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de análisis y estudio en
arqueología prehistórica
De lo técnico a la reconstrucción
de los grupos humanos
Editores:
Marcos García-Diez y Lydia Zapata
Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología
Grupo de Investigación en Prehistoria IT-622-13
UFI (Unidad de Formación e Investigación) 11-09
UPV/EHU
© Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco
Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua
ISBN:
Depósito legal/Lege gordailua: BI -
Índice
Índice de autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Presentación, Marcos García-Diez y Lydia Zapata (eds.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
La prospección de superficie
Francisco Burillo Mozota. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
La excavación arqueológica
Gonzalo Ruiz Zapatero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
La datación por carbono-14
Antonio Rubinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
La datación por las series de Uranio
Dirk L. Hoffmann . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
La datación por Resonancia Paramagnética Electrónica (ESR)
Mathieu Duval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
La datación por luminiscencia de sedimentos arqueológicos
Lee J. Arnold y Martina Demuro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Paleomagnetismo
Josep M. Parés. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
La reconstrucción de los medios físicos y el análisis de paleopaisajes
Alfonso Benito Calvo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Estratigrafía y análisis de facies
Josep Vallverdú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
La Estratigrafía Analítica
Andoni Sáenz de Buruaga y Juan Carlos López Quintana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
La micromorfología de suelos
Josep Vallverdú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
La arqueología del paisaje: análisis macro y meso-espacial
Fernando Diez Martín. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
7
ÍNDICE
8
Arqueopalinología
José Antonio López Sáez
María-José Iriarte-Chiapusso
Francesc Burjachs i Casas
1. Introducción
2. Metodología del estudio paleopalinológico
2.1. Muestreo palinológico
2.1.1. Tipos de muestreo
2.1.2. Tipos de depósito
2.2. Tratamiento físico-químico de las muestras
2.3. Identificación de los palinomorfos
2.4. Resultados y su representación gráfica
3. Análisis e interpretación de datos
3.1. Principales aspectos del método paleopalinológico
3.1.1. Aspectos ligados al propio método palinológico
3.1.2. Aspectos ligados a la procedencia del sedimento
3.2. Indicadores polínicos de antropización
3.3. Los microfósiles no polínicos
4. A modo de reflexión
5. Bibliografía
JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ, MARÍA-JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO Y FRANCESC BURJACHS I CASAS
1. INTRODUCCIÓN
La Paleoecología tiene por objeto reconstituir las condiciones ecológicas del pasado y los ecosistemas
pretéritos, en cuanto a clima, vegetación, fauna, etc. En este sentido necesita de una base interdisciplina-
ria sustentada en diversas ciencias, tales como la Geología, Geomorfología, Botánica, Zoología, Climato-
logía, Arqueología, etc. Dentro de este conjunto de disciplinas, la Paleobotánica es la ciencia que estudia
los restos fósiles vegetales, su evolución y sus relaciones con el medioambiente. Sus resultados permiten
reconstruir la historia del proceso de adaptación de los componentes del paisaje vegetal a las variaciones
de tipo climático, medioambiental, etc. acaecidas a lo largo de la Historia del Planeta. En la investigación
paleobotánica se estudian restos fósiles vegetales procedentes de depósitos de origen no antrópico (lagos,
turberas, travertinos, marismas, sedimentos marinos, etc.) y de depósitos arqueológicos. Estos restos su-
fren una primera clasificación en función de su tamaño, dividiéndose en macrorrestos (por ejemplo frag-
mentos o troncos de madera de árboles y arbustos, fibras vegetales, hojas, semillas, frutos, etc.) y micro-
restos (pólenes, esporas, microfósiles no polínicos, gránulos de almidón, fitolitos, etc.).
El área de conocimiento de la Paleobotánica, directamente relacionada con el aprovechamiento del
entorno vegetal por parte del ser humano, es la Arqueobotánica, ciencia que estudia los restos vegetales
preservados en los depósitos arqueológicos. Las investigaciones desarrolladas dentro del ámbito arqueo-
lógico, permiten definir la evolución de su entorno medioambiental y las pautas de utilización selectiva
del medio ambiente llevadas a cabo por las sociedades humanas.
Dentro de la Arqueobotánica, la Arqueopalinología es aquella rama de la Paleopalinología centrada en
la recuperación e identificación del contenido esporopolínico conservado en sedimentos arqueológicos, así
como de la interpretación y contextualización de los resultados derivados de dicha identificación.
