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LAS ILUSIÓNES TEÓRICAS DE LA ARQUEOLOGÍA.

Por: Ricardo Manuel Pilón Alonso

RESUMEN:

La arqueología como NO filosofía aunque se sostenga de ella. El ilusorio problema de la


arqueología propiamente como problema de la “filosofía de la ciencia”. En defensa de la obra
de Marx sin ser necesariamente arqueología. El panorama real de la arqueología
contemporánea y su ilusión teórica. La arqueología con base a su fundamento más
característico: el tiempo. La necesidad teórica como base para la actividad arqueológica, la
imposibilidad de una teoría arqueológica.

Archeology as NO philosophy even if it is sustained by it. The illusory problem of archeology


itself as a problem of the "philosophy of science". In defense of Marx's work without necessarily
being archeology. The real panorama of contemporary archeology and its theoretical illusion.
Archeology based on its most characteristic foundation: the time. The theoretical need as a
basis for archaeological activity, the impossibility of an archaeological theory.

INTRODUCCIÓN.

“el primer paso consiste en reconocer

el alcance de nuestra propia ignorancia”

Colin Renfrew, 1990.

El propósito de éste trabajo tiene como supuesto la de exponer la discusión, en algunos de sus
problemas, respecto a las distintas posiciones teóricas denominadas arqueológicas. Sin embargo,
nosotros partimos de que toda discusión, en este sentido, es falaz (Damm, 1991: 14) 1 y no toca
lo fundamental de lo que debiera ser lo arqueológico. Por lo que aquí, se ha de exponer, no es
otra cosa sino una serie de reflexiones en una vía negativa. Pues si pensamos a ésta desde su
origen más remoto, nos debe quedar claro que su actividad y propósito tiende a recurrir en lo
posible las manifestaciones del espíritu de su tiempo.

Lo cual si la exigencia de sólo nadar en autores sugerentes con base teórica general pero
adecuada a su propósito, nosotros, en oposición, debemos ir a esas bases generales (Hegel,
2002: 31) para desentrañar los objetivos fundamentales y señalar lo errores propiamente de una

1
Citando a Mortier J. Adler: “Estas consecuencias no sólo las encontramos en el pensamiento filosófico
actual, sino que además se manifiestan en conceptos erróneos ampliamente difundidos, que siguen la
misma dirección. Estos afectan al conocimiento de nosotros mismos, de nuestra vida, instituciones y
experiencia. Desorientan nuestras acciones y obnubilan el pensamiento” (Adler, 1989:15)
2

discusión profunda y no reducida al plano arqueológico. Si hemos de hacerle caso a Marx


cuando dice:

“No conocemos más que una ciencia, la de la historia… dividida en historia de la naturaleza e historia de los
hombres”2

Tal exigencia no se debe rezagar a lo hasta ahora mentado por la nueva familia sagrada
conocida como “marxista” o “marxianos”. Ya en lo que cabe al progreso de la arqueología se
debe en mayor parte gracias a la revalorización de la obra de Marx, pero no por ello suponga la
intención de fundar una “arqueología marxista o social”. Nuestra crítica es general y se rectifica
en lo propiamente arqueológico con nuestra propia definición… En éste sentido hemos dividido
nuestro trabajo en cinco capítulos reflexivos y generales que de fondo expone la necesidad
fáctica de una definición que permita la adopción de distintas propuestas teóricas.

En el Capítulo I se señala la causa de por qué la arqueología no es filosofía y cómo ha generado


una ilusión teórica influencia de lo que se ha apropiado de ésta. Es una invitación al desarrollo
de una historia de la arqueología con una finalidad crítica.

En el Capítulo II se asienta el estudio de la realidad como propiamente materialista, pero que en


su discusión no es otra cosa que un problema de carácter filosófico. Así como la exposición
breve del positivismo y su influencia en el “cientificismo” de la arqueología actual. Una crítica
donde la supuesta discusión arqueológica no es otra cosa que “filosofía de la ciencia” y el
sinsentido de ésta.

