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Un sencillo consejo para

entender mejor la Biblia


27 JULIO, 2017 | Jairo Namnún

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Seamos honestos: la Biblia no siempre es fácil de leer. Y no solo me refiero a las listas de nombres en 1
Crónicas o a las bestias del Apocalipsis. Aun en esos libros que regularmente leemos, como
Deuteronomio o 1 Corintios, muchas veces se nos hace difícil el poder concentrarnos y entender
correctamente muchos pasajes.

Hay varias razones para esto. Por un lado, es evidente de que hay una gran separación temporal entre los
autores bíblicos y nosotros. Solo piensa en la ropa que te ponías hace 10 o 15 años. El último libro de la
Biblia se escribió hace más de 1900 años.

Además, hay una separación cultural entre los autores de la Biblia y nosotros. Muchos de los lugares y
costumbres y modismos de la Biblia son completamente extraños para un lector hispano en el Siglo XXI.
Y esto se se acentúa al tener en cuenta que la mayoría de nosotros ni siquiera leemos la Biblia en sus
idiomas originales.

Hay que agregar algo de muchísimo mayor peso: hay una gran separación espiritual entre la Santa Biblia
y nosotros. Ella es la revelación de la mente del Dios perfecto; nosotros somos seres pecadores,
incapaces de entender a plenitud la mente de Dios.

Estas tres “separaciones” explican en parte por qué muchas veces no entendemos bien la Biblia, pero
quiero añadirte una separación más. Es la separación de la llave y el cerrojo.

Sin acceso al botín

Permíteme esta comparación. El Salmista nos dice en el Salmo 119:162 que “Me regocijo en Tu palabra,
Como quien halla un gran botín”. Imagínate que ese gran botín está detrás de una puerta cerrada bajo
llave. Detrás de esa puerta está el mejor botín que uno pueda encontrar: la vida eterna. Pero, ¿cómo se
puede abrir una puerta cerrada si no tenemos la llave?

Según el Evangelio de Juan, esto es precisamente lo que sucedió con los judíos. Juan 5:38-41 nos
muestra este encuentro de Jesús, donde Él les dice a su audiencia que ellos no tienen morando la Palabra
de Dios “porque no creen en Aquél que El envió. Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener
en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! Pero ustedes no quieren venir a Mí
para que tengan esa vida”.

Los judíos tenían la Escritura del Dios mismo, la revelación de la mente de Dios. Y sin embargo, el Dios
revelado nos dice que, de manera real, no tenían esa Palabra “morando” en ellos. ¿Por qué? Porque
habían dejado la “llave” fuera. No podían entrar en el botín. No podían encontrar la vida eterna. No
podían entender La Escritura dejando al Cristo fuera de su lectura.

Temo que, en muchas ocasiones, algo similar nos pasa hoy. Sabemos durar horas leyendo y recitando la
Biblia, sin encontrarnos cambiados y sin ver frutos evidentes. Pasamos por la Biblia, pero la Biblia no
pasa por nosotros. Y creo que una de las principales razones no tiene que ver con desconocimiento del
contexto original, de la cultura, o ni siquiera con una mala intención: creo que tiene que ver con que
estamos dejando a Cristo afuera.

Léelo otra vez en las palabras del mismo Jesús: “Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener
en ellas la vida eterna ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí!”. A pesar de examinar
constantemente la Biblia, ellos habían perdido de enfoque lo principal, y por tanto no estaban viviendo
en esa vida eterna y plena que el Señor nos ofrece.

Clase de hermenéutica
Vemos algo similar en Lucas 24. Luego de la muerte de Jesús, los discípulos estaban asustados y
amedrentados. Pero el mismo Señor resucitado se encuentra con dos discípulos que van camino a Emaús
y, como buen maestro, decide darle allí mismo una clase de interpretación bíblica. Lucas 24:27 nos dice
de qué trataba la enseñanza: “Comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó
lo referente a El en todas las Escrituras”. Un poco después el culmina la lección de esta manera “Esto es
lo que Yo les decía cuando todavía estaba con ustedes: que era necesario que se cumpliera todo lo que
sobre Mí está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió la mente
para que comprendieran las Escrituras” (Luc. 24:44-45).

Aquellos discípulos estaban sufriendo de una ceguera similar a los fariseos y saduceos. Ellos conocían la
Biblia, conocían el Antiguo Testamento. Ellos habían visto el botín. Pero para poder entrar
verdaderamente en él necesitaban la llave, y Jesús es esa llave hermenéutica que nos ayuda a desatar
todos y cada uno de los pasajes bíblicos de la Escritura. Después de todo, si “hay un solo Dios, y
también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre” (1 Tim. 2:5), todo
conocimiento real que tengamos acerca de Dios debe ser a través de la persona de Jesús. Él es el único
mediador de salvación, sí, y también de revelación.

El propósito de la Biblia

¿Me permites mostrártelo una vez más? El pasaje probablemente más conocido al hablar de la Escritura
está en 2 Timoteo 3:16-17. Ya seguro lo conoces casi de memoria:

“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (apto), equipado para toda buena obra”.

Gracias a Dios que ha inspirado una hermosa Escritura, útil para equiparnos. Ahora bien, ¿has notado lo
que dice el pasaje inmediatamente anterior a este?

“Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la
salvación mediante la fe en Cristo Jesús”, 2 Timoteo 3:15

Pablo dice: “Timoteo, tú conoces bien la Biblia. Es el libro de libros. Y tú sabes por qué: porque te
puede llevar a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Entonces, te recuerdo, Toda Escritura es
inspirada por Dios…”.

Usualmente, solo observamos los versos 16 y 17 y dejamos fuera el propósito de esa misma Biblia:
¡llevar a salvación a través de Cristo! Y así mismo hacemos con nuestra lectura bíblica: vemos pasajes
despegados los unos de los otros, sin entender cómo la historia de la redención se va revelando a través
de cada versículo. Por tanto, no recibimos el beneficio espiritual que Dios tenía ordenado para nosotros;
crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesús: vivir la vida eterna: conocer a nuestro Padre.

Luego de mi conversión, nada ha tenido mayor impacto para mi vida espiritual que el poder entender la
centralidad del evangelio para toda la vida. Este entendimiento no solo abrió mis ojos a una mejor
manera de tratar a los demás y pensar acerca de mí mismo, sino que también me ayudó a entender
correctamente lo que la Biblia está diciendo verdaderamente en sus diferentes libros y versículos.
Entonces, déjame recomendarte que al estudiar cada pasaje de la Escritura te hagas esta simple pregunta:

¿Cómo afectan la vida, muerte, y resurrección de Jesucristo este pasaje? ¿Cómo me apunta a la persona
de Jesús?

Te aseguro que, al hacerlo, vas a poder entender y apreciar cada vez mejor ese Libro que tanto amamos.

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