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La Biblia Hebrea
Existen manuscritos algo más antiguos que los que conforma el Códice de
Leningrado, pero se trata de textos incompletos, tal como el Códice de los Profetas del
Cairo (Año 895) o apenas asequibles como el Códice de Alepo (930). El códice de
Leningrado (año 1008): fue la base del texto hebreo de la Biblia de Kittel, que ha servido
de base de muchas traducciones. El códice del Pentateuco del Museo Británico (año 916).
El códice Reuchlin de los profetas (año 1105). Igualmente, existen fragmentos del siglo VI
después de Cristo, Genizá del Cairo y algunos libros de Génesis e Isaías del siglo II y I
antes de Cristo de Qumrán. Otros textos importantes son: El Pentateuco Samaritano del
siglo IV antes de Cristo; los pasajes paralelos; el papiro Nash; el Codex Severi, el Codex
Hillel; el Codex Muga, el Codex Jericó; el Codex Yerushalmi; y finalmente los escritos del
Mar Muerto. Con los descubrimientos de los rollos del Mar Muerto en el desierto de Judea
a partir del Año 1947, hoy tenemos manuscritos miles de años más antiguos, aunque es
sorprendente constatar cómo el texto de Qumrán coincide sustancialmente con el texto
masorético. La historia de los manuscritos de Qumrán merece un capítulo aparte. Digamos
sólo que contienen copias de prácticamente todos los libros del Antiguo Testamento y que
algunos de sus manuscritos se remontan a los siglos I, II y posiblemente al III a.C.
Versiones
Materiales
Forma
El uso más antiguo del papiro como receptor de la escritura era en forma de “rollo”.
Las hojas de papiro se unían lateralmente y luego se enrollaban en bastones cilíndricos,
con un largo aproximado de 10 metros. El Evangelio según Lucas hubiera llenado
normalmente esa medida. Los rollos eran relativamente difíciles de usar y la Iglesia
Primitiva pronto descubrió cuán incómodo podía resultar encontrar un pasaje específico.
De esta manera, antes de finalizar el primer siglo, se comenzó a utilizar la forma de
códice, la cual consistía en doblar una o varias hojas de papiro y coserlas juntas. Es muy
posible que esta forma de códice haya sido una propuesta ideada por los cristianos
gentiles en su afán por diferenciarse de la típica lectura en rollos utilizada en las
sinagogas. El pergamino fue también utilizado posteriormente en forma de códice. En el
año 331 después de Cristo, el emperador Constantino ordenó la elaboración de 50 copias
de la Biblia en pergamino. Dos de esas copias existen hoy día, y constituyen las copias
manuscritas más importantes del texto del Nuevo Testamento: El códice Sinaítico y códice
Vaticano.
III
Descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto
Empezaremos por Jerusalén. Esta es una vista de
Jerusalén, que es difícil de ver al encontrarse en la cima
de una cordillera. Si vamos hacia el este, estamos en el
desierto de Judea. Si nos adentramos más en el
desierto todavía podremos ver Jerusalén arriba de la
cordillera y tal vez un beduino en su camión.
Nos toma media hora aprox. llegar al Mar Muerto.
Podemos ver unas cuevas en las montañas cercanas. En una de ellas fueron encontrados
los primeros rollos por dos beduinos.
Tres de los siete rollos fueron adquiridos por los israelíes a través de un profesor de
arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén llamado Eleazer Lipa Sukenik, que
viajó a Belén en un autobús durante un tiempo muy violento antes del final del Mandato
Británico sobre Palestina - 28 de noviembre de 1947. En Belén Sukenik adquirió tres de
los siete Rollos del mar Muerto, incluido un rollo del libro del profeta Isaías.
Cuando Sukenik regresó a Jerusalem, con los tres rollos en una bolsa de papel, el lugar
estaba en un pandemonium. Los judíos estaban celebrando, cantando y bailando en las
calles porque las Naciones Unidas acababan de votar por dos tercios por la partición de
Palestina en un estado judío y un estado árabe, creando una república judía por primera
vez en 2,000 años. Sukenik vio eso como casi mesiánico: recuperar un rollo de 2.000 años
de edad. Los otros cuatro rollos originales entraron en posesión del metropolitano Samuel,
el clérigo sirio-cristiano que dirigía la comunidad sirio-cristiana en Jerusalén. Él intentó
vender los rollos, pero cuando no pudo venderlos, los trajo a los Estados Unidos con la
esperanza de aumentar su valor y encontrar un comprador ahí. Se exhibieron en la
Biblioteca del Congreso.
Que nos dicen los rollos del Mar Muerto sobre la Biblia Hebrea?
