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~*ENSAYO

CIENCIA Y PODER EN CUBA


RACISMO, HOMOFOBIA, NACIÓN (1790-1970)
~*ENSAYO

Directores de la colección:
JOSÉ MANuEL LóPFZ DEABIADA
Pío E. SERRANO
PEDRO MARQUÉS DE ARMA.s

CIENCIA Y PODER EN CUBA


RACISMO, HOMOFOBIA, NACIÓN
(1790-1970)

EDITORIAL ~~
© Pedro Marqués de Armas, 2014
© Editorial Verbum, S.L., 2014
Calle Manzana 9, bajo único - 28015, Madrid
Teléf: (34) 91 446 88 41
e-mail: editorialverbum@gmail.com
www.verbumeditorial.com
I.S.B.N: 978-84-7962-971-7
Depósito Legal: M-768-2014
© Imagen de cubierta: Los antropólogos De la Torre, Montané y Montalvo
durante el examen del cráneo de Antonio Maceo, en ocasión de la exhumación
de sus restos, el 17 de septiembre de 1899. (El Fígaro, La Habana, no.36, 24 de
septiembre de 1899)

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salvo excepción prevista por la ley.
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,
INDICE

A modo de introducción.............................................. 9

l. EL DISPOSITIVO SEXUAL:
HOMBRE/MUJER
El monstruo humano. Notas sobre el hermafrodita...... 19
Ronda nocturna. Itinerarios del discurso
homofóbico cubano................................................... 31
Variaciones sobre el discurso de la histérica
(con fondo de nodriza).............................................. 55

11. DE LA ESCLAVITUD A LA NACIÓN:


OTROS CUERPOS ANÓMALOS
Digresiones sobre la representación de los
colonosasiáticos........................................................ 69
Fotografia, antropología y esclavitud. Sobre la invención
de la imagen del esclavo en la obra de Henri Dumont... 77
Del esclavo suicida a suicidio cubensis. Una
lectura de la muerte voluntaria en el primer Ortiz..... 93
Apuntes sobre la recepción del degeneracionismo
en Cuba...................................................................... 109

111. EL NUDO DE LA HIGIENE:


COLONIA REPÚBLICA REVOLUCIÓN
Notas en tomo al matadero de La Habana................... 133
Del mosquito al solar. Discurso higiénico en Cuba
en el cambio de siglo................................................. 142
La invención de las masas. Ciencia y racismo............ 155
Psiquiatría para el nuevo Estado. El poder enfermo... 170
ANEXOS
1.1 Historia natural. Descripción de un hermafrodita,
Tomás Romay............................................................ 199
1.2 Descripción de un hermafrodita,
Marcos Sánchez Rubio............................................. 205
1.3 La pederastia en Cuba, Luis Montané y Dardé..... 207
1.4 Paseo de laAlameda, Manuel deZequeira y Arango.. .. 219
11.1 Informe de la comisión enviada para comprobar
las condiciones de los culíes chinos en Cuba............ 222
11.2 Los chinos, Alfonso Hemández Catá.................... 241
11.3 Suicidio de esclavos, Femando Ortiz................... 245
11.4 Del suicidio, Femando Ortiz................................. 248
11.5 Medicina legal. Enajenación mental. [Debate en
torno a la locura de Agustín Acosta y Cárdenas,
asesino del Conde de San Fernando]...................... 250
111.1 Hálitos corruptos. Tres documentos
de finales del siglo XVIII.......................................... 256
111.2 El matadero, Julián del Casal............................... 262
111.3 La vivienda en procomún (casa de vecindad).
Sus inconvenientes y reformas que deben introducirse,
Diego Tamayo........................................................... 264
111. 4 Psicología de las multitudes cubanas,
Israel Castellanos...................................................... 271
111.5 Conferencia nacional de instituciones
psiquiátricas.............................................................. 278
Publicaciones periódicas consultadas.......................... 325
Bibliografía.................................................................. 326
Índice onomástico y analítico....................................... 339
A modo de introducción

Este no es un libro vertebrado en torno a un eje único. Pretende ser


un mapa de las relaciones entre ciencia y poder en Cuba, con indicacio-
nes que van desde finales del siglo XVIII hasta 1970. Lo ambicioso del
marco cronológico responde a un principio que lo preside a lo largo de
sus secciones: el carácter, digámoslo así, de rastreo genealógico que tie-
nen tanto los ensayos que aquí incluyo, como las fuentes primarias que
les acompañan, ineludibles para lo que nos proponemos: indagar en las
diferentes representaciones de la figura del "anormal" en Cuba, así como
en aquellos contextos en que tendrían lugar ciertas transformaciones dis-
cursivas que afectaron, a veces de manera decisiva, a dicha figura.
Escritos a modo de presentación de informes clínicos, médico-le-
gales y sociales, y sin dejar de incluir crónicas de época y algún texto
literario, estos ensayos -inicialmente publicados en versiones embrio-
narias en la revista electrónica La Habana Elegante, sección Panóptico
Habanero- siempre pretendieron, sin embargo, algo más. Así, las fuen-
tes primarias, aunque puntualmente analizadas, sirven como pretextos
para recorridos más extensos, a fin de profundizar en las construcciones
del conocimiento y sus relaciones con los espacios culturales y el poder
estatal. Despliego en realidad un cuerpo de notas que fui modelando por
más de una década, al que adjunto su correspondiente archivo.
Se trata de un mapa complejo, a tono con las características de una
historia igualmente compleja, como la cubana, donde los vínculos entre
el cuerpo y la ley y, en consecuencia, las instancias de subjetividad, se
producen en tensión con campos tan diversos, pero simultáneos, como la
esclavitud, la administración de una sociedad de súbditos sumamente he-
terogénea, y el liberalismo en sus diversas etapas. Mientras la esclavitud
despunta, tardíamente, recrudeciendo el poder punitivo; el liberalismo,
con su moderna noción de soberanía, debe operar en el interior de un ré-
gimen colonial cuyo sostén depende, en gran medida, del afianzamiento

9
de dicho sistema esclavista, al que llegan no obstante de modo efectivo
-en particular tras la epidemia de cólera de 1833- las presiones mo-
dernizadoras.
No menos complejo, en este sentido, es el surgimiento a partir de
1878 de un espacio público que coincide con el final de la esclavitud,
acompañando la emergencia de disciplinas como la antropología, la higie-
ne pública y la psiquiatría; es decir, un entramado de instituciones, regla-
mentos y prácticas bajo el que se articula el llamado nacionalismo étnico
(o científico), antes de la instauración del Estado. En cualquier caso un
largo proceso que, si bien coronado en 1902 bajo un régimen formalmente
democrático, en cuyo marco se refuerzan los imperativos de normaliza-
ción, remitirá siempre a los remanentes del vasallaje, esos mismos que, tal
vez, influirían en la fusión Estado/ModernidadNiolencia que acompaña a
varios periodos de la República, y, sobre todo, a la Revolución.
¿Qué puntos anudan estos espacios de representación donde las pre-
guntas por el género y la raza se producen simultáneamente, aunque con
tendencias propias en cada contexto, y la interpelación social transita brus-
camente de una sociedad de casta a otra civil, amenazadas desde su inte-
rior por lo heterogéneo de los vínculos? Para hacer más comprensible este
recorrido, a la vez que genealógico, contextual, y al mismo tiempo que
instrumental, metafórico (pues no solo me detengo en las prácticas institu-
cionales sino también en las "fuerzas ficticias" que las proyectan a modo
de imágenes), preferí dividir el libro en tres secciones o compartimentos,
con sus correspondientes enlaces a las fuentes primarias (Anexo).
En la primera sección, titulada El dispositivo sexual: hombre/mujer,
incluyo tres ensayos que discurren por el cauce del "nacimiento de la
sexualidad" y del acomodo de ésta a roles y funciones propias de cada
género. Señalar el anudamiento entre nociones pre-normativas, por lo
general procedentes de la crítica moral o costumbrista, y categorías pro-
piamente médicas de las que se derivan -a menudo frente al vacío o
la inoperancia de la Ley- las modernas instancias de normalización,
deviene uno de los objetivos de esta sección. Como punto de partida para
este desarrollo tomo a la figura del "monstruo sexual", tan brillantemente
analizada por Michel Foucault. Sirviéndome de dos textos publicados en
Cuba a comienzos del siglo XIX: uno sobre un marinero hermafrodita,
cuya descripción corriera a cargo del médico Tomás Romay [Anexo 1.1]
10
] y otro sobre un esclavo que presenta la misma condición pero no el
mismo lugar frente a la ley [Anexo 1.2]; trazo un recorrido que preten-
de mostrar, por un lado, cómo determinados conceptos médicos podían
igualar a ambos sujetos, con el propósito de dictar categorías difusas
dirigidas a todo el cuerpo social y, cómo se redirige, por otro, al Hom-
bre Mujer descrito a finales del siglo XVIII por José Agustín Caballero
(modelo, más bien, del travestismo de una época en la que orden burgués
no se ha asentado plenamente) hacia el lugar que ocuparán más adelante
-en virtud de la noción de instinto y ya apresados bajo el discurso de la
higiene pública y la naciente psiquiatría- el pederasta y el homosexual.
Ambos desplazamientos son analizados con mayor detalle en el
segundo ensayo: "Ronda nocturna. Itinerarios del discurso homofóbico
cubano". Para un análisis más amplio de estas transformaciones discur-
sivas, apelo aquí a algún episodio del siglo XVII (el de ciertos "amuje-
rados" supuestamente llevados a la hoguera), transito el espacio de la
Ilustración y de la medicina romántica y me detengo, por último, en un
texto clave del discurso sociopositivista sobre la homosexualidad: "La
pederastia en Cuba", de Luis Montané y Dardé [Anexo 1.3]. De esta con-
ferencia, pronunciada en 1890 en el marco del primer congreso médico
realizado en Cuba, me interesan dos cuestiones fundamentales: las es-
trategias de autorización del relato médico-legal y el modo en que se
articula la metáfora de la nación como cuerpo, ligada a las aprehensiones
del higienismo, y valiéndome en este caso de la figura del pederasta. Si
la autoridad del texto no puede impedir la presencia paródica de la voz
del homosexual, la cual desplaza en el interior del dispositivo médico, a
la del científico; tampoco el carácter clínico de las investigaciones -el
examen físico a que fueron sometidos los sujetos recluídos en el presidio
de La Habana- podrá ocultar, tras un tejido metafórico que remite a la
bacteriología y especialmente a ciertas obras de ingeniería sanitaria, el
verdadero lugar del discurso, a saber: la ansiedad que suscitan en este
contexto y ante la venidera Nación, las mezclas de raza, género y clases.
Una crónica de Manuel de Zequeira y Arango [Anexo 1.4] da pie
para una serie de consideraciones sobre el lugar social o, si se prefiere,
público del cuerpo de la mujer en Cuba, atendiendo a sus diversas y cam-
biantes representaciones. Se trata de indagar qué presiones normativas
incidieron en la conversión de la "mujer artificial" de finales del siglo
11
XVIII y principio del XIX en "madre gloriosa" hacia la década de 1840;
qué derrotero específico siguió la representación del cuerpo de la esclava
y de la mujer mestiza de cara al paradigma de la histeria; y, sobre todo,
qué supuso, dentro del espacio doméstico de la burguesía esclavista, la
espinosa presencia de la nodriza africana, emblema de maternidad defec-
tuosa y figura que liga fatalmente una y otra instancia de representación.
Me sirvo, en este acercamiento, del magistral análisis de Jacques Donze-
lot alrededor de estos intersticios discursivos.
En la segunda sección, De la esclavitud a la nación: otros cuer-
pos anómalos, agrupo cuatro ensayos ciertamente disímiles, por sus te-
máticas, pero que tienen en común el análisis de aquellas teorías tanto
médicas como antropológicas (y de dispositivos específicos como la fo-
tografía, la estadística y el peritaje médico legal) que serían aplicadas a
diversos sujetos colectivos: colonos asiáticos, esclavos urbanos y rurales,
criminales y otros "individuos peligrosos".
En "Digresiones sobre la representación de los colonos asiáticos"
intento señalar aquellas ímágenes que modelaron la inmigración asiática
en Cuba, lo mismo desde la óptica del capitalismo industrial que desde
cierta economía política del cuerpo; más que los chinos como víctímas,
me ímportan los chinos-en-serie, es decir, los resortes biopolíticos y tec-
nológicos que dicha inmigración contribuyó a desplegar. De ahí que haya
elegido como fuentes prímarias dos textos que dislocan tales representa-
ciones cuantitativas, o seriales, al colocarlas en sus límites de expresión:
un fragmento del ímpresionante Informe de la comisión enviada para
comprobar las condiciones de los culíes chinos en Cuba [Anexo 11.1], y
el extraordinario cuento de Alfonso Hemández Catá "Los chinos" [Ane-
xo 11.2]. De más está decir que me he auxiliado del relato de numerosos
viajeros y de textos claves en relación al debate nacionalista, como los
de José Antonio Saco.
En el caso de "Fotografía, antropología y esclavitud ... " realizo una
lectura no tanto de la obra del médico y antropólogo francés Henri Du-
mont, como del lugar de la fotografía en tanto instrumento de legitima-
ción. Aquí la pregunta sería: ¿qué ansiedades delata la representación
científica al apelar ya no solo al recurso antropométrico sino también a
esa prueba-de-verdad que supuso el complemento fotográfico? Por su
parte, en "Del esclavo suicida al suicidio cubensis" me ocupo de Feman-
do Ortiz [Anexo 11.3 y 11. 4] y del modo cambiante y hasta contradictorio
12
en que apreció el problema del suicidio en Cuba, moviéndose con ma-
nifiesta ansiedad desde la etnología a la sociología, y del archivo histó-
rico decimonónico al espacio de opinión de la República, sin resolver
un mínimo ajuste entre la teoría -en particular la tesis civilizatoria del
suicidio, sostenida por la criminología italiana y francesa- y la com-
pleja expresión del fenómeno en una sociedad como la cubana, donde
el tránsito de la post esclavitud a la nación supuso al mismo tiempo un
cambio del sujeto de representación, e incluso, del príncipio mismo de
ínteligibilidad de lo "colectivo".
Termína este apartado con un análisis del modo en que fue asimila-
da, debatida y a menudo articulada en la práctica, por autores e ínstitu-
ciones cubanas, la principal doctrina psiquiátrica de finales del siglo XIX
y comienzos del XX: el degeneracionismo. Chinos, esclavos y sujetos
formalmente libres difunden hacia el interior de lo que podríamos llamar
"espacio de captura académico", en tanto piezas de las que se sirve la
psiquiatría en su expansión desde el manicomio hacia la higiene públi-
ca y propiamente mental. Si algo guía estos apuntes, es el propósito de
ilustrar la transformación del príncipio de responsabilidad penal en prin-
cipio de peligrosidad social, y, por tanto, la extensión de la categoría de
"anormal" ante los umbrales de la República. Se adjunta un ínteresante
debate médico legal sobre la presunta locura de Agustín Acosta y Cár-
denas [Anexo 11.5], quien asesinara en 1873 al Conde de San Femando.
En la tercera y última parte, El nudo de la higiene: colonia república
revolución, reúno ensayos que conciernen a esos grandes espacios presi-
didos por alguna variante del higienismo. En el primero [Anexo III.1 ], se
recorre el mapa sanitario de la ciudad desde sus comienzos hasta finales
del siglo XVIII, cuando se crean, en el marco de la higiene ilustrada,
las condiciones para el traslado extramuros del matadero. El ámbito de
representación es en este caso la propia ciudad entrevista desde ciertas
"topografías médicas", el llamado genio epidémico, etc., recorrido que
extiendo -apelando al mayor número de ligámenes- hasta las postri-
merías del XIX cuando el cronista Julián del Casal [Anexo III.2] lo visita
y se insinúan, en pleno auge de la bacteriología, nuevas transformacio-
nes. En un segundo ensayo, "Del mosquito al solar. .. ", entro de lleno
en ese último espacio, el de la higiene positivista, con el propósito de
mostrar la contínuidad pero también el despliegue de los procesos de
higienización desde la Colonia hacia la República. Intento centrarme,
13
sobre todo, en el tópico de la tuberculosis y del solar como foco privile-
giado de la mirada higiénica. Zona de confluencia de todo un entramado
sanitario, el solar liga no solo las aprehensiones de los higienistas a la
ciudad moderna que imaginan; sino que deviene, también, ese punto de
mira que transfiere los enunciados médicos desde el orbe de la higiene,
sancionado en el éxito de la campaña contra la fiebre amarilla, al de la
incipiente criminología [Anexo 111.3].
Esta conversión de los higienistas en criminólogos, varias veces
comentada a lo largo del libro, vuelve a ser señalada en "La invención
de las masas. Ciencia y racismo". Sin salirme demasiado de la obra del
criminólogo Israel Castellanos, y partiendo de su articulo "Psicologías
de las multitudes cubanas" [Anexo 111.4], abordo determinados víncu-
los entre etnografía y sociedad tal como se venían articulando desde el
final de la esclavitud, en particular tras el surgimiento hacia 1878 de un
espacio público en el que las expresiones culturales entran en tensión; y
tal como se rearticulan durante la República cuando, resuelto de algún
modo el orden higiénico, se consolida la criminología y se enuncian los
postulados de la eugenesia.
Si la alianza higiénico-criminológica, en tanto expresión del modelo
liberal, se modifica en cierta medida a partir de 1940, al complementar-
se con dispositivos de ascendencia social, es necesario indicar que ésta
permaneció intacta... y que, en general, las relaciones entre ciencia y
poder se amplificaron. Con la Revolución, se entra en una extensión de
la misma que, no obstante pródiga en enunciados sociales, no podrá pres-
cindir del evolucionismo y, en consecuencia, de un trasfondo biologicista
dirigido a la especie en su conjunto. Fue en contra de la especie humana
(y esto a menudo se pasa por alto) que surgieron y se aplicaron catego-
rías que equiparan "enemigos de clase" con anímales o enfermedades
supuestamente exclusivas de la sociedad capitalista, mientras se anuncia
la desaparición de aquéllos en virtud de leyes sociales abstractas y en un
plazo más o menos definido. Se trata, en cualquier caso, de una superpo-
sición de los poderes de normalización, disciplinarios, etc., a expensas de
la lógica de un Estado socialista, capaz de ejercer el derecho de muerte
y de descalificación.
Es por eso que incluyo, para terminar, un texto sobre la psiquiatría
en Cuba en sus relaciones con el nuevo estado, en el cual me detengo,
entre otras cuestiones, en aquellas prácticas que apuntan al homosexual
14
como "individuo peligroso". Si la higiene socialista fue una higiene
esencialmente eugenésica, se debe no solo a la pretensión de establecer
un nuevo sujeto moral, sino al hecho de hacerlo a cuenta de perseguir
toda diferencia individual, todo desvío en relación a un código estricto
que equipara ficciones normativas y razones de estado. El higienismo
revolucionario, sin duda efectivo en otros campos, se empecinó en forjar
un Hombre Nuevo que es la negación ya no solo del homosexual, sino
también, en virtud de su carácter genésico, del Hombre Mujer de que tan-
to se habla en este libro. Para el estado socialista, el homosexual remite
a una genealogía que posibilita echar mano de los dispositivos liberales
(por ejemplo, el prevencionismo en nombre del cual actúa), al tiempo
que enfoca a un producto atávico cuyo retomo -el fantasma capitalis-
ta- habría que erradicar saltándose todas las reglas, es decir, apelando a
la violencia, al secuestro, a una cirugía en profundidad. El poder del esta-
do deviene en poder criminal, y a la vez enfermo. Creo que incluir, como
colofón, fragmentos de un documento tan revelador como la "Conferen-
cia Nacional de Instituciones Psiquiátricas" (La Habana, 1963) [Anexo
III.5], cuyo formato asambleario se respeta en todo momento, permitiría
apreciar con claridad lo expresado en el último ensayo.
En principio, pensé titular este libro Del vivac a la academia: cien-
cia y poder en Cuba. Pero, aun cuando la academia como espacio de
saber siempre está presente, el vivac no resulta una instancia precisa.
En realidad, la historia de Cuba está repleta de "espacios de captura"; lo
fueron los barracones, los solares, las márgenes de la ciudad, los cayos,
el latifundio, las granjas, las escuelas y campamentos. Fue en ellos, en
definitiva, donde serían sorprendidos ciertos personajes que asoman en
estas páginas, desde hermafroditas como el marinero Antonio Martínez y
el esclavo Hytek, hasta pederastas como la Princesa de Asturias, travestís
como Enriqueta Faber, locos criminales como Acosta y Cárdenas, y otros
cuyos nombres (o alias) pasan al vuelo. Cogidos in fraganti, formatea-
dos por el saber y la opinión y recluidos al final en cárceles, hospitales y
manicomios, etc., no hablan ellos, desde luego, pero algo de sus voces se
filtra cuando se destapa esta caja.

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AGRADECIMIENTOS

En primer lugar, a mi amigo el poeta y ensayista Francisco Morán, por ofrecerme


espacio en su revista electrónica La Habana Elegante y compartir conmigo no
solo muchos de estos tópicos, sino también señas de vida e ilusiones intelec-
tuales. A Mario Bonet, compañero de ruta en medicina y literatura, con quien
comencé a ciegas ciertas investigaciones sobre el suicidio en Cuba. A Rolando
Sánchez Mejías, por su fe (más de la debida) en esta fuga no literaria. Al profesor
Jorge Salessi, de la Universidad de Pennsylvania, por sus numerosas observa-
ciones y críticas, muchas de las cuales se revelaron certeras. A James J. Pancra-
zio, del Departamento de Lenguas, Literaturas y Culturas de la Universidad de
Illinois, por sus estimulantes opiniones y cuyos consejos sobre el ordenamiento
del manuscrito me hubiera gustado cumplir en mayor medida. También a Carlos
Aguilera y Ramón Todd Ochoa, quienes soportaron mis elucubraciones cuando
comenzaba a internarme en estos temas. A Lucía y Mónica, por su ayuda en
más de un sentido. A Dolores Labarcena, escucha perspicaz. Y por supuesto a
mis padres, atrapados en este intríngulis. Con mi padre, archivero mayor, me las
arreglaba en estas cuestiones.

16
l. EL DISPOSITIVO SEXUAL:
HOMBRE/MUJER
El monstruo humano.
Notas sobre el hermafrodita

Los gavinetes de historia natural son archivos de la naturaleza, en donde


se registra la curiosidad humana: lo raro y admirable que se encuentra en
las diversas partes del mundo. Con todo, no se halla sea suficiente esta
especulación para dexar satisfechos los designios del entendimiento, cuyo
empeño es el conocer la causa de la variedad.
FRANcrsco BARRERA Y DOMINGO, Reflexiones ... 1

Es posible rastrear la figura del monstruo humano en un periplo que


va de las dos últimas décadas del siglo XVIII hasta bien entrado el XIX.
Su emergencia en Cuba dista poco de la europea, y promueve las mismas
o parecidas preguntas. El monstruo participa de un discurso fascinante (y
no menos fascinado) que solo luego, al impregnarse de un saber propia-
mente normativo, se trivializa.
Si el monstruo literario por excelencia es el "esqueleto a lo viviente"
de Zequeira ("La Ronda", 1808), ahora acecha en textos de medicina y
desde instancias como el Gabinete de Historia Natural. Es justo ahí adon-
de se le intenta recluir mientras impone su incesante fuga esquizoide.
Militar-muerto-en-vida, el engendro zequeriano no solo pone en crisis
una identidad poética sino también política: subvierte un recurso de poli-
cía-las ordenanzas- que funciona a la vez como dispositivo ilustrado.
"Volvimos al principal/Y aquel señor oficial/Que era un joven mata siete/
Quiso mandarme al gabinete/de la historia natural". 2
1 Francisco Barrera y Domingo: Reflexiones histórico físicas naturales médico quirúr-

gicas, Ediciones C/R, La Habana, 1953. Extraordinario tratado de enfermedades de esclavos


escrito en Cuba a finales del siglo XVIII. Para este médico aragonés, ciertos tumores, la mastur-
bación y otros "vicios" frecuentes en los esclavos constituían monstruosidades. Sus postulados
taxonómícos se ven a menudo enfrentados a una concepción cuasi maravillosa de la naturaleza
y del cuerpo humano, en modo alguno ajena a la mentalidad de la época.
2 Manuel de Zequeira y Arango: Poesías, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984, pp.

19
No muy distinto sería el desquiciamiento que el monstruo supuso,
a nivel taxonómico, para médicos y juristas. El ojo que clasifica procede
todavía según un excedente de asombro, propio de narrativas que vali-
dan lo insólito apelando a estrategias literarias. 3 Sin embargo, este plus
de curiosidad, que acompaña desde mediados del siglo XVII al proceso
de naturalización del monstruo, se abre hacia un terreno cada vez más
diferenciador. Aunque ciertos especímenes aparecen como vístos por pri-
mera vez (fuera de foco), terminan por disponerse en un espacio regido
por la palabra y su inscripción letrada.
En 1787, por ejemplo, Antonio Parra incluye a un negro congo en
su Descripción de diferentes piezas de historia natural. El ex-calesero
Domingo Fernández se muestra en tres vistas, sentado sobre una hernia
de "vara y media y seis pulgadas". 4 José Agustín Caballero, por su par-
te, percibe al Hombre-Mujer que circula en La Habana de 1791 como

126-34. "La Ronda" puede leerse como parodia de la Ilustración, en particular en lo que apunta
a sus dispositivos disciplinarios y normativos. El poema no anticipa, como se ha dicho, la locura
que padeciera su autor, sino que imagina, por el contrario, la locura de una sociedad que se
observa a sí misma en términos de civilización.
' Sobre las narrativas de lo insólito y lo curioso en los siglos XVII y XVII ver Steven
Shapin: A Social History ofTruth: Civility and Science in Seventeenth-Century England, Chica-
go University Press, 1995; y, Palmira Costa da Fontes: "The Culture of Curiosity at The Royal
Society during the first half ofthe Eighteenth Century", Notes and Record ofthe Royal Society
of London, 56, 1992, pp. 147-166. En este contexto lo extraño comienza a ser visto, por lo
general, como excepción que confirma la regla, esto es, como patrón de inteligibilidad. Es por
ello que estos discursos apelan a cierta profusión de detalles, a fin de suministrar suficientes pru-
ebas que autentifiquen la veracidad de un fenómeno. No solo el monstruo humano cae en esta
cuenta; también casos de longevidad, de sueño prolongado, rejuvenecimiento, superfetación o
fecundidad extraordinarias. Ver, por ejemplo: "Noticia extraña de una mujer moza que enveje-
ció pronto y volvió a rejuvenecer", Papel Periódico de la Havana, no 77, 25 de septiembre de
1791, pp. 307-308.
4 Antonio Parra: Descripción de diferentes piezas de historia natural (1787), Editorial

Academia, La Habana, 1989. Ver las láminas 71, 72 y 73, pp. 194-195. "Esta enfermedad la ad-
quirió --escribe Parra- el año 1777 habiendo empezado del tamaño de una bola de truco, con
cuyo motivo pasó al Hospital de San Juan de Dios, en el que tomó las unciones; pero infructuo-
samente, pues lexos de disminuirse, ha tomado el mencionado incremento, con la singular par-
ticularidad de no serle incómoda más que para andar, pues lo executa con trabajo, sin embargo
de hallarse robusto, sano y sin el menor achaque. Actualmente se mantiene de pedir limosnas,
con cuyo motivo son raros, en esta Ciudad de la Havana, los que no sean testigos oculares de
este fenómeno raro de la naturaleza, y los que no se muevan a admiración y compasión de una
mole tan considerable".

20
especie de bestia, todavía cruce alegórico entre dos reinos, sin que eso
le impida trazar una política claramente homofóbica. 5 Y a José Antonio
Saco le impacta el nacimiento de algún feto extraño, en lo que sospecha
cierto origen fraudulento, el mismo que infiere más tarde entre las causas
de la epidemia de cólera. 6 No en balde en un periódico de la época se
recoge esta noticia: "parda libre dio a luz trillizos, uno parecía español,
la otra india y el otro negro ... " Se anuncia así esa otra monstruosidad de
las mezclas raciales. 7
Cuando se instale en 1834 el Museo Anatómico y la Clase de Clínica,
la curiosidad natural cederá ante un deslizamiento positivo del saber, que
apresará a la figura del monstruo en el terreno propicio de la Teratología.
Si el hospital fue hasta entonces "refugio de la caridad", ahora se convier-
te -de acuerdo con el modelo observacional que se va imponiendo- en
instancia "curativa". Por supuesto, estos cambios corren parejo a una pro-
gresiva normativización social. 8 Y ya en 183 9, con el primer curso de Me-
dicina Legal, el monstruo es materia para una intervención sistemática por
parte de peritos que prestan su apoyo al derecho civil y penal. 9

' José Agustín Caballero: "Carta crítica del hombre muger", La literatura cubana en el
Papel Periódico de la Havana, Editorial Letras Cubanas, 1990, pp. 75-78.
• José Antonio Saco: "Monstruo", Papeles sobre Cuba, Tomo I, La Habana, Dirección
General de Cultura, 1960. pp. 392-394.
7 Papel Periódico de la Havana, no 19, 5 de marzo de 1795, pp. 74-75. Desde finales

del siglo XVIII, y a lo largo del XIX, el monstruo será invariablemente relacionado con la raza
negra y sus cruzamientos. En 1882, se le dedica al asunto toda una sesión en la Sociedad de
Antropología de La Habana. En la misma, Nicolás Gutiérrez interviene para asegurar que los
"cíclopes" existentes en los museos de la ciudad, "así como la mayor parte de las monstruosi-
dades", pertenecen a la "raza etiópica"; Antonio Mestre cree que podría establecerse una "ley
analógica" entre la raza negra y sus producciones teratológicas; mientras el Dr. Torralba se refi-
ere a las "condiciones en que se encuentran las razas inferiores" como causa de una "detención
del desarrollo" que explicaría dichas "monstruosidades". La sesión se cierra con un llamado
a profundizar en el estudio de las relaciones entre la antropología y la teratología. Consúltese
Actas de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba, La Habana, 1966, pp. 140-41.
• El Museo Anatómico y la Clase de Clínica fueron establecidos en 1834 en el Hospital
Militar de San Ambrosio. Consultar, por ejemplo: "Oración inaugural al abrirse la clase en la
nueva sala del Museo Anatómico del Hospital Militar"; y "Proyecto de clase de clínica y plan
para establecer una Escuela de Medicina Clínica", en Tomás Romay: Obras Completas, Tomo I,
La Habana, Academia de Ciencias, 1965, pp. 51-54 y 36-43, respectivamente.
• La Cátedra de Medicina Legal fue inicialmente establecida en el Seminario de San
Carlos y San Ambrosio. En 1842 se la traslada a la Universidad de la Habana. El curso impar-
tido por su primer profesor, el médico gaditano José Lletor Castroverde, dedicaba un capítulo

21
Ello no excluye una arista espectacular y rentable, simultánea a su
vulgarización en revistas científicas o en museos. En 1835 circula una
breve Historia de los gemelos de Siam, la cual incorpora una lámina con
varios dibujos, mientras el Diario de La Habana publica un texto de cla-
ro enfoque anatómico que, a la vez que ilustra al público sobre el padeci-
miento de los siameses, mostrando detalladamente sus malformaciones,
contribuye a la espectacularidad. En efecto, la llegada a La Habana en
enero de ese año de los siameses Eng y Chang, entonces mundialmente
famosos como "fenómenos de la naturaleza", tuvo una notable difusión.
De hecho, ya en 1829 se había publicado en La Moda o Recreo Semanal
del Bello Sexo un artículo titulado "Los mellizos de Siam", el cual se
hacía acompañar de un grabado de Louis Caire, considerado la primera
litografía artística realizada en Cuba. 10 Sin que necesariamente se ex-
cluyan, la representación "científica" de monstruo suele desplazar a la
artística, hacia estos años, usurpando incluso su lugar en el mercado, con
la creación de un nuevo público.

a la problemática del hermafroditismo. Ver Discurso inaugural para la apertura solemne del
Primer Curso de Medicina Legal y Jurisprudencia Médica, La Habana, hnprenta de R. Oliva,
1839, p. 24. Consultar, sobre fetos monstruosos: "Reglamento que deberá observarse en el Mu-
seo Nacional de Anatomía Descriptiva de La Habana cuyo estudio se halla en el ex convento de
San Agustín", Diario de la Habana, no 290, 17 de octubre de 1823; y "Clase de clínica. Oración
inaugural que pronunció el Dr. Tomás Romay, catedrático de clínica, el 19 de noviembre de
1834, con motivo de la apertura de esa clase en la nueva sala del museo anatómico construido
en el Hospital Militar de esta plaza", Diario de la Habana, no 331, 29 de noviembre de 1834.
Hacía 1880 existían en La Habana por lo menos cuatros museos que conservaban monstruos,
en particular "cíclopes". Actas de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba, La Habana,
1966, pp. 58 y 140.
10 En su "Catálogo de libros y folletos ... " (Apuntes para la historia de las letras y de la

instrucción pública en Cuba, T-III, 1861, p. 172), Antonio Bachiller y Morales incluye una His-
toria de los gemelos de Siam publicada en 1835. Se publica también "Historia de los gemelos
de Siam. Unidos por una ligadura que empieza en la extremidad inferior del esternón de ambos
y se extiende hasta el abdomen" (Diario de la Habana, no 31, 31 de enero de 1835, pp. 2-3).
Eng y Chang llegaron a La Habana, procedentes de Charleston, en los primeros días de enero
de 1835. Semanas antes había arribado su representante, James W. Halle, quien se encargaría
de procurarles alojamiento y de montar una exitosa campaña de publicidad. Para la ocasión, los
gemelos aprendieron algunas nociones de castellano, exigidas por su contratista. Los siameses
fueron mostrados en un escenarío que se dispuso en la calle Tacón, frente a la cochera de la
Intendencia, y realizaron luego un gira por diferentes puntos de la ciudad. Ya había aparecido un
artículo titulado "Los mellizos de Siam", el cual se hizo acompañar de una litografía de Louis
Caire (La Moda o Recreo Semanal del Bello Sexo, 14 de noviembre de 1829).

22
Ahora bien, si a finales del siglo XVIII Antonio Parra podía hacer
coincidir entre peces, plantas y piedras a un negro deforme, es porque
este se comporta -por lisiado, aunque no menos por esclavo- como
una deriva menor del monstruo, fácil de clasificar. El feto deforme, el
lisiado y los siameses implican también conflictos legales y normativos
pero no de la misma magnitud. En éstos la transgresión natural no cues-
tiona la definición del género, sino algunas consecuencias para su desem-
peño. 11 Otro problema muy distinto implicaría el hermafrodita, al trans-
gredir no solo una ley natural sino también el derecho religioso y civil.
No se trata ya del Hombre-Mujer de Caballero, calificado de "diptongo
de la naturaleza", y a quien asiste un margen de apariencia (en virtud de
sus relaciones con el travestismo), 12 sino de alguien que porta una marca

11 En la prensa habanera de la época abundan las referencias en este sentido. Uno de los

"monstruos" que más interés despierta es el que nace del parto gemelar de una negra libre en
la calzada de San Luis Gonzaga Muerto a los pocos días, el recién nacido no tenía cabeza ni
extremidades y llevaba en el costado derecho "una mata de pelos". El Dr. José A Berna!, que lo
asiste hasta su fallecimiento, presentó un "esquema del monstruo" en la Sociedad Económica,
luego de entregar su cadáver al conocido cirujano italiano José Chiappi, quien realizara su di-
sección ante un grupo de galenos (Diario de La Habana, 8 de octubre de 1818, p. 3). El propio
Romay había descrito otro caso un año antes: "Expulsión de tres fetos, uno de ellos un mons-
truo", Diario de la Habana, 27 de abril de 1817 (Obras Completas, La Habana, 1965, Tomo-1,
p. 32). En un artículo titulado "De la influencia de la imaginación de la madre en la producción
de monstruos", se narra la historia de una mujer a la que, por presenciar el "degollamiento de
un cerdo", le nace un hijo con "una especie de herida o hendidura en la garganta". Según el
articulista, "estando en el tercer mes de su embarazo, época del embrión en que la hendidura
subhyoide [sic] no está todavía formada, una impresión profunda pudo suspender toda la fuerza
formadora". Consejo: "que se le haga saber a la madre la parte de la acción que la imaginación
puede ejercer sobre el hijo, a fin de que en el próximo embarazo se separe la vista de lo que
pueda conmover e imprimir un sello indeleble en el débil ser que lleva en su seno" (Repertorio
Médico Habanero, Año I, no 12, 1841, p. 192). Por su parte, la figura del lisiado merece varias
recepciones: "Sobre la deformación del cuerpo humano en algunos individuos" (El Aviso, no
318, pp. 1-2; no 320, p. 1; y no 321, pp. 1-2; 1807); "Biografía del hombre esqueleto", donde
se describe la vida de Claudio Ambrosio Seurat, famoso por su endeble constitución física, todo
ello apoyado con imágenes visuales (Repertorio Médico Habanero, Año III, no 7, 1844, pp.
241-242); y "Sobre un hombre-esqueleto", también publicado con una lámina adjunta (Reper-
torio Médico Habanero, Año I, no 5, 1841, p. 100).
12 A propósito del Hombre-Mujer, Aries ha escrito que se trata, en la primera mitad del

siglo XIX, de alguien que es visto aún como "aberración de la creación", y que esta mirada
moral y religiosa determina que se le aprecie "bajo el signo del afeminamiento". Aries añade
que aunque la Iglesia estaba dispuesta a reconocer una "anomalía fisica", predomina la idea de
tratarse de un ser "sospechoso, expuesto por su naturaleza al pecado", siendo por ello que se le

23
o signo abstruso capaz de dejar sin voz a quienes usurpan el cuerpo. Más
que como hiato o alianza de opuestos -masculino/femenino, humano/
bruto, etc.- el hermafrodita se presenta como "inclasificable", por lo
que remite a una gramática todavía inédita. Al combinar lo prohibido y
lo extremo, y, sobre todo, al constituirse en esa infracción suprema que,
como señala Foucault, caza en su trampa a la propia Ley (ante la que se
presenta como contranaturaleza), el hermafrodita aboca al saber a los
límites de su representación. Habrá que apelar, por tanto, a otro principio
de inteligibilidad.
Si en la Edad Media y en el Renacimiento deben elegir una sexua-
lidad y atenerse a ella, pagando con la cárcel (o el suplicio) solo en caso
de incumplir con el sexo establecido, sobre todo tras el casamiento; no
sucede igual a partir de la época clásica, cuando se les naturaliza hasta
recluirlos en el dominio de la medicina, y la existencia tradicionalmente
aceptada de dos sexos deja de ser admitida. A punto de sellarse el contra-
to social, la Ley, desquiciada por tan extrema irregularidad, se vuelve a
otro marco de referencia. Y es que, como advierte Foucault, el monstruo
sexual establece un dominio "jurídico biológico" del cual se desprende la
intervención por la norma; ésta se erige allí donde lo ininteligible mismo,
la amenaza que ello supone, se despliega sobre otras tantas figuras. Punto
de partida del ladrón de poca monta del siglo XIX (y de todo anormal),
el hermafrodita viene a compartir, con el onanista y el libertino, la condi-
ción de pieza para un desarrollo de las técnicas de control. Con él se pasa
de una instancia natural a otra moral, en la que alienta la cuestión de la
"naturaleza monstruosa" de todo delincuente. 13
Según Foucault, un caso crucial en este sentido fue el de Anne Grand-
jean, pues al abordarse el hermafroditismo ya no como unión de dos sexos,
sino como engranaje de órganos imperfectos (incompletos), se derivaba un

asocia a la mujer, encerrándosele como a ella, o vigilándosele como a un niño (Philippe Aries:
"Reflexiones en tomo a la historia de la homosexualidad", en Sexualidades Occidentales, 1987,
Editorial Paidós, Argentina, p. 108).
13 Michel Foucault: Los anormales, FCE, 2000. Ver Clase del 22 de enero de 1975, pp.

61-82. El caso de Anne Grandjean se desarrolla en pp. 79-81. Consúltese también: Michel Fou-
cault: "El sexo verdadero", Herculine Barbin llamadaAlexina B. Madrid, Talasa Ediciones S.
L., 2007. Sobre la concepción medioeval y renacentista del hermafrodita, y su posterior conver-
sión en "monstruo" durante la Edad Clásica hasta el surgimiento de la teratología, ver el escla-
recedor análisis de Francisco V ázquez García y Andrés Moreno Mengíbar: Sexo y razón. Una
genealogía de la moral sexual en España (siglos XVI-XX), Madrid, Ediciones Akal, S.A, 1997.

24
modelo de conducta. Se trata, alrededor de este caso y de otros muchos, de
negar incluso su existencia; no existe el hermafrodita como tal, sino una
engañosa conformación anatómica que cederá, desde luego, bajo el exa-
men médico, hasta mostrarse sin más como anomalía. Y puesto que solo
hay una identidad sexual posible, la anomalía se convierte en esa traza que
persiste en cualquier desviación, por pequeña que sea.
Bautizada Anne como niña, ya joven se inclina hacia las mujeres y
decide usar ropa de varón. Se casa con una mujer y tras ser denunciada
se le condena a muerte. El perdón le llega más tarde, sin embargo, en
forma de consejo médico y de observancia civil. No es sancionada por
hermafrodita sino por desviada, y ahora tiene que asumir el sexo que
los médicos consideran dominante ("a cada uno un sexo y solo uno"), el
femenino, y dejar de frecuentar a sus amigas.
Establecida la norma, se retrae la monstruosidad; pero si ésta resulta
violada, es decir, si se hiciera un uso "complementario del sexo anexo",
se agita de nuevo el sustrato salvaje y se juzga por perversión.

II

El 17 de abril de 1813, a pocos días de llegar al puerto de La Habana


procedente de Montevideo, un joven marinero mercante llamado Anto-
nio Martinez se confesaba hermafrodita. Aunque ya había sido examina-
do por varios cirujanos durante sus viajes entre Cádiz y América de Sur,
ahora tomaba él mismo la iniciativa de declarar su excepcional estado,
pues había sido "aprehendido por una partida de la Marina" y temía ser
enviado a la "armada nacional".
Correspondió a Bernardo Cózar, médico del apostadero de La Ha-
bana, realizar su primera observación. Pero perturbado, evidentemente,
por lo insólito del caso, solicitó de inmediato el concurso de sus pro-
fesores. Entran así en escena Tomás Romay y Chacón y Juan Pérez
Carrillo, médicos de notable experiencia, quienes después de exami-
narlo en la comandancia del puerto, le someten a un nuevo examen
en la imprenta de Arazosa y Soler, entonces punto de encuentro de los
habaneros más ilustrados.
El caso se traslada así, sin solución de continuidad en lo que toca
a la mirada clínica, y en cuestión de días, del dominio de la marina al
25
espacio de reunión y opinión del periódico. Y ya el 8 de mayo Romay
lo publica en el Diario de La Habana bajo el título "Descripción de un
hermafrodita". 14
Se elaboraba de este modo un relato que incluye una pintura por-
menorizada de los órganos sexuales (anómalos) del sujeto, y que gozará
de una difusión del todo inédita; pues además de circular como texto, se
lanza -desde el mismo artículo- la convocatoria a "reconocer a Anto-
nio Martínez [ ... ] en el propio lugar donde yo lo examiné".15 Es así que
el monstruo entra de lleno en el espacio público habanero, en calidad de
objeto de curiosidad cientifica y en tanto fenómeno de la naturaleza.
Aunque aparentemente con menor resonancia, apenas tres años más
tarde, en 1816, se publica una segunda "Descripción ... " A cargo del
doctor Marcos Sánchez Rubio, ahora el hermafrodita es un negro bozal
de etnia briquen, también recién llegado al puerto de La Habana y que,
ubicado en uno de sus barracones (donde se le examina), responde al
nombre más interesante de Hytek. 16
Informes iniciales por tratarse de relatorías médicos, hablan de pro-
cesos legales o administrativos cuya continuación se desconoce. Y es por
ello que inquieta tanto más la pregunta por el destino de ambos sujetos:
el joven marinero español que hasta ese momento había "navegado con
suerte" y el adolescente africano que exhibe el doble estigma de esclavo
y de monstruo.
Romay era, por su bagaje intelectual, así como por su desempeño
práctico, el más autorizado entre los médicos cubanos de la época. Si
bien en su "Descripción ... " se apoya en fuentes muy diversas, se de-
tendrá, sobre todo, en dos citas que le permiten ubicarse al centro de un
debate que, aunque ya en cierta medida ventilado, seguía siendo nove-
doso. Así, serán los escritos de Valmont de Bomare y del Conde de Buf-
fon los que, al resumir posiciones en apariencia extremas, le faciliten su
exposición. Mientras el primero consideraba el hermafroditismo como
"reunión imperfecta" de ambos sexos y, por ende, como anomalía; el

14 Tomás Romay y Chacón: "Historia Natural. Descripción de un hermafrodita", Diario

de La Habana, 8 de mayo de 1813.


"Ibídem.
16 Marcos Sánchez Rubio: "Descripción de un hermafrodita", Diario de La Habana, 4 de

diciembre de 1816.

26
segundo no aceptaba siquiera su existencia en humanos, considerando
que en todo caso se trataba de mujeres. Bomare, autor de un Dictionnaire
de moda, 17 era un importante vulgarizador de las ideas más recientes de
la medicina, en particular de la anatomía descriptiva, cuyo desarrollo
permitiría anclar (desde finales del siglo XVIII) cuestiones como las del
hermafroditismo en evidencias empíricas; en tanto Buffon, de obligada
consulta, se regía más bien por criterios especulativos sobre la evolución
de las especies y apenas había dedicado al monstruo nueve páginas en su
monumental Historia.
En realidad, los dos autores negaban la existencia de "verdaderos
hermafroditas", pero mientras esta negativa era, en Bomare, el resultado
de una mirada médica que "descubre" tras la "engañosa anatomía" del
sujeto un sexo en definitiva predominante; en Buffon se trata de una hipó-
tesis evolutiva que recluye al hermafrodita en la escala más baja de los
seres vivientes. Al inclinarse por las ideas de Valmont de Bomare, Ro-
may asumía en cierto grado una posición moderna, abierta en consecuen-
cia a diferentes formas de intervención, desde la cirugía (que "repara los
errores de la naturaleza") 18 hasta la confrontación normativa y legal. Su
reseña del caso Anne Grandjean, del que se informa en el citado Diction-
narie de Bomare, recoge sutilmente la impresión de quienes planteaban
el problema en un orden a la vez médico y jurídico.
En este sentido, su conclusión de que "nada es tan fácil ni tan con-
vincente como reconocer" al hermafrodita, no debe verse solo como la
confirmación de un hecho, mediado por la clínica, sino también -y so-
bre todo- como una convocatoria más amplia del saber/poder. Pues al
margen de las referencias eruditas y anatómicas están en juego apertre-
chamientos sociales que implican una toma de decisión. Cabe destacar
aquí que no fue en la primera inspección clínica (en el Apostadero) sino
en el segunda (en la redacción del Periódico), es decir, delante de un gru-
po de patricios que asume función de tribunal, donde el sujeto confesó su

17 Jacques Christophe Vahnont de Bomare (1731-1807): Dictionnarie raisonné universal

d'historie naturale (1764).


18 "Si la naturaleza se aparta de su fuente habitual, si se olvida de ella, ella puede, con la

ayuda de este arte (cirugía) ser reencaminada, colocándosele en el estado de peifección que ella
debería tener" (Georges Amaud de Ronsil, Disertación sobre hermafroditas, 1750), citado por
Palmira Costa: O corpo insólito, Porto Editora, Portugal, 2005, p. 8.

27
preferencia por el sexo masculino. Es así que, realizado el examen físico
y sancionada la "esterilidad" del sujeto (no puede engendrar en ellos ni
fuera de ellos), se pasa -se debe pasar necesariamente- al problema
más acuciante de definir un modelo de conducta.
Se abren de este modo preguntas que no debieron escapar a los ob-
servadores de Antonio (o Antonia), entre ellos -además de los médi-
cos mencionados- Antonio Valle Hernández, consultor de Humboldt
y para algunos el hombre más informado de la época, y el Conde de
O'Reilly: ¿Qué sexo adjudicar a quien ha sido bautizado como mujer
pero lleva vida de "hombre"? ¿Supone el bautizo la tachadura del género
civil? ¿Implica la "desexualización clínica" semejante consecuencia para
la vida social? ¿Debe asimilársele al género de preferencia -¡mascu-
lino?- "aun participando más del sexo femenino", según indican los
caracteres secundarios? O, a la inversa, ¿deben tomarse éstos como regla
de conducta? Y por último, ¿qué hacer con quien se "proclama" herma-
frodita para evitar que se le destine a la "armada nacional"?
Algunas de estas cuestiones no proceden, claro está, en el caso del
hermafrodita bozal; pero aún así, y antes de ser vendido, se le debió ta-
sar también genéricamente. Se trata, por supuesto, de interrogantes para
las que no había respuesta en los códigos civil y penal vigentes; mucho
menos en un reglamento de esclavos. 19 La infracción natural supone, por
tanto, un enigma jurídico que solo se resolverá partiendo de cierta im-
provisación, a tono con el orden moral existente, el cual se reformula a sí
mismo a partir de este punto.
En una posible genealogía del anormal en Cuba ambos hermafrodi-
tas anuncian una emergencia. Más allá del "natural" desenlace de sus his-
torias, no cabe dudas de que se movilizan normas para un contexto que
no va a regirse ya, exclusivamente, según una moral tradicional. Cierta
percepción pre-normativa esbozada desde 1790 en las páginas del Papel
Periódico de la Havana (dispositivo crítico donde se satirizan diversos

19 Me refiero a Nueva Recopilación, código penal español vigente a comienzos del siglo

XIX; también a dos obras que se basan en la anterior e intentan actualizarla: Práctica criminal,
de Marcos Gutiérrez (Madrid, 1809) y Instituta criminal teórica práctica, de Modesto Cacho
Negrete (La Habana, 1833). En cuanto a Reglamentos de Esclavos, ver los de 1789, 1842 y
1844.

28
tipos de conducta desviada), se despliega e intensifica. 20 Ya en la década
de 1830 se acumulan evidencias que, en sentido amplio, permiten hablar
de una sociedad de normalización. Además de los numerosos reglamen-
tos sanitarios y de beneficencia publicados en estos años, sobre todo tras
la devastadora epidemia de cólera, los médicos comienzan a ser llamados
a los tribunales, en calidad de peritos. En 1822 se inicia, por ejemplo, el
proceso contra Enriqueta Faber, abierto por hacerse pasar por hombre
y contraer matrimonio con una persona del mismo sexo, y en el que la
opinión de los galenos resulta decisiva. Al decir de su "inocente y enga-
ñada" amante, Juana de León, la suya fue la "perversa maquinación" de
un "monstruo artificial". Pero desde luego, no es ella quien habla. Tér-
minos como perversidad y simulación permean el discurso y anuncian
la influyente noción de instinto, sobre la que se establecen, más tarde,
categorías propiamente psiquiátricas como "degeneración", "perversión
sexual" y "homosexualidad". En este orden se halla también el proceso
judicial contra el III Conde de Casa Montalvo (tal vez el "incorregible"
por excelencia), abierto en 1823 y que concluye en 1841 luego de servir
de marco a numerosas consideraciones normativas que, a diferencia de
la disonante cuestión legal en el dominio esclavista, iban dirigidas a todo
el cuerpo social. 21
El sujeto de Romay sienta, pues, las bases por las que se enmarcará
al Hombre-Mujer en su paso por los siglos XIX y XX. De algún modo,
las consideraciones de Romay reenfocan las de José Agustín Caballe-
ro, cuya frase "No sin gran fundamento los han llamado Diptongos o
equivocación de la naturaleza, común de dos en el gesto, ambiguos en
las facciones", apunta más bien a lo exterior del sujeto y no al plano de

20 Además del citado artículo de JoséA. Caballero ver, entre otros, "Carta sobre la edu-

caciñon de los hijos" y "Carta sobre la confusión de los trages" (oh. cit, pp. 63-66 y 75-78,
respectivamente).
21 Ver Dictamen médico-jurídico que sobre la pretendida demencia del Sr. Conde de

Casa Montalvo dieron los Sres. Doctor D. José María Velázquez, Doctor D. José de Lletor y
Castroverde, Doctor D. Juan Ángel Pérez y Carrillo y Licenciado Don Tomás Matías Causi,
Nueva Orleans, Imprenta Española, 1842. Sobre el caso Faber, consultar el dossier de James
J. Pancrazio: Enriqueta Faber: Travestismo, documentos e historia, Madrid, Editorial Verbum,
2008. De modo general, véase Autos acordados por la Real Audiencia de la Isla de Cuba, La
Habana, 1840.

29
su instinto. Con Romay se afirma un estilo de razonamiento anatómico
que releva, en cambio, la cuestión interna y sugiere a la vez el peligro de
las propensiones. Pero lo más importante es que se trama aquí, en este
intersticio, algo que el discurso positivista de finales del XIX se ocupará
de resolver, con la descripción de signos físicos y mentales presentados
como pruebas objetivas de una enfermedad. 22

22 Caballero (Oh. cit. p. 76). En cuanto a la emergencia de la homosexualidad en el discur-

so médico positivista cubano, consultar "La pederastia en Cuba", de Luis Montané, en Primer
Congreso Médico Regional de la Isla de Cuba, La Habana, Imprenta A Álvarez, 1890.

30
Ronda nocturna.
Itinerarios del discurso homofóbico cubano

Interrogado a causa de sus desmanes por dos funcionarios de la


Audiencia de la Española, Vasco Porcallo de Figueroa contó que había
quemado vivos a doce de sus indios y que a algunos les había cortado el
pene y los testículos, haciéndoselos comer, para así poner fin a sus incli-
naciones suicidas. 23 Igual hubiese respondido: para frenar sus tendencias
homosexuales. Era de hecho el castigo empleado contra quienes practi-
caban el "abominable y nefasto pecado de la sodomía". Ambos crímenes
se disputan entonces la condición de "más aborrecido por Dios" y a sus
autores se les aplicaba la pena de muerte.
El caso de Porcallo de Figueroa ilustra no solo el rigor de las leyes,
sino también su fragilidad y el recurso a la violencia como práctica ex-
trajudicial, pero legitimada por una cultura homofóbica que, calcada por
la Ley desde comienzos de la cristiandad, asistía a un momento de auge.
En el juicio a que es sometido, Porcallo se comporta como "verdadero
oidor": alguien que, sin estar investido del cargo pertinente, sabe no obs-
tante "interpretar" las directivas de sus superiores; y prueba de ello es
que convenció, con suma facilidad, a sus propios jueces, funcionarios sí
investidos que apenas le hacen pagar una multa. Pasaba así de acusado a
acusador, ejerciendo otro principio de autoridad: la fuerza que le liga a la
tierra, a la posesión de siervos y a la defensa del territorio conquistado.
Su conducta responde, pues, a la política sexual del proceso de co-
lonización. Porcallo es dador de vida que, al fomentar familia mestiza de
más de cincuenta vástagos, cumple el precepto cristiano creced y mul-
tiplicaos; y, a la vez, dador de muerte que se apropia de la mujer del
prójimo, al tiempo que capa y extermina a sus congéneres masculinos.
No importa que éstos no le fuesen entregados en calidad de esclavos, en

23 Emeterio Santovenia: Historia de Cuba, La Habana, 1939; Tomo I, pp. 219-20.

31
sentido estricto; muertos en prórroga, cadáveres de antemano, dispone
sobre ellos del usus, delfructus y del abusus, por lo que posesión sexual
y "derecho de muerte" devienen no solo posibles sino también perfecta-
mente equiparables.

II

Otro momento de la homofobia en Cuba data de fines del siglo XVII,


cuando "unos dieciocho amujerados" fueron llevados a la hoguera. Se-
gún Femando Ortiz, es el único auto de fe "de que tenemos noticias" y
tuvo lugar en la Plaza de Armas; pero poco se sabe de las víctimas, salvo
que eran marineros "sacados de las flotas y armadas, que cuando las es-
tadías se depositaban en un islote de la bahía, llamado Cayo Puto o Isla
de las Mujeres ... " 24
Aunque Ortiz adjudica esta página a los Tribunales de la Inquisición,
aprobados desde 1571, es probable que la misma haya ocurrido a expensas
de otras instancias del poder. A diferencia de lo que ocurría en la América
portuguesa, en los territorios hispánicos el Santo Oficio no tenía autori-
zación para perseguir el pecado de sodomía, ocupándose la justicia real y
el obispo de la represión de este delito. 25 Por demás, no fueron pocos los
procesos contra sodomitas en diferentes sitios del Nuevo Mundo, algunos
de los cuales terminaron en la hoguera; e iguales acusaciones, con arreglo
a ganancias y estimuladas por las autoridades, no fueron infrecuentes en
Cuba, incluso antes del suceso en cuestión. En 1597, por ejemplo, el es-
clavo Juan Sánchez solicitó su manumisión por haber descubierto y dado
noticia de quienes cometieron el pecado nefando. 26
El propio Ortiz menciona una carta al Rey donde se alude a los he-
chos, pero no menciona fuentes y tampoco la misiva aparece citada. 27 No
24 Femando Ortiz: Historia de una pelea cubana contra los demonios, Universidad Cen-

tral de Las Villas, Departamento de Relaciones Culturales, 1959; p. 374.


2 ' Luiz Mott y Marcelo Cerqueira: Causa Mortis: Homofobia. Salvador, Editora Grupo

Gay da Bahia, Brasil, 2001. Los autores expresan que México lideró la persecución a sodomitas
en América Latina durante el periodo colonial. En 1658, en la ciudad de México y sus alrededo-
res fueron denunciados 123 sodomitas, 14 de los cuales serian quemados en la hoguera. En 1673
hubo otro pogrom: siete mulatos, negros y mestizos fueron quemados en Mixoac.
26 Julio Riverend: La Habana. Biografía de una provincia, 1960, p. 41.

27 Esta referencia de Ortiz a los hechos es más breve que la de Una pelea cubana contra

32
obstante, su destinatario, y el contenido dando fe de la ejecución y solici-
tando instrucciones sobre qué hacer con el resto de los homosexuales de
la villa, permiten inferir -si bien no corroborar- que el juicio se haya
efectuado con arreglo a la justicia real. Lo cierto es que este auto de fe
no figura entre los procesos transferidos desde La Habana al Tribunal de
Cartagena de Indias; y todo ello es tanto más curioso dada su magnitud. 28
Aunque apenas historiados, se sabe que los juicios comenzaban en Cuba
y concluían, salvo excepciones -y no parece ser el caso-, en aquellas
instancias superiores. 29 No hay que olvidar, al respecto, el sesgo político
y el carácter a menudo expiatorio que debieron tener estos procesos, en
virtud de las complicadas relaciones entre el poder central y sus colo-
nias, entre éste y el Santo Oficio y, sobre todo, entre Capitanes Genera-
les, Santo Oficio, clero secular y poderes municipales. De modo que la
criminalización de "amujerados" y de otros marginales, como salida al
fenómeno más acuciante e inconveniente del comercio de contrabando,
no debe descartarse. La época que Ortiz señala coincide con un momento
de crisis y de dependencia del comercio ilegal, a lo que se añade que La
Habana articula entonces su propio ordenamiento: comienza a recoger
los frutos de su condición de puerto-escala; tiene el mayor indice de cre-
cimiento entre las posesiones hispánicas; su población flotante crece a

los demonios, y aparece en Los negros curros. Dice textualmente: "El Capitán General de Cuba,
escribiendo a Su Majestad a fines del siglo XVII, le decía que en La Habana él había mandado
a quemar a unos veinte amujerados, y le pedía al rey que le dijera lo que hacía con los demás
del mismo género. Es el único caso de quemazón que consta se consumó en Cuba" (Los negros
curros, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1986, p. 20).
28 Pueden consultarse José Toribio Medina: Historia del Tribunal del Santo Oficio de la

Inquisición de Cartagena de Indias, Santiago de Chile, 1899; Carlos M. Trelles: "La brujería
en Cuba en el siglo XVII", Cuba y América, Vol. XXX, nº 4, 1909, pp. 92-93; Leví Marrero:
Cuba: Economía y Sociedad, Tomo 11, Madrid, Editorial Playor, 1980, p. 154; y Tania Chappi:
Demonios en La Habana. Episodios de la Inquisición en Cuba, La Habana, 2001, p. 196.
29 Se mencionan tres motivos por las cuales estos procesos no siempre concluían en Car-

tagena de Indias: la menor importancia del delito, las posibilidades de navegación, o porque no
se le consideraba conveniente. Este último puede ser válido en el caso de los judaizantes, de
cuyo comercio de contrabando se sostenía la ciudad. Según Ortiz: "No había que entorpecer el
pingüe e ilícito comercio con los herejes, que prácticamente era el más provechoso y a veces el
único, pues las naves de España se pasaban años sin llegar a Cuba y cuando venían no impor-
taban los productos industriales que aquí se apetecían" (Historia de una pelea ... , pp. 373-74).
Esto le lleva a calificar la inquisición en Cuba de "relativamente moderada", restando así valor
al crimen de los "amujerados".

33
ritmo aún más acelerado; y su Sociedad Criolla, ya con incipientes cen-
tros religiosos y administrativos, a zaga de los militares, debe enfrentar
amenazas no solo externas sino también interiores.
Pero no menos interesante es, sin duda, la relación que pudo existir
entre este evento y el islote mencionado por Ortiz, adonde se dice que
eran destinados homosexuales y prostitutas. Aunque Ortiz solo se refiere
a Cayo Puto o Isla de las Mujeres en cuanto a las "estadías", es decir, de
acuerdo con esta práctica marinera, el nombre del lugar -ya de por sí in-
dicador de exclusión- parece remitir a algún suceso concreto; quizás no
propiamente a este auto (aunque no puede descartarse), pero en cualquier
caso sí a episodios que, como aquel, debieron calar en profundidad el ima-
ginario colectivo al punto de legar un nombre. De hecho, se alude a la tra-
dición oral como elemento que perpetuó la memoria de estas jornadas. Aún
así, no es hasta 1708 que se registra el nombre de Cayo Puto en un acta
del Ayuntamiento. Este año le es mercedado a Don Francisco González de
Carvajal y Muñoz, entonces regidor y Sargento Mayor de La Habana. 30
Ateniéndonos a las pautas del poder, sería lógico situar este islote-
reclusorio en un periplo que iría desde el teatro de endemoniados (en de-
clive hacia 1680) hasta cierta edad cubana de la sin razón que -si bien se
adentra en el siglo XIX- 31 debió asomar, sin dudas, al final de los juicios,
ocupando luego el largo periodo anterior al surgimiento de las cárceles.
No pocas "ordenanzas" y "requisitos" dejan percibir -si se prefiere, sos-
pechar- la existencia de una enorme demanda de internamientos. Amplio

'º Según Acta del Ayuntamiento de 1O de febrero de 1708, el cayo le fue mercedado a
Don Francisco González de Carvajal y Muñoz, entonces Regidor y Sargento Mayor de La
Habana (Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, 1937). Se le señala también en un
Plano del puerto y de la ciudad de La Habana en el siglo XVIII, donde aparece con el nombre
de "Cayo de Cruz" y situado al norte del "Almacén de pólvora", próximo al extremo este de la
ensenada de Guanabacoa.
31 La lógica del internamiento se extiende en Cuba hasta bien entrado el siglo XIX; los

proyectos ilustrados no logran lo que se proponen: establecer una clara diferenciación. De ahí
que resulte imposible aislar las "especies" del mendigo, el pobre, el vago, el loco, etc. Estos
últimos conviven con los presos hasta 1828, con quienes vuelven a compartir espacio hacia
1860, en Mazorra, asilo también concebido para alojar a los negros emancipados. Caben otros
ejemplos: las locas permanecen junto a las "incorregibles" hasta la década de 1830; en algún
momento con los leprosos; y terminan por ser internadas en la Casa de Beneficencia, junto a
las pobres, si bien en mejores condiciones higiénicas tras cierta intervención de la Condesa de
Merlín.

34
y apenas diferenciado cupo en el que caben antiguas brujas convertidas en
fanáticas, locas y "mal entretenidas" y, sobre todo, prostitutas, cuyo oficio
-mejor documentado- sí estaba bastante extendido. Los homosexuales
-en España putos desde la Edad Media- completarían la nómica junto
a negros libres e "incorregibles de toda laya". Por otra parte, este periplo
coincide con la aparición de un nuevo personaje, el médico, llamado a
deslizar sobre lo demoníaco su regla de oro: la naturaleza. La dinámica
de los procesos por brujería cambia en el momento en que la medicina se
abre camino entre los Parlamentos y el Santo Oficio, y el internamiento se
convierte en la única solución. Bajo el recurso de la "insensatez" y con el
propósito de "corregirlos", antiguos "poseídos" vienen a dar tras los mu-
ros, o en islas como Cayo Puto. Algunos médicos regían entonces como
consultores del Santo Oficio; por tanto, es posible que el saber médico
fuese convocado en auxilio de la demonología.
A falta de documentos, estas aproximaciones podrían verse confir-
madas en el hecho de que la Casa de Recogidas (para mujeres incorregí-
bles) y la Cárcel (para hombres), solicitadas en 1746, no se concretaron
hasta 1776; mientras que los hospitales de Paula y San Juan de Dios, así
como la Convalecencia de Belén, solo devienen espacios de internamien-
to cuando el número de pobres rebasa los requerimientos de policía, lo
que ocurre también a finales del XVIII. 32 Habría que apuntar por último
que esta pequeña cárcel -en definitiva epítome del Gran Encierro- aún
existía a comienzos del siglo XIX, conservando no solo el acechante
nombre sino, también, su función ... Aunque ahora las víctimas no eran
"sodomitas" y "mujeres escandalosas", sino individuos acusados de di-
versos crímenes políticos. 33
32 Jorge Le Roy y Cassá: Historia del Hospital de San Francisco de Paula, La Habana,

1958, pp. 219 y 220; Antonio José Valdés: Historia de la Isla de Cuba y en especial de La Haba-
na, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1987, pp. 97-99; Leví Marrero: Cuba: Economía
y Sociedad, tomo VIII, Editorial Playor, Madrid, 1980, p. 181.
33 Ver Abe! Sierra quien, en su estudio La Nación Sexuada, expresa: "Muchas son las

fuentes que aluden a la existencia de este pequeño islote en las afueras de la bahía de La Habana
adonde eran enviados las prostitutas y homosexuales. Es muy posible que después que se cons-
truyera la Real Cárcel de La Habana y la Casa de Recogidas haya sido abandonado este lugar"
(La Nación Sexuada. Relaciones de género y sexo en Cuba (1830-1855), La Habana, Editorial
Ciencias Sociales, 2002, p. 23.) Se habla de una primera cárcel ubicada en la calle Obispo,
próxima a la Casa de Gobierno y destruida por un incendio en 1622. Hay una referencia de
1582, donde se la describe como "tan vieja que se caía toda" (ver La medicina en La Habana

35
111
"Aquelarre, excurs1on nocturna de brujas", con estos términos
-propios de cuanto hemos dejado atrás- Lezama describió La Habana
de fines del siglo XVIIl; 34 y es sobre esta ciudad, tan populosa como
Boston y Nueva York -y sin embargo aún amurallada por tierra y mar
justo cuando comienza a abrirse al mercado-, que recae el discurso mo-
derno de la Ilustración. 35 Orden/Caos, AgroNagancia, etc., fueron, más
que emblemas, prácticas concretas que se hicieron sentir lo mismo desde
las páginas del Papel Periódico que desde los bandos de gobierno en
su intento por controlar a aquellos que -del pobre al vago, del soldado
desertor al negro fugitivo, del jugador de cartas al petimetre y de la pros-
tituta al mulato insolente- no encajaban en el orden supuesto.
Si el Papel Periódico traza una normativa moral, el nuevo Ban.do
de Gobierno y demás instrucciones de policía dan paso a la violencia de
Estado. 36 Entre ambas instancias -ideólogos y aparato de Poder, liga-
1550-1730, Cuaderno de Historia de la Salud Pública nº 47, La Habana, 1970, p. 47; y La ar-
quitectura colonial cubana, 1996, p. 67). En el siglo XVII y hasta 1770, la cárcel se encontraba
en un inmueble anexo al edificio del Cabildo. Es lógico sospechar lo exiguo de estas prisiones,
y, por tanto, aceptable la posibilidad de un dispositivo carcelario al margen, como pudo serlo el
mencionado islote. No es hasta 1771 que se inaugura la Real Cárcel de La Habana, situada al
fondo de la Capitanía General. A partir de 1834 Tacón hace construir la Cárcel Nueva, proyec-
tada por el arquitecto Manuel Pastor. (Al escribir hace algunos años este ensayo, no pensamos
en que pudiera tratarse, más que de un espacio de confinamiento, de una zona de tolerancia
Acaso una isla-atracadero con su marinería, sus prostíbulos y su red de contrabando. Ello hace
verosímil la referencia a una intervención por parte de las autoridades quienes, tras desalojar la
isla, habrían erigido una enorme cruz en el centro del Cayo, santificándolo (siglo XVII). Es así
que Cayo Puto se convertiría en Cayo Cruz y el referente expiatorio -el castigo infligido a los
desviados- termina imponiéndose. De cualquier modo (y fiel a su condición de escombrera
humana), el cayo se transforma más tarde, ya ligado a tierra por un espigón, en el basurero de la
ciudad. Desde finales del siglo XIX esa será su función.
34 Descripción de José Lezama Lima a propósito de la noche y el entorno portuario en la

poesía cubana, en la cual cita el poema "La Ronda", de Manuel de Zequeira y Arango (ver La
Cantidad Hechizada, La Habana, Contemporáneos, UNEAC, 1970, p. 263). El autor de Para-
diso, cuyo gusto por la demonología es bien conocido, traslada esta atmósfera a varios textos
suyos. Ver, por ejemplo, su poema "Encuentro con el falso", donde brujería y posesión con-
tranatura campean por su suerte (Poesía, Madrid, Ediciones Cátedra S. A., 1992, pp. 132-34).
" Arturo Sorhegui y Aliadna Cartaya: "Las tres primeras Habana: Su expansión en el
siglo XVIII y sus ímplicaciones para una caracterización-tipificación de la ciudad", Rábida, nº
20, Hueva (España), 2001, pp. 23 y 24.
36 Tan pronto como asume el poder, Don Luis de las Casas hace levantar un censo tras el

cual se trazan las estrategias de control dispuestas en: Bando de Buen Gobierno para la ciudad

36
dos por intereses económicos, familiares, etc.- existió una inextricable
relación. El historiador Valdés, de procedencia humilde, es de los pocos
que critican el período de gobierno de Don Luis de las Casas, momento
fundacional de la Nación. 37 Valdés escribe al respecto: "se cometieron
determinadas arbitrariedades nacidas de un escandaloso despotismo". Su
crítica es severa si se tiene en cuenta el silencio en tomo a estos hechos; y
si bien defiende la cruzada contra "el caos imperante", deja en claro "los
abusos cometidos por algunos encargados de la ejecución" que hicieron
caso omiso de las leyes y de la civilidad. 38
En una serie de artículos atribuidos a José Agustín Caballero, pero
que no difieren de los producidos por otros letrados, se arremete contra
cualquier forma de "desvío" que pusiese en peligro la Patria y el lugar
de los cuerpos: una nueva conducta ciudadana (el petimetre); un nuevo
patrón de crianza (educación de los hijos); una moda nueva y su asimi-
lación desestabilizadora (confusión de los trajes) y, por último, la eterna
emergencia de la homosexualidad (el hombre/mujer). 39 A juzgar por Ca-

de La Habana (1792) e Instrucción para las justicias ordinarias de esta ciudad e isla en la reco-
lección de hombres vagos o mal entretenidos y sus destinos por vías de corrección y enmienda
(1794), entre otros. Ambos textos dejan percibir, tras el tejido de leyes y resoluciones, una Ha-
bana sórdida que con toda seguridad supera a la del Amante del Periódico en sus artículos "de
costumbre"; y lo que es más importante, remiten al fracaso del proyecto ilustrado, al topar este
con la imposibilidad de "ordenar" lo que es ya, de hecho, una cultura multiétnica que escapa por
la tangente del deseo: el baile, el juego, el enmascaramiento.
37 No hay que olvidar que la "nación cubana" se articula en principio a partir del supuesto

reformismo-esclavitud, lo cual implica, como es lógico, el despliegue de modernas estrategias


de control sobre esclavos y demás súbditos. De modo que lo que llaman "surgimiento de una
conciencia nacional" apunta a un complejo proceso donde el modelo de ciudadanía-soberanía
se superpone, en ausencia de un marco legal adecuado, y por ello pálidamente, al de súbditos
de una Colonia España es pues la Nación y la alteridad criolla solo podrá verificarse más tarde
en condiciones de exilio. No por gusto Las Casas es considerado, según relato que se extiende
hasta finales del siglo XIX en su versión autonomista, como "Padre de Cuba" (Arboleya) o
"Padre de la Patria" (Antonio José Valdés y Francisco Calcagno ).
38 José Antonio Valdés: Historia de la Isla y en especial de La Habana, La Habana,

Editorial de Ciencias Sociales, 1987, p. 105. Dice Valdés de Don Luis de Las Casas: "el bien
que se le debe excede a los males a que dio lugar"; este criterio es diferente al del resto de los
historiadores, incluso al de buena parte de los contemporáneos.
39 Ver "Carta sobre la Nobleza mal entendida", "Carta sobre la educación de los hijos",

"Carta sobre la confusión de los trajes", y "Carta critica del hombre muger": La Literatura en
el Papel Periódico de la Havana, 1790-1805, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1990, pp.
59-75.

37
ballero, ésta última se hallaba bastante extendida al punto de contaminar
"a una porción considerable de hombres", pudiendo socavar las reser-
vas defensivas de la ciudad. Para Caballero el homosexual representa al
trasgresor absoluto, toda vez que rompe la regla de oro de la naturaleza,
según la cual se disponen moral y política. Así, les describe como "Dip-
tongos o equivocación de la naturaleza, común de dos en el gesto, ambi-
guos en las facciones"; o bien les califica de "monstruo que espanta", no-
ción ésta -la del fondo monstruoso de todo criminal- de la que deriva,
como resultado de una articulación cada vez más eficaz entre medicina y
leyes, el concepto propiamente moderno de anormal. 40
Por tanto, para Caballero la "afeminación" constituye una condición
morbosa, reconocible a nivel público, que supone a la par un indicio de
criminalidad. Se mezclan así términos satíricos (gallinas, avechuchos,
narcisillos, criaturitas) y nociones médico morales (viciosos, degenera-
dos, anómalos) que van a modelar -siempre bajo el espectro del mons-
truo- discursos posteriores sobre el hermafroditismo, el travestismo y
la homosexualidad propiamente. 41 Sin embargo se trata todavía, en to-
dos los casos -del simple petimetre a la categoría más problemática de
Hombre/Mujer-, de una cruzada contra signos que ponen en quiebra
un paradigma de género. De momento es la apariencia y exterioridad del
sujeto y, por lo mismo, un saber moral aún no plenamente anclado en la
medicina, y en el reconocimiento individual, lo que está en juego.
De hecho, todas y cada una de estas figuras -petimetres, falsos
hidalgos, criollos consentidos, travestís, etc.- constituyen a mi modo de
ver un continuun social. Claro que ello no niega el dato real de una cultu-
ra homoerótica a finales del XVIII, pero concurren, ciertamente, proce-
sos que escapan por la tangente del travestismo y el disfraz como códigos
alternativos al Orden. Surge un nuevo "sentimiento de la infancia", para
decirlo con palabras de Philippe Aries; surge o se disemina otra moda,
alternativa a la española y cuyos valores serán exhibidos por diversos

40 Michel Foucault: Los anormales, Buenos Aires, Argentina, Fondo de Cultura Econó-

mica, 2000, pp. 61-82.


41 Me refiero a "Historia natural, descripción de un hermafrodita", de Tomás Romay (Dia-

rio de la Habana, 8 de mayo de 1813); "Descripción de un hermafrodita", de Marcos Sánchez


Rubio (Diario de la Habana, 4 de diciembre de 1816); así como al "dossier" criminal sobre
Enriqueta Faber.

38
estamentos (esclavos, negros libres, mestizos y blancos pobres) en un
marco de estrategias de asimilación/transgresión; y se arrastra por último
una tradición de hijohildagos -contraria a las exigencias del utilitaris-
mo burgués- que los nuevos ricos y clases medias -ya propiamente
burgueses- intentan emplear en provecho suyo.
Y mientras tanto, aumenta el internamiento de pobres 42 ; se crean
los llamados "oficios" y "talleres"; 43 y se emprende sin éxito la refor-
ma de la Cárcel. Pocos años más tarde el Obispo Espada -de quien
puede decirse que fracasa en el empeño de unir estas entidades a fin de
convertirlas en "fábrica de brazos útiles" - no podrá impedir, tras un
decreto de Someruelos, que los enfermos mentales sean remitidos a la
"mansión de todos los pecados", donde les estaba asegurada la "muerte
espiritual". 44 En un Reglamento interior de 1821 se dice que los reclusos
ejercían "excesos impúdicos" sobre los locos y que ello había motivado
"expedientes" desde épocas previas. Situaciones de este tipo se repri-
mían a garrotazos. 45
Por otra parte, el aquelarre y la excursión nocturna de brujas en
modo alguno ceden, pese al toque de queda que prácticamente se decre-
ta. 46 Un reflejo de ello puede percibirse en las décimas "La Ronda", don-

42 El internamiento de pobres creció a partir de 1765 y de manera vertiginosa tras 1790,

cuando las licencias para ejercer la mendicidad se vieron limitadas. En 1794 se reportan 3341
internamientos en la Convalecencia de Belén (cifra notable para una población de 70 000 áni-
mas). Véase Cesar A. Mena y Armando F. Cobelo: Historia de la Medicina en Cuba (Hospitales
y Centros Benéficos en Cuba Colonial), Tomo I, Miami, Ediciones Universal, 1992, pp. 289-90.
43 Valdés, ob.cit., p. 110. A muchos se les destina a estos oficios y talleres bajo régimen de

rigor; o bien al arsenal, a la milicia, a diversas obras públicas, etc.


44 Antonio López Prieto: "El Obispo Espada", Revista de Cuba, Tomo XI, 1899, pp. 85-

87; y Gustavo López: Los locos en Cuba (Apuntes históricos), La Habana, 1899, pp. 5 y 6. El
Obispo Espada fracasa en su intento, sin duda sostenido, de unir los tres centros benéficos en-
tonces existentes; en introducir el trabajo como recurso de enmienda moral; y en su proyecto de
reforma penal (el eterno tema de la cárcel como escuela de criminales). Logra, en cambio, luego
de dos décadas de altercados, el establecimiento del primer manicomio (Casa de San Dionisio)
y el traslado de las enfermas mentales a un departamento ad hoc en la Casa de Beneficencia
4 ' Reglamento interior de la cárcel de esta ciudad, La Habana, Imprenta de Pedro Nolas-

co Palmer e hijo, 1821, p. 6.


