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LIBERTAD NEGATIVA Y LIBERTAD POSITIVA

Martín D. Farrell
Universidad de Buenos Aires

INTRODUCCIÓN
El primero en emplear en el ámbito filosófico las expresiones «liber-
tad negativa» y «libertad positiva» parece haber sido Kant. Sin em-
bargo, la filosofía contemporánea utiliza estas expresiones en un sen-
tido muy distinto del kantiano.
Tal vez ocurre lo contrario con Marx. El no empleó explícitamente
las expresiones «libertad negativa» o «libertad positiva», pero ambos
conceptos —en su acepción contemporánea— pueden encontrarse en
su obra (en la Grundrisse, por ejemplo), bajo los rótulos de «libertad
formal» y de «libertad real».
De todos modos, las expresiones «libertad negativa» y «libertad po-
sitiva» se asocian hoy con el trabajo de Isaiah Berlin «Dos conceptos
sobre la libertad» '. De allí partirá, entonces, mi análisis del tema.

LA LIBERTAD NEGATIVA
Berlin logró caracterizar muy claramente a la libertad negativa.
(Luego veremos que no fue tan afortunado respecto de la libertad po-
sitiva.) La libertad negativa, para él, es la «libertad de», la libertad res-
pecto de algo. Desde luego que la primer pregunta que surge aquí es:
¿respecto de qué? Creo que la respuesta correcta es que la libertad
negativa es la libertad respecto del contenido de las normas jurídicas.
Voy a tratar de explicar esto algo más claramente. Si una norma
jurídica me prohibe ejercer el comercio, o practicar el culto religioso,
yo no tengo la libertad (negativa) de hacerlo. Las normas jurídicas pue-
den no coartar mi libertad en estos aspectos de dos maneras: 1.a conce-
1
En Filosofía Política, ed. por Anthony Quinton, México, Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1974, pp. 216 y ss.
Revista del Centro de Estudios Constitucionales O,
Núm. 2. Enero-abril 1989
Martin D. Farrell

diéndome expresamente la libertad de comerciar y de practicar el culto,


o 2.a guardando silencio sobre estas cuestiones, en un sistema jurídico
que aplique el principio de todo lo que no está jurídicamente prohibido
está jurídicamente permitido. En cualquiera de estas dos formas yo
tendré libertad negativa respecto de esas dos conductas.
No tendría sentido, en cambio, pretender que la libertad negativa se
relaciona con hechos naturales o con capacidades físicas. Si yo no
puedo correr una milla en un segundo, resultaría extraño referirme a
esa circunstancia diciendo que «no soy libre» de hacerlo.
Las normas jurídicas, al conceder libertades negativas, crean una
especie de cerco alrededor del individuo, cerco dentro del cual ni el
Estado ni los demás individuos pueden interferir. Los libertarios con-
sideran a esta concepción de la libertad como el rasgo más importante
y valioso de toda sociedad, y concentran su interés sólo en ella, esto es,
identifican a la libertad con la libertad negativa.

LA LIBERTAD POSITIVA
Como dije antes, Berlin no tuvo la misma precisión para caracterizar
a la libertad positiva. Si la libertad negativa es la «libertad de», tal
vez la libertad positiva pueda identificarse con la «libertad para», con
la libertad en el sentido de auto-realización.
Cuando se examina el tema de la auto-realización el resultado del
análisis varía según se ponga el énfasis en el primero o en el segundo
de esos términos: la au/o-realización es algo muy distinto de la auto-
realización. Si uno habla, en un sentido platónico o kantiano, de un
yo «real» o «superior», puede creer que los deseos actuales del indivi-
duo son secundarios, y que pueden —o deben— sacrificarse en aras
de ese yo. De lo contrario, ese individuo no se habría «realizado».
Como hace notar Gray, para esta concepción los intereses reales de
un hombre no radican en lo que él quiere, sino en lo que él querría
si fuera a convertirse en un agente completamente autónomo -\ En esta
posición, no es el individuo el juez último para decidir si se ha o no
realizado (puesto que pueden existir obstáculos internos a su auto-
realización, como dice Taylor)3. Claramente, éste es un ejemplo de
auto-reaüzacióu.
A mi juicio, Berlin está interesado en defender la posición opuesta.
El individuo es oí único juez de su plan de vida, de sus deseos, de sus
ambiciones. El yo que cuenta es el yo actual, no un supuesto yo «supe-
rior». Si el individuo está satisfecho —con alcohol o con Shakespeare—
no puede forzárselo a adoptar otro plan de vida con el argumento de
!
John GRAY, «Political Power, Social Theory, and Esscntial Contcstability», en
The Nalure o\ Political Theory, ed. por David Miller y Larry Siedéntorp, Oxford,
Clarendon Press, 1983. p. 79.
!
Charles TAYLOR, «What's Wrong with Ncgative Liberty», en The Idea o¡ Frce-
dom, cd. por Alan Ryan, Oxford University Press, 1979, p. 186.

10
Libertad negativa y libertad positiva

que éste contribuye a que él se realice. Berlin, en otras palabras, es


partidario de la aH/o-realización, y con esa preocupación en su mente
estudió el tema de la libertad positiva.
Es fácil para un liberal simpatizar con la posición de Berlin,
pero ella no está exenta de dificultades en algunos casos marginales.
¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando para satisfacer su autonomía actual
el individuo compromete irrevocablemente su autonomía disposicional?
De acuerdo a Young4, la autonomía actual puede identificarse con la
autonomía del momento, mientras que la autonomía disposicional abar-
ca la vida autónoma de la persona considerada como un todo. El indi-
viduo que decide —libremente— comenzar a drogarse, está ejercitando
su autonomía actual. Pero si como consecuencia de la adicción adqui-
rida no puede sino drogarse en el futuro, tal vez haya comprometido
seriamente su autonomía disposicional.
Habría aquí entonces un motivo para interferir con el individuo y
contrariar su yo actual. El motivo no consistiría en oponer un yo
superior al yo actual, sino en oponer un yo posterior al yo actual.
Esta idea resultaría atractiva, por ejemplo, para aquellos que son par-
tidarios de adoptar una teoría de la identidad personal en la línea de la
sugerida por Parfit5. No obstante, es difícil construir un argumento
que muestre que el individuo futuro tiene siempre preferencia respecto
del individuo presente (aunque, si ambos merecen igual consideración,
podría construirse un argumento que mostrara que el individuo pre-
sente no puede dañar en forma irreparable la autonomía del individuo
futuro).
Un caso más sencillo es aquel en el cual el mismo individuo prevé
que puede dañar su autonomía disposicional y ordena que, cuando ese
momento se presente, no se respete su autonomía actual (en tal mo-
mento). Este es, por supuesto, el bien conocido caso de Ulises y las
sirenas, que muestra las dificultades envueltas en la posesión de pre-
ferencias inconsistentes a lo largo del tiempo. Como dice Elster6, en
este caso se produce una alianza entre el yo temprano y el tardío, en
contra del yo intermedio y más dócil.
Cuando digo que este caso es más sencillo, sólo quiero expresar
que no tiene las dificultades que se presentan en aquellos casos en los
que no hay nunca consentimiento por parte del individuo. Aquí, en
cambio, el yo temprano consiente, y se supone que el yo tardío aprobará
ese consentimiento. Si se trata de justificar al paternalismo sobre la
base de apelaciones al consentimiento —como lo hace, por ejemplo.
Van De Veer7—, en este caso hay por lo menos un argumento prima
facie en favor de la intervención paternalista.

' Robert YOUNG, Personal Aulonomy. Bayona Negativo and Positiva Liberty,
Nueva York, St. Martin's Press, 1986, p. 5.
s
Cfr. Derek PARFIT, Rcasons und Persons, Oxford, Clarendon Press, 1984, ca-
pítulos 10 a 15.
' Jon EI.STKR, Ulysses and the Sirens, Cambridge University Press, 1986, p. 41.
' Donald VAS1 DE VI-F.R, Paternalistic Intervention, Nueva Jersey, Princeton Uni-
versity Press, 1986, especialmente cap. 2.

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Martín D. Farreíl

Resumiendo lo dicho hasta ahora: Berlín caracterizó a la libertad


negativa como «libertad de», esto es, como libertad respecto del con-
tenido de ciertas normas jurídicas. Y caracterizó —menos felizmente—
a la libertad positiva como «libertad para», como la libertad de auto-
realizarse, poniendo el énfasis en la aw/o-realización.

RELACIONES ENTRE LA LIBERTAD NEGATIVA


Y LA LIBERTAD POSITIVA
La literatura posterior al trabajo de Berlin contribuyó en gran me-
dida a aclarar la concepción de libertad negativa y de libertad positiva.
Uno de los aportes más valiosos fue el trabajo de MacCallum, quien
estableció la estructura de las proposiciones en las que se enuncian
tales libertades. Cada vez que la libertad de algún agente está en cues-
tión —dice MacCallum— es siempre la libertad respecto de algún apre-
mio o restricción sobre —de interferencia con, o de barrera para hacer,
no hacer, convertirse o no convertirse en— algo. Tal libertad es así siem-
pre libertad de algo (un agente o agentes), respecto de algo, para hacer,
no hacer, convertirse o no convertirse en, algo; es una relación triádica.
Toma la forma «A: es (no es) libre respecto de y para hacer (no hacer,
convertirse en, no convertirse en) z», donde x se refiere a agentes, y
a las «condiciones que impiden», tales como apremios, restricciones,
interferencias y barreras, y z se refiere a las acciones o condiciones de
carácter o circunstancia8.
Simplifiquemos ligeramente —por razones expositivas— la fórmula
de MacCallum; la relación triádica puede enunciarse así: «x es libre
respecto de y para hacer z». Siendo x el agente y z la acción, ninguno
de ellos presenta problemas. El tema interesante reside, desde luego,
en determinar el alcance de la variable y. ¿Qué debe contar como con-
diciones impedimentes?
Como he dicho antes, los hechos de la naturaleza no deben figurar
dentro del alcance de la variable y. Sin embargo, una advertencia viene
a cuento. Puede existir una tendencia a considerar que determinados
sucesos que ocurren en el mundo son hechos de la naturaleza y, como
tales, inevitables, ajenos a la voluntad de los individuos. En algunos
casos hay un interés ideológico en convencer a la gente de que esto es
así. Si las leyes del mercado se consideran como algo inevitable, por
ejemplo, sólo quedaría para los individuos la posibilidad de contemplar,
impotentes, su accionar. Pero las consecuencias del accionar del mer-
cado no son inevitables. Los individuos, a través por ejemplo de nor-
mas jurídicas, pueden modificarlas. Por eso es necesario señalar que,
s
Gerald C. MACCALLUM, Jr., «Ncgative and Positivo Frccdom», en Philosophy,
Politics and Society, Fourlh Series, ed. por Peter Laslett, W. G. Runciman y Quentin
Skinner, Oxford, Basil Blackwell, 1972, p. 176. No creo que la crítica de Baldwin a
MacCallum invalide este aspecto de su teoría. Cfr. Tom BAI.DWIN, «MacCallum and
the Two Concepts of Freedom», Ralio, vol. XXVI, 2 (1984), pp. 125 y ss.

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Libertad negativa y libertad positiva

si bien los hechos de la naturaleza no cuentan para decidir el grado


de libertad de un individuo, tenemos que estar seguros de que se trata
de auténticos hechos de la naturaleza.
Si los hechos de la naturaleza no se computan, ¿qué elementos hay
que tomar en cuenta para determinar el alcance de la variable y?
La cuestión no parece ahora tan compleja. Si estamos interesados en
establecer el grado de libertad negativa, y queda limitada a las normas
jurídicas y su respectivo contenido. Para saber si x tiene la libertad
negativa de comerciar, por ejemplo, sólo hay que investigar si las
normas jurídicas que lo rigen se lo prohiben o no. Cualquier otra in-
vestigación adicional parece ser superflua.
El caso de la libertad positiva, en cambio, es más complejo y, por
eso msimo, más interesante. Para saber si x puede auto-realizarse, no
basta con estudiar la lista de conductas respecto de las cuales él posee
libertad negativa. En otras palabras: la libertad negativa no es condi-
ción suficiente de la auto-realización. Como es obvio, x requiere algo
más, fundamentalmente los medios económicos necesarios para obtener
o realizar z- El alcance de la variable v abarca ahora factores econó-
micos.
Si yo dispongo de un amplio grado de libertad negativa (al vivir en
un estado libertario, por ejemplo), esta circunstancia por sí sola no
garantiza mi auto-realización. Hay individuos cuyos planes de vida pue-
den resultar frustrados, aunque ellos gocen de libertad negativa para
concebirlos. Como dije antes: la libertad negativa no es condición sufi-
ciente de la libertad positiva. Pero esta sola conclusión no permite
de por sí condenar a la libertad negativa, ni considerarla como carente
de utilidad. Porque falta responder a otro interrogante crucial: ¿es la
libertad negativa condición necesaria de la libertad positiva?
Este interrogante es más complejo de lo que parece serlo a primrea
vista, y para poder contestarlo correctamente hay que descomponerlo
en dos preguntas diferentes: 1.a ¿Es la libertad negativa condición nece-
saria de la libertad positiva para un individuo? 2.a ¿Es la libertad nega-
tiva condición necesaria de la libertad positiva para un grupo social?

LA LIBERTAD NEGATIVA Y EL INDIVIDUO


Creo que la respuesta a la primer pregunta debe ser afirmativa:
para un individuo su libertad negativa es condición necesaria de su
libertad positiva (Paso por alto aquí el caso en el cual se priva a un
individuo de una libertad negativa que no le interesa ejercer, y que no
influe —entonces— en la formulación de su plan de vida.) Si x desea
hacer z, y tiene los medios económicos para hacerlo, esto de nada lo
vale si dentro de la variable y no aparecen normas jurídicas que, ex-
presa o implícitamente, se lo permitan. Supongamos que .t desea rea-
lizar un viaje al exterior y cuenta con los recursos para ello; nunca
podría llevarlo a cabo, sin embargo, si las normas jurídicas de la socie-

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Martín D. Farrell

dad en que vive le prohiben salir del país. Es cierto que no le basta
para poder viajar que las normas jurídicas le permitan hacerlo (como
ya dije, la libertad negativa no es condición suficiente de la positiva).
Pero él necesita que las normas jurídicas se lo permitan para poder
concretar, con medios adicionales, su propósito (la libertad negativa
es condición necesaria de la positiva).
No obstante, me parece que el libertarianismo ha exagerado las con-
secuencias de esta conclusión, y lo ha hecho incurriendo en una suerte
de falacia de composición. Del hecho de que la libertad negativa sea
necesaria para la libertad positiva de cada individuo, extraen la con-
clusión de que también es condición necesaria para la libertad positiva
de todos los individuos, es decir, del grupo social. Y esto no es así.

LA LIBERTAD NEGATIVA Y EL GRUPO SOCIAL


Tal vez la pregunta: «¿Es la libertad negativa condición necesaria de
la libertad positiva para un grupo social?», puede ser planteada con
más claridad. La pregunta pretende llamar la atención sobre un aspecto
peculiar de la organización social. Un modo adecuado de formularla
podría ser éste: «¿Puede limitarse la libertad negativa de algún sector
de la población para aumentar la libertad positiva de otro sector?»
Sujeta a ciertas limitaciones, la respuesta que voy a dar será afir-
mativa.
Un libertario como Nozick, por ejemplo, cuestionaría esta solución.
El concibe a los individuos como dotados de un derecho absoluto a
ciertas libertades negativas, y hay ciertas cosas que ninguna persona
o grupo puede hacerles sin violar esos derechos'. Entre las cosas que
no se les puede hacer figura el obligarles a pagar impuestos, salvo para
la defensa interior y exterior. Intentaré argumentar en favor de una
solución de otro tipo.
Supongamos la existencia de una sociedad caracterizada por una
aguda diferencia en la distribución de los recursos. En ella, el 95
por 100 de la población tiene ingresos que alcanzan sólo para satisfacer
sus necesidades elementales (no intentaré aquí establecer cuáles pue-
den ser esas necesidades) l0, mientras que el 5 por 100 restante posee
ingresos que le permiten una vida más que holgada. El sistema jurídico
de esa sociedad distribuye igualitariamente la libertad negativa entre
los ciudadanos, y la distribuye, a su vez, en abundancia. Esto es: todos
los ciudadanos disfrutan igualmente de una abundante «libertad de»,
de un robusto y amplio cerco jurídico construido alrededor de cada uno
de ellos. Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de la libertad
positiva en esa sociedad. Solamente el 5 por 100 de los ciudadanos
disfruta de medios económicos como para auto-realizarse. El 95 por 100

' Roben NOZICK, Anarcliy, State and Utopia, Oxford, Basil Blackwell, 1974, p. IX.
10
Sobre este tema, ctr. David BRAYBROOKI;, Meeting Needs, Nueva Jersey, Prince-
lon University Press, 1987, especialmente caps. 2 y 3.

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Libertad negativa y libertad positiva

no puede llevar a cabo planes de vida satisfactorios. Cuando la varia-


ble y se limita a las normas jurídicas y a su contenido —cuando se
limita a la libertad negativa, en otras palabras— la sociedad muestra
un estado de distribución satisfactorio. No se conceden libertades ne-
gativas a un sector y se priva de ellas a otro. Todos tienen la libertad
negativa de viajar, de comerciar, de ser propietarios, etc. Cuando en-
tran factores económicos en el alcance de la variable y, en cambio,
el estado de distribución ya no parece ser para nada satisfactorio.
¿Es posible encontrar una solución tal que permita mejorar este estado
de cosas? Yo creo que sí.
La solución consiste en redistribuir el ingreso de los integrantes
del grupo por la vía impositiva. Imaginemos que se aplica un impuesto
al 5 por 100 acaudalado de la población, y que su producido se destina
íntegramente al 95 por 100 restante, entregándoles a cada uno de los
miembros de este último conjunto una determinada suma de dinero.
(Digo que el producido del impuesto se destina íntegramente al grupo
necesitado por razones de simplicidad; esto es, ignoro el costo de
recolección y distribución del impuesto.) ¿Qué ocurrirá en este caso?
Veamos primero los efectos indeseables del impuesto.
En primer lugar, se limita la libertad negativa del grupo que es
gravado. Antes de que se promulgara la ley impositiva, esos individuos
eran «libres de» en relación al pago de ese impuesto. Ahora, ese cerco
construido alrededor de ellos ha sido invadido por la ley que los
obliga a pagar el impuesto. En segundo lugar, se limita también la
libertad positiva del grupo que es gravado. Antes de pagar el impuesto,
los individuos pertenecientes al grupo minoritario tenían más recursos
que después de haberlo pagado.
¿Bastan estos inconvenientes para desechar la solución propuesta?
Desde luego que no, puesto que los efectos deseables compensan so-
bradamente a los indeseables. Veamos de qué manera. Con el dinero
que reciben, los individuos del grupo beneficiado —cuya libertad nega-
tiva no ha sido afectada— ven incrementarse grandemente su libertad
positiva. Ahora son libres de concebir algún plan de vida que contribu-
ya a su auto-realización. Y ese incremento en la libertad positiva del
grupo beneficiado compensa la pérdida de libertad —negativa y po-
sitiva— del grupo gravado. (No digo «grupo perjudicado» porque
luego mostraré que también quienes pagan el impuesto tienen algo
que ganar en este esquema.)
¿Cómo puede mostrarse que el incremento de un grupo compensa
sobradamente las pérdidas del otro? Primero, puesto que los números
importan, recordemos que el grupo cuya libertad es limitada equivale
sólo al 5 por 100 de la población. Segundo, teniendo en cuenta la enor-
me desigualdad en la distribución de la riqueza, basta con aplicar el
principio de la utilidad marginal decreciente. El grupo gravado deberá
limitar la concepción de sus planes de vida, pero igual les quedará
a sus miembros un ingreso suficiente como para formular planes que
conduzcan a su auto-realización. El grupo que recibe el producido del

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Martin D. Farrell

impuesto podrá, por primera vez, formular planes de vida que, por lo
menos, contribuyan en algo a la auto-realización de sus miembros.
Quiero referirme a dos aspectos colaterales del sistema propuesto.
El primero de ellos se vincula con el límite de la presión impositiva.
La aplicación del impuesto aparece aquí justificada teniendo en cuenta
el incremento en la suma total de libertad. Esta justificación ya nos
está indicando, en sí misma, el límite admisible de la presión impo-
sitiva. Cuando no se produzca un aumento en la suma total de liber-
tad, el impuesto dejará de estar justificado. El aumento en cuestión
puede no producirse por dos causas: a) Porque la presión impositiva
sobre el grupo minoritario llega a un nivel tal que los integrantes del
grupo no pueden formular planes de vida que conduzcan a la auto-
realización de sus miembros, mientras la suma adicional volcada sobre
el grupo beneficiado no incide sustancialmente en los planes de vida
de sus miembros. (Esto es: de nuevo el principio de la utilidad mar-
ginal decreciente, pero aplicado ahora en dirección inversa.) b) Porque,
sin llegar al extremo mencionado en el punto anterior, los miembros
del grupo minoritario no encuentran ahora alicientes para invertir,
con lo cual baja la producción y, con ella, baja la cantidad total de
bienes a ser distribuida (y la cantidad posible de libertad positiva, por
consiguiente) ".
El segundo punto colateral al que quiero referirme es a la circuns-
tancia de que yo propongo que el producido del impuesto se entregue
al grupo beneficiado directamente y en dinero efectivo. Esta es una
muestra de respeto por la autonomía del sector mayoritario. Con el
dinero que reciben, ellos mismos formularán sus propios planes de
vida, tendientes a su an/o-reaüzación, como deseaba Berlin. Entregar
comida, o medicamentos, o construir por parte del Estado determi-
nadas instalaciones para uso del grupo mayoritario, es una forma de
paternalismo (no-coercitivo, como aclararía apresuradamente Raz12,
pero paternalismo al fin).
Si se adopta la solución que he propuesto, no sólo se producirá en
esa sociedad un aumento en la suma total de libertad, a través de un
incremento en la suma de libertad positiva de la mayoría de los ciu-
dadanos. Se producirá también una revaloración de la idea misma de
la libertad negativa. Porque, antes de la aplicación del impuesto, el
100 por 100 de la población gozaba de libertad negativa, pero al 95
por 100 de ella esa libertad le servía de poco. No le servía, por ejem-
plo, para formular ningún plan de vida que condujera a la auto-
realización, ante la total carencia de recursos. Esta circunstancia po-
dría haber conducido a que esos individuos miraran a la libertad

" Como es obvio, las bases éticas que aquí se proporcionan para el impuesto
permiten una presión impositiva mayor que si se adopta, por ejemplo, la posición
de Buchanan, quien —no por casualidad— se ocupa sólo del aspecto negativo de la
libertad. Cfr. James M. BUCHANAN, «The Ethical Limits of Taxation». en Liberty,
Market ana tlte Slale, Sussex, The Harvester Press, 1986, pp. 169 y ss.
i:
Joseph RAZ, The Moraliiy of Freedom, Oxford, Clarendon Press, 1986; por
ejemplo, p. 417.

16
Libertad negaliva y libertad positiva

negativa con desconfianza, e incluso con desprecio; como a una liber-


tad inútil para la consecución de sus propósitos. Luego del impuesto,
en cambio, la libertad negativa cobra una nueva dimensión. Ahora sí
es posible mostrarle a los individuos que, qua individuos, ellos requie-
ren de la libertad negativa, puesto que ella es, en este caso, condición
necesaria de su libertad positiva.
Una consecuencia de la solución adoptada es que mejora la esta-
bilidad del sistema. Con una gran desigualdad en la distribución de los
recursos, los individuos menos aventajados no podían formular planes
de vida que condujeran a su auto-realización. Pocos motivos tenían
para desear la continuidad de un sistema que sólo les proporcionaba
una libertad negativa de la que, en buena parte, no podían hacer uso.
Luego de la redistribución del ingreso por la vía impositiva, todos los
ciudadanos pueden formular planes de vida tendientes a lograr, en
alguna medida, su auto-realización. Ahora tienen motivo para desear
la continuidad de un sistema que los ayuda, y hasta motivos para
esforzarse en preservarlo. Como corolario, la estabilidad del sistema
se afianza.
Si consideramos que —como es muy probable— la clase más aven-
tajada tiene interés en la continuidad del sistema, entonces no puede
decirse que ellos resultan «perjudicados» por el impuesto, y por eso
me negué a atribuirles tal carácter más arriba. A largo plazo el im-
puesto tiende a beneficiarlos, permitiéndoles vivir en una sociedad
estable, sin conflictos sociales de magnitud. Perú muchos de los inte-
grantes de la clase más aventajada pueden fracasar en percibir esta
característica del impuesto y oponerse a que éste sea establecido.
Si el impuesto se establece en contra de la voluntad de estos indi-
viduos, respecto de ellos se produce una consecuencia curiosa: el im-
puesto es una medida establecida en beneficio de ellos y en contra
de sus preferencias. Por lo tanto, en estos casos, ¡el impuesto es una
medida paternalista!

LIBERALISMO Y LIBERTARIANISMO
Considerado desde otro punto de vista, el tema que he planteado
constituye un buen criterio para distinguir entre teorías liberales
(como la de Rawls) y teorías libertarias (como la de Nozick). Recorde-
mos una de nuestras preguntas originales: «¿Es la libertad negativa
condición necesaria de la libertad positiva para un grupo social?»
Si la teoría es libertaria, la respuesta debe ser afirmativa. Si la teoría
es liberal, la respuesta debe ser negativa. La distinción entre libera-
lismo y libertarianismo queda perfectamente planteada observando ese
rasgo de la teoría: si considera o no a la libertad negativa de un grupo
social como condición necesaria de la libertad positiva de ese grupo.

17
Martín D. FarreU

EL ERROR DEL LIBERTARIANISMO


Hasta ahora, y según mi conocimiento, el libeitarianismo se ha con-
centrado exclusivamente en la defensa de la libertad negativa, como
si ésta constituyera un fin en sí misma. El sistema es «bueno» si prote-
ge la libertad negativa de los subditos. No importa si todos los sub-
ditos disfrutan —siquiera sea en mínimo grado— de libertad positiva.
No importa cuántos de los subditos pueden llevar a cabo planes de
vida que los conduzcan a su auto-realización.
No es extraño, entonces, que mucha gente mire con desconfianza
al libertarianismo. Si la libertad no es sólo un concepto-oportunidad,
sino también un concepto-ejercicio (como plantea Taylor) u , la sola
presencia de la libertad negativa no garantiza la bondad de un sis-
tema. Prueba de ello es que el estado mínimo de Nozick funcio-
na de una manera contraria a las intuiciones morales de la mayo-
ría de sus lectores, a juzgar por los comentarios bibliográficos que
ha motivado.
Los libertarios parecen apelar a intuiciones morales equivocadas.
Y no es porque no haya otras intuiciones a las que apelar, puesto que
tal vez sería posible construir un argumento más convincente para el
libertarianismo. Para la mayoría de los individuos no cuenta sólo la
libertad negativa, sino también la libertad positiva. La pregunta rele-
vante no es: «¿Tengo el derecho de viajar?», sino: «¿Tengo el derecho
de viajar y los medios para hacerlo?» Si el libertarianismo insiste en
concentrarse en la primer pregunta, no es extraño que fracase en
concitar la aprobación de la mayoría de los individuos. Pero miremos
una vez más las relaciones entre la libertad negativa y la libertad po-
sitiva. Hasta ahora nos hemos concentrado en la cuestión acerca
de si la libertad negativa es o no condición necesaria de la libertad
positiva, rechazando la posibilidad de que pudiera ser condición sufi-
ciente. No obstante, un libertario podría tratar de mostrar que su
énfasis en la libertad negativa no implica falta de preocupación o de
interés en la libertad positiva de los ciudadanos. Porque él podría
sostener que basta con preocuparse por la libertad negativa, puesto
que ésta es condición suficiente de la positiva. El libertario podría
afirmar que la libertad negativa adecuadamente construida garantiza
el funcionamiento del mercado, y que el funcionamiento del mercado,
a su vez, garantiza la máxima prosperidad para los ciudadanos. La pros-
peridad, obviamente, garantiza por su parte la posesión de recur-
sos capaces de permitir un plan de vida que tienda a la auto-
realización.
Sin embargo, y a pesar de los patentes atractivos de esta forma de
argumentación, ella no se ha popularizado entre los autores libertarios.
Las razones de esta falta de popularidad pueden ser de dos tipos:

" TAYLOR, cit., p. 177.

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Libertad negativa y libertad positiva

a) Desde un plano normativo, es posible que los libertarios piensen


que la libertad positiva carece de importancia, y que sólo hay que con-
centrar los esfuerzos en el incremento de la libertad negativa, b) Desde
un plano fáctico, es posible que los libertarios carezcan de pruebas
empíricas como para mostrar que la libertad negativa conduzca auto-
máticamente a la prosperidad económica.

ALGUNAS CUESTIONES ADICIONALES


Antes de concluir, debo aclarar tres temas que pueden haber ge-
nerado dudas, o suspicacias, en el lector:
a) Al decir que es mejor la situación de un grupo social luego
de aplicado el impuesto, se está valorando —implícitamente— a la
igualdad. Prefiero decirlo entonces expresamente: mi punto de vista
contiene una preferencia en favor de la igualdad, contiene un «pre-
juicio igualitario». No puedo argumentar aquí en favor de la igualdad
y mi pretensión es mucho más modesta: sólo aspiro a que se acepte
la idea de que —en el razonamiento político— la carga de la prueba
reside en los partidarios de la desigualdad.
b) Cuando sostengo que el aumento en la cantidad de libertad
negativa del grupo favorecido por el impuesto compensa sobradamen-
te la pérdida de libertad negativa y positiva del grupo gravado, estoy
efectuando —también implícitamente— comparaciones interpersonales.
La posibilidad de efectuar este tipo de comparaciones no es unáni-
memente aceptada; tampoco puedo argumentar aquí en favor de ellas.
Pero señalo que hay quienes —como Davidson, por ejemplo—14 han
proporcionado razones en su favor.
c) He afirmado que el grado de la libertad negativa depende sólo
del contenido de las normas jurídicas, mientras que la libertad positiva
depende de factores económicos. Esta afirmación simplifica en exceso
las cosas en busca de la claridad. Porque, en rigor, también puede
decirse que la libertad positiva depende del contenido de las normas
jurídicas, puesto que los factores económicos pueden vincularse con
tales normas. ¿Qué quiere decir, por ejemplo, que yo carezco de me-
dios económicos para viajar al exterior? Quiere decir que no puedo
pretender que un avión me transporte sin pagar yo el pasaje. Porque
las normas jurídicas reconocen el derecho del propietario respecto del
avión, y los órganos del Estado lo ayudarán a impedir mi acceso al
avión en caso de carecer de pasaje.

" Donald DAVIÜSÜN, «Judging interpersonal interests», en Foundations of Social


Choice Theory, cd. por Jon Elster y Aanund Hylland, Cambridge Universily Press,
1987, pp. 195 y ss.

19
Martín D. Farrell

Con estas aclaraciones, creo que la tesis que he expuesto se man-


tiene, y que resulta intuitivamente aceptable. Al fin de cuentas, sólo
he estado abogando por uno de los ideales más comunes del libera-
lismo: la redistribución del ingreso por la vía del impuesto l5.

IS
Una versión primitiva de este trabajo fue leída en las Segundas Jornadas Ar-
gentinas de Filosofía Jurídica y Social, Buenos Aires, 1985. Una versión posterior
fue expuesta en el Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, en 1987. Allí recibí
valiosas sugerencias de Francisco Laporta, Alfonso Rui/ Miguel y Luis García San
Miguel, a quienes expreso mi reconocimiento.

20
LA LIBERTAD INTERNA DE LOS MEDIOS
PRIVADOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Enrique Gómez-Reino y Camota


Catedrático de Derecho Administrativo
Universidad Complutense

I. DE LA LIBERTAD DE IMPRENTA
A LAS LIBERTADES DE LA COMUNICACIÓN

1) El carácter expansivo de la libertad de imprenta


Desde la formulación primitiva, en nuestro país, de la libertad de
expresión como libertad de imprenta, por ser el único medio técnico
de comunicación social conocido en los albores del constitucionalismo,
hasta nuestros días se ha producido una evolución profunda de aque-
lla libertad, fruto de múltiples factores de naturaleza diversa. El resul-
tado más palmario de este proceso ha sido la emergencia de un amplio
abanico de libertades en el sector de la comunicación, a las que nos
referiremos más adelante.
Nos encontramos, pues, tanto en ésta como en otras parcelas, con
una extensión del status jurídico constitucional del individuo, que
responde a un proceso de decantación histórica que ha sido puesto
de relieve, entre otros, por Schneider con las siguientes palabras: «lo
que ha ido surgiendo de las necesidades de cada etapa histórica cons-
tituye hoy el status de los derechos fundamentales del hombre y del
ciudadano en el Estado constitucional democrático».
Los derechos fundamentales responden, pues, a la «ordenación de
esferas de la vida social que se han manifestado como especialmente
propensas a ser intervenidas por el Estado y, por ello, se han mani-
fectado como muy necesitadas de protección». Así, por ejemplo, señala
el citado autor «que se garantiza la libertad de opinión como un de-
recho subjetivo de defensa frente al Estado porque los poderes domi-
nantes tienden, según muestra la experiencia, a contrarrestar opiniones
incómodas, sobre todo cuando amenazan con poner en peligro la propia
posición del poder». Y termina diciendo que «un Estado que niega
o desprecia las actuaciones fundamentales de estas esferas de la vida

Revista del Centro de Estudios Constitucionales 21


Núm. 2. Enero-abril 1989
Enrique Gómez-Reino y Camota

social, en general o en casos particulares, difícilmente podrá caracte-


rizarse como Estado constitucional democrático»'.
En la actualidad se ha abierto paso la expresión «libertades de la
comunicación», la cual ha venido a sustituir, primero, a las clásicas
de la libertad de imprenta y de la libertad de manifestación del pen-
samiento y, luego, a la de libertad de información, que venía siendo
entendida, al menos por una parte de la doctrina, en su doble dimen-
sión de libertad de informar y de derecho a recibir información; liber-
tades todas ellas necesarias pero insuficientes para explicar y garan-
tizar una comunicación libre que es la base y el sustento del sistema
democrático.
Con la utilización de la expresión «libertades de la comunicación»
se pretende, además, recuperar una tradición que arranca de la Revo-
lución francesa y, en particular, de la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano de 1789, en cuyo artículo 11 se establece
que «la libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es
uno de los derechos más preciados del hombre», precepto que en la
actualidad ha adquirido en el país vecino el rango de principio de
valor constitucional (Consejo Constitucional, Ss. de 17 y 19 de marzo
de 164, 27 de julio de 1982, 20 de enero de 1984, 25 de'julio de 1984,
12 de septiembre de 1984, 10 y 11 de octubre de 1984, 29 de julio de
1986 y 18 de septiembre de 1986).

2) Las libertades de la comunicación en la Constitución española


Las libertades de la comunicación recubren desde el punto de vista
jurídico diferentes situaciones, las cuales, por primera vez en la histo-
ria de nuestro Derecho Público, han sido conslitucionalizadas en 1978.
El conjunto de estas libertades pretende dar una respuesta satis-
factoria a un fenómeno tan importante como es el de la comunicación
social, en el cual participan sujetos diversos y cuyas libertades o dere-
chos fundamentales requieren ser garantizados no sólo frente al Esta-
do, sino también frente al poder del dinero.
En la consecución de este doble objetivo ocupan un lugar desta-
cado tanto nuestro constituyente como la labor de nuestro más alto
Tribunal. No obstante, el legislador ordinario no ha sabido o no ha
querido hasta la fecha sacar muchas de las consecuencias que del texto
constitucional y de su interpretación ha realizado el Tribunal Consti-
tucional, como más adelante tendremos la oportunidad de explicar.
El artículo 20 de la CE ampara, en primer término, la libertad
clásica de manifestación del pensamiento de la siguiente forma:
Se reconoce y protege el derecho a «expresar y difundir libremente
los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o
cualquier otro medio de reproducción» (art. 20.1,a).
1
«Peculiaridad y función de los derechos fundamentales en el Estado constitu-
cional democrático», REP, nueva época, núm. 7, enero-febrero 1979, p. 16.
22
IM libertad interna de los medios privados de comunicación social

Se constitucionaliza también la doble perspectiva de la actividad


informativa en los términos siguientes:
Se reconocen y protegen los derechos: a «comunicar o recibir libre-
mente información veraz por cualquier medio de difusión» (art. 20.1.d).
Con el reconocimiento de estos derechos no se agotan en nuestra
Constitución las libertades de comunicación, pues aquél se extiende,
además, a otros derechos que son un complemento indispensable para
la comprensión global, desde el punto de vista jurídico, del fenómeno
de la comunicación. Estos nuevos derechos son la cláusula de con-
ciencia y el secreto profesional (art. 20.1.d, in fine).
Estas libertades adquieren, además, diversos significados a la luz
del artículo 1.1 de laCE que define a España como un «Estado social
y democrático de Derecho».
No es menos importante también señalar aquí la cláusula de pro-
greso del artículo 9.2, según la cual «corresponde a los poderes pú-
blicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad
del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efec-
tivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud
y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política,
económica, cultural y social». El Estado en su conjunto, pues, asume
la obligación de realizar los derechos fundamentales.
El artículo 20 de la Constitución es necesario conectarlo, a su vez,
con el 38, que reconoce «la libertad de empresa en el marco de la
economía de mercado», la cual, cuando se trata de empresas de co-
municación tiene, en nuestra opinión, un carácter meramente ins-
trumental con respecto a las libertades garantizadas en el artículo 20,
tema sobre el que volveremos más adelante.

II. LOS SIGNIFICADOS DE LA LIBERTAD


DE LOS MEDIOS PRIVADOS DE COMUNICACIÓN
A lo largo de la historia, desde los orígenes del constitucionalismo,
han ido desvelándose nuevas dimensiones de la libertad en una doble
perspectiva: cuantitativa y funcional. Si esto es así, hoy, en cuanto
se refiere a los derechos fundamentales en general, lo es también en
relación con el sector de la comunicación, en el cual la libertad de
prensa e imprenta ha jugado un papel expansivo de primordial im-
portancia.
En las próximas líneas vamos, pues, a intentar describir sintéti-
camente este doble proceso2.
La libertad de prensa viene definida, en un primer momento, por
dos características: a) se considera como una de las libertades inte-
:
Para una síntesis de osle proceso, véanse, por iodos, H.-P. SCMI-IUI-K, art. cil.,
y A. B.M.UASSARRH, «Liberta di stampa e dirilto all'informazione nelle democ razie
contemporanee (con parlicolare riguardo a Francia, RFT c USA)», Política del
Dirilto, año XVII, núm. 4, diciembre 1986, pp. 579-605.

23
Enrique Gómez-Reino y Camota

lectuales, esto es, como una modalidad de la libertad de pensamiento


del individuo, desconectada, por lo tanto, de la propiedad de los
medios de comunicación social3; y b) el significado de esta libertad
es tomado del sistema inglés del common law, en el cual, según
William Blackstone, la libertad de prensa se configura como freedom
from prior restraints, es decir, la libertad de prensa significa ausencia
de censura previa4.
Este modelo inspira después toda la tradición histórica liberal,
tanto desde el punto de vista doctrinal como jurídico constitucional.
Este derecho de libertad se configura en la doctrina clásica (Jel-
lineck) como derecho público subjetivo, esto es, como un derecho
defensivo (Abwehrechle) o derecho de omisión (Unlerlassungshechte)
tendente a un non faceré del Estado (libertad negativa) o, dicho con
otras palabras, la libertad consiste en un hacer del individuo, la cual
exige correlativamente un no hacer del Estado, o si se quiere la liber-
tad es un poder de prohibir (Burdeau), o inmunity frente al Estado,
en la concepción anglosajona.
La libertad de expresión es, pues, ante todo un derecho público
subjetivo, como lo ha señalado reiteradamente nuestra jurisprudencia
constitucional («Se ha señalado acertadamente que se trata... de un
derecho de libertad, por lo que básicamente significa ausencia de
interferencias o de intromisiones de las autoridades estatales en el
proceso de comunicación», S. núm. 12/1982, de 31 de marzo).
Desde el punto de vista jurídico positivo es conveniente, asimismo,
señalar que los textos constitucionales, en nuestro país, al mismo
tiempo que han reconocido la libertad de imprenta primero, y luego
la libertad de manifestación del pensamiento, prohibían, expresamente,
la censura previa 5.
Esta concepción individualista de la libertad de prensa que dura
hasta la segunda guerra mundial es puesta en tela de juicio por las
teorías institucionalistas que señalan la relación existente entre dere-
cho subjetivo y propiedad de los medios de comunicación6, debido
]
Este significado se encuentra por primera vez en la obra Aeropagitica, de John
MII.TON (1644), primer alegato histórico en favor de la libertad de prensa, en la que
reclama «la libertad de saber, de hablar y de argüir libremente según mi concien-
cia por encima de todas las libertades» (Fondo de Cultura Económica, México,
1971, p. 90).
' Para BI-ACKSTONE, la libertad de prensa consiste, literalmente, «in laying no
previous restrainls upon publication» (Bl. Comm. 16lh edn., London, 1815, 151), ci-
tado por E. BARIÍNUT, en Freedom of speech, Clarendon Press, Oxford, 1987, p. 114.
s
Desde la primera Ley de Imprenta de las Cortes de Cádiz (Decreto de 10 de
noviembre de 1810) y también en todas las Constituciones, desde la de 1812 a la
de 1978, se prohibió tajantemente la censura previa, pero, sin embargo, reaparecía
frecuentemente a nivel infraconstiíucional, a través de distintas técnicas adminis-
trativas.
• También ha existido una corriente del primer pensamiento liberal francés,
como Mirabeau, Morcicr de la Riviere, Turgot y otros, que ha identificado las li-
bertades públicas con el derecho de la propiedad, y que fue retomada más tarde
por el gran jurista Hauriou, para el cual las libertades individuales «son derechos
que tienen a presentarse bajo la forma de una propiedad», concepción muy exten-
dida entre los empresarios de la información.

24
La libertad interna de los medios privados de comunicación social

sobre lodo a la mutación profunda operada en la sociedad gracias


al desarrollo económico, a las nuevas ideas sociales, al desarrollo ace-
lerado de la tecnología y, en fin, a las corrientes democratizadoras
del Estado y de participación política.
La prensa y los medios privados de comunicación en este nuevo
contexto histórico se manifiestan tanto como un poder político como
un poder social.
Es cierto que la prensa sigue siendo un derecho público subjetivo,
pero al mismo tiempo se configura como un instrumento de forma-
ción de la opinión pública, sobre el que se basa la democracia po-
lítica.
En el aspecto político-institucional de las libertades de expresión
y de información ha hecho también hincapié nuestro Tribunal Cons-
titucional. En efecto, en la Sentencia de Antena 3 se dice, expresa-
mente, que la libertad de expresión significa, además, «el recono-
cimiento y la garantía de una institución política fundamental que
es la opinión pública libre, indisolublemente ligada con el pluralismo
político, que es un valor fundamental y un requisito del funciona-
miento del Estado democrático»; doctrina reiterada en posteriores
sentencias. Por lo que respecta a la libertad de información, el alto
Tribunal mantiene también que es «un medio de formación de opinión
pública en asuntos de interés general, cuyo valor de libertad prefe-
rente... viene determinado por su condición de garantía de la opinión
pública, que es una institución constitucional del Estado democrático,
que los poderes públicos tienen especial obligación de proteger»
(S. núm. 165/1987, de 27 de octubre).
Nuestro Tribunal Constitucional ha seguido en este tema la línea
marcada por la jurisprudencia constitucional de otros países7.
Es necesario, pues, articular estos dos aspectos —el individual y
el institucional—, dado que en el proceso de comunicación a través
de la prensa y de otros medios privados de comunicación social con-
fluyen sujetos diversos tales como el que expresa el pensamiento,

En USA. sin embargo, antes que en el continente europeo, el Tribunal Supremo


ha considerado que no es contrario a la Primera Enmienda constitucional la apli-
cación de la legislación antiirusi a las empresas periodísticas (Associated Press
v. NLRB, 1937, y Ass. Press v. USA, 1945).
:
Es en USA donde por primera vez se destaca la perspectiva político-institucio-
nal de la libertad de prensa, y que se consolida con Warren en la presidencia del
Tribunal Supremo (1953-69), al considerar el Marketplace o¡ ideas como el funda-
mento de la democracia.
En Alemania, el Tribunal Constitucional Federal ha visto también en la prensa
una institución que cumple una tarea pública (aelfentlichc Au(gahen), así como
un medio de formación de una opinión pública libre (Mcinitngsbildiiniisfreiheil).
Recientemente, en Francia, el Consejo Constitucional ha recordado que la li-
bertad de prensa «es una de las garantías esenciales, sea para el respeto de los
derechos y la libertad, sea para la soberanía nacional» (S. núm. 84-181, de 11 de
octubre de 1984), y que la libertad de la comunicación exige el respeto del plura-
lismo, «que es una de las condiciones de la democracia» (S. núm. 86-217. de 18 de
septiembre de 1986).

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Enrique Gómez-Reino y Camota

el propietario de los medios, el que dirige y organiza el proceso co-


municativo, el que trabaja profesionalmente y el no menos impor-
tante sujeto cual es el que recibe la información.
Desde el punto de vista social la prensa detiene un poder impor-
tante que se traduce en una creciente concentración de empresas en
este sector, lo cual incide en el proceso de formación de la opinión
pública y se produce, consecuentemente, un grave deterioro de la
libertad de aquellos que no participan en dicho proceso, esto es, de
los detestinatarios de la información. Por ello, los Estados normal-
mente han dictado medidas específicas anti-/rMSí en este sector con
el objeto de evitar la creación de monopolios de opinión, medidas
ausentes todavía en nuestro país, y existe al mismo tiempo una pre-
ocupación por establecer mecanismos que garanticen una organiza-
ción interna de los medios favorable a la libertad.
Este proceso nos enseña que si bien la prensa en un momento his-
tórico conquistó la libertad frente al Estado, luego ella misma con-
fiscó aquella libertad; de ahí la necesidad de garantizar la libertad
en un doble frente: la libertad de prensa (libertad frente al Estado)
y la libertad de la prensa (libertad en la prensa). Distinción que tiene
gran predicamento en el derecho comparado. Así, en Alemania se
distingue entre libertad externa de prensa (Aüssere Pressefreilieit)
y libertad interna de prensa (Innere Pressefreiheit), distinción que se
ha aplicado también a la televisión (Aussenpluralitaet en contraposi-
ción a Binnenpluralitaet), y en Utalia se utilizan indistintamente las
expresiones liberta di stampa externa y liberta di stampa, para refe-
rirse a la libertad tradicional frente al Estado y liberta di stampa
interna y liberta della stampa, para dar cuenta de la libertad in-
terna.
Ahora bien, esta distinción que se aplicó originariamente a la
prensa ha ido extendiéndose, como acabamos de ver, a otros medios
de difusión, y puede ser hoy aplicada también a la comunicación.
De esta forma se podrá distinguir entre libertad de comunicación o
libertad externa de comunicación y libertad de la comunicación o
libertad interna de la comunicación. Aquí sólo vamos a tratar de la
libertad interna de los medios privados, la cual plantea problemas
específicos y distintos a los de la libertad interna en los medios
públicos de comunicación.
Por último, nos queda por señalar que los problemas que hoy
tiene planteados la comunicación social tienen un marco adecuado
de resolución en nuestra Constitución. En efecto, tanto la libertad
de prensa como la libertad privada de otros medios de comunica-
ción adquiere significados distintos, según se trate del Estado de
Derecho, del Estado social o del Estado democrático. En el Estado
de Derecho la Constitución otorga a estas libertades un carácter
de derechos públicos subjetivos, esto es, un derecho de defensa frente
al Estado, así como la categoría de elementos del ordenamiento ob-
jetivo. Desde la perspectiva democrática, las empresas privadas de

26
La libertad interna de los medios privados de comunicación social

comunicación tienen un derecho a participar en la formación de la


opinión pública, así como el derecho de los periodistas a participar
en el contenido informativo de los periódicos. Desde el punto de
vista social los periódicos tienen una pretensión a una ayuda pú-
blica (poder de exigir) por su misión de interés público concretada
en el mantenimiento del pluralismo externo informativo, con objeto
de evitar posiciones monopolistas y, sobre todo, potenciar el acceso
al mercado de nuevos órganos de información8. El pluralismo infor-
mativo se convierte, así, en garantía del derecho del público a la
información.

III. LA GARANTÍA CONSTITUCIONAL


DE LA LIBERTAD INTERNA DE LOS MEDIOS
PRIVADOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL

La Constitución, como es sabido, vincula no sólo a los poderes


públicos, sino también a los ciudadanos (art. 9.1); en virtud de esta
fuerza vinculante «nada es trivial e ¡ninmportantc» cuando afecta a
los derechos fundamentales y libertades públicas (S. núm. 1/85, de
9 de enero), debido al «lugar privilegiado que en la economía general
de nuestra Constitución» ocupan aquéllos (S. núm. 66/1985, de 23
de mayo).
De este principio de vinculación se desprende, entre otras cosas,
«la nulidad radical de todo acto —público o, en su caso, privado—
violatorio de las actuaciones jurídicas reconocidas en la Sección Prime-
ra del capítulo segundo del Título I de la Constitución» (S. núm. 114/
1984, de 29 de noviembre). Lo cual nos lleva a sostener que en las
relaciones entre particulares, y por lo que aquí interesa en el seno
de las empresas periodísticas o de radios privados, la Constitución
también es eficaz.
Aún más, el Tribunal Constitucional ha afirmado, valientemente,
que «ni las organizaciones empresariales forman mundos reparados
y estancos del resto de la sociedad, ni la libertad de Empresa que
establece el artículo 38 del texto constitucional legitima el que quie-
nes prestan servicios en aquéllas por cuenta y bajo la dependencia
de los titulares deban soportar despojos transitorios o limitaciones
injustificadas de sus derechos fundamentales y libertades públicas,
que tienen un valor central y nuclear en el sistema jurídico constitu-
cional. Las manifestaciones de feudalismo industrial «repugnan al Esta-
do social y democrático del Derecho y a los valores superiores de la
libertad, justicia e igualdad a través de los cuales ese Estado toma
parte y se realiza (art. 1.1)» (S. núm. 88/1985, de 19 de julio).
La eficacia, por lo tanto, de los derechos fundamentales entre par-
ticulares en el seno de las empresas, en general, y por lo que aquí

' Véase, por todos, SCHNEIDER, op. cit., p. 34.

27
Enrique Gómez-Reino y Camota

interesa de las empresas informativas, en particular, significa, en


otras palabras, que el Tribunal Constitucional está tutelando, por vía
interpretativa, la libertad interna de los medios.
Junto a esta declaración contenida en esta sentencia debe recor-
darse, por otra parte, que nuestro más alto Tribunal, con anterioridad,
había afirmado de forma clara y contundente, en relación con los me-
dios de comunicación, «que tanto se viola la comunicación libre al
ponerle obstáculos desde el poder como al ponerle obstáculos desde
los propios medios de difusión» (S. de 3 de marzo de 1982).
Esta doctrina constitucional nos ofrece un apoyo importante a la
hora de la organización de la libertad interna de los medios y de las
eventuales consecuencias que de aquella pueden derivarse.
En efecto, un medio privado de comunicación se organiza consti-
tucionalmente en torno a un núcleo de libertades, cuya titularidad
corresponde a distintas personas. En primer término, el titular de la
libertad de empresa, garantizada en el artículo 38 de la CE, cuando
realiza actividades relativas a la comunicación, lo es también de la
libertad de expresión (art. 20.1.a) y como tal su empresa responde a
a la categoría de empresa de tendencia, cuya manifestación más
genuina es el derecho que tiene su titular a establecer lo que ha llama-
do la doctrina italiana el indirizzo polittico de la publicación o, en su
caso, de la radio; esto es, la línea ideológica del medio.
Por otra parte, ambos derechos no tienen el mismo porte o textura
constitucional. La libertad de expresión, por su ubicación constitucio-
nal (Sección Primera del Capítulo II del Título I), es un derecho fun-
damental más consistente que la libertad de empresa (Sección Se-
gunda). Por ello, la libertad de empresa hay que entenderla como un
mero soporte material o elemento instrumental al servicio de la liber-
tad de expresión.
En el ámbito organizativo interno de la empresa informativa los
periodistas son asimismo titulares de otros derechos fundamentales,
y entre ellos, por lo que aquí interesa, de la libertad de informar de
manera veraz. El ejercicio, pues, de su actividad informativa encuentra
su límite en el respeto a la línea ideológica del empresario, pero al
mismo tiempo éste no podrá interferir, en el ámbito estrictamente
profesional del periodista, impoiendo un determinado tratamiento de
las noticias o practicando la censura informativa. El contenido cons-
titupcional de la libertad de expresión del propietario no cubre, pues,
aquellas facultades tradicionalmente asumidas por el propietario del
medio de orientación o censura en el ámbito estrictamente profesional
informativo y ello porque no es el titular de la libertad de informar,
la cual corresponde constitucionalmente a los periodistas9. La prensa

* No por obvio es conveniente recordar que la censura que le está vedada a los
poderes públicos en el articulo 20.2 de la CE es, sin embargo, realizada con loda
normalidad por los medios privados de comunicación en virtud de la asimilación
tradicional de la libertad de prensa con el derecho de propiedad. Con la interpre-
tación que se sigue en este texto se pretende poner en tela de juicio tal facultad
en el ámbito privado.

28
La libertad interna de los medios privados de comunicación social

se configura, pues, constitucionalmente como un proyecto participati-


vo en el cual es necesario deslindar los derechos que les corresponden
a cada uno de los sujetos que intervienen en el mismo 10.
A lo largo de estas líneas se habrá podido observar que la libertad
interna de los medios es susceptible de un tratamiento jurídico cons-
titucional similar, con las debidas correcciones que exceden de este
trabajo, al del derecho de la educación (art. 27 CE) en cuanto que
en la organización interna, tanto de la educación como de los inass
inedia privados, inciden varios derechos fundamentales cuyas fronte-
ras es preciso deslindar y al mismo tiempo articular en un proyecto
común. En el caso de la enseñanza privada el titular del centro es
portador de un ideario; en el supuesto de las empresas informativas,
es portador de una tendencia, por lo que embas empresas deben consi-
derarse como una excepción al artículo 16 de la CE, según el cual, como
ha recordado el Tribunal Constitucional, «el principio de neutralidad
debe... presidir la conducta del empresario» (S. núm. 19/1985, de 13
de febrero). Pero, además, en los centros privados de enseñanza tra-
bajan los profesores que son titulares del derecho a la libertad de
cátedra, y en las empresas informativas prestan sus servicios los pe-
riodistas, titulares del derecho a la libertar de informar. El parale-
lismo no parece ofrecer dudas. Con los criterios jurisprudenciales ya
establecidos hasta estos momentos por el Tribunal Constitucional en
los términos hasta aquí expuestos, así como con la doctrina del mismo
en relación a las dos leyes de educación (Estatutos de Centros Escola-
res y LODE), existe ya una base suficiente para profundizar en las
ideas apuntada y, en particular, para fundamentar en el propio texto
constitucional, conforme a la significación y función de los derechos
fundamentales en el Estado social de Derecho, la intervenveión del
legislador en vistas a la elaboración de un estatuto de la empresa infor-
mativa en el cual se diseñe, entre otros extremos, el marco de las rela-
ciones empresario-director-periodistas y de esta forma preservar de
forma eficaz los derechos fundamentales en cuestión. Esta libertad
interna se convierte, pues, en una de las garantías del derecho del
público a la información (art. 20.\.d). En definitiva, como ha estable-
cido nuestro más alto Tribunal, del sometimiento de todos los pode-
res públicos a la Constitución no solamente se deduce «la obligación
negativa del Estado de no lesionar la esfera individual o institucional
protegida por los derechos fundamentales, sino también la obligación
positiva de contribuir a la efectividad de tales derechos. Ello obliga
especialmente al legislador, quien recibe de los derechos fundamenta-
les «los impulsos y las líneas directivas», obligación que adquiere espe-
cial relevancia allí donde un derecho «valor fundamental quedaría va-

10
El débale sobre la participación de los periodistas, a través de las llamadas
sociedades de redactores, en la gestión de las empresas informativas se entabló
en Francia, con gran impacto en el continente europeo, a raíz del mayo del 68.
Hoy son clásicas ya las dos obras siguientes, que resumen los términos de la po-
lémica: 1. SCHOI:HI:I., La presse, la pouvoir el largan, Editions du Seuil, París, 1968,
y Ph. BOEGNER, Presse, argent, liberté, Fayard, París, 1969.

29
Enrique Gómez-Reino y Camota

cío de no establecerse los supuestos para su defensa» (S. núm. 53/


1985, de 11 de abril).

IV. EL INFORME DEL CONSEJO DE EUROPA


SOBRE LA «ORGANIZACIÓN INTERNA DE LOS MEDIA
EN RELACIÓN CON LA LIBERTAD DE INFORMACIÓN» "

El Informe nos aporta en general un abanico de cuestiones que


en la práctica se han planteado y aún siguen planteándose en el seno
de las empresas informativas. En particular se analizan los problemas
de la organización interna de los medios de comunicación social, tanto
públicos como privados, y al mismo tiempo pretende trazar las líneas
directrices que deben presidir el reparto del poder en el seno de
los media.
Sin embargo, es conveniente precisar que el tratamiento doctrinal
e incluso jurídico-constitucional del tema debe ser distinto porque dis-
tinta es también la situación de los medios.
La gestión pública de medios de comunicación está regida por la
regla de la neutralidad del servicio, la cual excluye la imposición de
una tendencia en dichos medios. Por el contrario, los medios privados
de comunicación como empresas de tendencia, en los términos que
han quedado expuestos anteriormente, están necesitados de una ar-
ticulación en su seno del poder de informar con el objeto de garantizar
la libertad de información y los derechos de los destinatarios de la
misma.
Mecha esta precisión necesaria, sólo recogeremos en este apartado
las sugerencias del Informe con respecto a la prensa, las cuales son
perfectamente aplicables a las radios privadas, aunque en aquél no
se mencionen.
El Comité parte de la constatación de que la libertad de informa-
ción reconocida en el Convenio de 1950 (art. 10.1) en las condiciones
de la sociedad actual se ejerce normalmente a través de empresas
y no por los individuos, lo que provoca una tensión en su seno entre
el propietario o editor y las personas que participan en el proceso
de la información. Habida cuenta de que son necesarios medios finan-
cieros muy importantes para llevar a cabo la creación y gestión de
un periódico, el control de la estructura jerárquica empresarial se
orienta hacia preocupaciones económicas y comerciales, las cuales en-
tran a menudo en conflicto con el producto empresarial, que es el
periódico, y en menoscabo, por lo tanto, de la libertad de información.
La búsqueda de soluciones a esta tensión en el seno de las em-
presas es tratada en el Informe bajo el título de «libertad interna de

" Preparado por el «Comité sobre los medios de comunicación social», Estras-
burgo, 16 de marzo de 1980.
30
La libertad interna de los medios privados de comunicación social

la prensa» siguiendo las pautas marcadas en muchos de los Estados


miembros del Consejo de Europa.
Los problemas detectados al hilo del estudio de la libertad interna
de la prensa los agrupa el Informe en tres categorías: los relativos
a las relaciones laborales, el reparto de competencias en el seno de
la empresa y los concernientes a la participación en las decisiones de
orientación y gestión empresariales.

1. Las relaciones laborales.


Se constata que normalmente la reglamentación de base de las
relaciones laborales entre empresario y periodista se encuentran en los
códigos de trabajo, lo cual no debe ser obstáculo para que aquéllas
sean también objeto de convenios colectivos que, según el Informe,
sólo deben limitarse a la salvaguardia y a la promoción de las con-
diciones económicas y sociales en el seno de la empresa.
En el ámbito laboral se recuerda también que varios de los Esta-
dos miembros (Francia, R.F.A. y Suiza) tienen también disposiciones
especiales relativas a los periodistas que trabajan en empresas infor-
mativas tales como la cláusula de conciencia. Siempre que los poderes
de dirección del empresario no afecten al contenido de dicha cláusula
el periodista, en principio, debe cumplir las directrices y orientaciones
que le marque el editor.

2. Reparto de competencias en materia de redacción.


El núcleo duro de los problemas de la organización interna de los
medios se encuentra en este apartado. Se trata de resolver la cuestión
de quién debe ejercer las competencias en materia de redacción en la
empresa periodística. Para ello el Informe distingue, desde el punto
de vista teórico, tres grupos de competencias:

a) Las competencias concernientes a los principios, esto es, a la


tendencia o línea editorial del periódico, corresponden al propietario.
La línea editorial comprende a juicio del Informe: 1) la elección
del objetivo (confesional, filosófico, artístico, económico, etc.); 2) la
determinación de los principios para alcanzar el objetivo; y 3) la orien-
tación del periódico según la audiencia y el mercado, su presentación
y la cuota respectiva reservada a la información, a las opiniones, a los
espectáculos, publicidad, etc.
b) Al propietario le corresponde también el poder de emitir direc-
trices generales, entendiendo por tales las órdenes concernientes a
custiones generales que están por encima del trabajo cotidiano y son
suscptibles de afectar a la trayectoria profesional del periódico. De to-
das formas se considera razonable que el editor se esfuerce en llegar
a un consenso con el redactor-jefe antes de recurrir a dichas órdenes

31
Enrique Gómez-Reino y Camota

para hacer cumplir las directrices. El recurso a las órdenes sólo debe
reservarse para los casos de conflicto manifiesto.
c) En cambio, la competencia de detalle, esto es, las cuestiones
relativas a la información diaria, deben corresponder a la redacción.
No obstante, el Informe matiza esta afirmación en un doble sentido.
En todo caso no se puede rechazar al editor el derecho a prohibir,
total o parcialmente, la publicación de un artículo cuando aquélla
pueda causar perjuicios intolerables para el periódico, el editor o la
empresa. Para compensar dicho poder se excluyen las órdenes posi-
tivas de detalle que eventualmente fueran dictadas por el editor, ya
ya que afectarían directamente a la libertad de informar del perio-
dista.

3. Participación de los periodistas en las decisiones de la empresa


periodística.
En el sector de la prensa el fenómeno de la participación tiene
sus orígenes en dos movimientos: el primero, en el general de la par-
ticipación de los empleados y de los obreros en la gestión de las em-
presas industriales, y el segundo, en el específico de la acción de los
periodistas llevada a cabo para paliar la influencia exagerada de los
intereses empresariales en la información y en la lucha contra la con-
centración en esta parcela de los medios de comunicación social. A tal
fin los periodistas se han organizado en sociedades de redactores. En el
Informe se da cuenta de las repercusiones de este movimiento en la
legislación de países como Austria (Ley de 1974, sobre las relaciones
profesionales), RFA. (Ley de 1972, sobre la organización de las empre-
sas) y Suecia (Ley de 1977, sobre la democracia en el trabajo).
En esta línea el Informe recomienda que en las disposiciones na-
cionales se contemplen derechos de participación o de consulta de un
órgano representativo de los redactores en las siguientes materias:
a) establecimiento de un reglamento interno de participación; b) de-
signación y cese del director de la publicación; c) designación del
redactor-jefe y de los responsables de las distintas áreas de redacción;
d) reparto de competencias redaccionales; e) definición de la línea
editorial y su eventual modificación; \) establecimiento del presupues-
to de redacción; y g) transferencia de la propiedad, fusiones y con-
centraciones.
Dado que la solución al conjunto de estos problemas no es unifor-
me desde el punto de vista nacional, del instrumento a utilizar (Ley,
convenio colectivo, acuerdo individual por empresa), el Consejo de
Europa recomienda la negociación a nivel de cada empresa informa-
tiva, al mismo tiempo que recuerda que la vía legislativa ha sido un
instrumento adecuado en varios países (por ej., Portugal y Austria).
A la vista de este Informe y del diseño constitucional de las liber-
tades de la comunicación en nuestro país, que se define como Estado

32
La libertad interna de los medios privados de comunicación social

social y democrático de Derecho, sería conveniente que el legislador


adoptara las medidas apropiadas para acabar de configurar el esta-
tuto constitucional de las libertades de la comunicación, y con ello
marcar las pautas para que la libertad, progresivamente, se convierta
en real y efectiva.
DECLARACIONES DE DERECHOS:
PROBLEMAS BÁSICOS (II)
DERECHOS DE IGUALDAD, LIBERTAD
Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Geoffrey Marshall
Profesor del Queen's College de Oxford

I. IGUALDAD
Las Declaraciones de Derechos que contienen garantías de igualdad
a veces simplemente señalan, que \a los ciudadanos no se les puede
negar la igual protección de las leyes o que ellos son iguales ante la
ley o en la aplicación de la ley. Sin embargo, en muchas ocasiones
añaden que no deben ser discriminados, objetos de prejuicio, ni favo-
recidos por ciertas causas. El artículo 3 de la Ley Fundamental de
Bonn menciona el sexo, la raza, la lengua, el país de origen y la reli-
gión. La Carta Canadiense ' prohibe la discriminación en todos estos
ámbitos, pero añade, además, otras cuatro características: el color, la
edad, y la incapacidad física o mental. Los preceptos españoles refe-
rentes a los derechos y libertades vetan la discriminación «por razón
de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición
o circunstancia personal o social»2.
Surgen dos cuestiones importantes cuando examinamos estas listas.
Primero, ¿existe algún otro rasgo candidato a ser incluido en la lista de
las causas vetadas a la discriminación? (tamaño, forma, atractivo físi-
co). Segundo, ¿por qué elegimos estas características en particular?
Una respuesta podría ser que son atributos humanos permanentes,
inalterables o involuntarios y por los que sus poseedores no deberían
ser penalizados. Pero ciertamente esto no ocurre en todos los casos.
Las creencias religiosas, por ejemplo, pueden ser voluntariamente
aceptadas o rechazadas. Además, aquellas características que son in-
voluntarias no siempre se consideran un fundamento inadecuado para
la diferencia de trato. La capacidad mental, que es relativamente inal-
terable, generalmente es considerada como un fundamento adecuado
para la discriminación en la búsqueda de empleo o en la selección de

' Ley Constitucional de 1982, Sección 15.


2
Articulo 14 de la Constitución española.
Revista del Centrn de Estudios Constitucionales ^5
Núm. 2. Enero-abril 1989
Ceoffrey Marshall

candidatos en las admisiones para instituciones académicas. Rápida-


mente esto nos lleva a la conclusión de que cualquier característica
humana puede ser considerada en algunas circunstancias básica para
la diferencia de trato, recompensa o distribución y que lo que las decla-
raciones de igualdad y las cláusulas antidiscriminatorias prohiben no
es la diferenciación, sino la diferencia de trato no racional, injusta o
inadecuada. No parece probable, sin embargo, que sea posible para
una Declaración de Derechos o una ley antidiscriminatoria establecer
en términos generales cuándo son injustas o irracionales las diferen-
cias de trato a grupos distintos o a clases de personas. Incluso con
respecto a una simple característica puede ser necesario proceder de
forma distinta de un caso a otro. La discriminación por edad consti-
tuye un buen ejemplo. Está claro que la igualdad constitucional no
requiere que no tenga que existir discriminación por razón de edad
en relación con el voto o con el acceso a todas las prestaciones socia-
les. La igualdad en la protección de la ley no prohibiría la privación
de derechos de voto o de venta de productos alcohólicos a los menores
de diez años. Sin embargo, en la mayoría de las sociedades estaría
prohibido privar del derecho de voto a los ciudadanos mayores de
sesenta años.
Hay algunos supuestos relacionados con la edad que presentan
mayor dificultad. Pensemos, por ejemplo, en si es o no adecuado pro-
mulgar leyes que obliguen a la jubilación forzosa a una edad deter-
minada. En 1976 el Tribunal Supremo Americano sostuvo la constitu-
cionalidad de una cláusula de jubilación forzosa (a los cincuenta años)
para los oficiales de la policía estatal 3 . Hay quien denominó a esta
cláusula de «gerontofobia» (ageism), argumentando que (al igual que
el racismo y el sexismo) implican la utilización de criterios indiscri-
minados e injustos no relacionados necesariamente con la capacidad.
Otros, sin embargo, argumentaron que en el presente clima económico
en que el trabajo escasea la cláusula de jubilación forzosa resulta ade-
cuada como medio de justicia intergeneracional. Como dijo Edmund
Burke, la sociedad es un conglomerado a través del tiempo que abarca
a los que actualmente viven y a los que están por nacer (los muertos
son quizá compañeros dormidos). Por ello el hecho de nacer después no
debería perjudicar las expectativas de empleo por parte de algunos
ciudadanos. Desde este punto de vista la jubilación forzosa es una
forma de acción positiva contra la discriminación (o de discriminación
a la inversa o benigna).

Grupos en desventaja
Podrían utilizarse argumentos similares en relación con otros gru-
pos a los que no haya sonreído la fortuna. Los deficientes mentales
son uno de estos grupos. ¿Hasta qué punto les corresponde una re-
' Massachusetts Board of Retirement v. Murgia, 427 U.S. 307 (1976).

36
Declaraciones de derechos: problemas básicos

compensa social a causa de su tara? ¿Pertenecen los pobres (o los


muy pobres) a este grupo? ¿Y las mujeres? ¿Y los homosexuales y las
lesbianas? Si así fuera, ¿debería interpretarse la legislación que les
afecta de una manera determinada?
Este tema ha provocado diferencias en la jurisprudencia de Esta-
dos Unidos. El procedimiento de revisión del Tribunal Supremo en
la aplicación de la cláusula de igualdad depende en parte de si los
grupos en cuyo nombre se hacen las reclamaciones son minorías que
a lo largo de la historia o por otra causa han sido o son propensas
a ser tratadas con desprecio o a estar infrarrepresentadas en el pro-
ceso político. Si están dentro de esta clase, las leyes que les afectan
deben examinarse de una forma más minuciosa e intensa. En algunos
casos se afirma que el fundamento reside en que invocan una clasifi-
cación legislativa potencialmente sospechosa4.
La constatación de estos hechos sociales e históricos obviamente no
va a ser fácil y debe ser políticamente controvertida, puesto que las
inevitables diferencias de opinión en la elaboración de tales juicios
son precisamente aquellas que dividen a los políticos conservadores
de los liberales. El juez Bork (cuya nominación para el Tribunal
Supremo rechazó el presidente Reagan), por ejemplo, ha argumentado
(extrajudicialmente) que los pobres no son una minoría no represen-
tada. Por el contrario, dijo que se ha producido una explosión de la
legislación de bienestar durante los últimos años y una redistribución
masiva de la riqueza. Los pobres, termina, han tenido acceso libre
al proceso político y han tenido éxito en ello5.

Respuestas judiciales
La cuestión de si un grupo determinado reúne o no los requisitos
para acceder al privilegio de someter las normas administrativas o le-
gislativas que le afecten a un examen judicial más intenso parece
inevitablemente conformar un amplio e inusual elemento de juicio
político y social. El que las normas sobrevivan tras el minucioso
examen depende del número de las restantes quejas que frecuente-
mente son respondidas de distinta manera por diferentes jueces.
En 1979, en New York Citv Transit Authority v. Beazerb se aplicó la
prohibición de emplear a trabajadores que consumían narcóticos a
empleados que tomaban metadona, sustancia utilizada en el tratamien-
' Aunque la ausencia de ello no impide siempre al Tribunal declarar inconsti-
tucionales leyes o reglamentos que son considerados inadecuadamente discrimina-
torios. En City of Cleburne v. Clebtirne Learning Center. 105 S. Ct. 3249 (1985),
se declaró inconstitucional una ordenanza urbanística que impedia la construcción
de una residencia para enfermos psíquicos (pese a no ser objeto de un examen
estricto).
5
«The Impossibility of Finding Welfare Rights in the Constitution» (1979), Wash-
ington University Law Quarterly, 695 y ss.
« 440 U. S. 568 (1979).

37
Geoffrey Marshall

to de adicción a la heroína. La mayoría del Tribunal Supremo determinó


que el grupo penalizado no era una clase de personas caracterizadas
por algún trato impopular o afiliación partidista como para crear una
tendencia al prejuicio por parte de la mayoría gobernante. Se admitió
que la regla elaborada por la Transit Authority era más amplia de lo
necesario, puesto que los usuarios de la metadona podrían haber sido
excluidos de determinadas categorías profesionales específicas rela-
cionadas con la seguridad en el transporte, más que de otros trabajos
muchos de los cuales podían realizar. De todas formas, se dijo que
las decisiones de los empleadores, aunque desacertadas, eran deci-
siones relacionadas con la política de personal y que, aunque no eran
completamente racionales, no deberían ser anuladas por el Tribunal.
La minoría disidente (los magistrados White y Marshall) sostenían
también que el que las normas de empleo no distinguiesen a los usua-
rios de metadona de los usuarios de otras drogas más peligrosas cons-
tituía una clasificación discriminatoria, siendo una carga impuesta ar-
bitrariamente a grupos en situación no similar. Esto constituía una
distinción arbitraria y peyorativa. Al contrario que la mayoría del Tri-
bunal, ellos estaban en principio dispuestos a utilizar esta conclusión
a fin de cambiar la decisión política de la Transit Authority por con-
siderarla inconsistente con los requisitos del principio de igualdad en
la protección de la ley. Al hacerlo, utilizaron un examen más estricto.
El fundamento de ese examen era la asunción de que los usuarios
de metadona constituían una minoría que merecía una protección
judicial especial. La adicción a la heroína —argumentaron—, era un pro-
blema especial de los pobres y la población adicta se componía en su
mayoría de minorías raciales a quienes el Tribunal previamente había
reconocido como desprovistos de poder político e históricamente suje-
tos al rechazo de la mavoría.
Si la categorización de grupos particulares para recibir un trato
especial favorable o benigno es una violación de la igualdad ante la
ley o más bien un ejemplo de trato igual dependerá de si la diferencia
de trato entre la clase de personas preferidas y las otras es razonable-
mente requerida por los objetivos perseguidos por la legislación que
son aceptados por considerarse moral y políticamente legítimos, nece-
sarios u obligatorios. Existe una gran variedad en justificaciones apli-
cables a políticas legislativas que acogen o permiten la diferenciación
de trato basada en la raza. Entre ellas se encuentra la compensación
de las injusticias históricas, la promoción de la diversidad étnica en
el empleo o en determinadas profesiones, y la creación de modelos
sociales" para los miembros de minorías raciales desfavorecidas.
No es sorprendente que las sentencias que aplican el principio de
igualdad hayan tenido resultados imprescindibles, ya que implican la
combinación de dos complejos procesos, a saber, afirmaciones judi-
ciales de amplio alcance acerca de la legalidad y adecuación de polí-
ticas legislativas y, además, la aplicación de una discutida teoría cons-

T
Véase Wygant v. Jacksou Board o1 Educaiion, 106 S. Ct. 1842 (1986).

38
Declaraciones de derechos: problemas básicos

titucional acerca de hasta qué punto debe permitirse la utilización ju-


dicial de los valores sustantivos para desplazar a los juicios de los
legisladores o de las autoridades administrativas.

II. LIBERTAD
Las Declaraciones de Derechos nunca garantizan la pura y simple
«libertad» por una razón obvia. Tal garantía sería desesperanzada-
mente vaga y vacía. Lo que puede considerarse como derecho de liber-
tad en las constituciones puede descomponerse en una serie de títulos
como son la seguridad personal, la movilidad, la propiedad, intimidad
y las garantías de procedimiento o de due process junto con la ausen-
cia de restricciones en varias clases de libertad y comunicación, dere-
cho de reunión y derechos de acción política. Todos ellos han de
examinarse por separado. Un dato obvio y familiar es que ninguno de
ellos está simplemente garantizado sin matizaciones. La quinta y la
decimocuarta enmiendas de la Constitución de los Estados Unidos son
un ejemplo de que los ciudadanos pueden ser privados de la vida,
libertad o propiedad si los legisladores estatales y federales se ajustan
al due process of law.

«Due process»

En su acepción originaria en el common law en Inglaterra el due


process estaba ligado con la regularidad de procedimiento y la idea
de que los procedimientos jurídicos y las sanciones eran llevados a
cabo de acuerdo con la ley de la tierra (law of thc land). Lo que le
ocurrió a la idea de due process en Estados Unidos se describe a veces
diciendo que ha adquirido un sentido «sustantivo» que disponía la
necesidad de que las leyes fueran «debidas» o «justas», además de
tener que ser elaboradas o promulgadas regular y adecuadamente.
Son bastante bien conocidas algunas decisiones judiciales 8 que hablan
del due process como representante de una actitud evolutiva de jus-
ticia entre el individuo y los poderes públicos, o de esos cánones de
decencia y fairness que expresan las nociones de justicia del mundo
angloparlante. Estas nociones estaban dirigidas especialmente a que
los poderes públicas trataran adecuadamente con las personas acusa-
das de haber cometido delitos o faltas. La idea de que una amplia
aplicación judicial de nociones de justicia o razonabilidad pudieran
ser aplicadas no sólo a los procesos penales, sino también a la legis-
lación en general y particularmente a la regulación social o económica
alarmó a muchos constituyentes después de la guerra, puesto que ello

' Los más conocidos son los del Magistrado Frankfurter, en Joint Ami-Fascist
Comrmttee v. McGrath, 341 U . S . 123 (1951), y Rochin v. Calitornia, 342 U.S. 432
(1957).

39
Geoffrey Marshall

suponía exponer las medidas legislativas progresistas o liberales a


potenciales obstáculos constitucionales que ellos pensaban sin garan-
tía alguna. Les parecía que algo como esto había ocurrido en Estados
Unidos en los años treinta e incluso antes, cuando los jueces con un
tipo de mentalidad conservadora habían declarado inconstitucionales
leyes estatales que restringían la jornada o las condiciones de trabajo
por considerarlas violaciones de la decimocuarta Enmienda que sal-
vaguarda el due process. De acuerdo con esto, en los proyectos de
elaboración de las garantías que mencionaban la libertad o la propie-
dad, se introdujeron algunas frases matizadoras tales como «de acuer-
do con la ley», sustituyendo a veces al due process en la creencia de
que esto permitiría una más amplia gama de intervención en los
campos económico y social y evitaría la posibilidad de que se recor-
tara esa intervención con limitaciones sustantivas judicialmente im-
puestas.
Sin embargo, no siempre se tuvo éxito al intentar evitar la inter-
vención judicial, puesto que era posible que palabra «ley» por sí misma
fuera interpretada como significando no toda mera norma o ley, sino
sólo las leyes que se ajustaban a los requisitos y límites constitucio-
nales (por ejemplo, al principio de igualdad, al de irretroactividad de
las normas, a la prohibición de bilis of atteinder o a la de castigos
crueles e inusuales).
Esto sugiere que lo que le ha ocurrido al requisito del due process
en los Estados Unidos y en otras partes no está bien descrito por el
hecho de decir que ha adquirido un sentido diferente —sustantivo,
además de procedimental—. En el Reino Unido son pocas las restric-
ciones impuestas al legislador. En otros países, incluyendo los Estados
Unidos, los requisitos para que una ley sea válida pueden ser más
complejos. No está claro cuáles de estas restricciones son de procedi-
miento y cuáles son sustantivas. ¿Es la prohibición de la retroactivi-
dad de las normas de naturaleza procedimental o sustantiva? Es fácil
comprobar cómo en constituciones en que los poderes que elaboran
las leyes están divididos y limitados, el que una medida legislativa no
cumpla cualquiera de las restricciones básicas de la constitución pue-
de estigmatizarse como un fallo en la obligación de que las leyes sean
debidamente elaboradas.
Puede considerarse que el vicio que debe ser evitado y que se ha
supuesto que se ha incrustado en algunas decisiones del Tribunal
Supremo Norteamericano no es tanto la admisión de un sentido más
sustantivo o de más amplio contenido del due process, sino el que la
decisión judicial en algunos casos no relacione violaciones de due pro-
cess con garantías específicas establecidas claramente en la Constitu-
ción, como distintas de las nociones no explícitas, cuya inclusión im-
plícita en la Constitución es dudosa, además de estar sometida a
debate. Algunos ejemplos obvios son el uso judicial de conceptos im-
plícitos o intersticiales tales como una ilimitada libertad contractual,
o una noción expansiva de intimidad, sacada del término general
«libertad». Históricamente fue la primera de estas ideas la que con-

40
Declaraciones de derechos: problemas básicos

dujo a los liberales a rechazar el así llamado sustantive due process,


y más recientemente la última ha sido la que más ha atraído el
disgusto de algunos conservadores particularmente en asuntos relati-
vos al comportameinto social y sexual. En Canadá, donde la Carta
protege «la vida, la libertad, y la seguridad de la persona», algunos
temían el resurgimiento de la intervención judicial en materia de
regulación y libertad económica. Pero hasta ahora ha habido pocos
indicios de este tipo de libertarianismo económico judicial.

Libertad y moralidad privada


De hecho, en los últimos tiempos en Europa y en Norteamérica
el debate constitucional sobre la libertad no ha girado tanto en torno
a cuestiones de libertad económica como de temas a los que a menudo
se llaman de moralidad privada o personal. Los temas a debate más
importantes han sido los derechos al aborto, al uso de anticonceptivos,
y a la legislación penalizadora de las relaciones homosexuales entre
adultos. La idea de «intimidad», aunque está específicamente protegi-
da en la Convención Europea y es frecuentemente invocada en los
Estados Unidos como un valor constitucional implícito, es quizá un
hierro candente. Los temas a tratar pueden considerarse como dudas
sobre las limitaciones permisibles en lo relativo a la libertad indivi-
dual, cuestión que ha sido debatida durante el pasado siglo bajo la
rúbrica de «límites de la acción estatal», o «los límites del paterna-
lismo legal», o lo que Mili en su ensayo Acerca de la Libertad llamó
«los límites de la autoridad estatal sobre la individual». Esto describe
exactamente la cuestión afrontada por los tribunales norteamericanos
en la decisión de qué restricciones pueden imponerse a la libertad
conforme al due process y también el problema afrontado por los
jueces canadienses al decidir qué límites a la vida, la libertad y la
seguridad de la persona garantizados por la Carta son compatibles
con los principios fundamentales de la justicia. En este campo la
cuestión de los estándares de la interpretación judicial de la Constitu-
ción es tan aguda como lo es la interpretación de la Constitución en
la aplicación del principio de igualdad (que puede también estar en
juego en alguno de estos casos de garantía de la libertad). El Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, por ejemplo, ha tenido que decidir si
las leyes que penalizan la homosexualidad entre adultos son social-
mente necesarias en una sociedad democrática. Los jueces de ese
tribunal no siempre están preparados para sostener que los ingleses,
los irlandeses, los alemanes y los italianos tienen las mismas necesi-
dades sociales10. En 1981, sin embargo, establecieron en Dudgeon v.

* Esta consideración fue importante, por ejemplo, donde se permite la pena


capital «conforme a la ley». Véase David PANNICK, Judicial Review of Death Penalty
(1982), cap. 2.
10
La utilización de la expresión «margen de apreciación» de la legislación na-
cional implica bajar el estándar a lo que en Estados Unidos seria el nivel inferior
de revisión de la constitucionalidad, o sea, al requisito de la racionalidad.

41
Geoffrey Marshaü

UK " que la necesidad social de que continúe la prohibición de actos


homosexuales masculinos en Irlanda del Norte no era un interés pú-
blico lo suficientemente fuerte. En 1988 con la República de Irlanda
se llegó a la misma conclusión u .
Por otro lado, el Tribunal Supremo de Estados Unidos mantuvo
leyes de Georgia de este tipo indicando que la sodomía no era un
derecho fundamental protegido por la decimocuarta enmienda y que
el legislador de Georgia había mostrado una gran necesidad de in-
vadir la libertad y la intimidad de los ciudadanos en la medida nece-
saria para evitar dicha sodomía 13.

Libertad, seguridad e integridad corporal


La libertad y la seguridad de la persona pueden referirse a una
variedad de inmunidades personales que van desde la restricción o
la constricción física o la amenaza de la fuerza física hasta lo que
John Sluart Mili llamó la soberanía del individuo sobre su propia
mente y cuerpo. En Estados Unidos el Tribunal Supremo no ha acep-
tado un derecho ilimitado de los individuos para hacer lo que les
plazca con sus propios cuerpos, pero ha reconocido algunas liberta-
des, derechos e intereses íntimos y personales que incluyen el derecho
a utilizar anticonceptivos u y para poner fin al embarazo 15. La exten-
sión de la así llamada esfera privada fundamental permanece incierta.
Algunos creen, aunque otros no, que se ha establecido una amplia área
de libertad en todas las relaciones sexuales (al menos entre adultos,
sanos, capaces y con plenos derechos civiles) o en lo que a veces se
llama «estilos de vida personal»16.
En la interpretación del derecho a la libertad de la Carta Cana-
diense la mayoría de los jueces canadienses han sido más cautos.
La Sección 7 de la Carta establece que «toda persona tiene derecho
a la vida, a la libertad y a la seguridad y a no ser privado de ellos
excepto de acuerdo con los principios fundamentales de la justicia».
En una decisión de 1985 7 se dijo que «no puede darse a los principios
fundamentales de la justicia un contenido exhaustivo, pero sí tendrá
significados concretos cuando los tribunales se enfrenten a las alega-
ciones de violaciones de la Sección 7». En 1988, en Morgentaler v. The
Queen n, el Tribunal Supremo aceptó la pretensión de que el derecho
constitucional de libertad y seguridad de la persona otorgaba a la
11
ECHR, Series A, 23 septiembre 1981, vol. 45: 4 EHRR 149.
1!
Véase Norris v. Ireland (The Times, 31 octubre 1984).
" Bowers v. Hardwick, 106 S. Ct. 2841 (1986).
14
Criswold v. Connecticut, 381 U.S. 470 (1965); Eisensiadt v. Baird, 405 U.S.
438 (1972).
i:
Roe v. Wade, 410 113 1973.
" Acerca del derecho de los policías a llevar el pelo largo, véase Ketley v. John-
son, 425 U.S. 238 (1976), salvando la constitucionalidad.
17
Re BC Motor Vehicle Act (1985), 2 S. C. R. 486.
15
(1985), 1 S. C. R. 30.

42
Declaraciones de derechos: problemas básicos

mujer un vago derecho a elegir si poner o no fin al embarazo. El abo-


gado de los acusados que eran médicos practicantes de abortos a
quienes se pretendía aplicar el Código Penal canadiense por conspirar
para llevar a cabo abortos argumentó (confiando en parte en la doc-
trina norteamericana) que el derecho conferido por la Constitución
era un «derecho de amplio contenido al libre proyecto de vida perso-
nal y de promoción de la autonomía individual. Incluía ésta un derecho
a la intimidad y a tomar decisiones libres sobre la propia vida» ".
Ninguna de estas pretensiones fue aceptada por la mayoría del
Tribunal. El presidente del Tribunal se limitó a analizar sólo las frases
«seguridad de la persona», y «principios fundamentales de la justicia».
Es más, desde su punto de vista, los estándares procedimentales de
los principios fundamentales de la justicia eran los que no se cum-
plían por los preceptos reguladores del aborto contenidos en el Código
Penal. Pensó que estaba claro que ese precepto interfería con la inte-
gridad física y corporal de la mujer. Siendo así, tuvo que determinar
si la interferencia en cuestión respetaba los principios fundamentales
de la justicia. No se podía decir que lo hicieran —concluyó—, puesto
que los procedimientos y restricciones incorporados en la ley para
acceder al aborto hacían indebidamente difícil o ilusoria la defensa
ante una acusación penal. El magistrado Beetz pensó también que una
mujer embarazada no podía estar segura si en el caso de que su vida
esté en peligro se tiene que enfrentar a una norma penal que le impide
recibir tratamiento médico efectivo y a tiempo.
Estos juicios se basaban claramente en el tipo de prestaciones sa-
nitarias para la práctica del aborto, particularmente asequibles bajo
la ley en Canadá. Sin embargo, la opinión de la magistrada Wilson
fue más allá. Atendía no sólo a la cuestión de seguridad de la persona,
en peligro por los fallos procedimentales de la ley, sino también a
la garantía de libertad de la Sección 7. Se argumentó que esto confería
a todo individuo «un grado de autonomía personal sobre decisiones
personales importantes que afectan íntimamente su vida privada».
No se pedía al Estado necesariamente que aprobase dichas decisiones,
sino que se limitase a respetarlas. La Sección 257 del Código Penal
violaba la integridad física y psicológica de la persona de la mujer al
privarla del poder de decisión sobre su aborto y dándoselo a un
comité. Por sus implicaciones, tal precepto supondría una violación
del derecho a la libertad y estaría en desacuerdo con los principios
fundamentales de la justicia, por muy justo que fuera procedimiento
legalmente establecido, puesto que no permitiría completa libertad
para decidir a favor o en contra del aborto. La magistrada Wilson
opinaba también que cualquier violación de los otros derechos espe-
cificados en la Carta mostraría que el precepto impugnado sería una
restricción de la libertad que no respetaría los principios fundamen-

" También se argumentó que la ley del aborto violaba la libertad de conciencia,
que constituía un castigo cruel c inusual y que infringía la igualdad entre hombres
y mujeres.

43
Geoffrey Marshall

tales de la justicia y en su opinión la ley del aborto violaba la libertad


de conciencia, protegida por el artículo 2.a) de la Carta.
Claramente, la interpretación que hace Wilson de la Sección 7 se
acercaba más a la expresada en los casos norteamericanos cuyos dere-
chos de autonomía o intimidad en ciertas esferas de acción se han
descubierto en la primera, quinta y decimocuarta Enmiendas. Citó en
su sentencia al magistrado del Tribunal Supremo de los Estados Uni-
dos Blackmun, quien, en una sentencia que reafirmaba la doctrina
sentada en Roe v. Wade, afirmó que nuestra Constitución contiene la
promesa de que se mantendrá en gran medida ajeno al alcance de los
poderes públicos una cierta esfera privada de libertad individualM.
Añadía la magistrado que también la Carta canadiense contenía un
valor informador consistente en un respeto similar hacia el poder
de decisión de un individuo en asuntos de relevancia fundamental-
mente personal que dicha Carta garantiza a todo individuo un grado
de autonomía personal acerca de «decisiones importantes que afectan
íntimamente su vida privada».
La naturaleza y el ámbito de esta esfera de importante poder de
decisión inmune o autónomo es el eje de la cuestión. No se delimita
con precisión si se describe como un poder en el que las decisiones
relevantes son «fundamentales» o «personales» o decisiones «que afec-
tan a la vida privada» del titular del poder de decisión. La decisión de
resolver un contrato, cometer un crimen o incurrir en bigamia es
una decisión personal que bien puede entenderse como importante
o fundamental. Y dado que por vida privada de estos efectos hay que
entender justo ese área de actividad individual que debe quedar libre
de interferencias, la noción de «privacidad-intimidad» o de impecto
sobre la «vida privada» no adelanta nada. La magistrado Wilson, co-
mentando Roe v. Wade, cita el ejemplo de «decisiones personales tales
como la educación, el cuidado de los hijos, la procreación, el matri-
monio o el uso de los anticonceptivos». Pero ciertamente no todas las
decisiones relativas al cuidado o educación de los hijos tienen garan-
tizada la inmunidad frente a su regulación normativa. Ni tampoco
la tienen todas las decisiones que afectan al matrimonio. Así que
queda todavía por responder la pregunta de qué decisiones de las
que tienen que ver con estas cuestiones deben situarse fuera del alcan-
ce de los poderes públicos. En Estados Unidos la decisión de la mayo-
ría en Bowers v. Hardwick 21 excluyó de la esfera privada de libertad
individual al menos algunas decisiones relacionadas con la vida sexual
allí donde los parlamentos de los Estados las contemplaban como no
ortodoxas.
En Canadá, en el caso Morgentaler, el presidente del Tribunal trató
la cuestión del alcance de la garantía de libertad constitucional de
una forma más restringida refiriéndola a la «interferencia estatal en
!0
Thornborough v. American College of Obstetricians and Gynecologists, 106
S. Ct. 2169 (1986), pp. 2184-2185.
2
> 106 S. Ct. 2841 (1986).

44
Declaraciones de derechos: problemas básicos

la integridad corporal» y el derecho a la seguridad de la persona. No era


necesario —concluyó— determinar si ese derecho se extendía a la
protección de otros intereses centrales para la autonomía personal, tales
como la intimidad o intereses no relacionados con la justicia penal.
El concepto de «intereses relacionados con la justicia penal» no es, sin
embargo, una frase que defina de una vez por todas un determinado
código de conducta. Si se tipifica como delito determinado acto (por
ejemplo, la sodomía entre consintientes), la cuestión de si la prohibi-
ción infringe la autonomía o la integridad corporal parecería entonces
estar conectada con la justicia penal.
Parece claro que el área protegible por la garantía de la libertad no
puede ser delimitada fácilmente con la ayuda de este tipo de frases
(frecuentemente usadas en las sentencias) tales como «autonomía»,
«intimidad», «decisiones libres acerca de la vida de cada uno» o «liber-
tad en la conformación de los estilos personales de vida». Algunos
estilos de vida —por ejemplo, si supusieran una devoción pongamos
que al canibalismo o a la poligamia— no serían tolerados por la ma-
yoría de las sociedades occidentales o no se pensaría que deberían
estar protegidas por el derecho constitucional a la vida y a la libertad.
La esfera de acción privada o protegida está obviamente limitada y la
fijación de sus fronteras requiere la utilización de algún tipo de prin-
cipio racional como el principio del daño de Mili o una teoría que
rechace el paternalismo del legislador o de la Administración y que
defina claramente los significados que deban atribuirse a todos aque-
llos términos.
Los límites a la libertad constilucionalmente garantizada compati-
bles con el due process o razonablemente justificados en una sociedad
democrática sólo pueden ser identificados con cierta consistencia me-
diante la aplicación de estas u otras teorías rivales del mismo tipo.
Dado que el rechazo a los frenos paternalistas de la acción individual
forman parte importante del credo de las sociedades liberales, resulta
quizá extraño que no haya sido mencionado específicamente como un
límite al legislador (como, por ejemplo, los requisitos de generalidad,
igualdad o irretroactividad) de los que normalmente figuran en las
Declaraciones de Derechos.

(Traducción: Ana RECARTE VICENTE-ARCHE.)

45
LA OPOSICIÓN EN EL PARLAMENTARISMO
MAYORITARIO

Isidre Molas
Catedrático de Derecho Constitucional
Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona

I. EL PARLAMENTARISMO MAYORITARIO

El «parlamentarismo estructurado»' ha alterado el esquema de


distinción de poderes propio del sistema parlamentario. En efecto, al
depender la estabilidad gubernamental de la voluntad de la cámara
o cámaras (única institución estatal que reúne de manera estable y
renovada la representación popular directa), los mecanismos de cohe-
sión de la mayoría pro-gubernamental se fueron reforzando con el fin
de garantizarla con mayor eficacia. Los grupos parlamentarios ten-
dieron a estructurarse como cuerpos disciplinados. Al mismo tiempo
los grandes partidos ideológicos de masas, singularmente en la izquier-
da, se orientaron hacia la formeión de bloques cohesionados en el
voto y en la defensa de un programa, e incluso persiguieron con un
éxito no desdeñable la homogeneidad cultural fuera del Estado a tra-
vés de la construcción de áreas de «contra-sociedad».
La consolidación de los partidos políticos (entendidos como unida-
des que engloban un programa de actuación, un equipo humano de
gobierno potencial y unas estructuras de adhesión social estable) ha
modificado los supuestos de hecho sobre los que la literatura jurídico-
política del Ochocientos había construido su teoría acerca del Parla-
mento como «creador de un discurso original y participativo del que
surge la voluntad (racional) del Estado a partir de un discurso inter-
activo, no predeterminado y formado autónomamente»2.
Por tanto, una concepción anclada exclusivamente en los órganos
estatales diferenciados como los sujetos que es necesario equilibrar
y hacer colaborar o en los representantes individuales como los par-
ticipantes en la confección de la ley según su opinión particular, no
1
Jean-Luc PAROÜ/, Les ¡onctions du Parlement dans les détnocraties occiden-
lulas contemporaines, París (Fondation Nationale des Sciences Politiques), 1966-67.
'• A. J. PORRAS, Introducción a una teoría del Estado postsocial, Barcelona
(PPU), 1988, p. 95.

Revista del Centro de Estudios Constitucionales Al


Núm. 2. Enero-abril 1989
¡sidre Molas

arroja una clarificación acerca de los sujetos y los poderes en el


sistema parlamentario. La característica central del sistema de colabo-
ración de poderes es que los poderes reales que deben equilibrarse y
que han de colaborar son en todo caso la Mayoría y la Oposición.
Cuando, en 1867, Bagehot3 hablaba de la «fusión de poderes» para
definir el régimen británico del momento, no aludía al mantenimiento
de rasgos procedentes de otras épocas que se resistían a integrarse
en la lógica de la separación de poderes, sino a la definición de un
sistema parlamentario desde el supuesto que un grupo político era
mayoría y que, por tanto, dirigía todo el gobierno británico. No se
trataba de una desviación, ni de un accidente: era una opción. La in-
fluencia del «modelo Westminster de democracia», en expresión de
Lijphart4, en los países de tradición británica, y en especial la conso-
lidación de los partidos, el predominio del Gobierno en el Estado asis-
tencial y el comportamiento de la opinión pública en la determina-
ción de sus opciones, definieron la expansión de la variante mayori-
taria del sistema parlamentario.
Esta evolución no se realizó, como es lógico, allí donde la separa-
ción de poderes se había organizado a partir de la atribución de la
legitimidad representativa (inmediata o mediata) a los dos poderes
estatales básicos: Legislativo y Ejecutivo. En estos países la no-
correspondencia necesaria entre la mayoría legislativa y la mayoría
presidencial se convirtió en el eje definidor del sistema, sin que lle-
garan a desarrollarse los procedimientos de control parlamentario del
Ejecutivo. La estructura de los partidos no sufrió tampoco el embate
de la lógica del sistema parlamentario y no tuvo el acicate cohesio-
nador de la disciplina para garantizar la identidad estable de la ma-
yoría legislativa con el Jefe del Ejecutivo. Allí no surgió el Gobierno,
como institución, y los partidos tendieron a acentuar más su carácter
de maquinaria electorl que el de bloque compacto situado en el inte-
rior del Estado (en las Cámaras) dispuesto a sostener a sus ministros.
Así, en los sistemas de separación de poderes el cuerpo electoral se
articuló mediante la creación de dos mayorías distintas: presidencial
y legislativa.
En los sistemas de colaboración de poderes se construyeron dos
grandes subtipos: a) el Parlamentarismo de raíz franco-belga, articu-
lado mediante la elección de una representación legislativa, quien for-
mará posteriormente una mayoría gubernamental; b) el Parlamenta-
rismo Mayoritario, en que el electorado designa de hecho en un mismo
acto una mayoría legislativa-gubernamental, al elegir un ticket de per-
sonas para desarrollar un programa de gobierno y a un político para
que lo dirija. Es decir, designa una Mayoría política. Esta Mayoría
debe compartir su actividad en la Cámara con la minoría (integrada
por aquellos que habían aspirado a una mayoría distinta sin conse-
'4 Walter BACEHOT, The English Constititlio» (1867), Londres (Collins), 1966.
Arencl LIJPHAKT, Las democracias contemporáneas (1984), Barcelona (Ariel),
1987.

48
La oposición en el parlamentarismo mayoritario

guirlo) y ejerce en exclusiva los cargos de Gobierno. En un mismo


acto los electores deciden, pues, acerca de dos cuestiones: su opción
por una mayoría legislativa y su opción para que su dirigente sea el
presidente del Gobierno. Se elige una única mayoría (con un líder, un
equipo humano y un programa) para que gobierne. El electorado no
designa el Gobierno, pero indica un jefe de gobierno para que éste
organice su equipo de gobierno (desde la Cámara y desde el Gobierno)
a fin de realizar su programa.
La organización que adopte el bloque mayoritario se considera
una cuestión interna, es decir, privada, pero presupone el compro-
miso de mantener una solidaridad y una unidad tal que haga posible
cumplir el objetivo que se había ofrecido al pueblo y que éste había
aceptado en un contrato de legislatura. Con independencia de las re-
glas y prácticas que mantengan unida a la Mayoría lo relevante es que
ésta, como sujeto unitario, responde a un acto electoral primario, en
que cada elector elige una cuota personalizada del equipo político por
el que opta para que sea colegisladora y con ello designa el programa
y el presidente de Gobierno que prefiere, para que éste asuma en
exclusividad las tareas ejecutivas con los colaboradores que seleccio-
ne. Este hecho explica y potencia los «regímenes de primer ministro»
o las «democracias de canciller» como formas de organización (y de
fomento) del predominio del líder de la Mayoría en el sistema político.
Esta Mayoría, que unifica la acción legislativa y la acción guber-
namental en una única acción política de gobierno, existía en Gran Bre-
taña antes que en el Continente se expandiera la variante franco-
belga, y es causa y efecto de la temprana estructuración de los partidos
parlamentarios.
La regla de la Mayoría se combinó con la aplicación del principio
de la contradicción, expresivo del pluralismo. Es decir, el pluralismo
no era sólo un requisito, sino el eje mismo del sistema. La alternan-
cia era la consecuencia estructural del Parlamentarismo Mayoritario.
Su garantía se encontraba en la colaboración de mayoría y minoría
en las tareas generales de gobierno, hecho que se convertía en criterio
básico del Parlamentarismo Mayoritario, basado en una concepción
del liberalismo, como defensor de la bondad de la disidencia, y pro-
tector de las minorías para que puedan intentar dejar de serlo y
convertirse en mayorías. No se trataba sólo de una actitud tolerante
de los mayoritarios con el error, sino de una necesidad del sistema de
no considerar al minoritario avalorativamente como distinto y como
necesario. Así, en vez de ser vista la diferencia como una excepción
lolerable, se convertía en criterio definidor. Lejos de pensar que fuera
de la mayoría se desnaturalizaba el sistema, éste debía incorporar a
la minoría; de lo contrario, la fusión de poderes derivaría en la con-
fusión de poderes.
El lento y desigual abandono de la mentalidad de sociedad uná-
nime ha ido seguido de la aceptación del funcionamiento del sistema
político a partir de la existencia de bloques políticos que debían com-
petir para la dirección del gobierno y alternarse en él, pero que colabo-

49
Isidro Molas

raban siempre en su ejercicio de acuerdo con lo indicado por la volun-


tad popular. Con ello se garantizaba la participación dirigente de la
mayoría, pero también la participación integrativa de la minoría en
las tareas estatales. Se intentaba que la democracia fuese el gobierno
de la mayoría y, al mismo tiempo, el gobierno del pueblo.
El Parlamentarismo no surgió de un acto constituyente solemne y
definidor de unas normas definitivas que después eran aplicadas, sino
de la laboriosa resolución de los diferentes problemas planteados a
partir de acuerdos parciales guiados por unos principios estructu-
radores implícitos, unos usos y unas convenciones, que después, y
solo en parte, se tradujeron en normas. Las normas organizativas es-
critas del sistema parlamentario, constitucionales y estatutarias o le-
gales han sido concreciones parciales, surgidas más de la voluntad
racionalizadora de lo existente que de un modelo acabado a desarro-
llar y previamente diseñado. Sus reglas derivan de la práctica histó-
rica y encuentran en su camino una combinación de normas y prin-
cipios que se articulan en distintas variantes, según las épocas y los
países. Un sistema tal que ha sido capaz de asimilar el predominio
gubernamental del Estado Social, el impacto de la cultura política de
masas, la aparición del sufragio universal, la economía mixta y la
personalización de las alternativas, evidencia la extrema flexibilidad
de sus mecanismos adaptativos, gracias a la permanencia de unos
principios estructurales implícitos que han informado las reglas y
los acuerdos cambiantes con el fin de dar respuesta a las exigencias
de todo sistema político de dotarse de un gobierno, en situaciones
contextúales diversas y en evolución, capaz de unir y reproducir la
vida colectiva, a pesar de las divisiones existentes en los sistemas
social, económico, cultural o religioso.
En este sentido, uno de los elementos que cobra un especial re-
lieve para forjar el Parlamentarismo Mayoritario es el carácter dado
a las eleccoines legislativas como unas elecciones que designan una
Mayoría que gobierne (desde el Parlamento y desde el Gobierno) y
nominan un potencial presidente de Gobierno. Podríamos decir que
se produce una especie de investidura originaria y previa al meca-
nismo formal de nombramiento. Siguiendo la distinción de Seurin 5, la
función manifiesta del sufragio es la designación de representantes
y la función latente es la elección de una Mayoría, con un líder y un
programa. Es indiferente que la creencia consciente de los indivi-
duos pueda ser distinta si del comportamiento electoral del electorado
se deriva una opción por una Mayoría. Al pasarse de una simple situa-
ción accidental de hecho a su repetición se genera un proceso de
aprendizaje que se sitúa en la base de las opciones individuales de
las que surge el Parlamentarismo Mayoritario. Es irrelevante entonces
que los mismos actores y sujetos políticos crean que actúen en un

!
Jcan-Louis SEURIN, «Pour une analyse conflictuelle du rapport majorité oppo-
sition en démocratie pluraliste», en Participado, Govern i Oposició, Barcelona
(Diputació, Institut de Ciéncies Socials), 1983, p. 96.

50
La oposición en el parlamentarismo mayoritariu

subsistema distinto porque su actuación no puede sustraerse a la


lógica implícita del sistema, a no ser que estén dispuestos a actuar
al margen y en contra de los principios estructurales implícitos del
modelo que ellos mismos hacen vivir.
El Parlamentarismo Mayoritario, como cualquier otra variante del
sistema parlamentario, no es, pues, un sistema cerrado por unas nor-
mas que ofrecen una única vía de actuación. Al igual que «el legislador
no es un ejecutor de la Constitución, sino un poder que actúa libre-
mente en el marco de ésta»6, cualquier variante del Parlamentarismo
se construye libremente en el marco de las normas existentes, que
expresan sus límites formales pero no determinan un contenido único
y necesario. Más bien podemos situarlo como un tipo teórico, cuya
realidad viene impregnada de elementos gangosos, producto de su
existencia como régimen concreto. El modelo se organiza alrededor
de unos principios estructurales: la diferenciación entre los princi-
pales órganos estatales, el equilibrio y la colaboración entre poderes
políticos y sociales en proceso de institucionalización, el diálogo y la
regla de la mayoría como criterios para la adopción de acuerdos.
Las normas legales o no legales que se han destilado a lo largo de la
historia varían y se adaptan con el fin de dar efectividad al sistema
político, para que al aplicar la regla de la mayoría se produzca, ade-
más, la integración de la minoría, para evitar que la fusión de poderes
en que puede devenir la distinción orgánica de poderes no desemboque
en la exclusión de la minoría del sistema, para hacer posible que la
colaboración de poderes se institucionalice sin destruir la unidad de
poder por la que el electorado ha optado al elegir una mayoría para
que al mismo tiempo legisle y gobierne.
El Parlamentarismo Mayoritario no es, por tanto, un producto
del sistema de partidos bipolar (o bipartidista), sino que uno y otro
son producto de la adopción por el electorado de un modelo parla-
mentario, como consecuencia de su opción por la existencia de una
Mayoría que legisle y gobierne. Así, no es tampoco el resultado arti-
ficial de una fórmula electoral mayoritaria. La opción del electorado
se materializa al atravesar el transformador de la fórmula electoral,
pero aunque la fórmula mayoritaria tiende a generar mayorías sólidas,
no obliga a ello y, por otra parte, éstas no son imposibles bajo fórmu-
las proporcionales. Los sistemas mayoritarios uninominales o con listas
cerradas pueden facilitar la aparición de un Parlamentarismo Mayo-
ritario, pero no tienen su monopolio, ni ofrecen tampoco una estricta
seguridad de ello. Por otra parte, las fórmulas de representación pro-
porcional pueden generar tantos modelos consociativos (Austria, Es-
paña, 1977 y 1979), a partir de una opción de los sujetos políticos
sobre la conveniencia de buscar acuerdos integrativos gubernamenta-
les o no, como sistemas de mayoría agregativa post-electoral (modelo
más común en el parlamentarismo de entreguerra). Pero la misma
6
F. RUBIO LI.ORESTI:, «Prólogo» a E. ALONSO GARCÍA, La interpretación de la
Constitución, Madrid (Centro de Estudios Constitucionales), p. XXI.

51
lsidre Molas

fórmula puede generar también un Parlamentarismo Mayoritario (Sue-


cia, España, 1982, 1986).
Ni la norma ni la fórmula electoral crean el Parlamentarismo Ma-
voritario; éste deriva más bien del sentido dado a la definición polí-
tica de los ciudadanos. Cuando la mayoría surja de las urnas, los
sujetos políticos colectivos pueden asimilar y practicar las reglas del
modelo o bien resistirse a ello (esperando que la opción haya sido
un simple accidente histórico). Su resistencia tenaz puede generar un
funcionamiento defectuoso del sistema, imposibilitado de utilizar el
juego de pesos y contrapesos del parlamentarismo de mayoría pluri-
partidista post-electoral, y al mismo tiempo no desarrolla los meca-
nismos de equilibrio y colaboración de poderes del Parlamentarismo
Mayoritario. El resultado puede ser que por omisión se produzca un
real desequilibrio y una concentración de poderes (una sobrecarga)
en el líder de la Mayoría que puede resultar disfuncional y que puede
generar un funcionamiento situado mucho más allá del Parlamenta-
rismo mayoritario. El desequilibrio entre poderes no es el criterio
del parlamentarismo.
Un presupuesto de la existencia del Parlamentarismo Mayoritario
es que el electorado elija una Mayoría de gobierno (aunque sea im-
perfecta). Pero, además, es necesario que los sujetos políticos gru-
pales quieran ponerlo en práctica: pueden optar por un sistema con-
socional (Gabinetes de guerra británicos, coalición socialdemócrata-
popular en Austria), por mantenerlo dentro del esquema del partido
dominante o por llevar la fusión de poderes hacia la confusión, como
resultado de negarse a adoptar las prácticas y reglas inherentes.
En todo caso el Parlamentarismo Mayoritario no es tanto una crea-
ción de la norma constitucional o las leyes, como del electorado y los
sujetos políticos. Si se desea, cada eleción se convierte en un «ple-
biscito». El régimen parlamentario, regulado hoy por normas, no cierra
las puertas a su evolución y en el fondo el elemento clave del mismo
es el sentido dado (de hecho) al voto popular. Posiblemente el número
e intensidad de las fracturas políticas existentes en una sociedad sea
más determinante para la consolidación del Parlamentarismo Mayo-
ritario que la fórmula electoral, aunque ésta ciertamente pueda indu-
cir a concentrar o la elección en pocas o muchas opciones.
Se ha afirmado que la adaptación del sistema mayoritario en el
Continente europeo ha provocado su alteración sustancial, ya que, con
frecuencia, se ha considerado suspecta a la minoría y el diálogo previo
se ha convertido en un requisito procedimental más que en un proce-
dimiento de dirección del gobierno. Así, Vergottini7 critica certera-
mente «la confusión entre parlamentarismo inglés y parlamentarismo
continental, ignorando que existe una diferencia radical entre el prin-
cipio de recambio cíclico de la mayoría y el principio de garantía de
las minorías políticas». En muchos países la mayoría hereda la con-

' Giuscppc DE VKRGÜTTINI, Derecho Constitucional comparado (1981), Madrid


(Espasa-Calpe), 1983.

52
La oposición en el parlamentarismo mayoritario

cepción de que la oposición es externa al sistema o a su legitimidad.


La ausencia del relativismo liberal que admite como legítimo todo
el pluralismo puede inducir al hábito de tolerar el diálogo como una
necesidad formal para excluir del horizonte mental la colaboración,
es decir, puede inducir a pensar que la alternancia sería un desastre
nacional. Pero la lógica del sistema lleva a imponer una modificación
de las mentalidades y las prácticas. De lo contrario se caminaría hacia
una adulteración del Parlamentarismo Mayoritario, como marco es-
tructurador del sistema de partido predominante, cuando la Mayoría
como unidad compacta dirige las dos instituciones centrales del Estado
y la Oposición participa a través del diálogo y la crítica en el ejercicio
de la función de gobierno.
Se asiste entonces a una reestructuración de la división de pode-
res. Duvcrger8 ha hablado de la división entre el poder del Estado
y un poder tribunicio, y aunque Colliard 9, a partir de una concepción
reducida del poder como «posibilidad de mandar», niegue el carácter
de poder a la Oposición, lo cierto es que el Parlamentarismo Mayori-
tario reconstruye los diálogos políticos: el equilibrio real de poder se
organiza entre los sujetos políticos y, sin negar la división histórica
del Estado en órganos, se camina hacia la institucionalización de las
alternativas electorales como poderes. Al fin y al cabo la división de
poderes exige, además de la distinción orgánica, el equilibrio y cola-
boración de los poderes sociales en el Estado. Este era, al menos, el
pensamiento de Montesquicu. Y ésta también una ¡dea subyacente
al pluralismo de Tocqueville.

II. LA MAYORÍA PARLAMENTARIO-GUBERNAMENTAL


Como resultado de la opción electoral efectuada por los ciudadanos
en el momento de elegir el Parlamento se articula una Mayoría, cen-
trada por un líder, un equipo humano y un programa 10. Y frente a
ella surge una minoría, sea compacta y homogénea, sea plural, que
ocupa en el Parlamentarismo mayoritario un lugar destacado y cum-
ple determinadas funciones del sistema político, a través de su actua-
ción como Oposición del Gobierno. La Oposición se concreta en la
segunda opción política en magnitud numérica de parlamentarios: la
minoría más grande, que suele reunir el voto de un amplio número
de electores y se configura como una potencial alternativa de gobier-
no, con independencia de las probabilidades inmediatas o mediatas
de llegar a alcanzarlo. En algunos casos existen también algunos re-
presentantes de otras opciones opositoras de dimensiones más redu-
1
Maurice DUVRRGER, La monarchie républicaine, París (Laffont), 1974.
* Jcan-Claudc COLMAR», Les régimes parlemeniaires contemporains, París (Fon-
dation Nationale do Sciences Politiqucs), 1978.
10
Isidro MOLAS-I. E. PITARCH, Las Corles Generales en el sistema parlamentario
de gobierno, Madrid (Tóenos), 1987.

53
Isidre Molas

cidas; su actividad puede ser (y es) de oposición, pero no se integran


en la Oposición, entendida como pieza central del Parlamentarismo
Mayoritario, como uno de los polos del diálogo institucionalizado del
sistema político.
La misión de la Mayoría es realizar el gobierno del país y, por
tanto, sus miembros deben colaborar con él desde el Parlamento y
desde fuera del mismo, con el fin de realizar el programa que ha
resultado vencedor en las elecciones. El Derecho Parlamentario le
suministra el marco normativo dentro del cual deberá actuar y a partir
del cual se deberá conseguir que el sistema político quede orientado
y gobernado. Para ello el funcionamiento del Parlamento se estructura
a partir de dos principios:
a) El principio del diálogo obligado (debate) como mecanismo fun-
damental del proceso de actuación parlamentaria; para ello, el Derecho
Parlamentario constriñe a que los procedimientos cuenten al menos
con una fase de carácter deliberativo, con el fin de hacer posible la
integración de sectores situados más allá de la Mayoría en la decisión
a adoptar a partir del diálogo, que hoy aparece estructurado férrea-
mente como un diálogo de grupos.
b) El principio de la regla de la mayoría para la toma de decisio-
nes, como salvaguarda del principio democrático que estructura el
sistema. Queda, pues, en manos de la mayoría y la minoría el desplie-
gue de todas las posibilidades de convencimiento mutuo y confron-
tación de posiciones, pero reserva para la mayoría el poder cerrar
todo debate con un voto de confirmación de sus tesis.

Ello es así porque el Derecho Parlamentario tiene como objetivo


garantizar a la mayoría la dirección del gobierno y el cumplimiento
de su programa, aunque sea forzándola a admitir un debate previo
con la minoría. Sólo en casos excepcionales, a través de la previsión
de mayorías cualificadas, incita a buscar un acuerdo más amplio que
el de la mayoría homogénea. Dicho de otra manera, el Derecho Parla-
mentario obliga a la mayoría al diálogo (y, por tanto, a razonar sus
posiciones), pero no la obliga al consenso. Crea las condiciones para
hacer posible un acuerdo, pero no obliga a modificar la aplicación
del programa mayoritario, porque éste ha sido designado por el pue-
blo, a no ser que sus conductores opten por corregirlo con el fin de
poder ampliar el arco de voluntades coincidentes en la decisión.

El control político del Gobierno

La Mayoría designada por elección se encarga de gobernar y de


dirigir la toma de decisiones parlamentarias; por ello se encarga, ade-
más, de arropar y defender a aquellos que de entre sus filas, desde
el Gobierno y bajo la dirección de su líder, conducen la realización del
programa. Ello provoca que su control parlamentario sobre el Gobier-

54
La oposición en el parlamentarismo mayoritario

no, si está asegurada su estabilidad a partir de un número suficiente


y cohesionado de parlamentarios, encuentre (deba encontrar) su efec-
tividad al margen de los avatares de las cámaras, cuyos resultados vie-
nen determinados por pre-compromisos y pre-juicios. Jurídicamente
el Parlamento como institución controla al Gobierno como institución,
pero en el Parlamentarismo mayoritario el control de la Mayoría del
Parlamento sobre la Mayoría en el Gobierno no discurre por la rela-
ción formalizada y lejana de las relaciones interorgánicas, ya que
debe admitirse que parlamentarios mayoritarios y gobernantes forman
parte de una unidad superior, que es la Mayoría, con identidad de
programa y líder, y con un haz estructural de relaciones que asegura
su cohesión.
En estas condiciones la Mayoría parlamentaria, como consecuen-
cia de las relaciones de solidaridad de la Mayoría parlamentario-
gubernamental, orienta su actividad de control sobre el Gobierno a
través de vías privadas y de mecanismos más o menos articulados,
atendiendo a las relaciones jerárquicas y de coordinación que se hayan
establecido entre el presidente, sus ministros y sus diputados o sena-
dores. Por ello, posiblemente una mayor insistencia en el análisis de
las relaciones entre Partido-Grupo Parlamentario-Equipo ministerial-
Presidente, una mayor insistencia en el análisis de las estructuras y el
funcionamiento de la Mayoría contribuiría a un más preciso conoci-
miento de las variantes del Parlamentarismo mayoritario". De la
fórmula que de hecho se adopte para mantener unida esta estructura
(a través de normas legales, normas privadas, convenciones o usos)
dependerá la configuración de uno de los sujetos básicos del Parla-
mentarismo mayoritario: la Mayoría parlamentario-gubernamental.
La Oposición, en cambio, ausente del Gobierno pero presente en
el Parlamento, efectuará su control a través de los instrumentos que
le brinda el Derecho Parlamentario, sin estar sujeta a las restricciones
de la solidaridad de grupo, aunque quede sujeta en alguna manera
a las restricciones de la solidaridad de sistema. Los institutos del
control parlamentario del Gobierno se convierten así más bien en ins-
trumentos garantistas del pluralismo organizado en el seno del Estado,
a través de la asignación del ejercicio real de algunas de las funciones
que el sistema político concentra en la institución parlamentaria en
una parte de sus componentes, debido a que su uso recae de forma
habitual sólo en la minoría de la misma. El control interorgánico
ha derivado hacia el control de la Oposición sobre la Mayoría y tiene
como límite la existencia misma de ésta (mientras subsista); en todo
caso ofrece la posibilidad de reconstruirla sur place si se rompiere.
El control parlamentario del Gobierno va a encontrarse frente a la
disciplina mayoritaria a la hora de decidir con su voto acerca de los

" P. JOVKR-J. MARCirr, «Teoría y realidad en las relaciones del Gobierno con el
grupo parlamentario y el parlido mayoritarios», en El Gobierno en la Constitu-
ción española y en los Estatutos de Autonomía, Barcelona (Diputado), 1985,
pp. 265-289; Diego LÓPEZ GARRIDO, «Gobierno y Parlamento: dos modelos de rela-
ciones internas (UCD y PSOE)», en El Gobierno, cit., pp. 231-243.

55
Isidre Molas

diversos temas, en expresión de la solidaridad interna de la Mayoría


y de su conexión con el Gobierno. Al fin y al cabo sus integrantes
fueron elegidos para ello por el electorado.
Así el control parlamentario del Gobierno, a partir de los meca-
nismos tradicionales, conservados, perfeccionados y racionalizados a
lo largo de la evolución del parlamentarismo (desde la moción de
censura a la interpelación), corresponde a todos los parlamentarios,
pero son utilizados políticamente por los diputados de la minoría, como
grupo, y encuentran su efectividad normal más allá de un presumi-
ble voto de bláme. Deben encontrar su efectividad sea en el conven-
cimiento de la mayoría o de parte de ella (es decir, provocando su
rectificación, o su división), sea en los efectos que sobre la opinión
pública puedan tener determinados razonamientos o actitudes.
La Mayoría, con sus intervenciones en los debates y con su voto,
debe impedir que el Gobierno se deteriore con la crítica, pero por
imperativo de la lógica del sistema no puede sustraerse al diálogo
de confrontación con la Oposición, ya que, en contrapartida, tiene
siempre el recurso de finalizar los debates con la evidencia de su
mayoría en la votación. El control de la Oposición, de la minoría,
por el contrario, debe tender a conseguir un cambio de criterio, a
partir de la difusión de aquello que considere erróneo de la actuación
de la mayoría y del sometimiento al Gobierno a la crítica directa.
Con la mira puesta en alcanzar el convencimiento de la mayoría
(acerca de la conveniencia de rectificar) y, en especial, el convenci-
miento de la opinión pública acerca de la existencia de una opción
distinta, mejor y posible. Los efectos del control parlamentario del
gobierno se desplazan desde la búsqueda de la inestabilidad guber-
namental inmediata a la búsqueda del convencimiento de la opinión
pública sobre la presumible bondad que entrañe una alternativa per-
sonal y programática distinta.
De ahí la importancia que revisten para el funcionamiento del Par-
lamentarismo mayoritarío (además de las artes que puedan desplegar
los actores en la práctica política diaria) dos elementos: a) el grado
de permeabilidad de la Mayoría para integrar posiciones parcialmen-
te distintas, y b) las características del sistema de comunicación exis-
tente entre el mundo político y la opinión pública.
Uno y otro aspecto determinan en buena medida el margen de efi-
cacia y coherencia del sistema en su conjunto. Así, por ejemplo, la
Mayoría puede optar por la flexibilidad con la Oposición, o con los
diputados de la minoría opositora externos a la Oposición, o ni con
unos ni con otros. Por otra parte, una opinión pública sensible y una
información adecuada pueden evitar la extensión del recurso fácil a
ver en todas las medidas y actuaciones de la Mayoría o de la Oposi-
ción la obra del diablo, de la incapacidad o de la estulticia y pueden
evitar el maniqueísmo de la distinción entre un Gobierno sólido e
impasible y una Oposición impotente que vive su eterna minoridad
en la angustia y el estado de naturaleza hobbesiana. Unos medios téc-
nicos más y unos recursos más proporcionados entre Mayoría y Opo-

56
La oposición en el parlamentarismo mayoriturio

sición ayudarían a alejar los esquemas de una lucha primitiva incom-


prensible para la razón humana entre tribus empeñadas en un en-
frentamiento estéril y ofrecerían más nítidamente la existencia de dos
equipos alternativos que coadyuvan al gobierno, uno dirigiendo y el
otro oponiéndose.
Cuando la Mayoría y Oposición cumplen sus respectivos roles y
cuentan con medios adecuados, en buena parte depende de ellas el
reforzamiento de una percepción polémica, edénica o caótica del fun-
cionamiento del sistema. Y no sólo la percepción. En todo caso, el
control parlamentario del Gobierno, efectuado desde el Parlamento y
también desde fuera de él, tiene como principal destinatario a la
opinión pública y en parte a la misma mayoría, en especial a sus
dirigentes. Una y otra deben poder oírla y comprenderla, para encon-
trarla razonable o desacertada, conveniente o arriesgada, ajustada
o estridente.
La tradicional concepción acerca de la formación de la voluntad
parlamentaria después de un debate abierto, es decir, sin mandatos
imperativos, con el fin de alcanzar la conclusión más racional posible
(es decir, mayoritaria), ha derivado hoy hacia un parlamentarismo es-
tructurado en grupos, gracias al mandato encuadrado (semi-imperativo)
y la formación de unas voluntades mayoritaria y minoritaria estruc-
turadas desde el prejuicio. Así, surge un tipo de control de la minoría
sobre la mayoría, impulsado desde las cámaras, que encuentra su
efectividad en el posible convencimiento de la opinión pública y, en
ciertas ocasiones, también de la mayoría misma. El mecanismo jurí-
dico establecido para el recambio de mayoría desde la iniciativa par-
lamentaria (la moción de censura) resulta más bien una válvula final
de seguridad del sistema, que permitiría su funcionamiento si, que-
brada la mayoría, fuere posible recomponer otra sin necesidad de
consultar de nuevo al electorado. Pero incluso en estos casos el Par-
lamentarismo Mayoritario suele aplicar el criterio de dejar también
al cuerpo electoral la decisión sobre el conflicto planteado.

III. LA OPOSICIÓN, COMO INSTITUCIÓN

La Oposición cumple determinadas actividades que coadyuvan al


funcionamiento del sistema político democrático l2. La principal es ser
el otro polo del sistema de diálogos establecido. Si del diálogo teori-
zado entre Parlamento y Gobierno derivaba el equilibrio de poderes
clásico, del diálogo entre Mayoría y Oposición deriva el equilibrio de
poderes real del Parlamentarismo Mayoritario, bajo la mirada a veces

" R. A. DA 111., Polilical Opposition in Western Democracics, New Haven (Yalc


University Press), 1966; Chita Iosr.scu-Isabel DI: MADARIAGA, Opposition: Pasi and
Preseni of a Political Institmion, Londres (C. A. Watls), 1968; Eva KOI.ISSKY, Op-
posilion in Wesleín Enrope, Londres-Sydney (Croom Helm), 1987.

57
Isidre Molas

atenta de los electores, que periódicamente son llamados a decidir


sobre cuál sea la mayoría actual.
En 1937 se cruzó en Gran Bretaña un umbral importante en la
articulación del Parlamentarismo Mayoritario al reconocer jurídica-
mente la función de la Oposición. La Ministers o/ thc Crown Act des-
tinó una dotación al líder de la Oposición con cargo al Presupuesto.
Con ello era reconocida jurídicamente como His Majeslv's Loyal Oppo-
sition y dejaba de ser una realidad simplemente fáctica: se integraba
normativamente el diálogo Mayoría-Minoría como diálogo sustancial
del Parlamentarismo mayoritario. El partido, o grupo de partidos,
que contaba con la minoría más amplia de votos en la Cámara de
los Comunes pasaba a ver reconocida su función política en el nuevo
equilibrio de poderes.
Identificados mayoría parlamentaria y Cabinet como partes de un
mismo bloque, la colaboración de poderes propia del sistema parla-
mentario podía conducir, gracias a la disciplina partidista, al predo-
minio total, aunque fuese democrático, de una opción y a eliminar la
colaboración de poderes. El diálogo y equilibrio políticos resultaban
irreales si se planteaban entre instituciones, porque el verdadero diá-
logo se producía entre bloques organizados que se disputaban el acceso
simultáneo a la mayoría legislativa y al Gobierno. Pero la fórmula del
government by discussion permitía que la regla de la mayoría estuvie-
se matizada por el diálogo, y gracias a ella se reconocería que en el
ejercicio de las tareas de Gobierno participaban Mayoría y Oposición
desde su respectiva situación al igual que en el ejercicio de la función
legislativa. Se reconocía, pue, que la Oposición colaboraba en el go-
bierno a través de: a) el ejercicio de la crítica legítima; b) la búsque-
da de la modificación de políticas gubernamentales; c) la vigilancia
sobre la actuación del Gobierno y el funcionamiento de la Administra-
ción; d) la educación política del pueblo, en especial a través de la
práctica de la divergencia (el pluralismo), como componente esencial
del régimen constitucional.
Y se abría el camino hacia una reorganización del funcionamiento
de la separación de poderes, en que Mayoría y Oposición, incorporadas
a la actividad de las instituciones estatales principales introducían su
dinámica de colaboración como expresión de las realidades externas,
coadyuvando al gobierno de la sociedad. En esta orientación, partiendo
con De Vega del «fenómeno de la oposición como algo real y efectivo
que da sentido y vida al proceso político» '3, la perspectiva de su ins-
titucionalización democrática encuentra su concreto sentido l4. La Opo-
sición es una pieza esencial del complejo institucional en algunas
«poliarquías», como expresión particular del proceso político plura-
lista.
IJ
Pedro DI: VI:G\, «Para una leoría política do la oposición» (1970), en Estudios
político-constitucionales, México (UNAM), 1980.
" Desde esta perspectiva, cfr. J. FERRANDO, La democracia en transformación,
Madrid (Tecnos), 1973, en especial pp. 157-212.

58
La oposición en el parlamentarismo mayorilario

Considerada la Oposición, pues, como una pieza central e institu-


cionalizada a través de normas, convenciones y usos, debe recordarse
a continuación que el grupo que asume la función de Oposición tiene
como objetivo llegar a ser Mayoría y a dirigir el gobierno. Por tanto,
las funciones que la Oposición como institución realice deben siempre
entenderse desde la valoración del objetivo que se propone alcanzar
la Oposición, con el fin de permitir realizarlo (o de aspirar a hacerlo)
mediante actividades que en ellas mismas tengan este sentido en el
delicado equilibrio de poderes del sistema parlamentario.
Podríamos concretar las funciones de la Oposición en los siguientes
apartados: 1) Ofrecer una alternativa de gobierno, con un líder, un
programa y un equipo humano; 2) convencer al electorado de la
bondad de un gobierno distinto al existente; 3) criticar al Gobierno
existente, para intentar corregir su actuación (y eventualmente mejo-
rarla) y para poner de manifiesto ante la opinión que existe una opción
distinta de gobierno; 4) integrar demandas o valores de ciertos sec-
tores sociales, ideológicos o culturales cuya expresión por la Mayoría
es considerada tenue o insuficiente.

1. Ofrecer una alternativa de gobierno


El primer objetivo de la Oposición, como institución, es ofrecer una
alternativa de gobierno, con líder, programa y equipo humano, como
una exigencia de la seguridad del sistema que cuenta con gobernan-
tes de recambio preparados para asumir la dirección del país. No sólo
de tal forma que resulte evidente su existencia, sino también que
eventualmente pueda producir una inflexión de la opinión que dé
lugar a una nueva Mayoría. Sea a través de iniciativas parlamentarias
o no, la Oposición tiene como misión contribuir a dibujar el perfil
y la orientación programática y humana que permita a la sociedad
optar por una mayoría diferente, ya preparada. Para ello debe oponerse
a la Mayoría existente como totalidad y criticar a su exponente actual,
el Gobierno, tanto en aquello que juzga mal realizado como en lo
percibido como diferente y debe preparar las medidas a adoptar por
un Gobierno distinto. Debe actuar como Gobierno posible, porque
como tal Oposición es un Gobierno en ciernes, sea con Cabinet Shadow
estructurado, sea sin él.
Por ello, es una exigencia del funcionamiento del Parlamentarismo
Mayoritario que la Oposición cuente con toda la información nece-
saria para poder fijar sus posiciones y cumplir con su encomienda de
potencial gobierno; que la Oposición pueda presentar públicamente
sus propuestas de actuación alternativa, aun sabiendo que serán re-
chazadas (hoy) si no se inscriben dentro del programa de la Mayoría;
que su actividad inspectora pueda desarrollarse con toda la intensi-
dad que exige un Estado democrático de derecho y con toda la publi-
cidad que demanda el carácter preventivo que ello tiene siempre; que
desde el Parlamento pueda abrirse la opinión pública a efectos de

59
Isidre Molas

conocimiento y recepción de demandas o sugerencias. Todos ellos son


aspectos que el Parlamentarismo Mayoritario demanda en mayor me-
dida que otros subtipos de sistema parlamentario, porque en él la
Oposición está integrada por el grupo político que entraña una poten-
cial alternativa de gobierno, que debe poder actualizarse en cualquier
momento. La fortaleza y la grandeza del sistema democrático consiste
precisamente en la aceptación general de la conveniencia para el sis-
tema político de que exista una alternativa de gobierno preparada en
todo momento para hacerse cargo del mismo. No es suficiente la con-
fianza en las solas fuerzas de la vitalidad social, el sistema político
debe intentar asegurarlo. Esta es una dura prueba para la Mayoría,
que debe hacer también lo posible para que la Oposición esté en con-
diciones reales de dejar de serlo, es decir, asumir el Gobierno y al
mismo tiempo evitarlo. El objetivo de la alternancia, aunque éste no
se materialice porque el electorado no lo desee, es una exigencia del
Parlamentarismo Mayoritario en que Gobierno y Oposición tienen al
mismo tiempo derechos y deberes respecto a la estructuración y fun-
cionamiento del sistema político.

2. Convencer al electorado de la conveniencia


de un gobierno distimo al existente

Un político inglés del siglo xvm, Tierny, afirmaba que «el deber de
la oposición no es proponer algo, es oponerse a todo». Esta visión,
• que tendía a legitimar el carácter crítico de la oposición (siempre en
colisión con las mentalidades de «sociedad unánime»), hoy no recoge
su objetivo esencial: intentar convencer a una mayoría del electorado
de que otro gobierno es mejor y posible. Como reconoce Kirchheimer,
«la acción de las élites políticas no está orientada sobre sus adversa-
rios en el Parlamento, sino sobre los grandes consumidores políticos
—los grupos de interés— y sobre los pequeños consumidores políticos:
los electores» 1S.
En efecto, en el Parlamentarismo Mayoritario los cambios se pro-
ducen normalmente como consecuencia de la variación de opinión de
electorado y sólo excepcionalmente se producen como resultado de
la aplicación de los mecanismos jurídicos de responsabilidad del Go-
bierno ante el Parlamento. Por ello, la Oposición actúa teniendo como
norte convencer a una mayoría del electorado de la conveniencia de
votar por la otra mayoría posible, que cuenta ya con un programa
articulado, un equipo de gobierno preparado y un líder reconocido.
Y, en esta actividad, critica Gobierno existente como inadecuado. Cier-
tamente el sistema parlamentario se caracteriza por contar con me-
canismos que permiten el recuento de la mayoría existente en la Cáma-
ra (sea a iniciativa del Gobierno: la cuestión de confianza; sea a ini-
15
Olio KIRCHHEIMER, «El declive de la oposición», Debáis (Valencia), núm. 23
(1988), pp. 107-115.

60
La oposición en el parlamentarismo mayoritario

ciativa de los diputados de la minoría: la moción de censura), pero


así como su uso es normal, con resultados más bien de carácter sim-
bólico, su efectividad es excepcional (aunque en 1979 fue aprobada en
Gran Bertaña una moción de censura contra el gobierno Callaghan).
La vía habitual para el cambio de la mayoría es la correlación directa
voto popular-mayoría. Por tanto, la Oposición se dirige a hacer posible
la aparición de su propia mayoría.

3. Influir en la actividad del Gobierno


La Oposición no sólo tiene como misión preparar su alternativa
para ser Mayoría, sino que, además, su actividad debe dirigirse también
a influir en el Gobierno, a fin de que éste corrija sus errores, amplíe
sus criterios de actuación o modere sus aristas. La crítica concreta
y constructiva al Gobierno es así una de las variantes de la crítica
general de la Oposición. En este caso la frontera entre crítica-alterna-
tiva-obstrucción y la crítica-influencia es débil y con frecuencia Mayo-
ría y Oposición están en desacuerdo sobre dónde debe fijarse la línea
que separa una de otra. Sugerencias y acuerdos parciales constituyen
un aspecto que depende básicamente de la permeabilidad de la Mayo-
ría y de las aportaciones de la Oposición, con opiniones también di-
versas sobre la flexibilidad y el carácter constructivo por parte de
unos y otros. Ciertamente rectificar supone costos para la Mayoría,
pero también beneficios. Depende de su juicio acerca de ellos y del
talante mismo de las dos instituciones que el margen de colaboración
sea más amplio o más reducido. Pero solamente la existencia de la
posibilidad de la crítica puntual y detallada genera ya una cierta auto-
contención y un ahorro de errores, del que se beneficia siempre una
obra de gobierno. Información, debate, propuestas, movilización de
la opinión afectada o simple razonamiento contribuyen a establecer la
publicidad del error y, por tanto, a generar un cierto autocontrol.
Es en este sentido cómo el diálogo en el Parlamento entre Gobier-
no y Oposición adquiere la presencia de los líderes de ambos sectores,
porque la crítica o el razonamiento pueden mover a variar posiciones
que, en ejércitos disciplinados que actúan desde el pre-juicio, no
suelen producirse si no existe el convencimiento y el consentimiento
previos de los Estados Mayores. La ausencia de ellos del debate puede
dificultar la flexibilidad parlamentaria y variar el sentido de la crítica;
aunque sea dirigida a buscar la modificación de la actuación del Go-
bierno, toda ella se convierte en una crítica alternativa por la imposi-
bilidad de producir impacto. Podría aducirse que son muchos los po-
líticos que ocupan lugares de responsabilidad, pero no debe olvidarse
que, en última instancia, el voto ha ido dirigido al líder de un ticket
y que, por tanto, es él quien dirige a sus ministros y a sus diputados.
Y que el Parlamentarismo Mayoritario genera en su funcionamiento
una férrea disciplina de los grupos de la Mayoría y de la Oposición.

