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En el Paleolítico la organización social era muy elemental con una estructura social igualitaria,
sin división del trabajo, en la que los individuos desempeñaban funciones diferentes según la edad y el sexo
-los hombres se dedicaban a la caza y las mujeres y niños a la recolección-, y en la que la cooperación de
todos los miembros era indispensable para la supervivencia del grupo.
En el Paleolítico los grupos eran nómadas, no disponían de un hábitat estable, sino que se
desplazaban siguiendo las migraciones de las manadas de animales. Vivían en asentamientos estacionales,
en yacimientos al aire libre, especialmente en terrazas fluviales y, a partir de Paleolítico Medio, coincidiendo
con la última glaciación (Würm), en cuevas y abrigos.
En el Paleolítico la técnica para la fabricación de útiles era la percusión -técnica que consiste en
golpear el núcleo con un percutor; así, del núcleo se desprenden lascas que proporcionan filos cortantes-.
En la evolución de las culturas líticas paleolíticas se observa:
- Una progresiva especialización y diversificación de los útiles, en las que se incluyen no sólo
útiles y armas relacionados con la caza y la pesca (raederas, raspadores, buriles, cuchillos, puntas de
flecha, propulsores, arpones y azagayas) sino también útiles domésticos (agujas y botones, punzones),
objetos rituales (bastones de mando) y de adorno (collares de conchas).
- Una tendencia a la microlitización -resultado del trabajo sobre lascas, hojas y láminas-.
- Uso de otros materiales distintos a la piedra como madera, hueso, conchas, asta y marfil.
Al Paleolítico Inferior corresponden la cultura de los cantos tallados, a la que pertenecen los choppers,
y la cultura achelense definida por los bifaces (yacimientos de las terrazas fluviales del Tormes, Jarama,
Manzanares, el Jalón y especialmente en los yacimientos de Torralba y Ambrona. Del Paleolítico Medio es
la industria musteriense, representada por los yacimientos de Gibraltar, Banyoles, Cova Negra, Cueva
Morín, el Castillo, El Pendo. Las culturas más significativas de Paleolítico Superior son la auriñaciense,
gravetiense, solutrense y magdaleniense.
PALEOLÍTICO NEOLÍTICO
Economía
Organización social
Forma de vida
Técnica
Cultura
Explique el diferente nivel de desarrollo de las áreas celta e ibérica en vísperas de la conquista
romana en relación con la influencia recibida de los indoeuropeos, el reino de Tartesos y los
colonizadores fenicios y griegos.
1. LOS ÍBEROS
La cultura íbera deriva de las influencias que ejercieron los griegos, los fenicios, los
cartagineses y Tartessos sobre la población indígena.
Habitaban toda la costa mediterránea, el valle medio del Ebro, las Islas Baleares y el valle del
Guadalquivir.
Los pueblos íberos -edetanos, contestanos, bastetanos, turdetanos, indigetes, ilergetes, lacetanos,
layetanos, baleáricos…- eran comunidades independientes que compartían la misma cultura.
La economía se basaba en la agricultura (cereal, vid, olivo, hortalizas y frutales, lino y esparto) y
la ganadería (oveja, cabra, caballo y cerdo; trashumancia en la alta Andalucía). Conocían la metalurgia del
hierro con el que elaboraban armas (falcatas) y fabricaban tejidos (lana, lino y esparto) y cerámica a torno.
El comercio con griegos, fenicios y cartagineses fue muy importante; las ciudades íberas acuñaron moneda
propia y abrieron una ruta comercial terrestre -Vía Hercúlea- a lo largo del litoral mediterráneo.
La sociedad estaba fuertemente jerarquizada y en ella destacaba la aristocracia guerrera. Se
trataba de una sociedad tribal en la que varias familias formaban una tribu dirigida por un caudillo o jefe y
en la que adquirieron gran importancia las relaciones de dependencia personal y los valores guerreros
y heroicos.
La organización política era bastante desarrollada porque seguía el modelo de la polis griega. La
forma política más frecuente era la monarquía, si bien en algunos casos dominaba la oligarquía.
Los pueblos íberos alcanzaron un desarrollo cultural destacable ya que conocieron la escritura,
expresión de una lengua no indoeuropea que se escribía con diversos alfabetos, y un notable desarrollo
urbano con poblados situados en lugares elevados para su defensa, recintos amurallados con plan
urbanístico regular, donde no se han encontrado palacios, pero sí necrópolis y santuarios.
Los íberos rindieron culto a sus dioses en santuarios -Cerro de los Santos (Albacete)- donde se han
encontrado exvotos (estatuillas de bronce o de piedra de la Madre Tierra) y practicaban la incineración -
las cenizas eran recogidas en urnas enterradas en fosas con los ajuares (armas-falcatas, joyas y objetos de
uso cotidiano) -.
Las manifestaciones artísticas evidencian las influencias griegas y cartaginesas. Las obras
más representativas son esculturas con función religiosa y funeraria como las damas de Elche y de Baza
y la Bicha de Balazote.
2. LOS CELTAS
Son pueblos de origen indoeuropeo procedentes del centro y norte de Europa que llegaron a la
península a comienzos del I milenio y ocuparon la Meseta, el norte y el noroeste. Son pueblos muy
diversos (galaicos, astures, cántabros, vascones, lusitanos, vacceos, vetones...) con rasgos culturales
indoeuropeos comunes que conocían la metalurgia del hierro; conforman una cultura posiblemente
relacionada con la de los campos de urnas.
Sus poblados se localizan zonas altas de fácil defensa y son asentamientos fortificados. Los más
representativos son los castros -Santa Tecla-, recintos amurallados defendidos por fosos en los que las
viviendas de planta circular no siguen un plan urbanístico.
La base de la economía era la ganadería lanar y vacuna -vetones-, si bien en las zonas fértiles de
la Meseta predominaba la agricultura cerealista -vacceos-.
Conservaban las viejas estructuras gentilicias y su organización social era tribal -basada en la
gens- y dominada por la aristocracia guerrera.
Los celtas hablaban una lengua indoeuropea y no conocían la escritura; uno de los rasgos más
peculiares son los verracos (Toros de Guisando).
Para facilitar el aprendizaje recomiendo completar esta tabla comparativa:
ÍBEROS CELTAS
Origen
Localización geográfica
Economía
Sociedad
Organización política
Poblados
Cultura
Defina el concepto de romanización y describa los medios empleados para llevarla a cabo.
Concepto: La romanización es el proceso por el que los pueblos de la Península Ibérica asimilaron la
organización socioeconómica, las estructuras político-administrativas y el legado cultural de Roma
(derecho, latín, religión y arte), lo que supuso la transformación o pérdida de los rasgos culturales que
definían a los pueblos indígenas (aculturación).
Fue un proceso paralelo a la conquista, más rápido e intenso entre los pueblos íberos del este
y del sur, más lento y menos profundo en los pueblos del centro y del oeste, y prácticamente
inexistente en el norte (galaicos, astures, cántabros y vascones).
La construcción de una red de calzadas que facilitaba el control administrativo y militar del territorio,
permitía el desplazamiento del ejército, facilitaba el transporte de mercancías, contribuía al desarrollo del
comercio y conectaba las ciudades.
Las más importantes eran la Vía Augusta, la Vía de la Plata, la Vía Trasversal y la del Norte.
La presencia del ejército también fue un importante vehículo de difusión de la cultura romana. Roma
reclutó tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto. Además, los soldados
reclutados, al término de su servicio militar, podían obtener la ciudadanía romana y recibir lotes de tierras.
Por otra parte, junto a los campamentos de las legiones, a veces se formaron núcleos urbanos que con
el tiempo se convirtieron en municipios romanos. Es el caso de León que se desarrolló a partir del
asentamiento de la Legio VII Gemina.
La fundación de colonias. El asentamiento de ciudadanos romanos en colonias de nueva creación
o en tierras confiscadas a los indígenas, también extendió el modelo de vida romano. Por lo general,
consistía en la entrega de tierras a los soldados veteranos en pago por su servicio militar. Mérida (Emérita
Augusta), por ejemplo, fue fundada por orden del emperador Augusto para asentar a los veteranos de las
guerras cántabro – astures.
La concesión de la ciudadanía romana por Caracalla (212 d. C.) suponía gozar de numerosos
derechos y privilegios, por lo que su concesión se utilizaba como reclamo para facilitar la dominación
romana.
El modelo social hispanorromano quedó definido por la integración de las élites indígenas,
principalmente a través de la concesión de la ciudadanía romana, y por la estructura social que, conforme
al modelo romano, diferenciaba, según la situación jurídica, entre hombres libres (orden senatorial y orden
ecuestre, decuriones y plebe), libertos (esclavos manumitidos) y esclavos.
El legado cultural romano contribuyó a la romanización: el latín, del que derivaron las lenguas
romances; el derecho que regulaba las relaciones privadas y las instituciones públicas; el cristianismo,
legalizado por el Edicto de Milán (313) y convertido en religión oficial del Imperio con el Edicto de Tesalónica;
la construcción de obras arquitectónicas (teatro de Mérida, anfiteatro de Itálica, arcos de Bará y de
Medinacelli, la Torre de Hércules, murallas de Lugo) y de ingeniería (acueducto de Segovia, puente de
Alcántara).
Resuma las características de la monarquía visigoda y explique por qué alcanzó tanto poder la Iglesia
y la nobleza.
Los poderes del rey eran teóricamente amplios -militar, judicial, legislativo y de gobierno- aunque
la monarquía toledana apenas tuvo poder político real, ya que la concesión de latifundios a la nobleza
visigoda creó múltiples poderes locales prácticamente autónomos en un proceso de atomización del
poder político.
Las instituciones del poder central eran el Oficium Palatinum (un órgano de gestión formado por
cargos de alto rango, en el que también participaban los altos funcionarios territoriales -duces y comités- y
militares), el Aula Regia (consejo asesor del rey formado por nobles que estaban ligados al monarca por
vínculos de fidelidad y desempeñaban tareas de asesoramiento en la elaboración de las leyes, la
administración de justicia y en asuntos políticos y militares) y los Concilios de Toledo -inicialmente fueron
asambleas eclesiásticas de obispos que dictaban normas morales y prescripciones políticas. Desde la
unificación religiosa se convirtieron en una institución con carácter religioso y político integradas por obispos
y nobles que colaboraban con los reyes en los asuntos de gobierno y en las tareas legislativas, al ratificar
las decisiones reales y darles fuerza de ley; también los prelados actuaban como jueces y apoyaban el
acceso de los monarcas al poder, de forma que la vinculación entre la monarquía y la Iglesia católica
reforzaba a la institución real-.
En la administración territorial, el reino fue dividido en provincias gobernadas por duques y los
municipios fueron sustituidos por territorios dirigidos por condes, todos ellos nobles.
La monarquía visigoda propició el ascenso de una poderosa nobleza, ya que los reyes -en una
monarquía electiva- dependían de su apoyo para acceder al trono y mantenerse en el poder, mientras
que la nobleza y la Iglesia -que desde su legalización por Constantino (Edicto de Milán, 313) había
acumulado un gran patrimonio territorial y tras el III Concilio de Toledo (589) había adquirido una gran
influencia política- coincidían en impedir una monarquía fuerte que limitara su influencia y sus
privilegios. Así pues, las competencias de los reyes visigodos teóricamente eran muy amplias, pero estaban
limitadas por el poder de la nobleza y la Iglesia que integraban las instituciones de la administración
central -Officiun Palatinum, Aula Regia y Concilios de Toledo- y ocupaban los cargos de la
administración territorial como duques y condes.
Se estaban gestando los rasgos del modelo social feudal medieval caracterizado por la
atomización o división del poder político entre reyes y nobles, y el establecimiento de una red de
relaciones de dependencia personal basada en la desigual relación con la tierra.
Represente una línea del tiempo desde 250 a. C. hasta 711 d.C., situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Identifique las diferencias entre una imagen de pintura cantábrica y otra de pintura levantina.
La pintura cantábrica corresponde a Paleolítico Superior y la levantina es postpaleolítica, se sitúa
entre el Mesolítico y el Neolítico inicial.
En ambos casos se trata de arte rupestre: la pintura cantábrica se representa sobre las paredes y
los techos de las cuevas y los abrigos de la cornisa cantábrica (Tito Bustillo, en Asturias; Altamira y El
Castillo, en Cantabria; Santimamiñe, en Vizcaya), y la pintura levantina se localiza en abrigos naturales
rocosos de las sierras prelitorales del Mediterráneo (Cogull, en Lérida; Valltorta, en Castellón; Bicorp, en
Valencia; Alpera y Minateda, en Albacete).
La pintura cantábrica representa en la mayoría de los ejemplos animales de clima frío (sobre todo
bisontes y caballos) y, en menor medida, signos abstractos y manos. Sin embargo, la pintura levantina
representa la figura humana en escenas agrícolas y de recolección de la miel, luchas tribales y
ceremonias rituales (danzas de fertilidad).
Las imágenes de la primera son aisladas, ni forman escenas, se superponen y no guardan relación
de proporción; sin embargo, las de la pintura levantina forman escenas con un sentido narrativo, al
relacionarse unas con otras.
La pintura cantábrica es polícroma -utiliza pigmentos ocres, rojos y negros en una misma figura,
lo que sugiere sensación de volumen- y la pintura levantina es monócroma y plana -emplea sólo el color
rojo o el negro para representar las imágenes-.
Ambas coinciden en el significado: estas obras parecen tener un sentido religioso y mágico para
facilitar la caza y asegurar la supervivencia de los grupos humanos.
*Este ejercicio también podríais hacerlo en forma de cuadro comparativo de doble entrada:
LOCALIZACIÓN
TEMAS
ESTILO
SIGNIFICADO
BLOQUE 2. LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN CONSTANTE CAMBIO (711
– 1474). ESTÁNDARES DE APRENDIZAJE EVALUABLES.
Represente en una línea del tiempo desde 711 hasta 1474, situando en un eje los principales
acontecimientos relativos a Al Ándalus y en otro los relativos a los reinos cristianos.
Describa la evolución política de Al Ándalus.
Al-Ándalus fue el Estado que los musulmanes crearon en el territorio que ocuparon en la
Península Ibérica en la Edad Media, desde que en el año 711 derrotaron a don Rodrigo en la Batalla de
Guadalete hasta que en 1492 los Reyes Católicos reconquistaron el reino de Granada.
La invasión y rápida conquista de la Península Ibérica se enmarca en el proceso de expansión
del lmperio Islámico y fueron favorecidas por los conflictos internos de la monarquía visigoda, la
feudalización del reino y la capitulación de la nobleza visigoda.
En este contexto, la sucesión de Witiza provocó una guerra civil que enfrentó a don Rodrigo y a
Aquila, quien acudió a la intervención de las fuerzas musulmanas que consiguieron dominar todos los
territorios peninsulares, excepto la franja cantábrica y pirenaica donde se formaron los primeros
núcleos cristianos.
En la evolución política de Al-Ándalus se diferencian las siguientes etapas:
EL EMIRATO INDEPENDIENTE (756 - 929) fue una etapa de consolidación y reorganización del
poder musulmán de Al Ándalus.
Se inició con Abd al-Rahmán I (756 – 788), miembro de la dinastía Omeya depuesta por la dinastía
Abbasí, que se proclamó emir independiente, por lo que ejercía el poder político y militar de forma
autónoma y sólo acataba la autoridad religiosa del califa de Bagdad. Para consolidar el Estado y afianzar
el poder centralizó la administración y la recaudación fiscal, estableció el sistema sucesorio y reclutó un
ejército de mercenarios. Al-Ándalus adquirió una estructura estatal compleja y centralizada amenazada por
los intentos independentistas de las marcas (Toledo -jornada del foso-, Zaragoza y Mérida), las
rebeliones de la población mozárabe por la presión fiscal (revuelta del arrabal de Córdoba) y de la
población muladí por la intransigencia religiosa (los Banu Qasi y Omar Ibn Hafsun), además de las disputas
entre los árabes por el reparto de cargos y los ataques de los abbasidas y los francos.
EL CALIFATO (929 - 1031). Constituyó el momento culminante del poder político musulmán en la
Península Ibérica.
El emir Abd al-Rahman III (912 – 961) se proclamó califa, convirtiéndose en la máxima autoridad
política y religiosa, y rompió los vínculos con el poder central de Bagdad. Consolidó el aparato estatal y el
poder califal mediante la centralización fiscal, la reorganización del ejército con tropas mercenarias y la
creación de la aristocracia palatina, sometió a las marcas y a las coras, y sofocó las rebeliones internas.
Frenó el avance cristiano en la Meseta norte, a pesar de la derrota en Simancas; venció a los reyes y
condes cristianos en Valdejunquera y los sometió a vasallaje y al pago de parias. Estableció relaciones con
los Imperios Bizantino y Germánico e impuso su autoridad en el Norte de África sobre el califato fatimí.
El califato fue una época de desarrollo económico, urbano y cultural que se afianzó con al-Hakam II
y con Hisham II y su hachib al- Mansur -Almanzor- (976 - 109), quien relegó del poder al califa y estableció
una dictadura militar basada en la reforma del ejército y en las razias -campañas de rapiña para conseguir
recursos económicos en forma de botín, castigar a los infieles y afianzar su prestigio- que destruyeron
Barcelona (985), Coimbra, Santiago de Compostela (997)…
Los sucesores de al-Mansur y los últimos califas no supieron imponer su autoridad ni evitar
las luchas internas entre los distintos grupos étnicos que intentaban escapar del control del califa y del
Estado.
Resuma los cambios económicos, sociales y culturales introducidos por los musulmanes en Al
Ándalus.
LA ECONOMÍA
En Al Ándalus convivían la economía rural y la economía urbana, si bien el campo se subordinaba
a la ciudad, donde alcanzaron un elevado grado de desarrollo el comercio y la artesanía, con lo que se
rompía la tendencia a la ruralización de la economía iniciada en el Bajo Imperio -a partir de la crisis del
siglo III- y acentuada en el reino visigodo.
ESTRUCTURA SOCIAL.
La implantación del Islam en la Península se llevó a cabo mediante la conversión de buena parte
de la población hispanovisigoda -parte de la nobleza hispanogoda y de la mayoría de la población
campesina-, a la que se unieron numerosos grupos islamizados (norteafricanos, egipcios, sirios,
persas…) que se integraron en la sociedad como soldados o campesinos arrendatarios.
La organización social presentaba un alto grado de complejidad y diversidad.
En función de la composición étnica y religiosa, se diferenciaba la población musulmana -que
incluía una minoría árabe a la que se subordinaba la población bereber y los muladíes, cristianos
convertidos al Islam que quedaban exentos del pago de impuestos- y la no musulmana, a la que
pertenecían los mozárabes y los judíos; ambos grupos fueron minorías toleradas pero subordinadas e
incluso perseguidas por los almorávides y los almohades.
- Los mozárabes, hispanogodos cristianos que permanecen en territorios de Al Andalus, inicialmente
constituían la mayoría de la población, pero su número disminuyó significativamente por las conversiones al
Islam y porque muchos huyeron a los reinos cristianos debido a las persecuciones a las que se vieron
sometidos por los almorávides y los almohades a partir del siglo XI; aun así, en ciudades como Toledo,
Córdoba o Sevilla permanecieron comunidades mozárabes importantes que vivían en barrios separados.
Sometidos a fuertes cargas fiscales, se dedicaban al pequeño comercio, a oficios artesanales y a la
agricultura como colonos o aparceros.
- Los judíos eran una minoría con un estatus legal similar al de la población mozárabe, si bien las
conversiones al Islam en este caso fueron escasas, aunque muchos conocieron bien la cultura musulmana.
Su núcleo fundamental fue Granada, pero los judíos estaban presentes en todas las grandes ciudades,
donde vivían en juderías. Destacaron como comerciantes, médicos, orfebres, y algunos lograron ocupar
cargos públicos de relevancia, respaldados por la confianza personal de algún emir o rey, y también
participaron en las actividades culturales de las élites. A partir del siglo XI, debido a la intransigencia
almorávide y almohade, aumentaron las persecuciones antisemitas y muchos judíos se vieron obligados a
emigrar a tierras cristianas.
En función del criterio jurídico y según la estructura socioeconómica se diferenciaban:
Los hombres libres, entre quienes destacaba la jassa o aristocracia árabe de grandes propietarios
de tierras, altos funcionarios de la administración central, provincial y local y jefes del ejército, así como
juristas-teólogos, seguida de la famnia -grupos intermedios de comerciantes, artesanos, funcionarios de
menor rango, propietarios de tierras, sabios, literatos y artistas- y por último, la amma -plebe urbana y rural
de muladíes, bereberes, mozárabes y judíos sometidos a fuertes cargas fiscales dedicados al pequeño
comercio, a oficios artesanales y a la agricultura como colonos o aparceros.
Los libertos o clientes eran esclavos manumitidos -liberados- que seguían vinculados a su dueño
por una relación de clientela o patronato.
Los esclavos -negros africanos y eslavos blancos- lo eran por su nacimiento, por ser prisioneros de
guerra, por la piratería o el comercio (Europa, Oriente y África). Se dedicaban a la agricultura, a la artesanía
o al servicio doméstico, destinados a los harenes. El dueño no tenía sobre ellos el derecho de vida o de
muerte.
En el ARTE, a la tradición romana se incorporan los aportes del arte islámico, sobre todo los motivos
decorativos geométricos, vegetales y epigráficos. Las manifestaciones más destacadas corresponden a la
arquitectura, definida por las columnas, los arcos de herradura y lobulados, las cúpulas y las bóvedas de
arista y de nervios; se conservan espléndidos ejemplo de arquitectura civil y religiosa como la mezquita
de Córdoba y el Palacio de Medina Azahara (Madinat al Zahra) de época califal, la Aljafería de Zaragoza,y
las alcazabas de Málaga y Almería de los reinos de taifas, la Torre del Oro y el alminar de la mezquita de
Sevilla -“La Giralda-” del período almohade, y la Alhambra y el Generalife del arte nazarí, así como piezas
decorativas de gran refinamiento.
Explique el origen de las Cortes en los reinos cristianos y sus principales funciones.
En la Edad Media, las Cortes eran una institución de representación estamental formada por
procuradores o representantes de los tres estamentos o brazos que deliberaban por separado, una vez
convocadas por los reyes.
El auge de las ciudades y de la burguesía ofreció a los monarcas una posibilidad de obtener sumas
de dinero y de contrarrestar el poder de la nobleza, pero la burguesía exigió en contrapartida su incorporación
en la Curia, hasta entonces reservada a los privilegiados. Así, el origen de las Cortes se produjo cuando a
los diputados nobles y eclesiásticos de la Curia se sumaron los delegados de las ciudades y las villas, en
representación del Tercer Estado, para aprobar los subsidios y los impuestos extraordinarios solicitados por
el rey, concesiones económicas pedidas por la Corona ya que los ingresos fiscales ordinarios solían ser
insuficientes para sufragar los gastos de la monarquía.
Las primeras Cortes fueron las de reino de León, reunidas en 1188 por Alfonso IX -rey de León- en
la ciudad de León.
Posteriormente los reyes de Castilla también convocaron Cortes del reino de Castilla, y al unirse los
reinos de Castilla y de León también se unificó esta institución como Cortes de la Corona de Castilla, un
órgano supeditado al poder real.
Las Cortes de la Corona de Castilla, formadas por tres brazos que reunían a los representantes de
la nobleza, del clero y de las ciudades- tuvieron un carácter consultivo y unas funciones limitadas a votar los
subsidios e impuestos extraordinarios, proclamar al heredero y prestar juramento al nuevo rey, ya que
carecían de capacidad legislativa.
En las reuniones de las Cortes, primero se votaban los impuestos extraordinarios y se aprobaban los
subsidios para financiar la política real, y después los procuradores de las ciudades presentaban sus quejas
y hacían sus peticiones al rey, que las atendía o no.
Las Cortes de la Corona de Aragón -Cortes de Aragón, de Valencia y de Cataluña- eran órganos
de representación estamental formadas por tres brazos, salvo las del reino de Aragón que estaban
integradas por cuatro brazos (alta nobleza, baja nobleza, clero y procuradores del común que representaban
a las ciudades o Estado Llano), si bien en ciertas ocasiones las Cortes de los diversos reinos podían reunirse
en Cortes Generales.
Las primeras fueron las Cortes de Cataluña (1214), después se convocaron las de Aragón (1247) y,
por último, las de Valencia (1283).
Ejercían una labor de control sobre la Corona, en defensa de los fueros y los privilegios de los reinos,
y disponían de poder legislativo.
Las reuniones de Cortes comenzaban con la presentación de agravios contra el rey o sus
funcionarios para después debatir los impuestos extraordinarios solicitados por los monarcas y votarlos;
también elevaban peticiones a la Corona y legitimaban la coronación de los reyes.
Comente el ámbito territorial y las características de cada sistema de repoblación, así como sus
causas y consecuencias.
La repoblación es el proceso de asentamiento de población cristiana en zonas ganadas a los
musulmanes para afianzar las conquistas, organizar su defensa militar y asegurar su control,
establecer una organización político-administrativa y social, y explotar económicamente las tierras,
a través de su colonización y roturación (puesta en cultivo).
