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Gran Almirante del Perú

GRAU Seminario Miguel María

El máximo héroe nacional, también denominado “Caballero de los Mares” y “Peruano del Milenio” nació en la ciudad
de Piura el 27 de julio de 1834. Fue hijo del Teniente Coronel grancolombiano Juan Manuel Grau y Berrío, natural de
la ciudad de Cartagena de Indias, quien vino al Perú formando parte del ejército de Simón Bolívar. Nacionalizado
peruano, se casó con María Luisa Seminario y del Castillo, piurana de nacimiento e hija de Fernando Seminario y
Jaime, alcalde ordinario del cabildo piurano y regidor perpetuo.

El pequeño Miguel Grau, debido a que su padre era empleado de la Aduana de Paita, fue puesto bajo la tutela de
Manuel Francisco Herrera, capitán del bergantín neogranadino “Tescua”, nave en la que realizó sus primeras
singladuras en la mar, y sufriría una dura experiencia al naufragar aquel bergantín frente a la isla Gorgona
(Colombia). Sin embargo, pese a ello volvería a embarcarse. Su carrera naval la inició en 1854 como Guardiamarina,
graduándose de Alférez de Fragata en 1856.
En 1858, participó a favor de la revolución del General Vivanco contra el gobierno de Ramón Castilla, pero al fracasar
este movimiento, fue separado de la Armada, regresando a la Marina Mercante, y en este lapso, realizó numerosos
viajes por el mundo entero.

En 1862 se reincorporó a la Armada y dos años después fue comisionado en misión oficial a Europa, para la
adquisición de buques de guerra para la Escuadra. Hallándose en Francia como parte dicha comisión, fue nombrado
para hacerse cargo de la recién adquirida corbeta “Unión”, siendo su primer comandante. Dicha nave, junto a su
gemela “América”, inicia su viaje hacia el Perú en febrero de 1865, arribando al Callao meses después.

En diciembre de aquel año, el Perú había firmado un tratado de alianza ofensiva y defensiva con Chile ante una serie
de incidentes producidos a raíz de la presencia de la Escuadra Española en aguas del Pacífico, la que desde 1864
había capturado las islas Chincha, y con una serie de actos hostiles amenazaba la paz continental.

Al ser declarada la guerra a España el 14 de enero de 1866, la “Unión”, en compañía de otras naves peruanas, se
hallaban en aguas chilenas, conformando la denominada Flota Aliada, la que el 7 de febrero del mismo año, se batió
contra una división española en el Combate de Abtao, ocasión en la que Miguel Grau, ya con los galones de Capitán
de Fragata, comandó con arrojo a los tripulantes de la “Unión”.

Concluido el conflicto, en 1867 Grau se retira con licencia del servicio activo en la Armada para contraer matrimonio
el 12 de abril de aquel año, con la dama limeña Dolores Cabero Núñez, con quien tuvo diez hijos.

En 1868 se reincorporó nuevamente a la Armada, siendo nombrado comandante del monitor “Huáscar”. Ya en 1872,
a raíz del golpe de estado de los hermanos Gutiérrez, se pronunció en contra de esta inconstitucional actitud
liderando un movimiento a favor de la estabilidad democrática y del orden constitucional.

En 1876 incursionó en la política en forma activa. Fue miembro del Partido Civil, y también se desempeñó como
Diputado por el departamento de Paita, dejando el comando del “Huáscar” durante dos periodos legislativos.

En 1877 es nombrado por el presidente Prado en el cargo de Comandante General de la Marina. Al año siguiente,
durante su gestión presentó una Memoria de Marina al Gobierno, documento en el cual informaba y evaluaba la
situación general de la Armada tanto en lo material como en lo concerniente al personal, señalando importantes
recomendaciones.

Al estallar la guerra con Chile, fue destinado nuevamente al mando del “Huáscar”, nave de la cual no se le desligaría
jamás. Grau era consciente que Chile contaba con mejores naves en su escuadra de las que poseía el Perú. No
obstante, a bordo del “Huáscar” con su habilidad y pericia, supo aprovechar al máximo los recursos ofensivos del
buque y la capacidad combativa de su valerosa tripulación para pasearse frente a costas enemigas durante seis
meses como si su Escuadra no existiese, amenazando las líneas de comunicaciones marítimas que sustentaban el
esfuerzo bélico chileno.

El primer episodio de importancia durante la fase marítima del conflicto se llevó a cabo el 21 de mayo de 1879,
cuando la primera división naval peruana, compuesta por el monitor “Huáscar” y la fragata blindada “Independencia”,
se enfrentaron a los buques chilenos que bloqueaban el puerto de Iquique, entablando combate, siendo esta una
ocasión en la que Grau mostró ante el enemigo su grandeza de espíritu y su célebre sagacidad: luego de hundir a la
corbeta “Esmeralda” al tercer espolonazo, ordenó salvar a los sobrevivientes del buque vencido.

Tras este episodio, y con la pérdida de la fragata “Independencia” frente a Punta Gruesa, todo el peso de la campaña
naval quedo prácticamente sobre los hombres del “Huáscar”. Con todo, Grau y los suyos conocían que tarde o
temprano llegaría la hora de enfrentar a los blindados enemigos. Pese a lo precaria de su situación, Grau y la
tripulación del “Huáscar”, continuaron negando el uso del mar a toda la flota enemiga. El 26 de mayo de 1879 ataca
Antofagasta y al día siguiente apresa dos naves mercantes en Cobija.

El 3 de junio es avistado por el blindado “Blanco Encalada” y la cañonera Magallanes, pero logra escapar después de
un corto duelo de artillería. Durante la noche del 10 de julio penetra en Iquique y ataca a las unidades navales que
bloquean el puerto. La cañonera “Magallanes” logra eludir al “Huáscar”. Pero, ante la probabilidad de tener que
enfrentar al blindado “Cochrane”, el comandante Grau decide regresar al puerto de Arica.

El 17 de julio zarpa a interceptar un convoy chileno, y una semana después captura al transporte “Rímac”, con 300
hombres pertenecientes al regimiento “Carabineros de Yungay”, y abastecimiento de guerra. Los éxitos del Grau a
bordo del “Huáscar”, en particular la captura del “Rímac”, llevaron a la renuncia del Jefe de la Escuadra enemiga,
Contralmirante Juan Williams Rebolledo, luego de lo cual se designa a un nuevo jefe y se somete a los buques
chilenos a una recuperación de sus capacidades operativas, a fin de darle caza al “Huáscar”, lo que toma la mayor
parte del mes de septiembre.

Mientras tanto, el monitor peruano y su brillante comandante, continuaban incursionando sobre la costa chilena,
destruyendo instalaciones portuarias y embarcaciones, y evitando en lo posible dañar poblados indefensos, para
afectar el esfuerzo económico chileno necesario para sostener la guerra. En reconocimiento a sus méritos, el 26 de
agosto, el Congreso peruano le otorgó el ascenso al grado de Contralmirante, el cual Grau se negaría a ostentar,
puesto que ello conllevaría a dejar el mando del “Huáscar”.

A principios de octubre, la Escuadra chilena se halla lista para llevar a cabo un plan concebido para capturar al
“Huáscar”, y este se pone en marcha. El momento final llega en la madrugada del 8 de ese mes, cuando
aproximadamente a las 3:30 horas, el “Huáscar” y la “Unión”, que llegaban de Antofagasta, divisaron tres humos,
constatando después que se trataba de naves enemigas.

Grau actuó como otras veces, ya que no había otra posibilidad, y enrumbó hacia el Este para continuar luego al
Norte. A las 7:15 horas distinguió otros tres humos provenientes del Norte, que eran el “Cochrane”, la corbeta
“O'Higgins” y el transporte “Loa”, que navegaban hacia la división peruana para cerrarles el paso. Dada la situación
de encontrarse entre dos divisiones enemigas y en la convicción de que eludir el combate ante fuerzas tan superiores
era imposible, el Almirante Grau se dispuso a cumplir con su deber. Ordenó al comandante de la “Unión” salvar su
buque, lo que se hizo aprovechando su mayor andar.

A los veinte minutos de iniciada la acción, una granada lanzada desde el “Cochrane” impactó en la torre del
comandante, volando por los aires al Almirante Grau y dejando moribundo al Teniente Primero Diego Ferré, que le
servía de ayudante.

Se continuó el combate con singular coraje de parte de los defensores del “Huáscar”, cuyo blindaje no tenía
resistencia ante las poderosas baterías de las naves chilenas. El combate fue tenaz y sostenido, y se sucedieron en
el comando de la nave peruana varios de sus oficiales que caerían muertos durante la contienda, hasta que debido a
los daños recibidos, el último comandante del “Huáscar”, el Teniente Primero Pedro Gárezon, ordenó inundar el
buque para evitar su captura. Sin embargo, la nave, ya incapacitada para la defensa, sin gobierno, pero con el
pabellón aun a tope, sufrió el abordaje del enemigo. En este último episodio glorioso que se registraría a bordo del
“Huáscar”, cada uno a bordo del monitor peruano cumplió con su deber, siguiendo el ejemplo de su comandante.

Con el sacrificio de Grau, concluyó la vida de uno de los más ilustres peruanos de todos los tiempos. Todos los
hechos de su vida estuvieron marcados por una conducta ejemplar, y su grandeza no solo estriba en el
comportamiento heroico que mostró en las ocasiones en la que tuvo que defender a su patria y su inigualable pericia
marinera, sino en la forma en que supo sobreponerse a las dificultades que el destino le puso en su camino. Como
dijera el historiador peruano Jorge Basadre: “Miguel Grau Seminario fue un hombre comprometido con su tiempo, con
su país y sus valores. Fue honesto y leal con sus principios, defendió el orden constitucional y fue enemigo de las
dictaduras. El héroe de Angamos siempre estuvo en la línea de afirmación de las normas morales y las tradiciones de
la república. Honrado en el camarote y en la torre de mando, lo es también en el salón y en el hogar”.
Capitán de Fragata
AGUIRRE Romero Elías

Este valeroso marino nació en Chiclayo el 1° de octubre de 1843, sus padres fueron Carlos Aguirre y María
Candelaria Romero. Las primeras letras las aprendió en su ciudad natal, y a los diez años, sus padres lo enviaron a
Lima para seguir sus estudios en la capital bajo la tutela de sus tíos José y Manuel Romero.

Antes de cumplir los 15 años ingresa en la Escuela Naval Militar, el 7 de junio de 1858. En 1860, egresando como
Guardiamarina, es destinado a servir en la fragata “Amazonas”. Durante cuatro años realiza sus prácticas
profesionales en diversos buques de la escuadra, el 20 de enero de 1864 obtiene el grado de Alférez de Fragata.
Oficial serio, competente, responsable, cordial y caballeroso, alcanzó sus grados inmediatos sin interrupción.

Obtuvo el grado de Teniente Segundo efectivo el 23 de noviembre de 1865. Al año siguiente, el conflicto con España
se agudiza con la Revolución de Arequipa y las acciones bélicas entran en una fase crítica. Para enfrentar a la
poderosa escuadra española, el gobierno manda a construir en Inglaterra dos blindados, el “Huáscar” y la
“Independencia”, que ya estaban en viaje al Perú. El resto de la escuadra se envió a Chile, para reunirse con ellos y
presentarse unida para el encuentro final con la flota española. A la poderosa escuadra peruana debían agregarse las
dos únicas naves chilenas: goleta “Virgen de Covadonga” y corbeta “Esmeralda”.