La Palinología arqueológica aporta información sobre la vegetación del Cuaternario, ofreciendo una
panorámica de las condiciones climáticas del momento que se está estudiando, de las posibilidades de
vida vegetal en la zona, del modo en que el ser humano supo utilizar los recursos de los que disponía y
cómo ha ido modificando el medio como consecuencia del progresivo incremento de la necesidad de re-
cursos naturales en los distintos períodos culturales y cronológicos. Esta información se complementa con
la obtenida en depósitos de origen no antrópico, que también suelen reflejar la intervención humana en
el paisaje vegetal. De este modo, el conocimiento que aporta la Arqueopalinología no se centra exclusiva-
mente en el ámbito de la reconstrucción paleoambiental, al participar también en la reconstrucción del
paisaje como espacio de las relaciones sociales (Vicent et al. 2000; McDonnell y Pickett 1993).
Las primeras aplicaciones de la Palinología en contextos arqueológicos tuvieron lugar a lo largo los
años 20 y 30 del siglo XX, antes del desarrollo de las técnicas de datación por radiocarbono. Arqueó-
logos europeos comenzaron a «experimentar» con los análisis de polen como una herramienta de data-
ción, mediante la correlación entre los espectros polínicos derivados de distintos yacimientos arqueoló-
gicos y respecto a secuencias de turberas y depósitos lacustres situadas en la cercanía de éstos. Aunque
fueron L. von Post, A. von Walterstorff y S. Lindquist (1925) los primeros en examinar el polen fosi-
lizado en contextos arqueológicos, no fue hasta los trabajos del geólogo J. Iversen (1941, 1949) cuando
en la aplicación de la Palinología en contextos arqueológicos se produjo un empuje notable, especial-
mente como herramienta auxiliar para los arqueólogos.
Los primeros estudios palinológicos publicados sobre depósitos arqueológicos en la Península Ibé-
rica, corresponden a los trabajos desarrollados en la Cova del Toll (Donner y Kurtén 1958; Menéndez
Amor y Florschutz 1962) y de El Otero (Leroi-Gourhan 1966). La aplicación de este tipo de analíticas
se fue consolidando en las dos décadas siguientes, gracias al incremento de especialistas (J. Renault-
Miskovsky, A. Boyer-Klein, P. López García, M. Dupré y F. Burjachs). Desde entonces el número de
investigaciones paleopalinológicas ha ido aumentando considerablemente, así como las líneas de inves-
tigación. Si bien en un principio éstas se centraban, fundamentalmente, en secuencias del Pleistoceno
superior asociadas a las diferentes culturas paleolíticas, actualmente las secuencias holocenas, incluso
las históricas, tienen la misma relevancia.
Los cinco procesos claves de un estudio paleopalinológico son: muestreo, tratamiento físico-químico,
identificación y recuento de los palinomorfos, representación gráfica y análisis e interpretación de re-
sultados. En la actualidad existen publicaciones que describen las principales características del méto-
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ARQUEOPALINOLOGÍA
do paleopalinológico (Girard 1975, 1985; Bryant y Holloway 1983; Dimbleby 1985; Moore et al. 1991;
Horowitz 1992; Richard 1999; Bui-Thi y Girard 2002; López Sáez et al. 2003; Burjachs et al. 2003).
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JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ, MARÍA-JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO Y FRANCESC BURJACHS I CASAS
inherentes al depósito (Vicent et al. 2000). Si los procesos de sedimentación y los factores que determi-
nan el grado de conservación esporopolínica del sedimento son los mismos en todo el yacimiento, los
resultados deben ser similares. Sin embargo, cuando hay variaciones tafonómicas dentro de un mismo
yacimiento evidentemente habrá discordancias entre los resultados (una vez más la estrecha colaboración
palinólogo-responsable de la excavación es fundamental). En ocasiones, debido a problemas locales de
conservación esporopolínica, una de estas columnas presenta deficientes resultados mientras otra situada
a escasa distancia es válida (Iriarte 1995). Este tipo de muestreo se emplea tanto en yacimientos al aire
libre como en cuevas o abrigos, siempre y cuando esté disponible un perfil estratigráfico (Fig. 1).
El muestreo horizontal es aquel que sigue la superficie de diferentes unidades estratigráficas o nive-
les bien acotados (por ejemplo, sobre el que se erige una estructura, un nivel de ocupación paleolítico, el
suelo de una habitación, etc.), o recogiendo muestras individualizadas del suelo de distintas estructuras.
