Sei sulla pagina 1di 8

Jesús Daniel Morillo Gutiérrez

¿Qué son las teorías de la nueva Gestión Pública y cómo afectan la forma en que los
funcionarios gestionan?

La nueva gestión pública es un paradigma que busca, de acuerdo a autores como


Osborne y Gaebler (1992), reinventar el el gobierno haciendo que el “espíritu emprendedor”
transforme el sector público en su totalidad y se eliminen las ineficiencias inherentes a la
burocracia.
De acuerdo con Frederickson, Smith, et. all (2012), esta doctrina tiene una gran
influencia en países como Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, Europa Occidental y
organizaciónes internacionales como la OCDE. Además, estos autores caraterizan esta
corriente en ocho principios:
1. Burocracia descentralizada y pequeña.
2. Servicios públicos que se proveen a través de contratos y decisiones basadas
en el paradigma coste beneficio.
3. Especialización del funcionariado público basada en la clientela a la que debe
atender y su localización.
4. Control de los trabajadores públicos a través de la competencia y los
resultados.
5. Desregulación de la toma de decisiones, la cual deba estar fundamentada en
el análisis de riesgos.
6. Liderazgo basado en las capacidades emprendedoras del individuo.
7. Nueva concepción de los objetivos de las agencias públicas, las cuales deben
basarse en la generación de valor y la facilidad para el cambio.
Estos principios, según Frederickson, Smith, et. all, lograron que la gestión pública
fuera más limpia, profesional y eficiente. No obstante, estos mismos autores resaltan hay un
debate abierto sobre si la intención de la aplicación de éstos es un mejor gobierno o no.
Por otro lado, hay investigaciones que señalan que la aplicación de esta doctrina
muchas veces tiene resultados contraproducentes en justicia y equidad:
Por ejemplo, O’Toole y Meier (2009) analizaron el Texas Education Excellence
Project para ver cómo ésta organización integró los principios anteriormente mencionados

1
en sus actividades de gestión.
Los resultados de esta investigación demostraron que, en la práctica, la aplicación de
los aximas de la Nueva Administración Pública no se realizaban para aumentar la eficiencia
de la agencia pública, sino para que ésta se quitara de encima servicios que le era incomodo
proveer.
Además, estos mismos investigadores sostienen que la buena gestión muchas veces
no es necesariamente beneficiosa para toda la ciudadanía, ya que la distribución de las
consecuencias de ésta puede no afectar a todos por igual, lo cual demuestra la necesidad de
ahondar más en los principios de la Nueva Gestión Pública antes de propugnar sus beneficios.

¿Qué tipo de incentivos propondrías para instaurar un federalismo de segunda


generación?

Los modelos de federalismo fiscal de segunda generación (SGFF según sus siglas en
inglés) nos dan un marco normativo para el diseño de sistemas federales que toma en cuenta
que los funcionarios públicos tienen objetivos inducidos por las instituciones políticas que
van más allá de la maximización del bienestar social (Oates, 2005)

De a cuerdo a Weingast (2008), a pesar que la SGFF se construye a partir del la FGFF
—First Generation Fiscal Federalism, modelo que da por supuesto el interés de los
funcionarios por el bien social—, el SGFF busca dar un enfoque más realista al federalismo
preexistente investigando cómo las instituciones son capaces o no de juntar los incentivos a
los trabajadores del sector público con los incentivos e intereses del conjunto de la
ciudadanía.

También según Weingast (2014), las investigaciones sobre la SGFF se centran en tres
aspectos:

 En primer lugar, cómo los sistemas federales se mantienen unidos dada la tendencia
de éstos a una progresiva centralización o la separación. La discusión en este ámbito
se centraría en el rol y articulación de los partidos políticos y la coordinación a través

2
de los gobiernos subnacionales en contra del gobierno federal cuando éste busca
centralizar el poder político.
 En segundo lugar, cómo funciona la democracia en sistemas federales
descentralizados. En este punto la descentralización política podría ser un mecanismo
útil para democratizar países con regímenes autoritarios (Diamond & Myers, 2001)
 Por último, la descentralización política como herramienta para acabar con el
clientelismo político y generar mayor desarrollo económico.

En este sentido, Weingast (2014) afirma que México, a través de la


institucionalización del Partido Revolucionario Institucional como partido hegemónico, ha
pasado de ser un estado federal a un estado envuelto en un proceso constante de
concentración del poder político. Por otro lado, Trejo (2016) afirma que si estudiamos los
resultados de las políticas públicas en el sistema federal mexicano a través del prisma de los
incentivos electorales y partidistas, podremos observar que este último hecho ha determinado
históricamente el alcance y efectividad de sus resultados.

