a una persona como loco se realizaba de dos formas:


· Que un demonio se hubiera metido en su cuerpo por lo que la persona se decía que estaba
poseída, esto también se conoce con el nombre de “efecto Reagan”.

· Que la persona tuviese el alma robada por lo que se dedicaba a vagar, se conocía con el
nombre de “zombis”.

El tratamiento que se daba a estas personas, consistía en hacerle un agujero en el cráneo


para que el demonio que tenía dentro saliera por ahí (= trepanación).

2.- La Antigüedad clásica. Grecia y Roma.

2.1.1.- La Tradición hipocrática. Grecia.

Dentro de esta época va a destacar Hipócrates. Hipócrates es una persona caracterizada por
la importancia que da a la clínica (dedicándose a la observación), es un hombre adelantado
a su época, pues tiene inquietudes distintas a los demonios o zombis....Hipócrates opina que
las enfermedades mentales tienen una causa orgánica básicamente en el cerebro. En esta
época, es muy común la enfermedad de la histeria, al principio la histeria era una
enfermedad considerada únicamente de mujeres, pues se producía por tener un útero
herrante a causa de la falta de relaciones sexuales y la insatisfacción sexual. Al tenerse un
útero herrante éste se desplaza a lo largo del cuerpo, por lo que su tratamiento consistía en
colocar el útero en su sitio mediante la realización de masajes o el olor de sustancias
repugnantes.

Hipócrates hablará también de la existencia de cuatro humores, que son los siguientes:

· sangre: situada en el corazón.

· bilis amarilla: situada en el hígado.

· bilis negra: situada en el estómago.

· flema: situada en la cabeza.

A partir de estos cuatro humores, Hipócrates establece la Teoría de los

cuatro temperamentos que se producía cuando existía un desequilibrio en esos cuatro


humores, por lo que existían cuatro tipos de temperamentos:

· si abundaba la sangre se produce un temperamento cambiante.

· Si abunda la bilis amarilla se produce un temperamento-------.

· Si abunda la bilis negra se produce un temperamento melancólico.

· Si abunda la flema se produce un temperamento indolente.


El tratamiento se aplicaría tratando el órgano del que procede dicho humor, ej:

sangre se trataría el corazón; bilis amarilla el hígado; bilis negra el estómago; flema la
cabeza.

Por otro lado, Hipócrates es la primera persona que realiza una clasificación de

enfermedades mentales, con lo que hablará de tres trastornos mentales:

· Manía.

· Frenitis.

· Melancolía.

La Manía, considerada una enfermedad crónica se caracterizaba por la presencia de


agitación.

La Frenitis, que consiste en estados delirantes agudos, se caracterizaba por la presencia de


fiebre.

La Melancolía, que consiste en una depresión, se caracterizaba por la ausencia tanto de


fiebre como de gitación.

2.1.2.- la Tradición galénica. Roma.

Los romanos destacaron entre otras cosas por la aplicación de las leyes, alguna de ellas
vigentes actualmente, de ahí la importancia del derecho romano.

Estos romanos consideraban la enfermedad mental como un exhimente a la hora de la


penalización de las leyes. En el tema de psicología patológica destacó el médico romano
Galeno, el cual manifestará que el útero se encuentra quieto y no en movimiento por lo que
tiene una función en la sexualidad normal. También manifestará que el miedo es
considerado como una base muy importante que aparece en las personas que desarrollan
trastornos psicológicos, y por último dirá que las pasiones tiene un papel importante para
desarrollar enfermedades mentales.

En cuanto al tratamiento, se utilizaban “terapias somáticas”, dirigidas al cuerpo, por lo que


se le aplicaba al paciento duchas de agua fría, estado en ayunas...

En esta época aparece la figura del psicoterapeuta y lo que hace es hablar con las personas
cercanas a los pacientes enfermos mentalmente.

3.- Edad Media.

3.1.1.- Marcos Culturales.


Existen tres marcos culturales:

§ Bizantino.

§ Cultura árabe.

§ Cultura cristiana.