46 En Instrucción para las justicias (ob. cit., p. 12, ver nota 36) se dice: "Nadie en cua-

drillas de tres debe andar después de las oraciones de noche y nadie después de las diez" (art.
XX). "Si se encontrase alguno con vestido que no corresponda a su sexo, o con otro género de
disfraz para confundir su persona, será arrestado hasta averiguar el fin que le conducía para

39
de abundan máscaras que suman, a su carácter erótico, matices raciales
y estamentales. Y es que, como deja ver el "otro Zequeira" en su poema,
el poder mismo se ejercía como voluntad de travestimiento. Se sabe que
este recorrido de policía era efectuado por una "patrulla de regidores
disfrazados"; no en balde es un grotesco matasiete quien le sale al paso
al esqueleto en que el autor se convierte y dispone enviarlo al "gabinete
de la historia natural". 47
Cuando en 1822 se abre un proceso contra Enriqueta Faber por
hacerse pasar por hombre y casarse con una persona del mismo sexo,
ya el saber médico es considerado como recurso de primer orden; los
médicos que la examinan y confirman que no tiene pene y que se que
ha valido, además, de un aditamento, cumplen sin embargo una función
menos obvia: devienen peritos que trazan con rigor una norma -no una
ley- teñida de cientificidad, a partir de la cual se legitima el derecho, al
tiempo que se hace circular sobre el conjunto ciudadano una política de
género mucho más estricta. 48 Se trata de la "perversa maquinación" de un

imponerle la pena correspondiente a su malicia, y descontado perderá el vestido con aplicación


a los pobres de la cárcel" (art. XIX). Por su parte, en un Reglamento de policía acordado por
el Ayuntamiento Provisional de la Villa de Guanabacoa (1820) se expresa: "Ninguna persona
andará por las calles disfrazada, ni con el rostro cubierto o enmascarado, pena de diez ducados"
(art.VIII). Es la atmósfera que se respira en "La Ronda" de Zequeira, donde, como puede apre-
ciarse, la guardia sí tenía derecho al enmascaramiento. Según cuenta Pezuela en su Diccionario,
el servicio nocturno de policía le era encargado a "patrullas de regidores disfrazados".
47 "La ordenanza y yo muy luchos/Volvimos al Principal/Y aquel señor oficial/Que era

un joven matasiete; /Quiso mandarme al gabinete/De la historia natural. Manuel de Zequeira y


Arango: Poesías, Editorial Letras Cubanas, 1984, p. 133.
48 Enriqueta Faber (¿1791-1827?). Travestí médico-mujer. Nació en Suiza y asumió la

identidad de hombre para estudiar medicina en París. Como médico cirujano ingresó en el
ejército napoleónico, participando en la invasión de Rusia. Viajó a Guadalupe y luego a Cuba,
estableciéndose como médico en Baracoa, donde contrae matrimonio con Juana de León y cae
en desgracia Parte del proceso contra Faber puede consultarse en: ANC, Fondo Asuntos Polí-
ticos, legajo 20, expediente 2; y Fondo Misceláneas de Expedientes, legajo 3483, expediente B
l. Es de imprescindible consulta el estudio y dossier del caso publicado por James J. Pancrazio:
Enriqueta Faber: Travestismo, documentos e historia, Madrid, 2008, Editorial Verbum. En su
declaración, que la jerga legal del escribano recorta a su manera, Faber dice que "habiendo
llegado a sus oídos la vos que ya corría de ser muger, tomó un pellejo de un guante muy fino y
figuró un miembro de hombre, pintando con pintura qe. lo hizo parecer tal, y que preparada con
este instrumento se presentó de noche al Alcalde de Figuaro y a otras personas que allí se halla-
ron para qe. testificasen qe. era hombre, qe. como era de noche todos se quedaron engañados".
Curiosamente, en el juicio sale a relucir el término "manfrodita". El hermafroditismo fue todo

40
"monstruo artificial"; y ya estas palabras que, con toda seguridad, jueces
y médicos ponen en boca de la Faber y de su amante "inocente y engaña-
da", anuncian de por sí la noción de instinto, esto es: el recurso del saber
bajo el que surge, más allá de la síntesis alienista, una psiquiatría moder-
na. De ahí al degeneracionismo y a los primeros informes "científicos"
sobre la "inversión del sentido genésico" no había más que un paso. 49
Mientras, estas políticas de género cobran importancia en todo una
literatura para el "bello sexo" y en manuales de higiene pública y priva-
da. En el que puede llamarse el período romántico de la medicina cuba-
na, se asiste a un creciente proceso de diferenciación, que asigna a cada
sexo roles y pautas precisas. A estas alturas, el relato de la histérica se de-
fine, así como el del hombre inclinado al nerviosismo y a otros disturbios
atribuidos a aquéllas. Sin embargo, tras las bambalinas de este momento
galante -y mientras desde el Liceo Artístico y Literario de La Habana
se lanza el anatema- 50 apenas se oculta el hecho común y corriente del
homoerotismo, así en las plantaciones como en los márgenes de la ciu-
dad. 51 La cárcel continuó siendo destino, y también el reformatorio de
menores. Entre 1854 y 1867 veintisiete personas fueron procesadas por

un reto para el saber normativo. Tal como demuestra Foucault, este "monstruo por excelencia"
está en el comienzo de la genealogía del anormal. El Hombre/Mujer de Caballero aún tiene algo
de alegoría, de bestia cruzada, lo cual es propio del período pre-normativo. El caso Faber cae,
en cambio, dentro de la norma, al depender cada vez más de la medicina.
•• Inversión del sentido genésico es el término empleado por Charcot. Para arribar al
mismo, el concepto de anomalía debió fijarse antes a la noción de instinto, que modula a su vez
las consideraciones sobre los actos irresistibles o irrefrenables. Según los médicos de la época,
los "degenerados" eran más propensos a este tipo de actos.
'º Se publican y circulan todo una serie de libros y artículos que caben en este espacio
de presiones normativas, entre ellos: Observaciones sobre los males a que se exponen en esta
Isla de Cuba desde la infancia y consejos dados a las madres y al bello sexo, de Carlos Belot,
1828; Cartas sobre la educación del bello sexo, corregidas y aumentadas de su original, 1831,
s/a; Tratado práctico de las enfermedades venéreas, de Phillippe Ricord, 1845; Higiene de las
mujeres nerviosas, de Sabino Losada, 1850 y 1851; y Apuntes de hijiene doméstica para las
niñas de la Beneficencia de Matanzas, de José María Casal, 1860. Sabino Losada fue uno de
los más conocidos frenólogos cubanos. En charlas que imparte en el Liceo Artístico y Literario
de La Habana condena abiertamente a aquellos que "se comportan como mujercitas" y que
"deberían estar tras las rejas".
" Antonio de Landa recomienda que, en caso de "acciones nefandas" entre los esclavos,
"se les aplique el látigo en proporción al delito cometido y prisiones en señal de ignominia".
Guía del administrador de ingenio, La Habana, 1857, p. 18.

41
el delito en cuestión; pero no cuenta aquí la cifra mucho mayor de quie-
nes eran acusados de crímenes contra la honestidad y el pudor, sin que
fuese especificada la causa. 52
Aunque los médicos cubanos solo comienzan a debatir el asunto
a partir de 1890, desde mucho antes circulaban libros capitales en este
sentido, como los de Tardieu, Baillarger -maestro este de José Joaquín
Muñoz, quien lo traduce y publica en La Habana-y Charcot. 53 Precisa-
mente Tardieu, expresión címera del vinculo entre medicina y Ley en su
etapa positivista, será la principal referencia de Luis Montané y Dardé,
autor del primer artículo científico sobre homosexualidad publicado en
nuestro medio: "La pederastia en Cuba".

IV

Montané se había graduado en París ante un tribunal presidido por


Broca y era miembro de la Societé d'Antropologie, donde se cocinan
las principales tesis acerca de la inferioridad racial. Amigo de Hamy,
Verneau y Topinard, se le tenía en cuenta; luego de completar su obra
' 2 Ver Discursos de Apertura de laAudienciaPretorial de la Habana, años citados. Desde

la década de 1860 existía el Asilo de San José para niños pobres, que funcionó además como
reclusorio de menores que "delinquen o vagan sin rumbo". Fueron frecuentes las críticas a la
corrupción y el desorden imperante en dicho asilo, lo que llevó a la intervención del propio
Capitán General en 1892. Según un informe al efecto, las excretas eran sacadas a cubo desde
un patio central, mientras los recluidos "se encuentran a merced de todos los vicios y se respira
el crimen y la inmoralidad". A fines de mayo de 1892 se produce una rebelión en este centro
penitenciario, que dio lugar a que interviniera el "cuerpo completo de la policía" (ver "El Asilo
de San José", La Higiene, Año 11, no 5, 1892 pp. 73-74). Situado en el Cerro, a partir de la dé-
cada de 1890 el asilo compartió espacio con el Hospital de Higiene (para prostitutas). Durante
la intervención norteamericana fue trasladado a la antigua Batería de la Reina, en la Punta. Más
tarde se le ubicó definitivamente en los Cuarteles de Guanajay.
" Me refiero a Etude médico-légale sur les attentats aux moeurs, de Ambroise Tardieu,
1857; Tratado de Alienación Mental. Lecciones del Dr. E. Baillarger, médico del Hospicio de la
Salpetriére de París, recogidas y redactadas en castellano con algunas notas de José Joaquín
Muñoz, 1863; y Le9ons du Mardi a la Salpetriére, J. M. Charcot, 1887. La obra de Baillarger,
traducida y publicada en La Habana por José J. Muñoz, constituye dentro del alienismo fran-
cés, según Foucault, la expresión más acabada del "descubrimiento del instinto". Las llamadas
"impulsiones insólitas" a las que Baillarger da tanta importancia explicarían diversos tipos de
conductas desviadas; entre ellas la homosexualidad, término que no se acuña hasta 1870 (ver
Los Anormales, FCE, 2000, p. 158).

42
en Cuba -más antropológica que propiamente médica y que incluyó la
creación, en gran medida calcada, de una entidad homóloga-, regresa a
Francia anciano donde se le nombra presidente de la Societé ... Se hallaba
en la cumbre de su carrera cuando presenta al Primer Congreso Médico
Regional -efectuado en la Academia de Ciencias de La Habana y que
tuvo por cronista a Julián del Casal-54 el estudio en cuestión. 55
El texto de Montané destila un tono altamente discriminatorio, y
parte del siguiente principio: aplicar las tesis de Ambroise Tardieu al en-
torno cubano, adaptándolas a sus imperativos climáticos y étnicos. Este
campo de aplicación -sobre un terreno hasta entonces virgen- le per-
mite contrastar sus hallazgos y apoderarse de una supuesta diferencia;
esto es, legitimar su discurso y a la vez construir su propia autoridad.
Pero basta observar sus precarias conclusiones para percibir que la ver-
dad que se intenta sostener no es de orden clínico, sino público. O, si se
prefiere, que esta verdad se sustenta, tanto alegórica como instrumental-
mente, en un uso extenso del aparato clínico a fin de facilitar acciones
de tipo social.
Está en juego el peligro como signo que habría que detectar más allá
de evidencias obvias y, desde luego, éstas no la aportan tanto los sujetos
examinados cuanto, del otro lado del presidio, sus congéneres de raza y
orientación sexual. En cualquier caso, se trata de un signo difuso, como
lo fue y seguiría siendo el peligro negro, y como lo había sido el peligro
de la homosexualidad, término propiamente médico que aún no circulaba
en Cuba, pero que lo hará en breve, una vez que el discurso se lo apropie
para desplazar el de pederastia, de connotaciones sobre todo legales. Co-
moquiera, la semiología pública -e insisto, diferidamente clínica- que
' 4 Julián del Casal: "El Congreso Médico", La Discusión, La Habana, jueves 16 de enero

de 1890. Reproducido en Julián del Casal. Prosas, Consejo Nacional de Cultura, La Habana,
1963, t. 2, p. 28. Sobre los desencuentros entre Casal y Montané y, en general, entre Casal y
el discurso positivista cubano, ver el excelente artículo de Francisco Morán: "Antonio Maceo
y Julián del Casal: una historia cubana del héroe y el cadáver", La Habana Elegante, segunda
época, nº 13, primavera 2001.
" "La pederastia en Cuba" fue publicado en El Progreso Médico, 1890, pp. 117-125, y en
las memorias del Primer Congreso Médico Regional de la Isla de Cuba, La Habana, Imprenta
A. Álvarez, 1890, pp. 581-82. Ese mismo año, Montané publica también varios trabajos sobre
problemas legales ligados a la sexualidad femenina. Véase: "Una sanguijuela en la cavidad del
útero" y "Algunas consideraciones sobre un caso de himen biperforado", El Progreso Médico
(1890), pp. 304-305 y 445-446, respectivamente.

43
aquí se presenta, venía a colocar la cuestión a mitad de camino entre la
ley y la enfermedad, entre la prisión y la enfermería, solo que para fun-
damentar mejor el derecho a la intervención por parte de los médicos. 56
Montané no rinde como tal un informe de policía, pero aporta a ésta un
instrumento científico de justificación. 57
El cuerpo del delito cambia así su economía de evidencias. Al igual
que los médicos de la Faber, quienes la desnudan para comprobar que no
tiene pene, Montané desnuda a los pederastas para descubrir, por encima
de todo, que "la pederastia existe en La Habana". Sin embargo esta cer-
teza -que de cierto tiene solo su desfachatez- entonces daba salida a
recursos como el retrato hablado y la fotografía, menos obvios desde el
punto de vista retórico y sin duda concluyentes por sí mismos. Paradóji-
camente -y pese a ser este el objetivo: remitir a conclusiones elementa-
les- estos nuevos dispositivos no lograrían apagar la voz del subalterno.

•• Desde 1862, al establecerse la Real Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales


de La Habana y, sobre todo, hacia finales de la década de 1870, comienzan a aparecer proyectos
o peticiones al Gobierno Superior Político que pretenden ser articulados ya no hacia dentro sino
hacia fuera del manicomio y demás instituciones de reclusión. Se crean así los resortes de una
incipiente Defensa Social. En el plano teórico, por su parte, se había "adelantado" un trecho: se
asimilan las tesis de Lombroso acerca del criminal nato y las ideas del degeneracionismo. Fue
notable en Cuba la influencia de Magnan, quien completa el concepto de degenerados de More!,
abarcando ahora a aquellos no tan locos como para ser recluidos, pero tampoco suficientemente
cuerdos como para andar libremente por las calles. Qué hacer con este "grupo de transición" se
convierte a finales del siglo XIX en pregunta de rigor, de la que surgen algunas de las estrategias
de la eugenesia y del llamado movimiento por la higiene mental. Entretanto, los homosexuales
caben en esta categoría, ya rotulados de excéntrícos, inarmónicos o invertidos. En sus discursos
Los degenerados (1893) e Higiene General de la Locura (1895), el alienista Gustavo López se
planteaba el problema de la prevención de estos individuos y sugería medidas de carácter euge-
nésico. En el plano, más amplio, de la sociología evolucionista, se destaca "Psicogenia infantil"
(1887), de Benjamín de Céspedes, texto sutilmente atento a la homosexualidad, así como La
Prostitución en la ciudad de La Habana (1888), del mismo autor, donde se la trata abiertamente.
' 7 El propio Montané se refiere a una recogida policial de "45 pederastas empedernidos".

Estas no eran infrecuentes. En 1896 otro grupo numeroso, la mayoría mestizos, fue arrestado,
siendo deportados a Isla de Pinos buena parte de ellos. Por otra parte en un Diccionario razona-
do de legislación de policía se ficha el término "maricón"[ ... ]: "El hombre afeminado y cobar-
de. El que se ocupa en las faenas propias de la mujer. Ciertos hombres que afectan imitar a las
mujeres en sus maneras, insinuaciones, y a veces hasta en el vestir, sustituyéndolas en los actos
más impúdicos"; se menciona además la prohibición de las "casas de maricones" (Citado por
Víctor Fowler en La Maldición: Una historia del placer como conquista, La Habana, Editorial
Letras Cubanas, 1988, p. 17).

44
Así el relato de Montané habla por sí solo y abre un punto y aparte que
lo convierte en prótesis (si se prefiere aditamento, como el que colgaba
entre las piernas de la Faber) capaz de mostrar, más allá del cuerpo del
delito, otras evidencias: el deseo de los cuerpos.
He aquí lo que asoma en esta "traducción exacta" -así la califica
Montané- de lo expuesto por La Princesa de Asturias, considerado el
recluso "más digno de estudio":
Jamás he tenido deseos sino para las personas de mi sexo, y desde pequeño
me agradaba vestirme de niña y dedicarme a los quehaceres de la casa. A los 13
años hice mi travesía a América, y fue a bordo donde por primera vez conocí los
contactos del hombre.
Mi aprendizaje en esta materia se continuó en los distintos establecimientos
donde me colocaba mi tío. En ellos, no tardaba en experimentar las caricias ín-
timas, ya del principal o más a menudo de los dependientes; porque en casi to-
dos los establecimientos donde viven muchos empleados, hay matrimonios[ ... ]
Abandoné las tiendas para entrar en diferentes fábricas de tabaco. Pero en ellas
era tratado sin piedad desde que dejaba adivinar mi vicio [ ... ] Al fin salí y ante
el desprecio que me hacían en todas partes, porque era muy comprometedor me
decidí a poner cuarto. Desde entonces he podido recibir con completa satisfac-
ción a mis amigos y protectores, que son en su mayor parte militares o agentes de
comercio, haciendo todos o casi todos en mi casa el papel pasivo aunque también
yo me presto a la misma fantasía, según el deseo de los aficionados. ¿Por qué
me han arrancado violentamente de aquella existencia tranquila para encerrarme
en esta prisión? Yo estaba tranquilamente en mi cuarto con algunos compañeros
cuando llegó la policía y nos prendió brutalmente. ¿Por qué únicamente nos han
cogido a nosotros? ¡Hay tantos individuos que hacen lo que nosotros y que sepa-
sean libremente por las calles!, y permítame usted una pregunta: ¿qué han ganado
al encerramos? Fuera nuestro vicio es facultativo; aquí es obligatorio, y raro es
el día en que no tenemos que pasar por las horcas caudinas de algún presidiario!
En su excelente ensayo sobre homoerotismo y marginalidad en el
Buenos Aires de entre siglos, Jorge Salessi muestra cómo estas "fábulas
y delirios" -concretamente las confesiones intercaladas en los textos de
los médicos- se abrieron paso desde el mismo registro que intentaba
contenerlos. A diferencia de la escritura de los reglamentos, cuyos artí-
culos señalan sin "revelar" focos de conflicto, siempre envueltos en una
opacidad impenetrable; las "historias de casos" derivan en cambio en
"biografías" que desplazan e incluso desquician su instrumental: "La voz
de La Bella Otero -escribe Salessi a propósito del conocido paciente
45
del Dr. Francisco Veyga- se apropió de la escritura y, al mismo tiempo
que hacía una parodia del discurso de los hombres de ciencia, utilizó ese
mismo espacio para dejar los rastros y artefactos de su cultura". 58
Lo mismo puede decirse de la Princesa de Asturias, salvo que no
se trata aquí del "delirio" del travestí como imaginario que usurpa la
identidad de una mujer de clase alta, sino de una historia ligada a la po-
breza, la persecución y la cárcel que remite, por el contrario, a la mujer
de baja condición, en particular a la "mulata de rumbo", siempre en
espera de que le "pongan casa". 59 En fin, el fragmento intercalado por
Montané en su texto amplifica una voz -mucho más amplia mientras
más literal- que caza en su trampa al relato médico: este ve agotarse
sus reservas (¿de verdad?) al tiempo que libera las marcas impúdicas
de lo privado en tanto abyección pública, es decir, las marcas de una
cultura homoerótica.
Dicho en otras palabras: Montané pretende exorcizar, bajo el cali-
ficativo "traducción exacta", esa irreverente (e impúdica) historia que
intercala en el cuerpo de su texto. Intenta a toda costa mantener la nece-
saria distancia, a fin de que no se confunda su voz con la del pederasta
y quede ésta recluida en un retrato escritura! que, profusamente realista,
suponga un conjunto de indicios y evidencias. Pero ocurre todo lo con-
trario: el pedazo intercalado desgrana una voz que se traslada, en lo pro-
piamente biográfico, desde la incontrovertible infancia del sujeto hasta
su reclusión violenta; y, en lo social, de uno a otro estamento, delatando
territorios de pretendida respetabilidad y acusándolos desde lo conmo-
vedor de sus aventuras. Las preguntas del sujeto son las que se tornan
exigentes y dejan sin voz -sin verdadera respuesta- al galeno.
Súmese a ello las fotografías que el médico muestra en tanto indica-
dores de delito y donde el homosexual, al representarse vestido de mujer
o de personaje de teatro -e incluso en poses más comprometedoras-,
hace gala de un camuflaje y despliegue que desertan a la foto policial ad
" Jorge Salessi: Médicos maleantes y maricas. Higiene, criminalidad y homosexualidad
en la construcción de la nación argentina. Buenos Aires: 1871-1914, Beatriz Viterbo editores,
1995, p. 31.
•• A diferencia de la Bella Otero, La Princesa de Asturias no imita a la mujer de clase alta Su
"delirio" se acoge a la cubana pobre, por lo general mulata, en busca de garantías sociales. Para un
estudio de las mentalidades y, en particular, de la condición social de la mujer mestiza, consultar
Verena Stolcke: Racismo y sexualidad en la Cuba colonial, Madrid, Alianza Editorial, 1992.

46
usum. Recién entonces el "revelador antropométrico de Bertillon" era
llamado a establecer con rigor los rasgos faciales y, en general, físicos de
los delincuentes, a fin de resolver éstas y otras insuficiencias; pero, en-
tretanto, al mostrar aspectos ya íntimos o de grupo de imposible custodia
para los descendientes, se ponía también en crisis el canon del momento:
la foto de familia. Ni siquiera los "bocetos" modernistas, a menudo am-
biguos e igualmente negadores de la descendencia, suponen tan amplio
margen. 60 Se trata, pues, de un interior que refracta en las sucesivas es-
taciones del emigrante. Lo mismo dentro que fuera -tanto en privado
como en público- las aventuras e infortunios del personaje, siempre de
un cuarto a otro y entre dependencias de comercio y penitenciarias, sal-
van secuencias no alcanzadas en las ficciones de la época.
Desde luego, esta misma voz no podía resonar desde el Asilo San
José, "verdadero centro de la pederastia", según expone la Princesa de
Asturias, adonde su "mala estrella" le llevó por espacio de catorce meses.
Al confrontar, por ejemplo, un Reglamento interior de 1874, apenas per-
cibimos, entre enfermeros y celadores, los signos de una disciplina que
no quiere entregar su envés, indicando, en el sitio en que pernoctan unos
y otros, los escrúpulos de una moral que confirma a distancia el deseo. 61

Tal vez sería importante captar, aunque sea brevemente, cómo se ar-
ticula en esta narrativa la metáfora de la Nación como cuerpo. En primer
lugar, es menester un Estado capaz de colocar sus efectos en el futuro. O,
como ocurrió en Cuba, una agenda nacionalista fuerte, capaz de anticipar
tanto un Estado -entonces emergente- como su futura comunidad. Será
el prevencionismo, a caballo por así decirlo entre una scientia sexualis en
ascenso y los aportes derivados de la bacteriología, justo cuando se erigen
importantes obras hidráulicas, el tipo de gerencia que proyecte, ahora en
base a proyectos sanitarios realizables, dicha comunidad. 62

60 Philippe Aries y George Duby: La vita privata: L 'Ottocento, Italia, Laterza, 1991, pp.
339-40.
61 Reglamento para el régimen y gobierno interior del Asilo San José, Habana, 1874.
62 El prometido éxodo de exesclavos a las ciudades estuvo muy lejos de ser real. Fue la

47
En este sentido, concurren al efecto tres factores notables: la nacien-
te sociedad civil de 1878, el alza de la inmigración blanca, y el progre-
sivo desmontaje de la esclavitud. 63 Si el último de ellos, al preludiar un
éxodo masivo de ex-esclavos a las ciudades, acelera una norma criminal
moderna (por ejemplo, la "invención del ñáñigo" como paso de la crítica
costumbrista al relatoría policial); los primeros apuntan a una amenaza
externa que, además de reclamar impulsos normativos no menos moder-
nos (todo un complejo sanitario-migratorio, etc.), orientará la atención de
las autoridades hacia un "interior" que va a ser relacionado como nunca
antes con las "mezclas", sean éstas raciales, de género o de clase.
Si bien los "pecados urbanos" más frecuentes de esta Habana fini-
secular recaían en la población española recién llegada, en la práctica se
les trató siempre como fenómenos de conjunto, ya soslayando las dife-
rencias, ya apuntando a negros y chinos como puntos de irradiación. Y es
que había que señalar al peligro de las mezclas a fin de derivar un Otro a
la altura del momento, sin mencionar el hecho cierto de una mayor crimi-
nalidad entre inmigrantes españoles. La estadística médica y criminal de
finales del siglo XIX recoge, por amplio margen, una mayor incidencia
de homicidios, suicidios y enfermedades venéreas en la población blan-
ca, en particular entre peninsulares. Sin embargo, este fue un hecho a
ocultar. A ello se refiere Raimundo Cabrera, quien apunta que las autori-
dades adoptaron el sistema de "no expresar en las estadísticas criminales
la naturaleza de los sentenciados". No obstante, no faltaron acusaciones
de carácter público sobre la mayor o menor presencia de la pederastia
en ciertos medios, como las que tuvieron lugar con la publicación de La
prostitución en la ciudad de la Habana, de Benjamín de Céspedes. Si
población española la que creció de manera impresionante, a partir de 1879.
63 El Acueducto Albear fue el producto de ingeniería más importante de la Colonia Su

construcción comenzó en 1858 y no fue inaugurado hasta enero de 1893. Reclusos acantonados
en el asilo de Mazorra trabajaron intensamente en las obras iniciales, llevadas a cabo en los
manantiales de Vento. El paralelo que aquí se establece remite en particular al sistema de distri-
bución de aguas intramuros. En relación a los temores expresados en esta época por parte de los
higienistas, es importante indicar que pese a la puesta en funcionamiento del servicio de abasto
de aguas persistieron enormes dificultades debido al deficiente estado de las cañerías, así como
al paupérrimo sistema de alcantarillados. Ver a propósito: Francisco de Albear: Historia de la
derivación de una parte del agua del Canal de Vento a los filtros del acueducto de Fernando
VII, La Habana, Imprenta y Librería de Pego y Compañía, 1877; y Rolando García Blanco: Una
obra maestra: el Acueducto Albear de La Habana, Editorial Científico-Técnica, 2002.

48
los censos de los burdeles, y en general la naciente estadística de pobla-
ción, dotan a las autoridades de cierto bagaje racional, en realidad pre-
domina una lectura de masa, indiferenciada, que trasluce el fantasma de
una sociedad sin fronteras. Céspedes, particularmente aprehensivo con la
cuestión de las mezclas, llega a emparentar -en torno al prostíbulo- a
figuras tan variadas como "el ñáñigo, el ratero, el desertor, el andrógino,
el chino y el homicida", en lo que constituye una de las cadenas de en-
trecruzamiento más temible que hayan concebido los higienistas. 64 Una
fuerte voluntad de "aislar" que tiene su correlato, no en el modelo de
cuarentenas, sino en el "control de focos" y en los sistemas de drenaje,
va a dominar en contrapartida este contexto.
Si de algo intenta prevenirnos el discurso sobre la fiebre amarilla
(que engloba al subsecuente relato de la "aclimatación de las razas") es
-y esto en un plano que se proyecta hacia el futuro- de la necesidad
de poner fin a dichas mezclas. Eliminada la enfermedad y demostrado
el carácter benigno del clima cubano, algo que se suponía posible desde
entonces, por fin la Isla podría ser habitada por el hombre blanco, en
condiciones no solo de seguridad epidemiológica, sino también política
y social. En esta anticipación late, por supuesto, el nacionalismo étni-
co de la primera República; y es, desde esta perspectiva, en principio
más metafórica que instrumental, que puede hablarse de una ecuación de
fondo cara a este nacionalismo: el uso simultáneo (o alterno) de los peli-
gros negro y (homo)sexual en la dinámica de la Nación cubana ... Cabe
aquí contrastar una frase de Finlay según la cual, pagado "el tributo a la
fiebre", el inmigrante estaría a salvo, con otra más realista del alienista
Gustavo López, para quién el orden burgués implicaba pagar primero
el correspondiente "tributo de Venus". Todo ello refleja, claramente, las
teorías de la época: los "cruces" perpetúan la "degeneración". Como di-
ría Zola, implican una venganza contra la clase burguesa, estrangulada
entre las piernas de las meretrices. 65

64 Raimundo Cabrera: Cuba y sus jueces, hnprenta El Retiro, 1887, p. 37; y, Benjamín de

Céspedes: La Prostitución en la ciudad de La Habana, Establecimiento tipográfico O' Reilly


Número 9, 1888, p. 157.
•• Tópico recurrente en la obra de Émile Zola. Ver a propósito el excelente estudio de
Rafael Huertas García Alejo: Locura y degeneración. Psiquiatría y sociedad en el positivismo
francés (Madrid, CSIC, 1987), sobre todo el acápite "Degeneración y literatura", pp. 158-74.

49
La homofobia incluye desde luego negrofobia y, en general, xeno-
fobia. Ello se aprecia en la descripción que hace Montané sobre la pe-
derastia en negros y chinos, la cual extiende al conjunto de la "raza". El
archivo médico legal de Montané pretende dar cuenta de la pederastia
como invasión externa, señalando ciertas costumbres y modos de aso-
ciarse provenientes de otros países. Desde el interior, sin embargo, se
trata de localizar vínculos profundamente desestabilizadores. Así, es más
peligrosa la pederastia urbana que la rural; si bien aquella que se practica
en los campos cobra relieve en relación a los tiempos de la esclavitud.
Asimismo, es menos significativo el rol pasivo de los colonos asiáticos
ante antiguos esclavos, que el de curas y militares frente a negros o gente
"prostituida", etc. En gran medida, van a dominar estereotipos de género
a cuyo servicio se colocan, en este contexto, las nociones de clase y raza.
De alguna manera, ello responde a las exigencias de un espacio público
asediado por las presiones de la medicina y de una identidad criolla que
liga los ideales científicos y patrióticos. De hecho, en términos históricos
podrá hablarse de periodos donde se acentúa una u otra variante. Así,
mientras la homofobia es particularmente visible a finales del siglo XIX,
la persecución por motivos raciales lo será en la primera República, con
ímpetu que remite a la primera mitad del XIX. Con la Revolución, por su
parte, se pasa de la homofobia, intensa en los años sesenta y setenta, a la
discriminación racial, patente en las dos últimas décadas.
A fin de apreciar mejor el temor a las mezclas en la construcción
de la nación cubana, basta repasar lo expuesto por Fernando Ortiz en
Los negros brujos. Allí, ya en ese marco de optimismo que significó la
erradicación efectiva de la fiebre amarilla, Ortiz se explaya sobre lo con-
veniente de controlar a ñáñigos y brujos, aplicando lo aprendido durante
la eliminación del mosquito: el control de focos. Curiosamente, Ortiz
se enfoca en las relaciones de éstos con obreros blancos, entre los cua-
les sospecha una alta cuota de anarquistas y de miembros de la secta
Abakuá, como también una suerte de intelligentsia secreta, interesada
en promover alianzas. Se trata, para el etnólogo, de erigir una vigilancia
migratorio-portuaria, a la vez médico-sanitaria, en un entorno donde pu-
lulan antiguos cabildos, ciudadelas, bares y prostíbulos. 66
•• Femando Ortiz: Los negros brujos, 1906; La Habana, Editorial de Ciencias Sociales,
1995. Ver además sus artículos "El método finlayano contra la fiebre amarilla" y "El Peligro

50
En realidad, estamos ante un umbral mucho más significativo: aquel
que conecta toda esa intrincada maraña de discursos que estructura a la
nación desde ambos lados del interregno de su soberanía. Finlay y Ortiz,
más que continuarse, se transfieren. Del higienismo a la criminología
se produce un tránsito, una conversión. Pero también un reforzamiento.

VI

Volviendo al texto de Montané, sería necesario hacer algunas pre-


cisiones. Hasta aquí hemos usado el término homosexual de modo más
bien genérico. Pero ¿en qué lugar se coloca realmente este texto de frente
a la emergencia de la homosexualidad? Montané deja atrás, desde luego,
el concepto de sodomía, el cual operó en Cuba hasta la década de 1860
en relación a un tipo particular de acto delictivo y, a lo más, como el pro-
ducto de pasiones desenfrenadas. Se trata de un sujeto jurídico moral, en
modo alguno sugestivo de enfermedad. Deja atrás, igualmente, una mira-
da médico legal con arreglo a un razonamiento exclusivamente somático,
como en el caso de cierta consulta realizada en 1867; aquí se trata de un
reclamo del tribunal a la Academia de Ciencias Médicas, en cuya res-
puesta no se subjetiviza la conducta de un individuo sino que se valora,
nada menos, si alguien puede ser penetrado analmente durante el sueño.

Amarillo" (Cuba y América, 1908). Los llamados 'juegos de ñáñigos" comenzaron a aceptar
blancos desde 1858. El temor a esta alianza fue fundamental en la criminalización del ñañiguis-
mo, más intensa a finales del XIX, y amplificada por la prensa periódica La Lucha, La Discu-
sión, El comercio y La Caricatura, entre otros, señalaron con insistencia una supuesta relación
entre el incremento del juego, el alcoholismo, la delincuencia en general y el ñañiguismo. Al
aumentar contemporáneamente la inmigración española, no faltaron lecturas que suponían un
efecto social y demográfico benéfico, de contrapeso, contra la barbarie. Pero en la práctica ocu-
rrió lo contrario: se desató el "cruzamiento". Siempre presentado en términos sanitarios, cuando
no patrióticos, el relato de la fiebre amarilla debe verse también, o sobre todo, como un recurso
de orden social; es decir, como la punta de lanza de una estrategia biopolítica que declara con
claridad la mejor adecuación de la "raza blanca" al clima de Cuba. Se considera asimismo una
progresiva e inevitable disminución de la "raza negra", la cual solo podría salvarse apelando
al mestizaje, por otra parte desestimado por numerosos médicos, entre ellos el propio Finlay.
Antes que el mosquito resultase finalmente identificado fueron las obras hidráulicas de este
período, también intensas en otras ciudades de la isla, y concomitantes con el auge de la bacte-
riología, las que aportaron el modelo que serviría para orientar las políticas sanitarias.

51
El uso que Montané hace de las categorías de pederastia activa y pasiva
lo sumerge, por el contrario, en un espacio médico legal que es también
un territorio de subjetivaciones. En el pederasta de Montané -incluso el
negro y el chino de los barracones- se perfila tanto una psicología como
una sociología que involucran al sujeto.
¿Qué falta, pues? Para entroncar plenamente con la categoría de
homosexualidad faltarían apenas dos elementos sintomáticos pero, en
cualquier caso, secundarios. El menos importante, el término mismo
(homosexuel), que no comenzaría a circular en Francia hasta 1891 y en
Cuba, por lo que parece, hasta 1900. El más, su no aceptación del carác-
ter innato de la inversión sexual, lo que se manifiesta en sus duras críticas
a la figura del urning, como se sabe expuesta por Karl Ulrichs (léase M.
Marx en el texto de Montané) en Alemania, en la década de 1860, con
la intención de reclamar el derecho de los homosexuales a ser tratados
en virtud de una condición natural y no como seres depravados, lo que
influiría a la postre en la formación de categorías como "tercer sexo" o
"hermafroditismo psíquico". Montané no acepta ninguna variante congé-
nita o innata; para él, el "pederasta pasivo" adquiere su conducta como
resultado de su proclividad a la degeneración y en última instancia a
consecuencia de la seducción ejercida por otro ser despreciable, el "pe-
derasta activo". No puede salirse de un binarismo que además incluye la
clasificación aficionados / prostituidos, ambas ancladas en el modelo de
dominanción estipulado por la (hetera) sexualidad normalizadora.
Sin embargo, sus consideraciones no operan al margen de la inven-
ción del homosexual. En cualquier caso, Montané se adhiere a las con-
cepciones de Tardieu, con quien comienza a producirse una mutación
discursiva sin la cual no sería posible esta figura. Se trata del declive de la
inspección anatómica como prueba del delito. Pues si bien las referencias
somáticas siguen teniendo un peso notable, el verdadero aporte de Tar-
dieu será localizar al pederasta no solo en su vinculo con la Ley (es decir,
con una instancia penal), sino también, y sobre todo, en virtud de un con-
junto de relaciones que lo circunscriben al ámbito de la psiquiatría y la
etnografía criminal. A partir de ahora, lo importante serán sus gustos, sus
tendencias y modos de relacionarse, etc., sin que eso signifique renunciar
al reconocimiento somático, el cual a su vez se nutre de una gestualidad,
una expresión y, en todo caso, una "fisiología misteriosa". Todo ello es
52
evidente en el texto de Montané. Se trata, en fin, de establecer un perfil
más amplio, aquel que coloca al pederasta -al futuro homosexual-
como individuo potencialmente peligroso.
En definitiva, esta peligrosidad deviene más difusa de lo que creemos
e invade incluso las soñadas territorializaciones de los higienistas. Recor-
demos que este estudio fue escrito poco antes de que concluyera el prin-
cipal evento sanitario de la colonia: el acueducto de Albear. Controlar al
homosexual según un ejercicio que va, como ya apuntamos, de lo clínico a
lo público, equivale a registrar posibles puntos de contaminación. Normas
clínicas, antropológicas y sociales suman sus efectos y se amplifican, con
la particularidad de que, de frente al lenguaje hidráulico en boga, serán la
prostituta y el pederasta quienes rindan los tropos más maleables, derivan-
do, de sus propios cuerpos, el cuerpo contrario de la nación.
Se impone una proctología que no se limite al ámbito de la cárcel;
ésta es, en definitiva, una "cloaca" de difícil reforma. De lo que se trata
es, en cambio, del ano y sus deformaciones en tanto remiten al estado de
las redes públicas. Proteger las fuentes de agua potable implica "aislar"
al individuo en su propio ambiente, separarlo de aquellos circuitos consi-
derados sanos, pretendidamente impermeables. En este sentido, siguien-
do la tesis de Salessi, la incontinencia anal, frecuente en estos reclusos,
debe ser evitada en el plano de la ciudad .... Como ha mostrado este au-
tor, ello explica el uso obsesivo que se hace, en este contexto, del signo
descrito por Tardieau como "caída de los pliegues anales": avería que
médicos y higienistas persiguen sin desmayo en el espacio público. Así,
el ano que "lagrimea" en uno de los sujetos examinados por Montané,
activa una alarma: lo mismo que las aguas albañales, su goteo contamina,
corroe y degrada a la polis.
La Camagüeyana, recluso que cubre su ano con un "paño de tela
ordinaria" para impedir el escape de heces confirma, pues, no tanto un
saber físico (o fáctico) como de género. Al ser examinado -es decir al
"arrancársele el paño"- deja escapar un "grito penetrante" para caer
luego en un ataque de "histeroepilepsia" (según Montané común entre
los pederastas). Es obvio que el acto de descubrir recodifica el ritual de
la desfloración -la pérdida de la virginidad- y a la vez al flujo mens-
trual, siendo la incontinencia el recurso en que se ceba este discurso.
Asimilándole a la mujer y, en particular, a la prostituta, a la que se le
53
considera también propensa a ataques de histeria y eróticamente inconti-
nente, se refuerza la construcción genérica. No en balde el ano de otro de
los sujetos examinados es semejante "a la vulva de una perra", siendo su
"relajado" esfinter abortivo como el de aquellas. 67
En fin, el trazado de pares del tipo válvula/esfinter, avería/fistula,
impermeable/permeable está llamado a rendir, aquí, aquellos códigos
que garantizan los valores activos, de contención y limpieza, que se con-
sideran propios de una cultura masculina, blanca y letrada. A la terca o
adquirida esterilidad del homosexual y la prostituta, va a oponerse el
matrimonio reproductor; al aborto criminal, la reproducción sana; a la
promiscuidad, el sexo higiénico; a la desviación, la norma; y, en fin, a
cada ciudadano lo que la nueva República significa: una red a prueba de
contaminaciones.

67 Montané sabe que el tema que aborda es altamente explosivo. Por eso justifica ante

el auditorio el hecho de "tratar materia tan vergonzosa". Sin embargo, cuanto interpone para
asegurar objetividad y, por extensión, limpieza de propósitos, termina rebasado por una sórdida
o si se prefiere cómica mezcla de pudibundez y morbo. Este tipo de circunloquios para justificar
el abordaje del tema en cuestión, no era nada infrecuente en el discurso médico de la época, tal
como se observa en la obra de Ambroise Tardieu. En cuanto a precedentes cubanos al texto de
Montané ver: "Consulta sobre pederastia pasiva" (1867), en Trabajos de la comisión de medici-
na legal e higiene pública, Tomo I, La Habana, imprenta "La Antilla", pp. 259-42.

54
Variaciones sobre el discurso de la histérica
(con fondo de nodriza)

Cuando Manuel de Zequeira y Arango publicó en 1804 su cróni-


ca "Paseo de la Alameda", ya había escrito otras veces sobre la petimetra,
personaje que serviría para construir el estereotipo de la criolla como
mujer mundana y artificial, y de ciertos hombres nacidos en la isla (los
petimetres), como no menos flojos e improductivos. Modelados a ima-
gen uno del otro, Zequeira llega a decir que "salvo en las gracias que
la naturaleza les ha negado, todo los confunde y les hace semejantes y
hasta homogéneos". 68 En esta pretendida homogeneidad descansa, desde
luego, una política de género destinada a exaltar aquellos valores que
garanticen la reproducción social, lo que conlleva a la prescripción de
roles y normas precisas para cada sexo.
Aunque textos como el de Zequeira traducen una rancia mentali-
dad española, el mismo se apoya, también, en las ideas de la Ilustra-
ción acerca del trabajo, el comercio y el nuevo orden público. Sujetos
como el "hidalgo supuesto", el "hombre-mujer" y la "mulata de rumbo",
por ejemplo, no serían posibles al margen de resortes más generales que
identifican a la naturaleza como instancia femenina (reserva de salud y
fuerza), la industria y la policía como elementos masculinos, y el comer-
cio en tanto enclave ambivalente, alentador de flujos que llevan al gasto
y al cruce entre los géneros, las clases y las razas. 69
•• Manuel de Zequeira y Arango: "Paseo de la Alameda", El criticón de la Havana, nº 4,
6 de noviembre de 1804; reproducido en Emilio Roig de Leuchsenring: La literatura costum-
brista cubana de los siglos XVIII y XIX. Los escritores, La Habana, Oficina del Historiador de
la Ciudad, 1962, pp. 71-73. Ver cita en "Carta dirigida a los jóvenes de nuestros días", La lite-
ratura en el Papel Periódico de laHavana, 1790-1805, Editorial Letras Cubanas, 1990, p. 139.
•• Esto puede apreciarse en el lamento de José Agustín Caballero por la falta de hospicios
para mendigos en La Habana: "Dolor es que me traspasa el alma, ver una ciudad como la nues-
tra, adornada con una excelente y abrigada bahía, hermoseada con unos fértiles campos, de unas
tierras feraces que no necesitan de abono para dar todo el año copiosas cosechas de azúcar, ta-

55
A las petimetras, Zequeira dedicó un artículo anterior, varios poe-
mas y diversas alusiones; pero en "Paseo de la Alameda" aflora algo no-
vedoso: el acento no recae solo en lo satírico sino también (o tanto más)
en un uso explícito, cuando no calculado, de nociones médicas. Como si
se tratase de su amigo Tomás Romay, Zequeira asume el papel de galeno
a fin de señalar costumbres "no solo ridículas sino perjudiciales a nues-
tros intereses" y "cuyos remedios están a nuestro arbitrio". Se vale al
efecto de un diagnóstico: el histerismo; de una tesis fisiológica: la teoría
de los fluidos que domina la medicina de la época; y de un tratamiento:
el régimen corporal. Al proceder así, amplifica su personaje, a través de
un tipo normativo, a todas las mujeres de la ciudad; esto es, lo mismo a
aquellas que encarnan por pertenencia el paradigma de clase de la enfer-
medad, como a las que se acercan a él por asimilación. Para el autor de
"Oda a la Piña", preocupado por la pérdida de los vínculos aristocráticos,
y comprometido con la emergente pedagogía: "no hay joven alguna, y
aun las que no lo son, que no se vea por lo regular atacada del mal que
llamamos histérico, en términos que es casi una moda universal. .. " 70
Se diría que es ésta una posición común entre los letrados del mo-
mento, capaces de abordar las cuestiones más diversas; el propio autor
escribe sobre el estado ruinoso de los hospitales, el miasma y su influjo
negativo en la salud, etc. 71 Pero si bien esto es cierto, no deja de ser cu-
rioso que esta figura de la histérica dieciochesca, aún a medio camino
entre una economía privada y otra pública e inmersa en una subjetividad
que hace de ella no una enferma en sentido clínico, sino una "doliente
imaginaria", no fuese usurpada por ningún otro escritor. Dotado de un
tacto que le permite encarar este registro, recto en sus sátiras y avieso en
sus parodias y a menudo en su propia escritura, Zequeira encubre a las

baco, maíz, arroz [ ... ] Y qué con todo no tengamos un monumento que nos acredite. Todo, todo
se lo debemos a la Naturaleza, nada al Arte" ("Carta sobre el establecimiento de un Hospicio
en esta Ciudad", La literatura en el Papel Periódico de la Havana, 1790-1805, Editorial Letras
Cubanas, 1990, pp. 51-53). Para una mirada medrosa de los riesgos del comercio en Cuba, ver:
"Historia Alegórica", s/a, ibídem, pp. 159-61; y para profundizar en el discurso de género, desde
una perspectiva literaria, consultar el ensayo de Mirta Suquet Martínez "La Hamaca o el Tajo:
"Variantes para una narrativa de la identidad nacional", Convergencia: Revista de Ciencias
Sociales, Año 1, nº 32, mayo-agosto, 2003.
'º "Paseo de la Alameda" (oh. cit., p. 71).
71 Manuel de Zequeira y Arango: "Hospitales", Papel Periódico de la Havana, 20 de

septiembre de 1800.

56
jóvenes habaneras bajo un diagnóstico, mientras las libera en su imagi-
nario poético, abriendo una brecha en el rótulo.
Producto de una civilización cuyos excesos están en causa, la figura de
la histérica aporta a la vez una imagen del cuerpo como principio de placer,
que codifica conductas relacionadas con la ostentación y el gasto; y otra
como de un interior en ebullición -no menos gozosa pero angustiante-
desde la que hablan voces, si bien inenarrables, ávidas de ser escuchadas.
Si ciertas chácharas sin sentido, rituales cosméticos y paseos circulares por
la ciudad ocupan una parte del tiempo de estas mujeres; vapores, fatigas,
vahídos y palpitaciones "donde se les representa un fantasma que las ho-
rroriza", cubren el resto de la jornada. Se trata de instancias entre las que
oscila el personaje, representado, además, según el carácter sonámbulo de
sus actos (Zequeira las compara a tártaros inciviles que no se cansan de dar
vueltas en sus caballos). Corporalidad expuesta, pero también opaca, más
del orden de una "profundidad" aún por instaurarse que de una superficie
clínica sancionada por signos establecidos. 72
Si frente a las crecientes presiones a fin de normar el espacio pú-
blico, regulando el desplazamiento de las mujeres -que no asistan a la
horca, que no merodeen las ventas de esclavos, que eviten charlas pro-
vocativas en plena vía, etc.-, el comercio, las fiestas y los horarios, nos
topamos con la intención de rechinar el lujo hacia el interior de las gran-
des y medianas moradas, reordenando la ciudad en virtud de un patrón
burgués estricto y celoso de la afeminación (se persigue entonces al li-
bertino y a cuantos gustan "confundir los trajes", sin excluir al criado que
se pone el sayón del amo); frente al cuerpo de la histérica, arropado en
lujo por fuera y poblado en su interior por una pulsión farfullante, se va a
apelar en cambio a disciplinas más sutiles, que incluyan tanto el control
de la función reproductora como de los sentimientos, tanto el dominio de
los gestos visibles como el de los entresijos más oscuros, forzando en lo
posible a una trascripción de éstos por-la-palabra.
En efecto, hay un elemento de base que recién empieza a despuntar:
la conversión de la mujer en madre, la glorificación de su función materna.

72 Si a comienzos del siglo XIX el estatus médico de la histeria es más bien precario, el

social resulta en cambio bastante amplio. En este sentido, no es como tal el rango clínico de la
enfermedad lo que cuenta, sino el lugar que la dolencia ocupa en una "naciente economía de
los cuerpos". Ver Michel Foucault: El poder psiquiátrico, Madrid, Aka1 Ediciones, S. A., 2005,
pp. 301-304.

57
Se trata de un "eje natural" que transita, por decirlo de algún modo, hacia
otro paradigma. Movido por el establecimiento de la natalidad, que trans-
forma el acto del nacimiento en asunto de Estado, y por la emergencia de
una nueva mirada hacia la infancia y la juventud, se diseña entonces un
reconocimiento exhaustivo de la mujer. De modo que si por ahora se la
sorprende según indicios públicos y entre alusiones a sus "faltas", pronto
se la atrapa por medio de reglas privadas y en recodo más pertinente: el
propio hogar. Es en la propia casa donde la mujer -la histérica- será
interpelada por el médico de la familia, nuevo emisario cuyo propósito
no es otro que el de reacomodarla al rol de madre, modelando no solo un
conjunto de normas corporales sino también psicológicas; hábitos de habla
y aprensiones que den salida al "fantasma que las horroriza".
Por supuesto, tan intenso como el registro médico y a menudo indes-
ligable, es el dispositivo pedagógico que emerge desde finales del siglo
XVIII. Se trata, de uno y otro lado, de "dotar" a la mujer de clase media
y alta de un atributo que, si bien posee por naturaleza, debe "reasumir"
como la más valiosa y esencial de sus funciones. Una función acaso úni-
ca en la que, a partes iguales, Rousseau y Baudelocque se intercalan para
erigir sobre las ruinas de la "mujer artificial" (siempre madre a medias) a
la nueva "madre natural" sobre la que descansará ("sublime reguladora")
tanto el orden familiar como el social.
En Cuba, donde la esclavitud se prolonga por casi todo el siglo XIX,
estos recursos encontraron no pocos obstáculos, dada la existencia de un
espacio doméstico en el que la mujer burguesa convive, por lo general,
con una pléyade de niñeras, muleques y "hermanos de leche". Si bien la
medicalización de la familia cubana de clase alta y media no es en modo
alguno tardía, como tampoco su pedagogización, sin duda las relaciones
de vasallaje demoraron (o por lo menos hicieron más complejo) el proce-
so hacia una familia nuclear, o sentimental, al margen de los imperativos
de la esclavitud.
Aparecen entonces los primeros controles de natalidad y se forja un
saber que engloba (cada vez con mayor nitidez) al complejo madre-hijo. 73
73 El complejo madre-hijo se presenta como un saber cada vez más acoplado desde finales

del siglo XVIII. En lo que respecta a la infancia, y limitándonos a la producción médico-moral


en Cuba, podrían citarse los siguientes textos: "Discurso sobre la infancia", Papel Periódico
de la Havana, no 73, 16 de septiembre de 1802, pp. 293-294; "Reglas que deben observar las
nodrizas para la mejor crianza de la infancia", Papel Periódico de la H avana, nº 47, 13 de junio
de 1802, pp. 185-186; "Del mal venéreo en los niños",PapelPeriódico de laHavana, nº 82, 11

58
Así, al tiempo que se establece la Academia de Parteras 74 y se recogen
las primeras estadísticas de neonatos (vivos, muertos, legítimos, ilegíti-
mos, según razas, etc.), 75 se ven circular libros de higiene privada aco-
modados a las exigencias del hogar burgués. En 1828, por ejemplo, está
en venta Observaciones sobre los males que se esperimentan en esta
Isla de Cuba desde la infan.cia y consejos dados a las madres y al be-
llo sexo, del médico francés radicado en La Habana Carlos Belot. 76 Es

octubre de 1804, p. 325; Alberto Parreño: Instrucciones morales y sociales para el uso de los
niños, escritas de orden de la Sección de Educación de la Sociedad Patriótica de La Habana,
Oficina del Gobierno y Capitanía General, La Habana, 1824; Manuel Valdés Miranda: Apuntes
sobre lactancia artificial con relación a las haciendas de la isla de Cuba, La Habana, 1842;
Manuel Valdés Miranda: "Sucinta investigación sobre los medios de reconocer la calidad de la
leche así de las nodrizas, como de las vacas", Repertorio Médico Habanero, vol. 2, nº 4, 1842,
pp. 33-34; C. Lanuza: "Medicina de los niños al alcance de las madres", Repertorio Médico
Habanero, vol. 2, nº 4 y 5, 1842, pp. 39-41 y 61-62, vol. 3 (1843), nº 12, 1 y 2, pp. 295-301,
305-310 y 317-319; y Juan José Hevia: Tratado de las enfermedades de los niños y modo de
curarlas, La Habana, hnprenta de Gobierno y Capitanía General, 1845; entre otros ... En el
campo de la obstetrícia y de la higiene femenina, además de libro de Belot circula en la isla la
obra en tres volúmenes de Madame Lachapelle, Pratique des accouchements ... (1825), que se
convierte en el clásico de la disciplina, como lo había sido antes L 'art des accouchements, de
Baudelocque, que alcanzó más de cuatro ediciones. En cuanto a la práctica propiamente insular,
Francisco Alonso y Fernández imparte un primer curso de obstetrícia: Exámenes públicos de
obstetricia o arte de partear que han de celebrarse en el Real Museo de Anatomía Descriptiva
perteneciente al Hospital Militar de San Ambrosio, hnprenta de P. Nolasco, La Habana, 1825; y
otro para estudiantes de medicina: Discurso inaugural que para la apertura del curso de obste-
tricia o arte de partear pronunció en el Museo Anatómico de La Habana el 20 de septiembre de
1830 don Francisco Alonso y Fernández, hnprenta Fraternal, La Habana, 1830.
74 La Academia de Parteras se inauguró el 7 de junío de 1828 en el Hospital de Paula,

como dependencia de la Sociedad Patríótica. Al frente de ella estuvo Domingo Rosaín, autor
de Examen y cartilla de parteras (1824), así como del Reglamento ... de la misma (1827). Ver
Raymundo de Castro y Bachiller: "Apuntes para la historia de la obstetrícia en Cuba", Cente-
nario del Nacimiento del Dr. Jorge Le Roy y Cassá, Cuadernos de Historia de la Salud Pública,
La Habana, 1968, pp. 31-59.
" Ver Ramón de la Sagra: Historia económico-política y estadística de la isla de Cuba,
La Habana, 1831.
76 Carlos Belot: Observaciones sobre los males que se esperimentan en esta Isla de Cuba

desde la infancia y Consejos dados a las madres y al bello sexo, New York, Casa Lazuza
Mendía, 1828 (2 volúmenes). En esta obra en dos tomos se traza un recorrido que va desde
el útero (sede de la histeria) hacia el cuerpo en totalidad como máquina sometida al influjo de
las pasiones. Según Belot el "istérico de la mujer" se debe a la suspensión del menstruo, como
también al deseo insatisfecho de casarse. Se trata, en ambos casos, de eventos que obstruyen
la circulación y evacuación de los fluidos. Belot señala igualmente como causa de la histeria la

59
preciso advertir que en estos libros la teoría es rebajada, mientras los
consejos propiamente higiénicos -vertidos en estilo galante, cuando no
popular- pasan a ocupar el primer plano. Se trata de decantadas "guías
de madres", género que vemos proliferar a partir de 1840 y en el que
se sostiene con claridad, entre otras cuestiones, el propósito de que las
madres lacten a sus hijos y se pueda desterrar así, del ámbito doméstico,
a la odiada nodriza. 77
A estas alturas, las presiones pedagógicas en tomo a la maternidad
cobran toda su fuerza. Más que denunciar las costumbres negativas de la
mujer, ahora lo que cuenta es la glorificación de la madre. El énfasis en
las virtudes maternas desplaza a las alusiones sobre faltas y el histerismo
entra a su vez en un dominio propiamente clínico, como desvío esencial-
mente fisiológico. Corresponde pues recorrer, en el caso de Cuba, algu-
nas particularidades de este proceso, remontándonos a sus comienzos.

II

En un manual de medicina que circulaba en La Habana a finales del


XVIII se lee: "Asombra ver cómo los hijos de padres honestos y virtuo-
sos muestran desde su más tierna infancia un fondo de bajeza y maldad.
Es con sus nodrizas que adquieren sus vicios. Serían honestos si sus ma-
dres los hubieran amamantados". 78 Como expresa el sociólogo francés

lectura de "novelas lúbricas" y las "pláticas provocativas con el otro sexo". Como terapéutica,
indica la práctica de ejercicios fisicos, la vida de campo, "la presencia vigilante del padre y de
amigas prudentes y respetadas", y, en fin, cuanto aparte a las jóvenes del "fuego que alimenta
las pasiones". Dedica largos párrafos a los inconvenientes de no lactar a los hijos, entregándoles
a nodrizas africanas. Seguidor de J. J. Rousseau, supone siempre lo favorable del clima y de
la simplicidad de los hábitos de crianza en Cuba, lo que contrapone a las pesadas costumbres
europeas. De ahí su optimismo de frente a la corrección de la mujer criolla, a la que no considera
tan indolente como otros autores del patio.
77 En este sentido cabe citar: Cartas sobre la educación del bello sexo, corregidas y au-

mentadas de su original, publicadas en Londres, Imprenta del Gobierno y Capitanía General,


La Habana, 1829; José Domingo Bousquet: Guía para las madres, 1835; Sabino Losada: "Hi-
giene de las mujeres nerviosas" (1852), serie de artículos publicados en Repertorio Económico
de Medicina, Farmacia y Ciencias Naturales; y Manuel Costales: Educación de la mujer, La
Habana, 1860; entre otros.
78 William Buchan: Medicina Doméstica. Tratado completo de precaver y curar las enfer-

medades con el régimen de medicina simple, Madrid, Imprenta Real, 1785, p. 33.

60
Jacques Donzelot en La policía de la familia, es contra esta figura, que
involucra a la nobleza y a la naciente burguesía en un ciclo de depen-
dencias fatales, que se vuelca el rencor y la suspicacia de la época. 79 La
nodriza encama esa deriva que va "de la indolencia de las señoritas a la
insolencia de las prostitutas" y que se localiza entre el orbe doméstico y
los asilos de beneficencia, esto es, en ese intersticio cuya función es ligar,
a través de criadas e intermediarios, la familia al Estado. Si por una parte
la élite, entregada al lujo e incapaz de dedicarse a las labores de crianza,
fomenta este ciclo vicioso al poner a sus hijos en manos de aquéllas,
con lo que ello supone en términos de mortalidad; por otro lado éstas lo
perpetúan, al pretender vivir por encima de sus posibilidades, sin dudar
para ello en corromperse.
Producto no solo de la pobreza, sino también de esta convivencia
espuria, la prostitución aparece entonces como un fantasma que recorre
todos los estamentos de la sociedad. Recurrente en las páginas del Papel
Periódico ... , en Cuba esta deriva se carga de nociones raciales. En su
"Carta sobre la educación de los hijos", José Agustín Caballero lo deja
claro cuando expone: "No tomará la ama un búcaro de agua aunque esté
a dos pasos del tinajero, sino se los trae el esclavo; a su imitación el hijo
se cría flojo y perezoso. Jamás oye al padre decir: este negro es hombre
como yo, merece mi compasión. Al contrario, por una friolerilla lo trata
de perro [... ] A su exemplo el hijito, no solo aperrea al de casa, sino a los
de afuera, y tal vez a otros blancos como él..." 80 Por todas partes crece la
impresión de un mal que se propaga por convivencia e imitación, debili-
tando a los sujetos, o volviéndoles violentos e insolentes, al tiempo que
se ofuscan las fronteras de clase y géneros: "Pasa un negro con una capa
de grana, y tal vez con casaca y espadín" [... ] "Igual atavío adorna a la
señora de carácter, como a una negra y mulata que deberían distinguirse
por ley, por respeto y por política, de aquellas a quienes ayer tributaban
reverencias, y servían como esclavas". 81 Y claro que no solo se sospecha
del robo y del juego como modos de "hacerse con los trajes", sino tam-
bién de la "demasiado diáfana prostitución" que, según Caballero, abarca
tanto a unas como a otras.

79 Jacques Donzelot: La policía de la familia, Valencia, Pre-Textos, 1980.


'º José Agustín Caballero: "Carta sobre la educación de los hijos", La literatura en el Pa-
pel Periódico de la Havana, 1790-1805, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1990, pp. 63-66.
81 Ibídem.

61
En lo que lo que toca a las nodrizas, es sobre todo la intimidad del
contacto (no solo físico sino también cultural) lo que está en juego. No
son pocos quienes creen que trasmiten por la leche ("intrínsecamente co-
rrompida") diversas enfermedades. Sin embargo, al contrario de lo que
ocurre en España, donde a moras y judías se les llega a impedir que ejerzan
el oficio, en Cuba no se toman mayores restricciones, salvo en el caso
de las crianderas públicas. Se intenta, sí, fomentar el empleo de mestizas
y /o libertas, pero el uso frecuente de esclavas alquiladas (o vendidas para
dicho fin) traduce la existencia de una fuerte demanda. Como los hijos
de la familias de bien permanecen la mayor parte del tiempo (y a veces
hasta pasada la primera infancia) con sus nodrizas, se refuerza aun más el
forzoso ligamen, llegando éstos a adquirir "modales nefastos" e incluso
"rudimentos de una lengua extraña". No obstante, los moralistas apenas
señalan a los vínculos afectivos, y al hecho de que las nodrizas fuesen a
menudo reconocidas como madres verdaderas, a cambio de las biológicas.
La "ama de leche" negra marca de tal manera el imaginario de la
burguesía que, en ocasiones, no habrá modo de deslindar entre el odio
vuelto hacia ella y el recelo consecuente de muchos blancos para con su
origen. Al haber sido amamantado por mujeres de otras culturas, el criollo
es siempre sospechoso de contaminación; este inevitable mestizaje adqui-
rido desde el nacimiento y que marca en definitiva una diferencia, no pa-
saría inadvertido al Otro, estando en la raíz tanto de la romantización de la
esclava doméstica como del rechazo de fondo hacia esa figura. A mediados
del siglo XIX Anselmo Suárez y Romero, dueño de esclavos y él mismo
fruto de estas alianzas, se explayaba en estos términos:
La leche santa de sus madres no es la que siempre alimenta a los hijos de
Cuba; una nodriza abyecta nos da la suya porque muchas madres creen hallar
su salud y belleza en el olvido del primero de sus deberes. Mientras duermen,
pasean, buscan solaz en el teatro o en el baile, otro regazo nos calienta; las pa-
labras de aquella nodriza ignorante y corrompida es lo que más escuchamos,
sus acciones son las que más vemos [... ] Ahí se nos inspiran ideas erróneas; ahí
brotan las pasiones bastardas[ ... ] ahí se corrompe todo, hasta el habla castiza de
nuestros mayores. 82
82 Anselmo Suárez y Romero: "Vigilancia de las madres" (1848), Colección de artículos,

La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1963, p. 30. La sofocante ambivalencia que suscita en
el criollo la nodriza, puede apreciarse en algunos textos poéticos de la época. Por ejemplo, en
"La despedida de la nodriza africana", José M. Rodríguez inventa la voz de una criandera cuan-
do se despide del niño de bien, a la que el destino (no la esclavitud) trajo a "climas lejanos/a ser

62
Este discurso tendrá larga continuidad. En 1895 Juan Santos Fer-
nández se va a referir a los "funestos hábitos y detestables conductas"
que "las impúdicas niñeras" (por supuesto, negras) inculcan a las niñas
cubanas, como causa ya no solo de precocidad sexual sino también de lo-
cura. Y es tal el impacto de este "error del origen" que todavía en 1943 un
psiquiatra cubano escribe: "La negra que lacta, mece, palma las nalguitas
y luego inicia sexualmente al adolescente blanco, terminó por sexualizar
y hacer concupiscente al cubano". 83
Corrupción de la lengua, perversión, locura, criminalidad; en fin, "im-
purezas" que no solo no cuadran en la emergente pedagogía, sino tampoco
en el concepto de nación que se viene forjando desde aquellos años y que
hará del miedo a las mezclas, justo cuando el orden jurídico y simbólico de
la esclavitud comienza a resquebrajarse, su principal resorte.

111
Pero volvamos a Zequeira. Como antes apuntamos, a la histérica su
condición de clase le viene asegurada por herencia, como patrimonio de
nobleza. Se trata de un bien fundaría al que aspiran burguesas y hasta
criadas, y que es lo opuesto del modelo de ahorro que ahora se intenta
imponer. Será preciso, por tanto, controlar estos flujos -de lujo, ocio,
vanidad, etc.-y sus diferentes derivas sociales, a fin de destinarlos a la
conservación de los hijos, de manos propias; 84 pero como esta pelea entre
imágenes y funciones del cuerpo no se resuelve de momento, como no le
asisten suficientes resultados, aumenta la demanda de escucha: el habla
a modo de síntomas. Este secreteo deviene, sin duda, un sello de clase a

tu madre de amor" (El artista, 1848, La Habana, no. 12, p. 174). Félix Tanco, por su parte, en
un poema titulado Sátira la emprende contra Filis, "señora de cien negras" que comete el doble
sacrilegio del comercio de esclavas y del uso de éstas para amamantar. Mientras se le da la vida
"niño-amo" se la quita en cambio al "niño-esclavo". Esta crítica a las costumbres de la sacaro-
cracia (que no a la esclavitud) no va, sin embargo, más allá de un manipulado lamento que no
logra ocultar el desprecio hacia la mujer africana. (Centón epistolario de Domingo De/monte,
T-VII, 1957, pp. 82-83).
83 Ver Anales de la Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana, T-

XXXII, 1895, p. 493; la segunda cita es de José J. Llinás Carvajal (Psicopatología del Cubano,
1954), que cita a su vez al estudioso Elías Entralgo.
84 Donzelot: La policía de la familia .. , p. 25

63
defender a toda costa de intromisos para que, ganada luego la confianza
del médico, depositario del secreto, se garantice a sus anchas el orden
interior. Mientras tanto, el espacio público es rediseñado, contando en
adelante con gimnasios, departamentos de hidroterapia y hasta clínicas
privadas (exclusivas para señoritas) que alternan con tiendas de lujo y
otros sitios de dispendio.
Si repasáramos un tanto las referencias a la mujer criolla blanca, pos-
teriores a 1850, advertiríamos sin duda un cambio en la mirada que se
tiene de ella, ahora ensalzada por sus dotes de madre, para no hablar ya de
aquellas descripciones finiseculares que tanto insisten en su escasa presen-
cia en la vía pública (y en cambio en la abundante de negras y mulatas),
como si por fin se la hubiese recogido o, mejor, rechazado hacia el interior
doméstico. En 1856 un víajero las describe así: "Las mujeres cubanas son
altamente virtuosas, aman a sus maridos y sacrifican a ellos los afectos
que han tenido antes del matrimonio; prefieren amamantar sus niños ellas
mismas y solo emplean nodrizas cuando no están aptas para cumplir con
ese deber maternal". 85 Dicho de este modo, su conversión parecería esta-
blecida, como también desatado el nudo de la nodriza; pero se trata, claro
está, de una imagen en construcción, en gran medida abultada.
En realidad, el uso de niñeras y nodrizas y la ostentación de éstas
como signo de posición social, se extendió más allá del fin de la escla-
vitud. Si bien deja de verse entre la multitud aquellas negras descalzas
"vestidas de muselina" y con niños "tan blancos como el cisne" en los
brazos, que tanto impresionaran a la Condesa de Merlín, el forzoso liga-
men se mantendrá todavía por un tiempo. Ciertos paseos, cafés y hasta
estudios de fotografía, seguirán siendo espacios señalados donde mos-
trar los dones de esta alianza e indudablemente sus ritos e intrincados
afectos. Existe una extraordinaria fotografía de Charles DeForest Fre-
dricks, hacia 1860, que muestra a una nodriza elegantemente ataviada
con niña blanca acomodada en su regazo. Contrasta la oscuridad de las
prendas que viste la esclava y sus manos negras sujetando a la niña, con
la blancura de ésta, envuelta en un camisón blanco que se extendiende
en una manta del mismo color. No se lacta en ese instante; la naturaleza
se suspende de momento, mientras miran a la cámara, en una imagen de
estudio que incluye, de fondo, un paisaje romántico al gusto de la época.

"Citado por Gustavo Eguren: La Fidelísima Habana, La Habana, 1986, p. 310.

64
Por otra parte, no deja de ser interesante que en todos los manuales
de enfermedades de esclavos de la primera mitad del siglo XIX se ex-
cluya a la histeria. 86 Si bien ello obedece, obviamente, al hecho de no ser
la esclava un sujeto civil, también está en juego el que encame (como
la mujer campesina) ese "recurso a la naturaleza" con el que se preten-
de reforzar cierta norma natural que la joven de bien debe hacer suya.
En Cecilia Valdés, por ejemplo, Isabel Ilincheta encama esta norma no
tanto como un producto espontáneo del campo, como sí en virtud de ese
aprendizaje moral que la vida en la hacienda implica, incluso al precio
de cierta masculinización, expuesta irónicamente por Villaverde al des-
cribir los rasgos del personaje. No obstante, será otra la versión de estos
libros cuando, después de 1860, se empiece a hablar de enfermedades
por acriollamiento. El médico francés Henri Dumont narra el caso de
una "negrita histérica", esclava doméstica, que habría "incorporado" las
costumbres de sus amos y cuya dolencia se explica porque "no le baja el
menstruo". La solución consiste en mandarla al ingenio a realizar labores
más duras; esto es, en apartarla de la "civilización".87 Pero se trata también,
claro está, del castigo que se tiene de antiguo contra aquellas que cruzan la
linea o burlan el secreto, y ello lo vemos representado en la nodriza María
de Regla, "madre de leche" de Cecilia y de Adela -la bastarda y la seño-
rita- y uno de los personajes más logrados de la citada novela.

86 Ver Dazille, Jean-Barthélemy: Observations sur les maladies des négres, leurs causes,

leurs traitements et les moyens de les prévenir, Didot le juene, Paris, 1776 (hay una edición
aumentada de 1788-92); Francisco Barrera y Domingo: Reflexiones histórico físico naturales
médico quirúrgicas. Prácticos y especulativos entretenimientos acerca de la vida, usos, costum-
bres, alimentos, bestidos, color y enfermedades a que propenden los negros esclavos ... (1798),
La Habana, 1953; y Honorato Bemard de Chateausalins: El Vademecum de los Hacendados
Cubanos o Guía práctica para curar la mayor parte de las enfermedades. Obra adecuada a la
zona tórrida y muy útil para aliviar los males de los esclavos (hay ediciones de 1831, 1848 y
1859). Según este último autor, la "histeria es poco común en la gente de campo y en los negros,
pero frecuente entre civilizados, sobre todo ricos y ociosos". De la hipocondria dice: "es en el
hombre lo que la histeria es en la mujer" (p. 81, ed. 1845). Ya Barrera y Domingo había dedi-
cado un capítulo a la hipocondria de los blancos, curiosamente incluido en su libro sobre las
enfermedades de los esclavos africanos, destacando la melancolía como padecimiento de estos
últimos. Ver también Ramón Piña y Peñuela: Topografía médica de la Isla de Cuba (La Habana,
1855) donde el histerismo se vincula a los efectos del clima, el sedentarismo y a una educación
enervante, excluyéndosele como dolencia de los negros y de las clases bajas en general.
87 Henri Dumont: Ensayo de una historia médico-quirúrgica de la Isla de Puerto Rico, La

Habana, Imprenta La Antilla, 1875, T-11, p. 61.

65
Ahora bien, ¿cabe "la mulata de rumbo" en esta categoría de la his-
teria? No; pues la exclusión es aquí tanto más pertinente. O sí; pero ya a
finales de siglo y según lógica distinta a la de la medicina de familia y la
pedagogía romántica: la lógica del peligro público y la pasión criminal,
gestionada en principio por fisiócratas (reformadores de asilos) y más
tarde por los médicos alienistas. No por gusto el estereotipo que la infor-
ma insiste en señalar su esencial grosería, su falta de refinamiento y sus
tendencias al delito y la locura. Es cierto que a la mulata no le falta escuc-
ha social, pero ésta se ve constreñida; se trata de una escucha traicionada.
En cambio, de ella hablan todos; su vida, pasión y muerte es un "secreto
a voces" del que apenas participa. (Ya en la República, la cabellera de
una "mulata enajenada" va a presidir una de las colecciones del Museo
de Medicina Legal. Científicamente reducida, esta "medusa" remite, sin
duda, a la mujer mestiza que se da candela y no menos a la "masa crimi-
nal", descrita también como femenina, impulsiva y destructora). 88
Por último, habría que señalar que a un bastonero como lo fue Ma-
nuel de Zequeira y Arango, encargado de organizar los bailes y desfiles
públicos de su época, no podía escapársele la necesidad de una "eco-
nomía de los desplazamientos". Aunque había otra razón "de peso": el
poeta había sido atropellado por una volanta, sin derecho a póliza. En fin,
al bastonero de Don Luis de las Casas, del Conde de Santa Clara y del
Marqués de Someruelos-llamado a organizar el gran desfile de 1803 en
homenaje a Carlos IIl-89 le resulta vital que el flujo citadino se traslade
desde la antigua Alameda (alrededor del hospital donde se encontrarán
finalmente Cecilia y su madre loca) al moderno paseo del Prado. Esta
senda extramuros, más espaciosa y salubre y, sobre todo, ordenada, es la
que la ciudad se merece.

88 Israel Castellanos, Juan Blanco Herrera y Esteban Valdés Castillo: "El museo de la

Cátedra de Medicina Legal", Revista Bimestre Cubana, Vol. XXVI, 1930, pp. 267-80. Del mi-
smo modo, la foto de una "negra demente" de enorme cabellera medusaria, que circuló en varias
revistas norteamericanas como ejemplo de la barbarie colonial, preside los actos fundacionales
de la psiquiatría cubana. La supuesta enferma fue liberada por una Comisión Conjunta, en
1899, del cepo en que permaneciera por largos años en una sala de observación de enajenados
del interior del país.
•• Ver Manuel de Zequeira y Arango: Descripción exacta de la general alegría y maje-
stuoso modo con que se descubrió al público la excelente estatua del Sr. Don Carlos 111 en la
plazuela del Paseo extramuros de la Habana, Imprenta de la Capitanía General, 1803.

66
11. DE LA ESCLAVITUD A LA NACIÓN:
OTROS CUERPOS ANÓMALOS
Digresiones sobre la representación de los
colonos asiáticos

Tanto como a los esclavos africanos, a los colonos asiáticos siem-


pre se les vinculó a cantidades. Pero a diferencia de aquéllos, los chinos
encarnan por lo común series ordenadas, modernas, y no el mero hor-
migueo a menudo caótico de la plantación. Si apartamos esa excelente
"microhistoria" del culí Pablo, de Juan Pérez de la Riva, 90 el resto es
leyenda y folclor, para ser nuevamente cómputos: listas de suicidas, de
presos, de locos y agarrotados, etc. Alfonso Hernández Catá supo cap-
tarlo en su conocido cuento "Los chinos": allí pueblan las alucinaciones
del personaje quien, a través de una cortina de fiebre, ve a los mismos
jornaleros "absurdamente iguales" regresar de la muerte en la misma va-
goneta, como "si en vez de llevarlos a enterrar los hubiesen llevado a la
ciudad para recomponerlos." 91
En algunos viajeros del siglo XIX la demanda de información
-de censos, mapas e inventarios de Cuba- conduce a ficciones donde
deseo y política se intercalan. Para conjurar sus temores, el reverendo
norteamericano Abbiel Abbot entrevera colonias de hormigas -ora
ordenadas/ora revueltas- con plantaciones y palenques, cafetales y
trochas. No es casual que, por cada peligro de que se hace eco, aparez-
ca a seguidas la descripción de algún hormiguero ordenado o bien su
metáfora: el ingenio en plena faena. Tampoco lo es que un ejército de
monteros aparezca tras la referencia a algún palenque o a los estragos
de las hormigas en haciendas y tierras comarcales. Pero, como se trata
de un campo de fuerzas, al que asiste el poder de lo imaginario, unos
pocos monteros, sanamente alimentados, bastan para reducir tribus en-
teras, así como un solo insecto descarriado podría arrastrar toda una
90 Juan Pérez de la Riva: "El chinito Pablo. Los primeros chinos que se liberaron", en

Contribución a la historia de la gente sin historia, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales,


1974, pp. 233-249.
91 Alfonso Hemández Catá: "Los chinos", Cuentos y novelas, La Habana, Editorial Letras

Cubanas, 1983, pp. 47-50.

69
colonia. Sin embargo estos orbes jamás se cruzan, nunca desquician
sus alteridades. ¿Es el temor del viajero lo que les mantiene a raya? 92
A los chinos se les conecta al ritmo eficaz de las fábricas; las cuadri-
llas devienen piezas, correas de transmisión. Lo mismo si hacen cigarri-
llos que ataúdes, si cargan piedras o recogen hortalizas, se les regulariza
según la imagen del péndulo, el tiempo de la producción. Por otro lado,
se les observa según normas carcelarias: enfundado en traje de franela
azul, el chino apresado encarna tanto al operario de la fábrica-correc-
cional, con nombres irónicos como La Honradez o El Porvenir, como
al recluso del presidio con departamento fabril. Se trata, de acuerdo con
esta representación, de contener el azar y, por tanto, lo proliferativo, tan-
to más tratándose de "raza tan sutil" (se la compara incluso al "veneno"
que emplea, el opio, que tan a menudo frustra los controles). La cuestión
no es ya oponer a una "reproducción incontrolable" que se cree inherente
a los pueblos asiáticos, la manida (y compensatoria) idea de su natural
"laboriosidad", sino enclaustrar tales imágenes en la Gran Fábrica del
capitalismo industrial. Por encima de dichas figuras, propuestas por la
antropología ilustrada, se ha de promover el modelo serial: la cadena
producción/disciplina, higiene/control.
Veamos a propósito la descripción de Walter Goodman cuando visi-
ta la fábrica La Honradez, donde un chino se destaca del resto, en tanto
máquina más efectiva, sin que ello lo particularice en ningún otro sentido:
Un piso más arriba y nos introducen en un salón alargado con mesas dispuestas
en hileras en las cuales alrededor de cien trabajadores chinos cuentan los cigarrillos
ya torcidos y los envuelven en las etiquetas ornamentadas en grupos de veintiséis.
Se necesita mucha práctica y mucha destreza en la maniobra para desempeñar esta
operación con la velocidad requerida. Los chinos -en este establecimiento tra-
bajan mil- son sin embargo expertos en este arte, y pacientes y laboriosos como
bestias de carga. Pero entre los hijos del Celeste Imperio hay uno que se destaca de
los demás por su habilidad. Introduce sus diestros dedos sobre los primeros y solo
por el tacto conoce cuando tiene en su mano los veintiséis necesarios. Luego, con
un movimiento peculiar le da al puñado de cigarrillos la forma tubular y con otro
movimiento los envuelve delicadamente en una cubierta de papel que deja abierta
en un extremo y dobla correctamente en el otro. Es tan rápido en su trabajo que casi
no podemos seguirlo con los ojos y toda la operación desde el principio hasta el fin
nos parece hecha como por arte de magia. 93
92 Abiel Abott: Cartas escritas en el interior de Cuba, La Habana, Consejo Nacional de

Cultura, 1965.
93 Walter Goodman: Un artista en Cuba, La Habana, Letras Cubanas, 1965, p. 263.

70
No solo no puede el cronista seguirlo con los ojos; tampoco puede
establecer una diferencia, una singularidad. El movimiento de los dedos
es aquí parte de un engranje más vasto: el del trabajo en cadena, no como
bestias de carga sino en cualquier caso como piezas de cálculo: contar,
torcer, envolver, etiquetar, etc.
No muy distinto es el relato que deja Samuel Hazard en Cuba a
pluma y lápiz, quien de paso por la misma tabaquería, afirma: "Todo el
establecimiento está sujeto a cierto grado de precisión y de sistema mili-
tar verdaderamente inimitable". Describe lo curioso que resulta ver a los
chinos metidos "en sus trajes azules, parecidos a los de los presidiarios",
algunos rapados y otros con las trenzas recogidas, y todos con una" gorra
especial con el nombre de la fábrica sobre una cinta". 94 Pero aún más
claro es Ramón de la Sagra en su visita al ingenio Ponina: " ... una cua-
drilla de chinos dividida en dos filas en incesante movimiento, vaciando
un tanque de meladura y llenando las hormas, con la misma velocidad
y regularidad que una correa de transmisión o la igualdad precisa de un
péndulo", además de "identificándose con las indicaciones del manóme-
tro y los golpes regulares del pistón." 95
Semejante destreza acompaña al colono asiático incluso en los tra-
bajos de carga. El culí es capaz de llevar sobre sus hombros, por medio
de una larga y flexible pértiga de bambú, dos cargamentos, uno a cada
extremo; mientras que el esclavo africano apenas puede sostener un saco
de azúcar, y a un ritmo más lento... Como apunta Pérez de la Riva, su
andar liviano y grácil ajusta de modo inmejorable con el "vaivén de la
carga" y crea un "sincronismo tan perfecto" que el hombre y el aparato
parecen formar "un solo cuerpo vivo". 96
Desde luego, estas representaciones sirvieron para establecer una
tenaz oposición entre chinos y esclavos, un contrapunteo negativo cuyo
trasfondo no es otro que el drama mismo de la esclavitud y la no resuelta
modernización de la industria azucarera. Como observara otro viajero,
Duvergier de Hauranne, el lugar que cada uno tiene en el espacio plan-

•• Samuel Hazard: Cuba a pluma y lápiz, La Habana, Cultural S. A., 1928, T-1, p. 48.
•• Ramón de la Sagra: Cuba: 1860. Selección de artículos sobre agricultura cubana, La
Habana, Comisión Nacional de la UNESCO, 1963, p. 57.
•• Juan Pérez de la Riva: Los culíes chinos en Cuba, La Habana, Editorial Ciencias Soci-
ales, 2000, pp. 240-41.

