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"Diles, pues: »Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los
ejércitos, y yo me volveré a vosotros, dice Jehová de los ejércitos."
4:6
"No con ejército, ni con fuerza,sino con mi Espíritu,ha dicho Jehová de los ejércitos.
El profeta y su medio
De comparar la fecha indicada por este profeta con la registrada en el título del libro de
Hageo (Hag 1.1), resulta que ambos fueron contemporáneos; Zacarías dio comienzo a
su ministerio tan solo un par de meses más tarde, conforme a una cronología que
viene determinada por los datos establecidos en los siguientes textos: 1.1, 7; 7.1.
El libro y su mensaje
Los primeros versículos del escrito (1.2–6) son un llamamiento dirigido a los
repatriados de la cautividad babilónica, a quienes el profeta exhorta al arrepentimiento
y a la conversión: «Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a
vosotros» (v. 3). La exhortación va seguida de una serie de complicadas visiones,
llenas de símbolos, a veces de difícil interpretación; en ellas, bajo la apariencia de un
ángel, el Señor se presenta al profeta, dialoga con él y responde a sus preguntas.
Desde un punto de vista literario, estas visiones se asemejan a las de Amós y
Jeremías (Am 7.1–9.4; Jer 1.11–14).
Los textos que forman la primera parte del libro son básicamente comprensibles, a
pesar de las dificultades a que da lugar la proliferación de figuras simbólicas. De
manera destacada se encuentran presentes aquí temas como el del amor y la
misericordia de Dios para con Jerusalén (1.14, 16), la humillación de las naciones
(«cuernos») que causaron la dispersión de Judá (1.21), la eliminación del pecado en el
pueblo de Dios (5.3–4,8) y la esperanza mesiánica (4.1–14). Atención especial del
profeta Zacarías merece la reconstrucción del Templo (1.16; 4.8–10; 6.15); él, junto
con Hageo, anima al pueblo a reanudar las obras interrumpidas (cf. Esd 6.14), cuya
conclusión ha de redundar en beneficio del esplendor de Jerusalén, la ciudad escogida
por Jehová para morar en ella (2.10–12; 8.3).
Otro tema que preocupa a Zacarías es la sinceridad en la práctica del ayuno (7.2–14),
una práctica cuyo sentido pleno de gozo, alegría y solemne festividad (8.19) se
alcanzará cuando Jerusalén haya sido restaurada.
La segunda parte del libro apunta hacia una situación histórica distinta. Determinadas
diferencias de enfoque del mensaje profético, unidas a algunos indicios de carácter
cultural (p.e., el uso del nombre de Grecia en 9.13) corresponden mejor con otra época
que la vivida por Zacarías. Los investigadores opinan que los caps. 9–14 están
dirigidos a una época posterior, probablemente en los años de la expansión del
helenismo bajo el gobierno de Alejandro Magno (segunda mitad del siglo IV a.C.).
Sin texto alguno de transición, excepto por la especie de título con que se inicia esta
sección (cf. Mal 1.1), la profecía contempla en esta parte del libro el triunfo final del
Señor sobre las naciones enemigas (12.9; 14.12–15), a las cuales él mismo habrá
reunido previamente para combatir contra Jerusalén (14.2). Este será el castigo de la
ciudad para «purificación del pecado y de la inmundicia» de su infidelidad (13.1–3).
Pero luego Jerusalén será liberada, y «los habitantes de Jerusalén otra vez vivirán en
su propia ciudad» (12.6). Zacarías proclama al Señor como defensor de su pueblo y de
Jerusalén (9.8,15–16; 12.8), anuncia la reunión de todos los que estaban esparcidos
en diversos lugares (10.6–10), la anexión a Israel de los pueblos paganos (9.7; 14.16–
17) y el reinado definitivo de Dios (14.9, 16). Muy significativa es la profecía mesiánica
sobre la llegada a Jerusalén de un rey «justo y salvador, pero humilde, cabalgando
sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna» (9.9). Los evangelistas Mateo y Juan
manifiestan expresamente que el anuncio de Zacarías se cumple con la entrada de
Jesús en Jerusalén (Mt 21.4–5; Jn 12.14–15).