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Mandalas y religiosidad

Los mandalas
Los mandalas son manifestaciones pictóricas de naturaleza espiritual y ritual,
ampliamente utilizadas en el hinduismo y el budismo. La palabra mandala es de
origen sánscrito, en el que significa literalmente círculo, si bien posee muchísimas
otras acepciones, todas relacionadas con un arreglo circular.

Un mandala representa el macrocosmos y el microcosmos, mostrando la


complejidad del universo en cómo se conectan y relacionan ambas dimensiones.

Revisaremos el mandala en su forma y significado original, enfocándonos en la


tradición del budismo tibetano, para luego mostrar su uso contemporáneo.
El mandala tibetano ceremonial
En celebraciones como la que se hace en Bodh Gaya en el Wessak, la luna llena
de mayo de cada año, aniversario del día en que Siddharta Gautama alcanzó la
iluminación bajo la higuera, un mandala tiene una función muy importante.
Cuando su trazado haya concluido, habitará en él un buda duran- te toda la
celebración, acercando a quienes contemplen el círculo sagrado al
esclarecimiento.

Se construye usando arena coloreada, trazando con cálamos de bronce de punta


finísima. Varios monjes se turnarán en el trabajo, trabajando del alba a la
medianoche, hasta que el mandala esté listo para ayudar a los peregrinos.
La Impermanencia.
Esta existencia nuestra es tan pasajera
como las nubes de otoño.
Observar el nacimiento y la muerte de los seres
es como contemplar los movimientos de un baile.
La vida entera es como un relámpago en el cielo;
se precipita a su fin como un torrente
por una empinada montaña.
-Buda.
La Impermanencia.
Tras un esfuerzo titánico de minuciosidad y equilibrio, el mandala, luego de
purificar y ayudar a los participantes de la ceremonia en el Bodh Gaya, es
destruido y su arena devuelta al río, símbolo eterno del cambio y la
transformación.
La impermanencia es la característica de la finitud, del cambio, generación y
destrucción inevitables e interminables. Para el budismo, la contemplación y
aceptación de la impermanencia son el camino para aceptar la muerte como
hecho inevitable y cierto, que antes que destruir la vida le da todo el valor y
riqueza que ella tiene.
Cosmos en miniatura.
El nivel de detalle y de equilibrio presente en el mandala imita la constitución del
universo, que como la ciencia contemporánea nos muestra, es muy similar a un
fractal. Un fractal es una figura en que una parte está compuesta de partes
idénticas a sí misma, y éstas a su vez están compuestas de partes más pequeñas
que replican a sus ascendientes más grandes. Si observamos el cielo nocturno,
realmente no vemos algo muy distinto a la estructura atómica de nuestros propios
ojos: las distancias y proporciones entre los astros son similares a las de los
átomos.
La Rueda de las Encarnaciones.
En la doctrina budista, nuestra existencia transcurre entre innumerables
encarnaciones, en las cuales vamos cada vez liberándonos de la ilusión de la
existencia (tiempo, separatidad, dualidad), y liberando nuestra esencia pura, la
budeidad libre de todo deseo que se unifica con la totalidad tras completar el ciclo
completo. Estas encarnaciones se enhebran en una rueda de infinitos radios, que
gira en torno al mismo eje: la ilusión del tiempo que está todo contenido en un
punto eterno. El mandala puede ser el hogar del Buda solo cuando termina de
trazarse, pues es entonces cuando todas las encarnaciones han sido
experimentadas, y cuando el eje del mandala es a la vez la conciencia pura del
buda, y la Eterna Totalidad a la que despierta.
Uso contemporáneo de los Mandalas

En los últimos tres años el uso de los Mandalas como método de relajación ha
aumentado de gran forma, especialmente entre la gente joven, causando hasta
que librerías y tiendas de manualidades tengan secciones específicas con
utensilios para poder llevar a cabo esta práctica.

Suelen ser publicitados como un proceso de interiorización que lleva a la paz


interior.
“Pongan atención a las sensaciones que provoca en su cuerpo y mente.
Lápices en mano, eligiendo con rigor las tonalidades, estuve ayer 45 minutos
pintando. Es algo adictivo. A pesar de la concentración que exige –pues no hay
que pasarse de los bordes-, las energías se canalizan todas hacia un único
objetivo, y entonces uno “desconecta”, se entra en una suerte de “piloto
automático” cerebral con el que se logra un descanso más pleno. La experiencia
es tan nítida como satisfactoria.” (Revista Mujer, 2015)
Su función tiende a ser inspirada en su objetivo original, en la purificación de la
persona que está llevando a cabo la práctica, pero su característica profunda se
ve reemplazada por un objetivo específico, como combatir el estrés, la angustia,
el insomnio, la ansiedad, la depresión, mejorar la paciencia, el autoestima, la
memoria y la capacidad de concentración.

Esta adaptación de los Mandalas en el mundo occidental ignora la religión original


a la cual pertenecen -la cual es raramente mencionada- pero se puede decir que
sigue teniendo su característica de ritual, la persona se sienta a dibujar o pintar e
implica un resultado de superación personal.
Bibliografía
Sogyal Rimpoché. El libro tibetano de la vida y de la muerte. Barcelona: Urano,
1994.

Marcelo Córdova. “La Fiebre Por Pintar”. La Tercera. 23 Abril 2016.

Camila Marnich. Mandalas: El arte de la relajación. Revista Mujer. 26 Enero 2016.

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