Con estos objetivos se aplicaron diferentes sistemas de repoblación entre los siglos VIII – XIII:
La repoblación por presura y aprisio fue aplicada en los siglos VIII, IX y X en las tierras situadas
al norte del Duero -entre la Cordillera Cantábrica y el Duero-, y en el piedemonte pirenaico (sur de los
Pirineos), un territorio de frontera, expuesto a las incursiones cristianas y musulmanas de represalia
y búsqueda de botín, que era considerado como propiedad real.
Esta primera fase repobladora se vio favorecida por ser territorios prácticamente despoblados -
“tierra de nadie”-, por lo que no requerían una conquista previa, y fue impulsada por la presión
demográfica existente en los reducidos núcleos cristianos iniciales.
El sistema de presura consistía en la ocupación de tierras sin dueño, ya que, según el Derecho
romano, la puesta en cultivo de un terreno despoblado otorgaba al que lo hiciera la propiedad del mismo.
Este procedimiento se realizó por iniciativa de grupos de campesinos o de nobles y monasterios.
A partir de mediados del siglo IX, cuando la presión musulmana disminuyó, muchos campesinos
libres -gallegos, cántabros, vascos procedentes de las montañas del norte y mozárabes huidos de Al
Andalus- ocuparon de forma espontánea la tierra y formaron comunidades de hombres libres
organizados en aldeas. Los reyes astur-leoneses, los condes aragoneses y catalanes y los reyes
navarros reconocieran la legalidad de estas ocupaciones y concedieron a los campesinos la
propiedad de la tierra. De esta forma se convirtieron en propietarios de alodios, con el compromiso de
roturarlas y cultivarlas, a la vez que la Corona afirmaba la autoridad sobre el territorio recién colonizado y
evitaba que los grandes nobles se apropiaran de él.
Sin embargo, en los siglos X y XI, cuando la frontera se había estabilizado, los señores se
apropiaron de la tierra e impusieron su poder feudal sobre los campesinos, que perdieron la tierra y la
libertad, convertidos en colonos y siervos, lo que mermó la autoridad real.
El resultado final fue el predominio de la pequeña y mediana propiedad de tierras.
La repoblación concejil fue aplicada en los siglos XI y XII por Castilla en las tierras entre el Duero
y el Sistema Central -las extremaduras del Duero-, y entre el Sistema Central y el Tajo, en el sector
occidental, y por Aragón en las tierras al sur del Ebro, en el sector oriental. Ambas eran zonas de frontera
expuestas a las incursiones musulmanas, por lo que los reyes tuvieron que incentivar la repoblación
mediante la creación de concejos. Se trataba de limitar el poder territorial de las grandes casas
nobiliarias y asegurar el control de la población.
Esta segunda fase de repoblación estuvo favorecida por el crecimiento demográfico de los
núcleos cristianos, que habían iniciado una fase de recuperación y expansión.
Los concejos eran comunidades de colonos a los que la Corona entregó un alfoz -territorio del
concejo regido por una villa cabecera en la que se instalaba un representante del rey- y unos fueros -cartas
pueblas, cartas de población o cartas de franquicia-, que garantizaban libertades, privilegios fiscales y
jurídicos, y exenciones de cargas militares, encomendando a los campesinos la explotación y la
defensa del territorio.
A los nuevos pobladores se les concedía un solar para levantar su casa y tierras de cultivo, que, con
los años, pasaban a ser de su propiedad; también se les permitía disfrutar de las tierras y bienes comunales.
El grupo dominante eran los caballeros villanos, encargados de la defensa de los concejos, una especie de
aristocracia urbana que dirigía las cabalgadas contra los musulmanes, obtenían grandes ingresos del botín
de guerra y acaparaban los principales cargos de los concejos. Por debajo, artesanos y campesinos
pagaban impuestos y formaban las milicias urbanas.
La estructura resultante de la aplicación de este sistema se caracterizó por el predominio de la
propiedad mediana libre y numerosas tierras comunales.
La repoblación protagonizada por las Órdenes Militares tuvo lugar en la primera mitad del siglo
XIII. Las zonas afectadas fueron el valle del Guadiana (Extremadura y La Mancha), en el sector occidental,
y la provincia de Teruel y el norte de Castellón, en el sector oriental.
Se trataba de zonas extensas y poco pobladas, menos fértiles que las tierras del Tajo y del Ebro,
en cuya reconquista habían destacado las Órdenes Militares (Alcántara y Santiago en Extremadura;
Calatrava en La Mancha). Estas recibieron grandes extensiones de tierra que dividieron en
encomiendas. En torno a los castillos de las Órdenes se fue concentrando la población que recibía la
protección de los cruzados a cambio de trabajar sus encomiendas en régimen feudal.
La estructura de la propiedad predominante fueron los latifundios dedicados a la explotación
ganadera, la solución más idónea para zonas extensas y con escasa población.
Explique el origen y las características del régimen señorial y la sociedad estamental en el ámbito
cristiano.
EL RÉGIMEN SEÑORIAL Y LA SOCIEDAD ESTAMENTAL.
A – EL RÉGIMEN FEUDAL
El feudalismo es una forma de organización social, política y económica basada en las relaciones de
vasallaje entre señores feudales y vasallos que se desarrolló en Europa en la Edad Media.
En la Península Ibérica el proceso de formación del feudalismo se desarrolló entre los siglos IV -
XI. Se inició con la decadencia del Imperio Romano a partir de la crisis del siglo III cuando la sociedad y
la economía experimentaron un proceso de ruralización y, en el contexto de inseguridad provocada por las
invasiones germánicas, los esclavos fueron sustituidos por colonos.
En el reino visigodo continuó el proceso de feudalización que se había iniciado en el Bajo Imperio
y, ante la debilidad del Estado visigodo, se consolidaron las relaciones de dependencia personal.
A partir de la invasión musulmana, la reconquista y la repoblación contribuyeron a la expansión
del sistema feudal, de la misma forma que en Europa lo hicieron las cruzadas. Las estructuras feudales se
desarrollaron rápidamente en los territorios de influencia franca -Marca Hispánica- y progresivamente en
el resto de la península con diferente grado de consolidación.
El régimen feudal se caracterizó por una economía fundamentalmente agraria y de subsistencia,
en la que la propiedad de la tierra pertenecía a la nobleza y a la Iglesia, y la explotación la realizaban
campesinos libres (colonos) o campesinos semilibres sujetos a la tierra (siervos), con un desarrollo
limitado de la artesanía y el comercio.
A nivel político el feudalismo se definió por la descentralización y la atomización del poder entre
los reyes y la nobleza -laica y eclesiástica-, pues, aunque el monarca representaba el máximo poder feudal
y era señor de todos los vasallos del reino, en realidad su soberanía se encontraba limitada por la
autonomía de los señoríos bajo jurisdicción de los nobles y por los privilegios de los estamentos nobiliar
y eclesiástico.
En el plano social, se implantaron las instituciones feudovasalláticas que crearon vínculos de
dependencia personal entre señores y vasallos, base del régimen señorial, que creaban obligaciones
mutuas y que se desarrollaron en dos niveles: entre el rey (señor) y los nobles (vasallos) -el vasallo debía
al rey lealtad, consejo y otros servicios, como ayuda militar y económica, y, a cambio, el rey le entregaba un
feudo (tierra, título, cargo- y entre reyes y nobles (señores) y campesinos (vasallos) -debido a la
inseguridad creada por la expansión musulmana, el señor ofrecía al campesino protección y éste debía
entregar su tierra-.
Se consolidaron los señoríos de realengo, eclesiásticos y solariegos en los que los reyes, el
clero y la nobleza poseían la propiedad de la tierra y ejercían los derechos jurisdiccionales. Los señores
tenían la propiedad de los señoríos territoriales -explotaciones agrarias formadas por la reserva, los
mansos y las tierras comunales, trabajas por siervos y colonos que debían satisfacer prestaciones
personales (corveas o sernas) y entregar rentas en especie (censos) o dinero a su señor- y ejercían los
señoríos jurisdiccionales -atribuciones concedidas por los reyes a los nobles que les permitía desempeñar
en sus señoríos las funciones que hasta ese momento habían correspondido a los monarcas, como
administrar justicia, cobrar impuestos, nombrar autoridades, hacer levas y disponer de monopolios (molino,
lagar, horno, fragua…)-.
B – LA SOCIEDAD ESTAMENTAL.
En la Edad Media se constituyó una sociedad estamental que presentaba una estructura muy
jerarquizada en estamentos, también llamados órdenes o estados -grupos cerrados a los que se accedía
por nacimiento y que no permitían la movilidad social vertical, definidos por la desigualdad legal y por la
relación con la tierra-.
La sociedad feudal diferenciaba a los estamentos privilegiados (nobleza y clero), y el estamento
no privilegiado o pueblo llano. Desde el punto de vista jurídico había hombres libres y siervos, y desde
el punto de vista religioso cristianos, judíos y musulmanes.
1. La nobleza y el clero constituyeron los estamentos privilegiados, eran los bellatores y los oratores, un
grupo minoritario que basaba su poder en la propiedad de la tierra, estaba exento del pago de impuestos y
sometido a leyes y tribunales especiales. Este estamento poseía señoríos territoriales, vinculados a las
casas nobiliarias a través del mayorazgo, de cuya propiedad derivaba el derecho a percibir sernas y rentas,
y recibía privilegios del rey: la exención fiscal, el privilegio jurídico y los derechos jurisdiccionales (administrar
justicia, nombrar autoridades, cobrar impuestos, diezmos y primicias -reservados a la Iglesia-…). La nobleza
detentaba los cargos políticos y el clero participaba del poder político. Estos grupos eran heterogéneos;
dentro de ellos se distinguía la alta nobleza -con títulos (duques, condes, marqueses y ricos hombres) y
grandes propiedades- y el alto clero -obispos, arzobispos y abades, que eran los segundones de la nobleza
con grandes propiedades- de la baja nobleza -hidalgos y caballeros en la Corona de Castilla e infanzones
en la de Aragón, con escasas propiedades- y del bajo clero, que se organizaba en clero secular (curas y
párrocos) y clero regular (órdenes monásticas).
2. El Tercer Estado, pueblo llano, estado general o plebeyo constituía el grupo mayoritario de la población,
su función era trabajar -laboratores- y debían pagar impuestos (pecheros).
La mayoría eran campesinos: unos eran pequeños propietarios libres, que terminaron perdiendo
sus tierras; otros eran colonos sin tierras que las arrendaban y pagaban rentas a los señores, y otros eran
siervos adscritos a la tierra.
La burguesía era un grupo minoritario e incipiente dentro del Tercer Estado que vivía en los burgos
o ciudades, organizadas en concejos bajo dependencia del rey o de los señores. Dedicada a la artesanía y
al comercio, la burguesía financió a la monarquía a través de su representación en las Cortes y en los
concejos municipales. Este grupo social acabará controlando el gobierno de las ciudades y emparentando
con la nobleza.
En la Corona de Aragón los reyes mantuvieron la monarquía pactista, por lo que la autoridad real
estaba limitada por los fueros de los reinos y los privilegios de los estamentos representados en las
Cortes, que tenían cierta capacidad legislativa y de control del rey. Fernando el Católico tuvo que
aceptar una política pactista moderada, decidida en las Cortes de Barcelona (1480-1), que obligaba al
rey a jurar las leyes, pero le otorgaba capacidad para intervenir en las instituciones.
El Consejo de Aragón era órgano asesor para el gobierno de la Corona de Aragón que podía actuar
como alto tribunal de justicia, con jurisdicción en todos los territorios de la Corona.
El virrey era un delegado de los poderes reales que asumía las prerrogativas reales como
representante del monarca en los diferentes territorios de la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia,
Nápoles y Sicilia).
Las Cortes, unas para cada reino -las de Aragón, formadas por cuatro brazos, y las de Valencia y
Cataluña, formadas por tres brazos- eran asambleas estamentales con poder legislativo que controlaban la
política de los reyes.
La Diputación o Generalitat (Diputación del Reino en Aragón y Generalitat en Cataluña y Valencia)
era una comisión permanente de la Cortes para velar por el cumplimiento de las leyes y gestionar los
subsidios concedidos a la Corona.
Para la administración de justicia se crearon Audiencias o altos tribunales de justicia, una en cada
reino (Aragón, Cataluña y Valencia), y en el reino de Aragón, el Justicia Mayor era un magistrado que
actuaba de árbitro en caso de conflicto entre el rey y sus súbditos, en defensa de los privilegios de la nobleza
y de los fueros del reino.
En el gobierno de las ciudades importantes de la Corona de Aragón se impuso el sistema de
insaculación para elegir al gobierno municipal por sorteo, a partir de una lista aprobada previamente por el
rey, para limitar el poder de la oligarquía urbana en los ayuntamientos.
Explique las causas y consecuencias de los hechos más relevantes de 1492.
Los hechos más relevantes ocurridos en 1492 fueron:
La conquista de Granada.
El descubrimiento de América.
La expulsión de los judíos.
1. LA CONQUISTA DEL REINO NAZARÍ DE GRANADA -último reducto musulmán en la Península- fue
concebida como culminación de la reconquista y como una Cruzada contra el infiel, para evitar la
amenaza de una invasión procedente del Norte de África y cortar la protección que los nazaríes daban
a los piratas berberiscos, consolidar la unidad territorial y reforzar la autoridad real frente a la nobleza,
en un momento de debilidad interna en el reino de Granada por las disputas entre la monarquía y la
nobleza y los conflictos sucesorios y dinásticos, cuando las relaciones entre Castila y su reino vasallo se
habían deteriorado por el impago de las parias.
La guerra de Granada presentó rasgos medievales -considerada como una Cruzada, el Papa
Sixto IV concedió una Bula de Cruzada que permitía vender indulgencias para financiar la guerra; en ella
intervino un ejército heterogéneo formado por las mesnadas feudales, los soldados de la Corona, las milicias
concejiles y mercenarios extranjeros- y rasgos modernos -las operaciones militares y la financiación fueron
dirigidas de manera centralizada por la Corona; el rey dirigió personalmente las campañas; fue financiada
con los impuestos a judíos y mudéjares, los ingresos procedentes de la venta de indulgencias, las
aportaciones de los concejos, los créditos de la Mesta y los fondos de Castilla; se utilizaron nuevas armas
de fuego, de infantería y de artillería, y, por primera vez, se levantaron hospitales de campaña-.
La guerra se inició en 1482 con la conquista Zahara -una fortaleza castellana- por tropas
musulmanas, respondida con la toma de Alhama por los ejércitos cristianos; tras las primeras operaciones,
aisladas y mal organizadas, y las campañas planificadas contra Málaga -que se rindió tras una firme
resistencia y cuyos habitantes fueron esclavizados y sometidos a servidumbre- y Almería -que se entregó
casi sin oposición-, Granada fue sitiada y, finalmente, entregada por Boabdil a los Reyes que, el 2 de
enero de 1492, hicieron su entrada triunfal en la ciudad. Los Reyes Católicos y Boabdil firmaron las
Capitulaciones de Santa Fe (1492) que reconocían la libertad personal, la religión, las leyes, las
propiedades, la lengua, los vestidos y las costumbres de la población musulmana como súbditos de la
Corona de Castilla, a la que quedó incorporado el reino de Granada.
La conquista de Granada supuso la pérdida de población, ya que unos 150.000 habitantes
abandonaron el reino, pero sólo llegaron a él unos 40.000 colonos castellanos.
Los reyes pactaron el respeto a los musulmanes que permanecieran en Granada, pero el
incumplimiento de los acuerdos, con la política de conversiones forzosas impuesta por el cardenal
Cisneros y los repartos de tierras a los colonos cristianos, deterioró la convivencia, lo que llevó a
sublevaciones musulmanas en el Albaicín y las Alpujarras y al edicto de expulsión de 1502 para los
mudéjares que no se convirtieran.
El Papa Alejandro VI concedió a Fernando e Isabel el título de Reyes Católicos, en reconocimiento
a sus esfuerzos en defensa del cristianismo frente al Islam, y Julio II les proclamó Reyes de Jerusalén, con
la intención de que los reyes emprendiesen una Cruzada hacia los Santos Lugares.
El fin de la guerra de Granada permitía a los reyes actuar contra Carlos VIII de Francia, que
planeaba volver a intervenir en los asuntos italianos; completar la conquista de las Canarias y dedicar
importantes recursos a la conquista y colonización de América.
Por último, la conquista del reino nazarí facilitaba la navegación por el estrecho de Gibraltar y
favorecía la expansión y el comercio en el norte de África.
2. EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA.
Factores del descubrimiento de América
Al descubrimiento de América contribuyeron una serie de factores:
Factores políticos: la rivalidad de Castilla y Portugal en la expansión atlántica regulada en el Tratado
de Alcaçovas (1479).
Causas económicas: la búsqueda de oro -para la acuñación de moneda-, especias, materias primas
-para la actividad artesanal- y productos de lujo -seda, perfumes, piedras preciosas-, y la necesidad de abrir
una ruta marítima alternativa segura que permitiera el acceso directo a las Islas Molucas o Islas de las
Especias -Indonesia-, a la India y a la China, pues la vía tradicional había sido bloqueada por los turcos que
habían conquistado Constantinopla en 1453.
Causas técnicas: el desarrollo de los instrumentos de navegación y de orientación -timón, astrolabio,
cuadrante, brújula-, y de la construcción naval -nao y carabela-.
Causas científicas: los cálculos matemáticos referidos a las dimensiones terrestres -Toscanelli- y la
difusión de obras científicas -Geografía de Ptolomeo e Imago Mundi- que afirmaban la esfericidad de la
Tierra, en el contexto de la cultura humanista del Renacimiento.
Causas ideológicas como la curiosidad por lo desconocido y el ansia de aventuras, de fama y de
riqueza, estimuladas por los libros de viajes -El Libro de las Maravillas de Marco Polo- y por las leyendas -
el Preste Juan, las Siete Ciudades de Cibola y el Dorado-, así como el deseo de evangelizar a las
poblaciones paganas.
El descubrimiento de América
Cristóbal Colón -posiblemente un navegante genovés-, convencido de la esfericidad de la Tierra y
en base a los cálculos de Toscanelli -que dieron una distancia entre Europa y la India menor a la real-,
proyectó una nueva ruta para llegar a las Islas Molucas navegando hacia el oeste a través del
Atlántico.
Inicialmente, en 1484 presentó esta propuesta al rey de Portugal -Enrique II-, quien la rechazó
porque los portugueses habían avanzado mucho en la ruta africana hacia las Indias; además, la empresa
podía vulnerar el tratado de Alcaçovas, los cálculos de Colón parecían poco fiables y sus exigencias
económicas eran excesivas.
Después, en 1485, Colón -respaldado por los monjes de la Rábida- expuso su proyecto en la Corte
de Castilla, pero una comisión de expertos rechazó su propuesta; además los reyes estaban inmersos en
la Guerra de Granada y consideraron desmedidas sus condiciones. Finalmente, la capitulación del reino
nazarí y la rivalidad de Portugal en la expansión atlántica hicieron que los Reyes Católicos aceptaran la
empresa, de modo que el 17 de abril de 1492 firmaron las Capitulaciones de Santa Fe con Colón, al que
concedían los títulos de almirante de la mar océana, virrey y gobernador de las nuevas tierras descubiertas;
también le otorgaban la décima parte de las riquezas encontradas y la posibilidad de costear la octava parte
de la expedición.
La expedición de Colón, formada por tres navíos (La Santa María -capitaneadas por él mismo-, La
Niña y La Santa María -capitaneadas por los hermanos Pinzón-) y unos cien hombres, partió de Palos de
Moguer (Huelva) el 3 de agosto de 1492 e hizo escala en las Islas Canarias. Esta expedición arribó el 12
de octubre de 1492 a la isla de San Salvador (Guanahaní para los nativos y actual isla de Watling, en Las
Bahamas) y exploró las islas Juana (Cuba) y La Española (República Dominicana y Haití).
Colón realizó otros tres viajes más entre 1493 y 1504 para explorar nuevas tierras, colonizar las
tierras descubiertas, evangelizar a los indios y encontrar un paso hacia la costa de Cathay (China) y
hacia las Islas de las Especies, convencido de haber alcanzado las Indias orientales cerca de Cipango
(Japón).
Exploró las Antillas menores, San Juan Bautista (Puerto Rico) y Santiago (Jamaica), fundó la
ciudad de Santo Domingo, alcanzó tierra firme en la desembocadura del Orinoco, recorrió las costas de la
actual Venezuela, donde descubrió las islas Trinidad y Margarita y exploró las costas de América Central
-Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá-.
Como gobernador de las tierras descubiertas su gestión fue nefasta: se enfrentó a las autoridades
enviadas por los Reyes, no supo imponer su autoridad, permitió los enfrentamientos entre colonos y los
abusos sobre los nativos; acusado de abuso de poder fue apresado.
Compare los imperios territoriales de Carlos I y de Felipe II, y explique los diferentes problemas que
acarrearon.
LOS DOMINIOS TERRITORIALES.
Los dominios de Carlos I:
Hijo de Juana -heredera de los Reyes Católicos- y de Felipe de Habsburgo -hijo de Maximiliano I, de la
dinastía Habsburgo, archiduque de Austria y emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, y de María
de Borgoña-, Carlos I heredó:
Por parte materna, los dominios de las Coronas de Castilla y de Aragón que incluían los
territorios peninsulares, excepto Portugal, incluidos Navarra y Granada que habían sido incorporados a la
Corona de Castilla, y Aragón, Cataluña y Valencia, que conformaban los territorios de la Corona de Aragón;
los territorios insulares de Baleares, pertenecientes a la Corona de Aragón, y los de Canarias,
correspondientes a Castilla; las posesiones americanas, bajo soberanía castellana; así como las plazas del
norte de África, pertenecientes a Castilla, y los territorios italianos de Cerdeña, Sicilia y Nápoles, que
formaban parte de la Corona de Aragón-.
Por parte paterna, los territorios de Borgoña -los Países Bajos, Luxemburo y Franco Condado-
y los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico pertenecientes a la casa de Austria que estaban
vinculados al título imperial (Austria).
A estos territorios heredados, Carlos V incorporó el Milanesado (Lombardía, en el norte de Italia), los
territorios coloniales de América (virreinatos de Nueva España y del Perú) y del Pacífico (islas Carolinas),
y algunas plazas del norte de África (Túnez).
La defensa del catolicismo con un espíritu de cruzada frente al Islam, y la protección de los
territorios mediterráneos del imperio español y los orientales del Imperio Alemán, además de las rutas
comerciales del Mediterráneo condujeron al enfrentamiento con el Imperio Turco y los piratas
berberiscos:
Carlos V se proponía frenar el avance turco-otomano en Europa oriental, donde Solimán el
Magnífico, había conquistado Hungría y sitiado Viena, y defender los territorios mediterráneos de los
piratas berberiscos dirigidos por Barbarroja. Carlos V conquistó Túnez (1535), pero fracasó en Argel y
perdió Trípoli y Bugía.
En el reinado de Felipe II, el Imperio Turco, en su avance por el Mediterráneo, se había apoderado
de Túnez y de Chipre. España, Venecia y el Papa se unieron en la Liga Santa y su escuadra -dirigida
por don Juan de Austria- venció a la armada turca en la Batalla de Lepanto (1571), frente a las costas
griegas, lo que detuvo el avance otomano.
Las relaciones con el Papado no siempre fueron cordiales, a pesar de que los reyes españoles
eran grandes defensores del catolicismo. El gran poder que ejercieron sobre la Iglesia española permitió un
grado de autonomía respecto a Roma que los Papas consideraron una amenaza, y, recelosos de su
hegemonía, no dudaron en firmar alianzas con los enemigos de España.
El Papa Clemente VII formó una liga con Francisco I, Enrique VIII y las ciudades italianas contra
Carlos V; como castigo, éste ordenó el saqueo de Roma (1527).
Con Felipe II, una nueva coalición entre Francia -que mantenía sus aspiraciones sobre Flandes e
Italia- y el Papa fue respondida con la invasión de los Estados Pontificios por el duque de Alba, lo que
obligó al Papa a pedir la paz.
Respecto a Portugal, la relación giró en torno a la rivalidad en la expansión oceánica y en la
pretensión de España de conseguir la unidad peninsular desde los Reyes Católicos.
Bajo Carlos V, la relación de amistad con Portugal se selló con el matrimonio del rey e Isabel de
Portugal (madre de Felipe II) y la entrega de las Islas Molucas (también llamadas Islas de las Especias,
actual Indonesia).
Cuando el trono portugués quedó vacante, tras la desaparición de don Sebastián y la muerte de
don Enrique, Felipe II -hijo de Isabel de Portugal y nieto legítimo de Manuel I- hizo valer sus derechos frente
a don Antonio, prior de Crato-. Las tropas españolas, al mando del duque de Alba, invadieron Portugal y
avanzaron hasta Lisboa. Felipe II se comprometió a respetar los fueros del reino y a reservar los
cargos de gobierno para los portugueses, así como a proteger su comercio y los territorios
coloniales. Las Cortes portuguesas de Tomar (1581) reconocieron a Felipe II como rey de Portugal,
lo que supuso la unidad ibérica, si bien mantuvo la autonomía del reino.
