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HISTORIA DE LA FILOSOFIA
¿QUE ES FILOSOFIA?
EL HOMBRE
Y SU MUNDO
PROLOGO DE
PAUL RICOEUR
Catedrático de la Sorbona
Universidad de París
1998 2a Edición (Ediciones Pedagógicas)
I. Introducción .............................................................. 31
1.1. Las dificultades ............................................. 31
1.2. ¿Desde dónde m i r a r ? .................................... 33
1.3. Los p re s u p u e s to s ........................................... 36
1.4. Filosofía y experiencia propia ................... 39
1.5. La lectura de los filósofos ......................... 41
7
2.2.2.1. No hay filosofía sin p resu
puestos ................................... 59
2.2.22. La experiencia hum ana y su
am plitud ................................. 61
2.3. La filosofía debe delim itar la realidad y
el sentido de los objetos de la.....expe
riencia 69
2.4. Conclusión ........................................................ 72
K
5.2.1. S entido y tradición ........................... 144
5.2.2. La in terpretación .............................. 147
5.3. Conclusión ....................................................... 150
9
A p é n d ic e ............................................................................ 215
C om entario de un texto de Jaspers ............... 216
G lo s a r io ............................................................................. 223
Itib lio g ra fía ...................................................................... 229
1(1
Prólogo
11
régimen de cspecialización, incluso de profesionaliza-
ción, de la filosofía.
lixisle otra fu en te de perplejidad: ¿cómo hablar de la
¡Huso fia en el sentido de un cuerpo de doctrinas cuya
verdad se im pondría a todos, cuando la filosofía con
tem poránea parece cautiva de una situación conflictual
insuperable: filosofía analítica, filosofía fenom enológi-
<-a v herm enéutica, filosofía m arxista, existencialism o,
eslructuralism o y postestructuralism o, etc.? Si se recu
rre desde el presente al pasado, la situación se com
plica, pues los grandes sistem as están ahí: Platón, Aris
tóteles, Santo Tomás, Descartes, Leibniz, Kant, Hegel,
etcétera; cada uno abarca la totalidad del cam po a par
tir de una cuestión central que no sólo no es transfe
ridle de un sistem a a otro, sino que ni siquiera coin
cide con las cuestiones de las que partim os hoy. ¿Pue
den ser verdaderas a la vez todas las filosofías, en la
m edida en que responden adecuadam ente a la cues
tión que cada una plantea y en cuanto que integran,
en esta búsqueda de adecuación entre la respuesta y la
pregunta, los más variados y num erosos m odos de ex
periencia? Pero, entonces, ¿cómo evitar que esta veri
ficación de cada sistem a por la riqueza de la realidad
de la que se ocupa no se reduzca finalm ente a una
vasta tautología, en la m edida en que lo que cuenta
com o realidad, para cada filosofía, se escoge, acota y
determ ina por la pregunta inicial a partir de la cual
cada una interroga, afirm a y niega?
Maceiras m uestra esta condición problem ática de la
filosofía cuando habla de los presupuestos de la filoso
fía (cap. 1) y cuando echa una amplia mirada a las filo
sofías del pasado, no para resum ir sus tem as princi
pales, sino para determ inar su m odo de cuestionam ien-
to y de afirm ación (todo el cap. 3).
Maceiras intenta, no tanto elim inar estas paradojas,
sino pensarlas m ejo r y así abrirse un difícil cam ino
'entre el escepticism o y el dogm atism o. Para ello pre
senta cierto núm ero de presuposiciones a partir de las
¡■nales la situación m ú ltiple y una de la filosofía se
lince pensable.
I.n prim era procede de la reflexión sobre el acto
miímiio de filosofar que, de entrada, implica una expe-
I.»
rienda propia f la estructura diálógica ele lo M ism o y
de lo Otro. Si el pensam iento es, com o dice Platón, un
diálogo del altiict éónsigo m ism a, o, con palabras de
('ollingw ood y Gcídamer, la estructura del pensam iento
es la de. la pregunta y de la respuesta, de ello resulta
<¡iíe no existe historia de la filosofía que no esté im pli
cada en un acto filosófico del presente; una historia de
Id filosofía escrita desde ninguna p a rte puede, si acaso,
concernir a una historia de las ideas, concebida com o
una franja de la sociología del conocim iento; pero, aun
entonces, la neutralidad axiológica — el carácter W ert-
I ref— de esta sociología es discutible de derecho e im
probable de hecho. Queda, pues, el «cara a cara» del
¡tresente- y del pasado, a través de la distancia tem
poral. Como recuerda Maceiras, están en relación tres
posiciones tem porales: la del texto con el pasado, la de
la tradición que reinterpreta y transm ite, la del lector
de hoy que se brinda a sí m ism o y sus preguntas frente
a las del pasado.
Otra im plicación: un pensador contem poráneo no
puede entrar nunca en un diálogo con la totalidad
del cam po histórico, sino vez por vez con un autor
singular, en un «com bate amoroso» (Karl Jaspers).
La fin itu d de la com prensión im plica que el pensa
dor contem poráneo sólo pueda entregarse a la his
toria de la filosofía por fragm entos y siguiendo el ca
mino de una perspectiva viajera: los grandes cuadros,
las clasificaciones, las influencias y las descendencias
sólo co n stituyen una preparación didáctica al recono
cim iento de la situación singular de un pensador sin
gular fren te a otro singular.
Pero — y es aquí donde surgen una segunda dialéc
tica y una nueva paradoja—, ¿qué com ponente univer
sal puede, pues, im plicar la estructura dialógica que
pone en relación co nstantem ente el acto filosófico de
un pensador Singular del presente con el de u n con
tem poráneo o, com o acabam os de decir, de un prede
cesor que habla desde él fondo del pasado? E s aquí
donde la noción de, experiencia, introducida por Macei-
rás en el capítulo 2, perm ite un pasu hacia adelante.
No es sim p le casualidad cine al térm ino experiencia le
siga el calificativo hum ana. E ste determ inativo no anu
13
la la dialéctica de lo propio y de lo extraño que aca
bam os de evocar, sino que designa algo com o un espa
cio com ún que perm ite pasar del filosofar determ inado
por la dialéctica precedente a la filosofía. Hablar de la
filosofía im plica el despliegue de una nueva dialéctica
que tiene su propia paradoja. ¿Qué dialéctica? ¿Qué
paradoja? La dialéctica es la de los m últiples dom inios
de experiencia cuya diversidad e igual derecho al sen
tido corresponde a la filosofía preservar: ya se bus
que la articulación de la experiencia según las dim en
siones del saber, del querer y del sentir; ya se haga
en función de niveles de inteligibilidad: percepción,
ciencias naturales, ciencias herm enéuticas, enunciados
éticos o políticos, proposiciones religiosas, etc. Desde
este pu n to de vista, parece claro que la filosofía tiene
com o tarea esencial m antener m u y abierto el abanico
de estas dim ensiones y de estos niveles de inteligibilidad
de la experiencia. Lo hace al recordar continuam ente
con A ristóteles que el m étodo lo determ ina en cada caso
la naturaleza del o bjeto considerado, o, con la filosofía
lingüística (nacida del segundo W ittgenstein), que los
usos del lenguaje son indefinidos en núm ero y que
cada juego de lenguaje tiene su legítim o derecho.
Una vez más, la posibilidad de totalizar escapa a cada
pensador, y la filosofía prueba la unidad m últiple de
la experiencia al practicar la confrontación de los len
guajes en los que la experiencia m últiple se dice — con
sus m o m en to s de com plem entariedad y sus m om entos
de conflictos—. E s aquí donde una nueva paradoja
acom paña a esta dialéctica vinculada a la extensión y a
la am p litu d de la experiencia hum ana: esta paradoja
es la de la proxim idad y de la distancia; proxim idad que
coloca la experiencia bajo la ley de la «cosa» (entendien
do el térm ino com o correlato de la experiencia en todos
los sentidos del m ism o); distancia que nace de la refle
xión, es decir, del m o m ento crítico por el que el pensa
m iento vuelve a sí m ism o para juzgar la experiencia.
Precisam ente, en esta tensión entre el m om ento de
pertenencia y el de distanciación, la experiencia ya no
es sólo propia o extraña, sino hum ana. En este sentido,
agradezco a Maceiras no haber introducido el térm ino
h o m b r o m ás que en el cam po del concepto ensanchado
14
de experiencia. Como hem os leído en K ant, sólo se pue
de plantear la pregunta ¿qué es el ho m b re? tras haber
planteado antes las de ¿qué puedo saber?, ¿qué debo
hacer?, ¿qué se m e perm ite esperar? El hom bre es a la
vez el agente y el producto de la dialéctica de las expe
riencias y de la paradoja de la pertenencia y de la dis-
tanciación. Por eso, no hay una antropología filosófica
al lado de las filosofías especiales (filosofía de la cien
cia, de la acción, del lenguaje, etc.). E s cierto que hay
ciencias del hom bre, com o hay ciencias de la natura
leza, que tienen su m etodología propia, com o nos re
cuerda la discusión abierta por Dilthey; pero el térm ino
hom bre que aparece desde el título de la obra (el hom
bre y su m undo) no designa una región particular de la
experiencia, sino el lugar de la dialéctica de las expe
riencias y el portador de la paradoja de la pertenencia
y de la distanciación. El hom bre es la unidad plural
de las experiencias y el m ediador de la presencia y de
la reflexión. Bajo esta condición puede ser llamado per
sona hum ana, no sólo en el sentido kantiano del sujeto
responsable de la acción, sino com o polo del sí-mismo
de la reflexión afincada en el corazón de la experiencia.
Al hablar así, Maceiras no privilegia en absoluto la ver
sión idealista de la filosofía del su jeto personal. Preci
sam ente porque él introduce la persona en la encruci
jada de las experiencias y en el punto en que se inter
cam bian reflexión e intencionalidad de la «cosa», la
persona no se deja pensar fuera de la gran dialéctica
del hom bre y del m undo. Si la persona parece, a pri
mera vista, vinculada al m o m ento reflexivo (2, 2), el
tratam iento de la reflexión com o un m o m ento de la
experiencia hace bascular nuevam ente la m editación
filosófica hacia el polo m undo.
Veo lo que sigue de la obra com o un desarrollo al
ternado del polo sí-mismo (reflexión) y del polo m undo
(la experiencia com o experiencia de...).
La problem ática de la verdad estudiada en los capítu
los 4 y 5 se estructura por el polo m undo, sin que
se olvide o su b estim e jam ás la im plicación del pensa
dor en el pensam iento. Pero el destino de la idea de ver
dad sigue rigurosam ente al de la idea de experiencia. La
verdad — verificación en el orden de las ciencias— es sólo
15
la m odalidad de verdad que conviene a la ciencia (4, 1),
miel liras que otras nociones de verdad (por ejem plo,
m ostración en oposición a dem ostración, 4, 2) surgen
cu el cam po propiam ente filosófico: las posibilidades
y las m odalidades de verdad posible despliegan el m is
m o abanico que la propia experiencia: la verdad es una
verdad m últiple.
La verdad en historia de la filosofía no se libra de
una dialéctica sem eja n te (cap. 5). El sentido de la
idea de verdad en la historia de la filosofía no se re
suelve solam ente, com o se decía anteriorm ente, en la
relación de lo M ism o y de lo Otro y en la estructura
dialógica de la pregunta y de la respuesta, sino en la
relación enire la reflexión y la m anifestación de los
m odos de entender el m undo (5, 1). Vuelve una vez
más enriquecida la paradoja de la historicidad evocada
anteriorm ente: no son sólo actos filosóficos singulares
que se enfrentan, sino capacidades de com prensión ofre
cidas por las filosofías efectivas; se incluye aquí cierta
intención intem poral, en la m edida en que la capacidad
de com prensión trasciende el carácter circunstancial
de cada filosofía; al m ism o tiem po, nace cierta contem
poraneidad en la intersección del m undo del lector y
del m undo del texto filosófico; uno y otro escapan in
tencionalm ente a la lim itación de su situación histórica.
Pero, com o dice Gadamer, los horizontes sólo se fusio
nan en intención, pues, com o observa Maceiras, la expe
riencia de contem poraneidad supone que interroguem os
al objetivo intencional de la otra filosofía desde nuestra
experiencia y, por tanto, desde nuestro m undo.
Sin embargo, no se pierde la idea de philosophia pe-
rennis en la m edida en que la lim itación de las filoso
fías efectivas y la fin itu d de la com prensión exaltan la
Idea — en el sentido kantiano del térm ino— de una
verdad pensada pero no conocida. La virtud de este
pensar, inconvertible en conocer, es abatir la hybris,
la violencia, que se oculta bajo la pretensión que una
filosofía tiene de agotar el objetivo intencional que
anim a y sobrepasa a toda filosofía tom ada individual
m ente. El m ayor peligro — dice Maceiras— es el de
la absolutización de una filosofía, porque invoca a la
rn,\ón (5, 1).
I(>
La m editación del capítulo 6 se dirige al polo del
sí-mismo. E l m undo de hoy, del que habla el título, es
el m u n d o marcado por lo que Haber-mas llamaría los
intereses fu n d a m en tales del conocim iento. Maceiras ha
bla, en un sentido próxim o, de cuatro grandes crite
rios descriptivos: el hom bre de la vida cotidiana, el
hom bre com o pensador científico, el hom bre com o arte
sano, el hom bre com o ciudadano. E ncontram os de nue
vo algunas de las grandes esferas de la experiencia hu
m ana evocada anteriorm ente. Pero una nueva dialéctica
y una nueva lógica paradójica se incorporan a la alter
nancia entre experiencia viva y reflexión. Las dos caras
de esta dialéctica que estructuran así los intereses sub
yacentes a las cuatro esferas de experiencia son, por una
parte, la exigencia de actualidad que rige la búsqueda
de convivialidad propia de cada uno de los cuatro gran
des intereses, y, por otra, la exigencia de prospectiva
que, en cada uno de estos registros, igualm ente rige el
trab a jo de hum anización.
A m i entender, el lector no debería separar cuanto
se dice aquí, partiendo del polo de sí-m ism o, de lo que
se ha dicho anteriorm ente, partiendo del polo del m u n
do, so pena de reconstruir el tipo de hum anism o en
deble que, por razones diferentes, fustigan Heidegger y
Foucault. De hecho, Maceiras apenas se preocupa de
restablecer al hom bre en el centro de cualquier cosa
y de erigirlo en señor del sentido; por eso, concluye su
obra por un ú ltim o descentram iento gracias al cual la
filosofía m oderna del sujeto es colocada de nuevo en la
órbita de la filosofía griega, en cuanto filosofía del ser.
La cuestión del sentido del ser es, según escribe H ei
degger al com ienzo de El ser y el tiem po, la cuestión
por excelencia olvidada. Pero el capítulo 1, titulado
la filosofía y la búsqueda del ser, no niega en absoluto
todo lo adquirido de la m editación anterior sobre la
experiencia y sobre el hom bre. Al final de la obra, se
descubre una ú ltim a dialéctica y una últim a paradoja:
dialéctica en la que el hom bre y el ser son los dos fo
cos de una gran elipse. De ello se deduce que la cuestión
del ser no está ni en restituir a lo idéntico ni en aboliría,
sino en re co n stru irla precisam ente en cuanto cuestión.
Para esto, Maceiras desarrolla plenam ente la cita de
17
A ristóteles según la cual el ser se dice de m últiples
form as. Pero propone revaluar la ambigüedad de la no
ción de ser m ás allá de un tratado de las categorías. Es
preciso — dice Maceiras— diversificar la propia pre
gunta. Yo pienso ■ — por m i parle— que no se ha explo
rado suficien tem en te otra polisem ia del ser que no sea
la de las categorías, a saber, el ser com o actualidad y
com o posibilidad. E l acto de filosofar, ¿no dice algo so
bre el ser en cuanto acto, y la lógica de la pregunta y de
la respuesta no dice algo sobre el ser com o potencia
lidad?
Una vez más, la riqueza de la experiencia, y más aún,
la del lenguaje en el que la experiencia viene a decirse,
acude en ayuda de esta plurivocidad del ser. En cam
bio, es esta plurivocidad la que im pide a la experiencia
cerrarse de nuevo e invocar un carácter absoluto. Esta
dialéctica del hom bre y del ser m uestra su m ás alta
expresión en la paradoja de la libertad. Por una parte,
la libertad se afirm a com o la significación central del
ser hom bre; por otra, interrogarse sobre la libertad es,
en definitiva, interrogarse sobre el tipo de ser que —de
cía Heidegger— se plantea la pregunta del ser. Es decir,
que el ser no puede reducirse al ser del hom bre so pena
de que el ser del hom bre se reduzca a su vez al de las
cosas dadas y manejables.
Para que el sentido que el hom bre da a su ser no
sea un sentido que él domina, sino un sentido que le
adviene, es necesario que el sentido del ser en cuanto
ser no coincida con el del ser del hom bre. La paradoja
ofrece así una doble vertiente: por un lado, sólo hay
pregunta del ser si alguien interroga; en este sentido el
hom bre es, sin duda, la condición de la pregunta del
ser. Pero el hom bre sólo trasciende el orden de las co
sas si la pregunta del sentido del ser lo abre a la pre
gunta del sentido de su libertad y así le hace no sólo
pensar, sino tam bién actuar y sentir.
lisias últim as páginas del libro de Maceiras sugieren
</tu ' la cuestión del hom bre no es ni más fácil ni más
clara que la propia cuestión del ser.
Paul Ricoeur
T raducción del francés de Agustín N eira
(Traductor castellano de las obras de P. Ricoeur.)
IX
C u a d r o cronológico c o m p a r a d o
146 a.C.— D e s t r u c c ió n de C a r ta g o
106 a.C.— N a c e C ic e r ó n . por R om a.
96-55 a.C.— V id a d e L u c r e c io .
29 a.C.-14 d.C.— A u g u s t o em pera
dor de R om a.
48-44 a.C.—C é s a r d ic t a d o r d e R o- 14-37.— T ib e r io .
raa.
4-65.—SÉNECA.
15 (ca.).— S t r a b o n : Geografía uni
versal.
40 (ca.).—C e ls o : Tratado de me
dicina.
54-68.—N e r ó n , em p erad or de R o
121.— N a c e M a rco A u r e lio . m a.
150.— P t o l o m e o : Matemáticas y
astronomía.
161-180.—M a r c o A u r e lio , em p era
185-254.—O r íg e n e s . dor de R om a.
205-270.— P l o t i x o .
354.— N a c e S a n A g u s tín .
325.— P r im e r c o n c ilio d e N ic e a .
361-363.— J u l i a n o el A p ó sta ta .
381.—C o n c ilio de C o n s t a n t in o p la .
387.—C o n v e r s ió n d e S a n A g u s tín .
395.— D iv is ió nd e l I m p e r io R o m a
n o p o r T e o d o s io .
410. T o m a d e R o m a p o r A la r i-
co.
C u a d r o cronológico c o m p a r a d o (Continuación)
LOS FILOSOFOS Y LAS ACONTECIMIENTOS CONTEXTO
FILOSOFIAS CULTURALES HISTORICO-SOCIAL
430.—Muerte de San Agustín.
