Sei sulla pagina 1di 17

Del Renacimiento a fa Ilustración 1

Edición de
Ezequiel de Olaso

Editorial Trotta

Consejo Superior de Investigaciones Científicas


Comité de Dir ección

Manuel Reyes Mate


Director de! proyecto

León Olivé

(v-- Osva!do Gu<1riglia

Miguel A. Quintannla
C o o r dinador general del proyecto

Pedro Pastur
Secretario administrativo

Comité Académico

La presente obra ha sido editada fnediante Ayuda de la Dirección


General del Libro y Bibliotecas d� Mini�erio de Cultura Javier Muguerza Coordinador

José-Luis L. Aranguren Españ a


Ernesto Garzón Valdés Argentina

Elías Díaz España

Fernando Salmerón México


Luis Villero México
Ezequiel de Ol<�so Argentina
© Editon�1l Trotta, S.A. 1994
Altamirano. 34. 28008 Madrid David Sobrevi!la Perú
Teléfono: 549 14 43
Fax: 549 16 15
Carlos A!chourrón Argentina

Humberto Giannini Chile


© Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1994
Guillermo Hoyos Colombia
Diseño
Javier Sasso Venezuela
Joaquín Gallego
-

ISBN: 84.87699·48·0.(0bra completa)


1-:84-87699.-98-7 (vol. 6)
Depósito legal: VA.267/94 Instituciones académi ca s respons ables del proyecto

Impresión
Simancas Ediciones, S.A. Instituto de Filosofía del CSJC, Madrid.
Poi. lnd. _San Cristóbal Instituto de Investigaciones Filosóficas de México,
CJ Estaño, parcela 152
47012 Valladolid Centro de Investigaciones Filosóficas, Bue'nos Aires,
lAURA BENITEZ Y JOSE A_ R06tE$

Enquiries Conceming the Human Underst�11díng and C:oncerning the Prínciples o{


Moral, OUP, 1962; v.e. J. de Salas,-Ahauza, Madnd, 1980; M. Fuentes Benot,
Aguilar, Buenos Aires, 1968.

Biblíogra{ia: EL ESCEPTICISMO ANTIGUO EN LA GENESIS Y DESARROLLO


D E LA FILOSOFIA MODERNA
Basson, A.H. (1958), Hume, Penguin, London.
Chape!!, V.C. (comp.) (1966), Hume, Doub!eJ.ly, New York.
Fogclin, R.J. (1985), Hume's Skepticism ÍIJ t/Je Treatise of Huma11 Nature, Routlcgdc Ezequiel de 0/aso
and Kegan Pau!, London.
Hall, T. (1971), A H11me Bibliogra[Jhy from 1930, Univcrsity of York.
Kcmp-Smíth, N. ( 1964), The fJ/Jiloso¡dJy o( Da¡;id Hume, J\hcmillan. .
_

Noxon,J. {1974), La e¡;o[ución de la ftloso(ía de Hume, Revista de ?cetd�nte, Madnd.


Srruud, B., Hume, v.e. A. Zírión, Instituto de {nvestigrn�iones Fr!usúflcas, UNAM,
México, 1936.

Una de las preocupaciones dominantes de los filósofos desde la anti­


güedad hasta nuestros días es la actitud que deben adoptar ante el
escepticismo. Esto es singularmente aplicable al período que va del
Renacimiento a la Ilustración.
Pero como suele emplearse el término «escepticismo}> y sus parien­
res en muchos scn6dos, conviene comenzar por hacer algunas distin­
ciones. Primero mencionaré confusiones terminológicas que suelen
empañar los exámenes del escepticismo. Después señalaré el problema
que existe en la distinción entre el escepticismo antigup y el moderno.
También indicaré dos modelos diversos de escepticismo que suelen
in vocarsc en Ja discusión contemporánea. Final mente haré una refc­
tcncia mínima a la historia del escepticismo moderno en España.
Se ha explicado el término <<escéptico» y parientes afirmando que

ser escéptico acerca de un asunto es suspender el juicio respecto de él, no suscri­


bir una opinión positiva respecto de él en ningún sentido. Una filosofía escéptica
recomienda l a duda y la suspensión del juicio acerca de una gama substancial
�acaso sobre la entera gama- de las investigaciones humanas. Todos somos
escépticos en algunos casos, pues hay numerosos asuntos respecto de los cuales,
a! menos temporaria mente, no podemos estar en daro y sobre los cuales suspen­
demos el juicio. Los filósofos escCpticos extienden, generalit,an y sistematizan esa
actitud ordinaria {Armas y Barnes, 1985, 1).

Esta caracterización, en apariencía sencilla y ampliamente compar­


ti blc, ya encierra dificultades. Es preciso distinguir entre duda espontá­
nea y duda deliberada. El escéptico comienza por tener dudas acerca
de la verdad o falsedad de o p in iones. Pero una vez que suspende el
juicio acerca de toda opinión ya no se puede decir que, si es conse­
cuente, siga teniendo dudas espontáneas. Justamente ha suspendido ci
juicio para reducir o eliminar la perturbación q u e le ocasionan las

133
132
EZEQUIEl D E OlASO H ESCEPTICISMO ANTIGUO EN lA GENES!S Y DESARROllO DE lA fllOSOFIA MODERNA

cismo es
dudas espontáneas. Sin embargo una de las actividades principales Jd En tercer término debo advertir que la cuestión del escepti
escéptico consistid en «poner en duda>> opiniones que rigen como debatid as en la filosofí a actual. Sólo diré que algunos
una de las más
as plantea dos por el escepti cismo
verdaderas. Pero poner en duda es una actividad deliberada que no autores toman en cuenta los problem
expresa en modo alguno estados íntimos y espontáneos ele duda. M:í.s (Chisho lm, 1977; Stroll, 1990), pero lo más habitua l es que se
antiguo
una abun­
bien está encaminada a curar a los hombres de unilateralidad y sus rome en cuenta el escéptico forjado por Descartes (cf., entre
consecuentes deslizamientos al dogmatismo. Esta distinción cntrr bibliog rafía, Resche r, 1980; Sosa, 1992). Sobre los detalles de
dante
el volumen sobre
«dudar)) y «poner en duda)) (to doubt, to cast in doubt) es indispensa· este tema se puede consultar el artÍculo respectivo en
ble para evitar ambigüedades que suelen pasar inadvertidas. teoría del conocimiento de esta E11ciclopedia.
he indi­
En segundo lugar, la caracterización de Annas y Barnes rige p<1ra Finalmente quiero destacar que en la medida de lo posible
�n la �spaña. de
los escépticos antiguos, pero en la época moderna se difunde un u'iio C<ldO la presencia de formas escéptic_as de pensamiento _ �
a espano
informal de la expresión que han recogido el español y otras !enguJs la época. Un autor ha apuntado recientemente que la filosofJ
no y Ortega , una
m?der�as en bs que el empleo de «escéptico)) y parientes se refiere la exhibe, desde Sánchez y Gracián hasta Unamu
profunda desconfianza en la .razón. L?s españoles comb! n. arían
pnmanamente a nuestro saber acerca de un asunto acotado. Y así una
d Y un
uno puede declararse escéptico respecto de los más variados asuntos concepción tomad a del senttdo comun. acerca de la felicida
para �ondu­
sin comprometerse con el escepticismo en general. Este uso concuer­ profundo escepticismo acerca de la capacidad de la razon
dar su
da con la existencia en la modernidad de escépticos sectoriales o cirnos a ella. Lo irónico, apunta este autor, es que para convali
claustrales. No es infrecuente que alguien se llame escéptico en el los españo les emplea n la razón (Resche r, 1988�. Pero en
punto de vista
•• de un modo ex �es1vam e!lte
dominio de la metafísica y en modo alguno acepte serlo en otros este caso se ha empleado «escepticisJ!lO _
mtrodu�I � O
dominios de la filosofía. Asimismo ocurre que en la era moderna se informal. En todo caso las referenc1as a1sladas que he
puede considerar escéptico a quien se reserva su opinión en algún acaso sirvan para estudia r mejor un tema que conecta el domm10
.
dominio filosófico aunque el propio interesado rechace ser escéptico. estrictamente filosófico y con las bases mismas de nuestra cultura
Poner límites al conocimiento humano será una ocupación importan­
te de la filosofía en los siglos XVII y XVIII, pero ella, en sí misma, nadJ
tiene que ver con Cl escepticismo. Esta volubilidad de significaciones 1. EL ESCEPTICISMO MODERNO: LIMITES DE ESTA HISTORIA
permite en la moderri'idad elogiar o censurar adjudicando el mismo
marbete de «escéptico». Trataré de sortear la múltiple ambigüedad
que amenaza al término más aún cuando se lo examina en la obra de La historia del escepticismo moderno tiene st� s héroes � ndis� u.tibles. E�
muchos autores. curioso que integren la lista de honor qmenes se 1dennhcan a. si
_
Se ha sostenido que el escepticismo antiguo y el moderno difieren mismos como escépticos (S;:lnchez, Foucher, Hume), pero tambJCn
fundamentalmente porque el primero recomienda la suspensión de quienes hasta hoy promueven dis� usiones sol? re el sentido en qu_e
_
todas las creencias y el moderno mantiene las creencias intactas y sólo podría afirmarse que f ueron �scépncos (Montaigne, Bay le) o escep�I­

cos moderados como Gassend1 (Walker) y Mersenne. Mas notable aun
considera la suspensión del conocimiento. Así pues, un escéptico anti­
guo es radical, mientras un escéptico moderno es moderado. Y puesto es que la historia del escepticismo modero� � o pu7 d_a dejar de indt�i� a
quienes creen haber alcanzado una refutaciOn dcfmlt!va . dcl esce¡ t c1s�
que esa descripción se ajusta más al escéptico antiguo pirrónico que al . ?�
académic<:!, s� suele et;te� �ue el e�cépti�o moderno es más pateci� ·mo (Descartes, Leibniz, Berkeley, Kant). E� ta� � res especies de filos.o-
do al esceptico academ¡co que al p1rron1co. 1-Iay autores que han , fos (y alguna más) nos deben ocupar. Prescmchre, por falta de espaciO,
mantenido esa división tajante (Hossenfelder, 1968, 1985; Burnyeat, de casos límite, esto es, de filósofos modernos cuya obra ofrece Jntere�
1980; Annas y lhrncs, 1985; Popkin, 1992, XIV; !larnes, 1983, 1990), santes relaciones posibles y controversiales con el escepticismo moder­
mientras otros han mostrado que el escéptico antiguo practica y reco­ no como Hobbes (el. Popkin, 1992, caps. I y 11; Olaso, 198la; Tuck,
mienda un asentimiento 'asivo e involuntario (Frede, 1984). El autor 1983, 1988, 1989; Madanes [Popkin, en prensa, a], Missner, 1983),
de este artículo considera que hay buenas razones para que los filóso­ Spinoza (Popkin, 1979; Olaso, 1980; Popkin, 1983; Ilrandt Bolton,
fos modernos concibieran que los escépticos antiguos proponían un 1985), Cudworth (Popkin, 1992, cap. XXI), Henry More (Popkm,
escepticismo impracticable. También cree que las hay para el proble­ 1992, cap. XII), Glanvill (Popkin, 1992, � ap. XV), D'Alembert
ma, ligado al anterior, de que muchos de los filósofos modernos sostu­ (Tonelli, 1976) y una larga lista que no podna omitir sobre todo los
vieran un escepticismo moderado y no uno radical. Pero la discusión nombres de muchos filósofos franceses del siglo XVI!!, entre otros
sobre el tema está en plena expansión y excede el templado marco de Changeux (Tonelli 1974), Rousseau (Belaval, 1969-71; Olaso, 1981b),
un artículo d.e Enciclopedia. Quesnay (Tonelli, 1979), Maupertuis, Voltaire, etc. (Rétat, 1971). ·

