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Introducción ..................................................................................................................................

2
I.- De lo Normal a lo patológico..................................................................................................... 5
II Línea de la Normalidad............................................................................................................. 10
1.2 La línea de la neurosis ........................................................................................................... 14
1.3 La línea border ...................................................................................................................... 15
1.4 La línea de la psicosis ............................................................................................................ 19
2. Neurosis................................................................................................................................... 22
2.1 Depresión .............................................................................................................................. 25
2.2 Angustia y Ansiedad .............................................................................................................. 30
2.3 TOC (Trastorno Obsesivo Convulsivo) ................................................................................... 32
2.4 Fobias .................................................................................................................................... 34
2.5 Histeria .................................................................................................................................. 36
3. Trastorno Límite ...................................................................................................................... 38
Conclusiones ............................................................................................................................... 40
Bibliografía .................................................................................................................................. 41
PSICOPATOLOGÍA I

Alumna: Bonilla Jardón María Eugenia

13 Julio 2012.
Introducción

En las culturas más primitivas, la que denominamos etapa de las culturas


indiferenciadas y aisladas, esto es con relaciones nulas o mínimas entre ellas,
ya existen manifestaciones psicopatológicas relativamente abundantes.

Sin embargo, por la misma naturaleza del período, carecemos de


documentación objetiva y concreta sobre ellas, excepto en algún aspecto
puntual, como puede ser la existencia de cráneos trepanados.

En el siglo XX las aportaciones al desarrollo de la psicopatología son muy


variadas y de diversa procedencia. Numerosas tendencias han contribuido,
desde distintos ángulos de origen, a enriquecer un panorama cada vez más
complejo.

La introducción de las ideas de la doctrina del psicoanálisis ha constituido una


contribución muy importante en el campo de la psicopatología. Tan importante
ha sido que muchos la han convertido en una doctrina exclusivista. Aun así
desdeñando las aportaciones que pueden llegar desde otros puntos de vista,
ha tenido base suficiente para justificar, por lo menos como sistema ideológico
y terapéutico, la actividad practica de los psicoanalistas.

La doctrina se inicia, casi exclusivamente, a partir de los trabajos de un grupo


muy reducido en Viena, que puede a su vez resumirse en el nombre de
Sigmund Freud. Este fue un medico que ejercicio la mayor parte de su vida en
Viena, creo la doctrina y contribuyo a formar un circulo cerrado de discípulos,
en el que pronto aparecería opiniones heterodoxas. El psicoanálisis tiene
inicialmente un enfoque esencialmente médico.

Freud es una de las personas que han influido más intensamente en el


pensamiento de nuestra época. Su obra ha dejado una huella muy amplia,
profunda, y duradera. Ha trascendido del campo de la psiquiátrica, donde se
inicio, de la medicina y la psicología, pasando a la literatura, la filosofía y el
arte. Ha impregnado pues parte del pensamiento global de la humanidad. En
su principio fue un intento de explicación de fenómenos patológicos a nivel
mental.

La obra de Freud ha tenido una gran repercusión y es sobradamente conocida,


incluso del público no técnico, por lo menos en sus rasgos más característicos.
A él se debe, si no la introducción, si la popularización del concepto de
inconsciente y el estudio detallado de los niveles de conciencia y la estructura
de la personalidad. Esta e suena de sus aportaciones esenciales y como
hipótesis de trabajo se revelo como extraordinariamente fructífera.

Los conceptos introducidos han calado también muy profundamente en la


práctica de la psicopatología. La catarsis, la transferencia, los mecanismos de
represión o de sublimación, la interpretación de los sueños, la descripción de
los estratos de la personalidad, la introducción del propio sistema terapéutico,
son cada una de ellas contribuciones básicas en el sistema. Abrió una ancha
vía que se ha revelado extraordinariamente útil para la compresión, y a menudo
para le tratamiento, de los problemas psíquicos.

El progreso de la psicopatología en nuestro siglo pasa por un conocimiento


cada vez mas detallado de la clínica de la enfermedad mental, que es
observada, analizada y descrita.
I.- De lo Normal a lo patológico

Debemos señalar que la conducta anormal no esta delimitada.


Tradicionalmente la psicopatología esta relacionada con la psiquiatría a la cual
aportaba información.

El objeto de la psicopatología.

Se debe hacer una descripción, observación y evaluación de la conducta


anormal, investigar las causas y factores mantenedores y productores dela
conducta anormal.

Qué se entiende por conducta anormal o psicopatología de ninguna manera es


sencillo, no hay un solo criterio que la defina. Una conducta anormal o
psicopatológica la podríamos definir en función de:

Frecuencia e intensidad.

 De que los demás la perciban como irracional o incomprensible.


 Que sea molesta para los demás (daño).
 Que sea molesta para si mismo (sufrimiento).
 Conducta no adaptativa.
 Violación de las normas éticas no escritas (implícitas) (por ejemplo, una
persona que va a casa de un amigo y se quita la ropa)
Existen unos principios fundamentales para analizar estas características
anteriores, que son:

 No es necesario que se den todas.


 Ninguna es suficiente para que se de una psicopatología
 Siempre han de darse al menos dos de las características anteriores
para que se de una psicopatología.
 Ninguna conducta es por si misma anormal.
Lo que habría que calificar como normal-anormal es el binomio conducta-
contexto.

El hecho de que los límites entre la conducta normal-anormal no estén


completamente definidos, no significa que la conducta anormal no sea
indefinible, lo que pasa es que se intenta afinar la definición.
La definición de conducta anormal no tendría importancia si utilizáramos el
concepto de enfermedad mental, lo que es enfermedad mental es anormal.
Pero este es un concepto médico que se ha infiltrado en toda la sociedad
debido a que se asume que el enfermo mental no puede hacer nada más que
ponerse en manos de un médico y seguir un tratamiento y esperar.

Si la persona adopta un rol activo la enfermedad puede reducir, pero un rol de


paciente, se cronifican.

Conceptos básicos.

Normalidad: Ausencia de patología

Salud: Normalidad y bienestar psíquico,


físico y social.

Salud mental: Estado que permite el desarrollo


óptimo físico, intelectual y afectivo
del sujeto en la medida que no
perturbe el desarrollo de los
demás.
Desarrollo óptimo:
Concepto relativo y cultural,
porque no se puede exportar de
unas culturas a otras los
criterios de desarrollo óptimo ni de
salud.

Se podría decir que, que no existe algo que en realidad sea normal para la
cultura en general a excepción de la comunicación, ya que lo que para mí
alguien puede ser correcto para otro puede no serlo, y lo que para ti es correcto
puede ser incorrecto para mi, ahora que sea algo sano o patológico esto
solamente lo da una regla estadística.

La cuestión acerca de lo normal y lo patológico es algo que afecta más al


filósofo que al médico. Este último desea saber ante todo qué es lo que puede
y lo que no puede hacer por su paciente antes que preocuparse por si este
“normal o patológico” Si esta actitud pragmática queda justificada en el campo
de la medicina somática no es así en el dominio de la psiquiatría, campo
sobradamente invadido por problemas éticos, culturales, sociales y políticos
entre otros.
El psiquiatra en el ejercicio de su especialidad, no puede abstraerse del
contexto que delimita y define en parte su forma de trabajo. El psiquiatra infantil
se halla interpelado por idénticas razones a las cuales se añade la
incertidumbre acerca del desarrollo del niño, así como el lugar familiar y social
predeterminado que este niño ocupa.
De hecho, al psiquiatra infantil se le pide que explore un pequeño paciente el
cual generalmente no lo ha solicitado. Asimismo se le ruega haga desaparecer
un comportamiento que la familia, la escuela, los vecinos o la asistente social
no juzgan correcto de acuerdo con unos criterios de adaptación.
A su vez el psiquiatra considera en su evaluación, unos factores muy distintos:
capacidad de sublimación en un sector, importancia de las contracatexis
defensivas, ductilidad o rigidez del conjunto del funcionamiento mental,
valoración del nivel de conflicto en función de la edad, etcétera.
Los criterios de normalidad no pueden limitarse a la evaluación de la conducta
que ha motivado la exploración y resumirse en una simple enumeración de
síntomas.