¿Cómo nos ayudan los rollos del mar muerto a entender la Biblia hebrea? Como se señaló
anteriormente, se han descubierto más de 200 manuscritos bíblicos en Qumran. Se
Incluyen todos los libros de la Biblia hebrea excepto Esther y Cantar de los Cantares
(aunque puede haber habido una especie de versión de Esther). La situación histórica no
toma en cuenta el pensamiento canónico moderno. Se tenía la Torá (Pentateuco), también
otras obras poéticas, hubo obras que pasaron a formar parte de la Biblia más tarde y otros
libros muy similares que no lo hicieron. Por ejemplo, libros como Los Jubileos, Enoc, el
Rollo del Templo, Judith, Tobías y Eclesiástico que no estuvieron en la selección final, que
hicieron los rabinos de Jamnia alrededor del año 90d.C. Fueron rechazados como textos
canónicos. Algunos de ellos fueron incluidos en lo que se convirtió en la Biblia católica y se
conocen como los apócrifos (o deuterocanónicos).
Por otro lado, el Cantar de los Cantares, Eclesiastés y Daniel sí lograron el corte final y se
incluyeron en lo que se convertiría la Biblia hebrea. Pero hay otra pregunta que hacemos
sobre estos libros. ¿Hubo diferentes ediciones o ya estaban estandarizados? La
respuesta es que no habían sido estandarizados. Entonces en Qumrán tenemos diferentes
versiones del mismo libro. Esto es cierto para casi todos los libros y es especialmente
cierto para libros como Éxodo y Jeremías.
Para comprender la contribución de los Rollos del Mar Muerto a la crítica textual bíblica,
tenemos que revisar la situación antes del descubrimiento de los Rollos. Antes de el
descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, los textos más antiguos de la Biblia Hebrea
estaban en dos manuscritos del siglo X o posiblemente del siglo XI conocidos como el
Códice de Aleppo y el Codice de Leningrado. El códice de Aleppo fue recuperado
parcialmente después de un incendio y de alguna manera llevado a Jerusalén. El Codice
de Leningrado ahora está en San Petersburgo. Ambos textos que son casi idénticos son lo
que los estudiosos llaman resención o revisión rabínica. Para conocer el texto hebreo de
cerca, teníamos que ir a esa recensión rabínica alrededor de 1000 d. C. Este texto es obra
de los masoretas de Tiberías, que buscaban estandarizar los diversos manuscritos de la
Biblia hebrea. Esta recensión rabínica se conoce como Texto masorético, o MT para
abreviar. Es la base de todas las Biblias hebreas desde entonces. Sin embargo, varios
manuscritos anteriores de las escrituras hebreas han sobrevivido, pero no en hebreo.
Entre estos textos ha sobrevivido en griego La Septuaginta. El nombre proviene de la
leyenda de que a 72 eruditos se les asignó la tarea de traducir las escrituras hebreas al
griego para los judíos de habla griega de Alejandría. Esto comenzó alrededor del siglo III
a.C. y supuestamente todos ellos llegaron con un texto idéntico. (El nombre de la
Septuaginta viene de la palabra griega para 70 o LLX para abreviar). Los tres manuscritos
más famosos de la Septuaginta datan de mediados del siglo cuarto a principios del siglo V
d.C. y se llaman Vaticano, pues está en el Vaticano; Sinaítico, porque fue descubierto en el
Monasterio del Monte Sinaí (y ahora se encuentra en la Biblioteca Británica); y Alejandrino
porque vino de Alejandría (y también está la Biblioteca Británica).
Hay miles de variantes entre la Septuaginta griega y el texto masorético hebreo. ¿Qué
texto debemos usar? Antes del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, la respuesta
era clara: el texto masorético. Ese fue el texto normativo oficial del judaísmo. La
Septuaginta griega fue tratada con sospecha. Podría haber sido una mala traducción, o los
traductores griegos podrían simplemente haber cambiado el Texto hebreo.
Los Rollos del Mar Muerto han cambiado todo eso. Entre los manuscritos hebreos
encontrados en Qumrám están los que podríamos llamar manuscritos proto-
septuagintales; es decir, estos manuscritos hebreos son los textos base que finalmente se
tradujeron al griego de la Septuaginta.
Otros manuscritos del Mar Muerto han sido clasificados como escrituras estrictamente
sectarias que fueron probablemente producidas por y para la comunidad única que
recolectó y ocultó los rollos. (La mayoría de los estudiosos creen que esta era una
comunidad esenia que vivía en Qumran, cerca de las cuevas donde se encontraron los
rollos). Tales pergaminos sectarios son un texto halájico o legal, conocido como el “Rollo
del Templo” y un documento militarista sobre la batalla final entre los Hijos de la Luz y los
Hijos de la Oscuridad conocido como el “Pergamino de la Guerra”. Ambos pergaminos se
descubrieron relativamente intactos en comparación con los pequeños restos que
constituyen la vasta mayoría de los Rollos del Mar Muerto. Aunque los rollos bíblicos han
revelado importantes ideas sobre la formación y las variaciones de la Biblia hebrea, los
rollos no bíblicos han abierto nuevos mundos de estudio y arrojan luz sobre la rica
variedad de pensamiento dentro del judaísmo al final del período del Segundo Templo.