134 135
A
Y DESARROLLO DE LA FllOSOF lA MODERN
EZEQUIEl DE OlASO EL ESCEPTICISMO ANTIGUO EN LA GENESIS
-
z de <<escép�i�o)) en
Desde un punto de vista cronológico, el área de estudio compren.. progresivamente l?s. conccpt<?s �e. «esceptiSismo)>
segun esta mterp ret act?n, los
de un vasto período histórico que se inicia en el Renacimiento y que nociones esquemattcas y ahtstoncas?
finaliza en Kant. Comenzaré por explicar nuestra relativa certeza sobre de que hablan los postka nttano s so � <<una creact. <?n
f hb e �e

escépticos o lma¡e
na. Ya no desoe nden � �l anugu
!>U origen y cerraré esta sección con una referencia a su término final. la imaginación filosófica moder
n). �unque las
Entre otras corrientes dominantes como el platonismo y el arista� de Pirrón y la Academia» (Burnyear_, 1_983, In.tr_oducc!O
tan los cscept tcos y hl � sofos despu es de Kant
tcli�J�Jo, el Renacimiento albergó tres filosofías de la época helenística bases sobre las que dispu
¡;onsJJeradas menores. Durante mucho tiempo las historias de la filo� han sido compl etame nte modif i adas por «e .! fp,ro tras � ende!lt ai» que
:= n reqme re sm cm_?a�­
snfia desestimaron su influencia en beneficio de «los grandes pensado� adoptan las nuevas argum entaciO nes, esa opmw
que los esceptl.­
res ... Como parte de la reacción, Ortega indicó una vez que la filosofía go, dos reservas. En primer lugar no me resulta claro
caso� un pedt­
moderna había nacido junto a tres filosofías que fueron sus hadas cos a que aluden los prekantianos tengan en todo�los
madrinas y de las que sabíamos muy poco: el estoicismo, el epicureís­ gree indiscutiblemente pirrónico o académic�. ?�9
undo: es . mr�ega?l.e
traba¡o hlosoft­
mo y el escepticismo (Ortega, 1942}. Desde entonces hemos aprendido que un postkantiano tan notorio como Hegel mtcH? �u _
d� ?exto Empm co y revelo rasgos
mucho acerca de esas filosofías pero incomparablemente más acerca co en diálogo directo con los textos
( ege�,
real�s aunque olvida dos del esce_ PtlC!smo �Hltl&uo �
del escepticismo moderno. Fue Richard H. Popkin quien propuso una 1965 Y
de las claves que explican el formidable impacto del escepticismo en la es que contm uar la hts.!.Q.r l ': mas alla de Kant
1955). Pero lo cierto _
de este aruculo.
filosofía del Renacimiento. Podría señalarse inmediatamente una causa hubiera comprometido excesi vamen te la �Omta
de ese fenómeno: la reedición de los textos de Sexto Empírico junto Volvamos al comienzo de nuestra historia.
con �a·?parición de .las primeras traducciones latinas, como parte del
movimiento humamsta que entonces se inaugura. Pero a diferencia de
H. EL CRITERIO DEL CONOCIMIENTO RELIGIOSO: RENACIMIENTO,
otra� modestas novedades eruditas, ésta tuvo una inmediata difusión y
Y
consJdcrEble resonancia. Popkin enlazó esta condición necesaria con HUMANISMO RHORMA

otra que parece suficiente: el surgimiento del protestantismo con su Nuestro relato comienza con un pasaje de Montaigne que no figura en
rechazo de la regla católica de fe. Ambas causas se potencian mutua­
el libro de Popkin aunque, como en la metáf?ra orier�tal, es el vací o
mente porque al substanciarse la polémica religiosa se recurre a un _
que hace girar la rueda de su historia. Monta1gnc de d1ca la Apologw
tema clásico del escepticismo helenístico corno es la legitimidad de las de Raimond de Sabond ( 1575-1576), el ensayo mas _ extenso de su
credenciales de un posible juez de las controversias. Y a la vez el recur� obra, a difundir las ideas básicas del esceptic�smo antiguo. Hablando
so a las obras del escepticismo antiguo pone en circulación poderosos
de discordancias en las percepciones de los ob¡etos, prcgunt<l:
argtnncntos en contra de la capacidad del hombre para erigirse en juez
de opiniones conflictivas. ¿Quién será e! apropiado para juzgar esta� dif� rencias? !al como decimos en h�s
A través de las traducciones de los humanistas irrumpen en el debates de la religión que necesitamos un ¡uez wdepc� td!cntc de uno� o: ro part1·
Renacimiento dos grandes tradiciones escépticas. Por una parte la do, exento de elección y de pasi6n, lo que es imposible cJ: tre los cnstta� ws, en
tradición del escepticismo pirrónico tal como la transmiten Sexto esto ocurre lo mismo. Pues si [el juez} es viejo no puede ¡uzga� e! sentir de la
.
vejez al ser él mismo parte en este debate; lo mismo si � s joven; s1 el ¡uez es sano
Empírico (Bosqueios pirrónicos; en lo sucesivo abrevio con PH, y .
0 enfermo ocurre lo titismo ( ... )Necesitaríamos de algUJcn exento de estas carac·
Contra los matemáticos, en lo sucesivo abrevio con M) y Diógenes ter[sticas para que sin el juicio preocupado [esto cs' si� prejuiciosj juzgara estas
Laercio (Vida de Pirrón, en lo sucesivo abrevio con DL). Por otra la .
proposiciones como indiferentes a él. Y así nccesltanamos .
un ¡ucz que nunca
tradición del escepticismo académico tal como la transmite primor­ existió.
dialmente Cicerón (cf. Schmitt, 1972 y 1982). No parece considerable
la influencia que pueda haber tenido el De ebrietate de Filón de Para hacer entender la dificultad cbgnoscitiv� así planteada, Mor:_­
Alejandría. Y aún no hay estudios precisos sobre la influencia en el taigne recurre a las discusion� s re�igiosas de su tiempo: Claramente el
desarrollo de actitudes escépticas de otras dos tradiciones: la de Zenón
.
y su público estaban más .fam1hanzad . ?� con. la. revolucw_ � que se esta­
el cléata sobre las dificultades para explicar el movimiento y la de ba operando en el domimo de la rehgwn cnst1ana, esP. e� 1alment� con
Galeno. Tampoco contamos con un estudio sobre la fortuna de la obra el conocimiento religioso, que con los trop� s del escepno smo antiguo.
_
de Luciano en el Renacimiento y la modernidad. En El cautiverio babilónico de la Iglesia (1519) y mas claramente
Ahora unas breves consideraciones sobre nuestra decisión de fina­ en el escrito en que rehusó retractarse an�e la_ Dieta?� Worms, Lutero
lizar esta breve historia del escepticismo moderno en Kant. Hay argu­ estableció su nuevo criterio para el conocimiento rehgwso: es verdade­
mentos para sustentar sin arbitrariedad esta decisión. En efecto, se ha ro aquello que cautiva nuestra conciencia cuando cada uno de � os?­
dicho que las obras filosóficas escritas después de Kant convierten tros lee la palabra de Dios. Esto pugna frontalmente con el en ten o

136 137
EZEQU!El DE OlA S O
EL ESCEPTICISMO ANTIGUO EN LA GENES!S Y DESARROllO DE lA F!lOSOF!A MODERNA

católico que se apoya en !a tradición, en los concilíos, en los dictáme­ curso de la polémica Lutero declara que la fe y e 1 �s_c\eptl. �ts . .mo son
nes del Papa. Se adviene que éste es un conflicto no tanto sobre si algu­ incompatibles. ,�No es In seíi.al distintiva. de un csptntu cnstJano no
nos enunciados deben considerarse verdaderos sino, más básicamente, complacerse en aserciones; por �� �ontrano un hombre debe compla­
sobre el criterio idóneo para distinguir los enunciados verdaderos de _
cerse en aserciones o no sera cnsnano». Lutero aclara que por aser­
los falsos. Y en este punto aparece la analogía con las discusiones ción entiende <<una adhesión invariable; afirm�r_, confesar, sosteney y
escépticas respecto de problemas cognoscitivos. Una vez que se ha perseverar invencible'?ente••. Y añade: <<El Espmtu Santo no es escep­
cuestionado un criterio hay que determinar sobre qué bases hay que tico, y lo que ha escnto en n:Jestros coraz�nes no son du_das o . meras
preferir un criterio a otro criterio. Exactamente, éste es uno de los opiniones sino aserciones mas seguras y cJertas que la vtda mtsma y
temas ce�trales del escepticismo antiguo. Popkin ha recordado uno, que toda experiencia•• (cf. Penelhum, 1� 83 ).
entre vanos textos: Los reformados en general propusteron como regla �le verdad la
certeza subjetiva. Pero como esto abre todo a controverswy�dularon
Para decidir l a disput;l que ha surgido acerca del criterio debemos poseer un
criterio aceptado según el cual seamos capaces d e juzgar la disputa; y para po·
]os teólogos de cada partido y e<;H�siguient;t!lente las opmwnes en
seer un criterio aceptado hay que decidir primero la disputa acerca del criterio. Y
conflicto. Y así los contrarreform1stas catolicos arguyeron que los
cuando de ese modo el argumento se reduce a una forma de razonamiento circu­ protestantes eran ocultamente escépticos porque_ no admitían u� i uez
_
lar, el descubrimiemo del criterio se convierte en algo inviable desde que no les de las controversias que no fuera fll- "ribte de la d1sputa. Los catohcos
permitimos {a los filósofos dogmáticos} que adopten un criterio por hipótesis, llamaban a ese juez «el enviado de sn, el Papa; los protestantes lo
mientras que si proponen juzgar el criterio según un criterio los forzamos a retro­ denigraron con un predic�do rr:uni�ipal, ••el obispo de Roma»,
ceder al infinito. Y, más aún, están forzados a un razonamiento circular, pues la . _ .
Contra el hereje antt-tnmtano catal�:t Mtg�Jel Servet, C . alvmo
demostración requiere un criterio probado, mientras el criterio requiere una _
·
sostuvo que no puede ser la Iglesia la_que f11a el cnte:-10 para mterpre­
demosrrar.:ión probada (PH JI 20).
tar la Escritura, puesto que la autond�d de la Ig_lesw descan sa en lo
_
Nótese que el escéptico exige un criterio «aceptado�· o «Compa que dicen algunos versículos de la Escntura. . �alvmo concluyo: por lo
rti­ tanto es la Escritura la fuente de la verdad religiOsa. Pero segun �1 razo­
do», algo que muchos filósofos no han de considerar necesar
io. En namiento de Calvino hay que comenzar por aceptar que la Escntura es
otras palabras, el escéptico considera que la mera constatación
de un la palabra de Dios. ?i 1<;> acep:amos según un criterio: nos C(� mprom�­
conflicto de opiniones ya es razón suficiente para poner en cuestión _
la temos a probar el cnteno segun la razon. Pero el propiO Calvmo admt­
legitimidad de las eventuales soluciones. El lector debe saber
que el te que esto nos llevaría a proponer argumentos cuculares o meramente
autor de este artículo no comparte esa convicción de los escépticos.
Algunos católicos renunciaron a desatar el nudo y propusieron retóricos. Tiene que haber un punto en el que nos detenemos y esto,
cortarlo. Es el modo de operación que los escépticos llamaba según Calvino, debe ocurrir porque hemos alca.n�a_do una vcrd:1d 9ue
n «hipó� se legitima a sí misl!la e. xch;�endo toda postb�lidad de du�a. fa!
tesis». Así, Ignacio de Loyola sostuvo que hay que concordar comple _ del Espmtt .
­ evidencia ocurre por dummacwn a traves ; Santo. Dws nos
tamente con la Iglesia hasta el extremo de que si la Iglesia ha definido
como negro lo que a nuestros ojos aparece como blanco debernos da una persuasión íntima tan irresistible que �e .convierte en 1� gar;m­
decir tía completa de nuestro conocimiento rebgH?so .. El segmdor de
que es negro (citado por Popkin). �os revela que san Ignacio
no Cal vino, Teocloro Beza, insistió en que el s�gno mfahb_le c�e la verdad
creía que las definiciones fueran puramente convencionale
s; 'si .lo es ((la persuasión total». Pero ag:tí l�ay. un Circulo: el entena del col:�­
hubiera creído, sencillamente hubiera aceptado cambiar la palabra ,
<<blanco» por <<negro>> sin culpa y sin mérito. La Iglesia es, pues, cimiento religioso es la persuaswn mtima, la garantJa �e la autent!CJ�
una dad de 1:1 persuasión íntima es que es causada por Dios Y esto esta
autoridad absoluta y la única «razón» que se puede invocar para
acep­ asegurado por la persuasión íntima. Servet f�; conden�do a la hogue­
tar una conclusión. Nó sé si se ha explorado el dato interesante
de que
esta actitud archidogmática c�l fundador de la orden de los jesuitas ra como hereje. El defensor de Servet, Seb0st1:1n CasteI�JO, alego_ 9ue la
_
podría entrai1ar la aceptación implícita del poder de las objecio Biblia es un libro muy obscuro y que su J�lterp�e��cwn ha st_ISC!tado
nes tantas voces conflictivas y tantas reyertas sm dec!s\On que nacl!e pue�e
escépticas que circulaban en la época. ·

