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Francisco Xavier Clavigero

Su vida:
1731 Nace en Veracruz, el 6 de septiembre. Durante su infancia, gracias a las
actividades profesionales de su padre, está en constante contacto con
comunidades indígenas, sus lenguas y sus costumbres.
1948 Ingresa como novicio en el monasterio de Tepozotlán, de la compañía de
Jesús
1751 Ingresa en el colegio de San Ildefonso donde estudia con mayor profundidad
la escolástica e inicio sus estudios en filosofía moderna.
1754 Se ordena sacerdote
1758 Fue enviado al colegio de San Gregorio en la ciudad de México donde
profundiza en el estudio del náhuatl y en los archivos históricos recopilados por
Carlos de Sigüenza y Góngora.
De 1762 a 1767 Se dedica a la enseñanza. Actividad que le da cierto renombre
intelectual entre sus compañeros y alumnos.
1766 Se traslada al colegio de Santo Tomás en Guadalajara para continuar
enseñando.
1767 Por órdenes del rey Carlos III, los jesuitas son expulsados de la Nueva
España. Entre ellos se encuentra Clavigero.
De 1767 a 1787. Vive en el exilio, principalmente en Bolonia, Italia, donde escribe
sus principales obras.
1787 Muere el 2 de abril a la edad de 56 años.
Podemos decir que la vida de este ilustre personaje se divide en dos grandes
periodos que moldearon y afirmaron su pensamiento: El primero que va de 1748 a
1767, es decir, del momento en que ingresó a la compañía de Jesús hasta la
expulsión de los jesuitas. Y El segundo, de 1767 a 1787, desde su salida de la
Nueva España al año de su muerte. Del primer periodo se comprende su
formación intelectual y espiritual; su contacto y profundo conocimiento de la lengua
y cultura indígena, y su principal ocupación como docente. También, de este
periodo datan las primeras obras de las que se tiene conocimiento de su autoría:
Diálogo entre Filaletes y Paleófilo (obra desaparecida); Física particular
(recuperada en gran parte) y Cursos Filosóficos (también desaparecida). Las
Obras del segundo periodo son las más conocidas de nuestro autor, entre ellas se
encuentran: Historia de la antigua o Baja California; Historia sobre las apariciones
de la virgen de Guadalupe; Frutos en que comercia o puede comerciar la Nueva
España, y su famosa Historia antigua de México.
Su formación
Clavigero vivió una época controvertida del mundo occidental, sobre todo en el de
la filosofía. Los métodos de las ciencias modernas, cuyo peso racional se hacía
sentir en las más altas esferas intelectuales, contrastaba con los métodos
tradicionales de la escolástica que seguía a Aristóteles como la máxima autoridad
para explicar el mundo. Nuestro pensador, en su preparación, bebió de ambas
corrientes, pero también del método de la Ratio Estudiorum, desarrollado y
aplicado por la orden de los jesuitas en todos sus monasterios, la cual consiste en
ver la educación como un programa de vida centrado en el conocimiento
experimental, el diálogo y comunicación educativa entre maestros y estudiantes.
Su objetivo es la formación completa del hombre libre, cambiante y perfectible.
Promover su dignidad como persona mediante el pleno desarrollo intelectual,
moral y religioso. Este método, permitía a gran parte de los jesuitas –entre ellos
Clavigero– integrar los conocimientos de la ciencia moderna con la escolástica-
aristotélica. Esta integración los colocaba en una postura ecléctica que los
caracterizaba. Según José Gaos, los eclécticos del siglo XVIII, “se empeñaban en
la elección de verdades que se encuentran mezcladas con errores, no poseídas
en pureza y con exclusividad por ninguna, y la fidelidad a la religión cristiana que
tratan de conciliar con la ciencia moderna”. En este ambiente se desenvolvió
Clavijero y su pensamiento da cuenta de ese eclecticismo.