Aunado a esto, García (2014) detalla que en este país hay deficiencias graves en
materia de redistribución de recursos: por un lado, los estados que aportan más recursos a los
fondos federales ven mermadas sus capacidades para garantizar el desarrollo económico
regional, y por otro, las entidades federales que más reciben recursos de los fondos federales
siguen sin contar con el dinero suficiente como para reducir sus índices de marginación.

Es por esto que el mismo García (2014), para parar tanto el clientelismo político a
nivel federal como la inequidad en el acceso a los recursos por parte de las entidades
federales, propone que la redistribución de los recursos sea otorgada con independencia al
sistema de participaciones, para así incentivar la desaparición del clientelismo no sólo a la
hora de otorgar los recursos, sino también a la hora de gestionarlos.

Por otro lado, la tendencia a la concentración del poder político no es algo exclusivo
de México, sino un fenómeno característico de la mayoría países hispanos que tienen
estructuras federales. Este hecho, según Villacañas (2015), obedecería a la incapacidad
histórica de estos países de instaurar democracias liberales funcionales que garanticen la

3
unidad nacional, la presencia efectiva del Estado en todo el territorio nacional, o una
articulación eficiente entre los diversos niveles de institucionalidad del Estado.

Este último fenómeno constituye uno de los mayores retos a la hora de hablar de
reformas del federalismo mexicano. Para siquiera empezar a pensar en incentivos que nos
ayudasen a salir de este problema histórico, habría que empezar a plantear nuevas formas de
participación ciudadana a nivel local, regional y nacional que sirvan como herramientas de
control del político, de fiscalización y que garanticen la efectividad y eficacia de las políticas
políticas públicas, ya que de acuerdo a García (2014), el federalismo es un proceso a largo
plazo y en permanente construcción.

¿Son los actores políticos racionales en sus tomas de decisiones?

De acuerdo a la teoría de elección racional (RCT según sus siglas en inglés), los
actores políticos son racionales en tanto que toda acción social lo es. Este principio asume
que todos planeamos nuestros actos en términos de costes y beneficios (Dunleavy, 1991).
Eso llevado al ámbito del análisis político significaría que todos los actores en este campo
actúan de acuerdo al interés individual y la maximización de la utilidad económica.

A partir de estas afirmaciones, muchos teóricos de las ciencias sociales y la


administración pública construyeron un andamiaje que permitiese comprender la realidad
política de manera predecible y ajustada a un esquema analítico riguroso.

Autores como Hay (2014), aseguran que esta rama del pensamiento social se sostiene
ontológica y epistemológicamente gracias a preceptos heredados del positivismo y el
naturalismo. En este sentido, Hay argumenta que la RCT hereda de sus dos antecesores su
capacidad deductiva con el fin de fundamentarse en afirmaciones simplificadas de la realidad
social. Este hecho no es visto por los autores que respaldan esta rama de las ciencias sociales
como un defecto, sino como un componente necesario de cualquier esquema analítico.

No obstante, Boudon (2003) demuestra que, si bien la RCT es un instrumento


productivo, falla a la hora de explicar comportamientos sociales relevantes y creencias que
no necesariamente se enmarcan en las causalidad que esta teoría estipula. Esto se debe, de

4
acuerdo a este autor, a que el concepto de racionalidad que defiende la RCT es muy estrecho
ya que se centra exclusivamente en el actuar de los agentes individuales.

Por otro lado, existen desacuerdos entre los mismos defensores de la RCT con
respecto al concepto de "racionalidad". De acuerdo con De Remes (2001), existen diversas
opiniones acerca de cómo se deberia de utilizar este precepto y que giran alrededor de dos
puntos de debate: uno tiene que ver con la importancia y la fuerza que se le suele dar a los
fines de la elección humana y otro es la cantidad de información relevante que los agentes
que toman decisiones deben tener para poder actuar racionalmente

Estos debates ocurren porque, como ya explicó Hay (2004), el sustento de la RCT se
compone de supuestos simples que resaltan por su capacidad deductiva pero que no son
capaces de abordar hechos demasiado complejos. Teniendo en cuenta esto, valdría la pena
señalar que la definición de "racionalidad" que esta teoría defiende no sólo es incapaz de
pensar la racionalidad como hecho social y colectivo, sino que tampoco se piensa la
racionalidad como hecho histórico constituyente del Estado moderno (Weber, 2002).

Por este motivo resulta de especial importancia la participación ciudadana: al asumir


el ámbito social e histórico de la racionalidad, comprendemos que sólo gracias a la
participación ciudadana se pueden establecer mecanismos racionales que permitan al Estado
ser una institución eficiente y capaz de apelar a las necesidades de la ciudadanía en su
conjunto.

Burócratas profesionales y no profesionales en México

La burocracia profesional reposa en la estandarización de las capacidades de los


funcionarios públicos y su estampa viene dada por la separación de funciones, el
entrenamiento y la meritocracia (Weber, 2002).

