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La música es, según la definición tradicional del término, el arte de organizar sensible y
lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios utilizando los principios
fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo, mediante la intervención de complejos
procesos psicoanímicos. El concepto de música ha ido evolucionando desde su origen en
la Antigua Grecia, en que se reunía sin distinción a la poesía, la música y la danza como arte
unitario. Desde hace varias décadas se ha vuelto más compleja la definición de qué es y qué
no es la música, ya que destacados compositores, en el marco de diversas experiencias
artísticas fronterizas, han realizado obras que, si bien podrían considerarse musicales,
expanden los límites de la definición de este arte.
La música, como toda manifestación artística, es un producto cultural. El fin de este arte es
suscitar una experiencia estética en el oyente, y expresar sentimientos, emociones,
circunstancias, pensamientos o ideas. La música es un estímulo que afecta el campo
perceptivo del individuo; así, el flujo sonoro puede cumplir con variadas funciones
(entretenimiento, comunicación, ambientación, diversión, etc.).
Definición de la música
Las definiciones parten desde el seno de las culturas, y así, el sentido de las expresiones
musicales se ve afectado por cuestiones psicológicas, sociales, culturales e históricas. De esta
forma, surgen múltiples y diversas definiciones que pueden ser válidas en el momento de
expresar qué se entienden por música. Ninguna, sin embargo, puede ser considerada como
perfecta o absoluta.
Una definición bastante amplia determina que música es sonoridad organizada (según una
formulación perceptible, coherente y significativa). Esta definición parte de que —en aquello a
lo que consensualmente se puede denominar "música"— se pueden percibir ciertos patrones
del "flujo sonoro" en función de cómo las propiedades del sonido son aprendidas y procesadas
por los humanos (hay incluso quienes consideran que también por los animales).
Hoy en día es frecuente trabajar con un concepto de música basado en tres atributos
esenciales: que utiliza sonidos, que es un producto humano (y en este sentido, artificial) y
que predomina la función estética. Si tomáramos en cuenta solo los dos primeros elementos
de la definición, nada diferenciaría a la música del lenguaje. En cuanto a la función "estética",
se trata de un punto bastante discutible; así, por ejemplo, un "jingle" publicitario no deja de ser
música por cumplir una función no estética (tratar de vender una mercancía). Por otra parte,
hablar de una función "estética" presupone una idea de la música (y del arte en general) que
funciona en forma autónoma, ajena al funcionamiento de la sociedad, tal como la vemos en la
teoría del arte del filósofo Immanuel Kant.
Jean-Jacques Rousseau, autor de las voces musicales en L'Encyclopédie de Diderot, después
recogidas en su Dictionnaire de la Musique,1 la definió como el «arte de combinar los sonidos
de una manera agradable al oído».2
Según el compositor Claude Debussy, la música es «un total de fuerzas dispersas expresadas
en un proceso sonoro que incluye: el instrumento, el instrumentista, el creador y su obra, un
medio propagador y un sistema receptor».
La definición más habitual en los manuales de música se parece bastante a esta: «la música
es el arte del bien combinar los sonidos en el tiempo». Esta definición no se detiene a explicar
lo que es el arte, y presupone que hay combinaciones "bien hechas" y otras que no lo son, lo
que es por lo menos discutible.
Algunos eruditos han definido y estudiado a la música como un conjunto de tonos ordenados
de manera horizontal (melodía) y vertical (armonía). Este orden o estructura que debe tener un
grupo de sonidos para ser llamados música está, por ejemplo, presente en las aseveraciones
del filósofo Alemán Goethe cuando la comparaba con la arquitectura, definiendo
metafóricamente a la arquitectura como "música congelada". La mayoría de los estudiosos
coincide en el aspecto de la estructura, es decir, en el hecho de que la música implica una
organización; pero algunos teóricos modernos difieren en que el resultado deba ser placentero
o agradable.
Elementos de la música
La música contiene dos elementos: el material acústico y la idea intelectual. Ambos no se
hallan yuxtapuestos como forma y contenido, sino que se combinan, en la música, para formar
una imagen unitaria. Para convertirse en vehículo de la idea intelectual, el material acústico
experimenta una preparación pre-musical, mediante un proceso de selección y ordenamiento.3
La estructura del sonido, la escala de sonidos armónicos, exhibe ya un ordenamiento que la
predestina para ser el vehículo de la intención intelectual. Con el fin de un entendimiento
general previo, dentro del material acústico para la organización de la música, encontramos
diversas clasificaciones, dentro de las cuales la más habitual en ambientes académicos es la
que divide la música en melodía, armonía y ritmo.4 La manera en la que se definen y aplican
estos principios, varían de una cultura a otra (también hay variaciones temporales).
