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Marcou, Lilly

La vida privada de Stalin. - 1a ed. - Buenos Aires : El Ateneo, 2014.


304 p. ; 23x16 cm.

Traducido por: Silvia Kot


ISBN 978-950-02-0720-1

1. Ensayo Histórico. I. Kot, Silvia, trad. II. Título


CDD 909

La vida privada de Stalin


Lilly Marcou

Traductora: Silvia Kot
Título original: Staline. Vie privée
© Calmann-Lévy, 1996

Diseño de tapa: Eduardo Ruiz


Diseño de interiores: María Isabel Barutti

Derechos exclusivos de edición en castellano para América latina


© Grupo ILHSA S.A. para su sello Editorial El Ateneo, 2014
Patagones 2463 - (C1282ACA) Buenos Aires – Argentina
Tel: (54 11) 4943 8200 - Fax: (54 11) 4308 4199
E-mail: editorial@elateneo.com

1ª edición: mayo de 2014

ISBN 978-950-02-0720-1

Impreso en EL ATENEO GRUPO IMPRESOR S. A.,


Comandante Spurr 631, Avellaneda,
provincia de Buenos Aires,
en mayo de 2014.

Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723.


Libro de edición argentina.
Índice

Prefacio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

I. Soso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
II. Koba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
III. Stalin. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
IV. En el torrente de la revolución. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
V. Entre victorias políticas y desgracias familiares. . . 115
VI. El dictador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
VII. Jefe de guerra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
VIII. El ermitaño. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251

E pílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285
Árbol genealógico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 296
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299
–Mamá, ¿te acuerdas de nuestro zar?
–¡Por supuesto!
–Pues bien, yo soy en cierto modo el zar…
–A fin de cuentas, hubiera sido mejor
que te hicieras sacerdote…

Stalin
(Diálogo con su madre)

El que considere, pues, necesario, en su nuevo


principado, cuidarse de sus enemigos, ganar nuevos
amigos, triunfar por medio de la fuerza o de la astucia,
hacer que el pueblo lo ame o le tema, que los soldados
lo sigan y lo respeten, librarse de los hombres que
puedan o deban perjudicarlo, renovar con nuevos
medios las antiguas costumbres, ser severo y agradable,
soberbio y liberal, destruir una tropa infiel y crear
otra nueva, conservar la amistad de los reyes y los
príncipes, de modo que ellos deban serle agradables, o
no lo dañen sin inquietud, ese no puede hallar ejemplo
más fresco que las acciones del duque de Valentinois.

Maquiavelo, El príncipe
Prefacio

Stalin, los biógrafos, los autobiógrafos

Se considera generalmente que la personalidad histórica más


estudiada después de Jesucristo es Napoleón. Pienso que la persona-
lidad más destacable vinculada al estudio del comunismo del siglo xx
es Stalin, mucho más que Lenin, Trotski y todos los que siguieron has-
ta Gorbachov. La explicación es sencilla. En primer lugar, Stalin fue
un revolucionario con más experiencia que otros en las adversidades
del exilio y de las cárceles de la policía zarista. En segundo término,
ocupó un lugar como teórico marxista con sus ensayos El marxismo
y la cuestión nacional y Los fundamentos del leninismo. Después
de la Revolución de Octubre y la desaparición de Lenin, fue el jefe del
Partido y luego del Estado, participó en la construcción de la URSS;
fue un jefe de guerra victorioso y reconstruyó, sin la ayuda del plan
Marshall y en pocos años, un país que había quedado destruido y
arrasado. Y sobre todo, convirtió a la URSS en la segunda potencia
mundial. Sin olvidar la movilidad social que se desarrolló a partir de

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LILLY MARCOU

su ascenso al poder, la alfabetización y la difusión de la cultura en


las grandes masas popu­lares, así como la creación de una cinemato-
grafía que sin duda desempeñó un papel de propaganda, pero que
gracias a cineastas de talento se impuso en todo el mundo. El costo
de todo esto fue exorbitante en vidas humanas y en sufrimientos, in-
cluso para quienes sobrevivieron a las represiones, al terror de masas
(1937-1938), a su tiranía. Hay que recordar sobre todo los campos
de concentración y el trabajo forzado. Aunque lo haya hecho, según
la expresión de Isaac Deutscher, con “barbarie, para combatir la
barbarie”, nada puede justificar tal abominación. Antes de analizar
la evolución de las interpretaciones y de mencionar los mejores es-
tudios dedicados a Stalin, en particular los de los biógrafos que han
captado la personalidad compleja y paradójica del personaje, querría
alertar a los lectores contra la enorme cantidad de libros basados en
la mentira, la calumnia y la ignorancia, que han permitido instalar
falsedades, que llamo falsedades tóxicas.
Cuando comencé a estudiar a Stalin y su época, a fines de los
años sesenta, no existían archivos y había muy pocos testigos que lo
hubieran conocido. En aquel momento, pude recoger los testimo-
nios de Jacques Duclos, uno de los principales dirigentes del Partido
Comunista francés y de Louis Joxe, último embajador de Francia en
la URSS en vida de Stalin. Pero también estaban los relatos de las
personalidades de los años treinta y cuarenta que lo conocieron: H.
G. Wells, Émile Ludwig, Winston Churchill, Harry Hopkins, el general
de Gaulle. Sin embargo, a pesar de la escasez de archivos y de tes-
tigos, existió bastante tempranamente en Occidente una literatura
dedicada a la URSS y a su principal dirigente. Los anglosajones nos
han legado estudios profundos que no han perdido su actualidad.

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

Edward Hallett Carr, Isaac Deutscher, Moshe Lewin, Richard Pipes,


Robert C. Tucker (uno de los más importante biógrafos de Stalin),
Adam Ulam, Leonard Shapiro, Alan Bullock y Robert Service están
entre los mejores. Como ya advertimos, también hay que estar alerta
frente a la nefasta eclosión de cierta “literatura” sobre Stalin que sur-
gió sobre todo tras la caída de la URSS.
La apertura de una parte de los archivos soviéticos y el clima polí-
tico ominoso vigente bajo la presidencia de Boris Yeltsin contribuyó,
en Rusia y en otras partes, a la difusión de libros fantasiosos, escritos
por ex soviéticos, en total contradicción con todo saber universi-
tario. ¿Por qué? El afán de lucro ha sido, a mi juicio, su motivación
principal. Stalin, el tema más tabú de la historia soviética desde la caí-
da de Jruschov en octubre de 1964, parecía haberse vuelto de pronto
accesible, gracias a ciertos rusos que supuestamente conocían mejor
que nadie el régimen estalinista. Y como fueron leídos por personas
desprevenidas, quedó abierto el camino para los peores ataques. En
esa escalada, el primer premio le corresponde, sin duda, a un tal V. F.,
ex diplomático soviético que un día, en París, decidió lanzarse como
escritor. Según sus intereses, a veces se presentaba como historiador,
otras, como novelista, y otras, como un ex político importante de la
Unión Soviética. Llegó incluso a escribir que Stalin había creado, en el
marco de la policía política, un departamento del diablo: un peque-
ño cuarto cerrado con candado, al que solía ir a ponerse en contacto
con el diablo para que lo aconsejara. El fabulador encontró oídos
dispuestos a escuchar sus mentiras, lo que le redituó mucho dinero.
Hubo otros también, incluso entre periodistas de Occidente, que sin
el menor escrúpulo inventaron hipotéticos hijos adoptivos de Stalin,
presentados como fuentes de primer nivel, con el objetivo de revelar

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LILLY MARCOU

una primicia. O aseguraron haber tenido acceso a los archivos pre-


sidenciales, clausurados desde siempre. Esta clase de falsedades, que
tuvieron una gran difusión, no impidieron que una nueva generación
de jóvenes historiadores perseverantes buscara durante años la ver-
dad histórica dentro de los límites de lo posible.
Por último, existen también, como siempre, interpretaciones
ses­gadas. Cuando se le reconocen, por ejemplo, algunos logros al ré-
gimen, desde sus orígenes hasta su caída, se los atribuye, sobre todo
en lo concerniente a la era Stalin, a la propaganda, a la perversidad
de los go­bernantes, a su habilidad para manipular la mentira, con el
objeto de ocultar los horrores que ese régimen realmente produjo.
Mi búsqueda de obras fidedignas, serias, minuciosas, no se debe, por
supuesto, a un propósito de rehabilitar a Stalin. En el estado actual de
nuestras fuentes de primera mano, eso me parece imposible. A pesar
de la apertura parcial de los archivos en la ex URSS, en los ex países
comunistas del Este o en los partidos comunistas que subsisten en
el mundo, a pesar de la publicación de las memorias de miembros
directos de la familia de Stalin, y a pesar de la existencia de algunos
libros serios, es imposible rehabilitar a Stalin, por la violencia con
la que impuso la colectivización de la agricultura (1929-1933) y los
medios utilizados para aniquilar a la oposición, constituida en su ma-
yoría por compañeros cercanos de Lenin, de 1925 a 1927 y de 1936 a
1938. Señalo aquí los actos más concretos de un sistema represivo en
extremo. Sin embargo, lo que les exijo a los investigadores de la ac-
tualidad y del futuro es que analicen a Stalin en sus múltiples facetas,
sin olvidar el telón de fondo de la historia de su tiempo; que estudien
la evolución de su personalidad según el contexto político de aquella
época, con un sentido preciso de la deontología, sin buscar primicias

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

ni sensacionalismo a cualquier precio. Hay que tratar de efectuar un


reexamen objetivo de ese período de la historia, que, salvo escasas
excepciones, casi siempre fue tratado con excesos.

