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Historia de los Manuscritos de la Biblia

Los cursos que presentamos son una contribución a la democratización de la


Educación Teológica. No pretendemos solucionar los grandes problemas, pero sí orientar
a la gente que quiere empezar a aprender. Lo que aquí presentamos es una monografía
donde se recogen los principales estudios que se han hecho al respecto por los
especialistas en la materia.
Para comenzar diremos que los ejemplares que adquirimos en alguna librería o en
el templo, suelen tener la inscripción “Santa Biblia”. Lo cual tal vez en muchos casos nos
confunde. Pues lo que tenemos no es ni Santa ni Biblia. La Biblia es la de los manuscritos.
Lo que tenemos es simplemente una traducción de la Biblia. Recordemos que la Biblia no
fue escrita en español. Esperamos que esto les sirva a todos los que desean estudiar. Lo
aquí escrito es estrictamente académico, no tenemos “inclinación teológica” alguna.
Somos esclavos de la investigación. Sólo creemos en lo que podemos demostrar
científicamente. Eso es lo que entendemos por “escudriñar”.

César Benites Sheen


Director de CEITCIV
I
Empecemos. Lo que se llama Literatura Bíblica está constituido por cuatro trabajos
escritos: el Antiguo Testamento según el canon hebreo; trabajos ínter testamentarios,
incluidos los libros apócrifos; los escritos del Nuevo Testamento; y el Nuevo Testamento
apócrifo.
El antiguo testamento es una colección de escritos que fueron primero compilados y
preservados como los libros sagrados del antiguo pueblo hebreo. Es la Biblia de los
hebreos y sus descendientes judíos hasta hoy. Si al antiguo testamento le agregamos el
nuevo testamento, obtendremos la Biblia de los cristianos. Estos dos testamentos son lo
que principalmente nos interesa estudiar.
"¿Por qué debería tomar en cuenta la Biblia? Fue escrita hace tanto tiempo, se le
han hecho tantas traducciones y revisiones; es muy probable que su mensaje original
haya sido alterado y malentendido a lo largo del tiempo.
Esta pregunta es bastante sencilla: muchos de nosotros la preguntamos, ¡y con razón! Se
deriva de lo que sabemos sobre la Biblia. Después de todo, fue escrita hace dos mil años
o más. Durante la mayor parte de estos milenios, no hubo imprentas, fotocopiadoras ni
editoriales. De modo que los manuscritos originales fueron copiados a mano, generación
tras generación, cuando las lenguas se extinguieron y surgieron otras nuevas, a medida
que los imperios se derrumbaron y nuevos poderes ascendieron. Dado que los
manuscritos originales se perdieron hace mucho tiempo, ¿cómo sabemos que lo que
leemos hoy en la Biblia es lo que los autores originales realmente escribieron hace mucho
tiempo? Muchos niños pequeños a menudo juegan un juego llamado teléfono malogrado,
en el que un mensaje se susurra al oído de alguien, y él a su vez susurra este mensaje en
el oído de la próxima persona hasta que el mensaje atraviesa a todos los participantes en
el juego. Luego, la última persona dice el mensaje en voz alta y todos los participantes
notan cómo ha cambiado tanto desde el principio al comienzo de la cadena humana.
¿Puede este juego ser comparable al paso de la Biblia a través del tiempo, de modo que
lo que leemos hoy puede ser sustancialmente diferente de las escrituras originales?
Los manuscritos y los actuales estudios que se tienen acerca de los manuscritos
bíblicos no son materia antigua. Estos estudios empezaron a desarrollarse desde finales
del siglo XIX, esto aunado a los descubrimientos arqueológicos ha motivado también una
corrección y depuración en las traducciones últimas. Hemos de darnos cuenta que los
grandes siervos de Dios como Casiodoro de Reina o Cipriano de Valera no tuvieron a la
mano las herramientas y los últimos descubrimientos arqueológicos. Asimismo no
pudieron utilizar como texto a traducir los manuscritos más antiguos, que son los más
confiables.
Desde finales del siglo XIX, el desarrollo de los estudios textuales de la Biblia, junto
con los descubrimientos de la arqueología bíblica, han resultado de extraordinario
beneficio para la restauración del Texto Sagrado. Hoy, como nunca antes, la Iglesia de
Cristo se encuentra en posesión de manuscritos que se acercan maravillosamente a los
documentos originales de la Santa Biblia. Al mismo tiempo, estos descubrimientos y
avances han puesto en evidencia numerosas variantes entre los distintos manuscritos, de
manera que cuando la versión Reina-Valera es comparada con textos más antiguos y
fidedignos que aquellos que sirvieron de base para su traducción, se manifiestan graves y
numerosos defectos en ella.
La importancia de esta obra no puede ser subestimada, toda vez que el traductor,
antes que pueda explicar el significado de palabras, frases, e ideas de la Escritura, ha de
interesarse por el problema precedente; es decir: ¿Cuál es el texto original del pasaje?
Que tal pregunta debe ser hecha ¡… y contestada!, surge por dos circunstancias: la
primera es que ninguno de los documentos originales de la Biblia existe hoy día; y la
segunda es que las copias difieren una de otra.
Al ser escritos sobre el frágil papiro, y a causa del uso continuo que se les daba, los
documentos originales del Nuevo Testamento pronto se perdieron o destruyeron. Durante
el transcurso de más de catorce siglos, y hasta la invención de la imprenta, se llegaron a
realizar miles de copias manuscritas del Nuevo Testamento, de las cuales
aproximadamente 5.800 se encuentran hoy en existencia, presentando entre sí, no menos
de 400.000 de las llamadas “variantes textuales”.
El texto del Antiguo Testamento, en cambio, fue celosamente resguardado por las
autoridades judías y recopilado entre los años 750 y 1000 después de Cristo en una
edición denominada Texto Masorético. Su historia nos remonta a lo que llamamos el
período ínter testamentario, es decir los tres o cuatro siglos que mediaron entre la
redacción del Antiguo y del Nuevo Testamento. En este período la Ley se convirtió en el
centro de la vida judía. Emergieron los escribas encargados de copiar y mantener el texto
sagrado.
Podemos ver una descripción de sus funciones en el libro de deuterocanónicos del
Eclesiástico 38:24-39:15. Son ellos los responsables de la colección de tradiciones judías
llamada la Mishnah, cuya estructura básica fue establecida por el famoso Rabí Akiba (55-
137 d.C.). Viene después el período talmúdico (200-500 d.C.) en el que se agregaron a la
Mishnah otros materiales para formar el Talmud, del cual tenemos dos versiones: el
babilónico y el palestino.
Los escribas tuvieron gran cuidado en este período de conservar el texto hebreo
que se había estandarizado cerca del año 100 d.C. en Jamnia. Se creía que ellos hicieron
la división de palabras del texto consonantal en que aparecían todas juntas. Sin embargo
los manuscritos de Qumrán nos muestran que estas divisiones ya existían en tiempos
precristianos. Ellas no se deben confundir con la separación en capítulos, que se dio
mucho después en el siglo XIV, siguiendo las divisiones establecidas antes por Stephan
Langton (1150-1228). La división en versículos la hicieron los masoretas en el siglo X.
Estos guardianes del texto bíblico surgen a partir del siglo V hasta el siglo X d.C. y
son los responsables del importantísimo texto masorético, que aún hoy es fundamental en
la traducción del Antiguo Testamento. Esta obra es el resultado del trabajo de los llamados
masoretas o comentaristas, los cuales fueron eruditos judíos dedicados al estudio y
depuración de las distintas copias manuscritas del texto bíblico. Una de las escuelas, la de
Ben ‘Asher, en Tiberias, creó hacia fines del siglo IX después de Cristo un sistema de
integración de vocales dentro del texto de consonantes, el cual acabó por imponerse y
dominar sobre las demás escuelas, tanto la de Palestina como la de Babilonia. Por otra
parte, hoy día existe el recurso de consulta de los manuscritos del Mar Muerto que
contienen casi en su totalidad, el Antiguo Testamento con una antigüedad que data del
siglo II antes de Cristo.
Los masoretas se dedicaron a conservar reverentemente el texto hebreo
consonantal, que llamaban Ketib, o "texto escrito". Al margen indicaban cuál era la mejor
pronunciación con la palabra qere. Lo que equivalía a decir: "Así se escribe”, así se lee".
Por ejemplo, el nombre de Dios se transcribía con las consonantes del tetragrámaton:
YHWH. Pero, por respeto se pronunciaba Adonai (Señor). Esta costumbre dio origen al
nombre híbrido de Jehová, que es una combinación de las consonantes de Yahweh, con
las vocales de Adonai.
II
La Transmisión Textual del Antiguo Testamento

Llamamos "Antiguo Testamento" al conjunto de Libros Sagrados que los judíos


denominan Tanakh. Torah, Nebi’im, ketubim, que significa Ley, Profetas y Escritos, y que
constituyen, para judíos y cristianos, las más antigua fuente de revelación divina escrita.
Los 39 libros del A.T. fueron inspirados por Dios para ser escritos en lengua hebrea, salvo
algunas pequeñas porciones en arameo. Los documentos originales salidos de la mano de
los autores bíblicos, se perdieron o fueron destruidos en algún momento, de tal manera
que ningún original ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, antes de su desaparición, se
hicieron copias manuscritas, y con el paso de los siglos, el texto de dichas copias se fue
transmitiendo mediante un proceso de copiado cuidadosamente elaborado. Algunas
copias de dichos documentos han llegado hasta nosotros, ya sea en forma de códices o
de fragmentos.

La Biblia Hebrea

El texto completo más antiguo y fidedigno del Antiguo Testamento es el que


conserva el llamado "Códice de Leningrado", datado en el año 1008 de la Era Cristiana.
Fue copiado por el rabino Samuel ben Yaacob, y se conserva en el Museo de Leningrado,
adonde fue llevado por el investigador y arqueólogo Abraham Firkowitseh (1785-1874).
Este texto ha sido magníficamente editado en la Biblia Hebraica Stuttgartensia,
acompañado de un impresionante aparato crítico formado principalmente por
comparaciones con antiguas versiones en griego, siríaco, latín, etc.

Otros textos del Antiguo Testamento

Existen manuscritos algo más antiguos que los que conforma el Códice de
Leningrado, pero se trata de textos incompletos, tal como el Códice de los Profetas del
Cairo (Año 895) o apenas asequibles como el Códice de Alepo (930). El códice de
Leningrado (año 1008): fue la base del texto hebreo de la Biblia de Kittel, que ha servido
de base de muchas traducciones. El códice del Pentateuco del Museo Británico (año 916).
El códice Reuchlin de los profetas (año 1105). Igualmente, existen fragmentos del siglo VI
después de Cristo, Genizá del Cairo y algunos libros de Génesis e Isaías del siglo II y I
antes de Cristo de Qumrán. Otros textos importantes son: El Pentateuco Samaritano del
siglo IV antes de Cristo; los pasajes paralelos; el papiro Nash; el Codex Severi, el Codex
Hillel; el Codex Muga, el Codex Jericó; el Codex Yerushalmi; y finalmente los escritos del
Mar Muerto. Con los descubrimientos de los rollos del Mar Muerto en el desierto de Judea
a partir del Año 1947, hoy tenemos manuscritos miles de años más antiguos, aunque es
sorprendente constatar cómo el texto de Qumrán coincide sustancialmente con el texto
masorético. La historia de los manuscritos de Qumrán merece un capítulo aparte. Digamos
sólo que contienen copias de prácticamente todos los libros del Antiguo Testamento y que
algunos de sus manuscritos se remontan a los siglos I, II y posiblemente al III a.C.

Versiones

Con el nombre de versiones se designa a las traducciones realizadas del Texto


Original a otras lenguas. Entre estas Versiones hay algunas que, por su antigüedad,
merecen una atención especial, ya que sus diferencias con el Texto Masorético nos
indican que muy probablemente tuvieron como base otro tipo de texto hebreo. Entre las
más importantes, se encuentra la Septuaginta, que nació en principio para atender las
necesidades del pueblo de Israel durante la diáspora, pero posteriormente, al ser
adoptada por el cristianismo helénico, fue descartada por los judíos. La Septuaginta es
una traducción al griego realizada a lo largo de un período que comenzó en el siglo II
antes de Cristo. Las diferencias textuales con el Texto Masorético son numerosas y ello
refleja que el Texto Hebreo de donde se realizó aquella traducción no era exactamente
igual a nuestro actual Texto Masorético. Otras traducciones de importancia son la de
Aquila y Simmaco, la Pesihita, los Targumin y la Vulgata Latina.

