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1. PLANTEAMIENTO.
El hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la ves de su ser
comunitario y social… este hombre es el primer camino que la iglesia debe recorrer en el
cumplimiento de su misión, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente
conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Resurrección. El hombre –mujer y
varón- es también el camino de la moral cristiana.
Existe una correlación entre antropología teológica y moral cristiana. La crisis moral depende
de la crisis antropológica. En este tema se analizará la base antropológica de la moral cristiana
deduciendo las implicaciones filosóficas como teológicas que tiene para el planteamiento de
la moral cristina. Hay que subrayar que la antropología teológica ha de ser entendida en
relación con las restantes realidades del ministerio cristiano.
La condición humana adquiere su significado básico en referencia a la realidad fundante de
Dios trinitario. El hombre es una epifanía no solo del hijo, sino de Dios mismo. Toda creación
es manifestación de su gloria, en particular el hombre es epifanía de la gloria de Dios, llamado
a vivir de la plenitud de la vida en Dios. «Realmente el misterio del hombre solo se esclarece
en el misterio del verbo encarnado».1 La antropología teológica se fundamenta
necesariamente en la cristología.
La antropología de Gaudium et spes sitúa al hombre en el centro axiológico de la creación,
la cual es entendida con una orientación antropocéntrica, de ahí que se haya que integrar el
dinamismo teológico de la creación así como la tensión de la escatología.
2. LA SINGULAR ONTOLOGÍA DE LA CONDICIÓN HUMANA.
El fundamento humanista del edificio ético se compone de tres elementos sucesivamente
complementarios: la justificación de la consistencia de la realidad que llamamos hombre; la
comprensión de la condición humana como persona y la valoración de la persona como
realidad axiológica.
a. El hombre una realidad más allá de la invención ideológica.
En general dignidad significa dentro de la variedad y heterogeneidad del ser la determinada
categoría objetiva de un ser que reclama –ante sí y ante otros- estima, custodia y realización.
En último término se identifica objetivamente con el ser de un ser.2 Hay que subrayar que la
antropología teológica aquí presentada ha de ser entendida en relación con las restantes
realidades del misterio cristiano.
La afirmación de la condición humana como una realidad consiste por ella misma y como el
núcleo Fontal de toda condición conduce a la comprensión del hombre como subjetividad.
La dimensión moral de la persona se apoya sobre la afirmación ontológica del valor absoluto
1
Gaudium et spes, no.22
2
K. RAHNER, Dignidad y libertad del hombre. Escritos teológicos, II, Madrid, 1962, 245-246.
del hombre. «El hombre es persona que consciente y libremente se posee, por lo tanto, esta
objetivamente referido a sí mismo, y por ello no tiene ontológicamente carácter de medio,
sino de fin, posee, no obstante, una orientación hacia personas, no ya hacia las cosas »3
b. El hombre comprendido como persona.
En la definición integral de hombre entra como elemento fundamental el de ser persona. El
ser humano tiene una estructura personal y goza de las propiedades de la exigencia personal.
La compresión de la persona ha de superar toda tentación subjetivista e idealista sin por ello
perder la afirmación de su carácter original y frontal. Únicamente desde esta comprensión
del ser humano como persona se puede plantear el proyecto ético de la historia humana
transformación económica y política cobra densidad humanizadora, si parte de la afirmación
del valor primordial del hombre como sujeto, como persona.
c. La persona una realidad axiológica.
No han faltado comprensiones de la persona en las que el factor decisivo de la definición ha
sido axiológico. La afirmación de la persona como realidad axiológica es el origen y meta de
aquel tipo de humanismo que se apoya sobre la tierra firme de un continente axiológico y
que supera las contradicciones de la cosmovisión individualista y de la cosmovisión estatista
de la existencia humana.
La integración de los tres elementos señalados es lo que constituye el fundamento ontológico
de la dimensión ética de la persona.
3. EL PASO DE LA ONTOLOGÍA DE LA PERSONA A SU CONSIDERACIÓN ÉTICA.
Aceptamos como dato espontaneo de la conciencia humana el peso axiológico de las acciones
que dicen relación a la persona. Nuestro interés se concentra en la búsqueda de aquella
categoría ética que sea suficientemente critica para asumir, a nivel de reflexión o ciencia
moral, ese dato espontaneo de la conciencia humana. Algunas de las categorías que se han
utilizado para expresar la dimensión ética de la persona son:
a. Grandeza y dignidad de la persona.
Los conceptos de grandeza y dignidad han sido y son utilizados como categoría moral para
expresar la dimensión ética de la persona. «La dignidad de la persona humana se hace cada
vez más clara en la conciencia de los hombres de nuestro tiempo. El concilio declara que el
derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona
humana, tal como se conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural».4
Es necesario resaltar las posibles trampas a que pueden dar lugar. Por ejemplo:
Interpretación cuantitativa de la dignidad ética de la persona situando al ser humano
dentro de la línea ascendente de los restantes seres de la creación con un grado mayor
de perfección.
3
Karl Rahner.
4
Cfr. Gaudium et Spes, no. 1-2
La excesiva conexión de la ética con la religión. La dimensión ética de lo humano
nace de su misma condición ontológica.
La comprensión correcta de la grandeza y dignidad del hombre, para que pueda constituirse
en categoría moral tiene que aceptar los siguientes contenidos.
En primer lugar, es necesario admitir que la persona es algo original en el orden de la
creación.
En segundo lugar, la persona es valor ético en su doble vertiente de realidad privada
y de realidad pública.
Entendidas de este modo la grandeza y la dignidad de la persona humana, podemos decir que
tales conceptos expresan el valor moral fundamental de la moral de la persona y su categoría
ética global.
b. El hombre es un valor absoluto.
El hombre es y debe ser tratado siempre como fin y nunca como medio. El hombre es una
realidad absoluta y no relativa. El ser humano reclama un respeto incondicional y en este
sentido absoluto. La persona es protocategoría del universo ético y en cuanto tal es origen y
meta de todo empeño moral.
c. El hombre: un ser personal.
Al utilizar el concepto de ser personal como categoría moral global para la persona se quiere
poner de relieve dos aspectos principales.
Se pretende dejar de considerar a la naturaleza humana abstracta e invariable como
lugar o fundamentación de la moral. La fuente normativa no es la naturaleza abstracta,
sino la persona. No puede existir una moral desencarnada.
Con esta categoría se afirma la necesidad de superar la concepción idealista de la
moral para llegar a una autentica fundamentación personalista. La comprensión de la
persona como centro de los valores morales pertenece a la cosmovisión bíblica y a la
tradición teológica.
Marciano Vidal, Nueva moral fundamental, el hogar teológico de la ética, editorial descleé
de Brouwer, 2000, pág. 199 – 239.