El papel político de la biografía

A partir de la estabilización del poder estalinista, se publica-


ron muchas biografías de Stalin, y la tendencia se mantiene hasta
nuestros días. Desde sus inicios, Stalin suscitó una iconografía con-
tradictoria. No hubo que esperar hasta el XX Congreso del PCUS
(febrero de 1956), para que aparecieran intentos de desmitificación.
Desde que Stalin se impuso como el amo absoluto del joven Estado
soviético, inspiró biografías controvertidas.
Al recoger los testimonios de las personas que habían visitado a
Stalin, me llamó la atención que las impresiones fueran casi unifor-
mes. El carisma de Stalin actuó sobre todos: políticos occidentales
o intelectuales famosos, dirigentes de los partidos comunistas del
Este o de Occidente, diplomáticos de todo el mundo. En una pala-
bra: Stalin agradaba. Pero sobre todo, transmitía calma y seguridad.
Las imágenes eran similares y conformaban, de hecho, un mismo
retrato. En los testimonios de los visitantes del Kremlin, Stalin prác-
ticamente no era discutido. Casi siempre se referían a él como un
“buen hombre”, un “hombre sencillo”, modesto, en síntesis, el “héroe
positivo” que se ajustaba a las exigencias del realismo socialista de
los años treinta.
La biografía percibida como fundamento político formó parte
desde el principio de las preocupaciones teóricas de Stalin, hasta

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LILLY MARCOU

el punto de que él mismo escribió su propia vida. La obra teórica


de Stalin no es abundante, pero, en su estilo límpido, didáctico y
sintético, marcó su época e influyó en el movimiento comunista
internacional de su tiempo. Después de haber consolidado el leninis-
mo con su famoso ensayo Los fundamentos del leninismo, precedido
por El marxismo y la cuestión nacional, Stalin le otorgó valor a la
biografía y la autobiografía.
El objetivo político se ocultaba detrás de un estilo pedagógico
con vistas a la concientización de los pueblos soviéticos. En octubre
de 1938, apareció la Historia del Partido Comunista (bolchevique) de
la URSS, presentada como una obra colectiva, en la que solo el ca-
pítulo teórico “Materialismo dialéctico y materialismo histórico” era
atribuido a Stalin. Del mismo modo, el proceso iniciado en 1925 en
torno a la “estrate­gia de la biografía revolucionaria” (Tucker), pro-
siguió durante los años treinta, con la publicación de una serie de
biografías autorizadas de Stalin. El objetivo era poner en paralelo la
historia del Partido Comunista soviético con la de la carrera política
de su principal dirigente. La lectura de esas dos obras permite entender
las semejanzas: el mismo itinerario, la misma periodización, la misma
acción. Ambas constituyen un ejemplo viviente del procedimiento
pedagógico de Stalin y de la manera en que supo utilizar los símbo-
los –en este caso, su propio personaje– como medio político. Esta
personificación de toda la problemática comunista es una clave para
comprender el estalinismo, mucho más eficaz que el falso concepto
de “culto a la personalidad”.
En la segunda posguerra, y sobre todo en el comienzo de la
guerra fría, se universalizó ese procedimiento de ensamblar una
historia que se pretende heroica y ejemplar, enunciada a partir de

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

un marxismo conden­sado y normativo, y una biografía que se iden-


tifica con la cró­nica del país y del partido que lo dirige. La segunda
edición de la Historia del Partido Comunista…, publicada en 1947,
y la edición completa de la Breve biografía, aparecida ese mismo
año, marcaron el tono de lo que sería el marxismo desde fines de la
década de los cuarenta en adelante. Se trataba de crear una simbio-
sis entre la experiencia soviética y el pensamiento marxista. Había
que mostrar y destacar la relación entre el pensamiento de Marx,
Engels y Lenin, revisado y corregido por Stalin, y la práctica bolche-
vique. De este modo se unían, hasta el punto de identificarse, un
pensamiento teórico y la historia de una revolución, así como la de
su jefe supremo.1 En esos libros oficiales, se encuentran formuladas
por primera vez las famosas “leyes universales”, consideradas inmu-
tables y obligatorias para todo proceso de transformación social en
dirección al socialismo.
En su biografía de Stalin, Robert C. Tucker efectúa una reevalua­
ción del aporte teórico del personaje, que me parece original y
pertinente. El autor considera que con su obra Fundamentos del
leninismo, publicada en 1924, Stalin “se hace conocer como uno de
los principales voceros ideológicos del Partido”. A su juicio, Stalin
no solo realiza comentarios, sino que ofrece una contribución per-
sonal: “Hasta ese momento, en la historia del marxismo, nadie le
había otorgado una importancia teórica tan grande al problema de

1 Entre 1938 y 1947, hubo 200 ediciones de la Historia del Partido Comunista, en
62 idiomas, con una tirada de más de 33 millones de ejemplares, de los cuales 27
millones fueron en ruso, más de cinco millones en las demás lenguas de los pueblos
de la URSS, y más de un millón en idiomas de países extranjeros.

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LILLY MARCOU

la estrategia y la táctica, ni había intentado elaborar de manera tan


sistemática una doctrina marxista de la estrategia política”.
La victoria sobre el fascismo y la creación de una alianza protec-
tora con los países del Este, llamados en ese momento democracias
populares, llevaron a otro concepto: el de la ideología transforma-
dora. Una llamada a que los soviéticos, convertidos en “hombres
nuevos”, transformaran la naturaleza en el sentido ansiado y necesa-
rio para el cambio de la sociedad. Según esta ideología, “el hombre”
adquiriría un poder desmesurado. En realidad, se trataba de una
forma de alienación transformadora, cuyo objetivo era imponer la
idea de que “el hombre de un tipo nuevo” estaba en condiciones de
hacer todo. Concretamente, esto se tradujo en el lanzamiento, en
1949, del Plan de Stalin “para la transformación de la naturaleza”, un
proyecto que debía convertir a la Unión Soviética en una inmensa
tierra florida, fértil, irrigada y reforestada. Todo terminó en un fiasco
aún en vida de Stalin.
Sin embargo, esa ideología, expresión del voluntarismo estalinis­
ta, confirmaba el optimismo erigido en lógica de Estado y consolidaba
el carácter heroico de los “hombres nuevos”. En síntesis, la ideología
y la ciencia debían actuar en conjunto para transformar la realidad
en función de las necesidades y las exigencias del poder estalinista.
La lectura atenta y serena de estos textos permite captar lo esen-
cial: Stalin, transformado él mismo en símbolo, aparecía como la
personi­ficación de la URSS, del movimiento comunista, de las futu-
ras revoluciones, de las luchas de liberación nacional, de la paz. Se
trataba de un Stalin conceptualizado, producto del pensamiento
marxista, de las luchas obreras y nacionales de los pueblos sojuzga-
dos. Más allá de la gloria personal, había que investir al hombre de

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

todos los valores que movilizaban al mundo comunista y a las fuer-


zas progresistas. Des­pojado de toda referencia a su vida privada, el
personaje de Stalin atravesaba el relato como una abstracción, como
si fuera un demiurgo, solo en su Olimpo.

