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MASTER EN INTERVENCIÓN

EN LA ANSIEDAD Y EL ESTRÉS

MODELOS EXPLICATIVOS DEL ESTRÉS

Enrique G. FERNÁNDEZ-ABASCAL1

1.- INTRODUCCIÓN

2.- DIFERENCIACIÓN ENTRE ESTRÉS Y ANSIEDAD

3.- CONCEPTO DE ESTRÉS

4.- DESENCADENANTES DEL ESTRÉS


4.1.- Los cambios mayores.
4.2.- Los cambios menores.
4.3.- Los estresores cotidianos.
4.4.- Estresores psicosociales vs. biogénicos.
4.5.- Efectos de la intensidad del estresor.
5.- FACTORES PROCESUALES
5.1.- La reacción afectiva.
5.2.- La primera valoración.
5.3.- La segunda valoración.
5.4.- La selección de respuesta.
5.5.- El afrontamiento.
5.6.- Controlabilidad y predictibilidad.
6.- FACTORES ESTRUCTURALES
6.1.- Estilos de afrontamiento.
6.2.- Patrón de conducta Tipo A.
7.- CONSECUENCIAS DEL ESTRÉS
7.1.- El síndrome general de adaptación.
7.2.- Los ejes de respuesta al estrés.
7.3.- Generalidad vs. especificidad de respuesta.
8.- MODELO DE ESTRÉS
9.- CONCLUSIONES

10.- REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1
Tomado de: Fernández-Abascal, E.G. (2002). El Estrés. En E.G. Fernández-Abascal y M.P. Jiménez (Eds.),
Control del Estrés. Madrid: UNED. Y de Fernández-Abascal, E.G. (1995). Estrés. En E.G. Fernández-Abascal (Ed.),
Manual de Motivación y Emoción. Madrid: Editorial Centro de Estudios Ramón Areces
MASTER EN INTERVENCIÓN
EN LA ANSIEDAD Y EL ESTRÉS

MODELOS EXPLICATIVOS DEL ESTRÉS

Enrique G. Fernández-Abascal

1.- Introducción
El estrés es un proceso psicológico complejo que implica actividades tanto emocionales
como motivacionales. Este proceso habitualmente ha sido mal definido, por parcializarle e
indiferenciarle de otros procesos emocionales, como por ejemplo de la ansiedad, la ira, la
hostilidad, etc.
El estrés fue definido, en primer lugar, por Hans Selye (o János Selye en húngaro, como
gustaba de usar) un estudiante de segundo de medicina de la Universidad de Praga, que buscaba
un diagnóstico diferencial para ciertos pacientes que presentaban una misma serie de respuestas
o síndrome -pérdida de apetito, reducción de la fuerza muscular, elevación de la presión arterial
y carencia de iniciativa-, ante diferentes situaciones e indiferentemente del trastorno que
padecieran, llegando a definir once años después este síndrome como estrés, aunque en ese
primer momento simplemente lo definió como el "síndrome de sólo estar enfermo".
El desarrollo del estrés se produjo espectacularmente coincidiendo con las grandes
contiendas, así durante la segunda guerra mundial se estudió bajo la perspectiva del rendimiento
en el combate y la vulnerabilidad a las lesiones, durante la guerra de Corea se realizaron
importantes estudios sobre las secreciones hormonales asociadas al estrés, y durante la guerra
de Vietnam se realizaron importantes estudios sobre los efectos psicológicos y psicofisiológicos
de éste. En la actualidad, este interés se mantiene desde el campo de la psicología del trabajo,
siendo una derivación directa de parte de los trabajos militares; el interés por el estudio de los
trastornos psicofisiológicos desde la psicología de la salud, trastornos que son consecuencia del
propio estrés; el interés desde la psicología clínica y en especial de la modificación de conducta
por actividades preventivas, para alguna de las cuales el modelo sindromático del estrés, de la
cual carece la modificación de conducta, le da un marco conceptual adecuado; y, por último, se
produce un interés en la psicología por el proceso en sí mismo, independientemente de los
campos de aplicación.
2.- Diferenciación entre estrés y ansiedad.
El estrés y la ansiedad presentan muchos aspectos comunes, que hace que en
determinadas ocasiones aparezcan como procesos indiferenciados, incluso en la literatura más
especializada. Por ello intentaremos en primer lugar delimitar las diferencias entre ambos
conceptos, al tiempo que así perfilamos el propio concepto de estrés.
El primer punto de diferenciación entre el estrés y la ansiedad lo encontramos en el
origen diferencial de ambos conceptos, así el concepto de estrés surge en el campo médico
trasladándose posteriormente al campo de la psicología de la salud, donde se desarrolló
ampliamente y, por último, llega al campo de la psicología de la motivación y la emoción. Por
contra, el concepto de ansiedad surge en el seno de la propia psicología, dentro del campo de la
psicología clínica, inscribiéndose posteriormente dentro de los procesos psicológicos generales.
Sin embargo, al mismo tiempo la psicología existencial superponía ambos conceptos, creando
una confusión entre ambos aún hoy no superada.
El segundo punto de diferenciación, lo encontramos en los supuestos que subyacen a los
enfoque sobre los que se desarrollan ambos conceptos. Así, el estrés se desarrolla desde una
perspectiva de tipo ambientalista, sobre un esquema estímulo-respuesta y sobre el supuesto de
especificidad situacional. Mientras que la ansiedad surge en sus inicios en un ámbito

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intrapsíquico, sobre el supuesto de los determinantes internos y estables -rasgos y estados-, y en
el supuesto de la especificidad personal.
Otro punto de diferenciación, en cierta medida relacionado con el anterior, es la
metodología utilizada en el estudio de ambos procesos. Así, el estudio del estrés puede
clasificarse como guiado por una orientación de tipo idiográfica, utilizando tanto el método
experimental como el clínico, frente al estudio de la ansiedad que es de origen nomotético,
basado en el método correlacional y en la búsqueda de diferencias entre grupos de personas.
Los niveles de análisis tanto del estrés como de la ansiedad, se han realizado en función
de sus consecuencias sobre la conducta manifiesta, los procesos cognitivos y la actividad
psicofisiológica. En niveles extremos, ambos procesos presentan un patrón de respuesta
equivalente, lo que lleva a equivocarlos, sin embargo en niveles bajos y moderados, los efectos
de ambos se gradúan de forma diferencial en el tiempo, así en el caso del estrés los primeros
efectos que aparecen son de tipo psicofisiológico, mientras que en la ansiedad los primeros en
aparecer son los cognitivos y los últimos los psicofisiológicos. La relación entre niveles de estrés
y efectos psicofisiológicos es prácticamente lineal, a mayor nivel de estrés mas activación
psicofisiológica; mientras que en el caso de la ansiedad las consecuencias psicofisiológicas solo
aparecen de forma súbita coincidiendo con niveles extremadamente altos de ansiedad.
Por último, el estrés puede considerarse una emoción bidireccional, es decir, se comporta
como una emoción positiva bajo ciertas condiciones y lo hace de forma negativa cuando se
sobrepasa un determinado nivel óptimo. Además, el estrés, actúa al mismo tiempo como una
motivación energetizando y direccionando el comportamiento. Por contra, la ansiedad es tan solo
una emoción y exclusivamente negativa, de tal manera que sus efecto son siempre indeseados
y se producen desde el primer momento en que aparece este proceso.
3.- Concepto de estrés
Originalmente el término estrés parece provenir del vocablo distress que en inglés
antiguo tenía un significado equivalente al de pena o aflicción. Este término con el uso perdería
su primera sílaba, hasta convertirse en el de stress.
El vocablo estrés fue tomado por Selye de la física, donde se utiliza para referirse a la
fuerza que actúa sobre un objeto y que, al rebasar una determinada magnitud, produce la
deformación, estiramiento y/o destrucción del objeto.
Para Selye el estrés es la respuesta inespecífica del organismo ante cualquier exigencia.
Es decir, el estrés no se refiere a la demanda ambiental, como parecería desprenderse de su
origen en la física, sino que se refiere a sus consecuencias. De hecho Selye equivocó el término,
por su falta de dominio del inglés, y quería referirse al término strain, que en la física se refiere
al efecto del stress; posteriormente Selye utilizó el término estresor para referirse a las
condiciones desencadenantes y eliminar éstas del propio estrés.
Además, la definición de Selye nos presenta al estrés como un proceso que se produce
tanto ante condiciones positivas como negativas. Según Selye "el estrés es la vida y la vida es
estrés". Es decir, se trata de un proceso en origen adaptativo, que pone en marcha una serie de
mecanismos de emergencia necesarios para la supervivencia y solo bajo determinadas
condiciones sus consecuencias se tornan negativas, aunque sea esta última faceta la más
llamativa y por ende la que más se conoce de él.
En la literatura científica, nos encontramos con que el estrés ha sido conceptualizado de
cuatro formas radicalmente diferentes entre sí. Por un lado se ha conceptualizado como los
estímulos desencadenantes del proceso, como un conjunto de comportamientos habituales que
inducen a una determinada activación de este proceso, como procesos de valoración, de tomas
de decisiones y afrontamiento de situaciones, y por último, como la respuesta final resultante de
todo este proceso.
No parece que ninguna de estas acepciones sea por si sola la correcta, sino más bien que
son enfoques parciales y descriptivos del conjunto del proceso, que involucraría a su vez a todos
ellos en el conjunto del proceso del estrés.
Desde esta perspectiva, podemos definir el estrés como un proceso psicológico que se
origina ante una exigencia al organismo, frente a la cual éste no tiene información para darle una
respuesta adecuada, activando un mecanismo de emergencia consistente en una activación
psicofisiológica que permite recoger más y mejor información, procesarla e interpretarla más

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rápida y eficientemente, y así permitir al organismo dar una respuesta adecuada a la demanda.
4.- Desencadenantes del estrés
Una parte importante del esfuerzo que se ha realizado para el estudio y comprensión del
estrés, se ha centrado en determinar y clasificar los diferentes desencadenantes de este proceso.
Para Lazarus y Folkman (1984) el estrés psicológico es una relación particular entre el
individuo y el entorno, que es evaluado por éste como amenazante o desbordante de sus recursos
y que pone en peligro su bienestar. Estas características del entorno o estímulos generadores de
estrés se han considerado generalmente como acontecimientos con los que tropieza el sujeto.
Acontecimientos que implican cambios en las rutinas de la vida cotidiana de las personas,
rompiendo sus automatismos y generando nuevas condiciones y necesidades ante las cuales la
persona tiene que valorar su forma de responder.
Los estudios sobre el estrés centrados en sus desencadenates, han polarizado su trabajo
en la sistematización y taxonomía de los diferentes cambios significativos que se producen en
la vida de una persona, cambios que actúan como estresores con efectos tanto negativos como
positivos, según sean a su vez estos cambios percibidos como negativos o no deseados, o como
positivos o deseados por la persona.
Cabría realizar diferentes taxonomías sobre los desencadenantes del estrés, en función
de criterios meramente descriptivos -características físicas, perceptivas, etc.-; sin embargo, dado
que la inmensa mayoría de estas situaciones son de tipo psicosocial, se ha tendido a clasificarlos
por el tipo de cambios que producen en las condiciones de vida, cambios que afectan
precisamente a las propias condiciones psicosociales de las personas. Así, Lazarus y Cohen
(1977) hablan de tres tipos de acontecimientos estresantes o condiciones desencadenantes de
estrés:
A.- Los cambios mayores, que hacen referencia a cataclismos y cambios dramáticos en
las condiciones en el entorno de vida de las personas, y que habitualmente afectan a un gran
número de ellas.
B.- Los cambios menores, que afectan solo a una persona o a un pequeño grupo de ellas
y que se corresponde con cambios significativos y con transcendencia vital para las personas.
C.- Los estresores cotidianos, que se refieren al cúmulo de molestias, imprevistos y
alteraciones en las pequeñas rutinas cotidianas.
4.1.- Los cambios mayores
Dentro de esta categoría se incluirían ciertos fenómenos del tipo de los cataclismos, que
son considerados como sucesos estresantes de forma universal y situados fuera de cualquier tipo
de control. Estos se refiere tanto a los desastres naturales como los terremotos, inundaciones,
volcanes, etc.; como a las catástrofes producidas por el propio hombre como la guerra,
secuestros, violación, encarcelamiento, desarraigo, etc.
Los cataclismos y demás desastres habitualmente afectan a un número elevado de
personas, aunque pueden afectar también a una sola persona o a un número relativamente bajo
de ellas, pero el número de afectados no altera de forma significativa la capacidad perturbadora
de tales acontecimientos. Del mismo modo, se trata de hechos que pueden ser prolongados, como
un encarcelamiento o que pueden ocurrir de forma sumamente rápida, como en los temblores de
tierra o huracanes; pero esto tampoco afecta su capacidad perturbadora. Lo que tienen en común
todos ellos es el efecto traumático físico y/o psicológico, cuyas consecuencias se mantiene en
el tiempo de forma prolongada.
Estos cambios mayores serían los causantes de los patrones de estrés post-traumático,
cuyas principales factores definitorios según se recogen en la DSM III-R (American Psychiatric
Association, 1987), son:
A.- En primer lugar, la persona se ha enfrentado a un suceso estresante que se encuentra
fuera del marco habitual de las experiencias humanas y que es marcadamente aversivo para casi
todo el mundo; como por ejemplo una amenaza grave para su propia vida o su integridad física,
amenaza o daño para hijos, cónyuge, parientes cercanos o amigos; destrucción súbita de su hogar
o de su comunidad, la observación de cómo una persona se lesiona gravemente o fallece como
resultado de un accidente o de sucesos relacionados con la violencia física.
B.- Este suceso estresor se re-experimenta de forma persistente, por lo menos en alguna