Problemas generales:

Según Canguilhem, resulta evidente que lo normal y lo patológico constituyen


dos términos indisociables de una misma pareja antitética. No puede definirse
uno sin el otro. Las relaciones entre los términos anomalía, anormal y
patológico deben pues ser precisados. Las diversas definiciones posibles de lo
normal giran todas alrededor de cuatro puntos de vista:

1.̊) lo normal referido a la salud, opuesto a la enfermedad


2.̊) lo normal como media estadística
3.̊) lo normal como ideal o utopía a realizar o hacia la que dirigirse
4.̊) lo normal en tanto que proceso dinámico capaz de retornar a un
determinado equilibrio.
Confundir normal y salud oponiéndoles anormal y enfermedad, constituye
evidentemente un posición estática, que no corresponde a la dimensión
dinámica de la mayoría de las enfermedades. El paciente diabético antes de la
descompensación o el asmático antes de la crisis son normales en el sentido
de ausencia de síntomas. La enfermedad no puede reducirse solo a sus signos
lesiónales. Debe considerarse también la potencialidad para revestir la salud lo
cual nos acercaría a la definición de normal como proceso.

Asimilar lo normal al promedio es ante todo confundir lo anormal y la anomalía:


o sea confinar al campo patológico todo aquello que no se halle en la zona
media de la curva de Gauss. Los sujetos de talla pequeña, los individuos
superdotados en el campo intelectual ¿son patológicos? En psiquiatría además
no puede olvidarse la presión cultural so pena de considerar como anormal
toda conducta que se desvié del promedio. Desde este punto de vista los
resistentes franceses durante la ocupación eran anormales, al igual que la
mayoría de hombres llamados “progresistas”

Remitir lo normal a un modelo o utopía es instaurar ipso facto un sistema de


valores, una normalidad ideal, quizás aquella con la que sueñan los políticos,
los administrativos o los padres y maestros para sus niños. Si tal ideal está
definido por el grupo social este tiende a confundirlo más o menos con la
norma estadística. Si consiste en un sistema de valor personal (ideal del Yo)
conviene precisar cómo funciona, puesto que es de sobras conocida cierta
“enfermedad de idealismo” (patología narcisista) lo que implica definir un
“funcionamiento mental normal”

Definir lo normal como un proceso de adaptación o como la capacidad de


reacción para reencontrar el equilibrio anteriormente perdido es introducir una
evaluación dinámica. Pero en el campo psicosocial una definición de este tipo
implica el riesgo de reducir el concepto de normalidad a un estado de
aceptación de sumisión o de conformismo frente a las exigencias sociales.
La capacidad de adaptación o lo que podríamos llamar adaptabilidad seria para
algunos mejor criterio que la adaptación misma. Quedan por definir los criterios
de esta capacidad con lo que corremos el riesgo de remitirnos otra vez a lo
normal sea como medio, sea como utopía.

Como podemos ver no existe una definición simple y satisfactoria de lo normal.


Cada uno de los marcos de referencia escogidos ofrece excepciones en las
que se insinúa la patología. En realidad normal y patológico son dependientes
entre sí tanto como puedan serlo en biología genética “el azar y la necesidad”
(J. Monod): la necesidad de la reproducción ejerce la necesaria presión
normativa mientras que la posibilidad de evolución implica una desviación
aleatoria.

De hecho el médico no se halla confrontado a un problema teórico sino a una


elección prácticas, es decir, ante tal o cual paciente ¿debe intervenir o
abstenerse? La paidopsiquiatria más que ninguna otra especialidad está
enfrentada a dicho dilema puesto que la sintomatología actual del niño no
prejuzga en absoluto su futuro estado como adulto. La paidopsiquiatría debe
hallar un sistema de evaluación, más allá de las conductas sintomáticas.
II Línea de la Normalidad

Normalidad y enfoque estructural

Más allá de la evaluación sintomática es conveniente referirse a la


estructura mental. Freud entre los primeros ha demostrado al descifrar el
significado inconsciente de los comportamientos mentales que la conducta del
“insensato” está tan cargada de sentido como la del individuo sano.
Posteriormente ha introducido una casuística de tipo psicótico (las
psiconeurosis narcisistas de Freud), así como la de aquellos que tienen una
estructura neurótica, no ya en función del significado de su conducta sino en
función de la eficacia del psicoanálisis.

Freud no establece diferencia alguna entre el hombre sano y el hombre


neurótico. Ambos presentan idéntico conflicto edípico, utilizan el mismo tipo de
defensas (represión, desplazamiento, aislamiento, conversión) y han
atravesado en la infancia los mismos estadios madurativos.

La única diferencia entre el individuo neurótico sano y el individuo neurótico


enfermo, radica en la intensidad de las pulsiones, del conflicto y de las
defensas. Intensidad de la cual son testigo los puntos de fijación neuróticos y la
relativa rigidez de las defensas. La compulsión de repetición característica
esencial del neurótico enfermo, representa el elemento mórbido más
característico. La definición de la normalidad como proceso adaptativo
corresponde ampliamente a dicho cuadro, pudiendo definirse la salud como la
capacidad para utilizar la gama más extensa posible de mecanismos psíquicos
en función de las necesidades.

El niño, las relaciones existentes entre el complejo de Edipo, como


estadio madurativo del desarrollo y la neurosis como organizador patológico, no
son precisamente sencillas. No obstante, todos los autores están de acuerdo
en reconocer que la única diferencia es de hecho cuantitativa (función
económica del síntoma)
Sumergiéndose en lo más profundo y precoz de la organización del
psiquismo infantil, M. Klein ha descrito la fase “esquizoparanoide” En el
transcurso de dicha fase los fantasmas y los mecanismos defensivos erigidos
contra la angustia resultante de estos fantasmas, son análogos (según M.
Klein) a los que se observan en los pacientes psicóticos: imagen sádica de
devoración y de aniquilamiento en el transcurso de la escena primitiva,
escisión, idealización, proyección persecutiva, etc.

La angustia inevitable proviene de dichos conflictos arcaicos y en parte se


mantienen gracias a los mecanismos de defensa arcaicos. La neurosis infantil
no es más que la buena manera de curar estas angustias arcaicas. No hay
aquí todavía distinción cualitativa fundamental entre el desarrollo normal y el
desarrollo patológico tal como se entiende en el campo de los estados
psicóticos. La única diferencia es cuantitativa.

La intensidad de las pulsiones agresivas puede de hecho provocar una


angustia tal que bloquee la evolución madurativa. La evaluación de lo
patológico reposa sobre el análisis de los factores que interfieren precisamente
la buena marcha de la maduración y del despliegue de la neurosis. Respecto a
esto M. Klein subraya la importancia de la inhibición de las tendencias
epistemofilicas y de la represión de la vida imaginativa.