La Confección de Libros Antiguos

Hasta la invención de la imprenta en el siglo XV, el texto de la Biblia y cualquier otro


tipo de registro, solamente podía ser trascrito mediante un laborioso trabajo de copiar letra
por letra y palabra por palabra. Por tanto, la consideración del proceso que envolvió la
hechura y transcripción de manuscritos, es de suma importancia para el estudio del Texto
Sagrado.

Materiales

Entre los diversos materiales utilizados en la antigüedad para la confección de


libros, tales como madera, hueso, metal, arcilla, papiro y pergamino, el estudiante de la
Biblia ha de interesarse principalmente en los dos últimos: el papiro y el pergamino. La
manufactura del papiro era un negocio floreciente en Egipto pues crecía abundantemente
en las orillas del delta del Nilo. El pergamino por su parte, tiene una historia interesante y
está relacionada con la competencia de dos reyes por poseer la mejor biblioteca de la
época. Uno de ellos, Tolomeo Epífanes, que vivió desde el 205 al 182 antes de Cristo,
decretó un embargo sobre las exportaciones del papiro producido en Egipto, lo cual obligó
al rey de Pérgamo a buscar una fórmula alterna de materiales capaces de recibir la
escritura. Fue así como se desarrolló la industria del pergamino, el cual era fabricado con
pieles de ganado, antílopes, cabras y ovejas especialmente recién nacidos.

Forma

El uso más antiguo del papiro como receptor de la escritura era en forma de “rollo”.
Las hojas de papiro se unían lateralmente y luego se enrollaban en bastones cilíndricos,
con un largo aproximado de 10 metros. El Evangelio según Lucas hubiera llenado
normalmente esa medida. Los rollos eran relativamente difíciles de usar y la Iglesia
Primitiva pronto descubrió cuán incómodo podía resultar encontrar un pasaje específico.
De esta manera, antes de finalizar el primer siglo, se comenzó a utilizar la forma de
códice, la cual consistía en doblar una o varias hojas de papiro y coserlas juntas. Es muy
posible que esta forma de códice haya sido una propuesta ideada por los cristianos
gentiles en su afán por diferenciarse de la típica lectura en rollos utilizada en las
sinagogas. El pergamino fue también utilizado posteriormente en forma de códice. En el
año 331 después de Cristo, el emperador Constantino ordenó la elaboración de 50 copias
de la Biblia en pergamino. Dos de esas copias existen hoy día, y constituyen las copias
manuscritas más importantes del texto del Nuevo Testamento: El códice Sinaítico y códice
Vaticano.
III
Descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto
Empezaremos por Jerusalén. Esta es una vista de
Jerusalén, que es difícil de ver al encontrarse en la cima
de una cordillera. Si vamos hacia el este, estamos en el
desierto de Judea. Si nos adentramos más en el
desierto todavía podremos ver Jerusalén arriba de la
cordillera y tal vez un beduino en su camión.
Nos toma media hora aprox. llegar al Mar Muerto.
Podemos ver unas cuevas en las montañas cercanas. En una de ellas fueron encontrados
los primeros rollos por dos beduinos.

Tal vez imagines que estando en las cuevas,


simplemente tendríamos que rescatar los rollos. Pero
no es cierto. Los rollos a veces se encontraban
enterrados a un metro o más debajo de desechos y
guano de murciélago. El techo de las cuevas con los
sismos se desprendía y esto ocultaba aun más los rollos. Las cuevas son oscuras, con
mal olor y generalmente desagradables.
Esta cueva da una vista de Qumrán y el Mar Muerto. Más allá
están las montañas de Moab en el otro lado del Mar Muerto, hoy
Jordania.
Estos son los 2 beduinos que se dice que descubrieron los
primeros siete rollos intactos de la llamada cueva 1.
Supuestamente uno de ellos estaba buscando una oveja que
podría estar ahí; él lanzó una piedra hacia la cueva, pensando que
la oveja se asustaría y saldría corriendo. Pero en vez de eso,
escuchó el sonido de cerámica rompiéndose. Cuando él ingresó,
descubrió vasijas de barro, en las cuales había antiguos rollos.
Lo que sucedió después es oscuro, pero lo que sabemos es que de una manera u otra, los
rollos y, más importante, los rollos que serían consecuentemente descubiertos,
encontraron su camino a Belén, a un comerciante de antigüedades apodado Kando.
Kando era el intermediario para los beduinos.

Tres de los siete rollos fueron adquiridos por los israelíes a través de un profesor de
arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén llamado Eleazer Lipa Sukenik, que
viajó a Belén en un autobús durante un tiempo muy violento antes del final del Mandato
Británico sobre Palestina - 28 de noviembre de 1947. En Belén Sukenik adquirió tres de
los siete Rollos del mar Muerto, incluido un rollo del libro del profeta Isaías.

Cuando Sukenik regresó a Jerusalem, con los tres rollos en una bolsa de papel, el lugar
estaba en un pandemonium. Los judíos estaban celebrando, cantando y bailando en las
calles porque las Naciones Unidas acababan de votar por dos tercios por la partición de
Palestina en un estado judío y un estado árabe, creando una república judía por primera
vez en 2,000 años. Sukenik vio eso como casi mesiánico: recuperar un rollo de 2.000 años
de edad. Los otros cuatro rollos originales entraron en posesión del metropolitano Samuel,
el clérigo sirio-cristiano que dirigía la comunidad sirio-cristiana en Jerusalén. Él intentó
vender los rollos, pero cuando no pudo venderlos, los trajo a los Estados Unidos con la
esperanza de aumentar su valor y encontrar un comprador ahí. Se exhibieron en la
Biblioteca del Congreso.

Pero aún así no pudo venderlos. Entonces en la


desesperación, el metropolitano Samuel colocó este anuncio
en The Wall Street Journal, anunciando la venta de cuatro
Rollos del Mar Muerto. Como resultado, el hijo de Sukenik, el
gran el arqueólogo Yigael Yadin, estaba en Estados Unidos en
ese momento. Alguien le avisó sobre el anuncio en The Wall
Street Journal. Después de ver el anuncio en The Wall Street Journal, Yadin hizo un
clandestino esfuerzo para comprarlos. Él estaba comprándolos en nombre de Israel, pero
tenía miedo de que el metropolitano Samuel al saber que él representaba a Israel, ya no
se los vendería. Así que Yadin usó algunos frentes y de esa manera negoció la compra:
cuatro rollos intactos del Mar Muerto por $ 250,000, que era una enorme ganga incluso
entonces.
¿Sabía el metropolitano Samuel que Él los estaba vendiendo a Israel? Puede que sí. La
razón por la que no pudo venderlos fácilmente a cualquier otra persona era que no podía
mostrar buen derecho jurídico, pues Qumrán era controlado por Jordania, por lo que
Jordania tendría derecho a poseer los Rollos del Mar Muerto. El Metropolitano debe haber
sospechado que solo Israel los compraría. Israel no estaría preocupado con esa dificultad
de obtener derechos sobre los rollos. Entonces Yadin los compró en nombre de Israel. La
venta tuvo una consecuencia desafortunada para el metropolitano Samuel y su comunidad
siria en los Estados Unidos, que vivía principalmente en Nueva Jersey. Los documentos
estaban mal hechos, y los estadounidenses demandaron al Metropolitano Samuel,
alegando que la venta era una transacción con impuestos imponibles. La mayoría de el
dinero de la venta de los cuatro Rollos fue para el gobierno de los Estados Unidos. Con la
compra de Yadin, los siete Rollos del Mar Muerto intactos encontrado por los beduinos
ahora estaban en Manos israelíes. Un museo especial, el Santuario del Libro, fue
construido para alojarlos. La arquitectura imita ciertos aspectos de los Rollos. La cúpula
blanca tiene forma de tapa de los frascos de volutas en los que se encontraron los
pergaminos. El contraste entre la losa negra y el domo blanco está destinado a hacer eco
de la Guerras de los Hijos de la Luz contra Los Hijos de la Oscuridad, el tema de uno de
los rollos. Hemos visto imágenes del Mar Muerto, de la llanura costera, de los precipicios y
casi inhabitables acantilados de piedra caliza detrás de la llanura.. Pero entre los
acantilados de piedra caliza y la pequeña llanura por el el mar hay una terraza de marga
de roca mucho más suave. Es en esta terraza que Qumrán fue construido originalmente.
La terraza de marga está al lado de un wadi, o un valle (nahal en hebreo, wadi en árabe) a
través del cual uno o dos días al año las lluvias de invierno fluyen hacia el mar. Cerca al
wadi, también hay algunas protuberancias con forma de dedo en las que hay cuevas.
Estas son cuevas artificiales en las que se encontraron miles de fragmentos de pergamino.
Este es el interior de la Cueva 4. Está mucho
más limpio desde los días en que fue
excavado y que los 500 manuscritos fueran
encontrados ahí. Por cierto, todos estaban en
pequeños fragmentos, no había un solo
pergamino intacto entre ellos. Existe la teoría
de que esta era la biblioteca de la secta, una
biblioteca de los Esenios. Puedes ver agujeros en la pared en varios niveles. Ha sido
sugerido que estos fueron los accesorios para estantes, que fueron colocados alrededor
de la cueva y en el cual los rollos fueron almacenados. Eventualmente estos estantes se
rompieron y los rollos se cayeron y estaban cubiertos de escombros, guano de murciélago
y rocas de los terremotos. Para el momento en que fueron encontrados en el siglo 20,
estaban todos en pequeños fragmentos, mordidos por roedores.

Esta siguiente foto muestra la condición en que estos


fragmentos llegaron a los eruditos, en pequeños
pedazos, a veces en cajas de cigarros comprado a los
beduinos a través de Kando.

Cuando los fragmentos fueron limpiados y colocados


debajo del cristal, parecían rompecabezas con el 90 por
ciento de las piezas faltantes, como se ve en este ejemplo.

Este es el Despliegue completo de Isaías, que fue


encontrado en la Cueva 1 por los beduinos y es conocido
como Isaías A. Está abierto al Capítulo 40, versículo 3, que
dice: "Una voz clama en el desierto: preparad el camino de
Yahveh; enderezad en el desierto una carretera para
nuestro Dios. "Este pasaje se cita en los tres Evangelios
sinópticos, Marcos, Mateo y Lucas.
IV

Que nos dicen los rollos del Mar Muerto sobre la Biblia Hebrea?

¿Cómo nos ayudan los rollos del mar muerto a entender la Biblia hebrea? Como se señaló
anteriormente, se han descubierto más de 200 manuscritos bíblicos en Qumran. Se
Incluyen todos los libros de la Biblia hebrea excepto Esther y Cantar de los Cantares
(aunque puede haber habido una especie de versión de Esther). La situación histórica no
toma en cuenta el pensamiento canónico moderno. Se tenía la Torá (Pentateuco), también
otras obras poéticas, hubo obras que pasaron a formar parte de la Biblia más tarde y otros
libros muy similares que no lo hicieron. Por ejemplo, libros como Los Jubileos, Enoc, el
Rollo del Templo, Judith, Tobías y Eclesiástico que no estuvieron en la selección final, que
hicieron los rabinos de Jamnia alrededor del año 90d.C. Fueron rechazados como textos
canónicos. Algunos de ellos fueron incluidos en lo que se convirtió en la Biblia católica y se
conocen como los apócrifos (o deuterocanónicos).
Por otro lado, el Cantar de los Cantares, Eclesiastés y Daniel sí lograron el corte final y se
incluyeron en lo que se convertiría la Biblia hebrea. Pero hay otra pregunta que hacemos
sobre estos libros. ¿Hubo diferentes ediciones o ya estaban estandarizados? La
respuesta es que no habían sido estandarizados. Entonces en Qumrán tenemos diferentes
versiones del mismo libro. Esto es cierto para casi todos los libros y es especialmente
cierto para libros como Éxodo y Jeremías.