El Capítulo III está dedicado a la “prostitución marxista” en la arqueología y la defensa de la


obra de Karl Marx como una “ciencia totalizadora”, pero nunca reducida a una ciencia
particular, en nuestro caso a la arqueología. Una pedrada a la llamada “arqueología social”.

Mientras en el Capítulo IV damos un panorama de la arqueología actual en base a la obra de


Leo S. Klejn que viene a precisar un posicionamiento de mayor usanza en la arqueología y
cómo ésta es la causa del rezago del mismo: el imitacionismo.

Ya en el Capítulo V exponemos nuestro concepto de arqueología tomando como columna


vertebral de nuestro fundamento al tiempo, es decir, el pasado. Más allá de una teoría, asumimos
la posibilidad de adquirir bases teóricas para la actividad arqueológica, nunca una teoría misma.
La idea de una ciencia ha quedado refutada en el Capítulo II.

Finalmente tenemos las Conclusiones donde se expone nuestra base teórica para tal propósito y
donde asumimos no estar en conflicto con la obra de Marx y la posibilidad de participar de su
“libre investigación científica” propuesta en su Capital3.
2
Cita tomada de la obra de Jean Pierre Faye, Los lenguajes totalitarios. Edit. Taurus, Madrid, 1974, p.9.
3

Tal es la condición de éste escrito, de su propósito negativo, que resulta válido evitarse la
molestia de ser leído, o simplemente someterse a la exigencia de sumirse en sus aguas. Por lo
que una crítica que no tiene claro las bases generales y fundamentales que aquí se empelan, sólo
quedará relegada al ámbito de la opinión o prejuicio4. Nosotros hemos partido de una negación a
todo lo concebido como arqueología “científica” o catálogo teórico en el que no se resuelven
propiamente sus problemas fundamentales. Nosotros hemos hecho una definición arqueológica
con base a la fenomenología de Heidegger, pero que no debe ser considerada como
“arqueología fenomenológica”. Siendo la exposición muy reducida, nosotros creemos haber
sintetizado nuestro propósito en el Capitulo V, por lo que dependerá de quien lo lea la
capacidad de comprenderlo. En éste sentido retomaremos lo escrito por Heidegger, respecto de
la historia, pero que también cabe dentro de la arqueología:

“La crítica de la historia es única y exclusivamente crítica del presente” (Heidegger, 2002: 33)

Lo que en ésta línea de pensamiento se debe entender que: ir al encuentro del pasado, en su
crítica, también hacemos crítica de nuestro presente. ¿Cuándo fue que la arqueología se hizo
bastarda de la filosofía? Cuando quiso ser una ciencia…

CAPITULO I: La Arqueología no es Filosofía…

Nuestros arqueólogos pasan por ser malos filósofos,

Pero ante arqueólogos pasan por ser buenos antropólogos…

R. M. Pilón, 20175.

Hablar de arqueología es hablar de lo que se concibe de ésta en el presente, de su discurso que


ha actualizado sus resultados que sólo compete a su presente y que se funda en una base teórica
emergente: nunca de una reflexión de sus antecedentes. Toda supuesta “discusión” de formular
un avance o propuesta teórica es ilegitima, en principio, porque culmina en una discusión de
problemas filosóficos, o dicho de forma más precisa de sus fundamentos al cual pretende
sostener. Lo cierto a toda esta farsa de discusión radica en que la misma arqueología no ha
podido fundar sus propias bases teóricas (Johnson, 2000: 226-229) y más bien depender del
supuesto predominante de la teoría más reciente, ya sea del ámbito filosófico o científico. Se
nos criticará de pretender salirse de la tangente por ponderar el predominio filosófico a la

