El derecho, como el aire, está en todas partes. Por ejemplo, puede ser que hoy usted se haya contenido de ejercitar su agradable voz bajo la ducha, recordando que vecinos con poca sensibilidad artística podrían hacer valer ciertas ordenanzas contra los ruidos molestos; seguramente usted se habrá vestido al salir de su casa, porque entre otras razones, usted sabe bien que hay regulaciones jurídicas que desalientan una excesiva ligereza en el vestir; probablemente usted haya celebrado un contrato tácito de transporte al ascender a un ómnibus público o, si ha conducido su automóvil, habrá seguido, o simulado seguir, algunas reglamentaciones y habrá hecho uso de la facultad jurídica de transitar por la vía pública; es casi seguro que usted debe haber celebrado hoy varios contratos verbales de compraventa (al adquirir, por ejemplo, el periódico o cigarrillos) y de locación de obra (al llevar, por ejemplo, sus zapatos a arreglar) ; aunque usted no tenga un físico imponente, usted tiene alguna confianza en que probablemente no será golpeado, insultado, vejado o robado gracias a la "coraza" normativa que le proporciona el derecho; la organización donde usted trabaja o estudia (es de esperar que usted no sea un miembro de una asociación ilícita) está seguramente estructurada según una serie de disposiciones legales; si usted tiene que hacer un trámite quizá no advierta que cada uno de sus intrincados pasos está prescripto por normas jurídicas. Todos estos contactos con el derecho le ocurrirán a usted en un día normal; piense en cuánto más envuelto en el derecho estará usted cuando participe de algún suceso trascendente, como casarse, ser demandado judicialmente. 1.NIÑO.
INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS DEL DEBECHO
Todo esto, por supuesto, es perjudicial para la identificación de los fenómenos jurídicos, y provoca estériles disputas y dificultades artificiales. Pero el hecho de reemplazar la búsqueda de la "verdadera esencia del derecho" por una investigación del uso de la palabra "derecho" en el lenguaje corriente y en el de los juristas, no garantiza que vayamos a obtener una caracterización del concepto de derecho con perfiles claros y definidos, que satisfaga ciertas exigencias de operatividad teórica. Esto es así porque el uso común del término "derecho", como el de muchas otras palabras, presenta ciertos inconvenientes que suelen generar una serie de equívocos en las discusiones de los juristas. La palabra "derecho" es ambigua, y para colmo tiene la peor especie de ambigüedad, que es, no la mera sinonimia accidental (como la de "banco"), sino la constituida por el hecho de tener varios significados relacionados estrechamente entre sí. Veamos estas tres frases: "El derecho argentino prevé la pena capital". "Tengo derecho a vestirme como quiera". "El derecho es una de las disciplinas teóricas más antiguas". En la primera frase, "derecho" hace referencia a lo que, con más precisión, se llama "derecho objetivo", o sea un ordenamiento o sistema de normas (por ejemplo un conjunto de leyes, decretos, costumbres, sentencias, etcétera). En la segunda, "derecho" se usa como "derecho subjetivo", como facultad, atribución, permiso, posibilidad, etcétera. En la tercera frase, la palabra "derecho" se refiere a la investigación, al estudio de la realidad jurídica que tiene como objeto el derecho en los dos sentidos anteriores (¡qué lamentable que la misma palabra haga referencia tanto al objeto de estudio como al estudio del objeto!). En general, para evitar confusiones, se conviene en que "derecho" a secas denote el ordenamiento jurídico y que los demás sentidos sean mencionados con las expresiones "derecho subjetivo" y "ciencia del derecho". Sin embargo, muchos juristas son víctimas de una confusión entre estos tres sentidos. También resulta que la expresión "derecho" es vaga. No es posible enunciar, teniendo en cuenta el uso ordinario, propiedades que deben estar presentes en todos los casos en que la 1.- palabra se usa. INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS DEL DERECHO cia entre los juristas y filósofos del derecho, promoviendo la idea —que tiene sus raíces en el pensamiento de filósofos griegos y juristas romanos—, de que el derecho está más allá de toda manipulación racional dirigida hacia objetivos sociales, el punto de vista de Be.ntham terminó por imponerse. Ello no se debió tanto a una conversión de los juristas, sino a que las intensas transformaciones sociales, por ejemplo las originadas en la revolución industrial, la organización sindical de los trabajadores y el proceso de urbanización, que obligaron a adoptar medidas legislativas más o menos rápidas, pusieron en evidencia la función instrumental del derecho respecto de la obtención de objetivos sociales. Hoy en día resulta muy difícil negar la influencia recíproca entre el derecho y las circunstancias sociales y económicas. Los cambios producidos en la sociedad se reflejan, más tarde o más temprano, sobre el ordenamiento jurídico y éste, a su vez, suele servir de promotor de nuevas pautas sociales (lo que no se concilia fácilmente con la idea marxista de que el derecho es parte de la "superestructura" de una sociedad y como tal, se limita a reflejar