431.—Concilio de Efeso.
476.—Caída del Imperio Romano
de occidente.
—Odoacro destrona al empe-
dor R ó m u lo A u g ú s t u l o .
622.—Mahoma: La Héjira.
711.—Llegada de los árabes a Es
paña.
768-814.—C a r lo m a g n o , rey de los
francos.
793.—Alcuino organiza la Escue
la carolingia.
796-872.—A l-K in d i.
810 (ca.)-880.—E s c o t o E r íg e n a .
872-950.—A l-FÁ rA bi.
910.—Fundación de la abadía de
Cluny.
980-1037.—A v i c en a .
1033-1109.r—S a n A n s e lm o .
1054.—Cisma de Oriente.
1085.—Reconquista de T o le d o p o r
VI.
A lfo n s o
1096.—Primera cruzada.
1090-1153.—S\s B ernardo.
1100.—Toledo, foco cultural de Eu
ropa.
1126-1198.— A v e r r o e s. 1198.—Finaliza la construcción de
La Giralda.
1221-1274.— S a n B u e n a v e n tu ra .
1222.—Fundación de la Universidad
de Padua.
1225-1274.— S a n t o T o m á s de A o u in o .
1243.—Fundación de la Universidad
de Salamanca.
1233-1315.— R a im u n d o L u lio .
1250-1280.—Reformas lingüísticas de
A lfo n s o X el S a b io .
Desarrollo del caste
llano.
1264-1273. S a n to T o m á s: Suma 1253.—Fundación de la Sorbona.
contra gentiles; Comen
tario a las Sentencias;
1° y II.* parte de la
Suma Teológica.
1300-1350.— G u i l l e r m o de O ckham .
1440.— N i c o l á s de C usa: De docta
ignorantia. 1308-1378.—Papas en Avignon.
1448.— G u te n b e r g : la im p r e n t a .
1453.—'Toma de Constantinopla por
los turcos.
1470.—Llega la imprenta a España.
1483-1546.— L u t e r o .
1492-1540.—L u ís V iv e s .
1515. M a q u ia v e llo : El príncipe. 1492. Descubrimiento de América,
1515-1533.—Concilio de Trento.
C u a d r o cronológico c o m p a r a d o (Continuación)
LOS FILOSOFOS Y LAS ACONTECIMIENTOS CONTEXTO
FILOSOFIAS CULTURALES HISTORICO-SOCIAL
1543.— C o p é r n ic o : De revolutionir
bus orbimn coelestiwn.
1521.— Excomunión d e L u tero ,
J548-MKI — GEÍRDW80 B r u ij p , eje
cutado en 1600.
1552-1623.—F r a n c is c o de Si ,\ri /.. 1556-1598.—F e lip e ÍI, re#.
1571.— Batalla de l.cpamo.
1575.—'T. B rah e: trabajos de as*
tronomía.
1590-1650.—-D e s c a r te s ,
1588.—Derrota de «La armada- ia-
vencibléfe.
1598-1660.—V e lá z q u e z .
1605.—C e r v a n t e s : p rim e ra p a rte
de El Quijote.,
ií'll.- Km-iii;: el teléSCÓpio..
1615.— Cl’ RVWTí.s: segunda p aríte
de Él Qvdjoté,,
1618.— Inicio de la gitarra tfc tos
Treinta años.
.«2(1—Bacon: NW’iim Qrgatuim.
1621-1662 — P4M U
foSt—ÍKi IUJO w obligado a re
tractarse.
fiSítf.i'üSHS' = h L e i bx i z.
1648.— T r a t a d o : d e W e s t f a l i a p f in
d e l a ¡ g u e r r a d á .J g i T r e í i t l g
años.
76524?I«v-:L0CKI3.
I 6 J S .—:S é fu n d a ;61 o b s e rv a to rio de
( >IVl 'iw il il.
1689-1755.— M o NTHSBffi'ÉS.
1700.— l í i..i i'i: V , p n r a e r ,¡'S ‘y B o r-
bótí. vn E sp a ñ a.
1704.—Ácwiov: trabajos cíe óptica,
í m - f m .—Hiüft
1724-1804.~ -.E \fV t K ant.
1783.—Lavoisier logra separar el
hidrógeno y el oxígeno a
partir del agua.
1762+1814.— Fichte. 1774.— Goethe: Wer.ther.
1770-1831.—Hegel,
1775-1854.—SCHELLIMG.
17Sf¡— Kant: Ctitica de 8 8 razéít
SUB¡.
178$-í$60.—SCH0PENHAUER.
1788.— K art: Críñea de la ra%$n
práctica.
1789.—Revolución francesa;, TotfSg
de la Bastilla.
1799.—B eethoven : La patética.
179S‘ÍM 7—AUGUSTO Comte.
C u a d r o cronológico c o m p a r a d o (Continuación)
L O S F IL O S O F O S Y L A S A C O N T E C IM IE N T O S C O N TEXTO
F IL O S O F IA S CULTURALES H IS T O R IC O - S O C IA L
31
Pero, a pesar de todo, la filosofía tiene linderos, m ás
o m enos definidos, y m árgenes. Anchos m árgenes, bien
es cierto, de tal m odo que para m uchos —y p ara mí en
p rim er lugar— sería muy difícil distinguir, por ejem
plo, si Antonio M achado es m enos filósofo que S a rtre o
Unamuno. P luralidad y m árgenes que hacen ciertam ente
com plejo su concepto.
a) M árgenes y diferencias
Sin em bargo, el asiduo de la filosofía com prende muy
bien que ella, p ara ser practicada, exige precisam ente
m árgenes y diferencias. E sto es: no se puede pen sar ni
en una filosofía delim itada en su objeto, m étodos y fi
nes, ni en una filosofía que fuese única y uniform e. Si
fuese así no sería ya filosofía. El capítulo prim ero se
dedica a delim itar la especificidad del pensam iento filo
sófico, precisam ente confirm ado por los m últiples m odos
históricos de realizarlo que se exponen en el capítulo
segundo.
b) U nidad de lo plural
Pero una reflexión sobre la filosofía, como la que aquí
me propongo, no deja de ser una especie de m eta juicio.
Ello supone, en cierto m odo, situarse en una atalaya des
de la que se m ira el p anoram a y, constatando la diversi
dad contem plada, in te n ta r com prender la diversidad
com o unidad. El principio de unidad del panoram a es
lo que quiere ex p resar el concepto que form ulam os de
filosofía, dejando de lado, en lo posible, una visión uni
lateral. Lo que cada uno de nosotros quisiéram os que
fuese o hubiese sido la filosofía, no coincidirá segura
m ente con lo que ella fue y debe seguir siendo a p a rtir
de lo que fue.
c) Tradición y creación
A la filosofía es in h erente la interpretación. A pesar de
ello, parece ilegítim o q u erer construir, por cuenta de
cada uno, el concepto de filosofía. O retiram os el nom
32
bre o estam os obligados a re sp etar lo que él significó.
Ahora bien, a mi m odo de ver, resp etar el nom bré de la
filosofía es el m ejo r estím ulo para la creación personal
y la garantía para acertar en lo que ella debe de signifi
car en nuestro m undo de hoy.
La tradición es, en filosofía, presupuesto p ara la efi
cacia en la m odernidad.
La tan frecuentem ente proclam ada im pertinencia de
la filosofía en nu estro s días, m uy posiblem ente, viene
m otivada por el desconocim iento de la tradición filo
sófica.
La necesidad de hacer filosofía para n u estro tiem po,
encuentra en la tradición filosófica la m ás fecunda, diría
incluso audaz, fu en te: de creación y m otivos de refle
xión actuales; H acer filosofía creadora requiere aden
trarse en la h isto ria de la filosofía. Sólo esp íritu s m uy
privilegiados serían capaces de filosofar'profesionalm en
te sin tal engarce con la tradición. Lo dem ás sería com o
querer in v en tar hoy la arq u ite ctu ra, la p in tu ra o la quí
mica. La trad ició n es fuente de creación, com o lo fue en
arte y, en general, en todas las ciencias y saberes.
Exorcicem os, pues, los dem onios de la genialidad en
beneficio del sentido com ún. En fin, sacrifiquém onos
como genios p a ra pen sar eficazm ente com o hom bres n o r
males. Una lectu ra aten ta e historiográficam ente riguro
sa de m uchas filosofías y m odos de pen sar que pasan
por m odernos o p o stm odernos confirm a —y así sucedió
siem pre— que tam bién hoy se denuncia la filosofía
tradicional p recisam ente p o r m edio de ideas en ella
explícitam ente engendradas.
33
m e n te: s ig n ific a tiv a s , q u e v e re m o s en el c a p ítu lo l e tr e r o ,
c i ta r é a lg u n a s , si b ie n n o t e n d r é e n c u e n ta — en e s te
tr a b a j o — n in g u n a d e éllaS. M e p a r e c e n s ig n ific a tiv a s ,
e n t r e o tr a s m u c h a s , la s s ig u ie n te s :
34
mundo de hoy (1959), la a p ro x im a a un p u n to de v is ta
so b re la re a lid a d (p . 46).
• L a d im e n s ió n m e ta fís ic a y fc n o m e n o ló g ic a q u ed a c la r a
en la o b ra de R u b e r y C a n d a u , La realidad de la filosofía
(1970, 2 vo ls.). P o r su p a rte , la o b ra de J . R . W e in b c r g y
K e ith E . Y a n d e ll, Problems in Philosophical Inquiry (1971),
p a rte de la e x p e rie n cia m e ta fís ic a , é tic a y re lig io s a p a r a
d a r c o n te n id o a la filo s o fía . S in e m b arg o , P a u l H áber-
lin , en Das Wesen der Philosophie (1934) a r r a n c a de la
situ a c ió n p rá c tic a (p p . 9 a 25), p a r a v in c u la r la luego a la
s itu a c ió n e s té tica (p p . 25 y ss.) y a lc a n z a r p o r ú lt im o la
s itu a c ió n m o ra l (p p . 49 y ss.) y re lig io s a (p p . 67 y ss.).
• G o u h ie r, en su c o n o c id a o b ra La Philosophie et son
histoire (1948), in s is te en qu e la racionalidad es el carác
ter esencial de la filosofía (p 25). L o que, de m o d o id e a
lista , a c e n tú a C a ra b e lle s e en Che cosa é la filosofía? (1942),
in s is tie n d o en qu e la presencia objetiva del principio en
la conciencia (e s ) la condición de la posibilidad del filoso
far (ibíd ., p. 265).
• P a r a P ia g e t, en Sabiduría e ilusiones de la filosofía
(1970), la filo s o fía tie n e co m o m is ió n coordinar las diver
sas actividades del hombre, pero no alcanza un saber
propiamente dicho {ibíd., p. 5). S e n ieg a as í a la filo s o fía
un a fu n c ió n su s ta n tiv a .
35
• J. Dcrrida, siempre fecundo y sugerente, atiende tam
bién a los temas de la filosofía en sí misma y en rela
ción con los demás saberes. Son importantes sus trabajos
al respeclo: Marges de la Philosophie (1979) y La filosofía
como institución (1984), en su primer capítulo.
• E. Callot dedica igualmente una obra im portante al
tema, L' Institution philosophique (1968), que trata, desde
la temática específicamente filosófica, hasta su funcionali
dad cultural.
• Entre nosotros, y con signo distinto, deben tenerse en
cuenta la obra de Nicol, La reforma de la filosofía (1980),
y la de J. Jiménez, Filosofía y emancipación (1984).
a) Paul Ricoeur
16
T anto en éste com o en otros m uchos tem as, mi deuda
con R icoeur es grande. Así lo voy señalando con las opor
tunas citas. Pero, m ás allá de las citas, la obra de Ri
coeur me parece recoger un a m b i e n t e o m odo de in ter
p re ta r lo que es la filosofía que responde, por una parte,
a un profundo conocim iento y respeto de su historia,
engarzando así con la tradición; p o r o tra parte, está ab
solutam ente pendiente de los problem as de nuestro
mundo, en una labor creadora y a ten ta a los m étodos
y lenguajes de hoy.
b) Karl Jaspers
La o b ra de Jasp ers es o tra de las inspiraciones que
me sirvió de sugerencia p ara entender y p ra c tic a r la fi
losofía. Tan disp ar en su desarrollo bibliográfico, creo
que la o b ra de Jasp ers sigue siendo p rofundam ente sig
nificativa, tan to p ara en ten d er las cosas, com o p ara tra
tarnos com o personas. Tam bién de él citaré, en su lugar,
lo que de él procede.
No m e resisto a tra n sc rib ir aquí lo que m e sigue p a
reciendo, no una descripción o definición de la filosofía,
sino un breve m anifiesto proclam ando lo que ella debe
ser. E stas son las palabras de Jaspers:
H o y es d a b le h a b la r d e la filo s o fía , q u iz á e n las
s ig u ie n te s fó r m u la s ; s u s e n tid o es:
V e r la re a lid a d e n su o rig en ;
a p re s a r la re a lid a d c o n v e r s a n d o m e n ta lm e n te c o n m i
go m is m o , e n la a c tiv id a d in te rio r;
a b r ir n o s a la v a s te d a d d e lo q u e n o s c ir c u n v a la ;
o sa r la c o m u n ic a c ió n d e h o m b r e a h o m b r e s ir v ié n
d o se d e to d o e s p ír itu d e v e r d a d e n u n a lu c h a a m o
rosa;
m a n te n e r d e s p ie r ta c o n p a c ie n c ia y sin c e sa r la ra
zó n , in c lu so a n te lo s m á s e x tr a ñ o s y a n te lo q u e
se re h ú sa .
La filo s o fía es a q u e lla c o n c e n tr a c ió n m e d ia n te la
c u a l el h o m b r e lleg a a s e r él m is m o , a l h a c e rse p a r
tíc ip e de la realid a d .
( J a s p e r s : 19 7 3 , p . 1 2 )
Sin duda que las p alab ras de Jasp ers pueden ser ex-
ivsivam ente in tim istas o subjetivistas. Es posible que
37
ellas deban ser com pensadas con exigencias m ás explí
citas e inm ediatas. Pero me parecen la condición de todo
cu anto podam os luego p edir a la filosofía.
18
— La tr a s c e n d e n c ia *: en sentido husserliano expresa la
capacidad de la conciencia para salir de sí misma y ser
prom otora de actos in te n c io n a le s *. Este sentido debe ser
ampliado, entendiendo que la tr a s c e n d e n c ia es reivin
dicación para el hombre de la capacidad de rebasa-
miento de su mundo de la vida y de su mundo natu
ral, ampliando el concepto de realidad hasta más allá
de la puramente natural.
— L a n a tu r a lid a d : o reconocimiento de las dimensiones
o b je tiv a s * y corporales del ser humano. Ningún huma
nismo, por tanto, es posible si el hombre se entiende
como espíritu que camina de puntillas sobre la natu
raleza. Como más adelante diremos, un mundo de in
v o lu n ta r io c o rp o r a l (Ricoeur) recorre por entero nues
tra dimensión creadora y subjetiva.
b) Lo propio y lo ajeno
• Para entender un texto filosófico es necesario aproxi
marse a los diversos modos de participación del hom
bre en la realidad o maneras distintas de experimentar
las cosas y Ias: realidades del espíritu. Una ¡es, gn efce
lo-, la manera de participar o experimentar el artista la
realidad de la montaña, otra la del alpinista, otra la
«leí geólogo. O también, una es la manera de participar
4(1
EL Marcel en la creencia f od a la de Kierkegaard. El
prinaefO: £Xperhneíita la fe como alegre esperanza y el
segundó corno desesperación angustiosa.
• laterp fetar un texto supone —en consecuencia— apro
ximarse, de algún modo, al tipo de experiencia que en
él se despliega. Abandonando las personas de los filó
sofos, la comprensión de la historia de la filosofía soli
cita una predisposición por parte del lector para al
canzar la experiencia desplegada en el texto o mundo
del texto.
• Será necesario reconocer que las filosofías no dicen to
das lo mismo para todos los lectores. Unos estarán en
condiciones psicológicas, espirituales, mundanas, etc., más
propicias para poder aproximarse a la experiencia del
platonismo; otros a la del agustinismo; otros a la del
marxismoj etc. Ello no puede ¡sorprender, sino que con
firma la vinculación filosofía-hombre.
41
tan tas cum bres de la filosofía, que si en toda su p ro fu n
didad y extensión no son accesibles a todos, sí lo son en
m uchas de sus obras.
E sta es n u estra convicción, le e r a lo s f i l ó s o f o s es la
m ejo r m anera de saber lo que es la filosofía.
42
Filosofía y experiencia humana
43
a) Las co sas y su s sen tid os
44
e s ta s p re g u n ta s ; e llo s n o p u e d e n n i n e c e s ita n p la n
te a r la s p r e g u n ta s p a ra s e r d e h e c h o lo q u e son.
( H e i d e g g e r : 1964, p . 21)
e s ta m u je r — e s c r ib e S a r tr e — q u e v e o v e n ir h a cia
m í, e s te h o m b r e q u e p a sa p o r la ca lle, e s te p o rd io se ro
q u e o ig o c a n ta r d e s d e m i v e n ta n a , so n p a ra m í ob
jetos, de e s to n o h a y d u d a .
(S a rtre: 1943, p. 298)
45
Ellos son objetos que quedan pendientes de mi acti
tu d p ara ad q u irir un sentido por el cual puedo confinar
los a la condición de cosas de las que uso o respetarlos
con el rango de personas de las que nunca deberé
usar. La problem ática que ello introduce no es aquí el
lugar apropiado p ara abordarla. B aste señalar la com
plejidad de sentidos que se deriva de la relación hom
bre-hom bre.
E stas constataciones nos conducen a algunas conclu
siones que nos aproxim arán al concepto m ism o de filo
sofía.
46
Los datos, los hechos, las vivencias, la experiencia —en
fin— del h om bre es lo previo y an terio r que h a rá po
sible la filosofía. Como señala Ricoeur:
47
tífico, com o poeta, com o artesano, com o creyente, etc.
Su r e f le x i ó n *, en este caso, se verá canalizada de tal
m odo que se le vetarán otros posibles sentidos. Pero
puede reflexionar tam bién com o hom bre, considerado
globalm ente. E sto es, puede en frentarse con la pregunta
p o r el sentido desde la sola perspectiva de su hum a
nidad.
Situado el h om bre en este nivel de h o m b r e c o m o h o m
b r e y no como ser individual, la pregunta por el sentido
que él form ule ten d rá la pretensión de alcanzar los p ro
blem as, no de su subjetividad personal, sino los de to
dos los hom bres, los de la hum anidad. De ahí que la
preg u n ta p o r el sentido tiene una p retensión de univer
sidad o generalidad que la distingue del intim ism o m ís
tico, de la intuición poética o del solipsism o psicológico.
La reflexión * sobre la experiencia p r o c u r a r á , p or el
con trario , hacer que la palabra de u n h o m b r e s o b r e s u
m u n d o sea una p alab ra d e l h o m b r e s o b r e e l m u n d o .