Para comprender la contribución de los Rollos del Mar Muerto a la crítica textual bíblica,
tenemos que revisar la situación antes del descubrimiento de los Rollos. Antes de el
descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, los textos más antiguos de la Biblia Hebrea
estaban en dos manuscritos del siglo X o posiblemente del siglo XI conocidos como el
Códice de Aleppo y el Codice de Leningrado. El códice de Aleppo fue recuperado
parcialmente después de un incendio y de alguna manera llevado a Jerusalén. El Codice
de Leningrado ahora está en San Petersburgo. Ambos textos que son casi idénticos son lo
que los estudiosos llaman resención o revisión rabínica. Para conocer el texto hebreo de
cerca, teníamos que ir a esa recensión rabínica alrededor de 1000 d. C. Este texto es obra
de los masoretas de Tiberías, que buscaban estandarizar los diversos manuscritos de la
Biblia hebrea. Esta recensión rabínica se conoce como Texto masorético, o MT para
abreviar. Es la base de todas las Biblias hebreas desde entonces. Sin embargo, varios
manuscritos anteriores de las escrituras hebreas han sobrevivido, pero no en hebreo.
Entre estos textos ha sobrevivido en griego La Septuaginta. El nombre proviene de la
leyenda de que a 72 eruditos se les asignó la tarea de traducir las escrituras hebreas al
griego para los judíos de habla griega de Alejandría. Esto comenzó alrededor del siglo III
a.C. y supuestamente todos ellos llegaron con un texto idéntico. (El nombre de la
Septuaginta viene de la palabra griega para 70 o LLX para abreviar). Los tres manuscritos
más famosos de la Septuaginta datan de mediados del siglo cuarto a principios del siglo V
d.C. y se llaman Vaticano, pues está en el Vaticano; Sinaítico, porque fue descubierto en el
Monasterio del Monte Sinaí (y ahora se encuentra en la Biblioteca Británica); y Alejandrino
porque vino de Alejandría (y también está la Biblioteca Británica).
Hay miles de variantes entre la Septuaginta griega y el texto masorético hebreo. ¿Qué
texto debemos usar? Antes del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, la respuesta
era clara: el texto masorético. Ese fue el texto normativo oficial del judaísmo. La
Septuaginta griega fue tratada con sospecha. Podría haber sido una mala traducción, o los
traductores griegos podrían simplemente haber cambiado el Texto hebreo.
Los Rollos del Mar Muerto han cambiado todo eso. Entre los manuscritos hebreos
encontrados en Qumrám están los que podríamos llamar manuscritos proto-
septuagintales; es decir, estos manuscritos hebreos son los textos base que finalmente se
tradujeron al griego de la Septuaginta.

Lo que descubrimos al comparar el texto base hebreo con el texto griego de la


Septuaginta es que los traductores fueron muy buenos y tradujeron fielmente el Texto
hebreo ¿Por qué, entonces, hay diferencias entre la Septuaginta y el Texto masorético La
respuesta es que la Septuaginta es una traducción de un Texto hebreo un tanto diferente
al texto masorético. En cierto sentido, esto le da mayor autoridad a la Septuaginta. Como
el gran erudito en textos bíblicos y editor en jefe de los rollos del Mar Muerto, Emmanuel
Tov, ha comentado: "El texto masorético ya no es el centro de nuestro pensamiento
textual". En muchos casos, cuando hay una variación, se prefiere el texto de los Setenta.
Tomemos un par de ejemplos destacados. En Deuteronomio 32, el Texto Masorético habla
de cómo Dios está distribuyendo la tierra a las diversas naciones. De acuerdo al texto
hebreo en su versión masorética, Dios está distribuyendo estas tierras según el “número
de los hijos de Israel”. Esto no tiene mucho sentido porque en la geografía a la que hace
alusión no hay Israel y la distribución parece estar ocurriendo antes de que hubiera un
Israel. La Septuaginta, sin embargo, no dice "según el número de los hijos de Israel” sino
“según el número de los hijos de Dios". Esto tiene mucho más sentido, pero no es difícil de
entender que sería objetable para los rabinos posteriores. Para la mayoría de los eruditos,
sin embargo, la lectura de la Septuaginta es preferible. Otro ejemplo: al final de 1 Samuel
11, leemos acerca de Nahas, rey de los amonitas, que atacaron a los israelitas y la ciudad
de Jabes de Galaad. Cuando la gente de la ciudad demandó la paz, Nahas dijo que
aceptaría la rendición de los israelitas solo después de sacarles el ojo derecho. Esto es
curioso porque el texto no da ninguna razón para esta crueldad gratuita. En una copia de 1
Samuel 11 de Qumrán, sin embargo, tenemos un párrafo completo que explica por qué
Nahash propuso esta pena horrible como su condición para la paz. Algunos israelitas que
se habían rebelado contra Nahas huyeron a Jabes de Galaad. Sacar el ojo derecho era el
castigo normal para los rebeldes. Aparentemente, en un momento, el escriba hebreo
perdió todo este párrafo como resultado de lo que los eruditos llaman homeoteleuton.
Cuando el escriba iba copiando este texto, vio la palabra Nahash, y cuando volvió a mirar
su ojo se enfocó en la misma palabra que estaba más abajo. El párrafo ha sido
recuperado de los manuscritos de Qumran. Los manuscritos del Mar Muerto también son
importantes porque reflejan la tolerancia para una variedad de variantes textuales. Este
período estuvo marcado por lo que los estudiosos llaman fluidez textual. A los Qumranitas
no les importaba mucho si un texto era exactamente como otro. Las variaciones eran
aceptadas. Algunos manuscritos son similares a lo que se convirtió en el texto masorético,
lo que podríamos llamar proto-masorético. Otros eran similares a la Septuaginta griega, lo
que podríamos llamar proto-Septuagintal. Incluso había otros que no eran similares a
ninguno.
Algunos textos en Qumran intentan armonizar variaciones. Por ejemplo, en el
mandamiento de guardar el sábado, Éxodo y Deuteronomio dan diferentes razones para
tal mandamiento. En uno es porque el Señor sacó a los israelitas de Egipto; En el otro, es
porque Dios creó el cielo y la Tierra en seis días y descansó en el séptimo día. En un
manuscrito de Qumran, estos dos textos están armonizados de modo que la razón de la
observancia del sábado es tanto el Éxodo de Egipto y el hecho de que Dios descansó en
el séptimo día.
Algunas personas pueden sentir que la Biblia está amenazada por este tipo de análisis,
pero en verdad más bien estos detalles enriquecen su estudio. Aceptemos o no el origen
divino del texto, tal como se presenta a nosotros, lleva las marcas del hombre.
V
¿Qué nos dicen los Rollos del Mar Muerto sobre el judaísmo de los tiempos
antiguos?
Todo lo que los rollos del Mar Muerto tienen que decir, ilumina la historia del judaísmo.
Los Rollos del Mar Muerto son la principal literatura religiosa judía entre el final del período
bíblico hebreo y la Mishná: un período de aproximadamente 350 años desde la escritura
del Libro de Daniel, aproximadamente 150 a.C., a la compilación de la Mishnah,
aproximadamente 200 d.C. Una cosa que los Rollos del Mar Muerto enfatizan sobre el
judaísmo es su enorme variedad. Sabíamos sobre los fariseos y los saduceos. También
sabíamos sobre los Esenios por las menciones de Plineo, Josefo y Filo, pero no teníamos
ninguna de sus publicaciones, Ahora con este descibrimiento ya podemos tener. Además,
había Zelotes, Helenos, Saduceos, Boetusianos, herodianos Jasidies, Samaritanos y
Cristianos. Los Cristianos fueron originalmente un movimiento judío. Las fuentes rabínicas
dicen que hubo 24 grupos de herejes. Cada uno afirmó ser el verdadero Israel.
La comunidad del Mar Muerto fue un grupo que se opuso a las autoridades judías que
controlaban el Templo de Jerusalén. Se cree que esta comunidad del Mar Muerto eran los
Esenios, aunque hay un número significativo de académicos que no lo aceptan. En
cualquier caso, ya sean esenios o no, tenían un calendario diferente al de las autoridades
judías que controlaban el Templo. Imagina un movimiento judío hoy que ni siquiera
guardara Yom Kippur, el Día de la Expiación, el día más sagrado del calendario judío, el
mismo día que otros judíos. Ese es el caso de la comunidad del Mar Muerto. Tenían su
propio calendario, y guardaba los días festivos según ese calendario.

Enfoque en los rollos no bíblicos


Más de 200 manuscritos bíblicos fueron encontrados entre los Rollos del Mar Muerto, en
su mayoría pequeños fragmentos o trozos de los libros que son bien conocidos de la
Biblia hebrea / Antiguo Testamento, incluyendo Deuteronomio, Isaías y Salmos. Pero,
¿qué pasa con los otros fragmentos de pergamino que no contienen textos bíblicos?
Varios de los documentos entre los Rollos del Mar Muerto eran escritos que nunca antes
habían sido vistos por la comunidad académica. Algunos de los rollos no bíblicos, incluido
el Apócrifo Genesis y el Libro de Enoc, eran similares a los libros canónicos, pero
contenían reescrituras sustanciales, reinterpretaciones o elaboraciones de los textos
bíblicos y no fueron finalmente incluidos en el canon judío tradicional (aunque el Libro de
Enoc sí están en el canon de algunas ramas de la Iglesia Ortodoxa Oriental).

Otros manuscritos del Mar Muerto han sido clasificados como escrituras estrictamente
sectarias que fueron probablemente producidas por y para la comunidad única que
recolectó y ocultó los rollos. (La mayoría de los estudiosos creen que esta era una
comunidad esenia que vivía en Qumran, cerca de las cuevas donde se encontraron los
rollos). Tales pergaminos sectarios son un texto halájico o legal, conocido como el “Rollo
del Templo” y un documento militarista sobre la batalla final entre los Hijos de la Luz y los
Hijos de la Oscuridad conocido como el “Pergamino de la Guerra”. Ambos pergaminos se
descubrieron relativamente intactos en comparación con los pequeños restos que
constituyen la vasta mayoría de los Rollos del Mar Muerto. Aunque los rollos bíblicos han
revelado importantes ideas sobre la formación y las variaciones de la Biblia hebrea, los
rollos no bíblicos han abierto nuevos mundos de estudio y arrojan luz sobre la rica
variedad de pensamiento dentro del judaísmo al final del período del Segundo Templo.

El Libro de Enoc
Muchos cristianos y líderes cristianos no saben casi nada sobre éste libro. Pocos lo han
leído. Por tanto no es razonable pensar que entiendan la importancia que este libro tiene
sobre el judaísmo y el cristianismo del primer siglo.
El "Libro de Enoc" (1 Enoc) es una colección de textos compuestos entre
aproximadamente 350 a. C. y el año 0. Es el primer ejemplo existente de una mezcla
apocalíptica de profecía israelita y la teología de la sabiduría más conocida del Libro de
Daniel. Además es testigo de la variedad dentro de la religión israelita en el período
grecorromano. Dos Historias dan forma al Libro de Enoc. El primero, relacionado con
Génesis 6: 1-4, atribuye el orígen del mal a la rebelión de ciertos seres celestiales
(encabezados por Semiaza, aunque al comienzo el líder era Azazel) que se aparearon con
mujeres y engendraron una raza de gigantes que devastaron la tierra y cuyos espíritus
demoníacos continúan produciendo pecado y miseria. Luego Dios envía el Diluvio para la
limpiar la tierra de la maldad promovida y esparcida por los Vigilantes (llamados Hijos de
Dios). De acuerdo a la segunda historia, Enoc (como se dice en Génesis 5: 21-24) fue
llevado al cielo, y a pedido de los vigilantes intercede por ellos, intercesión que es
rechazada. En esa visita aprendió secretos del universo y del juicio venidero. Los
Vigilantes abandonaron el cielo por la atracción de la carne. Enoc representa lo contrario:
un humano que es llevado al cielo a vivir con ángeles.
El libro de Enoc afirma ser la revelación de Enoc transmitida a través de su hijo,
Matusalén.
Las diversas partes de 1 Enoc fueron compuestas en arameo y traducidas al griego, y del
griego al etíope antiguo. Esta última versión es la única que ha sobrevivido completa.
En la Cueva 4 de Qumran se encontraron fragmentos de 11 manuscritos arameos de
partes de 1 Enoc que cubren quizás una quinta parte del texto etíope, así como nueve
manuscritos arameos del "Libro de los Gigantes" un texto no incluido en 1 Enoch. Los
manuscritos de 1 Enoc dan fe de cómo corresponden el texto etíope con sus prototipos
arameos en algunos lugares y difiere en otros. Los fragmentos de los Gigantes indican que
la tradición Enoquiana era más rica de lo que sugiere 1 Enoc.
Lo que ha llevado al cristianismo contemporáneo a ignorar este libro es tal vez el detalle
de la canonicidad. Aunque podemos aducir que algunos padres de la Iglesia como
Tertuliano, Ireneo, Orígenes y Clemente de Alejandría defendieron este libro dándole
estatus canónico y considerándolo como importante en materias de verdad y doctrina.
Pero este libro era leído de manera común por los judíos del primer siglo, por eso
encontramos varias citas de éste libro en el Nuevo Testamento.
VI
Transmisión y Alteración Textual

En los primeros días de la Iglesia Cristiana, luego de que una carta apostólica era
enviada a una congregación o a un individuo, o después que un Evangelio era escrito a fin
de llenar las necesidades de un público lector en particular, se elaboraban copias con el
propósito de extender su influencia y facilitar a otros sus beneficios. Era por lo tanto
inevitable, que esas copias manuscritas contuvieran un número mayor o menor de
diferencias en palabras con respecto a su original.