El muestreo selectivo se refiere al análisis de muestras concretas por su interés intrínseco (contenido de
vasijas u otro material cerámico, resinas, tumbas, etc.), prescindiendo de lo que puedan aportar desde el
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ARQUEOPALINOLOGÍA
punto de vista estratigráfico o cronológico (López Sáez et al. 2006). Los coprolitos se incluyen dentro de
esta categoría. Éstos son heces mineralizadas o disecadas (Fig. 2), de vertebrados e invertebrados marinos y
terrestres, que han quedado preservadas en el sedimento y constituyen un interesante registro fósil del que
se puede obtener información sobre la paleodieta (Martin y Sharrock 1964). Además, el análisis palinológi-
co de coprolitos complementa la información obtenida de la secuencia polínica del propio yacimiento e, in-
cluso, en aquellas ocasiones en las que estos últimos han sido deficientes, ayudan a reconstruir las condicio-
nes paleoambientales de la zona (Iriarte 2000; González Sampériz et al. 2003). En estudios realizados en el
sureste de la Península Ibérica sobre coprolitos de animales actuales, se ha observado que constituyen bue-
nos análogos de la vegetación local y regional, mostrando además el mejor potencial analítico (en términos
de concentración polínica y diversidad taxonómica) frente a otros tipos de sedimentos (Carrión 2002).
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JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ, MARÍA-JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO Y FRANCESC BURJACHS I CASAS
treo más utilizado es el vertical, aunque en ocasiones las características de la secuencia estratigráfica
aconseja realizar varios muestreos, bien por la extensión del yacimiento o bien para recuperar la totali-
dad de los niveles arqueológicos delimitados en el mismo (Iriarte 2002).
La tipología arqueológica de las estructuras funerarias es variada, destacando entre ellas los enterra-
mientos en fosa, los monumentos megalíticos, las cuevas sepulcrales o los niveles sepulcrales, y las ne-
crópolis en general con desarrollo en superficie (por ejemplo campos de urnas, tumbas o cistas). Las
particulares características de estos depósitos arqueológicos deben ser tenidas en cuenta a la hora de
realizar el muestreo (Burjachs 1990). La construcción de los monumentos funerarios, la deposición de
los cadáveres, la reutilización a lo largo del tiempo del lugar de enterramiento, etc., son factores que
pueden producir procesos de alteración postdeposicional y por tanto interferir en la resolución del re-
gistro polínico (Blanc y Bui-Thi 1988; Iriarte 1997).
En estas estructuras se pueden aplicar los tres tipos de muestreo (Iriarte y Arrizabalaga 1995), aun-
que los más habituales son el horizontal y el selectivo, orientados a la búsqueda de marcadores rituales
funerarios (por ejemplo fondos de urnas o sarcófagos, contenido sedimentario en el interior de restos
óseos). Si bien en todo depósito mencionado hasta el momento es fundamental e imprescindible ela-
borar una correcta estrategia de muestreo, en el caso de las estructuras funerarias lo es más. Las posi-
bilidades de remoción de sedimentos y de contaminación esporopolínica que presentan requieren defi-
nir con anterioridad qué información se espera obtener y la forma de conseguirla. Estos factores son los
que convierten en delicada la interpretación paleoambiental de estos registros polínicos.
En el caso de las fosas, silos y campos de hoyos hay que tener en consideración, a la hora de plani-
ficar el muestreo, los aspectos tafonómicos, los procesos sedimentarios y las alteraciones postdeposi-
cionales que se suelen configurar (López Sáez et al. 2006). Las peculiaridades de la utilización huma-
na de estas estructuras suponen que su registro polínico corresponde a la lluvia polínica perteneciente
al intervalo en el que permanecieron abiertas y en uso, aunque en el caso de haber permanecido cerra-
das (como continente) reflejarían actividades humanas específicas (Robinson y Hubbard 1977). En un
mismo yacimiento es aconsejable la recogida de muestras en varias de estas estructuras con la finalidad
de contrastar los resultados y establecer patrones de comportamiento en el mismo.
Los sedimentos contenidos en vasijas, recipientes, vasos, etc, son potencialmente utilizables para
realizar estudios arqueopalinológicos, siempre que pueda asegurarse que el sedimento contenido en es-
tos contextos sea contemporáneo al registro arqueológico considerado (Bryant y Morris 1986; López
Sáez et al. 2006). Una vez más, la planificación de un protocolo de muestreo debe establecerse con ri-
gor, seleccionando aquellas piezas que ofrecen un mayor grado de seguridad bien por su privilegiada si-
tuación en un entorno de densos materiales cerámicos, por su ubicación boca abajo o por hallarse en
una especial posición y que minimicen las alteraciones que comportan los paleosuelos y que podrían
actuar como vectores de contaminación polínica de los sedimentos contenidos en los recipientes.