Erasmo sostendrá una actitud antiintelectualista en favor de una


sentirse suficientemente autorizado para quemar a otr� como here¡�.
piedad cristiana no teológica: los asuntos humanos son tan obscuros y Beza reaccionó inmediatamente denunciando e� �astell!o a un � esucJ·
diversos que nadfl puede saberse claramente; no hay que complacerse tador de la Antigua Academia y del esceptlctsmo de CarneaJes.
en aserciones. «Esta fue la sólida conclusión de los académicos, que· Castellio escribió, pero no publicó, su libro So_bre el a�te �e. dudar (Dt•
fueron los menos seguros de· los filósofos>> . Erasmo responde a un arte dubitandi), en el que propone un modo hberal, Cienuf¡co_ Y cauro
escrito previo de Lutero significativamente titulado Aserción. En de aproximarse a los problemas que contrasta con el dog�:msmo de
e( los calvinistas.
138
ElEQU!H DE 0tA50 El ESCEPTICISMO ANTIGUO EN lA GENESIS Y DESARROllO DE LA F!LOSOFIA MODERNA

Movidos por 'fu:' fán de oponer se a la Iglesia católica, los protes� Respecto de las Academica de .Cicerón puede señalarse que cuanto
tantes insistieron en la certeza completa de su causa. La ruptura con la Ihás se indaga acerca de la existencia de copias y se exhiben indiscuti­
autoridad no favoreció un tolerante individualismo religioso, como el bles, aunque frugales, resultados, más claro resulta el escaso impacto
que proponía Castellio, sino un dogmatismo completo respecto del de esa obra en la cultura del Renacimiento. El júbilo del erudito que
conocimiento religioso. Por su lado los católicos profirieron argumen� desentierra penosamente un dato polvoriento está en relación inversa
tos de este tipo: los protestantes alegan que hay que encontrar la con su intento de probar ia·difusión de la obra, en este caso en los
verdad en la Escritura simplemente examinándola sin prejuicios; pero albores del Renacimiento (Schmitt, 1972, 1983, 1989; Olaso, 1975).
las contrmrcrsias entre protestantes y católicos, y aun entre protestan­ Se presume que Sexto vivió a mediados del sigl o JI de nuestra era.
res, muestran que el significado de la Escritura no es claro; por lo tanto Hasta ahora se han descubiero dos manuscritos de traducciones lati­
se necesita un juez de bs controversias que proponga una pauta de nas de los Bosquejos p irrónicos, una en París, y una versión mejorada
interpretación; los protestantes dicen que es la conciencia, la luz íntima de ésta, que data del siglo XIV, en Espjña (Biblioteca Nacional, ms.
encendida por el Esplritu Santo; pero, preguntan los católicos, ¿quién 10112 fls. 1-30; manuscrito descubierto en 1955 por P.O. KrísteHcr).
la tiene?; ¿quién puede ser tan fatuo como para reivindicarla? Calvino Si bien la obra de Sexto fue conocida antes de la era de la imprenta, su
piensa que él ha sido iluminado; pero ésta es la opinión privada de signi\.icación hasta mediados del siglo XVI es muy escasa. Un siglo
Calvino; varios protestantes se arrogan esta iluminación, pero sus después Picrre Bayle lo considera el padre de la filosofía moderna
opiniones pugnan entre sí; ésta no es una base firme para la certeza en (llayle, art. Pyrrhon, Rem. B). T_5,!Wnos que explicar brevemente este
temas re!ígíosos. A comíenzos de[ síg!o XVII los católicos sostendrán curioso destino.
que el calvinismo es el pirronismo en religión. Los católicos propusie­ He hecho notar que el humanista español Páez de Castro (1515-
ron reemplazar la doctrina de la infalibilidad personal por la doctrina 1570) escribió, antes que Estícnne, una traduccíón latina de Íos
de la infalibilidad de la Iglesia. Pero los protestantes replicaron que ,
Bosquejos fJirró n icos que según mis noticias aún permanece manus­
antes de adoptar la vía de la autoridad hay que descubrir si la tradición crita e inédita. Páez tenía el propósito de traducir al latín (y por lo
de la Iglesia es acertada. Y para ello se necesita un juez. La Iglesia no ·tanto de divu1gar en Jos medios doctos' la obra d e Sexto Empírico y
puede ser el juez de su propia infalibilidad porque esto es, justamente, pensaba escribir un prólogo apologético (como hará Esticnne trece
lo que está en discusión. Y cualquier elemento de íuicío que se aporre alias después) en el que había de mostrar la importancia de esta obra
en favor de la índole especial de la Iglesia debe ser sometido a una regla para consolidar la posición del catolicismo y poner en fuga a los plei­
o criterio que nos diga si ese elemento es verdadero. Así, concluye el tistas reformados (Solana, 1941; O laso, 1980). En 1562 aparece la
argumento seílalando que el criterio católico de sumisión a la autori­ versión latina de los Bosquejos pirró11icos de Henri Esticnne y siete
dad conduce al más devastador pirronismo. Es visible que cuando años más tarde Gentien Hervet publica su traducción latina de Comra
ambos bandos se acusan de escepticismo en realidad se están imputan­ los matemáticos. Esta edición incluye la traducción de Esticnnc y se
do mutuamente la creación de las condiciones que facilitarán el triunfo reimprime en 1601. La edición del texto griego aparece en 1621.
de! pirronismo. En rigor, cuando los católicos acusan a los protestan­ En el prólogo a su traducción de los Bosque¡os de Sexto, Estiennc
tes de escepticismo abusan del término porque los protestantes son considera benéfica su publicación como remedio para los filósofos
dogmáticos; Io que los católicos les imputan son fas consecuencias impíos y como fuente de opiniones de la filosofía antigua. Por otra
escépticas que se pueden derivar del incesante y complejo conflicto de parte los razonamientos de Sexto le parecen más sutiles que verdade­
interpretaciones suscitadas por el criterio de la persuasión íntima. ros, de rnodo que los dogmas no corren peligro con la difusión de sus
La tesiS de Popkin culmina sosteniendo que el desafío protestante argumentaciones. El líder del catolicismo francés, Gcnticn Hcrvet, en
al criterio católico de conocimiento religioso planteó un problema más cambio, descubre en Sexto una poderosa respuesta contra los «nuevos
fundamental: ¿cómo justifica uno el fundamento de sus conocimien­ académicos» y los calvinistas. Así se origina una importante corriente
tos? Prontamente esta pregunta excede el marco de la discusión reli­ de escepticismo católico.
giosa y se extiende a las ciencias y a todas los territorios del conoci­ Independientemente de los textos de Sexto, Francisco Sánchez
miento humano. (1552-1623) publica en 1581 Que nada se sabe (Quod nihil scitur), un
alegato contra la doctrina aristotélica de la ciencia. Sánchez propone
su propia definición de conocimiento: {<ciencia es el conocimiento
Ill. EL REDESCUBRIMIENTO DE SEXTO EMPIRICO perfecto de una cosa>>. <{Conocimiento perfecto» significa la aprehen­
sión inmediata e intuitiva de todas Jas características reales de una
La obra de Diógcnes Lacrcio, cuyo libro noveno contiene la Vida de cosa. Sánchez señala que el hombre no es capaz de alcanzar conoci­
Pirróu, se tradujo al latín hacia 1430. miento. Como he notado al comienzo de este artículo, si se fija una

140 141
El ESCEPf!CfSMO ANTIGUO EN lA GENESfS Y DESARRotlO DE lA fllOSOf!A MODERNA
EZEQUIEl DE OLA SO

definición de «conocimiento» que exige satisfacer requisitos muy partida que existe una incoherencia básica entre las intenciones de
estrictos, la posibilidad de acreditar conocimiento es muy improbable. lvlontaígne y su obra.
Por otra parte, si se exigen requisitos muy laxos entonces es posible El descubrimiento de América produce una relariviz.:1ción genera!
señalar instancias de conocimiento que satisfacen esa exigcnciar pero de las creencias de los europeos y Montaigne es el intelectual que refle­
resulta incierto que se trate, en esos casos, de auténtico conocimiento. ja con fuerza esa profunda experiencia histórica. Se ha debatido
Probar que algo se sabe, con un conocimiento débil, no satisface la mucho si Montaigne es uno de !os fundadores del relativismo cultura!
demanda de! escéptico. moderno. E n muchos pasajes hay buenas razones para sostener esa
Posiblemente fue Leibniz el único filósofo moderno que prestó hipótesis: la moral sería local, no universal. Lo mismo rige para la reli­
atención a algunas agudas obserVaciones de Sánchez, especialmente en gíón. El crístiano no debe tratar de fundamentar Ia relígión en !a
el dominio de la filosofía matemática (Olaso, 1986). Que el escepticis· razón. La teología no tiene sentido. E l escepticismo es el aliado de
m o sobre la matemática sea imposible (Belaval, 1960), o poco persua­ la religión y de la moral razo'nable: el buen cristiano debe aceptar la
sivo (Fogelin, 1983 ), son dictámenes que quedan atenuados por ese gracia de Dios con la misma pasividad y entrega con que debe allanar­
contraejemplo. se a los usos y costumbres de! país en que vive. También se ha visto en
Montalgne primicias de una actitud política inconformist·a (Laursen,
1992).
IV. MONTAIGNE Y EL ESCEPTICISMO ANTIGUO Poco después de la muerte de Montaigne se publica la obra de
Pedro de Valencia Academica o sea el juicio sobre lo verd a de ro
Merced �1 Monr:1igne el enronccs casi desconocido Sexto Empírico (Amberes, 1596). El autor conoce las tradiciones pirrónica y académi­
alcanza la fama .. Montaigne dedica el más extenso de sus ensayos, ca y se indina por esta última.
como sei1alé, a d1fundir y recomendar las ideas básicas del escepticis­ Charron fue «el seguidor)) por excelencia de Montaigne. Es su
mo anriguo, especialmente en b forma que les dio Sexto Empírico. coetáneo y codifica las opiniones escépticas de Montaigne; pero no se
Montaigne no es u'n disciplinado secuaz de una escuela, ni siquiera de puede negar que ofrece aportes originales especialmente en el plano de
la pirrónica. Es un perlsador libre que ejerce un estilo espontáneamen­ la filosofía práctica. Se ha mostrado que Cho.rron acentúa la diferencia
te escéptico. La más notoria y rica de sus inconsecuencias es que como entre la moral, que consigna a la vida pr1vada, y Ja política, donde
escéptico estaría obligado a suspender el juicio sobre todas las mate­ debe reinar un Estado implacable que asegure la paz a costa de otros
rias imaginables. Sin embargo !v1ontaigne no hace otra cosa que abrir valores. Muchas de las opiniones de Charron prefiguran el Leviathan
juicío acerca de todo. Recomienda los argumentos de Sexto porque de Hobbes {Gregory, 1986, y en genend sobre Charron, Dini y
son pirrónicos pero los expone con la soltura y libertad propios del Taranto, 1987).
estilo académico. De este modo se sientan las bases de una tradición, dentro del
escepticismo, que se conoce con el nombre de «fideísmo». Las obras

Al autor de este artículo lo detiene un escrúpulo metodológico: Si
Montaigne considera que la activida electual no es más que un de Pascal, Bayle, Huet, Hume, Kierkegaard (y las de Feijoo y
.iuego (lll, iii, 73)� si reivindica expresa e su derecho a cambiar sin Unamuno en el mundo de habla hispana) constituyen esta tradición
cesar de opiniones, por incompatibles que sean, ¿con qué derecho interna del esceptícismo que merecería un tratamiento aparte.
destacamos ciertas regularidades en la emergencia de sus opiniones y
se las atribuimos aunque sea como un vago «ideario)} o ��pensamien­
to>)? ¿Con qué derecho intentamos considerarlo un pensador coheren­ V. RENE DESCARTES
te? ¿No hubiera rechazado él su inc.Jusión en una historia de !a filoso­
fía y hasm del escepticismo modernos? Puesto que interpretar es ofre* No debe llamar la atención que en el centro de la historia del escepti­
cer la mejor versión de un texto� lo que en filosofía significa ante todo cismo moderno figure Descartes, el campeón del ariti-escepticismo. Lo
salvar al autor de eventuales incoherencias, pareciera que en el caso cierto es que en su intento por refutar al escepticismo Descartes se
de Montaigne nos atenaza un dilema excluyente: o aceptamos en serio propuso inventar objeciones escépticas tan radkales que si lograba
su derecho a cambiar en cualquier momento de opinión y entonces rebatirlas entonces todo escepticismo quedaba para siempre destruido.
debemos renunciar a la interpretación y, en este caso, sumergirnos en Recordemos la observación ínícial de este artículo: sí partimos de una
el placer literario; o bien, si qt1eremos lograr una interpretación, definición de conocimiento muy rigurosa, es difícil satisfacerla y por lo
entonces tenemos que rechazar como erróneas las declaraciones de tanto el escepticismo aumenta sus probabilidades de vencer. Descartes
Montaígne en favor de·su incoherencia¡ Pero esto parece poco·aconse­ pretendió apoyar su filosofía en un conocimiento absolutamente cier­
jable para una interpretación porque significa admítir'en el 'punto de to;.infalible y capaz de resistir las.objeciones del más fantasiosc de los