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de las siguientes formas:
1) recuerdos desagradables, recurrentes e invasores, del suceso. En el caso de niños de
corta edad, estos recuerdos pueden presentarse en forma de juegos repetitivos en los que se
expresan temas o aspectos relacionados con el suceso.
2) sueños desagradables, también recurrentes, sobre el suceso estresor.
3) comportamientos y sentimientos súbitos, que aparentan como si el estresor operara de
nuevo. Este tipo de fenómenos incluyen la sensación de revivir la experiencia, ilusiones,
alucinaciones y episodios disociativos -incluso cuando ocurren al despertar, o como
consecuencia de alguna intoxicación por sustancias tóxicas-.
4) intensa sensación de malestar psicológico al exponerse a acontecimientos que
simbolizan o recuerdan algún aspecto del suceso estresor, como puede ser incluso su aniversario.
C.- Se produce una evitación activa y persistente de los estímulos asociados con el
estresor o una falta de capacidad general de respuesta, puestas de manifiesto por lo menos por
varios de los siguientes fenómenos:
1) esfuerzos para evitar los pensamientos o las sensaciones asociadas con el suceso
estresante.
2) esfuerzos para evitar las actividades o las situaciones que provocan el recuerdo del
suceso estresante.
3) incapacidad para recordar alguno de los aspectos importantes del suceso estresor.
4) una marcada disminución del interés por actividades significativas.
5) sensación de distanciamiento o de extrañamiento respecto a las demás personas.
6) restricción de las reacciones emocionales de afecto.
7) impaciencia e incapacidad de soportar la demora en la satisfacción.
D.- Todas estas alteraciones se unen a un aumento en la activación psicofisiológica,
puestas de manifiesto por algunas de las siguientes manifestaciones:
1) dificultad para conciliar o mantener el sueño.
2) irritabilidad o explosiones manifiestas de ira.
3) dificultad para mantener la concentración.
4) estados de hipervigilancia.
5) sensibilización de las respuestas de alarma.
6) reactividad fisiológica frente a la exposición a aquellos acontecimientos que
simbolizan o recuerdan algún aspecto del acontecimiento estresante.
E.- La duración de este cuadro sindromático es habitualmente mayor de un mes y su
inicio tiene lugar al menos seis meses después de la exposición al suceso estresante.
4.2.- Los cambios menores
Los cambios menores o acontecimientos vitales estresantes, hacen referencia a ciertos
acontecimientos que pueden hallarse fuera del control del individuo, como es el caso de la
muerte de un ser querido, una amenaza a la propia vida, una enfermedad incapacitante o la
pérdida del puesto de trabajo; o también a otros tipos de acontecimientos que están fuertemente
influidos por la propia persona, como es el caso de los divorcios, tener un hijo o de someterse
a un examen importante.
Existe una serie de áreas en la vida de las personas, en las cuales los cambios o
alteraciones tienen una transcendencia vital y, por lo tanto, son altamente significativos; aunque
estas, son más específicas de cada persona que en el caso de los cambios mayores, las principales
fuentes desencadenantes de estrés corresponden con cambios en:
A.- La vida conyugal, que incluirá tanto la matrimonial como la extramatrimonial; como
por ejemplo, el contraer un compromiso matrimonial, el propio matrimonio, las desavenencias
de pareja, la separación o la muerte de uno de los miembros de la pareja.
B.- La paternidad; como por ejemplo el ser padre o madre, el mantener relaciones
difíciles con los hijos o la enfermedad de un hijo.
C.- Las relaciones interpersonales, en relación con problemas en las relaciones con
amigos, vecinos, socios o con familiares cercanos; Como por ejemplo la enfermedad de un amigo
o mantener relaciones difíciles con el jefe.
D.- El ámbito laboral, que incluye tanto el trabajo, como la escuela y las tareas
domésticas; como por ejemplo, estar en el paro, estar jubilado o tener problemas escolares.

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E.- Las situaciones ambientales, tales como los cambios del lugar de residencia, las
amenazas a la integridad personal o la inmigración.
F.- El ámbito económico; como por ejemplo el manejo inadecuado de las finanzas o el
cambio en el estatus económico.
G.- Las cuestiones legales; como por ejemplo ser detenido o encarcelado, tener pleitos
o juicios.
H.- El desarrollo, con referencia al proceso evolutivo de las personas; como por ejemplo
la pubertad, el cambio al estado adulto, la menopausia o "entrar en la década de los cuarenta".
I.- Las lesiones o enfermedades somáticas; como por ejemplo padecer algún tipo de
enfermedad, sufrir un accidente o someterse a un proceso quirúrgico.
J.- Otros tipo de estrés psicosociales; como por ejemplo sufrir una persecución, un
embarazo no deseado o una violación.
K.- En el caso de niños y adolescentes, existen otros factores familiares, además de los
anteriormente citados, entre los que hay que considerar las siguientes fuentes de estrés:
relaciones frías y distantes entre los padres o relaciones de abierta hostilidad; trastornos
somáticos o mentales en los miembros de la familia; comportamiento frío y distante en las
relaciones paterno-filiales; intrusismo paterno-filial, débil o insuficiente control paterno;
estimulación cognitiva o social insuficiente, excesiva o confusa; situación familiar anómala,
como por ejemplo visitas y custodia irregular o problemática de los padres, familia adoptiva,
educación institucional, pérdida de miembros de la familia nuclear.
TABLA 1

Acontecimientos vitales estresantes (Holmes y Rahe, 1967)

1.- Muerte del cónyuge


2.- Divorcio
3.- Separación matrimonial
4.- Encarcelamiento o estar en la cárcel
5.- Muerte de un familiar cercano
6.- Heridas o enfermedad
7.- Matrimonio
8.- Pérdida del puesto de trabajo
9.- Reconciliación conyugal
10.- La jubilación
11.- Cambio en la salud de un familiar
12.- Embarazo
13.- Dificultades sexuales
14.- Existencia de un nuevo familiar
15.- Reorganización en la empresa
16.- Cambios importantes en el estado financiero
17.- Muerte de un amigo
18.- Cambio en las tareas profesionales
19.- Riñas en el matrimonio
20.- Desembolso mayor de 1.500.000
21.- Vencimiento de hipoteca o préstamo
22.- Cambio importante en las responsabilidades laborales
23.- Abandono del hogar por parte de algún hijo
24.- Problemas con los familiares del otro consorte
25.- Triunfo personal sobresaliente
26.- Esposa que empieza el trabajo fuera de casa o lo abandona
27.- Inicio o finalización de la escolaridad
28.- Cambio importante el las condiciones de vida
29.- Cambio de hábitos personales
30.- Problemas con los superiores (jefes)
31.- Cambio importante en las condiciones o el horario de trabajo
32.- Cambio de residencia
33.- Cambio a una nueva escuela
34.- Cambio importante en el tipo y/o cantidad de tiempo libre
35.- Cambio importante en la frecuencia de actividades eclesiales
36.- Cambio importante en las actividades sociales
37.- Contraer hipoteca o préstamo inferior a 1.500.000 pts.
38.- Cambio importante en los hábitos de sueño
39.- Cambio en el número de encuentros y relaciones familiares
40.- Cambios importantes en los hábitos dietéticos
41.- Vacaciones
42.- Navidad (Nochebuena)
43.- Transgresiones menores de la ley

En la Tabla 1 se recoge un listado de los acontecimientos vitales estresantes más


habituales, ordenados de más importantes a menos importantes, encontrados por Holmes y Rahe
(1967), y correspondiendo esta ordenación a la población adulta norte-americana. Esta

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ordenación cambia entre diferentes poblaciones y de unas personas a otras. El padecimiento de
varios de estos acontecimientos se encuentra relacionado con el desarrollo de alteraciones
psicofisiológicas típicas del estrés.
TABLA 2

Acontecimientos vitales estresantes en estudiantes universitarios

1.- Decisiones importantes acerca de su carrera futura.


2.- Demasiadas cosas para hacer de inmediato.
3.- Tomar decisiones importantes acerca de su educación.
4.- Decisiones acerca de una relación íntima.
5.- Gran cantidad de responsabilidades.
6.- Sin tiempo libre suficiente.
7.- Dificultades con los transportes.
8.- Cargas financieras.
9.- Sacar ventajas.
10.- Sin tiempo suficiente para sus obligaciones.
11.- Conflictos con su familia.
12.- No tener tiempo suficiente para dormir.
13.- Larga espera para obtener un servicio.
14.- Duro esfuerzo para seguir adelante.
15.- Soledad.
16.- Dar cosas por supuestas.
17.- Defraudado en la obtención de servicios.
18.- Esforzarse en encontrar sus propias normas académicas.
19.- Decepciones con los amigos.
20.- Insatisfacción con su apariencia física.
21.- Conflictos financieros con miembros de su familia.
22.- Fracaso en alcanzar el trabajo esperado.
23.- Antipatía de un compañero.
24.- Conflictos con su chico(a) o cónyuge.
25.- Insatisfacción con su habilidad matemática.
26.- Separación de las personas que cuidan de usted.
27.- Insatisfacción con el centro de estudios.
28.- Insatisfacción con sus habilidades atléticas.
29.- Insatisfacción con su habilidad para la expresión escrita.
30.- Problemas de salud de un amigo.
31.- Conflictos con amigos.
32.- Habladurías o chismes acerca de usted.
33.- Aislamiento social.
34.- Demandas pesadas en actividades extracurriculares.
35.- Hallazgo de cursos con demasiada demanda.
36.- Conflictos sociales por fumar.
37.- Insatisfacción con su habilidad de lectura.
38.- Encuentre el curso(s) poco interesante.
39.- Pasar por alto sus contribuciones.
40.- Conflictos con la familia de su chico(a) o cónyuge.
41.- Es ignorado.
42.- Aborrecer sus estudios.
43.- Interrupciones de su trabajo escolar.
44.- Confianza traicionada por un amigo.
45.- Rechazo social.
46.- Esforzarse en encontrar las normas académicas de los demás.
47.- Conflictos con el ayudante de un profesor.
48.- Calificaciones más bajas que las que usted esperaba.
49.- Conflictos con el profesor.