Otra fuente de información paleobotánica de origen arqueológico se refiere a las resinas y depósitos flo-
rales (López Sáez et al. 2006). Este tipo de muestreo selectivo, en el caso de las resinas, permite obtener in-
formación sobre el aprovechamiento humano de los recursos naturales. Se ha podido establecer, por ejem-
plo, la utilización del propóleo por parte de cazadores paleolíticos, la utilización de un dolio romano como
contenedor de vino resinado, o la determinación de los taxones polínicos relacionados con el proceso de
embalsamamiento y/o con el rito funerario de una momia egipcia. Por su parte, el análisis polínico efec-
tuado en el sedimento situado bajo el difunto en algunas tumbas, ha permitido determinar la existencia de
depósitos florales como un elemento más del ritual funerario, así como poder conocer la naturaleza de ta-
les ofrendas y el uso de determinadas plantas. Las pautas de muestreo de estos contextos dependerá de su
disponibilidad en el registro arqueológico y de la posibilidad de ser susceptibles al estudio palinológico.
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ARQUEOPALINOLOGÍA
cialmente con el paso del tiempo y las mejoras tecnológicas de laboratorio. Básicamente, consiste en un
primer ataque del sedimento con ácido clorhídrico para la disolución de los carbonatos, seguido de un
segundo ataque con hidróxido sódico para la eliminación de los ácidos húmicos y finalmente con HF
para la eliminación de los silicatos. El sedimento se somete, además, a una flotación en licor denso de
Thoulet para la separación densimétrica de los palinomorfos. El residuo orgánico que se obtiene al fi-
nal del proceso se conserva en glicerina (Burjachs et al. 2003).
Una vez finalizado el tratamiento físico-químico de las muestras el especialista dispone de un residuo
en el que se encuentra todo el contenido palinológico recuperado del sedimento. A partir de este momen-
to comienza el proceso de identificación y recuento de cada uno de los elementos a través de microscopía
óptica, empleándose generalmente objetivos de x40, x60 y x100 aumentos. Para ello se toman alicuotas
del residuo y se montan en portaobjetos con cubreobjetos que se sellan con laca histológica. Junto al mi-
croscopio es imprescindible disponer de un buen material de referencia: palinoteca, claves polínicas, obras
de referencia sobre descripción morfológica de los diferentes tipos de pólenes y esporas, y atlas polínicos
con un buen apartado gráfico. La determinación polínica es posible ya que el conjunto de las caracterís-
ticas de cada tipo de polen es constante a un nivel taxonómico, por lo que a veces llegan a identificarse
taxones a nivel de especie, otras de género y en muchos casos sólo a nivel de familia botánica.
El grano de polen es el microgametófito masculino de los cormófitos cuya función biológica con-
siste en fecundar los óvulos localizados en el gineceo de la flor. Durante el desplazamiento que realiza
desde las anteras de los estambres hasta el ovario de la flor el polen debe preservar su contenido celu-
lar, para que llegue en buenas condiciones al ovario, siendo esta característica del grano de polen la que
permite en la actualidad realizar estudios paleopalinológicos. El polen tiene una membrana externa,
denominada esporodermis, constituida por una sustancia muy resistente llamada esporopolenina, que
además de facilitar la preservación del contenido celular del grano permite la conservación de la mor-
fología del polen a lo largo del tiempo, siendo capaz de resistir los ataques químicos del tratamiento
físico-químico. La estructura y composición química de la esporodermis de las esporas (células repro-
ductivas de las plantas criptógamas) es similar a la de los pólenes, circunstancia por la que también es
posible su conservación y estudio. En los análisis paleopalinológicos se estudian, lógicamente, aquellos
pólenes y esporas que no cumplieron su función reproductiva, que no llegaron a su objetivo, y que ter-
minaron depositándose entre los sedimentos.
Las principales características de los pólenes y esporas que permiten su identificación son: ornamen-
tación y estructura de la exina, distribución y forma de las aperturas, y forma y tamaño del polen o es-
pora. La esporodermis o pared polínica está compuesta de diferentes capas, de las que sólo se conser-
va la más externa, denominada exina (compuesta a su vez por la ectexina y endexina). Es en esta capa
donde se localizan los elementos esculturales o de ornamentación que caracterizan a los diferentes pó-
lenes y esporas según su tamaño y forma. De este modo se pueden encontrar pólenes con exinas total-
mente lisas (sin elementos ornamentales), con superficies baculadas (elementos de más de una micra y
más altos que anchos) o equinadas (elementos puntiagudos de más de 3 micras), con verrugas, estrías,
retículos con distinto tamaño de luz, etc., e incluso con varios de estos elementos mezclados.
Debido al papel fecundador del grano de polen, la exina presenta zonas en las que su grosor es me-
nor o en las que desaparece. Estas aperturas, que tienen como misión facilitar la emisión del tubo po-
línico a través del cual se produce la fecundación de la ovocélula, también caracterizan al grano de po-
len en función de su forma y distribución. Atendiendo a la forma de las aperturas los granos de polen
se clasifican básicamente en colpados, porados y colporados. La diferencia entre colpo y poro se define
por una proporción respecto a la longitud y anchura de 2/1.