71
tacional supone "una jerarquía, una separación de castas", 97 en la que
el asiático ocupa el puesto más elevado, aquel que correspondería a la
esfera industrial. Ello fue cierto en buena medida; existen imágenes de
época que así lo reflejan, como las fotografías que George Barnard reali-
zara hacia 1861, en las que aparecen asiáticos enfrascados en las labores
fabriles del ingenio, además de primeros planos de enormes maquinarias,
algunos de los cuales se reproducirían, como grabados, en publicaciones
norteamericanas interesadas en los aspectos técnicos y el carácter moder-
nizador de tales empresas.
Pero obviamente, el chino acoplado a la gran máquina es apenas
una sombra. Y es que el contrapunteo a que es sometido por casi to-
dos los observadores no responde solo a una estrategia económica, ni
la refleja únicamente en sus aspiraciones y realidades, sino que expresa
también la necesidad de fomentar estereotipos (a veces contradictorios
y cambiantes) con diversas finalidades, entre ellas mantener el control
sobre los diferentes grupos. Incluso un control de orden moral, exterior
al ecosistema esclavista.
Ya José A. Saco, cuyo mayor temor era ver a Cuba convertida en
"pequeña China", se había propuesto una economía de los cuerpos. Por
eso, tras la idea de que el colono chino es incluso más peligroso que el es-
clavo africano, dado su carácter incontenible, subyace otra articulación.
El carácter típicamente capitalista de la empresa de inmigración asiática,
impulsó los sistemas de registro. A zaga de la estadística económica, se
desarrollaron también la sanitaria y la criminal (léase "estadística mo-
ral"). Estas últimas, larvarias en la década de 1840, se extendieron a todo
el país a partir 1858. Cualquier que sea la calidad de estos registros, su
emergencia apunta a la intención de establecer una biopolítica, si bien
con arreglo a fenómenos como la trata y la reproducción del capital la-
boral. De ahí deriva, en consecuencia, un debate como aquel que, según
estricto cálculo nacionalista, se produjo tras la publicación de la estadís-
tica judicial de 1862, motivando una serie interpretaciones que, a modo
de polémica virtual y tras el calificativo de marras ("la elocuencia de las
cifras"), sirvió para proyectar las más diversas estrategias.
97 Ver Pérez de la Riva, La isla de Cuba en el siglo XIX vista por los extranjeros, La

Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1981, p. 171. En cuanto a las fotografias de Barnard,
algunas reproducciones pueden verse en "Sugar making in Cuba", Harper sMonthly Magazine,
1864-65, vol. 30, pp. 440-53.

72
Más que el crimen como recurso para refutar la trata, lo que Saco
promueve en su análisis es la criminalización del Otro. Si bien ha em-
pleado números a propósito de la epidemia de cólera, a fin de mostrar a
los negros como principal fuente de contagio, ahora podrá hacerlo a sus
anchas, con total garantía técnica y sin tener que invocar factores climá-
ticos. Critica, sí, a las instituciones judiciales por su precario funciona-
miento, pero le importa sobre todo señalar a chinos y africanos como
agentes criminales, en tanto comienza a preocuparse por el aumento de
ciertos crímenes en la población blanca. No por gusto su plan de blan-
queamiento de la isla es esbozado en este estudio sobre estadística cri-
minal; un plan que hubiera llevado a efecto si, como bien dice, tuviera
en sus manos los destinos de Cuba. No estaba en posesión de ello, por
suerte; y sin embargo, nada quita que, dentro del incipiente discurso na-
cionalista cubano, Saco sea el criminalizador por excelencia. 98
Como expresa Benedict Anderson en Comunidades imaginadas, el
censo, el mapa y el museo -y en este caso la estadística criminal- se
entrelazarían para formar el estilo de pensamiento del Estado colonial
tardío, operación ésta que daría sustento, bajo iguales claves, a aquellos
nacionalismos que aún no habían facturado sus aparatos de estado. Se
trata de establecer un red clasificatoria -aquí en función de las tenden-
cias criminales, pero lo mismo en cuanto al rendimiento productivo, la
mortalidad, etc.- que permita deslindar entre unos y otros, facilitando el
conteo de los individuos en tanto colectivos y desde compartimientos es-
tancos. "Por eso el Estado colonial -expresa Anderson- imaginó una
serie de chinos antes que a ningún chino". 99
•• La Estadística Criminal de 1862 (publicada dos años más tarde) no fue la primera en
incluir datos sobre la criminalidad asiática, pero es la más conocida de todas. Además de Saco,
la comentan Jacobo de la Pezuela, Henry Dumont, Francisco J. Bona y Rafael María de Labra.
(Ver Saco, José Antonio: "La estadística criminal en Cuba en 1862", Colección póstuma de
papeles científicos, históricos, políticos y de otros ramos sobre la Isla de Cuba, ya publicados,
ya inéditos, La Habana, 1881, pp. 141 y 150, y La América, Madrid, 12 de febrero de 1864).
En cuanto a la frase "Cuba se convertiría en una pequeña China", alude al temor de que fuesen
importadas mujeres chinas y constituyeran familias en suelo cubano (ver "Los chinos en Cuba",
Colección póstuma de papeles científicos, históricos, políticos y de otros ramos sobre la Isla
de Cuba, ya publicados, ya inéditos, La Habana, 1881, pp. 181 y 187; y La América, Madríd,
12 de marzo de 1864).
•• BenedictAnderson: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión
del nacionalismo, México, D.F., FCE, 1993, p. 257.

73
Del mismo modo deudora de aquella episteme de cálculo, 100 al cabo
de un siglo la historiografía marxista también les representaría como
conjuntos. Se trata, según esta representación, de una etnia "purificada"
por la contienda revolucionaria del 68, lista para encarar el significante
pueblo. 101 Cierto que las cifras devienen sacrificiales, pero igualmente
callan y ocultan singularidades históricas. Ningún chino trasciende sobre
otro, ninguno cuenta su propia historia (los libros legan muy pocos nom-
bres y ni uno solo alcanza estatus en los manuales escolares).
Otro uso público es el que se hace de sus cadáveres. Fueron los
primeros en servir sus vísceras para fines toxicológicos, y, como por lo
general no aparece el opio que buscan los médicos, ni nadie reclama
los restos, engrosan materia más práctica: el salón de anatomía. Como
parte de la consolidación de los dispositivos médico legales, se lanza
en 1855 unas Reglas para recoger las vísceras que han de someterse a
un análisis químico. Puestas en circulación por la Audiencia de la Ha-
bana, estas reglas seguían las recomendaciones del químico José Luis
Casasecas, en particular en lo concerniente a la búsqueda de opio. Dicho
auto fue promovido como resultado del envenenamiento del chino Sua
Loy, encontrado muerto en la calle Bemaza. El Tribunal había pedido en
auxilio un diagnóstico químico legal, pero los requisitos para conservar
"vísceras y entrañas" hasta tanto se produjera el análisis -obligatorio en
estos casos-, no se cumplían adecuadamente. 102
Ya a finales del siglo XIX, los chinos constituyen (por supuesto, en
términos relativos) el grupo mejor representado en Mazorra; y desde el
propio 1847, comienzo de la trata amarilla, rinden las cifras más altas de
100 Ver Pérez de la Riva: Los culíes chinos en Cuba, La Habana, Editorial de Ciencias

Sociales, 2000, p. 177.; y Moreno Fraginals: "La brecha informativa. Información y desinfor-
mación como herramientas de dominio neocolonial en el siglo XIX", Santiago, nº 29, marzo
de 1978, p. 18.
101 Ver wi buen resumen en el acápite "Los chinos mambises", de Juan Pérez de la Riva,

(Los culíes chinos en Cuba .... , pp. 265-274).


102 Reglas para recoger las vísceras que han de someterse a un análisis químico. (Ver

"Auto acordado el 17 de julio de 1855 ... en Autos acordados de la Real Audiencia Pretorial
de La Habana, 1847-1861, La Habana, Tomo III, p. 55). El Fiscal de la Audiencia expone:
"Es en efecto de la mayor gravedad, todo cuanto tiene relación al descubrimiento del delito de
envenenamiento, tan difícil de averiguar en muchos casos; y a los análisis químicos hechos por
célebres profesores y con aparatos muy perfeccionados se ha debido algwia vez la averiguación
de wi delito oculto en las sombras del misterio y que hubiera pasado desapercibo, si la ciencia
investigando escrupulosamente no hubiera descubierto la verdad".

74
suicidio, un record que, aunque menos conocido, sostienen todavía en
la primera parte del siglo XX. Detrás de cada chino loco o suicida hay,
según el discurso médico, un opiómano; incluso, como sostenía Gonzalo
Aróstegui, un criminal en potencia. 103
Un texto impresionante es el "Informe de la comisión enviada para
comprobar las condiciones de los culíes chinos en Cuba", de Chan Lin-
pin, 104 el cual acopia el testimonio de cientos de asiáticos hacinados en
las haciendas azucareras. Se ha dicho que esta encuesta dramatiza (y en
cierto modo desvirtúa) las condiciones de vida de los colonos, mostrán-
dolas más terribles de lo que realmente fueron, por el hecho de tratarse
de un documento político escrito a nombre de una Nación. Pero es im-
posible negarse a la evidencia, a la dureza de tantas descripciones, aun
cuando hayan sido traducidas al lenguaje de las leyes, a modo de "decla-
raciones". Y es que a fuerza repetirse estos relatos calan en profundidad,
dejando ver al testigo por detrás del melodrama: algo así como un festín
de horrores que disemina el orden propuesto por propio el documento.
En "Los chinos", de Hemández Catá, se aprehende a la masa en vías
de singularizarse. Se trata de una de las ficciones literarias que mejor im-
plica a la historia de Cuba y, en este caso, a los vínculos de clase y raza,
en un contexto específico pero sumamente expresivo como fue el latifun-
dio azucarero. No se implica a la historia en el mero sentido realista, sino
nuclear. Y ello descansa, sobre todo, en un excelente punto de vista: el de
un narrador-protagonista que deja atrás su pasado (burgués) para incor-
porarse a una cuadrilla de braceros que trabaja por salarios misérrimos.
Este corte implícito, nunca explicado, tiene la fuerza de un mochazo:
desbroza un espacio narrativo (y de vida) marcado por las relaciones más
crueles, y exasperantes, que podrían establecerse entre sujetos sociales
heterogéneos: cubanos de todos los matices, gallegos, alemanes, haitia-
nos, jamaicanos y chinos, etc., a lo que se suma la extrañeza del propio
narrador, quien, arrastrado por circunstancias en principio ajenas, termi-
na captando el carácter profundamente onírico de la violencia.

103 Sobre población china recluida en Mazorra, ver López, Gustavo: "Notas sobre las afec-

ciones mentales más frecuentes ... ", Crónica Médico Quirúrgica, T-XVII, 1891, pp. 105-109; y
Álvarez Cerice, Lucas: Memoria del Hospital de Dementes correspondiente al año 1902, La
Habana, 1902. Sobre supuestos chinos epilépticos y por ello criminales, véase Gonzalo Aróste-
gui: Estado mental de los epilépticos, La Habana, 1890, p. 6.
104 Ver Juan Pérez de la Riva (ob. cit.,Apéndice, pp. 321-437).

75
Aprovechando el descontento general, un mulato agitador (capaz
de interpolar en su arenga "interjecciones de lenguas distintas") logra
que los braceros se declaren en huelga. Y la llegada de una cuadrilla
de chinos decididos a trabajar por jornales más bajos y en condiciones
execrables, desata la furia. Al no resolverse el conflicto, el ambiente se
toma cada vez más siniestro y los chinos ("macacos amarillos") resultan
envenenados con el auxilio de unas yerbas preparadas por los jamaica-
nos. Ninguno sobrevive. Entretanto, el narrador protagonista enferma de
fiebres y cae en un estado de semiconsciencia que le hace asistir a los
acontecimientos desde una suerte de pliegue que, al separarlo de la his-
toria, lo reafirma en la ficción; es decir, en el sueño, en la extrañeza más
absoluta. El arribo de un nuevo contingente de chinos para sustituir a los
muertos, supone una repetición que no es ya de orden secuencial, pues
pertenece a una temporalidad alegórica. Series soñadas, piezas de un re-
lato que se repite como mismo se repite una estructura social, se trata de
un tiempo abierto a la Historia.

76
Fotografía, antropología y esclavitud.
Sobre la invención de la imagen del esclavo en
la obra de Henri Dumont

En su discurso para dar a conocer el invento del daguerrotipo, en


agosto de 1839, el físico francés Fran9ois Arago se refería ya a las ven-
tajas que podían derivarse de su aplicación al campo de las ciencias, en
particular la medicina, la astronomía y la arqueología. "Para copiar los
millones de jeroglíficos que cubren los grandes monumentos de Tebas,
de Menfis, de Kamaf, etc., se necesitarían veintenas de años y legiones
de dibujantes. Con el daguerrotipo, un solo hombre podría llevar a buen
término ese inmenso trabajo". El nuevo aparato iba a implicar, sin dudas,
la curiosidad de los sabios, seguros de contar con un instrumento capaz
de copiar la naturaleza de modo fiel, consagrando así su carácter transpa-
rente, mensurable y reproducible. Esta ilusoria identidad entre el objeto y
su imagen sedujo y hasta desquició a no pocos, convencidos de que aque-
llas imágenes contenían "la verdad de las cosas" y ocupaban "el lugar de
los hechos". De ahí la sentencia de Figuier acerca del prometedor futuro
de la fotografía, anclado en una "alianza cada vez más estrecha con las
ciencias físicas y naturales", y los calificativos que la definen en estos
años: pincel de la naturaleza, retina del sabio, memoria del médico, etc.
Se trataba sin embargo de un ideal que, salvo escasas excepciones,
la fotografía distaba mucho de cumplir, pero en cuyo empeño no cejó
a lo largo del siglo XIX. Como señala Marta Braun, la mayor parte de
las fotos científicas de estas primeras décadas eran retocadas, o tenían
que ser rectificadas por grabadores. 105 No solía considerarse el carácter
fragmentario y de composición y, por lo tanto, selectivo de las imágenes;
y mucho menos, los efectos-de-verdad derivados de ese otro "encuadre"
que era la lectura del sabio.
'º' Marta Braun: Picturing time; the work ofEtienne-Jules Marey, University of Chicago
Press, 1992.

77
No obstante, la fotografía se abrió paso en diferentes ramas del saber,
como parte de una estrategia narrativa que se apoyó desde el principio
en supuestos bien precisos: observar la evolución de las enfermedades
y contrastar sus etapas; clasificar patologías y crear tipologías; generar
información archivable (en álbumes, colecciones y museos); servir de
recurso de identificación, sobre todo para la medicina legal, la psiquiatría
y la policía; y apoyar hipótesis interesadas en base a nociones de "vera-
cidad", mientras médicos y antropólogos daban testimonio de prioridad
ante determinados hallazgos y procedimientos.
Director de la cátedra de anatomía e historia natural del hombre en
el Museo del Jardín des Plantes de París, Etienne R. A. Serres fue uno de
los primeros en apelar a la fotografía con fines antropológicos, sirvién-
dose de una serie de daguerrotipos de indios botocudos (Brasil) realiza-
dos en 1844 por E. Thiesson. En su Anthropologie comparée. Observa-
tions sur l' application de la photographie a l 'étude des races humaines
(1845), Serres se lamentaba de la ausencia de un museo de antropología,
lo que no ocurría en disciplinas como la botánica y la zoología, a cuyas
colecciones atribuye los progresos "extremadamente rápidos" de esta úl-
tima, al poderse "reemplazar las descripciones siempre insuficientes por
el examen directo y comparativo de los objetos". De ahí que para suplir
esta falta de piezas vivas, proponga la creación de un "museo fotográfico
de las razas humanas" que librase a la antropología de su carácter has-
ta entonces especulativo, ocupando la fotografía "la parte positiva" del
saber. En efecto, el museo se fundó a partir de algunas colecciones de
fotos, pues, además de los botocudos, pronto se incorporan las de africa-
nos que el propio Thiesson tomara en Cádiz y Lisboa, y más tarde las de
esquimales. Según Serres, el descubrimiento de Daguerre estaba llamado
a sorprender las modificaciones y transiciones de las diferentes razas, en
momentos en que se temía por la desaparición de los "rasgos más puros",
como consecuencia del mestizaje. 106
Años más tarde, en un artículo titulado "La fotografía y la antropo-
logía", Emest Conduche vuelve sobre esta cuestión: "¿Cuál es la clave
de la ciencia antropológica? Precisamente distinguir, en medio de las
mezclas, lo que pertenece a una raza y lo que pertenece a otra". Y para
1•• Juan Naranjo: Fotografía, antropología, y colonialismo (1845-2006), Barcelona, Co-

lección FotoGGrafia, 2006; ver "Introducción", pp. 11-20.

78
ello la fotografía es el mejor aliado, pues puede "fijar una multitud de
elementos fugaces e imperceptibles". Pero como no abundaban las an-
siadas colecciones, Conduche se confiesa conforme de obtener tan solo
"un perfil y una cara", sin reparar demasiado en la calidad y con tal de
nutrirse de "tipos humanos" que se suponen en vías de contaminarse o
desaparecer. 107
Por otra parte, durante la décadas de 1850 y 1860 se asiste a una
expansión del comercio fotográfico que corre parejo con el de los viajes
románticos (es decir, turísticos) y, en general, con un creciente trasiego
de militares, misioneros y funcionarios consulares. Todo ello supuso un
reto para los antropólogos, ya que se hacía cada vez más común el valor
artístico (de "buen gusto") o bien meramente folklórico de las instantá-
neas. En cierto sentido, este trasiego de "imágenes del Otro" funcionó
como un fantasma capaz de enfocar la atención hacia algo más urgente:
el ascenso de las masas y el miedo a la indiferenciación de los indivi-
duos, justo cuando las principales ciudades de Europa se veían asediadas
por una movilidad sin precedentes.
Si bien muchos antropólogos siguieron apelando a estas imágenes
para artícular su saber (a veces con ingenuidad, y siempre con incues-
tionable provecho), pronto algunos se sintieron abocados a iniciar una
cruzada contra tal diseminación. De este nuevo impulso surgen los pro-
cedimientos basados en la fusión de la antropometría y la fotografía, pro-
puestos y desarrollados a finales de la década de 1860 por Thomas Henry
Huxley y John H. Lamprey. Se trataba, en principio, de un interés fun-
damentalmente académico, aunque reciamente colonialista, que deman-
daría la presencia de fotógrafos especializados para obtener imágenes
mensurables de los indígenas del Imperio Británico, asegurando así las
clasificaciones y el despliegue de nociones etnocéntricas que atestigua-
sen de modo riguroso la superioridad de la raza blanca. Mientras Huxley
se esfuerza por homologar una relación entre el tamaño de la fotografía
y las proporciones relativas de las figuras (introduciendo una regla que
a menudo sujetaba el propio individuo); Lamprey elabora un sistema de
medidas haciendo posar al sujeto ante una cuadrícula de hilos de seda
compuesta por cuadros de cinco centímetros.

101 Ibídem, p. 33.

79
Por supuesto, de este impulso también derivan, con fines propia-
mente eugenésicos y policiales, los trabajos de Francis Galton y Alphon-
se Bertillon; autor, el primero, de la técnica del "retrato compuesto" que
supondría la invención, entre otros, de un "tipo judío"; y creador, el se-
gundo, de la célebre fotografía judicial, sistema de identificación que
luego se extendería al control de todos los ciudadanos. Sin duda, ya en
la década de 1880 y como resultado de varios cambios técnicos y comer-
ciales, la fotografía se introduce de lleno en el corazón de la sociedad,
sirviendo de instrumento principal a las "tres instituciones fundamenta-
les de la vida y la muerte: la justicia, el ejército y medicina", según la
expresión de Paul Virilio. 1º8

II

Muy próxima a las recomendaciones Huxley, pero sobre todo en la


línea de los estudios antropológicos franceses (Louis Rousseau, Ernest
Lacan, Armand de Quatrefages, etc.), se ubica la labor realizada en Cuba
por el médico francés Henri Dumont. 109 Comisionado por el gobierno de
su país para estudiar la fiebre amarilla en México, en misión que tenía
por finalidad auxiliar a las tropas francesas allí acantonadas, Dumont
había llegado a Veracruz en 1863. Allí contrajo varias enfermedades con-
tagiosas, de las que se recupera a duras penas, tras lo cual se traslada a La
Habana en agosto de 1864. En Cuba permanece por un período de poco
más de dos años (hasta finales de 1866), de carácter más bien itinerante:
ejerce en La Habana y Guanabacoa, en Marianao y los Manantiales de

1•• Paul Virilio: La máquina de visión, Barcelona, Editorial Cátedra, 1989.


1•• Dumont se muestra particularmente cercano a las teorías de Armand de Quatrefa-
ges, de amplia recepción en Cuba en la década de 1860, y quien formara parte, como él, de
la Comisión Científica Francesa en México, país que visitó en 1864. Dumont se adhiere a su
teoría civilizacionista, según la cual la cohabitación de razas de diferentes grados de evolución,
permitía a aquellas consideradas inferiores alcanzar mayor desarrollo evolutivo. En sus Ins-
tructions générales pour les recherches et observations anthropologiques (1862), Quatrefages
recomienda emplear la fotografía en las investigaciones médicas, y como recurso de identifi-
cación y clasificación de las razas, insistiendo en realizar tomas de frente y de perfil a aquellos
individuos que mejor representaban a un determinado "tipo racial". Es el mismo método que
sigue Henri Dumont.

80
Vento, y en numerosos ingenios de la provincia de Matanzas (Cárdenas,
Colón, Coliseo, etc.); continuando luego un periplo que le lleva a St.
Thomas, Guadalupe, Guyana y por último Puerto Rico (1867), donde se
asienta hasta su muerte el 3 de octubre de 1878.
Toda la obra de Dumont podría enmarcarse dentro de lo que él
mismo calificó como una "historia médico quirúrgica de las regiones
intertropicales", suma no solo de sus investigaciones clínicas y epide-
miológicas, sino también de sus concepciones sobre la raza, la patología
comparada y la influencia del medio, ya bajo los conceptos de "aclima-
tación" o de "civilización". Se trata de una mirada europea que conecta,
pero con variados matices -sobre todo en lo relativo a su experiencia
como médico de esclavos-, con los presupuestos racistas entonces do-
minantes en la medicina cubana. 110 Y es que muchas de sus opiniones so-
bre las enfermedades de los africanos y los colonos asiáticos habría que
apreciarlas como parte de ese proceso de reformas biopolíticas que, con
el fin de mejorar las condiciones de vida y disminuir la mortalidad, y en
virtud de haberse reducido el aporte de brazos, se imponía con urgencia
en la década de 1860. No fue Dumont, como se ha dicho, antiesclavista;
pero tuvo, eso sí, el buen tino de insistir en las lamentables condiciones
de trabajo y asistencia sanitaria en los ingenios, como factor al que no
escaparían los blancos de verse sometidos a iguales empeños, además de
señalar a la fiebre amarilla como enfermedad que también podían pade-
cer los criollos largamente aclimatados en la isla. 111
Fruto de su labor en plantaciones de Cárdenas y Colón, ya en su
primera obra -Investigaciones sobre las enfermedades de las razas que
no padecen /afiebre amarilla y estudio preliminar sobre la enfermedad
de los ingenios de azúcar, o Hinchazón de los negros y chinos- Dumont
apela a la fotografia. 112 Pero será en el manuscrito de una obra en prin-

11° Consultar, por ejemplo, el estudio de Consuelo Naranjo González y Armando García

González: Racismo e Inmigración en Cuba en el siglo XIX, Madrid, Ediciones Doce Calles, 1996.
111 "Epidemia de 1865 de fiebre amarilla y remitente biliosa en el partido de Recreo, ju-

risdicción de Cárdenas, por los doctores D. Enrique Durnont y D. Ramón Elcid", Anales de la
Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, T. IV, 1867-68, pp. 89-103;
y T. XI, 1874, pp. 148-153, 189-200, 232-239.
112 Henri Durnont: Investigaciones generales sobre las enfermedades de las razas que no

padecen la fiebre amarilla y estudio preliminar sobre la enfermedad de los ingenios de azúcar,
o Hinchazón de los negros y chinos (Cárdenas, 1865); y Anales de la Academia de Ciencias

81
cipio titulada "Hombres de color de origen africano que viven en la Isla
de Cuba; Antropología y patología comparadas de los negros esclavos",
que envía a la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La
Habana desde Puerto Rico, en 1876, donde incluya un total de 30 ilustra-
ciones entre mapas, fotografías y dibujos. Reseñado ese mismo año por
Luis Montané en los Anales de la Academia, 113 este trabajo de Dumont
caerá en el olvido durante décadas, incluso llega a extraviarse el manus-
crito original, hasta su traducción y publicación por Israel Castellanos
en la Revista Bimestre cubana (1915 y 1916), en edición que rescata la
mayor parte de las imágenes: unas 25. 114
Aunque no han faltado estudios y acercamientos a la vida y a los
escritos de Henri Dumont -además de la recepción inicial de Monta-
né, cabe destacar las notas de Castellanos, las numerosas referencias de
Fernando Ortiz y Manuel Moreno Fraginals, entre otros, y un artículo
de Manuel Rivera de la Calle-, solo existe un estudio sobre el valor
antropológico y documental de estas fotografías, el realizado por el his-
toriador Gabino de la Rosa: "Henri Dumont y la imagen antropológica
del esclavo africano en Cuba".11 5
Dedicaré a las fotografías algunos comentarios. Un punto de partida
podría ser la reseña de Montané, justo por lo que tiene de explícita en

Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, T. 11, 1866, pp. 493-522 y 525-552.


113 Luis Montané Dardé: "Informe acerca de una obra intitulada "Antropología y Patolo-

gía comparadas de los hombres de color africanos que viven en la Isla de Cuba", Anales de la
Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, T. XIII, 1876, pp. 122-136.
114 Revista Bimestre Cubana, Vol. X, nº. 3-6, 1915 y nº. 1-2, 1916. Existe además con el

mismo título, pero sin las fotografias, una edición de 1922: Antropología y patología compa-
radas de los negros esclavos, La Habana, Colección cubana de libros y documentos inéditos o
raros, dirigida por Femando Ortiz.
ns Gabino de la Rosa: "Henri Dumont y la imagen antropológica del esclavo africano en
Cuba". Historia y memoria: sociedad, cultura y vida cotidiana en Cuba, 1878-1917, La Haba-
na, 2003, pp. 175-182. Para más detalles sobre la vida y obra de Henri Dumont, ver: Manuel
Rivero de la Calle: Dr. Henri Dumont, precursor de los estudios antropológicos en Cuba, La
Habana, Centro de Estudios de Historia y Organización de las Ciencia, 1978. Cabe añadir el
excelente estudio de Mario Valero: Race in the Scientific lmagination at the Turn ofthe Twenti-
eth Century in Brazil and Cuba (Columbia University, 2012), el cual descubrí cuando ya había
concluido este manuscrito. Aunque apenas se detiene en las fotografias de Dumont, el trabajo
de Valero es probablemente, junto al ensayo "El retrato de los 'negros brujos'. Los archivos
visuales de la antropología cubana (1900-1920)", de Jorge Pavez Qjeda, el que mejor aborda las
relaciones entre fotografia y discursos antropológicos en los casos de Cuba y Brasil.

82
cuanto a la construcción de estereotipos, y, a la vez, de oposición de unos
a otros. Se trata de una crítica irónica e incluso mordaz, en la que Monta-
né no perdona a Dumont el no haber "salvado la distancia", al adjudicar
a ciertos grupos (sobre todo, lucumíes y mandingas) cualidades de inte-
ligencia, valentía y hasta belleza física que les aproximarían a los euro-
peos. Montané se niega a aceptar, además, lo que para él era un concepto
equivocado de Dumont: la "perfectibilidad de las razas" fuera de su me-
dio natural, es decir, en condiciones de "civilización"; mostrándose úni-
camente de acuerdo cuando el estereotipo resulta la encamación misma
de lo negativo (por ejemplo: "esos congos incitados a la insubordinación
por amor al reposo y no por el entusiasmo de la libertad; perezosos por
naturaleza; glotones, y arrastrados a todos los vicios"). Aunque Montané
reconoce a Dumont el mérito de haber iniciado los estudios antropoló-
gicos en Cuba, y elogia la parte médica del manuscrito, tampoco pierde
ocasión de oponer a los desaciertos del francés un trabajo a su juicio
ejemplar: el informe "Reconocimiento de la raza", publicado un año an-
tes por su colega Miguel Riva, y encaminado a demostrar el predominio
de rasgos africanos en casos de mestizaje y, por tanto, la tendencia a la
degeneración propia de los negros. 116 Montané llega incluso a explicar
los "errores" de Dumont como resultado de "arranques de sentimiento",
lo que a su juicio-expresa irónicamente- le iría bien "al hombre" pero
no "al antropologista" .117
De otra parte, sin embargo, el empeño igualmente insostenible de
Dumont, para quien los mandingas serían "los Normandos de las nacio-
nes africanas" y cada grupo absorbería caracteres claros y francamente
delimitables, siguiendo un eje más bien "geoimaginario" que tiende a co-
locar al norte a los pueblos más inteligentes y al sur a los menos eficaces
para el trabajo; estereotipos éstos que, dicho sea de paso, respondían más

116 Miguel Riva: "Reconocimiento de laraza",Anales de la Academia de Ciencias Médi-

cas Físicas y Naturales de La Habana, T-XII, 1875-76, pp. 383-93.


117 Algunos médicos cubanos criticaron aspectos de la obra de Dumont. Pero en general

tuvo el apoyo y el reconocimiento de la Academia de Ciencias y de la Sociedad de Antropolo-


gía, con las que colaboró hasta su muerte, así como de figuras importantes como Felipe Poey y
Antonio Mestre. A este último se debe la publicación en Cuba de otras dos obras de Dumont:
Ensayo de una historia médico-quirúrgica de la isla de Puerto Rico, La Habana, Imp. La An-
tilla, 2 tomos, 1875-76 e Investigaciones acerca de las antigüedades de la isla de Puerto Rico,
La Habana, Imp. La Antilla, 1876.

83
que nada al "valor de uso" de cada denominación étnica (nombre que
los otros le dan a una etnia) dentro del mercado de trabajo, tratándose,
por otra parte, de clichés bien operativos y aceptados desde la década
de 1830, tanto por hacendados como por eruditos del calibre de Esteban
Pichardo y José M. de la Torre, ambos -curiosamente- entre los infor-
mantes de Dumont.
En fin, una mirada, la de Montané, renuente a aceptar estereotipos
positivos, pronunciadamente racista; y otra, la de Dumont, más benévola
y atenta a los valores europeos (al velado caucásico de la imagen) y, por
lo mismo, al espejismo de la civilización y del mero contacto con los
blancos como agente de cambio. En cualquiera de los casos, un sujeto
africano que no participa de la dinámica de la resistencia, la asimila-
ción o el travestismo (aunque todo eso estaba allí) y que, como veremos,
ni siquiera es dueño de sus poses. Esto no niega, sin embargo, el valor
contextual e histórico de los conocimientos, sólidos en Dumont, quien
acopia una notable información etnológica. Pero es importante añadir
que tanto sus observaciones sobre el lenguaje y las prácticas religiosas,
como sobre los rasgos físicos y las enfermedades, sirven en todo momen-
to para fabricar un retrato más vasto -suerte de stadium en el sentido
barthesiano- destinado a validarse en las fotografías, cuyos puctum, por
su parte, son señalados desde el interior del discurso antropológico y, en
particular, en las leyendas al pie.
Pero, ¿puede el esclavo retratado escapar al encuadre en cuestión?
¿Puede la mirada escapar al rigor de la letra, a la marca de hierro del saber?
Claro que siempre se podría invocar otras cualidades de estas imágenes, al
margen de la finalidad del texto. Es innegable la fuerza documental de las
mismas, pues rescatan aspectos de la vida en ingenios y ciudades (familias,
parejas, mujeres, niños, etc.) por lo general opacados por la historiografía
tradicional. Por otro lado, despiertan aún esa veta de melancolía propia
de toda imagen antigua; e incluso una fascinación aurática contra la que
debió movilizarse el encuadre propiamente "cientista". Pero se trata, sobre
todo, de construcciones claramente recluidas en el saber de su época, en las
que se percibe con mayor seguridad justo aquello que se nos quiso decir.
A estas alturas se desvanece, desde luego, cualquier empaque o "aire de
verdad"; como también -lo que es más importante- su posible anexión
a otros discursos igualmente totalizadores: el desafío anticolonial ante la
cámara, el reciclaje académico, etc.
84
Hemos indicado que la edición de Israel Castellanos salva un total
de 25 ilustraciones. Si se excluyen tres vistas de cráneos, el dibujo de un
tumor y algún instrumento ortopédico, etc., nos quedarían 19 fotografías
en las que se acopia un variado paisaje humano que soporta a su vez
varias distribuciones indispensables. La primera, menos sustancial y dic-
tada por las circunstancias, señala que la inmensa mayoría de las tomas
fueron realizadas en la capital y sus alrededores, sin duda por las dificul-
tades de desplazamiento o de contar con fotógrafo en ingenios apartados.
Pero en cuanto al resto del reparto visual, es obvio que ha sido concebido
(o por lo menos procurado) en función de los propósitos del autor, esto
es, como un doble de sus hipótesis: casi tantas mujeres como hombres
(Dumont no solo entendía el cuerpo y las enfermedades según diferen-
cias que toman por norma al hombre blanco, sino también de acuerdo
con normativas de género dictadas por atributos masculinos, siendo uno
de los primeros médicos que escribiera sobre enfermedades específicas
de la mujer esclava); una cierta representatividad de cada denominación
étnica (aunque admite excepciones); y, por última y acaso más impor-
tante distribución: aquella que se da entre las tomas de esclavos (o ne-
gros libres) propiamente urbanos, por un lado, y de esclavos rurales (o
emancipados) por otro. Curiosamente, mientras las fotografías urbanas
suelen mostrar a individuos aislados, atomizados en cierto modo, con el
frecuente rótulo al pie de "modificados por la ciudad"; las rurales tienden
a albergar grupos y familias, series, colectivos. Se levantan así dos com-
partimentos estancos, esto es, una suerte de díptico que, si bien soporta
otras cuadrículas, garantiza la imprescindible oposición sobre la que rue-
da, no menos estereotipadamente, la imagen del esclavo africano.
Pero hay más: para representar el papel del medio como agente ci-
vilizador -y sin duda Dumont lo logra desde su punto de vista, incluso
en el caso de una negra conga que fuma cachimba y carga a su hijo al
modo africano, pero que posa, sin embargo, en el mejor estilo románti-
co- (Imagen 1), era preciso mostrar además a esclavos de confianza, de
esos que siempre se tienen a mano, por lo general pertenecientes a los
propios informantes. Conocemos así, de cerca, a un espigado lucumí de
50 años, cochero de volanta desde 1830 y domiciliado en la casa del geó-
grafo José María de la Torre; al negro mina Eugenio, esclavo personal de
larga data del Dr. Moreno (antiguo tratante de esclavos, ahora asentado
85
en Guanabacoa); y a la elegante conga Teresa, de tan solo 22 años y co-
cinera de unos de los fotógrafos que llevara a cabo esta empresa: nada
menos que Narciso Mestre, cuyo elegante estudio de la calle O'Reilly es
de los más concurridos por la burguesía cubana.
Por tanto ¿qué tienen en común estas fotografías urbanas? No solo,
desde luego, el hecho de estar preparadas, cuestión doblemente indis-
pensable tanto por los requerimientos técnicos de la época como por el
propósito antropológico, lo que es válido por demás para las fotos del
entorno rural; sino, sobre todo, su carácter más intimo y de estudio, su
aspecto sombrío y manso, siempre recortado por un fondo plano pero
apacible, con la inevitable presencia de veladores y apoyaturas en las que
se rinden las manos y las facciones, mientras los cuerpos se sostienen en-
tre afirmados y lánguidos, sin fricciones y casi sin fruncimientos (Imagen
2). Incluso la regla de medir, esa varilla que el sujeto debe sostener para
certificar sus propias dimensiones, se presenta en estas fotografías como
un elemento chic.
No ocurre en cambio lo mismo allí donde el velo de lo burgués se
oculta para dar paso a la intemperie y la colectividad, pero también, de
modo inevitable, a la composición de otro escenario. Este ya no denota el
influjo presuntamente positivo del hombre blanco, sino la presencia cru-
da ("no modificada", en términos de Dumont) de lo africano; esto es, lo
tribal, la desnudez y esos ayuntamientos (intra e interétnicos) de rasante
y expuesta corporalidad (Imagen 3). Si se observa, por ejemplo, a esos
congos descamisados que posan delante de un barracón de tablas, con los
ceños fruncidos y los brazos entrelazados codo a codo (los brazos, no las
manos suavemente apoyadas al otro lado del díptico), podría pensarse,
como se ha dicho, que reaccionan así expresando lazos de solidaridad
étnica ante lo desconocido de la cámara. 118 (Imagen 4) Sin embargo, ¿no
resulta plausible y elemental entender estas composiciones como resul-
tado de una coreografía inducida, donde lo étnico, lejos de apuntar a una
respuesta espontánea, obedece, más bien, a una puesta en escena afín a
lo que se nos quiere mostrar? Tal espontaneidad no existe; y sin duda,
las propias imágenes la desmienten en otros matices, como la laxitud en
la pose de algunos sujetos. Aceptarla implicaría denotar aún más el lado
118 Opinión de la investigadora Rebecca J. Scott, recogida por Gabino de la Rosa en el

texto citado.

86
primitivo del esclavo, a quien, de ese modo, se le descontextualiza inne-
cesariamente de su entorno productivo y familiar. Igual que la impresio-
nante fotografía de Charles DeForest Fredericks (tomada en la década
de 1860), 119 en la que aparece un esclavo semidesnudo en el cepo es una
pose, y no por ello el montaje deja de ser efectivo, estas composiciones
de Dumont resultan eficaces en relación a su finalidad. (Imagen 5).
En suma, la imagen del africano no es aquí sino el espectro del este-
reotipo teórico. Nada se dice, o muy poco, sobre el rol que cada esclavo
ocupa como resultado de la forzosa división del trabajo, en última ins-
tancia principal agente de movilidad, entendiendo por ello, también: asi-
milación, travestismo, intercambio de posturas. Sin duda el paisaje social
cubano era mucho más variado y complejo, tanto en lo que corresponde a
su diversidad étnica como de estatus, a sus expectativas y subterfugios, y
esto lo mismo dentro que al margen de la esclavitud. Así supo apreciarlo
Alexander von Humboldt desde muy temprano cuando habló de una "di-
versidad de posiciones" como "no la imaginan aquellos que no han visto
el espectáculo de las Antillas". 120
Dumont no rastreó, pues, en su proyecto urbano, las márgenes de la
ciudad, donde hubiera encontrado las más disimiles mezclas. Se echa en
falta, igualmente, imágenes de enfermos de los hospitales habaneros en
que colaboró, o de los campesinos que tratara en Colón y Recreo. Dos
espacios se colocan a uno y otro lado de ese yermo inalcanzable: el do-
méstico de una burguesía que aún con(vive) con sus siervos en un mismo
marco de representación, y el de la plantación y los barracones de los Ma-

11 • En cuanto a la fotografia de Charles DeForest Fredericks, ver el análisis de Robert M.

Levine en Cuba in the 1850s. Through the Lens ofCharles DeForest Fredricks. Tampa: Univer-
sity of South Florida, 1990. No obstante tratarse de una pose, la imagen del esclavo en el cepo
rinde -y desquicia a la vez- el tópico del cuerpo del esclavo y, en particular, del cadáver, tan
significativamente abordado desde la novela y la medicina de la época. Se inserta, esta imagen,
dentro del teatro punitivo que acompaña a la lógica de los suplicios, donde ficción y realidad se
complementan para expresar, a iguales dosis, el horror de dichas prácticas.
120 Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre la isla de Cuba, La Habana, Editorial

Lex, 1960, p. 148. En este sentido, es mayor el alcance de las imágenes de Christiano Junior,
fotógrafo portugués que hacia 1865, es decir, casi a la par de Dumont, lleva a cabo en Brasil
una extraordinaria empresa fotográfica que incluiria a los más disimiles tipos, desde esclavos
a libertos, desde presidiarios a simples vendedores ambulantes, etc. Claro que tampoco las
imágenes de este fotógrafo están exentas de estereotipos, incluyendo aquellos de carácter an-
tropológico y médico.

87
nantiales de Vento. Justo allí, en ese punto de origen de la que será la obra
de higienización más poderosa de la colonia, el Acueducto de Albear, ya
había sido emplazado el Correccional de Vagos. Allí trabajarían por aque-
llos años, también en la construcción del Hospital de Enajenados, cientos
de prisioneros y de negros emancipados. Y justo allí, también, se erigiría
el primer estudio fotográfico de la policía en Cuba, 121 no lejos de donde el
médico francés encontrara a algunos de sus valiosos modelos.

121 Recopilación de Reales Órdenes y Disposiciones del Ramo del Presidio, vol. 2, La

Habana, 1867, p. 303.

88
Imágenes fotográficas

Imagen 1. Negra conga


cargando a su hijo al
modo africano mientras
posa en el mejor estilo
romántico. F otografia de
Narciso Mestre

89
Imagen 2. Espigado
lucumí, cochero del
geógrafo José María de
la Torre. Fotografia de
Narciso Mestre

90
Imagen 3. Rasante y
expuesta corporalidad.
Fotografia de Narciso
Mestre

91
Imagen 4. Esos congos descamisados .. Fotografia de Narciso Mestre

Imagen 5. Esclavo en un cepo. Fotografia de Charles DeForest Fredericks.


Cuba, hacia 1860.
92
Del esclavo suicida al suicidio cubensis.
Una lectura de la muerte voluntaria en el
primer Ortiz

A finales del siglo XIX algunos criminólogos consagraron la tesis,


sostenida por Guerry en 1833, de una relación inversa entre el suicidio y
los delitos contra las personas, en particular el homicidio. En el ámbito
del positivismo europeo, semejante observación permitió establecer vín-
culos cada vez más sólidos entre la psiquiatría, la sociología y el derecho
penal, y ampliar el campo de estas disciplinas.
Fue Lombroso, en L 'uomo delinquente (1876), el primero en con-
siderar el suicidio como un "mal menor", especie "válvula de escape"
respecto del homicidio. En el capítulo sobre las cárceles, por ejemplo,
destacó su mayor incidencia entre los presidiarios, atribuyéndolo a un
defecto del instinto de conservación "propio de los degenerados". Así,
la violencia "primitiva" que acecha en todo delincuente derivaría por la
autoagresividad, de modo que una vez cumplido el acto habría "un ho-
micida en falta". Lombroso no dejó de apelar al recurso de la estadística:
la superior distribución de homicidios al sur de Italia y de suicidios al
norte; se esbozaba así el clásico modelo civilización-norte-suicidios y
barbarie-sur-homicidios. 122
En esta linea se inserta la monografía de Enrico Morselli JI suicidio
(1879), tantas veces citada por Durkheim en su conocido estudio. 123 Mor-
selli apreció que en los países de mayor instrucción el número de suicidios
aumentaba en relación inversa al de homicidios, pues el primero tiende a
sustituir al segundo con el progreso de la civílización. Al mismo tiempo
122 Césare Lombroso: L 'uomo delinquente in rapporto all' antropologia, a/la giurispru-

denza ed a/le discipline carcerarie, Torino, 5ª ed., Vol. 1, 1896, pp. 434-435 y 441. Para un de-
sarrollo amplio, ver: Realino Marra: Suicidio diritto e anomia (Immagini della morte volontaria
ne/la civilta occidentale), Bari, Italia, Edizioni Scientifiche Italiane, 1998.
123 Enrico Morselli: 11 suicidio. Saggio di statistica mora/e comparata, Milano, 1879, pp.

237-241.

93
reconocía que ambos actos nacen y se desenvuelven bajo una misma cau-
sa: la degeneración. En realidad, Morselli desarrolla hasta sus límites tanto
una tesis colectiva, como otra individual, divergentes por completo. Si por
una parte expone el antagonismo suicidio/homicidio en sus variantes geo-
gráfica, étnica, educativa y religiosa; sostiene por otra un paralelismo en
el sexo, la herencia y el clíma. Y es que Morselli -como antes Lombroso
a través de Darwin, pero de manera más clara- percibe al individuo in-
merso en una lucha sin cuartel por la existencia, la cual concluye con la
elíminación del más débil. "El suicida -escribió- es un derrotado que se
declara tal y abandona el combate"; y añade: "El hombre críminal, que no
tiene cómo aplacar los deseos, matará a otro hombre o lo derribará; aque-
llos, al contrario, en los que la educación instiló el sentimiento del deber,
troncharán con sus propias manos el hilo de su existencia[ ... ] El resultado
final es el mismo: ambos son ineptos, deformes, y saldrán del combate por
la vida de manera diversa, pero idéntica en el efecto: éstos con el suicidio,
aquéllos con el cuello a la guillotina". 124
Este modo más decente y económico de "obedecer" a una ley de la
naturaleza fue acogido y sustentado en Cuba por figuras como Manu-
el González Echeverría, José Rafael Montalvo, Benjamín de Céspedes,
Arístides Mestre e Israel Castellanos. 125
Por su parte, en su obra L'omicidio-suicidio (1884), Enrico Ferri
-cuyo influjo sobre Fernando Ortiz fue notable-validó la tesis del an-
tagonismo estadístico, pero señalando que solo se cumplía en presencia
de series largas o en período particulares; sin dejar, a su vez, de señalar
el paralelismo individual, que distinguió bajo la ecuación homicidio-
egoísmo/suicidio-disminución del amor propio, tesis que complejiza al
profundizar en los crímenes pasionales, el suicidio ampliado, etc. 126

124 Ibídem, p. 496.


12' Ver, entre otros, Benjamín de Céspedes: "Los suicidas por amor", La Habana Ele-
gante, 9 de febrero de 1890, p. 6; José María de Céspedes: "Notas y observaciones", El Eco de
Cuba, Vol. 1, 1886, pp. 126 y 138 (reseña del Congreso Penitencial de Roma y del Congreso In-
ternacional de Antropología Criminal); Manuel González Echeverría: "Matrimonio de epilépti-
cos y transmisión hereditaria de la enfermedad", Revista Cubana, Vol. VIII, 1888, pp. 203-19 y
289-31; Israel Castellanos: "Los Negros Brujos y Los Negros Esclavos" (reseña de estos libros
de Femando Ortiz), Vida Nueva, Año 9, nº 2, 1917, pp. 42-46; Arístides Mestre: Antropología
jurídica, La Habana, 1921.
12• Enrico Ferri: L 'omicidio-suicidio. Responsabilita giuridica, Torino (2ª ed.), 1884.

94
Esta tensión entre una visión estadístico-étnica-colectiva-civiliza-
toria y otra psicológica-etiológica-individual-patológica comportó, sin
duda, una gran apertura normativa llamada a controlar al homicida por la
ley y desde los controles pre-delictivos, y al suicida desde la psiquiatría.
La tan invocada autoeliminación natural sirve pues para reforzar el con-
trol del delincuente, tanto por métodos sutiles (educativos y terapéuticos)
como radicales (eugenésicos). Virtual re-criminalización de la voluntad
de morir, justo cuando el suicidio dejaba de ser castigado en buena parte
de Europa, sin que por eso abandone su puesto en la estadística criminal;
equivaldrá a entrar siempre más en el ámbito de la locura, sin que se sal-
ga nunca de los rediles del crimen. Es por ello que se cita con frecuencia,
en este contexto, la frase conclusiva de Lacasaggne: "Un gran número de
suicidas no son más que criminales modificados por el medio; el suicida
es el asesino de sí mismo" .127
Por supuesto, la oposición norte-suicidio/sur-homicidio no era apli-
cable a ciertas "razas inferiores" (léase subsaharianas) en las que cabe,
además del climático, un fatalismo étnico. De igual modo hay "excep-
ciones" a nivel individual: el mártir, así como ciertos neuróticos. 128
Durkheim, por ejemplo, que toma como punto de partida en su estudio
(aunque modificándola) la tesis antagónica, simpatiza con los neurasté-
nicos, si bien toda categoría patológica resultó excluida en su invención
-y en ello consiste sin duda su gran desvío- de los tipos colectivos del
suicidio. Durkheim propuso en cambio una normativa sutil -el eje in-
tegración/regulación- donde, para no ir más lejos, los célibes no quedan
bien parados. 129

127 Alexandre Lacassagne: "Si le nombre des suicides augrnente en rapport inverse de

celui des hornicides", Actes du Premier Congrés International d' Anthropologie Criminelle,
Biologie et Sociologie, Torino, Bocea, 1886-1887, pp. 206-207.
12 • Son numerosos los autores que en Cuba consideraron el fatalismo climático, relacio-

nándolo con el suicidio y la criminalidad. Entre ellos Julio J. Le Riverend: Patología especial de
la Isla de Cuba, La Habana, 1858, p. 62; Luis Maria Cowley: "Influencia del calor atmosférico
bajo el punto de vista moral y social", Revista deMedicinay Cirugía, Vol. 11, nº 24, 1906, pp.
479-484; e Israel Castellanos: "Los Negros Brujos y Los Negros Esclavos" (reseña de estos
libros de Fernando Ortiz), Vida Nueva, Vol. 9, nº 2, 1917, pp. 42-46.
12• Érnile Durkheirn: El suicidio, Madrid, Akal, 1988 (!ª ed.: Le suicide, étude de socio-

logie, F. Alean, París, 1897).

95
II

Femando Ortiz dedicó al suicidio al menos cuatro textos en los que


asoman las tensiones propias de esta doble mirada. 130 Tensiones tanto
más fuertes y menos resueltas en cuanto, al carecer de formación médi-
ca y antropométrica, sus opiniones sobre el suicidio como enfermedad
quedan veladas bajo un manto etnológico. Y en cuanto tiene delante no
solo al suicida africano sino también al cubensis, abstracción que a la
vez vela sus opiniones sociológicas. En fin, estamos ante ciertas fricci-
ones entre la teoría y su contexto, y entre las miradas sucesivas -pero
también simultáneas- del etnólogo, el sociólogo que recurre a preceptos
estadístico-evolutivos, y el intelectual alarmado por la crisis de los valo-
res republicanos, e incapaz de prescindir de la estadística.
Si bien es visible en Ortiz un uso indistinto del tronco común de las
tesis positivistas, no es menos cierto que mantiene con los criminólogos
italianos vínculos no exentos de diferencias. A grandes rasgos, critica
algunas ideas de Morselli para realzar a Lombroso, su principal fuente de
legitimación etnológica, mientras se posiciona dentro del prevencionis-
mo de Ferri -en el que basa su praxis científico represiva-y junto a la
concepción -más amplia- de Nicéforo acerca de la evolución social de
la crimen. Las numerosas fuentes históricas, muchas de ellas procedentes
de la novela y del costumbrismo cubano, apuntan a un archivo en pleno
proceso de ordenamiento.
En Los Negros Brujos (1906), el suicidio de los esclavos es narrado
en apenas dos páginas, que ya habían sido publicadas como articulo apar-
130 Estos son: 1º) "Suicidio de esclavos", epígrafe de Los Negros Brujos, 1906 (ed. 1995,

pp. 35-36), también publicado como "11 suicidio tra i negri", en Archivio de Psichiatria, Me-
dicina Lega/e e Antropología Crimina/e. Twin. Vol. XXVII, fase. III., 1906; ampliado en Los
Negros Esclavos, 1916 (ed. 1987). 2°) "Del suicidio" [reseña del libro Sobre el suicidio -Ueber
den Selbstmord, 1905- de Robert Eugen Gaupp ], en Cuba y América, La Habana, Vol. XXII,
nº. 1, oct. 6, 1906, p. 9. 3°) La decadencia cubana; datos métricos del retroceso de Cuba, La
Habana, 1924; también en Revista Bimestre Cubana, Vol. XIX, nº 1, pp. 17-44; y, 4°) "La repa-
triación post mortem entre los afrocubanos", Archivos del folklore cubano, Vol. 11, nº 3, 1926,
pp. 271-273. A ello se suman otros fragmentos dispersos en toda su obra, en la que se considera
también el suicidio de los indocubanos. En este trabajo, solo nos referimos a los tres primeros
textos arriba citados, pertenecientes a su etapa positivista. La mirada de Ortiz hacia el suicidio
es, por supuesto, otra a partir de 1938. El texto no comentado aquí, "La repatriación post mor-
tem de los afrocubanos", es una breve introducción a un manuscrito donde se narra, a partir de
un testigo de primera mano -un esclavo-, el ritual de retomo a África por medio del suicidio.

96
te. 131 En ellas Ortiz se hace eco de las observaciones de Esteban Pichardo
sobre su mayor frecuencia entre esclavos lucumíes. Sin entrar a valorar
esta afirmación, su calidad descriptiva o su certeza histórica (el "mito"
del suicidio lucumí pasa por Luz y Caballero, de la Torre y Dumont,
siendo negado por Cirilo Villaverde a través de uno de sus personajes), 132
digamos solo que Ortiz la agencia en tanto prueba "una vez más", como
nos dice, la "verdad lombrosiana de la influencia étnica en la criminali-
dad". Pero hay otro resorte: la muerte por mano propia es considerada al
mismo tiempo como el "recurso supremo de todos los oprimidos", quie-
nes al no poder alcanzar por otros medios violentos su "libertad como
clase social" [... ] "burlan" al amo "sustrayéndose" a su "propiedad". En
Los Negros Esclavos (1916), Ortiz volverá sobre la misma idea, insis-
tiendo en el "quebrantamiento sufrido por el amo" como el "objetivo
quizás primordial" del suicida. 133
Ortiz contempla así un suicidio étnico (criminal), y otro en clave
Amo/Esclavo (indudablemente legítimo). Si en el primer caso, al acen-
tuar el carácter innato de esta práctica y su mayor propensión en ciertos
grupos, reenvía al dogma positivista de la degeneración; en el segundo
remite en cambio a cierta narrativa ilustrado-romántica que exalta la li-
bertad (antes vedada) del sujeto. Devolviéndole al esclavo -per suici-
dium- su propiedad, Ortiz se aproxima al discurso "trágico-heroico" de
la muerte voluntaria, cuya inscripción nacionalista -reapropiadora- es
bastante obvia. Solo que esto último es también proyección del Amo: no
es malo matarse siempre que el acto se inscriba en una linea próxima al
sacrificio, que comporte además un signo revolucionario, supeditado a
un particular modelo de soberanía.
131 "11 suicidio tra i negri", enArchivio de Psichiatria, Medicina Legale ed Antropología

Criminale. Turín. Vol. XXVII, fase. III, 1906.


132 José María de la Torre: Compendio de geografía física, política y estadística de la Isla

de Cuba, La Habana, 1854, p. 53. Henri Dumont: Antropología y patología comparadas de los
negros esclavos, La Habana, Colección cubana de libros y documentos inéditos o raros, 1922,
p. 26. José de la Luz y Caballero: Aforismos y apuntaciones (1847), Universidad de La Haba-
na, 1945, pp. 242-244. Por su parte, Villaverde afirma, a través de varios parlamentos de sus
personajes, una supuesta mayor tendencia al suicidio entre esclavos lucumíes. Corno colofón,
pone en boca del mayoral Moya la siguiente frase: "Yo digo que tos los negros son lo mesmo
cuando la Guinea se les mete en la cabeza". Cecilia Valdés, T. 1, La Habana, Editorial Pueblo
y Educación, 1990, pp. 68-72.
133 Femando Ortiz: Los Negros Esclavos (1916), La Habana, 1987, Editorial de Ciencias

Sociales, p. 359.

97
Observemos que se trata, aquí, de la noción hegeliana del suicidio
esclavo, cuyo uso es del todo factible dentro de los esquemas romántico-
nacionales. Según Hegel, el esclavo se retira de un combate mortal y
acepta que, sin otra ventaja que morir, es mejor la nada que una vida sin
justicia. Al renunciar a mantenerse vivo, encuentra una libertad radical,
absoluta, que no cesa de pertenecerle. La muerte voluntaria le hace gus-
tar hasta el vértigo esa libertad que transgrede las penas instituidas y anu-
la toda resignación. Son los valores defendidos por Catón: los valores del
ciudadano. Pero, claramente, ni el etnólogo ni el intelectual republicano
que hay en Ortiz suscriben dicha libertad como absoluto, sino en tanto
recurso para construir un espacio político donde ésta es legada al siervo
en calidad de trueque, es decir, a cambio de aceptar su minoridad. Solo
como "soldado de la patria" y en determinadas circunstancias se acepta-
ría esa voluntad de morir.
Si extendemos estas apreciaciones al conjunto de las citas de Or-
tiz, incluyendo las que aparecen en Los Negros Esclavos, encontraremos
siempre esos dos niveles: de una parte el etnólogo que describe actitudes,
creencias y rituales como la "nostalgia", la "trasmigración" y el "retomo al
África"; y, de otra, el crítico del sistema que recalca el horror implícito en
las prácticas empleadas por mayorales y negreros (por ejemplo, la de truci-
dar o quemar el cadáver de los suicidas), mientras sostiene con simpatía un
suicidio-resistencia investido de matices económicos y clasistas. Se trata,
claro está, de miradas pertinentes pero cuya oposición no deja de implicar
ocultamientos; y es que, al contrario del suicido étnico ya reducido por
un saber, aquel otro "trágico" y a menudo "heroico" no puede escapar al
concepto clásico del siervo, del que Ortiz también participa y que retrae la
dialéctica Amo/Esclavo, sobre todo en lo que respecta a su sesgo econó-
mico, a una etapa anterior a la libertad entendida en términos modernos.
Si bien la idea del suicidio como "venganza económica" tiene una
larga historia que remite al Derecho Romano, donde es el vendedor y no
el dueño quien resulta protegido por las leyes, ella no es sino subsidia-
ria de una cierta moral y de ciertas expectativas. Como mostró el histo-
riador francés Paul Veyne en su ensayo Suicidio, fisco y esclavitud1 34 ,
no se desconfía del esclavo porque sea una "mercancía frágil", sino por
134 Paul Veyne: "Suicidio, hacienda pública, esclavitud, capital y derecho romano", en La

Sociedad Romana, Mondadori España, S. A, 1991, pp. 81-120.

98
tratarse de un "ser humano execrable" cuyo suicidio no es más que un
síntoma -entre otros muchos- propio de "un carácter" que le ha sido
atribuido. Al esclavo se le clasifica siempre; solo que, en primer térmíno,
se le rotula según sus propensiones a fugar, a matar y a darse muerte, y,
por lo tanto, de bueno o malo según se ajuste a determínados requisitos
de obediencia y sumisión una vez comprado. En la advertencia que se le
hace al futuro dueño durante la compra va, pues, implícita, una manera
de verlo: una psicología. El esclavo suicida, que se da una "muerte mala"
-ahorcándose, pero en general mediante cualquier otro método- de-
frauda al dueño con su acto; esto es, lo traiciona y no solo lo defalca. No
responde, por lo mismo, a lo que se espera él. Y justo porque se le define
bajo una "psicología de apto o no apto" para ciertos fines -y de acuerdo
con "sentimientos proporcionales a su propia pequeñez"- es que dicha
expectativa no puede ser sino de orden moral. Por lo tanto, su "vengan-
za" responde siempre y únicamente a causas fútiles.
En este sentido, resulta curioso que en Los Negros Esclavos Ortiz
apoye su idea de la venganza económica en una cita del padre Labat, en
la que se considera en primer lugar la banalidad del suicidio: "se ahorca-
ban o cortaban el cuello por motivos fútiles". 135 Hay una larga tradición
citada de diverso modo por el propio Ortiz, desde Barrera y Domíngo
hasta Laffitte y desde Clozel a Corre, donde la venganza concurre pero
siempre motivada por un hecho menor. Uno de los esclavos atendidos
por el médico Barrera y Domíngo se quita la vida porque le llaman "pe-
rro"; otro por una broma de su amo. Ambos perjudican al dueño pero sín
tener suficientes razones para ello. 136 Y lo mismo ocurre con el esclavo
díscolo, como al considerárseles en grupo: "Los negros de la costa de
Mína se degüellan sín ceremonia alguna por motivos muy mediocres". 137
Edgar Morin recuerda que cuando Eurípides proclama que hasta el escla-
vo piensa en la muerte, resulta ser una verdad escandalosa, y añade: "el
señor, que no desea pensar en ella lo más mínimo, se pregunta cómo pue-
de el esclavo tener la audacia de pensar en la muerte, él que ni siquiera

135 Los Negros Esclavos, p. 360.


136 Francisco Barrera y Domingo: Reflexiones histórico físico naturales médico quirúrgi-
cas, La Habana, Ediciones CR, 1953, pp. 80 y 81.
137 Jean Baptiste Labat: Viajes a las islas de América, La Habana, Editorial Casa de la

Américas, 1979, p. 52.

99
existe". 138 Se trata, en general, de una banalización del carácter del siervo
(tachados con frecuencia de glotones, dormilones, miedosos, etc.). Ello
no niega la cuestión del costo real por este concepto, y su visibilidad en el
relato de la sacarocracia, en particular en períodos de crisis, pero no cor-
responde tratarla aquí. 139 En cualquier caso, aquello que invariablemente
se manifiesta es la minoridad.
Etnólogo, pero también continuador del discurso anti-esclavista (es
decir en las antípodas del hacendado, no del Amo), Ortiz tiene necesaria-
mente que amplificar la "conciencia" del siervo, adjudicándole a sus ac-
tos una superior intencionalidad, por un lado; y reduciéndolos, por otro.
Así, su lectura ilustrado-romántica reposa de modo inevitable sobre otro
enfoque clásico de la esclavitud: aquel que ve al esclavo como servus
nequam (como nulidad), lo que entronca sin duda con aquellos saberes
que objetivan y deforman al esclavo -es decir, que lo reducen en senti-
do racional según preceptos racistas (tipologías étnicas, estigmas físicos
y antropológicos, etc.).
Por supuesto, también fuera de la esclavitud el suicida es desvalori-
zado, con la diferencia de que no es al dueño a quien decepciona sino a
la sociedad, dentro de un marco por otra parte más normativo que legal.
En su conferencia Los degenerados 140, por ejemplo, Gustavo López cali-
fica a los suicidas de "histéricos en quienes se busca en vano la seriedad
o gravedad de un motivo"; mientras que en el discurso revolucionario,
burgués o no, se les tildará invariablemente de cobardes, afeminados,
infieles y traidores.
Otro aspecto en principio diferente de estas tensiones, se aprecia
en el uso que Ortiz hace de una cita de P. A. Bruce, al analizar en Los
138 Edgar Morin: El hombre y la muerte, Barcelona, Editorial Kairós S. A., 1974. Morin

expresa que el esclavo ocupa el extremo opuesto de la individuación, pero que se encuentra
necesariamente dentro de este principio, ya que la "sublime individualidad del Rey" estaría
fundada en la negación de otras individualidades; y añade: "La historia del desarrollo de la indi-
vidualidad es de hecho la historia de la más brutal desindividualización de los otros. La historia
de la cultura se asienta en la barbarie más atroz." (p. 53).
139 Las relaciones entre costo y suicidio en el contexto esclavista han sido abordadas desde

diversos ángulos, pero por lo general muy someramente. Ver, entre otros, Francisco Calcagno:
Romualdo, uno de tantos, La Habana, 1891; y Manuel Moreno Fraginals: El Ingenio: complejo
económico social cubano del azúcar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, T. I, p. 10.
140 Gustavo López: Los degenerados, La Habana, Tipográfica Los Niños Huénanos,

1893, p. 35.

100
Negros Brujos el interesante estudio "Notas relativas al suicidio en la
circunscripción de la Habana", del médico alienista Tomás Plasencia. 141
Según esta investigación, era notorio un brusco descenso en las cifras de
suicidios en negros y mestizos en la capital, verificable desde 1878. Cu-
riosamente, Ortiz se explica esta disminución como resultado del "avan-
ce total de la civilización" y de la "influencia bienhechora ejercida por la
revolución de los diez años", pero precisando al mismo tiempo, en franca
contradicción, de otro recurso: la idea de Bruce de que, siendo inmunes
los negros "a la locura por motivos morales" [... ] "está demostrado que
raramente se suicidan". 142 Por esta vía, se regresa a la enfermedad del
negro y a su carácter inmaduro por sobre otras evaluaciones: tal es la
degeneración del africano que no alcanza el privilegio de la moral, de la
locura por ese motivo y, por tanto, del suicidio como acto relativamente
excusable (en casos de locura). Según esta versión, el negro carece de
"suficiente sangre fría" como para matarse. Es, pues, el "amoral". Si bien
cabe aquí remitir a la falsa polémica desarrollada por los antropólogos
cubanos, desde Montané hasta Israel Castellanos, sobre las diferencias
supuestas entre el atavismo (del delincuente) y los estigmas degenera-
tivos (en el loco), apuntemos mejor a las concepciones de Ortiz. Como
expresa a propósito de la figura del brujo, este sería lo que Lombroso
llama un delincuente nato, "pero no lo es por atavismo en el sentido
riguroso del concepto", insiste Ortiz, "como vuelta atrás en la escala de
la especie", sino porque "al ser transportado de África a Cuba fue el
medio social el que para él saltó improvisadamente hacia adelante, de-
jándolo con sus compatriotas en las profundidades de su salvajismo, en
los primeros escalones de la evolución de su psiquis". Se trata, añade, de
"salvajes traídos a un país civilizado" .143
Suicidas o no, propensos o inmunes, criminales o víctimas de la
opresión, lo urgente a toda luz es mostrar un cierto número de perfiles a
fin de entramar una narrativa. Claro que si el avance de la civilización
comporta -en esta Habana finisecular- una merma de los suicidios,

141 Tomas Plasencia: Notas relativas al suicidio en la circunscripción de La Habana, La

Habana, Imprenta de Gobierno y Capitanía General, 1886.


142 Femando Ortiz: Los negros brujos (1906), La Habana, Editorial de Ciencias Sociales,

1995, p. 36.
143 Ibídem, p. 186.

101
podría esperarse también un descenso de la criminalidad en todas sus va-
riantes. Pero, a juzgar por sus opiniones sobre otros delitos, desarrolladas
también en Los Negros Brujos, Ortiz está lejos de afirmarlo. En otras pa-
labras, la pregunta por la evolución antagónica de la criminalidad -que
sin embargo maneja en varios artículos contemporáneos 144- no es de
momento pertinente. Y es que el objeto principal de su estudio sobre el
"hampa" no es, ni mucho menos, el suicidio de los antiguos siervos, sino
el fetichismo de sus descendientes y sobre todo -en este ámbito higié-
nico- el control de las minorías negras por medios penales y educativos
("científicos"). Mientras el suicidio-esclavo, a fuerza de viejas citas etno-
gráficas (Mantigton, Omboni, Leonard, Adams) y de una tesis evolutiva
fuera de órbita, queda, por sí solo, recluido en la historia como reserva
de legitimación; el homicidio en cambio, con sus autores potenciales,
brujos y ñáñigos, se convierte en materia del presente, tanto más tratán-
dose de minorías que no encajan en el canon ortíciano de ciudadanía.
En octubre de 1906, casi un año después de la redacción final de
Los Negros Brujos, Ortiz publicó un breve artículo acerca de Sobre el
suicidio, libro hoy completamente olvidado del psiquiatra alemán Robert
Gaupp. 145 Aunque al margen de la linea estudios trazada por Durkheim,
Gaupp llegaba a resultados parecidos: el mayor número de suicidios en
protestantes sobre católicos y la relación entre su incremento y el grado
de civilización. Si bien estos hallazgos no tenían en aquel momento nada
de novedoso, para Ortíz se trata de un libro que llega a "definitivas con-
clusiones"; esto, sin duda, porque venía a reforzar con arreglo a datos
recientes la tesis de la evolución antagónica, pero también, por el uso que
-ahora en un plano más civil que etnológico- podrá hacer de la misma.
Al efecto, una apreciación de su entorno lo detiene: "Esta observación
parece a primera vista favorecer la excelencia de la moral católica; y me
permito recordar que hace algún tiempo uno de nuestros rotativos atri-
buía los suicidios simultáneos de unos niños en Cienfuegos al fruto de
144 "El timo del Polo Norte" (1906), en Entre cubanos: psicología tropical, La Habana,

Editorial de Ciencias Sociales, 1986, pp. 73-75.


145 Robert Eugen Gaupp (1870-1953) fue Jefe de la Clínica Psiquiátrica de la Facultad

de Medicina de Tubingen. Su estudio Über den Selbstmord (1905), apenas aparece citado en
la bibliografia internacional sobre el terna En cambio, es muy conocido por su estudio de la
paranoia, en particular por su informe sobre el dramaturgo pirómano y parricida Emst Wagner.
Ver Robert Gaupp: El caso Wagner, Madrid, Asociación Española de Neuropsiquiatria, 1998.

102
nuestras escuelas primarias, que civilizadamente laicas estableció la in-
tervención americana. Acostumbrados, como estamos en Cuba, a leer las
más rotundas afirmaciones en ciertos de nuestros más estupendamente
audaces e ineptos enciclopedistas, no es el caso de asombrarse. Después
de todo, quizás tuvo razón el que tal dijo; el protestante se mata a sí mis-
mo, el católico mata al prójimo". 146
Es evidente que por detrás de su defensa de la educación laica, lo
que se platea es, sobre todo, la idea del progreso civil como contrape-
so de la violencia homicida, ahora que ésta retoma con la "guerrita de
agosto", indicando que la herencia colonial se mantiene viva. Ortiz no le
pone al influjo anglosajón sobre la educación y las costumbres cubanas
ningún reparo. Tampoco dice que ello lleve al suicidio. Pero si llevara, si
el progreso llevara al suicidio, sería bienvenido siempre que fuese efec-
tivamente una "válvula de escape" frente a la criminalidad. Aunque la
crítica apunta al articulista o si se prefiere a la opinión pública, sobre los
que Ortiz se siente autorizado, en realidad enfoca con precisión a cierta
moral católica ("española"), que focaliza a su vez la "moral cubana". Se
está frente a un "retomo de los instintos" que, en medio de la crisis po-
lítica que la nueva nación atraviesa, se carga de nociones raciales. 147 Sin
embargo, éstas se revelan todavía a discreción, pues lo que se dilucida
es, fundamentalmente, de orden ético y solo alcanza a traducir sus dudas
acerca de la capacidad de los cubanos para encarar el progreso.
De ahí que exponga: "Y a fe que entre la autoselección del suicida
que por sí mismo defiende a la sociedad de su propio morbo, y la dañina
impulsividad del homicida que vive vida social salvaje y prehistórica; la
ciencia se decide por la menor desaparición del primero". Para añadir,
volviendo a la tesis de los positivistas italianos, narrada con cierto hu-

146 Femando Ortiz: "Del suicidio", Cuba y América, La Habana, Vol. XXII, nº. 1, oct. 6,

1906, p. 9.
147 Meses antes, el 14 de abril, Ortiz presentó en Santiago de Cuba, en el marco de la Con-

ferencia Nacional de Beneficencia y Corrección, su trabajo "Consideraciones criminológicas


positivas acerca de la inmigración", donde expresa que el hombre es más criminal de norte a sur,
pidiendo con ello evitar a los emigrantes de países cálidos, y sugiriendo en cambio la entrada
de inmigrantes septentrionales: noruegos, alemanes, polacos. En general nórdicos, "necesarios
para que inyecten en la sangre de nuestro pueblo los glóbulos rojos que le roba la anemia tro-
pical". Ver Quinta Conferencia Nacional de Beneficencia y Corrección de la Isla de Cuba, La
Habana, 1906, pp. 344-355.

103
marismo aunque sin tomar distancia: "Por esto un criminalista de frases
afortunadas ha dicho que debemos alegrarnos ante el aumento de los sui-
cidios; ello indica un aumento de civilización, de la misma manera que
el invento de los ferrocarriles ha traído consigo un número de muertes
violentas, las cuales sin embargo no hacen decidir a la humanidad a que
retroceda al tiempo en que se viajaba en aquellas antiguas diligencias que
aun ruedan en regiones atrasadas, para deleite de viajeros románticos". 148
El gran temor de Ortiz asienta, por tanto, en el retroceso. 149 El ferrocarril
acaba de extenderse a toda la isla. Sus trenes llevan de una ciudad a otra
también el saber, como es el caso de las conferencias nacionales de Bene-
ficencia y Corrección, en las que él participa. Cuba es un país civilizado.
Y cualquier cuantificación, o reporte, que sirva de termómetro social o
señal de alarma sería instrumento eficaz frente a tales temores.
Para Ortiz, el stock republicano de la muerte voluntaria va a per-
manecer cerrado durante algunos años. No será hasta Los Negros Escla-
vos que observe de nuevo datos estadísticos (Estudio médico legal sobre
el suicidio en Cuba, de Jorge Le Roy), pero lo hará para validar mejor
su texto matriz sobre la esclavitud, recalcando el menor suicidio de los
negros esclavos al final de ésta y sin entrar en otras consideraciones. 150
Al pasar a vuelo de pájaro sobre los cuadros de Le Roy, Ortiz desprecia
(no simplemente evita) saber que las tasas de suicidio habían aumentado
en la población blanca de la isla, de manera continua, y que no son en
modo alguno bajas en la población "de color", cifras de conjunto que se
ubicaban entre las más altas del mundo. Pero, si no ahora, más adelante
los números vuelven por su cuenta.
Y por esta vía llegamos a su conocida conferencia La decadencia
cubana, pronunciada en 1924 en respuesta a un "llamamiento" de la So-
ciedad Económica para salvar a la patria de su profunda crisis. 151 Si toda

148 "Del suicidio", p. 9.


149 Tema que Femando Ortiz desarrolla con particular aprehensión desde 1908. Ver, por
ejemplo, su libro El pueblo cubano, La Habana, Editorial de Ciencia Sociales, 1997.
"º En Los Negros Esclavos (1916), Ortiz añade a su análisis del declive del suicidio entre
los afrocubanos, un texto de 1907: Quo tendimus? Estudio médico legal sobre el suicidio en
Cuba durante el quinquenio de 1902-1906, de Jorge Le Roy y Cassá. Pero su lectura de este tex-
to fue sin duda superficial, ya que por el mismo podía colegirse un aumento notable del suicidio
en toda la población y muy particularmente entre mujeres negras y mestizas.
rn Femando Ortiz: La decadencia cubana. Datos métricos del retroceso de Cuba. Con-

104
su obra anterior se inserta en un proyecto civilizatorio moderno que es
su principal contribución a la República, ahora este se expresa en todo su
dramatismo y con marcado énfasis político, porque lo que está en juego
es nada menos que la interrupción del mismo; pero también -y sobre
todo- una estrategia discursiva encaminada a lanzarlo con fuerza hacia
delante. Como afirma Raimundo Cabrera, "la patria atraviesa la peor cri-
sis de su historia, crisis que no es de un gobierno, de un partido o de una
clase, sino de todo un pueblo". Se viven instantes -prosigue Cabrera-
en los cuales la Nación "no quiere, en inconsciencia suicida, animar las
energías de su ser". 152 Pocas veces como en esta frase y en la siguiente
de Ortiz: "Cuba se está precipitando rápidamente en la barbarie", se lle-
gó a percepciones tan dramáticas. Como si el largo relato del fracaso
republicano alcanzara su clímax, las palabras se invisten de significados
catastróficos. La Nación es expuesta como una conciencia que "se niega
a sí misma" y, por tanto, semejante a un cuerpo suicida cuya salvación
implicaría invocar metáforas sacrificiales igualmente extremas. Es así
que relato del sacrificio revolucionario (a menudo pro-suicidaría) y el
contenido auto-destructivo latente en la narrativa de la decadencia, reba-
san sus respectivos umbrales, llamándose con tal urgencia el uno al otro,
que más bien parecen desplegarse en vecindad.
A diferencia del Ortiz que supuso a distancia (y a veces en su mejor
estilo criollo) un suicidio-indice de civilización, vemos ahora al inte-
lectual que percibe a su país como herido de muerte y no precisamente
en combate. Habrá por ello que "transfundir" no solo el "saber" de los
antiguos patricios sino también "la sangre" de los "viejos mambises",
tal como lo requiere un cuerpo exangüe. Ortiz liga así el saber como
voluntad intelectual de la nación al poder como voluntad política de la
patria, reforzando lo uno con lo otro: y en ello va implícito su idea de la
patria en tanto reserva moral frente a la crisis y fuente de un genio po-
pular (criollo) necesariamente heroico: "la canción inolvidable con que
nuestra santa madre nos arrullaba [... ] con que cortejábamos a nuestras
novias[ ... ] porque la música popular vibra como el himno patriótico que

ferencia pronunciada en la Sociedad Económica Amigos del País el 23 de febrero de 1924,


Revista Bimestre Cubana, vol. XIX, nº 1, 1924, pp. 17-44.
m Raimundo Cabrera: "Llamamiento a los cubanos", Revista Bimestre Cubana, vol.
XVIII, nº 1, 1923, p. 23.

105
nos arrastra al combate y al sacrificio[ ... ] y encierra hasta la plegaria que
se entona sobre la tumba de los padres" .153
No es gratuito afirmar entonces que el carácter difuso de la decaden-
cia nacional reenvía aquí, de modo enfático, al sintético, social y cuasi-
individual de la degeneración. No son términos nuevos, ni aislables, en
tanto se inscriben en la episteme eugenésica que viene desenvolviéndose
desde 1902; pero agotados ciertos resortes optimistas, como fueron el
finlaísmo y los proyectos sociales y de beneficencia, a lo que se suma
la crisis económica y política y el fracaso de los controles migratorios;
van a expresarse ahora en medio de una ola de pesimismo que cala y al
mismo tiempo radicaliza el discurso de las élites. A fuerza de metáforas,
Cuba es cada vez más un organismo enfermo, incluso mejor perfilado
que en su primera "psicología colectiva" .154 Cuba es también, en este
sentido, "Ortiz en persona", pero volcado en un Otro - social - donde
la patología se manifiesta en signos cuantificables. Es así que el intelec-
tual acude al sociólogo para plantear, junto al suicidio de la Nación, los
suicidios en la Nación, lo que demanda aprehender con gran cantidad de
datos la llamada cuestión social. Poco importa-como otras veces- qué
uso se haga de éstos ni qué tesis acudan a autorizarlo.
A modo de exempla, Ortiz acarrea en este opúsculo de "propaganda
renovadora" diferentes índices económicos, sociales y morales, desta-
cando entre éstos últimos los de criminalidad, los cuales muestran con
"elocuencia" -nos dice rebautizando el viejo concepto de estadística
moral- "el retroceso métrico del país". Ortiz expone primero las altas
cifras de indultos y luego las de homicidios (que alcanzan en 1923 la
respetable tasa de 23,5 x 100 000), para seguidamente expresar: "ello
demuestra, si recordamos a las geniales teorías de Lombroso y Nicéforo
[... ], que nuestra delincuencia va perdiendo en cultura, va retrogradando,
haciéndose más violenta y primitiva, en vez de más astuta y progresista,
como en los demás países del mundo de cultura normal". Y completa:
"Si cada pueblo tiene la criminalidad que se merece, según parafraseó
Lacassagne, Cuba cada año está mereciendo más delincuentes peores".

"' "La solidaridad patriótica", Entre cubanos ... , pp. 114-124. Aquí Ortiz considera al
"enemigo", no en términos de potencia extranjera, sino como "pueblos extraños" (léase razas)
que atentan contra la Nación, tanto desde su interior como desde fuera.
" 4 Ver El pueblo cubano, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1997.

106
Sin embargo, así como las citas pierden a esta altura su poder persua-
sivo, autorizador, la antigua teoría estadística cuelga en el aire: el número
de suicidios también se elevó sin que ello sirviese de "freno". No podrá
deducirse, de su aumento, una autoeliminación reguladora. Su incremento
no sugiere un indíce de progreso civil. Al contrario, traduce una etiología
pretendídamente social (y a la vez suficientemente definible) que implica
la puesta en marcha de medídas concretas para hacer que la "barbarie"
retroceda. Es esta última y no su reverso, la civilización, lo que podrá en
efecto ser sociologízado. No antes, en 1916, cuando salta sobre los datos
de Le Roy citados en Los Negros Esclavos, sino ahora, casi una década
más tarde, es que Ortiz se informa en fuentes díversas y sucesivas: los sui-
cidíos se han septuplicado, la tasa alcanza el valor récord de 32, 8, y, para
redondear, "los habitantes tienen ocho veces más deseos violentos de morir
que los vecinos del Norte". Claro que en esta ocasión pudo haber apelado
al otras veces recurrente Tarde. ¿No fue este sociólogo el primero en criti-
car la "ilusión de Ferri", sosteniendo que las cifras de ambos, suicidios y
homicidios, también podían correr parejas? 155
Pero no viene al caso. En cambio, sí el proyecto de renovación ("re-
generación") planteado por Ortiz a fin de "obtener una pronta y enérgica
respuesta que nos salve de la peor de las muertes". Dirigido a los jóvenes,
se trata de un curioso juego de presencias y ausencias. Si en las estadísti-
cas mostradas no se alude a las "razas" de los criminales y suicidas pues,
según parece, el sujeto cubensis a que remiten las incorporó hasta díluir-
las; sí estarán, por el contrario, presentes en este plan. Mientras los dígi-
tos ocultan, o pueden ocultar diferencias, los programas de renovación
deben en cambio mostrarlas; y, más que eso, mostrarlas al punto de hacer
visible un ausente: en este caso la juventud negra que, al no ser incluida
entre los varios elementos civilizadores, se le indica como el elemento a
civilizar. Tanto más claro: como el objeto degenerado y a regenerar.
Ortiz, que ordena jerárquica y convenientemente a estos grupos,
se dirige primero a la "briosa juventud" [... ] "criolla" [... ] "fuerte e in-
compresible como el guayacán". Es ella "la que emigra anualmente a
tierras extrañas para traemos de sus invernadas escolares rojos glóbulos
de energía y cultura". Después, a la juventud obrera -se infiere que

"'Gabriel Tarde: La Criminalité Comparée (1886), París, 1902.