Stalin visto por los otros

Debemos recordar también el punto de vista de algunas perso­


nalidades políticas eminentes, sobre todo Trotski, el enemigo de
siempre y para siempre. Trotski rechazó en bloque todo lo que se
hizo en la URSS desde que Stalin accedió al poder supremo. “Ni
tribuno, ni estratego, ni jefe rebelde: no era más que un burócrata
de la revolución, y por eso necesitó esperar que se apaciguaran los
tumultuosos torrentes de la revolución para manifestar sus talen­
tos particulares”: esta cita demuestra hasta qué punto Trotski no
entendió a Stalin.
También debemos mencionar el análisis simplificador de Jrus­
chov, que lo dividió en el tiempo: hasta 1934, todo había sido bueno,
y después, todo malo. Frente a esos extremos, Leonid Brézhnev de-
cidió eliminar el tema Stalin de la enseñanza y de la investigación.
Impuso el tabú, la página en blanco, sobre esa etapa histórica de
la URSS, que se había vuelto comprometida. A Mijaíl Gorbachov
le debemos el gran cambio. En cuanto llegó al poder, decretó el final
del silencio e invitó a los historiadores a emprender la tarea. En cuan-
to a Vladimir Putin, de un modo sutil, trató de restablecer, celebrar
o actualizar los hechos, las acciones y algunos acontecimientos im-
portantes de esa época. Entre otras cosas, se esforzó por conservar

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LILLY MARCOU

el himno soviético, aunque cambiando las palabras, y conmemoró


los sesenta años de la victoria de la batalla de Stalingrado, dándole
por un día este nombre a la ciudad, que a fi­nes de la década de los
cincuenta, por decisión de Jruschov, había empezado a llamarse
Volgogrado. En el mismo sentido, Putin actualizó algunas conde-
coraciones de la era estalinista. Estas revalorizaciones no expresan,
desde luego, ni una nostalgia ni una rehabilitación de una época
trágica, sino un profundo deseo de respetar la historia del país y
recordar también, de paso, lo que se le debe a Stalin.
Más allá de los libros, los hechos y toda clase de adecuaciones,
tomas de posición y debates contradictorios que a menudo se con-
virtieron en ásperas polémicas, hubo cambios en la imagen de Stalin
en Rusia y en otras ex repúblicas soviéticas. Los encuestadores se
focalizaron mayor­men­te en Rusia y en el Cáucaso, sobre todo en
Georgia. Según las encues­tas más recientes, la imagen de Stalin ha
resistido, asombrosamente, el desgaste del tiempo.
Ya en la época de Yeltsin, en algunas manifestaciones gigan­
tes­cas, varias de ellas de carácter insurreccional, podía verse que la
multitud llevaba más el retrato de Stalin que el de Lenin. Esto se ha
vuelto una constante en Rusia, y parcialmente en otras ex repúbli-
cas soviéticas. De hecho, la popularidad de Stalin está aumentando
con el paso del tiempo.
Los sondeos muestran que sobre todo en Rusia y en Georgia,
existen opiniones encontradas. Stalin es percibido como un “tira-
no cruel” y también como un “dirigente obstinado”. Las personas
mayores lo vinculan sobre todo a la victoria en la Segunda Guerra
Mundial. También hay jóvenes que lo admiran por la manera en
que condujo la guerra: esta opinión es compartida incluso por los

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

que critican la represión, a la que consideran injustificable. En la nue­


va generación, que no conoció el comunismo, ni siquiera en la época
de la perestroika, predomina la idea de que un dirigente de la enver-
gadura de Stalin sigue siendo una referencia. En Georgia, a pesar de
la política antisoviética del presidente Mijaíl Saakashvili, la opinión
pública es favorable a Stalin. Es un ícono nacional más que un mo-
delo político. Más de sesenta años después de su muerte y más de
veinte años después del derrumbe de la URSS, Stalin no ha salido
de la historia.
En 2012, Stalin ocupó el primer lugar en una encuesta referente
a las grandes figuras de la historia: Lenin, Marx, Pedro el Grande,
Pushkin. La siguiente es una estadística comparativa: en 1989, Lenin
tenía un 72% de popularidad y Stalin, 12%; en 1991, Lenin estaba
en un 59% y Stalin en un 28%; en 1994, Lenin, 46% y Stalin, 28%; en
1999, Lenin, 42% y Stalin, 35%; en 2008, Lenin, 34% y Stalin, 36%;
en 2012, Lenin, 37% y Stalin, 49%.2
Ampliando el terreno geográfico, se puede afirmar sin lugar a
dudas que en el espacio postsoviético, Stalin es una figura presente
y no una imagen del pasado. ¿Será el deseo de recuperar el orden la
primera explicación de este entusiasmo? En una buena mayoría de
la opinión pública existe también una idea arraigada de que Stalin
fue un dirigente competente, que convirtió a la Unión Soviética en
una potencia mundial y en un país próspero. Algunos lo consideran
un héroe retaceado, y quizá la clave de esta nueva fascinación resida

2 Estas opiniones y estadísticas están tomadas del texto publicado por Carnegie
Endowment for International Peace, The Staline puzzle, deciphering post-Soviet
public opinion, Washington, 2013.

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LILLY MARCOU

en el hecho de que lo hayan desacreditado tanto. Lo cierto es que, a


partir de 1956, en la Unión Soviética casi no se estudió a Stalin, a pe-
sar de que influyó más en la historia mundial que todos los dirigentes
que lo sucedieron.
Para algunos rusos, sobre todo para la mayoría de los opositores
a Putin, este resurgimiento de Stalin es insoportable. Algunos pro-
ponen una rápida acción tendiente a desacreditar más a Stalin, a ir
incluso más allá de las críticas de Jruschov en su “informe secreto”.
Otros aconsejan apelar a la indiferencia. Como en los casos de Iván el
Terrible o Pedro el Grande, hay que dejar pasar más tiempo, para que
desaparezcan las heridas y se pueda empezar a escribir una historia
del estalinismo que no se resuma únicamente en el gulag.
Las interminables crisis del capitalismo, la dificultad rusa para
volver a imponerse como antes en la escena mundial y, sobre todo,
la peligrosa aparición de un extremismo islamista sangriento, pueden
explicar, a mi juicio, que en Rusia y en otras partes, cierta opinión
pública sienta nostalgia de una época en la cual la guerra fría parecía
más una paz fría o una guerra de adaptación, que un peligro para
toda la humanidad.
He escrito este nuevo prefacio para mi libro sobre la vida pri-
vada de Stalin, que ha logrado atravesar el tiempo, seguramente
gracias a una interpretación que respeta la deontología. Jamás re-
currí a falsedades, a la injuria, ni a la adulación: siempre mantuve el
rumbo, en busca del matiz y de la verdad histórica, haciendo caso
omiso de las modas o lo “políticamente correcto”. Esa fue la prome-
sa que me hice al comenzar mis investigaciones y nunca la traicioné.
No he seguido la curva de las interpretaciones suscitadas a través
de los años por el fenómeno Stalin, y expresadas sobre todo en el

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

género biográfico. Proseguí mi camino, buscando siempre archivos


y testigos confiables.
Este trabajo que realizo desde hace cuarenta y cinco años sobre
el comunismo, histórico e ideológico, pero también como fenómeno
mesiánico, forma parte de mi vida: me he dedicado a él con pasión,
pero también con espíritu crítico. Dejo para las generaciones futuras
este texto sobre una página fundamental de la historia del siglo xx,
que contiene algunos de mis análisis y reflexiones, no exentos de du-
das, sobre lo que fue la experiencia de los Estados comunistas en la
vida de los pueblos.

Lilly Marcou

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I
Soso

Gori

Rodeada de montañas, situada a unos 70 kilómetros de Tiflis,


sobre una colina boscosa y florida en medio de una naturaleza
encantadora y ruda, la ciudad de Gori difícilmente habría imagi-
nado, con su antigua y trágica historia, que se volvería famosa en
el siglo xx gracias a un sólido caucásico que nacería en ella el 6 de
diciembre de 1878, y sería bautizado allí el 17 del mismo mes. Al
comenzar su carrera de revolucionario profesional, ese hombre
cambió su fecha de nacimiento: declaró ante la policía que había
sido el 21 de diciembre de 1879. Gori estaba emplazada en una
de las márgenes del río Kurá, en la encrucijada de tres valles ricos
en viñedos y tierras negras. La iluminaba el sol del sur –aunque
a menudo el cielo se mostraba tormentoso– y tenía como te-
lón de fondo la cadena de montañas caucásicas, con algunos de
sus picos eternamente cubiertos de nieve. Cerca de la ciudad, se
alzaba una antigua fortaleza bizantina. En ese marco, al mismo

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LILLY MARCOU

tiempo despojado y cálido, pasó sus primeros dieciséis años Iósif


Vissariónovich Dzhugashvili, apodado “Soso” por sus padres, sus
allegados y sus compañeros de escuela. Una infancia dura, aunque
mitigada por el profundo amor de una madre abnegada y devota.
La pequeña casa en la que nació, vivienda de los esposos
Vissarión Ivánovich Dzhugashvili (llamado “Besó”) y Yekaterina
Gavrílovna Gueladze (llamada “Keke”), era una muestra indiscu-
tible de la absoluta pobreza de la familia. Situada en el centro de
la ciudad, cerca de una catedral –destruida en 1921, durante un
terremoto–, la casa tenía solo dos cuartos y un techo de tierra pla-
no, agujereado, por donde entraba agua cuando se abatían lluvias
torrenciales sobre la ciudad. Algunos muebles modestos le confe-
rían al decorado un carácter austero, a pesar de los tapices de estilo
caucásico que cubrían las paredes: un baúl que servía de armario,
una mesa sobre la que estaban el samovar y los libros escolares de
Soso, una cama de madera. Una escalera empinada descendía has-
ta el sótano, donde cocinaba la madre. El piso era de ladrillos. Keke
trabajaba de la mañana a la noche para cubrir las necesidades de
su hijo, al que criaba sola, y solía descansar a veces en un banco de ma­
dera que estaba en el patio. Esta casita aún existe, encastrada en
mármol y transformada en museo.
La familia Dzhugashvili, de origen osetio, tenía antepasados
siervos. Uno de los bisabuelos paternos del futuro Stalin había go-
zado de una fama fugaz en la región. A principios del siglo xix, Zaza
Dzhugashvili participó en un levantamiento campesino contra los
rusos, y debió esconderse, primero en las montañas y después en la
aldea de Didi Lilo, cerca de Tiflis, donde permaneció hasta su muer-
te. Vano, su hijo, cultivó viñedos allí, y en ese lugar nació Vissarión.