La distribución de las aperturas también es un elemento definitorio, ya se localicen las aperturas en la
zona del ecuador, se distribuyan por toda la superficie o se limiten a los polos. Otro aspecto que se tiene
en cuenta es el número de aperturas, existiendo especies que carecen de aperturas y otras que pueden su-
perar el medio centenar. Existe una denominación específica para estos tipos de caracteres según el nú-
mero de aperturas (0: inarpeturado; 1: mono-, 2: di-, 3: tri-, 4: tetra-, 5: penta-, 6: hexa-, >6: poli-) y su
distribución (en la zona del ecuador: zono-; por toda la superficie: panto-). De este modo, por ejem-
plo, si se describe a un polen como tetrazonocolpado se está describiendo un grano que tiene 4 colpos
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JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ, MARÍA-JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO Y FRANCESC BURJACHS I CASAS
localizados en la zona del ecuador, mientras que un polen tetrapantocolpado tendría los 4 colpos dis-
tribuidos por toda la superficie del grano (Fig. 3).
Por último, el tercer bloque de características es el menos determinante. La formación del grano de
polen es consecuencia de la meiosis de las células madres situadas en el arquesporio, cada una de las
cuales originará 4 granos de polen o tétrada. Así, la situación de cada grano de polen en la tétrada es
la que fija los caracteres de polaridad y forma del grano. El tamaño de un grano de polen puede variar
entre 2,5 y 250 micras, aunque el ratio más generalizado oscila entre 20 y 50 micras. Una vez fuera de
la flor, la forma y el tamaño del grano de polen pueden sufrir variaciones como consecuencia de la ex-
posición a las condiciones medioambientales y de sedimentación, aunque en líneas generales los distin-
tos tipos polínicos mantienen características similares. Por este motivo estas características son tenidas
en cuenta con carácter más orientativo que determinante.
A estos criterios de identificación esporopolínica se añade el modo en que los pólenes se dispersan
una vez que han salido de la antera. Si bien, se ha comentado anteriormente que los pólenes dentro de
la antera se encuentran unidos de 4 en 4, en forma de tétradas, al ser liberados de la antera la mayo-
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ARQUEOPALINOLOGÍA
ría de los pólenes se dispersa de modo individual (mónadas) o, más excepcionalmente pueden aparecer
unidos en grupos de 2 (diadas), 4 (tétradas) o >4 granos (poliadas). Este aspecto, constituye el primer
criterio de diferenciación dentro de las claves polínicas (Fig. 4).
La suma base polínica y la diversidad taxonómica son los conceptos considerados a la hora de esta-
blecer la validez o invalidez de los registros paleopalinológicos.
La suma base polínica es el número total de palinomorfos contados en cada muestra: identificados, in-
determinables (pólenes y esporas que por su grado de deterioro no pueden ser identificados) e indetermi-
nados (pólenes y esporas no identificados por el especialista). El valor numérico mínimo de la suma base
polínica para considerar estadísticamente fiable un espectro polínico ha generado un debate (López Sáez
et al. 2003). Básicamente se establece que este número mínimo debe depender de la naturaleza del sedi-
mento analizado. En el caso de sedimentos de alta concentración polínica, como la turba, se recomien-
da que el valor mínimo sea superior a 500 pólenes (Moore et al. 1991). En otro tipo de sedimentos, so-
bre todo en registros arqueopalinológicos, los parámetros mínimos de fiabilidad estadística se resumen en
cuatro puntos básicos: a) el espectro polínico de cada muestra ha de ser calculado toda vez que al menos
250-300 pólenes han sido incluidos en la suma base sin considerar el palinomorfo dominante; b) al me-
nos 15-20 taxones diferentes deben formar parte de cada espectro polínico, considerando que en algu-
nas zonas geográficas (estépicas, desérticas, etc.) estudios de lluvia polínica actual han registrado un nú-
mero menor de tipos polínicos; c) el porcentaje de pólenes indeterminables no debe superar el 50% de la
suma base; y d) se ha de excluir de la suma polínica base ciertos palinomorfos que por diversos motivos
(por ejemplo taxones de alta presencia local) tienen una sobrerrepresentación que enmascara al resto, difi-
cultando la percepción de la evolución de la curva temporal de cada uno de ellos en el diagrama polínico.
Éste puede ser el caso de taxones de dispersión zoófila, indirectamente aportados a los sedimentos por el
ser humano, o de elementos hidro-higrófilos abundantes localmente en ambientes húmedos.