Los árabes fueron los primeros en instaurar un tratamiento moral y humanitario a las
personas con enfermedades mentales, por lo que crean centros de acogida, simplemente
para cuidarlos, esto está relacionado con las creencias. Las creencias árabes consideraban a
los enfermos mentales o locos como personas elegidos por Dios para hablar con el pueblo a
través de él. Por otro lado, se encuentran los cristianos.

3.1.2.- anormalidad y brujería.

Al inicio de la edad media aparece la brujería, se trataba de personas omniópatas, que


recogían y analizaban plantas para curar a los pacientes.

En un primer momento de la edad media, se permitía ser loco, tiempo después se persigue a
estas personas, se persigue a los paganos y a los herejes debido a que la Iglesia consideraba
a estas personas como endemoniadas. Aquellas personas catalogadas como brujos, se
consideraban como personas enviadas del demonio para plantar la semilla del diablo por lo
que se elimina quemándolos. Se quemarán a muchas mujeres, por el hecho de que Dios era
hombre.

Un fenómeno que se da es la locura colectiva, lo cual no quiere decir que no existiese antes,
por lo que se empieza a actuar en masa y este fenómeno se da en distintos lugares. En
Europa aparece un fenómeno denominado “Licantropía”, que son los conocidos hombre
lobo; en algunos pueblos una cantidad de hombres salía a media noche cuando había luna
llena a vagar y aullar por el pueblo.

Dos variables que influyen en el delirio son:

· Aislamiento.

· Superstición.

4.- el renacimiento.

4.1.1.- la medicina precientífica.

Se empieza a producir una “secularización de la sociedad”, es decir, se desligan de la


Iglesia para formar sus propias leyes.
Aparece también la “Fisiognomía” que es un intento de averiguar por los rasgos faciales y
físicos el comportamiento y personalidad del individuo.

Aparece el psiquiatra Weyer, que aboga por no quemar a las brujas, diciendo que la brujería
es un trastorno psicopatológico.

4.1.2.- la casa de los locos.

Empiezan a crearse manicomios, el primero se crea en Valencia en el año 1409 por el padre
Corfre que pertenecía a una orden religiosa.

5.- siglo XVII y siglo XVIII. La Ilustración.

· El médico es el único competente para dictaminar un estado de enajenar la


enfermedad mental en un proceso judicial.

· Se inicia el enfoque clínico “inductivo” (de dentro a fuera) y después se deduce,


está basado en la observación.

· Desaparece la persecución y quema de brujas.

· La Razón ocupa un lugar privilegiado durante la Ilustración por lo que ocultan a los
locos, considerados como desgraciados morales.

· Teoría del “animalismo”: conforme se van llevando a los pacientes a los


psiquiátricos el trato es peor.

· A finales del s.XVIII, Pinet, importante partidario del tratamiento moral, se plantea
una cuestión que es que para que los pacientes se curen se deben de implicar en su
tratamiento.

· Esquirol, discípulo de Pinet emplea estadísticas para evaluar el progreso del


paciente y ofrece definiciones de los términos “alucinaciones”, “ilusiones” o
“demencias”.

· El ímpetu inicial del tratamiento moral se va difundiendo rápidamente.

· Surge la Frenología con su autor Gall que consiste en relacionar las características
de la personalidad con la forma y apariencia de la cabeza y el cráneo.

· Surge el “megmerismo” (Megmer) consiste en que la Psicología y la Fisiología de


los seres humanos están influenciadas por el movimiento y situación de los astros.

6.- el siglo XIX.


Se produce un refinamiento de los conceptos. Las universidades se vinculan a los
hospitalarios. Predomina el organicismo (todo lo que nos ocurre es debido a que algo nos
pasa en algún órgano). Los médicos son los más destacados en investigación.

· Morel y Magnam: plantean la “Teoría de la degeneración” las enfermedades


mentales son el resultado de una degeneración genética.

· Kraepelin: es la primera persona que hace una clasificación de enfermedades que


primero especifica las descripciones en lugar de las causas.

· Charcot: considera que las enfermedades mentales son psicológicas.

Se produce, en el siglo XIX:

· Refinamiento de conceptos.

· Los médicos comienzan a hacerse cargo de la dirección de centros asistenciales.

· Etapa de vinculación con las universidades y centros de investigación.