La División Naval peruana, que salía del Callao rumbo al sur, estaba constituida por las fragatas “Apurímac” y
“Amazonas” y las corbetas “Unión” y “América”. Al mando de esta fuerza está el Capitán de Navío Manuel Villar, que
llega con su escuadra a Chile y se une a las dos naves chilenas al mando del Capitán de Navío Juan Williams
Rebolledo, que por ser más antiguo que Villar, asume el mando general de la flota unida. La escuadra española, al
tener información sobre estos movimientos de la escuadra aliada, envía al sur dos de sus fragatas, “Villa de Madrid” y
“Blanca”, con el fin de desbaratar estos aprestos bélicos.

La escuadra aliada escoge la rada de Challahué, cerca de la isla de Abtao, para esperar a las naves enemigas. El 7
de febrero tuvo lugar el memorable combate de Abtao. La escuadra aliada está al mando de Villar, pues días antes,
Williams Rebolledo tuvo que dirigirse a Valparaíso en la “Esmeralda”. Después de un rudo cañoneo las naves
españolas tuvieron que abandonar el campo ante la imposibilidad de batir a las naves peruanas que habían elegido
una excelente posición defensiva. En este combate encontramos al Teniente Aguirre en la dotación de la “Unión”, a la
sazón comandada por el entonces Capitán de Corbeta Miguel Grau. Elías Aguirre tenía a su cargo las baterías de la
corbeta, y su desempeño fue sobresaliente dirigiendo con eficacia y energía el fuego de su nave.

Por su valiente y digno comportamiento en acción, Aguirre fue ascendido a Teniente Primero, se le otorgó medalla
conmemorativa y el título de “Benemérito de la Patria”. Iguales distinciones se otorgó a los jefes y oficiales que
participaron en el combate.

La estadía de la escuadra peruana en Chile se prolongó y tuvo consecuencias negativas. Mostró la animosidad de
nuestros aliados de entonces, que crearon situaciones conflictivas, por no decir agresivas, que el tino y ponderación
de nuestros jefes evitó que tomaran mayores proporciones Así, el 16 de enero de 1866 la fragata “Amazonas”, que
paseara el pabellón peruano alrededor del mundo, al tomar uno de los canales para dirigirse a Abtao se varó en
Punta Quilpué y se perdió totalmente. Estaba a órdenes del práctico chileno Errázuriz, que eligió el canal más
estrecho y peligroso. Meses después, la corbeta “Unión” fue cañoneada desde tierra con los mismos cañones
salvados de la “Amazonas”, colocados en baterías improvisadas. Por fortuna la corbeta no fue tocada, y se dijo como
excusa que fue un error de los artilleros, que confundieron a la nave peruana con una enemiga.

Al concluir la guerra, el gobierno contrató los servicios del Contralmirante estadunidense John Tucker, para asumir el
mando de nuestra escuadra e iniciar una campaña marítima sobre las islas Filipinas, donde aparentemente se habían
refugiado las naves españolas. Este nombramiento resultó ofensivo al prestigio y honor de nuestros experimentados
y eficientes mandos navales, cuya protesta no se hizo esperar. Esta se tradujo en una renuncia colectiva. El gobierno
actuó drásticamente: aceptó las renuncias y envió al transporte “Chalaco” llevando los relevos con órdenes de
conducir presos a los rebeldes para ser enjuiciados. Estos, luego de una dilatada prisión preventiva en la isla San
Lorenzo, recibieron la sentencia, intimidatoria antes que efectiva, atendiendo al prestigio de muchos de los afectados;
casi todos, como Elías Aguirre, fueron absueltos y reincorporados al servicio.

Al año siguiente el Perú adquirió en los EE.UU. dos monitores fluviales, bautizados con los nombres de “Atahualpa” y
“Manco Cápac”, construidos para operar en el río Mississippi y no en mar abierto. Lentos, pesados y sin quilla,
tuvieron que hacer el viaje desde Nueva Orleáns al Callao a remolque. La cubierta principal sobresalía de la
superficie apenas 12 pulgadas, por lo cual las escotillas y tomas de aire debían permanecer continuamente cerradas
durante la navegación, haciendo de las condiciones de navegabilidad un sacrificio.
Aguirre fue nombrado a la dotación del “Manco Cápac” y él efectuó todo el azaroso viaje en las condiciones más
adversas. Solamente la gran capacidad profesional y la inquebrantable voluntad de las tripulaciones pudieron
culminar con éxito uno de los más increíbles viajes de la historia naval, que duró 15 meses. Al llegar a Río de Janeiro
se une al convoy la corbeta “Unión”, y allí Aguirre se entera de su ascenso a Capitán de Corbeta. Luego fue
nombrado Segundo Comandante del “Manco Cápac”, poco después pasa a la “Unión” en el mismo cargo. Durante el
viaje, Aguirre tradujo al inglés el “Derrotero del Estrecho” del capitán R.C. Maine, trabajo meritorio que fue publicado
en el diario “El Peruano” a su retorno a la patria.

Al llegar al Callao, la corbeta “Unión” es enviada a Inglaterra para su carena y reparación. Va como Comandante
Nicolás del Portal y Aguirre como su segundo. La navegación hasta Greenhite (Inglaterra) se efectúa en gran parte a
vela, adquiriendo sus tripulaciones excelente práctica en ese tipo de navegación. La estadía en Inglaterra duró más
de año y medio; zarparon del Callao en setiembre de 1871 y regresaron el 11 de julio de 1873.

Terminado este largo viaje, Aguirre es nombrado Sub Director de la Escuela Naval. En adición a sus funciones tiene a
su mando a la cañonera “Chanchamayo”, nave en la que realizan sus prácticas efectivas en el mar los alumnos de la
Escuela de Grumetes.

El excelente estado de preparación de la nave; la pulcritud, aseo y disciplina de sus tripulantes, denotan las
especiales virtudes de su comandante. Infortunadamente en uno de los numerosos viajes por la costa norte la nave,
impelida por vientos favorables de popa, avanzó rápidamente varándose totalmente en plena rompiente cerca de la
Punta de Falsa Aguja. La proximidad de la noche y la falta de medios de rescate decidieron la irremisible pérdida del
buque. Aguirre, después de infructuosos esfuerzos, logró salvar a su gente y parte del equipo de la cañonera, y tuvo
que afrontar las graves consecuencias del desastre.

Con la entereza y nobleza de su carácter, asume plenamente sus responsabilidades, exime a sus oficiales y
subalternos de toda culpa y se presenta notablemente para recibir sobre sus hombros todo el peso de la ley. Su
prestigio y bien ganada fama de brillante oficial influyen en el ánimo del consejo de guerra, y Aguirre es solamente
separado del servicio por dos años. No temió comparecer ante el Consejo; aguardó sereno el veredicto. En el corto
lapso que permanece en esta condición, fue solicitado para navegar en los buques de la Compañía del Guano.

Al declararse la guerra con Chile, Aguirre se presenta para ofrecer sus servicios. Es nombrado a la dotación de su
antiguo buque, la “Unión”, en abril de 1879, como mayor de órdenes del comandante Aurelio García y García.
Participa en las capturas de la fragata “Adelaida Rojas”, la barca “Adriana Luisa” y el transporte “Rímac”. El 28 de
julio de 1879 es trasladado al “Huáscar” como Segundo Comandante a solicitud del Almirante Grau. Durante agosto y
setiembre lo acompaña en sus osados ataques a Antofagasta y puertos chilenos, hasta que llega Angamos, epopeya
en la que alcanza el cenit de su fama.

En la memorable mañana del 8 de octubre, el enemigo ha preparado convenientemente los pesados cañones de sus
blindados para que a muy corta distancia disparen sobre la torre de combate del “Huáscar”, lugar donde saben que
se encuentra Grau. Así pues, a pocos minutos de iniciado el combate, el Almirante Grau y su ayudante el Teniente
Ferré mueren víctimas de la explosión de los proyectiles que perforan la torre y explotan en el interior. El Capitán de
Fragata Melitón Carvajal avisa a Elías Aguirre que el Almirante ha muerto y debe asumir el mando del monitor.

De inmediato Aguirre ocupa el puesto de Grau. Restablecido el gobierno del buque, sabiendo perdida su nave y con
los buques enemigos atacando por todos los sectores del horizonte, ensaya un último recurso: el uso del espolón.
Ordena rumbo de colisión sobre su más cercano perseguidor, el “Cochrane”. El “Huáscar” con sus máquinas
lanzadas a toda velocidad, enrumba sobre la nave enemiga, que se ve obligada a maniobrar para librarse del ataque,
pasando a escasos metros de la popa del buque enemigo. Sobreviene entonces el fatal desenlace: Aguirre perece en
este combate, al igual que el Almirante Grau y el Teniente Ferré, quienes cumplieron con su deber hasta el último
momento.

El 25 de octubre de 1879 el Congreso legisla a favor de los deudos de los mártires del “Huáscar”. El 28 de mayo de
1880 se les condecora con la “Cruz de Acero de la Legión del Mérito” y en 1886, un Decreto Supremo dispone que
los héroes de Angamos pasen como presentes en las listas de revistas del buque insignia que llevará el nombre del
Almirante Grau.

Sus restos reposan en la Cripta de los Héroes, en uno de los sarcófagos de mármol de la nave principal, al lado de
los que guardan los restos de Grau, Cáceres, Carvajal, Bolognesi y Recavarren.
Combate de Angamos
08 de octubre de 1879
Un día como hoy un grupo de hombres, tripulantes del monitor Huáscar al mando del Caballero de los Mares Gran
Almirante del Perú Don Miguel Grau Seminario, fueron protagonistas de uno de los Combates Navales más
memorables y gloriosos de los que se tenga recuerdo en la historia marítima de las naciones.

Aquella heroica epopeya se inicia el día 30 de setiembre de 1879, cuando la División Naval integrada por el monitor
Huáscar, la corbeta Unión y el transporte Rímac, zarpa hacia el sur en demanda de Iquique a donde arriban el 1° de
octubre. Aquel día, el Huáscar al mando de Grau y la Unión al mando de García y García enrumban nuevamente
hacia el sur para continuar incursionando en costas chilenas, actividad que gracias a la habilidad y pericia de nuestro
Gran Almirante y su tripulación había dado buenos resultados, dado que tras más de 6 meses de guerra contra un
adversario poderoso, les había negado el dominio del mar.

Ante esta situación, que era inconcebible para los chilenos y que ocasionó el relevo de su Alto Mando Naval, el nuevo
comandante en jefe de su escuadra, Almirante Riveros ideó planes para la captura del Huáscar, la pesadilla de los
marinos chilenos. Es así que la escuadra enemiga es dividida en dos divisiones integrada la primera por el acorazado
Blanco Encalada, la goleta Covadonga y el transporte armado Matías Cousiño; la segunda por el Cochrane, la
corbeta O’Higgins y la cañonera Loa; zarpan hacia Arica el 2 de octubre, llegando allí el 4, no hallando a nuestras
naves, tomaron entonces conocimiento de que se hallaban incursionando en sus costas. Es así que ambas divisiones
se separan para navegar hacia el sur, la primera pegada hacia la costa y la segunda en alta mar. El plan chileno
consistía en acorralar al Huáscar y la Unión aprovechando la mayor velocidad de los buques de la segunda división y
cortarles la retirada.

