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Presentación del libro Poéticas de la oposición (Brumaria, 2018)

La Morada, Madrid, 14 diciembre 2018


Jon Snyder

La redacción de un texto siempre tiene sus excesos y sus restantes, las palabras
que no llegan a publicarse en la versión final, y las que desbordan las intenciones del
proyecto original y sus criterios. Si me permiten, me gustaría ofrecer una breve
reflexión sobre el libro desde sus márgenes—desde aquellas partes restantes—pero no
sin ignorar las principales temáticas exploradas en él, es decir, acerca de la producción
cultural de la España postcrisis como medio a través del cual se exploran las
posibilidades y limitaciones del cambio. Propongo, entonces, tres palabras para guiar
este breve recorrido: Performance, Poéticas (y simplemente para conservar la
aliteración), Perro, como el cachorro que luce en la portada. Sin orden particular,
empecemos por la performance.

I. Performance.
En 2014, fui a una exposición colectiva—o más bien, una happening—
comisariada por Abel Pozuelo, en una de las naves del Matadero. La invitación a aquel
evento rezaba “No hay banda”, y prometía al público precisamente lo que no habría de
esperar o, dicho de otro modo, negaba burlonamente todo lo que en sí anunciaba: “No
es un concierto, ni una exposición colectiva, no es una happening ni una performance,
ni tampoco una improvisación multidisciplinar”: entre los 12 participantes, artistas y
músicos, había actuaciones simultáneas, y se solapaban unas con otras. Los
espectadores del público, al tener que dejarse guiar en la nave por la sorpresa o la
curiosidad, también parecíamos formar parte de la propia performance.
Tiempo después, tuve la oportunidad de hablar con uno de los artistas del
evento, Fran Mohíno. Fran me comentó que “Hace pocos años, no se podría haber
concebido de un evento como aquel”, es decir, sencillamente no habría tenido sentido
en el contexto de hace 2 ó 3 años. Aquella observación sobre el sentido me chocó por
cuanto dos personas podían estar de acuerdo en algo que parecía un cambio perceptible
en el presente, sin saber exactamente cómo articular los factores que hacían que así se
hubiera dado. Un momento en que el cambio es perceptible, pero no son evidentes los
motivos. Las cuestiones que surgen al constatar que, “sea como sea”, las cosas han
cambiado en muy poco tiempo, son las que se abordan en este libro. Está redactado
durante un momento de cambio que perceptiblemente no ha eclosionado del todo, un
presente que evoluciona a gran velocidad.
Cuando los manifestantes se congregan en la calle para practicar formas de
resistencia, la vida urbana también se reconfigura a través de estas luchas opositoras—
como una performance colectiva, pero con implicaciones políticas que cambian lo real.
Las manifestaciones reconfiguran la ciudad cuando las multitudes se reúnen y se
mueven espontáneamente dentro del espacio urbano, cuando colectivamente expresan
emociones o lanzan proclamas, cuando levantan acampadas o fortines, cuando se
desplazan y se dispersan. Los cuerpos transforman la ciudad en protesta, y también
cuando se congregan en asambleas para tomar medidas contra las fuentes de

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dominación colectiva que denuncian. El cuerpo y el gesto son necesarios para entender
esta actuación política, propongo, como ha sido en el 15M. De esta forma, la
performance no solo se trata de una actuación artística, como es el caso del arte de la
denuncia de Santiago Sierra y Jorge Galindo en su obra Los encargados, comentada en
estas páginas, sino también de una actuación política y colectiva capaz de transformar la
realidad.
Estos ensayos fueron redactados entre septiembre de 2012 y febrero de 2014, es
decir, un paréntesis temporal desde la aprobación de los recortes presupuestarios más
severos en la estela de la crisis, hasta las primeras declaraciones por parte de los
gobernantes sobre una supuesta recuperación económica. La edición española de
Brumaria cuenta con un ensayo final, a modo de conclusión, que no llegó a publicarse
en la versión original en inglés editada por Palgrave, titulado “La transformación del
hacer en el fanzine literario Mil pedazos, de Ira Lombardía”. Considero este texto un
epílogo a las varias líneas exploradas a lo largo de estos capítulos—sobre las
posibilidades y limitaciones del cambio en un determinado contexto. La performance—
pero también, la producción cultural en general, como las artes escénicas, la fotografía y
la literatura—son los medios que me permiten desarrollar estas reflexiones.

II. Poéticas.
¿Qué se entiende por “poéticas”? No me refiero a la poesía, en sí, sino el hacer
de la cultura, cómo opera y qué consigue hacer. En el análisis cultural, la poética recibe
menos atención que la praxis, siguiendo la costumbre modernista de privilegiar la
autoría—hasta se podría decir, el culto fetichista por la autoría y la individualidad. Para
Marx, el hecho de ignorar el carácter colectivo de la producción creativa (la poética)
supone desmerecer las posibilidades transformadoras en las que la creación no solo
puede transformar a los creadores en el proceso, sino también reconfigurar el entorno
material y social de su producción. Estas son las posibilidades que me interesan en este
libro, las nuevas condiciones de posibilidad, de prácticas radicalmente
desindividualizadas.
Para adentrarse en la poética, de este modo, en este estudio se analiza la función
de la retórica política por las maneras en que se deslizan conceptos, con el efecto de
emparejarlos en el imaginario social (como es el caso del intento de justificar los
recortes a programas sociales a través de la culpabilización: recordaremos la retórica
antes de la reforma laboral, que señalaba a las personas en paro como “poco motivadas”
o incluso las alegaciones de “abusos” de las personas que reciben prestaciones por
desempleo); o por la forma en que los manifestantes actúan en el espacio y recopilan
propuestas en serie, en un acto de ensamblaje (recordaremos los 16 puntos por el
cambio del primer manifiesto de la acampada en Sol); o, por la manera en que se
complementan las historias narrativas y visuales sobre la crisis—es decir, se hablan
entre sí—dando la imagen no sólo de una historia individual, sino de un entramado
social y colectivo que afecta a la gran mayoría de la población.
La deriva de este estudio intenta pausar para hacer una reflexión, no solo de las
circunstancias de la crisis—de la movilidad descendiente, de los desahucios, del
desempleo y de los abusos laborales, entre otros—sino, también, de las experiencias

