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Objetivos
- Reconocer aspectos relevantes de la literatura gótica y romántica.
- Comprender textos de la literatura gótica y romántica.
- Comprender textos argumentativos.
- Reconocer recursos argumentativos.
- Comprender textos dramáticos.
- Reconocer aspectos relevantes del drama y la tragedia.
Instrucciones
- Cada vez que se presente un texto, lee detenidamente cada uno de los párrafos, subrayando ideas
relevantes o fragmentos que requieran una doble lectura.
- Tu respuesta definitiva deberá estar marca con lápiz pasta azul o negro.
- No se aceptan borrones, de ser así tu respuesta quedará invalidada.
- No emitas comentarios durante el tiempo estipulado para la prueba. Si tienes alguna duda levanta tu
mano.
a) Nihilismo
b) Decadentismo
c) Positivismo
d) Ilustración
e) Barroco
a) Solo I
b) I y II
c) I y III
d) II y III
e) I, II, III y IV
a) La novela de caballería.
b) La novela histórica.
c) La novela de aprendizaje.
d) LA novela fantástica.
e) La novela gótica.
- Lee el siguiente fragmento de la novela Frankenstein de Mary Shelley y responde las preguntas 4 a
la 8:
Una desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos. Con una ansiedad
rayana en la agonía, coloqué a mí alrededor los instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito
de vida a la cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las
ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi
cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento
convulsivo sacudió su cuerpo.
¿Cómo expresar mi sensación ante esta catástrofe, o describir el engendro que con tanto esfuerzo e
infinito trabajo había creado? Sus miembros estaban bien proporcionados y había seleccionado sus
rasgos por hermosos. ¡Hermosos!: ¡santo cielo! Su piel amarillenta apenas si ocultaba el entramado de
músculos y arterias; tenía el pelo negro, largo y lustroso, los dientes blanquísimos; pero todo ello no
hacía más que resaltar el horrible contraste con sus ojos acuosos, que parecían casi del mismo color
que las pálidas órbitas en las que se hundían, el rostro arrugado, y los finos y negruzcos labios.
Las alteraciones de la vida no son ni mucho menos tantas como las de los sentimientos humanos.
Durante casi dos años había trabajado infatigablemente con el único propósito de infundir vida en un
cuerpo inerte. Para ello me había privado de descanso y de salud. Lo había deseado con un fervor que
sobrepasaba con mucho la moderación; pero ahora que lo había conseguido, la hermosura del sueño
se desvanecía y la repugnancia y el horror me embargaban.
Incapaz de soportar la visión del ser que había creado, salí precipitadamente de la estancia. Ya en mi
dormitorio, paseé por la habitación sin lograr conciliar el sueño. Finalmente, el cansancio se impuso a mi
agitación, y vestido me eché sobre la cama en el intento de encontrar algunos momentos de olvido. Mas
fue en vano; pude dormir, pero tuve horribles pesadillas.
Veía a Elizabeth, rebosante de salud, paseando por las calles de Ingolstadt. Con sorpresa y alegría la
abrazaba, pero en cuanto mis labios rozaron los suyos, empalidecieron con el tinte de la muerte; sus
rasgos parecieron cambiar, y tuve la sensación de sostener entre mis brazos el cadáver de mi madre;
un sudario la envolvía, y vi cómo los gusanos reptaban entre los dobleces de la tela. Me desperté
horrorizado; un sudor frío me bañaba la frente, me castañeteaban los dientes y movimientos convulsivos
me sacudían los miembros. A la pálida y amarillenta luz de la luna que se filtraba por entre las
contraventanas, vi al engendro, al monstruo miserable que había creado. Tenía levantada la cortina de
la cama, y sus ojos, si así podían llamarse, me miraban fijamente. Entreabrió la mandíbula y murmuró
unos sonidos ininteligibles, a la vez que una mueca arrugaba sus mejillas. Puede que hablara, pero no
lo oí.