· Organicismo: se piensa que las alteraciones mentales son debidas a una alteración
en el órgano (cerebro) o S.N. central.

· Teoría de la degeneración (Morel y Magnam) significa que las enfermedades


mentales son el resultado de una degeneración de los genes, esta degeneración se
agrava de una generación a otra. A mayor degeneración genética, mayor
probabilidad de enfermedad mental.

· Kraepelin, elabora un sistema de clasificación de las enfermedades mentales en el


que se basan los sistemas de clasificación actuales (esquizofrenia importante), se
centra en la descripción de las enfermedades y no en las causas.

· Hipnosis como herramienta terapéutica (Charcot).

El siglo XX se caracteriza por el desarrollo de distintos modelos teóricos.

Tema 2

Definición de psicopatología y

conceptos básicos

· El objeto de la psicopatología.

· Criterios de anormalidad.
· El concepto de enfermedad mental.

· Conducta adaptativa y desadaptativa.

· Estrés, afrontamiento y vulnerabilidad.

· Psicopatología transcultural.

· Consideraciones metodológicas.

· Cultura.

· Trastornos mentales ¿universalidad o especifidad?.

· Prevalencia, indicencia y factores de riesgo.

· El concepto de salud mental.

· Conceptos básicos en psicopatología.

1.- El objeto de la psicopatología.

La psicopatología es la descripción de la conducta anormal, así como averiguar las causas y


los procesos (memoria..) característicos de ésta. La aplicación práctica de esto es lo que
llamamos psicología clínica o psiquiatría.

El objeto de estudio de la psicopatología es la conducta anormal. ¿Pero qué es la conducta


anormal?, un ejemplo de conducta anormal sería la idea de suicidarse, lo que siempre
ocurre en conducta anormal es que se produce una falta de autoestima.

2.- Criterios de anormalidad.

· Sufrimiento personal, malestar subjetivo o infidelidad.

· Falta de adaptación al entorno.

· Irracionalidad e incomprensibilidad.

· Malestar en el observador.

· Violación de códigos morales e ideales.

Principios de detección de conductas anormales.

· Principio 1: No hay ningún criterio que por sí solo ni aisladamente sea


suficiente par definir un comportamiento, sentimiento o actividad mental como desviada,
anormal o psicopatológica.

· Principio 2: No existe ningún comportamiento, sentimiento o actividad

mental que por sí misma sea psicopatológica. Las conductas hay que analizarlas siempre en
el contexto en el que se da, si la conducta no se da en un contexto apropiado ésta será
patológica.

· Principio 3: La presencia de psicopatologías representa un obstáculo

importante para el desarrollo individual de la persona que las mantiene o para su grupo
social más cercano.

· Principio 4: Los elementos que definen un comportamiento o una actividad

mental como psicopatológicos no difieren de los que definen la anormalidad más que en
términos de grado, extensión y repercusiones. Los criterios anormales son los mismos que
los criterios normales sólo difieren en grado, extensión y repercusiones.

· Principio 5: La presencia de psicopatologías no conlleva necesariamente

ausencia de salud mental.

· Principio 6: salud no implica simplemente ausencia de enfermedad.

3.- El concepto de enfermedad mental

3.1.1.- Conducta adaptativa y desadaptativa.

Este punto nos interesa bastante. La mayoría de las conductas anormales se deben a un fallo
de adaptación, por adaptación vamos a entender el equilibrio entre lo que la persona hace y
desea hacer por un lado, y lo que el ambiente requiere por otro lado.

La adaptación es un proceso dinámico en la medida en que el contexto cambia, la conducta


cambia para adaptarse a ello. El cómo de bien se adapta una persona va a depender de dos
factores:

· factor 1: de las características personales de cada uno.

· Factor 2: de las características de la situación a la que nos tengamos que

adaptar.

Las situaciones que provocan una mala adaptación pueden ser situaciones tanto
positivas como negativas. La adaptación exitosa en una condición no garantiza la
adaptación exitosa en otras condiciones.

Las conductas anormales, normalmente son conductas desadaptativas en las

cuales se rompe el equilibrio, pero además hay un elemento más, cuando se rompe el
equilibrio se produce un proceso de preocupación.

