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1.

- Consejos pastorales para la charla Pre-bautismal:

- Teniendo en cuanta que mucha gente que viene con ocasión de un bautismo no frecuenta la
Iglesia, es la oportunidad para que escuchen una Buena Noticia, que los anime, los llene de
esperanza y los reconforte. La idea es que quienes pasan por la charla y por la celebración se
vayan mejor de como vinieron. Esto es lo propio de haber recibido una Buena Noticia.
Por esta razón conviene poner más acento en lo que Dios hace por nosotros que en lo que
nosotros tenemos que hacer.
Privilegiar las ideas donde Dios sea el sujeto (Dios nos ama, Dios es nuestro Padre que quiere
que seamos felices, Dios nos regala a su hijo para que camine con nosotros, Dios nos regala
la vida) y minimizar las frases donde nosotros somos los que tenemos que hacer algo
(tenemos que cumplir, tenemos que ser buenos, tenemos que comprometernos, tenemos
que venir más seguido…). Y en todo caso, para hablar de esta segunda parte -o sea de
nuestra respuesta al amor de Dios- busquemos expresar las ideas no como “mandatos u
obligaciones a cumplir” sino de otra forma: “estamos invitados a…”, “qué lindo sería que…”

- No juzgar la vida sacramental de las personas (si están casados por iglesia o si están
separados, por ejemplo, ni si participan o no de la Misa dominical).
Proponer siempre un encuentro mirando hacia el futuro.

- Invitar a que los días que quedan para el bautismo, los padres y padrinos puedan rezar por
sus hijos (o ahijados) y renueven también su propia experiencia de encuentro con Dios
Padre, con Jesús como nuestro hermano, y con el Espíritu Santo como aquél que nos guía y
acompaña siempre.

- Entre llegada, presentaciones y despedida, el tiempo aprovechable en el encuentro es de


menos de una hora. Por eso no pretendemos ser muy ambiciosos en cuanto al contenido a
transmitir, más bien se trata de compartir la experiencia de esa Buena Noticia que recibimos,
dándole significado y compromiso a la decisión de padres y padrinos.
En ese sentido, la explicación de los distintos signos que se van a ir sucediendo durante el
bautismo (el agua, el óleo, la vela encendida, las renuncias y las promesas, etc.) y su relación
con la gracia de Dios que a través de ellos se derrama en quienes reciben el sacramento,
pueden quedar directamente para ser explicados en la celebración.

2.- Contenido sugerido para la charla:

Introducción
Está claro, sin necesidad de recurrir a cifras estadísticas, que el bautismo es el más popular de los
sacramentos. La mayoría de la gente bautiza a sus hijos, aunque después sean muchos menos los
que reciben la primera comunión o la confirmación, por mencionar solamente a los sacramentos de
iniciación.
Por esta razón, el bautismo es un momento privilegiado para anunciar la Buena Noticia de Jesús.
Incluso para muchos, será la oportunidad de acercarse a la Iglesia una vez más y redescubrir su fe y la
alegría de la Buena Noticia.

Especialmente queremos poner el acento en la alegría y la salvación que brotan del encuentro con
Jesús. Tal vez hemos dado por sentado este aspecto y nos hemos concentrado mucho más en las
obligaciones morales que se desprenden de nuestra fe. Estas normas éticas, sin el encuentro con
Jesús que salva, se quedan sin el sustento necesario, convirtiéndose muchas veces en un “deber ser”
que oprime y esclaviza. Queremos recuperar la dimensión de Buena Noticia, es decir, anunciar en
primer lugar lo que Dios hace por nosotros, antes que lo que nosotros tenemos que hacer.

Proponemos el bautismo como una oportunidad para descubrir a Dios Padre, que nos ama, que
quiere que seamos felices, que nos ha regalado la vida, que nos acompaña siempre. Este Dios Padre
que nos regala a su hijo Jesús para que camine con nosotros, y nos guie por el camino de la plenitud.
Dios Padre que nos regala al Espíritu Santo, que renueva nuestro corazón para que podamos amar
como Jesús, hasta dar la vida.