Tendía hacia mí una mano, como si intentara detenerme, pero esquivándola me precipité escaleras
abajo. Me refugié en el patio de la casa, donde permanecí el resto de la noche, paseando arriba y abajo,
profundamente agitado, escuchando con atención, temiendo cada ruido como si fuera a anunciarme la
llegada del cadáver demoníaco al que tan fatalmente había dado vida.
¡Ay!, Ningún mortal podría soportar el horror que inspiraba aquel rostro. Ni una momia reanimada podría
ser tan espantosa como aquel engendro. Lo había observado cuando aún estaba incompleto, y ya
entonces era repugnante; pero cuando sus músculos y articulaciones tuvieron movimiento, se convirtió
en algo que ni siquiera Dante hubiera podido concebir.
a) Duda.
b) Júbilo
c) Terror.
d) Ansiedad.
e) Curiosidad.
¿Qué aspectos del texto nos permiten afirmar que pertenece a la literatura gótica?
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a) Solo I
b) Solo III
c) I y II
d) III y IV
d) I, II, III y IV
a) I, II
b) I, II y IV
c) II, III y IV
d) I, III y IV
e) I, II, III y IV
- Lee con atención el siguiente fragmento de Orgullo y Prejuicio de Jane Austen y contesta las
preguntas 9 a la 13:
A Collins no lo dejaron mucho tiempo meditar en silencio el éxito de su amor; porque la señora Bennet
que se había quedado en el vestíbulo esperando el final de la conversación, en cuanto vio que Elizabeth
abría la puerta y se dirigía con paso veloz a la escalera, entró en el comedor y felicitó a Collins,
congratulándose por el venturoso proyecto de la cercana unión. Después de aceptar y devolver esas
felicitaciones con el mismo alborozo, Collins procedió a explicar los detalles de la entrevista, de cuyo
resultado estaba satisfecho, pues la firme negativa de su prima no podía provenir, naturalmente, más
que de su tímida modestia y de la delicadeza de su carácter.
Pero sus noticias sobresaltaron a la señora Bennet. También ella hubiese querido creer que su hija
había tratado únicamente de animar a Collins al rechazar sus proposiciones; pero no se atrevía a
admitirlo, y así se lo manifestó a Collins.
—Lo importante —añadió— es que Lizzy entre en razón. Hablaré personalmente con ella de este
asunto. Es una chica muy terca y muy loca y no sabe lo que le conviene, pero ya se lo haré saber yo.
—Perdóneme que la interrumpa —exclamó Collins—, pero si en realidad es terca y loca, no sé si,
enconjunto, es una esposa deseable para un hombre en mi situación, que naturalmente busca felicidad
en el matrimonio. Por consiguiente, si insiste en rechazar mi petición, acaso sea mejor no forzarla a que
me acepte, porque si tiene esos defectos, no contribuiría mucho que digamos a mi ventura.
—Me ha entendido mal —dijo la señora Bennet alarmada—. Lizzy es terca sólo en estos asuntos. En
todo lo demás es la muchacha más razonable del mundo. Acudiré directamente al señor Bennet y no
dudo de que pronto nos habremos puesto de acuerdo con ella.
Sin darle tiempo a contestar, voló al encuentro de su marido y al entrar en la biblioteca exclamó:
—¡Oh, señor Bennet! Te necesitamos urgentemente. Estamos en un aprieto. Es preciso que vayas y
convenzas a Elizabeth de que se case con Collins, pues ella ha jurado que no lo hará y si no te das
prisa, Collins cambiará de idea y ya no la querrá.
Al entrar su mujer, el señor Bennet levantó los ojos del libro y los fijó en su rostro con una calmosa
indiferencia que la noticia no alteró en absoluto.
—No he tenido el placer de entenderte —dijo cuando ella terminó su perorata—. ¿De qué estás
hablando? —Del señor Collins y Lizzy. Lizzy dice que no se casará con el señor Collins, y el señor
Collins empieza a decir que no se casará con Lizzy.
—¿Y qué voy a hacer yo? Me parece que no tiene remedio.