Ello distinguirá precisam ente a la reflexión filosófica.
E n este sentido la r e f le x i ó n sobre los sentidos busca,
en térm inos de J. Lacroix,
48
atienden m ás a la actividad subjetiva, que pretenden
esclarecer experiencias típicam ente psicológicas o es
p irituales, con filosofías m ás inquietas por establecer
los diversos sentidos de la realidad exterior al hom
bre. La h isto ria de la filosofía es testim onio evidente
de que cada gran filosofía fija su objeto, determ ina sus
m étodos e in v e n t a s u o b je t o .
• Teniendo en cuenta lo dicho, parece, sin em bargo, que
todas las filosofías con objetos, m étodos y preocupa
ciones d istintas, se m ueven en torno a la inquietud
in terrogativa y esclarecedora de la experiencia hum a
na. Por eso form ularem os de ella un concepto que
nos parece recoger las preocupaciones de todas las
filosofías.
Tal concepto genérico de filosofía, que irá ad q u i
riendo concreción al m atizar lo que él im plica y al
desglosar sus funciones, lo form ularem os en térm inos
m ás descriptivos que definitorios, del m odo siguiente:
— Los conceptos de r e f le x i ó n y de h o m b r e e n c u a n to
persona.
— El concepto y la extensión de la e x p e r i e n c ia hum ana.
49
2.2.1.1. El h o m b r e c o m o persona
a) Sustancialism o y existencialism o *
Sin e n tra r aquí en la discusión sobre las razones de
u n a y o tra, dos son las concepciones que se han for
m ulado de la persona, que, si bien no contrapuestas,
tam poco son coincidentes.
• La p rim era m anera de entenderla insiste en que todo
ser hum ano es p ersona en v irtud de su cualidad de
su stancia racional independiente respecto a los dem ás.
El hom bre, p o r tan to, p o r el hecho de serlo, es ya
persona. De ahí la célebre definición de Boecio La
persona es la sustancia individual de naturaleza racio
nal (De duabus naturis et una persona Christi). En tal
concepción se insiste en que tanto la inteligencia como
la lib ertad son atrib u to s originales del ser m ism o del
hom bre, independientes de su realización existencia!.
SO
existencia. L ibertad e inteligencia no se aceptan, por
tanto, como_hechos, com o realidades dadas, sino como
realizaciones que se hacen posibles a través de las
relaciones del hom bre con los dem ás y con el m undo.
P ara esta concepción el hom bre es individuo y debe
hacerse persona. Ello conduce a una conclusión gra
ve: todo hom bre, p ara ser persona, queda pendiente
de sus obras y de su propio em peño. Si ceja en él aca
b ará absorbido p o r el propio determ inism o natu ral en
un proceso de o b jetuación inhum ano. La persona no
es, en efecto, una realidad hecha sino haciéndose siem
pre.
51
hom bre debe llevar a cabo em penando su íntegra rea
lidad.
c) D im ensiones de la persona
El esfuerzo de personalización im pone el reconoci
m iento y la atención a las dim ensiones corporales y no
corporales del hom bre. Ellas podrían tipificarse en tres,
que, a su vez, engloban u n a constelación de funciones:
la natural, la relacional y la trascendental *. A delantaré
que tom o el concepto de trascendental en el sentido
kantiano, o sea, com o aquello que es condición de po
sibilidad de otros ám bitos o funciones reales.
Veamos p o r p artes cada uno de ellas:
52
acuerdo con su .n atu ralcza específica. No en vano el ana
lisis cualitativo es, en bioquím ica, m ás com plicado que
el cuantitativo.
53
La p ro p ia inteligencia viene im plicada en la libertad.
Pero no viceversa, ya que no sería absurdo un ser inteli
gente y no libre. Por el contrario, la libertad supone la
inteligencia. De donde la m ism idad de la persona reside
en el ejercicio de su libertad.
La lib ertad es capacidad p ara elegir autónom am ente,
aunque m otivadam ente, en tre las posibilidades que el
entendim iento p resenta. Ello quiere decir que todo acto
libre supone la inteligencia.
A firm ar, p o r tanto, que la filosofía es reflexión d e l
h o m b r e c o m o p e r s o n a es lo m ism o que decir d e l h o m
b r e e n c u a n to s e r lib r e , Pero sin olvidar qué la libertad
im plica una continua atención a la totalidad de la exis
tencia p o rque la li b e r t a d n o e s u n e s t a d o s i n o u n a re a
liz a c ió n . Ello supone que la filosofía es reflexión de la
perso n a p ara realizarse com o libre. Tem atizar, p o r tan
to, los problem as derivados del s e r lib r e del hom bre será
el cam po específico de la filosofía.
d) L a p e rs o n a y el m u n d o
54
los valora preg u n tán dose en qué m edida contribuyen a
fom entar, cercen ar o an u lar la libertad. P ara la filoso
fía, p o r tanto, todos los objetos son neutros o, si se pre-
fiéréy indiferentes. Su valor aparece con la reflexión
al ponerlos ella en relación con la persona.
e) Filosofía y libertad
Teniendo p resen te que la lib ertad es el a trib u to esen
cial de la existencúj, la filosofía es lucha p a ra que el
h om bre realice su lib ertad en form a de autonom ía, fren
te a todo lo que no es él m ism o. Lucha que se realiza
en todos los ám bitos de la actividad hum ana, ya que
en todos puede el h om bre ceder su responsabilidad y
o b ra r o p en sar en v irtu d de m otivos no estrictam en te
personales. Incluso cuando acepta la a u to rid a d o u n a ra
zón ex trañ a a la suya, tam bién allí el hom bre debe po
ner en juego su autonom ía, aceptando en v irtu d de ra
zones autónom as y no p o r la dim isión de su razón. Es
entonces la p ro p ia razón la que, en v irtu d de sus m o
tivos, recibe lo que no es suyo.
En este sentido tam bién K ant sigue siendo m aestro de
filosofía. P ara K ant, la filosofía en sentido m undano
55
liberó al propio espíritu humano no sólo respecto de
sí mismo, sino que también imprimió a la ciencia
en todas sus partes un cambio más radical que cual
quier otra revolución anterior... Sólo quien haya ex
perimentado la libertad puede sentir la necesidad de
hacerlo todo análogo a ella, de difundirla por todo
el universo. Quien no acceda a la filosofía por esta
senda, se limitará a seguir y copiar lo que hacen los
demás, sin saber por qué.
(S c h e llin g : 1969, p p . 92-93)
2.2,1.2. La reflexión
Es el p rim er concepto im plicado en la form ulación
de lo que entendem os p o r filosofía (cfr. ap a rtad o 2.2).
Con él quiero ex p resar que la filosofía es una actividad
que p reten d e id entificar la subjetividad hum ana y p ro
cu rar su autonom ía. O sea, la reflexión hace al hom bre
consciente de lo que realm ente él es, con independencia
de lo que hace.
La reflexión es una operación específicam ente hum ana
po r la cual el hom bre, volviendo sobre su propia activi
dad psicológica, intelectiva, afectiva, etc., tom a concien
cia de sus propios actos. En este sentido toda reflexión
es un volver sobre sí m ismo. Tal como la definió Leib-
niz
la reflexión no es más que la atención a lo que está
en nosotros, en tanto que los sentidos no nos dan...
lo que nosotros llevamos ya con nosotros.
(Prólogo, Nuevos ensayos)
56
Sólo p o r ella podrá identificar su m odo de ser sul>
jetivo.
Puntualicem os brevem ente lo que ella im plica:
a) La reflexión no es intuición
La distancia en tre el acto productor y el signo produ
cido im pide hacer de la reflexión una intuición. Con ello
se afirm a que la reflexión no es una inm ediata noticia de
lo que es el ser del yo que piensa, que actúa, que siente,
etcétera. No hay, en efecto, adecuación en tre el yo pienso
y el yo soy.
Tal concepto de reflexión se distancia, en parte, de
Descartes, quien —reflexionando sobre su pensar— p re
tendía in tu ir, p o r el m ism o acto, la existencia del propio
sujeto al que descubría como realidad pensante. Para
D escartes el yo soy se identifica con el yo pienso.
b) La reflexión es ineludible
Que la reflexión no sea intuición no exim e a la filo
sofía de ser reflexión. Sin ésta, en efecto, el hom bre
se confundiría con sus productos, perdiendo, por tanto,
en ellos la ap titu d m ism a p ara decidir. No sería enton
ces capaz de p ro ferir u n juicio sobre sus propias obras
porque se sen tiría identificado siem pre con lo ya hecho,
con lo ya realizado.
57
La reflexión hace posible su p erar la alienación que
se produce en v irtu d de nuestras propias obras, im pi
diendo que éstas pasen a ocupar el lugar de n u estra ca
pacidad subjetiva de decisión, de crítica y de producción
de nuevos significados. La reflexión supone, en conse
cuencia, la recuperación de la conciencia, ya que ésta
corre el peligro de p erderse en cada uno de sus actos.
Como dice Adorno, la reflexión h ará al hom bre dueño
de sí independizándolo de «todo contenido espiritual
dado» ( A d o r n o : 1976, p. 96).
58
por ellos será identificado el ser m ism o del hom bre
Y no p o d rá d ejar de serlo si ella quiere m antenerse
com o actividad guiada por la exigencia de prom over la
libertad. Sin la actitu d reflexiva el hom bre se confun
dirá con s u m u n d o perdiendo su autonom ía. Es en osle
sentido en el que Spinoza hace de la filosofía una ética
—no un m oralism o, com enta R icoeur— en cuanto que
es p o r el e s f u e r z o p o r el que cada ser se im pone la obli
gación de salvaguardar la propia realidad, superando el
vasallaje a las cosas; superación indispensable para ad
q u irir la conciencia de la libertad ( S p i n o z a : E tic a , II,
VI, 9).
La reflexión no es, pues, un acto pu ram en te cognosci
tivo, sino pro fu n d am ente ético, en cuanto que por ella
el hom bre debe
r e c u p e r a r el a c to d e e x is tir , la p o sic ió n d e s í e n to d a
la p r o fu n d id a d d e s u s o b ra s.
(R ico eu r : 1965, pág. 52)
59
u n a preten sió n de originalidad absoluta. Ella no tiene un
objeto propio d istin to al que la experiencia hum ana in
tegra] le brinda. Con R icoeur debem os reconocer que la
filosofía tiene sus fuentes fuera de ella m ism a ( R i c o e u r :
1955, p. 19).
Que ello sea así no im pide que la filosofía deba ser
rigu ro sa en cuanto a sus m étodos. S erá preciso, p o r tan
to, distin g u ir m étodo y punto de partid a. La filosofía
va precedida de la experiencia de la «no filosofía», pero
cada filosofía es responsable de su punto de partid a, de
su m étodo y de su elaboración reflexiva. Por eso la res
ponsabilidad del filósofo sigue siendo total.
La h o n estid ad filosófica no consistirá en no p a rtir de
presu p u esto s —que es im posible—, sino en m ediatizar
los y explicitarlos a través de un discurso riguroso y con
sentido. P or eso.
Si la filosofía no es, en cuanto a las fuentes, un
comienzo radical, ella debe serlo en cuanto al mé
todo.
( R i c o e u r : 1960, p. 24).
61)
La aceptación de presupuestos no es específico de la
filosofía, ya que ello es propio de todo saber, incluso del
científico. C iertam ente la ciencia adm ite presupuestos
m enos personales y m ás guiados p o r el objeto, pero el
desarrollo de sus m étodos y las m ism as conclusiones de
penden —en buena m edida— de las hipótesis de las que
se parte. Más próxim as a la filosofía, la sociología, el
derecho, l a estética, l a ética, etc., van precedidas de un
tipo de experiencias que luego se objetiva en discursos
técnicos y científicos que p reten d en elevar a la coheren
cia racional la previa experiencia política, jurídica, esté
tica, m oral, etc., y los presupuestos usuales que las guia
ron.
El ca rác te r situado de la filosofía no hace posible la
pretensión de H usserl de hacer de la filosofía «una cien
cia estricta». El m ism o reconoce no ya la dificultad, sino
incluso la im posibilidad en el m ism o m om ento de p ro
ponerse e l em peño ( H u s s e r l : 1972, p. 9). Y su ú ltim a
gran obra, La crisis de las ciencias europeas, d ejará bien
claro que a toda intención predicativa y a la intenciona
lidad d e la conciencia, y p o r tan to a toda filosofía, a n te
cede el m undo de la vida (Lebenswelt), suelo nutricio
desde donde el filósofo no puede d ejar de filosofar. Y el
m undo de la vida no es uno, ni objetivo, ni universal, ni
intem poral. El es —en todos los ám bitos— fuente de
presupuestos y prejuicios.
61
• E n tercer lugar, la experiencia no puede ser confinada en
el significado que en la mentalidad contemporánea ad
quirió, a raíz de la preponderancia de las ciencias po
sitivas, que la reducen a la constatación impersonal y
objetiva. La experiencia, debiendo ser de algún modo
comunicable, dice también relación a lo objetivo intersub
jetivamente, esto es, a lo comunicable, pero sólo entre
personas y, por tanto, no reductible sólo a la dimen
sión de constatable objetiva e impersonalmente.
• En cuarto lugar, la experiencia es conocimiento por un
doble motivo. Desde el punto de vista gnoseológico: por
ella el hombre se hace consciente del valor de ella mis
ma; por la experiencia sabe que la experiencia propor
ciona certeza. A su vez, es conocimiento ontológico, o
sea, siempre pone al hombre en contacto con el ser. Es
experiencia de algo, sin que este algo deba necesaria
mente ser físico o natural. Puesto que- la experiencia
es conocimiento gnoseológico y ontológico ella se jus
tifica a sí misma sin necesidad de otros argumentos
que la legitimen.
• En quinto lugar, la experiencia humana puede ser interna
y externa. La prim era tiene por objeto, en prim er lugar,
al sujeto mismo que experimenta y a sus propios actos.
La externa, a su vez, se dirige a lo que no es el sujeto
que experimenta. Pero, en realidad, no puede darse una
experiencia meramente interna o meramente externa, ya
que el hombre no se percibe a sí mismo, sino por la
reflexión sobre sus actos intencionales*, o sea, sobre sus
actos en cuanto que ellos se dirigen a otra cosa distinta
del acto mismo. Ello hace imposible una experiencia ex
clusivamente interna. A su vez, el hombre no percibe
lo externo a sí mismo, sino por un acto suyo consciente,
lo que lleva aparejada la conciencia de sí mismo en
toda experiencia externa.
De estas observaciones sobre la experiencia se deduce
un concepto am plio de experiencia, que no se lim ita a la
obtenida p o r el solo vehículo del conocim iento sensitivo.
62
so, del afectivo, del sim plem ente im aginario cuando éste
se p re sen ta con realidad psicológica, com o sucede en el
m iedo. P ara que sea posible la experiencia, com o decía
mos, se re q u e rirá la continuidad de la presencia del fe
nóm eno que se experim enta y su ca rác te r de generali-
zable con validez objetiva o intersubjetiva.
Debido a la p lu ralid ad de ám bitos de los que la expe
riencia puede derivarse, será preciso que toda filosofía
se deje ilu stra r p o r una fenom enología de las posibles
experiencias hum anas reales. Pero, com o bien señala
Zubiri son m uchos los m odos de «ser real». La realidad
no coincide, en efecto, con el m undo m aterial. Y eso
desde los griegos, de tal m anera que cuando
63
acep taro n com o reales tam bién elem entos «no físicos»,
ni m ateriales ni m undanos. Desde este punto de vis
ta hablam os de experiencia religiosa, de experiencia
m oral, estética, etc. E n tal concepción se da p o r cier
to que lo religioso —p o r ejem plo— es un fenóm eno
que goza de realidad en cuanto que se p resen ta como
tal a la razón. Por eso la filosofía, sin e n tra r en la n a tu
raleza de religioso, puede considerar a la religión como
un hecho real p ara la razón. En este sentido, W. Jam es
habla de Las variedades de la experiencia religiosa.
A su vez, lo m oral puede constituir una experiencia
moral. El hom bre, en efecto, se siente vinculado por su
pro p ia razón a esta dim ensión que tiene que ver con su
vida diaria. De ahí que Alquié nos diga que en la expe
riencia m oral, com o en todas las dem ás form as de ex
periencias,
<>4
como dijim os, en su libertad. Cada filosofía to m ará rum
bo según la experiencia hum ana que asum a com o punto
de p artid a.
De m odo no exhaustivo, la experiencia hum ana pudie
ra tipificarse, cjcm plificativam ente, del m odo siguiente:
65
fía no será nunca teología o ciencia de lo sagrado,
pero lo religioso es u n a experiencia hum ana que debe
rá, en consecuencia, ser pensada desde la dim ensión
hum ana.
66
nos como au ténticam ente hum anos, aun siendo proble
m as de personas, épocas o sociedades.
Platón, K ant, San Agustín, Hegel, M arx (entre otros
m uchos) son ejem plo de filósofos que han razonado «en
cuanto personas», p or eso sus filosofías conciernen a las
experiencias del hom bre de n u estra propia época, aun
que en ellas los problem as que hoy nos planteam os apa
rezcan form ulados de m anera m uy d istin ta a la exigida
por la sensibilidad actual. Su m odernidad radica en que
la experiencia que ellas explicitan es hum ana y, p o r tan
to, válida m ien tras el hom bre q uiera seguir siendo hu
m ano, esto es, libre.
67
Tal dem anda de la am pliación de la experiencia m e
parece una constante: de las grandes filosofías. Dos
ejem plos antitéticos parecen confirm arlo:
(iK
canza a llevar al hom bre h asta m ás allá de ella. E sta es
su desconocida practieidad. Pero en eso, y precisam ente
en eso, Platón, A ristóteles, San Agustín, Leibniz, K ant,
Hegel, Marx, H eidegger... han hecho resid ir la especifici
dad de la reflexión filosófica.
6$
E sta labor supone:
70
cióñ;, sino también su comprensión de su situación.
Soy fC> consciente de que no soy libre en este que sé
que es el Mundo de la violencia y de la pena y del
hambre y dé la persecución y dé la muerte, pero qué
quiez'o pefisar é-ste, mundo y a mi en este mundo en
función del sentido que él posee y que, por tanto,
quiero realizar él sentido del mundo por el discurso,
la razón v la acción razonable.
(E . W e il : 1967, p. 67)
71
la sociedad de clases no realiza. Con ello quiero señalar
que la filosofía establecerá desde qué sentido algo es
sin sentido o desde qué legitim idad está alienado.
El filósofo debe —en consecuencia— ejercer una la
b o r de alerta sobre sí m sim o y sobre sus propios p re
supuestos p a ra que sea la razón verdadera la que in te r
venga en la realidad. Ello supondrá, p a ra el filósofo, un
trip le esfuerzo, como m uy bien expresa Le Roy:
2.4. Conclusión
A m odo de com pendio:
• La filosofía no es susceptible de una enunciación úni
ca, ya que su concepto, y p o r tan to su función, no
tienen un objeto determ inado. La filosofía evolucio
n ará en su concepto y funciones en la m edida en que
se am plíe o re strin ja el concepto de real y con él el de
experiencia.
