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2
EL
APOCALIPSI
S
El libro de la
seguridad
consoladora.
3
Instituto Diocesano
de Teología de la
Vida Consagrada
Sevilla 2011
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APOCALIPSIS
INTRODUCCIÓN.
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SIMBOLISMOS.
Simbolismo cósmico.
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Significa lo trascendente, la presencia
de Dios. Sobre todo, los cataclismos, (sol negro, luna
que sangra, terremotos...) expresan la presencia de
Dios en la historia. Ante esa presencia tan fuerte la
naturaleza se resiente y el hombre está incitado a
reconocer a Dios. Sin embargo algunos lo rechazan.
Símbolos terrenos.
Sobre todo del mundo animal. (Dragón,
las bestias, caballo. cuernos...). Alude a las fuerzas
sobrehumanas, pero controladas por Dios. Estas
fuerzas actúan brutalmente en la historia
deshumanizándola.
Simbolismo cromático.
Simbolismo aritmético.
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LA ACTITUD ANTE EL SIMBOLO.
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contrastar el símbolo con la historia. De lo contrario
se quedará en una ficción desencarnada, sin ese
poder que encierra para iluminar y orientar nuestra
marcha por la vida.
ESTRUCTURA.
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Las tres señales (11, 15 – 16, 16).
Desenlace final (16, 17 – 22, 5).
Epílogo (22, 6 – 21).
AUTOR Y FECHA.
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Refleja una situación de crisis. Viendo
sus características podemos ver su
correspondencia con nuestros días. Y las
claves de salvación que ofrece son también
hoy válidas.
Crisis interna.
Crisis externa.
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Incluso en los momentos más grandiosos del
libro (por ej. 22, 15) hay una fuerte llamada a
la fidelidad. En esto consiste el mensaje del
Apocalipsis.
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Es el último libro de la Biblia y el más
saturado de citas del Antiguo Testamento.
También el más denso y difícil.
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tremendo poderío de los agentes externos,
sobre todo el Imperio Romano que pretende
acabar con todos. Como los terribles poderes
del mal, poderes fácticos que amenazan la
existencia de la Iglesia y de los cristianos. Al
final todos serán reducidos a la nada por el
poder de Jesucristo. Pero éste nunca actuará
con la violencia y la crueldad, no aparece así
en ningún momento. Sino con un poder
misterioso que aniquila todo lo que va contra
la obra de Dios y contra su Pueblo.
15
CAPÍTULOS 1 – 3.
16
entender la segunda, más extensa, y, que
contiene el mensaje del libro. El núcleo de
esta primera parte son los capítulos 2 y 3. Son
un detallado proceso penitencial, que el autor
pone antes de desvelar el sentido de la
historia, pues sólo los que se han convertido al
Señor serán capaces de contemplar en
profundidad el acontecer de la historia.
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Los siete espíritus son la presencia
del espíritu en totalidad.
18
textos del A. T. que subrayan la divinidad del
Señor y ahora aparecen referidos a la persona
de Cristo.
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vocación escatológica del cumplimiento feliz de
este destino final. Cristo es el garante y el
realizador: tiene en sus manos las siete
estrellas.
20
Las cartas marcan un itinerario
penitencial, como ya dijimos. Cristo interpela a
la Iglesia con autoridad divina, reconoce y
valora los progresos de su fe, pero también le
echa en cara sus defectos y su responsabilidad
culpable. Pretende que la Iglesia se arrepienta
y se convierta. Este es el objetivo principal de
las cartas.
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Promesas al vencedor, con el
consuelo de participar en su victoria pascual.
Pretende levantar el ánimo.
Llamada de atención profunda: “el
que tenga oídos...” es el toque de alerta para
que la comunidad escuche con diligencia.
22
Cuarto 11, 15 – 16, 16: Presenta con
fuerza el momento decisivo de esta historia: el
choque entre las fuerzas del bien y del mal.
Quinto 16, 16 – 22, 5: Se describe el
desenlace final de toda esta historia.