—Háblale tú a Lizzy. Dile que quieres que se case con él.
—Mándale que baje. Oirá mi opinión.
La señora Bennet tocó la campanilla y Elizabeth fue llamada a la biblioteca.
—Ven, hija mía —dijo su padre en cuanto la joven entró—. Te he enviado a buscar para un asunto
importante. Dicen que Collins te ha hecho proposiciones de matrimonio, ¿es cierto?
Elizabeth dijo que sí.
—Muy bien; y dicen que las has rechazado.
—Así es, papá.
—Bien. Ahora vamos al grano. Tu madre desea que lo aceptes. ¿No es verdad, señora Bennet?
Sí, o de lo contrario no la quiero ver más.
—Tienes una triste alternativa ante ti, Elizabeth. Desde hoy en adelante tendrás que renunciar a uno de
tus padres. Tu madre no quiere volver a verte si no te casas con Collins, y yo no quiero volver a verte si
te casas con él.
Elizabeth no pudo menos que sonreír ante semejante comienzo; pero la señora Bennet, que estaba
convencida de que su marido abogaría en favor de aquella boda, se quedó decepcionada.
—¿Qué significa, señor Bennet, ese modo de hablar? Me habías prometido que la obligarías a casarse
con el señor Collins.
—Querida mía —contestó su marido—, tengo que pedirte dos pequeños favores: primero, que me dejes
usar libremente mi entendimiento en este asunto, y segundo, que me dejes disfrutar solo de mi
biblioteca en cuanto puedas.
Sin embargo, la señora Bennet, a pesar de la decepción que se había llevado con su marido, ni aun así
se dio por vencida. Habló a Elizabeth una y otra vez, halagándola y amenazándola alternativamente.
Trató de que Jane se pusiese de su parte; pero Jane, con toda la suavidad posible, prefirió no meterse.
Elizabeth, unas veces con verdadera seriedad, y otras en broma, replicó a sus ataques; y aunque
cambió de humor, su determinación permaneció inquebrantable.
Collins, mientras tanto, meditaba en silencio todo lo que había pasado. Tenía demasiado buen concepto
de sí mismo para comprender qué motivos podría tener su prima para rechazarle, y, aunque herido en
su amor propio, no sufría lo más mínimo. Su interés por su prima era meramente imaginario; la
posibilidad de que fuera merecedora de los reproches de su madre, evitaba que él sintiese algún pesar.
Jane Austen, Orgullo y Prejuicio
a) Un profundo alivio.
b) Una herida en su orgullo.
c) Una dificultad económica.
d) Una gran desilusión.
e) Un sentimiento de culpa.
a) Solo I
b) solo III
c) II y III
d) I, II y IV
e) I, II, III y IV
.
a) El miedo al ridículo social y el escándalo público.
b) La importancia de concertar un buen matrimonio.
c) La importancia de obedecer siempre a su marido.
d) Las estrictas normas en cuanto a las relaciones.
e) Los ritos necesarios para poder casarse.
a) Solo I
b) Solo III
c) II y IV
d) I, II y IV
e) I, II, III y IV
a) La antología literaria
b) La Novela
c) La postal
d) La columna de opinión
e) La crónica
- Lee la siguiente columna titulada “Las niñas pueden (y los niños también)” de Paula Escobar y
contesta las preguntas 17 a la 22:
Uno de los dilemas del Chile de hoy es cómo abogar por una agenda de promoción de la mujer, cuando
nuestro país la tiene en sus más altos cargos. En estas últimas fiestas patrias las fondas fueron
inauguradas por dos mujeres -la alcaldesa de Santiago y la Presidenta-, que, además, decidieron bailar
con sus hijos. Notable. Pero esta foto para la historia contrasta con una pobre inserción de mujeres en
el mundo del trabajo, más baja que el promedio de Latinoamérica y para qué decir la OCDE.