Analice la política respecto a América en el siglo XVI y sus consecuencias para España, Europa y la
población americana.
La conquista americana.
La conquista se realizó mediante expediciones particulares a través de capitulaciones de
conquista, acuerdos por los que la Corona autorizaba a particulares dirigir, organizar y financiar
expediciones, reclutar un ejército y conquistar un territorio -que quedaba bajo la soberanía de la Corona-; a
cambio, el rey concedía al conquistador el título de gobernador o capitán general y también parte de las
riquezas encontradas y de los beneficios obtenidos.
El proceso de conquista de América se inició con la conquista de las Antillas (1502-1519). Desde
La Española los españoles ocuparon Cuba -empresa en la que participaron Hernán Cortés y Bartolomé de
las Casas- y Jamaica; Ponce de León conquistó Puerto Rico. Las guerras, las enfermedades y la explotación
diezmaron a la población nativa, los españoles no se adaptaban al clima, tenían que importar mercancías
de Europa y, sobre todo, estas tierras no eran tan ricas en oro como se esperaba.
Las últimas conquistas -a partir de 1550- permitieron dominar los territorios del Sur de Estados
Unidos -California, Arizona, Nuevo México, Texas (Vázquez Coronado) y Florida-, la cuenca del Orinoco y
adentrarse desde el Río de la Plata hacia el interior de Argentina (Buenos Aires), Uruguay, Paraguay y
parte de Bolivia.
La administración colonial.
Los asuntos americanos fueron controlados a través de la Casa de Contratación -una institución
fundada en el reinado de los Reyes Católicos con sede en Sevilla bajo control de la Corona para gestionar
el comercio con América, inspeccionar el tráfico de mercancías y personas y asegurar la recaudación del
quinto real (20% de la producción mineral americana-sobre todo de oro y de plata-asignado a la Corona);
también era una escuela náutica de pilotos, centro de estudios geográficos y de cartografía- y Carlos I fundó
el Consejo de Indias, un órgano asesor del que dependían el gobierno y la administración de los territorios
americanos y que asumió la gestión de todos los asuntos relacionados con América -nombramiento de
cargos, justicia, hacienda y legislación-.
Para su administración, los territorios americanos fueron divididos en:
Virreinatos: circunscripciones de rango superior gobernadas por un virrey, máxima autoridad en
América. Los virreyes eran nombrados por la Corona, tenían amplios poderes, disponían de Corte propia y
estaban sujetos a inspección (visitas). Hasta el siglo XVIII hubo dos virreinatos: el virreinato de Nueva
España (1535), con capital en Ciudad de Méjico -construida sobre la antigua Tenochtitlán azteca- para
América Central, y el virreinato del Perú (1544), con capital en Lima -ciudad que sustituyó a la antigua
capital inca, El Cuzco- para América del Sur.
Gobernaciones y capitanías generales: circunscripciones administrativas similares a las
provincias, donde los gobernadores ejercían funciones administrativas, judiciales y militares. Cuando eran
fronterizas o conflictivas y requerían presencia militar se denominaban capitanías generales.
Corregimientos: distritos similares a las gobernaciones en cuanto a funciones, pero de menores
dimensiones, bajo la autoridad de los corregidores que presidían los cabildos o ayuntamientos.
Cabildos o ayuntamientos de las ciudades: unidad administrativa básica cuya organización era
equivalente a la de los municipios castellanos. Los cabildos estaban controlados por las oligarquías locales,
formadas por españoles y sus descendientes (criollos).
Las Audiencias eran tribunales superiores de justicia, cuyas decisiones obligaban a los virreyes y
que asumían las funciones de gobierno cuando el cargo de virrey estaba vacante. En el siglo XVI se crearon
diez Audiencias.
La llegada de grandes cantidades de oro y plata generó un proceso inflacionista conocido como
“revolución de los precios”: la disponibilidad de metales precios permitió incrementar la emisión y la
circulación de moneda, lo que provocó su devaluación y el aumento espectacular y continuado de los
precios, lo que perjudicó a la economía española que se hizo menos competitiva.
Los efectos dinamizadores del oro y la plata americanos en la economía castellana fueron muy
limitados ya que no se invirtieron España, sino que se desviaron a los países que abastecían a los
mercados españoles y americanos de productos manufacturados -Holanda e Inglaterra-, y también se
destinaron a financiar la política imperial de los reyes españoles -sobre todo los gastos militares- y a
amortizar los créditos que los banqueros extranjeros (alemanes, genoveses y flamencos) concedieron a
la Corona.
La Corona consiguió importantes ingresos procedentes de las Indias por el cobro de impuestos,
monopolios comerciales -incluido el del comercio de esclavos negros africanos-, tributos de los indios y
el quinto real -porcentaje del 20% de todas las extracciones de metales-.
b) El impacto social.
Se produjo una pérdida de población por emigración; la mayoría de los emigrantes eran
castellanos, sobre todo de Andalucía -militares, colonos y funcionarios-, lo que contribuyó a la decadencia
de las ciudades castellanas.
También se produjo el empobrecimiento de las clases populares y el enriquecimiento de las
élites.
c) La polémica de los justos títulos.
Los métodos empleados en la conquista y en la colonización de América fueron criticados por
algunos sectores, en especial por los dominicos. La encomienda y otros abusos fueron denunciados
por fray Bartolomé de las Casas, lo que obligó a adoptar nuevas medidas legales en el reinado de Carlos
I, como la sustitución de la encomienda de servicios por la encomienda de tributos en 1532 y las Nuevas
Leyes de Indias de 1542 que suprimían la encomienda perpetua, prohibían la esclavitud de los nativos
americanos y ordenaban que quedaran libres de los encomenderos y puestos bajo la soberanía de la
Corona.
El incumplimiento de estas disposiciones desató una polémica sobre la legitimidad del dominio de
España sobre las tierras americanas y el empleo de la fuerza contra los indios. Carlos V convocó en 1550
la Junta de Valladolid donde se reunieron teólogos y juristas para debatir sobre los justos títulos, fijar las
bases -teológicas y jurídicas- que regulasen la conquista y la colonización de las Indias, y plantear la
polémica de “los naturales” en la que se enfrentaron los defensores (los frailes dominicos Bartolomé de
las Casas y Francisco de Vitoria) y los detractores (Juan Ginés de Sepúlveda) de los indios.
Bartolomé de las Casas sostenía que estos eran seres libres con plenitud de derechos como súbditos
del rey de Castilla, y, por tanto, la colonización sólo se podía justificar como empresa exclusivamente
evangelizadora y siempre que fuera pacífica.
Francisco de Vitoria, uno de los iniciadores del derecho de gentes y precursor del derecho
internacional moderno, defendía que los indígenas eran seres racionales y, por tanto, humanos y, por
consiguiente, estaban protegidos por el derecho natural, que les garantizaba el derecho a la libertad, a
poseer bienes y tierras y a nombrar sus propias autoridades. Consideraba falsas las justificaciones con que
se había pretendido legitimar la guerra de conquista contra los indios, aunque había otras razones que sí
podían justificar la conquista y la guerra, como acabar con las prácticas contrarias a la ley natural (sacrificios
humanos y otras barbaridades) de ciertos pueblos, a los que las gentes civilizadas debían imponer su tutela.
El impacto en Europa:
La apertura de nuevas rutas comerciales hacia América, Asia y África estimuló la expansión
económica favorecida por: el aumento de oro y plata disponible, la demanda de productos procedente
de los mercados exteriores, un fuerte incremento del comercio y un abaratamiento del crédito.
Se desarrolló el capitalismo comercial: América enviaba a Europa oro y plata, a cambio de
productos agrarios e industriales; Europa enviaba parte del oro y la plata americanos a Extremo Oriente, a
cambio de especias; y parte a África, para comprar esclavos que se llevaban a América, con lo que se creaba
un circuito comercial a nivel mundial, lo que estimuló el crecimiento del sector financiero, de la banca
y del crédito.
El Atlántico se convirtió en el área comercial más activa a través de los puertos de mayor tráfico
(Lisboa, Sevilla, Amberes y Londres).
Parte del oro y de la plata americanos eran desviados desde España a Europa como pago a los
productores y comerciantes europeos que abastecían a los mercados americanos, y como aval y
pago de los préstamos concedidos por los banqueros europeos (alemanes, italianos y flamencos) para
financiar la política imperial de los Austrias.
Los recursos americanos también llegaban a Europa por otras vías como el contrabando y la
piratería, que vulneraban el monopolio ejercido por Castilla en el comercio con las Indias, cuestionado por
potencias como Inglaterra y Holanda que habían quedado al margen del mercado americano.
La llegada de grandes cantidades de oro y plata, primero a España y después a Europa, provocó
un proceso inflacionista conocido como “revolución de los precios” -el aumento de la cantidad de oro y
plata en circulación, provocó la devaluación del oro y el incremento espectacular y continuado de los
precios-.
El impacto en América.
La conquista y la colonización provocaron una elevada mortalidad entre la población nativa debido
al contagio de enfermedades de origen europeo -viruela, gripe, sarampión, tifus-, al trabajo forzoso en la
tierra y en las minas a través de los sistemas de explotación impuestos por los conquistadores y los colonos
españoles -la encomienda y la mita-, a las guerras, a las matanzas, a la presión tributaria y a la
desposesión de las tierras a la que fueron sometidos.
La pérdida de población indígena fue compensada desde el siglo XVI con esclavos negros
procedentes de África en el área caribeña y con población de origen europeo en Chile y Argentina, de
forma que disminuyó el número de indios y aumentó el de europeos, africanos y mestizos.
Se produjo un fuerte mestizaje entre indígenas, blancos y negros: mestizos (hijos de blancos e
indios), mulatos (hijos de blancos y negros) y zambos (hijos de indios y negros), mientras que los criollos
eran los descendientes de la población española, convertidos en una élite de grandes propietarios que
monopolizaban los cargos de la administración y del gobierno colonial.
También hubo un importante choque y contacto de culturas, en el que se acabó imponiendo la
cultura hispana que dejó en el continente su lengua, su religión y su arte, lo que provocó un proceso de
aculturación, con la destrucción de las formas tradicionales de las civilizaciones indias en algunas zonas,
o de mestizaje cultural en otras, lo que ha permitido una rica diversidad cultural.
La extensión entre la población indígena de un espíritu pesimista de derrota y de desgana vital, que
se tradujo en suicidios y en una notable caída de la natalidad.
Represente una línea del tiempo desde 1474 hasta 1700, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Explique los principales proyectos de reforma del Conde Duque de Olivares.
Felipe IV (1621 – 1665) delegó el poder en su valido don Gaspar de Guzmán y Pimentel, el conde-
duque de Olivares que se propuso, a nivel interno, reforzar el poder real con un ambicioso programa
de reformas que expuso en el llamado Gran Memorial, enviado al rey en 1624. Algunas reformas tenían un
carácter arbitrista en la línea del mercantilismo y otras un carácter unificador y centralizador, ya que
pretendían suprimir las diferencias forales de los distintos territorios de la Corona para que todos
contribuyeran de forma equitativa a las cargas de la monarquía en hombres e impuestos y evitar que los
costes del imperio recayesen en mayor medida sobre Castilla.
La política reformista, que Olivares trató de imponer de forma autoritaria, incluyó:
Reformas administrativas, como el cese y condena de todos los gobernantes corruptos del reinado
anterior, la creación de 16 juntas de reforma -especie de ministerios-, entre ellas 5 de Hacienda, otras 5
de Obras Públicas y la Junta de Reformación de Costumbres que trató de frenar el excesivo gasto de
la Corte, reduciendo empleos cortesanos y gastos en objetos de lujo. Aunque las juntas estaban bien
planeadas, fracasaron por la posición de los estamentos privilegiados y, además, al no suprimir los anteriores
organismos administrativos los gastos burocráticos se elevaron en un 50%.
Medidas proteccionistas para impulsar la artesanía textil que prohibían el comercio con
Inglaterra, Francia, Holanda y numerosos estados alemanes, lo que provocó la oposición de los
comerciantes; y la construcción de obras de canalización, y la supresión de aduanas y puertos secos,
para desarrollar el transporte fluvial y el comercio, respectivamente. Sin embargo, la falta de capitales y
de personal técnico cualificado impidió el desarrollo de una industria especializada y arruinó el comercio.
Para incentivar el crecimiento demográfico, autorizó la llegada de población extranjera
católica y concedió beneficios -privilegios de hidalguía - a las familias numerosas.
Una reforma fiscal para financiar la costosa política exterior, con el aumento de los ingresos
de la Corona anulando las exenciones fiscales de los territorios forales, de forma que los territorios no
castellanos de la monarquía contribuyeran en la misma medida que Castilla a los gastos de la monarquía-;
estableció un impuesto sobre la sal aplicado a todos los súbditos de Castilla -que provocó la oposición de
los estamentos y los territorios protegidos por los fueros-; la abolición de los millones y la creación de
erarios públicos y montes de piedad que contribuyeran a reducir la deuda pública; estos erarios debían
mantenerse con aportaciones proporcionales a la propiedad, lo que supuso la oposición de los grandes
propietarios y la negativa de las Cortes a aprobar la propuesta de creación de los nuevos erarios y la
introducción de un sistema tributario unitario conforme al modelo fiscal de Castilla.
La Unión de Armas (1625) estableció un sistema de cuotas por el que cada reino debía
proporcionar, en caso de guerra, un número determinado de hombres y una cantidad de dinero en
proporción a sus recursos económico y demográficos para formar un ejército de 140.000 hombres
reclutado, armado y mantenido por cada reino.
Este proyecto centralizador del Conde-Duque provocó las rebeliones secesionistas de
Cataluña y Portugal que se negaron a contribuir con tropas y subsidios a la política belicista de España en
defensa de sus fueros frente al autoritarismo real.
Explique los principales factores de la crisis demográfica y económica del siglo XVII, y sus
consecuencias.
LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA.
Desde 1580 se venía observando una desaceleración, y, en algunos casos, incluso un descenso
del crecimiento económico. A lo largo del siglo XVII, la población española se estancó e, incluso,
disminuyó; hacia 1700 ascendía a unos siete millones de personas, cifra ligeramente inferior a la registrada
a principios de la centuria -unos ocho millones de habitantes-. La población descendió hasta las décadas
centrales del siglo y después inició una lenta recuperación hasta alcanzar a finales del XVII los niveles
demográficos de finales del XVI.
El descenso demográfico presentó ritmos y características diferentes en los distintos territorios de la
monarquía, ya que el campo, en general, se recuperó de la crisis demográfica mejor que las ciudades
y la recesión demográfica fue mayor en el interior que en la periferia. Las mayores pérdidas de población
se registraron en las dos Castillas, Extremadura, Andalucía, interior de Galicia, sur de Álava, Navarra y
Aragón donde se produjo una crisis demográfica profunda y dilatada que supuso una disminución
demográfica de un 12%. Sin embargo, las zonas periféricas experimentaron cierto crecimiento: en la zona
cantábrica se produjo un crecimiento sostenido que permitió un ciclo expansivo, localizado entre 1630 y
1680, en el que la población se incrementó en un 50% y un 64%, gracias al cultivo del maíz que permitió
una mejora en la alimentación, y en las zonas costeras de Cataluña, Valencia y Murcia también se observó
un aumento demográfico, aunque más moderado que en el área cantábrica.
Por lo tanto, aunque a finales del siglo se habían recuperado los niveles de población de sus inicios,
la distribución de la población se había alterado: el interior perdió población en beneficio de la
periferia y se produjo una pérdida de peso de la población urbana a favor de la rural.
El nulo crecimiento demográfico se debió a:
Las sucesivas crisis de subsistencia, causadas por las malas cosechas y que provocaron
hambrunas, conflictos sociales e incluso rebeliones políticas.
Las guerras permanentes: la falta de mercenarios para luchar en los múltiples frentes de las guerras
emprendidas por los Austrias obligó a hacer reclutas y levas forzosas de hombres jóvenes en edad de
trabajar y de tener hijos.
Las epidemias de peste, con brotes cíclicos en 1596-1602, 1630, 1647-1652, 1676-1685, y
favorecidas por la desnutrición de la población, provocaron una elevada mortandad que se calcula en
1.250.000 víctimas, la disminución de la mano de obra y, por lo tanto, menos producción y más hambre.
En algunas zonas de Aragón y Valencia también influyó la expulsión de los moriscos, unos
300.000 entre 1609 y 1614, e incluso puede añadirse la emigración a América que, aunque no fue decisiva,
incidió fundamentalmente en Castilla y Andalucía.
LA CRISIS ECONÓMICA DEL SIGLO XVII.
En la primera mitad del siglo XVII se registró una aguda recesión en todos los sectores de la
economía, relacionada con el descenso demográfico que supuso pérdida de manos de obra y caída de la
demanda interior.
AGRICULTURA. La situación precaria de la agricultura empeoró y la producción agraria
disminuyó -sobre todo en Castilla- debido a múltiples factores:
La pérdida de mano de obra o reducción del número de campesinos causada por las levas
forzosas, las epidemias, la desnutrición y el éxodo rural, lo que condujo al despoblamiento de las zonas
rurales.
La caída de la demanda y la fuerte carga fiscal, que obligó al éxodo rural
La falta de una eficaz red de comercialización de los productos agrarios por los excesivos
impuestos (diezmos, impuestos para la Corona) y tasas (alcabala).
El sistema de propiedad de la tierra en el que predominaba el latifundio, como generador de rentas
que enriquecían a la nobleza rentista, no como explotación capitalista en la que los propietarios invertían
capitales en explotaciones agrarias de alta productividad con una producción destinada al mercado.
El aprovechamiento del suelo agrario fértil para la ganadería estante como consecuencia de la
carestía de la mano de obra y de la decadencia de la Mesta.
El atraso tecnológico y la falta de preparación técnica del campesinado.
La falta de incentivos para los productores ya que se favorecía las importaciones de productos
agrarios en beneficio de los consumidores.
El resultado de todo ello, junto a la inflación monetaria, fue el encarecimiento de los productos
agrarios y, derivado de él, el descenso de la producción y el empobrecimiento del campesinado.
Además, las malas cosechas provocaron escasez, carestía, subida de precio del cereal y
hambre.
Se produjo un aumento de la concentración de la propiedad de la tierra y de los latifundios, y
muchos campesinos tuvieron que convertirse en jornaleros para sobrevivir.
GANADERÍA. La cabaña ganadera de la Mesta se redujo -por la falta de pastos y la destrucción
provocada por las guerras-, disminuyó la trashumancia y aumentó la estabulación y cayó la producción
y exportación de lana a Flandes, interrumpida por la guerra.
MANUFACTURAS. La producción artesanal se vio perjudicada por:
La falta de un mercado interior fuerte y la baja demanda por el descenso demográfico y el bajo
nivel adquisitivo de la población.
La falta de inversiones en empresas productivas, ya que la industria era una actividad
incompatible con la hidalguía y la limpieza de sangre y además proporcionaba pocas ganancias e implicaba
muchos riesgos, de forma que las rentas que las élites sociales obtenían en el campo no se invertían en
empresas industriales o comerciales, sino que destinaban a adquirir bienes inmuebles (casas en la ciudad
y tierras) o a préstamos al Estado, a través de la adquisición de juros o de la compra de cargos o títulos de
nobleza, que les permitiese la exención fiscal.
La falta de competitividad de las manufacturas españolas debida a los altos precios por el atraso
técnico y la persistencia de los gremios, la devaluación monetaria derivada de la constante emisión de
moneda de vellón (cobre) y la inflación, y los elevados impuestos a la producción.
La política aduanera favorable a las importaciones.
Los sectores tradiciones más dinámicos (industria textil lanera -Segovia, Toledo, y Cuenca- y
sedera- Granada, Sevilla, Málaga, Toledo-, naval -Bilbao, Santander, Sevilla y Cádiz-, minería y metalurgia
vasca, navarra y catalana) no lograron mantener su producción en los niveles anteriores.
COMERCIO.
El comercio interior se vio frenado por los altos precios debido a la existencia de aduanas interiores
y al pago de aranceles y peajes en las aduanas entre los distintos reinos o puertos secos, a la deficiente red
de caminos y a la falta de vías navegables, y a la inexistencia de un potente mercado interior.
El comercio exterior se basaba en la exportación de materias primas y productos agrarios (lana,
hierro, aceite, vino) y en la importación de manufacturas, lo que generaba un fuerte déficit de la balanza
comercial. Para compensar el déficit comercial, España tuvo que conceder ventajas comerciales en el
mercado español y americano a Holanda (tras la Paz de Westfalia), a Francia (tras la Paz de los Pirineos) y
a Inglaterra (después de la Paz de Aquisgrán).
Las transacciones comerciales se resintieron por las guerras y la devaluación de la moneda de
vellón que hizo aumentar los precios, lo que hacía que los productos españoles no fueran competitivos
en los mercados internacionales.
El comercio con América decayó notablemente entre 1630 y 1660 al disminuir la demanda
americana de productos españoles y al aumentar los intercambios entre las colonias; también la excesiva
presión fiscal, la confiscación de remesas de plata por la Corona (quinto real), el contrabando y el fraude, y
la competencia de holandeses, ingleses y franceses -que entablaron relaciones con América por su cuenta,
vulnerando el monopolio que tenían los españoles y los portugueses en el área- afectaron al comercio con
América que seguía siendo un monopolio de España organizado a través de la Casa de Contratación, del
puerto de Sevilla -que comenzó a ser desplazado por Cádiz- y de la flota de Indias. La llegada de metales
preciosos procedentes de América disminuyó y se destinó a financiar los gastos militares, a pagar la
deuda de la monarquía y a los comerciantes o proveedores extranjeros.
La HACIENDA PÚBLICA acusó el aumento de los gastos del Estado y de la Corona -constantes
guerras y despilfarro en gastos suntuarios- y la reducción de los ingresos, que derivaron en un déficit
crónico y las continuas bancarrotas del Estado (en 1607 -reinado de Felipe III-, en 1627, 1647, 1652,
1656 y 1662 -reinado de Felipe IV- y 1666 -reinado de Carlos II-), lo que suponía una situación de
insolvencia que impedía al Estado hacer frente a sus pagos y a sus deudas, y generaba una pérdida de
credibilidad de la monarquía entre los banqueros españoles y europeos.
Los mecanismos a los que recurrió la Corona para incrementar sus ingresos y pagar la deuda -el
incremento de los impuestos, la constante emisión de títulos de deuda pública -juros- y de moneda de
vellón (cobre)- agudizaron la recesión económica, ya que estrangularon el desarrollo de los sectores
productivos, provocaron la devaluación monetaria y el aumento de la inflación, y, por tanto, la falta de
competitividad de la economía española.
Represente una línea del tiempo desde 1700 hasta 1788, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Detalle las características del nuevo orden europeo surgido de la Paz de Utrecht y el papel de España
en él.
LA PAZ DE UTRECHT.
En Europa la Guerra de Sucesión finalizó con el Tratado de Utrecht (Países Bajos, 1713), aunque
en España el conflicto continuó hasta la caída de Cataluña (Barcelona capituló en 1714) y de Baleares
(Mallorca e Ibiza fueron tomadas en 1715). En Europa triunfó Carlos de Austria y en España Felipe de
Borbón, lo que significó el reconocimiento de Felipe V como rey de España -tras renunciar a sus derechos
al trono francés- y el cambio dinástico, con el acceso de los Borbones al trono español en sustitución de
la dinastía de los Habsburgo.
La Paz de Utrecht supuso un nuevo orden internacional basado en el equilibrio entre Francia y
Austria bajo el arbitraje de Inglaterra, lo que acababa con la hegemonía ejercida por Francia en el siglo
XVII. Inglaterra se perfilaba como la nueva potencia mundial -ya que consiguió imponer el equilibrio de
poderes en Europa y obtuvo un predominio marítimo y comercial incontestable- y España, que había sido
la gran potencia de Europa en el siglo XVI, quedó relegada a potencia de segundo orden, como aliada de
Francia y rival de Inglaterra y de Austria.
Felipe V fue reconocido como rey de España a cambio de la cesión de los territorios españoles
en Europa: Austria consiguió Flandes, Milán, Nápoles, Cerdeña; Saboya anexionó Sicilia, que después -en
1720- intercambió por Cerdeña; a Gran Bretaña le fueron entregadas Menorca y Gibraltar, lo que facilitaba
la penetración británica en el Mediterráneo, y a Portugal, Sacramento. Las Provincias Unidas y el nuevo
reino de Prusia obtuvieron algunas plazas de Flandes.
España también perdió el monopolio comercial con América con la concesión de privilegios
comerciales a Inglaterra: el asiento de negros -monopolio de la venta de esclavos negros africanos en
América- y el navío de permiso -autorización para enviar anualmente un galeón de gran tonelaje (500
toneladas) con manufacturas británicas para ser vendidas en las colonias españolas de América-.