El mismo día 4 continuando con su misión, la División Naval Peruana llegó a Sarco, al sur de Huasco, apresando a la
goleta chilena Coquimbo, despachándola hacia Arica. El día 5, siempre navegando al sur, arriban a Coquimbo no
hallando naves enemigas, prosiguiendo luego hasta Tongoy a pocas horas de Valparaíso. Grau ya había tomado
conocimiento del zarpe de los chilenos y por ello prefiere no arriesgar ir más al sur, emprendiendo el retorno hacia el
norte. Los días 6 y 7 el Huáscar sufre desperfectos en sus máquinas efectuándose las reparaciones en alta mar.
Superados los problemas, en la madrugada del día 8 de octubre a 01.00 horas arribaron al puerto de Antofagasta
libre de buques chilenos, continuando su derrota hacia el norte. A 03.00 se divisaron humos procedentes del norte,
pensándose inicialmente que se trataba de mercantes, pero a fin de evitarlos en caso que fueran naves chilenas,
Grau ordenó navegar al oeste y luego al norte; pero el plan de Riveros se puso en marcha y fue así que los humos
divisados inicialmente al salir de Antofagasta correspondían a los buques de la primera división que emprendieron
caza a nuestros buques y luego de tres horas de navegar a toda máquina, los peruanos logran burlar al enemigo
dejándolos a 8 millas a la altura de Punta Tetas.

Más tarde, a 07.15 navegando hacia el norte se divisan otros tres humos por el noroeste, que eran los de las
segunda división naval chilena que navegaba en rumbo de intercepción hacia los nuestros. Grau tomó conocimiento
de esta nueva situación y comprendió que el cerco que el enemigo le tendía sería difícil de evitar, ya que la velocidad
y el poder artillero del Huáscar eran superados ampliamente por los de los acorazados chilenos. Entonces decidió
continuar hacia el norte a fin de intentar rebasar Punta Angamos. Luego, evaluando la situación, dio órdenes a García
y García para que salve su buque puesto que sacrificar a la Unión, único buque de valor aparte del Huáscar sería un
error.

En conocimiento que el enfrentamiento era inevitable, Grau presentó combate y tomó la iniciativa, efectuando el
primer cañonazo a 09.40 hacia el Cochrane que estaba a 1000 yardas de distancia y así empiezó el encuentro a la
altura de Punta Angamos. El acorazado chileno estrechó distancias aprovechando su andar y luego inició sus
disparos, obligando, al hacer blanco en el Huáscar, a gobernar con aparejos.

A 09.50 horas en pleno fragor del combate un proyectil impactó en la torre donde se hallaba el Almirante Miguel Grau,
causándoles la muerte a él y a su ayudante el Teniente Diego Ferré. En ese preciso instante fue cuando el marino
más grande del continente pasó a la inmortalidad.

Pero el combate continuó. El espíritu vivo de Grau se mantuvo entre los suyos, el Huáscar no se rindió: asumió el
mando el Comandante Elías Aguirre; la lucha se hizo cada vez más difícil y la primera división Chilena entabló
también combate con el monitor. El enemigo con su poderosa artillería demolió poco a poco la nave peruana, que
perdió el gobierno a causa de una andanada. Aguirre cayó muerto, el Comandante Capitán de Corbeta Carvajal fue
herido de gravedad, el Teniente Rodríguez cayó muerto también, fue herido el Teniente Palacios quien con la
mandíbula destrozada no abandonó su puesto y el Teniente Santillana fue alcanzado por la metralleta; el personal
tampoco se rindió y luchó hasta el final.
El Huáscar, aunque sin gobierno, continuó disparando, intentó espolonear al Blanco Encalada sin resultados.
Finalmente, tras una hora y diez minutos de combate desigual, con la artillería ya inutilizada por el fuego enemigo,
con el buque sin posibilidades de maniobrar y diezmada su tripulación, por orden expresa del último en asumir el
mando del Huáscar el Teniente Pedro Gárezon, se ordenó abrir válvulas de fondo para hundir el buque y cuando esto
se llevaba a cabo, ya con 4 pies de agua en los fondos, el enemigo abordó el buque y tras dominar a la tripulación
exhausta pero con la moral y el orgullo en alto, lo tomaron como presa. Al instante de abordar el Huáscar el primer
bote chileno, se hallaban los oficiales peruanos sobre la cubierta porque momentos antes habían arrojado al agua
sus espadas para no entregarlas, gritando a viva voz uno de ellos “Los Peruanos no se rinden”.

Señores: El relato de este combate, la página más heroica de nuestra historia naval que causa respeto y admiración
a todo el mundo incluso a los marinos y pueblo de Chile, nos debe hacer reflexionar en torno al reto actual que tiene
nuestra patria, que es el de continuar la tarea de desarrollo nacional por la que otros marinos compañeros nuestros al
igual que Grau y sus tripulantes no han dudado en ofrendar sus vidas Demostremos que el sacrificio de nuestros
héroes bajo la luz de nuestro Gran Almirante Miguel Grau no ha sido en vano. El Perú no se rinde.

Francisco Bolognesi

Francisco Bolognesi, héroe máximo de Arica. Hijo de Andrés Bolognesi Camparello -músico italiano natural de
Génova- y de Juana Cervantes Pacheco. Nació en Lima en una casa de la calle Afligidos, hoy jirón Caylloma, el 4 de
noviembre de 1816 según su partida de bautismo en la parroquia San Sebastián; y murió el 7 de junio de 1880
defendiendo Arica ante las tropas chilenas. Tuvo tres hermanos: Mariano, que llegó a ser coronel de artillería, y
Margarita y Manuela, ambas casadas con extranjeros y radicadas fuera del país. De niño creció primero en Lima,
educándose luego en el seminario conciliar San Jerónimo de Arequipa (1825-1832); debido a la temprana muerte de
su padre ingresó al servicio de una compañía comercial como tenedor de libros. Paralelamente emprendió varios
viajes a la región de Carabaya (Puno) y al Cuzco para extraer café, cascarilla y coca y comercializar dichos
productos. Durante la década de 1840 fue testigo de las luchas caudillescas entre Ramón Castilla y Manuel lgnació
de Vivanco, incluso le tocó presenciar la batalla de Carmen Alto (julio de 1844), encuentro que permitió el triunfo final
de las tropas constitucionalistas de Castilla. Ingresó al ejército como voluntario de la Guardia Nacional durante un
conflicto contra Bolivia (1853). Fue ascendido a teniente coronel y designado segundo jefe del batallón Libres de
Arequipa (1854); a órdenes de Castilla tuvo que hacer frente al gobierno de José Rufino Echenique, por ello fue
edecán del propio Castilla luego de su triunfo en La Palma (enero de 1855). Como comandante del escuadrón
volante y primer jefe de la brigada de artillería, partió contra la revolución de Vivanco en Arequipa (1858), siendo
herido en el muslo. Esto le valió el ascenso a coronel, y como tal concurrió al conflicto con el Ecuador (1859-1860).
En 1860 el presidente Castilla lo comisionó a Europa para estudiar los avances en el terreno de la artillería,
regresando dos años después con 54 cañones, la primera artillería rayada que tuvo el país; pronto fue nombrado
comandante general de artillería. Debido a unas pruebas realizadas en las playas de Conchan, se produjo una
polémica periodística y Bolognesi, en un artículo publicado en El Comercio, defendió al cuerpo de artillería (7 de abril
de 1862). Nuevamente viajó a Europa, esta vez enviado por el presidente Juan Antonio Pezet, trayendo en esta
oportunidad los cañones Brakely que en el combate del Callao (el 2 de mayo de 1866) derrotaron a la escuadra
española. Aunque él no participó en esta acción por hallarse fuera del país, a su regreso fue designado comandante
general de las baterías del Callao (1868). Se retiró del Ejército a los 55 años de edad (1871) luego de haberse
desempeñado como comandante general de artillería y gobernador civil del Callao. Estaba en situación de retiro
cuando estalló la guerra con Chile (1879), sin embargo, se apersonó a sus superiores y pidió ser recibido como
voluntario; contaba con más de 60 años. Al mando de la tercera división asistió a la derrota de San Francisco (19 de
noviembre de 1879) y a la victoria de Tarapacá (27 de noviembre de 1879), concurriendo a esta ultima con altísima
fiebre. Una vez reorganizada la defensa peruana en Tacna, avanzó al puerto de Arica y se le encargó, la
comandancia general de Arica (3 de abril de 1880). Iniciado el ataque chileno, convocó a sus oficiales a una junta de
guerra, acordando unánimemente defenderla:
Hasta quemar el último cartucho

Cuatro días después hacía honor a esta promesa, ofrendando heroicamente su vida al ser alcanzado por una bala
enemiga (7 de junio de 1880).

Contrajo matrimonio con Josefa de la Puente y Rivero y tuvo cuatro hijos: Margarita, Federico, Enrique y Augusto;
estos dos últimos murieron en las batallas por la defensa de Lima (1881). Cuenta Roque Sáenz Peña -futuro
presidente de Argentina y combatiente en el morro- en mis recuerdos, que Bolognesi:
Era un hombre pequeño de estatura. Había lentitud y dureza en sus movimientos, como la había en su fisonomía; la
voz era clara y entera a pesar de su ancianidad; los años y los pesares habían plateado su cabello y su barba
redonda y abundante, destacaba la tez bronceada de su rostro enérgico y viril… su inteligencia era inculta, carecía de
preparación pero tenía la percepción clara de las cosas y de los sucesos; la experiencia de los años y la malicia que
se desenvuelve en la vida inquieta en los campamentos habían dado a su espíritu cierta agilidad de concepción…
Había conocido los ejércitos europeos y hecho estudios detenidos sobre armamentos
Añade que Bolognesi era tan amigo del orden y la disciplina, que era capaz de desdeñar la victoria si no era
conquistada por los preceptos de la ley militar, prefería la derrota en la estrategia y la ordenanza, al triunfo en la
inspiración o el acaso.
José Gálvez y el Combate del 2 de Mayo

el Combate del 2 de Mayo de 1866, el día de la Independencia definitiva del Perú frente a España. La ocupación de
las islas Chincha, el Combate de Abtao. El Secretario de Guerra, José Gálvez quien murió en el combate.
El día de la Independencia definitiva
JOSÉ GÁLVEZ Y EL COMBATE DEL 2 DE MAYO
En 1853 España había reconocido la independencia del Perú, sin embargo, 13 años después, en 1866, una
escuadra española ocupó las islas Chincha, emporio del guano peruano. Ante esta situación se convocó a un
Congreso Americano en Lima, con la participación de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Guatemala, Perú y
Venezuela, y se llegó a la conclusión de que el asunto de las islas Chincha era un problema continental.
La escuadra española también amenazó a nuestros vecinos, bloqueando la costa chilena, incursionó en sus puertos
y afecto su comercio. En esa época, los chilenos capturaron la goleta española "Covadonga" que luego fue usada
contra el Perú en la Guerra del Pacíficio.
El 7 de febrero de 1866, la escuadra peruano-chilena batió a la española en el combate de Abtao. Los españoles
bombardearon Valparaíso el 31 de marzo y se dirigieron al Callao para atacarlo.
Callao: el Combate del 2 de Mayo de 1866
El 2 de mayo de 1866, a las once y quince de la mañana, la escuadra española, tendida en una línea en forma de V,
se acercó desafiante al puerto de El Callao. A la derecha, al sur del Callao, estaba la Numancia, seguida por las
fragatas Almansa y Resolución. El sector de la izquierda o del norte, estaba formado por las fragatas Villa de
Madrid, Berenguela y Blanca. La corbeta Vencedora era el punto de intersección de la pirámide. Los barcos más
pequeños se situaron atrás. Eran, en conjunto, la escuadra más formidable que había navegado las aguas del
Pacífico americano.
La ciudad del Callao lucía embanderada, había sido abandonada por todos aquellos que no eran combatientes. El
General Buendía había agrupado varios batallones para impedir un posible desembarco español. Entre El Callao y
Bellavista se concentraban los bomberos limeños y chalacos. Cerca de allí, los bomberos italianos, franceses,
ingleses y alemanes portaban sus respectivas banderas nacionales. En el sector sur del Callao se preparon las
defensas desde la torre de La Merced, el fuerte de Santa Rosa y la batería Chalaca, improvisada en 24 horas por
una multitud. En la zona de la "mar brava" se erigió la batería Zepita para evitar un posible desembarco. La línea del
norte, al mando del coronel José Joaquín Inclán, estaba formada por el fuerte Ayacucho, la batería Independencia.
En el centro se hallaban los barcos peruanos Loa, Victoria, Tumbes, Sachaca y Colón, de poca o nula fuerza militar.
Las fuerzas peruanas contaban apenas con 45 piezas de artillería contra 245 cañones españoles.
La participación extranjera en el combate fue muy importante porque se unieron en defensa del territorio peruano,
soldados ecuatorianos, chilenos, bolivianos y hasta mexicanos, cuyos intereses también estaban en juego.
El Secretario de Guerra, José Gálvez, se posicionó en la torre de La Merced para dirigir el combate.