Causas Involuntarias

La mayor parte de las divergencias surgieron por causas accidentales, tales como
confundir una letra o palabra con otra parecida. Si, por ejemplo, dos líneas vecinas de un
manuscrito comenzaban o terminaban con el mismo grupo de letras, o si dos palabras
similares se encontraban juntas en la misma línea, era fácil para el ojo del copista saltar
del primer grupo de letras al segundo, y así omitir una porción del texto. Esto se conoce
como homoteleuton. Inversamente, el escriba podría regresar del segundo al primer grupo
y, sin querer, copiar una o más palabras dos veces. También las letras que se
pronunciaban de igual modo, podían ser confundidas algunas veces por los escribas
oyentes. Tales errores accidentales eran casi inevitables doquiera que se copiaban a
mano largos pasajes, y había más posibilidades de que ocurrieran si el escriba tenía vista
u oído defectuoso, si era interrumpido en su labor; o si a causa del cansancio, estaba
menos atento de lo que debía estar.

Causas deliberadas

Otras divergencias en palabras, surgieron de intentos deliberados por suavizar


formas gramaticales toscas, o por tratar de eliminar partes, real o aparentemente, oscuras
en el significado del texto. Algunas veces, un copista sustituía o añadía lo que le parecía
ser una palabra o forma más apropiada, quizá derivada de un pasaje paralelo, que es lo
que se llama armonización de lecturas similares. De esta manera, durante los primeros
siglos que siguieron a la conformación del Canon del Nuevo Testamento, surgieron
centenares, o más bien, miles de variantes textuales.

Tipos de Texto del Nuevo Testamento

Durante los primeros años de expansión de la Iglesia, se desarrollaron lo que hoy


conocemos como “textos locales” del Nuevo Testamento. A las nuevas congregaciones
establecidas en grandes ciudades o cerca de ellas, tales como Alejandría, Antioquia,
Constantinopla, Cartago o Roma, se les proveían copias de las Escrituras en el estilo que
era corriente en esa área.
Al hacer copias adicionales, el número de lecturas especiales e interpretaciones
eran conservadas y hasta cierto punto aumentadas, de tal manera que llegó a crecer una
clase de texto que era más o menos propio de esa localidad. Hoy es posible identificar la
clase de texto preservado en manuscritos del Nuevo Testamento al comparar sus
características textuales con las citas de esos mismos pasajes en los escritos de los
padres de la Iglesia que vivían en los principales centros eclesiásticos, o cerca de ellos. Al
mismo tiempo, las peculiaridades del texto local tendían a diluirse y mezclarse con otras
clases de texto. Por ejemplo, un manuscrito del Evangelio según Marcos copiado en
Alejandría y llevado luego a Roma, ejercería sin duda, alguna influencia en los copistas
que transcribían el texto de Marcos que era corriente en Roma. Sin embargo, durante los
primeros siglos, las tendencias a desarrollar y preservar un tipo particular de texto,
prevalecieron a la mezcla de ellos. De esta manera, se formaron varios tipos de texto del
Nuevo Testamento, de los cuales, los más importantes son el Alejandrino, el Occidental, el
Cesariense y el Bizantino.

Texto Alejandrino

Llamado también “hesiquiánico”. En el pasado se conoció como el “texto neutral”,


término que la mayoría de los críticos rechazan hoy. Este texto está compuesto más que
todo por manuscritos y papiros “mayúsculos”. Se le ha llamado “neutral” porque no ha
sufrido revisiones y “alejandrino” por ser utilizado por los Padres Alejandrinos como
Orígenes, Dionisio y Cirilo de Alejandría.
Es usualmente considerado como el mejor y más fiel en la preservación del original.
Sus características son la brevedad y la austeridad. Esto es, el Alejandrino es
generalmente más corto que otras clases de texto, y no exhibe el grado de pulidez
gramatical y estilística que caracteriza al tipo de texto Bizantino y en menor grado al tipo
de texto Cesariense. Hasta muy recientemente, los dos principales testigos del tipo de
Texto Alejandrino eran el códice Vaticano y el códice Sinaítico, manuscritos en pergamino
de mediados del siglo IV. Sin embargo, con la adquisición de los papiros Bodmer,
particularmente el papiro 66 y el papiro 75, ambas copias cercanas al fin del siglo II, existe
evidencia de que el tipo de texto Alejandrino retrocede hasta un arquetipo ubicado en el
principio del segundo siglo.

Texto Occidental

Este tipo de texto era corriente en Italia, Galia, Africa del norte y otras partes,
incluido Egipto. Puede retrotraerse hasta el siglo segundo. Utilizado por varios de los
padres como fueron Cipriano, Tertuliano, Ireneo y Tatiano, su presencia en Egipto está
demostrada por dos papiros: El papiro 38, cerca del 300 después de Cristo y el papiro 48,
cercano al final del siglo III. Los manuscritos griegos más importantes que representan el
tipo de Texto Occidental son el códice Beza, del siglo V o VI, que contenía los Evangelios
y Hechos. El códice Claromontanus, del siglo VI, que contenía desde Marcos capítulo 1,
versículo 1 hasta el capítulo 5, versículo 30. De igual manera, las viejas versiones latinas
son testigos notorios del tipo de texto Occidental, y se encuentran dentro de grupos
principales, tales como las formas africana, italiana e hispana del texto latino antiguo. La
característica principal del tipo de texto Occidental es su intensa paráfrasis, lo que lo hace
menos confiable.

Texto C

Parece haberse originado en Egipto. Está respaldado por el papiro Chéster Beatty
45. Fue traído quizá por Orígenes a Cesarea, donde fue utilizado por Eusebio y otros. De
Cesarea fue llevado a Jerusalén, donde fue usado por Cirilo y por armenios que en épocas
tempranas tenían una colonia en Jerusalén. Los misioneros armenios llevaron el tipo de
texto Cesariense a Georgia, donde influyó en la Versión Georgiana, como también en el
manuscrito griego del siglo IX, el códice Korideti. Parece, pues, que el tipo de texto
Cesariense tuvo una larga y accidentada carrera. De acuerdo con los puntos de vista de la
mayoría de eruditos, se trata de un texto oriental, y está caracterizado por una mezcla de
lecturas occidentales y alejandrinas. También se puede observar un propósito de hacer
elegantes las expresiones, distinción que es especialmente notable en el tipo de texto
Bizantino. Tiene mucha importancia para el Evangelio de Mateo.

Tipo de Texto Bizantino

Es el último de los varios tipos distintivos de texto del Nuevo Testamento. Lo


caracteriza su esfuerzo por aparecer completo y con mucha lucidez. Los constructores de
este texto intentaron sin duda pulir cualquier forma ruda del lenguaje, combinar dos o más
lecturas divergentes en una sola lectura expandida, denominada fusión, y armonizar
pasajes paralelos divergentes. Este tipo de texto combinado, producido quizá en
Antioquía, Siria, fue llevado a Constantinopla, donde fue distribuido ampliamente a través
de todo el Imperio Bizantino. Su mejor representante hoy es el códice Alejandrino y la gran
masa de manuscritos minúsculos. Así, durante el período transcurrido entre el siglo VI
hasta la invención de la imprenta en el siglo XV, el tipo de texto Bizantino fue reconocido
como el texto autorizado, fue el de mayor circulación y el más aceptado. La descripción
clásica del tipo de texto Bizantino es hecha por Hort. Él dice: "… Las cualidades que los
autores del texto Bizantino parecieran más interesados en resaltar, son lo lúcido y lo
completivo. Ellos estaban evidentemente ansiosos, hasta donde fuera posible, y sin
recurrir a medidas violentas, por remover todas las piedras de tropiezo en el camino del
lector ordinario. También estaban igualmente deseosos de que éste obtuviera los
beneficios de la parte instructiva contentiva en todo texto existente, teniendo en cuenta no
confundir el contexto o introducir aparentes contradicciones. Nuevas omisiones, por ende,
son raras, y cuando ocurren, usualmente quieren contribuir a aparentar simplicidad. Por
otra parte, abundan las nuevas interpolaciones, la mayoría de ellas hechas debido a
armonizaciones u otra similitud, pero afortunadamente identificables por ser caprichosas o
incompletas. Tanto en tema como en dicción, el texto Sirio es visiblemente un texto
'completo'. Se deleita en pronombres, conjunciones, expletivos, y provee enlaces de todo
tipo, así como también añadiduras de consideración. Como distinguiéndose del valor
denodado de los escribas occidentales y de la erudición de los alejandrinos, el espíritu de
sus correcciones es al mismo tiempo sensible y débil. Totalmente irreprochable en bases
literarias o religiosas respecto a una dicción vulgar o indigna, pero mostrando una
ausencia de discernimiento crítico-espiritual, presenta el Nuevo Testamento en una forma
blanda y atractiva, pero notablemente empobrecido en fuerza y sentido, más apropiado
para la lectura rápida o recitativa que para el estudio diligente y repetido." Tal forma
alterada de texto es la que proveyó las bases para casi todas las traducciones del Nuevo
Testamento hasta el siglo XIX. El texto Bizantino sirvió de base para la edición de Erasmo
de Rotterdam publicada por Froben en 1516. Esta versión griega del Nuevo Testamento y
sus subsecuentes ediciones fueron ampliamente difundidas, reconocidas y aceptadas
como el texto normativo de la iglesia protestante, y llegó a ser famoso por su nombre latino
de Textus Receptus.
VII
La participación de la imprenta

El invento de Juan Gutemberg, la imprenta de tipos movibles, produjo las más


trascendentales consecuencias para la cultura y la civilización occidental. De allí en
adelante, podrían reproducirse copias de libros más rápida y económicamente y con un
grado de perfección hasta entonces nunca alcanzado. Muy apropiadamente, la primera
impresión importante de Gutemberg fue una magnífica edición de la Biblia.

El texto era el de la Vulgata Latina de Jerónimo y fue publicada en Maguncia entre


1450 y 1456. Sin embargo, con excepción de algunos pasajes, el Nuevo Testamento
griego tuvo que esperar hasta 1514 para ser impreso. Dos razones se le atribuyen a esta
demora de casi setenta años. La primera de ellas fue lo difícil y costosa que resultaba la
producción de tipos griegos de fundición necesarios para un libro de considerables
dimensiones. La segunda, y más importante razón que demoró la publicación del texto
griego, fue sin duda el prestigio de la Vulgata Latina de Jerónimo. Las traducciones en
idiomas vernáculos no anulaban la superioridad del texto latino del cual provenían; pero la
publicación del Nuevo Testamento griego ofrecía a cualquier erudito conocedor de ambas
lenguas, una herramienta con la cual podía criticar y corregir la Biblia oficial de la Iglesia
Romana. Sin embargo, en 1514, salió de la imprenta el primer Nuevo Testamento Griego
como parte de una Biblia políglota. Planeada en 1502 por el Cardenal Primado de España,
Francisco Jiménez de Cisneros, una magnífica edición del texto hebreo, arameo, griego y
latino, fue impreso en la ciudad universitaria de Alcalá (Complutum). A pesar de que el
texto complutense fue el primer Nuevo Testamento griego en imprimirse, no fue el primero
en ser publicado (esto es, puesto en circulación). Tal fue la edición preparada por el
famoso erudito y humanista holandés Desiderio Erasmo de Rotterdam.