142 143
EZEQUIEl DE O lASO El ESCEPTICISMO ANTIGUO EN lA GENESIS Y DESARROLlO DE lA �llOSOFIA MODERNA

cscéP,ticos. Capaz de resistir no ya toda duda razonable sino toda duda ro)>, Pero se ha hecho notar que no es fácil capturar el sentido cartesia­
pos1ble. Advirtamos también la contrapartida de esa regla: si esos ll.o de la claridad y la distinción como criterio de verdad. Si significa
requisitos absolutos son correctos y quien exige tal perfección del 'tue en una situación dada decido que una proposició"n es verdadera
conocimiento fracasa, entonces se convierte en el creador de un mons­ Dorque advierto que la estoy percibiendo clara y distintamente, enton­
rruo que amenazará toda posibilidad de filosofía. Y, de hecho, el C:es esta descripción no expresa el sentido propuesto por Descartes. En
mon!.truo que Descartes imaginó en su neblinosa casa de Holanda Qfecto, tratamos con pr,oposiciones que son irresistibles y en ellas no
�i¡..:uc siendo el interlocutor de todos los filósofos actuales que prosi­ �ay separación entre percibirlas clara y distintamente y decidir que son
�ucn ocupándose de lidiar con el escepticismo. Es irónico pero innega­ Verdaderas. Es decir, que si uno está percibiendo ciara y distintamente
hlc: el joven en quien el cardenal Bérulle depositó sus esperanzas de 4na proposición, por ese mismo hecho uno cree que ella es verdadera.
que reemplazara a Aristóteles en las escuelas {Popkin, 1979) ha sido el :B.ste es el sentido en que debe interpretarse la regla general de
crc;¡dor de un argumento escéptico que hoy exhibe una desagradable �escartes. Pero una vez más si se in�rpreta que este criterio carece de
vitalidad. ll.lstificación y está librado al capriCho de cada percipicme entonces
Descartes se propuso mostrar que entre las dudas del escepticismo �ay que destacar que Descartes ofrecía una justificación: la exisrencia
y el hallazgo de la primera verdad habla una extraña continuidad. Y veracidad de Dios (Willia.rns, 1983). Ahora bien, ya hemos visto las
Comienza su investigación guiándose por este prototipo de conoci­ 'tificultades que amenazan a la prueba de la existencia de Dios a partir
miento absolutamente innegable e irresistible. Contrasta esa noción <:le la idea que tenemos de él.�
con el cambiante testimonio de los sentidos, con la dificultad de distin­ Independientemente de �y sin juzgar en términos actuales Jos
guir la vigilia del sueño, y llega a dudar de las verdades matemáticas· ibéritos de la filosofía de Descartes, es necesario destacar aquí que lo
(acaso hemos sido creados por un genio maligno que se complace en 'lue cuestionaron los contemporáneos de Descartes fue el dualismo
que consideremos evidente lo que de hecho no lo es}. Cuando ya pare­ 'lue había instaUrado Descartes entre el alma y el cuerpo y entre la idea
ciera que nada queda firme, Descartes se detiene a observar: pero Y el mundo exterior. Quien sobresalió en estas críticas fue Foucher
dudo, por lo tanto pienso (porque dudar es pensar); pienso, por lo �Watson, 1988). Para mantener aspectos de la filosofía cartesiana que
tanto existo. A partir de esa primera certeza irresistible, que ha pasado IIJ.zgaban vaHosos, sus sucesores debieron introducir severos cambios.
a la posteridad como el cogito, Descartes propone varias pruebas de la �ocke sostuvo, como veremos� que las ideas se parecen a las cualida­
existencia de Dios de las que se sigue la veracidad divina. Ella permite <:les primarias de los objetos materiales y en �onsecuencia las represen­
levantar la hipótesis del genio maligno y garantizar el criterio de tun. A su juicio, la extensión y el pensamiento no son la esencia de la
verdad que consiste en [a claridad y distinción de las ideas (cf. el artí­ 1hateria y el espíritu respectivamente sino modificaciones de substan­
culo de este volumen de Robles y Bcnítez ••El camino de las ideas»). C.:ia.s desconocidas. Berke!cy por su parte sostendrá que lo único que se
Rápidamente Arnauld y Gassendi hicieron notar que la veracidad divi­ JJarece a una idea es otra idea y que por lo tanto sólo tenemos acceso a
na es la garantía de que nuestras ideas claras y distintas no son enga­ 1\ieas. Hume finalmente abandonará la categoría misma de substancia.
ñosas y a Ja vez Ja veracídad divina se demuestra medíante la idea clara La filosofía cartesiana dependió de una onrologia de la substanóa
y distinta que tenemos de Dios. Es decir, que ambos objetores emplean Y la modificación gue le impidió explicar cómo ocurre una interacción
el argumento escéptico del círculo vicioso para mostrar que Descartes causal entre substancias de tipo diferente y cómo las ideas pueden
no consigue evadir el desafio escéptico. hacer cognoscibles objetos que son disímiles de ellas
Se ha dicho que el cogito cartesiano ya está en san Agustín.
.

También se ha hecho notar que Ockham consideró la posibilidad de Esta incapacidad que deriva de conflictos entre principios básicos de la ontolor;ía
que Dios, merced a su potentia absoluta, suprimiera lo que alguien y fa epistemología en el sistema metafísico cartesiano es la principal de las razo­
cree que es el objeto de su pensamiento. En rigor la Edad Media abun­ nes filosóficas para la caída del cartesianismo (Watson, 1988).
dó en referencias al Dios engañoso (Gregory, 1974, 1982). Exhibiendo
estos antecedentes se castiga la soberbia cartesiana de pretender una .
originalidad irrestricta. Pero lo cierto es que sólo a la luz de la innega­ VL BLAISE PASCAL
ble originalidad de la filosofía cartesiana hemos advertido la existencia
de esos antcccdcnrcs. �-través de sus lecturas de Montaigne, Pascal aprendió que la razón es
Urio de los puntos en que se atacó la teoría cartesiana del conoci­ lrnpotentc para conducirnos a Dios; ni siquiera puede dar fundamento
miento fue, pues, el criterio cartesiano de la claridad y la distinción de a los principios de que depende la vida ordinaria (Pensamientos, ed.
las ideas. En la Tercera Meditación Descartes había expresado esta Brunschvicg, 434 y 556). Sin embargo no acepta la suspensión escépti­
regla general: «todo lo que percibo clara y distintamente es verdade- c� del juicio y prefigura a Hume cuando alega que es contraria a nues-

144 1 45
EZEQUIEL DE OlA SO El ES(EPT!ClSMO ANTJGUO EN lA GENES!S Y DESARROllO DE LA fllOSOF!A MODERNA
.

tra naturaleza. El escepticismo no nos puede infundir tranquilidad sólo son meras apariencias. Cualquiera de nosotros puede dedr «siento calor
espiritual porque nuestras naturalezas han sido creadas con una nece� junto al fuego» pero no «Sé que el fuego en si mismo es tnl como se me aparece»,
Así hablaban los pirrónicos antiguos. Pero los nuevos fílósofos hablan de un
sidad de seguridad que sóio la fe nos puede dar. Los paganos están
modo más a$ertivo: el calor, el olor,los colores, etc., no están en los objetos de
condenados al conformismo y la <(diversión)), Hay que (<oír a Dios». los sentidos; sólo son modifica dones de mi a\m3; sé que los cuerpos no son t3les
Sólo lo oye quien trasciende los sentidos y fa razón y atiende al cora� como se me aparecen.
zón. Lo que aparece como incognoscíbilidad de Dios consiste en que
Dios est;.l oculto y sólo se manifiesta a los que lo buscan. No hay diferencia entre las cualidades secundarias y !as primarias
Buena parte de la actitud de Pascal ante los escépticos se expresa porque del mismo modo que los objetos se nos aparecen con cualida­
en e1 famoso <<argumento de la apuesta)), Pascal quiere, mediante un des sensibles que no poseen por sí, así también puede ocurrir que se
refinado argumento, que un escéptico culto escuche a Dios. Pascal y el nos aparezcan con determinada extensión o figura, en reposo o en
escéptico concuerdan en creer que a Dios no se llega mediante la movimiento aunque estas cualidades no le pertenezcan al objeto. Y
razón. El argumento de Pascal parte del siguiente dilema: o bien Dios concluye:
existe o bien no existe y la razón no lo puede decidir. El escéptico
sostiene que en esas círcunstancias no puede culpar al cristiano que Los objetos de mis sentidos no pueden ser la C<lllS3 de mis sensaciones: por lo
hace una elección por Ja afirmativa o por la negativa: más bien lo culpa tanto yo podría sentir frío y calor, ver colores, figuras, extensión y·movimienro
por elegir. Mientras la moneda está en el aire, dice, no debemos aposM aunque no hubiera ningún cuerpo en el mundo. Por lo tanto no tengo ningun<�
tar acerca del lado en que caerá. Pascal responde: (<Sí, usted debe aposM buen<� prueba de la existencia de los cuerpos.
tar. No hay elección, usted está embarcado», La suspensión escéptica
no es, para Pascal, una opción disponible. Debemos apostar; los ries­ En esto Bayle se inspira en Malebranche (quien fue acusado por
gos son finitos; el premio {la felicidad eterna) es infinito, pero también Arnauld de conducir <<al más peligroso pirronismo") y ataca a
lo es el castigo (la infelicidad eterna); las probabilidades de ganar y de Descartes por haber intentado probar que los cuerpos existen fund�n­
perder son iguales. Así pues, quien a puesta a que Dios no existe, si dose en que Dios no puede ser engañador. Si todas las cualidades son
gana, no gana nada,1y pierde todo si pierde. En cambio, quien apuesta apariencias, esto es, condiciones subjetivas del espíritu, se niega la
a que Dios existe� gana todo si gana y, si pierde, no pierde nada. De realídad de las cosas sensibles. Y puesto que tampoco se ha probado la
modo que si los escépticos tienen razón y los argumentos en favor y en necesidad de que haya cuerpos reales para producir apariencias enton­
contra de la existencia de Dios son equipolentes, entonces en esas ces se niega la realidad de los cuerpos (observación B; cf. art. «Zenon))
condiciones es más sabio apostar a que Dios existe. Pero ¿cómo apos­ observación G y observación H).
tar? Apostar es creer. Pero no se cree porque se quiere creer. El que
quiere creer y no puede, debe acogerse al consejo de Montaigne y
seguir las prácticas de los creyentes; pero no con reservas íntímas síno VIH. JOHN LOCKE
con el sincero deseo de ser uno de ellq..�sto ., permitirá pasar de la
parálisis escéptica, la suspensión del � . a la fe real. Así podrá ef La filosofía de Locke nos interesa con relación al desarro!io del escep�
escéptico derrotar las pasiones que le impiden escuchar la voz de Dios ticismo moderno no tanto por sí misma sino porque estimuló impor­
(Penelhum, 1983; Popkin, 1992, cap. Xll). '
tantes consecuencias, sobre todo en el pensamiento de Berkelcy y
Hume. Se ha estudiado poco la conexión entre la teoría del conoci�
VIl. PIERRE HAYLE miento de Locke y el pirronismo {van Leeuwen, 1963 y especialmente
• Brandt Bolton� 1983, a quien sigo en esta sección). Locke conoció los
El abate Foucher (Watson, 1988) había sugerido que las cualidades argumentos del escepticismo antiguo, en particular los tropos de
llamadas <1primarias>) , como la extensión o el movimiento, eran de la Enesidemo, principalmente a través de la exposición C¡ue de ellos dio
misma índole que las cualidades llamadas « secundarias))' esto es, las Gassendi. También fue lector de Foucher y Bayle. Es plausible- que
sensibles. estos autores hayan influido en Locke tanto o m�s que Robert Boylc,
En el artículo <<Pirrón)> del Dictiomiaire, Bayle perfila nítidamente hasta hace poco su único ancestro reconocido en estos temas. La teoría
la sugerencia de Foucher. En el famoso diálogo entre dos abates afir­ de Locke más próxima al escepticismo es su distinción entre cualida­
ma que después dei desarrolfo def cartesianismo des primarias y secundarias. Es preciso hacer, sin embargo, dos reser�
vas. Locke nunca se refiere a la concepción escéptica cuando establece
ninguno de los nuevas filósofos-duda de que los escépticos tienen razón cuando esa distinción. D e donde se puede concluir que refutar al esceptkismo
sostienen que las cualidades de los cuerpos que impresionan nuestros sentidos no ha sido su objetivo inmediato. Además, si bien la forma de argu-