Al mediodía del 2 de Mayo de 1866, La Numancia, la mejor embarcación de la época, se puso al frente de las naves
españolas y lanzó dos cañonazos que fueron respondidos por La Merced y las demás baterías.
La Villa de Madrid fue la primera baja española, puesta fuera de combate a las 12:20, con una granada con la que
perdieron la vida 13 hombres y que abrió un enorme agujero en la nave. Luego, fueron averiadas la Berenguela y
la Blanca.

José Gálvez

En la torre de La Merced imperaba el desorden y la impericia de ciudadanos poco conocedores del arte de la guerra.
A las 12:55 pm. una explosión en la torre mató a 27 personas, entre ellas, el Secretario de Guerra, José Gálvez, el
ingeniero colombiano Cornelio Borda, el jefe de la torre, coronel graduado Enrique Montes, el capitán de artillería
chileno Juan Salcedo, el coronel Toribio Zavala, hermano del ministro de Marina de España. Nunca se supo el
orígen de la explosión, se dijo que fue una bomba del enemigo, una bomba de la batería Zepita o una bomba de la
misma torre que explotó accidentalmente.
Después de la explosión, la torre y los alrededores exhibían un terrible cuadro de sangre, ceniza, tierra y retazos de
uniformes. Sin embargo, la catástrofe no abatió a los defensores del Callao. La lucha siguió incesantemente y los
actos de heroísmo también. Una a una fueron cayendo las naves enemigas afectadas por los más de 200 disparos
efectuados desde las torres. Aunque los españoles declararon luego que habían disparado dos mil granadas,
ninguna llegó a neutralizar las baterías peruanas.
A las 2 de la tarde la Villa de Madrid abandonó el combate y fue remolcada por la Vencedora. Poco después se
retiró también la Berenguela, que anegada comenzó a recostarse sobre su costado a babor. A las 3 de la tarde
la Resolución se retiró con serios desperfectos y la Almansa con agua e incendio a bordo. Quedaron la
Numanciay la Vencedora, ésta con disparos eventuales. A las 5 de la tarde, la nave capitana de los atacantes dio
señal de cesar el combate, ordenó la retirada después de dar vivas a la reina. Los peruanos siguieron disparando
hasta que los buques españoles estuvieron fuera del alcance de los cañones de sus baterías.
José Inclán
Tuvieron destacada actuación en el combate, José Joaquín Inclán, patrono del Arma de Artillería del Ejército, el
coronel Leoncio Prado y el Teniente Coronel Pedro Ruiz Gallo.
Con esta gesta, el Perú sellaba definitivamente la independencia de América del Sur. El combate del 2 de Mayo fue
una victoria del pueblo americano y del pueblo peruano en particular. La escuadra española tuvo que retirarse
definitivamente del océano Pacífico.

Pedro Ruiz Gallo

Pedro Ruiz Gallo (Distrito de Eten, Chiclayo, Perú, 24 de junio de 1838 - Callao, 24 de abril de 1880) fue
un militar e inventorperuano aunque también se desempeñó como mecánico, músico, pintor, investigador médico y
explorador,1 considerado uno de los precursores de la aeronáutica moderna 2 y patrono del arma de
ingeniería del ejército peruano.3

Familia y primeros años


Nació en la entonces Villa de Eten, hoy la ciudad de Eten, provincia de Chiclayo el año 1838, sus padres fueron
el coronel español Pedro Manuel Ruiz y la dama peruana Juliana Gallo, cuando aún era muy niño perdió a su padre
y poco tiempo después cuando contaba con apenas 11 años de edad a su madre, esta situación lo obligó a
abandonar su pequeño pueblo natal para dirigirse a la ciudad de Chiclayo donde se empezó a desempeñar como
ayudante de relojero, afición que le interesaría por el resto de su vida.

Carrera militar
Desde su niñez Pedro Ruiz Gallo se sintió atraído por la mecánica pero movido por su también vocación militar se
trasladó a Lima a la edad de 15 años para enlistarse en el ejército sentando plaza de cadete en 1848, por sus
méritos y reconocida inteligencia rápidamente ascendió en la carrera de las armas siendo que en 1855 ya ostentaba
grado de capitán desempeñándose como ayudante en el prefectura del departamento de Amazonas lugar donde
realizó muchas exploraciones y estudios en la todavía desconocida selva peruana. Durante este periodo también
incursionó en la medicina logrando el descubrimiento del fluido vacuno contra la viruela con el cual logró crear una
eficiente vacuna.4 Durante su estancia en Chachapoyas construyó un reloj público que donó a esa ciudad.
En 1865 fue ascendido a Mayor Graduado y al iniciarse ese mismo año la revolución del general Mariano Ignacio
Prado, y que desembocaría más tarde en la guerra contra España, se unió al ejército restaurador que marchó a
Lima y derrocó al presidente Pezet, para luego combatir en el glorioso combate del 2 de mayo ante la escuadra
española tras esta acción de eterna memoria en la historia republicana ascendió a Teniente Coronel.

El gran reloj de Lima

Finalizada la guerra con el retiro de la escuadra española de aguas americanas, Pedro Ruiz Gallo pudo dedicarse
por entero a su ambicioso proyecto de construir un gran reloj para la capital peruana lo que logró bajo
el mecenazgo del entonces presidente José Balta quien lo nombró agregado al Estado Mayor General y financió su
obra, pese a la oposición y críticas que recibió su trabajo el inventor continuo sereno y perseverante siendo que el 6
de diciembre de 1870, pocos días antes de celebrarse un nuevo aniversario de la Batalla de Ayacucho y ante la
admiración general, se inauguró su monumental reloj en los jardines de la Exposición frente al Palacio del mismo
nombre.4
Eximio. Señor: Comprendo que se debe haberme juzgado temerario porque sabía que no he tenido la envidiable
fortuna de iniciarme en las ciencias; pues soy un rudo soldado que ha adquirido como otros más felices, la verdad
en los libros, contemplando los grandiosos monumentos que son el orgullo de los pueblos y de la civilización
moderna. Me limito por tanto a hacerle una descripción de mi modesta obra sujeta a los errores de mi pobre ingenio:
“Frontis del reloj mide 11mts. 61cm. tiene 9 esferas ; la principal del centro que marca las horas, los minutos y
segundos; la que queda a la izquierda de ésta, los días de la semana; la tercera las fechas; la cuarta, los meses; la
quinta, tiene la descripción siguiente: “El Congreso de 1868 y el Exm. Señor Coronel Balta protegieron esta obra”; la
sexta tiene esta otra: "Principiada en 1866 y concluida en 1870 por Pedro Ruiz; la séptima manifiesta las estaciones;
la octava los años, y la novena los siglos existentes del sol y las fases de la luna, que se destacan en la esfera
principal.
Hay también una combinación de soldados y una máquina de música, por último a cada hora se renueva uno de los
12 cuadros que tiene 3 metros de largo por 1 metro de ancho y que representa en nuestra historia desde los incas
hasta la fecha.
El reloj está sostenido por 12 columnas de madera de 4m de altura y existen 5, 198 piezas distintas, más 3,578 en el
frontis y los aparatos auxiliares.
Primero: El Imperio, Manco Cápac y su esposa la colla Mama Ocllo.
Segundo: El inca Huayna Cápac, la coya y sus nobles.
Tercero: La llegada de Francisco Pizarro y sus conquistadores al valle de Cajamarca
Cuarto: La captura de Atahualpa y la matanza de Cajamarca
Quinto: La inmolación de Cahuide durante la batalla de Sacsayhuamán
Sexto: Ejecución del Inca Tupac Amaru
Séptimo: Captura de la corbeta española Esmeralda por la expedición libertadora de Lord Cochrane
Octavo: Don José de San Martín proclamando la independencia del Perú
Noveno: Batalla de Junín
Décimo: Batalla de Ayacucho
Décimo Primero: Combate del 2 de mayo
Décimo Segundo: El presidente José Balta junto al mapa del Perú
El reloj de Pedro Ruiz Gallo constituyó durante muchos años una de las mayores atracciones de Lima. A pesar de
concluir con éxito su mayor obra el ya famoso inventor nunca abandonó sus estudios científicos abocándose ahora
hacia la aeronaútica publicando en 1878 Estudios Generales sobre la Navegación Aérea y Resolución de este
importante problema obra en la planteaba la construcción de una máquina voladora movida por propulsión mecánica
que permitiría al hombre conquistar los cielos. 5 Sin embargo estos estudios tendrían que ser truncados cuando el 5
de abril de 1879 el gobierno chileno declaró la guerra al Perú iniciándose entonces la llamada guerra del Pacífico.

Fallecimiento durante la guerra del Pacífico[editar]


En 1879, Pedro Ruiz Gallo retorna a la carrera de las armas y tras la pérdida del monitor Huáscar en el combate
naval de Angamos y obtenido el dominio del mar por parte de la escuadra chilena, orienta sus esfuerzos a la
fabricación de torpedos para ser usados contra la escuadra bloqueadora que ya se había presentado frente
al Callao.
Fue así que realizando en una maestranza del balneario de Ancón al norte del Callao, encontró trágica muerte el 24
de abril de 1880 cuando por un accidente durante el trabajo en un torpedo experimental, se produjo una terrible
explosión que acabó con su vida.6
Sus restos serían conducidos posteriormente a la Cripta de los Héroes de la Guerra del Pacífico, donde reposan
hasta el día de hoy.

El reloj de Pedro Ruiz Gallo fue llevado como botín por el ejército chileno[editar]
Durante la ocupación de Lima por el ejército chileno, diversas instituciones públicas como la Universidad Mayor de
San Marcos, el Palacio de la Exposición y la Biblioteca Nacionalfueron utilizadas como barracas por las tropas
invasoras siendo al mismo tiempo desvalijadas de todos sus bienes artísticos y culturales los que fueron conducidos
a Chile. El reloj de Pedro Ruiz Gallo corrió igual suerte y tras ser desmontado fue llevado como botín de guerra por
el ejército vencedor, quienes sin embargo una vez en Chile no supieron hacerlo funcionar.