61
Isidre Molas

Por ello, es también tan importante la simetría en los debates par-


lamentarios y la aceptación que en ellos el jefe de la Mayoría se
corresponda con el jefe de la Oposición. Naturalmente desde el desequi-
librio que supone el principio de que la Mayoría manda y la Oposición
se opone. Pero en el debate directo, la intervención de uno conlleva
la obligada intervención de su oponente.

4. Integrar demandas de ciertos sectores sociales,


ideológicos o culturales
Es sabido que los partidos, en sus programas de actuación, jerar-
quizan Jos problemas a abordar, según la importancia subjetiva que
les concedan y que, además, priorizan unas medidas sobre otras.
Jerarquías distintas expresan prioridades distintas y generan niveles
de satisfacción distintos entre los diversos sectores sociales. Los parti-
dos políticos, que tienen una objetiva vocación universal, incluso a
pesar de sus proclamas de especialización social, recogen no obstante
adhesiones del electorado con intensidades distintas, según los ámbi-
tos. Así, aunque los partidos de masas hayan adoptado criterios de
cacht-all party, los perfiles de sus electorados no son intercambia-
bles, ni tampoco sus programas, a pesar de la moderación de actitudes
que pueda producirse como consecuencia de la bipolaridad en gravita-
ción sobre un espacio intermedio. Por ello, la Oposición no sólo puede
expresar, sino que en realidad expresa sectores que se consideran mi-
nusvalorados por el Gobierno, en virtud del orden de prioridades de
su actuación. Y, en este sentido, tiende a reforzar el carácter integrati-
vo en el sistema político democrático de aquellos ámbitos que se
encuentran alejados de los centros de preocupación principal de la
Mayoría.
Con la aparición de los dos sujetos básicos (Mayoría y Oposición)
del diálogo político y del equilibrio institucional, las normas del dere-
cho parlamentario se han adaptado, mejor o peor, a sus exigencias
para hacer real el diálogo y el nuevo equilibrio configurados. En vir-
tud de su estabilidad el Derecho Parlamentario tiende a garantizar
el derecho de la Oposición; en virtud de su flexibilidad, la adaptación
a las nuevas necesidades. Unos y otros buscan el punto de equilibrio
en la defensa de sus intereses parciales, pero en este camino debe
imponerse un criterio que tenga en cuenta los elementos somersos del
sistema, construidos bajo la etapa histórica del liberalismo, que cons-
tituyen hoy un factor de primer orden en el funcionamiento del Par-
lamentarismo Mayoritario. En la decisión la regla de la mayoría cierra
votaciones, pero en la información y el debate priva el pluralismo
institucionalizado. Si se aplica la regla de la mayoría para un bloqueo
del debate o para eximir de proporcionar información se rompe el
equilibrio político, si se traslada a la fase de decisión el principio
de no admitir como legítima la voluntad de la mayoría se subvierte el
sistema. Exonerar al presidente y a su gobierno de su presencia par-

62
La oposición en el parlamentarismo mayoritario

lamentaría para estar presentes en el debate y dirigirse directamente


de forma regular al pueblo a través de los medios de información es
socavar el sistema establecido. No integrar en el comportamiento que
el diálogo ha de ser siempre simétrico y que la mayoría a conquistar
se encuentra en última instancia en la opinión pública es romper la
lógica admitida. En el fondo sería una quiebra del «principio de leal-
tad a las normas» 16 y una alteración del sistema.
Aferrarse a que el Parlamento es sólo una reunión de diputados
no es un anacronismo: es una mala vía para justificar la no admisión
de los sujetos reales, más aún de las instituciones reales que forjan
del equilibrio político en que se basa el sistema parlamentario. El diá-
logo no es entre diputados, ni entre Parlamento y Gobierno, ni tan
sólo entre grupos parlamentarios; el principal diálogo es entre la
Mayoría y la Oposición. Del equilibrio y colaboración entre ambas y
de la aceptación de las consecuencias de su carácter estructurador
depende la consolidación de un sistema político, que en su lógica de
evolución, para evitar un Parlamento sometido, ha subrayado su ca-
rácter pluralista o bipolar y para evitar la conversión del presidente de
Gobierno en un pequeño rey le obliga a bajar a la arena como un
igual cada vez que el jefe de la Oposición lo desee. Intenta asegurar
su gobierno mediante la articulación de los ministros no como unos
cortesanos, sino como ejecutores de una Mayoría, que gobierna, jus-
tificando y razonando su actuación ante su alternativa, que le critica.
Una y otra son responsables ante el electorado, que tiene el derecho
a que exista un Gobierno en ejercicio y una opción creíble y preparada
para substituirla, si así lo desea.
Por ello, la Oposición se convierte en piedra angular del complejo
equilibrio de poderes del Parlamentarismo mayoritario. Desde el pro-
tocolo al Presupuesto, desde los signos externos de autoridad hasta la
participación en el ejercicio del poder estatal, el Parlamentarismo Ma-
yoritario tiende, lentamente, a estructurar la Oposición como institu-
ción fundamental y a poner de manifiesto que en un sistema político
existen dos funciones: la de gobernar y la de oponerse. En su diá-
logo, en su equilibrio, en su confrontación, se organiza el Parlamenta-
rismo Mayoritario. De forma asimétrica, por supuesto; asimetría que
deriva de la misma existencia de una Mayoría parlamentario-guberna-
mental coagulada alrededor de un líder y un programa de gobierno,
designados por el pueblo.
El Derecho Parlamentario se estructura para hacer posible el go-
bierno del sistema político por la mayoría comprobada o supuesta,
para facilitarle su actividad (en la medida en que tenga mayoría), pero
le lleva a un diálogo obligado con la Oposición, ya que un objetivo
del sistema político es asegurar el gobierno a partir de una base repre-
sentativa. El Parlamentarismo Mayoritario se caracteriza por forzar
la existencia de un recambio de gobierno siempre dispuesto e infor-
16
Siguiendo a Gregorio Peces-Barba, cfr. Luis M. CAZORLA PRIETO, Las Corles
Generales: ¿Parlamento contemporáneo?, Madrid (Cívitas), 1985, pp. 41-43.

63
Isidre Molas

mado sobre los asuntos públicos, para que el electorado pueda decidir
cuál de ellos prefiere. Pero al mismo tiempo conserva unos mecanis-
mos que permiten comprobar si la mayoría se mantiene o ha cam-
biado y, en este caso, si se hubiera quebrado, autoriza a que una
nueva mayoría comprobada se haga cargo de los asuntos públicos.
Para ello el sistema, como tal, debe tener a punto una alternativa
gubernamental, y los sujetos del sistema deben actuar para que no
exista el riesgo del vacío o de la improvisación.

64
PARLAMENTO Y OPINIÓN PUBLICA:
LAS PERCEPCIONES Y LOS NIVELES DE APOYO
DE LAS CORTES GENERALES *

José Ramón Montero


Catedrático de Ciencia Política
Universidad Complutense de Madrid

¿Qué piensan los españoles de su Parlamento? ¿Qué opiniones man-


tienen sobre las Cortes Generales? ¿En qué medida expresan su apoyo
a! Congreso de los Diputados o al Senado? Aunque estas preguntas
son de por sí interesantes, resultan especialmente oportunas, a mi
juicio, tras la reciente celebración de los diez primeros años de la
Constitución. Cabría citar al menos dos razones. La primera es que
carecemos, que sepa, de un análisis global de la opinión pública espa-
ñola sobre sus instituciones parlamentarias. Y no hace falta subrayar
la importancia de esa opinión para la legitimidad del sistema político,
que depende, entre otros factores, del adecuado cumplimiento de la
función de legitimación de las decisiones por parte de sus órganos
representativos.
El segundo motivo estriba en la situación de controversia en la
que ha vivido el Parlamento español desde hace algún tiempo. Esa si-
tuación ha venido propiciada, como se ha dicho con alguna ironía,
por la fuerte tendencia española a criticar las instituciones públicas
en general, y al Parlamento —la segunda institución en relevancia tras
el Gobierno— de modo particular: se trataría de un antiparlamenta-
rismo heredado de la cultura política franquista que contemplaría en
ellos un lugar donde el interés nacional genuino resulta manipulado
en beneficio de intereses parciales y/o espurios (García Cotarelo, 1987) '.
Pero tampoco cabe excluir el despliegue de una (legítima, aunque en
mi opinión desenfocada) batería de armas que apunta contra la ma-
yoría parlamentria de que disfruta el PSOE. El problema no radica-
ría tanto (ni exclusivamente) en el Parlamento, sino en esta (y en la

* Algunas de las ideas de este trabajo han sido expuestas en las Jornadas sobre
el Parlamento y sus transformaciones actuales (Cartagena, Murcia, abril de 1988)
y en un Seminario del Centro de Estudios Constitucionales (diciembre de 1988), a
cuyos respectivos organizadores agradezco la oportunidad de discutirlas ante pú-
blicos especializados.
1
Las referencias bibliográficas están recogidas al final de este trabajo.

Revista del Centro de Estudios Conslitticiunalei Aí


Núm. 2. tncro-abnl 1989
José Ramón Montero

anterior) legislatura: las dificultades electorales para que aquellos dis-


paros alcancen el blanco han hecho así arreciar unas críticas que
suelen confundir los rendimientos de la institución con la misma ins-
titución, y los apoyos parlamentarios de las decisiones con las propias
reglas procedimentales de la adopción de decisiones. Sea como fuere,
los términos de la controversia han girado en torno al supuesto de-
clive del Parlamento justo cuando acababa de comenzar sus activida-
des, y, lo que es más grave, a su incidencia negativa en el sustrato de
legitimidad que todavía es imprescindible para la joven democracia
española.
Este trabajo pretende responder a las anteriores preguntas. Su ob-
jetivo no es el de terciar sustantivamente en ninguna de las dos razo-
nes antes apuntadas, sino el mucho más limitado de sistematizar, sin
perder de vista esas razones, las opiniones y las actitudes de los espa-
ñoles al respecto. Con los datos de una reciente encuesta 2, se exami-
narán sucesivamente sus percepciones generales sobre el Parlamento,
los niveles de apoyo que prestan a las Cámaras y las valoraciones que
les merece su funcionamiento. Es posible que puedan así discutirse
ideas distintas de las que sustentan la base de muchos estudios, y
aún más de las que tratan de configurar un determinado clima de
opinión. Claro que también es posible que algunos de aquellos datos,
como suele ocurrir con los de su tipo, confirmen lo obvio o subrayen
lo que ya el sentido común había destacado. Pese a ello, creo que
vale la pena traerlos a colación: ni lo que se califica de obvio supera
a veces la categoría de un supuesto previo que se quiere indiscutible,
ni lo común se halla tan repartido como en otras ocasiones parece.

1. LAS PERCEPCIONES GENERALES


SOBRE EL PARLAMENTO
Con una cierta periodicidad, los medios de comunicación (espe-
cialmente, los escritos) han hecho de las Cortes Generales uno de sus
más frecuentados lugares de crítica. A él han acudido asimismo no
pocos estudios, cuya evaluación de las Cortes ha solido notoriamente
efectuarse desde preferencias políticas e ideológicas. En cualquier caso,
la situación no es nueva, ni se produce exclusivamente en España.
Tiene ilustres precedentes en la literatura sobre la decadencia de los
Parlamentos, que al menos desde Lord Bryce (1921) viene engrosándo-
se con tanta frecuencia como para sospechar que no es del todo con-
vincente. También entre nosotros la decadencia se actualiza por lo
general mediante la confrontación del Parlamento propio con un mo-
delo ideal reconstruido de una historia mitificada o basado en con-
!
Mientras no se diga otra cosa, los datos proceden de la encuesta realizada por
el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en septiembre de 1988 a una mues-
tra representativa nacional de 2.500 españoles mayores de edad.

66
Parlamento y opinión pública

cepciones doctrinales, cuando no apriorísticas. Pero ninguna de estas


argumentaciones resulta apropiada para comprender el nuevo papel
del Parlamento, en el que no pueden desconocerse, sin embargo, algu-
nos elementos que abonan la tesis de su declive (Cotta, 1986).
De forma similar a lo que ocurre con los Parlamentos de otros
sistemas políticos, suele achacarse al español el incumplimiento de sus
funciones principales y la desnaturalización de las secundarias. Pues-
tos a señalar alguna peculiaridad, acaso quepa destacar entre nosotros
la rotundidad de los términos con que se efectúa el supuesto diagnós-
tico. Como puede comprobarse por quien se tome la molestia de bus-
carlas, no son raras las referencias al Congreso de los Diputados o al
Senado que, por ejemplo, califican de «inmenso» su desprestigio, de
«agónica» la marcha de sus trabajos o de «absoluta» la pérdida de
su credibilidad. La conmemoración de la primera década de vigencia
de la Constitución ha posibilitado la proliferación simultánea de jui-
cios similares. Con mayores o menores matizaciones, sus consecuen-
cias se han estimado graves al incidir directa y negativamente en la
reserva de legitimidad del todavía joven sistema democrático. Y a ellas
se le une el extendido acuerdo que parece existir sobre los bajos
niveles de apoyo popular de las Cortes, pese a ser uno de los órganos
constitucionales fundamentales para el desarrollo de la vida política
democrática.
La mayor parte de estas críticas está minusvalorando la revitaliza-
ción de los Parlamentos de los países que han llevado a cabo tran-
siciones democráticas, y olvidando en cualquier caso los dos claros
períodos en los que cabe diferenciar al respecto nuestra propia tran-
sición. Un estudio reciente ha demostrado que «tras décadas de crisis
y declive de los Parlamentos en algunas de las democracias consoli-
dadas, esta crucial institución de la democracia liberal ha experimen-
tado una revalorización en el área del sur de Europa durante los
años setenta y parte de los ochenta. Con la transición a la democracia
desde regímenes autoritarios en Grecia, Portugal y España, y con las
reformas parlamentarias en Italia en el marco de una profunda crisis
política, la posición del legislativo en esta región (...) se ha visto con-
siderablemente realzada» (Liebert, 1988: 93-94). Los Parlamentos han
desempeñado, en efecto, un papel decisivo para la reforma del orden
jurídico de las dictaduras y las negociaciones entre las nuevas élites, la
adopción de decisiones urgentes en los momentos de la transición y
la generación de legitimidad democrática en las fases de la consolida-
ción, la canalización del conflicto político y la reproducción del con-
sentimiento democrático (Morlino, 1986; O'Donnell y Schmitter, 1986;
Di Palma, 1988; Pridham, 1987). En el caso español, el Parlamento
gozó de una particular relevancia durante la fase denominada «poli-
céntrica y consensual» (hasta 1982), cuyas pautas compartió con Italia
y el Portugal anterior a 1987 (Liebert, 1988: 126-127). Las Cortes adop-
taron así numerosas decisiones de la máxima importancia (y lo hicie-
ron, además, con una extraordinaria visibilidad), abordaron con éxito
la tarea constituyente, proporcionaron legitimación democrática y en

67
José Ramón Montero

ocasiones movilizaron el apoyo popular. Pero las características del


sistema de partidos conllevaron importantes problemas de goberna-
bilidad, patentes en la fragmentación de los grupos parlamentarios, la
ineficacia de los procesos decisionales y la inestabilidad gubernamen-
tal sufrida por UCD. A partir de 1982, la victoria del PSOE inauguró
la fórmula mayoritaria, compartida con Grecia. Desde entonces, el sis-
tema español está caracterizado por la estabilidad de unos Gobiernos
que conocen por vez primera del respaldo de mayorías parlamentarias
y por la eficacia de unas decisiones que son adoptadas básicamente
por el Gobierno. Pero ello ha traído consigo una notable reducción
del papel de las Cortes, que en el mejor de los supuestos son califica-
das como un simple órgano de ratificación, y los procedimientos par-
lamentarios como simples formalidades, con respecto a las decisiones
gubernamentales (Solé Tura y Aparicio, 1984; López Garrido y Subirats,
1987).
Como se verá, las opiniones de los españoles sobre las Corles han
seguido de forma relativamente contradictoria el desarrollo de estas
dos etapas. El sustrato general sobre el que descansan sus opiniones
radica en la escasa ceniraliduil (por utilizar un término próximo a la
literatura de influencia italiana [Predieri, 1975; Cazorla Prieto, 1985])
que los españoles otorgan al Parlamento. En realidad, esta actitud es
compartida por los ciudadanos de los sistemas democráticos: desde
luego por los del sur de Europa, y es muy probable que también por
los de otros países occidentales. El cuadro 1 es indicativo de la coin-
cidencia de percepciones en los nuevos sistemas democráticos y en
Italia'. Aunque en distinta medida, todos ellos hacen del Gobierno
la institución con más poder, y todos ellos sitúan al Parlamento en
cotas realmente bajas. La estructura del poder se encuentra así prota-
gonizada por los órganos ejecutivos (los Gobiernos y, en menor pro-
porción, los Jefes de Estado) y por una constelación de grupos de in-
terés, básicamente económicos; los Parlamentos, pese a suponer los
ámbitos de residenciación de la soberanía, ocupan un lugar secunda-
rio, al igual que los partidos y los sindicatos4. Ello no quiere decir
que los ciudadanos minimicen el papel del Parlamento, sino sólo que
lo consideran muy inferior al del Gobierno. Cuando se les pregunta
a los españoles la importancia que atribuyen a las distintas institu-
ciones, el Gobierno, los Ayuntamientos y el Parlamento comparten
inequívocamente los primeros lugares: nada menos que ocho de cada
diez entrevistados están de acuerdo en conferirles la máxima relevan-
cia para el funcionamiento del sistema democrático (cuadro 2). Pero

1
Los datos del cuadro 1 proceden del «Estudio de cuatro naciones», dirigido,
en mayo de 1985, por Juiián Santamaría y Giacomo Sani La encuesta española lúe
realizada por el CIS; la italiana, por DOXA; la portuguesa, por NORMA, y la griega,
por el Centro Nacional de Investigación Social, de Atenas.
4
De forma similar, la Asamblea Nacional francesa era situada en el último lu-
gar de una serie de instituciones y grupos en cuanto al poder que se le atribuía,
tras el Primer Ministro, la Administración, el Presidente de la República, los em-
presarios, los sindicatos y los partidos (Hastings y Hastings, 1982: 273).

68
Parlamento y opinión pública

Cuadro 1
Percepciones sobre las instituciones y grupos con más poder
en España, Italia, Portugal y Grecia, 1985

Instituciones v grupos España Italia Portugal Grecia

El Gobierno 46 29 39 37
El Rey y Presidente de la
República 9 4 15 7
Los grandes empresarios ... 6 7 1 7
Las multinacionales 5 5 2 5
La banca 5 3 1
Las potencias extranjeras ... 4 3 4 10
La iglesia 3 12 4 12
Los militares 3 4 3
Los partidos 2 10 4 2
El Parlamento 2 2 5 3
Los sindicatos 1 8 1 5
La delincuencia organizada . 1 9 1 1
La prensa 1 2 1 3
NS/NC 12 6 19 4
(n) (2.498) (2.074) (2.000) (1.998)

Fuente: Banco de Datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Cuadro 2

Importancia atribuida a diversas instituciones, e interés


por sus actividades, 1984-1988 *

Interés

Instituciones Importancia 1984 1988

Gobierno 84 50 . 47
Ayuntamiento 83 45 61
Parlamento 81 37 33
Partidos 76 35 20
Sindicatos 67 ** 24
Autonomías/Gobierno autonómico 67 45 44
(2.493) (2.500) (2.456)

* Los porcentajes de importancia son la suma de quienes las consideran


muy y bastante importantes para el funcionamiento de la democracia;
los de interés, la suma de quienes tienen mucho y bastante interés. Los
datos de la primera columna son de 1987.
** No se preguntó entonces.
Fuente: Banco de Datos del CIS.

69
José Ramón Montero

el interés que despiertan sus actividades (y, para el caso anterior, el


poder que se les supone) es cuestión distinta. Sólo una tercera parte
se encuentra interesada por lo que se discute en el Parlamento, mien-
tras que dos terceras partes dicen seguir con interés lo que hacen sus
Ayuntamientos, y cerca de la mitad lo que hacen, en sus respectivos
ámbitos de competencia, los Gobiernos central y autonómico.
Este interés diferenciado hacia el Gobierno y el Parlamento apare-
ce también en otras dimensiones del proceso político por el que se
forma la voluntad estatal. Así ocurre con la ya irreversible revalo-
rización del poder ejecutivo como poder de dirección política, y con
la consecuente modificación de un régimen parlamentario en el que la
legitimación del Gobierno no es la derivada que le otorga el órgano
legislativo, sino la directa que le confiere el principio democrático
de la elección por los ciudadanos (García Pelayo, 1986; López Guerra,
1988). Ambos elementos tienen cumplida manifestación en la opinión
pública de los españoles. Cerca de la mitad de los entrevistados en
1987 expresaba su convicción respecto a que las leyes eran aprobadas
por el Gobierno (cuadro 3). (No es casual, incidentalmente, que esa
proporción se haya visto considerablemente aumentada desde 1982: en
comparación con las de UCD, la cohesión y estabilidad de los Go-
biernos del PSOE, así como la nueva fase de un Congreso de los Dipu-
tados que conocía por vez primera una mayoría parlamentaria unipar-
tidista, favorecieron el desplazamiento del protagonismo legislativo a
la institución gubernamental.) Y una mayoría aún más amplia con-
vertía al Gobierno, ya en 1979, en la principal autoridad decisoria en
cuestiones de gasto público. De este modo, las dos principales potes-
tades ex Constitutione ác las Cortes, la legislativa y la presupuestaria
(art. 66.2), son atribuidas por los españoles al Gobierno.

Cuadro 3
Percepciones sobre las autoridades que aprueban las leyes (1982 y ¡987)
v deciden el gasto público (1979) en España

Aprueban las leyes 1982 1987 Deciden el gasto público 1979

Rev 5 3 Gobierno 53
Gobierno 28 43 Diputados 9
Cortes 48 39 Ministerio de Hacienda . ... 5
NS/NC 19 15 Grandes empresarios 5
Otros 3
NS/NC 25
(>!) (4.983) (2.499) (ii) (3.156)

Fuente: Banco de Datos del CIS.

70
Parlamento y opinión pública

Ciertamente, esta atribución no resulta del todo infundada. Es una


simplificación razonablemente correcta del proceso político que se lleva
a cabo en los sistemas parlamentarios contemporáneos, cuyos Gobier-
nos han ampliado extraordinariamente, por mor de la legitimación
popular, sus facultades normativas y financieras, y cuyos Parlamentos
ya no son de facto agentes institucionales autónomos (Cotta, 1987).
Y supone, además, una percepción bastante ajustada de los casos en
los que los Gobiernos, por la rara cualidad de contar con una mayoría
absoluta propia de escaños, se han convertido en el centro de las de-
cisiones políticas. Pero lo que se trata de subrayar no es tanto las
medidas de adecuación de esas percepciones cuanto su corolario de
la reducida «centralidad» que para los ciudadanos tiene la institución
parlamentaria5. Por su parte, la mayor relevancia del Gobierno en-
cuentra un decisivo refuerzo adicional en los fenómenos de los lideraz-
gos partidistas. Ello permite a los presidentes del Gobierno (y, en su
caso, a los ministros de gabinetes de coalición) beneficiarse de las con-
secuencias positivas de los mecanismos de la personalización política,
que sin duda aumentan al trasladarse desde el campo electoral a!
gubernamental, y del nivel partidista al institucional. Pero los presi-
dentes de los Parlamentos no suelen gozar, por motivos obvios y salvo
raras excepciones, de una especial visibilidad política. Los de las Cortes
Generales tampoco suponen una excepción. Las proporciones de los
españoles que conocen los nombres de los presidentes de las Cámaras
son relativamente bajas (cuadro 4); y, aunque han crecido desde 1986,
es, evidentemente, un crecimiento más bien escaso. Por el contrario,
el conocimiento de J. Ruiz Giménez como Defensor del Pueblo (y, a

Cuadro 4
Conocimiento de los nombres de los presidentes del Congreso
de los Diputados, del Senado, del De/ensor del Pueblo
y del Tribunal Constitucional

1986 1987 1988

Congreso de los Diputados 20 23 27


Senado 16 20 22
Defensor del Pueblo 49 52 28
Tribunal Constitucional 8 10 10
(«) (2.491) (2.500) (2.488)

Fuente: Banco de Datos del CIS.


!
Ello no impide, sin embargo, que, desde una óptica estrictamente institucional,
puedan señalarse una serie de medidas retardatarias y favorecedoras de la «cen-
tralidad» del Parlamento (Cazorla Prieto, 1985).

71
José Ramón Montero

su través, de la propia institución) resultaba muy superior. Incluso


A. Gil-Robles, sucesor de Ruiz Giménez, tiene ya, pese a su reciente
nombramiento, un nivel de conocimiento personal similar al de F. Pons
tras más de dos años de ocupar éste la presidencia del Congreso de
los Diputados. En cambio, el nivel de conocimiento de los nombres
de los ministros suele alcanzar como término medio a poco menos
de la mitad de la población, y el del Presidente del Gobierno (así
como el de los principales líderes políticos) llegar a nueve de cada
diez españoles.

2. LOS NIVELES DE APOYO DIFUSO


Y ESPECIFICO AL CONGRESO
Los españoles prestan poco interés a la actividad de las Cortes, les
confieren un poder político muy reducido, desconocen mayoritaria-
mente los nombres de los presidentes de sus Cámaras y atribuyen al
Gobierno sus potestades definitorias. ¿Cabe deducir de todo ello un
bajo nivel de apoyo popular a las Cortes? Y, si así fuera, ¿puede
presumirse su incidencia negativa y directa en las reservas de legiti-
midad del sistema democrático?
Las respuestas a ambas preguntas son, en mi opinión, negativas.
Al igual que a otras instituciones u objetos políticos, el apoyo a las
Cortes forma parte de un conjunto de elementos más amplios, y él
mismo se expresa a través de diversas formas. Mezey (1979: 27) ha
tratado de englobar a éstas y aquéllas bajo el término de respaldo,
entendido «como un conjunto de actitudes que contemplan al legis-
lativo como una institución política valiosa y popular». Los indicado-
res de ese respaldo radican en la imagen pública del órgano parla-
mentario, en las actitudes de los ciudadanos hacia el mismo y en el
comportamiento de las élites respecto a las expectativas generadas
por la institución'.
El concepto de respaldo puede diversificarse en los de legitimidad,
apoyo y consenso: tres nociones, como subraya Morlino (1985: 175),
que conforman «uno de los loci clásicos de la ciencia política y, más
aún, uno de los temas más repetidos en la filosofía política». A nosotros
nos interesa especialmente el concepto de apoyo, dado que implica el
de la legitimidad y presupone su dependencia de otros factores vincu-
lados con el del consenso. De acuerdo con la reelaboración efectuada
por Easton (1975) del concepto de apoyo que formuló en sus primeros
trabajos (Easton, 1965), cabría distinguir con respecto a las Cortes dos
tipos distintos de apoyo. De un lado, el específico, al que muchos
analistas consideran como el apoyo por antonomasia, otorgándole
6
Mezey distingue así a legislativos «menos respaldados» (en los que, a su vez,
diferencia entre los «vulnerables» y los «marginales») y los «más respaldados»
(entre los que incluye a los «activos», los «reactivos» y los «minimales») (Mezey.
1979: Liebcrl, 1988). '

72
Parlamento y opinión pública

una exclusividad que está lejos de tener. El apoyo específico compen-


diaría los sentimientos y actitudes favorables hacia la institución par-
lamentaria en virtud de la efectividad desarrollada en cumplimiento
de sus funciones o en la satisfacción de ciertas demandas (Di Palma,
1977: 22). El apoyo denominado difuso, de otro lado, se proyectaría
sobre un campo actitudinal más genérico. Se trataría de una especie
de adhesión o afecto básico hacia la propia institución, que se manten-
dría (al menos, a corto plazo) con independencia de sus actuaciones
cotidianas. Aunque es evidente la reciprocidad de las relaciones que se
establezcan entre ambos tipos de apoyo, su diferenciación resulta
necesaria para evitar la mezcla de unos elementos actitudinales que
no por tener el mismo objeto de referencia pueden sin más confun-
dirse. Parafraseando a Easton (1975: 444), el apoyo difuso se refiere
a las valoraciones relativas a lo que un objeto —en nuestro caso, el
Parlamento— es o representa; el específico, a lo que hace. El apoyo
difuso descansa así en las actitudes favorables hacia la institución
legislativa que ayudan a los ciudadanos a aceptar o tolerar sus deci-
siones, incluso cuando se opongan a ellas o resulten perjudiciales para
sus deseos. El apoyo específico, en cambio, está vinculado directamen-
te con la significación atribuida a las propias decisiones de la institu-
ción (Easton, 1965: 273). El apoyo difuso se expresa genéricamente
en un cierto compromiso con el Parlamento y con independencia de
sus actividades decisorias; el específico, en las reacciones de los ciu-
danos a sus decisiones políticas, medidas a través de la producción
legislativa, resoluciones y mociones, actuación controladora e impul-
sora, etc. El apoyo difuso, en fin, facilita la obediencia y el cumpli-
miento de esas decisiones, incluso de las que se estiman contrarias;
el específico, la evaluación de su efectividad en términos de beneficios
o satisfacciones (Patterson el al., 1973: 292).
Contamos con dos indicadores de apoyo difuso: la determinación
de la importancia de las Cámaras de las Cortes para el funcionamiento
de la democracia y el más clásico de la necesariedad o prescindibilidad
de ambas Cámaras. Sus resultados permiten establecer los elevados
niveles de apoyo difuso de que disfruta el Parlamento español. El 73
por 100 de los entrevistados en la encuesta de 1988 estimaba la im-
portancia del Congreso de los Diputados para el buen funcionamiento
de la democracia, y el 66 por 100 lo hacía con el Senado (cuadro 5);
con un nivel de no respuesta de aproximadamente el 20 por 100, sólo
el 7 y el 12 por 100 restaban importancia respectiva a ambas Cámaras.
Y tan destacable como estos altos niveles de apoyo difuso resulta el
hecho de que se produzca entre los más jóvenes, lo que en cierta
medida garantiza la continuidad del apoyo. Lógicamente, son las per-
sonas mayores de cincuenta años quienes en menor proporción afir-
man la importancia de las Cámaras de las Cortes, pero sin que ello
implique la opinión contraria: la no respuesta es aquí superior a la
media. Algo similar ocurre con los abstencionistas de las pasadas elec-
ciones legislativas. En cambio, los votantes de AP y quienes se autoubi-
can ideológicamente en los espacios de la derecha y de la extrema

73
José Ramón Montero

Cuadro 5
Opiniones sobre la importancia del Congreso y del Senado para
el funcionamiento de la democracia, según edad, autoubicación
ideológica y partido votado en 1986 *
(En porcentajes horizontales)

Congreso Senado
No No
lmpor- impor- lmpor- impor-
tante tante tante tante (n)

TOTAL 73 66 12 (2.488)

1. Edad
18-25 años 80 8 75 12 (488)
26-40 años 81 8 74 13 (654)
41-50 años 75 6 69 11 (413)
51-60 a ñ o s ..._ 64 8 58 14 (372)
Más de 60 años .. 59 8 54 10 (556)
2. Ideología **
Extrema izquierda 78 9 69 18 (177)
Izquierda 87 5 80 10 (675)
Centro 78 S 72 13 (610)
Derecha 72 13 68 19 (201)
Extrema derecha .. 60 • 14 50 22 (72)
3. Voto en 1986
AP 64 16 58 21 (251)
CDS 86 4 81 7 (164)
IU 88 3 74 16 (94)
PSOE 81 6 75 9 (874)
Abstención 65 11 61 14 (425)

* La categoría de importante suma los de muy y bastante; la otra, los de


poco y nada importante. No se han incluido los porcentajes de no res-
puesta.
** La ideología está medida en una escala de 10 puntos, agrupada por pa-
res: la extrema izquierda recoge las posiciones 1 y 2; la izquierda, la 3
y 4; el centro, la 5 y 6; la derecha, la 7 y 8, y la extrema derecha, la
9 y 10.
Fuente: Banco de Datos del CIS.

derecha manifiestan menores niveles de apoyo difuso; pero, incluso


así, los que lo expresan resultan en casi todos los casos holgadamente
mayoritarios.
Cabría objetar que este indicador no parece ser, prima facte, de-
masiado preciso: sus datos podrían resultar engañosos dada la difi-

74
Parlamento v opinión pública

cuitad de medir la intensidad de un apoyo difuso en los nuevos sis-


temas democráticos, que han carecido de tiempo para desarrollarlo
(Liebert, 1988: 122). Es probable que los términos de la pregunta estén
formulados de m o d o que el encuestado aventure u n a respuesta sin
excesivo convencimiento, y q u e esa respuesta, a causa de la presión
social del e n t o r n o que representa el propio entrevistador, sea positiva.
Ante esta eventualidad, el segundo de los indicadores de apoyo difuso
trata de sortear los a n t e r i o r e s inconvenientes. Se trata de un indicador
ya tradicional en los estudios empíricos, y cuya propia formulación
intenta evitar, de e n t r a d a , las respuestas inducidas del a n t e r i o r 7 . Pese
a ello, sus respuestas no son sustancialmente diferentes ( c u a d r o 6).
En la actualidad, cerca de siete de cada diez españoles estiman nece-
sario el Congreso de los Diputados, y seis de cada diez el Senado.
Aunque estos niveles de apoyo difuso han descendido desde 1984, lo
han hecho debido más al incremento de la no respuesta que al de
quienes expresaban la posibilidad de prescindir de alguna o de a m b a s
C á m a r a s 8 . Y no cabe excluir que ese a u m e n t o de la no respuesta esté
en parte condicionado por el cambio de formato de la pregunta, que

Cuadro 6

Evolución de las opiniones sobre el carácter necesario o prescindible


del Parlamento, 1984-1988 *

1984 1985 1986 1987 1988

Es necesario 78 .73 72 66 59 69 60
Se podría prescindir
de él 12 7 7 9 13 7 14
NS/NC 10 20 21 25 28 24 26
(») (1.200) (2.490) (2.491) (2.500) (2.488)

* A partir de 1987, la pregunta se realizó para cada una de las Cámaras:


el Congreso de los Diputados (C) y el Senado (S).
Fuente: Banco de Datos del CIS.

7
La pregunta cía la siguiente: «Mirando las cosas desde un punto de vista
práctico, ¿es realmente necesario, a su juicio, el Congreso o se podría prescindir
de él? ¿Y el Senado?»
' De todas formas, otras encuestas han apuntado un descenso similar. En la di-
rigida por Samuel H. Barnes, Peter McDonough y Antonio López Pina en 1978,
un 87 por 100 respondía afirmativamente a la pregunta de la necesidad del Con-
greso: en 1980, la proporción era del 86 por 100, y en 1984, del 81 por 100
(McDonough el al., 1986: 740).

75
José Ramón Montero

a partir de 1987 sustituyó el término del Parlamento por la denomi-


nación específica de cada una de las Cámaras.
Dada la simetría de este indicador con el anteriormente utilizado,
la distribución de opiniones sobre los grupos de edad, ideológicos y
partidistas mantiene un notable paralelismo. En consecuencia, son
los electores ideológicamente más conservadores y los votantes de AP
quienes estiman en menor medida la necesidad de las Cámaras, y admi-
ten en mayor proporción la posibilidad de que se prescinda de ellas.
Pero lo hacen dentro de oscilaciones menores con respecto al conjunto
del electorado: el apoyo difuso del Congreso y, en niveles algo infe-
riores, del Senado queda así revalidado. Su amplitud puede ratificarse
desde otro ángulo si se tiene en cuenta que ese apoyo se produce
desde luego entre los partidarios del sistema democrático que mani-
fiestan distintas tendencias ideológicas, pero también incluso entre
quienes se muestran favorables a un régimen autoritario. Como puede
comprobarse en el cuadro 7, los que hemos calificado como «demó-
cratas» mantienen la necesidad del Congreso de los Diputados inde-
pendientemente de sus preferencias ideológicas. Pero no puede por
menos que resultar llamativo que la mitad al menos de quienes optan
por un sistema antidemocrático apoye en este orden de cosas la exis-
tencia del Congreso. Como asimismo lo es que el Congreso encuentre
unos niveles similares de apoyo entre quienes reconocen una cierta
insatisfacción con el texto constitucional (cuadro 8). El menor apoyo

Cuadro 7
Opiniones sobre el carácter necesario o prescindible del Congreso de
los Diputados, según tipología de preferencias por el sistema político
e ideología *
(En porcentajes horizontales)

El Congreso es...
Necesario Prescindible NS/NC

«Demócratas»:
De izquierda 87 3 10 (752)
De centro 82 12 (468)
De derecha 73 12 15 (136)
«Autoritarios» 52 19 29 (244)

* Los «demócratas» de izquierda están formados por quienes expresan sus


preferencias por el sistema democrático y se sitúan en las posicio-
nes 14 de la escala ideológica; los de centro lo hacen en las posiciones 5-6,
y los de derechas en las 7-10. Los «autoritarios» son quienes señalan su
preferencia por un régimen autoritario.

Fuente: Banco de Datos del CIS.

76
Parlanieino y opinión pública

Cuadro 8
Opiniones sobre el carácter necesario o prescindible del Congreso de
los Diputados, según niveles de satisfacción en la Constitución

Satisfacción con la Constitución


Muy Bastante Poco Nada
El Congreso es... satisfechos satisfechos satisfechos satisfechos

Necesario 90 81 67 32
Prescindible 2 3 13 38
NS/NC 8 16 20 29
(H) (140) (1.252) (625) (112)

Fuente: Banco de Datos del C1S.

difuso se localiza en la minoría (de aproximadamente un 4 por 100)


que expresa la máxima insatisfacción con la Constitución; pero, con
todo, una tercera parte de ella mantiene la necesidad del Congreso.
Easton (1975: 447) ha señalado que uno de los mecanismos de ex-
presión del apoyo difuso a una determinada institución consiste en
el grado de confianza que genera, una de cuyas dimensiones especí-
ficas radica, a su vez, en lo que en ciencias sociales se conoce por el
término trust9. Existe alguna evidencia empírica sobre la confianza
que algunas instituciones merecen a los españoles, y que complementa
las anteriores previsiones sobre el elevado nivel de apoyo difuso de
las Cortes. En 1986, el Parlamento resultaba situado en el tercer pues-
to de una serie de trece instituciones sociales y políticas (cuadro 9).
Sólo el Rey y los medios de comunicación generan más confianza que
el Parlamento, mientras que el Gobierno, la Iglesia y los Ayuntamien-
tos obtienen índices similares, algo inferiores a los del Parlamento,
pero en todo caso superiores a los del índice global. Y, como en los
supuestos anteriores, la mayor confianza otorgada al Parlamento se
asocia con la menor edad, los estudios superiores, las posiciones ideo-
lógicas de izquierdas y el voto a partidos izquierdistas o centristas
(Fundación Ebert, 1987: 76).
La juventud de la democracia española y la probablemente escasa
sedimentación de esas actitudes son problemas que se añaden a los
0
El trust es traducible por una expectativa confiada (lo que le diferencia lige-
ramente de la confianza en sentido estricto), y ha sido definido como la percep-
ción por parte de los ciudadanos de que la institución de que se trate va a aten-
der sus demandas e intereses incluso aunque no se le solicite expresamente ni se
la controle directamente (Gamson, 1968; Citrin, 1974).

77
José Ramón Montero

Cuadro 9
Grado de confianza en diversas instituciones sociales y políticas, 1986

Número
de orden Instituciones índice *

1 El Rey 3,70
2 Los medios de comunicación 3,15
3 El Parlamento 2,92
4 El Gobierno 2,88
5 La iglesia 2,85
6 Los Ayuntamienlos 2,85
7 Los Tribunales de Justicia 2,84
8 El ejército 2,82
9 Los empresarios 2,70
10 Los Gobiernos autonómicos 2,68
11 Los sindicatos 2,58
12 La banca 2,56
13 Los parlidos políticos 2,42
INDICH CLOBAI 2,84

* El índice consta de 5 puntos.


Fuente: Fundación Friedrich Ebert, Las elecciones generales de 1986. Valo-
res sociales v actitudes políticas. Movilidad v motivación del voto
(Madrid: Fundación F. Ebert, 1987), p. 69.

ya conocidos que dificultan las comparaciones internacionales de los


niveles de apoyo a los Parlamentos (Patterson el al., 1973: 307). De ahí
que, a los solos efectos ilustrativos, resulte de interés conocer la con-
fianza que otorgan a sus instituciones los ciudadanos de sistemas
políticos tan dispares como, por ejemplo, el norteamericano y el
británico, el alemán y el suizo, el canadiense y el francés. Así, una
encuesta de 1986 revelaba que el ejército (con el 63 por 100), la iglesia
y el Tribunal Supremo eran las instituciones que generaban una mayor
confianza en los Estados Unidos; les seguían la banca, las escuelas
públicas, el Congreso (con un 41 por 100) y los periódicos, ocupando
las últimas posiciones el sindicalismo, las grandes empresas y la tele-
visión (Galhtp Repon, 1986: 3). También el ejército (con un 88 por
100) merecía la máxima confianza en una encuesta del Reino Unido
de 1983, seguido por la policía, el sistema legal y el Parlamento (con
un 54 por 100); los últimos lugares estaban ocupados por los sindica-
tos y la televisión (Hastings y Hastings, 1984: 336-337). En la República
Federal de Alemania, el Blindestag ocupaba en una encuesta de 1983
una sexta plaza (con un 71 por 100), de un total de casi una veintena
de instituciones, en lo que hacía al trust o distrust que generaban;

78
Parlamento y opinión pública

estaba precedido por el Tribunal Federal (con un 81 por 100), los ser-
vicios de salud, la policía, el ejército y las universidades, y ocupaban
los últimos puestos los periódicos, los sindicatos y los partidos polí-
ticos (Hastings y Hastings, 1985: 306). En Suiza, su Asamblea Federal
recibía el trust del 38 por 100 de los entrevistados en otra encuesta
de 1983, tras el Gobierno Federal, el Tribunal Federal, las autoridades
locales y los servicios sanitarios o educativos; como en tantos otros
países (incluyendo España), los sindicatos y los partidos eran las ins-
tituciones políticas con los porcentajes de trust más bajos (Hastings
y Hastings, 1985: 309). Por último, franceses y canadienses coincidían
al conceder a sus respectivos órganos legislativos unos escasos niveles
de trust, casi compartidos con los usualmente bajos destinados a los
partidos y sindicatos (Hastings y Hastings, 1988: 354, y 1986: 343).
Aunque no puede hacerse ahora, sería interesante rastrear los motivos
que laten tras las diferentes jerarquizaciones institucionales que
esos países manifiestan con respecto al nuestro. En cualquier caso,
parece cierto que las Cortes españolas reciben un apoyo difuso si-
milar al relativamente alto de sistemas políticos caracterizados por
su estabilidad democrática y su tradicional solidez interna. Incluso
cuando esto no ha sido así, como en la República Federal de Alema-
nia, el Parlamento español ha logrado alcanzar un nivel elevado de
apoyo difuso con más facilidad y en más corto plazo que el Bundestag
tras la reinstauración democrática de finales de la década de los cua-
renta (Loewenberg, 1967; Conradt, 1980).
De otra parte, el apoyo específico a las Cortes presenta un perfil
distinto. Para empezar, las valoraciones positivas sobre la labor de
las Cortes en los últimos dos años descienden casi a la mitad las es-
timaciones que, como indicador de apoyo difuso, calificaban de im-
portante su presencia en el sistema democrático (cuadro 10). Ello es
lógico hasta cierto punto si se recuerda que el apoyo específico que-
daba ligado a las decisiones de la institución, y condicionado, por lo
tanto, a la satisfacción percibida por la canalización de las demandas
de los ciudadanos o la solución de sus problemas. Sin embargo, las
valoraciones negativas son minoritarias tanto para el Congreso como
para el Senado. Se tiene así la impresión de que la insatisfacción con,
o las críticas a, la labor de ambas Cámaras pueden refugiarse en la
categoría de la valoración «regular». Una ojeada a la evolución de
este indicador desde 1983 confirma dicha apreciación (cuadro 11).
Las mayores oscilaciones no se han producido en las valoraciones
negativas (que permanecen, por el contrario, relativamente estabiliza-
das y tienden, si acaso, a descender), sino en las positivas y en las
intermedias de las «regulares». Además de la propia naturaleza del
indicador, esta pauta ambivalente de valoraciones está justificada pro-
bablemente por la combinación de la suerte de lejanía con la que se
contempla la institución parlamentaria, el escaso poder que se le atri-
buye y el reducido interés que despiertan sus actividades. Conviene
añadir, de todas formas, que algunos aspectos de esta pauta de valo-
ración se aplican también a otras instituciones nacionales, autonómicas

79
José Ramón Montero

Cuadro 10

Valoraciones de la labor del Congreso de los Diputados v del Senado,


1981-1988 *

1987 1988

Congreso Senado Congreso Sencido

Posiliva 28 27 36 31
Regular 38 35 31 30
Negativa 11 11 8 9
NS/NC .. 26 30 26 29
(;;) (2.490) (2.488)

* La valoración positiva es la suma de los porcentajes de quienes conside-


ran muy buena y buena la labor respectiva del Congreso y del Senado;
la negativa, la de quienes la consideran mala o muy mala.
Fuente: Banco de Dalos del CIS.

Cuadro 11

Evolución de las valoraciones de la labor del Congreso de los Diputados,


1983-1988 *

1983 1984 1985 1986 1987 1988

Positiva 30 30 36 38 28 36
Recular 35 48 36 34 38 31
Negativa 13 10 9 7 11 8
NS/NC 22 12 19 22 26 26

oo ... (2.476) (1.200) (2.490) (2.491) (2.490) (2.488)

* Desde 1983 a 1986 se preguntaba la valoración de la labor del Parlamento;


en 1987 y 1988, la del Congreso de los Diputados (y la del Senado, que no
se recoge en este cuadro).
Fuente: Banco de Datos del CIS.

o locales. Como puede comprobarse en el cuadro 12, todas ellas com-


parten con el Congreso unas proporciones de valoraciones negativas
muy inferiores a las positivas y en todo caso a las «regulares», las
cuales, por su laclo, superan en ocasiones a aquéllas. De hecho, el
Congreso recibe la valoración negativa más baja. Lo que diferencia,

80
Parlamento y opinión pública

Cuadro 12
Comparación de los apoyos específicos del Congreso de los Diputados
con otras instituciones nacionales, autonómicas v locales

Valoración de su labor
Positiva Regular Negativa NS/NC

Congreso de los Diputados 36 31 8 26


Gobierno de la nación 33 42 12 11
Parlamentos autonómicos ... 27 35 13 24
Gobiernos autonómicos 31 38 14 17
Ayuntamientos 42 35 11 11

Fuente: Banco de Datos del CIS.

además, al Congreso es el elevado nivel de no respuesta, un rasgo


que comparte, como es lógico, con los Parlamentos autonómicos.
Quedan así patentes las peculiaridades del apoyo específico del Con-
greso: existe, sin duda, pero la distribución de las opiniones posi-
tivas, negativas y «regulares» hace resultar a dicho apoyo un tanto
distante. A ello han contribuido asimismo las características estruc-
turales del funcionamiento del Congreso, sobre todo su mayor aleja-
miento de la vida cotidiana de los ciudadanos (mayor que, por ejem-
plo, la de los Ayuntamientos) y su menor incidencia decisional (mucho
menor, también por ejemplo, que la del Gobierno). La juventud del
sistema democrático español ha contribuido finalmente al manteni-
miento de la deferencia política que parece subyacer en esas peculiari-
dades que muestran el apoyo específico del Congreso. Es posible que
el paso del tiempo favorezca una mayor nitidez en las valoraciones
de las actividades parlamentarias, y, con ello, una progresiva pérdida
de esa deferencia que todavía despierta. Así ha ocurrido al menos en
otros sistemas democráticos, y muy particularmente en el británico:
aunque su cultura política quedaba simbolizada precisamente por una
deferencia omnipresente, el Reino Unido ha contemplado en los úl-
timos años un cambio sustancial al respecto, una de cuyas principales
manifestaciones radica en la disminución del apoyo específico de la
Cámara de los Comunes (Kavanagh, 1980; Roberts, 1988).
Ahora bien, la relativa ambivalencia del apoyo específico del Con-
greso no se basa exclusivamente en la mayor o menor incidencia de sus
actividades sobre las demandas y problemas de los ciudadanos, ni tam-
poco en el tiempo transcurrido desde el inicio de sus funciones. Ambos
factores se unen a otros dos adicionales, de distinta naturaleza, que

81
José Ramón Montero

también parecen condicionar en alguna medida el apoyo específico di-


rigido hacia el Congreso. En primer lugar, la determinación de lo que
podría denominarse, a falta de otros términos mejores, el contexto
político. Cabe esperar que la situación política influya naturalmente
en el clima de opinión que rodea a una institución y a través del cual
su performance obtiene unos determinados niveles de apoyo espe-
cífico. Y cabría pensar asimismo que aquella influencia se diversifica
para cada institución del sistema político, dada la diferenciación fun-
cional de sus instituciones y las distintas percepciones de los ciuda-
danos sobre sus respectivas performances. Lo que puede resultar más
llamativo, sin embargo, es que la situación política se proyecte de
modo similar sobre el Parlamento y el Gobierno. Pero eso es lo que
parece haber ocurrido en España en los últimos diez años. Como se
observa en el gráfico 110, las valoraciones positivas de la labor parla-
mentaria han sido desde 1975 virtualmente paralelas a las del Gobier-
no. También las valoraciones de los Ayuntamientos han desplegado
un cierto paralelismo, pero atenuado por la existencia de «picos» pro-
pios. Además, mientras que los Ayuntamientos han solido recibir unos
apoyos específicos considerablemente superiores a los de otras insti-
tuciones (debidos a su mayor proximidad a los vecinos y a su menor
contenido partidista), los del Gobierno y los del Parlamento han sido
siempre menores. Y han estado mucho más próximos entre sí, refle-
jando la línea descendente de los momentos de crisis sufridos por UCD
(hasta 1982), la subida de la consolidación democrática propiciada por
el PSOE (desde 1983) y su mantenimiento actual en niveles relativa-
mente altos. De este modo, los españoles no percibieron la importan-
cia del papel específico de las Cortes durante la transición y el primer
período de consolidación democrática, a la que antes hemos hecho
referencia, valorando su actividad en base a los elementos de juicio
negativos que les suscitaban la ineficacia, la inestabilidad y la inca-
pacidad decisional de los Gobiernos de UCD. En cambio, las mayores
valoraciones positivas se producen cuando las Cortes pierden de hecho
protagonismo en beneficio de un Gobierno mayoritario que, por ello,
y como también se ha dicho, las relega al papel secundario de un
órgano de ratificación de sus decisiones. En ambos períodos, la per-
cepción del contexto o de la situación política por parte de los ciu-
dadanos parece haber condicionado decisivamente la expresión de unos
apoyos específicos similares para las principales instituciones, pese a
las diferencias existentes en términos de sus funciones y rendimien-
tos respectivos para el sistema democrático.
A la incidencia de esa situación política se unen, en segundo lugar,
las condiciones de liderazgo de las autoridades que encarnan la fun-
ción institucional: las que admiten una mayor personalización y una
superior visibilidad pública generan una confianza más elevada en los
españoles (cuadro 13). No resulta difícil imaginar que entre la mayor
10
De forma similar al cuadro 11, hasta 1986 las valoraciones se referían al Par-
lamento; en 1987 y 1988, al Congreso de los Diputados.
82
Gráfico 1
Evolución de las valoraciones positivas de la labor de las Cortes,
del Gobierno y de los Ayuntamientos, 1979-1988

CORTES
GOBIERNO
AYUNTAMIENTOS

o
•a

o.
s
1984
1979 1980 1981 1982 1983 1985 1986 1987 1988 1.
00 o-
Fuente: Banco de Datos del CIS.
José Ramón Montero

Cuadro 13
Niveles de confianza suscitados por distintas autoridades,
1984 v 1986 *

1984 1986

Presidente del Gobierno 52 48


Alcaldes 45 52
Ministrosdel Gobierno 38 36
Presidentes de Comunidades Autónomas ** 37
Diputados y Senadores 35 37
(«) (2.474) (2.454)

* Las cifras son porcentajes de quienes afirman mucha y bastante con-


fianza en cada una de las autoridades.
** No se preguntó en esa fecha.
Fuente: Banco de Datos del CIS.

parte de las instituciones y sus dirigentes respectivos se produzca una


relación de interdependencia por medio de la cual la confianza sus-
citada por una persona repercuta favorablemente en los niveles de
apoyo de la institución, y viceversa. Pero se trata de un tipo de rela-
ción de la que parecen quedar excluidas las Cortes. La escasa visibi-
lidad de los presidentes de sus Cámaras se combina con el carácter
virtualmente anónimo del mandato representativo de diputados y sena-
dores, por motivos en los que no puede entrarse ahora. De ahí que la
confianza suscitada por los representantes parlamentarios sea escasa:
sólo algo más de una tercera parte de los españoles declara tenerla,
mientras que, en la otra cara de la moneda, cerca de la mitad reconoce
su poca o ninguna confianza en ellos. Esta falta sustancial de confian-
za, en la que también se concitan motivos inducidos por la condición
de políticos profesionales de los diputados y senadores, tiene una in-
dudable repercusión en los niveles de apoyo especifico de la propia
institución ". Claro que cabría discutir la validez de este indicador en
cuanto que posibilita, como ya se comprobó con otros similares, una
cierta concentración de opiniones en las valoraciones ambivalentes o
en la no respuesta. Aunque no parece ser ése el caso actual, existen,

" Debe recordarse, no obstante, que esta falta de confianza en los políticos pro-
fesionales, y más concretamente en los representantes parlamentarios, se halla su-
mamente generalizada en las democracias occidentales (por ejemplo, DOXA, 1985).
Las diferencias radican en que mientras en algunos países se distingue entre la
moralidad u honestidad y el trabajo parlamentario de sus representantes, en otros
muchos la evaluación es comprehensiva de su talante moral y de su rendimiento
profesional.

84
Parlamento y opinión pública

de todas formas, otros indicadores que complementan el anterior y


que ayudan a precisar lo que los españoles piensan sobre el rendi-
miento institucional de las Cortes. A ellos se dedica la última parte
de este trabajo.

3. LAS FUNCIONES PARLAMENTARIAS


Y EL FUNCIONAMIENTO DEL CONGRESO
En sendas encuestas realizadas por el CIS en 1986 y 1987, se pre-
guntaba a los entrevistados por las funciones de las Cortes Generales.
Para ello se les ofrecían las tres funciones recogidas en el cuadro 14,
con la intención de que seleccionaran la que estimasen más relevante.
De sus resultados llama inmediatamente la atención el elevado nivel
de desconocimiento existente al respecto: una cuarta parte de los
españoles se acogía a la no respuesta en 1986, mientras que ese nivel
ascendía a una tercera parte o más un año después, cuando se sus-
tituyó al quizá familiar término del Parlamento por los más precisos
del Congreso de los Diputados y del Senado. Como consecuencia, nin-
guna de las tres clásicas funciones parlamentarias —la representativa,
la legislativa y la controladora— recibe una respuesta cuyo peso la
diferencie claramente de las restantes; vale decir, ninguna de ellas
parece dar cuenta de alguna imagen medianamente distintiva de las
que se reputa como la principal actividad parlamentaria. Pese a su
definición constitucional par excellence como el órgano legislativo, la
función de elaboración de las leyes sólo es escogida por una cuarta
parte de los españoles. Aunque los mecanismos parlamentarios de

Cuadro 14
Conocimiento de las funciones de las Cortes Generales, 1986-1987 *

1987
Funciones 1986 Congreso Senado

Representar a la nación 30 21 16
Elaborar leyes 24 26 23
Controlar la acción del Gobierno ... 20 21 24
NS/NC 26 32 37
(«) (2.491) (2.490)

* En 1987 se sustituyó el Parlamento por el Congreso y el Senado en la for-


mulación de la pregunta.
Fuente: Banco de Datos del CIS.

85
José Ramón Montero

control suelen revestir una cierta periodicidad (y, en algunos casos,


incluso una relativa espectacularidad), la función correspondiente sólo
es recogida como primordial por algo más de una quinta parte. Y la
función representativa, en fin, acusa especialmente el descenso de
respuestas ocasionado por el cambio del sujeto de referencia del Parla-
mento a cada una de sus Cámaras.
Sin embargo, las aparentes dificultades cognitivas de los españoles
respecto a la función representativa de las Cortes no implica su inca-
pacidad para evaluar el tipo de relación que sostienen con sus repre-
sentantes parlamentarios. De hecho, sucede lo contrario. Una mayoría
relativa de entrevistados afirmaba en 1988 que tanto los diputados
como los senadores representan poco o nada los intereses de las perso-
nas que los eligieron (cuadro 15). Estos porcentajes (que se han man-
tenido básicamente invariados desde los años anteriores) parecen res-
ponder más a cuestiones de naturaleza estructural que a motivaciones
de tipo coyuntural. Y parecen también afectar a todos los grupos so-
ciales, ideológicos y partidistas, con la única excepción de los votantes
del PSOE y, en consecuencia, de quienes se sitúan en la izquierda de
la escala ideológica. Pero, aun así, no deja de ser llamativo que sólo
un 46 por 100 de los votantes socialistas declare estar representado
por los diputados de un Congreso en el que el PSOE disfruta de la

Cuadro 15

Valoraciones sobre la representatividad de los diputados con respecto


a sus electores, según partido votado en 1986 y autoubicación
ideológica
(En porcentajes horizontales)

Mucha y Poca y
bastante ninguna NS/NC (")
1. Voto en 1986
AP 23 55 22 (251)
CDS 37 47 16 (164)
IU 31 53 15 (54)
PSOE 46 34 19 (874)
Abstención 28 43 29 (425)
2. Ideología
Extrema izquierda ... 35 49 17 (177)
Izquierda 51 35 14 (675)
Centro 34 47 18 (610)
Derecha 28 52 19 (201)
Extrema derecha ... 20 54 26 (72)
TOTAL 34 41 15 (2.488)

Fuente: Banco de Datos del CIS.

86
Parlamento y opinión pública

rara situación (comparativamente hablando) de mayoría absoluta de


escaños desde 1982. (Aunque con algo más de no respuesta, las valora-
ciones con respecto al Senado son similares.) Casi podría afirmarse
que la insatisfacción relativa de los electores con sus representantes
es general: alcanza a los votantes y a los abstencionistas, a los elec-
tores de AP e IU, del CDS y de la tercera parte del PSOE, de quienes
se autoubican ideológicamente en la izquierda, el centro y la derecha.
Resulta por ello dudoso que la debilidad de la relación represen-
tativa haya sido causada, o haya al menos aumentado de modo sus-
tancial, por el progresivo deterioro que están supuestamente sufriendo
las Corles en los últimos años. Y tampoco parece probable que la
debilidad de dicha relación, si atribuida a causas estructurales del
inicio de nuestro sistema parlamentario, se haya originado en un único
factor. De forma recurrente, numerosos analistas han solido hacer del
sistema electoral (más exactamente, de las características de las listas
electorales en nuestros distritos plurinominales) la causante exclusiva
de la deficiente representatividad achacada por los electores al Con-
greso y al Senado. Pero cabe encontrar problemas similares en países
con sistemas electorales opuestos, y diferencias apreciables entre quie-
nes comparten mecanismos básicamente similares. Así, un 40 por 100
de los británicos señalaba en 1984 que la Cámara de los Comunes
distaba de ser representativa (Hastings y Hastings, 1986: 358), una
opinión que gana en relevancia si se tiene en cuenta que surge en
un sistema político cuyo Parlamento goza de uno de los apoyos difu-
sos más amplios de las democracias occidentales, y cuya fórmula elec-
toral mayoritaria en distritos uninominales sigue todavía aduciéndose
como la mejor garantía de una estrecha relación entre los votantes y
sus parlamentarios (Pulzer, 1975). En cambio, la consideración posi-
tiva de que disfrutan los representantes y senadores norteamericanos,
que contrasta con el apoyo más bien escaso del Congreso, no se debe
tanto a la existencia de un sistema electoral rnayoritario, cuanto a la
intensa profesionalización de su élite parlamentaria (Polsby, 1975).
En el caso español, es probable que las percepciones críticas sobre
la representatividad de diputados y senadores se deban a una combi-
nación de las circunstancias del nacimiento del sistema de partidos,
las condiciones de desarrollo de las prácticas electorales y las normas
de funcionamiento de las Cortes. Cada uno de estos elementos con-
tiene, a su vez, numerosas dimensiones complementarias: por ejemplo,
las consecuencias de la aparición de los partidos y de sus líderes en
una época dominada por los medios de comunicación de masas, sobre
todo la televisión; las del necesario surgimiento ex novo de una élite
política, sin tiempo, ni necesidad, de establecer sólidos vínculos locales
en sus distritos electorales; las de la considerable invertebración de
la sociedad española, que, al impedir la canalización de demandas e
intereses hacia sus representantes, impide también la realización por
éstos de un trabajo parlamentario específico, y las de un largo etcétera
similar. Pero no podemos detenernos ahora en ninguno de esos su-
puestos. El hecho es que todos ellos han propiciado la dificultad de

87
José Ramón Montero

establecer una relación significativa con los representados, que las


condiciones generales del parlamentarismo contemporáneo, las especí-
ficas del protagonismo del Gobierno en las últimas legislaturas y la
misma concepción de diputados y senadores sobre su actividad parla-
mentaria terminan definitivamente por impedir. La recepción por la
opinión pública de este último aspecto no deja de acusar una cierta
perplejidad por una labor política que se presenta dividida entre una
realidad cotidiana dependiente de la organización partidista y el deside-
rátum de unos parlamentarios dotados de iniciativa propia. Como pue-
de comprobarse en el cuadro 16, los españoles se encuentran divididos

Cuadro 16

Opiniones sobre las actividades de los parlamentarios, 1984 y 1988

1984 1988

Deben seguir las directrices de los partidos 35 33


Deben tener iniciativas propias 49 34
NS/NC 16 32
(n) (1.200) (2.488)

Fuente: Banco de Datos del CIS.

por tercios (incluyendo naturalmente la no respuesta) en su opinión


sobre las relaciones que sus representantes deberían tener con sus
partidos. No hace falta añadir que el punto de arranque desde el que
se plantean esas opiniones radica en la falta de comunicación, incluso
la mínima consistente en el mero conocimiento de los nombres, con
sus representantes. Poco tiempo después de las elecciones de 1982,
sólo el 20 por 100 del electorado recordaba el nombre del cabeza de
la lista del partido al que había votado: la proporción descendía al 14
por 100 si se exceptuaba a los electores de la circunscripción de Ma-
drid, en la que los líderes nacionales de los partidos suelen encabezar
sus respectivas listas (Puhle, 1986: 342). Y no es aventurado pensar
que en la actualidad incluso ese simple conocimiento, que desde luego
no suple la falta de expresión de las demandas e intereses de los elec-
tores hacia sus representantes, ha debido reducirse más aún: de un
lado, sigue produciéndose un elevado nivel de recambio de la élite
parlamentaria (Moran, 1989); de otro, ha transcurrido ya mucho tiem-
po desde las elecciones legislativas de 1986, las cuales, además, entra-
ron dentro de la categoría de las «normales» u «ordinarias» frente a
la excepcionalidad, por muchos motivos, de las de 1982 (Montero,
1988).
Parlamento y opinión pública

En cualquier caso, la insatisfacción con la actividad de los repre-


sentantes parlamentarios se proyecta también sobre la propia insti-
tución. Un 36 por 100 de los entrevistados de 1988, por ejemplo, señala
que el Congreso de los Diputados presta demasiada atención a pro-
blemas de poca importancia (cuadro 17). Esta imagen se halla cierta-
mente contrapesada por la opuesta, que es asumida por otra propor-
ción prácticamente idéntica; pero resulta, pese a ello, elevada cuando
se contrasta con el alto nivel de apoyo difuso de que disfruta, según
se recordará, el Congreso. Su relativa continuidad en los últimos años
presta una nueva evidencia al hecho de que parecen ser los supuestos
estructurales, más que los coyunturales, los que inciden en la valora-
ción global de la actividad parlamentaria. Las principales variables
relacionadas con esa distribución de opiniones son las ideológicas y,
sobre todo, las partidistas, que tampoco han conocido cambios signi-
ficativos en los dos últimos años (cuadro 18). La lectura de estos
datos sobre las Cámaras, a la luz de los inmediatamente anteriores
sobre la representatividad de sus miembros, está a p u n t a n d o a la per-
cepción por los ciudadanos del grado de la denominada parliamentary
policy responsiveness, traducible aproximadamente como la sensibili-
dad política parlamentaria. Considerada como una de las componentes
esenciales de la función legitimadora de los Parlamentos (Liebert, 1988:
122) 12 , esa sensibilidad refleja la medida en la que confluyen las opi-
niones e intereses de los electores (por sí mismos o canalizados me-

Cuadro 17

Evolución de las opiniones sobre la actividad de debate


del Congreso de los Diputados, 1984-1988

1984 1985 1986 1987 1988

Discute los problemas fun-


damentales del país . ... 39 45 42 37 37
Presta demasiada atención
a problemas de poca im-
portancia 49 33 35 38 36
NS/NC 12 22 23 25 27
(n) (1290) (2.490) (2.490) (2.500) (2.488)

Fuente: Banco de Datos del CIS.

l!
Hasta el punto de que, como señala también Liebert (1988: 118), haya podido
sustituirse el concepto clásico de la representación formalista, como «autorización»
simbólica que permite a una persona actuar en nombre de otra, por otro concepto
más centrado en la responsabilidad del representante ante sus electores, en su ac-
tuación en busca del interés de sus representados y en la sensibilidad que demues-
tre en sus actividades hacia ellos.
José Ramón Montero

C u a d r o 18

Opiniones sobre la actividad de debate del Congreso de los Diputados,


según partido votado en 1986 *

Voto en 1986
Absten-
El Congreso debate... AP CDS IV PSOE ción Total

Problemas fundamentales
1987 27 35 39 48 33 37
1988 27 41 49 50 28 37
Problemas poco importantes
1987 49 40 46 30 37 38
1988 51 41 41 28 40 36
OÍ)
1987 (358) (186) (109) (814) (392) (2.490)
1988 (251) (164) (94) (874) (428) (2.488)

* No se han recogido en el cuadro los porcentajes de no respuesta.


Fuente: Banco de Datos del CIS.

diantc los partidos y grupos de interés), de una parte, y el comporta-


miento y las definiciones de situación de los parlamentarios, de otra
(Jewell, 1985). Aunque no son pocos los problemas para hacer opera-
tiva aquella confluencia, cabe establecer, como lo ha hecho Liebert
(1988: 110), dos hipótesis generales sobre la conexión entre la sensi-
bilidad política parlamentaria y los modelos de relación Gobierno-
Parlamento. En los sistemas multipartidistas con Gobiernos de coali-
ción (en sus variantes de coalición «mínima ganadora», esto es, con la
mayoría absoluta más o menos ajustada de escaños, y de la «gran
coalición», es decir, sobredimensionada), los procesos de adopción de
decisiones parlamentarias suelen llevarse a cabo, por la propia posi-
ción de sus integrantes, con dosis considerables de sensibilidad polí-
tica hacia el electorado. En cambio, en los supuestos de Gobiernos
unipartidistas respaldados por una mayoría absoluta de escaños la
sensibilidad política de las decisiones parlamentarias tiende a resen-
tirse: las demandas de la parte de la población no representada en el
Gobierno tienen menos probabilidades de ser atendidas, y muchas
menos aún si la oposición da muestras, por diferentes motivos (frag-
mentación c inactividad parlamentaria, divisiones internas y conflic-
tos extraparlamentarios), de debilidad.

90
Parlamento y opinión pública

El caso español pertenece obviamente a esta segunda categoría, lo


que explica en parte las anteriores percepciones críticas del electorado.
Algunos estudios han apuntado la incidencia en ellas de la disminución
del papel de las Cortes como «caja de resonancia» de las diversas
opciones políticas y como lugar de formación de acuerdos políticos
entre las distintas fuerzas (Solé Tura y Aparicio, 1984: 294). Otros han
relacionado la pérdida de la sensibilidad política con la tradicional
opacidad informativa que caracteriza a la mayoría de los Parlamen-
tos (Molas y Pitarch, 1987: 230); un problema que resulta especial-
mente grave para las Cortes Generales, dadas la escasa fluidez de la
información que circula en dirección a ellas, la falta de transmisión
desde ellas hacia los ciudadanos por parte de unos parlamentarios
que carecen de relaciones con sus distritos y la peculiar intervención
de unos medios de comunicación que suplantan, en la mayor parte
de las ocasiones, las tareas de la oposición. Y aún otros análisis han
enfatizado la completa ausencia de procesos negociadores en el inte-
rior del Congreso y la continua canalización de demandas e intereses
sociales hacia el mismo Gobierno, lo que aumenta, si cabe, la posición
preeminente del Gobierno y disminuye la del Congreso (López Garrido
y Subirats, 1987: 25). No es extraño entonces que, según comprobába-
mos anteriormente, sectores sustanciales del electorado crean que sus
intereses están deficientemente representados por las personas a las
que eligieron, o que opinen que el Congreso presta demasiada atención
a problemas de poca importancia. La imagen resultante es, en defi-
nitiva, la de un Parlamento dotado de un amplio apoyo difuso, de un
apoyo específico menor, pero no claramente negativo en función de la
deferencia política que todavía suscita, y con una escasa sensibilidad
(en el sentido de responsiveness) política.
Debe señalarse, por último, que los españoles parecen vincular al-
gunos de estos supuestos críticos con la fase de parlamentarismo ma-
yoritario que desde 1982 caracteriza al Congreso de los Diputados.
La situación no es equiparable, desde luego, a la de tantos analistas
y actores políticos que desde entonces no cesan de ignorar los prin-
cipios elementales de los Gobiernos unipartidistas con apoyos de mayo-
rías parlamentarias (haciendo, por lo demás, un flaco favor a las opi-
niones que mantenían sólo unos años antes, cuando convirtieron esos
principios en metas ideales a la vista de los problemas de los Gobiernos
minoritarios de UCD); pero está dentro de la misma hipótesis que
antes apuntábamos para el caso español. Así, a los entrevistados en
1988 se les ofrecía una serie de opiniones sobre el funcionamiento del
Congreso de los Diputados: se trataba de cuatro frases que hacían refe-
rencia a su excesiva supeditación al Gobierno, a su débil protagonis-
mo político, a su ineficacia por causa de la mayoría absoluta del PSOE
y a su deficiente funcionamiento por la incapacidad de los partidos de
la oposición para plantear problemas en la Cámara y solucionarlos.
Para cada una de las frases se solicitaba de los entrevistados la ex-
presión de su acuerdo o desacuerdo. Los resultados, recogidos en
el cuadro 19, subrayan, en primer lugar, la relevancia de la no res

91
José Ramón Montero

Cuadro 19

Opiniones sobre el funcionamiento del Congreso de los Diputados

De En
acuerdo desacuerdo NS/NC

El Congreso está excesivamente


supeditado al Gobierno 47 11 42
La mayoría absoluta del PSOE im-
pide un mayor protagonismo del
Congreso 47 13 40
Gracias a la mayoría absoluta del
PSOE, el Congreso tiene un fun-
cionamiento eficaz 19 36 45
La incapacidad de los partidos de
la oposición para plantear pro-
blemas en la Cámara y solucio-
narlos impide el mejor funcio-
namiento del Congreso 31 25 44

Fuente: Banco de Datos del CIS.

p u e s t a : c u a t r o de cada diez españoles carecen de opinión s o b r e los


motivos q u e c i r c u l a n con mayor frecuencia e n t r e los p r o p i o s sujetos
políticos y en los m e d i o s d e c o m u n i c a c i ó n respecto al f u n c i o n a m i e n t o
del Congreso. Pese a la deferencia de q u e es objeto c u a n d o se le atri-
buye, c o m o ya vimos, un lugar institucional de la máxima i m p o r t a n c i a
p a r a la vida d e m o c r á t i c a , y q u e se t r a d u c e en un elevado nivel d e
apoyo difuso, este llamativo nivel de no respuesta está m a n i f e s t a n d o
de nuevo el papel s e c u n d a r i o del Congreso y el m e n o r interés de s u s
actividades si se le c o m p a r a , p o r ejemplo, con el Gobierno.
Ahora bien, quienes expresan u n a opinión lo hacen en el sentido
de s u b r a y a r un d a t o obvio de la mecánica del p a r l a m e n t a r i s m o y
en el de suscribir las imágenes m á s difundidas sobre el r e n d i m i e n t o
del Congreso d u r a n t e las legislaturas socialistas. U n a holgada mayo-
ría relativa se m o s t r a b a d e a c u e r d o con la afirmación d e q u e el Con-
greso está excesivamente s u p e d i t a d o al Gobierno, u n a situación q u e es
reconocida p o r todos los grupos sociales, ideológicos y p a r t i d i s t a s .
Y u n a s m a y o r í a s relativas similares están de a c u e r d o en señalar q u e
la mayoría a b s o l u t a del PSOE ocasiona la ineficacia del funciona-
m i e n t o del Congreso e impide u n m a y o r p r o t a g o n i s m o de la Cáma-
ra IJ . Aunque estas d o s afirmaciones c u b r e n en rigor c a m p o s distin-

" En cambio, una mayoría relativa más reducida que las anteriores sostiene la
incapacidad de los restantes partidos para llevar a cabo una labor de oposición
que fomente las imágenes positivas sobre el funcionamiento del Congreso. Pero,
aunque en este caso parece darse una mayor relación causal, hablando en estrictos

92
Parlamento y opinión pública

tos, es probable que para los entrevistdos se trate del mismo fenó-
meno, cuya continua reproducción en los medios de comunicación ha
terminado por configurar unas imágenes suficientemente cristalizadas.
Es también probable que los entrevistados desconozcan la medida en
la que la supeditación del Congreso (al fin y al cabo, un componente
esencial de la reciente legitimación popular del Gobierno) resulta ex-
cesiva, y que confundan las razones por las que la eficacia o el prota-
gonismo del Congreso dependan sobre todo de los juicios de los par-
tidos minoritarios de la oposición. Pero lo importante no radica en
que esas opiniones se ajusten a los cánones doctrinales o a las prác-
ticas políticas del parlamentarismo contemporáneo, sino en el enfoque
negativo desde el que se contempla el desarrollo de unas relaciones
Gobierno-Parlamento indistintas de las de gran parte de los sistemas
parlamentarios. Las consecuencias del parlamentarismo mayoritario
no parecen, por lo tanto, gozar de una estimación favorable a los ojos
del electorado. Pero ello no quiere decir que, enfrentado hipotética-
mente a la opción entre el denominado modelo de Westminster (o de
las democracias mayoritarias en la tradición británica) y el modelo
de consenso (o de las democracias en las sociedades divididas, carac-
terísticas de algunos sistemas del centro y norte de Europa), exprese
así sus preferencias por este último modelo (Lijphart, 1987). Se trata
más bien, a mi juicio, de su reacción ante fenómenos que se han suce-
dido de forma contradictoria y con tanta rapidez como para justificar
la presencia de actitudes u opiniones poco sedimentadas. El electora-
do español ha desconocido históricamente el parlamentarismo mayo-
ritario (y, en rigor, cualquier tipo de parlamentarismo democrático en
lo que va de siglo); durante la transición ha vivido con intensidad
(y con cierto disgusto) procedimientos consensúales o casi consociacio-
nales para la adopción de decisiones; y ha sido impregnado de men-
sajes negativos (y no poco paradójicos, pero ésa es otra cuestión) sobre
los supuestos peligros que una mayoría partidista homogénea tiene
siempre para la vida democrática.
Sin tradición histórica, sin pautas democráticas recientes ni puntos
de referencia próximos en los que basar esas valoraciones, el clima
de opinión resultante se ha expandido por encima de diferencias so-
ciales, políticas e ideológicas. De ahí que las percepciones negativas
de ese parlamentarismo mayoritario que por el momento protagoniza
el PSOE se produzcan con independencia de dimensiones cognitivas
o valorativas (como, por ejemplo, el conocimiento personal de la Cons-
titución o el grado de satisfacción con ellas), y son virtualmente comu-
nes para todos los grupos partidistas (cuadro 20). Es cierto que los
votantes socialistas disminuyen un tanto los niveles de acuerdo sobre
esas consecuencias, pero en un porcentaje quizá menor del que cabría
esperar: cerca de la mitad del electorado del PSOE coincide con los
de los partidos de la oposición respecto al impedimento que la ma-

términos parlamentarios, nótese que la afirmación sólo es mantenida por un 31


por 100 de los entrevistados, oponiéndose a ella un 25 por 100.

93
José Ramón Montero

Cuadro 20
Niveles de acuerdo sobre la mayoría socialista y el funcionamiento
del Congreso de los Diputados, según partido votado en 1986, conoci-
miento de la Constitución v satisfacción con ella *
(En porcentajes horizontales)

Mayoría del PSOE Mayoría del PSOE


impide favorece
protagonismo funcionamiento
del Congreso del Congreso («)

1. Voto en 1986
AP 61 15 (250)
CDS 64 13 (164)
IU 66 19 (94)
PSOE 42 32 (874)
Abstención 46 13 (425)
2. Conocimiento
de la Constitución
Bien 63 25 (171)
Por encima 61 24 (627)
Poco 51 20 (770)
Casi nada 31 14 (901)
3. Satisfacción
con la Constitución
Mucha 46 53 (140)
Bastante 48 23 (1.252)
Poca 59 13 (625)
Nada 55 10 (112)
TOTAL 47 19 (2.488)

* Las cifras son porcentajes de respuestas que expresan su acuerdo con


cada una de dichas afirmaciones, cuyo texto completo se encuentra en el
cuadro 19.
Fuente: Banco de Datos del CIS.

yoría socialista supone para el protagonismo del Congreso, y sólo


una tercera parte cree que esa mayoría de escaños favorece el fun-
cionamiento de la Cámara. Resulta llamativo que ese clima de opinión
haya basculado tan considerablemente, desde finales de la transición
hasta la situación actual, en los términos del problema: si lo eran
por defecto entonces (dada la inestabilidad e ineficacia de los Go-
biernos minoritarios de UCD), lo son por exceso (de la mayoría de
escaños, se entiende) ahora. Ciertos o exagerados, lo importante nue-
vamente respecto a los componentes de dicho clima de opinión es que,

94
Parlameiiio y opinión pública

de acuerdo con el clásico teorema de Thomas, aquellas afirmaciones


pueden ser tenidas como reales en sus consecuencias. Quizá lo están
siendo ya mismo, como apunta la distribución de las opiniones sobre
el funcionamiento del Congreso. Uno de los principios esenciales del
sistema parlamentario es contemplado así como un peligro. En las
palabras de Molas y Pitarch (1987: 232-233), «algunas combinatorias
desafortunadas de rasgos presidenciales y rasgos parlamentarios tie-
nen el peligro de convertir el sistema parlamentario en un sistema
en el que el papel legitimador y constructor de alternativas del Par-
lamento quede subordinado al todopoderoso peso de la mayoría
parlamentaria-gubernamental, que por lo demás es una de sus bases».
Como en tantas otras ocasiones similares, el paso del tiempo y la
sucesión de las próximas legislaturas nos permitirán comprobar si se
establece un cierto equilibrio funcional entre los componentes del
sistema parlamentario (o asi al menos es apreciado mayoritariamente
por los españoles), o si aquel peligro desaparece sólo para dar paso
a un problema de mucha mayor entidad.

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97
PROBLEMAS CONSTITUCIONALES
DE LA AUTONOMÍA VASCA

Juan José Solozábal Echavarría


Catedrático de Derecho Constitucional

LA INSERCIÓN DEL PAÍS VASCO


EN EL SISTEMA CONSTITUCIONAL ESPAÑOL

I. Alcance y sentido de su puesta en cuestión


por el nacionalismo vasco
En las páginas que siguen me propongo reflexionar sobre la capa-
cidad del actual sistema jurídico y político de integrar satisfactoria-
mente al País Vasco, esto es, sobre la posibilidad de que el Pueblo
vasco encuentre razonable acomodo en el marco jurídico-político del
Estado español.
En realidad ésta es una cuestión extraordinariamente difícil y espi-
nosa, y que sólo podemos aspirar a plantear en términos adecuados
que faciliten su comprensión; sin que, por tanto, quepa pretender re-
solverla en términos necesariamente concluyentes.
Para comenzar a desbrozar el problema he de realizar algunas ob-
servaciones previas.
Debemos partir de la admisión de su complejidad: la cuestión vasca
depende del acomodo de dos realidades, de dos ámbitos o sistemas
complicados: el del Estado español y el del propio País Vasco. El nece-
sario acoplamiento depende de la actitud del subsistema vasco, de
sus fuerzas políticas, de la cultura política del mismo, del entramado
institucional en que tales fuerzas y cultura operan; pero también de
la configuración del propio sistema jurídico-político español, de su fle-
xibilidad, de la admisión en la cultura política española y, en su edificio
institucional, del pluralismo de sus integrantes y el respeto de la propia
especificidad de éstos.
Esta perspectiva sistémica es fundamental para comprender la di-
mensión compleja, dialéctica del problema vasco, que depende de la
mutua posición y definición de sus partes; también su dimensión di-
námica: no hay «solución definitiva» al problema vasco, sino una bús-
Revista del Centro de Estudios Constitucionales QQ
Núm. 2. Enero-abril 1989
Juan José Solozábal Echavarria

queda permanente de un equilibrio necesariamente inestable, a inten-


tar incansablemente, desde bases también permanentemente cam-
biantes.
La otra reflexión preliminar no deja de suscitar sentimientos en-
contrados. Abordamos el problema con una cierta desesperaba: la
cuestión vasca, que agobia a nuestro Estado desde 1839, desde la Ley de
23 de octubre, no acaba de remitir. Es, desde luego, un problema irre-
suelto, tal vez, nos tememos, poique sea irresoluble.
Tal actitud pesimista se ve abonada cuando consideramos el pro-
blema desde el punto de vista de la ciencia política: ¿Hay —se pregunta
la teoría de los nacionalismos— solución institucional para las deman-
das nacionalistas, formuladas con base territorial, que no sea la inde-
pendencia, la consecución para la comunidad nacionalista reclamante
de su propio Estado, al que se accede tras del ejercicio de un incues-
tionable derecho de autodeterminación?
Esta doble razón para el desánimo ante el problema vasco es pode-
rosa, y no seré yo, que no tengo necesidad política alguna de ofrecer
optimismo, quien lo ignore. Pero, a mi juicio, dejarse llevar por este
pesimismo no es del todo razonable o, dicho de otro modo, existen
motivos de peso para cuestionarlo a su vez, pues es el caso que durante
muchos siglos la integración del País Vasco, con su propio edificio
político, el sistema foral, se llevó a cabo sin problema alguno en la
planta jurídico-política de la Monarquía española.
La verdad es que, visto desde la perspectiva histórica, el problema
vasco tiene unas características exclusivamente coyunturales.
Puede tratarse de una crisis epocal, tan dolorosa como se quiera,
pero que no tiene, en principio, por qué alterar, siempre que se esté
dispuesto a realizar los reajustes necesarios, el dato cuasi permanen-
te de la integración plenamente satisfactoria del País Vasco en el Estado
español.
Quien ignore esta perspectiva no deja de incurrir en un determi-
nismo fatalista que el carácter dinámico y dialéctico del sistema con-
tinuo de las relaciones entre el País Vasco y España, al que acabamos
de hacer referencia, creo, no permite.
En realidad el problema de las relaciones entre Euskadi y el Estado
español, o del modo en que éstas se plantean, resulta en buena medida
de que las mismas son percibidas desde una óptica nacionalista, cuyas
categorías fueron establecidas en determinado momento y no han sido
objeto de una revisión o redefinición necesarias, a pesar de que las
circunstancias, teóricas e históricas, en que se formularon, han sido
ampliamente sobrepasadas.
En efecto, la ideología hegemónica en el País Vasco es el naciona-
lismo —las demás ideologías no hacen sino reaccionar alrededor de esa
referencia inevitable—, pero un nacionalismo cuya formulación data
de finales del siglo pasado, tal como fue realizada por Sabino Arana,
con unas categorías políticas propias de su tiempo, y en un determi-
nado contexto, al que llamaré agónico en el sentido unamuniano del
término, un contexto, por consiguiente, de profunda crisis. Hay que

100
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

llamar la atención sobre el hecho de que esta formulación, extrema-


damente influida asimismo por las condiciones personales de su autor,
se realiza en el ambiente político del Estado de la Restauración, del que
Cánovas fue su artífice y teórico, esto es, en suma tiene lugar en un
marco que nada tiene que ver con la situación política de nuestros
días, en que el nacionalismo vasco no es perseguido, sino reconocido,
disponiendo los partidos que se acogen a su inspiración de enormes
medios institucionales, personales y económicos, y donde el sistema po-
lítico en el que el nacionalismo vasco opera no es aquel viejo edificio
huero de la Restauración, sino un moderno Estado que ha realizado
la descentralización política más audaz verificada en Europa.
Me parece que la insistencia en la importancia y, a la vez, las limi-
taciones de la lectura nacionalista del problema vasco es capital. Hasta
el punto de que creo que no habrá solución al contencioso vasco mien-
tras no se imponga como ineludible la revisión de su interpretación
del problema vasco, mostrando la estrechez de los viejos clichés desde
los que el nacionalismo agónico, sabiniano á la lettre, viene precisa-
mente operando.
Esta revisión del nacionalismo debe ser facilitada por todos los
demás actores del sistema político, y especialmente por el propio
partido socialista, que, en paralelo con el aggiornamiento del naciona-
lismo, debe superar los tics antinacionalistas, conservados de las formu-
laciones también muy peregrinas, de sus primeros tiempos.
¿Y de qué depende, podemos preguntarnos, o mejor qué factores
o procesos pueden propiciar las condiciones para que tenga lugar esa
revisión ideológica de la representación o idea que el nacionalismo
se hace de las relaciones del País Vasco y el Estado español?
A mi modo de ver, esa revisión depende de tres tipos de factores:
uno de orden político-institucional, que tiene que ver con el funciona-
miento, en concreto con la capacidad integradora del Estado de las
autonomías. Los otros dos factores son, en cambio, de tipo ideológico:
el uno, general, se refiere a la crisis del concepto estatalista del na-
cionalismo. El otro, más específico, del nacionalismo vasco, apunta
a la necesaria reconsideración en su seno del pensamiento de Sabino
Arana.

II. La revisión de la versión nacionalista del problema vasco


a) Posibilidades integradoras del Estado autonómico.
Comencemos por el análisis del nuevo marco institucional en que
ahora opera el nacionalismo y que ha de terminar afectando a sus
propias definiciones ideológicas.
Lo que hayamos de decir aquí sobre el Estado autonómico, debe
verse exclusivamente desde la perspectiva que ahora nos interesa que
no es otra que la de su capacidad de reducción del seccionalismo de

101
Juan José Solozábal Echavarría

base territorial, esto es, su work-uul o rendimiento a la hora de resolver


las tensiones nacionalistas del Estado español.
Desde este punto de vista la capacidad reductora del Estado auto-
nómico se asemeja a la del Estado federal, pues ambos constituyen
especies muy próximas de la forma política genérica del Estado des-
centralizado.
El modelo del Estado autonómico supone, como es sabido, el reco-
nocimiento de poder político, esto es, capacidad de adopción y realiza-
ción de decisiones sobre intereses generales, tanto al conjunto del
pueblo español, a través de la organización del Estado central, como
a las diversas comunidades territoriales, que ejercen dicho poder polí-
tico por medio de sus correspondientes instituciones representativas,
asambleas parlamentarias y gobiernos.
Este modelo de descentralización política resultó inevitable una vez
constatada la crisis definitiva del Estado centralista, en razón del fra-
caso del franquismo, considerado el paradigma del modelo unitario,
y especialmente de la presión de los nacionalismos vasco y catalán que
plantean en el momento de la transición política, drásticamente, la
incompatibilidad de sus proyectos políticos con el modelo centralista;
y a la vista asimismo de la indisponibilidad del modelo federal, espe-
cialmente por la idea catastrofista que del mismo se tiene en amplios
sectores de la cultura política española.
Aunque lo que digamos después sobre el Estado federal quepa atri-
buirlo en buena parte, o tendencialmente, al Estado autonómico, con-
viene señalar que a pesar de su proximidad, esto es, reconocimiento
constitucional de la existencia de diversos poderes políticos de base
territorial, y su corolario jurídico: reconocimiento de potestad legisla-
tiva a las unidades integrantes, Estado federal y Estado autonómico
son conceptualmente diferentes.
Así, en primer lugar, en el Estado autonómico faltan o son insu-
ficientes los instrumentos de integración federales, como un auténtico
Senado Territorial.
En segundo lugar, en el Estado autonómico no se reconoce un po-
der político soberano propio a sus integrantes, de modo que la base de
los ordenamientos territoriales de éstos no es manifestación de un ge-
nuino poder constituyente: los estatutos de autonomía son jurídica-
mente —otra cosa es políticamente— aprobados por la voluntad incon-
dicionada de las Cortes Generales y no por órganos exclusivos repre-
sentativos de los Estados miembros, como ocurre con sus constitucio-
nes en los Estados federados.
En tercer lugar, el Estado federal aparece como una estructura po-
lítica construida sobre la base del equilibrio y la homogeneidad polí-
ticas, con unidades de pareja entidad, no sólo con instituciones de auto-
gobierno semejantes y de comparables competencias sino, en la medida
de lo posible, de parecido peso político.
He aducido estas diferencias entre el Estado autonómico y el Estado
federal no sólo porque suelen ser negligentemente olvidadas, sino por-

102
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

que tienen evidentes consecuencias en el funcionamiento integrador


de ambas formas políticas, esto es, afectan a la capacidad reductora
de las mismas del seccionalismo de base territorial.
El momento participativo del modelo federal y la base constitucio-
nal del autogobierno que permite tienen una importancia integradora
indiscutible, de modo que en este aspecto cabría hablar de ventajas
del Estado federal. Pero también la ausencia de uniformidad política
propia del modelo autonómico, o que éste consiente con más facilidad,
posibilita una capacidad integradora al permitir la diferenciación de
las diversas entidades, que no es de pequeña importancia.
Indudablemente, el Estado federal, al suministrar instrumentos de
articulación de sus estados miembros en la formación de la voluntad
general, facilita la inserción de los mismos en el conjunto.
Asimismo cabe pensar que el «eros» político de algunas nacionalida-
des podría considerarse suficientemente satisfecho a partir del recono-
cimiento en el Estado federal de las bases constitucionales de su auto-
gobierno; por no hablar de la misma complacencia en el terreno se-
mántico de éstas, al disponer, al fin, de su Estado, aunque se trate de
un Estado miembro, y no de un Estado propio separado.
Pero permítasele a un convencido federalista de toda la vida, subra-
yar alguna de las ventajas en el terreno integrador del Estado auto-
nómico sobre el modelo federal, sobre todo si reposa sobre bases in-
completas, de no poca importancia. Así el Estado autonómico admite
singularizaciones de indudable relieve político, por ejemplo el sistema
de financiación de la comunidad autónoma de Euskadi, o el recono-
cimiento de su especificidad foral, quizá incompatibles con la unifor-
midad estructural del Estado federal.
Por ello, hay que ser cauto cuando se pondera excesivamente la su-
perioridad integradora del modelo federal sobre el autonómico. Real-
mente sólo un Estado federal reequilibrado ofrecería una mayor vir-
tualidad integradora, pues está claro que un Estado federal sobre las
mismas bases territoriales del actual Estado autonómico sólo implicaría
una pérdida de poder político para el País Vasco y Cataluña, que en
el momento presente prefieren un tratamiento, en la medida de lo po-
sible, bilateral de sus problemas.
Una verdadera reforma federal implicaría una recomposición del
mapa territorial, si se quieren observar los principios federales de la
homogeneidad y de cierto equilibrio político de sus partes. Pero esta
reforma sería especialmente problemática no sólo porque sigue ope-
rando en la cultura política española un cliché catastrofista sobre el
Estado federal y porque la «intangibilidad constitucional» parece otro
dogma de difícil remoción; sino porque la reducción del número de
las comunidades territoriales que tal «reequilibrio» conllevaría contaría
con la oposición de las élites políticas que operan y se forman en los
actuales espacios políticos; y, sobre todo, porque surgirían los proble-
mas de las zonas de influencia de los nacionalismos históricos, espe-
cialmente Navarra y Valencia o Baleares, cuestiones éstas razonable-

103
Juan José Solozábaí Echavarria

mente resueltas en la actualidad y que son, como a todos se nos alcanza,


extraordinariamente delicadas.
Con estas matizaciones, que de otro lado me han dado ocasión de
pronunciarme sobre la lectura federal de nuestro Estado autonómico,
alertando sobre algunas de las posibles disfunciones de la misma, y
sobre algunos de los problemas que plantea la reforma federal, pode-
mos concluir, como sugeríamos con anterioridad, que la capacidad de
reducción del seccionalismo territorial de la fórmula autonómica es
parecida a la reconocida, en general en este sentido, al modelo federal.

Respecto de la capacidad del Federalismo para reducir las tensiones


derivadas del seccionalismo territorial hay que señalar, a modo de ad-
vertencia cautelar, que el modelo federal no sólo es una respuesta a
los problemas derivados del seccionalismo de base territorial, sino
que principalmente es una técnica de descentralización y reparto del
poder político. Y, sin duda, el rendimiento del sistema federal ha sido
más satisfactorio atendiendo a esta función, que podríamos llamar de
división técnica del podei que, como respuesta a los problemas de
base nacionalista, principalmente porque estos problemas tienen una
muy difícil solución fuera del reconocimiento del derecho de auto-
determinación a las comunidades nacionalistas.
Con todo, creo que sobre la capacidad reductora del seccionalismo
territorial por parte del federalismo puede aceptarse la siguiente gene-
ralización que propuse hace algún tiempo: el federalismo parece ade-
cuarse a aquellos supuestos en los que comunidades diferentes sin un
sentimiento nacionalista exclusivista están dispuestas a aceptar, a la
vista de su experiencia histórica y/o su interés futuro, una estructura
política superior, esto es, un Estado común, siempre que se hayan ga-
rantizado constitucionalmente su derecho a la autonomía y su parti-
cipación en el gobierno y la cultura política comunes.
En definitiva, la función reductora del pluralismo a realizar por el
federalismo depende:
En primer lugar, de un adecuado diseño constitucional que garantice
un margen de maniobra política a los Estados miembros en un doble
plano: el nivel de autogobierno; y, después, el nivel de participación
en las instituciones de la Federación.
En segundo término, de la efectiva aplicación de este diseño me-
diante una práctica institucional que venza las resistencias centrípetas
y las tensiones centrífugas y que asegure, mediante los correspondien-
tes instrumentos de control, la fairness de la distribución del poder,
generando una práctica de mutua lealtad tanto por parte de la Fede-
ración como de las unidades que integran ésta o los estados miembros.
En tercer lugar, de la compatibilidad entre el nacionalismo común, en-
tendido como aceptación de un marco no sólo institucional, sino afecti-
vo, de integración superior de todos; y los nacionalismos particulares.
La cultura política de la Federación —historia, simbología, etc.—
debe de tener un carácter compartido, plural y no impuesto. Pero los
nacionalismos particulares han de renunciar a su ideal secesionista.

104
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

Hay que señalar la implicación de estos tres momentos. Un buen


diseño constitucional inoperante, una constitución inobservada, nomi-
nal, no sirve para nada; una buena práctica federal puede compensar
insuficiencias constitucionales. Una experiencia federal continuada pue-
de aplacar las aristas intransigentes tanto del nacionalismo general
como el de los particulares y propiciar su coexistencia e incluso su
convivencia.

¿Qué ha ocurrido en España? Esquemáticamente lo siguiente: se


ha partido de un insuficiente diseño constitucional, especialmente en
lo que se refiere a la recepción en nuestra constitución del momento
«participativo» de la fórmula federal. Tales insuficiencias quizá no se
han cubierto adecuadamente en el terreno político, como lo muestra
la escasez de técnicas de cooperación y, sobre todo, la ausencia de vo-
luntad política de cooperación. Así resulta el escaso relieve del Senado,
cuyas evidentes limitaciones constitucionales no se han querido, en
efecto, compensar por vías políticas.
En segundo lugar, se ha realizado una importante labor de acomo-
dación por medio del Tribunal Constitucional a través de una equili-
brada posición de su Jurisprudencia que si, de una parte, ha reforzado
el carácter constitucional de la autonomía —no disponible para el legis-
lador ordinario (sentencia de la LOAPA)—, de otra, ha insistido en el
carácter limitado de la autonomía, subrayando la necesidad de coordi-
nar su ejercicio, sobre todo mediante su integración interpretativa en
el ordenamiento general, presidido por la Constitución, atribuyendo
carácter compartido a la generalidad de las competencias, y asignando
una labor importante de coordinación a la legislación básica material
del Estado Central.
Finalmente, en el terreno simbólico y de la cultura comunes hay que
resaltar una doble resistencia. Primeramente de las fuerzas políticas
de ámbito nacional al reconocer de modo efectivo el pluralismo de
nuestra nación; y, en segundo lugar, de los nacionalismos periféricos
a una renuncia expresa a! sueño del propio Estado, aunque en la prác-
tica se ha producido una aceptación leal, especialmente tras el cese de
Garaicoctxca en el País Vasco, del marco institucional (estoy hablando,
claro está, del nacionalismo democrático); y el reconocimiento de la
capacidad integradora de la Corona.
Sobre estas bases referentes a la capacidad del federalismo de re-
ducir las tensiones nacionalistas y el rendimiento concreto, en este te-
rreno, del Estado autonómico español, deberían hacerse unas precisio-
nes sobre el caso vasco en particular que deberían de comenzar seña-
lando que el encaje constitucional de la autonomía vasca comenzó con
un desafortunado pie. Desgraciadamente no fue posible en el momento
constituyente el asentimiento del nacionalismo vasco a la Constitución.
No es ésta, evidentemente, la ocasión de atribuir responsabilidades
sobre tan lamentable precedente, que debió evitarse con algo más de
imaginación y generosidad por ambas partes. Pero este hecho no puede
ocultar algunas realidades evidentes como son el reconocimiento cons-

105
Juan José Solozóbal Echavarría

titucional de un poder político al pueblo vasco, en cuanto nacionalidad


histórica, extraordinariamente amplio; y la garantía y protección,
expressis verbis, en la disposición adicional 1.a de la Constitución del
sistema foral en cuanto, como no podía ser menos, fuese compatible
con el ordenamiento constitucional.
De hecho, la Constitución española es la base jurídica sobre la que
se asienta el Estatuto de autonomía vasco; y hay que decir que, por
medio de las instituciones diseñadas en ambos, el pueblo vasco ha
ejercido un autogobierno con unas dimensiones de generalidad y pro-
fundidad como jamás había conocido en su historia.
El Estatuto Vasco y, por tanto, las instituciones de autogobierno
que en éste se establecen y concretan no puede entenderse sin reparar
en su marco constitucional, que no sólo opera como límite, sino como
conexión nutricia; así el Estatuto fue elaborado, tramitado y aprobado
de acuerdo con las previsiones constitucionales; acoge y respeta los
principios estructurales y axiológicos básicos de la Constitución; orga-
niza sus instituciones de acuerdo con la planta en ésta prevista y fija
sus competencias con el ámbito competencial que ella posibilita. El Es-
tatuto, en fin, pasa a formar parte del ordenamiento jurídico total.
Esta integración del Estatuto Vasco en el ordenamiento general
tiene una gran importancia tanto política como jurídicamente hablando.
Quiere decirse que su actuación —la operación efectiva de las autorida-
des e instituciones que establece y el reconocimiento de su legitimi-
dad— refuerza la dimensión constitucional de la autonomía vasca, que
no puede entenderse sin el marco en que se integra. El Tribunal Cons-
titucional, de otra parte, ha insistido en la necesidad de verificar la
interpretación de los Estatutos, como el resto del ordenamiento, de
conformidad con la Constitución.
De modo que el fundamento jurídico-político del Estatuto y el auto-
gobierno que éste posibilita refuerzan la dimensión constitucional de
la autonomía vasca y cubren, en la práctica, el déficit de legitimación
política de la Constitución en Euskadi. Déficit que tuvo lugar, hay que
decirlo, exclusivamente en el plano político, que no en el jurídico, pues
la Constitución también resultó aprobada por el cuerpo electoral del
País Vasco, sin que, conforme a derecho, quepa convertir las absten-
ciones en votos en contra. Lo que quiere decir que, en modo alguno,
desde el punto de vista jurídico, sea correcto afirmar que el pueblo
vasco «rechazó la Constitución. Quien se abstiene voluntariamente, en
el plano del derecho, no se opone; por el contrario, suspende el juicio
y, tácitamente, se adhiere al voto de la mayoría, que en el referéndum
de la Constntución en el País Vasco, como en el resto de España, fue
favorable a la Constitución, aunque con un número algo más alto de
votos en contra (el 23 por 100).

b) La crisis del nacionalismo estatalista.


Hasta aquí el estudio de los factores de orden institucional, a sa-
ber, el autogobierno vasco dentro del Estado autonómico, que pueden

106
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

propiciar la rectificación por parte del nacionalismo vasco de la pers-


pectiva desde la que concibe las relaciones del País Vasco y el Estado
español.
Pero tal replanteamiento por parte del nacionalismo vasco, que en
realidad equivale a una renovación ideológica del mismo, sólo será po-
sible si en su seno se procede a una reflexión teórica que tome en
consideración dos importantes cuestiones sobre las que yo, a mi vez,
deseo llamar la atención. Me refiero a la crisis estatalista del naciona-
lismo; y a la necesaria revisión, en realidad a la contextualización, del
pensamiento de Sabino Arana.
El equipamiento ideológico de los nacionalismos periféricos espa-
ñoles del siglo xix y, desde luego el del vasco, reposaba en una idea de
nación que era tributaria, al tiempo, de un determinado estadio de la
teoría política, y del hecho de que la misma se oponía, en la práctica
política, al Estado centralista frente a quien los nacionalismos realiza-
ban sus reclamaciones políticas. La nación completa en la que piensan
estos nacionalismos es la Nación Estado, de modo que tales movi-
mientos exigen para su respectiva comunidad un Estado exclusivo, como
garantía e impulso de su identidad.
Hasta este momento se disponía de una idea de Nación que no
podía prescindir del Estado como la estructura política correspondien-
te de toda colectividad en la que la asunción generalizada de los pro-
pios hechos diferenciales generaba en sus miembros la voluntad polí-
tica del autogobierno, como garantía inevitable del mantenimiento y
cultivo de la propia identidad.
¿En qué consiste entonces la transformación realizada en la teoría
nacionalista? Sencillamente en que se ha quebrado la ineludibilidad
de la correspondencia entre Nación y Estado. Una nacionalidad, una
comunidad étnica, sin su propio Estado, deja de ser una aberración,
una frustración histórica, siempre que se le aseguere la estructura po-
lítica propia que garantice el respeto y el impulso de su personalidad.
Esta transformación de la ideología típica del nacionalismo, que per-
mite que ya no se considere rasgo insustituible de la misma la aspi-
ración al propio Estado tras el ejercicio del derecho de autodetermina-
ción, ha sido posible como consecuencia de un triple orden de procesos
que aquí no puedo sino examinar muy someramente.
Ha hecho crisis, en primer lugar, la idea de soberanía nacional:
la posesión de una organización política exclusiva ha perdido el presti-
gio que tenía de ser la panacea de todos los problemas de la comuni-
dad histórico-cultural. En un orden económico dominado cada vez más
por las sociedades multinacionales y un mundo cultural caracterizado
por el intercambio de mensajes y modos de vida, en suma por la inter-
comunicación, la independencia política se muestra problemática. Natu-
ralmente el desprestigio, la crisis del marco estatal no se reduce a
aquel en el que la comunidad nacionalista está integrado, sino que
alcanza a su propio proyecto de independencia.
También el marxismo, como elemento integrante, se quiera o no
reconocer, se sea consciente o no, de la mayor parte de los sistemas

107
Juan José Solozábal Echavarria

ideológicos y culturales de nuestro tiempo, es un factor importante


en el desarrollo de la crisis de la conciencia nacionalista.
La posición del marxismo ante el nacionalismo es algo compleja y
no nos compete analizarla aquí en profundidad. Sólo diremos que el
marxismo rechazó una visión «natural» de la Nación, considerándola
como una categoría histórica, determinada en función de bases más
económicas que culturales y cuya importancia relativizó en considera-
ciones estratégicas o políticas.
Esto es, el marxismo instrumentalizó su significado y rechazó, lo
que un nacionalismo nunca puede admitir, que la Nación pueda con-
vertirse en el foco primordial de la lealtad política.
Finalmente, el federalismo ha sido un factor decisivo en la crisis
estatalista del nacionalismo. Lo cual no deja de ser paradójico, pues
el federalismo es, en buena parte, una respuesta a los problemas plan-
teados por el nacionalismo.
El rasgo más sobresaliente del Estado federal es su carácter de com-
promiso. El Estado federal es casi siempre aceptado como una pro-
puesta que es inferior a la ideal, como una transacción alcanzada des-
pués que el sueño de la autodeterminación como medio de preservar
la propia identidad ha resultado imposible.
El Estado federal, en cuanto comunidad formada por comunidades
que mantienen su peculiaridad propia, es una forma de gobierno muy
difícil, basada en un equilibrio entre fuerzas centrífugas, que llevan a
la desintegración, y fuerzas integradoras, que impulsan al país hacia
una progresiva centralización.
La aportación del federalismo a la crisis del nacionalismo estata-
lista consiste, quizá, en primer lugar en que muestra que existe un
tratamiento a las tensiones nacionalistas, además del de la secesión y la
independencia; que hay una variedad importante del autogobierno que
no pasa por el ejercicio del derecho a la autodeterminación. Y, en se-
gundo lugar, en que el federalismo como práctica o régimen político
reposa sobre unas cualidades, las del compromiso, la transigencia, la
tolerancia, la solidaridad, que son la antítesis de la exageración exclu-
sivista del nacionalismo, el cual acaba siendo afectado y aún minado
por la superioridad moral del federalismo.
La operación de estos tres factores puede llevar al nacionalismo
en una dirección que ponga en cuestión su caracterización tradicional,
de modo que renuncie a la ruptura del marco estatal en que se en-
cuentra y a la aspiración a la secesión. Los dos primeros factores, la
crisis del concepto de soberanía y la influencia del marxismo, pueden
reducir el exclusivismo nacionalista. Una práctica federal satisfactoria
puede convencer a las comunidades de que su identidad nacional se
encuentra garantizada mediante los instrumentos políticos del sistema
federal.
En realidad, esta transformación de los nacionalismos periféricos
no será posible si, al socaire de la operación de esos procesos que
acabo de referir, no tiene lugar un cambio en la comprensión del propio

108
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

nacionalismo general, en este caso el español, en torno al que se mue-


ven aquéllos y frente al que se produjeron sus propias formulaciones.
El nacionalismo español debe de abanadonar su intransigencia, su
propia rigidez conceptual, basado en supuestos centralizadores y ex-
clusivistas que han demostrado no sólo su estrechez ideológica, sino
su incapacidad integradora y su escaso poder modernizador; y admitir
su compatibilidad en la lealtad política de los españoles con otros sen-
timientos de vinculación política de ámbito más reducido pero de la
misma intensidad patriótica.
En correspondencia con esta visión amplia del nacionalismo espa-
ñol, la cultura política española debe representarse de modo plural,
abriéndose a las contribuciones parejas e integradoras de todos sus
componentes.

c) La contexuiaüiución del pensamiento aranista.


Y llegamos, por último, a la consideración de otra cuestión fun-
damental en la redefinición ideológica del nacionalismo vasco, la re-
visión de la aportación de su pensador original y modélico, por lo que
ahora diré, Sabino Arana.
En efecto, el marco desde el que reconsiderar las relaciones del
País Vasco con España no puede limitarse al del sistema institucional
o al propio concepto de nacionalismo que manejan los nacionalismos
español y vasco.
Se impone asimismo la actualización de las primigenias formulacio-
nes nacionalistas, a las que hay que contextualizar adecuadamente, se-
parando lo que en su discurso pueda haber de accidental c histórico
de lo que constituye su esencia, por decirlo así, medular e irrenun-
ciable.
La releclura de Arana es especialmente necesaria en virtud de su
no disminuida presencia en el nacionalismo vasco, debido a que la con-
dición agónica de su pensamiento se ha avenido a las circunstancias
que durante buena parte de su historia han acompañado al propio
nacionalismo vasco.
El primer nacionalismo surgió en una circunstancia de crisis, la
determinada por la industrialización vasca, de la que en buena medida
constituyó un producto, la poda foral, la deseuskerización; pero tam-
bién fue crítico el contexto del nacionalismo en la persecución fran-
quista o durante el exilio. En estos tiempos de resistencia convenía la
formulación estridente y combativa de Arana, que quizá ya no se adecúa
tanto a las necesidades del nacionalismo «situado» de la actualidad,
que goza de una hegemonía ideológica clara y que dispone de enormes
recursos institucionales, económicos y de todo tipo.
La relectura que se propone de la aportación aranista pretende si-
tuar ésta en su contexto temporal; y aún relacionarlo decisivamente
con las propias condiciones personales de su autor.
Desde este punto de vista, las exageraciones e intransigencias ara-

109
Juan José Solozábal Echavarría
nistas, su propio radicalismo, tienen que ver con la coyuntura del pro
pió País Vasco de finales del siglo xix, que acaba de conocer una
remoción muy seria de las bases tradicionales de su existencia, al ser
objeto de una rápida industrialización, ser privado de su propio sis-
tema político secular y estar a punto de perder sus señas propias de
identidad, en el marco de un Estado centralista, el de la Restauración,
con un designio cultural y político uniformista y asimilista.
Sin perder de vista las propias condiciones personales del ideólogo,
Arana es un autodidacta emotivo, y con una visión profética, más bien
elemental y simple, de su labor patriótica.
Aquí nos basta con señalar que esta revisión o redefinición del
independentismo arcaizante y racista de Arana fue emprendido por
éste, un tanto inconsistente y precipitadamente, al final de su vida. Pero
la rectificación de los rasgos más estridentes del nacionalismo vasco
ha sido intentada por numerosos miembros de este partido tras Arana,
de modo que la transformación ideológica solicitada por nosotros no
deja de tener precedentes que facilitan el camino de la misma.
Pensemos en quienes interpretan el Estatuto Vasco como una reno-
vación del pacto foral; o de los euskalerríacos como De la Sota, o nacio-
nalistas liberales como Sarria o el grupo Hermes, de los años 15 de
este siglo; o la actitud de los comunionistas frente a los aberrianos
de los años 20; seguramente la de Juan Ajuriaguerra y la que en la
actualidad parece más próxima a la de Leizaola y muchos otros nacio-
nalistas.

Si el nacionalismo vasco moderado, a la vista de la actuación de


los factores aquí analizados por nosotros, revisa su actitud respecto
de las relaciones entre el País Vasco y España, las mismas podrán
situarse en un nuevo plano de normalidad y coherencia, pues la posi-
ción nacionalista acabará afectando a las demás fuerzas ideológicas del
espectro vasco, en virtud de su situación nodal y hegemónica.
A los socialistas vascos les corresponde propiciar este proceso, re-
nunciando a las facilidades dialécticas que suministra un nacionalismo
atávico e insolidario, abriéndose a la sociedad vasca y asumiendo sus
rasgos y características.
Al independentismo, en fin, se le ha de ofrecer el reconocimiento
de su perfecta legitimidad constitucional, haciéndole ver que la aper-
tura del ordenamiento español y la disposición de su parte de toda
clase de oportunidades y medios de actuar excluye de raíz la utiliza-
ción política de la violencia y los procedimientos antidemocráticos.

110
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

ESTATUTO DE AUTONOMÍA Y DERECHOS HISTÓRICOS

I. Las relaciones entre Fuerismo y Nacionalismo


hasta la Constitución española
Pretendo ocuparme seguidamente de las relaciones entre el Es-
tatuto de Autonomía Vasco y los Derechos Históricos. El tema pre-
senta un indudable interés no sólo desde una perspectiva política: alude
a una problemática, la de las relaciones entre fuerismo y autonomía,
nodal en las posiciones del nacionalismo vasco, y tiene que ver, por
tanto, con la difícil integración del País Vasco en el sistema constitu-
cional español; sino también desde una perspectiva jurídica: las rela-
ciones entre la disposición adicional 1.a y el reconocimiento del derecho
a la autonomía formulado en el artículo 2.°, el sistema de distribución
de competencias y organización de las autonomías territoriales del
título VIII de nuestra Constitución; y especialmente la respectiva po-
sición de las instituciones de la Comunidad Autónoma y la de los
territorios forales del País Vasco, cuestión ésta relacionada, como es
obvio, con la de las fuentes del derecho en tal ordenamiento comuni-
tario.
Si todavía queremos complicar más las cosas o asumir la verda-
dera complejidad de esta problemática, basta que reparemos en dos
cuestiones relacionadas con la misma: la de la base constitucional de
la Autonomía Navarra. La LORAFNA —la Ley Orgánica de Reintegra-
ción y Amejoramiento del Fuero Navarro—, como es sabido, no fue
promulgada como Estatuto de Autonomía; o el alcance efectivo de
la garantía del régimen foral formulada en la disposición adicional 1.a
No está, como puede suponerse, al alcance de mis fuerzas el ocu-
parme de toda esta panoplia de cuestiones. Sólo prtendo sugerir algunas
vías de su comprensión o sentar las bases para conseguir ésta. Afor-
tunadamente dispongo para realizar este cometido de la ayuda de una
Jurisprudencia importante, a ratos, algo vacilante o incluso contra-
dictoria de nuestro Tribunal Constitucional que, últimamente, acaba
de dedicar a esta problemática una decisiva sentencia, la núme-
ro 76/1988, de 26 de abril, resolviendo un recurso de inconstituciona-
lidad que 55 senadores de AP interpusieron contra la Ley 27/1983, de
25 de noviembre, del Parlamento Vasco sobre Relaciones entre las ins-
tituciones comunes de la Comunidad Autónoma y los Órganos Forales
de sus territorios históricos.
Lo que aquí diga puede entenderse como una serie de considera-
ciones, espero que no demasiado deslabazadas, que ayuden a la com-
prensión de la Jurisprudencia de nuestro Alto Tribunal. Como pronto
se verá, la reflexión sobre las bases constitucionales de la foralidad y
sus repercusiones en la propia organización de la Comunidad Autó-
noma Vasca, que es de lo que primordialmente me ocuparé, sirve de
ilustración, tal vez modélica, sobre las relaciones, un tanto ambiguas,
entre el derecho constitucional y la política, y sobre las que un profesor

111
Juan José Solozábal Echavarría

puede manifestarse libremente sin las constricciones, llamémosles rela-


ciónales y procedimenlales, de un juez constitucional. El juez constitu-
cional conoce exclusivamente en términos jurídicos de una disputa que
puede tener, que tiene ordinariamente, un origen político; lo hace tam-
bién constreñido en términos procesales: se limita, al menos en prin-
cipio, a los términos de la cuestión contenida en el petitum. Es ajeno
en el conocimiento del litigio concreto y en su fallo a sus referentes
políticos.
Tales límites, afortunadamente, no afectan al profesor que no sólo
debe dar cuenta de la coherencia lógica del fallo, sino de las condicio-
nes y de los efectos de las actuaciones del Juez Constitucional.
Señalaba anteriormente que el estudio de las bases constitucionales
de la foralidad, su reconocimiento constitucional, y las consecuencias en
el plano de la organización interna de la Comunidad Autónoma Vasca,
puede servir para ilustrar las relaciones entre el Derecho Constitucio-
nal y la política, en concreto sobre el carácter autónomo, sobre las po-
sibilidades del Derecho Constitucional: el reconocimiento constitucio-
nal de la foralidad no se explica sin atención a su sustrato político, pero
su conocimiento no puede agotarse en la consideración de su funcio-
nalidad, como técnica organizatoria, prevista en el momento de la re-
cepción constitucional de la protección al régimen foral; sino que es
capaz de posibilitar en su devenir, como derecho vivido, potencialida-
des en modo alguno previstas en su origen.
En efecto, la disposición adicional 1.a y la disposición derogatoria 2.a
no han agotado su significado en su condición de «gesto» de integra-
ción del País Vasco en el sistema constitucional español, alcance «sim-
bólico» que algunos constituyentes se apresuraron a señalar. Así He-
rrero de Miñón, al referirse al alcance derogatorio de la disposición
derogatoria 2.a, señalaba: «Todos sabemos que las palabras jurídicas,
como todas las palabras, tienen dos tipos de dimensiones: una dimen-
sión normativa, mediante la cual se pretende transformar la realidad
por el derecho, y otra dimensión exclusivamente afectiva, que consiste
en aquel halo emotivo que las palabras, incluso las palabras de la Ley,
son capaces de crear... Es a la dimensión afectiva de las normas
de 1839 y de 1876 a la que se dirige precisamente esta disposición
derogatoria...» Y Osear Alzaga, en parecido sentido, señalaba que el
reconocimiento constitucional de la foralidad suponía —son sus pala-
bras— «una mera deferencia de la Constitución para con dichos dere-
chos históricos y, si se quiere, incluso una muestra de respeto sagrado
o cuasi religioso hacia los mismos». Pero sin efecto jurídico alguno.
«No se trata de expresiones técnico-jurídicas que impliquen fuerza de
obligar».
Pero la suerte de estas dos disposiciones, como tantas veces ocurre
en el Derecho Constitucional, fue diferente a aquella en que pensaron
sus autores. Su eficacia simbólico-integradora fue reducida, pues el PNV
no se dio por satisfecho y recomendó la abstención en el referéndum
aprobatorio de la Constitución. Pero a su amparo se realizó la elabora-
ción y aprobación de la LORAFNA, vía de acceso de Navarra a la auto-

112
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

nomía; y se revitalizaron posiciones provincialistas en la Autonomía


Vasca que no sólo han mostrado la peculiaridad del diseño de la comu-
nidad política vasca, sino que han tenido una importante significación
política.
Evidentemente no hay cláusulas meramente «afectivas», simbólicas o
programáticas en la Constitución. Esta, toda ella, todos sus preceptos,
son normas capaces de desarrollar la potencialidad organizativa o ga-
rantista del Derecho.
El problema jurídico que tenemos ante nosotros es el siguiente:
la interpretación de la disposición adicional 1.a de la Constitución y
de su disposición derogatoria apartado 2.°; y la evaluación de las exi-
gencias y límites que plantea en la organización interna de la comu-
nidad política vasca, esto es, la posición respectiva de las instituciones
comunes del País Vasco (Parlamento y Gobierno) y los órganos de los
Territorios Históricos (Juntas Generales y Diputaciones) y sus fuentes
de derecho respectivas: cuestiones éstas que intentan resolver la ley,
citada anteriormente, 27/1983, de 25 de noviembre, del Parlamento
Vasco sobre «Relaciones entre las instituciones comunes de la Comu-
nidad Autónoma y los Órganos Forales de sus Territorios Históricos»,
esto es, la Ley de Territorios Históricos.
En términos normativos se trata de comprender el alcance de las
cláusulas constitucionales, según las cuales:
«La Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los
territorios forales. La actualización general de dicho régimen se llevará
a cabo, en su caso, en el marco de la Constitución y de los Estatutos
de Autonomía.
En tanto en cuanto pudiera conservar alguna vigencia se conside-
rará definitivamente derogada la Ley de 25 de octubre de 1839 en lo que
pudiera afectar a las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya.
En los mismos términos se considerará definitivamente derogada la
Ley de 21 de julio de 1976.»
La protección garantista del régimen foral es reiterada en el Esta-
tuto Vasco, artículo 37: «Lo dispuesto en el presente Estatuto no su-
pondrá alteración de la naturaleza del régimen foral específico o de las
competencias de los regímenes privativos de cada Territorio Histórico.»
En el Título 1.° de la LTH se establecen las competencias de los
Territorios Históricos (art. 7), y cerrando el sistema de atribución de
las mismas se señala el fondo de reserva de las mismas o la competen-
cia residual en las instituciones de la comunidad autónoma. Según el
artículo 6: «Es de la competencia de las instituciones de la Comunidad
Autónoma la legislación y la ejecución en todas aquellas materias que
correspondiendo a la Comunidad Autónoma según el Estatuto de Auto-
nomía no se reconozcan o atribuyan en dicho Estatuto, la presente Ley
u otras posteriores, a los órganos forales de los Territorios Históricos.»

La comprensión de este entramado de normas y notoriamente del


núcleo de su problemática: el alcance de la garantía constitucional del

113
Juan José Solozábal Echavarría

régimen foral, exige decir algo sobre el contexto político en el que


tuvo lugar la protección constitucional y en el que ésta se ha desarro-
llado, en el nivel estatutario y del legislador autonómico. Y ello no
tanto porque nos interese la voluntas legislatoris, cuestión ésta que en
la interpretación constitucional no cuenta demasiado, pues el Derecho
recoge categorías y utiliza conceptos que alcanzan por sí y en virtud
de su juego en el sistema normativo en que se integran, vida propia.
Sino porque la política impone límites absolutos al derecho: de nada
sirve un derecho promulgado o declarado que es considerado por un
sector significativo de la comunidad cuya vida pretende regir, inope-
rante o inútil; y porque el derecho es reclamado entre sus varias po-
sibilidades, con determinadas pretensiones, por los agentes políticos y
las instancias definidoras del derecho, el Tribunal Constitucional al
menos, actúan a requerimiento y, por consiguiente, con el correspon-
diente acotamiento que ellos verifican, de los agentes políticos. No hay,
esto es evidente, un desarrollo autónomo, inducido desde sí mismo,
del ordenamiento constitucional. El sistema constitucional, como todo
orden jurídico, sólo vale porque hay actores que lo ponen en marcha
y utilizan sus potencialidades.
El estudio del contexto político en que tiene lugar el reconocimiento
constitucional de la foralidad y la derogación de la legislación abolito-
ria foral del pasado siglo, y sobre el que sólo podemos exponer su
problemática básica, requiere plantearse primordialmente el problema
de las relaciones entre fuerismo y nacionalismo vasco; y, especialmente,
el de la viabilidad constitucional de la versión nacionalista del fuerismo.
LOS FUEROS son un sistema de organización político-administrativa
privativo de las provincias vascas que arrancan de la Baja Edad Media
y, eludiendo los intentos centralizadores borbónicos de los Decretos de
Nueva Planta de comienzos del xvm, llegan hasta el estado constitu-
cional del siglo xix. La estructura de este sistema político es la corres-
pondiente a la constitución estamental: la representación de los terri-
torios (juntas) y Señor (o su representante Corregidor) se encuentran
en posición equilibrada. Tal equilibrio garantizado por instituciones
como el pase foral y la protesta oscilará hacia un polo u otro en rela-
ción con la situación de fuerzas del momento.
La filosofía política que subyace a este sistema político es la del
pacto: la integración de los territorios vascos en la planta política co-
mún del Estado español se hace sobre la base de la garantía de las
propias instituciones y a través del Monarca, figura clave tanto del
sistema político vasco como del edificio político general.
Por supuesto los fueros van a considerarse en el pensamiento polí-
tico del particularismo vasco consustanciales a la idiosincracia vasca
y, por tanto, su modo de ser político.
El problema de la concepción foral es que, como puede imaginarse
fácilmente, la misma se aviene mal con los supuestos del régimen cons-
titucional moderno, al menos tal como éste se concibió en España, pues
el fulcro del nuevo edificio político ya no es el monarca, que pasa a
ser un poder constituido más; en el que la soberanía se transfiere al

114
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

pueblo o/a la nación española cuya compatibilidad con otros titulares


del poder político va a ser discutible; y en el que, al socaire de la rea-
lización de un mercado nacional reclamado por la burguesía, se va a
imponer una concepción homogeneizadora del espacio político, cultural
y económico.
Efectivamente, el siglo xix no es precisamente un buen siglo para
los fueros. Desde sus comienzos se realizan intentos de reducción de
los mismos; y la ley «confirmatoria» de los fueros de 1839 y la abolitoria
de 1876 lo demuestran. Con todo la poda foral no es completa y por eso
algún autor ha podido hablar de evolución'o transformación foral antes
que de supresión. En este siglo, por ejemplo, tienen lugar dos impor-
tantes acontecimientos, según ha subrayado Tomás Ramón Fernández,
que van a considerarse integrantes del propio edificio foral: me refiero
a la afirmación de la supremacía de las diputaciones sobre los muni-
cipios —a partir de 1853—; el establecimiento de los Conciertos eco-
nómicos, a partir de 1887.
A esta inadecuación —o difícil adecuación— ideológica o estructural
habría que añadir lo que podríamos llamar una disfuncionalidad téc-
nica. La difícil integración foral en el sistema constitucional se veía
agravada por la misma indeterminación, en su organización y ámbitos
de competencias, del sistema foral. La propia base tradicional y con-
suetudinaria de los fueros acrecentaban su incertidumbre e indetermi-
nación, antípodas de las exigencias de un sistema jurídico moderno, al
ser objeto continuo de rectificaciones y acomodaciones que intentaban
ponerle al día de las exigencias constitucionales. Todo esto, si no hu-
biesen ya suficientes motivos para la suspicacia ideológica, reforzaba
la incompatibilidad, o difícil compatibilidad, entre el sistema foral y
el sistema constitucional español, montado éste sobre una concepción
moderna y no tradicional del derecho.
La posición del nacionalismo vasco ante el fuerismo tiene mucho
interés, en primer lugar porque el nacionalismo va a jugar la carta
del fuerismo en la constituyente española: hará bandera de la reinte-
gración foral, es decir, la vuelta a la situación foral anterior a la Ley
de 25 de octubre de 1839, considerando que sólo de conseguirse tal
reintegración podrá saldarse el problema vasco; y, en segundo lugar,
porque tal asunción de la reivindicación foral, aun mostrando la enor-
me capacidad de adaptación del nacionalismo vasco, que es realmente
antes un movimiento que un partido, aunque se trate de un catch-all-
party, no dejaba de ser problemática e implicaba a la postre una rec-
tificación, a través de la mixtificación, del genuino nacionalismo ara-
nista.
La asunción de la ideología foral por el nacionalismo vasco era inevi-
table primeramente por la enorme resonancia popular del fuerismo, su
capacidad mítica que ofrecían un importante capital político a un par-
tido que pretendiese, desde bases integristas y conservadoras, ser ver-
daderamente nacional en el país vasco; y, en segundo lugar, porque
el «fuerismo», la reclamación fuerista del partido nacionalista, permitía
la presencia legal en la escena política española de este partido.

115
Juan José Solozábal Echavarría

Lo que en el pensamiento de Sabino Arana no pasa de ser un ele-


mento secundario, la evaluación del sistema político vasco tradicional,
frente a la afirmación del núcleo de la ideología nacionalista: la recla-
mación de la independencia, pasará a desempeñar en el partido nacio-
nalista, en función de las exigencias políticas y tácticas expuestas, a
partir de 1906, muerto ya Arana, un rol imprescindible, que vuelve a
ser retomado con fuerza, frente a otras opciones, la reclamación del
derecho de autodeterminación, por ejemplo, por el nacionalismo vasco
en el momento constituyente.
Hay que decir que la contradicción que pudiese existir entre la ideo-
logía foralista a quien no le es dable prescindir de la apoyatura externa,
española, del sistema político vasco; y el independentismo del naciona-
lismo vasco se intenta vencer un tanto ambiguamente por una relectura,
que no obstante ofrece importantes fisuras, del fuerismo, ya realizada
por el propio Arana, que relativiza su carácter pactado y el rol desem-
peñado en el mismo por el monarca español o su representante.
Como es sabido, el Partido Nacionalista Vasco no considerará su-
ficientes las satisfacciones forales de la adicional l.;l y derogatoria 2.a, y
se abstuvo en la votación final de la Constitución, recomendando así
mismo esta misma postura en el referéndum sobre el proyecto de
constitución.
Quizá, y con toda brevedad, puedan hacerse un par de observaciones
a esta doble actitud. En primer lugar, llama la atención la extraordina-
ria proximidad a que se llegó en la discusión de la constituyente entre
las posiciones de los nacionalistas y de la mayoría respecto de la redac-
ción de la disposición adicional 1.a Aunque habida cuenta de que el
clima político del País Vascu y la astuta comprensión por parte del
PNV de las ventajas que una imagen de incomprensión y de agravios
del Estado o de Madrid podían deparar, hacía muy difícil la consecu-
ción de un acuerdo, éste pudo haberse facilitado con una reflexión
sobre la posición de supremacía de la Constitución en el ordenamiento
jurídico y quizá con una insistencia menor, que tuvo lugar sobre todo
fuera del Parlamento, respecto de las distancias de los supuestos cons-
titucionales y los de los derechos históricos.
Como es sabido, la actitud del Partido Nacionalista Vasco respecto
del referéndum está en la base del reducido número de participantes
del País Vasco en la consulta popular sobre la Constitución. Hay que
señalar que dicha actitud afectó a la legitimidad política del sistema
constitucional del País Vasco, pero con todo no deben exagerarse sus
consecuencias. Así, en modo alguno, puede hablarse, como a veces se
hace, de un rechazo vasco a la Constitución. Quien se abstiene, eviden-
temente, no vota en contra. Suspende su juicio y más bien se adhiere
tácitamente a la decisión adoptada por la mayoría. De modo que jurí-
dicamente, si puede utilizarse este lenguaje, puesto que el cuerpo elec-
toral en esa consulta tenía dimensiones nacionales, la aceptación vasca
a la Constitución es irreprochable.
Otro cosa es el plano político. Pero aquí no debe olvidarse que el
déficit original de legitimidad de la Constitución se reparó en buena

116
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

medida con la aceptación del Estatuto de Autonomía, que jurídicamen-


te trae su origen de la Constitución, y la realización de cuyas institu-
ciones de autogobierno tiene lugar totalmente dentro y con las garan-
tías, entre ellas señaladamente del Tribunal Constitucional, del orde-
namiento constitucional.
El estudio del contexto político del bloque normativo cuya interpre-
tación nos compete debe tener en cuenta la consideración de otro mo-
mento sin cuya comprensión no se pueden entender buena parte de
las vicisitudes de la puesta en funcionamiento de las instituciones vas-
cas y notoriamente la problemática del reparto de competencias entre
las instituciones comunes de Euskadi y las propias de los territorios
forales.
Efectivamente la problemática foral ofrece una dimensión ad extra,
que, dicho groseramente, viene a consistir en la exigencia del respeto
por parte de la organización política española del autogobierno vasco,
y es, creo, éste fundamentalmente el sentido en el que el Partido Na-
cionalista Vasco utiliza la bandera foral en la constituyente; y también
una dimensión ad intra que, dicho también someramente, se refiere
a la distribución del poder político dentro de la comunidad vasca.
Es el caso que la foralidad vasca siempre ha tenido y ahora no
puede menos de tener una importantísima dimensión provincial, origen
potencial y efectivo de muchos problemas, ideológicos y de reparto de
poder.
Históricamente, y con independencia de la conciencia de la similitud
de instituciones, y de la pertenencia, subrayada por la posesión común
de un idioma peculiarisimo a una misma etnia, los vascos no han com-
partido instituciones jurídicas generales, de modo que los fueros han
sido privativos de cada territorio histórico: Álava, Guipúzcoa, Vizcaya.
Este particularismo provincialista pasa al propio nacionalismo. Sabi-
no Arana imagina Euskeria como una confederación libre en la incor-
poración y en la eventual secesión de estados vascos, sobre una base
igualitaria. Este planteamiento no sólo es debido a la inercia derivada
de la fidelidad al provincialismo fuerista, sino que es aconsejado para
vencer las reticencias, especialmente navarras y alavesas, donde el na-
cionalismo siempre ha sido más débil, a la unión vasca.
El caso es que este provincialismo tiene un vigor extraordinario en
la visión autonomista del pueblo vasco. Hasta 1924 la autonomía vasca
no se contempla desde una base común no provincialista y el peso
confederal interno es muy visible en el propio Estatuto de Estella,
donde se reconoce un derecho de veto a las instituciones comunes por
parte de los territorios históricos; o incluso, en el proyecto de decreto-
ley de régimen pre-autonómico para el País Vasco, aprobado por la
Asamblea de Parlamentarios Vascos en septiembre de 1977, cuyo artícu-
lo 9 instituía como órgano supremo un Consejo Confederado del País
Vasco, compuesto por una representación de cada territorio histórico
integrada por 10 miembros por cada uno de ellos y los parlamentarios
de cada territorio respectivo. Las atribuciones de este Consejo Federal

117
Juan José Solozábal Echavarría

se establecían «sin perjuicio de las facultades privativas de las Juntas


Generales y del Consejo Foral de Navarra».
De otra parte, el anteproyecto de Estatuto Vasco del Partido Na-
cionalista Vasco reconocía «facultades legislativas» a las Juntas Gene-
rales de cada territorio histórico. Sin duda a resolver este prurito pro-
vincialista debe obedecer el artículo 6, apartado 2, de la LTH, cuando,
por si todavía quedase alguna duda, establece que: en todo caso, la
facultad de dictar normas con rango de ley corresponde en exclusiva
al Parlamento —Vasco.—.
Las tensiones dentro de la comunidad autónoma vasca se han visto
reforzadas, como consecuencia, especialmente, de la resistencia de la
Diputación Alavesa a perder peso político, resistencia de singular im-
portancia toda vez que Álava —como Navarra— había conservado en el
franquismo su régimen foral —Vizcaya y Guipúzcoa lo habían perdido
por su actuación «traidora», no secundando el Alzamiento Nacional—
y como consecuencia de que el peso del nacionalismo en Álava siempre
había sido débil, lo que exigía especial tacto del nacionalismo vasco
en el tratamiento del «caso» alavés. A este estado de cosas hay que
añadir la tendencia de las tensiones internas nacionalistas entre los par-
tidarios de Arzallus y Garaicoetxea a presentarse, o en todo caso a inci-
dir en ellas, como diferencias entre los foralistas, celosos de preservar
la suficiencia de las provincias y de afirmar en ellas el origen del poder
político vasco, y quienes aspiraban a establecer, como consecuencia de
su proyecto nacional vasco, la supremacía de las instituciones comunes
sobre las provinciales.