Cultura y música
Buena parte de las culturas humanas tienen manifestaciones musicales. Algunas especies
animales también son capaces de producir sonidos en forma organizada; lo que define a la
música de los hombres, pues, no es tanto el ser una combinación "correcta" (o "armoniosa" o
"bella") de sonidos en el tiempo como el ser una práctica de los seres humanos dentro de un
grupo social determinado.
Independientemente de lo que las diversas prácticas musicales de diversos pueblos y culturas
tengan en común, es importante no perder de vista la diversidad en cuanto a los instrumentos
utilizados para producir música, en cuanto a las formas de emitir la voz, en cuanto a las
formas de tratar el ritmo y la melodía, y, sobre todo, en cuanto a la función que desempeña la
música en las diferentes sociedades: no es lo mismo la música que se escucha en una
celebración religiosa, que la música que se escucha en un anuncio publicitario, ni la que se
baila en una discoteca. Tomando en consideración las funciones que una música determinada
desempeña en un contexto social determinado podemos ser más precisos a la hora de definir
las características comunes de la música, y más respetuosos a la hora de acercarnos a las
músicas que no son las de nuestra sociedad.
La mayoría de las definiciones de música solo toman en cuenta algunas músicas producidas
durante determinado lapso en Occidente, creyendo que sus características son "universales",
es decir, comunes a todos los seres humanos de todas las culturas y de todos los tiempos.
Dice Schopenhauer, "(la música) repercute en el hombre de manera tan potente y magnífica,
que puede ser comparada a una lengua universal, cuya claridad y elocuencia supera a todos
los idiomas de la tierra"
Muchos piensan que la música es un lenguaje "universal", puesto que varios de sus
elementos, como la melodía, el ritmo, y especialmente la armonía (relación entre las
frecuencias de las diversas notas de un acorde) son plausibles de explicaciones más o menos
matemáticas, y que los humanos en mayor o menor medida, estamos naturalmente
capacitados para percibir como bello. Quienes creen esto ignoran o soslayan la complejidad
de los fenómenos culturales humanos. Así, por ejemplo, se ha creído que la armonía es un
hecho musical universal cuando en realidad es exclusivo de la música de Occidente de los
últimos siglos; o, peor aún, se ha creído que la armonía es privativa de la cultura
occidental porque representa un estadio más "avanzado" o "superior" de la "evolución" de la
música.
Otro de los fenómenos más singulares de las sociedades occidentales (u occidentalizadas) es
la compleja división del trabajo de la que es objeto la práctica musical. Así, por ejemplo,
muchas veces es uno quien compone la música, otro quien la ejecuta, y otro tercero quien
cobra las regalías. La idea de que quien crea la música es otra persona distinta de quien la
ejecuta, así como la idea de que quien escucha la música no está presente en el mismo
espacio físico en donde se produce es solamente posible en la sociedad occidental de hace
algunos siglos; lo más común (es decir, lo más "universal") es que creador e intérprete sean la
misma persona.
Historia de la música
La historia de la música es el estudio de las diferentes tradiciones en la música y su orden
en el mundo.
Ya que en toda cultura conocida hubo alguna forma de manifestación musical, la historia de la
música abarca todas las sociedades y épocas. No se limita —como es habitual en algunos
ámbitos académicos— a occidente; a menudo se utiliza la expresión «historia de la música»
para referirse exclusivamente a la historia de la música europea y su evolución en el mundo
occidental.
La música de una determinada sociedad está estrechamente relacionada con otros aspectos
de su cultura, como su organización económica, su desarrollo tecnológico, tradiciones,
creencias religiosas, etcétera.
En sentido más amplio, la música nace con el ser humano, y ya estaba presente, según
algunos estudios, mucho antes de la migración de los primeros grupos que dejaron África,
hace más de 50 000 años. 1 Es por tanto una manifestación cultural universal.