Estas breves referencias de Freud y M. Klein son interesantes porque


demuestran que no pueden trazarse una línea divisoria entre lo normal y lo
patológico, basándonos únicamente en la estructura mental del niño.

La utilización de términos propios de la patología (fase esquizoparanoide ,


defensa maniaca, posición depresiva) para designar unos estadios normales de
gradación madurativa, necesarios durante el crecimiento del niño, nos muestra
hasta qué punto la sola referencia estructural resulta insuficiente.

Conviene interrogarse, ahora de la noción de la estructura mental de


psicopatología infantil. Más aún que el adulto, la definición de “estructura
mental” de un niño está llena de vaguedad. Esta estructura nunca se muestra
con idéntica claridad. En efecto, la delimitación de las conductas patológicas es
mucho más incierta, las posibles relaciones entre conductas diversas parecen
siempre mucho menos consistentes que en patología adulta.

La constante intrincación de los movimientos de progresión y de


regresión impiden el establecimiento de un contorno más o menos preciso. El
funcionamiento psíquico incompleto no permite la referencia a un modelo
estable y terminado. El hecho de que existan momentos críticos en el
desarrollo, explica la existencias de trastornos estructurales prolongados.

La dependencia del entorno puede provocar modificaciones


imprevisibles. Todos estos factores, brevemente enumerados, nos explican la
frecuente dificultad y probablemente el error que puede cometerse, al intentar
definir muy rigurosamente la estructura psíquica del niño.

No obstante, esta reserva admitida en el ámbito teórico, plantea


problemas en el ámbito clínico. ¿Sobre qué bases y criterios vamos a delimitar
la patología mental del niño? ¿Cómo comprender e integrar entre sí las
diversas conductas patológicas observadas?

Desde este punto de vista, el lugar asignado a los trastornos


instrumentales en psicopatología infantil, resulta clasificador. Por ejemplo,
tenemos el caso del síntoma 2dislexia-disortografía”.

1. 2. 3. 4.

Algunos autores Otros autores entienden Para otros, la dislexia Otros, finalmente, creen
consideran dicho la dislexia como es el resultado de la que la dislexia no es
síntoma como el testimonio de u n inmadurez de una más que la
testimonio de una lesión proceso característico función instrumental; no consecuencia de la
neurofisiológica, dentro de inhibición es otra cosa que la inadaptación a las
de una concepción espistemofilica, reflejo prolongación excesiva exigencias escolares o
próxima a las teorías de la persistencia de un de una etapa normal de la incompetencia del
lesiónales conflicto edípico activo que se halla en los pedagogo, frente a las
anatomoclínicas de la y la subsiguiente inicios de todo posibilidades del niño.
psiquiatría del siglo XIX. represión. La dislexia es aprendizaje de la La dislexia-disortografía
Dicha postura, auténtica uno de los síntomas de lectura y de la escritura es testimonio, de que la
petición de principio, es la neurosis en el niño. (sobre todo en el escuela, sus estructuras
tan indemostrable como momento del y su contenido, están
irrefutable, la dislexia es aprendizaje de los enfermos.
el síntoma de la “logotemas” con
enfermedad “Dislexia”, frecuentes
entidad autónoma, asimilaciones,
caracterizada por una inversiones y
lesión especifica. contracciones).
La dislexia es, pues, un
trastorno transitorio de
desarrollo, inquietante
solo por sus secuelas
(fracaso escolar,
rechazo por parte del
niño, etc.).

Fijémonos, pues, a propósito de un comportamiento fácilmente observable,


cuán diversas son las tentativas para enmarcarlo en un conjunto conceptual
más amplio, refiriéndose a 1° un marco lesional. 2° un marco estructural; 3° un
marco genético; 4° un marco ambiental.
Por otra parte, estos enfoques teóricos no son incompatibles. Esto explica la
dificultad ante cualquier tentativa de clarificación en psicopatología infantil, y su
carácter siempre insatisfactorio. Sin embargo, algunas entidades descriptivas
se dejan entrever con cierta regularidad.

Tales agrupaciones semiológicas no deben interpretarse más que como


asociaciones de conductas, muy regularmente correlacionadas, y cuyo
aislamiento no se justifica si no es en razón de su frecuencia.
1.2 La línea de la neurosis

En su escrito 'La moral sexual "cultural" y la nerviosidad moderna' Freud


define así a la persona neurótica:

Los neuróticos son aquella clase de seres humanos que en virtud de una
organización refractaria sólo han conseguido, bajo el influjo de los reclamos
culturales, una sofocación aparente, y en progresivo fracaso, de sus pulsiones,
y que por eso sólo con un gran gasto de fuerzas, con un empobrecimiento
interior, pueden costear su trabajo de colaboración en las obras de la cultura, o
aun de tiempo en tiempo se ven precisados a suspenderlo en calidad de
enfermos

En 1909 Pierre Janet publica:

“Las neurosis”, obra en la que establece el concepto de "enfermedad funcional"


frente al modelo anatómico-fisiológico. Desarrolla así el paradigma médico que
basa el daño no en la alteración física del órgano, sino en su función. Las
funciones superiores, adaptativas, provocan cuando se ven alteradas o
disminuidas, un estado "neurasténico" (o de "nerviosismo") en el que se
sobreexpresan otros estados inferiores como la agitación o la histeria.

Según la OMS, la Neurosis es un trastorno psíquico sin una alteración orgánica


demostrable,en las cuales el juicio de la realidad se haya conservado y hay
lucidez. Las personas neuróticas son conscientes de su enfermedad, ya que
reconocen sus síntomas, de los que la angustia es el más importante.

Eje Juicio Realidad ¿Le perturba? ¿A quién afecta?


Psicosis I Alterado NO (egosintónico) Entorno
(aloplástico)
NEUROSIS I Conservado SI (egodistonico) A él mismo
(autoplástico)
T. Trast. de la pers. II Conservado NO (egodistónico) Entorno
(aloplástico)
1.3 La línea border

Se utiliza por primera vez el termino borderline en 1884. En ese año, Hughes
(psiquiatra inglés) designa así a los estados borderline de la locura. Los define
como “personas que pasaron toda su vida de uno u otro lado de la línea”. Rose
los diagnosticaba cuando había síntomas neuróticos graves. Bleuler describe la
esquizofrenia latente, que podría ser el análogo de los estados fronterizos.

Freud, en “El hombre de los lobos”, describe un caso diagnosticado


como neurosis obsesiva, pero que a la luz de las investigaciones actuales
y la revisión psicopatológica, podría ser entendido como un caso de
patología fronteriza. Henry Claude hablaba de esquizomanías.

Marco Merenciano introduce el término “carácter impulsivo”.

F. Alexander, en 1927, los ubica dentro de lo que denomina el “carácter


neurótico”. Stern, en 1938, es quien formaliza el termino borderline a
partir de estudios clínicos. Se refiere a una “hemorragia mental”, definida
como intolerancia al dolor mental. Tienen el sentimiento permanente de
estar siendo heridos o lastimados.

H. Deutche, en 1942, se ocupa de las personalidades “como si”.


Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad

Se trata de un trastorno de la personalidad en el que existe una marcada


predisposición a actuar de un modo impulsivo sin tener en cuenta las
consecuencias, junto a un ánimo inestable y caprichoso. La capacidad de
planificación es mínima y es frecuente que intensos arrebatos de ira conduzcan
a actitudes violentas o a manifestaciones explosivas; éstas son fácilmente
provocadas al recibir críticas o al ser frustrados en sus actos impulsivos. Se
diferencian dos variantes de este trastorno de personalidad que comparten
estos aspectos generales de impulsividad y falta de control de sí mismo.
En este caso se trata del trastorno de inestabilidad emocional de tipo límite, el
cual presenta las características de inestabilidad emocional mencionadas.
Confusión de la imagen de sí mismo, los objetivos y las preferencias internas.
Facilidad para verse implicados.