• La interrogación filosófica es reflexión *, esto es, ac
tividad encam inada a que el hom bre m antenga su au
tonom ía cognoscitiva y p ráctica frente a las cosas.
• La filosofía com o reflexión va igualm ente encam inada
a am p liar la experiencia. E sto es, dem anda una con
tin u a reconsideración de lo que podem os ser y no so
mos.
< • La filosofía ten d erá a p reserv ar o re cu p erar la unidad
e integridad del hom bre, im pidiendo que una expe
riencia o realidad se im ponga, descarte o desconozca
a o tras igualm ente legítim as.
• La filosofía es ejercicio de la razón en cuanto que nada
real puede darse p o r supuesto o definitivo. Por eso,
72
com o reflexión, se vincula a la experiencia y a la p rá c
tica, pero m antiene respecto a ellas la categoría de la
posibilidad. E lla en fren ta a lo real con la posibilidad
de un deber ser que no se da y puede darse, tanto
cognoscitiva com o prácticam ente.
E n este sentido la filosofía es exigencia de rem on
tarse siem pre de lo ap a ren te y m ás conocido h asta lo
oculto y m enos conocido. A su vez, es exigencia de
que lo dado realm ente en la positividad h istó rica y
m u ndana se realice de acuerdo Con las condiciones de
idealidad que la razón presum e: ni hom bre, ni estado,
ni sociedad, ni ciencia, ni arte, ni m oral, ni religión,
etcétera, en sus estados actuales, son considerados por
la filosofía com o definitivos. La filosofía en fren ta su
realid ad actual con la posibilidad ideal de u n a reali
zación m ás adecuada. Y la m ayor adecuación será va
lo rad a p o r la filosofía desde la exigencia de hacer
al h om bre m ás dueño de sí.
73
\
74
Formulaciones históricas
del concepto de filosofía
75
tinción m arcaría —a juicio de m uchos y entre ellos He
gel y Heidegger— la distinción en tré filosofía y no filo
sofía.
a) Filosofía y razón
m
El sabio oriental (sobre todo e n las sabidurías chinas
é indias) no es sabio en v irtud de su sab er racional sola
m ente, sino —y sobre todo— por la práctica ascética, la
vivencia m ística, la com unicación religiosa con la n a tu
raleza, el dom inio de los poderes psicológicos de la m en
te é, incluso, por la gim nasia y el ejercicio corporal. Su
lugar no es la escuela o la universidad, sino el m onas
terio, p orque su enseñanza y su práctica no proceden
ni se dirigen a la razón, sino a todo el hom bre.
77
ga del individuo, esta vida más gozosa y fina entor
pece el trabajo del pensamiento, que consiste en hacer
valer la universalidad.
(Ibíd.)
78
entendim iento, afirm ando la totalidad, quien acaba
som etiendo a la razón. Pero la dificultad de la distin
ción nos parece m ás evidente hoy día tras el florecim ien
to de las filosofías vitalistas, irracionalistas y existen-
cialistas. Bien es cierto que con razón H eidegger afirm a
que la filosofía fue griega, pero hoy el modo de pensar
griego no es ya una característica de la filosofía, incluso
de la europea. Schelling, Schopenhauer, K ierkegaard,
Bergson, Jaspers, M arcel, S artre, etc., no ju stifican con
sus filosofías una n eta distinción en tre filosofía occiden
tal y sab er oriental. Todas estas filosofías, unas de un
modo y o tras de otro, solicitan una participación vital
y existencial del hom bre en los m étodos de com pren
sión de lo real que sobrepasa lo puram ente racional.
Por su p arte, las sabidurías orientales son intentos de
concebir la realidad, de acuerdo —sin duda— con pre
supuestos d istintos de los griegos. Pero su objeto no di
fiere del de la filosofía tradicional griega. De ahí que
Brice P arain escriba, con acierto:
7')
3.2. Los modos de filosofar griegos
Para unos como fenóm eno absolutam ente original (He
gel y, siguiéndole, Z e lle r, B u r n e t y, en parte, Jáeger),
para otro s en absoluta dependencia d e la influencia
o rien tal (Roeth, Gladisch) y para otros (M. Schuhl, Fran-
/.o, M ondolfo, Schróeder) indirectam ente m otivada p o r
d octrinas orientales (chinas, persas, egipcias, indias), la
filosofía como reflexión sobre la realidad tiene su ori
gen hacia el siglo VI a. C., en el Jonia (Asia m enor) —la
colonia m ás p ró sp era y adelantada de la polis ateniense.
Según una tradición poco segura, el térm ino filosofía
h ab ría sido em pleado por p rim era vez por Pitágoras. Su
acepción no se distanciaba m ucho de la sabiduría gene
ral que una p ersona podía poseer en cualquier ám bito,
artístico, práctico o poético. Pero h abría sido H eráclito
quien, con independencia del uso que del térm ino se
hacía, precisó una doble exigencia del concepto filó so fo :
éste debe poseer tan to el s a b e r o b je tiv o sobre las cosas
com o la c o m p r e n s ió n racional o intelección de ese m is
m o saber. Ello está im plicado en su célebre fragm en
to 35, rem itido p or Clem ente A lejandrino (Strom ata,
V, 141), que afirm a:
Los filósofos deben estar familiarizados con mu
chas cosas.
( D iels-Kr a n z : 1974, p. 159)
80
m énides. Dem ócrito, Anaxágoras, etc., toda la filosofía
p reso crátiea es una reflexión que p retende racionalizar
la to talid ad de lo experim entable. E sta totalidad la lla
m aro n p hysis (N aturaleza) y abarcaba todo cuanto po
día el griego ex perim entar o pensar, tam bién aquello
que consideraban divino. Todo era p ara el griego physis.
Su reflexión fue entonces encam inada a bu scar aquello
que hiciese com prensible racionalm ente ta n ta p lu rali
dad. Su p reg u n ta p o d ría ser ésta: ¿existe algo que sea
la razón de ser (de su origen, de su cam bio, de su p er
m anencia) de la p h ysis? O tam bién: ¿toda esta p lu rali
dad que los sentidos m anifiestan es pensable com o uni
dad? ¿Hay algo que vincule los seres entre sí y haga
com prensible este m undo evidentem ente m últiple?
Tales in terro g an tes se form ulan p o r los filósofos pre-
socráticos queriendo ser contestados por la razón y con
la p au latin a pu esta en tre p arén tesis de la conciencia m í
tica. E sto es: el presocrático, buscando este algo do
n ad o r de sentido y de unidad, quiere encontrarlo en vir
tu d de la reflexión de su razón, acom pañada de la inves
tigación científica, y en el seno m ism o de cada cosa,
con independencia de la acción de los dioses.
Ello no supone que la filosofía nazca com o abandono
de la religión, sino como esfuerzo p o r en co n trar en las
cosas m ism as la razón de su propio ser, sean cuales fue
ren las acciones teogónicas originarias que los m itos re
latan y de las que la physis, y cada cosa en ella, p ro
ceden.
E ste elem ento unificador de la pluralidad, presente
en todas las cosas com o aquello que las originó, que
las hace cam b iar y al m ism o tiem po perm anecer en su
ser, que im prim e en ellas orden y finalidad, lo llam a el
preso crático logos, esto es, palabra. El logos, p o r tanto:
81
Los presocráticos dieron a la pregunta por este logos
una resp u esta no idéntica. Pero en todos los casos el
problem a consistió en d eterm in ar qué es lo que hace
que las cosas sean como son, tanto en su e stru c tu ra
com o en sus funciones. Su investigación no es, p o r tan
to, ni científica ni teológica. No es científica porque los
testim onios que de ellos poseem os nos llevan a la con
vicción de que, siendo todos científicos, la form ulación
teórica de su p reg u n ta ninguna ciencia experim ental
puede responderla. Y no es teológica porque el preso-
crático, llam ando divino al logos, lo reduce, a su vez,
a esencia de cada cosa.
Toda la reflexión p resocrática versó, por ello, «sobre
la naturaleza» (Perí physeos), porque p a ra el griego in
cluso los dioses eran tales en virtud del m ism o logos
p o r el que existía el resto de la naturaleza.
81
con su m ad re p artera, confiesa que su m isión consiste
en tra b a ja r p ara lib erar a los hom bres de la opinión
infu n d ad a y, p or tanto, de todo saber no debidam ente
justificad o p o r la crítica y p o r la búsqueda sincera de
lo verdadero (ibíd., 150 b).
K4
P or ello, filosofía es el conocim iento de las realidades
ideales que dan sentido a las cosas particulares.
P ara eso es necesario su p e ra r lo que individualm enli
nos in teresa en cada m om ento, lo que es fugaz en cada
cosa, poniendo en ejercicio la capacidad de a'dmiracióii
y p a ra p o d er in tu ir lo que las cosas pud ieran ser y no
son. A dm irarse an te los m últiples sentidos posibles de
todo lo real y, sobrepasándolos, ir a la fuente de todos
ellos: a su idea. Así lo pide el T eéteto explícitam ente:
KN
c) La filosofía como saber de la esencia *
K<>
puede faltar: lo ineludible y necesario p ara que las <c>
sas sigan siendo lo que son.
La filosofía com o epistem e es
perfección máxima en los diversos órdenes de cono
cimientos... (ya que ella es) al mismo tiempo ciencia
y sabiduría de lo que hay por naturaleza y más digno.
(A r is t ó t e l e s : Etica de Nicómaco, VI, 7 ° , 1141 a )
«7
Si este ser —causa «inmóvil y eterna» de todo— exis
te, entonces la filosofía debe versar sobre él. En este
sentido la filosofía deja de ser ortología para conver
tirse en teología.
A ristóteles, en el libro X II de la M etafísica, adm itirá
la existencia de este ser separado, inm óvil y eterno, que
el libro VI hipotéticam ente afirm aba. Por eso allí la filo
sofía se convierte en ciencia teológica, balanceando el
sentido de ciencia ontológica que los libros V II, V III, IX
habían acentuado. El estudio de Jáeger, Aristóteles (FCE,
M adrid, reed. 1983), replanteó el tem a desde su publica
ción en 1923 y de él se hacen eco todos los estudiosos
aristotélicos (Ross, Reale, Aubenque, Owens, entre
otros).
La altern ativ a aristotélica orien tará lo que direm os
en el últim o capítulo al h ab lar de la «filosofía y la pre
gunta p or el ser» (cfr. pp. 193 y ss.).
te
das p or una defensa de la vida n atu ra l y antisocial
las dos escuelas filosóficas m ás im portantes de osle pe
ríodo son el epicureism o y el estoicism o.
a) El epicureismo
b) El estoicism o
Es la escuela filosófica m ás im p o rtan te del helenism o.
F undada p o r Zenón de Citio hacia el año 300, en Ate
nas, tuvo am plia difusión tanto en el tiem po (perdura
casi p o r seis siglos) com o en el espacio, ya que se di
fundió p o r todo el entorno m editerráneo. Es Roma el
lugar de su m ayor arraigo con las figuras de Séneca y
Cicerón.
Su filosofía, a través de los fragm entos dispersos que
se conservan, p o d ría dividirse en Lógica, Física y Etica.
Im p o rtan te s la Física y la Lógica, es sin em bargo la
Etica la que caracteriza a la escuela estoica.
F ren te al principio epicúreo del placer, la ética estoica
a cep tará com o norm a el vivir según la naturaleza, pero
insistiendo en el desarrollo m esurado de las inclinacio
nes n atu rales a las que debe el hom bre acceder guiado
por una razón m adura. E sta debe, fundam entalm ente,
prescindir de lo que en prim er lugar se presenta com o
placentero, p ara co rresponder así a las inclinaciones m ás
pro fundas del ser hum ano que residen en im poner la
razón a las cosas y no las cosas y los placeres a la razón.
El estoicism o afirm a la existencia en el hom bre de
un principio racional o ley n atu ra l que im pone la obli
gación de ser cum plido. Guiado p o r este principio racio
nal el hom bre debe a fro n tar los bienes externos con la
autarquía o dom inio de sí; a las pasiones debe oponer
la apatía, y cuanto la razón dicta com o valor neutro
debe acep tarse con ataraxia o indiferencia.
De acuerdo con estos presupuestos, Séneca hace de la
filosofía «el am or y la investigación de la sabiduría»,
siendo la sab id u ría el colm o de la perfección del ulniii
hum ana (Séneca: 1966, p. 649). De donde la filosofía
es el estudio de la virtud, pero mediante la misma \’ii
tud, y ni puede haber virtud sin el estudio de ella
misma, ni estudio de la virtud sin ella.
(Ibíd., p. 649)
Filosofía y virtu d se coimplican, por eso podem os con
cluir que la filosofía se identifica con el ejercicio de la
vida virtuosa.
E n esta m ism a c a rta que estam os citando Séneca ha
bla de las diversas definiciones que se han dado de la
filosofía y las p arte s que ella supone. Pero todo viene
a co rro b o rar su convicción an terio r: la filosofía es
inabordable y no es posible que pueda presentársenos
toda entera (ibíd.), p orque nunca la virtud p o d rá ser
cum plida p o r entero. La filosofía, p o r tanto, es in ab o r
dable, no p o r m otivos teóricos o por la exigencia de una
im posible am plitud de conocim ientos, sino p o r el m o
tivo m oral de no poder ser el hom bre perfecto en este
m undo. Como no puede ser perfectam ente virtuoso, no
po d rá tam poco ser perfecto filósofo.
Tales ideas senequistas convierten al estoicism o en
una metafísica sin mitos... convergente con toda la
cultura sapiencial, difundida por la tradición judía,
por el evangelio y por la predicación paulina.
( E l o r d u y : El estoicismo, Gredos, Madrid, I, p . 372)
a) El filosofar «cristiano»
%!■
dio origen a filosofías que los sistem atizaron y explicila-
ron racionalm ente. El hom bre griego, desde la filosofía
griega, no tuvo una visión de sí m ism o, ni del m undo,
ni de la h isto ria com o la que ah o ra la razón m edieval va
a tip ificar a p a rtir de las nuevas posibilidades que la fe
le ofrece p ara com prenderse a sí m ism o, a la historia
y al m undo. La Revelación in tro d u jo valores ab so lu ta
m ente nuevos en el cam po de la filosofía: desde una
concepción ontológica del m undo y del hom bre h asta
una concepción de la vida m oral, diversas de las griegas.
Desde estos p resupuestos toda la filosofía m edieval,
aún con preocupaciones profundam ente diferenciadas,
tuvo com o nervio fu n dam ental el de la relación fe-razón.
Pero esta relación fue reflexionada con m étodos y a p ar
tir de tem áticas muy distintas. ¿Cómo identificar, en
efecto, a San Agustín, Escoto E rígena, San Buenaven
tu ra, S anto Tom ás o las escuelas filosófico-cicntíficas
del siglo xiv? Desde el m ism o eje reflexivo de la relación
fe-razón, todas las grandes filosofías m edievales supu
sieron novedades unas respecto a o tras en la m anera de
en ten d er al hom bre, al m undo y a la h istoria. Adquiere
así cabal sentido la expresión «fides quaerens intellec-
tum », en cu an to que la fe fue un estím ulo p a ra que la
razón p lantease los problem as de m odo d istin to a como
se venía haciendo en la tradición griega.
R esulta a este respecto ilu strativ a la opinión de E rn st
Bloch. Además de o tras m uchas páginas dedicadas a la
com prensión de la filosofía m edieval, ve en S an Agustín
al verdadero cread o r de la filosofía de la h isto ria en sen
tido p ropio y m undano. Por eso escribe:
%
filosófico y el teológico. Ahora bien, asi com o él orden
n atu ra l se subordina al sobrenatural, así el saber filoso
fico se su bordina al teológico.
La filosofía es
'»/
poner en ejercicio el intellectus, que es actividad intelec
tual ilum inada p o r la fe, cuyo objeto es lo suprasensible.
No hay filosofía sin este doble m ovim iento, debiendo el
hom bre ser consciente de su propia ignorancia. La filo
sofía es esta «docta ignorancia» que, razonando, reconoce
sus lím ites {De docta ignorantia, I, 4; II, 3).
98
a) L a preocu p a c i ó n antropológica
99
Lo m ism o que Giordano B runo, Cam panella se
volverá sobre la naturaleza, no con afanes científicos,
sino con u na concepción m ístico-teosófica que hace
de la filosofía u na form a de vivir p ara p articip ar, por
el am or, en la vida que es patrim onio de todos los
seres n atu rales (M etaphysica, VI, 7).
100
ton, quien titu la rá su libro de m ecánica Philosophiae na-
turalis principia m athem atica. La física m ecánica es así
llam ada Philosophia.
De esta p lu ralid ad de preocupaciones por la n atu ra le
za, la tradición filosófica re te n d rá la m ás estrictam en te
científica: la filosofía com o in terp retació n m atem ática
de la natu raleza que im plica el de filosofía com o preocu
pación p o r la validez de los m étodos de la ciencia y por
las condiciones de validez de todo saber que p reten d a
llam arse cierto.
101
I;ul;i cu principios evidentes, de los cuales el prim ero
es la inluición de la propia existencia en el acto m ismo
d rl pensam iento. La filosofía es, p ara Descartes,
el estudio de la sabiduría, y por la sabiduría no se
entiende solamente la prudencia en los negocios, sino
un perfecto conocimiento de todas las cosas que el
hombre puede saber, tanto para conducir su vida como
para la conservación de la salud y la invención de to
das las artes.
(D e s c a r t e s : 1953, p . 557)
102
p ara que el soberano bien sea buscado socialm ente. Lo
que im pone a la filosofía una función educativa, m oral,
política e incluso técnica, p ara que todo contribuya a
que el h om bre viva de acuerdo con su condición de inte
grante de la unidad, en cuyo reconocim iento reside su
libertad ( S p i n o z a : De In telectu s em endatione, Ed. Ger-
hard, II, pp. 8 y ss.).
103
Manuel Kant. Retrato realizado por Dobbler. Munich.
b) Filosofía y subjetividad *
P ara los tres grandes idealistas la filosofía tendrá
com o objeto, aunque con profundas diferencias, las
condiciones subjetivas que hacen posible las relaciones
del hom bre con el m undo, tanto teórica com o práctica
m ente.
106
m a parte. Debido a ello la m isión de la filosofía consis
tirá en d escubrir lo objetivó * (todo lo inconsciente, na
tural, determ inado) en el seno m ism o de lo subjetivo *
(lo libre, lo consciente) y —con un m ovim iento parale
lo— descu b rir lo su b jetivo en el seno de lo objetivo,
con el fin de hacer posible la fusión de los dos elem en
tos: subjetivo consciente y objetivo inconsciente.
La filosofía, p o r tanto, podría definirse diciendo que
ella debe
107
de cada ser por superar su propia lim itación (espíritu).