3
Aquí nos referimos al Prólogo a la primera edición alemana del Capital, pp. 1-5, Londres, 25 de julio de
1867.
4
Es justo apuntar lo que el arqueólogo Peter James escribe sobre ésta crítica: “Por supuesto, criticar lo
establecido no ha sido nunca un método bien visto en ningún campo científico” (James, 1991: 19)
5
Ésta es una parodia hacia los “arqueólogos teóricos” haciendo referencia a la Observación preliminar
de la Miseria de la filosofía de Karl Marx (1847) dirigida a Proudhon.
4

discusión de una llamada “arqueología” y por tanto no ha lugar en toda esta presunta
“discusión”. Pero ¿se puede hablar de una teoría arqueológica sin considerar que, para fundarla,
requiere, precisamente, de bases filosóficas como la ontología, la lógica y la epistemología? Lo
cierto de una “auténtica” discusión está en que la filosofía no es lo que se denomina un
conocimiento acabado (Heidegger, 2011: 60). ¿Cómo entonces esas teorías arqueológicas
pueden asegurar sus cimientos, como algo acabado, y pretender pasar como una “teoría” que
permita lidiar con lo arqueológico?

La arqueología es un conocimiento muy antiguo (Glyn, 1974: 34-37) y siempre va de la mano


con la historia, al menos entre los griegos. Hoy se nos presenta una arqueología totalmente
desligada de ese pasado, con miras a una convicción científica y asumida, para alcanzar tal
convicción, en una base materialista. Y dependiendo en qué lugar se den indicios de estudios
arqueológicos, el desarrollo de su necesidad sugiere un análisis cuidadoso de su propia historia.
Esto resulta un tanto extraño, porque tal resulta que una “historia de la arqueología” tiene que
ver más con los descubrimientos que con la comprensión de las sociedades y culturas de la
antigüedad o, en última instancia, su propia crítica 6. En otros casos es inexistente. Pero
suponiendo que en lo reciente exista la conciencia de reflexionar el devenir histórico de la
arqueología, resulta que se ha estancado en una especie de “ilusoria discusión” que tiene que ver
con los conceptos y definiciones, así como de sus metodologías desde un juicio preferencial
teórico. Lo cierto de toda ésta parafernalia es el simple hecho de que la arqueología no se la ha
definido apropiadamente debido a la dispersión e inestabilidad producida por la elección teórica
de la filosofía o la ciencia. Sin duda ya se notará, en principio de todo esto, que nosotros hemos
de partir no de esa “discusión falaz” que tiene hoy la arqueología, sino más bien a una posición
más radical y negativa por oposición. Con esto evitaremos no caer en la red de una arqueología
que oculta su base filosófica y más bien admitir, en ese contexto “positivo”, que la arqueología
NO es filosofía… ¿Se puede imaginarse o siquiera pensarse, entonces, ante la imposibilidad de
una ciencia arqueológica?

Seamos estrictos en todo esto y evitemos discutir con el inevitable dogma y escepticismo, así
como de ser el ratón entre las posturas totalizadoras (marxismo, complejidad, etc.) o relativas
(post-modernidad, perspectivismo, etc.). Porque de ser el caso no la estamos viendo como
problemas, profundamente, filosóficas y la arqueología NO es filosofía…

6
Cabe señalar que arqueólogos como Charles Leonard Woolley están conscientes de la mutua relación
que ésta, la arqueología, tiene con la historia, escribe: “Entre la arqueología y la historia no existe una
frontera definida y el excavador que mejor observa y registra sus descubrimientos es precisamente
aquel que ve en ellos un material histórico y reconoce justamente su valor” (Ceram, 2002: 15)
5

CAPITULO II: La concreción materialista del objeto arqueológico.

“Los arqueólogos de campo excavan basura,

Los arqueólogos teóricos la escriben”

(Bahn, 1992: 20)