II. El reconocimiento constitucional de la Foralidad:


alcance de la disposición adicional 1.a y del apartado 2."
de la disposición derogatoria
Es a la vista de este contexto político, que ha debido de bastar,
así lo espero, para poner en claro los términos generales de la proble-
mática foral en su tratamiento constitucional, como podemos abordar
la interpretación del bloque normativo propuesto a nuestra conside-
ración.
Tal tratamiento ha de arrojar luz sobre un triple orden de cuestio-
nes: en primer lugar, alcance material del reconocimiento constitucio-
nal de la foralidad, esto es, qué cabe entender constitucionalmente por
derechos históricos o régimen foral, que la Constitución, tras la dero-
gación de las leyes restrictivas o abolitorias del mismo, «ampara y res-
peta». Quiere esto decir que tenemos que establecer en primer lugar
los efectos de la derogación del derecho antiforal preconstitucional
determinar la vigencia del mismo, pues sólo el derecho foral no con-
trario a la Constitución, o que admite su comprensión constitucional,
queda amparado, efectivamente, por la Constitución tras la entrada en
vigor de ésta.
En este orden de cosas el principal problema a resolver será el de

118
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

si entendemos el régimen foral como un conjunto de derechos cuya


validez depende de su efectiva vigencia histórica, esto es, como un todo
abierto y esencialmente incierto; o como un conjunto de atribuciones
compatibles con la imagen histórica del autogobierno vasco pero a
establecer pro futuro.
En un caso la foralidad se reconoce y declara; en otro, salvada su
identificación con la imagen secular del autogobierno vasco, la fora-
lidad se define y establece.
El segundo orden de problemas, determinado el alcance o el ámbito
material del reconocimiento constitucional, se refiere a la titularidad
de los derechos históricos. Estos derechos históricos que la Constitu-
ción reconoce y ampara ¿de quién son? ¿De quiénes se predican? ¿Sólo
de los territorios foralcs o también de las instituciones de la comunidad
autónoma?
El tenor literal de la disposición adicional parece claro: aquí se
habla de los derechos históricos de los territorios forales, pero al menos
—y ya sabemos que éste no es ni mucho menos un criterio decisivo—
los parlamentarios vascos parecían identificar o poner en conexión
el régimen foral reactualizado, a que se refiere esta disposición adi-
cional, y a la autonomía vasca; y muchos han sugerido, yo mismo
lo he hecho en alguna ocasión, la comprensión de la autonomía
vasca como una versión renovada del régimen foral. La misma trascen-
dencia de la discusión de la constituyente parece abonar, en efecto, la
idea de que la opinión pública atribuía a este precepto una trascen-
dencia mayor que la de la garantía, aunque el reconocimiento consti-
tucional le prestase una indudable importancia, de una cierta descen-
tralización, si bien con el simbolismo que le confería la historia, interna,
en el seno de la Comunidad Autónoma Vasca.
De otro lado, en el Estatuto Vasco se asumen, al menos, competen-
cias en materia educativa y de orden público, artículos 16 y 17 en, res-
pectivamente, «aplicación de lo dispuesto en la disposición adicional 1.a
de la Constitución» y «mediante el proceso de actualización del régimen
foral previsto en la disposición adicional 1.a de la Constitución»; por
no hablar del reconocimiento de funciones comunitarias en materias
directamente vinculadas al régimen foral, como son los conciertos eco-
nómicos a que se refiere el título 3.° del Estatuto Vasco, bajo la rúbrica
«Hacienda y Patrimonio».
Y hay otro tercer, y doble, orden de problemas, en parte ya aludidos
en la ejemplificación de cuestiones arriba establecida. ¿Qué relaciones
cabe establecer entre el régimen foral y la autonomía vasca? ¿Añade
algo, fuera de su referente simbólico aquél, el régimen foral, a ésta, la
autonomía vasca? ¿Cabe deducir atribución específica de competencias
en favor de la Comunidad Autónoma Vasca de tal reconocimiento cons-
titucional? ¿Significa este reconocimiento del régimen foral un refuerzo
competencia] o garantista de la autonomía vasca?
En segundo término, además de estas relaciones, llamémosles ho-
rizontales, del régimen foral, hay que reparar en sus relaciones verti-
cales. ¿Quién actualiza el régimen foral? La disposición adicional se

119
Juan José Solozábál Echavarría

refiere a la actualización denominada general, en el sentido quizá de


total y definitiva, antes que en el de básica o fundamental del régimen
foral, realizada en el marco, pero no, no necesariamente por la Consti-
tución y los Estatutos de Autonomía. ¿Estamos quizá también ante
una habilitación, con el límite estatutario en cualquier caso, de actua-
lización del régimen foral a realizar por el legislador autonómico or-
dinario?
Esta panoplia de cuestiones, verdaderamente impresionante por su
extensión y por la gravedad de los problemas jurídicos y políticos que
presenta, no es fruto de una lectura capciosa del bloque normativo,
objeto de nuestra consideración, y notoriamente de la disposición adi-
cional 1.a y de la disposición derogatoria, apartado 2.° Son preguntas
que se ha hecho la doctrina, los trabajos de Tomás Ramón Fernández,
Ignacio Lojendio, Jesús Leguina o Javier Corcuera, y se refieren a pro-
blemas suscitados por agentes políticos, planteados en los petita y alu-
didos en las argumentaciones de recursos y conflictos sustanciados por
el Tribunal Constitucional.
Son problemas que sólo en parte resultan resueltos de una lectura
unívoca de la Constitución, por más que ésta se realice con el rigor
de quien, lo que ya es mucho presumir, conozca el alcance exacto de
conceptos jurídicos como el de la derogación, régimen foral, etc.; y de-
cida sin hacerse cuestión, lo cual sería bastante irresponsable, de los
efectos jurídicos y políticos de tal interpretación.
En suma, en pocas cuestiones como ésta se hacía sentir la necesidad
de intervención del Tribunal Constitucional que definiese el alcance
del reconocimiento efectivo de la protección constitucional de la fora-
lidad; y que estableciese el criterio para la comprensión de las relacio-
nes entre la misma y la autonomía, así como el de la distribución, a
la luz de la protección constitucional de los derechos históricos, de com-
petencias entre las instituciones comunes del País Vasco y la de los
órganos de los territorios forales.

III. La Jurisprudencia constitucional al respecto:


especial consideración de la Sentencia 76/1988 de 26 de abril
Como se verá de la breve exposición que ahora emprendo, el
Tribunal Constitucional se había referido, con una cierta tangenciali-
dad, a esta problemática en algunas sentencias resolutorias de recur-
sos sobre conflictos de competencia; así la sentencia 11/1984, de 2 de
febrero, recaída en un conflicto de competencias, suscitado por el Go-
bierno Vasco en relación con el acuerdo del Consejo de Ministros por
el que se autoriza a la Comunidad Autónoma del País Vasco para emitir
deuda pública. O la sentencia 123/1984, de 18 de diciembre, resolviendo
un conflicto positivo de competencias promovido por el Gobierno cen-
tral en relación con un decreto del Gobierno Vasco creando un Centro
de Coordinación Cooperativa.

120
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

Pero cuando el Tribunal Constitucional ha abordado frontalmente


esta problemática ha sido en la sentencia 76/1988, de 26 de abril, sen-
tencia sobre territorios históricos, recaída, según se dijo antes, como
consecuencia de un recurso de inconstitucionaíidad por el que 55 sena-
dores de AP impugnan diversos preceptos de la Ley de Territorios His-
tóricos, por entender que el Parlamento Vasco, al regular la atribución
de competencias de los territorios históricos, y en concreto el estable-
cimiento del fondo residual en favor de las instituciones comunes; así
como al legislar sobre competencias tributarias y regular la organiza-
ción de alguna institución como el Consejo Vasco de Finanzas, no ha
respetado la protección constitucional de la foralidad, contenida en la
disposición adicional primera de la Constitución.
La doctrina del Tribunal Constitucional anterior a la sentencia sobre
la Ley de Territorios Históricos, bastante categórica, y discutible, se
centraba en los siguientes puntos:
A) La disposición adicional 1.a no puede entenderse como título
atributivo específico de competencias, que resulta del reparto compe-
tencial verificado en el bloque constitucional. «La idea de los derechos
históricos de las Comunidades y territorios forales, se lee en la STC
123/1984, a que alude la disposición adicional 1.a de la Constitución, no
puede considerarse como un título autónomo del que puedan deducirse
específicas competencias, pues la disposición adicional manifiesta con
toda claridad que la actuación general de dicho régimen foral se ha
de llevar a cabo en el marco de la Constitución y de los Estatutos de
Autonomía por donde el problema retorna a su anterior planteamiento
en torno al artículo 149.1.29 de la Constitución».
B) Los derechos históricos lo son de los territorios forales, sin
que de los mismos puedan deducirse competencias de la Comunidad
Autónoma Vasca. Derechos históricos y competencias comunitarias
traen su origen de diferente título competencial y se corresponden a la
diferencia estructural y consiguiente ámbito de intereses de la Comu-
nidad Autónoma Vasca y los territorios forales. «No existe la preten-
dida conexión lógica entre las competencias de los territorios histó-
ricos, se lee en la sentencia 11/1984, en materia de endeudamiento
público y las que pueda corresponder a la Comunidad Autónoma en
lo referente a la emisión de su propia deuda pública.» Doctrina que
reitera en la misma sentencia el Tribunal. «Es obvio que cada uno de
los territorios históricos y la Comunidad Autónoma del País Vasco son
entes jurídicamente distintos y autónomos entre sí, dotados de su co-
rrespondiente esfera de intereses y de las competencias necesarias para
su gestión, sin perjuicio de las relaciones funcionales existentes entre
ellos y entre cada uno de ellos y el Estado... Las fuentes de las que
nacen las competencias de los territorios históricos, por un lado, y de las
Comunidades Autónomas, por otro, son necesariamente distintas. Los te-
rritorios forales son titulares de derechos históricos... En virtud de lo
dispuesto por la disposición adicional 1.a de la Constitución. Las com-
petencias de las Comunidades Autónomas se derivan, en cambio, de la

121
Juan José Solozábal Echavarria

correspondiente asunción estatutaria, teniendo en cuenta el marco del


bloque constitucional.»
C) Así como, según queda dicho, la especificación competencial de
la Comunidad Autónoma Vasca resulta del contenido del propio Esta-
tuto de Autonomía dentro del marco constitucional y teniendo en cuen-
ta otras posibles normas delimitadoras de competencias, la delimitación
de las atribuciones de los territorios forales podrá exigir, son palabras
del Tribunal, «una investigación histórica de cuáles sean tales derechos».

En resumidas cuentas esta jurisprudencia, luego de señalar la insu-


ficiencia per se de la disposición adicional para operar como título
atributivo de competencias específicas, refería los derechos históricos
exclusivamente a los territorios forales; parecía tener una idea acumu-
lativa y no institucional de los mismos, dependientes en cuanto a su
especificación concreta fundamentalmente de un examen histórico so-
bre su vigencia; y finalmente, parecía reposar en una visión separada,
o con integración deficiente, de las instituciones vascas comunes y los
órganos de los territorios forales, correspondiente tal vez a una com-
prensión no suficientemente sistemática de las relaciones entre el ré-
gimen foral y el Estatuto de Autonomía Vasco.
Por todo ello no es de extrañar que, aun reconociendo el carácter
coyuntural de los pronunciamientos jurisprudenciales sobre la protec-
ción constitucional de la foralidad que tienen lugar exclusivamente en
obiter dicta, la doctrina haya sido bastante crítica con los mismos; y
que por todo ello se aguardase con auténtica expectación el fallo del
Tribunal respecto de la Ley de Territorios Históricos objeto del recurso
a que antes me he referido.
Como vamos a ver, esta reciente jurisprudencia completa, y matiza
en aspectos importantes, su anterior doctrina sobre esta problemá-
tica.
En primer lugar, y por lo que se refiere al ámbito material de los
derechos históricos objeto de la protección constitucional, el Tribunal
parece abandonar la anterior visión de los mismos, llamémosle acumu-
lativa, e inclinarse por una idea global o sistémica de los mismos, que
devalúa la actividad del historiador en su declaración y, por el contra-
rio, subraya su necesidad de definición y reactualización, labor que
compete básicamente al legislador, ya sea el estatutario o el autonómi-
co ordinario.
En esta actitud definitoria del alcance material de los derechos
históricos, supongo que espoleado por la doctrina y fundamentalmente
por el libro de Tomás Ramón Fernández, el Tribunal utiliza para refe-
rirse al régimen foral, cuya protección asegura la disposición adicio-
nal 1.a la categoría garantía institucional, acuñada por Schmitt, con re-
lación a determinadas organizaciones o partes del edificio político cons-
titucional y su posición respecto de las mismas del legislador que en
efecto regula su régimen jurídico configurándolas pero con, diríamos,
límites esenciales.

122
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

El Tribunal Constitucional, en su sentencia de 28 de julio de 1981,


había recordado el concepto de garantía institucional y el alcance del
límite que tal garantía imponía al legislador. Objeto de la protección
constitucional son «determinadas instituciones, consideradas componen-
tes esenciales del orden jurdico-político, elementos arquitecturales in-
dispensables», a los que se asegura «un núcleo o reducto indisponible
por el legislador». «La garantía institucional no asegura un contenido
concreto o un ámbito competencial determinado y fijado de una vez
por todas, sino la preservación de una institución en términos recog-
noscibles para la imagen que de la misma tiene la conciencia social
en cada tiempo y lugar. Dicha garantía es desconocida cuando la ins-
titución es limitada, de tal modo que se la priva prácticamente de sus
posibilidades de existencia real como institución para convertirse en
un simple nombre.»
Esta construcción, pienso, tiene todos los méritos que se quieran,
menos el de la precisión. Recuerda la construcción del límite de los
derechos fundamentales derivado de su contenido esencial: pero es
mucho menos precisa. La desfiguración que impide la exigencia del
respeto del límite esencial de los derechos fundamentales es la dog-
mática, que su nomen inris no sea un flatus vocis, de modo que el de-
recho objeto de normacion por el legislador ordinario siga, después de
ésta, siendo reconocible. En cambio la garantía en el supuesto de la
garantía institucional es social: se trata de impedir una configuración
de la institución que no contradiga la imagen que sobre la misma se
haga, se vaya haciendo, la sociedad.
El caso es que nuestro Tribunal retoma este concepto para la cali-
ficación del régimen foral. «Lo que la Constitución ha venido a ampa-
rar —en su disposición adicional 1.a— señala el Tribunal, no es una
suma o agregado de potestades, facultades o privilegios, ejercidos his-
tóricamente en forma de derechos subjetivos de corporaciones territo-
riales, susceptible de ser traducidos en otras tantas competencias de
titularidad, o ejercicio respaldadas por la historia.»
Lo que la Constitución garantiza es la foralidad, o la «imagen iden-
tificable del régimen foral tradicional», tanto en sus aspectos organi-
zativos como competenciales, pero no «todos y cada uno de los derechos
que históricamente la hayan caracterizado». El reducto indisponible al
legislador, protegido por la garantía institucional, establecida en la dis-
posición transitoria 1.a, es «un régimen de autogobierno territorial con
el que quepa reconocer el régimen foral tradicional de los distintos
territorios históricos».
La construcción del Tribunal de la protección constitucional del
régimen foral como garantía institucional impide considerar a éste como
un sistema jurídico preexistente, como un conjunto de derechos cuya
vigencia depende de su congruencia con la Constitución y el Estatuto
de Autonomía y cuyo contenido habría de fijarse caso a caso, en virtud
fundamentalmente de títulos históricos, lo cual arrojaba sobre el or-
denamiento jurídico vasco unas dosis de indeterminación y casuismo

123
Juan José Solozábal Echavarría

difícilmente soportables; y, por e! contrario, fija la atención sobre la


condición «actualizada» del régimen foral.
La indeterminación jurídica de la garantía constitucional del reco-
nocimiento de la foralidad posibilita poner, en efecto, toda la atención
en la redefinición del sistema foral. El contenido de la foralidad no
necesita en realidad de una mera declaración, sino propiamente de una
verdadera construcción, que, conservando la fidelidad a la imagen tra-
dicional del autogobierno vasco, tenga en cuenta los principios consti-
tucionales y la existencia en el nuevo orden jurídico-político de unos
nuevos sujetos públicos que son las comunidades autónomas.
La aparición de la Comunidad Autónoma, en el caso vasco, es fun-
damental, pues ella será titular de parte de los derechos históricos,
que por decirlo así han cambiado de dueño —el Tribunal Constitucio-
nal rectifica así su anterior doctrina según la cual sólo los territorios
forales poseen derechos históricos—. «La actualización, por tanto, como
la Constitución dispone, ha de llevarse a cabo también, dice el Tri-
bunal Constitucional, en el marco de los estatutos de autonomía, y
ello puede suponer que determinados derechos históricos incompati-
bles con el hecho autonómico deban suprimirse o que deben atribuirse
a unos nuevos sujetos, las Comunidades Autónomas, aquellos que resul-
tan imprescindibles para su misma configuración o funcionamiento.»
Vemos, pues, que tras la aparición de la Comunidad Autónoma, si
bien la titularidad última de los derechos históricos corresponde a los
territorios forales ex costitutione, quien determina su alcance y su dis-
posición efectiva es el Estatuto de Autonomía y en la medida que éste
lo autorice incluso el parlamento autonómico.
En efecto, es el Estatuto, respetada la garantía constitucional foral,
reiterada en su artículo 37, quien distribuye ese fondo de competencias
entre las instituciones comunes y los órganos de los territorios his-
tóricos.
La definición competencial es realizada por el estatuyeme, al reco-
nocer una reserva foral de determinadas competencias exclusivas de los
territorios en el artículo 37, apartado 3, y subapartados a) y e) y sub-
apartado 1; o encomendada al legislador autonómico ordinario al auto-
rizar la transferencia por su parte de competencias o la realización
de desarrollo normativo de determinadas materias.
Difícilmente —concluye el Tribunal— puede considerarse, en conse-
cuencia, que «el ámbito actual y actualizado de los derechos históricos
de los territorios forales haya quedado indeterminado y dependiente
de investigaciones históricas o de decisiones judiciales caso por caso».
Aunque a mayor abundamiento, en un supuesto de conflicto, no
sea desechable la luz histórica sobre la titularidad de la competen-
cia, «no puede admitirse, en modo alguno, que tal investigación pueda
sustituir o desplazar los mandatos estatutarios o legales que actualicen
el régimen foral; ni cabe sostener que ese régimen deriva única y direc-
tamente de una legitimidad histórica, independientemente de las nor-
mas que lo actualicen».
La negación por el Tribunal del carácter abierto del sistema foral y

124
Problemas constitucionales de la autonomía vasca

la atribución de la capacidad de su definición al legislador estatutario


y aun al autonómico ordinario, llevan finalmente al juez constitucional
a apreciar conforme a la Constitución el contenido del artículo 6 de la
Ley de Territorios Históricos, que supone en realidad una cláusula de
cierre de la atribución competencial que se realiza en el artículo 7.
El Parlamento, según el Tribunal, «ha actuado dentro del ámbito para
el que le habilita el Estatuto al ejercitar la potestad legislativa gené-
rica que le reconoce el artículo 25 del Estatuto, así como al transferir
competencias a los Territorios Históricos de acuerdo con el artículo 37
del mismo y sin transgredir los límites que el mismo artículo 37 le
imponen», esto es, sin privar a los territorios históricos de ninguna
de las competencias integradas en el núcleo esencial del régimen foral.

NOTA BIBLIOGRÁFICA
La perspectiva jurídico-constitucional de esle curso, especialmente perceptible
en su segunda parte, explica también el sentido de la selección bibliográfica sobre
un tema, el de las relaciones entre el País Vasco y el sistema político español, que
cuenta con una literatura enorme.
Los dos trabajos de referencia indispensable son el núm. 46-47 de la Revista de
Estudios Políticos (edición de J. J. Solozábal), dedicado al sistema político vasco,
y, especialmente, Tomás Ramón FI-RSÁNDI-Z, LOS derechos históricos de los territo-
rios foralcs, Madrid, 1985. En el número citado de la REP se encuentra el estudio
de Javier CORCLÜRA, «Derechos históricos de los Territorios Forales», y el de J. J. So-
LOZÁHAL, «Sobre los supuestos jurídicos de la cobertura institucional del pluralismo
territorial en el Estado autonómico español».
Además, Juan Manuel EGUIAGARAY, «La Ley de Territorios Históricos», en Cuader-
nos de Álzate, núm. 1; Jesús LECI.INA, «LOS territorios históricos vascos: poderes
normativos y conflictos de competencias», Revista Española de Derecho Constitu-
cional, núm. 3; I. María LO.IENUIO, La disposición adicional primera de la Constitu-
ción española, Oñate, 1988.
Para nuestros propósitos, el tema de las relaciones entre nacionalismo y fueris-
mo puede verse a partir de J. J. SUI.07.ABAI., El primer nacionalismo vasco, Madrid,
1975; J. P. Fusi, El País Vasco. Pluralismo y nacionalidad, Madrid, 1984, y, espe-
cialmente, el capital trabajo de A. ELORZA, ideologías del nacionalismo vasco, San
Sebastián, 1978.
La exposición sobre la crisis de la versión eslatalista del nacionalismo, en
J. J. SUI.07.ABAL, «Por un nuevo concepto de Nacionalismo. Integración y conflicto
de los nacionalismos españoles», Revista de la Facultad de Derecho de la Univer-
sidad Complutense, núm. 4, extra, 1981.
Y, sobre todo, las Sentencias del Tribunal Constitucional 11/1984, de 2 de febre-
ro; 123/1984, de 18 de diciembre, y 76/1988, de 26 de abril.

125
LOS CONFLICTOS POSITIVOS
DE COMPETENCIA ENTRE EL ESTADO
Y LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS *

Ramón Punsef Blanco


Catedrático de Derecho Constitucional
Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo

1. INTRODUCCIÓN:
LOS CONFLICTOS DE COMPETENCIA INTERSUBJETIVOS.
CONFLICTOS POSITIVOS
Aunque también en otros procesos tanto los Jueces y Tribunales
ordinarios como el Tribunal Constitucional cumplen, en la medida en
que están llamados a aplicar el bloque de la constitucionalidad, una
función de tutela del sistema de distribución de esferas de poder
entre el Estado y las Comunidades Autónomas, el conflicto es un tipo
de proceso especial y exclusivamente diseñado para resolver las con-
troversias relativas a la titularidad o al modo de ejercicio de las com-
petencias en que se articula cada una de esas esferas cuando la norma
o acto litigiosos carezcan de rango leal y dimanen de un órgano estatal
o autonómico (conflicto positivo) o cuando la inactividad de la Admi-
nistración del Estado y de una Comunidad Autónoma, o simplemente
la de esta última, sea la causa de la disputa competencial (conflicto
negativo).
Los conflictos de competencia suponen el elemento de Staatsgericht-
sbarkeit más genuino de nuestra jurisdicción constitucional, si bien
tal elemento impregna también parcialmente la configuración del re-
curso de inconstitucionalidad en vía principal. Es la identidad y natu-
raleza de los contendientes, derivada de la forma compuesta del Es-
tado, lo que otorga al proceso su vinculación al viejo modelo germá-
nico, por más que su vertebración y organización concretas le hacen
asimismo deudor de las técnicas empleadas en la resolución de con-
troversias no conectadas con la estructura territorial del Estado, pues

* El presente trabajo, incardinado en una obra de mayor amplitud, se terminó


de redactar a finales de 1986. Utilizado en buena medida, con auxilio de la juris-
prudencia posterior, para un Curso del CEC, este mismo año se publicará en su
versión definitiva, más completa, recogiendo las Sentencias del Tribunal Constitu-
cional de 1987 y 1988.

Revista del Centro de Estudios Constitucionales ]27


Núm. 2. Enero-abril 1989
Ramón Punsel Blanco

el nomen inris «conflicto» tiene entre nosotros —al igual que en otros
ordenamientos, ya unitarios, ya complejos— connotaciones de mayor
amplitud: baste pensar en los conflictos de jurisdicción y de compe-
tencia previstos en la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ).
La Constitución alude a esta clase de proceso en el artículo 161.l.c),
que encomienda al Tribunal Constitucional el conocimiento «de los
conflictos de competencia entre el Estado y las Comunidades Autó-
nomas o de los de éstas entre sí». Sólo en tal precepto se refiere
nuestra ley fundamental a semejante especie de procedimiento juris-
diccional, omitiendo toda mención de otros supuestos conflictuales de
similar naturaleza. Por tanto, los únicos conflictos de competencia
imaginados por el constituyente son aquellos de carácter intersubje-
tivo en que se enfrentan el Estado, entendido como el sector central
del aparato estatal, y un Ente territorial dotado de lo que conocemos
como autonomía política, o bien dos Entes de tal género.
Ese sector central del que hablamos como parte de los conflictos
competenciales intersubjetivos ha sido descrito por el Tribunal Cons-
titucional como «el conjunto de las instituciones generales o centrales
y sus órganos periféricos, contraponiendo estas instituciones a las pro-
pias de las Comunidades Autónomas y otros Entes territoriales autó-
nomos» '. Se trata, según se aprecia, de una definición negativa: en su
acepción restringida, el Estado viene a configurarse como un com-
plejo orgánico diferenciado de los Entes en los que, de acuerdo con
el artículo 137 CE, se organiza el territorio del Estado-ordenamiento.
Definición negativa, decimos, y cabe añadir que amplia e imprecisa en
relación con la bipolaridad en que se sustentan los conflictos: no todos
los órganos generales del Estado pueden devenir partes sustantivas
de estos procesos (el Jefe del Estado y el Cuerpo Electoral estatal
resultan ejemplos evidentes, pero también, por motivos que ya ten-
dremos ocasión de explicar, los órganos jurisdiccionales del Poder Ju-
dicial, entre otros). Conviene, sin embargo, que la definición sea am-
plia, porque el Gobierno de la Nación, que, en virtud de expresa
disposición legal, ostenta en régimen de monopolio la condición de
sujeto procesal por cuenta del Estado, no es necesariamente el único
sujeto sustantivo de un conflicto.
El artículo 161.l.c) CE limita la intervención de los Entes territo-
riales intraestatales en los procesos conflictuales a las Comunidades
Autónomas. Esto no supone que las Corporaciones locales encuentren
prohibido su acceso a la jurisdicción constitucional por esta vía, ya
que el apartado d) del artículo 161.1 deja abierta la eventualidad de
que una ley orgánica así lo establezca. Mas no ha sido tal el caso.
Con buen criterio, la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (LOTC)
se ciñe estrictamente a las explícitas previsiones constitucionales, que

1
STC 32/1981, f. 5. En la misma Sentencia y en otras posteriores se habla de
los «órganos generales» del Eslado, en lanío que en diversos pronunciamientos del
Tribunal se emplean las expresiones «órganos centrales», «poderes centrales», «Es-
tado central»...

128
Los conflictos positivos de competencia

la jurisprudencia ha tenido oportunidad de considerar y aplicar2. El ar-


tículo 59 LOTC, en efecto, que se refiere tanto a los conflictos inter-
subjetivos cuanto a los que tengan lugar entre determinados órganos
constitucionales del Estado, dice lo siguiente:
«El Tribunal Constitucional entenderá de los conflictos que se
susciten sobre las competencias o atribuciones asignadas direc-
tamente por la Constitución, los Estatutos de Autonomía o las
Leyes orgánicas u ordinarias dictadas para delimitar los ámbitos
propios del Estado y las Comunidades Autónomas y que opongan:
1. Al Estado con una o más Comunidades Autónomas.
2. A dos o más Comunidades Autónomas entre sí.»
A su vez, la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del
Régimen Local, defiere el conocimiento jurisdiccional de cualquier cla-
se de controversia entre Entes locales o de éstos con el Estado o con
una Comunidad Autónoma a los Tribunales del orden contencioso-
administrativo (arts. 63 y ss.).
Pues bien: si el Gobierno de la Nación considera que «una disposi-
ción o resolución de una Comunidad Autónoma no respeta el orden de
competencia establecido en la Constitución, en los Estatutos de Autono-
mía o en las Leyes orgánicas correspondientes» dispone de dos posibili-
dades: una, la de requerir de incompetencia a la Comunidad infractora,
instándola a derogar la disposición o a anular la resolución de que se
trate; otra, la de formalizar directamente ante el Tribunal Constitucio-
nal conflicto de competencia, invocando, en su caso, el artículo 161.2 CE
para lograr la suspensión de tal disposición o resolución (art. 62
LOTC). En cambio, el requerimiento resulta preceptivo cuando el órga-
no ejecutivo superior de una Comunidad Autónoma entienda que «una
disposición, resolución o acto emanado de la autoridad de otra Comu-
nidad o del Estado no respeta el orden de competencias establecido
en la Constitución, en los Estatutos de Autonomía o en las Leyes
correspondientes y siempre que afecte a su propio ámbito» (art. 63.1);
así, únicamente en el supuesto de que el requerimiento sea desatendi-
do cabe plantear el conflicto, un planteamiento, por otra parte, que no
conlleva la suspensión de la norma o del acto recurridos, la cual com-
pete decidir al Tribunal a petición de la Comunidad impugnante.

' V. la STC 11/1984, f. 3, en la que se afirma que el Tribunal Constitucional, a


tenor de los artículos 161.1 .cj de la CE y 59 y ss. de la LOTC, en modo alguno
puede entender de los conflictos de competencia que surjan entre el Estado y los
territorios históricos del País Vasco «o cualesquiera otras entidades locales».

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Ramón Punset Blanco

2. SUJETOS PROCESALES
Y SUJETOS SUSTANTIVOS DE LOS CONFLICTOS
Aunque la legitimación activa y pasiva corresponde tan sólo al Go-
bierno de la Nación y a los de las Comunidades Autónomas 3, los sujetos
sustantivos del conflicto pueden ser otros. Sin duda, el conflicto es
una controversia entre Entes, controversia que gira sobre la lesión de
las competencias de uno de esos Entes y no sobre la vulneración de la
competencia de un órgano determinado; pero, puesto que la legitima-
ción se circunscribe al órgano gubernamental, en tanto que las normas
y actos impugnables cabe que dimanen de órganos distintos del pasiva-
mente legitimado o que la infracción competencia! afecte de modo es-
pecífico a la esfera de atribuciones de un órgano carente de legitimación
activa, hemos de poner de relieve la eventual falta de coincidencia entre
parte procesal y parte sustantiva del conflicto y tratar de precisar qué
órganos, de qué Entes y en qué circunstancias advendrían sujetos sus-
tantivos de un proceso de esta especie.
En el conflicto positivo de competencia la filiación de las normas
y actos impugnables reviste mayor pluralidad que la de los atacables en
vía contencioso-administrativa, ya que en la jurisdicción constitucional
resultan residenciables «las disposiciones, resoluciones y actos emana-
dos de los órganos del Estado o de los órganos de las Comunidades
Autónomas» (art. 61.1 LOTC), es decir, los actos de, en principio, cual-
quier órgano estatal o autonómico. Estos actos —y he aquí un dato de
interés también para la identificación de los mencionados sujetos sus-
tantivos— no poseen carácter primario, toda vez que los de tal índole
son susceptibles de impugnación únicamente a través del recurso y de
la cuestión de inconstitucionalidad (art. 27.2 LOTC).
Además de los Gobiernos y Administraciones Públicas, ¿de qué
otros órganos pueden proceder las disposiciones y actos recurribles en
conflicto?
Parte sustantiva de un conflicto puede llegar a serlo el Tribunal de
Cuentas. El artículo 8.1 de su Ley Orgánica determina, en efecto, que
los conflictos que se susciten sobre las competencias o atribuciones de
este órgano fiscalizador serán resueltos por el Tribunal Constitucional;
y entre los litigios susceptibles de plantearse están aquellos derivados
de la existencia de órganos similares en algunas Comunidades Autóno-
mas (Cataluña, País Vasco, Galicia, Valencia, Navarra), la articulación
de cuyas competencias con las pertenecientes al Tribunal de Cuentas
no se halla exenta de problemas. Una situación semejante se produjo
en las relaciones entre el Defensor del Pueblo y las figuras afines de
3
Disponen asimismo de legitimación, no obstante, el Parlamento Foral de Na-
varra, según la DT 5.' LOTC (v. la STC 94/1985, f. 3), y, sorprendentemente, las
Cortes de Aragón, a quienes se la atribuye el artículo 16.iV del Estatuto de Auto-
nomía, sin duda infringiendo la reserva establecida por el artículo 162.2 CE en
favor de la LOTC, Ley a la que «corresponde. . determinar los órganos legitima-
dos para plantear los conflictos de competencia» (STC cit., ib.).

130
Los conflictos positivos de competencia

ámbito autonómico instituidas en Cataluña, País Vasco, Galicia, Anda-


lucía, Aragón, Canarias y Valencia. Mas también cabe que las Cortes
Generales accedan a la condición procesal aludida. Señalaremos algunos
ejemplos:
— Según resulta sobradamente conocido, las Asambleas de las Co-
munidades Autónomas disponen de iniciativa legislativa ante el Con-
greso de los Diputados (art. 87.2 CE). Aquí la eventualidad del conflicto
surgiría si una Comunidad entendiera que la Mesa de la Cámara había
hecho un uso incorrecto del cometido que el artículo 127 del Regla-
mento le confía de «verificar el cumplimiento de los requisitos legai-
mente establecidos» en orden a la admisión a trámite de las proposi-
ciones de ley de este origen, lesionando, pues, la facultad autonómica
de iniciativa: tal sería el caso, v. gr., cuando la Mesa tratara de imponer
a dicha facultad unos límites materiales no previstos constitucionalmcn-
te. Idéntica eventualidad tendría lugar en el supuesto de indebida inad-
misión de las proposiciones de ley orgánica de reforma de los Estatutos
de Autonomía.
— El artículo 145.2 CE distingue entre convenios intercomunitarios
para la gestión y prestación de servicios propios de las Comunidades
Autónomas y acuerdos intercomunitarios de cooperación. Sólo éstos pre-
cisan de la autorización de las Cortes Generales para su realización.
Respecto a los primeros., la Constitución remite a los Estatutos de Auto-
nomía, a fin de prever los supuestos, requisitos y términos en que pro-
cedan, «así como el carácter y efectos de la correspondiente comuni-
cación a las Cortes Generales». Por su parte, los Estatutos han otor-
gado a las Cortes un plazo de formulación de «reparos» a tales con-
venios, vencido el cual sin objeciones entrarían en vigor. Dichos repa-
ros no son otros que los consistentes en entender que el convenio de
que se trate debe resultar autorizado por las Cortes por no ser un verda-
dero convenio, sino un acuerdo de cooperación, por no atenerse, en
suma, y como dice el artículo 27.1 del Estatuto de Cataluña, a «la ges-
tión y prestación de servicios propios correspondientes a materias de su
(de una o de las dos o más Comunidades Autónomas interyinientes)
exclusiva competencia». Y como la facultad que á las Cortes confieren
los Estatutos de decidir sobre el alcance de los pactos se ejerce me-
diante un acto totalmente reglado, debiendo limitarse las Cámaras a
comprobar que los convenios —respecto de los que carecen de la po-
testad de autorizar o ratificar su celebración— no son acuerdos, una
extralimitáción parlamentaria en semejante labor de verificación es, sin
duda, susceptible de recurrirse en conflicto por las Comunidades con-
cernidas-. En cuanto al acto de autorización de un acuerdo de coope-
ración, si bien las Cortes son libres de aprobar o no el texto del proyec-
tado acuerdo y de introducir «condicionamientos» o reservas en él, no
resultaría inimaginable, sin embargo, que los mencionados condiciona-
mientos (vocablo que emplea el Reglamento del Senado) incurrieran en
alguna infracción del orden de competencias; en tal circunstancia, el
acto de autorización sería impugnable en vía conflictual.

131
Ramón Punsei Blanco

La mención del Tribunal de Cuentas, del Defensor del Pueblo y de


los órganos autonómicos similares y afines a ellos, así como de las
Cortes Generales, no agota, desde luego, la enumeración de los posi-
bles sujetos sustantivos de los conflictos positivos de competencia.
Ya dijimos que, en los términos del artículo 61.1 LOTC, son residen-
ciables en esta vía los actos de, en principio, cualquier órgano es-
tatal o autonómico. Empero, es ésta una afirmación que debe ma-
tizarse, pues hay órganos de impensable ubicación en el grupo a que
nos referimos. En su momento citamos al propósito al Jefe del Estado
y al Cuerpo Electoral como no idóneos para ser sujetos sustantivos de
un conflicto, y ello no parece precisar de comentario alguno. Mas, ¿y
los órganos judiciales? He aquí una cuestión interesante.
La doctrina italiana era inicialmente contraria, en su mayor parte,
a contemplar la eventualidad de un conflicto suscitado frente a una
decisión procedente de un órgano judicial. Dado que en el ordenamien-
to italiano, a diferencia de lo que a menudo sucede en los Estados
federales, la función jurisdiccional no se halla repartida entre el Estado
central y los Entes dotados ele autonomía política y que las Regiones
no disponen, por tanto, de competencia alguna sobre la actividad de
los Jueces y Tribunales, se pensaba que faltaba un presupuesto básico
de todo conflicto. Mas la Corle Costituzionale admitió a trámite en 1964
dos recursos de esta clase interpuestos contra el Estado por la Región
de Sicilia, la cual entendía que los actos de la Asamblea regional con-
cernientes al reclutamiento de los funcionarios parlamentarios que-
daban exentos de control jurisdiccional (S. 66/1964). Sin embargo, la
doctrina jurisprudencial en torno a los conflictos contra actos de ór-
ganos jurisdiccionales comenzó a explicitarse en la S. 110/1970, en
la que la Corte declara abiertamente que nada impide el planteamien-
to de un conflicto frente a un acto jurisdiccional si éste implica una
invasión de la competencia constitucionalmente garantizada a la Re-
gión, advirtiendo que la figura de los conflictos de atribución no se
circunscribe a una controversia acerca de la titularidad de una com-
petencia reclamada por los contendientes, sino que comprende cual-
quier hipótesis en la que el ejercicio ilegítimo de una competencia por
su titular menoscabe la esfera de atribuciones constitucionalmente
asignadas a otro sujeto. Posteriormente, la Corte precisaría que la vía
conflictual no resulta apta para impugnar el modo concreto en que
se ejerce la función jurisdiccional, esto es, para denunciar eventua-
les errores in indicando en los que un juez haya podido incurrir
(S. 289/1974).
Como claramente se ve en la S. 110/1970, esta posición de la
Corte Constituzionale dimana de una concepción del objeto del con-
flicto que desborda la simple vindicalio potestatis, desbordamiento
necesario para que las Regiones, que no poseen competencias juris-
diccionales que pudieran reivindicar como propias, utilicen la vía con-
flictual contra las decisiones de los órganos judiciales que estimen
lesivas del ejercicio de aquellas competencias que sí poseen. De otro
lado, el carácter intersubjetivo del conflicto presupone la considera-

132
Los conflictos positivos de competencia

ción de los Jueces y Tribunales como órganos del sector central del
aparato estatal. Ahora bien, habida cuenta de la unidad del Poder
Judicial —la organización del ejercicio de cuya función en el ordena-
miento italiano no guarda relación alguna con el carácter complejo del
Estado—, no falta quien, en sede doctrinal, manifieste sus dudas
acerca de la necesaria imputación a dicho sector de los actos de los
órganos judiciales, dudas que otros fundamentan, en cambio, en la
independencia de actuación, constitucionalmente proclamada, de tales
órganos, presentando mayor interés las primeras. Se ha dicho, en
efecto, que, toda vez que los Jueces aplican tanto el Derecho estatal
como el regional, operan en el ámbito de unos y otros ordenamientos
territoriales y que parece por ello al menos dudoso que el ejercicio
de sus funciones deba imputarse siempre al Estado a los fines de los
eventuales conflictos entre Estado y Región. Si los Jueces aplican el
Derecho regional, nada impide que puedan ser considerados al mismo
tiempo como órganos regionales, y en tal caso, se concluye, los con-
flictos entre el Poder Judicial y el Legislativo o el Ejecutivo de una
Región serían perfectamenle configurables como conflictos interorgá-
nicos en el seno del ordenamiento regional, con lo que quedarían
fuera del conocimiento de la Corte Consliluzionale.
La experiencia italiana respecto a la impugnación en conflicto de
los actos de los órganos judiciales ha sido tenida a la vista por la
doctrina española preocupada por el tema, la cual, sin embargo, se
decanta por soluciones diferentes. Así, entre nosotros se ha concluido
que las sentencias o resoluciones judiciales que resuelvan un concreto
contencioso no pueden ser objeto de esta clase de impugnaciones,
quedando reducido el problema, pues, a las susceptibles de deducirse
en relación con aquellas decisiones que impliquen una afirmación de
competencia y sólo en cuanto a tal extremo. Y aun tal reducto se
considera ajeno al conocimiento del Tribunal Constitucional por la
vía aludida, correspondiendole más bien al órgano colegiado instituido
por el artículo 38 LOPJ para la resolución de los conflictos de juris-
dicción entre los Juzgados o Tribunales y la Administración, esto es, al
Tribunal de Conflictos de Jurisdicción (art. 1.° de la Ley Orgánica
2/1987 de Conflictos Jurisdiccionales).
Entre los argumentos utilizablcs en orden a rechazar la impugna-
bilidad de los actos de los órganos judiciales en el ejercicio de su
función jurisdiccional se ha sostenido que dichos órganos, «aunque
estatales, realizan su función jurisdiccional en una posición peculiar
de "independencia" y exclusiva sujeción a la ley, de forma que salen
de la dialéctica "Estado-Comunidad Autónoma" que preside la cons-
trucción del conflicto de competencia. Este trata de resolver litigios
surgidos en torno a competencias repartidas entre Estado y Comuni-
dad Autónoma de tipo legislativo y ejecutivo, pero el Poder Judicial
queda al margen de ese reparto; a él se le confiere en exclusiva otra
"función estatal", entendida esta expresión fuera de la dialéctica te-
rritorial, es decir, en el sentido amplio del concepto Estado» (Pérez
Tremps).

133
Ramón Pttnset Blanco

En fin, después de haber examinado el caso italiano y evocado la


posición de la doctrina española, ¿son o no son admisibles los órga-
nos judiciales como partes sustantivas de un conflicto constitucional
intersubjetivo? A mi juicio, la clave para despejar este interrogante
radica en la cuestión de si tales órganos están en condiciones de
infringir el orden de competencias constitucional, estatutaria y legal-
mente diseñado para configurar la esfera de actuación de las Comu-
nidades Autónomas. Y me apresuro a precisar que esa potencial in-
fracción debe consistir en una invasión de las competencias autonó-
micas, lo que no puede suceder sino cuando un Juez o Tribunal se
exceda de su propio ámbito funcional y adopte resoluciones que co-
rrespondan a un Ente territorial determinado, en suma, cuando vul-
neren la prohibición constitucional de no ejercer más función que la
de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado (art. 117.4 CE). Desde seme-
jante perspectiva, no habrá lugar al conflicto ni cuando una Comuni-
dad Autónoma estime que un órgano judicial incurre en errores in
indicando, ni (a diferencia del modelo italiano descrito) cuando con-
sidere que incurre en errores in procedencia, ambos frente a los que
cabe reaccionar a través de otras vías impugnatorias no dispuestas
específicamente para la tutela jurisdiccional del orden de compe-
tencias.
Por último, no hay inconveniente en aceptar, si quiera a título de
hipótesis, que el Consejo General del Poder Judicial pueda ser parte
sustantiva de un conflicto de los que estudiamos, como quiere la
doctrina.

3. NORMAS Y ACTOS IMPUGNABLES


El artículo 61.1 LOTC establece con carácter general la impugna-
bilidad en conflicto de las «disposiciones, resoluciones y actos emana-
dos de los órganos del Estado o de los órganos de las Comunidades
autónomas». A su vez, el artículo 62 otorga al Gobierno de la Nación
legitimación para recurrir las disposiciones o resoluciones autonómi-
cas, en tanto que el artículo 63.1 legitima a los Ejecutivos de las Co-
munidades Autónomas para atacar ante el Tribunal Constitucional
«una disposición, resolución o acto emanado de la autoridad de otra
Comunidad o del Estado». Ya hemos dicho que las disposiciones y
actos recurribles carecen de rango legal, frente a lo que sucedía en
el ordenamiento de nuestra II República.
Pues bien: en lo que concierne a las disposiciones, éstas abarcan
todas las normas reglamentarias dictadas por los órganos estatales y
autonómicos, excepto los Reglamentos del Congreso, del Senado, de
las Cortes Generales y de las Asambleas legislativas de las Comuni-
dades Autónomas, únicamente impugnables mediante recurso de in-
constitucionalidad.
La determinación de cuándo una decisión tiene alcance normativo
y se trata, pues, de una disposición o cuándo ha de reputarse de reso-

134
Los conflictos positivos de competencia

lución o acto viene preocupando a la jurisprudencia y a la doctrina


debido a la existencia de competencias estatales de pura normación
y a la correspondiente previsión por los Estatutos de competencias
autonómicas meramente ejecutivas, en virtud de las cuales las Comu-
nidades Autónomas únicamente pueden ejercer facultades de simple
ejecución o de reglamentación interna. En tales supuestos adquiere
el mayor interés la catalogación de la decisión impugnada.
Un caso de esta especie fue, entre otros, el contemplado por el
Tribunal Constitucional en el conflicto resuelto mediante la S. 27/1983.
En dicho litigio, promovido por el Gobierno de la Nación respecto
de una circular del Departamento de Trabajo de la Generalidad de
Cataluña sobre interpretación y aplicación de un precepto del Real
Decreto 1858/1981 por el que se incrementa la cotización adicional por
horas extraordinarias, los contendientes se hallaban de acuerdo en
la exclusiva competencia estatal para dictar normas en materia de
régimen económico de la Seguridad Social (art. 149.1 17a CE). El pro-
blema consistía en determinar si la circular recurrida debía considerarse
o no como una de tales normas, ya que si no lo fuera la controversia
se despejaría en favor de la Generalidad, competente para realizar la
gestión del citado régimen económico (f. 1). Problema cuya resolución
entendió el Tribunal que tenía que ajustarse a una serie de pautas y
fases (f. 2): 1.a, como la forma de los actos jurídicos de la Administra-
ción no es siempre relevante, en nuestro Derecho, para dilucidar su
naturaleza, habrá entonces que atender a su contenido; 2.a, mas, puesto
que en ocasiones un mismo contenido resulta susceptible de reputarse
como norma o como acto interno, será a la sazón necesario «acudir
al criterio de la competencia, de especial trascendencia en un Estado
compuesto, en el que la potestad normativa y la de ejecución, en rela-
ción a una materia, pueden no corresponder normalmente a la misma
entidad»; 3.a, empleado el criterior anterior, si el Ente emisor de la
circular sólo posee competencia normativa, será indispensable atribuir a
la circular el carácter de norma, pues de lo contrario sería nula; 4.a, por
igual razón, si el Ente mencionado únicamente posee potestad jerár-
quica y no normativa, la circular deberá calificarse de acto interno;
5.a en fin, si el repetido Ente posee competencia normativa y jerárquica
y cabe que la calificación sea una u otra, habrá que estar a la fina-
lidad perseguida con la emisión de la circular.
En cuanto a la delimitación no ya de las disposiciones, sino de los
actos susceptibles de impugnación, tanto la jurisprudencia como la
doctrina adoptan criterios de gran flexibilidad, de manera que no
resulta temerario afirmar que el conflicto puede suscitarse respecto
de actos de cualquier clase, sin que importe su ubicación en el pro-
ceso de adopción de las decisiones de los órganos de que dimanan
ni la virtualidad de su eficacia ad extra de la organización que los
emite.
En la S. 27/1983, cuya doctrina acabamos de exponer, el Tribunal
concluyó que la circular examinada era un acto de carácter jerárquico
de valor meramente interno. En relación a la impugnabilidad de este

135
Ramón Purtset Blanco

tipo de actos, resulta aún más significativa, sin embargo, la S. 57/1983.


En ella se resuelve un conflicto interpuesto por la Generalidad de
Cataluña contra una instrucción o circular de una Dirección General
del Ministerio de Hacienda dirigida a los órganos periféricos de la
Administración del Estado interpretando que era de competencia es-
tatal la autorización de las operaciones de crédito de las Entidades
Locales. El Tribunal observa que el conflicto «se plantea partiendo
de una instrucción o circular, y no respecto de disposiciones que de-
finan o hagan aplicación de competencias, y tampoco respecto de actos
o resoluciones que con carácter singular afirmen, ejerciéndola, esa
competencia, pero detrás de esa circular hay un reiterado ejercicio
de una competencia» y, en definitiva, un modo de entender la norma-
tiva concerniente a la autorización de operaciones de crédito y los
preceptos constitucionales y estatutarios que definen los ámbitos com-
petenciales de una y otra Administración que implica la consideración
de la índole estatal de la competencia en litigio. El hecho de que la
instrucción o circular enjuiciada no tenga el carácter de norma, sino
el de directriz para los órganos estatales, y de que no sea una resolu-
ción autorizativa de operaciones de crédito en absoluto inhibe su
impugnación a través de conflicto, «por cuanto, desde ese valor de
directriz, no respeta —en la tesis de la Generalidad— el orden de com-
petencias establecido en la Constitución y en el Estatuto de Auto-
nomía» (f. 1).
Doctrina todavía más importante para la adecuada delimitación
de los actos recurribles es la contenida en la STC 143/1985. Aquí el
litigio dimanaba de un acta de inspección levantada por funcionarios
estatales, acta que impugnó la Generalidad de Cataluña. Al oponerse
a la demanda, el abogado del Estado manifestó que una interpre-
tación razonable de la LOTC conducía a reputar atacables, además
de las disposiciones reglamentarias, sólo «"las resoluciones" (o actos
definitivos o resolutorios de un expediente), y los actos de trámite que,
aun no formalmente resolutorios, se les equiparen funcionalmente».
En efecto, «hay suficientes argumentos en el texto de la LOTC —esti-
maba el representante del Estado— para sostener que en los con-
flictos positivos de competencia rige una regla similar a la que ha
sido tradicional en nuestro contencioso-administrativo, a saber, que
no todo acto puede ser objeto del proceso, sino sólo los que reúnan
ciertas características (actos resolutorios y los de trámite que funcio-
nalmente se les asimilen). Confirma esta tesis que el artículo 62.2 LOTC
habla de "disposición, resolución o acto cuya imputación estuviese
pendiente ante cualquier Tribunal" (contencioso-administrativo), lo
que da a entender que la LOTC propende a identificar el objeto del
contencioso-administrativo con el del conflicto». De ahí que no quepa
sostener, concluía, que el acta de inspección aludida constituya por sí
sola una injerencia en el ámbito competencia! de la Generalidad, inje-
rencia que únicamente se produciría con la afirmación de competen-
cia inherente a la resolución del expediente sancionador o con un acto
de trámite funcionalmente asimilable a tal resolución (v. gr., sobre-

136
Los conflictos positivos de competencia

seimiento del expediente). Semejante interpretación, apostillaba el Abo-


gado del Estado, facilitaría «la composición •'ínter partes" de las con-
troversias compctenciales, evitando la sobrecarga del Tribunal median-
te el planteamiento de conflictos sobre actos de trámite» (ant. 8).
El Tribunal no acogió, sin embargo, esta interpretación, entendien-
do, por el contrario, que tanto los actos resolutorios como los de trá-
mite resultan impugnables en conflicto al no existir ningún límite ex-
preso en la LOTC que restrinja el concepto de «acto» a que dicha Ley
se refiere en los artículos 61, 62 y 63 «y que rebaje su alcance natural»,
como tampoco existe «razón alguna para distinguir, dentro de los
actos de simple trámite, los que sean de trámite cualificado de los
que no tengan tal condición». Lo esencial para utilizar la vía del conflic-
to, dice el Tribunal Constitucional, «no es la naturaleza del acto que
se discuta en el mismo, sino .. la afirmación por un ente de poseer
una competencia, que se atribuye por acto de autoridad propia cons-
titucional y estatutariamente prohibida, frente a otro ente al que se le
niega poseerla y ejercitándola de manera real por medio de hechos
concretos de invasión de competencia, de forma tal, que desde el
aspecto relativo al quantum del poder político efectivamente manifes-
tado, representen una lesión de los intereses concretos de la parte
cuya titularidad se puso en cuestión, y que se encuentra constitucio-
nalmenle garantizada al ente público que promovió el proceso» (f. 3).
Esa afirmación de competencia se daba en el acta levantada e im-
pugnada, ya que, además de una constatación de hechos, represen-
taba un acto formal de iniciación de un procedimiento sancionador
que debía resolverse por los órganos estatales (f. 4).
Esta jurisprudencia discurre por el mismo camino seguido por la
Corle Costituziunule italiana, para la cual lo que resulta relevante en
orden a la admisibilidad de un conflicto son los presuntos efectos lesi-
vos sobre la esfera de atribuciones del recurrente producidos por cual-
quier tipo de acto o comportamiento. Precisamente de comportamien-
to puede catalogarse la conducta que dio origen al conflicto resuelto
mediante la STC 94/1985, conflicto promovido por la Diputación Foral
de Navarra en relación con la utilización por parte del Gobierno vasco
del escudo adoptado por Acuerdo del Consejo General del País Vasco
de 2 de noviembre de 1978. Dicho Acuerdo —observó el Tribunal— «ha
servido de base normativa al Gobierno vasco para su actuación reite-
rada consistente en utilizar como emblema oficial el denominado
"Laurak-Bat", que incluye en su cuarto cuartel las cadenas de Na-
varra». De ahí que la Diputación, además de solicitar como primer
pronunciamiento del juzgador la declaración de que le corresponde
a ella en exclusiva la titularidad de la competencia controvertida, pre-
tenda también la anulación del «acto del Gobierno vasco» o, subsidia-
riamente, la del Acuerdo mencionado. El Tribunal Constitucional acce-
de a la anulación de éste entendiendo que, si bien fue adoptado antes
de la promulgación de la Constitución, sus efectos se han prolongado
tras la entrada en vigor de la misma. Anulando el Acuerdo, dice el
Tribunal, «carecen de apoyo normativo los diferentes actos singulares

137
Ramón Punset Blanco

de utilización del emblema en cuestión, si bien no es posible anular


cada uno de ellos de modo singular y expreso, dado que se trata de
un conjunto indeterminado de actos que, por lo demás, no se ha acre-
ditado que produzcan efectos jurídicos propios» (f. 11).
Entraría igualmente en la categoría de comportamiento impugna-
ble la omisión por el Gobierno de un Real Decreto de transferencia
de servicios, omisión que tal vez advenga lesiva del ámbito competen-
cial de una determinada Comunidad Autónoma. En efecto, aunque la
titularidad de las competencias corresponde a la Comunidad Autónoma
por obra de la ley orgánica de aprobación del Estatuto (excepto aque-
llas competencias no estatutarias adquiridas en la etapa preautonó-
mica a través de traspasos) y, en consecuencia, no cabe transferir
competencias ya asumidas en virtud del Estatuto, ni tampoco el ejer-
cicio de esas competencias, sino, simplemente, los medios personales
y materiales necesarios para tal ejercicio, y aunque «la atribución ipso
iure de competencias debe entenderse como posibilidad de ejercicio
inmediato» de todas las que no precisen especiales medios para ejer-
cerse, el traspaso de servicios adviene condición de la plenitud del
citado ejercicio cuando la naturaleza de las competencias lo haga im-
prescindible, «caso en el cual es constitucionalmente lícito el ejercicio
de las competencias por el Estado mientras los servicios no sean trans-
feridos» (STC 25/1983, f. 3). No ha de extrañar, pues, que en la actua-
lidad pendan ante el Tribunal Constitucional varios conflictos instados
a causa de la omisión aludida.

4. LA VULNERACIÓN DEL ORDEN DE COMPETENCIAS


COMO PRESUPUESTO DE LOS CONFLICTOS
Los conflictos intersubjetivos positivos no constituyen un instru-
mento exclusivamente diseñado para reivindicar competencias usurpa-
das, sino también para que el Estado o las Comunidades Autónomas
reaccionen ante una lesión de su respectiva esfera de potestades deri-
vada de un ejercicio incorrecto de las competencias ajenas por sus
titulares.
Que el Estado no ve sus posibles pretensiones reducidas a las de
recabar el reconocimiento de una de sus competencias objeto de inva-
sión se desprende ya directamente de la misma LOTC, la cual, mientras
exige a las Comunidades Autónomas que la disposición, resolución o
acto a impugnar en conflicto afecten a su propio ámbito competen-
ciál (art. 63.1), no impone tal requisito a la acción impugnatoria esta-
tal (art. 62), de modo que cabe que ésta carezca de toda relación con
un interés singular y trate, por el contrario, de obtener del Tribunal
Constitucional la tutela de intereses generales. Esta peculiar posición
del sector central del aparato del Estado —que, no obstante la índole
intersubjetiva del proceso conflictual, refleja su condición de promotor
del interés general del Estado-ordenamiento— no ha de extrañar si

138
Los conflictos positivos de competencia

se tienen presentes tanto la preeminencia que le corresponde «como


consecuencia del principio de unidad y de la supremacía del interés
de la Nación» (STC 76/1983, f. 13) cuanto la estricta territorialidad
a que se halla circunscrita la acción autonómica.
Mas tampoco las Comunidades Autónomas han de ceñirse en los
conflictos a la mera vindicatio potestatis. Es cierto que el artículo 66
LOTC obliga a que en un proceso de esta especie la sentencia declare
la titularidad de la competencia controvertida, pero ello no quiere
decir que siempre se haya de litigar únicamente por el reconocimiento
de la misma, sino también, y de acuerdo igualmente con el precepto
citado, por obtener la anulación de la disposición, resolución o acto
que la hubieren desconocido o menoscabado, que estarán entonces
viciados de incompetencia.
Un relativamente reciente pronunciamiento del Tribunal Constitu-
cional se refiere en términos inequívocos a la amplitud de las pre-
tensiones deducibles en los conflictos intersubjetivos positivos, compa-
rándolas con las susceptibles de formularse en los conflictos entre
órganos constitucionales del Estado. Según la STC 45/1986, en efecto,
el conflicto constitucional de atribuciones de los artículos 73 y siguien-
tes de la LOTC «es un particular y especialísimo proceso... que tiene
por principal objeto una vindicación de competencia...». «La vindicatio
potestatis sólo puede referirse a actos constitutivos de invasión de
atribuciones (art. 75.2 de la LOTC)...» (f. 1). No se trata —prosigue
el Tribunal— de «un proceso impugnatorio, sino que su objeto es
una reivindicación competencial frente a decisiones o actos de otros
órganos constitucionales que supongan una efectiva y actual invasión
de atribuciones en menoscabo del órgano que debería haberlas adop-
tado» (f. 2). Y añade luego la importante distinción que vamos a re-
producir:

«A diferencia de los conflictos intcrtcrritoriales en los que este


Tribunal ha admitido supuestos de lesión por simple menosca-
bo —no por invasión— de competencias ajenas (...), en los con-
flictos entre órganos constitucionales el Legislador no ha admi-
tido otro supuesto que el de la estricta usurpación de atribu-
ciones. La razón de esta diferencia es que en los conflictos de
atribuciones no se trata de preservar las esferas respectivas de
soberanía y de autonomía de entes territoriales.
El conflicto de atribuciones garantiza más que el ámbito de
autodeterminación de un ente creador de un ordenamiento pro-
pio, la existencia de la misma estructura constitucional conce-
bida como sistema de relaciones entre órganos constitucionales
dotados de competencias propias, que se protegen también a
través de esta vía procesal. El interés preservado por el proceso
conflictual es estrictamente el de respeto a la pluralidad o com-
plejidad de la estructura de poderes constitucionales, lo que tra-
dicionalmente se ha llamado "división de poderes", resultando

139
Ramón Punsct Blanco

así coherente que el único vicio residenciable en él sea el depa-


rado por una invasión de atribuciones que no respete esa distri-
bución constitucional de poderes» (f. 4).

Sin duda, podrían hacerse serios reparos a la tesis sostenida por el


Tribunal acerca de la vindicatio puleslatis como exclusivo objeto de
un conflicto entre órganos constitucionales, mas no es asunto que
aquí tenga relevancia, pues lo que nos atañe es que, mediante la com-
paración entre los dos tipos de conflictos constitucionales, se haya
declarado que la reducción objetual señalada no concierne a los de
carácter intersubjetivo, cuya flexibilidad funcional resulta, en conse-
cuencia, mayor.
Por tanto, y por decirlo con las expresiones empleadas en los ar-
tículos 62 y 63 LOTC, el presupuesto objetivo del conflicto radica en la
existencia de una norma o un acto que no respetan el orden de com-
petencias constitucional, estatutaria y/o legalmente establecido, bien
porque usurpan la competencia de un ente distinto del que dimanan,
bien porque la menoscaban (esto es, porque impiden, dificultan o, sen-
cillamente, condicionan indebidamente de algún modo su ejercicio), lo
que supone que esa norma o ese acto se encuentran «viciados de in-
competencia».
En Italia, el primitivo enfoque jurisprudencial del conflicto como
mero vehículo de una vindicatio potestatis dio enseguida paso a una
concepción mucho más amplia, según la cual presupuesto del proceso
es también cualquier menoscabo de la esfera de atribuciones de un suje-
to producido por el contenido o la forma de adopción de un acto que
otro sujeto realiza en el desempeño de sus propias competencias.
Así, el vicio de incompetencia en sentido estricto se fue progresiva-
mente transformando en un vicio de inconstitucionalidad de confines
más extensos, transformación que alcanzó su punto álgido con la Sen-
tencia de la Corte Costituzionale 14/1965, que resolvió un conflicto
interpuesto por el Estado contra la Región Friul-Venecia-Julia respec-
to del Reglamento del Consejo Regional, algunos de cuyos preceptos
entendía el recurrente que se oponían al Estatuto (adoptado mediante
ley constitucional), si bien no invadían propiamente la esfera de atri-
buciones del Estado. La Corte, frente a las alegaciones de que el con-
flicto se había suscitado en relación con cuestiones no conectadas
con el respeto de los ámbitos competcnciales de los entes en litigio,
sino de mera constitucionalidad, sentó la siguiente doctrina:

«El Consejo de la Región... posee indudablemente competencia


para dictar su propio reglamento, pero el correspondiente po-
der —como cualquier otro poder normativo atribuido a las Re-
giones— se halla circunscrito a los límites formales y sustancia-
les impuestos por el Estatuto y la Constitución. La inobservancia
de tales límites se resuelve siempre en un vicio de incompetencia
del acto y comporta inevitablemente invasión de la competencia
del Estado, que es el único titular del poder constituyente y,

140
Los conflictos positivos de competencia

como tal, está legitimado para instar la resolución del conflicto


de atribución planteado.
La coincidencia entre vicios de legalidad constitucional y vi-
cios de incompetencia ha sido afirmada por la Corte, como juris-
prudencia constante, a propósito de la impugnación directa de
leyes regionales por parte del Estado, reconociéndose que la Re-
gión se excede de la propia competencia no sólo si legisla en ma-
teria no comprendida en el repertorio estatutario, sino también
cuando emana disposiciones legislativas en contraste con la
Constitución (...), ya que así está "incidiendo en la esfera de
competencia del Estado" (...). Y esta conclusión, que deriva de
la posición de las Regiones respecto del Estado, es válida igual-
mente para los conflictos de atribución, en los cuales el Estado,
constatando un vicio de incompetencia del acto regional adop-
tado con violación de un principio constitucional, actúa por ello
en defensa de la competencia que le pertenece en su unidad or-
gánica de tutela del ordenamiento constitucional y, por tanto, de
los poderes al mismo Estado conferidos (...).»

Tales afirmaciones —irónicamente calificadas de apodícticas— re-


cibieron inmediata respuesta desfavorable de la doctrina, la cual esti-
mó que una cosa es dilatar la noción de conflicto y aun admitir como
presupuesto del mismo un uso inválido de las competencias por sim-
ple infracción de la ley y otra muy distinta declarar que cualquier
violación de la ley supone invasión de competencia. En el primer su-
puesto siempre se habrá de partir de una lesión o perjuicio causados
a la esfera de atribuciones del recurrente, en el sentido de que éste no
pueda ejercer sus competencias con la plenitud y libertad prescritas
por las normas que se las otorgaron. Incluso cuando se opera al mar-
gen de la clásica vindicatio poiestatis, lo primero que se debe deter-
minar por el juzgador es la existencia de la lesión infligida al recu-
rrente, lesión que no cabe deducir del vicio del acto impugnado, so
pena de convertir el conflicto de competencia en conflicto de normas.
De otro lado, desconectar el conflicto de su finalidad de garantía de
los ámbitos competenciales constitucionalmentc reconocidos y enco-
mendar al Estado la tutela del ordenamiento jurídico por la vía con-
flictual choca, añadía la crítica doctrinal, con la configuración posi-
tiva del conflicto como proceso de partes y su consiguiente disponi-
bilidad para ellas (también, pues, para el Estado, que en modo alguno
se halla en la obligación de recurrir y que puede desistir de los recur-
sos entablados).
Semejantes objeciones resultan mantenidas por la doctrina poste-
rior, que considera a la S. 14/1965 como expresiva de uno de los cam-
bios mas importantes sufridos por la jurisprudencia de la Corte Cos-
tituzionale en materia de conflictos. Estos tienden desde entonces a
ver debilitada su condición de juicio de partes en beneficio de su nue-
vo carácter de «instrumentos dirigidos en primer lugar a la tutela
objetiva de la constitucionalidad de los actos de los sujetos públicos»;

141
Ramón Punset Blanco

un nuevo carácter, en fin, que además desequilibra —al igual que su-
cede en el control de constitucionalidad de las leyes en vía principal—
la posición del Estado y las Regiones, ya que sólo a aquél toca im-
pulsar la tutela mencionada y únicamente respecto a los actos regio-
nales vale la afirmación de que todo vicio de inconstitucionalidad
redunda en vicio de incompetencia.
También la doctrina española preocupada por una eventual ex-
pansividad de los conflictos que acabara por asemejarse a la propi-
ciada en Italia (en cuya experiencia, no obstante, ha encontrado ins-
piración para propugnar la superación de la concepción restrictiva de
la vindicatio potestatis) se ha cuidado de advertir contra una utiliza-
ción de esta vía impugnatoria con la pretensión de instar o practicar
un control de legalidad ajeno a la tutela del orden de competencias.
«Un exceso de celo del Tribunal Constitucional al señalizar el campo
de juego de sus propias atribuciones para la resolución de conflictos
—ha escrito Muñoz Machado— le puede llevar a calificar como con-
flictos de competencia la práctica totalidad de las infracciones al
ordenamiento jurídico cometidas por los poderes públicos y a asumir,
en consecuencia, una función de defensa de la legalidad que le debe
ser ajena.» Hay que recordar, de otro lado, que la misma clase de
riesgo se presenta en el procedimiento regulado en el artículo 161.2 CE
y Título V LOTC, puesto al alcance del Gobierno de la Nación a fin
de provocar el control de normas infralegales y actos de las Comu-
nidades Autónomas por vicios de inconstitucionalidad no relacionados
con el orden de competencias.
Pues bien: vamos a examinar a continuación cuáles son los límites
impuestos por nuestra jurisprudencia constitucional a las impugna-
ciones que se suscitan en sede conflictual, toda vez que la STC 45/1986,
antes citada, declara admisibles —y reconoce que fueron admitidos
con anterioridad por el Tribunal— los conflictos que se planteen no
ya por invasión, sino por simple menoscabo de competencias ajenas.
En un principio, el Tribunal Constitucional afirmó —bien es ver-
dad que en un contexto en el que se trataba de distinguir el ámbito
procesal del recurso directo de inconstitucionalidad del perteneciente
al conflicto intersubjetivo positivo— que la finalidad del conflicto es
determinar el titular de una competencia cuando con motivo de una
disposición, resolución o acto se entiende que ha habido una invasión
de la esfera competcncial del Estado o de una Comunidad Autónoma
(S. 32/1981, f. 1). Esa misma idea de invasión aparece igualmente en
la S. 32/1983 (un pronunciamiento doctrinalmente importante por di-
versos conceptos), donde, además, se dice que los conflictos pueden
suscitarse tan sólo respecto de las competencias asignadas por la
Constitución, los Estatutos o eventualmente otras normas legales y
que únicamente han de versar sobre el orden de competencias, razón
por la cual el artículo 66 LOTC dispone que la sentencia «declarará la
titularidad de la competencia controvertida», sin que' tal precepto
prevea un distinto contenido de la sentencia porque no existe otro
posible objeto del proceso (f. 1).

142
Los conflictos positivos de competencia

El Tribunal utiliza, en cambio, un nuevo lenguaje, del que se halla


ausente el término «invasión», en la S. 110/1983. Más ceñido al voca-
bulario de la LOTC, afirma entonces que los conflictos suponen la
existencia de una controversia relativa al orden de competencias cons-
titucional, estatutaria o legalmente establecido, controversia planteable
cuando se considere que una disposición o acto no respeta ese orden
de competencias. Son dos, por tanto —prosigue—, los aspectos de un
conflicto. «Por un lado, consiste en la determinación de la legitimidad
o ilegitimidad constitucional de la disposición o resolución concreta
de que se trate; por otro, consiste en la interpretación y fijación del
orden competencial y en la determinación de que competencias per
tenecen a qué sujetos, yéndose así más allá de la mera solución del
caso concreto origen del conflicto o controversia.» De ahí que el ar-
tículo 66 contemple una doble dimensión de la sentencia: la anula-
ción, en su caso, de las normas y actos impugnados viciados de incom-
petencia y además «un pronunciamiento más general, relativo al orden
competencial», como es la declaración de la titularidad de la compe-
tencia controvertida. «Se trata así de la resolución de una contro-
versia mediante la determinación del titular de una competencia, de-
terminación que precisará la legitimidad constitucional de su ejercicio
más allá del caso concreto que dio lugar al conflicto» (f. 1).
Este nuevo lenguaje refleja, según resulta fácil de apreciar, una
nueva concepción del conflicto, ciertamente más próxima a su con-
figuración como control de normas, pero no idéntica a ella, ya que
el conflicto no pierde su esencial conexión con el orden de competen-
cias. Lo que hay de innovador en la S. 110/1983 radica en que el con-
flicto no se reduce a un papel de cauce reactivo frente a una invasión
competencial, sino que se amplía hasta convertirse en un medio im-
pugnatorio de cualquier vulneración del orden de competencias. Seme-
jante ampliación se confirma y potencia en la STC 11/1984, la cual,
invocando la S. 110/1983, va en realidad más lejos al sostener que en
el conflicto pueden distinguirse dos aspectos distintos, en cuanto que
a su través «se pretende, de una parte, la anulación de la disposición,
resolución o acto que se estiman viciados de incompetencia y, de la
otra, una declaración acerca de la existencia o no de la competencia
utilizada para producirlos y, eventualmente, acerca de la titularidad
de dicha competencia» (f. 2). No obstante, la trascendencia de este
pronunciamiento del Tribunal Constitucional alcanza mayores niveles
porque formula por primera vez la doctrina de que «en el conflicto
entre entes no resulta indispensable que el ente que plantea el con-
flicto recabe para sí la competencia ejercida por otro: basta con que
entienda que una disposición, resolución o acto emanados de otro
ente no respeta el orden de competencias establecido por la Constitu-
ción, los Estatutos de autonomía o las Leyes Orgánicas correspondien-
tes y, en el caso de las Comunidades Autónomas, además, que tal
disposición, resolución o acto afecten a su propio ámbito de autonomía
(arts. 62 y 63 de la LOTC), condicionando o configurando de forma
que juzga inadecuadas las competencias que en virtud de esa auto-

143
Ramón Punset Blanco

nomía ostenta» (ibidem). Esta doctrina se halla hoy consolidada, re-


mitiéndose expresamente a la misma las Sentencias 1 (f. 1) y 45/1986
(f. 4), entre otras.
Consideración aparte requiere, en la exposición de la doctrina ju-
risdiccional sobre los límites de los conflictos, el esfuerzo realizado
por el Tribunal Constitucional para extender el concepto de vulnera-
ción del orden de competencias a aquellos supuestos de «condicio-
namiento» derivado de la alteración de rango de las normas. En efec-
to, cuando se trata de los vicios competcnciales de las leyes y dis-
posiciones con fuerza de lev hay que mencionar, entre ellos, el de
carencia de rango adecuado, vicio que tiene lugar cuando, en el inte-
rior del sector central del aparato del Estado (no, pues, en el seno de
un ordenamiento autonómico), una norma dimana de órgano incom-
petente o bien regula una materia reservada a otra clase de normas,
circunstancia susceptible de repercutir en las relaciones entre el Esta-
do y las Comunidades Autónomas y de afectar al orden de competen-
cias. Pues bien, lo propio ocurre respecto de las disposiciones infra-
legales, frente a las que cabe recurrir en conflicto por violación del
orden de competencias en la forma que vamos a ver.
El primer caso en que se denunció una infracción de esta especie
fue en el conflicto interpuesto por el Consejo Ejecutivo de la Gene-
ralidad de Cataluña en relación con el Real Decreto 480/1981, de 6
de marzo, sobre funcionamiento en el País Vasco y Cataluña de la
Alta Inspección del Estado en materia de enseñanza no universitaria.
Aquí, en efecto, el demandante adujo que se trataba de una norma
carente del rango adecuado, ya que, a su juicio, la cuestión debía
regularse por ley, si no por ley orgánica; pero el Tribunal, desesti-
mando tal alegación por motivos que en el presente trabajo no inte-
resan, creyó innecesario dilucidar si se puede plantear el tema de la
reserva de ley en un proceso conflictual (STC 6/1982, f. 6).
El segundo caso lo constituyen los conflictos instados por el Go-
bierno vasco frente a los Reales Decretos 2824, sobre coordinación
y planificación sanitaria, y 2825, sobre registro sanitario de alimentos,
ambos de 27 de noviembre de 1981, litigios resueltos mediante la
S. 32/1983. La demanda formulaba dos pretensiones: la principal pedía
la declaración de inconstitucionalidad de las normas impugnadas «por
no ajustarse su rango jerárquico a los mandatos constitucionales»; la
subsidiaria solicitaba que se reconociese la pertenencia al País Vasco
de determinadas competencias. El Tribunal, tras vincular, como ya
nos consta, el presupuesto objetivo de los conflictos con la invasión
de la esfera competencial ajena y estimar que el artículo 66 LOTC no
prevé otro contenido de la sentencia que la declaración de la titula-
ridad de la competencia controvertida porque no existe otro posible
objeto de conflicto, determina que no resulta admisible la formulación
en esta vía de una pretensión principal e independiente en la que se
pide la declaración de inconstitucionalidad de los Decretos citados
por supuesta insuficiencia de rango. Ahora bien, el juzgador señala a
renglón seguido que «en relación con determinadas competencias de

144
Los conflictos positivos de competencia

titularidad estatal, y de manera muy destacada en relación con la de


fijación de bases de una materia, un aspecto fundamental e indiso-
ciable del resto del debate es el de la concreción del órgano estatal
llamado a ejercer esa competencia y asimismo el de la forma (norma
con rango de Ley o disposición reglamentaria) a través de la cual ha
de ser ejercida la competencia en cuestión». Y ello porque cabe que
no resulte indiferente que el ejercicio de una competencia por el
Estado se haya practicado por uno cualquiera de sus órganos, toda
vez que la naturaleza de esa competencia puede requerir que su ejer-
cicio deba corresponder tan sólo a un órgano concreto. Así sucede en
especial con la competencia de fijación de bases, las cuales han de
ser establecidas por las Cortes mediante ley y no por el Gobierno.
Consiguientemente, «cuál sea el órgano estatal... que ejerce la com-
petencia del Estado... y cuál sea la forma o rango de la norma a
través de la cual se ejerce dicha competencia son problemas indisocia-
bles del de la titularidad de la competencia impugnada en un con-
flicto..., de donde se infiere que para resolverlo no bastará, al menos
en relación con Ja competencia de fijación de las bases..., con decla-
rar que tal competencia es o no estatal, pues aun siendo estatal una
competencia, si la ejerce un órgano del Estado distinto al previsto
constilucionalmente, el Tribunal tendrá que declarar nula la norma
en que tal competencia se contenga». En conclusión, aunque el pro-
blema del rango de los Decretos impugnados «no puede constituir el
objeto autónomo de una pretensión de inconstitucionalidad a debatir
en un conflicto de competencia, constituye uno de los aspectos del
"orden de competencias establecido en la Constitución" (art. 63.1 de
la LOTC) y en cuanto tal puede y debe ser controvertido y resuelto
en el presente conflicto, aunque no in abstracto y como pretensión
principal, como pide el Gobierno vasco, sino al filo del análisis del
contenido de cada precepto, pues la suficiencia o insuficiencia de ran-
go no puede apreciarse de modo general respecto a uno y otro Decre-
tos, sino que habrá de discutirse y declararse en función de la natu-
raleza y título competencia! que correspondan a cada precepto en
singular» (f. 1). La misma doctrina acerca de la relevancia en un con-
flicto de competencia de las alegaciones relativas al rango de las nor-
mas de fijación de bases es formulada por el Tribunal Constitucional
en la S. 42/1983 (fs. 3 y 6).
Pero el Tribunal únicamente entra a examinar el problema del
rango de las normas estatales cuando éstas repercuten directamente
sobre el alcance y el ejercicio de las competencias comunitarias. Esto
ya está claro en la doctrina de las sentencias expuestas o aludidas,
pero lo estará más en otras a las que nos vamos a referir.
En un recurso contra determinados preceptos del Real Decreto
2858/1981, de 27 de noviembre, sobre calificación de aeropuertos civi-
les, el Consejo Ejecutivo de la Generalidad de Cataluña esgrimió el
argumento de que se había infringido la reserva de ley al proceder
a la regulación ex novo de esa materia. El Tribunal, invocando la
S. 32/1983, reiteró entonces su doctrina de que los conflictos sólo

145
Ramón Punsel Blanco

deben versar sobre el orden de competencias, aunque en ellos quepa


a veces tratar, derivativamente, del rango de las normas. Si tal sucede
en el supuesto de las de fijación de bases es porque, cuando establecen
qué se ha de entender por bases o regulan materias básicas, delimitan
el contenido de una competencia estatal, competencia que el Estado
posee para dictar normas básicas y no para emitir las que carezcan de
semejante característica. Pero en el caso sometido a la decisión del
Tribunal, dado que el Estado tiene competencia exclusiva en materia
de aeropuertos de interés general, no cabe pronunciarse respecto a si
la regulación de los criterios de calificación de dicho interés ha de
hacerse o no por ley, «y no resulta, por consiguiente, de aplicación
la doctrina sentada en torno a la fijación de las bases, en el ámbito
de la cual el examen del rango legal podría tener su justificación en
que el acto mismo de la fijación de aquéllas es simultáneamente norma
de delimitación de competencias» (S. 68/1984, f. 3).
Idéntica doctrina se mantiene en la STC 7/1985, recaída en los
conflictos interpuestos por los Ejecutivos catalán y vasco frente a
varios Reales Decretos (todos de 27 de noviembre de 1981) que deter-
minaban las fiestas de ámbito nacional a efectos laborales y el calen-
dario laboral para 1982 y 1983. Aquí de nuevo declara el Tribunal im-
procedente cualquier pronunciamiento sobre el rango de las normas
impugnadas, «pues el hecho de que la competencia cuestionada se
ejercite por uno u otro órgano concreto del Estado no afecta a la
delimitación de competencias, ya que es de competencia estatal la
legislación laboral, que comprende tanto las leyes como las disposi-
ciones reglamentarias que se dicten en su desarrollo, y la competen-
cia autonómica es una competencia de ejecución de dicha legisla-
ción» (f. 9).
Otro caso: tanto el Consejo Ejecutivo de la Generalidad de Cata-
luña como el Gobierno vasco impugnaron en conflicto el Real Decre-
to 2099/1983, de 4 de agosto, por el que se aprueba el Ordenamiento
General de Precedencias en el Estado. La Generalidad solicitaba que
el Tribunal Constitucional declarase que correspondía a las Cortes y
no al Gobierno la facultad de regular ciertas materias objeto de nor-
mación por el Decreto cuestionado, e invocaba en apoyo de su pre-
tensión la doctrina contenida en las Sentencias 32 y 42/1983. Para el
Tribunal, de la doctrina de tales Sentencias, «lejos de desprenderse
o de ofrecerse soluciones únicas no necesitadas de más precisiones»,
se deriva «la necesidad de matizaciones y análisis de las posibles situa-
ciones que la realidad ofrezca..., siendo claro que cualquier infrac-
ción relativa a la forma de ejercicio o al órgano que ejerce la com-
petencia, no puede ser, sin más, materia del conflicto, y sí tan sólo
—aparte lo dicho con relación a las bases— cuando se reduzcan las
garantías constitucionalmentc establecidas para la protección de las
competencias autonómicas, o bien cuando algún precepto con rango
constitucional haya previsto que el concreto ejercicio de la competen-
cia estatal de que se trate sea realizado por un preciso y específico
órgano». Nada de ello sucede en el caso planteado, ya que no existe

146
Los conflictos positivos de competencia

norma alguna de la índole de las mencionadas y toda vez que la com-


petencia en el tema de la ordenación de precedencias pertenece al
Estado (S. 12/1985, f. 2).
En resumen, de acuerdo, fundamentalmente, con la doctrina sen-
tada por el Tribunal Constitucional que acabamos de exponer: 1.°) el
presupuesto objetivo del conflicto es siempre y exclusivamente una
infracción del orden de competencias configurado en el bloque de la
constitucionalidad delimitado por los artículos 62 y 63 LOTC; 2.°) la
infracción del orden de competencias puede consistir en una invasión
o usurpación de las competencias de otro ente o bien en su menoscabo
a través de un incorrecto ejercicio de las propias; 3.°) el Estado se halla
también legitimado para recurrir incluso cuando sus competencias no
hubieran sido usurpadas o menoscabadas, pero tal circunstancia se
diera respecto de una Comunidad Autónoma lesionada por la acción
de otra Comunidad; 4.°) hay menoscabo si el Estado dicta una norma
por medio de órgano incompetente o una norma estatal regula una
materia reservada a un tipo distinto de norma, igualmente estatal,
siempre que dicha norma afecte al descnvolvimeinto de una compe-
tencia de titularidad autonómica; ya porque se trate de una norma de
carácter delimitador de la esfera de atribuciones del Estado y de las
Comunidades Autónomas (caso de las normas de fijación de bases),
ya porque la Constitución hubiera establecido la reserva mencionada
para mejor garantizar esa competencia: resulta fácil añadir aquí que
una vulneración por el Gobierno de la reserva de ley genera infracción
del orden de competencias no sólo en los casos de competencias com-
partidas (lo que reduciría el problema de la llamada insuficiencia
de rango a las leyes delimitadoras), sino, igualmente, en los supuestos
de revocación por vía reglamentaria de competencias o potestades
normativas atribuidas a las Comunidades Autónomas extracstatutaria-
mente; 5.°) hay asimismo menoscabo si el Estado adopta una decisión
concerniente al ejercicio por las Comunidades Autónomas de sus pro-
pias competencias y esa decisión procede de un órgano diferente al
especialmente señalado por la Constitución (p. ej., que el Gobierno
pusiera en ejecución las medidas compulsivas previstas en el artícu-
lo 155 CE sin contar con la autorización del Senado), pero también
cuando tal decisión adolezca de graves vicios in procedendo, ya que
entonces se reducirían «las garantías constitucionalmente estableci-
das para la protección de las competencias autonómicas», como dice
la S. 12/1985 (así, v. gr., si la autorización senatorial dispuesta por
el art. 155 CE no se otorgara por mayoría absoluta).
La afirmación —sentada y consolidada en sede jurisprudencial—
de que el presupuesto objetivo de los conflictos intersubjetivos posi-
tivos radica exclusivamente en la existencia de una norma o un acto
que infringen el orden de competencias, infracción consistente en una
usurpación o menoscabo competenciales, implica que la mera incons-
titucionalidad o ilegalidad de una norma o de un acto no basta para
que los mismos resulten denunciables en esta vía procesal (cfr. STC
12/1985, f. 1, in fine, y 111/1986, f. 5), a diferencia, según tuvimos

147
Ramón Pimseí Blanco

ocasión de exponer, de lo que sucede en el ordenamiento italiano en


virtud de la Sentencia 14/1965 de la Corle Costituzionale; entre noso-
tros ni siquiera las disposiciones o actos de las Comunidades Autó-
nomas aquejados de tales vicios se traducen sin más en vulneración
del orden de competencias, resultando recurribles, en cambio, por
el Gobierno con arreglo al artículo 161.2 CE y al Título V LOTC en
los supuestos de inconstitucionalidad o por cualquier interesado ante
la jurisdicción contencioso-administrativa en los supuestos de incons-
titucionalidad o ilegalidad.
Pero se tiene que señalar, además, que la vulneración del orden
de competencias ha de ser actual, real y efectiva, no potencial, con lo
que, al igual que han hecho la doctrina y jurisprudencia italianas,
hemos de excluir la admisibilidad de los conflictos meramente pre-
ventivos o virtuales. «No es misión de este Tribunal al resolver con-
flictos de competencia —se dice en la STC 67/1983, f. 3— llevar a cabo
declaraciones interpretativas sobre la existencia y significado de su-
puestos implícitos en las normas y sobre sus presuntas consecuencias,
de manera que si en las normas esgrimidas la invasión de competen-
cia no se produce el conflicto no puede prosperar.» El mismo criterio
se sigue en la S. 68/1984 (f. 4) y en otras posteriores.
En otra ocasión el Tribunal Constitucional sostiene la tesis de la
imposibilidad de plantear un conflicto basándose en la sospecha de
que una resoliución o acto tienen como finalidad última vulnerar el
orden competencial o son susceptibles de conducir a ese resultado
cuando tales resolución o acto no invaden en modo alguno la compe-
tencia del recurrente (S. 116/1984, f. 4).
Un caso interesante lo constituye el resuelto por la S. 95/1984.
El Gobierno vasco había recurrido en conflicto el Real Decreto 2924/
1981, de 4 de diciembre, de reestructuración de determinados órganos
de la Administración del Estado alegando que vulneraba la competen-
cia autonómica por no contener ninguna disposición que dijera que
tal competencia no se vería afectada por la norma estatal. Mas el juz-
gador estimó que el conflicto interpuesto no era actual, «sino virtual
e hipotético», que «una cláusula como la solicitada por el Gobierno
vasco hubiera sido superflua» y que el Decreto impugnado no impli-
caba «lesión o invasión actual de competencias de la Comunidad
Autónoma del País Vasco» (fs. 2 y 4).
Por otra parte, también respecto a un conflicto entre órganos cons-
titucionales del Estado mantiene el Tribunal la doctrina de que «es
claramente un cauce reparador, no preventivo», arbitrado frente a
decisiones o actos que supongan «una efectiva y actual invasión de
atribuciones» (S. 45/1986, fs. 1 y 2).

148
Los conflictos positivos de competencia

5. CONTROL DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE LAS LEYES


EN EL INTERIOR DE UN CONFLICTO DE COMPETENCIA

La Constitución sólo ha previsto expresamente el recurso de incons-


titucionalidad en vía principal y la cuestión de inconstitucionalidad
como medios de promoción del control de constitucionalidad de las
leyes ejercido por el Tribunal Constitucional. De otro lado, en los
conflictos de competencia se someten a enjuiciamiento normas y actos
carentes de fuerza de ley. Pues bien: habida cuenta del breve plazo
de que disponen los legitimados para impugnar las leyes a través del
recurso directo, no sería inimaginable que en un proceso con-
flictual se concluyera en la inconstitucionalidad de un reglamento
perfectamente ajustado a una ley que le sirviese de cobertura y habili-
tación y en ejecución de la cual se hubiese dictado. Desde el punto
de vista del orden de competencias, una circunstancia tal evidencia-
ría que la ley reglamentariamente desarrollada tendría que resultar
contraria a dicho orden. ¿Cómo evitar, pues, el absurdo de que pu-
diera sobrevivir en el ordenamiento una norma inválida en tanto que
aquella que la desenvolvía y complementaba fielmente en el nivel crea-
tivo secundario había sido declarada nula?
En el ordenamiento italiano la solución adoptada por la jurispru-
dencia de la Corte Costituiionale respecto a este problema se traduce
en la implantación de una suerte de autocuestión de inconstituciona-
lidad. En efecto, la Corte consideró, ya desde 1960, que ella misma
podía hacer uso de las previsiones atinentes al planteamiento por los
órganos judiciales del recurso de inconstitucionalidad en vía inciden-
tal cuando debiera aplicar una ley para decidir un conflicto. Y, así,
actuando de oficio o a instancia de parte y tras valorar la «relevancia»
y «no manifiesta falta de fundamento» de la cuestión, la Corte acuer-
da la suspensión del proceso principal y la previa resolución inciden-
tal de la constitucionalidad de la ley. Hay dos procesos y, por tanto,
dos sentencias; el juez a qtto (la propia Corté) ha de decidir el con-
flicto de acuerdo con la sentencia emitida en el proceso incidental:
si ésta fuera estimatoria, habría de anular el acto impugnado en vía
conflictual.
En el ordenamiento español la solución adoptada no ya por la juris-
prudencia, sino por el legislador se contiene en el artículo 67 de la
LOTC, según el cual «si la competencia controvertida hubiera sido
atribuida por una Ley o norma con rango de Ley, el conflicto de com-
petencias se tramitará desde su inicio o, en su caso, desde que en
defensa de la competencia ejercida se invocare la existencia de la nor-
ma legal habilitante, en la forma prevista para el recurso de incons-
titucionalidad». Es éste un precepto de no fácil interpretación, por lo
que, antes de encarar los problemas que encierra, expondremos el
único caso en que, hasta ahora *, se ha virtualizado el control de cons-

* Recuérdese que este trabajo se concluyó a finales de 1986.

149
Ramón Pitnsel Blanco

titucionalidad que permite y la correspondiente doctrina del Tribunal


Constitucional sobre semejante forma de control.
El Gobierno de la Nación suscitó conflicto positivo de competencia
contra el Decreto del Gobierno vasco (adoptado a propuesta del Con-
sejero de Trabajo) 108/1981, de 28 de septiembre, de desarrollo del
artículo 15.3 de la Ley 8/1981, de 16 de julio, sobre Presupuestos Ge-
nerales de la Comunidad Autónoma del País Vasco para 1981 por
entender que vulneraba la competencia del Estado en materia de
legislación laboral, solicitando que se declarase la titularidad estatal
de dicha competencia y se anulara en su integridad la disposición
impugnada. Puesto que la relación entre ésta y la Ley 8/1981 era tan
diáfana como testimoniaba su denominación, el Abogado del Estado
se creyó en la necesidad de justificar la falta de impugnación anterior
de tal Ley aduciendo, en primer término, que el artículo 15.3 de la mis-
ma, luego desarrollado por el Decreto que se cuestionaba, «podía ser
objeto de interpretación conforme a la Constitución y al Estatuto» y,
en segundo término y subsidiariamente, que, aunque tal interpretación
no se estimara posible, la no interposición del recurso de inconstitucio-
nalidad en el momento pertinente en modo alguno perjudicaba la admi-
sibilidad del conflicto. Invocando al respecto el artículo 67 LOTC, mani-
festó que, si bien dicho precepto, en una primera aproximación a su
significado, «parece reducirse a imponer una transformación procedi-
mental en el caso de que se evidencie que la competencia controver-
tida ha sido atribuida por Ley o por normas con rango de Ley», «sus
implicaciones son más profundas en la medida en que el artículo 67
permite la posibilidad de promover incidentalmente una vía de control
de constitucionalidad en garantía del reparto constitucional o de base
constitucional de competencias entre el Estado y las Comunidades Autó-
nomas», con lo que se podría «examinar la constitucionalidad del ar-
tículo 15.3 como norma habilitante del Decreto 108/1981». Añadía el
Abogado del Estado que «en el plano de la hipótesis cabría también
interrogar si, como técnica alternativa del artículo 67 de la LOTC, no
podría darse la solución de que el Pleno del Tribunal planteara ante
sí mismo la cuestión de inconstitucionalidad del artículo 15.3, una vez
concluso el procedimiento de este conflicto» (STC 39/1982, ant. 1 B).
En respuesta a la demanda del representante del Gobierno de la
Nación, el Tribunal Constitucional acordó tener por planteado con-
flicto de competencia acerca del Decreto 108/1981 y dispuso que se
tramitara de conformidad con los artículos 67 y 34.1 LOTC.
El Abogado del Gobierno vasco, en las consideraciones de carácter
procesal efectuadas en su escrito de alegaciones, opinó que la ley ha-
bilitante de que habla el artículo 67 no ha de ser otra que una ley
estatal atributiva de competencias; en cuanto al interrogante de si
cabría la cuestión de inconstitucionalidad, manifestó que «el Tribunal
[Constitucional] es un órgano constitucional y no un órgano judicial
y la cuestión de inconstitucionalidad está prevista para los jueces y
Tribunales por lo que en nada se refiere a la vía que pretende el
Abogado del Estado» (ant. 3).

150
Los conflictos positivos de competencia

Por su parte, el Tribunal Constitucional, en la fundamentación


de su decisión sobre el asunto objeto de litigio, empieza por afirmar
que el conflicto se centra en la calificación que merezca la materia
regulada por el Decreto impugnado (materia laboral, según el Aboga-
do del Estado, o subvenciones públicas, según la defensa del Gobierno
vasco), «dado que la materia determina aquí el ámbito de las com-
petencias estatales y de las autonómicas». Mas, «a lo que es el centro
del conflicto, se antepone... otra cuestión, principal y prioritaria, cual
es el enjuiciamiento del artículo 15.3 de la Ley 8/1981, invocado en
el Decreto en conflicto como norma legal habilitante» (f. 1). En efecto:
«La mención que el preámbulo del Decreto 108/1981 hace del
artículo 15 de la Ley 8/1981 y el título que rotula aquel Decreto,
son evidenciadores de que la legitimidad de su contenido re-
glamentario se pretende encontrar en aquel precepto, compren-
sivo de una habilitación específica de una reglamentación de
desarrollo que, para quien la ejerce, se desenvuelve en el marco
del aludido precepto habilitante. Si los poderes reglamentarios
ejercitados arrancan de este precepto legal, y el Decreto en
conflicto complementa, desde la perspectiva subordinada que co-
rresponde a esta modalidad normativa, la regulación contenida
en una Ley, el enjuiciamiento constitucional de esta regulación
es previo a toda consideración sobre el Decreto cuestionado.
Que este Tribunal tenga que plantearse, y resolver, si el artícu-
lo 15.3 citado incide en excesos competencialcs, por comprender
materias que no corresponden al ámbito autonómico, es algo
necesario, impuesto por la relación que hemos dicho media entre
Ley y Reglamento que complementa o desarrolla, o desde otras
terminologías, ejecuta, en el plano normativo, las regulaciones
materiales contenidas en aquélla. Sí de este enjuiciamiento pre-
vio resultara que el artículo 15.3 es contrario a las previsiones
constitucionales, complementadas por las normas estatutarias,
definidoras de las competencias, es este precepto, y por conse-
cuencia necesaria la regulación de desarrollo, el viciado de in-
competencia. He aquí la justificación material de que tengamos
que examinar la validez del artículo 15.3 con anterioridad a en-
juiciar un texto que se presenta como desarrollo reglamentario
del contenido de aquél» (f. 2).

Por otra parle, el Tribunal rechaza las argumentaciones que po-


drían aducirse para impedir el enjuiciamiento de una ley no impug-
nada en vía principal basadas «en el principio de consentimiento o
en el carácter fatal de los plazos que condicionan temporalmente los
recursos».
«La indisponibilidad de las competencias y la nulidad de pleno
derecho de las normas contrarias a los preceptos constitucio-
nales y de los que, dentro del marco constitucional, se hubieran
dictado para delimitar las competencias... son razones que

151
Ramón Punset Blanco

desautorizan cualquier alegado asentado sobre la idea de aquies-


cencia por no haberse planteado en tiempo el conflicto o el
recurso... Por lo demás, el artículo 67..., en la línea de otros
supuestos dirigidos a facilitar el control concreto de normas...,
arbitra el cauce procesal para dar solución a este incidente de
constitucionalidad, despejándose y, en su caso, anulando la nor-
ma cuyo enjuiciamiento es previo al análisis de la disposición
respecto de la cual se plantea el conflicto. Se configura así un
control concreto, indirecto, para dar respuesta al problema de
constitucionalidad de una Ley, surgido como tema previo al en-
juiciamiento de la disposición que, de modo inmediato, da lugar
al conflicto» (f. 3).

En fin, el Tribunal Constitucional rechaza asimismo la interpreta-


ción restrictiva del concepto de ley habilitante esgrimida por el Abo-
gado del Gobierno vasco:
«Las argumentaciones... para reducir el alcance del artículo 67,
a las Leyes que en expresión del artículo 28.1... se hubieren
dictado para delimitar las competencias del Estado y las dife-
rentes Comunidades Autónomas o para regular o armonizar las
competencias de éstas, esto es, a Leyes delimitadoras o distri-
butivas de competencias, y que implican una reducción del al-
cance del precepto, dejando sin cauce propio el indicado enjui-
ciamiento previo, cauce que no puede ser otro que el recurso
de inconstitucionalidad, con aplicación de lo que disponen, entre
otros, los artículos 34 y 38 y siguientes de aquella Ley (la LOTC),
no tienen cobijo en el sentido y alcance del mencionado ar-
tículo 67. El enjuiciamiento de una Ley, amparadora de la dis-
posición que ha dado lugar al conflicto, y que se presenta y se
invoca como norma legal habilitante, requiere del juego de las
reglas procesales que hemos dicho, aseguradoras de la presen-
cia, en el debate, no sólo de los poderes en conflicto, sino, ade-
más, de las Cámaras legislativas. Por otro lado, las reglas que
respecto a la Sentencia y sus efectos, se contienen en los ar-
tículos 38 y siguientes, deben ser de aplicación a estos procesos
generados de un conflicto» (f. 3).

Resueltos los aspectos procedimentales anteriores, el Tribunal entra


a continuación a analizar el contenido de la Ley cuya cobertura había
invocado el reglamento recurrido en conflicto y lo reputa conforme
a la Constitución y al Estatuto de Autonomía del País Vasco. Entonces
«la cuestión se centra —y aun se constriñe— al Decreto 108/1981, una
vez afirmado que el legislador vasco... no ha invadido ámbitos compe-
tenciales correspondientes al Estado». Ahora bien, aunque el Decreto
citado se presente como desarrollo reglamentario de la Ley menciona-
da, el análisis del mismo que emprende el juzgador, «más que del al-
cance de la habilitación específica contenida en el aludido artículo 15.3

152
Los conflictos positivos de competencia

y el grado de ajuste entre la Ley y el precepto reglamentario que la


complementa o desarrolla, es de si la regulación plasmada en el texto
reglamentario se comprende dentro de los ámbitos competenciales» del
País Vasco (f. 6). El examen subsiguiente concluye en que el repetido
Decreto excede de tales ámbitos e invade la competencia del Estado,
por lo que el Tribunal decide que está viciado de incompetencia y
declara su nulidad. El tenor del fallo es justamente ése, sin que en él
se haga referencia alguna a la constitucionalidad del artículo 15.3 de la
Ley 8/1981.
Pues bien: sin perder de vista la doctrina sentada por el Tribunal
Constitucional sobre el alcance del artículo 67 LOTC, que acabamos
de recoger con toda amplitud, nos toca ahora a nosotros analizar el
control de constitucionalidad de las leyes establecido en dicho precepto.
Lo primero que conviene tener presente es que el aludido control
se produce en el interior de otro proceso: el de los conflictos positivos
intersubjetivos de competencia, un proceso dispuesto para el enjuicia-
miento —desde la perspectiva de la forma autonómica del Estado-
ordenamiento y del consiguiente reparto de esferas de acción entre el
sector central del aparato estatal y los entes territoriales previstos de
autonomía política— de normas y actos carentes de rango legal. Más
aún: el objeto principal del proceso en el que se inserta el control
citado radica en la elucidación de la titularidad de una competencia
presuntamente usurpada mediante tales normas y actos infralegales o
en la determinación de que los mismos menoscaban competencias de
titularidad no litigiosa. Así, sólo de modo incidental —y cuando concu-
rran aquellos requisitos que enseguida habremos de concretar— podrá
verificarse el control de las leyes con carácter previo al de los reglamen-
tos y actos impugnados en conflicto. No se trata, por tanto, de que la
aplicación del artículo 67 suponga una transformación del conflicto
en un proceso diferente, el del recurso de inconstitucionalidad; lo único
que sucede es que, en el seno del proceso conflictual, y antes de exa-
minar a quién corresponde la competencia controvertida o si una com-
petencia cuya titularidad no se debate ha sufrido algún género de me-
noscabo por una disposición o acto, se debe despejar el incidente de
constitucionalidad de la ley que el demandante reputa fuente habilitan-
te de la norma o acto recurridos o que el demandado invoca como tal.
Dice el precepto que estudiamos, sin embargo, que el conflicto, en
la circunstancia referida, se tramitará «en la forma prevista para el
recurso de inconstitucionalidad». Ahora bien, esto no resulta exacto,
o no está bien expresado, pues lo que se tramita conforme a la regu-
lación contenida en los artículos 34, 38, 39 y 40 de la LOTC es la reso-
lución de la cuestión incidental suscitada en torno a la constituciona-
lidad de la ley habilitante, quedando en lo demás el conflicto plan-
teado sometido a las reglas de los artículos 62 y siguientes. El proceso,
que es único, se encuentra bajo una doble disciplina normativa de
acuerdo con el desdoblamiento de su objeto, pero, habida cuenta de
la índole incidental del control de la ley que en él tiene lugar, no
pierde nunca su cualidad de conflicto de competencia. Cualidad que

153
Ramón Punset Blanco

se refuerza al considerar que, a diferencia de lo que ocurre en el


ordenamiento italiano (y también en el español en los supuestos de
cuestión y autocuestión de inconstitucionalidad), no hay aquí dos sen-
tencias, una para decidir acerca de la constitucionalidad de la ley y
otra posterior relativa al reglamento o al acto objeto principal del con-
flicto, sino que ambos pronunciameintos se integran en una sola reso-
lución del juzgador4.
Coherentemente con su índole incidental, el control de constitu-
cionalidad de las leyes del artículo 67 es un control concreto, que se
practica en función de la relación existente entre la ley enjuiciada y
las normas y actos impugnados mediante conflicto de competencia.
Comparando dicha concreción con la del control incidental ejercido
a través de la cuestión de inconstitucionalidad, puede incluso obser-
varse que alcanza un mayor nivel, al efectuarse el control del artícu-
lo 67 por el mismo órgano jurisdiccional llamado a resolver el asunto
principal.
¿Qué condiciones o requisitos resultan de obligada concurrencia
para que se ponga en marcha el control?
La jurisprudencia y la doctrina italianas han venido destacando la
«funcionalidad» del control incidental de las leyes respecto de la re-
solución del conflicto de competencia. En otras palabras, el pronun-
ciamiento acerca de la constitucionalidad de una ley debe revelarse
absolutamente prejudicial a la resolución del conflicto, de manera que
el mecanismo del control no entra en funcionamiento cuando a la Corte
Costituzionale le parece evidente la titularidad de la competencia liti-
giosa en la emanación del acto recurrido; así, se quiere impedir una
reapertura solapada del plazo de impugnación de la ley en vía prin-
cipal, ya concluido. Esta extrema concreción del control no puede,
en cambio, trasladarse por completo a nuestro Derecho.
En efecto, en principio, y según el artículo 67, basta con que «la
competencia controvertida hubiera sido atribuida por una Ley o norma
con rango de Ley» para que los legitimados en el proceso conflictual
insten la verificación de su acomodo al bloque de la constitucionali-
dad. Por otra parte, y como ya nos consta, el Tribunal Constitucional
ha dejado perfectamente claro —no obstante el vocablo «atribuida»,
utilizado por el precepto que comentamos— que el concepto de ley
habilitante no puede restringirse a las normas integrantes del pará-
metro reflejo de constitucionalidad del artículo 28.1 LOTC, esto es, a
las leyes atributivas, delimitadoras o armonizadoras. En el conflicto
decidido por la STC 39/1982 la ley sometida a enjuiciamiento no co-
rrespondía a ninguna de tales categorías. Pronunciándose contra un
criterio restrictivo del concepto de ley habilitante, el Tribunal tuvo que
4
«El artículo 67 LOTC —se dice en la STC 32/1983— impone la tramitación del
conflicto (y sin que por ello deje de ser un con/licto de competencia) en la forma
prevista para el recurso de inconstitucionalidad sólo cuando "la competencia con-
trovertida" (que continuará siendo el objeto del conflicto y cuya titularidad habrá
que resolver en él) hubiera sido atribuida "por una Ley o norma con rango de
Ley"» (f. 1).

154
Los conflictos positivos de competencia

soslayar la defectuosa redacción del artículo 67 (cuyo tenor literal


sirvió, en el proceso señalado, para que la representación de la Comu-
nidad demandada adujese que únicamente una ley estatal atributiva
de competencias merecía la consideración de ley habilitante) a fin de
hacer factible también el control de las leyes autonómicas, no perte-
necientes al bloque de la constitucionalidad configurado en el men-
cionado artículo 28.1. Cualquier ley del Estado o de las Comunidades
Autónomas es susceptible, pues, de enjuiciarse por esta vía.
Ahora bien, ello no permite olvidar que la ley enjuiciable es úni-
camente una ley habilitante, o sea, una ley en que se fundamenta la
«competencia controvertida»; y de ahí el carácter concreto del con-
trol establecido. Esa fundamentación cabe que consista en la simple
remisión normativa, como sucedía con la Ley vasca 8/1981, cuyo ar-
tículo 15.3 (desarrollado mediante Decreto 108/1981, recurrido en con-
flicto, según vimos) ordenaba al Gobierno autonómico reglamentar el
derecho de información que otorgaba a los Comités de Empresa o
Delegados de Personal respecto de la recepción y manejo de las sub-
venciones aportadas por la Comunidad Autónoma a la entidad mer-
cantil a la que pertenecieran. Ahí el Tribunal Constitucional estaba,
indudablemente, en situación de resolver el conflicto planteado con-
tra el Decreto 108/1981 en los términos del artículo 66 LOTC sin nece-
sidad de acudir a la Ley citada, la cual —repitámoslo— era una ley
autonómica y, por tanto, no atributiva o delimitadora de competen-
cias. Al interpretar el concepto de ley habilitante como lo hizo, el
juzgador introdujo en el proceso conflictual un elemento extraño a
su ratio genuina, ya que, en pura lógica, no se precisaba despejar el
incidente de constitucionalidad de la Ley 8/1981 para delimitar la titu-
laridad de la competencia controvertida. La lógica en que el Tribunal
se apoya a fin de someter a control previo la Ley tantas veces aludida
es la de la relación, de apoderamiento y jerarquía, entre una norma
primaria y otra secundaria en el seno de un mismo ordenamiento
(cfr. supra, S. 39/1982, f. 2).
En resumidas cuentas, la fundamentación de la competencia con-
trovertida por la ley habilitante y lo que justifica su control incidental
en el interior de un proceso conflictual radica en la jerarquía lógica
o material existente entre dicha ley y el reglamento o el acto impug-
nados. O expresado de otro modo: merecerá la calificación de ley
habilitante aquella lógica o materialmente superior a la disposición
o al acto recurridos en conflicto.
Esta solución ofrecida por nuestra jurisprudencia difiere de la adop-
tada en Italia que antes he apuntado y permite solventar mejor el
problema planteado al comienzo del presente epígrafe, así como garan-
tizar más firmemente la supremacía de la Constitución, pero resulta
menos correcta desde el punto de vista procesal, ya que posibilita un
rebajamiento de la índole incidental del control de la ley habilitante, el
cual, en los supuestos en que tal ley se repute así por una conexión de
mera remisión normativa con la disposición reglamentaria impugnada,

155
Ramón Punset Blanco

pierde concreción y desnaturaliza la función que el ordenamiento ha


conferido al litigio en cuyo seno opera.
Ello no obstante, el carácter incidental del control debe respetarse
al máximo. En efecto, lo que la vía del conflicto persigue es el enjui-
ciamiento de disposiciones o actos sin fuerza de ley con arreglo a un
parámetro de constitucionalidad, principal y reflejo, estrictamente com-
petencial: el definido por los artículos 62 y 63 de la LOTC. Consecuen-
temente, la elucidación incidental de la constitucionalidad de la ley
«atributiva» de la competencia controvertida ha de inscribirse en el
marco de la razón de ser de la técnica conflictual, consistente en la
determinación de la competencia en litigio y/o en la eliminación de
las normas o actos lesivos de la esfera competencial estatal o autonó-
mica. Por tanto, la validez de la ley habilitante se medirá exclusi-
vamente de acuerdo con el parámetro competencial, sin que, habida
cuenta de la índole incidental del control y la naturaleza del proceso
en que tiene lugar, quepa entrar a enjuiciar su validez procedimental;
lo propio tendría que predicarse acerca de la cuestión de su consti-
tucionalidad material.

6. LAS IMPUGNACIONES DEL ARTICULO 161.2 DE LA CE


Y DEL TITULO V DE LA LOTC Y SU DIFERENCIACIÓN
DE LOS CONFLICTOS DE COMPETENCIA
Según el artículo 161.2 CE —un precepto frente al cual la doctrina
se ha manifestado con bastante perplejidad y no pocas actitudes crí-
ticas—, «el Gobierno podrá impugnar ante el Tribunal Constitucional
las disposiciones y resoluciones adoptadas por los órganos de las Co-
munidades Autónomas», produciendo la impugnación «la suspensión
de la disposición o resolución recurrida», que, no obstante, el Tribu-
nal deberá ratificar o levantar «en un plazo no superior a cinco meses».
Pues bien: dado que el Gobierno (a través de su Presidente) se halla
facultado para hacer uso del recurso de inconstitucionalidad contra
las «leyes y disposiciones noimativas con fuerza de ley» de las Comu-
nidades Autónomas —arts. 161.1.a) y 162.1.a) CE—, así como para impug-
nar, ya ante la jurisdicción contencioso-administrativa —art. 153.c)
CE—, ya ante la jurisdicción constitucional (arts. 60 y 62 LOTC), la
validez de las normas reglamentarias y de los actos administrativos
autonómicos, ¿es que el artículo 161.2 CE establece un proceso sin-
gular, distinto de los mencionados, en el que se han de enjuiciar dis-
posiciones y actos de diferente índole y filiación orgánica?
El legislador ha contemplado el artículo 161.2 desde una doble
perspectiva. En primer lugar, simplemente como una regla de in-
terrupción de la vigencia y aplicación de las normas y actos recu-
rridos en determinadas vías procesales: así, el artículo 30 LOTC per-
mite al Gobierno invocar el artículo 161.2 a fin de que se suspenda
la vigencia de aquellas «disposiciones normativas o actos con fuerza
156
Los conflictos positivos de competencia

de ley» atacados mediante el recurso directo de inconstitucionalidad,


y el artículo 64.2 LOTC le permite lo propio en relación con las dis-
posiciones y actos respecto de los cuales inste un conflicto positivo
de competencia. En segundo lugar, el artículo 161.2, sin perjuicio
de operar también como regla de suspensión, aparece en el Título V
de la LOTC como fuente de habilitación de un proceso constitucional
independiente, en el que se han de decidir impugnaciones dirigidas
contra «las disposiciones normativas sin fuerza de Ley y resolucio-
nes emanadas de cualquier órgano de las Comunidades Autónomas»
(art. 76). Obviamente, el proceso del artículo 76 LOTC no tiene por
objeto dirimir un litigio competencial de los regulados en otro lugar
de la LOTC, del mismo modo que el artículo 161.2 no cabe se entienda
como una duplicación de los procedimientos aludidos en las letras a)
y c) del artículo 161.1 CE. Lo que está en manos del Gobierno, pues,
es un recurso orientado a provocar el control de normas infralegales
y resoluciones por vicios de carácter ajeno al orden de competen-
cias 5. Gracias a su implantación, ningún acto de creación o aplicación

s
En el litigio suscitado por la impugnación, conforme al procedimiento singu-
lar del artículo 161.2 CE y Título V de la LOTC, de una resolución del Presidente
de la Generalidad de Cataluña aprobatoria de un Convenio suscrito con el Presi-
dente del Consejo Regional de Murcia (litigio fallado en la STC 44/1986), el Abo-
gado de la Generalidad planteó «excepción de falta de legitimación por cuanto el
artículo 161.2 de la Constitución no puede interpretarse en el sentido amplio que
permita impugnar ante el Tribunal Constitucional, en detrimento de la jurisdic-
ción conlencioso-administraliva, cualquier resolución de las Comunidades Autóno-
mas que, de algún modo, pudieran reputarse contrarias a la Constitución, sino
tan sólo aquellas que guarden una vinculación o conexión con las cuestiones de
competencia, lo que no ocurre en este caso porque el convenio no afecta al ám-
bito de competencias del Estado, ya que lo único que está en juego es el cum-
plimiento de requisitos condicionantes de su eficacia o entrada en vigor» (se re-
fería a la falta de autorización previa de las Cortes que los artículos 145.2 CE y
27.1 del Estatuto catalán demandan para la celebración de acuerdos intercomuni-
tarios de cooperación) (antecedente 3"). «La falla de legitimación del Gobierno
para la impugnación planteada en este proceso se deduce... contraponiendo al ar-
tículo 161.2 de la Constitución, desarrollado en los artículos 76 y 77 de la LOTC,
el artículo \51.c) de la propia Constitución... Una interpretación amplia de aque-
llos preceptos iría en detrimento de la competencia que a la jurisdicción conten-
cioso-administrativa atribuye el artículo 153.C) de la CE, para el control de la ad-
ministración autónoma y sus normas reglamentarias.» Por ello, y de acuerdo con
una interpretación restrictiva de los artículos 76 y 77 LOTC, «sólo podrían impug-
narse ante el Tribunal Constitucional aquellas disposiciones y resoluciones de los
Órganos de Gobierno de las Comunidades Autónomas que guarden una conexión
o vinculación con las cuestiones de competencia, lo que sólo ocurrirá... cuando
se violen preceptos constitucionales de los que resulte la incompetencia de la
Comunidad Autónoma para llevar a cabo las actuaciones objeto de impugnación»
(f. l.a,I.I). El Tribunal rechaza esta tesis sosteniendo que el artículo 161.2 CE
no limita la impugnación en él prevista a que la infracción de los preceptos cons-
titucionales en que ha de apoyarse dicha impugnación quede circunscrita a «los
supuestos en que esté en juego la competencia»: el artículo 161.2 dice «expresa-
mente y sin restricción alguna» que «el Gobierno podrá impugnar ante el Tribu-
nal Constitucional las disposiciones y resoluciones adoptadas por los órganos de
las Comunidades Autónomas (f. l.aj.ll).
A mi juicio, en cambio, y como se mantiene en el texto, el artículo 161.2, según
ha sido desenvuelto en el Titulo V de la LOTC, no sólo no se circunscribe a los

157
Ramón Punset Blanco

del Derecho procedente de los poderes públicos autonómicos queda


fuera del alcance del Tribunal Constitucional. En tanto que recurso
residual, el del artículo 161.2 CE, deviene un recurso de cierre de
todo el sistema impugnatorio6.
Está claro que los vicios, materiales o formales, esgrimidos contra
las normas o actos objeto de este recurso han de ser vicios de in-
constitucionalidad, no de ilegalidad. Si tales normas o actos dima-
naran de la Administración de una Comunidad Autónoma, el control
de legalidad de los mismos correspondería, de acuerdo con el artícu-
lo 153.c) CE, a la jurisdicción contencioso-administrativa7. Ello no
impide, naturalmente, que los órganos de dicha jurisdicción puedan
practicar igualmente un control de constitucionalidad fundado en idén-
ticos vicios que los denunciables ex artículo 161.2 ante la jurisdicción
constitucional. Por otra parte, las normas o actos impugnables ante
el Tribunal Constitucional son asimismo susceptibles de derivar de
la Asamblea legislativa, o aun de otros órganos autonómicos inde-
pendientes del Ejecutivo y del Parlamento; en suma, cabe que pro-
cedan, como dice el artículo 76 LOTC, «de cualquier órgano» de la
Comunidad Autónoma; en tales casos, no está excluido, ni mucho
menos, el control de constitucionalidad realizado por la judicatura
ordinaria.
En este proceso puede resultar impugnable cualquier infracción
de las normas orgánico-procedimentales y sustantivas de la Constitu-
ción. En el caso de las primeras, bien entendido que salvo las concer-
nientes al sistema de distribución de competencias entre el Estado y
las Comunidades Autónomas, ya que un correcto planteamiento del re-
curso que estudiamos presupone la competencia autonómica para dictar
la disposición o resolución recurrida: de otro modo habría que instar

supuestos en que se reivindique una competencia o a aquellos otros en que el


Gobierno considere que el ejercicio de una competencia por una Comunidad Au-
tónoma menoscaba las del Estado, sino que nada tiene que ver con ese tipo de
litigios, para los cuales la LOTC ha dispuesto las vías procesales del recurso di-
recto de ¡nconstitucionalidad o de los conflictos competenciales positivos, según
fuese el rango de las normas y actos impugnables. Y ello a pesar del precepto
contenido en el artículo 77 LOTC, según el cual la impugnación regulada en el
Título V, «sea cual fuere el motivo en que se base, se formulará y sustanciará
por el procedimiento previsto en los artículos 62 a 67» (el relativo a los conflictos
positivos de competencia). Tal precepto es hijo del desconcierto del legislador res-
pecto de la identidad y ralio essendi del proceso constitucional ideado por el ar-
tículo 161.2 CE, desconcierto, a su vez, originado en los avatares sufridos por la
citada norma constitucional en el curso de su elaboración y que afecta igualmente
a la doctrina. Además, si el motivo en que se basa la impugnación (cualquier in-
fracción de la Constitución, según el artículo 77 LOTC) no radica en la incompe-
tencia de una disposición o resolución de la Comunidad Autónoma demandada,
¿cómo dar cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 66 LOTC, que ordena que
la sentencia del Tribunal Constitucional declare «la titularidad de la competencia
controvertida».
* V. las atinadas aseveraciones del Abogado del Estado en la impugnación re-
suelta mediante la STC 16/1984, antecedente 2°, e).
' Expresamente lo afirma la STC 54/1982, f. 7 (el proceso concluyó con senten-
cia porque la acción ejercitada ex artículo 161.2 CE tenía carácter subsidiario).

158
Los conflictos positivos de competencia

un conflicto. En cuanto a la vulneración de normas constitucionales


sustantivas, ésta tendrá que producirse asimismo en el ejercicio de
competencias propias para que quepa su ataque en la vía no conflic-
tual del artículo 161.2 CE y Título V de la LOTC: tal sucede cuando
a una Comunidad Autónoma le compete regular el ejercicio de un de-
recho consttiucional o cuando una norma autonómica incide de alguna
manera sobre uno de esos derechos; tal sucede también cuando una
resolución autonómica contraviene un derecho fundamental, o cuando
una disposición o resolución infringen un principio constitucional es-
tructura o uno de los principios rectores de la política social y econó-
mica8.
Ahora bien, el parámetro de constitucionalidad aplicable en la elu-
cidación de un recurso de esta especie, ¿se compone sólo de normas
constitucionales o, como ocurre en otros procesos, lo integran igual-
mente de forma refleja Estatutos de Autonomía y leyes ordinarias?
En el proceso impugnatorio de la resolución del presidente del Par-
lamento de Navarra de 25 de agosto de 1983 proponiendo al Rey la
designación del Presidente del Gobierno autonómico, el Tribunal Cons-
titucional entendió que para decidir la cuestión de fondo (la validez
de la propuesta de nombramiento de un determinado candidato) era
necesario «examinar los preceptos más relevantes al respecto, con-
cretamente... el artículo 29, número 3, de la LORAFNA, y el artículo 20
de la Ley Foral de 11 de abril de 1983, reguladora del Gobierno y de la
Administración de la Comunidad Foral de Navarra». Efectuado dicho
examen, el Tribunal consideró que la propuesta del Presidente del Par-
lamento se había realizado sin que previamente hubieran tenido lugar
«actuaciones imprescindibles en el procedimiento de elección» exigi-
das por la Ley Foral citada, lo que suponía la nulidad de la propuesta
(STC 16/1984, fs. 5 y 7).
Por otra parte, en el litigio suscitado a causa de una resolución
del Presidente de la Generalidad de Cataluña que aprobaba un conve-
nio suscrito con el Presidente del Consejo Regional de Murcia, el Tri-
bunal Constitucional calificó de precepto fundamental para solventar
el problema de fondo, además de al artículo 145 CE, al artículo 27 EC,
si bien afirmó que el artículo 145.2 CE no es «un precepto que habilite
a las Comunidades para establecer convenios entre ellas, sino que,
supuesta esa capacidad, delimita por su contenido los requisitos a que
ha de atenerse la regulación de esta materia en los Estatutos y esta-
blece el control por las Cortes Generales de los acuerdos o convenios
de cooperación» (STC 44/1986, f. 2).
Como se ve, en los dos supuestos de impugnación que se acaban
de reseñar, el Tribunal Constitucional hizo aplicación de normas de
rango no constitucional para decidir el litigio. En el primer supuesto,
1
Una misma resolución puede vulnerar una norma orgánico-procedimental y,
a la vez, una norma sustantiva: así, la STC 16/1984 (caso Presidente de la Dipu-
tación Foral de Navarra) resolvió tanto una impugnación ex articulo 161.2 CE cuan-
to un recurso de amparo (si bien éste fue desestimado).

159
Ramón Punset Blanco

y frente a la objeción de que lo que se pretendía del Tribunal era que


dirimiese una mera cuestión de legalidad, el juzgador sostuvo que
el acto de nombramiento de Presidente de la Diputación Foral tiene
el carácter de acto compuesto, «en el que concurren, de una parte, la
decisión del Parlamento Foral que culmina el procedimiento previsto
en el artículo 29 de la LORAFNA... y, de otra, el nombramiento por
Su Majestad el Rey y el refrendo por el Presidente del Gobierno, de
acuerdo con el artículo 64 de la CE, el cual asume la responsabilidad
a que se refiere el número 2 del propio precepto. En consecuencia...,
no cabe duda de que el acto compuesto de nombramiento, el cual
comprende cada uno de los que lo forman, ha de incluirse en el con-
junto y cada una de sus partes dentro de la materia constitucional,
por lo que el TC no puede compartir la tesis de que la cuestión plan-
teada sea de mera legalidad, ya que trasciende de la misma para incidir
en el orden constitucional» (STC 16/1984, f. 4). Con base en esta doc-
trina parece, pues, que cabe concluir que un acto simple como la reso-
lución del Presidente del Parlamento navarro, al ser nulo por ilegal,
incurre en inconstitucionalidad en cuanto vicia la producción del acto
complejo al que pertenece (el de nombramiento de Presidente de la
Diputación Foral por el Rey). La LORAFNA y la Ley Foral de 11 de
abril de 1983 integran entonces no sólo el canon de legalidad, sino el
de constitucionalidad del proceso parlamentario de elección, ya que
su respeto resulta ineludible para la corrección constitucional del acto
compuesto de designación. En el segundo supuesto (el del enjuicia-
miento de la resolución del Presidente de la Generalidad de Cataluña),
el carácter constitucionalmente reflejo del Estatuto de Autonomía se
deduce directamente de la remisión efectuada a esta clase de normas
por el artículo 145.2 CE.
No obstante lo anterior, el parámetro reflejo de constitucionalidad
aplicable en la decisión de los procesos entablados conforme al Título V
de la LOTC se diferencia notablemente del utilizable en la elucida-
ción de otros litigios constitucionales, en los cuales, en efecto, las
normas paramétricas ordinarias deben su condición de canon del pro-
nunciamiento jurisdiccional bien al papel que desempeñan en la con-
figuración del sistema de distribución de competencias entre el Estado
y las Comunidades Autónomas (así, las enumeradas en los arts. 28.1, 62.
63.1 y 3, 69.2, 71.1 y 72.1 LOTC) o entre determinados órganos consti-
tucionales del Estado (las aludidas en el art. 73 LOTC), bien a su come-
tido de normas reguladoras en exclusiva de una determinada materia
(como las leyes orgánicas, según reconoce el art. 28.2 LOTC, y también
los reglamentos del Congreso y del Senado). En todos estos supuestos,
el principio de competencia, como técnica de relación —ya entre orde-
namientos territoriales, ya intraordinamental—, está en la base de la
existencia y función de las normas paramétricas reflejas. En cambio,
en el tipo de proceso establecido por el Título V de la LOTC no se
han de solventar cuestiones atinentes a relaciones entre ordenamien-
tos territoriales desde la perspectiva competencial, pues tales cuestio-
nes tienen asignadas otras vías de acceso a la jurisdicción constitu-

160
Los conflictos positivos de competencia

cional. Las resoluciones, antes citadas, del Presidente del Parlamento


navarro y del de la Generalidad de Cataluña no infringían el sistema
constitucional de distribución de competencias entre el Estado y las
Comunidades Autónomas al vulnerar, respectivamente, la LORAFNA
(y, a su través, la Ley Foral de 11 de abril de 1983) y el Estatuto de
Autonomía, sino una reserva arbitrada por la Constitución en favor
de las normas conculcadas y, por tanto, el principio de jerarquía nor-
mativa. Es verdad que también las leyes orgánicas y los reglamentos
parlamentarios —normas asimismo paramétricas— son objeto de una
reserva material y, sin embargo, sus relaciones con las demás clases
de leyes, en el primer caso, o con toda clase de leyes, en el segundo,
no se rigen por el principio de jerarquía normativa, sino por el de
separación de competencia; mas ello se debe, como resulta conocido,
a que se trata de normas a su vez circunscritas a la regulación de la
materia que les ha sido reservada y sólo a ella.

161
BIENES CULTURALES Y CONSTITUCIÓN

Giancarlo Rolla
Profesor Ordinario de Instituciones de Derecho Público
Universidad de Siena

1. LA CULTURA COMO VALOR


CONSTITUCIONALMENTE PROTEGIDO
Cuando se considera la Constitución bajo el punto de vista sus-
tancial, es decir, como conjunto de valores que, surgidos en la vida
social de una determinada fase histórica, han alcanzado forma jurídica
y han entrado en la esfera del derecho a través del ejercicio del poder
constituyente, alcanza una importancia particular la investigación sobre
sus principios fundamentales. Entre éstos es preciso incluir los prin-
cipios de tutela del ambiente y de la persona que originan —según una
autorizada doctrina— la Constitución cultural'.
El eje en torno al cual giran los diversos planos de la Constitución
cultural está representado por el artículo 9 de la Constitución. Este
precepto se articula en dos apartados: el primero asigna a la República
el deber de promover el desarrollo de la cultura y de la investigación
científica y tecnológica. El segundo, a su vez, afirma la exigencia fun-
damental de tutelar el paisaje y el patrimonio histórico y artístico de
la nación 2.
Sólo recientemente se ha puesto de manifiesto la importancia de
estas disposiciones y sus potencialidades. Más aún en los primeros mo-
mentos fueron infravaloradas y suscitaron un escaso interés en la doc-
trina. Ello se debió a que sobre su formulación, en verdad demasiado
genérica, pesaba una doble hipoteca constituida, por un lado, por el con-

1
Cfr. PIZZORUSSO, Leüoni di diritto costiluzionale, Roma, 1984, pp. 166 y ss.
1
Para una interpretación del artículo 9 de la Constitución, véanse los trabajos
de SPAUKA MUSSO, LO slato di cultura nella cosliluzione italiana, Ñapóles, 1961;
SANDULU, «La tutela del paesaggio nella costituzione», Riv. Giur. Ed., 1967, pp. 7
y ss.; SANTORO PASSARELI.I, «I beni della cultura secondo la costituzione», en Studi
per il XX ann. dcU'Ass. cost., II, Florencia, 1969, pp. 436 y ss.; MKRUSI, «Art. 9.
Principi fondamentali», en Commcntario della costituzione a cura di Branca, Bo-
lonia, 1975, pp. 434 y ss.

Revista del Centro de Estudios Constitucionales 163


Núm. 2. Enero-abril 1989
Ciancarlo Rolla

dicionamiento cultural inducido por la legislación vigente en el momen-


to en que la normativa constitucional fue elaborada y, por el otro lado,
por la ausencia de ulteriores especificaciones en orden a la forma en
que se debía realizar tal tutela. También contribuyeron a producir este
resultado las dudas que se suscitaron a propósito de la eficacia inme-
diata de estos preceptos en el contexto del debate más amplio sobre
la estructura tipológica de las diversas normas de la Constitución s.
No parece aventurado comparar el artículo 9 de la Constitución con
las páginas de un libro que el constituyente ha querido dejar en blanco
y que se van llenando poco a poco de contenidos normativos al ma-
durar el interés social por los temas de la salud, del ambiente y de la
calidad de vida.
La cultura y los bienes culturales pueden introducirse en el catálogo
de los derechos de la llamada «tercera generación», es decir, entre las
posiciones subjetivas que surgen como consecuencia del rápido desa-
rrollo científico y tecnológico o que han sido inducidas por la exigencia
de instaurar un nuevo orden humanitario basado sobre un desarrollo
equilibrado y no patógeno, sobre la tutela del patrimonio común de la
humanidad. No es una casualidad que diversas convenciones interna-
cionales les reconozcan la cualidad de «patrimonio común de la huma-
nidad» 4.
La relación entre Constitución y tutela de los bienes culturales es
biunívoca: esta última no sólo representa uno de los principios funda-
mentales de aquélla, sino que, además, el concepto de Constitución es
al mismo tiempo susceptible de influir sobre la calificación jurídica de
los bienes culturales. Si se sostiene una noción típicamente liberal
de Constitución conforme a la cual su contenido fundamental debería
ser el de definir los límites que separan la autonomía de los particu-
lares de la intervención pública, estableciendo reglas más que fines
por alcanzar, parece consecuente inscribir la disciplina de los bienes
culturales dentro de la problemática de las limitaciones al derecho
de propiedad. Al concebir la Constitución como un conjunto de límites
y de vinculaciones se ha llegado a una situación en la que solamente
se han asumido como punto de referencia las disposiciones constitu-
cionales relativas al derecho de propiedad y a sus límites.
Por el contrario, quien a la hora de analizar la Constitución se fija
1
Tal era, por ejemplo, el parecer de CRISAFULI.I, La Costituzione e le suc dis-
posizioni di principio, Milán, 1952, pp. 36 y ss.; MAZZIOTTI, Diritto al lavoro, Mi-
lán, 1956, p. 31. Para una reconstrucción de los términos generales del debate sobre
la naturaleza preceptiva con eficacia diferida o programática de las disposiciones
constitucionales nos remitimos a ROLLA, Riforma delle istituzioni e costituzione
materiale, Milán, 1980, pp. 52 y ss.
* La definición de los derechos de la llamada «tercera generación» permite dis-
tinguirlos tipológicamente de los derechos burgueses de las grandes revoluciones
del siglo xviii y de los derechos sociales que se han afirmado con la consolidación
del Estado pluriclasista en la sociedad de masas. Respecto a su posible inserción
en el seno de las posiciones subjetivas jurídicamente protegidas, v¿asc AMOR,
«Les droits de l'homme de la 3.' generation», en Actas del 2° Congreso Mundial
de la Asociación Internacional de Derecho Constitucional, París, 1987.

164
Bienes culturales y Constitución

en el sistema de valores que ésta expresa, forzosamente tiene que asu-


mir como parámetro para considerar los caracteres jurídicos de la figu-
ra de los bienes culturales el artículo 9 de la Constitución, aunque sea
interpretándolo en clave evolutiva a través de una lectura unitaria de
sus dos apartados. De tal modo se puede afirmar que se ha constitu-
cionalizado la «función cultural» que naturalmente realizan los bienes
de interés cultural.
La obligación constitucional de tutelar el patrimonio histórico y ar-
tístico no es un fin en sí misma, sino que está encaminada instrumen-
talmente a conseguir el objetivo sancionado por el primer apartado
del artículo 9 de la Constitución: promover el desarrollo de la cultura.
El objetivo constitucional primario de estos bienes consiste en favo-
recer el desarrollo cultural de la comunidad social, el perfeccionamien-
to de la investigación científica e —indirectamente— la promoción de
la personalidad humana. Estamos, por tanto, en presencia de una fun-
ción instrumentalmente encaminada a dar efectividad al principio del
desarrollo de la personalidad de los individuos proclamado por el ar-
tículo 2 de la Constitución.

2. EL TRANSITO DESDE LA NOCIÓN


DE «COSAS DE INTERÉS HISTÓRICO Y ARTÍSTICO»
AL CONCEPTO DE «BIEN CULTURAL»
La expresión lingüística «bien cultural» ha tenido éxito, sobre todo,
en el ordenamiento internacional, que la utiliza en numerosos acuerdos
y convenciones.
Un primer grupo obliga a las partes contratantes a establecer pla-
nes de tutela de los bienes a proteger, a introducir medidas de salva-
guardia e incentivos para su restauración y conservación, a contrastar
con los adecuados aparatos la exportación y el comercio ilegal, a faci-
litar la circulación de los conocimientos científicos, a desarrollar la
investigación en los sectores idóneos para mejorar la restauración y la
conservación, así como a emprender las adecuadas actividades de edu-
cación social5.
Un segundo grupo de normas internacionales tiene por objeto la
protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado. Es fun-
damental al respecto la convención de La Haya de 1954. Esta se carac-
teriza no sólo porque prohibe las acciones bélicas en zonas que tengan
la naturaleza de bienes culturales, sino también porque exige a los
Estados signatarios la adopción de acciones positivas y medidas preven-
tivas en tiempo de paz. A este propósito, el artículo 3 de la convención
!
So pueden mencionar al respecto la Convención europea para la protección
del patrimonio arqueológico (Londres, 6 de mayo de 1969), la Convención contra
la importación y la exportación ¡lícita de bienes culturales (París, 14 de noviem-
bre de 1979), la Convención para la protección del patrimonio cultural y natural
mundial (París, 21 de noviembre de 1971), la Convención para la salvaguardia del
patrimonio arquitectónico en Europa (Granada, 3 de octubre de 1985).

165
Giancarlo Rolla

obliga a las partes contratantes a «establecer, en tiempo de paz, la


salvaguardia de los bienes culturales situados sobre el propio territorio
contra los efectos previsibles de un conflicto armado, tomando todas
las medidas que consideren apropiadas».
La atención preferente de la normativa se encamina, sin embargo, a
las medidas de salvaguardia a adoptar en caso de acontecimientos
bélicos. El artículo 4 obliga a los Estados a evitar la utilización de
los bienes culturales y sus inmediatas proximidades para usos que
podrían exponerlos a la destrucción o al deterioro en caso de conflicto
armado y a abstenerse de todo acto de hostilidad frente a ellos. El ar-
tículo 5 prevé la solidaridad recíproca entre las partes beligerantes para
asegurar la salvaguardia y la conservación de los bienes culturales.
El artículo 6 prevé que los bienes culturales sean dotados de un dis-
tintivo adecuado para facilitar su identificación 6.
Por lo demás, es totalmente insatisfactorio el papel desarrollado por
los organismos comunitarios. Aunque es cierto que en el tratado CEE
la palabra «cultura» aparece solamente una vez —precisamente en el
artículo 131 cuando se dispone, en términos, a decir verdad, demasiado
genéricos, que la «comunidad debe ante todo favorecer los intereses
de los habitantes de estos países y territorios y su prosperidad para
conducirlos al desarrollo económico, social y cultural que ellos espe-
ran»—, es difícil negar que las Instituciones europeas podrían realizar
una función específica propia para la tutela y desarrollo de la cultura
europea. Sobre todo porque el tratado establece un estatuto jurídico
para «los bienes» y «las personas» en relación con los bienes culturales
y con las profesiones interesadas en los bienes culturales.
No obstante, es todavía necesario usar al respecto el condicional
dado que la Comunidad se considera como tal solamente desde el pun-
to de vista económico y no desde el punto de vista político y cultural,
tal como se viene proponiendo desde diferentes perspectivas. En con-
secuencia, las intervenciones no se han traducido todavía en reglamen-
tos y directivas7.
En lo que se refiere al ordenamiento nacional se puede, en cambio,
afirmar que la expresión «bienes culturales», aun contando con el favor
de la doctrina que la ha utilizado ampliamente identificando en tal eti-
mología una categoría jurídica unitaria, no ha penetrado todavía en
nuestro sistema normativo, salvo en una medida limitada y con resulta-
dos totalmente superficiales.
Si se prescinde de la Ley n. 5 de 1975, institutiva del Ministerio
para los bienes culturales y ambientales, la disciplina del sector perma-
4
Véase, sobre esle asunto, AA. VV., La prolezione internazionale dei beni cul-
turali, Roma, 1986.
7
Las actuaciones de la CEE no se han traducido todavía en reglamentos o di-
rectivas. El fundamento de la actividad comunitaria en el sector está en una co-
municación de la Comisión de 1977, en la que se determinan cuatro niveles de ac-
tuación: 1) libre cambio de bienes cultnrales; 2) mejoramiento de las condiciones
de vida y de trabajo de los trabajadores culturales; 3) ampliación del público;
4) conservación del patrimonio arquitectónico.

166
Bienes culturales y Constitución

nece todavía anclada en un léxico jurídico que se formó en los co-


mienzos del siglo y que habla de «cosas» de interés artístico e his-
tórico.
Además, hay que señalar críticamente que la locución «bienes cul-
turales» no se encuentra ni siquiera en los estatutos regionales, los
cuales —pese a abrirse a una concepción del patrimonio cultural aten-
ta a reflejar su función social— continúan, debido a una especie de
inercia lingüística, expresándose en términos de patrimonio histórico,
artístico y cultural8. Tal expresión, utilizada también por el legislador
español, es seguramente más correcta. Sin embargo, presenta el incon-
veniente de alimentar el equívoco consistente en creer que el objeto de
la tutela afecta a bienes patrimoniales, bienes materiales9.
Será preciso estar atento a la posterior producción legislativa re-
gional para advertir la presencia de la nueva expresión en el ordena-
miento.
Hemos llamado la atención sobre este aspecto porque el cambio
terminológico que se ha producido —de cosas a bienes culturales—
no sólo tiene un significado meramente formal, sino que también en-
cierra una distinción de fondo. La innovación lingüística no sólo sa-
tisface un deseo de simplificación —reuniendo en una única fórmula
distintas nomenclaturas y bienes formalmente heterogéneos, sujetos a
tratamientos diferentes—, sino que, además, exige la revisión de clasi-
ficaciones, el replanteamiento de conceptos dogmáticos tenidos hasta
ahora por definitivos en el panorama de la ciencia del derecho pú-
blico, sin excluir de esta revisión la tradicional dicotomía entre bienes
privados y bienes públicos. Con el tránsito desde «las cosas de interés
artístico o histórico» a los bienes culturales cambia la visión del régi-
men de la propiedad y la relación que se instaura entre las situaciones
de pertenencia y la función social de tales bienes.

• Según e! Estatuto del Piamonte, «la región defiende el patrimonio cultural


incluidas sus expresiones regionales» (art. 4); el artículo 3 del Estatuto de Lom-
bardía «tutela los valores del paisaje y del patrimonio natural, histórico, artístico
y cultural». A su vez, la región Emilia-Romagna se propone la valoración del patri-
monio artístico e histórico (art. 3). Será preciso atender a la sucesiva producción
legislativa regional para advertir la presencia en el sistema normativo vigente de
esta nueva expresión. A tal efecto, podemos recordar la Ley de la región Umbría
n. 12 de 1977 (Actuaciones extraordinarias para la adquisición pública de bienes
culturales y para la realización de iniciativas de promoción social); la Ley de la
región Emilia-Romagna n. 46 de 1974 (Constitución del Instituto para los bienes
culturales y naturales de la región); la Ley de la región de Sicilia n. 80 de 1977
(Normas para la tutela, la valoración y el uso social de los bienes culturales y
ambientales); la Ley de la región de Sicilia n. 6 de 1983 (Institución del centro
regional para los bienes culturales).
' Por lo que respecta a la normativa española, véanse la Ley 16/1985, de 25
de junio, y los Decretos 111/1986, de 10 de enero, y 620/1987, de 10 de abril.