No se puede determinar exactamente cuando decidió Erasmo


preparar la edición del Testamento griego, pero durante una visita a
Basilea en agosto de 1514, discutió, posiblemente no por primera
vez, con el editor Froben, la posibilidad de tal volumen. Sus
negociaciones parecieron haberse roto por algún tiempo, pero
fueron restablecidas durante una visita de Erasmo a la Universidad
de Cambridge en abril de 1515. Fue entonces cuando Froben lo importunó a través de un
mutuo amigo, Beatus Rhenanus, a fin de que se hiciera cargo inmediatamente de la
edición del Nuevo Testamento griego. Sin duda Froben, habiendo oído la inminente salida
de la Biblia políglota española y percibiendo que el mercado estaba listo para una edición
del Nuevo Testamento griego, deseaba capitalizar la demanda antes que la obra de
Jiménez fuera concluida, y la propuesta de Froben, que fue acompañada por la promesa
de pagar a Erasmo "... tanto como cualquier otro pudiera ofrecer por tal trabajo",
aparentemente llegó en el momento oportuno. Habiendo ido nuevamente a Basilea, en
julio de 1515. Erasmo esperaba encontrar manuscritos griegos suficientemente buenos
como para enviarlos a imprimir, y luego presentarlos juntamente con su propia traducción
latina, en la que había venido trabajando de forma intermitente durante algunos años. No
obstante, con disgusto, pudo comprobar que los únicos manuscritos disponibles para ese
momento, requerían de cierto grado de corrección antes que pudieran ser usados como
copias de impresión. El trabajo comenzó el 2 de octubre de 1515 y, el 1ero. de marzo de
1516 -solo cinco meses después- la edición entera había sido concluida en un gran
volumen folio de aproximadamente mil páginas que, según el propio Erasmo declaró más
tarde, "... fue precipitado antes que editado". Debido al apresuramiento de la producción,
el volumen contiene cientos de errores tipográficos. Al respecto, Scrivener declaró: "... ¡es
el libro con más errores que he conocido!". Por cuanto Erasmo no pudo conseguir un solo
manuscrito que contuviera el Nuevo Testamento completo, utilizó varios para las distintas
partes del mismo. Para la mayoría del texto se basó en... ¡dos! Manuscritos, más bien
inferiores, de una librería monástica de Basilea. Uno, de los Evangelios y otro, de Hechos
y Epístolas, ambos con fecha del siglo XII aproximadamente. Erasmo comparó los
manuscritos con dos o tres de los mismos libros, corrigiendo ocasionalmente para el
impresor, bien al margen o entre líneas del manuscrito griego. Para el libro de Apocalipsis,
no tenía sino un manuscrito también del siglo XII, que había tomado prestado de su amigo
Reuschlin, y al cual desafortunadamente le faltaba la última hoja que contenía los últimos
versículos del libro. Para estos versículos, lo mismo que para otros pasajes del libro en
donde el texto griego de Apocalipsis y el comentario adjunto con el cual venía, que por
estar tan mezclados resultan indistinguibles, Erasmo dependió de la Vulgata Latina,
traduciendo del latín al griego. Como era de esperar del procedimiento, se encuentran
aquí y allí lecturas del griego propio de Erasmo, que nunca han sido halladas en ningún
manuscrito griego conocido, pero que han sido perpetuadas hasta el día de hoy en las
impresiones del llamado Textus Receptus. Incluso en otras partes del Nuevo Testamento,
Erasmo introdujo ocasionalmente en el texto griego, material tomado de la Vulgata Latina.
Por ejemplo, en Hechos 9.6, la pregunta que Pablo hace en el momento de su conversión
en el camino a Damasco: "... él, temblando y temeroso, dijo: Señor ¿qué quieres que yo
haga?" lo cual es una obvia interpolación procedente de la Vulgata. Esta añadidura, que
no es hallada en ningún manuscrito griego en este pasaje, formó parte del Textus
Receptus el cual la versión Reina-Valera tomó como base en 1569 hasta sus revisiones
actuales. Otra interpolación que no está respaldada por ningún manuscrito griego antiguo
y fidedigno, es la conocida como el Comma Johanneum en l Jn.5.7-8, que Erasmo se vio
obligado a introducir en su texto a causa de los ataques de los editores de la Políglota
Complutense. En definitiva, el texto del Nuevo Testamento griego de Erasmo, se basó en
no más de media docena de manuscritos minúsculos, es decir, escritos en letras
minúsculas. El más antiguo y mejor de ellos, códice I, un minúsculo del siglo X, que
concuerda en muchas partes con el texto Uncial antiguo, fue el que Erasmo menos utilizó,
pues... ¡temía acerca de sus posibles errores! La obra de Erasmo de Rotterdam, fue
editada cinco veces, y más de treinta ediciones fueron realizadas sin autorización en
Venecia, Estrasburgo, Basilea, París y otros lugares. Subsecuentes editores tales como
Melchiore Sessa, Robert Estienne, Teodoro Beza, los hermanos Buenaventura y Abraham
Elzevier, a pesar de haber realizado un número de alteraciones, reprodujeron vez tras vez
esta adulterada forma de Nuevo Testamento griego, asegurándole una preeminencia tal,
que llegó a denominarse el "texto normativo" del Nuevo Testamento y resistió por más de
cuatrocientos años, y aún resiste hoy, todos los esfuerzos eruditos por ser desplazado en
favor de un texto más fiel. El Textus Receptus sirvió como base de traducción del Nuevo
Testamento a la mayoría de los idiomas vernáculos de Europa, incluido el castellano,
hasta antes de 1881. Tan supersticiosa y pedante ha sido su inmerecida reverencia, que
los intentos por criticarlo o enmendarlo han sido considerados como un sacrilegio; todo
esto a pesar de que su base textual es esencialmente un manojo de manuscritos tardíos
escogidos al azar y, por lo menos en una docena de pasajes, su lectura no está
respaldada por ningún manuscrito griego conocido hasta el presente.
VIII

La Biblia Reina-Valera

Las primeras versiones castellanas


del Nuevo Testamento se realizaron el
amparo de la Reforma, y para el momento de sus publicaciones no pudieron llegar a sus
destinatarios debido al rígido control que ejercían los inquisidores en las fronteras
españolas. Fue por ello que la primera versión traducida directamente del griego, obra de
Francisco de Encinas, editada en Bruselas en 1543, tuvo que esperar algún tiempo para
su distribución. Esto aconteció cuando su revisor, Juan Pérez de Pineda, trabó contacto
con un personaje muy singular, llamado Julián Hernández. Este hombre, quien más tarde
llegó a ser conocido bajo el seudónimo de Julianillo, oportunamente se ofreció para
introducir copias del Nuevo Testamento en España. Con la terrible fuerza opositora de la
Inquisición por delante, Julián Hernández comenzó a realizar sus arriesgados viajes. Su
audacia y valor eran extraordinarios y, vez tras vez, logró introducir abundante cantidad de
Nuevos Testamentos y otra literatura reformista en su país, hasta que, finalmente, fue
traicionado y entregado en manos de sus perseguidores, para ser quemado en la hoguera.
Sin embargo, la labor de Julianillo no fue infructuosa, ya que
antes de su captura logró esconder el precioso contrabando en
varios sitios a lo largo del recorrido de su huida. Uno de estos
lugares, fue nada menos que… un claustro de monjes católicos
llamado San Isidro del Campo. El resultado de semejante hazaña
no se hizo esperar. La Palabra de vida comenzó su obra
convirtiendo el corazón de muchos de los monjes del monasterio,
quienes, por abrazar su nueva fe, se vieron forzados al exilio.
Entre los primeros que huyeron de España fueron, uno, Casiodoro de Reina; otro, Cipriano
de Valera. Recorriendo las ciudades protestantes de Europa, comenzaron sus labores de
traducción de la Santa Biblia. Primero, habría de traducir Reina (La Biblia del Oso); luego
al tiempo, revisaría Valera. Su ardua labor se refleja en parte de la "amonestación" que el
primero dirige con estas palabras: "La obra nos ha durado entre las manos enteros doce
años. Sacado el tiempo que nos ha llevado o enfermedades, o viajes, u otras ocupaciones
necesarias en nuestro destierro y pobreza, podemos afirmar, que han sido bien los nueve,
que no hemos soltado la pluma de la mano, ni aflojado el estudio en cuanto las fuerzas así
del cuerpo como del ánimo nos han alcanzado. Parte de tan larga tardanza ha sido la falta
de nuestra erudición para tan grande obra, lo cual ha sido menester recompensar con casi
doblado trabajo; parte también ha sido la estima que Dios nos ha dado de la misma obra,
y el celo de tratarla con toda limpieza, con la cual obligación con ninguna erudita ni luenga
diligencia se puede jamás satisfacer. La erudición y noticias de las lenguas, aunque no ha
sido ni es la que quisiéramos, ha sido la que basta para entender los pareceres de los que
más entienden, y conferirlos entre sí, para poder escoger lo más conveniente conforme al
sentido y noticia que Dios nos ha dado de su Palabra. Nos hemos ayudado del juicio y
doctrina así de los vivos como de los muertos, que en la obra ha podido dar alguna ayuda,
consultado todas las versiones que hasta ahora hay, y muchas veces los comentarios.
Tampoco nos ha faltado las experiencias y ejercicio de muchas de las cosas que trata y
hace principal estado la divina Escritura, que de hecho es la mayor y más sustancial
ayuda, no faltando las otras, para su verdadera inteligencia.” El fruto de la labor de
Casiodoro de Reina es la extraordinaria versión que hoy poseemos. Por su excelencia,
sobrepuja todas las demás versiones castellanas de las Sagradas Escrituras. La pureza
de sus expresiones constituye para la prosa española, un aporte monumental no
reconocido; para la Iglesia de Cristo, posee el incalculable valor de haber sido luz inicial de
la Reforma. Hoy como ayer, por más de cuatro siglos, sus felices giros de expresión unen
el pensamiento cristiano y son punto de concurrencia de las promesas y de la voluntad de
Dios para sus hijos. ¡Somos, sin duda alguna, deudores a éste, nuestro maravilloso y más
querido Libro! Sin embargo, como hemos podido apreciar en la narrativa anterior, y como
veremos en las subsiguientes, en virtud del desarrollo de los estudios bíblicos realizados
desde comienzos del siglo XIX hasta el presente, y con los descubrimientos de
manuscritos griegos mucho más antiguos que aquellos que sirvieron de base para la
traducción de Casiodoro de Reina, se han puesto en evidencia tan graves defectos en
nuestra versión, que hacen indispensable considerar su revisión a la luz de un tipo de
texto griego establecido mediante una metodología sistemática que provea relativamente
todas las citas de evidencia manuscrita.

Restauración Textual

La crítica textual procura establecer, por medio de la investigación de las copias


divergentes, cuál forma de texto debería considerarse como la más cercana al original. En
algunos casos, las evidencias se hallarán tan justamente divididas, que será
extremadamente difícil decidir entre dos variantes. En otros casos, el crítico puede arribar
a una decisión basada en razones más precisas que lo mueven a preferir una variante y
rechazar otra.

¿Por qué es importante la critica textual?


Hay razones históricas y teológicas.
a) Puesto que no poseemos los originales del texto bíblico, que se perdieron hace
muchos siglos, debemos descubrirlo a través de posteriores trasmisiones del mismo en
una variedad de manuscritos, leccionarios, citas y traducciones que se han ido dando a lo
largo de los siglos. Todas estas fuentes textuales tienen sus variantes que deben ser
estudiadas escrupulosamente para llegar al texto bíblico más depurado y cercano a lo que
fueron los originales. Es este ejercicio científico precisamente lo que llamamos crítica
textual.
b) Puesto que la exégesis bíblica se ocupa de extraer el significado y sentido de los
textos, se impone distinguir lo que realmente nos trasmitieron los autores originales de la
Biblia, de lo que por una u otra razón fue incorporado por copistas o intérpretes que nos
trascribieron posteriormente ese texto. De esta manera nuestras afirmaciones e
interpretaciones teológicas estarán basadas en el auténtico texto de los autores originales
o en la rendición textual más cercana a los mismos. Cualquier otro ejercicio sobre el texto
que no implique exégesis, será considerado eiségesis (poner en el texto, lo que este no
dice)
c) Hay además un interés hermenéutico: hay que volver al texto primitivo, porque
sólo este puede informarnos sobre la teología de los escritores bíblicos. La teología no
debe venir del pensamiento de algunos autores de determinada época (patrística,
escolástica, reforma, post reforma) o de las tradiciones de la denominación, sino del texto.
Sólo a él nos debemos.
Por tanto la crítica textual nos entrega el texto más cercano a los autógrafos
(originales), y prepara al lector para extraer el más fiel y exacto significado del texto,
además de valorar las versiones antiguas y modernas cada una en su contexto.
IX
Los hechos más sobresalientes en la historia de los hombres que aplicaron esta
ciencia en la búsqueda por restaurar el texto del Nuevo Testamento, se pueden resumir
más o menos así: Durante los siglos XVII y XVIII, varios eruditos lograron recaudar gran
número de información de muchos manuscritos griegos, así como de las versiones
antiguas y de los Padres Apostólicos. Sin embargo, con la excepción de dos o tres
editores que tímidamente se atrevieron a corregir algunos de los más notorios errores del
Textus Receptus, esta degradada forma de Nuevo Testamento continuó siendo reimpresa
edición tras edición hasta el siglo XIX.

El período crítico moderno.

Lachman, el precursor.