146 147
EZEQUIEL DE O l A S O E L ESCEPTICISMO ANTIGUO EN l A GENESIS Y DESARROllO D E L A FILOSOF!A MODERNA

mentar de Locke y su invocación de la distinción entre cualidades . _.' La respuesta, de Locke sería que existe una concepción común de
primarias y secundarias tiene un notable aire pirróni�o, su �onclusión las cualidades secundarias según la cual debe entende(se que <<el aire en
constituye una · refutación del escepticismo. la antesala Se asemeja a la idea de calor» y esto se opone a la impresión
Hay que notar que Locke define las cualidades c.omo <•pod�r�s. que de que <<el aire en la antesala se asemeja a la idea de frío». Pero esto es
_
hay en los cuerpos» para producir «ideas en el espm.tu ». A su J U I C I O es inconcebible porqUe no podemos entender cómo el aire pueda parecer­
una confusión considerar que una idea es una cualidad. La blancura se al contenido de la idea de calor, por ejemplo. Locke rcformularía
(que es una idea} no e stá en la nieve (que es � n c�crpo, posced?r Jc esa descripción de las premisas del modo siguiente: 1 ) <<El aire en la
cualidades). Su distinción entre cualidades pnmanas y sccundanas se
'

antesala del cuarto de baño tiene el poder de producir la idea de calor


basa en que las cosas tienen algunas cualidades estables y otras varia­ (debido a las cualidades primarias de sus partes no perceptible s) » .
bles (los colores, por ejemplo). Estas últimas, las secundarias, son Entonces las dos primeras premisas han podido parecer conflictivas a
subjetivas. Pero, a difcrcncja de Bayle, no extier�dc. esa conclus.ión a las quien sostenga la opinión co1nún sc�n la cual las ideas de las cualida­
cualidades primarias a saber la forma, el movamento, la solidez, cte. des secundarias deben ser similares a las cualidades secundarias.
f�stas son inscparablds de los � uerpos en que se encuentran. Por último Claramente el escéptico podría reagrupar sus fuerzas y sostener
Locke señala que es imposible que las cualidades s�nsibles s�an �eme­ que ahora hay dos tesis en conflicto, la concepción común de las cuali­
jantes a los cuerpos pero que es posible que las cual1dades pnman� s lo dades secundarias y la concepción de Locke. Pero entonces por lo
sean. Queda pendiente la aclaración del gran problema que dep el menos habría tenido que ab�nar su tropo sobre la oposición de
cartesianismo esto es, el modo como una idea pueda asem.ejarse a una percepciones conflictivas po�o sobre razones en conflicto.
cosa (Watso �, 1988). ¿Se admitirá que los objetos inmediatos de la Consideremos ahora la actitud de Locke respecto de cualidades
percepción son ideas? Aun en .ese cas? , ¿en 9 t.lé sentid? se l� s puede primarias, por ejemplo, la figura. El argumento puede presentarse así:
comparar con cuerpos? ¿Hay ¡Jeas fnas o sohdas? ¿Como tiene que 1) La torre vista desde lejos aparece redonda; 2) la torre vista desde
ser una idea para que se la pueda comparar con un cuerpo? (cf. J.A . cerca aparece cuadrada. Y el resto prosigue por analogía con el razo­
Robles y L. Bcnítcz, ·�El camino de las ideas,,, en este volumen, y namiento anterior. Según la concepción de Locke, la torre tiene el
también Watson, 1988). poder de causar la idea de redondez o de cuadradez; pero esto no signi­
Ahora bien, ¿cuál es la actitud de Locke ante el escepticismo? Se fica que quien percibe esté inclinado a pensar que la torre es redonda o
ha sugerido una interpretación plausible (Brandt Bol.ton, 1�83_). Locke cuadrada. Aunque la torre parece redonda y parece cuadrada, no se
no se habría propuesto refutar directamente la doctnna escept1�a acer­ sigue de allí que al observador le parezca q�e la torre es redonda y
ca de las cualidades. Pero es plausible que parte de su des¡gmo haya cuadrada. Quien percibe toma en cuenta la� condiciones de percepción
sido impedir que prosperara el razonamiento escéptico. Lo�kc se cuando abre juicio sobre las cualidades primarias de una cosa, por
propuso mostrar que en la conccpcjón común acerca de las cuaJJdades ejemplo, «vista desde lejos». Es decir, que nuestra experiencia del
había un error. Nosotros advertimos que esa concepción opera como mundo no nos conduce a atribuir cualidades primarias conflictivas a
un supuesto no examinado en el escepticismo. Refutada la concepción una cosa.
común, el escepticismo se queda sin sustento. .
Locke mostró que las oposiciones. que p �esenta el escept�c Jsmo
.

para recomendar la suspensión del juiClo en ngor no son ?POSlCJOnes .


JX. G.W. LEIBNIZ
conflictivas. He aquí, con ligeras modificaciones, el e¡emplo que
propone Brandt Bolton: . Es curioso e importante el puesto que ocupa Leibniz en una historia
1) A cierta persona que viene de afuera se le aparece el a1re de l.a del escepticismo moderno. Pareciera difícil de admitir que el creador
antesala del cuarto de baño como - caliente; 2) a cierta persona que de hipótesis tan especulativas como «la armonía preestablecida», o <<el
viene de un cuarto de baño caliente el aire de la antesala del cuarto de mejor de los mundos posibles•> pudiera mantener una actitud cons­
baño se le aparece como frío. tructiva hacia el escepticismo. Y sin embargo Leibniz inaugura una
El argumento escéptico prosigue: . tradición alemana de tolerancia y respeto hacia el escepticismo que
3) Al parecer no hay manera de detenn�nar nu.e,stra prefe�enc1a por
.

culminará en Kant y Hegel. Leibniz pensaba que no había opinión filo­


la impresión de la calidez del aire o por la unpresJOn de l.a fr�aldad del sófica de la que no pudieran extraerse enseñanzas y ciertamente no
aire; 4 ) por tanto pareciera que aunque podamos dee� r ��mo se le
.
excluyó al escepticismo de esa generosa expectativa. Pero nunca tomó
aparece el aire a cada persona, tenemos que suspender el ¡mc1o respe:­ en serio al escéptico modelado por Descartes. Consideró que las hipó­
to de su naturaleza real. (Para un análisis del argumento en la tradi­ tesis del sueño, el genio maligno y el Dios engañador eran insuperables
ción escéptica, cf. Annas y Barnes, 1985.) o irrelevantes y a veces permite entender que las considera irrelevantes

148 149
E Z EQUIEl D E O LASO EL ESCEPTICISMO ANTIGUO EN l A GENESIS Y DESARROLlO D E lA FllOSOFIA MODERNA

porque son insuperables. En efecto� sostuvo que si alguna vez este tipo concepción del conocimiento. Hasta entonces lvlontaigne (posiblemen­
de dudas «puede suscitarse legítimamente después será insuperable, te buen heredero en este punto de los escépticos antigtws) reivindica­
incluso siempre se alzará como un obstáculo ante el mismo Descartes ba, como dije, el derecho a la incoherencia. Mersenne y Gassendi
y ante todo aquel que presente las verdades más evidentes>> . Pero {\Xlalker, 1983) trataban de apoyar la ciencia en un saber fenoménico.
también alegó que este tipo de dudas era insuperable porque era irrele­ Descartes postulaba como ideal del conocimiento la certeza intelec­
vante: ni las dudas se consolidan si se fracasa en probar la existencia tual. Todos suponían que el conocimiento es algo qtte ocurre y que
de Dios ni se suprimen si probamos que Dios existe {Olaso, 1982, depende en gran medlda de su vinculación con un sujeto. Leibniz
419). Desplazado el escéptico engendrado por las dudas hiperbólicas consideró que esta noción de conocimiento era excesivamente psicoló­
de Descartes, Leibniz se interesó, sin embargo, por las cuestiones que gica (y que en el caso de Montaigne y Descartes estaba directamente
movilizaba el escepticismo; mantuvo cordiales relaciones con los vinculada a episodios contingentes de biografías individuales}. Nótese
escépticos franceses de su tiempo (Popkin, 1966) y conoció de primera que en la medida en que hay que destacar la conexión del conocimien­
mano los documentos básicos del escepticismo antiguo: no sólo leyó a to con el asentimiento (o bien con la suspensión del juicio) es necesario
Sexto Empírico en su lengua orígínal sino que escribió un comentario considerar el conocimiento como un concepto disposicional en el semi­
al primer libro de los Bosquejos pirrónicos (Olaso, 1983). do de la inclinación de un sujeto a prestar su asentimiento (Rescher,
Leibniz sostuvo que la lectura de Sexto y aún de Sánchez podía ser 1980). Desde sus escritos más tempranos Leibniz mostró su preferen­
fructífera para quienes se interesaran por la perfección de la ciencia. cia por un tipo de conocimiento diferente, caracterizando la racionali­
Esto muestra el punto exacto en que se centra el interés de Leibniz por dad como «el encadenamiento inviolable de _verdades•• y cuyo modelo
el escepticismo. E! hombre, ejemplarmente el científico creador, inven­ estaba en el sistema deductivo de Euclides. Estas son las <<verdades de
ta, yendo de lo conocido a lo desconocido; pero también es bueno que razón·�, que se fundan en última instancia en el principio de contradi­
el hombre se preocupe por buscar una buena justificación de lo que ción. Por otro lado estan las «verdades de hecho•}, que son contingen­
cree conocer. Este segundo movimiento que va de lo presuntamente tes y tienen corno fundamento una versión corregida del cogito de
conocido a los fundamentos que justifican el conocimiento es el que Descartes. Leibniz procuró reftirar a los escépticos esbozando demos­
muchas veces los hombfes postergan u olvidan. Leibniz considera que traciones de rigor matemático para probar los principios de las cien­
Jos científicos no deben distraer sus energías en esa tarea, para ello cias, aunque esos intentos están afectados en buena medida por circu­
están los filósofos. A su vez, el escéptico cumple el papel de denunciar laridades (Olaso, 1988). Menos drásticamente escribió diálogos en los
la falta de justificación o las justificaciones de mala ley y hasta de cues­ que aparecen escépticos encarnando posiciones típicas de la moderni­
tionar los fundamentos Il)ismos de toda justificación. Pero Leibniz dad (Oiaso, 1982, parte IV) y llegó a proponer una·estrategia pura­
dista de comp::t rtir la confianza de los escépticos en que toda justifica­ mente formal para rebatir a los escépticos. Se ha sostenido que esos
ción es imposible. Los escépticos son serviciales, cumplen un papel intentos fracasan y que el formalismo de Leibniz no puede dar una
importante en la filosofía perenne pero el hombre está en condiciones respuesta convincente a las objeciones del escepticismo (Olaso, 1988).
ct'e ct'ar respuesta a sus recl'amos . .!Vfás at{n, L� sost1"ene que s1· se
logra justi ficar todo el conocimiento a partir �nos pocos principios
se habrá logrado la perfección del conocimiento, la ciencia ideal., En X. I'El)OO
este sentido Sexto y Sánchez colaborarán, involuntariamente, eri e!
logro de la ciencia ideal (O laso, 1986). Leibniz reconoció explícita­ El nombre de Feijoo puede estar ausente de una historia de la filosofía
mente <d a dificultad que tortura a todos acerca del modo como tene­ moderna y aun del escepticismo moderno sin que tiemble un justo.
mos certeza de aquellos principios de los <fbe se extraen las demostra­ Pero en una obra como la presente parece inexcusable referirse al
ciones�� (Olaso, 1982, 253), esto es, admitió la fuerza de las objeciones llamado padre de la Ilustración hispánica. La obra de este sacedote
escépticas a los fundamentos del conocimiento. Leibniz sostuvo que el católico fue muy importante como difusora de las ideas de la filosofía
modelo de conocimiento es el deductivo. Según el paradigma de moderna y fue inmensamente popular en los países de habla española.
Euclides, toda la justificación del conocimiento reposa en última Feijoo tiene el estilo informal de un charlista y su obra se nutre de los
instancia en principios que a su vez no pueden recibir justificación sin periódicos científicos y filosóficos de la época. Hay buenos elementos
regreso al infinito. Se comprende que una concepción como la escépti ­ de juicio para creer que leyó con cuidado a Bayle y a Malebranche.
c a que cuestiona la justificación d e los principios haya aparecido ame Fue un campeón de la tolerancia. Por ejemplo, propuso la licitud de la
Leibniz corno un desafío importante. Fiel a su concepción de las bata­ ética no religiosa cuando mencionó a Epicuro y a Spinoza como ejem­
Has filosóficas, admitió el conflicto y buscó una solución. Es jmportan­ plos de ateos virtuosos (Olaso, 1993). También fue partidario de
te notar que Leibniz introduce en la filosofía moderna una nueva Newton� aunque esto le despertara una peligrosa curiosidad a la