El camino pasa por tomar un conjunto de medidas, al mismo tiempo, sin pausa y con prisa. Una de las
más relevantes es involucrar a los hombres en este debate y “desfeminizarlo” como tema de política
pública. Dos iniciativas destacables aportan mucho en este sentido.
Por eso es notable también la campaña de ONU HeForShe , la que apela a los hombres y que intenta
reunir “a la mitad de la humanidad en ayuda de la otra mitad, para el bien de la humanidad en su
conjunto”. Los hombres se pueden inscribir para apoyar esta causa, y de hecho varias celebridades
mundiales ya lo han hecho.
Ambas iniciativas apuntan en la dirección correcta. Este no es un problema de las feministas -aunque
gracias a ellas estos temas tienen visibilidad y fuerza-, sino que de la sociedad completa. Hay que partir
por la casa de cada uno. No solo las niñas, sino que también los niños, pueden y merecen una vida
mejor.
Paula Escobar para El Mercurio
a) En Chile, a pesar de tener mujeres en altos mandos, existe una baja inserción
laboral de la mujer.
b) En Chile todos los altos mandos están ocupados por mujeres, tanto en el estado
como en empresas.
c) En Chile no existe ninguna agenda para la promoción de la mujer porque éstas
ocupan los altos cargos.
d) En Chile la mujer no tiene buena inserción laboral debido a que no tiene interés
por trabajar.
e) El objetivo de las autoridades es que todos los altos cargos políticos sean para
mujeres.
a) Ironía
b) Figura retórica
c) Pregunta retórica
d) Oración dubitativa
e) Apelación al lector
a) Razón
b) Consecuencia
c) Iniciativa
d) Querella
e) Pugna
No había escuchado idea más estúpida que la de la alcaldesa de Antofagasta, Karen Rojo, quien va
a empezar a cobrar multas de hasta $250 mil a las personas que duermen en la calle en espacios
públicos. Más allá de la falta de criterio, de humanidad, del más pequeño rincón de compasión en el
corazón, la idea reina en el más absoluto absurdo. Dígame, señora Rojo, de dónde diablos va a
sacar esa gente plata para pagar semejante deuda, personas que en muchos casos ni
siquiera tienen monedas para sacar el carnet, para alimentarse ni para vestirse ¿O es acaso
su idea, una simple trampa para derechamente llevar a la cárcel a los hombres y mujeres que
pernoctan en sus veredas, muchos de los cuales lo hacen porque simplemente no tienen otro lugar
donde estar? Porque así terminan los que no pueden pagar una multa, esas que crecen y crecen
para terminar fijadas por el individual criterio de un juez: en la cárcel. Hay que tener dos dedos de
frente para darse cuenta que los indigentes multados no van a pagar, porque ¡por algo son
indigentes!¡No tienen niuno!
Karen Rojo con su ordenanza municipal, justificada y celebrara como una forma de aumentar la
seguridad, y que además multará -según Bío Bío- “a quienes limpien parabrisas de automóviles en
la vía pública, hagan malabares o ejerzan el comercio ilegal en las calles”, lo logró: llegó al colmo de
la violencia del sistema, un colmo para tirarse los pelos de lo ridículo, porque cobrar multa a
indigentes por dormir en la calle es como cobrar peaje extra a un auto en panne por llegar de los
últimos en la carrera, es como cobrar mensualidad doble al estudiante más pobre del colegio como
castigo inherente al ser pobre. Parece broma, pero es verdad, y pasa en una de las principales
ciudades de Chile, la capital de la región con PIB per cápita similar al de Londres, el más alto del
país, pero con 35 campamentos y casi 10% de cesantía -la más alta de la nación-, mientras las
mineras extranjeras se lo llevan casi todo a sus bolsillos extranjeros y las locales tributan más
millones en Vitacura y Lo Barnechea que en las poblaciones de la zona, las que de paso contaminan
con sus químicos y minerales. Es la historia de una idea que puede ser tomada como anécdota,
pero que es decidora de lo más horrible que pasa en Chile. Idea que se ha vuelto muy polémica y
que ha sido defendida por la alcaldesa descartando un ataque a los indigentes, insistiendo en el
trabajo social de su administración y en que la clave será el criterio policial para ver quien duerme en
la calle por gusto y quien lo hace por necesidad, criterio que pierde gran validez ante la no distinción
del artículo 11 de la ordenanza, que dice que “queda prohibida toda forma de ocupación de Bienes
Nacionales de Uso Público, ejercida con miras a pernoctas, acampar, habitar, residir o instalarse”.