El Libro de Enoc
Muchos cristianos y líderes cristianos no saben casi nada sobre éste libro. Pocos lo han
leído. Por tanto no es razonable pensar que entiendan la importancia que este libro tiene
sobre el judaísmo y el cristianismo del primer siglo.
El "Libro de Enoc" (1 Enoc) es una colección de textos compuestos entre
aproximadamente 350 a. C. y el año 0. Es el primer ejemplo existente de una mezcla
apocalíptica de profecía israelita y la teología de la sabiduría más conocida del Libro de
Daniel. Además es testigo de la variedad dentro de la religión israelita en el período
grecorromano. Dos Historias dan forma al Libro de Enoc. El primero, relacionado con
Génesis 6: 1-4, atribuye el orígen del mal a la rebelión de ciertos seres celestiales
(encabezados por Semiaza, aunque al comienzo el líder era Azazel) que se aparearon con
mujeres y engendraron una raza de gigantes que devastaron la tierra y cuyos espíritus
demoníacos continúan produciendo pecado y miseria. Luego Dios envía el Diluvio para la
limpiar la tierra de la maldad promovida y esparcida por los Vigilantes (llamados Hijos de
Dios). De acuerdo a la segunda historia, Enoc (como se dice en Génesis 5: 21-24) fue
llevado al cielo, y a pedido de los vigilantes intercede por ellos, intercesión que es
rechazada. En esa visita aprendió secretos del universo y del juicio venidero. Los
Vigilantes abandonaron el cielo por la atracción de la carne. Enoc representa lo contrario:
un humano que es llevado al cielo a vivir con ángeles.
El libro de Enoc afirma ser la revelación de Enoc transmitida a través de su hijo,
Matusalén.
Las diversas partes de 1 Enoc fueron compuestas en arameo y traducidas al griego, y del
griego al etíope antiguo. Esta última versión es la única que ha sobrevivido completa.
En la Cueva 4 de Qumran se encontraron fragmentos de 11 manuscritos arameos de
partes de 1 Enoc que cubren quizás una quinta parte del texto etíope, así como nueve
manuscritos arameos del "Libro de los Gigantes" un texto no incluido en 1 Enoch. Los
manuscritos de 1 Enoc dan fe de cómo corresponden el texto etíope con sus prototipos
arameos en algunos lugares y difiere en otros. Los fragmentos de los Gigantes indican que
la tradición Enoquiana era más rica de lo que sugiere 1 Enoc.
Lo que ha llevado al cristianismo contemporáneo a ignorar este libro es tal vez el detalle
de la canonicidad. Aunque podemos aducir que algunos padres de la Iglesia como
Tertuliano, Ireneo, Orígenes y Clemente de Alejandría defendieron este libro dándole
estatus canónico y considerándolo como importante en materias de verdad y doctrina.
Pero este libro era leído de manera común por los judíos del primer siglo, por eso
encontramos varias citas de éste libro en el Nuevo Testamento.
VI
Transmisión y Alteración Textual
En los primeros días de la Iglesia Cristiana, luego de que una carta apostólica era
enviada a una congregación o a un individuo, o después que un Evangelio era escrito a fin
de llenar las necesidades de un público lector en particular, se elaboraban copias con el
propósito de extender su influencia y facilitar a otros sus beneficios. Era por lo tanto
inevitable, que esas copias manuscritas contuvieran un número mayor o menor de
diferencias en palabras con respecto a su original.
Causas Involuntarias
La mayor parte de las divergencias surgieron por causas accidentales, tales como
confundir una letra o palabra con otra parecida. Si, por ejemplo, dos líneas vecinas de un
manuscrito comenzaban o terminaban con el mismo grupo de letras, o si dos palabras
similares se encontraban juntas en la misma línea, era fácil para el ojo del copista saltar
del primer grupo de letras al segundo, y así omitir una porción del texto. Esto se conoce
como homoteleuton. Inversamente, el escriba podría regresar del segundo al primer grupo
y, sin querer, copiar una o más palabras dos veces. También las letras que se
pronunciaban de igual modo, podían ser confundidas algunas veces por los escribas
oyentes. Tales errores accidentales eran casi inevitables doquiera que se copiaban a
mano largos pasajes, y había más posibilidades de que ocurrieran si el escriba tenía vista
u oído defectuoso, si era interrumpido en su labor; o si a causa del cansancio, estaba
menos atento de lo que debía estar.