167
Giancarlo Rolla

3. LA NATURALEZA JURÍDICA DE LOS BIENES CULTURALES:


DE LIMITE A LA PROPIEDAD PRIVADA
A LIMITES INMATERIALES
¿Cuál es la naturaleza jurídica de los bienes culturales a la luz
de la legislación italiana vigente? La doctrina, a lo largo de su evolu-
ción, ha avanzado diversos esquemas interpretativos.
Una primera posición que se remonta a tiempos pasados hace refe-
rencia a la consolidada figura de las limitaciones administrativas al
derecho de propiedad. El interés público por la tutela de los bienes
culturales y la función que son llamados a desempeñar son considera-
dos en el cuadro del tema más general de los límites que desde el
exterior se pueden imponer a la libre utilización de los bienes. Más aún,
según la doctrina más tradicional, la materia en cuestión constituiría
la hipótesis típica de limitación de la propiedad a partir de la presun-
ción según la cual la regulación pública de los bienes de interés cul-
tural debería caracterizarse como un conjunto de limitaciones que com-
portan una serie de obligaciones para los propietarios l0.
Tal enfoque contaba con el apoyo de las disposiciones del derecho
positivo —que se remontan en buena medida a tiempos anteriores a
la aprobación de la carta constitucional"— que persiguen la salvaguar-
dia del interés público casi exclusivamente por medio del recurso a
vinculaciones, a prohibiciones y a restricciones del uso de los bienes
encaminadas a circunscribir las facultades que normalmente corres-
ponden a los titulares del derecho de propiedad. Sin embargo, tiene
el inconveniente de negar que los bienes culturales se encuadran en
una categoría unitaria. En efecto, estos bienes se ven dispersados en-
tre una pluralidad de esquemas clasificadores y asumen los caracteres
propios de la categoría más general dentro de la cual son encuadra-
dos: los bienes culturales de propiedad privada son considerados bie-
nes privados sometidos a particulares limitaciones administrativas,
mientras que los de propiedad pública son subdivididos en bienes de-
maniales y no demaniales.
La mencionada inadecuación de las categorías conceptuales tradi-
cionales ha llevado a la doctrina a la búsqueda de nuevas orientacio-
nes que, dentro de la heterogeneidad de las soluciones propuestas, se
caracterizan por la común intención de atribuir un valor unitario a
los bienes que constituyen el patrimonio histórico, arqueológico y ar-
tístico.
10
Entre los artífices de tal orientación doctrinal podemos mencionar: CAN-
TUCCI, La tutela giuridica delle cose d'interesse artístico e storico, Pádova, 1953;
ZANOBINI, Corso di diritto amministrativo, IV, Milán, 1958, p. 192; BIAMONTI, «Na-
tura del diritto dei privati sulle cose di pregio storico a artístico», Foro lt., 1913,
I, p. 1010.
" Recordemos que la normativa básica está todavía contenida en la Ley de
1 de junio de 1939 n. 1089.

168
Bienes culturales y Constitución

Algún autor ha situado el rasgo característico de tales bienes en


la circunstancia consistente en que sobre ellos pesan dos derechos dis-
tintos: uno, el de propiedad —que pertenece al legítimo titular del
bien—, el otro, de tutela artística, que corresponde a los poderes pú-
blicos 12. Tal duplicidad de poderes también ha sido captada por quien
se ha referido a la teoría de la propiedad dividida l3. De acuerdo con
ella, las cosas de interés histórico y artístico gozarían de un status de
doble titularidad, caracterizado por la existencia de dos derechos do-
minicales diferentes sobre el mismo bien (el del propietario y el del
Estado), implicando ambos poderes de goce y de disposición.
Según otra autorizada contribución, para considerar unitariamente
a los bienes culturales sería necesario prescindir de la diversa titula-
ridad del derecho de propiedad, atendiendo solamente a la categoría
de bienes de interés público que comprende aquellas situaciones de
pertenencia que, pese a diferenciarse por el requisito subjetivo, tienen
en común, en cambio, el mismo requisito objetivo representado por
la capacidad de realizar directamente el interés público l4.
El conjunto de estas contribuciones tiene la virtud de sentar las
premisas a partir de las cuales los bienes culturales pueden ser con-
siderados como parte integrante de una categoría jurídica unitaria.
Bajo esta perspectiva parecen preferibles a aquellas orientaciones que
trataban de reconducirlos a la figura más general de la propiedad fun-
cionalizada15. De acuerdo con esta última, el valor cultural propio
de estos bienes consentiría a la ley a imprimir al derecho de propiedad
una orientación funcional particular estableciendo específicas cargas
a sus formas de disfrute.
Pero si fuese así, la posición jurídica de los bienes culturales no
diferiría de aquella que es propia de otras situaciones de pertenencia
en relación con las cuales las facultades del propietario son reguladas
con el objeto de realizar una función particular impuesta por el orde-
namiento. El valor cultural sería considerado de una forma restric-
tiva al contrastarlo con los restantes y vanados elementos que condi-
cionan desde el exterior la utilización patrimonial de una determinada
cosa.
Para no comprimir la complejidad del fenómeno dentro de los usua-
les esquemas del régimen de la propiedad es fundamental relacionar la
consideración del régimen jurídico de estos bienes, por una parte, con
la lectura evolutiva del artículo 9 de la Constitución, al que nos hemos
l:
Así, GRISOLU, La tutela delle cose d'arte, Milán, 1952, pp. 211 y ss.; PIVA,
«Cose d'arte», Encl. Dir., X, pp. 118 y ss.
" Véase GIANNINI, / beni pubblici, Roma, 1963, p. 89.
" Cfr. SANDULLI, «Beni pubblici», Encl. Dir., V, pp. 279 y ss.
" Véase, al respecto, PALMA, Beni di interesse pubblico e contenuto della pro-
prieta, Ñapóles, 1971, pp. 129 y ss.
" Entre los autores que han contribuido más intensamente a la afirmación de
una interpretación evolutiva del texto constitucional señalemos a MERUSI, «Art. 9.
Principi fondamentali», cit., pp. 449 y ss.; PREDIERI, Urbanística, tutela del paesag-
gio, espropriazione, Milán, 1969, pp. 46 y ss.

169
Giancarlo Rolla

referido anteriormente 16; por la otra, con las recientes orientaciones


doctrinales y jurisprudenciales que reconocen a la ley una amplia po-
testad para conformar los contenidos de las diversas situaciones de
pertenencia". Una vez fragmentada la unidad del concepto de pro-
piedad al admitirse que existen estatutos propietarios diferenciados
para categorías homogéneas de bienes, se puede considerar que la
particular función cultural de los bienes que integran el patrimonio
histórico y artístico representa no tanto el presupuesto legitimante
de una intervención administrativa que limite o funcionalice el dere-
cho de propiedad, cuanto el valor inmanente de una determinada clase
de bienes.
Según el enfoque que estamos siguiendo, los bienes culturales po-
seen caracteres estructurales autónomos que pueden situarse en la
inmaterialidad, en la socialidad y en la publicidad.
Por lo que se refiere al primer aspecto, es preciso considerar que
el ubi consistam de esta categoría de bienes no está representado por
el objeto material, sino por la función inmaterial del progreso del
conocimiento y del perfeccionamiento de la personalidad del individuo.
Tal como se ha afirmado eficazmente, «el bien es cultural no si repre-
senta un determinado objeto, sino si cumple una determinada fun-
ción» l8.
Se deduce de aquí que el objeto de la tutela consiste en el valor
que la cosa expresa más que en el bien material que le sirve de so-
porte.
En segundo lugar, estos bienes cumplen una específica función de
naturaleza social y cultural. Su peculiaridad no viene dada por el valor
de la cosa en sí, sino por el interés que la colectividad manifiesta
por su tutela ". Deben estimarse de valor cultural y, por tanto, pueden
gozar de un régimen diferenciado de propiedad todos aquellos bienes
que presenten la cualidad común de realizar una precisa función cul-
tural reconocida por los órganos competentes del Estado.
Su inserción en el catálogo de bienes de interés cultural no tiene
naturaleza constitutiva, sino meramente declarativa. En efecto, «nacen»
limitados y configurados de manera que puedan cumplir su función
jurídica fundamental. El interés público por su tutela, por su conser-
vación y por su valoración responde —para utilizar una expresión

" Para una reconstrucción completa de las diversas fases a través de las que
se ha consolidado la teoría de la llamada «propiedad conformada», permítaseme
remitirme a ROLLA, II prívalo e icspropriaiione, Milán, 1986; ídem, «Reccnti prin-
cipi giurisprudenziali in materia di espropriazione per pubblica utilitá», en Studi
ecoiwmico-gitiridici in memoria di A. Basciu, Ñapóles, 1980, pp. 38 y ss.
" Así, PAGAXETTO, «La Reaione sarda e la cultura: limiti del d.P.R. 19 giugno
1979, n. 348», en L'autonomia regionale sarda: problemi e prospettive delta specia-
lita. Ñapóles, 1984, p. 255.
" Según GIANXIM, / beni culturan, cit., p. 23, «el elemento común de los bienes
culturales consistiría en el interés de la cosa "definido como público por la
norma"».

170
Bienes culturales y Constitución

de la Corte constitucional italiana hecha propia por el Tribunal es-


pañol w— a sus «características interiores».
Finalmente, el concepto de bien cultural se distingue por el rasgo
de la publicidad. Las intervenciones previstas por el legislador, tanto
si atienden a la conservación, cuanto si se proponen valorar tales
bienes se dirigen a asegurar su disfrute social. Es decir, la posibilidad
de que sean utilizados para fines de estudio, de perfeccionamiento
cultural o de simple disfrute estético. El legislador, en su discrecio-
nalidad, puede graduar en función de las características concretas de
los bienes y de sus condiciones de conservación, su aprovechamiento.
No puede, sin embargo, negar de forma irrazonable a la comunidad
social y científica la posibilidad de disfrutar de los valores culturales
expresados por determinados bienes 21.
La tradicional distinción entre bienes privados, demaniales y pú-
blicos no demaniales afecta a la condición jurídica de la cosa material
que soporta el bien cultural. En cambio este último goza siempre del
requisito de la publicidad n .

4. LOS BIENES CULTURALES COMO «COSAS»


Y COMO ACTIVIDAD DE RELEVANCIA CULTURAL
Las características típicas de la categoría de los bienes cultura-
les exigen la consideración no sólo de las cosas, sino también de las
actividades de interés cultural, incluyendo aquellas de naturaleza eco-
nómica y comercial. A este respecto, viene madurando la conciencia de
que una política orgánica en el sector de los bienes culturales debería
considerar tanto las «cosas que son bienes culturales» cuanto los «bie-
nes cultúrales-actividades», es decir, aquellas manifestaciones del pa-
trimonio cultural nacional que no están constituidas por bienes ob-
jeto de un derecho patrimonial u .
10
Véase, al respecto, la sentencia número 37/1987, de 26 de marzo, del Tribunal
Constitucional, en la que se reitera que «utilidad individual y función social de-
finen inescindiblemente el derecho de propiedad sobre cada categoría o tipo de
bienes».
'' A juicio de GIANNINI, / beni culturali, cit., p. 31, «el bien cultural es un bien
de disfrute más que de pertenencia», en el sentido de que su goce es del universo
de los que se aprovechan del bien mismo y no de la administración estatal.
" El requisito de la posibilidad de disfrute concierne no sólo a las actuaciones
administrativas encaminadas a la valoración de los bienes culturales, sino tam-
bién a las actividades tradicionalmente consideradas de tipo conservativo. Esta
orientación no parece contradictoria respecto de la exigencia fundamental de ase-
gurar la tutela y la conservación del bien. En efecto, tales actividades se encami-
nan a impedir que la afectación haga imposible su aprovechamiento científico y
cultural. Desde esta perspectiva, no es paradójico afirmar que el establecimiento
de prohibiciones absolutas no menoscaba el carácter público de tales bienes en
aquellos casos en que se consideren necesarias para que no se pierdan y puedan,
de este modo, continuar realizando a lo largo del tiempo su natural función cul-
tural.
•'' La posibilidad de tal distinción fue captada por CASSF.SE, «I beni culturali da
Bottai a Spadolini», en L'amministrazione dello Stato, Milán, 1976, pp. 172 y ss.

171
Giancarlo Rolla

En el estado de la normativa vigente, es todavía grande la despro-


porción que existe entre los dos ámbitos de protección en favor de
las «cosas» de interés cultura!. Sin embargo, están en curso de rea-
lización algunos intentos significativos de búsqueda de un equilibrio.
Los están llevando a cabo sobre todo las regiones que, a partir de una
lectura evolutiva del artículo 9 de la Constitución y de sus propios
estatutos, han asumido un compromiso particular en la promoción,
estudio y difusión de aquellas expresiones que constituyen el rasgo
típico de la cultura regional y que dan fe de las tradiciones locales
y populares. Dicho interés responde a una de las razones fundamenta-
les de la existencia del ordenamiento regional: no se debe olvidar,
en efecto, que entre los motivos que condujeron al nacimiento de las
regiones estaba también el reconocimiento de que estos entes podían
expresar mejor que el Estado las particularidades culturales de las
diferentes comunidades, elevando las principales manifestaciones de
la vida del hombre en una particular realidad geográfica a la dignidad
de valor cultural que no se debe perder24.
También tiene un gran interés la innovación introducida por el
Decreto-ley 832 de 1986, el cual —en el contexto de una normativa
referente a la disciplina de los contratos de arrendamiento de inmue-
bles destinados a un uso diferente del de la vivienda— ha introducido
dos artículos relativos a la específica salvaguardia de los «bienes cul-
túrales-actividades»: el artículo 4 y el artículo 4 bis.
El primero autoriza a los Ayuntamientos a establecer voces merceo-
lógicas específicas con el fin de tutelar las tradiciones locales y las
áreas de particular interés del propio territorio, así como a determinar
las actividades incompatibles con las exigencias anteriores. Tales dis-
posiciones tienen el objetivo de salvaguardar la integridad de los cen-
tros históricos italianos —invadidos y deteriorados en buena medida
por los signos del consumismo— también bajo el perfil de su identidad
comercial, económica y social.
El artículo 4 bis, por su parte, se propone conseguir un resultado
todavía más limitado, pero de gran interés cultural: impedir el desahu-
cio «de los estudios de artista cuyo contenido en obras, documentos,
antigüedades y otros objetos similares está protegido por su valor his-
tórico por un decreto del Ministerio para los bienes culturales y am-
bientales que prescribe la prohibición de moverlos de un edificio al
tiempo que se prohibe simultáneamente la modificación del destino
de uso de este último». Además, según el mismo artículo no puede
ser modificado el destino de uso de los estudios de artista (pintores,
escultores, arquitectos) dedicados a tal función durante al menos
veinte años y que respondan a la tradicional consideración de lucer-
nario.

" Para reconstruir las actuaciones normativas de las regiones nos remitimos
a ROLLA. «Tutela e valorizzazione dc¡ beni culturali tra Stato céntrale ed autono-
mie regionali», Riv. Giur. Polizia Lócale, 1985, pp. 119 y ss. Véase, también, CAM-
MELLI, «La normazione regionale in materia di istituzioni culturali», Riv. Tri'm.
Dir. Pubb., 1981, pp. 63 y ss.

172
Bienes culturales y Constitución

5. LAS RELACIONES ENTRE LA DISCIPLINA URBANÍSTICA


Y LA TUTELA DE LOS BIENES CULTURALES
El bien cultural, además, no puede ser petrificado y tutelado como
una cosa individual, separada del contexto económico y social en el que
se sitúa. Se hace así explícita la exigencia de una vinculación entre
las formas de tutela de los bienes culturales por un lado y la discipli-
na del territorio y la salvaguardia de los bienes ambientales por el otro.
Bienes ambientales y bienes culturales constituyen dos figuras dis-
tintas, reguladas por una legislación básica diferente; además, entran
en la competencia de sujetos distintos. En virtud de los artículos 82
y 83 del Decreto del Presidente de la República n. 616, de 1977, la com-
petencia en materia de bienes ambientales y de protección de la natu-
raleza pertenece a las regiones. En cambio, en lo que se refiere a los
bienes culturales, el artículo 48 remite la determinación de las compe-
tencias propias de las regiones y de los entes locales a la aprobación
de una ley orgánica sobre la tutela de los bienes culturales que toda-
vía no existe, a pesar de que el legislador haya previsto, como fecha
límite, el 31 de diciembre de 197923.
Junto a un diferente reparto de competencias, la materia de los bie-
nes ambientales se diferencia de la de los bienes culturales a causa
de una relación más orgánica con la planificación territorial. En efecto,
la Ley 431 de 1985 ha introducido el principio de la planificación pai-
sajística: las regiones están obligadas —bajo la amenaza de la inter-
vención sustitutiva del Estado— a aprobar planes paisajísticos o planes
territoriales considerando específicamente los valores del paisaje y am-
bientales. Tales planes constituyen el instrumento jurídico para la regu-
lación de las áreas y de los bienes que, por su valor ambiental, deben
ser sometidos a un régimen especial de vinculaciones. También sirven
de medio de contención del desarrollo urbanístico municipal, esta-
bleciendo las condiciones que lo hacen compatible con la conservación
de las bellezas protegidas 26.
Problemas no diferentes plantea la coordinación de los instrumen-
tos de gestión de los bienes culturales y los procedimientos de pla-
nificación del territorio. Aunque no se puede confundir la tutela cul-
tural con la regulación urbanística del territorio, los puntos de contacto
y de recíproca interferencia son evidentes. Por una parte, el desarrollo
de la noción de urbanismo comprende, a la luz de la legislación más
reciente, la regulación del entero territorio, incluida la globalidad de
las actuaciones humanas que en él tienen lugar. Por otro lado, la evo-
:s
Para una interpretación de los citados artículos del d.P.R. n. 616 de 1977,
véase CAPACCIOLÍ-SATTA, Comwento al decreto 616, Milán, 1980.
'" Entre los numerosos trabajos nos remitimos a TORREGROSA, «La tutela del
paesaggio nella 1. 8.8.1985, n. 431», Riv. Giur. Ed., 1986, pp. 135 y ss.; FAMICLIETTI-
GIUFFRE, La tutela dei beni paesistici e ambientan, Jovene, 1986; FRANCARIO, Le
destinazioni della proprietá a tutela del paesaggio, Jovene, 1986.

173
Giancarlo Rolla

lución del concepto de bien cultural toma en consideración no sola-


mente el bien particular, sino también el contexto, el ambiente físico,
humano e histórico en el que se sitúa. La tendencia a una recíproca
atracción entre las dos formas de tutela se ha incrementado también
por la propensión a considerar los bienes culturales no sólo desde el
punto de vista de su protección, sino también desde el de la valo-
ración del patrimonio cultural. Es evidente que el paso desde una
lógica solamente vinculativa a una política de gestión activa de los
bienes culturales no puede producirse sin la creación de estrechas
conexiones con las opciones urbanísticas. Si los bienes culturales tam-
bién deben valorarse, las reconstrucciones necesarias, las reestruc-
turaciones y las infraestructuras no pueden permanecer fuera de los
planes territoriales y de los otros instrumentos de planificación, trans-
formación o alteración del territorio.
Ahora bien, todo esto exige la aprobación de la ley orgánica de
reforma, que todavía no se ha producido. Por ello, en la situación ac-
tual de la normativa vigente, la conexión entre los dos sectores sola-
mente se puede realizar utilizando dos procedimientos diferentes:
a) Los actos de planificación son redactados y aprobados poste-
riormente incluyendo en el texto la determinación de los bienes cul-
turales existentes en el territorio, sin prever para los mismos trans-
formación o alteración alguna. En tal caso, el plan puede ser apro-
bado directamente por la autoridad urbanística competente.
b) Si la autoridad del plan prevé transformaciones o intervencio-
nes de cualquier tipo sobre los bienes culturales situados en el terri-
torio, entonces es preciso obtener una autorización previa de los órga-
nos periféricos del Ministerio para los bienes culturales y ambientales27.
Al enfocar las relaciones entre la disciplina urbanística y la tutela
del valor cultural de determinados bienes o actividades es preciso
considerar, sin embargo, que la Corte constitucional en la sentencia 152
de 1986 ha afirmado el principio del carácter primario del valor tute-
lado por el artículo 9 de la Constitución. Y es precisamente este carác-
ter primario el que «impide subordinar el interés estético cultural a
cualquier otro, incluido el económico» 28.

6. DE LA MERA TUTELA
A LA VALORACIÓN DE LOS BIEMES CULTURALES
La orientación conceptual que subyace a la normativa todavía vi-
gente ha sido criticada en diversas ocasiones en la medida en que se
ha considerado que resalta casi exclusivamente los aspectos de mera
conservación. La protección se reduciría al establecimiento de vínculos
" Asi, CERUI.U IRELI.I, «Beni cullurali e ambientan c pianificazione urbanística»,
en La prolezione intemazioiiale dei beni culturali, cit., pp. 237 y ss.
21
Véase Corte cosí. 27 junio 1986, n. 151.

174
Bienes culturales y Constitución

a los comportamientos del propietario y a la prescripción de límites a


la comerciabilidad de los bienes. Faltarían, en cambio, disposiciones
que caracterizasen en positivo la función social de nuestro patrimo-
nio cultural, señalando la forma de valorarlo o bien induciendo a
los particulares a mejorar la conservación de los bienes en su poder.
Los límites inherentes a esa disciplina de la materia pueden expli-
carse y, en cierta medida, justificarse si se considera que la ley fue
elaborada en un contexto cultural en el que los bienes artísticos se
definían a partir de los mismos criterios utilizados para identificar
los bienes públicos o para determinar las limitaciones que la Adminis-
tración Pública puede establecer a la libre disponibilidad de los bienes.
Parece justificada la crítica más que a la Ley de 1939 a las omisiones
del Parlamento, que no ha sido capaz todavía de aprobar una ley que
fije sobre bases nuevas la disciplina de los bienes de interés cultural.
Las vinculaciones son necesarias para proteger los bienes de los
intentos de extraerlos de nuestro patrimonio histórico y artístico.
Sin embargo, es evidente la conveniencia de ampliar el instrumental
jurídico que los poderes públicos tienen a su disposición. A tal resul-
tado, se podría llegar actuando sobre tres diferentes aspectos de la
materia.

A) Ante todo, es ilusorio pensar que la entera actividad de protec-


ción del patrimonio cultural pueda ser realizada, directa y exclusiva-
mente, por los poderes públicos sin buscar el compromiso de los par-
ticulares, en primer lugar, de los mismos propietarios de los bienes
materiales sobre los que existe el bien cultural.
Algunas recientes disposiciones legales han introducido interesantes
posibilidades. Podemos recordar esquemáticamente:
a) La Ley n. 512, de 1982, que con el fin de incentivar el cuidado
del patrimonio cultural y de favorecer la ampliación del patrimonio
en mano pública, ha previsto algunas particulares facilidades fiscales.
b) Las diversas leyes regionales, que conceden financiación y prés-
tamos con bajos intereses en favor de quien restaure, repare o adquie-
ra inmuebles de notable valor artístico, histórico, cultural.
c) El artículo 15 de la Ley n. 41, de 1986, que prevé la financiación
de iniciativas privadas encaminadas a la valoración de bienes cul-
turales a través de la utilización de las tecnologías más avanzadas.
d) El artículo 3 del Decreto n. 268, del Presidente de la República,
de 1987, que prevé la presentación de proyectos encaminados al desa-
rrollo del empleo juvenil en diversos sectores entre los que se encuen-
tra el que se refiere a la conservación de los bienes culturales.
Igualmente, no debería infravalorarse la posibilidad de instituir,
dentro del sistema crediticio, un régimen particular para las actua-
ciones, privadas y públicas, en favor de los bienes culturales, a seme-
janza de cuanto ya sucede en el sector cinematográfico y teatral w .

" Cfr., al respecto, PALMA-CLEMENTE DI SAN LLCA, L'intervento dello Stato nel
settore artístico, Turín, 1986, p. 80.

175
Giancarlo Rolla

B) En segundo lugar, no debe ignorarse la relevancia económica


que asume la actuación en el sector de los bienes culturales. El patri-
monio cultural debería valorarse no sólo porque constituye el tes-
timonio material de la vitalidad histórica de un pueblo, sino también
en la medida en que representa un recurso susceptible de generar
positivos efectos económicos y sociales en cuanto fuente de trabajo y
de empleo.
Esta perspectiva puede modificar profundamente la orientación de
la acción de los poderes públicos. Los bienes culturales no deben con-
siderarse solamente como una carga necesaria que hay que soportar
a causa de su relevante función social. Se debe valorar también la
repercusión económica de las actuaciones en el sector: las realizacio-
nes están en función de las inversiones.
De aquí la conveniencia de utilizar técnicas e instrumentos de eva-
luación propios del análisis económico con el objeto de evitar que la
atribución de fondos públicos se produzca fuera de toda considera-
ción acerca de la relación costes/beneficios o de su productividad
social.
Conjugando producción, conservación y valoración de los bienes
culturales se alcanza el resultado, en modo alguno secundario, de
hacer explícito que el patrimonio cultural constituye un recurso en
condiciones de satisfacer la doble exigencia social de hacer cultura y
de dar trabajo30.
Sin embargo, la apelación a los principios de la economía no pue-
de traducirse en la aceptación de las reglas del mercado económico,
so pena de oscurecer el dato primario e inalienable de la preeminencia
de la función cultural de estos bienes. Una política activa en favor
de los bienes culturales puede hacer que coexistan los dos planos de
la función social que contempla el artículo 42, apartado 2.": la función
cultural que considera el artículo 9 de la Constitución y la ocupa-
cional que refleja el artículo 4 de la Constitución. Sin embargo, tal
coexistencia no puede alterar la jerarquía de valores querida por los
constituyentes y reafirmada por la Corte constitucional. En caso con-
trario, la demanda de cultura se transformaría en mercantilización de
la cultura, contraviniendo la esencia misma del concepto de bien cul-
tural. Las posibilidades de beneficios, las posibilidades económicas,
deben representar el efecto colateral, secundario, de actuaciones que
deben proponerse prioritariamente la satisfacción de una necesidad
social de cultura.

M
Se ha expresado a favor de un análisis económico de las actuaciones para la
protección de los bienes ambientales: Luo\, Valorizzazione del patrimonio storico-
artístico c nuovo modello di sviluppo, Le mura e gli archi, Roma, 1986.

176
Bienes culturales y Constitución

7. EL REPARTO DE COMPETENCIAS
ENTRE EL ESTADO Y LAS REGIONES
EN MATERIA DE BIENES CULTURALES

Las transformaciones que ha experimentado el concepto de bien


cultural habrían requerido una innovación radical del sistema norma-
tivo que afectase tanto a las estructuras burocráticas encargadas de la
administración del sector cuanto a la disciplina material en este
campo. En otros términos, se habría debido proceder según una lógica
unitaria a la reforma simultánea de la disciplina jurídica de los bienes
y de las estructuras organizativas.
Esto no ha sucedido.
En la situación actual, la normativa básica está constituida todavía
por la Ley n. 1089, de 1939. El reparto de competencias entre el Estado
las regiones y los entes locales permanece en una situación de abso-
luta indeterminación desde el momento en que la ley general sobre la
tutela de los bienes culturales a la que el artículo 48 del Decreto del
Presidente de la República n. 616, de 1977, atribuía tal tarea, no ha sido
aprobada aún. En cambio se ha procedido a la creación, a través de
la Ley n. 5, de 1975, del Ministerio para los bienes culturales con un
resultado en realidad poco satisfactorio no sólo porque el Ministerio
debe aplicar una normativa ya superada, sino también porque en el
momento de nacer se le ha dotado de viejas estructuras. Tal como se
ha afirmado eficazmente, «el Ministerio parece vino viejo en odres
viejos» 31 . Baste considerar que se presenta como un mero collage
de aparatos burocráticos heredados de otros ministerios sin introducir
modificación significativa alguna en su articulación organizativa y en
los procedimientos administrativos. En particular, proceden del Minis-
terio de Instrucción Pública, de la Presidencia del Consejo de Ministros
y del Ministerio del Interior.
Pero lo que se debe señalar críticamente desde el punto de vista
del ordenamiento institucional del sector es la incertidumbre que
existe acerca de la amplitud de las atribuciones regionales y la coor-
dinación entre éstas y las articulaciones periféricas del Ministerio.
Algunas orientaciones eran proclives a excluir totalmente la com-
petencia regional en la materia y, en cambio, eran favorables a con-
centrar todos los poderes en los órganos centrales y periféricos del
Ministerio para los bienes culturales y ambientales.
Tales puntos de vista se fundaban esencialmente en la consideración
según la cual los bienes culturales no estaban comprendidos en el
elenco de materias que el artículo 117 de la Constitución reserva a
la autonomía regional. Tales opiniones, consideradas desde un punto
de vista jurídico, ofrecen una visión en buena medida simplista.
La ausencia de la expresión «bienes culturales» del mencionado catá-
11
Esta eficaz expresión es de SERRAS'O, L'organiziazione per ministeri, Roma,
1979, p. 52.

177
Giancarlo Rolla

logo no constituye, per se, un elemento decisivo para probar la falta


de competencia de las regiones. En efecto, reconocimientos expresos
en sentido opuesto se pueden extraer de diversos textos normativos,
los cuales —de acuerdo con una orientación jurisprudencial consoli-
dada de la Corte constitucional— pueden ser utilizados para recons-
truir los sectores materiales reservados a la legislación regional32.
Es posible encontrar indicaciones significativas, por ejemplo, en al-
gunos estatutos: el artículo 3 del estatuto del Valle de Aosta habla
de «antigüedades y bellas artes»; el artículo 14 del estatuto de Sicilia
habla de conservación de las antigüedades y de las obras artísticas;
el estatuto de Friuli-Venecia-Julia hace referencia a las instituciones
culturales, mientras que el del Trentino-Alto Adigio introduce una com-
petencia provincial en materia de «usos y costumbres locales e ins-
tituciones culturales que tengan carácter provincial».
En confirmación de la existencia de un preciso interés regional en
esta materia se debe, además, considerar que los estatutos de las re-
giones ordinarias han previsto todos ellos la valoración del patri-
monio histórico y artístico y el desarrollo de la cultura y de la inves-
tigación científica entre los objetivos a perseguir a través de la acción
regional. Hay que observar que el Parlamento, al intervenir en el pro-
ceso formativo de los estatutos en virtud del artículo 123 de la Cons-
titución, no ha considerado oportuno formular ninguna objeción al
respecto, considerando, por tanto, que estos objetivos están en armo-
nía con el texto constitucional.
Para una confirmación ulterior de cuanto se ha dicho se puede re-
cordar también que el Decreto de la Presidencia de la República n. 616,
de 1977, ha incluido expresamente el sector de los bienes culturales
entre aquellos en los que debe preverse una específica competencia
de las regiones. Por otra parte, el artículo 9 de la Constitución atribuye
poderes de promoción cultural a todo sujeto público, sin aportar nin-
guna especificación ulterior acerca de las autoridades habilitadas para
dar actuación a tales principios.
A la luz de las consideraciones que se acaban de realizar, es posi-
ble llegar a una doble afirmación. Si, por una parte, parece difícil
no reconocer a las regiones una competencia en el sector, por la otra,
se debe precisar que la concreta determinación de las atribuciones que
a ellas les corresponden no está predeterminada ni puede ser deducida
directamente del análisis del texto constitucional y de los decretos de
transferencia de las funciones administrativas. El quantum de los po-
deres regionales está reservado a una específica ley nacional que,
desafortunadamente, todavía falta.
Sin embargo, en tanto el Parlamento aprueba esa ley, las regiones
no han permanecido en una espera pasiva. Se han puesto en funcio-
32
Para reconstruir los criterios aptos para determinar las materias de com-
petencia regional se puede consultar ROLLA, «La determinazione delle materie di
competenza regionale nella giurisprudenza costituzionale», Le Regioni, 1982, pp. 100
y ss.

178
Bienes culturales y Constitución

namiento «autoatribuyéndose» algunas competencias significativas.


En otras palabras, se ha producido una meritoria acción de suplencia
por parte de las regiones, las cuales, manifestando una evidente sen-
sibilidad al afrontar los temas emergentes, se han encaminado a exten-
der su propia actividad en áreas materiales que todavía no estaban
reguladas plenamente por el legislador nacional. La legislación regional
en materia de tutela y de valoración de los recursos naturales no
constituye un fenómeno esporádico, sino que representa un verdadero
cuerpo normativo cuyos aspectos fundamentales pueden ser distribui-
dos en cinco direcciones:
a) Un primer grupo de disposiciones se encamina a constituir
organismos, entes, asesores dispuestos a actuar con continuidad en el
sector de los bienes culturales. Sus competencias consisten esencial-
mente en la documentación, catalogación, identificación y promoción
de los bienes y en la formación del personal especializado33.
b) Diversas disposiciones han comprometido a los aparatos ad-
ministrativos y a los recursos financieros regionales en objetivos de
conservación. Esto ha ocurrido, o reconociendo mediante ley tal atribu-
ción entre los objetivos regionales, o señalando puntuales intervencio-
nes de tutela sobre bienes particulares M.
c) Merece una atención particular el empeño con que algunas
regiones se están dedicando al estudio, a la difusión de aquellas ex-
presiones que constituyen el signo típico de la cultura regional, que
representan el testimonio de las tradiciones locales y populares35.
d) El grupo numéricamente más amplio de leyes atribuye a los
órganos regionales competencias de promoción, de valoración, de
aprovechamiento colectivo de los bienes culturales. Estos poderes son
de incontestable competencia regional en la medida en que están com-
prendidos en la más más amplia atribución de la promoción cultural
a la que se refiere el artículo 49 del Decreto de la Presidencia de la
República n. 616, de 1977 ».

" Se mueven, por ejemplo, en esta dirección la Ley n. 6 de 1983 de Las Marcas,
que regula el funcionamiento de un centro regional para los bienes culturales; la
Ley n. 46 de 1974 de la región Emiüa-Romagna, que instituye un Instituto para los
bienes artísticos, culturales y naturales; la Ley n. 18 de 1981 del Lazio, que da vida
a un centro regional para la documentación de los bienes culturales y ambientales;
la Ley n. 61 de 1975 de la Toscana, que prevé una consulta regional.
14
A título de ejemplo podemos recordar la Ley n. 58 de 1981 de la Lombardía,
para la realización de actuaciones urgentes en obras urbanísticas relativas a los
museos y a otros conjuntos monumentales; la Ley n. 18 de 1983 del Véneto; la
Ley n. 64 de 1981 de la Umbría; la Ley n. 36 de 1980 de la Emilia-Romagna; la
Ley n. 16 de 1981 de los Abruzzos.
35
A este respecto, la Ley n. 43 de 1980 del Piamonte ha apoyado un pro-
grama para el censo de los bienes culturales menores y ha puesto en marcha la
creación de un archivo para la historia de las tradiciones populares. La Ley n. 68
de 1982 del Friuli Venecia-Julia pretende potenciar las intervenciones encaminadas
a la tutela y a la valoración de la lengua y de la cultura local.
56
Entre las numerosas Leyes aprobadas por las regiones se pueden señalar:

179
Giancarlo Rolla

e) Por fin, puede ser interesante señalar que algunas leyes han
regulado la adquisición de bienes de particular interés para los mu-
seos, pinacotecas, archivos y bibliotecas públicas de la región ".
A pesar de todo esto, es indudable la necesidad de una determi-
nación puntual de los ámbitos de competencia que corresponden a las
regiones. Tal definición, no obstante, al repartir las atribuciones entre
los aparatos estatales y las estructuras regionales debería proponerse
la consecución de un doble resultado.
Ante todo, el de superar la fragmentación y la sectorialización de
las competencias. Es preciso evitar algunas distinciones que aparecen
demasiado esquemáticas 3S, a la vez que sería preferible una división
de las atribuciones entre los diversos niveles institucionales que se
fundase sobre una diversificación funcional de las actuaciones. Las es-
tructuras del Ministerio podrían concentrar sus esfuerzos en la gestión
de los bienes culturales de más relevante interés, así como en el desa-
rrollo de la capacidad de orientación y de coordinación, de investiga-
ción y de apoyo técnico y científico respecto de las actividades regio-
nales.
En particular, debería reservarse para el Estado central la compe-
tencia en materia de exportación y de importación de bienes cultu-
rales; también debería reservársele el establecimiento de criterios ho-
mogéneos de acción y de metodologías unitarias para la actividad de
conocimiento, catalogación, conservación y restauración; el ejercicio
de poderes sustitutivos y cautelares, asi como de vigilancia e inspec-
ción; la organización y promoción de la investigación científica y la
formación de personal altamente especializado.
Por el contrario, se debería reconocer a las regiones una compe-
tencia en todo aquello que se refiere a la actividad concreta de tutela,
de conservación y de valoración de los bienes culturales. Tales atri-
buciones, unidas a aquellas que ya están en su poder en materia de
catalogación, de bibliotecas y de museos locales y de formación pro-
fesional permitirían que las regiones llevaran a cabo —sin amenazar
el carácter unitario de la actuación pública— una función precisa en
el seno de esa acción de promoción cultural que el artículo 9 de la
Constitución encomienda a todos los sujetos públicos.

(Traducción: Emilio CALDERÓN MARTÍN.)

Ley n. 16 de 1981 de Las Marcas; Ley n. 80 de 1977 de Sicilia; Ley n. 7 de 1981 de


Umbría; Ley n. 7 de 1983 de Liguria.
" Es interesante mencionar la Ley n. 34 de 1980 de Umbría, que regula la adqui-
sición de bienes culturales de especial interés para situarlos en los museos, pinaco-
tecas, archivos, bibliotecas.
" En particular, parecen demasiado esquemáticas —respecto de la distribución
de competencias entre el Estado y las regiones— las distinciones entre actividad
de catalogación y de tutela, entre tutela y valoración de los bienes culturales, entre
intereses nacionales y locales.

180
EL MODELO ADMINISTRATIVO
MUNICIPAL Y PROVINCIAL:
ORÍGENES, FUNDAMENTOS, PERSPECTIVAS

Luciano Vandelli
Profesor ordinario de Derecho Administrativo
Facultad de Derecho, Universidad de Bolonia

1. PREMISA. LA INFLUENCIA DE LA TRADICIÓN


ADMINISTRATIVA FRANCESA
El sistema administrativo elaborado en sus aspectos fundamentales
por la asamblea constituyente revolucionaria de 1789 y posteriormen-
te culminado, consolidado y modificado por Napoleón, fue exportado
directamente por éste a los países a los que llegaron sus tropas en
un proceso de marcada «colonización administrativa» sin que, después,
los soberanos de la restauración pretendiesen regresar sustancialmen-
te a los sistemas precedentes o, de alguna manera, transformar las
líneas esenciales de esta nueva estructura. Estructura que ofrecía
—sobre todo en comparación con el sistema del Anden Regime— las
ventajas de una acusada eficiencia y de una ramificación capilar idónea
para la rápida transmisión de las decisiones y el control sobre la eje-
cución de las mismas.
Estas ventajas y, por otra parte, las posibilidades para articular y
conciliar intereses generales y locales, centralización y poderes muni-
cipales, que ofrecía este modelo indujeron a algunos otros estados
(piénsese, sobre todo, en los diversos estados germánicos y, en particu-
lar, en Prusia) a inspirarse en él. De este modo, es posible encontrar
trazas de la influencia de la tradición francesa en áreas geográficas y
culturales amplias y variadas, incluso más allá de los diferentes esta-
dos que surgieron en los territorios anteriormente englobados en el
imperio colonial francés.
En estos mismos lugares, el modelo administrativo revolucionario-
napoleónico se ha reproducido unas veces de forma sustancialmente
idéntica, mientras que, en otros muchos casos, elementos deducidos
de él se han superpuesto y yuxtapuesto, de diferentes maneras, a es-
quemas y estructuras preexistentes con resultados heterogéneos.

Revista del Centro de Estudios Constitucionales 1 QJ


Núm. 2. Enero-abril 1989
Luciano Vandelli

2. FASES DEL DESARROLLO DEL SISTEMA


ADMINISTRATIVO TERRITORIAL EN FRANCIA
Hay que advertir, no obstante, que cuando nos referimos a la his-
toria administrativa de Francia más que de un «modelo», sería tal vez
más exacto hablar de «modelos», distintos, incluso, en cuanto a las op-
ciones de fondo, aunque sus elementos, mezclándose a través de una
serie de ajustes sucesivos, han concurrido a la formación de una
arquitectura y de un mecanismo de administración territorial de nota-
ble cohesión y solidez.
De este modo, el sistema surge como resultado de un proceso que
encuentra sus grandes criterios fundamentales, por una parte, en las
concepciones de la revolución y, en particular, en la exaltación del
poder municipal que en ella predomina y, por la otra, en la robusta
centralización napoleónica y en la figura del prefecto sobre la que
descansa.
Un proceso que tiene lugar entre el fin del siglo XVIII y la mitad
del xix, desarrollándose y encontrando sus momentos fundamentales:
— en los decretos de la Asamblea Constituyente del 14 y del 22
de diciembre de 1789, sobre la organización de las Municipalilés
y sobre la demarcación departamental, así como en las Cons-
tituciones de la Revolución en las que se afirma el principio
del pouvoir municipal dotado de una esfera de funciones «pro-
pias», concernientes a las relations locales y en las que se dise-
ña la generalización y la uniformidad del sistema municipal;
— en la Constitución del año VIII (1800) y en la fundamental ley
administrativa del 28 de pluvioso del mismo año en la que el
régimen napoleónico en parte culmina y racionaliza los crite-
rios delineados por la revolución (transformando el «tourbillon
révolutionnaire» en un «mécanisme régulier») y en parte los
supera, los rectifica y los transforma construyendo las bases de
una vigorosa centralización apoyada sobre la línea (jerárquica-
mente ordenada) préfet-souspréfet-maire (aunque en relación
con esto último el decreto del 30 de abril de 1815, dictado por el
mismo Napoleón en el último período de su imperio, acogía el
principio electivo);
— en la Constitución de 1830 y en las leyes municipales de los
años 1831-38, en las que el sistema descansa sobre la base de
las nuevas tendencias favorables a la descentralización, sancio-
nando el carácter electivo de los consejos municipales y la elec-
ción de los maires en su seno.

Las líneas desarrolladas a través de este proceso confluirán en la


gran ley de 5 de abril de 1884, todavía sustancialmente en vigor —des-
pués de haber sido reordenada en el código de la administración mu-
nicipal del 22 de mayo— hasta fechas muy recientes.

182
El modelo administrativo municipal y provincial

3. RASGOS ESENCIALES DE LA ADMINISTRACIÓN


TERRITORIAL REVOLUCIONARIO-NAPOLEÓNICA
Así, pues, si se quiere hablar de un «modelo» de administración
territorial típico de la tradición francesa, hay que tener presente que
es el producto de una articulada evolución y que en él, por tanto, se
pueden encontrar elementos, concepciones, orientaciones y reglas con-
cretas de inspiración y de alcance diverso en cada una de las diferen-
tes fases.
Siendo conscientes de esta complejidad del cuadro de conjunto (y,
por tanto, de los límites de toda síntesis que se haga al respecto),
parece en cualquier caso posible y, desde luego, no superfluo elaborar
un esquema con los rasgos sobresalientes de la tradición administra-
tiva revolucionario-napoleónica en algunos puntos:
a) Generalización del régimen municipal. El municipio no es —en
contraste con el sistema dominante en el Ancien Régime— un privi-
legio concedido de vez en vez a determinadas zonas, sino que se
extiende a todo el territorio del Estado adquiriendo un carácter «ne-
cesario».
b) Institución de un municipio para cada unidad territorial, aun-
que sea menor. Al generalizar el sistema municipal, los decretos de
1789 establecen que «i7 y aura une tnunicipalité dans chaqué ville,
bourg, paroisse ou communauté de campagne»; principio éste desti-
nado a producir la más reducida fragmentación y parcelización muni-
cipal (en Francia se alcanzó el número de 44.000 municipios).
c) Uniformidad del régimen municipal. Asimilando el principio de
uniformité a aquél fundamental de égalité, el decreto de 14 de diciem-
bre de 1789 estableció un ordenamiento uniforme para todos los mu-
nicipios con independencia de sus dimensiones y —contraponiéndose
también en este punto al sistema precedente— de las peculiaridades
de las diferentes situaciones. En principio, la misma disciplina se
aplica tanto a las mayores ciudades (a excepción de París para la que
el artículo 25 del mismo decreto de 1789 preveía un régimen especial)
cuanto a los más pequeños pueblos. Por otra parte, si bien con alguna
diferencia respecto a los órganos, el corps municipal tenía un número
variable de miembros (entre 3 y 21), mientras que, en los municipios
menores (con 3 miembros), falta, en el ámbito del corps mismo, la
distinción entre conseil y burean.
d) Sistema electivo. Con una notable innovación, el decreto de
14 de diciembre de 1789 (arts. 2 y ss.) establecía no sólo que los
órganos municipales debían estar formados «par voie d'élection», sino
también que tal elección debía basarse en criterios territoriales («par
quartiers ou arrondissements»), con explícita exclusión de todo ele-
mento corporativo («par métiers, professions ou corporations»), con-

183
Luciano Vandelli

figurando el municipio como una expresión directa de las comunidades


territoriales.
Ahora bien, el principio de la electividad (en un primer momento
sobre una base censitaria y por medio del sufragio universal a partir
de 1848) sería en las fases sucesivas uno de los más obstaculizados
y alterados. Así, en ocasiones, fue decididamente negado (en el sistema
napoleónico de la ley de 28 de pluvioso del año VIII el poder de
nombrar los consejeros municipales y los alcaldes estaba repartido
entre el primer cónsul y los prefectos); en otros casos fue plenamente
afirmado (por la Constitución de 1830 y por la ley de 21 de marzo
de 1831) y, en fin, en otros momentos excluido en relación a los maires
y adjoints (por la ley de 17 de julio de 1852) para ser después resta-
blecido también para estos últimos (durante la tercera república;
cfr. ley de 5 de abril de 1884)...
e) Funciones municipales «propias» v funciones estatales «delega-
das». El decreto citado (art. 49) distinguía claramente las funciones
ejercitadas por los corps municipaux en dos clases: funciones «¿es
uns propres au pouvoir municipal; les autres propres á ¡'Adminis-
tra t ion généra¡e de l'Etat et déléguées par lid aux municipalités».
Las primeras se refieren a «les uffaires particuliéres de la com-
mune», a las que se atribuye inicialmente una importancia relativa
en la medida en que afectan a intereses y a relaciones estricta-
mente locales (e internas a la comunidad, en la mayoría de los casos
extremadamente pequeña); las segundas implican conexiones con la
administración del Estado y, aunque no se ejercieron en el período
revolucionario, alcanzarían después una relevancia esencial que en
cierto modo justificaría una amplia serie de intervenciones, de con-
troles, de subordinaciones.
f) El alcalde como agente del gobierno. A la bipartición de las fun-
ciones ahora mencionada se vinculó la técnica de atribuir una doble
configuración a los órganos del municipio, en particular a los maires,
los cuales asumen, al mismo tiempo, la condición de vértices de la
administración municipal y de agentes de la administración estatal;
precisamente en virtud de este último aspecto (pero no siempre sólo
por ello), estaban encuadrados en un sistema jerárquicamente orde-
nado, con vínculos de directa dependencia de las autoridades esta-
tales.
g) Poderes de tutela. Las autoridades del Estado están, por tanto,
dotadas de amplios y penetrantes poderes para la protección del «in-
terés general» (y de la «voluntad general») significativamente designa-
dos —a partir del presupuesto, elaborado por los civilistas, según el
cual los municipios son «menores» en el ámbito de las administracio-
nes públicas— con el término de «tutela» administrativa. En ella se
engloban poderes de censura sobre los órganos y poderes de censura
sobre los actos. Así, ya en virtud de la Constitución de 1791, se preveía,
en favor del poder ejecutivo, la facultad de anular los actos de las

184
El modelo administrativo municipal y provincial

corporaciones locales «contrarios a las leyes o a las órdenes recibi-


das» y la de suspender a los agentes de las mismas, en el caso de
«perseverancia en la desobediencia o de perjuicios, debidos a sus
propios actos, para la seguridad o la tranquilidad pública», correspon-
diendo la decisión final, en esta hipótesis, a la asamblea legislativa
que podía decretar la disolución de la administración responsable.
Técnicas de este tipo estaban destinadas a alcanzar un papel particu-
larmente importante en la evolución sucesiva hasta llegar a una sus-
tancial equiparación entre tutela y jerarquía.
h) Nivel intermedio. Suprimidas las circunscripciones del Anden
Régime, la constituyente revolucionaria quiso diseñar geométricamen-
te un nuevo mapa administrativo de Francia, estableciendo más de 80
departamentos de dimensiones tales que cada uno de ellos «puisse
suffire á tous les objets de surveillance publique et á la prompte exécu-
tion des affaires» y, por otra parte, que «de tous les points du dépar-
tement on puisse arriver au centre de Vadministra!ion en une journée
de voy age».
En cada departamento se creaba un colegio electivo (Conseil gene-
ral) y junto a éste se situaba el prefecto, único centro efectivo de
ejecución de las leyes y de las órdenes de los ministros.
Aparece, de esta manera, la clásica distinción entre la provincia-
corporación local y la provincia-circunscripción de la administración
estatal.
i) Prefectos. Nombrados directamente por el primer cónsul, al
cual prestan juramento de fidelidad, los prefectos constituyen el eje
del esquema napoleónico de centralización. El prefecto aparece como
el eslabón central de la «chaine d'execution» que conecta, «sin interrup-
ción», a los ministros con los administrados, pasando a través de los
prefectos, subprefectos y alcaldes, pues los prefectos se comunican di-
rectamente con los diferentes ministros y transmiten las órdenes de
éstos a los niveles inferiores; niveles en relación con los cuales dis-
ponen de importantes poderes de dirección y de tutela. En virtud de
este esquema, se afirma la función del prefecto en cuanto repre-
sentante del poder ejecutivo (y, por tanto, como punto de referencia
natural de los servicios departamentales del Estado) y, por otra parte,
en cuanto agente del departamento (el cual es dotado de personalidad
jurídica por las leyes de 1837-1838).

4. EL ORDENAMIENTO LOCAL EN LOS PAÍSES DIRECTAMENTE


INFLUIDOS POR LA TRADICIÓN FRANCESA: ELEMENTOS
PERMANENTES Y ELEMENTOS SUPERADOS DEL MODELO
REVOLUCIONARIO-NAPOLEÓNICO

Asumiendo, pues, como punto de referencia las líneas esenciales


del modelo revolucionario-napoleónico que acabamos de resumir es-

185
Luciano Vandelli

quemáticamente, es preciso comprobar si son todavía perceptibles y


en qué medida —o si en virtud de las nuevas y diferentes exigencias
han experimentado transformaciones o se han visto sustituidos— en
los ordenamientos locales de aquel área que fue influida por tal modelo
de una forma más típica y directa, especialmente en Europa. Así, pues,
habrá que considerar, además de la propia Francia, los casos de Es-
paña, Portugal, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo e Italia.
Una investigación de esta naturaleza puede contribuir, por una
parte, a comprobar la validez actual de los mecanismos elaborados por
un sistema administrativo que históricamente desplegó una función
de fundamental importancia. Pero, por otra parte, tiende a contrastar
soluciones concretas adoptadas o en proceso de adopción ante pro-
blemas que, aun asumiendo formas y gravedad variadas, se han pre-
sentado o vienen presentándose con evidentes analogías en estos or-
denamientos.
En este sentido —se ha observado juiciosamente—, no cabe duda
que quien examine el actual régimen del gobierno local en las naciones
del Occidente de Europa provistas de las más diversas tradiciones
administrativas (desde la República Federal de Alemania a la Gran
Bretaña o a Francia) «forzosamente tiene que advertir la sustancial
uniformidad de algunas soluciones». Sin embargo, más acusadas y
profundas son las afinidades que se perciben por quien circunscribe
su análisis al área de directa influencia revolucionario-napoleónica.
Aquí, más allá de esa tradición común y, también, más recientemente,
la influencia de las ideas ha sido frecuentemente recíproca y los pro-
blemas similares a pesar de que las instituciones locales se hayan
visto condicionadas en diversa medida por diferentes circunstancias
históricas, exigencias técnicas u opciones políticas.

5. LAS REGIONALIZACIONES
En concreto, prácticamente todo el área europeo en el que se había
aplicado el modelo administrativo «¿t la frangaise» ha conocido, a par-
tir de los años setenta, una intensa obra de elaboración y de inter-
vención sobre las tradicionales estructuras del poder local. En efecto,
en la actualidad operan en muchos casos en un cuadro regionalizado,
es decir, caracterizado por la presencia de vigorosas instituciones de
ámbito regional con legitimación electiva, frecuentemente dotadas, in-
cluso, de poderes legislativos y, en cualquier caso, de considerables
atribuciones que inciden de diversa forma sobre el ordenamiento de
los municipios y de los entes intermedios.
Así, en 1970 se dio actuación, en Italia, a la regionalización general
del territorio nacional, que ya previa la Constitución de 1948. Ese mis-
mo año comenzó en Bélgica una serie de reformas constitucionales
que culminaron en 1980 con una renovación global del ordenamiento
estatal basada sobre una doble articulación de un amplio territorio:

186
El modelo administrativo municipal y provincial

una primera de tipo lingüístico-cultural fcommunautés) y otra de tipo


económico-territorial (régions). En 1976, la Constitución portuguesa
sancionó la particular autonomía de las Azores y Madeira, cuyos esta-
tutos fueron aprobados de manera provisional con gran rapidez.
En 1978 es España la que sanciona constitucionalmente «el derecho
a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran», dan-
do paso a un proceso de aprobación de estatutos por las diversas
áreas territoriales que, ya en los comienzos de 1983, habrá concluido
sustancialmente.
En fin, aun sin llegar, como en los casos ahora recordados, a mo-
dificaciones orientadas a superar la forma unitaria del Estado, esta
tendencia al fortalecimiento de las autonomías regionales se aprecia
también en la misma reforma francesa de 1982 que —al incrementar
sus funciones— eleva la región al rango de verdadera y propia colec-
tividad territorial, regida básicamente por un consejo electivo y por
un presidente elegido por éste.

6. REGIONALIZACIONES Y REFORMAS MUNICIPALES


Y DEPARTAMENTALES

En este cuadro general, dotado de un gran dinamismo y de afanosa


búsqueda de nuevos equilibrio locales, tiene un gran interés el examen
de la evolución de los ordenamientos municipales y provinciales desde
una perspectiva más amplia que aquella que es propia de cada país
en particular.
Ciertamente, el contraste no puede ignorar que en Francia, en Bél-
gica, en España, en Italia, las instituciones locales han estado con-
dicionadas, de diversa manera, por diferentes acontecimientos histó-
ricos, exigencias técnicas y opciones políticas. En efecto, los elementos
más típicamente relacionados con la sociología política y administra-
tiva presentan notables diferencias. Piénsese, en particular, en el diver-
so grado de politización partidista o de personalización de las reali-
dades locales (con la consiguiente variedad de relaciones y de equili-
brios entre partidos-notables-sociedades); o en el diverso prestigio e
influencia de la burocracia (y en la variedad de relaciones y equili-
brios entre funcionarios y políticos). Puede tener algún valor la ima-
gen, incluso arquitectónica, de las instituciones, puede ser significativo
comprobar cómo la prefectura se identifica generalmente, en Francia,
con el edificio más céntrico, prestigioso, más fácilmente visible de la
ciudad; mientras que, por ejemplo, en Italia esto sucede más bien con
el Ayuntamiento y la prefectura normalmente está situada en cons-
trucciones más sencillas y anónimas.
No es posible, por consiguiente, ignorar las diferencias. No obs-
tante, los puntos de contacto continúan siendo numerosos e impor-
tantes.
Si el escenario sociológico y político está diversificado en gran

187
Luciano VandeUi

medida, las instituciones conservan, en cambio, afinidades de fondo y


si los actores son diversos, sin embargo, frecuentemente desempeñan
el mismo papel.

7. LOS PROBLEMAS DE INTERÉS COMÚN


En realidad, los fundamentos comunes del modelo administrativo
local han contribuido a producir problemas semejantes en situaciones
diversas. Igualmente, la constante circulación de las ideas ha permi-
tido afrontarlos a través de análisis y orientaciones recurrentes. Si se
sigue el debate que se ha producido en cada país, particularmente
en el curso de estos diez o quince años, es fácil encontrar los mismos
temas, argumentaciones análogas, contraposiciones paralelas, referen-
cias a una u otra experiencia extranjera.
Desde esta perspectiva, podemos recordar, por ejemplo:

a) La fragmentación municipal y los correspondientes problemas


de gestión de funciones relativas a un área más amplia
Como consecuencia de la (más o menos rígida) aplicación del prin-
cipio revolucionario de la institución de un municipio en cada comu-
nidad territorial, aunque fuese menor («chaqué ville, bourg, paroisse
ou cornmunauté de campagne»), la enorme parcelación del mapa mu-
nicipal planteó una serie de importantes problemas respecto del ejer-
cicio de funciones y de la prestación de servicios para los cuales las
dimensiones territoriales, demográficas, financieras de los municipios
son normalmente inadecuadas. Problemas debatidos, en general y par-
ticularmente, en el curso de los años setenta, con argumentaciones
claramente análogas. En un caso (Bélgica), tales dificultades han sido
afrontadas a través de una drástica reducción del número de munici-
pios. No obstante, todos los demás países de tradición francesa han
preferido mantener de una forma sustancialmente inalterada el mapa
municipal, continuando en cambio la búsqueda y la experimentación
de formas de ejercicio de funciones a nivel intermunicipal (también
aquí con soluciones y problemas análogos).

b) Regionalización y nueva función de los departamentos


Cuestiones semejantes a éstas han aflorado por doquier en relación
con la institución de las colectividades regionales a partir de la clásica
disputa en torno a si la regionalización debería implicar la supresión
de las provincias, controversia resuelta generalmente en sentido nega-
tivo (después de claros enfrentamientos entre «regionalistas» y «pro-
vincialistas»). De esta manera, en todos los países de tradición napo-
leónica el advenimiento de las regiones supuso análogos problemas de

188
El modelo administrativo municipal y provincial

compatibilidad y de coexistencia entre éstas y los niveles intermedios


preexistentes, dando lugar a las más intensas investigaciones y a la
experimentación de nuevos cometidos para el departamento. Nuevos
cometidos que tendían, de manera difusa, a desarrollarse en dirección
hacia los entes locales menores, en cuanto centro de planificación, de
asistencia técnica y de coordinación.

c) Regionalización y administración estatal


Desde el punto de vista de la administración estatal, los sistemas
a la frangaise aparecen todavía caracterizados por el mantenimiento
del tradicional doble canal descentralización/desconcentración: la re-
gión no consigue cortar plenamente el fundamental cordón umbilical
que existe entre el Estado y las colectividades menores. Además, la
administración estatal dificulta la afirmación del nivel regional y el
nexo Estado-colectividades locales no se concentra en el plano regio-
nal, sino que tiende a actuar en dos frentes paralelos de manera que
la conexión región-prefecto de región no se agrega, sino que se añade
a la que existía antes entre los entes menores y los prefectos (y en
algún caso subprefectos).
Bajo este punto de vista, el aumento de los niveles locales más que
cambiar radicalmente el orden anterior mantuvo sus rasgos funda-
mentales haciéndolo más complejo y articulado. Así, se perciben tri-
plicaciones en la administración de las colectividades locales, descon-
centración estatal y una nueva desconcentración por parte de las regio-
nes que (también en Francia, como en el caso de Aquitania) empiezan
a desarrollar sus propios aparatos periféricos.

d) Prefectos y controles
Por otra parte, el cometido global de los aparatos de las prefec-
turas, en cuanto nudo esencial que une el centro y la periferia, ha
atravesado importantes procesos de readaptación.
Procesos cuyo elemento más destacado estriba en la sustracción a
los prefectos de las funciones de ejecutivo del departamento, reciente-
mente llevada a cabo en Francia por las reformas aprobadas en 1982
y que ha experimentado importantes desarrollos desde el punto de
vista de los controles sobre los entes locales.
Precisamente en este aspecto, las líneas evolutivas de los diferentes
ordenamientos presentan algunas fundamentales tendencias comunes.
Ante todo, en relación con el control de oportunidad que por todas
partes parece estar a la defensiva: en algunos casos, ha sido comple-
tamente excluido en principio (como ha ocurrido en Francia, según los
criterios sancionados por la misma ley de 1982); en otros, todavía
sobrevive, pero de una forma tal que excluye toda prevalencia coer-
citiva de la voluntad del controlante sobre las valoraciones del con-
trolado (como se ha producido en Italia según los principios de la

189
Luciano Vandelli

Constitución de 1948, desarrollados al comienzo de los años setenta).


Por lo demás, parece que se ha generalizado la tendencia a alejar del
poder ejecutivo estatal este control, ya sea gracias a los sistemas de
jurisdiccionalización, ya sea a través de la transferencia del propio
control a una colectividad territorial autónoma de ámbito superior
(en primer lugar, regional).
La primera vía ha sido la utilizada por el legislador francés al privar
al prefecto del poder de anular directamente los actos considerados
ilegítimos y al sustituirlo por una mera facultad de impugnación del
acto ante el tribunal administrativo (adviértase, sin embargo, la extra-
ordinaria importancia de esta facultad, debido a la intensa influencia
que su ejercicio implica). En cambio, la segunda vía ha sido la seguida
por el constituyente italiano al atribuir a los órganos regionales el
control sobre la actividad de los municipios y las provincias. Entre
estas dos opciones, bien distantes la una de la otra, el sistema adop-
tado en España presenta peculiaridades dignas de atención: en efecto,
en él ha prevalecido la tendencia a la jurisdiccionalización, pero no se
puede desconocer la función capital, incluso en el campo legislativo,
constitucionalmente asignada a las regiones, las cuales, en efecto, com-
parten con el Estado —según las materias— la facultad de impug-
nación.

8. ESTABILIDAD DEL MODELO ADMINISTRATIVO


«A LA FRANCAISE»: RESULTADOS
DE UNA COMPARACIÓN «POR AFINIDADES»
A la vista de los resultados obtenidos por una investigación com-
parada sobre los ordenamientos locales que sufrieron más directamen-
te la influencia del modelo administrativo «á la frangaise», parece po-
sible determinar —en términos sintéticos y globales— si los elementos
que lo caracterizaron permanecen —y en qué medida— en las distintas
experiencias que todavía perduran y, también, comprobar si están en-
raizados en ellas, si se han transformado profundamente o si, en fin,
han sido definitivamente superados.

a) Elementos comúnmente aceptados


Desde esta perspectiva, parece evidente, ante todo, que algunos de
los caracteres afirmados en 1789 son, en la actualidad, valores acep-
tados, datos consolidados en la difusa conciencia institucional contem-
poránea (y no solamente en los países aquí considerados). Este es el
caso del criterio de la generalización o del de la electividad: al menos
respecto al nivel municipal, por lo que hace al primero, y a los con-
sejos, por lo que se refiere al segundo. En cambio, en relación con los
órganos ejecutivos, se debe precisamente a las secuelas de algunas
fases de la misma tradición administrativa la permanencia —en algu-

190
El modelo administrativo municipal y provincial

ñas situaciones— de la anacrónica reserva en favor del gobierno cen-


tral de poderes (a veces meramente formales) de nombramiento.

b) Elementos criticados, pero todavía presentes


con carácter general en los ordenamientos
La situación actual de los demás elementos en los sistemas locales
es, desde diferentes aspectos, mucho más complicada.
Algunos se encuentran en el centro de debates y críticas que no
se pueden ignorar: comenzando por el criterio de la uniformidad, ta-
chado desde hace tiempo —de manera general, clara y autorizada—
de rigidez y de abstracción que provocan, en contextos muy alejados
de las circunstancias históricas en las que se afirmó, resultados inefi-
cientes y, en definitiva, injustos.
En efecto, si se consideran las opciones de fondo que hasta ahora
han adoptado los legisladores, incluso en épocas recientes, se hace
evidente que las diferencias organizativas se han producido o bien en
el ámbito de los niveles intermedios entre el municipio y la provincia
o bien en relación con situaciones y aspectos totalmente marginales.
En cambio, el núcleo esencial de las reglas relativas a la organización
del gobierno municipal (y —con una rigidez todavía más acusada bajo
ciertos aspectos— provincial) continúa siendo rigurosamente homogé-
neo y fundamentalmente insensible a los cambios de las dimensiones
demográficas, de las tradiciones históricas, de las exigencias sociales
y políticas, de las características económicas y de los poderes regio-
nales. Incluso en la misma España —que entre los países considerados
destaca por haber prestado mayor atención a estas cuestiones— la
observación sigue siendo sustancialmente válida: el criterio de la uni-
formidad de los órganos de gobierno municipales apenas se ve afec-
tado por las excepciones previstas para situaciones absolutamente se-
cundarias o menores (piénsese, por ejemplo, en el régimen de «concejo
abierto») y solamente se ve matizado por la posibilidad de introducir
variaciones en el régimen de las estructuras auxiliares de esos órganos
(la llamada organización «complementaria»). Por lo demás, los legis-
ladores de las comunidades autónomas no parecen, por el momento,
especialmente interesados en el desarrollo de tales oportunidades,
explorando sus posibles utilidades.
Es cierto, sin embargo, que el propio ordenamiento español con-
templa los más significativos ámbitos de diversificación a la hora de
distribuir las funciones según las diferentes dimensiones municipa-
les. No obstante, también en este aspecto prevalece una panorámica
indiferenciada en la que los mismos poderes regionales de dele-
gación —o, en ocasiones, de atribución— han tenido en términos gene-
rales una incidencia muy modesta.
Igualmente escasa es la repercusión general de las reformas lleva-
das a cabo en el régimen territorial municipal producto de la aplica-
ción del criterio de la correspondencia entre municipios y comunida-

191
Luciano Vandelli

des locales, incluso menores. Las mismas modificaciones de hecho que


se han producido en el curso de estos dos siglos y, especialmente, en
los últimos decenios, han dado lugar a tendencias encaminadas más
a la erección de un ayuntamiento autónomo en fracciones que habían
asumido una cierta relevancia, que a la promoción de fusiones entre
municipios cuyas comunidades se habían venido uniendo a través de
intcrrelaciones e interdependencias cada vez más estrechas. En general,
en cualquier caso, el mapa municipal y la fragmentación que lo ca-
racteriza manifiestan una notable continuidad. En este aspecto, per-
manece aislada, dentro del área considerada, la radica! excepción que
representa Bélgica. Ahora bien, la evolución experimentada en los
Países Bajos hacia una reducción gradual y contenida del número de
municipios no encuentra paralelo en los demás países en los que —a
pesar de las críticas que en algunas situaciones no pueden ignorarse—
los únicos intentos de respuesta a los problemas de los municipios
menores se sitúan en la línea de la búsqueda de formas colaborativas.
Todavía sigue siendo perceptible, prácticamente en todas partes, la
distinción entre funciones municipales «propias» y funciones ejerci-
das en el interés del Estado, así como la doble cualidad del alcalde,
estrechamente relacionada con lo anterior, en cuanto jefe de la admi-
nistración municipal y agente del gobierno.
También en este caso es el ordenamiento español el que —tras la
ley sobre el ordenamiento local de 1985— presenta las novedades más
significativas. Por lo demás, elementos que confirman y manifiestan
la consolidación de este esquema caracterizan las recientes tendencias
legislativas en curso en Francia y en los países del Benelux, así como
las orientaciones predominantes en las propuestas italianas.

c) Elementos reajustados y reordenados


Las modificaciones operadas en otros rasgos clásicos del modelo
son mucho más importantes.
Esto ocurre, sobre todo, en el régimen de controles en el que se
ha producido una importante evolución que ha conducido, casi en
todas partes, por un lado, a un reajuste de! control sobre la oportuni-
dad de los actos (en algunos casos, comenzando por el francés, supri-
mido totalmente) y, por el otro, a una superación del monopolio de la
administración estatal en materia de controles en unas ocasiones como
consecuencia de su jurisdiccionalización (en Francia), en otras en co-
nexión con la regionalización (en Italia o en Bélgica), y en otras
mediante la adopción de sistemas que combinan estas dos tendencias
(en España).
Los cometidos asignados a los prefectos y a las provincias en este
sistema también han experimentado mutaciones significativas a lo
largo de una sucesión de períodos caracterizados —a grandes rasgos—
por su desarrollo paralelo. A su término, a una antigua oposición,
acompañada de una progresiva reducción de los poderes de los pre-

192
El modelo administrativo municipal y provincial

fectos y de las provincias (piénsese, ante todo, en la pérdida de la


función de ejecutivo de la provincia o de superior jerárquico de las
administraciones periféricas estatales en lo que se refiere al prefecto;
o en la cada vez más acentuada sectorialización de las competencias
que ha afectado, en muchos casos, a las provincias) se ha unido, simul-
táneamente a la institución de las autonomías regionales, una difusa
demanda de supresión de estos institutos. Además, precisamente como
consecuencia de la regionalización, han experimentado una ulterior
reducción de sus funciones en beneficio del nuevo nivel, mientras que
los legisladores —indecisos sobre su utilidad y subre su ubicación en
un estado caracterizado por poderes regionales— han evitado general-
mente utilizarlos como posibles puntos de referencia para la atribución
de nuevas funciones. No obstante, las últimas tendencias parecen apun-
tar, de una manera generalizada, hacia una superación de los mo-
mentos más críticos, reflejan un dinamismo encaminado a demostrar
la vitalidad y la utilidad de los prefectos y las provincias. Es ésta una
tendencia que se percibe en los legisladores y que se orienta a confir-
mar la permanencia de estos institutos tradicionales buscando la for-
ma de atribuirles una función que no sea marginal en el nuevo sistema
institucional.
Así, aunque estos elementos (controles externos, provincias, pre-
fectos) no han desaparecido del sistema administrativo, ni parece que
vayan a desaparecer a la vista de lo que es posible prever según, las
orientaciones que se deducen del contexto actual, se puede afirmar
que las modificaciones del cuadro institucional en el que operan
han afectado profundamente a su fisionomía.

9. LAS TENDENCIAS EN CURSO: CONSIDERACIONES

En general, en los países de tradición napoleónica se va debilitan-


do la importancia de los elementos clásicos de cohesión y vertebra-
ción del sistema (prefecto, tutela). Al mismo tiempo se refuerzan los
nuevos canales. No me refiero aquí a los cauces políticos, sino más
bien a los institucionales, a las nuevas técnicas de relación, a las nue-
vas formas de colaboración y coordinación.
Desde esta perspectiva, los diversos sistemas han ido desarrollando
un amplio catálogo de posibilidades (sintetizado con eficacia reciente-
mente por el legislador español): desde los procesos de programación
a los órganos de composición mixta; desde las diferentes fórmulas de
participación procedimental en la elaboración de las decisiones de
los niveles superiores a la delegación de funciones, o a los acuerdos
o convenciones hasta llegar a las técnicas de información que repre-
sentan, ante todo, el presupuesto imprescindible de toda colaboración.
El tejido administrativo no admite fisuras y allí donde se abren
vacíos a causa del reajuste de los mecanismos tradicionales, otros tien-
den a sustituirlos. De este modo son estos fenómenos, es decir, estas

193
Luciano Vandelli

nuevas exigencias de directa armonización entre las colectividades le-


gitimadas democráticamente, los que, a mi juicio, van a condicionar
y a caracterizar la evolución del modelo administrativo napoleónico y,
desde luego, estas perspectivas me parecen determinantes a la hora
de investigar los nuevos equilibrios del sistema.
Es preciso, pues, reflexionar sobre estas tendencias. De nuevo, pien-
so que nuestro común origen administrativo ha de inducirnos a un
esfuerzo de análisis y de reflexión, a un trabajo paralelo o, todavía
mejor, en común.
(Traducción: Pablo LUCAS MURILLO DE LA CUEVA.)

194
II. DEBATE SOBRE LAS PERSPECTIVAS
DEMOGRÁFICAS Y LA DEMOCRACIA
DEMOGRAFÍA Y DEMOCRACIA
Consideraciones sobre las relaciones
entre la demografía y la práctica política

Juan Salcedo
Catedrático de Sociología
Universidad de Valladolid

I. LA SITUACIÓN DEMOGRÁFICA AL FINAL DEL MILENIO


Las modas académicas, como las del mundo de la alta costura o
las del préí-á-porter, se suceden con celeridad creciente. Temas que
están hoy en candelero dejarán de estarlo en breve sin que ello im-
plique que el problema que los generó haya sido resuelto o, mucho
menos, que haya desaparecido. Ocurre como si una vez que se ha
analizado un fenómeno hasta la saciedad, una vez que se ha dicho
todo o casi todo sobre el mismo, el problema se abandonase y cayese
en el ostracismo, sin que ello quiera decir que se haya buscado, encon-
trado y aplicado la solución adecuada. El problema gay, la segrega-
ción de la mujer, el papel de los partidos comunistas en sociedades
democráticas, etc., son problemas que siguen existiendo, aunque con
sordina, sobre los cuales intelectuales y políticos pasan deprisa tachán-
doles de manidos, demodés, e indignos de constituir el centro de su
atención durante un período de tiempo considerable.
La demografía no constituye una excepción, y en ella hemos pasa-
do de un catastrofismo a otro sin solución de continuidad. El Club
de Roma y otros similares se han sumido en la práctica en la noche
del olvido y otros clubes, reagrupamientos y asociaciones, han surgido
con una preocupación radicalmente opuesta: el miedo al descenso de
la población. Teitelbaum dice que puede parecer perverso centrarse
en estos momentos en escribir sobre el descenso demográfico V
Sin embargo, es uno de los temas recurrentes en la literatura demo-
gráfica y política de Occidente a lo largo de este siglo; como tema
dominante sólo fue oscurecido durante los sesenta y los setenta por
la literatura o la moda contraria: el miedo a la explosión demográ-
fica.
La demografía política es una disciplina pendular y recelosa, que
1
M. S. Teitelbaum (1985).
Revista del Centro de Esludios Constitucionales 197
Núm. 2. Enero-abril 1989
Juan Salcedo

aparece oscilando en los últimos cien años entre el miedo al desastre


social que produciría un crecimiento incontrolado de la población mun-
dial, y el miedo al desastre social que produciría (en Occidente) el des-
censo de la población (Occidental) en un sistema de crecimiento mun-
dial incontrolado o incluso limitado. En este contexto no tiene nada
de particular que la preocupación de organismos que estudian las
repercusiones del crecimiento demográfico, como el Comité de Po-
blación del Consejo de Europa, centran su atención en temas como
«El crecimiento de la población mundial y sus consecuencias para
Europa» 2.
Aparte del hecho innegable de que' las modas cambian porque sí,
por lo general los cambios en las modas académicas se corresponden
con cambios importantes en el mundo social y económico. En el te-
rreno de la población ha habido variaciones importantes en los últi-
mos años que culminarán en el nuevo milenio, y que merece la pena
destacar por sus implicaciones políticas y económicas.

1. Disminución radical del ritmo de crecimiento de la población


mundial, que pasa del 2,05 por 100 en los comienzos de la década
de 1970, a 1,60 por 100 en 1985 y a 1,20 por 100 según las Naciones
Unidas alrededor del año 2000. Ello quiere decir que el mundo, en
su conjunto (excepto los países del África Sub-Sahariana), está expe-
rimentando ya la segunda fase de una Transición Demográfica similar
a la que pasaron los países occidentales en el período 1860-1950. Es pro-
bable que esa Transición Demográfica Global (TDS) culmine hacia el
año 2050, es decir, dentro de unos sesenta años.
2. Disminución real de la población autóctona en diversos países
occidentales, como consecuencia de la caída de las Tasas de Reproduc-
ción. El fenómeno, que ya se ha iniciado en Alemania (Occidental y
Prusia), Austria, Hungría y Luxemburgo, se extenderá en los próximos
años por Dinamarca, Suecia y Suiza, y en las primeras décadas del
próximo milenio y por el resto de Europa. Algunos demógrafos han
nominado este proceso como período post-transición e incluso algunos
hablan de una Segunda Transición Demográfica.
3. Envejecimiento general de la población mundial. Se inicia a
finales de la década de los ochenta un leve envejecimiento de la pobla-
ción mundial, lo que, hacia finales de siglo, tenderá a acentuar el peso
de las cohortes entre veinte y treinta y cinco años, es decir, los que
están en la primera parte de su vida laboral. En los países occiden-
tales se seguirá incrementando el peso de la población de sesenta y
cinco y más años, que oscilará entre el 15 y el 30 por 100 del total,
con un crecimiento espectacular de las cargas sociales y una más que
probable quiebra del sistema de prestaciones sociales, tal y como
existe ahora en diversos países.
!
Council of Europe (1988).
198
Demografía y democracia

4. Persistencia de altos índices de paro a escala planetaria como


consecuencia del crecimiento demográfico previo y de la aplicación
de tecnologías que no demandan fuerza de trabajo. A nivel mundial,
ese predominio de los grupos de edad de veinte a treinta y cinco años
se va a traducir en un crecimiento del paro y del conflicto social
derivado del mismo. Además, este crecimiento demográfico de las
cohortes laborales coincide con una reducción de la oferta de trabajo
en muchos sectores como consecuencia de la tecnologización de la
produción en los mismos.

Estos cuatro factores, que se dan unidos por primera vez en la


historia de la humanidad, introducen una problemática nueva y explo-
siva en el terreno de las relaciones sociales e internacionales. Esa pro-
blemática nueva (población contenida o en declive, quiebra de los
sistemas de seguridad social y asistencia a la vejez, paro generalizado
en las cohortes laborales y conflicto social derivado) requerirá de tra-
tamientos políticos nuevos e imaginativos. Demografía y política ha-
brán de estar en estrecha conexión durante los próximos decenios
mucho más aún que lo han estado en los pasados. El crecimiento
de una nueva disciplina en el campo de los estudios de población, la
demografía política, que estudie las relaciones biunívocas existentes
entre demografía y política, es ya un hecho; por ello es necesario
proceder a una profundización en el estudio de las relaciones entre
ambas materias, área de trabajo de la nueva disciplina.

II. DEMOGRAFÍA Y POLÍTICA

A pesar de que existe una conciencia general de su inevitable inter-


dependencia, demografa y política son dos términos que raramente
aparecen unidos, excepto en una débil intersección: las políticas de-
mográficas. Sin embargo, demografía y política son estrechamente
interdependientes en la práctica, hasta el punto de que la demografía
política es un arma electoral, ideológica y política, cada vez más em-
pleada en contiendas políticas y electorales, en forma de propuestas
normativas sobre políticas demográficas.
Las páginas que siguen son un intento de mostrar algunas rela-
ciones entre la demografía y la práctica política; me propongo de-
mostrar cómo las formas más razonables o equitativas de relación
entre ambas sólo tienen lugar en contextos políticos democráticos.
Massimo Livi-Bacci, entre otros, distingue entre las «fuerzas de pre-
sión» (clima, alimentos, enfermedades) y las «fuerzas de opción» (fe-
cundidad, constitución de la familia, etc.) como aquellas que se com-
binan para lograr una determinada acción y producir un crecimiento
demográfico en un tiempo y un lugar determinados 3 . En realidad, lo

' M. Livi-Bacci (1988), p. 8.

199
Juan Salcedo

que hace Livi-Bacci es una puesta al día de los frenos «preventivos»


y «positivos» asociados por Malthus al crecimiento demográfico4.
Los factores políticos estarían entre las «fuerzas de opción» (Livi-Bacci)
o «frenos positivos» (Malthus) al crecimiento demográfico, y son de
enorme importancia, ya que se prestan a manipulación por parte de
gobiernos nacionales y agencias internacionales.
Equitativo no equivale a eficaz, como todos sabemos. La dictadura
es aparentemente más eficaz que la democracia en la solución de los
problemas demográficos. Hitler o Mao-Zedong (antes Mao-tsé-tung)
fueron «eficaces» en la solución de los problemas demográficos de sus
países. Pero en demografía como en política lo razonable y equitativo
tiene preferencia sobre la eficacia. La dignidad de la persona, con
independencia de su edad, sexo y credo político o religioso han de
quedar totalmente salvaguardados en cualquier medida que afecte a
la población. Y esa salvaguarda, que muchas veces irá en detrimento
de la eficacia política, sólo es posible si se vive en democracia.
Los demógrafos son conservadores. Acostumbrados al cálculo y
entrenados en el pesimismo metodológico, no han hecho desde que
existen sino cantar y contar problemas y catástrofes inminentes sin
cuento. Si es cierto que la demografía es la expresión taquigráfica de
la sociedad, no es menos cierto que el demógrafo es el forense espe-
cialista en necropsias, antes que el tocólogo o el pediatra, rebosantes
e infundidores de optimismo. Valores conservadores, cuando no reac-
cionarios, han iluminado la senda de los teóricos de la población.
Su catafalco preferido es el mito de la población estacionaria, engen-
dro teórico improbable que hunde sus raíces en una concepción de la
ciencia social basada en ingenios inexistentes de similar entidad: el
equilibrio general, el óptimo de población, la utilidad marginal, la
competencia perfecta o la racionalidad del consumidor.
La idea de que el concepto de población estacionaria es profun-
damente conservador —cuando no reaccionario— se va abriendo ca-
mino entre los demógrafos. Hace poco tiempo Cagiano de Azevedo
emitía una opinión similar al analizar las teorías de la población más
recientes,5; además, se mostraba cautamente partidario de desarrollar
los requisitos para un «sistema demográfico aceptable» (demosistema)
enunciado por el matemático Bruno de Finetti6. Más adelante tendré
ocasión de volver sobre este planteamiento (apartado VI).
Hace algunos años, Bernard d'Espagnat, eminente físico francés,
sacudía nuestra conciencia espitemológica con una meditación sobre
el objeto de. la ciencia y el procedimiento más razonable para la con-
secución de su objetivo. Su mensaje: la vuelta al predominio de lo
real, de lo observable. Y en el mundo de la demografía lo real, lo
observable son dos universos estrechamente interrelacionados. De una
parte los fenómenos demográficos que responden a causas íntimas,
4
T. R. Malthus (1798). Edición española de 1970, pp. 77 y ss.
5
R. Cagiano de Azevedo (1987), pp. 27 y ss.
6
B. de Finetti (1975). Citado por Cagiano de Azevedo (1987), pp. 20-25.

200
Demografía y democracia

profundas, enraizadas en el terreno de lo material (lo económico) y lo


inmaterial (los sistemas de valores sociales). De otra parte, los intentos
de influir en los fenómenos demográficos por medio de actuaciones
políticas, ya sean totalitarias (la solución final), ya democráticas (las
políticas demográficas sectoriales o puntuales)7.
La influencia observable de la política en la demografía viene acom-
pañada de una relación inversa no siempre tan obvia o tan estudiada:
la influencia que los procesos demográficos tienen en los procesos
políticos. Es evidente que la renta no es el único factor determinante
del comportamiento político, por más que algunos autores clásicos así
lo hayan postulado: de los estudios de Hobsbawn y Said se extraen
algunas importantes conclusiones sociológicas. Por ejemplo, que las
revoluciones siempre (y únicamente) han tenido lugar en países demo-
gráficamente jóvenes (y agrarios)8. Por su parte, y en el extremo
opuesto, todos los expertos en temas electorales coinciden en destacar
los triunfos electorales de partidos conservadores en países demográ-
ficamente maduros o con una población envejecida. Más aún, se puede
incluso hablar de un giro electoral producido por la edad según el
cual el voto pierde radicalismo con la edad de los votantes.
Otro tema donde política y demografía aparecen estrechamente co-
nectadas es el de la raza. Movidos por un falso igualitarismo, por
una suerte de vergüenza colectiva creada por la discriminación racial
y por los genocidios totalitarios, los científicos sociales han evitado
de manera cuidadosa el empleo del término raza y de su correspon-
diente concepto. Se habla de «minorías étnicas», de «gente de color»
(coloured people), no-blancos, etc., pero se evita cuidadosamente caer
en la realidad. A título de ejemplo citaré un caso extremo: en la
década de los sesenta, según informaciones oficiales del Bureau of the
Census, se sabía que de cada seis esterilizados en los Estados Unidos,
tres eran de. origen hispano, dos negros y uno blanco, generalmente
italiano o irlandés. En estos momentos se sabe que algunos america-
nos en situación de extrema pobreza son esterilizados a petición pro-
pia, pero no tenemos información alguna sobre el grupo étnico a
que pertenecen. La igualdad política ha llegado, si no a la sociedad,
sí al menos a las estadísticas oficiales9.
Una vez más se intenta falsear u ocultar la realidad. Para evitar
referencias comprometidas o la .desagradable obligación de tener que
tomar partido, se encubre lo evidente: que las razas existen, como
existe la discriminación, el sometimiento, los mestizos, el mestizaje,
los criollos y todo un abanico de procesos y grupos sociales que se
7
B. d'Espagnat (1979).
8
E. J. Hobsbawm (1962); Abdul A. Said (1971). Se trata de dos textos imprescin-
dibles hoy en día en el estudio empírico de procesos revolucionarios. Puede con-
sultarse también la excelente colección de textos de M. Williams (1971).
9
El líder indiscutible de los modernos estudios sobre racismo es Michael Ban-
ton (1967). También, Robert Miles (1982) nos ha proporcionado un excelente ejem-
plo de cómo la raza sigue condicionando la realidad social a pesar de su margi-
nación en el terreno científico (sociología y biología).

201
Juan Salcedo

mueven en el entorno del concepto mágico maldito: la raza. Sin em-


bargo, al hablar de demografía y política no hay más remedio que
hacer mención de la raza, ya que su influencia es notable. Si no fuese
así, no podríamos hablar de gettos, de conflictos raciales, de despla-
zamientos en el poder cuando algunas razas o grupos étnicos dife-
renciados consiguen mayorías electorales locales.
Como se deduce de estos simples esbozos, hay materia más que su-
ficiente para dedicar al tema una detallada atención. Otros autores ya
lo han hecho: Malthus, Marx, Kcyncs, Sauvy, Ehrlich y Teitelbaum.
Intencionadamente no voy a citar a Malthus: su enfoque ha condi-
cionado en demasía el desarrollo del pensameinto social. Se le ha
dado demasiada importancia para sus escasos méritos científicos que
probablemente merezcan muy pocas lneas. De mi parte, ninguna.

III. EL IDEAL DEMOGRÁFICO DE LA SOCIEDAD


3.1. La tentación totaliaria
«El número de los matrimonios será de cuenta de los gobernan-
tes, quienes, en razón de las guerras, epidemias y todos los
demás accidentes, procurarán mantener inalterable el número
de los ciudadanos, para que apenas se modifique la ciudad tanto
en más como en menos» (Platón, La República, libro V).
Si prescindimos de textos antiguos de otras tradiciones culturales,
donde hay vagas referencias a fenómenos demográficos muy sacra-
lizados, no hay duda de que Platón es la primera fuente de reflexión
secular y moderna sobre este tema. En la cita que encabeza este
apartado aparecen dos constantes que se repetirán a lo largo de la
historia intelectual de la humanidad: la necesidad de una población
estancada, y la intervención del Estado en la regulación del volumen
total de población, a través de su intervención en el emparejamiento,
y el control de las relaciones sexuales. Parece evidente a primera vista
que una sociedad estable y estática necesita de una población estacio-
naria que estabilice la demanda social de bienes y servicios, y reduzca
al mínimo el disenso social mediante una limitación numérica de los
potenciales actores de ese disenso: el control del crecimiento es per-
cibido desde hace más de veinticinco siglos como elemento de orden
y cohesión social.
La utopía demográfica de una población estancada es una cons-
tante en la evolución del pensamiento occidental. Sin embargo, el
planteamiento de Platón dista mucho de ser ingenuo o democrático.
Misterio, engaño y mejora de la especie son la base de su ideal demo-
gráfico. Leámoslo en sus propias palabras:
«Quizá convenga que nuestros gobernantes usen muchas veces
de la mentira y el engaño en favor de sus gobernados (...). Con-

202
Demografía y democracia

viene que sean numerosas las relaciones de sexo entre los me-
jores, y muy raras, en cambio entre los peores. Y si se quiere
que el rebaño progrese, habrá que atender a los hijos de los
primeros y no a los hijos de los segundos; todo ello sin que lo
sepan más personas que los gobernantes (...). Deberá procederse
a unos ingeniosos sorteos, de modo que los ciudadanos de con-
dición inferior tengan que culpar del emparejamiento antes a
su mala suerte que a los propios gobernantes (...) deberán tomar
a los hijos de los mejores y llevarlos al redil, donde los cuida-
ran unas ayas que habitarán en un lugar aislado de la ciudad;
en cambio, a los hijos de los peores o a cualquiera de los otros
que nazca lisiado, los mantedrán ocultos, como es natural, en
un lugar secreto y desconocido.»

Ideológicamente el contenido de esta larga cita-resumen del ideal


demográfico platónico no cabe sino calificarla de tentación totalitaria.
Hay en Platón todo un programa de intervención estatal secreta, me-
diante el fraude y la mentira hacia el subdito o gobernado. Hay tam-
bién un programa de eugenesia tendente a la potenciación de los me-
jores y a la eliminación física y reclusión en campos (se supone que
de exterminio) de «los lisiados y los hijos de los peores». Es claro
que esta parte de La República abona la interpretación de Popper
cuando considera a Platón como uno de los mayores enemigos de los
sistemas abiertos y democráticos.» Lo mejor, para los guardianes y los
gobernantes; para los demás, la mentira y el fraude 10.
No estoy adhiriéndome, sin más, a la invectiva antiplatónica del
Popper ultraliberal. Sin embargo, cualquier lector desapasionado del
libro V de La República no tendrá más remedio que reconocer conmigo
que el ideal espartano llevado a sus últimas consecuencias por Platón
propende a una especie de «totalitarismo eugenésico» propio de una
sociedad totalitaria, antes que al modelo aristocrático que Platón dice
defender a lo largo de su obra. Esta especie de «totalitarismo eugené-
sico» reaparece más adelante en el siglo xx en la doctrina política
del III Reich alemán, y en buena parte de las antiutopías de nues-
tros días, fundamentalmente en Orwell (1984) y Huxley (Brave New
World).

3.2. La solución igualitaria


«está ordenado en la Ciudad del Sol que los dedicados a ocu-
paciones intelectuales se unan sexualmente a mujeres de tem-
peramento vivaz, fuertes y hermosas. Análogamente, los varo-
10
Karl Popper (1945). Como es sabido, para el Popper de la II Guerra Mundial,
Platón es, junto con Hegel y Marx, el tercer elemento del magno triunvirato inte-
lectual antiliberal.

203
Juan Salcedo

nes vivaces, ardorosos y de temperamento sanguíneo deben unir-


se a mujeres más gruesas que ellos y de costumbres tranquilas»
(Tomasso Campanella, La Ciudad del Sol).

Juan Domingo Campanella (ordenado Tomasso), aportó al pen-


samiento utópico sus energías de dominico inconformista. Su Ciudad
del Sol es la antítesis intencionada de La República. Igualitarismo
frente a totalitarismo. Transparencia frente a fraude. Su programa euge-
nésico no va encaminado a obtener la mejora de la especie humana
uniendo a los mejores con las mejores, sino a conseguir una modera-
da medianía (lo que es muy de agradecer), uniendo altos con bajas,
flacos con gordas, feos con guapas. Las mujeres mejores no son para
los guardianes o militares (Platón), sino para los intelectuales, dado
que el «habitual ejercicio de las facultades mentales debilita el ins-
tinto animal e impide transmitir la energía del cerebro».
Coincide Campanella con Platón sólo en dos temas. Uno, que la
población ha de mantenerse invariable para asegurar el orden social
en su ciudad; vuelve a aparecer, pues, el tema de la población estan-
cada. Dos, que los temas demográficos son de derecho público y no
privado, ya que afectan a la propagación de la especie y no sólo a la
del individuo. Por lo demás, la «solución Campanella», en la que no
voy a profundizar aquí, puede considerarse más adecuada para una
sociedad abierta, en la que gobierne una mesocracia, y donde se
quiere conseguir una especie humana de calidad media razonable, sin
la creación de minorías física e ¡ntelectualmente destacables.
La utopía de Campanella influye de forma importante en Fourier
y en sus seguidores. Los falansterios de Fourier no son sino versiones
adaptadas de la Ciudad del Sol, con su población estacionaria (400
a 2.000 habitantes), fuertemente controlada no sólo ya en volumen,
sino en composición por edad y sexo y en su distribución por activi-
dad. A diferencia de Campanella, no se reglamenta la actividad se-
xual, sino la laboral; sin embargo, la tendencia igualitaria está bien
patente. Como en los casos de Platón y Campanella, una población
estacionaria es la base del orden social. Parece como si se fuese inca-
paz de legislar y organizar en sistemas dinámicos en crecimiento o
retroceso. El volumen total de población invariable parece ser el
prerrequisito imprescindible para la consecución de un orden social
estable.
No es extraño que tales ideas hayan tenido plasmaciones concretas.
Según Wolfgang Braunfels (1976), las «ciudades-república» italianas o
centroeuropeas (Florencia, Berna, etc.) respondían durante el Renaci-
miento a un ideal arquitectónico basado en un orden social estable
fundamentado en la estabilidad del volumen total de población. Lo mis-
mo puede decirse del urbanismo castellano en América; se diseñaban
ciudades pequeñas que además no debían crecer, y en ellas existían
un orden social estable que regía los destinos de una población esta-

204
Demografía y democracia

bilizada política, económica y demográficamente ". Por el contrario,


las repúblicas comerciales marítimas (Hamburgo, Venecia, Constanti-
nopla) constituyen un abigarrado núcleo de crecimiento desordenado
donde el diseño urbano y la planificación son imposibles.

3.3. Las antiutopias


El siglo xx no ha traído ninguna utopía destacable. Preocupados
por los males que nos aquejan (totalitarismo, militarismo, control tec-
nológico, nuevas tecnologías, nuevas pestes), el hombre se ha cen-
trado en idear lo que no debería llegar antes que en elaborar una
idea optimista sobre el devenir. Huxley y Orwell son el ejemplo de
nuestro tiempo, y nuestro horror a la destrucción y a la dominación
totalitaria. Brave new world, Animal farm y 1984 son algo más que
simples reflexiones sobre la política y el orden social; constituyen
una manifestación intelectual conocida por la elaboración de antiuto-
pías. Si Marcuse nos habló del final de la utopía, Huxley y Orwell
nos ponen en guardia ante realidades utópicas no deseables. Skinner,
en Walden two, nos enfrenta a un mundo conductista donde la domi-
nación por la tecnología ha sido sustituida por la dominación y cas-
tración de la libertad colectiva por parte de los psicólogos (conduc-
tistas, naturalmente).
Cito aquí a Orwell, Huxley y Skinne, porque en todos sus textos
aparecen conceptos demográficos que nos resultan ya familiares.
En todos ellos se manifiesta la necesidad ineludible de conseguir una
población estacionaria para la consecución de un orden social estable
o estático. Los procedimientos varían, pero la finalidad manifiesta es
siempre la misma: el orden social estable es fruto de invariantes de-
mográficas.

3.4. Cambio social y crecimiento demográfico


¿Quiere lo anterior decir que si no se pone el énfasis en el pro-
blema del orden social entonces no es precisa la existencia de pobla-
ciones estacionarias? Es evidente que no. Planteamientos religiosos y/o
políticos que enfatizan el cambio social y no el orden social, coexisten
con y aún propugnan, crecimientos y decrecimientos de la población.
Citemos tres ejemplos bien dispares: la tradición judeocristiana,
el marxismo y la obra de Keynes. Es bien conocido el ideal judeocris-
tiano del populacionismo, cumpliendo el mandato bíblico del «creced,
multiplicaos y poblad la tierra»; no hay programa de orden social
en ello, sino de propagación de la especie y el credo religioso. Marx,
en los capítulos 14 y 23 del tomo primero de Das Kapital, no aboga
por nada parecido a la contención del crecimiento humano, aunque

" Wolfgang Brannfels (1976). cap. II.

205
Juan Salcedo

ello pudiese mejorar a corto plazo las condiciones de vida de los asa-
lariados; lo mismo ocurre cuando Engels escribe The conditions of
the working class in England. En el extremo opuesto lord Keynes
no ve ninguna catástrofe en hipotéticas o reales disminuciones del
volumen de población. Cuando en 1935 escribe The economic conse-
quences of a decreasing population, no predice ninguna catástrofe,
sino que tal disminución de efectivos puede ser introducida en su
modelo de forma que se produzca una mejora general del nivel de
salarios y un crecimiento de la calidad de vida de la población.
Basten estos breves ejemplos para destacar el contexto intelectual
general que quiere enfatizar:
1. Todos aquellos proyectos de «ingeniería social» que tienden a
elaborar un orden social nuevo, generalmente de naturaleza estática
e invariable, han tendido hasta ahora a enfatizar la necesidad de dete-
ner el crecimiento demográfico y a implantar el «ideal social» de una
población estacionaria. Utopistas modernos, como los técnicos con-
tratados por el Club de Roma (1972 y 1974) o Barbara Ward y Rene
Dubos (1972) insisten en la idea de una población estacionaria, no
sólo para conseguir un orden social justo y estable, sino para algo
más elemental: evitar la catástrofe social derivada de un crecimiento
demográfico exponencial e incontrolado.
2. Los proyectos de «ingeniería social» que enfatizan el cambio
social antes que el orden no preconizan la necesidad de detener el
crecimiento, sino que funcionan con poblaciones en expansión o re-
gresión. La «estacionaridad» demográfica es sólo condición necesaria
(aunque no suficiente) para los enfoques estáticos del Orden Social.

IV. POLÍTICA DEMOGRÁFICA


Y POLÍTICAS DEMOGRÁFICAS
Los temas de población han de ser necesariamente contemplados a
dos niveles: internacional y nacional. El primero de ellos es de enor-
me importancia, ya que los problemas derivados del crecimiento de-
mográfico excesivo sólo admiten tratamiento a nivel mundial o por
lo menos regional. El segundo de ellos también es crucial, ya que las
políticas regionales, aunque sean patrocinadas por organismos supra-
estatales (como el Fondo de las Naciones Unidas para Actividades en
Materia de Población FNUAP), deben ser implementadas por países
soberanos que no siempre están dispuestos a dar la sensación de debi-
lidad que se deriva de aplicar políticas decididas en otros lugares.
También es de la mayor importancia la distinción entre política de
población y políticas de población. El primer concepto implica gene-
ralmente una meta: el volumen y composición final de la población,
y su distribución espacial. Generalmente existe algún organismo esta-
tal supraministerial (Presidencia del Gobierno, Jefatura del Estado o

206
Demografía y democracia

Comité Estatal) encargado de diseñar e implantar la política, que


suele ser total y totalizadora, esto es, comprendiendo todos los aspec-
tos y medidas que conduzcan a la consecución de las metas del Estado
en materia de población. Los estudios de J. Chinn (1977), W. L. Shirer
(1954) o Hannah Arendt (1968) son una excelente descripción de la
política demográfica como solución final al problema de la población
en los distintos regímenes totalitarios.
Por el contrario, las políticas demográficas son un conjunto de
medidas parciales, sectoriales, a menudo inconexas o contradictorias,
encaminadas a resolver problemas concretos y mínimos tomadas por
organismos estatales diferentes, cuyo resultado es de corto alcance, no
formando parte de ninguna «solución final o total». Estas políticas tien-
den a favorecer o desaconsejar la fecundidad, el reasentamiento, la
prolongación de la vida o el bienestar familiar y social. Su incidencia
sobre el volumen de población y su reasentamiento son secundarias,
y su expresión más característica es la descrita por Jacques Verriére
(1978), o las señaladas en España por Jesús de Miguel y Juan Diez
Nicolás (1985) '2.

4.1. La política demográfica como expresión totalitaria


de una solución final
Platón no está sólo en la historia. Su manipulación de la pobla-
ción ha tenido destacados discípulos. Para destacar su importancia
basta describir dos políticas diferentes, la soviética (1935-1980) y la
nacional-socialista (1933-1945). Ambas son un ejemplo excelente y «quí-
micamente puro» de tendencias y prácticas necesarias para una «so-
lución definitiva» al problema de la población.

a) La problemática encarada por los nacionalsocialistas


y su política de población.

La problemática encarada por los nacional-socialistas y puesta de


manifiesto por Adolf Hitler en Mein Kampf tenía una doble finalidad.
Un objetivo eugenésico: la mejora de la especie (aria, naturalmente);
y un objetivo económico: la mejora de la producción agrícola e in-
dustrial del Tercer Reich. Naturalmente ambos objetivos eran la base
imprescindible para la consecución de los objetivos totalitarios de
denominación mundial de un Estado basado en el slogan de la triple
unidad: Ein Reich, Ein Volk, Ein Führer.

" Jacques Verriérre (1978) es uno de los pioneros de la distinción entre política
y políticas de población. El primer concepto se correspondería con una concep-
ción totalitaria del orden social, mientras que las políticas sectoriales y parciales
serían la respuesta de organizaciones políticas y sociales democráticas. Posterior-
mente, Jesús de Miguel y Juan Diez Nicolás (1985) adoptan esa misma posición al
analizar las políticas de población en España.

207
Juan Salcedo

El objetivo eugenésico venía definido desde el principio del mo-


vimiento nacionalsocialista:
«Un Estado Étnico (volkish) debe comenzar redimiendo el matri-
monio del actual nivel de continua corrupción de la raza, y dedi-
carle a su consagración como una institución encaminada a re-
producir imágenes de Dios y no mostruosidades a medio camino
entre el hombre y el mono» (Mein Kampf, p. 402).

La ley de 14-VII-33 obliga a esterilizar forzosamente a los débiles


mentales, epilépticos, ciegos hereditarios, sordos y alcohólicos. Según
Dupaquier, no menos de cien mil miembros de estas categorías fueron
esterilizados sólo en los veinte primeros meses de entrada en vigor
de la ley. También fueron asesinados más de 100.000 deficientes men-
tales en el período 1934-1940°.
El «Matrimonio Ario», ideal máximo de la eugenesia nacionalista,
fue encarado según los principios platónicos enunciados en La Re-
pública.
En 1939 se crea el Rasse Heirat Instílate (Instituto de Matrimonio
Racial) para aplicar en la especie humana los principios de la Rasse-
kunde (ciencia de la raza), que en esa época se enseñaba ya nada
menos que en cursos dados en ochenta y seis instituciones de enseñan-
za superior (Departamentos, Facultades e Institutos Universitarios de
Investigación). Como señala Shirer (Into Berlín), jóvenes varones de
las SS, atlética y racialmente perfectos, fueron cruzados con jóvenes
mujeres seleccionadas según los mismos criterios, aplicando el modelo
guerrero-bella, del ideal platónico. No hay informes consistentes del
resultado de estas uniones, que han sido incluso inmortalizadas en
el cine (Salón Kitty), aunque el propio Shirer señala que hay indicios
de que la mejora prevista en el «matrimonio racial» no se produjo, y que
sus resultados fueron «desesperanzadores» para los que esperaban
una evolución genética similar a la experimentada en el ganado vacuno
o en avicultura.
Con la información existente en este momento se sabe que sola-
mente la parte más negativa (eutanasia masiva) de las prácticas euge-
nésicas del Tercer Reich tuvo «éxito». La eliminación de disminuidos
mentales y minusválidos físicos (más de 300.000 en doce años), el geno-
cidio de gitanos (200.000) y judíos (unos 6.000.000) fueron parte de esa
política demográfica conocida como solución final al problema de la
población alemana, que se transformó en la gran obsesión paranoica
de unos líderes y de buena parte (no conviene olvidarlo) del pueblo
alemán.
La segunda parte de la política demográfica del Orden Nuevo fue
la esclavización de trabajadores agrarios e industriales de los pueblos
11
El excelente trabajo de Dupaquier, Reinhard y Armengand (1968) es una de
las escasas fuentes con datos fiables sobre el impacto demográfico de los totali-
tarismos del siglo xx.

208
Demografía y democracia

subhumanos (Untermenschen), esto es, eslavos y mediterráneos. En


palabras del propio Hitler:

«Los polacos han nacido expresamente para ser trabajadores no


cualificados. No hay posibilidades de mejora para ellos. Hay que
mantener el standard de vida muy bajo en Polonia (...) los pola-
cos son vagos y hay que obligarles a trabajar (...). Todos los años,
los agricultores que necesiten el Reich serán reclutados allí.»

Himmler lo expresaba en términos aún más crudos:

«El que las naciones vivan en la prosperidad o mueran de hambre


como el ganado sólo me interesa en la medida en que los nece-
sitamos como esclavos de nuestra kullur; sino, es un tema sin
interés para mí.»

La política de trabajo esclavizado y forzado (Arbeit mit frei, rezaba


en la puerta de los campos de trabajo) de los subhumanos, junto con
una redistribución forzosa de la población en el espacio, fueron los
elementos más destacados de la política demográfica hitleriana. Es di-
fícil conocer los datos exactos; Sauvy, Reinhard y Armengaud hablan
de más de quince millones de personas desplazadas en Europa Central
y Oriental (sin contar la URSS) como consecuencia directa de la ocu-
pación militar y las políticas de relocalización étnica y económica.
La cifra es probablemente inferior a la real y poco elocuente del sufri-
miento, la vejación y la tortura a que los individuos y colectivos étni-
cos fueron sometidos por el capricho político de unos dirigentes y
buena parte del pueblo «iluminados» por la nueva verdad.

b) La problemática encarada por la Unión Soviética:


el acoso a los nacionalismos periféricos

La otra cara de la moneda totalitaria ha sido la política demográ-


fica soviética. El miedo a perder el control político por parte de los
rusos blancos (hoy en minoría demográfica en el conjunto de la
Unión), las represalias contra ucranianos, letones, tártaros y otros co-
lectivos étnicos que apoyaron la ocupación alemana (o al menos no
participaron en la Gran Guerra Patriótica con el entusiasmo que sus
dirigentes esperaban) y, por último, la enorme mortandad de la Guerra
(entre treinta y cuatro y treinta y ocho millones de fallecidos en Rusia
en 1939-1945 en combate o a consecuencia directa de la conflagración),
han provocado una política demográfica de posguerra de corte tota-
litario.
Los ejes de esta política han sido los siguientes:

1. Incidir a toda costa sobre el volumen total de población.


2. Redistribuir espacialmente grandes masas de población.

209
Juan Salcedo

Revisemos por orden cada uno de los ejes centrales ya menciona-


dos. El primero de ellos es lógico después de una guerra tan sangrien-
ta y sus implicaciones demográficas. La población soviética nunca ha
sido particularmente fecunda, lo que colocó ya desde 1918 a los pla-
nificadores soviéticos ante la perspectiva de una escasez secular de
mano de obra a corto y largo plazo. En el terreno de la población
activa el resultado fue la entrada masiva de la mujer en el mundo
laboral por las necesidades de producción imperantes. La Unión So-
viética es, junto con los Estados Unidos, uno de los países del mundo
con presencia masiva (44 por 100) de la mujer en el aparato produc-
tivo a todos los niveles, excepto en el más elevado.
Ello ha colocado tradicionalmente a las autoridades soviéticas ante
un doble dilema: si se dedica a la mujer a la producción económica,
la tasa de fecundidad permanecerá estabilizada a niveles muy bajos.
Si se dedica a la mujer a producir hijos, se detraerá del ámbito labo-
ral un número elevado de trabajadores que son vitales para mantener
los niveles programados de producción. En el momento actual, y
como consecuencia de la baja fecundidad de las décadas anteriores,
cada vez van llegando menos trabajadores a las filas de la población
activa, fenómeno que continuará hasta bien entrada la década de los
noventa. Por otra parte, no se pueden aplicar políticas populacionistas
de corte occidental (incentivos fiscales, económicos o educativos) a la
población soviética, ni obligar a las mujeres a tener hijos (es más fácil
impedir el crecimiento demográfico que conseguirlo, mediante la mera
utilización de medidas coactivas).
Como la utilización de trabajadores extranjeros es ideológicamente
impracticable, y el crecimiento de la fecundidad incompatible con la
actual estructura laboral, la salida obvia incide en la política de reubi-
cación espacial de la población. Aquí es donde las autoridades sovié-
ticas encuentran una línea de actuación más factible en una doble
dirección fomentando la urbanización y desplazando espacialmente
(generalmente hacia o dentro de Siberia) a comunidades enteras.
Por lo que se refiere al proceso de urbanización se ha abandonado
el viejo principio marxista de que «la burguesía ha sujetado los países
a la dominación de las ciudades». También se abandonó en los años
cuarenta (por Stalin) la idea leninista de que «el socialismo llevará
a una distribución homogénea de la población, acabando con el retra-
so rural, el aislamiento y la barbarie, así como a la concentración
antinatural de grandes masas de población en grandes ciudades». Stalin,
Jruschev y Breznev han favorecido, desde 1940 hasta 1980, la idea fun-
cionalista (antimarxista) de que ala urbanización es parte del desarro-
llo económico y la modernización, y puede ser considerada como un
prerrequisito del desarrollo». La urbanización es presentada, en tér-
minos políticos, como una característica positiva de la evolución de la
sociedad soviética. Una gran ciudad o un área metropolitana crean
«una forma de vida coherente con las metas de la sociedad comu-
nista».
Como resultado, las quince repúblicas que componen la Unión se

210
Demografía y democracia

han urbanizado aceleradamente. Masas de hasta dos millones de per-


sonas en cada ocasión han sido obligadas a emigrar bajo control del
KGB y de las autoridades del Gossplan, y los grupos más radicales
han sido reubicados como pobladores de las áreas más recónditas
y apartadas del Norte y Centro de Siberia. Las cifras del crecimien-
to urbano, según sus causas, pueden verse en el cuadro que, con
carácter excepcional, incluyo a continuación.
El contenido de los datos no puede ser más elocuente. En el pe-
ríodo 1926-70, 17,5 millones de habitantes han sido reubicados de ma-
nera forzada, mientras que nada menos que sesenta millones han
sido inducidos a emigrar por el Estado. La política de redistribución
espacial ha afectado a casi ochenta millones de personas, esto es, un
tercio de la actual población de la URSS. Nada parece indicar que esa
política haya dado los resultados apetecidos en cuanto a haber con-
seguido un impacto decidido en la producción. No me atrevo a decir
que haya sido un fracaso, pero no hay por menos que sentirse escép-
tico ante los resultados a la vista de los niveles de bienestar alcanza-
dos. Me pregunto si el aggiornamiento propugnado por Gorbachov
tendrá algún impacto en el pésimo trato otorgado tradicionalmente
a las minorías étnicas.

c) China.
China y la India constituyen dos casos bien conocidos y estudiados
de la aplicación de políticas de corte totalitario encaminadas a con-
seguir una disminución de la fecundidad y a estabilizar el volumen
total de población.
En el caso de China, la eficacia de su política demográfica ha sido
grande mediante el procedimiento totalitario de presionar fuertemente
sobre los campesinos, llegando a separar físicamente a las parejas
(destierros o asignaciones de trabajo a grandes distancias de su lugar
de origen sin salvoconducto) para que limitasen a uno o dos a lo sumo
el número de descendientes. Además, la política exterior de China ha
sido enormemente perjudicial para gran número de países en vías
de desarrollo, en el terreno demográfico.
En efecto, el gobierno chino ha mantenido, en el período 1965-1980,
un doble baremo político interior-exterior; en el interior, una férrea
política de control de natalidad mediante la presión psicológica, la
deportación y el adoctrinamiento: el buen revolucionario era aquel
campesino que limitaba a uno el número de hijos, y seguía las con-
signas del C.C. del P.C.Ch emitidas a través de los aparatos locales
del Partido. En el exterior, una enorme y bien dirigida propaganda
sobre las virtudes revolucionarias de una población cada vez más nu-
merosa; se predicaba en el exterior para ejemplo y guía de otros
países (África Central, Latinoamérica, Sudeste Asiático) exactamente
lo contrario que se practicaba en el interior de China.

211

Tabla 1 I
Fuentes del crecimiento urbano de la URSS (1926-1970)

PERIODOS

1926-1939 1939-1959 1959-1970


(I) (2) (1) (2) (1) (2)

Crecimiento vegetativo 5,3 17,9 8,0 20,2 14,6 40,5


Migración controlada (éxodo rural inducido por las
autoridades) 18,5 62,5 25,0 63,1 16,2 45,0
Medidas administrativas (reubicación forzosa) 5,8 19,6 6,6 16,7 5,2 14,5
TOTAL 29,6 100 39,6 100 36,0 100

(1) Millones de habitantes.


(2) Porcentaje del total.
Fuente: G. M. Lappo y Iv. L. Pirovarov, citados en J. CHINN, Manipulating soviet populalion resources, Londres:
Macmillan Press, 1977, p. 21.
Demografía y democracia

Así, una de las resultantes de la guerra particular de los comunis-


tas chinos contra el imperialismo americano y el capitalismo occiden-
tal ha sido un espectacular crecimiento demográfico (y un consecuen-
te empobrecimiento) de algunas regiones del Tercer Mundo. Es evi-
dente, y así hay que hacerlo constar, que la posición internacional
de China no fue la causa del desbordamiento demográfico; pero no
cabe duda que proporcionó las bases ideológicas para aceptarlo y —de
forma paralela— rechazar las ayudas occidentales para frenarlo.
En cualquier caso, la posición interna de China ha constituido un
éxito relativo. El crecimiento demográfico de ese vasto país se ha atem-
perado, con una importante repercusión en el crecimiento de la po-
blación mundial. Sólo necesitamos verificar la continuidad de la
tendencia decreciente de la población china (es decir, que no sea un
fenómeno coyuntural) ante las nuevas circunstancias políticas, para
constatar los factores positivos existentes en más de dos décadas del
maniqueísmo ideológico-demográfico.

d) India.

El caso indio ha sido mucho más dramático. El eje de su política


demográfica lo constituyó durante los años setenta un plan de este-
rilización forzosa (y forzado) de las castas inferiores en algunas áreas
particularmente conflictivas. Mediada la década de los años setenta
esa política dio lugar a revueltas, disturbios y malestar generalizado
en amplias capas de la población. Ello ha provocado serios proble-
mas políticos en la India (indirectamente, la caída de Indira Gandhi),
sin que los resultados hayan alcanzado las metas esperadas.
La India es un caso interesante por diversos factores de imposible
extrapolación a otros países:

1. Independencia pactada con la metrópoli al final de la Segun-


da Guerra Mundial.
2. Sobrepoblación percibida incluso por los líderes nacionalistas
del Partido del Congreso.
3. Fuertes lazos de amistad entre radicales europeos (franceses e
ingleses) y la comunidad intelectual india, muy occidentalizada.
4. Fuerte enemistad con China, lo que se traduce en una nula
influencia de la propaganda de este país.

Como consecuencia, desde la independencia hasta bien avanzada la


década de 1970, uno de los ejes fundamentales de la política india
fue la aplicación de políticas sectoriales de carácter restringido para
frenar el crecimiento demográfico. Sin embargo, el propio crecimien-
to, así como el hecho de que los enormes gastos militares de India
14
Un buen análisis, aunque corto y superficial] del problema demográfico indio
puede encontrarse en G. Myrdal (1977).

213
Juan Salcedo

no hayan permitido desarrollar un siste ma razonable de seguridad


social, provocan un fracaso en las políticas de contención del creci-
miento. Por ellor, Indira Gandhi cambia de estrategia introduciendo
una política demográfica de claros ribetes totalitarios, que será un
elemento coadyuvante en su caída y en la inestabilidad política de la
India en el inicio de la presente década.
Hay dos causas que marcan el fracaso de las políticas demográ-
ficas seguidas por Nehru y por Indira Gandhi en sus comienzos: de
una parte, la independencia no sirvió en la India para mejorar la
situación de la población más pobre, dado el enorme peso de los
gastos militares, el gasto en influencia internacional (no-alineamiento),
y los planes de desarrollo de industria pesada y nuclearización; por
otra parte, en el terreno educativo, más del 70 por 100 de la población
india sigue siendo analfabeta en nuestros días. El desarrollo de la
educación superior no ha tenido un paralelo en la primaria, agra-
vada por el nacimiento de trece millones anuales de nuevos ciuda-
danos.
La consecuencia del crecimiento demográfico sin freno por falta
de educación, y la ausencia de expectativas de mejora económica se
tradujo en una serie de desórdenes que llevaron a Indira Gandhi a
proclamar el estado de excepción o emergencia, mediada la década
de los setenta (1976). Durante este estado de emergencia se dictaron
medidas totalitarias de esterilización forzosa de los más pobres, que
fueron cumplimentadas por el ejército y la Sanidad Nacional. En seis
meses se esterilizó a doce millones de campesinos pobres l5. El levan-
tamiento del estado de emergencia y la convocatoria de elecciones ge-
nerales fueron catastróficas para la dinastía Nehru, qué perdió tem-
poralmente el poder, aunque lo recuperase pocos meses más adelante.

4.2. Las políticas demográficas de alcance limitado


Son las políticas demográficas de los países democráticos occiden-
tales. Su alcance es limitado, y la ausencia de solución final, evidente
y deseable. Suelen pasar desapercibidas hasta tal punto que cuando
se entrevista a habitantes de esos países e incluso a demógrafos y
personas relacionadas con la administración, manifiestan la inexisten-
cia de tales políticas. Como ha dicho Juan Diez Nicolás, la tónica
general de los regímenes democráticos es la inexistencia consciente
de políticas demográficas, aun cuando se señale que algunas políticas
sectoriales (fiscales, de familia, educativas, de empleo, de protección
a la mujer trabajadora, etc.) suelen tener efectos indirectos muy im-
portantes sobre la situación demográfica general del país. También
15
Para una historia de buena calidad de los acontecimientos acaecidos en la
India después de la independencia, y sobre todo después de Nehru y el inicio de
su dinastía, puede consultarse el excelente libro de Percival Spear (1984).

214
Demografía y democracia

señala cómo las posiciones de los gobiernos suelen ser bastantes neu-
trales, antes que beligerantes, en temas demográficos generales.
En general, todos los gobiernos quieren disminuir la mortalidad
mediante políticas económicas, sociales y sanitarias adecuadas. Los
que tienen una baja fecundidad aplican incentivos fiscales o económi-
cos para aumentarla, mientras que los de fecundidad elevada hacen
esfuerzos en el terreno de la difusión de información sobre anticon-
ceptivos, y en el de la educación sexual de la población, para que
disminuya la natalidad. Ningún estado occidental interviene en temas
de nupcialidad o (excepto Irlanda) divorcio. El modelo platónico ha
sido definitivamente enterrado en Europa, siguiendo un comportamien-
to marcadamente liberal. El mercado matrimonial, los principios ideo-
lógicos y la posición social son los factores que condicionan la nup-
cialidad sin la intervención manifiesta ni latente de los Estados.
Un tema diferente es el de las migraciones laborales. En la coyun-
tura actual el intervencionismo es un hecho en el sentido de imponer
restricciones a las migraciones mediante decretos o leyes de extran-
jería o similares. La tendencia es a delimitar espacios regionales con
libertad teórica de movimientos en su interior y fuertes restricciones
a la entrada de población foránea en esos espacios. Más adelante ten-
dré ocasión de profundizar en este tema.
En este contexto, la política sanitaria adquiere un protagonismo
especial, ya que su incidencia en los dos fenómenos demográficos bá-
sicos (fecundidad y mortalidad) es decisiva. Puede afirmarse sin duda
que la política sanitaria es el eje de la moderna e inexistente (sobre
el papel) política occidental de población.

V. POLÍTICA Y DEMOGRAFÍA

Las recientes tendencias demográficas en Europa y otras áreas de-


mográficas han generado cambios y aclitudes políticas que son rele-
vantes, y que ha menudo han pasado desapercibidas o bien no se han
relacionado los efectos políticos con su causa fundamentalmente de-
mográfica. Me propongo, pues, en este apartado, examinar la crecien-
te influencia de los factores demográficos en el ámbito de lo político;
para ello voy a citar tres ejemplos relevantes: el envejecimiento re-
ciente de la población, la disminución de la fecundidad, y la inmigra-
ción extranjera en relación con el paro.

5.1. El envejecimiento

Decía Tristan Bernard, no sin humor, que Matusalén, a sus seis-


cientos cincuenta años, «estaba tan bien conservado, que no aparen-
taba más que trescientos setenta y cinco». La longevidad (y si fuese
posible, la inmortalidad) es uno de los objetivos más deseados por

215
Juan Salcedo

nuestra especie. Según Estrabon, los Hiperbóreos vivían miles de años


en un estado de perpetua juventud. George Bernard Shaw, en su
Retorno a Matusalén, habla de una utopía longeva donde los muy
viejos serían una casta aparte.
La población europea tiene una edad media de treinta y seis años.
En general, el 18 por 100 ha cumplido ya los sesenta y cinco años y
es pensionista, y la esperanza de vida es superior a los setenta y cuatro.
Este fenómeno, que ocurre por primera vez sin duda en la historia
de la humanidad, ha tenido repercusiones importantes en el terreno
de la política. El envejecimiento demográfico ha provocado, al menos,
dos grandes polémicas políticas en aquellos países en los que ha te-
nido lugar. La primera polémica es la de las consecuencias electorales
del envejecimiento; la segunda, la del coste-beneficio de un alarga-
miento previsible de la vida, con un corolario inquietante: la posigle
introducción de la eutanasia bajo determinados supuestos. Vayamos
por partes:
Duverger, Michels, Dahl, Almond y Verba, y buen número de poli-
ticólogos coinciden en señalar el hecho de que las poblaciones maduras
(en edad, se entiende) tienen una mayor predisposición a votar por
partidos conservadores (a igualdad de otros factores), mientras que
poblaciones jóvenes se decantan por posiciones progresistas. En los
últimos cien años, las revoluciones y los procesos totalitarios se han
producido en países jóvenes y han procedido a defender sus avances
y a perpetuarse en el poder convirtiéndose con el paso del tiempo
en rancias gerontocracias conservadoras. Resulta evidente que la dis-
tribución por sexo y edad del colectivo electoral es tan importante
como otras variables (desigualdad social, intereses nacionalistas, etc.)
en la determinación del sentido del voto, y buena parte de los cam-
bios de gobierno y la pretendida derechización de Europa han de
ser interpretados en este sentido.
En el caso de España el envejecimiento general de la población
tiende a favorecer tanto a los partidos conservadores (AP) como a
aquellos que defienden posiciones conservadoras dentro de la izquier-
da (PSOE) y la derecha (CiU). En la tabla 2 puede verse un ejemplo
típico en este sentido, tomado de un indicador clásico como es la
autoubicación política: es evidente el decantamiento hacia posiciones
moderadas de la población mayor de cincuenta y cinco años, y el
fuerte autoposicionamiento a la izquierda de los votantes jóvenes.
Es un hecho que en las últimas elecciones autonómicas hayan triun-
fado partidos conservadores en áreas demográficamente envejecidas
(Castilla-León, Galicia, Cataluña) y partidos de izquierdas en áreas con
población joven (Levante, Andalucía). La edad parece estar sustitu-
yendo, en algunas áreas, a otras variables que venían determinando
tradicionalmente el sentido del voto.
Por otra parte, y fuera de la órbita electoral, los costes y beneficios
del alargamiento de la vida han provocado una polémica peligrosa
que, a mi juicio, nunca debería haberse planteado. En su libro Coüt et
valeur de la vie humaine, el demógrafo francés Alfred Sauvy nos ofre-

216
Demografía y democracia

Tabla 2
Escalas de autoubicación política de una muestra representativa
de la población española, distinguiendo los grupos de edad
más joven y más viejo (julio de 1988)
(En porcentajes)

Media
18 a 24 55 y más (18 años en
años años adelante)

1. Extrema derecha 1,5 1,1 0,8


2. Derecha 6,5 14,8 13,0 22,9 7,4 15,6
3. Centro-derecha 6,8 8,4 7,4
4. Centro 20,5 23,7 23,3
5. Centro-izquierda 23,2 10,2 17,1
6. Izquierda 24,3 49,0 14,6 27,0 19,8 39,5
7. Extrema izquierda 1,5 2,2 2,6
8. NS/NC 15,5 26,8 21,6
TOTAL 100 100 100
(296) (549) (1.800)

Fuente: AP, Ómnibus de julio de 1988.

cía algunas estimaciones; como la de que un hombre tenía en 1910


un valor social de 23.000 francos en los Estados Unidos; 20.700, en
Gran Bretaña; 14.500, en Francia; 11.000, en Italia, y 10.000, en Rusia.
Es decir, que un americano valía por dos italianos, y un inglés por
dos rusos de primeros de siglo 16.
Según el propio Sauvy, los beneficios sociales obtenidos del hombre
francés, según datos del INSEE, por grupos de edad, circa 1975, eran
los siguientes:

Grupos de edad Grupos de edad

De 19 años 0 De 45-49 24
De 20-24 6 De 50-54 18
De 25-29 11 De 55-59 8
De 30-34 22 De 60-64 6
De 35-39 29 De 65-69 4
De 4044 33 Más de 69 años 0

16
Alfred Sauvy (1977).

217
Juan Salcedo

Resulta evidente, desde una posición productivista, que no son


rentables los menores de veinte años ni los mayores de sesenta y nueve.
La diferencia es que los primeros son imprescindibles (serán produc-
tivos en el futuro), y los segundos no.
El problema se ha planteado en toda su crudeza con la crisis del
welfare state. Lo primero que han hecho algunos partidos conserva-
dores (republicanos, conservadores, etc.) ha sido reducir las presta-
ciones sociales y congelar las pensiones de los jubilados. Sabían que
la repercusión electoral de esas medidas era mínima, dadas las pre-
ferencias electorales de los más viejos, anteriormente señaladas. Cuan-
do partidos progresistas (PSF, PSOE) han seguido la misma dirección,
han visto disminuidas sus mayorías o han sido drásticamente aparta-
dos del poder. Dada la composición del cuerpo electoral, los partidos
progresistas reciben el castigo de sus medidas contra la tercera edad
en mayor cuantía que los partidos conservadores.
Pero, además, surge el tema de la eutanasia. Aunque inicialmente
se hable de motivos humanitarios como la eliminación física de los
que sufren en fase terminal, ¿quién es capaz de asegurar taxativa-
mente que todo acabará ahí? La reciente experiencia de los regímenes
totalitarios en Europa hace que todos dudemos de la bondad de intro-
ducir medidas que puedan a la larga ir contra nosotros mismos si es
que llegamos a viejos.

5.2. La disminución de la fecundidad


La creciente disminución de la fecundidad en Europa es uno de
los fenómenos sociodemográficos y políticos de mayor importancia a
lo largo del siglo xx. Partiendo de niveles de fecundidad y de situacio-
nes socioeconómicas muy diversas, el conjunto de Europa está expe-
rimentando una evolución rápida hacia tasas de fecundidad similares,
todas ellas muy por debajo de los dos hijos por mujer. También a lo
largo del siglo ha tendido a desaparecer el modelo de familia nume-
rosa, siendo sustituido por el cuatripersonal (padre, madre y dos hijos)
y —cada vez más en los últimos años— por el tripersonal.
Como se viene poniendo de manifiesto recientemente, lo más im-
portante desde el punto de vista demográfico es que —en términos
estadístico-matemáticos— las generaciones ya no se reemplazan a sí
mismas. Es un hecho conocido por los demógrafos el que (dado el
nivel actual de mortalidad femenina a edades fértiles) una mujer de-
bería tener al menos 2,1 hijos para asegurar el reemplazamiento de
las generaciones. En la actualidad, y con la excepción de Francia (2,06)
e Irlanda (2,65), todos los países de Europa están en el intervalo de
1,5 a 2,00 (España: 1,90); esto es, no son capaces de asegurar el reem-
plazamiento de sus generaciones. Es incluso predecible un estanca-
miento de las tasas de reproducción en el intervalo de 1,4 a 1,8 hacia

218
Demografía y democracia

el año 2000, con lo que el siglo xxi contemplará en sus inicios el retro-
ceso en sus cifras globales de la población europea autóctona ".
Cuando esta baja de la fecundidad es aprehendida por algunos
grupos políticos, y se mezcla con reivindicaciones o planteamientos
ultranacionalistas la mezcla se hace explosiva: surgen los nacionalis-
mos demográficos. Si, además, hay inmigrantes de otras culturas, el
conflicto es imparable.
Ciñéndonos de momento al tema de la fecundidad, muchos polí-
ticos hablan de la decadencia de las poblaciones, de su futuro com-
prometido, y denuncian su extinción a plazo más o menos largo.
Los «populacionistas» olvilan que, salvo casos muy extremos (la colo-
nización española en Centroamérica, o la inglesa en Australia), no exis-
ten ejemplos históricos de extinción de poblaciones grandes (más de
dos o tres millones) que hayan podido ser comprobados en épocas
históricas. Los procesos demográficos se configuran antes como fluc-
tuaciones que como tendencias inapelables y definitivas. ¿Qué preten-
den esos políticos, pues, si saben que están faltando al rigor histó-
rico y a la verdad? Aprovecharse de un tema vitalista, emocional e
irracional, para conquistar mayores costas de poder y descalificar el
oponente en un tema que, aparentemente, no admite confrontación:
la mejora de la propia etnia, cultura o población.
Por ello, no tiene nada de particular que partidos neonazis como
el Front National francés, el National Front inglés u Ordine Nuovo
italiano agiten el tema de la pretendida despoblación como arma
política. Lo que es menos explicable es que los partidos que se auto-
califican de cristianos y democráticos (PNV y CiU) desarrollen una
dialéctica similar en estos temas. Tanto subieron estos grupos, y tan
positiva era la reacción de una parte del electorado a sus plantea-
mientos, que algunos partidos «normales» suizos, ingleses, franceses
y alemanes han tenido que recoger sus reivindicaciones para evitar
males mayores, como el de un excesivo protagonismo electoral.
Así, el crecimiento de la fecundidad mediante la consecución del ter-
cer hijo está en casi todos los programas de los partidos europeos,
y la ayuda a las familias con más de cuatro miembros no ha parado
de incrementarse desde 1975 en Europa.
En las recientes elecciones presidenciales y parlamentarias fran-
cesas hemos podido comprobar nuevamente la influencia del grupo
político liderado por Le Pen, cuyo principal slogan electoral está cons-
tituido por el nacionalismo demográfico, suerte de combinación entre
preocupación por el descenso de la fecundidad, y rabia por la alta
fecundidad de una población inmigrante cada vez más numerosa e
influyente.

17
Council of Europe (1987).

219
Juan Salcedo

5.3. La inmigración
La hostilidad hacia los trabajadores inmigrados no cesa. Es el
verdadero leit-motiv o raison d'étre de muchos de los partidos antes
citados. El inmigrante, como antes fueron los judíos, se ha transfor-
mado un chivo expiatorio o cabeza de turco de los males que nos
aquejan. El Gastarbeiter ya no es un invitado, sino un intruso o un
ocupante. Europa ya no tolera a sus quince millones de inmigrantes.
Norteamérica expulsa a los hispanos. Nigeria masacra a otros centro-
africanos y los expulsa de manera traumática por millones. En Ruan-
da y Burundi se expulsa a miembros de otras etnias. A nivel nacional,
el nacionalismo demográfico de algunos partidos neonazis y sus asi-
milados, los neonacionalistas, han encontrado en los inmigrantes su
coartada social. Los jóvenes ingleses, que antes salían de pub-crawling,
practican ahora el paki-punching (apalear pakistaníes) entre pinta y
pinta de cerveza. Skin-heads y neonazis apalean inmigrantes ante la
complicidad de muchos nativos, el silencio de la prensa y el aplauso
de los partidos que yo llamaría «nacional demográficos» 13.
Además de los aspectos anteriores, sin duda importantes, los go-
biernos legalmente constituidos han tomado medidas que suponen en
la práctica un estado de pre-expulsión. La preocupación fundamental
de los gobiernos es la regulación de la población inmigrante, es decir,
el mantenimiento de un «óptimo de inmigrantes» que variará entre
cero y varios millones, según cada estadio de necesidad de la coyun-
tura económica. Lo que tiende a complicar el proceso es que las nece-
sidades del sistema no siempre coinciden con las de la población:
los empleadores europeos prefieren emplear mano de obra barata
y dócil,'antes que nativos caros y fuertemente sindicados; por ello,
nunca se expulsará a los inmigrantes que coexistieran con fuertes por-
centajes de paro en la población local.
En los últimos diez años los distintos países europeos han ido
aprobando legislación cada vez más restrictiva de las entradas de in-
migrantes y sus familias, oponiéndose a la reunificación familiar (prac-
ticando una política de protección para las familias nativas y una
política antifamilista para las familias de inmigrantes).
El problema mayor no es, sin embargo, la existencia de «leyes
de extranjería», sino el hecho de que, de forma solapada, se están
modificando prácticas seculares del derecho de gentes, lo que supone
retrocesos fundamentales en los Derechos Humanos. Como ejemplo
baste decir que se está terminando con la práctica de que cualquier
18
No voy a extenderme aquí en la consideración de los problemas políticos ge-
nerados por las migraciones laborales, ya que lo he hecho in extenso en otras oca-
siones. Para más consideración de esos problemas puede consultarse el excelente
y ya clásico libro de Castles y Kosack (1973), o los artículos de S. Giner y J. Sal-
cedo (1976a; 1976b), o el más reciente de J. Salcedo (1981). En el caso de Cataluña,
J. Pujol es un ejemplo de nacionalista-demográfico que luego dulcifica externamen-
te sus posiciones. Véase J. Pujol (1958; 1976).

220
Demografía y democracia

nacido en un país es un nativo del mismo. Para ser inglés en Inglaterra


ya no basta con nacer allí, sino que han de haber nacido padres y
abuelos. Cualquier miembro de la segunda y tercera generación de
emigrantes puede ser legalmente deportado si hubiese lugar a apli-
carle tal medida.
Entre los problemas políticos derivados de las migraciones hay que
citar los de las relaciones internacionales de diferentes Estados. En el
momento actual muchas relaciones bilaterales y multilaterales apa-
recen condicionadas por este tema. Tampoco voy a mencionar ahora,
por necesidad de espacio, los cambios en política local, electoral o de
vivienda que han sido introducidos por la llegada de trabajadores in-
migrados. De hecho el trabajador inmigrante, con sus problemas, sus
ansiedades y su búsqueda de una vida mejor y más digna es la ilus-
tración viva de aquello que necesita de una solución rápida en la socie-
dad contemporánea.

VI. DEMOGRAFÍA Y DEMOCRACIA


Volvamos al punto de partida inicial. Ha quedado demostrado que
el conjunto de fenómenos demográficos son, en nuestros días, un pro-
blema político de los más importantes que la sociedad tiene pendien-
tes de solución. Se trata de fenómenos que afecten al sistema más
íntimo de valores del ser humano, al implicar a su reproducción, a su
pervivencia como especie, y al elemento básico de su organización
política y económica: su volumen y distribución.
La evolución demográfica ha sido preocupación constante de la
especie humana y de sus intelectuales más destacados, pero no tanto
de sus políticos. A lo largo de la Historia, se han ofertado dos mo-
delos demográficos. Los teóricos que enfatizan la estabilidad han
preferido un modelo estable, como la sociedad que pretendían, cons-
tituyendo el mito de la población estacionaria. Los pensadores parti-
darios de una sociedad abierta opusieron el mensaje de una población
en expansión o contracción.
En nuestros días, el trinomio población-recursos-distribución espa-
cial es el determinante de nuestro futuro como especie. Por ello, los
problemas de población han devenido individuales y colectivos, nacio-
nales y mundiales. Medidas de alcance variado sobre fenómenos demo-
gráficos se toman a diario en todos los países del mundo.
Dentro de casi todos los países, el crecimiento demográfico y los
desplazamientos de población han provocado condiciones propicias a
la expansión del conflicto social antes que a su resolución pacífica.
A la luz de experiencias examinadas resulta que, en el terreno de
la demografía política, la democracia resulta ser la menos mala de
los sistemas existentes, la que racionaliza mejor la toma de decisio-
nes en materias de población y maximiza el mantenimiento en niveles
aceptables de la dignidad humana al tratar de la reproducción hu-

221
Juan Salcedo

mana. Por ello, de las experiencias analizadas, y de la actual proble-


mática, se podrían extraer una serie de conclusiones que, por motivos
metodológicos, paso a exponer en forma de proposiciones que, en
último término, suponen una contribución para la elaboración de un
demosistema o «sistema demográfico aceptable»:

1. Las políticas demográficas sectoriales de alcance limitado pa-


recen ser el mejor procedimiento posible para la resolución de aspec-
tos políticos relacionados con los fenómenos demográficos.
2. La existencia de una política demográfica como solución final,
impuesta a la población, es rechazable, tanto por imperativos mora-
les como políticos.
3. El mantenimiento de la dignidad humana, tanto individual como
colectiva, ha de ser el objetivo fundamental de cualquier práctica rela-
cionada con políticas de población, incluso a costa de la eficacia de
las medidas a tomar.
4. Las políticas demográficas sólo pueden ser aplicables con una
concepción y unos procedimientos democráticos, ya que sólo éstos
garantizan la dignidad individual y colectiva.
5. El objetivo final de todas las medidas ha de ser la consecu-
ción de un óptimo de población. En algunos países se alcanzará ese
óptimo incrementando la fecundidad y en otros lugares disminuyén-
dola.
6. La tendencia global puede ser la consecución de una pobla-
ción estacionaria o, bien aún mejor, de una población estable con
aumento o disminución controlada de sus efectivos hasta un nivel que
se estime razonable, y que puede variar con el tiempo, el sistema de
valores y la tecnología existente.