Las principales influencias que recibe son: por un lado, el tomismo tan en boga en
su tiempo y por el otro, autores como Descartes, Newton y Copérnico. Uno de los
autores que más influyeron en su pensamiento fue el del Español Benito Feijoo,
quien atribuía seis causas por las cuales los colegios no podían integrar a las
nuevas ciencias en sus estudios. Estas casusas eran 1) los malos profesores que
no se preparaban lo suficiente para entender la ciencia moderna; 2) la
preocupación de la corona por las novedades; 3) el reduccionismo al que
sometían las nuevas filosofías para hacerlas más comprensibles; 4) las nociones
falsas que le imputaban y la hacían contraria a la tradición; 5) un celo intelectual
mal fundado, y 6) que muchos profesores de daban muy poca importancia.
Tomando en cuenta a Feijoo, Clavigero logra conjuntar e incorporar la filosofía
moderna en sus clases y su pensamiento, sin que esto le suponga contravenir las
creencias religiosas.
Su pensamiento
Nuestro personaje nos aporta un método novedoso de investigación a través de
sus escritos, que parte de una concepción de la verdad, cuyo mérito consiste en
lograr acomodar las verdades de las Escrituras con las verdades emanadas de las
ciencias modernas. Para Clavigero, la verdad sobre los asuntos espirituales y
divinos, sobre los misterios de la religión, se encuentran de forma indiscutible en
las Escrituras. Sin embargo, las verdades a las que aspiran las ciencias no es de
este ámbito, sino de otro que le es ajeno a las Escrituras, es decir, del ámbito de lo
natural, de los cuerpos terrestres y celestes, de sus movimientos y componentes,
etc. Dichas verdades nunca llegaran a comportar el carácter de necesidad que
tienen aquéllas, sino sólo en grados de probabilidad, esto es, que unas verdades
resultaran más verídicas que otras. Lo interesante del tratamiento que hace de las
ciencias es el valor que les otorga, no como certezas que se basten en sí mismas
y para las que no haya más que aceptarlas, sino que les concede cierto grado de
probabilidad que tiende a lo verdadero. En palabras del autor, nos menciona:
“El inicio del mundo puede, si no demostrarse con certeza, sí al menos
persuadirse incluso con muchas razones, como fue afirmado por la mayor parte de
los filósofos; sin embargo, preferimos abstenernos de esas razones por lo demás
ciertas y averiguadas por todos los filósofos cristianos, y los argumentos opuestos
por Aristóteles en contra, no son de tal peso que puedan persuadir a un hombre
de mente sana de la eternidad del mundo”.
La verosimilitud es para nuestro pensador un medio o procedimiento por el cual se
descubre nuevos conocimientos. Consiste en conceder grados de veracidad a
todos los argumentos y posteriormente elige o elabora aquellos que parecen más
verdaderos, los más verosímiles. Pero la verisimilitud requiere cumplir con algunos
requisitos, no se puede conceder así sin más que cualquier argumento puede
llegar a ser verdadero, es necesario emplear suma prudencia en el tratamiento de
las grandes autoridades como Aristóteles, Tomás de Aquino o las Escrituras. Esto
supone un amplísimo conocimiento de los temas que se están abordando y, al
mismo tiempo, cierto desapego que posibilite el acceso a nuevo conocimiento.
Ejemplo de este procedimiento lo encontramos en sus estudios de filosofía natural:
“Así como nos es desconocida la magnitud del Mundo, así también lo es su figura.
Unos, por cierto, le atribuyen la forma cónica, otros la oval, como atestigua
Plutarco; otros, en cambio la cuadrada; sin embargo, la opinión más común de los
filósofos es que el Mundo es esférico, tanto porque ella es la figura más perfecta
de todas, como porque, siendo la figura de los astros perfectamente esférica,
entonces los mismos astros se trasladan con movimiento perenne, para volver a
desplazarse en órbita y describir círculos; por tanto, es más verosímil que los
cielos mismos. En los que se llevan a cabo estos movimientos, y el universo, que
abarca aquellos cuerpos, tengan la figura esférica”.