Carlos III (1759-1788) firmó el Tercer Pacto de Familia (1761) con Francia contra Inglaterra, lo
que obligó a España a intervenir en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que disputaron Francia e
Inglaterra por la hegemonía en Europa. España se enfrentó al Reino Unido y a Portugal para defender las
colonias y el comercio colonial, y recuperar Menorca y Gibraltar. Por la Paz de París (1763) España tuvo
que entregar a Gran Bretaña la Florida y, en compensación, recibió de Francia la Luisiana.
Francia y España apoyaron a las colonias británicas de América del Norte que se sublevaron contra
el Reino Unido en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, y la Paz de Versalles (1783),
que reconoció la independencia de EEUU.
Defina qué fueron los Decretos de Nueva Planta y explique su importancia en la configuración del
nuevo Estado borbónico.
Los Borbones establecieron la monarquía absolutista -el rey era el único depositario de la soberanía de
origen divino y concentraba todos los poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial- y el Estado
centralizado -los poderes territoriales quedaban supeditados al gobierno central-, según el modelo francés,
a través de los Decretos de Nueva Planta (1707-1716), implantados en Valencia (1707), en Aragón (1711),
en Mallorca (1715) y en Cataluña (1716), por los que se procedió a la unificación jurídica e institucional
de todo el reino. Fueron suprimidos los fueros, las instituciones (el Consejo de Aragón, las Cortes y sus
diputaciones, incluida la Generalitat, el Justicia Mayor, los virreyes, los cargos municipales), la legislación,
los privilegios militares y fiscales, y las aduanas y puertos secos interiores de los reinos de la Corona
de Aragón, con el pretexto de que se habían rebelado contra Felipe V en la Guerra de Sucesión, y en su
lugar se impusieron las leyes, instituciones y cargos de Castilla (los corregidores y regidores, las
audiencias y chancillerías, además de los capitanes generales y los intendentes); se estableció el castellano
como lengua oficial -administrativa y jurídica- y el sistema fiscal fue sustituido por otro de carácter general,
el catastro, aunque se prometía el acceso de todos los súbditos a los cargos públicos. Sólo Navarra y el
País Vasco, que habían apoyado desde el principio de la Guerra de Sucesión a Felipe V, conservaron sus
fueros, sus instituciones (Cortes de Navarra), sus aduanas interiores, e incluso sus exenciones
militares.
LA ILUSTRACIÓN fue movimiento cultural e ideológico del siglo XVIII -Siglo de los Luces o Siglo
de la Razón-, que desde Francia se extendió a Europa y a América.
Esta corriente de pensamiento se basó en la exaltación de la razón, en el desarrollo del
conocimiento científico y de la experimentación -ciencias útiles y técnicas- como medios para el
progreso que debía llevar a la felicidad de los hombres. La ilimitada confianza en la razón y en la
capacidad intelectual del hombre suponían el rechazo de la autoridad, la tradición y la revelación como
fuentes de conocimiento.
El pensamiento ilustrado partía de los logros de la revolución científica del siglo XVII, cuyo
máximo exponente fue Newton, según los cuales la naturaleza se regía por leyes comprensibles para la
razón humana y que podían ser formuladas científicamente.
Este movimiento pretendía reformar -en el sentido de racionalizar- el sistema político, económico
y social del Antiguo Régimen y, frente a la monarquía absolutista, la sociedad estamental y el
mercantilismo, propuso la separación de poderes (Montesquieu), y la soberanía popular (Rousseau), una
sociedad más abierta y tolerante, el deísmo o religión natural frente a la Iglesia convencional, y nuevos
planteamientos económicos conforme a la fisiocracia y el liberalismo económico. La crítica ilustrada al
Antiguo Régimen anticipó el liberalismo e inspiró las revoluciones burguesas.
La ilustración se difundió entre los círculos intelectuales y una minoría de la nobleza y de la
burguesía, y contó con el apoyo de la monarquía ilustrada, que coincidía con los ilustrados en el deseo
de modernización de sus países.
DESPOTISMO ILUSTRADO: modelo de monarquía absoluta característica del siglo XVIII en la que
los reyes emprendieron una política de reformas desde el poder para el progreso y la modernización del
país, conforme a los principios ilustrados, sin renunciar a sus poderes absolutos ni alterar el orden social
estamental, privando a sus súbditos de toda capacidad de decisión o participación en la vida política. Este
concepto se expresa en la máxima “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Detalle las fases del conflicto entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII.
De esta pregunta incluyo dos enfoques: el desarrollo y el resumen.
Represente una línea del tiempo desde 1788 hasta 1833, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Ideario.
Los carlistas representaban al absolutismo real de origen divino -“Dios, Patria y Rey”-, defendían el
Antiguo Régimen, el integrismo religioso o ultracatolicismo y los intereses de la Iglesia (mantenimiento del
diezmo y oposición a las desamortizaciones y a la libertad religiosa), los privilegios estamentales y el
foralismo -el respeto a los fueros territoriales tradicionales: exenciones fiscales y militares, instituciones de
gobierno autónomas, legislación y sistemas judiciales propios de País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña y
Valencia -.
El carlismo era contrario al liberalismo y a todo lo que él implicaba: libertad política, económica y
social, uniformidad territorial y laicismo (principio opuesto al confesionalismo, defiende la separación de la
Iglesia y el Estado, y la libertad de conciencia).
Apoyos sociales:
Los carlistas estuvieron apoyados por sectores conservadores y reaccionarios: la baja nobleza rural
del norte, el ala más conservadora de la Iglesia (parte del bajo clero y clero rural), pequeños campesinos
propietarios y campesinos no propietarios, gran parte del artesanado pobre y oficiales reaccionarios del
ejército.
A nivel internacional, el apoyo fue escaso -casi exclusivamente moral e ideológico- procedente de
los países absolutistas y conservadores: Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios.
Represente una línea del tiempo desde 1833 hasta 1874, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Describa las características de los partidos políticos que surgieron durante el reinado de Isabel II.
Al margen del sistema liberal se situaban los carlistas, que defendían el absolutismo.
Los partidos liberales eran organizaciones de notables -“camarillas” alrededor de algún notable, civil o
militar, vinculadas por relaciones personales o intereses económicos que se unían para participar en las
elecciones y controlar el poder- y estaban muy debilitados por las disputas internas.
CARLISTAS:
Tradicionalistas, realistas o apostólicos
Representan el Antiguo Régimen.
“Dios, patria, rey” – “Dios y fueros” o “Dios y Ley vieja”
Principios:
-La monarquía absoluta y la soberanía real.
-El ultracatolicismo y el restablecimiento de la Inquisición.
-Los fueros territoriales (País Vasco, Navarra y Cataluña, Aragón y Valencia).
-Los privilegios estamentales.
Apoyos sociales: grupos más reaccionarios (conservadores, contrarios al liberalismo):
-Vieja aristocracia, baja nobleza rural del norte
-Clero: parte del bajo clero y clero rural
-Campesinos: pequeños propietarios y campesinos sin tierras.
-Artesanos: pequeños artesanos.
-Oficiales reaccionarios del ejército
LIBERALES MODERADOS:
Ideología: liberalismo doctrinario.
Sector conservador del liberalismo. Derecha liberal.
Antecedentes: doceañistas del Trienio Liberal.
Principios:
- Monarquía constitucional o parlamentaria
- La soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- No separación estricta de los poderes.
- Amplios poderes de la Corona -poderes político y legislativo-:
Poder ejecutivo a través del nombramiento de los ministros.
Convocatoria, suspensión y disolución de las Cortes -Iniciativa legal – Sanción de las leyes - Veto
Nombramiento del Senado.
- La Corona como garante del orden y la estabilidad.
-Poder legislativo compartido por el rey y la Corona.
- Cortes bicamerales:
Senado de nombramiento real.
Congreso elegido por sufragio censitario muy restringido.
- Sistema electoral: sufragio censitario restringido.
- Libertades y derechos limitados - libertad de prensa restringida-.
- Defensa del derecho a la propiedad privada.
- Catolicismo como religión oficial del Estado – financiación de la Iglesia por el Estado. Estado confesional.
- Administración centralizada: el gobierno central nombra a los gobernadores provinciales y a los alcaldes
de las capitales de provincia – control de la administración provincial y local por el gobierno central.
y supresión de la Milicia Nacional.
Política económica: oposición a la desamortización, proteccionismo e impuestos indirectos.
Bases sociales: élites de grandes propietarios -latifundistas-, alta burguesía -empresarios- y funcionarios.
Acceso al poder por el apoyo de la Corona.
Se mantienen en el poder a través de la represión, la manipulación electoral y el sufragio restringido.
Periodos de gobierno:
Regencia de María Cristina: 1833-1836 y 1837-1840.
Isabel II: década moderada (1844-1854).
Alternancia con los unionistas entre 1856 – 1868.
Constitución de 1845.
Narváez.
UNIONISTAS:
La Unión Liberal, partido fundado en 1854.
Partido de centro: Agrupa a moderados y progresistas – a los sectores afines de ambos partidos (los más
progresistas de los moderados y los más moderados de los progresistas).
Defienden el orden (rasgo moderado) y la libertad (rasgo progresista).
O´Donnell.
Periodos en el poder:
Reinado de Isabel II: Alternancia en el gobierno con el partido moderado entre 1856 y 1868.
Adhesión al pacto de Ostende (1866).
LIBERALES PROGRESISTAS:
Antecedentes: exaltados o veinteañistas del Trienio Liberal.
La izquierda liberal
Principios:
-La soberanía nacional representada en las Cortes.
-La separación de poderes.
-Limitar los poderes de la Corona y del gobierno a favor de las Cortes.
-Cortes bicamerales -Senado y Congreso- elegidas por sufragio censitario.
-Responsabilidad de los ministros (poder ejecutivo) ante las Cortes (poder legislativo).
-Sufragio censitario amplio.
-Libertades y derechos amplios (libertad de imprenta sin censura previa)
-Elección popular de los Ayuntamientos.
-Milicia Nacional.
Política económica: Libertad de comercio (librecambismo), desamortización y equilibrio entre impuestos
directos e indirectos.
Apoyo de las clases medias urbanas (comerciantes y profesionales liberales) e inicialmente apoyo de los
obreros industriales.
Acceso al poder a través de sublevaciones revolucionarias: pronunciamientos militares y juntas.
Períodos de gobierno:
-Regencia de María Cristina (Mendizábal y Calatrava, 1836-1837).
-Regencia de Espartero (1840-1843).
-Reinado de Isabel II: Bienio progresista (1854 - 1856).
-Firma del Pacto de Ostende (1866).
Constitución nonata de 1856.
Mendizábal y Espartero
DEMÓCRATAS
Escisión del ala radical de los progresistas. Fundado en 1849.
Principios:
- La monarquía parlamentaria y constitucional o la República
-La soberanía popular.
-La estricta separación de poderes:
Poder ejecutivo: el rey a través de los ministros (monarquía constitucional) o el gobierno (República).
Legislativo: Cortes unicamerales.
Judicial: tribunales – jurado.
-Sufragio universal masculino.
-Declaración amplia de derechos, naturales e inalienables (derechos individuales y políticos, sociales-
derecho a la educación- y colectivos -asociación sindical-).
-Libertad de cultos – Estado financia a la Iglesia (el culto y al clero).
-Elección democrática de diputaciones y ayuntamientos
-Instrucción pública -primaria gratuita-, supresión de las quintas y de los consumos, intervención del Estado
en las relaciones laborales.
-Desamortización.
Los demócratas no accedieron al poder en el reinado de Isabel II.
Apoyo de parte de las clases medias y bajas
Resuma las etapas de la evolución política del reinado de Isabel II desde su minoría de edad, y
explique el papel de los militares.
Primero expongo el tema desarrollado y después lo resumo, que es lo que pide el enunciado del estándar.
Así tenéis un modelo de síntesis.
EXPOSICIÓN DEL TEMA.
A – EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL REINADO DE ISABEL II
Etapas del reinado de Isabel II.
El reinado de Isabel II (1833 – 1868) fue un periodo convulso desde sus inicios, marcados por la
primera guerra carlista, en la que en principio se decidía el titular del trono: Isabel II, nombrada heredera por
su padre Fernando VII, o el hermano de este, Carlos María Isidro.
Pero, la identificación del pretendiente carlista con el más estricto absolutismo del Antiguo Régimen
empujó a los defensores de Isabel II a buscar apoyo en los liberales, muy representativos en el ejército. Por
esta razón, la guerra no fue sólo una lucha por el trono entre dos miembros de la familia real, sino que se
convirtió en un enfrentamiento entre dos modelos de Estado: absolutismo y liberalismo.
Finalmente, el fracaso del carlismo aseguró el trono de Isabel II, cuyo reinado se puede dividir en tres
etapas:
1. Regencia de María Cristina (1833 – 1840), su madre, ya que a la muerte de Fernando VII, Isabel II
sólo contaba tres años de edad.
2. Regencia del general Espartero (1840 – 1843), primero como presidente de un Ministerio-Regencia
(1840-1841) tras la renuncia de María Cristina, y después como regente en solitario (1841 – 1843).
3. Reinado efectivo de Isabel II (1843 – 1868), que, tras la caída de Espartero, fue declarada mayor
de edad por las Cortes al cumplir 13 años, para evitar una nueva regencia.
Objetivos
Sus objetivos estaban determinados por la - El objetivo principal era la
situación crítica que atravesaba el país: el recaudación de fondos
déficit de Hacienda y la primera guerra suplementarios para reducir el déficit
carlista. estatal y amortizar la deuda pública -
sanear la Hacienda pública-
Objetivos sociales:
- Crear una clase media de propietarios
agrarios contribuyentes
Objetivos políticos:
- Convertir a los nuevos propietarios en
adeptos de la causa liberal, que necesitaba
apoyo social frente a la amenaza del
carlismo, es decir, ampliar el número de
simpatizantes del liberalismo y consolidar
los apoyos a la monarquía de Isabel II, ya
que los compradores de bienes
eclesiásticos desamortizados perderían
las tierras adquiridas en caso de una
victoria del bando carlista, porque los
ultracatólicos partidarios de Don Carlos
habían anunciado su disposición de
devolver las propiedades al clero.
Efectos
La hacienda pública recaudó menos La recaudación superó a la obtenida por
ingresos de los esperados: casi 4.000 la desamortización de Mendizábal, con
millones de reales, aproximadamente el casi 5.000 millones de reales, el 42% del
33% del total conseguido por todas las total de los ingresos conseguidos por las
desamortizaciones del siglo XIX. desamortizaciones a lo largo del siglo.
Vigencia Vigente desde abril de 1834 hasta agosto de Desde el 17 de julio de 1837 -fecha en la que la Larga vigencia: desde su promulgación el 23 de
1836 Regente aceptó la Constitución en nombre de la mayo de 1845 hasta 1854, y desde 1856 hasta
Reina- hasta 1845. 1868.
Objetivos - Garantizar la sucesión de Isabel como reina - Encontrar un término medio entre el Estatuto - Conformar el régimen político en un sentido
de España frente a las pretensiones de Carlos Real y la Constitución de Cádiz. estrictamente moderado.
María Isidro mediante un acuerdo con los - Ofrecer un marco que garantizara los principios - Garantizar el ejercicio del poder por el partido
liberales moderados. liberales, la seguridad individual y la propiedad moderado
- Conseguir apoyos para Isabel II entre los privada, frente al radicalismo liberal y frente al - Asegurar el dominio político y social de la
sectores socioeconómicos más dinámicos; a carlismo. oligarquía agraria y financiera
cambio la Corona prometía reformas - El objetivo de las Cortes constituyentes -de
graduales. mayoría progresista- era reformar la
Constitución de 1812, pero el resultado fue un
nuevo texto constitucional.
- Representar a las diferentes tendencias
liberales (moderados y progresistas) para
consolidar el régimen liberal.
Soberanía Soberanía compartida por el rey y las Cortes En teoría admitía la soberanía nacional, pero Soberanía compartida entre el rey y las Cortes
otorgaba a la Corona mayor poder que la – atribución conjunta de la potestad legislativa
Constitución de 1812. En la práctica se instituía al rey y a las Cortes.
un régimen de soberanía compartida.
Soberanía compartida – atribución conjunta de
la potestad legislativa al rey y a las Cortes.
Las Cortes: El Estatuto establecía unas Cortes de carácter El poder legislativo corresponde a las Cortes,
Funciones meramente consultivo con funciones muy cuya función principal es legislar. Las Cortes son
limitadas. el órgano de representación de la soberanía
A las Cortes correspondían el derecho de nacional.
petición al Rey (elevar peticiones), pero no Las dos Cámaras tienen iniciativa legislativa, y
podían deliberar sobre asuntos que no están facultades para elegir al regente, recibir el
hubieran sido sometidos a su consideración juramento constitucional de la Corona y
mediante decreto real -carecían de iniciativa controlar al gobierno o hacer efectiva la
legislativa- y la aprobación de los impuestos. responsabilidad de los ministros. También
aprobar los impuestos y los presupuestos. En
materia presupuestaria, el Congreso prevalece
sobre el Senado.
Composición Composición bicameral. Composición bicameral. Cortes bicamerales: Senado y Congreso de los
Las Cortes estaban formadas por dos Las Cortes se configuran en una doble Cámara: diputados.
Cámaras: Estamentos de Próceres y de Senado y Congreso de los diputados.
Procuradores.
- El Estamento de Próceres: de - El Senado formado por grandes propietarios es - Senado: Cámara alta nombrada por el rey
nombramiento real, compuesto por la alta nombrado por el rey entre una lista triple entre las altas categorías de la administración,
nobleza (Grandes de España, que eran confeccionada por los votantes. Se establece un del Ejército, la Iglesia y las personas que hayan
miembros natos de este senador como mínimo por provincia, que habrá ocupado cargos políticos y que posean una
Estamento y cuya dignidad se consideraba de tener, por lo menos, cuarenta años. La mitad elevada fortuna -grandes propietarios-. Es un
hereditaria), y por miembros designados por de los miembros era nombrada por el monarca, Senado aristocrático, formado por un número
la Corona, que desempeñaban su cargo con y la otra mitad, elegida por los votantes ilimitado de miembros vitalicios.
carácter vitalicio: títulos de Castilla, las altas mediante sufragio censitario indirecto.
jerarquías eclesiásticas (arzobispos y
obispos), altos mandos del Ejército y altos
funcionarios de la Administración, los más
ricos propietarios, industriales y fabricantes,
altas personalidades de las ciencias y las
letras. Sólo podían formar parte de esta
Cámara los ciudadanos con unas rentas
superiores a 60.000 reales y los Títulos de
Castilla con rentas superiores a los 80.000. - El Congreso de los Diputados es elegido por - El Congreso, Cámara baja elegida por un
- El Estamento de Procuradores: de carácter sufragio directo y censitario más amplio que el electorado muy restringido
electivo por sufragio censitario entre los del Estatuto Real entre los varones mayores de
ciudadanos mayores de 30 años que 25 años cada tres años
dispusieran de una renta anual superior a
12.000 reales. El sistema electoral era
indirecto y estrictamente censitario:
concedía el derecho al voto a 16.026
electores, un 0,15% de la población
La Corona. La Corona recibe más poderes en comparación La Corona dispone de poderes muy amplios.
El monarca dejó de concentrar los poderes de con los que establecía la de Cádiz. Aumento del poder del rey por el incremento
forma absoluta, aunque se le reservaban El rey posee el poder ejecutivo y participa del de sus competencias y por la restricción de la
importantes atribuciones: legislativo junto con las Cortes. autonomía de las Cortes, a través del nuevo
Rey con capacidad para convocar y disolver Posee la iniciativa legal, junto con las Cortes; tipo de Senado.
las Cortes, nombrar al presidente de ambos Tiene poder para sancionar y promulgar las Las competencias reales son mucho más
Estamentos y con capacidad legislativa. leyes; derecho de veto absoluto o ilimitado; amplias que las de la Constitución anterior y,
En el proceso de elaboración de una ley era convocar, suspender y disolver las Cortes; además, suprime las limitaciones que aquella
necesaria la aprobación de las dos Cámaras y nombrar y destituir libremente a los ministros; establecía para que el monarca pudiera
el consentimiento del rey. designar a los senadores. ausentarse del territorio y contrae matrimonio.
El rey no estaba sujeto a responsabilidad, es Potestad para nombrar y separar libremente a
Reconocimiento constitucional del Consejo inviolable. El rey tiene irresponsabilidad política, los ministros; nombrar al Senado; convocar,
de Ministros, presidido por el Rey – órgano pero no sus ministros, que responden ante las suspender y disolver las Cortes; sancionar y
central político-administrativo-. Cortes. Tiene derecho de veto por una promulgar las leyes; derecho de veto, iniciativa
legislatura, iniciativa legislativa junto con las legal.
cortes y capacidad para disolverlas Inviolabilidad del monarca
Sistema electoral El sistema electoral era indirecto y Sufragio censitario directo, que reservaba el Sufragio censitario muy restringido y directo:
estrictamente censitario: concedía el derecho al voto a los mayores contribuyentes de la ley electoral de 1846 redujo el número de
derecho al voto a 16.026 electores, un 0,15% la localidad. electores al 1 % de la población e implantó
de la población Sistema electoral. La Constitución se completó como unidad electoral el distrito reducido, que
con la Ley electoral de 1837 que establecía el facilitaba el control del electorado por los
voto directo y el sufragio restringido masculino caciques y las autoridades.
para la elección de diputados. Así se limitaba el
derecho a voto a aquellos hombres a los que se
consideraba cualificados para usar
correctamente sus derechos políticos; por eso
sólo podían votar:
Los mayores contribuyentes -grandes
propietarios- pues se exigía una cuota impositiva
directa mínima para ser elector.
Un pequeño número de varones con una
determinada formación intelectual: miembros
de las Reales Academias, profesores de
enseñanza pública, doctores y licenciados
universitarios, curas párrocos.
Estos “capacitados” eran unos 240.000 hombres
mayores de 25 años, siendo la proporción
electores/habitantes de 1/58.
Organización Los gobiernos locales, como establece el artículo La regulación de los ayuntamientos y
territorial. 70, serán elegidos por los vecinos con capacidad diputaciones se remite a una ley posterior,
de voto. Democratización de los gobiernos indicando que ya se preverá “…la intervención
locales. que hayan de tener ambas corporaciones los
delegados del gobierno” (art. 74)
La ley de ayuntamientos de 1845 dispuso el
nombramiento de los alcaldes por el gobierno
en los municipios de más de 2.000 habitantes.
Centralización.
Identifique los grandes conflictos del Sexenio y explique sus consecuencias políticas.
El Sexenio Democrático (1868-1874) fue una etapa de gran inestabilidad política en la que confluyeron
múltiples conflictos:
La guerra de Cuba, conocida como la Guerra de los Diez Años (1868 – 1878), se inició tres días
después del pronunciamiento de la Gloriosa, cuando Manuel Céspedes (terrateniente azucarero cubano),
al frente de una junta revolucionaria, se sublevó al Grito de Yara (la insurrección estalló en Yara, parte
oriental de la isla) y liberó a sus esclavos. Otros terratenientes lo imitaron y, poco después, se sublevaron
contra la dominación española. El motivo era el descontento criollo ante la desastrosa situación de las
explotaciones debido a la crisis internacional y al monopolio comercial ejercido por España. La
sublevación afectó seriamente a la Hacienda y a la acción del Gobierno español, ya que impidió, en
parte, la aplicación de las reformas prometidas durante la revolución.
La movilización de las clases populares y trabajadoras. Ya desde 1868, el desengaño político
y la situación de depresión económica, unidos a una serie de malas cosechas, provocaron
levantamientos campesinos -ocupaciones de fincas en Andalucía para repartirse las tierras, motines de
subsistencia y contra las quintas-, y huelgas industriales -huelga general de obreros en Alcoy (7 de julio
de 1873)-, en los inicios del movimiento obrero, vinculado a la AIT o Primera Internacional.
Las insurrecciones republicanas federalistas. También desde 1868, los republicanos
federalistas intransigentes protagonizaron varias sublevaciones en Andalucía, Cataluña, Aragón y
Valencia, que fueron sofocadas por el Gobierno tras suspender las garantías constitucionales, y cuya
radicalización condujo al cantonalismo -movimiento federalista promovido por los republicanos
intransigentes, ala izquierdista del republicanismo que pretendía la formación de cantones, gobiernos
territoriales o pequeños Estados, teóricamente independientes, que se federaban libremente en un
proceso que debían culminar en una federación que abarcase todo el territorio nacional. El levantamiento
cantonalista se inició en julio de 1873 en Cartagena donde se sublevaron los grupos federalistas
proclamando el cantón y haciéndose con el control de la flota y del arsenal. La proclamación de cantones y
la formación de Juntas revolucionarias se extendió a Murcia y a otros puntos de Levante (Valencia, Alicante)
y Andalucía, incluso de Castilla (Salamanca, Béjar, Ávila), que se sublevaron contra el gobierno central y se
declararon independientes, apoyados por las clases medias radicalizadas, con la participación de los
trabajadores de las ciudades vinculados al movimiento obrero y anarquistas integrados en la AIT
(Asociación Internacional de Trabajadores). La incapacidad para contener el movimiento cantonalista
provocó la dimisión de Pi y Margall y la evolución de la I República hacia políticas autoritarias.