Por contra, en la Tabla 2 se recogen los acontecimientos vitales estresantes


correspondientes a estudiantes universitarios de Kohn, Lafreniere y Gurevich (1990) y ordenados
de mayor a menor capacidad estresora, en este caso, para la población universitaria española.
4.3.- Los estresores cotidianos
Los estresores cotidianos o ajetreos diarios son aquellas pequeñas cosas que pueden
irritarnos o perturbarnos en un momento dado como convivir con un fumador desconsiderado,
reñir con nuestra pareja. Aunque las molestias que sufrimos a diario sean mucho menos
dramáticas que los cambios mayores o menores, estas pueden ser incluso más importantes que
éstos en el proceso de adaptación y de conservación de la salud.
En este caso, también es posible identificar ciertas características formales de
determinadas situaciones que podrían afectar a su capacidad estresante, ya sea cuantitativa o
cualitativamente. Las diferenciaciones incluirían la magnitud y clase de adaptación requerida por
el desencadenante, el grado de control que tiene el individuo sobre el acontecimiento, hasta que
punto puede predecirlo, valoración positiva o negativa que realice, etc.
Algunas de las características objetivas que con frecuencia presentan los estresores

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cotidianos son que:
A.- Implican un cambio o novedad en la situación ambiental.
B.- Se perciben como situaciones en la que se da una falta de información para tomar
decisiones o la impredictibilidad de la situación.
C.- Se produce un estado de incertidumbre.
D.- La ambigüedad de la situación y sobrecarga de información.
E.- La falta de habilidades o repertorio de comportamientos para afrontar la situación que
se presente.
F.- Una alteración en las condiciones biológicas del organismo por efecto de drogas,
condiciones ambientales, etc.
Un ejemplo de los estresores cotidianos que suelen afectar a las personas (Kanner, Coyne,
Schaefer y Lazarus, 1981), hace referencia a temáticas relacionadas con: Las responsabilidades
domésticas, aspectos relacionados con la economía, el trabajo, los problemas ambientales y
sociales, el mantenimiento del hogar, la salud, la vida personal y, por último, todo lo relacionado
con la familia y los amigos.
TABLA 3

Escala de estresores cotidianos

1.- ¿Que estrés experimenta al pensar en mañana, de camino desde casa hacia el trabajo?
2.- ¿Qué estrés siente al mediodía de una jornada de trabajo, en un día especialmente ocupado?
3.- ¿Qué estrés experimenta al volver a casa por la noche, después de un día de trabajo?
4.- ¿Qué estrés siente cada mañana al despertarse y pensar en todo lo que va a hacer ese día?
5.- ¿Qué estrés siente cuando imagina como va a ser una reunión informal, con amigos íntimos o con la familia?
6.- ¿Qué estrés le causa el imaginar una competición o lucha con un compañero, en el trabajo o en el deporte?
7.- ¿Qué estrés le causa el pensar en las facturas que tiene que pagar en estos días?
8.- ¿Qué estrés siente cuando piensa en su futuro inmediato?
9.- ¿Qué estrés siente si piensa en la muerte de algún familiar?
10.- ¿Qué estrés siente si se encuentra metido en una pelea entre miembros de su familia?
11.- ¿Qué estrés le causa el imaginarse que puede contraer una enfermedad, que además no va mejorar ni a
empeorar?
12.- ¿Qué estrés le causa el pensar en la posibilidad de flirtear con un atractivo desconocido?
13.- ¿Qué estrés siente si se imagina tener que asistir a una reunión social, formal, con personas que no conoce?
14.- ¿Qué estrés le causa el pensar en la posibilidad de perder su trabajo?
15.- ¿Qué estrés siente si piensa en la posibilidad de descender en su situación de trabajo o estudios?
16.- ¿Qué estrés le causa el imaginarse que puede ser atacado o herido por un delincuente?

En la Tabla 3 se presenta una escala sobre estresores cotidianos en la que se recogen


ejemplos de las típicas condiciones que pueden producirse a lo largo de un día y que son
responsables de desencadenar procesos de estrés en un porcentaje estadísticamente mayor que
el producido por los cambios mayores y menores conjuntamente.
4.4.- Estresores psicosociales vs. biogénicos
Everly (1989) nos plantea una diferenciación en los desencadenantes del estrés en dos
grandes tipos: los estresores psicosociales y los estresores biogénicos. Los desencadenantes
psicosociales son sucesos medioambientales reales o imaginarios que configuran las condiciones
para elicitar la respuesta de estrés. La mayoría de los estresores a los que nos enfrentamos, como
hemos visto, son psicosociales por lo que se puede decir que el estrés reside en el "ojo del que
lo contempla".
Sin embargo, no son los únicos estresores existentes, ya que también debemos
enfrentarnos a los estresores biogénicos, que son los que actúan directamente causando o
desencadenando la respuesta de estrés. Estos estímulos evitan el mecanismo de valoración
cognitiva y trabajan directamente en los núcleos elicitadores neurológicos y afectivos, por virtud
de sus propiedades bioquímicas inician directamente la respuesta de estrés sin el usual requisito
del proceso cognitivo-afectivo.
Ejemplo de este tipo de estresores son:

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A.- Determinadas sustancias químicas, tales como las anfetaminas, la fenilpropanolona,
la cafeína, la teobromina, la teofilina o la nicotina.
B.- Ciertos factores físicos, como los estímulos que provocan dolor, calor extremo o frío
extremo.
4.5.- Efectos de la intensidad del estresor
Como hemos señalado, el estrés es un proceso adaptativo que juega un importante papel
en la supervivencia de las personas. Esto es así para la mayor parte de las fuentes de estrés de
los seres humanos. Los cambios en las condiciones psicosociales, forzando una adaptación a las
nuevas condiciones, y en algunos casos de los estresores biogénicos como por ejemplo los
físicos, ya que los propios efectos negativos del estrés son parte de la garantía de supervivencia.
Sin embargo, los efectos del estrés se pueden tornar negativos bajo ciertas condiciones.
FIGURA 1

Relación entre activación y actuación/rendimiento

Así, son negativos ante estresores biogénicos como las sustancias químicas sintetizadas
por el hombre, frente a la cuales el organismo no está preparado, y ante determinados niveles de
intensidad de los estresores psicosociales. Como se muestra en la Figura 1, la relación entre la
activación producida por un estresor y la actuación/rendimiento, mantienen una forma de "U"
invertida, según la ley formulada por Yerkes y Dodson (1908).
Esta relación señala, que si bien los niveles bajos y medios de un estresor hacen que éste
actúe como energetizante y por lo tanto como facilitador en la actuación/ejecución de cualquier
tarea, cuando se elevan los niveles de intensidad del estresor, la activación comienza a interferir
y entorpecer la ejecución, hasta llegar a bloquear cualquier tipo de respuesta; siendo por lo tanto

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el efecto del estrés una función de los niveles de intensidad del estresor.
Así pues, la condición generadora de efectos positivos/negativos del estrés, viene en
principio definida en función de la magnitud del propio estresor, pero esta condición está
altamente mediatizada por la auto-capacidad para afrontar el estrés que posea la persona. A
mayor capacidad de afrontamiento los efectos positivos del estrés abarcarían niveles más altos
de intensidad del estresor, y cuanto menos sea la capacidad de afrontamiento mayores serán los
efectos negativos ante una, a su vez, menor intensidad del estresor. Es decir, la intensidad del
estresor no es una condición independiente de la capacidad de afrontamiento del mismo, sino que
es altamente dependiente de ella.
5.- Factores procesuales
El estudio del estrés como un proceso psicológico mediacional, aborda a éste como una
serie de subprocesos cognitivos y emocionales, que van entrando en funcionamiento a medida
que se procesa la información proveniente del exterior y/o del propio organismo.

FIGURA 2

Sub-procesos del procesamiento del Estrés

Este procesamiento, como se presenta en la Figura 2, se compone de dos grandes bloques.


En primer lugar, se produce un procesamiento de tipo automático por medio de los mecanismos
pre-atencionales, que en función de las características físicas de la estimulación, es el
responsable de poner en funcionamiento una respuesta emocional ante el estresor. Seguido de
un segundo bloque de procesamiento controlado, que cumple las funciones de identificación,
valoración y toma de decisiones frente al estresor. Este segundo bloque que corresponde a los
procesos mediacionales controlados, supone un proceso perceptual individualizado y vulnerable
a predisposiciones biológicas, factores estructurales, historia personal de aprendizaje,
experiencias previas y fuentes disponibles de afrontamiento (Everly, 1989).
Así pues, dentro de los factores procesuales implicados en el proceso mediacional del
estrés (ver Figura 2), podemos distinguir varios componentes: La reacción afectiva, la primera
valoración, la segunda valoración y la selección de respuesta.

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5.1.- La reacción afectiva
La reacción afectiva, que forma parte de la valoración automática de la situación o del
desencadenante del proceso. Corresponde a una primera evaluación automática de la situación
en términos de si es amenazante o no para el organismo. Esta evaluación automática es muy
rápida, corresponde a lo que Öhman (1986) denomina "reacción afectiva", y es
predominantemente afectiva y no consciente (Meichenbaum y Jaremko, 1987).

CUADRO 1

Características de los patrones de orientación y de defensa

Características psicofisiológicas R. Orientación R. Defensa

Tono muscular general Aumento Aumento


Amplitud respiración Aumento Aumento
Frecuencia respiración Disminución Aumento
Frecuencia cardíaca Disminución Aumento
Respuesta vasomotora periférica Constricción Constricción
Respuesta vasomotora cefálica Dilatación Constricción
Respuesta de conductancia de la piel Incremento Incremento
Nivel de conductancia de la piel Aumento Aumento
EEG (rapidez ondas) Aumento Aumento
EEG (voltaje/amplitud) Disminución Aumento

Esta reacción afectiva está constituida por el patrón de respuesta de orientación-defensa.


Estos dos patrones son en cierta medida antagónicos entre sí y aparecen ante condiciones
ambientales inespecíficas, antes de que sean procesadas y de que el sujeto pueda movilizar
estrategias de afrontamiento. Una respuesta de orientación corresponde a un proceso
fisiológico/cognitivo de respuesta emocional de curiosidad o aceptación de los estímulos,
preparando el organismo para su recepción y análisis; mientras que una respuesta de defensa
corresponde con una respuesta emocional negativa o de rechazo de los estímulos, preparando el
organismo para defenderse de ellos.
La respuesta de orientación parece estar asociada a un incremento en la sensibilidad de
los órganos sensitivos, para aumentar y optimizar la receptibilidad del organismo, así como en
los niveles centrales de análisis. La respuesta de defensa es una reacción de protección, que tiene
lugar ante estímulos presumiblemente peligrosos o estímulos de muy alta intensidad. La
respuesta de defensa parece tener como función, por comparación con la de orientación, la
limitación de los efectos que puedan tener sobre los sistemas perceptivos y el propio organismo
los estímulos intensos o peligrosos. Se producen ante estímulos de alta intensidad e implican
sistemas de feedback negativos que limitan la acción de los estímulos. Las respuestas de
orientación y de defensa son en muchos aspectos y efectos patrones contrarios entre si. En el
Cuadro 1 pueden verse de forma comparativa la caracterización psicofisiológica de cada uno de
estos patrones de respuestas.
Así pues, la respuesta de orientación habitualmente aparece ante estímulos novedosos e
informativos para la persona, siempre que no sean muy intensos o nocivos, en cuyo caso se
producirá una respuesta de defensa. El que una persona presente una respuesta de defensa ante
estímulos que la mayoría de las personas presentan respuesta de orientación, puede ser
interpretado en términos de que percibe como aversivo el medio habitual o situaciones normales,
que otros perciben como no aversivas. Esto implica que la persona percibirá como estresante
muchas situaciones que no lo son, al menos para la mayoría, y en consecuencia dará respuestas
de activación psicofisiológica que prepararán al organismo para dar una respuesta más intensa
de estrés.
5.2.- La primera valoración
Primera valoración o valoración de las demandas de la situación según Lazarus y