Hay que dar por definitivamente acabada la época en que una parte
de los demógrafos occidentales se encandilaba con los logros demo-
gráficos de chinos y rusos, a la vez que en petit comité mantenía que
«sólo las dictaduras podían alcanzar resultados demográficos razona-
bles». Parece tópico decirlo, pero hay que reeducar aún a muchos
demógrafos en el sentido de las ideas vertidas en el presente artículo
y que se resumen en lo manifestado en las proposiciones 3 y 4.
Así sea.

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Demografía y democracia

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223
POLÍTICAS DEMOGRÁFICAS
Y VOCACIÓN DEMOCRÁTICA.
ANOTACIONES AL MARGEN
DE LA PONENCIA DE JUAN SALCEDO

Francisco Fernández Buey


Profesor titular de Metodología de las Ciencias Sociales
Universidad de Valladolid

El texto sobre «demografía y democracia» que presenta Juan Sal-


cedo para su discusión en el Centro de Estudios Constitucionales es,
en mi opinión, valiente en el planteamiento de algunos temas de ac-
tualidad político-social implicados en el análisis de la población, cauto
en las conclusiones normativas, explícito en el rechazo de los princi-
pales peligros de una política demográfica intervencionista, poppe-
riano en el enfoque histórico, muy seguro en las convicciones liberal-
democráticas que le animan y escrito, además, con la distancia sufi-
ciente como para que en aquellos temas que más preocupan al autor
sólo se le hayan escapado un par de improperios (en relación, desde
luego, con la crítica de determinadas políticas demográficas de corte
nacionalista, tan en auge durante la última década). Todas esas cosas
juntas seguramente hacen una buena introducción al debate.
En lo que sigue me referiré —al hilo del trabajo de Salcedo— a
algunas cosas de las que disiento, apuntaré alguna otra que echo en
falta y sugeriré una línea de discusión cuyo centro son las limitaciones
que, a mi modo de ver, continúa teniendo el enfoque democrático-
liberal para abordar, con respeto a la dignidad del hombre y con
eficacia (por recoger dos requisitos que el ponente contrapone), el
tema que aquí nos ocupa. No será ésta, pues, una intervención sis-
temática, sino una exposición que se acerca a los problemas tal como
van saliendo en el texto de la ponencia. Las apostillas de más entidad
están encaminadas a reforzar, en primer lugar, la argumentación me-
todológica en favor del estudio de problemas cuya punta política con-
flictiva determina el que en las aproximaciones académicas se pase
sobre ellos como sobre ascuas, y a discutir, en segundo lugar, la drás-
tica oposición entre «política» demográfica y «políticas» demográfi-
cas que Salcedo establece en el texto; discusión, esta última, que en-
laza con la crítica al punto de vista popperiano por considerar que
la simple identificación del singular «política» con «vocación totali-
taria» y del plural «políticas» con «aspiración o talante democrático»

Revista del Centro de Estudios Constitucionales 22 S


Núm. 2. Enero-abril 1989
Francisco Fernández Buey

enmascara muchas más cosas de las que aclara, sobre todo en rela-
ción con los debates que en los foros internacionales y en la comu-
nidad científica se han producido en las dos últimas decadas.

I
La atención relativamente escasa que por lo general se presta en el
ámbito académico a la relación entre demografía y política parece
estar en razón inversa a la preocupación que por este vínculo existe
fuera de las universidades. Pero para ser justa la afirmación con que
el autor inicia su ponencia debería quedar expresamente referida al
marco de las publicaciones académicas (y, aun dentro de éstas, a las
más formalistas y asépticas). Pues, como es sabido, durante los úl-
timos quince años —y con más fuerza desde la divulgación del primer
informe al Club de Roma sobre los límites del crecimiento— las refe-
rencias a esa relación, e incluso la insistencia en las implicaciones
político-sociales del complejo población-recursos-medio ambiente, se
hizo cosa habitual en la prensa diaria, en las revistas populares y,
más recientemente, hasta en las cadenas de televisión, las cuales están
organizando animadas discusiones entre especialistas acerca de los
cambios habidos en las tasas de fecundidad y su repercusión en las
políticas propugnadas por los partidos y los gobiernos.
En cualquier caso, es obvio que la atención al vínculo entre demo-
grafía y política (en el doble sentido de ciencia política e intervención
en los asuntos de la polis) ha estado presente en varias de las con-
troversias científicas más sonadas de estos últimos años, desde la que
enfrentó a la comunidad científica norteamericana sobre el concepto
de raza en 1966 a la que actualmente mantienen biólogos, antropó-
logos, etólogos y los científicos sociales acerca de algunas genera-
lizaciones de la Sociobiología (a las que no son ajenas las actitudes
políticas de la nueva derecha nacionalista y racista) pasando por el
célebre y agrio intercambio dialéctico entre el profesor de ciencias
biológicas de la universidad de Stanford, Paul R. Ehrlich, y el ecólogo
y ecologista Barry Commoner en torno al peso de las variables «sobre-
población» y «sobrecarga del medio ambiente» en la dinámica biocida
de nuestra civilización.
De todas formas parece claro que la cautela académico-científica
está más que justificada ante controversias en las cuales juega un
papel importante la emotividad primaria de las gentes, o bien frente
a aquellos debates en los que de hecho se están dilucidando asuntos
directamente relacionados con choques culturales históricos, aunque
lo que se hace explícito en ellos sea casi siempre mucho más neutro.
Salcedo aduce el ejemplo del término «raza» para denunciar el falsea-
miento de la realidad existente como consecuencia de un pseudoiguali-
tarismo muy extendido entre los científicos sociales. Pero, precisa-
mente por la enorme cantidad de factores extracientíficos que entran

226
Políticas demográficas y vocación democrática

ahí, ése es uno de los casos en los que toda la prudencia científica
será siempre poca. El que los científicos sociales tengan serias reticen-
cias ante el empleo del término «raza» no se debe siempre y exclusi-
vamente al peso que en la memoria histórica de la humanidad ha.
dejado la manipulación pseudocientífica (y no muy lejana en el tiem-
po) de ese mismo concepto; se debe también a otras razones. Una de
ellas es que tampoco los científicos naturales —genetistas, biólogos,
zoólogos, ecólogos— acaban de ponerse de acuerdo acerca de la co-
rrección y oportunidad en el uso del término «raza», como se ve en
seguida con un simple repaso de los materiales del simposio norte-
americano dirigido por Margaret Mead y Theodosius Dobzhansky y
promocionado por la Asociación Americana para el Desarrollo de la
Ciencia en 1966 '. Veinte años después todavía sigue valiendo, en mi
opinión, la consideración que en aquella oportunidad hizo Gloria
A. Marshall sobre las muy distintas acepciones en que emplean el
término «raza» no sólo las clasificaciones populares, sino también las
tipologías científicas establecidas por especialistas en diferentes cien-
cias 2. Y aunque, seguramente, la gran mayoría de los científicos com-
parte hoy la equilibrada síntesis de Dobzhansky y su afirmación de
que «es inútil negar la existencia de diferencias raciales en la especie
humana», no es tan seguro, en cambio, que esa mayoría comparta
también su optimismo de entonces sobre la existencia de una clara
línea divisoria entre estudios científicos de las razas, objetivos y
fiables, y estudios pseudocientíficos, racistas y manipuladores}. Pues
ahora sabemos mucho mejor no sólo que la relación entre ciencia y
racismo era ya cosa corriente en la craneología y en la psicología expe-
rimental europea y americana mucho antes de que triunfara el nacional-
socialismo en Alemania, sino también —asunto más importante para
este contexto— que entre instrumentalización abierta y extrapolación
inconsciente en determinadas investigaciones sobre rasgos específicos
de las poblaciones, razas o etnias no hay una línea de demarcación
evidente, sino más bien una línea de paso, muy frecuentada y poco
vigilada4.
Así, pues, el que poco a poco se haya ido abandonando la ingenua
concepción según la cual la buena ciencia desde el punto de vista
epistemológico produce buena ética o buena política ha hecho a las gen-
te especialmente cautas incluso ante investigaciones que a primera vista
1
AA. VV., Science and the concept of race, Nueva York, Columbia University
Press, 1968 (traducción castellana: Barcelona, Fontanella, 1972; Orbis, 1986). Véase,
también, la voz «Raza» escrita por Marvis HARRIS para la Enciclopedia Internacio-
nal de Ciencias Sociales, vol. 9, Madrid, Aguilar, 1979.
2
«Clasificaciones raciales populares y científicas», ob. cit., pp. 134 y ss. Sobre
los aspectos psicológico-sociales del concepto de raza, véase Thomas F. PETTICREW,
en el volumen citado de EICS, pp. 109 y ss.
J
«Introducción al debate sobre aspectos biológicos de la raza en el hombre»,
en ob. cit., pp. 71 y ss.
' S. J. GOULD, La falsa medida del hombre (traducción castellana: Barcelona,
Antoni Bosch Editor, 1984). También, del mismo autor. El pulgar del panda (tra-
ducción castellana: Hermann Blume, 1983).

227
Francisco Fernández Buey

parecen reunir todos los requisitos metodológicos exigidos por la co-


munidad científica. Pero, por esto mismo, y también porque en los
últimos tiempos se observa de nuevo cierto biologismo de talante
imperialista, en la actualidad aún sigue habiendo muchas reticencias
entre los científicos sociales frente a algunas de las generalizaciones
relativas al comportamiento de poblaciones que proceden de la socio-
biología. Conviene, sin embargo, distinguir entre ese motivo de cautela,
en mi opinión justificado, y otra confusión muy extendida, tanto entre
científicos sociales como entre científicos naturales, según la cual la
admisión de la existencia de razas implicaría lógicamente la adopción
de una actitud antiigualitaria en los planos social o cultural. Esto
enlaza con el falso igualitarismo al que se refiere Salcedo en la po-
nencia.
Para distinguir con claridad lo que es cautela justificada del aves-
trucismo académico, tal vez no esté de más hacer una referencia a la
falacia naturalista, que es lo que hay en el fondo de esa confusión tan
extendida. De la afirmación o del reconocimiento de la diversidad de
razas, subespecies y etnias en la Humanidad no se sigue, ni tiene por
qué seguirse necesariamente (lógicamente), una determinada política
demográfica. Es una falacia lógica conocida el pasar sin más del plano
de los hechos al plano de las recomendaciones morales o políticas
como si estas últimas fueran una implicación de lo alcanzado por
vía científica. El conocimiento sociobiológico, demográfico, etc., puede
hacer más o menos plausible o argüible una política demográfica que
otra, pero entre aquel conocimiento científico y esta política (en sen-
tido amplio) no hay implicación o inferencia. Lo que en éste, como en
otros casos, hay entre conocimiento científico de las dimensiones y
del comportamiento de las poblaciones y la propuesta de medidas más
convenientes para los matrimonios, procreación, dimensión de las fa-
milias, etc., es la voluntad de orientarse en tal o cual dirección, la de-
cisión colectiva de actuar en uno u otro sentido. De manera que, por
lo que hace al caso, del reconocimiento de las diferencias raciales o
de la afirmación acerca de las diferencias en tal o cual factor para la
valoración de la inteligencia no se sigue lógicamente el antiigualitaris-
mo o una posición racista, que son opciones político-morales, cultura-
les en suma, dependientes de la decisión y de la voluntad de los
sujetos.
Por esta razón en la declaración acerca de las razas humanas hecha
por la UNESCO en 1952 se decía que «la igualdad de oportunidades
y la igualdad ante las leyes, lo mismo que los principios éticos, no se
basan en absoluto en el supuesto de que los seres humanos están de
hecho igualmente dotados». Como argumentaba Dobzhansky con mu-
cha lucidez en ese punto, diversidad biológica no es, ni implica nece-
sariamente, desigualdad 5. La diversidad es un hecho biológica y cultu-
ralmente observable; la desigualdad es también un hecho suficiente-
5
T. DOBZHANSKY, Diversidad genética e igualdad humana, Barcelona, Labor,
1978, pp. 11-12.

228
Políticas demográficas y vocación democrática

mente conocido por sociólogos y economistas; la igualdad (política,


económica, social) es una aspiración, un precepto ético de una parte
de la humanidad, al servicio del cual, a veces, se instrumentan (o tra-
tan de instrumentarse) tales o cuales políticas. Lo que ni la demografía
ni ninguna otra ciencia hace o hará —contra un tópico muy exten-
dido— es demostrar o probar la necesidad de la igualdad o de la
desigualdad. Esta creencia equivocada es lo que suele estar en el fondo
del actual uso racista y antiigualitario de la sociobiología por la ex-
trema derecha política y lo que inhibe a veces a científicos sociales
partidarios de la igualdad frente a las conclusiones de ese tipo de in-
vestigaciones. En realidad estos últimos podrían argumentar que el
reconocimiento de la diversidad no es obstáculo, sino acicate para
luchar en favor de la igualdad social.
Aunque argüir o hacer plausible no es probar o demostrar en sen-
tido riguroso y aunque, a lo que parece, siga siendo una tarea tan
desesperada como transitada el tratar de deducir la ética, o la política
moralmente bien orientada, de una ciencia o de un conjunto de cien-
cias (Dobzhansky no lo descartaba en su ensayo sobre Genetic diversity
and human equality; O. P. Wilson parece a veces replanteárselo en
relación con la sociobiología), siempre se puede hacer algo para racio-
nalizar las decisiones. De ahí que exista una ya muy abundante lite-
ratura sobre la teoría de la decisión y acerca de sus aplicaciones a
tales o cuales problemas sociales. Pero aun dejando a un lado la estre-
chez del concepto de racionalidad con que por lo general se opera
desde esa perspectiva, hay que reconocer, en cualquier caso, que la
Humanidad ha avanzado muy poco desde la época de la moral meso-
potámica y que la presencia de factores no-racionales, o abiertamente
irracionales, condiciona la mayor parte de las discusiones públicas
sobre las políticas demográficas. Y eso desde el momento en que en
ellas están implicadas comparaciones y estimaciones acerca de los com-
portamientos sexuales, la vida familiar, el aborto o las relaciones entre
pueblos y culturas muy distintos.
En efecto, la persistencia de la xenofobia en el tratamiento de
todos estos temas que están a caballo de varias ciencias —en particu-
lar aquellos en los cuales entran variables como «emigración», «fecun-
didad comparativa», «cruce cultural», etc.— es mucho más difícil de
superar que la falacia naturalista. Entre otras razones porque, como
apuntó Brecht en un momento malo de nuestra historia, el naciona-
lismo y la xenofobia que suele acompañarlo son contagiosos y, a dife-
rencia de otros males del mismo tipo, no sólo se transmiten por infec-
ción con el virus del que es portadora la propia comunidad, sino tam-
bién por reacción contra otras xenofobias y otros nacionalismos. Al lle-
gar ahí el científico social poco tiene que añadir, salvo recordar el
saber humanista del poeta acerca del «ruido» y el «idiota» o la pro-
puesta russelliana de trasladar la cura de los persistentes complejos
xenofóbicos de superioridad e inferioridad a la conquista de las gran-
des cumbres.
Una primera conclusión que se puede extraer de este excurso epis-

229
Francisco Fernández Buey

temológico es que la aproximación objetiva a varios de los más impor-


tantes problemas recogidos bajo el rótulo «demografía y política» re-
quiere evitar desde el principio la confusión habitual entre, de un
lado, describir rasgos característicos de las poblaciones o explicar de-
terminadas tendencias existentes en un momento dado, para asi ob-
tener una teoría demográfica, y decidir, de otro lado, aplicar el cono-
cimiento logrado, o sea, esa misma teoría, a la tarea de conservar,
cambiar o revolucionar la situación observada o la tendencia descrita.
De lo contrario, sin superar esa confusión, se corre constantemente
el riesgo de oscilar, al abordar los problemas prácticos, entre un pro-
gresismo ingenuo que cree ver determinismo biológico y racismo en
toda investigación de las diferencias raciales o étnicas y la instrumen-
talización ad hoc de los conocimientos obtenidos. Esa oscilación es
lo que de hecho se ha producido desde mediada la década de los sesen-
ta con las investigaciones de Jensen y de Eysenck acerca del coefi-
ciente de inteligencia, con los trabajos de Lorenz en el campo de
la etología y, más recientemente, con los estudios sociobiológicos de
Wilson.
Una segunda conclusión, referida a la superación del nacionalismo
y la xenofobia en el tratamiento de estos problemas en los que está
implicada la diversidad de culturas y el choque cultural, apuntaría a
una prueba práctica: ¿hasta qué punto está uno dispuesto a mantener
la distinción entre positivo y normativo cuando presiente o intuye
que las investigaciones en curso van a perjudicar a la etnia, cultura
o comunidad propia? Dicho con un ejemplo: ¿cuántos de los cien-
tíficos sociales, demógrafos o no, que estarían dispuestos a admitir
o a suscribir que las investigaciones científicas sobre las razas no
implican necesariamente una actitud racista en general aprobarían al
mismo tiempo en España la realización de investigaciones médicas y
biológicas relativas al mejor conocimiento de la diversidad en el País
Vasco? Como el ejemplo no es inventado se puede reflexionar sobre
él con cierto conocimiento de causa. El ejemplo vale en la medida en
que este papel está escrito en castellano, pero, desde luego, habría
que utilizar otros si fuera dirigido al lector vasco, catalán, gallego, etc.
En realidad la prueba es muy simple: basta con pasar al ámbito
académico-universitario la vieja historia sobre el cambio de naciona-
lidad del tonto del chiste, según el país en que se esté, para darse
cuenta de que en la mayoría de los casos el paso de la risa al ceño
fruncido sigue funcionando.

II
El desprecio hacia Thomas Robert Malthus, la decisión de no
citarle ni una sola vez, parece haber tenido como consecuencia no
buscada la ausencia en el trabajo de Salcedo del bloque de problemas
sobre el que seguramente más se ha discutido durante la última déca-
da, el de la relación entre población, recursos y medio ambiente tanto

230
Políticas demográficas y vocación democrática

en el ámbito planetario como en los subsistemas regionales. Ese des-


precio es llamativo, pues todo parecía indicar que el dramatismo con
el que se planteaba no hace mucho el problema de la sobrepoblación
mundial, entremezclado con el de la incipiente crisis ecológica, había
conducido al reconocimiento (más o menos parcial y tardío) del papel
precursor de Malthus, hasta el punto de que los legos en estas cosas
tendíamos a pensar que al viejo clérigo no le quedaban ya más ene-
migos que el Vaticano y la señora aquella de la Asociación Pro Vida
que se paseó por los alrededores de la sede de la Conferencia Inter-
nacional de Población, en México, esgrimiendo la pancarta con el
«Malthus was a queer». Incluso varias corrientes marxistas se habían
hecho durante los años setenta relativamente susceptibles a la recupe-
ración de la problemática de Malthus, en unos casos de forma vergon-
zante, a través de una vieja carta de Engels a Kautsky, y en otros,
como el de Wolfgang Harich, de manera mucho más decidida6. Harich,
a quien se debe una de las reformulaciones más drásticas y radicales,
aunque también más polémicas, del marxismo llegó a escribir en 1975:
«Avancemos hacia la síntesis del marxismo con las verdades parciales
de Malthus, que Kautsky fue el primero en defender y que Engels
acabó reconociendo.» Afirmación que, más allá de lo exagerado que
pueda haber en el reconocimiento por Engels de las «verdades par-
ciales», es insólita en la tradición marxi.sta y que sólo puede expli-
carse por la preocupación real ante el progresivo deterioro de lo que
el propio Harich llama «la base natural» de la sociedad.
Así, pues, a la vista de reconocimientos como ése, por tardíos que
sean, es de esperar que, en la réplica, el ponente argumente sobre «los
escasos méritos científicos» de Malthus y no nos oblige a creerle bajo
palabra.
Aunque resulta menos llamativa por lo que diré ahora, también
exige alguna explicación suplementaria la ausencia de referencias al
tan traído y llevado tema de la población en su relación con los recur-
sos y el medio ambiente. Menos llamativa, porque paradójicamente
esta problemática parece haberse hecho menos preocupante desde los
últimos años de la década anterior.
En líneas generales la preocupación por lo que un día se llamó
«la explosión demográfica» o «la bomba población» ha seguido una
curiosa trayectoria. Después de una primera fase que arranca de los
años sesenta con consideraciones analíticamente muy dramáticas y
predictivamente muy pesimistas —fase a la que pertenecen el primer
informe al Club de Roma, el célebre libro de Ehrlich y la Conferen-
cia de Bucarest, entre otras cosas— se pasó, al final de la década de
los setenta, a un moderado optimismo, por lo general argumentado
a partir de los primeros datos de la encuesta mundial sobre fecun-
didad financiada por las Naciones Unidas. Esta nueva fase se carac-
6
¿Comunismo sin crecimiento? Babeuf y el Club de Roma (traducción caste-
llana: Barcelona, Materiales, 197.5). Una valoración crítica de la obra de Harich,
en M. SACRISTÁN, Panfletos y materiales, III, Barcelona, Icaria, 1985, pp. 211 y ss.

231
Francisco Fernández Buey

terizó por una corrección en sentido favorable de las predicciones


anteriores, tomando como base para ello la extrapolación de las ten-
dencias observadas en China, India y algunos otros países asiáticos
y americanos. El entonces director del departamento de población de
las Naciones Unidas, León Tabah, hacía observar en 1979 que se estaba
produciendo una desaceleración tanto en los países industrializados
como en los países del tercer mundo y saludaba con optimismo el
hecho de que desde 1968 las Naciones Unidas hubieran tenido que revi-
sar sus estimaciones a la baja en cada una de las nuevas proyecciones
realizadas7. Finalmente, durante estos últimos años —y, sobre todo,
desde la Conferencia de Méxicc»— el talante de los años sesenta parece
haberse invertido hacia el optimismo.
El economista de Illinois Julián L. Simón representa muy bien esa
inversión del talante ante los problemas demográficos y ecológico-
económicos, sobre todo por la franqueza con que él mismo ha expli-
cado la razón de su conversión en defensor de los beneficios que, a
largo plazo, tiene el poblacionismo. La argumentación de Simón está
orientada principalmente a quitar importancia, por una parte, a las
preocupaciones de ecólogos y ecologistas sobre la escasez de energía
y a recomponer, por otra parte, la confianza en la lógica del benefi-
cio servida por poblaciones grandes. Según esa argumentación, mien-
tras haya sol —y habrá sol para rato— es estúpido preocuparse por
el agotamiento definitivo de la energía; el control de la natalidad no
sólo es innecesario, sino negativo, porque el aumento de la población
crea oportunidades empresariales, hace aumentar las inversiones, pro-
porciona (en segunda instancia) mayores oportunidades de empleo, lo
cual, a su vez, contribuye a una distribución más eficaz de los recursos.
Más población no es sólo, desde este punto de vista neoliberal, más
mano de obra para tiempos de recuperación económica, sino que repre-
senta también un potencial aumento de la existencia de conocimiento
útil, en la medida en que «las mentes cuentan económicamente tanto o
más que las manos o los locos»8
No es necesario tener los hígados de Julián L. Simón, quien elogia
los rascacielos y las autopistas de Hong Kong, para sentirse optimis-
tas ante el crecimiento actual de la población mundial. Basta con
quitar «económicamente» de la frase anterior y poner «almas» donde
dice «mentes» para encontrar otro frente del optimismo poblacionista
actual: el vaticanista. Y basta con construir toda la argumentación
empleando los términos «socialismo» y «liberación de la economía
nacional» (aunque manteniendo el sol y las mayores oportunidades de
empleo) para encontrar en seguida al tercer miembro de la santa
alianza en este asunto. La pregunta interesante en ese contexto es la
que se hacía Paul Demeny hace tres años: ¿qué ha cambiado para
que se haya producido tal modificación del talante ante el asunto de
:
«Le boulcvcrsement de la cartc dcmographique mondial», Le Monde, 10-IV-1979.
' «La población, recurso inagotable», en Población y recursos en la /romera
del 2000, extra de El País, 27X11-1984.

232
Políticas demográficas y vocación democrática

la población? Y puesto que, como el propio Demeny muestra y admite


todo el mundo, las proyecciones que se hacían hace veinte años para
el 2000 están confirmando en general su validez e incluso han sido
modificadas hacia arriba para África y Asia, el cambio de opinión no
puede explicarse sólo por esos datos, por los datos demográficos.
¿Se trata, pues, de un optimismo ideológico sin otro fundamento ni re
que las voluntades de los poderes conservadores de la Tierra o hay
otros datos —económicos, sociológicos, políticos— que permitan expli-
car la paradoja?
Mi convicción es que, efectivamente, hay datos que permiten ex-
plicar por qué en el centro del Imperio se ha pasado del pesimismo
al optimismo, pese a que las proyecciones globales en torno a los
seis mil millones de seres para el fin de siglo se mantenían. Al esti-
mar los documentos de las Naciones Unidas preparatorios de la Con-
ferencia de México' se observa que el asunto principal ya era enton-
ces —y sigue siendo hoy— el de las disparidades internacionales cre-
cientes en cuanto a las variables demográficas que se relacionan con una
hipotética mejora de la calidad de la vida, esto es, mejor esperanza de
vida, tasas de mortalidad más bajas, tasas de morbilidad más bajas,
tasas de fecundidad más bajas. Las diferencias, por lo que hace a
esos índices, entre los países más desarrollados económicamente y
buena parte de los países africanos y asiáticos son abismales, y según
todas las previsiones, lo seguirán siendo todavía durante las próximas
décadas I0. Teniendo esto en cuenta parece natural, por tanto, que la
preocupación mayor haya sufrido un desplazamiento desde el proble-
ma de la sobrepoblación absoluta (y su potencial incidencia como
uno de los factores que contribuyen a la sobrecarga del medio am-
biente planetario) hacia el mejoramiento de las variables que man-
tienen a muchos países del tercer mundo en una situación de postra-
ción. Muy natural, puesto que el hambre y la muerte por falta de ali-
mentos aparecía en la década de los setenta no como una previsión
catastrofista, sino como un hecho desgraciadamente muy real en algu-
nas regiones de África y Asia ". Este ha sido, por lo general, el enfoque
de la mayoría de los expertos de las Naciones Unidas, enfoque que,
por otra parte —como se ve—, no tiene nada de optimista.
El optimismo viene de otros lugares. Viene de una interpretación
de la relativa recuperación económica en algunos países punteros de
la economía mundial como final del ciclo recesivo, así como de una
gran confianza en las llamadas nuevas tecnologías para hacer frente
9
R. M. SALAS, Estado de la población mundial, 1984. También, NN. UU., Pobla-
ción, recursos, medio^ambiente y desarrollo: cuestiones sobre las interrelaciones,
Nueva York, 1984.
10
NN. UU., Población, recursos, medio ambiente y desarrollo, cit. También,
NN. UU., La fecundidad y la familia: condiciones y percepciones cambiantes, Nueva
York, 1984.
" AA. VV., Futuro global. Tiempo de actuar, Informe elaborado por el Consejo
de la Calidad Ambiental y el Departamento de Estado de los Estados Unidos (tra-
ducción castellana: Madrid, Siglo XXI, 1984).

233
Francisco Fernández Buey

a los retos y riesgos que hace unos cuantos años se consideraban


apremiantes. Pero, por lo general, este cambio de talante —que deja
hoy muy en minoría no sólo a Erhlich y a Commoner, sino también a
los bienintencionados expertos de las Naciones Unidas— tiene lugar
a costa de un regreso a actitudes etnocéntricas. Se olvida que los
problemas planetarios, lo que el Club de Roma llamaba «la proble-
mática», han dejado de interesar o interesan hoy menos que ayer por-
que de hecho una parte de esos problemas —algunos de ellos muy
llamativos no hace mucho— han sido mientras tanto endosados a la
periferia, a los países del tercer mundo, en forma de transferencias
constantes de industrias y tecnologías peligrosas o de alto riesgo para
la vida de las especies (entre ellas la nuestra). Sin necesidad de volver
ahora al viejo debate acerca de la importancia relativa de la sobre-
población mundial en el deterioro global del medio ambiente parece
lícito, en cambio, llamar la atención —como sigue haciéndolo Erhlich—
sobre la otra cara del desequilibrio internacional en su relación con
las potenciales políticas de población, a saber: que, dados los muy
desiguales consumos de energía, el nacimiento de un niño en los Esta-
dos Unidos de Norteamérica representa para el planeta una carga
aproximadamente cien veces mayor que el nacimiento de un niño en
la región más deprimida de Asia. Esto último habitualmente no suele
ser tenido en cuenta por los poblacionistas occidentales, empeñados
en aumentar la tasa de fecundidad. Pero se comprende que un argu-
mento así cuente menos que el miedo, que empieza a hacerse patente,
a los nuevos nómadas, a los emigrantes y refugiados que desde tantas
partes del mundo pobre llegan a las metrópolis. Se comprende porque
para que un argumento así tuviera peso a la hora de tomar medidas
acerca de la fecundidad no sólo sería necesaria una mayor concien-
cia del peligro de crisis ecológica, sino también una conciencia de
especie que la Humanidad no ha logrado hasta ahora. De manera que
la vieja problemática sólo parece resurgir en la ciudad alegre y con-
fiada con motivo de las inquietantes noticias intermitentes sobre el
agujero en la capa de ozono.

III
Antes de entrar en la discusión sobre el concepto de democracia
en el contexto de las políticas demográficas quisiera todavía decir algo
sobre tres puntos del paper de Salcedo que, en mi opinión, exigirían
matizaciones. Los tres tienen relación con el breve bosquejo histó-
rico de las utopías demográficas que hay en el texto: la interpreta-
ción popperiana de Platón, la ausencia de utopías destacables en el
siglo xx y los rasgos característicos de lo que al final del apartado se-
gundo se define como el «proceso general».
Si la descalificación de T. S. Malthus tiene el efecto de dejar fuera
de consideración todo un bloque nada despreciable de problemas (so-
bre los que, con toda seguridad, volverá el ponente en la réplica), la

234
Políticas demográficas y vocación democrática

adopción del esquema histórico y de algunas categorías de K. R. Popper


—por cierto, otro gran conservador, también él, y, aunque no clérigo,
sí padre espiritual, junto con Von Hayek, del neoliberalismo actual—
obliga a algunas matizaciones. La primera es que por sugestiva que
todavía pueda seguir resultando la lectura de Platón por Popper en
La sociedad abierta y sus enemigos, los historiadores de la filosofía
antigua tienen muchas reticencias a aceptarla en su totalidad, precisa-
mente porque consideran que en ella se pierde la evolución de Platón
y algunos cambios de opinión nada despreciables desde el punto de
vista político y social l2. Pero, en cualquier caso, más importante que
eso es el anacronismo que resulta de la generalización popperiana
en torno al supuesto modelo «totalitario» del filósofo griego. Tal vez
sea verdad que Platón no ha estado sólo en la Historia, dada la larga
aventura del neoplatonismo europeo, pero parece excesivo poner en
relación sus ideas con las políticas demográficas llevadas a cabo en
la Alemania nazi o en la Unión Soviética durante los años treinta de
este siglo. Afirmar que existe algún tipo de vínculo ideal entre esas
políticas y las ¡deas expresadas por Platón en algunos de sus diálogos
más conocidos puede ser sugerente, pero ayuda muy poco a compren-
der la especificidad de estas políticas relativamente recientes. Una ar-
gumentación de ese tipo, basada únicamente en la categoría general
de «totalitarismo» o «absolutismo», obligaría por extensión a relacio-
nar las purgas stalinianas con la obra de Marx —cosa que han hecho
también los nuevos filósofos, siguiendo a Popper precisamente— y los
campos chilenos de concentración con Jesús de Nazareth (cosa que,
sintomáticamente, no parece dispuesto a hacer nadie, con muy buen
acuerdo). En fin, lo que se pretende concluir a contrario es que han
transcurrido demasiados siglos desde Platón como para que éste haya
tenido algo que ver con políticas demográficas debidas a autores que,
por lo demás, declararon sin ambigüedades quiénes eran sus mentores
intelectuales más próximos.
También está exigiendo matizaciones o un razonamiento más de-
tallado la afirmación según la cual en el siglo xx no ha habido ya
utopías destacables. Hubo un tiempo en el que se pensó, efectiva-
mente, que la época de las utopías sociales había terminado con el
siglo xix y que en lo sucesivo sólo cabía ya la ciencia social. Pero no
creo que Salcedo esté pensando en aquella optimista visión del «socia-
lismo científico». En realidad toda propuesta de transformación radical
de la sociedad existente en un momento histórico dado ha sido con-
siderada como utopismo por aquellos que previsiblemente iban a re-
sultar mayormente afectados por la transformación, como vio muy
bien entre nosotros Fernando Garrido. Por esa razón —más allá de
las manipulaciones ideológicas— siempre ha resultado difícil distin-
guir entre «utopía» y «previsión más o menos racional o científica».
El texto de Juan Salcedo destaca con razón la importancia de las
12
Puede verse la critica a Popper que en, en ese sentido, hace Emilio LLEDÓ en
su libro La memoria del logos, Madrid, Taurus, 1986.

235
Francisco Fernández Buey

antiutopías más pesimistas de nuestro siglo, las cuales están relacio-


nadas precisamente con la crítica del papel que ha ido asumiendo la
ciencia. No obstante, junto a ellas y a veces entrelazadas con ellas,
ha seguido habiendo utopías positivas movidas al mismo tiempo por
la denuncia de los males de la civilización. Este es el carácter que
parecen haber tenido algunos textos contraculturales de los años se-
senta, muy leídos por los jóvenes de entonces, buena parte de las
páginas de Marcuse (el cual significativamente escribió un texto sobre
«el final de la utopía» al comprobar la realidad del movimiento alter-
nativo) y, en otro plano, los trabajos del Club de Roma o el ensayo
de Harich antes citado. Todos ellos comparten un rasgo que difícil-
mente se encontraría en las utopías anteriores: la búsqueda de la armo-
nía ecológica, el estar a bien con la naturaleza en la época del descu-
brimiento de los límites del crecimiento. J. Galtung —creo que en este
caso con mucha perspicacia— ha visto así la tarea del Club de Roma
y la ha comparado con la «utopía marxiana» de un siglo antes 13, e
I. Sachs ha llegado a hablar de «confluencia de utopías» para referirse
al pensamiento crítico, económico y sociológico, dominante a mediados
de los setenta'".
En cuanto al tercer punto de este apartado —el que se refiere a
la conclusión acerca del proceso histórico general—, seguramente ha-
bría que relativizar un poco la generalización que correlaciona bús-
queda del orden social con ideal basado en la población estacionaria
y defensa del cambio social con preferencia por poblaciones en expan-
sión o regresión. Pues, o bien nos encontramos ante una mera tauto-
logía (orden^estacionario, cambio = expansión o regresión), o bien se
hace necesario precisar más los conceptos. Orden y cambio (incluso
en el sentido de transformación revolucionaria) no siempre se han
opuesto en la historia del pensamiento social. De hecho el cambio so-
cial revolucionario ha sido presentado muchas veces como lo opuesto
al desorden, a la anarquía de lo existente, como el «orden nuevo»
(Quizá ningún otro pensador habrá utilizado más el concepto de «or-
den», en tanto que sinónimo de «cambio», como Gramsci). Por otra
parte, de seguir con esa correlación dicotómica sin otros matices (que
tengan en cuentan las complicaciones contemporáneas de las políticas
demográficas mediadas por la división del mundo en dos bloques) re-
sultaría difícil no ya explicar algunos notables cambios de opinión
durante los últimos diez o quince años, sino incluso distinguir entre
partidarios del «orden» y partidarios del «cambio». Pues desde la Con-
ferencia de Bucarest por lo menos se ha hecho habitual recomendar
en general y a los otros políticas demográficas que no se cumplen en
los propios países. Así, en Bucarest mismo los representantes del «so-
cialismo real» criticaron muy duramente las políticas llamadas «neo-
IJ
J. GALTUNG, «Estilos de vida alternativos en las sociedades ricas», en Marc
NERFIN (comp.). Hacia otro desarrollo: enfoques y estrategias, México, Siglo XXI,
1978.
" I. SACHS, «Développment, utopie, projet de société», en Tiers Monde, núm. 80,
1979, pp. 645-656.

236
Políticas demográficas y vocación democrática

malthusianas», insistiendo en el problema económico-social de la mejor


y más igualitaria distribución, pero de hecho adoptaron medidas, en
algunos casos drásticas, de control de la natalidad en sus países y
para sus poblaciones; y los Estados Unidos de Norteamérica, que en
aquel momento encabezaban el bloque de denunciantes de los peli-
gros de la sobrcpoblación mundial, se pasaron al cabo de diez años
a la posición contraria. Como escribía con cierta gracia P. R. Erhlich,
«en México la Administración norteamericana adoptó la antigua po-
sición marxista-maoísta de que el crecimiento de la población carece
de importancia siempre que se cuente con el sistema económico apro-
piado; posición, por cierto, abandonada hace ya mucho tiempo por
China...».

IV
Es precisamente la existencia de bloques (en primer termino mi-
litares), la mundialización de las relaciones económicas dominantes y
la dependencia de tantos y tantos países en este mundo de ahora lo
que convierte en demasiado simple la contraposición de «política» y
«políticas» demográficas que adelanta, en el trabajo de Salcedo, las
conclusiones y recomendaciones. Tal contraposición entre una «polí-
tica» demográfica como solución «final», «totalitaria», etc., y «políti-
cas» demográficas orientadas democráticamente a soluciones limitadas
me parece, en efecto, demasiado rígida. Lo prueba indirectamente el
que el apartado dedicado por el autor a la política demográfica como
solución final incluya cosas muy distintas, tanto en lo que se refiere a
países (la Alemania nazi, la Rusia de la época de Stalin, China, India)
como en lo que se refiere a momentos de la historia (los años veinte
y treinta para Alemania y la URSS, los cincuenta y sesenta para China
e India). Es evidente que todos esos procesos comparten un rasgo
común, el de la adopción de medidas demográficas y económico-
sociales por vía autoritaria, sin lo que habitualmente se llama demo-
cracia representativa, o sin respeto a las reglas del juego que han sido
establecidas en las sociedades democráticas contemporáneas. Pero, a
pesar de ello, se trata de medidas demasiado diferentes (políticas ten-
dentes al exterminio de los judíos en el caso de la Alemania nazi, a la
reubicación de poblaciones en el caso de la URSS, al control y reduc-
ción de la natalidad en general en el caso de China y la India) como
para ser incluidas todas ellas bajo rótulos tan rotundos como «solu-
ción final» o «totalitarismo». No parece, en efecto, que las políticas
demográficas de la URSS, China e India hayan pretendido en algún
momento la «solución final» de problemas demográficos, raciales o
étnicos persistentes (aunque haya habido, sin duda, represión —con
métodos no muy diferentes de los de la democrática Inglaterra en
Irlanda, por cierto— de las minorías).
Si el término «totalitarismo» —cuyo uso contemporáneo no tiene
nada que ver con la filosofía platónica, sino con intereses político-

237
Francisco Fernández Buey

Ideológicos de la Administración norteamericana al final de la segun-


da guerra mundial— incluye demasiadas cosas, el término «democra-
cia», sin otros adjetivos, es ya demasiado vago para calificar políticas
demográficas o de otro tipo. Más allá del fácil acuerdo acerca de las
reglas básicas de la democracia representativa (en el sentido de Nor-
berto Bobbio), acuerdo que sirve para establecer diferenciaciones ele-
mentales pero imprescindibles respecto de países en los que ni siquiera
existe la democracia política, es patente que la «democracia», en su
sentido básico, sigue siendo más una aspiración que una realidad.
En todo caso, las democracias realmente existentes, o autoproclamadas,
están tan lejos de ser gobiernos del pueblo como las de la Grecia
clásica (limitadas por la existencia del esclavismo). En las de hoy sigue
habiendo limitaciones importantes, entre otras: desfase entre las com-
petencias que las leyes atribuyen a los parlamentos y las que de hecho
éstos tienen, en la medida en que su papel está completamente subor-
dinado a las decisiones de la Administración; reforzamiento, asimismo,
del poder de la Administración, a través de los comités de expertos,
frente al legislador, lo cual indirectamente hace a la Administración
independiente del ciudadano en todas las cuestiones de importancia
para la vida pública, etc. En realidad las democracias verdaderamente
existentes, como se ha dicho muchas veces, constituyen una nueva
forma de patrimonialismo, en la que sigue rigiendo el principio de
todo para el pueblo pero sin el pueblo 15.
Desde el punto de vista de la vocación democrática no cuesta de-
masiado trabajo aceptar que las políticas demográficas sectoriales
presentan menos riesgo milenarista, por así decirlo, que políticas de
orientación más globalizadora, pues aquéllas permiten un mayor con-
trol previo de las variables que se supone van a entrar en juego.
No obstante, como se afirma también en el texto de Salcedo, los
problemas derivados del crecimiento demográfico excesivo sólo admi-
ten tratamiento a nivel mundial o, por lo menos, regional. Al llegar
a ese punto, las más de las veces el pensamiento clásico liberal-
democrático acaba reconociendo las propias limitaciones, ya sea al
apoyar de hecho —o sugerir abiertamente— medidas que implican la
intervención de los Estados, ya sea teorizando en última instancia el
conocido dicho de que a grandes males hay que oponer grandes re-
medios.
En efecto, muchas veces se critica externamente y desde el punto
de vista de la sensibilidad liberal-democrática occidental tales o cuales
medidas autoritarias adoptadas para corregir la sobrepoblación en la
India, pero tiende a olvidarse que parte de esas medidas fueron suge-
ridas, recomendadas y aún planificadas previamente, como una nece-
sidad apremiante, por expertos de países occidentales en los que, ri-
giendo la democracia representativa, nadie se atrevería a proponer
semejantes medidas. Algo parecido ha ocurrido en las últimas décadas
con la llamada «revolución verde» para corregir el otro cuerno del pro-
ls
J. R. CAHELLA, Entresueños. Ensayos de filosofía política, Barcelona, Icaria, 1986.

238
Políticas demográficas y vocación democrática

blema, el de los recursos alimenticios. Esta forma habitual de com-


portamiento supone la existencia en nuestras culturas de un doble
lenguaje, de una doble moral, la cual aduce el relativismo cultural para
justificar las medidas autoritarias que recomienda lejos y defiende al
mismo tiempo en general y en abstracto el carácter absoluto de los
valores propios para sugerir su superioridad sobre los demás. Es una
experiencia interesante, una curiosidad sociológica, comprobar hasta
qué punto aumenta entre los científicos liberales el número de los
partidarios de un gobierno mundial a lo Einstein, o de la intervención
estatal regional, e incluso del «déspota bondadoso» cuando los pro-
blemas en juego son próximos y concretos l6.

16
Como ejemplo se puede ver AA. VV., Debate sobre ¡os limites del crecimiento,
México, FCE, 1973 (donde se recoge un buen número de entrevistas representativas
sobre el tema realizadas por el periodista holandés Oltmans con científicos natu-
rales y sociales).

239
COMENTARIOS AL ARTICULO
«DEMOGRAFÍA Y DEMOCRACIA.
CONSIDERACIONES SOBRE LAS RELACIONES
ENTRE LA DEMOGRAFÍA
Y LA PRACTICA POLÍTICA», DE JUAN SALCEDO

Luis Tobaría
Universidad de Alcalá de Henares

El objetivo declarado de Juan Salcedo, en el artículo que me dis-


pongo a comentar en estas notas, es de doble naturaleza: por una
parte, pretende abordar un estudio de tipo «positivo», para dilucidar
las relaciones entre la demografía y la política; por otra parte, persi-
gue un objetivo de tipo «normativo», alegando que la respuesta a la
pregunta «¿cuál es el mejor sistema político para resolver los proble-
mas demográficos?» es: el sistema político democrático.
Pido disculpas al lector por repetir, casi con las mismas palabras,
el texto de Salcedo, pero es que me parece fundamental establecer
claramente el planteamiento para poder proceder, a continuación, y
con la escasa solvencia que me da mi condición de economista (y,
por lo tanto, ni de demógrafo ni de politólogo), a criticar el mencio-
nado artículo.
El esquema esbozado antes permite plantear, al menos, cuatro tipos
de críticas:
1) En primer lugar, a lo largo del artículo, la separación de ob-
jetivos, tan claramente expuesta al principio del mismo, se diluye
hasta desaperecer por completo. A mi juicio, sin embargo, resultaría
altamente beneficioso separar claramente las dos cuestiones (la posi-
tiva y la normativa). En efecto, los epígrafes II y V del artículo
(titulados «Demografía y política» y «Política y demografía», respec-
tivamente) deberían contener el análisis puramente positivo en el que
se analizaran esas relaciones biunívocas que el autor pretende anali-
zar. De hecho, si bien en el artículo se analizan las consecuencias
políticas de una serie de fenómenos demográficos, no se realiza el
análisis inverso, que consistiría en tomar las variables políticas como
independientes o explicativas y los fenómenos demográficos como las
variables dependientes o explicadas y ello, paradójicamente, pese a la
afirmación de que ésta es la «influencia observable», mientras que
la primera lo es menos.

Revista del Centro de Esludios Constitucionales 241


Núm. 2. Enero-abril 1989
Luis Toharia

Por ejemplo, sería interesante establecer algunas variables políti-


cas tales como sistema político vigente, resultados electorales, etc., e
intentar relacionarlas con la evolución demográfica. Se me ocurre un
tipo de análisis posible, referido a la sociedad española: ¿hasta qué
punto se debió el débil crecimiento demográfico español de los años
cuarenta y cincuenta a la existencia de una dictadura que no se puede
decir que fomentara el control de la natalidad? O, estirando más el
argumento, ¿existe alguna relación entre la reciente transición a la
democracia en España y la fuerte disminución de la natalidad? Soy
consciente de que en los dos ejemplos que acabo de poner se me
dirá que los factores económicos fueron más importantes, pero el
reto, en el tema que estamos tratando, consistiría en encontrar rela-
ciones más generales de influencia de los fenómenos políticos en los
demográficos.
En lugar de ello, y quizá debido a la complejidad que ello supon-
dría, en el artículo del profesor Salcedo se analiza por una parte la
relación entre algunas formas generales de sistemas políticos y las
políticas demográficas que dichos sistemas adoptan, dando por de
mostrado, tras un análisis de algunas ideas políticas y sus consecuen-
cias desde el punto de vista de las políticas demográficas que pro-
pugnan, que toda sociedad tiene un problema demográfico y una
solución deseable para el mismo. Pero el análisis de los casos de la
Alemania de Hitler, la URSS, China y la India no parecen suficientes
para generalizar la idea de que todas las sociedades dictatoriales adop-
tan una política demográfica, mientras que las sociedades democrá-
ticas adoptan políticas demográficas [mencionaré de pasada que esta
distinción, que parece consagrada por el uso de los demógrafos, me
parece algo confusa, pero seguramente ello no es sino la consecuencia
de mi ignorancia de esos temas].
En efecto, si entiendo bien los argumentos de Salcedo, lo que se
deduce de su análisis es que sólo pueden adoptarse soluciones de polí-
tica demográfica en sociedades de corte totalitario, pero no en socieda-
des democráticas. Sin embargo, ello no implica necesariamente, creo
yo, que todas las sociedades más o menos dictatoriales necesariamente
adopten soluciones demográficas absolutas. Como sabemos, los países
que tienen regímenes democráticos son minoritarios en el mundo y
no creo que pueda afirmarse que todos los países no democráticos
hayan adoptado la política demográfica.
En suma, quizá habría sido deseable realizar un análisis menos
particular, estableciendo una tipología de países por una parte y sus
políticas demográficas (o política demográfica), por otra, pese a todas
las dificultades que ello indudablemente comportaría y aunque se per-
diera algo la riqueza de detalle de los casos estudiados. A mi juicio,
el artículo habría ganado en rigor analítico y en riqueza explicativa,
aunque también en aridez expositiva.
2) En segundo lugar, parece existir una confusión a lo largo del
artículo, acerca de lo que es la demografía. Afirmar que en una cien-

242
Comentarios al articulo «Demografía y democracia»

cia social, como entiendo que pretende ser la demografía, «lo razo-
nable y equitativo tiene preferencia sobre la eficacia», le resulta a uno
un tanto aberrante. En efecto, suponiendo que lo razonable, lo equi-
tativo y también lo eficaz sean conceptos sobre los cuales resulte
posible llegar a un acuerdo más o menos general, esa afirmación es
un juicio de valor impropio de un planteamiento que se quiera cien-
tífico, por muy difícil que resulte, en ciencias sociales, deslindar los
juicios de valor del análisis.
Por otra parte, achacar a valores conservadores o reaccionarios el
concepto de población estacionaria resulta un tanto arriesgado. ¿No ha
sido acaso la población mundial a lo largo de toda su historia esta-
cionaria? ¿No es el crecimiento demográfico de los últimos trescientos
años más un accidente histórico que la pauta normal? Y, entrando en
un terreno que sólo conozco vagamente, ¿no es acaso útil el concepto
de «población estable», que no es otra cosa que el hermano mayor
del concepto de población estacionaria, especialmente para el estudio
de los problemas demográficos de países con estadísticas deficientes?
Por último, decir que los demógrafos qua demógrafos son conser-
vadores «especialistas en necropsias» supongo que a muchos demó-
grafos les puede resultar hasta insultante, aunque no me toca a mí
como economista (y también recuerdo que a la economía se la suele
denominar la «ciencia triste») defenderlos.
La demografía, a mi juicio, mal que les pese a los demógrafos,
es principalmente una ciencia encargada de contar, analíticamente
desde luego, las poblaciones humanas y de entender los factores rela-
tivos a los fenómenos demográficos (natalidad, mortalidad, nupciali-
dad y migraciones) que influyen en la evolución de dichas poblaciones.
A mi juicio, insisto, la demografía no es, pues, sino una «aritmética
social» (o política, como ya decía Petty)... y no es poco. Ello no impide,
desde luego, que para entender los cuatro fenómenos demográficos
baste quedarse con las técnicas que los demógrafos utilizan para des-
cribirlos (aunque tampoco esto me parezca poco), sino que haya que
acudir a otras ciencias humanas como la economía, la sociología, la
ciencia política, la antropología o la psicología.
3) En tercer lugar, el estudio normativo viene viciado de partida
por el juicio de valor básico del autor (que personalmente comparto)
de que sólo los sistemas democráticos permiten salvaguardar la dig-
nidad de las personas, con independencia de su edad, sexo y credo
político o religioso. En efecto, si de partida se dice que el mejor
sistema político es el democrático se está introduciendo en los su-
puestos de partida la conclusión a la que se pretende llegar. Desde este
punto de vista cualquier tipo de intervención del Estado en la socie-
dad civil (ya sea de tipo demográfico, económico, sanitario, educativo,
o de lo que se quiera) será «mejor», en el sentido de salvaguardar
mejor la dignidad de la persona, en un régimen democrático que en
otro cualquiera. En este sentido, el artículo resulta un intento fallido.
Si la conclusión es que hay que reeducar a muchos demógrafos en los

243
Luis Toharia

valores democráticos, no hay que dedicarse a especular sobre las rela-


ciones entre la demografía y la política. Seguramente hay que reeducar
a muchos demógrafos en los valores democráticos... y a muchos eco-
nomistas y sociólogos y carpinteros y fontaneros y fresadores y polí-
ticos y... Para ese viaje no hacían falta tantas alforjas.
4) Por último, y quizá éste sea el meollo de la cuestión, en ningún
momento a lo largo del trabajo se especifica cuál es en realidad «el
problema demográfico» que se debe resolver. Lo que sí se deduce del
trabajo del profesor Salcedo, sin embargo, aunque él no lo llegue a
plantear de esta manera (y, por lo tanto, quizá esté malinterpretando
su argumento), es que el problema demográfico como tal no existe.
De hecho, no tiene sentido hablar de dicho problema, pues siempre
resulta necesario aludir a algún otro objetivo social último con res-
pecto al cual el demográfico no es sino una meta intermedia o «ins-
trumental».

Estos cuatro tipos de críticas me llevan a proponer un marco de


análisis en el que se parta no del objetivo demográfico, sino del obje-
tivo social último, que puede ser el mantenimiento de un orden social
estable, la consecución de un cambio social o la mejora de la raza
(y, en definitiva, de la calidad de la vida de los «elegidos»), por citar
los que aparecen de forma más o menos explícita en el trabajo que
estamos comentando. Pero también podría ser la propia supervivencia
de la especie, tema para nada abordado por el profesor Salcedo, quizá
por su apasionado desprecio hacia Malthus.
A mi juicio, sin embargo, Malthus, que sin duda era un pensador
conservador que escribió su ensayo sobre la población para desacre-
ditar las ideas socializantes de Godwin y Condorcet, planteó un sen-
cillo principio que quizá haya condicionado en demasía el pensamien-
to demográfico (no entro en este tema, pues mi ignorancia del mismo
es todavía mayor que la relativa a los demás), pero cuya fuerza y
cuyas consecuencias (especialmente en el siglo xx) son fundamentales:
¿durante cuánto tiempo pueden los recursos de la Tierra mantener a
una población mundial que se duplica cada treinta o cuarenta años?
Esto me lleva a una cuestión que echo en falta a lo largo del
artículo. ¿Existe actualmente en el mundo un problema demográfico,
en el sentido que acabo de apuntar, es decir, motivado por un pro-
blema de orden superior, cual es el de la supervivencia (o de la posi-
bilidad de vivir de manera digna) de la raza humana o, al menos, de
dos tercios de la msima? En otras palabras, ¿debe el mundo adoptar
una política mal llamada malthusiana de limitación del crecimiento
de la población o no?
Sin embargo, decidir si existe o no un problema demográfico no
es una mera cuestión técnica. Influyen en ella elementos políticos
relacionados con eso que se ha dado en llamar el «orden económico
internacional». Por ejemplo, ¿no será el problema demográfico (en-
tendido como supervivencia de la especie) un mito, respaldado por so-

244
Comentarios al articulo ^Demografía y democracia»

fisticados aparatos teóricos y técnicos como los del Club de Roma,


que esconde en realidad un temor, por parte de los países hegemó-
nicos del planeta (los que se llamaban el Primer y el Segundo Mun-
dos), a perder precisamente esa posición hegemónica? Las relaciones
de poder (y, por tanto, políticas) a escala mundial quizá condicionen,
como vemos, la determinación misma de si existe o no un problema
demográfico.
Pero supongamos que llegamos a un acuerdo (o, si se prefiere, que
un país, por las razones que sean, porque se lo crea o porque se lo
hagan creer) sobre el hecho de que existe un problema demográfico,
definido por un crecimiento excesivo de la población. El paso siguien-
te consistiría en decidir qué medidas debe adoptar el Estado para la
consecución de ese «bien público» (que, al serlo, no cabe esperar que
lo resuelvan los particulares; se trataría de un problema análogo al
clásico de la congestión de tráfico o del exceso de pescadores en un
lago relativamente pequeño). Y aquí, una vez más, entra la política,
pues unas medidas serán aceptables en unos regímenes y otras no.
Una vez decididas las políticas, habrá que estudiar su eficacia (en
el sentido coste-beneficio social) en la consecución de los objetivos
propuestos y decidir en consecuencia.
De este análisis seguramente se inferirá que los regímenes no de-
mocráticos son más eficaces en la consecución de los objetivos perse-
guidos, lo cual tampoco sorprende, pues se trata de regímenes polí-
ticos con un control social mucho más fuerte. Y ello no tiene nada
de particular ni debe escandalizarnos ni debemos proponer la «reedu-
cación» de los que realizan esa observación, pues esa conclusión no
implica que los- regímenes totalitarios sean «mejores» que los demo-
cráticos. Sólo son mejores si admitimos que la solución del problema
demográfico, cuando éste existe, es tan importante como para con-
siderar que hasta la dignidad humana puede ser agredida. Si, natural-
mente, nuestro juicio de valor básico nos indica que la dignidad hu-
mana está por encima de todo lo demás, entonces no aceptamos la
solución totalitaria, pero, una vez más, ni para solucionar el problema
demográfico, ni para solucionar el problema económico, ni para nada.
En suma, quizá el análisis interesante habría sido plantear una
serie de objetivos de tipo social, deducir la definición de un posible
objetivo demográfico, la traducción de ese objetivo en unas políticas
y la eficacia de éstas. En todos los eslabones intervienen fenómenos
políticos, y una comparación desapasionada de los mismos me parece
que habría sido más fructífera que la cargada descripción del profesor
Salcedo. De esta manera, creo que las interesantes ideas expuestas
en el artículo habrían quedado mejor ordenadas.
Para terminar, quisiera hacer un comentario acerca de la relación
general que se establece entre la estructura por edades y las ideas
políticas. Es un hecho generalmente admitido que cuando uno es joven
es mucho más ardoroso en todo y que está dispuesto a cambiar el
mundo de arriba a abajo. Sin embargo, no me parece que la situación
sea tan clara cuando se trata de establecer generalizaciones sociales.

245
Luis Toharia

El profesor Salcedo menciona algunos ejemplos en apoyo de su tesis


y no tengo nada que objetar. Sí tengo que objetar, sin embargo, al
hecho de que no haya buscado contraejemplos o generalizaciones.
Mencionaré sólo dos casos que me hacen dudar de la validez general
de que las poblaciones jóvenes son siempre revolucionarias y que las
envejecidas son más conservadoras. En primer lugar, no debe olvi-
darse que en la envejecida Francia tuvo lugar el mayor conato revo-
lucionario de los últimos tiempos, y que esa misma Francia, algo
más envejecida todavía, votó por mayoría a Miterrand (quizá por
error pasajero, aunque siempre ha habido un estrecho margen de
diferencia entre la «derecha» y la «izquierda», y las comillas indican
que soy consciente de que votar a Miterrand no es ser precisamente
revolucionario). En segundo lugar, la jovencísima Argelia vive en un
régimen semidictatorial anquilosado, aunque «revolucionario» en su
discurso y, desde luego, no creo que los recientes disturbios y los
posteriores cambios políticos puedan calificarse de movimientos revolu-
cionarios.
En suma, pienso que el trabajo de Juan Salcedo plantea numero-
sas cuestiones que, sin duda, son de carácter novedoso y muy intere-
santes. Las críticas vertidas en este trabajo no deben verse como un
planteamiento negativo que niega la validez del análisis realizado.
Evidentemente, yo hubiera seguido las líneas que aquí sugiero, pero
no estoy nada seguro de que el resultado alcanzado hubiera sido
mejor que el del trabajo del profesor Salcedo.

246
III. ESTUDIOS PREMIADOS POR
EL CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES
RAZÓN Y EMOTIVISMO;
PARA UN ABORDAJE AL POPULISMO

Jesús M. Gómez Sahagún


Colaborador en el Instituto de Filosofía de Madrid

«RATIO ANCILLA»
Este trabajo, que en su día dio satisfacción a las exigencias intelec-
tuales requeridas para un trimestre, quiere desprenderse ahora, sin
modificación alguna, de ese contexto suyo en el que surgió. Quiere
olvidar aquellas circunstancias propias de una aportación trimestral
para someterse a las que ahora le permiten ser representante de un
curso entero o, mejor, de una determinada perspectiva con la que
instalarse en la materia política: aquella mirada que quiere ser reflejo
fiel de la práctica política.
El trabajo, concretamente, se localiza en un seminario que impartió
el profesor Alvarez Junco. Y a la parcela del fenómeno populista se ha
de reducir aquella ambiciosa denominación «la materia política», pues
Los populismos como movimientos políticos fue la materia concreta
que en ese seminario se abordó. Dentro de este tema general, el pre-
sente acercamiento escogió la problemática determinada por la deno-
minación Razón y Emotivismo.
La tazón de ser de este tema de trabajo dentro del seminario indi-
cado, tal vez no demasiado clara al primer golpe de vista, se muestra
bien transparente a poco que se adentre la reflexión en el terreno del
fenómeno sociopolítico del populismo. La razón de ser del tema Razón
y emotivismo brota del segundo rasgo discriminativo, o característica,
que permite la identificación del concepto «populismo». Se refiere
al tipo de discurso populista, junto con sus técnicas de incremento
de la eficacia del mensaje que se comunica ayudadas por la retórica
persuasiva. Y, en segundo lugar, el tema se relaciona con el tercer
rasgo, es decir, el que afecta al papel del líder a la cabeza del movi-
miento.
Además de brotar de los rasgos segundo y tercero, tal como acaba-
mos de indicar, la razón de ser de la temática «razón y emocionalidad»
en el marco de este seminario, viene respaldada por el tono general con
Revista del Centro de Estudios Constitucionales 249
Núm. 2. Enero-abril 1989
Jesús M. Gómez Sahagún

respecto a la racionalidad en el que el profesor Alvarez Junco se ins-


talaba en el desarrollo de sus lecciones. Y desde las cuales planteaba
la problemática, tanto desde el punto de vista de la metodología del
trabajo de investigación, cuanto desde el punto de vista de la secun-
daria posición que a la «racionalidad» caracteriza en el fenómeno po-
pulista. Entendida la racionalidad en cuanto primacía de lo concep-
tual, esto es, lo que habitualmente viene siendo considerado como lo
propiamente «racional». Importa también destacar que tal vez el po-
pulismo no sea otra cosa sino un caso extremo de lo que, más mode-
radamente, constituye el marco de la oferta política ordinaria, dirigida
a una población determinada y de la que se espera la aprobación, se-
llada con el voto donador de poder, a una propuesta política cuales-
quiera que ésta sea.
Quizá determine y, así, justifique un poco más el explicitar ese
«tono general» o telón de fondo en el cual la racionalidad o concep-
tualidad o, si se prefiere, lógica, constituye un mero instrumento por
medio del cual la irracionalidad o emocionalidad o, mejor, voluntad
de autoafirmación, logra la consecución de sus intereses.
Podría mostrarse, de acuerdo con la exposición del profesor, a lo
largo de cuyo desarrollo las precisiones que siguen aparecieron enfati-
zadas, esta subordinación de la racionalidad desde tres puntos de vista.
Los tres son distintos entre sí. Sin embargo, son también idénticos en
última instancia, sobre todo si se trata de establecer aquello de que
«no es la conciencia la que determina al ser, sino el ser el que deter-
mina a la conciencia...». Sean:

1. Dificultad de establecer una definición del populismo, puesto


que de la realidad escapa ésta.
2. La historia constitucional logra su mejor comprensión aten-
diendo no sólo a los textos constitucionales, sino indagando en
la voluntad que les subyace.
3. El discurso político, y el populista extremadamente más, apela
en su argumentación a los aspectos irracionales, antes que a
los lógico-racionales, de que disponemos los individuos.

Sin embargo, por lo que respecta al punto primero, la investigación


social carecería de sentido si no lograse, aunque sea a duras penas,
que, al fin, la reflexión disponga de sus requeridos conceptos. Es decir,
que el hecho de admitir y reconocer la subordinación de la racionali-
dad, no significa ausencia de ésta o renuncia a captar y explicar los
fenómenos sociales. Es por ello que, después de caracterizar abundan-
temente, sin definición, el fenómeno del populismo, llegó el momento
en el que, con cautela, el profesor Alvarez Junco propuso una. Propuso
un concepto-definición en el que el populismo contiene tres rasgos:
1) movilización de masas urbanas con reivindicaciones políticas, me-
diante 2) un discurso retórico, 3) cuyo portador es un líder o dirigente
que pretende establecer un vínculo con las masas que les incite a la
movilización política.

250
Razón y emotivismo; para un abordaje al populismo

Es así que dentro de este concepto se mueve el presente intento


de caracterización del populismo. Ello da cuenta de que se haya alu-
dido a los rasgos 2 y 3 de la definición. Del rasgo primero, 1, también
habrá que tratar, pues su omisión haría que no tratásemos con el
populismo, que incluye el aspecto político. Trataríamos con un con-
cepto más amplio que contiene, naturalmente, un menor número de
rasgos discriminativos.
De todos modos, es conveniente notar que el apoyo y elección de
un líder populista, o un partido político, es susceptible de la traduc-
ción a términos de la relación social de compra-venta. Y este fenó-
meno con manifestación política obedece también a los mecanismos
que están presentes en la comunicación de masas. Es decir, que aña-
diendo el componente político a las notas 2 y 3 de nuestro concepto,
surge la especificación de un fenómeno psicosocial más amplio, y se
adapta al caso de la elección de representantes políticos, o al caso
extremo del populismo. Este fenómeno psicosocial más amplio es el
hecho de que las masas sean influenciadas por los modelos con los
que se identifican, debido a la mediación de un instrumento persua-
sivo. Ello justifica que al querer comprender el populismo nos ayuden
los conocimientos de la psicología social al respecto, así como los del
análisis del discurso, por ejemplo. Y ello da cuenta de que en el pre-
sente detenimiento a ellos también se les haga hueco.
Una vez expuestas estas consideraciones previas, es momento de
anunciar cuáles serán los apartados en los que hemos considerado
importante el detenerse:
En primer lugar, haremos un alto para atender a la teoría de
C. L. Stevenson, valioso marco de referencia general, creo, para poner
en relación con el fenómeno populista. Luego, me ha parecido opor-
tuno continuar con el análisis histórico-social de M. Horkheimer sobre
los .movimientos populistas burgueses. Este autor aporta datos intere-
santes sobre la relación dialéctica que se establece entre el líder y las
masas, que explica la función social de los populismos desde su pers-
pectiva de lucha de clases. Después, me detendré en el propio men-
saje populista, el discurso, en sus contenilos y en sus mitos arcaicos.
Por fin, algo se podrá decir acerca de la fuente de la comunicación,
el caudillo, así como del receptor de ese mensaje, las masas que le
apoyan y al que se someten.

MAGNÉTICO VERBO

...Ratio ancilla, sed ratio est. Era ésta la pequeña incoherencia


a la que hemos abocado al resistirnos, al fin, a separar nuestros
brazos del cuello de la ciencia, y nuestra boca de la suya. Esto es,
que nos hemos internado en los terrenos de un concepto; en las pro-
piedades del concepto «populismo». En concreto, nos hallamos en la
parcela dedicada al cultivo de la emocionalidad del discurso, ese rasgo

251
Jesús M. Gómez Sahagún

y ese discurso de los que abusa el caudillo populista el que más.


Y como tenemos a C. L. Stcvenson por buen labriego en esta especia-
lidad, le escucharemos para que nos hable de su teoría, que otorga
importante papel a la emocionalidad a la que afectan nuestras palabras,
argumentaciones y discursos'.
El considerar interesante el detenimiento en la teoría emotivista,
viene determinado por el hecho de que ella muestra con toda claridad
la subordinación de los elementos racionales. Y otorga a los factores
irracionales el rango de principio determinante. La explicación de
que haya sido Stevenson, cuya atención se dirige al análisis del dis-
curso en el plano moral, el representante de la teoría emotivista que
hemos elegido, descansa en el contacto de este que habla con esta
teoría, que se reduce al ámbito moral y a este autor. El análisis del
discurso de tipo emotivo, sin embargo, es aplicable a muchas más
clases de discursos y razonamientos: al religioso, al filosófico, al eco-
nómico, al político, entre otros. Es interés nuestro en el caso presente
que aborda el populismo, el considerar la teoría emotivista desde el
discurso político. Sin embargo, primeramente caracterizaremos a ésta
en el ámbito moral, como arriba se indicó. Y no ha de considerarse
demasiado desacertada esta elección, ya que, como el profesor recal-
caba en su exposición y apuntes, la recurrencia a la moralidad es
una constante de la que se vanagloria todo caudillo o líder populista.
Además, no es cosa extraña, y sí usual, la justificación de la actuación
política por principios morales. Es decir, que se quiere mostrar al
exterior, por parte de los que tienen la política por profesión, a su
actividad como moralmente fundada.
Y ahora, someramente, pasaremos revista a los rasgos distintivos
de esta teoría; Stevenson, ya se sabe, será nuestro guía y protagonista.
Se manifestarán, como de hecho ocurre, recelos contra la teoría
emotivista. No es cosa fácilmente aceptada el que también la persua-
sión esté a la base de la ética, o que juegue un importante papel en
nuestra moralidad. Así, Mclntyre2 considera «justificada la queja de
que la teoría emotiva no sólo es errónea, sino también opaca»3, y
denuncia lo que considera una restricción del uso del lenguaje, pues
quiere él ver al hombre más angélico, en los análisis que lleva a cabo
Stevenson (recordar sólo el traspaso que hay que efectuar para loca-
lizar a Stevenson, desde la teoría referencialista del significado a la
teoría del lenguaje y el significado como uso). «Pues el uso del que
se ocupa es el uso en segunda persona en que tratamos de impulsar a
otras personas a aceptar nuestros puntos de vista. Todos los ejemplos
de Stevenson muestran un mundo extremadamente desagradable en

' C. L. STEVENSON, The Emotive Meaning of Ethical Terms. Mind, XLVI, 1937;
Persuasive Definitions. Mind, XLVII, 1938; Elhics and Language, New Haven-
Londres, 1944; Facis and Valúes, New Haven, 1963. Las fuentes de esta teoría, en
C. K. OGDEN y I. A. RICHARDS, The Meaning of Meaning, Londres, 1923.
1
A. MCINTVRE, A Short History of Ethics, N. York, 1966. Versión castellana:
Paidós, 1982.
' Op. ciu, p. 250.

252
Razón y emotivismo; para un abordaje al populismo

que cada uno trata de entremeterse con los demás»4. La refutación de


Mclntyre, por la que esconde a Stevenson detrás de la cortina, le hace
decir lo increíble: es decir, que él no tiene experiencia de algún caso,
siquiera uno, en el que alguien que «no está en situación de intentar
convencer a los demás», no pretende otra cosa, efectivamente, sino
intentar convertir las valoraciones ajenas a las suyas. Pues aduce:
«Pero de hecho, uno sólo está en situación de intentar convertir a los
demás a las propias opiniones morales cuando tiene opiniones forma-
das»5. Cuando menos, se le diría a Mclntyre, que el «de hecho» querrá
decir «de derecho», pues de jacto, el uso del lenguaje bien permite
el caso primero.
La crítica de S. E. Toulmin, por su parte, no considera los razona-
mientos y disputas valorativas reflejados por el emotivismo. Los ar-
gumentos que apoyan juicios de valor no tienen que ver con actitudes,
con procesos psicológicos desencadenados por los términos lingüísti-
cos. Para él, por el contrario, tienen que ver con «buenas razones», con
argumentos válidos e inválidos. Es decir, que se trata de cuestión
de «lógica». Dice Toulmin que al tratar con una acción buena «no se
está haciendo simplemente esto (actitudes, procesos psicológicos, etc.),
sino que se está diciendo que es verdaderamente digna de aproba-
ción»6. Por más que se quiere contemplar la cuestión a lo Toulmin,
no se ve cómo las cuestiones valorativas se separen de la «actitud» o
voluntad de autoafirmación con la que toda «buena razón» es respal-
dada. Además, desde determinado punto de vista, resulta que la elec-
ción de una razón digna es más persuasiva, mucho más pretenciosa,
que la explicación emotivista rechazada. Sea que la cuestión no se
exprese ya así: «bueno = Yo apruebo esto; apruébalo tú también»7,
sino más bien: «"X es bueno", porque este juicio está basado en una
razón digna. Y como es digna, todo el mundo debería apoyar este
juicio. Yo sé esto y en ello me mantengo: en la fundamentación digna,
la verdadera. Tengo de mi parte a las buenas razones. Y te recomiendo,
a ti lo mismo que a todo mortal, que obres según lo digno, esto es,
como obro yo y en lo que me sustento.» ...« Hay verdaderamente un
argumento válido (una buena razón) para decir que es buena y, por
lo tanto, para aprobarla y para recomendar a los otros que también
lo hagan»8. «Recomendar a los otros.» Quién no ha experimentado
cómo le sube el rojo a los mofletes y se le hinchan los ojos también
al hombre bueno cuyas recomendaciones son desatendidas. ¡También
el caudillo tiene relación con los dignos designios de Dios y la Historia,
y sus recomendaciones hacen el favor de poner, a los que nada de

' A. MCINTYRE, A Short History of Ethics, p. 249.


3
Op. cit., p. 249.
6
S. E. TOULMIN, An Examination of the Place of Reason in Ethics, cap. 2, p. 56.
Versión castellana: Alianza, 1979.
7
Como es sabido, ésta es la expresión de Stevenson de su primer esquema de
análisis de los significados descriptivo y emotivo de un juicio valorativo, como
«X es bueno». Ethics and Language.
1
S. E. TOULMIN, El puesto de la razón en ¡a ética, cap. 2, p. 56.

253
Jesús M. Gómez Sahagún

ello sabemos, de acuerdo nuestra voluntad con la Providencia! En fin,


quiere distinguir Toulmin entre «cuáles de ellas (razones) eran buenas
razones, en cuáles de ellas se lleva a cabo la persuasión, por lo menos
en parte, por un razonamiento válido y en cuáles de ellas se obtenía
por mera persuasión: buena retórica no sustentada por argumentos
válidos o buenas razones»9. No desecha, pues, la persuasión, sino que
quiere ser persuadido por la Buena Razón. Como se apreciará, no es
ésta manera de sacudirse la «actitud»; se tratará, en todo caso, de una
actitud favorable hacia la lógica, lo digno y los buenos argumentos.
Cerraremos este apartado explicitando lo criticado por estas crí-
ticas. Concluimos, así, con nuestro objeto primero, los rasgos dis-
criminativos de la teoría emotiva. Son, o mejor, muy bien podrían
ser tres:
En primer lugar, Stevensión acentúa la distinción entre «creencia»
y «actitud», como referida cada una a un uso distinto del lenguaje:
el cognitivo y el afectivo, es decir, a «las variadas funciones del len-
guaje en contacto con la vida práctica» l0. De estas funciones surgen
los significados descriptivo y emotivo. Y un juicio valorativo posee
los dos.
En segundo lugar, señalar el núcleo de la teoría, el «magnetismo»
del discurso. Derivado de que «el uso principal de los juicios morales
no es indicar hechos, sino crear influencias». «Según Stevenson una
persona que reconozca que X es bueno, adquiere por ello una tenden-
cia más fuerte a actuar en favor de ello que la que tendría en otro
caso»". «El significado emotivo de una palabra es el poder que la
palabra adquiere, a causa de su historia en las situaciones emocionales,
para expresar directamente o evocar actitudes, a diferencia de descri-
birlas o designarlas» 12.
Por fin, y por lo que respecta a la argumentación moral o valorativa,
subrayaremos las definiciones persuasivas y los métodos no-racionales
de argumentación. «Cuando se ofrece una definición persuasiva se
suele hablar del significado "verdadero" o "real" de las palabras:
¿Qué es la verdadera democracia?... Stevensión afirma que, en esos
contextos, "verdadero" y "real" tienen fuerza persuasiva»13. En cuanto
al modo psicológico no-racional de apoyar las predicaciones o defi-
niciones de «bueno», descansa en la fuerza emotiva del lenguaje.
Stevenson da el ejemplo siguiente:

«A: No tiene derecho a actuar sin consultarnos.


B: Después de todo, es el director.
A: Sí, pero no el dictador» M.
9
TOULMIN, op. cit., p. 54.
10
C. L. STEVENSON, Ethics and Language, p. 11.
" W. D. HUDSON, La filosofía moral contemporánea, Alianza, 1970, p. 124.
" STEVENSON, Ethics..., p. 33.
13
HUDSON, op. cit., p. 131.
14
Qp. cit., p. 133.

254
Razón y emotivismo; para un abordaje al populismo

Como se puede apreciar, tanto las definiciones persuasivas como


los métodos no-racionales de argumentación son no poco frecuentes
en el discurso político, el que aquí nos interesa.
En fin, sin que llegue a ser buena exposición, buena idea nos pode-
mos hacer del magnetismo del lenguaje y de su capacidad de afectar
a la emocionalidad; lo que cuadra con el espectáculo del líder po-
pulista.

SALVACIÓN PERPETUAMENTE FRUSTRADA


Temiendo desviar el tema más y más a medida que se extendía la
sección anterior, me apresuré a concluirla, tal vez poco felizmente.
Los temores se justifican en el hecho de que nuestro tema es el popu-
lismo, y no el significado o razonamiento moral. Mas algo esos temores
se disipan al comprobar que también en este nuevo apartado, cedido
a la interpretación que del fenómeno populista elabora Horkheimer,
se subraya el segundo rasgo del concepto populismo con el que traba-
jamos. También aquí cobra gran importancia ese instrumento per-
suasivo-irracional, gracias al cual el caudillo logra conciliar la relación
contradictoria que se establece entre los intereses que él representa y
las masas o pueblo. Tal relación contradictoria es la que da cuenta de
la perspectiva de la función social del fenómeno populista, de acuerdo
con la Teoría Crítica. Bien, a dibujar un poco este enfoque nos dedi-
caremos en este tercer apartado.
Antes de dar la palabra a Horkheimer, parece conveniente aludir
a los problemas metodológicos que el profesor dejó bien claros al
comenzar su acercamiento al fenómeno del populismo. Esto es, que
el fenómeno populista no se somete a aproximaciones tales como:
1) Doctrinales o ideológicas, pues no es posible encontrar una única
ideología populista; hay varias. Es más, estos movimientos se presen-
tan más bien como careciendo de doctrina; no en vano el líder subraya
la ausencia de programa político de la propuesta de poder que él
representa. A él le interesa la acción no «programada». 2) Jurídico-
formales. Hacía ver el profesor Alvarez Junco la insuficiencia de este
enfoque en el tratamiento del fenómeno populista, puesto que tam-
poco sería unitario este intento. Por ejemplo, se puede observar que
movimientos populistas que han triunfado han dado lugar a más de
un tipo de constitución. Es decir, no ganaríamos demasiado en pe-
netración en este fenómeno sociopolítico si propusiéramos la direc-
ción del estudio de la mano de temas como «la constitución popu-
lista», por ejemplo. Y 3) Tampoco cuadraría con la realidad del popu-
lismo su acercamiento desde la perspectiva de la lucha de clases.
No puede señalarse un sujeto homogéneo portador de la revolución,
el proletariado, la burguesía... Y en los movimientos populistas —adu-
cía el profesor— las masas seguidoras del líder del movimiento han
de ser consideradas heterogéneamente, desde el punto de vista de

255
Jesús M. Gómez Sahagún

pertenencia a una clase social. Conviene recordar que en el plantea-


miento metodológico se notaba la ineficacia de los conceptos o catalo-
gaciones generales. Esto constituía uno de los tres niveles, que en
el presente trabajo hemos destacado, de subordinación de lo racional
a motivos materiales, contextos determinados, etc. Con la catalogación
«lucha de clases» ocurriría, por tanto, lo mismo.
Horkheimer puede ser considerado como representante Üe este
tipo de acercamiento, desde la perspectiva clasista de la historia, cuan-
do aborda los movimientos revolucionarios y populistas. Desde la an-
terior apreciación, como se ve, su interpretación habría de ser consi-
derada limitadamente y, en ciertos aspectos, no adecuada. Sin em-
bargo, algo parecido a lo que ocurrió con el concepto «populismo»
(que, tras mucho recelo, se propuso uno; pues algo, tal vez bastante,
explica sobre este fenómeno político) ocurre ahora con la «clase» y
la «lucha de clases»: que, aún pudiendo ser harto limitada esta orien-
tación, sin embargo, si falta por completo este concepto, algo del
fenómeno populista quedaría inexplicado. Resulta que, si no es la
clase el sujeto de la revolución, sí podría serlo la categoría, concepto de
«pueblo». Y también, de todos modos, se ve que el concepto «pueblo»,
considerado en cuanto trabajador y carente de las remuneraciones
político-económicas que le corresponderían por su trabajo, se observa,
apuntábamos, que no demasiado alejado de la «clase» se encontraría.
El análisis de Horkheimer, además de permitir esta traducción de
la «clase» a «pueblo», y conservar el marco general de interpretación
histérico-materialista, que cuenta con más peso para su pleno des-
tierro, da buena cuenta de los motivos de actuación de ese «pueblo»,
como se indicó en las lecciones, a saber, la subida del precio de los
alimentos y los bienes materiales, y la presión fiscal incrementada.
Y, así, da cuenta también de las reivindicaciones políticas de las masas,
expresadas en la sumisión y ligazón con el caudillo, que esas reivindi-
caciones promete para ellas. Estas reivindicaciones de carácter político
se sintetizan en: 1) una mayor participación política, y 2) una reorga-
nización del aparato político que conlleve una mayor igualdad social,
materialmente considerada.
El texto de Horkheimer que a continuación utilizaremos para seguir
su interpretación, será el que lleva el título Egoísmo y movimiento
liberador, 1936, recogido en el volumen Teoría Crítica.
En los movimientos populistas, según el análisis de este autor, están
presentes cuatro elementos:
En primer lugar, una función social de los levantamientos popu-
lares, caracterizada por considerar «el papel del caudillo como fun-
cionario de las clases propietarias» 15. Conviene recordar el ámbito al
que se restringe Horkheimer; para ello basta atender al subtítulo de
este trabajo: Contribución a una antropología de la época burguesa.
Así, resulta que el concepto «populismo» se traduce por «populismo
burgués». Resulta de este modo más claro el papel de la función social
ls
M. HORKHEIMER, Egoísmo y movimiento liberador, p. 207.

256
Razón y emoiivismo; para un abordaje al populismo

de estos movimientos en cuanto protección de los intereses de la


burguesía.
En segundo lugar, se puede encontrar en los populismos una rela-
ción contradictoria entre el pueblo y el líder, como consecuencia de
la mencionada «función social» del caudillo que representa los inte-
reses de las clases poseedoras, y deseosas de la consolidación, en el
período histórico que ocupa el estudió Horkheimer, de su dominación
jurídico-política; es decir, la liberación de las últimas trabas feudales
que obstaculizaban su libre desarrollo. Se trata de una relación con-
tradictoria, o dialéctica, debido a que, por una parte, se requiere la
fuerza del pueblo; así, «en los movimientos políticos de la burguesía,
la población pobre fue su base y la burguesía fue la conductora»16.
Mas, por otra parte, se precisa de «la necesidad de establecer un víncu-
lo irracional entre las masas y una política que no es la de ellas» 17.
En tercer lugar, está presente el discurso en la asamblea de masas,
es decir, el medio a través del cual se logra el establecimiento de
aquella relación. Pues «el caudillismo, por el cual el pueblo debe
ser conducido hacia determinados fines... se sirve de un instrumento
específico: el discurso en la asamblea de masas» 1S.
Por lo que respecta al tratamiento del discurso, importa señalar
que el análisis de Horkheimer resulta muy completo. Tiene éste en
cuenta el papel del uso emotivo del discurso, y tiene en cuenta los
temas, artificios, etc., que suelen componer el contenido retórico del
discurso del caudillo. Estos, y algunos más, fueron tratados en el semi-
nario. La ráfaga de citas lo explicitará:
«El discurso popular de los tiempos modernos, en parte argumen-
tación racional, en parte medio irracional de dominio, pertenece, a
pesar de tener larga prehistoria, a la esencia del caudillismo bur-
gués» ". Se observa que, ampliando Horkheimer esta función retórica
a otros períodos históricos no burgueses, se hace más visible el que
su análisis es restringido; y se manifiesta que, más bien, éste sea un
rasgo de todo discurso populista. Y continúa: «El discurso, en sí mis-
mo, no apunta esencialmente a las fuerzas racionales de la conciencia,
sino que se sirve de ellas para producir determindas reacciones»20.
«En la asamblea de masas, el contenido del discurso cumple simple-
mente una función mecánica de introducir a determinada conducta...
elige sus palabras no tanto por su adecuación al objeto, como por el
efecto que en cada caso quieren obtener de ellas» 21.
Y, hemos señalado ya, aparecen en este análisis los contenidos del
discurso populista. Aparece la «sacralización del Pueblo», en cuanto
sujeto portador de la movilización que reivindica la ejecución de su
voluntad, esto es, su soberanía. «Savonarola tomó partido en favor de
16
M. HORKHEIMER, Egoísmo y movimiento liberador, p. 163.
17
Op. cit., p. 167.
11
Op. cit., p. 180.
" Op. cit., p. 181.
" Op. cit., p. 185.
!1
Op. cit., p. 186.

257
Jesús M. Gómez Sahagún

las libertades burguesas... abogó por la causa del pueblo». «Las rebe-
liones cobran la forma de lucha por el Pueblo»22. Es una constante
observar que «para los caudillos desaparecen, en un principio, las
diferencias entre los fines de la mayoría y la de los grupos acomo-
dados»23. Uno de los artificios relacionados con esta sacralización del
pueblo es la «idealización de lo primitivo, de la naturaleza no corrom-
pida, de la tierra y del campesino»24. Se trata del mito del paraíso
perdido o la Edad Dorada, mito arcaico, cuya forma secularizada
reaparece en todos los populismos. «Con lo simbólico se relaciona la
tendencia a reintroducir viejos usos, a restituir, en una palabra, el
brillo del pasado» 25.
Al tratar de los mitos que aparecen en el discurso del caudillo, un
hueco queda reservado para que, al lado de Horkheimer, Norman Cohn
también se exprese. El lo hará desde su explicación del holocausto
nazi a partir precisamente de los mitos: el mito de la conspiración
judía universal. Así, pues, resalta también N. Cohn, «el resurgir, en
forma secular, de terminadas ideas apocalípticas que habían formado
parte de la visión cristiana del mundo»26. Es decir, que «el mito de
la conspiración judía mundial representa una adaptación moderna de
esa tradición demonológica antigua» ". Como se aprecia, tratamos con
el mito de los enemigos, el mito paranoico, el diablo o los poderes
maléficos y siniestros. Las enseñanzas de Manes sobre la agónica
lucha entre los reinos de la Luz y las Tinieblas son de este modo
preservadas contra todo paso del tiempo. «Al lenguaje del sermón le
es propio el excluir a individuos y grupos enteros por malos y em-
pedernidos»28. «... Savonarola amenazaba a sus enemigos»29.
Es sabido que la base de este mito se halla en aquella visión del
mundo que obsesionaba a Hitler y Himmler, una «visión mística y
religiosa que considera que el mundo está gobernado por poderes del
bien y del mal»30. También señala N. Cohn, en relación con el primer
mito de la Edad Dorada, que, de cumplirse el ideal nazi, «tendríamos
ante nosotros la Edad de Oro, sería el ideal mismo del progreso» 31.
Lo mismo Horkheimer que Cohn constatan el tercer tipo de mito
que compone el repertorio populista, es decir, el mito del Salvador:
aquella función que el caudillo se atribuye para acabar con esos pode-
res diabólicos, ese virus que a los puros infecta. Se relaciona con ello
el «carisma» del líder, pues facilita el que el «pueblo vea en él un
hombre elegido por Dios»32. Su alta misión le lleva a aparecer como
n
HORKHEIMER, op. cit., p. 165.
» Op. cit., p. 187.
" Op. cit., p. 197.
«u Op. cit., p. 173.
N. COHN, El mito de la conspiración judía mundial, Alianza, 1983. p. 43.
" Op. cit., p. 19.
¡l
HORKHEIMER, op. cit., p. 184.
» Op. cit., p. 177.
M
COHN, op. cit., p. 198.
11
Op. cit., p. 198.
" HORKHEIMER, op. cit., p. 173.

258
Razón y cmotivismo; para un abordaje al populismo

profeta. Así, «Robespierre se preocupó de rodear su persona con la


aureola de la pobreza y la virtud, como rodearon Cola di Rienzo y
Savonarola las suyas, con la de la gracia divina» 33. El caudillismo hitle-
riano expresa este rasgo salvador: «De ahí que yo me vea en el deber
de obrar en el sentido del Todopoderoso Creador: al combatir a los
judíos, cumplo la tarea del Señor»34. Y se consideraba que «Adolf
Hitler ha sido un don del cielo a la nación alemana y es nuestro sal-
vador que trae la luz a las tinieblas» ". Esta función de salvador, se
insiste en ello, es posibilitada y fructífera debido a que «atribuir cua-
lidades mágicas al caudillo, en efecto, es una consecuencia de su
influencia sobre las masas»36. Los estragos del carisma convierten el
acto público del líder dirigiéndose al Pueblo en un espectáculo. Como
ocurría asistiendo a las convocatorias de Savonarola, que «a menudo
debió abandonar el pulpito antes de tiempo, porque el pueblo había
estallado en lágrimas y sonoros llantos, y con profundo arrepenti-
miento suplicaba la misericordia de Dios; muchas veces debido a la
emoción, el taquígrafo no podía seguir sus palabras»37. El mito que
aparece en último lugar es el del «Reino de Dios», quiliasmo, o milenio
de paz y prosperidad. Pero, más bien, tratemos del paraíso real que
espera al pueblo. Antes de nada, terminaremos subrayando la gran
importancia de los mitos, por ser el medio más apropiado para sacar
provecho de ese posible uso emocional del lenguaje. Pues los mitos
expresan y contactan directamente con sentimientos, emociones y pro-
cesos psicológicos.
Así, en cuarto lugar, observamos en el análisis de Horkheimer esa
especie de ley histórica de los movimientos revolucionarios populis-
tas: «Al fin, cuando el movimiento avanza, las clases inferiores distin-
guen los aspectos sombríos y comienzan las tensiones entre ellas y el
caudillo»M. Es decir, en un primer momento, se requiere del pueblo
para que actúe de base, para ejercer fuerza y para que el movimiento
prospere. Pero, en segundo lugar, como el movimeinto no estaba
concebido para satisfacer los intereses del pueblo, el pueblo queda
apartado de toda participación. Descubre el engaño y se muestra
irritado. La experiencia de la vida prometida que ya se ha realizado
es motivo suficiente. Este era el paraíso: «Las clases bajas, que no
pertenecían a los gremios, tuvieron tan poca participación en el poder
estatal como las familias nobles»39.

33
HORKHEIMER, op. cit., p. 200.
34
COHN, op. cit., p. 206.
35
Op. cit., p. 221.
56
HORKHEIMER, op. cit., p. 178.
" HORKHEIMER, op. cit., p. 183.
" Op. cit., pp. 187-188.
39
Op. cit., p. 176.

259
Jesús M. Gómez Sahagún

REINO DE DIOS. SE VENDE


Por último, tendremos en consideración —ya se anunció al comen-
zar— la aportación de la psicología social al análisis del tema que nos
ocupa: el caudillismo político y su discurso retórico-emocional. Hay
que hacer notar, sin embargo, un pequeño cambio de planes. Sea: Si
antes de desarrollar este análisis se pensaba que la contribución de la
psicología social ocuparía dos apartados, ahora, que la cosa está ya
encima, se considera conveniente convertir aquellos dos apartados en
uno sólo (pues el discurso populista ha sido cosa común a todos los
enfoques y el acercamiento de Horkheimer ha permitido tratar de los
mitos). Incluye éste la completa relación de la acción comunicativa:
el emisor, es decir, el líder o caudillo; la propia comunicación o men-
saje, o sea el discurso retórico, y, en tercer lugar, el receptor de la
comunicación, es decir, la masa.
Subrayar, también, cuáles han sido el autor y el texto que hemos
escogido como guías de esta sección. Serán: The Social Animal, de
Elliot Aronson, 1972 40. Puede encontrarse, por lo menos, dos motivos
que hagan sentir la conveniencia de las teorías de Arnson para nues-
tro análisis. A saber:
Primeramente, tengamos en cuenta aquel concepto más general a
partir del cual, por especificación al añadir el ingrediente de «movi-
miento político», surgía el populismo. Es decir, el concepto que pres-
cinde del primer rasgo discriminativo, del rasgo político, y que se
compone del segundo y tercer rasgos, respectivamente: ese fenómeno
social consistente en que las masas son influenciadas por modelos que
se sirven de una apelación retórico-emotiva. Señalábamos allí que,
de este modo, los movimientos populistas o, mejor, toda oferta polí-
tica es reducible a la relación de mercado. Y las estrategias de las
ofertas políticas, para que prosperen, se convierten en un caso más
de marketing. El político es un vendedor, todos somos vendedores, y el
caudillo sería una especie de vendedor verdulero.
En segundo lugar, la venta de un producto, esta acción, encaja
perfectamente en la Teoría de la Comunicación Social, o comunica-
ción de masas. Pues quien no da publicidad a lo que vende no lo
venderá. Así, pues, el silogismo es sencillo: resulta que el kiosko po-
lítico cae dentro de la Teoría de Comunicación de Masas. Así, la venta
política es un caso dentro de este concepto más amplio.
El objeto, o fin, de la comunicación de masas muestra, a la vez
que recuerda su inefectividad sin persuasión y retórica, nuestro marco
general de racionalidad. No es neutra, es decir, no se trata en ella
de ofertar una «comunicación» o «información» no dirigida por una vo-
luntad o interés en influenciar a los demás. Es decir, la comunicación
de masas se caracteriza por perseguir un rendimiento óptimo a la
eficacia de una comunicación social. Y ésta no consiste en que las
40
E. ARONSON, El animal social. Versión castellana: Alianza, Madrid, 1984.
260
Razón y emoiivisino; para un abordaje al populismo

personas se informen bien para que puedan así, según su propio juicio,
decidir correctamente, sino en que las personas compren un abrigo,
una teoría científica o un candidato a mandar (se observa lo indis-
criminado, propio de la formalidad de la racionalidad positivista, que
resulta el espectro de la relación compra-venta. Igual da garbanzos que
salvadores).
Así la cuestión, abordaremos las teorías de Aronson desde el punto
de vista de la eficacia de la comunicación de masas. Tratamos, así, de
la influencia social sobre el individuo.
Y el tema de la influencia social es abarcable por la teoría, o mejor,
por el concepto de conformismo.
Veamos:
Hemos hecho hincapié en que el ámbito de la comunicación social,
en su mayor parte, cae dentro del uso retórico y persuasivo (recor-
dando así la teoría del significado de Stevenson, en cuanto uso y no
en cuanto referencia). El mantenimiento de esta determinación de la
acción comunicativa viene motivado por cuestiones empíricas. Es de-
cir, que, siendo este uso del lenguaje y discurso perfectamente posible,
resulta experimentable todos los días y a todas horas esta utilización
de la comunicación social. Así, pues, el orgen de la aproximación de
Aronson a la acción comunicativa, al igual que ocurría con el origen
de la teoría emotivista41, hace saber que «es importante indicar que
la persuasión constituye una realidad, llámesela propaganda o educa-
ción. No desaparecerá por ignorarla. En consecuencia, hemos de inten-
tar comprenderla analizando los trabajos experimentales sobre este
tema» 42.
Y ahora, en primer lugar, explicitaremos el análisis aronsoniano
del conformismo. Recordamos que acudimos a este análisis para cla-
rificar la influencia social, pues es ése el uso de la comunicación que
nos interesa en nuestro tema. La actuación conformista consiste en
adecuarse a las pautas de actuación, y pensamiento, que «los demás»
requieren de nosotros:
«El conformismo puede definirse como un cambio en la conducta
u opiniones de una persona como resultado de una presión real o
imaginaria de personas o grupos de personas»43. Distingue Aronson
entre dos motivos distintos a la base de una actuación conforme a la
influencia social: o acatar las conductas requeridas por castigo o re-
compensa, o bien incluir esa conducta en el repertorio de actuación
de la propia subjetividad. Sin embargo, quiere Aronson que «pasemos
de esta distinción simple a una clasificación más compleja y útil» que
no sólo se aplica al conformismo, sino a todo el espectro de la influen-

41
W. D. HUDSON, La filosofía moral contemporánea, p. 118. «El punto de partida
de Stevenson es lo que llama "la observación de discusiones éticas en la vida dia-
ria"», en Ethics and Language, p. 13.
42
E. ARONSON, El animal social, cap. 2, p. 68.
4)
Op. cit., p. 30.

261
Jesús M. Gómez Sahagún

cía social. «En vez de utilizar conformismo, querría distinguir tres tipos
de respuesta a la influencia social.» Caractericémoslas:
«Sumisión: describe la conducta de una persona movida por el
deseo de obtener una recompensa o evitar un castigo. Esta conducta
dura tanto como la recomepnsa o la amenaza del castigo... Identifica-
ción: ésta es una respuesta a la influencia social provocada por el
deseo que un individuo tiene de parecerse a quien le influye. El indi-
viduo llega a creer en las opiniones adoptadas, aunque su fe en ellas
no sea muy fuerte... Internalización: es la respuesta más permanente
y de más profundas raíces a la influencia social. El móvil para inter-
nalizar una creencia específica es el deseo de estar en lo cierto»44.
Estos tres tipos de influencia social nos servirán para el problema
del populismo, o también para el fenómeno de la personalización del
poder en los sistemas democráticos. Se trata de casos de influencia
política.
En segundo lugar, una vez se tiene presente los modos de poder
influir en los demás, nos centraremos en el cómo se puede incrementar
esa influencia, que de por sí ya se da. Para atender a esta cuestión
considera Aronson que entran en juego tres variables:
1. ¿Quién lo dice? — líder o caudillo.
2. ¿Cómo lo dice? — uso retórico del discurso.
3. ¿A quién lo dice? — pueblo o masas.
Y tratemos de poner en relación estas técnicas de incremento de
la eficacia de una comunicación o mensaje.
1. Con respecto a la variable líder, en el análisis de Aronson,
encontramos las técnicas relacionadas con la fiabilidad y el atractivo
del caudillo.
Así, el caudillo que quiere parecer fiable llegará a «desear ser pobre
para no ser infeliz»45. «Cómo hace una persona para aparecer ante
nosotros como definidamente fiable. Uno de los modos es que esa per-
sona argumente contra su propio interés. Si una persona nada tiene
que ganar y quizá sí algo que perder, convenciéndonos, confiaremos en
ella y será más eficaz» *. Como se observa, ya hemos establecido la
relación entre estos análisis psicológicos y la «moralidad» y «religio-
sidad» que no falta a ningún caudillo. Y «otro factor fundamental
que determina la efectividad del comunicante es su atractivo o encan-
to más allá de su pericia o Habilidad»47. Todo lo cual relaciona bien
con el empeño del líder populista en su discurso, en subrayar que él
es del pueblo, es decir, en recordar que él es idéntico a la masa, que
él es masa. Se utiliza, pues, la identificación.
44
ARONSON, op. cit., pp. 41-42.
45
HORKHEIMER, Egoísmo..., p. 200.
44
ARONSON, El animal social, p. 73.
47
Op. cit., p . 74.

262
Razón y emolivismo; para un abordaje al populismo

2. Por lo que respecta al incremento de la eficacia por medio del


discurso, como es en lo que abundamos y nuestro hilo conductor,
sólo señalaremos que Aronson distingue entre apelaciones racionales
versus emocionales; otorgando a estas últimas una mayor eficacia
a la hora de aumentar la influencia en los demás 48.
3. Al tratar del público o receptor, las masas, la mayor influencia
se logra en un público con un nivel bajo de autoestima. Está cercano
a lo que se «llama instinto de sumisión», necesidad de obediencia o,
en terminología frankfurtiana, «personalidad autoritaria».
Se observará que se ha atendido a la identificación, mas la sumi-
sión (obligación de ir al sermón los domingos, o de realizar «manifes-
taciones espontáneas de recibida» al caudillo cuando viaja por los terri-
torios del país) y la internalización (pues hay personas que creen que
la política y las actuaciones del caudillo y su gobierno son las buenas
y verdaderas) también tienen lugar en el fenómeno populista. La iden-
tificación puede, también, dar cuenta de los mitos basados en los
prejuicios, y éstos provienen de ampliar el yo a un grupo bueno, es
decir, la identificación con él. El grupo al que se pertenece, al que
pertenezco, es yo. Luego el grupo es bueno. Y da también cuenta, la
identificación, desde esta perspectiva de la psicología social, del mito
del diablo como «chivo expiatorio», es decir, el grupo al que no se
identifica como uno mismo, y al que no importa se le carguen todos
los males y lo pague bien caro. Siempre está a la base ese mecanismo
de preservar al yo, que le hace aparecer como bueno, bonito y barato:
la disonancia cognitiva, teoría de Festinger49.
En fin, alguna pequeña, o tal vez grande, determinación sobre el
populismo, seguro que se nos ha escapado, al comparar estas hojas
con el acercamiento más panorámico y completo que nos ofreció el
profesor. De todos modos, nuestro objetivo quizá sí se ha cumplido:
el mostrar tres intentos o enfoques distintos que nos pudieran servir
para nuestro problema sociopolítico del populismo. Y esto a la vez que
los presentamos regidos por una misma identidad o hilo conductor
(el cual resalta la importancia del arte liberal de la retórica que tanto
triunfo público y político dio a griegos y romanos, y cuya presencia,
se ve, permanece, arraigado como entonces, en nuestra vida pública),
ese que nos permite hacer rezar al título de estas páginas: Razón y
emotivismo; para un abordaje al populismo.

** «G. W. Hartmann —1936— demostró que quienes recibían un mensaje princi-


palmente emocional en su contenido votaban con mayor frecuencia a los candida-
tos recomendados por los mensajes que quienes recibían principalmente un men-
saje lógico», en ARONSON, op. cit., p. 76.
" En general, consultar los caps. 2 y 8 del libro de Aronson: Conformismo y
Comunicación de masas, propaganda y persuasión. También, el cap. 4, Autojusti-
ficación, que trata de la teoría de Festinger de la disonancia cognitiva.

263
LA DISTRIBUCIÓN TERRITORIAL
DEL PODER DEL ESTADO
COMO PRESUPUESTO CONSTITUCIONAL
DE LA REFORMA DEL PODER JUDICIAL

José-Pascual Ortells Ramos


Técnico A. G. de) Ayuntamiento de Madrid (c.)
Titulado Superior de la Generalidad Valenciana

I. FORMA DE ESTADO Y JURISDICCIÓN


EN LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978

1. El poder judicial en la teorización de la forma del Estado

La configuración constitucional territorialmente compleja del Es-


tado español ha significado un revulsivo añadido en la construcción
del nuevo Estado democrático, y aunque a sus efectos no ha escapado
el poder jurisdiccional, como uno de los poderes básicos del Estado,
en este ámbito las innovaciones frontales han sido comparativamente
menores, tal vez por circunstancias históricas y por un arrastre ideo-
lógico de varias décadas.
Esta intuición o presupuesto, que no más, de la permanencia cons-
titucional del modelo de poder judicial que era conocido, no debe,
sin embargo, cerrar para siempre las posibilidades de ensayar, si-
quiera intelectualmente, nuevas opciones que pudieran constitucional-
mente estar admitidas. Porque también en su proyección en la Admi-
nistración de Justicia debe considerarse que el sistema constitucional
autonómico es abierto.
La Constitución de 27 de diciembre de 1978 ha venido a configurar
un Estado estructuralmente complejo (art. 2 y Título VIII). Las Co-
munidades Autónomas, en el ejercicio de sus potestades legislativas
y gubernamentales, gozan de autonomía política, en el marco estable-
cido por la Constitución y concretada por la Ley, limitadamente, en
el seno del principio superior de la unidad del Estado. Ocurre que
en la Constitución española no encontramos una definición en con-
creto del tipo de Estado que se configura sobre la base de los princi-
pios de unidad y autonomía, pues por los constituyentes se entendió
que el contenido del poder autonómico y sus garantías son indepen-
dientes de sus calificaciones formales.
Tras la quiebra de la primitiva formulación doctrinal según la cual
Revista del Centro de Esludios Constitucionales 265
•Núm. 2. Enero-abril 1989
José-Pascual Ortells Ramos

la nota esencial definitoria de la posición de los Estados miembros


en el marco de los Estados federales sería la soberanía, las diferencias
entre el federalismo y el regionalismo han venido a buscarse en con-
ceptos cuantitativos tales como la mayor o menor cantidad de poder
asumida por cada ente, las garantías de su posición autónoma, el con-
trol ejercido sobre el mismo, etc.'.
Justamente, la caracterización constitucional del poder judicial di-
fícilmente puede admitirse como una nota esencial diferenciadora de
los sistemas federales y regionales. No obstante, sobre la base del
régimen italiano el profesor Muñoz Machado defiende la relevancia de
la falta de un poder jurisdiccional reconocido a las regiones como
criterio para diferenciar el Estado regional de los federales, y afirma
que «también en España, aunque exista un Tribunal Superior de Jus-
ticia en cada Comunidad Autónoma (art. 152.1), el poder judicial es
único e independiente (arts. 117 y 122), reconociéndose al Tribunal Su-
premo "jurisdicción en toda España" (art. 123), lo que no impide que
el Tribunal Superior de Justicia citado agote todas las instancias cuan-
do aplica derecho propio de la Comunidad respectiva», si bien concluye
que ello «constituye una forma de ordenar competencias jurisdicciona-
les similar a la conocida en los federalismos»2.
La muestra más ejemplar, y cercana a nosotros, de la inutilidad
de dicho criterio, nos la aporta la Constitución de 1931 y, en su virtud,
los Estatutos de Autonomía que llegaron a aprobarse en la II Repú-
blica española, por las soluciones que ofrecieron sobre la organización
del poder judicial, en un Estado definido constitucionalmente como
«integral» y doctrinalmente, casi presentado como paradigma, «regio-
nal». En la Constitución republicana, según ha reconocido el autor
antes citado', se atribuía al Estado en el artículo 14.11 las competen-
cias legislativas y ejecutivas en relación con la «jurisdicción del Tri-
bunal Supremo, salvo las atribuciones que se reconozcan a los poderes
regionales». Al amparo de esta salvedad el Estatuto de Autonomía de
Cataluña de 15 de septiembre de 1932 atribuyó a la Generalidad en
1
Santiago MUÑOZ MACHADO, Derecho Público de las Comunidades Autónomas,
I, Madrid, 1982, pp. 157-160, para quien históricamente se ha producido una apro-
ximación notable entre los sistemas federales modernos y algunas fórmulas orga-
nizativas denominadas regionalistas, de manera que se hace cada vez más difícil,
en la forma y en el fondo, distinguir enlre unos y otros, y más aún teorizar sobre
los mismos.como si constituyeran forman de Estado distintas y claramente dife-
renciadas, pues se ha producido una visible apropiación de las técnicas organiza-
tivas federales para aplicarlas a la ordenación de las autonomías territoriales en
algunos viejos Estados unitarios, como es el caso del nuestro.
Efectivamente, en el verano de 1987 e! socialismo catalán promovió un debate
respecto de la profundización federalizante de nuestro actual sistema autonómico.
El profesor Juan Antonio GONZÁLEZ CASANOVA lo ha analizado en el Curso de De-
recho Constitucional y Ciencia Política 1987-88 del Centro de Estudios Constitucio-
nales, recogiéndose sus conferencias en el documento La propuesta federal en 1987,
Barcelona, noviembre 1987.
2
MUÑOZ MACHADO, cit.. p. 164.
1
MUÑOZ MACHADO, Derecho Público de las Comunidades Autónomas, II, Ma-
drid, 1984, pp. 33 y 34.

266
La distribución territorial del poder del Estado

su artículo 11 la organización de «la Administración de Justicia en


todas las jurisdicciones, excepto en la militar y en la de la Armada»,
y ello «conforme a los preceptos de la Constitución y a las leyes pro-
cesales y orgánicas del Estado». El Tribunal de Casación de Cataluña
ocupaba la cúspide de la organización judicial de la región, con «ju-
risdicción propia sobre las materias civiles y administrativas cuya le-
gislación exclusiva está atribuida a la Generalidad», siendo una ley
catalana la que reguló dicho Tribunal. En el Estatuto vasco, aprobado,
y en el gallego, refrendado, se siguieron idénticas pautas. En conse-
cuencia encontramos en el Estado republicano un Estado no federal,
pero en el que se reconoce un poder judicial propio de las regiones.
No es infrecuente el reconocimiento al sistema autonómico surgido
del Título VIII de la Constitución de 1978 de una fuerza descentraliza-
dora mayor a la alcanzada por el Estado regional de la Segunda Re-
pública. No obstante, en la Constitución de 1978 el Estado retiene
todas las competencias respecto del poder judicial y se niega un
poder judicial propio de las Comunidades Autónomas.
Como conclusión debe destacarse que la configuración y el reco-
nocimiento, o su negación, de un poder judicial propio de los entes
autonómicos en un Estado no unitario, no es factor determinante de
su caracterización federal o regional, y, por tanto, cabe un Estado
regional en el que se admita una relevante intervención de los poderes
regionales en la materia de la Administración de Justicia. No se hurta
soberanía al único Estado, si es aquél un concepto que todavía pueda
emplearse.

2. El principio de «unidad jurisdiccional» del artículo 117.5


de la Constitución y la unidad del poder organizador
de la jurisdicción
El artículo 117.5 de la Constitución literalmente afirma que «el prin-
cipio de unidad jurisdiccional es la base de la organización y funcio-
namiento de los Tribunales. La Ley regulará el ejercicio de la juris-
dicción militar en el ámbito estrictamente castrense y en los supuestos
de estado de sitio, de acuerdo con los principios de la Constitución».
Entre nosotros se ha producido una general invocación de la uni-
dad del poder judicial constitucionalizada en este precepto para anular
cualquier pretensión de reconocer a las Comunidades Autónomas un
papel relevante en la organización de la Administración de Justicia.
Se emplea la expresión «unidad del poder judicial», que remite de
inmediato al contenido de dicho precepto, para explicar que es el
Estado el único competente en relación con dicho poder.
Efectivamente, el propio Tribunal Constitucional, en sus sentencias
de 14 de julio de 1981 y 22 de junio de 1982, afirma que el poder
judicial es único, y lo ha dicho en el sentido de que no existe un
poder judicial propio de las Comunidades Autónomas. Dice el profesor
Montero que «la unidad jurisdiccional significa aquí (en el contexto

267
José-Pascual Ortells Ramos

del planteamiento autonómico del Estado) que sólo el Estado tiene


capacidad para organizar el poder judicial. Las Comunidades Autó-
nomas no tienen competencia, ni legislativa, ni reglamentaria, ni ad-
ministrativa respecto del poder judicial. La Constitución, en el Títu-
lo VI principalmente, pero también en otros artículos, establece los
principios básicos de la organización y del funcionamiento del poder
judicial, y la unidad jurisdiccional impone la existencia de un único
centro de poder capaz de desarrollar y ejecutar los preceptos consti-
tucionales» 4. También Muñoz Machado, sin justificar suficientemente
alguna de sus afirmaciones, insiste en esta misma interpretación: «En
la Constitución de 1978..., la unidad del poder judicial es un principio
que está presente en toda la regulación del mismo que hace el Títu-
lo VI, y que declara expresamente alguno de sus preceptos. El artícu-
lo 117, el primero de dicho Título, declara que la justicia emana del
pueblo, es decir, de quien según el artículo 1.2 de la Constitución es
el titular de la soberanía, del que emanan todos los poderes del Estado;
no hay otro detentador de la soberanía ni, por tanto, otra fuente de
la que pueda emerger el poder judicial, que es por ello, único para todo
el Estado. El citado artículo 117.5 remarca rotundamente esa idea...»,
y la declaración que efectúa dicho precepto «no es un simple repudio
de las jurisdicciones especiales, sino la consagración de un poder ju-
dicial único» 5.
En estas posiciones doctrinales se viene a decir que la unidad juris-
diccional es una consecuencia de la unidad de la soberanía estatal,
que «sólo el Estado tiene capacidad para organizar el poder judicial»
(Montero), o, en otros términos, que sólo hay un poder en el Estado
legitimado constitucionalmente para configurar orgánica y funcional-
mente el poder judicial. Efectivamente, en este sentido del concepto
de unidad jurisdiccional la ruptura del principio se produciría, según
el profesor Ortells, «si aquella configuración pudiera realizarse por
otros poderes dentro del Estado o fuera de él», y en este plano de
la cuestión sería, pues, correcto situar, a su juicio, el problema de las
competencias de las Comunidades Autónomas respecto de la configu-
ración de la jurisdicción, así como el de la jurisdicción eclesiástica
y el de la posibilidad de reconocimiento de jurisdicciones supraesta-
tales 6 .
Pero por de pronto no es unánime que éste sea el significado que
el principio de unidad jurisdiccional tiene en el artículo 117.5 de la
Constitución. Así, el magistrado Movilla Alvarez, cuando se ocupa del
tema «Poder Judicial y Autonomías», prescinde total y absolutamente
de la constitucionalización del principio de unidad jurisdiccional en el
artículo 117.5, y expresamente llega a decir, al buscar sentido al con-
tenido del artículo 149.1.5" de la Constitución, que aquél no puede en-

' Juan MONTERO AROCA y Manuel ORTELLS RAMOS, Derecho Jurisdiccional. I. Par-
te General, Barcelona, 1987, p. 87.
5
6
Derecho Público..., I I , cit., p . 34.
Manuel ORTELLS RAMOS, Concepto, Método, Fuentes y Programa del Derecho
Procesal. Tomo I. Concepto, ed. mecanografiada, Valencia, 1983, p. 85.

268
La distribución territorial del poder del Estado

contrarse en el principio de unidad jurisdiccional, dado que éste,


«en razón de los intereses a que sirve, debe quedar al margen de toda
operación descentralizadora» 7.
Con una amplia justificación el profesor Ortells ha negado que el
significado específico que el principio de unidad jurisdiccional tiene
en el artículo 117.5 de la Constitución sea el de unidad del poder esta-
tal configurador de la jurisdicción: 1) porque los efectos de dicha
concepción se alcanzan con otros preceptos constitucionales; 2) «por-
que una interpretación sistemática del artículo 117.5 CE no puede pasar
por alto que, junto a la proclamación de la regla general de la unidad,
el precepto establece inmediatamente una excepción —la de los Tri-
bunales militares— que, obviamente, no alude a una jurisdicción no
configurada por el poder legislativo estatal, sino a una manifestación
especial de la jurisdicción por éste configurada»; y 3) «por fin, una
interpretación atenta a los antecedentes históricos inmediatos del pro-
blema ha de conducir a la conclusión de que la norma constitucional
no sólo es una respuesta frente al mantenimiento de la jurisdicción
eclesiástica, sino también, y sobre todo, frente a la extraordinaria di-
versificación orgánica de la jurisdicción estatal, generalmente acom-
pañada de una merma en la independencia efectiva de (los titulares de)
algunos órganos jurisdiccionales especiales»8.
Sin perjuicio de compartir la conclusión pretendida, esto es, que la
unidad jurisdiccional del artículo 117.5 no es la unidad del poder esta-
tal configurador de la jurisdicción, entiendo no obstante que no es
totalmente exacta la primera afirmación del profesor Ortells de que
los mismos efectos se alcanzan con otros preceptos constitucionales.
Caso de ser así, el esfuerzo para romper la concepción de que la uni-
dad jurisdiccional del artículo 117.5 significa que sólo el Estado tiene
capacidad para organizar el poder judicial, sería exclusivamente teó-
rico, o, como mucho, buscaría reforzar otra construcción en cuanto
a la significación del principio de unidad jurisdiccional del Título VI
de la Constitución ' y no sólo es eso.
7
Claudio MOVII.LA ALVAREZ y Perfecto A\DRLS IBÁÑEZ, El Poder Judicial, Ma-
drid, 1986, pp. 237-282.
' Ob. cit., pp. 85 y 86.
* Presupuesta aquella concepción del principio de unidad jurisdiccional del ar-
ticulo 117.5 de la Constitución como unidad del poder estatal configurador de la
jurisdicción, el profesor OHTULLS (ob. cit., pp. 86 y 55) reconduce el problema de
la unidad jurisdiccional al plano de los órganos a los que se atribuye potestad
jurisdiccional y, tras rechazar en este mismo plano concepciones demasiado am-
plias, afirma (p. 90): «El principio de unidad jurisdiccional demuestra su signifi-
cado normativo peculiar si se le concibe como una limitación a esa libertad de
configuración del legislador ordinario: positivamente significa que, por regla ge-
neral, todos los órganos jurisdiccionales estarán integrados por jueces y magis-
trados, cuyo estatuto personal contempla las mismas garantías de independencia,
y que la actividad administrativa relativa a la gestión de un estatuto correspon-
derá al mismo (y único) órgano de autogobierno establecido por la Constitución.»
El principio de unidad jurisdiccional no es contrario a la existencia, junto a los
Tribunales ordinarios, de Tribunales especializados cuya competencia objetiva
se halla limitada a cierta clase de asuntos —de hecho, el articulo 153 de la Cons-

269
José-Pascual Ortells Ramos

Es cierto que la afirmación discutida es en principio posible a la


vista del contenido del artículo 149.1.5a de la Constitución: «El Estado
tiene competencia exclusiva sobre las siguientes materias: ...Adminis-
tración de Justicia.» No obstante, los efectos de esta cláusula cons-.
titucional no son los mismos que los que se derivarían del principio
de unidad jurisdiccional del artículo 117.5 si éste se interpretara como
unidad del poder estatal configurador de la jurisdicción, porque las
técnicas de delegación del artículo 150.1 y 2 de la Constitución pueden
enervar los efectos de una norma de atribución de competencias como
es la contenida en el artículo 149.1.5a, y en cambio deberían respetar
la unidad jurisdiccional del artículo 117.5 entendida del modo discu-
tido, pues ésta es norma sustantiva principia! no disponible por el le-
gislador ordinario en posición delegante en virtud de las técnicas ha-
bilitadas en el artículo 150 10. Afirmada la unidad esencial del poder
configurador de la jurisdicción por mandato constitucional, perderían
operatividad las reglas excepcionales de atribución competencial, pues
la general que designase al titular de dicho poder sería ella misma
principio esencial inalterable en cualquier caso.
No existe en el artículo 117.5 de la Constitución unidad esencial del
poder estatal configurador de la jurisdicción, y tampoco se encuentra
como pretende el profesor Muñoz Machado " en el inciso inicial del
artículo 117.1 («La justicia emana del pueblo») en relación con el ar-
tículo 1.2 de la Constitución (del pueblo español «emanan los poderes
del Estado»), pues también el poder legislativo es poder del Estado
emanado del pueblo español, representado por las Cortes Generales,
titular de la potestad legislativa del Estado (arts. 1.2 y 66.1.2), y es la
ley expresión de la voluntad popular (Preámbulo), y también son los
poderes ejecutivo y reglamentario poderes del Estado atribuidos cons-
titucionalmente al Gobierno (arts. 1.2 y 97), y no obstante es pacífico
que de estos poderes son también titulares las Comunidades Autóno-
mas, capaces de producir la más alta expresión de la voluntad popu-
lar, la Ley, que es la misma y con idéntica fuerza si se emite por las
Cortes Generales como si se dicta por la Asamblea Legislativa de cual-
quiera de las Comunidades Autónomas.
Es cierto, no obstante, que existen otras determinaciones constitu-
cionales que se impondrían al legislador ordinario si pretendiese, al
amparo del artículo 150, corregir la cláusula del artículo 149.1.5a. Bási-
titución expresamente reconoce la especialización en lo contencioso-administrati-
vo—, pero de aquel principio se deduce la prohibición de crear Tribunales espe-
ciales, en los cuales la limitación competencial va unida al establecimiento de un
régimen orgánico peculiar. Esta prohibición sólo cede ante las excepciones, cons-
titucionalmente formuladas, del Tribunal Constitucional, del Tribunal de Cuentas,
de los Tribunales militares y la muy problemática del artículo 125 en favor de los
Tribunales consuetudinarios y tradicionales.
" Nótese que aparecería de este modo un supuesto característico para el que
está prevista la exclusión de la técnica del artículo 150.2 de la Constitución: sólo
son transfcribles facultades correspondientes a «materias de titularidad estatal
que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación».
" Derecho Público..., II, cit., p. 34.

270
La distribución territorial del poder del Estado

camente el contenido del artículo 122 según el cual «la Ley orgánica
del poder judicial determinará la constitución, funcionamiento y go-
bierno de los Juzgados y Tribunales, así como el estatuto jurídico de
los Jueces y Magistrados de carrera, que formarán cuerpo único, y del
personal al servicio de la Administración de Justicia», y «el Consejo
General del Poder Judicial es el órgano de gobierno del mismo...».
El ya citado artículo 149.1.5a de la Constitución recibió su conte-
nido, y lo mantuvo desde entonces, en el dictamen de la ponencia,
que modificó el texto del anteproyecto suprimiendo de manera tajante
cualquier competencia en la materia de las Comunidades Autónomas,
y es sin duda el precepto clave que permite afirmar, como regla ge-
neral, que es el Estado quien tiene constitucionalmente atribuidas las
potestades legislativas y ejecutivas en materia de Administración de
Justicia, y que, por tanto, los Estatutos de Autonomía deberían ha-
berse abstenido de efectuar a la respectiva Comunidad Autónoma cual-
quier atribución competencial en la materia. Todo ello sin perjuicio
de las excepciones que inmediatamente se verán.

3. Incidencia constitucional de la forma autonómica del Estado


en la organización del poder judicial
Si bien es cierto, como antes he justificado, que la configuración
del poder organizador de la jurisdicción no es criterio relevante para
la identificación de la forma del Estado, no lo es menos que es inevi-
table que un proceso descentralizador se deje sentir necesariamente
en la organización de la jurisdicción. La Constitución de 1931 y el ante-
proyecto de 1978 simplemente fueron sensibles a las exigencias natu-
rales de un proceso de reestructuración territorial del poder, admi-
tiendo hasta los últimos efectos del fenómeno en su proyección sobre
el ámbito del poder judicial, como uno más de los poderes afectados
por la decisión de romper el centralismo del Estado. La Constitución
aprobada de 1978 se limita a resistir dicho embate, y lo hace con
éxito, admitiendo en su regulación de la organización judicial las mí-
nimas consecuencias de su incordinación en un Estado en el que el
poder político está territorialmente distribuido, incluso por invocación
de derechos colectivos anteconstitucionales.
El principio general de competencia exclusiva del Estado en ma-
teria de Administración de Justicia queda de alguna manera matizado
por el contenido del artículo 152.1, párrafos 2 y 3.

271
José-Pascual Ortells Ramos

II. LA INTERVENCIÓN DE LOS ESTATUTOS DE AUTONOMÍA


EN LA REFORMA DEL PODER JUDICIAL.
SU FUNCIONALIDAD CONSTITUCIONAL

1. Las regulaciones estatutarias del poder judicial


Los Estatutos de Autonomía aprobados han incluido determina-
ciones relativas a la organización de la Administración de Justicia.
Todos ellos, excepto el de La Rioja, han previsto que un Tribunal
Superior de Justicia culminará la organización del poder judicial en
el ámbito territorial de la Comunidad Autónoma, y lo incluyen entre
los poderes propios de ésta los Estatutos del País Vasco y Galicia
(aprobados por el procedimiento del artículo 151 de la Constitución),
los de las Comunidades Valenciana y de Canarias (ex art. 143, pero que
completaron sus niveles competenciales en virtud de Ley Orgánica de
Transferencias), la Ley de la Comunidad Foral de Navarra y los Esta-
tutos de Aragón y de Castilla-León (aprobados por el procedimiento
del art. 143). No obstante, estos Estatutos de autonomía que prevén
el Tribunal Superior de Justicia en el mismo Título en el que regulan
las Instituciones propias de autogobierno, no citan dicho Tribunal
cuando en la cabecera del Título las relacionan.
En todos los Estatutos de Autonomía se contienen normas compe-
tenciales, básicamente el aforamiento de los parlamentarios regionales
y de los miembros de los Consejos de Gobierno al Tribunal Superior
de Justicia respectivo, y se establecen los supuestos en que debe en-
tender el Tribunal Superior de Justicia, en su condición de órgano
de última instancia en materia civil, penal y social en todo caso y en el
orden contencioso-administrativo cuando se trate de actos dictados por
la Administración de la Comunidad Autónoma, e incluso como órgano
de casación y revisión en materias de Derecho Civil propio de la res-
pectiva Comunidad.
En relación con las demarcaciones judiciales los Estatutos de Auto-
nomía regulan la intervención de las Comunidades en su fijación, pero
lo hacen de una manera desigual. Por de pronto el Estatuto de La Rioja
nada dice al respecto, y entre los demás unos afirman de manera
tajante que corresponde a la Comunidad la «fijación» de las demar-
caciones judiciales l2, otros también se refieren a la intervención auto-
nómica en términos de fijación pero se remiten a los términos de la
Ley Orgánica del Poder Judicial13, mientras los demás hablan de una
simple «participación» M. En términos similares resuelven los Estatu-
tos la cuestión de la capitalidad de las demarcaciones l5.
11
País Vasco, Cataluña, Galicia, Andalucía, Asturias, Comunidad Valenciana y
Aragón.
ÍJ
Cantabria, Murcia, Castilla-La Mancha, Canarias y Extremadura.
" Navarra, Castilla-León, Baleares y Madrid.
IS
Falta toda referencia a esta cuestión en los Estatutos de Galicia, Andalucía,
La Rioja, Canarias, Navarra, Castilla-León, Baleares y Madrid.

272
La distribución territorial del poder del Estado

También recogen los Estatutos de Autonomía competencias en rela-


ción con el «servicio público» de la Administración de Justicia. Efec-
tivamente, salvo en los Estatutos de Cantabria, La Rioja y Castilla-
La Mancha, en todos los demás se contiene una cláusula prácticamen-
te idéntica que atribuye a las Comunidades Autónomas el ejercicio de
todas las facultades que las Leyes Orgánicas del Poder Judicial y de
su Consejo General reconozcan o atribuyen al Gobierno del Estado.
Hay en los Estatutos otras determinaciones de menor importancia.
Así, en la mayoría se recoge que el presidente del Tribunal Superior
de Justicia será nombrado por el Rey, a propuesta del Consejo General
del Poder Judicial.
También en gran parte de los Estatutos se dispone que, a instancia
de la Comunidad Autónoma respectiva, el órgano competente convo-
cará los concursos y oposiciones para cubrir las plazas vacantes de
Magistrados, Jueces, Secretarios Judiciales y restante personal al ser-
vicio de la Administración de Justicia, siempre remitiéndose a lo que
disponga la Ley Orgánica del poder judicial. En algunos Estatutos se
hace expresa referencia a que constituirá mérito la cspccialización
en el Derecho propio de la Comunidad Autónoma l6.
Incluso los Estatutos del País Vasco y de Extremadura hacen refe-
rencia a la acción popular y al jurado, mientras los de Andalucía y
Castilla-La Mancha se refieren exclusivamente a esta última institu-
ción. Los Estatutos de Cataluña y la Comunidad Valenciana también
contienen una referencia a los Tribunales consuetudinarios.

2. La posición de los Estatutos de Autonomía


en el sistema de fuentes de regulación de la organización
del poder judicial
Del examen de los contenidos estatutarios atinentes a la Adminis-
tración de Justicia se desprende como conclusión general que no ha
sido respetado el marco constitucional de distribución de competen-
cias entre el Estado y las Comunidades Autónomas. El profesor Mon-
tero manifiesta, en general, «la posible inconstitucionalidad de los
Estatutos y ello, primero, por razones que atienden a la discusión
parlamentaria y, después, por aquéllas que se refieren a la interpre-
tación sistemática de la propia Constitución» ". Movilla piensa «que es
ejercicio de sano realismo el estimar que los Estatutos de Autonomía,
producto en muchos casos de la presión y la negociación políticas e
hijos de un evidente voluntarismo, rozan, aun con la remisión que
hacen a la futura Ley Orgánica del Poder Judicial, el principio de la
exclusiva competencia del Estado en materia de Administración de
16
Así, los Estatutos de la Comunidad Valenciana, del País Vasco (que se refiere
también al euskera), de Cataluña, de Galicia (que equipara el conocimiento de la
lengua del país) y de Aragón, y la Ley de Navarra.
" Ob. cit., pp. 92 y 93.

273
José-Pascual Ortells Ramos

Justicia y que eran de muy difícil legitimación con la sola cobertura


constitucional del artículo 152, párrafos segundo y tercero» I8.
Es cierta y casi unánimemente compartida la anterior valoración,
pero no obstante, en favor de los redactores de los Estatutos, debe
decirse con el profesor Muñoz Machado que «es notable que, pese
a que casi todos incluyen la regulación de la Administración de Jus-
ticia en un Título dedicado en general a la regulación de los poderes
de la Comunidad Autónoma, no puede interpretarse ningún Estatuto
en el sentido de que haya pretendido configurar el poder judicial como
propio de la Comunidad Autónoma» ".
Aun así, y dejando aparte la cuestión técnica de la anticipación
de contenidos reservados a la Ley Orgánica del Poder Judicial, parece
que el exceso ha existido, pero no puede negarse que ha sido mínimo,
y siendo así no puede compartirse de ninguna manera el exceso de
verbalismo empleado en frustrar la iniciativa adoptada por los Estatu-
tos y en abultar sus deficiencias, cuando observado el Estado auto-
nómico en su conjunto, y captado el objetivo histórico pretendido con
su construcción, dichas deficiencias deberían más bien imputarse a
la ceguera del constituyente, insensible a la demanda de profundiza-
ción en la reestructuración territorial de los poderes del EstadoM.
La aprobación tardía, posterior a los Estatutos, de la Ley Orgánica
del Poder Judicial, está en la causa de parte de los excesos atribuidos
a aquéllos. Tenemos por una parte el ya citado artículo 122.1 de
la Constitución y, por otra, en particular, el artículo 152.2, que al in-
troducir la posibilidad de un Tribunal Superior de Justicia y de la
participación de las Comunidades Autónomas en la organización de las
demarcaciones judiciales, lo condiciona a «lo previsto en la Ley Or-
gánica del Poder Judicial y dentro de la unidad e independencia de
éste».
11
Ob. cit., p. 247.
" Derecho Público..., I I , cit., p. 87.
*> Para MOVILLA (ob. cit., pp. 248-251), en una opinión compartida por José An-
tonio GONZÁLEZ CASANOVA («LOS Estatutos de Autonomía y el principio de auto-
gobierno», en Documentación Administrativa, núm. 182) y Carlos JIMÉNEZ VILLARE-
JO («El Poder Judicial en el Estado de las Autonomías», en el libro conjunto que
recoge las Jornadas de Estudio sobre el Consejo General del Poder Judicial, Ma-
drid, 1983), la profundización del espíritu autonómico del texto constitucional com-
portaría la existencia de nuevos órganos jurisdiccionales que examinen en última
instancia la aplicación de la normativa producida en el ámbito de la Comunidad,
y «la exigencia de un autogobierno judicial, propio de la Comunidad Autónoma,
de acuerdo con la concepción general del autogobierno judicial, y simultáneamen-
te de ciertas atribuciones del Consejo de Gobierno de cada Comunidad». Para
Movilla, esta opinión «de ninguna manera se puede calificar como espúrea o vo-
luntarista, como lo ha sido para varios comentaristas, sino que nace de una pro-
fundización política en la lectura de la Constitución y de una diversa valoración
del sistema de las autonomías». Termina diciendo: «Principios de indudable va-
loración positiva y de indudable recibo en una democracia, como son la unidad
e independencia del Poder Judicial, se han asumido sin beneficio de inventario y
se han asumido como arma arrojadiza para eliminar cualquier profundización en
la articulación autonómica de la Administración de Justicia, que ab initio se es-
timaba dogmáticamente como contraria a aquellos principios.»

274
La distribución territorial del poder del Estado

De estos preceptos constitucionales resulta un orden de remisiones


muy claro, partiendo de que la Constitución se autodispensa de esta-
blecer el marco delimitador de las competencias estatales y autonó-
micas en la materia: la Constitución se remite, en primer lugar, a la
Ley Orgánica del Poder Judicial y luego, en el marco de sus determi-
naciones, a lo que se establezca estatutariamente. De ello resulta, se-
gún palabras del profesor Muñoz Machado, que «la Ley estatal tiene
una función delimitadora prevalentc, que condiciona el contenido del
Estatuto, norma a la que no queda sino la decisión de incorporar o
no la competencia al dominio autonómico» en los términos en que
aquella Ley primaria establezca21.
Ahora bien, en el momento de proyectarse los Estatutos sus auto-
res se encontraron con que no había sido dictada la Ley Orgánica
estatal (cuya función constitucional en este punto no cumplía ni podía
cumplir la vieja Ley de 1870), y, no obstante, la falta de asunción
estatutaria de las competencias autonómicas que pudieran reconocerse
con la nueva LOPJ determinaría la aplicación inmediata de lo dispues-
to en el artículo 149.3 de la Constitución, esto es, «la competencia
sobre las materias que no se hayan asumido por los Estatutos de
Autonomía corresponderá al Estado». Siendo así, tanto en éstas como
en otras materias los Estatutos se han adelantado y contienen regu-
laciones, per saltum, que anticipan algunos contenidos de la Ley esta-
tal, en este caso la LOPJ, aunque en muchos casos se aceptan ya
estatutariamente las precisiones que puedan sobrevenir como conse-
cuencia de la aprobación de la LOPJ a que la Constitución se remite.
«Esta circunstancia ha alterado el orden normativo en el que tenía
que producirse la delimitación de las competencias autonómicas (Cons-
titución-Ley del Estado-Estatuto), pero, sin embargo, no ha liquidado
el reenvío de la Constitución a la Ley estatal que puede cumplimen-
tarse ex post de aprobado el Estatuto y prácticamente con los mismos
efectos» 22, es decir, que dicha anticipación no puede considerarse que
limita la libertad de configuración de la Ley Orgánica estatal, habi-
litada en este sentido para modificar o precisar algunas previsiones
estatutarias.
En diversas sentencias se ha enfrentado ya el Tribunal Constitu-
cional con este problema y ha resuelto según las consideraciones ex-
puestas 23: la Ley estatal tiene una eficacia atributiva de competencias,
sin perjuicio de que no pueda llegar a desconocer las competencias
estatutarias de la Comunidad Autónoma. En su sentencia de 22 de
junio de 1982, relativa a las competencias en materia de Administración
de Justicia, el Tribunal Constitucional ha subrayado que corresponde
a la Ley Orgánica del Poder Judicial determinar la constitución, fun-
cionamiento y gobierno de los Tribunales de Justicia, y la operación

21
Derecho Público..., I, cit., p. 348.
21
MUÑOZ MACHADO, Derecho Público..., I, cit., p. 356.
21
Sentencias de 23 de marzo y 24 de mayo de 1982.

275
José-Pascual Ortells Ramos

per saltum realizada por los Estatutos no priva al Estado de su atri-


bución para la ordenación de la Administración de Justicia.
La Ley Orgánica del Poder Judicial de 1 de julio de 1985 ha res-
petado muy parcialmente, según veremos, las determinaciones de los
Estatutos de Autonomía en materia de organización del poder judicial,
aunque ha resuelto satisfactoriamente las dudas de los comentaristas
especializados sobre la constitucionalidad de la previsión contenida
en los Estatutos de Autonomía aprobados por el procedimiento del
artículo 143 de la existencia en su Comunidad respectiva de un Tri-
bunal Superior de Justicia, y lo ha resuelto generalizando su existen-
cia, asumiendo como propia, por tanto, la anticipación estatutaria.
No obstante, algún comentarista ha sido particularmente crítico
frente al modo cómo la LOPJ se ha situado frente a los contenidos
estatutarios dejando sin efecto muchas de sus previsiones. Para Mo-
villa lo ocurrido «sólo sirve para desacreditar el Estado de las Auto-
nomías, aumentar la inseguridad jurídica, fomentar la inquietud po-
lítica y contribuir a una clara desviación del espíritu que emana del
Título VIII de la Constitución»24.

III. LOS TRIBUNALES SUPERIORES DE JUSTICIA


1. Su previsión constitución y estatutaria;
la opción de la Ley Orgánica
En el párrafo 1.° del artculo 152.1 de la Constitución se determina
la organización de las Comunidades Autónomas que aprueban su Esta-
tatuto por el procedimiento regulado en el artículo 151, basada en
una Asamblea Legislativa, un Consejo de Gobierno y un Presidente.
Es en el párrafo 2° del mismo precepto donde se dice que «un Tri-
bunal Superior de Justicia, sin perjuicio de la jurisdicción que corres-
ponde al Tribunal Supremo, culminará la organización judicial en el
ámbito territorial de la Comunidad Autónoma» 25.
En la Sentencia del Tribunal Constitucional de 22 de junio de 1982
se formula la declaración fundamental sobre la naturaleza de este
nuevo órgano jurisdiccional: «no es un órgano de la Generalidad, sino
del Estado y de su organización judicial, según se deduce con meri-
diana claridad del artículo 152.1.2." de la Constitución». El Tribunal
Superior de Justicia no es un órgano de la Comunidad Autónoma (de
un inexistente poder judicial propio), sino que es un órgano del poder
judicial del Estado en la Comunidad correspondiente. La relación del
Tribunal Superior con la Comunidad Autónoma no es orgánica, sino
territorial. La Comunidad es el ámbito territorial del Tribunal Supe-
rior de Justicia.
!4
21
Ob. cit., p. 251.
Sobre la génesis de este precepto en las Cortes Constituyentes, véase MON-
TERO, ob. cit., p. 89.