3.1.2.- Estrés, afrontación y vulnerabilidad.

Hay personas que se adaptan mejor a las situaciones que a otras, lo cual es

debido al: estrés, afrontación y vulnerabilidad.

· Estrés: es una reacción de las personas ante situaciones que representan

exigencias, apremios u oportunidades que deben aprovechar. Esto es algo subjetivo, pues
no hay algo universal que provoque estrés, ya que para cada persona las exigencias son
distintas.

· Afrontación: es la forma en que las personas manejan las dificultades y

tratan de superarlas. Aquí tienen especial importancia las técnicas de afrontación.

· Vulnerabilidad: este término hace referencia a qué probabilidad hay de que

respondamos de manera desadaptada a ciertas situaciones. La genética juega aquí un papel


importante, pero el hecho de que seamos vulnerables no garantiza un trastorno por lo que
no es determinante.

Finalmente lo que hace que se produzca una conducta desadaptativa es la

unión de los tres; estrés, afrontación y vulnerabilidad.

La relación entre vulnerabilidad y sucesos estresantes es:

Este esquema va a estar controlado por las habilidades de afrontación que se

tengan. Cuanto más vulnerables necesitamos menos estresores, sin embargo cuanto menos
vulnerables necesitamos más estresores.

4.- Psicopatología transcultural.

4.1.1.- Consideraciones metodológicas.

El interés surge a mediados del s.XIX donde había una supremacía de la raza
blanca. Los psiquiatras utilizaron la forma de investigar de los antropólogos, a esta forma
de investigar se la denomina “psiquiatría antropológica o transcultural”. Esta denominación
lo que hace es averiguar si las enfermedades mentales son comunes o específicas de cada
raza. Existen dos posiciones:

· Una posición “absolutista” que ha propuesto el uso de criterios diagnósticos

y los instrumentos de evaluación occidentales sin prestar mucha atención ni a las


peculiaridades lingüísticas y tradicionales de cada cultura ni a su universo de valores e
interpretación del mundo.

· Una posición “relativista”, según la cual una adecuada compresión de la

conducta anormal exige un análisis idiosincrático del contexto en que se produce,


renunciando a los esquemas y conceptos diagnósticos a los que estemos acostumbrados.

Ahora bien los problemas que plantean las dos posiciones son:

· la posición absolutista; perdemos información sobre la forma peculiar que

cada cultura tiene de manifestarse. Ej: los gitanos gritan de dolor, son escandalosos.

· La posición relativista; cuanto más adaptemos los resultados que tengamos

no podemos comparar con las otras culturas.

La forma de aproximarse para saber si las enfermedades mentales son propias

de una cultura o comunes es utilizar una tercera posición intermedia que es una mezcla
entre las otras dos posiciones (absolutista y relativista) y que implica analizar para cada
cultura qué es adaptativo y qué es no adaptativo.

4.1.2.- Cultura.

Existen conductas aprendidas y compartidas transmitidas de generación a generación con el


fin de lograr la adaptación, el crecimiento y el ajuste humano. Posee tanto referentes
externos como internos. Los externos incluyen objetos, valores e instituciones. Los internos
incluyen actitudes, valores, creencias, expectativas, epistemología y la conciencia.

Existe una serie de factores a través de los cuales la cultura puede afectar a la
psicopatología y que son los siguientes:

· Determinando los criterios de la anormalidad.

· Favoreciendo determinados estresores que sobrepasan las capacidades de los sujetos


para hacerles frente.
· Creando configuraciones de personalidad que tienen un pobre ajuste con las
demandas ambientales.

· Facilitando determinadas percepciones sobre la causalidad y controlabilidad de las


enfermedades.

· Condicionando patrones particulares de cómo se expresan y experimenta la


enfermedad.

4.1.3.- Trastornos mentales ¿universalidad o especifidad?

¿Existen sociedades libres de trastornos mentales?. El criterio común es que no hay ninguna
sociedad que esté libre de trastornos mentales, lo que se ha observado es que todas las
sociedades tienen sus propios criterios de conducta tanto normal como anormal y en todas
existe tratamiento para controlar las conductas anormales.