CAPITULOS 4 Y 5.
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gloria de Dios. Aquella puerta que permanecía
cerrada (ver Ez 44, 2) se abre.
24
Delante del trono hay un mar
trasparente como cristal. El mar es símbolo de
la potencia hostil (Ap 21, 2). Quiere aquí
afirmarse que Dios es dominador de todas las
fuerzas negativas que amenazan al hombre. El
mar, tan temido y caótico, se pone dócil a los
pies de su amo. Recordemos a Jesús
calmando la tempestad.
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Un himno litúrgico cierra la visión.
CAPÍTULOS 6 Y 7.
Cap. 6, 1 – 8.
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reduce el símbolo a fríos esquemas. Hay que
apreciar esta originalidad iconográfica, típica
del Apocalipsis, y “ver” la secuencia de unos
caballos que salen con fuerza de las páginas
del libro. A esta contemplación se nos invita
“Ven, miré y vi”.
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El tercer caballo es negro..Representa
la injusticia social que mata de hambre a
gentes y pueblos, y distribuye las riquezas
según la ambición de unos cuantos poderosos.
Es el gran pecado de la humanidad. También
hoy, comprar unos alimentos cuesta cuatro
veces más de lo normal. ¡y en aquel tiempo!.
Es la carestía de la vida provocada por la
injusticia de algunas personas.
Cap. 6, 9 – 11.
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está unida del todo a Cristo. Reciben el premio
de una vida inmortal, participando de la misma
condición de Cristo resucitado. Dios aparece
como el defensor, con la misión de reparar con
su justicia la injusticia cometida con ellos, el
desagravio es su sangre derramada.
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frío seol, sino un lugar cerca de Dios, donde
participan de la vida inmortal de Cristo
resucitado.
Cap. 6, 12 – 17.
El terremoto.
Estas alteraciones cósmicas son un
tanto exageradas. Quieren acentuar, según
esquema bíblico y apocalíptico, la inminente
aparición divina. Habla de la llegada de día de
la cólera de Dios. Lo original es que habla de
la ira del Cordero. En el A. T. se habla muchas
veces de la ira de Dios. Aquí Cristo asume una
función divina.
El Cordero no es un animal
domesticable. Cristo no se presta a
tergiversaciones. La comunidad cristiana es
invitada a no convertir su cercanía en
debilidad y manipularla a su antojo.
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saber que ella es en el fondo la responsable o
no, de provocar la ira del Cordero.
Cap. 7, 1 – 8.
31
cristianos fieles. A esto alude el cambio de
Judá por Rubén, el cual prefigura al Mesías.
Cap. 7, 9 – 17.
32
Un pasado. Estos son los que vienen de la
gran tribulación, han lavado sus túnicas en la
sangre del Cordero. La sangre de Cristo lava
los pecados y sirve de unión a su condición
gloriosa. Visten el color blanco de la
resurrección.
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contesta con la presentación solemne de una
multitud de resucitados. Son una avanzadilla
de la humanidad, un anticipo de la victoria
final.
Cap. 8, 9, 10 y 11.
Cap. 8, 1 – 5.
El séptimo sello.
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oraciones de los santos, de la Iglesia. Y
porque es algo que supera la inteligencia y el
cálculo del hombre, la acción se abre con
media hora de silencio. Este silencio no es una
pausa sin sentido, sino un remanso elocuente
y lleno de respeto ante lo sublime de Dios.
Como el silencio de la liturgia, es tiempo de
que la Iglesia se abra a este misterio.
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y relámpagos. Y los ángeles van a tocar las
trompetas.
Cap. 8, 6 – 13.
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el poder del mal, que realiza una obra
antidivina. Lo que Dios había hecho bueno, la
luz, el agua, la tierra... se desnaturalizan. Mas
estas catástrofes son signos de liberación para
el pueblo elegido, como lo fueron las plagas
en Egipto. Pero no todo está perdido, queda
espacio y tiempo para convertirse. Igual que
las plagas de Egipto, son una llamada las
catástrofes,
Cap. 9, 1 – 12.