150 151
E Z E Q U I E L D E OLASO El ESCEPTICISMO ANTIGUO EN lA GENESIS Y DESARROlLO D E LA FILOSOFIA MODERNA

In9uisicí?n. En materia religiosa abogó contra las supersticiones y la decisivos, si se distinguen las -ideas de las cosas. Sabemos que Berkeley
mtla9rena. E? :los te�as � q.u e,nos competen Feijoo propuso- lo ·que ·conocía �bien. los--argumentos,de:Bayle' sobre la reducción de todas las
llamo (<SceptlClSffi:O_ftlosof�c? » {Teatro crítico universal III, 1 3 } . Se cualidades a meras modificaciones del espíritu humanó. De ahí que
trata de _un escepttctsrno mtttgado por el estilo del que propusieron sostenga que lo único que conocemos son nuestras ideas. En conse­
Gassendt r �er.scnnc: el entendimiento humano no es capaz de pene­ cuencia no podemos decir si las ideas se asemejan a las cosas o siquie­
tra � en la I� ti mldad de l� s cosas pero .una ciencia de la apariencia es ra si las cosas existen.
postblc. A�m�1smo.
recomienda esta actitud porque humilla la soberbia Bcrkeley sabe que los filósofos modernos (sus clásicos Descartes,
del entcnd1mtent� en cuestiones de fe rcl�giosa. No es osado imaginar Locke, Malebranche) sostienen que el mundo externo, no percibido,
qu� con esas m_edtdas y so?rc t? do con Ciertos énfasis, Feijoo lograba existe. Y aunque niegan la realidad de las cosas sensibles, aspiran a
crear un esp�CIO para la ctencta moderna, al abrigo de lo que llamó probar que existe realmente un mundo corpóreo de cosas compuestas
«guerras d� s�ste� as» por un lado, y de las inquisiciones religiosas por de cualidades primarias. Pa¿a ello se apoyan respectivamente en la
otro. Su predtca dw h�;mosos frutos en España y América hasta que el perfección de Dios, en un «no sé qub> o en la autoridad de las sagra­
terror de la Revoluc wn francesa bloqueó nuevamente el acceso de 'das Escrituras, pero esas pruebas nada justifican y, pese a sus intcncio­
nuestros pueblos a la modernidad (Olaso, 1976 y 1979). -,nes antiescépticas, sus filosofías conducen al pirronismo.
\ Berkeley señala ·que la existencia de la materia no se puede demos­

trar a priori. Por otra pa_U¡, Bayle ha mostrado que no hay diferencia
XI. BERKELEY ontológica entre cuali�s secundarias y primarias. Esto destruye la
concepción de la materia en que está fundada parte de la filosofía
Popkín {1 �5 1 ) ha m.ostrado que los títulos declarativos y programáti­ moderna. Y como la materia no se puede percibir, no sabemos nada
cos de.vanas obras tmp�ntantes de Berk�ley muestran la importancia de ella.
ql!e asignaba a.l e?ceptlCismo. As1, _ anuncJa.el Tratado sobre los princi­ Berkelcy reconoce la fuerza de los argumentos escépticos en la
pws del conoCimiento humano como una Investigación acerca de «los medida en que los fílósofos modernos admiten el dualismo de
fundamentos del escepticismo, el ateísmo y la irreligión>>, Y caracteri­ apariencia y realidad, porque una vez concedido este supuesto los
za el 12r?p ósito �e �os Tres diálogos entre Hylas y Filonús como una pirrónicos no demoran en probar que todo es apariencia. Pero a dife­
<(OpOSJCI011 a esccptiCOS y ateOS>>, rencia de los demás filósofos modernos Bcrkeley no se empeña por
�ara B�rkcley el e�céptico duda de las cosas sensibles y también de defender una realidad no percibida como última línea de resistencia
la ex1 stcn�1� dc.los ob¡ctos reales como cuerpos o almas; en rigor, éstas contra los ataques escépticos. Su estrategia cons.istirá en mostrar que
son espectúcacwnes del hecho general de que duda de todo. Berkeley el ataque escéptico es inocuo si se admite que ser es ser percibido, esse
trata de reconstruir el camino que ha- seguido el escéptico para llegar a est percipi.
esa extravagante conclusión, tan remota de lo que sanamente cree el Hay dos concepciones del conocimiento humano: la del hombre
hombre común y, lo que le parece el colmo, tan proclive a la impie­ común, según la cual las cosas que percibimos inmediatamente son las
dad. _ El �rimer paso es afirmar que todo lo que podemos conocer son cosas reales, y la de los pirrónicos y los filósofos modernos, que sostie­
apancnCJas que están �<�:n el espíritu." : Ento_nccs B�rkeley muestra que nen que las cosas que percibimos inmediatamente son ideas. Berkcley
un �u puesto ?el escepticismo es a?r�11t1r la dtferencJa entre apariencia y sostiene que los escépticos tienen razón en haber barrido del mundo el
reahdad, o b1en entre lo que perctbr�o.s y lo que existe, entre percipi y concepto de materia. Pero lo que queda no es algo que requiera una
esse. Esto es lo que conduce al esccpt!Co a declarar que la existencia nueva fundamentación. Lo que queda es el mundo de las cosas sensi­
absoluta de �ualquicr objet? independiente del espíritu es incognosci­ bles y éste realmente existe. El mundo de las apariencias es el mundo
_
ble. Ahora bten, todos los filosofos que creen en la existencia absoluta de la realidad. Berkeley exclama en su cuaderno de notas:
de �a materia caerán e � e! e�<;eptic�smo, puesto que sus concepciones
estan ba?adas en esa dtstmcwn_ y fmalmente tendrán que admitir que
Estoy en favor de la realidad más que cualesquiera otros filósofos; ellos plantean
miles de dudas y no saben con certeza si no serán engañados. Yo asevero directa­
la mate � ¡ � _no es más que apariencia. En los diálogos, Hylas da voz a mente lo contrario.
esta posiClOn. El peligro es que el escéptico que duda de que algo exis­
ta puc?e ll�var a la gent� a dudar de los principios de la religión verda­ Así Berkeley defiende un realismo del sentido común y se enfrenta
dera. �1 mismo razonarruento que conduce al escepticismo puede llevar al escepticismo en su campo de batalla predilecto: el mundo sensible.
.
al ate 1 smo. Los conocidos argumentos o tropos del escepticismo anti­ Berkeley considera que los tropos del escepticismo antiguo tienen
guo (vista de lejos la torre es redonda, de cerca cuadrada· el palo fuerza si uno supone que existe un mundo aparte de la sensación. Pero
recto en el aire, en el agua aparece quebrado, etc .¡' son, para Berkcley: si en cambio uno adopta la concepción de que esse est percipi, desapa-

!52 153
E Z E O U ! E L DE OlA SO El E5CEPTICI5MO ANTiGUO EN LA GENES!5 Y DESARROLLO DE L A F!WSOF!A MODERNA

recen los ejemplos de ilusión sensoriaL Todos los filósofos anteriores sentir, por una necesidad absoluta e incontrolable, y no podemos evitar que cier­
habían distinguido cosas e ideas, realidad y apariencia, esse et percipi. ras objetos se nos presenten con mayor plenitud e intensidad en virtud de su
conexión hahinwl con una impresión actual ( ... ) Todo aquel que se haya tomado
Una vez que se renuncia a esa distinción y se admite que no hay otra
la molestia de refutar las objeciones capciosas de este escepticismo total ha· dispu­
realidad que las apariencias) el desafío escéptico queda disuelto.
tado en realidad sin antagonista e intentado implantar en el espíritu, por medio
de argumentos, una facultad de que 13 naturaleza ya lo ha dotado y que es por !o
tanto ine!udihle (Treatise 1, iv, i).
Xll. DAVID HUME
A mediados de este siglo l a propuesta de R.H. Popkin procura
Desde� finCs del siglo X V I I I .y lo l a rgo dék:ox se consideró que Hume reconocer los méritos de ambas interprer.lciones. Hume habría soste­
era- Lm filósofo escéptico. Sobran elémeotos de juicio para esa adscrip­ nido el único pirronismo consistente, ((el más devastador pirronismo>�,
ción: sus obras contienen argumentos contundentes para mostrar que al sacar a luz y asumir todas las consecuencias del pirronismo clásico.
las ideas centrales de la metafísica occidental, la substancia y la causa­ Habría en Hume un dogmático y un escéptico inextricables. Unos
lidad, no son mús que sendas costumbres de nuestras mentes. De las adarmes de pirronismo impiden que nuestra ciencia se transforme en
cosas sólo tengo impresiones que suelo ver juntas y e1 hábito que así dogmatismo; un poco de dogmatismo coarta las destructivas conse­
se establece me induce a inventar bajo ellas u n a substancia y entre cuencias de un pirronismo exorbitado. La inestable composición de
ellas una relación causal. Pero la substancia y la causalidad no exis­ estos ingredientes conduce a una vida esquizofrénica que, sin embar­
ten. Sus Diálogos sobre la religión natural deslizan ba·jo una cuidado­ go, sería la única honorable p a r a •• u n filósofo honesto» (Popkin,
sa ambigüedad opiniones contundentes contra el Dios cristiano y aun 1 9 5 1 ) . Recientemente Stroud ha criticado esta interpretación y ha
contra todo Dios creador. Esta obra contiene la famosa frase: «Ser un · recomendado una versión refinada de la interpretación de Kemp Smith
escéprico cristiano es, para un hombre de letras, el primer paso, y el (Stroud, en prensa).
esencial, para llegar a ser un sólido creyente cristiano>>. ¿Es que el De todos modos el Treatise propone un escepticismo respecto de
escepticismo nos indUce a la humildad y nos abre la posibilidad de la la razón que es invencible por medios racionales: sólo los impulsos
religión sin teología? Así.Jcyeron esta frase los fideístas. Pero también naturales nos rescatan de ese estado. Hume sostiene que desconfío de
puede recelar una ironía, habitual en Hume: u n hombre de letras no la razón cuando examino de un modo reflejo mi entendimiento y pier­
puede creer las razones que se invocan en favor de la religión. En este do, finalmente, toda confianza en la razón cuando advierto el progre­
caso la consecuencia no sería el fideísmo sino el ateísmo o el agnostiH sivo riesgo de error que generan los sucesivos exámenes de mis propias
cismo. facultades.
Contra la interpretación de Hume como escéptico se alzó Norman
Por muy fuerte que sea nuestra primera cn·cncia, se desvanecerá inb!ih!cmente a
Kemp Smith. Su argumento principal es éste: aunque el trabajo escép­
rmvés de !a.� SUCt'.�Ív:Js inspeccione.�, cada 11/l;! de !as cuales dismínuir;Í en algo m
tico de la razón es destructivo no hay que descuidar el trabajo cons­ h/N-47)-' J-;{_¡'0.1"j}).-),d)
tructivo e involuntario que realiza en -noSotros l � turaleza. El detalle
de su argumento se puede resumir así: Hume �egó que tuviéramos Se ha distinguido entre el escepticismo radical que ostenta e!
conocimientos; tampoco que esos conocimientos pudieran ser ciertos; Trcatise y el mucho más moderado de l a Enquiry. Por de pronto, lit
lo que dijo Hume es que la razón es impotente para ofrecer una justifi­ Enquiry aparentemente ha renunciado al escepticismo respecto de la
cación satisfactoria de esos conocimientos; más aún, la razón ni siquieH razón.
ra puede identificar un solo conocimiento cierto. Pero, prosigue, eso Bt1ena parte de la reciente renovación del estudio de las conexiones
no entraña escepticismo; lo que la razón no pue� hacer en forma clara entre Hume y el escepticismo se ha origin:1do a l advertir que Hume
lo hace, bien o mal, la naturaleza. En consecuencia, propuso que no se sostuvo que el estado de suspensión se refiere a las creencias, es una
hablara más del «escepticismo>>, _sino del (( naturalismo)) de Hume «actitud respecto de cada cuestión y de toda cuestión)>. Hume habría
(Kemp Smith, 1 9 4 1 ) . Un texto de Hume respaldará siempre esta línea rescatado, pues, el verdadero radicalismo del escepticismo anriAuo
de interpretación: (Burnyeat) 1 980). El problema acerca de si el escéptico puede vívir
su escepticismo se plantea porque se considera que la suspensión
Si se me preguntase ( ... ) si soy realmente uno de es-os escépticos que sostienen comprende el estrato básico de las creencias. No se ha notado que esr<t
que rodo es incirrro y que nuestro juicio no posee medida algur1a de verdad y idea de que el escepticismo propone una suspensión de las creencias se
falsedad con respecto a cosa alguna, respondería que esta pregunta es entera­ encuentra plenamente expuesta por Pierre-Daniel Huet (Huet, 1 723),
mente superflua y que ni yo ni nadie ha sustentado jamás tal opinión en forma
en quien se puede haber inspirado Hume, direcramenre. . o través de
sincera y constante. La naturaleza nos impulsa a juzgar como á respirar o a
Pascal.