107
depurada de sus vínculos con anarquistas y ñáñigos. Y, por último, a la
juventud guajira. Para que "la Nación se reconquiste a sí misma" es pre-
ciso que estos "nietos" escuchen el llamado de la "abuelita blanca" -la
Sociedad Económica, templo de los patricios- y que, lo mismo que un
siglo atrás, unas "migraciones" sirvan de contrapeso a otras, así como
cierta "sangre" sirve y otra no para curar la anemia de un país. De este
modo, la apuesta instrumental y la metafórica se refuerzan mutuamente:
el íntelectual y el sociólogo se miran cara a cara a través de una falacia
estadística, sín que ello signifique, en el ínterior del relato nacional, la
menor íncoherencia. Estamos en el contexto de la migración antillana, el
cual rínde, a efectos del discurso, la imperiosa necesidad de empujarlo
hacia delante. Así, la "clandestina infiltración" de los "peores factores
de poblamiento", entrega los clásicos dividendos del peligro negro que,
lo mismo desde fuera que por dentro del cuerpo social, remiten al dato
escondido: una crimínalidad que no es tal. 156

" 6 Se desconoce si los trabajadores antillanos rindieron o no cifras altas de suicidio. Co-

moquiera, en estos años el suicidio no aumentó en la población burocráticamente calificada


"de color". Rolando Álvarez Estévez aporta alguna información en este sentido (ver Azúcar e
inmigración, 1900-1940; La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1988, p. 217). Por otra parte,
el clima de rechazo a la inmigración antillana vuelve a incrementarse entre las élites científicas
en la década del veinte. Ver, entre otros, "La inmígración haitiana, jamaicana y china: influen-
cia desagradable", Luis Adam Galarreta, Crónica Médico Quirúrgica, T. 7, 1921, pp. 94-97; e
Inmigración anti sanitaria, Jorge Le Roy, La Habana, 1929.

108
Apuntes sobre la recepción del
degeneracionismo en Cuba

En su ensayo sobre el desarrollo de la noción de individuo peligro-


so en el siglo XIX y comienzos del XX, Michel Foucault señala como
un momento particularmente fecundo aquel en que, al abandono de la
categoría de monomanía, sucede la emergencia de la doctrina degene-
racionista y, en consecuencia, una serie de cambios en la percepción de
la peligrosidad social. Uno de esos cambios fue considerar que aquellos
procesados a los que el derecho reconocía como irresponsables, en virtud
de considerárseles locos, anormales o víctimas de impulsos irresistibles,
eran precisamente quienes constituían el mayor peligro. 157
Para que ello fuera posible debieron ocurrir, al nivel del discurso y
de las prácticas psiquiátricas, algunas trasformaciones:
1) Que la idea de locura parcial (monomanía), por razones como su
débil identidad con el delirio o su fuerte relación con un tipo demasia-
do específico de crimen (los "crímenes monstruosos" de comienzos del
siglo XIX), fuera sustituida por una concepción más amplia de la enfer-
medad mental, capaz de incluir diversas afecciones de la voluntad o el
instinto, esto es, del comportamiento en general.
2) Que el concepto de instinto, suficientemente definido como para
inspirar nuevas entidades nosológicas (locura moral, perversiones sexua-
les, etc.), fuera ligado a la teoría de la herencia como causa dominante
de la locura.
3) Y que emergiese en el lugar de la patología como instancia indi-
vidual o somática, y en calidad de "verdadero cuerpo de la enfermedad
mental", un sustrato de carácter meta-corporal donde lo instintivo, por un
lado, y lo intergeneracional (el peligro de una descendencia degenerada),
por otro, se conviertan en los nuevos "testigos" llamados a "declarar"
tanto por la psiquiatría como por la criminología.
" 7 Michel Foucault: "La evolución de la noción de "individuo peligroso" en la psiquiatría

legal", La vida de los hombres infames, Madrid, Ediciones Endymion, 1990, pp. 231-264.

109
Con el degeneracionismo, la psiquiatría, que había fracasado en su
búsqueda de lesiones cerebrales que explicasen la locura, se volverá a
otro campo de investigación: la familia, el niño, el degenerado, la masa,
la especie en su conjunto, etc., sin abandonar por ello la búsqueda de
referentes anatómicos. Se cumplía así aquel proceso de socialización de
las investigaciones médicas y psiquiátricas que, según afirma Klaus Dor-
ner en Ciudadanos y Locos, 158 era previsible desde tiempos de Pinel y se
había visto impulsado por el fantasma de la anarquía post-revolucionaria.
Lo que este autor llama "positivismo psiquiátrico-sociológico", no es
sino la culminación de un modelo que, partiendo de las ciencias de la
naturaleza, pretende convertir los fenómenos políticos, sociales y mo-
rales en hechos positivos, "teóricamente seguros y prácticamente mane-
jables". Entre los "descubrimientos" que hacen posible esta expansión
positiva, Domer menciona (al igual que Foucault): el desarrollo de la
noción de instinto, el surgimiento de una "doctrina perfectamente clara"
sobre la alienación mental, y una higiene orientada a dominar pero tam-
bién a prevenir las enfermedades.
El propósito de estos apuntes no es ahondar en la teoría de la degene-
ración y en sus consecuencias, lo que cuenta con magníficos estudios, 159
sino ilustrar cómo se produjo en Cuba la recepción de estas trasforma-
ciones discursivas, partiendo para ello de textos escritos por autores cu-
banos, algunos formados en París bajo el magisterio de Jules G. F. Bai-
llarger, Benedict August Morel y Valentin Magnan, entre otros, y todos
radicados luego en la isla a excepción de Manuel González Echeverría,
quien dirigiera durante años el Asilo de Locos de Nueva York. 16°Claro

'" Klaus Dorner: Ciudadanos y locos. Historia social de la psiquiatría, Madrid, Taurus
ediciones, 1974, pp. 201-220 .
.,. Ver por ejemplo: Robert Castel: El orden psiquiátrico. La edad de oro del alienismo,
Madrid, Las Ediciones de La Piqueta, 1980; José Luis Peset: Ciencia y marginación. Sobre
negros, locos y criminales, Barcelona, Editorial Crítica, 1983; y Rafael Huertas García Alejo:
Locura y degeneración, Madrid, CSIC, 1987.
1•• Benigno Souza: "Manuel González Echeverría", Figuras cubanas de la investigación

científica (Ciclo de conferencias celebrado del 6 de noviembre al 30 de diciembre de 1940),


La Habana, Publicaciones del Ateneo de La Habana, 1942, pp. 143-166. Desde de la década
de 1850 y hasta comienzos del siglo XX, numerosos médicos cubanos se forman en Francia, y
no pocos se orientan hacia la neurología y psiquiatría, escribiendo tesis que o bien se publican
en París, o bien en La Habana. Entre estos últimos se encuentran: José Joaquín Muñoz, alumno
de Baillarger entre 1857 y 1860; Manuel González Echeverría, discípulo de Trousseau, por los

llO
que va implícito en estos apuntes -que limito al período que va de 1863
a 1895- una apreciación global de los conceptos mencionados.

Comencemos por un hecho insólito, en principio desde un punto


de vista bibliográfico. En diciembre de 1863 se publicó en La Habana
Tratado de Alienación Mental. Lecciones del Dr. Baillarger, médico del
Hospicio de la Salpetriere de París, recogidas y redactadas en castella-
no con algunas notas de José JoaquínMuñoz. 161 De esta manera, algunos
de los principales textos de Baillarger, diseminados sobre todo en los An-
nales Médico-Psychologiques que él mismo fundara en 1843, aparecen
en Cuba en forma de libro antes que en ningún otro sitio, y en un contex-
to -la reciente fundación de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas
y Naturales- que les aseguraba sin duda una notable acogida. Se trata
de una obra que recoge buena parte del pensamiento de quien representa
dentro del alienismo francés la expresión más acabada de lo que Foucault
llama "el descubrimiento del instinto". 162
Muñoz, su alumno durante tres años en la Salpetriere, obtuvo en di-
ciembre de 1861, en París, del propio Baillarger, el consentimiento para
la publicación del libro, el cual admitía la presencia de varios capítulos
complementarios de diversa autoría en los que, curiosamente, se polemi-
zan algunos de los conceptos del maestro. Es el caso de los dedicados a la
histeria y a la "epilepsia delirante larvada", ambos a partir de las descrip-
ciones de Morel, resueltas según Muñoz con "admirable talento". Pero
mismos años; Manuel Sabas Castellanos, que hacia 1868 sigue las clases de Baillarger; Agustín
W. Reyes Zamora, alumno de Magnan entre 1871 y 1873; Manuel Tagle Alfonso, alumno de
Magnan entre 1873 y 1875; Mariano García Rijo, alumno de Magnan entre 1877 y 1879; Anto-
nio Díaz Albertini, interno de Charcot entre 1889 y 1890; Rafael Pérez Vento Nin, colaborador
de Raymond entre 1897 y 1898; Juan Portell Vilá, colaborador de Toulouse y de Fursac entre
1922 y 1923; y, Agustín M. Abril, alumno de Henri Claude a finales de los años veinte. Otros
asistieron a cursos breves en Paris, entre ellos Tomás Plasencia y Aristides Mestre.
161 Tratado de Alienación Mental. Lecciones del Dr. E. Baillarger, Médico del Hospital de

la Salpetriére de París, Recopiladas y redactadas al castellano con algunas notas por José J.
Muñoz, Dr. en Medicina de la Facultad de París. Director del Asilo de Enajenados de la Isla de
Cuba, La Habana, Imprenta Militar, 1863.
162 Michel Foucault: Los anormales, Madrid, Ediciones Akal, S. A., 2001 (véase "Clase

del 12 de febrero de 1975", pp. 127-154).

111
será la inclusión de una serie de notas del alienista cubano, algunas muy
críticas con las ideas de Baillarger y redactadas ya en la Isla mientras
fungía como director facultativo de la Casa General de Dementes (Ma-
zorra), las que aporten al libro un valor añadido, pues permiten apreciar
el modo en que Muñoz se posiciona ante presupuestos diferentes y, por
tanto, también los límites de su recepción (en parte dictados por los del
saber de la época).
Baillarger había sostenido una concepción de la locura más amplia,
que lo mismo admitía las "lesiones del entendímiento" que "la ímpoten-
cia de la voluntad para resistir las impulsiones", pero en la cual el segun-
do aspecto -y en particular el eje de lo voluntario/involuntario- va a
prímar en toda su amplitud sobre el prímero, al punto de explicar fenó-
menos hasta entonces no claramente conectados a la conducta instintiva
como las alucinaciones, el delirio agudo y la manía. Esta supremacía de
lo instintivo, convertido en fondo de cualquier locura, en su mecanismo
intrínseco, es lo que se ha llamado "principio de Baillarger", de notable
influjo en la psiquiatría forense durante las décadas de 1840 y 1850, sien-
do particularmente válido para superar la noción de monomanía.
Al referirse a las deficiencias de esta categoría de Esquirol, Muñoz
toma como ejemplo la monomanía suicida, a la que contrapone las mo-
dernas consideraciones de Baillarger sobre el suicidio, quien lo apreciaba
más bien como un síndrome donde lo común sería una alteración de los
ímpulsos. Sin embargo, no deja de ser curioso que Muñoz le reclame el
no haber situado la ímpulsión suicida en la órbita de las "locuras transi-
torias" y, por lo tanto, en proxímidad a la epilepsia, entidad que se venía
entendiendo cada vez más como la causa de aquellos "estados fugaces",
lo que en su opinión le hacía "perder el mérito de oportunidad a las ob-
servaciones de nuestro ilustre maestro". Muñoz apuntaba de este modo
a una corriente más reciente, entonces en emergencia, según la cual todo
acto de locura y/o criminal podía ser considerado en base a un origen
epiléptico; corriente que, de Trousseau a Lombroso, pasando por Mo-
rel, tendrá un impacto aún mayor en el terreno de la psiquiatría legal; y
cita, en este sentido, la conocida frase de Trousseau: "Cuando un hombre
comete un crimen arrastrado por una ímpulsión súbita y sin motivo, si
este hombre no había presentado anteriormente signo alguno de locura,
ni estaba ebrio, su acción debe, casi siempre, ser explicada por la exis-
tencia de la epilepsia", frase que calibra como lo más actual en materia

112
de psiquiatría. Baillarger, por su parte, aunque reconocía la importancia
que esta concepción de la epilepsia podría llegar a tener para la jurispru-
dencia (de hecho, su concepto de automatismo influyó en este sentido),
siempre creyó oportuno afirmar, sin embargo, que se trataba de un asunto
teórico por confirmar y, sobre todo, de un terreno confuso con opiniones
dispares como las de Dalasiauve y Falret. (Idea a la que el alumno se
adhiere finalmente, pero con matices, tras haber atizado el fuego.)
Otro reclamo que Muñoz hace a su maestro y que va también en
la dirección del degeneracionismo, es el no haber considerado ciertos
estados "intermedios" entre la inteligencia normal y la imbecilidad,
cuya aceptación podría haber modernizado, a su juicio, las relaciones
entre psiquiatría y ley. Concretamente, alude a una clasificación de Mo-
rel, quien basaba la existencia de dicho tipo intermedio en la figura del
"simple de espíritu", equivalente al "torpe" descrito antes por Ferros.
"¿Quién podría negar -se pregunta el cubano- que antes de llegar a
la imbecilidad confirmada, existe otro grado bien característico que no
siendo todavía la imbecilidad misma, tampoco es el estado normal de la
inteligencia?" En efecto, estaba en juego, en esta apreciación, el afán de
ampliar las fronteras de la anormalidad de acuerdo con una estrategia
similar a la que ya entonces supone (siguiendo un vector más etiológico
que nosológico) la categoría de los degenerados elaborada por el propio
Morel. Según Muñoz, la aceptación del "simple de espíritu" hubiera im-
plicado, ante los tribunales, una responsabilidad relativa y, por lo tanto,
una apertura mayor entre la responsabilidad absoluta exigida a los "nor-
males" y la nula (para "idiotas" y "cretinos").
Pero donde Muñoz se aparta de manera significativa de los presu-
puestos de Baillarger, aun cuando su maestro defendía el carácter here-
ditario de algunas enfermedades, es en la aceptación tácita de la teoría
hereditaria de Morel en tanto válida para explicar la inmensa mayoría
de las afecciones mentales. Aunque Muñoz no se extiende alrededor de
las tesis morelianas, sus referencias constituyen, en el medio cubano, un
primer avance de la que será la doctrina dominante de la psiquiatría hasta
las primeras décadas del siglo XX. No obstante sus aciertos, estas notas
de Muñoz -unas veces críticas, otras ambiguas e incluso anodinas- no
conforman por sí mismas un cuerpo de ideas. Comoquiera, Muñoz se
adscribe más que nada al pensamiento psiquiátrico de Baillarger, dentro
de cuyos limites se mueve mayormente, como puede apreciarse en varios

113
textos suyos publicados con posterioridad. 163 De hecho, su proyecto de
reforma de la Casa General de Dementes y, en general, su concepción
asilar apunta al concepto de "institución terapéutica" elaborado por Es-
quirol y lo muestra todavía lejos de las proposiciones post-esquirolianas
que la época de Morel va a inaugurar. 164
Una recepción más amplia del degeneracionismo, con algunas de
sus repercusiones inmediatas, puede verse en la tesis de doctorado que,
bajo el título ¿Existen además de la locura, otras enfermedades que de-
bieran ser consideradas como impedimentos, por lo menos impedientes
del matrimonio?, 165 presentó Manuel Sabas Castellanos en la Universi-
dad de La Habana, el 28 de junio de 1870. Graduado en París donde
cursó tres años en la Salpetriere, discípulo de Vulpian, este autor ya había
publicado en Madrid un interesante manual de enfermedades mentales. 166
A partir de la teoría de la herencia tal como la define Morel siguiendo a
Prosper Lucas, y apoyándose en un artículo de Charles Lasegue sobre
el alcoholismo, Castellanos se plantea la necesidad de impedir ciertos
matrimonios que podían comprometer "la felicidad de uno o de ambos
miembros, el cuidado de los hijos, la administración de los bienes y la
patria potestad". Ajustándose al Código Penal vigente y a las leyes reli-
giosas, refiere que si bien "al demente y al imbécil no profundo en pe-
riodo lúcido no debería impedírseles por la ley el matrimonio", en la
práctica los párrocos debían ser más negativos que permisivos, ya que
"siempre es menos mal la infelicidad aislada del que ha de permanecer
soltero que la mancomunada de los cónyuges, sus hijos y acaso sus des-
cendientes, si la demencia es hereditaria como más de una vez hemos

163 Ver, sobre todo: Casa de locos de la Isla de Cuba, reflexiones críticas acerca de su

historia y situación actual, París, E. Lage, 1865; y Breve exposición de las principales reglas
que generalmente se siguen hoy en la construcción y en la organización de los Asilos destinados
al tratamiento de los locos, París, A. Parent, 1866.
164 Rafael Huertas García Alejo: Del manicomio a la salud mental: para una historia de

la psiquiatría pública, Madrid, FISSS, 1992.


165 Manuel Sabas Castellanos: ¿Existen, además de la locura, otras enfermedades que

debieran ser consideradas como impedimentos, por lo menos impedientes del matrimonio?,
(Tesis para el grado de Doctor en Medicina, discutida en la Universidad de La Habana el 29 de
julio de 1870), La Habana, hnprenta de Villa, 1870, pp. 7 y 12. Otras enfermedades y estados
"impedientes" del matrimonio eran, para Castellanos, la lepra, la consanguinidad, la sordomu-
dez, la tuberculosis, la sífilis, el alcoholismo y la impotencia
166 Manuel Sabas Castellanos: Estudio sobre algunas cuestiones relativas a la locura,

Madrid, hnprenta de la Biblioteca Universal Económica, 1868.

114
visto". Recomienda que al loco, en general, no se le permita "contraer
matrimonio cualquiera que sea su forma de locura", salvo si un facul-
tativo "determinara favorablemente, sobre todo en débiles de espíritu e
imbéciles no muy profundos". Sobre los alcohólicos, esa figura clave
del degeneracionismo, apunta que "el porvenir de estos infelices es lo
más comprometido posible tanto bajo el punto de vista del desarrollo
como del progreso de sus facultades intelectuales y afectivas", y añade,
siguiendo a Morel, "que en los casos de este género la degenerescencia
es un estado de constitución enfermiza" que conduce a "una degradación
progresiva" y les "hace no solamente incapaz de formar en la humani-
dad la cadena de transmisibilidad del progreso", sino que les convierte
también "en el mayor obstáculo por su contacto con la parte sana de la
población". Castellanos reproduce en su tesis de grado, por primera vez
en la isla, la clásica definición de la degeneración como "desvío malsano
de un tipo primitivo normal de la humanidad", y cita a propósito varios
pasajes de Morel, tomados del Traité des maladies mentales (1860). 167

II

La noción de monomanía, sin embargo, no fue desechada inmedia-


tamente y todavía algunos autores franceses la aceptaban en la década de
1860. En Cuba, el debate seguirá vigente por lo menos durante otros diez
años, al tiempo que van ganando terreno los postulados del degeneracio-
nismo, el modelo de la epilepsia, la teoría localizacionista de Broca y,
acto seguido, las tesis de Lombroso sobre el criminal nato. El 22 de enero
de 1871, Tomás Plasencia expuso ante la Academia de Ciencias Médicas,
Físicas y Naturales de La Habana su discurso "De la monomanía", en el
que, siguiendo las críticas realizadas por Falret y Morel, y basándose en
su experiencia al frente del asilo de enajenados, niega la existencia de
esta entidad. 168 Según Plasencia, de 350 enfermos mentales observados
por él ninguno era "verdaderamente monomaníaco", pues al margen del
"delirio parcial" solían advertirse otras "lesiones" de diversa índole. En-
cargado de responder al discurso de egreso, Martínez Sánchez recordó
167 BenedictA. More!: Traité des maladies mentales, París, 1860.
168 Tomás Plasencia: "De la monomanía", Anales de la Academia de Ciencias Médicas,
Físicas y Naturales de La Habana, 1870-71, T. VII, pp. 549 y 591-592.

115
la escasa tendencia de los tribunales a aceptar la monomanía, aunque
aclarando que "en torno a esta cuestión existen diversas opiniones". 169
Un ejemplo de desniveles en cuanto a la recepción, interpretación
y usos de las diversas categorías nosológicas y de los presupuestos etio-
lógicos y sus implicaciones sociales y legales, es el largo debate que
tuvo lugar entre 1875 y 1883 en el seno de la Academia de Ciencias, en
torno al caso de Agustín Acosta y Cárdenas, quien en noviembre de 1873
asesinara al Conde de San Fernando (una de las figuras más importantes
de la aristocracia habanera) a la salida de la Catedral de La Habana. Esta
polémica se inicia el 8 de agosto de 1875, cuando Felipe F. Rodríguez
presenta su "Informe de un caso de locura impulsiva homicida". 170 En
sus consideraciones, Rodríguez llegaba a la conclusión de que el ase-
sino era portador de una "monomanía por perversión del sentimiento,
acompañada de alucinaciones". El sujeto había actuado, según refiere el
galeno, "arrastrado por un impulso irresistible y aquejado del delirio de
querer lavar la honra de la familia". Una vez expuesto el informe, Anto-
nio Mestre -otro prestigioso médico cubano graduado en París- tomó
la palabra para exigir que se añadiese el calificativo de "loco peligroso"
a este individuo que, no obstante razonar "como cuerdo", obedecía a
la vez a "impulsos irresistibles"; y para reclamar su reclusión perpetua,
tal como recomendaban Maudsley y la Sociedad de Medicina Legal de
París. Pero a estas exigencias Rodríguez respondió recordando que se-
ría "extralimitarse" en sus funciones, ya que en la consulta realizada a
la Academia (se trata de las consultas que los tribunales hacían a los
académicos en calidad de expertos) no se formulaba la pregunta por la
reclusión sino, exclusivamente, por el estado mental del sujeto. Para Ro-
dríguez, tratándose de una "monomanía instintiva" estaba implícito que
"la cuestión se resolvería seguramente en la Casa de Orates". A este crite-
rio se sumó Luis Cowley, insistiendo en que el tribunal solo quería saber
"si es un loco y si lo estaba en el momento del acto". Sin embargo, esta
posición (digamos clásica y centrada de modo estricto en el problema de
la responsabilidad penal como marco de referencia) va a ser inmediata-
mente impugnada por Rocamora quien, en apoyo de Mestre, se pregunta
si acaso no es necesario que, "una vez dado el alta o curado el sujeto, la

••• Ibídem, pp. 591-592.


17°Felipe F. Rodríguez: "Informe de un caso de locura impulsiva", Anales de la Academia
de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, T. 11, 1875, pp. 128-135.

116
sociedad esté sobreaviso", con lo que colocaba de nuevo la cuestión en
términos de peligrosidad y, por lo mismo, en función de cierta "defensa
social". Rodríguez intentó mantenerse en su posición, insistiendo, contra
toda evidencia, en que "no nos está encargada la seguridad pública, ni
debemos arrogarnos una responsabilidad ajena", tras lo cual son cada vez
más los académicos que se suman a la petición de añadir el calificativo
de "loco peligroso". Por último, e intentando suavizar el debate -Ro-
dríguez llega a acusar a sus colegas de imponer el terror-, una nueva y
sensata intervención de Cowley sirvió para zanjar la polémica, con solo
formular ante los presentes, con cierto énfasis, algo ya dicho: "Señores,
¿qué mejor garantía que la casa de locos?" 171 Y en efecto, de eso se trata;
pero también, como puede apreciarse con toda claridad, de un desen-
cuentro de primera importancia para la psiquiatría de la época, sin duda
de mayor calado que continuar o no empleando la categoría de monoma-
nía; un desencuentro, a saber, entre la noción jurídica de responsabilidad
según la cual se seguía planteando, como cuestión principal, el grado de
locura o libertad del individuo; y aquella otra que, a partir de ahora, plan-
teará sobre todo (aunque en Cuba siempre a saltos y de modo irregular) el
grado de peligrosidad que cualquier individuo supone para la sociedad.
En una dirección aproximada va la presentación, en abril 1876, por
Emiliano Núñez de Villavicencio, del texto titulado "De la locura heredita-
ria", en el que el autor asegura que "en el estado actual de la ciencia la crea-
ción del grupo de las locuras hereditarias está perfectamente legitimada". 172
Se trata de un excelente y actualizado resumen de las nuevas tendencias
dominantes en la psiquiatría europea, particularmente en Francia, en el
que se alude de paso a la locura de joven Acosta como ejemplo de locura
hereditaria y proclividad criminal. A este discurso respondió Tomás Pla-
sencia, quien critica abiertamente la teoría de Morel, calificándola de "lata
e insostenible". 173 Según su experiencia en el asilo de locos, a la que apela
otra vez como en la intervención sobre la monomanía, no había encontrado
"ningún carácter específico en la locura hereditaria", mientras que algu-
nas enfermedades mentales se producen en cambio por el influjo de las

171 Ibídem, pp. 132-135.


172 Emiliano Núñez de Villavicencio: "De la locura hereditaria", Anales de la Academia
de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, T. XII, 1876, pp. 465-487; y T. XIII,
1876-77, pp. 96-97.
173 Ibídem, pp. 488-493.

117
bebidas alcohólicas y de otras causas ambientales, "no estando siempre el
alienado bajo la fatal ley de la herencia". Sin embargo, aunque la posición
de Plasencia pudiera interpretarse como progresista, al señalar factores no
hereditarios y pretender escapar del determinismo -lo que no fue infre-
cuente entre médicos cuyo bagaje se sostenía sobre todo en la experiencia
práctica-, en realidad no lo era en modo alguno. Y es que el degenera-
cionismo fue en sus inicios (no obstante su rápido devenir conservador,
con todo lo que implicó la eugenesia y el racismo de estado) un intento sin
precedentes encaminado a encontrar soluciones efectivas a fenómenos en
definítiva sociales, como la pobreza y la enfermedad, todo lo cual, pese al
biologismo de fondo, pero también en virtud suya, se esbozó desde una
tradición de izquierda a veces claramente socialista. Así que en principio,
y en este marco en particular, lo "progresista" no dependía de estar a favor
o en contra de lo hereditario.
Un año más tarde Emiliano Núñez de Villavicencio expone su "Dis-
curso acerca de las localizaciones cerebrales y la locura instintiva". 174
Asistimos aquí a una extensión del debate alrededor del asesino del Con-
de de San Fernando, motivado esta vez por un informe de Mario García
Rijo, 175 quien se mostraba partidario del diagnóstico esgrimido por Felipe
F. Rodríguez y ponía en duda la teoría localizacionista del cerebro, recién
reformulada tras los descubrimientos de Broca sobre la afasia motora.
Ante ello, varios miembros de la Academia -además de Núñez, Antonio
W. Reyes Zamora y Antonio Mestre- lo acusan de sostener criterios fi-
sioanatómicos ya vencidos ("de la época de Flourens") y de utilizar cate-
gorías nosológicas todavía próximas a Esquirol, aun cuando García Rijo
también aplica al asesino el diagnóstico de "locura de doble forma". En
su intervención, Emiliano Núñez respondió a García Rijo expresándole
que todo París aceptaba sin reparos los últimos descubrimientos de Broca
y que hacía, además, un mal uso del concepto "doble forma" acuñado por
Baillarger. Apoyándose en Morel y Moreau de Tours, Núñez va a insistir
en el condición hereditaria de la patología del asesino y, no solo ello,
174 Emiliano Núñez de Villavicencio: "Discurso acerca de las localizaciones cerebrales

y la locura instintiva", Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Física y Naturales de La


Habana, T. XIV, 1877-78, pp. 194-220.
175 Mariano García Rijo: "Herida del cerebro", Anales de la Academia de Ciencias Médi-

cas, Físicas y Naturales de La Habana, T. XIII, 1876-77, pp. 554-559 y 567-89. García Rijo
también se graduó en París con una tesis de tema psiquiátrico: Contribution a l 'étude de la folie
puerpérale, París, 1879, A. Parent, p. 84.

118
sino también es su carácter impredecible, según el cual la misma podía o
bien manifestarse o bien permanecer como predisposición (citando aquí
a Legrand du Saulle).
Lo que se ventila entonces es, sin duda, no tanto la cuestión del
diagnóstico en torno a las diferentes definiciones de "locura impulsiva",
cuanto ese punto de corte epistémico que supuso, con la entrada en es-
cena del degeneracionismo, ligar lo instintivo a lo hereditario. En este
sentido, mientras Rodríguez y García Rijo se mueven en una órbita cier-
tamente próxima a Esquirol y a sus seguidores; Núñez, Reyes Zamora y
Mestre optan, en cambio, por una visión etiología (es esto, causal) que
remite el instinto a una condición innata capaz de trasmitirse de una a
otra generación, de degradar a formas cada vez más mórbidas e incontro-
lables, y de permanecer no obstante oculta, en muchos casos, pudiendo
manifestarse como acceso de locura o como acto criminal. Si bien es
cierto que la noción de instinto -sobre la cual se perfila la de anomalía
y, en consecuencia, la de anormales- se había ido "biologizando" por
su cuenta, también lo es que solo ahora, con la sujeción de la psiquiatría
a una "concepción total" de carácter dinámico y evolutivo, se la anuda
definitivamente a lo hereditario. Por otra parte, con los hallazgos de Bro-
ca y el auge del localizacionismo, la anatomía patológica recuperaba en
parte su fundamento, por lo que, otra vez y con nuevo ahinco, habría de
buscarse en el cerebro (en sus lesiones, pero también en su peso y confi-
guración) las marcas probables del comportamiento "anormal".
Todavía en 1883 se mantenía en circulación el caso de Agustín Acos-
ta y Cárdenas, asesino del Conde de San Fernando, quien por entonces
llevaba ocho años de reclusión en la Casa de Dementes. A una petición
que la Audiencia de La Habana dirige a la Academia a fin de conocer
su estado mental, responde Tomás Plasencia en su informe "Enajena-
ción mental", 176 en el que, después de recordar el diagnóstico emitido de
"locura impulsiva", expresa que en 1882 una junta de profesores había
declarado por unanimidad "que Acosta estaba en el completo y normal
goce de sus facultades intelectuales y afectivas", pero siempre que se
consignara que, por sus antecedentes hereditarios, permanecía expues-
to a contraer una "mentopatía", sobre todo en caso que "las circunstan-
cias que le rodean sean favorables al desarrollo de la afección". De este

176 Tomás Plasencia: "Enajenación mental", Anales de la Academia de Ciencias Médicas,

Físicas y Naturales de La Habana, T. XX, 1883, p. 514.

119
modo, y según se desprende de los comentarios de Plasencia, Acosta
y Cárdenas habría de permanecer recluido en el manicomio, pues "los
mismos profesores que aseveran" su curación "temen con razón que el
ataque se reproduzca", no habiendo sanado así - según afirma el autor
del informe- "de su diátesis vesánica". Por lo tanto Plasencia, que ha-
bía negado la doctrina de Morel por "lata e insostenible", no solo no se
opone aquí a esa condición hereditaria que perpetúa al sujeto en tanto
enfermo, sino que incluso acepta, al apelar al concepto de diátesis ve-
sánica, la entonces emergente noción de "estado" (otra de las invencio-
nes del degeneracionismo), al tiempo que remite a los antecedentes del
individuo (esto es, al rastreo evolutivo de sus pulsiones) cuando afirma
que, ya en 1863, una década antes del crimen, había estado "sufriendo
de enajenación mental". En fin, curación no significa sanidad; y con ella
no desaparece el peligro: un fondo instintivo, monstruoso, podría aflorar
en cualquier momento. Desconocemos el final de este curioso asesino
cubano convertido en "loco peligroso". El caso está abierto.

111
Entretanto, el modelo de la epilepsia ganaba terreno. Si el eje de
lo voluntario-involuntario había hecho posible el surgimiento de una
psiquiatría moderna capaz de englobar los desvíos del comportamiento,
también había influido en la conformación de la neurología, aunque ésta
solo se consolide como saber a finales del siglo XIX. Es a través de la
neurología que la medicina y la psiquiatría se van comunicar al nivel de
ciertos contenidos, teniendo como base a la epilepsia, entidad que se per-
fila desde entonces como un trastorno que, al manifestarse por medio de
la liberación involuntaria de determinados automatismos, también podría
estar en el origen de la locura y el crimen. Ahora los síntomas psiquiá-
tricos (incluso las alucinaciones), pueden ser enfocados somáticamente,
esto es, remitirán a un encuadre médico en el que el peso de la epilepsia
deviene una cuestión fundamental.
Uno de los más conocidos neuropsiquiatras de la época fue el cu-
bano Manuel González Echeverría. Discípulo de Armand Trousseau y de
Charles Robín, tras graduarse en París en 1860 y pasar otros tres años en
el Hospital Beldlen de Londres, ciudad en la que completa su formación

120
junto a Rack Tuck, se radica por fin en Nueva York. Allí es nombrado en
breve director del Asilo de Locos y Epilépticos y profesor de la Cátedra de
Enfermedades Nerviosas y Mentales, de reciente creación. Su libro más
importante, On Epilepsy: an.atomo-pathological and clinical notes, apa-
reció en octubre de 1870. 177 Las tesis de González Echeverría entran de
lleno en el organicismo positivista y entroncan con la teoría de la herencia,
con múltiples referencias a Moreau de Tours, Morel, Guislain y Briquet,
autores que no solo coincidían en reunir bajo el modelo de "neurosis"
afecciones como la epilepsia, la histeria y la ataxia, sino que aceptaban
-siguiendo los postulados de Prosper Lucas acerca de la herencia disi-
milar- la transformación hereditaria de unas en otras, suerte de embrollo
que permitía explicar con suma ligereza no solo la herencia de rasgos físi-
cos, sino también psíquicos y morales. Abundan en este libro los elogios
a Morel y algunos pasajes suyos, entre ellos el clásico ejemplo de una
familia que degenera en el lapsus de cuatro generaciones, dando inicio a
lo que constituyó todo un género, el de las genealogías morbosas, con toda
su arborescencia marchita y uno de cuyos modelos predecía: inmoralidad,
depravación e intemperancia en la primera generación; alcoholismo, ata-
ques maníacos y parálisis en la segunda; hipocondría, lipemanía, delirios
y tendencias homicidas en la tercera; y estupidez, idiocia y extinción de la
raza (esterilidad) en la cuarta y última generación.
Pero el valor del conjunto de la obra de González Echeverría no se
muestra apenas en la asimilación teórica de la doctrina de Morel, sino
además en sus aportes a la creciente autorización de la neuropsiquiatría.
En este sentido, sus investigaciones clínicas sobre la epilepsia contribu-
yeron a extender todo un campo de observación, a saber: desde los dife-
rentes tipos de convulsiones hacia modalidades menos clásicas de esta
patología (como las crisis nocturnas, las vertiginosas, las procursivas y
las de ausencia, etc.), y desde las relaciones de la epilepsia con el alcoho-
lismo y las psicosis hacia el vinculo con diversos trastornos conductuales
que ya habían sido asimilados por la psiquiatría. Todo ello, unido a sus
propuestas preventivas, algunas de carácter pre-eugenésico, va a influir
de manera notable en el terreno jurídico, a la vez que permitirá separar
a la neurología del viejo alienismo (debate muy intenso en los Estados
Unidos a la altura de 1870-1880, en el cual González Echeverría partici-

177 Manuel González Echeverría: On Epilepsy: Anatomo-Pathological and Clinical No-

tes, NewYork, 1870.

121
pa activamente) e iniciar de paso la reforma de los manicomios según el
modelo ya no solo observacional, sino también experimental, propuesto
por la medicina de la época. 178
La fama de González Echeverría creció en Nueva York tras su inter-
vención en el caso Montgomery. Joven carretonero que había padecido
durante su infancia de ataques de epilepsia, a los 18 años se casa con una
prostituta que luego lo abandona, llevándose al hijo de ambos. Tras una
reconciliación en la que había mediado la familia, la pareja decide reti-
rarse a Roschester donde, el 13 de noviembre de 1870, al día siguiente
de haber arribado a aquella localidad, Montgomery mata a su mujer a
hachazos mientras dormía. Tras un largo proceso en el que no valieron
los argumentos de la defensa acerca de la irresponsabilidad (y por tanto
de la locura) del asesino, pues había habido premeditación, Montgomery
fue condenado a muerte. Es entonces que González Echeverría lo exa-
mina en la cárcel y dice probar su epilepsia, lo cual -luego de diversas
gestiones, entre ellas las de apelación- motiva que el Gobernador Ho:ff-
man retire la sentencia y que el criminal sea trasferido al Asilo de Locos
Criminales de Auburn, donde se repetirían los episodios convulsivos. 179
Al igual que otros neuropsiquiatras, González Echeverría conside-
raba que el crimen de los epilépticos respondía siempre a su enfermedad
("automatismos"), lo que los convertía ipso facto en irresponsables desde
el punto de vista jurídico. En 1875, y como parte de esta corriente de
ideas, la Sociedad Médico Legal de París, luego de una prolongada dis-
cusión en la que intervinieron, entre otros, Lasegue, Falret, Duvergie y
Le grand du Saulle, 180 formuló que la irresponsabilidad de los epilépticos
debía de ser juzgada conforme a las reglas que seguían los expertos para
apreciar la irresponsabilidad de los demás locos, teniendo en cuenta la
circunstancia especial de que en la epilepsia el impulso mórbido, irre-
sistible, podía pasar sin dejar huellas. Falret pronuncia entonces las tres

178 Manuel González Echeverría: "Tratamiento de nuestros enajenados", Revista de Cien-

cias Médicas, T. IX, nº 16, 20 de agosto de 1894, pp. 185-187; y, E. Fuller Torrey; Judy Miller:
The invisible plague: the rise ofmental illnessfrom 1750 to the present, New Brunswick, NJ:
Rutgers University Press, 2001.
11• Manuel González Echeverría: Criminal Responsibility ofEpileptics, as illustrated by

the case ofDavid Montgomery, New York, 1873; y American Journal ofInsanity, nº 29, 1873,
pp. 341-425.
180 José de Armas y Cárdenas: Observaciones médico legales sobre el caso de D. Esteban

Verdú, La Habana, Establecimiento Tipográfico O'Reilly, 1890, pp. 15-17.

122
reglas que van a definir la cuestión: precisar si el delirio se asoció o no a
convulsiones; si existe amnesia, vaguedad de actos e ideas; y asegurarse
de que los actos sean instantáneos, como resultado de un automatismo.
Sin embargo, tras la aparente claridad de estos preceptos, surgía la cues-
tión de ciertos comportamientos "meditados" que también se consideran
producidos por estados fisiológicos y que, en última instancia, dejaban
una brecha, ya que era difícil diferenciar entre la amnesia -el olvido
involuntario en estos casos- y la simulación de la misma.
En una "Memoria sobre la locura epiléptica en sus relaciones con los
tribunales de justicia" que publica en La Habana en 1874, 181 y en la que
analiza la conexión entre epilepsia y psicosis, González Echeverría afirmó:
"El gran peligro de los epilépticos está más que en su perturbación men-
tal en sus impulsos insólitos". Criterios parecidos expone en París, en el
marco del Congreso Internacional de Medicina Mental celebrado durante
la Exposición Universal de 1878, y en el que fue designado vicepresidente
del comité organizador. Según González Echeverria, la psicosis se aso-
ciaba a una mayor frecuencia de ataques (sobre todo pequeño mal, crisis
nocturnas y vertiginosas, esto es, las formas parciales de los automatis-
mos), y revestía tres formas clínicas: intermitente, remitente y continua,
progresando las dos últimas hacia la demencia, lo que las hacía menos
complejas desde el punto de vista médico legal. No así la forma intermiten-
te cuya máxima expresión, el ataque de furor, la convertía en una entidad
peligrosa, causa corriente de crímenes y base principal de la problemática
médico legal de esta patología. ("Consideraciones clínicas sobre la locu-
ra epiléptica"). 182 En otro de sus estudios, "Matrimonio de epilépticos y
transmisión hereditaria de la enfermedad -también publicado en Cuba-
afirma: "los epilépticos son seres peligrosos y abyectos, a la par dignos de
compasión por lo horroroso de sus paroxismos y la incapacidad de resistir

181 Manuel González Echeverría: "Memoria sobre la locura epiléptica en sus relaciones

con los tribunales de justicia", Anales de la Academia de Ciencias Médicas Física y Naturales
de La Habana, T-X, 1873-1874, p. 366; y T. XI, pp. 381-389, 441-449, 475-484, 509-517,
555-566.
182 Manuel González Echeverría: "Considérations Cliniques sur la Folie Épileptique",

Congrés International de Médecine Menta/e (en Actes. Compte rendu sténographie), París,
1880, pp. 238-265; y "Consideraciones clínicas sobre la locura epiléptica", Evolución de la
Cultura Cubana, Vol. XVII: La Ciencia en Cuba, presentación y notas de José M. Carbonell y
Rivero, La Habana, 1928, pp. 53-81.

123
sus impulsos mórbidos". 183 Retoma aquí el modelo hereditario de no simi-
litud, y lo liga no solo a afecciones nerviosas que podían cambiar de una a
otra generación, sino también al alcoholismo, al que ve como un aliado de
la degeneración, sobre todo en los estratos sociales más bajos que consti-
tuían, según él: "materia preñada de enseñanza para llegar a la verdadera
fuente del crimen y de la depravación en todas las esferas del cuerpo so-
cial". Establece asimismo que la epilepsia, al contrario del suicidío, no se
trasmite de acuerdo con el modelo de herencia semejante, sino según el dí-
similar: "El germen morboso heredítario experimenta transformaciones en
cada generación siguiente, para no permanecer estacionario". No obstante,
insiste en que la transmisión directa (de padre a hijo) de la epilepsia es un
hecho positivo, de ahí que "grave responsabilidad pese sobre el médico
que, como preservativo o por cualquier otra razón, aconseje el matrimonio
a un epiléptico, tanto por el riesgo a que se exponen los cónyuges como por
lo futuro de sus descendientes".
Un debate que continúa la cuestión de la epilepsia y sus relaciones
con la criminalidad, pero llevándolo al terreno étnico, es el que sostienen
en 1890 Gustavo López y Gonzalo Aróstegui. Médíco de enorme expe-
riencia práctica, con años de servicio en Mazorra y una visión clara del
influjo de la miseria y de otros factores sociales en la locura, pero no por
ello ajeno a una mirada bio-moralista de igual o mayor alcance (se trata
de una dualidad aparente), López es quien actualiza en Cuba las tesis de
Morel, apoyándose en los postulados más recientes de Valentin Magnan,
a quien asimila -según opinión de Rafael Huertas, en el único estudio
sobre el degeneracionismo en Cuba publicado hasta la fecha 184- de ma-
nera desigual. En su texto "Estado mental de los epilépticos", 185 expuesto
ante la Sociedad de Estudios Clínicos, López afirmó la inexistencia de la
epilepsia entre los chinos, criterio vertido a partir de sus observaciones
en la Casa de Enajenados, el Manicomio Municipal de Aldecoa y la Cár-
cel. Pero según Aróstegui, que responde en un extenso y erudíto ensayo

183 Manuel González Echeverría: Marriage and Hereditariness of Epileptics, London,

1880; y Matrimonio de epilépticos y transmisión hereditaria de la enfermedad, La Habana,


Imprenta de Soler, 1888.
184 Rafael Huertas García-Alejo: "Sobre los orígenes de la psiquiatría cubana: la obra de

Gustavo López (1860-1912)", Asclepio. Revista de historia de la medicina y de la ciencia, Vol.


XLIII, Fase. 11, 1991, pp. 69-87.
185 Gustavo López: Patología Mental. Estado mental de los epilépticos, La Habana, Im-

prenta A. Álvarez, 1890, 16 pp.

124
(elogiado por cierto por Varona y del que Montané echa de menos que
no se cite a Lombroso), ello constituía todo una paradoja, "tratándose
de raza tan criminal". 186 Cómo es posible -se pregunta- que habiendo
en Cuba cerca de 4000 chinos, y tantos de ellos criminales, no hubiera
ni un solo epiléptico. Semejante resultado solo podía explicarse, añade
Aróstegui, por la exigua muestra en que se basó López para llegar a ta-
les conclusiones y por su falta de información y débiles conocimientos
(por ejemplo, el mal uso que supuestamente hacía de la clasificación de
Falret). En su contra-respuesta, Gustavo López plantea que, a un artícu-
lo suyo de carácter práctico y original, Aróstegui oponía otro teórico y
excesivo en citas, como de pedagogo al que le faltan opiniones propias.
Refiere, además, que no pretendió describir extrañas variedades de esta
patología, sino centrarse sobre todo en "los actos impulsivos", puesto
que en ello radica "el principal peligro de los epilépticos" .187 (En otro
artículo suyo, López comenta que la melancolía, muy a menudo el "es-
tupor melancólico", caracteriza a la locura de los chinos, provocada por
el abuso del opio pero también por el "celibato que los lleva a la mastur-
bación y a la sodomía" y los prepara "para la saliente languidez de sus
estados mentales"). 188

IV

Una vez más, el problema de la peligrosidad salía a relucir como ar-


gumento retórico y en tanto estrategia discursiva llamada a anclar la prác-
tica psiquiátrica dentro del derecho penal. A estas alturas, la peligrosidad
se había convertido en la piedra de toque de una nueva racionalidad que,
si bien no va a modificar los códigos penales vigentes (no era necesario),
contaba ya con nuevas instancias: los manicomios criminales (o bien los
departamentos para locos criminales dentro de los propios manicomios),
los servicios médicos de las cárceles, con psiquiatras y antropólogos que
usufructúan dicho territorio para efectuar "investigaciones" -recorde-
mos el estudio in situ de Montané sobre pederastia en la Presidio de La
186 Gonzalo Aróstegui del Castillo: Estado mental de los epilépticos, La Habana, Imprenta

de A. Álvarez, 1890.
187 Ver Crónica Médico Quirúrgica de La Habana, T. XVI, 1890, pp. 105 y 150.

188 Gustavo López: "Notas sobre las afecciones mentales más frecuentes en Cuba, y particu-

laridades que ofrecen", Crónica Médico Quirúrgica de La Habana, T. XVII, 1891, pp. 105-112.

125
Habana-, 189 los laboratorios de criminología, los venideros tratamientos
de esterilización, etc. Pero se trata de una racionalidad que, sobre todo, se
extiende difusamente por la polis, lo mismo en reformatorios y escuelas
especiales 190 que en el centro mismo de la urbe, a través de una amplitud
cada vez mayor de las redes policiales y de las técnicas de identificación.
Desde luego, ello debía venir acompañado del reconocimiento de
loco como "enfermo mental" y de una delimitación -pretendidamente
precisa- entre el enajenado y el criminal. Pero también de una percep-
ción más amplia de la peligrosidad, con la consecuente condena de aque-
llos que, no tan locos como para permanecer encerrados, ni tan cuerdos
como para que no se les controle (según el axioma de Magnan), consti-
tuían justamente por eso el mayor peligro: los anormales. 191 Y es esto lo
que, bajo un manto de filantropía y tras una crítica rancia y previsible a
los tribunales, el propio Gustavo López propone en 1891, en sus Consi-
deraciones sobre las garantías del loco. 192 En este interesante artículo, el
autor comienza criticando a las familias y a la sociedad por "segregar" a
los enfermos mentales y pide que no se les trate como a bufones y delin-
cuentes, insistiendo en que a menudo se les confunde con los criminales,
"cuando en realidad la criminalidad del enajenado es, además de ocasio-
nal, siempre involuntaria". La pregunta formulada es, sin embargo, la
siguiente: ¿cómo debe defenderse la sociedad del criminal? En primer
lugar es necesario levantar una "sólida barrera", nos dice López, "desde
la cuna". Solo aplicando la higiene y la pedagogía social desde el naci-
miento, y aún desde antes, podrían evitarse "los estados degenerativos y
hereditarios". Para añadir que se impone el "control de todos los seres
susceptibles de enfermar". El autor fusiona en definitiva a las instancias
del enfermo y el criminal en un mismo espectro, al centro del cual coloca
a "ese contingente ciertamente numeroso que nos ofrecen los estados
bautizados modernamente con los epítetos de fronterizos, desequilibra-
189 Luis Montané Dardé: "La pederastia en Cuba", Primer Congreso Medico Regional, La

Habana, Imprenta A. Álvarez, 1890, pp. 581-582.


190 Reglamento para el régimen y gobierno interior del Asilo San José, La Habana, Im-

prenta de la Viuda de Barcina, 1874.


191 Magnan, V., y Legrain, P. M.: Les dégénérés. Etat mental et syndrome épisodiques,

París, 1895, p. 55.


192 Gustavo López: "Consideraciones sobre las garantías del loco", Archivos de la Socie-

dad de Estudios Clínicos, T-VI, 1891, pp. 6-27.

126
dos, obsesos, degenerados, etc., que brindan tantas y tantas condiciones
favorables al arrebato, a la perversión y al crimen".
En efecto, será Gustavo López el psiquiatra cubano más preocupado
por llevar las intervenciones de la psiquiatría más allá del manicomio.
Crítico feroz de la miseria social, en la que reconoce una de las causas
de la locura, sobre todo cuando habla de los enfermos recluidos en Ma-
zorra; crítico de la "cronicidad" y "palidez" de los cuadros clínicos que
se aprecian en el asilo, adonde los enfermos llegan "cuando ya nada se
puede hacer"; y crítico, por tanto, de la administración española y de
sus obstáculos para reformar el asilo, no podía sino comportarse como
un psiquiatra moderno en toda regla; es decir, como alguien llamado a
detectar la locura antes de su eclosión y a prevenir con suficiente anti-
cipación cualquier desvío, desde la infancia hasta la adultez, e incluso
desde antes, si ello fuera posible.
Pero son otros dos textos suyos los que mejor articulan, ya no solo
sus consideraciones sobre la nueva clase de enfermos descrita por Valen-
tin Magnan, sino también su proyecto de psiquiatrización de la sociedad
cubana, desde un enfoque ya claramente eugenésico. En Los degenera-
dos 193 apunta: "Yo creo que bajo este rubro se cobija todo ese mundo
de extravagantes que, como dice Gélineau, se codean con nosotros, se
encuentran a cada paso en la vida, y por sus excentricidades y rarezas,
merecen la atención de los desocupados y la observación y reflexiones de
todos". Hay otras definiciones en las que se aprecia la lectura de Le grand
du Saulle, y de otros autores, pero son suficientemente conocidas. Prefie-
ro detenerme en la descripción que realiza de un caso de "degeneración
intelectual" en una familia cubana:
Un caballero de gran inteligencia, de la mejor educación, que por todo estig-
ma tiene una acentuada asimetría de su semblante. Pero evidencia empobreci-
miento notable de su sentido moral, y perversión del sentido genital. Esta perver-
sión consiste, en que la gente de color le seduce extraordinariamente. En su casa
misma ante sus familiares paga tributo a su especial concupiscencia. Siempre
tiene dos, tres o cuatro mujeres. Han de ser pardas acentuadas o completamente
negras. Las mujeres de nuestra raza, los atributos refinados y encantadores de la
mujer blanca, nada despiertan en él. Jamás ha pagado en compañía de ella tributo
ala Venus.

193 Gustavo López: Los degenerados, La Habana, Tipográfica de Los Niños Huénanos,

1893, p. 5.

127
Se trata -este fragmento- de uno de esos discursos que, a pesar
de su carácter risible, o en virtud de ello, indica hasta qué punto podían
llegar las acechanzas. O, en otras palabras, cuál era el verdadero alcance
del registro moral y/o policial en una sociedad multiétnica como la cuba-
na, en la que las nociones de peligrosidad se colocan (justamente) en el
corazón de los intercambios raciales, con tanto o más énfasis si se traspa-
san barreras de clase y género. La percepción normativa de este princi-
palísimo peligro, el de las mezclas raciales, se venía incrementando, por
supuesto, en estos años en los que se asiste a un alza de la inmigración
blanca y al desmontaje de la esclavitud. Todo ello va a acelerar la puesta
en escena de discursos y prácticas que se nutren del degeneracionismo y
de las teorías de Lombroso. Por ejemplo, la "invención del ñáñigo", con
lo que supuso en cuanto a producción textual y mecanismos de control; 194
el creciente relato sobre la prostitución reglada, con los consecuentes
censos de burdeles y prostitutas y la creación del Hospital de Higiene; 195
las primeras redadas de homosexuales, incluyendo deportaciones; 196 el
uso de la fotografía como medio de identificación (en prisiones y en el
asilo de Mazorra); 197 la creación de dispensarios especiales para niños y
tuberculosos, 198 etc.

194 José Trujillo y Monagas: Los criminales de Cuba, Barcelona, F. Giró, 1882. (Ver en

particular el capítulo "Los ñáñigos: su historia, sus prácticas, su lenguaje", fuente principal de
los posteriores estudios de Femando Ortiz, Israel Castellanos y Rafael Roche).
195 Ver Alberto José Gullón: "Un acercamiento a la prostitución cubana de fines del siglo

XIX", La Nación Soñada: Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante el 98, Madrid, Editorial Doce
Calles, 1996, pp. 496-505.
196 Según Montané (La pederastia en Cuba ... , p. 581 ), en 1889 se llevó a cabo una recogi-

da policial de "45 pederastas empedernídos". En 1896, otro grupo numeroso resultó arrestado y
decenas de ellos fueron deportados aisla de Pinos (La Lucha: 1 de abril y 31 de agosto de 1896).
197 Ver Tomas Plasencia: "La fotografia y la enajenación mental", Anales de la Academia

de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana, T. VIII, 1871, pp. 147-149. Acerca
de las gestiones para establecer un archivo fotográfico de penados y reclusos, consultar: Re-
copilación de reales órdenes y disposiciones del ramo del presidio, vol. 2, La Habana, 1867,
p. 303; y Legislación ultramarina, 1868, vol. 10, p. 357. Para un seguimiento de la fotografia
judicial en Cuba, Federico Mora: "La identificación de los criminales", Revista de Legislación
y Jurisprudencia, vol. 1, 1893, pp. 286-312. Se puede consultar algunas memorias del presidio
de La Habana.
198 Entre otros, los asilos para niños "La Caridad", "La Casa del Pobre" y "Granja Mode-

lo", fundados por el pediatra e higienista Manuel Delfin. Ver también Reglamento orgánico del
Asilo general para mendigos La Misericordia, fimdado por la Sociedad Protectora, La Habana,

128
Es por eso que no habría que ver "Higiene General de la Locura" 199
-último texto de Gustavo López a que haré referencia-, al margen de
estas cuestiones, sino articulado lo más estrechamente posible a preten-
siones de orden práctico. Se trata de su discurso de ingreso a la Acade-
mia y es, en esencia, el esbozo de un proyecto de psiquiatrización de la
sociedad y familia en Cuba que califica sin duda -pese a los desniveles
teóricos que se le señalan-200 como el texto más avanzado de finales del
siglo XIX, debido a su proyección preventiva y pre-eugenésica. En el
mismo, el autor establece el siguiente diseño:
1º) Higienización del matrimonio, pues "debe estimarse como un
delito social el hecho harto frecuente de fomentar la propagación de la
especie mediante el enlace de individuos privados de una constitución
sana y estable", preocupación que anticipa las políticas de control que
tanta fuerza cobran a comienzos del siglo XX.
2°) Medicalización y moralización de la mala vida, a través de me-
didas disciplinarias que apuntan contra "degenerados", homosexuales y
alcohólicos, grupos que constituyen en adelante los sujetos fundamenta-
les de la profilaxis del crimen, rindiendo los consabidos argumentos a la
defensa social.
Y 3°) Psicopedagogización y psiquiatrización del niño, ya sea desde
la propia familia o a través de escuelas ordinarias y especiales, a fin de
estudiar al menor y de apartarlo del vagabundeo y la actividad delictiva,
el juego, el onanismo y cualquier acto de rebeldía.
Demás está decir que la importancia que Gustavo López le da al me-
dio social (también dijo que se exageraba el papel de la herencia) no es
parte de una concepción sociológica (o crítica), sino un elemento más de
este proceso de "socialización" de una psiquiatría de corte biológico. En
este sentido, López se coloca en una posición prevencionista: "Queremos
levantar un altar a la meditación preventiva", dice, dejando bien claro
que no pretende "hacer terapéutica". Se intenta pasar en su caso -y de

Imprenta de Soler, Álvarez y Compañía, 1887.


199 Gustavo López: "Higiene General de la Locura", Anales de la Academia de Ciencias

Médicas Físicas y Naturales de La Habana, T-XXXII, 1896, pp. 436-455 y 474-90. López
considera que el idiotismo y la imbecilidad, esto es, los estadios más bajos de la degeneración,
son frecuentes en la infancia cubana, apuntando que "la raza negra, ya pura o mestiza, ofrece en
Cuba un contingente mayor de estas anomalías".
200 Rafael Huertas García-Alejo: "Sobre los orígenes de la psiquiatría cubana... " (ob.

cit, p. 71).

129
esto es el mejor ejemplo en Cuba- del nihilismo terapéutico propio de
la experiencia asilar (marcada por las "locuras pálidas") al optimismo
implícito de la prevención. Es por ello que las nociones de infancia y
evolución se dan cita en su texto en tanto puntos de partida, pues solo
ligando ambas nociones, se conceptualiza a la infancia como epítome de
todo desvío. Para López no hay verdadera locura en la infancia, ya que el
desarrollo mental incompleto del niño impide que se establezca "una pér-
dida de razón". Pero si las enfermedades mentales resultan "incomple-
tas" o "frustradas" en la niñez, si tanto se insiste en ello, es justo porque
ya no será necesario hurgar en la "razón" o "locura" como totalidades,
sino que, por el contrario, habrá que ir a la caza de aquellas anomalías
(siempre vestigios de incompletud) en las que asientan los conceptos de
norma y anormalidad, válidos para todo sujeto y ahora estratégicamente
reenfocados desde la infancia.
Visto de otro modo, López lleva al terreno de la psiquiatría el dis-
curso de la higiene pública, el cual se encuentra entonces en su apoteosis,
bajo la égida evolucionista. De ahí las múltiples referencias al alcoholis-
mo, la sífilis y la prostitución, como estaciones terminales de un malestar
social que, junto a la tuberculosis, servirán las posteriores estrategias de
atención a la niñez desvalida, a las familias de clase baja y, en fin, a los
sectores obreros. Comenzando por la infancia, bien a través de labores
preventivas de orden médico y educacional, bien en base a su corrección
por medios legales, podrá avanzarse hacia una sociedad rigurosamente
normalizada.
Estamos, pues, ante el punto de arranque de los estudios sobre los
menores anormales, extenso capítulo al que dan inicio en Cuba, entre
1890 y 1910, figuras como Benjamín de Céspedes, Manuel Valdés Rodrí-
guez y Arístides Mestre. 201 Será este último su más destacado promotor, a
la vez que el principal artífice de movimiento por la Higiene Mental, con
sus formulaciones biocráticas y su insoluble relación con la eugenesia.

201 Ver, entre otros: Manuel Valdés Rodríguez: La educación popular en Cuba, La Haba-

na, Imprenta de Álvarez, 1891; y Ensayos sobre educación teórica, práctica y experimental, La
Habana, 1898; Benjamín de Céspedes: "Apuntes de psicogenia infantil", Revista Cubana, T. 5,
1888, pp. 385-407; Arístides Mestre: "Sobre la creación de un departamento para la educación
médica de los niños defectuosos en sus facultades intelectuales y morales, en Memoria oficial.
Primera Conferencia Nacional de Beneficencia y Corrección, La Habana, 1902, pp. 250-252.

130
111. EL NUDO DE LA HIGIENE:
COLONIA REPÚBLICA REVOLUCIÓN
Notas en torno al matadero de La Habana

La ronda de Zequeira por las garitas y puertas de la muralla, el pa-


seo de Casal embutido en un tranvía, el de Lezama tirado por los olores
del puerto, la errancia de Piñera desde el Mercado Único, las carnicerías
fantasmas de Walker Evans, etc., son imágenes que nos aproximan al
matadero, a los fondos de una Habana criminal que la escritura desplaza
(ahora en sentido contrario) y desprende de la Ley. Se trata -claro- de
un matadero posible; pero que raspa la historia, y amplifica su oscuridad.
Cierto que vemos -en cada uno de estos textos-202 el mismo co-
rral, la misma zanja, los carniceros de siempre y hasta los escrúpulos
del ciudadano que debe garabatear su crónica o cumplir la ordenanza.
Pero también, en lo que la escritura se resuelve, "islotes negruzcos" y
"círculos desvencijados" que atrapan al vuelo miasmas-poblaciones, y
plumas de letrados que -devenidas "garrotes", "cuchillos" o "galero-
nes"- blanden, en noche propicia al crimen y al sexo, los "sobrevivien-
tes del naufragio social".
Si el fondo que Zequeira y Casal revierten es el del matadero de
época -dos momentos: cuando se le arroja fuera de las murallas, en los
confines de la población, y cuando ésta lo alcanza, englobándolo; el que
Lezama descubre es aquel de los marinos, la soldadesca y las primeras
202 Aludo a "La Ronda", de Manuel de Zequeira y Arango: Poesías, Letras Cubanas, 1984,

126-134; "El matadero", de Julián del Casal: Prosas, Tomo 11, La Habana, Consejo Nacional de
Cultura, 1963, pp. 151-152; y "Encuentro con el falso", de José LezamaLima: Poesía, Cátedra,
Madrid, 1992, pp. 132-134. Véase además la crónica de Julián del Casal "A través de la vida.
Michel Eyraud" (Prosas, Tomo 11, p. 133), escrita tras la captura, en La Habana, de este famoso
criminal francés, cuyo proceso forense implicara nada menos que a Lacassagne y a Lombroso,
generando no pocos postulados de peso en el discurso médico legal de la época. En dicha cróni-
ca, más bien un artículo de opinión, la identificación del poeta habanero con el criminal, y de
la escritura con el crimen, resultan evidentes. Del mismo modo, el Casal que visita el matadero
se identifica con la "masa criminal", otro elemento más que sugiere la condición moderna y
necesariamente monstruosa del escritor.

133
epidemias. Hay, sin embargo, un continuum, un espanto sin cronologías.
Y lo que cada registro deslinda -Zequeira a través de la parodia civil,
Casal desde la crónica roja (hecha para explotar el crimen, pero aquí
vuelta de revés) y Lezama desde un barroco intramural, portuario-, el
terror lo iguala.
Estos márgenes recuperan al escritor como monstruo, como parte
de la masa en descomposición: es Zequiera-esqueleto, de militar a res,
mientras larga pedazos y enrarece -con ralea de bichos y de serecillos
que saltan de estamentos- el mapa que traza; es Casal-Eyraud, de la ab-
yección al asesinato por escrito, tras un paneo de picapedreros, matarifes
enardecidos y gente de las barracas, ávidas de espectáculo; y, por último,
un Lezama -"hijo", este sí con los ojos vendados- dejándose llevar
entre guajiros léperos y cantantes sobresudadas "por los olores que unen
al puerto y al matadero".

II
Veamos ahora, a manera de cuadros, algunos de estos topoi.
Cuando en 1574 se dictan las Ordenanzas de Cáceres, regulando
-entre otras cuestiones- el abasto de carnes, ya los carnicerías y ex-
pendios de la ciudad suponen -en virtud de sus vínculos con la Zanja
Real- una preocupación para los regidores. Del cauce artificial, casi a
término, depende la seguridad de las tropas, a menudo diezmadas por las
epidemias. A cielo abierto, recoge todo tipo de desechos, además de la
sangre de los animales. 203
Tras la "gran peste" de 1649 (resultó ser la más notable epidemia de
fiebre amarilla), entre las medidas reclamadas está construir un matadero y
encañonar la Zanja; las sospechas recaen sobre las reses muertas y dejadas
a la intemperie, que atraen "ruidoso enjambre de moscas"; pero también
-y según la creencia de la peste hecha a mano- sobre hechiceras, men-
digos o gente de paso que habría de envenenar las aguas, el aire, el suelo,
etc.; e incluso variar la conjunción de los astros. El reclamo público habla,
sin embargo, de una ciudad que comienza a percibirse a sí misma en medio
del pánico, masivo, y de las ideas mágicas prevalecientes. 204
203 Las "Ordenanzas de Alonso de Cáceres" están incluidas en José Luciano Franco:

Apuntes para una historia de la legislación y administración colonial en Cuba, 1511-1800, La


Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1985, pp. 178-208.
20• José López Sánchez: Cuba, medicina y civilización, Editorial Científico-Técnica,

134
Al parecer se trataba de un matadero ad hoc apartado del centro, y
que vendría a sustituir las "casillas de tablas" ... En efecto, será erigido
en el barrio liminar de Campeche (en su punto más apartado), cuando
este aún no formaba parte de los cálculos de la oligarquía habanera. 205
Por su parte la Zanja Real marca desde entonces -y sin que se pier-
dan sus ligámenes, sostenidos en el tiempo, con el matadero- un plano
de aprehensiones globales. De este resulta, ya entrado el siglo XIX, el
reparto de los distritos sanitarios. 206 Toda lógica pública pasa por ella, y
en torno a ella se definen relatos de exclusión. No en balde en una de las
primeras "topografías" de la ciudad se dice: "todo tiene comercio en la
corriente de este líquido". 207 El autor, Marcos Sánchez Rubio, añade:" ...
el perro, el buey, el caballo, el cerdo".

1997, pp. 157 y 165; y Paolo Preto: Epidemia, paura e politica nell'Jtalia moderna, Roma,
Laterza, 1988.
2º' El matadero en cuestión debió ser erigido en las últimas décadas del siglo XVII, en

el marco de gestiones del Obispo de Compostela. Según un "suplicatorio a su Majestad" que


consta en las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, en 1603 no estaban terminados
ni la cárcel, ni el matadero, ni la pescadería (José López Sánchez: La medicina en La Habana,
1550-1730, Cuadernos de Historia de la Salud Pública, nº 47, La Habana, 1970, p. 47); y to-
davía en 1649 se demandaba su construcción. Sin embargo, según Antonio Herrera López, un
primer matadero fue construido en 1622. Basándose en las Actas del Cabildo, este historiador
apunta que la propiedad de los terrenos de este matadero y sus corrales pasó a las monjas que
establecerían el Convento de Santa Clara, quienes sufragaron parcialmente la construcción de
un nuevo matadero fuera de sus predios (esto es, al parecer antes de las gestiones del Obispo
de Compostela). Herrera expresa que al ampliarse el primitivo convento con la construcción
del segundo claustro, la edificación donde se sacrificaban las reses quedó incluida dentro de
la parcela conventual, lo cual se confirma porque "la construcción en cuestión, a la que se le
abrieron dos arcos después que las monjas se marcharon, posee dos grandes vanos de puerta en
los que aún se ven las cajuelas o chumaceras donde entraban los pivotes de las hojas". Aquel
primer matadero incluía la "Casa del Marino", que no era otra que la oficina o vivienda del ad-
ministrador. Antonio Herrera López: El convento de Santa Clara, La Habana, Consejo Nacional
de Patrimonio Cultura, 2006.
20• Al restablecerse en 1828 -a raíz de una epidemia de dengue- la Junta de Sanidad, se

forman los mencionados distritos, según mapa que divide a la ciudad en Zanja norte, sur, este,
oeste. Las labores de la Junta serán apreciables en el contexto del cólera, un lustro más tarde.
201 Marcos Sánchez Rubio: Tratado sobre las fiebres biliosas y otras enfermedades,

Imprenta del Comercio, La Habana, 1814. El primer capítulo de este libro, fascinante, es un
análisis médico topográfico de La Habana; no es el primero, ni se trata de una monografía
propiamente dicha. Veamos una descripción: "Se ven en aumento las aguas a finales de mayo y
principio de junio, llegando a ser tan violentas, con tempestades espantosas, que parece se va a
trastornar la máquina del universo".

135
Zequeira nos habla de los negros que se lavan las manos en ella, y
Jáuregui de las bateas de cerdos. 208 Aclarar las fuentes equivaldrá a trans-
ferir los vínculos de sangre de la nobleza al orden burgués. Una línea por
la que decursan el garrote (para evitar "encharcamientos"), el matadero
(para apartar "tan atroz espectáculo"), las casas de baños y hasta el ano y
la vagína -deformados, sín válvulas de seguridad- del homosexual y
la prostituta. Cuando las modernas obras hidráulicas de finales del XIX
sean puestas en práctica, éstos derivarán -de sus cuerpos- el cuerpo
contrario de la Nación. 209
Pero a ínicios del siglo XVIII La Habana ha cambiado en cuanto al
modo de percibirse. No obstante lejos de las "topografías médicas" como
género que la informe, se orienta aún más adentro. Hay ya una política
de los "pequeños pánicos"; 210 y mientras las obras de la muralla avancen,
también por mar, y la oligarquía ponga el ojo -a fin de darle "lucimien-
to" - en el barrio de Campeche, surgirá otro proyecto de traslado, este sí
extramuros, y como si se si tratara de anticiparse al cierre. 211

2º' Andrés Jáuregui: "Aviso conveniendo arreglar el uso de las aguas de la zanja que pro-

vee a esta ciudad y sus inmediaciones", Papel Periódico de la Havana, nº 77, 2 de septiembre
de 1803; Manuel de Zequeira y Arango: "Consideraciones sobre La Habana", La literatura en
el Papel Periódico de La Havana, 1790-1805, Letras Cubanas, 1990, p. 98. El autor escribe:
"donde beben las bestias, donde se lavan las manos los negros, y se arroja cualquier inmundi-
cia, allí mismo se coge el agua para el uso de las casas. La zanja o acequia que desde el fusillo
conduce el agua a la ciudad, es un verdadero oprobio."
20• Ver para el caso cubano "La pederastia en Cuba", de Luis Montané; y el desarrollo de

esta tesis en Jorge Salessi: Médicos maleantes y maricas. Higiene, criminología y homosexua-
lidad en la construcción de la nación argentina. Buenos Aires: 1871-1914, Beatriz Viterbo edi-
tores, 1995. Las obras del Canal de Albear fueron oficialmente inauguradas en 1893; pero desde
finales de la década del 50 ocuparon un lugar importante en los planes de sanitarios de la ciudad.
210 Los efectos del cierre de las murallas son reflejados por el Obispo Morell de Santa

Cruz en estos términos: "se han engrosado las fiebres, y los calores se han hecho más sensibles
por falta de ventilación de los ayres de que francamente gozaba" (La visita eclesiástica. La
Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985, p. 26). Sánchez Rubio, por su parte, escribe en
1814: "La Gran Fortaleza de la Cabaña, situada a barlovento en lugar eminente, impide a 41264
moradores que el viento o brisa los vivifique" (oh. cit., p. 17). Pero los pequeños pánicos no
solo son climáticos. También se sospecha de la carne de puerco, ya desde entonces vinculada
a la lepra; de los males venéreos, del carácter díscolo de los vegueros, de los pobres y de los
hospitales, de la brujería y los negros; la rabia, etc.
211 Arturo Sorhegui y Aliadna Cartaya analizan este contexto en Las tres primeras Haba-

na: Su expansión en el siglo XVIII y sus implicaciones para una caracterización-tipificación


de la ciudad. Rabida, no. 20. Hueva, España, 2001. Citan el acta del Cabildo de 21 de julio de

136
Meter el matadero en cuarentena "como un barco apestado" coinci-
de entonces con la recogida de los leprosos y con no pocas de perros; se
trata de echar fuera la carne y su descomposición. Si se tiene en cuenta
que en los planos de Cortés el lugar destinado a las matanzas ocupa el
centro sacro y poblado de las urbes (a la mano del Cabildo, empresa
recaudadora); se estaría tentado a hablar de una temprana "excepción"
habanera, compartida con Cartagena de Indias. Pero los obstáculos -no
menos poderosos: estrategias conjugadas a destiempo- retardan hasta fi-
nales del XVIII el traslado efectivo. 212
Ahora sí en el contexto de la luces, se calcula entonces la siguiente
ecuación: Que los miasmas (del matadero) y efluvios (de la Zanja) son la
causa de la alta mortalidad en el Hospital de San Ambrosio. Que los hos-
pitales son también matazones; algo que se sabe de antiguo. Que la ciudad
amurallada y "sin vientos o brisas que la vivifiquen" es letal al conjunto
de sus moradores. Que el carácter de éstos es eco de una "constitución
epidémica" cuyo fondo es La Habana. Y que, a afectos ... , lo mismo da una
comida opípara que ser habanero sanguíneo o melancólico. 213
Por fin -en 1797- se le destina al paraje del Horcón, en los con-
fines de un barrio de negros. Pero las retóricas se muerden la cola, y a
poco la población lo alcanza, mientras soplan -sobre ella- los vientos
del sur que elevan la mortandad. Sin embargo, y pese a las precauciones
tomadas, ésta no es menor en San Ambrosio hasta donde llegan -ahora
"por el arroyo en que desagua la sangre"- los efluvios del vómito, del
tifus y las fiebres tercianas. 214

1713 en que se acuerda "se conozca mejor paraje (para matadero, y) en el ínterin se mate en casa
que está afuera de la muralla". Consideran la tendencia a trasladar el matadero y otros edificios
públicos, a extramuros de la ciudad, como un indicador de conflictos entre intereses civiles y
militares, los primeros en ascenso.
212 Sin embargo, no pocos planos lo ubican, hasta finales del siglo XVIII, entre los muros.

Para una descripción del traslado consúltese Antonio José Valdés: ¿Historia de Cuba o de La
Habana?, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1987, pp. 121-22.
213 Ver entre otros: Manuel de Zequeira y Arango: "Sobre hospitales"; Tomás Romay:

Disertación sobre /afiebre maligna llamada vulgarmente vómito negro y la ya citada obra de
Marcos Sánchez Rubio.
214 Los médicos cubanos no dejaron, a inicios del siglo XIX, de señalar la aparente con-

tradicción manifiesta en la mayor morbimortalidad extramuros, que siguió a los cambios en el


entorno habanero. En cuanto al Hospital Militar de San Ambrosio, se mantuvo hasta bien entra-
do el siglo el debate sobre su fatal emplazamiento. Todavía en 1870 es calificado de "ancha fosa

137
En unas décimas que narran el incendio de Jesús María vemos de
nuevo el matadero, al resplandor de las llamas. Como el zorro en un poema
de Lezama, éstas saltan de barrio en barrio -San Nicolás, Sitios, Salud,
Barracones ...- entre el llanto de los vecinos y las medidas de salvamento,
a cuenta de los gloriosos regidores. Pero el anónimo autor se encarga de
subrayarlo: es el fuego, que todo lo purifica, el personaje principal.2 15
Cuando Casal lo visite en 1890 estarán en juego los mismos emble-
mas; el lupanar, su "perfume monstruoso". 216 Casal equipara el matadero
al régimen colonial; es una plaza de toros. Pero también al crimen en sus
más insospechadas relaciones. Al contrario de la valla de gallos, donde la
barbarie tiene el mérito solidario de hacer confluir todos los estamentos
sociales; acá confluyen más bien los flujos irredimibles de la sociedad:
matarifes, presidiarios y menesterosos, junto al escritor que -aunque
fuese un momento- deviene cronista criminal (¿o es a la inversa?) que
no puede sino escribir "con sangre, entre sangre y con las manos en-
sangrentadas". Sin embargo, esta falta de alternativa (Casal no le hace
ningún guiño a la Higiene) plantea también (no importa cuán distante)
la reforma: la sierra de la Morgue y no el hacha, la refrigeración, la pla-
nificación en serie. Y tanto más si la metáfora que acecha, y que liga los
seres a las bestias que serán procesadas, es apenas un calco.
Es entonces que sus vínculos se extienden, según lógica concéntrica,
de múltiples amplificaciones: al Necrocomio, cuya reforma corre pareja a
fin de "alumbrar la carne" y rendir un saber del cadáver; a la crónica roja,
consolidada con la llegada del fotograbado a la prensa y del crimen a la
opinión pública; a la veterinaria, en emergencia; y, por último, a todo un
que se ha tragado a lo mejor de nuestro ejército" (ver Luis de Leyvas: Memorias para mejorar
las condiciones sanitarias en las Islas de Cuba y Puerto Rico, s!p, 1870).
215 "Al incendio del barrio de Jesús María", Colección de poesías arregladas por un afici-

onado a las musas, La Habana, Oficina de D. J. Boloña, 1833, pp. 173 y ss.
21 • Cito a Francisco Morán: Julián del Casal o los pliegues del deseo, Madrid, Editorial

Verbum, 2010, pp. 208-225. Para una observación en el contexto positivista ver Joaquín Ramí-
rez: "Casas mataderos de La Habana, Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y
Naturales de La Habana, T. VI, 1869, pp. 90-95; "Matadero de La Habana", Crónica Médico
Quirúrgica, 1889, pp. 213 y 259; Reglamento de rastros, La Habana, 1896; Antonio Clarens: El
expediente municipal sobre el nuevo matadero al alcance hasta de los niños, La Habana, 1897;
y con posterioridad: "Reglamento para la inspección de carnes y productos derivados de la
misma en la República de Cuba", en particular el capítulo VII "Condiciones de los mataderos y
demás instalaciones donde se manipula carne y sus productos" (Eudaldo Gómez: Compilación
sanitaria de Cuba, La Habana, 1929, pp. 100-124).

138
complejo migratorio sanitario a emplazar en los alrededores del puerto: A
modo de filtro o membrana, si bien tan poco funcional como la "gamuza"
del antiguo Acueducto Fernando VII, deberá mediar entre el pánico por los
que llegan y los barrios cercanos que servirán de légamo. 217
Tal como la describe Antonio Gordon y Acosta, La Habana de 1899
es un légamo. 218 A las puertas de la República, el matadero de Cristi-
na aparece bajo el enfoque del "foco": se habla ahora de "transmisión
animal" y de "hediondas ciudadelas", mientras se calcula con rigor el
costo de mortandad por concepto de obreros, vacas, aves, ratas y hasta
huevos tuberculosos. Alimentada aún "por el riachuelo que arrastra los
desechos", la ensenada de Atarés se inscribe como metáfora del Anti-
guo Régimen. 219 Allí, como en enorme y único caldo de cultivo, crecen
bacilos que, tras fermentar, se alzan sobre los barrios más bajos. Es la
memoria del miasma, cubriéndolos.

Addenda
Desde que el Conde de Riela asume en 1763 el Gobierno de la Isla, y
a medida que el interés por los terrenos intramuros, cada vez más costosos,
crece, comienzan a ser frecuentes las demandas de trasladar el matadero.
217 El Necrocomio de La Habana se inaugura en 1881; pronto abre sus puertas, también,

a los foto-reporteros. Por su parte el foto-grabado se convierte en el principal impulso tecno-


lógico de la década de 1890. La prensa seria se ve obligada a competir con periódicos como La
Caricatura, que explotan el amarillismo y toman ventaja comercial; se establece así un campo
de fuerza, que determina una entrada sin precedentes del crimen en la opinión pública. Aunque
no se logrará hasta el siguiente siglo, circula entonces la idea de convertir al puerto en barrera
de contención, tanto migratoria como sanitariamente, a fin de impedir el paso de elementos
indeseables.
218 Antonio Gordon Acosta: La tuberculosis en La Habana desde el punto de vista social

y económico, La Habana, hnp. Militar, 1899.


21 • Desde finales del XIX se calcula el volumen de excretas por individuo. Así, en La Ha-

bana se producen 38 000 000 litros diarios de inmundicias, sin contar los desechos de las calles.
Aunque el Acueducto de Albear garantiza una higiénica distríbución del agua, la ciudad carece
de pavimentación adecuada y el alcantarillado es pésimo. A ello se suma la altísima mortalidad,
típica de un Antiguo Régimen; pero es la ensenada de Atarés, adonde drenan las "inmundas
cloacas", la metáfora por excelencia de la colonia. Y, no obstante las reformas sanitarias de
comienzos del XX, el puerto seguirá gozando la fama de ser uno de los más contaminados del
planeta. Ver Cesáreo F. de Losada: Consideraciones higiénicas sobre la ciudad de La Habana,
1896; y José María Gómez Colón: Memoria sobre la conservación del puerto de La Habana,
La Habana, 1851.