Se caracteriza por un patrón general de inestabilidad en las relaciones


interpersonales, la autoimagen y la afectividad, y una notable impulsividad que
comienza al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo
indican cinco o más de los siguientes items:

1- Esfuerzos frenéticos por evitar un abandono real o imaginario.


2- Relaciones interpersonales inestables e intensas, caracterizadas por la
alternancia entre los extremos de idealización y devaluación.
3- Alteración de la identidad: autoimagen o sentido de sí mismo acusada y
persistentemente inestable.
4- Impulsividad en al menos dos áreas, que es potencialmente dañina para sí
mismo: gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria.
5- Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes, o
comportamiento de automutilación.
6- Inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de ánimo
(episodios de intensa disforia, irritabilidad o ansiedad que suelen durar unas
horas y rara vez unos días).
7- Sentimientos crónicos de vacío (depresión).
8- Ira inapropiada e intensa o dificultades para controlar la ira (muestras
frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes).
9- Ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o síntomas
disociativos graves.

En el año 1999, Blas Corsaro realizó una investigación con instrumentos


estandarizados para pacientes con trastornos de la personalidad borderline o
límite a través de un cuestionario autoadministrado. Concluyendo que los
pacientes Borderlines argentinos se distinguen de los que tienen diferentes
trastornos de la personalidad, las características de los mismos fueron
semejantes a las que presenta la literatura internacional y que pudieron realizar
el cuestionario casi al mismo tiempo que el grupo control.
Las características que evidenciaron mayor déficit se reflejaron en:
inestabilidad afectiva, trastornos de identidad, sentimientos de vacío, relaciones
interpersonales intensas, ira inapropiada, impulsividad, evitación del abandono
y amenazas suicidas.

TRASTORNO BORDERLINE DE LA PERSONALIDAD

Estategias Terapeuticas

Psicoterapia

Predominio Predominio
Combinacion de sintomas
Depresion atipica. Conducta descontrolada
psicoticos con impulsivilidad.
Labilidad del estado de animo. Ansiedad desbordante

Al intentar hacer un diagnóstico preciso en un paciente borderline, hay


dos criterios que se emplean a menudo y que han de usarse de una manera
crítica para evitar errores: el primero de ellos plantea la cuestión de si se ha
producido una ruptura con la realidad, para lo cual hay que confrontarla con la
misma; la segunda supone que debajo de una sintomatología polineurótica
subyace una estructura limite.
Los borderline constituyen un grupo de pacientes que abunda en la clínica
actual, cuya presentación fenoménica es polifacético, no obstante lo cual llegan
a configurar un trastorno con características comunes y bien delimitadas en la
clínica, en los psicodinamismos, y en el devenir del proceso terapéutico.
1.4 La línea de la psicosis

Para comprender el tema fundamental de la psicosis, especialmente de


las desorganizativas, es necesario recurrir al circuito conductual psicoanalítico
de comprensión de la neurosis. Este circuito es suficientemente conocido: tiene
tres núcleos: conflicto, angustia y síntomas. El conflicto genera la angustia y
ésta, a su vez, origina los síntomas.

En un plano más general, hay que poner los antecedentes que se sitúan en el
plano de la diferencia entre procesos patológicos primario y secundario: el
primero es aquel en el que se da lo específico del "enfermar", mientras que los
segundos, son los que efectúan las reestructuraciones subsiguientes al mismo
enfermar. Como puntos intermedios de este esquema aparecen la introversión,
la regresión (montada sobre la fijación) y la defensa (fundamentalmente la
represión); además el retorno de lo reprimido y las defensas secundarias contra
los síntomas.

Respecto de la Psiconeurosis, Freud establecerá nuevas clasificaciones, de las


cuales la que nos interesa es la que se refiere a la distinción entre "Neurosis de
transferencia" y "Neurosis narcisistas"
(Esquizofrenia, Paranoia, Psicosis maniaco depresiva). Al establecer la
diferencia entre "transferencial" y "narcisistica", Freud está realizando una
clasificación que sólo tiene sentido desde el marco teórico y técnico con el que
aborda las perturbaciones psicopatológícas que, posteriormente, dan lugar a
las distintas orientaciones e intervención sobre neurosis y psicosis.

El esquema más o menos seria el siguiente:

PROCESO PATOLOGICO I PROCESO PATOLOGICO II

Introversión

Represión Defensa

Conflicto Regresión Angustia Síntomas secundarios

Retorno de lo reprimido

Fijación
Este es el esquema fundamental que sirve de base al trabajo sobre la neurosis.
A partir de él, se indagará sobre los aspectos diferentes que pueda adoptar el
conflicto, el tipo de regresión, las distintas formas de la angustia, las
especialidades de las defensas psicóticas, los distintos modos de retorno de lo
defendido, las peculiaridades de las formas transacionales propias del proceso
patológico secundario, etc.

El tema de la psicosis va estableciéndose en función de las secuencias


de diferencia con las estructuras neuróticas correspondientes. Es decir, es el
conflicto neurótico el que, en la medida en que es más conocido, el que sirve
como punto de referencia, de manera que la psicosis va quedando
caracterizada como algo más profundo, más arcaico, más originario. De esa
forma también, se hace manifiesta la primacía del proceso primario y, por lo
tanto, de la estructura conectada a un tipo de conflicto que se ha estabilizado
sin pasar hacia las formas secundarias del proceso psicopatológico.

En la Psicosis, la introversión psicótica tendría unas características


análogas, pero con diferencias verdaderamente básicas. En la
regresión no invierte la carga libidinal frustrada en producciones
simbólicas sustitutivas: se va hacia una fantasía arcaica
compensatoría, pero que no calma, porque remueve toda una gran
cantidad de experiencias fragmentarías de carácter originario.
El sujeto se instala en su desorganización corporal y en sus
fantasías arcaicas, para producir finalmente un delirio alucinatorio
que reemplaza la realidad objetiva de intercambio intersubjetivo.

La introversión, pues, representa el regreso hacía el medio representacional,


cuyas características llevarán a definir el concepto de regresión. Para Freud en
la regresión es necesario analizar aspectos tanto tópicos como formales y
temporales. No es que se regrese más profundamente, sino que el movimiento
se hace por relación a las estructuras del desarrollo libidinal y yoico.
Qué tipo de experiencias se tengan, dependerá del tipo de estructura
yoica correspondiente: la libido regresa a sus etapas primarias de desarrollo, el
yo aparece en una desorganización característica, a la vez que la formación
superyóica queda disuelta en sus aspectos más estructurales. En pocas
palabras, la explicación estructural de la regresión psicótica supone la
regresión a formas primarias de organización de la experiencia y de la
articulación de los sistemas introyectívo proyectivo de cuyo juego resultan las
identificaciones.
Por lo tanto, la regresión psicótica supone la desorganización estructural de los
distintos factores que constituyen al aparato psíquico.