Joaquín Turina
Jazz
Jazz de Nueva Orleans
Aunque en el periodo que va desde el final de la Guerra de Secesión hasta el fin del siglo XIX,
ya existían algunas bandas que tocaban algo parecido a un jazz rudimentario, como las de los
cornetistas Sam Thomas, Louis Ned, James L. Harris o Robert Baker o la banda que
usualmente tocaba en el Kelly's Stables de Nueva Orleans,5 suele considerarse a Buddy
Bolden como la primera gran figura y el iniciador del primer estilo definido de jazz.nota 1
Convencionalmente, se denomina «estilo Nueva Orleans» a esta forma inicial del jazz. Aún no
se ha desprendido de las influencias del minstrel y contiene todas las características propias
del hot. Las improvisaciones, en el sentido que hoy las conocemos, no existían; de hecho, los
solistas elaboraban largas variaciones melódicas sobre el tema principal (usualmente
integrado por dos canciones diferentes), en tempos muy lentos o medios, nunca rápidos. Las
bandas eran ambulantes y solían preferir siempre interpretar espirituales, ragtimes, marchas y
cantos de origen afrocubano. El peso sonoro y conceptual de la música recaía en la corneta,
que era quien desarrollaba las melodías, apoyada por el trombón y el clarinete, que
elaboraban variaciones improvisadas sobre la melodía base. Es lo que Peter Clayton llama «la
Santísima Trinidad del jazz de Nueva Orleans».6 El resto de los instrumentos
(usualmente banjo, tuba, caja y bombo, aunque paulatinamente fueron introduciéndose
el contrabajo, el piano y la batería) tenían una función meramente rítmica. En ocasiones se
usaba el violín como complemento en la sección de metales.
Es una escuela de bandas célebres, como la de Johnny Schenk (1893), la de John
Robechaux (1895), la del cornetista Freddie Keppard (1900-1909), y otras de renombre
histórico como la Onward Brass Band, la Eagle Band o la Tuxedo Brass Band del
trompetista Papa Celestin, ésta anterior al cambio de siglo. También estaban las bandas del
cornetista Papa Mutt Carey, que se reputa como el introductor de la sordina de
«desatascador» (plunger) y su típico efecto de wah-wah, y que tenía a Sidney Bechet en el
clarinete; la banda de Lorenzo Tio, o la Original Creole Orchestra, etc.
Música popular
La música popular, en su sentido más amplio, se refiere a una serie de géneros
musicales que tienen un gran atractivo y que generalmente son distribuidos a grandes
audiencias a través de la industria de la música. Esto está en contraste tanto con la música
culta, como con la música tradicional, las cuales normalmente se difunden académicamente o
por vía oral, a audiencias locales, o más pequeñas.
La aplicación original del término fue adoptada en la década de 1880 en el período conocido
como Tin Pan Alley en los Estados Unidos.[cita requerida]
Historia
Hasta finales del siglo XVIII, en Europa, las dos grandes corrientes musicales que había eran
la que actualmente conocemos como música clásica, de tradición escrita y vinculada a la
aristocracia, y la música folclórica (por entonces música popular), de tradición oral y vinculada
a una población fundamentalmente rural.
Esta dualidad artística, que no hacía sino reflejar la clara división social y cultural del público,
empezará a cambiar con el desarrollo de la Revolución Industrial. En países como Reino
Unido y Francia, el crecimiento de las ciudades, la burguesía y el florecimiento de una clase
media urbana interesada en la cultura, promueven la aparición de espectáculos músico-
teatrales dirigidos a este público.41 Estos espectáculos se representarán de forma regular en
lugares como las tabernas, jardines y salones de baile de Londres, o los teatros y los café-
concert de París, y serán el caldo de cultivo para la creación y divulgación de canciones y
otras composiciones que irán conformando una nueva corriente, la música popular urbana.
Los primeros espectáculos de este tipo son el ballad opera y el music hall en el Reino Unido,
el teatro de variedades y el vaudeville en Francia, y un tiempo después el minstrel show en
EE. UU. A éstos se sumarían en las siguientes décadas nuevos formatos de espectáculos de
variedades como el cabaret, la revista, el burlesque, etc.