La tercera guerra carlista (abril de 1872-1876). Tras la Revolución de 1868 el carlismo se revitalizó
ideológica y militarmente, de forma que adquirió un nuevo impulso durante el Sexenio, oponiéndose a
Amadeo I -considerado un intruso- y a la I República.
A los carlistas se unieron los neocatólicos -ala derecha del partido moderado, fundada por
Donoso Cortés, cuya ideología era la defensa del orden social consagrado por la Iglesia y la religión católica-
partidarios del acceso al poder por la vía legal, lo que hizo que en el carlismo convivieran dos corrientes:
una facción más abierta -identificada con el general Cabrera, acusada de heterodoxa y próxima a la
masonería- y otra más ortodoxa, encabezada por Carlos VII y Cándido Nocedal, que optó inicialmente
por la lucha legal -presentarse a las elecciones para tener representación en el Parlamento- hasta que el
retroceso electoral de 1872 les decidió por la acción militar.
La tercera guerra carlista se inició en abril de 1872 con un levantamiento fallido en varios puntos
de Cataluña y Valencia (Barcelona, Gerona, Valencia y el Maestrazgo). La sublevación también fracasó
en el País Vasco con la derrota de Oroquieta que llevó a la firma del Convenio de Amorebieta, por el
que Serrano indultaba a los insurgentes. El convenio desmovilizó las partidas carlistas, pero Carlos VII no
lo aceptó y la lucha continuó en Cataluña.
Con la reorganización del ejército carlista se reanudaron las hostilidades en diciembre de 1872
y la guerra se generalizó en 1873, con la ocupación de País Vasco, Navarra y parte de Aragón, de la
Comunidad Valenciana y Castilla – La Mancha. El capítulo más importante fue el sitio de Bilbao, que
ganaron las tropas liberales.
En el norte del país, los carlistas crearon un Estado integrado por las tres provincias vascas y
Navarra, con sede en Estella y Durango, cuya base institucional fueron las diputaciones, que legisló en
materia de enseñanza, orden público, levas de soldados y economía, emitió moneda y tuvo servicio de
correos.
Los carlistas, aprovechando la situación caótica del país, avanzaron hasta alcanzar posiciones
en las provincias de Albacete y Cuenca, mientras mantenían bajo su control buena parte del País Vasco,
Navarra, interior de Cataluña y Aragón.
La oposición de los alfonsinos que pretendían la restauración de la dinastía Borbón con Alfonso,
hijo de Isabel II, frente a Amadeo I y la I República. Los intentos de golpe de Estado dieron paso a la
estrategia defendida por Cánovas de promover la restauración monárquica borbónica por la vía pacífica, sin
intervención militar.
La inestabilidad de la vida política también se explica por la división interna de los partidos
políticos -el asesinato de Prim provocó la división del Partido Progresista en el Partido Constitucionalista,
liderado por Sagasta, y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla-, las diferencias entre los republicanos
federales y unitarios, la ruptura de las coaliciones de gobierno (radicales y republicanos), la sucesión
de gobiernos (seis en el reinado de Amadeo I y otros seis en la I República, con cuatro presidentes) y de
procesos electorales (tres en el reinado de Amadeo de Saboya), la corrupción y la manipulación
electoral, las mociones de censura que enfrentaron a gobiernos y Parlamentos (Castelar perdió una
moción de confianza que le obligó a dimitir) y los intentos golpistas del ejército.
Esta conflictividad condujo la experiencia democrática, que se inició con la revolución de septiembre de
1868, a un sistema conservador de gobiernos autoritarios que sólo mantuvieron formalmente la
República, en el que el ejecutivo asumió plenos poderes, disolvió las Cortes, suspendió la
Constitución, recurrió a la intervención del ejército para restablecer el orden frente a la insurrección
cantonal, a las guerras carlista y cubana, anuló la oposición republicana e ilegalizó el movimiento
obrero.
LA CONSTITUCIÓN DE 1876
El gobierno de Serrano dimitió y Cánovas asumió la presidencia de un gobierno provisional, que
convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal -según la Constitución de 1869-,
las elecciones fueron manipuladas y dieron la mayoría parlamentaria al partido conservador, que era
el partido del gobierno.
En base a un anteproyecto inspirado por Cánovas, las Cortes aprobaron por una amplia mayoría la
Constitución que fue sancionada por el rey y promulgada en 1876.
La Constitución era un texto breve que recogía los principios moderados de la Constitución de
1845 y los democráticos de la Constitución de 1869, más avanzada que la primera y menos que la
segunda, y se basaba en la visión política y de organización del Estado de Cánovas, ya apuntadas en el
Manifiesto de Sandhurst.
Se trataba de una Constitución flexible -cuya falta de concreción permitía gobernar de forma
estable a los partidos que aceptaran el sistema- y de larga vigencia -fue suspendida en 1923 por el golpe
de Estado de Miguel Primo de Rivera-.
La Constitución, cuya inspiración es doctrinaria y conservadora, reconocía la soberanía
compartida de la nación -representada en las Cortes- con el rey, de acuerdo con la tradición moderad y
la teoría canovista de la Constitución interna, sin establecer una estricta separación de poderes ya que la
potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el rey.
Establecía la monarquía constitucional como forma de gobierno, según el modelo británico.
Otorgaba amplios poderes al rey. El monarca mantenía el poder ejecutivo que ejercía a través de
los ministros, a los que podía nombrar y separar libremente; a él correspondía el nombramiento del
presidente del gobierno y de algunos senadores; participaba en la función legislativa a través de la iniciativa
legal, del veto, de la sanción y de la promulgación de las leyes; tenía capacidad para convocar, suspender
y disolver las Cortes; asumía el mando supremo de las fuerzas armadas; además al rey le correspondía un
papel moderador como árbitro de la vida política, garante del orden y de la unidad de España, y no era
responsable ante las Cortes (inviolabilidad).
El poder ejecutivo correspondía al rey y lo ejercía a través de los ministros; el gobierno debía
tener la doble confianza del rey y de las Cortes, ya que era el rey el que designaba al presidente del gobierno
y éste era responsable ante las Cortes.
El poder legislativo correspondía a las Cortes con el rey. El Parlamento era bicameral: el
Congreso de diputados elegido por sufragio directo -sin especificar el sistema de votación, por lo que sería
el partido gobernante el que decidiría, a través de la ley electoral, si el sufragio debería ser censitario o
universal- y el Senado formado por senadores vitalicios por derecho propio, los senadores vitalicios de
designación real y los electos por las corporaciones y los mayores contribuyentes a través de sufragio
restringido; las Cortes tenían capacidad legislativa y de control del gobierno.
El poder judicial correspondía a los tribunales de justicia. La Constitución garantizaba la
independencia del poder judicial y la unidad de los códigos.
La Constitución no fijaba el sistema electoral que era decidido por las leyes electorales (los
conservadores establecieron el sufragio censitario con la ley electoral de 1878 y los liberales ampliaron el
sufragio censitario y adoptaron el sufragio universal masculino por la ley electoral de 1890).
Incluía una amplia declaración de derechos y libertades, semejante a la de 1869, pero, como en
la Constitución de 1845, los derechos fueron limitados -bajo el gobierno conservador- por las leyes
ordinarias, especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.
Establecía el centralismo administrativo a través del control del gobierno central sobre los municipios
y las diputaciones con el nombramiento de alcaldes y gobernadores provinciales.
Reconocía la confesionalidad católica del Estado y garantizaba el sostenimiento del culto y del
clero, aunque admitía la libertad de conciencia y permitía otros cultos, siempre que se ajustaran a la moral
católica y con prohibición de su manifestación pública, por lo que los cultos no católicos quedaban
reservados al ámbito privado.
Analice las diferentes corrientes ideológicas del movimiento obrero y campesino español, así como
su evolución durante el último cuarto del siglo XIX.
En el último cuarto del siglo XIX el movimiento obrero permaneció en la oposición, marginado
del sistema político de la Restauración y fuertemente dividido:
La oposición del anarquismo a toda forma de poder, la acción violenta contra miembros del gobierno,
del Ejército, de la burguesía y de la Iglesia, y el ataque a las instituciones del Estado, lo convirtieron en una
amenaza al orden establecido.
El anarquismo, muy arraigado entre el proletariado de Cataluña y el campesinado de Andalucía, se
escindió en dos tendencias: el anarco-sindicalismo de Bakunin, que defendía la huelga y la acción
sindical, y el anarco-comunismo propuesto por Kropotkin, defensor del terrorismo, sector que se
impuso en la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española) y que promovió la “propaganda
por el hecho” -terrorismo- como estrategia política contra los dirigentes políticos, militares, la burguesía y
la Iglesia.
Especialmente graves fueron los atentados terroristas cometidos en Barcelona -Liceo (1893) y
procesión del Corpus Christi (1896)- que fueron duramente reprimidos (el Proceso de Monjuïc decidió la
ejecución de varios acusados), lo que provocó una espiral de violencia (asesinato de Cánovas en el
balneario de Santa Águeda, Guipúzcoa, en 1897).
También en el campo andaluz se extendió el anarquismo revolucionario a través de sociedades
secretas como la Mano Negra que cometió atentados y acciones criminales contra cosechas, propiedades
y patronos.
Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879 y fue legalizado en
1881 por el gobierno liberal de Sagasta. Partido de ideología marxista, celebró su primer congreso en
Barcelona en 1888 en el que fundó la Unión General de Trabajadores (UGT). El PSOE fundó el periódico
El Socialista, organizó las Casas del Pueblo -centros de reunión con finalidades doctrinales, culturales y
formativas-, participó en la II Internacional (Asociación de Trabajadores protagonizada por los
socialdemócratas, sin presencia de anarquistas) y desde 1891 organizó manifestaciones y concentraciones
el 1 de mayo para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Optó por la lucha política a través de la
participación en los procesos electorales al Parlamento o a otras instituciones, lo que permitió conseguir
a Pablo Iglesias el primer escaño como diputado en el Congreso en 1910.
Especifique las consecuencias para España de la crisis del 98 en los ámbitos económico, político e
ideológico.
Las consecuencias de la crisis del 98
- Repercusiones políticas:
El sistema de la Restauración quedó desprestigiado, pero se mantuvo en base a la alianza entre
conservadores y liberales, dispuestos a mantener la alternancia política para garantizar su continuidad. No
obstante, el desastre del 98 aceleró la crisis institucional del sistema de la Restauración y desató las
críticas contra los dirigentes políticos y la monarquía, a los que se hizo responsables de la decadencia
de España, lo que favoreció a las fuerzas de oposición al régimen, sobre todo a los nacionalistas y a los
republicanos.
La pérdida de las colonias supuso la pérdida de credibilidad de la clase política ante la opinión
pública, lo que obligó a proponer reformas desde el poder que permitieran la regeneración del sistema
sin modificar sus bases -monarquía, bipartidismo y ejército-. En este contexto, en 1899 se formó un
gobierno conservador presidido por Francisco Silvela que se proponía terminar con la corrupción
administrativa, el fraude electoral y el caciquismo -para una mayor participación ciudadana en los asuntos
políticos-, un proyecto de descentralización administrativa y un concierto económico para Cataluña -para
integrar a los nacionalistas catalanes en el sistema-, una intensa actividad económica y una reforma militar
y fiscal. Sin embargo, el fracaso del programa revisionista de Silvela mostraba la incapacidad del sistema
para evolucionar.
Por otro lado, en un intento de recuperar el prestigio perdido, España orientó su política colonial
hacia África.
Consecuencias militares:
La derrota incrementó el desprestigio de los militares -que no renunciaron a la posibilidad de un
pronunciamiento (general Polavieja)-, el resentimiento de los mandos contra los dirigentes políticos y
el rechazo de las clases populares hacia el ejército, el sistema de quintas y las cuotas de exención.
(sistema de cuota: los jóvenes llamados a quintas podían librarse del servicio militar si pagaban a un sustituto
o una cuota en concepto de redención, que suponía una elevada cantidad de dinero, lo que afectaba a las
clases populares).
El antimilitarismo se recrudeció con la llegada de los soldados heridos, mutilados y enfermos y el
movimiento obrero organizó una campaña contra el sistema de reclutamiento injusto, lo que intensificó la
hostilidad del ejército contra la clase obrera.
Consecuencias humanas:
Las bajas fueron muy elevadas: 200.000 en Cuba, 25.000 en Filipinas y 4.500 en Puerto Rico, la mayoría
pertenecientes a las clases humildes que no podían pagar las cuotas de exención.
Efectos económicos:
La pérdida de los mercados coloniales obligó a imponer el proteccionismo comercial y los
gastos de guerra incrementaron el déficit público, lo que provocó un aumento de los impuestos y del
descontento social. Sin embargo, la repatriación de los capitales invertidos en las colonias favoreció a la
banca española.
El crecimiento demográfico fue lento debido a la pervivencia del modelo demográfico antiguo,
caracterizado por altas tasas de natalidad y mortalidad, sobre todo infantil, y reducida esperanza de vida, de
forma que la transición al régimen moderno no se produjo hasta el siglo XX, con un evidente retraso respecto
a Europa.
La tasa de mortalidad se mantuvo por encima de la media europea: en 1900 era de un 27 por
mil, la segunda más alta de Europa después de Rusia, frente a una media del 18 – 19 por mil en los países
más desarrollados, lo que daba lugar a una reducida esperanza de vida (menos de 30 años a mediados
de siglo y 35 años hacia 1900).
La elevada mortalidad se explica por:
- Las pésimas condiciones sanitarias, agravadas por el aislamiento de muchas zonas, y por la escasez
de médicos con formación y medios adecuados.
- La pervivencia de las crisis agrarias o crisis de subsistencia, debidas a causas coyunturales, como
malas condiciones meteorológicas (lluvias excesivas, sequía, heladas tardías…), o a causas estructurales,
como el atraso técnico de la agricultura, que repercutía en bajos rendimientos, y un deficiente sistema de
transportes y comunicaciones, que no permitía distribuir los alimentos de las zonas excedentarias a las
deficitarias, y que provocaban hambrunas.
- La elevada mortalidad infantil, relacionada con prácticas médicas atrasadas en el embarazo y el parto,
la falta de vacunas y el impacto de enfermedades contagiosas como la tosferina, la viruela, el sarampión, el
tifus y la tuberculosis.
- La propagación de las epidemias -que azotaron a la población en oleadas, como las de la fiebre amarilla
y el cólera, enfermedades relacionadas con la mala higiene y la ingesta de alimentos contaminados-, y las
enfermedades endémicas, como la tuberculosis, la escarlatina, la difteria y la viruela-.
La tasa de natalidad se mantuvo alta durante todo el siglo, en 1900 en torno al 35 por mil, una de
las tasas más elevadas de Europa, muy por encima de las tasas de los países de Europa occidental (Francia:
21 por mil y Reino Unido 29 por mil).
La tasa de crecimiento vegetativo (diferencia entre natalidad y mortalidad) era muy baja, 8 por mil
en 1900, cuando la media en otros países -Países Bajos, Reino Unido y Alemania- oscilaba entre el 10 y el
14 por mil.
No obstante, en el último tercio del siglo las tasas de natalidad y de mortalidad comenzaron a
reducirse, aunque siempre fueron superiores a las de los países más avanzados del entorno. Cataluña
constituyó una excepción, ya que su comportamiento demográfico y, sobre todo, el descenso de la
mortalidad se aproximó a los parámetros europeos.
En cuanto a la distribución espacial de la población, la densidad siguió siendo baja y la población
española mayoritariamente rural (el 80% de los españoles vivía en las áreas rurales, en 1900 el 51% de la
población española vivía en núcleos de menos de 5.000 habitantes y el 91% en localidades de menos de
100.000, por lo que sólo el 9% podía considerarse población urbana), a excepción de Cataluña, donde la
industrialización en la ciudad de Barcelona y la cuenca del Llobregat permitió una concentración urbana
notable.
Como consecuencia del éxodo rural, la zona periférica ganó población (la población levantina y
meridional se duplicó entre 1787 y 1900 pasando del 39,5% de la población a 45%) y la zona centro -
excepto Madrid- perdió peso demográfico (la población del norte y la del centro descendieron, en
conjunto, del 60,5% al 55,1%). Esta desigual distribución geográfica (mayor crecimiento en las zonas
costeras e industriales -Cataluña y País Vasco- y menor crecimiento en las regiones interiores y
agrarias -las dos Castillas y Extremadura-) se explica por las ventajas que ofrecen las regiones costeras:
las tierras son más fértiles (regadío de los valles del Ebro y del Guadalquivir y huerta levantina) que las de
secano del interior; los transportes y las comunicaciones por mar eran más rápidas, baratas y seguras que
las difíciles comunicaciones por el interior, carente de ríos navegables y con numerosos obstáculos
montañosos.
El éxodo rural potenció la urbanización. Aunque los niveles de urbanización seguían siendo bajos,
las principales ciudades crecían constantemente, aunque de forma lenta, ya que en 1900 solamente
Madrid y Barcelona tenían más de 50.000 habitantes, cuando en Europa había 25 ciudades con esa
población y 7 ciudades superaban el millón. Las otras ciudades destacadas se situaban todas en la
periferia: Valencia, Málaga, Sevilla, Cádiz, Vigo, La Coruña, Oviedo, Santander o Bilbao, excepto Madrid.
Otro rasgo que caracterizó a la población española del siglo XIX fueron movimientos migratorios. Además
del éxodo rural, movimiento migratorio procedente del campo causado por las dificultades de la vida rural
más que por la atracción de la débil industria de las ciudades, también se registró una intensa emigración
de población joven por motivos económicos hacia América -Cuba y Argentina, preferentemente, también
Brasil, Méjico y Venezuela- que afectó a ciertas regiones (Galicia, Asturias, Cantabria, Canarias, Andalucía
y Comunidad Valenciana), a la que hay que sumar los exilios -salidas del país por motivos políticos- de
liberales Tema 13 – Transformaciones económicas en el siglo XIX. 1. Evolución demográfica.
Describa la evolución de la industria textil catalana, la siderurgia y la minería a lo largo del siglo XIX.
LA INDUSTRIA TEXTIL CATALANA
La industrialización se inició en el sector textil algodonero que se localizó sobre todo en las
comarcas marítimas y fluviales de Cataluña -Barcelona y las cuencas del Ter y Llobregat (Sabadell,
Terrassa, Mataró, Manresa, Vilanova i la Geltrú).
La evolución de esta industria dependió de las circunstancias históricas: tras la paralización por la Guerra
de la Independencia y la pérdida de las colonias americanas, la fabricación de hilados se recuperó en la
década de los treinta. La etapa 1830-1855 fue de expansión, a la que siguió otra de recesión por la
desviación de capitales a otros sectores (ferrocarril, minas, banca) o el impacto de la Guerra de
Secesión en Estados Unidos, el mayor productor de algodón, que recortó las exportaciones de algodón,
materia prima de la industria textil catalana. A partir de 1868 se produjo un período de recuperación por un
pequeño aumento de la demanda favorecida por el monopolio que España impuso a Cuba y Puerto Rico;
la independencia de estas islas en 1898 tuvo efectos demoledores en la industria textil, al perder los últimos
mercados coloniales, que permaneció estancada en las primeras décadas del XX.
Limitaciones del sector textil catalán. Sus posibilidades de crecimiento se vieron limitadas por el bajo
poder adquisitivo de los consumidores españoles y la incapacidad de atraer al sector bancario ya
que se trataba de empresas industriales de pequeñas dimensiones en las que se invertían capitales
familiares (indianos enriquecidos en las colonias, antiguos artesanos o empresarios manufactureros) y que
crecían con la reinversión de sus beneficios.
LA SIDERURGIA
El segundo foco industrial se localizó en el País Vasco vinculado a la minería del hierro y a la industria
siderúrgica para la producción de hierro y acero.
Evolución:
La industria siderúrgica se estableció inicialmente junto a las minas de hierro, con un primer núcleo
en Málaga, que se abastecía con carbón vegetal, más caro que el mineral; después en Asturias (Mieres-
Felguera) donde los altos hornos quemaban el carbón mineral de las minas locales y, por último, en Vizcaya
-concentrada en la ría de Bilbao- donde en 1882 la familia Ybarra fundó la empresa Altos Hornos y Fábricas
de Bilbao, SA. que -en 1902- se fusionó con La Vizcaya para formar la gran empresa siderúrgica vasca Altos
Hornos de Vizcaya.
Entre los factores que contribuyeron al desarrollo de la industria siderúrgica vasca están:
La larga tradición en las ferrerías vascas del siglo XVIII.
El incremento de la demanda procedente de la mecanización industrial y agraria, de la construcción
del ferrocarril y de obras de ingeniería, de la industria naval y de la arquitectura del hierro.
El proteccionismo: la dificultad para importar acero y hierro británico o alemán, por las fuertes tarifas
arancelarias, hacía que la mayor parte del mercado español consumiera el acero y los productos derivados
de las industrias metalúrgicas vascas.
La producción de hierro de calidad, bajo en fósforo, muy adecuado para la fabricación de acero.
El eje comercial Bilbao – Cardiff (Gales): parte del hierro vasco era exportado a Inglaterra, de
donde se importaba el carbón (muy abundante y barato) aprovechando el mismo transporte, lo que favoreció
la construcción de importantes astilleros en la ría de Bilbao.
La introducción de las nuevas técnicas de producción, forjado y laminación de hierro y de acero
mediante la fundición en altos hornos mezclando el mineral con carbón de hulla, y la instalación de los
primeros convertidores de hierro en acero Bessemer, lo que permitió un crecimiento de la producción,
pero muy lejos de los niveles de otros países europeos.
Este atraso relativo se explica por la ley de ferrocarriles de 1855 que permitía la importación de material
ferroviario, a lo que debe sumarse la insuficiente demanda interna, el atraso técnico, la escasez, baja calidad
y el alto precio del carbón -que se tenía que importar de Inglaterra- y el precio del hierro que resultaba caro
comparado con el de otros países.
LA MINERÍA.
España era rica en reservas de hierro, plomo, cobre, mercurio, cinc… y también gozaba de otras
ventajas, como la proximidad de los yacimientos a zonas portuarias, lo que facilitaba el transporte y la
exportación de los minerales.
Sin embargo, los recursos mineros españoles apenas se explotaban debido a la falta de
demanda interna -por el atraso económico-, de capital, de tecnología y de mano de obra para su
explotación, y a la excesiva intervención del Estado, que frenaba la inversión extranjera.
La Ley de Bases sobre Minas de 1868 dio un mayor dinamismo a la minería, ya que liberalizó el
sector minero y facilitó la entrada de capital extranjero para la explotación de las minas y la
exportación de su producción. Aunque el subsuelo continuó siendo considerado como patrimonio nacional
perteneciente al Estado, la explotación de los yacimientos mineros y la comercialización de la producción
quedaron en manos de empresas privadas mediante concesiones estatales a perpetuidad. En
contrapartida, las empresas mineras quedaban obligadas a pagar -en concepto de impuestos- una tasa por
un valor equivalente al 1% del mineral extraído.
La mitad de las minas pasaron a ser controladas por poderosas compañías privadas extranjeras,
que extraían los minerales para su exportación en bruto a sus países de origen, como la empresa
francesa Societé Minière et Metallurgique de Peñarroya, dedicada a la extracción y transformación del plomo
de los yacimientos de Badajoz y Córdoba, y que estaba controlada por los banqueros Rothschild, que
también explotaban las minas de mercurio de Almadén (Ciudad Real). A causa de los graves problemas
financieros, el gobierno republicano llegó a vender (1873) las ricas minas de cobre de Río Tinto (Huelva) a
la empresa anglo-alemana H. M. Matheson and Company por casi 100 millones de pesetas.
El sector también se vio favorecido por la mayor demanda -interior y exterior- de minerales
vinculada a la construcción ferroviaria y naval, la arquitectura del hierro, y la mecanización creciente de los
procesos industriales.
A finales del siglo, España se convirtió en uno de los principales productores y exportadores
de minerales a nivel mundial, de forma que la exportación de minerales llegó a suponer un tercio de las
exportaciones españolas en 1900, un capítulo importante en la balanza comercial.
Especialmente importante fue la producción y exportación de hierro, que convirtió a España en el
primer exportador de mineral de hierro de Europa, mientras que su producción siderúrgica era de las más
bajas. Esta diferencia entre la producción minera y la producción siderúrgica evidencia una economía poco
dinámica, atrasada desde el punto de vista tecnológico y dependiente de los mercados exteriores de
materias primas. Casi el 90% del mineral extraído se exportaba desde el puerto de Bilbao, el 65% hacia
Inglaterra y el resto hacia Alemania, Francia o Bélgica.
El carbón era escaso, caro y de baja calidad. Su producción se concentraba en Asturias y León, y
su extracción estaba muy protegida por aranceles, lo que encareció los costes de la industria nacional.
Otros minerales que se extraen son hierro en Vizcaya, Málaga y Santander, cobre y pirita en las
minas de Río Tinto (Huelva), plomo en Cartagena y Jaén, mercurio en Almadén (Ciudad Real) y cinc en
Asturias.
