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En las últimas dos décadas, una vasta literatura ha venido abocándose a examinar y
comprender la crisis del llamado régimen de acumulación fordista y el desarrollo de
nuevos sistemas de producción etiquetados como flexibles o postfordistas. Saskia Sassen
participa en un área de indagaciones que ha puesto especial interés en el análisis de los
ordenamientos espaciales que resultan de esta transformación, y que sostienen las
nuevas estructuras socioeconómicas dominantes del orden mundial.
Desde su introducción, La ciudad global nos propone una lectura del proceso de
globalización focalizada en la reorganización espacial de la economía. El punto de
partida podría sintetizarse en la siguiente pregunta: ¿Cómo puede explicarse que, a pesar
de las posibilidades tecnológicas para generar una considerable descentralización de las
tareas de control y gestión de la economía, se verifique un creciente grado de
concentración de estas funciones en unos pocos centros mundiales? Y en conexión con
esto, ¿por qué estos enormes niveles de concentración del poder económico y de
funciones de control se localizan en las grandes ciudades? A responder este interrogante
apunta la principal tesis del libro: “la combinación de dispersión espacial e integración
global ha creado un nuevo rol estratégico para las grandes ciudades”, dando lugar a un
nuevo tipo de ciudad: la “ciudad global”.
Sassen nos brinda una visión sumamente compleja de lo que ocurre en estas
grandes ciudades. La primera parte desmenuza la composición de los sectores de la
economía global que han contribuido a generar nuevas formas de centralización en estas
grandes ciudades. La tesis principal afirma que la gestión de la economía global implica
nuevos requerimientos, tanto tecnológicos como profesionales, dando por resultado la
expansión de un rubro particular de servicios: los servicios a las empresas o “servicios a
la producción” (consultoría gerencial, asesoría legal y contable, publicidad, seguridad,
diseño, entre otros). El análisis sobre el papel clave de las finanzas en la economía global,
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apunta a desafiar la visión corriente que imagina un poder hiperconcentrado en grandes
bancos transnacionales. Junto con las grandes corporaciones y los bancos se han
desarrollado pequeños mercados especializados en “innovaciones financieras”, que
operan con grandes índices de riesgo y buscan ganancias extraordinarias. Esto otorga al
sistema una naturaleza profundamente especultativa e inestable. Según Sassen, estos
instrumentos financieros y los servicios a la producción constituyen los principales
“productos” o mercancías que estas ciudades producen. Se propone de esta manera una
reelaboración del concepto de “producción”, superando la clásica distinción entre
manufactura y servicios.
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conclusiones señalan una tendencia a la polarización en términos de salarios e ingresos
medios de los trabajadores; una tendencia a la informalización y eventualización de los
mercados de trabajo, con la consecuente pérdida de seguridad laboral; y la consolidación
de un desigual acceso a puestos de trabajo mejor remunerados y más estables entre
minorías étnicas y nacionales, y entre hombres y mujeres.
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LA HUELLA ECOLÓGICA DE LA CIUDAD
LA HUELLA ECOLÓGICA URBANA
El concepto de huella ecológica es muy útil para percibir el impacto global de nuestras
ciudades, muy alejadas de la autosuficiencia, heterotróficas y procesadoras de energía a
un nivel muy por encima del que otros ecosistemas necesitan para su funcionamiento.
Las ciudades son no autosuficientes respecto a la mayoría de recursos que consumen,
esto es que la materia que entra la extraemos de otros ecosistemas, y los residuos…
también los mandamos fuera, es decir, generamos daños y no los reparamos y además
lo hacemos a una velocidad tan alta que la Tierra sola tampoco puede asimilarlos. La
obtención de la huella ecológica es el resultado del estudio de los flujos de materia y
energía que circulan por un territorio, y sus unidades son hectáreas de territorio
productivo por habitante y año (ha/hab/año). De cualquier forma, al calcular la huella
ecológica de una ciudad debemos pensar también en los daños indirectos como son la
disminución de biodiversidad que genera el consumo de materia y energía y su
contribución al calentamiento global de la atmósfera. La huella ecológica pone de
manifiesto que vivimos del expolio del capital natural y es un buen indicador de nuestra
insostenibilidad.
La huella de mayor superficie del mundo la tiene EEUU con 9,6 hectáreas por habitante,
a pesar de que los cálculos sobre huella ecológica global indican que 2,1 y 1,8 ha/hab es
la máxima que deberíamos producir para no agotar los recursos del planeta. La media
actual ya la ha superado, el mundo tiene una huella de 2,81 ha/hab. La huella ecológica
de Andalucía, así como de diferentes capitales de provincia está entre 3 y 5. La huella
ecológica de la ciudad supera siempre con creces su propio territorio, a este ritmo de
consumo necesitaríamos más de un planeta para abastecer nuestras actuales
“necesidades”. Pero solo tenemos uno. La pura lógica nos lleva a ver que es necesario
ajustar el consumo de recursos y la producción de residuos de forma que esa huella se
correspondiese con su territorio, lo cual solo es posible en un escenario de reducción y
rechazo de ciertas formas de desarrollo y consumo.
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La Organización de las Naciones Unidas recomienda a los países que las ciudades deben
tener por lo menos 16 metros cuadrados de áreas verdes por persona. La Organización
Mundial de la Salud, recomiendo al menos nueve. Sin embargo, hay ciudades como
Curitiba, en Brasil, que al parecer han decidido esmerarse para superar con creces las
metas impuestas por los organismos mundiales.
Con un total de 52 metros cuadrados de áreas verdes por persona, Curitiba se destaca
por sobre las demás ciudades del mundo, ya que no sólo es considerada como la capital
ecológica de Brasil, sino que también es una de las ciudades que encabeza el ranking de
ciudades con más áreas verdes por persona.
Santiago por su parte, concentra en sólo nueve comunas casi el 50% de las áreas verdes
de la ciudad (y en donde vive sólo un 20% de la población), lo que demuestra la
necesidad de reforestar el resto de las comunas de Santiago donde vive la mayoría de la
población y deben repartirse el otro 50%.
Yi-Fu Tuan
El libro analiza con una mirada comparativa «todos los vínculos afectivos del ser
humano con el entorno material». En este sentido, topofilia designa esa experiencia
única que cifra los lazos existentes entre la persona y el lugar que habita, ya sea éste la
ciudad, el extrarradio o el campo.
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OBJETIVOS Y METODOLOGÍA DE LA AGENDA 21 LOCAL.
El Programa de la Conferencia denominado Programa 21, sentó las bases para desarrollar
una política ambiental global y mundial de forma estructurada. En él se hizo un
llamamiento a las autoridades locales, asumiendo que, al ser las más cercanas a la
ciudadanía, eran también las más capacitadas para actuar de manera efectiva bajo el
lema "piensa en global, actúa en local". Por tanto, se instó a las autoridades locales a la
búsqueda de consenso y a iniciar un diálogo con sus ciudadanos, organizaciones cívicas,
empresas e industrias locales para implantar la Agenda 21 Local.
Hoy en día es la herramienta más ampliamente difundida y aceptada por parte de todas
las autoridades locales para abordar los problemas ambientales, y permite trazar los
planes de acción necesarios para alcanzar un desarrollo sostenible desde la integración
de las políticas ambientales, económicas y sociales del municipio.
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Entre los factores que influyen decisivamente en el éxito de la Agenda 21 Local en un
territorio destacan:
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