No fue sino hasta la primera parte del siglo XIX, cuando el erudito clásico alemán
Karl Lachmann se aventuró a aplicar los criterios que había utilizado en la edición de
textos griegos clásicos. Lachmann fue el primer erudito a quien se le reconoció haberse
apartado totalmente del Textus Receptus. El demostró, por comparación de manuscritos,
cómo éstos se podían retrotraer hasta sus arquetipos perdidos e inferir su condición y
paginación. Al editar su Nuevo Testamento, la intención de Lachmann no era reproducir el
texto original, lo cual consideraba una labor imposible, sino presentar, con puras
evidencias documentadas y aparte de cualquier edición impresa previamente, el tipo de
texto corriente en la cristiandad oriental al final del siglo IV. A pesar de los muchos
obstáculos que encontró durante su trabajo y de las limitaciones de su obra, el juicio de la
mayoría de los eruditos está de acuerdo con la evaluación que Hort ha hecho de
Lachmann y su obra: "... Un nuevo período comenzó en 1831, cuando por primera vez, un
texto fue construido directamente de antiguos documentos sin la intervención de ninguna
edición impresa, y cuando el primer intento sistemático fue hecho para substituir la
elección arbitraria por el método científico en la discriminación de variantes textuales".

Tischendorf, el descubridor.

El hombre con quien los críticos textuales modernos del Nuevo Testamento se
encuentran más en deuda es sin duda Lobegott Friedrich Constantin V. Tischendorf. Este
erudito buscó y publicó más manuscritos y produjo mayor número de ediciones críticas de
la Biblia griega que ningún otro. Entre 1841 y 1872 preparó ocho ediciones del Nuevo
Testamento griego, algunas de las cuales fueron reimpresas solas o juntamente con
versiones alemanas y latinas, así como también 22 volúmenes de manuscritos de textos
bíblicos. El número total de sus libros y artículos, resaltando que la mayoría de ellos están
relacionados con la crítica bíblica, supera los ciento cincuenta. Mientras estudiaba teología
en Leipzig, desde 1834 hasta 1838, el joven Tischendorf estuvo bajo la influencia de
Johann Winer, cuya gramática del Nuevo Testamento Griego logró muchas ediciones y
permaneció como la normativa por varias generaciones. Winer supo infundir en su pupilo
la pasión por la búsqueda y aplicación de los testigos más antiguos para reconstruir la
forma más pura de la Escritura griega. A esta tarea se dedicó el joven erudito, quien
escribiendo a su novia en cierta ocasión, le declaró: "... estoy confrontado con una labor
sagrada: La lucha por recobrar la forma original del Nuevo Testamento". A los veinticinco
años de edad, Tischendorf descifró el palimpsesto códice Efraemi; viajó extensamente por
toda Europa y el Cercano Oriente en busca de manuscritos nuevos y antiguos; los
examinó y los editó, y en 1859 descubrió en el Monasterio de Santa Catalina, en el Monte
Sinaí, el documento que tiene la primacía entre los testigos más fieles y antiguos del
Nuevo Testamento: el códice Sinaítico.

Tregelles, el abnegado.

En Inglaterra, el erudito que, a mediados del siglo XIX, tuvo más éxito en alejar la
preferencia inglesa por el Textus Receptus fue Samuel Prideaux Tregelles. Cuando aún
tenía veinte años, Tregelles comenzó a hacer planes para una edición crítica del Nuevo
Testamento. Sin saberlo, Tregelles desarrolló con una similitud asombrosa principios de
crítica paralelos a aquellos de Lachmann. De ahí en adelante, se dedicó a la comparación
de manuscritos griegos, y viajó extensamente a través de toda Europa con este propósito.
Su cuidadoso y sistemático examen de casi todos los unciales hasta entonces
conocidos y varios minúsculos importantes, resultaron en la corrección de muchas citas
erradas por previos editores. También revisó nuevamente las citas del Nuevo Testamento
que se encuentran en los escritos de los padres de la Iglesia hasta Eusebio, así como las
versiones antiguas, y finalmente produjo una edición que publicó entre 1857 y 1872. A
pesar de su pobreza, oposiciones y enfermedades, Tregelles superó todas las dificultades
y dedicó todo el tiempo de su vida a labores meticulosas sobre el texto del Nuevo
Testamento como un acto de adoración y compromiso con Dios, como él mismo declara
en el prefacio de su edición: "... En la creencia plena de que será para el servicio a Dios, al
servir a su Iglesia. "

Alford, el valeroso.

Merece también mencionarse a Henry Alford, como un ardiente abogado de los


principios de la crítica textual formulados por aquellos que, como Lachmann, habían
trabajado, según sus propias palabras, en "… la demolición de la inmerecida y pedante
reverencia por el Textus Receptus el cual obstruyó el camino de toda posibilidad de
descubrir la genuina Palabra de Dios".

... o la ciencia de la crítica textual.

El año de 1881 tiene un significado especial por la publicación de la más notable


edición crítica del Testamento Griego jamás producida. Después de 28 años de trabajo,
Westcott y Hort, ambos profesores de Divinidad en Cambridge, produjeron dos volúmenes
titulados El Nuevo Testamento en Griego Original. A diferencia de editores anteriores, ni
Westcott ni Hort se abocaron a la comparación de manuscritos ni tampoco proveyeron un
aparato crítico. Más bien, utilizando colecciones de variantes textuales previas,
perfeccionaron la metodología crítica desarrollada por Griesbach, Lachmann y otros, y la
aplicaron rigurosamente pero con discriminación, a los testigos del Nuevo Testamento.

Los principios y procedimientos de la crítica textual elaborada por ellos son


demasiado extensos para explicarlos en detalle, pero pueden resumirse sumariamente
como lo determinaron en su introducción, a saber: Las evidencias internas de la lectura;
las probabilidades intrínsecas y de transcripción; los grupos de evidencias internas y las
evidencias genealógicas.

Al mirar en retrospectiva y evaluar la obra de Westcott y Hort, puede decirse que los
eruditos de hoy día están de acuerdo en que la principal contribución hecha por ellos fue la
clara demostración de que el texto Bizantino, es posterior a otros textos. Tres formas
principales de evidencias respaldan este juicio: primero, el texto Bizantino contiene
lecturas combinadas o fusionadas que son claras composiciones de elementos de otros
textos más antiguos; segundo, ninguno de los padres ante-niceno cita lectura alguna del
texto Bizantino; y tercero, en la comparación entre las lecturas sirias con otras rivales, su
aspiración de ser aceptada como original se encuentra gradualmente disminuida y
finalmente desaparece. No puede ser sorpresa que el total rechazo que Westcott y Hort
mostraron hacia las aspiraciones del Textus Receptus de ser el original del nuevo
testamento, fuera visto con alarma por muchos hombres de la iglesia, y encontrara serias
oposiciones. Baste decir que todos aquellos que se opusieron a la obra de Westcott y Hort
no alcanzaron a comprender la fuerza del método genealógico, según el cual el texto más
tardío y combinado se evidencia como secundario y corrupto.

El breve recuento de la obra de Westcott y Hort puede concluir con la observación


de que el consenso mayoritario de opiniones eruditas reconoce que sus ediciones críticas
fueron verdaderamente extraordinarias. Ellos presentaron lo que sin duda es el más puro y
antiguo texto que podía ser obtenido con los medios de información de la época. A pesar
de que el descubrimiento de nuevos manuscritos ha requerido la nueva alineación de
ciertos grupos de testigos, la validez general de sus principios y procedimientos críticos
son ampliamente reconocidos por los eruditos textuales contemporáneos.
X
... o el arte de la crítica textual.

Durante su larga y fructífera vida, Bernhard Weiss, profesor de exégesis del Nuevo
Testamento en Kiel y Berlín, editó el Nuevo Testamento Griego. Por ser primeramente un
buen teólogo, trajo a su labor un amplio y detallado conocimiento de los problemas
teológicos y literarios del texto del Nuevo Testamento. En lugar de agrupar los manuscritos
y evaluar las variantes por la vía del respaldo externo, Weiss discriminó entre las lecturas
variantes de acuerdo con lo que a él le parecía el sentido más apropiado del contexto. Su
procedimiento consistió en recorrer cada uno de los libros del Nuevo Testamento con un
aparato crítico y considerar las más importantes variantes textuales, seleccionando en
cada caso la lectura que le parecía justificada; como Hort hubiera dicho: “por probabilidad
intrinseca”. Después que Weiss editó su texto al adoptar las variantes que le parecieron
más apropiadas de acuerdo con el estilo y teología del autor, hizo una lista de los
diferentes tipos de error que observó entre las variantes textuales y evaluó cada uno de
los principales manuscritos de acuerdo a su relativa liberación de tales faltas. En la
asignación del grado de pureza de los manuscritos griegos, en sus distintos tipos de error,
Weiss determinó que el códice Vaticano era el mejor. No sorprende entonces, que el
carácter general de la edición de Weiss fuera extraordinariamente similar a la de Westcott
y Hort, quienes se apoyaron tanto en el códice Vaticano. La importancia del texto editado
por Weiss consiste en que, no solamente expresa la opinión madura de un gran erudito
exégeta, quien dio años de detallada consideración al significado del texto; si no que es
importante también porque los resultados de su aparente metodología "subjetiva"
confirman los resultados de otros eruditos que siguieron un procedimiento distinto,
calificado algunas veces como más "objetivo" por comenzar por el agrupamiento de los
mismos manuscritos.

En 1844, cuando aún Tischendorf no tenía 30 años y se desempeñaba como


catedrático de la Universidad de Leipzig, comenzó un extenso viaje por el Cercano Oriente
en busca de manuscritos bíblicos. Mientras visitaba el monasterio de Santa Catalina en el
monte Sinaí, tuvo oportunidad de observar una cesta de basura que contenía algunas
hojas de pergamino, la cual iba a ser usada para alimentar el fuego de la estufa. Al
examinarlas, demostraron ser parte de una copia de la Versión Septuaginta del Antiguo
Testamento. Tischendorf logró retirar de la cesta no menos de 43 hojas, mientras los
monjes casualmente le comentaban que ... ¡dos cestas iguales acababan de ser
quemadas en la chimenea!. Momentos más tarde, cuando le mostraron otras porciones del
mismo códice (contenía todo Isaías y el libro cuarto de Macabeos), él advirtió a los monjes
que tales cosas eran demasiado valiosas para alimentar el fuego. Con las 43 hojas que se
le permitió retener, las cuales contenían porciones del Primer Libro de Crónicas, Jeremías,
Nehemías y Esther, hizo una publicación en 1846, nombrando tales documentos como el
códice Federico Augustanus. En 1853, Tischendorf volvió a visitar el monasterio con la
esperanza de hallar otras porciones del mismo manuscrito. No obstante, la alegría
demostrada con el hallazgo anterior había hecho a los monjes más cautelosos, y no pudo
conseguir nada adicional al manuscrito. En el año de 1859, los viajes llevaron a
Tischendorf nuevamente al Monte Sinaí, esta vez bajo los auspicios del Zar de Rusia,
Alejandro II. El día anterior a su partida, Tischendorf presentó al abad del monasterio una
copia de la edición de la Septuaginta que recientemente había publicado en Leipzig. Fue
entonces cuando el abad le comentó que él también poseía una copia similar; y acto
seguido, sacó de su armario un manuscrito envuelto en una tela roja. Allí, ante los ojos
atónitos del erudito, reposaba el tesoro que por tanto tiempo había deseado encontrar.
Tratando de controlar sus emociones y aparentando normalidad, Tischendorf solicitó
hojear someramente el códice, y luego de retirarse a su aposento, pasó toda la noche en
el indescriptible gozo de estudiar el manuscrito, como declara su diario en latín "quippe
dormire netas videbatur" Verdaderamente hubiera sido un sacrilegio dormir. Durante esa
noche, pudo comprobar que el documento contenía más de lo que hubiera esperado, pues
no sólo estaba la mayor parte del Antiguo Testamento, sino que el Nuevo Testamento se
encontraba completo, intacto y en excelente estado de preservación, con la adición de dos
trabajos cristianos del siglo II: La Epístola de Bernabé y una extensa porción del Pastor de
Hermas, conocido hasta entonces sólo por su título. La siguiente mañana, Tischendorf
trató sin éxito de comprar el manuscrito. Luego, pidió permiso para llevar el documento a
El Cairo a fin de estudiarlo, pero tampoco le fue concedido, y tuvo que partir sin él. Más
tarde, mientras se encontraba en El Cairo, lugar donde los monjes también tenían un
pequeño monasterio, Tischendorf solicitó al superior del mismo, para que éste mandara
por el manuscrito. El superior aceptó con la condición de que se intercambiaran
mensajeros beduinos, los cuales traerían y devolverían el manuscrito cuaderno por
cuaderno (ocho a diez hojas por vez), mientras Tischendorf procedía a copiarlo. Teniendo
por copistas a dos alemanes que se encontraban en El Cairo, un farmacéutico y un
bibliotecario, que tenían conocimientos del griego, y bajo la cuidadosa supervisión de
Tischendorf, éste comenzó su trabajo de transcribir las 110.000 líneas del texto, el cual
terminó en un lapso de dos meses. La próxima etapa de negociaciones, envolvió lo que en
un eufemismo podríamos llamar "diplomacia eclesial". Para ese tiempo, el cargo de mayor
autoridad entre los monjes del Sinaí se hallaba vacante. Tischendorf sugirió que sería muy
ventajoso para ellos hacer un apropiado regalo al Zar de Rusia, cuya influencia como
protector de la iglesia griega ellos deseaban, y... ¿cuál podría ser mejor regalo que el viejo
manuscrito? Después de largas negociaciones, el precioso códice fue entregado a
Tischendorf para su publicación en Leipzig y para presentarlo al Zar en nombre de los
monjes. La publicación definitiva del códice fue hecha en el siglo XX por la Universidad de
Oxford (N.T.1911; AT.1922). Luego de la revolución rusa, al no estar interesada la Unión
Soviética en la Biblia, y por necesidades económicas, negociaron su venta con los
encargados del Museo Británico por 100.000 Libras Esterlinas, cantidad que fue pagada
por mitades entre el Gobierno inglés y una suscripción popular, de individuos y
congregaciones en Inglaterra y Estados Unidos. Al finalizar el año 1933, el manuscrito fue
depositado en el Museo de Londres, donde permanece hasta hoy.

