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Supón que una madre está saliendo por la tarde y deja dos niños
solos en la casa por un par de horas. Antes de dejarlos, ella les dice: “No
jueguen con los platos; no jueguen con el agua; y no toquen el
azucarero”. Si los niños son cuidadosos para dejar todas aquellas cosas
sólo, ellos serán “No culpables” de desobedecer a su madre. Más, supón
que ellos quieren complacer a su madre muchísimo, así mientras ella
está fuera ellos recogen todos los juguetes de todo lo que está en la casa
y cuidadosamente los ponen donde ellos pertenecen, y entonces
encuentran harapos y todo polvo los muebles en la sala. Ahora, cuando
la madre regresa, ella puede pronunciarlos no solamente “No culpables”
sino también “Positivamente Justos”.
Para vivir una vida perfecta (que por supuesto, es imposible por
nosotros pecadores) significa amar a Dios supremamente, con todo
nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos. Por supuesto, nosotros hemos caído lejos, muy debajo
de ese ideal. Pero, cuando nosotros somos justificados, Dios mismos
declara que somos JUSTOS COMO SI nosotros siempre hubiéramos
vivido una vida perfecta.