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y subterránea, muy difícil de ser entendida.
Pero está sometida a la voluntad de Dios. Esta
potencia invade lenta y fatalmente la historia.
Tan espeso se torna el mal que surgen los
saltamontes. (Cf. Joel 1, 2 – 2, 17). También
en la octava plaga. Quiere decir que serán
tiempos insufribles, que se preferirá la muerte,
pero la muerte huirá. La finalidad es la
conversión. Pero será un tiempo limitado,
cinco meses, y, no todos sufrirán lo mismo.
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Cap. 9, 13 – 21.
Cap. 10, 1 – 7.
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Señor. Envuelto en una nube, la trascendencia
divina. El arco iris, símbolo de la alianza, le
rodea la cabeza. La belleza del sol brilla en su
rostro. Piernas firmes y tiene la incandescente
solidez del fuego.
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El acento no está en el tiempo de su
cumplimiento, sino en la certeza del triunfo y
su glorificación.
El libro
.
Es un gesto simbólico, ya también
realizado en Ezequiel (Ez 2, 8 – 3,3). Se le
invita a comer el libro. Juan lo come y es
agridulce. Es una visión teológica de lo que
significa ser profeta. Que es recibir
gratuitamente la Palabra , asimilarla,
interiorizar la salvación. Conlleva el gozo de
anunciar el mensaje y las amarguras de la
tarea profética.
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Templo, actúan en la tierra, mueren en la gran
ciudad y suben al cielo. El relato acaba en el
cielo.
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Esta narración representa el colmo de la
persecución y de la inhumanidad. Así es
vejada la Iglesia en sus hijos los profetas. Ese
es el sabor amargo del libro de la profecía.
Pero después de tres días y medio, tiempo
limitado, el Espíritu les dará vida, resurgirán,
se pondrán de pie, igual que el Cordero que
está de pie, subirán al cielo, a Dios.
La séptima trompeta.
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Vamos a asistir al profundo drama de la
historia de la salvación. El enfrentamiento
entre las fuerzas del bien y del mal. Las tres
señales que aparecen: la mujer (12, 1), el
dragón (12, 3) y los siete ángeles (15, 1)
introducen a los personajes que protagonizan
de forma representativa el enfrentamiento.
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negativa, que es el deliberado rechazo, y, es
calificado como el tiempo de la ira. Son los
que se cierran a la salvación y se
autodestruyen o se autocondenan. Pero el
Reino tiene una fuerza que nadie puede
sofocar.
Cap. 12, 1 – 8.
La mujer y el dragón.
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nuevo pueblo de Dios, que da a luz al Mesías,
Cristo, al hombre nuevo, en medio de la
persecución.
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Luego un enfrentamiento. La mujer
impedida frente al dragón. A pesar del peligro
la mujer da a luz un hijo varón que pastoreará
a su pueblo. (Ver Salmo 2; Is 7,14). Se trata
de la Iglesia que en tiempo de persecución da
a luz a los cristianos. Está dando a luz
continuamente a Cristo. Mas el hijo fue puesto
a salvo. Por la resurrección escapó de las
garras de la muerte, del dragón, y fue llevado
junto al trono de Dios. Se trata de la
resurrección o glorificación.
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Se celebra enseguida la victoria. Toda la
humanidad rescatada se regocija. Se ha hecho
presente la victoria de Dios y de Cristo. El gran
dragón, designado como el acusador, (Job 1,
9ss) es vencido. Y los cristianos, en vez de
acusados, son vencedores, siguen igual
destino que su Señor. Por medio de la sangre
redentora y del testimonio de su fe, más
fuerte que la muerte, se han unido a la victoria
del Cordero. En el cielo hay gran regocijo. Este
gozo debe contagiar y fortalecer a los
habitantes de la tierra, que sufrirán una cruel
persecución. Queda poco tiempo, la
persecución será dura y es necesario resistir.