Los resultados del análisis palinológico suelen representarse en gráficos denominados diagramas pa-
linológicos, aunque a veces de un modo incorrecto se les llama palinogramas, ya que este último tér-
mino se refiere al dibujo ideal de un grano de polen en concreto donde se esquematiza toda su morfo-
logía. En un diagrama polínico, en el eje de abscisas (X) se sitúan los diversos taxones y su índice de
presencia (frecuencia relativa, absoluta, etc.), y sobre el eje de ordenadas (Y) se representan a escala real
los puntos de la columna en los que se ha realizado el muestreo (con sus respectivos valores de crono-
logía relativa y absoluta). Cuando se utilizan frecuencias relativa, los diferentes taxones que componen
el estudio se representan en curvas verticales, calculándose sus porcentajes a partir de la suma polínica
base (pólenes arbóreos, herbáceos, arbustivos, indeterminables e indeterminados), mientras que el cál-
culo de los valores porcentuales de las esporas u otros elementos excluidos de la suma base se realiza a
partir de la suma esporopolínica total (pólenes y esporas). Es decir, que es lícito utilizar «sumas base»
parciales en los diagramas de frecuencias relativas, según los taxones palinológicos excluidos de la
«suma base total», siempre y cuando se explique el por qué y la suma base que ha sido usada para cal-
cular los porcentajes de los distintos taxones del diagrama.
Convencionalmente los diagramas polínicos están construidos de manera que en la parte central haya
una curva acumulada de la relación entre el porcentaje total de los taxones arbóreos (AP) y el de taxo-
nes no arbóreos (NAP). Esta relación AP/NAP se interpreta como una proporción del recubrimiento ar-
bóreo, es decir, cuanto más se acerque al 100% el valor de AP más denso sería el bosque, e, inversamen-
te, su densidad desciende a medida que disminuye este valor. A la izquierda del AP/NAP suelen situarse
los taxones arbóreos, mientras que a su derecha van los arbustivos, herbáceos, pteridofitos y microfósi-
les no polínicos (NPP’s). Finalmente, a la derecha del diagrama suele situarse el dendrograma del análi-
sis de conglomerados, que clasifica las muestras por vínculo de vecindad, el cual ayuda en la zonación del
diagrama y que explica cambios naturales y/o antrópicos en la evolución de la vegetación (Fig. 4).
En ocasiones, dependiendo del tipo de muestreo y/o característica del depósito estudiado, se utilizan
otros modos de representación gráfica, tales como el histograma (muestreo horizontal, existencia de hia-
tos sedimentarios en el perfil, muestras puntuales, datos sintéticos de niveles arqueológicos, etc.; Fig. 5).
Asimismo, cuando los valores porcentuales son inferiores al 1%, suelen representarse mediante un grue-
so punto. También suele emplearse el diagrama de «sectores» para visualizar muestras aisladas.
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JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ, MARÍA-JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO Y FRANCESC BURJACHS I CASAS
profundidad (cm)
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14
PERÍODO
50 6000
A t l á n t i c o
6594 ±70
neolítico
poblado
100 7000
7341 ±75
150
200
8000
250
300
350
400 9000
Boreal
450
9664 ±190 500
10000
PreBoreal
550 11000
11410 ±100
600
650
2 4 6 8 10
12000 20 20 40 60 20 40 20 40 60 80 100 20 20
total sum of squares
% % %
12484 ±680
Figura 4. Ejemplo de diagrama polínico de un depósito no antrópico (lago de Banyoles, Girona —a partir de
Pérez-Obiol y Julià 1994—), de tipo convencional de curvas y de porcentajes (frecuencias relativas), donde
de izquierda a derecha se observan las dataciones absolutas, una doble escala vertical (edad y profundidad),
los taxones seleccionados, periodización climática, y clusters de la zonación polínica (CONISS). El taxon
Cannabis / Humulus se ha representado mediante un punto negro de «presencia», ya que sus valores son
bajos (<1%). En este se interpreta la dinámica vegeto-climática de la primera mitad del Holoceno (Prebo-
real - Atlántico). El aumento térmico y pluviométrico de esta fase interglacial del NE de la Península Ibé-
rica provocó un cambio en el paisaje vegetal. El paisaje abierto Tardiglacial a base de gramíneas (Poaceae),
artemisas (Artemisia), llantenes (Plantago), pinos, etc., junto a los primeros árboles termo-mesófilos
colonizadores (Betula, Juniperus y Acer), pasa gradualmente durante el período Boreal a convertirse en
el bosque interglacial clímax de la zona, caracterizándose por la expansión de otro termo-mesófilo, el
avellano (Corylus) y el retroceso de los pinos. Así, el óptimo climático del Holoceno (Atlántico) se carac-
teriza por la consolidación de los bosques propios de la zona (robledales), al tiempo que el piso superior de
vegetación (a más altura) es ocupado por los abetales. Sin embargo, la presencia de un poblado neolítico en
la zona (Bosch et al. 2000) provocó talas en el robledal para la construcción de sus palafitos (descensos en
la curva de Quercus caducifolios y aumento de los heliófilos abetos y pinos) durante el asentamiento (zona
enmarcada por líneas de puntos). Por otra parte, aquí no se observan indicadores antrópicos, ya que no hay
presencia de polen de cereales (a pesar de que hay centenares de semillas carbonizadas en el poblado), y las
curvas de Plantago, Rumex o Cannabis / Humulus se dan antes de la utilización del territorio por parte del
hombre neolítico. Ello sugiere que los taxones considerados como indicadores antrópicos hay que saberlos
interpretar en su contexto particular. Luego, tras el abandono del poblado, la vegetación clímax vuelve a
recuperarse a favor de las óptimas condiciones climáticas. Esto conduce a pensar que la explotación del
territorio fue sostenible por parte de sus habitantes neolíticos.