Combate del 2 de Mayo

El combate del 2 de mayo ocurrió en el año de 1866, en ese momento gobernaba en el Perú el general Juan
Antonio Pezet. En este año apareció frente a nuestras costas una flota de guerra española, encubierta con el nombre
de expedición científica.
Después de algunos episodios, dicha expedición ocupó las islas de Chincha, una de las mejores islas productoras de
guano de ese tiempo. España argumento la toma de posesión de esta isla, por un impago por parte del Perú por la
independencia, según lo prescrito en la Capitulación de Ayacucho.

Este hecho enardeció al pueblo peruano ya que la independencia del Perú estaba amenazada. Perú tuvo que
prepararse para un enfrentamiento bélico contra España, país que no había reconocido nuestra independencia, a
pesar de haber transcurrido 42 años desde la batalla de Ayacucho.

El coronel Bolognesi fue comisionado para la compra de cañones a Inglaterra.


Entretanto, se firmo un tratado, el mismo que fue considerado lesivo a los intereses nacionales. Por este hecho el
general Mariano Ignacio Prado se sublevó en Arequipa, copando Lima y dispuso el destierro de Pezet, convirtiendose
el General Mariano Ignacio Prado en el Presidente del Perú.

Toda la población de Lima y Callao se preparó para la defensa de la soberanía del Perú. El coronel Jose
Gálvez asumió la responsabilidad de conducir las operaciones, como Ministro de Guerra. En estas circunstancias
llegaron al Callao los 50 cañones, que fueron montados para la defensa del puerto del Callao.

En esta operación participó la población civil.

Al mediodía del 2 de mayo de 1866, la escuadra española conformada por siete barcos de guerra, equipados con 300
cañones, se acercó al puerto del Callao.
A las 12:15 p.m. el Numancia (barco español) realizó el primer disparo, a mil metros de distancia. Al segundo disparo,
las baterías peruanas abrieron fuego.

A los 53 minutos se produjo una explosión en la Torre La Merced, pereciendo el coronel José Gálvez y otras 27
personas más.

El combate continuó, a las 5 p.m. la escuadra española se retiró de la bahía del Callao, aceptando su derrota.
Sus barcos averiados y semidestruidos, empezaron a retirarse, ocupando la parte oeste de la isla San Lorenzo, para
enterrar a sus muertos y reparar los daños sufridos por sus barcos.

Andrés Avelino Cáceres

Andrés Avelino Cáceres, Héroe de la campaña de la Breña y presidente de la República entre 1886-1890 y 1894-
1895. Hijo de Domingo Cáceres Oré y de Justa Dorregaray Cueva. Nació en Ayacucho el 10 de noviembre de 1833 y
murió en su retiro de Ancón el 10 de octubre de 1923. Se incorporó al ejército, abandonando sus estudios, cautivado
por la personalidad de Ramón Castilla durante su revolución contra el gobierno de Echenique (1854) y formó parte
del batallón “Ayacucho” liderado por el general Fermín del Castillo, participando en la batalla de La Palma y logrando
su ascenso a subteniente en 1855. Ya como teniente graduado y efectivo defendió al régimen de Castilla contra la
revolución de Manuel Ignacio de Vivanco y estuvo en los siguientes enfrentamientos: Yumina (agosto de 1857),
Bellavista (enero de 1858) y asalto de Arequipa (marzo de 1858). Fue promovido a capitán en mérito a sus servicios y
participó en la campaña contra el Ecuador (1859-1860); debido a algunas heridas de guerra fue enviado a Francia
como adjunto a la delegación peruana encabezada por Pedro Gálvez Egúsquiza, para someterse a diversos
tratamientos médicos. A su regreso (1862) formó la plana mayor del batallón “Pichincha N° 3” de Huancayo, organizó
sus cuadros de reclutas y se trasladó con él a Lima mientras era ascendido a sargento mayor graduado (1863).
Censuró el régimen de Juan Antonio Pezet por su actitud débil ante la Escuadra Española y, habiendo manifestado su
protesta por la firma del tratado Vivanco-Pareja (enero de 1865), fue apresado y desterrado a Chile; junto a otros
exiliados, logró desembarcar en Moliendo y pudo plegarse a la revolución del coronel Mariano Ignacio Prado iniciada
en Arequipa. Rápidamente fue promovido a sargento mayor efectivo y teniente coronel graduado (abril de 1865),
participando en la victoria de Prado contra el gobierno de Pezet en Lima (noviembre de 1865) y en la derrota final de
la Escuadra Española en el combate del Callao (2 de mayo de 1866). Se retiró del ejército al triunfar la revolución de
José Balta y se dedicó a la agricultura en su tierra natal (1868-1872), colaborando sin embargo a derrotar la
revolución de los hermanos Gutiérrez, quienes pretendían desconocer la victoria del civil Manuel Pardo para asumir
la presidencia de la República. Por ello, a pedido de éste, asumió la jefatura del batallón “Zepita” y reprimió, poco
después, un motín de sus propios integrantes, lo cual le valió su promoción a coronel efectivo (noviembre de 1872).
Al mando del mismo batallón, siguió defendiendo el régimen de Pardo y contribuyó a la derrota de la revolución
iniciada en Moquegua por Nicolás de Piérola en la batalla del Alto de los Ángeles (diciembre de 1874).

En enero de 1875 asumió la prefectura del Cuzco, cargo en el que lo sorprendió el inicio de la guerra con Chile (abril
de 1879). Al frente de su batallón fue destacado a la segunda división en el extremo sur del país. Participó en las
batallas de San Francisco (19 de noviembre de 1879) y Tarapacá (27 de noviembre de 1879), donde su arriesgada
arremetida permitió la victoria peruana. Luego fue enviado a vigilar las costas de Tacna e Ilo, hasta participar en la
batalla del Alto de la Alianza (26 de mayo de 1880) para definir la futura situación de Tacna que, finalmente, quedó en
mano enemigo. Al llegar a Lima fue nombrado comandante general de la quinta división del ejército del Centro y pasó
a Huaral a dirigir las prácticas de los reservistas. Participó en las batallas de San Juan (13 de enero de 1881) y de
Miradores (15 de enero de 1881) que significaron derrotas peruanas y la posterior ocupación de la capital por las
tropas chilenas. Cabe mencionar que durante estos enfrentamientos cayó herido y solicitó atención médica en el
puesto ambulatorio instalado en el claustro de San Carlos; pasó luego al convento de San Pedro de los jesuítas para
evadir al enemigo hasta que fue nombrado jefe político y militar de los departamentos del centro, estableciendo su
cuartel militar en Matucana (26 de abril de 1881). Desde allí propició una incesante campaña de hostigamiento al
invasor, fue promovido a la alta clase de general (agosto de 1881) y declinó la presidencia de la nación respaldando
el nombramiento de Francisco García Calderón como presidente del gobierno de la Magdalena y la autoridad del
vicepresidente Lizardo Montero. Paralelamente organiza en la sierra central la llamada campaña de la Breña,
convirtiéndose en el héroe de la Resistencia y llegando a ser conocido como el “Brujo de los Andes”. En la batalla de
Pucará (5 de febrero de 1882) sale al encuentro de los invasores y logra su primera gran victoria; los chilenos,
entonces, suben a a cordillera con ánimo vengador y se posesionan de la ciudad de Huancayo, siendo obligados a
abandonar a ante las victorias caceristas en Marcavalle y Pucara II. Entre tanto, por encargo de Cáceres, Juan Gastó
vence en Concepción (9 de julio de 1882). La última gran batalla se produce en Huamachuco (10 de julio de 1883)
donde es capturado Leoncio Prado, quien sería luego fusilado en su lecho por orden de los oficiales chilenos (15 de
julio). A pesar de esta derrota, Cáceres pensaba que era posible vencer y expulsar al enemigo si se le obligaba a
luchar en la cordillera, territorio no dominado por el adversario. Por ello se opuso al pronunciamiento de Miguel
Iglesias para firmar la paz bajo cualquier condición y nunca aceptó los términos del tratado de Ancón (20 de octubre
de 1883) que puso fin, formalmente, a la guerra del Pacífico.

Declarado públicamente enemigo de Iglesias, se opuso a su gobierno (1883-1886), hasta que luego de una cruenta
guerra civil llega por primera vez a la presidencia de la República para sentar las bases de la Reconstrucción
Nacional (1886-1890). Durante su gobierno tuvo que arreglar el problema de la deuda con los acreedores ingleses
que ascendía a 51 millones de libras esterlinas, cuando el total de los ingresos del Perú solamente llegaba a los 8
millones de soles. El País se encontraba en bancarrota. De esta forma se celebró el controvertido contrato Grace
(1889) que significó la entrega, a los acreedores ingleses, del usufructo de los ferrocarriles del Perú por 66 años y el
derecho a explotar 3 millones de toneladas de guano, que pasaron a formar la Peruvian Corporation; todo esto a
cambio de la cancelación de la deuda y de un fuerte empréstito. La firma del referido contrato produjo graves
denuncias y protestas por parte de la prensa escrita y de la mayoría de los congresistas de la época. De otro lado sin
muchos recursos, poco es lo que pudo hacerse desde el gobierno: hubo preocupación por la instrucción pública,
dándose una ley al respecto en 1888 y, en el rubro de adquisiciones, se compró la cañonera “Lima”, primera unidad
de la nueva escuadra del Perú.
Al término de su mandato, Cáceres fue nombrado ministro plenipotenciario en Inglaterra y Francia. A su regreso
(1894) se presenta a las elecciones generales y accede por segunda vez a la presidencia de la república (1894-
1895); su triunfo, sin embargo, no es aceptado por la alianza de civilistas y los demócratas y, luego de una sangrienta
guerra civil, se ve obligado a renunciar para no emplear el ejército contra las montoneras populares lideradas por
Nicolás de Piérola. Viajó a Buenos Aires (1895-1899) y a su regreso residió en Tacna y Arica. Como jefe del Partido
Demócrata tuvo ingerencia en la políticanacional durante la llamada República Aristocrática. Fue ministro
plenipotenciario en Italia (1905-1909) y Alemania (1911-1914) y, nuevamente en el Perú, presidío la convención de
partidos que en 1915 designo a José Pardo como candidato a la presidencia de la República; sin embargo, desde
1918 conspiró contra este gobernante y apoyó el golpe de estado de Augusto B. Leguía (4 de julio de 1919). La
Asamblea Nacional, por ley N° 4009 del 10 de noviembre de 1919, en reconocimiento a su brillante conducción de la
campaña de la Breña, le confirió el grado de mariscal del Perú, asignándole una renta anual. Su muerte y entierro en
1923 dieron lugar a toda una jornada de un duelo nacional. Fue casado con Antonia Moreno, fallecida en 1916. Sus
valiosos testimonios de la guerra los trasmitió a su hija, Zoila Aurora, y al comandante Julio C. Guerrero. La primera
los dio a conocer en La campaña de la Breña (1927) y el segundo utilizó esos testimonios para publicar La guerra
entre el Perú y Chile (Madrid, 1924) y Memorias del general Cáceres (Berlín, 1924 y Lima, 1973).