Una de las aportaciones más importantes de Clavigero es la distinción que hace
entre Tesis e Hipótesis. La tesis afirma verdades, mientras tanto, la hipótesis no,
ésta se limita a distinguir si algo es así o no, es decir, deduce que algún fenómeno
sea de tal manera, pero no determina que sea así. Se puede decir, primero, que la
hipótesis no requiere establecerse como verdad, sino solamente que se admita
como verosímil de lo que podría devenir en verdadera; segundo, que debe explicar
los fenómenos lo más propicia y suficientemente posible, y tercero, que supere las
tres condiciones de rechazo que son: 1) lo inverosímil que en ella se encuentre, 2)
si resulta absurda y 3) si es incompatible con la razón. Al referirse al estudio de la
física, Clavigero no toma partido por ningún sistema, teoría o autor, sino que los
examina como meras hipótesis a las que juzga sin prejuicios. Así lo constatamos
en la siguiente cita:
“Pues bien, cuando, por ejemplo, los modernos dicen que el sistema copernicano
puede defenderse como una mera hipótesis, pretenden sólo esto: que todos los
fenómenos que existen ahora y los efectos que ahora admiramos, serían los
mismos, si el mundo estuviera constituido por Dios en realidad, como se supone
está constituido por los copernicanos. […] deben advertirse dos cosas, primero,
que en la hipótesis no se requiere la verdad, o sea, que el mundo sea así, como
en ella se supone que sea, sino sólo que se admitan cosas verosímiles o que no
repugnen, de las cuales puedan seguirse cosas verdaderas, como aconseja
prudentemente Santo Tomás. Diciendo: que las suposiciones de los astrólogos
que éstos inventaron para explicar los movimientos de los astros, no es necesario
que sean verdaderas. Segundo, que debe tenerse como mejor, más favorable y
más exacta que todas las demás aquella hipótesis en la que, por una parte, no se
suponga nada inverosímil, absurdo e incompatible y, por otra, se expliquen todos
los fenómenos más propicia y exactamente, porque si la hipótesis no concuerda
incluso con un solo fenómeno, al punto debe ser rechazada por todos”.
En la segunda parte de su vida, Clavigero se dedica en gran parte de su obra a
recuperar los conocimientos y costumbres de lo que él consideraba la gran cultura
de México, es decir, el México antiguo. En su obra que lleva por nombre,
precisamente, Historia antigua de México expone de manera sorprendente los
amplísimos conocimientos que tenía sobre el tema y los privilegiados documentos
con que contaba para dar cuenta de la vastedad cultural que se encontraba en el
México antiguo. Una de las finalidades que persigue con este trabajo es defender
la dignidad humana de los indios de las innumerables mentiras que sostenían
escritores modernos más reconocidos en Europa. Así lo señala el mismo
Clavigero en el prólogo de su obra, cuando dice que la escribió La historia antigua
de México:
“En primer lugar, para evitar la fastidiosa y reprensible ociosidad en que me hallo
condenado; en segundo, para servir del mejor modo posible a mi patria, y
finalmente, para hacer frente a la turba increíble de escritores modernos de la
América”
Los principales autores a los que Clavigero enfrenta son: el filósofo alemán
Cornelius de Pauw, Georges Louis Lecrerc (El conde de Buffon) y el historiador
inglés William Robertson. Sus reproches fueron, fundamentalmente, respecto a la
concepción antropológica que estos autores afirmaban de los indios y las mentiras
que exponían en sus libros con respecto a la historia y la geografía del México
antiguo. Cabe señalar, que el método empleado por Clavigero en la elaboración
de su historia de México, fue de una importante aportación al método de esta
ciencia, lo cual, le proporcionó un importante peso dentro de la sociedad
intelectual de Europa de aquella época, y sobre todo del país que estaba a punto
de nacer como nación independiente de la corona española.

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