276
La distribución territorial del poder del Estado

Dado que el artículo 152.1, párrafo primero, se refiere exclusiva-


mente a las Comunidades Autónomas constituidas por la vía del artícu-
lo 151, se ha discutido la constitucionalidad de la previsión de Tribu-
nales Superiores de Justicia por los Estatutos elaborados por la vía
del artículo 143, como efectivamente ha ocurrido, según ya ha que-
dado visto. La mayor parte de la doctrina ha entendido, con los pro-
pios redactores de los Estatutos, que el artículo 152.1 impone a las
Comunidades ex artículo 151 los órganos e instituciones a que se refie-
re, pero de ello no resulta que las demás Comunidades (ex art. 143)
no puedan establecerlos en virtud de sus potestades de autoorganiza-
ción. El profesor Muñoz Machado admite este argumento para la
Asamblea Legislativa y el Consejo de Gobierno previstos en el primer
párrafo del artículo 152.1, pero estima que «no puede llevarse —como
se ha hecho— al Tribunal Superior de Justicia, porque crearlo o no
es algo que sólo está autorizado en la Constitución a las Comunidades
constituidas por la vía del artículo 151, y las demás no pueden
emplear para establecerlo sus poderes de autoorganización sencilla-
mente porque el Tribunal Superior de Justicia no es un órgano propio,
sino un órgano del poder judicial del Estado, de manera que la de-
cisión de instaurarlo es una medida de heteroorganización que sólo
pueden adoptar los Estatutos que cuentan con una habilitación consti-
tucional concreta»26.
Es sin duda la anterior una interpretación seriamente fundada y
que, además, responde a los antecedentes parlamentarios en su con-
clusión de que sólo para las Comunidades Autónomas de primer grado
pueden establecerse Tribunales Superiores de Justicia. Pero el artícu-
lo 152 de la Constitución es internamente complejo, como también
veremos al estudiar el tema del agotamiento de instancias regulado en
párrafo 3.° del artículo 152.1, y no es difícil sostener que al menos no
está prohibido el establecimiento de un Tribunal Superior de Justicia
en las Comunidades Autónomas constituidas por la vía del artículo 143.
Por de pronto, porque los antecedentes parlamentarios han demostrado
tener escaso valor a la vista del juego que ha dado por sí el texto
constitucional, que parece incluso haber superado a los constituyentes
en el tema clave de la posibilidad de asumir potestades legislativas
las Comunidades Autónomas llamadas de segundo grado. En segundo
lugar, porque no basta con invocar frente a los Estatutos de Auto-
nomía —Ley Orgánica del Estado, en definitiva— que la implantación
de los Tribunales Superiores de Justicia es una decisión de hetero-
organización que no puede adoptarse a falta de habilitación expresa,
si no se justifican también las razones profundas que motivan que
su establecimiento se imponga en unas Comunidades Autónomas y se
u
Derecho Público, II, cit., pp. 35 y 36. No obstante, Muñoz Machado considera
que las consecuencias del error de los redactores de los Estatutos no son graves
«porque la LOPJ ha generalizado, en efecto, el sistema de Tribunales Superiores
de Justicia y, aunque lo haya hecho el legislador forzado por las circunstancias
indicadas, es ésta una solución organizativa que, en cuanto adaptada al sistema de
poderes territoriales, puede resultar coherente y provechosa».

277
José-Pascual Ortclls Ramos

excluya en otras, razones que no se alcanzan a descubrir, y más cuan-


do los Tribunales Superiores de Justicia son órganos del Poder Judi-
cial del Estado y, por tanto, en ellos no puede manifestarse el mayor
poder autonómico que, efectivamente, se reconoce a las Comunidades
Autónomas constituidas por la vía del artículo 151. Ello no obstante,
puede adivinarse una cierta intención de vincular los Tribunales Su-
periores de Justicia a las Comunidades Autónomas que dispondrían
de potestad legislativa (nótese que sólo para las Comunidades ex
art. 151 se menciona una Asamblea Legislativa), que han terminado
siendo todas, incluidas las que no han aprobado su Estatuto por el
procedemiento que permite más rápidamente alcanzar un alto nivel
competencial. También, siendo los Tribunales Superiores órganos del
poder judicial del Estado, y siendo la materia de la Administración de
Justicia competencia exclusiva de éste, no existe motivo aparente para
romper la uniformidad de la organización judicial. En fin, el espíritu
descentralizador que ha animado la construcción del nuevo Estado,
presente en primer término en el texto constitucional, debe inspirar
cualquier interpretación de éste, que diseña el Estado en su conjunto,
sustentado en grandes pilares, y no piensa sólo en cómo satisfacer
las aspiraciones nacionales de determinadas Comunidades histórica-
mente más combativas en la lucha por el reconocimiento de sus dere-
chos, y si este otro era el ánimo presente en los constituyentes desde
luego no ha quedado reflejado en la Ley fundamental.
La Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 generaliza en efecto
los Tribunales Superiores de Justicia (art. 26), cuyo ámbito territorial
será la Comunidad Autónoma (art. 34), y en el cual culminará la orga-
nización judicial, sin perjuicio de la jurisdicción que corresponde al
Tribunal Supremo (art. 70).
La creación de los Tribunales Superiores de Justicia implica la
desaparición de las Audiencias Territoriales. No era así en el proyecto
del Gobierno, en el que coexistían las Audiencias Territoriales y los Tri-
bunales Superiores de Justicia (art. 21 del proyecto) en una relación
de integración ".

" La Disposición Adicional 4.a de la Constitución dispone que «en las Comuni-
dades Autónomas donde tengan su sede más de una Audiencia Territorial, los
Estatutos de Autonomía respectivos podrán mantener las existentes, distribuyendo
las competencias entre ellas, siempre de conformidad con lo previsto en la Ley
Orgánica del Poder Judicial y dentro de la unidad e independencia de éste». Los
Estatutos de Andalucía y Castilla-León han hecho uso de esta Disposición.
Dice el profesor MONTERO (ob. cit., p. 102) que «no creemos que la mención
constitucional de estas Audiencias haya significado su constitucionalización, pre-
fijando el contenido de la LOPJ respecto del conjunto de la organización judicial»,
por el origen parlamentario de la Disposición Adicional 4.a y por ser su supresión
coherente con la creación de los Tribunales Superiores de Justicia.

278
La distribución territorial del poder del Estado

2. Composición y ámbito territorial


de los Tribunales Superiores de Justicia
El artículo 62 de la LOPJ dispone que «el Tribunal Superior de
Justicia estará integrado por las siguientes Salas: de lo Civil y Penal,
de lo Contencioso-Administrativo y de lo Social». No obstante, esta
regla general de integración de los TSJ ha sido necesario excepcio-
narla, por de pronto, para resolver el problema de la supresión legal
de las Audiencias Territoriales en aquellas Comunidades en que su
Estatuto, al amparo de la habilitación constitucional contenida en la
Disposición Adicional 4.a hayan optado por el mantenimiento de sus
dos Audiencias Territoriales. Dice, en efecto, el artículo 78 LOPJ que
«cuando el número de asuntos procedentes de determinadas provincias
u otras circunstancias lo requieran podrán crearse, con carácter ex-
cepcional, Salas de lo Contencioso-Administrativo o de lo Social con
jurisdicción limitada a una o varias provincias de la misma Comunidad
Autónoma, en cuya capital tendrá su sede». Nótese, sin embargo, que
esta posibilidad no se limita legalmente al supuesto mencionado de
Comunidades que estatutariamente hayan mantenido sus dos Audien-
cias Territoriales n.
El artículo 34 de la Ley Orgánica dice que «la Comunidad Autónoma
será el ámbito territorial de los Tribunales Superiores de Justicia», y
las Salas de lo Contencioso-Administrativo y de lo Social previstas ex-
cepcionalmente en el artículo 78 LOPJ extenderán su competencia te-
rritorial a «una o varias provincias de la misma Comunidad Autó-
noma» x.
Dice el artículo 72 de la Ley Orgánica que el Tribunal Superior de
Justicia «se compondrá de un presidente, que lo será también de su
Sala de lo Civil y Penal, y tendrá la consideración de Magistrado del
Tribunal Supremo mientras desempeñe el cargo; de los presidentes
de Sala y de los Magistrados que determine la ley para cada una de
las Salas y, en su caso, de las secciones que puedan dentro de ellas
crearse».
La LOPJ ha respetado en su artículo 337 la previsión contenida en
la mayoría de los Estatutos de que el presidente del Tribunal Superior
de Justicia será nombrado por el Rey, a propuesta del Consejo General
del Poder Judicial. Excepcionalmente atento a las sensibilidades de
las Comunidades Autónomas, el legislador ha dispuesto que «para la
provisión de plazas de presidentes de los Tribunales Superiores de
Justicia..., en aquellas Comunidades Autónomas que gocen de Dere-
cho Civil Especial o Foral, así como de idioma oficial propio, el Con-
!
» La decisión de creación de dichas Salas corresponde a la Ley de Planta y De-
marcación Judicial, prevista en la Disposición Adicional Primera de la Ley Orgá-
nica del Poder Judicial, salvo las creadas por decisión de esta misma Ley en su
Disposición Adicional Tercera.
" La Disposición Adicional Segunda de la LOPJ se refiere a la sede de los Tri-
bunales Superiores de Justicia.

279
José-Pascual Ortells Ramos

sejo General del Poder Judicial valorará como mérito la especializa-


ción de estos Derechos Civil Especial o Foral y el conocimiento del
idioma propio de la Comunidad» (art. 341.1 LOPJ). Para al menos
matizar algunas declaraciones estatutarias, se ha dispuesto también
que «el nombramiento del presidente de un Tribunal Superior de
Justicia tendrá efectos desde su publicación en el Boletín Oficial del
Estado, sin perjuicio de la preceptiva publicación en el Boletín de la
Comunidad Autónoma» x.

3. Competencias de los Tribunales Superiores de Justicia


Al estudiar antes los contenidos de los Estatutos de Autonomía que
afectan a la materia de la Administración de Justicia, hemos compro-
bado cómo son pocos los que remiten a la Ley Orgánica del Poder
Judicial la precisión de las atribuciones de los órganos jurisdiccionales
en la Comunidad Autónoma. Es verdad, como ha escrito Movilla, que
la competencia definida en los Estatutos no se refería explícitamente
al Tribunal Superior de Justicia, sino a los órganos jurisdiccionales
radicados en la Comunidad, pero «el espíritu era muy explícito, ya
que lo pretendido en ellos era el agotamiento de las instancias, de todas
las instancias, también la primera o única si no existe apelación, ante
órganos jurisdiccionales existentes en la Comunidad respectiva, lo que
tiene una gran importancia, sobre todo, en el orden contencioso-
administrativo y con la atribución también de los recursos extraordi-
narios, casación y revisión, en el orden civil y en las materias del
Derecho civil propio, especial o foral, cuya conservación y desarrollo
está conferido por las normas estatutarias a la normativa de los po-
deres autonómicos»31.
Estas cuestiones se plantean con toda su intensidad al examinar
la competencia (o atribuciones, en la terminología de la LOPJ) de los
Tribunales Superiores de Justicia. En el artículo 73.1 LOPJ se recoge
su polémica competencia en materia civil. La Sala de lo Civil y Penal
conocerá, como Sala de lo Civil: «a) Del recurso de casación que es-
tablezca la ley contra resoluciones de órganos jurisdiccionales del
orden civil con sede en la Comunidad Autónoma, siempre que el re-
curso se funde en infracción de normas de Derecho Civil, Foral o
especial propio de la Comunidad, y cuando el correspondiente Esta-
tuto de Autonomía haya previsto esta atribución, b) Del recurso ex-
traordinario de revisión que establezca la ley contra sentencias dic-
tadas por órganos jurisdiccionales del orden civil con sede en la Co-
munidad Autónoma, en materia de Derecho Civil, Foral o Especial
propio de la Comunidad Autónoma, si el correspondiente Estatuto de
Autonomía ha previsto esta atribución.»
30
Sobre provisión de plazas de Presidente y Magistrados de las Salas o Seccio-
nes de los Tribunales Superiores de Justicia, véanse artículos 333, 330 y 331 LOPJ.
11
Ob. cit., pp. 255-256.

280
La distribución territorial del poder del Estado

En la delimitación de ambas atribuciones casacional y revisoría,


hay en primer lugar una remisión tajante de la Ley procesal para el
establecimiento de estos recursos de casación y revisión, teniendo en
cuenta que, según el artículo 149.1.6a de la Constitución, es competen-
cia del Estado la «legislación procesal, sin perjuicio de las necesarias
especialidades que en este orden se derivan de las particularidades
del Derecho sustantivo de las Comunidades Autónomas».
En segundo lugar —y este presupuesto no plantea problemas—, pue-
den ser susceptibles de estos recursos las «resoluciones de órganos
jurisdiccionales del orden civil con sede en la Comunidad Autónoma».
En tercer lugar, «siempre que el recurso se funde en infracción de
normas del Derecho Civil, Foral o especial propio de la Comunidad».
Debe destacarse que la delimtiación se opera atendiendo a los funda-
mentos del recurso, y no al contenido de la resolución recurrida.
También, naturalmente, para que la atribución sea de aplicación,
la Comunidad Autónoma de que se trate deberá tener un Derecho
Civil, Foral o Especial propio. Pero ello ya nos remite al cuarto pre-
supuesto: que el correspondiente Estatuto de Autonomía haya pre-
visto estas atribuciones de casación y revisión. Esta asignación com-
petencial se contiene en los Estatutos del País Vasco, Cataluña, Mur-
cia, Comunidad Valenciana, Aragón, Navarra, Extremadura y Canarias.
En relación con esta competencia reconocida a los Tribunales Su-
periores de Justicia, alguna doctrina ha planteado dudas sobre su
constitucionalidad, a la vista básicamente de lo dispuesto en los ar-
tículos 152.1 .III y 123.1 de la Constitución. En el primero de ellos se
dice que «sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 123, las sucesivas
instancias procesales, en su caso, se agotarán ante órganos judiciales
radicados en el mismo territorio de la Comunidad Autónoma en que
esté el órgano competente en primera instancia», y ocurre que en las
«instancias procesales» se incluyen exclusivamente (aparte la primera
o única) los recursos ordinarios (apelación), no así los extraordinarios
de casación y revisión, pero este precepto constitucional sólo tiene un
contenido positivo de atribución de las instancias procesales, sin ex-
cluir a ningún órgano de la competencia para conocer de los recursos
extraordinarios.
El artículo 123 de la Constitución sí que es relevante en este sen-
tido, pues el Tribunal Supremo, «con jurisdicción en toda España,
es el órgano jurisdiccional superior en todos los órdenes». Sí que hay
aquí un reconocimiento expreso del Tribunal Supremo como órgano
unificador de la jurisprudencia respecto del Derecho del Estado, en
todos los órdenes, pero precisamente dicho papel no tiene razón de
ser respecto del Derecho Civil propio de las Comunidades Autónomas,
ya que el ámbito de aplicación de estos Derechos no se extiende por
definición a todo el territorio nacional, sino que se mantiene dentro
del ámbito del Tribunal Superior de Justicia de aquellas Comunida-
des que cuentan con dicho Derecho peculiar.
Los Estatutos de Autonomía y la Ley Orgánica del Poder Judicial
han conseguido en este punto ajustar sin fisuras los contenidos de los

281
José-Pascual Ortells Ramos

artículos 123 y 150.2.3 de la Constitución, sin perjuicio de reconocer


que efectivamente no está constitucionalizada la atribución a los Tri-
bunales Superiores de Justicia del conocimeinto de los recursos de
casación en el ámbito del Derecho Civil propio de cada Comunidad
Autónoma.
En el artículo 73.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial se asigna
a la Sala de lo Civil y Penal, como Sala de lo Penal, entre otras com-
petencias, «el conocimiento de las causas penales que los Estatutos de
Autonomía reservan al conocimiento de los Tribunales Superiores de
Justicia», en una manifiesta voluntad del legislador de respetar los
aforamientos de parlamentarios y altos cargos regionales recogidos en
los Estatutos de Autonomía, tratándose de una materia procesal ajena
a la competencia autonómica y a la reserva estatutaria (art. 149.1.6a
de la Constitución).
No son de recibo, por las razones que después se expondrán, dos
órdenes de críticas que algunos comentaristas han formulado sobre la
regulación por la LOPJ de la competencia en materia penal de los
Tribunales Superiores de Justicia, ambas fundadas en una frecuente-
mente errónea interpretación del párrafo 3.° del artículo 150.2 de la
Constitución. En primer lugar, que, en contra de la letra y del espíritu
de los Estatutos, no se ha previsto la necesaria participación de los
Tribunales Superiores de Justicia en la/s instancia/s de todos los pro-
cesos penales. En segundo lugar, que la competencia penal de la
Audiencia Nacional viola la atribución constitucional a los órganos
jurisdiccionales radicados en la Comunidad Autónoma del conocimien-
to de las instancias.
En el orden contencioso-administrativo destaca la exclusión del
Tribunal Superior de Justicia de toda atribución casacional32, tras la
supresión del artículo 73 del Proyecto del Gobierno en el que se atri-
buía a una llamada «Sala de Recursos» el conocimiento de tres recur-
sos extraordinarios en este orden jurisdiccional, consecuencia, por otra
parte, de la supresión de las Audiencias Territoriales.
En este ámbito ha faltado la voluntad del legislador de respetar
los contenidos de los Estatutos de Autonomía, de algunos de ellos,
bien que es verdad que su contenido era menos claro y contundente
que para la casación civil, motivado por la ausencia en la legislación
de una casación contencioso-administrativa33.
En el orden social, los Estatutos de Autonomía recogen en general
la competencia de los órganos jurisdiccionales en la Comunidad para
conocer «en todas las instancias y grados, con excepción de los recur-
J!
El artículo 74 LOPJ fija las atribuciones de su Sala de lo Contencioso-Admi-
nistrativo en única y en segunda instancia.
" Efectivamente, los Estatutos del País Vasco (art. 14), Cataluña (art. 20), Ga-
licia (art. 22), Comunidad Valenciana (art. 140), Aragón (art. 29) y Navarra (art. 61),
en términos similares, extendían la competencia de los órganos jurisdiccionales en
la Comunidad Autónoma, «en el orden contencioso-administrativo, a todas las ins-
tancias y grados cuando se trate de actos dictados por la Administración de la
Comunidad Autónoma en las materias cuya legislación exclusiva le corresponda».

282
La distribución territorial del poder del Estado

sos de casación y revisión». Puede afirmarse que la Ley Orgánica del


Poder Judicial (art. 75) ha respetado estas reglas estatutarias.

IV. EL AGOTAMIENTO DE LAS INSTANCIAS PROCESALES


PREVISTO EN EL ARTICULO 152.1 DE LA CONSTITUCIÓN
Los Estatutos de Autonomía en su práctica totalidad han recogido
una muy discutible conexión entre el Tribunal Superior de Justicia y
el contenido del artículo 152.1.III de la Constitución según el cual «sin
perjuicio de lo dispuesto en el artículo 123, las sucesivas instancias
procesales, en su caso, se agotarán ante órganos judiciales radicados
en el mismo territorio de la Comunidad Autónoma en que esté el
órgano competente en primera instancia». El precepto es absoluta-
mente claro en lo siguiente: 1) que es la Ley («en su caso») la que debe
disponer de qué pretensiones se conocerá en única instancia, y en qué
otras cabrá recurso de apelación; 2) que en los supuestos en los que
esté prevista una segunda instancia, de ella conocerán órganos judi-
ciales radicados en el mismo territorio de la Comunidad Autónoma en
que esté el órgano que haya conocido de la primera; y 3) que todo ello
será sin perjuicio de la existencia del Tribunal Supremo, con jurisdic-
ción en toda España, como órgano jurisdiccional superior en todos los
órdenes, y al que debe entendérsele encomendada, en consecuencia, la
unificación de la jurisprudencia.
Los Estatutos en su práctica totalidad han venido a decir otra cosa
muy distinta: que ante el Tribunal Superior de Justicia se agotarán las
sucesivas instancias procesales. De esta forma los Estatutos de Auto-
nomía van más allá de la Constitución, y asumen una función de asig-
nación de competencias jurisdiccionales, a pesar de la reserva material
estatutaria, y hurtándola a la Ley Orgánica del Poder Judicial y a las
procesales del Estado.
La cláusula estatutaria examinada se ha querido justificar dicien-
do que «en los Estatutos se contiene simplemente una errónea trans-
cripción del artículo 152.1.III de la Constitución» y que «el error apa-
reció en los estatutos vasco y catalán, y los demás se han limitado
a recogerlo sin el menor sentido crítico»M. No parece, sin embargo,
que la decisión estatutaria pueda examinarse en términos de error,
aunque en no pocas ocasiones se aprecia una total confusión sobre el
contenido del mandato constitucional35.
El párrafo 1.° del artículo 152 es internamente complejo. Precisa-
mente la colocación sistemática de la cláusula del agotamiento de ins-
M
MONTERO, ob. cit., p. 96.
JS
Véase, por ejemplo, la intervención en el Pleno del Congreso de los Diputados
del señor Cuesta Martínez al defender, en nombre del Grupo Socialista, el Dicta-
men de la Comisión sobre el proyecto de Ley Orgánica del Poder Judicial, en
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, núm. 192, 22 de marzo de 1985,
p. 8846.

283
José-Pascual Ortells Ramos

tancias en este apartado 152.1 es causa de buena parte de las con-


fusiones en torno al precepto, pues sigue al párrafo en el que se
constitucionaliza el Tribunal Superior de Justicia.
Pero no sólo por ello es criticable el encuadre sistemático de la
que vengo en llamar cláusula del agotamiento de instancias, pues de
nuevo se plantean problemas sobre su disponibilidad por los Estatu-
tos aprobados por la vía del artículo 143 y más incluso cuando es
una regla con significado propio.
Pueden darse aquí por reproducidos los argumentos expuestos an-
tes, que creo apoyan suficientemente la decisión estatutaria de las
Comunidades constituidas ex artículo 143 de reproducir para sí los
contenidos en principio previstos por el artículo 152.1 para los Esta-
tutos aprobados por la vía del artículo 151. Pero es que, además, debe
destacarse cómo el párrafo 3." del artículo 152.1 es literalmente apli-
cable sin la existencia de Tribunales Superiores de Justicia, e incluso
tiene sentido con independencia de la estructura autonómica del Esta-
do. La Constitución de 1812, ajena a preocupaciones de descentrali-
zación política, disponía en su artículo 262 que «las causas civiles y
criminales se fenecerán en el territorio de cada Audiencia», plasma-
ción sin duda del deseo de los constituyentes de aproximar la justicia
a los ciudadanos.
En el complejo proceso de la legislación per saltum, la Ley Orgá-
nica del Poder Judicial no se ha sentido condicionada por la atribu-
ción estatutaria a los Tribunales Superiores de Justicia del agotamien-
to de las sucesivas instancias procesales, y ha asignado competencias
en segunda instancia a los Juzgados de Instrucción (art. 8.7.l.c), a los
Juzgados de Primera Instancia en el orden civil (art. 85.3.°) y a las
Audiencias Provinciales (art. 82)3é.
Del tenor del artículo 152.1.III se ha pretendido deducir todavía
otra consecuencia: la contradicción que supone la creación de órga-
nos jurisdiccionales con competencia en todo el territorio nacional,
aparte el constitucionalizado Tribunal Supremo, pues dicha existencia
vulneraría el principio de que todas las instancias procesales se ago-
tarán ante órganos radicados en el territorio de la Comunidad Autó-
noma. Expresamente dice Movilla que «un ataque a la articulación
autonómica de la Administración de Justicia, viene dada por la per-
vivencia y consolidación de la Audiencia Nacional»37.
Sin perjuicio de otras consideraciones posibles respecto de la
Audiencia Nacional, parece que la Constitución no dice que de la pri-
mera o única instancia deba conocer un órgano jurisdiccional con
competencia no superior al territorio de una Comunidad Autónoma.
34
Esta actitud legislativa estaba ya avalada por la Sentencia del Tribunal Cons-
titucional de 14 de julio de 1981, en la que expresamente se declara que las com-
petencias de los órganos jurisdiccionales no son competencias de la Comunidad
Autónoma y que, no obstante lo dispuesto en el artículo 14 del Estatuto vasco,
«la Administración de Justicia en el País Vasco se estructurará de acuerdo con
lo previsto en la Ley Orgánica del Poder Judicial».
37
Ob. cit., pp. 261-262.

284
La distribución territorial del poder del Estado

La Constitución se limita a afirmar que, cuando sea así, cuando de la


primera instancia conozca un órgano jurisdiccional de ámbito inferior
al territorio de una Comunidad Autónoma, también de la apelación
conocerá un Juez o Tribunal radicado en dicho territorio.

V. LA DIVISIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO EN LO JUDICIAL

La relevancia del tema de la división territorial en lo judicial es


muy relativa, en principio puramente técnica si se contempla en sus
justos términos. El poder judicial es único, pero razones prácticas
imponen, de una parte, la especialización objetiva de los órganos
jurisdiccionales, y, de otra, su división territorial, entre los que com-
parten una misma competencia de aquella naturaleza.
Naturalmente este planteamiento está sujeto a matizaciones; por
de pronto, en nuestro caso, las que supone la existencia de Tribunales
Superiores de Justicia con alguna, aunque poco significativa, regla
particular en cuanto a la provisión de sus plazas, y la importancia
sin duda de la cláusula del agotamiento de instancias del artícu-
lo 152.1.III de la Constitución. Tiene ello que ver con la cuestión de
la división territorial porque en la propia decisión de atribuir a los
órganos jurisdiccionales de un concreto nivel una determinada com-
petencia objetiva, hay implícita una decisión sobre la extensión, en
general, del ámbito territorial en el que se van a conocer los asuntos
de una determinada clase, y ello se hace desde planteamientos de efi-
cacia, sin perjuicio de que también de justicia al optar en la dicotomía
órgano unipcrsonal-órgano colegiado.
Es atractiva prima facie la imagen de un mandato constitucional
de unificación de las divisiones territoriales administrativa y judicial,
que vendría contenido en el inciso inicial del artículo 137: «El Estado
se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Co-
munidades Autónomas que se constituyan». Pero este precepto cons-
titucional no está pensado sólo en ámbitos territoriales (circunscrip-
ciones) de prestación de los servicios del Estado, sino que está defi-
niendo auténticos entes con personalidad propia que lo estructuran
política y administrativamente, y, además, las demarcaciones judicia-
les a que se refiere el artículo 152.1.II de la Constitución necesaria-
mente deben ser otras que las demarcaciones territoriales administra-
tivas, pues para aquéllas, en el citado artículo, se está previendo un
procedimiento específico de delimitación, o más concretamente se está
admitiendo la participación en él, de conformidad con los Estatutos
y la Ley Orgánica del Poder Judicial, de las Comunidades Autónomas.
El artículo 30 de la Ley Orgánica dispone que «el Estado se or-
ganiza territorialmente, a efectos judiciales, en municipios, partidos,
provincias y Comunidades Autónomas».
Aparte los partidos judiciales, las restantes demarcaciones se fijan
por la propia Ley, de manera que la referencia del artículo 152.1 de

285
José-Pascual Ortells Ramos

la Constitución a las demarcaciones judiciales lo es más bien a los


partidos, sin perjuicio de la previa constitucionalización, bien que re-
mitida a la decisión estatutaria, de la Comunidad Autónoma como
demarcación judicial.
El municipio como demarcación judicial «se corresponde con la
demarcación administrativa del mismo nombre» (art. 31 LOPJ), y a su
término se extiende la jurisdicción de los Juzgados de Paz, que exis-
tirán en los municipios donde exista Juzgado de Primera Instancia
e Instrucción (art. 99)38.
También la provincia como demarcación judicial «se ajustará a
los límites territoriales de la demarcación administrativa del mismo
nombre» (art. 33), y a sus límites extienden su jurisdicción las Audien-
cias Provinciales (art. 80.1), los Juzgados de lo Contencioso-Administra-
tivo (art. 90.1), los Juzgados de lo Social (art. 92), los Juzgados de Vi-
gilancia Penitenciaria (art. 93.1) y los Juzgados de Menores (art. 96)3'.
La Comunidad Autónoma como demarcación judicial ha sido estu-
diada al referirnos a los Tribunales Superiores de Justicia.
Ya sabemos que constitucionalmente está prevista la posibilidad
de intervención de las Comunidades Autónomas en relación con las
demarcaciones judiciales, y que así se ha recogido en los Estatutos de
Autonomía. La Constitución habla en términos de «participación» y
remitiéndose a lo previsto en la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Los Estatutos incluso han atribuido a sus Comunidades respectivas la
competencia de su fijación, sin matices, con plenitud.
En la solución recogida en la Ley Orgánica del Poder Judicial se
prescinde de la regulación de los Estatutos y dentro del amplio mar-
gen permitido por la Constitución se configura una competencia del
Estado mediante Ley, oyendo a las Comunidades Autónomas impli-
cadas como manifestación de su participación en la fijación de los
límites.
Esta postura de la LOPJ respeta lo dispuesto constitucionalmente,
pero se aparta de la decisión anticipada de los Estatutos (igualmente
constitucional). Pero no es cierto ni que el artículo 152.1.II impidiera
atribuir a las Comunidades Autónomas la decisión de fijación de las
demarcacionesm, pues prácticamente hay una remisión en blanco a
la Ley, ni tampoco lo es que la LOPJ no respete la previsión constitu-
cional al limitar la participación de la Comunidad Autónoma a la
51
Sobre creación y supresión de municipios y alteración de sus términos, véan-
se los artículos 148.1.2." de la Constitución y 13 de la Ley 7/1985, de 2 de abril,
reguladora de las Bases de Régimen Local. En todo caso, debe entenderse que
cualquier alteración administrativa del término municipal opera automáticamente
adaptando la demarcación judicial.
39
«Cualquier alteración de los límites provinciales habrá de ser aprobada por
las Cortes Generales mediante Ley Orgánica» (art. 141.1 ¡f. de la Constitución).
La regla general de que las Audiencias Provinciales y los órganos unipersonales
citados en el texto extienden su jurisdicción a la provincia admite excepciones:
véanse artículos 90.2 y 3, 92.2 y 3, y 96 LOPJ.
40
MONTERO (ob. cit., p. 93) ha escrito que «si se habla de participación hay que
concluir que la decisión para fijar las demarcaciones corresponde al Estado».

286
La distribución territorial del poder del Estado

emisión de su inicial informe-propuesta41. No obstante, difícilmente


puede explicarse la obstinación de la Ley Orgánica del Poder Judicial
en situarse frente a la óptima solución técnica de los Estatutos, tam-
bién leyes igualmente orgánicas de las Cortes Generales, y en esta
medida se comprende la oposición generalizada, durante la tramita-
ción parlamentaria del proyecto, de los Grupos distintos al mayo-
ritario socialista.
En fin, el artículo 35 de la Ley Orgánica del Poder Judicial dis-
pone que la demarcación judicial se establecerá por Ley, y diseña un
procedimiento especial de aprobación del proyecto por el Gobierno.
A solicitud de éste las Comunidades Autónomas remitirán al Gobierno
una propuesta de organización de la demarcación judicial de sus terri-
torios respectivos, en la que fijarán los partidos judiciales. Vistas estas
propuestas el Ministerio de Justicia redactará un Anteproyecto que
será informado por el Consejo General del Poder Judicial en el plazo
de dos meses. Una vez emitido dicho informe, el Gobierno aprobará
el oportuno proyecto de Ley, que, en unión de las propuestas de las
Comunidades Autónomas y del informe del Consejo General del Poder
Judicial, remitirá a las Cortes Generales para su tramitación.
Prevé asimismo el artículo 35 que «la demarcación judicial será
revisada cada cinco años o antes si las circunstancias lo aconsejan,
mediante Ley elaborada conforme al procedimiento anteriormente es-
tablecido».
De conformidad con lo dispuesto en los Estatutos, se reconoce
que «las Comunidades Autónomas determinarán, por Ley, la capita-
lidad de los partidos judiciales».
Pero la Ley Orgánica del Poder Judicial no se ha limitado a esta-
blecer las anteriores reglas de procedimiento, sino que fija también
los criterios con arreglo a los cuales debe efectuarse la delimitación
de los partidos judiciales. Dichos criterios deben respetarse por el
Legislador ordinario competente para la fijación de las demarcacio-
nes, no obstante el idéntico rango de Ley de la LOPJ que fija los cri-
terios y de la Ley de Demarcación que tiene que aplicarlos, dada la
función constitucional que se atribuye a la Ley Orgánica del Poder
Judicial y a la reserva material que opera en su favor. Dichos criterios
se contienen en el artículo 32: «1. El partido es la unidad territorial
integrada por uno o más municipios limítrofes, pertenecientes a una
misma provincia. 2. La modificación de partidos se realizará, en su
caso, en función del número de asuntos, de las características de la
población, medios de comunicación y comarcas naturales. 3. El partido
podrá coincidir con la demarcación provincial.»

" «Lo que no podía pensarse, como señalaba autor tan poco sospechoso de
fervor autonomista como Mendizábal y Allarde, es que el papel de las Comunida-
des Autónomas quedara reducido a una labor preparatoria e informativa, ya que
con esta reducción se quebrantaba la participación que prevé el artículo 152 de
la Constitución, que únicamente tiene un carácter efectivo cuando se ejerce en
el seno de competencias normativas complementarias e integradoras de las del
Estado» (Mo VILLA, ob. cit., p. 272).

287
José-Pascual Ortells Ramos

VI. COMPETENCIAS EJECUTIVAS


DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS EN RELACIÓN
CON EL «SERVICIO PUBLICO» DE LA JUSTICIA

1. La transferencia estatutaria de las facultades del Gobierno


y la LOPJ; la provisión de medios materiales
La Ley Orgánica del Poder Judicial ha ignorado total y absoluta-
mente la regulación más discutible y problemática de todas las que
los Estatutos contienen en relación con la Administración de Justicia:
la previsión de que las Comunidades Autónomas ejercerán todas las
competencias que la Ley Orgánica del Poder Judicial reconozca al
Gobierno.
Dicha previsión no tiene fundamento constitucional alguno, a la
vista del contenido del artículo 149.1.5a de la Constitución que atribuye
al Estado la competencia exclusiva en materia de la Administración
de Justicia, y de que en el artículo 152.1 están bien tasadas las posi-
bles excepciones a dicha regla general.
Se ha intentado profundizar en el tema analizando la expresión
«Administración de Justicia», utilizada en el artículo 149.1.5a, y si en-
globa o no la función —administrativa— de cooperación y auxilio, los
funcionarios que la realizan, y los medios materiales y económicos
precisos41. Signifique en general una cosa u otra la expresión «Admi-
nistración de Justicia», es lo cierto que la competencia definida en la
regla 5 del artículo 149.1 no puede sino interpretarse referida también
a las funciones relativas al servicio público de la Administración de
Justicia, incluidas las que se refieren a la provisión de los medios
personales y materiales. El problema es artificioso a falta de cual-
quier fundamento para excluir dichas funciones43, y por ejemplo no
se discute la regulación de las mismas por la LOPJ, como no podía
ser de otra manera.
Como ha recogido en su comentario el magistrado Movilla, el Es-
tatuto vasco se elaboró teniendo presente las muy amplias facultades
que el artículo 8 del Proyecto de Ley del Consejo General del Poder
Judicial asignaba al Ministerio de Justicia, reducidas definitivamente
en el texto aprobado a las de «proveer a los Juzgados y Tribunales
de los medios precisos para el desarrollo de su función con indepen-
dencia y eficacia» (art. 6), con la consiguiente protesta en la discu-
4!
MONTERO, ob. cit., p. 92.
41
Tampoco estimo correcta la argumentación de! profesor MONTERO (ob. cit.,
p. 93) de que «si "Administración de Justicia" se equipara a función jurisdiccional
y sus titulares, este artículo 149.1.5.a no sería necesario porque esa materia está
ya recogida en el artículo 122.2 y atribuida a la competencia del Consejo General
del Poder Judicial». Ignora que en el articulo 149.1.5." se están atribuyendo al Es-
tado las competencias de toda naturaleza en relación con la Administración de
Justicia, incluida la potestad legislativa, no sólo las funciones ejecutivas, a las
que parece limitar su argumentación el citado autor.

288
La distribución territorial del poder del Estado

sión parlamentaria por parte de los nacionalistas vascos. La sustitu-


ción de la Ley del Consejo General por la nueva Ley Orgánica del
Poder Judicial ha supuesto una ampliación de las facultades del Minis-
terio de Justicia, recortando las del Consejo, en concreto las que éste
tenía anteriormente en relación con la selección, provisión de destinos,
ascensos, situaciones administrativas y régimen disciplinario de los
Secretarios de Juzgados y Tribunales y del personal auxiliar y colabo-
rador de la Administración de Justicia (art. 453 LOPJ).
A partir del presupuesto de la falta de apoyo constitucional de la
previsión estatutaria de que las Comunidades Autónomas ejercerán
todas las competencias que la Ley Orgánica del Poder Judicial reco-
nozca al Gobierno, es frecuente que los comentaristas se planteen la
posibilidad de transferencia de dichas funciones al amparo de lo esta-
blecido en el artículo 150.2 de la Constitución, y al respecto hay que
hacer las puntualizaciones siguientes: 1.a No es posible la autotrans-
ferencia vía Estatutos, sino que en cualquier caso deben ser las Leyes
Orgánicas a que se refiere el artículo 150.2 las normas encargadas
de efectuar dichas transferencias competenciales **; 2.a en cualquier
caso no hay ningún obstáculo para la aplicación de esta técnica en
relación con las facultades que afecten a la Administración de Justi-
cia, pues no se trata de materia que por su propia naturaleza no sea
susceptible de transferencia o delegación (art. 150.2), más cuando nos
estamos refiriendo a la Justicia como servicio público y el significado
de la unidad jurisdiccional del artículo 117.3 de la Constitución nada
tiene que ver con ello; y 3.a como ha escrito el profesor Muñoz Ma-
chado, «es un imposible una transferencia plena de todas las com-
petencias del Gobierno a las Comunidades Autónomas, ya que las que
aquél retiene son de ordenación suprarregional de un servicio, o presu-
puestarias o de elaboración de proyectos normativos, competencias in-
susceptibles de ser ejercidas por las Comunidades Autónomas por
razones constitucionales evidentes»45.
La regulación estatutaria discutida se ha traducido en la Ley Orgá-
nica del Poder Judicial en un único precepto, en el que se regulan
la dotación de los medios materiales precisos para el ejercicio de la
función jurisdiccional, y la gestión de recursos destinados a tal fin.
El Legislador ha partido del principio de que el contenido de los Esta-
tutos no le vincula en esta materia, y que es justamente él quien debe
definir las posibilidades de intervención de las Comunidades Autó-
nomas.
El párrafo 1.° del artículo 37 de la Ley Orgánica comienza estable-
ciendo la regla general de que «corresponde al Gobierno, a través del
Ministerio de Justicia, proveer a los Juzgados y Tribunales de los me-
dios precisos para el desarrollo de su función con independencia y
eficacia». Se prevé que a tales efectos, «el Consejo General del Poder
Judicial remitirá anualmente al Gobierno, a través del Ministerio de
44
MUÑOZ MACHADO, Derecho Público..., I, cit., cap. IV, epígrafe III, 3 B.
45
Derecho Público..., II, cit., p. 39.

289
José-Pascual Ortells Ramos

Justicia, una relación circunstanciada de las necesidades que estime


existentes».
La contribución de las Comunidades Autónomas a esta provisión
de medios materiales a la Administración de Justicia se prevé que
puede hacerse tanto a través de facultades de gestión del gasto del pre-
supuesto del Estado (art. 37.3 LOPJ) como a través de las aportacio-
nes a la Administración de Justicia que se contemplen en los presu-
puestos de las correspondientes Comunidades Autónomas, previo in-
forme favorable del Consejo General del Poder Judicial (art. 37.4).
La regulación contenida en este artículo 37 de la Ley sugiere algu-
nos comentarios adicionales: en primer lugar, que aunque no se diga
expresamente los medios a cuya provisión se refiere son exclusiva-
mente los materiales, no así los personales, proyectándose ello en lo
referente a la gestión de los recursos económicos correspondientes;
en segundo lugar, que la gestión autonómica de los recursos del Esta-
do exige la previa atribución de éste y, además, sólo puede operar en
favor de aquellas Comunidades Autónomas cuyos Estatutos de Auto-
nomía contengan aquella cláusula de que «la Comunidad Autónoma
ejercerá todas las competencias que la Ley Orgánica del Poder Judi-
cial reconozca al Gobierno»; en tercer lugar, la remisión a la abso-
lutamente libre decisión de cada Comunidad Autónoma de la asig-
nación de recursos de ésta para la provisión de medios materiales a
la Administración de Justicia, sin que se defina ninguna obligación,
siquiera condicionada; en cuarto lugar, los recursos autonómicos de-
berán recogerse en un programa anual que debe contar —preceptiva-
mente— con el informe favorable del Consejo General del Poder Ju-
dicial, exigencia esta última que no aparece en ningún caso en la
aprobación por el Estado de sus Presupuestos, previéndose únicamen-
te que el Consejo remitirá anualmente al Gobierno, a través del Minis-
terio de Justicia, una relación circunstanciada de las necesidades que
estime existentes (art. 37.1 LOPJ); y, en fin, no se arbitra a priori
ningún mecanismo de coordinación entre el Estado y las Comunidades
Autónomas que asignen recursos con destino al servicio público de
la Administración de Justicia, y dicha carencia no puede suplirla el
Consejo General del Poder Judicial, pues su intervención es única-
mente significativa y vinculante para la aprobación del programa de
la Comunidad Autónoma, no así en el caso del Estado.

2. La provisión de vacantes del personal


al servicio de la Administración de Justicia
En la mayoría de los Estatutos de Autonomía se dispone que a
instancia de la Comunidad Autónoma respectiva el órgano competente
convocará los concursos y oposiciones para cubrir las plazas vacantes
de Magistrados, Jueces, Secretarios Judiciales y restante personal al
servicio de la Administración de Justicia, siempre remitiéndose a lo
que disponga la Ley Orgánica del Poder Judicial. La LOPJ de 1985 ha

290
La distribución territorial del poder del Estado

reproducido prácticamente en su artículo 315 los preceptos estatuta-


rios, con la salvedad del artículo 35 del Estatuto vasco, que teniendo
a la vista el proyecto de Ley Orgánica del Poder Judicial de 1981 atri-
buye a la Comunidad Autónoma la provisión del personal al servicio
de la Administración de Justicia (párrafo 3.°), salvo las plazas de Ma-
gistrados, Jueces y Secretarios, cuya provisión la efectuará el órgano
competente del Estado, a instancias de la Comunidad Autónoma (pá-
rrafo 2.°)«.
La declaración del artículo 345 de la Ley Orgánica deja relativa-
mente indefinida la atribución autonómica, y es imprecisa en la fija-
ción de las consecuencias de la falta de ejercicio de sus atribuciones
por el Ministerio de Justicia y el Consejo General del Poder Judicial,
según los casos, cuando les inste la Comunidad Autónoma la convoca-
toria de las oposiciones y concursos. En estas condiciones, efectiva-
mente, el tema más relevante que se plantea es el de la eficacia del
requerimiento autonómico preliminar, y al respecto no cabe duda que
dicha eficacia no puede negarse sin suprimir la propia competencia
autonómica, consecuencia jurídicamente inaceptable. El contenido mí-
nimo de la atribución, considerando su definición por el artículo 315
LOPJ, parece ser al menos su carácter vinculante para el poder cen-
tral, cuando su ejercicio por la Comunidad Autónoma sea conforme
a Derecho, sobre todo se ajuste al presupuesto básico diseñado en el
precepto: la existencia de plazas dotadas y vacantes. No parece, sin
embargo, que en el supuesto de que la Comunidad Autónoma, concu-
rriendo dicho presupuesto, no ejerza su competencia, queden impedi-
dos el Ministerio de Justicia o el Consejo General para proceder a la
convocatoria, más teniendo en cuenta los resultados pretendidos por
la norma.

VII. LAS LENGUAS OFICIALES DEL ESTADO


EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
Ha sido general en nuestra doctrina una valoración positiva de la
regulación que en el artículo 3.° de la Constitución se contiene de la
oficialidad lingüística en el Estado.
Es indudable la incidencia de esta situación idiomática plural en
el ámbito de las actuaciones judiciales. En beneficio, en principio, de
la Ley Orgánica del Poder Judicial, los Estatutos de Autonomía en los
que se declara la cooficialidad del idioma propio (País Vasco, Cataluña,
Galicia, Comunidad Valenciana, Navarra y Baleares) se abstuvieron
46
También es peculiar la previsión contenida en la Disposición Transitoria Ter-
cera del Estatuto de Cataluña, sobre provisión temporal de cargos judiciales y per-
sonal auxiliar en el territorio de la Comunidad, pero la atribución se efectúa no
en favor de la Generalidad, sino del Tribunal Superior de Justicia (en la Comuni-
dad), atribución que en los artículos 324 y siguientes de la LOPJ corresponde al
Consejo General a propuesta del Tribunal Superior de Justicia respectivo.

291
José-Pascual Ortells Ramos

de precisar el significado de la cooficialidad en el seno de la Admi-


nistración de Justicia, y ello con criterio acertado si se considera la
función reservada constitucionalmente a la Ley Orgánica del Poder
Judicial. No obstante, los Parlamentos regionales, al aprobar las res-
pectivas leyes de normalización lingüística, no se resistieron a fijar
las condiciones mínimas de uso de las lenguas oficiales propias en la
Administración de Justicia. Así, en términos semejantes a las demás,
la Ley de Normalización lingüística en Galicia (Ley 3/1983 de 15 de
junio) dispone en su artículo 7 lo siguiente: «1. En el ámbito territo-
rial de Galicia, los ciudadanos podrán utilizar cualquiera de las dos
lenguas oficiales en las relaciones con la Administración de Justicia.
2. Las actuaciones judiciales en Galicia serán válidas y producirán sus
efectos cualquiera que sea la lengua oficial empleada. En todo caso,
la parte o interesado tendrá derecho a que se le entere o notifique
en la lengua oficial que elija. 3. La Junta de Galicia promoverá, de
acuerdo con los órganos correspondientes, la progresión normalización
del uso del gallego en la Administración de Justicia.»
La Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 ha regulado este uso
de los idiomas en las actuaciones judiciales con mejor técnica y con
semejante respeto a la cooficialidad de las lenguas propias de las Co-
munidades Autónomas, alejándose así del insatisfactorio tratamiento
que al tema se daba en el Proyecto de Ley Orgánica de 1980, en cuyo
artículo 228 se imponía el uso del castellano, como lengua oficial del
Estado, en las actuaciones judiciales, y únicamente se admitía la po-
sibilidad de formular escritos en las restantes lenguas españolas, en
las Comunidades Autónomas en que fueren oficiales, pero debiendo
«acompañarse traducción castellana de los mismos».
El definitivo artículo 231 de la Ley de 1985, con apenas modifica-
ciones, reproduce el texto del artículo 254 del proyecto del Gobierno,
y, en palabras del magistrado Movilla, «aparece como positivo y el
camino aparece abierto para una normalización de la utilización de
la lengua propia de cada Comunidad Autónoma en el ámbito enclaus-
trado de la Administración de Justicia»47.
El artículo 231 regula distintamente el empleo de la lengua oficial
propia de la Comunidad Autónoma por parte de los jueces, magistra-
dos, fiscales, secretarios y demás funcionarios judiciales, y por las
partes, los testigos y peritos. Los primeros usarán el castellano, lengua
oficial del Estado, en todas las actuaciones judiciales, pero «podrán
usar también la lengua oficial propia de la Comunidad Autónoma si
que pudiere producir indefensión». Aun con la limitación que se im-
ninguna de las partes se opusiere, alegando desconocimiento de ella,
pone a los funcionarios judiciales para la utilización del idioma
propio de la Comunidad Autónoma, debe reconocerse que la regula-
ción es francamente satisfactoria si se tiene en cuenta que, según el
artículo 3.° de la Constitución, no existe obligación de conocer el
idioma propio y sí el castellano como lengua oficial de todo el Estado.
47
Ob. cit., p. 281.
292
La distribución territorial del poder del Estado

Para las partes, peritos y testigos se establecen un principio abso-


luto de libertad: dice el párrafo 3.° que «las partes, sus represen-
tantes y quienes les dirijan, así como los testigos y peritos, podrán
utilizar la lengua que sea también oficial de la Comunidad Autónoma
en cuyo territorio tengan lugar las actuaciones judiciales, tanto en ma-
nifestaciones orales como escritas».
En cualquiera de los casos, el empleo de la lengua propia de la
Comunidad Autónoma tiene plena eficacia. Dice expresamente el pá-
rrafo 4.° del artículo 23.1 LOPJ que «las actuaciones judiciales reali-
zadas y los documentos presentados en el idioma oficial de una Co-
munidad Autónoma tendrán, sin necesidad de traducción al castellano,
plena validez y eficacia». No obstante, en el mismo párrafo, la Ley
establece tres supuestos en los que deberá procederse a la traducción
de las actuaciones y documentos al castellano: 1) cuando deban surtir
efectos fuera de la jurisdicción de los órganos judiciales sitos en la
Comunidad Autónoma, salvo si se trata de Comunidades Autónomas
con lengua oficial propia coincidente48; en este primer supuesto la
traducción se efectuará de oficio; 2) cuando así lo mande el Juez; y
3) cuando lo inste alguna de las partes que alegue indefensión. La Ley
Orgánica ha querido facilitar al máximo la traducción en las actua-
ciones orales, permitiendo en ellas al Juez y Tribunal «habilitar como
intérpretes a cualquier persona conocedora de la lengua empleada,
previo juramente o promesa de aquélla».
La Ley Orgánica del Poder Judicial ha buscado, y probablemente
lo ha conseguido, la rigurosa aplicación al ámbito de la Administra-
ción de Justicia de la cooficialidad de las lenguas propias de las Co-
munidades Autónomas, tal como se configura en el artículo 3.° de la
Constitución y en los Estatutos de Autonomía. Era una traslación par-
ticularmente difícil, si se considera que no está constitucionalizado el
deber de conocer la lengua propia de la Comunidad Autónoma, y que
en estas circunstancias irremediablemente se plantea en el ámbito
judicial el problema de la indefensión de las partes, de aquéllas que
desconozcan la lengua autonómica si ésta es empleada en el proceso.
Y considérese que la interdicción de la indefensión está constitucio-
nalizada en el artículo 24.
El artículo 231 de la Ley arbitra los mecanismos suficientes para
evitar la vulneración de este precepto constitucional, y, además, no
viola tampoco el derecho a usar las demás lenguas oficiales españolas,
derecho reconocido en el artículo 3.° de la Constitución. Y ello es así
41
Aquí se encuentra la única modificación parlamentaria del texto del precepto
en el proyecto del Gobierno. La Comisión de Justicia e Interior del Congreso de
los Diputados introdujo una excepción a la necesidad de traducción al castellano
de las actuaciones y documentos cuando deban surtir efectos fuera de las juris-
dicciones de los órganos judiciales sitos en la Comunidad Autónoma: razonable-
mente, dicha traducción no es necesaria cuando dichos efectos vayan a producirse
en otra Comunidad Autónoma con la misma lengua oficial propia. Piénsese el ca-
talán respecto de Cataluña, la Comunidad Valenciana y Baleares, y el euskera
respecto del País Vasco y Navarra.

293
José-Pascual Ortells Ramos

porque su ejercicio no queda impedido por la invocación de alguna


de las partes de su desconocimiento, declaración que tiene otros efec-
tos, según se ha visto. Esto con una salvedad, la que afecta a los
funcionarios judiciales, pero la intervención de éstos no es en la po-
sición ordinaria de simple ciudadano, con sus derechos inherentes,
sino cualificada y sujeta a límites, entre ellos —como el que examina-
mos— los que puedan imponérsele para garantizar que ninguna de las
partes quede en indefensión; y, en definitiva, el conocimiento del cas-
tellano sí que es deber constitucionalizado en el artículo 3.u, y que en
este caso se concreta para los funcionarios judiciales. Es cierto que
también en este supuesto podría haberse previsto el remedio de la
traducción, pero sin duda sus inconvenientes son mayores que el bien
jurídico de la libertad de los funcionarios judiciales a usar en su actua-
ción cualquiera de las lenguas oficiales.

294
IV. DOCUMENTACIÓN

* La información sobre Legislación, Actividad Parlamentaria y Tribunal Cons-


titucional se elabora por la Sección de Documentación Científica del CEC, cuyos
trabajos coordina José Manuel Cañedo Lorenzo.
La información bibliográfica ha sido elaborada por Nina Sánchez y Guiomar
Arias, Técnicos de la Biblioteca del CEC.
BOLETÍN DE SUMARIOS

ANNALS OF THE AMERICAN ACADEMY OF POLITICAL


AND SOCIAL SCIENCE, THE
1988. Septiembre. N.° 499

«Congress, Presidents, and the Arts: Collaboration and Struggle».


Margaret Jane Wyszomirski 120-31

«Congressional Oversight of the Presidency». Federick M. Kaiser. 71-85

«Consequences of Budget Reform for Congressional-Presidential


Relations, The». James A. Thurber 97-109
«Foreign Policy Powers of the President and Congress». Louis
Fisher 145-56
«"Invitation to Struggle": An Overview of Legislative-Executive
Relations». Roger H. Davidson 9-20
«President and the Congress in the Media, The». Stephanie Greco
Larson 61-70
«President, Congress, and Tax Reform: Patterns Over Three Dec-
ades, The». James M. Verdier 110-19
«President's Legislative Agenda, The». James P. Pfiffner 21-34
«President's Veto Power, The». Richard A. Watson 3544

«Public Opinión and Presidential Support». John R. Bond, Richard


Fleisher, and Michael Northrup 45-60

* La petición de fotocopias de artículos de revistas puede hacerse personalmen-


te o por correo.
Para compensar los gastos de material y envío se han establecido unas tarifas
que se percibirán en metálico, si las fotocopias se recogen personalmente, o en
sellos de correos si dichas fotocopias han de enviarse a los usuarios; las tarifas
son de 6 pesetas por fotocopia en el primer supuesto y de 8 pesetas en el segundo.
Los pedidos deben dirigirse a: Centro de Estudios Constitucionales. BIBLIOTE-
CA. Plaza de la Marina Española, 9. 28013 Madrid.

Revista del Centro de Esludios Constitucionales 297


Núm. 2. Enero-abril 1989
Documentación

ACADAME
Bulletin of the AAUP, Washington. 1988. Vol. 74. N.° 5
FEATURES
«Higher Education and the Public Inlerest». Gary H. Quehl 7
«Budget Blues for the Nation's Colleges and Universities». Robin
Jenkins 12
«Whatever Happencd to the College Enrollment Crisis?». Paul E.
Harrigton and Andrew M. Sum 17
«Can We Afford Equity and Excellence? Can We Afford Less?».
Niara Sudarkasa 23
«Student Assistance in Uncertain Times». Janet S. Hansen 27
«Looking Ahead at Student Expenses». Cathy Henderson 32
«Higher Education (Not Yel Post-Thatcher) in the United King-
dom». Ekkehard Kopp 67

ACTUALIDAD ADMINISTRATIVA
Madrid. 1986. N." 21
«El proceso prejudicial del articulo 177 del Tratado CEE (y II)».
D. Ruiz-Jarabo y Colomer 1185
1988. N.° 34
«Los tributos en el Código Civil». T. Mir de la Fuente 1989
1988. N.° 38
«La nueva organización de los órganos de la Jurisdicción Conten-
cioso-Administrativa. Algunas ñolas sobre el Proyecto de Ley de
Demarcación y Planta Judicial». J. L. Requero Ibáñez 2197
1988. N.° 41
«Las incompatibilidades para el personal al servicio de las Admi-
nistraciones Públicas». J. I. Sarmiento Larrauri 2401
1988. N.° 44
«Balance de los diez primeros años de existencia del recurso con-
tencioso-administrativo de protección de los derechos funda-
mentales». J. A. Cainzos Fernández 2589
1988. N.° 47
«La Autonomía del Instituto Nacional de Estadística». A. Torre Se-
rrano 2801
1989. N.° 1
«División de poderes e interpretación. Comentario breve a un in-
tento teórico-práctico de comprensión constitucional». A. Serra-
no de Triana 1
1989. N.° 2
«Reflexiones sobre la configuración constitucional del Estado Au-
tonómico». J. J. González Rivas 57

298
Boletín de Sumarios

1989. N.° 3
«Sistema de información, sistema informático de las CCLL y el
control del Tribunal de Cuentas». A. Sanz Muías 105

1989. N.° 4
«La sanción real a una Ley permisiva del aborto». C. Larrainzar. 161

ACTUALITE JURIDIQUE, L' (AJDA)


París. 1988. N.° 11

DOCTRINE
ETUDES
«Le nouveau cadre juridique de la télédistribution en France», par
Bertrand Delcros 627
«La commercialisation des données administralives: une nouvelle
question á débattre», par Herbert Maisl 637
CHRONIOUES
«L'activité des chambres regionales des comptes: le principe
d'équilibre réel des budgets locaux», par Jean-Louis Chartier. 643

AMERICAN JOURNAL OF SOCIOLOGY (AJS)


University of Chicago Press. 1988. Vol. 94. N.° 3

«A General Theory of Expropriative Crime: An Evolutionary Eco-


logical Approach». Lawrence E. Cohén and Richard Machalek. 465
«Social Networks and Collective Action: A Theory of the Critical
Mass. Til». Gerald Marwell, Pamela E. Oliver, and Ralph Prahl. 502
«Collective Sanctions and the Creation of Prisioner's Dilemma
Norms». Douglas D. Heckathorn 535
«A Theory of Marriage Timing». Valerie Kincade Oppenhelmer ... 563
«Suburbanization and Segregation in U.S. Metropolitan Áreas».
Douglas S. Massey and Nancy A. Dentón 592
COMMENTARY AND DEBATE
«White-Collar Crime, Competition, and Capitalism: Comment on
Coleman». John Braithwaite 627
«Competition and the Structure of Industrial Society: Reply to
Braithwaite». James William Coleman 632
REVIEW ESSAYS
«Cultural Analysis and Social Theory». Jonathan H. Turner 637
«Sociological Theory as Public Philosophy». R. Stephen Warner ... 644
«Prívate Power and Centralization in France: The "Notaires" and
the State» by Ezra N. Suleiman. John A. Hall 656
«Governing the Economy: The Politics of State Intervention in
Britain and France» by Peter Hall. G. John Ikenberry 658
«The Social Foundations of Industrial Powers: A Comparison of
France and Germany» by Marc Maurice, Franc.o¡s Sellier, and
Jean-Jacques Silvestre. Translated by Arthur Goldhammer.
Günther Biischges .' 659
«The Making of a Class: Cadres in French Society» by Luc Bol-
tanski. Translated by Arthur Goldhammer. Stephen J. McNa-
mee 661
«Élites and the Idea of Equality: A Comparison of Japan, Sweden,

299
Documentación

and the United States» by Sidney Verba, Steven Kelman, Gary


R. Orren, et al. John Higley 663
«The Capitalist Revolution: Fifty Propositions about Prosperity,
Equality, and Liberty» by Peter Berger. Craig Calhoun 666
«The Economics of the Welfare State» by Nicholas Barr. Stanley
DeViney 669
«The Great Depression: Delayed Recovery and Economic Change
in America, 1929-1939» by Michael A. Bernstein. Edwin Amerita. 671
«The Transformation of Oíd Age Security: Class and Politics in
the American Welfare State» by Jill Quadagno. Francis G.
Castles 673
«Origins of Protective Labor Legislation for Women, 1905-1925» by
Susan Lehrer. Alice H. Cook 676
«The Transformation of the Woman Suffrage Movement: The
Case of Illinois, 1850-1920» by Steven M. Buechler. Susan Lehrer. 677
«Paths of Resistance: Tradition and Dignity in Industrializing Mis-
souri» by David Thelen. J. Craig Jenkins 679
«The World" They Made Together: Black and White Valúes in Eigh-
teenth-Century Virginia» by Mechal Sobel. Stanford M. Lyman. 681
«Communicating Racism: Ethnic Prejudice in Thought and Talk»
by Teun A. van Dijk. John Baugh 683
«White Talk, Black Talk: ínter-racial Friendship and Communica-
tion amongst Adolescents» by Roger Hewitt. Geneva Smither-
man-Donaldson 685
«The Politics of Reading: Power, Opportunity, and Prospects for
Change in America's Public Schools» by Jo Michelle Beld Fraatz.
Kate Parry 687
«High School Achievement: Public, Catholic and Prívate Schools
Compared» by James S. Coleman, Thomas Hoffer, and Sally
Kilgore; «Public and Prívate High Schools: The Impact of Com-
munities» by James S. Coleman and Thomas Hoffer. Aage B.
Sorensen 689
«"Let All of Them Heed": Mexican Americans and the Campaign
for Educational Equality ¡n Texas, 1910-1981» by Guadalupe San
Miguel, Jr. Ruth Horowitz 693
«The Color Line and the Quality of Life in America» by Reynolds
Farley and Walter R. Alien. Michael Hout 695
«Chicago: Race, Class and the Response to Urban Decline» by Greg-
ory D. Squires, Larry Bennett, Kathleen McCourt, and Philip
Nyden. Charles Hoch 697
«New Immigrants in New York» edited by Nancy Foner. Luis M.
Falcón 698
«Inmigrant Associations in Europe» edited by John Rex, Daniele
Joly, and Czarina Wilpert. Ivan Light 700
«First World Nationalisms: Class and Ethnic Politics in Northern
Ireland and Quebec» by Katherine O'Sullivan See. Daniel Chirot. 702
«Jewish Continuity and Change: Emerging Patterns in America»
by Calvin Goldscheider. Samuel C. Heilman 704
«Because They Were Jews: A History of Antisemitism» by Meyer
Weinberg. Michael Lerner 705
«Islam and Resistance in Afghanistan» by Olivier Roy. Shahla
Mokhtarzada and John Walton 708
«The State, Religión, and Ethnic Politics: Afghanistan, Irán, and
Pakistán» edited by Ali Banuazizi and Myron Weiner. Michael
M. J. Fischer 710
«The Elementary Structures of Political Life: Rural Development
in Pahlavi Irán» by Grace E. Goodell. Afsaneh Najmabadi 714
«Democracy and Despotism in Primitive Societies: A Neo-Weberian
Approach to Political Theory» by Ronald M. Glassman. Alien
Johnson and Timothy Eearle 716

300
Boletín de Sumarios

AMMINISTRAZIONE ITALIANA, L'


Empoli. 1988. Vol. XLIII. N. 6
«L'ambiente e la sua tutela» (Parte Prima). C. de Angells 898
«Art. 22, 3" comma della legge 28-2-1985, n. 47-Profili penali e ammi-
nistrativi in relazione ad una fattispecie concreta». G. Diquattro. 614
«Ulteriori considerazioni sulla sostituzione della Magistratura or-
dinaria a quella amministrativa - con premessa di A. R.».
A. Scopa 922
«II bilancio di previsione: la gestione economico-finanzaria e le
sue implicazioni» (Seconda Parte). S. Mell 928
«Appunti sull'istituto della "prorogatio" in caso di dimissioni vo-
lontarie della Giunta municipale». V. Andresini 935
PROBLEMI DI VITA REGIONALE
«Trasparenza e chiarezza deH'attivitá regionale». A. Russo 941
1988. Vol. XLIII. N.° 11
«La soggettivitá passiva degli enti territoriali e i'Iva su opere pub-
bliche». F. Bruno I
«...e papio!». A. R 1619
«L'individuazione delle offerte anomale e la successione delle leggi
nel tempo». E. Pianesi 1628
«Riflessioni su un contratto dalla vita breve (D. P. R. 13 maggio
1987, n. 268)». S. Caponi 1637
«Agriturismo: il futuro dell'uomo é nel ritorno alia térra». U. Colla. 1656
«II bilancio di previsione: la gestione economico-finanziaria e le
sue implicazioni» (Sesta parte). S. Meli 1666
«II disegno di legge n. 3201 della Camera: é l'inizio dell'autonomia
impositiva dei Comuni?». I. W. Politano 1674
1988. Vol. XLIII. N.° 12
«Opere pubbliche mediante licitazione privata: scelta del con-
traentc; pubblicazione del preavviso di gara; posizione sogget-
tiva degli aspiranti alia gara» (Prima Parte). G. Lovili 1804
«II disegno di legge sulle autonomie locali e la legge 8 aprile 1976,
n. 278». C. Pantani 1815
«La "prorogatio" del Sindaco e della Giunta municipale dimis-
sionari». E. Braccioni 1819
«La tutela conservativa del crédito nell'azione surrogatoria contro
la pubblica amministrazione». P. Licata 1828
«Brevi note sulla commissione edilizia comunale». M. Picchi 1832
«Attivitá "paraeiurisdizionale" dei Comitati Regionali di Controllo».
E. Mazzoncini 1840
«Note sul Nuovo Ordinamento degli Enti locali». G. Ceruti 1943
PROBLEMI DI VITA REGIONALE
«La tutela dei cittadini di fronte alia pianificazione del territorio.
(Considerazioni a margine del Convegno di studi di Brescia
4-5 giugno 1987)». D. Rodella 1846

ANALES DE LA CÁTEDRA FRANCISCO SUAREZ


Universidad de Granada. 1988. N.° 28
«De la ética de las sanciones a la ética de las virtudes». Enrique
López Castellón 1
301
Documentación
«Moral y derecho: sus relaciones lógicas». Roberto J. Vernengo ... 29
«Límites y virtualidades del procedimiento moral y jurídico». Ade-
la Cortina Orts 43
«Sobre las relaciones entre moral y derecho». Alberto Montoro
Ballesteros 65
«Moral y derecho positivo». Luis Martínez Roldan 103
«La Moral en el Derecho vigente». Marcelino Rodríguez Molinero. 117
«Razones morales para obedecer al Derecho». Esperanza Guisan. 131
«Derecho, moral e ideología (Una aproximación a la jurispruden-
cia del Tribunal Supremo)». Antonio-Enrique Pérez Luño 155
«La moral en la justificación de las decisiones judiciales». Juan
Igartua Salaverria 165
«Sobre el fundamento de los derechos humanos (Un problema de
Moral y Derecho)». Gregorio Peces-Barba Martínez 193
«Consenso y disenso en la fundamentación de los derechos hu-
manos». Andrés Ollero Tassara 209
«La democratización moral del derecho». Nicolás M.' López Calera. 225
«La crisis del sujeto liberal». José Miguel Marinas 241
«Notas ("concretas") sobre legitimidad y justicia». Elias Díaz ... 259
«Derechos y Bienestar». Damián Salcedo Megales 271
«La distinción entre moral y derecho en la perspectiva del realis-
mo clásico». Javier Hervada 295
«Pertenencia de lo jurídico a lo moral. Reflexiones sobre una teo-
ría iusfilosófica clásica». Antonio Osuna Fernández-Largo 305
«Las doctrinas sobre la tolerancia religiosa a fines del siglo xvn
y la distinción entre moral y derecho a principios del xvm».
José María Rodríguez Paniagua 331
«Derecho y Moral en Immanuel Kant». Ramón Maciá Manso ... 353
«Derecho y Moral: anotaciones críticas al criterio de diferencia-
ción». Norberto Alvarez 411
«Moral en el derecho positivo: una dimensión parcial en el estudio
de las relaciones moral-derecho». Angeles López Moreno 423
«Promoción activa e imposición coactiva de la moral. Examen de
la postura de H. L. A. Hart». José Antonio Ramos Pascua 447
«La ética de la alteridad en la escena contemporánea (Notas so-
bre E. Levinás)». Gabriel Bello Reguera 469
«La invocación de Dios en el actual lenguaje jurídico». F. Puy ... 487

ARBOR
CSIC, Madrid. 1988. Vol. CXXXI. N.° 514
«La Polemología vista desde la investigación sobre la paz». Vicen?
Fisas Armengol 9
«La ideología pacifista: críticas al equilibrio del terror y solucio-
nes para el problema de las guerras». Carlos Alarcón Cabrera. 51
«Thomas S. Kuhn: cambio de marcha en Filosofía de la Ciencia».
Juan Vázquez 81
«"Crisis" del Estado de Bienestar y política educativa». Jorge Ro-
dríguez 99

ARCHIV DES OFFENTLICHEN RECHT


Tubingen. 1988. N.° 1
ABHANDLUNGEN
«Selbstverwaltung und Demokratie». Prof. Dr. Hans Herbert von
Arnim 1
«Kirchliches Asylrecht?». PD Dr. Gerhard Robbers 30

302
Boletín de Sumarios
RECHTSPRECHUNG
«Die Meinungsfreiheit ¡n der Rechtsprechung des Bundesverfas-
sungsgerichts». Prof. Dr. Walter Schmitt Glaeser 52
BERICHT
«Die Tagung der Vereinigung der Deutschen Staatrechtslehrer».
PD Dr. Helmut Goerlich 101
1988. N.° 2
ABHANDLUNGEN
«Das Recht auf informationelle Selbstbestimmung — mit Blick
auf die Volkszahlung 1987, das neue Bundesstatistikgesetzt und
die Amtshilfe». Ministerialdirigent Dr. Cerhard Gross 161
«Baufrciheit und Schutzanspruch des Dritten angesichts einer
Ánderung der Sach- und Rechtslage. Zugleich cine Kritik an der
Rechtssprechung des Bundesverwaltungsgerichts zum ,,vorver-
legten" Bestandsschutz im Baugenehmigungsverfahrcn». Dr. Dr.
Herbert Grziwotz 213
REZENSIONSABHANDLUNG
«Richterrecht — rechtswidrig oder notwendig?». Prof. Dr. Bernd
RUthers 268

1988. N.° 3
ABHANDLUNGEN
«Zustimmungsvorbehalte des Bundesrates zu Rechtsetzungsakten
des Bundes — Die Zustimmungsbedürftigkeit von Bundesge-
setzen». Dr. Dr. Michael Antoni 329
«Zur Aktenvorlagepflicht offentlich-rechtlicher Kreditinstitute ge-
genüber Untersuchungsausschüssen des nordrhein-westfálischen
Landtages». Andreas Hake 424
«Demokratischc Reprásentation und vernünftiger Allegemeinwille.
Die Theorie der amerikanischen Federalists im Vergleich mit
der Staatsphilosophie Kants». Dr. Horst Dreier 450

1988. Vol. 113. N.° 4


ABHANDLUNGEN
«Zur wirtschaftsverwaltungsrechtüchen Bedeutung des Rechtss-
taatsprinzips». Prof. Dr. Rolf Stober ... 497
«Die Organisationserlasse der Bundeskanzler seit Bestehen der
Bundesrepublik Deutschland im Lichte der politischen Ent-
wicklung». Dr. Gerold Lehnguth und Dr. Klaus Vogelgesang ... 531
«Altes und Neues zur Schutznormtheorie». Dr. Hartmut Bauer ... 582
REZENSIONSABHANDLUNG
«Der Schutz der Grundrechte durch den Verfassungsrat in Frank-
reich». Prof. Dr. Christian Starck 632

AUSSEN POLITIK
Hamburg. 1988. Vol. 39. N.° 4
«EC Progress under the Germán Presidency». Werner Ungerer. 311
«France's Dual Elections in 1988». Wichard Woyke 323

303
Documentación
«Foreign Policy in the Reagan Era: Actors, System Structures,
Decision-Making Processes». Stephan G. Biering 336
«The US Presidency and the Germán Question During the Ade-
nauer to Kohl Chancellorships». Margarita Mathiopoulos 348
«Peace, Class Struggle and New Thinking in Gorbachev's Policy
towards the West». Gerhard Wettig 365
«Gorbachev's Socio-Political Programme». Borís Meissner 376
«Are the Balkan States Closing Ranks?». Dietrich Schlegel 391

AUTONOMIES. Revista Catalana de Derecho Público


Generalitat de Catalunya, Barcelona. 1988. N.° 9
ESTUDIOS
«Comunidades autónomas y sector público». Sebastián Martín-
Retortillo 7
«La interpretación de la cláusula de comercio y el incremento del
poder del gobierno nacional en el federalismo norteamericano».
Antoni Monreal 21
«El pluralismo lingüístico en el estado autonómico». Alberto Ló-
pez Basaguren 47
«Las mancomunidades urbanísticas». Xavier Muro i Mas 85
«Consideraciones político-administrativas sobre la puesta en prác-
tica de las políticas públicas». Joan Sublrats 105
COMENTARIOS Y NOTAS
«Cultura: competencia y colaboración». Enríe Fossas 125
«Algunas reflexiones en torno a la nueva ordenación del transpor-
te terrestre». Manuel M. Vicens Matas 141
«La ley marco italiana desde la perspectiva española». Paolo Sa-
batini 153
«El Tribunal de Arbitraje en Bélgica: una jurisdicción constitucio-
nal». Geneviéve Cerexhe y Mane-José Chidiac 163

BIBLIOTECA DELLA LIBERTA


Milano. 1988. N.° 1
EDITORIALE 3
«Sul consumismo». Sergio Ricossa 7
«Mercato, bisogni e valori». Umberto Cerroni 21
«La vita buona e il viver bene». Giuseppe De Rita 27
«Effetti perversi dell'innovazione merceologica». Massimo Egidl. 31
«Produrre, ma per chi?». Franco Ferrarotti 41
«Sulla distinzione tra desideri e bisogni». Antonella Besussi 47
LIBERTA AL FUTURO
«Esiste un'etica ecológica?». Sergio Bartolommei 75
«Apología della proporzionale». Diego Gambetta 95
«I figli sonó beni pubblici?». Daniela Del Boca 107
1988. N.° 102
EDITORIALE 3
«La razionalitá del soggetto sociale». Raymond Boudon 7
«E se lasciassimo perderé il dilemma razionalitá/irrazionalitá».
Luciano Gallino 27

304
Boletín de Sumarios

«Ma il vero problema sonó gli effetti perversi». Cario Marletti ... 33
«Liberalismo pragmático». Charles W. Anderson 39
LIBERTA AL FUTURO
«Nazismo e diritti degli animali». Luisella Battaglia 65
IL LIBRO ANNOTATO
«Sartori e la "duplice anima" della democrazia». Luigi Graziano. 75
«L'Europa dei mercati». Mario Deaglio 85
«I mercati azionari e le privatizzazioni in Europa». Alberto Pera. 101

1988. N.° 103


EDITORIALE 3
«Le contraddizioni della modernitá e del moderno: il caso ameri-
cano». Daniel Bell 7
«Modernitá ed economía di mcrcato». Luciano Pellicani 49
«Teorie della giustizia e politiche pubbliche». Elena Granaglia ... 55
LIBERTA AL FUTURO
«Le radici greche di una filosofía non antropocentrica». Margheri-
ta Isnardi Párente 73
«Privatizzazioni, política e diritti di proprietá». Philip R. Jones e
John C. Cullis 85
«La privatizzazione del welfare». Norman Johnson 101

BLATTER FUR DEUTSCHE UND INTERNATIONALE


POLITIK
Koblemz. 1989. N.° 1.
CHRONIK DER ZEIT
5. November bis 3. Dezember 1988 4

REVISIÓN EINER REPUBLIK


BEITRAGE ZUR BEWALTIGUNG EINER ERFOLGSGESCHICHTE
Zu diesem Heft 7
«Zwiespáltiger Konsens Die Grenzen des Verfassungspatriotismus».
Hajo Funke 12
KONTINUITAT & BRUCH
«Gründerjahre Zur Entwicklung der westdeutschen Gesellschaft
in der ,,Ára Adenauer"». Axel Schildt 22
«Die doppelte Lósung der deutschen Frage Neuformierung oder
Spaltung?». Wilfried Loth 35
«Alter Wein in neue Schláuche? Industrielle Übergánge vom Reich
zur Bundesrepublik». Werner Plumpe 43

MACHT & GEGENMACHT


«Machtformeln Integrations- und Desintegrationstendenzen in der
Staatsideologie». Georg Fülberth 52
«An den Grenzen des Wunders Zur Leistungsfahigkeit kapitalis-
tischer Wirtschaftslenkung». Jorg Huffschmid 57
«Von der Trümmerfrau zur Quotenfrau Vierzig Jahre Gleichbe-

305
Documentación

rechtigung im Lichte und im Schatten der Verfassung». Anke


Martiny 69
«Geborene Verlierer? Die Linke zwischen Ausgrenzung und Inte-
gration». Frank Deppe 76
MODERNISIERUNG & DEMOKRATISIERUNG
«Modernisierungspakt statt Gegenmacht? Individualisierung und
Gewerkschaftspolitik». Klaus Dorre 84
«Die unfertige Demokratie Ungeloste Probleme und Defizite der
Verfassungsordnung». Jürgen Seifert 97
«Franzosische Revolutíon und ,,deutscher Weg" Belastungen und
Chancen einer politischen Tradition». Reinhard Kiihnl 105
DOKUMENTE ZUM ZEITGESCHEHEN
Rede des Bundestagsprásidenten Philipp Jenninger vom 10. No-
vember 1988 zur ..Reichskristallnacht" vor 50 Jahren (Wortlaut). 120
,,Einseitig und unabhangig von den Verhandlungen..." Michail Gor-
batschow am 7. Dezember 1988 vor der UNO über die Verrin-
gerung der sowjetischen Streitkráfte um 500 000 Mann (2. Ums-
chlagseite).

BRITISH JOURNAL OF SOCIOLOGY, THE


London. 1988. Vol. XXXIX. N.° 4
«Sociology after the Holocaust». Zygmunt Bauman 469
«Proletarianization in the British class structure?». Cordón Mar-
shall and David Rose 498
«The assimilation of Irish immigrants in England». Mlchael P.
Hornsby-Smith and Angela Dale 519
«The ideal type, the sociologist and the contemporary historian:
a case study in a feminist appropriation of psychoanalysis». Mi-
riam Dixson 545
«The missing link? The relationship between spatial mobility and
social mobility». Mike Savage 554
«Settling accounts: action, accounts and sociological explanation».
Steven Yearley 578
«Making sense of postmodern sociology». John W. Murphy 600
«The real sociology of war: a reply to Roger Scruton». Martin
Shaw 615
«Reply to Martin Shaw». Roger Scruton 619
«Letter: Shaw/Scruton Debate». Antony Flew 624

CADMOS
Genéve. 1988. N.° 43
«L'Europe est d'abord une unité de culture». Denis de Rougemont. 8
«Aprés la "postmodernité". Perspectives d'un renouveau de la cul-
ture européenne». Alan Bullock 18
«Le sentiment d'appartenance á une civilisation commune. L'exem-
ple medieval». Régine Pernoud 32
«La peinture en Europe aujourd'hui. Multiplicité et unité de l'art
européen». Wolfgang Max Faust 46
«Perspectives de la rnusique contemporaine». Andrés Briner ... 63
«Plaidoyer pour une littérature européenne. Le cas tres particu-
licr de l'Italie». Francois Bondy 74

306
Boletín de Sumarios
«L'imagination de l'Etat et de l'écrivain en Europe de l'Est».
Sandor Csoory 78
«Les conditions de la culture en Tchécoslovaquie». P. P. Sedlecky. 84

CANADIAN JOURNAL OF POLITICAL SCIENCE


Eilfried Laurier University, Waterloo. 1988. Vol. XXI. N.° 3
«Canadian Confederation and the Influence of American Fede-
ralism». Jennifer Smith 443
«Valúes and Technology: George Grant and our Present Possibi-
lities». Peter C. Emberley 465
«Le développement pétrolier au Mexique: une stratégie d'organisa-
tion du rapport de la population á l'espace». André Corten ... 495
«Ratification or Repudiation: Social Credit Leadership Selection
in British Columbia». Donald E. Blake, R. K. Carty and Lynda
Erickson 513
«Regional Ministers, National Policies and the Administrative State
in Canadá: The Regional Dimensión in Cabinet Decision-Making,
1980-1984». Hermán Bakvis 539
NOTE
«Inflation, Unemployment and Canadian Federal Voting Beha-
viour». Keith Archer and Marquis Johnson 569
COMMENT / COMMENTAIRE
«Comment on "Mandatory Retirement: Intergenerational Justice
and the Canadian Charter of Rights and Freedoms" by Samuel
LaSelva. Robert J. Drummond 585

CIVITAS. Revista Española de Derecho Administrativo


Madrid. 1988. N.° 60
ESTUDIOS
«La reacción del contencioso francés a la crisis del modelo: eje-
cución de sentencias y medidas cautelares positivas». Eduardo
García de Enterria 501
«El trámite de admisión del recurso de amparo (Comentario a la
Ley Orgánica 6/1988)». Francisco Rubio Llórente 507
«Reconversiones industriales: Balance provisional de un privile-
gio». Antonio Ojeda Aviles 531
«Consideraciones sobre el plazo en los contratos administrativos
de obras». Ernesto García-Trevijano Garnica 553
«Consejo de Estado y Estado de Autonomías». Miguel Bravo-Ferrer
Delgado 569
JURISPRUDENCIA
«La sucesión de suspensiones de licencias urbanísticas en la juris-
prudencia reciente». Antonio Domínguez Vila 597
«La ampliación de la responsabilidad patrimonial de la Adminis-
tración a los daños ocasionados por sus funcionarios o agentes
actuando al margen del servicio público». Andrés E. Navarro
Munuera 603
«La evolución de la interpretación jurisprudencial sobre la apela-
ción en los procesos contencioso-administrativos de amparo».
Ignacio Sevilla Merino 611

307
Documentación
«El dictamen del Consejo de Estado en los reglamentos ejecuti-
vos, ¿control de legalidad o coparticipación en la potestad re-
glamentaria?». María Victoria de Dios Viéitez 631

CIVITAS. Revista Española de Derecho Financiero


Madrid. 1988. N.° 60
ESTUDIOS
«El reparto de competencias tributarias entre los distintos ámbi-
tos de gobierno». Juan Ramallo Massanet 501
«Crónica financiera de las Comunidades Europeas». Fernando de
la Hucha Celador 551
LEGISLACIÓN
«Crónica legislativa». Lluis Peñuelas i Reixach y Luis Manuel
Alonso González 573
«Modificaciones tributarias previstas en la Ley de Presupuestos
Generales del Estado para 1988». María Dolores Arias Ábellán. 577
JURISPRUDENCIA
«Comentario general de jurisprudencia». Ramón Falcón y Telia. 593
«Función motivadora de la norma tributaria y prohibición de con-
fiscatoriedad». Miguel Ángel M. Lago 605

CIVITAS. Revista Española de Derecho del Trabajo


Madrid. 1988. N.° 33
«El proyecto del Código Social en la República Federal de Alema-
nia». Claudia Altschwager-Hauser 5
«Panorama y tendencias de las relaciones de trabajo y el Derecho
laboral en América Latina». Osear Ermida Uriarte 9
«Técnicas modernas de garantía del empleo». Juan Rivero Lamas. 25
«La Constitución como fuente del Derecho del Trabajo». Antonio
Martín Valyerde 55
«Representatividad y mayor representatividad de los sindicatos
en España. ¿Un modelo en crisis?». María Emilia Casas Baa-
monde 71
«Aproximación al estudio de las instituciones y órganos públicos
del mundo del trabajo. España 1874-1936». Alvaro Soto Carmona. 87
«Los actos de comunicación con las partes en la Ley de Procedi-
miento Laboral según las jurisprudencias constitucional y or-
dinaria». Jesús Zarzalejos Nieto 105
JURISPRUDENCIA
«Contratación temporal para fomento del empleo y Ordenanzas
laborales». Por Joaquín García Murcia 129
1988. N.° 34
ESTUDIOS
«La justicia en lo laboral a través del Convenio Colectivo». Juan
Muñoz Campos 165
«La situación de los créditos laborales en la liquidación adminis-
trativa de Entidades aseguradoras». Bartolomé Ríos Salmerón. 179

308
Boletín de Sumarios
«Sobre el requisito de consignación del importe de la condena para
recurrir en el orden laboral». Jaime Vegas Torres 219
«Una tarea inconclusa: La Ley de Procedimiento Laboral». Manuel
Alonso Olea 237
JURISPRUDENCIA
«Elecciones sindicales y derechos sindicales fundamentales». ... 251
«Las candidaturas para las elecciones a comités de empresa y
cuestiones previas y conexas» 257
«El contenido esencial del derecho de libertad sindical en la doc-
trina del Tribunal Constitucional» 269
«Sobre el principio de igualdad y la insuficiente motivación del
cambio de línea jurisprudencial» 287
«Una sentencia del Tribunal Constitucional sobre la "reformado
in peius"» 305
Por Gonzalo Diéguez Cuervo, Jesús Galera Sanz, César González
Hunt, Yolanda Sánchez-Urán Azaña y Manuel Serrano Ruiz-
Calderón.

1988. N.° 35
ESTUDIOS
«La problemática jurídica de las unidades de negociación colec-
tiva, con especial referencia a los supuestos de cambio de uni-
dad». Tomás Sala Franco y José María Goerlich Peset 325
«La inembargabilidad de pensiones: su posible condición de de-
recho adquirido en caso de sucesión normativa». Jesús Zarza-
lejos Nieto 357
«La inmunidad de ejecución. Especial referencia al Derecho es-
pañol». Jaime Vegas Torres 379
JURISPRUDENCIA
«Desestimación tácita, incongruencia por omisión de pronuncia-
miento y derecho a la motivación de sentencias». Jesús María
González García 399
«La jubilación en la negociación colectiva: la exigencia de la no
amortización de los puestos de trabajo a la luz de la jurispru-
dencia constitucional y de la más reciente doctrina del Tribu-
nal Supremo». Ana M. de Miguel Lorenzo 413
«Sobre las discriminaciones por razón de sexo». Berta Valdés de
la Vega 421
«La nulidad radical con relación a la libertad de información y
sus posibles limitaciones». Rolando Vega Robert 429
«Los depósitos para recurrir y la Administración del Estado».
Tomás Yubero Martínez 457

1988. N.° 36
IN MEMORIAM
ESTUDIOS
«El derecho colectivo del trabajo en Uruguay». Américo Plá Ro-
dríguez.
«La adhesión y la extensión de los convenios colectivos». Fernan-
do Valdés Dal-Ré.
«Los trabajadores minusválidos y el derecho del trabajo - "el mo-
delo sueco"». Ann Numhauser-Henning.

309
Documentación

«El contrato de trabajo fijo y periódico de carácter discontinuo:


análisis de las peculiaridades de su régimen jurídico». Vicente-
Antonio Martínez Abascal.
JURISPRUDENCIA
«Resolución de contrato de trabajo en período de prueba y dis-
criminación por razón de embarazo». Manuel Alonso Olea.
«Jurisprudencia reciente sobre la actividad del comité de empre-
sa». Fermín Rodríguez-Sañudo.
«Sobre la diversidad de cauces para impugnar el convenio colec-
tivo y su adecuación a cada supuesto». Antonio Martín Valverde.
«Crónica del XII Congreso Internacional del Derecho del Trabajo
y de la Seguridad Social». Germán Barreiro González.

COLUMBIA LAW REVIEW


Columbia University School of Law. 1988. Vol. 88. N.° 6
ARTICLES
«Bank Failures, Risk Monitoring, and the Market for Bank Con-
trol». Jonathan R. Macey, Geoffrey P. Miller 1153
«Self-Incrimination and Excuse». WHIiam J. Stuntz (227
NOTES
«Harmless Error, Prosecutorial Misconduct, and Due Process:
There's More to Due Process trian the Bottom Line» 1298
«The Adjudicatory Power of the FSLIC over Claims Involving
Savings and Loans in FSLIC Receivership» 1325
«Regulatory Preemption and Federal Common Law: The Post-Sale
Enforceability of Farmers Home Administratíon Liens» 1362

CONTEMPORARY CRISES
Amsterdam. 1988. Vol. 12. N.° 3
COMMENTS
«Zero tolerance for zero-tolerance policy». S. D. Mastrofski 187
«Columbia: Neglected dornensions of violence». J. Petras 191
«Mostly, what the maxi-trial against the Mafia in hinding». J. VI-
tiello 195
ESSAYS
«The financia! mafia: The illegal accumulation of vvealth and the
financial-industrial complex». U. Santino 203
«The new global network of corporale power and the decline of
national self-determination». M. C. Kennedy 245

CUADERNOS DE ÁLZATE
Madrid. 1988. N.° 10
«Sobre el derecho a la auto-determinación». Andrés de Blas Gue-
rrero 3
«Nación política y federalismo». Josep M. Colomer 15
«El derecho de autodeterminación». José Ramón Recalde 26

310
Boletín de Sumarios

«Notas sobre autodeterminación y federalismo. Ambivalencias de


la autodeterminación». Cesáreo R. Aguilera de Prat 53
«¿Qué autodeterminación?». José Antonio Maturana 64
«Aproximación a los fines de la autodeterminación». José Luis
Avila 71
«País Vasco: la autodeterminación como falso problema». Javier
Corcuera Atienza 77
«Derecho de autodeterminación y perspectiva europea». Emiliano
López Atxurra 87
«La cuestión nacional y la izquierda en Europa». Joan Lerma y
Blasco 97
«Ociosa nota sobre el personalismo». Raúl Guerra Garrido 104
«Euskoesclerosis». Luis Atienza 107

CUADERNOS DE REALIDADES SOCIALES (RS)


Madrid. 1989. N.° 33-34
SOCIOLOGÍA
«La religiosidad y el proceso de secularización en el sistema de
valores de la juventud militar española». Milán Marinovic ... 5
«El boom que se acerca: vivir solteros». Manuel Fernández del
Riesgo 15
«El alcoholismo en la dinámica de los conflictos conyugales-fami-
liares tratados en el Centro de Orientación familiar de Cana-
rias». Fermín Romero Navarro 25
«Análisis sociológico de un barrio marginado (payos, gitanos y
quinquis)». Fernando González Pozuelo 45
«Las sectas como grupo religioso minoritario». Carmelo Martínez
García 63
ANTROPOLOGÍA
«Modelos cibernéticos de la persona». L. Alvarez Muñárriz 71
«Espacios femeninos en el Barroco». Beatriz Moneó 81
«Antropología y Racismo». Carlos Junquera 93
«Perspectivas Antropológicas en el humanismo de Alfonso de Ma-
drigal, el Tostado». Nuria Belloso Martín 111
FILOSOFÍA Y PEDAGOGÍA
«Moral social y búsqueda de la justicia en Tomás de Aquino».
Mauricio Beuchot 125
«La Constitución científica de la Pedagogía social en Alemania a
partir de la Filosofía de la vida —Lebensphilosophie—». Luis
Fernando Múgica Martinena 135
«El analfabetismo funcional». Rosario Limón Mendizábal 161
ESTUDIOS Y ENSAYOS
«Aspectos de Comunicación y Terminología Científica en el idio-
ma español: una aportación empírica a través de las opiniones
de científicos españoles y mexicanos». M." Luisa Rodríguez Sala. 177
«Arritmias infantiles y contexto social». Luis Fernando de Pablo
Pascual 199
«Horacio Quiroga precursor de Julio Cortázar o el caso del per-
seguidor perseguido». Mbare Nogm 209
LIBROS
Recensiones 221
Libros recibidos 223
311
Documentación

CUENTA Y RAZÓN
Madrid. 1988. N.° 14
ENSAYOS
«Lo esperado y lo sucedido». Julián Marías.
«Consideraciones sobre la transición española». Adolfo Suárez.
«El ejército en la transición». Manuel Gutiérrez Mellado.
«La corona, clave de la transición». Carlos Seco Serrano.
«El PSOE en la transición». Ignacio Sotelo.
«La política exterior de la transición». Javier Rupérez.
«La elaboración de la Constitución». Miguel Herrero y Rodríguez
de Miñón.
«Una perspectiva de la transición española a la Democracia». Ra-
fael Arias-Salgado.
«La Guerra del Norte». Fernando García de Cortázar.
«Las instituciones democráticas diez años después». Alejandro Mu-
ñoz Alonso.
«Franquismo, Transición y Democracia, a los diez años de la
Constitución». José Juan Toharia.
«La transición española a la Democracia desde un punto de vista
comparativo». Javier Tusell.

1988. N.° 38
ENSAYOS 5
«Una opinión sobre la propuesta de Gorbachov para la elimina-
ción de misiles de medio y corto alcance en Europa». Alberto
Oliart.
«Viejas y nuevas estrategias en Europa». Alejandro Muñoz Alonso.
«Mito y reto de la "Perestroika"». Javier Tussel.
«En torno al concepto de "Amenaza Soviética"». Manuel Coma.
«Las fuerzas convencionales y la estabilidad en Europa». Rafael L.
Bardají.
«La política de seguridad española». Florentino Portero.
«El control de armamento en Europa». Andrés Ortega.
«¿Necesita Europa una defensa nuclear?». Jesús R. Pascual y Je-
sús Núñez.
«¿Llegará la Perestroika a Centroamérica y el Caribe?». Antonio
Sánchez Gijón.
«Los problemas del Mediterráneo Oriental y la contribución es-
pañola a la defensa de la OTAN». Antonio Marquina.
«La UEO, España y la Seguridad Occidental». Rafael L. Bardají
y Florentino Portero.
«China y su futuro: ¿Reforma o cambio de sistema?». Ramón Ta-
mames.
HECHOS Y PERSPECTIVAS 109
«Una Armada ni invencible ni vencida». Alfonso Barra.
«La polémica existencia en Londres sobre "La Armada Invenci-
ble"». Hugo O'Donnell.
«Polémica sobre el estado del bienestar». Antonio Sáenz de Miera
y Ramón García Cotarelo.
«36 años después de su muerte se editan las memorias y el dieta-
rio de Manuel Pórtela». José Antonio Duran.
«La Generación de 1931 en Francia». Juan del Agua.

312
Boletín de Sumarios

1988. N.° 39
ENSAYOS
«Las tres raíces de la Universidad Norteamericana». Francisco
Grande Covián.
«La ciencia y el creacionismo fundamentalista en los EE. UU.».
Francisco J. Ayala.
«Las caras de Jano». Harold Raley.
«Los estadounidenses y la guerra». Stanley G. Payne.
«EE. UU. Sociedad de clases medias». Salustiano del Campo.
«La economía oculta en los EE. UU.». Amando de Miguel.
«La política norteamericana». José María Carrascal.
«Un sistema político en permanente transformación». Alejandro
Muñoz Alonso.
«Dos libros sobre los Estados Unidos». Javier Tusell.

CUESTIONES POLÍTICAS
Facultad de Derecho de la Universidad de Zulia. 1985. N.° 1
«Presentación de la publicación». Pedro Bracho Grand 3
«El Centro de Investigaciones y Estudios Políticos y Administra-
tivos de la Facultad de Derecho». José Enrique Molina Vega. 7
POLÍTICA LATINOAMERICANA
«Filosofía y revolución en los escritos de Mariategui». José Sazbon. 13
«De la revolución a la democracia: El debate intelectual en Amé-
rica del Sur». Norbert Lechner 49
DEBATE: ESTADO Y PODER POLÍTICO
«La cuestión del poder político en la sociedad capitalista contem-
poránea: Un estudio comparativo de las perspectivas pluralis-
tas, elitistas y marxistas». Rene Salgado 69
«Aproximación teórica al problema de la centralización y descen-
tralización del Estado en Venezuela». Ender Arenas 97
«¿Karl Marx retorna en el estado de bienestar? Teorías neomar-
xistas, pluralistas, corporativistas, estatistas y el estado de
bienestar». Goran Therborn 137
PARTICIPACIÓN
«Democracia representativa y participación política en Venezue-
la». José Enrique Molina 177
«Consideraciones teórico-metodológicas acerca del concepto de
participación. Una aproximación en el ámbito venezolano». Nel-
son Barrios González 211
«Las implicaciones políticas en la crisis: Los conflictos CTV-Fede-
cámaras». Welkys Borges 249
«Movimientos sociales y poder municipal». Nelson Prato Barboza. 287

CURRENT SOCIOLOGY
París. 1988. Vol. 36. N.° 2
Editorial Note IV
About the Authors V
313
Documentación

Trend Report: THE SOCIOLOGY OF INVOLUNTARY MIGRATION


«The Sociology of Involuntary Migration: An Iniroduction». Bar-
bara E. Harrell-Bond : 1
«Sociological Theories of International Migration: The Case of
Refugees». Anthony H. Richmond 7
«Refugee Resettlement». Gertrud Neuwirth 27
«Refugees in África: the Role of Sociological Analysis and Praxis».
Robert E. Mazur 43
«Palestinians: Exiles at Home and Abroad». Janet L. Abu-Lughod. 61
«The Afghan Refugees in Pakistán: a Nation in Exilc». Pierre
Centlivres and Micheline Centlivres-Demont 71
«The Hidden Face of the War in Central America». Laura O'Doc-
herty Madrazo 93

DEBATS
Institució Alfons el Magnáním. 1988. N.° 26
LA POLÍTICA DE LA VANGUARDIA
Raymond Williams 7
1. CULTURA, IDEOLOGÍA, COMPROMISO
«¿Traición de los intelectuales? Benda, Benn y Brecht». Edward
Timms 17
«Sueños de una cultura revolucionaria: Gramsci, Trotski y Bre-
tón». Peter Collier 25
«Comunismo y vanguardia: el caso de Georg Lukács». David
Midgley 35
«Construcciones contrafácticas: la filosofía de la historia de Wal-
ter Benjamín». Helga Geyer-Ryan 43
2. MODERNISMO Y POLÍTICA
«Mercado de futuros: Marinetti y los fascistas de Milán». Judy
Davies 53
«El modernismo inglés y la política: Eliot, Pound y Joyce». Mi-
chael Long 63
«Left Review, New Writing y la amplia alianza contra el fascis-
mo». Margot Heinemann 73
«La poesía de protesta: Auden, Aragón y Eluard». Peter Collier. 85
«André Malraux y el dilema radical». Gino Raymond 97
«Názim Hikmet: poesía y política en la Turquía de Kemal».
Salme Goksu y Edward Timms 107
3. LAS MASAS Y LAS MINORÍAS
«Freud y la muchedumbre». Paul Connerton 115
«Nacionalismo y modernidad: los escritores judíos alemanes y
el movimiento sionista». Ritchie Robertson 123
«Elitismo y culto a lo popular en España». AHson Sinclair 131
«Política sexual y vanguardia: de Apollinaire a Woolf». Naoml
Segal 139
4. MEDIO Y MENSAJE
«El triunfo de lo banal: el arte en la Alemania nazi». Frank
Whitford 147
«De Stijl: concepto y estilo». Elsa Strietman 155
«La política y el cine mudo: El gabinete del Dr. Caligari y El Aco-
razado Potemkin». Michael Mlnden 165
«El teatro como foro político». Raymond Williams 173

314
Boletín de Sumarios

DEMOCRAZIA E DIRITTO
Roma. 1988. N.° 4-5
IL TEMA: «Le nuove frontiere del diritto»
«Istituzionalizzazione della vita e alienazionc del desiderio». Pietro
Barcellona 9
«La bioética e i limiti del diritto». Eugenio Lecaldano 21
«Tecnología e dolore. Le ambiguitá del contemporáneo». Salvatore
Natoli ... 43
«Diritto e corpo: il soggetto "incarnato"». Salvatore Amato 63
«Tradizioni filosófica e paradigmi scientifici del dibattito bioetico
in Italia». Cristina Cilli 91
«Appunti per uno studio giusfilosofico dell'etologia». Agostino Car-
rino 113
«Scelte tragiche». Cosimo Marco Mazzoni 125
«II diritto al limite». Fabio Ciovannini 131
«Eutanasia». Franca Ongaro Basaglia 151
«I trapianti». Marina Rossanda 165
«Biología e democrazia». Luciano Violante 183
«Lo statuto del concepito». Francesco Donato Busnelli 213
«L'aborto fra norma e coscienza». Isabella Peretti - Daniela Socrate. 223
«Sul trattamento sanitario coatto». Maria Grazia Giannichedda ... 249
«Le pratiche triestine oltre la legislazione speciale in psichiatria».
Lucia Lorenzi - Mario Reali - Franco Rotelli 283

LA QUESTIONE: «Le nuove tecnologie riproduttive»


«Un'analisi legislativa comparata». Grazia Zuffa 313
«Stato dellá ricerca e delle applicazioni». Elisabetta Chelo 325
«Riproduzione tecnológica: rischi e nuovi valori». Laura Conti ... 331
«Donne e tecnología: la sfida al reale e la sua passione». Marisa
Fiumanó 347
«Gli interrogativi del femminismo». Franca Pizzini 363

IL DIBATTITO
«Diritto e vita biológica». Luigi Lombardi Vallauri 379

IL SAGGIO
«Critica e metacritica del diritto». Enrico Scoditti 395

1988. Vol. XXVIII. N.° 6


IL TEMA: «La sovranitá sfidata»
«La "questione democrática"». Pietro Ingrao 7
«Nuove sfide alia sovranitá: chi s'é preso lo scettro?». Gianfranco
Pasquino 39
«L'eclisse della democrazia». Pietro Barcellona 63
• «Differenza sessualc e rappresentanza». Claudia Mancina 73
«Le differenze come chance della democrazia». Ota De Leonardis. 83
«Rappresentanza e governo nazionale». Gianni Ferrara 91
«Percorsi di democrazia económica». Antonio Cántaro • Mlmmo
Carrieri 105
«Le regioni nel sistema político». Augusto Barbera 135
«Poteri diretti nella strategia della cittadinanza». Giuseppe Cot-
turri 155

315
Documentación

«Referendum, revisione costituzionale, sistema político». Pietro


Barrera 177
«Referendum tra stato e regioni». Alessandro Torre 201
LA QUESTIONE: «La sovranitá nei paesi dell'est»
«Stato e partito: il vecchio e il nuovo». Fabio Glovanninl 227
«L'enigma Eltsin». Ottorino Cappelli - Maurizio Fortunato 233
«I primi passi della democrazia elettorale in Urss». Glorgio Mos-
cati 259
«Riforme istituzionali: due p a r e n dall'Urss». Giorgio Moscati ... 271
«Polonia: l'efficienza económica come sostituto della legittima-
zione». Jacek Tarkowski 283
IL SAGGIO
«La "tragedia" della scienza política». Danilo Zolo 307
«II diritto alia democrazia nelle imprese». Robert A. Dahl 327
ARGOMENTI
«II rischio della conoscenza». Simona Andrini 345
«Considerazioni sul processo di bilancio». Marcello Degni 363

DEMOKRATIE UND RECHT


Kóln. 1988. N.° 4
VORBEMERKUNG DER REDAKTION 361
KOMMENTARE UND BERICHTE
«Sozialversicherungsreform auf Kosten des Datenschutzes». Joac-
chim Riess 363
«Haflungsrecht und Umweltschutz». Rolf Praml 369
«Reflexionen über die Richterpersonlichkeit — Persona oder Per-
sonatus?». Paul Tiedemann 374

«Uber básale Zirkularitát im politischen System». Joachim Nocke. 378


AUFSATZE
«Autopoiesis und Selbstreferentialitat ais ,,postmoderne Rechts-
theorie" — Die neue reine Rechtsleere». Alfred J. Noll/Nikolaus
Dlmmel 379
«Regelbedarf zur Risikoverwaltung Gentechnologie im Spannung-
sfeld von Industrie und Umwelt». Helmut Weigel 401
«Neue Auslándergesetzgebung — deutsche Uberfremdungsangste».
Klaus Sieveking 412
«Kronanwalt Denis Nowell Pritt (1887—1872) und die Rechtsent-
wicklung von ,,unten"». Hermann Klenner 423

DIRITTO E SOCIETA
Roma. 1988. N.° 1
SAGGI
«La difesa nazionale nella Costituzione» (Parte II). Andrea Barone. 1
«II principio di buon andamento della Pubblica Amministrazione
nella Giurisprudenza Costituzionale». Antonio Saitta 53

316
Boletín de Sumarios

<rll problema della persona umana nell'esperienza giuridico-politi-


ca: (I) profili filosofici». Danilo Castellano 107
«Garanzie dei cittadini e ruólo del Tribunal Constitucional». Fran-
cisco Tomas y Valiente 155
ATTUALITA
«Considerazioni istituzionali sulla crisi». Enrico Cuccodoro 171
«Una recente sentenza della Corte suprema statunitense in tema
di paritá tra uomo e donna». Nlno Olivetti Rason 183
OSSERVATORIO
«La condizione di reciprocitá e l'esercizio da parte di stranieri in
Italia di attivitá commerciali o professionali». Serenella Bel-
lucci 195

1988. N.° 2
SAGGI
«Fondamento costituzionale del potere di emendamento, limiti di
coercnza e questione di fiducia». Andrea Pisaneschi 203
«Alie origini dello Statuto siciliano. L'idea di Regione nel pensiero
di Gaspare Ambrosini». Giuseppe Lauricella 259
«Efficienza delle istiluzioni ed ipotesi di riforme». Giovanni Serges. 279
«Diritto e giustizia nella giurisprudenza costituzionale». Fausto
Cuocolo 295
«Questione cattolica e questione democristiana» (Spunti critici di
diritto costituzionale). Sergio Antonelli 307
«Sfiducia individúale e responsabilitá governativa». María Luisa
Mazzoni Honorati 325
ATTUALITA
«Nuovi sviluppi nella individuazione di un ruólo regionale in
campo energético». Marcella Gola 347
«II principio di cooperazione tra Stato e Regioni nella giurispru-
denza della Corte costituzionale: riflessioni su una prospet-
tiva». Francesco Rimoli 363
RECENSIONI
«II Legislatore recalcitrante e gli effetti diretti delle direttivc co-
munitarie» (di Giovanni Grottanelli de' Santi). Alberto Predieri. 401

DISSENT
New York. 1988. Fall
COMMENTS AND OPINIONS
About the Election: a little symposium with Nicolaus Mills - Ro-
bert Leckachman - David Bromwich - Fred Siegel - Irving Howe -
Joanne Barkan - Emanuel Geltman 389
Interview with Menachem Brinker 392
Irving How on «perestroika» 397
Tony Judt on the Mitterrand transition 399
REPORT FROM ABROAD
Charles Lañe on the democratic left in El Salvador 403

317
Documentación

ARTICLES
«To The Other Shore: A Visil to the Soviet Union». Daniel Bell. 407
«Gorbachev and Eastern Europe: Perestroika and Historical Com-
promise?». Agnes Heller and Ferenc Feher 415
«In the Slums of Manila: Can the Poor Find Their Voices?». George
Packer 422
«Biotechnology: Big Money Comes to the University». James B.
Rule 430
«Dependent Individualism: A Welfare State Without an Ethical
Core?». Fred Siegel 437
«The Ambiguous Legacy of Antonio Gramsci». Michael Walzer ... 444
«The Sound of One Hand Clapping: Women's Liberation and the
Left». Meredith Tax 457
«To Cave Explorers From the West: Some Words of Advice from
Hungary». George Konrad 463
«Unions, Pensión Funds, and the Economy». Teresa Ghilarducci. 467
«Where Wall and Pennsylvania Intersect: Économics in the Infor-
mation Age». Harvey Wheeler 472
COMMUNICATIONS
Adi Ophir on refusal to serve on the West Bank 485
Steven Seidman on the left and antigay politics 487

DOCUMENTACIÓN ADMINISTRATIVA
Secretaría Gral. Técnica, Presidencia del Gobierno, Madrid.
1987. N.° 209
ESTUDIOS
«Los postulados constitucionales de la ejecución de sentencias
contencioso-administrativas». E. García de Enterria 7
«La ejecución de las sentencias contencioso-administrativas».
F. Sosa y T. Quintana 17
«La ejecución de sentencias condenatorias de la Administración
Pública en jurisdicciones distintas a la contencioso-administra-
tiva». M. Bassols 47
«La ejecución de Sentencias del Tribunal Constitucional (Especial
referencia a las relativas a la Administración)». J. Salas y V. Pa-
lomino 89
«La ejecución de sentencias contencioso-administrativas en la ju-
risprudencia del Tribunal Supremo». F. Pera 119
«Jurisprudencia Constitucional sobre la posición de los Tribuna-
les y de la Administración en la ejecución de sentencias con-
tencioso-administrativas». J. L. Pinar 147
DOCUMENTACIÓN
«Dictamen del Consejo de Estado de 23 de diciembre de 1986 so-
bre la ejecución de sentencias contencioso-administrativas» ... 167
«La evolución histérico-normativa de la ejecución de sentencias
contencioso-administrativas (1845-1956)» (A. Betancor) 199

1987. N.° 210-211


IN MEMORIAM: IGNACIO DE OTTO
PRESENTACIÓN

318
Boletín de Sumarios

ASPECTOS GENERALES
«La carrera administrativa en España: evolución histórica y pers-
pectivas». Alberto Gutiérrez Reñón 29
«Neutralidad política y carrera administrativa de los funciona-
rios públicos». Julián Alvarez Alvarez 71
«Notas sobre la carrera profesional del funcionario público». José
Luis Cádiz Deleito 97
«Política, gestión y administración de recursos humanos en las
Administraciones Públicas». Joan Prats Cátala 121
«Carrera administrativa y Función Pública Autonómica». Adolfo
Serrano de Triana 135
«La carrera profesional del personal laboral de la Administración
Pública». Tomás Sala Franco y Juan Manuel Ramírez Martínez. 173
«La "carrera" profesional del trabajador: promoción y ascensos
en el Derecho del Trabajo». Antonio Baylos Grau 191
«El régimen jurídico de las incompatibilidades en los contratos
de trabajo del sector público». Manuel Alvarez de la Rosa ... 227
CARRERAS ESPECIALES
«Sistema español de función judicial. La carrera judicial». Jeróni-
mo Arozamena 269
«Pasado, presente y futuro de la carrera diplomática». Blanca
Lozano 307
«La carrera militar». Pablo Casado Burbano 343
«La carrera administrativa en la Función Pública de las Comuni-
dades Europeas». Miguel Ángel Arroyo 363
ESTUDIOS COMPARADOS
«Observaciones en torno al principio de carrera en la Función
Pública francesa». Frank Moderne 371
«La carrera administrativa en Italia». Luis Ortega 391
«El "resistible" ascenso de la función directiva administrativa».
Umberto Romagnoli 407
«El principio de carrera en el sistema federal alemán de Función
Pública». María Jesús Montoro 419
«La carrera administrativa en la República Federal de Alemania».
Manfred Degen 437
«La carrera administrativa en Gran Bretaña». Frederick Ridley ... 465
«La carrera administrativa en los Estados Unidos». Manuel Férez. 503

DOCUMENTS
Centre d'Etudes Culturelles, Economiques et Sociales, París.
1988. N.° 4
EDITORIAL
«L'Europe monétaire s'imposera» 3
ECONOMIE
«L'Europe bloquee par manque de courage». Helmut Schmidt ... 6
«L'évolution du SME vue par un expert franjáis». Michel Aglletta. 14
«1992: Tournant en France non-évenement en Allemagne?». Alfred
Frisen 20
POLITIQUE
«F. J. Strauss. Mort d'un non-chancelier» 63
«Un roi qui se divertissait». Joseph Rovan 64
319
Documen t ación

«Une fin de regne». Holger Goblirsch 67


«L'aprés Strauss vu de Bonn». Louis Rivier 74
«Les héritiers» 76
«F. J. Strauss: Une vic — Une carriére» 79
A SUIVRE
«Le congrés du SPD á Münster». Hermann Rudolph 81
DOSSIER
«La Bundesbank pilier de la démocratie ou Etat dans l'Etat?» ... 27
«Visite á r ' a n t r e des voleurs"». Xavier Gautier 28
«Quelques questions á un président heureux. Un entretien avec
Karl Otto Póhl» 37
«Les fonctions de la Bundesbank» 42
«Loi sur la Bundesbank du 26 juillet 1957» 55
«Le SDP el la ratification du protocole additionnel sur le Conseil
de Défense» 83
SOCIETE
«Grandes reformes et petits moyens: Assurance-maladie et retrai-
tes». Véronique Donat 85
«Jeunes Tures de la seconde génération». Susanne Krause 96
«La frontiére passe au beau milieu de ma langue». Irmgard Ac-
kermann 108

DROIT ADMINISTRATIF
1988. N.° 12
DOCTRINE
ETUDES
L'établissement publie territorial:
«Mode de gestión du service publie?», par Etienne Fatóme et Jac-
ques Moreau 699
«Une exigence francaise renouvelée: la coopération territoriale»,
par Paul Bernard 705
«L'adaptation du cadre financier et comptable á la gestión lócale»,
par Hervé Chazeau 711
«Les groupements de collectivités et la gestión des services pu-
blics locaux», par Jean-Paul Costa et Philippe Limouzin-Lamothe. 715

1989. N.° 1
DOCTRINE
ETUDES
«La reforme administrative et la question du droit», par Jacques
Gaillosse 3
«La requalification par le juge des actes negocies en actes unila-
téraux, archaisme paradoxal ou technique d'avenir?», par Ra-
phael Rom! 9
CHRONIOUES
«Chronique d'information bibliographique», par André Baldous,
Albert Lanza et Jean-Paul Négrin 15

320
Boletín de Sumarios

VARIETÉS
«La prime de rendcment des fonctionnaires des P.T.T.: origine,
évolution, contentieux», par Roger Salvat 25

DROITS. Revue Francaise de Theorie Juridique


París. 1985. N.° 1
Avant-propos
DESTINS DU DROIT DE PROPRIETE
«Ouverture». Christian Atias 5
«Du droit de Dieu au droit de l'homme: sur les origines théolo-
giques du concept moderne de propriété». Marie-France Renoux-
Zagamé 17
«L'évolution du droit de propriété depuis le Code civil». Francois
Terré 33
«L'expropriation face á la propriété (du Moyen Age au Code civil)».
Jean-Louis Mestre 51
«Réflexions sur le patrimoine commun de l'humanité». René-Jean
Dupuy 63
«Pour une lecture anthropologique et interculturelle des systémes
fonciers». Norbert Rouland 73
«L'analyse économique et la théorie du droit de propriété». Henri
Lepage 91
«Lectures» 107
VARIETÉS
«Eloge de l'exégése». Philippe Rémy 115
«Nature et sujet de droit». Bernard Edelman 125
CHRONIQUES
«La nature du controle de constitutionnalité». Vincent Bouvier ... 143
«Remarques sur quelques tendances de la doctrine contemporaine
en droit administratif». Jean-Jacques Blenvenu 153
ACTUALITE DE LA CONTROVERSE
«"Realisme" juridique et " realisme" biologique». Stéphane Riáis. 161

1985. N.° 2
LES DROITS DE L'HOMME
«Ouverture: généalogie des droits de l'homme». Stéphane Riáis. 3
«Naturalisme et volontarisme dans la Déclaration des droits de
l'homme de 1789». Patrick Wachsmann 13
«Analyse lexicale des débats de la Constituante sur la Déclaration
des droits de l'homme». Paul Delvaux 23
«Correspondance». Michel Villey 35
«La "nature du droit", fondement des droits de l'homme selon la
doctrine catholique». Juan-Miguel Garrigues 45
«Des droits de l'homme á l'Etat de droit chez les théoriciens fran-
jáis classiques du droit public». Philippe Raynaud 61
«Droits-libertés et droits-créances». Luc Ferry et Alaín Renaut ... 75
«Le traitement des antinomies des droits de l'homme par le Con-
seil constitutionnel». Dominlque Turpin 85
«Théorie des droits de l'homme et progrés de la biologie». Thierry
Cornavin 99

321
Documentación

VARIETÉS
«Chaim Perelman ou les valcurs frágiles». Charles Lcben 107
«Nature humainc ct Codc Napoleón». Xavier Martin 117
CHRONIQUE
«Le mouvcment des idees dans le droit des conflits de lois».
Pierre Mayer 129
ACTUALITE DE LA CONTROVERSE
«A propos d'un manuel d'épistémologie juridique». André-Jean Ar-
naud, Christian Mouly 145
«Mobilité ou immuabilité du droit naturel chez Aristote et saint
Thomas?». Stéphane Rlals 156
«Cinq questions sur la responsabilité internationale». Denis Alland. 157

1986. N.° 3
LA COUTUME
«Ouverture: De la regulante á la regle». Jean Combacau 3
«Du fondement de la coutume á la coutume comme fondement».
Michel Troper 11
«Contribution á l'étude du processus coutumier: la coutume de
droit privé jusqu'á la Rcvolution». Jean-Marie Carbasse 25
«Sur la coutume en droit privé». Bruno Oppetit 39
«Coutume et "common law"». André Tune 51
«Réflexions sur le pouvoir normatif de la coutume en droit ca-
nonique». Alain Sériaux 63
«Genése et consécration des Lois Fundamentales». Jean Barbey. 75
«Le Conseil constitutionnel et la coutume. — Sur les principes
fondamentaux reconnus par les lois de la République». Vincent
Bouvier 87
«La coutume, source formelle de droit en droit administratif».
Gérard Teboul 97
«La coutume internationale. Sa vie, son oeuvre». Serge Sur 111
«Les conventions de la Constitution. A propos de deux théses re-
centes». Olivier Beaud 125
VARIETÉS
«Pour un positivisme critique: Michel Foucault et la philosophie
du droit». Francois Ewald 137
CHRONIOUE
«Chronique d'anthropologie juridique». Norbert Rouland 143

1986. N.° 4
CRISES DANS LE DROIT
«Ouverture: Quelles crises? Quel droit?». Stéphane Riáis 3
«L'hypothése du déclin du droit». Bruno Oppetit 9
«Une crise de légitimité seconde». Christian Atias 21
«Le droit est-il de ce monde?». Simone Goyard-Fabre 35
«Le kelsénisme est-il en crise?». Patrick Wachsmann 53
«Sociologie juridique et crise du droit» — Entretien avec le doyen
Carbonnier 65
«La crise de la technique législative». Alain Viandier 75
«Le droit malade de son information». Hervé Croze 81
«Le droit administratif: une crise sans catastrophe». Jean-Jacques
Bienvenu 93

322
Boletín de Sumarios

«Crise des introductions au droit». Christian Mouly 109


«Le droit et son enseignement: un demisiécle de réflexions». Jac-
queline Gatti-Montain 111
VARIETÉS
«L'interpellation actuelle de la reflexión philosophique par le
droit». Paul Amselek 123
«La théorie économique de la responsabilité et le positivisme ju-
ridique». Francois Seurot 137
CHRONIQUE
«La romanistique et la notion de jurisprudence». Yan Thomas ... 149

1987. N.° 5
FIN DE LA FAUTE?
«Ouverture: L'illicite et le fautif». Jean Combacau 3
«D'une faute l'autre?». Georges Rouhette 9
«Notes sur l'histoire de la faute». Jean-Louis Gazzaniga 17
«Faute et responsabilité civile: déclin ou renaissance?». Yvonne
Flour 29
«La faute civile, droit et philosophie». Franfois Ewald 45
«Faute de l'Etat et "fait internationalement illicite"». Pierre-Marie
Dupuy 51
«Le poids de la faute dans la responsabilité administrative». Fran-
coise Llorens-Fraysse 65
«Scolies sur la faute pénale». Marc Puech 77
«Le proces de la responsabilité et les métamorphoses de la cul-
pabilité». Jean-Jacques Wunenburger 87
«La faute personnelle du fonctionnaire: extinction d'une cente-
naire?». Michéle Guillaume-Hofnung 97
«L'introuvable faute des gouvernants». Jean Rossetto 107
«Note sur l'expérience "No-Fault" aux Etats-Unis». Dominique Sé-
néquier 117
VARIETÉS
ACTUALITE DE LA CONTROVERSE
«Une nouvelle controverse sur le positivisme en droit internatio-
nal publie». Charles Leben 121
«Correspondance: Retour sur Perelman» iLuc Wintgens, Charles
Leben) 131
CHRONIQUES
«Chronique de linguistique juridique: la pragmatique dans les
revues de linguistique». Olivier Cayla 137
«Chronique d'anthropologie juridique: l'anthropologie juridique
des sociétés complexes». Norbert Rouland 147

1988. N.° 7
L'ACTE JURIDIQUE
«Ouverture». Jean Combacau 3
«Suggestions sur les origines philosophiques de l'acte juridique».
Michel Bastit 11
«Actes juridiques et classif¡catión». Jean-Jacques Bienvenu 21
«La doctrine de l'acte juridique: sur quelques matériaux récents».
Georges Rouhette 29

323
Documentación
«Une invention de la romanistique allcmande: l'acte de transferí
abstrait». Yan Thomas 37
«L'acte juridique dans la perspective de la philosophie du droit».
Christophe Grzegorczyk 47
«La théorie de la signification de l'acte dans la pensée normati-
viste». Olivier Cayla 59
«A la recherche de l'acte complexe: l'exemple du droit publie fran-
cais». Jacques Moreau 75
«Réflexions sur l'acte juridique et le contrat á partir du droit ju-
diciaire privé». Jacques Héron 85
«L'acte juridique: réflexions d'un internationaliste». Jean-Paul
Jacqué 95
VARIETÉS
«Les classiques de l'Empire chez les publicistes de la République
fedérale: référence ou révérence?». Erk Volkmar Heyen 109
«Un réveil de la conscience: quelques tendances majeures de la
philosophie du droit en Italie». Jean-Marc Trigeaud 121
«Actes de la pratique et expression du droit, du xvr siécle á la
codification». Jean Hilaire 135
ACTUALITE DE LA CONTROVERSE
«Sur Rawls: propos en défense». Rene Séve 141

EINHEIT
Berlín. 1988. Vol. 43. N.° 10
KURZ KOMMENTIERT
«Zum Kampf sind wir geboren». Günter Schneider 867
«BRD-Justiz gegen Friedensbcwcgung». Georg Grasnick 870
«Mahnung und Verpflichtung». Lothar Becker 874
DAS THEMA: Das politische System des Sozialismus in der DDR
«Die SED — Kern des politischen Systems in unserem Lande».
Kurt Tiedke 877
«Volksvertretungen und Staatsapparat». Michael Benjamín/
Günther Seiler 884
«Unser bewáhrtes Zusammenwirken mit den befreundeten Par-
teien». Friedel Harder 889
«Genossenschaften in der DDR». Klaus Ahrends/Hans Luft ... 894
«Zum demokratischen Mitgestalten der Gewerkschaften». Klaus
Gregor 900
«Uber Breite und Vielfalt demokratischen Mitwirkens». Peter-
Rudolf Zotl 904
«Rationelle Nutzung und Schutz der Natur — eine globale Auf-
gabe hohen Ranges». Hans Reichelt 907
«Beschleunigung des Reproduktions-prozesses und Sicherung ho-
her Flexibilitát in den Kombinaten». Gerd Friedrlch 917
«Steigerung der Arbeitsproduktivitat und Senkung der Kosten —
Ansprüche umfassender Intensivierung». Hans-Joachim Beyer. 924
«Frauen in Leitungsfunktionen der Wissenschaft». Heldrun Radtke. 930
«Bürgerliche Revolution und nationale Kriege». Helmut Bock ... 937
KONSULTATION
«Wie wirkt die Partei für Spitzenleistungen?». Ekkehard Bottger. 947

324
Boletín de Sumarios

ELECTORAL STUDIES
Hayward. 1988. Vol. 7. N.° 3
«The French Presidential Election of 24 April-8 May and The Ge-
neral Election of 5-12 June 1988». David B. Goldey and R. W.
Johnson 195
«Alphabetic Bias in Partisan Elections: Patterns of Voting for
the Spanish Senate, 1982 and 1986». Arend Lijphart and Rafael
López Pintor 225
«Spatial Influence on Voter Transitions in Swedish Elections».
Sven Berg 233
«France in Ten Slices: An Analysis of Aggregate Data». Mattel
Dogan and Daniel Derivry 251
«Election Night Forecasting in Neyv Zealand». R. Hugh Morton. 269
«Notes on Recent Elections. The Finnish Presidential Election of
1988». Sten Berglund 279
«The Cypriot Presidential Election of 1988». Panayote Elias Di-
mitras 281
«Reply to Johnston and Pattie». R. Rose and I. McAIHster 285

ESTADO & DIREITO


Lisboa. 1987-88. N.° 1
ARTIGOS E NOTAS
«Los deberes fundamentales». Gregorio Peces-Barba 9
«Secreto de Estado y publicidad en España». Germán Gómez Or-
fanel 25
«Administracao pública: na hora da mudanca — Nota breve sobre
um conjunto de medidas governamentais». Joao Freitas Raposo. 39
«Nos cern anos da lei de fomento rural». G. O. M 47
«A encíclica Populorum Progressio e o direito ao desenvolvimen-
to integral do homem». A. O. M 55
DOCUMENTO,
«Sobre o conceito de constituido política». Antonio José Brandao. 71

ESTUDIOS INTERNACIONALES
Instituto de Estudios Internacionales de la Univ. de Chile.
1988. Vol. XXI. N.° 81
«El escenario mundial hacia el año 2000». Heraldo Muñoz 3
«La cumbre latinoamericana de Acapulco: transformación econó-
mica, democratización y cooperación internacional». Félix Peña. 15
«América Latina en el nuevo mapa de la economía mundial». Ser-
gio Bitar 23
«ASEAN luego de la tercera reunión cumbre». Manfred Mols ... 45
«Corea del Sur y los países asiáticos de reciente industrialización
(pari) en el contexto de los cambios del sistema económico
mundial. Reflexiones para América Latina». Carlos J. Moneta. 61
«Teoría y práctica de las relaciones internacionales: El caso de
Colombia». Rodrigo Pardo y Juan Gabriel Tokatlian 94

325
Documentación

ETUDES INTERNATIONALES
Centre Quebequois de Relations Internationales.
1988. Vol. XIX. N.° 3
Avant-propos 429
«L'importance économique de l'espace: situation internationale».
Alain Simón 435
«L'espace: role auxiliaire ou quatriéme arme?». George Lindsey. 451
«Le Droit international et les activités spatiales: le point de la
situation». Ivan A. Vlasic 467
«Une coquille vide: le Canadá, puissance spatiale internalionale,
1945-1988». John A. Kirton 477
«L'importance stratéaique de l'espace pour les besoins militaires
futurs du Canadá». William C. Weston 493
«L'apport du Canadá au droit spatial et au controle des armements
dans l'espace extra-atmosphérique». J. Alan Beesley, D. W.
Sproule et Mark Collins 501

1988. Vol. XIX. N.° 4


«Guerrilla and Terrorism in Latín America». Ivon Grenier.
«Stralegic Expertise and the Development of Artificial intelli-
gence». Jean-Max Noyer.
«The Legal Formulation of the Conditionality of the International
Monetary Fund's Stand-by Agreements». Clément Samson.
«The United States Arctic Policy and the Case of Canadian Sp-
vercignty in the North» (Note). Michel Fredcrick.
«One-Site Inspection, or Transparency in International Relations»
(Note). Eric Remacle.

EUROPAISCHE GRUNDRECHTE ZEITSCHRIFT


Kelh and Rhein. 1988. Vol. 15. N.° 17-18
1. AUFSÁTZE «Der Anwendungsbereich des Art. 6
EMRK / Das Ende des ,,cautious ap-
proach" und scine Auswirkungen in
den Konventionsstaaten». W. Ludwig
Weh 433
2. ENTSCHEIDUNGEN
EGMR —27. 10. 87— Streit um Widcrruf einer Konzession /
Art. 6 EMRK anwendbar / Recht auf
Zugang zum Gericht verletzt / Fall
Pudas gegen Sclnveden Weh 448
Sondervotum des Richters De Meyer
voller Wortlaut 452
EGMR —27.10.87— Streit um Enteignungsbewilligung /
Art. 6 EMRK anwendbar / Recht auf
Zugang zum Gericht verletzt / Fall
Bodén gegen Schweden Weh 452
Sondervotum des Richters De Meyer
voller Wortlaut 456
VfGH —24. 6.88— Verfassungswidrigkeit behórdlicher
Entscheidungskompetenz im wasser-
326
Boletín de Sumarios

r e c h t l i c h e n Entschádigungsfestset-
zungsverfahren ... mit Anm Weh 457
VfGH —30.11.87— Kostentragung für Auskunftserteilung
über eespeicherte Daten gcm. Art. 1
§ 1 Abs. 3 DSG Bernegger 462
VfGH —26.11.87— Disziplinarrecht der Rechtsanwálte
materiell und organisatorisch verfas-
sungsrechtlich unbekenklich
Bernegger 466
BVerfG —21. 6.88— Belastungsgleichheit für Wehrdienst-
und Zivildienstleistende
voller Wortlaut 469
BGH — 6. 9. 88— Strafmilderung wegen überlanger Ver-
fahrensdauer / Berücksichticung von
Art. 6 Abs. 1 EMRK ... voller~Wortlaut 472
BVerwG — 5. 5. 88— Entziehune des Doktorgrades wegen
Unwürdigkeit / hier: antisemitische
Buchpublikation voller Wortlaut 472
3. DOKUMENTATION
EP —12. 9.88— Entschlie^ung: Bchandlung medizi-
nisch-ethischer Fragen auf europais-
cher Ebene 478
4. LAUFENDE VERFAHREN
EKMR Zulássige Beschwerden / Rechtspre-
chungsbericht 1987 (6. Teil): Zwei
Beschwerden zu freiheitsentziehenden
Ma^nahmen Strasser 479

1988. Vol. 15. N.° 19


1. AUFSÁTZE «Überlegungen zum Institut der Ver-
fassungsbeschwerdc / Einc Enlschci-
dung des Bundesverfassungsgcrichts
wirft Fragen auf / Anmerkungen zum
Beschlu3 vom 15. Juni 1988 — 1 BvR
1301/86». Willi Geiger 481
2. ENTSCHEIDUNGEN
EGMR —11.10.88— Gütliche Einigung im Fall Woukam
Moudefo gegen Frankreich / Entschá-
digungssumme 134.000,— FF / Dauer
der U-Haft / Anspruch auf anwaltli-
che Vertretung im Haftprülungsver-
fahrcn Strasser 487
Court of Appeal, London Lokalverbot ais Rassendiskriminie-
—27. 7.88— rung Bartsch 488
BGer —22. 6.88— Anspruch auf den verfassungsmassi-
gen Richter / Unzulá'ssigkeit der Per-
sonalunion von Strafmandatsrichter
und Sachrichter Steinmann 489
VfGH —10.12.87— Anspruch auf Belangsendungen im
ORF nur für im Nationalrat vertrete-
ne Parteien vcrfassungsmá^ig
Bernegger 493

327
Documentación
VwGH —18. 5.88— Verweigerung der Blutentnahme nach
Verkehrsunfall unter Berufung auf In-
fektionsgefahr durch AIDS
voller Wortlaut 495
BVerfG —15. 6.88— Finanzierung von Abtreibungen durch
gesetzliche Krankenkassen / Verfas-
sungsbeschwerde zurückgewiesen ...
voller Wortlaut 496
BVerfG —26.10.87— Verletzung rechtlichen Gehórs / Ver-
fassungsbeschwerde begründet
voller Wortlaut 499
3. DOKUMENTATION
EKMR —12. 9.88— Zypern erkennt ab Januar 1989 das In-
dividualbeschwerderecht zur Europá-
ischen Kommission für Menschenrech-
te an 501

4. LAUFENDE VERFAHREN
EKMR Zulássige Beschwerden / Rechtspre-
chungsbericht 1987 (7. Teil): Weitere
Beschwerden gegen Frankreich, Ita-
lien und Belgien zu freiheitsentzie-
henden Magnahmen Strasser 501

1988. N.° 20
1. AUFSATZE «Die Rechtsprechung des EGMR zur
Verhaltnismápigkeit einer Eigentum-
sentziehung nach zoUrechtlichen Vors-
chriften / Anmerkung zur AGOSI-
Entscheidung, EuGRZ 1988, 513». Wolf-
gang Peukert 509
2. ENTSCHEIDUNGEN
EGMR —24.10.86— Zollrechtliche Verfallerklárung für
Goldmünzen im Wert von £ 120.000,—/
Keine Verletzung der Eigentumsga-
rantie / Fall AGOSI Peukert 513
Abweichende Meinung des Richters
Thór Vilhjálmsson ... voller Wortlaut 520
Abweichende Meinung des Richters
Pettiti voller Wortlaut 520
EGMR —21.10.86— Inhaftierung zum Zwecke der Auslie-
ferung / Ablehnung von Freilassungs-
begehren durch das schweizerische
Bundesgericht auf ,,Stellungnahme"
des Bundesamtes für Polizeiwesen /
Art. 5 Abs. 4 EMRK im Fall Sanchez-
Reisse verletzt Thürer-Reber 523
Sondervoten Thürer-Reber 528
BGer —20. 4.88— Anspruch des Beschuldigten auf Re-
plik im Haftentlassungsverfahren ...
Steinmann 528
BVerfG —12.10. 88— Berücksichtigung von Menschenwürde
und Personlichkeitsrecht des Kindes
bei geplanter Adoption / Sorgfaltsp-

328
Boletín de Sumarios

flichten der Gerichte


voller Wortlaut 529
3. DOKUMENTATION
Europarat San Marino ist 22. Mitgliedstaat des
Europarates und unterzeichnet die Eu-
ropáische Menschenrechtskonven-
tion 534
4. LAUFENDE VERFAHREN
EKMR Zulássige Beschwerden / Rechtspre-
chungsbericht 1987 (8. Teil): Schutz
der Privatsphare und des Familienle-
bens: 2 Falle gegen Gro(3britannien
Strasser 535

1988. N.° 21-22


1. AUFSATZE «Die Europaische Konvention zur
Verhütung der Folter / Regelmá|3ige
Besuche von Haftanstaíten durch Eu-
ropaisches Komitee zur Verhütung
der Folter ab 1989». Manfred Nowak. 537
2. ENTSCHEIDUNGEN
EGMR —24. 5.88— Kein Eingriff in die Meinungsauge-
rungsfreiheit (Art. 10 EMRK) durch
Beschlagnahme obszoner Gemálde und
Verurteilung des Künstlers bzw. der
Aussteller / Art. 10 EMRK umfa¡3t
Freiheit der kunstlerischen Áu^erung/
Fall Müller u.a. gegen die Schweiz
Berka 543
Sondervoten Berka 547
BGer —19. 2. 88— Schul-Dispensation für religioso Feier-
tage / hier: Laubhüttenfest der Welt-
weiten Kirche Gottes Feller 547
StGH — 2. 5.88— Einseitige Beschwerde der Staatsan-
waltschaft im Strafregisterverfahren
verletzt Anspruch auf rechtliches Ge-
hor ... mit Anmerkung Kühne 550
VfGH —16.12.87— Computerstrafverfügungen und ver-
fassungsrechtlicher Bescheidbegriff ...
Bernegger 554
Corte Costituzionale Rechtsprechungsbericht 1987 Nr. 8-13
Ritterspach 559
BVerfG —21. 6.88— Neuregelung der steuerlichen Abzugs-
fáhigkeit von Wahlspenden / vólliger
Ausschlu|3 kommunaler Wahlerverei-
nigungen verfassungswidrig
voller Wortlaut 562
BVerfG —25.10.88— Glaubensfreiheit schützt Weigerung
zur Eidesleistung bei Antritt eines
Kommunalmandats / Anspruch auf
einstweilige Anordnung
voller Wortlaut 566

329
Documentación

3. DOKUMENTATION
Europarat —27.11. 87— Europáische Konvention zur Verhü-
tung von Foltcr und unmcnschlicher
oder emicdrigender Bchandlune oder
Strafe voller Wortlaut 569
4. LAUFENDE VERFAHREN
EKMR Zulássiee Beschwerden / Rechtspre-
chungsbericht 1987 (9. Teil): Schutz
der Privatspháre und des Familien-
lebens: 2 Falle gegcn Schweden
Strasser 572

1988. N.° 23-24


1. AUFSÁTZE «Veriahrcnsgarantien ¡m Bereich des
óffentlichen Rechts / Darstellung der
Rechtslage in der Bundesrepublik
Deutschland mit vergleichenden Hin-
weisen auf die Bundesverwaltungs-
rechispflege in der Schweiz im Blick
auf Art. 6 Abs. 1 EMRK». Eberhard
Schmidt-Assmann 577
Notiz von Cari Hans Brunschwiler ... 588
Notiz von Alfred Kuttler 589
Kann die Schweiz beim angestrebten
Standard des Vertrauensschutzes nach
der EMRK mithalten?
2. ENTSCHEIDUSJGEN
EGMR —25. 2. 88— Trennung der Eltern von ihren Kin-
dern verstójit im Hinblick auf die Art
und Weise ihrer Durchführung durch
die schwedischen Behorden gegen Art.
8 EMRK / Fall OIsson ... Fahrenhorst 591
Sondervoten Fahrenhorst 604
«Anmerkung» zum Fall OIsson
Fahrenhorst 605
BGer —16. 6.88— Offentlichkeit der Verhandlung bei
der gerichtüchen Uberprüfung einer
fürsorgerischen Freiheitsentziehung ...
Steinmann 606
BVcrfG —30. 6. 88— Verweigerung des Zivildienstes durch
Zeugen Jehovas / Berücksichtigung
der Gewissensfreiheit
voller Wortlaut 609
3. DOKUMENTATION
—20/21.10.88— Internationales Kolloquium in Salz-
burg ,,Verfahrensgarantien im Bereich
des óffentlichen Rechts" Bericht
Schoibl 611
4. LAUFENDE VERFAHREN
EKMR Zulássige Beschwerden / Rechtspre-
chungsbericht 1987 (10. Tcil): Mei-
330
Boletín de Sumarios

nungsfreiheit: 2 Beschwerden gegen


das Vereinigte Konigreich / Eigen-
tumsgarantie: 2 Beschwerden gegen
Schweden, 1 Beschwerde gegen Ita-
lien Strasser 613

EUROPARECHT
München. 1988. N.° 4
AUFSÁTZE
Abschied vom Gerichtshof der Europáischen Gemeinschaften: ... 339
Ansprache Lord Mackenzie-Stuart 340
Ansprache Professor Dr. Ulrich Everling 343
Ansprache Kai Bahlmann 345
«Fusionskontrolle im Gemeinsamen Markt zwischen Wettbewerbs-
politik und Industriepolitik». Professor Dr. Ernst-Joachim Mest-
mácker 349

EUROPEAN JOURNAL OF POLITICAL RESEARCH


Amsterdam. 1988. Vol. 16. N.° 5
«Regulating the computer: comparing policy instrumenis in Eu-
rope and the United States». C. J. Bennett 437
«The organizational cohesión and political access of business:
a study of comprehensive associations». W. Coleman and
W. Grant 467
«Neo-corporatist theory and the politics of industrial decline.
"The case oí the French textile and clothing industry 1974-1984"».
G. R. D. Underhill 489
«Bringing culture back in: pluralism and societal corporatism as
contexts of strategic adaptation. "Offshore industrial relations
in Britain and N o r w a y V S. S. Andersen 513
«Will I like it the first time? "The maiden speech in the British
House of Commons"». J. Rasmussen 527
«Social conflict and alternative mass Communications: publie art
and politics in the service of Spanish-Barque nationalism».
L. Chaffee 545
«General elections in western nations during 1987». T. T. Mackie. 573

1988. Vol. 16. N.° 6


«The political challenge of migration for Western European Sta-
tes». Z. Layton-Henry 587
«Immigration and changes in the French party system». M. A.
Schain 597
«Political action of immigrants in the Netherlands: class or eth-
nicity?». J. Rath 623
«Political participation of Yugoslav immigrants in Sweden».
S. Drobnic ¡ 645
«Social partnership and "foreigners policy": On special features
of Austria's gucst-worker system». R. Bauboeck and H. Wim-
mer 659
«From conflict to accommodation: the "Foreigners Question" in
Switzerland». B. Schmitter Heisler 683
«The dynamics of racial exclusión and expulsión: racist politics
in western Europe». C. T. Husbands 701

331
Documen t ación

EUROPEAN LAW REVIEW


London. 1988. Vol. 13. N.° 5
EDITORIAL 293
ARTICLES
«National and Community Control of Concentrations in a Single
Market: Should Mcmber States be Allowed to Impose Stricter
Standards?». Stephen Hornsby 295
«Public Procurement in the EEC—Public Supply Contracts». Friedl
Weiss 318

1988. Vol. 13. N.° 6


EDITORIAL 377
ARTICLES
«The European Court and the Legal Basis of Community Legisla-
tion». Rieran St. C. Bradley 379
«Implications of the European Community's Environment Policy
for Turkey». John Temple Lang ... 403

FORO ADMINISTRATIVO, IL
Milano. 1988. Vol. LXIV. N.° 5
«Osservazione a: C. cost. 26 gennaio 1988 n. 78». Raffaele Iannotta. 1273
«Tutela cautelare amministrativa e controversie patrimoniali in
materia di pubblico impiego» (ñola a C. cost. 28 giugno 1985
n. 180). Alfredo Corpaci 1275
«Brevi note sul nuovo sistema probatorio nelle controversie di
pubblico impiego» (nota a C. cost. 23 aprile 1987 n. 146). Gu-
gllelmo Serio 1282
«Una riserva assoluta di contrattazione collettiva» (nota a Cons.
St., sez. IV, 6 aprile 1987 n. 211). Eugenio Melé 1364
«La crisi di effettivitá della giustizia amministrativa e il molo del
giudizio di ottemperanza». Salvatore Giacchetti 1595
«II processo in materia di pubblico impiego fra legislazione e
giurisprudenza». ítalo Franco 1610
«Abolizione del requisito della buona condotta e cause ostative
all'instaurazione del rapporto di pubblico impiego». Glovanni
Virga 1629
«La dialettica Stato-autonomie locali nella finanza sanitaria».
Adriano Schrelber 1646

1988. Vol. LXIV. N.° 6


NOTE, RASSEGNE, ARTICOLI E DOCDMENTAZIONE
«Osservazione a: Trib. Brescia 8 luglio 1987». Raffaele Iannotta. 270
«In tema di modelli processuali e sindacato di costituzionalitá»
(nota a C. cost. 18 febbraio 1988 n. 189). Eugenio Cannada Bar-
toli 1656
«Delle societá tra professionisti in campo sanitario» (nota a Cons.
St., ad. gen., 30 ottobre 1986 n. 35/86). Ugo Quaglia 1664

332
Boletín de Sumarios
aOrdinamento creditizio italiano e ordinamento comunitario. Ta-
luni problemi di adeguamento» (nota a TAR Basilicata 31 luglio
1987 n. 209). Giuseppe Fariña 1864
«Conoscenza dell'atto amministrativo e tutela giurisdizionale».
Gianfranco Bronzetti 1929
«Pubbliche forniture e revisione prezzi». Giuseppe Marcello Pollara. 1945
«Poteri d'intervento in via d'urgenza del Ministero deH'ambiente».
Caro Lucrezio Monticelli 1957
«La protezione comunitaria dell'ambiente con riferimento all'Ita-
lia». Maurizio Mirabella 1964

GACETA JURÍDICA DE LA C. E. E.
Madrid. 1988. N.° 57
«La Presidencia del Consejo de las Comunidades Europeas».
A. Mangas.
«Un año de aplicación del Acta Única Europea». A. Boixareu Ca-
rrera.
«El principio de unidad de jurisdicción ante la aplicación en Es-
paña del Derecho comunitario europeo». R. López-Vilas
«El régimen comunitario del transporte marítimo y el Real De-
creto 990/1986 sobre ordenación del transporte marítimo en
España». S. Martínez Lage.
«El problema de la admisibilidad de los recursos en materia de
dumping y de subvenciones». E. Van Ginderachter.