Etiopatológicamente, la psicosis es el efecto de un fracaso vincular, es el


efecto de un fracaso en la función materna, pero también paterna; es un
fracaso afectivo de urna madre que no tiene capacidad de reverie. Es por
consideración a los momentos estructurales en los que se gesta el psiquismo
humano donde tiene su explicación la emergencia del problema psicótico. Se
puede afirmar que la psicogénesis es un drama que tiene una serie de figuras
clave así como un sistema de conflictos que constituyen la trama de la
andadura de un personaje que tiene que encontrar su identidad.
Por lo tanto, es en las características de esas vicisitudes y no en los
síntomas donde hay que buscar la psicosis. En todo caso, el delirio siempre
surge como un intento de reconexión relacional con la necesidad de restablecer
el contacto con la realidad.
2. Neurosis

La neurosis según Cullen:

Una oposición nosológica con el de neuritis, donde el sufijo –osis refiere a la


noción de afección lenta y crónica del sistema nervioso, sin fiebre, opuesto al
sufijo –itis de las enfermedades agudas.
La neurosis, según William Cullen, es una clase taxonómica de “enfermedades
de los sentidos y el movimiento, sin fiebre y sin afección lo-cal. Se trata, por
tanto, de enfermedades funcionales (en el sentido de que lo afectado es la
función o actividad sensomotriz) y generales (porque no obedecen
directamente a las afecciones locales de los órganos corporales, sino al
afección del regulador unitario y general del organismo: el sistema nervioso, y
especialmente de las potencias de los sentidos y el movimiento).
Clasificación de Cuellen:

Puede decirse que el mérito de Cullen fue lograr una caracterización firme de
las neurosis como afecciones funcionales generales, lo que no había
establecido suficientemente el concepto de enfermedad mental, sin embargo,
en las traducciones alemanas, francesas y castellanas de la obra de Cullen se
equiparó el concepto de neurosis con el de enfermedad nerviosa, de suerte que
devinieron sinónimos.

El bebedor de Absenta de Viktor Oliva. El


arte está plagado de referencias a la
neurosis. El máximo exponente moderno
tal vez sea Edvard Munch, aunque desde
Carl Gustav Jung se viene estableciendo
una intensa relación entre el genio
creativo y el simbolismo que acecha tras
el desequilibrio neurótico.

El termino neurosis fue propuesto por el medico escoces William Cullen en


1769 en referencia a los trastornos sensoriales y motores causados por
enfermedades del sistema nervioso. En psicología clínica, el término se usa
para referirse a trastornosmentales que distorsionan el pensamiento racional y
el funcionamiento a nivel social, familiar y laboral adecuado de las personas.

Desequilibrio psicológico en personas que poseen una función


Mental relativamente adecuada.
Trastornos mentales sin base orgánica demostrable.
Diferenciación entre fantasía y realidad.
La conducta se mantiene dentro de los limites sociales aceptables.
Repetitiva e insatisfactoria, conduce a una mala adaptación.
La personalidad no esta desorganizada.
Los síntomas: angustia y exageración, hiperactividad de mecanismo
que el paciente emplea para resolver esos afectos.
Puede ser de tipo recurrente y se manifiesta de la misma forma
a través de toda la vida del paciente.
Puede variar de gravedad, desde episodios leves hasta una grave e
incapacitante.
Freud dice:

Sabemos por la visión freudiana que la neurosis consiste básicamente


en una interferencia en la vida instintiva. Freud consideraba que la frustración
básica del niño frente a sus padres era una frustración «libidinosa», es decir,
una interferencia en las primeras manifestaciones de deseo sexual, principal-
mente hacia el progenitor de sexo contrario. Hoy día, son pocos los que man-
tienen esta visión original del psicoanálisis y la llamada teoría de la líbido ha
sido, como mínimo, puesta en entredicho.

Los psicoanalistas modernos, como Fairbairn y Winnicot, concuerdan en que el


origen de la neurosis debe buscarse en un maternaje imperfecto y, hablando
más generalmente, en problemas de parentalización. En la actualidad, se le da
más importancia a la falta de amor que a la idea de frustración del instinto. Al
menos, podríamos decir que se le da más importancia a la frustración del
contacto y de la necesidad de relación que a manifestaciones sexuales
pregenitales o genitales.

Como quiera que sea, Freud tuvo el gran mérito de darse cuenta de que la
neurosis era algo prácticamente universal y que es transmitida de generación
en generación mediante el proceso de parentalización. Sostener esto en su
tiempo requirió una actitud heroica, pero ahora es un tópico decir que el
mundo, en conjunto, está loco, de tan obvio que se ha vuelto.
2.1 Depresión

Los trastornos depresivos constituyen un cuadro clínico muy frecuente en la


práctica diaria. Se trata de un padecimiento fuertemente asociado a factores de
vulnerabilidad social. En la actualidad su incidencia aumenta en la región de las
Américas. Por ejemplo en México, un estudio nacional citado por Belló et. al.
(2005) mostró que la prevalencia de la depresión para la población general era
de 4.5% a 5.8% en las mujeres y 2.5% en los hombres. La prevalencia se
incrementaba con la edad y disminuía al aumentar la escolaridad.

En los hombres la prevalencia es más alta en áreas rurales que en zonas


urbanas. Datos similares pueden encontrarse en muchos de los países de la
región. Al referirse a la depresión en general, se está haciendo referencia a un
estado de abatimiento del humor, de decaimiento del ánimo y de la voluntad.

Es relativamente raro que el paciente depresivo exprese quejas puramente


psicológicas con respecto a su estado. Por el contrario, es frecuente que se
queje de trastornos somáticos diversos relacionados con algún aparato u
órgano o, al menos, de alguna perturbación de sus funciones vegetativas
(sensación de fatiga, insomnio, ansiedad, hiperemotividad, etc.).

La tristeza, desesperanza, la ausencia de ganas de vivir, las ideas de


autoeliminación no siempre estarán en el primer plano (Garrone, 1974).
El síndrome depresivo puede manifestarse bajo distintas formas clínicas
relacionadas con su etiología, la personalidad anterior, afecciones
concomitantes, situaciones sociales desencadenantes, o con factores que son
desconocidos.

Las explicaciones etiopatogénicas y psicopatológicas son diversas en función


de los modelos sintomáticos y de la posición nosográfica, ya sea de plano
estructural neurótico o psicótico.
El síndrome depresivo está constituido por un trípode de elementos clínicos:

a) Alteración del humor en menos – distimia depresiva


b) Inhibición psicomotriz
c) Alteración del pensamiento – dolor moral. Se observa fundamentalmente en
pacientes de estructura psicótica.

a) Alteración del humor

El humor abatido es parte de la enfermedad depresiva. El paciente se expresa


en términos de tristeza, pena, abatimiento, pesimismo, debilitamiento y falta de
gusto por la existencia.

Esta tristeza no está siempre presente en forma clara, ya que puede estar
“enmascarada” por:
- Manifestaciones somáticas – llamadas equivalentes depresivos (algias,
anorexia, insomnio, problemas digestivos).
- Manifestaciones de ansiedad y angustia.
Esta flexión del ánimo es expresada por quejas y lamentaciones pero también
se “lee” en las expresiones no verbales (mímica y gestualidad).

b) Inhibición psicomotriz

Esta inhibición se manifiesta por una disminución de las capacidades físicas y


mentales. El paciente la experimenta como un enlentecimiento, una lasitud, una
dificultad para pensar y participar en el mundo.

Se ve principalmente en el plano de las conductas, en lo que hace a la falta de


iniciativa, inercia e inactividad. Así se observa al paciente en posición de
flexión, descuido, desaseo, y se comprueba el apragmatismo social, laboral y
sexual. En los casos más graves, la inhibición puede llegar al estupor.