Junto a este desarrollo del mundo del espectáculo se produce también un progresivo
acercamiento de la música a los hogares de la gente, basado por un lado en el abaratamiento
de los instrumentos musicales, y por otro en una disponibilidad cada vez mayor
de partituras creadas para el consumo doméstico. Este nuevo mercado permitió que
muchos compositores, que en épocas anteriores sólo podían trabajar bajo el encargo de una
institución religiosa o como empleados de una corte o un importante mecenas, pudieran ahora
convertirse en profesionales liberales. Sus creaciones serán comercializadas por editoras
musicales que se encargarán también de tutelar los derechos de la composición. Ejemplos de
estas creaciones se pueden encontrar en los lieder alemanes de Schumann o las canzonette
italianas de Donizetti, para voz y piano, en las cuales hay a menudo una estructura similar a la
de muchas canciones pop modernas. Un fenómeno similar ocurre en EE. UU. con la industria
musical del Tin Pan Alley —con fuertes raíces en folclore angloamericano— y su autor más
conocido, Stephen Foster.
Por último, en la segunda mitad del siglo XIX también cobra fuerza la ópera ligera u opereta,
primero en París (con figuras como Jacques Offenbach y su popular cancán), después en
Viena (de donde surgieron los famosos valses de los Strauss) y Londres. En España también
se practicó el género de la opereta, bajo el nombre de zarzuela.
El pop y el rock
El rock and roll nació en los años 50 como una música animada y de ritmo rápido que surgía
fundamentalmente de un maridaje interracial entre el rhythm and blues negro y el country
blanco. Pioneros de este género fueron mayormente artistas de color como Chuck
Berry o Little Richard, aunque también cantantes blancos como Bill Haley y
especialmente Elvis Presley, que llevaría el fenómeno del rock and roll a sus máximas cotas
de popularidad. El nuevo género, que arraigó fundamentalmente entre la gente joven, se
combinaría en la década siguiente con otros estilos de música popular dando lugar a una serie
de variantes conocidas genéricamente como rock, que terminarían expandiéndose por los
cinco continentes.
En la década de los 60, las figuras dominantes del rock primigenio americano tuvieron que
ceder protagonismo ante el avance de una nueva oleada de grupos británicos que habían
recibido la influencia del rock and roll. Surge lo que se denominaría como Invasión británica.
Bandas como The Beatles, The Rolling Stones, The Who o The Animals, las cuales tuvieron
respuesta en América con grupos como The Beach Boys o The Byrds, contribuirían
notablemente a la evolución del rock y al surgimiento de la nueva cara de la música popular
blanca: la música pop. Por otra parte, al final de la década artistas estadounidenses como Jimi
Hendrix o The Doorstambién jugarían un papel fundamental en el desarrollo de la música rock.
Al mismo tiempo, se consolidaron nuevas tendencias entre los norteamericanos de color,
como el soul y el funk, con la figura destacada de James Brown. Se produjo también en
Estados Unidos un revival de la música folk con la canción protesta, representada entre otros
por Bob Dylan.
Los años 70 vieron nacer nuevos estilos, como el hard rock (una variante del rock más dura y
de guitarras eléctricas más distorsionadas), el reggae de origen jamaicano, el rock progresivo,
el punk, el rap, la música disco (que dominó las pistas de baile), o los primeros pasos de
la música electrónica en el ámbito de lo popular, donde despuntarán compositores como Jean-
Michel Jarre o Vangelis. Al nivel más comercial, los mayores éxitos pertenecieron a artistas
pop como Elton John o el grupo sueco ABBA. Al mismo tiempo alcanzaban repercusión
internacional nuevos ritmos latinos como la salsa cubana o la bossa nova brasileña, y, en
distintas zonas del mundo, emergían estilos que mezclaban elementos del pop/rock occidental
con la música popular local (así toman forma el Afropop, el rock latino, el J-Pop, el pop ruso,
etc.). Por último, fue esta década la época dorada de la canción de autor en países del sur de
Europa (España, Francia, Italia...) y Latinoamérica.
La incorporación de los sonidos sintetizados y la popularidad del videoclip marcaron la estética
de la música pop de los 80, donde destacaron figuras como Michael Jackson o Madonna,
junto a grupos pop-rock europeos de una nueva ola (New Wave) que buscaban sonidos
alternativos, como U2 o The Police. En las discotecas, la música disco dejaba paso a
la música electrónica de baile como el post-disco, el house o el techno. Entre los amantes de
la música lenta y relajante se consolidaba el new age y, en el otro extremo del espectro
musical, el heavy metal alcanzaba su mayor popularidad a ambos lados del Atlántico.