Toda arqueología inicia con los restos materiales y su finalidad última es la comprensión del
hombre (sociedad). Esto es, al menos, lo que se puede inferir tras incursionar en la obra de
Marx, pero anterior a esto todo implicaba una única atención simplemente a los objetos o, más
bien, en la concepción positivista de la ciencia (Comte, 1973: 34-36), es decir: la determinación
del hombre en un modelo semejante al biológico o físico (naturaleza). Si hacemos caso a sus
tesis, toda especulación o base puramente racional ya no es ni concreto ni objetivo, porque hay
una desvinculación con lo material. Ahora bien, ¿esto qué tiene que ver con la arqueología? Que
toda inferencia del tipo arqueológico le viene “fragmentariamente” de la evidencia material y su
relación espacio-temporal. Esto supondría un obstáculo a la hora de tratar aspectos que no
necesariamente son materiales, pues el hombre siendo material y que se desarrolla
materialmente no puede reducirse a esta condición netamente empirista, en consideración a la
estructura interna de la razón, es decir, el espíritu del hombre (Kant, 2002: 60-61) (Hegel, 2004:
37). Lo que supondría, en el caso del positivismo, una construcción meramente taxonómica y
categorial del hombre en una especie de sociología descriptiva y asociativa. Con esto queremos
decir que el cientificismos al cual, el positivismo apunta, influye en las teorías arqueológicas de
finales del siglo XIX y principios del XX, cuando lo que debía ser la respuesta a toda intención
científica, incluida la historia y la arqueología, no es otra cosa que la prolongación filosófica de
sus propios problemas al cual son ajenos y por ello tildan de ser un error del método.

Lo que se haya escrito, esquematizado, estructurado, unificado, particularizado, etc., no es en


realidad el problema de fondo para validar los argumentos “interpretativos” de uno o varios
casos para catalogarlo de arqueológico, es decir, lo material –lo fragmentario- es y será en sí
mismo: un trozo de realidad pasada que se ha prolongado en el tiempo y con el defecto de
destruirse o reducirse hasta no dejar indicio de la esencia humana… Porque, en efecto, la
arqueología no busca esencias, ni el ser; por lo que en principio tiene en su contra la falta de su
fundamento que la hace activa y que justifica sus procesos. Por lo que nuevamente reiteramos
que una “presunta discusión” de lo que a las teorías arqueológicas se refiere, no es otra cosa que
un problema de “filosofía de la ciencia”, en tanto asumirse como tal: ciencia. Esto último es un
sin sentido, ya que la historia de la filosofía ha demostrado dos problemas fundamentales: 1. La
filosofía se distingue de la ciencia (epísteme) y, por tanto, 2. O es la “ciencia primera” de la que
se derivan todas las ciencias (Aristóteles, 2000:57-108), (Platón, 200: 299-341) o ha sido
6

renegada y desvinculada de toda ciencia particular. Lo que trae en consecuencia que hay un
área de las ciencias que estudia a la ciencia o “ciencia de la ciencia” que es lo que vendría a
implicar esa “filosofía de la ciencia”.

La contradicción que existe en esa gran bola de retazos teóricos de la arqueología (Nueva
arqueología, arqueología como ciencia, arqueología de alcance medio, arqueología cultural,
arqueología post-procesualista, arqueología interpretativa, arqueología de género, arqueología
post-moderna, etc.) radica en su falta de comprensión de sí misma, de su objeto de estudio y de
su finalidad. Y es que para poder indagar sobre los problemas que ha acarreado ésta, se requiere
necesariamente de filosofía: porque en sí no es por el objeto fragmentado del pasado por el cual
nos hacemos preguntas de su indigente existencia, sino concretamente del tiempo que sólo se
gesta en el hombre mismo. Por lo que la arqueología es más que una simple ciencia empírica, tal
y como el positivismo propone.

CAPITULO III: El “marxismo” como la prostitución teórica de la arqueología.

“Las premisas de que partimos

No tienen nada de arbitrario,

No son ninguna clase de dogmas,

Sino premisas reales,

De las que sólo es posible

Abstraerse en la imaginación”

(Marx/Engels, 1982: 18).

Hablar de Marx es estudiar y comprender su obra misma, lo que no debe entenderse esto como
una especie de purismo doctrinario, sino como una conciencia histórica en el que nuestro ojo
debe fijarse para estudiar a la sociedad, al hombre como actividad que produce y se reproduce
para sí mismo. Este no es el caso de la arqueología, porque la ciencia de Marx es una ciencia
totalizadora (Hegel, 2002: 30-31), (Feuerbach, 2002: 42), (Marx, 1999: 97) y por ende no se
reduce, tal y como se ha hecho hasta ahora, a reductos especializados o temáticos –tal y como lo
es la arqueología actualmente. La obra de Marx en manos de doctrinarios, en asuntos
arqueológicos, ha venido a resultar lo mismo que sucediera con Hegel en la primera mitad del
siglo XIX –los hegelianos-, pero bajo el prefijo de su “ídolo”7.

