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La técnica de los organoides fue desarrollada hace una década por Yoshiki Sasai, en
Japón, y Jürgen Knoblich, en Austria. Aunque el profesor y coautor del artículo Orly
Reiner se inclinó enseguida por adoptar la idea, la coautora, Eyal Karzbrun, señaló tres
problemas principales: la falta de uniformidad en el tamaño de los organoides; el
abastecimiento insuficiente de nutrientes en la parte interior del organoide debido a la
ausencia de vasos sanguíneos; y los impedimentos que acarreaba el estudio
microscópico del tejido a causa de su grosor.
Así pues, Karzbrun desarrolló una nueva forma de crear organiodes cerebrales humanos
que limitaba el crecimiento de estos en el eje vertical. De esta manera, los organoides
tenían forma de pita, es decir, eran redondos y aplanados con un espacio estrecho en el
centro. Esta forma permitía que los nutrientes llegaran a todas las células y también
facilitaba la obtención de imágenes microscópicas. Al cabo de dos semanas, empezaron
a aparecer los pliegues. «Es la primera vez que se ha observado el plegamiento en
organoides, aparentemente gracias a la arquitectura de nuestro sistema», señala
Karzbrun.
Aunque el logro fue destacable, Reiner no estaba convencido de que los pliegues de los
organoides reprodujeran los de un cerebro en desarrollo. Así pues, el mismo grupo hizo
crecer nuevos organoides, pero esta vez con la mutación genética causante de la
lisencefalia. El mismo Reiner había identificado el gen hace veinticinco años y había
investigado la función que desempeñaba en el desarrollo del cerebro y en la
enfermedad. Entre otras funciones, el gen se halla involucrado en la migración de las
células nerviosas al cerebro durante la fase embrionaria, además de regular el
citoesqueleto y los motores moleculares de la célula.
Los organoides con la mutación crecieron hasta alcanzar las mismas dimensiones que
los no mutados, pero desarrollaron pocos pliegues y estos adquirían formas muy
distintas a las de los organoides normales. Los autores supusieron que las diferencias en
las propiedades físicas de las células eran las responsables de dichas variaciones, por lo
que realizaron mediciones de la elasticidad celular con un microscopio de fuerza
atómica. Descubrieron que las células normales eran el doble de rígidas que las
mutadas. Además, observaron diferencias en las propiedades biológicas: los núcleos de
la parte central de los organoides mutados se movían más lentamente, y había
diferencias notables en la expresión génica.