El texto del Nuevo Testamento prosiguió su proceso de restauración mediante la


aplicación de la ciencia de la crítica textual, a través de las extensas y pacientes labores
realizadas por Souter; von Soden; Merk; Bover; Nestle; Legs; Tasker y muchos otros,
acerca de los cuales no es posible hablar ahora. De igual forma éstos fueron ayudados por
importantes descubrimientos de nuevos manuscritos griegos realizados en la primera
mitad del siglo XX, que permitieron arrojar mayor luz en la restauración del texto bíblico.

Wescott y Hort, héroes contemporáneos.

En 1966, luego de una década de labores de investigación textual realizada por un


Comité Internacional, cinco Sociedades Bíblicas publicaron una edición del Nuevo
Testamento Griego diseñado especialmente para traductores y estudiantes. Su “aparato
textual", que provee relativamente todas las citas de evidencias manuscritas, incluye cerca
de mil cuatrocientos cuarenta juegos de variantes textuales, escogidos especialmente en
vista de su significado exegético. Contiene igualmente un "aparato de puntuación" que cita
diferencias significativas en más de 600 pasajes, coleccionados de cinco ediciones del
Nuevo Testamento griego y diez traducciones al inglés, francés y alemán. Durante la
reconstrucción de este texto Griego se tomó como base la edición de Westcott y Hort, y se
evaluaron todos los descubrimientos acontecidos durante el siglo XX, en el cual existen
documentos manuscritos mucho más antiguos del Nuevo Testamento, como nunca antes.
Gracias a ello, ha sido posible producir ediciones de las Sagradas Escrituras con palabras
que se aproximan hoy más que nunca a aquellas registradas en los Autógrafos Originales.
XI
El nuevo Texto Griego Normativo.

De la narrativa precedente el lector ha podido apreciar cómo, durante los 14 siglos


en que el Nuevo Testamento fue transmitido en copias manuscritas, llegaron a volcarse en
su texto numerosos cambios. De los aproximadamente 5.800 manuscritos griegos del
Nuevo Testamento conocidos hoy, no existen siquiera dos que coincidan en todos sus
partes. Al ser confrontados con esta masa de lecturas conflictivas, los editores han de
decidir cuáles variantes merecen ser incluidas en el texto como originales, y cuáles deben
ser relegadas al aparato crítico a pie de página. A pesar de que a primera vista la tarea de
restauración puede parecer una tarea imposible de realizar a causa de las miles de
variantes de lectura envueltas en la decisión, los eruditos han logrado desarrollar ciertos
criterios de evaluación que hoy son generalmente aceptados. Tales consideraciones
dependen, como se podrá apreciar más adelante, de probabilidades. En ocasiones, el
crítico textual deberá sopesar un conjunto de esas probabilidades, una contra otra.
Además de esto, debe advertirse que, a pesar de que los criterios que siguen a
continuación han sido desarrollados en forma metódica, uno no puede presuponer que
una aplicación meramente mecánica o estereotipada siempre resolverá el problema. El
rango y la complejidad de los datos textuales son tan inmensos, que ningún sistema de
preceptos, por meticuloso que sea, podrá jamás ser aplicado con precisión matemática.
Cada una de las variantes textuales necesita ser considerada individualmente y no
juzgada conforme a reglas fijas. Con esta advertencia en mente, el lector podrá apreciar
que los lineamientos generales de criterios son propuestos sólo como una conveniente
descripción de las consideraciones más importantes que la Crítica Textual contemporánea
tuvo en mente al seleccionar las variantes textuales.
Entre las principales categorías o clases de criterios que asistieron en la evaluación
del valor relativo de las variantes textuales, se encuentran aquellas que envuelven:
primero, las Evidencias externas, que tienen que ver con los manuscritos mismos, y
segundo, las Evidencias internas, que tienen que ver con las probabilidades relacionadas
con los hábitos de los escribas y con el estilo del autor. Veamos un poco más en
profundidad las normas para el establecimiento del Texto Normativo:
Las consideraciones que abarcan las evidencias externas, dependen de:
1. Fecha y carácter del testigo. En general, los manuscritos más antiguos se encuentran
menos propensos a los errores producidos por la repetición de copias. Sin embargo, de
mayor importancia que la antigüedad del documento mismo es la antigüedad y el carácter
del tipo de texto que representa, así como el esmero del copista al producir el manuscrito.
2. La relación genealógica de textos y "familias" de testigos. La sola cantidad de testigos
en respaldo de una variante textual no necesariamente prueba su superioridad sobre esa
variante. Por ejemplo, si en una oración específica la lectura "y" está respaldada por veinte
manuscritos y la lectura "x" por un sólo manuscrito, el respaldo numérico relativo que
favorece a "y" no sirve de mucho si se comprueba que los veinte manuscritos son copias
provenientes de un solo original que ya no existe, cuyo escriba introdujo en principio esa
particular variante. En ese caso, la comparación deberá ser hecha entre el manuscrito que
contiene la lectura "x" y el único testigo antepasado de los veinte que contiene la lectura
"y".
3. Los testigos han de ser sopesados antes que contados. Aquellos testigos que son
considerados generalmente fieles en casos específicos se les debe considerar
predominantes en los casos donde los problemas textuales son ambiguos y su solución
incierta. Al mismo tiempo, sin embargo, por cuanto el peso relativo de las varias clases de
evidencias difiere de las distintas clases de variantes, no debe realizarse una mera
evaluación mecánica de las evidencias.

La evidencia interna envuelve dos clases de probabilidades:


Las probabilidades de transcripción, que dependen de los hábitos de los escribas, y
de las condiciones paleográficas en los manuscritos, y las probabilidades intrínsecas
dependientes de consideraciones respecto a qué es lo que el autor pudo haber escrito.
Con respecto a las probabilidades de transcripción, tenemos que:
1. En general, la lectura más difícil es preferida, particularmente cuando el sentido
se muestra erróneo en la superficie, pero en posteriores consideraciones prueba ser
correcto.
(Aquí, la expresión "más difícil" significa aquello que debería haber sido más difícil
para el escriba, quien hubiese podido sentirse tentado a hacer una enmienda. La mayoría
de las enmiendas hechas por los escribas demuestran una gran superficialidad,
combinando a menudo la apariencia de mejorar el texto con la ausencia de su realidad
[Westcot y Hort].
Obviamente la categoría "lectura más difícil" es relativa, y en oportunidades se
alcanza un punto en donde la lectura que se juzga es tan difícil, que sólo pudo haber
surgido por un accidente de transcripción).
2. En general, la lectura más corta es preferida, excepto cuando el ojo del copista
pudiera haber pasado inadvertidamente de una palabra a otra por tener un orden similar
de letras; o donde el escriba pudiese haber omitido material por considerado superficial,
tosco, contrario a creencias pías, usos litúrgicos o prácticas ascéticas.
3. Por cuanto la tendencia de los escribas era con frecuencia poner los pasajes
divergentes en armonía unos con otros en pasajes paralelos, bien en citas del Antiguo
Testamento o en distintas narrativas de un mismo evento en los Evangelios, se prefiere la
lectura que envuelve disidencia verbal a aquella que es verbalmente concordante.
4. Los escribas, en algunas oportunidades, reemplazaban una palabra poco común
por un sinónimo más familiar, alteraban una forma gramatical tosca o una expresión
lexicográfica poco elegante de acuerdo con sus preferencias de expresión
contemporáneas, o añadían pronombres, conjunciones y expletivos a fin de "suavizar" el
texto.

En el caso de las probabilidades intrínsecas, el crítico textual toma en cuenta:

1. En general, el estilo y vocabulario del autor a través del libro; el contexto


inmediato; y armonía con el estilo del autor en otras partes;
2. En los Evangelios, el trasfondo del arameo en las enseñanzas de Jesús; la
prioridad del Evangelio según Marcos; y la influencia de la comunidad cristiana respecto a
la formulación y transmisión del pasaje respectivo.
Es obvio que no todos estos criterios son aplicables en cada caso. El crítico textual
debe reconocer cuándo es necesario otorgar mayor consideración a una clase de
evidencia y menos a otra. Por cuanto la crítica textual es un arte al tiempo que una ciencia,
es inevitable que en algunos casos los eruditos arriben a distintas evaluaciones en el
significado de las evidencias. Estas divergencias se tornan casi inevitables cuando, como
a veces sucede, las evidencias están tan divididas que, por ejemplo, la lectura más difícil
es hallada en los testigos más recientes, o la lectura más larga es hallada solamente en
los testigos más antiguos.
XII
Teología de la Traducción

En la actualidad, las razones de las distintas categorías que pujan por predominar
en los enunciados de traducción bíblica, son muchas, complejas y... conflictivas. Abarcan
un amplio espectro que comienza con el sistema de traducción literal y concluye en los
límites de la traducción dinámica, de tendencia parafrástica. Entre esos extremos, quizá la
más destacada clasificación sea la traducción por equivalencias formales del lenguaje. El
estilo de traducción literal ocupa, por así decirlo, el primero de los extremos dentro del
amplio espectro que forman las distintas técnicas de traducción bíblica. Los aportes de
este sistema no pueden ser subestimados, pues aunque su presentación es "interlineal" y
por ello no refleja las relaciones sintácticas del idioma a ser traducido, la consulta
relacionada con la definición de vocablos, verbos, coordinación y subordinación gramatical
del Original, constituye una herramienta indispensable para el traductor bíblico.
La traducción literaria trata de orientar todos sus esfuerzos hacia el texto original, o
sea el autor, el ambiente y su época. Este sistema de traducción procura utilizar todas las
funciones del lenguaje literario, y trata de reproducirlos en todos sus aspectos. Bajo estos
parámetros, el traductor literario actúa con plena libertad de levantar el nivel del Original, a
fin de producir una plenitud de comunicación. La traducción dinámica tiene por objetivo al
lector quien, por así decirlo, "aguarda que le lleven" el texto. Esto significa que durante el
desarrollo de la traducción, el texto mismo deberá sufrir una transformación tal que ubique
al lector en las mismas condiciones que se hallaba el destinatario original. Estas versiones
cumplen una función importante, pues así como se preparan versiones infantiles de la
Biblia, éstas son realizadas para gente que, aunque sabe leer, no tiene cultura de lectores.
No obstante su gran utilidad, la inadvertencia de que se trata de una paráfrasis, podría,
eventualmente, guiar mal al lector al hacerle suponer que está leyendo la verdadera
Palabra de Dios.
Debido, por una parte, a la simplicidad de su propósito, y por la otra a la extensión y
complejidad de sus planteamientos, el sistema de traducción textual quizá sea la técnica
de traducción más difícil de sintetizar en sus postulados, toda vez que los criterios
utilizados en su práctica tienen que ver tanto con la aptitud como la actitud del traductor.
En general, podríamos afirmar que la traducción textual fija sus tareas dentro de una
disciplina que transcribe, no lo que el Autor Sagrado pudo haber dicho de haber escrito en
castellano, sino lo que Él dice en el hebreo, arameo y griego.