Esa es la riesgosa realidad de esta errada respuesta a la inseguridad denunciada por la ciudadanía.
a) Ironía
b) Figura retórica
c) Pregunta retórica
d) Oración dubitativa
e) Apelación al lector
a) Solo I
b) solo II
c) II y IV
d) I, II, III
e) I, II, III y IV
a) Acción dramática.
b) Conflicto dramático.
c) Personajes.
d) Acotaciones.
e) Mutis.
a) Solo I
b) solo II
c) III y IV
d) II, III
e) I, II y III
a) El final de la obra.
b) La muerte de un personaje.
c) Una acotación que lo indica.
d) El cierre del telón.
e) La salida de un personaje.
- Lee el siguiente fragmento de Edipo Rey de Sófocles y contesta las preguntas 30 a la 34:
(EDIPO sale del palacio; se detiene un momento en el umbral, contempla a la multitud y empieza a hablar.)
-¡Hijos míos, nuevos vástagos del antiguo Cadmo!, ¿qué tenéis que impetrar de mí, cuando venís a esta audiencia
con ramos de suplicantes? Nuestra ciudad está saturada del humo del incienso, así como de ayes y lamentos. Por
eso, hijos míos, he creído preferible informarme por mí mismo, y no por mensajeros, y con este fin he querido
presentarme aquí yo mismo, Edipo, cuyo nombre es celebrado por todos los labios.
«Vamos, habla tú, anciano, puesto que por tu edad eres el más indicado para explicarte por ellos. ¿Por qué esa
actitud? ¿Con qué fin os habéis congregado aquí? ¿Qué teméis o qué deseáis? Heme aquí dispuesto a ayudaros
en todo, ya que tendría que ser insensible al dolor si no me conmoviesen tal concurrencia y vuestra actitud
suplicante.
SACERDOTE: Pues bien, ¡oh Edipo!, rey de nuestra patria, ya ves que somos suplicantes de todas las edades,
agrupados en torno de las aras de tu palacio. Unos no tienen aún fuerza para volar lejos del nido; otros,
sacerdotes como yo lo soy de Zeus, abrumados por los años; éstos se cuentan entre lo más florido de nuestra
juventud, mientras el resto del pueblo, coronado con las ramas de los suplicantes, se apiña en el Ágora, en torno
de los dos templos consagrados a Palas y junto a las cenizas proféticas del divino Ismeno. Tebas, como tú mismo
lo estás viendo, se halla profundamente consternada por la desgracia; no puede levantar la cabeza del abismo
mortífero en que está sumida. Los brotes fructíferos de la tierra se secan en los campos; perecen los rebaños que
pacen en los pastizales; despuéblase con la esterilidad de sus mujeres. Un dios que trae el fuego abrasador de las
fiebres, la execrable Peste, se ha adueñado de la ciudad, y va dejando exhausta de hombres la mansión de
Cadmo, mientras las sombras del Hades desbordan de llantos y de gemidos. Ciertamente ni estos jóvenes ni yo,
apiñados en torno de tus lares, pretendemos igualarte con los dioses; pero te reconocemos como el primero de
los mortales para socorrernos en la desgracia que se cierne sobre nuestras vidas y para obtener el auxilio de los
dioses. Pues fuiste tú, cuando viniste a esta ciudad de Cadmo, quien nos libraste del tributo que pagábamos a la
implacable Esfinge, y esto lo hiciste sin haber sido informado por nosotros ni haber recibido ninguna instrucción.