Este aspecto de la depresión es muy importante aunque a veces pasa


desapercibido en la clínica, al tratarse de una inhibición que carece de impacto
en las áreas mencionadas de actividad anteriormente. En las formas ansiosas,
la inhibición parece no presentarse en un primer plano.
En las depresiones endógenas repercute fundamentalmente sobre la
psicomotricidad. En estos casos, el enfermo no puede detenerse ni
contenerse. Cambia de posición y de actividad frente a los objetos de su interés
de modo constante. Si se queda inmóvil, es su cuerpo el que se agita (manos,
suspiros, movimientos de piernas y cabeza, balanceos, tics, etc.). El cuadro se
acompaña de una agitación del pensamiento que aumenta los fenómenos
anteriormente descritos.

c) Alteración del pensamiento – dolor moral

Los trastornos del pensamiento se dividen en: formales y de contenido.


Los primeros incluyen los fenómenos de inhibición del pensamiento, con
enlentecimiento del curso, latencia incrementada, lenguaje monocorde,
monótono, bajo y de pobre sintaxis. Se observan alteraciones en la memoria y
otras funciones intelectuales básicas como la atención, concentración, juicio
práctico, etc.
Concomitantemente se presenta un estrechamiento del campo del
pensamiento y de la conciencia, así como un empobrecimiento ideico con
“rumiación depresiva” que implica la persistencia de la misma temática.

Los trastornos del contenido están referidos a la temática persistente y


estereotipada de muerte, suicidio, culpa o enfermedad.

En los casos más graves el paciente entra en un verdadero “delirio depresivo”


que se caracteriza por una temática de:

- Culpa (ser-para-otro)

- Ruina (ser-para-algo)

- Hiopocondriasis (ser-para-sí)
En cuanto al dolor moral, se trata de un sentimiento de indignidad, de auto-
depreciación, autodenigración y autopunición; todo en el marco de ideas
culpógenas.

El dolor moral caracteriza las depresiones de estructura psicótica y puede llevar


a la autoeliminación. La muerte aparece como la única solución liberadora de
ese sufrimiento insoportable.

Las ideas de autoeliminación se ven en los cuadros depresivos, pero dependen


de la naturaleza y gravedad de los mismos, yendo desde ideas más o menos
controladas y criticadas hasta ideas intensas, irreductibles que conducen al
comportamiento de autoeliminación.

Depresión endógena: Depresión y sus formas


clínicas. Psicosis maniaco depresiva.
Formas Clínicas Depresión psicógena: Reactiva, Neurótica, por
agotamiento situacional.
Depresión sintomática de otras enfermedades:
Somatógenas(enfermedades orgánicas).
Atípicas, De involución.

Hallazgos bioquímicos y genéticos

Muchas han sido las investigaciones cuyos objetivos eran encontrar los
factores genéticos y metabólicos que intervienen en las depresiones y su
mutua vinculación.

La investigación genética está lejos de haberse agotado y las patofisiologías


encontradas, fundamentalmente en la psicosis maníaco-depresiva, tienden a
señalar que bajo una misma presentación clínica, se podrían ocultar múltiples
formas patogenéticas.
El riesgo de morbilidad de la psicosis maníaco-depresiva para la población
general oscila entre un 0.6% y un 1.6%. El riesgo se eleva dramáticamente en
aquellas familias con miembros maníaco-depresivos, siendo entre 15% y 25%
para los parientes de primer grado. La concordancia de gemelos, por su parte,
es del 20% para los heterocigóticos y del 60% a 70% para los homocigóticos.

En las familias de los pacientes unipolares depresivos, el riesgo es del 10% al


15%, siendo las mujeres más afectadas que los hombres.

La forma de transmisión aún permanece controvertida, lo que reafirma que


ciertas formas genéticas traducirían la heterogeneidad observada en esta
enfermedad.

A nivel bioquímico, se han encontrado ciertas alteraciones en el metabolismo


de las monoaminas cerebrales, las que estarían en la base del síndrome
depresivo. Las monoaminas son sustancias que desempeñan un papel
fundamental en la regulación tímica interviniendo a nivel de los mecanismos
sinápticos neurotransmisores.

Se ha encontrado que pacientes maníaco-depresivos presentan un déficit en la


formación de estas monoaminas (serotonina y catecolaminas). En los accesos
depresivos se constata un descenso en la concentración de serotonina, una
reducción de las catecolaminas (noradrenalina y adrenalina) y una perturbación
del sistema de transporte electrolítico en la membrana a nivel post-sináptico. El
sodio (Na), que es el responsable de este transporte, se encuentra disminuido
en su forma intercambiable y aumentado en su forma residual.

En el tratamiento de las depresiones, se utiliza el litio (Li), oligoelemento que


aumenta los niveles de sodio intercambiable para el transporte electrolítico, al
tiempo que interviene favorablemente en el metabolismo de las monoaminas, y
como consecuencia, regula el estado del humor.
2.2 Angustia y Ansiedad

Psicopatología de la ansiedad

La ansiedad es una reacción emocional normal necesaria para la supervivencia


de los individuos y de nuestra especie. No obstante, las reacciones de
ansiedad pueden alcanzar niveles excesivamente altos o pueden ser poco
adaptativas en determinadas situaciones. En este caso la reacción deja de ser
normal y se considera patológica.
Los trastornos que pueden producirse cuando la ansiedad es muy elevada
tradicionalmente se dividen en:

 trastornos físicos y
 trastornos mentales

Entre los trastornos físicos que normalmente atiende el médico se encuentran


los llamados trastornos psicofisiológicos:
 trastornos cardiovasculares (enfermedad coronaria, hipertensión,
arritmias, etc.),
 trastornos digestivos (colon irritable, úlcera),
 trastornos respiratorios (asma),
 trastornos dermatológicos (psoriasis, acné, eczema),
 y otros trastornos psicofisiológicos (cefaleas tensionales, dolor
crónico, disfunciones sexuales, infertilidad, etc.).

La ansiedad también está asociada a desórdenes relacionados con sistema


inmune, como el cáncer o la artritis reumatoide.
También encontramos niveles altos de ansiedad en trastornos crónicos que
amenazan la calidad de vida, en los trastornos en los que el dolor juega un
papel importante, etc.

Entre los trastornos mentales los más frecuentes son sin duda los trastornos
de ansiedad, sin embargo, también encontramos niveles de ansiedad elevados
en muchos otros desórdenes mentales, entre ellos:
los trastornos del estado de ánimo (depresión mayor, distimia, etc.),
o las adicciones (tabaco, alcohol, cafeína, derivados del cannabis,
cocaína, heroína, etc.),
o los trastornos de la alimentación (anorexia, bulimia),
o trastornos del sueño,
o trastornos sexuales,
o trastornos del control de impulsos (juego patológico,
tricotilomanía, etc.),
o trastornos somatomorfos (hipocondría, somatización, conversión,
etc.)