Causas deliberadas
Texto Alejandrino
Texto Occidental
Este tipo de texto era corriente en Italia, Galia, Africa del norte y otras partes,
incluido Egipto. Puede retrotraerse hasta el siglo segundo. Utilizado por varios de los
padres como fueron Cipriano, Tertuliano, Ireneo y Tatiano, su presencia en Egipto está
demostrada por dos papiros: El papiro 38, cerca del 300 después de Cristo y el papiro 48,
cercano al final del siglo III. Los manuscritos griegos más importantes que representan el
tipo de Texto Occidental son el códice Beza, del siglo V o VI, que contenía los Evangelios
y Hechos. El códice Claromontanus, del siglo VI, que contenía desde Marcos capítulo 1,
versículo 1 hasta el capítulo 5, versículo 30. De igual manera, las viejas versiones latinas
son testigos notorios del tipo de texto Occidental, y se encuentran dentro de grupos
principales, tales como las formas africana, italiana e hispana del texto latino antiguo. La
característica principal del tipo de texto Occidental es su intensa paráfrasis, lo que lo hace
menos confiable.
Texto C
Parece haberse originado en Egipto. Está respaldado por el papiro Chéster Beatty
45. Fue traído quizá por Orígenes a Cesarea, donde fue utilizado por Eusebio y otros. De
Cesarea fue llevado a Jerusalén, donde fue usado por Cirilo y por armenios que en épocas
tempranas tenían una colonia en Jerusalén. Los misioneros armenios llevaron el tipo de
texto Cesariense a Georgia, donde influyó en la Versión Georgiana, como también en el
manuscrito griego del siglo IX, el códice Korideti. Parece, pues, que el tipo de texto
Cesariense tuvo una larga y accidentada carrera. De acuerdo con los puntos de vista de la
mayoría de eruditos, se trata de un texto oriental, y está caracterizado por una mezcla de
lecturas occidentales y alejandrinas. También se puede observar un propósito de hacer
elegantes las expresiones, distinción que es especialmente notable en el tipo de texto
Bizantino. Tiene mucha importancia para el Evangelio de Mateo.
La Biblia Reina-Valera
Restauración Textual
Lachman, el precursor.
No fue sino hasta la primera parte del siglo XIX, cuando el erudito clásico alemán
Karl Lachmann se aventuró a aplicar los criterios que había utilizado en la edición de
textos griegos clásicos. Lachmann fue el primer erudito a quien se le reconoció haberse
apartado totalmente del Textus Receptus. El demostró, por comparación de manuscritos,
cómo éstos se podían retrotraer hasta sus arquetipos perdidos e inferir su condición y
paginación. Al editar su Nuevo Testamento, la intención de Lachmann no era reproducir el
texto original, lo cual consideraba una labor imposible, sino presentar, con puras
evidencias documentadas y aparte de cualquier edición impresa previamente, el tipo de
texto corriente en la cristiandad oriental al final del siglo IV. A pesar de los muchos
obstáculos que encontró durante su trabajo y de las limitaciones de su obra, el juicio de la
mayoría de los eruditos está de acuerdo con la evaluación que Hort ha hecho de
Lachmann y su obra: "... Un nuevo período comenzó en 1831, cuando por primera vez, un
texto fue construido directamente de antiguos documentos sin la intervención de ninguna
edición impresa, y cuando el primer intento sistemático fue hecho para substituir la
elección arbitraria por el método científico en la discriminación de variantes textuales".
Tischendorf, el descubridor.
El hombre con quien los críticos textuales modernos del Nuevo Testamento se
encuentran más en deuda es sin duda Lobegott Friedrich Constantin V. Tischendorf. Este
erudito buscó y publicó más manuscritos y produjo mayor número de ediciones críticas de
la Biblia griega que ningún otro. Entre 1841 y 1872 preparó ocho ediciones del Nuevo
Testamento griego, algunas de las cuales fueron reimpresas solas o juntamente con
versiones alemanas y latinas, así como también 22 volúmenes de manuscritos de textos
bíblicos. El número total de sus libros y artículos, resaltando que la mayoría de ellos están
relacionados con la crítica bíblica, supera los ciento cincuenta. Mientras estudiaba teología
en Leipzig, desde 1834 hasta 1838, el joven Tischendorf estuvo bajo la influencia de
Johann Winer, cuya gramática del Nuevo Testamento Griego logró muchas ediciones y
permaneció como la normativa por varias generaciones. Winer supo infundir en su pupilo
la pasión por la búsqueda y aplicación de los testigos más antiguos para reconstruir la
forma más pura de la Escritura griega. A esta tarea se dedicó el joven erudito, quien
escribiendo a su novia en cierta ocasión, le declaró: "... estoy confrontado con una labor
sagrada: La lucha por recobrar la forma original del Nuevo Testamento". A los veinticinco
años de edad, Tischendorf descifró el palimpsesto códice Efraemi; viajó extensamente por
toda Europa y el Cercano Oriente en busca de manuscritos nuevos y antiguos; los
examinó y los editó, y en 1859 descubrió en el Monasterio de Santa Catalina, en el Monte
Sinaí, el documento que tiene la primacía entre los testigos más fieles y antiguos del
Nuevo Testamento: el códice Sinaítico.
Tregelles, el abnegado.