Alfonso Ugarte

Alfonso Ugarte Vernal, hijo de Narciso Ugarte y de Rosa Vernal. Nació el 2 de agosto de 1847 y murió, heroicamente,
a los 33 años, defendiendo la bandera patria de las manos del enemigo durante la batalla de Arica. Educado en
colegios mercantiles de Valparaíso y Europa (1861-1867), incursionó con marcado éxito en la agricultura, en el
comercio y en la explotación del salitre. También fue eficiente servidor público luego del feroz terremoto de 1869,
como alcalde de Iquique (1876) y miembro de la beneficencia de dicha ciudad. Iba a viajar nuevamente a Europa por
asuntos de negocios de la firma Ugarte, Zeballos y Compañía que él había fundado, cuando estalló la guerra con
Chile (abril de 1879).

A pesar de la situación tan difícil resolvió quedarse e invertir su fortuna personal en favor de la defensa de la patria;
inició una colecta para sostener a las tropas y pagó, con su propio dinero, uniformes, vituallas y acémilas. Comandó
el Iquique, batallón que también financió personalmente, participando con él en las batallas de San Francisco y
Tarapacá (noviembre de 1879). En esta última fue herido en la cabeza, no obstante lo cual recorrió el campo de
batalla para contener el repase de los caídos en la contienda. No quiso retirarse de la guerra a pesar de haber sido
atacado por el paludismo y, desde Arica, rindió juramento a la bandera obsequiada por las señoras de su tierra natal
al batallón Iquique.
Al lado de Francisco Bolognesi, participó heroicamente en la batalla de Arica (7 de junio de 1880) y, cuando se vio
rodeado por el enemigo en el morro, se lanzó al mar defendiendo el honor de la bandera nacional. El historiador José
A. del Busto ha reconstruido aquel glorioso momento de la siguiente forma:
Entonces fue que Alfonso Ugarte, en su caballo blanco y con celeridad de urgencia, acudió a un sitio y otro tratando
de mantener el enlace de los batallones y de llevarlos hasta la cresta del morro para defenderlo hasta el mar. Tomó
Ugarte en sí esta responsabilidad porque ya casi todos los jefes peruanos estaban muertos o heridos. Uno de los
pocos que seguía sano era Arias Aragüez, quien rodeado de enemigos fue intimado hasta tres veces para que se
rindiera, mas el tacneño se negó a entregar su espada cayendo fulminado a balazos al no atreverse ningún oficial
chileno a quitársela. Así las cosas llegaron los enemigos muy cerca del mástil donde estaba la bandera, defendiendo
la cual murieron cantidad de soldados peruanos con el mayor Blondell, quien sucumbió al pie del asta dicen que
habiendo bajado el pabellón para salvarlo del adversario. La tradición narra que muerto Blondell, el bicolor quedó
flotando en varios brazos, sin llegarlo a tocar el enemigo, y que entonces un jinete lo arranchó a quienes lo tenían y
espoleando a su caballo blanco se lanzó al vacío con la bandera en su mano derecha por el lado norte del morro: era
el coronel Alfonso Ugarte.
Batalla de Tarapaca
La Batalla de Tarapacá, se produjo el 27 de noviembre del año 1879 durante la Campaña de Tarapacá de la Guerra
del Pacífico. Se produjó cuando columna de 2.300 soldados chilenos dirigidos por el general Luis Arteaga atacó
temerariamente a un contingente peruano y boliviano de 4500 el cual los superaba en número a las tropas en
Tarapacá comandadas por el General Juan Buendía, dando como resultado una derrota dura. La segunda linea del
Regimiento de Chile fue la unidad más dañada, perdiendo casi la mitad de su fuerza, junto con su comandante el
coronel Eleuterio Ramírez y su segundo al mando, el teniente coronel Bartolomé Vivar. Además, la unidad perdió su
bandera, que fue recuperado seis meses más tarde después de la batalla de Tacna. A pesar de la victoria peruana
boliviana no pudieron impugnar el dominio chileno del departamento de Tarapacá, el cual abandonaron al control
chileno.

Preparativos de la Batalla de Tarapacá

Después de una derrota significativa de los aliados peruanos y bolivianos en la Batalla de Dolores (llamada también
Batalla de San Francisco) infligido por un contingente chileno, que costó a los aliados la perdida de toda su artillería,
además del desmoralizamiento y esparcimiento del ejército peruano por todo el desierto. Los soldados del Crl
Belisario Suárez marcharon hacia Tarapacá para unirse con el general Juan Buendía. El ejército de Buendía se reune
en Tarapacá tras la integración de Suárez.

Cuando Buendía llegó a Tarapacá, envió emisarios a reclutar a las personas, por lo que, unos días más tarde, sus
tropas crecieron a 2.000 hombres, además se les unió la división de Ríos que llegó de Iquique con suministros,
aparte de comida y agua ya existentes en Tarapacá. Al final, hubo 4.500 soldados peruanos y bolivianos
estacionados en Tarapacá.

Campo de Batalla

Tarapacá fue una ciudad comercial fundada por los españoles en el siglo XVI sobre uno de los caminos incas que
enlazaban las montañas con el mar. Un pequeño arroyo formado por la nieve de los Andes, recorre la ciudad,
permitiendo pequeñas plantaciones.

Plan de Batalla de Chile

El ataque fue mal planeado, ya que a pesar de ser ampliamente superados en número el general chileno Luis
Arteaga dividió sus fuerzas en tres columnas, debilitando aún más cualquier posibilidad de la victoria. Esto debido a
la poca información de las fuerzas del enemigo.

El Coronel Ricardo Santa Cruz, con su Regimiento de Zapadores, una compañía de la 2 ª línea Regimiento, y los
cañones Krupp avanzarían sobre Quillahuasa para cortar la ruta de escape del general peruano Juan Buendía. El
Coronel Eleuterio Ramírez, con 7 compañias de su 2da linea de Regimiento junto a la compañia de Cazadores a
Caballo y la artillería entrarían a Tarapacá desde Huariciña, empujando los peruanos desde el Sur. Por último, el
general Arteaga con el resto de sus fuerzas atacarían directamente el centro de las líneas peruanas a lo largo de
Tarapacá.

Plan de batalla de los aliados


Juan Buendía era muy consciente de la presencia chilena, notificada por los oficiales y futuros héroes de la Guerra
del Pacifico: Andrés Avelino Cáceres y Francisco Bolognesi, de que una columna avanzaba por la meseta, y otra se
movía hacia Tarapacá. Buendía ordenó a su vanguardia para volver desde Pachica, 12 kilómetros al norte de su
posición y concentrar su división en la ciudad, el establecimiento de tiradores en cada edificio para disparar desde
una posición segura. También dispuso a su infantería de manera formaran un campo de fuego cruzado. Los hombres
de artilleria del Crl Castañón se situarían en la cuesta de la colina Visagra, para defender la entrada de la ciudad,
apoyada del Batallón de Arequipa.

Inicio de la Batalla de Tarapacá

A las 3:30 a.m el coronel chileno Santa Cruz se apartó de Isluga, mientras que una densa niebla cubrió los
alrededores. Ramírez y Arteaga comenzó su movimiento. Desorientados por la niebla. Cuando el amanecer mostraba
que él estaba en la retaguardia del Crl Eleutorio Ramírez, resolvió avanzar en su objetivo. El Crl Santa Cruz envió a
los granaderos chilenos a tomar Quillahuasa, pero fueron avistados por los puestos de peruanos avanzadas que la
voz de alarma.
El oficial peruano Suárez, dándose cuenta de que el ejército peruano podía ser vencido por los disparos de artillería
chilena desde una tierra más alta, rápidamente mando evacuar la ciudad, poniendo a los soldados en las colinas
circundantes. Inmediatamente los oficiales Andres Avelino Cáceres escalo la colina del norte y Francisco Bolognesi
hizo lo mismo en el extremo sur de Tarapacá.

Ataque de la división de Cáceres

A las 10:00, la niebla desapareció y la división de Cáceres podría fácilmente subir la colina Visagra y la columna de
ataque chilena de Santa Cruz se encontró aislada de Ramírez y Arteaga. La división de Cáceres estaba formada por
el Zepita número 2, regimiento 2 de Mayo, y más tarde reforzada por el batallón Ayacucho y los batallones de Lima
del coronel Bedoya. Sus 1.500 hombres superaban en número a la fuerza chilena de 400 hombres del Crl Santa
Cruz. Por lo tanto, después de 30 minutos casi un tercio de la columna de Chile estaba fuera de combate, y había
pérdida su artillería, pero se las arreglaron para mantener la cohesión. En el borde de la aniquilación, Arteaga llegó
en ayuda de Santa Cruz. Frente a una derrota, los oficiales chilenos prepararon la retirada.

Mientras tanto, la columna de Ramírez fue descubierta por la división de Bolognesi, que se desplegó sobre colinas en
el este, mientras que el propio Buendía se acuartelaba ciudad. Ramírez avanzó sin inconvenientes a través de
Huaraciña y San Lorenzo a lo largo del río, pero al llegar a un pequeño monte en la entrada de Tarapacá, fue recibido
por un fuego denso. Ramirez reanudó su marcha según lo previsto. Cuando Ramírez ordena la retirada, aparecen de
repente los Granaderos chilenos para reforzarlos lo cual obligó a Cáceres replegarse por la escasez de municiones y
provisiones del ejercito peruano. Después de ser reforzadas las tropas chilenas, los peruanos se retiraron a Tarapacá
y la batalla se detuvo por un tiempo en el cual se dió se produjo una tregua tácita donde ambos ejércitos recogían a
sus heridos.

Contraataque peruano y retirada del ejercito chileno

Creyendo que la batalla había terminado, los oficiales chilenos dejaron que sus hombres extenuados abandonasen
todo orden. Pero el comando peruano estaba planeando un segundo ataque, dividir su ejército en tres columnas,
igual como lo hicieron los chilenos, pero con la diferencia que su números mayor permitiría dividir las fuerzas sin
debilitarles.

Las divisiones de Herrera y de Francisco Bolognesi aparecieron de repente sobre Huariciña y atacaron a las tropas
chilenas desde las alturas orientales y occidentales, sorprendiendo a los chilenos. Tras el primer impacto, los chilenos
se reunieron y lograron un avance desde las alturas tratando de evacuar la ciudad. El segundo oficial al mando de la
regimiento Artillería de Marina, compuesto por 50 tiradores junto con dos cañones mantuvo el ataque durante una
hora, hasta que el general chileno Luis Arteaga se dio de que la batalla estaba perdió y ordenó la retirada. Esto se
llevó a cabo sin orden alguna, con soldados hacia Dibujo y otros a Isluga. La falta de caballería impidió a los
peruanos infligir más bajas al resto de la división de Arteaga. La batalla terminó y la victoria de los aliados fue total.

Secuelas y consecuencias de la batalla de Tarapacá

El ejército chileno perdió en Tarapacá 691 hombres entre muertos y heridos, lo que representa el 23,6% del
contingente presente en la batalla. Por otra parte, el coronel Eleuterio Ramírez y Bartolomé Vivar, primero y segundo
comandantes del Regimiento 2ª de línea murieron en acción , y la unidad chilena perdío su bandera. La derrota y el
pobre dominio de planificación del general Luis Arteaga, fortaleció el prestigio del Ministro de Guerra Sotomayor, ya
que esta fue la única acción hasta la fecha prevista sin él, que resultó en un desastre. Por el lado de los Aliados, esta
victoria no tuvo ningún efecto sobre el curso de las acciones, dejaron Tarapacá y marcharon a Arica, perdieron casi la
mitad de sus tropas. A pesar de la derrota, Chile aseguró la provincia de Tarapacá.