154 L\ 5
EZEOUJft DE OlA50 Et ESCEPTICiSMO ANTIGUO éN LA GI::NE$!5 Y DESARROllO Df lA fJLOSOFIA MODERNA

Xlll. KANT en mo4o ,�lg':qo;favoreceiel escepticism � , ciertamente favorec� el


método·escépt!CO» (B535PY nempo despues constderara . que e! meto­
Para �xaminar en detalle la relación entre Kant y el escepticismo conta­ do escéptico o · de la'suspensión del juicio es muy útil p��a el proced1 �
mos con dos excelentes estudios ·de muy diversa orientación: uno miento critico en 1a medida en que no conduce al escept �Cismo. To�elh
predominantemente filológico e histórico (Tonelli) 1967) y otro de formula así esta situación: la Crítica es dogmática sm conduCir al
orientación puramente filosófica (Stroud, 1 9 8 3 ) . Veremos sólo algu­ dogmatismo y también es escéptica Sin _c<:'�1ducir al escepti_cismo.
nos aspectos de la primera inccrpretación. La lectura de la segunda es Finalmente la Crítica es una nueva pos1Cl0Il entre dogmatismo Y
ampliamente recomendable para quien quiera obtener una visión clara �
esccpticism que aprovecha las ventajas de ambos estilos de razonaH
de la novedad que aporta Kant en el problema de la existencia del miento y logra eludir sus desventajas.
mundo exterior. . . .
Otro aspecto importante vincul�do con el escepticJS�10 rad1ca : n
Como es sabido) Kant siempre tuvo a la vista la distinción entre ,
la atención que Kant prestó al mctodo de !as ant1t � s1s de Zeno :1
escepticismo y dogmatismo y comenzó por tomar de cada orientación de Elca. En la Crítica de la Juzón pura s e re f¡ erc el og ws a m cn tc a el
lo que le parecía más conveniente: el método debía ser ••escéptico>>, o (B530-1 ) . Kant considera que la dialéctica de los antiguos consistió en
<�zetético» (de zetein investigar). Este término es uno por los cuales
=
· el uso puro del entendimiento, esto es, en el emple'? d : c�:mceptos total­
se definían a sí mismos Ios escépticos antiguos. En 1763 parecí era mente aislados de la sensibilidad, pero que esa dJalecuca no fue una
tener in mente esta concepción cuando sostiene que es necesario deter­ ciencia de lo probable sino de la ilusión. Y que si hubiera sido una
minar los conceptos básicos simples a través de un proceso analítico crítica de la ilusión h u bie�ido admirable. Kant mostrará en la
antes de construir una filosofía sistemática. En la Lógica Blombcrg de .. Dialéctica Trascendenrab�Je el entendimiento humano se ve f�rza­
1771 define •<Zetético» como aquel que no está dominado por la máxi­ do a sostener dos cadenas de razones opuestas respecto de los ob¡etos
ma d e rechazar todas y cada una de las cosas, n i de adoptar en cada que pretende conocer. Por ejemplo, puede exponer razones, aparentc­
caso una decisión positiva e indistinta, ni de mantenerla ciegamente; Hlente buenas, para sostener que el mundo tuvo un c�mJcnzo Y
más bien es el que reflexiona en su conocimiento y lo pone a prueba. wmbién para sostener que es infinito; de modo similar le asisten razo�
Un ai'io después es claro que Kant asocia íos términos «zetético>> y nes aparentemente buenas para sostener que hay una causalidad libre
«crítico» : <<La idea de la metafísica ¿es crítica o es una doctrina: eS su y para sostener que no la hay, etc. El método de oposición qu� emplea
procedi.miento zctético o dogmático?» (Reflexión 4455). Después de la Kant, inspirado en la dialéctica de Zenón,.. no debe consistir en un
rcvoluctón del año 1769 la actitud crítica se le aparece en la forma que ..arte•> sino en una «crítica de la ilusión» que en modo alguno condu­
antes tenía el procedimiento «Zctético)), ·
cirá al escepticismo sino a revelar el falso supuesto que cc;>mp�rtcn las
A su vez Kanr mantuvo una concepción doble del dogmatismo. En tesis y sus antítesis. Es muy probabl � que K � n t se ha ya wsp1rado c�1
la Crítica de la razón pura sostuvo que la Crítica se oponía al dogma­ Baylc, el único moderno, según Tonellt, que h1z0 dcl merodo de 1� anu­
tismo pero que debía ser <�dogmática, esto es, estar establecida firme­ tesis el rasgo central de su estilo de pensamiento. El nuevo cammo de
mente y a priori sobre la base de ciertos· principios» ( B XXXV). El la filosofía no es, pues 1 ni dogmático ni escéptico sino crítico. Y la
sentido posiÓl'O de dogmatismo emecgc cuando Kant opone d conoci­ operación básica consistc en partir de que conocemos (ahí está el si�te­
miento dogmático (universal, racional, a priori) al histórico (a poste­ ma de Newton como paradigma) e jnvestigar el modo como es pos1ble
riori, relativo a individuos). Los dogmas son conocimientos que se que lleguemos a conocer con rigor matemático el mundo. En la famo­
pueden descubrir a priori a través de la razón pura, como en la mate­ sa fórmula de Kant <<cómo son posibles los juicios sintéticos a priori».
mática; pero también son conocimientos que están basados en la expe­ �
Tonelii ha notado que la cuestión del escepticismo se tran s or!lia a
riencia. El sentido negativo de <<dogmático•> surge cuando se lo emplea mediados del siglo xvm en la cuestión de los límites del conocumcnto
como opuesto a <<escéptico))' <<crítico», «problemático>> y <<dialéctico». humano (Tonelli, 1959 y 1 9 7 1 ) . El escepticismo mitigado que habían
E! sentido positivo de <<escepticismo)> y «escéptico" es el que desig� recomendado Mersenne y Gassendi en Francia y ya en el siglo de la
na un procedimiento cuidadoso en el que uno no alega nada hasta que Ilustración Feijoo en España y Hume en Gran Bretaila reconoce lo s
haya considerado los pro y contra y llega a un:1 certeza completa sin límites del cntcndimjento humano y la imposibilidad de un conoCI­ _
excluir que se pueda alcanzar la verdad; aquí <<escéptico>> significa lo miento absoluto, pero esto no los conduce a b negación del valor del
mismo que «crítico» y «problemático>>. Este escepticismo auténtico se conocimiento empírico. En el periodo crítico Kant rechazó el escepti­
opone al fal so, que mantiene la duda como último fin y cae entonces cismo antiguo y toda forma de esceptici �m? radical. Es verd a d q u ;
en el dogmatismo. En la Lógica Blomberg, Kant consideró que Hume definió nítidamente los límites del conocmllento humano y excluyo
y Voltairc practicaron un inadmisible escepticismo extremo. En la todo lo que estuviera fuera del dominio de la experiencia posibl� . .Pero
_Crítíca de fa rdZÓH pura Icemos: «Mientras Ia di-.1léctica trascendental en modo alguno se debe confundir su posición con la del esceptiCismo

156 157
EZEQUIEl D E O l A S O E l ESCEPTICISMO ANTIGUO E N l A GENES!$ Y DESARROLlO D E l A FllOSOFIA MODERNA

GuiJa, Napo!i.
mitigado, P ? rque creyó haber construido u n sistema firmemente Gregory, T. ( 1 986), Etica e Re/igione nella critica libertina,
, FCE, México.

fund ado segun el cual lo� ombres tenían acceso a verdades necesari,1s Hegel, G.W.F. ( 1 955} Lecciones so/1re 1-listorirl de la Hosofía
hie, en Samtliche \Verke
_
Y universales e � un dom1mo acotado que, desgraciadamente, no siem­ Hegel, G.W.F. ( 1 965) Verhiiltnis des Skeptizísmus zur Philosop
I, Frommann, Sruttgart-Bad Cannstatt.
pre estaba habitado por los seres y las realida des más interesantes. s. Gnmdriss der pyrrhoni-
Hossenfe!der, M. ( 1968), "Einleittmg» t1 Sextlls Empiriw
sc/JI'n Skepsis, Suhrkamp, Frankfurt a. Main.
Miinchen.
BlfiLIOGRAF!A Hossenfe!der, M. ( 1 985), Stoa, E(Jikureisnws tmd Skepsis, Ikck,
{ 1 723), Traité {Jhi{oso{Jhique de la (oibh·sse de !'esprit lmmain.
Hnet, P.-D.
Las referencias :1 las obras de los autores clásicos de la modernidad se encuen tran en ¡l5 Kcmp Smith, N. ( 1 94 1 ), The Philosophy o( David Hume.
Haye.
L1brousse, E. { 1 964), l'ierre Bayle, 2 vo\s., M. Nijhoff, La

obras citadas en esta bibliografía. Montaigne, Hume


bursen, J.Chr. ( 1 992), The Politícs o( Sl�epticísm: in the Anciellfs,
Annas, J . Y Bar nes, J. ( 1985), The Modes of Scepticism. Ancient Te:r:ts and lvlodem and Kant, Bri\1, Leiden.
Vrin, Paris.
Imerpretall(ms, _ CVP, Cambridge. Lenob!e, R. ("1971 ), Mersenne o11 la naissance du micani�·me,
a.
Barnes, J. ( ! 9 83), ,(fhe B� liefs of a Pyrrhonist»: Elenchos IV, 5-43. r..-tadanes, L., «Hohbes on Truth and Peacc», en Popkin, en prensa,
hy»: ]ournal o{ th,•
Barnes, .J. { 1 990), The Tmfs o( Scepticism, CUP, Cambridge. !'vlissner, M. ( 1983), .. Skept!cism and Hobbes's Política! Philosop
Relava!, Y. ( 1 960), Leibniz critique de Descartes, Gallimard, Paris. History of Ideas XLIV, 407-427. .
renacentista»: Intema­
Belav�l, Y· { 1969-71), «Rationalis me sceptique et dogmatisme du sentiment
chez Jean­ Olaso, E. de ( 1 975), «Las Academica de Cicerón y la filosofía
]<lcques Rousseau»: Amwfes de la Société ].-]. Rousseau XXXVIII tíonal Studies in Philosoph.v VJL
y la Medicina , : Asclepio
Bloch, o.R. {_1 97 l ), _ La philosopbie de Gassendi, Nomiualisme, matérialism ·
e et Ol:�so, E, de { 1 976), «El "Sccpticismo filosófico" de Feijo()
_
metajJhystqlt e, N1¡ _ hoff, L1 Haye. XXVlll.
en el Discurso de
Brandt Bolton, t\.L ( 1 983) « Locke and flyrrhonism · The Doctrine of p nmary
· · anJ Olaso, E . de { 1 979), "Las ideas ilustradas de Manuel José de Lavardén
Secondary Qu:�lities», en M. Burnycat, 1983. ción al estudio de l a influenci a del Padre Feíjoo en e l Río de la
1 778. Contribu

