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Freud 5. (lt Tile (4) 21* conferencia. Desarrollo libidinal y Organizaciones sexuales Sefiores: Tengo la impresién de que ho he logrado con- vencerlos suficientemente de Ia importancia de las perversio. nes para nuestra concepcién de Ia sexualidad. Por eso pro- curaré, hasta donde me sea posible, mejorar y complementar mi exposiciéa, ; No es que las perversiones solas nos compelican a intro. ducir en el concepto de sexualidad esa modificacién que nos atrajo un disenso tan violento, Todavia més conitibuy6 a ello el estudio de la sexualidad infantil, y In concotdancia de am. bas cosas fue decisiva para nosotros. Pero las exteriorizacio. nes de Ja sexualidad infantil, por inequfvoces que puedan ser en los ultimos afios de la infancia, parecen al comienzo per. detse en lo indeterminable, Quien no quiera tomar en cuenta {a historia evolutiva ni el contexto analitico, les impugnard su_carécter sexual y, a cambio, Jes atribuird’ un cardcter in- diferenciado cualquiera, Recuerden que por ahora no posee- mos una sefial universalmente admitida que permita deter. minar la naturaleza sexual de un proceso, a menos que otra vex recurramos a su vinculo con Ia funcién de reproduccidn, que tenemos que rechazar por demasiado mezquino. Los cri. terios biolégicos, como las periodicidades de 23 y 28 dias es. tablecidas por W. Fliess [1906], son todavia enteramente cuestionables; Ias propiedades quimicas de los procesos se- xuales, cuya existencia estamos autotizados a sospechar, espe- tan ain ser descubiertas. En cambio, las perversiones sexiia- es de los adultos son algo aprehensible © inequtvoco. Como ya Jo prueba el nombre que se les da, universalmente admi- tido, pertenecen sin lugar a dudas a la sexuslidad. Puede Hamérselos signos degenerativos o de otro modo, pero na- ic ha osado sostener que no son fenémenos de Ia vida se. xual. Ellos nos autorizan a formular este aserto: sexualidad ¥ teproduccién no coinciden; en efecto, es evidente que to- dos ellos desmienten la meta de la reproduccién, Veo abf un paralelismo que no deja de ser interesante. Mientras que para la mayoria econciente» y «psiquico» son 1o mismo, nosotros nos vimos precisados a ampliat este tit. mo concepto y a admitir algo psiquico que no es conciente. Y sucede algo muy parecido cuando ottos declaran idénticos 292 «sexual» y «perteneciente a la luccién» —o, si quieren decirlo mas brevemente, «genitalp—, mientras que nosottos debemos admitir algo «sexual» que no es «genital» ni tiene nada gue ver con la reproduccin, Esta es sélo una seme- janza formal, pero que tiene una base més profunda. Ahora bien: si la existencia de las perversiones sexuales es en esta materia un argumento tan concluyente, por qué no ha producido su efecto desde hace ya mucho, zanjando Ja cuesti6n? En realidad, no lo sé. La razén estriba, me pa- rece, en que sobre estas perversiones sexuales pesa una in- terdiccién muy particular que se extiende a la teoria y estor- ba también su consideracidn por parte de la ciencia. Como si nadie pudiera olvidar que no son sélo algo abominable, sino también algo monstruoso, peligroso; como si se las juzgara seductoras y en el fondo hubiera que refrenar una secreta envidia hacia quienes Ins gozan, quizd como lo confiesa el landgrave castigador en la famosa parodia de Tannbiuser:

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