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

Tras la muerte de su padre, este emigró a la capital y consiguió


trabajo en la fábrica Adeljánov, donde aprendió el oficio de zapate-
ro. Luego se estableció en Gori. Allí consiguió empleo en un taller
de reparación de calzado y más tarde empezó a trabajar por su
cuenta, abriendo su propio negocio. En esa nueva vida, conoció a
la bella Yekaterina: ella también provenía de una familia de siervos
de la aldea de Gambareuli, que al ser emancipados en Georgia, en
1864, se instalaron en Gori. Cuando se conocieron, Yekaterina tenía
dieciocho años y Besó, veinticuatro. Se casaron enseguida, en 1874.
El matrimonio fracasó por el carácter irascible del marido
alcohólico. Era violento y golpeaba por cualquier motivo a su
esposa y a su pequeño hijo único. Como consecuencia de esas
permanentes iras, y también por la quiebra de su negocio, la pa-
reja se separó finalmente en 1883. El padre volvió a vivir y trabajar
en Tiflis, cuando Soso tenía ape­nas cinco años. Regresaba a su
casa de Gori de vez en cuando: sus visitas solo provocaban sufri-
miento. Murió en 1909 en Tiflis, en una pelea de taberna. Soso no
guardó un buen recuerdo de ese padre borracho que lo quería a
su imagen, en oposición a su madre, que hizo esfuerzos sobrehu-
manos para enviarlo a la escuela.
¿Fue Vissarión el verdadero padre de Stalin? Existen diferentes
versiones sobre esto. Según las épocas, y según los autores, esa
paternidad fue atribuida alternadamente a un prelado para el que
trabajó durante un tiempo su madre, a un aristócrata georgiano
a quien le lavaba la ropa y a un famoso explorador ruso, Nikolái
Przevalski, que visitó Gori, y a quien algunos observadores le en-
contraron un asombroso parecido fí­sico con Stalin. Nadezhda, la
nieta de Stalin, consideraba que el padre más probable sería el

27
LILLY MARCOU

conde Yákov Egnatashvili. Keke limpiaba la residencia de esa fa-


milia y fue el ama de cría del hijo del conde, Alexander, a quien su
madre debilitada no podía amamantar. La joven habría te­nido una
relación amorosa con el conde en un momento en que la condesa
estaba enferma. En todo caso, luego Soso fue permanentemente
recibido y alimentado por esa familia, y de hecho, una parienta del
conde, una tal Sofiko, se ocupó de él en Rustavi, una ciudad próxi-
ma a Tiflis, durante una grave enfermedad. Para los descendientes
del conde, no hay ninguna duda: Stalin es un hijo de la familia y,
gracias a ella, el joven pudo ingresar al seminario de Gori, y luego
al de Tiflis. La prueba de ello, dicen, es que cuando Stalin estuvo en
la cima del poder, mandó llamar al Kremlin a su hermano de leche
Alexander Yakóvlevich. Iósif sabía quién era su verdadero padre,
pero sostenía la leyenda de Vissarión para salvar el honor de su ma-
dre, aseguraba Nadezhda Stalina. Lo cierto es que la única foto que
existe del presunto padre legítimo de Stalin está trucada. Vissarión
jamás fue fotografiado en toda su vida. Tomaron una foto de Stalin
y le agregaron una barba: por supuesto, el parecido era forzosa-
mente perfecto.1 Hay que decir que la pelirroja Keke, con su rostro
límpido y sereno cubierto de pecas, era una mujer atractiva, y es
muy probable que hubiera tenido varias aventuras amorosas. Stalin

1 Conversación con Nadezhda Stalina en Moscú, el 17 de junio de 1995. Para esta


nieta de Stalin, que vivió en 1971-1972 en Gori, y se contactó en ese momento con
la familia Egnatashvili, no hay ninguna duda. Stalin no podía ser el hijo de Vissarión.
Como su alcoholismo había sido la causa de muerte de los primeros bebés de Keke,
Nadezhda no veía por qué el tercero habría podido sobrevivir y gozar, además, de
buena salud. Incluso le llamaba la atención que los grandes historiadores occidenta-
les le dieran crédito a la versión según la cual Stalin era hijo del zapatero Vissarión.

28
LA VIDA PRIVADA DE STALIN

heredó sobre todo su tenacidad, su voluntad, su entrega al trabajo


y también su rudeza. Con el tiempo, Yekaterina adquirió el aspecto
de las georgianas devotas: usaba la toca tradicional y se vestía con
ropas negras de monja. Era muy respetada y aparecía como una
mujer que había dedicado su vida a Dios y a su hijo.
Tras la partida de Vissarión, la madre y el hijo se instalaron en
dos cuartos adyacentes a la casa de un sacerdote para quien traba-
jaba Keke.
El matrimonio Dzhugashvili había tenido dos hijos antes que
Iósif: Mijaíl y Gueorgui, que murieron antes de cumplir un año. Se en-
tiende entonces que la madre rodeara de extremados cuidados a su
tercer hijo. A los ocho años, Soso entró al seminario religioso de Gori:
era buen alumno y obtuvo una beca. Era un niño activo y enérgico,
que buscaba la compañía de los demás. Hacía bromas, le gustaba ha-
blar y solía llamar la atención. Le encantaba dibujar mapas. Siempre
se destacó en matemática. Su prodigiosa memoria asombraba a sus
profesores. Aunque su madre era muy devota y él mismo era produc-
to de la escuela parroquial, nunca fue tocado por la fe. Se aburría con
las plegarias y los ritos del culto. Por lo tanto, aprendió rápidamente
a ocultar lo que realmente pensaba y sentía. Su verdadera naturaleza
lo impulsaba hacia lo real, lo racional, lo pragmático. La lectura pre-
coz de Darwin, a la edad de trece años –seguramente en una versión
de divulgación– puso un término definitivo a sus dudas sobre la
existencia de Dios: “Yo ya lo sabía. ¡Dios no existe!”, habría exclamado
al cerrar el libro.
Siempre se fijaba objetivos que finalmente alcanzaba. Entonces,
plenamente satisfecho, expresaba su alegría haciendo piruetas, se-
gún relató Piotr Kapanatze, su amigo de infancia. Trabajaba mucho.

29
LILLY MARCOU

También era el líder de los recreos en el patio y primer tenor en los


coros de la escuela y de la iglesia.
Pero el alumno brillante seguía viviendo en una situación mate-
rial precaria. Su madre limpiaba las casas de algunos profesores de su
escuela, lavaba y cosía para los ricos de la ciudad. Su padre se oponía
a que permaneciera en la escuela. Cuando Iósif cumplió diez años, lo
arrancó por la fuerza de Gori, lo llevó a Tiflis y lo hizo entrar como
obrero a la fábrica Adeljánov. No sin dificultades, la valerosa Keke
logró hacer regresar a su hijo a Gori, tras una semana de peleas, y lo
envió nuevamente a la escuela.
En ese fin de siglo, dos graves problemas agitaban a la sociedad
georgiana: las relaciones ruso-georgianas y las consecuencias de la
abolición de la esclavitud en el Cáucaso. Fue en esa época cuando el
muchacho tomó conciencia de las desigualdades sociales y naciona-
les: le dolía la altanería de los hijos de ricos comerciantes de vinos o
granos, y de los descendientes de las antiguas familias aristocráticas.
Sus intentos por imponerse a toda costa por medio de sus hazañas
escolares y de su agilidad en el terreno de los juegos, por adquirir la
condición de líder, fueron quizás el primer desquite del hijo del zapa-
tero por su modesto origen social.
A pesar de sus proezas escolares y deportivas, era un niño de
salud frágil. A los seis años, contrajo viruela, que dejó marcas en
su rostro para siempre. A los diez, lo atropelló una carreta en un
festejo público. Lo llevaron a su casa prácticamente sin vida, ante la
gran desesperación de su madre. Él tuvo fuerzas para decirle: “No te
preocupes. ¡Todo está bien!”. Después de varias semanas de dolores,
se curó, pero quedó con una discapacidad menor que conservó toda
su vida: una rigidez crónica en la articulación del codo izquierdo.