¿Existen diferencias culturales en las cifras epidemiológicas de los trastornos mentales? (en
un principio no debería de sorprender que haya distintas enfermedades en las distintas
culturas). El problema es la búsqueda de criterios homogéneos en las distintas culturas
porque cada cultura tiene su forma de expresión. La prevalencia de las enfermedades más
graves aparece en todas las culturas estudiadas. Ej: esquizofrenia está en todas las
sociedades. Esto no quita el preguntarnos si la forma en que se expresa, si todas las
enfermedades son iguales en todas las culturas. La respuesta es que en algunas
enfermedades sí y en otras no.

Existen enfermedades que aparecen en las culturas y en otras no. Ej: “Koro” una
enfermedad que se da en Indonesia y en el sur de China, consiste en un miedo obsesivo de
que el pene se introduzca en el abdomen. Se da en el contexto de un estado de pánico y está
asociado con miedos de muerte inminente.

4.1.4- Prevalencia, incidencia y factores de riesgo.

Por epidemiología entendemos el estudio científico de las relaciones por un lado entre las
enfermedades o conductas desviadas y por otro las variables de la clase social, ambientes
geográficos etc.., Epidemiología implica aplicar la estadística. Los estudios de
epidemiología nos van a dar dos tipos de información:

· La “prevalencia” que hace referencia a la frecuencia en que se presenta una


condición determinada en una población en un momento dado. Ej: estudio para
saber el índice de psicopatología entre los estudiantes de Jaén.

· La “indicencia” que hace referencia a cuántos casos nuevos aparecen de esa


condición determinada para cada población.

Los “factores de riesgo” se basan en el descubrimiento de una relación


significativa entre un trastorno y un factor, no implica causalidad. Ej: fumar y desarrollar
cáncer de pulmón. La importancia de los factores de riesgo está en la prevención.

5.- El concepto de salud mental.

Para hablar de salud mental ésta implica ausencia de psicopatología y

además un bienestar físico, psíquico y social. Algunos de los elementos de salud mental
son:

· Resistencia alta al estrés y a la frustración.

· Autonomía intelectual, económica y hábitos de autocuidado.

· Percepción coherente y realista de sí mismo.

· Competencia y ajuste de las demandas del entorno.

· Relaciones positivas interpersonales.

· Actitud positiva hacia sí mismo y hacia los demás.

6.- Conceptos básicos en psicopatología.

· Signo: manifestación objetiva de un estado patológico, significa que se observa.

· Síntoma: manifestación subjetiva de un estado patológico.

· Síndrome: agrupación de signos y síntomas basada en que de forma frecuente


aparecen juntos, que puede sugerir una patogenia, una evaluación, unos
antecedentes familiares o una selección terapéutica común.

· Etiología o etiopatogenia: hace referencia a la causa. Es un estudio científico de las


causas y orígenes de la conducta inadaptada.

· Diagnóstico: clasificación de los trastornos de conducta en términos de grupos


relativamente homogéneos con base en conductas similares o correlacionadas. En
un proceso de decidir la naturaleza de una condición de enfermedad.

· Pronóstico o prognosis: curso y resultado probable de un trastorno.

Pasos a seguir cuando nos enfrentamos con un paciente.


Paso 1.- analítica o informe diagnóstico; conjunto de signos y síntomas detectados a una
persona.

Paso 2.- ver la analítica; constituye un síndrome.

Paso 3.- si hay síndrome, buscar la etiopatogénia (causas).

Paso 4.- agrupamos las causas, y al grupo de causas las llamamos:

· Factores determinantes: tienen una relación de causa final Cuando estos factores
están presentes aparecerá la analítica.

· Factores precipitantes: estos factores en sí mismos no tienen una relación causa-


efecto con la analítica, pero precipitan su aparición. Ej: casarse.

· Factores de vulnerabilidad: son aquellos que por sí solos no desarrollan una


enfermedad pero preparan al organismo para, llegado el caso, tengan más
posibilidad de enfermar de un determinado tipo de enfermedad.

Paso 5.- Anamnesis: es el estudio del conjunto de antecedentes a la enfermedad


(personales, familiares, psicológicos..) anteriores al momento de la enfermedad, que hayan
podido influir de alguna manera en la aparición del trastorno.