139
Se invocan insistentemente las razones que siguen: el crecimiento
urbanístico y demográfico del antiguo barrio de Campeche; el aumento
de la mortalidad, sobre todo entre las tropas, y cuyo movimiento se mul-
tiplica en estos años aceleradamente; el desorden generado por las reses
que deben atravesar la ciudad hasta alcanzarlo; y, por supuesto, los olores
desagradables y su repercusión sobre la salud de los moradores.
En 1794 el Regidor José de Armenteros y Guzmán escribía: "Quan-
do se estableció [ ... ] en aquel ángulo de esta Ciudad, no estaba esta mu-
rada, ni su populación llegaba á mucho á aquellas inmediaciones que era
un arrabal inhabitado. Después de ciento y más años todo ha mudado de
aspecto. Hoy está comprendido dentro de un recinto y hace parte consi-
derable de su habitación". 220
Por su parte los médicos atribuían los frecuentes brotes epidémicos
a los "despojos corrompidos" que "impregnaban la atmósfera de cor-
púsculos mortales". 221 Y el historiador Antonio José Valdés cuenta que
"cuando se introducía en la ciudad el ganado que se había de matar, so-
lían descarrilarse algunos toros, que enfurecidos con la grita del popula-
cho, causaban muchos daños, y cuando menos ponían en cuidado gran
parte del vecindario". 222
Ya el 27 de enero de 1797, con apoyo explícito del Intendente de
Ejército José Pablo Valiente y del Gobernador General, Conde de Santa
Clara, el Ayuntamiento convoca a una junta de facultativos que tratará
220 José López Sánchez: La medicina en La Habana, 1731-1799, Cuadernos de Historia

de la Salud Pública, no 48, La Habana, 1970, p. 279.


221 Ibídem, p. 279.

222 Antonio José Valdés: ¿Historia de Cuba o historia de La Habana, int. Hortensia Pic-

hardo, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1987, p. 122. Valdés apunta: "El Gobernador
procuró desde su llegada corregir este defecto, lo que hubo de proponer en Cabildo, y habién-
dose representado sobre el caso, con fecha de veinte y cuatro de marzo de noventa y siete el
Intendente D. José Pablo Valiente, movido del daño que ocasionaban los aires del Matadero
al Hospital Real de San Ambrosio, determinó el Conde trasladarle extramuros, al paraje del
Horcón, en que hoy existe. Las siguientes inscripciones grabadas en dos losas a la entrada del
Matadero, publican esta determinación. PRIMERA Baxo la dirección, Celo, actividad y esmero
Del Regidor Armenteros Se erigió esta matazon: Todo por disposición Del gefe que con tan rara
Humanidad, se declara Padre de la patria, pues Ya está demostrado que es El Conde de Santa
Clara SEGUNDO Reynando la Magestad del Señor D. Carlos IV, que Dios guarde, y en el Pon-
tificado de nuestro Santísimo Padre Pío VI. se hicieron esta casa y calzadas, por disposición del
Excelentísimo Señor Conde de Santa Clara, Gobernador y Capitán General de esta ciudad é Isla,
baxo la dirección del Caballero Regidor, Depositario general D. José Armenteros.--Año 1797.

140
específicamente la cuestión del traslado. Presidida por el primer Proto-
médico, Matías Cantos, ésta debe valorar la propuesta de colocarlo en
uno estos dos sitios: Puerto Escondido y Cocal. Al respecto, la junta con-
sideró prolijamente ventajas y desventajas, para llegar, por último, a de-
cidirse por el "parage de Chaves" -hasta el momento no mencionado-,
al encontrarse este relativamente lejos de la población y de instancias
como el Lazareto de la Ciudad y la Casa de Educandas.

141
Del mosquito al solar.
Discurso higiénico en Cuba en el cambio de
siglo

Aunque los barrios marginales de La Habana siempre fueron señala-


dos con aprehensión por las autoridades de la colonia, fue el surgimiento
del "solar" a finales del siglo XIX, el elemento que redobló la ansiedad.
Si bien desde comienzos de dicha centuria, en particular en la zona ex-
tramuros, existían viviendas colectivas ya conocidas como ciudadelas o
casas de vecindad; solo a partir de la década de 1880, con la progresiva
retirada de los moradores de las casonas intramuros hacia los nuevos
barrios aristocráticos, éstas se extienden en pleno centro de la urbe. 223
Al transformarse las antiguas mansiones en cuarterías y, sobre todo, al
abrirse a una nueva y compleja circulación de inquilinos, se estaba pro-
duciendo, en realidad, un cambio del viejo modelo de convivencia de
castas a otro basado en la interacción casi exclusiva de sectores des-
clasados; cambio que tenía lugar en un contexto cargado de tensiones
demográficas y raciales, como consecuencia de la masiva inmigración
española, del fin de la esclavitud y de la extensión de núcleos obreros.
Si el primero de estos factores apunta a una "amenaza externa", al vin-
223 Desde comienzos del siglo XIX existían viviendas colectivas conocidas como ciuda-

delas. Al principio, se trata de inmuebles abandonados sobre los que existe muy escaso control.
Ya en la década de 1850 comienzan a construirse edificaciones destinadas a tales fines, por lo
general ubicadas en la zona extramuros y que se rigen por reglamentos, tanto en lo que toca a las
reglas de vida como al sistema de alquileres. Pero solo a partir de 1880 surge lo que conocemos
como "solar", al transformarse las antiguas casonas del centro de la ciudad en cuarterías. Todas
estas viviendas comparten un patio o pasillo central, así como baños y lavaderos de uso común
habilitados fuera de las habitaciones. En adelante, los términos ciudadelas o casas de vecindad
(viviendas "en procomún", según el eufemísmo de los higienistas) serán empleados, sin mayo-
res distinciones, para referirse a cualquier modalidad de vivienda colectiva que cumpla dichos
requisitos. Un ejemplo de la temprana preocupación de las autoridades sanitarías hacia el modo
de vida allí imperante puede apreciarse en el "Reglamento para los encargados y vecinos de
las ciudadelas" aprobado en 1855 y recogido en Anales de la Isla de Cuba, vol. 3, La Habana,
1859, pp. 1774-1775.

142
culársele a ciertas epidemias, y el segundo, ligado a un presunto éxodo
de exesclavos rurales y a la liberación de los urbanos, coloca la dificil
"cuestión interior"; los tres en conjunto informan de un peligro todavía
más grande: el miedo a las mezclas en todas sus variantes -de vivos y
muertos, hombres y animales, negros y blancos, sanos y enfermos-,
miedo agitado entonces por los higienistas, convertidos en los nuevos
iluminados de la era bacteriológica.
Contexto efectivamente frágil desde el punto de vista sanitario, asis-
tía a un reordenamiento de los discursos y prácticas médicas que tal vez
pueda fecharse hacia 1868 cuando, tras la epidemia de cólera que azota a
La Habana y otros puntos del occidente de la isla, proliferan dispositivos
de diverso tipo -textuales, normativos, arquitectónicos- orientados en
torno a cuestiones como el análisis y control de las aguas, la recogida de
basuras, el tratamiento de cadáveres y la prostitución. 224 Se trata de un
marco que precede a los grandes descubrimientos bacteriológicos y que
en buena medida culmina hacia 1879, coincidiendo con la visita a La
Habana de la Comisión Americana de la Fiebre Amarilla, en cuyo infor-
me se define de algún modo una política sanitaria moderna que haría de
la ciudad, en lo tocante a sus reformas, una ciudad futura, un plano de
obras como el que más o menos se materializa en los primeros años de
la República. 225 De modo que a cada uno de estos temores corresponde,
desde bien temprano -y sin alcanzar necesariamente a las tesis micro-
bianas-, el emplazamiento de instancias que, si bien solo se acoplan y
despliegan con verdadera eficacia bajo la empresa militar sanitaria de la
Intervención, tuvieron ahí su génesis, en no pocos aspectos.
Así, en estas últimas décadas del siglo XIX, en las que son comunes
las muertes repentinas en plena calle, en carruajes y cuartos baratos, apa-
rece y se consolida el registro de mortalidad por causas, mientras se inau-
224 Sobre el cólera en La Habana en los años 1867 a 1870, y sus múltiples vínculos, ver las

numerosas consideraciones expuestas en Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas


y Naturales de La Habana, volúmenes 4, 5, 7, 8 y 10. Sobre limpieza de la ciudad y análisis de
las aguas, ver volúmenes 7 y 8. Sobre el tratamiento de cadáveres, volúmenes 5, 7, 8 y 9. Sobre
prostitución, vol. 13. Para un resumen básico, ver Pedro M. Pruna Goodgall: "El cólera y el
agua de La Habana", Ciencia y Científicos en Cuba Colonial, La Rea/Academia de Ciencias de
La Habana, La Habana, Editorial Academia, 2001, pp. 147-154.
225 Chaille, S. E y Stenberf, G. M: Fiebre amarilla: informe preliminar que a nombre de la

Comisión americana para el estudio de /afiebre amarilla han presentado al consejo de sanidad
de los Estados Unidos, La Habana, 1880.

143
gura poco más tarde la Morgue o necrocomio de la ciudad y se encauza
a los cementerios con ímpetu que no se veía desde tiempos del Obispo
Espada. 226 El temor al maridaje de hombres y anímales ímpulsa, por su
parte, los estudios sobre la rabia y el muermo, con los consiguientes re-
clamos al matadero de Cristina y contra expendios y mercados. Todo a
la sombra del Laboratorio de la Crónica Médico Quirúrgica (1887) y de
la Sociedad de Higiene (1891), tal vez las asociaciones sanitarias más
ímportantes del momento y, sin duda, las que mejor y más precozmente
vinculan -ya establecida la teoría microbiana, en Cuba en auge desde
1884-227 las ansiedades suscitadas tanto por la omnipresencia de los
microorganismos como por el carácter moral (e incipientemente crimi-
nal) que adquieren los contactos humanos y en particular la violación de
normas sanitarias.
El miedo al contagio no deja nada fuera y alcanza a coches y tran-
vías, picaportes y pasamanos, e incluso a los juguetes. Por ejemplo, la
revista La Higiene emprendía hacia 1890 una campaña contra "los pi-
tos que los niños se llevan a la boca", acusando a las tiendas de la ca-
lle Obispo de venderlos sin protección alguna. 228 Justo por estos años y
como consecuencia del descubrímiento del bacilo de Koch, se aprecia

22• Las primeras estadísticas de mortalidad recogidas de un modo sistemático fueron fruto

de la labor privada de Ambrosio González del Valle, cuyas "Tablas Obituarias de La Habana"
se extienden desde 1870 hasta 1882. El Necrocomio fue inaugurado en 1880. Sobre reformas
en el cementerio de La Habana ver, entre otros: Legislación sobre cementerios, inhumaciones
y exhumaciones, La Habana, Imp. Militar de la viuda de Soler, 1880; Proyecto de reglamento y
tarifa del Cementerio de Colón, de Ambrosio del González del Valle, La Habana, Imp. Militar
de la viuda de Soler, 1880; y Domitila García de Coronado: Cementerio de La Habana: Apuntes
de su fundación, La Habana, 1888.
227 El Laboratorio histobacteriológico e Instituto de vacunación antirrábica de La Habana,

fue establecido el 8 de mayo de 1887. Fue allí donde se preparó y difundieron los primeros sue-
ros y vacunas contra la rabia en el continente americano, y donde se llevó a cabo los primeros
estudios cubanos en el campo de la bacteriología. Contaba también con secciones de histología
y de análisis clínicos. Por su parte, la Sociedad de Higiene de La Habana se establece en 1891,
el mismo año que se pone en circulación la influyente revista La Higiene. Fue sobre todo el
temor a que se repitieran epidemías como la de viruela de 1887, introducida desde España en
contexto caracterizado por un mayor trasiego de inmigrantes, y que dejó un saldo de 1654 de-
funciones, que el doctor Antonio González Curquejo propuso crear esta asociación. A poco de
fundada, orientó buena parte de sus labores al estudio y represión de "peligros internos" como
la tuberculosis y la prostitución.
22 • Gustavo López: "Juguetes que ocasionan enfermedades", La Higiene, Año 1, nº 49,

1891, pp. 3-5.

144
un mayor interés hacia la tuberculosis, enfermedad que se asociaba a la
pobreza, la desnutrición y la herencia familiar. Estos factores -comple-
tados ahora por la certeza del contagio y el conocimiento de los modos
de transmisión- reorientan en gran medida las estrategias sanitarias,
que prestan en adelante atención a cuestiones como las viviendas co-
lectivas, la calidad del suelo donde asientan y el contacto de éstos con
los desechos, como también a una variada gama de comportamientos
individuales, nunca antes tenidos en cuenta. Asegurar una adecuada y
definitiva separación entre las aguas limpias y las excretas -lo que no
ha podido saldarse con la puesta en obra del Acueducto de Albear, entre
otras razones, por la falta de un sistema de alcantarillado moderno- se
convierte en el punto nodal del discurso higiénico, y sin duda, también,
en el recurso defensivo por excelencia ante la ansiedad que suscitan las
mezclas y lo frágil de las delimitaciones y fronteras. 229
A su vez, se producen trasformaciones en los medios de prensa, como
la introducción del fotograbado, técnica que garantiza el éxito de la crónica
de sucesos e influye en la formación de públicos diferentes, incluyendo un
"público de solares" al que se le acusa de repetir la misma violencia que
consume. En este marco, la Morgue abre sus puertas a los reporteros, de
modo que en medio de la más estricta política de identificación -la de
arrancar de su anonimato a centenares de fallecidos, lo que no siempre
se consigue- se comienza a lucrar con la imagen de los cadáveres: los
llamados "croquis", a menudo impresos a tamaño de página y aderezados
con comentarios satíricos y términos médicos legales. 23°Circulan además
folletines estruendosos y catálogos de fotografías de delincuentes, en tanto
se refuerza la "invención del ñáñigo" y de otros "tipos criminales". 231

22• Ver sobre todo Cesáreo F. Losada: Consideraciones higiénicas sobre la ciudad de La

Habana, 1897 (1 ed. 1896); y Erastus Wilson: "El abastecimiento de agua de La Habana", Ar-
chivos de la Policlínica, T. III, nº. 5, La Habana, mayo de 1895, pp. 213-259.
230 Un ejemplo claro se puede apreciar en La Caricatura, una de las primeras publicacio-

nes cubanas en introducir el fotograbado, técnica que trasforma de modo radical el periodis-
mo gráfico. El lugar de la crónica roja como espectáculo y a la vez como discurso normativo
--como espectáculo, también, de la norma- está aún por estudiarse; pero, sin duda, desde el
lugar entonces emergente de la crónica roja alientan cuestiones verdaderamente interesantes
y aún muy poco apreciadas, como podría ser el posible influjo del "choteo del crimen" -tan
explotado en esta publicación- en las consideraciones posteriores en tomo al "choteo" como
rasgo del "carácter cubano".
231 Ver, por ejemplo, Los criminales de Cuba, José Trujillo Monagas, Editorial Santa Cruz

145
II
Descrita como una ciudad que reposa sobre sus inmundicias, a partir
de 1880 son cada vez más frecuentes los reclamos de un discurso higiéni-
co que no solo pretende localizar en el exterior de la ciudad, sino también
en el modo de vida de sus moradores, los presuntos focos de infección,
considerando la necesidad de elevar el nivel de conocimientos de éstos
y hacerles participes de su salud a través del cumplimiento de diversas
regulaciones. Esta negociación entre lo público y lo privado, en modo
alguno nueva, pero sí más compleja y por medio de la cual se intenta
ejercer un control particularizado sobre lugares e individuos en aparien-
cia más proclives, adquiere ahora un carácter apremiante. No se negocia
solo a través de disposiciones concretas, como la recogida de basura o
la limpieza de las calles, sino en base a prácticas corporales precisas y
cálculos globales tanto más minuciosos. Por ejemplo, se vuelve común
calcular el volumen de excrementos producido en cada localidad y por
cada individuo, o el número de microbios por metros cúbicos de aire,
agua, etc., operaciones que toman por modelo el conteo de colonias de
bacterias bajo el microscopio. 232
Por supuesto, estos conteos sirvieron para restablecer el mapa sani-
tario de la ciudad, al tiempo que se establecía una relación entre "culti-
vos" de bacterias y "culturas" marginales. Así, las varias ensenadas por-
tuarias y los colindantes barrios bajos conforman, para los higienistas, un
légamo alimentado por los residuos del matadero y los desperdicios que
vierten fábricas, cuarteles, hospitales y casas de vecindad. La ensenada
de Atarés es vista como un "caldo de cultivo" del que se desprenden
("por acción de los rayos solares") emanaciones que los vientos empujan
hacia Chávez, Jesús María y otros sitios "de notoria mortalidad por toda
clase de enfermedades, y, en especial, por la tuberculosis". 233

de Tenerife, Ediciones Idea, 2006 (primera edición: Barcelona, Establecimiento Tip. de F. Giró,
1882). También los libros del reportero criminal Eduardo Varela Zequeira: La policía de La
Habana (Cuebas y Sabaté), 1894; La venganza de un marido (Crimen en la Víbora), 1893; Los
bandidos de Cuba, 1891; entre otros.
232 Según Cesáreo F. Losada, La Habana producía 38 000 000 de litros diarios de inmun-

dicias, lo cual ascendía a 8 870 000 000 litros anuales de "materias orgánicas fermentecibles y
peligrosas"; Consideraciones higiénicas sobre la ciudad ... , p. 28. Sobre lo impreciso de estos
cálculos, ver Georges Vigarello: Le propre et le sale: l 'hygiéne du corps depuis le Moyen Age,
Éditions du Seuil, París, 1985, p. 159.
233 La cita es de Antonio Gordon y Acosta (ver nota 235). Se trata de un tópico recurrente

146
Si bien al solar siempre se le calificó "de antro de ladrones y asesi-
nos" -incluso antes que la criminología y las labores policiales cobren
toda su fuerza-, en este contexto se le vincula a una alta incidencia de
enfermedades contagiosas. Desde mediados de la década de 1880, por
ejemplo, las casas de vecindad y sobre todo los suelos húmedos que la
sustentan y el precario sistema de excretas, son señaladas como proba-
bles focos de fiebre amarilla. El descubrimiento a lo largo de estos años
de agentes etiológicos bacterianos, había alentando las indagaciones
sobre el llamado "mal invisible", y la ausencia, o sucesivo fracaso de
hallazgos consistentes, avivaría la ansiedad de los médicos, quienes se
verían envueltos curiosamente en un significativo debate sobre la clásica
inmunidad atribuida a los cubanos en relación a esta enfermedad, que
ahora era o bien matizada o puesta en duda. 234 Semejante cuestionamien-
to, cuyas múltiples aristas escapan a nuestro propósito, es un excelente
indicador de cómo la vieja teoría climática (y conceptos como el de acli-
matación, entre otros) retrocedía ante un ambientalismo que calaba cada
vez más en la práctica.
Entretanto, diversas condiciones hacen de la tuberculosis, ya desde
1890, la patología social por excelencia. A su carácter crónico, asuma-
yor letalidad y a su indudable relación con la pobreza, se añade entonces
la perspectiva profiláctica (o prevencionista) derivada principalmente de
los factores predisponentes y hereditarios. Si en la alta mortalidad alienta
la cuestión, ahora ineludible, del cálculo económico; en todos estos fac-
tores subyace la necesidad de dotar de resistencia a los individuos, trans-
formado sus condiciones de vida y mejorando en lo posible la calidad de
su descendencia. Se trata de ligar una variada gama de acciones y de ha-
cerlas efectivas. Pero obviamente, las condiciones de posibilidad aún no
estaban dadas. Solo con las grandes transformaciones sanitarias llevadas
a cabo durante la Intervención, y el optimismo generado por la erradica-

desde finales del siglo XVIII y abordado por numerosos médicos e higienistas en la isla: el de
la relación entre la ensenada de Atarés, donde se vierten los desechos de matadero, y la mayor
mortalidad de los barrios bajos que la circundan.
234 Sobre la progresiva quiebra del mito de la inmunidad de los cubanos a la fiebre ama-

rilla se pudiera escribir un texto aparte. Un artículo que muestra muy bien los resortes teóricos
e ideológicos que mueven este debate, es "La fiebre amarilla en los cubanos", de Manuel S.
Castellanos: Anales de la Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana, T.
XXXII, 1895, pp. 262-282.

147
ción o dominio de ciertas epidemias, es que la tuberculosis se convierte
definitivamente en enfermedad social, o como llega a considerarse en
Cuba: en enfermedad de los solares y, por extensión, de los negros.
Cuando la Junta Provincial de Sanidad de la Habana organiza en
1898 las "visitas a domicilio", éstas comienzan por las ciudadelas, don-
de se produce más de la tercera parte de la basura de la ciudad y tiene
lugar el mayor número de violaciones sanitarias. En su emblemático es-
tudio "La tuberculosis en La Habana desde el punto de vista social y
económico", publicado en enero de 1899 -es decir, en pleno período
de saneamiento-, Antonio Gordon Acosta expresa que justamente en
los solares se ven "todos los horrores a que expone la carencia de recur-
sos" y que justo allí "son letras muerta los artículos de las ordenanzas
municipales". 235 Esta invariable conjunción entre enfermedad y moral
pública, que no hace más que incrementarse en estos años, reaparece en
otro importante estudio: "La vivienda en procomún", de Diego Tamayo.
Para este discípulo de Pasteur y "padre fundador" de la bacteriología
cubana el solar era, además de "semillero de la tuberculosis", un terreno
en el que "fructifican todas las malas pasiones". Según Tamayo, en las
cuarterías de la capital vivían hacia 1904 más de 3000 tuberculosos, lo
que a su juicio ponía en riesgo -más que ninguna otra cuestión- al
resto de la ciudadanía. 236
En buena medida, estos artículos daban continuidad a informes pre-
vios sobre el estado higiénico de La Habana, algunos de cierto impacto
político, como los escritos en la década de 1890 por Herminio C. Leyva
y Cesáreo F. Losada, en los que ya se establecían claras (aunque también
sutiles) relaciones entre insalubridad y moral. 237 Son precisamente estos

235 Antonio Gordon y Acosta: La tuberculosis en La Habana desde el punto de vista social

y económico, La Habana, hnprenta Militar, 1899, p. 32. Ver también, de mismo autor: Declare-
mos guerra a la tuberculosis, La Habana, hnp. Compostela, 1899.
236 Diego Tamayo: La vivienda en procomún, hnprenta La Moderna Poesía, 1904 (también

en Tercera Conferencia Nacional de Beneficencia y Co"ección, La Habana, Librería e hnprenta


"La Moderna Poesía, 1904, pp. 235-242). Otros acercamientos al solar desde el punto de vista
higiénico: José A López del Valle Valdés: "Casas de vecindad. Higiene urbana y rural", en Boletín
de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, La Habana, 1918; 18 (2): 264-272; y "Las construc-
ciones en La Habana. Carta pidiendo se apliquen las Ordenanzas Sanitarías", del mismo autor, en
Boletín de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, La Habana, 1913; 9 (5-6): 747- 748.
237 Herminio C. Leyva Aguilera: Saneamiento de la Ciudad de La Habana, La Habana,

1890; Cesáreo F. Losada, Consideraciones higiénicas ... , pp. 27-31 y 38. Según Losada, "no

148
autores quienes hacen circular, con mayor énfasis, esa suerte de epítome
grandioso que transfiere la identidad de una figura de laboratorio (el cul-
tivo) a zonas específicas de la ciudad. Se trata de uno de los recursos que
mejor apuntala el discurso de los higienistas, cuya ciudad imaginada pasa
por la transformación de las redes subterráneas, responsables según ellos
de la atmósfera viciada que se respira en todas partes, y condición necesaria
para la emergencia de una superficie perfectamente fluida tanto en lo que
toca a elementos físicos como a la circulación de personas y mercancías.
Si ahondáramos en estas descripciones, apreciaríamos que a toda la
ciudad, a excepción del "manto rocalloso de San Lázaro" y de algunas
pocas alturas, se le adjudica la consistencia de un pulmón dañado: sus
bronquios colapsan a falta de parques y amplias avenidas; sus arterias se
obstruyen a causa del drenaje deficiente de "caños moriscos" y "pozos
negros"; y sus alvéolos se encharcan "lo mismo que la base comple-
tamente mojada de la población". 238 De hecho, se trata de "manchas"
semejantes a las que se aprecian en las radiografías (otro descubrimiento
de reciente introducción en la isla), las cuales se extienden desde la pe-
riferia hacia centro, invadiendo ese espacio que aún habitan "algunas de
las familias más acomodadas y alrededor de aquellos sitios en que es más
activo el tráfico mercantil". En fin, la ciudad deviene metáfora de una
incontrolable tuberculosis, cuyo asiento es su propio interior corroído, su
indómita profundidad aún por domesticar.
Desde luego, ya en el contexto de la Intervención las viviendas insa-
lubres apuntan, más que nada, a ese submundo mefítico que tanto cuadra
a la imagen del régimen recién depuesto. Ahora el lado expresivo o moral
obstante la gran obra de Albear", La Habana seguía siendo una de las poblaciones más insanas
del mundo a causa de faltarle un moderno sistema de alcantarillado. Pero también en virtud del
incumplimiento de las ordenanzas municipales, en cuanto a la construcción y conservación de
sus casas, y por la escasa cultura sanitaria de sus moradores. El foco infeccioso por excelencia
lo constituyen esas "ciudadelas, barracas y casas de vecindad, en las que viven aglomeradas y
en repugnante promiscuidad, familias de las clases pobres y gentes de color, formando centros
de hacinamiento humano que son un positivo y permanente riesgo para la salud de toda la ciu-
dad". Ver además el artículo de "Las plumas de agua del acueducto de La Habana", de Francisco
J. Balmaseda, publicado en El País, 3 de mayo de 1892. Este autor expresa: "de las casas de
pobres parten todas las epidemias, como que allí tienen su residencia las privaciones y por lo
común todas las penas físicas y morales que pueden amargar la vida"; y enumera, ligándolas a
la falta de agua: locura, suicidios, crímenes.
238 Antonio Gordon y Acosta, La Tuberculosis .... , p. 13; Cesáreo de Losada, Considera-

ciones higiénicas ... , pp. 28 y 29.

149
del discurso se vuelve hacia un pasado identificado exclusivamente con
lo bajo, es decir, con la ciudad subterránea que en breve será transforma-
da. "Fabricadas en contacto íntimo con las vecínas, el suelo - expresa
Tamayo - carece de drenaje adecuado y a él van a parar los desechos,
impregnando de tal modo los terrenos limítrofes que no sería exagerado
afirmar que el subsuelo de la ciudad está formado por una capa excre-
menticia". Y ya Gordon había hablado de una "forma de ser de nuestras
excretas". 239 En cualquier caso, está en juego un legado que, al menos
en este contexto, es preciso reescribir. Así, los recurrentes "caños mo-
riscos" y las "mal llamadas cloacas" son señalados en tanto expresión de
una nefasta herencia hispanoárabe que, como índica el destacado estu-
dioso Carlos Venegas, liga la urbe "a otras ciudades del mundo oriental
y antiguo", impresión que tienen algunos viajeros, los médicos militares
norteamericanos y no pocos comentaristas del patio. 240 Discurso fecal
(Lacan ha dicho que la civilización es puro excremento con el añadido de
un cartel que índica "prohibido defecar") 241 , se trata, en suma, de enun-
ciados que legitiman al nuevo orden civil de 1902, el cual debe fomentar
toda suerte de espacios higiénicos, amplios y respirables, como corres-
ponde al ejercicio de la democracia.

111
En una interesante conferencia titulada Importancia política y social
de los barrios (1904), Francisco Carrera y Jústiz proponía desarrollar
una sociología capaz de distinguir "el alma" de cada distrito, como modo
de contribuir al fortalecimiento de los poderes locales y de sus vínculos
con la Nación. Para Carrera, el Vedado estaba llamado a ser el barrio de-
mocrático por excelencia, precisando de transformaciones de "más hon-
da trascendencia" que toda la ciudad en su conjunto y que sitios como el
Pilar y Vives, pese a la reconocida peligrosidad de éstos. "Si La Habana
sueña ser una gran ciudad -afirmaba- solo por el Vedado puede serlo,
239 Tamayo, ob. cit, p. 2; y GordonAcosta, ob. cit., p. 21.
° Carlos Venegas Fornias: "La arquitectura de la intervención", en Espacios,
24 silencios
y los sentidos de la libertad. Cuba entre 1878 y 1912, La Habana, Ediciones Unión, 2001, pp.
53-70. Ver también los ya citados textos de Cesáreo F. de Losada y Diego Tamayo.
241 Dominique Laporte: Historia de la mierda, Valencia, Editorial Pre-Textos, 1998, p. 7.

150
puesto que por aquí es por donde se extiende, por donde se está moder-
nizando, donde el espíritu progresista se evidencia, donde la distinción
mayor en orden de cultura colectiva se concentra, y donde toma color,
tono y altura nuestro plano de vida y de confort". 242
Ahora bien, para que ello fuese posible había que desplegar una cam-
paña sanitaria en principio dirigida hacía toda la población. Tan temprano
como el 17 de enero de 1899, en junta celebrada en la Academia de Cien-
cias y presidida por el mayor Davis, se anunció la división de La Haba-
na en cien distritos sanitarios. Al frente de los mismos se colocó a igual
número de médicos, quienes, escoltados por "patrullas de voluntarios",
darían inicio a la campaña de saneamiento. Esta inició sus labores por la
inspección de todas las casas, según una concepción que los higienistas
norteamericanos definirían como "cleaning the city from the inside". 243
Además de vacunar y velar por la recogida de basuras y de animales muer-
tos, los médicos debían de instruir a los moradores en diversas materias e
informar sobre las condiciones de habitabilidad. Para ello se confeccionó
una encuesta que registraba el número de familías, sus componentes, el
estado de letrinas y cloacas, las enfermedades detectadas, la condición de
los inquilinos, su mayor o menor pobreza, entre otros indicadores. De esta
minuciosa empresa -en realidad un rastreo sin precedentes en la historia
física del país- se concluyó que solo el 1O % de las casas de la capital
tenia inodoros, comenzando de inmediato la importación de piezas sani-
tarias. Instalados profusamente y a precios módicos, incluso antes de con-
cluido el sistema de tuberías y la nueva red de alcantarillados, de pronto la
ciudad se vio colmada de water closet y lavamanos. 244
Aunque en esta misma sesión académica se determinó establecer el
Servicio de Cuarentenas, los resultados sanitarios no se hicieron esperar.
Estos descansaron en un modelo capilar (los médicos hablaban de "cua-
rentena interior") basado en la identificación y el control de focos, es decir,
en una vigilancia individualizada que condujo al disciplinamiento de la
242 Francisco Carrera y Jústiz: Importancia política y social de los barrios, La Habana,

hnprenta y Papelería La Universal de Ruiz, 1904.


243 Franklin Matthews: "Sanitation in Havana", en The New-Born Cuba, New York and

London, Harper & Brothers Publishers, 1899, pp. 117-136.


244 Ver Enrique B. Barnet: La Sanidad en Cuba, La Habana, Imprenta Mercantil, 1905;

José A. López del Valle: Los adelantos sanitarios de la República de Cuba, La Habana, hnpren-
ta y Papelería "La Propagandista", 1925; y María! Iglesias: Las metáforas del cambio en la vida
cotidiana: Cuba 1898-1902, La Habana, Ediciones Unión, 2003, p. 43.

151
ciudad. Si bien no exenta de antecedentes en la isla, esta distribución pa-
nóptica rompía el clásico binarismo dentro/fuera, viniendo a reforzar (y a
ser reforzada por) otra visibilidad: la posterior confirmación delAedes ae-
gypti como agente transmisor de la fiebre amarilla, evento que encontraba,
de este modo, un terreno abonado. Puesto en jaque, sobre todo a partir de
1901, el "vómito negro", quedaba pendiente la "cuestión social de la tu-
berculosis", verdadera punta de lanza para la conversión de los higienistas
cubanos en criminólogos o, por lo menos, para su eficaz ligamen. 245
A fin de apreciar mejor el temor a las mezclas desde esta perspecti-
va, basta repasar lo expuesto por Fernando Ortiz en Los Negros Brujos, y
en otros artículos suyos que abordan la cuestión de la fiebre amarilla, en
los que expresa lo conveniente de reprimir a ñáñigos y brujos aplicando
lo aprendido durante la campaña contra el mosquito: el control de focos.
A Ortiz le preocupa las relaciones de éstos últimos con obreros blancos,
entre los cuales supone una alta cuota de anarquistas y de miembros de la
secta Abakuá. Se trata, para el etnólogo, de erigir una vigilancia migra-
torio-portuaria, a la vez médico-sanitaria y criminológica, en un entorno
donde pululan antiguos cabildos, solares, bares y prostíbulos. 246 A su vez,
para mejorar colectivamente la salud de la población, y en tanto se afian-
zan estos controles, aboga por una inmigración blanca, particularmente
nórdica y a la cual se le mantenga -una vez en suelo cubano- debida-
mente apartada de la población negra.
Claro que entre los enfermos contagiosos y los supuestos crimina-
les, mediaba aún el acuciante problema de la mendicidad y la locura, dis-

245 Para un brillante análisis de esta deriva en el caso argentino, ver: Jorge Salessi: M é-

dicos maleantes y maricas. Higiene, criminología y homosexualidad en la construcción de la


nación argentina. Buenos Aires: 1871-1914, Beatriz Viterbo editores, 1995.
246 Ver, de Femando Ortiz: Los negros brujos, La Habana, Editorial Ciencias Sociales,

1995; y sus artículos "El método finlayano contra la fiebre amarilla" y "El Peligro Amarillo",
ambos publicados en la revista Cuba y América (1908), y "La inmigración desde el punto de
vista criminológico", Derecho y Sociología, Año I, nº. 5 mayo, La Habana, 1906, pp. 54-64.
Al aumentar la inmigración española no faltaron lecturas que suponían un efecto benéfico, de
contrapeso demográfico, frente a la criminalidad afrocubana. La criminalización del ñañiguis-
mo, y de la población negra en general, se aprecia en estos textos como respuesta al temor por
las mezclas; los vínculos entre negros y anarquistas fueron especialmente sólidos en los medios
obreros, en particular en los barrios portuarios de La Habana. Ortiz llegó a proponer un cierre
de fronteras para inmigrantes de origen africano y asiático, a los que tacha de perniciosos, así
como la expulsión del territorio cubano de todos los criminales reincidentes.

152
parado como consecuencia de la guerra, la reconcentración y la general
orfandad. De ahí que en el verano de 1900, tras las labores iniciales de
saneamiento, comience una segunda campaña, ahora para recluir en asi-
los, orfanatos y hospitales a un importante número de desamparados. La
población del Hospital de Dementes experimentó un crecimiento record,
muy superior en términos relativos al de la población del país durante la
recuperación post-bélica. 247
En lo que toca a la tuberculosis, surgen en pocos años varias insti-
tuciones y entidades encargadas de llevar a cabo la "lucha antituberculo-
sa". La emergencia de estos dispositivos no solo genera confianza entre
las autoridades médicas y políticas, sino que modifica hasta cierto punto
el lenguaje de los higienistas. Como consecuencia del saneamiento, cre-
ce la convicción de que el clima de la isla es favorable en todo sentido, y
se vuelve recurrente la alusión a los "rayos del sol" como poderoso alia-
do en la campaña contra la enfermedad. Del mismo modo, las referencias
escatológicas ceden en tanto se dispone de nuevas obras de ingeniería sa-
nitaria. Una multiplicidad de alianzas y anudamientos, un extraordinario
engarce entre las aprehensiones y cuidados del cuerpo, autoriza ahora es-
tas transformaciones discursivas. Como afirma Arístides Agramonte en
su ejemplar artículo "Profilaxis de la tuberculosis en Cuba", la sociedad
cubana se ha constituido en un "cuerpo serio y bien reglamentando". 248
247 Ver Lucas Álvarez Cerice: Hospital de Dementes de Cuba. Memoria del Asilo General

de Enajenados correspondiente al año 1899, La Habana, Imprenta El Comercio, 1900; José


A. Malberti: "Informe sobre el clamante aumento de la locura en nuestro país, en 111 Congreso
Médico Panamericano, Actas de las sesiones y memorias presentadas, Imprenta y Librería La
Moderna Poesía, 1902; y Gustavo López: Algunas consideraciones sobre las psicopatías obser-
vadas en la Isla de Cuba, La Habana, Imprenta de Roces y Pérez, 1903.
248 Arístides Agramonte: "Profilaxis de la tuberculosis en Cuba", Revista de Medicina y

Cirugía de La Habana, T. 7, 1902, pp. 483-487, 507-513, 530-535 y 560-563. Ver también, del
mismo autor, "La profilaxis de la tuberculosis en las ciudades por medio de su reglamentación".
En ambos textos es patente el cambio de lenguaje a que hemos aludido. Para Agramonte, la
inmensa mayoría de las casas de La Habana cuentan con una circulación de aire aceptable,
y el clima en cuanto tal interviene como antídoto. Reconoce, no obstante, el problema de la
insalubridad de las ciudadelas. Pero se proyecta positivamente, confiando en la construcción de
viviendas colectivas para obreros, que permitan reducir el hacinamiento. Por otro lado, sugiere
labores de promoción de salud que podrían ser efectivas, como conferencias en las fábricas y
distríbución de folletos de "vulgarización científica" en las casas de vecindad, en las iglesias
y en los barrios pobres. Sobre las acciones y prácticas sanitarias orientadas a la infancia y el
auge que cobran los "preventorios" y "colonias agrícolas", ver "Regeneración del niño por los

153
Se crea en 1901 la Liga contra la Tuberculosis, que despliega una intensa
promoción de salud en escuelas, talleres y solares, sostiene un Dispen-
sario popular e incorpora en la gestión preventiva y curativa a las Casas
de Socorro. Es notable el disciplinamiento de obreros y madres, a quie-
nes se les vincula cada vez más en base a estrategias inclusivas que van
desde el cuidado de los hijos hasta el pago de seguros sanitarios. Se trata
del modelo trabajo/familia responsable, potenciado por el activismo de
líderes obreros y vecinales, modelo que tiene por delante a la figura del
niño "pretuberculoso", alrededor de la cual se van a desarrollar, en breve,
muchos de los enunciados y prácticas de la Eugenesia, la Pedagogía y la
Higiene Mental.

Brigada de limpieza. La Habana, 1902

trabajos agrícolas", Manuel Delfín, en II Conferencia Nacional de Beneficencia y Corrección


de la Isla de Cuba, La Habana, 1904, pp. 45-52.

154
La invención de las masas.
Ciencia y racismo en Cuba

Cuando el joven criminólogo Israel Castellanos se incorpora al


cuerpo de redactores de Vida Nueva, en 1914, ésta era todavía una revista
de orientación sociosanitaria, ocupada en temas como las enfermedades
contagiosas, la prostitución y la mendicidad. Su ideología apuntaba, sin
embargo, a una gestión de moral pública más extensa que, bajo el rótulo
"patología social", se encargaría de cuestiones como la corrupción polí-
tica, el choteo, la lotería y el juego de gallo, entre otras tendencias y acti-
tudes relacionadas con el "carácter cubano". De hecho, según el editorial
de primer número, la publicación se propone un "proyecto de cambio
radical en las costumbres" destinado a erradicar vicios atribuidos a "la
persistencia de atavismos coloniales". 249 Aunque la revista no extravió
del todo esta orientación, lo cierto es que tras la entrada de Castellanos
se convierte en la principal tribuna de la criminología en Cuba, con in-
cursiones incluso en la incipiente eugenesia. 250
2•• El título pro-modernista de la publicación, Vida Nueva, apunta de entrada a la necesi-

dad de promover un cambio en las costumbres. Según uno de los editoriales sus objetivos eran:
combatir el personalismo, el panen lucradum, el populismo, el anarquismo, el juego de gallos
y la lotería recién aprobados, así como las "pasiones atávicas de las masas indoctas". Se parte
de la idea de que la República de 1902, que nace plena de esperanzas, se hunde luego "al calor
de luchas intestinas que parecen responder a la diátesis hereditaría que corroe la vida política
de las naciones" ("Prefacio", Vida Nueva, Año 1, nº 1, 1909, pp. 1-4). Surge esta publicación
cuando Estados Unidos entrega a los cubanos "el manejo completo de su propio país" y reina
"w1.a expectación solemne". Del colapso de 1906 se acusa a la falta de tolerancia que "predo-
mina en nuestra psicología". Por lo que se trata de volver a una vida civil decente, olvidando
las "fantasías heroicas que se engendran y nacen en el vivaqueo del campamento". Se reconoce
la dependencia de la nación a intereses extranjeros, "dilema inexorable" ante el cual "o nos
adaptamos a la realidad o desaparecemos como pueblo independiente". De ahí que sea "la hora
del esfuerzo para que la causa solaríega no se derrumbe" y se puedan "propagar los principios
y métodos científicos que enseñan a conservar la salud, para mantener sana y robusta la pobla-
ción, cuyo fomento se consigue bajando la mortalidad y awnentado las cifras de inmígración"
[deseable]. Sus lineamientos incluyen además mejorar la enseñanza y las condiciones de vida de
la clase obrera, y velar por la higiene de la ciudad y la disciplina ciudadana. Fundada por Diego
Tamayo, considerado "el padre de la sociología médica en Cuba", Vida Nueva; revista mensual
de medicina, cirugía y ciencias auxiliares, se extendió desde 1909 hasta 1957.
2 'º Véase, entre otros, Diego Tamayo: "Patología Social III. La República Enferma", Vida

155
Este nuevo rumbo marca un momento importante en el relato médi-
co de la primera República. Si bien la antropología criminal había experi-
mentado cierto desarrollo a finales del siglo XIX, ahora encontraba con-
diciones no solo nuevas sino además propicias para su desenvolvimiento.
Se pasa entonces, en el orden discursivo, de un enfoque epidemiológico
avalado en el éxito de las campañas contra la fiebre amarilla y otras en-
fermedades infecciosas, a otro centrado en los problemas que se derivan
de la inmigración, la criminalidad y la raza. Se trata del pasaje del "agen-
te biológico" a la "cuestión social" -tal como lo anticipa Juan Guiteras
Generen 1900-, solo que en el interior de un paradigma sociobiológico
llamado a alimentar el nacionalismo étnico y el racismo de Estado. 251
No es que no se hayan establecido con anterioridad medidas susten-
tadas en este cambio de signo, sino, más bien, que el optimismo suscitado
por la reducción de la mortalidad durante los primeros años de la Repúbli-
ca sirve ahora, como nunca antes, para legitimar prácticas racistas radica-
les. Al desmoronarse la tesis climática de tanto arraigo en el siglo XIX, por
fin el país devenía -al decir de Finlay y de otros médicos cubanos- ha-
bitable para el hombre blanco, modelándose una mentalidad migratoria (y
de control biopoblacional) de carácter fascista. 252 Es en este contexto que

Nueva, Año I, 1909, pp. 165-167; Nicolás Amador: "Eugénica", Vida Nueva, Año VI, nº 12,
1914, pp. 37-47; y Domingo Ramos: "Algo sobre Homicultura. La genética y la embriología
experimentales en relación con la medicina", Vida Nueva, Año VIII, 1916, pp. 90-109.
m Juan Guiteras Gener: "Los recientes descubrimientos sobre la malaria y el mosquito",
en Cuba y América, Vol. IV, nº 84, 1900, p. 11.
2 ' 2 Desde 1878, Carlos J. Finlay se convierte en la principal figura de los estudios pobla-

cionales en Cuba. Sus investigaciones sobre "aclimatación de las razas", en las que sostiene que
el clima de la isla es uno de los "más saludables del mundo para la raza blanca", defendiendo
una "mayor probabilidad de vida" para imnigrantes europeos y una virtual disminución de las
poblaciones afrocubana y asiática-a quienes queda para sobrevivir el recurso del "cruzamiento",
que desestima por otra parte como perjudicial para los blancos- lo colocan a la cabeza de un
proyecto biopolítico que cobra fuerza desde entonces y se consolida a comienzos de la Repúbli-
ca Se trata de una razón bioinstrumental que se traduce en políticas concretas de inmigración
y control de la natalidad, y cuyos enunciados conectan con la eugenesia y en general con el na-
cionalismo étnico y el racismo de Estado. Ver por ejemplo: "Clima de la Isla de Cuba", Gaceta
Médica de La Habana, Año 1, nº 2, La Habana, 2 de diciembre de 1878. Ver, como expresión
de la biopolítica a comienzos del siglo XX, las obras de Rafael E. Fosalba "El problema de la
población de Cuba", Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la
Habana, T. XLV, 1909, pp. 638-751; "La mortinatalidad y la mortalidad infantil en la República
de Cuba", ibídem, T. LI, 1914, pp. 88-444; Nueva orientación del método estadístico en el es-

156
Jorge Le Roy apunta: "Si como médicos hemos erradicado la fiebre amari-
lla y las viruelas, como intelectuales deberíamos velar por el mejoramiento
moral de la Isla". 253 Mientras Castellanos afirma: "No creamos que el azul
perenne de nuestro cielo y las brisas del golfo mejicano nos sanearán del
criminal, no; el único "delincuenticida" conocido es la pena capital, y ésta
se hizo no para la víctima de los códigos, sino para esa salvaje figura tro-
quelada por la criminología. ¡Investiguemos el organismo de nuestros bár-
baros, estudiemos nuestros salvajes!" 254 Y apelando a metáfora semejante,
Femando Ortiz dirá años más tarde: "Hagamos con nuestros criminales lo
que hicimos contra los mosquitos: eliminarlos". 255
Fundada por Diego Tamayo en 1909 al término de la segunda in-
tervención norteamericana, y en otro momento de dudas acerca de la ca-
pacidad de los cubanos para autogobemarse, Vida Nueva nunca vío con
buenos ojos la estrategia de los políticos liberales, en principio favorable
(léase populistamente) a los sectores afrocubanos y pobres. Esta filiación
política va a ser el blanco de muchas de las críticas agónicas y de explí-
cito contenido racista de la publicación, si bien estos mismos políticos
no serán denunciados luego, cuando su gestión de gobierno termina com-
plicándose con la "guerra racial" de 1912 que, como se sabe, arrojó un
cifra elevada de negros y mulatos asesinados. Castellanos se inserta en la
revista, pues, en un contexto signado por el fantasma aún reciente de la
revuelta, el alza de los relatos públicos sobre brujería (y en especial sobre
tudio de los fenómenos colectivos de la población cubana (1917) y La teoría cualitativa de la
población y el tipo demográfico cubano (1918).
253 Las campañas a favor de reivindicar la primacía del descubrimiento de Finlay, méri-

to que le fue "escamoteado", fueron particularmente intensas en esta época Esta proyección
internacional del finlaísmo (término acuñado por Guiteras Gener) tenía, sin embargo, como
correlato interno, la cuestión que hemos señalado: la amplificación del agente moral a través
del biológico, y viceversa, en un contexto de justificación científica del racismo. Jorge Le Roy
y Cassá, uno de los médicos cubanos que más se ocupó de que se reconociera "la gloria de
Finlay", se pronuncia entonces contra la inmigración de braceros antillanos, a la que considera
"antisanitaria", al tiempo que solicita el establecimiento de laboratorios que estudien "al hom-
bre normal y a los criminales" (léase "brujos"). Ver: Jorge Le Roy: "Psiquecultura. Estudio
sobre los anormales", Anales de la Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La
Habana, T. L, 1913, pp. 814-16. Para ampliar este tema, ver Domingo F. Ramos: Cuba en la
higiene internacional y finlaísmo; esquemas, informes, discursos, legislación, La Habana, Im-
prenta La Propagandista, 1924.
254 Israel Castellanos: La mandíbula del criminal, Imprenta Moderna, La Habana, 1916, p. 5.

m Femando Ortiz: Proyecto de código criminal, La Habana, 1926, p. XII.

157
brujos que asesinan a niños blancos) 256 , y el aumento de la inmigración
de braceros antillanos como efecto del boom económico propiciado por
la Primera Guerra Mundial.
Se asistía entonces, entre las élites científicas, al empalme entre las
viejas teorías de extracción sociodarwinista y los presupuestos más no-
vedosos de la genética, destinados a radicalizar las tesis evolucionistas.
De este anudamiento surge como tal (o por lo menos se despliega) la
doctrina eugenésica, con el propósito de mejorar la calidad de la especie
humana, apelando a prácticas que apuntan no solo a individuos y grupos
peligrosos, sino también a la población en su conjunto: al control de su
reproducción colectiva. Justo en ese nudo se inserta la gestión científica
de Israel Castellanos, quien impulsa desde 1912 la doctrina criminoló-
gica de Lombroso (aun cuando estaba ya en su ocaso), al tiempo que se
adscribe a las modernas tesis de los biólogos norteamericanos Charles
Davenport y Tomas H. Margan. 257
Si bien buena parte de sus propuestas se colocan de lleno dentro del
darwinismo clásico, siguiendo en este sentido las ideas de Garofalo y de
Spencer, no es menos cierto que las mismas se expresan, por lo general,
en un marco de proyecciones eugenistas, anclaje bajo el que debe verse
tanto la defensa que realiza de la pena de muerte (la "selección artifi-
cial" como recurso técnico o instrumento médico), 258 como su posición
biocrática en favor de la esterilización de enfermos y criminales y del
control de "matrimonios patológicos". 259 En fin, los viejos conceptos de
"degeneración" y "estigmas" terminan por sustentarse, en su caso, en los

2 •• Ver, por ejemplo, del propio Castellanos: "Pina: el negrito asesino", Vida Nueva, Año

IX, nº. 11, 1917, pp. 264-268; "La fisionomía del brujo", Vida Nueva, Año VI nº. 8, 1914, pp.
179-0 81; "Alrededor del fetichismo afrocubano", Vida Nueva, 1915, Año VII, nº. 1, 1915, pp.
8-10; "El tipo brujo", Revista Bimestre Cubana, Vol. 9. nº. 5, 1914, pp. 328-344; y su clásico
estudio La brujería y el ñañiguismo desde el punto de vista médico legal, La Habana, Imprenta
de Lloredo y Ca., 1916.
2 ' 7 Charles B. Davenport (1866-1944): Zoólogo y genetista. Prominente líder de la eu-

genesia en Estados Unidos. Tomas H. Morgan (1866-1945): Genetista. Premio Nobel en 1933
por la demostración de que los cromosomas son portadores de los genes. Ambos tuvieron una
notable influencia sobre el movimiento eugenista cubano.
m Israel Castellanos: "La pena de muerte bajo el punto de vista médico legal", Vida Nu-
eva, Año VIII, nº. 1, 1916, pp. 8-9.
2 •• Israel Castellanos: "Los matrimonios patológicos o cónyuges delincuentes", Vida Nu-

eva, Año VIII, nº. 44, 1916, pp. 87-90.

158
postulados de la nueva genética y, sobre todo, en la promoción de prác-
ticas específicas como evitar que delincuentes, locos y prostitutas ten-
gan descendencia y asegurar a la vez la reproducción del capital humano
por medio de un control migratorio férreo, capaz de apartar "elementos
indeseables". 260 Por supuesto, es sobre ciertos grupos ya insertados en la
sociedad cubana (negros y chinos, brujos y náñigos, meretrices y niños
delincuentes, etc.) y en su afán de establecer una "ciencia nacional", que
esta labor eugenésica -indisociable del trabajo propiamente etnocrimi-
nal- se expresa en toda magnitud. 261
Por otro lado, y al contrario de Lombroso, que apenas los distin-
guía, Castellanos siempre diferenció -al estilo de Montané y de otros
antropólogos de la generación precedente, marcados por la escuela fran-
cesa- entre estigmas degenerativos y atávicos, con lo que trazaba una
rígida demarcación entre locos y delincuentes. 262 Esta estrategia, en apa-
riencia protectora del enfermo mental en términos penales, se mostraría
por lo mismo precaria y propensa a una apertura demasiado amplia del
campo de intervención. Además de que dejaba de indicar el problema
más acuciante del "loco criminal" -pivote que ligaría el manicomio a la
cárcel y que sirvió para equiparar ambas instancias, anulando de hecho

260 En 1900 se dictó la Orden 451 que regulaba la entrada de inmigrantes, con el objeti-

vo de "proteger al país contra la posible introducción de personas que, por razones de orden
social o económico, puedan ser perjudiciales a la comunidad". La lista incluía a locos, idio-
tas, criminales, mendigos y todo aquel que padezca alguna "enfermedad repugnante o grave
y contagiosa". Entre 1902 y 1906, la Estación de Inmigrantes de La Habana devolvió a 1521
"indeseables", 43 de los cuales fueron considerados enfermos mentales. (Enrique B. Barnet:
La sanidad en Cuba, Imprenta Mercantil, 1905). Castellanos estableció además un gabinete de
identificación especializado en inmigrantes.
261 Son numerosas las alusiones de Castellanos sobre la necesidad de una "Ciencia Na-

cional" elaborada por los propios cubanos (ejemplo: Vida Nueva, 1927, p. 218). También se
refiere a una "psique propiamente cubana" y lo hace, curiosamente, al juzgar como erróneos
ciertos criterios vertidos por autores foráneos (Locard, Mariani y Falco), quienes elaborasen sus
apreciaciones a partir de la famosa colección de criminales cubanos que Femando Ortiz donara
a Lombroso .... , y que este publica en su conocido Archivio. (Vida Nueva, Año XI, nº 2, 1918,
pp. 35-37).
262 Véase Luis Montané Dardé: "Eyraud. Estudio de Antropología Criminal", Revista de

Ciencias Médicas de La Habana, nº. 23, 1890, pp. 293-294; y, de Castellanos: "Anomalías den-
tarias en el loco, en el criminal y en el normal", Gaceta Médica del Sur, España, Vol. 32, 1914,
pp. 289-292; La mandíbula del criminal, La Habana, Imprenta Moderna, 1914; y La mano del
loco y del criminal, Sevilla, España, Imprenta y Libreria Gómez Hermanos, 1918.

159
el pretendido deslinde conceptual-, se extendía también, con ella, la
posibilidad de una mayor intervención sobre la descendencia. Pues tanto
la degeneración, como el atavismo, señalaban a una herencia morbosa
que había que impedir a toda costa.
Si bien Castellanos tuvo en cuenta, al explicar la génesis de la cri-
minalidad, factores sociales apenas considerados en Italia, habría que
advertir que los mismos eran evaluados en tanto indicadores secundarios,
más bien como efectos que como causas, algo que también resulta evi-
dente en la obra inicial de Fernando Ortiz. 263 A pesar de ello, las diferen-
cias entre ambos autores siempre fueron notables, como lo demuestra la
fe de Ortiz en la educación de las masas, sostenida por Ferri, y el valor
atribuido a la evolución social del crimen, según las ideas de Nicéforo. 264

263 Femando Ortiz: Los negros brujos (1906), La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1995.
264 Las diferencias entre el primer Ortiz y Castellanos son mucho más amplias y han
sido destacadas por Consuelo Naranjo Orovio y Miguel Ángel Puig-Samper: "Delincuencia y
racismo en Cuba: Israel Castellenos vs Femando Ortiz", en Ciencia y Fascismo, CSIC, Madrid,
ediciones Doce Calles, 1998, pp. 11-23. Sin embargo, los vínculos no lo son menos. Al publicar
Castellanos en 1914Atlas: A través de la criminología, Ortiz lo recibe con palabras muy elogio-
sas (ver nota 279). Ortiz prologa además sus Instrucciones técnicas a los funcionarios judiciales
y policíacos ... , La Habana, Imprenta Rambla y Bouza, 1921, pp. 3-7. Ala vez, trabajan juntos
-Ortiz de prologuista y Castellanos de traductor y anotador- en la edición de Antropología y
patología comparadas de los negros esclavos (1866), del médico francés Henry Dumont, obra
aparecida en 1922 en la colección de libros raros e inéditos que Ortiz dirigía, y anteriormente
publicada en Revista Bimestre (1915, 1916). De Castellanos hacia Ortiz, abundan las citas en
sus artículos iniciales. Castellanos reseña luego Los negros brujos y Los negros esclavos, Vida
Nueva, Año IX, nº 2, 1917, pp. 42-46. Escribe, en la misma senda, su artículo "Instrumentos
musicales de los Afro-Cubanos", en Archivos del Folklore Cubano, vol. 11, nº. 3, oct., 1926,
pp. 193-208 y nº. 4, jun., 1927, pp. 337-355. Acota además "El diablito ñáñigo", Archivos del
Folklore Cubano, vol. III, nº. 4, oct-dic., 1928, pp. 27-37. Publica el texto titulado "Sobre el
proyecto de Código del Dr. Femando Ortiz",Acción Socialista, 1° de enero, 1927. Y, por último,
le dedica el artículo-homenaje: "Femando Ortiz en las ciencias criminológicas", Miscelánea de
estudios dedicados a Fernando Ortiz... , La Habana, Vol. I, 1955, pp. 298-332. Puede decirse
que en principio fueron tan lombrosianos el uno como el otro, salvo en los aspectos menciona-
dos. Mientras Castellanos, fiel a su formación médica, opta por las técnicas de antropometría
y el estudio directo del delincuente; el segundo progresa hacia el análisis cultural e histórico,
derivando luego hacia el funcionalismo y la crítica de la episteme eugenésica. No obstante, en
ambos se cumplen los siguientes rasgos (limitados, por supuesto, al Ortiz positivista): minimi-
zación de la sociogénesis del delito; medicalización (y/o psiquiatrización) del derecho penal y
de la sociedad en su conjunto; propugnación del prevencionismo y de la defensa social; descul-
pabilización del poder burgués; y justificación científica de la ideología del intervencionismo
radical. Para profundizar en aspectos de la vida y la obra de Israel Castellanos, es de imprescin-

160
Pero donde estas diferencias tendrían mayores consecuencias, fue aca-
so en la reconceptualización de las categorías de "brujos" y "ñáñigos"
con respecto a la noción lombrosiana de "criminal nato". Así, mientras
Ortiz adjudicaba esta noción a los brujos, sugiriendo medidas de control
más bien circunscritas, Castellanos la transfería a los miembros de la
sociedad Abakuá, para quienes establecía indicadores de reconocimiento
somático que, desde luego, no lograría sustentar a nivel metodológico,
salvo apelando a excusas o al diferimiento de pruebas o resultados. Al
permear con una categoría más acendramente biologicista a todo un gru-
po social (en realidad un verdadero entramado, pues incluía "razas" y
hasta estamentos muy diferentes), se creaban las condiciones para una
articulación más enérgica sobre la "cuestión criminal", ahora a todos los
niveles, desde el académico hasta el propiamente policial.
En última instancia, se propone una intervención más intensa, acor-
de con su voluntad antropométrica y judicial: rastrear a aquellos indivi-
duos y poblaciones peligrosas que debían erigirse, necesariamente, en
"obstáculos" a favor de la puesta en práctica y consolidación del na-
cionalismo étnico. Para ello indaga en prisiones y manicomios, refor-
matorios y centros de inmigrantes, donde, según sus propias palabras,
mide "locos, delincuentes, homicidas y meretrices", pesa "mandíbulas y
cráneos", colecciona "fotografías y estudia tatuajes", toma "impresiones
digitales" y escudriña, en fin, "en todo el organismo humano". 265 Partien-
do de esta experiencia inicial sobre colectivos la mayor parte de las veces
sometidos a encierro, es decir, de una etapa de investigaciones directas,
Castellanos se va a plantear también, poco más tarde y en corresponden-
cia con el carácter prevencionista de la criminología, estudiar y promo-
ver el control de determinadas expresiones culturales.
Aparecen así, en aquellos primeros tiempos de colaboración en Vida
Nueva, sus informes en torno al carnaval, el baile de los negros, la jer-
ga, los tatuajes y la marcha política. 266 Se trata de una serie de artículos

dible consulta el estudio de Andrés Galera: "Antropología criminal cubana: La obra de Israel
Castellanos", en Ciencia y Delincuencia, Cuadernos Galileo de Historia de la Ciencia, CSIC,
Sevilla, 1991, pp. 141-172. Para un estudio de la obra de Cesare Lombroso, y de la escuela po-
sitivista, debe consultarse José Luis Peset: Lombroso y la escuela positivista italiana, Madrid,
CSIC, 1975; y L 'antropología italiana: un seco/o di storia, Clement, P., Laterza, Roma, 1985.
265 "Confidencias de Israel Castellanos",Higia, 11, Madrid, 1917, pp. 307-316.

266 Ver, entre otros: "Etnología del hampa cubana", Vida Nueva, Año VI, nº 3, 1914, pp.

161
etnográficos en los que la "africanización" de la sociedad es presentada
como el mayor problema, toda vez que dicho proceso era el resultado,
a su juicio, de un rasgo dominante desde la esclavitud y ahora en pleno
ascenso, cuyo impacto resquebrajaría el orden civil instaurado en 1902.
Para Castellanos, el hampa cubana constituía la "genuina representación
de una tribu bárbara con todos los caracteres del negrería africano", 267
la cual tendía a extenderse en virtud de la tolerancia partidista y de sus
efectos sobre las clases bajas, en particular blancos pobres e inmigrantes.
De los artículos aparecidos en Vida Nueva, "Psicología de las mul-
titudes" es sin duda uno de los más interesantes, ya que pone al descu-
bierto una mirada amplia según la cual se pretende definir el "carácter
cubano" a partir de leyes biológico-sociales, en este caso con un énfasis
"científico" y totalizador jamás alcanzado en la literatura etnográfica del
país. 268 Aunque abundan en el texto citas de Le Bon y Spencer, y de
otros autores foráneos, sus fuentes principales serían, sin embargo, tres
artículos de autores cubanos: dos escritos costumbristas sobre el carnaval
o Día de Reyes, uno de Ramón Meza y otro de Jesús Castellanos, y un
conocido estudio etnológico de Femando Ortiz sobre el mismo tema. 269
Este entramado le permite seguir la "evolución" del carnaval desde la
Colonia hasta la República, convertir citas literarias en indicios o eviden-
cias criminales, y demostrar así la persistencia atávica y dominante de lo
africano dentro de la psicología colectiva.

67-69; "Evolución del baile negrero en Cuba", Vida Nueva, Año VI, nº. 7, 1914, pp. 150-153;
"Alrededor del fetichismo afrocubano", Vida Nueva, Año VII, nº 1, 1915, pp. 8-10; "El alacrán
en los negros tatuados", Vida Nueva, Año VII, nº 9, 1915, pp. 200-203; y, "El último pontícife
lucumí", Vida Nueva, Año VII, nº 11, 1915, pp. 246-251.
267 Israel Castellanos: "Etnología del hampa cubana", Vida Nueva, Año VI, nº 3, 1914,

pp. 67-69.
268 Israel Castellanos: "Psicología de las multitudes cubanas", Vida Nueva, Año VII, nº

11, 1915, pp. 246-251.


269 Los textos en cuestión serían: "El día de reyes", de Ramón Meza (La Habana Elegan-

te, Año V, nº. 2; El Hogar, 11 de enero de 1891; y Diario de la Marina, 8 de enero de 1903),
texto citado por Ortiz en Los negros brujos (1906; Ciencias Sociales, 1995, pp. 48-52); un artí-
culo de Jesús Castellanos sobre los carnavales, también citado por Ortiz en Los Negros Brujos
(1906; Ciencias Sociales, 1995, pp. 58-59) y del propio Ortiz el capítulo "Los negros en Cuba
(continuación)", incluido en Los negros brujos (1906; Ciencias Sociales, 1995, pp. 40-63), de
donde deriva luego su ensayo La antigua fiesta afrocubana del Día de Reyes.

162
Aunque Castellanos reconoce la concurrencia, al respecto, de orí-
genes étnicos diferentes y de géneros de vida diversos, por encima de
ello prevalece el concepto de "raza" como una entidad unitaria, capaz
de incluir y disolver en su interior a todos los demás elementos. Así, las
masas cubanas serían por esencia negras y arrastrarían de modo inevita-
ble al resto de sus componentes, a excepción -claro está- de las élites
mismas, que observan a distancia y se erigen en depositarias de un saber/
poder con el que intentan conjurar el miedo al contagio.
Demonizada en realidad bajo un triple rasero, pues además de negra,
la masa es por esencia criminal y femenina, en su análisis la muchedum-
bre va a ser considerada a partir de uno de sus aspectos: la manifestación
política. Y es que para Castellanos la marcha política constituye el tipo
de conglomerado "mejor definido" dentro del panorama de la República,
el más común y el que "por su exagerado carácter democrático reúne en
sí todos los elementos populares", reflejando mejor que ninguno otro
"la influencia de los negros sobre el llamado pueblo". 270 De modo que la
manifestación política no pasa de ser un remanente del carnaval decimo-
nónico, suerte de palenque ambulante cuyos instintos podrían desatarse
y poner en peligro el ya frágil ordenamiento civil. En fin, lo que se evi-
dencia en su texto, bajo el recurso del atavismo y como parte del relato
etnocientífico en boga, no es sino el afán de excluir a una amplia zona
de la cultura popular, anulando de paso una demanda participativa y le-
gítima, pues la supuesta africanización de la sociedad venía a ocultar no
solo la pujanza de las clases trabajadoras y de determinados estamentos
influidos por la prédica anarquista, sino también la creciente difusión de
clubes y sociedades de carácter vario, ligadas por el color de la piel, el
género, el socorro mutuo, etc.
Se trata, en efecto, de un proceso que tiene sus comienzos hacia
1879 cuando, ya en el ocaso de la esclavitud y en relación a la emergen-
cia de un espacio público en el que las "sociedades de color" también se
posicionan, al tiempo que la población afrocubana accede por primera
vez a ciertos derechos civiles; el problema de las fronteras raciales co-

27 º "Psicología de las multitudes cubanas", p. 247.


163
bra inusitada importancia. 271 Recortada contra este fondo de tensiones, y
como parte de una gestión contraria a la presencia de signos públicos de
presumible origen africano, la elaboración de una "psicología de masas"
se venía perfilando desde entonces. Es a partir de este momento que,
alrededor de desafio de la convivencia interétnica, se tejen ya no solo
políticas que plantean o bien la educación de las masas como modo de
integrarlas al modelo dominante de las élites, o bien su exclusión a tra-
vés de diseños claramente discriminatorios; sino también conceptos más
amplios y por lo general compartidos por ambas tendencias, como los de
"contagio moral", "sugestión mental", "actos automáticos e inconscien-
tes", etc., lo cuales van a ser aplicados ya no solo a individuos aislados
sino a toda una colectividad. 272
Un ejemplo de ello se puede apreciar en las opiniones expuestas en
junio de 1879, en una interesante sesión de la Sociedad Antropológica,
en torno a lo que Varona define como "psicología étnica", paso previo
hacia una "sociología cabal", según indica, acorde a los reclamos de la
época. 273 Si los signos religiosos o propiamente culturales de origen afri-
cano habían permanecido hasta entonces recluidos, o bien en el marco
de la esclavitud, o bien en el interior de la literatura costumbrista; ahora
forman parte de una dinámica social más abierta y tangible, con mayor
número de intersecciones, en la que está en juego un permanente inter-
cambio simbólico. Es así que, además del ñañiguismo y la brujería, y de
creencias diversas compartidas por los cubanos en el marco de la Guerra

271 Para wi análisis del espacio público emergente a partir de 1879, con su multitud de socie-

dades, asociaciones, gremios y revistas, etc., ver María del Carmen Barcia: Una sociedad en cri-
sis: La Habana a finales del siglo XIX, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2000, pp. 74-103.
272 Ver Antonio Mestre: "El automatismo y la sugestión", Revista Cubana, T. 14, 1891,

pp. 97-112; y Actas: Sociedad antropológica de la Isla de Cuba, Comisión Nacional Cubana
de la UNESCO, La Habana, 1966, pp. 111-117. Sobre la idea del contagio, y el modo en que es
discutida en este marco de incipientes derechos civiles entre los afrocubanos, ver José de Armas
y Céspedes: "La agitación de los negros", La Igualdad, 13 de enero de 1894; y Enrique José
Varona: "Carta a Juan Gualberto Gómez", La Igualdad, 3 de febrero de 1894. Según Varona,
que postula el "contagio social" como fenómeno negativo, awi cuando defiende wia educación
de las masas dirigida al "avance de los rezagados": "El ñáñigo negro da origen al ñáñigo blanco,
levantar al wio es evitar la caída del otro".
273 Actas: Sociedad antropológica de la Isla de Cuba, Comisión Nacional Cubana de la

UNESCO, La Habana, 1966, pp. 90-93.

164
de Independencia, también serán puestos en causa, tanto desde la Socie-
dad Antropológica como desde otras organizaciones, el espiritismo, el
judaísmo y las sectas protestantes. 274
Partidario de evitar el "contagio moral", Varona opina en su interven-
ción que el "roce" de la "raza negra" con "personas incultas de la blanca"
comporta un trasiego de "groseras supersticiones" que se sostendría "en
razón inversa del grado de cultura de las capas sociales"; y se refiere en
este sentido, con profusión de detalles, a creencias populares como el
babujal, en la que si bien no reconoce un origen africano, sino indígena,
sí ve el riesgo de que sea asumida por la población afrocubana. Señala
también a emblemas religiosos que formaban parte de los "sorteos de
loterías", como el gallo negro y el alacrán, cuyas imágenes, estampadas
en los billetes, "penetran con facilidad en nuestra vida cotidíana". Por su
parte, Luis Montané hacía referencia al matiabo, creencia extendida "allá
en la manigua y en medio de los hombres de color", aludiendo con ello a
una infiltración progresiva y "como inconsciente" de las costumbres "de
la raza inferior" en los demás grupos sociales. Todo lo cual justifica los
temores de José R. Montalvo, quien imagina, aterrado, un porvenir en el
que "esa gente" llegue a tener la "dirección de la vida pública".
No se trata solo, como vemos, de un miedo al negro como enti-
dad física y demográfica, sino también del temor a que sus creencias,
originarias o asimiladas, y reproducidas visualmente en los medios
públicos, o exhibidas en las festividades, se infiltren en toda la socie-
dad y lleguen a regir los sentimientos y las acciones colectivas. Desde
luego, estos temores fueron instrumentalizados a conveniencia, no
escatimándose la persecución tanto material como simbólica de la he-
rencia africana, lo cual se tradujo en la prohibición casi sistemática de
las comparsas de carnaval a lo largo de este período (concretamente
de 1885 a 1898 y de 1916 a 1933), y en otras muchas regulaciones que
afectaron a toda la sociedad. 275

274 Ver, entre otros, Enrique F. Veciana: "El espiritismo", Revista de Cuba, T. 6, 1879, pp.

42-50; Antonio Mestre: "El Nuevo Abraham", Revista de Cuba, T. 6, 1879, pp. 64-72; José Fran-
cisco Arango: "Consideraciones fisiopatológicas sobre el espiritismo", Revista de Cuba, T. 7,
1880, pp. 32-44; y, Enrique José Varona: "Sobre el espiritismo", El País, 2 de septiembre de 1884.
275 Robin D. Moore: Música y mestizaje. Revolución artística y cambio social en La Ha-

165
Gallo negro y alacrán; son, pues, los mismos estandartes partidistas
a que se refiere Castellanos en su articulo, portados por la muchedum-
bre en plena República. De modo que el tan denostado partido liberal,
capaz de agitar al pueblo sin prever las consecuencias, no es aquí sino
un elemento más de la clásica oposición masa/espacio público, multitud/
electorado instruido, tan emblemática de aquel cambio de siglo. 276
Surgido tras la Revolución Francesa, cuyo espectro de sangre fuera
estudiado por Hipólito Taine, el campo de estudios de la "psicología de
masas" había comenzado a consolidarse hacia 1890, cuando se difun-
den los escritos clásicos de Scipio Sighele, Gabriel Tarde y Gustave Le
Bon, 277 marcados por la impronta del hipnotismo y el naciente psicoaná-
lisis -de ahí el énfasis en la sugestión y el contagio-, pero también por
la expansión de la prensa escrita, de la fotografía, y el surgimiento del
cine. La "invención de la masa" llegaba, por tanto, tras una larga serie de
aprensiones y prácticas de control que, del niño y la mujer a la familia en
cuanto tal, y del criminal y el anarquista al hombre medio, abarcaría por
último a pueblos, etnias y naciones enteras. En Cuba, a las incursiones de
Ortiz y Castellanos en este campo, seguirán luego las menos conocidas
de los psiquiatras Armando de Córdova y Juan Porten Vilá. 278
Pero concluyamos con un breve seguimiento de las labores de Israel
Castellanos. En 1914, la publicación de su atlas A través de la crimino-
logía, que recibe el elogio de Fernando Ortiz, lo da a conocer entre los
miembros de la comunidad científica y jurídica del país. 279 Aún no había

bana. 1920-1940. Editorial Colibrí, Madrid, 1997, pp. 102-131 y 292-295.


276 Artemio Baigorrí: "Gabriel Tarde: El gran miedo burgués", www. unex.es/sociolog/

BAIGORRl/papers/tarde.pdf.
277 Me refiero a Psicología de las multitudes (Gustave Le Bon, 1895); La opinión y la

multitud (Gabriel Tarde, 1904, que incluye Leyes de la imitación, 1889 y Crímenes en oleadas,
1893) y La masa criminal (Scipio Sighele, 1889).
278 Véase Juan Portell Vilá: "La Higiene Mental y el contagio psíquico de las multitudes",

Revista de Psiquiatría y Neurología, T. I, nº. 3, 1929, pp. 82-87; y Armando de Córdova: La


Locura en Cuba, La Habana, 1940. Joya de la bibliografia psiquiátrica cubana, La locura en
Cuba es el primer intento de una historia de la psiquiatría cubana (y de la sociedad cubana) a la
luz de las manífestaciones patológicas de "carácter colectivo".
21• A través de la criminología. Atlas. La Habana, Editorial Salas, 1914. Ortiz recibe estaco-

lección de fotografia, con las siguientes palabras: "El autor promete ser figura de relieve en nuestra
literatura sociológica, si persiste en sus empeños intelectuales polarizados hacia la observación

166
comenzado la carrera de medicina, de modo que buena parte de su obra
fue fruto de un empeño autodidacta. Su vocación antropológica se re-
monta, sin embargo, a su adolescencia, cuando tras escuchar en una cena
familiar el relato de un famoso crimen cometido en Francia -el de la
pareja de amantes que forman Gabriela Bompard y Miguel Eyraud, este
último capturado en La Habana en 1890-, comienza sus lecturas crimi-
nológicas. 280 Su entrada como corresponsal en Vida Nueva y el inicio de
sus colaboraciones en España, con el apoyo del médico legista Antonio
Lecha Marzo, sellan apenas el comienzo de una trayectoria que le condu-
ce en breve al reconocimiento internacional. 281 El éxito en Cuba le llega
con la publicación en 1916 de La brujería y el ñañiguismo desde el punto
de vista médico legal, libro por el que recibe un importante galardón, 282
si bien la consagración definitiva la alcanza al obtener en 1928 el Premio
Lombroso, con la presentación en Italia del primer volumen de su obra
La delincuencia femenina en Cuba. 283
Lombrosiano fiel, Israel Castellanos creyó haber realizado apor-
tes originales a esta doctrina, como el descubrimiento de una variedad
de foseta occipital y la novedosa descripción de las llamadas "bocas
simiescas". 284 Si en su etapa inicial se mueve en el terreno de las inves-

positivista de las cosas de nuestra tierra [ ... ] es lombrosiano y trata de reflejar las teorías lombro-
sianas sobre nuestra fauna criminal [ ... ]. Nos complacemos en saludar a un nuevo cultivador de
la Antropología Criminal, tan abandonada entre nosotros: abandono este tanto más injustificado y
triste cuando que en Cuba, por el mosaico étnico de su básica constitución social, se encuentra un
campo preciosísimo, casi totalmente por explotar" (Horacio Abascal: "La obra científica de Israel
Castellanos", Revista Bimestre Cubana, Vol. XVI, 1930, pp. 199-209).
280 "Confidencias de Israel Castellanos", pp. 307-309.

281 Con el apoyo de Antonio Lecha Marzo, médico legista español muy vinculado a la

antropología criminal, Castellanos es nombrado en 1914 profesor corresponsal del Instituto


Español Criminológico. Al año siguiente le nombran profesor honorario de medicina legal de
la Universidad Central de Madrid. En 1919, miembro del Instituto de Biofísica de París. En
1922, miembro de la Sociedad de Biología Criminal de Viena. En total, perteneció a más veinte
instituciones científicas internacionales.
282 Israel Castellanos: La brujería y el ñañiguismo desde el punto de vista médico legal,

La Habana, Imprenta de Lloredo y Ca., 1916, 108 pp. Con esta memoria Castellanos obtuvo el
Premio Gordon de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
283 Israel Castellanos: La delincuencia femenina en Cuba, 2 tomos, La Habana, Imprenta

Ojeda, 1929. (Por el primer volumen de esta obra recibió el Premio Lombroso en 1928).
284 Israel Castellanos: "La fisonomía del brujo", Vida Nueva, Año VI, nº. 8, 1914, pp. 79-

81; "Anomalía atávica en el occipital de un criminal cubano", Vida Nueva, Año VI, nº. 9, 1914,

167
tigaciones antropométricas y morfológicas, su obra adquiere luego una
clara orientación etnológica, para anclar más tarde en el campo de los es-
tudios policiológicos y, en particular, en la identificación delictiva. Rea-
lizó una notable labor dentro del Gabinete Nacional de Identificación,
cuya dirección asume en 1921;285 y llegó a ser el investigador policial
más reconocido de América Latina, colaborando con frecuencia con el
FBI y otras agencias policiales.
Castellanos lleva al Hospital de Dementes (Mazorra), ya a finales
de los años veinte y mientras el gobierno de Machado apoya la reforma
que tiene lugar en dicho asilo, las técnicas dactilográficas; con éstas pre-
tende un mejor control sobre los "locos peligrosos" pero también sobre
personas con "inestabilidad jurídica", por lo general inmigrantes que "se
empecinan en su mutismo o mienten descaradamente". 286 Colabora en-
tonces con el "departamento de moralización" - buró de propaganda de
la dictadura machadista-y entrega el informe científico más autorizado
sobre el Presidio Modelo de Isla de Pinos, 287 aún en construcción, y don-
de el capitán Castells aplicará preceptos eugenistas (léase "de limpieza")
que parecerían calcados de la Conferencia Panamericana de Eugenesia y
Homicultura, celebrada en La Habana en 1928. Como se sabe, la gestión
de Castells durante este periodo se acompañó de la muerte de cerca de
500 reclusos. 288
Si bien Castellanos se aparta progresivamente, como se ha dicho,
de su vocación etnológica, lo cierto es que nunca abandonó los viejos
pp. 222-225; y "Sobre una nueva variedad de foseta occipital", Vida Nueva, Año VII, 7, nº. 9.
1915, pp. 49-56.
285 El 1 de agosto de 1909 se establece la Oficina de Identificación de Criminales, la cual

pasa a ser, en 1911, el Gabinete Nacional de Identificación.


286 Israel Castellanos: "La identificación de los alienados", Revista de Psiquiatría y Neu-

rología, Año I, nº 3, 1929, pp. 71-75; y "Valor de las impresiones digitales en los manicomios",
Revista de Psiquiatría y Neurología, Año 11, nº. 7 y 8, 1930, pp. 65-88.
287 Israel Castellanos: "El servicio de Antropología Penitenciaria", Vida Nueva, Año

XVIII, nº 2, 1926, pp. 31-35; Un plan para reformar el régimen penal cubano, La Habana, 1927;
Rudimentos de técnicas penitenciales. Clasificación de los reclusos, La Habana, 1928; y, "El
XVI Congreso Internacional de Identificación", Revista de Medicina Legal, vol. 11, 1930, pp.
735-744.
288 Ver Pablo de la Torriente Brau: Presidio Modelo, La Habana, Ciencias Sociales, 2000,

pp. 37-45; y Actas de la primera Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicultura, La


Habana, República de Cuba, 1928.

168
conceptos de degeneración y atavismo, los cuales continuó empleando
en sus variantes establecidas. Por ejemplo, en 1937 recicla, en su libro
Medicina Legal y Criminología Afrocubanas, argumentos similares, si
bien puestos a tono con los aportes más recientes en materia de respon-
sabilidad penal. 289 Tras el triunfo de la Revolución se radicó en Puerto
Rico, donde continuó su labor en el campo de la identificación policial.
Falleció en Miami el 9 de enero de 1977. 290

289 En Medicina Legal y criminología afrocubanas, La Habana, 1937, Castellanos seña-

la "la innata tendencia criminal de los ñáñigos y el delito involuntariamente criminal de los
brujos, quienes obran de "buena fe" guiados por los preceptos del fetichismo propios de su
involución cultural". Mientras los brujos "son atávicos en Cuba, pues no exteriorizan evolución
o mejoramiento como la generalidad de los negros de América, en cuanto a la piel"[... ], "los
ñáñigos, sin distinción racial, como la mayoría de los criminales, presentan gran relieve de
las arcadas superciliares". Para añadir más adelante: "la longevidad del fetichismo afrocubano
está en relación con su notable resistencia fisica". Se refiere además a algunos de los crímenes
más conocidos cometidos por "feticheros" en niños blancos. Y sostiene, según el rasero de la
psiquiatría decimonónica, que el estado de trance en el negro es un fenómeno epiléptico: "el
baile convulsionario es un procedimiento hipnótico para producir el estado epiléptico llamado
dar el santo". Al tiempo que maneja tales preceptos, y para que se tenga idea de su ascendencia
racista, Castellanos participa en la elaboración del Proyecto de Ley Especial para la Ejecu-
ción de las Sanciones y Medidas de Seguridad Privativas de la Libertad (1936), preámbulo del
Código de Defensa Social que aceptaría "integralmente el principio de la defensa social y la
responsabilidad legal".
290 Andrés Galera: "Antropología criminal cubana: La obra de Israel Castellanos", en

Ciencia y Delincuencia, Cuadernos Galileo de Historia de la Ciencia, CSIC, Sevilla, 1991, pp.
141-172.