30
LA VIDA PRIVADA DE STALIN

Por eso, más tarde lo declararon no apto para el servicio militar.


Soportaba con valentía sus dolores físicos: algunos amigos de esa
época dijeron que nunca lo vieron llorar.
Recibía los golpes de la vida con estoicismo y también, aparente-
mente, con cierta indiferencia. Sin embargo, su vida diaria no era un
lecho de rosas. No conocía el calor de un hogar estable y protector.
Debía esforzarse por eludir los golpes de su padre ebrio y asistir, im-
potente por ser demasiado joven, a las brutalidades de este contra
su madre, que se deslomaba trabajando para criar a su hijo. Él amaba
a esa madre devota que solo lo tenía a él en el mundo, a pesar de
que tampoco ella escatimaba golpes y severidades de toda clase. La
respetaba aunque ella no tuviera ninguna instrucción y solo hablara
el georgiano. Un día, para defenderla, le lanzó un cuchillo a su padre.
Este se arrojó sobre él: lo salvaron por muy poco unos vecinos, que lo
escondieron durante algunos días en su casa. Desde ese momento,
la actitud hacia su padre fue de desconfianza, vigilancia y disimulo.
Estos rasgos de carácter nunca lo abandonarían.

Para huir de su dolorosa cotidianidad, el joven Soso se refugiaba


en los libros. Pese a su pronunciado gusto por lo real y lo concreto,
era muy propenso a soñar. Se identificaba con personajes heroi-
cos, evadiéndose así de su vida miserable. Sus primeras lecturas en
georgiano se limitaron a las novelas de capa y espada. Más allá de
los dramas sociales y los amores desdichados, exaltaban de manera
romántica la resistencia caucásica frente a la gran Rusia. El joven
conservó particularmente en su memoria el relato de Alexander
Kasbegui, El parricida. La acción transcurre en tiempos del legenda-
rio imán Shamil, cuando los montañeses caucásicos luchaban contra

31
LILLY MARCOU

los rusos. La historia celebra la valentía y la tenacidad de un forajido


llamado Koba (que significa “el indomable”), vengador ejemplar del
pueblo sojuzgado. Esta alegoría romántica que exalta el patriotismo
caucásico parece haber marcado profundamente el imaginario del
joven Soso, que contenía la respiración ante las gestas bélicas de
Koba. Años más tarde, durante su clandestinidad revolucionaria, en
Batumi (en 1901), tomó ese nombre, que usó hasta convertirse, diez
años más tarde, en Stalin.
Al finalizar su escolaridad en Gori, por ser el mejor de su clase
–algunos amigos decían que era el mejor de la escuela–, fue pro-
puesto para el seminario de Tiflis. Recibió un certificado de honor
excepcional. Este joven delgado y de aspecto deportivo, con ardien-
tes ojos negros y una nariz prominente, cuyas actitudes mostraban
un carácter independiente y decidido, partió con su madre a Tiflis,
en 1894, para seguir sus estudios en la institución religiosa y cumplir
el anhelo de su madre de convertirse en sacerdote. Rindió brillante-
mente su examen de ingreso y fue admitido, en septiembre, como
medio pupilo, sin ningún gasto de escolaridad. Esto fue muy merito-
rio, sobre todo porque durante sus años en Gori, Soso había tenido
que cambiar de idioma en su aprendizaje. Cuando entró a la escuela,
la enseñanza se impartía en georgiano. Dos años más tarde, se adop-
tó el ruso como idioma nacional. El pasaje fue difícil para la mayoría
de los alumnos: los recalcitrantes eran severamente castigados. Al
parecer, el joven Dzhugashvili salió indemne de esa prueba lingüística
y patriótica a la vez. Estaba imbuido de la ambición que su madre
había instalado en él.

32
LA VIDA PRIVADA DE STALIN

Tiflis

El seminario de teología ortodoxa rusa de Tiflis, la escuela


superior más importante de Georgia, le ofrecía al joven Soso un
marco de vida muy diferente del que había conocido en Gori.
Si bien el objetivo inicial de esa institución era la formación de
sacerdotes, fue también un semillero de revolucionarios, como
consecuencia de su ambiente represivo y la rusificación a ultranza
que aplicaba. Durante los años sesenta y setenta, se produjeron
allí actos de rebeldía, y algunos grupúsculos secretos conspira-
ban en las sombras. Así se infiltraron ideas políticas subversivas
contra las normas feudales que regían en aquel momento en la
escuela. Grandes figuras georgianas hicieron sus primeras armas
tras los gruesos muros de ese seminario. Iósif ingresó pocos meses
después de la última gran huelga que paralizó el establecimiento.
Percibió de inmediato el clima opresivo y no tardó en rebelarse
contra las costumbres vigentes. Desde su primer año escolar, ya no
fue el alumno aplicado que asombraba a sus maestros en Gori, y
el registro de castigos es un testimonio de su indisciplina y su mal
carácter, como si liberarse de la influencia protectora pero cier-
tamente dominante de su madre le hubiera permitido expresar
por fin su verdadera naturaleza. “Por hablar fuerte y reírse, Iósif
Dzhugashvili les impide dormir a sus compañeros”, anotaba ya el
celador el 21 de octubre de 1894. Y en diciembre, empezaron los cas-
tigos: almorzar después que los demás, comer de pie en la cantina,
horas de calabozo…
Pero ¿qué hacía Iósif que fuera tan grave? Payasadas propias de
un adolescente, cuya educación no había sido demasiado esmerada:

33
LILLY MARCOU

cuando estaba en la iglesia, se paraba mal, apoyándose en la pared;


cantaba demasiado fuerte en el coro de la iglesia, sin tener en cuenta
las advertencias del celador; aterrorizaba a algunos compañeros;
llegaba tarde a los rezos matutinos; no respetaba la disciplina de
la institución, que vivía al ritmo de un cuartel; hacía ruido en el co-
medor; a menudo faltaba a clase. Por todo esto, el primer año, su
rendimiento escolar se resintió: sus resultados eran mucho peores
que los de Gori.
Sin embargo, al comenzar las clases el año siguiente, en 1895, lo
aceptaron como pupilo pleno. La vida era muy dura en esa escuela:
los alumnos estaban mal alimentados y se hacinaban de a veinte
o treinta en los dormitorios, bajo una permanente vigilancia. Esta
reclusión casi penitenciaria le resultaba insoportable. La estrecha
camisa de fuerza de la escuela lo volvía loco, y manifestaba abier-
tamente su incapacidad de entrar al redil con su conducta cada
vez más intransigente. Levantarse a las siete, plegarias, desayuno,
clases hasta las dos, cena a las tres, llamada a las cinco, plegarias ves-
pertinas, té, estudio, irse a dormir a las diez: este programa de vida
cronometrado y monótono lo volvió para siempre alérgico a todo
encuadre que implicara un horario definido.
Las materias que estaba obligado a estudiar no despertaban ni
su curiosidad ni su sed de conocimiento: Teología, Sagradas Escritu­
ras, Literatura, Matemática, Historia, Griego y Latín. Los domingos y
en las festividades, debía asistir a los servicios religiosos, que dura­ban
horas. Los incesantes castigos lo desestabilizaban completamente.
Se inició una lucha permanente entre ese alumno cada vez más re-
belde y la dirección del seminario, que quería domarlo y humillarlo.
La rebeldía se convirtió en su regla.