¿Qué es una bruja? La definición cristiana nos dice que es aquella mujer que ejerce la
magia maquinando contra la humanidad al estar asociada con el Demonio. Esta
connotación prevalece hasta nuestros días. Pero no sólo eso, nótese que la censura -
nuevamente- va sobre la mujer. Y es que interesante es la vinculación entre brujería,
sexualidad y moral cristina en la Edad Media. La bruja era aquella mujer “hipersensual”
a la que se le atribuían pactos con el diablo. “La bruja no es aquel monstruo horrible
que durante mucho tiempo nos han hecho creer, sino una mujer normal para su época,
que poseía un gran conocimiento de la naturaleza y del comportamiento humano y que
tenía una conducta sexual desinhibida" (1). Es más, era una mujer bastante adelantada
para su época.

La bruja era una histérica y es imposible ignorar sus rasgos de personalidad seductora y
el uso que hacía del cuerpo de manera sexual. “Para las brujas renunciar al placer del
sexo, un don de la naturaleza, era simplemente incomprensible. Ellas eran las
depositarias de los ritos paganos de fertilidad que durante milenios habían formado para
de la cultura del hombre y por lo tanto les resultaba imposible ceñirse a las estrictas
reglas impuestas por la iglesia" (2).
La histeria tiene que ver con cómo concibe la sociedad el cuerpo de la mujer y no hay
mejor forma de ejemplificarlo que con lo dicho el Dr. Manuel Contreras en su
conferencia sobre la histeria:

"Cuando Occidente entró en la oscuridad del medioevo, el saber médico fue substituido
por la fe monacal. La preocupación del hombre no era ya el entendimiento del cuerpo
sino el sojuzgamiento del erotismo y de la carne. Y allí estuvo de nuevo la histérica,
hermosa, insatisfecha y desafiante, dejándose poseer por el demonio, posesa y virgen,
contorsionándose sensualmente frente a embelesados santos varones que reprimiendo o
no su lascivia, las exorcizaban por años. Los más santos deseaban salvarlas, los menos
santos deseaban disfrutarlas, y cuando ambos se convencían de que no podrían lograr ni
lo uno ni lo otro, con frecuencia las enviaban a la hoguera. La incomprensión médica
nunca fue tan severa como la intolerancia religiosa" (3).

La divina sensualidad de la mujer, adorada en la antigüedad como símbolo de vida y


fertilidad, al llevar en su vientre a otro ser humano, se tachaba en ese entonces de
vergonzosa. Las "pócimas " no eran más que un gran conocimiento de plantas y
sustancias afrodisíacas. Se decía que se reunían en la noche para llevar a cabo orgías
sexuales, adorar al demonio, consumir pociones mágicas (drogas), practicar la misa
invertida y que las mujeres se transformaran en animales. Estas reuniones de brujas se
conocían como aquelarres. El aquelarre era la continuación de ritos orgiásticos de origen
pagano: era la fiesta de Dionisio, en donde abundaba el vino y la danza y culminaba en
una orgía. En el aquelarre el número de mujeres superaba al de hombres. Por esta razón
los varones requerían de afrodisíacos y “pociones mágicas”. También se utilizaban
reproducciones fálicas cubiertas con pomadas alucinógenas. Un instrumento común era
la escoba y de ahí viene la idea de que las brujas “vuelan” en sus escobas.

La existencia de los aquelarres se "confirmaban" en los tribunales de la Santa Inquisición


por otras mujeres. Algunas confesaban haber tenido relaciones sexuales con el mismo
demonio. Veamos el siguiente testimonio de una supuesta bruja:

Testimonio: “El aquelarre. Confesiónde una “bruja”:

“El 7 de junio de 1743 la Santa Inquisición inició un proceso judicial contra una mujer
que se autodenuncia por cometer actos de brujería. […] Los hechos ocurrían en Buttrio
(Udine), al nordeste de Italia. […] Francesca Purini, una joven campesina […] se presentó
[…] para denunciar la existencia de un grupo de personas que se dedicaban a la actividad
de la brujería. […] “Visitóme un día, Lazzara, esposa de Gio Domenico Meroy, e
insinúome si desearía tomar a aquel joven que la acompañase por marido, que
renunciase de la fidelidad a Jesús en lugar suyo adorase a aquel mozo. A lo que consentí
y lo adoré a él y no más a Jesús […] Además de ese pacto hice con el mismo otro pacto
de restar preñada cada cincuenta días, con el pacto de abortar cada vez como hice, y
estos abortos tenían alma, para que estas ánimas no fuesen a gozar en el paraíso […]
Monté sobre Bello [el que le servía de marido] que tomó forma de asno, habiéndose
evaporado Asmodeo [el demonio] después de adorarlo, y Lazzara sobre otro con figura
de cerdo […] y allí danzábamos, hacíamos coronas, copulábamos cada una con los suyos,
cenábamos en una gran mesa donde había toda suerte de viandas y allí permanecimos
hasta el día”. Detalla la joven Francesca que en aquella “celebración” eran veintidós
personas. De ellas, diecisiete mujeres y cinco hombres. […] “…y con todos estos hombres
en aquella reunión y en todas las demás he copulado, con uno de ellos, Giovanni Batta
quedé preñada unas diez veces, y sus partos todos los he siempre abortado, tomando
para abortar aceite del Santo Sacramento, de la Beata Virgen de San Antonio, agua de
Epifanía, y otras cosas santas, y estos abortos los entregaba a Lazzara, ella los hacía
arder, y con ellos hacía cenizas que después servirán para hacer emplastes. […] He
chipado también en innumerables ocasiones la sangre de unos veinte niños para
alimentar mayormente el calor natural y así proseguía más fácilmente mis impuresas …”
(4)

Es de llamar la atención que la Iglesia, para erradicar los ritos paganos utilizaba tres
vías: adoptar a la divinidad y transformarla en santo, borrarla del plano ideológico
(como hicieron los españoles con los dioses mesoamericanos) o ponerla completamente
en contra. Este es el caso de Pan (Dionisio), una divinidad pagana que el cristianismo
convirtió en el símbolo del demonio mismo. Por eso, a la fecha se imagina al demonio
como un ser con patas de cabra y cuernos. Sus atributos sexuales se utilizaron para
causar temor al sexo en las mujeres. Igualmente se crearon imágenes de la sexualidad
femenina para asustar a los hombres. Surgieron leyendas como la de la “vagina
dentada”, con colmillos venenosos. También se retomó el mito de las sirenas para
infundir temor sobre la sensualidad de la mujer.

La diferencia entre la concepción medieval del loco y la bruja radicaba en que los actos
de esta última estaban relacionados con criterios de prohibición religiosa. La histeria
pasa de considerarse una insatisfacción sexual en la concepción griega a un problema
religioso, hasta que fue retomado por Charcot como un erotismo insatisfecho. El pecado
del loco se toleraba como forma de enseñanza ("el loco se ha alejado de Dios, pero
puede regresar a él si regresa a sus formas naturales"), mientras que el de la bruja era
imperdonable (¿por su carácter sexual?). El cuerpo femenino se pensaba que era para
hacer pecar, por tanto, la bruja no era posible sin un contexto cultural, pues es el
resultado del imaginario del cuerpo femenino, un cuerpo "innoble" por donde el demonio
podía hacer de las suyas. El temor radicaba en que, pese a reprimirlo brutalmente -el
deseo-, el hombre medieval sabía que existía, que estaba ahí y que podía aflorar en el
momento menos pensado. Por eso es que lo reprimido aparece en forma de negación: el
cuerpo sensual e insatisfecho de la histérica era obra del demonio, era brujería.

Fuentes consultadas:

(1) ---- Brujería. Insólito objetos y fantásticas criaturas. Textos originales de la


exposición con el mismo nombre, Antiguo Palacio de la Inquisición, Escuela de Medicina,
México, D.F.

(2) Ibid.

(3) Contreras, M. "En la histeria, del elogio a la elegía", conferencia dictada en Graza
García N.L. el 10 de noviembre de 1985, inédito.

(4) Brujería, op. cit.

Potrebbero piacerti anche