Compare la revolución industrial española con la de los países más avanzados de Europa.
LA INDUSTRIALIZACIÓN española en el siglo XIX fue un proceso tardío y lento, en comparación
con los países occidentales más industrializados (Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania, Holanda y Suiza),
y estuvo muy focalizado ya que se concentró en determinadas áreas geográficas: la comarca de Barcelona
(sector textil) y las comarcas de Bilbao, Oviedo-Gijón y Málaga (sector siderometalúrgico). El desarrollo
industrial se circunscribió a estas zonas costeras por su fácil accesibilidad por mar y por su proximidad con
los países europeos más avanzados económicamente (Francia y Gran Bretaña).
Los obstáculos al desarrollo industrial fueron muchos:
- La inestabilidad política, las continuas guerras y los conflictos revolucionarios que retrajeron la
confianza de los inversores.
- La deficiente red de comunicaciones dificultada por una orografía accidentada que encarecía y
ralentizaba el transporte e impedía el desarrollo de un mercado nacional articulado que facilitara los
intercambios y permitiera la especialización regional.
- La escasez, dispersión geográfica, elevado precio y baja calidad de las materias primas
(algodón) y de las fuentes de energía (carbón), lo que ese tradujo en una fuerte dependencia del exterior.
- El reducido mercado interior a causa del lento crecimiento demográfico, la baja capacidad
adquisitiva y de consumo de la mayor parte de la población, especialmente la rural, incapaz de absorber la
producción industrial, y la pérdida de los territorios americanos que privó a la industria española de mercados
privilegiados y de materias primas.
- El elevado índice de analfabetismo que impidió a los trabajadores ampliar sus conocimientos
técnicos y profesionales y el atraso tecnológico.
- El lento crecimiento demográfico provocó falta de mano de obra industrial, la carencia de
excedentes de productos agrícolas y de un mercado interior capaz de absorber la producción de la industria.
- La falta de capitales nacionales y la ausencia de mentalidad empresarial -espíritu emprendedor
de iniciativa y de riesgo-. Los capitalistas españoles, en vez de invertir en la industria, se dedicaron a la
compra de deuda pública, a la adquisición de tierras desamortizadas o a la especulación en bolsa. Sólo en
el norte y en Cataluña había un sector emprendedor de la burguesía que invertía en la industria. El resultado
fue la dependencia de los capitales extranjeros, especialmente importantes en la banca, la minería, la
construcción ferroviaria y la industria siderúrgica, la producción de aceite y vinos, el gas, la electricidad y el
transporte urbano (tranvía), pero que repatriaban los beneficios a sus países de origen.
- El Estado desempeñó un papel negativo con la continua emisión de deuda, que atraía a los
capitales, y con una política proteccionista arancelaria excesiva -carbón, cereales castellanos, textil
catalana y siderurgia vasca- que favoreció el inmovilismo y la falta de cambios tecnológicos, causa de la
escasa competitividad en el mercado internacional de los productos manufacturados españoles por
su mayor precio y peor calidad.
El primero en adoptar una política revisionista fue el gobierno conservador presidido por Francisco
Silvela (1902-1903) quien se propuso emprender “reformas radicales” y una “verdadera reforma desde
arriba”. Se propuso terminar con la corrupción administrativa, el fraude electoral y el caciquismo para
conseguir una mayor participación de los españoles en los asuntos políticos y evitar el distanciamiento entre
los ciudadanos y la clase política para afianzar el sistema monárquico. Asimismo, preparó proyectos de
descentralización para integrar a los nacionalistas catalanes en el sistema, creó dos ministerios
nuevos -Instrucción Pública y Agricultura-, reformó la hacienda estatal, y Dato (miembro de su gabinete)
retomó la legislación social iniciada en la I República referida a los accidentes laborales y al trabajo de
mujeres y niños.
La política regeneracionista de Silvela fue continuada por Antonio Maura.
El revisionismo de Maura.
Antonio Maura -dirigente del Partido Conservador-, como presidente del “Gobierno corto” (1903-
1904) y del “Gobierno largo” (1907-1909), emprendió una ambiciosa política reformista, una “revolución
desde arriba”, es decir, introducir reformas, pero sin alterar las bases del sistema de la Restauración, para
evitar una revolución desde abajo. Su programa se basaba en:
- Ampliar las bases sociales del régimen, acabar con el caciquismo y el fraude electoral para dar
autenticidad al régimen, mediante una mayor participación de los ciudadanos en la vida política con la Ley
de Reforma Electoral (1907), conocida como “ley de descuaje del caciquismo”, que introdujo el voto
obligatorio, para movilizar a los potenciales votantes moderados y contrarrestar el voto de republicanos y
socialistas, si bien el artículo 29 determinaba que, en las circunscripciones donde el número de candidatos
fuera igual al número de escaños, éstos se adjudicarían sin proceso electoral, lo que permitía a los caciques
la manipulación electoral en las circunscripciones pequeñas -más fáciles de controlar-.
- Mayor intervención del Estado en materia social para evitar una revolución social: legalizó el
derecho a la huelga mediante la Ley de Huelga (1909), que era más una norma para controlar las huelgas
y evitar la conflictividad laboral que para regular el ejercicio de este derecho, y el descanso dominical; reguló
el trabajo infantil y femenino; creó el Instituto Nacional de Previsión (1908), precedente del sistema de
Seguridad Social, para facilitar los seguros sociales colectivos y gestionar las pensiones de jubilación -
mediante el seguro conocido como retiro obrero, el trabajador, a cambio de una cotización a lo largo de su
vida laboral activa, podía jubilarse con derecho a una pequeña pensión- y los Consejos de Conciliación y
Arbitraje para resolver los conflictos laborales a través de la negociación.
- Impulsar la descentralización administrativa para satisfacer las reivindicaciones autonomistas de
la Lliga y evitar el separatismo, con el proyecto de la Ley de Bases de la Administración Local -no aprobada
en las Cortes-, un proyecto de reforma de la administración local que daba mayor autonomía a los
ayuntamientos ya que permitía las mancomunidades locales y provinciales (agrupaciones de municipios o
provincias a las que se dota de cierta unidad administrativa), lo que posibilitó un acuerdo con la Lliga
Regionalista, dirigida por Francesc Cambó.
- Defender la influencia social de la Iglesia y el conservadurismo católico de masas, frente a las
pretensiones de la izquierda de un Estado laico.
- Reorganización del cuerpo de Policía, para aumentar su número y mejorar su eficacia con el
objetivo de apartar al Ejército de las acciones de represión de los conflictos sociales. Para ello, se crearon
escuelas de formación y se establecieron exámenes de ingreso.
- Modernizar la economía, para sanear los presupuestos y favorecer las actividades de las empresas
industriales y comerciales nacionales, a través del proteccionismo de la industria nacional -fue aprobada una
normativa que exigía que todo el material utilizado en el ferrocarril, en las construcciones públicas y en los
servicios estatales debía ser producido y suministrado por empresas españolas- y la colonización de tierras
del interior.
- Promover una política exterior nacionalista y expansionista en Marruecos para olvidar el
desastre del 98.
- Asimismo, Maura presentó numerosas iniciativas -muchos de ellas no aprobadas- para reprimir el
terrorismo, mejorar la administración de justicia, agilizar la tramitación parlamentaria de las leyes, establecer
un salario mínimo, construir viviendas baratas para obreros, reorganizar el servicio militar obligatorio,
reconstruir la flota de guerra, transformar la administración municipal, realizar una reforma agraria y suprimir
parcialmente el impuesto de consumos.
La dimisión de Antonio Maura dio paso al gobierno liberal de José Canalejas.
El revisionismo de Canalejas.
José Canalejas, político del ala izquierda del Partido Liberal, fue presidente de gobierno entre 1910 y
1912. Se propuso reformar el régimen monárquico desde la izquierda, lo que atrajo las simpatías de los
republicanos y los intelectuales liberales, y emprendió un programa de regeneración del sistema
parlamentario basado en la progresiva democratización del régimen, la secularización del Estado y la
intervención estatal en la economía y la sociedad.
- Aprobó la Ley de Asociaciones Religiosas conocida como “Ley del candado” (1910), que prohibía la
fundación y el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en España, lo que provocó la oposición de los
sectores católicos, afianzó el sentimiento anticlerical de la izquierda y afectó a la relación con el Vaticano.
También fomentó la educación pública estatal para limitar la excesiva influencia de la Iglesia en la
enseñanza.
- La Ley de reclutamiento (1912) estableció el servicio militar obligatorio y limitó la exención de quintas -la
cuota (pago de una cantidad elevada de dinero para quedar exento del servicio militar) no desapareció, pero
permitía reducir el periodo de servicio militar a cinco o diez meses, según la cuantía de la cuota, en vez de
tres años; sin embargo, en caso de guerra la incorporación a filas era obligatoria para todos.
- La Ley de Mancomunidades (1912) permitió la agrupación de diputaciones provinciales para gestionar
ciertos servicios públicos de forma conjunta-.
- Emprendió una política de reformas sociales que reguló las relaciones laborales y mejoró las
condiciones de trabajo en lo referido a la jornada -estableció la jornada de 9 horas en las minas-, el trabajo
femenino, los contratos, los accidentes laborales, la seguridad social y la huelga, aunque se mostró riguroso
en la represión de la oleada de huelgas de 1911-1912.
- Sustituyó el impuesto de consumos por un impuesto progresivo sobre las rentas.
- Preparó un proyecto de reforma de la propiedad agraria, que incluía la posibilidad de realizar
expropiaciones forzosas.
- En política exterior, envió tropas a Marruecos con ocasión de la crisis de 1911 que enfrentó a Alemania
y a Francia para garantizar el territorio del protectorado y firmó un acuerdo con Francia (1912) que sentó
las bases del protectorado franco-español en Marruecos.
Tras el asesinato de Canalejas en un atentado cometido por un anarquista en la Puerta del Sol (Madrid) en
1912, el último intento revisionista se debió al gobierno conservador de Eduardo Dato.
Represente una línea del tiempo desde 1902 hasta 1931, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Con el propósito de consolidar su posición, los republicanos formaron coaliciones con distintas
fuerzas políticas: en 1906 tomaron la decisión de colaborar con los catalanistas conservadores de la
Lliga creando Solidaridad Catalana; en 1906 los republicanos y el Partido Liberal formaron el Bloque
de Izquierdas para enfrentarse unidos al gobierno conservador de Maura, y en 1909 alcanzaron un acuerdo
con el PSOE para organizar la Conjunción Republicano-Socialista.
Sin embargo, fracasaron en todas las iniciativas para reunir a las diversas facciones republicanas
en un solo grupo, por lo que, a principios del siglo XX, el republicanismo español estaba dividido en varias
formaciones políticas.
LOS NACIONALISTAS.
El nacionalismo catalán.
La principal fuerza política del catalanismo fue, desde 1901, la Lliga Regionalista de Catalunya,
fundada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. De ideología conservadora, representaba a la rica
burguesía empresarial y aspiraba a conseguir la autonomía administrativa para Cataluña. Mantuvo el
predominio en la vida política de Cataluña y obtuvo repetidas victorias electorales hasta el inicio de la
dictadura de Primo de Rivera en 1923.
En 1906 las fuerzas políticas catalanas se unieron en Solidaridad Catalana, una coalición de todos
los partidos nacionalistas catalanes antidinásticos y antimonárquicos -nacionalistas, republicanos y carlistas-
, que excluyó a los partidos dinásticos y a los republicanos radicales de Lerroux, y que consiguió una
contundente victoria electoral en 1907, desplazando a los Partidos Liberal y Conservador en Cataluña.
El mayor éxito conseguido por los regionalistas catalanes de la Lliga fue la creación de la
Mancomunidad de Cataluña en 1914, durante el gobierno conservador de Dato. Este organismo -presidido
por Enric Prat de la Riba (presidente de la diputación de Barcelona)- coordinaba las tareas de las cuatro
diputaciones catalanas con fines administrativos.
En julio de 1917, en el contexto de crisis general del sistema de la Restauración, Cambó -líder de la
Lliga- convocó la Asamblea de Parlamentarios reunida en Barcelona para reclamar al gobierno elecciones
constituyentes y la autonomía para Cataluña. La convocatoria reunió a los nacionalistas catalanes, los
republicanos y a los socialistas, si bien los nacionalistas de la Lliga la abandonaron cuando dos
nacionalistas catalanes (uno de ellos Cambó) se incorporaron al gobierno de concentración que formó
Maura en 1918, lo que significaba que, tras la huelga general de 1917 y como consecuencia de la
conflictividad social, de la violencia terrorista anarquista y la ofensiva revolucionaria del movimiento
proletario, los catalanistas de la Lliga decidieron posponer sus exigencias autonomistas para defender sus
intereses económicos y los valores del conservadurismo burgués: orden, propiedad privada y catolicismo.
Por ello, la Lliga abandonó el antimonarquismo y la táctica de confrontación con el sistema de la
Restauración.
Hacia 1920, los catalanistas conservadores de la Lliga fueron desplazados por grupos
nacionalistas más izquierdistas, extremistas y separatistas que defendían la lucha armada para
alcanzar la independencia. La izquierda catalanista estuvo representada por Estat Catalá, partido fundado
en 1922 por Francesc Maciá, expresión del catalanismo radical no conservador.
El catalanismo fue duramente reprimido por Primo de Rivera: ayuntamientos y diputaciones
fueron controlados por el gobierno central, suprimió la Mancomunidad catalana, prohibió el uso del catalán
en actos oficiales, la exhibición de la bandera y el himno catalanes, impuso la educación en castellano con
carácter exclusivo y ordenó la detención de Maciá -líder de Estat Catalá-, incluso llegó a ordenar el cierre
del estadio el FC Barcelona.
Los republicanos nacionalistas catalanes de izquierda se agruparon en Esquerra Republicana
de Cataluña (ERC), partido que se unió al Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) contra la monarquía
y a favor de la República.
El nacionalismo vasco.
Tras la muerte de Sabino Arana en 1903, el nacionalismo vasco seguía representado por el Partido
Nacionalista Vasco, una formación de carácter arcaizante y tradicionalista que se apoyaba en la pequeña
burguesía bilbaína ultraconservadora y recelosa del progreso y la industrialización. Con la introducción de
elementos menos radicales respecto al independentismo, se ensanchó su base social y aumentó el
número de votantes en las provincias vascas y Navarra, aunque su crecimiento se vio obstaculizado por
el gran número de carlistas. En 1907 el PNV consiguió a alcaldía de Bilbao y en 1917 la Diputación de
Vizcaya.
Al mismo tiempo los peneuvistas crearon un sindicato obrero nacionalista llamado ELA – STV
(Solidaridad de Trabajadores Vascos) en 1911.
Durante los primeros años del siglo XX, surgieron dentro del partido dos tendencias enfrentadas,
cuyas disensiones provocaron la escisión del movimiento nacionalista en dos grupos diferentes en 1921:
los nacionalistas moderados autonomistas y los independentistas radicales.
El nacionalismo vasco fue objeto de la represión de Primo de Rivera, quien clausuró los periódicos
del PNV y los locales de reunión de sus militantes.
Las dos tendencias del nacionalismo vasco se volvieron a unir en 1930 y, a partir de esa fecha, el
PNV transformó su programa, abandonó el integrismo religioso y aceptó la democracia política y el
reformismo social.
El nacionalismo gallego tuvo un notable desarrollo cultural, lejos de consolidarse como fuerza política.
El intento más serio en este sentido fue la creación de Solidaridad Gallega en 1907, una agrupación,
fundamentalmente de campesinos, que se limitó a participar en las elecciones municipales. Tampoco tuvo
mucho impacto la fundación en 1910 de Acción Gallega, que intentó liderar, sin éxito, el movimiento agrario
gallego. El 1918 se creó Irmandads de Fala, un movimiento regionalista.
Por último, el nacionalismo andaluz surgió a principios del siglo XX por iniciativa de Blas Infante, que creó
y presidió en Sevilla el primer Centro Andaluz, impulsó la revista “Andalucía” como órgano de expresión de
los regionalistas y promovió la Asamblea Regionalista de Ronda donde defendió un programa autonomista
y elaboró una propuesta de instituciones y competencias para la región andaluza. Sin embargo, sus intentos
de conseguir la autonomía para Andalucía no tuvieron éxito.
LOS HECHOS:
A - La crisis militar: las Juntas de Defensa.
El malestar por los bajos sueldos, que habían perdido capacidad adquisitiva por efecto de la
inflación, y el sistema de ascensos del Ministerio de la Guerra que favorecía a los oficiales destinados en
Marruecos, pues primaba los méritos de guerra sobre la antigüedad en el cuerpo, junto con el rechazo a la
pretensión del gobierno de exigir a los oficiales pruebas de aptitud para sus ascensos, provocaron la
formación en 1916 de Juntas de Defensa, una especie de asociaciones sindicales ilegales formadas en el
cuerpo de Infantería por oficiales de escala intermedia (coroneles, comandantes y capitanes) que exigía el
aumento de los sueldos y la escala cerrada basada en los ascensos por rigurosa antigüedad. Inicialmente
fueron toleradas, por lo que las Juntas se extendieron a todos los cuerpos del Ejército y a todo el país.
En mayo de 1917 el gobierno ordenó la disolución de las Juntas, sin conseguirlo, por lo que el
presidente -conde de Romanones- dimitió. Los principales líderes del movimiento juntero fueron detenidos.
El 1 de junio se inició la sublevación militar con la presentación al nuevo gobierno del
Manifiesto de las Juntas, un amplio repertorio de quejas, justificadas con un espíritu regeneracionista,
exigencias -pedían al rey la regeneración de la vida política y la formación de un gobierno de concentración,
y amenazas -liberar a los líderes apresados, iniciar una rebelón militar, cortar las comunicaciones
ferroviarias y ocupar las oficinas gubernamentales-.
Las presiones provocaron la dimisión del presidente del gobierno -García Prieto- y el nuevo
gobierno, presidido por Eduardo Dato, ordenó la suspensión de las garantías constitucionales, pero
finalmente tuvo que ceder a las exigencias de las Juntas y reconocer su legalidad, como órganos
representativos del Ejército, dado el apoyo de Alfonso XIII a sus pretensiones.
Este conflicto puso en cuestión la primacía del poder civil sobre el poder militar, una de las
bases del régimen de la Restauración, y demostró dos hechos: la inclinación del monarca a favorecer al
Ejército en los casos de conflicto entre el poder civil y el militar, y la revitalización del protagonismo
militar y su injerencia en la vida política, lo que evidenciaba la falta de autoridad del gobierno y la debilidad
del sistema.
LAS CONSECUENCIAS.
La crisis de 1917 supuso la quiebra del sistema de la Restauración y la crisis del Estado liberal,
del régimen monárquico y parlamentario porque la división de los partidos dinásticos -sin líderes ni
programas claros- agravó el deterioro del sistema: dificultó la formación de gobiernos con mayoría
parlamentaria y rompió el turno de partidos establecido desde el Pacto de El Pardo (1885), base del
sistema de la Restauración-,
En un intento de frenar la inestabilidad política, entre 1917 y 1918 se formaron gobiernos de
concentración -en los que participaban las distintas facciones de los partidos conservador y liberal, junto
con los regionalistas de la Lliga- que tampoco consiguieron la estabilidad del sistema, y en lo sucesivo
se formaron gobiernos breves -entre 1917 y 1923 se sucedieron 14 gobiernos distintos-, y débiles,
respaldados por minorías, que recurrieron sistemáticamente a medidas excepcionales, como el cierre de
las Cortes y el bloque parlamentario, la suspensión de las garantías constitucionales y el recurso al ejército
para reprimir los conflictos, lo que acentuó el desprestigio del sistema.
La crisis evidenció la imposibilidad del sistema de la Restauración para evolucionar hacia su
democratización, de forma que los planes de reforma, con los que se había iniciado el reinado de Alfonso
XIII, quedaron postergados ante los crecientes problemas: el nacionalismo catalán, la conflictividad
social vinculada a la radicalización del movimiento obrero y el problema de Marruecos.
Describa la evolución de la dictadura de Primo de Rivera, desde el Directorio militar al Directorio civil,
y su final.
Días antes de que el expediente Picasso fuera debatido en las Cortes, el 13 de septiembre de 1923, el
general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, declaró el estado de guerra, sacó las tropas
a la calle, ocupó los principales edificios oficiales de Barcelona y difundió el manifiesto titulado “Al país y al
ejército españoles”, donde exponía los motivos que justificaban ante la opinión pública su acto de rebeldía
-el fracaso del sistema parlamentario liberal, el agravamiento de los conflictos sociales y los desórdenes
públicos, el incremento de la inseguridad ciudadana por el terrorismo anarquista, el separatismo catalán y
vasco, y las derrotas en Marruecos, que evidenciaban la inoperancia de los gobernantes-, y, con un tono
regeneracionista, presentaba sus objetivos: prometía acabar con la corrupción y la ineficacia de la
clase política y de las instituciones del sistema parlamentario, garantizar el orden público, impedir el
triunfo de una insurrección revolucionaria, poner fin al terrorismo anarquista y al separatismo catalán
y vasco, e impedir la utilización política de la Guerra de Marruecos; además, presentó la dictadura
como un régimen transitorio y se comprometió a volver a la normalidad constitucional una vez
reconducida la situación del país.
También se han apuntado como causas del golpe de Estado, impedir que el “expediente
Picasso”, al que se oponían el ejército, los sectores conservadores y el rey, se debatiera en las Cortes, y
evitar la democratización del sistema, pues el último gobierno de concentración, presidido por García
Prieto y con miembros del Partido Reformista, pretendía una reforma de la Constitcuión, de la ley electoral,
del sistema de turno de partidos, de las relaciones laborales, así como la limitación del poder real.
La oposición política y social al golpe militar fue muy escasa. El gobierno de García Prieto no
reaccionó, el rey accedió al golpe, los mandos militares se mantuvieron a la espera de las
disposiciones adoptadas por el rey y la opinión pública acogió con agrado o indiferencia al nuevo
Gobierno. La CNT y el PCE convocaron una huelga general -que tuvo escaso seguimiento-, mientras
el PSOE y la UGT adoptaron una posición ambigua al rechazar el golpe, pero no tomar ninguna iniciativa,
con el fin de evitar la represión.
Primo de Ribera recibió el apoyo de los sectores conservadores -burguesía empresarial y
financiera, la Iglesia, la clase media católica-, y de parte de los viejos partidos del turno.
Explique los factores de la evolución demográfica de España en el primer tercio del siglo XX.
Conceptos previos:
* Crecimiento natural o crecimiento vegetativo: relación entre la natalidad y la mortalidad. Puede ser positivo,
cuando las tasas de natalidad superan a las de mortalidad, o negativo, cuando las tasas de mortalidad
superan a las de natalidad.
* Régimen demográfico antiguo: ciclo demográfico caracterizado por altas tasas de natalidad y de mortalidad,
y crecimiento vegetativo reducido e incluso negativo en periodos de mortalidad catastrófica (crisis agrarias,
hambrunas, epidemias, guerras), correspondiente a la sociedad preindustrial del Antiguo Régimen.
* Transición demográfica: período de transformación del régimen demográfico antiguo de las sociedades
preindustriales al régimen demográfico moderno característico de las sociedades industriales. Se desarrolló
en dos fases:
Primera fase: se mantuvo elevada la natalidad y se redujo de forma notable la mortalidad, lo que
permitió un alto crecimiento natural.
Segunda fase: disminuyó la natalidad y se mantuvo el crecimiento vegetativo, aunque menor.
* Régimen demográfico moderno: con tasas de natalidad y de mortalidad reducidas, y bajo crecimiento
natural.
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Con la excepción de Cataluña, que había iniciado la transición a un régimen demográfico
moderno en el siglo XIX, en el resto de España esa transición no comenzó hasta el primer tercio del
siglo XX, con retraso respecto a los países más avanzados de Europa, y con otra peculiaridad: no hubo
primero un descenso de mortalidad al que siguiera después el descenso de la natalidad, sino que ambas
disminuyeron de forma casi simultánea y en paralelo, por lo que no se produjo ninguna fase de
aceleración del crecimiento demográfico.
La población española creció de forma lenta pero continuada en el primer tercio del siglo y pasó
de 18,6 en 1900 a 23, 5 millones de habitantes en 1930.
El crecimiento se debió a la caída de la tasa de mortalidad -que descendió del 20,5 por mil al 21,
3 por mil-, gracias a la mejora de la alimentación y de las condiciones higiénico-sanitarias (servicio de
limpieza y alcantarillado, control de la potabilidad del agua, higiene de los alimentos), del vestido y la
vivienda, mientras que las causas tradicionales de mortalidad -crisis de subsistencia, epidemias y
enfermedades endémicas- desaparecieron o disminuyeron de forma considerable. La mortalidad
infantil también disminuyó, aunque seguía siendo una de las más elevadas de Europa.
Desaparecieron las grandes epidemias de cólera y viruela, aunque las enfermedades
infecciosas como la tuberculosis y el tifus provocaban muchas muertes anuales (entre 40.000 y
50.000). La mayor catástrofe fue la epidemia de gripe de 1918-1919, que causó la muerte de 230.000
personas de un total de ocho millones de enfermos. La epidemia coincidió con la carestía ocasionada por la
Primera Guerra Mundial, y se cebó en una población subalimentada.