34
LA VIDA PRIVADA DE STALIN

El joven Iósif sentía pasión por la lectura, pero no le gustaban los


libros religiosos. Desde el comienzo de sus estudios en el seminario,
su interés pasaba por los textos laicos, lejos de los cánones impartidos
por la escuela. Leía ediciones de divulgación de Galileo, Copérnico,
Darwin. En historia, lo que más le interesaba era la Comuna de París.
También devoraba la literatura clásica rusa: Pushkin, Lérmontov,
Dobroliubov, Saltykov-Shchedrin, Gógol, Chéjov. “Los libros eran los
amigos inseparables de Iósif. No quería separarse de ellos ni siquiera
en las horas de las comidas”, relató uno de sus compañeros de clase.
Y otro recordaba que Soso solía leer de noche, a escondidas, a la luz
de una vela. Sus nuevos centros de interés lo alejaban aún más de la
escuela religiosa. Los registros escolares consignan escrupulosamente
sus lecturas culpables. El 30 de noviembre de 1896, el celador anotó:
“Me enteré de que Dzhugashvili estaba abonado a una biblioteca
barata de la que sacaba libros. Hoy le confisqué Los trabajadores del
mar de Víctor Hugo. Fue castigado con una reclusión prolongada en
el calabozo. Yo ya le había hecho una advertencia cuando le encontré
El noventa y tres de Víctor Hugo”. El 3 de marzo de 1897, le confisca-
ron La evolución literaria de las naciones de Letourneau: una vez más
lo encerraron en la celda de castigo.
Los monjes espiaban a los alumnos y sus lecturas, registraban sus
bolsillos, escuchaban detrás de las puertas y denunciaban la menor
infracción. La rebeldía de Soso no fue un hecho excepcional en la
historia del seminario. Desde los años sesenta, se habían producido
muchas expulsiones por razones políticas. En 1885, un estudiante,
Sylvestre Dzhibladze –que años más tarde sería uno de los funda-
dores de la socialdemocracia georgiana–, molió a golpes al director
de la escuela por haber dicho que el georgiano era “un idioma para

35
LILLY MARCOU

perros”. Soso no se rebelaba en el terreno lingüístico –hablaba un


ruso perfecto, a pesar de su fuerte acento georgiano, que conservó,
para su desesperación, durante toda su vida–, pero sus condiscípu-
los, un poco mayores que él, no toleraban tener que abandonar su
lengua nacional. En 1890 y 1893, se produjeron amotinamientos, que
terminaron en huelgas. Las autoridades cerraron el seminario du-
rante un mes y expulsaron a ochenta y siete alumnos: a veintitrés de
estos se les prohibió incluso residir en Tiflis. Entre ellos, un ex com-
pañero de escuela de Gori, Lado Ketsjoveli, apenas tres años mayor
que Soso, que desempeñó un papel significativo en su compromiso
político. De modo que el joven Stalin se mostró como rebelde en un
contexto ya insurreccional.
Durante ese difícil período en el que buscaba su propio cami-
no, escribía poemas en georgiano, que publicó bajo el seudónimo
de Soselo, en 1895, en un importante periódico georgiano, Iveria.
Mezcla de romanticismo popular y tono patriótico, sus versos
celebraban la naturaleza y se apiadaban de la condición de los
campesinos: “Florece, mi bello país / El país de los georgianos / Y
tú, georgiano / Haz feliz a tu país por medio de tus estudios”, puede
leerse en el poema “La rosa se ha abierto”. En julio de 1896, puso
punto final a su carrera de poeta en ciernes con la publicación de
“Viejo Ninika”, en Kvali.
Se unió a otros estudiantes para fundar un círculo clandestino
de jóvenes socialistas. Durante ese período de transición, su carácter
fue cambiando en forma progresiva: el niño, y luego el adolescente
alegre, abierto y lleno de bríos, se convirtió en un joven cada vez más
introvertido, reservado y receloso. Nació un personaje que, según las
leyendas posteriores, se veía ya a sí mismo como un jefe, pero aún

36
LA VIDA PRIVADA DE STALIN

no sabía contra qué dirigir su rebeldía. Establecer contacto con él


era difícil: ¿quería imponerse desde el principio como un líder, como
el Koba de sus lecturas juveniles? Si en un grupo no lo elegían jefe,
fundaba otro grupo al que pudiera dominar a su antojo. Los informes
sobre su último año de estudiante 1898-1899 lo muestran como un
agitador. El 28 de septiembre de 1898, “a las 21, el celador vio en el
comedor a un grupo de alumnos alrededor de Dzhugashvili, que les
estaba leyendo algo. Cuando el celador se acercó, Dzhugashvili trató
de esconder la hoja. Y solo después de una exigente insistencia, en-
tregó su manuscrito. Resulta que Dzhugashvili leía libros prohibidos
por la dirección del seminario y escribía notas de lectura, que luego
les leía a los alumnos”.
Soso faltaba cada vez más a clase o llegaba tarde a las plegarias, y
era amonestado, junto con otros estudiantes a los que arrastraba con
él: “Varios alumnos de quinto año, entre ellos, Dzhugashvili, llegaron
tarde a la clase de liturgia. Castigo: media hora de calabozo”, decía el
registro. Cuando estaba presente durante el rezo, hablaba, se reía o
azuzaba a sus condiscípulos. Las autoridades se sentían cada vez más
impotentes frente a ese alumno que expresaba su descontento en
voz alta cuando registraban sus cosas, que era cada vez más grosero
con la dirección, les faltaba el respeto a sus profesores y que, además,
ya no era el único en rebelarse. Ni el calabozo ni las reprimendas
lograban dominarlo. En el registro de los castigos, puede leerse el
último referido a él, el 7 de abril de 1899.
Durante esa última etapa de su vida de seminarista, Iósif
Dzhugashvili leyó a Marx, a Plejánov, y finalmente a Lenin. La litera-
tura, la historia y la política se convirtieron en sus pasiones. De allí en
más, se nutrió de esa clase de lecturas.

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LILLY MARCOU

En 1898, pensó en dejar el seminario para ir a trabajar entre los


obreros. Al parecer, tras diversos intentos, encontró por fin su cami-
no. Ese mismo año, adhirió a una organización clandestina, Mesame
Dasi2 (El Tercer Grupo), que fue una de las primeras estructuras
socialdemócratas de Tiflis. Se inspiró sobre todo en el ejemplo de su
admirado Lado Ketsjoveli, quien, tras ser expulsado del seminario, se
dedicó en forma exclusiva a su actividad militante. Después de pasar
por Kiev, donde había intentado proseguir sus estudios, Lado llegó en
forma ilegal a Tiflis en 1897 y empezó a llevar la típica vida de un re-
volucionario profesional. Trabajaba como impresor: un oficio fetiche
de los revolucionarios de todas las épocas. De ese modo, sentó las
bases de una prensa clandestina en Transcaucasia. En 1900, se instaló
en Bakú y montó una imprenta que editó diarios marxistas ilegales

2 En 1801, el zar Alejandro I publicó un decreto que proclamaba la anexión de Georgia


oriental a Rusia. La reacción de los georgianos fue inmediata. Se produjeron muchas
rebeliones. Solo hacia 1860 se pacificó la región. Surgió entonces un movimiento
social y cultural destinado a despertar la conciencia nacional georgiana. Estaba
constituido por el primer grupo de intelectuales cuyas obras mezclaban los temas
de la opresión nacional con los de la protesta social de posiciones liberales. Bajo
la dirección del príncipe Ilia Chavchavadze, se reunieron las grandes figuras de la
intelligentsia georgiana como Daniel Chukadze, Akaki Tseretelli y Rafael Eristavi,
todos ellos fundadores del diario Iveria. En forma paralela, otro grupo, Meore Dasi,
militaba en el mismo sentido, pero con posiciones más radicales. Más tarde, entre
1892 y 1893, se formó un tercer grupo, el Mesame Dasi, de tendencia marxista, cu-
yo jefe era Noi Jordania. Este grupo dio origen a la socialdemocracia georgiana, de
orientación izquierdista. Luego, Jordania y la mayoría moderada del Mesame Dasi
se alinearon con las posiciones de los mencheviques rusos, mientras que una mino-
ría se identificó con las de los bolcheviques. Después de la Revolución de Octubre,
Jordania fue elegido presidente de la República Georgiana Autónoma, proclamada
en 1918, y derribada por el Ejército Rojo en 1921.

38
LA VIDA PRIVADA DE STALIN

como Iskra (La Chispa) y Brdzola (La Lucha). Cuando daba sus pri-
meros pasos de revolucionario, el joven Stalin, amigo de su hermano
Vado, que había sido su condiscípulo en el seminario, lo contactó en
Tiflis. Lo frecuentó durante un tiempo, hasta que su amistad tuvo un
trágico final. Ketsjoveli fue detenido en 1902 y un guardián lo mató
en prisión, en agosto de 1903, mientras él gritaba por la ventana de
su celda: “¡Abajo la autocracia! ¡Viva la libertad! ¡Viva el socialismo!”.
Soso dejó el seminario el 29 de mayo de 1899 sin dar los exá-
menes de fin de año ni terminar sus estudios. Por lo tanto, no tenía
ningún diploma y no podía llegar a ser sacerdote, como lo deseaba
su madre. ¿Lo expulsaron por haber faltado a los exámenes sin causa
justificada, como quedó registrado en los anales del seminario? ¿Lo
retiró su madre porque corría el riesgo de contraer tuberculosis por
las duras condiciones de vida de esa escuela? De hecho, su vida de
joven clandestino y seminarista rebelde había minado su salud. Cada
vez más pálido, con una tos preocupante, parecía estar en pésimas
condiciones. Explicó más tarde que lo habían echado de la escuela
por su actividad marxista. Durante todo ese período, volvía regular-
mente a Gori en sus vacaciones. Al salir del seminario regresó allí y se
quedó durante todo el verano de 1899.
El 28 de diciembre de 1899, el ex seminarista Dzhugashvili entró
al observatorio físico principal de Tiflis para trabajar, pero sobre
todo para tener una cobertura que disimulara su actividad ilegal.
Su habitación en el observatorio, que fue su primera vivienda pro-
pia, marcó el comienzo de su vida privada. A veces, iban allí amigos
u obreros a los que deseaba formar para su causa. Organizaba
pequeñas reuniones. El militante clandestino empezaba a perfilar-
se. Preparó junto con otros camaradas la manifestación del 1º de