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compartidas que estructuran este impasse, como los mismos articulados a través de la
poesía de Gregorio Apesteguía o las fotografías del colectivo NOPHOTO. Es decir, de
las emociones y los afectos surgidos de un determinado contexto político y social, como
son la fragilidad de hacer frente a las pérdidas anticipadas, la incertidumbre sobre los
planes de futuro, o el entumecido y prolongado tiempo de espera del desempleo, entre
otros. Se trata de un presente estructurado, en parte, por la vulnerabilidad, en la que
existe poca distinción entre causas o su relación con el contexto social—como en la
obra dramática de Abril Zamora, comentada en el último capítulo.
En este sentido, entiendo la producción de emociones y afectos como una
especie de sublimación inmaterial proveniente en un determinado contexto social—
imprescindibles para entender la lógica estructural de un momento histórico, esa
“estructura de sentimiento” de una determinada época, en las palabras del crítico
cultural Raymond Williams—y no simplemente como “sentimientos personales”. Un
estudio de esta estructura de sentimiento nos permite acceder de forma más humana a la
lógica de un momento de crisis financiera desde lo que resiste ser cuantificado o medido
en cifras de desempleo o índices económicos. En 2011, hemos sido testigos de la
producción de emociones y afectos contrarios al discurso oficial del gobierno—de que
“no existe alternativa” a las políticas neoliberales en tiempos de austeridad. Y en el caso
de los manifestantes del 15M reclamaron “somos la alternativa” desde la plaza pública,
articulándose una serie de renuncias y múltiples propuestas para el cambio.
Para comprender cómo las emociones no se han de tratar como
“sentimentalismos”, tomemos como supuesto una persona que, viendo el vídeo de un
policía que maneja la fuerza de una porra sobre un manifestante desarmado, se reconoce
“eso es una injusticia” sin pasar necesariamente por el proceso cognitivo de articular los
ideales que actúan sobre su respuesta. O más bien, lejos de cualquier tipo de violencia
física ejercida sobre el cuerpo, de la misma manera en la que alguien que escuchara a un
analista televisivo argumentar que los habitantes en España hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades, respondiera, críticamente y sin pensarlo dos veces: “eso
simplemente no es cierto”; y después, “¿y qué hay que decir sobre los rescates por parte
de los políticos, en beneficio de sus propias esferas de influencia?”. Y, sin embargo, no
todas las personas responderán de la misma manera.

III. Perro
El cachorro que aparece en la portada es una elección en línea con la colección
Mastín de Brumaria. Asocio ese cachorro con dos ideas principales. Hacia el final del
libro, analizo un par de obras escénicas de Abril Zamora—en una de ellas, Pequeños
dramas sobre arena azul, el protagonista (interpretada por la misma Abril), es un perro
faldero maltratado por su dueña, y sin embargo vuelve una y otra vez a su dueña
abusadora. En una escena particularmente violenta, la dueña palea a su perro “fuera del
escenario”, donde solo se escuchan los gritos y súplicas, muy similar a la convención
clásica en la tragedia griega Medea, en la que la madre asesina a sus hijos. En la obra de
Zamora, la lealtad del perro faldero resulta perjudicial para su bienestar en su retorno
empático a su ama maltratadora. Es a través del perro en que se invita a los espectadores
a verse a sí mismos como disciplinados, tal vez domesticados, para seguir las normas de

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esta casa, que resulta tan violenta, sin cuestionar los motivos. La propuesta de Zamora
me parece una cuestión política, ya que, a fin de cuentas, explora las posibilidades de
emanciparse de una relación de poder perjudicial para el súbdito.
Por otro lado, ese cachorro me recuerda a la capacidad crítica de responder al
poder por parte de los manifestantes en Sol. Durante las manifestaciones del 2011, la
acampada en Sol fue objetivo de críticas por su “utopismo hippie”, por parte de
comentaristas que criticaron a los manifestantes como perroflautas. El término marca
una distinción definitiva de clase como la principal razón por la que hacer caso omiso
de las propuestas sociales o actividades políticas de la acampada, mientras intenta
refundir la imagen de los manifestantes, en la opinión pública, como una categoría
social lumpen. Pero, muy fiel a la mecánica de las lecturas opositoras que caracterizaron
el 15M, el uso de la palabra perroflauta fue capturado, reapropiado y reivindicado
irónicamente por los propios manifestantes, que más tarde acuñaron términos como
yayoflauta, la generación de abuelos entre los manifestantes, y poliflauta, los
simpatizantes miembros del cuerpo de Policía. Estas poéticas de reapropiación, lo
vemos en otros ámbitos activistas, como es el caso de la palabra queer.
Performance, Poéticas, Perro. Son tres conceptos que sirven como posible guía
de lectura, pero ciertamente no son los únicos, de la misma forma que este estudio no
intenta ser exhaustivo, tampoco tiene la intención de “representar” al movimiento a
lectores—un movimiento que ha rechazado en sus principios, la representación en sí.

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