La suerte de “usar” las bases teóricas de Marx no es cosa nueva, pero si tuvo repercusiones y
rezagos el tiempo que duró la “Guerra fría” en el mundo en la segunda mitad del siglo XX. Los

7
“Marxistas”
7

guiños que de vez en cuando hacía Marx a la arqueología en su obra, no implicaba que de ello
se fundara lo que hoy se denomina “arqueología marxista” o “arqueología social”, todo lo
contrario: un estudio que sigue los pasos de este pensador no se reduce a un modo o
especialidad de investigación, sino a la “libre investigación científica” entendida como total
(Marx, 1999: 4). No negaremos los trabajos harto interesantes con concepción marxista respecto
a temáticas y problemas, principalmente, de las sociedades prehistóricas o primitivas. Pero de
esto a la finalidad objetiva de Marx es un largo y denso trecho: la obra de éste es transformadora
y científicamente visionaria (revolucionaria)… ¿Qué autor o que obra arqueológica de esa
índole marxista puede decirse un hijo legítimo de la revolución científica de Marx que la
promueva? Técnicamente se puede decir que su obra es sólo un útil teórico para fundamentar
aspectos enfocados a su propia concepción dialéctica y materialista. Pero ¡Nada nuevo bajo el
sol!...

En las escuelas realmente no se lee la obra de Marx, sino a sus intérpretes. Estos, producto de un
contexto histórico, de una dispersión teórica pero, sobre todo, en el que los propósitos de
“unidad”, “totalidad”, “acabamiento” se ven afectados por la irracionalidad subjetiva del post-
modernismo. Lo que en consecuencia los “marxistas” pueden ser lo que sea, menos seguidores
de la obra de Marx: “Si esto es el marxismo, entonces yo, desde luego, no soy marxista” (Marx,
1884/1954: 588). El nacimiento de una “arqueología marxista” no es otra cosa que consecuencia
de un régimen totalitario8 de presunta base marxista que la promovió en su tiempo; tras la caída
del muro de Berlín, trajo consigo la revaloración de sus teorías y al mismo tiempo el rechazo de
un sistema ideológico opuesto que la censuraba9. Pero esto no significaba que su estado
doctrinario liberaría la interpretación de sus fundamentos y era inevitable que no se generasen
dogmas tal y como sucede en América Latina y Sur: hablando respectivamente del quehacer
antropológico y arqueológico…

El gran problema de la “arqueología marxista” es el hecho de que no se distingue de sus rivales


opuestos (funcionalistas, complejidad, difusionistas, etc.), en lo que respecta a su objeto de
estudio que son los restos materiales, sólo en el uso de conceptos y nociones, o sea, la parte
discursiva. Por lo mismo de que la obra de Marx sólo confiere a una minoría y no como un
autor obligado de las instituciones educativas; además tiene la peculiar modestia de no ser
accesible si no se tiene antecedentes filosóficos fundamentales (Kant, Hegel, Feuerbach): es
como tratar de nadar sin agua o sin saber nadar… Pero también resulta que hay una suerte de
marxismo “Lenin-Engeliano” que enuncia la necesidad de renovar e inaugurar nuevos
conceptos y nociones a modo de desvincularse lo hasta ahora concebido de su “ídolo” principal.
Pero siendo honestos nada nuevo se agrega o se actualiza en lo ya concebido por Marx, y más

8
Se habla obviamente de la Rusia soviética y el Stalinismo.
9
E.U.A.
8

bien lo que sigue siendo extraño y hasta muy ajeno es pretender la existencia de una
“arqueología social”. Nuevamente caemos en el sin sentido semejante a la “filosofía de la
ciencia”, es decir: “sociología de la sociedad”… Si el marxismo no es sociología, la arqueología
mucho menos…

La arqueología, propiamente, lleva implícito el estudio de “las” sociedades antiguas. No


requiere de un titulo o un designio para diferenciarse de sus rivales. Nuevamente reiteramos el
problema de que: al no tener una definición de sí misma, no se puede fundar una objetividad ni
una finalidad de su hacer. El tiempo es su talón de Aquiles…

CAPITULO IV: La condición contemporánea de la arqueología.