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Folkman (1984), es un proceso mediante el cual la persona evalúa las demandas de la situación
y realiza cambios en su forma de actuar en función de como él la valora. Esta evaluación implica
ya un proceso controlado de identificación, valoración y su consiguiente aceptación o rechazo
de la información que proviene del medio externo e interno.
Lazarus y Folkman (1984) distinguen tres tipos de valoración del medio y sus demandas,
la valoración irrelevante, la valoración benigno-positiva y la estresante. Estas tres categorías no
son excluyentes entre si, y toda condición tendrá un cierto grado de las tres.
La valoración como irrelevante de una condición estimular, hace referencia a los casos
en los que se valoran las demandas del entorno como indiferentes, que no conllevan
implicaciones para la persona y/o no tiene interés por sus consecuencias. La reacción emocional
que se produce en este caso es neutra y agota el proceso.
La valoración como benigna-positiva de una condición estimular, se produce en los casos
en los que se evalúa el medio y a las demandas de este como favorables para lograr o mantener
el bienestar personal. Esta valoración conlleva una respuesta emocional placentera, tal como
alegría, felicidad, amor, etc., no desencadenando la respuesta de estrés. Es poco usual que una
condición sea evaluada como totalmente benigna o positiva.
Por último, la valoración de las condiciones estimulares puede clasificar a estas de
estresantes, las cuales a su vez pueden valoradas de tres formas diferentes:
A.- La valoración estresante que implica daño o pérdida, se produce cuando la persona
tiene algún prejuicio ante esta condición por haber sufrido anteriormente algún tipo de lesión
física, daño social o deterioro en su autoestima. La valoración de una condición dentro de esta
categoría supone la inmediata movilización del patrón de respuesta de estrés, sin que tenga que
mediar ningún otro proceso cognitivo-emocional.
B.- La valoración de una situación como generadora de amenaza, se produce por la
anticipación de daños o pérdidas, que aún no le han ocurrido a la persona, pero que él prevé que
pueden acontecer si no hace algo para evitarlo. Así pues, implica la valoración del potencial
lesivo del estresor, al tiempo que moviliza emociones negativas y la segunda valoración para
buscar un afrontamiento anticipativo.
C.- La valoración de una situación como desafiante supone, como en el caso anterior, una
anticipación de daños o pérdidas, pero en este caso valorando los recursos necesarios para
dominar la situación. Así pues, implica la valoración de la capacidad de control de la situación,
al tiempo que moviliza emociones positivas y la segunda valoración.
Las valoraciones de amenaza y desafío no son excluyente entre si, es decir, muchas
condiciones estresantes son en parte valoradas como amenaza y en parte como desafío.
5.3.- La segunda valoración
Segunda valoración o valoración del repertorio de comportamientos o habilidades
necesarias para hacer frente a la situación estresante. En esta fase el proceso se moviliza cuando
se ha producido una valoración estresante como amenazante o desafiante, es decir, una
valoración de que hay que actuar sobre el medio para evitar el daño. La valoración se centra en
evaluar si puede hacer algo para enfrentarse con éxito a la situación, es decir, se anticipa la
capacidad de los recursos de afrontamiento. Por lo tanto esta valoración está condicionada por
las capacidades y recursos, que la persona posee; al tiempo, que el resultado de esta valoración
está muy determinado por la valoración primaria, pues el que la persona valore que puede
controlar o no una situación de estrés depende directamente de las demandas percibidas en ésta.
El resultado de esta segunda valoración puede ser que la persona posea estrategias
eficaces para evitar el daño, en cuyo caso se movilizará la siguiente fase del proceso que es la
movilización de la propia respuestas; o bien, que no posea estrategias eficaces para evitar el daño
anticipado, lo cual movilizará la respuesta de estrés y agotará el proceso cognitivo-afectivo.
5.4.- La selección de respuesta
La fase de selección de la respuesta, es la elección que la persona realiza, de acuerdo con
las valoraciones que ha hecho anteriormente, de entre las posibles respuestas que puede utilizar,
la que estima más adecuada para hacer frente a las demandas percibidas.
Las respuestas seleccionadas para actuar pueden ser o bien específicas para esa situación,
o bien generales que sirven para una amplia gama de situaciones. Si no se dispone de ninguna

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respuesta de estos dos tipos, el sujeto o bien despliega una nueva respuesta o permanece pasivo
desencadenando la respuesta de estrés.
5.5.- El afrontamiento
A la respuesta anticipatoria, que intenta evitar los daños del estresor se la denomina
afrontamiento. El afrontamiento es el conjunto de esfuerzos tanto cognitivos como
comportamentales, constantemente cambiantes, que se desarrollan para manejar las demandas
específicas externas e internas, que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los
recursos del individuo.
El afrontamiento puede ir dirigido al problema, es decir, a manipular o alterar las
condiciones responsables de la amenaza de daño; o puede ir dirigido a la respuesta emocional,
es decir, a reducir o eliminar la respuesta emocional generada en los pasos anteriores.
En cualquier caso, el afrontamiento es un esfuerzo cognitivo y conductual e
independientemente de que la estrategia de afrontamiento seleccionada tenga éxito o no en
eliminar el estresor, el proceso psicológico conlleva una fatiga cuyos efectos, cuando se
acumulan, pueden tener las mismas consecuencias negativas que el propio estresor
desencadenante. El hecho de que haya una cantidad limitada de energía en el organismo, no solo
se refiere a energía biológica, sino también a la energía psíquica. Las demandas prolongadas de
respuestas de afrontamiento agotan esa energía psíquica y limitan los recursos del aparato
psíquico.
La exposición prolongada a un estresor incontrolable e impredecible, aumenta las
demandas atencionales y la toma de decisión sobre las respuestas de afrontamiento, reduciendo
la capacidad de otros procesos psicológicos. Así pues, independientemente del éxito o no de las
estrategias de afrontamiento utilizadas, la reiterada puesta en funcionamiento de este proceso
psicológico, que implica el afrontamiento del estrés, causa unos efectos negativos de fatiga
mental y limitación de sus capacidades de procesamiento.
Por otra parte, una estrategia de afrontamiento que es utilizada con éxito frente a un
estresor determinado, persiste después de desaparecer el estresor que originó su movilización,
e incluso se mantiene en situaciones en las que no hay enfrentamiento con ningún estresor. Si
las respuestas de afrontamiento son inapropiadas para estas nuevas situaciones, los efectos serán
nocivos. De forma equivalente, si una estrategia de afrontamiento fracasa, la sobregeneralización
puede llevar a dejar de utilizarla ante estresores frente a los que sí sería exitosa, pudiendo llegar
incluso a generar situaciones de indefensión.
Así pues, de nuevo independientemente de que una estrategia de afrontamiento tenga
éxito o no, puede tener efectos negativos, en este caso cuando por sobregeneralización, se usa
en nuevas condiciones para las cuales es inapropiada o cuando se deja de usar en condiciones
para las que es apropiada.
Por último, el propio afrontamiento, aunque sea exitoso, puede también ser pernicioso
en si mismo. En algunos casos el proceso de afrontamiento es directamente patológico, como es
el caso del afrontamiento activo en caso de personas con riesgos coronarios o elevación de la
presión arterial, ya que su empleo provoca la activación del sistema cardiovascular, agravando
su problemática. En otros casos, el proceso de afrontamiento interfiere con la salud, por ejemplo
cuando el control es difícil de ejercer, se producen niveles de ansiedad y activación simpática,
semejantes a los que producen los estímulos aversivos incontrolables.
5.6.- Controlabilidad y predictibilidad
Otra de las muchas aportaciones de Selye al campo del estrés, fue la de hacer la distinción
entre un tipo de estrés que sería positivo y que denominó agradable (eustress), de otro tipo de
estrés que sería negativo y que denominó desagradable (distress). Estos dos tipos de estrés son
a su vez independientes de la magnitud e intensidad del estresor, así podríamos plantearnos la
relación entre estos dos factores como si se tratase de unos ejes independientes entre si, en uno
de cuyos extremos tendríamos los niveles altos y bajos en estrés, mientras que en el otro eje
tendríamos el estrés positivo y el negativo, tal y como se presenta en el Cuadro 2.
En el fondo de esta distinción entre estrés positivo y negativo que nos presenta Selye, se
encuentra el grado de control que se puede ejercer sobre el estresor, la dificultad para ejercer
dicho control y la capacidad de predicción del mismo. Así, cuando el estresor es controlado,

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predecible e incluso buscado por la persona tendríamos el estrés agradable o positivo y cuando
el estresor no es controlado o es impredecible por la persona estaríamos ante el estrés negativo
o desagradable.

CUADRO 2

Independencia entre la intensidad del estresor y sus efectos

EUSTRESS (agradable o positivo) DISTRESS (desagradable o negativo)


Excesivo eustress Distress intolerable

Actividades placenteras, interesantes o Situaciones y estímulos displacenteros,


excitantes, pero que al mismo tiempo son tareas superiores a la capacidad de la
agotadoras o peligrosas. persona, plazos insuficientes, etc. Lo que
Por ejemplo: lleva a la fase de agotamiento, con
- Trabajo vocacional, pero excesivo en afecciones graves (trastornos
intensidad o tiempo. psicofisiológicos), mentales (psicosis),
- Deportes extenuantes y/o con riesgos. conductas antisociales (delincuencia),
- Uso de drogas estimulantes. muerte por lesiones, etc.
- Cambios excesivos del entorno. Enfermedades de adaptación (hipertensión)
sin causa conocida, disminución de
defensas.
Hiperacidez, afecciones reumáticas, etc.
Predisposición a accidentes, ansiedad,
depresión.
Insuficiente eustress Bajo distress

Estimulación inferior a los mínimos Estimulación ambiental escasa o muy


requeridos para una vida interesante y simple, en contextos desagradables.
divertida. Por ejemplo:
Insuficiente maduración y crecimiento - Trabajos repetitivos en climas calurosos.
personal en destrezas, rendimiento físico - Reclusión forzada con escasa actividad.
y/o intelectual. - Bajo nivel socioeconómico con
Por ejemplo: hacinamiento.
- Jubilación inactiva. - Aburrimiento, aislamiento en un medio
- Trabajos cómodos, repetitivos y aburridos social o familiar indiferente u hostil
o demasiado simples. (hospitales, marginación).
- Seguridad económica y social sin
exigencias (Jaula de oro).

Un desencadenante o suceso estresante es incontrolable cuando la probabilidad de que


dicho evento ocurra es independiente de la respuesta del sujeto. Por el contrario, un
desencadenante o estresor es controlable cuando la probabilidad de que ocurra depende de la
respuesta emitida por el sujeto (Seligman, 1975). La exposición a estresores incontrolados
moviliza el patrón de respuesta al estrés, además de producir cambios importantes en el
comportamiento de la persona. Estos cambios pueden ser la producción de un déficit asociativo
en las personas, es decir, se deteriora su habilidad para detectar las consecuencias de sus
respuestas (Overmaier y Seligman, 1967); y la producción de un déficit de actividad como
consecuencia de la percepción de la imposibilidad de controlar el estresor (Glazer y Weiss, 1976;
Anisman, Kokinidis y Sklar, 1978).
Existe una controversia en cuanto a si el déficit asociativo y el déficit de actividad son
independientes. En este sentido algunos trabajos muestran que sí lo son, mientras que otros