169
Psiquiatría para el nuevo Estado.
El poder enfermo

Convocada por el Ministerio de Salud y los servicios médicos del


MININT con el propósito de sentar las bases de la prevención y la asis-
tencia psiquiátrica en Cuba, en estrecho vinculo con los órganos de la
Seguridad del Estado, se celebró en La Habana entre el 31 de mayo y
el 2 de junio de 1963 la Primera Conferencia Nacional de Instituciones
Psiquiátricas. 291 Cuando esto ocurre, ya varios artículos del Código de
Defensa Social habían sido modificados, sobre todo en lo concerniente a
la noción de "individuo peligroso", por lo que además de asegurar la clá-
sica alianza entre psiquiatras y juristas se pretendía fortalecer el consenso
entre ésta y el nuevo poder revolucionario.
El carácter si se quiere tardío de este encuentro, donde confluyen en
curiosa mezcla el estupor frente a las nuevas leyes, el simulacro y hasta
el más rancio oportunismo, remitía lo mismo a un pasado reciente "no
exento de errores" que a un futuro cercano que tendrá en las Unidades
Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) su próxima pero no última
expresión. Como en una foto que toma por sorpresa a los actores durante
el ensayo, se asiste a ese momento en que la Babel Psiquiátrica es forza-
da a hablar una sola lengua; esto es, el devenir ideológico de la que fue
hasta 1960 una institución más bien moderada, en la que psiquiatras de
diversas tendencias se enfrentan a menudo con pasión pero sin desmon-
tar las reglas del juego.
2• 1 "Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas", Revista del Hospital Psi-

quiátrico de La Habana, Vol. IV, nº 2, abril-junio, 1963, pp. 177-400. Significado de siglas
citadas en este texto: MININT: Ministerio del Interior. UMAP: Unidades Militares de Ayuda a
la Producción. CTC: Central de Trabajadores de Cuba. FMC: Federación de Mujeres Cubanas.
CDR: Comité de Defensa de la Revolución. OMS: Organización Mundial de la Salud. G-2:
Departamento de información del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, luego
Departamento de la Seguridad del Estado. URSS: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
MINSAP: Ministerio de Salud Pública.

170
Justo al término de una reunión parecida, celebrada en enero de
1962 (Primera Conferencia Psiquiátrica) con el fin de "conciliar ten-
dencias aparentemente irreconciliables y enfrentar el sectarismo revolu-
cionario y científico", la Gaceta Oficial había publicado un decreto que
permitía al MININT declarar el estado de peligrosidad del sujeto, sin que
fuese necesario ningún asesoramiento médico y bastando, al efecto, con
la declaración de algún miembro de la CTC, la FMC, o el CDR. 292 Por
supuesto, este decreto llega luego de varias redadas policiales, como la
de los días previos a la invasión de Bahía de Cochinos, cuando 20000
personas fueron arrestadas; la de Matanzas durante el verano; o la del 11
de octubre del mismo año contra pederastas, prostitutas y proxenetas (la
famosa "noche de las tres P.").
En cada una de estas razzias se hizo un uso extenso de la llamada
peligrosidad predelictiva (predelincuencia en el nuevo argot policial), sin
que se requiriese del aún vigente "asesoramiento psiquiátrico", inciso
añadido a la legislación en 1940 y que se tenía como uno de los logros
de la psiquiatría y la jurisprudencia republicanas. 293 Fue para calzar estos
operativos que se decretaron las leyes 992 y 993 del 19 de noviembre de

292 En las conclusiones de esta Primera Conferencia Psiquiátrica (también conocida como

Asamblea Nacional Psiquiátrica), celebrada enero de 1962, se expresa la necesidad de "vin-


cular los instrumentos de la disciplina con los empeños de la construcción del socialismo, el
incremento de la producción y la defensa de la patria", aprovechando "los vehículos mismos
de la Revolución para desarrollar la prevención y el tratamiento de las enfermedades menta-
les". Una de las ponencias presentadas se tituló "La protección social al enfermo mental" y
fue pronunciada por Abdo Canasí, quien realiza un llamado a crear un cuerpo de auxiliares
psiquiátricos extensible a todo el país e inspirado en el modelo soviético. Con posterioridad a
esta Conferencia, se publica en la Gaceta Oficial (marzo de 1962) un decreto según el cual el
Ministerio del Interior podía declarar el estado de peligrosidad de un sujeto sin intervención
médica, bastando al efecto con el "asesoramiento de miembros de la CTC, del Sindicato o el
CDR". Se comienza a emplear el término pre-delincuencia, aplicado para señalar una supuesta
"proclividad al delito" que incluía figuras como la vagancia, la homosexualidad, el escándalo
público y otras alegadas "conductas impropias". La institución del "estado peligroso" y de los
"índices de peligrosidad" ya se recogían en el Decreto Ley 802 del 8 de octubre de 1938. El
artículo 48 Código de Defensa Social definía al estado peligroso como "predisposición mor-
bosa congénita o adquirida mediante el hábito que, destruyendo y enervando los motivos de
inhíbición, favorezca la inclinación a delinquir de un sujeto." (ver referencias en "Conferencia
Nacional de Instituciones Psiquiátricas").
293 Código de defensa social. Ley de ejecución de sanciones y medidas de seguridad pri-

vativas de libertad y reglamento para su aplicación. La Habana, Jesús Montero, 1946.

171
1961, la primera anunciando que "el avance de la Revolución" permitía
"establecer nuevos métodos dirigidos a reeducar y rehabilitar delincuen-
tes", y la segunda autorizando al Consejo de Defensa Social (ya incorpo-
rado al MININT) a adoptar medidas en el menor plazo posible. 294
Es después de derrotada la invasión de Bahía de Cochinos que se
intensifica el hostigamiento contra los sectores marginados, a quienes se
les acusa de robar en las casas de los opositores políticos, curiosamente
cuando se borraban las fronteras entre contrarrevolución y delincuencia
común. René Dumont recuerda en Cuba: socialismo y desarrollo que
el término "lumpenproletariado" se empleó para designar "a los que
no querían trabajar ni respetar las leyes revolucionarias", y relata que
tras un discurso de Fidel Castro contra el "parasitismo social", se usó la
poca cerveza que quedaba como "cebo eficaz" para tenderles una tram-
pa: "Cuando comenzaban a entregarla en los bares, la noticia se rega-
ba rápidamente por la ciudad y los desocupados eran los primeros en
aparecer. Eran entonces seguidos por un carro de policía y aquellos que
no mostrasen un empleo regular eran enviados a trabajar a las granjas.
Almorcé con un grupo de estos lumpen en el comedor de una plantación
de palmeras en Las Villas, donde fueron concentrados unos 1800 [... ]
Los que se entregaban decididamente al trabajo tenían la posibilidad de
ser rehabilitados, pero los reincidentes, en contrapartida, eran deportados
para los Cayos, pequeñas islas donde el régimen de trabajo era bastante
más duro y de donde era imposible escapar". 295
Esta indistinción entre "vagancia" y "oposición" a las leyes socia-
listas, expuesta en tono un tanto campechano por el agrónomo francés
-quien prefería las granjas de trabajo a las cárceles- sirvió para legi-
timar el secuestro y multiplicar los dispositivos disciplinarios; esto es,
una invención liberal dirigida a los cuerpos individualmente, ahora en
las condiciones de fuerza de un régimen totalitario. Y lo mismo ocurre
294 Ramón de la Cruz Ochoa: "El delito, la criminología y el derecho penal en Cuba

después de 1959", Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, nº 2, 2000. (Otra ley
en la misma dirección es la número 1155 de 1 de abril de 1964, la cual afirma: "Es necesario
como medio de fortalecer la lucha contra elementos antisociales, que aún existen como rezagos
de la sociedad capitalista, facultar al Consejo Superior de Defensa Social para decomisar bienes
muebles propiedad de personas que sean declaradas en estado peligroso").
295 René Dumont: Cuba: intento de crítica constructiva, Barcelona, Nova Terra, 1965,

pp. 159-160.

172
en cuanto al control de la población como conjunto, marcada, según los
nuevos eugenistas, por supuestos vicios y taras del pasado. Entra así de
lleno, la población cubana, en los cálculos de una economía de Estado
centrada en la estimulación de la natalidad y el matrimonio, de la fuerza
de trabajo en el sector azucarero, así como de grandes movilizaciones y
movimientos migratorios (tanto externos como internos) que pretenden
diseminar e incluso borrar las diferencias de clase y entre regiones.
Circula entonces el término "salud psicopolítica" que, según cla-
ro rasero sociobiológico, equivalía a deslindar entre "el pueblo sano y
trabajador" por un lado, y "los gusanos y lacras sociales" por otro. Se
trata del eugenismo de siempre, pero aderezado ahora de contenidos so-
ciales, en un contexto donde se procura la liquidación del enemigo de
clase (condenado por la historia a desaparecer) y el cultivo simultáneo
del Hombre Nuevo.

II

Como es lógico, la política psiquiátrica de la revolución cubana no


se definió de un día para otro. Los primeros proyectos nacionales eran de
carácter liberal. En las "Proyecciones oficiales ... " publicadas por la junta
de la Sociedad de Neurología y Psiquiatría en mayo de 1959, 296 se plan-
296 Proyecciones Oficiales de la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría sobre la

Organización Psiquiátrica y la Higiene Mental en Cuba, Junta Directiva de la Sociedad, La


Habana, mayo de 1959. Este folleto, al parecer redactado en marzo de 1959, lo firman, entre
otros, Jirnénez Malgrat, Sagredo Acebal, Femández de Castro, Argaín Ros, Uriarte Sirnonetti y
Galigarcía Hemández. El "Proyecto de Asistencia Psiquiátrica Nacional" (así se titula la Parte
11), solicitaba un presupuesto de 20 millones de pesos a efectuarse en ocho a diez años. Sus
proposiciones eran: (1) Creación de un Consejo Nacional de Psiquiatría y Salud Mental que
se encargara de la organización y supervisión del resto de las propuestas. (2) Eliminación de
la orden judicial como vía de ingreso (aunque manteniendo un breve reporte a las autoridades
competentes). (3) Creación de hospitales psiquiátricos provinciales (en Santiago y Santa Clara
inicialmente). (4) Demolición y transformación de Mazorra en una colonia o asilo modelo des-
tinado a pacientes crónicos. (5) Construcción de dispensarios municipales (hasta llegar a uno
por cada 50 000 habitantes). (6) Formación de un Servicio Social Psiquiátrico en la Escuela de
Servicio Social. (7) Construcción de colonias-hogares para retrasados mentales. (8) Construc-
ción de un Manicomio Judicial, así como de Preventorio de menores, de acuerdo con el Código
de Defensa Social. (9) Creación de reformatorios para el tratamiento de la delincuencia juvenil,
además de una Clínica de Conducta para adolescentes con "verdaderos" reglamentos y acoplada

173
tea, por ejemplo, crear dispensarios y hospitales provinciales, convertir
a Mazorra en un asilo de enfermos crónicos y, siempre de acuerdo con el
Código de Defensa Social, que así lo establecía, construir una clínica de
conducta para adolescentes y un manicomio judicial. Todas las propues-
tas incluidas en el documento, tanto las institucionales como otras de
carácter docente, habían madurado sin embargo en las últimas décadas y
eran bastante conocidas. Otro objetivo, llegar a una cama por cada 1000
habitantes, respondía por su parte a normativas recientes de la OMS. 297
De igual modo, el "Plan ... " publicado en septiembre del mismo
año en la Revista del Hospital Psiquiátrico, 298 y que contó con apoyo
explícito por parte Gobierno y del Ministerio de Salubridad, había sido
a los Tribunales de Menores. (10) Establecimiento de un Centro de Orientación Profesional
(para selección de profesionales). (10) Establecimiento de un organismo docente encargado de
la formación de psiquiatras psicólogos, enfermeros y trabajadores sociales. Y (11) Promoción
de un programa de Higiene Mental enfocado hacia las principales problemáticas de riesgo.
297 En 7 de abril de 1959 se aprueba la ley nº. 211 que disponía (a partir de esa fecha)

aumentar en 800 el número de camas del Hospital de Mazorra, aprobándose al efecto un crédito
de 17 526.50 pesos. Leyes del Gobierno Provisional de la Revolución, La Habana, Editorial
Lex, 1959, pp. 16-17; y Gaceta Oficial, no. 61, abril 8 de 1959.
298 "Plan de Asistencia Psiquiátrica Nacional", Revista del Hospital Psiquiátrico de La

Habana, Vol. 1, no. 2 (Suplemento), julio-septiembre de 1959, La Habana. Este informe fue
escrito a petición de Eduardo Bemabé Ordaz por el psiquiatra Julio Reymondez entre marzo
y abril de 1959. En general se trataba de una reelaboración de planes y textos anteriores de su
autor, al frente de la Liga de Higiene Mental desde 1948. El proyecto recibió "una honorable
acogida" por parte de Fidel Castro, Manuel Urrutia y del entonces Ministro de Salubridad Julio
Martínez Páez. El Plan incluía: (1) La construcción de dos instituciones "semejantes, aunque
más pequeñas" en Santa Clara y Santiago de Cuba, lo que permitiria la existencia de una cama
por cada mil habitantes, de acuerdo a lo estipulado por la OMS. (2) Construir una clínica de
agudos con capacidad para 500 pacientes en la propia Mazorra (ya en construcción), y otras dos
con capacidad para 100, en Santiago de Cuba y Santa Clara. (3) Aumentar el número de con-
sultas externas y de equipos de psicoterapia de grupo. (4) Establecer una "red de dispensaríos
que se extendería por todo el país con su doble tarea terapéutica y práctica", vinculados a las
comunidades y a las escuelas, para llevar a cabo la obra educativa de la salud mental (y se cita
a propósito trabajos anteriores de Reymondez, Potts y Fernández de Castro). (5) Construir dos
clínicas para niños psicóticos de 100 camas cada una, en Matanzas y Camagüey. (6) Construir
escuelas anexas a las normales para oligofrénicos en cada provincia, de lo que debería ocuparse
el Ministerio de Educación (se estima que el 10% de la población infantil necesitaría ir a ellas).
Y (7) Crear un Centro de Investigaciones del Cerebro. Este Plan, como el anterior de la Socie-
dad de Psiquiatría, se nutría de elaboraciones y propuestas que circularon en años anteríores a la
Revolución. A partir de ellos se articula la nueva política del Estado en tomo a la salud mental,
pero sufriendo varíaciones sustanciales en cuanto a sus vínculos con el Estado, al centralizar
este toda la gestión sanitaria, lo que dio al traste con el carácter liberal de ambas propuestas.

174
elaborado varios años antes como parte de las funciones de su autor, Ju-
lio Reymondez, al frente de la Liga de Higiene Mental. 299 En este infor-
me se pedía la construcción de dos hospitales "semejantes, aunque más
pequeños" (se refiere a Mazorra), una red de dispensarios psiquiátricos
a extender por todo el país, así como la creación de clínicas para niños
psicóticos y de un centro de investigaciones del cerebro. Reymondez
señala además la necesidad de incidir sobre el alcoholismo, la delin-
cuencia juvenil, el divorcio, la prostitución y la homosexualidad, a su
modo de ver los problemas sociales y psiquiátricos que más golpeaban
a la sociedad cubana.
En fin, ambos proyectos cifraban sus esperanzas en la "honestidad
del nuevo gobierno", pero eran autónomos en sus demandas. Se men-
ciona en uno de ellos, por otra parte, la "paradoja" de que Cuba contase
con una "promoción psiquiátrica comparable por su capacidad con la
de cualquier país del mundo" mientras la asistencia "oficial era de las
más pobres." 300 En esto sí había amplio consenso. Como en el signifi-
cativo reportaje publicado en Bohemia en febrero de 1959, Mazorra era
sin duda "una vergüenza nacional". 301 Pero en lo adelante, se exaltará

299 Julio Reymondez: "La Liga de Higiene Mental en Cuba", Archivos de Neurología y

Psiquiatría, vol. 8, nº 3, 1958, p. 13. Fundada en 1929, la Liga de Higiene Mental solo reinició
y mantuvo sus labores a partir de 1948. En 1951 Reymondez presentó su Proyecto de Programa.
300 Proyecciones oficiales ... , p. 10.

301 Fabre y Carbonell: "El Hospital de Dementes de Mazorra: una vergüenza nacional";

(fotorreportaje), Bohemia, 1 de febrero de 1959. Al igual que en 1898 tras el derrumbe del
régimen colonial, se toma al asilo de locos como metáfora por excelencia de la descomposición
y corrupción del Antiguo Régimen. Se trata del viejo discurso de la frustración cubana, ahora
con particular énfasis en la oposición desvergüenza/adecentamiento, dueto que venía cobrando
fuerzas desde la década del cuarenta. El Hospital Psiquiátrico de La Habana es convertido en
modelo de la nueva política sanitaria. Pero lo curioso es que su conversión en Comunidad
Terapéutica y Centro de Rehabilitación Social, así como las transformaciones higiénicas, etc.,
responderían sobre todo a presupuestos éticos que no se apartan de los del reformismo burgués.
Su referencia no es otra que la "reforma pineleana", con la figura de filántropo encamando en la
persona del Comandante Ordaz, eje de una gestión que liga en lo adelante la institución al Es-
tado y las mejoras materiales realmente conseguidas durante décadas (hasta 1990), a los ideales
del turismo revolucionario. Al igual que ocurre en 1898 cuando un grupo de combatientes del
Ejército Libertador, encabezado por Lucas Álvarez Cerice, se ocupa de la dirección y reforma
del asilo; ahora varios miembros del Movimiento 26 de Julio estarán al frente de las principales
gestiones sanitarias del país. Otro ejemplo de ello es la creación en 1959 del Departamento
de Investigaciones Psicológicas de las Fuerzas Armadas Revolucionarías, dirigido por Ernesto
Guevara hasta 1961 y en el que participa el comandante y psiquiatra Humberto Castelló.

175
únicamente el desastre de la asistencia psiquiátrica durante la República,
sin referencias a su notable mejoría durante la década de 1940, al tiempo
que se omitirá lo primero: que el nivel teórico y la gestión académica se
encontraba, al triunfo de la Revolución, en su mejor momento (nivel que
no se ha vuelto a alcanzar), si bien en general por debajo de Argentina,
México y Brasil, países que se habían beneficiado al abrir sus puertas a
psiquiatras españoles exiliados de sólida formación.
Fue en 1960 cuando comienzan a producirse cambios en la misma
dirección de una política de Estado que se radicaliza progresivamente.
Así, en enero de este año, durante el Segundo Congreso Nacional de
la disciplina, un nuevo modelo de asistencia psiquiátrica propuesto por
José A. Argain Ros es elevado al Gobierno. 302 Se trata ahora de promo-
ver, en consonancia con "las transformaciones que la Revolución viene
desarrollando" [ ... ] "una higiene mental colectiva, popular y social", en
la que pueblo participe de un modo directo ("linea de masas"). Argain
Ros, por entonces señalado por la oposición política como miembro del
G-2, proponía -entre otras medidas- reformar la legislación vigente
sobre enfermedades mentales y llevar la asistencia a zonas rurales para
erradicar el curanderismo, el espiritismo y la brujería. Prácticas de lar-
go arraigo en la cultura cubana, y diferentes entre ellas, fueron echadas
en el mismo saco y declaradas ilegales. Alegándose crueles tratos a los
enfermos allí recluidos, en 1966 es intervenida la conocida Clínica del
Alma, sustentada por organizaciones espiritistas y que durante décadas
funcionó como alternativa frente a la costosa atención privada y la ende-
ble asistencia pública. 3º3
302 Ver Archivos de Neurología y Psiquiatría, Vol. 10, nº. 2, abril-junio de 1960, pp. 62-68.

Para Argaín Ros la enfermedad no está en el pueblo, sino agazapada "entre el pueblo" como
"enemigo de clase". Propone: (1) Crear una Junta o Comisión Nacional de Psiquiatría e Higi-
ene Mental. (2) Reformar la legislación vigente sobre enfermedades mentales. (3) Promover
la rehabilitación física y moral del enfermo. (4) Crear nuevos hospitales psiquiátricos (uno
por provincia). (5) Crear dispensarios y un sistema de atención por distritos. (6) Reestructurar
Mazorra (convirtiéndola en una colonia-asilo de crónicos). (7) Construir nuevos reformatorios
para menores delincuentes. (8) Desarrollar centros de asistencia a oligofrénicos. (9) Desarrollar
la psicología del trabajo y del control empresarial. Y (10) Llevar la asistencia a las zonas rura-
les para erradicar el curanderismo, el espiritismo y la brujería, etc. Para ahondar en lo que se
concibió como "línea de masas", ver "Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas ... ",
pp. 280-281.
303 Fue intervenida el 2 de febrero de 1966 tras una campaña de descalificación que co-

menzó un año antes en el periódico Adelante de Camagüey. De modo que la propuesta de Argaín

176
Otros cambios en este sentido son los que tienen lugar en la Junta
de Gobierno de la Sociedad de Psiquiatría, también en enero de 1960,
cuando los psiquiatras más comprometidos desplazan a los de tendencias
liberales. 304 Asimismo, los que se efectúan en la Cátedra en virtud de las
posiciones asumidas en tomo a la Reforma Universitaria, en particular
durante el cisma de julio, lo que se tradujo en la separación de sus cargos
docentes de los profesores Rodolfo J. Guiral (titular) y Luis Viamonte
Cuervo (auxiliar), así como del catedrático de medicina forense Este-
ban Valdés Castillo, por mucho tiempo ligado a la especialidad. 305 A ello
se suma la designación al año siguiente del psiquiatra marxista Diego

Ros de erradicar el espiritismo y la brujería, se materializa con la ilegalización de estos centros.


Se trató, por otra parte, de una tarea orientada por el Ministerio de Salud que corrió pareja con la
construcción, entre otros, del Hospital Provincial Psiquiátrico "Comandante René Vallejo", para
lo cual se contó con el trabajo de los pacientes de Mazorra. Ala vez, el espiritismo es convertido
en objeto de estudio, un ejemplo de lo cual encontramos en el artículo "Aspectos culturales y
psiquiátricos de una secta de espiritistas de cordón", de Luis Calzadilla. Se trata de un análisis
clínico y psicológico de diez pacientes que profesaban estas creencias, y que concluye que la
mayoría de ellos tenían alteraciones psíquicas o trastornos de personalidad, sugiriéndose la rea-
lización de estudios de neurofisiología y antropología para conocer mejor el funcionamiento de
la secta y llegar a "conclusiones definitivas" (Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana,
Vol. IV, nº 2, 1971, pp. 21-35). De manera oficial, el espiritismo fue declarado ilegal en 1963.
Curiosamente, el nuevo impulso dado a la psiquiatría transcultural durante los años sesenta
y comienzos de los setenta, coincide con la prohibición de prácticas médicas de procedencia
espiritista, santera o congo-espiritista. El mayor artífice de la psiquiatría transcultural cubana,
José Ángel Bustamante, aparece por ejemplo en Acerca de un personaje que unos llaman San
Lázaro y otros BabalúAyé, documental de Octavio Cortázar y Luis Rogelio Nogueras, pronos-
ticando el fin del culto de San Lázaro por formar parte de una "superestructura ideológica" que,
como reza el adagio marxista, terminaría por desaparecer una vez consolidado el "nuevo modo
de producción".
304 Los cambios más signíficativos son los que se producen en la Junta de Gobierno de

la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría entre 1960 y 1963. Implican el ascenso de


figuras como José Galigarcía Hernández, José A. Argaín Ros, Leopoldo Araújo y Armando de
Córdova. Por su parte, dentro de la Escuela de Psicología se destaca, sobre todo, el ascenso
de Diego González Martín, designado además en 1961 Coordinador Nacional de Psiquiatría y
Responsable de la Comisión Psiquiátrica Nacional del Ministerio de Salud Pública. González
Martín jugó un papel destacado tanto en la Conferencia Nacional de Psiquiatría (1962) como en
la Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas (1963).
305 Ver Gregorio Delgado: Dr. Francisco Lancís y Suárez: Estudios históricos y médico

legales, Cuadernos de Historia de la Salud Pública, nº. 76, 1991; y Desarrollo histórico de la
cátedra Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales de la Universidad de
la Habana (1906-1961), Cuadernos de Historia de la Salud Pública, nº. 84, La Habana, 1998.

177
González Martín, destacado reflexólogo y crítico feroz del psicoanálisis,
como Coordinador Nacional de Psiquiatría; esto es, como responsable de
la disciplina a nivel ministerial. Es entonces que se publica el aupado ma-
nual Psicología (de los autores soviéticos Smirnov, Leontiev, Rubinstein
y Tieplov), traducido por el psiquiatra español Florencia Villa Landa,
republicano que completó sus estudios en la URSS (donde se exilia tras
la guerra civil), y ahora radicado en Cuba luego de haber pasado por Mé-
xico. 306 Será este el primero de una larga serie de títulos que divulgarán
las teorías de Pavlov y Anojin y el consecuente enfoque materialista.
Al mismo tiempo se toma el acuerdo, entre el Ministerio de Salud y la
dirección del Hospital Psiquiátrico, de solicitar que dos profesores sovié-
ticos "dicten un curso de perfeccionamiento" a fin de introducir la "con-
cepción reflexológica" y "contrarrestar" la formación de los psiquiatras
cubanos "basada en distintas escuelas idealistas". 307
Estas conferencias, pronunciadas por l. T. Victorov y por D. W.
Isaiev, y más tarde recogidas en libros, no comenzaron en realidad a im-
partirse hasta 1963. 308 Entretanto, tuvieron lugar otras mudanzas no me-
nos radicales: la clausura de Archivos de la Sociedad Cubana de Psiquia-
tría y Neurología, que venía publicándose con regularidad desde 1946 y
donde colaboran las figuras más destacadas de la psiquiatría norteameri-
cana, francesa y latinoamericana de la época; 309 la reaparición en enero
de 1962 de la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, ahora en
gran tirada y con un editorial que ensalza el tratamiento por medios quí-
micos ("pues solo puede haber enfermedad en lo corpora1"); 310 el viaje

306 Smimov A. A; Leontiev A. N; Rubinstein, S. L; y Tieplov B. M: Psicología, La Haba-

na, hnprenta Nacional de Cuba, 1961 (traducción: Florencia Villa Landa).


307 Ver referencia en "Editorial", Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, Vol.
IV, nº 3, julio-septiembre, 1963. (Esta decisión fue tomada 1961).
308 El Seminario, como también se le llamó al Curso de perfeccionamiento, no comenzó

hasta mayo de 1963. Durante años la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana recogerá
en sus páginas dichas conferencias. Luego se publicarán en forma de libros: l. T. Victorov,
Bases teóricas de los problemas centrales de la psiquiatría, La Habana, Ministerio de Salud Pú-
blica, 1965; y D. W. Isaiev: Bases teóricas de los problemas centrales de la psiquiatría infantil,
La Habana, Editorial Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1966.
309 El último número de Archivos de Neurología y Psiquiatría es el correspondiente a

enero-marzo de 1961. Terminaba así una empresa que se inició en 1946 y que llegó a publicar
11 volúmenes.
310 Tras casi un año sin publicarse, la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana re-

178
a la URSS de una comisión integrada por los doctores Eduardo Bema-
bé Ordaz, Leopoldo Araújo, Armando de Córdova, José Abdo Canasí y
José A. Bustamante "para adquirir nuevas experiencias"; 311 y una serie
de ajustes en los planes de estudios que van a incluir ahora la asignatura
Psicología Médica, y a propósito de lo cual se orienta la traducción del
conocido manual de Semionov. 312
Así que cuando se declare a mediados de 1963, en una mesa redonda
celebrada en el Hospital Psiquiátrico (y en el curso de las conferencias de
Victorov e Isaiev), a la reflexología pavloviana como doctrina oficial de la
psiquiatría en Cuba, ya estaban sentadas las bases de su sovietización. 313

111
A partir de 1962 fueron cada vez más frecuentes las críticas al psi-
coanálisis, que ciertamente había influido en la formación de no pocos
psiquiatras y psicólogos cubanos formados durante la República, una
parte de ellos miembros del Grupo de Estudios Psicoanalíticos. 314 Según

aparece en enero de 1962 (Vol. III, nº 1). El "Editorial" en cuestión expresaba que, "siendo uno
de los adelantos más notables en los últimos años el tratamiento de las enfermedades mentales
por medios químicos, y esto no es de extrañar pues solo puede haber enfermedades en lo corpo-
ral, en lo físico-químico", se decidía la publicación de un dossier sobre los nuevos fánnacos (p.
1). Esta insistencia de tipo doctrinal, no meramente técnica, muestra muy bien el determinismo
de corte materialista que comenzaba a abrirse paso.
311 Ver referencias en "Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas".

312 Aunque algunos cambios en la estructura de la docencia psiquiátrica se dictan ya entre

abril y mayo de 1959, a fin de separar las especialidades de psiquiatría y neurología, y de intro-
ducir un curso de Psicología Médica en el segundo año de la carrera, un semestre de Psiquiatría
en el cuarto y un internado rotatorio de varios meses en último; lo cierto es que los mismos no se
hicieron en principio con arreglo a las tesis de la psicología soviética. Estos solo se imponen de
modo progresivo a partir de 1961. (Ver "Editorial", Archivos de Neurología y Psiquiatría, Vol.
9, nº 2, abril-junio de 1959, p. 55). Por su parte, la reforma docente presentada por Galigarcía
en enero de 1960, en el Segundo Congreso Nacional de Psiquiatría, proponía "la formación
integral, filosófica y humanista de los nuevos agentes de salud mental, como lo contempla la
Revolución".
313 Eduardo Bernabé Ordaz: "Editorial", Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana,

1964, Vol. IV, nº 3, p. 460.


314 El Grupo de Estudios Psicoanalíticos se estableció en 1955 bajo el reconocimiento de

la A. P. I (Ginebra). En diciembre del mismo año se constituyó en Sociedad Psicoanalítica de


Cuba, presidida por José Ángel Bustamante O'Leary. Tal vez la primera crítica oficial al psico-

179
la retórica ad usum, semejante a la que imperó en los medios culturales,
se podía "militar en cualquier escuela siempre que el contenido fuera
revolucionario". No obstante, las críticas subieron de tono, y de calificar
al psicoanálisis como "método no científico" se pasó a definirlo como
"mera fantasía que no se eleva más allá de la alquimia y la astrología". 315
En este ambiente de descalificaciones doctrinarias ocurrieron no pocas
enfrentamientos, como los sostenidos entre el psicoanalista Juan A. Por-
tuondo y los profesores soviéticos durante el citado Curso de Perfeccio-
namiento. No fue infrecuente que mientras se impartían seminarios de
psicoanálisis, éstos coincidieran con cursos teórico-prácticos sobre con-
ductismo, dictados por psiquiatras cubanos. Aunque todavía a lo largo
de los sesenta se publican algunos textos de orientación psicoanalítica,
y se apela a este enfoque incluso en el estudio de diferentes desviacio-
nes sexuales, 316 poco a poco se impuso el silencio. No pocos psiquiatras
se apartaron de sus concepciones originales, otros optaron por variantes
dinámicas toleradas o por un uso discreto (consentido según el caso) de
las técnicas clásicas; mientras otra parte importante tuvo que marchar al
exilio a causa, entre otras razones, de la hostilidad laboral.3 17 Al mismo
tiempo, el psicoanálisis freudiano (junto a la Gestalt, el existencialis-
mo, la psicología clásica, etc.) sería catapultado en los programas do-
centes al rango de "escuelas idealistas inviables desde el punto de vista
científico". 318 A los médicos cristianos, por su parte, se les negó el acceso
a la especialidad, salvo si eran protegidos por el propio régimen, paten-
te de la que gozaba el director del Hospital Psiquiátrico de La Habana,
Eduardo B. Ordaz.
análisis fue la que tuvo lugar en una mesa redonda celebrada en el Hospital Psiquiátrico de La
Habana el 29 de abril de 1962, y que coordinara Eduardo Gutiérrez Agramonte (ver, Revista del
Hospital Psiquiátrico de La Habana, Vol. III, nº 3, 1962).
315 Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, Vol. V, no 1, 1964, pp. 53-66.

316 Ver por ejemplo F. Escadó: "La falta de la figura paterna y la transformación del rol
femenino", Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, Vol. VIII, 1967, pp. 313-320; y,
"El afeminamiento en el niño", Psicología y Educación, octubre-diciembre, 1965.
317 Marchan al exilio los neuropsiquiatras Rubén Darlo Rumbaut (1960), Jorge Picaza

Benítez (1961), Esteban Valdés Castillo (1961), Frisso Potts (¿1961 ?), Osear Sagredo Acebal
(1962), Ofelia Esquive! Rodón (1964), José N. Gurri Garrido (1964), Julio Reymondez (1966),
Julio Feijoo (1966), René de la Huerta (1969), Bautista Pérez Sanz (¿1969?), Héctor Wiltz
Lancís (1970), entre otros. También los psicólogos José Ignacio Lasaga (1961) y Juan A. Por-
tuondo (1971).
318 Programa de especialización en Psiquiatría, MINSAP, La Habana, 1986.

180
Fue hacia 1968 que el escaso margen de tolerancia terminó por ex-
tinguirse. Un ejemplo de intervención ideológica en este terreno es la
petición que el dirigente comunista Fabio Grobart realiza a Diego Gon-
zález Martín en 1965, para que publique un artículo "cuestionador" en
la revista Cuba Socialista. En efecto, "Algunas consideraciones críti-
cas sobre la teoría freudiana" fue escrito con el propósito de disuadir a
"los escasos núcleos de freudianos revolucionarios que mantienen sus
ideas". 319 González Martín, que antes de la Revolución ya había tachado
al psicoanálisis (en enconada polémica con Roberto Sorhegui) 320 de "su-
perchería", planteaba ahora la necesidad de valorar al freudismo desde
una metodología dialéctico materialista. Pero si evidente es, por la falta
de derecho de réplica y en virtud de la progresiva extinción de los psicoa-
nalistas, la posición de fuerza asumida; tanto o más lo resulta la violencia
epistemológica. Para González Martín no se trataba solo de destronar al
psicoanálisis como doctrina sino también al inconciente freudiano, so-
metiéndolo a una prueba de verdad: "las modernísimas técnicas para el
estudio de las microestructuras cerebrales". 321

IV

No pocos artículos publicados antes de la Revolución tratan del


homosexual como individuo enfermo. Al reconstituirse en 1948 la Liga
de Higiene Mental, el homosexualismo fue incluido entre los proble-
mas sociales a resolver, sin que enfoques biológicos al estilo de los pri-

319 Diego González Martín: "Algunas consideraciones críticas sobre la teoría freudiana",

Cuba Socialista, nº 43, mayo de 1965, pp. 60-78.


320 Diego González Martín: "Sí, la Obra de Freud es una Superchería Reaccionaria", La

última hora, Año 3, nº 15, enero de 1953. (La polémica entre González Martín y el psiquiatra de
formación psicoanalítica Roberto Sorhegui se extiende a otros textos de ambos autores, y tuvo
lugar justo cuando comenzaba a formarse un importante núcleo de orientación psicoanalítica en
el seno de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología. En esta época, en los Partidos Comunistas de
todo el mundo, había una posición contraria al psicoanálisis, que incluía presionar directamente
a aquellos miembros del partido que tuvieran formación psicoanalítica. En Cuba, el PSP sufragó
la revista Medicina Reflexológica, coordinada entre otros por González Martín, publicación de
muy breve existencia cuya aparición coincide con este clima de enfrentamientos).
321 González Martín, "Algunas consideraciones críticas .... ".

181
meros años de la República desaparecieran. 322 Por otra parte, el Código
de Defensa Social consideraba la práctica homosexual como "estado de
peligrosidad", 323 contemplando al efecto un rosario de medidas preventi-
vas. Con frecuencia la policía intervenía y a algunos homosexuales se les
arrestaba; para no hablar de discriminación social, laboral, etc.
Sin embargo, solo después de 1959 se radicaliza la homofobia. La
noción de individuo peligroso, que en Cuba tenía una larga historia, se
amplió como nunca antes. A los efectos del biopoder y de las técnicas
disciplinarias se suman ahora los de una política de Estado que se apode-
ra de todo el cuerpo social. En estas condiciones, la alianza entre los dis-
cursos médicos y jurídicos fue asegurada a través de ciertas maniobras:
se la coloca al servicio de viejas leyes acopladas a preceptos socialistas,
así como de nuevas leyes de carácter arbitrario. Y lo mismo ocurre a ni-
veles normativos, mediante la vigilancia directa en escuelas e internados,
y la orquestación de campañas de opinión hasta llegar, por último, a las
purgas en la Universidad y en varias instituciones culturales (las llama-
das "depuraciones") y a la reclusión forzosa de miles de homosexuales
en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP).
Como era de esperarse, la psiquiatría jugó un papel central en este
sentido, tanto en la práctica clínica habitual como en el terreno de la asis-
tencia a familias desestructuradas, y, de modo más explícito, en el marco
de la psiquiatría forense. Ya en 1959 se propone la realización de un

322 Ver, por ejemplo, Cinco ensayos sobre la vida sexual, de José Chelala Aguilera, La

Habana, 1959. Entre las principales preocupaciones de este ginecólogo y periodista médico
de Bohemia estaba "el auge de la homosexualidad" no solo en los centros de reclusión sino
también en la población general. Propuso el control de artistas gay y llegó a aceptar el empleo
de la psicocirugía (lobectomía) como tratamiento de "ciertos tipos" de homosexuales. Aunque
Chelala basó su gestión eugenésica en medidas fundamentalmente sociales, estas eran igual-
mente radicales. A través de este autor conocemos que no pocos homosexuales fueron tratados
en Cuba "sin éxito" mediante esterilización quirúrgica, implantación de testículos, uso de hor-
monas, electroshock y rayos X. Chelala apunta en este libro que todo niño debe ser estudiado,
vigilado y orientado psicosexualmente en cada etapa de su vida por padres, maestros y médicos.
323 Código de defensa social: ley de ejecución de sanciones y medidas de seguridad priva-

tivas de libertad y reglamento para su ejecución, La Habana, Jesús Montero, 1946. Reformado
en 1951 por José A. Martínez, el código penal no consideraba la homosexualidad un delito, pero
sí un estado de peligrosidad con sus correspondientes medidas de seguridad. Del jurista José
Agustín Martínez puede consultarse: El homosexualismo y su tratamiento. Asociación Nacional
de Funcionarios del Poder Judicial, México, Ediciones Botas, 1947.

182
Congreso de Educación Sexual, a fin de lograr "cierta unidad de criterio"
para "combatir el homosexualismo y la rebeldía contra el ideal paterno",
mientras al año siguiente, en el Segundo Congreso Nacional de Psiquia-
tría, Jorge Viamonte presenta una ponencia titulada "Contribución al es-
tudio de la homosexualidad". 324 Sin embargo, ambos textos se insertan, o
bien dentro de la tradición clínica, o bien como parte del típico reclamo
pre-revolucionario a favor del control de la infancia y adolescencia des-
viadas, sin que denoten mayor intervencionismo por parte del Estado.
No obstante, ya desde 1960 el nuevo estado se había erigido en rector de
diferentes instituciones psiquiátricas y sociales muy relacionadas con el
control del homosexualismo, entre ellas las prisiones y los reformatorios
de menores, 325 al tiempo que el Consejo Superior de Defensa Social era
incorporado al Ministerio del Interior. Será después del 11 de octubre
de 1961, cuando tiene lugar la conocida "noche de las tres P.", que todo
acercamiento al problema de la práctica homosexual estará indefectible-
mente ligado a los presupuestos de la nueva moral revolucionaria y a
acciones de franco carácter represivo, sistematizadas en lo adelante.
Así, la terapia conductual de la homosexualidad cobra fuerza a par-
tir de 1962. Este año, el entonces director de la Revista del Hospital Psi-
quiátrico y uno de los principales promotores de la reflexología soviética
en Cuba, Eduardo Gutiérrez Agramonte, publica "Una nueva modalidad
del tratamiento de la homosexualidad". 326 Muchos homosexuales fueron
tratados por él y su equipo con el fin de corregir esta "lamentable conduc-
ta". Se trataba de una técnica desarrollada por el investigador checo Kurt
Freund, pero adaptada por el médico cubano. Si aquel empleaba como
estímulo inhibidor un vomitivo, y dosis subcutáneas de testosterona tras
la observación por el sujeto de láminas de desnudos masculinos; este

324 Julio Reymondez: "Higiene Mental", Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana,

Vol. I, abril-junio, 1959, pp. 3-11; y Jorge Viamonte Abreu: "Contribución al estudio de la ho-
mosexualidad", Archivos de Neurología y Psiquiatría, Vol. 10, nº. 2, abril-junio de 1960, p. 7.
325 El 11 de enero de 1959 un psiquiatra, Leopoldo Araújo Berna!, toma posesión del Cen-

tro de Orientación Infantil, organismo rector de la atención social y judicial de los menores de
edad en Cuba. Muy pronto, Araújo es presentado como Jefe del Departamento de Orientación
y Rehabilitación de Menores del Ministerio de Bienestar Social, antesala de los Centros de
Evaluación de Menores, entidad de enorme trascendencia en la criminalización de la infancia y
la juventud durante las décadas de 1960 y 1970.
326 Eduardo Gutiérrez Agramonte: "Una nueva modalidad del tratamiento de la homose-

xualidad, Revista Cubana de Medicina, Vol. 1, nº 1, enero de 1962, pp. 79-86.

183
aplica "un corrientazo en lugar del vomitivo", al tiempo que suprime la
hormona y deja al paciente "elegir la imagen". La terapia fue calificada
de "prometedor aporte cubano a la reflexología" y se aplicó hasta bien
entrada la década del setenta.
En 1965, por la época en que se recrudece la represión contra ho-
mosexuales y otros "remanentes del pasado", al instituirse los campos de
trabajo (UMAP), la mencionada revista dedicó su página "Avances de
la ciencia" a este médico checoslovaco. Al pie de la foto se lee: "El Dr.
Kurt Freund es una de las más altas figuras en materia de psicopatología
sexual. A sus numerosos trabajos acaba de añadir La homosexualidad en
el hombre. Nos honra mostrar la foto de este hombre de ciencia hecha re-
cientemente en el departamento experimental de Praga". 327 Freund había
inventado un curioso medio diagnóstico: un aparato que, conectado al
pene, podía captar la respuesta al estimulo erótico masculino.
Tres años después, durante la llamada ofensiva revolucionaria, se
produjo una campaña digna de la obsesión de pánico del régimen. En
el discurso por el aniversario de los CDR el Máximo Líder denuncia a
aquellos que habían comenzado a vivir de "una manera extravagante",
lo que era sinónimo de degeneración moral y llevaría en última instancia
a sabotajes políticos y económicos. Días más tarde se denunciaba en la
radio a los jóvenes de cabellos largos que "bailan locamente al compás
de música epiléptica". El ataque a las "orquestas de esquizofrénicos" esta
vez vino convoyado con un operativo policial contra miembros de sectas
afrocubanas. 328
La fobia homosexual recobra bríos alrededor del emblemático Con-
greso de Educación y Cultura, contexto en el que algunos profesionales
vuelven a enfilar sus cañones. El psicólogo Jesús Dueñas Becerra, por
ejemplo, publica en abril de 1970 "El homosexualismo y sus implicacio-
nes científicas y sociales"; 329 mientras una orientación ministerial convo-
ca poco más tarde a una Mesa Redonda sobre Homosexualidad. 330
327 "Avances de la ciencia", Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. VI, nº

1, 1965, p. 61.
328 Hugh Thomas: Cuba: la lucha por la libertad 1858-1970, T-III, Barcelona, México

DF., Ediciones Grijalbo, 1974, pp. 1828-1829.


329 Jesús Dueñas Becerra: "El homosexualismo y sus implicaciones científicas y sociales",

Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, Vol. XI, nº 1, enero-abril 1970, pp. 53-62.
"º Mesa Redonda sobre la Homosexualidad/Palabras al folleto: Eduardo B. Ordaz Du-
cungé. Moderador: Martín Castellanos Martínez. Ponentes: María Elena Solé, Magaly Casell,

184
Dueñas, actual periodista del Hospital Psiquiátrico de La Habana,
emplea términos como "aberración", "debilidad caracterológica", "la-
cras" y "degeneración sexual". Después de estos preliminares, expresa
sentirse preocupado por "el candente problema de la homosexualidad
juvenil", lo que le motiva a emplearse a fondo en el "terreno social".
El autor expone: "En el municipio de Cruces, núcleo de nuestra ingen-
te labor sociopsicológica, encontramos un círculo de homosexuales que
socialmente ocupan un lugar relevante (es decir, la mayor parte de la
sociedad en que se desenvuelven desconoce su aberración sexual) y que,
sutil y habilidosamente, ocultan para mantener su relativa estabilidad y
poder desarrollar sin mayores dificultades cualquier empresa que acome-
tan". Según el autor, se valían de métodos propios de una "secta secreta",
por cuanto "seleccionan cuidadosamente al joven que debe ser trabaja-
do" [ ... ] "ejerciendo una influencia perniciosa sobre la mente del ado-
lescente, que lleve implícita su rápida deformación". Entre las tácticas
empleadas menciona el "uso de literatura que ensalza al homosexualis-
mo" hasta lograr la "realización del acto sexual con el sujeto cuando las
circunstancias estén creadas". Tras la consumación, continúa, "el nuevo
adicto tiene la obligación de contribuir al incremento de la organización
atrayendo a una nueva víctima". Dueñas diferencia entre estos "homo-
sexuales relevantes" y un segundo grupo, "las lacras sociales", que "solo
trata de llegar a los adolescentes por el mezquino interés de satisfacer su
aberración sexual en un momento determinado".
Por último, exhorta a padres y profesores a "velar celosamente por el
desarrollo integral de los adolescentes", y destaca el papel formador de la
Unión de Jóvenes Comunistas y del Servicio Militar Obligatorio. Dichas
entidades "deben encauzar desde todos los puntos de vista a la arcilla fun-
damental que sostiene nuestra sociedad", por lo que llama a un "compro-
miso incondicional con esta nueva generación de jóvenes que, histórica-
mente, están destinados a construir la Sociedad Comunista y que encarnan
el noble ideal de justicia y solidaridad que iluminó por siempre la fecunda
vida del inolvidable comandante Ernesto Guevara de la Serna".
Por su parte, en la Mesa Redonda sobre Homosexualidad, celebrada
en febrero de 1971, y moderada por Martín Castellanos, se harían las
siguientes observaciones:
Noemí Pérez Valdés, Gerardo Nogueira Rivero, Bartolomé Arce Gutiérrez. La Habana, MIN-
SAP, 1972, 51 pp. (Suplemento especial de la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana).

185
1) "La homosexualidad constituye una patología que trasciende
los límites de la individualidad y pasa a constituir una patología social
por el carácter antisocial que esta actividad conlleva en la mayoría de
los casos".
2) "La homosexualidad es un tema complejo y difícil de tratar y
requiere un enfoque cuidadoso y preciso como condición previa para
abordarlo. Solo así se podrá entrar en este campo, en el cual aún quedan
elementos importantes por descubrir".
3) "La homosexualidad es una enfermedad compleja con graves re-
percusiones sociales".
4) "El homosexualismo es una enfermedad, es decir, es una condi-
ción psicopatológica".
5) "El pueblo siempre rechazó al homosexual. Era el régimen capi-
talista el que propiciaba la corrupción donde el homosexual se desarro-
llaba. Hoy día, por nuestra conformación, por una concepción diferente
de los valores morales, el repudio es mayor, y a todos los niveles de
nuestra sociedad: dirigencia y masas". 331
Un análisis de las opiniones vertidas en esta Mesa Redonda, hace
evidente cómo se funden en Cuba, en un mismo plano, la enfermedad
y el delito, la moral y la ley, y, en consecuencia, la homofobia como
elemento cultural (o de mentalidad) y la violencia del régimen. Cuando
se señala, por ejemplo, al Código de Defensa Social en lo relativo a al-
gunos artículos establecidos antes de 1959, se dice que fueron éstos los
que facilitaron "ese otro aspecto del derecho, el preventivo", en el cual
el gobierno se basó para llevar a cabo "la prevención" de esta conducta,
pero también -y he aquí la diferencia- su "represión más efectiva". 332
De este modo "el estado peligroso", sin dejar de ser un estado de presun-
ción que, según la teoría penal apunta al individuo no por lo que hace,
sino por lo que podría hacer en virtud de lo que es, o supuestamente es, 333
331 Gabriel de la Vega: "Round Table Discussion of Homosexuality", Psychoanalytic

Quarterly, 43: 160, 1974. Resumen de Special Supplement, Revista del Hospital Psiquiátrico de
La Habana, 1972. Traducción al castellano de Francisco Morán.
332 Gabriel de la Vega: "Round Table Discussion of Homosexuality", Psychoanalytic

Quarterly, 43:160, 1974.


333 Michel Foucault: "La evolución de la noción de "individuo peligroso" en la psiquiatría

legal", La vida de los hombres infames, Las Ediciones de La Piqueta, Ediciones Endymion,
Madrid, 1990, pp. 262 y 263.

186
se convierte sin más en delito y, por lo mismo, en inevitable condena.
Tanto más: en una condena que llega de improviso. Y quede claro: sin
que exista hecho delictivo alguno.
Es en este sentido que los psiquiatras participantes en el mencionado
coloquio "se explican" -siempre remitiéndolo a una ley preexistente
que la Revolución supo perfeccionar, léase acomodar a su propia "lega-
lidad"- las "detenciones de grandes grupos en las principales ciudades
y su internamiento en granjas o zonas de trabajo agrícola, así como su
sometimiento, en una oportunidad, a un sistema de trabajo productivo y,
en otras, a tratamiento científico". 334 Curiosa justificación, sin duda, de
frente a acontecimientos que supuestamente habían cesado dos antes con
el desmontaje de las UMAP. Por un lado, la estrategia de remitir a la ge-
nealogía misma del dispositivo penal (pre-revolucionario) como fuente
de derecho; y, por otro, ya asegurado este aspecto, el reconocimiento de
la Revolución como maquinaria de perfeccionamiento legal, comprome-
tida con el presente y el futuro, y a prueba de toda crítica.
Ante una operación de tal magnitud cabe preguntarse: ¿Cómo se
efectuaban las distribuciones? ¿Quiénes parecían "más enfermos" como
para que se les tratara psiquiátricamente y quiénes menos como para so-
meterles exclusivamente al trabajo "rehabilitador"? Por supuesto, frente
a semejante estado de excepcionalidad jurídica, como el que sustenta a
los campos de concentración, ninguna de estas preguntas resulta per-
tinente. 335 Pero sí a efectos del simulacro y la hipocresía científica. En
primer lugar, cualquier terapia era válida, como se deduce del que los
psiquiatras no solo se apoyaran, alrededor de su participación concreta
en estos hechos, en la reflexología, sino también en el denostado psicoa-
nálisis. En segundo término, y para el caso específico de ciertas gran-
jas de homosexuales (exclusivamente de ellos) establecidas con arreglo
a una finalidad terapéutica (no penal, según se afirma, pero en las que
también se trabaja en labores agrícolas con carácter obligatorio), el ho-
rror se muestra en el hecho de que "el infractor", a quien supuestamente
le estaba permitido "rechazar el tratamiento", solo podía abandonar la

334 Gabriel de la Vega: "Round Table Discussion of Homosexuality", Psychoanalytic

Quarterly, 43:160, 1974.


335 Giorgio Agamben: "El campo de concentración como nómos de lo moderno", Hamo

Sacer: el poder soberano y lanuda vida, Valencia, Pre-Textos, 1998, pp. 211-229.

187
granja cuando a juicio de los psiquiatras se decidiera "que estaba listo
para dejarla". 336 En fin, la posibilidad de una postergación infinita, en de-
pendencia de lo que apreciara el Poder Psiquiátrico en tanto depositario
del Poder Revolucionario. Claro está, para escapar al infierno, no pocos
homosexuales aceptaron el reto de ser tratados y, como recuerda Heberto
Padilla en la entrevista que concede para el documental Conducta Impro-
pia, éstos preferían hacer e/juego. Simulando que se habían curado de
una vez y por todas, parodiaban tan falaz instrumentación.
No todo fue, sin embargo, esa variamente mayor del secuestro en
medio de la noche, o en playas y descampados. También existieron, se-
gún afirman los ponentes, las consultas hospitalarias y los tratamientos
ambulatorios dictados por los tribunales. En estos casos, si el estudio psi-
quiátrico llegaba a la conclusión de que el "infractor podía continuar con
sus actividades homosexuales, especialmente la seducción de jóvenes",
se les "permitía escoger" entre el internamiento en una colonia agrícola
"para enfermos" o recibir tratamiento en los dispensarios y consultas ex-
ternas hasta que se estuviese "razonablemente seguro" de que se absten-
dría de "insinuarse con menores". 337 Como puede apreciarse, había hasta
cierta magnanimidad.

Pero hay otro frente que no podría dejarse de señalar: la opinión


de los ideólogos en esta materia. Veamos el punto de vista de Gaspar J.
García Galló, uno de los exponentes más duros de la concepción mar-
xista del "diversionismo ideológico", en una conferencia pronunciada
en 1963 bajo el título Nuestra Moral Socialista. 338 Parte Galló de la idea
de equiparar capitalismo a corrupción moral, y homosexualidad a una
336 Gabriel de la Vega: "Round Table Discussion of Homosexuality", Psychoanalytic

Quarterly, 43:160, 1974.


337 Gabriel de la Vega: "Round Table Discussion of Homosexuality", Psychoanalytic

Quarterly, 43:160, 1974.


338 Gaspar Jorge García Galló: Nuestra moral socialista, Secretaria de Divulgación, Con-

sejo Provincial, SNTEC, La Habana, 1963, ver en particular el acápite "Los perversos sexuales.
Los 'enfermos' y 'enfermas', pp. 41-43. Ver del mismo autor la conferencia: El diversionismo
ideológico, La Habana, Hospital Psiquiátrico de La Habana, MINSAP, 1979.

188
de sus manifestaciones más claras, señalando el carácter "amorfo e in-
verso" de la alta burguesía cubana. Deja claro que la homosexualidad
es un remanente de la antigua sociedad, un "hongo en la podredumbre",
afirma, inevitablemente heredado de la misma, pero condenado a des-
aparecer según las "medidas sociales vayan cegando la fuente de estas
desviaciones". Hasta aquí se trata, no más, del socorrido cliché marxis-
ta. Pero lo que realmente molesta al intelectual comunista es que se les
siga llamando "enfermos" en plena sociedad socialista y cuenten toda-
vía, a su favor, con semejante subterfugio. Y esto no porque no acepte
la condición biológica de unos pocos casos, en definitiva curables por
medio de terapias hormonales; ni porque no influyan en su génesis facto-
res ambientales como un "entorno femenino" o la "promiscuidad"; sino
porque tales "desviaciones de la infancia" solo se agravan y consolidan
allí donde la sociedad es dominada por una "clase decadente" y, por lo
tanto, porque únicamente aquella es su razón de ser. Que la nueva socie-
dad deba heredar tal legado ("no se puede de la noche a la mañana hacer
normales a los viciosos") es comoquiera cuestión de tiempo. Pero que en
su seno se emplee el calificativo de enfermos y queden aún numerosos
homosexuales "en ciertos sectores y en determinadas capas", principal-
mente en los medios públicos y artísticos, es a su juicio una cuestión
injustificada y más peligrosa; como también, afirma, la opinión misma
de algunos de "estos desviados" que esgrimen la "llamada amplitud de
criterio" y justifican así sus "prácticas torcidas". Evidentemente, se trata
de un ataque contra la influencia y el poder de algunas figuras públicas
lo suficientemente significativas como para afectar "el honor nacional".
A la falsa "enfermedad" de estos sectores, García Galló opone el
hecho de que "son muy raros los casos entre campesinos y trabajadores".
Como ocurrió no solo a la hora de defenestrar a los homosexuales de las
instituciones artísticas y universitarias, sino a toda la intelectualidad crí-
tica (o medianamente crítica) del país, la retórica ad usum vuelve a ser la
de remitir toda desviación moral y política al pasado, y legitimar las ac-
ciones represivas del presente invocando la sanidad y la pureza del pue-
blo (por ejemplo, Palabras a los intelectuales). Y es que, en su estilo más
decantado, el discurso revolucionario no deja espacio para subterfugios.
La enfermedad, se la considere o no bajo cualquiera de sus variantes, a
estas alturas solo puede ser un agravante político, un atentado contra la
189
moral socialista. De ahí la tardanza y la hipocresía de la gestión psiquiá-
trica. De hecho, en la citada Mesa Redonda se reconoce, entre líneas, el
fracaso "para lograr algunas modificaciones en sus hábitos externos", no
así "en el aspecto colectivo o social" en el que se logró que "la manifes-
tación pública de esta conducta dismínuyera considerablemente".
Pero si García Galló asume su papel de ideólogo, sín más, otros fun-
cionarios del régimen retoman el asunto por su lado científico, aceptando
-supuestamente- "su complejidad". Es el caso de Abel Prieto Mora-
les, quien en 1969 publica en la sección Panorama de la Ciencia de la
revista Bohemia, un artículo titulado "Homosexualismo". 339 No se trata
aquí de negar la enfermedad, síno aquellas teorías genéticas y endocríno-
lógicas que, ajuicio del autor, la "desculpabilizan", al favorecer que se le
aprecie como una afección ínevitable y a la vez ajena a resortes morales.
En cambio, y a tono con la opinión de un grupo de expertos del MINSAP,
Prieto se centra en sostener un origen exclusivamente psicosocial de la
homosexualidad. Para ello, no escatima apelar a algunos postulados psi-
coanalíticos, citando íncluso a autores occidentales, pero arrimándolos
festinadamente al terreno del "aprendizaje". Se trataría así de un fallo
temprano en la asimilación "del papel social masculíno o femeníno de
cada índividuo", lo que a su vez se ve modelado por "circunstancias ex-
ternas" como el "medio familiar" y el "ámbito social". En este sentido,
si la identificación precoz normal fracasa, bien por desvalorización del
ideal paterno o por dependencia excesiva hacia la madre, es porque exis-
te de hecho una "constelación familiar enfermiza", un medio en el que,
al fin y al cabo -y no hay ambages al decirlo- "ambos padres son
culpables". En cuanto al ámbito propiamente social, "el contagio creado
por los adultos homosexuales" y el ínflujo negativo de la ciudad con sus
"salones" y "espectáculos", serían los factores etiológicos.
En fin, y como expresa el informe del MINSAP citado por Prieto:
"La conducta del homosexual verdadero presenta algunos puntos de se-
mejanza con la adicción a las drogas, como es el hecho de una actividad
compulsiva que íncluye la tendencia a formar grupos de seguidores y
propagadores con seducción de nuevos participantes". De ahí que la pro-
filaxis sugerida por el autor se reduzca a lo siguiente: 1°) Que el padre

339 Abe! Prieto Morales: "Homosexualismo", Bohemia, nº 113, 1969, pp. 108-109 y 113.

190
se comporte como tal y la madre tenga dentro del hogar el lugar que le
corresponde y 2°) Que se les reconozca en tanto focos de contagio y se
evite por todos los medios su propagación. Obviamente, en esto consistía
la complejidad del asunto.
Pero si hubo un ideólogo mayor, un responsable de la política social
de la Revolución y de sus terribles consecuencias, ese fue Fidel Castro.
Dejando ahora de lado las implicaciones de la dirigencia en las primeras
redadas de homosexuales y prostitutas, y las socorridas alusiones a la
oposición y a ciertos sectores de la juventud como "blandos" y "decaden-
tes", la primera mención explícita a la homosexualidad como fenómeno
nocivo para el socialismo, la primera de gran alcance público en Cuba,
tuvo lugar el 13 de marzo de 1963 al conmemorarse el VI Aniversario
del Asalto al Palacio Presidencial. En su discurso de clausura34° Fidel
Castro expresó:
Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa mate-
ria (RISAS), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subpro-
ducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente.
Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la
Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no pue-
de darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS)[ ... ] Estoy seguro de que
independientemente de cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina,
entiendo que hay mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema.
Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el "pitusa".
Como no podía se de otro modo, Castro alude a las teorías científi-
cas pero para ponerse por encima de ellas. Si la enfermedad en cuestión
no existe en "el campo", no formando parte por lo mismo de la "natu-

34° Fidel Castro Ruz, Discurso pronunciado en la clausura del acto para conmemorar el

VI Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial, celebrado en la escalinata de la Universidad


de La Habana, el 13 de marzo de 1963, en El Mundo, nº 20,599, 14 de marzo de 1963, pp. 5-6.
De modo igualmente explícito, se extiende sobre el asunto en estos términos: "Por ahí anda un
espécimen que debemos de combatir. Es ese joven que tiene 16, 17, 15 años, y ni estudia, ni
trabaja; entonces, andan de lumpen, en esquinas, en bares, van a algunos teatros, y se toman
algunas libertades y realizan algunos libertinajes [ ... ] Claro que no chocan contra la Revolución
como sistema, pero chocan contra la ley, y de carambola se vuelven contrarrevolucionarios
[ ... ] Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos
demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes "elvisprelianas", y que
han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a
organizar sus shows feminoides por la libre."

191
raleza social" de la Revolución, entonces poco sentido tiene su carácter
médico-psiquiátrico, aun cuando este se base en una ficción normativa.
Para que sea verdaderamente efectiva, ahora toda norma deberá erigirse
más allá de la red clásica que la venía sustentando. Soldados, campesinos
y estudiantes revolucionarios la constituyen en si mismos; ellos, a modo
de cordón sanitario, la encaman; son a la vez lo sano y lo correcto en tér-
minos políticos, mientras devienen el brazo ejecutivo de la nueva política
social, siguiendo los dictámenes del Máximo Líder y de otros dirigentes.
En este sentido, hay que destacar el enorme parecido-no una tergi-
versación, como se ha dicho, sino una amplificación de sus palabras-341
entre el lenguaje empleado por Fidel Castro en este discurso de marzo de
1963 y el de los diferentes editoriales y artículos que, a partir del mismo
año, comienzan a aparecer en las revistas Mella y Alma Mater 342 en lo
que constituyó todo una escalada represiva que acompañaría no solo a
los procesos de "depuración" en la Universidad y en otros niveles de
enseñanza, sino también a la creación de las UMAP. Además del uso de
los mismos y semejantes diminutivos sarcásticos para referirse a la con-
dición homosexual, tienen en común dichas intervenciones el recurso a
la animalización del Otro ("lacras", "gusanos", "piltrafas"); y rezuman,
en consecuencia, idéntico odio hacia quienes expresaban diferencias de
credos, hábitos y posturas. Acaso en el entonces frecuente término "en-
fermitos" subyace mejor que en ninguno otro la lógica discursiva de la
época: aquella que, por el centro, reduce al homosexual y lo convierte
en un ser menor, alguien no apto para defenderse ante la Ley; y que va,
por los extremos, desde la pretendida negación de la enfermedad (García
Galló) hasta el pretendido abordaje científico (Prieto Morales).

341 Ernesto Juan Castellanos: El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfer-

mitos, www.criterios.es (Conferencia leída por su autor el 31 de octubre de 2008, en el Centro


Teórico Cultural Criterios, La Habana).
342 Entre los artículos en cuestión, citados por Ernesto Juan Castellanos, ver: "Unos 'li-

berados' atados a las peores lacras del pasado", Mella, nº. 219, 11 de mayo de 1963, p. 3; "Edi-
torial", Alma Mater, nº. 22, 16 de diciembre de 1963, p. 2; "Los desviados se esconden tras la
noche", Mella, nº 291, 28 de septiembre de 1964, p. 9; "Los vagos se disfrazan de enfermitos",
Mella, nº 293, 5 de octubre de 1964, p. 9; "La gran batalla del estudiantado", Mella, nº 326,
31 de mayo de 1965, pp. 2-3; "Nuestra opinión", Alma Mater, No 49, 5 de junio de 1965, p. 2;
Enrique A. Jane: "El mundo de los diferentes",Mella, nº 340, 6 de septiembre de 1965, pp. 6-8.

192
Y es que al devenir "enfermitos", varios miles de jóvenes cubanos
(homosexuales o no) quedaban expuestos a la más cruda intemperie e
identificación policial por parte del resto de la sociedad. En principio,
ningún recurso legal ni médico-psiquiátrico los ampara, pues, como se
dice en los artículos publicados en la revista Mella: "Las enfermedades
están siendo extirpadas, y ésta no es una excepción". Hay, por lo tanto,
que "desenmascararlos, ridiculizarlos ante todo el pueblo y si es preci-
so, como ya se viene haciendo, aplicarles toda la fuerza y el poder del
estado obrero-campesino". Tienen sí, un único asidero que los salve de
convertírse en "elementos deleznables": integrar "las filas del ejército del
trabajo, y educarse allí en una actitud distinta, más acorde con la forma
de pensar de nuestra juventud." 343

VI

Para finalizar, la Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátrica


merece algunas observaciones, no al margen sino para ampliar un tanto
las que ya se han hecho. Pocos documentos de la época muestran me-
jor que este cómo se impuso una jerga ideológica y un pensamiento por
categorías ("enemigos del pueblo", "burgueses degenerados", etc.) que
suplantó cualquier noción ética de la diversidad humana, al extender so-
bre la sociedad nociones abstractas de terribles consecuencias. Estas ca-
tegorías también se orientan hacia el interior de la Asamblea ("cuestión
de principios", "intereses irreconciliables", "filosofía de la Revolución",
etc.), a modo de diques que no pueden ser transgredidos. Su función es
frenar toda crítica, incluso las más gratuitas o no intencionadas, llevándo-
las al plano del sin-sentido o recluyéndolas en una gramática elemental
cuyas claves deben manejar todos los ponentes con idéntica precisión. El
distanciamiento, pues, con la realidad, produce un efecto teatral (de tea-
tro bufo) que es lo mejor del documento si no fuera por sus lamentables
derivas. A ello se suman las cómicas y no menos siniestras peticiones de
crear "pueblos mixtos" de obreros y enfermos crónicos, "hospitales de
noche" para no interferir en la cadena productiva, y campamentos para la

343 Citado en El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos... , pp. 7-17.

193
reeducación de prostitutas, convirtiéndolas en costureras y aliadas en la
lucha contra el proxenetismo. 344
Aunque abundan las intervenciones de carácter "técnico", el propó-
sito de la Conferencia era sobre todo de orden práctico: regular las in-
tervenciones psiquiátricas y de salud mental, pero estableciendo -sobre
todo- una jerarquía entre los diferentes ámbitos. Hay en la Conferencia
tres voces fundamentales: Diego González Martín, intérprete de los li-
neamientos marxista-leninistas; el Comandante Ordaz, representante del
"humanismo revolucionario" y vinculo directo con el Gobierno; y, el Dr.
Oliva, exponente de las labores del Ministerio del Interior. Son justa-
mente las intervenciones de Oliva y sus propuestas, las que ocupan, por
decirlo así, el lugar cimero y articulador de la Conferencia. Se trata de
un organismo "intocable" cuyas acciones no solo se llevan los mayores
elogios de buena parte de los participante (algunos de ellos encargados
de velar por el no disentimiento en relación al MININT), sino que gozan
además de determinadas patentes: la pureza de principios, el recurso a
la práctica y la experimentación como criterio de verdad (es con "fina
intuición revolucionaria" que resuelven el problema de la delincuencia,
mientras deslindan entre enfermos y "lacras sociales"), e incluso el dere-
cho al secreto sobre los resultados de su trabajo, así como a elegir exclu-
sivamente a psiquiatras de "probados principios" para que les asesoren
en el futuro. 345
Claro que esta superioridad de la práctica sobre la teoría se envuelve
engañosamente en un discurso legal. De ahí esas interesantes fricciones
(y, sobre todo, esas significativas confusiones) que asoman a lo largo
de la Asamblea, todas saldadas sin embargo con arreglo al recurso de
una "legalidad socialista todavía joven", a la que asiste el derecho a la
improvisación. Mientras los psiquiatras, necesariamente, se mantienen
apegados a sus dispositivos -en definitiva las relaciones con el derecho
penal son inherentes a la psiquiatría-, una maquinaria de más vasto ca-
lado les pasa por encima. Tienen ahora, por fin, todo el apoyo del Estado.

344"Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas ... ", pp. 193, 220 y 243.
345"Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas ... ", pp. 192, 193,212,248,272,
295, 367, 382, 384 y 385.

194
Ordaz inaugurando la sala Vallejo, en Mazorra.

195
ANEXOS
[Anexo 1.1]
Historia natural. Descripción de un hermafrodita. 346

Tomás Romay*

Habiendo comprehendido que el Dr. D. Bernardo Cózar, ayudante direc-


tor de la marina nacional de este apostadero, había reconocido el 28 del pasado
abril un marinero hermafrodita, quise examinar un fenómeno que aún no había
visto en la especie humana. Entre los brutos observé esta monstruosidad hace
20 años, en dos caballos que traxeron de un lugar de esta isla al Excmo. Sr. D.
Gabriel de Aristizábal. Posteriormente tuve una cabra hermafrodita que me
regaló el farmacéutico D. Agustín Hernándes. En los caballos los órganos de
ambos sexos estaban igualmente caracterizados, aunque con imperfección; en
la cabra ambos eran desproporcionados a su tamaño: el masculino demasiado
pequeño, y el femenino excesivamente grande, presentándose siempre como
en estado de calor. Por ese motivo y porque á cualquiera objeto le acometía
en la aptitud que los cabrones más ardientes, la saqué prontamente de mi casa.
Conducido pues, por el Dr. Cózar y en consorcio del Dr. D. Juan Pérez
Carrillo, pasamos a la habitación destinada a los Sres. Comandantes de lama-
rina de este puerto, y sabiendo que en uno de sus cuartos baxos estaba el her-
mafrodita, le distinguí entre otros cinco marineros que allí estaban; no porque
sus facciones sean hermosas, sino porque advertí en ellas, y en sus modales
y en la voz ciertos rasgos de terneza femenil, aunque con bozo y vellos en la
346 Publicado originalmente en Diario del Gobierno de la Habana, 8 de mayo de 1813.

Tomás Romay: Obras Completas. La Habana, Academia de Ciencias, 1965. Tomo I, pp. 27-31.
Se respetó la ortografia del original.
*TOMÁS ROMAYYCHACÓN: Nació en La Habana en 1764. En 1791 obtuvo la Cáte-
dra de Patología, con una tesis sobre el contagio de la tisis. Funda junto al Gobernador Don Luis
de las Casas el Papel Periódico de la Havana (1791), la Sociedad Patriótica de Amigos del País
(1793) y la Real Casa de Beneficencia, desde donde lleva a cabo una obra médico social acorde
a los proyectos ilustrados que le convierte en la principal figura de la medicina y la higiene
pública en Cuba. En 1797 da inicio a la moderna literatura médica con la publicación de sus
observaciones sobre la fiebre amarilla. En 1804 aplica la vacuna contra la viruela, probándola
en sus propios hijos, la cual propaga luego entre los esclavos y en el resto de la población. En
colaboración con el Obispo Espada promueve la eliminación de los enterramientos en las igle-
sias. Lideró además las políticas de inmigración blanca. En 1834 preside la Junta de Medicina
y Cirugía, que desplaza al viejo protomedicato, y establece la Clase de Clínica del Hospital
Militar de San Ambrosio, consagrando así una medicina de carácter observacional. En 1842
asume la dirección de la Sociedad Económica. Fallece en La Habana en 1849.

199
barba. No los tiene en ninguna otra parte del rostro ni en todo su cuerpo, úni-
camente baxo de los brazos y el empeine. Su estatura es mediana, las carnes
proporcionadas, la musculación y los contornos de su cuerpo semejantes a los
de muger. Los pechos son iguales en tamaño, figura y perfección a los de una
doncella de su edad, no les falta areola ni pezón. En la parte inferior del pubis,
donde es natural a todos los hombres, se descubre un pene de dos pulgadas de
longitud, con prepucio y glande imperforada; por lo cual careciendo de uréter,
y no habiendo experimentado ninguna erección, no puede orinar por él ni exer-
cer actos viriles.
Conservándose siempre este pene dentro de los dos labios, que caracterizan
el sexo femenino, hace las veces de clítoris, aunque de una magnitud excesiva.
El labio izquierdo se presenta más abultado que el opuesto, porque dentro de él
está contenido y pendiente de su cordón uno de los testículos, poco menor que
el huevo de una paloma casera. El derecho es testicondo, situado sobre el anillo
inguinal del mismo lado; más comprimiéndolo hacia baxo, desciende hasta la
parte superior del labio y vuelve a contraerse por su cordón.
Baxo el pene clítoris se percibe el esfínter uréter por donde orina, y el ori-
ficio de la vagina, tan estrecho que intentando el Dr. Cózar introducirle el dedo
índice, no pudo conseguirlo; y el hermafrodita se quexó como que sentía do-
lor: lo que acredita no haberse violado ese conducto: aseguró que nunca había
menstruado, ni sentido jamás estímulos venéreos, ni inclinación a alguno de
los dos sexos. Reconocido posteriormente y repreguntando el 2 del presente en
la imprenta de los Sres. Arazosa y Soler, en presencia del Conde de O'Reilly,
de D. Antonio del Valle Hernández y varios otros sugetos, confesó que se in-
clinaba con preferencia a los hombres, por lo cual había tomado su trage, aun
participando más del sexo femenino.
Llámase Antonio Martínez, natural de Chiclana, su edad 19 años; pero re-
presenta más. Fue bautizado como muger, porque entonces solo tenía los órga-
nos de aquel sexo. A los seis meses de nacida se descubrió el pene, y creyendo
sus padres fuese alguna enfermedad, la hicieron curar mucho tiempo, hasta que
se convencieron que eran ineficaces todos los remedios. Siendo ya adulto se
vistió de hombre, y tomó plaza de marinero en uno de los buques que hacen el
comercio de levante. Hace siete años fue reconocido en Cádiz por el cirujano
mayor de aquel departamento. Se embarcó después para Montevideo, donde
también lo reconocieron cuatro años después. De ese puerto llegó a este con
la misma plaza de marinero en un barco mercante. La noche del 27 último lo
aprehendió la partida de marina, y temiendo lo destinasen a la armada nacional,
expuso la excepción de ser hermafrodita. Esto dio ocasión al reconocimiento al
Dr. Cózar, y a que se divulgase por la ciudad un fenómeno tan raro.

200
Sin embargo de su autenticidad, varias personas poco instruidas en la físi-
ca y en la historia, juzgan imposible reunirse en un mismo individuo los órga-
nos que distinguen los dos sexos, aún con la imperfección que hemos advertido
en el caso presente. Pero es demostrado que en la mayor parte de los vegetales
se encuentran aquellas partes tan perfectas, que una misma planta se fecunda
a sí misma y reproduce, a las cuales clasificó Lineo. Entre los irracionales,
especialmente en las ostras, es muy frecuente hallarse en un propio individuo
los caracteres de ambos sexos; pero por mas perfectos que aparezcan, no se
fecundan a sí mismo. Cuanto mas perfecto es el animal, tanto más imperfecto
son los órganos de algunos de los dos sexos y por consiguiente tanto menos
posible es la propagación unipersonal. De aquí es, que no solo ningún animal
perfecto ha podido fecundarse a sí mismo, pero ni tampoco ha exercido alterna-
tivamente las funciones de varón o hembra; y aún añade Valmont de Bomare,
que los individuos de la especie humana llamados hermafroditas o andróginos,
lejos de ser hombres y mugeres al mismo tiempo, no son ni lo uno ni lo otro
con perfección.
Tal es hasta ahora Antonio Martínez. No puede exercer las funciones vi-
riles, porque careciendo su pene de ureter, es incapaz de seminar, aún cuando
poseyera los órganos destinados a la preparación de ese líquido. ¿ Y podrán
concebir faltando la perfección necesaria a las partes que contribuyen á esta
operación? Carece de ninfas, de carúnculas mirthiformes y por consiguiente de
rima menor; y el no haber menstruado a los 19 años teniendo suficiente vigor
acredita la imperfección del útero y demás órganos internos. Si este hecho no
fuere bastante para probar la existencia de los hermafroditas, lo esforzaré con
otros muy semejantes. Dos refiere Valmont de Bomare. El primero observado
en París, el año de 17 51; el segundo mucho más extraordinario, se presentó en
la misma ciudad en 1765. Llamábase este hermafrodita Grand Jean y se bautizó
en Grenoble como mujer en el año 1732, conservándose con su trage y con to-
das sus inclinaciones hasta los 14 años. Empezó entonces a mirar con un placer
desconocido a las mismas jóvenes que había tratado antes con la mayor indife-
rencia, sintiendo ciertas pasiones que le persuadieron no pertenecer al sexo que
había simulado. Varió de trage, y engañado por su estímulos y deseos, se casó
como hombre, juzgándose capaz de exercer todas sus funciones. No sucedió
así, y delatado a los magistrados de León, fue declarado infame, condenado
como profanador de un sacramento a ser azotado, á un calabozo cargado de
prisiones y últimamente a perpetuo destierro. Elevada la causa al parlamento
de París, sus jueces mas ilustrados en la fisica y el derecho, pusieron en libertad
a ese iluso, declararon nulo su matrimonio, y le previnieron se vistiese y com-
portase como mujer, pues era ese su sexo dominante.