y proteger el sistema de producción existente y los intereses de la clase dominante). No quiere esto decir que haya siempre una coordinación plástica entre las circunstancias sociales y las normas jurídicas vigentes. Son frecuentes los casos en que se produce un retraso de la legislación respecto de las demandas de la opinión pública, ya por impermeabilidad de los legisladores, ya por la existencia de poderosos grupos de presión en sentido contrario, ya en fin porque el procedimiento de reforma legislativa en ocasiones es lento y complicado. Esto se puede ilustrar en nuestro país con la falta de respuesta legislativa para los innumerables casos de familias irregulares a causa de la inflexibilidad de la legislación matrimonial. También son comunes las situaciones inversas, en que la población se resiste a aceptar reformas promovidas por la legislación. Algunos filósofos jurídicos, como Hart y Lon Fuller, han señalado ciertos recaudos mínimos, formales y materiales, que el derecho debe satisfacer para tener alguna probabilidad de ser eficaz, como proveer a que los subditos tengan posibilidad de LA INTERPRETACIÓN DE LAS NORMAS JURÍDICAS 301 conocer las normas jurídicas o disponer algunas limitaciones para los ataques contra la vida humana. Sin llegar a esos extremos, la legislación suele a veces resultar ineficaz ante los hábitos profundamente arraigados en la población. Por ejemplo, se han realizado investigaciones sociológicas sobre el influjo de la implantación de la legislación occidental en Turquía, demostrándose que, mientras las normas que se referían a aspectos instrumentales, como las actividades comerciales, consiguieron una aplicación efectiva, las relacionadas con cuestiones afectivas o creencias primarias, como la vida familiar y el matrimonio, sólo escasamente lograron alterar las pautas sociales aceptadas. En nuestro medio esto ocurrió con evidencia, por ejemplo, con las normas referentes al duelo, practicado en el pasado despreocupadamente por ciertos grupos sociales no obstante las severas sanciones del Código Penal, y con las normas relativas al aborto, que no pueden contener la extensión de esa práctica en la sociedad, generándose un grave problema moral. Los sociólogos jurídicos suelen formular algunas condiciones necesarias para que una norma jurídica pueda tener éxito en su empeño por alterar los hábitos arraigados en una sociedad. Por ejemplo W. M. Evan señala las siguientes condiciones: a) que la norma jurídica en cuestión emane de una autoridad prestigiosa (indica el autor que en los Estados Unidos se advierte menor resistencia potencial a las nuevas normas legislativas que a las jurisprudenciales) ; 6) que la nueva norma pueda fundamentarse como compatible con ideas jurídicas, culturales, etc., ya aceptadas; c) que se permita a la gente visualizar modelos prácticos de cumplimiento de la norma; d) que se haga uso consciente del factor temporal para permitir que vaya cediendo paulatinamente la resistencia a la norma; e) que los agentes encargados de aplicar la norma se comprometan, por lo menos externamente, a su cumplimiento, sin dar muestras de hipocresía, corrupción o privilegio;/) que se empleen premios y castigosadecuados para motivar el cumplimiento de la norma, y g) que se provea protección efectiva a aquellos que se vieran afectados por el incumplimiento de la norma. Los cambios que el derecho introduce en la sociedad pueden clasificarse, como lo sugiere Y. Dror, en directos e indirectos. El derecho produce cambios sociales directamente cuando la LA CIENCIA DEL DERECHO 321 2. La dogmática jurídica No es posible hacer generalizaciones universales cuando se pretende caracterizar la actividad teórica que despliegan los juristas en relación a los órdenes jurídicos vigentes. Sin duda hay diferencias profundas entre el modo de actividad que cumplían los juristas del Imperio Romano, la de los glosadores de la Edad Media y la investigación jurídica moderna. Igualmente son notables las diferencias que median entre la investigación que realizan los juristas de los países del common law y la que desarrollan los estudiosos del derecho del sistema continental europeo. Por último, también hay grandes diferencias entre las investigaciones jurídicas que se realizan en las distintas ramas del derecho; por ejemplo, las que efectúan los civilistas y las que llevan a cabo los especialistas del derecho político. Lo que se caracterizará a continuación es la modalidad de investigación jurídica que se suele denominar "dogmática jurídica". La dogmática jurídica es típica de los países en que predomina el derecho legislado —los del continente europeo y los hispanoamericanos, entre otros—, no habiéndose difundido, en cambio, en el ámbito del common law. Aunque muchos de sus rasgos se fueron insinuando ya desde la época de la Roma imperial, probablemente no adquirió pleno desarrollo, como luego veremos, hasta la segunda mitad del siglo pasado. Por fin, las características de la dogmática jurídica se dan plenamente en las investigaciones sobre algunas ramas jurídicas, por ejemplo, el derecho penal y el derecho civil, presentándose mucho más atenuadas en otras materias, como por ejemplo, el derecho constitucional y el derecho laboral, y