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señalan que ambos están íntimamente relacionados.
Por otra parte, podemos decir que un estresor es predecible por un estímulo, cuando la
probabilidad del estresor en presencia del estímulo no es igual a la probabilidad del estresor en
ausencia del estímulo. Por el contrario, un acontecimiento es impredecible por un estímulo
cuando la probabilidad del acontecimiento en presencia del estímulo es igual a la probabilidad
del acontecimiento en ausencia del estímulo (Seligman, 1975).
El tener la posibilidad de predecir la ocurrencia de un estresor produce efectos positivos
en todo el proceso. Así, cuando a una persona se le ofrece la posibilidad de elegir entre un
acontecimiento predecible y uno impredecible, preferirá el predecible (Abbott, Schoen y Badia,
1984). Además, se ha observado que la predictibilidad genera una menor activación
psicofisiológica, menor respuesta emocional negativa y una valoración menos estresante de la
situación. Partiendo de esta diferenciación entre estresores predecibles e impredecibles, se ha
postulado la existencia de dos estados emocionales correspondientes a la exposición a cada uno
de dichos estresores. Así, Seligman (1975) denomina "miedo" al estado emocinal agudo que
surge cuando una señal predice un acontecimiento estresante y denomina "ansiedad", al miedo
crónico que se produce cuando un acontecimiento estresante está cerca o es impredecible.
El hecho de que los acontecimientos amenazantes predecibles se perciban como menos
aversivos y provoquen efectos menos negativos en el organismo, ha sido explicado desde dos
perspectivas diferentes. En primer lugar tendríamos la hipótesis de la señal de seguridad
(Seligman, 1968; Seligman y Binik, 1974; Seligman y cols., 1971); según la cual el hecho de que
cuando los acontecimientos estresantes son predecibles, la ausencia del acontecimiento
amenazante también lo es a traves de la ausencia del predictor de dicho acontecimiento. Por el
contrario, cuando los acontecimientos estresantes son impredecibles, la seguridad también lo es,
dado que ningún acontecimiento señala que la amenaza no ocurrirá (Seligman, 1975). Por otra
parte, existe otra hipótesis para explicar el efecto beneficioso de la posibilidad de predecir el
estresor, basado en la respuesta preparatoria; según este planteamiento en los acontecimientos
que son predecibles la persona puede anticipar la movilización un afrontamiento, que modifique
la intensidad del estresor. En realidad no existe incompatibilidad entre ambos planteamientos.
Overmaier, Patterson y Wielkiewicz (1980) han señalado que la imposibilidad de
predecir el estresor puede conllevar déficits asociativos, que son independientes de los déficits
motivacionales causados por la imposibilidad de controlar el estresor. Además, Overmaier y
Wielkiewicz (1983) señalan que dichos déficits asociativos pueden ser una fuente importante de
los efectos de interferencia observados en muchos trabajos sobre incontrolabilidad.
Por último, hay que señalar que los efectos del control pueden reducirse a la predicción
añadida asociada con el control. Consistente con este argumento, Burger y Arkin (1980)
indicaron que la predicción sin control sobre un estresor fue tan efectiva en reducir el estrés
como el control con predicción. Por el contrario, se ha señalado que la predicción en ningún caso
sobrepasa los beneficios del control (Miller, 1979).
6.- Factores estructurales
Aun cuando hemos definido el estrés como un proceso, existen toda una serie de factores
relacionados con el propio afrontamiento que acercan a este más a una noción de estructura
relativamente estable, que no puede ser explicado exclusivamente por factores procesuales. Estas
aportaciones hacen referencia a los estilos de afrontamiento o configuraciones generales en la
forma de responder ante la amenaza y el desafio.
Estos factores que explicarían la existencia de estilos de afrontamiento, frente a una
visión del afrontamiento como proceso dinámico y disposicional, son los propios determinantes
que son utilizados para evaluar las propias estrategias de afrontamiento, y que comprenden a los
compromisos de la persona, es decir las cosas que son importantes para él; las creencias tanto
culturales como personales; las espectativas de eficacia y control sobre sus propios recursos. Es
decir, toda una serie de factores que se mantienen relativamente estables en el tiempo, lo que
hacen en parte posible la existencia de estilos de afrontamiento mantenidos en el tiempo.
Por otra parte, como se ha señalado anteriormente, las estretegias de afrontamiento
presentan una tendencia a la sobregeneralización, lo que hace que aquellas que se han mostrado
útiles en el dominio de unas determinadas condiciones del entorno, no solo se mantengan en
condicones semejantes, sino que comiencen a utilizarse en muchas otras circunstancias; y

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viceversa, aquellas estrategias que no se han mostrado útiles en una situación específica, tiende
a no ser utilizadas en ninguna otra situación. De esta manera, aunque el repertorio de estrategias
de afrontamiento de una persona puede ser relativamente amplio, el tipo de estrategias
habitualmente utilizado es mucho más restringido y limitado, lo que de nuevo nos reafirma en
ese comportamiento estructural del afrontamiento.
6.1.- Estilos de afrontamiento
Son muchos los intentos que se han realizado para intentar definir los estilos de
afrontamiento más habituales, sin embargo solo ha habido acuerdo sobre unos pocos, que
parecen ser compartidos por todos. Una de las primeras definiciones de estilos de afrontamiento,
es la realizada por Meichenbaum y Turk (1982), quienes proponen tres estilos cognitivos básicos
de afontamiento que son:
A.- El estilo autorreferente, que se caracteriza por utilizar estrategias de afrontamiento
enfocadas sobre sí mismo, preocupándose sobre como le afectará la situación estresante,
especialmente sobre los efectos emocionales y alteraciones psicofisiológicas que ésta le
produzca. Sus estrategias y valoraciones suelen evaluar ineficazmente el potecial nocivo del
estresor.
B.- El estilo autoeficaz, que se caracteriza por centrar sus estrategias de afrontamiento
en el análisis de las exigencias de la situación, para buscar la respuesta más adecuada. Este tipo
de personas tienen un alto concepto sobre su propia eficacia, lo que les lleva a buscar toda la
información posible sobre la situación y a desarrollar habilidades de afrontamiento competentes.
C.- El estilo negativista, que se caracteriza por negar la existencia de demandas
estresantes, de un modo especial cuando no pude hacer nada frente a ellas; es decir, no le
preocupan las demandas del medio y no le intenta desarrollar ningún tipo de estratagia, por la
negación que realizan del propio problema.
Esta propuesta sería equivalente a la realizada por Endler y Parker (1990), quienes hablan
de tres factores o estilos de afrontamiento, según estos vaya dirigidos: a las tareas, a la emoción
o a la evitación.
Folkman, Lazarus, Dunkel-Schetter, DeLongis y Gruen (1986) aumentaron el número
de estilos básicos de afrontamiento, definiendo ocho estilos mendiante el análisis factorial del
Inventario de Tipos de Afrontamiento. Estos estilos cognitivos de afrontamiento son:
A.- El estilo de confrontación, que hace referencia a emprender acciones directas y hasta
agresivas, como medio para alterar la situación estresante. Llegando a adoctar un cierto grado
de hostilidad y riesgo.
B.- El estilo de distanciamiento o alejamiento, que hace referencia al afrontamiento
enfocado a alejarse o separase de la situación estresante.
C.- El estilo de autocontrol, que se refiere a la movilización de recursos enfocados a
regular los propios sentimiento y acciones desencadenados por el estrés.
D.- El estilo de búsqueda de apoyo social, que se refiere a la tendencia a realizar acciones
encaminada a buscar en los demás de información, consejo y/o comprensión.
E.- El estilo de aceptación de la responsabilidad, que se refire al reconocimiento de su
propia responsabilida en la resolución del problema.
F.- El estilo de huida-evitación, que se refiere a movilización de comportamientos de
huida o evitación de las condicones estresoras.
G.- El estilo de planificación, que hace referencia a la movilización de estrategias de
afrontamiento para alterar la situación estresante, que implican una aproximación analítica a ésta.
H.- El estilo de reevaluación positiva, que se refire a las estrategias de afrontamiento
enfocadas en crear un significado positivo de la situación, centrándose en el desarrollo personal.
Otra taxonomía de los estilos de afrontamiento es la realizada por Holroyd y Reynolds
(1982), quienes proponen la existencia de cinco estilos cognitivos de afrontamiento: El
afrontamiento enfocado en el problema, el afrontamiento reestructurado a nivel cognitivo, la
evitación de afrontamiento, el afrontamiento buscado en el apoyo social y el afrontamiento auto-
denigrante.
Schreurs, Van de Willige, Tellegen y Brosschot (1987), porponen siete estilos, la mayoría
de los cuales guardan relación con los porpuestos por Folkman y cols. (1986) y que son los
siguientes:

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A.- El estilo de resolución activa de problemas, que se caracteriza por descrir una acción
directa y racional hacia las situaciones problema.
B.- El estilo de respuesta paliativa, que se caracteriza por incluir en su afrontamiento
elementos que buscan la distracción de la situación estresante, es decir, intenta sentirse mejor
fumando, bebiendo o relajándose.
C.- El estilo de evitación y espera pasiva, comprende elementos de evitación de
problemas o de esperar las consecuencias estresoras.
D.- El estilo de búsqueda de apoyo social, que se caracteriza por incluir elementos de
búsqueda de ayuda en otras personas.
E.- El estilo de reacción depresiva, comprende elementos de sentirse arrollado por el
problema y ser pesimista acerca de los resultados del mismo.
F.- El estilo de expresión de emoción e ira, que se caracteriza por canalizar el
afrontamiento hacia la manifestación expresiva de la reacción emocional causada por el estresor
hacia otras personas.
G.- El estilo de cogniciones confortantes, incluye elementos de considerar el problema
de una manera relativa, de auto-estímulo y de un positivo aprendizaje de la situación.
Por último, Carver, Scheier y Weintraub (1989), proponen trece estilos de afrontamiento,
que son: El afrontamiento activo, la planificación, la supresión de actividades distractoras, el
refrenar el afrontamiento, la búsqueda de apoyo social para motivos instrumentales, la búsqueda
de apoyo social para motivos emocionales, el centrarse en desahogar las emociones, la
desconexión conductual, la desconexión mental, la reinterpretación positiva y desarrollo
personal, la negación, la aceptación y el volver a la Religión. Se incluye también una tendencia
adicional al uso de alcohol y drogas.
6.2.- Patrón de conducta Tipo A
Una forma alternativa en el estudio de factores estructurales y estilos de afrontamiento,
lo encontramos en los trabajos sobre estilos de vida o patrones de comportamiento relativamente
estables en el tiempo, que llevan implícito en si una mayor exposición a situaciones de estrés o
una mayor vulnerabilidad ante este. Desde este planteamiento su máximo representante es sin
duda el patrón de conducta Tipo A.
Una descripción integrada de las contribuciones psicológicas y comportamentales al
estudio de patrón de conducta Tipo A surge del trabajo de Friedman y Rosenman (1969), quienes
definen el patrón de conducta de riesgo coronario o Tipo A, como un: Complejo de
características de acción-emoción, que es el mostrado por aquellos individuos que están
comprometidos en un esfuerzo crónico para obtener un número ilimitado de cosas pobremente
definidas de su entorno, en el período más corto de tiempo y, si es necesario, contra el esfuerzo
opositor de otras cosas o personas de su mismo ambiente.
Según Friedman y Rosenman los rasgos que caracterizan a la persona Tipo A son los
siguientes:
- Un afán intenso y constante por conseguir metas establecidas por el propio individuo,
pero usualmente pobres.
- Una marcada tendencia a la competitividad.
- Un deseo de reconocimiento y de logro.
- Implicación en varias tareas y trabajos al mismo tiempo.
- Tendencia a la realización apresurada de todo tipo de funciones, tanto físicas como
mentales.
- Un estado de alerta permanente.

17
FIGURA 3

Incidencia de sucesos coronarios en Tipo A y B

Rosenman (1978) afirma que los aspectos más críticos de la conducta Tipo A son excesos
de agresión, apresuramiento y competitividad; los cuales son manifestaciones de un esfuerzo
para vencer las barreras ambientales y las situaciones estresantes. Así, las personas que
típicamente muestran este particular patrón de conducta son llamados individuos Tipo A, y
quienes muestran el tipo de conducta opuesto -un estilo satisfactoriamente relajado, no
apresurado y maduro- son designados Tipo B. La persona Tipo B también puede estar interesada
en progresar y ganar, pero tienden a proceder con el ritmo de la vida, más que esforzándose
constantemente contra de él.
En la Figura 3 se muestra las diferencias en incidencia de sucesos coronarios entre
personas Tipo A y Tipo B. Como puede apreciarse el poseer un patrón de conducta Tipo A es
un factor de riesgo que casi triplica el número de incidencias frente a los Tipo B.
Así pues, el patrón de conducta Tipo A, es definido como un conjunto comportamental-
emocional, pero en el fondo del Tipo A lo que define este patrón de comportamiento es su
peculiar estilo de afrontamiento, basado en un uso abusivo de estrategias activas, junto con la
presencia de respuestas emocionales de hostilidad y apresuramiento; las cuales son las
responsables de sus nefastas consecuencias. Sin embargo, el patrón de conducta Tipo A no solo
está definido por los posibles efectos negativos en su interacción con el estrés, sino también por
los positivos. Desde este enfoque, los efectos del estrés tanto positivos como negativos, se
producen conjuntamente y de forma indisoluble.