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da testimonio a través de los cristianos. El
dragón vencido se queda esperando.
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El gran dragón aparece con
designaciones bíblicas más conocidas: es la
serpiente antigua (Gen.) el diablo (Job. 1; Zac.
3). Es el principio invisible e instigador del mal
que se reproduce en la historia humana, que
corrompe la bondad original de los hombres. Y
va a engendrar la primera y la segunda bestia.
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¿Los mártires humillados o los verdugos que
aparentemente triunfan?. La bestia era, pero
ya no es, dice en (Cap 17, 8 ss). Los cristianos
tienen un destino glorioso, están inscritos en
el Libro de la Vida del Cordero degollado. (13,
8).
Cap. 14, 1 – 5.
El cántico nuevo.
51
la narración. Frente a la capitulación de los
que adoran a la bestia, queda un resto fiel que
acompaña al Cordero victorioso. El Cordero
está de pie. Es Cristo resucitado. El monte
Sion reproduce el lugar donde iba a empezar
la salvación escatológica. Cristo va
acompañado de 144.000. Este número
representa al resto de Israel, son los que
ayudan a la Iglesia a ser ella misma, le
imprimen su empuje. Tienen en la frente el
nombre de Cristo y el Padre. Los adictos a la
bestia también llevan una señal (13, 16 –17).
Y esta escritura divina comporta cuatro
características: señal indeleble de ser
vencedor, es premio a su fidelidad, signo de la
providencia con que Dios les asiste y señal de
su consagración divina.
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quiera que vaya, es su compenetración con él
y su disponibilidad para hacer avanzar el
Reino; tienen labios sinceros aunque la
sinceridad pueda llevarlos a la muerte.
El mensaje irrevocable.
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El tercero anuncia la suerte de los
adoradores de la bestia. Unas imágenes
tomadas de la destrucción de Sodoma y algún
oráculo de Jeremías 25, 15. Estas desdichas
significan la negación de la vida, a modo de
fuego y azufre; la privación de relaciones
sociales, perennidad del sufrimiento día y
noche. Las palabras de este tercer ángel
terminan con una llamada de alerta profunda
para que el lector no de deje abatir por la
suerte adversa, sino que reflexione y cambie.
Se requiere la constancia, saber oponerse a la
solicitud idolátrica que se viene encima,
mantener la fe de Jesús, considerarlo modelo
que supo en horas difíciles ser obediente al
Padre.
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Tras el consuelo de la bienaventuranza ,
refiere el cumplimiento de lo anunciado por los
tres primeros ángeles. El juicio e Dios,
concebido como un reagrupamiento de los
justos y destrucción de los impíos, que saldrá
más tarde en Ap 19, 11 – 21. La visión
procede de Joel 4, 13, primero como cosecha,
después como vendimia.
Cap. 15, 1 – 4.
55
Esta visión quiere fortalecer la fe de la
comunidad cristiana tras la adversidad sufrida
y la calamidad que se avecina. Como siempre,
el Apocalipsis sigue siendo el libro de la
consolación cristiana.
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por la grandeza y acciones salvadoras de Dios,
que desembocan en aclamaciones. Viene una
reacción humana de alabanza universal. Por
fin, una triple motivación recapitula el sentido
de la alabanza: santidad divina, universalidad
de la salvación y la invitación a comprobar las
buenas acciones de Dios en la historia.
Capítulo 15, 5 – 8.
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parcialidad –un tercio-. Ahora afecta a la
totalidad de la creación. Nadie se libra.
Parecen inspirarse en la plagas de Egipto. A
pesar de la gravedad de las plagas los
hombres no se convierten ni reconocen la
grandeza de Dios, sino que la maldicen.
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Capítulo 16, 17 – 21.
La séptima copa.
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azote de granizo significa el castigo a los que
se oponen obstinadamente a El.
La gran ramera.