Bran�l � B(J ton, M., «Spinoza on Cartesi;:¡n Doubr,: Nous XIX 3 (septiembre), 379-395. Pla.ta», en Ilustració n es¡wiír¡{a e Independ encia de América. Homena je a Noel

l runsd�vKg, _ L. { 19,45), Descartes et Pa�cal �ecteurs de Montaigne, Alc;:¡n, Paris. Saloman, Universidad Autónoma de Barcelona, 367-371
.
de los escepticismos":
l tJrnyear, M. { 1 980), "C1n rhe Scepnc L1ve his Scepticism ? » , en M. Schofield,
;-.. ¡ _ Olaso, E . de ( 1 980), « b historia del escepticismo y d problema
� Versión abreviad ;:¡ en Nous
�u �nyear Y J. B:1rnes (comps.}, Dou/Jt and Dogmatism. Stttdies in Hellenistic Revista tatinoamericana de Filosofía VI, 267-276.
l:¡mtemology, ClaremJon Prcss, OxforJ. T:1mbién en Burnyeat, 1983, XVIII ( 1984], 135-144.
Obso, E. de- ( 1 981a), "Thom.1s Hobbes y la recta r¡¡zÓn»: Manuscri
Burnyear, M . ( _1 982}, «IJealism :1nJ Grcek Philosophy : What Descartes Saw to IV, 29-35.
,;nJ fJirrónica de Hume Y
lkrkeley M1sseJ,, en G. Vesey (comp.), ldealism Past ami Present London Olaso, E. de ( 1 9 H J b), Escepticismo e Ilustración. La crisis
Burnye�t, M ., ( 1983) (con� p.), TIJe Skeptict¡{ Tradition, Berkeley-Los A ngeles-Londn11, Rousseau Universidad de CM•lbobo, V:�\encia.
Buenos Aires.
lJn¡vcrsJty _ nf Cal1fornw _ Press. O laso, E. de p '9H2), G. \V. Leibniz. Escritos filosóficos, Charcas,
Burn�·e � t, M., ( 1 _?� 4}, "T !le Scepric in his Place and Time», en Rorry, Schneewind ericana de Filosofía
,. O laso, E. de ( 1 9S4), " Leibniz y el escepticismo": Reuista Ltlfinoam
Skmner; vers1on amphada en Popkin y Schmitt (comps.), 1987.
·
X, 1 97-229.
�h �. sholm, RJvL (IJ 977), Theory o( Knowledge, Prentice Hall, Englewood-Cliffs. portugués).
Olaso, E. de ( 1 986), « Francisco Sanches e Leibniz": i\1Ui/ise 4 (en
Ch1shol � , R.M. ( 1 982), «The Problem of Criterion», en Th 'oundations of Ktwwing
UmversJty _ of Minneapolis
Press, 61 -75.
� ·
0\aso, E. de {
los primeros
1 988), «Una
principios
bancarro
» :
ta
Revista
de J¡¡
Latinoam
razón pura.
ericana de
La justificac
Filosof
ión leibniziana de
ía XIV, 303-322.
wul sein jahrlnmdert.
C�tr�cy, EJ\'1. ( 1 97R), Descartes <l,!Jt1Ínst the Skeptícs, Harvard, '1m bridge, MA. Olaso, E. de ( 1993) «Spinozn et l ' Espagnc éclairt·e", en Kam
Dll1J, V.. Y Tara nt l, D. {cnmps.) ( 1 9H7), La s<Jggeza moderna. Temi e f'ro{J/cmi fni(t fiir Giorgio Tone/Ji. Compilad o por C. Cesa y N.
Hinske: Studil.•tt
� Gedenksc
,/el/ opera :''. f lwrre Charrou, Edizioni Scientifiche ltaliane, Napoli. z11r Phi/osophie des 18. ]ahrlmnderts 4, 29-49.
_ n, de la Filosofía
.
Fogel � R.J, ( 1 9 !
h ), «The T�ndency o f H � me's Skepticism"'. en Burnyeat, 1983. Ortega y Gassct, J. ( 1 942), "Prólogo» a E. Bréhier, Historia
Fogel!n, [:._1- { 1985), Hume s Ske¡;ttCISm _ _ icana, Buenos Aires). En Q[¡ras Completa s, Alianza, 11983, VI, 380-38 l .
m the Treatise o( Human Nature, Rourled"e (Sudamer
(ilosofia di Pierre
and Kegan Paul, London. Jlaganini, G , ( 1 9 80), Analisi del!a fede e critíca del/a ragione ne/la
n

Frankf�1rr, 1-�, { 19H ?), �emo 1s, Dreamers and Madinen. The De(ense o( Bayle, La Nuova lrali:�, Fircnze.
, ! Reason ¡11
o da C{Jilrron a
.
Dl scartts Medttatums, C.arland, Ncw York-London. Paga ni ni, G. ( 1991 ), Sct•fJÚ Modcma. lnter[m•f,¡zioni de/lo �·ct'fticism
1-redc, lVI. { 1 .984), Essays in Anden! l'hiluso¡Jhy. C!arendon Pres:>' Oxford - . Con tien t... Hume, Husento, Coscnza.
"The Sker:r.JCs Be 1"Je fS » Y "TIle .Sk·eptic's Two Kinds O f Assent a n d the Question
of Pcnelhum, T. ( 1983), "Skepticism and Fideism,, en gurnyeat, 1983.
_ _ of Knowledge du XVI/e. sii?Cie,
the l)ossJbJhty », Pintard, R. ( 1 983), Le /ibertinage émdit dans la prentiáe moitié
Gilso�, E. ('1�67), R. Descartes. Discours de la Méthode, Vrin, Paris. Slatkine, GenCve-Paris.
and his Critique of
GotlhJer, H. { 1 969), La fJensée métaph)'sique de Descartes, Vrin, Paris. Popkin, R.H. { 1 950-19S1 ), «David Hume: his Pyrrhonism
v.e. A. Huertas:
Gregory, T. ( 1 9 6 1 ) , Scetticismo ed Empirismo. Studio su Gassendi' L;:¡t"''' ' "' ... , Ban. Pyrrhonis m » : Philosophical Quarterly; reed. en Popkin, 1980;
G regory, T ( 1 97�), «DJO Cuademos de Filosofía y Letras X 1-4, ( 1 989), 49-83.
·
· ·
mga � narore e genio maligno. - Nota in. margine alle
taphysics V; reed. en
Popkin, _ R.H, ( 1 95 1 ) aBerkeley and ·Pyrrhonism » : Review of Me
_ ·.
Medttattones d1 Descartes»: _G wr ale crtttco de/la (ilosofia italiana,-477"5 16;·
_ _
'
_
� . ;,¡" ,_
Gregory, T. ( 1 982), «La trompene d1Vlne Buiny'ear; 1983.
, · -

�.:.Studi tn'edievali,·51?·2h,¡
· ' · - ·

158 1 59
EZEQUIEL DE O lASO El ESCEPTICISMO ANTIGUO EN lA GENESIS Y DESARROllO DE lA FILOSOFIA MODERNA

Popkin, R.H. (1960), The History of Scepticism from Erasmus lo Descartes, Van ToneHi, G. (1987), Da Leibniz a Kant. Saggi su( pensiero deil Settecento, Napoli.
Gorcum, Assen. Tuck, R. ( 1 983), «Grotius.,. Carnéades and Hobbcs»: Grotimta 4, 43-62.
Popkin, R.H. {1965), Pierre Bayle. Historical and Critica[ Dictionary (Selections). Tuck, R. (1988), «Optics and Sceptícs: the Philosophical Foundations of Hobbes'
Political Thought», en E. Leites (ed.), Conscience and Camís:try in Early Modern

« lntroduction» .
Popkin, R.H., { 1 966), "Leibniz and thc Frcnch Sccptics»: Revue Intcrnationale de Europe, CUP, Cambridge.
Philosoplúe 76-77, 22.8-248. Tuck, R. {1989), «Hobbes and Sccpticism», en J.A.G. Rogcrs (ed.), Studies 011 Hobbes,
.
Popkin, R.H. {11979), The Hístory o(Scepticísm from Erasnws to Spinoza, Univcrsity OUP, Oxford. .
of California Prcss, Berkelcy-Los Angeles- London, v.e. FCE, México, 1983. Van Lecuwen, H. G. (1 963), The Probfem of Certainty in E11glish Thought, 1 630-1690,
Popkin, R.H. (1980), The HigfJ Road to Pyrrlumism, Austin Hi!l, San Diego. Nijhoff, Thc Hague.
Popkin, R.H. (1 992), The Third Force in Seventeenth-Ccntury Thought, E.J. Bril!, Watson, R. {1988), The Breakdown o{ Cartesiauism, Humanities, Ncw Jersey.
Leiden. \\7¡¡tson, R. y Force, J. ( 1988), The Sceptical Mode in Modern Philosophy. Essays in
Popkín, R.H. (en prensa, a), Scepticism and the History of Philoso¡Jhy: A Pa11 American Honor of Richard H. Popkín, Nijhoff, Dordrecht.
Dialogue. Williams, B. ( 1 983), «Descartes and Skepticism», en Bumyeat, 1983.
Popkin, R.H. (comp.) (en prensa, b), Sccpticism and Enlightemnent, Nijhoff, Wies­
badcn.
Popkin, R.H. y Schmitt, Ch. B. {comps.) (1987), Scepticism (rom the Renaissance to the
Et1lightemmmt, Harrassowitz, Wicsbadcn.
Popkin, R.H. y Vandcrjact, A.j. (comps.) (en prensa), Sccpticism and lrrcligion in the
1 7th. and 1 8th. Centuries, E.]. Brill, Leiden.
Rcschcr, N. ( 1 980}, Scepticism. A Critical ReafJ!mlúal, Bhckwcll, Oxford.
Rcschcr, N. ( 1 988), Rationality. A Philosophical lnquiry into the Nature all(l the
Rationalc of Reason, Clarcndon Prcss, Oxford.
Sánchcz, F. (1988), Quod Nihil Scitur, That Nothiug 1-s Known, v.i. E. Limbrick y D.F.S.
Thomson, CUP, CambriJgc.
Schmítt, Ch.B, { 1 972), Cicero Sceptiws. A Study o{ the In(lue11ce o{ the «Academica» in
the Renaissance. Nijhoff, The Ha.guc.
Schmitt, Ch.B. { 1 983), «Thc Rcdiscovery <?f Ancicnt Skcpticism in Modern Times, , en
Burnycat, 1983.
Schmiit, Ch.B. ( 1987), "Thc Dcvclopmcnt of rhc Híswriography of Scepticism: From
thc Rcnaissancc to Brucker,., en Popkin y Schmitt.
""'Solana, M. (1941), Historia de la Filosofía Espaiiola. Época del Renacimiettto (siglo
XVI), Madrid.
Sosa, E. { l 992), Conocimiento y Virtud Intelectual, UNAM·FCE, México,
Sttoll, A. { 1 990), «Sccpticism and thc Problcm of thc Critcrion», en D.S. Katz y J.l.
Israel (comps.), Sceptics, Millwariaus and ]ews, Brill, LeiJcn.
StrouJ, B. ( 1 977), Hume, RoutlcJgc and Kcgan t>aul, London; v.e. A. Zirión, UNAM,
México, 1986.
Sttoud, B. (1983), ''K<lnt and Skcptícísm>�, en Burnycat.
Sttoud, B. (en prensa), «Hume's Sccpticism: Natural lnstincts and Phi!osophica!
RcHcctim1», en R.H. Popkin, en prensa, b).
Tonel!i, G. (1959), «La Qucstion des Gorncs de l'cmendcmcnt humain au xvmc. siCclc ct
la gcnCsc du criticismc kanticn": Revue de Méiaphysique el de Mora/e, 396-427.
Recopilado en Tonclli, 1987; v.e. Lisímaco Parra: Cuademos de Filosofía y Letms
X l-4 (1989), 85-125.
Tonellí, G. (1967), «Kant und die Antikcn Skcptikcr», en Studien ZH K1111ts Philosophi­
scher Entwíckbmg, Olms, Hildcshcim; v.i. en Popkin, en prensa, b).
ToncHi, G. (1971), «Thc Weakncss of Rcason in thc Age of Enlightenment»: Diderot
Studies XIV, 21 7-244. Recopilado en Tonel!i, 1987.
Toncl!i, G. ( 1 974), « P icrre-]<tcques Changcux and Scepticism in the French Enligh­
tcnmcnt>�: Studia Leifmitiana VI, 106-126.
Tonclli, G. ( 1976), "The f'hilosophy of d'Alcmbcrt: A Sccptic Bcyond Sccpticism»: Kallf
Studien 67, 353-371.
Tonclli, G. (1979), «The Sccpticism of Frans:ois Qucsnap: l1tternational Studies ín
Philosophy XI, 77-89.

160 161

Potrebbero piacerti anche