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CUADRO 3

Efectos negativos del Patrón de conducta Tipo A

Cognitivos Conductuales Fisiológicos

Confusión mental Conflicto interpresonal y tensión Sobre activación del sistema


nervioso simpático, incluyendo
Inquietud Tendencia a no tener relaciones elevaciones en la frecuencia
profundas cardiaca y presión arterial
Incapacidad de concentración
Deterioro de las relaciones Reducción del tiempo de
Carencia crónica de satisfacción familiares coagulación de la sangre
Hiper-vigilancia Carencia de amigos íntimos Tensión muscular

Confianza excesiva en la Altos niveles de colesterol y


aprobación de los demás triglicéridos

Los efectos positivos que obtendría el Tipo A de su interacción con el estrés, se centrarán
en conseguir reconocimiento social, obtención de bienes materiales, alta auto-estima y una
sensación de abundante energía fisiológica para enfrentarse a cualquier problema, como
consecuencia de exceso de producción de norepinefrina. Por contra, los efectos negativos serán
también amplios, afectando a corto y medio plazo a la actividad cognitiva, conductual y
fisiológica (ver Cuadro 3); y a largo plazo episodios coronarios. Así pues, los efectos negativos
aparecen como efectos secundarios, no buscados, de los efectos positivos, que son los deseados,
y los responsables del mantenimiento de esta forma de afrontar todo tipo de condición estresora,
con un abanico muy reducido de estrategias. Por lo tanto, los efectos positivos desmedidos que
se obtienen de la interacción con el estrés son en este caso las propias condiciones que
desencadenan los efectos negativos.
La evidencia existente, demuestra que el patrón de conducta Tipo A no está determinado
genéticamente, sino que es adquirido (Price, 1982). Existen dos tipos de antecedentes que
determinan el desarrollo del Tipo A, unos son de carácter externo al individuo y primarios en
cuanto a su acción, los antecedentes sociales y culturales; y otros son de carácter interno y
secundarios en su acción, los antecedentes personales derivados del proceso de aprendizaje.
En lo referente al primer tipo de antecedentes, los sociales y culturales, se hace referencia
a las creencias y al sistema de contingencias socioculturales del entorno en el que vive la
persona. Estos son establecidos principalmente por factores socioeconómicos, las reglas básicas
de comportamiento de naturaleza social y religiosa, el sistema educacional, que juega un
importante papel como agente social y transmisor de las normas sociales y, por último, por las
influencias de los medios de comunicación social. Los antecedentes personales son de tipo
cognitivo y fisiológicos, adquiridos por medio de las creencias, expectativas familiares y
moldeado social (Edwards y Baglioni, 1990).
A su vez, el comportamiento resultante del Tipo A va a tener en el medio ambiente una
serie de consecuencias tanto sociales-interpersonales, como puramente materiales, que van a
revertir sobre las propias manifestaciones comportamentales, perseverando el comportamiento
Tipo A. Por otra parte, también se generan unas consecuencias personales, que en este caso van
a tener como consecuencia respuestas cognitivo-emocionales y fisiológicas, que a su vez van a
afectar a la propia esencia del Tipo A.
Podemos concluir que los factores cognitivos-comportamentales de predisposición al
desarrollo de trastornos coronarios y de persistencia en el patrón de comportamiento están
compuestos por estrategias comportamentales y cognitivas, así como limitaciones y carencias
en las habilidades de afrontamiento que se reducen a estrategias activas; que si bien reducen el
estrés, no obstante aumentan el riesgo de desarrollar trastornos. Por su parte, los factores
fisiológicos, ligados a los procesos de activación psicológica, que predisponen al desarrollo de
trastornos coronarios, son las activaciones de los sistemas simpato-adrenal y pituitario-adrenal,

19
que se alternan llegando a mantenerse en un estado de activación casi constante.
Esta forma de desarrollo y mantenimiento del estilo de afrontamiento que representa el
Tipo A, puede en buena medida ser válida para el resto de los estilos de afrontamiento, cuyo
estudio se encuentra hoy en día menos desarrollado.
7.- Consecuencias del estrés
Uno de las principales consecuencias del estrés es la respuesta de ataque o huida, o
reacción de alarma, definida por Cannon (1932) y posteriormente incluida dentro del conjunto
de consecuencias del estrés. Esta reacción de ataque o huida, es un mecanismo de emergencia
que ante una amenaza y en un período muy corto de tiempo -pocos segundos- energiza el
organismo capacitándolo para responder de forma adecuada ante la amenaza, atacando o
huyendo de la misma. Los componentes de esta respuesta son principalmente fisiológicos y
corresponden a una descarga del sistema nervioso autónomo mediante su rama simpática, lo cual
activa una serie de órganos diana de forma directa y facilita la liberación de hormonas por la
médula suprarrenal -adrenalina y noradrenalina- que a su vez actúan sobre los mismos órganos
diana y sobre otros periféricos que carecen de inervación simpática directa. Al mismo tiempo
se incrementa la activación del sistema somático, aumentado el tono muscular y la frecuencia
respiratoria.
El resultado final de esta reacción de alarma es un aumento en la dilatación bronquial y
en la capacidad respiratoria general, lo cual junto con una elevación de la frecuencia cardiaca,
produce un mayor flujo de oxígeno a todos los órganos, especialmente al cerebro y músculos,
para facilitar una mejor toma de decisiones y ejecución; redistribución de la sangre circulante

FIGURA 4

Fases del Síndrome General de Adaptación

20
y liberación de glóbulos rojos en la sangre, para prevenir hemorragias; una dilatación pupilar y
un aumento de la atención y eficacia perceptiva, especialmente de la visión. Es decir, una
preparación para afrontar un ataque o una huida.
Selye, que dedicó sus estudios sobre el estrés precisamente a sistematizar sus
consecuencias, recogió los planteamiento de Cannon y los integró dentro de lo que definió como
el patrón de respuesta al estrés, conocido como síndrome general de adaptación.
7.1.- El Síndrome General de Adaptación
El síndrome general de adaptación es un patrón de respuesta no específica que implica
un esfuerzo del organismo por adaptarse y sobrevivir. Es un síndrome o conjunto de reacciones
que conforma un patrón típico de respuesta. Este patrón es general, frente a las reacciones locales
-síndrome local de adaptación- producidas por agresión, por ejemplo física o química, a un
órgano específico. En este caso la agresión se produce mendiante los sistemas perceptivos no
locales y la respuesta es independiente del tipo de agresión. Y, por último, es adaptativa por
cuanto siempre implica un esfuerzo del organismo para sobrevivir.
Este patrón de respuesta al estrés se presenta gráficamente en la Figura 4, donde se
recogen también las tres fases de las que consta a su vez, fases que van apareciendo de forma
secuencial en el tiempo y que mantienen unos niveles de activación fisiológica distinta:
A.- La reacción de alarma, que se produce en primer lugar, y que es la forma de
reaccionar el organismo cuando se ve expuesto ante condiciones para las que no está adaptado.
Esta reacción a su vez tiene dos momentos o fases, la de choque, que es la reacción inicial e
inmediata -corresponde con la reacción de ataque o huida de Cannon-, y la de contra-choque, que
es una reacción de rebote y que inicia un proceso de reajuste homeostático. La activación que
se produce durante esta fase se debe a la activación de los ejes neural y neuro-endocrino, que se
exponen posteriormente.
B.- El estado de resistencia, al que se llega cuando las condiciones estresantes se
mantienen en el tiempo y el organismo se encuentra ante la imposibilidad de mantener de forma
continuada la activación que implica una reacción de alarma ante un estresor. Cuando la reacción
de alarma no ha sido suficiente para eliminar el estresor y éste se mantiene, el organismo pasa
a la fase de resistencia, que en muchos aspectos es una adaptación de la de alarma, pero que le
permite seguir manteniendo unos altos niveles de activación fisiológica. La activación que se
produce durante esta fase se debe al eje endocrino.
C.- Por último, si persiste el mantenimiento de las condiciones estresoras, el seudo-
equilibrio obtenido en la fase de resistencia se pierde, produciéndose el agotamiento del propio
organismo por falta de reservas para seguir manteniendo estos niveles de activación, llegando
en sus últimos extremos al estado de coma y muerte del mismo.
Si antes de haberse pasado a la fase de agotamiento del sindrome general de adaptación,
éste se ve interrumpido por la parición de un nuevo estresor, la consecuencia será que no se
producirá fase de contra-choque o de resistencia, sino que se iniciará de nuevo una fase de
choque que puede llegar a pasar directamente a la fase de agotamiento.
Además de las reacciones fisiológicas, estas fases van acompañadas de respuestas
emocionales. Así la primera de estas fases puede ir acompañada de emociones tanto positivas
como negativas, sin embargo las siguientes fases dependientes del eje endocrino van
acompañadas casi exclusivamente de emociones negativas, como consecuencia de un aumento
en el cortisol circulante en sangre.
En el Cuadro 4, se recogen los principales efectos que acompañan a las fases de
resistencia y agotamiento. Como puede apreciarse, estos efectos son en su mayoría negativos y
afectan tanto a la actividad cognitiva, como a la conductual y a la fisiológica. Aunque estas
consecuencias del estrés mantenido no son aparecen en aquellas condiciones en las que se
produce una persistencia del estresor en el tiempo, sino que en la mayoría de los casos también
se deberá al grado de tolerancia al estrés de la propia persona y a factores cognitivos -
expectativas, estado de ánimo, etc.- (Cohen, 1987), los cuales provocarían un proceso de
habituación o de sensibilización, dando lugar este último a progresar en las fases de resistencia
y agotamiento.

21
CUADRO 4

Efectos negativos de las fases de resistencia y agotamiento

Cognitivos Conductuales Fisiológicos

Incapacidad para la toma de Predisposición a los accidentes Elevación del nivel de


decisiones catecolaminas, corticosteroides y
Consumo de drogas estimulantes, glucosa
Falta de concentración alcohol, tabaco, cafeína, etc.
Elevación de la frecuencia cardiaca y
Bloqueos en la actividad mental Exceso o déficit en la alimentación presión arterial

Olvidos Alta excitabilidad Sudoración


Baja auto-estima Explosiones emocionales Dilatación pupilar
desmedidas
Alta sensibilidad a la crítica Sequedad de boca
Comportamientos impulsivos
Respiración entrecortada
Incapacidad descanso

7.2.- Los ejes de respuesta al estrés


Como hemos visto las consecuencias fisiológicas del estrés, definidas en el síndrome
general de adaptación, son genéricamente un aumento general de la activación del organismo
(Everly, 1989), aunque esta activación dependiendo de la fase implicada tendrá como
responsable la activación selectiva de diferentes mecanismos neurales, neuro-endocrinos y
endocrinos. Estos mecanismos, ejes o sistemas de respuesta son diferentes, aunque
complementarios entre sí, y dependen de la duración e intensidad de las condiciones
desencadenantes.
7.2.1.- El eje neural
Existen tres caminos neurales o sistemas nervisos, implicados por este eje y que
corresponden con los sistemas nerviosos simpático, parasimpático y somático. Estos tres caminos
son los primeros que se activan en la respuesta de estrés debido a que su vía de actuación es
completamente neural.
El sistema nervioso simpático y parasimpático, son las dos subdivisiones principales del
sistema nervioso Autónomo. Este sistema es activado principalmente por centros localizados en
la médula espinal, tallo cerebral e hipotálamo. Con frecuencia el sistema nervioso Autónomo
opera por medio de reflejos viscerales, entrada de señales sensoriales en los centros de los
ganglios vegetativos, la médula espinal, el tallo cerebral o el hipotálamo, que a su vez transmiten
reacciones reflejas apropiadas de nuevo hacia los órganos viscerales para regular sus actividades
(Guyton, 1988).
Las terminaciones nerviosas simpáticas y parasimpáticas secretan una de las dos
sustancias transmisoras sinápticas, acetilcolina o noradrenalina. Las primeras se denominan
colinérgicas y las segundas adrenérgicas. Las neuronas posganglionares del sistema nervioso
parasimpático son colinérgicas y la mayor parte de las neuronas del simpático posganglionares
son adrenérgicas, con la excepción en estas últimas de las que van a las glándulas sudoríparas
y a unos pocos vasos sanguíneos que son colinérgicas. Las neuronas preganglionares de los dos
sistemas son colinérgicas.
La estimulación simpática causa un efecto excitador en ciertos órganos e inhibidor en
otros. Análogamente la estimulación parasimpática unas veces excita y otras inhibe. Los dos
sistemas de cuando en cuando actúan recíprocamente, cuando la estimulación simpática excita
un órgano determinado, la parasimpática suele inhibirlo. Sin embargo, la mayor parte de los
órganos están controlados sobre todo por uno de los dos sistemas.

22
CUADRO 5

Efectos del Sistema Nervioso Autónomo en diversos órganos diana

Órgano Efecto de la estimulación Efecto de la estimulación


simpática parasimpática

Ojo: Pupila Dilatación Constricción


Músculo ciliar Relajación ligera Constricción

Glándula: Nasal Vasoconstricción y secreción ligera Estimulación de secreció abundante (excepto


Lagrimal páncreas) (que contiene muchas enzimas para
Parótida glándulas que secretan enzimas)
Submaxilar
Gástrica
Pancreática

Glándula sudorípara Sudación intensa (colinérgicas) Ninguno

Glándula apocrina Secreción viscosa, odorífera Ninguno

Corazón: Músculo Aumento de frecuencia Disminución de frecuencia


Aumento de la fuerza de contracción Disminución de la fuerza de contracción
(especialmente de aurícula)

Dilatación
Coronarias Dilatación (Beta-2)
Constricción (Alfa)

Pulmón: Bronquios Dilatación Constricción


Vasos sanguíneos Constricción leve Dilatación (?)