201
Lo acreditó el reconocimiento que se hizo de su persona. Aunque lam-
piño, estaban las piernas cubiertas de vellos. Los pechos mayores que los del
hombre, pero no eran delicados ni sensibles al tacto como los de la muger; los
pezones gruesos y sin areola; la voz semejante a la de un joven adolescente. El
clítoris que salía de los grandes labios sobre el meato urinario, tenía 5 dedos de
longitud y uno de grueso, capaz de erección y permanecía firme en el acto del
coito; en su parte inferior se distinguían dos testículos, y en la superior prepu-
cio y glande; mas como era imperforada no podía expeler por ella ni orina ni
materia prolífica. El orificio de la vagina tan estrecho, que no arrojaba sangre
menstruo, ni algún otro líquido.
Aun fué más ruidoso en toda España, y más digno de la contemplación de
un naturalista, lo sucedido en Granada el siglo anterior. El año de 55 nació en
Zujar, pueblo de la abadía de Baza, obispado de Guadiz, una niña que se llamó
Fernanda Fernandez. Educada por unos padres honrados y cristianos, y tenien-
do ella las mas piadosas inclinaciones tomó el hábito de religiosa capuchina
en un Monasterio de Granada el 1O de abril de 1774 a los 18 años de edad, y
profesó al siguiente. Desde el principio de su juventud advirtió que cuando
estornudaba, tosía, o hacía algún esfuerzo estraordinario, se le desprendía por
entre los labios sexuales un cuerpo carnoso de una pulgada o poco mas de lon-
gitud, el que prontamente volvía a ocultarse sin causarle alguna incomodidad.
Su pudor no le permitió reflexionar sobre este fenómeno, ni menos comunicar-
lo a sus compañeras. Así permaneció hasta la edad de 32 años en que empezó a
sentir inclinaciones al bello sexo, frecuentes desprendimientos de aquel cuerpo
extraño y propulsiones involuntarias.
Informó entonces al confesor de los nuevos afectos y movimientos que
notaba, suplicándole la extrajese de aquel monasterio donde juzgaba no debía
permanecer siendo de otro sexo. Mas aquel director y los demás que tuvo en
el espacio de cinco años, despreciaron su instancia, atribuyendo a un fuerte
histerismo los estímulos carnales que sentía, y a la relaxación del útero o de la
vagina el cuerpo extraño que se presentaba en ella. Mas, su último confesor el
padre Fray Esteban Garrido luego que fue informado de todo lo que padecía,
reflexionando detenidamente y consultando a los mejores teólogos y físicos,
previno a la superiora del monasterio, separase a Sor Fernanda de las demás
religiosas y la custodiase baxo de llave, hasta la resolución del Illmo. Sr. Arzo-
bispo de aquella diócesis, D. Juan Manuel Moscoso y Peralta.
Instruido este prelado por el padre Garrido, dispuso entrara en el Monas-
terio una comadre, reconociese la expresada monja y expusiera su dictamen.
Practicóse el examen, y habiendo certificado ser varón la persona reconocida, se
extraxo del monasterio el 21 de enero de 1792 con trage de mujer seglar. Deposi-

202
tada en lugar seguro, fue nuevamente reconocida por dos médicos, dos cirujanos
y una partera, y unánimes atestaron entre otras particularidades las siguientes:
Descubríanse baxo la región hipogástrica dos labios unidos en la parte
superior al monte de Venus, y en la inferior al perineo, formando la rima ma-
yor. Separados los labios no se encontraron ninfas ni clítoris; pero en el sitio
que debía ocupar este, se manifestó el conducto urinario, por donde salía ese
líquido. Dos líneas más abaxo no se halló el orificio externo de la vagina, y
en su lugar estaba un perfecto pene demarcado su balano en la parte superior
por una línea membranosa, que lo circunscribía, y terminaba con el uréter por
donde deponía mensualmente desde los 14 a los 15 años una corta cantidad de
sangre, expeliendo también por el mismo conducto un líquido seminal, cuando
experimentaba alguna erección o estímulos venéreos. El pene carecía de pre-
pucio; cuando se observó tendría pulgada y media de longitud, y en su erección
aseguró llegar a tres pulgadas. En la base de ese miembro se encontraron dos
eminencias colaterales redondas y pequeñas en forma de testículos, cubiertos
por la misma túnica que interiormente cubre las partes carnosas de los labios.
En virtud de lo expuesto atestaron unánimemente los expresados faculta-
tivos, que prevaleciendo en esta persona los órganos principales, que caracteri-
zan el sexo masculino, debía reputarse por verdadero hombre, y como tal usar
el correspondiente trage. Conformándose con este dictamen el prelado diocesa-
no, anuló la profesión de Sor Fernanda Fernández, la hizo vestir de hombre, y
el 11 de febrero de 1792 la remitió a sus padres al pueblo de Zújar; todo lo cual
consta del expediente archivado en el curia eclesiástica de Granada.
Para ilustrar más la historia natural en un punto incierto todavía aún al
mismo conde Buffon, convendría haber observado si este sugeto fue capaz de
fecundar alguna muger. Sin un dato tan decisivo, estoy persuadido que si este
ilustre filósofo se hubiera instruido de todas las circunstancias tan autorizadas
en el caso referido, no habría dicho: "que no tenemos ningún hecho bien com-
probado en orden a los hermafroditas, porque la mayor parte de las personas
que han creído hallarse en ese caso, no eran sino mugeres en quienes cierta
parte sexual había tomado demasiado incremento". No dudo que Hipócrates
y Plinio han dado ocasión para dudar de la existencia de los hermafroditas,
refiriendo unas transmutaciones de hombres en mugeres y de éstas en varones
que solo pudieron verificarse en el cerebro del autor de las Metamorfosis. Para
que sucediera lo que atestan esos autores, era preciso trastornar y aún destruir
la organización peculiar de cada sexo. Mas como para merecer el nombre de
hermafrodita, no se ha exigido nunca la perfección absoluta ni en uno solo de
los órganos que distinguen los sexos, sino que ha bastado la reunión imperfecta
y monstruosa de ambos; de aquí es que han sido reconocidos desde los siglos

203
más remotos, y aún castigados muy injustamente por las naciones más ilustra-
das y cultas. Las leyes de Grecia y Roma los condenaban a ser precipitados en
el mar o en los ríos; cuyo suplicio se executó despiadadamente con Tiresias,
sin embargo, de la energía con que ella misma sustuvo en el Aeropago el privi-
legio con que la había distinguido la naturaleza, entre todos los individuos de
su especie. Es muy digno de leerse este juicio en el tomo 5 de la Filosofía de la
Naturaleza. También pueden verse las historias de varios hermafroditas en Pa-
blo Zaquías, Pignatelli, Clericato y Venette en su Tableau de 1' amour conjugal.
Pero nada es tan fácil ni tan convincente como reconocer a Antonio Martínez:
todavía existe en esta ciudad, y en el propio lugar donde yo le examiné. Habana
y mayo 8 de 1813.

204
[Anexo 1.2]
Historia Natural. Descripción de un hermafrodita347

Marcos Sánchez Rubio*

Señor redactor:
Hallándome ayer tarde en el barracón n. 1Ose estuvo aplaudiendo la exac-
titud y finura con que describió el señor gobernador de los cuatro lugares D.
Rafael Quezada el fenómeno de la mula, que parió el 15 de octubre último y se
conserva con su cría en la estancia del presbítero bachiller D. Andrés Payret,
en la villa de Santo-Spíritus, inserta en el Diario de ante de ayer que V. Dirige.
Uno de los concurrentes que oía nuestros razocinios y alabanzas al descriptor,
se dirige a mí a noticiarme que en el mismo barracón existía un negro herma-
frodita. Y en efecto; me ocurre lo que había escrito científicamente el doctor
D. Tomás Romay en el número 1007 de este Diario del 12 de mayo de 1813
sobre hermafroditas, y que sería útil acopiar más observaciones de esa materia
en que muchos hombres recomendables le consideran fabulosa por no haberla
tocado tan de cerca como aquí nos la ha proporcionado la casualidad. Y proce-
diendo a la indagación del negro bozal que condujo a este puerto desde Guinea
el bergantín mercante español S. José, capitán D. Manuel Arrigualaga, y entró
en él en 1Ode octubre del corriente, advertí era de nación Briquen y de nombre
Hytek y que estaba juntamente incluido en la clase de hermafroditas, con más
fundamento que otros que han descrito los naturalistas y ofrece la especie hu-
mana en la organización externa de las partes pudendas.
Tiene el Briquen Hytek de 16 a 20 años de edad, el sonido de la voz,
el rostro, el pecho, la estatura, la construcción del cuerpo y extremidades de
hombre. Acostado boca arriba le parece al observador la región de su pubis de
mujer. Empero examinada excrupulosamente se perciben dos cuerpos ovales

347Diario de la Habana, diciembre 4 de 1816. Se respetó la ortografia del original.


*MARCOS SÁNCHEZ RUBIO Y HURTADO DE MENDOZA: Nació en Moralla (Mur-
cia, España). Llegó a La Habana en 1795, procedente de Veracruz. Colaboró con Romay desde
1804 en la Junta Central de la Vacuna, sosteniendo con él múltiples litigios. Se doctoró en la
Universidad de La Habana en 1807 y fue Catedrático de Método (Terapéutica) hasta 1813. Al
año siguiente publica Tratado sobre las fiebres biliosas y otras enfermedades. Climatólogo,
publicó regularmente en el Diario de La Habana sus "Observaciones meteorológicas". Escribió
también sobre el pasmo y la fiebre amarilla, adscribiéndose a la teoría anticontagionista. Se dice
que perdió la razón, falleciendo en 1836, en Santiago de las Vegas.

205
de magnitud de huevos de paloma casera. El derecho está a distancia de tres
pulgadas más abajo del anillo abdominal, por donde descienden los naturales
un mes antes del nacimiento y los intestinos para formar las hernias. El oval iz-
quierdo se halla a distancia de dos pulgadas del anillo del otro lado. Ambos tes-
tes en su respectivo lado tienen ascenso y descenso, semejante a los naturales;
conque se prueba gozan de músculo cremaster. Los de Hytek están encerrados
entre los tegumentos comunes y las partes adheridas al hueso pubis. En esta re-
gión se principia a poblar de bello como en otro cualquier púbero. Solo el tacto
demuestra los cuerpos ovales de Hytek y la simple vista los desconoce. En el
lugar del pene del Briquen Hytek hay una porción carnosa triplicada de figura
de rodelas. La externa inferior es una doblez de los mismos tegumentos, con el
diámetro semejante al que presenta una moneda de á peso desde el centro a su
circunsferencia. La doblez que ésta sobre la anterior es el prepucio, y del centro
de este sobresale el balano, de magnitud igual a la que ofrece el de uno de once
a trece años de edad. El balano de Hytek está sin perforación y sin glándulas
sebáceas, según demuestra su sequedad; más el pene tendrá doce líneas de lar-
go; de que se infiere que en la erección, la magnitud ascenderá desde dos a tres
pulgadas. Las fibras que componen el pene de Hytek poseen irritabilidad mus-
cular y no se desentienden del estímulo venéreo. En la parte inferior de aquella
doblez triplicada principia la vulva semejante á la de una de cartorce á veinte
años de edad. Ella está prolongada hasta cerca de la margen del ano, como lo
está la de una mujer. La parte interna de la vulva de Hytek está rubicunda. Se
advierte una horquilla que divide la vagina de Hytek en dos conductos, y está
como a distancia de pulgada y media de la margen de la vulva. En los lados de
esa horquilla se notan otras tres fosas, que una hace orificio de uretra, y otras
dos parecidas a las que tienen las mujeres, llamadas lagunas. Carece de clítoris
el Briquen Hytek y de ninfas y el grande orificio dividido por la horquilla que
dijimos es más amplio de abajo que de arriba. Por allí se penetra casi todo el
dedo índice, hasta la pelvis, aunque con alguna sensación molesta en el her-
mafrodita, el que no mestrua y dice que ya tiene prole, pero no puede ser así,
aunque puede practicar imperfectamente la función de unipersona.

Habana, 24 de octubre de 1816

206
[Anexo 1.3]
La pederastia en Cuba348
Dr. Luis Montané y Dardé*

Durante el año que acaba de pasar, la policía de la Habana ha puesto la


mano sobre un grupo imponente de cuarenta y cinco pederastas empedernidos.
Nunca se hubiera podido presentar mejor ocasión para examinar de cerca
una clase de individuos, cuyo estudio constituye uno de los capítulos más im-
portantes de la Medicina Legal.
Sin embargo, comenzar este trabajo después de los de Zacchias, Tylor,
Casper, Tardieu, Hoffmann y Brouardel -para citar únicamente los principales
nombres- hubiera sido una empresa tan pretenciosa como inútil: ¿que podría-
mos en efecto añadir a sus descripciones? Mas, al pensar que los autores que
acabamos de citar, no están siempre de acuerdo sobre la importancia de tal o
cual signo; que los unos niegan completamente el valor que se les ha dado,
mientras que los otros por el contrario, los dan como característicos, llegó a
ser interesante el darnos cuenta del estado de la cuestión. Además alrededor
de esta idea fundamental, venían a agruparse problemas interesantes bajo el
punto de vista de las condiciones de raza y de clima. De ahí que el estudio de
348 Estudio de Medicina Legal: La Pederastia en Cuba (Trabajo escrito en francés y leído

por su autor en la última sesión del Congreso Médico de la Isla de Cuba y traducido por nuestro
corredactor Dr. E. Lebredo ). Primer Congreso Médico Regional de la Isla de Cuba, La Habana,
hnprenta de A. Álvarez y Cía, 1890, pp. 581-82. Las notas 348 a 353 corresponden a la versión
original.
*LUIS MONTANÉ Y DARDÉ: Nació en La Habana en 1849. Se graduó de médico
en París, en 1874, con un estudio anatómico del cráneo de los microcéfalos. Fue discípulo de
los antropólogos franceses Hamy y Broca, cuyas teorías introduce en Cuba, contribuyendo de
modo decisivo a la fundación de la Sociedad Antropológica (1877). Miembro destacado de la
Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana. Sus estudios craneométricos
suelen ser considerados entre lo más importante de su obra, plena de enunciados racistas. Junto
a José R. Montalvo y Carlos de la Torre examinó los restos de Antonio Maceo, a los que da el
visto bueno para engrosar el panteón de la patria, tras considerar el predominio del influjo cau-
cásico sobre el africano y su pertenencia a una "raza superior". Dedicó gran parte de su vida a la
enseñanza en la Universidad de La Habana, creando en 1900 la primera Cátedra de Antropolo-
gía y el Museo que hoy lleva su nombre. Recolectó piezas arqueológicas y antropológicas, entre
éstas los restos fósiles de lo que se consideró durante algún tiempo el "Horno Cubensis". En
1919 regresa a Francia, donde preside la Sociedad Antropológica de París. Al morir en Chatou,
en 1936, ostentaba la Orden de "Caballero de la Legión de Honor".

207
la pederastia en Cuba no fuera simplemente la reproducción de signos clásicos:
ella ofrecía un punto original a primera vista, digno de tentar a un concienzudo
observador.
Gracias a la benevolente autorización de un juez tan cortés cuanto escla-
recido, nos ha sido posible, durante varios días, penetrar en la cárcel, donde,
con el concurso de un discípulo distinguido de nuestra Facultad, Sr. Manuel F.
Alfonso, he podido recoger en el examen de 21 pederastas, los materiales que
me han permitido llevar a buen fin este estudio.
Deseo hacer público mi agradecimiento a estos señores.

Desde el famoso grito de indignación de Foderé: que ne puis je eviter de


salir ma plume de /'infame turpitude des pederastes!, es costumbre que todos
los que se ocupan del mismo asunto, confiesen el rubor que les sube a la frente,
y traduzcan las indecisiones que han tenido ante la idea de ocuparse de esta
perversión sexual, tan asombrosa bajo el punto de vista psicológico: pudor exa-
gerado, según mi criterio, cuando es el médico el que escribe o habla, porque
considero que, al describir males vergonzantes, no tenemos, como hombres de
arte, que inquietamos de lo que puedan tener de repugnantes. La ciencia no
tiene, no puede, no debe tener pudor.
Y sin embargo, si tuviera que hacer una profesión de fe, o mejor, si me
fuera necesario resumir mi impresión sobre este tema, no podría hacerlo mejor
que declarando a ejemplo de Goubaux, 349 que mi creencia sobre el particular se
encuentra expuesta en los versos siguientes de Boileau, 350 en los cuales, como
veréis, he sustituido unas palabras por otras.
De tous les animaux que s 'elevent dans 1' air,
Qui marchent sur la terre, on nagent dans la mer,
De Paris au Japon, de Cubajusqu'a Rome,
Le plus sale animal, á mon avis, c' est l'homme.
La palabra hombre representa, desde luego, no como en el poeta francés,
la idea de la especie humana, sino aplicándose más particularmente al grupo de
individuos adeptos al vicio asqueroso de que nos vamos a ocupar.
Dejo a un lado, expresamente, el origen de la pederastia, que se remonta
a... antes del diluvio; pero no puedo prescindir del deseo de trazar ante voso-
349 Armand Goubaux: Des aberrations de sons gonesques et de l'hybridité dans les ani-

mawc. Nouvelles archives d'obstétrique et de gynécologie, nº 1, 1889.


"º Satire, VIII.
208
tros un bosquejo del asunto, tal como se encuentra en nuestros días. El mora-
lista podrá convencerse de que la pederastia aún existe en todos los pueblos, y
que en este capítulo nada tenemos que envidiarle a los tiempos más antiguos.
En Francia dice Calier, 351 quién va a servirme de guía en esta revista a
vuela de pluma, en diez años la jefatura de la policía se ha ocupado de 6,342
pederastas. Partiendo de este hecho los moralistas se complacen en calificar
esta moralidad de escandalosa para el resto del mundo, y definir la deprava-
ción contagiosa e incurable de la capital que se complacen en titular la Nueva
Babilonia.
Pues bien; veamos bajo este especial punto de vista, las costumbres de las
otras naciones.
En Turquía, en todos los pueblos musulmanes, la pederastia se practica en
pleno día y constituye la verdadera y casi única prostitución.
En Rusia es, entre ciertos quídams, el pasatiempo favorito de numerosas
reuniones de invierno. En ese país, la opinión pública no le presta gran impor-
tancia, y ni siquiera se toman el cuidado de ocultarla.
En Austria, la opinión apenas se preocupa; no necesitamos más que per-
cibir los anuncios que aparecen en algunos de sus periódicos. Copio un espéci-
men, traducido al francés, y recogido de un número del Tagblatt.
"Busco, sí, busco un amigo que, como yo, sea partidario de la soledad y
huya de la sociedad, y sobre todo de la sociedad de las mujeres. ¡Feliz el que
se basta a sí mismo! Pero es más feliz el que posee un amigo, partidario de sus
gustos. Que el que pueda comprenderme me escriba bajo esta dirección: Señor
Amigo de la Naturaleza, Contaduría del periódico".
Lleguemos a Italia:
Tal es el gusto que se tiene por la pederastia en Italia que hace terrible
la competencia a la prostitución femenina; tan cierto es, que en las grandes
ciudades, el mismo progenesta que persigue en las calles a los extranjeros,
les ofrece en alta voz, y sin ruborizarse, un "batino", una "bella ragazza" o un
"piccolo bambino".
La Inglaterra:
Es cierto que la poderosa Inglaterra no ha querido darle un nombre espe-
cial al vicio de la pederastia, pero es evidente que ciertos ingleses son partida-
rios del nameless crime: que reviste en ciertos barrios formas especiales como
lo demuestran los escándalos señalados en Londres, hace apenas un mes, por
la prensa de todos los países.

"' F. Carlier: Les deux prostitutions, París, 1887.

209
Alemania:
La pederastia ha adquirido tal desarrollo en Alemania, que se ha visto
precisado el legislador, para contener su expansión, a constituirla en delito que
castiga el artículo 175 del Código Criminal. Tan bien aclimatada se encuentra
en dicho país, que un Doctor, M. Marx, ha llevado el cinismo hasta publicar
en Leipzig, en 1875, un folleto en el cual protesta contra esa reprimenda legal
aplicada a los amores que, contra lo natural, se dedican cierta categoría de
individuos, y en los cuales aplaude la pureza, así íbamos a decir la castidad.
Difícilmente se encuentra un epíteto con que caracterizar la depravación
moral que se desprende de dicho folleto que lleva por título Urnings-liebe.
M. Marx afirma que todos los antifisicos no son pederastas; entre ellos
distingue aquellos que, aunque provistos de órganos masculinos, se aproximan
a las formas de la mujer, por sus apariencias externas, haciendo un papel pura-
mente pasivo, llevando una vida regular y tranquila con sus amantes a quienes
guardan absoluta fidelidad, no cediendo jamás a deseos de libertinaje o de co-
rrupción. Estos individuos no son, según él, ni sodomitas, ni pederastas; son
seres de naturaleza particular que constituyen el género Hombre-Mujer, y a los
que ha bautizado de Urnings.
Veamos ahora por qué signo, según él, se reconocen los Urnings. Desde
la infancia buscan la sociedad y los juegos de niñas; adultos, se distinguen por
su timbre de voz femenina y una gran timidez de carácter. Cualquier causa los
abochorna, los asusta, y les hace subir la sangre al rostro, les repugnan todos los
ejercicios violentos; por el contrario, tienen gustos pronunciados por los trabajos
de aguja, marcada preferencia por las costumbres de las señoritas, las sortijas,
las cadenas, las flores y los perfumes. Además manifiestan persistentemente re-
pugnancia a las mujeres, no queriendo jamás tener con ellas contacto sexual. Es
al hombre a quien tienen necesidad de amar, es hacia sus brazos, que los lleva el
irresistible poder de un primer amor, es con él con quien comparten su fortuna,
sin arrepentimiento y sin deseos de cambiar.
Los Urnings son, pues, según M. Marx, seres que obedecen a las leyes y
exigencias que Dios les ha destinado, y que tienen derecho a vivir, a disfrutar
de la vida, a ser dichosos según sus instintos, y a quienes no se puede hacer
responsables, puesto que esos instintos han nacido con ellos.
La repugnancia que manifiesta la opinión pública por el amor urnien es
evidente; pero no importa! Para M. Marx, esta repugnancia está ligada a una
aprensión.
Se experimenta tanta repugnancia por un urning, debido a la costumbre de
considerarlo macho; que se le considere como hembra, y entonces toda la apren-
sión desaparecerá. Y además, ¿por qué hacerlo responsable de un error del Creador,
que ha deshonrado un cuerpo dándole un alma completamente inútil?

210
Conforme con sus principios M. Marx dedica su folleto, Urnings-liebe,
al pueblo alemán, a los miembros del Parlamento, para obtener, no solamente
la supresión del artículo 17 5 del Código Criminal -en lo que se refiere a los
Urnigns- sino el reconocimiento legal a un tercer género, al género urnien,
y como consecuencia la constitución del matrimonio legal del urnien con el
hombre macho a su elección.
Mr. Marx, afirma que este género de matrimonio existe en Albania y en la
Isla de Balkan, donde se celebra por religiosos delante de un altar.
Es una completa revolución social la que propone M. Marx.
¿Es esa obra, la de un loco? No es ésta, ciertamente, la opinión de M.
Marx que se considera un sabio, un filósofo humanitario. Pero poco importa,
después de todo, que sea sabio o loco, lo que es necesario conservar de su fo-
lleto, es que ha sido libremente vendido en Alemania, y que demuestra, que en
dicho país existe el vergonzoso vicio que nos ocupa.
Señores, después de todo lo que acabo de deciros, considero que poco os
asombraréis al escucharme declarar que la pederastia existe en América.

11

Es verdad que no conozco folleto alguno que se ocupe de la pederastia


entre nuestros vecinos del Norte y del Sur; pero si es preciso juzgar por lo que
pasa entre nosotros, debe existir en América, como existe en Europa, en Asia,
en África, como existe en Cuba: algo más, sería floreciente en nuestro país si
creemos las confidencias de cierta clase de individuos a los que tendré el honor
de hacer desfilar ante vosotros.
Escuchad, la historia del jefe de la partida, el más interesante de estudio,
bajo el punto de vista que nos ocupa.
J.S.P., de origen español, es un joven de 24 años; en el mundo especial
donde se le busca y acaricia, se le designa con el sobrenombre de "Princesa
de Asturias". Su aspecto general está lejos de ser repugnante, gracias a cierto
cuidado en el vestir, y a su relativa limpieza, bastante desconocida entre sus ca-
maradas. La cara francamente empolvada, es imberbe, salvo los extremos del
labio superior, provistos de ligera sombra. Los ojos negros, tienen expresión
de languidez completamente femenina. Sus cabellos perfumados, cuidadosa-
mente atendidos. La mano fina, lleva en el meñique una gran sortija de muy
mal gusto. Con mimos de ninfa enternecida y con timidez de gacela, nos hace
la historia de su vida:

211
Es él quien habla:
"Tengo vivos a mi padre, mi madre, mis hermanos mis hermanas ... A
Dios gracias, ninguno se me parece. Y es que he nacido con el vicio que me
domina! Jamás he tenido deseos sino para las personas de mi sexo, y desde
pequeño me agradaba vestirme de niña y dedicarme a los quehaceres de la casa
(¿No encontráis ya en él, señores, el tipo urnien de M. Marx?). A los 13 años
hice mi travesía a América, y fue a bordo donde por primera vez conocí los
contactos del hombre.
Mi aprendizaje en esta materia se continuó en los distintos establecimien-
tos donde me colocaba mi tío. En ellos, no tardaba en experimentar las caricias
íntimas, ya del principal o más a menudo de los dependientes; porque en casi
todos los establecimientos donde viven muchos empleados, hay matrimonios.
Al volver mi pariente a España, quedé completamente libre. Abandoné las
tiendas para entrar en diferentes fábricas de tabaco. Pero en ellas era tratado sin
piedad desde que dejaba adivinar mi vicio.
He vivido en Cienfuegos, Cárdenas y otras ciudades principales del inte-
rior. Algunas veces me hacía violencia, pero en el mismo instante en que no
pensaba en nada, encontré siempre algún camarada que me ponía en excita-
ción, y me hacía volver a la mala vida.
De vuelta a La Habana tuve que sufrir un encierro de 14 meses en el Asilo
San José: aún ahí, mi mala estrella me hacía entrar en el verdadero centro de
pederastia.
Al fin salí y ante el desprecio que me hacían en todas partes, porque era
muy comprometedor, me decidí a poner cuarto.
Desde entonces, he podido recibir con completa satisfacción a mis ami-
gos y protectores, que son en su mayor parte militares o agentes de comercio,
haciendo todos o casi todos en mi casa el papel pasivo, aunque también yo me
presto a la misma fantasía, según el deseo de los aficionados.
¿Por qué me han arrancado violentamente de aquella existencia tranquila
para encerrarme en esta prisión? Yo estaba tranquilamente en mi cuarto con al-
gunos compañeros cuando llegó la policía y nos prendió brutalmente. ¿Por qué
únicamente nos han cogido a nosotros? ¡Hay tantos individuos que hacen lo
que nosotros y que se pasean libremente por las calles!, y permítame usted una
pregunta: ¿qué han ganado al encerramos? Fuera, nuestro vicio es facultativo;
aquí es obligatorio, y raro es el día en que no tenemos que pasar por las horcas
caudinas de algún presidiario!"
Todo esto señores, es la traducción exacta de lo narrado por la "Princesa".
Para terminar el retrato de J.S.P. agregaré, que presenta un pene muy alar-
gado, ligeramente enroscado, y cuyo glande es delgado y puntiagudo en su
extremidad. Las nalgas normalmente desarrolladas, dejan ver cuando se las

212
separa, un esfínter relajado casi por completo, y el orificio extremadamente
dilatado e irritado. Este "individuo" acusa haber contraído mediante el coito
con un hombre, algunos chancros que ha traído la supuración de algunos gan-
glios. Esta observación y algunas otras que me sería fácil reproducir, prueban,
con mayor evidencia, que la pederastia existe en La Habana, en las principales
ciudades del interior, en el campo, en todas partes.
Además, presento el cuadro que da la distribución por naturaleza y lo-
calidad:
Europeos 4 (españoles 3, italiano 1)
Insulares 17 (originarios de la Habana 10, del interior de la isla 7: San An-
tonio de los Baños, Los Palos, Colón, Santa Clara, Puerto Príncipe, Manzanillo).
En Cuba, como en otras partes, encontramos dos categorías de pederastas:
- los aficionados
- los prostituidos
Los aficionados, es decir aquellos que buscan únicamente la satisfacción
personal de sus deseos, y pagar el servicio al que se los proporciona.
Los prostituidos, es decir, todos aquellos que trafican con su cuerpo, y
viven de la pederastia.
A la primera categoría pertenece el individuo cuya observación en resu-
men voy leeros, el que puede servir de tipo en la especie.
N., de 55 años de edad, hombre distinguido por la educación y la fortuna.
Después de poco tiempo de permanencia en La Habana comienza a frecuentar
las mujeres públicas, que lo desprecian por impotente. Entonces se dedica a la
pederastia (papel pasivo), guardando tan pocas conveniencias, que pronto es
conocido como tal por los habituales concurrentes a sitios públicos. Todas las
noches, de once a doce se le ve en el parque, rodeado de jóvenes pederastas.
En más de un café trata de corromper algunos chiquillos que de noche se
dedican a la venta de billetes de lotería.
Cierta ocasión, en uno de los corredores de nuestro principal teatro, y
durante la representación, es sorprendido arrodillado y besando las partes ge-
nitales, descubiertas, de un joven, perteneciente, con seguridad, a la clase de
los prostituidos.
Además, N. es un pederasta aficionado (amateur) de larga fecha. Ha he-
cho sus primeras armas en Oriente, donde ha ocupado puestos importantes;
hace algunos años se hizo separar de su servicio donde se exhibe públicamente,
en traje de oficial de húsares, y rodeado de jóvenes bambinos que le hacían
escolta en las calles.
Dos o tres meses antes de su partida de La Habana, se le ha reunido un
Turco, de edad madura, antigua concubina de otros tiempos, el que retirado
213
por falta de empleo, venía como una antigua querida a reunirse con su primer
adorador, del que no se ha separado después.
En cuanto a la categoría de los prostituidos de que está compuesto el
grupo de nuestros pederastas, no he encontrado la organización clandestina del
chantage. Aquí, ¿los jesús? son desconocidos, desconocidos también los no
sometidos, los entretenedores y los buscones. La división del trabajo no exis-
te para esos seres degradados, que explotan del mismo modo el mismo vicio
vergonzoso.
Su aspecto exterior está calcado en el de los pederastas de otros países;
quien ha visto uno solo, conoce "la fisonomía extraña, repugnante y sospe-
chosa que traiciona a los pederastas del extranjero". Tardieu declara, que sin
resultado positivo, ha buscado en las diferentes partes del cuerpo de los pede-
rastas, tatuajes análogos a los que se encuentran tan comúnmente en las muje-
res públicas.
Estos signos hemos podido encontrarlos en seis de nuestros detenidos.
Dos de ellos merecen ser descritos:
-J.S.J., por apodo "Cece", presenta en la región precordial, el dibujo de
una rosa y un pájaro; y en el brazo derecho, el de un corazón atravesado por
una flecha y una espada, y encima dos iniciales.
-B. G, conocido por "la Camagüeyana", presenta en la región precordial,
el dibujo de un corazón con dos iniciales.
Además, aquí como en el extranjero, es el mismo gusto desordenado por
los perfumes, los polvos de arroz, los objetos brillantes (sortijas) o de colores
vivos (pañuelos, medias).
El mismo contraste, entre el cuidado que prestan a la cara y al cabello, y
la poca limpieza, a menudo repugnante, de la ropa interior.
La misma monomanía por los retratos, en los que se hacen representar
como personajes de teatro, o más a menudo con vestidos de mujer, como po-
dréis convenceros a la vista de dos ejemplares que hago pasar a vuestras manos.
La repartición, según las edades, ha proporcionado la siguiente cifra:
De 20 a 25 años, 11
De 25 a 35 ídem, 6
De 35 a 50 ídem, 4
Total, 21
Detalle curioso, y observado en todas partes: casi todos los pederastas
que hemos examinado viven en íntimo contacto con las mujeres, y trabajan
junto a ellas en la más conmovedora armonía.
Así es que, entre nuestros 21 pederastas, he contado:
15 sirvientes de casas públicas
214
3 sastres
2 planchadores
1 tabaquero
Y es que la prostitución masculina tiene la misma organización que la
prostitución femenina.
Para mayor análisis, he aquí cuáles son los nombres por los que se co-
nocen y distinguen algunos de nuestros pederastas: la Princesa de Asturias;
la Pasionaria; la Verónica; la Isleñita; la Reglana; la Camagüeyana; Manuelita;
Albertina, etc., etc.
En cuanto a los individuos que protegen esta triste compañía, pertenecen,
según unánime declaración, a la clase acomodada o rica; declarando, además,
los pederastas de color, que son visitados únicamente por individuos blancos!
Curioso cruzamiento, bajo este punto de vista, de los diferentes grupos que
pueblan este país!
En efecto, nuestros 21 pederastas están divididos de la siguiente manera:
Blancos 8
Mestizos 9
Negros 4
Los chinos no figuran en nuestro cuadro; pero sabemos que esta raza, in-
dustrial y económica, tiene particular tendencia hacia la pederastia ¿Quién no
conoce los detalles de su vida anterior en nuestros ingenios?
Uno de los pederastas de color (Marcelina) declara: "que siendo esclavo, y
careciendo de alimento, iba a buscar de los chinos, quienes, a cambio de un poco
de comida, le exigían ciertas satisfacciones imposibles de referir."
E.J., igualmente pederasta de color, y hago aquí textual su declaración:
"empezó de chico, dándole a los chinos en el ingenio, donde era esclavo, solo
por el interés de la ración."
Digamos, para concluir con las características generales de nuestros pede-
rastas, que de ellos, únicamente el primero sabe leer y escribir; los demás han
vivido siempre entre la miseria y la ignorancia.

III

Como ya habíamos dicho al principio de nuestro trabajo, lo que constituye


la importancia de este estudio, es que todos los pederastas de que nos hemos
ocupado, confiesan que vienen dedicándose desde más o menos remota época,
al vergonzoso vicio; y, según sus declaraciones, podemos clasificarlos:

215
Exclusivamente pasivos 3
Exclusivamente activos 1
Activos y pasivos 17
Total 21
Veamos ahora los signos que corresponden a cada una de nuestras cate-
gorías.
En primer lugar, pasemos revistas a los signos característicos de la pede-
rastia pasiva:
El hábito especial de nuestros pederastas, está lejos de corresponder siem-
pre a una conformación externa femenina.
Así es que, si nos ocupamos del estado de las nalgas, vemos que única-
mente en seis casos se encuentran excesivamente desarrolladas estas partes.
Una vez, en "la Camagüeyana", he encontrado la disposición tan sin-
gular, descrita por Tardieu, de las nalgas completamente reunidas a modo de
masa globular.
Si pasamos a la deformación infundibuliforme del ano la encontramos:
muy marcada en 6 casos; ligeramente marcada en 2 casos, es decir, 8 veces de
19, pues tres de nuestros pederastas, en un arranque de pudor, no se presentaron
al examen directo del ano.
Esta deformación atañe, pues, como frecuente, casi la mitad de los indi-
viduos examinados.
El relajamiento del esfínter y la caída de los pliegues figura en 7 casos.
Una vez, en el caso de M.L.L (Manuelita) hemos podido observar, con el
Dr. Reyneri, el prolapsus de la mucosa, formando dos pequeños labios regula-
res en su parte inferior, y recordando clásicamente la vulva de una perra.
Pero el signo más constante de todos, es la dilatación del ano: 15 casos de
19. En la mitad de ellos, la separación de los glúteos determinaba un lagrimeo de
orificio entreabierto. La Camagüeyana presentaba el ano cubierto con un paño de
tela ordinaria, probablemente para socorrer la incontinencia de materia fecal. 352
En la tentativa que hicimos de suspender una punta del paño el individuo
dejó escapar un grito penetrante, desplomándose, y pudimos asistir a un ataque
clónico de histeroepilepsia. ¡Nada más frecuente que los ataques de nervios en
el mundo de los pederastas!
Dejo a un lado la existencia de paquetes hemorroidales, tan frecuentes en
los individuos que nos ocupan, pero de interés secundario.
Así es, señores, que los signos clásicos de la pederastia pasiva, se encuen-
tran de un modo evidente en nuestros pederastas.

m En su afán por lo femenino, algunos emplean este sistema, con el objeto de simular un
período menstrual (Nota del traductor, E. Lebredro ).

216
Como signos especiales de ciertas costumbres obscenas, hemos podido
observar, en 7 de ellos, la ausencia de 3 o 4 incisivos. Estos dientes han sido
completamente arrancados, o bien las raíces quedan a veces limadas perfec-
tamente. Estos individuos, sin duda alguna, pertenecen a la categoría de los
que Tardieu tuvo que resolverse a hablar en latín: cognomine pompeurs de
dard sive de noeud id est iurpíssima significatio designatur qui labia et oscula
fellaticibus blanditii proebent. Además, Bronardel refiere la observación de
un joven detenido por actos de provocación en la vía pública, que declaraba
en lenguaje imposible de reproducir. ¡Ah!, ahora no nos dejamos dar más per
anum ¡es muy doloroso 1, practicamos la succio virgoe.
Pasamos ahora al estudio de los pederastas activos.
Como bien sabéis, los signos de la pederastia activa, consisten para Tar-
dieu, en una forma especial del glande, lo que considera característico: en el
caso de que el pene sea pequeño y muy delgado, va disminuyendo considera-
blemente desde la base hasta la extremidad, que es muy afilada, formando dedo
de monja, y recuerda completamente el canun more.
En nuestros pederastas no he encontrado más que una sola vez, análoga
conformación, estando el pene poco desarrollado y presentando el glande la
forma y dimensiones de una perilla de tabaco.
En otros tres casos el glande es largo y delgado, y el pene está ligeramente
enroscado.
Bajo el punto de vista de la dimensión, nuestras observaciones se han
hecho en 10 casos, en los que el pene está muy desarrollado (en uno el pene en
estado de reposo tenía 16 cm de largo por 12 de circunferencia). Dos, en los
que el pene está poco desarrollado; uno, atrofiado y cinco cuya conformación
es normal.
En el caso de S.L (Sotero) hemos encontrado la conformación análoga a
la que describe Tardieu en su XVI observación: Uno como surco circular, se
extiende en toda su circunferencia, y a partir de esta línea, la extremidad del
glande va adelgazando.
El estudio de los signos que presentan nuestros pederastas activos, nos
lleva a declarar, que están de acuerdo, sobre este punto, con Bronardel y Hoff-
mann.353 El primero de esto autores -cuyas numerosas observaciones destru-
yen el valor de los signos acordados por Tardieu a los pederastas activos- dice:
"que la forma, el volumen del glande y del pene, varían infinitamente más,
que los rasgos de la cara, y que no hay comparable a la diversidad del aparato
genital masculino, más que los órganos genitales de la mujer".
353 Hoffmann: Nouveaux éléments de médecine légale. Introduction et commentaries par

PBrouardel.

217
Por su parte Hoffmann, que niega que la pederastia activa posea algún
signo característico, reproduce en su apoyo la siguiente observación: "Hemos
tenido la oportunidad de observar a un viejo monje, que según confesión pro-
pia, se había entregado a la pederastia activa, desde hacía años, y no hemos
podido encontrar la menor deformación del pene.
Conclusiones:
Del estudio a que nos hemos dedicado sobre la pederastia en este país, se
desprenden las dos proposiciones siguientes:
lro. Los signos de los hábitos pasivos de la pederastia, y en primer térmi-
no la dilatación del ano y el relajamiento del esfínter, presentan gran valor bajo
el punto de vista de la medicina legal.
2do. De acuerdo con la mayor parte de los autores que se han ocupado
del mismo asunto, declaramos que la pederastia activa, no tiene signo alguno
característico.

La Habana, Enero 18 de 1890

218
[Anexo 1.4]
Paseo de laAlameda 354

Manuel de Zequeira y Arango*

Señor Público: hay ciertas especies de costumbres inveteradas que, si las


reflexionásemos un poco, hallaríamos que no solo son ridículas, sino perju-
diciales a nuestros propios intereses. En el número de estas preocupaciones
debemos colocar nuestro paseo de la Alameda, que es el punto de reunión de
las volantes desde la media tarde hasta que el sol desaparece.
Esta especie de recreo, que solo se reduce a dar un millón de vueltas alre-
dedor de la fuente y de la Estatua, es para mis ojos uno de aquellos espectácu-
los más risibles y que más caracterizan la indolencia, porque lexos de desfrutar
(sic) los placeres que brinda la sociedad, no vemos otra cosa que personas tétri-
cas, taciturnas y embutidas en sus carros a la manera que Diógenes en su tinaja.
Allí no se oye voz humana, ni se percibe más rumor que el de las ruedas,
ni se lleva otro interés que el de lucir los trenes y los frisones que disputan la
velocidad, tal vez con perjuicio de algún brazo, alguna pierna, u otra desgracia
de los concurrentes. En medio de estas revoluciones vespertinas, nadie hay que
pueda estar exento de un fracaso; y yo, por mi desgracia, no he dexado de ver-
me sorprendido por uno de estos carros volantes, de cuyo coche vine al suelo
mal parado, y a pesar de los exfuerzos (sic) que hice para quexarme del autor
de mi tragedia, nadie me escuchaba, ni veía la persona que pudiera pagarme la
pierna que me habían torcido [... ]
Gracias a Dios que en los días de etiqueta nos vemos libres de estos abor-
dajes por el orden que se observa en las hileras. Pero entonces la mortificación
muda de aspecto, y si antes pecaba por el desorden de las carreras, en estos

" 4 Tomado de Emilio Roig de Leuchsering: La literatura costumbrista cubana de los

siglos XVIII y XIX. Los escritores, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1962,
pp. 71-73.
*MANUEL DE ZEQUEIRA Y ARANGO: Nació en La Habana en 1764. Fue el primer
director del Papel Periódico y estuvo muy ligado a la Sociedad Patriótica. Como poeta, puso su
pluma al servicio de las instituciones ilustradas, pero también se burló de ellas en sus décimas
La ronda, sin duda, el texto poético más inquietante de esa época. Sus sonetos son a menudo ex-
celentes, igual que su prosa satírica Como militar participó en numerosas empresas, alcanzando
el grado de Coronel de Infantería. En 1821 perdió el juicio y vivió ciertamente en la oscuridad
hasta su muerte en 1846.

219
días se hace insufrible por la marcha simétrica y enfadosa a la qual se bautiza
con el nombre de paseo. Quando esto sucede, no hay más remedio que dor-
mirse, porque el paso metódico y mesurado es una especie de narcótico capaz
de adormecer hasta a los cuadrúpedos que nos arrastran; [ ... ] y solo nuestras
petimetras son las [roto el original] Morfeo, animadas de los estímulos de la
presunción. En este caso es cuando suelen ostentar a la vista del menos curioso
lo que en otro tiempo procuraba encubrir la honestidad: allí es donde cada una
pretende excederse en el arte de las preparaciones aromáticas, en el del adorno
y esencias con que se perfuman: allí es donde se ven sus brazos de alabastro
arrostrando al pudor y despreciando la intemperie; y allí, por último, es donde
el carmín vivificante, triunfando de la injuria de los años, presenta una multitud
de máscaras juveniles, bajo cuyo barniz se ocultan las palideces y las arrugas.
¡Qué de transformaciones se notan en estos rostros! ¡Quántas que fueron
pálidas violas al nacer la mañana, se convierten en claveles a la tarde! ¡Y quán-
tas que amanecieron con el rostro anochecido, se presentan con los mismos ex-
plendores (sic) que la Aurora! ... ¿Pero a qué fin (dirán algunas) nos murmura
el Criticón de esa manera? ¿Por qué se le ha de permitir que escriba con tanta
libertad? Yo voy a responder, y si no justifico mi intención, vengan en hora
buena sobre mí las maldiciones.
No hay joven alguna, y aun las que no lo son, que por lo regular no se
vea atacada del mal que llaman histérico, en términos que es casi una moda
universal en las señoritas. Así sucede que quando se les visita no tratan de otra
cosa que de sus vapores, de la palpitación, de las fatigas, de los bahidos [sic],
de la arteria, de sus achaques; y no solo no se contentan con hacer la narración
de sus tormentos, sino que muchas veces tienen los huéspedes que examinar la
lengua, tomar el pulso, y hacer todas las funciones de un Galeno. Poseídas de
estos síntomas, viene la imaginación a ser un suplicio donde se les representa
un fantasma que las horroriza.
¿ Y de qué dimanan sus lúgubres ideas? ¿Quál es el principio de estos
males? Yo creo que si se les pregunta a los facultativos, convendrán conmigo
en que no tienen otro origen que el de sus pasiones, el excesivo lujo, y sobre
todo, la falta de ejercicio.
La vida de nuestras petimetras, por lo regular, no es otra cosa que ponerse
al tocador y embalsamarse con perfumes que poco a poco van extragando (sic)
su naturaleza; y después que han invertido dos horas mirándose al espejo, con
quien consultan sus graciosas gesticulaciones, salen al estrado a recibir las visi-
tas, o a tocar el pianoforte, y de aquí se disparan a las tiendas de las modas, a la
casa de la amiga, o a pasearse en la volante, que es el trono de [roto el original]
¿ Y qué resulta de este género de vida voluptuosa y sedentaria? Si no hay más

220
que volante a la mañana, volante por la tarde, y volante por la noche, ¿qué es
lo que debemos esperar? Que todos los resortes de nuestra máquina caen en un
abatimiento melancólico, que las fibras pierden su elasticidad, y que el espíritu
se debilita, hasta que una profunda languidez va sometiendo nuestros nervios a
las más terribles convulsiones. He aquí el diario histórico de las havaneras: este
es el origen de sus histéricos, y principio de los achaques que adolecen [ ... ]
¿Y por qué no hemos de procurar el exterminio de unos males cuyos re-
medios están en nuestro arbitrio? ¿Por qué no hemos de hacer más dulce nues-
tra vida con la comunicación de nuestro trato, olvidando las rutinas góticas que
no son perjudiciales?
Dejemos, pues, esa manía inveterada de andar a todas horas en volante:
usemos de ellas dentro de la Ciudad, y cuando lo exija la intemperie; pero no
por esto olvidemos las ventajas que deben resultar de un ejercicio moderado,
estableciendo un paseo a pie extramuros de la Ciudad. ¿Acaso puede hallarse
un piso más cómodo ni un parage (sic) más ameno que el de la alameda de allá
afuera? ¡Qué distinta sería nuestra salud, y qué bienes no resultaría a la socie-
dad, si se realizara esta costumbre! ¡Entonces yo aseguro que habría menos in-
digestiones, que estaríamos más alegres, más robustos, y sobre todo, más civi-
lizados. Así se executa en todas las poblaciones que se precian de tener cultura.
Dexemos el tocador, el estrado y la volante, o a lo menos hurtemos la mitad del
tiempo que dedicamos a la ociosidad, y apliquémoslo a gozar las delicias que
nos brinda la alameda con la amenidad de su piso y hermosura de sus árboles.
No imitemos la indolencia de los tártaros, que no conocían otra ocupación que
vaguear sobre los carros; y de este modo alcanzaremos el privilegio de no ser
incluidos en el número de los pueblos inciviles.

221
[Anexo 11.1]
Informe de la comisión enviada para comprobar
las condiciones de los culíes chinos en Cuba355

El oficial delegado CH'EN y los directores de Aduana MacPherson y Hu-


ber, habiendo terminado la investigación que les fue encomendada (sobre las
condiciones de los trabajadores chinos en Cuba), dirigen la siguiente respuesta:
El décimo día de la décima luna del duodécimo año de T'UNGCHIH se
recibió la siguiente comunicación: "En vista de que debe realizarse una inves-
tigación sobre las condiciones de los emigrantes chinos en la colonia española
de Cuba, el Tsung-li Yamen acaba de nombrar al mandarín CHI LAN-PIN,
oficial a cargo de la misión educativa en el extranjero, para ir a realizar esta
investigación, y encargó también al director de la Aduana en Habkow, Ma-
cPherson, y al director de la Aduana en Tientsin, Huber, que lo acompañasen,
habiéndose aprobado esta medida por un Decreto Imperial con fecha el trigé-
simo día de la séptima luna del duodécimo año (el 21 de septiembre de 1873)
de T'UNGCHIH. Por consiguiente, este mandarín esperará la llegada de los
señores MacPherson y Huber a los Estados Unidos, y juntos se dirigirán a
la colonia española donde efectuarán una investigación rigurosa y completa;
posteriormente enviarán un informe minucioso que servirá de base para tratar
el asunto, etcétera". [ ... ]
"Memorandum a las preguntas que deben responderse. Cuba y culíes/
Comisión China 1873" [ ... ]
XIII - ¿Autoriza la ley a los amos a castigar a sus empleados? ¿Cómo y
por qué?
El Artículo 69 del Real Decreto español de 1860 está concebido así:
Los dueños están autorizados a ejercer una jurisdicción disciplinaria en
virtud de la cual podrán aplicar los siguientes castigos:
1. Arrestos desde uno a diez días.
2. Retención del salario durante el mismo tiempo.

"' Comisión cubana para la inmigración china: Informe de la comisión enviada para
comprobar las condiciones de los culíes chinos en Cuba, impreso en la hnperial Maritime
Press, Shanghai, 1896. Fragmentos tomados de Juan Pérez de la Riva: Los culíes chinos en
Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2000, Apéndice, 321-347. Traducción de la ver-
sión francesa al cuidado de Aurelio Cortés.

222
El primero de estos dos castigos puede aplicarse sin el segundo; pero el
segundo no puede imponerse sin el primero.
El Artículo 74 especifica los delitos por los cuales se puede imponer estas
penas:
1. Insubordinación contra el amo o cualquier persona que lo represente.
2. Negativa a trabajar o falta de cumplimiento en el trabajo asignado.
3. Ataque seguido de heridas que no ocasionen una suspensión del trabajo
a la persona herida.
4. Fuga.
5. Embriaguez.
6. Violación de los estatutos impuestos por el amo [estas regulaciones no
pueden estar en contradicción con las condiciones de los contratos a las estipu-
laciones del Decreto (Artículo 64)].
7. Toda ofensa a la moral, siempre que no exija la intervención del que-
rellante, o que sea de tal naturaleza que la persona ofendida rehúse quejarse.
8. Cualquier otro acto cometido con intención de causar perjuicio o daño
a otra persona, aunque no constituya un delito previsto por la ley.
Es así como el Gobierno español ha limitado de manera clara los poderes
de castigo conferidos a los amos, y no ha aparecido jamás en sus intenciones san-
cionar los castigos o multas impuestos arbitrariamente. Pero la conducta de los
propietarios en Cuba ha sido por completo diferente de lo que estaba prescrito.
Chang Ting-chia y otros 127 escriben en su declaración: "La prisión es-
taba llena de instrumentos de tortura, las cadenas pesaban de 20 a 50 catz'3 56 y
no se había fijado límite a las cargas que podían hacemos llevar, siendo preciso
trabajar con esos pesos en los pies".
Lo A-pao escribe: "Me vendieron a un ingenio azucarero, donde me gol-
peaban constantemente hasta hacerme sacar la sangre por todo el cuerpo".
Chang Kuan escribe: "Es preciso trabajar 21 horas de las 24, y si trabaja-
mos media hora de menos nos golpean severamente, nos magullan la piel y la
carne y se nos cubren de llagas".
Ch'en Te-ming escribe: "Si salimos fuera para hacer compras, nos hacen
regresar y nos encadenan durante tres meses reteniéndonos el salario".
Li Ch'i expone en su declaración: "Un día, cuatro chinos mataron alma-
yoral (un negro). Los tuvieron encerrados seis meses en la prisión de la hacien-
da, y después ahorcaron a dos y fusilaron a los otros dos en presencia de todos
los demás trabajadores".
Li A-te declara: "Por fumar durante las horas de trabajo, cuatro hombres
me agarraron y me mantuvieron en el suelo, donde recibí 24 golpes que me

" 6 Medida de peso empleada en China, Japón y Siam.

223
destrozaron las carnes y la piel. Este castigo, sin embargo, es considerado como
poco severo. Nos suelen poner grilletes en los pies y empujamos a culatazos.
Cuando el administrador está de buenas, nos lo quitan al cabo de dos meses, si
no, es preciso llevarlos durante seis. La cadena llega desde el cuello hasta los
tobillos, y puede pesar 40 catí. Fui encadenado tres veces en esta forma por
haber dicho al administrador que no tenía fuerza para trabajar porque solo me
alimentaba con papas. No nos permiten lavar las ropas, y si lo hacemos cuando
no tenemos trabajo, y los negros nos sorprenden lavándolas, nos encadenan y
nos golpean. Encadenaron a un culí durante ocho meses por haber ido a hacer
compras en una tienda de la vecindad".
Ho A-pa declara: "Un día mi amo me vio haciendo un cigarrillo. Me hizo
atar las manos y los pies por cuatro negros, y me golpearon tan severamen-
te con látigos de roten que me destrozaron las carnes, dejándome los huesos
afuera. Además, me pusieron en el cepo, y allí fui azotado de nuevo por el
administrador".
Tan Fa declara: Una vez, por haber comprado arroz, el administrador me
hizo poner los grillos por dos semanas y retenerme un mes de sueldo".
Liao A-ping declara: "Si dejaba de trabajar por unos instantes, aunque
fuese para satisfacer las necesidades naturales, me golpeaban".
PuA-hou declara: "Si consideraban que nos tomábamos demasiado tiem-
po para satisfacer las necesidades naturales, nos echaban cuatro perros grandes,
y algunos trabajadores recibieron mordidas tan graves en los pies que no pu-
dieron volver a caminar".
Chiang A-ch'i declara: "Nos golpeaban constantemente y hacían que los
perros nos mordieran".
Liu Hsin-fa declara: "Me golpearon una vez con tanta fuerza que me par-
tieron el omóplato, y la sangre que me salía por la espalda corría a lo largo del
cuerpo". ChungA-tai declara: "Mi amo me fracturó un brazo a fuerza de golpes".
Ch' en Hsiang declara: "Me llevaron a un ingenio azucarero donde tuve
que sufrir toda clase de penalidades durante cinco años. Todos los días me en-
traban a golpes, y cuando le pregunté a mi amo qué razón había para hacerlo,
pues mi trabajo era bueno, me respondió que no me había comprado para que
trabajase sino para hacerme golpear".
Yüan A-ts'ung declara: "Mi amo era muy cruel; nos golpeaba tanto a los
que trabajaban bien como a los que lo hacían mal, y cuando nos encontraba en
la carretera siempre nos golpeaba".
Lo A-erh declara: "Deseaba rescatarme pagando el precio que mi amo
había pagado por mí; pero no contento con rehusar mi petición, me hizo enca-
denar durante un mes y azotarme rigurosamente".

224
Sung Hai declara: "Hay en este momento 40 chinos recién llegados que
no hablan español y los hacen trabajar con grilletes en los pies".
Yang A-ch'ang declara: "Mi amo nos trata con mucha crueldad. Nos quita
un dólar por cada día que estamos enfermos". [... ]
XXIX - ¿Hay chinos en las prisiones? ¿Por cuáles delitos? ¿Cómo se les
castiga? ¿Cómo se les trata?
Las prisiones de los pueblos de Cuba están bien construidas, amplias,
limpias y frescas, y contrastan de manera muy favorable con las estancias ba-
jas, húmedas y calurosas de los depósitos, y con los albergues sucios de los
chinos en las haciendas. Los prisioneros, con la excepción de los que trabajan
en cuadrillas en las calles y que sufren tanto como los de los depósitos emplea-
dos en los mismos trabajos, no están obligados a realizar otro trabajo que el de
los cigarros, y los castigos que se les imponen son bastante ligeros. Se puede
admitir, pues, que los prisioneros son tratados de manera justa.
Los fragmentos siguientes de las declaraciones responden a distintos as-
pectos del problema.
WangA-fu declara: "Después de haber servido a mi amo durante 14 años,
me fui e inmediatamente me acusó de haber desertado, me detuvieron y fui
condenado a dos años de prisión".
Lian Kuei-chung declara: "Un día salí a caballo sin mi cédula, me encon-
tré con un guardia que me pidió que le dejase ver mis documentos y me metió
en la cárcel".
Li Hsiang declara: "Fui detenido y encarcelado pero ignoro por qué" ...
T'ang A-lung declara: "Después de seis meses de prisión impuestos por
un oficial de otra localidad, fui transferido a la cárcel de La Habana. No he co-
metido ningún delito, y solo puedo conjeturar que he sido falsamente acusado
por un extranjero con quien tuve dificultades cuando comerciaba con algunos
destacamentos de las tropas. Llevo tres años en la prisión de aquí [La Habana],
y aunque he dirigido cuatro instancias al Capitán General no me han llevado a
juicio todavía" ...
Liang Yu-te declara: "Conversaba con otros tres chinos que me había en-
contrado, y fui detenido por la policía con el pretexto de que los exhortaba a
desertar. Me metieron en la cárcel de Guanajay. Nuestra comida es insuficiente,
pero los que dan dinero al carcelero son mejor tratados".
Ho Hsi declara: "Yo era el jefe de una cuadrilla de trabajadores, me acu-
saron falsamente de emplear desertores y fui detenido".
Chang Ch'ang-kuei declara: "El ti-pao me acusó falsamente de haber ro-
bado ciertos objetos a otro chino, porque me había negado a prestarle dinero

225
y una silla de montar, y me metieron en la cárcel. Otra razón de mi encarce-
lamiento es que les caigo mal porque me había casado con una blanca. En los
primeros tiempos de mi entrada en la prisión, el carcelero me golpeaba, pero
dejó de hacerlo cuando le di tres pesos".
Lo A-fa declara: "Por casualidad pasé cerca de cuatro chinos que se entra-
ban a golpes y, aunque no tuve nada que ver con su disputa, el ti-pao me detuvo
y me metió en prisión al igual que a un tal HsüA-wu".
Ch' en Ch' eng-ch'i declara: "Habiendo obtenido una cédula, abrí una tien-
da de toda clase de mercancías, pero un español me acusó falsamente de que su
mujer me había confiado 400 pesos, y fui detenido y metido en prisión".
HsüA-shing declara: "Me encontré con un agente de la policía que me pi-
dió le enseñara mis documentos. El declaró que no me pertenecían, y se entabló
una discusión en medio de la cual él azuzó a su perro para que me mordiera.
Le di una patada al perro, y por esta razón el ti-pao me detuvo y me metió en
la cárcel" ...
Teng A-ssu declara: "Teniendo mi cédula, al propietario de una hacienda
le proporcioné 20 trabajadores que tenían todos este documento, pero la policía
me acusó de contratar trabajadores que no habían terminado sus contratos y fui
detenido. Me cogieron 70 pesos en oro y 200 pesos en billetes, y me pidieron
200 pesos más para soltarme; al no poder pagar esta suma fui metido en la
cárcel. No ha tenido lugar ningún juicio".
Liang A-yu declara: "En la tercera luna de ese año, un chino que habían
enviado a recibir el importe de ciertas cuentas no regresó. Como pidieron infor-
mes en todas partes, yo dije que, algunas noches antes, había oído un ruido que
me pareció el de un caballo. Hicieron investigaciones y descubrieron el cadáver
del chino, y entonces me detuvieron y me metieron en la prisión. Todo el mundo
sabe que mi encarcelamiento es injusto, pero como no me han juzgado no pueden
ponerme en libertad, y ya hace varios meses que estoy encarcelado" ...
Lin Wei declara: "Un blanco que me debía unas decenas de dólares, y a
quien me había negado a prestarle diferentes objetos, me acusó de un robo de
tabaco, etc., cometido en perjuicio de otro chino. Este último declaró que yo
no era culpable, pero no le prestaron ninguna atención a lo que él dijo, y me
metieron en la prisión".
Liang Hai declara: "Le había comprado una cadena de reloj de oro a un
cantonés llamado A Fa-tsai; algunas personas vinieron a verla y me acusaron
de haber comprado un objeto robado. Me metieron en la cárcel, y hace 20 me-
ses que estoy aquí sin que se me haya juzgado".
Li Ta-ts'ai declara: "La ayudante de la cocina, una negra, a quien yo rega-
ñaba porque se demoraba en servir el almuerzo a mi amo, me acusó de haberla

226
atacado con una cuchilla que yo usaba para cortar papel. La cocinera, una blan-
ca, mandó buscar la policía y fui detenido y encarcelado".
Ch' en Hsing declara: "Fui detenido y encarcelado por tener una pistola
en mi maleta".
Wu A-yao declara: "Salí a comprar algunos utensilios de cocina y me
encontré con un blanco que me dijo que vendía algunos. Apenas me había
puesto de acuerdo sobre el precio, cuando llegó la policía y declaró que esos
utensilios habían sido robados. El blanco se escapó y yo fui detenido, y hace ya
tres meses que estoy preso".
Hsü A-hsiang declara: "Li A-liu fue asesinado y después un negro robó
las pertenencias del cadáver, pero el patrón le dio dinero a Ho Chang-yu para
que declarase que yo era el culpable. Todos los chinos estaban indignados por
esa manera de actuar, y el propio Ho Chang-yu aceptó que lo habían inducido
a prestar ese falso testimonio. Sin embargo, estoy todavía preso sin que se me
haya juzgado".
Mu Chi-yu declara: "El cocinero negro del establecimiento donde yo es-
taba empleado regresó una noche embriagado y me persiguió con un cuchillo
en la mano. Subí al primer piso para decírselo al amo, y el negro, que se cayó
mientras me perseguía, se hirió. Le dijo al patrón que era yo el que lo había
herido, y me mandaron a la cárcel, me juzgaron y me condenaron a seis años
de prisión".
Ch'en A-lin declara: "Un día que estaba comprando hortalizas, se me
cayó el dinero que llevaba en las manos sobre una pila de melones que esta-
ban al lado, me puse a recogerlo y me acusaron de robo; me detuvieron, y me
metieron en la cárcel; como no sé español me condenaron a un año de prisión.
Gracias a diez pesos bien distribuidos estoy libre de todo trabajo, y solamente
tengo que ocuparme de la vigilancia en el patio".
Ho A-hsieh declara: "La policía, que estaba en busca de un desertor, me
encontró. Declararon que yo me le parecía, y que además había cometido un
robo de 200 pesos. Fui detenido y metido en la cárcel. Estoy aquí desde hace
seis meses sin que ningún oficial me haya interrogado".
LiangA-yu declara: "Mi amo me cortó la oreja izquierda porque yo había
salido sin permiso; un oficial que pasó por allí, al verme mutilado, preguntó de
qué manera me había herido. Mi patrón y yo fuimos detenidos y metidos en
prisión, pero tres días después él obtuvo su libertad porque pagó 2 000 pesos.
En cuanto a mí, sigo preso y no puedo recuperar el dinero y los objetos que
tenía en la casa de mi patrón".
Lo Kuan-hsiu declara: "El administrador me dio una puñalada entre el
pulgar y el índice, y al mismo tiempo hirió en la cabeza a A-kou, un nativo de

227
Yangkiang. Nuestro amo puso el hecho en conocimiento de las autoridades y
los dos, así como el administrador, fuimos encarcelados. Este último quedó en
libertad al día siguiente y nosotros continuamos presos".
Wu Yeh-ch'eng declara: "Cuatro negros, de acuerdo con algunos chinos
recién llegados, mataron a nuestro nuevo administrador. Gracias al dinero, el
amo se las arregló para que no se tomara en cuenta la participación de los ne-
gros, y le fue imputado el crimen a diez de nosotros cuyos contratos estaban a
punto de expirar, y fuimos encarcelados".
Wu Shao declara: "Un mayoral me debía 100 pesos. Se los pedí, me gol-
peó y me tiró en el suelo. Yo llevaba un cuchillo y le di un golpe mortal. Me
detuvieron y me metieron en la prisión, pero todavía no se ha pronunciado
sentencia contra mí".
Liang A-hsiu declara: "El hijo de nuestro amo, con la ayuda de los negros,
se tiró sobre nosotros a cuchilladas; un nativo de Hiangshan resultó muerto y
todos los demás chinos fueron heridos, pero nosotros nos apoderamos de algu-
nos cuchillos y lo matamos. Detuvieron y metieron en prisión a 22 de nosotros,
uno murió, vendieron a cuatro en La Habana, 16 fueron devueltos a la hacienda
y quedan todavía dos en la cárcel".
Hsieh A-kou declara: "Matamos a puñaladas al administrador porque era
muy cruel; éramos 24 y nos entregamos a la justicia. Mediante un desembolso
de 680 pesos, nuestro dueño indujo a las autoridades a devolver a 12 de no-
sotros a la hacienda; nos negamos a ir, y entonces un oficial de rango inferior
disparó contra nosotros matando a dos e hiriendo a nueve. Quedamos todavía
22 en la cárcel, y nos sentimos mejor que en la hacienda".
Chang A-hsiu y otros cuatro declaran: "De los 40 que formaban nuestra
cuadrilla, cuatro fueron asesinados por un mayoral, entonces 11 de nosotros
nos reunimos y lo matamos. Preferimos la cárcel a la plantación".
Wu Hua-ch'ang declara: "Yo prefiero quedarme en la prisión".
Ch' en A-ch' in y otros 22 declaran que las cárceles son preferibles a las
plantaciones.
Huang Shih-pao declara: "El trabajo en las plantaciones es más penoso
que el que nos exigen en las cárceles".
Wang A-ts'ai declara: "Compré un reloj de oro en una onza y media, pero
un extranjero me acusó de haberlo robado y me metieron en la cárcel. Tengo que
hacer 16 000 cigarros a la semana, y si hago menos me dan doce latigazos". [ ... ]
XXXVI - ¿Cuál es el estado de salud de los culíes?
Puede admitirse que la parte más considerable de los chinos empleados
como cocineros o domésticos reciben suficiente comida y gozan de una salud

228
comparativamente buena; pero en la mayor parte de los casos inspeccionados
en las haciendas y en los depósitos, tenían un aspecto de abatimiento en el
rostro que rubrica las privaciones y penas que sufrían; y entre quienes se ganan
la vida en libertad, hay muchos que sufren aún de enfermedades causadas por
años de privación y sufrimientos.
Chien Shih-kuang y otros 96 escriben en su petición: "Vemos morir a casi
la mitad de nuestros compañeros, y los que sobrevivimos estamos mutilados o
sufrimos enfermedades internas".
Lin A-i declara en su petición: "Los golpes recibidos en la hacienda me
relajaron el vientre y sufro dolores constantes".
Kuo A-jung declara: "El administrador y el mayoral me golpeaban cons-
tantemente con un bastón o a patadas, y todavía sufro de hemorragias internas".
LuA-wu declara: "El dueño ordenó a los negros que me agarraran y me
sujetaran en el suelo, dándome más de ochenta golpes con un látigo; esto me
hizo vomitar sangre y sufro aún de esta enfermedad".
Ch'enA-shun y Yang Chin declaran que los golpes recibidos en la planta-
ción los han dejado tan enfermos que todavía vomitan sangre.
HuangA-chang declara que sufre del mismo mal que Ch'enAvang, y que
"a los pocos días de mi llegada recibí tantos golpes que todavía vomito sangre".
Chu K'ai-txu declara: "No me permitían dormir en la cama y me obliga-
ban a hacerlo en el suelo; contraje una enfermedad de los riñones debido a la
humedad, y ahora tengo que mendigar la comida" ...
Lin A-mei declara: "Tengo el pie izquierdo enfermo, es el resultado de
un accidente que sufrí en la Trocha; pero a pesar de estar inválido me obligan
todavía a trabajar" ...
Liu Kuang-ts'ai declara: "Me trajeron aquí en contra de mi voluntad y no
he dejado de llorar un solo día; a esto y a los maltratos que he recibido atribuyo
mi enfermedad de los ojos".
Hu A-T 'ai declara: "Los bastonazos que he recibido me han provocado des-
órdenes interiores y he estado constantemente enfermo desde entonces". [ ... ]
XXXVII - ¿Cómo se cura a los enfermos?
Muchos de los hospitales que se encuentran en todos los pueblos de Cuba
son amplios, bien distribuidos y hasta con cierta elegancia, están rodeados de
jardines y arbustos, están bien amueblados, con camas y otros objetos, y con
sirvientes; y aunque no fueron construidos especialmente para los chinos, éstos
disfrutan en ellos de todas las comodidades que ofrecen.
Las enfermerías en las haciendas están también limpias, y en algunos ca-
sos se encuentran bajo la supervisión de un médico; pero de las declaraciones

229
recibidas por la Comisión se desprende que solo permiten entrar a un pequeño
número de chinos ...
Li Ying-sung escribe: "Cuando me enfermaba me entraban a puñetazos y
a patadas, y cuando se mostraban más severos me acuchillaban o me golpeaban
hasta dejarme casi muerto".
Ch' en Te-ming escribe: "Cuando nos enfermábamos no nos permitían ir a
reposar a los hospitales, y si pedíamos que nos admitieran en ellos nos golpea-
ban, nos ponían los grilletes en los pies y nos retenían nuestro salario".
Los fragmentos siguientes de las declaraciones tienen el mismo sentido.
Lin Lung y otros 17 declaran que "mientras estaban enfermos no se les permi-
tía decir que lo estaban" ...
Han Chin declara: "Varias veces me pusieron los grilletes y me golpearon
por decir que estaba enfermo, y una vez me golpearon con tanta severidad que
vomité sangre, y además me tuvieron siete meses encadenado".
Li A-lai declara: "Cuando me quejaba de sentirme enfermo, me golpea-
ban con el pretexto de que estaba simulando".
Ch'ü Tank-k'o declara: "Los trabajadores que se quejaban de estar enfer-
mos por tener los pies llagados eran golpeados con un bastón por el dueño, que
decía que eso no podía considerarse como una enfermedad".
Ch'en A-chin declara: "Me quejé al mayoral por estar enfermo; él pre-
tendió que yo mentía y me hizo coger por cuatro hombres y echarme contra el
suelo; después me quitaron los pantalones y me azotaron con tanta severidad
que me dejaron las carnes destrozadas; tuve que continuar trabajando con los
grilletes en los pies, y cuando regresaba por la noche a la hacienda me frotaban
las heridas con zumo de limón. Esto me hacía tanto daño que me sentía morir".
Li A-hui declara: "Me enfermé mientras estaba en la hacienda, y como
no podía trabajar ordenaron a cuatro negros que me sujetaran en el suelo y me
azotaron después de haberme quitado la ropa. En otra ocasión, el capataz me
partió un brazo en el depósito, una vez que estaba enfermo".
Chou A-ting declara: "Dos hombres que tenían llagas en la cabeza, y no
podían hacer un trabajo penoso, pidieron permiso para hacer un trabajo menos
duro, y por esta razón, el administrador les hizo poner los grilletes en los pies
y casi los mató a golpes".
HsiehA-hsüan declara: "Vi golpear, meter en la cárcel y obligar a trabajar
con los grilletes en los pies a los hombres que se habían quejado de sentirse
enfermos, y vi también a cantoneses que, golpeados por decir que estaban en-
fermos, se ahorcaron para que no los pusieran en el cepo".
Wu Lien-sheng declara: "Vi al mayoral matar a un enfermo que no podía
ir al trabajo".

230
HuangA-tou declara: "Vi a un nativo de Hiangshan que, después de haber
sido golpeado severamente por el administrador por haber dicho que se sentía
enfermo, se ahorcó esa misma tarde; también fui testigo del asesinato de un
nativo de Hunan, nombrado Li, que había sido golpeado por decir que estaba
enfermo; y del suicidio de un tal Cheng, que se ahogó porque estando enfermo
lo habían arrastrado afuera y golpeado. Supe además que dos hombres, uno
natural de Cantón y el otro de Swatow, se murieron de hambre en el hospital".
Wang A-sheng declara: "Durante los trabajos de reparación de una calle
me partí una pierna, y el cirujano consideró necesario cortarla y ponerme una
de palo. Mi amo me dejó libre de los trabajos penosos; pero un día el admi-
nistrador me ordenó levantar unas piedras pesadas, y como yo no podía me
rompió la pata de palo y me arrancó un pedazo de una oreja".
Liang A-jen declara: "Cuando nos quejamos de estar enfermos en la ha-
cienda le decían a una negra que orinase, y si consentíamos en tomar aquello se
admitía que estábamos enfermos ...
Huang A-man declara: "Cuando estábamos enfermos, el médico hacía
que los perros nos mordieran y nos daban de bastonazos".
YüA-t'ien declara: "Un día que estaba enfermo me metieron en el hospi-
tal, y varias veces me dejaban sin comida durante varios días, pero el médico
nunca vino a verme".
YüanA-an declara: "Aunque estaba enfermo y escupía sangre, el médico
no quería dejarme entrar en el hospital".
Kao A-tai declara: "Cuando estaba enfermo no me curaban en absoluto".
[ ... ]

XXXIX - ¿Cuáles son las causas de las muertes?


El calor excesivo del clima, el rigor del trabajo y la alimentación insufi-
ciente, engendraron las causas de las enfermedades que han ocasionado una
gran mortalidad, pero las muertes ocasionadas por otras causas fueron igual-
mente numerosas.
Yüan Kuan escribe en su declaración: "El administrador nuevo era tan
cruel como un lobo o un tigre, y tenía un corazón tan venenoso como el de una
serpiente. Un tal Ch' enA-tsao, no pudiendo soportar los maltratos, se precipitó
dentro de una caldera de guarapo. LienA-hsing, forzado a continuar trabajando
a pesar de estar incapacitado por tener una pierna enferma, se ahorcó. Liu Pai-
jen fue azotado por el administrador hasta que vomitó la sangre y murió. Hung
A-fu, al no poder hacer el trabajo que le habían asignado, se fugó; pero fue
atrapado y obligado a regresar, y por la noche el administrador lo mató. Chang
A-ping, al estar enfermo e incapacitado para trabajar, se envenenó. Chou Shih-
lan, a los 15 días de su llegada, fue golpeado tan severamente por el adminis-
trador que murió" ...

231
Wen Ch'ang-t'ai declara: "Vi ahorcarse a nueve hombres, a otro tirarse
en una caldera de guarapo y morir a 12 hombres a consecuencia de heridas
gangrenadas en las que se habían criado gusanos".
Ho Hsi declara: "De 20 hombres que estaban conmigo, dos se ahorcaron
y cuatro se tiraron en un pozo".
Liang En declara: "De 14 hombres que éramos, cuatro se colgaron, y un tal
Liang Pai-sheng, después de haber sido herido en la cabeza y el cuetpo por el ad-
ministrador, fue amarrado por él a la cola de su caballo y arrastrado hasta los dor-
mitorios. Entonces vieron que estaba muerto y tiraron su cadáver en la basura".
Ch'en A-ying declara: "Vi ahorcarse a muchos chinos; vi a dos que se
habían colgado con la misma soga en el lugar donde hierven el guarapo, y vi a
otros que se habían matado en esta forma en letrinas y dormitorios".
Yung A-ts'ai declara: "Un hombre que se había fugado y que había sido
recapturado, recibió tantos garrotazos del administrador que resultó muerto".
WenA-chao declara: "Vi a un talA-lai muerto a golpes de caña y cuchilla-
das mientras estaba encadenado, y vi también a un tal A-san que se ahorcó" ...
Wu A-ch'ing declara: "De 50 hombres que estaban conmigo solo viven
aún 25; unos se han ahorcado o se han degollado".
Li Hui declara: "Vi envenenarse a dos nativos de Shunteh, llamados
Ch' en y Liang, porque no podían soportar por más tiempo los castigos, y vi
también ahorcarse a un Hakka".
Lo A-fa declara: "Vi como el administrador mataba a dos hombres a pu-
ñaladas, y ahorcarse a dos hombres porque no podían soportar los maltratos".
Li Cho declara: "Durante mis ocho años de servicio he visto a seis o siete
hombres matados violentamente, ahorcarse a trece y envenenarse a tres".
Lin A-i declara: "Había 20 hombres conmigo, de los cuales dos se enve-
nenaron, cinco se ahorcaron y cuatro se degollaron porque no podían soportar
por más tiempo los maltratos".
Lo A-ch'ang declara: "Había 24 hombres conmigo, de los cuales dos se
ahorcaron".
Ling A-t' ai declara: "Vi a cuatro hombres colgarse con la misma soga, por
no poder soportar más los maltratos; dos de ellos murieron".
Liang A-lin declara: "Vi ahorcarse a tres hombres, a diez morir de las
heridas y a cuatro envenenarse con opio".
Wen Man declara: "Vi a dos hombres ahorcarse en la hacienda, uno se
llamaba A-ch'ih y el otro A-kuan. Se habían dado muerte para escapar a los
maltratos".
Ch'en A-yang declara: "Vi degollarse a un cantonés llamado A-liu en la
prisión de la hacienda, y ahorcarse a otro cantonés".

232
Lo A-chi declara: "Había 80 hombres conmigo, de los cuales, en unos
años, cuatro se ahorcaron y tres se envenenaron con opio, y el amo declaró a
los oficiales que habían muerto de enfermedades".
Ch'en Chün-k'ai declara: "Fui testigo del suicidio de YehA-ts'ai, que se
ahogó".
Li Wen-ts'ai declara: "En la hacienda vi ahorcarse a dos hombres, tirarse
en los pozos a tres y envenenarse con opio a otros tres. Vi también golpear a
dos enfermos para obligarlos a trabajar, los que murieron por los golpes" ...
Wu Chin-kuei y otros dos declaran que vieron "matar a dos hombres a
bastonazos y a otros dos morir a causa de las heridas recibidas".
Ts'ai A-ping declara: "Vi ahorcarse a cuatro hombres para escapar de
los maltratos, a uno saltar a un pozo y a tres morir encadenados a causa de
las heridas".
Chang A-shi declara: "Vi ahorcarse a un tal Huang, natural de Shuntch,
después que lo golpearon con tanto rigor que le dejaron las piernas magulladas".
Li Yu declara: "Vi a un tal A-kuei, del distrito de Hwa, ahorcarse porque
no podía soportar por más tiempo los maltratos y por encontrar que la comida
era insuficiente".
Li Ho declara: "Vi a Ch'enA-kuang, del distrito de Sinhwei, de 20 años
de edad, ahorcarse porque no podía soportar los maltratos, y a dos hombres
de este mismo distrito, nombrados Li A-we y Ch'en A-chen, que también se
ahorcaron".
Shih A-kou declara: "Vi a cuatro hombres que al no poder soportar la
manera como los trataban se ahorcaron con la misma cuerda".
Ch' enA-shun declara: "Vi a tres chinos que fueron muertos violentamen-
te en la hacienda, y no se informó a la autoridad. Enterraron los cadáveres y se
dio por terminado el asunto. Vi también ahorcarse a cuatro hombres que habían
sido heridos, y que no podían soportar los maltratos".
Lian A-paing declara: "Vi alrededor de 29 hombres en busca de la muer-
te, unos ahorcándose, otros tirándose a los pozos o a las calderas de guarapo
hirviente" ...
Ch'enA-yin declara: "Vi a Huang A-fa, a quien habían herido en tal for-
ma que no podía seguir trabajando, envenenarse con opio, y vi a A-ho, de
Tungwan, ahorcarse después que lo dejaron herido a golpes".
Ch' en Shui declara: "Vi en la hacienda a un hombre tirarse dentro de un
pozo y a otro ahorcarse".
Yu A-chin declara: "Había 16 hombres conmigo, y ocho de ellos ya han
muerto".
Ho A-chin declara: "Vi a un hombre a quien no dejaban descansar, a pesar
de estar enfermo, que trató de ahorcarse; se lo impidieron y entonces se tiró
dentro de un pozo".
233
Su A-fa declara: "Vi azotar en la hacienda a tres hombres en tal forma, que
al día siguiente murieron".
Ch'enA-shun declara: "El empleado a cargo de la tienda en la hacienda
mató de una puñalada a un hombre, sin que lo detuvieran. Otros dos hombres
murieron a consecuencia de los golpes que les dio el administrador, pero este
último hizo un regalo de dinero a la autoridad y no se hizo nada".
Ch'en A-erh declara: "Vi a ocho hombres ahogarse en la hacienda, y a
cuatro ahorcarse porque no podían soportar el trabajo y los castigos".
Ch'enA-pao declara: "En la hacienda, dos cantoneses que no podían sopor-
tar los castigos, se ahorcaron; y de los treinta y uno que formaban la cuadrilla, dos
se ahorcaron y tres ingirieron opio porque no podían soportar los maltratos" ...
Han Yen-p'ei declara: "Había 50 hombres conmigo, de los cuales dos se
ahorcaron y tres se ahogaron porque no podían soportar los maltratos, y 13
murieron a consecuencia de las heridas que les habían producido".
Ch'en Chung-hsiu declara: "Había 22 hombres conmigo, de los cuales
dos se ahorcaron y dos se envenenaron con opio porque no podían soportar los
maltratos; cuatro murieron, además, por las heridas".
Yang Shih-feng declara: "Había conmigo un hombre de Polo, llamado
Hsien Shih, que fue golpeado con tanta crueldad que el dolor era intolerable.
El médico le dio una medicina que lo hizo vomitar, y a continuación se ahorcó.
Un hombre de Kweishan, llamado Ch'enA-tsiu'ai, después que fue azo-
tado lo obligaron a trabajar con cadenas en los pies; cayó en un hoyo lleno de
cal y murió. Fui testigo de más de 100 muertes producidas por las heridas y en
los hospitales".
Li Hsin declara: "Vi a LinA-ssuh, nativo de Hweichow, ahorcarse por no
poder soportar el dolor después que lo azotaron. Los 20 hombres de la cuadri-
lla de la que formaba parte hicieron una acusación ante las autoridades, pero
éstas no prestaron ninguna atención. Los 20 hombres fueron llevados de nuevo
a la hacienda por el dueño, que los hizo encadenar de manera que no se pudo
renovar la acusación".
LiA-wu declara: "Vi ahogarse a tres hombres y ahorcarse a cinco a causa
de las crueldades que les hacían sufrir".
Cheng A-shu declara: "Vi matar a Li A-san a fuerza de golpes porque
estaba enfermo y no podía cargar los mazos de caña; vi también a dos hombres
colgarse y a uno saltar dentro de un pozo".
HuangA-yung declara: "En la hacienda vi a Ch'enA-Kou y a Hsien Yu-
tsai colgarse porque no podían soportar más los maltratos, uno de ellos se ahor-
có en el dormitorio y el otro en un árbol. ..