“En arqueología, como en bienaventuranza,

Han sido muchos los llamados y pocos los elegidos”

Manuel Gamio. Forjando patria, p.57.

Seamos sensatos: la arqueología es una maraña de hilos donde se pierde el tiempo para
desenredar los nudos o simplemente se cortan ante el peligro de dejar pedacería inservible. Si
pensamos en una arqueología sin bagajes filosóficos y científicos, tendríamos que ésta sería
simplemente acumulación y coleccionismo de objetos. O al menos eso es lo que tiene en mente
todo teórico de la arqueología. Pero esta no hubiera tenido el sentido tácito como ahora se
entiende –a partir del siglo XVIII hasta nuestros días-, sino no fuera por ese afán de observar y
diferenciar objetos perdidos y fragmentados del pasado. Hoy está pre-concepción tilda,
simplemente, de ser inválida. ¿Qué se entiende, entonces, por arqueología? Todo, menos sus
orígenes: un cúmulo de “-ismos” que en defensa de su “posición teórica” están dispuestos a
despedazarse en lo discursivo, siendo que en lo material la realidad es la misma, o sea, una. La
dificultad de concebir como se ha venido desarrollando la arqueología a nivel universal y local,
radica, curiosamente, a una negación de su propia historia. Y al no haber una reflexión de su
trayectoria y de su crítica, está claro que no se puede desentrañar los problemas reales y
concretos de su propia actividad. La falta de franqueza en el gremio arqueológico del mundo no
nos hace darnos cuenta de un posicionamiento claro por temor hacer tildados de farsantes. Esta
“posición teórica” es la que ha generado el tipo de arqueología actual y que ha sido un
parámetro oculto a los ojos de una auténtica convicción paradigmática (Kuhn, 2004: 80-91) para
9

evitarlo. Esto lo hemos tomado de la obra de Leo S. Klejn 10 que refiere al “imitacionismo” y en
el que escribe:

Son aquellos que están acostumbrados a trabajar según el modo tradicional, con los viejos métodos y a un nivel
empírico, pero que aspiran a las amplias generalizaciones y utilizan gustosamente la fraseología cibernética y los
resultados de los análisis técnicos para modernizarse. Se obtiene, entonces, una imitación de estructuras o
construcciones lógicas, sociológicas, filosóficas y de las ciencias naturales (Klejn, 1993: 47).

¿Cuántos de nuestros flamantes arqueólogos son “imitacionistas”? Pero también debemos


considerar que éste “posicionamiento” tiene que ver también por la propia exigencia de la
sociedad presente: para una persona común poco le importa saber sobre complejos discursos
teóricos del hombre y sus sociedades en el pasado; un discurso simple y a la medida de su des-
interés es lo que promueve, en última instancia, el Estado al ámbito público. Los datos deben ser
espectaculares y siempre bajo el auspicio de los adelantos técnicos y tecnológicos. La
arqueología, tal y como se concibe en la actualidad, está en los museos y los medios de
comunicación.

Si bien la arqueología requiere de una base teórica, esto no significa que deba existir una “teoría
arqueológica”, estos significa: que es un absurdo sugerir la existencia de “arqueólogos
teóricos”. Si bien la gran mayoría de los arqueólogos son “imitacionistas”, debemos agregar a
una minoría denominados “teóricos” que se disputan la supremacía de imponer su “posición
teórica” como “la” teoría arqueológica definitiva. Tenemos entonces cuatro grupos
predominantes de la arqueología contemporánea:

1. Imitacionistas.
2. Marxistas y marxistas de closet –estos entiéndase como aquellos que reconocen las
teorías de Marx, pero que las ocultan por razones de carácter político o intelectual-.
3. Caoscistas o complejistas.
4. Post-modernos o pensamiento irracional.