La Traducción Textual: Sus Alcances y Limitaciones

Disciplina de la Traducción
Un cuerpo de traductores que consistentemente fije su tarea dentro de una
disciplina que transcriba, no lo que el Autor Divino pudo haber dicho de haber escrito en
castellano, sino lo que Él dice en hebreo, en arameo y en griego. Esto, claro está,
presenta de inmediato dos problemas que desafían la capacidad y habilidad del traductor:
1. cómo presentar fielmente el texto en los idiomas originales al lector castellano; y, 2.
cómo presentar el castellano de manera tal que se lea como una obra vernácula y no
extranjera; como una original y no como una traducción. Sujeto a la consideración de que
la solución del segundo enunciado siempre deberá estar subordinado al primero, y aunque
es verdad que cualquier traducción, por más que lo intente, siempre fallará en mostrar con
fidelidad fotográfica la PALABRA DE DIOS, el pensamiento del traductor ha de estar
afirmado en la posibilidad, no la imposibilidad, de traducir la jota y la tilde, considerando
que cualquier otra propuesta que no tome en cuenta la perspicuidad infalible de la Palabra,
lo ubicará de inmediato fuera de competencia para tratar con el problema que tiene entre
manos. A lo largo de la traducción, entonces, el objetivo principal es lograr un texto
castellano depurado, informando y advirtiendo al lector a pie de página o en comentario
anexo, las razones que asisten para tal o cual provisión textual desprendida del aparato
crítico. El estilo de traducción es que, siempre que sea posible, cada palabra hebrea o
griega esté traducida por la misma palabra castellana; y, de ser posible, sólo una palabra
castellana explique cada palabra hebrea, aramea o griega.

Disciplina de Revisión:

A esta altura, podemos decir entonces que, con las excepciones que plantea hoy la
pureza de su base textual, el estilo de traducción de Reina y Valera se apega
consistentemente a aquel que el Original demanda, mejor que cualquier otra versión
castellana de las Sagradas Escrituras. Y es precisamente por ello que esta versión, aún
después de más de cuatro siglos, permanece siendo superior a las demás versiones
castellanas, sean antiguas o contemporáneas. Aunque en este sentido, se percibe en la
labor de los revisores algunas penosas fallas, quizá debido a que ninguna persona puede
tratar sino defectuosamente con el Libro, a no ser de que esté convencido hasta sus
mismos tuétanos que la Biblia está hecha por el soplo del Eterno; inspirada en cada una
de sus letras. La disciplina de los revisores consiste entonces en resguardar todo cuanto la
versión Reina-Valera tiene de bueno, su forma y estilo literario, tal como ha sido conocida
y utilizada, para preservar así los beneficios de la riqueza de comunicación que de allí se
deriva al retardar los cambios y la corrupción que sufre el lenguaje a través del tiempo;
tratando de hacer, no una nueva, sino una mejor versión, más apegada al texto Original,
bajo principios orientados hacia la transmisión de toda la intención, fuerza y lucidez del
Original; la defensa de su pureza, brevedad y simplicidad, y el respeto por cada una de
sus aparentes asimetrías, redundancias y asperezas gramaticales.
Epilogo
Muchas Versiones Distintas, UNA SOLA PALABRA VERDADERA

Muchos años han transcurrido desde que esos titanes de la Palabra que fueron
Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera enriquecieron nuestra lengua castellana, el
primero, con su bella versión de la Biblia, y el segundo, con su prolija revisión de la obra
de aquél. Muchos de nosotros recordamos todavía y citamos de memoria nuestros textos
favoritos según la revisión de 1960 que, aunque distante ya de los giros típicos del Siglo
de Oro de las letras españolas, cuenta todavía con la sonoridad que Reina y Valera
supieron imprimirle.
Durante más de cuatro siglos la versión de Reina y Valera ha sido, literalmente, la
reina de las hasta hace poco escasas versiones españolas de la Biblia. Tal reinado, sin
embargo, ha sido circunstancial. Recordemos que la lectura de la Biblia se ha efectuado
desde las “catacumbas” del protestantismo, y que sólo después del Vaticano II se ha
generalizado entre la grey católica, donde ha habido un verdadero “boom” de traducciones
bíblicas: Nacar-Colunga (N-C), Bover- Cantera (B-C), Biblia de Jerusalén (BJ), Ediciones
Paulinas (EP), Biblia Latinoamericana (BLA), Nueva Biblia Española (NBE), Biblia del
Peregrino (BP), etc. Del lado protestante, hay que mencionar algunas versiones, como la
Versión hispanoamericana (VHA), la Biblia de las Américas (BA), la revision Reina Valera
Actualizada (RVA), la versión Dios Habla Hoy (DHH), la Nueva Versión Internacional (NVI),
la Palabra de Dios para todos y La Nueva Traducción Viviente.
Ante esta miríada de versiones de la Biblia, no faltará quien se pregunte: “Si es
verdad que la Biblia es la Palabra de Dios, ¿cuál de todas estas versiones es esa
Palabra?” La respuesta puede parecer desconcertante: todas ellas en conjunto, y ninguna
de ellas en particular. “Pero ¿cómo puede ser eso posible?”, objetará alguien más. Y la
respuesta es que debemos entender que cuando confesamos que la Biblia es la Palabra
de Dios, no estamos limitando el sentido de “palabra” a la simple unidad fónica o léxica,
hablada o escrita. De ninguna manera. La "palabra", en relación con Dios, aunque
humana, es también divina; y aunque divina, es también humana. Y la Biblia, como
Palabra de Dios, es algo más, mucho más, que una etiqueta pegada a un objeto.
Tal vez dos metáforas bíblicas puedan ayudarnos a entender este aparente
problema: la confusión lingüística que tuvo lugar en Babel, y la perfecta comunicación que
tuvo lugar aquel glorioso día de Pentecostés. En el primer caso, la soberbia del hombre
por “hacerse un nombre” fue la causa de que una sola lengua llegara a ser fuente de
confusión; en el segundo, el deseo ferviente de los discípulos por “proclamar las maravillas
de Dios” hizo el milagro de que muchas voces en muchos oídos comunicaran un solo
mensaje: He aquí una más de las muchas maravillas de Dios!
Dice el autor de la Carta a los Hebreos en el principio mismo de su discurso (1:1):
Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras
épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su
Hijo.
Como podemos ver, Dios, entre los múltiples modos en que se ha comunicado con
el hombre, parece haber mostrado siempre una clara preferencia por el lenguaje. Pero el
lenguaje es rico en significado, y aunque se vale de las palabras, éstas no agotan tal carga
de significado en su sentido primario y referencial.
Con esto quiero decir que aunque “árbol”, por ejemplo, ciertamente significa una
"planta perenne, de tronco leñoso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo", (si
hemos de atender a la definición que de tal vocablo nos da el diccionario de la Real
Academia de la Lengua), cuando asociamos este vocablo a otros, tal asociación activa un
mecanismo que produce nuevos significados. Si así no fuera, todas y cada una de las
palabras en todas las lenguas de este mundo tendrían un solo significado, y todos los
libros que se han pronunciado dirían una y la misma cosa. Sin embargo, las bibliotecas
existentes, y los salones de clase, y los sermones dominicales, y las charlas de café, y
hasta los chistes ¡sobre todo, los chistes! nos muestran que una sola palabra tiene dos,
tres y hasta más significados.
Además, la historia del lenguaje nos demuestra que las lenguas cambian con el
tiempo, de modo que si en los días de Cervantes "de espacio" significaba "a cierta
distancia", ahora "despacio" puede significar "quedo" o "lentamente", sin que podamos
explicarnos, al menos no con facilidad, tal distancia de sentido.
Este cambio constante del lenguaje nos lleva a prestar atención a estas aparentes
sutilezas. Las cuales cobran gran importancia cuando se trata de entender hoy el mensaje
de siempre. El texto de la Carta a los Hebreos citado antes nos dice que a través de la
historia Dios ha estado procurando establecer comunicación con el hombre "muchas
veces y de varias maneras". ¿Por qué "muchas veces"? Porque ha estado hablándoles a
generaciones distintas y distantes. ¿Por qué "de varias maneras"? Porque cada grupo
humano, y cada hombre —y, en efecto, quiere hacerlo y lo hace— tiene que echar mano
de todos sus recursos comunicativos.
Lastimosamente, del hombre no se puede decir lo mismo, ni en su comunicación
con Dios ni en su comunicación con sus semejantes.
Con esta breve visión de los cambios lingüísticos a través del tiempo y del espacio
tal vez podemos ver ya la necesidad de las varias traducciones de la Biblia. Por ejemplo,
cuando el lector del siglo XVI leía: "¿Son estos todos los mozos?" (1 Samuel 16:11),
seguramente entendía que la pregunta de Samuel a Isaí tenía que ver con los hijos de
este último; hoy día, sin embargo, no pocos lectores se preguntarán por qué Samuel le
preguntaba a Isaí acerca de sus "criados" o "meseros". Malos entendidos como este
hacen necesario contar con nuevas versiones de la Biblia, como la versión Dios habla hoy,
que en este caso traduce: " tienes más hijos?". Hay casos, como el de Génesis 1:14, en
que los términos no son tanto equívocos cuanto arcaicos:
* Haya lumbreras en la expansión de los cielos (RVR 1960).
* Que haya luces en la bóveda celeste (DHH).
* Que haya luces en el firmamento (NVI).
En algunos otros, los términos en el texto original son ricos en sentido, y difícilmente una
sola palabra bastaría para reflejar toda su riqueza de significado.
Sin embargo, y a pesar de las limitaciones lingüísticas que alguna lengua particular
pudiera tener, siempre podrán hallarse términos más aptos que otros para que la nueva
traducción exprese con mayor fuerza el sentido del original. Veamos, por ejemplo, el
Salmo 136:
* Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia
(RVR 1960).
* Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno, porque su amor es eterno (DHH).
* Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre
(NVI).
Hay otros casos en que la fuerza del original demanda un cambio en la retórica de
la palabra, frase o discurso que se traduce.
Ejemplo de ello es el capítulo 1 de Isaías, de donde tomamos sólo el versículo 12:
* ¿Quién os demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentarnos
delante de mí para hollar mis atrios? (RVR 1960).
* Ustedes vienen a presentarse ante mi Pero ¿quién les pidió que pisotearan mis
atrios? (DHH).
* ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿Quién les mandó traer animales para
que pisotearan mis atrios? (NVI).

Este ejemplo de Isaías nos muestra una más de las razones para contar con
nuevas versiones de la Biblia: en algunos casos se hace necesario explicitar información
latente o implícita en el texto original. Quien lea RVR 1960 o DHH entenderá que el
reproche del Señor en cuanto a "hollar" o "pisotear" sus atrios va dirigido a personas, pero
la NVI deja en claro que, aunque el reproche va dirigido a personas, quienes huellan o
pisotean los atrios del Señor son los animales que esas personas llevan allí.
La Biblia es también poesía. Aproximadamente una tercera parte del Antiguo
Testamento ha sido escrita en forma poética. Si deseamos acercarnos más al sentido
poético del texto bíblico, resulta indispensable contar con una o varias versiones que
intenten reflejar tal carácter. He aquà una pequeña muestra del Cantar de los Cantares
(6:10), donde dos versiones han trascendido a la letra para intentar penetrar en el espíritu
poético de esa letra:
* ¿Quién es esta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida
como el sol, imponente como ejércitos en orden? (RVR 1960).
* ¿Quién es ésta que se asoma como el sol en la mañana? Es hermosa como la
luna, Radiante como el sol, ¡irresistible como un ejército en marcha! (DHH).
* ¿Quién es ésta, admirable como la aurora? ¡Es bella como la luna, radiante como
el sol majestuosa como las estrellas del ! (NVI).
Podríamos abundar en ejemplos como estos, pero ojalá el lector haya notado ya, en
las aparentes diferencias entre las tres versiones citadas, el sentido profundo del texto
bíblico. Todas ellas, en su conjunto, nos dan una percepción más amplia del sentido del
texto, pero ninguna de ellas, en particular, lo agota. Hoy día, cuando contamos con tantas
versiones nuevas del Mensaje eterno, ¿por qué no profundizar nuestra lectura de este,
comparando nuestra versión favorita con esas nuevas versiones? Si lo hacemos así,
estaremos poniendo fin a la lectura literal, que tanto daño nos ha hecho, y estaremos
penetrando en los tesoros de la sabiduría inefable de Dios.

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