GOVERNMENT AND OPPOSITION


London. 1988. Vol. 23. N.° 4
ARTICLES
«Reading Notes, Summer 1988: The International Crisis and the
Opinión Formers». Ghita Ionescu 387
«Rigidities in the Labour Market». Ronald Dore 395
«Comment on Ronald Dore, "Rigidities in the Labour Market"».
Wolfgang Streeck 413
«The Rediscovery of English Democratic Socialism». Bernard
Crick 424
«Changing Valúes and Political Dissatisfaction in Poland and the
West: A Comparativa Analysis». Ronald Inglehart and Renata
Siemlenska 440
«Letter from France». Pierre Manent 458
«Letter from Germany». Klaus von Beyme 465
«Letter from Canadá». George Feaver 471
REVIEW ARTICLE
«The Burden of Type». S. E. Finer 487

INFORMATIONS SOCIALES
París. 1988. N.° 4
«La séparation, un fait de société». Fran?ois de Singly 4
DES ENJEUX VARÍES
«Etre seul aprés la séparation». Henri Leridon, Catherine Ville-
neuve-Gokalp 12
333
Documentación

«Des stratégies face á la précarité». Benoit Bastard, Laura Cardia-


Vonéche 20
«La place des pensions alimentaires». Patrick Festy 25
«De nouveaux tcrrituircs familiaux». Monique Bulsson, Jean-Claude
Mermet 33
«L'espace symbolique et le temps». Alice Holleaux 42
«Le nom des femmes». Marle-France Valetas 52
AU REGARD DE LA SOCIETE
«Retour au tribunal». Irene Théry 57
«Le droit de garder ses parents». Pierre Lenoél 64
«Le droit social en évolution». Isabelle Sayn 71
«Le sort de l'enfant». Olivier Matocq 77
«Du cóté des associations». Renée David 83
LE SOCIAL FN RECHF.RCHE 88
Analyse selective des memoires de maítrise, dipióme supérieur en
travail social, théses, études et recherches.
LE FIL CONDUCTEUR 99
L'alliance du social et des techniques/Vous avez dit: famille?/
Un capital á prcservcr: la ¡cuncsse.

INTERNASJONAL POLITIKK
Oslo. 1988. N.° 6
Forord 3
«Stormaktene i syklonens oye. Geostrategi og regional spenning
i det sorlige Slillehavet». Oyvind Osterud 7
«Norge, EF og europeisk samarbeid». Helge Pharo 41
«1949 som "vendepunkt": Er NATO-medlemskapet bare kulisse?».
Tor Egil Forland 69
«Kultur i fredens tjeneste?». Grethe Vaerno 87
«Hvilke typer av prosjekter kan realiseres gjennom internasjonalt
samarbeid?». Jon Hovl " 109

INTERNATIONAL POLITICAL SCIENCE REVIEW


London. 1988. Vol. 9. N.° 4
«The Survival of Presidentialism in America: Para-constitutional
Practices». Fred. W. Riggs 247
«The Faltering Development of Cable Televisión in Britain». Wil-
liam H. Dutton and Jay G. Blumler 279
«Politics under the Microscope: Observational Methods in Políti-
ca! Research». James N. Schubert 305
«Patterned Chaos in Global Life: Structure and Process in the
Two Worlds of World Politics». James N. Rosenau 327
«Power System Membership and Patterns of War». Daniel S.
Geller 365
«Ideology as Dystopia: An Interpretation of "Blade Runner"».
Douglas E. Williams 381

334
Bolelin de Sumarios

1989. Vol. 10. N.° 1


«Introduction». Elizabeth W. Marvick 5
«Whcn Does Personality Make a Difference? Lord Cherwell and
thc Área Bombing of Germany». Hugh Berríngton 9
«Personality, Political and Group Process Variables in Foreign
Policy Decision-Making: Jimmy Carter's Handling of the Ira-
nian Hostage Crisis». Betty Glad 35
«Family Experience and Political Leadership: An Examination of
the Absent Father Hypothesis». Micheline V. Guitón and EH-
zabeth W. Marvick 63
«Presidential Personality and National Security Leadership: A
Comparative Analysis of Vietnam Decision-Making». John P.
Burke and Fred I. Greenstein ~ 73

INTERNATIONAL PROBLEMS
Tel Aviv. 1988. Vol. XXVII. N.° 3-4
Editor's Note 4
Summaries of the Hebrevv Articles 10
«The III U.N.S.S. on Disarmament». M. Mushkat & N. Nachmias. 14
«The Palestinians and the Israeli Occupied Territories». V. Belfi-
glio 27
«The OAU and Conflict Management». O. Ojo 33
«The U.S. Budget Process». K. Cheek-Mllby 48
«J. F. Revel-A Gadfly in an Age of Incredulity». W. Kluback &
T. Cásale ~. 61
«Legel Education as Hierarchical Reinforcement». R. Mushkat. 70
A Letter to the Editor 77
Index 83
THE HEBREW ARTICLES
«The Third World and Israel». B. Neuberger VIII
«The Vatican and Israel». Y. Rash XXII
«Socio-Economic Proccsses in the West Bank». S. Marón XXVI
«Robertson's Visit to Israel». A. Bar-Ayal XXXVI
Books Reviews LVI

INTERNATIONAL SOCIAL SCIENCE JOURNAL


París. 1988. N.° 118
Editorial 441
COMMUNICATIONS
«Modernity and cultural specificities». Alain Touraine 443
«Economy and culture: aspeets of the modernization of Japan».
Michio Morishima 459
«Latín American industrialization: from the "black box" to the
"empty box"». Fernando Fajnzylber 469
«Growth and development policies: a global perspective». Philip
A. Klein 477
«The political economy of development: does it have a future?».
Claude Ake 485
«The rural world and peasant studies». Arturo Warman 499

335
Documentación

«Cultural dimensions of development». S. C. Dube 505


«Culture and development: false dilemmas and real issues».
C. A. O. van Nieuwenhuljze 513
«Should we unthink nineteenth-century social science?». Imma-
nuel Wallerstein 525
DISCUSSIONS
Modernity, modernization and cultural specificities — Two case
studies: Japan and Latín America — Cultural identity and mo-
dernity — Growth and development — The political economy
of development — The peasantry and modernity — Modernity/
modernization or development? — Reflection on Unesco's
role — Concluding remarks 533
THE REPORT
The report of the international meeting of social and human
scientists (Unesco, Paris, 14-18 December 1987) 587
THE SOCIAL SCIENCE SPHERE
«International co-operation in the social sciences: the case of the
Vienna Centre». Willem Stamatlou 597

INTERNATIONAL SOCIOLOGY
University College Cardiff Press. 1988. Vol. 3. N.° 3
ARTICLES
«Conceptual Frameworks in Comparative Inquiry: Divergent or
Convergent?». Piotr Sztompka 207
«An Operational Analysis of the Phenomenon of the Other Un-
derdevelopment in the Arab World and in the Third World».
Mahmoud Dhaouadi 219
«Women's Participation in the Medical Profession: The Indian
Case». Nlgar Fatima Abidi 235
«A Critique of World System Theory». Jan Nederveen Pleterse. 251
«Organisation as Social Relationship, Formalisation and Stan-
dardisation: A Weberian Approach to Concept Formation».
Gangolf Peters 267
«Status Inconsistency and Criss-Cross in an Adolescent Society».
Uwe Engel 283
«Conceptualising the Family». Jan Trost 301
REPORT
«The Nature of Sociological Research and Practice Worldwide:
A Perspective from India». T. K. Oommen 309

INTERNATIONAL STUDIES QUARTERLY


University of South Carolina, Columbla. 1988. Vol. 32. N.° 4
«International Institutions: Two Approaches». Robert O. Keohane. 379
«A Discursive Practices Approach to Collective Decision-Making».
Michael J. Shapiro, G. Matthew Bonham and Daniel Heradst-
velt 397
«Structural Roots of Visions of the Future: World-System Crisis
and Stability and the Production of Utopian Literature in the
U n i t e d S t a t e s , 1883-1975». Kriss A. Drass a n d Edgar Klser ... 421

336
Boletín de Sumarios

«Leadership Performance in Crisis: The Longevity-Complexity


Link». Michael D. Wallace and Peter Suedfeld 439
eiMiddle Powers under Regional Hegemony: To Challenge or Ac-
quiesce in Hegemonic Enforcement». David R. Mares 453

RESEARCH NOTE
«Mood Matching and Arms Control». Robert E. Goodin 473

INTERNATIONAL SPECTATOR, THE


Istituto d'Affair Intemazionali, Roma. 1988. Vol. XXIII. N.° 2 •
EUROPEAN DEFENCE AND SECURITY IN EUROPE
Editorial Note 0
«Western European Security Between Nuclear and Conventional».
Stefano Silvestri 0
«Economy and Security: Constraints and Opportunities». Fran-
?ols Heisbourg 0
«NATO's Southern Flank and Italy's Role in It». Maurizlo Cre-
masco 0
«European Security and Out of NATO Atea Crises». Roberto Ali-
boni 0
«East-West Relations and Arms Control Negotiations: the Current
Situation and Prospects for the Future». Marco Carnovale and
Cesare Merlini 0
«The Political and Institutional Aspects of European Defence».
Gianni Bonvicini 0

JOURNAL OF PALESTINE STUDIES


Institute for Palestine Studies and Kuwait Univ., Beirut.
1988. Vol. XVIII. N.° 1
SPECIAL FEATURE: PLAN DALET REVISITED 3
«Plan Dalet: Master Plan for the Conquest of Palestine». Walid
Khalidi 4
Text of Plan Gimmel (Plan C), May 1946: Section on Counter-
measures 20
Text of Plan Dalet (Plan D), 10 March 1948: General Section ... 24
Text of Plan Dalet: Operational Orders to the Brigades 35
Maps: Arab Villages Emptied and Jewish Settlements Established
in Palestine, 1948-49 39
The «Spectator» Correspondence 51
ARTICLES AND INTERVIEWS
«What Went Wrong in Palestine?». Michael Adams 71
«Forty Years since the Seizure of Palestine». Sabri Jiryis 83
«U.S. Policy and the Palestinian Refugees». Donald Neff 96
«Reflection on a Nation in Crisis, 1948» (Interview). Mohamed
Hassanein Heikal 112
«On Receñí Hebrew and Israeli Sources for the Palestinian Exo-
dus, 1947-49». Nur-eldeen Masalha 121
«Refugees ¡n the Gaza Strip, December 1948-May 1950». Beryl
Cheal 138
Refugee Interviews 158

337
Documentación

SPECIAL FEATURE: THE BROOKINGS REPORT:


TOWARD ARAB-ISRAELI PEACE
Summary of the 1975 and 1988 Reports 172
«A Critique of the Brookings 1988 Report». Muhammad Hallaj. 179
«The Brookings Report: A Commentary». Fouad Moughrabi and
Rashid Khalidi 186
OCCUPIED TERRITORIES: REPORTS
«Palestinian Universities under Occupation 15 May-15 August 1988».
Lee O'Brien 191
«The Economic Side of the "Intifadah"». Judith Gabriel 198

JUS. Juristische Schulung


München. 1988. Vol. 28. N.° 12
AUFSATZE
«Rechtsfragen des Ratenkredits». V. Emmerlch 925
«Pasquale Stanislao Mancini (1817-1888) — Die Nation ais Rechts-
begriff im Internationalen Privatrecht». E. Jayme 933
ENTSCHEIDUNGSREZENSIONEN
«Vertragsordnung, aupervertragliche Haftung und Rügeversáum-
nis (§ 377 II HGB) — BGHZ 101, 337». H. Roth 938
«Haftungsprobleme bei Wechselerklárungen von Vertretern —
BGHZ 99, 50». K. Pleyer u. H. Thomas 942
«Zur strafrechtlichen Bewertung von Sitzblockaden ais Nótigung —
BGH, NJW 1988, 1739». R. Jahn 946
«Anspruch auf Normerlag — OVG Koblenz, NJW 1988, 1684».
G. Robbers 949
ZUR EINARBEITUNG UND WIEDERHOLUNG
«Die Wirkungen des Rechtsmittelverzichts im Zivilprozep». B. Rlm-
melspacher 953
«Grundfalle zum Recht der Leistungsstórungen». W. Brehm 957
METHODIK DER FALLBEARBEITUNG
«Internationales deutsches Zivilprozeprecht in der Fallbearbei-
tung». P. Busl 961
«Der praktische Fall — Bürgerliches Recht: Der überraschende
Eigentumsvorbehalt». D. Deneke 965
«Der praktische Fall — Offentliches Recht: Der Widerruf von Gü-
terfernverkehrsgenehmigungen». J. Wieland 969
«Der praktische Fall — Steuerrechtsklausur: Gescháftsführerhaf-
tung für Umsatzsteuer». M. App 975
Der klassische juristische Text 979

JUSTICIA
Barcelona. 1986. N.° I
Editorial 5
ARTÍCULOS
«La función jurisdiccional y el "status" de jueces y magistrados».
Juan Montero Aroca 7

338
Boletín de Sumarios
«La justicialidad de la Constitución y los órganos jurisdiccionales
ordinarios». Pablo Saavedra Gallo 35
NOTAS
«El procedimiento para el enjuiciamiento de delitos menos gra-
ves en el anteproyecto de reforma de la L. E. Cr.». Emilio de
Llera Suárez-Bárcena 65
«La Audiencia Nacional en la nueva L.O.P.J. Algunas anotaciones
sobre un órgano jurisdiccional polémico». Antonio M.* Lorca
Navarrete 73
«La competencia territorial ante la modificación del territorio».
Matías Soria Fernández-Mayoralas 77
«La notificación de las resoluciones de los órganos jurisdicciona-
les en la nueva L.O.P.J.». Juan F. Prado Arditto 81

1986. N.° II
Editorial 261
ARTÍCULOS
«Funciones procesales del secretario judicial en la L.O.P.J.». José
Martin Ostos 263
«Líneas generales y principios del futuro proceso concursal». Al-
berto Montón Redondo 293
«Experimentación y concertación en la Administración de Justi-
cia». Luis Muñoz Sabaté 317
«Eficacia en el proceso de las pruebas ilícitamente obtenidas».
Blanca Pastor Borgoñón 337
NOTAS
«Evaluación provisional de una investigación empírica trascen-
dente para el mejoramiento del servicio de justicia». Roberto
O. Berizonce 369
«El derecho a un proceso sin dilaciones indebidas». José Vicente
Gimeno Sendra 395
«Tres sentencias extranjeras sobre el secreto periodístico». Faus-
tino Gutiérrez AIvlz y Conradi 411
«El proyecto de Ley Orgánica de Conflictos Jurisdiccionales». Pe-
dro Luis Serrera Contreras 425

1987. N.° I
DENODADAMENTE EN LA BRECHA 4
JAIME GUASP DELGADO 5
ENRICO TULIO LIEBMAN 9
EN ESTRADOS
¡La justicia es un cachondeo! 11
AUDIENCIA PUBLICA
In claris non fit appellatio 15
Las apelaciones caducan solas 17
DACIONES DE CUENTA
«Instituciones saneadoras del proceso civil español: "excepciones
dilatorias" y "comparecencia previa"», por José Luis Vázquez
Sotelo 19

339
Documentación

«¿Debe admitirse una segunda tercería de mejor derecho funda-


da en la cancelación de la anotación de embargo en favor del
ejecutante que caducó por no solicitarse su prórroga?», por
Just Franco Arias 63
«La fe pública y la publicidad en la Ley Orgánica del Poder Ju-
dicial», por Víctor Moreno Catena 73
«El alarde del artículo 317,3 L.O.P.J.», por Juan Montero Aroca. 87
«Inmediación judicial: agonía de una fundamental garantía», por
Luciano Carela Castro 95
«Adiós a la rebeldía táctica», por Feo. Ramos Méndez 103

COMISIONES ROGATORIAS
«La organización de la asistencia jurídica», por Roberto O. Be-
rlzonce 189

1987. N.° II
Y SIN EMBARGO TE QUIERO 261
MIGUEL FENECH NAVARRO 263
EN ESTRADOS
De los periódicos: Corrupción en la justicia 267
«Oigan todos: ¡La justicia está podrida!», por Francisco Ramos
Méndez 273
«Un remedio para la justicia: el I.D.T.», por Lluls Muñoz Sabaté. 275
AUDIENCIA PUBLICA
«Y los alumnos dijeron», por Alberto Montón Redondo 277
«El Caballo misterioso», por José Martín Ostos 285
DACIONES DE CUENTA
«Precisiones en torno a los conceptos de parte, capacidad proce-
sal, representación y legitimación», por Manuel Serra Domín-
guez 289
«La efectividad de las resoluciones judiciales en el ámbito civil,
mercantil y laboral», por Roger Perrot 315
«¿Legitimación de los peritos para instar el procedimiento de
cuenta jurada de los arts. 8 y 12 LEC?», por Francisco Ramos
Méndez 335
«Eficacia probatoria del sumario en el juicio ante el jurado», por
Manuel Ortells Ramos 347
«Los procedimientos penales simplificados», por José V. Gimeno
Sendra 355

COMISIONES ROGATORIAS
«Legitimación democrática del poder judicial y control de cons-
titucionalidad», por Juan Carlos Hitters 421
PARA MEJOR PROVEER
Anteproyecto de ley de arbitraje 435

340
• Boletín de Sumarios

1988. N.° I
LA JUSTICIA TIENE SOLUCIÓN 5
EN ESTRADOS
«Análisis empírico del recurso de amparo constitucional», por
José Antonio Bernaldez Balado 7
«En defensa de la defensa», por Juan Vergé Grau 21
«Derecho a la profesión, derecho del ciudadano», por Joan Josep
Queralt 25
AUDIENCIA PUBLICA
«Los plinio, de Cádiz», por José Martín Ostos 29
DACIONES DE CUENTA
«Causas históricas de la ineficacia de la justicia», por Víctor Mo-
reno Catena 33
«El convenio entre España e Italia sobre Asistencia Judicial y
reconocimiento y ejecución de sentencias en materia civil y
mercantil (Balance de 10 años de vigencia)», por Francisco Ra-
mos Méndez 57
«Hacia la reforma de la prisión provisional», por José María Asen-
cio Mellado 67
«El Derecho a la tutela judicial efectiva en la sentencia penal:
los principios acusatorio y de contradicción», por Luis Alfre-
do de Diego Diez 103
«El juez del Título Preliminar (la justicia del "Estado de Dere-
cho" en la crisis del "Estado social")», por Perfecto Andrés
Ibáñez 139
COMISIONES ROGATORIAS
«La exclusión del abogado defensor en el proceso Penal alemán»,
por Juan Luis Gómez Colomer 199
PARA MEJOR PROVEER
«¿Presupuesto extraordinario para la justicia?», por Jaime Alonso-
Cuevillas 229

1988. N.° II
RUIDO DE TOGAS 259
EN ESTRADOS
«El mito de Sísifo y la ciencia procesal», por Francisco Ramos
Méndez 263
AUDIENCIA PUBLICA
La justicia es un cachondeo: Epílogo judicial 277
DACIONES EN CUENTA
«Los plazos procesales tras las últimas reformas de la LEC y de
la LOPJ», por Manuel Serra Domínguez 293
«La justicia penal y su reforma», por Víctor Moreno Catena ... 313
«Las competencias civiles de los Tribunales Superiores de Justi-
cia. Especial referencia a la revisión y los recursos de casa-
ción autonómicos», por José F. Valls Gombau 319

341
Documentación

«El plazo razonable como derecho fundamental en los procesos


penales por delitos de escasa gravedad o flagrantes», por Lu-
ciano Várela Castro 361
«La competencia objetiva y funcional en el enjuiciamiento penal
de los gobernadores civiles», por Juan Jacinto García Pérez. 379
«Notas sobre la responsabilidad de Jueces y Magistrados», por
Claudio Movilla Alvarez " 411
DESPACHO ORDINARIO
Cuestionada la constitucionalidad de los procesos penales de uso
más frecuente 443
COMISIONES ROGATORIAS
Carta internacional de los derechos de la defensa 469
PARA MEJOR PROVEER
«Reseña Legislativa Procesal (del 1-1 al 31-X-1987). Nueva Ley de
Conflictos Jurisdiccionales», por Manuel Lozano-Higuero Pinto. 475

1988. N.° III


EL JUEZ DE CABECERA 517
EN ESTRADOS
«La unidad del método científico», por José Luis Estévez 519
AUDIENCIA PUBLICA
«La ruleta de la justicia», por José Martín Ostos 533
Condenas absolutorias 537
«La autoridad de los jueces», por Luis Muñoz Sabaté 543
DACIONES EN CUENTA
«"La casación y el derecho a los recursos" (notas para una nueva
ordenación del sistema penal de recursos)», por Vicente Gi-
meno Sendra 547
«Algunas notas sobre la abstención del juez», por Víctor Moreno
Catena 561
«Cambio social, socialización y privatización de la justicia», por
Manuel Lozano-Higuero Pinto 565
«La entrada en lugar cerrado», por Just Franco Arias 581
«Algunas reflexiones sobre la responsabilidad civil de jueces y
magistrados», por M.' Angeles Rodríguez Alique 613
COMISIONES ROGATORIAS
«La identificación de personas por parte de testigos y víctimas:
medidas de imparcialidad», por Margarita Diges Junco y José
J. Mira Solves 661
PARA MEJOR PROVEER
«Breve comentario sobre el anteproyecto de ley de demarcación
y de planta judicial (de 4 de septiembre de 1987)», por Juan-
Luis Gómez Colomer 689

1987. N.° IV
Alicia en el país de las maravillas 773

342
Boletín de Sumarios
AUDIENCIA PUBLICA
El libre acceso a la administración de justicia 775
El juez-mosquetero 777
DACIONES EN CUENTA
«Responsabilidad del estado y tutela del ciudadano por los daños
producidos con ocasión del ejercicio de la jurisdicción», por
Juan Montero Aroca 779
«La ley de reforma urgente de la L.E.C. y la suspensión del pro-
ceso civil por acuerdo de las partes», por Manuel Ortells Ramos. 839
«La revisión penal», por Silvia Barona Vilar 849
«Algunas cuestiones sobre la congruencia en el proceso adminis-
trativo ordinario», por José Garbert Llobregat 883

COMISIONES ROGATORIAS
«Las relaciones entre la organización judicial y el proceso penal»,
por Faustino Gutiérrez-Alviz y Conradl 953
PARA MEJOR PROVEER
«El depósito para el recurso de casación laboral por la abogacía
del Estado», por Pedro Luis Serrera Contreras 977

1988. Vol. IV
Un ciudadano a la búsqueda de juicio 773
EN ESTRADOS
«La eficacia del recurso de casación», por Cristina Riba Trepat. 775
AUDIENCIA PUBLICA
«De cómo hacer las reformas procesales (Manual del aprendiz de
legislador)», por Francisco Ramos Méndez 791
DACIONES EN CUENTA
«Libertad de información y derechos de la personalidad», por
Faustino Gutiérrez-Alviz y Conradi 801
«Algunas sugerencias sobre la atribución al M. F. de la investiga-
ción oficial», por Vicente Gimeno Sendra 829
«La competencia judicial en la Ley de Reforma de la Adopción»,
por Manuel Ortells Ramos 835
«Los juzgados de menores en la nueva organización judicial», por
José Martín Ostos 859
«El saneamiento en el proceso civil español», por Antonio M.' Lor-
ca Navarrete 877
«El sobreseimiento libre, como alternativa a la apertura del jui-
cio oral, en el proceso penal ordinario por delitos más gra-
ves», por María José Mascarell Navarro 885
«La acción cesatoria y la medida Cautelar de cesación en el De-
recho de Marcas español. Reflexiones al hilo de la Ley de Pa-
tentes y del proyecto de Lev de Marcas», por César Giner Pa-
rreño .. ". 933
DESPACHO ORDINARIO
«La jurisdicción es exclusiva de los arbitros y no puede ser revi-
sada por el Tribunal Supremo», por Francisco Ramos Méndez. 949

343
Documentación

COMISIONES ROGATORIAS
«La protección europea de los Derechos Humanos como inicio de
una jurisprudencia constitucional europea», por Jochen Abr.
Frowein 967

KOLNER ZEITSCHRIFT FUR SOZIOLOGIE


UND SOZIALPSYCHOLOGIE
Forschungsinstitut für Soziologie der Univ. zu Koln.
1988. N.° 4
I. ABHANDLUNGEN
«Gesellschaftliche Teilsysteme ais Akteurfiktionen». Uwe Schi-
mank 619
«Die Verteilung von Aufgaben und Pflichten im ehelichen Haus-
halt». Victor Thiessen und Harald Rohlinger 640
«Die Kernenergie in der Presse. Eine Analyse zum Einflup sub-
jektiver Faktoren auf die Konstruktion von Realitát». Hans
Mathias Kepplinger 659
«Technologie, Naturwissenschaft und die Struktur wissenschaft-
licher Gemeinschaften. Wissenschaftliche Instrumenle und
die Entwicklung der Elektrizitátslehre». Rudolf Stichweh ... 684
«Juristen in der Versicherung. Zwischen Professional und nor-
malem Sachbearbeiter». Michael Hartmann 706
«Der Wandel der Kochkunst ais genu3orientierte Speisengestal-
tung. Webers Theorie der Ausdifferenzierung und Rationali-
sierung ais Grundlage einer Ernahrungssoziologie». Eva Bar-
losius und Wolfgang Manz 728
II. BERICHTE UND DISKUSSIONEN
«Technikgenese. Stand und Perspektiven der Sozialforschung
zum Entstehungszusammenhang neuer Techniken». Werner
Rammert 747
«,,Selbstorganisation" in den Sozialwissenschaften. Wissenschafts-
theoretische Anmerkungen zur Ubertragung der naturwis-
senschaftlichen Selbstorganisationsmodelle auf sozialwissens-
chaftliche Fragcstellungen». Ulrich Druwe 762

KRITISCHE JUSTIZ
Koln. 1988. N.° 4
AUFSATZE
«Entwicklungsperspektiven der Rechtswissenschaft». Ulrich K.
Preuss 361
«Entwicklungstendenzen des Rentenrechts in der ókonomischen
Krise». Friedbert W. Rüb 377
«Rechtsstaatliche Demokratie und Streitkultur». Rudolf Wletholter. 403
KOMMENTARE
«Wende im Handstreich — Drei Karlsruher Richter demontieren
den Kündigungsschutz». Peter Derleder 410
«Parteienfinanzierung 1988». Uwe Günther 416
«Zur Situation von HlV-Infizierten und AIDS-Kranken im Straf-
vollzug». Ingo Michels 422

344
Boletín de Sumarios

«Die heimliche Vermehrung der Geheimnistráger — Sicherheitsü-


berprüfungen im offentlichen Dienst und in der Privatwirts-
chaft». Martin Kutscha 426
«Zum Dilemma GRÜNER Rechtspolitik». Andrea Maihofer 432
«Bemerkungen zum rechts/links-Schema». Ralf Dreier 442
«Herzlichen Glückwunsch». Heidemarie Renk/Margaretha Sudhof. 448
«Der schwangere Arbeiter — Uber das Frauenbild der Juristin».
Michael W. Müller 455

LAW AND PHILOSOPHY


Dordrecht. 1988. Vol. 7. N.° 1
Publisher's Announcement 1
«The Concept of Harm Reconceived: A Different Look at Wrong-
ful Life». E. Haaví Morreim 3
«The Right, The Good and the Jurisprude». Wojclech Sadurski. 35
«Causing Harm: Criminal Law». Philip Mullock 67

1988. Vol. 7. N.° 2


«The Insanity Defense and the Theory of Motívation». R. B. Brandt. 123
«On Rights and Responsabilices». John Deigh 147
«Punishment». Steven Sverdlik 179
«Transparancy and Doubt: Understanding and Interpretation ¡n
Pragmatics and in Law». Marcelo Dascal and Jerzy Wróblewski. 203
DISCUSSION:
«Philips on Coerced Agreements». Joan McGregor 225

LAW & POLICY


Oxford. 1988. Vol. 10. N.° 4
«Editors' Introduction». Thomas E. Headrick 291
«Regulatory Reform: Creating Gaps and Making Markets». Chris-
tine B. Harrington 293
«The Idcologies of Mcdiation: The Movement's Own Story». Peter
Adler, Karen Lovaas, Neal Mllner 317
«Families and The State: An Histórica! Perspcctive on the Public
Regulation of Prívate Conduct». R. Dingwall, J. M. Eekelaar ... 341
«The Denial of Visitation Rights: A Prcliminary Look at its Inci-
dence, Correlates, Antecedents and Consequcnces». Jessica Pear-
son, Nancy Thoennes 363

LAW QUARTERLY REVIEW, THE


London. October 1988. Vol. 104
ARTICLES
«Responsibility and Luck» 530
«Forum Non Conveniens: a View from the Shop Floor» 554
«Free Acceptance and the Law of Restitution» 576
«Covenants Restricting Recruitment of Employees and the Doc-
trine of Restraint of Trade» 600
«A Note on the Statute of Enrolments 1536» 617

345
Documentación

LEGAL STUDIES
University of London - Institute of Advanced Legal Studies.
1988. Vol. 8. N.° 3
ARTICLES
«Sir Henry Mainc: 1822-1888», by Raymond Cocks . 247
«Keeping promises: the moral and legal oblieation», by Samuel
Stoljar 258
«Governmental liability in lort and the public and prívate law
división», by Geoffrey Samuel 277
«Law, democracy and the individual», by lan Duncanson 303
«Controversy in the criminal law», by William Lucy 317

LEVIATHAN
Berlín. 1988. N.° 4
«Lob der Niedertracht — Probleme mit der Universalethik von
Habermas und Apel». Rudolf Burger 443
«Generationenverlrag, Geburtenrückgang, ókonomisches Wachs-
tum und das Prinzip der Altersversicherung — ein europáis-
ches Modell fiir die Dritte Welt?». Hartmut Diessenbacher ... 457
«Die Auflosung von Familienstrukturen und die soziale Sicherung
der Frau in Spanien». Jolanda M. Koller-Tejeiro 474
«Verbesserung durch Laien? — Zur Kritik der Privatisierung So-
zialer Dienstleistungen». Rudolph Bauer 488
«Die Herstellung sozialer Klassifikationen: Methodische Probleme
der Ungleichheitsforschung». Peter A. Berger 501
«Perestroika in der Sowjetunion: Neue Perspektiven für die Au-
¿enpolitik im Ost-West-Verháltnis?». Wulf Lapins 521
«Die Entwicklung der Nuklearwaffe in der Sowjetunion». Ulrich
Albrecht 540
«Max Webers Studie ,,Die rationalen und soziologischen Grundla-
gen der Musik" — wi(e)dergelesen». Volker Kalisch 563
ESSAY
«New York on my Mind». Nikolaus Dimmel 575

MATERIALI PER UNA STORIA DELLA CULTURA


GIURIDICA
Bologna. 1988. Vol. XVIII. N.° 2
«Sul vocabulario della legge nelle Novelle giustinianee», di Giu-
liana Lanata 301
«Lavoro, propriclá, industria. II capitulo V del "Secondo Trat-
tato" di Locke», di Francesco M. De Sanctis 311
«La "jurisprudence" di Adam Smith», di Hiroshi Mizuta 329
«Diritto, natura, diritto naturale in Hegel», di Paolo Becchi ... 343
«La teoria costituzionale della "Monarchia di luglio"», di Pasquale
Pasquino 377
«Le vicende della "Law Reform" in Gran Bretagna», di Antonio
La Spina 401
«Deontica kelseniana», di Tecla Mazzarese 429

346
Boletín de Sumarios

«Certezza del diritto. coerenza e consenso. Variazioni su un tema


di MacCormick», di Letizia Gianformaggio 459
«Ermeneutica e comprensione narrativa», di Giuseppe Zacearla ... 489
NOTE
«Diritto moderno e processi di razionalizzazione: affinitá elettive
e differenze nell'analisi di Weber», di Realino Marra 515
«Del postmoderno in giurisprudenza. Appunti su un libro di Fran-
cesco Viola», di Mauro Barberis 527
«Non oggettivismo e razionalismo in etica: replica a Comanducci
e Zecchinato», di Giuliano Pontara 535

MICHIGAN LAW REVIEW


Michigan Law Review Association. 1988. Vol. 87. N.° 1
«Statutory Interpretation, Legislative Inaction, and Civil Righls».
Daniel A. Farber 1
«Updating Statutory Interpretation». T. Alexander Aleinikoff ... 20
«Interpreting Legislative Inaction». William N. Eskridge, Jr. ... 67
ARTICLES
«Is "Internal Consistency" Foolish?: Reflections on an Emerging
Commerce Clause Restraint on State Taxation». Walter Heller-
stein 138
COMMENTARY
«The Future of Liberal Legal Scholarship». Ronald K. L. Collins
and David M. Skover 189
A Board Does Not a Bench Make: Denying Quasi-Judicial Inmu-
nity to Parole Board Members in Section 1983 Damages Actions. 241
Corporate Auctions and Directors' Fiduciary Duties: A Third-Gene-
ration Business Judgment Rule 276

MULINO, IL
Bologna. 1988. Vol. XXXVII. N.° 4
«La regola e l'arbitrio. Finanza pubblica e finanza privata in Ita-
lia», di Filippo Cavazzuti 551
«Europa dei misteri. lrrazionalismo e mito nel Novecento in Oc-
cidente», di Marcello Staglieno 557
«Heidcgger c il revisionismo gadameriano», di Roberto Sega ... 571
MONDO ARABO, MONDO EBRAICO
«Notizie dal Medio Oriente», di Nicola Garribba 587
«Guerra senza fine. Israele, gli Stati arabi e i territori», di Cario
Rossetti 602
«L'illusione dell'unitá ebraica in America», di Arthur Hertzberg. 619
OSSERVATORIO POLÍTICO
«II Msi partito delta protesta», di Piero Ignazi 633
«Movimento ecologista, liste verdi, domanda ecológica. Note sul
caso italiano», di Mario Diani 652
OSSERVATORIO SOCIALE
«Calcio e violenza in Italia», di Antonio Roversl 676

347
Documentación

NEUE GESELLSCHAFT, DIE


Bonn. 1988. Vol. 35. N.° 11
«Der Sozialismus und die Vólker». Janko Pleterski 980
«Kautsky in uns. Eine Polemik aus Anla3 eines Jubiláums». Peter
Glotz 983
«Gro¡3stadtkultur ais Flucht. Erinnerung an Siegfried Kracauers
Buch ,,Die Angestellten"». Konrad Schacht 987
«Soziologischer Au^enseiter. Uber Norbert Elias». Jürgen Schnitz-
meier 992
«Die Untergeher der Abschreibungsgesellschaft. Widerworte». Fer-
dinand W. Menne 997
THEMA: Modernisierung und Traditionalismus — oder Lafontaine
und kein Ende?
«Arbeitszeitverkürzung, Oskar Lafontaine und die Gewerkschaf-
ten». Jürgen Kromphardt 1014
«Warum nicht auch mal sonntags arbeiten? Wochenendarbeit
zwischen Wirtschaftlichkcit und Sozialvertráglichkeit». Jürgen
Rlnderspacher 1020
«Ausbruch aus der Wagenburg. Die Zukunft der Gewerkschaf-
ten». Peter Glotz 1034
«Internationalisierung der Okonomie und nationaler Handlungss-
pielraum». Ingomar Hauchler 1047
«Karl Popper und die Folgen. Die Suche nach einem neuen wirts-
chaftspolitischen Leitbild». Uwe Jens 1053
«Freizeitpolitik und Arbeiterpartei. Perspektiven einer Neuorien-
tierung». Bernd Hey/Wolfgang Nahrstedt 1056

1988. N.° 12
«Der Weg zu einem Sozialismus der Freiheit in Deutschland».
Eugen Kogon 1076
«Eugen Kogon». Walter Jens 1088
«Der europáische Fóderalist». Gottfried Erb 1092
«Eugen Kogon ais Faschismus-Forscher». Lutz Lemhofer 1102
«Professor Kogon». Ernst-Otto Czempiel 1107
«Dieser Revolutionar nahm die parlamentarische Demokratie erns-
ter ais seine bürgerlichen Gegner. Bemerkungen zu Brigitte
Seebacher-Brandts Bebel-Biographie». Iring Fetscher 1113
THEMA: Nachbar Frankreich
«Deutsch-franzósische Gemeinsamkeiten, deutsch-franzósische M¡¡3-
verstándnisse». Freimut Duve 1120
«Kontinuitát und Wandel in der franzósischen Europapolitik».
Christian Deubner 1124
«Móglichkeiten und Grenzen einer deutsch-franzósischen Koope-
ration». Francoise Manfrass-Sirjacques 1129
«Eine neue Phase der Westintegration?». Albrecht Dehnhard 1136
«Der Teufel steckt in den Begriffen. Konventionelle Stabilitát in
Europa». Berthold Meyer 1139
«Pardon wurde ihm nicht gegeben. Alfred Dóblins Emigrations-
jahre in Frankreich». Wolf Scheller 1144
«,,Wir haben Reichtümer an uns gerissen"». Klaus Bloemer 1147
«Die geistige Situation der Zeit und ihre Veránderung durch die
Perestrojka». Wolfgang Fritz Haug 1148

348
Boletín de Sumarios

«Die KPdSU und die internationale Sozialdemokratie. Akzentan-


derungen im Zeichen des ,,neuen Denkens"». Heinz Timmer-
mann 1157

1989. N.° 1
«Geschichtsrevisionismus ¡n Moskau und die SED». Heinz Tim-
mermann 4
«Erich Fried ist tot». Ger Weisskirchen 6
«Der Affe Sultán und die Gewerkschaften. Eine Rede vor Mana-
gern». Helmut Schauer 9
THEMA: Christen und Republik
«Jenseits von Optimismus und Pessimismus». Gesprach zwischen
Walter Dirks und Peter Glotz 16
«,,Ich bin ein unreiner Denker\ Erinnerungen an ciñen Unzeit-
gemapen: Eugen Rosenstock-Huessy». Klaus Frieder Bastían. 26
«Wer bezahlt den Jokervorteil? Über Dieter Suhrs Vorschlage zur
besseren Nutzung des Geldes». Peter Knauer 41
«Gegenseitige Hilfe statt Selbsthilfe. Pládoyer für eine okologis-
che Theorie des Sozialstaates». Jürgen Nowak 49
«Gemeinsames Überlegcn. Kirchliche Positionen in der Menschen-
krise». Heinz Theisen 56
«Postmoderne CDU — Bastelei am christlichen Menschenbild und
am politischen Profil der Union». Josef Schmid/Heinrich Tie-
mann 62
«,,Jeder ist der andere und keiner er sclbst." Zur Aktualitát Fer-
nando Pessoas». Til Schulz 68
«Dokumentation: Waldemar von Knoeringen hat mit seinem Leben
gepredigt». Hans-Jochen Vogel 83

NEUE JURISTISCHE WOCHENSCHRIFT


München. 1988. N.° 45
AUFSÁTZE
«Recht ais Waffe des Unrechts — Juristische Instrumente im
Dienst des NS-Rassenwahns». B. Rüthers 2825
«Die zivilrechtliche Gesetzgebung im ..Dritten Reich"». G. Otte. 2836
«Nationalsozialismus und Strafrechtspraxis — Versuch einer Bi-
lanz». G. Gribbohm 2842
«Im Bauch des Leviathan». W. Kohl - M. Stolleis 2849
«,,Reichskristallnacht" und Justiz im ,,Dritten Reich"». L. Gruch-
mann 2856
UMWELT UND RECHT
«Das Problem einer rein etatistischen Rechtsbegründung gcstern
und heute». O. Behrends 2862
KURZE BEITRAGE
«Zur Reform des Strafrcchts in der NS-Zeit: Der Entwurf cines
Deutschen Strafgeset/.buchs 1936». G. Werle 2865
«Spá'te Entschádigungsregelungen für die Opfer des Slerilisic-
rungsgesetzes vom 14. 7. 1933». Ch. Ganssmüller 2867
MITTEILUNG
«27. Deutscher Rechtshistorikcrtag in Biclcfeld 1988 — Sektion:
Nationalsozialismus und Recht». K.-P. Schroeder 2868
349
Documentación

1988. N.° 46
Vorwiegend mit medizinisch-juristischen Beitrágen
(im Anschluiá an Heft 37/1988)
AUFSATZE
«Zu den Voraussetzungen der Seuchenbekámpfung durch Blulun-
tersuchung und Zwangsinformation». O. Seewald 2921
«Die Zulássigkeit klinischer Sektionen». L. Haas 2929
«Verfassungsrechtliche Problemc der kassenarztlichen Bedarfs-
planung». W. Zimmerling-D. Jung 2934
KURZE BEITRAGE
«Zur ,,Abtreibung auf Krankenschein"». E. v. Hippel 2940
«Strafbarkeit des HlV-Virustrágers trou Aufklarung des Sexual-
partners?». C. Prittwitz 2942

1988. N.° 47
AUFSATZE
«Gewillkürter Parteiuechsel und Bindung an Proze^lagen». H.
Roth 2977
«Jeder Mensch hat ein Recht auf Kenntnis seiner eenetischen
Herkunft». N. Mansees 2984
«Die Sicherung der Kaution des Wohnraummieters eegenüber den
Gláubigern des Vermieters». P. Derleder 2988
KURZE BEITRAGE
«Widerruf der Vertreterbestellung in mitbestimmten Unterneh-
men». B. Riegger 2991
«Nochmals: Darlehensaufnahme durch Wohnungseigentümerge-
meinschaften». S. Feuerborn 2991

1988. N.° 48
Vorwiegend mit Beitrágen zum internationalen Recht
(im Anschlu? an Feft 35/1988)
AUFSATZE
«Neuere Entwicklungen im Bereich der Internationalen Schieds-
gerichtsbarkeit». H. Raeschke-Kessler 3041
«Art. 85 EWG-Vertrag ais Grenze tur Unternehmensbeteiligungen».
U. Immenga • A. Fuchs 3052
«Die Entwicklung des Auslánder-, Asyl- und Arbeitserlaubnisrechts
in den Jahren 1987/88». B. Huber 3059
«Bierlieferungsvertrage und EG-Kartellrecht». J. Sedemund 3069
KURZE BEITRAGE
«Nochmals: Internationales Anwaltsrecht — Dienstleistung und
Niederlassung». F.-J. Friese 3072
«Zum Anwendungsbereich des neuen Seefrachtrechts». F. A. Mann. 3074
MITTEILUNGEN
«39. Jahrestagung 1987 der Deutsch-Niederlándischen Juristenkon-
ferenz». K. Brondics 3075

350
Boletín de Sumarios

ajahrbuch für Italienisches Recht». E. Jayme 3076


«AIJA-Regionaltreffen 1988 ,,Internationales Wettbewerbsrecht"».
Th. Ch. Paefgen 3076
«1. Arbeitskongre3 der Argentinisch-deutschen Juristenvereinigung
in Buenos Aires». M. Beckmann-Petey 3077

1988. N.° 49
AUFSÁTZE
«Konsumentenkredit und Kapilallebensversicherung».
K.-J. Schmelz - S. Klute 3113
«Vorkaufsrechte in der Zwangsversteigerung». K. Stober 3121
«Der Sozialdatenschutz in gerichtlichen Verfahren». K. H. Haus. 3126
«Die Entwicklung des Gerichts- und Nolarkostenrechts im Jahre
1987». F. Lappe 3130
«Das Ende der Zukunftszinsen». R. Herr 3137
KURZE BEITRÁGE
«Das Sozialgeheimnis im Ermittlungsverfahren». F. Bittmann ... 3138

1988. N.° 50
AUFSÁTZE
«Der Umfang der Raum- und Streupflicht auf offentlichen Stra-
3en und Wegen». H. Schmid 3177
«Der Wegfall der Geschaftsgrundlage im Rahmen des Bürgschafts-
vertrages». M. Geissler 3184
«Beschrankung der Abgabemengc gegcnüber Wiederverkaufren —
ein Verstop'gegen § 6d I Nr. 2 UWG?». W. Alt 3189
«Polizeiliche Befugnisse bei Geiselnahmen». H.-G. Sundermann. 3192
KURZER BEITRAG
«Anderung der Rechtsprechung zum Gesetz über die Verbreitung
jugendgefáhrdender Schriften». P. Lutz 3194
MITTEILUNG
«Versorgungssausgleichswerte für das 2. Halbjahr 1988». L. Berg-
ner 3196

1988. N.• 51
AUFSÁTZE
«Rückschlag für die Unschuldsvermulung aus Stra|3burg». K. Kühl. 3233
«Goodwill freiberuflicher Praxen und Zugewinnausglcich». H. Kot-
zur 3239
«Die Entwicklung des Arbeitsrechts im Jahre 1987». G. Etzel ... 3244
KURZER BEITRAG
«Die Einstellung des Privatklagcvcrfahrens wegen geringer Schuld
(§ 383 II StPO)». Ch. Krehl 3254

1989. N.° 1
AUFSÁTZE
«Die Berufshaftung — ein zumutbares Bcrufsrisiko?». W. Odersky. 1
«Die Berufshaftung — ein zumutbares Berufsrisiko?». U. Hübner. 5

351
Docwnen t ación

«Die dritte Abhórcntschciduna des Bundcsvcrfassungseerichts».


B. Schlink 7. " 11
UMWELT UND RECHT
«Justizarchitektur gestern und heute». R. Wassermann 16
KURZER BEITRAG
«Konsequenzen des Volkszáhlungsurteils». Sp. Simitis 21
MITTEILUNG
«Spannungsverhaltnis — ,,Der Dialog zwischen Rechtsprechung
und Rechtswisscnschaft" ais Thema der ,,K61ner Rechtstage"».
M. Pflugradt 22

1989. N.° 2
AUFSÁTZE
«Mahnverfahren für Fremdwáhrungsforderungen?». K. Schmidt. 65
«Neues Recht für die Hypothekcnbanken». K. Pleyer 69
«Neunte Verordnung zur Ánderung der Stra^enverkehrs-Ordnung».
P. Hentschel 73
KURZE BEITRAGE
«Zur Selbstándigkeit des Franchise-Nehmers». W. Bauder 78
«Der Anspruch auf Erla¡3 einer Rechtsverordnung». H. v. Barby. 80
MITTEILUNGEN
Leitlinien zum Unterhaltsrecht der Familiensenate des OLG Bre-
men (Stand: 1. 1. 1989) 81
Unterhaltsrechtliche Leitlinien des OLG Schleswig (Stand: 1. 1.
1989) 82
Unterhaltsrechtliche Leitlinien des OLG Celle (Stand: 1. 1. 1989). 85
Unterhaltsrechtliche Grundsátze des OLG Hamburg (Stand: 1. 1.
1989) 86
Unterhaltsrechtliche Leitlinien des OLG Koln (Stand: 1. 1. 1989). 87
Die neue Düsseldorfer Tabelle nach Frankfurter Praxis 1989 ... 89

1989. N.° 3
AUFSATZE
«Móglichkeiten einer Aussetzung des strafverfolgerischen Legali-
tátsprinzips bei der Polizei». E. Schmidt-Jortzig 129
«Die Klage auf künftige Leistung im Wohnraummietrecht». M.
Henssler 138
«Die Entwicklung des privaten Bauvertragsrechts im Jahre 1987:
VOB-Vertrag». W. Jagenburg 144
UMWELT UND RECHT
«Unser Arbeitsrecht — europáich getestet». K. Adomeit 155
KURZER BEITRAG
«Regre? des Sozialversicherungstrágers bei dem deckungslosen
Kfz-Führer». K. Wolber 157
352
Boletín de Sumarios

1989. N.° 4
AUFSÁTZE
«Vertragliche Gewhrleistungsregelungen im Bautrágervertrag».
H. Grziwotz 193
«Die Not der Gesamtbetrachtungslehre beim Rücktritt vom Ver-
suc)!». R. D. Herzberg 197
«Die Entwicklung des privaten Bauvertragsrechts im Jahre 1987:
BGB-Werkvertrag und Verfahrensfragen». W. Jagenburg 200
KURZER BEITRAG
«Der Maklerwerkvertrag — ein ungeeigneter Vertragstyp». H.
Schafer 209
MITTEILUNGEN
«Karl Peters zum 85. Geburtstag». J. Baumann 210
«Juristen erinnern sich ihrer jüdischen Kollegen — Gedenkve-
ranstaltung am 7. 11. 1988 in Braunschweig». R. Nichterlein ... 211
«Energierechtsgcsprá'ch in Berlin vom 17./18. 11. 1988». A. Met-
zenthin 212

NEW POLITICS
New Politics Associates, Brooklyn. 1987. Vol. I. N.° 3
«Anti-Intervention and the Left». An Editorial Statement 4
«Discussion: Race, Ethnicity and Organized Labor». Nick Salva-
tore - George W. Brooks - Richard G. Womack - Stanley Arono-
witz - Gertrude Ezorsky - David Brody - Kenneth Waltzer • Dave
Roediger - Stan Weir - Nelson Lichtensteln - Steven S. Schwarzs-
chlld - Martin Glaberman 22
Herbert HUÍ Replies 61
«Spain: 1987: Change and Crisis». Wilebaldo Solano 72
«Democratizing the Schools». Lois Weiner 81
«The "National Question" Reconsidered». Jeremy Brecher 95
«Living the Truth in Prague». Interview with Václav Havel 112
«Dictators in Generáis' Uniforms». Adam Michnik 135
«Glasnost and the Cult of Gorbachev». Julfus Jacobson 140
«A Soviet Left-Wing Activist Speaks». An Interview 160
«Sephardim and Ashkenazim — Ethnic and Social Conflict». Adam
Keller 173
«Correspondence: Peace and Environmental Movements». Richard
L. Grossman 193

NEW YORK UNIVERSITY LAW REVIEW


1988. Vol. 63. N.° 2
ARTICLE
«Arms Control Inspection: Constitutional Restrictions on Treaty
Verif¡catión in the United States». David A. Koplow 229
NOTES
«All Aboard: Accessible Public Transportation for Disabled Per-
sons» 360
«Don't Touch That Dial: Radio Listening Under the Electronic
Communications Privacy Act of 1986» 416

353
Documentación

NORTH CAROLINA LAW REVIEW


1988. Vol. 66. N.° 6
I. CIVIL PROCEDURE
A. «Lockert v. Breedlove: The North Carolina Supreme Court
Rejects the Mínimum Contacts Analysis Under the "Tran-
sient Rule" oí Jurisdiction». Donna Meícalfe Ducey 1051
II. COMMERCIAL LAW
A. «Tyson v. L'eggs Products, Inc.: The North Carolina Court
of Appeals Provides a Solution to the Business Ñame
Game». Christopher P. Edwards 1064
B. «When Life Gives You Lemons, Make a Lemon Law: North
Carolina Adopts Automobile Warranty Legislation». Heat-
her Newton 1080
III. CONSTITUTIONAL LAW
A. «Town of Emerald Isle v. State of North Carolina: A New
Test for Distinguishing Between General Laws and Local
Legislation». Jamie HaworthSmith 1096
B. «State ex reí. Martin v. Melott: The Separation of Po-
wers and the Power to Appoint». Charles Hermán Win-
free 1109
IV. CORPORATE LAW
A. «The Constitutionality of the North Carolina Control Share
Acquisition Act». James G. Farris, Jr 1132
B. «The North Carolina Shareholder Protection Act». Stuart
Johnson 1146
V. CRIMINAL LAW
A. «State v. Forrest: Mercy Killing and Malice in North Ca-
rolina». Tlmothy Paul Brooks 1160
B. «State v. Etheridge: The General Fear Theory and Intra-
familial Sexual Assault». Serina Montgomery Garst 1177
C. «State v. Hurst: Does Double Jeopardy Include a Double
Standard?». Kevin Qulrk 1191
VI. ELECTION LAW
A. «North Carolina General Assembly Amends Election Laws
to Allow Unaffiliated Voters to Vote in Party Primaries».
Susan Yarborough Noé 1208
VIL EVIDENCE
A. «State v. Barts: North Carolina Relaxes Foundation Re-
quirements for Mitigating Evidence in Capital Sentencing
Hearings». Mark Andrew Stafford 1221
VIII. FAMILY LAW
A. «North Carolina Baptist Hospitals, Inc. v. Harris: North
Carolina Adopts a Gender-Neutral Approach to the Doc-
trine of Necessaries». Marcus L. Moxley 1241
B. «Hagler v. Hagler: The North Carolina Supreme Court
Construes a Separation Agreement». Heather Newton ... 1254

354
Boletín de Sumarios

IX. MUNICIPAL LAW


A. «Davidson County v. City of High Point: The North Ca-
rolina Supreme Court Solves a City-County Conflict». Ja-
mes G. Farris, Jr 1266
X. PROPERTY LAW
A. «Miller v. C. W. Myers Trading Post: North Carolina Adopts
Expansive Tenant Remedies for Violations of the Implied
Warranty of Habitability». Mark And re w Stafford 1276
XI. TORTS
A. «DiDonato v. Wortman and Wrongful Death of a Viable
Fetus in North Carolina: The Case Against Unreasonably
Restricting Damages». Christopher P. Edwards 1291
B. «Currie v. United States and the Elusive "Duty to Com-
mit" Dangerous Mental Patients: Conflicting Views of
North Carolina Law From the Federal Courts». J. Donald
Hobart, Jr 1311
C. «Ipock v. Gilmore: North Carolina's Refusal to Extend
Recovery to the Infant Secondary Tort Victim». Elalne
Tabor McParland 1337
XII. TRUSTS AND ESTATES
A. «North Carolina Enacts the Uniform Transfers to Minors
Act». Patricia Cramer Jenkins 1349
XIII. WORKERS' COMPENSATION
A. «Whitley v. Columbia Lumber Manufacturing Co.: Abolish-
ing the Exclusive Remedy Requirement for the Scheduled
Injuries Section of the North Carolina Workers' Compen-
sation Act». J. Cameron Furr, Jr 1365
B. «Roberts v. Burlington Industries — Workers' Compen-
sation for the Death of a Good Samaritan». Susan Yar-
borough Noé 1377

NUOVA RASSEGNA
Firenze. 1988. Vol. LXII. N.° 15-18
«Cenni sui provvedimenti all'esame in materia di finanza lócale».
Michele Spatuzza 1561
Da Viareggio a Torino (La Redazlone) 1565
II testo approvato dalla I Commissione della Camera dei deputati. 1567
Relazione della I Commissione permanente della Camera dei de-
putati:
Relatore Ciaffl, di maggioranza 1581
Relatore Franchi, per la minoranza 1644
Convenzione nazionale delle amministrazioni locali e regionali
sulla finanza pubblica (Viareggio, 28 settembre-lo ottobre 1988)
Introduzione dell'on. Enrico Gualandi 1656
Documento conclusivo 1660
Settimana delle Autonomie locali - 6° Assemblea annuale dell'As-
sociazione Nazionale dei Comuni Italiani (ANCI) (Torino, 17-22
ottobre 1988)
Relazione introduttiva del sen. Riccardo Triglia 1662
Documento conclusivo 1668

355
Documentación

Legge finanziaria: relazione genérale della V Commissione perma-


nente della Camera dci deputati (Atto Camera n. 3196-A n.
3197-A) 1669
DISEGNI DI LEGGE
Disposizioni sull'autonomia impositiva degli enti locali (Atto Ca-
mera n. 3201) 1678
Norme in materia di finanza regionale (Atto Camera n. 3202) 1686
Disposizioni in materia di pubblico impiego (Atto Camera n. 3204). 1693
Disposizioni in materia di finanza pubblica (Atto Camera n. 3205). 1701
Ordinamento della finanza lócale (Atto Camera n. 3252) 1713
IL DIBATTITO: Profili istituzionali
«Riforma delle autonomie locali e responsabilitá patrimoniale».
Alvaro Pollice 1727
«Alcune considerazioni sul disegno di legge concernente lo ''Ordi-
namento delle autonomie locali" (Camera dei deputati, n. 2924
del 28 giugno 1988) e sulle proposte di legge relative alio "Or-
dinamento delle autonomie locali" (Camera dei deputati, n. 2295
del 4 febbraio 1988) e alia "Disciplina delle aree metropolitane"
(Camera dei deputati, n. 2590 del 15 aprile 1988)». Alfonso Tre-
piccione 1731
«Su alcuni aspetti relativi all'autonomia organizzativa dei comuni
nel disegno di legge sull'ordinamento delle autonomie locali».
Marcello Bruno 1747
«Ordinamento delle autonomie locali: apprezzabile ma migliora-
bile il disegno di legge di riforma». Massimo Pollinl 1751
«Riflessioni sul testo unificato elaborato nella passata legislatura
e sul disegno di legge del Governo». Mario Agnoli 1754
«Raffronto tra il disegno di legge governativo e il testo licenziato
dalla I Commissione». Mario Agnoli 1765
«Comunitarismo sociale, realtá territoriali locali e centri gestio-
nali». Diño Nazzaro 1769
«II disegno di legge governativo sull'ordinamento delle autonomie
locali: un disegno da "riempire"?». ítalo Walter Politano 1777
«Nuovo ordinamento delle autonomie locali: prime riflessioni su
alcuni importanti principi che ispirano il progetto governati-
vo». Emanuele Gulino 1781
«Note critico-illustrative sul disegno di legge "Ordinamento delle
autonomie locali" d'iniziativa del Governo». Antonio Iamorta. 1784
«Proposta di sostituzionc del capo XII del disegno di legge sulle
autonomie con un testo intitolato: "Amministrazione degli enti
locali. Rapporti tra organi istituzionali e strutture burocratiche.
Segretari comunali e provincialiV Giovanni Vitale 1789
«Comprensibili indubbiamente le aspirazioni degli enti locali, ma
l'autonomia tributaria lócale richiede prudenza». Aurelio Ronca. 1792
FINANZA LÓCALE
«Interessanti proposte governative di riforma dell'ordinamento e
della finanza degli enti locali». Gaetano Di Napoli 1794
«Finanza lócale e autonomie: sará la volta buona per le riforme?
Riflessioni e proposte». Luigi Antonino Giorgio 1797
«Assegnazione ai comuni di tributi propri a presidio dell'autono-
mia lócale». Claudio Mazzella 1805
«Autonomía funzionale e organizzativa e autonomía finanziaria
degli enti locali». Domenico Rodella 1818
«Perplessita dinanzi alie norme sulla finanza lócale previste nel
provvedimento della riforma istituzionale delle autonomie lo-
cali. Opportunitá di un referendum». Ugo Botticelli 1822

356
Boletín de Sumarios

«La finanza lócale: prospettive e metodi per il suo adeguamento


alie reali esigenze». ítalo Rosario Pulli 1826
«La produttivitá negli enti locali: fenómeno organizzativo e con-
nessioni con il controllo della gestione». Francesco Delfino ... 1835
«Riflessioni sulle autonomie e prospettive della finanza lócale». An-
tonio Coscia 1841
«Nuova fase costituente per le autonomie locali: quali certezze di
autonomía finanziaria ed impositiva?». Giovanni Porcelli 1843
«Potestá tributaria ai comuni? E perché no (ma, per il momento,
andiamoci piano, per carita)». Pietro Giulio Scarabino 1845
«Ipotesi di riforma della finanza lócale: il Comune diretto des-
tinatario dei tributi». Giuseppe Melchlonda 1847
«L'esercizio provvisorio nella gestione dei bilanci comunali e pro-
vinciali». Giuseppe Tripaldi 1849
«La finanza regionale ad un bivio». María Virginia Rizzo 1853
PROSPETTIVE SULLA FIGURA DEL SECRETARIO
E SUE NUOVE ATTRIBUZIONI
«Osservazioni in ordine alia disciplina dei controlli sugli atti nel
disegno di legge n. 2924 in tema di ordinamento delle autono-
mie locali». Alberto de Roberto 1855
«Prime note sul conlrollo degli alti nel disegno di legge di rifor-
ma delle autonomie locali». Ivan Melis 1857
«Sistema dei rapporti fra enti locali minori e comitati regionali
di controllo». Riño Gracili 1869
«Appunti sulla costituzionalitá del nuovo sistema dei controlli
previsto dal progetto di riforma delle autonomie locali». Ange-
lo Tomirotti 1875
«"Mozione di sfiducia" e nuovo sistema di controlli nel disegno di
legge sulle autonomie locali». Pier Luigi Acerbi 1877
«Visto sulle deliberazioni e responsabilitá del Segretario e dei fun-
zionari». Franco Stabili 1880
«Indispensabile ridefinire la figura del Segretario comunale nell'-
ambito del nuovo ordinamento delle autonomie locali». Vincen-
zo Gioia 1882
«Riordinamento dello "status" dei segretari comunali e provinciali
e riforma delle autonomie locali». Nlcola Falcone 1883
«II voto consultivo del Segretario comunale secondo l'art. 59 del
regolamento n. 297 del 1911 e nel disegno di legge sulle auto-
nomie locali». Emanuele Gulino 1889
«Prospettive per la figura del Segretario comunale». Leopoldo Apa. 1893
«Imparzialitá del dirigente pubblico fra il mito e la realtá dell'ar-
ticolo 97 della Costituzione». Paolo Salvi 1894
«L'araba fenice». Paolo Panetta 1902
«Considerazioni sul "visto" del Segretario dell'Ente lócale». Alvaro
Pollice 1912
ALTRE CONSIDERAZIONI
«I riferendum consultivi a livello comunale e il disegno di legge
sulla riforma deH'ordinamento delle autonomie: un quadro da
completare». Luca Righi 1916
«Le aree metropolitane e il controllo sugli atti nel disegno di legge
governativo sul nuovo ordinamento delle autonomie locali». Vfií-
cenzo Gherghl 1924
«Ordinamento delle aree metropolitane e riforma delle autono-
mie». Roberto Scarclglia 1925
«Autoritá metropolitana, Comune metropolitano e municipalitá
nel nuovo assetto delle autonomie locali». Rodolfo Palma 1929
«Osservazioni sulle competenze demándate ai consigli comunali

357
Documentación
e provinciali dal progetto di riforma dellc autonomie locali».
Vito Andresini 1936
«Ancora dubbi sulla revocabilitá della Giunta municipale». Giusep-
pe Pifferi 1938
«La dimensione uomo e la riforma degli enti locali». Antonio So-
limene 1940
«Impresa pubblica lócale e autonomie: quale sviluppo?». María
Virginia Rizzo 1943

ORBIS
Research Institute Philadelphia. 1988. Vol. 32. N.° 4
WHY THE U.S. CANNOT STOP SOUTH AMERICAN COCAINE.
Rensselaer W. Lee III 499
EUROPES DETERIORATING DEFENSES
«Who Will Staff NATO?». Susan L. Clark 521
«Policy Brief: NATO Needs a New Missile». Andrew Goldman ... 541
SOVIET SUCCESS STORY: THE THIRD WORLD. Alvin Z. Rubin-
stein 551
FRIENDLY TYRANTS: AN AMERICAN POLICY DILEMMA 567
«Marcos and the Philippines». Theodore Friend 569
«The Duvaliers and Haiti». Georges Fauriol 587

OSTERREICHISCHE ZEITSCHRIFT FÜR


OFFENTLICHES RECHT UND VOLKERRECHT
Wien. 1988. Vol. 39. N.n 3
ABHANDLUNGEN
«Zur Bedeutung der Einheitlichen Europá'ischen Akte für Rechts-
cntwicklung und Integrationskonzept der Europáischen Ge-
meinschaft». R. Bieber 211
«Das Osterreichische Normungsinstitut im Gefecht internationaler
Beziehungen». St. Griller 237
«Der Aufbau und die Organisation der englischen Behórden im
Wasserrecht, Verwaltungssaufbau und ,,Watermanagement"».
F. Blechschmidt 287
MISZELLEN
«Zur Frage der Vereinbarkeit von EWG-Mitgliedschaft und dauern-
der Neutralitat». M. Thaler 303

PAPELES DE ECONOMÍA ESPAÑOLA


Madrid. 1988. N.° 37
INTRODUCCIÓN EDITORIAL V
I. HECHOS Y TENDENCIAS
«El gasto público en la democracia española. Los hechos». Julio
Alcaide Inchausti 2
358
Boletín de Sumarios
«El gasto público. Referencia a algunos problemas concretos».
Rafael Alvarez Blanco 42
«El gasto público y la sociedad española». Francisco Alvira
Martín y José García López 56
«Evolución histórica del gasto público». Francisco Comín Comín. 78
«Tendencias generales del gasto público en los países indus-
triales». Vito Tanzi 100
«La evolución del gasto público: una perspectiva internacio-
nal». Jean-Claudc Chouraqui 116
«Déficit, impuestos y crecimiento del gasto público». José Luis
Raymond Bara y José Manuel González-Páramo 125
«Niveles de cobertura del gasto público en España». Manuel J.
Lagares Calvo 150
«Evolución y tendencias del gasto público». José Borrell Fon-
tcllcs 174
RECUADROS
«Estado de bienestar y opinión pública». José Manuel González-
Páramo 63
«El crecimiento del sector público (1970-1986) y la hipótesis
Beck». José M. Domínguez Martínez 105
«¿Por qué tiende a crecer el gasto público?». José Manuel Gon-
zález-Páramo y José Luis Raymond Bara 145
II. FUNCIONES Y CATEGORÍAS ECONÓMICAS
DEL GASTO PUBLICO
«Algunos problemas de la protección social: el caso de las pen-
siones». Julio Segura 186
«Gasto público en pensiones». José Barea 194
«Proyecciones del gasto en pensiones del sistema de la seguri-
dad social 1980-2010». Rafael Salas 210
«Protección por desempleo». Antonio García de Blas 218
«Aspiraciones colectivas y eficiencia en el sistema sanitario».
Joan Caries Costas 1 Terrones y Gulllem López Casasnovas. 225
«Gasto público en asistencia sanitaria». José Barea 242
«El gasto público en prestación farmacéutica». Félix Lobo ... 255
«Rendimientos y equidad social del gasto público universitario.
La universidad gallega». Joaquín Alvarez Corbacho 265
«Los gastos públicos en educación superior: alguna propuesta
alternativa para la financiación de la Universidad». Indalecio
Corugedo 274
«El gasto público en justicia». Miguel Rolg Alonso 280
«Aproximaciones al gasto en defensa». Amelia Díaz Alvarez ... 293
«El gasto en defensa». José Luis Lancho de León 298
«Los gastos públicos de personal en los países de la Europa
comunitaria». Juan Junquera González 305
«Compra de bienes y servicios por las administraciones públi-
cas». Julio Alcaide Inchausti 328
«La inversión pública: evolución y perspectivas». Antonio Za-
balza Martí 332
«Evolución de la carga de la deuda pública del Estado 1981-1987».
Iñigo de la Lastra 355
RECUADROS
«Efectos distributivos del gasto público». Braulio Medel, Agus-
tín Molina y José Sánchez Maldonado 206
«El papel y la dinámica del empleo público en los países oc-
cidentales desarrollados». José M. Domínguez Martínez 309

359
Documentación

III. EL GASTO PUBLICO AUTONÓMICO Y LOCAL


«Federalismo fiscal e incremento del gasto: el caso de las co-
munidades autónomas». Carlos Monasterio Escudero 372
«Análisis del gasto autonómico: comparación con otros países».
José Barea 388
«La gestión presupuestaria del gasto local». Francisco Bosch
Ferré y Amelia Díaz Alvarez 399
«El gasto municipal del Ayuntamiento democrático de Madrid».
Ángel Melguizo 417
«El gasto municipal del Ayuntamiento democrático de Barcelo-
na». Nuria Bosch Roca 434
«El gasto público municipal». José Antonio Antón 452
RECUADROS
«Diputaciones provinciales: a la racionalidad por la coordina-
ción». Luis Caramés Vieitez 408
IV. LOS PROBLEMAS DE PRESUPUESTACION, EJECUCIÓN
Y CONTROL DEL GASTO PUBLICO
«Diferencia entre presupuesto programado y presupuesto ejecu-
tado». Valentín Edo, Laura de Pablos y Aurelia Valiño 456
«Los gastos fiscales». Valentín Edo, Laura de Pablos y Aurelia
Valiño 460
«La modernización del gasto público». Eduardo Zapico Goñi ... 465
«El control del gasto público». Victorio Valle 488
«La estrategia presupuestaria española: entre el drama del dé-
ficit y el deterioro de los servicios públicos». Enrique Fuen-
tes Quintana 508
RECUADROS
«Análisis coste-beneficio: notas sobre su situación actual». Emi-
lio Albi Ibáñez y José Antonio Rodríguez Ondarza 482
«El gasto público comprometido» 498
«La información contenida en los Presupuestos Generales del
Estado». José Manuel González-Páramo 513
«El crecimiento de los ingresos del sector de las administra-
ciones públicas». José Luis Raymond Bara 517
«Fiscalidad y ahorro». José Luis Raymond Bara 520

PARLIAMENTARY AFFAIRS
London. 1988. Vol. 41. N.° 2
«Election '87: The TV Stopwach Campaign». By Robert Hargreaves. 171
«Local Elections in Britain: Comparing Myth with Reality». By
Colin Raüings & Michael Thrasher 182
«The Poverty Lobby in British Politics». By Paul Whiteley & Steve
Winyard 195
«MP's Influence on Welfare Policy». By Hugh. M. Bochel and
Peter Taylor-Gooby 209
«The 1986 Shops Bill». By Paul Regan 218
«Beyond the New Congress: Aspects of Congressional Develop-
ment in the 1980s». By Christopher J. Bailey 236
«Portugal's Political Transformation: The Election of July 1987».
By David Corkill 247
«The End of the Craxi Era? The Italian Parliamentary Elections
of June 1987». By Philip Daniels 258

360
Boletín de Sumarios

1988. Vol. 41. N.° 4


«Incomplete Sovereignty: The British House of Commons and
the Completion of the Internal Markets in the European Com-
munities». By David Judge 441
«Promoting Working-Class Candidature in the Conservative Party:
The Limits of Central Office Power». By John Greenwood ... 456
«Interest Groups and Policy Making: A New Role for Select Com-
mittees?». By Ian Marsh 469
«British Government Policy on AIDS: Learning Not to Die of Ig-
norance». By John Street 490
«Agenda Setting, the Role of Groups and the Legislative Process:
The Prohibition of Female Circumcision in Britain». By Elise
A. Sochart 508
«The Politics of Electoral Reform in Great Britain and the Uni-
ted States». By Lawrence D. Longley 527
«The Re-EIection of Francois Mitterrand: The 1988 French Presi-
dential Election». By Paul Hainsworth 536

PARLIAMENTARY JOURNAL
American Institute of Parliamentarians.
1988. Vol. XXIX. N.° 2
Letter from the Editor 41
«Painless Principies of Pedagogy in Parliamentary Procedure».
Richard Oehring " 43
«Motion, Suggestion, Recommcndation, Order». EH Flatto 53
«A Review: Reference Cuide to Procedures For Meetings and Or-
ganizations». Margaret A. Banks 58
«Parliamentary Opinions». Virginia Schlotzhauer, Floyd M. Rid-
dick, John R. Stipp 61
«Disciplining Members». Thais Plaisted 65
«Intent and Terminology». H. W. Farwell 77

PENSAMIENTO. Rev. Investigación e Información Filosófica


Madrid. 1989. Vol. 45. N.° 177
«El destino de la idea de Dios en el pensamiento moderno». A. To-
rres Queiruga 3-25
«La crítica de Bergson al pensar por conceptos». M.* C. Sánchez
Rey 27-41
«La prevalencia de Schopenhauer sobre Marx en la Teoría Crítica
de Horkheimer». J. A. Estrada 43-55
«Pesimismo y filosofía en A. Schopenhauer». R. Avila Crespo ... 57-75
NOTAS, TEXTOS Y COMENTARIOS
«La simpatía y la solidaridad: una confrontación entre Schopen-
hauer y Bergson». M. Elósegui Itxaso 77-86
«Presencia del pensamiento de Lagneau». R. Roda Aixendri 87-92

1988. Vol. 44. N.° 176


«Una meditación preliminar para la reducción fenomenológica.
II. Idealismo trascendental y socratismo». M. Garcia-Baró ... 385401

361
Documentación

«Experiencia, sujeto y razón en Zubiri». G. Gómez Cambres ... 403422


«La relación según Guillermo de Ockham». J. R. López Vázquez. 423438
«Si papel de la estética en la ética». J. Vicente Arregui 439453
NOTAS, TEXTOS Y COMENTARIOS
«Las expectativas del receptor y lo que produce la risa». T. Beja-
rano Fernández 455463
«La dialéctica en la psicología de Henri Wallon». E. Rigó Carra-
tala 46447]

PHILOSOPHY PUBLIC AFFAIRS


Lawrenceville. 1988. Vol. 17. Nt.° 4
«The Priority of Right and Ideas of the Good». John Rawls ... 251
«Advance Directives and the Personal Identity Problem». Alien
Buchanan 277
«The Equalization of Legal Resources». Alan Werthelmer 303
«Toleration and Free Speech». David A. J. Richards 323

PODER JUDICIAL
Consejo General del Poder Judicial, Madrid. 1988. N.° 11
ESTUDIOS
«Diez años de evolución en el panorama de la justicia adminis-
trativa española». Lorenzo Martín-Retortillo Baquer 9
«Derechos del autor y propiedad intelectual. Apuntes de un de-
bate». Andrés Ollero Tassara 31
NOTAS Y COMENTARIOS JURISPRUDENCIALES
CONSTITUCIONAL
«Apuntes críticos sobre la sentencia constitucional núm. 145/1988,
de 12 de julio». Fernando Lorente Hurtado 89
PENAL
«La primera sentencia por delito ecológico. ¿Una resolución his-
tórica?». Jaime Miguel Peris Riera 95
«Reflexiones sobre el delito de falsedad en documento mercan-
til». Luis Rodríguez Ramos 105
CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
«La Ley Orgánica del Poder Judicial y los concursos entre juris-
tas de reconocido prestigio para el acceso a la carrera judicial».
José Manuel Alegre Avila 115
SOCIAL
«El arbitraje obligatorio que pone fin a la huelga en servicios
esenciales». Antonio Baylos Grau 127
«Comentario a la STCT de 29 de junio de 1988». Tomás Sala Fran-
co y J. M. Ramírez Martínez 137

1988. Número Especial IV


PRIMERA PONENCIA
«El medio ambiente. Los movimientos sociales: aspectos socioló-
gicos y cívicos». Carlos Carrasco-Muñoz de Vera 15

362
Boletín de Sumarios

SEGUNDA PONENCIA
«Las administraciones públicas, el control jurisdiccional y el me-
dio ambiente». José Javier Abad Pérez 31
TERCERA PONENCIA
«Protección penal del medio ambiente. Cuestiones generales». Cán-
dido Conde-Pumpido Tourón 67
CUARTA PONENCIA
«El delito ecológico». Enrique Beltrán Ballester 91
QUINTA PONENCIA
«Problemática de la responsabilidad civil en materia ambiental».
Clemente Auger Liñán 111
SEXTA PONENCIA
«El Derecho del medio ambiente a la luz del Derecho Comparado
y del Derecho de la Comunidad Económica Europea». Ricardo
Gosalbo Bono 127
SÉPTIMA PONENCIA
«La acción judicial popular y la audiencia de los ciudadanos en
el área del Derecho ambiental». Jaime Gil-Robles Gil-Delgado. 167

POLÍTICA E ESTRATEGIA
Sao Paulo. 1987. Vol. V. N.° 4
Apresentacáo 423
«Constituido e Crise do Estado Militar no Paraguai». Carlos Ma-
ría Lezcano 426
«Estrategia e Relac.6es de Poder». Joao Carlos Goncalves Caminha. 439
«Geoestratégia do Atlántico Sul: Urna Visáo do Sul». Paulo Ro-
berto de Almeida 486
«A Antartica e o Pensamento Geopolítico Argentino». Jack Child. 496
«0 Principio de Náo-Intervengao e sua Presenca na Historia da
América». José Carlos Brandi Aleixo 506
«Bases para urna Teoria das Relacóes Internacionais a Partir da
Visao dos Países Sul». Luis Dallanegra Pedraza 529
«Geopolítica e Seguranca Nacional». Norma Breda dos Santos ... 550
«Seguranza Nacional: Ideología ou Necessidade Inerente ao Es-
tado?». Carlos de Meira Mattos 575
«Mobilizac.áo Industrial». Jean-Claude Eduardo Silberfeld 584

POLÍTICA TIDSSKRIFT FOR POLITISK VIDENSKAB


Institut for Statskundskab Universitetsparker, Arhs.
1988. N.° 4.
Redaktionelt 381
«"Gron politik" — perspektiver og forklaringer». Jorgen Goul An-
dersen 382
«Miljopolitiske skillelinjer i Danmarck». Jorgen Goul Andersen ... 393
«De gronne stridssporsmal i norsk politikk». Tor Bjorklund og
Ottar Hellevik 414

363
Documentación

«Gront fór miljópartiet». Evert Vedung 432


«Oprettelsen af Del danske Handelskammer — et skridt pa kor-
poratismens véj». Karsten Ronit 448
«De paradoxala borgarklasserna». Bjórn Beckman 462
«Om at konfrontere teori og virkelighed». Nikolaj Petersen 471
«Sociale kraefter ¡ perifere samfunds udvikling — overvejelser med
udgangspunkt i en afhandling om tre arabiske samfund». John
Martinussen 488
«Pa sporet af samfundskritikken». Johannes Andersen 497

POLITICAL QUARTERLY, THE


London. 1988. Vol. 59. N.° 4
Commentary 401
«The Case for Revisionism». Giles Radice 404
«How Many Miles to Babylon?». Denis Forman 416
«Constitutional Uncertainty and the Ulster Tragedy». John A.
Oliver 426
«Political Aspects of Full Employment: A Reassessment of Ka-
lecki». Andrew Henley 436
«The Character of Nuclear Power Politics». Leonard Tivey 450
«Plus Ca Change: The French Presidential and National Assembly
Elections, April-June 1988». Roger Eatwell 461
REPORTS AND SURVEYS
«Recent Developments in the Scottish National Party». James
Mitchell 472
«Reselection, Activism and the Labour Party». Jack Geekie and
Roger Levy 477

POLITICAL SCIENCE
Victoria University, Wellington. 1988. Vol. 40. N.° 1
Introduction 1
«Common Law and Political Theory in Early Stuart England».
Glen Burgess 4
«John Lilburne's Discourse of Law». Andrew Sharp 18
«Young Sir Henry Vane's Arguments for Freedom of Conscience».
Paul Harris 34
«Bracton on Kingship First Visited: The Idea of Sovereignty and
Bractonian Political Thought». C. J. Nederman 49
«Confronting the Monster; George Lawson's Reactions to Hob-
bes's "LeviathanV Conal Condren 67
«Toleration, Revolution and Judgment in the Development of
Locke's Political Philosophy». G. J. Schochet 84
«Moral Philosophy and Natural Law: From the Cambridge Pla-
tonists to the Scottish Enlightenment». Knud Haakonssen ... 97
«Bentham as a Social and Political Theorist». L. J. Hume 111
«Coleridge and the English Revolution». John Morrow 128
«The Contemplation of Colonial Constitutions as Political Philo-
sophy». Mark Francis 142
«Transformations in British Political Thought». J. G. A. Pocock. 160

364
Boletín de Sumarios

POLITICAL SCIENCE QUARTERLY


Academy of Political Science of Columbia University.
1988. Vol. 103. N.° 3
«Gorbachev's Program of Change: Sources, Significance, Pros-
pects». Seweryn Bialer 403
«Representation and Governance: The Great Legislative Trade-off».
Kenneth A. Shepsle 461
«Peacekeeping Operations and the Quest for Peace». Paul F. Diehl. 485
«Misguided Morality: Ethics and the Reagan Doctrine». Robert
H. Johnson 509
«Who Talked to the President When? A Study of Lyndon B.
Johnson». James J. Best 531

POLITICAL STUDIES
London. 1988. Vol. XXVI. N.° 4
«Policy Community, Policy Network and Comparative Industrial
Policies». Mauríce Wright 593
«The Strange Story of Judge Robert Bork and a Vacancy on the
United States Supreme Court». Richard Hodder-Williams ... 613
«The New Right in Central Europe II: Poland and Hungary».
Roger Scruton ... : 638
«The Liberal Rationale of "Rational Socialism"». John Cunliffe. 653
«Autonomy and Egalitarianism». Robert Young 663
DEBATE
«Warrender and Skinner on Hobbes». Brian Trainor 680
«Warrender and Skinner on Hobbes: A Reply». Quentin Skinner. 692
REVIEW ARTICLE
«Politics and the Media». Kenneth Newton 696
RESEARCH NOTE
«Comparing Mid-term Popularity Functions: A Cautionary Note».
Anthony Mughan 704

POLITICAL THEORY
London. 1988. Vol. 16. N.° 3
Louis Hartz and American Liberalism
I. «Knowledge and Sorrow: Louis Hartz's Quarrel with Ameri-
can History». John Patrick Diggins 355
II. «Louis Hartz: The Final Years, the Unknown Work». Patrick
Riley 377
Hobbes and Religión
I. «Hobbes: On Religión». Benjamín Milner 400
II. «Hobbes, Puritans, and Promethean Politics». George Shulman. 426
«Feminist Rhetoric: Discourses on the Male Monopoly of Thought».
Mary E. Hawkesworth 444
«Sócrates and Liberal Toleration». Gerald M. Mará 468

365
Documentación

CRITICAL RESPONSES
«On "Begriffsgeschichte"». Jeremy Rayner 496
«On James Farr's "So Vile and Miserable an Estáte"». Seymour
Drescher 502

POLÍTICO, IL
Istituto di Science Politische, Pavia. 1988. Vol. Lili. N.° 2
«La cultura política in Italia» 193
«Cultura política e identifícazione di partito». Renato Mannheimer
e Giacomo Sanl 197
«Immagine dei partiti e antagonismo político in Italia, Spagna,
Portogallo e Grecia». Giovanna Guldorossi e Mana Weber ... 225
«Cultura o opinioni? Su alcuni dubbi epistemplogici». Percy Allum. 261
«Approssimazione alie culture politiche locali. Problemi di analisi
ed esperienze di ricerca». Mario Caciagli 269
«Le culture politiche localí: alcune osservazioni critiche sugli studi
condotti in Italia». Paolo Feltrin 293
«A proposito delle subculture politiche». Giorgio Galli 307
«Cultura política e democrazia stabile». Ronald Inglehart 311

1988. N.° 3
«La Costituzione repubblicana 40 anni dopo». Leo Valiani 365
«La * Costituzione económica": genesi e principi». Silvio Beretta. 379
«The Future Development in tríe Soviet Union and Europe. An
Exercise ¡n Political Forecasting». Feliks Gross 421
«The European Common Market and the Resilience of the Natio-
nal State». Donald J. Puchala 447
«L'Italia e l'integrazione europea: aspetti storici e diplomatici
(1947-1957)». Enrica Costa Bona 467
NOTE E DISCUSSIONI
«Fermenti europeisti e federalisti tra guerra mondiale e primo
dopoguerra». Corrado Malandrino 483
«Hobbes e lo stato della rivoluzione». Ferruccio Focher 511
«Autonomía della política e problema del futuro (a proposito di
Aron, Weber e Sartre)». Giorgio Clementi 523

POLITIQUE ETRANGERE
Centre d'Etudes de Politique Etrangere, Paris. 1988. N.° 3
«Editorial». Thlerry de Montbrial 561
L'AFRIQUE: INCERTITUDES ET ESPOIR
«Introduction». Olara A. Otunnu 577
«Liberation sans liberté ou les raisons d'un fourvoiement». W. Em-
manuel Abraham 581
«Instabilité politique et perspectives de démocratie en Afrique».
Peter Anyang'Nyong'o 589
«L'Afrique australe: vers une detente?». Olara A. Otunnu 603

366
Boletín de Sumarios
«La situation économique de l'Afrique: vers une reprise?». Ade-
bayo Adedeji 621
«L'endettement extérieur de l'Afrique et les tentatives d'allége-
ment». Babacar Ndiaye 639
«La dépendance économique de l'Afrique vis-á-vis de l'exportation
des produits de base». Kenneth Dadzie 647
«Le déclassement international de l'Afrique». Zaki Laidl 667
«L'évolution des relations franco-africaines». Bernard de Mont-
ferrand 681
«La politique américaine á l'égard de l'Afrique: continuité et chan-
gement, 1958-1988». Robert J. Cummings 693
«La diaspora africaine et la politique américaine en Afrique aus-
trale». Ronald Walters 707
«Les relations soviéto-africaines: une perspective historique». Mo-
ses Anafu 719

POLITISCHE STUDIEN
München. 1988. N.° 302
«Editorial: Auf dem Prüfstand». Peter Eisenmann 633
«Fragen zur Zeit: ,,Die Idee Europas mu3 eine offene Idee sein"».
Edgar Morin 635
«Appeasement und Entspannung». Wilhelm G. Grewe 645
«Metamorphosen eines Konflikts: Die sino-sowjetischen Beziehun-
gen in historischer Perspektive». Peter J. Opitz 658
«Die Grundstrukturen der militárischen Bedrohung wáhrend der
letzten 25 Jahre». Hans-Christlan Pilster 669
«Glasnost und ideologischer Kampf?». Gottfried Linn 683
«Der X. SchriftstellerkongreP der DDR und seine kulturpolitis-
chen Perspektiven». Peter Lübbe 694
«Moral und Politik». Horst Bürkle 707
«Demonstrationsfreiheit im Kontext anderer Grundrechte». Ha-
rald Fliegauf 715
«Wiederaufarbeitungsanlage Wackersdorf — Meinungen contra
Fakten». Max Hillerbrand 728

POLITISCHE VIERTELJAHRESSCHRIFT
Wiesbaden. 1988. Vol. 29." N.° 4
«Zankapfel Europapolitik: Der Kompetenzstreit zwischen Auswar-
tigem Amt und Bundeswirtschaftsministerium 1957/58». Daniel
Koerfer 553
«Vollbescháftigung in Schweden. Zu den kulturellen Grundlagen
und den Grenzen erfolgreicher Arbeitsmarkt- und Bescháfti-
gungspolitik». Karl Hinrlchs 569
«Radikalisierung oder Apathie? Zu den politischen Verarbeitungs-
formen der Arbeitslosigkeit». Michael Beckmann 591
«Aufstieg und Fall des ,,Two-Step-Flow of Communication". Kritik
einer sozialwissenschaftlichen Hypothese». Klaus Merten 610
«Die Schuldenkrise und die Krise des bürokratischen Entwick-
lungsstaates in Venezuela». Andreas Boeckh 636
BERICHTE
«Politische Institutionen und Interessenvermittlung. Konferenzbe-
richt». Josef Hilbert 656
367
Documentación

«Online-Datenbanken des Informationszentrums Sozialwissenschaf-


ten in neuen Versionen» 660

PVS-LITERATUR
ESSAY
«Aufklárung über eine Legende. Die Frankfurter Zeitung im Drit-
ten Reich». Klaus Wasmund 662

PROBLEMES POLITIQUES ET SOCIAUX


París. 1988. N.° 595
Avant-Propos 1
L'HISPANITE, UN LEGS DE L'HISTOIRE
Repéres chronologiques 3
De quelques occasions manquees 4
L'influence des exilés du franquisme 7
LES RELATIONS ACTUELLES
Pour une communauté ibéro-américaine des nations 11
Les liens économiques 17
Trois exemples de relations bilaterales (Mexique, Cuba, Argentine). 22
L'ESPAGNE ENTRE L'AMERIQUE LATINE ET LA CEE
L'adhésion á la CEE: quelles conséquences? 30
Europe-Amérique latine: le role de l'Espagne 32
L'épisode paradoxal de la guerre des Malouines 35
LES INSTRUMENTS DE LA COOPERATION
Transition a la démocracie: l'exemple espagnol 37
Les institutions 42
Le role «charniére» de l'entreprise 49
Efe, premiére agence de presse hispanophone 50
L'ESPAGNE A LA RECHERCHE D'UNE NOVELLE IMAGE
INTERNATIONALE
Un role de médiateur en Amérique céntrale? 55
Le Cinquiéme centenaire de la Découverte et l'Exposition de
Séville 61
1992: REDECOUVERTE OU FIN D'UN MYTHE? 63

1988. N.° 596


Avant-Propos 3
LE SUFFRAGE UNIVERSEL CONTRE LA DEMOCRATIE
Les fonctions traditionnelles des élections en Europe de l'Est ... 5
Une typologie (Pologne) 7
Les élections, instrument de normalisation (Tchécoslovaquie, Po-
logne) 13
Dualité du principe représentatif: représentation de la volonté
populaire et de la structure sociale (Yugoslavie) 21

368
Boletín de Sumarios

LES REFORMES DU MODE DE SCRUTIN


Une reflexión avortée (Tchécoslovaquie) 23
L'importance du mode de désignation des candidats (Hongrie) ... 29
La pluralitc non concurrcntiellc des candidaturcs (RDA, Rouma-
nie) 35
Le vote á bulletin secret au sein du Parti (Pologne) 37
Contre les professionnels de la politique (Yougoslavie) 41
ATTITUDES POLITÍQUES ET SOCIOLOGIE ELECTORALE
Abstentionnisme et participation (Pologne) 45
Le pluripartisme: au-delá du monolithisme de fa?ade (RDA) 51
Vote nul et appartenance ethnique (Yougoslavie) 55

1988. N.° 597


Avant-Propos 1
FORMER UN ETAT SOCIALISTE DE DROIT
Parachever, achever... ou commencer? 3
Soumettre le parti au droit 9
Instaurer la suprématie de la loi 13
Est permis tout ce qui n'est pas interdit 15
Contre l'exception, pour le respect des procédures 17
UN SYSTEME JURIDIQUE A REFORMER
Creer une base juridique de la vie sociale 19
Démocratiser l'élaboration des textes 21
Former des juristes compétents 23
Informer le citoyen 25
DES DROITS ET LIBERTES A ASSURER 27
Le libre choix du lieu de résidence 29
La liberté d'aller et venir 30
La liberté de conscience 36
Le droit de gréve et de manifestation 40
Un KGB qui rende des comptes 43
LES GRANDS OBJECTIFS DE LA REFORME JUDICIAIRE
Quelques points sensibles 45
Une magistrature indépendante 46
Un Barreau autogéré 47
Un code penal moins répressif 50

1988. N.° 598


Avant-Propos 2
LA DYNAMIQUE POLITIQUE
La «question de Taiwan», mythes et réalités 4
Les prudences de la démocratisation 8
La mutation du Kuomintang 12
L'opposition et le probléme de l'indépendance 24
Les relations avec la Chine 27
ECONOMIE: LE «MIRACLE TAIWANAIS» ET SES FRAGILITES
Evolution de quelques indicateurs (tableau) 36
Les desequilibres 37
369
Documentación

Vers une nouvelle politique économique? 40


Une main-d'oeuvre moins docile 47
Le succés économique, augure de nouvelles relations extérieures? 50

1989. N.° 599


Avant-Propos 2
Glossaire 4
L'EVOLUTION DES PRATIQUES ADMINISTRATIVES
Les travaux des années soixante-dix
«La prise de conscience d'une nécessité». — «Le "mouvement RCB"
en France». — «Les expériences américaines» 5
Le souhaitable et le possible 24
LES APPROCHES DE L'EVALUATION
Des définitions múltiples 32
Les approches traditionnelles
«Le principe quantitatif». — «L'approche technico-économique». —
«L'approche juridique» 33
Les nouvelles méthodes
«L'évaluation endoformative». — «La méthode pluraliste». —
«L'évaluation par les administres» 38
Un probléme spécifique: l'évaluation des politiques transversales. 46
LES REALISATIONS
Une grande diversité de travaux 52
Quelques exemples 56

1989. N.° 600


Avans-Propos 2
LE TIERS MONDE: 70 % DES ACHATS D'ARMES
L'évolution récente 4
Quelques nouyeaux sujets d'inquiétude 16
Peuton moraliser le commerce des armes? 20
UNE PRODUCTION CROISSANTE
Des politiques et des situations diverses 22
A la recherche de la souveraineté nationale 26
Un grand producteur du Tiers Monde: le Brésil 28
L'acquisition d'un savoir-faire industriel 31
...mais pas de véritable avantage économique 34
DES ARMES DONT ON FAIT USAGE
Des conflits de plus en plus longs et destructeurs 36
Conflicts locaux, affirmation nationale et développement 38
La guerre contre l'ennemi intérieur 41
LES EFFETS SUR LA SOCIETE ET SUR LE DÉVELOPPEMENT
Un obstacle á l'instauration d'un ordre mondial plus juste 43
Dépenses d'armement et militarisation 47
Un facteur d'endettement 50
Dépenses militaires, croissance et développement 51
Désarmement et développement 55

370
Boletín de Sumarios

PROBLEMS OF COMMUNISM
United States Information Agency, Washington.
1988. Vol. XXXVII. N.° 5
«Declining Fortunes of the French Communist Party» by Ronald
Tiersky 1
«Leadership Change and Crisis in Hungary» by Georges Schópflln,
Rudolf Tokes, and Iván Vólgyes 23
«The New Logic in Soviet-GDR Relations» by A. James McAdams. 47
NOTE
«The KGB and Soviet Reform» by Amy W. Knight 61
BOOK REVIEWS
«Gorbachev and World Communism: Collapse or "Perestroyka"»
by Joan Barth Urban 71
«The Ukrainian Insurgent Army in Documents» by Luba Fajfer. 77

PROCEEDINGS OF THE ACADEMY OF POLITICAL


SCIENCE
Academy of Political Science, Columbia University, N. York.
1988. Vol. 37. N.° 1
Preface VII
Contributors IX
INTRODUCTION
«The Liability Revolution». Walter Olson 1
IS THERE A LIABILITY CRISIS?
«The New Judicial Ideology of Tort Law». Peter H. Schuck ... 4
«Beyond the Litigation Panic». Marc Galanter 18
«The Crisis Is Injuries, Not Liability». Richard L. Abel 31
THE IMPACT ON ENTERPRISE
«Overdeterrence and the Problem of Comparative Risk». Walter
Olson 42
«The Causes of the Insurance Crisis». Kenneth S. Abraham 54
«Directors' and Officers' Liability Insurance: What Went Wrong?».
Roberta Romano 67
«Not-for-Profit Organizations and the Liability Crisis». Frank J.
Macchlarola 81
A CHALLENGE TO GOVERNMENT
«A Choice-of-Law Approach to Products-Liability Reform». Michael
W. McConnell 90
«Can Washington Repair the Tort System?». Edmund W. Kltch. 102
«Where the Lines Have Held: Tort Claims against the Federal
Government». Jeremy Rabkin 112
«Compensating Workplace Toxic Torts». W. Kip Viscusi 126
«Forum-Shopping, Forum-Skipping, and the Problem of Interna-
tional Competitiveness». Douglas J. Besharov 139

371
Documen tación
IDEAS ON REFORM
«Knowledge of the Law Is no Excuse». Peter Huber 149
«Altemative Dispute Resolution: Wrong Solution, Wrong Problem».
Austin Sarat 162
«A Regulated Market in Unmatured Tort Claims: Tort Reform by
Contract». Robert Cooter, Stephen D. Sugarman 174
«Neo-No-Fault: A Fair-Exchange Proposal for Tort Reform». Jef-
frey O'Connell 186
A CONCLUDING OVERVIEW
«Understanding the Liability Crisis». George L. Priest 196

PROJET
París. 1988. N.° 214
REUSSIR L'ECOLE POUR TOUS
«Editorial». H. Bussery.
«Mieux former dans le secondaire». J.-P. Boislvon.
«L'école et les jeunes ucn échec"». M. Rouge.
«Du lycée á l'université». J. Lamoure-Rontopoulou.
«L'école en chiffres».
«Le métier des Enseignants». J.-M. Chapoulie, A. Léger, M. Tripier.
«La culture scolaire». J. Román.
«Démocratiser le systéme éducatif». Entretien avec J. Lesourne.
«Scandinavie sans chómage». J.-O. Andersson.
«Révolutions islamistes». O. Roy.

1989. N.° 215


REHABILITER LES SERVICES PUBLICS. H. Bussery.
L'INDE EN CONTRASTES
«L'émancipation des intouchables». J. Kananalkil.
«Le défi démocratique». R. Kothari.
«Un bilan économique nuancé». C. T. Turien.
«Du non-alignement á la realpolitik». G. Deshingkar.
SYNDICALISME CFDT
«Le parcours d'Edmond Maire». A. Andrieux, J. Lignon.
«La base se méfie de la poütisation». M. Croisat, D. Labbé.
«Questions éthiques pour l'économie de la santé». T. Lebrun,
J.-C. Sailly.
«La gestión lócale du logement social». C. Grémion.

PUBLIC LAW
Hampshire. 1988. Winter
«The Courts, Community Law and Equal Pay: A Constitutional
Case?». A. W. Bradley 485
The Public Law Group 494
ANALYSIS
«Justice—All Souls: Farewell to "Public Law"?». C. T. Emery • •• 495
«Forward from F.M.I.: "The Next Steps"». Gavin Drewry 505

372
Boletín de Sumarios
«Continuing Ethnic Conflict in Sri Lanka: Current Constitutional
Dimensions». G. L. Peiris 515
«In the Intcrests of the State: The Government's Proposals for
Reforming Section 2 of the Official Secrets Act 1911». Stepha-
nie Palmer 523
«Reforming the Australian Constitution: The Frozen Continent
Refuses to Thaw». H. P. Lee 535
ARTICLES
«The Parliamentary Scrutiny of Delegated Legislation». J. D. Hay-
hurst and Peter Wallington 547
«The Legal Regulation of Campaign Financing in Canadian Fe-
deral Elections». K. D. Ewlng 577
«The Local Ombudsmen and Judicial Review». Michael Jones ... 608

PUBLIUS. The Journal of Federalism


North Texas State University. 1988. Vol. 18. N.° 1
ARTICLES
«Political Culture and the Pattern of Congressional Politic Under
the Anieles of Confederation» by Calvin C. Jillson 1
«Conjoint Federalism and Environmental Regulation in the Uni-
ted States» by David M. Welborn 27
«Federal Administraron of the Surface Mining Control and Re-
clamation Act of 1977 in Oklahoma» by Theodore M. Vestal. 45
«Devolutionary Federalism and Elazar's Typology: The Arkansas
Response to Reagan's New Federalism» by R. Lawson Veasey. 61
«State-Local Relations in Policy Implementation: The Case of
Highway Transportation in Iowa» by R. Alien Hays 79
«Patterns of Activism on State Supreme Courts» by John Patrick
Hagan 97
«Uniform State Law Adoptions in the American States: An Ex-
planatory Analysis» by Kim Quaile Hill and Patricia A. Hurley. 117
«Dillon's Rule Under the Burger Court: The Municipal Liability
Cases» by James R. Alexander 127
«Constitutional Law and the Protection of Subnational Govern-
ments in the United States and West Germany» by Arthur B.
Gunlicks 141
«The Federal Structure of Australian Political Parties» by Joan
Rydon 159
«Nigerian Federalism Under Civilian and Military Regimes» by
J. Isawa Elaigwu 173
RESEARCH NOTE
«States, Counties, and the Questions of Trust and Capacity» by
Wüliam L. Waugh, Jr 189

1988. Vol. 18. N.° 3


ARTICLES
«Introduction» by Daniel J. Elazar 1
«Dyadic Federations and Confederations» by Ivo D. Duchacek ... 5
«Bicommunalism in Northern Ireland» by David E. Schmitt 33
«Israel and the West Bank Palestinians» by Shmuel Sandler ... 47
«Belgium: A Dualist Political System?» by Jean Beaufays 63

373
Documentación

«Cyprus: Federation Under International Safcguards» by James


H. Wolfe 75
«Finland: Marginal Case of Bicommunalism» by Kenneth McRae. 91
«Bicommunal Systems: Guyana, Malaysia, Fiji» by R. S. Milne. 101
«Bicommunalism and Canadian Constitutional Reform» by Peter
M. Leslie 115
«Problems of Constitutional Design in Canadá: Quebec and the
Issue of Bicommunalism» by Daniel Latouche 131
ADDITIONAL FEATURE
«Pqlitics, Economic Development, and Second-Generation Strain
in India's Federal System» by Amal Ray with John Kincaid. 147

1988. Vol. 18. N.° 3


«The State of American Federalism—1987» by John Kincaid ... 1
«The Blizzard of 1987: A Year of Tax Reform Activity ¡n the Sta-
tes» by Steven D. Gold ." 17
«Effccts of Federal Tax Reform on Local Finances» by Michael
A. Pagano 37
«Regulating Atomic Energy in the American Federal System» by
Joseph F. Zimmerman 51
«State Restrictions of Hostile Takeovers» by Eric S. Rosengren. 67
«Property Rights and Local Land-Use Regulation: The Implica-
tions of "First English" and "Nollan"» by Lee P. Symons 81
«Federalism and America's Public Works» by Bruce D. McDowell. 97
«State Policy Responses to the AIDS Epidemic» by David C. Colby
and David G. Baker 113
«The Governor as Innovator in the Federal System» by Thad L.
Beyle 131
«Constitutional Reform and Continental Free Trade: A Review of
Issues in Canadian Federalism in 1987» by Peter M. Leslie and
Keith Brownsey 153
«Federalism and Ethnic Conflict in Sri Lanka» by Robert C.
Oberst " 175

QUADERNI COSTITUZIONALI
Bologna. 1988. Vol. VIII. N.° 1
Editoriale
SAGGI
«Competenze formali e convenzioni politiche negli scioglimenti an-
ticipad delle Camere». Plero Calandra 7
Lo scioglimento delle Camere nel 1987. Interviste a Lorenza Car-
lassare, Serio Galeotti e Temistocle Martines (Piero Calandra). 67
«Compressione e deviazione, non ampliamento, dei poteri nor-
mativi dell'esecutivo in Italia». Silvano Labriola 93
STUDI
«Autoritá autonomie e "democrazia di masse" nell'evoluzione del
pensiero di Vincenzo Zangara». Mario Galizia 109
«Stato e prospettive dell'autonomia universitaria». Llvio Paladín. 161
LE ISTITUZIONI IN ITALIA
Parlamento: Riformare il bicameralismo attraverso i regolamenti?
(Cario Chimenti) 183
374
Boletín de Sumarios

Corte dei Conti: Leggi di spesa e quantificazione degli oneri (Pier


Francesco Lotito) 189
C.N.E.L.: Prime riflessioni sulla legge di riforma (Massimo Siclari). 193
Comunitá Europea: La nomina dei tre «saggi» della siderurgia in
Europa (Maria Francesca Spatolisano) 205
Governo: La spedizione navale italiana nel Golfo Pérsico (Ales-
sandro Massai) 208
LETTERE DALL'ESTERO
Francia: Le delegazioni legislative (Edmée Moreau) 217
Spagna: II rinnovamento del linguaggio nella giurisprudenza del
tribunale costituzionale (Javier Salas) 226
Unione Soviética: II sistema elettorale soviético: innovazioni, pro-
blemi, prospettive (Anatolio Kovler) 233

1988. Vol. VIII. N.° 2


Editoriale 245
SAGGI
«La regolamentazione dei partiti politici in Francia». Michel Fro-
mont 249
«I partiti politici in Spagna: cenni storici e regime attuale».
J. Puente Egido 261
DOCUMENTI
Política della difesa e comando costituzionale delle Forze Ármate
(Giovanni Motzo) 297
Relazione della Commissione istituita dal Governo Goria per l'esa-
me dei problemi costituzionali concernenti il comando e l'im-
piego delle Forze Ármate 318
II procedimento abbreviato per la dcliberazionc legislativa in una
recente proposta di modifica regolamentare (Andrea Simon-
cini) 347
INTERVISTE
Intervista a Paul Freund (a cura di C. Pinelli) 361
LE ISTITUZIONI IN ITALIA
Parlamento: II doppio dibattito del 18-19 maggio 1988 sulle riforme
istituzionali (Cario Fusaro) 373
OSSERVATORIO INTERNAZIONALE
«La riforma delle autonomie locali in Francia al vaglio dei giudici
amministrativi». Giancarlo Vilella 395
«Profili costituzionali dell'ingresso della Spagna nella Comunitá
Europea». P. Pérez Tremps 405
RASSEGNE BIBLIOGRAFICHE
Nota bibliográfica sulla giustizia costituzionale (1985-1986-1987 -
primissimi mesi 1988) (Antonino Spadaro) 415

375
Documentación

QUESTIONE GIUSTIZIA
Milano. 1988. Vol. II. N.° 3
AVVERTENZA III
LEGGI E ISTITUZIONI
«Pubblico ministero e giudice nel nuovo processo pénale», di Vit-
torio Borraccetti 505
«Precarietá e flessibilitá delle prestazioni lavorative», di Luigi de
Angells 519
PRASSI E ORIENTAMENTI
«Struttura della decisione e "messaggi" giurisprudenziali», di Da-
vide Petrini 528
«Procedimento di volontaria giurisdizione e verbalizzazione delle
decisioni collegiali», di Giovanni Porqueddu 538
«Processo civile, diritti e prassi», di Alvaro Vigotti 545
OBIETTIVO: I CONSIGLI GIUDIZIARI
«Una stagione di rinnovato interesse per i consigli giudiziari?», di
Francesco Mazza Galantl 553
«Consigli giudiziari e pubblicitá», di Livio Pepino 568
CRONACHE ISTITUZIONALI
«II caso Alemi-Cirillo-Gava (in ordine alfabético)» (E. Bruti Libe-
rati) 579
«II ministro della giustizia e l'azione disciplinare» (G. Palombarini). 584
«A margine del "caso Sofri"» (A. Pignatelli) 588
OSSERVATORIO INTERNAZIONALE
«Repressione, diritti umani e magistratura in Cile», di Antonio
Dónate 591
GIUDICI E SOCIETA
«Un magistrato per i cittadini (giurisdizione e valori costituziona-
li), relazione introduttiva all'8° congresso di Magistratura de-
mocrática», di Franco Ippolito 603
«Giurisdizione, giudici e sinistra», di Pier Luigi Zanchetta 695
«Fine delle ideologie e pragmatismi quotidiani», di Pierlulgi Ono-
rato 707
«Essere magistrato, essere di sinistra oggi», di Paolo Martinelli. 726
«Tutela dei "nuovi diritti" e giurisdizione», di Franco Occhiogrosso. 757
«Limiti della legge e ruólo del giudice», di Sergio D'Angelo e Gian-
franco Gilardi 765

RAZÓN ESPAÑOLA
Madrid. 1989. N.° 33
EDITORIAL
«Razón y modernidad» 3
ESTUDIOS
«Bicentenario de la Revolución francesa», por A. Imatz 7
«El milenario de Cataluña», por F. Udina 21
«Carlos III y la Ilustración en América», por E. Zuleta 41

376
Boletín de Sumarios

NOTAS
«España desvertebrada», por J. M. Martínez Val 63
«Hacia otro 98», por L. Pérez Bastías 69
«PSOE y marxismo», por A. Maestro 76
«Agustí y la revista "Destino"», por E. García Arenal 78
«También se desideologiza la URSS», por G. Fernández de la Mora. 81
«La cuestión sudafricana», por J. Torrente 84
«El fracaso matrimonial de Byron», por E. Pujáis 90
«Adiós a una generación», por P. Fernández Barbadillo 92
«Chaunu y la Revolución de 1789», por A. Imatz 94

RECHTSTHEORIE
Berlín. 1988. Vol. 19. N." 1
ABHANDLUNGEN UND AUFSATZE
«One World? One Law? One Culture?». AHce Erh-Soon Tay 1
«Positivitat ais Selbstbestimmtheit des Rechts». Niklas Luhcnann. 11
«Iniuria, ius and injustice». Samuel Stoljar 29
«Kripke's Case. Some Remarks on Rules, their Interpretation and
Application». Jes Bjarup 39
BERICHTE UND KRITIK
«Rechtstheorie in den Niederlanden und in Flandern. Entwicklun-
gen seit dem Anfang der siebziger Jahre». J. H. M. KJander-
man / G. E. Mulder / W. G. van der Velden 51
«Gefangenendilemma, herrschaftsfreie Kooperation und Rechts-
theorie». Thomas Coroides 90
«Qanun und Schariá. Ansichten führender ágyptischer islamischer
Gelehrter zum Verhaltnis von religiósem und staatlichen Recht».
Peter Helne 111
«FuPnoten ais Instrument der Rechts-Wissenschaft». Peter Haberle
und A. Blankenagel 116

1988. Vol. 19. N.° 2


«Zum Gedenken an Norbert Achterberg (1932-1988). Allgemeine
Rechtslehre ais Rechtsverháltnistheorie» (Verner Wrawietz) ... 137
«Arthur F. Utz 80 Jahre» (Erich Zalten / Klaus Adomeit) 141
ABHANDLUNGEN UND AUFSATZE
«Warum Thomas von Aquin heute? Zur Kritik seiner Rechts-
lehre». Michel Villey 143
«Judicial Discretion and Constitutional Law». Cari Wellman 153
«Der Begriff der Ene und seine Bedeutung für das geltende Ehe-
recht in der Bundesrepublik Deutschland». Karl Eckhart Heinz. 167
«Hobbes' Logic Sovereignty». Eeric Lagerspetz 191
BERICHTE UND KRITIK
«Konkurrierende institutionelle Vereinbarungen und Internationa-
lisierung der Wirtschaft». Carsten Thomas Ebenroth 199
«Perils of Level Confusión in Normative Discourse. A Reply to
K. Opalek and J. Wolenski». Carlos E. Alchourrón / Eugenio
Bulygin 230
«Diskurstheoretische Normenbegründung in der Rechtswissens-
chat». Cari Braun 238

377
Documentación

1988. Vol. 19. N.° 3


«Glückwunschadresse zum 75. Geburtstag von Ulrich Klug. Juris-
tische Logik im Dicnste des Rechts» (Werner KrawieU) 273
ABHANDLUNGEN UND AUFSÁTZE
«An Essay on Door-Knocking». Georg Henrik von Wright 275
«The Philosophy of Law in Hayek's New Constitutionalism». Knud
Haakonssen 289
«Zum Regel-Charakter von Normtextbedeutungen und Rechtsnor-
men. Was leistet Wittgensteins Regelbegriff in einer anvven-
dungsbezogenen Semantik für das Interpretationsproblem der
juristischen Methodenlehre?». Dietrlch Busse 305
BERICHTE UND KRITIK
«Die deutsche Methodendiskussion um die Jahrhundertwende:
Wissenschaftstheoretische Prázisierungsversuche oder Antwor-
ten auf den Funktionswandel von Recht und Justiz». Rainer
Schróder 323
«On the Rationality of Evidentiary Reasoning». Hannu Tapani
Klami / Marja Rahikainen / Johanna Sorvettula 368
«Normen des Verwaltungsverfahrensrechts». Józef Filipek 379
«Internationaler Kursus für Informatik und Recht». Fernando Ga-
lindo 399

REGIONI, LE
Istituto di Studi Giuridicl Regional!, Udine. 1988 N.° 3
EDITORIALE: «Al centro qualcosa si muove» 557
DOCUMENTAZIONE
RAPPORTI STATO-REGIONI
«La Corte costituzionale e la ricerca di un contemperamento fra
supremazia e collaborazione nei rapporti tra Stato e Regioni»,
di Sergio Bartole 563
GIURISPRUDENZA E ATTIVITA DI CONTROLLO
CORTE COSTITUZIONALE
Sentenza 19 gennaio 1988, n. 2 (in tema di conflitto di attribuzio-
ni), con nota «Le intimazioni del giudice come oggetto del con-
flitto di attribuzioni tra Stato e Regione: una questione non
risolta», di Vlncenzo Cocozza 595
Ordinanza 19 gennaio 1988, n. 10 (in tema di impiego regionale),
con nota «Problemi vecchi e nuovi deH'impiego pubblico regio-
nale nella giurisprudenza della Corte», di Luisa Gerola 607
Ordinanza 19 gennaio 1988, n. 4 (in tema di impiego regionale),
con nota «Ritardo nella decisione della Corte costituzionale e
applicazione della legge regionale impúgnala in via principale»,
di Vincenzo Cocozza 621
Sentenza 26 gennaio 1988, n. 85 (in tema di consiglieri regionali),
con nota «Ineleggibilitá ed incompatibilitá nelle elezioni regio-

378
Boletín de Sumarios
nali sarde: la Corte ribadisce le ragioni della specialitá», di
Gtanfranco Mor 651
Ordinanza 26 gennaio 1988, n. 117 (in tema di caccia), con nota
«Riserve di caccia di diritto e gestione degli organi periferici
della Federazione italiana della caccia nelle Regioni a Statuto
speciale: la Corte si trincera dietro i precedenti», di Ambrogio
Robecchi Majnardi 663
Sentenza 11 febbraio 1988, n. 157 (in tema di energía elettrica), con
nota «Considerazioni in tema di sfruttamento delle acque pub-
bliche nelle province di Trcnto e Bolzano, con particolare rife-
rimento alia cosiddetta "energía compensativa"», di Maria Ga-
briella Pallucchini 672
Sentenza 11 febbraio 1988, n. 158 (in tema di procedimento legisla-
tivo regionale), con nota «Nuove soluzioni e nuovi problemi in
tema di rinvio di leggi regionali riapprovate», di Rosanna Tosi. 690

REVISTA BRASILEIRA DE FILOSOFÍA


Sao Paulo. 1988. Vol. XXXVII. Fase. 150
IN MEMORIAM:
Durmeval Trigueiro Mendes 105
ARTIGOS:
«Humanismo Científico de Gilberto Freyre». Maria do Carmo Ta-
vares de Miranda 107
«Crítica, Compreensáo e Hermenéutica». Nelson Saldanha 117
«Merleau-Ponty e os Inéditos de Husserl». Creusa Capalbo 131
«Homenagem a Viana Mogg na Cultura Brasileira». Evaristo de
Moraes Filho 141
TEMAS EM DEBATE:
«Relendo Maritain». Irineu D. Penna 155
«Atualidade de Hobbes». Joao de Scantimburgo 161
«Análise de "O Criacionismo" de Leonardo Coimbra (1883-1936)».
Eduardo Abranches de Soveral 169

REVISTA CHILENA DE DERECHO


Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile.
1988. Vol. 15. N.° 1
«El Congreso Nacional en la Constitución de 1980», Luz Bulnes
de Granier 1
«La responsabilidad civil que puede derivar de la actividad médi-
ca», Lorenzo de la Maza Rivadeneira 21
«El fortalecimiento del Poder Judicial chileno», Jaime del Valle
Aliiende 37
«La compensación financiera comunal en Baviera», Fritz Greimel. 47
«El delito de comunicación fraudulenta de secretos de fábrica»,
Juan Domingo Acosta 65
«El Estado y la educación», Hugo Tagle Martínez 81
«El dominio eminente y su aplicación en materia de minas», Ale-
jandro Vergara Blanco 87
379
Documentación
«Acusación constitucional a la Corte Suprema en 1868», Raúl A.
Bustos Zaval y Mario Ricardo Espinoza Rojas 11]

REVISTA DE ADMINISTRACIÓN PUBLICA


Madrid. 1988. N.° 117
ESTUDIOS
«La autonomía universitaria». E. García de Enterría 7
«Reflexiones sobre la regulación constitucional de la planificación
económica». S. Martín-Retortlllo Baquer 23
«La calidad de vida como valor jurídico». R. Martín Mateo 51
«La enseñanza libre y el derecho a examen en la educación uni-
versitaria». J. R. Parada Vázquez y D. Cámara del Portillo ... 71
«Responsabilidad civil de Jueces y Magistrados». P. García Man-
zano 99
«Los principios constitucionales sobre el régimen local y su apli-
cación a las competencias locales». L. Ortega Alvarez 153
JURISPRUDENCIA
I. COMENTARIOS MONOGRÁFICOS
«La suspensión de los actos administrativos recurridos en el pro-
ceso especial de la Ley de Protección Jurisdiccional de los De-
rechos Fundamentales». J. Díaz Delgado y V. Escuin Palop ... 193

CRÓNICA ADMINISTRATIVA
I. ESPAÑA
«Introducción al constituyente universitario español» (A. Sánchez
Blanco) 261
«El Estatuto de la Función Pública después de la Sentencia del
TC 99/1987 y de la Ley 23/1988» (F. Sainz Moreno) 321
«La vía administrativa de apremio: una potestad administrativa
en expansión» (F. J. Sanz Larruga) 367
«La incidencia del artículo 28 de la Ley 16/1985, de 25 de junio,
del Patrimonio Histórico Español en la libertad religiosa»
(A. Castro Jover) 409
II. EXTRANJERO
«Sobre el "case-method" para la enseñanza del Derecho: La expe-
riencia de la "Harvard Law School"» (J. J. Lavilla Rubira) ... 433

REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES


Facultad de Ciencias Sociales, Univ. de Chile, Valparaíso.
1986. N.° 29
«La Dogmática Jurídica: Algunos Problemas Epistemológicos».
Horacio Mario Spector 9
«Kant, la "Legislación de la Razón Pura" y la Lógica Formal».
Manuel Manson 33
«Teoría Contrafáctica. Examen de una Solución y Otras Conside-
raciones». Wilfredo Quezada Pulido 43
«Los Orígenes Procesales del Derecho Constitucional». Ismael
Bustos 73
«El Exilio Chileno». Lautaro Ríos Alvarez 87

380
Boletín de Sumarios

«Subdesarrollo Organizacional en Sectores Populares». Patricio


García L 131
«Introducción a la Administración del Tiempo». Alejandro Haefele
Thennet 163
«El Control Contable en los Papiros de Zenón». H. P. Haln 209
«Situando la Psicopatología Femenina Actual». Rosa Behar 219
SOBRE INFORMÁTICA:
«Chile: Necesidad de una Política Nacional de Informática». Ral-
ner J. Puvogel 227
«El Pirateo de Programas Computacionales: ¿Un Delito Informá-
tico?». Ralner J. Puvogel 243

REVISTA DE DERECHO PUBLICO


Madrid. 1988. N.° 112-113
ESTUDIOS
«Magia e Inquisición: Derecho penal y proceso inquisitorial en
el siglo XVII», por José María Gacía Marín 661
«Los orígenes en Inglaterra de la responsabilidad parlamentaria
del Gobierno y de los votos de censura», por Eduardo Vírgala
Foruria 743
«Constitución y Derecho constitucional en la Iglesia», por I van
C. Iban 769
«"Catolicismo romano y forma política" de Cari Schmidt», por
Antonio Alvarez de Morales 781

REVISTA DE DERECHO URBANÍSTICO


Madrid. 1988. Vol. XXII. N.° 110
DOCTRINA
«Economía, desarrollo, ecología y ordenación del territorio». Por
Ramón Martín Mateo 13
«Legislación urbanística de las Comunidades Autónomas y el De-
recho de Propiedad». Por Martín Bassols Coma 23
«Contribución Territorial Urbana». Por Josep Roca Cladera y Car-
los Pérez Lamas 57
«La organización institucional del planeamiento urbanístico en Es-
paña: Problemas y dificultades». Por Antonio Carceller Fer-
nández 83
«La legitimación de las obras públicas del Estado en el suelo no
urbanizable». Por Ángel Ortega García 97

REVISTA DE DIREITO PUBLICO


Fundacao Getulio Vargas, Rio de Janeiro.
1987. Vol. XX. N.° 83
DOUTRINA
«Tribunal Constitucional e supremacía da Constituido» — Eduar-
do García Enterría 5
«Governador — Substituicao — Presidente da Assembléia» — Raúl
Machado Horta 9

381
Documentación

«Licitagóes — Inaplicabilidade da nova regulado sobre licita-


cóes a Estados e Municipios e inconstitucionalidade radical do
Dec.-lei 2.300/86» — Celso Antonio Bandeira de Mello 16
«A Corte Constitucional» — Luiz Pinto Ferreira 29
«Compromisso constituinte» — Carlos Roberto Pellegrino 53
«Responsabilidade do Estado por atos da Justica Eleitoral» —
Paulo Aguiar de Oliveira 61

1987. Vol. XX. N.° 84


DOUTRINA
«Controle de constitucionalidade na Europa» — Eduardo Garda
de Enterria 5
«Divida pública» — J. J. Ferreiro Lapatza 10
«Tendencias atuais dos regimes de governo» — Raúl Machado
Horta 29
«Novos aspectos da funcáo social da propriedade no Direito Pú-
blico» — Celso Antonio Bandeira de Mello 39
«Principios da legalidade da Administracáo Pública e da seguran-
ca jurídica no estado de direito contemporáneo» — Almlro do
Cuoto e Silva 46
«A importancia do procedimento administrativo» — Carlos Ari
Sundfeld 64

1988. Vol. XXI. N.° 85


DOUTRINA
«Contenido de los empréstitos públicos» — J. J. Ferreiro Lapatza. 5
«A relagao jurídica no direito administrativo» — Ruy Cirne Lima. 26
«Ombudsman — O defensor do povo» — Caio Tácito 43
«A Constituicáo de 1934» — Josaphat Marinho 52
«Natureza do poder constituinte do Estado-membro» — Raúl Ma-
chado Horta 61
«O poder judiciário e a interpretacao do Direito» — Nelson Sal-
danha 74
«Empresas estatais: Responsabilidade e controle» — Carlos Mario
da Silva Velloso 81

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD


Ministerio de Cultura, Madrid. 1988. N.° 31
INTRODUCCIÓN
1. EL TEMA: LOS AYUNTAMIENTOS Y EL EMPLEO JUVENIL. 7
«Las políticas municipales en el empleo juvenil». Jorge González
Aznar 9
«Iniciativas locales de empleo juvenil en Europa. O.C.D.E.» (Pro-
grama de cooperación sobre las iniciativas locales de empleo). 19
(Medidas para combatir el paro juvenil: descripción y reflexión
sobre los resultados». Joan B. Casas Ontenlente 31
2. ANÁLISIS Y DEBATE 45
«El papel de los Ayuntamientos como promotores de empresas.
Getafe (Madrid)». Pedro Castro Vázquez 47
«La experiencia de Lebrija (Sevilla)». Antonio Torres García ... 53

382
Boletín de Sumarios
«El Ayuntamiento de Molins de Rei (Barcelona) y la ocupación
juvenil». Dolors Segura Perdiguero 57
«Promoción de empleo juvenil». Ayuntamiento de Irún (Guipúz-
coa). Federico Abaigar Marticorena 61
«Medidas del Ayuntamiento de Valladolid para el fomento del
empleo juvenil». Gerardo García Alvarez 67
«Diferentes programas de actuaciones». Ayuntamiento de Zara-
goza 77
3. DOCUMENTOS 85
«Conclusiones» 87
«Encuesta. Los Ayuntamientos y el Empleo Juvenil» 91
«Los colectivos juveniles de ambientes urbanos marginados
O.C.D.E.». Comité de Asuntos Educativos. Septiembre, 1987 ... 97
«La lucha contra el desempleo prolongado». Conclusiones del
Consejo de 1 de diciembre de 1987 (D.O.C.E. 15-XII-87 N.° C.
335/1) 113
«Declaraciones de Sarrebruck». Conferencia sobre el empleo de
los jóvenes. Consejo de Europa, 3 de junio de 1988 115
«Recomendación 1023/1986 sobre desempleo de los jóvenes». Asam-
blea Parlamentaria del Consejo de Europa 121
«Programa de acción para la formación y la preparación de los
jóvenes para la vida adulta y profesional». Decisión del Con-
sejo, 1 de diciembre de 1987 (D.O.C.E. 10X11-87 N.° 1, 346/31). 125
Legislación sobre empleo 129
Listado de participantes 131

REVISTA DE ESTUDIOS E INVESTIGACIÓN


DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS
Madrid. 1988. N.° S
ESTUDIOS DOCTRINALES
«Consideraciones en torno al reparto de competencias exteriores
entre la Comunidad Europea y sus Estados miembros, con es-
pecial referencia a los acuerdos internacionales», Natividad
Fernández Sola 281
«La política de investigación y desarrollo tecnológico de la Comu-
nidad Europea: El programa-marco 1987-1991», Gonzalo De-
champs 305
«El contrato de franquicia de distribución en la Comunidad Eco-
nómica Europea: Análisis desde la perspectiva de la libre com-
petencia», Luis Vega Penichet 347
«La problemática de los residuos tóxicos y peligrosos y la norma-
tiva española. Política de medio ambiente y desarrollo indus-
trial», Guillermo de Rueda Escardó 331

REVISTA DE ESTUDIOS POLÍTICOS


Centro de Estudios Constitucionales, Madrid. 1988. N.° 62
ESTUDIOS
«Reflexiones modestas sobre política y dinero». Francisco Murl-
llo Ferrol 7
«Europa, Joaquín Costa y la encuesta sobre "Oligarquía y caci-
quismo"». Lorenzo Martín-Retortillo Baquer 19

383
Documentación

«Socialismo democrático: Instituciones políticas y movimientos


sociales». Elias Díaz 41
«El voto estéril en las elecciones generales españolas». Francisco
J. Bobillo 69
«Algunas cuestiones sobre la influencia de Martínez Marina en las
Cortes de Cádiz». José Ignacio Sánchez Amor 89
NOTAS
«Naturaleza jurídica del partido político en Italia». Francesco
Leoni 131
«Las políticas públicas: El sistema político en acción». Francesc
Pallares 141
«Práctica diplomática de la Corte de España a principios del si-
glo xvín: Notas a un reglamento de ceremonial de 1717». Fe-
liciano Barrios 163
CRÓNICAS Y DOCUMENTACIÓN
«Partidos y Parlamento en Gran Bretaña: 1987». Geoffrey K. Ro-
berts 185

REVISTA DE INSTITUCIONES EUROPEAS


Centro de Estudios Constitucionales, Madrid.
1988. Vol. 15. N.° 3
ESTUDIOS
«El Parlamento en el marco institucional de la Comunidad Eu-
ropea». Riccardo Monaco 715
«El acuerdo pesquero CEE-Reino de Marruecos de 25 de febrero
de 1988». José Juste Ruiz 741
NOTAS
«La aplicación del artículo 85 del Tratado CEE a las concentra-
ciones de empresas (comentario a la sentencia "Philip Mor-
ris", de 17 de noviembre de 1987)». Ricardo Alonso Soto 769
«El Acta Única Europea y las modalidades de ejercicio de las com-
petencias de ejecución atribuidas a la Comisión». Araceli Man-
gas Martín 789
«Reflexiones en torno a una política comunitaria del turismo».
Isabel Lirola Delgado 807
«Hacia un sistema de contratación pública acorde con el merca-
do interior». Alfonso Ojeda Marín 821

REVISTA DE LA FACULTAD DE DERECHO


DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE
Madrid. 1987-88. N.° 73
«Presentación», por Evelio Verdera y Tuells IX
DOCTORES HONORIS CAUSA
«"Láudano" del Prof. Massimo Severo Giannini con ocasión de su
investidura como Doctor "honoris causa" por la Universidad
Complutense de Madrid el día 28 de enero de 1988», por Eduar-
do García de Enterría 3

384
Boletín de Sumarios
«La denominada crisis del Estado», por Massimo S. Giannini ... 9
«"Laudado" del Prof. Fabio Roversi-Monaco», por Sebastián Mar-
tín Retortillo Baquer 21
«Discurso pronunciado por el Magnífico y Excelentísimo Profe-
sor Dr. Fabio Roversi-Monaco con ocasión de su investidura
como Doctor "honoris causa" por la Universidad Complutense
de Madrid» 25
ARTÍCULOS
«Antecedentes históricos del Derecho bursátil, con especial refe-
rencia a "Confusión de confusiones", de José de la Vega (Ams-
terdam, 1688)», por Javier Alvarado Planas 31
«Seguridad de los consumidores y responsabilidad originada por
los productos defectuosos», por Raúl de Elías-Ostua y Ripoll. 81
«La incorporación del Derecho comunitario en el Derecho interno
de los Estados miembros de las Comunidades Europeas», por
G. Federico Manclni 95
«Respuestas inéditas de Antonio Agustín a consultas de amigos»,
por Cándido Flores Selles 111
«El "franchising"», por Giuseppe Fauceglia 187
«Ley uniforme y su aplicación por jueces y arbitros», por Fritz
Enderlein 229
«Secretos de empresa (en el Derecho italiano y comparado)», por
Aldo Frignani 255
«Las Sociedades de Desarrollo Regional: su existencia y cometi-
do», por Ignacio García Domínguez 281
«El Derecho uniforme y su impacto en el mundo de los negocios.
El Derecho de la compraventa», por Philippe Kahn 301
«Martínez Marina y Blanco White sobre Cortes de Castilla», por
José Manuel Pérez-Prendes y Muñoz de Arraco 317
«Pluralismo y participación institucional en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional», por María Teresa Qulntela-Goncalves. 333
«El Reglamento parlamentaria», por Luis Sánchez Agesta 343
«El origen del Arbitraje: una hipótesis», por Ángel Sánchez de
la Torre 353
«Los conflictos de atribuciones entre poderes del Estado en Ita-
lia: algunos aspectos», por Pedro J. Tenorio Sánchez 377
«Nuevas tendencias en el Derecho Mercantil Internacional», por
Tutor Popescu 415
VARIA
«Un protesto castellano del siglo xv», por Bruno Aguilera-Barchet. 433
«Sobre la función judicial en el Derecho romano clásico», por
Bruno Arlas Berrioategortua 453
«Notas para el estudio de la Real Junta del Bureo», por Emilio
de Benito Fraile 475
«El Parlamento y los medios de comunicación social», por José
María García Escudero 487
«El pensamiento sociopolítico de Antonio Machado», por María
Rosa García González 513
«El Derecho romano en algunos pasajes de la "Eneida"», por Fran-
cisco Hernández-Tejero 527
«La organización jurídica de las primitivas comunidades cristia-
nas», por Lucía Hernández-Tejero García 549
«La inadmisibilidad del artículo 41 de la Constitución en el pro-
cedimiento legislativo francés bajo la V República», por Dlmitri
G. Lavroff 559
«Análisis de la subrogación dentro del marco normativo de la fian-
za», por María José Reyes López 577

385
Documentación

«Sobre el papel de las disciplinas económicas en los estudios de


derecho», por Jesús Ruiz-Huerta Carbonell, Santos Pastor Prieto
y Javier Lóseos Fernández 595
«Algunas observaciones críticas sobre las repercusiones sociales
de la legislación matrimonial de Augusto», por Eduardo Ruiz
Fernández 609
«En torno a la figura de Rafael Altamira», por Tomás Salinas
Mateos 629
«Francisco de Vitoria y Bartolomé de las casas», por Yolanda
Frías 633

REVISTA DE LAS CORTES GENERALES


Madrid. 1988. N.° 14
I. ESTUDIOS
«Opinión pública, principio de publicidad y garantías parlamen-
tarias». Angela Figueruelo Burrieza 7
«Perspectivas de desarrollo para el Parlamento Europeo». Ec-
kart Klein 39
«La actividad legislativa del Parlamento como mecanismo de
control político». M.' Asunción García Martínez 59
II. NOTAS Y DICTÁMENES
«Dictamen a requerimiento de la "Comisión de investigación
sobre Incompatibilidades y Tráfico de Influencias", acerca
de sus competencias, procedimiento y actuación y medios
legales a su alcance» 97
«Dictamen sobre el concepto de tráfico de influencias y sobre
Derecho comparado en materia de incompatibilidades y trá-
fico de influencias» 181
III. CRÓNICA PARLAMENTARIA
«Crónica sumaria de la Primera Legislatura del Parlamento de
Navarra (1983-1987)». Moisés Bermejo Garde 273
IV. DOCUMENTACIÓN
«A diez años de la extinción del Tribunal de Orden Público».
José Federico de Carvajal, Fernando Ledesma, Javier Mos-
coso, Luis López Guerra, Gregorio Peces-Barba, Joaquín Ruiz-
Giménez, Antonio Pedrol Rius, Manuel Villar Arregui, Anto-
nio Rato 303
«Elecciones al Parlamento de Cataluña. Celebradas el 29 de
mayo de 1988». Enrique Arnaldo Alcubilla 353
«Las instituciones europeas y la problemática de las regiones
transfronterizas (I). La Comisión de las Comunidades Euro-
peas». María Paesa 377