En Inglaterra, el erudito que, a mediados del siglo XIX, tuvo más éxito en alejar la
preferencia inglesa por el Textus Receptus fue Samuel Prideaux Tregelles. Cuando aún
tenía veinte años, Tregelles comenzó a hacer planes para una edición crítica del Nuevo
Testamento. Sin saberlo, Tregelles desarrolló con una similitud asombrosa principios de
crítica paralelos a aquellos de Lachmann. De ahí en adelante, se dedicó a la comparación
de manuscritos griegos, y viajó extensamente a través de toda Europa con este propósito.
Su cuidadoso y sistemático examen de casi todos los unciales hasta entonces
conocidos y varios minúsculos importantes, resultaron en la corrección de muchas citas
erradas por previos editores. También revisó nuevamente las citas del Nuevo Testamento
que se encuentran en los escritos de los padres de la Iglesia hasta Eusebio, así como las
versiones antiguas, y finalmente produjo una edición que publicó entre 1857 y 1872. A
pesar de su pobreza, oposiciones y enfermedades, Tregelles superó todas las dificultades
y dedicó todo el tiempo de su vida a labores meticulosas sobre el texto del Nuevo
Testamento como un acto de adoración y compromiso con Dios, como él mismo declara
en el prefacio de su edición: "... En la creencia plena de que será para el servicio a Dios, al
servir a su Iglesia. "
Alford, el valeroso.
Al mirar en retrospectiva y evaluar la obra de Westcott y Hort, puede decirse que los
eruditos de hoy día están de acuerdo en que la principal contribución hecha por ellos fue la
clara demostración de que el texto Bizantino, es posterior a otros textos. Tres formas
principales de evidencias respaldan este juicio: primero, el texto Bizantino contiene
lecturas combinadas o fusionadas que son claras composiciones de elementos de otros
textos más antiguos; segundo, ninguno de los padres ante-niceno cita lectura alguna del
texto Bizantino; y tercero, en la comparación entre las lecturas sirias con otras rivales, su
aspiración de ser aceptada como original se encuentra gradualmente disminuida y
finalmente desaparece. No puede ser sorpresa que el total rechazo que Westcott y Hort
mostraron hacia las aspiraciones del Textus Receptus de ser el original del nuevo
testamento, fuera visto con alarma por muchos hombres de la iglesia, y encontrara serias
oposiciones. Baste decir que todos aquellos que se opusieron a la obra de Westcott y Hort
no alcanzaron a comprender la fuerza del método genealógico, según el cual el texto más
tardío y combinado se evidencia como secundario y corrupto.
Durante su larga y fructífera vida, Bernhard Weiss, profesor de exégesis del Nuevo
Testamento en Kiel y Berlín, editó el Nuevo Testamento Griego. Por ser primeramente un
buen teólogo, trajo a su labor un amplio y detallado conocimiento de los problemas
teológicos y literarios del texto del Nuevo Testamento. En lugar de agrupar los manuscritos
y evaluar las variantes por la vía del respaldo externo, Weiss discriminó entre las lecturas
variantes de acuerdo con lo que a él le parecía el sentido más apropiado del contexto. Su
procedimiento consistió en recorrer cada uno de los libros del Nuevo Testamento con un
aparato crítico y considerar las más importantes variantes textuales, seleccionando en
cada caso la lectura que le parecía justificada; como Hort hubiera dicho: “por probabilidad
intrinseca”. Después que Weiss editó su texto al adoptar las variantes que le parecieron
más apropiadas de acuerdo con el estilo y teología del autor, hizo una lista de los
diferentes tipos de error que observó entre las variantes textuales y evaluó cada uno de
los principales manuscritos de acuerdo a su relativa liberación de tales faltas. En la
asignación del grado de pureza de los manuscritos griegos, en sus distintos tipos de error,
Weiss determinó que el códice Vaticano era el mejor. No sorprende entonces, que el
carácter general de la edición de Weiss fuera extraordinariamente similar a la de Westcott
y Hort, quienes se apoyaron tanto en el códice Vaticano. La importancia del texto editado
por Weiss consiste en que, no solamente expresa la opinión madura de un gran erudito
exégeta, quien dio años de detallada consideración al significado del texto; si no que es
importante también porque los resultados de su aparente metodología "subjetiva"
confirman los resultados de otros eruditos que siguieron un procedimiento distinto,
calificado algunas veces como más "objetivo" por comenzar por el agrupamiento de los
mismos manuscritos.
En la actualidad, las razones de las distintas categorías que pujan por predominar
en los enunciados de traducción bíblica, son muchas, complejas y... conflictivas. Abarcan
un amplio espectro que comienza con el sistema de traducción literal y concluye en los
límites de la traducción dinámica, de tendencia parafrástica. Entre esos extremos, quizá la
más destacada clasificación sea la traducción por equivalencias formales del lenguaje. El
estilo de traducción literal ocupa, por así decirlo, el primero de los extremos dentro del
amplio espectro que forman las distintas técnicas de traducción bíblica. Los aportes de
este sistema no pueden ser subestimados, pues aunque su presentación es "interlineal" y
por ello no refleja las relaciones sintácticas del idioma a ser traducido, la consulta
relacionada con la definición de vocablos, verbos, coordinación y subordinación gramatical
del Original, constituye una herramienta indispensable para el traductor bíblico.