Bautismo de niños
Hoy en día, muchos se cuestionan su pertenencia a la Iglesia y el haber sido bautizados sin su propio
consentimiento. Por eso parece importante que tomemos conciencia de qué significa bautizar a un
niño pequeño que no puede hacer por sí mismo un acto de fe.

Los primeros bautismos eran de adultos. Los apóstoles y los primeros misioneros predicaban y la
gente que quería seguir a Jesús, entraba a formar parte de la comunidad a través del signo del
bautismo.

Pero estos adultos que se hacían bautizar también llevaban a su familia, que incluia a su esposa y a
sus hijos. Muy pronto surgió la pregunta sobre el sentido de bautizar a niños pequeños. Algunos
opinaban que no se podía, ya que el seguimiento de Jesús debia surgir de una opción personal, que
el pequeño no está en condiciones de hacer. Después de arduas discusiones, la Iglesia llegó a una
solución. Se permitiría el bautismo de los niños pequeños siempre y cuando la familia (padres y
padrinos) asumieran el compromiso de transmitirles la fe. Sin este compromiso de los familiares, no
tenía sentido bautizar a un bebé. Desde entonces, los bautismos de niños comienzan con esta
pregunta que se hace a los padres y padrinos: ¿Ustedes asumen el compromiso de acompaña en la fe
y de hacer crecer la fe de este niño que vamos a bautizar?

Bautizarse es sumergirse en el amor de Dios


El signo principal del bautismo es el agua. Antiguamente se hacía el bautismo en unas piletas que se
encontraban a la entrada de las Iglesias. El que se bautizaba se sumergía en el agua como signo de
morir a una vida antigua y nacer a una vida nueva. Este sumergirse, este morir y resucitar, era la
manera de unirse a Jesús. Justamente la palabra bautizar es de orgien griego y significa literalmente
“sumergir”.

Hoy ya no sumergimos dentro del agua a los que se bautizan, sino que le echamos un poco de agua
sobre la cabeza. Las palabras que acompañan este gesto son: Yo te bautizo en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo. Si traducimos la frase, estamos diciendo: Yo te “sumerjo” en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Podemos decir entonces que bautizarse es estar sumergido en Dios. Y esto es lo que podemos
pensar para nuestros hijos. Queremos sumergirlos en el amor de Dios, para que Dios sea su padre,
para que Jesús sea su hermano y compañero de camino, para que el Espíritu Santo lo guie siempre.
Así como lo abrigamos cuando hace frío, le damos de comer cuando tiene hambre y lo llevamos al
médico si está enfermo, de la misma manera, le damos lo mejor que tenemos: nuestra fe en este
Dios que nos ama profundamente y nos rodea y nos abraza como nosotros hacemos con nuestros
hijos.

El bautismo nos purifica de lo que nos hace mal


Todos tenemos experiencia de vivir en un mundo herido por el mal. Queremos vivir en un mundo de
paz, justicia, solidaridad, perdón. Pero al mismo tiempo nos chocamos todo el tiempo con el mal que
hace de este mundo un lugar violento, injusto y egoísta. Podemos echar la culpa a otros, pero si
somos sinceros, vamos a terminar reconociendo que ese mal está dentro nuestro. Ni siquiera en
nuestro corazón podemos erradicar la violencia, la injusticia y el egoísmo. Muchas veces, con dolor,
nos encontramos deseando el mal a otros, o gritando a los que más queremos, o perdiendo la
paciencia. Muchas veces nos cuesta perdonar y el rencor anida en nuestro interior.

Esta profunda experiencia de división interna es lo que la Iglesia ha llamado “pecado original”.
Original no porque está en el origen de los tiempos, sino porque está en lo profundo de nuestro
corazón. Esta lucha interna que San Pablo describía con estas palabras: “No hago el bien que quiero y
termino haciendo el mal que no quiero”. Esta dolorosa experiencia nos hace tomar conciencia de que
necesitamos ser salvados, sanados, restaurados. El bautismo es nuestra primera expresión de acudir
a Dios para ser salvados de esta gran herida interna. El agua del bautismo nos purifica de todo lo que
nos hace mal.

Al bautizar a nuestros hijos les estamos regalando este primer encuentro con Dios que protege, salva
y acompaña.

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