En los años 90, el grunge de Nirvana y el rock alternativo comparten protagonismo con
el britpop de Blur y Oasis en las listas de éxitos, mientras la escena dance, vinculada a las
pistas de baile, desarrolla una cada vez más variada prole de subgéneros electrónicos
(trance, drum and bass, chill-out...). Una multiplicación similar se consolida desde la década
anterior en el ámbito del heavy metal, con derivaciones como el thrash metal (liderado por la
banda Metallica) y otros subgéneros como el metal progresivo o el death metal. Con todo, las
ventas de discos en esta década estarán lideradas por artistas musicalmente más
conservadores como Mariah Carey y otras estrellas angloamericanas del pop melódico.
La música popular entra así finalmente en el siglo XXI con un ya amplio bagaje a sus
espaldas, caracterizado por la multitud de géneros y estilos que han ido tomando forma
década tras década, y conformando un extenso y variado cuerpo de música apreciado por
gente de distintos gustos, edades, ideologías y extracciones sociales a lo largo y ancho de
todo el mundo.
Cultura
Cultura es un término que tiene muchos significados interrelacionados. Por ejemplo, en
1952, Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn compilaron una lista de 164 definiciones
de cultura en Cultura: una reseña crítica de conceptos y definiciones; y han clasificado más de
250 distintas. En el uso cotidiano, la palabra cultura se emplea para dos conceptos diferentes:
Excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades, también conocida
como alta cultura.
Los conjuntos de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo
los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver
necesidades de todo tipo.
Cuando el término surgió en Europa, entre los siglos XVIII y XIX, se refería a un proceso de
cultivación o mejora, como en la agricultura u horticultura. En el siglo XIX, pasó primero a
referirse al mejoramiento o refinamiento de lo individual, especialmente a través de
la educación, y luego al logro de las aspiraciones o ideales nacionales. A mediados del siglo
XIX, algunos científicos utilizaron el término «cultura» para referirse a la capacidad humana
universal. Para el antipositivista y sociólogo alemán Georg Simmel, la cultura se refería a «la
cultivación de los individuos a través de la injerencia de formas externas que han sido
objetificadas en el transcurso de la historia».
En el siglo XX, la «cultura» surgió como un concepto central de la antropología, abarcando
todos los fenómenos humanos que no son el total resultado de la genética. Específicamente,
el término «cultura» en la antropología americana tiene dos significados: (1) la evolucionada
capacidad humana de clasificar y representar las experiencias con símbolos y actuar de forma
imaginativa y creativa; y (2) las distintas maneras en que la gente vive en diferentes partes del
mundo, clasificando y representando sus experiencias y actuando creativamente. Después de
la Segunda Guerra Mundial, el término se volvió importante, aunque con diferentes
significados, en otras disciplinas como estudios culturales, psicología
organizacional, sociología de la cultura y estudios gerenciales.
Algunos etólogos han hablado de «cultura» para referirse a costumbres, actividades o
comportamientos transmitidos de una generación a otra en grupos de animales por imitación
consciente de dichos comportamientos.
Etimología
La etimología del concepto moderno “cultura” tiene un origen clásico. En varias lenguas
europeas, la palabra “cultura” está basada en el término latino utilizado por Cicerón, en
su Tusculanae Disputationes, quien escribió acerca de una cultivación del alma o “cultura
animi”, para entonces utilizando una metáfora agrícola para describir el desarrollo de un alma
filosófica, que fue comprendida teleológicamente como uno de los ideales más altos posibles
para el desarrollo humano. Samuel Pufendorf llevó esta metáfora a un concepto moderno, con
un significado similar, pero ya sin asumir que la filosofía es la perfección natural del hombre.
Para este autor, los significados de cultura, que muchos escritores posteriores retoman, “se
refieren a todas las formas en la que los humanos comienzan a superar su barbarismo original
y, a través de artificios, se vuelven completamente humanos”
El término “cultura”, que originalmente significaba la cultivación del alma o la mente, adquiere
la mayoría de sus posteriores significados en los escritos de los pensadores alemanes del
siglo XVIII, quienes en varios niveles desarrollaron la crítica
de Rousseau al liberalismo moderno y la Ilustración. Además, un contraste entre “cultura” y
“civilización” está usualmente implícito por estos autores, aun cuando no lo expresen así. Dos
significados primarios de cultura surgen de este período: cultura como un espíritu folclórico
con una identidad única, y cultura como la cultivación de la espiritualidad o la individualidad
libre. El primer significado es predominante dentro de nuestro uso actual del término “cultura”,
pero el segundo juega todavía un importante rol en lo que creemos debería lograr la cultura,
como la “expresión” plena del ser único y “auténtico”.