278
ARQUEOPALINOLOGÍA
profundidad (cm)
nivel arqueológico
l)
l)
ta
ta
dataciones
(to
(to
p
p
us
us
sp
sp
ae
ae
er
er
ce
ce
e
us
us
ip
ip
e
ea
ea
a
n
rc
rc
s
ac
er
er
Ju
Ju
nu
nu
ac
ue
ue
st
st
Po
Po
charcoal
Pi
Pi
AP coniferas / NAP
cf
cf
A
PERÍODO
0
86 Atlántico
50
59
54 3866
8553 90 70 714
76
100 4.5
Bore al
150 4.6
10244
Pre Bore al
10320 200
4.7a
10975 4.7b
11489 4.7c
250
11868
YD
300
350
B-A
400
Figura 5. Diagrama polínico del Abric Agut (Capellades, Barcelona —inédito—). En él se observan, de
izquierda a derecha, las dataciones absolutas sin la anotación del margen de error, la escala en cm. de
profundidad, los niveles arqueológicos de la secuencia, los taxones seleccionados entre el total de los
determinados, los valores acumulados de AP/NAP intercalados entre los taxones arbóreos y los herbáceos,
diferenciándose en esta ocasión los árboles angiospermos (AP) de las coníferas (e.g. Pinus y Juniperus), a
fin de hacer más visualizable la extensión del bosque interglacial holoceno; y los períodos climáticos a que
corresponde cada muestra. Obsérvese que cada taxon se ha representado en frecuencia relativa (histogra-
mas) y en frecuencia absoluta (curva tramada en gris). Este diagrama pertenece a un depósito natural de
travertinos en el que se intercalan niveles arqueológicos, correspondientes a un Mesolítico de muescas y
denticulados (Vaquero et al. 2006). La secuencia de la mitad inferior del diagrama, correspondiente a los
períodos finales del Tardiglacial, Bölling-Alleröd (B-A) y Younger Dryas (YD), funciona como si se tratara
de un medio natural, en donde se observa un paisaje semi-abierto dominado por pinos y enebros (Juniperus)
y herbáceas (Poaceae, Asteraceae), pudiéndose afirmar en este caso que los pinos son de aporte lejano, ya que
sus frecuencias absolutas son muy bajas. Por otra parte, la diferencia climática entre el B-A y el YD radica
en que, para este sector de la Península Ibérica, el YD significa un avance en general de la extensión de la
vegetación, a diferencia de la Europa no mediterránea y a pesar de que los taxones más termófilos retrocedan
(e.g. Quercus). Después, con la entrada del Holoceno (Preboreal), la vegetación se expande definitivamente,
aumentando los valores de árboles termo-mesófilos (AP) no coníferos, propios de climas templados. En este
momento se inicia la ocupación del abrigo (niveles 4.7), constatándose un artefacto (valores inusuales) de
Asteraceae que se considera de aporte antrópico, y que volverá a documentarse en el nivel 4.5. Es al final de
este período que el Juniperus asume su máxima extensión, ya que, a pesar de que sus porcentajes están en
descenso, es aquí donde se observan las máximas frecuencias absolutas. Luego, con la llegada del óptimo
climático del Holoceno (Atlántico), se alcanzan los máximos valores para los árboles termo-mesófilos (AP),
tanto en frecuencias absolutas como relativas (e.g. Quercus). Mención aparte merece el tipo «microcarbones»
(cenizas de hogares e incendios forestales), cuya curva aumenta con la entrada del Holoceno y presenta cierta
correlación con los niveles arqueológicos, hecho que sugiere su relación con los hogares mesolíticos (Vaquero
et al. 2006); sin embargo no hay correspondencia entre la cantidad de fragmentos de carbones recogidos
durante la excavación y los valores de charcoal, ya que se han encontrado más en el nivel 4.7 (426 frag.)
que en el 4.5 (19 frags. de carbón), donde se observa un pico de microcarbones. Contrariamente, después
del pico de microcarbones de inicios del período Atlántico se observa un descenso del AP, lo que puede
interpretarse como un incendio forestal, tras el cual no vuelve a ocuparse el abrigo.