Batalla de Arica y Día de la Jura a la Bandera

#UnDíaComoHoy | En 1880, en la Plaza de Arica, sin la posibilidad de refuerzos y sitiados por el enemigo invasor,
Bolognesi y sus hombres habían advertido, desde tiempo atrás, el inexorable final de este infausto enfrentamiento.

No obstante, los titanes del morro rechazaron la petición de capitulación del emisario chileno y, con una contundente
#Respuesta, resolvieron no rendirse ni abandonar la plaza porque vislumbraron una victoria más allá de lo terrenal:
“Decidle a vuestro general: Que me siento orgulloso de mis jefes, que la guarnición de Arica no se rinde, que tengo
deberes sagrados que cumplir y que pelearemos hasta quemar el último cartucho.”
Los combatientes del Morro de Arica representan una entrega generosa de valientes peruanos que decidieron
salvaguardar el Honor Nacional, en fiel cumplimiento del deber.

La Batalla de Arica, fue una batalla en la Guerra entre Perú y Chile o llamada también como la Guerra del Pacífico
donde se asalto y tomo el Morro de Arica.

Después de la Batalla de Tacna (llamada también Batalla del Alto de la Alianza), Y el retiro de los bolivianos de la
Guerra del Pacifico, el Perú tuvo que permanecer solo el resto del conflicto. a necesidad de un puerto cercano a la
ubicación del ejército, a fin de suministrar y reforzar las tropas y la evacuación de los heridos, hizo que Chile ponga
su atención en el departamento de Tacna para usarlo como puerto de suministro. Por lo tanto, una fracción del
ejército chileno, dirigido por el coronel Pedro Lagos, lanzaron un asalto simultáneo en ambos lados y capturaron el
Morro de Arica que era defendida por las tropas peruanas bajo el mando del valiente coronel Francisco Bolognesi. En
esta lucha, el comandante peruano murió junto con varios oficiales y más de 1.000 hombres.

La Batalla de Ayacucho

Casi 300 años después de que Francisco Pizarro conquistara el Imperio Incaico, la colonia fue suprimida para
siempre desde el 9 de diciembre de 1824 en la batalla de Ayacucho. El rey Fernando VII se debilitó en Europa por las
revueltas ocurridas en España, el levantamiento logró asegurar la independencia de Perú y el resto de la América
dominada por España.

PRECEDENTES DE LA BATALLA DE AYACUCHO


Los primeros indicios de problemas para la Corona se produjo en 1807, cuando Napoleón empezó a propagarse en
Europa central y occidental, empezó a desestabilizar los regímenes de la Península Ibérica a Austria. Perú se
mantuvo leal al gobierno español en ese momento, dándose cuenta de que tendrían que manejarse con
gobernadores locales nombrados por el virrey del Perú José Fernando de Abascal y Sousa. Mientras que la España
escribió la nueva Constitución española de 1812 con la monarquía en el exilio, las pequeñas rebeliones fueron
suprimidas 1811-1815.

INICIO DE BATALLA DE AYACUCHO


En 1821, los movimientos independentistas en otras naciones se habían extendido hasta el Perú. José de San Martín
trajo refuerzos desde Chile, sintiéndose lo suficientemente cómodos con los éxitos como para declarar la
independencia del Perú después de capturar partes de Lima el 12 de julio.

El general José de la Serna – Virrey del Perú después de derrocar a su predecesor – marchó con su ejército en
persecución de los nacionalistas. Sabiendo que sus soldados eran los únicos que podían reunir refuerzos ya que se
habían negado a salir de España desde 1820.

A medida que la administración colonial estalló en el caos hacia el final de 1823 – Fernando logró poner de cabeza al
Gobierno Constitucional – Bolívar sintió la oportunidad de entrar en el Alto Perú al sur y envió a su segundo al mando,
Antonio José de Sucre, a atacar durante los meses de primavera.

Sucre, consciente de que no podía ganar una batalla basada en tácticas, obligó a su ejército a retirarse cuando se
encontró cara a cara con un ataque realista a principios de diciembre. Reorganizo a sus soldados cerca de Ayacucho
y se las arregló para crear una batalla igualándose, los rebeldes sólo tenían unos 500 hombres menos que su
contraparte realista.

La Serna y los soldados que respaldan la dominación española marcharon en dirección de Sucre y sus tropas el 9 de
diciembre de 1824, perdieron el elemento sorpresa en los momentos iniciales. Una pequeña colina en el lado del
campo de batalla permitió ver a Sucre al ejercito realista obligándolos a atacar, permitiéndole colocar sus tropas.
Sus hombres atacaron, el resto del ejército se deslizó en un intento de contrarrestar el avance de los nacionalistas.
Las unidades de Sucre, se movieron como un frente cohesionado, capturando a de la Serna. La batalla había
terminado, con más de 2 500 realistas muertos o heridos.

Esa tarde al terminar la batalla de Ayacucho, el líder en funciones José Canterac firmó la capitulación de
Ayacucho dando fin a la Guerra de la Independencia del Perú. En España, el acto sería visto como una conspiración
contra la corona.
Simón Bolívar

Simón Bolívar Palacios, libertador de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, y creador de la Federación de
los Andes. Hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte y de María de la Concepción Palacios y Sajo, Simón Bolívar nació el
24 de julio de 1783 y murió el 17 de diciembre de 1830. De familia muy rica pero huérfano desde temprana edad, se
hizo cargo de su educación Simón Rodríguez, conocido personaje de ideas liberales y seguidor del ideario de
Rousseau y de los enciclopedistas franceses, quien modeló su genial personalidad. Con él partió Bolívar a España
(1799). Luego de visitar Madrid, Toledo, Bilbao y París, volvió a la península y contrajo matrimonio con María Teresa
de Toro (1802). Regresó a Caracas y enviudó prematuramente, hecho que marcó su vida (1803). De vuelta a Europa,
visitó España y en París presenció la coronación de Napoleón Bonaparte (1804). Recorrió Italia y, estando en Roma
con su preceptor Rodríguez, desde el monte Sacro juró libertar América:
Juro delante de usted; juro por el dios de mis padres; juro por mi honor; juro por la patria que no daré descanso a mi
brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por la voluntad del poder español

Luego de haber estado en Austria, Alemania, Francia y los Estados Unidos, regresó a Venezuela, donde fue
nombrado justicia mayor de Yare y coronel de los reales ejércitos, dedicándose a la agricultura hasta que la Junta de
Caracas lo envió a Inglaterra al lado del Andrés Bello a conseguir la ayuda de ese gobierno para la independencia de
su país (1810). Regresó a Venezuela a tomar parte en la lucha contra los realistas pero fracasa. Quiso atacar
Caracas desde el virreinato de Nueva Granada pero es derrotado en la batalla de la Puerta (1814). Se refugió en
Jamaica, isla donde salvó de morir y desde la cual redactó su célebre Carta de Jamaica (1815), orientada a indicar
los errores de la revolución patriota y a señalar la manera de obtener el triunfo. Pasó a Haití y luego, con la ayuda de
Inglaterra, se adentró en los territorios de su patria y tomó la ciudad de Angostura, organizando un ejército en el
Orinoco (1817). Reunió un congreso en Angostura y ante él renunció al mando de la nación pronunciando el
famoso Discurso de Angostura (1819). Su renuncia no fue aceptada y, como presidente de la República al mando de
un disciplinado ejército, se lanzó a libertar las naciones. La independencia de Nueva Granada (hoy Colombia) la
obtuvo en la batalla de Boyacá (8 de agosto de 1819); la de su patria, Venezuela, en la batalla de Carabobo (24 de
junio de 1821); y la libertad de Quito (hoy Ecuador) en la batalla de Pichincha (24 mayo de 1822); en esta última
actuó un batallón peruano de 2 mil soldados al mando de Andrés de Santa Cruz y de Miguel de San Román, futuros
presidentes del Perú. En Guayaquil recibió al general José de San Martín, Protector del Perú, y en una entrevista se
opuso a sus planes monárquicos negándole cualquier ayuda militar. Bolívar, a pedido del Congreso, llegó al Perú en
el bergantín Chimborazo y desembarcó en el Callao (1 de setiembre de 1823). Combatió a Riva-Agüero y a Torre
Tagle por sus presuntos proyectos monárquicos con el virrey La Serna. El Congreso no creyendo bastante amplios
los poderes que le había conferido, lo invistió con la suma del poder público poniéndose en consecuencia en receso
(febrero de 1824). Entre tanto, Bolívar había caído enfermo en Pativilca y, luego de recuperarse, pasó a Trujillo (allí
fundó una universidad), Huaraz y Pasco organizando el ejército patriota, siempre al lado de su máximo general
Antonio José de Sucre, y nombrado como su secretario general, al ideólogo repúblicano José Faustino Sánchez
Carrión. En la batalla de Junín (6 de agosto de 1824) venció a la caballería realista, persiguiendo tácticamente a la
tropa enemiga restante por Apurímac, Huamanga, Huancavelica, Huancayo, Jauja, Tarma, Canta y Chancay.
Recuperó Lima y obtuvo la derrota definitiva de los realistas en la batalla de Ayacucho redactándose la Capitulación
de Ayacucho, rubricada por Sucre y Canterac, que selló la independencia del Perú y de América (9 de diciembre de
1824). Puso sitio a la plaza del Callao donde Rodil rehusaba todo arreglo (enero de 1825) y visitó lca, Arequipa,
Cuzco, Pucará y Puno. Pasó al Alto Perú donde decidió fundar, ante una asamblea en Chuquisaca, la República de
Bolivia y se juró, por primera vez, la Constitución Vitalicia. Regresa a Lima y el Congreso le ratifica sus poderes
dictatoriales (febrero de 1826). Designó a los representantes peruanos al congreso de Panamá para definir el
proyecto de la Federación de los Andes; dicho proyecto implicaba la unión federal del Perú, Bolivia y la Gran
Colombia (hoy Panamá, Venezuela, Colombia y Ecuador) bajo la presidencia vitalicia de Bolívar, como un medio de
afianzar la independencia y detener cualquier pretensión extranjera que pudiera lesionarla.
Emprendió su regreso a Colombia (octubre de 1826) dejando un consejo de gobierno presidido por Andrés de Santa
Cruz. En su ausencia fue proclamado presidente vitalicio y se hizo promulgar y jurar la Constitución
Vitalicia (diciembre de 1826). Poco duró. En enero de 1827 el pueblo de Lima se pronunció en masa contra el
proyecto bolivariano, hecho que provocó la declaratoria de guerra de Bolivar contra el Perú; esta guerra contra la
Gran Colombia culminó en la batalla de Portete de Tarqui y la firma del tratado Larrea-Gual (1829). Bolivar se había
establecido en Bogotá y se enfrentó a las intrigas de sus colaboradores; en dicha ciudad salvó de un atentado gracias
a la actitud de su compañera Manuelita Sáenz (setiembre de 1828). Tuvo que soportar la división de la Gran
Colombia en Venezuela, Colombia y Ecuador, y sufrió por el asesinato de su colaborador Sucre (mayo de 1830). Ante
esto se trasladó a su quinta en Santa Marta y declinó toda responsabilidad política para desechar las pretensiones
monárquicas que le atribuían sus enemigos. Allí murió luego de penosa enfermedad.