Intestino: Luz Disminución de peristaltismo y tono Aumento del peristaltismo y el tono


Esfínteres Aumento tono (casi siempre) Relajación (casi siempre)

Hígado Liberación de glucosa Síntesis de glucógeno

Vesícula biliar y vías biliares Relajación Contracción

Riñón Disminución gasto y secreción renina Ninguno

Vejiga: Detrusor Relajación (ligera) Excitación


Trígono Excitación Relajación

Pene Eyaculación Erección

Vasos sanguíneos sistémico:


Abdominales Constricción Ninguno
Músculo Constricción (adrenérgica Alfa) Ninguno
Dilatación (adrenérgica Beta-2) Ninguno
Dilatación (colinérgica)
Piel Constricción Ninguno

Sangre: Coagulación Aumento Ninguno


Glucosa Aumento Ninguno
Aumento hasta el 100% Ninguno

Metabolismo basal Aumento Ninguno

Secreción corticosuprarrenal Aumento Ninguno

Actividad mental Excitación Ninguno

Músculos piloerectores Aumento de glucogenólisis Ninguno

Músculo esquelético Aumento de la fuerza Ninguno

Para comprender la función simpática y parasimpática hay que estudiar cada una de las
acciones de los dos sistemas, estas acciones se indican en el Cuadro 5.
Una respuesta de estrés implica la activación inmediata de la rama simpática (en algunos
casos excepcionales puede acompañarse de activación parasimpática) y del sistema nerviosos
somático. El efecto de la activación del sistema nervioso autónomo es rápido, pero no sostenido,
debido a la incapacidad del mismo para liberar de forma continuada los neurotransmisores,
mediadores del cambio de actividad en los órganos terminales.
Por último existe evidencia de que el sistema somático es también un blanco principal
de la activación inmediata de la respuesta de estrés. Esta activación si es excesiva puede producir
multitud de disfunciones neuromusculares así como una excitación límbica incrementada y por

23
lo tanto una activación emocional aumentada.
7.2.2.- El eje neuro-endocrino
Para mantener la reacción de estrés durante un período más prolongado de tiempo se hace
necesaria la activación de un segundo eje, el sistema neuro-endocrino, que es un sistema mixto
neural y endocrino. La estimulación simpática activa la médula suprarrenal que constituye la
parte central de las glándulas suprarrenales, estas glándulas están situadas sobre el polo superior
de cada riñón; esta activación provoca la liberación de grandes cantidades de noradrenalina y
adrenalina hacia la sangre circulante. Aproximadamente el 20% de la secreción es de
noradrenalina y el 80% de adrenalina, aunque las proporciones relativas de estos dos productos
pueden cambiar según las condiciones fisiológicas (Guyton, 1988).
El efecto de estas catecolaminas es un incremento en la actividad adrenérgica somática
y las consecuencias son funcionalmente idénticas al que produce la inervación simpática directa,
excepto que sus efectos duran de 5 a 10 minutos por que estas hormonas se eliminan lentamente
de la sangre.
Las catecolaminas prolongan la respuesta simpática adrenérgica. Además de aumetar la
glucogenolisis hepática, lo que da lugar a un cierto grado de hiperglucemia, además la
glucogenolisis aumenta el nivel de ácido láctico, que es usado directamente por el corazón o es
transformado por el higado en glucógeno y glucosa. También aumenta la actividad metabólica
general, que incrementa el consumo de oxígeno, la frecuencia respiratoria y produce
broncodilatación, que facilita la conducción de aire a los alveolos. La activación mantenida de
este eje puede facilitar, entre otros, la aparición de trastornos cardiovasculares.
Los efectos específicos que produce la activación de este eje pueden verse detallados en
el Cuadro 6.
CUADRO 6

Efectos de la activación del eje endocrino (acción de los glucocorticoides)

Elevaciones Riesgos

En producción de glucosa (glucogénesis) Atrofia timolinfática (demostrada únicamente en


animales)
Exacerbación de la irritación gástrica
Supresión de mecanismos inmunológicos
En producción de urea
Exacerbación de herpes simple
Liberación de ácidos grasos libres
Aumento de producción de cuerpos cetónicos
Susceptibilidad a procesos arterioscleróticos
Supresión del apetito
Susceptibilidad a necrosis miocardiales no trombóticas
Sentimientos aosicados de depresión, desesperanza,
indefensión y pérdida de control

7.2.3.- El eje endocrino


El resultado del eje endocrino son las respuestas al estrés más crónicas y prolongadas.
Este eje puede subdividirse en cuatro subejes. El más importante es el eje hipófiso-córtico-
suprarrenal.
La organización de la respuesta córtico-suprarrenal se realiza a tres niveles: el
hipotálamo, la hipófisis y la propia corteza suprarrenal. La actuación del eje hipófiso-córtico-
suprarrenal favorece la producción de glucocorticoides (cortisol y corticosterona) en las células
de la capa fasciculada de la corteza suprarrenal, esta producción se realiza gracias a la acción de
la hormona adrenocorticotropa (ACTH) -hormona de la hipófisis anterior-, que una vez en sangre
alcanza estas células suprarrenales, interactuando con los receptores específicos para favorecer
la esteroidogénesis a partir del colesterol y producir los glucocorticoides.
El cortisol ejerce un "feedback" negativo sobre la producción de ACTH por parte de la

24
hipófisis, sin embargo en situaciones estresantes este sistema de control se anula y los niveles
de ACTH y cortisol llegan a valores muy superiores a los normales, en estos casos la
estimulación nerviosa hipotalámica aumentada prevalece sobre la acción inhibidora de los
corticoides plasmáticos.

CUADRO 7

Efectos de la activación del eje neuroendocrino

Elevaciones Disminuciones Riesgos


Presión arterial Riego sanguíneo a los Hipertensión
riñones
Aporte sanguíneo al cerebro Formación de trombos
(moderado) Riego sanguíneo al
sistema gastrointestinal Angina de pecho en
Frecuencia cardíaca personas propensas
Riego sanguíneo a la piel
Salida cardíaca Arritmias

Estimulación de los músculos Muerte súbita por arritmia


esqueléticos letal

Acidos grasos libres Isquemia miocardial

Triglicéridos Fibilación miocardial

Colesterol Infarto de miocardio

Secrección de opiáceos
endógenos

Los efectos de la liberación de glucocorticoides pueden verse detallados en el Cuadro 7.


El eje hipófiso-gonadal también se ve afectado por las situaciones de estrés, las hormonas
sexuales, tanto masculinas como femeninas están controladas por el sistema hipotalámico-
hipófisis, por la acción del estrés la testosterona en los hombres disminuye y en la mujer la
disminución de las hormonas ováricas se traduce frecuentemente en amenorrea.
Otras respuestas hormonales que sufren modificaciones como consecuencia del estrés son
con aumentos considerables la prolactina, la hormona del crecimiento, la tirotropina y la tiroxina,
la insulina sufre una disminución aunque tiende a aumentar en una segunda fase.
En la Figura 5 puede verse de forma resumida todo el proceso de activación de los ejes
implicados en la respuesta al estrés.
7.3.- Generalidad vs. especificidad de respuesta
Hasta este punto hemos estado dando por válido el supuesto de Selye de que la respuesta
al estrés es general o indiferente de las condiciones desencadenantes o de las personas que las
producen. Aunque esa forma de respuesta al estrés sea la más habitual, esto no es así en todos
los casos puesto que existen dos fenómenos complementarios entre sí que pueden distorsionar
este principio. Tales fenómenos son las especificidades situacionales y personales, que nos
hablan de respuestas preferidas al estrés distintas del patrón general de respuesta.

25
FIGURA 5

Activación psicofisiológica del estrés

El concepto de especificidad situacional o especificidad de respuesta a unos estímulos


o condiciones desencadenantes, hace referencia a la existencia de patrones de activación
psicofisiológica adecuados a particulares situaciones estimulares. Es decir, que determinadas

26
características de las situaciones estimulares provocan una particular y típica forma de respuesta
psicofisiológica en todas las personas, distinta de la forma general descrita para el estrés. Este
fenómeno responsable del patrón de activación en especificidad de respuesta, viene dado por el
fraccionamiento direccional (Lacey y Lacey, 1958, 1962). Según el cual, diferentes sistemas
psicofisiológicos pueden mostrar respuestas en direcciones también diferentes o inconsecuentes
entre sí.
El concepto de especificidad personal, esterotipia de respuesta o especificidad individual
de respuesta, hace referencia a la idiosincrásica forma de responder cada persona con su sistema
fisiológico. En contraste con la especificidad de respuesta a las situaciones, este concepto
muestra que cada sujeto en particular tiene una forma de respuesta psicofisiológica característica
ante la mayoría de los estímulos y las situaciones. Aunque especificidad de respuesta y
especificidad individual, pueden parecer conceptos contradictorios, no lo son. Así, la
especificidad de respuesta hace referencia a la tendencia de respuesta ante un estímulo por parte
de un grupo de personas; mientras que la especificidad individual, hace referencia a la tendencia
de respuesta de una persona ante un grupo de situaciones estimulares. Pero además, como hemos
mencionado ambos conceptos son complementarios ya que estos fenómenos se producen por
interacción de ambos, es decir estas especificidades tienden a producirse en determinadas
personas ante determinadas condiciones.
FIGURA 6

Patrones básicos de respuesta al estrés

Se ha propuesto como responsable de estos fenómenos a la existencia de un fallo


homeostático, en concreto a un fracaso o falta de efectividad de los sistemas de "feedback"
negativo, por lo cual aparecería el mismo patrón de respuesta ante diferentes condiciones. Este

27
fallo en los mecanismos de "feedback" estaría en parte determinado por una alta frecuencia de
disparo del patrón de estrés, lo que llegaría ha hacer inefectivo el sistema de retorno a la
homeostasis inicial del organismo (Sternbach, 1966). Además, parece que existen otros factores
que pueden contribuir a ese fracaso en el mantenimiento de la homeostasis y que serían
responsables de las respuestas estereotipadas, estos factores comprenderían predisposiciones
genéticas, que harían que el órgano biológicamente más débil sea el que antes rompa el
equilibrio general; factores de tipo ambiental que incluirían a la alimentación, los traumatismos
físicos o infecciosos, que harían que en un determinado momento un órgano tenga menor
capacidad de soportar la activación y genere fallos homeostáticos. Además habrá de tenerse en
cuenta la frecuencia de disparos de la respuesta de estrés y también la intensidad de esta, así
como su magnitud (Lachman, 1972). Una vez que se produce la respuesta estereotipada y ésta
se manifiesta en un contexto social -en forma de síntoma como el dolor, la hiperactividad, etc.-,
esta repuesta va a ser susceptible de recibir refuerzo social -atenciones, cuidados- lo cual va a
potenciar y mantener tal patrón estereotipado de respuesta al estrés (Stoyba, 1976, 1977).
Así pues, tendríamos un nuevo tipo de patrón de respuesta al estrés, que será la respuesta
esterotipada frente a la respuesta general definida por el síndrome general de adaptación. Habría
por lo tanto tres posibles patrones de respuesta al estrés (Sokolov, Podachin y Belova, 1983):
A.- Los patrones de respuesta pobre o no reactivo, que se corresponden con respuestas
de escasas o nulas variaciones en la actividad psicofisiológica, mostrando exclusivamente
variaciones o respuestas espontáneas de escasa amplitud, que son fruto del nivel de activación
general del sujeto y no consecuencia de la introducción del estresor.
FIGURA 7

Patrón temporal de reacción al estrés

28
B.- Los patrones de respuesta reactivos con activación generalizada o la respuesta al
estrés definida por el síndrome genral de adaptación, que corresponden a marcados cambios en
la actividad del sujeto ante determinadas situaciones, pero siendo estos cambios sincronizados
o equivalentes en todas las actividades psicofisiológicas, es decir, concordantes entre si.
C.- Los patrones de respuesta reactivos con activación fraccionada o respuestas
esterotipadas, que corresponden con cambios en la actividad psicofisiológica pero solo con una
parte de sus sistemas o sub-sistemas, dando repuestas nulas o pobres con el resto de los sistemas.