¿Y qué hay de los demás posicionamientos teóricos? Todas derivan de uno de estos o se
combinan de las otras, pero no son relevantes a nivel teórico. En éste sentido ¿se puede hablar
realmente de una teoría arqueológica?...

CAPITULO V: El concepto de arqueología ante el problema fundamental del tiempo.

Escribía un arqueólogo:

10
Arqueólogo soviético cuyo libro habla, propiamente, de una “historia de la arqueología rusa”.
10

La cronología es la columna vertebral tanto de la arqueología como de la historia, ya que, sin un marco temporal, no
puede establecerse una secuencia de acontecimientos, ni se puede tener una visión clara de lo que sucedió en el
pasado, ni saber que avance significativo apareció primero (Renfrew, 1990: Prólogo)

Dicho de forma resumida: el arqueólogo estudia el tiempo pasado al igual que la historia. Su
problema no es definir el tiempo, porque sabe que ésta noción es da carácter filosófico. Pero es
en la filosofía dónde asumirá el tiempo, ante su objeto de estudio, desde su condición de
pregunta, nunca como respuesta o acabamiento (Heidegger, op.cit). El tiempo, en todo caso, es
él mismo (temporalidad) y su conciencia retrae a la reflexión la pregunta por el pasado en su
presente. En este sentido, y como diferencia esencial de la arqueología con la historia, está en
que el pasado se presenta, no en los hechos o ideas de la razón, sino en restos materiales.

La actividad primaria de la arqueología es ubicar el tiempo a que pertenece antes de todo


proceso de relación, interacción, etc., que las teorías pretenden desarrollar en la investigación
arqueológica en consecuencia. Decir que el arqueólogo estudia el pasado implica,
implícitamente, al hombre que lo antecedió y cuyos restos ha dejado la huella de su actividad y
relación con los de su misma especie. Pero el tiempo no debe ser considerado como una medida
tal y como se realiza con el reloj. Para tener una noción preliminar de tiempo pasado tenemos
que: “el pasado es lo que fue, es irrecuperable” (Heidegger, 2011:56). En éste sentido, nuestro
concepto de arqueología debe tener esta condición y definirse como:

Interpretación presente de un despojo del pasado irrecuperable.

¿Por qué es “interpretación”? Porque la arqueología debe de ver en sus procesos de


investigación la esencia plasmada del hombre en el cual se identifica pero que desconoce,
Interpretación es, en todo caso, pre-comprensión (Heidegger, 2002:170-171) de su ser que se
cuestiona en lo material fragmentado.

¿Por qué es “presente”? Por el simple hecho de que no es pasado, sino presente –el ahora- donde
ese pasado es motivo de su proyección en el tiempo. El pasado es motivo de su atención
presente como fenómeno en relación a su ser.

¿Por qué es “un despojo del pasado”? Una aprensión total del pasado se dificulta en el sentido
de que éste sólo se presenta fragmentado, incompleto, y porque lo real, lo concreto, posee
límites a un espacio específico con sus correspondientes contenidos. En arqueología lo
intencional deviene de un interés concreto antes de toda posibilidad general y abstracta, es decir,
lo universal. Dicho más formalmente:

El vestigio es real, pero no como totalidad en el presente, sino como reducto de un pasado.
11

¿Por qué es “irrecuperable”? Toda investigación arqueológica debe asumir, de inicio y final, su
aspecto negativo, es decir, que el pasado se nos presentará como una incógnita por su
incompletud: lo que ya no-es. Aún si los residuos materiales se presentasen en apariencia
completos, ello no respondería a la totalidad o completud de lo que esa realidad fue. Nuestra
inferencia arqueológica es una posibilidad, pero nunca en sentido de ley o postulado. Se debe
asumir su estado fragmentado, incompleto, como indicio de que lo que se ha perdido, se infiere
en el proceso de investigación, pero que nunca recuperara su estado original. La realidad es
irreversible…

Pero para asumir esta posición reflexiva de la arqueología se debe admitir su relación con la
historia y que participa del pensamiento filosófico, es decir, siempre en oposición a lo
determinado: su crítica más radical. En éste sentido, de su condición negativa, la arqueología no
debe pretender ser un tipo de ciencia y mucho menos llevar a la confusión de que puede fundar
una teoría. De hecho es compatible o más bien asumir esta definición conlleva a la convicción
de Marx: de “una libre investigación científica” en su sentido estricto. La arqueología es un
resultado y no la finalidad de una “ciencia totalizadora”. Pues ésta, la arqueología, es un modo
de conocimiento que hace uso de otras ciencias y humanidades para interpretar ese pasado
material “irrecuperable”.