La traducción literaria trata de orientar todos sus esfuerzos hacia el texto original, o
sea el autor, el ambiente y su época. Este sistema de traducción procura utilizar todas las
funciones del lenguaje literario, y trata de reproducirlos en todos sus aspectos. Bajo estos
parámetros, el traductor literario actúa con plena libertad de levantar el nivel del Original, a
fin de producir una plenitud de comunicación. La traducción dinámica tiene por objetivo al
lector quien, por así decirlo, "aguarda que le lleven" el texto. Esto significa que durante el
desarrollo de la traducción, el texto mismo deberá sufrir una transformación tal que ubique
al lector en las mismas condiciones que se hallaba el destinatario original. Estas versiones
cumplen una función importante, pues así como se preparan versiones infantiles de la
Biblia, éstas son realizadas para gente que, aunque sabe leer, no tiene cultura de lectores.
No obstante su gran utilidad, la inadvertencia de que se trata de una paráfrasis, podría,
eventualmente, guiar mal al lector al hacerle suponer que está leyendo la verdadera
Palabra de Dios.
Debido, por una parte, a la simplicidad de su propósito, y por la otra a la extensión y
complejidad de sus planteamientos, el sistema de traducción textual quizá sea la técnica
de traducción más difícil de sintetizar en sus postulados, toda vez que los criterios
utilizados en su práctica tienen que ver tanto con la aptitud como la actitud del traductor.
En general, podríamos afirmar que la traducción textual fija sus tareas dentro de una
disciplina que transcribe, no lo que el Autor Sagrado pudo haber dicho de haber escrito en
castellano, sino lo que Él dice en el hebreo, arameo y griego.
Disciplina de la Traducción
Un cuerpo de traductores que consistentemente fije su tarea dentro de una
disciplina que transcriba, no lo que el Autor Divino pudo haber dicho de haber escrito en
castellano, sino lo que Él dice en hebreo, en arameo y en griego. Esto, claro está,
presenta de inmediato dos problemas que desafían la capacidad y habilidad del traductor:
1. cómo presentar fielmente el texto en los idiomas originales al lector castellano; y, 2.
cómo presentar el castellano de manera tal que se lea como una obra vernácula y no
extranjera; como una original y no como una traducción. Sujeto a la consideración de que
la solución del segundo enunciado siempre deberá estar subordinado al primero, y aunque
es verdad que cualquier traducción, por más que lo intente, siempre fallará en mostrar con
fidelidad fotográfica la PALABRA DE DIOS, el pensamiento del traductor ha de estar
afirmado en la posibilidad, no la imposibilidad, de traducir la jota y la tilde, considerando
que cualquier otra propuesta que no tome en cuenta la perspicuidad infalible de la Palabra,
lo ubicará de inmediato fuera de competencia para tratar con el problema que tiene entre
manos. A lo largo de la traducción, entonces, el objetivo principal es lograr un texto
castellano depurado, informando y advirtiendo al lector a pie de página o en comentario
anexo, las razones que asisten para tal o cual provisión textual desprendida del aparato
crítico. El estilo de traducción es que, siempre que sea posible, cada palabra hebrea o
griega esté traducida por la misma palabra castellana; y, de ser posible, sólo una palabra
castellana explique cada palabra hebrea, aramea o griega.
Disciplina de Revisión:
A esta altura, podemos decir entonces que, con las excepciones que plantea hoy la
pureza de su base textual, el estilo de traducción de Reina y Valera se apega
consistentemente a aquel que el Original demanda, mejor que cualquier otra versión
castellana de las Sagradas Escrituras. Y es precisamente por ello que esta versión, aún
después de más de cuatro siglos, permanece siendo superior a las demás versiones
castellanas, sean antiguas o contemporáneas. Aunque en este sentido, se percibe en la
labor de los revisores algunas penosas fallas, quizá debido a que ninguna persona puede
tratar sino defectuosamente con el Libro, a no ser de que esté convencido hasta sus
mismos tuétanos que la Biblia está hecha por el soplo del Eterno; inspirada en cada una
de sus letras. La disciplina de los revisores consiste entonces en resguardar todo cuanto la
versión Reina-Valera tiene de bueno, su forma y estilo literario, tal como ha sido conocida
y utilizada, para preservar así los beneficios de la riqueza de comunicación que de allí se
deriva al retardar los cambios y la corrupción que sufre el lenguaje a través del tiempo;
tratando de hacer, no una nueva, sino una mejor versión, más apegada al texto Original,
bajo principios orientados hacia la transmisión de toda la intención, fuerza y lucidez del
Original; la defensa de su pureza, brevedad y simplicidad, y el respeto por cada una de
sus aparentes asimetrías, redundancias y asperezas gramaticales.