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La mujer es adúltera, lleva en su mano
un copa de oro; el oro y su color es propio de
la liturgia (Ap 1, 12), mas ella profana este
uso divino, ya que la copa está llena de
abominaciones. Va vestida lujosamente de
púrpura, como los emperadores romanos. En
cambio la esposa viste de lino brillante, que
significa las obras justas de los santos, los que
han lavado sus túnicas en la sangre del
Cordero. La prostituta aparece borracha con la
sangre de los mártires. La Iglesia es la esposa
del Cordero degollado.
61
Se hace una llamada a la reflexión
sapiencial (17, 9). Las siete cabezas son siete
montes, la siete colinas de Roma. La alusión a
las montañas son un símbolo bíblico de las
potencias terrestres, la soberbia humana,
lugar de los ídolos, o divinidades, que se
revelan contra Dios.
62
Toda esta presentación dramática de
signos debe conducir a una profunda actitud
sapiencial; preguntarse en cada momento
quién asume en la historia estas exigencias de
absolutismo propias de Dios y de Cristo, y
quién lucha contra la Iglesia. El mal que no
cesa cambia de aspecto, mujer, bestia, ciudad.
Son los reyes de la tierra. El poder del maligno
se manifiesta con una tremenda vitalidad. Pero
la comunidad recibe consuelo, pues
comprueba el carácter efímero del mal. Y está
invitada a una confesión de fe: Sólo Cristo es
Rey y a El sólo se adora.
Capítulo 18, 1 – 8.
La caída de Babilonia.
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Una voz sale del cielo con un mensaje
divino, anuncia como ya realizada la caída de
Babilonia (los verbos están en pasado). El
orgullo de la gran ciudad se ha venido abajo y
ésta se ha convertido en triste morada de
alimañas. (Ver Is 13, 21ss y Bar 4, 35). Y se
explica el por qué: el adulterio con ella de los
reyes de la tierra (Jer 51, 7) y el
enriquecimiento desenfrenado de sus
negociantes (Ez 27, 12 – 18). Aquí se condena
el comercio que sólo busca lujo y ostentación.
Y la arrogancia que se mezcla y confunde con
la injusticia social.
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Las Lamentaciones por la caída.
65
En contraste, se invita a los cristianos a
alegrarse (el cielo, vosotros los santos, los
apóstoles y los profetas) no por la ruina de la
ciudad, sino por el restablecimiento de la
justicia divina.
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de las alabanzas, y pueda seguir el camino de
Jesucristo.
67
Este aleluya tiene tres motivaciones:
porque Dios ha juzgado con rectitud, porque
ha condenado la corrupción de la gran ramera
y porque ha vengado la sangre de sus siervos.
Las tres expresiones son una referencia clara a
Babilonia.
68
Otra voz multitudinaria, de la
naturaleza, océanos, truenos, se suma y
repiten el aleluya. Pero el designio de Dios
adquiere ahora un alcance más profundo. El
Evangelio siempre es una buena noticia, y se
ha manifestado en la imagen de un reino y
unas bodas mesiánicas. Hay que notar aquí el
carácter corporativo “Alegrémonos y
regocijémonos”. Es la alegre bienaventuranza
que se concede a los que padecen persecución
por Cristo. Para estos ya ha llegado la plenitud
de la alegría. Y se explicita con la imagen de
las bodas. Las nupcias de Cristo con la Iglesia,
su pueblo rescatado.
La aparición de Cristo.
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Ahora se presenta a Cristo como juez y
vencedor de todas las fuerzas del mal y cuenta
la sucinta reseña de un combate. Ya ha sido
aniquilado el centro del poder corruptor,
Babilonia; ahora van cayendo poco a poco sus
vasallos. Los reyes y habitantes de la tierra,
las dos bestias. Se muestra, cómo es poderosa
la victoria de Cristo.