están ausentes casi por completo en otras elaboraciones jurídicas, por ejemplo, las que corresponden al derecho administrativo. Esta modalidad de ciencia jurídica se caracteriza por ciertas actitudes ideológicas e ideales racionales respecto del derecho positivo, por determinadas funciones que cumple en relación a él y por ciertas técnicas de justificación de las soluciones que propone. Algunos de estos ra3gos se considerarán en los párrafos siguientes. a) La adhesión dogmática al derecho positivo El calificativo de "dogmática", con que se suele señalar la clase de investigación jurídica que venimos analizando, constituye un indicio de una actitud que puede considerarse típica de esta modalidad de ciencia jurídica: la aceptación dogmática de la fuerza obligatoria del derecho positivo. Antes de estudiarla diremos algo acerca del concepto de dogma. El conocimiento científico se desarrolla a partir de ciertas exigencias para aceptar la verdad de una proposición, exigencias que indudablemente han ido variando con el progreso de las ciencias. Como lo hemos visto en otra parte de este libro, la ciencia moderna requiere que sus proposiciones sean contrastables empíricamente, o al menos que deriven, o se infieran, de otras proposiciones verificables mediante la experiencia (a menos que se trate de enunciados analíticos). Se suele calificar de "dogmática" una creencia en la verdad de una proposición que no esté abierta a la corroboración intersubjetiva y al debate crítico acerca de si se dan o no respecto de ellas las exigencias del conocimiento científico. Una creencia dogmática se funda exclusivamente en la convicción subjetiva, o fe, del que la sustenta, al margen de consideraciones racionales. Obviamente, respecto de la aceptación de las normas, por ejemplo, las que integran el derecho positivo, no se pueden sustentar creencias, sean racionales o dogmáticas, pues no se trata de enunciados susceptibles de ser calificados como verdaderos o falsos. Pero sí se puede hablar de actitudes, dogmáticas o racionales, en cuanto a tal aceptación de dichas normas. Es posible decir que se acepta racionalmente una norma si la adhesión se justifica por haber cotejado el contenido de la norma con el de otras normas o ciertos criterios valorativos de justicia, conveniencia, etcétera. En cambio, se podría calificar de dogmática la aceptación de una norma que no se fundara en tales criterios materiales, sino, por ejemplo, en la autoridad que ha dictado la norma, en la eficacia de dicha norma, etcétera. A pesar de que la mayoría de los juristas dogmáticos hacen profesión de fe iusnaturalista, cuando se enfrentan con las soluLA CIENCIA DEL DEHECHO 323 ciones> del derecho positivo adoptan una actitud que parece ser francamente positivista (en uno de los sentidos de esta ambigua palabra). Aun cuando la solución les parezca inadecuada, los juristas aducen que su misión es describir el derecho de lege latan y no proponer soluciones de lege ferenda, que deben exponer las leyes tal cuales son, independientemente de las propias preferencias axiológicas. ¿Supone ello una incoherencia entre los ideales iusnatura- Iistas que dicen profesar los juristas y sus actitudes prácticas? Probablemente no. Para mostrarlo convendrá hacer un poco de historia. Generalmente, cuando se piensa en la concepción iusnaturalista, se centra la atención en la corriente teológica. Sin embargo, el iusnaturalismo que puso un sello determinante al pensamiento jurídico dogmático, fue de orientación racionalista. Como sabemos, paralelamente al movimiento iluminista de los siglos XVII y xviil en materia política y filosófica, se desarrolló una concepción jurídica consistente en sostener la existencia de un derecho universal y eterno, no fundado en la voluntad de Dios, sino en la naturaleza de la razón humana. Los juristas racionalistas pretendieron construir grandes sistemas jurídicos, análogos a los que constituían los sistemas axiomáticos de la geometría, cuya base estuviera integrada por ciertos principios evidentes por sí mismos para la razón humana. De aquellos principios se deducirían normas para todos los casos jurídicamente relevantes, constituyéndose así sistemas precisos, completos y coherentes. Tales sistemas imaginados por los racionalistas tendrían un notorio contraste con el derecho positivo vigente en la época, que estaba integrado fundamentalmente por las coutumes de cada condado o las arbitrarias y circunstanciales ordenanzas de los príncipes y señores, todo lo cual constituía un cuerpo normativo sumamente confuso e irracional. Como dice Ross, el racionalismo llevó a los juristas a una absoluta desatención del derecho positivo, que era despreciado en consideración a los que se consideraban genuinos sistemas jurídicos racionales. Sin embargo, las especulaciones de los juristas racionalistas y sus críticas a las normas jurídicas vigentes, tuvieron una decidida influencia en la reforma del derecho positivo y dieron origen, junto con otros factores, al movimiento de codificación que 324 INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS DEL DEHECHO se difundió en Europa desde mediados del siglo xvm y durante todo el siglo xix, siendo su punto culminante el Código Civil francés 1. de 1804.