39
LILLY MARCOU

mayo en el Cáucaso. Esa modesta reunión pública se parecía más a


una procesión religiosa ortodoxa que a una acción de masas prole-
taria, pero Dzhugashvili les habló a los manifestantes, y ese fue su
primer discurso público.
Finalmente lo descubrieron. Según un informe de la gendar-
mería de Tiflis, fechado el 23 de marzo de 1901, Dzhugashvili, que
trabajaba en el observatorio, se relacionaba con obreros y pertenecía
al partido socialdemócrata. Al registrar su cuarto, encontraron el
libro de Prokopovich El movimiento obrero en Occidente, con notas
y referencias, escritas por el interesado, que remitían a libros pro-
hibidos. Se decidió entonces incluir a Dzhugashvili en la categoría
de sospechoso.
Después de ese registro, Soso tuvo que dejar el observatorio y
se hundió aún más en la clandestinidad y la precariedad. Él y sus
más estrechos colaboradores eran permanentemente vigilados. Un
informe policial de esa época señalaba: “Dzhugashvili es un socialde-
mócrata y se vincula con obreros. Su vigilancia ha mostrado que está
permanentemente alerta y mira hacia atrás todo el tiempo cuando
camina por la calle”. El joven había elegido deliberadamente una vida
difícil en más de un sentido. Muchos años más tarde, en 1931, le
explicó a Emil Ludwig: “Me hice marxista por mi posición social (…)
pero también por la dura intolerancia y la disciplina jesuita que me
agobiaban sin misericordia en el seminario… El clima en el que vivía
estaba saturado de odio contra la opresión zarista”. Quería combatir
ese sistema opresivo y anacrónico, y su causa era ante todo la de
la libertad. Reemplazó las plegarias y los cursos religiosos por los
círculos marxistas y la prédica de la buena nueva entre los obreros.
El partido socialdemócrata Mesame Dasi le encargó la dirección de

40
LA VIDA PRIVADA DE STALIN

un grupo de estudios compuesto por trabajadores de los talleres del


ferrocarril. Sus principales guías espirituales eran tres ex seminaristas:
Sylvestre Dzhibladze, Alexander Tsulukidze y Lado Ketsjoveli. Con
ellos iba a veces a la redacción de Kvali (El Surco), un diario liberal
pero que les servía de tribuna a los dirigentes de Mesame Dasi. Y
fueron ellos quienes lo alentaron para crear círculos de estudios y
formación para los obreros. Empezó a frecuentar entonces los su-
perpoblados tugurios de los barrios obreros de Tiflis, que apestaban
a humo mezclado con olor de sudor y mugre. Inició en el marxis-
mo a pequeños grupos de una docena de hombres. Solían organizar
las reuniones en la víspera de las fiestas o los días feriados, en vivien-
das obreras, fuera de la ciudad. Allí hizo Stalin sus primeras armas
de propagandista y demostró desde el principio que tenía el don de
la exposición concisa y clara, con un sentido didáctico innato. Sin
ser un gran tribuno, sabía expresarse frente a los obreros y captar su
atención. Su claridad de análisis y su ruda elocuencia eran eficaces.
Esos fueron para él momentos de gran exaltación, comparados con
el clima triste y humillante del seminario. Muy pronto se convirtió en
uno de los miembros más activos del pequeño grupo encargado de
la agitación entre los obreros de Tiflis.

Batumi

En 1899, a los veintiún años, el joven Iósif comenzó su verdadera


vida de revolucionario profesional clandestino, de conspirador en
permanente estado de alerta. Encontró entre los suyos –el grupo,

41
LILLY MARCOU

la fracción, el Partido– un clima de continuos enfrentamientos, de


querellas internas y fuertes enemistades personales. Vio traiciones
que exacerbaron sus dudas y sus sospechas frente al peligro real de
infiltración de la policía secreta en el Partido. Descubrió batallas doc-
trinales y muy pronto dominó los ritos de la vida clandestina: cómo
esconderse, escapar a las persecuciones, eludir los registros. Cuando
salía de noche, con el rostro hundido en el cuello de su abrigo y
mirando constantemente hacia atrás para asegurarse de que no lo
siguieran, Soso era, para las policías de todas las Rusias, “el caucásico”
por antonomasia.
Permanentemente acosado, no le faltaba valor ni determinación:
organizaba huelgas, manifestaciones callejeras, reuniones secretas,
encuentros. Su vida estaba dominada por la acción revolucionaria.
Los conceptos de reposo, comodidad y bienestar le eran ajenos. Y
cuando, ya en la cima del poder, pudo conseguir todo eso, no lo supo
disfrutar. La duda, el recelo y la traición siempre constituyeron para
él amenazas obsesivas, que le negaron al hombre maduro, y luego al
anciano, el placer del descanso.
Después de dejar el observatorio de Tiflis, Soso se encontró li-
brado a sí mismo. No podía contar con la ayuda de su madre ni
de ningún pariente o amigo. No quería ser una carga para Keke:
más bien quería ayudarla. Tenía que ganarse la vida, aunque fuera
muy modestamente. Al principio, dio clases particulares y trabajó
como contador. Pero dedicaba la mayor parte de su tiempo a las
actividades de propaganda en los círculos de estudios de los obreros
ferroviarios. En esa época, padeció la más absoluta miseria material.
Vivía en gran parte de la ayuda de algunos camaradas, que estaban
en condiciones apenas mejores que las suyas.

42
LA VIDA PRIVADA DE STALIN

Se asoció al trabajo de Ketsjoveli y al de Alexander Tsulukidze,3


intervino en la creación de Brdzola (La Lucha), el primer diario geor-
giano marxista, donde escribió sus primeros artículos políticos. Se
fue destacando cada vez más, y en noviembre de 1901 fue nombrado
miembro del comité socialdemócrata de Tiflis. Este organismo esta-
ba formado por nueve personas y coordinaba la acción de los grupos
socialistas en la capital, después de haber representado por un tiem-
po al comité ejecutivo en todo el Cáucaso.
El joven Iósif, que se incorporaba en ese momento al juego de la
lucha revolucionaria, había conservado, a pesar de su reducida esta-
tura (medía 1,67 m) y su mala salud, una figura esbelta. Sus rasgos,
acentuados por una nariz prominente, un mentón poderoso y una
espesa cabellera negra, además del bigote y la corta barba le daban
una figura de alguien muy difícil de doblegar. Bolchevique adelan-
tado a su tiempo, empezaba a adquirir fama de hombre enérgico
y activo, con el que se podía contar, pero también de una persona
complicada, individualista y autoritaria.
El 2 de diciembre de 1901, el comité lo envió a Batumi para ha-
cer propaganda. Ese puerto del Mar Negro, vinculado a Bakú por
un oleoducto, se había convertido en 1900 en el nuevo centro de
la industria petrolera en la frontera turca. Batumi necesitaba un
organizador enérgico, y por eso se le encargó a Soso que despertara
la conciencia de clase de los obreros, políticamente menos educa-
dos que los de Tiflis. Desde su llegada, se dedicó a la agitación y a

3 El príncipe Ketsjoveli fue una de las más atractivas figuras de los marxistas georgianos
de ese principio de siglo. Era de constitución frágil y la vida clandestina lo destruyó.
Murió el 8 de junio de 1905. Stalin fue uno de los principales oradores en su funeral.