Cultura y civilización
También es en el contexto de la Ilustración cuando surge otra de las clásicas oposiciones en
que se involucra a la cultura, esta vez, como sinónimo de la civilización. Esta palabra aparece
por primera vez en la lengua francesa del siglo XVIII, y con ella se significaba la refinación de
las costumbres. Civilización es un término relacionado con la idea de progreso. Según esto, la
civilización es un estado de la Humanidad en el cual la ignorancia ha sido abatida y las
costumbres y relaciones sociales se hallan en su más elevada expresión. La civilización no es
un proceso terminado, es constante, e implica el perfeccionamiento progresivo de las leyes,
las formas de gobierno, el conocimiento. Como la cultura, también es un proceso universal
que incluye a todos los pueblos, incluso a los más atrasados en la línea de la evolución social.
Desde luego, los parámetros con los que se medía si una sociedad era más civilizada o más
salvaje eran los de su propia sociedad. En los albores del siglo XIX, ambos términos, cultura y
civilización eran empleados casi de modo indistinto, sobre todo en francés e inglés
(Thompson, 2002: 186).
Es necesario señalar que no todos los intelectuales franceses emplearon el término.
Rousseau y Voltaire se mostraron reticentes a esta concepción progresista de la historia.
Intentaron proponer una versión más relativista de la historia, aunque sin éxito, pues la
corriente dominante era la de los progresistas. No fue en Francia, sino en Alemania donde las
posturas relativistas ganaron mayor prestigio. El término Kultur en sentido figurado aparece en
Alemania hacia el siglo XVII -aproximadamente con la misma connotación que en francés.
Para el siglo XVIII goza de gran prestigio entre los pensadores burgueses alemanes. Esto se
debió a que fue empleado para denostar a los aristócratas, a los que acusaban de tratar de
imitar las maneras “civilizadas” de la corte francesa. Por ejemplo, Immanuel Kant apuntaba
que “nos cultivamos por medio del arte y de la ciencia, nos civilizamos [al adquirir] buenos
modales y refinamientos sociales” (Thompson, 2002: 187). Por lo tanto, en Alemania el
término civilización fue equiparado con los valores cortesanos, calificados de superficiales y
pretenciosos. En sentido contrario, la cultura se identificó con los valores profundos y
originales de la burguesía (Cuche, 1999:13).
En el proceso de crítica social, el acento en la dicotomía cultura/civilización se traslada de las
diferencias entre estratos sociales a las diferencias nacionales. Mientras Francia era el
escenario de una de las revoluciones burguesas más importantes de la historia, Alemania
estaba fragmentada en múltiples Estados. Por ello, una de las tareas que se habían propuesto
los pensadores alemanes era la unificación política. La unidad nacional pasaba también por la
reivindicación de las especificidades nacionales, que el universalismo de los pensadores
franceses pretendía borrar en nombre de la civilización. Ya en 1774, Johann Gottfried
Herder proclamaba que el genio de cada pueblo (Volksgeist) se inclinaba siempre por la
diversidad cultural, la riqueza humana y en contra del universalismo. Por ello, el orgullo
nacional radicaba en la cultura, a través de la que cada pueblo debía cumplir un destino
específico. La cultura, como la entendía Herder, era la expresión de la humanidad diversa, y
no excluía la posibilidad de comunicación entre los pueblos.
Durante el siglo XIX, en Alemania el término cultura evoluciona bajo la influencia del
nacionalismo. Mientras tanto, en Francia, el concepto se amplió para incluir no solo el
desarrollo intelectual del individuo, sino el de la humanidad en su conjunto. De aquí, el sentido
francés de la palabra presenta una continuidad con el de civilización: no obstante la influencia
alemana, persiste la idea de que más allá de las diferencias entre “cultura alemana” y “cultura
francesa” (por poner un ejemplo), hay algo que las unifica a todas: la cultura humana.