Debido a ello la filosofía se hace en Hegel consideración
de la com pleja y m últiple realidad natural (Filosofía de
la naturaleza) y análisis del esfuerzo de cada ser por
realizar en sí el ideal de la idea absoluta (Filosofía del
espíritu). E sta culm inará en la identificación de filoso
fía, arte y religión, ya que las tres son form as distin tas
de p o n er de m anifiesto el m ism o contenido, o sea, la
realidad de la idea absoluta.
108
La praxis es la actividad germina del hom bi’e —inte
lectual y operativa— que im pide sep a rar pensam iento y
realidad, de tal m odo que conocer y ac tu a r form an una
unidad. De este m odo, todas las esferas de la actividad
hu m an a form an una unidad, contribuyendo a una «sabi
du ría total» —praxis— que hace im posible la indepen
dencia de reflexión y hechos histórico-m ateriales. La fi
losofía es entonces la actividad práxica del hom bre
encam inada a conocer y tran sfo rm ar las condiciones
históricas, con el fin de su p erar la alienación del hom
bre en la sociedad de clases.
109
existencialism o entendió la filosofía como una analítica
de la existencia propia, concebida com o realidad singu
lar que se va realizando en esencial dependencia del
tiem po y del m undo. El hom bre es entendido como
existencia que singularm ente com pendia, a la p a r que
realiza, la hum anidad.
Las filosofías de K ierkegaard, S artre, Jaspers, Marcel,
M ounier, etc., exigen la participación consciente del
existente en su propio realizarse. Por eso, S a rtre habla
de «psicoanalítica existencia», M arcel de «participación
en el m isterio de mi propio cuerpo», K ierkegaard de
«asunción de mi singularidad};;, Jaspers de «experiencia
de m i propio surgir como existente». M ounier de «com
prom iso» conmigo y con mi m undo. Todo ello, son m o
dos de ex p resar el presupuesto fundam ental de la filo
sofía existencial. Lo que com pendia S artre diciendo que
el existencialism o quiere poner de; m anifiesto
110
3.9, Filosofía y lenguaje
D entro de la filosofía contem poránea un tem a com ún
engarzó inquietudes m uy dispares: el del lenguaje. Fi
losofías m uy d istin tas han querido ser «filosofías del
lenguaje». Podría decirse que, de una u o tra m anera,
el lenguaje constituyó el denom inador com ún de las
filosofías de n u estro siglo. Tom ando com o criterio de
clasificación la función atrib u id a al lenguaje, tipificaré
diversas ten tativ as —m uy dispares en m étodos y o bje
tivos— de las orientaciones m ás significativas a p a rtir
del lenguaje.
111
efecto— los térm inos y proposiciones que tengan co
rrelato s em píricos.
Russel, Carnap, y el llam ado «Círculo de Viena» re
presentan, en tre otros, esta filosofía, cuyo ideal reside
en elim inar toda am bivalencia lingüística, prescindien
do, p or tanto, del lenguaje usual (cfr. M u g u e r z a :
1974).
112
ción esclarecedora del lenguaje que se proponía la filo
sofía analítica. Asimismo (m etodológicam ente) am bas
coinciden en no conceder prim acía al lenguaje y su b o r
dinar, en consecuencia, el universo de los signos a una
actividad m ás am plia del sujeto: la intencionalidad para
la fenom enología; la praxis p a ra el m arxism o.
113
nism o social de la conducta o, lo que es lo m ismo,
como m edio de la regulación por los signos de la
actividad hum ana.
La o b ra de S chaff sitúa al lenguaje en el seno
de la sociedad trab a jad o ra, siendo él la relación
social p o r excelencia de los hom bres que trab a jan
en u n a sociedad.
N arsky supone un exponente, den tro del m arxis
mo, de la lingüística m ás conocida en el contexto
de lingüística europea. P ara él el signo es la unidad
dialéctica de la significación; pero ésta no es una
esencia en cerrad a en la m aterialidad del signo, sino
un m om ento del proceso del conocim iento que se
efectúa en la in terp retació n del signo con cuya m a
terialid ad form a u na unidad inseparable.
En general, en el contexto m arxista, se defiende
la teo ría básica de la conciencia com o reflejo de
la realidad m aterial m anteniéndose que el lenguaje
es reflejo de la sociedad.
D entro del m arxism o la figura singular de L. Alt-
h u sser supone la conjuración de postulados lingüís
ticos estru c tu ralista s con una renovación radical
de la lectura de Marx. Su intención, sin em bargo,
es la no ser encasillado dentro de las tesis estru c
tu ralistas:
114
cial se efectu ará no ya por el hom bre, sino por la sín
tesis estru c tu ral. Lire le Capital y Pour M arx son sus
dos obras m ás significativas. Los p resupuestos m e
todológicos estru c tu ralista s son evidentes en Althus-
ser.
115
te del texto» con el «horizonte del intérprete». De
aquí la necesidad de in te rp re ta r p ara conocernos a
n osotros m ismos.
116
caso de Adorno) con el existencialism o y todo tipo
de m etafísica. Adorno, H orckheim er... y su discípulo
H aberm as rep resen tan una herm enéutica de este tipo.
117
• Jacques D errida rep resen ta un post-esíructuralism o
que entiende el lenguaje como un juego de signos,
en sí m ism o significativo. Los signos no son, pues,
el significante lingüístico de un logos que en ellos
se significa. Toda la significación la adquiere el len
guaje en v irtu d de su propia inm anencia. El pensa
m iento occidental —p o r el contrario— fue logocén-
trico, esto es, entendió el lenguaje com o m anifesta
ción de un logos o verdad que le daba sentido. Para
D errida tal modo de pen sar debe ser sustituido p o r
el p en sar gramatológico que ve el lenguaje com o ju e
go de los gram m ata o signos, y prescinde de que ellos
sean m anifestación de este o aquel significado (De
la grammatologie).
118
Le dejéuner des structuralistes (de izquierda a derecha: Foucault, Lacan, Lévi-Strauss, R. Barthes).
Dibujo de Maurice Henry (cedido por Magazine littéraire).
Sin duda discutible y con formas heterogéneas, el estructuralismo (¿filosofía?,
¿no filosofía?) representa una renovación de la temática antropológica, tanto en filo
sofía como en otros sectores de las llamadas ciencias humanas. Los estructuralis-
tas, con otros que se alejan de ellos, como Ricoeur y Levinas, han supuesto un
núcleo francés, creativo y fecundo, de la filosofía de nuestros días.
Verdad y método
en la filosofía
120
recovecos; o tras son debidas a la lim itación de nueslio
entendim iento, puesto que
122
E sta concepción de la ciencia supuso de hecho un
salto cualitativo. Por una parte, la ley q uería ser un
resu ltad o a posteriori, originado en la experiencia, aun
que legitim ada ésta por la razón, com o K ant quiso
dem o strar. Pero, p o r otra, la ley se convirtió en una
previsión a priori presentándose com o el m odelo de
co m portam iento universal y necesario de la naturaleza,
indefectible e invariable. Con ello, el científico se sitúa
en un nivel to talizador proclam ando a la ley com o el
principio últim o que ofrecía la com prensión definitiva
de la naturaleza. El científico caía así en la tram p a
m etafísica que q u ería com batir.
A tal elevación de la ciencia a m etafísica —a mi ju i
cio— contribuye, no en poco, la filosofía trascendental
de K ant, al fu n d am entar la validez universal y necesa
ria de la ciencia físico-m atem ática en los elem entos a
priori de la razón. E sto es: la ley científica es posible
y es definitiva p o rque la razón hum ana garantiza su
validez universal y necesaria. Ella, en efecto, está cons
titu id a de tal m odo que los datos contingentes que nos
ofrece la experiencia posibilitan que el entendim iento,
a p a rtir de ellos, se convierta en verdadero legislador
de la naturaleza. La ciencia es necesaria com o lo es
la e stru c tu ra y el funcionam iento de la razón.
N ada extraña, en consecuencia, la absolutización de
la ciencia que p retendió el siglo XIX que -—de modo
general— veía en ella la solución definitiva a los e te r
nos problem as del h om bre (Renán).
b) Pero la ciencia contem poránea se asignó un co
m etido m ucho m enos pretencioso y m ás instrum ental.
Los científicos, sobre todo después de las reform ula
ciones de las geom etrías no euclidianas, por obra de
R iem ann y Lobacevsky, de la física cuántica de M. Planek
y de la teo ría de la relatividad de E instein, ya no piolen
den que sus teorías sean un calco de la naturaleza. El
científico tom a conciencia de que su tarea no va más
allá de b rin d a r un sistem a de signos adecuado para la
com prensión de los fenóm enos y técnicam ente o p e ra
tivo.
E n tre dos sistem as científicos no coincidenles en el
análisis de determ inados fenóm enos —sobre lodo, en
12.<
el ám bito de la física subatóm ica y en la quím ica mi-
crobiológica— el científico se cuida de tild a r a uno
com o cierto y a otro como falso. Más que contradic
torios, los co n sid erará com plem entarios, en m uchos ca
sos. Ello no elim ina el ca rác te r objetivo de la ley, pero
pone cautelas a su indefectibilidad universal.
Al com plicarse pro fu n dam ente la aceptación de la
objetividad incuestionable del conocim iento de los fenó
m enos, se hacen actuales dos condiciones que el propio
A ristóteles adelantaba:
124
se sitúa la zona ciega de la ciencia que cree que la
teoría refleja lo real. Lo propio de la cientificidad no
consiste en reflejar lo real, sino en traducirlo en teo
rías cambiantes y refutables.
(M orin : 1982, p. 35)
125
m áticos, leyes o principios de com prensión que se
hagan extensibles a ám bitos desconocidos o no es
trictam en te idénticos con los experim entados. La
ciencia es hoy, p or tanto, «racionalista» en buena
m edida, haciendo real lo que K ant, anuncia desde
las p rim eras líneas de la Crítica de la razón pura:
Aunque todo nuestro conocim iento em piece con la
experiencia, no por eso todo él procede la expe
riencia (B l).
b) Verificabilidad. Quiere ello decir que todo conoci
m iento científico debe responder a la exigencia de
control experim ental, sea directo o indirecto. En
m uchos casos la verificabilidad será directa, en
cuanto constatación de hechos. En otros, por el
co n trario , la verificabilidad será operativa: esto es,
un dato o concepto puede ser aceptado porque es
solicitado p or lo ya conocido o porque responde
a operaciones de control que, sin experim entarlo
directam ente, lo postulan como necesario p ara ex
plicar resu ltad o s observables.
K. Popper entiende que en lugar de la verifica
bilidad, el conocim iento científico debe ca rac te ri
zarse p o r poder d em o strar la falsedad de las pro
porciones científicas (falsación), considerando todo
logro como provisional (Lógica de la investigación
científica).
c) O bjetividad. La verdad científica es ajena a condi
ciones de tipo subjetivo, tanto del científico, como
sociales, históricas, etc. Es, sin em bargo, necesario
ten er presen te lo que ya hem os dicho: una verdad
científica no es ajena a los m étodos y presupuestos
del investigador. Sin em bargo ello se m antendrá
siem pre en el ám bito de lo m etodológico, esto es,
en cuanto a la elección de los procedim ientos y no
en cuanto a que el científico pueda proyectar sus
gustos, afectos, preferencias psicológicas, etc., sobre
el resu ltad o de su investigación.
d) La reversibilidad. Poco señalada h asta este siglo,
la reversibilidad supone que la ciencia contem po
rán ea no enuncia nada como definitivo. La verdad
126
científica, por tanto, es perfectible, revisable, si bien
siem pre en v irtu d de las exigencias de verificabili-
dad o falsación, como pide Popper, poniendo de m a
nifiesto que la ciencia «no puede m ás que conje
turar». K uhn confirm a la m ism a convicción.
lí7
sación o verificabilidad de la ciencia. Ello plantea el
problem a de distinguir h asta qué punto puede decirse,
con idéntico significado, que son ciertas las leyes cien
tíficas y tam bién son ciertas las afirm aciones m etafísi
cas, absolutam ente ajenas a todo control, verificación o
íalsación.
Los rasgos de la verdad en filosofía podrían ser:
i:?k
A este respecto, es ejem plo elocuente la filosofía
de Nietzsche. E m inentem ente personal y subjetiva,
la experiencia que N ietzsche quiere poner de m ani
fiesto está muy relacionada con el ansia de verdad
que todo hom bre alberga en su seno. E sta experien
cia, generalm ente no tem atizada en o tras filosofías,
es su elem ento principal. Libros com o el de Jean
G ranier Le problem e de la verité dans la philosophie
de N ietzsche (Seuil, París, 1966), o N ietzsche, de
L. Andreas Salom é (Zero, M adrid, 1980) —quien
lo conocía muy bien— así )o ponen de m anifiesto.
130
4.3. Verdad y método
T anto el conocim iento científico com o el filosófico
llevan im plícitas unas exigencias m etodológicas que
vienen m arcadas p o r las características de am bos m o
dos de conocim iento. Es prolija la referencia que se
dedicó a los m étodos a lo largo de la h isto ria de la
filosofía y de la ciencia, pero no es n u estro propósito
en tra r aquí en su exposición erudita.
Desde los griegos a la m oderna m etodología de la
ciencia, pasando p or el Discurso del m étodo de Des
cartes, el m étodo se entendió como cam ino o m edio
para alcanzar la verdad que se buscaba. Y, p o r esto
m ismo, un nuevo discurso del m étodo se hace hoy im
posible, dada la infinidad de cam pos que, tan to en filo
sofía com o en ciencias, se investigan. Ello hace ineficaz
toda tipificación de m étodos, sea en ciencias sea en
filosofía. Me parecen —sin em bargo— o p ortunas las si
guientes observaciones:
a) Las ciencias se han dado m étodos adecuados a las
exigencias de d em o strar experim ental o m atem ática
m ente sus conocim ientos. A ellos atribuyó Dilthey el
calificativo genérico de «m étodos explicativos» (erklá-
ren). E stos son los adecuados p a ra las «ciencias de la
naturaleza».
E xplicar * viene entendido com o un proceso p ara de
m o stra r el por qué de las conclusiones. Lo que supone
a c la ra r el proceso causal de toda conclusión o fenóm e
no. Como ya hem os señalado, la ciencia contem porá
nea —sin em bargo— no deja de reconocer la im posibili
dad de una racionalización to tal de sus procesos.
Debido a ello —com o ya dijim os—, explicarlo l o d o
es hoy posible. Popper (La lógica de la investigación
científica, Tecnos, M adrid, 1963; El desarrollo del cono
cim iento científico, Paidos, B. Aires, 1959) insistió <-n
l a im posibilidad de d em o strar la verdad de una I c o i i . i
científica. Como ya dijim os, lo único que podem os lia m
es p ro b a r su falsedad (m étodo de falsación). A su vez,
Th. K uhn (La estructura de las revoluciones cieulifinr..
FCE, México, 1971) in sistirá en que la ciencia no p ro p ir
sa en v irtu d de una lógica de la racionalidad, s i i i o , y .
I U
sobre todo, p or revoluciones que im plican una raciona
lidad siem pre renovada que pone en entredicho la an te
rior. Feyerabend, a su vez (Contra el m étodo, Ed. Ariel,
1975), no ve razón p ara d ar preferencia a unas teorías
sobre las otras, en el ám bito de la actual investigación
científica. Por su parte, Gódel pone en entredicho la
p ro p ia coherencia de los sistem as lógico-m atem áticos a
ciertos niveles de com plejidad.
Todas las discusiones m etodológicas vienen, en fin,
a poner de m anifiesto la dificultad que el científico en
cu en tra p ara «explicar todo», «dem ostrándolo todo» y
fija r el concepto de «m étodo científico».
132
nos observables. Debido a ello todo el mundo de la cultu
ra, del lenguaje, de las manifestaciones psicológicas de
todo tipo, se convierten en un camino para acceder al
hombre que las produjo. Los existencialismos son varian
tes de este método.
134
desarrolla analíticamente la comprensión. Este vínculo
dialéctico entre explicar y comprender tiene por con
secuencia una relación muy compleja y paradójica en
tre ciencias humanas y ciencias de la naturaleza.
(R ic o e u r: 1977, p . 145)
1 V,
tivos, independientes y autónom os, Todo conocim iento,
p o r el contrario, está vinculado entre otros, a intereses
técnicos, en cuanto que la significación de sus enun
ciados está som etido a su eventual utilización práctica
( H a b e r m a s : 1982, pp. 11-74).
Ello conduce a que la filosofía, como saber teórico,
no puede ser un saber legítim o si pretende una huida
hacia adelante y hacia afuera de su tiem po. Su dificul
tad radicará, precisam ente, en pensar su tiem po sin
sucum bir a la in stru m entalidad científico-técnica. Acep
tándola, deberá en co n trar la palabra para que el hom bre
no quede norm ativizado por esta técnica. De no lograr
lo, la filosofía y sólo ella, sería la culpable de la pérdida
de lo hum ano y subjetivo ya que, las: ciencias, por sí
m ism as, tienen como m isión teenificar e instrum enta-
lízar. A la racionalidad filosófica le corresponde hum a
nizar.
Nos vem os así conducidos hasta las convicciones de
H usserl, p ara aceptarlas en p arte y, en p arte tam bién,
p a ra d isen tir de ellas.
HusSerl, en su m agistral obra, La crisis ele las cien
cias europeas y la fenomeytolvgía trascendentalt señala
con acierto q u é las ciencias positivas desem peñaron
una p ro fu n d a función racional y hum anizadora m ien
tras perm anecieron vinculadas a la filosofía, esto es,
m ien tras se m antuvieron como saberes que integraban
un conociim ento coherente del m undo. Y H usserl in
siste en que esa unidad del saber recom pondría la situa
ción d istorsionada que él hom bre de hoy se ve obligado
a vivir en v irtu d —precisam ente-— de sus propios ade
lantos científicos. Y bien es cierto que esta am bición
de H usserl re p o rtaría coherencia a nu estra d esaju stad a
cu ltu ra contem poránea.
Pero, sin em bargo, m ás difícil de co m p artir es el
otro deseo husserliano: fundar las ciencias en eviden
cias ab so lu tas e incuestionables procedentes del m undo
de la vida (Lebenswelt). Como hem os ido diciendo,. éso
nos re su lta hoy im posible. El deseo de racionalidad ab
soluta, derivada de tales evidencias; vitales, no podrá
ser alcanzado.
N uestra filosofía y n u estra ciencia se contentan hoy
con u n a racionalidad progresiva Jf com pleja que com-
136
p a i l c la id e a d e q u e la \ c i d a d a v a n z a , a tr a v é s d e c i t o
r e s y c o n je t u r a s . Y m á s p a r t i c u l a r m e n t e e n la filo s o fía
q u e d e m a n d a — c o m o id e a l d e r a c io n a lid a d c o n s é je n le
p e n s a r t a m b i é n lo i n c o n s c i e n t e y t o d o u n m u n d o q u e ,
a l h a b la r d e l h o m b re , p o d e m o s p re v e r y n o lo g ra m o s
te m a tiz a r.
138
H !