Trastornos de ansiedad según la DSM-IV TR

􀂃 Ataques de pánico (crisis de ansiedad, crisis de angustia, panic


attack)
􀂃 Agorafobia

− Trastorno de angustia sin agorafobia (F41.0)


− Trastorno de angustia con agorafobia (F40.01)
− Agorafobia sin historia de trastorno de angustia (F40.00)

􀂃 Fobia específica (F40.02)


􀂃 Fobia social (F40.1)
􀂃 Trastorno obsesivo-compulsivo (F42.8)
􀂃 Trastorno por estrés postraumático (F43.1)
􀂃 Trastorno por estrés agudo (F43.0)
􀂃 Trastorno de ansiedad generalizada (F41.1)
􀂃 Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica (F06.4)
􀂃 Trastorno de ansiedad inducido por sustancias

Además de estos trastornos, agrupados bajo el rótulo “trastornos de


ansiedad”, en la DSM-IV TR se incluye finalmente un trastorno de ansiedad
infantil, el trastorno de ansiedad por separación.

A continuación veremos los criterios diagnósticos de todos estos desórdenes,


tal y como se describen en la DSM-IV TR.
2.3 TOC (Trastorno Obsesivo Convulsivo)

Criterios para el diagnóstico del trastorno obsesivo-compulsivo

A. Se cumple para las obsesiones y las compulsiones:

Las obsesiones se definen por 1, 2, 3 y 4:

1. pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se


experimentan en algún momento del trastorno como intrusos e inapropiados, y
causan ansiedad o malestar significativos
2. los pensamientos, impulsos o imágenes no se reducen a simples
preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real
3. la persona intenta ignorar o suprimir estos pensamientos, impulsos o
imágenes, o bien intenta neutralizarlos mediante otros pensamientos o actos
4. la persona reconoce que estos pensamientos, impulsos o imágenes
obsesivos son el producto de su mente (y no vienen impuestos como en la
inserción del pensamiento)

Las compulsiones se definen por 1 y 2:

1. comportamientos (p. ej., lavado de manos, puesta en orden de objetos,


comprobaciones) o actos mentales (p. ej., rezar, contar o repetir palabras en
silencio) de carácter repetitivo, que el individuo se ve obligado a realizar en
respuesta a una obsesión o con arreglo a ciertas reglas que debe seguir
estrictamente

2. el objetivo de estos comportamientos u operaciones mentales es la


prevención o reducción del malestar o la prevención de algún acontecimiento o
situación negativos; sin embargo, estos comportamientos u operaciones
mentales o bien no están conectados de forma realista con aquello que
pretenden neutralizar o prevenir o bien resultan claramente excesivos

B. En algún momento del curso del trastorno la persona ha reconocido que


estas obsesiones o compulsiones resultan excesivas o irracionales.
Nota: Este punto no es aplicable en los niños.

C. Las obsesiones o compulsiones provocan un malestar clínico


significativo, representan una pérdida de tiempo (suponen más de 1 hora
al día) o interfieren marcadamente con la rutina diaria del individuo, sus
relaciones laborales (o académicas) o su vida social.

D. Si hay otro trastorno, el contenido de las obsesiones o compulsiones no


se limita a él (p. ej., preocupaciones por la comida en un trastorno
alimentario, arranque de cabellos en la tricotilomanía, inquietud por la
propia apariencia en el trastorno dismórfico corporal, preocupación por
las drogas en un trastorno por consumo de sustancias, preocupación por
estar padeciendo una grave enfermedad en la hipocondría,
preocupación por las necesidades o fantasías sexuales en una parafilia
o sentimientos repetitivos de culpabilidad en el trastorno depresivo
mayor).

E. El trastorno no se debe a los efectos fisiológicos directos de una


sustancia (p. ej., drogas, fármacos) o de una enfermedad médica.

Especificar si:

− Con poca conciencia de enfermedad: si, durante la mayor parte del tiempo
del episodio actual, el individuo no reconoce que las obsesiones o
compulsiones son excesivas o irracionales.
2.4 Fobias

Criterios para el diagnóstico de la fobia específica

A. Temor acusado y persistente que es excesivo o irracional,


desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o situación
específicos (p. ej., volar, precipicios, animales, administración de
inyecciones, visión de sangre).
B. La exposición al estímulo fóbico provoca casi invariablemente una
respuesta inmediata de ansiedad, que puede tomar la forma de una
crisis de angustia situacional o más o menos relacionada con una
situación determinada.

A. Nota: En los niños la ansiedad puede traducirse en lloros, berrinches,


inhibición o abrazos.
B. La persona reconoce que este miedo es excesivo o irracional.
C. Nota: En los niños este reconocimiento puede faltar.
D. La(s) situación(es) fóbica(s) se evitan o se soportan a costa de una
intensa ansiedad o malestar.
E. Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar
provocados por la(s) situación(es) temida(s) interfieren acusadamente
con la rutina normal de la persona, con las relaciones laborales (o
académicas) o sociales, o bien provocan un malestar clínicamente
significativo.
F. En los menores de 18 años la duración de estos síntomas debe haber
sido de 6 meses como mínimo.
G. La ansiedad, las crisis de angustia o los comportamientos de evitación
fóbica asociados a objetos o situaciones específicos no pueden
explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental, por ejemplo,
un trastorno obsesivo-compulsivo (p. ej., miedo a la suciedad en un
individuo con ideas obsesivas de contaminación), trastorno por estrés
postraumático (p. ej., evitación de estímulos relacionados con un
acontecimiento altamente estresante), trastorno de ansiedad por
separación (p. ej., evitación de ir a la escuela), fobia social (p. ej.,
evitación de situaciones sociales por miedo a que resulten
embarazosas), trastorno de angustia con agorafobia, o agorafobia sin
historia de trastorno de angustia.

Tipos:
Tipo situacional: (p. ej., aviones, ascensores, recintos cerrados)

Tipo animal
Tipo ambiental: (p. ej., alturas, tormentas, agua)

Tipo sangre inyecciones


De otro tipo (p. ej., evitación fóbica de situaciones que pueden
provocar atragantamiento, vómito o adquisición de una enfermedad;
en los niños, evitación de sonidos intensos o personas disfrazadas).
2.5 Histeria

Los «Estudios sobre la histeria», escritos en colaboración por los


doctores José Breuer y S. Freud aparecieron por vez primera en 1895,
publicada por Deuticke, Leipzig-Vienna. Siguiendo la pauta que nos traza
la edición alemana de las obras completas del profesor Freud.

Estimulados por una observación casual, venimos dedicándonos hace ya


tiempo a investigar la motivación de los diversos síntomas y formas de la
histeria, o sea aquel proceso que hizo surgir por vez primera, con frecuencia
muchos años atrás, el fenómeno de que se trate.

En la mayoría de los casos, el simple examen del enfermo no basta, por


penetrante que sea, para descubrirnos tal punto de partida; resultado negativo,
debido en parte a tratarse mu-chas veces de sucesos que al enfermo
desagrada rememorar; pero, sobre todo, a que el sujeto no recuerda realmente
lo buscado, e incluso ni sospecha siquiera la conexión causal del proceso
motivador con el fenómeno patológico.

Casi siempre es necesario hipnotizar al paciente y despertar en él durante la


hipnosis los recuerdos de la época en la que el síntoma apareció por vez
primera; procedimiento que nos permite ya establecer del modo más preciso y
convincente la conexión buscada.

Con este método de investigación hemos obtenido en un gran número de


casos resultados valiosísimos, tanto desde el punto de vista teórico como
desde el práctico.

Por lo que respecta a la teoría, nos han demostrado, en efecto, dichos


resultados que el factor accidental posee en la patología de la histeria un valor
determinante, mucho más elevado de lo que generalmente se acepta y
reconoce.
En la histeria «traumática» está fuera de duda que es el accidente lo que ha
provocado el síndrome, y cuando de las manifestaciones de los enfermos de
ataques histéricos nos es posible deducir que en todos y cada uno de sus
ataques vive de nuevo por alucinación aquel mismo proceso que provocó el
primero que padecieron, también se nos muestra de una manera evidente la
conexión causal. No así en otros distintos fenómenos.