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LILLY MARCOU

la propaganda. Empezó por convocar a siete obreros a una reunión


en la habitación de un militante. Antes pidió hablar con cada uno
de ellos por separado. Era prudente. Nadie conocía su verdadero
nombre, nadie sabía dónde vivía ni dónde pasaba la noche. Desde
el principio, encontró el lenguaje adecuado: un vocabulario simple,
frases claras y directas. Tenía respuestas para todas las preguntas.
Al final de la sesión, le pidió a cada uno que reuniera a su vez a
siete obreros y les transmitiera el contenido de su conversación. De
este modo, en un lapso de quince días, los obreros de todas las fábri-
cas de la ciudad recibieron la propaganda de Soso.
Los informes policiales se referían a los incesantes pedidos de
Iósif a sus camaradas de Tiflis para que le enviaran libros prohibidos.
Los socialdemócratas estaban infiltrados y eran tan vigilados que la
policía estaba al tanto de sus más mínimos pasos. Según la policía,
Dzhugashvili se encontraba entre los principales dirigentes del movi-
miento. Durante su permanencia en esa ciudad, empezó a utilizar el
seudónimo de Koba. Delgado y apuesto, solía usar una camisa rusa
de raso azul, con un cuello alto cerrado al costado, una chaqueta
ajustada y un bonete turco negro. Así permaneció en la memoria de
quienes lo conocieron en esa época.
En diciembre de 1901, se produjo en Batumi una inusitada re-
vuelta obrera. En febrero de 1902, estallaron huelgas en la refinería
Rothschild y en la fábrica Mantashev. El arresto de los obreros rebel-
des provocó el 9 de marzo una verdadera insurrección de masas que
terminó en encuentros con la policía y una gran cantidad de mani-
festantes muertos y heridos.
El 13 de febrero de 1902, la policía de Batumi anotó, a propósito
de Soso, en un informe secreto: “Expulsado del seminario, viviendo

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

en Batumi sin carta de residencia, sin ocupación fija ni domicilio, el


habitante de Gori Iósif Dzhugashvili fue visto en una reunión en la
casa de un obrero de la fábrica Mantashev”.
Al verse perseguido por la policía, Koba se dirigió a una aldea
de Abjasia, cerca de Batumi, y se instaló en la casa de un anciano
musulmán llamado Jashim. Allí montó una imprenta. Los miembros
de la organización que iban a ese lugar a buscar textos ilegales, se
disfrazaban de mujer, cubriéndose los rostros con chadras, el largo
velo tradicional de las mujeres caucásicas. Aquel incesante ir y venir
preocupaba a los vecinos, y empezó a circular el rumor de que ese
georgiano fabricaba dinero falso. Entonces, los aldeanos exigieron
una parte de las ganancias. Koba logró explicarles el sentido de su
acción y ganó su confianza. Sin embargo, al parecer debió prometerle
a Jashim que se convertiría al islam.
En la noche del 6 de abril, arrestaron a los miembros del comité
socialdemócrata de Batumi, incluyendo a Dzhugashvili. Iósif solo
había permanecido cuatro meses y medio en Batumi, pero fueron
meses de intensa actividad. Su detención marcó el comienzo de sus
problemas con la policía.

El círculo de Tiflis del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia


había sido estrechamente vigilado desde 1901: Iósif Dzhugashvili
era uno de los líderes que estaban particularmente en la mira de
la policía política. En los informes de la gendarmería de Tiflis, em-
pezaron a calificarlo como un intelectual y uno de los principales
dirigentes socialdemócratas. Había cambiado su fecha y lugar de
nacimiento, y por eso aparecía en los ficheros de la policía como
“un campesino de Didi Lilo”, de veintitrés años. ¿Había evitado

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LILLY MARCOU

nombrar a Gori como su ciudad natal para proteger a su pobre ma-


dre? Es posible. Pero ¿por qué se quitó un año? Es cierto que era una
práctica corriente en esa época, pero esta explicación no parece del
todo convincente…
Durante las insurrecciones de Batumi, fue considerado, junto con
Kandelaki –un obrero enviado por el Partido, que ya tenía formación
socialista–, como uno de “los principales jefes y dirigentes de los
obreros de Batumi”. Los acusaron de haber “llamado a la insurrección
y a la caída del gobierno zarista”. Un delito, según el artículo 251.
Desde Gori, la madre de Soso hizo todo lo posible para salvar
a su hijo. Le escribió a la policía para rogarles a las autoridades que
lo liberaran. Fue en vano. Los informes de los agentes y las confe-
siones de los testigos lo condenaban como uno de los principales
responsables de los motines: “Dzhugashvili pronunciaba discursos
para provocar el descontento de los obreros hacia el régimen, para
incitarlos a la lucha contra la autocracia”. Fue acusado, junto con
otros dirigentes socialdemócratas georgianos, “de haber perteneci-
do, desde el otoño de 1901 hasta febrero de 1902, a una sociedad
criminal secreta que tenía como objetivo el cambio del régimen
monárquico de Rusia y la proclamación de una Constitución de-
mocrática”. Un gendarme aseguró que se hallaba entre la multitud
durante la insurrección. El 28 de mayo de 1902, la gendarmería de
Kutaisi agregó que las informaciones obtenidas sobre Kandelaki y
Dzhugashvili por sus corresponsales habían sido estudiadas con
gran atención por el procurador de la corte de Kutaisi, quien consi-
deró necesaria la detención de ambos dirigentes.
Iósif se defendió alegando inocencia. Pero fue juzgado como uno
de los principales cabecillas y condenado. Estuvo preso durante más

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

de un año en la cárcel de Batumi y, luego, seis meses en la de Kutaisi.


Finalmente lo deportaron por tres años a la aldea de Novaia Uda, en
la región de Irkutsk, Siberia oriental. Llegó allí a fines de noviembre
de 1903. Fue el primer ciclo de una serie que continuaría hasta 1913:
constantemente arrestado, encarcelado y deportado, casi siempre
logró evadirse. De 1902 a 1913, lo detuvieron ocho veces, lo deporta-
ron otras siete y se evadió en seis oportunidades. Hasta 1917, su vida
fue una secuencia de encarcelamientos y deportaciones. Pero supo
transformarlos en “universidades” que lo ayudaron a completar su
formación intelectual. En la época zarista, el régimen de las prisiones
y los lugares de deportación era al mismo tiempo brutal y laxo. Había
allí bastante violencia como para exacerbar el odio de los prisioneros
contra el orden vigente y bastante desidia como para que la tarea
revolucionaria continuara dentro de la prisión y permitiera también,
a veces, las evasiones.
Koba sacó provecho de ello, con creces. Se impuso a sí mismo
una disciplina de hierro. Trabajó duro, leyó enormemente y se con-
virtió en uno de los principales oradores del colectivo de la prisión.
Taciturno y distante, solía intervenir de manera tajante y altanera.

En marzo de 1903, los grupos socialdemócratas del Cáucaso forma-


ron una Federación Transcaucásica. Aunque Iósif aún estaba en el
destierro, fue nombrado miembro del comité ejecutivo.
En julio de ese mismo año, en Bruselas, en la Casa del Pueblo
Socialista, comenzó el Congreso Socialdemócrata Ruso, que ter-
minó en Londres en la segunda mitad de agosto: más tarde, se lo
llamó “Segundo Congreso”, considerando retrospectivamente la
reunión de Minsk de 1898 como el acta de bautismo del Partido

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LILLY MARCOU

Comunista ruso. En ese congreso, el socialismo ruso se dividió en


dos fracciones: los bolcheviques y los mencheviques, es decir, los
revolucionarios (mayoritarios) y los moderados (minoritarios), o
los “duros” y los “blandos”, como se denominaban ellos mismos al
principio.
Koba recogió desde muy lejos los ecos de este acontecimiento
que le concernía en el más alto grado. En ese momento, su vida
consistía en sucesivos traslados de prisión en prisión hacia su lugar
de deportación en Siberia. Es posible que hubiera recibido algunas
informaciones fragmentadas sobre la escisión antes de la partida del
convoy de los deportados, escoltado por gendarmes, desde la costa
del mar Negro, para emprender el terrible viaje en medio del invierno
siberiano. El grupo se detenía a menudo por el camino para recoger a
deportados provenientes de otras prisiones.
En cuanto llegaron a destino, los prisioneros empezaron a pre-
parar su evasión. En la confusión que reinaba por la inminencia de
la guerra con Japón, la vigilancia de las autoridades se había relaja-
do. El 5 de enero de 1904, Koba inició el viaje de regreso a través de
las planicies cubiertas de nieve. Su primera tentativa fracasó por
falta de ropa suficientemente abrigada. Casi congelado, debió vol-
ver a su lugar de encierro. En la aldea de su destierro, donde vivían
poblaciones autóctonas, alquiló una cabaña o un cuarto en una
casa de familia. Vivía tranquilo, pese a la vigilancia de la policía. Lo
más importante era soportar el crudo invierno siberiano y la sole-
dad, lo que exigía una sólida constitución física y psíquica, además
de una inmensa voluntad. Su segunda evasión estuvo mejor orga-
nizada: hizo la primera parte a pie, y luego se trasladó en la carreta
de un campesino que lo llevó hasta los Urales. Padeció el frío y el

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LA VIDA PRIVADA DE STALIN

hambre, tosía sin cesar y estuvo a punto de contraer tuberculosis.


Físicamente disminuido, pero también vigorizado por su experien-
cia de prisionero, llegó a Tiflis a principios de febrero.

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