140
Pero se exige una condición para que tal contem po
raneidad tenga sentido: la necesidad de que nosotros,
tan posk h an tian o s com o posaristotélicos (aunque no
sintam os los problem as de K ant o A ristóteles) nos pre
gu ntem os por el sentido de nuestra experiencia y de
nuestro m undo. Es entonces cuando las filosofías, aun
las m enos coincidentes con nuestros m odos de pensar,
nos b rin d an una p alab ra que quiere ser verdadera, la
aceptem os o no.
Ello quiere decir que la h isto ria de la filosofía, no
puede ser com prendida si cada uno no filosofa sobre
su m undo. Y filosofar, ya lo dijim os, quiere decir refle
xionar n u estra experiencia. Es entonces cuando, sin ser
platónicos, apreciarem os al platonism o com o reflexión
verdadera, sin ser tom istas acertarem os a percibir la
verdad del tom ism o o sin ser m arxistas la del m arxis
mo. Quizá sea ésta la característica m ás singular de la
experiencia filosófica: no poder pen sar si no es desde
la pluralidad.
c) Lo dicho no es un eclecticism o que com pagina algo
de uno con algo de otro, sino que es la exigencia de una
escucha que descubre el sentido entero de cada filosofía
ya hecha, pero que —en c o n tra p artid a— no h a rá suya
ninguna. Todas ellas constituyen l a e stru c tu ra de cono
cim iento en la que se integran la única filosofía cierta:
la que cada uno de nosotros debe hacer. Y las filoso
fías ya elaboradas ad q u irirá n m ás sentido cuanto m ayor
sea el em peño p o r h acer l a nuestra.
Tal es el sentido p rofundo de la palab ra de K ant:
I 11
Tal es la situación frecuente en la actualidad con
tem poránea. N uestra facticidad, como direm os en el ca
pítulo siguiente, nos sum erge en intereses —com o de
nuncia H aberm as ( H a b e r m a s : op. cit.), que nos im piden
p re g u n ta r y, p o r tanto, no entendem os cuanto no res
ponda a ellos. De ahí el acoso social, político e incluso
científico a todo lo teorético al que se desposee de toda
funcionalidad form ativa e inform ativa.
142
pondría ab so lu tizar la razón individual con las im pon
derables secuencias de todo absolutism o. Pero en filo
sofía el absolutism o sería m ás peligroso p orque se rea
liza en nom bre de la razón.
I-I 1
5.2.1. Sentido y tradición
144
m étodo, sino desde la participación en la experiencia
fu n d an te de la tradición. Toda tradición se despliega
en el lenguaje, p ero antes de éste, está la experiencia
que el h om bre tiene de aquélla.
La condición de una herm enéutica de este tipo es su
referencia com prensiva «a las cosas en sí m ism as». Son
ellas, es el m undo, quien m ide la in terp retació n . Si ésta
se aplica a los textos es porque en ellos la tradición
h istó rica o estética se hacen presentes. El lenguaje es
crito es el lugar donde e l lector-intérprete encuentra
no una subjetividad, sino todo un m undo que se abre
an te él p or o b ra del texto. La in terp retació n h a rá con
flu ir el m undo del texto con el del in térp rete. De la
fusión de am bos se o riginará un nuevo m undo que po
dem os llam ar m undo de la interpretación. Siguiendo a
H um bolt, el lenguaje es una visión del m undo, tam bién
p ara Gadam er.
E n este contexto la distancia tem poral
C om prender es entonces
146
texto y toda interpretación —p or tanto— debe ir
acom pañada de la explicación de su e stru c tu ra lin
güística. Explicación y com prensión (cfr. infra, p á
gina 134) se reclam an m utuam ente p ara poder in
te rp retar.
Pero, adem ás del estructuralism o, R icoeur se deja
ilu stra r por Frege. P ara Frege el significado de toda
proposición hay que buscarlo en el sentido de su
enunciación lingüística y no en una dim ensión ex
tra ñ a a ella, com o puede ser el pensam iento de su
a u to r o el acontecim iento que le dio origen:
5.2.2. La interpretación
147
m iento de la significación objetiva del sentido. Ahora
el texto debe ser entendido sin las conexiones psicoló
gicas iniciales, a través de una hipótesis sobre el sen
tido que sea la co n tra p artid a del m utism o del texto.
H ipótesis que se corregirá sucesivam ente en la m edida
en que la in terp retació n progrese. El in térp re te es así
clave de la significación.
148
el alcance de las proposiciones de mundo abiertas por
las referencias no ostensivas del texto.
( R i c o e u r : 1972, p . 107)
5.3. Conclusión
Nos vemos así conducidos a las conclusiones que ya
adelantam os sobre la verdad de las diversas filoso
fías.
150
Pei'o la fusión de tem poralidades n a será posible sin
la investigación y el com prom iso actuales de la filosofía,
0 sea, del filósofo. Por eso la herm enéutica in sistirá en
que no es posible la com prensión a través de la sim pa
tía n eu tra ante, un texto-: O filosofía.
152
D escartes. G rab ad o de F ranz H als según el r e tr a to ilc l><-.
c a rie s de Jo ñ a s S uyderhoff. C abinet des E ta m p es, I n i•
D ibujo de M. M aceiras.
156
un m undo. La actualidad es, por ello, ineludible. Pero
siendo realm ente ineludible, ella pudiera no hab er sido
así ni seguirlo siendo. No está dotada de necesidad ab
soluta, lo cual posibilita que su actual necesidad sea
aceptada de m odo contingente, pudiendo ser tra n sfo r
m ada p o r un orden o sentido distinto. A este sentido
que lo actual puede adquirir por la reflexión filosófica
lo llam aré prospectiva.
D entro de la actualidad o realidad que el hom bre vive,
aten d eré a aquellos aspectos que conciernen más d irec
tam en te a n u estra m odernidad, tom ando conciencia crí
tica de ellos. En paralelo, sugeriré la propuesta refle
xiva, la prospectiva, p or la que hoy la filosofía, debe
com prom eterse en una labor hum anizadora.
157
—según la ce rtera expresión de O rtega— o vivir y p en
sar reflexivam ente, queriendo com prender el propio
vivir. Pero —en la altern ativa— debem os reconocer que
el anonim ato, la im personalidad y la abdicación de toda
reflexión es el pan de cada día. El hom bre cotidiano
vive m ás en v irtu d de la opinión de los dem ás y de lo
exterior a sí m ismo, que de su propia opinión y deci
sión.
158
fuere su proyecto existencial —profesional, estético, po
lítico, científico, religioso, etc.— debe vivirlo día a día
a p a rtir de la exigencia de cu b rir sus necesidades y cum
p lir sus com etidos.
Por eso su pensam iento no puede d ejar de ser prag
mático, en el sentido en que K ant entiende este con
cepto, o sea, como pensam iento o acción
I'. "
ria inm ediatez. Es la pérdida de La condición proyectiva
del hom bre.
Tal alienación se disfraza, en la vida cotidiana, con
la m áscara de la resignación, la hum ildad con frecuen
cia, o el «yo no necesito m ás para vivir». Pero ello
puede re cu b rir la confortable perm anencia del hom bre
en lo p articu lar. No quiere pensar, ni buscar o tra cosa,
ni proyectar, negándose a sí m ism o un m undo m ás am
plio de posibilidades; cercenando, p o r tanto, su propia
libertad.
160
diarias p o r la reflexión, haciendo que el hom bre tom e
distancia respecto a la inm ediatez de lo que le acontece.
K.l
rir si aprendem os a m irarla. Y es sólo en el m om ento,
en cada día, en cada objeto, desde donde se abre la
posibilidad de salir poéticam ente de ellos.
162
Más allá de la inquietud de H eidegger p o r determ inar
la esencia de la técnica, lo que parece indudable es que
el hom bre no puede ejercer plenam ente su hum anidad
si no es a través del pensam iento científico. Todo p ri
m itivism o o nostalgia anticientífica son, en sí m ismos,
antihum anos. P or el contrario, la ciencia es causa de
hum anización tan to del hom bre com o de la propia n a tu
raleza. La h isto ria de la ciencia es la historia m ism a
del desarrollo de la lib ertad y de las posibilidades del
hom bre. El griego no tenía las posibilidades de ser, a
p esar de la ilustración filosófica del siglo v ateniense,
un h om bre libre com o el de n u estro s días. Y a fo rjar
esta posibilidad de hoy contribuyó, en prim er lugar, el
desarrollo de la ciencia.
A su vez, la ciencia fue posible por la cualidad de
pensador del ser hum ano que busca certezas racionales.
Y allí donde no en cuentra certeza científica re c u rrirá
a procedim ientos que considera subsidiarios, aunque
im propios p ara o b ten er certeza alguna. Por eso la m a
gia acom pañó el d esp e rtar de la ciencia m oderna en el
renacim iento y, en nuestros días, el interés por form as
exotéricas de saber obedece a la intención de asentar
al h om bre en certezas que la ciencia no le brinda.
Pero ¿cuál es a este respecto la actualidad del hom bre
de hoy?
16 t
existente casi en nuestros días — de la expresión usual
de los problemas humanos fundamentales.
(Op penheimer : 1967, p. 149)
164
b) Debido a ello vivimos bajo el signo de una doble
racionalidad: la del conocim iento del especialista re s
pecto a su o bjeto y la de su ignorancia respecto a los
dem ás objeto s del saber.
Que ello sea así no es, en absoluto, achacable ni al
científico ni al ho m b re vulgar. La situación se origina
en la esencia m ism a de la ciencia y de la investigación,
así com o en la p ro fu n d id ad de la naturaleza, inexcru-
tab le a la m irad a sim plificadora. La ciencia, cuya po
sitividad debe afirm arse sin resto, pro cu ra así el des
equilibrio en tre su razón, que se proclam a infinita en
posibilidades, y su en tendim iento que se co n stata con
finado en un p rofundo desconocim iento. Debe a c ep tar
se, en síntesis, el desequilibrio de un ser que se afirm a
com o «el que sabe» en tan to hum anidad y al m ism o
tiem po debe reconocerse ignorante com o individualidad.
lí.S
tensión de autosuficiencia. La tom a de conciencia de
la finitud será, pues, la constatación de la lim itación
cognoscitiva, psicológica, social, etc., a las que el hom
b re debe a ju s ta r su p ro p ia am bición. La lim itación, sin
em bargo, no supone la afirm ación de la negatividad
ontológica fundam ental, como parece p re te n d er el exis-
tencialism o de K ierkegaard y, en m enor m edida, el de
S a rtre ( R i c o e u r : 1960).
La constatación de la lim itación alejará la am bición
de re d u cir la teología a la antropología, con un reno
vado reto rn o a Feuerbach, y m antendrá la dialéctica
finito-infinito, com o legítim a categoría del hom bre.
166
propia insuficiencia, reclam a al poeta, al filósofo, al
hom bre de espíritu. El ám bito de lo sim bólico, de lo a r
tístico, de lo poético, de lo axiológico com o realización
de valores m orales, de lo religioso com o exigencia de
un sentido no inm anente a la existencia, son parcelas
de realidad posible que la prospectiva reflexiva debe
pro p o n er com o filosofía vital del hom bre-pensador.
No es posible, en consecuencia —sobre todo, en el
seno de la m odernidad científica—, la elim inación de
una m etafísica que englobe todo el hom bre. B achelard,
aceptando que desde W. Jam es todo hom bre cultivado
seguía u na m etafísica, postula
168
de m an era m ás p erfecta a través de la m áquina, de tal
m odo que, sin ella no sería posible la progresión de la
ciencia. La ciencia de hoy, en consecuencia, depende
en buena m edida de las m áquinas que ella m ism a ha
posibilitado. Se genera así una dependencia m u tu a en
tre la razón y la máquina. E sta —al fin y al cabo— es
la prolongación de aquélla.
Pero esta dependencia se generaliza. El hom bre con
tem poráneo es tan to dueño de las m áquinas com o súb
dito som etido a ellas. Su existencia, su subjetividad,
debe convivir con las m áquinas en una relación no de
igual a igual. E n efecto, por su p a rte el hom bre no ceja
en afirm arse como realidad que es más y vale más.
Pero su ser y su valer dependen, en buena m edida, de
las posibilidades que le b rin d a la m áquina. Por este
m otivo ella puede más que el hom bre que la construyó
y p reten d e todavía m anejarla.
E sta situación es tan real que el poder de la m áquina
se im pone a la hum anidad com o colectividad. De nada
sirve, en efecto, decir que la m áquina-objeto está som e
tid a al hom bre, si —a nivel m undial— la hum anidad
depende, incluso ya p ara su subsistencia, de m áquinas.
Tal estado de cosas se agrava al co n stata r que la com
binación de la electrónica y la m ecánica p ro d u jo una
autén tica revolución autom atizadora.
N inguna pru eb a m ás diáfana del poder de la razón
que la grandiosa perfección de las m áquinas autom áti
cas, capaces de la prodigiosa com binación cibernética y
de e sc ru tar y tran sfo rm ar el m icro y el m acro cosmos.
Sus posibilidades y logros las hacen sim ilares a las
grandes creaciones artísticas y a las dem ás m anifesta
ciones espirituales del hom bre. El autom atism o meca-
nicista es una pru eb a elocuente de racionalidad que
debe ser asum ida com o fuente de hum anización. Pero
con él, tam bién el hom bre —en buena m edida- se
autom atiza.
171
eentros del automatismo se perfeccionan. La distancia se
agiganta entre unos y oti'os hasta tal punto que las dife
rencias no van siendo ya de cantidad, sino de cualidad:
los países subdesarrollados, en el actual estado de cosas,
no van hacia el mismo objetivo humano que los automa
tizados. Unos y otros —por el contrario— caminan hacia
un tipo de civilización distinto.
En este contexto no está, ni mucho menos, probado que
los avances técnicos de las grandes potencias hayan con
tribuido a avivar progreso humano en los países subdes
arrollados, o a promover su libertad. Poner en claro todas
estas contradicciones es cometido actual y urgente de la
filosofía.
172
la humanidad. Esa no será su intención, pero ése es el
objetivo implícito en su investigación.
17 1
vocación racional y práxica del hom bre. Pero a todos
sus logros antep o n er la pregunta por su sentido desde
el pu n to de vista de la vida y la libertad.
Desde la vida, entendida no sólo como realización bio
lógica, sino como realidad en la que se insertan todas
las posibilidades hum anas —vida intelectual, m oral, esté
tica—. Y desde la libertad, no reducida sólo a la libertad
social, sino afirm ada com o posibilidad de ser el hom bre
cada vez m ás dueño de sí mismo.
Al proceso p ro d u cto r de utensilios, debe, después,
acom pañarle la pregunta: ¿cómo y h asta qué punto éste
artefacto prom ueve o am enaza la vida y la libertad?
La resp u esta a tal p reg unta es condición de legitim a
ción o rechazo de toda am bición técnica proclam ada
com o progreso. E lla es la condición trascendental que
se im pone a la revolución técnico-autom atizadora.
174
y privilegio. En fin, el hom bre autom atizado y progre
sista debe ap ren d er que es m ás aquel que da más de
sí y p o r su esfuerzo que aquel otro que m ás tiene o
más puede. Debe ap ren d er a la p o stre que, sobre todo
hoy, y p a ra ser hu m anam ente m odernos, vale m ás quien
agota su vida en favor del enferm o o el subnorm al que
el m in istro de sanidad.
176
que se m anifiestan en un espectro de relaciones que
culm inan en la sociedad política.
No p retendo, sin em bargo, el análisis de la dialéctica
persona-sociedad. P arto del hecho de que la sociedad
política se legitim a en la m edida en que haga posible
el ejercicio de la libertad, com o libre albedrío y como
lib ertad social, en sus m últiples y posibles ejercicios.
178
dan, aun de lejos, m enoscabar su posición ( J a s p e r s , K.:
Kleine Schule des philosophischen Denkens, M ünchen,
1965, cap. VI, dedicado a la actuación política del hom
bre).
IV»
6.4.2. La prospectiva reflexiva del
hombre ciudadano
P reten d er ah o ra el reto rn o a un ideal de prim itivo
naturalism o político sería tan torpe com o im posible.
El hom bre de hoy no puede ser m ás que un ciudadano
p a ra quien no sólo el prim itivism o, sino incluso el ideal
liberal-an arq u ista resu lta insuficiente. No se tra ta de eli
m in ar la sociedad política, sino de volver a su sentido
ético.
El estado de despersonalización del hom bre-ciudada
no, en efecto, es el resultado, no de la negatividad de
la sociedad, sino de la desintegración del sentido de la
ética y de la norm a jurídica. Como bien señala Sorokin,
tal desintegración abrió el cam ino
a la fuerza bruta como único poder para regular las
relaciones humanas. Si no hay valores religiosos, ni
éticos, ni jurídicos, que rijan nuestra conducta, ¿qué
queda entonces? Nada más que la fuerza desnuda y el
fraude. De ahí el aforismo contemporáneo el poder es
el derecho. Este es el rasgo central de la crisis de
nuestra ética y de nuestro derecho.
( S o r o k i n : 1966, p. 997)
180
lenguaje usual se ha encargado de d o lar de contenido.
A esta probité apelaban, según M ontesquieu, los políti
cos griegos
que vivían en el gobierno popular y no reconocían
otra fuerza en qué apoyarse que no fuese la de la
virtud.
(M ontesquieu : 1964, p. 536)
181
Todo ello constituye una tradición espiritual supra-
política que im pide que el hom bre-ciudadano sea ple
n am ente colm ado, en su dim ensión social, p o r lo m e
ram en te político. Por eso toda sociedad debe fom entar
una serie de opciones no estrictam en te políticas, pero
sin las cuales no sería legítim o lo político en sentido
estricto.
E num erem os algunas de estas posibilidades necesa
rias que la filosofía debe hoy reflexionar:
IH2
educativo. E ste debe quedar, en cuanto a sus opciones
fundam entales, a la elección de la persona.
E n educación es pernicioso todo atisbo de estatalis-
mo. Es aquí donde el pluralism o real debe ser estim u
lado com o exigencia social categórica. Pero tal p lu ra
lism o no puede confundirse con la neutralidad ética
respecto a ciertos valores radicales del ser hum ano, que
el concepto m ism o de hum anidad y responsabilidad im
plican. Como bien señala M ounier:
Ninguna escuela puede justificar o amparar la ex
plotación del hombre por el hombre, la primacía del
conformismo social o de la razón de Estado, la des
igualdad moral y cívica de razas o clases, la superio
ridad —en la vida privada o pública— de la mentira
sobre la verdad, del instinto sobre el amor y el des
interés. Y por esto decimos que la misma escuela
laica no puede, no debe ser educativamente neutra.
(M o u n ik r : 1961, p . 552)
1K<
(FCE, México, 1958), proclam ando que, sin institu cio
nes com unales y locales, una nación puede otorgarse
un gobierno libre, pero no poseerá el espíritu de la li
b erta d , puesto que el centralism o es la m áscara m oder
na de la servidum bre.
• Filosofía-ciencia.
• Filosofía-arte.
• Filosofía-saber político.
• Filosofía-religión.