REVISTA DEL CENTRO DE ESTUDIOS


CONSTITUCIONALES
Madrid. 1988. N.° 1
PRESENTACIÓN
386
Boletín de Sumarios
I. LOS SISTEMAS CONSTITUCIONALES DE ESPAÑA
Y LOS ESTADOS UNIDOS:
CUESTIONES Y TENDENCIAS DE ACTUALIDAD
«Perspectivas contemporáneas del federalismo americano». El-
lis Katz 13
«El Estado de las Autonomías a la luz de la experiencia fede-
ral de Estados Unidos». Ignacio Borrajo Iniesta 33
«Principios estructurales de Derecho constitucional y los valo-
res del federalismo: la experiencia de los Estados Unidos».
Richard B. Stewart 55
«Conflictos competenciales, interés general y decisión política».
Luis López Guerra 77
«Identificación con la comunidad y derechos de las minorías».
Aviam Soifer ". 93
«Estado de Bienestar y Constitución». Fernando Vallespín Oña. 125
«La intención de los constituyentes y la interpretación consti-
tucional». David A. J. Richards 141
«La jurisprudencia constitucional». Enrique Alonso García ... 173
II. CONFERENCIAS CON MOTIVO DEL IX ANIVERSARIO
DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
«En torno a algunas particularidades de la Constitución espa-
ñola de 1978. Observaciones comparadas». Alessandro Piz-
zorusso 213
«Consideraciones comparadas sobre la "revolución" jurídica
francesa». Luis Favoreu 229
«Tomemos en serio los derechos económicos, sociales y cultura-
les». José Joaquim Gomes Canotilho 239
«El sistema de los Derechos fundamentales en la República Fe-
deral de Alemania». Klaus Stern 261
III. SEMINARIOS DEL CENTRO DE ESTUDIOS
CONSTITUCIONALES
«Algunos problemas teóricos alrededor de los populismos».
José Alvarez Junco 281
«Justicia, eficiencia y derecho». Albert Calsamiglia 305
«Declaraciones de derechos: problemas básicos en su elabora-
ción y aplicación (I)». Geoffrey Marshall 337
«Liberalismo "versus" comunitarismo». Carlos S. Niño 363
«El amor propio y la fundamentación de los valores». Fernan-
do Savater 377
IV. DOCUMENTACIÓN
Leyes y disposiciones con fuerza de Ley estatales publicadas en
el «BOE» durante el período enero-junio 1988 423
Actividad parlamentaria enero-junio 1988 427
Actividad del Tribunal Constitucional enero-junio 1988 437
Bibliografía 441
V. ACTIVIDADES DEL CENTRO DE ESTUDIOS
CONSTITUCIONALES DURANTE 1988
Información sobre las actividades del Centro de Estudios Cons-
titucionales durante 1988 475
Crónica del encuentro sobre el décimo aniversario de la Cons-
titución española celebrado en Siena en noviembre de 1988. 483
Conferencia de Hans Jochen Vogel: «Los desafíos de la unidad
europea» 489

387
Documentación

REVISTA DE OCCIDENTE
Madrid. 1989. N.° 92
ARTÍCULOS
«Publicidad absoluta, publicidad cero». Jean Baudrillard 5
«¡Exhíbete, objeto!». Michel Maffesoli 17
«El lenguaje publicitario en la comunicación». Eulalio Ferrer Ro-
dríguez 23
«La corona de hiedra». Primitiva Flores Santamaría 39
«El estribillo de los fantasmas». Cristina Peña-Marín 57
«De la materia del sueño». Lourdes Ortiz 65
«Publicidad: la tercera palabra de Dios». Jesús Ibáñez 73
«Quién fascina a quién». Fermín Bouza 97
ENSAYO
«José K. o el mundo como azar dichoso». Ramón Ramos 109
«De la nueva izquierda a la izquierda indefinida». José Enrique
Rodríguez-Ibáñez 121
«Semiótica y teoría de la democracia». Elíseo Verón 130

REVISTA DE SEGURIDAD SOCIAL


Ministerio de Trabajo y S. Social, Madrid. 1987. N.° 33
ESTUDIOS
Ponencias y comunicaciones presentadas al Coloquio anual del
Instituto Europeo de Seguridad Social celebrado los días 1 a 3
de octubre de 1987 en Krems (Austria)
«Las relaciones entre la política de seguridad en la vejez y la po-
lítica del mercado de trabajo». Robert Holzmann 7
«La relación indeterminada entre el Estado de Bienestar y la De-
mocracia del Bienestar». Joop M. Roebrock 47
«Problemas estructurales actuales y futuros de la Seguridad So-
cial. Desde el mensaje imperial hasta Krems: ¿Se ha desarro-
llado la paradoja de Montesquieu?». Jean-Pierre Poullier 81
«El principio de igualdad de trato de hombres y mujeres en la
Seguridad Social y límites del mismo». André Laurent 103
«Qué garantías ofrecen los sistemas de Seguridad Social». Bernd
Schulte 125
«Igualdad de Seguridad Social entre el hombre y la mujer según
el sistema italiano y según las directivas comunitarias». Pas-
quale Sandulll 149
«El cometido de la Seguridad Social en la concepción de la de-
mocracia occidental: el caso italiano». Gian-Carlo Peroné 163

REVISTA DE TRABAJO
Ministerio de Trabajo, Madrid. 1988. N.° 90
«In memoriam: Manuel Alonso García»
ESTUDIOS
«Balance y perspectivas de una modalidad de contratación tem-
poral: el lanzamiento de una nueva actividad». Gregorio Tudela
Cambronera 11

388
Boletín de Sumarios

«Los fondos de inversión de los asalariados: de la democracia


industrial a la democracia económica». Antonio Lucas Marín. 69
NOTAS Y COMENTARIOS
«Régimen especial de la Seguridad Social de los trabajadores del
mar». Luis Enrique de la Villa Gil y Enrique Juanes Fraga ... 93
«El procedimiento previo para la protección de los derechos fun-
damentales en la vía contencioso-administrativa. Referencia a
los derechos laborales». Alberto Palomar Olmeda 109
DOCUMENTOS E INFORMES
Memorándum de la Comisión de las Comunidades Europeas so-
bre la lucha contra el desempleo de larga duración 125
Los programas de empleo y el desarrollo empresarial en la Co-
munidad Autónoma de Madrid 205

REVISTA ESPAÑOLA DE DERECHO CONSTITUCIONAL


Centro de Estudios Constitucionales, Madrid.
1988. Vol. 8. N.° 24
ESTUDIOS
«La eficacia jurídica del principio democrático». Manuel Aragón. 9
«Concepto de ley y tipos de leyes (¿Existe una noción unitaria de
ley en la Constitución española?)». Luis M.' Diez-Picazo 47
«Eficacia y autoridad del precedente constitucional en América
Latina: Las lecciones del Derecho comparado». Alejandro M.
Garro 95
«El principio de jerarquía normativa». Alfonso Ruiz Miguel 135
«La distinción entre derecho fundamental y garantía institucional
en la Constitución española». José María Baño León 155
JURISPRUDENCIA
ESTUDIOS Y COMENTARIOS
«La intervención del Congreso y el Poder Judicial en la designa-
ción de fiscales independientes del Poder Ejecutivo: La sepa-
ración de poderes y los contrapesos». Alejandro M. Garro ... 183
«El control por el Tribunal Constitucional del sistema español de
fuentes del Derecho a través del artículo 24 de la Constitu-
ción». Enrique Alonso García 191
«Los vicios en el procedimiento legislativo: la postura del Tribu-
nal Constitucional en la sentencia 99/87». Paloma Biglino
Campos 211

REVISTA ESPAÑOLA DE INVESTIGACIONES


SOCIOLÓGICAS
Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid. 1988. N.° 42
ESTUDIOS
«El vicio y la ambivalencia normativa». Emilio Lamo de Espinosa. 7
«Cultura política y democracia estable». Ronald Inglehart 45
«La consolidación democrática: una visión minimalista». Giuseppe
Di Palma 67
«Parlamento y consolidación de la democracia en la Europa del
Sur». Ulrike Liebert 93

389
Documentación
«Balance y transformaciones del sistema de partidos en España
(1977-1987)». Cesáreo R. Aguilera de Prat 137
«Identificación dual y autonomía política: Los casos de Escocia
y Cataluña». Luis Moreno Fernández 155
NOTAS DE INVESTIGACIÓN
«Voto nacional y voto autonómico: La escisión del voto en las
elecciones de 1986 en Andalucía». José Ramón Montero 177

REVISTA GENERAL DE LEGISLACIÓN


Y JURISPRUDENCIA
Madrid. 1988. N.° 1
«El Derecho natural, ¿es Derecho?», por Juan Igartua Salaverria. 3
«Relaciones entre los privados de libertad y el mundo exterior
(el voluntariado)», por Antonio Beristain Ipiña 25
«La necesaria dimensión valorativa del Derecho constitucional»,
por Francisco Fernández Segado 41
«Observaciones en torno a la "auctoritas" en la "usucapió"», por
Alfonso Agudo Ruiz 67

REVISTA JURÍDICA DE CASTILLA-LA MANCHA


Consejería Presidencia Cdad. Castilla-La Mancha, Toledo.
1988. N.° 3-4
PRESENTACIÓN. Juan José Solozábal Echavarría 7
CONFERENCIAS Y PONENCIAS
«INAUGURACIÓN. Tribunal Constitucional y Crítica Doctrinal».
Francisco Tomás y Valiente 11
«Seis años de Tribunal Constitucional». M. Jiménez de Parga ... 15
«Problemas de la interpretación constitucional». F. Rubio Llórente. 35
«Reflexiones sobre algunos problemas planteados por la Justicia
Constitucional». L. Favoreu 47
«Tribunal Constitucional y división de poderes». J. Pérez Royo. 69
«La Jurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre Autonomías
Territoriales». P. Cruz Villalón 125
«El Tribunal Constitucional como instancia de legitimación del
sistema político español». R. García Cotarelo 165
«Los Derechos fundamentales, la objeción de conciencia y el Tri-
bunal Constitucional». L. Prieto y M. Gascón 201
«Aspectos constitucionales de la libertad de expresión y el dere-
cho a la información». J. J. Solozábal Echavarría 227
COMUNICACIONES
«Tribunal Constitucional y conflictos entre Órganos Constitucio-
nales». F. García Roca 247
«La intervención del Tribunal Constitucional en los casos de sus-
pensión de normas previstos en la L.O.T.C». M. J. Terol Becerra. 263
«En torno al control constitucional de normas y la Autonomía de
las Cámaras Legislativas». A. Paramio y M. D. González 279
«Los efectos de la declaración de inconstitucionalidad». X. Pibernat
Domenech 289
«Amparo y casación civil». A. Flgueruelo 305

390
Boletín de Sumarios
«Tribunal Constitucional, Poder Legislativo y Poder Constituyen-
te». F. Balaguer Callejón 321
«La acción exterior de las Comunidades Autónomas». F. Palau
Valls 347
«Bases para el establecimiento de la naturaleza del Tribunal Cons-
titucional español». S. Sánchez González 359
«La significación de la Justicia Constitucional en el marco orga-
nizativo de la Constitución». A. Barrena 367
«Sobre la posición del Tribunal Constitucional en el sistema de
los Órganos Supremos del Estado». M. A. Trujillo Rincón ... 385
«Un antecedente del Tribunal Constitucional: El Tribunal de Ga-
rantías Constitucionales». F. Fernández Segado 397
«El artículo 159.5 de la Constitución española de 1978». E. UU Pont. 473
«El control previo de la Constitucionalidad de las Leyes en Fran-
cia». J. Pardo Falcón 483
«Teoría y Derecho de la organización y Tribunales Constituciona-
les». S. Gómez Arteche 497
«El carácter vinculante de la Jurisprudencia Constitucional».
M. Gurrera Roig 535
«El Tribunal Constitucional y sus relaciones con los restantes po-
deres del Estado». J. J. González Rivas 541
«El Tribunal Constitucional y los Decretos-Leyes». S. Sánchez ... 551
«Los principios rectores de la política económica y social en la
Jurisprudencia del Tribunal Constitucional». G. Ruiz-Rlco ... 561
«Pluralismo y participación institucional en la Jurisprudencia del
Tribunal Constitucional». M. T. Quíntela Gonzálvez 579
«La Jurisprudencia de) Tribunal Constitucional sobre el Derecho
de participación política del artículo 23». P. Biglino Campos. 593
«La doctrina del Tribunal Constitucional sobre el principio de
"libertad de enseñanza"». R. Nogueira 615
«El Derecho a la información mendaz». J. V. Nogueira 635
«Algunas notas sobre la libertad de cátedra en la Jurisprudencia
del Tribunal Constitucional». I. de Alos M 645
«Rasgos más significativos del modelo de comunicación español».
J. Montalvo 655
«Algunas dificultades de la representación política». R. L. Chueca. 961
«Notas sobre la aportación de la Jurisprudencia Constitucional a
la integración del régimen jurídico de partidos en España».
J. F. López Agullar 717
«Prerrogativas parlamentarias y Derechos fundamentales». J. M.
Morales y M. Revenga 761
«El requerimiento previo en los conflictos positivos de competen-
cia». I. Lazkano Brotons 785
«La Jurisprudencia Constitucional sobre la delimitación del ámbi-
to territorial de la Comunidad Autónoma de Castilla y León».
C. Aguado Renedo 805
«El principio de coordinación como límite de la Autonomía finan-
ciera de las Comunidades Autónomas». M. Medina 827
«Las otras corporaciones de carácter representativo del artícu-
lo 141.2 de la Constitución Española». O. Contreras 839
«Las Comunidades y el ejercicio de los derechos en la Jurispru-
dencia del Tribunal Constitucional». T. Freixes 851
«Los fundamentos socio-políticos de la Jurisdicción Constitucio-
nal». J. García Cotarelo 871
«Notas para el estudio del comportamiento judicial». P. del Cas-
tillo 923
«Los Lander y el proceso de adopción de decisiones en asuntos
comunitarios». A. López Castillo 939

391
Documentación

REVISTA JURÍDICA DE CATALUNYA


Collegi d'Advocats de Barcelona, Academia de Jurisprudencia
i Legislació de Catalunya. 1988. N.° 4
PORTIC
DESC0ORDINACI0N LEGISLATIVA Y AUSENCIA DE RIGOR
JURÍDICO 843
PRIMERA PART
ESTUDIS MONOGRAFICS
«Ámbito del poder de representación de los administradores de
S.A. y S.R.L. en el proyecto de Ley de reforma». Eduardo Polo. 847
«La Ley de Propiedad Intelectual de 11 de noviembre de 1987.
Estudio crítico» (1." part). Adriá Gual de Sojo 877
«Algunas notas sobre las autoliquidaciones municipales y su im-
pugnación». Rafael de Olañeta 899
«Los mecanismos de protección contractual contra el riesgo de
cambio en las transacciones internacionales». José M." Nin Ros. 915
«Reflexiones sobre la responsabilidad civil en el proceso penal».
Eduardo Font Serra 939
«Introducción a las formas de gestión directa de servicios y acti-
vidades económicas locales». Francisco Lliset Borrell 951
«Una discutible interpretación extensiva del delito de apropiación
indebida». Hernán Hormazábal Malarée 959
«La situació actual de l'exequatur a Espanya». Caries Prat 981
SEGONA PART
ESTUDIS PRACTIS
Justicia Constitucional:
«El derecho de reunión». Juan Luis Pérez Francesch 10^3
Dret Mercantil:
«Validez de la Junta General de la Sociedad Anónima con convo-
catoria irregular y falta de quorum». Xabier Añoveros Trias
de Bes 1035

REVISTA JURÍDICA DE LA UNIVERSIDAD


DE PUERTO RICO
1988. Vol. LVII.
FORO
El proceso constitucional en España: Un diálogo en conmemora-
ción del Bicentenario de la Constitución de los Estados Unidos. 1
«Apertura». Víctor M. Pons Ñúñez.
PRIMER TEMA
«Presentación». Antonio García Padilla 3
«Los tribunales constitucionales en Europa». Miguel Rodríguez
Pinero 5
«Comentarios a la ponencia del Magistrado Don Miguel Rodrí-
guez Pinero». David M. Helfeld 33
SEGUNDO TEMA
«Presentación». Manuel Fernós López-Cepero 43

392
Boletín de Sumarios

«El Tribunal Constitucional español como órgano constitucional


del estado: competencias, riesgos y experiencias». Francisco
Tomás y Valiente 45
«Objetivos y obstáculos comunes: reacción a la ponencia del
Éxcmo. Sr. D. Francisco Tomás y Valiente». Antonio García
Padilla 77
Diálogo 85
TERCER TEMA
«Presentación». Charles Cuprill Oppenheimer 93
«Análisis comparado de las constituciones española y norteame-
ricana: diferencias y semejanzas básicas». Luis López Guerra. 95
«Comentarios a la ponencia del Excmo. Sr. D. Luis López Gue-
rra». Juan R. Torruella 117
Diálogo 121
«Clausura». Víctor M. Pons Núñez 131

ARTICULO
«La protección de los derechos humanos en Puerto Rico». José
Julián Alvarez González 133

REVISTA MEXICANA DE CIENCIAS POLÍTICAS


Y SOCIALES
Universidad Nacional Autónoma de México.
1987. Vol. XXXIII. N.° 128
SOCIOLOGÍA Y CIUDAD
Presentación 9
«Algunas reflexiones sobre la sociología urbana». Roberto Donoso. 11
«La cuestión urbana como base de la teoría sociológica». Fernan-
do Pliego Carrasco 27
«El concepto de "marginalidad" urbana y su uso en América La-
tina». José A. Alonso 51
«Posición de clase, sector informal y distribución del ingreso en
América Latina». Enrique Contreras Suárez 73
«Vivienda en arrendamiento y nivel de vida». Alejandro Méndez. 87
«La corriente hacia abajo: descentralización y municipio». Alejan-
dra Massolo 101
«Tepic. Una ciudad media en la década de los ochenta». Mario
Bassols R., Rocío Corona, Sonia Bass y Alfredo Delgado 129
Documento de trabajo «Problemas de docencia en el área de so-
ciología urbana en la FCPyS, UNAM». Laura Loeza y Rocío Ro-
sales 149

DOCUMENTOS
Tres movimientos estudiantiles: una cronología 165
«Francia». Gerardo Estrada y Sara Valdéz 166
«México». Jorge García-Robles y Juan José Vázquez 172
«China». Cristina Puga 188
«La primavera del 68. Bibliografía de un movimiento». Laura
Guillen 196

SOCIOLÓGICAS
GRAMSCI, A 50 AÑOS DE SU MUERTE 205
«La actualidad de Gramsci». César Cansino 207

393
Documentación
«Gramsci: Política y cultura». Jorge Gutiérrez Chávez 210
«La obra de Gramsci, patrimonio del comunismo internacional».
Héctor Zamitiz 215

1987. Vol. XXXIII. N.° 129


Presentación 7
SOCIEDAD Y POLÍTICA EN MÉXICO: NUEVO SEXENIO
«La transmisión del mando político». Bertha Lerner de Shein-
baum 11
«Reconversión industrial y desarrollo». Guillermo Knochenhauer. 33
«Élite política y tecnocracia en México». Francisco Suárez Farías. 45
«Dos oposiciones para 1988». Francisco González Ayerdi y Yolanda
Meyenberg Leycegui 55
PERSPECTIVAS TEÓRICAS
«El ascenso neoconservador en Estados Unidos». Félix Lasheras
San Martín 93
«Modernización y cambio social en América Latina». Adrián Sotelo. 115
DOCUMENTOS
«Del 68 al 86: Movimientos estudiantiles. Hemerografía». Edin-
gardo Aguilar y Enrique Dávila 131
SOCIOLÓGICAS
«Región y política en México». Víctor Alarcón Olguín 157
«Trotsky en México: Cincuentenario. Balance de un coloquio».
Olivia Gall 167
«El sida. De la realidad clínica a la conjetura sociocultural». Laura
Guillen 171

REVISTA VALENCIANA D'ESTUDIS AUTONOMICS


Generalitat Valenciana, Valencia. 1988. N.° 10
1. ESTUDIS
«Los mercados turísticos de la Comunidad Valenciana (I)», por
Eduardo Fayos Sola 9
«El transporte de la naranja en la exportación», por José V. Co-
lomer Ferrándiz, Antonio J. Torres Martínez y José M.* Mateu
Céspedes 37
TERRITORIO
«El medio físico en los Planes Generales Municipales de Ordena-
ción. Aplicación metodológica al municipio de Morella», por
J. Sánchez Díaz, J. L. Rubio Delgado, M.' J. Molina Dónate,
R. Boluda Hernández y P. García-Fayos Poveda 73
«Agentes sociales y producción del espacio en el marco de una
formación social», por Carlos Domingo Soler 93
«Organización territorial. Una situación no óptima, un debate
abierto y un futuro de cambio y racionalidad», por Tirso L.
Irure Rocher 111
«Marco legal y protección de espacios naturales en España», por
V. Llorens Martí, J. A. Rodríguez Aizpeolea y F. Tortosa Pastor. 137
«Medio ambiente y calidad de vida», por José Luis Rubio y Ra-
món Cerni 159

394
Boletín de Sumarios
ENCUENTRO SOBRE CAMBIO TECNOLÓGICO,
DEMOCRACIA Y POLÍTICA REGIONAL
«Introducción» 173
«Desarrollo tecnológico: modelos y prioridades», por Gonzalo
Sáenz de Buruaga 175
«Competitividad y servicios regionales a la información», por
José M." Suris 183
«Italia: Las instituciones regionales y el desarrollo local», por
Aldo Bonomi 197
«Un nuevo contexto para la innovación tecnológica», por Mari
Cruz Alonso 209
«La participado sindical en el procés d'innovació tecnológica:
Experiencia europea i reflexions per al País Valencia», por
Amat Sánchez y Miguel Torrejón 215
«La Universidad española y la innovación tecnológica», por Mi-
guel Roig 245
«Especialización industrial, terciarización, innovación tecnológica
en la Comunidad Valenciana», por José Honrubia 255
«Innovación y tecnología en el País Vasco», por Josu Aramberri. 307
«Innovación y tecnología en la región de Murcia», por Juan Mon-
real ' 317
«La innovación tecnológica en Cataluña», por Pedro Surribas Leza. 329
2. NOTES I COMENTARIS
«Posición jurídica del usuario de los servicios públicos», por He-
liodoro Bermejo del Castillo 343
«La distribución de competencias en materia de transporte entre
el Estado y las Comunidades Autónomas», por Jaime Rodrí-
guez-Arana y Manuel Aguilar 351
«Jornadas sobre creación de empresas», por Marcos Marco ... 363
«La economía social en la CEE: Una perspectiva española», por
Ángel L. Vidal Alonso 367

REVUE D'INTEGRATION EUROPEENNE


University of Saskatchewar. 1988. Vol. XI. N.° 2-3
Avant-Propos/Foreword 87
«La Communauté européenne et le défi de la recherche scienti-
fique et technique». André Danzin 91
«La politique communautaire dans les domaines des technologies
de l'information et des télécommunications». Michel Carpentier. 107
«Analyse économique de l'environnement international de l'indus-
trie européenne de l'électronique, de l'information et des télé-
communications». Joel Le Quément 127
«EUREKA: What Implications for Canada-EC Technology Rela-
tions?». J. Wiüiam Galbraith 141

REVUE DU DROIT PUBLIC


París. 1988. N.° 6
I. «La compensation entre les dettes ct les créances des person-
nes publiques», par Paul Amselek 1485
II. «Le nouveau mode de vote sur l'initiative populaire et le contre-
projet en droit federal suisse», par Jean-Fran<jois FLAUSS ... 1555
III. «Le statut des fonctionnaires parlementaires en Cóte-d'Ivoire»,
par M. Kourouma 1575

395
Documentación
IV. «Introduction au droit de l'urbanisme du Cameroun», par Mau-
rice Kamto 1609
V. «Le droit des examens et des concours. Les apports de la juris-
prudence récente», par Ollvier Gohin 1647
VI. «La notion d'ouvrage public. Tendances de la jurisprudence
récente», par Stéphane Plerré-Caps 1671

REVUE DU MARCHE COMMUN


Paris. 1988. N.° 320
PROBLEMES DU JOUR
«1992 et les pays tiers», par Colette Cova 430
CHRONIQUE ECONOMIQUE COMMUNAUTAIRE
«En lisant les documents communautaires... Mélanges 4: Société
européenne, normes, aérospatial, Europe des citoyens», par
Pierre Maillet 432
L'ECONOMIQUE ET LE SOCIAL DANS LE MARCHE COMMUN
«La libération complete des mouvements de capitaux au sein de
la Communauté», par Vassili Lelakis 441
«Evolution de la réglementation des médicaments dans la Com-
munauté européenne», par Fernand Sauer 450
«Vers l'Europe des marches publics? (á propos de la Directive
"fournitures" du 22 mars 1988)», par Maurice-André Flamme
et Phillppe Flamme 455
PROBLEMES JURIDIQUES ET INSTITUTIONNELS
«L'assistance mutuelle entre les Etats membres pour le recouv-
rement des créances communautaires», par Bernard Hatoux. 480
«Les institutions mixtes de gestión des accords conclus entre la
CEE et les pays en voie de développement (PVD)», par Luaba
Lumu Ntumba 481

1988. N.° 321


PROBLEMES DU JOUR
«Le prix Nobel d'économie á un grand Européen», par Pierre
Maillet 501
«Les difficultés de l'harmonisation de la fiscalité indirecte», par
Colette Cova 502
L'ECONOMIQUE ET LE SOCIAL DANS LE MARCHE COMMUN
«A la recherche de l'introuvable politique énergétique européen-
ne», par Pierre Maillet 504
«L'expérience du systéme de change européen», par Luc-André Le-
proux 517
«L'ECU, monnaie de réglement», par Michel Lelart 526
«La CEE face á la montee des protectionnismes», par Phillppe
Barbet 532
«La CEE, l'environnement et la politique régionale», par Ludwig
Krámer 539
«D'Erasmus á Comett: échanges et solidante», par Gérald Antolne. 554

396
Boletín de Sumarios

1988. N.° 322


PROBLEMES DU JOUR
«Les négociations pour le renouvellement de la convention de
Lomé sont ouvertes», par Colette Cova 569
L'ECONOMIQUE ET LE SOCIAL DANS LE MARCHE COMMUN
«Stratégie des pays de l'AELE face au marché interne de la CE:
de la voie universelle a l'adhésion», par Philippe Nell 571
«1992 et la clause de l'article 115: á quand une politique commer-
ciale commune?», par Colette Neme 578
«La fixation des pris agricoles 1988/89», par Saverio Torcasio ... 583
PROBLEMES JURIDIOUES ET INSTITUTIONNELS
«Un droit de vote municipal pour tous les Européens, commen-
tairc de la proposition de dircctive du 22 juin 1988», par Wen-
ceslas de Lobkowicz 602
«Yaourt francais et pátes italiennes, (deux arréts et une proposi-
tion de solution)», par Fausto Capelll 615

REVUE DES SCIENCES MORALES & POLITIQUES


París. 1988. N.° 3
1" PARTIE: COMMUNICATIONS
«Les minorités dans l'Orient árabe». André Bourgey 295
«La protection de la langue francaise au Canadá». Gérald-A. Beau-
doin 313
«Le fait departamental». Agnés Guellec 331
«Le réve écologique et l'opportunité quotidienne dans la vie d'une
commune fran^aise». Max Querríen 353
«Les banlieues: des sous-villes?». Francois Grosrichard 367
«Les aspects actuéis de la politique internationale». Franz-Joseph
Strauss 379
«Une capitale royale face au présent». André Damlen 401

REVUE FRANCAISE DE DROIT ADMINISTRATIF


París. 1988. N.° 5
LES MARCHES PUBLICS EUROPÉENS
(DROIT COMMUNAUTAIRE, DROIT COMPARE)
«L'échec des directives "Travaux" et "Fournitures" de 1971 et
1976», par Chrisjine Bréchon-Moulénes 753
«Rapport de synthése», par Fierre Delvolvé 762
RUBRIQUES
BIENS ET TRAVAUX
JURISPRUDENCE
Pas de voies d'exécution contre les élablissements publics, méme
industriéis et commerciaux
(Cour de cass. (1" Ch. civ.), 21 déc. 1987, Bureau de recherches
géologiques et miniéres (B.R.G.M.) C. Société S.A. Llyod conti-
nental)
I. «Conclusions», par Luden Charbonnier 771
II. «Note», par Bernard Pacteau 774

397
Documentación

COLLECTIVITES LOCALES
JURISPRUDENCE
«Le controle de la légalité de l'information municipale», par Oli-
vier Schrameck 780
CONTENTIEUX
La reforme du contentieux administratif:
l'application de la loi du 31 décembre 1987
ETUDES
I. «Frais irrepetibles et référé-provision devant le juge adminis-
tratif (á propos du décret n° 88-907 du 2 sept. 1988)», par Ber-
nard Stirn 787
II. «Les nouvelles procédures contentieuses au Conseil d'Etat
(á propos du décret n° 88-905 du 2 sept. 1988)», par Jean-
Francois Théry 790
FONCTION PUBLIQUE
ETUDE
«Le point sur l'indemnité d'éloignement allouée aux fonctionnai-
res en service dans les départements d'outre-mer», par Henri
Louis-Sidney 799
JURISPRUDENCE
«La radiation des cadres du fonctionnaire privé de ses droits ci-
viques», par Yves Robineau 802
PÓLICE-LIBERTES PUBLIQUES
LA GREVE DANS LES SECTEURS PUBLICS
I. «Présentation», par Jean-Philippe Colson 805
II. «Généralités sur la gréve dans les services publics», par
Phüippe Terneyre 810
III. «Le déclenchement de la gréve dans les services publics»,
par Philippe Terneyre 815
IV. «Le déroulement de la gréve dans les services publics in-
dustriéis et commerciaux: le primat de la continuité», par
Berna rd Teyssié 825
V. «Les conséquences de la gréve dans les services publics:
réflexions sur l'usager», par Luden Rapp 832
VI. «Rapport de synthése», par Jean-Louis Autln 842
VII. Annexes 850
RESPONSABILITE
JURISPRUDENCE
«L'annonce publique du refus d'autoriser l'exportation d'une ceuvre
d'art, avant mise aux enchéres, n'est pas fautive», par Olivier
van Ruymbeke 858
«La répartition définitiye des charges indemnitaires dans l'hypot-
hése d'un cas fortuit», par Olivier Schrameck 862
URBANISME ET ENVIRONNEMENT
JURISPRUDENCE
«Les effets de l'absence de récépissé sur l'exploitation d'une instal-
lation classée initialement soumise á déclaration», par Christian
Vigouroux 865

398
Boletín de Sumarios
«La substitution de motifs en matiére de refus de permis de cons-
truiré», par Emmanuel Guillaume 869
Un certificat d'urbanisme est-il divisible?
(Trib. adm. Rennes, 10 nov. 1987)
I. «Conclusions», par Jean-Louis Rois 872
II. «Note», par Jean-Bernard Auby 876
DROIT ADMINISTRATIF ET FINANCES PUBLIQUES
JURISPRUDENCE
«Le refus de raccordement au réseau d'assainissement releve de
la compétence judiciaire», par Charles de La Verpillifere 880
1988. N.° 6
REFERENDUM, ELECTIONS LEGISLATIVES
I. LE CONTROLE DU REFERENDUM
1. «Le role du Conseil constitutionnel», par Bruno Genevols. 887
2. «Le role du Conseil d'Etat», par Daniel Levis 897
II. LE JUGE DE L'ELECTION, LE TRAITE ET LA LOI, par
Bruno Genevois 908
RUBRIQUES
COLLECTIVITES LOCALES
JURISPRUDENCE
«Le contentieux du refus du déféré prefectoral», par Olivier
Schrameck 919
CONTENTIEUX
ETUDE
«L'intérét á agir partiel», par Gilíes Lebreton 923
DOCUMENTS
Circulaire du 13 octobre 1986 932
Rectificatifs aux décrets nü> 88-905 et 88-906 933
FONCTION PUBLIQUE
JURISPRUDENCE
«L'applicabilité en Nouvelle-Calédonie des lois et réglements fran-
jáis», par Marc Fornacciari 934
«Le licenciement d'un agent contractuel subalterne de la Reunión
des Musées nationaux», par Norbert Calderaro 938
«La qualification des mesures administratives concernant le per-
sonnel medical hospitalier», par Jean-Paul Denizet 941
RESPONSABILITE
JURISPRUDENCE
«Le refus d'indemniser la suppression d'une tolérance adminis-
trative», par Bernard Poujade 945
«Les conditions d'indemnisation du préjudice né d'un arréte de
pólice instituant une déviation routiére», par Hervé Rihal ... 950
URBANISME ET ENVIRONNEMENT
JURISPRUDENCE
«Conservation, restauration et mise en valeur dans les secteurs
sauvegardés», par Jacqueline Morand-Deviller 958
399
Documentación
«La légalité du permis de construiré l'Opéra de la Bastille», par
Olivier Schrameck 965
«Un plan d'occupation des sois doit-il étre fidéle au parcellaire
foncier?», par Christian Vlgouroux 970
DROIT ADMINISTRATIF ET DROIT COMMUNAUTAIRE
JURISPRUDENCE
«Egalité des sexes, recrutements distincts et droit communautai-
re», par Jean-Claude Bonichot 976
DROIT ADMINISTRATIF ET DROIT INTERNATIONAL
Actualité législative et réglementaire 986
Actualité jurisprudentielle 990
Par David Ruzié
DROIT ADMINISTRATIF ET DROIT PRIVE
ETUDE
«La tutelle administrative sur les fondations», par Herré Langeron. 994

REVUE FRANCAISE DE SCIENCE POLITIQUE


París. 1988. Vol. 38. N.° 6
«La Révolution américaine et les infortunes de la vertu». Denis
Lacorne 869
«La raison pratique et le constitutionnalisme américain: réponse
au professeur Stimson». Terence Marshall 887
«Les attitudes socio-politiques des jeunes issus de l'immigration
maghrébine en región parisienne». Anne Muxel 925
«Types familiaux et géographie politique en France». Hugues La-
grange, Sebastian Roché 941

REVUE GENÉRALE DE DROIT INTERNATIONAL PUBLIC


Paris. 1988. Vol. 92. N.° 4
PREMIERE PARTIE
L'essor de l'internationalisme parlementaire
A. «Assemblées relevant du droit international»
1. Europe: un réseau d'Assemblées qui se chevauchent
2. Amérique latine: un Parlement regional et des Parlements
subrégionaux
3. Une assemblée intercontinentale: ACP/CEE
4. Conférences de Présidents de Parlements
B. «Assemblées et Associations fondees sur des accords inter-
parlementaires
1. Une Assemblée á vocation mondiale
2. Une Assemblée transcontinentale
3. Des Assemblées regionales
4. Les Associations parlementaires
DEUXIEME PARTIE
Constitution et compétences des institutions parlementaires in-
ternationales
A. «Constitution»

400
Boletín de Sumarios

1. Regles de représentation
2. Structures internes
3. Liaison entre organes et relations extérieures
B. «Compétences»
1. Compétences budgétaires
2. Compétences consultatives
3. Pouvoirs de noniination et de censure

REVUE INTERNATIONALE DE DROIT COMPARE


Centre Nationale de la Recherche Scientifique, París.
1988. N.° 4
«Présentation». André Tune 703
«Grande-Bretagne». J. A. Jolowicz 709
«Belgique». Marie-Thérése MeuldersKlein 715
«Italie». Rodolfo Sacco 723
«Suisse». Walter Stdffel 729
«Gréce». A. Yokaris 737
«Japón». Naoki Kanayama 741
«France». Christian ¡VÍouly 745
«Réflexions sur l'enseignement du droit comparé». Xavier Blanc-
Jouvan 751
DOCTRINE-ETUDES
«La détermination du prix dans les contrats commerciaux por-
tant vente de marchandises. Réflexions comparatives». Isabelle
Corbisier 767
«La délégation permanente dans la Constitution espagnole du
29 décembre 1978». Noéle Silie Salanson 833

REVUE POLITIQUE ET PARLEMENTAIRE


París. 1988. Vol. 90. N.° 937
«Le point sur l'économie». Alfred Sauvy 2
LA JUSTICE, REMPART DE LA DEMOCRATIE 5
«Les bouffons de la République». Georges Maman 6
«Faut-il supprimer le juge d'instruction?». Frédéric Nguyen ... 9
«Le juge et la loi». Yves Lemoine 15
«La condition des magistrats du ministére publie». Georges Bel-
jean 26
«L'Europe: une communauté d'inspiration». Marceau Long 37
«L'Europe et le juge administratif». Josseline de Clausade 38
TABLE RONDE: PARÍS, TRIBUNAL DU TERRORISME
Avec Jean-Denis Bredin, Dominique Charvet, Catherine Courcol,
Laurent Davcnas, Louis Joinet, Roland Kessous, Yves Lemoine,
Georges Maman, Frédéric Nguyen, Jcan-Pierre Plantard 47
«Si le Syndicat de la Magistrature nous était conté...». Daniel
Lecrubier, Pierre Lyon-Caen 67
«Oü va Alain Mine?». Gilíes Johanet 83
«4eme age: Quand la Lyonnaise joue le social». Simón Thabaut. 87

401
Documentación

RIVISTA DI STUDI POLITICI INTERNAZIONALI


Firenze. 1988. Vol. LV. N.° 4
ARTICOLI
«Riflessioni moscovite di un ambasciatore». Sergio Romano 523
«La "perestroyka" di Gorbaciov ha futuro?». Giuseppe Palladino. 535
«A Turning Point: past and future of the European Community's
relations with Eastern Europe». John Maslen 557
Joint Declaration on the establishment of official relations
between the European Economic Community and the Coun-
cil for Mutual Economic Assistance (Luxembourg 25-6-1988). 577
Agreement between the Economic Community and the Hunga-
rian People's Republic on Trade and Commercial and Eco-
nomic Co-operation 578
Protocol on the abolition of quantitative restrictions referred
to in Article 4 of the Agreement 585
«In margine ai piü recenti sviluppi in Alto Adige». Roberto Gaja. 587
Schema di norme di attuazione dello statuto speciale del Tren-
tino-Alto Adige in materia di uso della lingua tedesca e di
quella ladina nei rapporti dei cittadini con la pubblica am-
ministrazione e nei procedimenti giurisdizionali 598
«L'Oua a 25 ans: l'action politique». Albert K. Ekue 611
Declaration d'Addis Abéba des Chefs d'Etat et de Gouverne-
ment á l'occasion du vingt-cinquiéme anniversaire de l'OUA
(25 Mai 1988) 618
«In tema di "questione morale" in Italia. Revisione dell'immunitá
parlamentare». Giuseppe Vedovato 627

RIVISTA INTERNAZIONALE DI SCIENZE SOCIALI


Milano. 1988. Vol. XCVI. N.° 1
ARTICOLI
«Dimensione d'impresa, innovazione tecnológica e occupazione».
M. Baussola 3
«Stima della "ricchezza da sicurezza sociale" per il fondo pensioni
lavoratori dipendenti». L. Beltrametti 23
«Analisi di portafoglio e "commodities" agricole». S. Boccaletti. 45
«II modello IS-LM e la nuova macroeconomia classica». B. Moro. 60
«La valutazione della "performance" delle imprese pubbliche».
A. Pera-P. L. Scandizzo 84
«Informazioni "utilitarie ed extra-utilitarie" nella definizione dei
criteri di equitá fiscale». A. Petretto 108
NOTE E DISCUSSIONI
«Alie origini della professionalizzazione accademica degli econo-
misti: organismi universitari e docenti della Facoltá giuridica
di Torino (1881-1903)». M. M. Augello D. Giva 128
«La grande depressione del 1990: a proposito di una recente pub-
blicazione». A. Cognata 157
«L'approccio dei "bisogni fondamentali" nelle politiche di svilup-
po económico dei paesi del Terzo Mondo. Una presentazione
critica e una proposta teórica». L. Tubaro 161

402
Boletín de Sumarios

1988. Vol. XCVI. N.° 2


«Teoría económica e anti-trust: idee e proposte per il caso italia-
no». E. Pontarollo 171
«Concorrenza e monopolio. Idee e proposte per una legislazione
anti-trust». L. Campiglio - G. C. Mazzocchl 174
«Teoría económica e intervento normativo nei mercati». G. Bruz-
zone-A. M. Cardan! - F. Cornelll-M. Polo 204
«La concentrazione della produzione industríale in Italia». Banca
d'Italia 231
«In tema di norme a tutela della liberta di concorrenza: il caso
Italia». G. Bernlni 255
«Concentrazione e concorrenza: una breve rassegna». A. Pera-
S. Vinel 284
«Relazione della 10' commissione permanente su internazionaliz-
zazione delle imprese e concentrazioni industriali» (Doc. XVI,
N. 3) 306
«Relazione conclusiva della Commissione ministeriale per lo stu-
dio della concorrenza». F. Romani 317
Proposta della Commissione 327
Disegno di legge N. 1240 330
Disegno di legge N. 1012 353

SÍNTESIS
Madrid. 1988. N.° 6
Presentación 9
AMERICA LATINA
«Los dilemas de la legitimidad política». Francisco Weffort 15
«¿Más democracia en América Latina? Democratización y consoli-
dación de la democracia en una perspectiva comparada». Die-
ter Nohlen 37
Panorama Económico de América Latina 1988. CEPAL 64
MÉXICO
«La debilidad histórica de la democracia mexicana». Lorenzo
Meyer 79
«La transición mexicana». Héctor Aguilar Camin 91
«Desigualdad y Democracia». Soledad Loaeza 102
«El Estado y los Partidos Políticos en México: el PRI». Pablo
González Casanova 115
«La democratización del PRI: ¿Misión imposible?». Lorenzo Meyer. 135
«El Partido del Estado ante la sucesión presidencial en México».
Luis Javier Garrido 150
«Acceso y pérdida de poder de los Gobernadores». Manuel Gon-
zález Oropeza 172
«El Municipio entre la sociedad y el Estado». Carlos Martínez As-
sad/Alicia Ziccardi 185
«La reforma electoral de 1986-1987 en México. Retrospectiva y
análisis». Manuel Barquín Alvarez 212
«La asfixia electoral». Juan Molinar Horcasltas 252
«La democracia transparente». Pablo González Casanova 264
«El nuevo régimen». Iván Zavala 270
«El futuro inmediato de la economía mexicana». Fernando López
Portillo 284

403
Documentación
«México: Perspectivas de crecimiento y deuda externa». Saúl Trejo
Reyes 329
«La protesta pasiva de la burocracia política». Bertha Lerner de
Sheinbaum 344
«LÜS empresarios y la democracia en México». María Amparo Ca-
sar " 396
«México y Estados Unidos hoy». Bernardo Mabire 408
«Fundamentos y principios de la política exterior mexicana y su
capacidad de respuesta a los retos de las grandes potencias».
Rosario Green 425
ANEXOS:
Panorama económico de México, 1988 455
Las elecciones de 1988 470

SISTEMA
Madrid. 1988. N.° 86-87
1. PRESENTACIÓN
«España-Europa: un encuentro histórico». José Félix Tezanos ... 5
2. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA
«La cohesión y la solidaridad en la construcción europea». Feli-
pe González 11
«El socialismo español y el nuevo compromiso europeo». Alfonso
Guerra 21
3. ASPECTOS HISTÓRICOS
«El significado de la idea de Europa en la política y en la his-
toria de España». José Luis Abellán 31
«El desarrollo de la idea europea. De Carlomagno a la Comuni-
dad Europea». Manuel Medina 45
«La europeización de España (1898-1936)». Juan Marichal 53
4. LA EUROPA DE HOY
«Proyectos conservadores y proyectos progresistas para Europa».
Fernando Moran 63
«El Parlamento Europeo y la construcción del futuro de Euro-
pa». Enrique Barón 75
«La unión política europea: pasado, presente y futuro». Ramón
Cotarelo 89
5. EL FUTURO DE EUROPA
«El Acta Única Europea». Luis Planas 121
«El Estado y los pueblos en el proceso de unidad europea». Jordi
Solé Tura 131
«Europa y la Unión Soviética: ¿una "casa común"?». Fernando
Claudín 139
«Europa y el Tercer Mundo». Luis Yáñez-Barnuevo y Manuel Mon-
tobbio 147
6. ESPAÑA Y EUROPA
«La articulación España-Europa». Luis Ortega 157
«España en las Comunidades Europeas». Manuel Marín 175
7. BIBLIOGRAFÍA
«Bibliosrafía sobre España y Europa». Celestino del Arenal y José
Ángel Sotillo " ' 185
404
Boletín de Sumarios
8. ENCUESTA 197
Celestino del Arenal, Gro Harlem Brudlant, Máximo Cajal, Ing-
bar Carlson, Enrique Curiel, Jon Gangoiti, Fernando Gonzá-
lez Laxe, Joan Lerma, Francisco Fernández Ordóñez, Raimon
Obiols, Antonio Remiro Brotons, Mariano Rubio, Pedro de
Silva.

1989. N.° 88
«Antifascismo italiano y español en el exilio argentino. Un debate
y otros recuerdos». Renato Treves 3
«Ivanoc Bonomi, los orígenes del socialismo reformista en Italia».
Ettore A. Albertoni • 11
«Algún otro tipo de alteridad: una crítica a las teorías de la elec-
ción racional». Alessandro Pizzorno 27
«Teoría de un sujeto débil». Manuel Cruz 43
«Democracia industrial y sindicalismo en España». Justo Zam-
brana 61
«Estado social, democracia económica y fondos de los asalaria-
dos». Manuel Mella Márquez 79
«El creciente cometido instrumental del trabajo». José Castillo
Castillo 93
NOTAS
«Obediencia y desobediencia al Derecho. Unas últimas reflexio-
nes». Felipe González Vlcen 105
«La "perestroika": un reto para la socialdemocracia». Manuel Mo-
ral 111
«El fundamento imposible en el racionalismo crítico de H. Albert».
Juan A. Nicolás Marín 117

SOCIAL POLICY
New York. 1988. Vol. 18. N.° 4
Editorial: «The Next Stage ¡n Education Rer'orm: The Student as
Consumer». Frank Riessman 2
«Education Reform in the Reagan Era: False Paths, Broken
Promises». León Botstein 3
«Toward a New Peace Movement». S. M. Miller 12
«Neighborhood Development: Issues and Models». Thomas J. Lenz. 24
«Child Care 2000: Policy Options for the Future». Sally Lubeck
and Patricia Garrett 31
«A New Class in America: A Revisionist View of Retirement».
Robert Morris and Scott A. Bass 38
«Homelessness: A Cost of Capitalism». John R. Belcher and Jeff
Slnger 44
«Empowcring the Homeless». Michael Fabricant 49
«Beyond Oz: The Path to Regeneration». Karen Lehman 56

SOCIAL THEORY AND PRACTICE


University Tallahasse, Florida. 1988. Vol. 14. N.° 2
«Sexual Harassment». Susan M. Dodds, Lucy Frost, Robert Par-
getter, and Elizabeth W. Prior 111
«The Diminishing Soul of Black America». Earl Sheridan 131

405
Documentación

«Locke's Two Conceptions of Property». Sibyl Schwarzenbach ... 141


«Perpetual Peace: What Kant Should Have Said». Thomas Carson. 173
«Defense Policies and the Evaluation of Risk». Leslie Stevenson. 215

SOCIOLOGÍA DEL DIRITTO


Milano. 1988. Vol. XV. N.° 2
«Gény e l'analisi empírica del diritto». Arlstide Tanzi 7
«La concezione dello Stato in Nicolaj Ivanovic Bucharin». Alberto
Giasanti 31
«Cinque articoli sullo stato». Nicolaj Ivanovic Bucharin 45
«L'antropologia giuridica di Henry Sumner Maine». Riccardo
Motta 61
«El asociacionismo judicial en España, hoy. Notas para un traba-
jo de sociología de los jueces». Emilia Bea, Carmen López Te-
rrada, Javier de Lucas, Ernest Vidal 89
«Conflitti e tensioni urbane. La risposta dei consultori pubblici
milanesi». Nella Gridelll Vellcogna, Vera Segre 105
NOTE E RASSEGNE
«Stato di diritto, sicurezza sociale e scelte bio-etiche». Massimo
Corsale 133
«I primi tre anni di una rivista internazionale». Paola Ronfanl ... 145
«Ricordo di Vilhelm Aubert». Renato Treves 157

SOCIOLOGICAL REVIEW, THE


The University Keele, Stafford. 1988. Vol. 36. N.° 4
«Durkheim and individualism». W. Watts Mlller 647
«The social world as will and idea: Schopenhauer's influence upon
Durkheim's thought». Stjepan G. Mestrovic 674
«Integrating process and structure in the concept of youth: a case
for secondary analysis». Gilí Jones 706
«On the altered appetites of pregnancy: conceptions of food, body
and person». Anne Murcott 733
«"Off school sick": mothers' accounts of school sickness absence».
Alan Prout 765
«Viewpoint: Sociology and postmodernity». Zygmunt Bauman ... 790

SOCIOLOGY
London. 1988. Vol. 22. N.° 4
B.S.A. PRESIDENTIAL ADDRESS 1988
«Research Policy in British Higher Education and its Sociological
Assumptions». Jennifer Platt 513
COMMENTARY
«Child Abuse: Violences and Sexualities towards Young People».
Jeff Hearn 531
DEBATE
«"Women at Class Crossroads": A Critical Note». Robert Erikson
and John H. Goldthorpe 545

406
Boletín de Sumarios
«"Women at Class Crossroads": A Critical Reply to Erikson and
Goldthorpe's Note». Hakon Leiulfsrud and Alison E. Wood-
ward 555
ARTICLES
«Social work as Social Control re-examined: Beyond the dispersal
of discipline thesis». John J. Rodger 563
«Engineering Education in Britain and Japan: Some reflections
on the use of "the best practice" model in international com-
parison». Kevin McCormick 583
«Profit sharing and the Cycle of Control». P. D. Bougen, S. D. Og-
den and Q. Outram 607

STAAT, DER
Berlín. 1988. Vol. 27. N.° 3
ABHANDLUNGEN UND AUFSATZE
«Recht und Staat ais ,,Maschine" — Zur Bedeutung einer Metap-
her». Stefan Smid 325
«Konflikt und Reprasentation». VHmos Holczhauser 351
«Politik und Vernünftigkeit. Anmerkungen zum Verhaltnis zwis-
chen Cari Schmitt und Hegel». Jean Fran^ois Kervegan 371
«Das Sicherheitsrecht in der Krise». Kay Waechter 393
BERICHTE UND KRITIK
«Widergánger oder Widerlager? Zum aktuellen Umgang mit He-
gels Rechtsphilosophie». Bernard Willms 421
«Aufklárung. Bemerkungen zu einem Sammelband mit Studien
über Cari Schmitt». Román Schnur 437
«Verwaltung in Privatrechtsform?». Román Loeser 453

STAAT UND RECHT


Berlín. 1988. Vol. 37. N.° 9
«Die Akademie für Staats- und Rechtswissenschaft der DDR —
Státte marxistisch-leninistischer Gesellschaftswissenschaft».
Horst Steeger 723
«Das Instituí für Internationale Beziehungen im Dienste der au-
penpolitischen Bildung und Forschung». Gerhard Hahn 731
«Staatliche Leitung ais Gegenstand der Forschung und Lehre an
der ASR». Michael Benjamín 737
«40 Jahre ókonomische Ausbildung und Forschung». Hans Hof-
mann/Gerhard Huber 743
«Zu einigen Aspektcn des Verháltnisses von Okonomie und Recht
in der Wissenschaftsentwicklung der ASR». Reiner Arlt/Frith-
jof Kunz/Ludwig Penig/Rolf Steding 750
«Sozialistische Kommunalpolitik und Leitungstá'tigkeit der ortlic-
hen Staatsorgane — vvichtige Aufgaben der staats- und rechts-
wissenschaftlichen Forschung». Siegfried Petzold 759
«Der Beitrag der ASR zur Herausbildung und Entwicklung der
marxistisch-leninistischen Strafrechtswissenschaft und Krimi-
nologie». Ulrich Dáhn/Günter Lehmann/Hans Weber 767
«Internationales Wirtschaftsrecht an der ASR». Werner Knüpfer/
Dietrich Maskow 776
«Arbeitsrechtswissenschaft an der ASR Zum 60. Geburtstag von
Frithjof K u n z » . Alfred B a u m g a r t / E v a H e i n / G ü n t e r Leifert ... 785

407
Documentación

REMINISZENZEN AUS DEN ANFANGSJAHREN DER ASR


«Wege zur politischen ükonomie». Gunther Kohlmey 791
«Erinnerungen an den Beginn der Staatsrechtswissenschaft». Lu-
cie Haupt 793
«Die Akademie und die Entwicklung der Verwaltungsrechtsuis-
senschaft». Gerhard Schulze 798

1988. N.° 10
«November Revolution and Theory of Democracy». Karl-Heinz
Schoeneburg 803
STREAMLINING THE WORK OF GOVERNMENT AND JUDICIAL
BODIES THROUGH MODERN COMPUTING TECHNOLOGY
«Local Government Bodies and Modern Information Technology
Experience and Tendencies». Karlhelnz Alpen 811
«Basic Directions, Main Spheres and Requirements of Applying
Modern Information Techniques in Local Government Bodies».
Juergen Stoelzel 817
«Mathematic Techniques as Element of Improving State Mana-
gement». Peter Schreiber 826
«Using Modern Computing Technology for Further Qualifying
Court Practice». Wolfgang Peller 833
«Using Electronic Data Processing in Research in the Field of
Theory of Law». Baerbel Richter 839
On Interdisciplinary Work in Research in Political and Legal
Sciences (Inquiry) 844
DISCUSSION
«Once More en Lenin's Concept of State». Uwe-Jens Heuer 860

1988. N.° 11
«Socialist Teamwork for an Increase in Performance and Citizens'
Welfare». Klaus Muehe 883
«Socialist Democracy and the Individual». Gottfried Stiehler ... 889
«Basic Rights, Administration, Administrative Law». Stefan Poppe. 897
«Democratic Centralism — Interests — Región». Juergen Becher/
Paul Friedrich 905
«On Some Aspeéis of the Constitutional Position of Agricultural
Production Cooperatives in Today's Socialist Society». Rolf
Steding 910
«Questions of Legal Protection and Secrecy in Foreign Trade with
Scientific-Technological Results». Annelie Mueller/Ernst Winkl-
bauer 919
«Once Again: Cari Schmitt». Roland Meister 927
«Essential Features of FRG Law Concerning Local Government
Elections Character, Function, Regulations». Brigitte Klotz/
Joachim Misselwitz 935
DISCUSSION
«Philosophy of Law and History or: of the Formation of Reason».
Gerhard Haney 942

408
Boletín de Sumarios

STATO E MERCATO
Bologna. 1988. N.° 3
SAGGI E RICERCHE
«Le strategie di riaggiustamento industríale in Italia: il ruólo
degli assetti istituzionali». Marino Regí ni e Charles Sabel.
«Rapporto salaríale e flassibilita. Ovvero: Teoria della Regolazio-
ne e "Political Economy"». Michele Salvati.
«Alia ricerca di alternative al fordismo: gli anni Ottanta». Robert
Boyer.
Arnaldo e Enzo Rullani discutono su «Flexible Rigidities» di Ro-
nald Dore.
RASSEGNE E DISCUSSIONI
«Diritti contro preferenze: la questione dell'accesso all'assistenza
sanitaria». Elena Granaglia.

STATUTE LAW REVIEW


London. 1988. Autumn
EDITORIAL 137
ARTICLES
«Statute Law Revisión Statutes—Westbury Savings». Peter M.
McDermott 139
«The 1925 Property Legislation: Curtaining off the Antecedents».
Peter Sparkes 146
«Information Collection Techniques for the Evaluation of the Le-
gislative Process». Peter Ziegler 160
«Lord Chancellors and Statute Law Reform». R. F. V. Heuston. 186

STORIA CONTEMPORÁNEA
Bologna. 1988. Vol. XIX. N.° 5
«Le origini della ripresa delle relazioni tra Roma e Mosca. Idea-
lismo massimalista e realismo bolscevico: la missione Bombac-
ci-Cabrini a Copenhagen neU'aprile 1920». Serge Noiret 797
NOTE E DISCUSSIONI
«Alcune osservazioni su "Gramsci in carcere e il Partito" di Paolo
Spriano». Glovanni Soma! 853
«Le alleanze politiche dell'emigrazione antifascista italiana (1937-
1940)». Leonardo Rapone 873
«Intellettuali, fascismo e idea di "Nazione"». Daniela Coll 935

STUDI SENESI
Universitá di Siena. 1987. XCIX (III Serie, XXXVI). Fase. 3
MEMORIE
«La liberta di coscienza di fronte alia legge ed all'autoritá». P. Pa-
lazzinl 359
409
Documentación

«La disciplina giuridica dellc scuole universitario per assistenti


sociali». E. Balocchi-A. Cornetta 381
«L'espulsione dello straniero tra normativa internazionale e p r o
getti di riforma». F. Carroñe 431
«Lógica e argomentaziqne nell'interpretazione giuridica ovvero i
giuristi prcsi sul serio». L. Gianformaggio 461
«Considerazioni sull'affidamento familiare». M. Martini 490

TELOS
New York. 1988. N.° 76
ARTICLES
«Roundtable on Communitarianism». Ken Anderson, Paul Piccone,
Fred Siegel and Mlchael Taves 2
«Strong Liberalism». Wolfgang Fach and Giovanna Procacci 33
«Relegitimating Meritocracy: Educational Policy as Technocratic
Strategy». Frank Flscher and Alan Mandell 50
«The Dreams of Deep Ecology». Tim Luke 65
«Democracy and Abundance: the Declining Middle and Postliberal
Politics». Robert Antonio and Tim Knapp 93
NOTES
«AIDS and The Politics of Morbidity». Robert D'Amico and A. Jo-
seph Layon 115
«Selectively Remembering the 1960s». Paul Gottfried 129
«Management Crisis in the New Class». Emery Roe 134
«Wishing For More». David Pan 143
«Exclusión and Inclusión in "Terms of E n d e a r m e n t V Mas'ud Za-
varzadeh 155
REVIEWS
«Remaking Love: Undoing Womcn?». Alex Delfini 161
«Facing up to The Underclass». Philip Kasinitz 170
«Beyond the American Dreatn». Tom Good 181
«Politics and Rhetoric». Mlchael Pollak 186

TEORÍA POLÍTICA
Milano. 1988. IV. N.° 2
«Principi politici». Agnes Heller 3
«Política della corruzione». Franco Cazzola 19
«Etica e política tra machiavellismo e kantismo». Michelangelo
Bovero 43
«Patriarcato e fratellanza. Immagini familiari nel discorso políti-
co». Francesca Rigotti 65
«I paradigmi nella storiografia política». Darío Castiglione 89
«Cittadini e ¡stituzioni. Le nuove caratteristiche del cambiamento
político e il problema della sua istituzionalizzazione». Sergio
Fabbrini 107
NOTE CRITICHE
«Aspettando il nuovo soggetto. A proposito della "Storia della ses-
sualitá" di Foucault e dell'" Etica della differenza sessuale" di
Irigaray». Danlela Gobetti 135
«Auschwitz come unicum. Riflessioni su Jean Améry e Primo Levi».
Ermanno Vítale 149

410
Boletín de Sumarios

TERRORISM
New York. 1988. Vol. 11. N.° 3
«The Cost of Terrorism: A Cross-National Study of Six Coun-
tries». Christopher Hewitt 169
«Fighting World War III: A Suggested Strategy». Jon Cauley and
Todd Sandler 181
«Political and Legal Instruments in Supporting and Combatting
Terrorism: Current Developments». Rett R. Ludwikowski ... 197
«Attributes of Domestic Political Terrorism in Canadá, 1960-1985».
Jeffrey Ian Ross 213
«The Anti-Terrorism Act of 1987—An Update on the Controversy
Surrounding Efforts to Cióse Down PLO Offices in the U.S.».
George E. Gruen 235
«Counter-Terrorism—First Line, Last Line». Lawrence B. Sulc ... 241

THEORY CULTURE & SOCIETY


London. 1988. Vol. 5. N.° 4
ARTICLES
«"Carmen" —r or The Invention of a New Feminine Myth». Dick
Pels & Aya Crébas 579
«Modernity-Postmodernity Controversies: Habermas and Fou-
cault». Annemiek Richters 611
«Soccer Crowd Disorder and the Press: Processes of Amplifica-
tion and De-amplification in Historical Perspective». Patrick
Murphy, Eric Dunning & John Williams 645
«Symbol, Desire and Power». Benoit Millot 675
«Contemporary Processes within System, Cultures and Life Worlds:
Some Reflections on Colonization and Resistance in Everyday
Life». Hans-Günler Semsek & Georg Stauth 695
«The Idea of Surrender-and-Catch Applied to the Phenomenon of
Karl Mannheim». Kurt Wolff 715

THOUGHT
New York. 1988. Vol. LXIII. N.n 250
Introduction 205
«Church-State Relations in México in the 1980s». Dennis M. Han-
ratty 207
«The Church in Communist Cuba: Reflections on the Contempo-
rary Scene». Juan Bazdresch, SJ. and Ernest S. Sweeney, SJ. 224
«Breaking the Bonds of Church and State: The New Religious
Freedom in Ecuador». Luis A. Aguilar-Monsalve 236
«Religión and Utopia in Perú: From Aprismo to Liberation Theo-
logy». Frederick B. Pike 250
«Catholicism and Democracy: The Chilean Case». Thomas G.
Sanders 272
«Cooperation or Conflict? The Church in the Brazilian Transition».
Thomas C. Bruneau 291

411
Documentación

TIEMPO DE PAZ
Madrid. 1988. N." 10
PRESENTACIÓN
«España y la Unión Europea Occidental. Condiciones para una
adhesión». Francisco Aldecoa Luzárraga 4
EL TRATADO SOBRE FUERZAS NUCLEARES INTERMEDIAS
«Un primer paso, un gran paso». Francisca Sauquillo 12
«De San Petersburgo a Washington: 1868-1987. Breve historia de
un desarme sucinto». Alejandro J. Rodríguez Carrión 14
«Aspectos Jurídicos del Tratado de Desarme USA-URSS». José
Juste Ruiz 29
«Significación e implicaciones del Tratado sobre Fuerzas Nuclea-
res Intermedias». Kepa Sodupe 45
Tratado de Washington, 8 diciembre 1987 52
Referencia bibliográfica 59
ENCUENTRO EN LUND (SUECIA).
VII CONVENCIÓN POR EL DESARME NUCLEAR EUROPEO
«La Convención Europea por el Desarme: desde Lund a Vitoria».
Jacobo Echeverría-Torres y Enrique Comáriz 64
«Discurso de apertura». Pierre Schori 65
«Primavera de Praga y "Pereslroika". Significado y consecuencias
para Europa». Jirí Pelikan '. 69
Declaración pública de los representantes de los grupos públicos
independientes de la URSS 75
Conclusiones de los grupos organizadores suecos 76
«Bienvenidos a Vitoria». Ramón Peñagarikano 78
DOCUMENTACIÓN SOBRE LA UNION EUROPEA OCCIDENTAL
Pacto de la Unión Occidental (Bruselas, 1948) y Protocolo de Pa-
rís (1984) 82
Declaración de Roma (1984) 84
Declaración de La Haya (1987) 86
Texto de la invitación a España 88

UNIVERSITY OF TASMANIA LAW REVIEW


1986. Vol. 8. N.° 3
«The Variety of Express Trusts». J. D. Davies 209
«The Viéw from the Statute: Statutory Establishments of Religión
in England. Ca. 1300 to Ca. 1900». Dr. Richard Ely 225
«Compilations and Copyright Principies and Policy». R. W. Curtís. 277
«Fiduciaries: Identification and Remedies». Dr. S. K. Ong 311
«The Law Relating to Confidentiality of Data Acquired by Resear-
chers in the Biomedical and Social Sciences». P. Bravender-
Coyle 333
«The Retrospective Effect of "Limitation Act" Amendments Af-
fecting Substantive Rights or is it Procedure?». P. R. Crans-
wick Q.C 361

412
Boletín de Sumarios

WASHINGTON LAW REVIEW


1988. Vol. 63. N.° 4
ARTICLES
«Perpeiuilies: Basic Clariiv, Muddled Reform». Robert L. Fletcher. 791
«Privacy Regulalion of Computcr-Assisted Testing and Instruc-
tion». Charles R. Trcmper, Mark A. Small 841
«On "Prolccting [he Ordinury Investor"». Ralph K. Winter 881
COMMENTS
DNA Identification Tesis and (he Courts 903
Can Subsidiarles Be «Purchasers» From Their Parents Under the
Robinson-Patman Act? A Pica for a Consistent Approach 957
Mitigatine Alcohol Health Ha/ards Through Health Warning La-
bels and Public Educalion 979
The Montreal Protocol: Contramine the Threat to Earth's Ozone
Layer ." 997
An Opportunity To Be Heard: The Right to Counsel in a Deporta-
tion Hcaring 1019
Deferred Cash Payments to Secured Creditors in Cram Down of
Chapter 11 Plans: A Matter of Interest 1041
NOTES
Expert Testimony on Rape Trauma Syndrome: An Argumcnt for
Limited Admi'ssibility—State v. Black, 109 Wash. 2d 336, 745
P.2d 12 (1987) ' 1063
The Public Trust Doctrine: Accommodating the Public Need Wit-
hin Constitutional Bounds—Orion Corp. v. State, 109 Wash. 2d
621, 747 P.2d 1062 (1987), cert. denied, 108 S. Ct. 1996 (1988) ... 1087

WEST EUROPEAN POLITICS


London. 1988. Vol. 11. N.° 4
«The Politics of Industrial Privatisation in Western Europe: An
Overview». John Vickers and Vincent Wright 1
«The United Kinadom: Privalisation and its Political Context».
David Heald ..T ' 31
«The Politics ot Staie-Directed Privatisation: The Case of France,
1986-88». Michel Bauer 49
«Symbolic Privatisation: The Politics of Privatisation in West Ger-
many». Josef Esser 61
«Privatisation in Belgium: The National and International Con-
te.xl». Anne Drumaux 74
«Privatisation ¡n Italy: Aims and Constraints». Patrlzio Bianchi,
Sabino Cassese, Vincenl Della Sala 87
«Privatising in a Corporatist Economy: The Politics of Privatisa-
tion in Austria». Wolfgang C. Müller 101
«Lcss Than Nothing? Hidden Privatisation of the Pseudo-Private
Sector: The Dulch Case». Rudy B. Andevyeg ... 117
«The Triiimph of Pragmatism: Nationalisation and Privatisalion
in Sweden». Joñas Pontusson 129

413
Documentación

ZEITSCHRIFT FÜR RECHTSPOLITIK


Frankfurt. 1988. Vol. 21. N.° 11
FORUM
«Rheinhausen im Lichte der Notigungsrechtsprechung». H. Müller-
Roden 409
«Zur Reform der Altersversorgung». W. Móschel 413
«Verfassungsrechtliche Probleme des Lockspitzeleinsatzes». M.
Creutz 415
«Entschádigung für Auslander ais Opfer von Gewalttaten». A.
Bdhm 420
THEMEN DER ZEIT
«Die Menschenrechte ais Chance in der pluralistischen Weltge-
sellschaft». H. Bielefeldt 423
«Kosten — Ein Hindernis für ambulante jugendstrafrechtliche
Sanktionen?». H. Ostendorf 432
BERICHTE
«Tagung der Deutschen Gesellschaft für Gesetzgebung». H. Hill. 437
«Rechtsfragen der Gleichstellung der Frau: ,,Frauen an die Front"».
U. Stab 438

1988. Vol. 21. N.° 12


FORUM
«Gemeinsame Grundlagen und Grundwerte des Rechts der Euro-
páischen Gemeinschaften». C. O. Lenz 449
«Mehr ais eine Notwendigkeit: Die Reform der Gerichtsvollzie-
herzwangsvollstreckung». A. Eich 454
«Wer zahlt für unrichtige Sachbehandlung durch die Gerichte?».
H. H. Bischof 458
«Effektivitát der leicht erhóhten Ausgleichsabgabe». J. Pachtenfels. 462
THEMEN DER ZEIT
«Vom Standesrecht zum Berufsrecht der Freien Berufe». U. Korn-
blum 465
«Zum Diskussionsentwurf eines Gesetzes zur Reform des Insol-
venzrechts». W. Uhlenbruck 471
BERICHT
«Empfehlen sich Ánderungen des strafrechtlichen Umweltschut-
zes insbesondere in Verbindung mit dem Verwaltungsrecht?».
W. Odersky - K. Brodersen 475

ZEITSCHRIFT FÜR AUSLANDISCHES OFFENTLICHES


RECHT UND VOLKERRECHT
Max Planck Instituí, Heidelberg. 1988. Vol. 48. N.° 3
ABHANDLUNGEN
«Investment Protection and New World Order». Sen 419
«Urspriinge der Neutralitát. Die Herausbildung des Instituís der
Neutralitát im Volkerrecht der frühen Neuzeit». Oeter 447

414
Boletín de Sumarios
«Origins of Neutrality. The Evolution of the Institution of Neu-
trality in Early Modern International Law (Summary)». Oeter. 487
BERICHTE UND URKUNDEN
«Fóderalismus und Auswartige Gewalt in Australien: Die Imple-
mentierung volkervertraglicher Verpflichtungen». Hofmann ... 489
«Federalism and External Affairs Power in Australia: Implement-
ing International Treaty Obligations (Summary)». Hofmann ... 512
«Die ,,auslegende Erklá'rung" der Schweit zu Art.6 Abs. 1 EMRK
und die Unzulassigkeit von Vorbehalten nach Art.64 EMRK.
Anmerkung zum Urteil des Europáischen Gerichtshofes für
Menschenrechte im Fall Belilos vora 29.April 1988». Oeter 514
«Anhang: European Court of Human Rights, Belilos Case, Judg-
ment of 29 April 1988». Oeter 522

ZEITSCHRIFT FÜR PARLAMENTSFRAGEN


Universitat Hamburg. 1988. Vol. 19. N.° 4
EDITORIAL 433
DOKUMENTATION UND KURZANALYSEN
«Neue Initiativen zur Verfassungs- und Parlamentsreform in der
Bundesrepublik» (Rolf K. Hocevar) 435
«Hamburg zwischen Tradition und Erneuerung. Zu den Vorsch-
lágen der Stadtstaaten-Kommission für eine Verfassungsre-
form» (Thomas Wieske) 447
«Verfassungspolitik durch innerparteiliche Satzungsánderung. Der
Wechsel von Klaus v. Dohnanyi zu Henning Voscherau» (Günter
Pumm) 453
«Die baden-württembergische Landtagswahl vom 20. Márz 1988.
Ein strahlender Verlierer und keine Gewinner» (Hans-Peter
Biege) 468
«Die schleswig-holsteinische Landtagswahl vom 8. Mai 1988. Eine
grundsátzliche Wahl zur politischen Erneuerung» (Wilhelm P.
Bürklin) 482
«Die ,,Kieler Affáre": Symptom eines deformierten Regierungssys-
tems, Tat eines Einzelnen oder Kulminationspunkt einer schles-
wig-holsteinischen Sonderentwicklung?» (Josef Schmld) 495
«Bürgerantrag in der Bewáhrung. Ein erster Erfahrungsbericht am
Beispiel Nordrhein-Westfalens» (Peter Rellensmann) 505
«Bürgerbegehren und Bürgerentscheid in Baden-Württemberg»
(Richard Seeger) 516
«Zur Verwendbarkeit der sog. automatischen Spracherkennung bei
der Protokollierung von Parlamentsverhandlungen» (Günter
Ostermeyer) 536
AUFSATZE
«Fóderalismus und Parlamentarismos. Erfahrungen in der Bundes-
republik Deutschland mit zwei Strukturprinzipien des demok-
ratischen Bundesstaates». Bernhard Vogel 540
«Parteien ais soziale Organisationen. Zur politologischen Parteien-
analyse». Winfried Steffanl 549
DISKUSSION
«Ein Verfahren der moglichst geringen Verfalschung des Wahler-
willens bei der Zuweisung der Parlamentsmandate» (Erhard
Fengler) 561

415
Documentación

ZEITSCHRIFT FÜR RECHTSPOLITIK


Frankfurt. 1989. Vol. 22. N.° 1
FORUM
«Methadon: Letzte Hilfe ¡m Drogenelend?». H.-H. Kühne 1
«Die Betrcuung von Zcugen im Gerichtsgebaude — Luxus oder
Aufgabe der Justiz?». W. Schádler 4
«Hypertrophic der Vcrfahrengsgarantien im Betreuungsgesetz-
Entwurf?». U. Schumacher 7
«Tater-Opfer-Ausgleich: Eine Zwischenbilanz nach zwei Jahren
• Fallpraxis beim Modellprojekt ,,Die Waage"». J. Schreckling -
L. Pieplow 10
«HIV-Tcst bei Beamtenanwarlern?». W. Haesen 15
«Datenschutz und Haftungsrechl — Notwendigkeit einer datens-
chutzspezifischen Gefahrdungshaftung?». U. Langohr-PIato ... 16
THEMA DER ZEIT
«Bevolkerunesrückuang und Bevoikerungsexplosion ais juristische
Probleme». G. Roellecke 7 21
BERICHT
«Zukunftsperspektiven — Bevólkerungs- und Rechtsentwicklung».
G. Hánsel 27

ZEITSCHRIFT FÜR SCHWEIZERISCHES RECHT


Basel. 1988. Vol. 107. M." 5
«Le droit de l'Etat providence». Charles-AIbert Morand 527
«Inwicweit ist bei streikbedingten Betriebsstórungen der Arbeit-
geber zur Lohnzahlung verpflichter?». Jürg Brühwiler 553
«Grenzen richterlicher Móglichkeitcn bei der Durchsetzung von
Gleichheitsansprüchen gemá^ Art. 4 BV». Peter Hánni 591
RECHTSPRECHUNG
«Zur Auflósung juiistischer Personen wegen widerrechtlicher oder
gemeinwohlgefahrdender Zweckverfolgung nach schweizeris-
chem und deutschem Recht». Michael Becker 613

416
LEYES Y DISPOSICIONES CON FUERZA DE LEY
ESTATALES PUBLICADAS EN EL «BOE»
DURANTE EL PERIODO JULIO-DICIEMBRE 1988

1. LEYES ORGÁNICAS
Ley Orgánica 6/1988, de 9 de junio, por la que se modifican los artícu-
los 50 y 86 de la Ley Orgánica 2/1979, de 3 de octubre, del Tribunal
Constitucional.
BOE, núm. 140, de 11 de junio de 1988*.
Ley Orgánica 7/1988, de 28 de diciembre, de los Juzgados de lo Penal,
y por la que se modifican diversos preceptos de las Leyes Orgánicas
del Poder Judicial y de Enjuiciamiento Criminal.
BOE, núm. 313, de 30 de diciembre de 1988.

2. LEYES ORDINARIAS
Ley 18/1988, de 1 de julio, de modificación del artículo 5.° de la Ley 47/
1985, de 27 de diciembre, de Bases de Delegación al Gobierno para
la aplicación del Derecho de las Comunidades Europeas.
BOE, núm. 161, de 6 de julio de 1988.
Ley 19/1988, de 12 de ¡ulio, de Auditoría de Cuentas.
BOE, núm. 169, de 15 de julio de 1988.
Ley 20/1988, de 14 de julio, por la que se modifican determinados ar-
tículos del Texto Refundido de la Ley de Procedimiento Laboral
aprobada por Real Decreto 1568/1980, de 13 de junio.
BOE, núm. 169, de 15 de julio de 1988.
Ley 21/1988, de 19 de julio, de reforma de los artículos 855, 876, 882 bis,
884, 885, 893 bis a) y 898 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
BOE, núm. 173, de 20 de julio de 1988.
Ley 22/1988, de 28 de julio, de Costas.
BOE, núm. 181, de 29 de julio de 1988.
* Por error no se incluyó en el núm. 1 de la Revista, aunque correspondía al
período reseñado en la misma.
Revista del Centro de Estudios Constitucionales 417
Núm. 2. Enero-abril 1989
Documentación

Ley 23/1988, de 28 de julio, de Modificación de la Ley de Medidas para


la Reforma de la Función Pública.
BOE, núm. 181, de 29 de julio de 1988.
Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores.
BOE, núm. 181, de 29 de julio de 1988.
Ley 25/1988, de 29 de julio, de Carreteras.
BOE, núm. 182, de 30 de julio de 1988.
Ley 26/1988, de 29 de julio, sobre Disciplina e Intervención de las En-
tidades de Crédito.
BOE, núm. 182, de 30 de julio de 1988.
Ley 27/1988, de 19 de octubre, sobre concesión de un crédito extraordi-
nario por importe de 3.976.676.964 pesetas para cubrir el déficit de
explotación de la "Compañía Metropolitano de Madrid, Sociedad
Anónima-Ferrocarril Suburbano de Carabanchel", correspondiente al
ejercicio de 1984.
BOE, núm. 262, de 1 de noviembre de 1988.
Ley 28/1988, de 19 de octubre, sobre concesión de dos créditos extraor-
dinarios por importe de 3.700.825.508 pesetas y 3.699.112.444 destina-
dos, respectivamente, a la aplicación del sistema retributivo previs-
to en la Ley 30/1984, a determinados funcionarios docentes y a la
compensación de tasas universitarias correspondientes a los cursos
académicos 1986-87 y 1987-88.
BOE, núm. 262, de 1 de noviembre de 1988.
Ley 29/1988, de 19 de octubre, sobre concesión de dos créditos extraor-
dinarios por importe de 562.662.966 pesetas y 630.582.540 pesetas
para abonar, respectivamente, a la Sociedad "Cooperativa de Vivien-
das Sociales para Funcionarios de Bolsa, Ahorro y Banca" y a la
Sociedad "Plaza del Norte, S. A.", en concepto de daños y perjui-
cios derivados de actuaciones urbanísticas de la Administración.
BOE, núm. 262, de 1 de noviembre de 1988.
Ley 30/1988, de 19 de octubre, sobre concesión de un crédito extraor-
dinario por importe de 755.853.973 pesetas, para completar el abono
a la "Compañía Trasmediterránea, S. A." de las bonificaciones de
las tarifas de pasajeros marítimos en beneficio de los residentes en
Canarias, Ceuta, Melilla y Baleares por su traslado a la Península,
y viceversa, durante los años 1984 y 1985.
BOE, núm. 262, de 1 de noviembre de 1988.
Ley 31/1988, de 31 de octubre, sobre Protección de Calidad Astronómi-
ca de los Observatorios del Instituto de Astrofísica de Canarias.
BOE, núm. 263, de 1 de noviembre de 1988.
Ley 32/1988, de 10 de noviembre, de Marcas.
BOE, núm. 272, de 12 de noviembre de 1988.
Ley 33/1988, de 11 de noviembre, sobre prelación de créditos por exac-
ciones en favor de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero.
BOE, núm. 274, de 15 de noviembre de 1988.
Ley 34/1988, de 11 de noviembre, General de Publicidad.
BOE, núm. 274, de 15 de noviembre de 1988.

418
Leyes y disposiciones con fuerza de Ley estatales publicadas en el «BOE»

Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre Técnicas de Reproducción Asis-


tida. (Corrección de errores: BOE, núm. 284, de 26 de noviembre
de 1988.)
BOE, núm. 282, de 24 de noviembre de 1988.
Ley 36/1988, de 5 de diciembre, de Arbitraje.
BOE, núm. 293, de 7 de diciembre de 1988.
Ley 37/1988, de 28 de diciembre, de Presupuestos Generales del Estado
para 1989.
BOE, núm. 313, de 29 de diciembre de 1988.
Ley 38/1988, de 28 de diciembre, de Demarcación y Planta Judicial.
BOE, núm. 313, de 30 de diciembre de 1988.
Ley 39/1988, de 28 de diciembre, reguladora de Haciendas Locales.
BOE, núm. 313, de 30 de diciembre de 1988.
Ley 40/1988, de 28 de diciembre, sobre concesión de un crédito extraor-
dinario por importe de 505.161.131 pesetas, para completar el abono
a la "Compañía Trasmediterránea, S. A." de las bonificaciones en
las tarifas de pasajes marítimos en beneficio de los residentes en
Canarias, Melilla y Baleares por su traslado a la Península, y vice-
versa, durante el año 1986.
BOE, núm. 314, de 31 de diciembre de 1988.
Ley 41/1988, de 28 de diciembre, sobre concesión de dos créditos extra-
ordinarios, por un importe total de 499.830.852 pesetas, al presu-
puesto en vigor de los Ministerios de Educación y Ciencia y Sani-
dad y Consumo, para compensar los déficit de gestión del Hospital
Clínico y Provincial de Barcelona de los ejercicios 1980 a 1983, am-
bos inclusive, y diferencias del ejercicio 1979.
BOE, núm. 314, de 31 de diciembre de 1988.
Ley 42/1988, de 28 de diciembre, de donación y utilización de embrio-
nes y fetos humanos o de sus células, tejidos u órganos.
BOE, núm. 314, de 31 de diciembre de 1988.
Ley 43/1988, de 28 de diciembre, por la que se aprueba la metodología
de determinación del cupo del País Vasco para el quinquenio 1982-86.
BOE, núm. 314, de 31 de diciembre de 1988.
Ley 44/1988, de 28 de diciembre, por la que se aprueba la metodología
de determinación del cupo del País Vasco para el quinquenio 1987-91.
BOE, núm. 314, de 31 de diciembre de 1988.

3. REALES DECRETOS-LEYES

Real Decreto-ley 6/1988, de 29 de diciembre, por el que se adoptan me-


didas urgentes sobre tributación de la familia en el Impuesto sobre
la Renta de las Personas Físicas y en el Impuesto Extraordinario
sobre el Patrimonio de las Personas Físicas.
BOE, núm. 314, de 31 de diciembre de 1988.
Real Decreto-ley 7/1988, de 29 de diciembre, sobre prórroga y adapta-
ción urgentes de determinadas normas tributarias.
BOE, núm. 314, de 31 de diciembre de 1988.

419
Documentación

4. REALES DECRETOS LEGISLATIVOS


Real Decreto Legislativo 1091/1988, de 23 de septiembre, por el que se
aprueba el texto refundido de la Ley General Presupuestaria. (Co-
rrección de errores: BOE, núm. 275, de 16 de noviembre de 1988.)
BOE, núm. 234, de 29 de octubre de 1988.

420
ACTIVIDAD PARLAMENTARIA JULIO-DICIEMBRE 1988 '

1. CONGRESO DE LOS DIPUTADOS2

o. PROYECTOS DE LEY
g
APROBADOS

Presentados Admitidos Informados • Dictaminados En Comisión En Pleno Definitivamente LEYES

17 16 14 8 6 14 22 28

TRATADOS Y CONVENIOS INTERNACIONALES

PRESENTADOS PARA AUTORIZACIÓN (art. 94.1) PRESENTADOS PARA INFORMACIÓN (art. 94.2)

Presentados Admitidos Dictaminados Autorizados Presentados Admitidos Dictaminados Autorizados

30 30 20 3 — — 8 2

1
NOTA: Las diferencias que se aprecian en la mayoría de los cuadros de iniciativas bajo los epígrafes «presentadas» y «admiti-
das» se deben a que pueden aparecer bajo este último aquellas que quedaron pendientes de calificar en el período de tiempo
anterior a julio-diciembre 1988; asimismo, de entre las presentadas en dicho semestre, algunas iniciativas aún no han sido ca-
lificadas.
!
Cuadros elaborados a partir de la «Síntesis de la Actividad Parlamentaria», facilitada por la Secretaría General del Congreso
de los Diputados.
Además de la actividad reflejada en los presentes cuadros, se ha convalidado un Real Decreto-ley.
PROPOSICIONES DE LEY

Tomadas en
Presentadas Admitidas Retiradas Rechazadas consideración Aprobadas o.
Autor 2

GP CDS —
GP CP 5
GP MC —
GP MX —
GP MX: ADC —
GP MX: AIU-EC 2
GP MX: APL —
GP PNV 3
GP S 1
CC. Autónomas 2
Senado —
TOTALI-S 13 14

Abreviaturas utilizadas: MX: ADC Grupo Parlamentario Mixto: Agrupación de


Diputados de la Democracia Cristiana
CC. Autónomas Comunidades Autónomas MX: AIU-EC Grupo Parlamentario Mixto: Agrupación de
GP Grupo Parlamentario Diputados de Izquierda Unida-Esquerra Ca-
talana
CDS Grupo Parlamentario del CDS
MX: APL Grupo Parlamentario Mixto: Agrupación de
CP Grupo Parlamentario de Coalición Popular Diputados del Partido Liberal
MC Grupo Parlamentario de la Minoría Cata- PNV Grupo Parlamentario Vasco (PNV)
lana S Grupo Parlamentario Socialista del Con-
MX Grupo Parlamentario Mixto greso
PROPOSICIONES NO DE LEY '

EN COMISIÓN EN PLENO

Presen- Admi- Recha- Reti- Apro- Presen- Admi- Recha- Reti- Apro-
Autor tadas tidas zadas radas Otros • badas tadas tidas 3 zadas radas Otros' badas

12 1 2 4 4 1

- 1 -1 1
GP CDS 15 15 2 2
GP CP 13 12 3 2 28 27 2 15 1
GP MC 7 7 2
GP MX 2 3 1 1 1 1 1 i.

1 1 1 II

ctividad par, amet taria julio-ditziemb


GP MX: ADC 8 7 I 6 5 2 1

M i l i
GP MX: AIU-EC 7 9 4 3 2 4 5 1 2

II II
GP MX: APL 1 1 1
GP PNV 2 1 1 1
GP S 2 2 3

TOTAI.ES 50 50 21 2 5 9 51 50 8 19 2 4

' Cinco de las aprobadas en Comisión y cuatro de las aprobadas en Pleno, lo han sido con modificaciones respecto al texto
presentado.
J
Una de GP CP pasa a Pleno, tres de GP MX: AIU-EC y una del GP MX, decaídas
' Una del GP CP no ha sido admitida a trámite.
' Pasan a Comisión.
Documentación

INTERPELACIONES

ORDINARIAS URGENTES *

Prese ntadas

Prese ntadas
conví rtidas

conve rtidas
Decaí das o

Decaí das o
Admt tidas

Admi tidas

Deba tidas
Deba tidas

Retir adas
Retir adas
Autor

r,p CDS 4 4 2 2 3 3 3
GP CP ...' 2 2 2 11 8 1 7
GP MC — 8 5 t 2 3
GP MX — 4 4 — 1 2
GP MX: ADC ... 1 1 1 — 7 6 — 2 4
GP MX: AIU-EC. — — 4 3 — 2 1
GP MX: APL ... — — 1 1 — 1
GP PNV — — 2 2 1 1
GP S — — — — — — — — — —

TOTALES 7 7 3 4 — 40 32 2 8 22

Una del GP CDS, tres del GP CP, tres del GP MC, una del GP MX: ADC y una
del GP MX: AIU-EC no han sido admitidas a trámite.

MOCIONES'

DE INTERPELACIÓN DE INTERPELACIÓN
ORDINARIA URGENTE'
Prest miadas

adas o

ntadas

Retir adas o
Rechazadas
Rechazadas

Apro badas
Apro badas
Adm tidas

tidas
das

decaí das

15 3 4
Autor i

GP CDS 2 3 2 1
GP CP 7 8 6 1
GP MC — — — 3 3 2 1
GP MX — — 2 2 1
GP MX: ADC ... — 4 5 4 1
GP MX: AIU-EC. — 1
GP MX: APL ... — 1 1 1
GP PNV 1 1 1
GP S — — — — — — — —
— —
TOTALES — — — — — 21 23 16 1 4

1
Las cuatro aprobadas lo han sido con modificaciones.
2
Una del GP MX: AIU-EC no ha sido admitida a trámite.

424
Actividad parlamentaria julio-diciembre ¡988

PREGUNTAS ORALES

EN EL PLENO EN COMISIONES 2

ntestadas
ntestadas
asentadas

tiradas o

asentadas

tiradas o
nvertidas

nvertidas
escritas

escritas
mitidas

mitidas
caídas

:aidas
Autor c •a
••í « • «
i. i: «•a <Ss
GP CDS 26 26 5 21 65 61 32 29
GP CP 73 67 7 — 60 121 118 33 42 43
GP MC 24 20 4 — 16 3 3 2 1
GP MX 25 23 8 14 19 19 4 8 7
GP MX: ADC ... 24 24 6 18 73 72 10 20 42
GP MX: AIUEC. 6 6 1 5 26 26 5 12 9
GP MX: APL ... 7 7 2 5 10 10 2 8
GP PNV 8 8 8 1 1 1
GP S 11 11 2 — 9 6 6 — — 6

TOTALES 204 192 35 — 156 324 316 56 114 146

1
Seis del GP CP, cuatro del GP MC y dos del GP MX no han sido admitidas a
trámite.
1
Cuatro del GP CDS y tres del GP CP no han sido admitidas a trámite.

PREGUNTAS ESCRITAS

AL GOBIERNC »* AL ENTE PUBLICO RTVE


ntestadas
ntestadas

•¡sentadas
¡sentadas

nvertidas
nvertidas

mitidas
mitidas

tiradas
tiradas

orales
orales

Autor •a
0. d ÑU <J a. ÍÜ dc d
GP CDS 211 231 1 225 1 1
GP CP 1.066 1.056 1 1.144 15 15 — 12
GP MC 8 6 — 8 — — —
GP MX 49 49 — 71 4 4 — —
GP MX: ADC ... 446 442 2 419 1 1 — 1
GP MX: A I U E C . 43 43 — 47 — — —
GP MX: APL ... 5 5 — 6 — — —
GP PNV 21 21 1 33 — — —
GP S 18 15 — 30 — — — —

TOTALES 1.867 1.868 5 1.983 21 21 — 13

* Una del GP CDS, once del GP CP, una del GP MX: ADC y dos del GP PNV
no han sido admitidas a trámite.

425
Documentación

SOLICITUD DE INFORMES

A LA ADMINISTRACIÓN A OTRAS
DEL ESTADO * ADMINISTRACIONES

Con testadas
Con testadas

entadas
Presentadas

titidas
Admitidas

1 1 1 1 1 1 1 1 1Retí radas
Retiradas
Autor a.
•5
i;

GP CDS 40 38 — 39 3 3 — 2
GP CP . ... 178 159 — 103 2 2 3
GP MC 1 1 —

1 1 1 1 1 1 °° 1 1

1 1 1 1 1 1 °° 1 1
GP MX 4 4 - 9
GP MX: ADC 26 27 — 23 1
GP MX: A I U E C 3 3 — 3 3
GP MX: APL
GP PNV
GP S 6
Gobierno —
De Comisiones

TOTALES 252 232 — 177 13 13 — 15

* Tres del GP CP no han sido admitidas a trámite.

COMPARECENCIAS'

Solici- Admi- Recha- Reti- Decaí- No cele- Cele-


Autor tadas tidas zadas radas das bradas bradas

GP CDS 101 102 4 15 1 3 80


GP CP 180 178 14 15 1 1 129
GP MC 44 44 1 18 7 17
GP MX 38 37 19 9 3
GP MX: ADC 110 110 1 39 2 68
GP MX: AIU-EC ... 24 21 3 6 11
GP MX: APL 41 41 26 2 15
GP PNV 6 6 1 4
GP S 5 5 6
Gobierno' 8 8 — 13
De Comisiones3 ... 26 26 — — — 2 24

TOTALES 583 578 24 138 20 19 370

1
Dos del GP CP, dos del GP MX, una del GP MX: ADC y tres del GP MX: AIU-EC
no han sido admitidas a trámite.
2
Siete de las comparecencias celebradas lo han sido en Comisión y seis en el Pleno.
J
Las 26 comparecencias fueron adoptadas por iniciativa de las Comisiones de Es-
tudio de las Sectas Religiosas, de Estudio y Desarrollo de la Cooperación entre
España y Guinea y de Política Social y Empleo. A esta última Comisión pertene-
cen las dos comparecencias no celebradas.

426
SESIONES DE LOS ÓRGANOS DE LA CÁMARA Y ASUNTOS TRAMITADOS

Asninos
incluidos
Días Horas en el Asuntos
de sesión de sesión orden del día debalidos

Pleno 34 208 h. 376 315


Diputación Permanente
Mesa*
Junta de Portavoces
19
18
24 h. 53 min.
27 h. 26 min.
z
Comisión Constitucional 1 35 h. 1 1
" de Asuntos Exteriores 2 10 h. 15 min. 44 40
" de Justicia e Interior 6 0 h. 31 min. 16 17
" de Defensa 2 6h. 18 10
" de Educación y Cultura 5 11 h. 44 min. 23 21
" de Economía, Comercio y Hacienda 5 32 h. 23 17
" de Presupuestos 10 93 h. 8 min. 434 279 o
" de Agricultura, Ganadería y Pesca 4 23 h. 20 min. 22 21
de Industria, Obras Públicas y Servicios 11 40 h. 25 min. 56 49 §•
" de Política Social y Empleo 5 18 h. 30 min. 31 26
" de Régimen de las Administraciones Públicas o.
" de Reglamento
" del Estatuto de los Diputados 2 1 h. 2 2
" de Peticiones ; 4 5h. 203 165 2
" de Control Parlamentario de RTVE 5 10 h. 40 min. 77 66 3
" del Defensor del Pueblo Q

Mixta para las Relaciones con el Tribunal de Cuentas 4 18 h. 30 min. 11 11


" Mixta para las Comunidades Europeas 7 19 h. 16 15
" Mixta de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico. 1 3 h. 35 min. 1 1
" de Investigación Incompatibilidades y Tráfico Influencias. 9
g.
" de Estudio de las Sectas Religiosas 6 17 h. 35 min. ti 11 S'
" de Estudio y Desarrollo Cooperación entre España-Guinea. 8 35 h. 15 min. 19 19
" Mixta para la Igualdad de Oportunidades de la Mujer 2 4 h. 40 min. 3 3 i'
La Mesa de la Cámara se ha ocupado de 7.469 documenlos presentados ante el Registro, correspondientes a 5.067 expedientes. De
los documentos presentados ha calificado 7.289. Finalmente, se estima que su actuación ha dado lugar a 7.706 escritos de salida. i
-fc.
oo

RESUMEN GENERAL DE INICIATIVAS PARLAMENTARIAS EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Tratados y
Convenios Proposi- Interpela- Solicitud
Proyectos Proposicio- internado- dones no dones y Preguntas Preguntas Compare- de
de Ley nes de Ley nales de Ley modones orales escritas cencias informes

8
I I I I I
1 I 1 I 1 1
•o
Autor i 3 í I
s i.
Gobierno 17 20 — — 30 5 — — — — — — — — 8 13 — —
GP CDS — — — 3 — — 19 20 9 11 91 91 212 227 101 80 43 41
GP CP — — 5 2 — — 41 23 20 20 194 193 1.081 1.168 180 129 180 106
GP MC — — — 3 — — 7 3 11 12 27 27 8 8 44 17 1 —
GP MX _ _ _ _ _ _ 3 3 6 4 44 43 53 71 38 3 4 9
GP MX: ADC . . . . — — — 2 — — 14 5 13 13 97 96 447 423 110 68 26 24
GP MX: AIU-EC. — — 2 — — — 11 12 5 5 32 32 43 47 24 — 3 6
GP MX: APL . . . . — — — — — — 1 1 2 2 17 17 5 6 41 15 — —
GP P N V — — 3 1 — — 3 - 3 2 9 9 21 36 6 4 — —
GP S — — 1 2 — — 2 — — — 17 17 18 30 5 6 8 6
CC. A u t ó n o m a s ... — — 2 2 — — — — — — _ _ _ _ _ _ _ _
Senado — — — — — — — — — — — — — — — — — —
Comisiones _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 26 24 — —
2. SENADO 1

PROCEDIMIENTO APROBACIÓN

legisle tiva en
Comp etencia

Recha zadas
Con i nodifi-
Ingre sados

Sin n odifi-
Ordin ario

Comi. ion

en co isi-
Toma das
Urgen cia

derac ón
caciot tes

caciorles
•a

A) Actividad legislativa

Proyectos remitidos por el Congreso 21 16 5 11 10


Proposiciones de Ley del Congreso 3 3 3 — —
Proposiciones de Ley del Senado 4 2

Q
•a O.
•a •o
13
•§
•a
s
o
D.
B) Actos de control új i».

Preguntas escritas 685 21 738 285 —


Mociones 114 6 8 71 — 29
Preguntas orales .. 40 4 2 — 19 15
Interpelaciones ... 20 4 10 — 11

1
Elaborado con la información facilitada por la Dirección de Estudios y Documentación del Senado. I'
2
Decayó al disolverse las Agrupaciones. o-
J
Incluye las contestadas del período anterior.
4
VO Seis eran del anterior período.
ACTIVIDAD DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
JULIO-DICIEMBRE 1988

1. ASUNTOS INGRESADOS*
Tipo de asunto Sala 1.' Sala 2.' Pleno Total
Recursos de amparo 459 459 918
Conflictos positivos de competencia — 26 26
Cuestiones de inconstitucionalidad ... — 13 13
Impugnación Título V LOTC — 1 1
Recursos de inconstitucionalidad ... — — 28 28
Conflictos negativos de competencia — — 1 1
TOTAI 459 459 69 987

C. P. COMPETENCIA 26
R. INCONSTITUCIONALIDAD 28
C. INCONSTITUCIONALIDAD 13
OTROS 2

RECURSOS DE AMPARO 918

* Cuadros elaborados sobre los datos facilitados por el Servicio de Prensa del Tri-
bunal Constitucional.

Revista del Centro de Esludios ConMiliicionales


Núm. 2. Enero-abril 1989 431
Actividad del Tribunal Constitucional ¡ulio-diciembre J988

2. RESOLUCIONES

A) Providencias Sala 1.' Sala 2.- Pleno Total

TOTALES 230 267 497

B) Autos Sala 1.' Sala 2° Pleno Total

Inadmisión 181 210 2 393


Admisión 2 1 3
Caducidad 10 10
Extinción 1 1
Terminado por desaparición del objeto 1 1
Terminado por carecer de objeto 1 1
Dcsestimiento 4 3 11 18
Acumulación 6 12 18
Allanamiento 1 1
Estimación incidente ejecución de sentencia. 1 1
Suspensión 12 21 33
Denegación suspensión 8 6 1 15
Desestimación recurso de súplica 1 1 1 3
Rectificación 1 1
No ha lugar por no ser parte 1 1
Levantando o manteniendo suspensión 16 16
Beneficio de pobreza 3 — — 3
No ha lugar a levantar o mantener suspen-
sión 1 1
Reducción honorarios 1 — — 1
TOTALES 214 258 49 521

C) Sentencias Sala ].' Sala 2.' Pleno Total

Estimatorias 13 38 7 58
Estimatoria parcial 2 2 13 17
Desestimatoria 22 33 6 61
TOTALES 37 73 26 136

432
Actividad del Tribunal Constitucional julio-diciembre 1988

ESTIMATORIA
PARCIAL 17

3. CUADRO GENERAL DE ACTIVIDAD

ASUNTOS PLANTEADOS 987

ASUNTOS TERMINADOS 561

\ OTROS 3 2 - =
iSENTENCIAS üíiH
13!

1
|JIIIJII|l!£PiPl||

i
INADMITIDOS

433
BIBLIOGRAFÍA

ÍNDICE

I. ADMINISTRACIÓN PUBLICA
II. AUTONOMÍAS TERRITORIALES
III. COMUNIDAD ECONÓMICA EUROPEA
IV. CIENCIA POLÍTICA
V. DEFENSA Y SEGURIDAD
VI. DEFENSOR DEL PUEBLO
VII. DERECHO CONSTITUCIONAL
VIII. DERECHO FINANCIERO
IX. DERECHO INTERNACIONAL
X. DERECHO PROCESAL
XI. DERECHOS Y LIBERTADES
XII. ECONOMÍA
XIII. EDUCACIÓN E INVESTIGACIÓN
XIV. ELECCIONES
XV. FILOSOFÍA
XVI. FUENTES Y JUSTICIA CONSTITUCIONAL
XVII. HISTORIA
XVIII. MEDIO AMBIENTE
XIX. PARLAMENTO
XX. PARTIDOS Y MOVIMIENTOS POLÍTICOS
XXI. PODER EJECUTIVO
XXII. PODER JUDICIAL
XXIII. RELACIONES INTERNACIONALES
XXIV. RELACIONES LABORALES
XXV. SISTEMAS POLÍTICOS
XXVI. SOCIOLOGÍA
XXVII. TEORÍA POLÍTICA
XXVIII. TEORÍA Y FILOSOFÍA DEL DERECHO

Revista del Centro de Estudios Constitucionales 435


Núm. 2. Enero-abril 1989
Documentación

I. ADMINISTRACIÓN 9. López González, José Ignacio


PUBLICA El principio general de propor-
cionalidad en el Derecho Admi-
nistrativo. — Sevilla: Instituto
1. Autorites García Oviedo, 1988, 151 p.
Les autorites administraüves 10. López Menudo, Francisco
independantes / Publié sous la Vía de hecho administrativa y
direction de Claude-Albert Col- justicia civil I Prólogo de Ma-
liart et Gérard Timsit; Etudes nuel Clavero Arévalo.—1.' ed.—
de J. Austin... (et al.)-—Paris: Madrid: Cívitas, 1988, 333 p.
Presses Universitaires de Fran-
ce. 1988, 320 p. 11. Martín Mateo, Ramón
2. Barcelona Llop, Javier La ¡iberalización de la econo-
El régimen jurídico de la po- mía: más Estado, menos Ad-
licía de seguridad: un estudio ministración.—1.a ed.—Madrid:
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Tribunal Supremo: Leídas ante
S. M. el Rey en la solemne se-
sión inaugural del año judicial, XXIV. RELACIONES
celebrada en Madrid el día 14 LABORALES
de septiembre de 1988, por...
Antonio Hernández Gil. — Ma- 160. Automación
drid: Sucesores de Rivadeney- La automación y el futuro del
ra, 1988, 136 p. trabajo: Tecnologías, organiza-
154. España (Tribunal Supremo) ción y condiciones de trabajo ¡
Jurisprudencia del Tribunal Su Compilación de Juan José Cas-
premo: Salas especiales. Año tillo.— Madrid: Ministerio de
1987.—1.' ed.—Madrid: Boletín Trabajo y Seguridad Social,
Oficial del Estado (etc.), 1988, 1988, 668 p.
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y del Estado por la actuación Documento base sobre la refor-
del Poder Judicial. — Madrid: ma de la Seguridad Social pa-
Tecnos, D. L. 1988, 209 p. ra la Comisión tripartita del
Acuerdo Económico y Social
(AES).—Madrid: Ministerio de
XXIII. RELACIONES Trabajo y Seguridad Social, D.
INTERNACIONALES L. 1988, 151 p.
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Auslanderrecht und Auslander- y de Trabajo
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445
Documentación

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sessione de studio e formazio-
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ganizzata dal Centro Interna-
zionale de Ricerche e Studi So-
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Lipari, 16-18 Maggio 1985.—Mi- XXVI. SOCIOLOGÍA
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de Joaquín Abellán; traducción 188. Kelsen, Hans
de Joaquín Abellán y Gabriela Normas jurídicas y análisis ló-
Ossenbach.—Madrid: Centro de gico / Hans Kelsen, Ulrich
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tro de Estudios Constituciona-
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cy: The revisionist debate 1896- Libertad, igualdad y derecho:
1898 I Edited and translated
by H. Tudor and J. M. Tudor; Las conferencias Tanner sobre
with an introduction by H. Tu- filosofía moral / John Rawls...
dor.—lst ed.—Cambridge (etc.): (et al.); Sterling M. McMurrin,
Cambridge University, 1988, XI, ed.—Barcelona: Ariel, 1988, 191
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183. Settala, Ludovico Essays on the law of nature /
La razón de estado / Ludovico Edited by W. von Leyden.—
Settala; notas preliminares, re- Reprint.—Oxford (etc.): Oxford
visión e índice por Hernán Gu- University (etc.), 1988, XI, 292
tiérrez.—México: Fondo de Cul- P-
tura Económica, 1988, 310 p.
191. Teoría
184. Sleyés, Emmanuel-Joseph Teoría del Estado y el dere-
¿Qué es el Estado llano? Pre- cho I Redacción literaria, Elia-
cedido del Ensayo sobre los na Farías; traducido del ruso
privilegios / Emmanuel-Joseph por V. Médnikov.—Moscú: Pro-
Sieyés; Prólogo de Valentín An- greso, 1988, 286 p., 1 h.
drés Alyarez; versión castellana
de José Rico Godoy.—Madrid: 192. Weeramantry, C. G.
Centro de Estudios Constitucio- Islamic jurisprudente: An in-
nales, 1988, XVII, 147 p. ternational perspective / C. G.
Weeramantry; foreword by M.
185. Viroli, Maurizio Hidayatullah; message from
Jean-Jacques Rousseau and the Sheikh of Al-Azhar. — Hound-
«well-ordered society» / Mauri- mills (etc.): MacMillan Press,
zio Viroli; translated by Derek 1988, XIX, 207 p.

447
V. ACTIVIDADES DEL CENTRO
DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES
ACTIVIDADES DEL CENTRO
DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES
(ENERO-MARZO 1989)

Entre las actividades docentes y de estudios llevadas a cabo en el


Centro de Estudios Constitucionales a lo largo del primer trimestre
del año 1989 figuran las siguientes:

DIPLOMA DE DERECHO CONSTITUCIONAL


Y CIENCIA POLÍTICA: SEMINARIOS ESPECIALIZADOS
1.1. LUCIANO VANDELLI: El modelo de Administración Local: fun-
damentos y perspectiva (10 a 13 de enero).
1.2. RAMÓN PUNSET BLANCO: LOS conflictos positivos de competen-
cias entre el Estado y las Comunidades Autónomas (16 a 19
de enero).
1.3. MARIO G. LOSANO: Derecho Constitucional y leyes sobre la
intimidad (23 a 26 de enero).
1.4. JUAN JOSÉ SOLOZÁBAL: Problemas constitucionales- de la auto-
nomía vasca (30 de enero a 2 de febrero).
1.5. ALESSANDRO PIZZORUSSO: Riflessioni comparative sui proble-
mi attuali del sistema delle fonti (6 a 9 de febrero).
1.6. DIONISIO LLAMAZARES: El principio de cooperación dcl-J:.stado
con las confesiones religiosas: fundamento; alcance y limites
(13 a 16 de febrero).
1.7. JOSÉ JUAN GONZÁLEZ ENCINAR: Problemas constitucionales de
los partidos políticos (27 de febrero a 2 de marzo).
1.8. M.a DEL CARMEN IGLESIAS: Política y virtud en el pensamiento
clásico francés del siglo XVIII (14 a 17 de marzo).
1.9. LORENZO MARTÍN-RETORTILLO: De la separación y control de
los poderes en el sistema constitucional español (28 a 30 de
marzo).

Revista del Centro de Estudios Constitucionales


Núm. 2. Enero-abril 1989
Actividades del Centro de Estudios Constitucionales (enero-marzo 1989)

2. SEMINARIOS ESPECIALIZADOS DE DERECHO EUROPEO

2.1. ALBERTO BERCOVITZ: Normas protectoras de la libre compe-


tencia en la CEE (23 a 26 de enero).
2.2. FRANCESCO PASETTI-BOMBARDELLA: El Parlamento Europeo y
el control jurisdiccional (6 a 9 de marzo).
2.3. JULIO D. GONZÁLEZ CAMPOS: Competencia judicial internacio-
nal v ejecución de decisiones jurídicas extranjeras en el con-
venio de Bruselas de 1968 (13 a 16 de marzo).

3. CONFERENCIAS
El día 23 de febrero pronunció en el Centro una conferencia el
Prof. ENRIOUE GROISMAN sobre el tema Los Gobiernos de facto en la
jurisprudencia argentina.
El Profesor GROISMAM, ex Director del Instituto de Derecho Admi-
nistrativo y ex Subsecretario de la Función Pública (1983-86), es Pro-
fesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires
e investigador del Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado
y la Administración (CISEA).

4. PREMIOS
Convocatoria de cuatro ayudas a la investigación en colaboración
con la Comunidad Autónoma de Canarias (Resolución del Director del
Centro de Estudios Constitucionales de 9 de enero de 1989, «BOE»,
número 11, de 13 de enero).
Las ayudas a la investigación, dotadas con 400.000 Ptas. cada una,
han sido concedidas a:
Antonio Francisco Fernández Tomás.
Juan Hernández Bravo de Laguna.
Jesús Nicolás Martí Sánchez.
Jaume Vernet i Llobet.

5. COLOQUIOS Y REUNIONES
El Centro de Estudios Constitucionales ha prestado su colabora-
ción al Departamento de Derecho Público y Ciencias Histórico-Jurídicas
de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona
en la organización de un ciclo de conferencias conmemorativas del
Bicentenario de la Revolución francesa, que ha llevado como título
general el de Els ortgens revolucionaris del Dret contemporani.

452
Actividades del Centro de Estudios Constitucionales (enero-marzo ¡989)

El ciclo ha estado integrado por las conferencias de los profesores


MIGUEL ARTOLA (Universidad Autónoma de Madrid), La Revolución
francesa (miércoles, 1 de febrero); MARTA LORENTE (Universidad Autó-
noma de Madrid), Francia v Estados Unidos: la Revolución en ambos
hemisferios (jueves, 9 de febrero); ANTONIO PORRAS (Universidad de
Sevilla), Revolución y Constitución (martes, 14 de febrero); RAMÓN
PARADA (Universidad Nacional de Educación a Distancia), Revolución,
Administración y Justicia (lunes, 20 de febrero); BARTOLOMÉ CLAVERO-
(Universidad de Sevilla), Revolución y Codificación (martes, 28 de fe-
brero); EDUARDO GARCÍA DE ENTERRÍA (Universidad Complutense de
Madrid), Revolución y Administración Pública (jueves, 2 de marzo).

453
Revista de Estudios Políticos
(NUEVA ÉPOCA)

PRESIDENTE DEL CONSEJO ASESOR: D. Carlos OLLERO GÓMEZ


DIRECTOR: Pedro de VEGA GARCÍA. SECRETARIO: Juan J. SOLOZÍBAL

SUMARIO DEL NUM. 63 (enero-marzo 1989)

ESTUDIOS:
Wolfgang HIRSCH WEBCR: Panorama de la socialdemocracia.
Alessandro PACE: Derechos de libertad y derechos sociales en el pensamiento de
Piero Calamandrei.
Antonio J. PORRAS NAOAI.ES: El derecho intervencionista del Estado.
Edward MOXOXBROWXS: La política étnica: Estudio comparativo de los católi-
cos norteirlandeses y los vascos españoles.
Javier Roiz: La pesantez de la teoría política moderna.
Juan Fernando LÓPEZ AGUILAR: El tema de la oposición en la crisis y caída del
autocratismo franquista.

NOTAS:
Fernando PRII:TO: Filosofía, pensamiento e ideas políticas. Ensayo de clarifica-
ción terminológica.
H. C. F. MANSII.I.A: Aspectos comparativos del socialismo en el Tercer Mundo:
Teoría y realidad de la modernización.
Félix RoDRfcunz GONZÁLEZ: Sociolingüís'ica del tratamiento político: A propósi-
to de Orwell.

CRÓNICAS Y DOCUMENTACIÓN:
Antonia MARTÍNEZ RODRÍGUEZ: Que hable México: ¿Ultimo gobierno priista?

RECENSIONES. NOTICIAS DE LIBROS

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REVISTA ESPAÑOLA DE DERECHO
CONSTITUCIONAL
Presidente: Luis SÁNCHEZ AGESTA
Director: Francisco RUBIO LLÓRENTE
Secretario: Javier JIMÉNEZ CAMPO

SUMARIO DEL AÑO 9, NUM. 25 (enero-abril 1989)

ESTUDIOS:
Luis SÁNCHEZ AGESTA: División de poderes y poder de autoridad del derecho.
Eduardo GARCIA DE ENTEKKÍA: La Constitución y las Autonomías Territoriales.
Pedro CRUZ VIM.ALÓN: Formación y evolución de los derechos fundamentales.
Luis M." DfEZ PICAZO: Ley autonómica y ley estatal.

JURISPRUDENCIA:
Estudios y Comentarios
Alberto ARCE JASÍÍRIZ: Normas sobre derecho aplicable en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional.
Gonzalo SAMAMEGO BORMÚ: Las competencias del Estado y de las Comunidades
Autónomas en materia de comercio exterior en relación con la CEE.
Angela FICLERUELO BURRIEZA: Notas acerca del recurso de amparo electoral.

Crónica, por Luis ACUIAR OE LUQUE.

CRÓNICA PARLAMENTARIA, por Nicolás PÉREZ-SERRANO JXuRncui.

CRITICA DE LIBROS.

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: Noticias de Libros. Revista de Revistas.

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Revista de Administración Pública
Director: Eduardo GARCÍA DE ENTERRIA
Secretario: Fernando SAINZ MORENO

SUMARIO DEL NUM. 118 (enero-abril 1989)

ESTUDIOS:
Sebastián MARTIN-RETORTILLU: Reflexiones sobre la Ley de disciplina e interven-
ción bancaria.
Fernando GARRIDO FALLA: Sobre ¡a responsabilidad del Estado legislador.
Gaspar ARIÑO ORTIZ: Leyes singulares. Leyes de caso único.
Iñaki ACIKRKA/.KIÍI'NACA: Perfiles y problemática de la seguridad privada en el or-
denamiento jurídico español.
José Luis PINAR MAÑAS: El sistema institucional de investigación científica y la
Universidad. Una aproximación al modelo español.
Blanca LOZANO: LOS conflictos entre la Administración y los Tribunales: Pers-
pectiva histórica y nueva configuración.

JURISPRUDENCIA:
José Luis MARTÍNEZ LÓPEZ-MUÑÍ/.: DOS sentencias de interés para el concepto
de Administración Pública.
Ernesto GARCÍA-TREVUANO CÁRNICA: Efectos de la omisión del preceptivo dic-
tamen del Consejo de Estado.
José María FKRNÁNÜIKZ PASTRANA: Licencias urbanísticas: ¿Retroactividad de
planeamiento a las solicitudes anteriores a su vigencia?
Francisco DELGADO PIUUEKAS: La distribución de competencias Estado -Comu-
nidades Autónomas en materia de aguas: La Sentencia del TC de 29-XI-I988.
11. Notas:
Conlencioso-administrativo:
A) En general (T. Font i Llovet y J. Tornos Mas).

B) Personal (R. Entrena Cuesta).

CRÓNICA ADMINISTRATIVA.

DOCUMENTOS Y DICTÁMENES.

BIBLIOGRAFÍA.
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REVISTA DE INSTITUCIONES EUROPEAS
Directores: Manuel Díi:z ni: VEI.ASCO, Gil Carlos ROORÍCLEZ IGLESIAS
y Araccli MANGAS MARTÍN
Directora Ejecutiva: Araccli MANCAS MARTÍN
Secretaria: Nila TURRES UGLNA
Secretario Adjunto: Francisco MATA SI'ÁREZ

SUMARIO DEL VOL. 16, NUM. 1 (enero-abril 1989)

ESTUDIOS:
Vlad CONSTANTINDSCI: Cuimuiiciadcs Europeas, Estados Regiones: el impacto de
las estructuras descentralizadas o federales del Estado en la construcción
comunitaria.
Jorge PI.'1-YO LOSA: Sobre el principio y los mecanismos de colaboración entre el
Gobierno central y las Comunidades Autónomas en asuntos relacionados con
las Comunidades Europeas.
Esther BARUI: IZLEI.: La Cooperación Política Europea.

NOTAS:
Ramón FALLÓN TI:LLA: El tipo cero en el IVA /Sentencias del Tribunal de Justicia
da 21 de junio de 1988, asuntos 415/85 y 416/85).
José Luis BUINDÍA SIERRA: Secuelas del caso «Cassis de Dijon». Libre circulación
da productos alimenticios y reglamentaciones nacionales (Comentario a la sen-
tencia del TJCE de 12 de marzo de 1987, sobre las leyes griega y alemana de
¡a cerveza, asuntos 176/84 y 178/84, y a la de 14 de julio de 1988, sobre la ley
italiana de la pasta, asunto 407/85).
Félix LÁZARO BLMTO: La política forestal de la Comunidad Europea.

CRÓNICAS.
JURISPRUDENCIA.
BIBLIOGRAFÍA
REVISTA DE REVISTAS.
DOCUMENTACIÓN.

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López de Hoyos. 141 • 28002 MADRID

Números sueltos:
CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES
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REVISTA DE HISTORIA ECONÓMICA
Director: Gabriel TORTELLA CASARES
Secretario: Francisco COMÍN COMÍN
Secretaria de Redacción: José MORILLA CRITZ, Leandro PRADOS DI; LA ESCÜSURA,
Pablo MARTÍN ACEÑA, Mercedes CABRERA y Sebastián COLL

Sumario del año VII, núm. 1 (Invierno 1989)


ARTÍCULOS
José Ramón URIARTK AYU: Un análisis de equilibrio de largo plazo sobre
las posibles implicaciones de la normativa económica del Fuero Nuevo
de Vizcaya (1526).
Assumpta MISIT i PONS: Protoindttslria c industria dispersa en la Catalu-
ña del siglo XVIII. La pañería de Esparreguera y Olesa de Montserrat.
Pedro PÍ.RRZ HERRERO: El crecimiento económico novohispano durante el
siglo XVIII: Una revisión.
José Ramón GARCÍA LÓPEZ: El sistema bancario español del siglo XIX:
¿Una estructura dual? Nuevos planteamientos y nuevas propuestas.
José M.J SERRANO SANZ: El proteccionismo y el desarrollo económico en la
Restauración. Reflexiones para un debate.
José MORILLA CRUZ: Cambios en la viticultura de Andalucía Oriental du-
rante la crisis de finales del siglo XIX. Estudio sobre los datos de los
informes consulares británicos.

NOTAS
Javier ZORNOZA BOY: Nota sobre la evolución de los sistemas de informa-
ción contable.

Pedro FRAILE BALBÍN: La oferta de Historia Económica en España.

RECENSIONES

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REVISTA DE LAS CORTES GENERALES
CONSEJO DE REDACCIÓN
Leopoldo Torres Boursault, José Luis Rodríguez Pardo, Antonio Carro Martínez,
Juan de Arespacochaga y Felipe, Francisco Granados Calero, María Lucía Urcclay y
López de las Heras, Francisco Rubio Llórente, Martín Bassols Coma, José M. Beltrán
de Heredia, José Luis Cascajo de Castro, Elias Díaz, Jorge de Esteban Alonso, Euse-
bio Fernández, Fernando Garrido Falla, Antonio Pérez Liaño, Fernando Sainz de
Bujanda, Juan Alfonso Santamaría Pastor, Jordi Solé Tura, Manuel Fraile Clivillés,
Pablo Pérez Jiménez, Emilio Recoder de Casso, Fernando Santaolalla López, Fernán
do Sainz Moreno, Piedad García Escudero y Manuel Gonzalo González.
Presidentes: Félix PONS IRAZAZÁBAL y José Federico DE CARVAJAL Y PÉREZ
Director: Luis María CAZORLA PRIETO
Subdirector: José Manuel SERRANO ALBERCA
Secretario: Diego LÓPEZ GARRIDO

SUMARIO DEL NUM. 14 (segundo cuatrimestre 1988)

I. ESTUDIOS
Angela FIGUERUELO BURRIEZA: Opinión pública, principio de publicidad y ga-
rantías parlamentarias.
Eckart KLEIN: Perspectivas de desarrollo para el Parlamento Europeo (traduc-
ción de Mariano DARANAS).
NI." Asunción GARCÍA MARTÍNEZ: La actividad legislativa del Parlamento como
mecanismo de control político.

II. NOTAS Y DICTÁMENES


Dictamen a requerimiento de la «Comisión tíe Investigación sobre Incompati-
bilidades y Tráfico de Influencias», acerca de sus competencias, procedimien-
to y actuación y medios legales a su alcance.
Dictamen sobre el concepto de tráfico de influencias y sobre Derecho compa-
rado en materia de incompatibilidades y tráfico de influencias.

III. CRÓNICA PARLAMENTARIA


Moisés BERMEJO GARDE: Crónica sumaria de la Primera Legislatura del Parla-
mento de Navarra (1983-1987).

IV. DOCUMENTACIÓN

V. LIBROS

VI. REVISTA DE REVISTAS

SUSCRIPCIÓN ANUAL (3 números) 2.300 ptas.

SECRETARIA GENERAL DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS


(Gabinete de Publicaciones)
Floridablanca, s/n. - 28014 MADRID
REVISTA ESPAÑOLA DE
INVESTIGACIONES SOCIOLÓGICAS
Número 43 (julio-septiembre 1988)

Director: Luis Rodríguez Zúñiga


Consejo de Redacción:
Miguel Beltrán, Juan Diez Nicolás. Salvador Giner, José Ramón Montero
Gibert, Ludolfo Paramio, Natalia Rodríguez-Salmones Cabeza, José F. Te-
zanos Tortajada y José Juan Toharia Cortés.
Secretario: Emilio Rodríguez Lara

Estudios
JOSÉ CASTILLO CASTILLO: La singular sociología de Thorstein Veblen:
El caso de la condición femenina.
JOSÉ M.1 GONZÁLEZ GARCÍA: Las herencias de Kant y de Goethe en el
pensamiento de Max Weber.
EMILIO LAMO DE ESPINOSA: Predicción, reflexividad y transparencia: La cien-
cia social como autoanálisis colectivo.
TERESA GONZÁLEZ DE LA FE y JESÚS SÁNCHEZ NAVARRO: Las sociologías
del conocimiento científico.
MIGUEL BELTRAN: La legitimidad en las organizaciones.
LUIS ENRIQUE ALONSO BENITO: Entre el pragmatismo y el pansemiologismo.
Notas sobre los usos (y abusos) del enfoque cualitativo en sociología.

Crítica de libros

Datos de opinión

Redacción y suscripciones:
CENTRO DE INVESTIGACIONES SOCIOLÓGICAS
C/ Montalbán, 8 - 28014 MADRID (España) - Teléfono 531 00 97

Distribución:
SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES, S. A.
C/ Plaza, 5 - 28043 MADRID - Apartado postal 48023 - Tels. 759 48 09 - 759 45 57

Precios de suscripción:
Suscripción anual, 4 números: 3.500 pesetas (35 S USA)
Número suelto del último año: 1.000 pesetas (10 S USA)
Número suelto de años anteriores: 800 pesetas (8 S USA)
REVISTA DE DERECHO PUBLICO

Sumario del núm. 112-113, año XIV (Julio-Diciembre 1988)


ESTUDIOS
Magia e Inquisición: Derecho penal y proceso inquisitorial en el siglo XVII,
por José María GARCÍA MARÍN.
Los orígenes en Inglaterra de la responsabilidad parlamentaria del Gobier-
no y de los votos de censura, por Eduardo VÍRGALA FORURIA.
Constitución y Derecho constitucional en la Iglesia, por Iván C. IBAN.
«Catolicismo romano y forma política» de Cari Sclmiidl, por Antonio AL-
VAREZ. MORALES.

JURISPRUDENCIA
Jurisprudencia del Tribunal Supremo en materia de urbanismo, por Adol-
fo CARRETERO PIÍRHZ.
Jurisprudencia penal militar, por Antonio MILLAN GARRIDO.
Jurisprudencia del Tribunal Supremo en materia penal, por Enrique PE-
ÑARANDA RAMOS.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Errázuriz Mackenna: La Teoría Pura del Derecho de Hans Kelsen (Alejan-
dro Vcrgara Blanco); Jurgen Habermas: Ensayos políticos (A. Alvarez de
Morales); Comentarios a las leyes políticas. Tomo XI (Juan José González
Rivas); Comentarios a las leyes políticas. Tomo XII (Juan José González
Rivas); Cari Schmitt: E.v captivilaie salus (A. Alvarez de Morales); D. Thal-
cher Gies: Theatre and Politics in nineteenlh-century Spain (A. Alvarez
de Morales); Richard E. Rubenstein; Alquimistas de la revolución (Cons-
tantino García); Rafael Cruz: El Partido Comunista de España en la II Re-
pública (Constantino García); Sara Domianello: Giurisprudenza costittizio-
nale c ¡attore religioso. Le prommzie delta Corte costituzíonale in materia
ecclesiastica (1957-1986) (María José Villa).

PRECIOS DE LA SUSCRIPCIÓN

España Extranjero
(ptas.) (ptas.)

Anual 4.000 6.000


Números sueltos para suscriptores 1.400 1.700
Números sueltos para no suscriptores 1.500 1.800

REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN

EDERSA
Caracas. 21 - Teléf. 419 96 23 - 28004 Madrid
ANALES DE LA REAL ACADEMIA
DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

Sumario del núm. 64 (1987)

POLÍTICA Y DERECHO
Luis DÍEZ DEL CORRAL: Variaciones en la fama de Tocqueville.
Gonzalo FERNÁNDEZ DE LA MORA: El ironismo de D'Ors.
Luis SÁNCHEZ AGESTA: La reciente orientación parlamentaria de ¡os regí-
menes iberoamericanos.
Jesús GONZÁLEZ PÉREZ: Justicia y política.

CIENCIAS SOCIALES
Laureano LÓPEZ RODÓ: Relaciones con la Santa Sede del Gobierno del al-
mirante Carrero.
Manuel ALONSO OLEA: /"/ trabajo por cuenta ajena. Su consideración jurí-
dica, social y económica en la encíclica «Laborem exercens».
Primitivo DE LA QUINTANA LÓPEZ: Consideraciones sobre la violencia.
Fernando GARRIDO FALLA: La libertad de cátedra.

ECONOMÍA
José María DE AREILZA: Después de la cumbre de Islandia.
Juan VELARDE FUERTES: Informe sobre Chile.

FILOSOFÍA SOCIAL
Ángel GONZÁLEZ ALVAREZ: El arte y el humanismo.
Marcelo GONZÁLEZ MARTÍN: La violencia en el Antiguo Testamento.
Víctor GARCÍA HOZ: Condiciones de la educación en una sociedad confusa.
José Luis PINILLOS: Qué es psicohistoria.
Alfonso LÓPEZ QUINTAS: La manipulación del hombre a través del lenguaje.
Olegario GONZÁLEZ HERNÁNDEZ DE CARDKDAL: La jerarquía eclesiástica ante
Unamuno. Reflexiones a los cincuenta años de su muerte.

VIDA ACADÉMICA

José María DE AREILZA: Necrología (Manuel Diez Alegría).


Recepciones académicas.
Noticiario académico.
Disertaciones.
ESTADO&DIREITO
DIRECCAO:
Afonso D'OLIVEIKA MARTINS Guilherme D'OLIVEIRA MARTINS

Cüordenaclor correspondente em Espanha:


Germán GÓMEZ ORFWEL

índice do número 2 (2.° Semestre 1988)


ÁRTICOS
Pablo LUCAS VHRDI): Concepto y caracteres del pensamiento político actual
(Inquietudes e incerlidumbres del pensamiento político actual).
José Joaquim GOMIÍS CANOTII.HO: Conslituicao e Défice Procedimental.
Joao RAPO'SO: AS condicoes de admissao das queixas individuáis no sistema
da Convencao Europeia dos Direitos do Homem.

DOCUMENTO
Antonio José BKANUAU: Sobre o Conceilo de Constituicao Política (II).

JURISPRUDENCIA
Jurisprudencia portuguesa:
G. O. M.: O orcamenlo pura I9S7 em juizo.
María Celeste CARDONA: O acto administrativo sujeito a condicao suspen-
siva: comentario a um acórdao.
Jurisprudencia espanhola:
José Luis PINAR MAÑAS: La ejecución de sentencias contencioso-administra-
tivas en España. Jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
Raúl CANOSA USI-RA: La jurisprudencia constitucional acerca del artícu-
lo 32.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional.

LIVROS

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL


España 1.600 ptas.
Extranjero 18 S
Número suelto: España 900 ptas.
Número suelto: Extranjero 10 S

Toda a correspondencia com a Revista ESTADO & DIREITO deve ser diri-
gida ao:
Apartado N.° 2821
1122 LISBOA Codex
IL POLÍTICO
RIVISTA TRIMESTRALE DI SCIENZE POLITICHE
UNIVERSITA DI PAVÍA

Direttore: Pasquale Scaramozzino

SOMMARIO DEL FASCICOLO N. 3, ANNO Lili, 1988

ARTICOLI
LEO VALIANI: «La Costituzione repubblicana 40 anni dopo».
SILVIO BERETTA: «La "costituzione económica": genesi e principi».
FELIKS GROSS: «The Future Development in the Soviet Union and Eu-
rope. An Exercise in Political Forecasting».
DÓNALO J. PUCHALA: «The European Common Market and the Resilience
of the National State».
ENRICA COSTA BONA: «L'ltalia e l'integrazione europea: aspetti storici
e diplomatici (1947-1957)».

NOTE E DISCUSSIONI
CORRADO MALANDRINO: «Fermenti europeisti e federalisti tra guerra
mondiale e primo dopoguerra».
FERRUCCIO FOCHER: «Hobbes e lo stato della rivoluzione».
GIORGIO CLEMENTI: «Autonomia della politica e problema del futuro (a
proposito di Aron, Weber e Sartre)».

RECENSIONI E SEGNALAZIONI

ANNO Lili N. 3

Direzione e redazione: Facoltá di Scienze Politiche, Universitá


di Pavía, Strada Nuova 65 - Casella póstale 207 - 27100 Pavía
(Italia)

Amministrazione: Dott. A. Giuffré edítore, Vía Busto Arsizio 40,


20151 MILANO

ABBONAMENTI 1989: ITALIA, lire 55.000. ESTERO, lire 85.000.


RIDOTTO STUDENTI, lire 45.000.

FACOLTA DI SCIENCE POLITICHE - UNIVERSITA DI PAVÍA


RIVISTA TRIMESTRALE DI DIRITTO PUBBLICO
Direttori: GIOVAKNI MII-LE - MASSIMO SEVERO GIANMM

Vicedirettore: SABINO CASSESE


Segretaria di rcdazionc: GIOVANXA ZÜCCHI

Rcdazione della Rivista:


Via Villoría Coloiwa, 40 - 00193 Roma
Amministrazione é prcsso la Casa Editricc do!t. A. Giuffro:
Via Busto Arsizio, 40 - 20151 Milano
Abonamento annuo: Italia, 100.000; estero, L. 150.000

Sommario del fascicolo n.° 2 (1988)

ARTICOLI
Sabino CASSESE: In onore di Massimo Severo Giaimini.
Piernicola DF. LEOKMWIS: Verso la tutela del pausaggio come siiuazione
oggettiva costititziuiiale.
Reiner SCHMIDT: La responsabililá dello Stato per i claimi ai boschi.
Gian Candido DE MARTIN: Cana europea delt'antoiiomia lócale e limiti
dell'ordinamento italiano.

NOTE
Pctcr BAOI'R.-V: Fondamenti e sistema della rcspotisabilitá dello Slato e del
risarcimento pubblico tiella Repubblica Fedérale di Gemianía.

RASSEGNE
Aldo BlAClM y Sergio TREBESCMI: // patrimonio immobiliare storico, artís-
tico e cultúrale dello Stalo.

PROBLEMI STORICI

Giuseppc SAXVITI y Gian Claudio SI'ATTIM: Alie oriníni del Ministcro della
pubblica ¡stntzione nel regno d'ltalia. L'amminislrazíone periférica: ñas-
cita u consolidameiito di una tradizione burocrática della scuola.

RIVISTA BIBLIOGRÁFICA NOTIZIE. LIBRI RICEVUT1.


RIVISTE RICEVUTE
ULTIMAS PUBLICACIONES
DEL

CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

RECUERDOS. F. Guicciardini. Prece- JAIME BALMES. POLÍTICA Y CONS-


dido del estudio de F. de Sanctis TITUCIÓN. Selección de textos y
«El hombre de Guicciardini». Pre- estudio preliminar de Joaquín Vá-
sentación y traducción de A. Her- rela Suanzes-Carpegna. Ptas. 1.400.
mosa Andújar. Ptas. 1.000.
LAS ELECCIONES A DIPUTADOS A
¿QUE ES EL ESTADO LLANO? E. J. CORTES GENERALES Y EXTRA-
Sieyés. Precedido del «Ensayo so- ORDINARIAS (1810-1813), P. Chava-
bre los privilegios». Prólogo de Va- rri Sidera. Ptas. 2.200.
lentín Andrés Alvarez. Versión cas-
tellana de J. Rico Godoy. Reimpre- EL MOTÍN DE ESQUILACHE A LA
sión del original de 1950. Ptas. 700. LUZ DE LOS DOCUMENTOS. Edi-
ción preparada e introducción de
INTERPRETACIÓN CONSTITUCIO- J. Macías Delgado. Ptas. 1.200.
NAL Y FORMULA POLÍTICA. R.
Canosa Usera. Prólogo de P. Lucas LA TUTELA CONSTITUCIONAL DE
Verdú. Ptas. 1.800. LOS DERECHOS SOCIALES. CUA-
DERNOS Y DEBATES N.° 5. ;. L.
LA FORMACIÓN DEL GOBIERNO Cascajo Castro. Ptas. 500.
EN LA CONSTITUCIÓN DE 1978.
M. Revenga Sánchez. Ptas. 1.600. EL FUTURO DE LA SALUD. CUA-
DERNOS Y DEBATES N.° 6. Jesús
LA OPOSICIÓN PARLAMENTARIA M. de Miguel, Francisco J. Yuste,
Y EL ORDEN CONSTITUCIONAL. Ai." Angeles Duran. Ptas. 750.
1. F. López Aguilar. Prólogo de Juan
J. Ruiz Rico. Ptas. 2.200. PROBLEMAS ACTUALES DEL SIS-
TEMA JURÍDICO. CUADERNOS Y
LA MOCIÓN DE CENSURA EN LA DEBATES N.° 7. R. A. Caracciolo.
CONSTITUCIÓN DE 1978. E. Vir- Ptas. 700.
gala Foruria. Ptas. 2.000.
LA ERA GORBACHOV. «LA PERES-
LAS INFRACCIONES A LA CONSTI- TROIKA». CUADERNOS Y DEBA-
TUCIÓN DE 1812. M. Lorente Sari- TES N.° 8. F. Claudín, Konstantin
nena. Prólogo de F. Tomás y Va- Mozel, Manuel Azcárate. Ptas. 750.
liente. Ptas. 1.900.
EL SISTEMA MONETARIO EURO-
NORTE DE PRINCIPES Y VIDA DE PEO. CUADERNOS Y DEBATES
ROMULO. 7. P. Mártir Rizo. Estu- N.° 9. J. Víctor Louis. Ptas. 600.
dio preliminar de J. A. Maravall.
Reimpresión de la obra publicada LA REFORMA AGRARIA. CUADER-
en 1945. Ptas. 1.000. NOS Y DEBATES N.» 10. Sumpsi
Viñas, Pérez Yruela, Barceló Vita,
DISCURSO SOBRE EL ORIGEN DE J. Pérez Royo, López Menudo, Ara-
LA MONARQUÍA Y SOBRE LA NA- gón Reyes. Ptas. 750.
TURALEZA DEL GOBIERNO ES-
PAÑOL. F. Martínez Marina. Estu- POLÍTICA EXTERIOR DE DEFEN-
dio preliminar de J. A. Maravall. SA Y CONTROL PARLAMENTA-
Reimpresión de la obra publicada RIO. CUADERNOS Y DEBATES
en 1957. Ptas. 800. N.° 11. A. Remiro Brotons. Ptas. 800.
EL SECRETO PROFESIONAL DE LA ESPAÑA DEL S. XIX VISTA POR
LOS PERIODISTAS. CUADERNOS SUS CONTEMPORÁNEOS. Vol. I.
Y DEBATES N." 12. Debate con Gonzalo Menéndez Pidal. Ptas. 6.000.
Juan Luis Cebrián. Ptas. 700.
CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA: 1978-88 LA PRESIDENCIA ESPAÑOLA DE
(3 vuls.). Obra dirigida por Luis LA COMUNIDAD EUROPEA. CUA-
Aguiar y Ricardo Blanco. Prólogo DERNOS Y DEBATES N.» 13. Pe-
de Virgilio Zapatero. Ptas. 35.000. dro Solbes Mira, M. Arias Cañete,
F. Aldecoa Luzárraga. Ptas. 750.
J. BENTHAM: POLÍTICA Y DERE-
CHO EN LOS ORÍGENES DEL ES- CURSO DE TÉCNICA LEGISLATIVA.
TADO CONSTITUCIONAL. Benigno CUADERNOS Y DEBATES N." 14.
Pendas García. Ptas. 1.700. Grelel. Ptas. 1.700.
NORMAS JURÍDICAS Y ANÁLISIS
LÓGICO. Hans Kclsen y Ulrich SOBRE EL NACIONALISMO ESPA-
Klug. Prólogo de Bulvgin. Ptas. 900. ÑOL. CUADERNOS Y DEBATES
N." 15. Andrés de Blas Guerrero.
CONSTITUCIONES FLEXIBLES Y Ptas. 800.
CONSTITUCIONES RÍGIDAS. 1.
Bryce. Prólogo de Pablo Lucas Ver- PASHUKANIS Y LA TEORÍA MAR-
dú. Ptas. 900. XISTA DEL DERECHO. Remigio
Conde Salgado. Ptas. 800.
LA JUSTICIA DE LA GUERRA Y DE
LA PAZ. A. Ruiz Miguel. Ptas. 2.000.
DISCURSO PRELIMINAR A LA
LA ELABORACIÓN DE LA CONSTI- CONSTITUCIÓN DE 1812. Agustín
TUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978. Gre- de Arguelles. Prólogo de L. Sánchez
gorio Peces-Barba. Ptas. 2.000. Agesta. Ptas. 500.

DE VENTA EN LAS P R I N C I P A L E S L I B R E R Í A S DE ESPAÑA

Distribuye ITACA, S. A. López de Hoyos, 141. 28002 MADRID. 416 66 00

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