Epilogo
Muchas Versiones Distintas, UNA SOLA PALABRA VERDADERA
Muchos años han transcurrido desde que esos titanes de la Palabra que fueron
Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera enriquecieron nuestra lengua castellana, el
primero, con su bella versión de la Biblia, y el segundo, con su prolija revisión de la obra
de aquél. Muchos de nosotros recordamos todavía y citamos de memoria nuestros textos
favoritos según la revisión de 1960 que, aunque distante ya de los giros típicos del Siglo
de Oro de las letras españolas, cuenta todavía con la sonoridad que Reina y Valera
supieron imprimirle.
Durante más de cuatro siglos la versión de Reina y Valera ha sido, literalmente, la
reina de las hasta hace poco escasas versiones españolas de la Biblia. Tal reinado, sin
embargo, ha sido circunstancial. Recordemos que la lectura de la Biblia se ha efectuado
desde las “catacumbas” del protestantismo, y que sólo después del Vaticano II se ha
generalizado entre la grey católica, donde ha habido un verdadero “boom” de traducciones
bíblicas: Nacar-Colunga (N-C), Bover- Cantera (B-C), Biblia de Jerusalén (BJ), Ediciones
Paulinas (EP), Biblia Latinoamericana (BLA), Nueva Biblia Española (NBE), Biblia del
Peregrino (BP), etc. Del lado protestante, hay que mencionar algunas versiones, como la
Versión hispanoamericana (VHA), la Biblia de las Américas (BA), la revision Reina Valera
Actualizada (RVA), la versión Dios Habla Hoy (DHH), la Nueva Versión Internacional (NVI),
la Palabra de Dios para todos y La Nueva Traducción Viviente.
Ante esta miríada de versiones de la Biblia, no faltará quien se pregunte: “Si es
verdad que la Biblia es la Palabra de Dios, ¿cuál de todas estas versiones es esa
Palabra?” La respuesta puede parecer desconcertante: todas ellas en conjunto, y ninguna
de ellas en particular. “Pero ¿cómo puede ser eso posible?”, objetará alguien más. Y la
respuesta es que debemos entender que cuando confesamos que la Biblia es la Palabra
de Dios, no estamos limitando el sentido de “palabra” a la simple unidad fónica o léxica,
hablada o escrita. De ninguna manera. La "palabra", en relación con Dios, aunque
humana, es también divina; y aunque divina, es también humana. Y la Biblia, como
Palabra de Dios, es algo más, mucho más, que una etiqueta pegada a un objeto.
Tal vez dos metáforas bíblicas puedan ayudarnos a entender este aparente
problema: la confusión lingüística que tuvo lugar en Babel, y la perfecta comunicación que
tuvo lugar aquel glorioso día de Pentecostés. En el primer caso, la soberbia del hombre
por “hacerse un nombre” fue la causa de que una sola lengua llegara a ser fuente de
confusión; en el segundo, el deseo ferviente de los discípulos por “proclamar las maravillas
de Dios” hizo el milagro de que muchas voces en muchos oídos comunicaran un solo
mensaje: He aquí una más de las muchas maravillas de Dios!
Dice el autor de la Carta a los Hebreos en el principio mismo de su discurso (1:1):
Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras
épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su
Hijo.
Como podemos ver, Dios, entre los múltiples modos en que se ha comunicado con
el hombre, parece haber mostrado siempre una clara preferencia por el lenguaje. Pero el
lenguaje es rico en significado, y aunque se vale de las palabras, éstas no agotan tal carga
de significado en su sentido primario y referencial.
Con esto quiero decir que aunque “árbol”, por ejemplo, ciertamente significa una
"planta perenne, de tronco leñoso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo", (si
hemos de atender a la definición que de tal vocablo nos da el diccionario de la Real
Academia de la Lengua), cuando asociamos este vocablo a otros, tal asociación activa un
mecanismo que produce nuevos significados. Si así no fuera, todas y cada una de las
palabras en todas las lenguas de este mundo tendrían un solo significado, y todos los
libros que se han pronunciado dirían una y la misma cosa. Sin embargo, las bibliotecas
existentes, y los salones de clase, y los sermones dominicales, y las charlas de café, y
hasta los chistes ¡sobre todo, los chistes! nos muestran que una sola palabra tiene dos,
tres y hasta más significados.
Además, la historia del lenguaje nos demuestra que las lenguas cambian con el
tiempo, de modo que si en los días de Cervantes "de espacio" significaba "a cierta
distancia", ahora "despacio" puede significar "quedo" o "lentamente", sin que podamos
explicarnos, al menos no con facilidad, tal distancia de sentido.