279
JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ, MARÍA-JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO Y FRANCESC BURJACHS I CASAS
A la hora de proceder a la interpretación de los resultados hay que tener presente las limitaciones y
posibilidades del método. Los principales aspectos a tener en cuenta se pueden agrupar en aspectos li-
gados al propio método palinológico y a la procedencia del sedimento.
280
ARQUEOPALINOLOGÍA
(Havinga 1967). Remarcar que la oxidación es el principal enemigo para la conservación del material
esporo-polínico, así como lo es para toda la materia orgánica en general. Finalmente, ciertos agentes
biológicos (como hongos y bacterias) pueden causar el deterioro de los granos de polen depositados en
yacimientos arqueológicos. Estos son altamente destructivos, pues tienen la capacidad de incluirse en el
citoplasma polínico y desde él atacar la pared.
La preocupación constante del palinólogo es la contaminación polínica de las muestras, hecho que
implicaría una distorsión en sus resultados. La polución por intrusión de pólenes actuales puede pro-
ducirse durante el proceso de muestreo o en el curso de la preparación de las muestras en el laborato-
rio, fácilmente evitable si se toman las debidas precauciones. Más difícil es controlar la infiltración de
pólenes exógenos, que puede deberse a diferentes motivos, tales como la naturaleza del sedimento, re-
mociones del sedimento por insectos, animales, e incluso por la acción humana, entre otros. Este pro-
blema conviene detectarlo en el momento del muestreo y para evitarlo es imprescindible la presencia
del especialista y la colaboración con el director de excavación.
281
JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ, MARÍA-JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO Y FRANCESC BURJACHS I CASAS
Figura 6. El caso del poblado de Puy Aguila I (Iriarte 2001) es un ejemplo de la incidencia del ser humano en
su entorno medioambiental. El medio vegetal durante los niveles de ocupación en este poblado de la Edad
del Bronce (nivel III A y B) sufre un interesante retroceso del estrato arbóreo y un mayor desarrollo de los
taxones característicos de las distintas etapas de degradación de la serie de vegetación natural. Aunque la
flora de carácter mediterráneo y la vegetación de ribera siguen estando presentes, varía la composición de
sus espectros y, además, aparecen taxones nuevos directamente relacionados con la presencia humana y sus
actividades, como Plantago y Cerealia. Una vez que se abandona el poblado (nivel II), los taxones asociados
a la presión antrópica rompen la evolución anterior de sus curvas o incluso llegan a desaparecer, a la vez que
aumenta la masa arbórea debido al incremento de Pinus, como consecuencia de su capacidad colonizadora
de espacios abiertos.
282
ARQUEOPALINOLOGÍA
erosión de la capa superficial del suelo, aparición de pirófitas, antropización del medio, etc.). Debido
a que la dispersión y la producción polínica de la mayoría de cereales son escasas, la representación del
tipo Cerealia en los registros polínicos no suele ser elevada (Vuorela 1973; López Sáez y López Meri-
no 2005). Además, en ocasiones es posible que aunque se produzca la convergencia de todos los facto-
res relacionados con los cultivos, no se identifique polen de cereal. En estos casos, aun cuando pudiera
afirmarse el desarrollo de actividades de cerealicultura de manera indirecta, la ausencia de evidencias
directas (pólenes de cereal) aconseja ser prudentes en la interpretación. Incluso, debido a su limitada
dispersión polínica, la ausencia de cereales en los espectros polínicos no implica la inexistencia de acti-
vidades agrícolas, pudiéndose producir un cierto desfase existente entre las primeras señales polínicas
de antropización y la aparición de los primeros pólenes de cereales registrados en los espectros políni-
cos (Berglund 1985). Si bien la Paleopalinología hoy no es capaz de discernir el cultivo específico de
un determinado cereal (a excepción del centeno y del maíz), sí es capaz de aportar evidencias sólidas
sobre la existencia de actividades agrícolas desde la Prehistoria.
4. A MODO DE REFLEXIÓN
283
JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ, MARÍA-JOSÉ IRIARTE-CHIAPUSSO Y FRANCESC BURJACHS I CASAS
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