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Palabra o espada que sale de su boca, va a
combatir eficazmente. Su juicio se muestra en
un combate; simultáneamente salva a los
cristianos fieles y condena las fuerzas que se
le oponen. Su sentencia es perspicaz, pues
tiene mirada de fuego, que lo penetra todo
hasta el fondo. Sus diademas, opuestas a las
del dragón y la bestia, proclaman que es el
verdadero Rey. Su nombre es divino, se llama
Palabra de Dios. Su manto lleno de sangre
recuerda la muerte de la que ha salido
victorioso.
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En un banquete se dan a comer las
carnes de los vencidos, se consuma así la
derrota de los confabulados. Las bestias,
engendros del dragón, son echados al
estanque de fuego, que quiere decir, su
aniquilación total. La victoria es de Cristo y de
los suyos, es la gran victoria de Dios sobre el
mundo.
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La actividad de Satanás consiste en
engañar, es decir, conducir al hombre a la
idolatría. Es grande la virulencia de su acción,
tiene poco tiempo
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en Elías (2 Re 1, 12) indica que es el poder de
Dios quien destruye.
El juicio definitivo.
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ya no hay muerte ni pecado. El juicio será
hecho según las obras, según los inscritos en
el libro dela vida. Pero este libro es del
Cordero degollada, como vimos en Ap. 3, 5.
Capítulo 21, 1 – 8.
75
Esta aparición inaugura un nuevo orden
de cosas y exige la transformación de todo lo
viejo, que ya no sirve.
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Dios está sentado en el trono y con su
poder creador hace nuevas todas las cosas.
Hace un nuevo Génesis. Es el origen y el final
de todo.
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La muralla tiene doce puertas. Y sobre
las puertas doce ángeles y grabados en las
puertas los nombres de las doce tribus. Los
cimientos llevan los nombres de los doce
apóstoles. Está compuesta por la suma del
Antiguo y Nuevo Testamento.
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Jerusalén, así iluminada se convierte en
meta de todas las naciones. Ciudad de puertas
abiertas. Hacia ella camina lo mejor del
mundo. Se subraya aquí la universalidad de la
Iglesia. Se cumple la profecía de la
peregrinación de los paganos, como los Magos
siguiendo la luz de la estrella. Y también se
indica la misión de la Iglesia: en medio de un
mundo a oscuras, ella es testigo de la luz. Su
tarea misionera se hace por la irradiación. Los
pueblos van en busca de la luz. La Iglesia no
es la luz, sino la lámpara. La única luz es la
presencia de Dios y el Cordero.
Capitulo 22, 1 – 5.
79
El río recuerda la imagen del Génesis
(Gen 2, 10) y de (Ez 41, 1 s). Aquí el río es el
agua viva y está brotando (es decir
continuamente), con una luz esplendente,
trasparente “como el cristal”. Junto al agua
hay un árbol que da doce cosechas (Ez 47, 12)
y sus hojas tienen poder medicinal (ampliando
la visión del profeta) destinado a todas las
naciones. Subraya una vez más el
universalismo.
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deseó el Antiguo Testamento (Ez 33, 20; Sal
17, 15: Sal 42, 3) ahora se cumple. Esta vida
destierra la noche. Significa la victoria de la luz
sobre las tinieblas. La luz, como el aire para
respirar, es la misma vida que envuelve a la
humanidad. Y habrá un reino compartido con
Dios y para siempre.
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divina del que inspiró a los profetas y ahora al
autor del Apocalipsis.
82
El Espíritu es el alma de la Iglesia. La
inspira proféticamente, la sostiene en esta
larga noche de espera, para que como digna
esposa sepa invocar a su Señor. Es el Espíritu
de profecía que continuamente ha estado
hablando en la Iglesia, interpretando las
palabras de su Señor. Ahora es una presencia
viva dentro de ella. Y con ella, juntos, hacen la
misma oración, que es el grito de la Iglesia
siempre: ¡Marannatha!, ¡Ven Señor Jesús!
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renovada y creciente, hasta que se haga del
todo plena en la aparición última de la Parusía.
Entonces tendrán lugar la nupcias definitivas
entre Cristo y la Iglesia.
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