184
po ndcr a las exigencias de la eclosión m undial de la
población que exige e sta r todos m ás vinculados y co
m unicados. La filosofía debe m an ten er la dim ensión
utópica, p ero progresista, en cuanto que el progreso
debe alcanzar a todos p ara ayudarlos a ser m ás li
bres.
Hoy, p a ra que el m undo sea m ás hum ano, necesita
mos m ás ciencia que nos haga conocernos m ejo r a nos
otro s y al m undo, m ás técnica que haga de la vida —a
nivel m undial— no una pesada carga, sino el m ás p re
cioso don que la n aturaleza o Dios (para el creyente)
han dado al hom bre. Pero ni el ham bre, ni la explota
ción, ni el crim en, ni la violencia —en fin, el m al— van
a d esaparecer con un reto rn o al prim itivism o, porque
en él, el ham bre, la explotación, el crim en y la violencia
fueron m ás espantosos que en nu estro s días.
Y la técnica: La filosofía no ten d ría sentido com o
en fren tam ien to con la técnica; con nu estro s autom óvi
les, ni con nuestro s frigoríficos, ni con nu estro s televi
sores y ordenadores. La filosofía debe in tro d u cir en
todos ellos ideas, ideas hum anas que se reducen todas
a una: a que el ho m bre sea respetado por el hom bre
com o un fin en sí m ismo, no com o un m edio. Ello exige
en n u e stra contem poraneidad, m uy adelantada, la p re
sencia ética de K ant. Lo que ha visto m uy atinadam ente
la E scuela de F rankfurt, p articu larm en te Teodoro Ador
no (Dialéctica negativa) y cuando insiste en que las
esencias no pueden p e rd e r relación con lo real (Zur
M eta kritik der E rken ntnistheorie, 1972, pp. 230 y ss.
Ed. S uhrkam p).
185
La filosofía no puede ya tener hoy presente el tem a
del a rte sin p en sar en Schelling, que la convirtió en el
órgano de la filosofía (Der Sistem der transzendentalen
idealism us); en Hegel, que la eleva a una de las tres
form as de m anifestación del espíritu absoluto, ju n ta
m ente con la filosofía y la religión (Filosofía del espí
ritu); en Schopenhauer, que hace de ella el conocim ien
to verdadero del en sí del m undo (El m undo como
voluntad y representación, libro III); en Nietzsche, que
sitú a en la tragedia antigua y en el dram a m usical grie
go la m anifestación de la esencia vital (dionisíaca) del
m undo (El nacim iento de la tragedia); en Heidegger
p a ra quien —en definitiva— la m etafísica y el pensa
m iento conceptual debe dejar paso a la poesía como
ám bito en donde la verdad es experim entada como
acontecim iento (El origen de la obra de arte).
Prom over u na experiencia estética creativa, no puede
ser algo ajeno a la filosofía ya que en ella encuentra
el ho m b re el ám bito privilegiado p ara el ejercicio de
su libre creatividad intuitiva, de su capacidad de in ter
pretación, etc.
c) Filosofía y política
186
sim plifica e im pone un sistem a de creencias ajeno a
la reflexión, generando ortodoxias y heterodoxias (Ri-
c o e u r : 1974, p p . 331-332).
El ideólogo no busca la verdad, sino que tiene la
certeza de poseerla y p o r eso quiere im ponerla, legí
tim am en te a través de procedim ientos dem ocráticos, o
a través de ilegítim as actitudes dictatoriales. Pero todo
ideólogo está convencido de que su ideología es la úni
ca solución p ara una actividad concreta, generalm ente
política. De ahí que quiera ganar y ganar siem pre.
Con todo lo legítim a que pueda ser la ideología, cuan
do su triu n fo se busca por el m edio genuino del con
vencim iento, no p o r ello deja de distinguirse profun
dam ente de la filosofía. E sta, com o ya dijim os, profesa
una certeza siem pre contingente, es búsqueda siem pre;
acepta su lim itación y la posibilidad de o tras opiniones;
no tiene intención de gobierno desde su verdad-opinión;
quiere ilu stra r y ay u d ar a que los otros piensen inclu
so co n tra lo que ella afirm a, con lo cual es ajena al
concepto de ortodoxia y, de heterodoxia, que supon
drían la negación de la esencia de la filosofía.
187
dad de hablar por los otros...; no se sacaba antes de usted
la consecuencia de que la teoría exigía que las personas
concernidas hablasen al fin prácticamente por su cuenta»
( F oucault : 1978, p. 80). Contribuir a que incluso los ex
cluidos puedan hablar por su cuenta y desde su verdad
es, a mi manera de ver, una función primordial de la filo
sofía que revitaliza y convalida hoy el sapere aude kan
tiano.
El dejar hablar debe presentarse frente a lo político
como reivindicación de los valores subjetivos, privados, so
ciales, etc., como ya dijimos cuando hablamos del hom
bre ciudadano.
d) Filosofía y creencia
Hoy las fenom enologías de la religión (M. Eliade,
G. van d er Lceuw, R. Otto) nos han enseñado ya que
la religión es una de las categorías de toda cultura,
con una justificación antropológica que no es el caso
de re co rd ar aquí. Lo cierto es que el hom bre, com o ya
K ant tuvo bien claro en la Crítica de la razón pura,
busca la condición de la condición, la razón de la ra
zón. Y eso no sólo en el m undo de la naturaleza, sino
en su p ro p ia y personal realidad de hom bre con senti
m ientos, problem as, afectos, m iedos y esperanzas que
sitúan a su razón frente a sus propios lím ites.
La experiencia de la creencia se expresa com o expe
riencia religiosa. La religión hace siem pre referencia
a una Realidad últim a, que lo condiciona y abarca todo
y que, de m uy diverso m odo en cada religión, no es in
diferente al m undo del hom bre al que im plica en sus
m anifestaciones afectivas, intelectuales y volitivas. Ma
nifestaciones que están dotadas de p artic u la r intensidad,
com o puede con statarse en la lite ra tu ra religiosa, cuyo
extrem o sería la m ística, pero tam bién en la p rofun
didad con que el hom bre vive la fe ( W a c h : 1962, pági
nas 56 y ss.).
• F ren te a lo religioso y al saber teológico inherente
a él, la filosofía no puede ten er o tra actitud distinta
de la que m antiene frente a las dem ás form as de ex
periencia: re sp etar su propia e in tern a racionalidad y
exigir que ella sea desenvuelta en sentido hum ano.
188
E n el caso de la creencia, la filosofía com o tal, nada
tiene que decir ni con respecto a su validez (ni a sus
fuentes de conocim iento, ni a las razones de su acepta
ción, aunque sean m uchas las filosofías que se preocu
pan p or estos específicos problem as). Pero —en cuanto
tal— la reflexión filosófica se vincula a la preocupación
de que toda creencia no se im ponga ni desarrolle en
c o n tra de las condiciones de lib ertad y convencim iento
personales. El filósofo está llam ado a dem andar de lo
religioso que tam bién él sea am pliación de la experien
cia y, p o r tanto, de la libertad.
Ello exige —sin duda— la relación en tre creencia y
filosofía ya que el creyente sitúa la verdadera lib ertad
en el h o r i z o n te - p e r s p e c t iv a que su fe le propone. Por
eso, p ara él, el verdadero ser del hom bre se realiza en
la prom esa que su fe le anuncia. Al filósofo no le tocará
e n tra r en ello, pero sí en que el hom bre no abdique de
su razón p o r la cieencia, ya que, incluso la fe debe ser
aceptada razonadam ente. Lo cual no quiere decir que
ella deba ser reducida a una serie de verdades de razón.
E n este caso d ejaría ya de ser fe y esto no puede pe
dirlo el filósofo. Pero el creyente debe com prender los
m otivos de su fe, ser consciente del «por qué» cree.
a b r ir n o s a la in m e n s id a d d e lo a b o rd a d o r, a tr e v e r s e
a la c o m u n ic a c ió n e n la lu c h a a m o ro sa a tr a v é s de
cada s e n tid o d e la verd a d .
( J aspers : 1961, p. 143)
189
la filosofía no puede sustituir a la revelación. Pues en
la revelación habla, si existe, lo real-mismo. El filoso
far sólo puede callar en cuanto que aquí existe reali
dad, pero pasará pronto...
(íbíd., 128)
100
contrar no la consigna, sino la palabra para la expe
riencia de este tiempo.
(H o rk h e im e r: 1971, p . 49)
191
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192
La filosofía y la pregunta
por el ser
193
S a rtre titula tam bién su obra principal E l ser y la nada.
Y su introducción dice:
l«)4
como única revelación nos queda que el ser es.
( D i e l s : 8 , 1-2, I , p . 2 3 5 )
195
con todo no es la mencionada pregunta una pregunta
cualquiera. Tuvo en vilo al meditar de Platón y el de
Aristóteles.
( H e i d e g c e r : 1 9 7 1 , p . 11)
1%
cosa im plica algo m ás: sab e r d ar cuenta de aquello
que la caracteriza e individualiza respecto a las dem ás
cosas.
b) El ser de la esencia
La p reg u n ta p o r el ser de las cosas se com plica cuan
do nos preguntam os si cada esencia, o se r de las
197
cosas, es ya la ú ltim a razón de sí m ism a o si, por el
contrario, puede en co ntrarse todavía o tra fuente de su
p ro p ia realidad. E sto es: la esencia árbol, hom bre, pie
dra, etc., ¿son ya lo que definitivam ente da sentido y
hace ser al árbol, al h om bre o a la piedra? P or el con
trario , ¿hay o tro ser u otros seres que les hacen a ellos
ser lo que son? E sto es: ¿cada esencia es ya razón de sí
m ism a o necesita o tra que la justifique?
198
7.3. La filosofía fue siem pre pregunta
por el ser
Lo hem os ido diciendo pero será necesario precisarlo
ahora. Toda la h isto ria de la filosofía fue p reg u n ta p o r
esa realidad que, p ara unas filosofías dentro de las co
sas y p ara o tras fu era de ellas, hizo que todas sean lo
que son y com o son. Bien es cierto que Heidegger de
nuncia que las filosofías, diciendo que se p reguntaban
p o r el ser, de hecho se han preguntado p o r las cosas
existentes —los «entes»— abandonando la pregunta por
su ser, verd ad era preocupación que las había puesto en
m archa ( H e id e g g e r : Introducción a la m etafísica, Edi
to rial Nova, Buenos Aires, 1966).
D ejando de lado el problem a de Heidegger, lo cierto
es que el ser o aquello que da realidad y sentido a las
cosas fue la inquietud de toda filosofía. Cada filosofía
hizo de ese ser u na realidad distinta. Una breve referen
cia histórica puede aclararlo.
199
ser consistiría en un ser separado, esto es, no sujeto a cam
bio y, por tanto, inmutable, como luego dirá en el libro XII
de la Metafísica. Distingue, por tanto, dos tipos de ser en
senlido propio.
• Para las filosofías morales del helenismo el ser consistirá
en una cualidad moral del hombre, ya que el sentido le
viene al hombre de su modo de vivir.
• Para las filosofías cristianas, y en general para toda filo
sofía que acepta a un ser trascendente a la naturaleza, el
ser —en su sentido propio y verdadero— es Dios, en cuan
to que de él adquieren realidad y sentido los demás seres
de la naturaleza.
• Para Descartes y Leibniz el ser sigue siendo Dios. Para
Spinoza, la naturaleza elevada a rango de divinidad de la
que todos los demás seres son manifestaciones o modos
de presentarse, finitos, la infinitud de la naturaleza.
• En Kant e ser es el «soberano bien», la realidad divina
que la razón postula como garantía de la libertad, o sea,
de moralidad.
• En Marx es la materia-naturaleza la que se proclama ser
último y definitivo. Desde ella, y por sus propias virtuali
dades, es posible todo lo que existe. De ello se deduce la
importante conclusión de que el ser del hombre queda
vinculado a condiciones materiales, dependiendo de ellas
toda su esencia.
• Feuerbach, a su vez, invirtiendo los términos de la teolo
gía tradicional, hará consistir el ser en la esencia infinita
de la humanidad. La humanidad y no la naturaleza pasan
así a dignificar y dar sentido al mundo, pero constituyen
do hombre y naturaleza una identidad.
• Ser en Schopenhauer significa la energía universal y úni
ca que hace posible toda la diversidad de seres mundanos,
y que él llama voluntad.
• En general, tanto desde los vitalismos como desde los
existencialismos, el ser se identifica con la realidad hu
mana. Pero esta realidad se entiende como algo que se
va haciendo en y por la vida. El ser se reduce al existir
vinculado de modo esencial al tiempo y a la historia de
cada ser humano. Se pasa, por tanto, por alto la pregunta
por el ser fuera del ámbito humano.
200
7.4. La actualidad de la pregunta
por el ser
a) D iversificar la pregunta
La m ism a referen cia que acabam os de hacer a los
distin to s m odos de p reg u n tarse p o r el ser y de enten
derlo conducen a que el sentido de la preg u n ta no pue
de, en n u estro s días —después de una lectu ra re tro s
pectiva de la h isto ria de la filosofía— , plan tearse com o
preten sió n de q u erer en c o n trar un fundam ento últim o,
único y definitivo a todos nuestros interrogantes. Eso,
la filosofía de hoy tiene bien claro que no es obra de
ninguna filosofía, sean cuales fueren las am biciones del
pasado.
Como bien señala Jaspers: el ser y la realidad se p re
sentan a la razón como posibilidad, com o u n a cifra que
irem os identificando, pero nunca será posible abarcarlo
todo. Al ser podem os irnos aproxim ando a través de los
seres, pero jam ás identificarlo debidam ente puesto que
La razón... apunta a dos cosas: a lo inaccesible de
aquel uno en el que piensa, atraída por él infinitamen
te, y a lo otro de los orígenes que resultan percepti
bles cuando ella los trae a la vida.
( J a sper s : 1967, p . 42)
201
Y eso incluso «como m undo», esto es, com o aquello
en que nos vemos directam ente concernidos.
Ello im posibilita que la pregunta por el ser tenga en
nu estro s días un sentido único. Nos tendrem os que p re
g u n tar p o r el ser desde la p luralidad de nuestras form as
de experiencia, desde la variedad de nuestros discursos.
b) N ecesid ad de la pregunta
202
Ello nos reconduce a la necesidad de in teg rar las
experiencias y a la urgencia de que el hom bre se co
nozca —en p rim er lugar— a sí m ism o y se com prenda
p ara poder intencionalm ente en c o n trar y co n ferir sen
tido al m undo.
La p reg u n ta p or el ser es —antes que nada— pregunta
p o r el ser del hom bre. A p a rtir de él todo será m ás
claro. Pero ésa es tam bién la dificultad, ya que ¿cómo
saber qué es el hom bre?
203
tib ie de m edida, de análisis científico, aunque sea el
de la ciencia psicológica y antropológica.
• La reivindicación de la subjetividad
La su b jetividad com o capacidad de creatividad, de res
ponsabilidad, de invención, de diálogo y de sa lta r los
lím ites de lo científicam ente previsible, debe constituir
una reivindicación de la filosofía. No puede, p o r tanto,
la filosofía red ucirse a una ram a de la antropología, sino
que debe m antenerse como solicitud que afirm e al ser
h um ano com o subjetividad, ininventariable, inalienable
e irreductible.
El propio Nietzsche, lejos de las som brías in te rp re ta
ciones a que se vio som etido, no deja de ser una invita
ción al reconocim iento de irreductibilidad del hom bre
a lo p u ram en te analizable. Eso es lo que quiero enten
d er en las ex trao rd in arias páginas del prólogo de Así
habló Zaratustra. Allí, en presencia del sim bólico vola
tin ero y m aravillado ante el pueblo, el p rofeta proclam a:
204
vinas, quien de la afirm ación del ser com o bondad (To
talidad e infinito), llega h asta la afirm ación de que el
ho m b re se constituye por la relación ética con el otro,
a través de la traza o señal m oral con que am bos que
dan m arcados en su relación (A utrem ent q u ’etre). Todo
ello no puede m enos de llevar a un hum anism o que
cuente con «el o tro hom bre», con la o tra persona, sin la
cual el se r del h om bre no es posible con plenitud de
sentido.
• Dimensión arqueológica
Ella exige que ninguna consideración del hom bre pue
da ser ajen a al reconocim iento de una dim ensión n a tu
ral, presen te h asta en las obras m ás espirituales y crea
tivas del ser hum ano. F reud y en general el concepto
de inconsciente —freudiano o no— tem atizan esta di
m ensión n atu ra l que im pide hacer del hom bre un ser
sin sedim ento n atu ra l e involuntario.
• Dimensión teleológica *
A su vez, el h om bre es un ser que se va descubriendo
y haciendo en el m undo m ism o de su vida, a través de
la internación o subjetivación de realidades objetivas.
Toda una dim ensión teleológica que va constituyendo
su p ro p ia subjetividad a través de las cosas, de los acon
tecim ientos, etc., que se convierten en los jalones en que
la su b jetividad y la conciencia se van construyendo cada
día con m ayores posibilidades. La fenom enología del es
píritu de Hegel es ejem plo de esta dim ensión teleológica
205
del hom bre que prom ueve su ser con el auxilio del
m undo.
• La dialéctica
Ambas dim ensiones, in sistirá Ricoeur, no son dos ex
trem os o p artes del yo hum ano. Este, el hom bre com
pleto, está tran sid o p or am bos vectores: espíritu y n a
turaleza recubren p o r entero la subjetividad. Por eso
el hom bre no es un engendro en el que acaba la n a tu ra
leza allí donde em pieza el espíritu, sino la unidad dialéc
tica de ambos. F reud y Hegel tem atizan —cada uno
a su m odo— no la m itad del hom bre, sino el hom bre en
tero, si bien cada uno explícita una dim ensión. El freu
dism o im plica una teleología y el hegelianism o una a r
queología (R i c o e u r : De l ’interpretation, essai sur Freud,
Du Seuil, París, 1965).
Nos vemos así conducidos, en conclusión, a que el ser
del hom bre sea pensado desde esta dialéctica. Su capa
cidad de creación, su m oral, el arte, la religión, deben
ser entendidos sobre este suelo real p ara que no pida
m os de él ni la negación de su naturaleza, ni la reduc
ción de su realidad a su biología.
206
OfHmcmvm
íc rv'nft^/rti0Cin°>o
207
• ¿Qué significa que el hombre es inteligente?
Posiblem ente debem os constatar, com o en el caso de
la libertad, que —posiblem ente— proclam am os inteligen
te al hom bre, pero constatam os que los hom bres no lo
son, com o señala E. Weil (op. cit., p. 33). A p a rtir de
ahí, la inteligencia de la especie, ¿qué sentido tiene si
no se d esarrolla en los individuos? ¿Qué im plicaciones
prácticas nos reclam an? La filosofía de la reflexión tiene
ahí ancho cam po de posibilidades p ara responder.
208
rio p en sar que el ser del hom bre, de nuevo con K ant, es
fin en sí m ism o y, p o r tanto, su lib ertad será libertad
para algo: p ara tra ta rs e a sí m ism o y a los dem ás com o
fines en sí.