Pero nuestros experimentos nos han demostrado que síntomas muy diversos,
considerados como productos espontáneos - «idiopáticos», podríamos decir de
la histeria, poseen con el trauma causal una conexión tan estrecha como la de
los fenómenos antes mencionados, transparentes en este sentido.

Hemos podido referir a tales factores causales neuralgias y anestesias de


formas muy distintas, que en algunos casos venían persistiendo a través de
años enteros; contracturas y parálisis, ataques histéricos y convulsiones
epileptoides, diagnosticadas de epilepsia por todos los observadores; petit mal
y afecciones de la naturaleza de los «tics», vómitos persistentes y anorexia,
llevada hasta la repulsa de todo alimento, perturbaciones de la visión,
alucinaciones visuales continuas, etc., etcétera.

La desproporción entre el síntoma histérico, persistente a través de años


enteros, y su motivación, aislada y momentánea, es la misma que estamos
habituados a observar en la neurosis traumática. Con frecuencia, la causa de
los fenómenos patológicos, más o menos graves, que el paciente presenta,
está en sucesos de su infancia.
3. Trastorno Límite

La característica esencial del trastorno paranoide de la personalidad es un


patrón de desconfianza y suspicacia general hacia los otros, de forma que las
intenciones de éstos son interpretadas como maliciosas. Este patrón empieza
al principio de la edad adulta y aparece en diversos contextos.

Los individuos con este trastorno dan por hecho que los demás se van a
aprovechar de ellos, les van a hacer daño o les van a engañar, aunque no
tengan prueba alguna que apoye estas previsiones

Con pocas o ninguna prueba, tienen base suficiente para sospechar que los
demás están urdiendo algún complot en su contra y que pueden ser atacados
en cualquier momento, de repente y sin ninguna razón. Frecuentemente, sin
que haya prueba objetiva de ello, sienten que han sido ofendidos profunda e
irreversiblemente por otra persona o personas.

Están preocupados por dudas no justificadas acerca de la lealtad o la fidelidad


de sus amigos y socios, cuyos actos son escrutados minuciosamente en busca
de pruebas de intenciones hostiles Cualquier desviación que perciban en la
fidelidad o la lealtad sirve como prueba a sus suposiciones.

Cuando algún amigo o socio se muestra leal con ellos, están tan sorprendidos,
que no pueden tener confianza o creer en él. Si se encuentran con problemas,
piensan que lo que van a hacer sus amigos o socios es atacarles o ignorarles.

Los sujetos con este trastorno son reacios a confiar o intimar con los demás,
porque temen que la información que compartan sea utilizada en su contra
Pueden negarse a contestar preguntas personales diciendo que esa
información «no es asunto de los demás».

En las observaciones o los hechos más inocentes vislumbran significados


ocultos que son degradantes o amenazantes (Criterio A4). Por ejemplo, un
sujeto con este trastorno puede malinterpretar un error legítimo de un
dependiente de una tienda como un intento deliberado de no dar bien el cambio
o puede ver una observación humorística de un compañero de trabajo como si
fuera un ataque en toda regla.

Los halagos son frecuentemente malinterpretados (p. ej., un elogio de algo que
acaban de comprar puede malinterpretarse como una crítica por ser egoísta; un
halago por algún logro se malinterpreta como un intento de coartar una
actuación mejor). Pueden ver una oferta de ayuda como una crítica en el
sentido de que no lo están haciendo suficientemente bien ellos solos.

Los individuos con este trastorno suelen albergar rencores y son incapaces de
olvidar los insultos, injurias o desprecios de que creen haber sido objeto.

El menor desprecio provoca una gran hostilidad, que persiste durante mucho
tiempo. Puesto que siempre están pendientes de las malas intenciones de los
demás, sienten a menudo que su persona o su reputación han sido atacadas o
que se les ha mostrado desconsideración de alguna otra manera.

Contraatacan con rapidez y reaccionan con ira ante los ultrajes que perciben.
Los sujetos con este trastorno pueden ser patológicamente celosos,
sospechando a menudo que su cónyuge o su pareja les es infiel sin tener una
justificación adecuada pueden reunir «pruebas» triviales y circunstanciales para
confirmar sus sospechas, quieren mantener un control total sobre las personas
con las que tienen relaciones íntimas para evitar ser traicionados y
constantemente pueden hacer preguntas y cuestionar los movimientos, los
actos, las intenciones y la fidelidad del cónyuge o la pareja.

No debe diagnosticarse el trastorno paranoide de la personalidad si el patrón


de comportamiento aparece exclusivamente en el transcurso de una
esquizofrenia, un trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos u otro
trastorno psicótico, o si es debido a los efectos fisiológicos directos de una
enfermedad neurológica (p. ej., epilepsia del lóbulo temporal) o de otro tipo.
Conclusiones

Lo normal y lo patológico introduce una importante inversión en los estudios

referidos a la salud, una inversión por la cual se privilegia el estudio de las

anomalías, de las variaciones, de los errores, de las monstruosidades, de las

infracciones y de las infidelidades, para así comprender e intentar demarcar el

alcance y los límites de los conceptos de normalidad, media, tipo y salud.

Canguilhem: “hoy insistiría en la posibilidad y aún en la obligación de

esclarecer las formaciones normales por el conocimiento de las formas

monstruosas. Afirmaría, aún con mayor convicción, que no hay diferencia entre

una forma viva perfecta y una forma viva malograda” (idem, 1990a, p.13). Este

privilegio concedido al error nos habla claramente de un concepto de salud que

es ajeno a cualquier padronización y a cualquier determinación fija y

preestablecida.

Y en esté largo recorrido por los diferentes trastornos, los límites, la

normalidad, lo patológico podemos citar lo siguiente:

“La salud es la libertad de darle al cuerpo de comer cuando tiene hambre, de

hacerlo dormir cuando tiene sueño, de darle azúcar cuando baja la glicemia. No

es anormal estar cansado o con sueño, no es anormal tener una gripe ... .

Puede que sea normal tener algunas enfermedades. Lo que no es normal es

no poder cuidar de esa enfermedad, no poder ir a la cama y dejarse llevar por

la enfermedad, no poder dejar que las cosas sean hechas por otros por algún

tiempo, no poder parar de trabajar durante la gripe y después poder volver”

(Dejours, 1986, p. 11).


Bibliografía

http://usuarios.multimania.es/medicinapucela/Apuntes5/TrastornosNeuroticos.pdf
Fenichel, O. (1987) Teoria psicoanalítica de las neurosis. Mexico: Paidós.

http://www.drwebsa.com.ar/drw/prof_mes/articulos/art_05.pdf

Blas Corsaro; “Características de los pacientes borderlines en la Argentina.


Evaluación con cuestionario autoadministrado. Investigaciones en Psicología”;

Revista del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psicología; 1999; 4


(1) 61-78.

http://www.claudionaranjo.net/pdf_files/personality/caracter_y_neurosis_intro_s
panish.pdf

LAPLANCHE, J. PONTALIS, J.B. “Diccionario de Psicoanálisis”. Editorial Labor.


Barcelona, 1971.

http://www.ucm.es/info/seas/ta/diag/Trastornos_de_ansiedad_segun_la_DSM.pdf

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