Este cambio constante del lenguaje nos lleva a prestar atención a estas aparentes
sutilezas. Las cuales cobran gran importancia cuando se trata de entender hoy el mensaje
de siempre. El texto de la Carta a los Hebreos citado antes nos dice que a través de la
historia Dios ha estado procurando establecer comunicación con el hombre "muchas
veces y de varias maneras". ¿Por qué "muchas veces"? Porque ha estado hablándoles a
generaciones distintas y distantes. ¿Por qué "de varias maneras"? Porque cada grupo
humano, y cada hombre —y, en efecto, quiere hacerlo y lo hace— tiene que echar mano
de todos sus recursos comunicativos.
Lastimosamente, del hombre no se puede decir lo mismo, ni en su comunicación
con Dios ni en su comunicación con sus semejantes.
Con esta breve visión de los cambios lingüísticos a través del tiempo y del espacio
tal vez podemos ver ya la necesidad de las varias traducciones de la Biblia. Por ejemplo,
cuando el lector del siglo XVI leía: "¿Son estos todos los mozos?" (1 Samuel 16:11),
seguramente entendía que la pregunta de Samuel a Isaí tenía que ver con los hijos de
este último; hoy día, sin embargo, no pocos lectores se preguntarán por qué Samuel le
preguntaba a Isaí acerca de sus "criados" o "meseros". Malos entendidos como este
hacen necesario contar con nuevas versiones de la Biblia, como la versión Dios habla hoy,
que en este caso traduce: " tienes más hijos?". Hay casos, como el de Génesis 1:14, en
que los términos no son tanto equívocos cuanto arcaicos:
* Haya lumbreras en la expansión de los cielos (RVR 1960).
* Que haya luces en la bóveda celeste (DHH).
* Que haya luces en el firmamento (NVI).
En algunos otros, los términos en el texto original son ricos en sentido, y difícilmente una
sola palabra bastaría para reflejar toda su riqueza de significado.
Sin embargo, y a pesar de las limitaciones lingüísticas que alguna lengua particular
pudiera tener, siempre podrán hallarse términos más aptos que otros para que la nueva
traducción exprese con mayor fuerza el sentido del original. Veamos, por ejemplo, el
Salmo 136:
* Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia
(RVR 1960).
* Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno, porque su amor es eterno (DHH).
* Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre
(NVI).
Hay otros casos en que la fuerza del original demanda un cambio en la retórica de
la palabra, frase o discurso que se traduce.
Ejemplo de ello es el capítulo 1 de Isaías, de donde tomamos sólo el versículo 12:
* ¿Quién os demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentarnos
delante de mí para hollar mis atrios? (RVR 1960).
* Ustedes vienen a presentarse ante mi Pero ¿quién les pidió que pisotearan mis
atrios? (DHH).
* ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿Quién les mandó traer animales para
que pisotearan mis atrios? (NVI).
Este ejemplo de Isaías nos muestra una más de las razones para contar con
nuevas versiones de la Biblia: en algunos casos se hace necesario explicitar información
latente o implícita en el texto original. Quien lea RVR 1960 o DHH entenderá que el
reproche del Señor en cuanto a "hollar" o "pisotear" sus atrios va dirigido a personas, pero
la NVI deja en claro que, aunque el reproche va dirigido a personas, quienes huellan o
pisotean los atrios del Señor son los animales que esas personas llevan allí.
La Biblia es también poesía. Aproximadamente una tercera parte del Antiguo
Testamento ha sido escrita en forma poética. Si deseamos acercarnos más al sentido
poético del texto bíblico, resulta indispensable contar con una o varias versiones que
intenten reflejar tal carácter. He aquà una pequeña muestra del Cantar de los Cantares
(6:10), donde dos versiones han trascendido a la letra para intentar penetrar en el espíritu
poético de esa letra:
* ¿Quién es esta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida
como el sol, imponente como ejércitos en orden? (RVR 1960).
* ¿Quién es ésta que se asoma como el sol en la mañana? Es hermosa como la
luna, Radiante como el sol, ¡irresistible como un ejército en marcha! (DHH).
* ¿Quién es ésta, admirable como la aurora? ¡Es bella como la luna, radiante como
el sol majestuosa como las estrellas del ! (NVI).
Podríamos abundar en ejemplos como estos, pero ojalá el lector haya notado ya, en
las aparentes diferencias entre las tres versiones citadas, el sentido profundo del texto
bíblico. Todas ellas, en su conjunto, nos dan una percepción más amplia del sentido del
texto, pero ninguna de ellas, en particular, lo agota. Hoy día, cuando contamos con tantas
versiones nuevas del Mensaje eterno, ¿por qué no profundizar nuestra lectura de este,
comparando nuestra versión favorita con esas nuevas versiones? Si lo hacemos así,
estaremos poniendo fin a la lectura literal, que tanto daño nos ha hecho, y estaremos
penetrando en los tesoros de la sabiduría inefable de Dios.