La esperanza de vida aumentó; pasó de 35 a 50 años en el primer tercio del siglo, entre 1900 y
1930.
El descenso de la natalidad fue posterior, a partir de la segunda década del siglo XX y fue
consecuencia de los mayores niveles de urbanización y de racionalidad en la planificación familiar. La
tasa de natalidad disminuyó del 33,8 por mil en 1900 al 30,3 por mil en 1930.
Otro factor que ralentizó el crecimiento demográfico fue la emigración. El atraso económico impedía
dar empleo al excedente de población, que tuvo que buscar salidas al paro y a la miseria a través de las
migraciones.
En la primera década del siglo XX y hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, sobre todo entre
1905 y 1914, se produjo un incremento notable de la emigración exterior, con destino prioritario a
América Latina (Argentina, Cuba y Brasil) y a Argelia, que se saldó con la salida de más de un millón de
españoles, especialmente gallegos. El perfil del emigrante era varón, joven, campesino y alfabetizado.
En cambio, en la segunda década del siglo predominaron las emigraciones internas desde las
zonas agrarias hacia las ciudades industriales de la periferia, en plena euforia productiva por los efectos
de la Primera Guerra Mundial. Madrid y Barcelona, y en menor medida Bilbao y Sevilla se convirtieron en
polos de atracción de emigrantes que procedían de las regiones rurales de Castilla, Murcia, Aragón,
Extremadura y las provincias orientales de Andalucía. Muestra del éxodo rural es que en 1930 más de la
mitad de la población de Barcelona o Madrid era inmigrante.
También varió la estructura de la población por sectores económicos, ya que la creciente
demanda de mano de obra industrial provocó un aumento de la población ocupada en el sector
secundario, que pasó del 14% en 1900 al 26% en 1930, con el consiguiente descenso de población
ocupada en el sector primario, que pasó del 70% al 47% en el mismo intervalo de tiempo; la población
activa agraria se redujo de cinco a cuatro millones entre 1900 y 1931.
Las migraciones interiores supusieron, por un lado, la intensificación del proceso de urbanización,
y por otro, la pérdida de peso demográfico de los núcleos rurales. El período de crecimiento urbano mayor
se situó entre el final de la Primera Guerra Mundial (1918) y el crac de 1929, cuando una buena parte de
la población tendió a concentrarse en los mayores núcleos urbanos.
Madrid y Barcelona aumentaron de forma notable su población y superaron el millón de habitantes
en 1930, y las ciudades de más de cien mil habitantes, como Sevilla, Bilbao, Valencia o Zaragoza, habían
crecido en un 65%. Otras ciudades también conocieron un incremento demográfico espectacular al
convertirse en importantes centros industriales o mineros -Baracaldo o Sestao, en el País Vasco; Mieres
y Langreo, en Asturias; Badalona, Sabadell y Tarrasa, en Cataluña.
Como resultado del proceso migratorio, la mayoría de la población de muchas de las grandes
ciudades provenía del éxodo rural: en 1930 sólo el 37% de los habitantes de Madrid había nacido en la
capital; en Barcelona el porcentaje era del 43,6%y en Sevilla, del 50%.
El proceso de urbanización de la población española, aunque fue considerable, resultó más
lento que el de otros países de Europa occidental. De hecho, en 1930 los españoles residentes en núcleos
de menos de 20.000 habitantes seguían representando el 70% de la población total.
La reforma militar fue obra de Azaña -presidente del gobierno y ministro de la Guerra-, quien se
propuso crear un ejército profesional y democrático, afirmar el poder civil frente al ejército; recortar el
número de oficiales y garantizar su fidelidad a la República mediante la Ley de Retiro de la Oficialidad
(1931) que establecía que todos los oficiales en activo debían prometer su adhesión a la República, pero se
les daba la posibilidad de retirarse con el sueldo íntegro, si así lo deseaban; y el nombramiento de oficiales
de confianza al frente de las principales capitanías generales; reducir los efectivos militares, reorganizar
la administración, las escalas y la formación militar con la supresión de algunos rangos y unidades poco
operativas, el cierre de la Academia Militar de Zaragoza, dirigida por Franco; se clausuraron las capitanías
generales, desaparecieron los Tribunales de Honor y el Consejo Supremo de Justicia Militar; modernizar la
dotación material y someter la jurisdicción militar a la civil, para lo cual se abolió la Ley de
Jurisdicciones* y se supeditaron los tribunales militares a los civiles. También se creó la Guardia de Asalto,
como cuerpo adepto a la República para mantener el orden público y sustituir al ejército en esta función.
(*Ley de Jurisdicciones (1906): declaraba que las ofensas contra el ejército y contra la patria eran delitos y
serían juzgados por tribunales militares).
La reforma, técnicamente bien planteada, tuvo resultados limitados. Se consiguió disminuir los
gastos del ejército, pero la reducción del presupuesto dificultó la modernización del material, del
armamento y de los equipamientos. Además, los sectores militares conservadores interpretaron la
reforma como una agresión al poder del ejército y la derecha aprovechó el descontento para animar a
la sublevación militar contra la República.
La reforma educativa y cultural, inspirada por la ILE y promovida por Fernando de los Ríos -
ministro de Instrucción Pública del PSOE-, se proponía crear un sistema educativo público, gratuito,
obligatorio, laico, igualitario, basado en la coeducación de niños y niñas, al reconocer la educación como
un derecho que el Estado debía garantizar para lograr la igualdad de oportunidades. Se aumentó la partida
de gastos en educación en los presupuestos del Estado, se mejoró la formación de los docentes y sus
sueldos, se construyeron escuelas e institutos, se crearon nuevas plazas para maestros y profesores,
becas y bibliotecas. Las Misiones Pedagógicas, formadas por artistas, intelectuales, maestros y
estudiantes universitarios, extendieron la cultura a los medios rurales y obreros desfavorecidos con
representaciones teatrales, cines, coros, museos ambulantes, bibliotecas y préstamos de libros, iniciativas en
las que colaboraron grupos teatrales universitarios como La Barraca, dirigida por García Lorca.
También se prohibió a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza y la religión dejó de ser una
materia obligatoria.
El sector radical del PSOE y la UGT, el PCE y la CNT formaron un frente común contra la
derechización del régimen y optaron por la vía revolucionaria.
La CEDA, ante el supuesto peligro de una revolución social, exigió participar en el gobierno, bajo
la amenaza de retirar su apoyo parlamentario. El 4 de octubre de 1934 Lerroux incorporó a su gabinete a
tres ministros de la CEDA.
Para detener “el avance del fascismo”, la UGT convocó una huelga general para el 5 de octubre
con el apoyo del PCE, y de la CNT en Asturias, donde se produjo una auténtica revolución social por la
intervención conjunta de socialistas, anarquistas y comunistas que habían formado una Alianza Obrera
con el fin de socializar los medios de producción en un movimiento revolucionario conjunto. Los mineros y
los obreros armados se hicieron con el control de las cuencas mineras y áreas industriales, tomaron
los cuarteles de la Guardia Civil, destituyeron a las autoridades de los ayuntamientos y organizaron
comités revolucionarios que asumieron el abastecimiento de alimentos, el funcionamiento de los
transportes y el suministro de gas y electricidad, nacionalizaron los servicios públicos,
colectivizaron los medios de producción y proclamaron la Revolución Socialista de los Consejos
Obreros. El Ejército, dirigido por Franco, al que se incorporaron las tropas de Marruecos y la Guardia
Civil desencadenaron una feroz represión, tras el desembarco de la Legión y los bombardeos aéreos.
Las consecuencias de la revolución de octubre fueron muy graves:
El gobierno desató una represión, caracterizada por su violencia y arbitrariedad, contra las
organizaciones obreras (detenciones arbitrarias, torturas, consejos de guerra sumarísimos, ejecuciones,
despidos de obreros, periódicos y locales cerrados, dirigentes encarcelados -Largo Caballero-), contra el
nacionalismo catalán y el republicanismo de izquierda (Azaña fue detenido, aunque no participó en la
sublevación).
La revolución de octubre provocó una fuerte polarización política y una radicalización de
posiciones, tanto de la izquierda como de la derecha:
La indignación por la represión y la campaña a favor de la amnistía acercó a las formaciones
republicanas de centro - izquierda: Azaña formó Izquierda Republicana, en el que se integraron
miembros de la ORGA y del desaparecido PRRS (Partido Republicano Radical-Socialista), y Martínez
Barrio creó Unión Republicana, compuesto por radicales y radical-socialistas.
Mientras, en el PSOE se impuso la línea favorable a un entendimiento con los comunistas,
representada por Largo Caballero.
En enero de 1936 todas las fuerzas de izquierda: republicanos de izquierda (Izquierda
Republicana y Unión republicana), socialistas (PSOE y UGT), comunistas (PCE y POUM -Partido Obrero
de Unificación Marxista, próximo al trotskismo y antiestalinista-), y un sector anarquista, contrario a la FAI,
firmaron el pacto del Frente Popular, un acuerdo que respondía a las directrices de la Internacional
Comunista que recomendaba formar alianzas tácticas del movimiento obrero y de la burguesía -
republicanos de izquierda- contra el fascismo.
La derecha no liberal -ante la amenaza de una revolución obrera- planteó la posibilidad de un
golpe militar: hubo contactos entre generales hostiles a la República y Gil Robles -líder de la CEDA- para
plantear la posibilidad de un golpe de Estado.
Calvo Sotelo fundó el Bloque Nacional en diciembre de 1934, una coalición antirrepublicana de
monárquicos y tradicionalistas de carácter ultraconservador que defendía un Estado totalitario y
corporativo, similar al fascista y, por lo tanto, antidemocrático.
La CEDA se mostró partidaria de aplicar las condenas con rigor y endurecer la política del
gobierno. En julio de 1935, presentó un anteproyecto para modificar la Constitución en sentido
restrictivo, en lo referente a las autonomías, el divorcio y la expropiación de tierras. Aunque los radicales y
Alcalá Zamora se mostraron favorables a esta reforma, el proyecto no llegó a ser votado.
Gil Robles obligó a Lerroux a formar un gobierno con mayoría cedista, en el que el líder de la
CEDA fue nombrado Ministro de la Guerra y colocó en los principales puestos de mando a oficiales de
dudosa lealtad a la República; por ejemplo, Franco fue nombrado Jefe del Estado Mayor.
Explique las causas de la formación del Frente Popular y las actuaciones tras su triunfo electoral,
hasta el comienzo de la guerra.
La indignación por la represión ejercida por el gobierno de centro-derecha presidido por Lerroux en
Asturias en octubre de 1934 y la campaña a favor de la amnistía acercó a las formaciones republicanas
de centro - izquierda: Azaña formó Izquierda Republicana, en el que se integraron miembros de la ORGA
y del desaparecido PRRS (Partido Republicano Radical-Socialista), y Martínez Barrio creó Unión
Republicana, compuesto por radicales y radical-socialistas.
Mientras, en el PSOE se impuso la línea favorable a un entendimiento con los comunistas,
representada por Largo Caballero.
En enero de 1936 todas las fuerzas de izquierda: republicanos de izquierda (Izquierda
Republicana y Unión republicana), socialistas (PSOE y UGT), comunistas (PCE y POUM -Partido Obrero
de Unificación Marxista, próximo al trotskismo y antiestalinista-), y el Partido Sindicalista -un sector
anarquista, contrario a la FAI-, firmaron el pacto del Frente Popular, un acuerdo que respondía a las
directrices de la Internacional Comunista que recomendaba formar alianzas tácticas del movimiento
obrero y de la burguesía -republicanos de izquierda- contra el fascismo y que en España se identificaba
con la victoria en las elecciones de noviembre de 1933 de la CEDA y el Partido Radical -que representaban
la derecha y el centro, respectivamente, la política rectificadora emprendida por el gobierno de Lerroux, líder
del Partido Radical, que presionado por Gil Robles, líder de la CEDA .
A las elecciones de febrero de 1936 todas las fuerzas de izquierda se presentaron unidas el Frente
Popular, con un programa mínimo (amnistiar a los encarcelados por la revolución de octubre de 1934,
reintegrar en sus cargos y puestos de trabajo a los represaliados por razones políticas, restablecer la
Constitución de 1931 y el estatuto de autonomía catalán, recuperar la legislación reformista del primer bienio
suspendida por la coalición radical-cedista) para ganar las elecciones y formar un gobierno
exclusivamente republicano, con el apoyo parlamentario del PSOE.
Sin embargo, los partidos de la derecha formaron distintas coaliciones, constituidas por la CEDA,
los monárquicos y los tradicionalistas, y en algunas provincias los radicales y la Lliga Catalana, pero no
presentaron una candidatura única para toda España, ni un programa electoral consensuado.
Las elecciones del 16 de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular, que obtuvo el 48%
de los votos, frente al 46,5% que consiguieron las derechas y el 5,4% el centro. En el reparto de escaños,
la izquierda consiguió 278 diputados, la derecha, 124 y el centro, 51. La derecha tuvo buenos resultados en
las regiones del interior (las dos Castillas, León, parte de Aragón, Navarra), mientras que la izquierda obtuvo
la mayoría en las grandes ciudades, zonas industriales y regiones del litoral.
Represente una línea del tiempo desde 1931 hasta 1939, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Dificultad para establecer un mando militar único y Reconocimiento de Franco como Generalísimo de
reorganizar el Ejército: todos los Ejércitos (decreto de octubre de 1936),
- Bajo el mandato de Giral, formación de milicias de con lo que se establecía un mando militar único)
partidos y sindicatos del Frente Popular integradas
en los batallones de voluntarios.
- Con Largo Caballero, creación del Ejército Popular
de la República formado por las Brigadas Mixtas,
unidades integradas por milicianos y soldados.
- Negrín unificó la dirección de la guerra bajo un
mando único y reforzó el Ejército Popular con la
integración en él de todas las milicias.
Los grupos ideológicos que apoyaron la sublevación militar de julio de 1936 y el franquismo
respondían a ideologías diferentes, aunque todas se encuadraban en la derecha política, todas
rechazaban la República y lo que ella significaba: laicismo, libertades, democracia, multipartidismo,
autonomías regionales… y todas coincidían en la defensa de la confesionalidad católica del Estado, la
implantación de un poder fuerte y centralizado, sustentado en los principios de unidad de España,
autoridad y jerarquía, y en la imposición de un orden social rígido basado en la familia y la propiedad
privada.
Los sectores ideológicos identificados con el franquismo fueron los monárquicos -carlistas y
juanistas-, los falangistas y los católicos, que, junto con los militares, constituyeron las “familias” del
régimen.
- Los monárquicos pertenecían a dos grupos ideológicos distintos:
. Los carlistas o tradicionalistas, cuya organización política había quedado integrada, mediante el
Decreto de Unificación, en el partido único (FET y de las JONS), aunque seguía manteniendo sus señas de
identidad.
. Los partidarios de la restauración en el trono del legítimo heredero de la Corona, don Juan de
Borbón, hijo de Alfonso XIII.
Ambos grupos aspiraban a restablecer una monarquía católica y autoritaria, pero mientras los
carlistas carecían de candidato definido -el último titular de la rama carlista había muerto sin sucesión directa-
y defendían la tradición de los fueros locales, los juanistas optaban por la continuidad de la línea dinástica
reinante en España y rechazaban cualquier forma de autonomía, incluidos los fueros tradicionales.
-Los falangistas.
Sus planteamientos ideológicos iniciales estaban muy próximos a los fascismos, pero la muerte
de José Antonio Primo de Rivera y su fusión con los tradicionalistas en un partido único, bajo el mando
directo de Franco, les hizo perder parte de sus señas de identidad.
En los comienzos del franquismo, su influencia fue muy grande por su implantación popular y por
su capacidad para llegar a las masas. Por ello, los falangistas controlaron dos ámbitos fundamentales del
régimen: el aparato de propaganda (prensa y radio) y la organización sindical.
Sin embargo, tras la derrota de las potencias fascistas (Alemania e Italia) en la Segunda Guerra
Mundial, Franco se fue distanciando de los planteamientos totalitarios de los falangistas. Aunque
siguieron ocupando cargos importantes, perdieron influencia dentro del régimen, en favor de los católicos
que proporcionaban una mejor imagen en el exterior.
- Los católicos.
No pertenecían a ninguna corriente o partido político concreto, aunque muchos habían militado
en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) durante la República. Sin embargo, estaban
en general adscritos a alguna de las dos grandes organizaciones católicas reconocidas por el
régimen: la Asociación Católica Nacional de Propagandistas -con una presencia importante en los
gobiernos del régimen desde 1939, especialmente en los ministerios de Asuntos Exteriores y de Educación-
, y del Opus Dei -con una colaboración trascendental, sobre todo en los ministerios económicos por la alta
cualificación profesional de muchos de sus miembros.
Los grupos ideológicos del franquismo constituían sus bases institucionales:
- El Movimiento Nacional, nombre con el que el régimen designaba a Falange Español Tradicionalista y de
las JONS (FET y de las JONS), dotó al régimen de sus bases ideológicas y sus símbolos (saludo a la
romana, uniforme), controló los medios de comunicación (prensa y radio), proporcionó muchos de los
cargos de la administración y constituyó las organizaciones de masas de régimen (Sección Femenina,
Frente de Juventudes, Central Nacional Sindical, Sindicato Español Universitario -SEU- y Auxilio Social).
- El Ejército, que había combatido en el bando nacional y ganado la guerra. Fiel a Franco, asumió la
función represiva y participó activamente en el poder, especialmente en los primeros años cuando buena
parte de los ministros y los gobernadores civiles eran militares de carrera.
- La Iglesia Católica, que legitimó el alzamiento como una Cruzada, se identificó con el régimen, que
se definía como un Estado confesional católico, y aportó cuadros dirigentes con un alto nivel de
formación técnica, través de la ACNP (Asociación Católica Nacional de Propagandistas) y el Opus Dei;
además, obispos y prelados participaron en las Cortes franquistas y en el Consejo del Reino. A
cambio, la Iglesia consiguió la financiación pública, el control del sistema educativo y el predominio
de los valores y la moral católica en la sociedad española.
Las bases sociales estuvieron en los sectores conservadores opuestos a las reformas de la
Segunda República: las élites sociales y económicas -los grandes terratenientes y la burguesía industrial,
mercantil y financiera, los profesionales liberales-, las clases medias urbanas de las pequeñas y medianas
ciudades -pasivas y apolíticas- y gran parte del funcionariado, así como pequeños y medianos
propietarios agrarios, sobre todo de la mitad norte.
La identificación de estos sectores sociales con el régimen franquista se debió a su defensa de los
valores tradicionales -familia, propiedad y religión-, y de los principios de orden y autoridad.
b) En política exterior:
En los últimos momentos, la inestabilidad del régimen se acentuó por el conflicto del Sahara,
donde el Frente Polisario reclamaba la independencia; España optó por permitir un referéndum de
autodeterminación; en respuesta, el rey Hassam II de Marruecos organizó la Marcha Verde -una
movilización masiva y pacífica de más de 400.000 marroquíes, civiles y voluntarios, que, con retratos del rey
Hassam y el Corán, llegó a atravesar la frontera saharaui para presionar al gobierno español a ceder a
Marruecos el Sahara español-. Ante el peligro de un conflicto armado, España firmó el Acuerdo de Madrid
(14 de noviembre de 1975) que suponía la entrega del Sahara a Marruecos y Mauritania, violando el
compromiso y mandato de la ONU que había encomendado a España la tutela del territorio hasta su
independencia.
c) En economía:
A partir de 1973, la economía española se desaceleró en el contexto de la crisis económica
internacional provocada por la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de
reducir la exportación de crudo y elevar su precio -crisis del petróleo-. La enorme dependencia
energética exterior, la disminución de los ingresos por turismo, la caída de las exportaciones y el
regreso de muchos emigrantes agudizaron la crisis; se registró un incremento notable del déficit de la
balanza comercial, de la deuda externa, del déficit público y de la inflación por la subida de los precios
del petróleo, la peseta se debilitó y la tasa de paro aumentó.
Relacione la evolución política del régimen con los cambios que se producen en el contexto
internacional.
En los primeros momentos, el franquismo fue un régimen totalitario bajo la influencia del
fascismo italiano y del nazismo alemán, con un evidente protagonismo político de los militares y de
los falangistas, en el que Ramón Serrano Suñer -cuñado de Franco y gran simpatizante de Alemania-
fue la figura más relevante y la FET y de las JONS desempeñó un papel fundamental.
A partir del año 42, con las primeras derrotas de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, y
sobre todo desde 1945, coincidiendo con el final del conflicto mundial y la victoria de las democracias
occidentales, el régimen cambió de orientación:
Para reforzar la imagen del Estado como esencialmente católico, se relegó en parte a los
falangistas -grupo predominante en el primer gobierno formado tras la Guerra Civil- para dar mayor
protagonismo político a los católicos, miembros de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas,
cuya presencia en el régimen se presentaba como garantía de apertura política. Por lo tanto, el fascismo
perdió peso político, Serrano Suñer fue destituido de sus cargos y aumentó la influencia política de
los católicos.
En este contexto, para maquillar el carácter dictatorial del régimen y ofrecer una imagen
exterior de legalidad y de evolución hacia fórmulas democráticas, la propaganda franquista empezó
a calificar al nuevo régimen como democracia orgánica -desde 1943 se había prohibido definirlo como
“fascista”-, y se presentó el franquismo como una estructura política con la apariencia de un Estado
de Derecho con la promulgación de un conjunto de Leyes Fundamentales, como la Ley Constitutiva de
las Cortes (1942), configuraba una Asamblea de representación corporativa formada por procuradores
elegidos por el jefe del Estado y, por sufragio indirecto, por las llamadas corporaciones, y que representaban
a los sindicatos, las familias y los municipios, base de la democracia orgánica; estas Cortes no eran
soberanas -no representaban la soberanía nacional-, no eran elegidas democráticamente y carecían de
poder legislativo, ya que el Caudillo tenía plena potestad legislativa; eran un órgano consultivo cuyas
funciones quedaban reducidas a colaborar en la preparación de las leyes, debatir los proyectos legislativos
presentados por el gobierno y proceder a su aprobación; el Fuero de los Españoles (1945), que reconocía,
al menos formalmente, unos derechos y unos deberes fundamentales, supeditados a los principios del
régimen, La Ley de Referéndum Nacional (1945) que preveía la ratificación de textos legislativos
considerados trascendentes a través de plebiscitos convocados por el Jefe del Estado, y la Ley de
Sucesión a la Jefatura del Estado, aprobada en referéndum en 1947, definía España como un Estado
católico, social y representativo constituido en reino. En definitiva, estas Leyes Fundamentales eran tan
solo una fachada para ocultar la verdadera naturaleza del régimen: una férrea dictadura militar.
En los años 50, en el contexto de la consolidación de las democracias occidentales y del inicio
de la Guerra Fría, que enfrentó al bloque occidental -liderado por EEUU- y al bloque oriental -liderado por
la URSS-, el régimen reforzó su imagen exterior en base a la defensa del catolicismo y la lucha contra
el comunismo, lo que favoreció la salida del aislamiento y su aceptación internacional.
En 1951 Franco apartó del gobierno a los falangistas y a los militares, y promovió a los
católicos de la ACNP (Asociación Católica nacional de Propagandistas). Carrero Blanco fue nombrado
subsecretario de presidencia y Ruíz Jiménez, ministro de Educación.
En 1957 Franco nombró un nuevo gobierno en el que entraron como ministros, a propuesta de
Carrero Blanco, los tecnócratas procedentes del Opus Dei (Navarro Rubio, Ullastres y López Rodó), que
promovieron la liberalización de la economía y su integración en los circuitos internacionales a través del
Plan de Estabilización (1959).
En los años 60 el régimen franquista mantuvo el inmovilismo institucional, su carácter totalitario y
la política represora, pero inició una tímida apertura política -para garantizar su continuidad y mejorar su
imagen- promovida desde el gobierno por los tecnócratas.
Bajo una creciente presión social se adoptaron algunas medidas de liberalización, más
aparentes que reales, con el fin de favorecer la plena integración de España en los organismos
internacionales. Se promulgaron la Ley de Prensa (1966) -impulsada por Fraga Iribarne, Ministro de
Información y Turismo- que suprimía la censura previa, pero no garantizaba la libertad de expresión; la
Ley Orgánica del Estado -última de las Leyes Fundamentales, aprobada en referéndum en 1966- pretendía
ofrecer nuevamente una falsa apariencia de Estado de derecho, sin modificar en absoluto el carácter
autoritario del régimen; la Ley de Libertad Religiosa (1967), que reconocía la igualdad de todas las
confesiones, y la Ley General de Educación, que ampliaba la escolarización obligatoria hasta los 14 años.
En la etapa final del franquismo, el deterioro del sistema, provocado por el enfrentamiento entre
aperturistas y el bunker, y la incapacidad del régimen para impulsar un proceso real de
democratización, se agudizó con las repercusiones de la crisis del petróleo a partir de 1973: el aumento
de la inflación y de la tasa de paro incrementaron la conflictividad social y la oposición al régimen.