Tebas piensa y proclama que sólo con la ayuda de alguna divinidad conseguiste enderezar el rumbo de nuestra
vida. Hoy, pues, poderoso Edipo, a ti vuelven sus ojos todos estos suplicantes que te ruegan halles remedio a sus
males, bien porque hayas oído la voz de algún dios, bien porque te hayas aconsejado de algún mortal, pues sé que
los consejos de los hombres de experiencia ejercen una feliz influencia en los acontecimientos.
«¡Ea, oh tú, el mejor de los mortales, salva a esta ciudad! ¡Vamos!, recuerda que si esta tierra hoy te proclama su
salvador, es en atención a tu celo pasado. Que tu reino no nos deje jamás el recuerdo de haber sido puestos a
flote, para después volver a caer en el abismo. Levanta, pues, esta ciudad con firme solidez.
Tiempo atrás, felices auspicios te hicieron hallar para nosotros una suerte favorable; sé hoy semejante a lo que
fuiste entonces. Si, en efecto, has de continuar rigiendo esta tierra, será más confortador reinar sobre hombres
que regir un país sin habitantes. De nada sirven navíos y fortalezas tan pronto como los hombres han desertado
de ellos.
EDIPO: Hijos dignos de mi piedad; habéis venido movidos por deseos cuyo objeto me es conocido y aun pudiera
decir demasiado conocido. Sé, en efecto, que todos sufrís; y aunque todos reunidos padecéis, ninguno tanto
como yo. Cada uno de vosotros sufre su propio dolor, y no el ajeno; en cambio, mi alma gime a un tiempo por
Tebas, por mí mismo y por vosotros.
Así, pues, no me despertáis de un sueño reparador, sino sabed que he llorado mucho y que en mis cavilaciones he
recorrido muchos y muy diversos caminos. En fin, después de haber reflexionado con madurez, he empleado el
único remedio que acababa de encontrar. He enviado al hijo de Meneceo, Creonte, mi cuñado, a la morada de
Apolo Pitio, con el fin de que se informe sobre lo que debo hacer o decidir para salvar la ciudad. Desde entonces
(contando cada día el tiempo transcurrido desde su marcha) me pregunto con ansiedad lo que está ya haciendo,
pues su ausencia se prolonga más allá del tiempo requerido y verosímil. Pero en cuanto regrese, sea tenido yo por
cobarde si no ejecuto cuanto exija el dios.
SACERDOTE: En verdad, Edipo, no podías hablar con más acierto, pues me están anunciando la llegada de
Creonte.
EDIPO: ¡Oh rey Apolo! ¡Ojalá traiga la saludable dicha que nos presagia su radiante semblante!
SACERDOTE: Viéndolo, parece que, en efecto, trae buenas noticias, pues de otro modo no vendría con la cabeza
coronada de verde laurel.
EDIPO: Vamos a saberlo, pues está ya justamente al alcance de mi voz. Príncipe aliado mío, hijo de Meneceo,
¿qué respuesta del dios vienes a traernos?
(Entra Creonte)
a) Un acto
b) Una escena
c) Un cuadro
d) Un Mutis
e) Un monólogo
31 ¿Qué problema se presenta en el fragmento?
a) Soliloquio
b) Aparte
c) Mutis
d) Monólogo
e) Acotación
a) Un cambio de acto.
b) Un cambio de escena.
c) Un cambio de cuadro.
d) El inicio de un monólogo.
e) El inicio de un aparte.
- Lee con atención el siguiente fragmento de la obra Hamlet de William Shakespeare y responde las preguntas
36 a la 40:
a) Es su madre
b) Es su hermana
c) Es su hija
d) Es su esposa
e) Es su amiga
a) Presentación
b) Desarrollo
c) Clímax
d) Desenlace
e) Conflicto
38 De la primera intervención de Laertes podemos inferir que:
39
¿Qué aspecto propio de la tragedia queda reflejado en el fragmento leído?
a) Licor
b) Veneno
c) Medicina
d) Tónico
e) Agua