Batalla de Junín

El 6 de agosto de 1824 en la cordillera central del Perú se libró la batalla de Junín.


Comandados por Simón Bolívar y el General Antonio José de Sucre, el ejército patriota venció a las fuerzas realistas
en lo que significaría una de las batallas más importantes, junto a la de Ayacucho, por la independencia de América
del Sur.

El ejército español al mando del General José de Canterac contaba con alrededor de seis mil soldados y 1,200
jinetes. En un primer momento los soldados españoles vencían al ejército independentista lo que causó que el
General Simón Bolívar ordenara la retirada ante una franca derrota. Sin embargo, gracias a la iniciativa del mayor
peruano José Andrés Rázuri, oficial del regimiento Húsares del Perú, se consiguió a sable y lanza la victoria. Algunos
historiadores estiman que los realistas sufrieron la pérdida de hasta tres mil soldados debido a la deserción o
enfermedad.

Ante la retirada de los realistas, el General Bolívar dispuso el cambio de nombre de Húsares del Perú por Húsares de
Junín. Actualmente en esta fecha tan especial y significativa para la historia de nuestro país, el Ejército celebra el Día
de Arma de Caballería.

Batalla de Huamachuco

#UnDíaComoHoy | En 1883, La Batalla de Huamachuco, fue el último gran enfrentamiento de la Guerra del Pacífico.
Esta confrontación se llevó a cabo en la sierra norte del Perú

Esta confrontación se llevó a cabo en la sierra norte del Perú, donde las fuerzas peruanas, al mando del General
Andrés Avelino Cáceres, se enfrentaron a las tropas chilenas.

En aquella gesta, las tropas peruanas estuvieron en desventaja en cuanto a hombres y armas. Aún así, combatieron
con mucho pundonor y estuvieron a punto de ganar la batalla. Tras la derrota, los sobrevivientes peruanos se
retiraron a la sierra central, otros murieron en el campo de batalla o fueron ejecutados después, entre ellos, el coronel
Leoncio Prado. El General Andres Avelino Caceres fue herido, pero logró escapar y evadir la captura. La batalla
terminó con toda resistencia peruana y el Tratado de Ancón, que pondría fin a la guerra entre Chile y Perú, se firmó
apenas tres meses después, el 20 de octubre en ese mismo año.

Batallas de Marcavalle, Pucará y Concepción

En 1882, en el marco de la campaña de la resistencia, conocida como la Breña, soldados y montoneros (población)...

l mando del Coronel Andrés Avelino Cáceres, desde nuestra sierra central emprendieron una tenaz lucha en Pucará,
Marcavalle y Concepción, que conllevó a una trascendental victoria peruana y al repliegue del enemigo invasor del
valle del Mantaro.

El Ejército de todos los peruanos honra la memoria de nuestros combatientes, quienes bajo la conducción del taita
Cáceres, glorificaron a la patria en su defensa e integridad, como ejemplo de valor y sacrificio para las nuevas
generaciones.

En honor a esta efeméride nacional, el Ejército del Perú junto a la población escenifican cada año estos
acontecimientos de armas que buscan revalorar y fortalecer el patriotismo de nuestra población, trasluciendo de esta
manera nuestra sólida historia y cultura institucional.

José Abelardo Quiñones

José Abelardo Quiñones Gonzales, héroe aviador. Nació en el puerto chiclayano de Pimentel, el 22 de abril de
1914. Hijo de José María Quiñones Arizola y de María Juana Rosa Gonzales Orrego. Inició sus estudios en el colegio
nacional San José de Chiclayo, y los continuó en el de los Sagrados Corazones Recoleta y Nuestra Señora de
Guadalupe de Lima. Terminados sus estudios y, venciendo la oposición familiar, ingresó en 1935 a la Escuela Central
de Aviación Jorge Chávez, de la que egresó con el grado de alférez de aeronáutica el 21 de enero de 1939, premiado
con el “Ala de Oro”, como reconocimiento por ser el mejor piloto de caza de su promoción denominada “Comandante
José Raguz”. Cabe destacar que Quiñones fue el primer cadete que realizó un “looping invertido”, maniobra
acrobática en la cual el avión asciende y describe un círculo en plano vertical; y tres “tanneaux verticales”, otra hábil
pirueta en la que el avión gira en su eje de tracción mientras continúa el vuelo horizontal. También logró sobresalir en
deportes, capitaneando el equipo de basketball de la escuela. Eran años en que se formaba una conciencia
aeronáutica nacional, ya que lo primero en desarrollarse en el Perú fue la aviación civil . En la escuela de
aviación recibió las enseñanzas teóricas y la práctica suficiente para cristalizar su vocación y tomar conciencia de su
responsabilidad al servicio del país y la defensa de la República.
Egresado de la Escuela de Aviación, Quiñones fue destinado al Escuadrón de Aviación N° 4 con sede en
Ancón, en la base aérea “Alférez Huguet”. Unos meses más tarde, en junio de 1939, regresó a Las Palmas,
destacado a la Escuela Central de Aviación. Ese mismo año recibió la orden de trasladarse a Chiclayo para integrar la
escuadrilla N° 41 del XXI Escuadrón de Caza, en el Primer Grupo Aéreo con sede en la base de la citada ciudad.
Como parte de la primera escuadrilla de alta acrobacia constituida en Chiclayo, demostró su habilidad y eficiencia en
varias exhibiciones aéreas locales y en Lima y Arequipa.
Casi a los dos años de su egreso de Las Palmas, el 28 de enero de 1941 fue ascendido a la clase de teniente de
aeronáutica. Ese año tuvo lugar un conflicto con el Ecuador: hacia el 5 de julio una avanzada de ese país atacó
puestos peruanos, buscando atravesar el río Zarumilla, y ocupó las islas Noblecilla y Matapalo y la meseta del
Caucho. La reacción peruana no se hizo esperar, y entre el 5 de julio y el 31 del mismo mes, el enemigo fue
derrotado en todos los frentes de lucha. Desde el inicio del conflicto, Quiñones cumplió con múltiples misiones de
reconocimiento, incluyendo toma de fotografías aéreas del frente ecuatoriano. El 23 de julio la escuadrilla N° 41, a la
que él pertenecía, despegó del campo de Tumbes para cumplir con la misión de recuperar la frontera y atacar al
puesto ecuatoriano de Quebrada Seca. Integraban la escuadrilla el teniente comandante Antonio Alberti, los tenientes
Fernando Paraud, José Quiñones y el alférez Manuel Rivera, con aviones de caza North American 50. En la
operación, Quiñones efectuó el descenso para lanzar sus bombas, siendo alcanzado por el fuego antiaéreo de los
adversarios que afectó su avión en zonas vitales. Quiñones, lejos de utilizar su paracaídas, con el aeroplano
envuelto en llamas tomó rumbo sobre la posición enemiga estrellándose contra ella y destruyéndola por
completo. Así terminó la vida de este gran lambayecano que supo defender con valor la integridad de su patria; al
día siguiente fue ascendido postumamente al grado de capitán por muerte heroica en acción de armas. Tres meses
después, el 19 de octubre de 1941, sus restos fueron entregados al cónsul del Perú en Guayaquil, y desde
1961 reposan en un mausoleo en Las Palmas, junto al cual se halla un trozo de su avión.
Por ley 16126 del 10 de mayo de 1966 Quiñones fue declarado héroe nacional y se señaló el día de su muerte, el 23
de julio, como el Día de la Aviación Militar del Perú. La promoción 42 de la Fuerza Aérea Peruana lleva su nombre, al
igual que el aeropuerto de Chiclayo.

Leoncio Prado

Leoncio Prado Gutiérrez, fue un militar peruano, nació en Huánuco el 26 de agosto de 1853 y murió en Huamachuco
el 15 de julio de 1883. Hijo del general Mariano Ignacio Prado y Ochoa y de María Avelina Gutiérrez. Desde muy
joven dio muestras de gran temple y de un temperamento fuerte y emprendedor, tanto que abandonó sus estudios en
el colegio Nuestra Señora de Guadalupe, logrando que se le admitiera como soldado en el regimiento “Lanceros de
la Union” (1862). Asistió en Arequipa (1865) al pronunciamiento revolucionario de su padre y, en el puerto de Arica,
tomó parte en la captura de la cañonera “Tumbes”, incorporándose luego a la dotación de la fragata “Amazonas” , con
la cual desembarcó en Ica y participó en la marcha sobre Lima. Triunfante la revolución fue reconocido como
guardiamarina, concurriendo el 7 de febrero de 1866 al combate de Abtao. Ascendido a la clase de alférez de fragata,
ingresó a la Escuela Militar y Naval. Culminada su instrucción (1867) se unió a la expedición hidrográfica de la
Amazonia, comandada por John Tucker, y permaneció por dos años en el apostadero fluvial de Iquitos.

Apoyo de Leoncio Prado a otros movimientos independentistas


Viajó a los Estados Unidos en 1873 a estudiar ingeniería en la Academia Militar de Richmond pero, interesado en el
movimiento de liberación cubano, se unió a la lucha de la isla por su independencia (1874-1876), obteniendo el grado
de coronel por su conducta en batalla. El 7 de noviembre de 1876, en Kingston, con un grupo de diez patriotas
cubanos capturó en plena travesía al navío mercante español “Moctezuma”, siendo perseguido por tres poderosas
unidades hispanas. En las costas hondureñas se vio obligado a incendiar la nave, debido a que ya no tenía
escapatoria. Estando en Estados Unidos lo sorprendió la capitulación de Cuba y decidió embarcarse rumbo a las
Filipinas, con ánimo de luchar por su independencia. Debido al naufragio de su nave y para eludir la persecución de
España viajó, con nombre supuesto, por los mares del este y sur de Asia, por India y Arabia; pasó a Egipto, Palestina,
Rusia, Italia y Bélgica, y hacia 1878 retornó a los Estados Unidos.

Leoncio Prado en la guerra con Chile


En Estados Unidos recibió el encargo de su padre, por entonces presidente del Perú, de adquirir armamentos para
enfrentar el conflicto con Chile. En cumplimiento de esta misión, Leoncio Prado arribó al Callao en agosto de 1879 e
inmediatamente se enroló en una escuadrilla de torpederos encargada de la defensa de Arica. Al mando del
batallón “Guerrilleros de Vanguardia”, intervino en la batalla del Alto de la Alianza (26 de mayo de 1880), cubriendo la
retirada y hostilizando infatigablemente al invasor, para favorecer la reunión de los dispersos. Luchó hasta que no le
quedó una sola bala y fue hecho prisionero; conducido al pueblo de San Bernardo, pocos kilómetros al sur de
Santiago, permaneció allí hasta la ocupación de Lima (enero de 1881). Fue liberado bajo la promesa de no enrolarse
nuevamente en el ejército, de vuelta a Lima, se trasladó a la sierra de Canta, para organizar grupos de
resistencia. Cáceres le encomendó el mando de la primera división, con la que participó en la batalla de Huamachuco
(10 de julio de 1883), donde fue herido en la rodilla izquierda por una granada, cayendo nuevamente prisionero . Fue
escondido en una choza por sus ordenanzas, pero dos días más tarde fue descubierto por una patrulla chilena y
conducido a Huamachuco. Fue condenado a muerte y, en gesto que ha pasado a la historia, se encargó él mismo de
dirigir su ejecución.

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