Todo hum anism o objetivo te n d rá que adecuar sus exi
gencias de prom over a cada hom bre contando con las
condiciones m ateriales, pero por m edio del respeto.
Ello supone que el ser del hom bre no puede ser m e
diatizado p or o tro hom bre, por el E stado, el partido, la
clase, la sociedad, etc. Todo m onum ento ético, en sen
tido hegeliano, debe ser m ediación p ara el ejercicio del
respeto. No hay, pues, posibilidad de un hum anism o
despersonalizador.
A su vez, todo hum anism o subjetivo, en el sentido
existencialista, que —de Jaspers a S a rtre— p re te n d a sal
v ag u ard ar la subjetividad de la alienación en el m undo
objetivo, será bien avisado p o r K ant de que no es po
sible u na subjetividad existencial ajena al m undo real,
a las condiciones m undanas y m ateriales, ya que tam
bién p or ellas puede el hom bre p erd er su condición de
fin en sí mismo.
La p reg u n ta p o r «el ser del hom bre» da entonces en
n u estra m odernidad la m edida a toda filosofía que p re
tenda ser contem poránea.
209
turaleza. De D arw in a Marx, Teihllard de C hardin o la
ciencia bioquím ica, no pondrían tal convicción en entre
dicho.
Pero, p u estas así las cosas, no deja de ser cierto que,
com o bien señala K ant, la razón hum ana —p o r muy
p a rtic u la r y m enguada que queram os— no deja de ser,
en todos los órdenes, u n a preocupación por ascender
de condición en condición, h asta lo que se le presente
com o incondicionado, Y p o r eso cabe p ara el filósofo
la posibilidad de p lan tearse el problem a de si el hom
b re es ya el ser de los seres, si él o algo en la n a tu ra
leza, es el ser. E sa es, p o r lo m enos desde la razón, una
p reg u n ta posible.
Y la pregunta conduce a que la filosofía no pueda evi
ta r la altern ativ a que ya hem os apuntado m ás arrib a y
que ah o ra será necesario aclarar:
210
ciencia es un ser devenido, cóm o tal una com prensión
particular; pero también, y al m ism o tiem po, encu
bridor.
( J a spers : 1961, p . 53)
211
b) De la p o sib ilid ad a la realidad
212
c) E n conclusión
213
Apéndice
A) P resupuestos m etodológicos
B) Texto
C) Com entario
1. Aproxim ación al texto
2. La e stru c tu ra lógica del texto
3. Lo que el texto significa
4. El m undo del texto
5. Tem a de discusión introducido p o r el texto
Comentario de un texto de Jaspers
A) Presupuestos metodológicos
Todo com entario de texto debe re h u ir convertirse en
ocasión p ara la exposición de la d octrina de un autor
o de un período de la historia. El com entario se m an
te n d rá d en tro del espacio sem ántico del texto, y, des
de él, alcanzar la filosofía de la que procede para des
velar los aspectos im plícitos del texto en vistas a la
apropiación existencial de su sentido. El com entario, en
p rim er lugar, aten d e rá al texto com o si nada se su
piese de su autor.
Teniendo esto presente, el com entario se im pondrá
cu atro objetivos fundam entales:
216
sum am ente sim ple en este com entario prefabricado y
nada ilu straría el m odo de com entar.
E n las páginas dedicadas en este libro a la « In ter
pretación» (cfr. supra, 5.2.1) se atiende a la m entali
dad que debe guiar toda in terp retació n de un texto
filosófico. La in terp retación, en efecto, y, por tanto,
el com entario, requieren una form a m ental desde la
que se in te rp re ta la h isto ria de la filosofía, m ás que
una técnica p ara el com entario.
B) Texto
El origen del filosofar reside en la admiración, en la duda,
en la conciencia de estar perdido. En todo caso comienza
el filosofar con una conmoción total del hombre y siempre
trata de salir del estado de turbación hacia una meta.
Platón y Aristóteles partieron de la admiración en busca
de la esencia del ser.
Descartes buscaba, en medio de la serie sin fin de lo in
cierto, la certeza imperiosa.
Los estoicos buscaban, en medio de los dolores de la exis
tencia, la paz del alma.
Cada uno de estos estados de turbación tiene su verdad,
vestida históricamente en cada caso de las respectivas ideas
y lenguaje. Apropiándonos históricamente éstos, avanzamos
a través de ellos hasta los orígenes, aún presentes en nos
otros.
El afán es de un suelo seguro, de la profundidad del ser,
de eternizarse.
(K. J a s p e r s : 1 9 7 3 , La filosofía, p . 2 0 )
C) Comentario
1. A proxim ación al texto
1.1. El Tema
217
to generalizado acerca de lo que son las cosas y el
hom bre, que se hace presente en una triple actitud:
218
• A pesar de todo, el hom bre busca certezas y segu
ridades. Ello m u estra su propia identidad y especifici
dad: él no se som ete al detcrm inism o ni volitivo, ni
psicológico, ni intelectual. Quiere ser más y saber más.
219
to, 155, c), a A ristóteles (M etafísica, 982, b 13) a Des
cartes (Pasiones del alma, II, art. 53) a K ant (Crítica
del juicio, II, 62), adm iración significa siem pre una
a c titu d que indica desconcierto o em barazo intelectual
y psicológico ante algo que no puede ser explicado de
bidam ente o se nos p resen ta de modo distinto al es
perado. Tal es el significado del texto, en el que ad
quiere u n cariz n etam en te psicológico.
220
m os n u estra incapacidad. Por eso, A ristóteles, inquieto
p o r sab er lo que son las cosas, se da cuenta de que
su verdadero ser escapa a lo que cada una de ellas
puede ofrecerle. De ahí que busque «la esencia del
ser», ya que ella no aparecerá si no se busca. Y no
en o tra cosa consistió toda la inquietud aristotélica y
platónica.
D escartes, a su vez, inquieto p o r m overse y ac tu a r
desde la seguridad que proporcionan las ciencias, se
p ercata de la dificultad de acep tar algo p o r definitiva
m ente cierto. De ahí su búsqueda de un p u n to de p a r
tid a firm e, indudable al rueños p a ra él. Y todo el ca r
tesianism o fue esta m archa hacia el origen gnoseoló-
gico de n u estras certezas, teniendo —en definitiva—
que re c u rrir a Dios p a ra o b ten er la garantía de que no
vivimos en el perp etuo engaño.
Por su parte, los estoicos constatan igualm ente la
insatisfacción y la turbación del hom bre en el ám bito
que m ás les preocupaba: el m oral. Es allí donde de
tectan la insuficiencia de los placeres, honores y ri
quezas, originándose así la necesidad de buscar un
asidero estable y firm e p ara la paz y el sosiego del
alm a.
Y com o estos ejem plos, cada filosofía es la m ás p a
ten te evidencia de una turbación. Desde las filosofías
cristian as m edievales a las filosofías de la existencia,
una pro b lem ática com ún reco rre toda la historia: la
de los hom bres buscando rem edio a su no saber, a su
no poder d ar p o r entero resp u esta psicológica, intelec
tu al y vital a las inquietudes que cada uno descubre en
aquella parcela de realidad que de form a privilegiada
experim enta. La in q uietud le viene al científico de m odo
m ás acuciante de la propia ciencia, al a rtis ta de su
personal intuición creadora, al hom bre religioso de
su m ism a preocupación religiosa, al político de la es
fera política, etc. Por eso, en todos los hom bres es
posible en c o n trar un origen p ara el filosofar.
221
tu d p o r en co n trar u n asidero y una firm eza. Ello de
m u estra que el hom bre experim enta el m undo com o
riesgo, peligro, inseguridad y tarea. N ada se le ofrece
hecho y n ad a se le p resen ta cierto.
Si él h om bre se adm ira, si duda, si sé siente p er
dido y turb ad o , es porque su propio modo de reali
zarse está vinculado a su propio existir y es en él don
de necesariam ente tiene que abrirse cam ino «hasta
los orígenes». No vive, p o r tanto, de la seguridad qué
le facilita su participación en la hum anidad, sino de
su p ro p ia responsabilidad individual.
Pero el existencialism o del texto no hace del hom
b re un «ser sin sentido», un «ser absurdo». Sólo lo
m u estra com o un ser inquieto y turbado, pero qué
encuen tra una posibilidad en el propio filosofar p ara
ab rirse paso hacia u na m ayor seguridad existencial. La
distancia e n tre este ser problem ático del texto y el
ser absurdo, es lo que distingue a Jaspers de S artre.
La p ro blem aticidad del ser hum ano no es nueva
com o tem a de la filosofía. Desde Sócrates a San Agus
tín y confluyendo en K ant, saber «qué es el hom bre»
supuso la tare a casi única de la filosofía. Ello quiere
decir que la realidad hum ana, ya con an terio rid ad al
existencialism o p ro p iam ente dicho, no era entendida en
térm inos tan esencialistas com o generalm ente hoy de
cimos, cuando hablam os de las filosofías an terio res al
siglo xix. El hom bre fue siem pre, y eso 'd esd e Tales de
Mileto, un problem a, el problem a de la filosofía.
222
Glosario
223
Alma: Adelantando que su significado es variadísimo, en
general, significa el principio de la vida en los seres y aque
llo que hace posible sus funciones específicas. En este sen
tido, además de alma humana, podría hablarse de alma
vegetal o animal.
Analogía: Expresa la igualdad o similitud de relaciones
entre dos realidades distintas. Por ejemplo: hay analogía
entre el hombre y su bondad y Dios y la suya; o entre el
aire puro y la medicina, con la salud corporal.
Antinomia: Es la contradicción, aparente o real, que se
sigue de una afirmación o proposición que se da como
cierta.
Categoría: Etimológicamente significa enunciación, decla
ración. Usualmente, en filosofía, significa un concepto que
sirve como principio de investigación o de expresión verbal
de una cualidad o parcela de realidad.
Causa: Aquello de lo que depende la realidad de un ser
cualquiera. Aristóteles distinguió cuatro causas: eficiente
(la productora), final (para lo que se produce), formal
(aquello que hace que una cosa sea lo que es y no otra
cosa), material (aquello de que lo que algo está constituido).
Certeza: En general, la seguridad con que subjetivamente
es aceptada una verdad. También puede entenderse como
la garantía que procede de un conocimiento evidente.
Comprender: Es el conocimiento propio de las que Dilthey
llamó «ciencias del espíritu»: Historia, Filosofía... Nosotros
lo usamos aquí como el conocimiento basado en la inter
pretación efectuada a través del análisis de los textos, de
sus relaciones y teniendo en cuenta la tradición. (Véase ex
plicación.)
Contingente: Todo lo que puede existir o no existir. Se
opone a necesario.
Determinismo: Encadenamiento necesario de causas que
producen automáticamente sus efectos. Designa también la
doctrina que defiende que las acciones humanas se produ
cen necesariamente por su vinculación a los motivos. O sea,
la doctrina que niega la libertad humana.
Empírico: Designa lo relativo a la experiencia. De él se
deriva empirismo o doctrina que afirma que todo nuestro
conocimiento procede de la experiencia sensible.
224
Ente: Es la sustantivación del participio presente del ver
bo sum (Ens). Significa lo que es o existe. En algunas fi
losofías, como la de Heidegger, se distinguen netamente los
entes (son las cosas que existen y su modo de existir) y ser,
que es el fundamento de ese existir. En filosofía, en general,
ente y ser no suelen distinguirse con nitidez.
Esencia: Designa lo que una cosa es en su específica indi
vidualidad. O sea, su núcleo sustancial.
Existencia: Es la afirmación de que algo es o se realiza
realmente. El existencialismo es la corriente filosófica que
se preocupa del análisis de la existencia del hombre, afir
mando que él es una realidad que no puede entenderse en
abstracto, sino como ser individual que se va haciendo
en su propio existir.
Experiencia: Participación personal y directa en realida
des o situaciones repetibles.
Explicación: Conocimiento basado en la aclaración del
porqué de toda afirmación. En general, todo conocimiento
científico.
Fenómeno: En general, significa lo que se manifiesta. Tie
ne en filosofía una amplia gama de precisiones.
Fenomenología: Se aplica en la filosofía contemporánea a
la filosofía de Husserl y de sus seguidores. En Husserl el
concepto quiere indicar que la filosofía debe ser una cap
tación intelectual de las esencias de las cosas. No responde,
en Husserl, por tanto, a ciencia de los fenómenos que fue
el significado primero que le concedió Lambert.
Idealismo: También, de modo genérico, significa que el
modelo de realidad es una idea o ideal elaborado por el
sujeto. En otros idealistas significa hacer depender el sen
tido de todo lo real de la actividad espiritual del sujeto.
El sujeto, en fin, es quien confiere sentido a la realidad en
el idealismo.
Ideología: En sentido amplio debiera significar ciencia de
las ideas. De hecho, en la filosofía contemporánea significa:
• Un sistema de ideas, sin correspondencia en la realidad,
que sirve para defender ciertos intereses (sentido deri
vado de Marx).
• Un constructo teórico operativo, dinamizador y esquemá
tico, encaminado a justificar una actividad (ideologías
políticas).
225
Individuo: Designa la cualidad de que algo es incomunica
do en su esencia, explicable por sí mismo. Aplicado al ser
humano, indica la cerrazón egoísta sobre sí mismo.
Intencional: Aquello que se dirige a algo. En sentido pro
pio es la característica de los actos humanos por la que se
dirigen a algo distinto de sí mismos. Por ejemplo, el acto
del pensamiento es intencional porque se dirige a las cosas
pensadas.
Irracional: Indica que el principio del conocimiento o de
la realidad es un elemento espontáneo y activo.
Libertad: En general, expresa la autodeterminación o au
sencia de trabas. Por derivación significa poder elegir esto
o lo otro. La libertad humana no es ajena a la motivación,
esto es, ella se mueve por motivos, pero que el sujeto va
lora y sopesa autónomamente.
Logos: Es la razón, o aquello que da sentido a las cosas.
También significa aquello que hace inteligibles a las cosas.
Etimológicamente significa palabra.
Materialismo: La doctrina que afirma que toda la realidad
es reductible a manifestaciones, movimientos o propiedades
de la materia.
Mecanicismo: Toda doctrina que pretende explicar la es
tructura y las propiedades de los cuerpos como efectos de
cambios de lugar de partes invariables de ellos. Por ejem
plo: cuerpos simples que en diversas combinaciones de si
tuación y lugar producen la estructura y funciones de todos
los seres.
Metafísica: Es imposible una conceptualización i'rnica de
ella. Pero, de modo general, designa el conocimiento de los
elementos esenciales de las cosas. Por ejemplo distinguir,
en este árbol, una esencia —la de árbol— traspasando lo
que de él me dicen los sentidos; concebir que él debe ha
ber tenido una causa; que él tiene un fin. Todo ello per
tenece al árbol, pero no lo descubren los sentidos sino que
sólo el entendimiento puede concebirlo.
Monismo: Doctrina que afirm a que todas las cosas perte
necen a una sola sustancia.
Nominalismo: Doctrina que afirm a que los conceptos uni
versales (árbol, hombre...) no expresan nada real.
226
Objeto: Las cosas en cuanto entran en relación con el
hombre. (Ver sujeto.)
Objetivo: Lo atribuible al objeto, con independencia del
sujeto.
Ontología: Usado muchas veces como una forma de me
tafísica. Designa, sobre todo, el conocimiento de lo esen
cial, de lo que las cosas son sustancialmente. Ontológico
designa, en consecuencia, lo que pertenece como realidad
permanente a las cosas.
Persona: Tal como aquí empleamos el término significa
el ser humano entendido como realidad libre, trascendente
en sus actos, sujeto y objeto de respeto, comunicable en su
existencia con los demás hombres.
Positivismo: Orientación filosófica que considera que los
hechos, perceptibles o experimentables, son la única reali
dad aceptable.
Pragmatismo: En su sentido más amplio, significa que la
utilidad y el uso se constituyen en criterio de verdad.
Racionalismo: La corriente filosófica que afirma que la
razón es el ámbito y el método para alcanzar la verdad.
En general: confianza en la razón.
Reflexión: Consideración que el hombre hace de sus pro
pios actos. Reconsiderar.
Representación: Significa, en general, la presencia en nues
tro entendimiento o en el espíritu de las ideas o imágenes,
obtenidas por nuestros actos intencionales.
Respeto: Sentimiento moral por el que se trata a la per
sona como fin en sí misma.
Ser: Lo que en las cosas es principio y fundamento de
todas las demás cualidades o categorías.
Signo: Todo lo que conduce al conocimiento de otra cosa:
la bandera, signo de la nación; el humo, signo del fuego.
Aquí lo hemos tomado como aquello que nos hace conocer
nuestros actos intencionales: una acción cualquiera es sig
no del acto volitivo; querer a una persona es signo del acto
emotivo, etc.
Subjetivo: Todo lo que es patrimonio del hombre en cuan
to ser que se relaciona con las cosas. Es todo aquello que
227
sólo al hombre puede atribuírsele. En sentido usual se usa
también como sinónimo de la opinión personal.
Sujeto: El hombre como principio de conocimiento y de
actos intencionales, o sea, como ser responsable y apto
para relacionarse con el mundo, en todos los órdenes, mo
vido por su propia capacidad. A él se opone objeto, que
designa a las cosas en cuanto seres que se relacionan con
el hombre. Una cosa pasa a objeto cuando entra en rela
ción con el sujeto. Objetivo también designa lo propio del
objeto.
Teleología: Finalidad inherente a cada ser natural. En ge
neral, finalismo o síntesis de objetivos que cada ser preten
de principalmente.
Trascendencia: Indica lo que está fuera o más allá de una
realidad dada: Ejemplo: la trascendencia de Dios respecto
al mundo. Trascendencia significa también la capacidad
para desbordar ciertos límites: el conocimiento ejecuta ac
tos trascendentes en cuanto que salen de aquél que los
ejecuta. La persona está dotada de trascendencia, o sea,
que es capaz de traspasar la realidad sensiblemente expe
rimentada.
Trascendental: En su uso tradicional significa todo aque
llo que las cosas tienen én común, o sea, lo que trasciende
a cada cosa individual: el ser algo, tener una sustancia,
responder a unas funciones, etc. (Ens, res, unum, aliquid,
verum, bonum, St. Tomás, De veritate, q. I, ad. 1).
Después de Kant se usa para designar las condiciones de
posibilidad de todo conocimiento. Ampliando el sentido
kantiano designa aquello que hace posible otras operacio
nes o descubre otras realidades.
Verdad: En su sentido más amplio designa la conformi
dad entre el entendimiento y las cosas. Se entiende tam
bién como manifestación o revelación de algo. En la filo
sofía contemporánea significa también coherencia. En
sentido moral designa la conformidad de las palabras con
/el pensamiento.
Vida: En prim er lugar significa la actividad vita). Aquí
hemos usado el «mundo de la vida» para indicar todo el
complejo de elementos que conciernen al hombre en su
vivir.
Vivencia: Toda experiencia vivida, percibida por el sujeto
como perteneciente a su conciencia.
228
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