CONCLUCIONES.

“Empiece por el principio y continúe

Hasta llegar al fin; entonces, deténgase”.

Lewis Carroll. Alicia en el país de las maravillas.

Finalmente nos gustaría hacer una última reflexión en torno a las llamadas “teorías
arqueológicas”. Pensamos que lo hasta ahora escrito es insuficiente y menos para quien por
alguna razón se vea en la necesidad de leerlo por obligación u ocio. Ya que es inevitable romper
con suma facilidad toda una carga teórica y no verse señalado como un doctrinario dogmático
en una institución que no los merece. Pero lo cierto a toda esta discusión “esencial” de lo teórico
tiene que ver con la inconformidad manifiesta por la actual arqueología. Se nos acusará de
“fenomenologístas” sino fuera que, en lo fundamental, para alcanzar este grado de
entendimiento tiene en sí misma una base teórica filosófica. Y esto me ha permitido, en lo
mayor posible, definir a la arqueología a su esencia más “originaria”. La vía negativa aquí
efectuada tiene que ver con las bases de donde provienen y no de intermediarios que hacen su
propia interpretación –algunas afortunadas y otras a la indigencia-. El problema de facto, en
12

todas esas teorías, radica en asumirse como doctrinas, en sectas, que no reflexionan el propósito
de la propia arqueología: simplemente se asume y se produce. De ahí la razón pertinente de
decir que “la arqueología no es filosofía”…

Nosotras partimos de la idea de que la arqueología requiere de bases teóricas, pero no que ella
se predique como una teoría arqueológica, lo que pone en evidencia una “falaz discusión” de
algo que no posee en sí misma. Mi defensa hacia la obra de Marx radica en que es ella misma
una “ciencia total”, por influencia de su mentor Hegel, y que lo arqueológico participa de ese
propósito y no bajo la intención de fundar un particularismo o reduccionismo temático o de
especialidad. Desde el punto de vista de Marx no hay arqueología marxista o social, sino el uso
de las investigaciones arqueológicas para complementar hipótesis o ideas sobre las
civilizaciones del pasado. En el Capital señala la importancia de hacer investigaciones no solo
de las herramientas, sino también de los restos óseos humanos (Marx, 1999: 99-100) para
identificar el desarrollo y el tipo de producción. Tampoco podemos negar la importancia de la
obra de Engels tras su estudio y análisis de la obra de Morgan sobre las sociedades tribales de
América del Norte (Engels, 2006). Pero no es propiamente una obra arqueológica sino, en
contexto de la teoría de Marx, una obra “libre de investigación científica” con fines
revolucionarios, de transformación social.

En este sentido, este pequeño sisma tiene que plantearse el verdadero papel legítimo de la
arqueología, antes de bañarse en las distintas aguas teóricas, de hecho y debe exigirse a todo
iniciado en este conocimiento una cierta incursión en la filosofía para aprender a dudar, antes
que asumir una postura en su camino arqueológico…

BIBLIOGRAFÍA:

- Aristóteles. Metafísica. Edit. Gredos, Madrid, 2000.


- Bahn, Paul. Cómo pasar por experto en arqueología. Edit. Enigma, México, 1995.
- Ceram, C.W. El mundo de la arqueología. Edit. Destino, España, 2002.
- Comte, Augusto. Curso de filosofía positivista. Edit. Aguilar, Buenos Aires, 1973.
- Engels, Friedrich. El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Edit.
Fundación Federico Engels, Madrid, 2006.
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