En la Figura 6 se presenta un ejemplo simplificado de estos tres tipos de patrones de


respuesta. El gráfico A de esta figura corresponde a un patrón de respuesta pobre, en el que
puede apreciarse como los cambios que se producen ante el estresor, señalado con una flecha,
no son significativamente mayores en amplitud que los producidos por la propia actividad
espontanea. En el gráfico B de esta misma figura, puede verse un patrón de respuesta reactivo
pero con una activación generalizada de todas las señales. Y en el gráfico C, puede verse un
patrón reactivo pero con una activación fraccionada, en la que la presentación del estresor ha
producido una clara respuesta en la frecuencia cardíaca sin afectar al conjunto de las otra señales.
En lo que se refiere a los efectos psicológicos de la respuesta de estrés, la Figura 7
muestra al patrón temporal de reacción al estrés no alterado, en el cual las consecuencias
psicológicas colaterales a la exposición a un estresor van aumentando progresivamente mientras
se mantiene la presencia del estresor y desaparecen paulatinamente a partir del mismo momento
en que deja de estar presente el estresor, como consecuencia del proceso de ajuste a la nueva
condición.
FIGURA 8

Patrones temporales alternativos de efectos del estrés

29
Sin embargo, estos patrones temporales de reacción al estrés no siempre se comportan
de la misma manera, como puede verse en la Figura 8, existen otros patrones estereotipados
como por ejemplo:
A.- El patrón de acumulación, en el cual una vez que ha desaparecido el estresor sus
consecuencias psicológicas se mantienen prácticamente inalteradas en el nivel más alto que se
haya alcanzado.
B.- El patrón de acumulación dinámico, en el cual los efectos psicológicos no solo no
desaparecen una vez eliminado el estresor, sino que estos siguen aumentando progresivamente
en el tiempo.
C.- El patrón de ajuste, en el cual el proceso de ajuste y la consiguiente reducción de los
efectos secundarios tiene lugar antes de que desaparezca el propio estresor.
D.- Por último, el patrón de latencia, en el cual los efectos secundarios no aparecen
simultáneamente en el tiempo con la presencia del estresor, sino que estos se muestran
posteriormente, incluso cuando el estresor ya no se encuentre presente.
Así pues, determinados procesos psicológicos son alterados por la exposición a un
estresor y, a su vez, estos procesos pueden alterar el patrón temporal de reacción al estrés.
Algunas de estas alteraciones, por ejemplo los patrones de acumulación, acumulación dinámico
o latencia, conllevan efectos negativos puesto que mantienen las alteraciones psicológicas más
allá del tiempo real de exposición al estresor. Las condiciones responsables de estos efectos, de
nuevo tampoco podemos encontrarlas en las condiciones estresoras sino en los propios procesos
psicológicos activados que son los responsables de estas alteraciones estereotipadas en los
patrones temporales de reacción al estrés.
8.- Modelo de estrés
En los apartados anteriores hemos visto parcialmente cada uno de elementos y factores
que intervienen en el estrés, es el momento de integrar todas estas visiones atomistas en un
modelo, que no solo integre todos los elementos que le configuran sino que ponga de manifiesto
las interacciones existentes entre los diferentes componentes.

FIGURA 9

Proceso de estrés humano

El esquema que se presenta en la Figura 9 pretende recoger tanto los elementos parciales
que han sido vistos anteriormente, como las relaciones que mantienen cada uno de ellos entre
si. El modelo propuesto comprende una serie de procesos encadenados secuancialmente en el
tiempo, cuya secuencia se inicia con la detección de un desencadenante de tipo psicosocial, ya

30
que los estresores biogénicos actúan directamente sobre los mecanismos neurológicos
desencadenantes del estrés.
La detección del estresor comienza con el procesamiento del mismo, mediante una
primera reacción afectiva -patrón de orientación y defensa- cuya respuesta actúa a su vez sobre
los mecanismos neurológicos, modificando los niveles generales de activación del organismo.
El procesamiento es seguido por una serie de procesos cognitivos-afectivos -valoración cognitiva
e integración afectiva-, que en función de los compromisos, creencias personales y sociales,
predicitivilidad y grado de control que supone que se ejerce sobre la situación, darán por
terminado este proceso valorando la situación como irrelevante o benigna-positiva; o, por contra,
valorarán a ésta como estresate provocando la respuesta emocional correspondiente, según sea
el estresor valorado como daño, amenaza o reto.
En el caso de que la situación haya sido valorada como estresante, entrarán en
funcionamiento los factores estructurales para que la persona ponga en marcha una estrategia de
afrontamiento del estrés, seleccionando esta de su repertorio de habilidades y enfocándola o bien
a la resolución de la situación estresante, a la respuesta emocional producida por el mismo o a
ambos a la vez -estilos de afrontamiento-. En el caso de que la persona tenga una estrategia y que
valore a ésta como adecuada, se producirá una atenuación en los niveles de activación
producidos en las fases anteriores o, por contra, si no moviliza una estrategia de afrontamiento
adecuada o no dispone de ellas, se activan los mecanismos neurológicos que desencadenan el
patrón de respuesta al estrés, los cuales retroalimentan a los procesos cognitivo-afectivos
produciendo una reevaluación de la situación y su consiguiente respuesta emocional, etc.
Las consecuencias del estrés serán la movilización del patrón de respuesta, que en
función de la intensidad y duración de la situación estresante, irá poniendo en funcionamiento
de forma secuencial los ejes neuronal, neuroendocrino y endocrino. La activación de la respuesta
de estrés actúa a su vez sobre los mecanismos neurológicos desencadenantes, elevando los
niveles de activación y retro-alimentando la propia respuesta, al mismo tiempo que actúa sobre
el proceso cognitivo-afectivo, desencadenando o potenciando las respuestas emocionales que
éste ha generado. Si el organismo ha llegado a generar algún tipo de estereotipia de respuesta,
debido a fallos en los mecanismos de homeostasis, por poseer algún tipo de predispoción o por
que la manifestación de la propia esterotipia ha sido reforzada socialmente, la respuesta incidirá
especialmente sobre el órgano diana objeto de la esterotipia, lo que a su vez incidirá de nuevo
sobre la respuesta emocional dada desde del proceso cognitivo-afectivo. Por contra, si el
organismo no ha llegado a desarrollar ninguna estereotipia de respuesta, se pondrá en marcha
una activación generalizada cumpliendo la diferentes fases del síndrome general de adaptación.
La activación estereotipada de un órgano diana, será a su vez la responsable de producir
la disfunción orgánica del mismo y de generar un trastorno psicofisiológico.
Así pues, como planteábamos al comienzo de este capítulo, nos encontramos ante un
proceso complejo, que implica muchos elementos diferentes entre si, aunque todos ellos aunados
con un único objetivo: la adaptación de la persona a su entorno. La respuesta de estrés
proporciona, ante situaciones nuevas o situaciones ya conocidas que representan algún tipo de
amenaza para la persona, un proceso de activación psicofisiológica que energiza el organismo
posibilitando una respuesta de adaptación o defensa de la situación, así como un proceso
cognitivo-afectivo que enmarca el tipo de actuación más adecuada para la situación,
direccionando la respuesta de la persona. Por consiguiente, el estrés hay que considerarlo como
un proceso motivacional de emergencia, con una alta disponibilidad y flexibilidad en sus
actuaciones.
Como hemos visto, el estrés también involucra una importante serie de respuestas
emocionales, que forman parte indisoluble del propio proceso. Respuestas emocionales que
pueden ser tanto positivas como negativas, pero que en cualquier caso tienen una utilidad
funcional indiscutible y que convierten al estrés en el principal generador de emociones en todo
la actividad humana.

31
FIGURA 10

Efectos del estrés

Por contra, bajo determinadas condiciones el estrés conlleva efectos negativos o


indeseados, lo que ha llevado a generalizar la idea del estrés como un proceso exclusivamente
negativo, cuando en realidad es positivo. En la Figura 10 se muestra una representación de los
efectos del estrés, en la que se puede apreciar los diferentes momentos del proceso que
desencadenan la puesta en marcha del patrón de respuesta al estrés, así como las condiciones que
hacen que sus consecuencias sean adaptativas o por contra negativas.
9.- Conclusiones
Desde que Wolff en 1953, señalaba las limitaciones del modelo postulado por Selye,
presentaba aspectos psicológicos y acuñaba el término de estrés vital, el estrés pasaba a ser,
según este autor, un estado que se produce en un ser vivo como resultado de la interacción entre
un ambiente externo nocivo y el organismo, teniendo a las experiencias pasadas del organismo
como principal factor implicado. Esta concepción fue retomada por Lazarus en 1966 que propuso
la conceptualización del estrés como un término genérico para la totalidad de problemas que
incluyen el estímulo provocador de las reacciones del organismo, las reacciones mismas y varios
procesos intervinientes.
Desde el modelo de estrés de Selye, numerosos autores han desarrollado modelos
explicativos de este concepto, entre ellos cabe destacar el de Mason (1971, 1975), Lazarus y
Folkman (1984), Lachman (1972), Schwartz (1977) o Everly (1989), tratando la mayoría de ellos
de dar una explicación a la unión entre estrés-enfermedad. Una extensa revisión de modelos que
formulan la unión entre estrés y enfermedad puede verse en Steptoe (1991).
Actualmente el estrés se describe dentro de un proceso dinámico, multidimensional e
interactivo de varios procesos, donde los aspectos implicados en el estrés son principalmente los
sucesos estresantes o estresores (condiciones ambientales, sucesos reales o imaginados), la
valoración cognitiva del sujeto, la respuesta de estrés (mecanismo fisiológico de mediación) y
las consecuencias de tal actuación.
El estrés no puede entenderse solo desde su perspectiva negativa, ni desde la positiva.
El estrés implica la mayor parte de las veces una combinación de ambos tipos de efectos, pero
donde está el limite entre ambos. Genéricamente habría que contestar que el estrés es

32
principalmente o primariamente positivo, puesto que es un proceso adaptativo, que actúa como
energizante y motivador para una amplísima gama de actividades humanas. Y secundariamente
sería negativa, como excepción a la regla anterior o como efectos secundarios no deseables.
Pero cuales son las condiciones específicas que hacen en una situación concreta que los
factores negativos pesen más que los positivos o cuales son esas excepciones a la regla general
de estrés como proceso adaptativo. A la luz de la revisión realizada podríamos concretar estas
condiciones que potencian los factores negativos en los siguientes puntos:
A.- El mantenimiento de las condiciones estresoras o la frecuente activación del proceso
lleva a las fases de resistencia y agotamiento, pero este mantenimiento y activación depende de
la capacidad psicológica de tolerancia al estrés, más que del tiempo de presencia del propio
estresor.
B.- Los altos niveles de intensidad del estresor, de nuevo está mas relacionado con
procesos psicológicos, tales como la valoración y la capacidad para afrontarle, más que la propia
intensidad física del estresor.
C.- Las esterotipias en la activación psicofisiológica, también responden más a procesos
psicológicos, además de otras condiciones biológicas, y no a las condiciones desencadenantes
de la respuesta de estrés.
D.- Las esterotipias en el patrón temporal de reacción al estrés, responde al efectos de
acumulación psicológica.
E.- El distres o estrés desagradable, que depende del grado de control que la persona
pueda ejercer sobre el estresor y de la dificultad que le plantee el ejercicio de tal control.
F.- El estilo de afrontamiento, que responde a una sobregeneralización de estrategias de
afrontamiento al estrés y a condiciones socioculturales y no al proceso mismo.
G.- Las reaciones afectivas negativas desencadenadas en los procesos de valoración,
dependen totalmente de las experiencias anteriores, de las creecias, valores y de su propia auto-
estima.
H.- La fatiga inherente a los procesos psicológicos de afrontamiento, que dependen
totalmente de las capacidades psicológicas de la persona y no del proceso.
Así pues, podemos concluir que el estrés es un proceso psicológico positivo, que puede
ir acompañado de efectos negativos, pero que estos efectos negativos no son en ningún caso
inherentes al propio estrés, sino que provienen de los propios procesos psicológicos movilizados
por la persona.

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10.- Referencias bibliográficas

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