Autores como Rauch y Evans (2000), sostienen que la burocracia profesionalizada es


esencial para garantizar la eficiencia de las políticas públicas, el crecimiento económico y la
estabilidad social. Estos autores argumentan también que hay factores estructurales medibles
que puede indicar de manera precisa qué tan profesionalizada está la burocracia de un país:

5
los salarios competitivos, la promoción interna, la estabilidad laboral y el acceso
meritocrático a los puestos funcionariales.

México, como el resto de países de América Latina, se ha caracterizado por la escasa


profesionalización de sus funcionarios: la burocracia en este país se construye, de acuerdo a
con Poitras (1973) y Grindle (1977), a partir de vínculos clientelares informales basados en
relaciones de poder entre actores políticos de estatus desiguales, independientemente de la
meritocracia y los procedimientos formales.

Y no solo eso, Poitras (1973) también es capaz de asegurar que no sólo la


organización de la burocracia mexicana, sino también las políticas públicas destinadas al
bienestar social, como Instituto Mexicano de Seguridad Social (IMSS), han operado de esta
forma a lo largo de toda la historia del país.

Dado que esto ha sido un hecho constante en la historia de este país, Martínez (2013)
reconoce que, en este caso, no existen recetas generales para solucionar el problema, por lo
que recomienda la creación de marcos analíticos que reduzcan la complejidad del asunto y
atiendan los factores federales que definen la política de recursos humanos y un cambio de
cultura organizacional.

Sin embargo, han habido esfuerzos por parte de el gobierno federal para generar un
cambio: para ello se creó el Proyecto de Ley para la Profesionalización de la Administración
Pública Federal en 2017. No obstante, ésta no llegó a ser aprobada. Y si la situación es
preocupante a nivel nacional, a nivel local resulta aún peor según Sánchez y Estrada (2017),
porque ha sido muy difícil sacar adelante a nivel local propuestas de reformas en este ámbito
en los espacios donde el ciudadano tiene más contacto con la administración pública.

Bibliografía
Boudon, R. (2003). Beyond Rational Chouce Theory. Sociology Review (29), 1-21.

De Remes, A. (2001). Elección racional, cultura y estructura: tres enfoques para el análisis
político. Revista Mexicana de Sociología , 63 (1), 41-70.

Diamond, L., & Myers, J. (2001). Elections and democracy in Grater China. Nueva York:
Oxford University Press.

6
Dunleavy, P. (1991). Democracy, Bureaucracy and Public Choice. Harvester: Hemel
Hempstead.
Frederickson, G., Smith, K., Larimer, C., & Licari, M. (2012). The Public Administration
Theory Primer (Segunda Edición ed.). Boulder: Westview Press.

García, N. (2014). Fiscal Federalism and Planned Grants to Mexican Municipalities:


Economic and Political Criteria. Espiral (59), 69-86.

Grindle, M. (1977). Patrons and Clients in the bureaucracy: Career Networks in Mexico.
Latin American Research Review , 12 (1), 37-66.

Hay, C. (2014). Theory, stylized heuristic or self-fulfilling profecy? The status of Rational
Choice Theory in Public Administration. Public Admionistration , 62 (1), 39-62.

Martínez, R. (2015). La profesionalización de la función pública: ideas para Latinoamérica.


Región y sociedad (62), 261-268.

Oates, W. (2005). Toward a second generation theory of fiscal federalism. International Tax
and Public Finance , 12, 349-373.

O’Toole, L., & Meier, K. (2009). The Proverbs of New Public Management: Lessons from
an Evidence-Based Research Agenda. American Review of Public Administration (39), 4-22.

Osborne, D., & Gaebler, T. (1992). Reinventing Government. MA: Addison-Wesley.

Poitras, G. (1973). Welfare Bureaucracy and Clientele Politics in Mexico. Administrative


Science Quaterly , 18 (1), 18-26.

Rauch, J., & Evans, P. (2000). Bureaucratic structure and bureaucratic performance in less
developed countries. Journal of Public Economics , 49-71.

Sánchez, M., & Estrada, J. (2017). Profesionalización de políticos y fucnionario municipales.


Espacios Públicos , 20 (49), 63-82.

Villacañas, J. (2015). Historia del Poder Político en España. Barcelona: RBA.

Weber, M. (2002). Economía y sociedad, esbozo de sociología comprensiva (Segunda


edición en español ed.). (J. M. Echevarría, Trad.) Ciudad de México: Fondo de Cultura
Económica.

Weingast, B. (2014). Second Generation Fiscal Federalism: Political Aspects of


Decentralization and Economic Development. World Development , 53, 14-25.

Weingast, B. (2008). Second Generation Fiscal Federalism: the implications of fiscal


incentives. Journal of Urban Economics (65), 279-293.

7
8

Potrebbero piacerti anche