Explique la política económica del franquismo en sus diferentes etapas y la evolución económica del
país.
LA AUTARQUÍA.
En la posguerra, entre 1939 – 1959, en los años 40 y 50, el franquismo adoptó una política
económica caracterizada por la autarquía, el dirigismo e intervencionismo del Estado, y el
proteccionismo. El Estado controló todos los sectores de la actividad económica -la producción, la
comercialización y las inversiones- y el mercado -el consumo y los precios- para garantizar el
autoabastecimiento agrario e industrial y evitar la dependencia económica del exterior, en un marco de
aislamiento internacional del régimen.
-En el sector agrario, el Estado intervino el mercado del trigo a través del Servicio Nacional del
Trigo -institución a la que los campesinos estaban obligados a vender toda la producción y que fijaba un
precio de tasa inferior al valor de los productos-, impulsó el regadío, la concentración parcelaria y el
establecimiento de colonos en nuevas tierras de cultivo, a través del Instituto Nacional de Colonización,
y puso en marcha los planes integrales (Plan Jaén y Plan Badajoz).
-En el sector industrial, el Estado impulsó, controló y protegió la producción nacional a través
de una amplia legislación (Ley de Protección y Fomento de la Industria Nacional y la Ley de Ordenación y
Defensa de la Industria Nacional) y de la creación del Instituto Nacional de Industria (INI), un organismo
público fundado en 1941 para impulsar la industrialización y fomentar las industrias de interés estratégico, a
través de la creación de empresas estatales en sectores clave como la siderurgia (Ensidesa), energía
(Endesa, Butano), minería (Hunosa), construcción naval (Astilleros de Cádiz), transporte terrestre (Enasa) y
aéreo (Iberia, Aviaco), sector del automóvil (Seat, Pegaso), material aeronáutico y armamento militar, así
como la nacionalización del sector el ferroviario (RENFE) y las comunicaciones (Compañía Telefónica
Nacional de España). Cualquier inversión en industria quedaba sometida a licencia previa y se
reconvirtieron algunos centros de producción para fabricar bienes de primera necesidad.
-En el comercio exterior, el Estado impuso una política proteccionista, limitó al máximo los
intercambios con el exterior y controló las importaciones y las exportaciones.
La política autárquica frenó el crecimiento económico, lo que se tradujo en un notable descenso
de los niveles de producción y el colapso del comercio exterior, el aumento de la inflación, de la
deuda pública y del desempleo, el incremento de los precios, la caída de los salarios, de la renta per
cápita, del consumo y del nivel de vida, la pérdida de poder adquisitivo, pobreza y hambre, el
racionamiento y el “mercado negro” o estraperlo y un aumento de la corrupción, del amiguismo y del
tráfico de influencias.
EL DESARROLLISMO.
Entre 1959 – 1973 la economía española experimentó un elevado y rápido crecimiento económico
favorecido por la apertura exterior -el fin del bloqueo diplomático, la ayuda financiera norteamericana y el
ingreso de España en la OECE, el FMI y en el Banco Mundial- y el acceso de los tecnócratas (Navarro
Rubio, Ullastres y López Rodó) al gobierno en 1957, cualificados profesionales, miembros del Opus Dei,
que ocuparon los puestos claves para la toma la decisiones económicas - ministerios de Comercio y
Hacienda, Oficina de Coordinación y Programación Económica- desde donde reorientaron la política
económica del régimen, abandonando definitivamente la autarquía e iniciando un proceso de
liberalización económica.
Su proyecto más ambicioso fue el Plan de Estabilización (1959), política económica que pretendía
poner fin al fuerte intervencionismo estatal y a la autarquía, liberalizar la economía nacional,
incorporarla a los mercados internacionales y establecer las bases para un desarrollo económico
equilibrado.
El Plan de Estabilización incluía un paquete de medidas restrictivas de carácter monetario, fiscal
y comercial para controlar la inflación (elevar los tipos de interés, limitar los créditos bancarios, suprimir
muchas subvenciones y controlar el aumento salarial), reducir el déficit público (recortar el gasto público
-congelar los salarios de los funcionarios y reducir la intervención del Estado en la economía- e incrementar
los ingresos con una reforma tributaria -aumentar los impuestos-), liberalizar el mercado interior (eliminar
los organismos estatales interventores y la reglamentación de precios fijos) y el comercio exterior (facilitar
la importación de mercancías y la entrada de capitales extranjeros, devaluar la peseta y fijar su paridad -
valor de cambio- respecto al dólar).
Inicialmente el Plan de Estabilización frenó la economía y tuvo un fuerte coste social
(desempleo, recorte salarial, caída del consumo, aumento de impuestos, quiebra de empresas no rentables)
pero, tras una etapa de recesión, permitió el crecimiento económico (aumento de los niveles de
producción agraria e industrial, de la renta per capita, de las exportaciones, entrada de divisas e inversión
de capital extranjero, contención de la inflación), aunque persistían los problemas estructurales de la
economía -inflación, deuda pública y déficit de la balanza comercial-.
LA CRISIS
A partir de 1973, la economía española se desaceleró en el contexto de la crisis económica
internacional provocada por la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de
reducir la exportación de crudo y elevar su precio -crisis del petróleo-. La enorme dependencia
energética exterior, la disminución de los ingresos por turismo, la caída de las exportaciones y el
regreso de muchos emigrantes agudizaron la crisis; se registró un incremento notable del déficit de la
balanza comercial, de la deuda externa, del déficit público y de la inflación por la subida de los precios
del petróleo, la peseta se debilitó y la tasa de paro aumentó.
Especifique los diferentes grupos de oposición política al régimen franquista y comente su evolución
en el tiempo.
En los años 40 la resistencia al franquismo no fue capaz de organizar una oposición sólida
por el fuerte dispositivo represivo desplegado por el régimen, por las discrepancias entre los diferentes
grupos de oposición, porque muchos de sus miembros se encontraban en el exilio -el gobierno
republicano presidido inicialmente por Giral se reunió en México y posteriormente en Francia) y porque la
reconstrucción de la oposición en el interior tuvo que hacerse desde la clandestinidad.
Si dejamos de lado las fricciones que se produjeron en el bando rebelde a propósito del decreto de
unificación, o las rivalidades entre carlistas y falangistas, las pretensiones de los monárquicos representados
por don Juan o las disidencias falangistas, la verdadera oposición al franquismo estuvo encabezada por
el PCE que organizó el maquis, una guerrilla armada antifranquista formada por comunistas, socialistas y
anarquistas -excombatientes del ejército republicano y muchos de ellos incorporados a la resistencia
francesa que combatió a los nazis en la Segunda Guerra Mundial- que operaba en la clandestinidad en las
zonas montañosas, a través de acciones dispersas y poco coordinadas (ataques nocturnos contra cuarteles
militares, ayuntamientos y locales falangistas) y que en los años 40 tuvo una incidencia importante, aunque
ya en 1952 la Guardia Civil y el Ejército desarticularon el último núcleo del maquis, el asturiano.
Por su parte los socialistas y los republicanos formaron la Alianza Nacional de Fuerzas
Democráticas que incluyó a los anarquistas y excluyó a los comunistas, lo que dificultaba la unidad de
acción, y que trató de llegar a acuerdos con Don Juan, quien a través del Manifiesto de Lausana (1945)
propuso como alternativa al franquismo la monarquía constitucional.
En los años 50 las huelgas obreras de 1951 en Barcelona, Bilbao y Madrid evidenciaron la fuerza
creciente del PCE, mientras que PSOE y CNT perdían influencia. En 1956 las movilizaciones
estudiantiles en las universidades de Madrid y Barcelona contra el SEU y las movilizaciones obreras del
País Vasco, Cataluña y Asturias potenciaron el protagonismo del PCE en la oposición democrática contra
la dictadura con su propuesta de reconciliación nacional y de huelga general.
En la década de los 60 la oposición política y social al régimen franquista se intensificó y
recurrió a nuevos métodos de acción.
En el ámbito sindical, las luchas obreras fueron dirigidas por CCOO (Comisiones Obreras), un
sindicato independiente y democrático surgido dentro de la propia organización sindical vertical del
franquismo. Vinculado al PCE, impulsaba la lucha laboral y política, y combinaba la acción legal, a través de
enlaces sindicales infiltrados en los sindicatos verticales franquistas, siguiendo la táctica del entrismo
(Marcelino Camacho fue elegido enlace sindical) y la acción ilegal (huelga), a las que se sumó una
reorganizada UGT. Las organizaciones obreras cristianas -JOC (Juventudes Obreras Cristianas) y
HOAC (Hermandad de Obreros de Acción Católica), base de la USO (Unión Sindical Obrera), también
participaron en las movilizaciones obreras.
En la Iglesia Católica el carácter reformista del Concilio Vaticano II propició las actitudes
críticas -algunos obispos y sacerdotes cuestionaron el apoyo de la Iglesia al régimen (el cardenal Enrique
y Tarancón, monseñor Añoveros), y los “curas obreros” colaboraron con el movimiento obrero y el PCE- e
impulsó la democracia-cristiana. La injerencia de Franco en asuntos eclesiásticos provocó roces con el
Papado (Juan XXIII y Pablo VI).
En la Universidad el Sindicato Democrático de Estudiantes se enfrentó al SEU (Sindicato
Español Universitario, sindicato oficial de inspiración falangista) y el movimiento estudiantil contactó con
organizaciones políticas clandestinas (PCE, FLP). La represión se tradujo en expedientes disciplinarios,
expulsión de las cátedras (Tierno Galván), cierre de facultades e intervención de la policía en los campus.
La oposición política se reorganizó en la clandestinidad y se renovó con el FLP (Frente de
Liberación Popular, conocido como “FELIPE”) y otros partidos a la izquierda del PCE como LCR (Liga
Comunista Revolucionaria), con lo que la oposición se fragmentó y se hizo difícil sumar fuerzas frente a la
dictadura. También aparecieron grupos de oposición cristiano-demócratas ligados a algunas
organizaciones de la Iglesia como la HOAC.
Políticos españoles de la oposición en el exilio y en el interior se reunieron en el IV Congreso
del Movimiento Europeo celebrado en Munich en 1962 -al que el régimen denominó “contubernio de
Munich”. Democristianos, socialdemócratas, monárquicos liberales, republicanos, socialistas, nacionalistas
vascos y catalanes, con excepción de los anarquistas y los comunistas, reclamaron la democratización
del sistema político (instituciones representativas, libertad personal, de expresión, de sindicación,
reconocimiento de las comunidades nacionales). El régimen castigó a los asistentes al Congreso con la
cárcel y el destierro.
Los nacionalismos, singularmente el catalán y el vasco, actuaron también como una oposición
constante contra la dictadura que negaba cualquier principio de autonomía.
Dentro del ejército se formó la UMD (Unión Militar Democrática) y los movimientos vecinales
reivindicaban servicios e infraestructuras para las barriadas obreras y populares.
En los últimos años del franquismo, y a pesar de su ilegalidad, los partidos políticos de izquierda
reactivaron su oposición: El PCE, dirigido por Santiago Carrillo, optó por el eurocominismo, y el PSOE
se reorganizó a partir del Congreso de Suresnes (1974) donde Felipe González fue nombrado Secretario
General
Ambos partidos dirigieron coaliciones democráticas de oposición: el PCE impulsó la Junta
Democrática (1974) y el PSOE promovió la Plataforma de Convergencia Democrática. Ambas
organizaciones se unieron en Coordinación Democrática, conocida como “platajunta” que preconizaba
una ruptura democrática con el franquismo.
El reforzamiento de los partidos nacionalistas -en el País Vasco, el PNV y en Cataluña ERC y
CDC (Convergencia Democrática Cataluña) fundada por Jordi Pujol- y el terrorismo de ETA (Euskadi ta
Askatasuna, “Euskadi y Libertad”), del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) y del GRAPO
(Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) desestabilizaron aún más al régimen, que
respondió con el recrudecimiento de la represión -estado de excepción, consejos de guerra, ejecuciones-
frente al crecimiento de la oposición: el proceso de Burgos (1970) contra militantes de ETA, ejecución del
anarquista Puig Antich (1974) y de cinco activistas -dos ETA y tres del FRAP- (1975) que enturbiaron la
imagen de la dictadura y levantaron protestas dentro y fuera de España.
Tema 17 – El franquismo. Punto 4. La oposición al régimen.
Represente una línea del tiempo desde 1939 hasta 1975, situando en ella los principales
acontecimientos históricos.
Describa las actuaciones impulsadas por el Presidente de Gobierno Adolfo Suárez para la reforma
política del régimen franquista: Ley para la Reforma Política de 1976, Ley de Amnistía de 1977…
De esta pregunta incluyo el desarrollo y el resumen:
DESARROLLO.
El rey Juan Carlos presionó a Arias Navarro para que dimitiera y nombró presidente a Adolfo Suárez
(julio de 1976), quien fue elegido entre una terna propuesta por el Consejo del Reino, presidido por Torcuato
Fernández Miranda. Ministro en el gobierno de Arias Navarro y Secretario General del Movimiento, el
nombramiento de Suárez sorprendió a todos y causó un rechazo general, ya que de él desconfiaban tanto los
inmovilistas -por considerarlo un político de segunda fila- como los aperturistas -por su estrecha vinculación al
Movimiento Nacional-.
Consciente de la necesidad de hacer reformas a fondo para evitar la ruptura democrática, Suárez
formó un gobierno con figuras poco destacadas dentro de las filas del franquismo, pero de talante
decididamente reformista. Los franquistas reformistas tenían clara la imposibilidad de mantener el franquismo
sin Franco y eran conscientes de la necesidad de negociar una salida con la oposición democrática, siempre
que el control del proceso no se escapara de sus manos; algunos procedían del Movimiento Nacional (Martín
Villa) y otros de la democracia cristiana (Marcelino Oreja, Landelino Lavilla).
En su primera declaración, el gobierno reconocía los derechos y las libertades fundamentales, así
como la legitimidad de los partidos políticos y de las autonomías históricas; anunciaba la concesión de
una amplia amnistía política y la convocatoria de elecciones generales antes de un año; igualmente
declaraba la intención de dialogar con todos los grupos políticos, incluidos los de la oposición.
Y en efecto, las primeras medidas del gobierno fueron despenalizar la pertenencia a partidos
políticos y el ejercicio de los derechos de manifestación y reunión (21 de julio de 1976), conceder una
amnistía por delitos políticos, que permitía liberar a los presos políticos, excepto los condenados por delitos
de terrorismo (30 de julio) y por delitos sindicales (10 de agosto).
Una vez aprobado en las Cortes, tras una campaña de propaganda desde el gobierno a favor del
voto afirmativo, a pesar de la posición contraria de la extrema derecha y de la petición de abstención por
la oposición democrática, el proyecto fue aprobado en referéndum el 15 de diciembre de 1976; la
participación en el referéndum fue alta y el apoyo a la Ley, contundente (94% de los votos).
La Ley para la Reforma Política significó el fin del franquismo -el Movimiento Nacional perdió su
monopolio político y empezó a ser desmantelado-; la vía reformista hacia la democracia desde la legalidad
franquista se había impuesto definitivamente; la figura de Suárez salió muy reforzada y la oposición
abandonó el planteamiento rupturista.
Sin embargo, tanto la extrema derecha como ETA y los GRAPO respondieron con un recrudecimiento
del terrorismo, que alcanzó la máxima tensión en enero de 1977: grupos incontrolados de extrema derecha
asesinaron a un estudiante en una manifestación y a cinco abogados laboralistas vinculados al PCE y a
CCOO en su despacho de la calle Atocha, mientras ETA y el GRAPO secuestraban a altas personalidades
y asesinaba a militares, policías y altos funcionarios del Estado.
El primer gobierno democrático desde la República, presidido por Suárez al frente de UCD, intentó
gobernar en solitario estableciendo pactos con otras fuerzas políticas a través del consenso para gestionar
una política económica de urgencia, construir el Estado de las Autonomías y elaborar una nueva
Constitución.
Los Pactos de la Moncloa, firmados en octubre de 1977 por un acuerdo entre el gobierno, los
partidos de la oposición y las fuerzas sociales (organizaciones patronales y sindicales), establecían un
paquete de medidas económicas y de carácter social y jurídico para paliar los efectos de la crisis
energética mundial, regular un nuevo modelo de relaciones laborales y neutralizar la conflictividad
social, y así consolidar el proceso democratizador.
Entre las medidas económicas, que pretendían controlar la inflación, el déficit público y la deuda
exterior, estaban la reforma fiscal (Impuesto Extraordinario sobre Patrimonio, Impuesto sobre la Renta de las
Personas Físicas -IRPF- y la lucha contra el fraude fiscal), la devaluación de la peseta respecto al dólar y una
política monetaria restrictiva, la moderación salarial y el control del gasto público, además de impulsar una
política de ahorro energético, y las medidas de carácter social y jurídico incluían la reforma de la Seguridad
Social -ampliación de los seguros de desempleo y de las pensiones de jubilación-, la reforma de la enseñanza,
regulación de los sindicatos y de los medios de comunicación estatal, un programa de inversiones públicas, y
medidas para garantizar la libertad de expresión, de reunión y asociación mediante la reforma del sistema
judicial (reforma del Código Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y del Código de Justicia Militar, la
reorganización de los cuerpos y fuerzas de orden público).
Los Pactos de la Moncloa consiguieron ciertas mejoras, pero su aplicación se vio limitada por la segunda
crisis mundial del petróleo (1979).
RESUMEN:
El rey Juan Carlos I nombró a Suárez presidente en julio de 1976, quien formó un gobierno de talante
reformista para evitar la ruptura democrática. En su primera declaración, el gobierno reconocía los
derechos y las libertades fundamentales, la legitimidad de los partidos políticos y las autonomías históricas,
y anunciaba la concesión de una amplia amnistía y la convocatoria de elecciones generales, así como su
intención de dialogar con todos los partidos políticos, incluidos los de la oposición.
Las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Suárez, en julio y agosto de 1976, fueron
despenalizar la pertenencia a los partidos políticos y el ejercicio de los derechos de manifestación y de
reunión, y conceder una amplia amnistía por delitos políticos que excluía los delitos de terrorismo y
sindicales.
En septiembre de 1976, el gobierno presentó el proyecto para la Ley para la Reforma Política que
establecía el procedimiento para celebrar elecciones a unas Cortes bicamerales por sufragio universal y
directo; aunque la Ley no lo especificaba, las Cortes tendrían un carácter constituyente. Dado su rango de
Ley Fundamental, fue aprobada por las Cortes franquistas en noviembre de 1976 y en referéndum en
diciembre de ese mismo año. Con ella se abría la vía reformista hacia la democracia desde la legalidad
franquista.
Las Cortes aprobaron la reforma del Código Penal y la Ley para la Asociación Política (febrero
de 1977), que permitía legalizar los partidos políticos, excepto al PCE. La legalización del PCE, en abril de
1977, fue una decisión de Suárez para la normalización democrática.
En junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas y plurales desde febrero de
1936, y fueron ganadas por la UCD, una coalición de centro-derecha fundado por Suárez.
El nuevo gobierno firmó los Pactos de la Moncloa (octubre de 1977) con los partidos de la oposición
y los agentes sociales (sindicatos y organizaciones patronales), un acuerdo que incluía medidas
económicas, sociales y jurídicas para paliar los efectos de la crisis económica mundial, neutralizar la
conflictividad social, crear un nuevo modelo de relaciones laborales y consolidar el proceso democrático,
con el control de la inflación, el déficit y la deuda, la reforma fiscal con el IRPF y la lucha contra el fraude
fiscal, la reforma de la Seguridad Social con las ampliación de las pensiones de jubilación y los subsidios de
desempleo, una política de ahorro energético y una reforma del sistema judicial para garantizar la libertad
de prensa, de reunión y de asociación.
La Ley de Amnistía de octubre de 1977 incluía todo acto político “cualquiera que fuera su resultado”,
lo que dejaba en libertad a los presos de ETA y del GRAPO.
Entre 1977 y 1978 el gobierno de Suárez restableció las instituciones regionales establecidas durante
la Segunda República que fueron disueltas por el franquismo mediante la creación de regímenes
preautonómicos por decreto-ley. Los primeros fueron los de Cataluña, País Vasco y Galicia hasta un total
de 13, ya que las provincias de Madrid, Logroño, Santander y Navarra no dispusieron de regímenes
preautonómicos.
Con la aprobación de la Constitución por las Cortes en octubre de 1978 y por el pueblo español en
un referéndum celebrado en diciembre, su sanción por el rey y su promulgación se establecía el marco
jurídico para la normalización democrática.
La Constitución define a España como un “Estado social y democrático de derecho, que propugna
como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político” (artículo 1º.1), lo que significa que todos los poderes se someten a la legalidad, que se garantiza la
participación de todos los ciudadanos en las decisiones políticas a través de sus representantes libremente
elegidos por votación y que el Estado se obliga a promover el bienestar social a través de prestaciones públicas
de carácter social y económico; y afirma que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que
emanan los poderes del Estado” (artículo 1º. 2)
La Constitución reconoce -en el Título I: “ De los derechos y deberes fundamentales”- los derechos y
las libertades de los españoles en una declaración extensa y avanzada que incluye no sólo derechos
individuales y políticos sino sociales y colectivos, entre ellos la mayoría de edad a los 18 años, el derecho a
la vida (abolición de la pena de muerte) y a la integridad física (prohibición de la tortura y las penas
degradantes), las libertades de expresión e imprenta, la libertad ideológica, religiosa y de culto, los
derechos de reunión, asociación, sindicación, manifestación y huelga; el derecho a la educación, a la
sanidad y otros más de carácter social como el derecho al trabajo, a la asistencia y a las prestaciones
sociales, la protección del medio ambiente, la conservación del patrimonio artístico y cultural, el apoyo
económico a los ciudadanos de la tercera edad, y la defensa del consumidor. También garantiza la propiedad
privada y crea la figura del defensor del pueblo.
En la parte orgánica, la Constitución establece la monarquía parlamentaria como sistema político,
regula una nítida separación de poderes y describe las instituciones que asumen los diferentes poderes:
El Rey -que debe jurar fidelidad a la Constitución- desempaña la Jefatura del Estado con carácter
vitalicio, asume el mando supremo de las fuerzas armadas, la representación del Estado y la sanción y
promulgación de las leyes, la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones; es inviolable y no está
sometido a responsabilidad.
El poder legislativo reside en las Cortes, formadas por dos Cámaras: el Congreso de los Diputados
y el Senado, a las que corresponde la elaboración de las leyes, el control del gobierno, la aprobación de
los presupuestos del Estado y la autorización de los tratados internacionales. Ambas cámaras son
representativas y sus miembros elegidos por los ciudadanos mayores de 18 años mediante sufragio
universal directo, libre y secreto.
El poder ejecutivo corresponde al gobierno formado por el presidente, los vicepresidentes y los
ministros reunidos en el Consejo de Ministros. El nombramiento del presidente del gobierno corresponde al
Congreso a través de la votación de investidura y se establece el control parlamentario sobre el gobierno,
de forma que el ejecutivo depende de la confianza del legislativo. El gobierno se encarga de dirigir la política
interior, los asuntos exteriores, la defensa del estado y la administración civil y militar, y elaborar los
presupuestos del Estado. El gobierno posee ciertas atribuciones legislativas que le permiten promulgar
normas con rango de ley por delegación expresa del Parlamento, aprobar decretos-ley en casos de urgente
necesidad -siempre que no afecten a instituciones básicas del Estado ni a los derechos y libertades
fundamentales de los ciudadanos- y dictar reglamentos para aplicar y desarrollar leyes aprobadas por las
Cortes, también dispone de la iniciativa legislativa que ejerce mediante la presentación de proyectos de ley para
su aprobación por los diputados y los senadores.
El poder judicial corresponde a los tribunales de justicia, a los jueces y a los magistrados
independientes, inamovibles, responsables, y sometidos únicamente al imperio de la ley”; se establece el
Tribunal Supremo como máximo órgano judicial y el Tribunal Constitucional controla la constitucionalidad
de las leyes y resuelve los conflictos entre las normativas estatales y autonómicas.
Respecto a la configuración territorial del Estado la Constitución declara que España está integrada
por regiones y nacionalidades que pueden constituirse libremente en Comunidades Autónomas a
través de los estatutos de autonomía que deben aprobar las Cortes, y afirma que la unidad de España es
compatible con la pluralidad nacional, por lo que el modelo que diseña la Constitución es unitario -no federal-
y autonómico -no centralista- El castellano es el idioma oficial y el resto de lenguas son oficiales en sus
comunidades autónomas.
La Constitución define las Comunidades Autónomas como provincias y agrupaciones de
provincias que disponen de un sistema de autogobierno a través de instituciones propias y asumen
determinadas competencias, reguladas en sus Estatutos de Autonomía -normas básicas por las que se
rigen las Comunidades Autónomas, que especifican su organización política y las instituciones de gobierno -
Asamblea legislativa, Consejo de gobierno, Presidencia de la Comunidad y Tribunal superior de justicia-.