234
Yu A-ssu declara: "Vi a un hombre de mi banda, nombrado Chén A-kou,
que fue golpeado con tanto rigor con un bastón, por ser débil de piernas, que
murió al cabo de siete días. Vi también ahorcarse a tres de Nanhai" ...
Cheng A-tú declara: "Vi a diez hombres tan estropeados por los bastona-
zos que murieron en algunas horas, y a otros cuatro que no pudiendo soportar
los maltratos se ahorcaron".
Liang A-hsin declara: "Vi a tres hombres en la hacienda degollarse para
escapar a las crueldades".
Chang Erh declara: "De los que estaban conmigo, dos se ahogaron y tres
ingirieron opio".
Tán Yu declara: "Vi a un tal Huang A-yang, de Sinning, muerto a golpes
por el administrador" ...
T'ang Chan-k'uei declara: "Entre los compañeros en la panadería, había
uno que se ahorcó porque no podía soportar los golpes".
Lo Yung-sheng declara: "Durante los ocho años de mi contrato, vi a un can-
tonés tirarse a un pozo, a un nativo de Fukién lanzarse a una caldera de guarapo
y a un nativo de Swatow degollarse; además, ocho cantoneses se ahorcaron".
Ch'enA-huan declara: "Había conmigo 100 hombres, de los cuales 50 se
ahorcaron".
Ch'enA-fu declara: "Había veinticinco hombres conmigo, de los cuales
tres se ahorcaron".
Yu Ming-hsing declara: "Vi degollarse a dos hombres; uno se llamaba
A-k'ai y el otro Chiu Chio-chin, pero se les curaron las heridas. Vi también
ahorcarse a tres hombres, y a otro matarse quemándose sus partes privadas".
HuangA-hing declara: "Vi ahorcarse a un hombre de Kao-chow".
Lu Chung declara: "Entre los que estaban conmigo, uno se lanzó a un
pozo y otros dos se envenenaron con opio" ...
Cheng Chiu y otros 14 declaran: "Vi caer al agua a Li A-erh mientras lo
golpeaban, y morir ahogado allí mismo".
Ho Ch'iu-shih declara: "Vi cortarse el cuello a dos hombres; uno murió,
el otro se curó".
Huang A-chang declara: "Vi a dos hombres golpeados y heridos por el
administrador, morir en la enfermería al día siguiente. Vi envenenarse con opio
a seis hombres y a otros tres ahorcarse" ...
Chu Ts'un-fang declara: "Mi hermano Chu Mei-hsiang puso en su carreta
una carga de caña más pequeña que la acostumbrada, y respondió, al mayoral
que le preguntó por qué lo había hecho, que los bueyes eran muy flacos y no
podían soportar más. El mayoral se enfureció, dijo que no aceptaba discutir
con los chinos y, cogiendo una estaca, comenzó a golpearlo violentamente. Eso

235
ocurrió a las 4 de la tarde, y a las seis ya mi hermano había muerto. Vi también
ahorcarse a seis hombres".
Ssu T'ur-hsing declara: "De 43 hombres que éramos, 29 se suicidaron" ...
Li Jun declara: "Vi al amo matar a golpes a cuatro hombres porque supo-
nía que deseaban rebelarse; vi también a un Hakka llamado Lin Ch'iao que se
mató ahogándose".
TsengA-yang declara: "Vi a un tal Li Lien-hsiu, nativo de Hewilai, enve-
nenarse con opio por no poder soportar las crueldades".
Pai Mien declara: "De diez hombres que estaban conmigo, uno se enve-
nenó con opio".
Wu I declara: "Vi ahorcarse a diez hombres".
Yeh Ch'uan declara: "Vi envenenarse con opio a un hombre de Tun-
gkwan" ...
Li Chia declara: "Vi a tres hombres ahorcarse y a cinco envenenarse con
opio".
Liang A-k'o declara: "Vi a tres hombres ahorcarse y a tres envenenarse
con opio. El año pasado, durante el mes de febrero, el administrador mató a dos
hombres a golpes con caña".
Ch'en A-ch'ing declara: "Vi a dos hombres degollarse; a dos hombres
golpeados y heridos que murieron dos días después y otros dos se ahorcaron.
Ningún oficial vino a hacer una investigación, nosotros no podíamos ausentar-
nos de la hacienda y no sabíamos dónde encontrar a las autoridades".
Li Shun declara: "Vi suicidarse a 11 de mis compañeros".
Ho P'ei-ch'i declara: "Vi ahorcarse a un hombre, a otro saltar dentro de
un pozo y a otro, viejo y débil, a quien se le había caído un apero de labranza
en un charco, matado a golpes por el administrador" ...
Huang A-hsing declara: "De 40 hombres que éramos, tres fueron golpea-
dos tan cruelmente que uno murió inmediatamente y los otros dos más tarde
en la enfermería".
T'ang Shih-chu y otro declaran que vieron a "dos hombres de la compa-
ñía de ferrocarriles, donde estaban empleados, envenenarse con opio, y a otro
ahorcarse porque no podían soportar los maltratos".
Wu A-yao declara: "De 20 hombres que estaban conmigo, tres se enve-
nenaron con opio".
ChuA-fu declara: "Vi a un tal Ch'enA-wang, de Hiangshan, que se ahogó
porque lo habían golpeado violentamente. Además, siete se suicidaron" ...
Chung Lai declara: "El mayoral mató a golpes a un viejo que no podía
levantar una carga pesada".
Liu A-shih declara: "Chu A-mu, de Hweichow, fue castigado tan riguro-
samente por un mayoral que se ahogó".
236
Huang Hsing declara: "Vi como el mayoral mató a golpes a tres chinos
recién llegados, de los que decía que no podían trabajar ni hablar".
Lin Tzu-yu declara: "Vi ahorcarse con una bufanda a un nativo de Yang-
kiang porque no podía soportar las calamidades que tenía que sufrir".
Liang A-sheng declara: "Vi ahorcarse a un cantonés llamado Ch'en A-
kuang, que estaba encadenado, porque no podía soportar los maltratos".
Huang A-ch'ang declara: "Vi ahorcarse a Wang A-kuang después que lo
golpearon severamente y le pusieron los grilletes".
Ch'en A-hung y otros tres declaran: "Vi a un hombre, llamado A-chi, a
quien el mayoral golpeó en el cuello con tanta fuerza que murió a los tres días".
Chou A-hsing declara: "Vi a un tal Chang, de Hweichow, envenenarse
con opio por no soportar los maltratos".
Chiang Li-hsin declara: "Uno de mis compañeros, A-yin, nativo de
Kewishan, fue muerto a golpes; otro, un Hakka, llamado Feng Tsai, se ahorcó;
y un tercero, A-t'ou, se envenenó con opio".
Chang Cheng-kao declara: "Vi colgarse, mientras estaba encadenado, a
Wang A-chiang porque lo golpeaban constantemente; y a siete de mis com-
pañeros que habían sido bárbaramente azotados, morir de las enfermedades
causadas por los golpes".
Lin Kuei-hsin declara: "Vi a cierto Huang, de Polo, morir de las gol-
peaduras".
Ho A-ch'eng declara: "Vi saltar a un hombre dentro de una paila de
guarapo, ahorcarse a dos hombres, y tirarse dentro de un pozo a otro que
llevaba grilletes" ...
Ch' en Hus declara: "En la hacienda vi a un tal Huan A-fang, de Sinhwei,
que estaba empleado en el ingenio, muerto a mordidas por los perros que le ha-
bían echado, por haberlo encontrado dormido. Otro se envenenó con opio" ...
Hsieh A-hsing declara: "Vi a Lin A-fa, de Hweichow, y a A-man, de
Hiangshan, golpeados y privados de comida, ahorcarse".
Chou A-chin declara: "De 29 que éramos, seis murieron a consecuencia
de las heridas que recibieron cuando los azotaban, y vomitar sangre".
Liang A-hua declara: "De los 42 hombres que estaban conmigo, dos se
tiraron a una laguna, dos fueron muertos a golpes por el administrador y otro
por el médico".
Ch'en A-shen declara: "Vi a un hombre golpeado y herido morir al día
siguiente; otro hombre golpeado y maltratado cruelmente se tiró al agua, y
otros dos se ahorcaron".
Ho A-hsien declara: "Vi golpear a estacazos a Liu A-hsiu, de Hewchow;
lo dejaron cubierto de heridas y murió al día siguiente".

237
Ho A-chien y Teng San declaran que cada uno de ellos vio ahorcarse a dos
hombres en la hacienda porque no podían soportar las crueldades.
Mai A-an declara: "Vi en la hacienda a dos hombres colgarse; sus contra-
tos habían terminado pero no los dejaban irse".
Huang A-yu declara: "Vi golpear en el cuello con una caña a un hombre;
quedó herido y murió a los pocos días; vi ahorcarse igualmente a dos hombres".
Huang Yang-shun declara: "En la hacienda vi ahogarse a dos hombres,
ahorcarse a dos y envenenarse con opio a tres".
Hsü Kuan declara: "El mayoral golpeó a un hombre a patadas que le cau-
saron contusiones, de las cuales murió; vi también suicidarse a un hombre".
Ch'ü Jung declara: "Ocho hombres se ahorcaron en el almacén de azúcar" ...
Ch' en Ping declara: "Vi suicidarse a cinco hombres, envenenarse con
opio a tres, y morir a dos en los cepos. El año pasado, un nativo de Shungeh
fue golpeado con una caña en las costillas, y murió esa misma noche".
Hsü Pai-hao declara: "Vi en la hacienda darse muerte a dos hombres; uno
fue azotado tan cruelmente que murió de las heridas".
Liu A-yao y otro declaran que, "dos días antes de hacer esta declaración,
vieron ahorcarse a dos hombres que no pudieron soportar las violencias".
Liang A-chang declara: "Vi ahorcarse a un hombre, y a 14 envenenarse
con opio. Todos eran cantoneses".
Lai A-ssu declara: "Vi al cantonés A-t'ien ahorcarse por haber sido azo-
tado severamente, a otros dos envenenarse con opio; todos eran cantoneses".
Ch'en Kuan-chih declara: "Vi a dos hombres, encadenados uno al otro,
saltar dentro de una paila de guarapo" ...
LiangA-kuan declara: "Dos de mis compañeros se ahorcaron, y uno mu-
rió después de haber sido azotado violentamente".
Hsü Shao-lin declara: "Mi hermano Hsü Shao-jung se ahogó porque no
podía soportar los maltratos".
HuangA-mu declara: "Más de 100 de mis compañeros murieron a fuerza
de golpes" ...
Shen Yao-chung declara: "Vi matar a dos hombres a golpes, y suicidarse
a dos tirándose bajo las ruedas".
Shen Chin-knei declara: "De tres hombres que estaban conmigo, uno, A-
man, natural de Kiangsi, murió de los golpes".
Yüan A-an declara: "Dos de mis compañeros se ahorcaron al no poder
soportar las crueldades. Un hombre de Sinhwei, llamado A-ping, se degolló,
pero lo curaron".
TengA-hsing declara: "Vi ahorcarse a un tal Lin, de Nanhai".

238
Chu A-jui declara: "Vi matar a un hombre a golpes; otro se suicidó tirán-
dose en la caldera; y un tercero, que tenía las costillas partidas por los azotes,
murió al día siguiente en la enfermería".
Mo A-kang declara: "Vi ahorcarse a tres hombres que habían sido heridos
a golpes, y a otros tres darse muerte con opio por una razón similar".
Ho A-fa declara: "Vi ahorcarse a Chang A-wang a causa de las crueldades
que tenía que soportar, y a otros dos hombres de K'iungehow envenenarse con
opio".
Tu I declara: "Vi a un hombre de edad morir de un golpe que le dio el
mayoral que le quebró las costillas, murió inmediatamente" ...
Yeh A-hsi declara: "Vi a un A-fa, de Hweichow, ahorcarse por no poder
soportar las crueldades, y a Wan A-hsing y a su hermano tirarse juntos dentro
de un pozo".
Kuo A-jung declara: "Vi a un hombre que trabajaba encadenado que fue
empujado y derribado por un blanco. Se hirió y quiso entrar en la enfermería,
pero el blanco se dio cuenta y lo golpeó con tanta fuerza que murió a las pocas
horas" ...
Liang Ting declara: "Li A-ch'iu, de Ch'aochow, demasiado viejo para
cargar un mazo de cañas molidas, fue golpeado en las costillas por un mayoral,
y murió como consecuencia de la golpeadura" ...
Liang T'ing-po declara: "Vi como un hombre golpeado con una caña por
el administrador vomitó la sangre y murió; otros dos murieron en la enfermería
a consecuencia de las heridas que les causó el administrador".

239
Colonos asiáticos. Fotografia de George Barnard. Cuba, 1860.

240
[Anexo 11.2]
Los chinos 357

Alfonso Hernández Catá•

No me pregunte usted cómo me encontré allí, ni por qué caídas fui a


parar, desde la cuna rica y desde la posición de muchacho, a aquella cuadrilla
de trabajadores. Entonces el cuento sería interminable. Estaba allí, y era uno
más... Solo uno más. Oiga usted lo que ocurrió con los chinos, sin preocuparse
de otra cosa.
El mulato llegó del oeste, el segundo día, y sus palabras inflamaron a
todos, cortando los últimos lazos de avenencia que quedaron tendidos entre el
ingeniero y nosotros, en la entrevista de la noche antes. Subido sobre una pipa
de ron, sin cuidarse del sol terrible, habló más de una hora. El tono exaltado
de sus palabras incendiaba la sangre, y sus razonamientos, repetidos una y otra
vez, penetraban en las inteligencias más torpes a modo de tornillos que nadie
hubiera podido sacar ya sin romperlos.
-¡A los obreros de Bahía Brava, les han estado pagando a tres pesos y
a vosotros a dos ... ! ¿Es eso justo? Y aquí el trabajo es más duro, porque hay
cobertizos, sin tiendas de lona, y por el pantano ... Si resistís, no solo os ten-
drán que subir el jornal, sino que os pagarán los pesos robados, y unos podrán
mandar un buen puñado a sus casas y otros ir a pasar unos días de diversión a la
ciudad ... Tres meses a peso por día, son ciento veinte ... Pero hay que resistir:
cada día sin trabajo es para ellos peor que para nosotros, porque la obra es por
contrata, y tienen que dar indemnización si no se acaba a tiempo. ¡Hay que
resistir para cinchados!
Bajo la luz reverberante, el grupo seguía ansioso aquellas palabras que
multiplicaban la ira recóndita. Éramos casi cien, y había de muchas partes; ne-
gros jamaiquinos de abultadas musculaturas, de sudor acre y de ojos de concha
de mar; negros de país más enjutos, de color mielado y dientes que parecían
luces dentro de las bocas; alemanes de rubio sucio, siempre jadeantes; espa-
ñoles sobrios y camorristas, de esos que dejan sus tierras sin cultivo para ir a
fertilizar el mundo; criollos donde se veía la turba confluencia de las razas,
357 Tomado de Cuentos y novelas, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1983, pp. 46-50.
*ALFONSO HERNÁNDEZ CATÁ nació en Santiago de Cuba en 1885. Diplomático de
carrera, sirvió largamente en España, donde publicó gran parte de su obra narrativa y dramática.
Sus mayores éxitos los obtuvo con sus cuentos y novelas cortas, agrupados en más de una vein-
tena de títulos. Murió en un accidente de aviación en Río de Janeiro, en 1940.

241
igual que en la desembocadura de los ríos se ve el agua salada y la dulce; hai-
tianos, italianos, hombres que nadie sabía de dónde eran ... Escorias de raza, si
usted quiere. En todo caso, fatiga, exasperación, hambre, pasiones y un trabajo
terrible, como un castigo.
El mulato interpolaba en su arenga interjecciones de lenguas distintas, y a
cada chasquido, una parte del auditorio vibraba. Cuando el agitador se fue, no
dejó tras sí hervidero de gritos, sino ese silencio sañudo, hermano mayor de las
decisiones colectivas. Puesto que el gobierno necesitaba resolver el conflicto
pronto, por la proximidad de las elecciones, y puesto que el comité de la capital
estaba dispuesto a socorremos, resistiríamos. Resistiríamos sin comer, o co-
miendo frutas verdes de los maniguales. ¡Todo antes que seguir matándose por
una miseria, bajo un sol que hacía crujir igual la pobre carne y la pobre tierra,
sin otro alivio que la llegada de la tarde, en que hombres y paisajes quedaban
extenuados de haber ardido todo el día, absortos en beata quietud henchida de
ensueños de patria y de ensueños de brisa, sobre la cual iban apareciendo, poco
a poco, las estrellas!
Tres veces vino la vagoneta con emisarios a proponemos concesiones
parciales, y tres nos negamos a escucharles. La última, nos recogieron las he-
rramientas de trabajo y nos quitaron las tiendas de lona.
-Es para metemos miedo --dijo uno.
-¡Tener miedo ellos de dejar hierros en manos de hombres¡ -rugió un
negro, mostrando con risa satisfecha sus dientes ingenuos y feroces.
Aun después de rotas las relaciones, vinieron a advertirnos que el mulato
no pertenecía al Sindicato obrero, sino a una agrupación política bastardamente
interesada en crear desórdenes. No les hicimos caso. Poco a poco, a medida
que los ahorros se agotaban, fueron desapareciendo, hasta desaparecer, los ven-
dedores ambulantes. Ni ron ni vituallas, ni siquiera esperanzas de tenerlas. Los
primeros días unas nube de tormenta, que cubrieron el sol y el reposo, dieron
al hambre aspecto casi dulce. Luego se despachó a la ciudad a un delegado de
quien no volvimos a saber nunca. Los alemanes, una tarde, se fueron en busca
de otro lugar en donde hallar trabajo; varios españoles los siguieron dos días
después, y, a lo último, solo quedamos unos cuarenta, arraigados allí por una
especie de pereza furiosa.
Cuando la necesidad empezaba a rendirnos, llegó un misterioso socorro
de la ciudad, y la comida y la esperanza de nuevo apoyo nos volvieron a enar-
decer. Pero el entusiasmo fue brevísimo: a los pocos días, solo teníamos para
clamar el hambre frutas terriblemente astringentes, sin jugo, y para cogerlas,
era menester caminatas más penosas aun que el hambre misma. Los primeros
casos de disentería no tardaron en sobrevenir, y la fiebre me tumbó bajo la
sombra seca de un árbol. Dos días después llegaron los chinos.

242
Tres vagonetas los trajeron. Debían de ser unos noventa. Varias veces qui-
se contarlos y no pude, porque se mezclaban y confundían unos con otros, igual
que en el cielo las estrellas. Sus movimientos vivos, su pequeñez, su lividez y
su flaquencia, hacíanlos parecer muñecos. "¿Eran aquellos los que iban a susti-
tuimos? ¡Bah, imposible." Al vemos, nuestras vicisitudes se calmaron de pron-
to para dejar paso a palabras de sarcasmos: "¡Pobre macacos amarillos! ¡Qué
iban a resistir el trabajo tremendo! Si no tenía la compañía otros hombres, ya
podía ir preparando nuestros tres pesos de jornal. El triunfo estaba cerca." En
nuestro grupo menudearon los comentarios y las risas: "Buenos eran los chinos
para vender en sus tiendecitas de la ciudad, abanicos, zapatillas, cajitas de laca
y jugueticos de papel rizado; excelentes para guisar en sus fonduchos, o para
lavar y planchar con primor... ¡Oficios de mujeres, bien! Pero para aguantar el
sol sobre las espaldas ocho horas, y agujerear el hierro, ¡hacían falta hombre
muy hombres!" Con curiosidad burlona seguimos su primera jornada. Eran
como hormigas amarillas, diligentes, nerviosas. La traviesa que solíamos alzar
entre dos, levantábanla ellos entre cinco; pero la levantaban. Iban y venían
incansables; y vistos en el trabajo, parecían aumentar en número ... Luego, a
la hora de comer, en vez de los guisos fuertes, y del vino, y del aguardiente de
caña, arroz, nada más que arroz, y comido de prisa. "¡Ah, no podrán soportar
así mucho tiempo!" ¡Había que devorar allí, para defenderse del sol que de-
voraba todo! No eran menester los guardias armados para custodiar su faena;
sin que nosotros los atacásemos, caerían rendidos, dejándonos la presa poco
envidiable de un trabajo sobre el cual era menester sudar y maldecir, y que
ellos pretendían hacer con la piel seca y en silencio".
Pretendían hacerlo, y lo lograban. A los tres días, nuestras risas irónicas
fueron trocándose en seriedad, en pesimismo. Se crisparon los puños, y sonó
la primera amenaza. Yo estaba muy débil, y en cuanto caía el día, me abrazaba
una fiebre delirante. Vi llegar al mulato otra vez, cuchichear, discutir. Conmigo
no contaron para nada. Una negra vieja que, apiadada de mí, había venido va-
rias veces en lo más fuerte del calor a echarme frescas hojas de plátano sobre
la cabeza, me arrastró hacia su bohío y empezó a curarme. Desde allí, al través
de una bruma que, sin borrar la realidad, la borraba y alejaba fantásticamente,
paralizándome por completo para intervenir en nada, vi todo.
-¡Puesto que son como bichos y no tienen en cuenta el derecho de los
hombres, hay que matarlos como a bichos! -gritaba el mestizo.
-Lo mejor es irnos a otra parte ... Ya no debíamos estar aquí -murmu-
raba un blanco.
Y un negro, arrugada la frente y casi el cráneo por la tenacidad de la idea,
aseguraba:
-¡Mí no importar guardias! ... Mi tener un machete y matar todos de
noche, igual que en matadero ... Mi saber bien ... Así. .. , así.
243
Pero el mulato lo calmaba, prudente:
-No, sangre, no ... Yo me marcho, y pasado mañana enviaré a uno de
confianza con instrucciones mejores. Ya veréis como se arregla todo.
Yo hubiese querido huir, pero no pude. Me pesaba el esqueleto -apenas me
quedaba carne-, como si estuviera enterrado a medias en aquella tierra maldita.
Además, sentía una curiosidad extraña merced a la cual, desde lejos, adivinaba
el sentido de los movimientos y de los labios al moverse. Vi, dos días después,
llegar a un anciano haraposo, hablar con varios y dejarles un paquete de hierbas;
colegí primero el miedo, y luego la decisión pintados en los rostros, y con el
alma hecha cómplice segura de la impunidad que la postración física le deparaba,
en la sombra de la medianoche, presentí más que columbré al jamaiquino, ir a
echar las hierbas en la gran paila donde se cocía el café de los asiáticos ... Y por
la mañana, cuando los miré acercarse con sus escudillas, percibí de antemano lo
que los ojos habían de tardar unas horas en ver aún: cuerpos que se agarrotan,
manos que van a oprimir los vientres en desesperados ademanes, pupilas que se
abultan y salen de las cuencas cual si quisieran sujetarse a la vida, caras amarillas
que se ponen mucho más amarillas y que caen crispadas contra la tierra, para no
levantarse más.
Veintidós cayeron así. Otros que habían bebido menos, murieron por la
noche. ¡Ah, no olvidaré nunca el terror de los guardias, ni mi propio terror! Si
un chino nos infunde siempre una invencible sensación de repugnancia y de
lejanía donde hay algo de miedo, un chino muerto es algo pavoroso ... Los ca-
dáveres tendidos sobre el campo, bajo el trágico silencio del sol, galvanizaron
a todos. Fue un día terrible. Mas al acercarse la noche y pasar sobre la sabana
los primeros ecos de brisa, el grupo de culpables empezó a desbandarse para
escapar, y suscitó la reacción de los guardias. La fuga duró poco: tras el primer
movimiento del instinto, se entregaron sin resistencia. "No pensar, no trabajar,
ir a la ciudad, y comer y dormir a la sombra, ¡qué dicha!", debían pensar los
desventurados, casi contentos de su infortunio. El testimonio de la negra me
salvó: "Estaba desde hacía cinco días enfermo, y no había podido intervenir".
Atontado, sin lágrimas, los vi marchar en fila hacia el oeste, por donde el mu-
lato había venido, bajas las cabezas, atados los brazos a la espalda. Al día si-
guiente vinieron en la camioneta unos hombres, tiraron tiros a los cuervos, y se
llevaron los cadáveres. Todo quedó solo, y yo pude dormir al fin.
Una mañana, no sé cuántas después, me despertó ruido de gentes. Miré
con avidez, y sentí el escalofrío de la alucinación penetrarme hasta el tuéta-
no. De la vagoneta habían descendido treinta hombres amarillos -iguales,
absurdamente iguales a los que yo vi caer muertos en tierra, cual si en vez de
llevarlos a enterrar los hubiesen llevado a la ciudad para recomponerlos-, y
con diligencia de hormigas, ante mis ojos enloquecidos, empezaron a trabajar.

244
Anexo 11.3]
Suicidio de esclavos 358
Fernando Ortiz*

A pesar de que muchos africanos habían heredado un carácter servil for-


mado por el embrutecimiento de varias generaciones sometidas al despotismo
de un tiranuelo, hubo en Cuba tentativas revolucionarias, como en los demás
países americanos donde la masa esclava fue numerosa. El esclavo pretendía
romper sus ataduras y si bien jamás logró violentamente su libertad como clase
social, alcanzó muchas veces burlar a su amo sustrayéndose a la propiedad de
este por la fuga o por el recurso supremo de todos los oprimidos impotentes,
por el suicidio.
Este último medio de emanciparse del amo fue en Cuba usado tan fre-
cuentemente que llegó a revestir carácter epidémico. Así, dice Arboleya refi-
riéndose a datos estadísticos de 1855 a 1857, que el número de suicidios fue
casi el duplo que el de homicidios, y que por lo menos una tercera parte de
aquéllos era debida a los negros esclavos y otra tercera parte a los colonos chi-
nos que se encontraban en igual condición social. La creencia en uno y otros
de que al morir renacían en su país natal, restaba aparentemente trascendencia
subjetiva para el suicidio sin mengua del quebrantamiento sufrido por el amo.
Igual efecto debió producir la singular creencia de algunas tribus de Guinea, de
que el negro al morir va al país de los blancos convirtiéndose en uno de éstos. 359
"'Fragmento del capítulo 11, "Los Negros en Cuba", de Los Negros Brujos (1906); to-
mado de la edición de 1995: Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, pp. 35-36. Pertenecen
a esta edición las notas 3 59 a 364.
" 9 Véase Paul Marie Victor Barret: L 'Afrique occidentale, la nature et l 'homme noir,

Paris, 1888, t. 11, p. 262. Trata de ambas creencias con detención Edward Burnett Tylor en La
civilización primitive, París, 1878, t. 11, p. 7. Consúltese además acerca de la creencias de los
guineos a John Lubbock: / Tempi preistorici e l'origine dell'incivilimento, Turin, 1875, p. 567.
Y sobre la frecuencia del suicidio entre los chinos, la obra de Jean Jacques Matignon: Supersti-
tion, crime et misereen China, París, 1902.
*FERNANDO ORTIZ FERNÁNDEZ: Nació en La Habana en 1881. Criminólogo, et-
nólogo, lingüista, musicólogo, folklorista, etc. En 1891 obtuvo en Madrid el título de Doctor
en Derecho. En Italia trabó amistad y colaboró con César Lombroso, quien prologa su estudio
sobre el hampa afrocubana. Especial importancia tuvo su Proyecto de Código Criminal Cubano
(1926), el cual fue elogiado por Enrico Ferri. Su obra progresa desde la criminología positivista,
con todos sus rasgos, incluido el racismo, hacia un funcionalismo cultural ciertamente critico y
renovador. Con el concepto de transculturación realizó un importante aporte a la antropología

245
Generalmente, los negros suicidas se ahorcaban. Con frecuencia se usaba
el envenenamiento por el curamagüey (Chinancum grandiflorum) y el guao
(Commocladia dentata). 360
Merece observarse que la tendencia al suicidio fue en Cuba una caracte-
rística de los esclavos procedentes de determinadas regiones africanas. Pichar-
do lo nota así especialmente entre los lucurníes. Una observación semejante se
ha hecho también en el extranjero. 361 Ello viene a comprobar una vez más la
verdad lombrosiana de la influencia étnica en la criminalidad.
Por otra parte, el suicidio como venganza es también conocido en alguna
región de África362 como en otras de Asia, y usado no solamente contra el amo
por el esclavo, sino también por un hombre libre contra otro de igual condición
social. Esta aberración de fondo religioso no pudo menos de influir en el ánimo
de aquellos esclavos que de su país la trajeron consigo.
La frecuencia del suicidio en el negro esclavo es tanto más digna de tener-
se en cuenta, cuando según cuenta Bruce: "Como corolario de su relativa inmu-
nidad a la locura por motivos morales, está demostrado que los negros rara vez
se suicidan, hecho de fácil explicación una vez adquirida plena conciencia del
carácter de la raza. En primer lugar, ninguna causa de ansiedad oprime bastan-
te la mente del negro para que este nutra el deseo de poner fin a su vida[ ... ],
después le falta la sangre fría y la fortaleza necesaria para matarse; sobre todo
tiene un miedo extraordinario a la muerte debido a su morbosa imaginación y
probablemente a su tendencia a vivir completamente en el presente. " 363
Observación que tiene una comprobación en los siguientes datos de sui-
cidios ocurridos en La Habana, donde no se sentían los rigores de la esclavitud

no solo cubana sino latinoamericana. Creó gran cantidad de revistas, así como varias institucio-
nes culturales. Su extensa obra es una verdadera invención de Cuba desde todos los ángulos,
incluyendo el económico. Falleció en 1969.
360 Véase lo que acerca de este asunto dice Armando Corre: Le crime en pays créoles

(esquisses d'ethnographie crimine/le), Lyon, 1889, pp. 48 y ss., aplicable a Cuba.


361 Tito Omboni: Viaggi nell 'Africa Occidentale, Milán, 1847, p. 158. Este autor se refiere

a los negros del Congo y Elmina, esclavos en el Brazil, y pone de relieve su carácter menos
belicoso que el de los negros de otras regiones. La teoría positivista de la equivalencia del sui-
cidio y el homicidio, explicada por la psicología contemporánea, halla en estas observaciones
una buena demostración.
362 M. F. Clozel y Villamur Roger: Les coutumes indigénes de la Cote d' Ivoire, París,

1902, p. 251.
363 Phillip A. Bruce: The plantation negro as a freeman; observations of his character,

conditions and prospects in Virginia, New York, 1889, citado por F. L. Hoffinan: Race and Ten-
dencies oftheAmerican Negro, New York, 1896, p. 143. Véanse los fundados razonamientos de
este último autor contra la opinión de Morselli, en su citada obra, pp. 134 y ss.

246
moral y en una época (1878 a 1885) en la que ya la esclavitud tocaba a su fin
y en la que los amos eran más humanos, por el avance total de la civilización,
para desvirtuar en algo las predicaciones antiesclavistas y por la influencia
bienhechora ejercida por la revolución de los diez años, que desempeñó un
papel importantísimo en la historia de la esclavitud en Cuba. 364

SUICIDIOS EN LA CIRCUNSCRIPCION DE LA HABANA

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1878 2 1 2 5

1879 17 3 2 2 1 3 4 5 37

1880 25 6 2 4 4 41

1881 7 3 1 1 3 1 21

1882 25 2 5 1 1 5 1 38

1883 35 4 3 1 6 3 2 54

1884 30 3 1 1 6 2 1 44

1885 20 7 3 2 39

Total 168 22 21 7 2 2 22 21 14 279

Los datos de 1878 parten del mes de agosto (Nota de Plasencia, ob. cit.)

364 Tomás A. Plasencia: Notas relativas al suicidio en la circunscripción de La Habana de

1878 a 1885, La Habana, 1886.

247
[Anexo 11.4]
Del suicidio 365
Fernando Ortiz

Los que se ocupan en analizar los fenómenos sociales hace tiempo que
dedican intensas y continuadas actividades para poner de relieve las causas
del crecimiento contemporáneo del suicidio. Recientemente un libró alemán
ha sintetizado el estado actual de los estudios sobre el tema, llegando a defini-
tivas conclusiones. Su autor Robert Gaupp afirma, ante todo, el aumento del
número de los suicidios. En Europa las estadísticas registran de 60 a 70 000
mil suicidios anuales. Desde el año 1871 a 1897 el promedio de los suicidios
ha aumentado en más de un 20 %. Son causas principales de este progreso, el
encarecimiento de los artículos de primera necesidad, el rápido progreso eco-
nómico de la sociedad, que produce una fiebre de placeres, las grandes crisis
económicas, las bancarrotas y el alcoholismo.
El suicidio es más frecuente en los hombres que en las mujeres, y tiende
a aumentar con la edad; los solteros y los viudos son más propensos que los
casados; su incidencia es mayor en el verano que en las demás estaciones, en
los hombres cultos que en los ignorantes, y en la ciudad que en el campo; la
pobreza no es un factor decisivo, mientras los métodos varían, prefiriendo las
mujeres el veneno y los hombres las armas de fuego; por último, es más fre-
cuente en los países protestantes que en los católicos.
Esta observación parece a primera vista favorecer la excelencia de lamo-
ral católica; y me permito recordar aquí que hace algún tiempo uno de nuestros
rotativos atribuía los suicidios simultáneos de unos niños en Cienfuegos al
fruto de nuestras escuelas primarias, que civilizadamente laicas estableció la
intervención americana. Acostumbrados, como estamos en Cuba, a leer las más
rotundas afirmaciones en ciertos de nuestros más estupendamente audaces e
ineptos enciclopedistas, no es el caso de asombrarse. Después de todo, quizás
tuvo razón el que tal dijo; el protestante se mata a sí mismo, el católico mata al
prójimo. Los niños de los países protestantes caen en el suicidio con más fre-
cuencia que los nacidos en tierras de credo romano, los cuales, a mi ver, saben
mejor blandir el puñal y disparar el revólver contra sus semejantes.
365 Tomado de Cuba y América, Tomo XXII, no 2, p. 40, 1906 (Sección "Cultura de

Ultramar").

248
Enla luterana Alemania, durante el periodo de 1891 a 1893, se registraron
212 suicidios anuales por cada millón de habitantes, y en la papal España sola-
mente 18; en cambio España es la nación de Europa más homicida. Dinamarca
es el país europeo de más suicidas; y España y Rusia, los pueblos más fanáticos
religiosos de aquella región del mundo, donde la proporción es menor.
Y a fe que entre la autoselección del suicida que por sí mismo defiende
a la sociedad de su propio morbo, y la dañina impulsividad del homicida que
vive vida social salvaje y prehistórica; la ciencia se decide por la menor des-
aparición del primero. Por esto un criminalista de frases afortunadas ha dicho
que debemos alegramos ante el aumento de los suicidios; ello indica un au-
mento de civilización; de la misma manera que el invento de los ferrocarriles
ha traído consigo un número de muertes violentas, las cuales sin embargo no
hacen decidir a la humanidad a que retroceda al tiempo en que se viajaba en
aquellas antiguas diligencias que aún ruedan en regiones atrasadas, para deleite
de viajeros románticos.

249
[Anexo 11.5]
Medicina legal. Enajenación mental. [Debate en tomo
a la locura de Agustín Acosta y Cárdenas, asesino del
Conde de San Femando ]366

Después de dar las gracias el Sr. Presidente al Ldo. Arango por su intere-
sante comunicación, leyó el Dr. Rodríguez a nombre de la Comisión de Me-
dicina legal un informe relativo al estado mental del procesado por homicidio
del Sr. Conde de San Femando. Presenta la Comisión a la Academia todos los
antecedentes que le han parecido necesarios para resolver el problema en cues-
tión; y fijándose en los dictámenes facultativos, señala con éstos los trastornos
observados en la locomoción, demostrados por el movimiento incesante de los
miembros inferiores, en el apetito, generalmente voraz, y en el sueño a menudo
interrumpido y escaso; las ideas bizarras del honor y del deber; el fanatismo de
sus ideas religiosas, la triste herencia de la enajenación mental en su familia, su
insistencia por no parecer privado de razón, la confesión espontánea del hecho,
las alucinaciones del oído y el constante color rojo reflejado en su retina; todo
lo cual hace aseverar a los peritos que Acosta padece de una locura parcial o
monomanía por perversión del sentimiento, acompañada de alucinaciones.
El Dr. Rodríguez va examinando detenidamente cada uno de los funda-
mentos de dicho dictamen, deteniéndose sobre todo en la engañosa apariencia
de las facultades intelectuales, y estando de acuerdo la Comisión con la signi-
ficación que han dado los profesores aludidos a los diversos elementos que han
logrado recoger, para deducir con ellos que Acosta es un loco.
Respecto a si lo estaba cuando cometió el acto por que se le ha procesado,
resuélvenla los peritos afirmativamente, fundándose en las circunstancias que
precedieron al atentado, en el modo de ejecutarlo, sin ensañamiento, en la ex-
tensión del daño, no en relación con las fuerzas del procesado, en la conducta
de este, en la perversión de sus instintos en consonancia con la idea delirante
de la honra mancillada, en la variación brusca de su carácter, en las diferencias
que hay entre los asesinatos cometidos por los criminales y por los seres que
están sujetos a impulsos insólitos, y en la impasibilidad de Acosta después de
perpetrado el hecho.
El Sr. ponente se detiene en seguida a explicar algunas aparentes con-
tradicciones, para dejar consignado que un enajenado puede estar en vía de

366 Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana,

T. XII, 1875, pp. 128-135.

250
curación sin hallarse por eso enteramente curado, y que hay locos que pueden
declarar, porque piensan, raciocinan y juzgan, aunque en el caso presente, por
ejemplo, en medio de una cordura pasmosa por parte del declarante, se echa de
ver un fenómeno culminante, y es la ausencia completa del instinto de propia
conservación, pues lejos de tratar de sincerarse o de ocultar el acto, lo confiesa
paladinamente, así como la tendencia a seguir ciertos modelos tan célebres
como desastrosos en la historia de algunos hombres.
En sentir de la Comisión, no solamente Acosta había estado loco, según
se ve perfectamente probado por los datos aun de la parte contraria recogidos,
sino que continuó enfermo hasta el momento en que cometió el homicidio del
Sr. Conde de San Fernando, bajo una idea delirante, arrastrado de un impulso
irresistible y en medio de una alucinación; síntomas que caracterizan la locura
instintiva, según se expresa en el cuerpo del informe.
Discusión. En el uso de la palabra el Dr. Reynés, y después de calificar de
brillante el informe ministrado por el Dr. Rodríguez, que considera digno de
la causa formada con motivo de la muerte de una de las personas más estima-
bles de nuestra aristocracia, causa que ha despertado no poca inquietud en el
público, señala una contradicción en dicho informe, al consignar primero que
los locos verdaderos no quieren pasar por tales, y antes bien hacen todos los
esfuerzos imaginables por alejar esta idea del ánimo de las otras personas, y al
olvidar después, que en el caso presente el procesado tuvo la premeditación de
consultar a un abogado acerca del castigo que le cabría ejecutando el hecho que
llevó a cabo algún tiempo después.
A esta observación contestó el Dr. Rodríguez que la contradicción no era
más que aparente, puesto que el sujeto de que se trata, al tomársele declaración,
no silenció ese hecho que tanto le perjudicaba y que, si hubiese obrado como
un cuerdo, no habría vacilado en negarlo, porque era deponer contra sí mismo.
El Dr. Reynés no duda que haya existido la locura en los antecedentes del
procesado; pero sí le parece muy aventurado el decirlo respecto del acto mis-
mo cuando se le estudia con detención. ¿Qué diferencia existe entre la pasión
exaltada y un arranque de locura en casos como el presente, en que la venganza
ha podido ser el único móvil? ¿Consideraría el Dr. Rodríguez a Carlota Corday
como loca en el momento de saciarla en Marat? La locura es a menudo una
enfermedad intermitente, y los enajenados pueden ser responsables de muchos
actos que cometen en ciertas circunstancias. Muy oportuno sería que la Aca-
demia discutiera un particular tan interesante y que en la actualidad ocupa la
atención de algunas sociedades sabias de Europa.
El Dr. Rodríguez manifiesta, que en todas las obras que han estudiado los
actos de los enajenados en relación con los Tribunales, y particularmente en la

251
de Legrand du Saulle, se establece una distinción entre los efectos de la ven-
ganza y los provocados por los impulsos insólitos de los locos. Estos pueden
deliberar acerca de los actos que intentan, realizarlos y recordarlos después
perfectamente; pero también pueden no darse cuenta de ellos, como sucede con
los epilépticos, y Tardieu ha tocado este punto, admitiendo distintos grados de
responsabilidad, así como un autor inglés de cuyas ideas se ha publicado una
exposición en la "Revue des Cours scientifiques."
En cuanto a las diferencias que existen entre los actos agresivos de los
locos y de los criminales, en los primeros se satisface pronto el deseo, pues hay
casos en que se figuran herir sin que lo hayan efectuado en realidad, y sin em-
bargo se quedan tranquilos y contentos como si aquel se hubiese realizado por
completo, mientras que el que obra arrastrado por el instinto de la venganza,
premedita la agresión y la ejecuta con más o menos ensañamiento: los primeros
no se preocupan de sí mismos, no niegan ni ocultan sus hechos, mientras los
segundos procuran prestar declaraciones evasivas y hasta simulan la locura si
es necesario: aquellos sienten después del acto un bienestar, una tranquilidad
que llama la atención, y lejos de sincerarse no tienen el menor remordimiento:
los unos entran en acción impelidos por ideas delirantes, por alucinaciones, los
otros por ideas preconcebidas, premeditan el plan, pero lo ocultan para poder
efectuarlo; aquellos, por el contrario, buscan quien los ayude a evitarlos, y por
eso Acosta, que confiesa querer entrañablemente al Conde, pero que conside-
rándolo como un valladar para lavar la honra de su familia, (lo que envuelve
una idea delirante, toda vez que después de su muerte ese valladar ha de ser in-
superable,) se siente llevado irresistiblemente a atentar contra sus días, lo pone
en conocimiento de varias personas, como para que lo eviten, y hubiera desea-
do, no que muriese de la herida, sino que hubiera padecido de ella, sirviéndole
así de útil escarmiento, que hubiera llevado a la hermana al altar. Recuerda con
este motivo el Dr. Rodríguez el hecho de un químico que se hacía atar los dedos
de las manos para poner así coto a sus tendencias, y de una mujer que suplica-
ba a su Sra. no la dejase sola con su hijo, porque al contemplar su blancura le
entraba el deseo de destriparlo. Otras veces esos actos se perpetran como si el
enajenado obedeciera a la fuerza de un resorte, en ciertos estados intermedios
v.g. entre el sueño y la vigilia, citándose el hecho de uno que se levantó para
matar a su mujer de un hachazo, volviendo después a acostarse y durmiendo
muy tranquilamente. Acosta ha acusado los caracteres que corresponden a los
locos, no los que distinguen a los criminales.
Adhiriéndose en un todo al luminoso informe del Dr. Rodríguez, se pre-
gunta sin embargo el Dr. Mestre si no sería prudente dejar consignado en sus
conclusiones que se trata de un loco peligroso: este es un deber del médico en

252
e 1 seno de las familias, y de las corporaciones consultivas respecto a los Tribu-
nales de justicia. Si se hubiera tenido en cuenta tan importante dato al principio
del proceso, antes de la comisión del acto agresivo, cuando no pasaba de una
mera intención, es probable que se le hubiera evitado: ¡con cuánta más razón
debe insistirse hoy en él, después del hecho consumado! Por los antecedentes y
por la observación del enfermo se ve claramente que no es un loco cualquiera,
que es un loco peligroso, raciocinando como un cuerdo a la vez que obede-
ciendo a impulsos irresistibles; y este aviso no puede menos de ilustrar a todos
acerca del tratamiento y de la constante vigilancia que se requiere para preca-
ver en lo futuro otros desastres. La Sociedad de Medicina legal de Paris y el Dr.
Maudsley, de Londres, se han ocupado recientemente de los locos criminales,
de la secuestración perpetua que les compete y del grado de responsabilidad
que les alcanza en ciertas ocasiones.
El Dr. Rodríguez, aunque estima el valor de la observación presentada por
el Dr. Mestre, no le parece oportuno, consignarla en el informe, porque sería
extralimitarse, respondiendo a preguntas que no se han dirigido a la Academia.
Esos temores, por otra parte, son muy legítimos y saludables; pero ya en el
cuerpo del informe se expresa que se trata de una monomanía instintiva, y la
cuestión se resolverá seguramente en la Casa de Orates.
El Dr. Cowley (D. Luis) hace constar que el Tribunal se ha limitado tan
solo a averiguar si el procesado es un loco y si lo estaba cuando perpetró el
acto de que se trata. A pesar de que las tendencias del Dr. Mestre sean muy de
aceptarse, hay que concretarse a la cuestión formulada.
El Dr. Rocamora apoya las ideas emitidas por el Dr. Mestre y se asocia en
un todo a ellas. Refiriéndose a lo preceptuado en los diversos Códigos penales
que han regido entre nosotros en materia de locura, advierte que ya desde el
principio se había declarado la irresponsabilidad de los actos en el enajenado; y
en el que en la actualidad se observa, si cometen actos penados por las leyes se
les reduce a una Casa de dementes, de la cual serán sacados más tarde cuando
se pruebe su curación; pero al cabo de algún tiempo suelen desaparecer los
datos que hoy nos parecen muy evidentes, y la indicación del Dr. Mestre sería
de una importancia preciosa para el porvenir.
El Dr. Rodríguez, estima que son muy buenas, pero muy inoportunas las
observaciones del Dr. Rocamora: todo lo legal está muy en su lugar, pero en
el presente caso fuera de los límites que nos traza la consulta. Y además ¿qué
importa que desaparezcan todos los antecedentes del sujeto, si este va a un
Asilo, en donde hay facultativos que conocen bien las diversas formas de lo-
cura y la vigilancia más o menos estricta que demandan? Hay en el proceso
una instructiva, luego vendrá la consulta de los Tribunales sobre si puede o no

253
atacar aquel, importándoles solo por ahora saber si está o no loco, pues la otra
cuestión es sobre todo muy interesante bajo el punto de vista higiénico.
El Dr. Reynés abunda en las ideas expuestas por el Dr. Mestre. Es una cosa
cierta que se ha prescindido del carácter peligroso del encausado: si tenía esa
tendencia agresiva y se le hubiera dado la importancia que merecía, se habrían
tomado las precauciones necesarias para evitar el hecho y se le hubiera evitado.
Ahora se pregunta a la Academia si debe llamar sobre este punto la atención del
Tribunal. El Dr. Reynés lo cree así y apela al voto de la Corporación.
El Dr. Rodríguez alega que no nos está encargada la seguridad pública, ni
debemos arrogamos una responsabilidad ajena. El pensamiento que sustentan
los Sres. Mestre, Reynés y Rocamora es magnífico, es excelente; pero le falta
el mérito de la oportunidad. Y aunque la Academia se levantara en masa contra
su opinión, él la sostendría contra ella, pues la lógica de las votaciones es mu-
chas veces parecida al acto cometido por Acosta.
El Sr. Cowley (D. Luis) cree que si la ley conduce a este a una casa de
locos, no se puede a la verdad exigir mayor garantía.
El Dr. Beato pregunta ¿por qué no se consultó al principio a la Academia,
antes de cometerse el hecho?
El Dr. Plasencia refiere la práctica que se viene siguiendo, de remitir al
enajenado que ha perpetrado actos semejantes al Asilo respectivo, en donde se
le observa y custodia cual corresponde, pues lleva en sí la condición peligrosa
que lo caracteriza; pero no está de acuerdo con el Dr. Rodríguez en el empleo
que este hace de la palabra "asesinato" en vez de la de "homicidio", que es más
técnica y la que debe usarse en estos casos.
El Dr. Santos Femández es del mismo modo de pensar: la palabra asesina-
to se refiere al acto criminal con deliberada intención y responsabilidad legal,
mientras que el otro término puede aplicarse también a los enajenados, que no
reúnen esas condiciones!
El Dr. Rodríguez opina que es una cuestión de palabras y de muy poca im-
portancia: la primera es una voz genérica, pues todo asesinato es un homicidio,
y el modo de verificarlo solamente constituye la diferencia; pero como él no ha
empleado aquella palabra con preferencia a la segunda, sino para hacerse en-
tender mejor, no tiene ningún inconveniente en aceptar desde luego el cambio
propuesto por el Sr. Plasencia.
Siente el Dr. Mestre que el Sr. Rodríguez acepte una modificación que
considera insignificante, y no la aclaración que él propone y estima tan sus-
tancial; porque si ha empleado más bien ésta que aquella palabra para darse a
comprender en un caso que no lo necesitaba tanto, ¿cómo no procede del mis-
mo modo respecto de un particular de tamaña trascendencia? No es tampoco

254
solo en nombre de la Higiene Pública y como un tributo a la Administración de
justicia que ha hablado el Dr. Mestre, sino en nombre de la Patología mental:
es sabido que la tranquilidad, el abatimiento o la exaltación etc., lo mismo que
las tendencias a hacer daño a los otros y a sí mismos, predominan más o menos
en tales o cuales formas de vesania, constituyendo una parte muy integrante en
la descripción de los casos respectivos, aun mirados éstos aisladamente de la
intervención judicial. Y por lo que hace al ejemplo en cuestión, no cabe lugar a
la duda; porque si es cierto que no debe en su concepto castigarse al enajenado
de actos, que faltando la plena responsabilidad de ellos, no es justo calificarlos
de criminales, -aunque tal calificación se aplique por los alienistas más dis-
tinguidos- sino de peligrosos, no lo es menos que no debe dejarse expuesta la
sociedad a impulsos de esa naturaleza.
El Dr. Rodríguez contesta que al decir que es instintiva la locura quepa-
dece Acosta, se deduce que es de un carácter agresivo y que todos los que
sufren esa forma de vesania son peligrosos; y con esto basta. Lee en seguida,
para infundir tranquilidad en todos los espíritus, la sentencia dictada contra el
procesado, quien declarado loco, será depositado y asistido en el Asilo general
de enajenados, y luego que cause ejecutoria, no podrá salir de allí, a pesar de
que se le tenga por curado, sin previa autorización del Tribunal.
Terminada la anterior discusión, fue sometido por el Sr. Presidente al voto
de la Academia si se aceptaba el informe de la Comisión tal como se había leí-
do, o con la aclaración propuesta por el Dr. Mestre, quedando aprobado aquel
y sus conclusiones, sin cambio alguno, por mayoría de votos. Después de cuya
decisión, se dio por terminado el acto.

255
[Anexo 111.1]
Hálitos corruptos. Tres documentos de finales del
siglo XVIIl367

l. Los hálitos corruptos del matadero causa de epidemias y enfermedades


El Regidor Depositario General D. José de Armenteros y Guzman Dice:
Que ha comprendido el clamor y lamentos del Publico y aun de sugetos de alto
caracter con motivo del estrago que se experimenta en la salud de los mora-
dores de esta Ciudad y sus Hospitales por los hálitos corruptos del Matadero,
conoce que no son justos y que en el estado presente debe proveerse de pronto
remedio. Quando se estableció el Matadero en aquel ángulo de esta Ciudad, ni
estaba esta murada, ni su población llegaba a mucho á aquellas inmediaciones
que era un arrabal inhabitado. Despues de ciento y mas años todo ha mudado
de aspecto. Hoy esta comprendido dentro de un recinto. Hace una parte muy
considerable de su habitación. Los Hospitales Reales se le aproximan por todas
partes. Su ubicación hace frente y costado á las mismas casas. Los Ayres del
Terral despues de infestarse en sus inmundicias y despojos corrompidos, bañan
por la noche toda la Ciudad, la atmosfera queda impregnada de sus corpusculos
mortales en tanto exceso que se hacen sensibles al olfato menos delicado = Los
profesores Medicos atribuyen a este principio las causas de las Epidemias que
de tiempo en tiempo afligen á esta republica y de que apenas tuvo noticia en la
antigüedad = Este mal se nota mas agravado, despues de que hasta la matazon
de las Reses ventureras que se hacia extramuros se ha establecido en el mismo
matadero. A este asunto ha sido consecuente mas funesto el de la infeccion
del Ayre, y la Propagacion de las Epidemias, porque son mas abundantes las
heces y superfluidades = Se pensó ocurrir en parte á este conocido estrago de la
salud losando el piso de aquella pieza en que se deguellan las Reses, para que
el Agua que la debería bañar se llevara la sangre y <lemas inmundicias, pero se
considera impracticable ese arbitrio, reflexionando que aunque se estableciera
será ineficaz porque quedarían siempre las porciones mas crasis y el osario en
que se ceba la mayor parte de la corrupción= Estas emergencias hacen mirar el
367 Los textos aquí presentados fueron extraídos de las Actas Capitulares del Ayuntamien-

to de La Habana por el historiador médico José López Sánchez. La medicina en La Habana,


1731-1799, Cuadernos de Historia de la Salud Pública, nº 48, La Habana, 1970, pp. 279-80 y
288-292. Se realizaron mínimas correcciones para facilitar la lectura.

256
establecimiento antiguo como muy perjudicial en el dia y obligan al exponente
a manifestar á V.M. Y para que atendiendo a la gravedad del asunto, en que
interesa nada menos que la salud pública, se sirva acordar lo que juzgue mas
conveniente á redimir el pueblo de los temores que le sobresaltan mandando,
si lo tiene a bien, por pronta providencia, que cese del todo la matazon de las
Reses ventureras dentro de la Ciudad, y que los dueños la verifiquen en los
parages que se les asignen extramuros y por lo respectivo al matadero tomar
las providencias mas eficaces para que se mude á otro territorio en que no se
experimenten, ni de que puedan temerse los estragos á que estamos sugetos en
el actual, que es el objeto que le ha movido a esta representacion. Havana vein-
te y cinco de Febrero de mil setecientos noventa y cuatro. José de Armenteros
y Guzman. [1794].
11. Se convoca a junta a todos los facultativos para tratar sobre el efecto de
los malos olores del matadero
Havana 27 de Enero de 1797. Habiendo observado en las varias ocasiones
que he pasado a visitar los Hospitales de San Isidro y Arsenal la fetidez de que
se quejaban los enfermos y hecho reflexión de que acaso podría ocasionarla la
vecindad del matadero que está a la parte sur de dichos Hospitales, deseo de
ocurrir al remedio en cuanto esté de mi parte por el alivio de dichos enfermos;
he dispuesto que el controlador de ellos haga conocer, digo, convocar a Junta
a todos los facultativos de uno y otro Hospital en su propia casa, para que exa-
minado aquel particular con madura reflexión, exponga a continuación de este
Decreto sus dictámenes que subscribirán manifestando con claridad si puede,
o no causar grave perjuicio a la salud, y urgente que produce la putrefacción
de que impregna el viento sur que se introduce por las Puertas y Ventanas; y
evacuando lo pasara á mis manos para promover lo que corresponda a su re-
medio. Pavia. [ 1797]
111. Informe del Protomedicato sobre el traslado del matadero
M. Y A Paso a V. S. el adjunto testimonio que me ha dirigido con oficio
de ayer el Real Tribunal del Protomedicato de esta Ciudad, sobre el recono-
cimiento que ha hecho del parage que considera mas a propósito para que se
ponga extramuros de esta Plaza el Matadero de Ganado mayor, a fin de que en-
terado V. S. de este documento disponga se agregue al expediente del asunto=
Dios guarde a V. S., Havana, 14 de febrero de 1787 = El Conde de Santa Clara
= M. Y Ayuntamiento de esta Ciudad.- En la Ciudad de la Havana en treinta
de enero de 1797: Los S. S. D. D. D. Mathias Cantos primer Protomédico,
Alcalde de los Leprosos, Jueces mayores examinadores de todos los Médicos,
Cirujanos, Boticarios, Barberos, Herbistas, Algebristas y Destiladores por su
257
Magestad, y de sus Reales Exercitos y Armadas: Estando en Audiencia general
con el señor Doctor D. Ambrosio María de Zuazo, su Asesor titular dixeron:
Que siendo el principal objeto de este Tribunal la salud pública cuyo cuidado
confían las Leyes a su Vigilancia, han llegado a comprehender que en el Su-
perior Gobierno y Capitanía General, a impulsos del ilustrado zelo del Exmo.
Señor Conde de Santa Clara su digno Gefe, del Sr. D. José Pablo Valiente,
Visitador General, e Intendente de Exercito, se ha formado Expediente acerca
de la traslación del Matadero de reses Bacunas, del Sitio Intra-Muros en que
se haya a otro parage distante de la Ciudad, y Suburbio, en donde se precaban
los terribles inconvenientes que ha representado al sobre dicho Señor Visitador
General el Médico primero del Hospital del Exercito, por medio del Señor
Inspector, y que efectivamente se trata de colocarlo en el parage denominado
Puerto Escondido; con cuyas noticias pareciéndole a sus Señorías que supuesta
la utilidad de la traslacion que no necesita recomendarse por haberlo hecho el
enunciado facultativo, y apoyado el Señor Yntendente con razones tan sólidas,
y experiencias tan terminantes que no dejan que añadir, ni permiten la mas
leve duda, cuyo concepto afianza este Tribunal con el de todo el Vecindario,
que aplaude tan benéfica idea; es el punto pendiente y que pide más reflección
y acuerdo, la elección del [ ... ] Sitio a donde deba establecerse el nuevo Ma-
tadero, para que se logren las Ventajas deseadas con el menor costo, y mayor
comodidad posibles, deseando concurrir por su parte al lleno y complemento
del proyecto, comunicando a su Excelencia las observaciones que hagan sobre
los terrenos, y lo que según la ciencia Médica, y conocimientos locales vie-
ren ser mas util, y arreglado, debían de mandar, y mandaron que el Tribunal
pleno pase a el enunciado Puerto Escondido, y a los demás parages que en las
inmediaciones de esta ciudad parezca á proposito para establecer el Matadero,
y reconociendolos con detención, y prolijidad comparando las Ventajas que
respectivamente tengan, y los inconvenientes que puedan seguirse, determine
el sitio que parezca mas adecuado para el indicado fin, y se libre oficio á dicho
Exmo. Señor con testimonio de este auto, y del reconocimiento, y Acuerdo que
en virtud de él se practicare; para que enterado de todo se sirva Su Excelencia
determinar lo que viere ser mas conveniente á la felicidad del publico, y a la
conservacion de la Salud de los Habitantes de esta Ciudad, y sus arrabales:
Que por este que sus Señorías proveyeron con Acuerdo del mencionado Señor
Asesor titular asi lo mandaron, y firmaron de que doy fe / Doctor Cantos / Doc-
tor Valle / Doctor Zuazo / Ante mi Cayetano Ponton /. Sr. Ministro General de
Marina / Los profesores de la Junta Citada por V. S. despues de haber reflexio-
nado seriamente sobre los efectos del miasma putrido animal y pantanoso, que
en gran cantidad se eleva del Matadero y con particulares vientos se extiende á

258
influir sobre la Ciudad y sus Hospitales; teniendo asimismo presente qual sea
la situacion local de aquella oficina y estos edificios; los vientos reinantes en el
país y demás razones que puedan hacer mas o menos perjudicial al influxo del
Expresado miasma, hemos convenido en que está fundada por fuertes razones,
la necesidad de alexar la mencionada oficina, todo cuanto sea posible, de las
vecindades de los Hospitales; siendo de constante observación en ellas que
las curaciones de las calenturas y principalmente de las ulceras y otros afectos
se dificulta muy a menudo y no se consigne muchas veces; lo que no vemos
suceder, en iguales circunstancias, en los demás parages de la misma Ciudad,
en que el miasma del matadero no tiene influxo tan directo. Así lo sentirnos en
este Hospital de San Isidro á 30 de enero de 1797 / Juan Crispsostomo Diaz /
Don Mathias Cantos / Juan Martínez / Don Joseph de Jesus Mendez / Pascual
de Morales / Antonio Condar / Pedro Puig.
Exmo Señor / Como hubiese observado en las varias ocasiones que he
pasado a visitar los Hospitales de Marina el mal olor que se introducía por
las Puertas y Ventanas de la parte Sur, y que acaso sería producido por la pu-
trefacción de las sangres que se derraman en el Matadero que está a espaldas
del de San Isidro, y persuadido de que no podría menos de ser nocivo á los
enfermos, quise se celebrase una Junta de todos los Facultativos de ambos
Hospitales para que meditado este interesante punto con la reflexion que pide
su naturaleza, nos manifestasen, si efectivamente podría influir perjuicio en la
salud, ó atrasar la curacion de los enfermos: Con efecto verificada la Junta han
manifestado los Profesores a continuación de mi decreto lo que se servirá V. E.
reconocer del adjunto expediente / Si V. E. desde su arribo á esta Plaza no nos
hubiese dado un público testimonio de su humanidad, y del buen deseo que le
asiste de protexer a todos sus habitantes, como nos lo han hecho ver la eficacia
conque personalmente ha querido a costa de sus desvelos imponerse de todas
las cosas que con necesidad su remedio pudiesen hacer feliz su gobierno, no
me atrevería Yo á poner á la vista de V. E. un defecto tan perjudicial que de
tiempo inmemorial tiene esta Plaza dentro de sus Murallas, defecto que no se
hallara en ninguna otra ciudad culta de España. Sí Señor Exmo., el Matadero
causa los estragos que apuntan los Médicos en su informe, y Yo puedo asegurar
á V. E. con experiencia que no tan solo a los enfermos sino que hasta los sanos
alcanza este perjuicio, dígalo el Comandante de Yngenieros de Marina Don
Honorato Bonyon, y toda su familia, que agitados de continuas enfermedades
todo el tiempo que han vivido en el Arsenal, no han podido verse libres de epi-
demias, hasta que lo han desalojado; ¿quien sabe si el difunto Sub-Ynspector
Dr. Don Juan Bautista de Alizalde que mientras vivió en el no tuvo un mo-
mento de salud, fue victima sacrificada por la mala vecindad del Matadero?

259
Puedo asegurar a V. E. que muchas veces le oí declamar en su vida contra esta
perjudicial Oficina: Estos mismos pasos siguió el Yngeniero Comandante Don
Francisco Autran antecesor del actual, que vivió enfermo mucho tiempo en el
mismo Arsenal, y se vio precisado a abandonarle y morir fuera de él. Otros mu-
chos exemplares pudiera poner á la vista de V. E. sino temiese hacerme dema-
siado molesto; pero con los que dejo citado bastarán á que V. E. pueda deducir
por consecuencia el estrago que causará en los enfermos un efecto que fué, y
es tan nocivo para los sanos// Mi obligación y lo que es más, la humanidad,
me han estimulado manifestar a V. E. los perjuicios que ocasiona el Matadero
dentro de los muros de esta Ciudad, y V. E. como Padre de la Patria, conocerá
cuanto interesa alejar de ella esta Oficina como tan dañosa a la salud pública y
a la conservación de unos Yndividuos tan útiles al Rey y al Estado // Yo tendría
mucha satisfacción si tomando V. E. una seria determinación accediese a esta
justa solicitud y se me considerase parte en el bien que resulta al vecindario que
clama incesantemente por el remedio: V. E. sin embargo determinará lo que le
dicte su prudencia, y buen deseo á favor de este público, y principalmente de
los militares enfermos //Dios guarde a V. E.M. S. Havana 31 de enero de 1797.
Domingo Pavía// Exmo. Sr. Conde de Santa Clara. En la Ciudad de la Habana
en doce de Febrero de mil setecientos noventa y siete años: En cumplimiento
de lo mandado por el Auto que da principio a estas diligencias: El Real Tribu-
nal del Protomedicato pleno pasó a los parages extramuros nominado Puerto
Escondido y Cocal, y habiendolos examinado atenta y prolijamente según su
situación y terreno, dijeron de común acuerdo: Que el primero se haya a las
Margenes y Barlovento de una Población de gente pobre en quienes por razon
de la inopia que sufren por lo tocante a las naturales indigencias, e intemperie
del tiempo harían las miasmas pútridos, y cadaverizis mayores progresos, y ex-
tragos en sus debiles y mal trazadas naturalezas al paso que el segundo situado
inmediatamente a la otra parte de la Zanja ala izquierda del Puente por estar en
terreno alto, y á Sotavento, según los Vientos Reynantes, aunque cercano a la
Población del Señor de la Salud, es mas a proposito para situar el Matadero, pues
sin embargo de que algunos vientos de tierra puedan arrastrar hacia el Lazareto
de esta Ciudad, y Casa de Educandas, los Vapores y halitos corrompidos de las
excretas y substancias animales detenidas, y fermentadas, no obstante según la
larga distancia que media juzgaron que por ser los referidos vapores volatiles, y
sucesivamente sin desvanecerse, o elevarse antes que lleguen al referido Laza-
reto, y Casa por ser propia la elevación de toda sustancia leve; y aunque podría
suceder que en tal día, a impulsos de un fuerte Poniente, o Sur, fuesen violen-
tamente llevados los indicados átomos á aquellos parages no obstante sería por
la propia causa una infeccion leve, pasagera, y que enmendaría otro sucesivo

260
Viento tal vez puro, o poco impregnado del sobre dicho Vicio, siendo así que los
vapores infestos que exhalan los cuerpos podridos se levantan sucesivamente por
intervalos, segun se aumenta, o disminuye la efervescencia corrompente, de cu-
yas razones, se evidencia hacerse el extrago de estas partículas dañadas quando
por un Viento tenue, y perezoso son llevadas, y encarceladas en las habitaciones
de los Poblados, remansando en ellas largo, y prologado tiempo, circunstancias
necesarias para que una naturaleza corrompida pueda hacer de su propia forma
índole en el orden de la naturaleza que para introducir su forma no necesite de
tiempo, y predisposicion de la materia, á que agregaron que podría hacerse con
facilidad para quitar toda escrupulosidad, una Sentina, o Cloaca en que derrama-
sen aquellas sustancias excrementicias, y corrompidas, y a la corriente continua
de un desague de la Zanja fuesen llevadas por conducto subterráneo inmedia-
tamente Mar afuera con cuya diligencia se verificará en el que sin embargo de
todo lo dicho hay otro parage mas comodo que el mencionado, qual es el que en
la Guerra del Año de ochenta sirvió para matazon de reses por cuenta de la Real
Hacienda, situado un poco mas arriba del Puente Nuevo, o de Chaves, cuyo terre-
no firme separado de Población, y mas conveniente a la entrada de los Ganados,
presenta todas las Ventajas que pueden apetecerse, verificandose tambien en él
las recomendaciones, hablando del Cocal, de modo que en uno, u otro será igual
el Beneficio que resulte a la salud pública; y que este es el Dictamen del Tribunal
pleno fundado en sus conocimientos y como tal lo acordaron, y firmaron sus
Señorías, con el Señor Asesor y Fiscal que doy fe // Dr. Cantos// Dr. Valle //Dr.
Suazo //Dr. Hernandez. - Ante mí Cayetano Ponton// Havana trece de Febrero de
mil setecientos noventa y siete años. [ 1797].

261
[Anexo 111.2]
El matadero 368

Julián del Casal*

Cansado de recorrer la población, buscando algo nuevo que admirar; de


sentir la nostalgia de un museo en el que los espíritus contemplativos pueden
tomar largos baños de antigüedad; de no conocer un pintor que tenga un estu-
dio suntuoso, sugestivo, alocador; de viajar por los países floridos de las qui-
meras, adonde nadie me quiera seguir; y de presenciar el contagioso e incesan-
te descontento de la humanidad, descontento que se manifiesta generalmente
en los niños por majaderías, en los jóvenes por insolencia y en los viejos por
intolerancias; resolví marcharme ayer a uno de los sitios más repugnantes de la
capital, al Matadero, donde la contemplación del sangriento espectáculo de las
bestias incesantemente degolladas, a la par que una sensación inexperirnenta-
da, pudiera proporcionarme asunto para una de esas crónicas que me reclaman
algunos de mis lectores.
Embutido en el tranvía que conduce, en pocos minutos, al lugar mencio-
nado, pero que, como sucede en tales casos, tardó más del tiempo calculado por
mi impaciencia, ya para dejar libre el paso a innumerables vehículos, ya para
recoger o vaciar pasajeros; llegué algo tarde al término de la excursión, es de-
cir, una hora después de comenzada la matanza, pero sin que la demora me pri-
vara de algún rasgo característico de ese espectáculo diario, repugnante, feroz.
Atravesando un callejón anchuroso, quemado por los rayos de un sol de
fuego, con los pies hundidos en blanda alfombra de polvo, pude contemplar
varias cosas. A la derecha, una cuadrilla de presidiarios, con la pica en movi-
miento y el grillete a lo largo de la pierna, aprendían el oficio de picapedreros,
triturando enormes bloques, que al partirse, disparaban una granizada alrede-
dor. A la izquierda, bajo portales mugrientos, agujereados y apestosos, varios
hombres robustos, cuchillo en mano y ensangrentadas las ropas, abrían, vacia-
ban y sumergían miembros de animales en altas latas de metal, de las que ema-
368 La Discusión, jueves 12 de junio de 1890, Año 11, nº 297; y Julián del Casal. Prosas,

La Habana, Consejo Nacional de Cultura, 1963, T. 11, pp. 153-54.


*JULIÁN DEL CASAL nació en La Habana en 1863. Una de las figuras mayores del mo-
dernismo hispanoamericano y excelente cronista. Sus crónicas, publicadas en La Habana Ele-
gante y en La Discusión, bajo el título de "La Sociedad de la Habana" revelan una nueva sen-
sibilidad, aguda y penetrante, de una sorprendente modernidad. Murió en La Habana en 1893.

262
naba ese olor salado de la carne fresca, que atraía ruidoso enjambre de moscas.
Un poco más lejos a la orilla del río, se alineaban las barracas habitadas por las
gentes del lugar, semejantes a islotes negruzcos en que han venido a refugiarse
los supervivientes del naufragio social.
Frente al callejón está el Matadero. Visto desde el exterior, presenta el
aspecto de una plaza de toros, de forma cuadrangular, donde pueden cobijarse
unas mil almas. Está dividido en tres partes. Las de los extremos son iguales.
Ambas están separadas por gruesos troncos de madera humedecida, jaspeados
de placas verdosas y salpicados de sangre, de los cuales penden las ropas man-
chadas de los matadores. Por el centro se desliza la corriente de la zanja, ama-
rillenta por un lado y enrojecida por el otro, refrenando su impulso el dique for-
mado por los cuerpos amontonados de las bestias agonizantes. Alrededor del
anfiteatro, se levantan las gradas superpuestas, donde se sitúan las gentes que,
ya por gusto, ya por ociosidad, acuden a presenciar la matanza, extasiándose
con el espectáculo, trabando amistad con los sacrificadores y enardeciéndolos
con sus gritos de entusiasmo.
Arrastradas por medio de larga cuerda, salen las bestias del corral inme-
diato, siendo luego atadas a los postes de tal manera que no pueden defenderse
con los cuernos, ni descargar un golpe con las patas. Entonces, los matadores
medio desnudos y enardecidos por el olor de la sangre, hunden acertadamente
los cuchillos puntiagudos en el cuello del animal, con tal destreza que este se
desploma al suelo inmediatamente sin lanzar un gemido, ni revelar sus sufri-
mientos. Tan pronto como la víctima empieza a desangrar, se abalanza sobre
ella, blandiendo el hacha en la diestra, una turba de hombres que la dividen en
innumerables fragmentos, esparciéndolos por diversos puntos.
Durante las horas de matanza, allí no se respira más que el olor de la san-
gre, mezclado al de los excrementos de los animales y al del agua del río, los
cuales forman una atmósfera extraña, donde resuenan los golpes de las hachas,
el rumor de las ondas y los gritos de los matadores.
Y es tal la sensación que produce el espectáculo, que todavía, al es-
cribir estas líneas, me parece hacerlo con sangre, entre sangre y con manos
sangumanas.

263
[Anexo 111.3]
La vivienda en procomún (casa de vecindad).
Sus inconvenientes y reformas que deben
introducirse 369
Dr. Diego Tamayo*
El Comité Secciona! a que tengo el honor de pertenecer ha formulado
este tema: "La vivienda en procomún (casa de vecindad) sus inconvenientes y
reformas que deben introducirse."
Nuestras observaciones se refieren a la casa de vecindad de la ciudad de
la Habana; a lo que allí se conoce impropiamente con el nombre de ciudadela.
El área extensa que ocupa la capital de la República, está por todas partes
manchada con estas viviendas insalubres, que abundan en las zonas extremas,
pero que la imprevisión tradicional y el lucro inmoderado las han injertado en
los barrios que habitan las familias más acomodadas y alrededor de aquellos
sitios en que es más activo el tráfico mercantil.
No todas tienen las mismas condiciones, ni su instalación corresponde al
mismo tipo; por esto se hace necesario agruparlas en cuatro clases distintas:
La primera, que comprende las instaladas en casas de antigua construcción
señorial; la segunda, las construidas expresamente para vivienda en procomún;
la tercera, las adscritas a los Establos, en las cuales viven, en primitiva comu-
nidad, hombres y solípedos, y la cuarta, habitaciones con paredes de tablas y
techo movedizo.
Todas obedecen a este principio general: almacenar en el menor espacio
el mayor número de individuos.
En las casas de la primera categoría, las habitaciones, en su origen am-
plias y espaciosas, se dividen y subdividen por tableros de ajustes imperfectos
y que no alcanzan al techo, lo que da por resultado que las distintas familias
que las ocupan vivan en perfecta comunidad.
••• Tercera Conferencia Nacional de Beneficencia y Corrección de la Isla de Cuba, Me-
moria Oficial, La Habana, hnprenta La Moderna Poesía, 1904, pp. 235-242.
* DIEGO TAMAYO FIGUEREDO nació en Bayamo en 1852. Considerado como "Padre
de la Microbiología Cubana". Graduado en Medicina y Cirugía en la Universidad de Barce-
lona, en 1878. Formó parte de la Comisión Científica cubana que viajó a París para conocer
los descubrimientos de Louis Pasteur. Secretario de la Junta Superior de Sanidad e impulsor
del Instituto de Vacunación Antirrábica y del Laboratorio Histobacteriológico. Murió en La
Habana, en 1926.

264
El modelo de las segundas es un patio central, estrecho, que tiene alrede-
dor una fábrica baja unas veces, pero más frecuentemente de piso bajo y alto y
en este un balcón corrido. Cada habitación tiene una puerta y junto a ella una
ventana por donde penetra todo: el aire y la luz; los hombres y las cosas; la
vida y la muerte. En el piso bajo estos huecos se abren directamente al patio y
en los altos al balcón.
En las que alojan hombres y caballos, una veces los caballos están a la
derecha y los hombres a la izquierda, y otras los caballos en la planta baja y
encima, separados por un tablado, los hombres. De donde resulta, más que una
habitación humana, un corral con todas sus inmundicias.
Pero las más sorprendentes, las que rompen con los hábitos de la cultura
moderna y entran en ese período incierto y poco definido que caracteriza los
primeros albores de un pueblo civilizado, es la cuarta clase cuyo tipo lo da la
casa de vecindad conocida con el pintoresco nombre de "El solar de la Cáscara
de Coco." Cuatro tablas mal unidas sostienen un par de vigas, y sobre éstas, a
manera de techo, descansan por la acción de la gravedad y mantenidas en po-
sición por fragmentos de ladrillos y cáscaras de coco, pedazos de hoja de lata
y planchas de zinc carcomidas por el uso. Estas covachas se alquilan en diez
centavos diarios, y cuando el infortunado inquilino no paga con puntualidad
cronométrica, el cancerbero de ese infierno gigantesco, donde viven y fructi-
fican todas las malas pasiones, levanta el techo movedizo y el huésped mísero
que la habita se queda completamente a la intemperie.
Es un método de desahucio no definido en los Códigos, pero corriente en
las prácticas seguidas en ese medio social tenebroso que la miseria emponzoña
y degenera.
Pero antes de entrar en más detalles, veamos -aunque sea en términos
generales- para qué necesita el hombre la habitación y qué condiciones ge-
nerales debe reunir ésta. La casa, cualquiera que ella sea, debe resguardar al
que la habita de los accidentes desagradables y a veces perjudiciales, que se
producen por las oscilaciones incesantes a que están sujetas las propiedades
físicas de la atmósfera.
La habitación ideal sería la que le sustrajera a la acción de estos acciden-
tes en la medida estrictamente necesaria, permitiéndole, al mismo tiempo, uti-
lizar las propiedades químicas y biológicas del aire. Es decir, que el problema
consiste en colocar al individuo fuera de la acción perniciosa de los cambios
físicos de la atmósfera, pero de manera que pueda utilizar, en su mayor pureza,
las propiedades bioquímicas del aire. De donde se deduce que una de las condi-
ciones fundamentales de salubridad de una habitación, es que su construcción
garantice la integridad del aire que en ella se respira.

265
Pero esto no es suficiente; la conservación del estado fisiológico exige que
se pongan en juego otros factores naturales de la salud, que lo mismo que la
atmósfera, son también necesarios, como las aguas, la luz y el calor.
En efecto, no basta que una casa esté fabricada artísticamente; que su
distribución sea cómoda y útil, es necesario además que tenga aeración natural
suficiente; luz adecuada a las funciones normales de nuestros ojos; agua en la
medida de nuestras necesidades; manera de evacuar completa y rápidamente
todas las materias de desecho, y distribuido el calor y la ventilación de modo
que no disminuyan las propiedades respiratorias de la atmósfera.
Pues bien, estas condiciones nunca se encuentran reunidas en nuestras
casas de vecindad. Fabricadas en contacto íntimo con las vecinas, su suelo
-inútil parece afirmarlo- carece de drenaje adecuado y a él van a parar,
impregnando de este modo los terrenos limítrofes de tal modo que no sería
exagerado afirmar que el subsuelo de la ciudad está formado por una capa
excrementicia.
En algunas de estas casas se afirma que sus desagües están conectados
con la cloaca; pero si recordamos que no hay en toda la ciudad verdaderas
cloacas, sino malos caños, se comprenderá lo falaz y peligroso que es man-
tener esa falsa creencia, pues estos caños, de construcción morisca, con sus
paredes porosas, lo que hacen es extender las zonas de infiltración a los te-
rrenos que atraviesan.
El aire, como solo tiene paso por un costado de la habitación, porque,
generalmente, la puerta y la ventana están abiertas en una misma pared, la
corriente que entra por la parte inferior y sale por la superior de estos huecos,
hace una curva de convexidad interna que penetra poco en el interior, y por lo
tanto la renovación es muy limitada. En las habitaciones que tienen ventanas
en paredes opuestas, el problema varía, pues por poco que sea el movimiento
de la atmósfera o la diferencia de temperatura entre las dos paredes opuestas,
se establecen fuertes columnas de aire que atraviesan el local. Con un viento
muy poco sensible --de un metro por segundo- y una ventana de cuatro me-
tros cuadrados en cada costado de la habitación, pasarán por hora lm. x 4m. x
60 x 60 igual a 14 400 m. cúbicos de aire; mientras que con una sola ventana
tendremos menos de la tercera parte: próximamente unos 4000 metros cúbicos.
Y bueno es advertir aquí que no compartimos con el vulgo el temor tra-
dicional a las llamadas corrientes de aire, nombre más propio del que se enfila
por las rendijas que de las masas que se precipitan por una amplia ventana y
que van a oxigenar el espacio en que se difunden.
Estas consideraciones de higiene elemental nos hacen suponer que la ae-
ración es de lo más imperfecto posible y que la distribución del calor es com-
pletamente irregular.
266
Por otra parte, como el sol tiene acceso a puntos determinados solamente,
la luz no alcanza a los lugares recónditos, perdiéndose por esto su acción vivi-
ficadora y desinfectante.
El agua, que en nuestro clima más que en ningún otro, es un elemento
poderoso para la conservación de la salud y el mantenimiento de la vida, se
distribuye tan mal, que mientras a los Depósitos de Palatino les han abierto un
escape que desperdicia, sin utilidad alguna, más de la tercera parte del agua que
le inyecta la vena líquida de Vento, en las casas de vecindad escasea tanto que
es frecuente el tomar tumo para proveerse de ella, y en los pisos altos necesario
bombear, y bombear con energía y por largo rato, para tener la indispensable.
De aquí que el aseo resulta un lujo, y sus refinamientos cosa inusitada o
desconocida.
En síntesis, que los factores naturales de la salud están muy mal represen-
tados en las casas de vecindad, y este es uno de los inconvenientes fundamen-
tales de nuestras viviendas en comunidad.
Pero lo más grave es que la Habana tiene 283 9 casas de vecindad y que
entre todas suman 33 230 habitaciones, donde se alojan 86 000 personas de
todas las clases, condiciones, edades y razas.
Es decir, que la tercera parte de los habitantes de la capital de la República
viven en estas casas insalubres, y eso que no contamos los mercados (Plaza de
Vapor, Colón, etc.), arcas de Noé que encierran, en aglomeración repulsiva,
cuanto la ciudad consume, confundiendo lo vivo y lo muerto, los hombres y los
animales, lo sano y lo enfermo envuelto en una capa de suciedad que hace de
cosas tan complejas un todo homogéneo capaz de engendrar, por el maridaje de
la incuria y la aglomeración, toda clase de dolencias patológicas.
Pero, ya que conocemos la casa de vecindad, veamos cómo se vive en
ella. Aunque las cifras generales arrojan dos y medio (2,58) inquilinos por cada
habitación, es muy corriente encontrar mayor número cuando la casa no perte-
nece a las que hemos clasificado en la primera clase.
Lo frecuente es disponer de un solo cuarto para toda la familia; el marido
trabaja afuera y la mujer cuida los hijos y se ocupa de los quehaceres domésticos.
Junto a la puerta está la cocina portátil que funciona con carbón vegetal, y como
no tiene chimenea, el humo entra ampliamente en la habitación que decoran las
manchas de humedad que se divisan a través de la lechada de cal y las telas de
araña entre cuyas mallas permanecen suspendidos cadáveres de moscas.
El ajuar es pobre, y son desconocidos multitud de detalles que hacen có-
moda y agradable la vida: la falta de luz justifica la exhibición de artefactos
domésticos poco edificantes, y los catres, como galgos rendidos a la fatiga,
inclinan sus largas patas contra un costado de la habitación, esperando la noche

267
para abrir su vientre, en el que solo guardan una almohada mugrienta que el
niño famélico masca por una punta, para llamar el sueño engañando el hambre.
La letrina, por regla general, de uso común, da lugar a inconvenientes
tales y tan evidentes, que no necesito señalarlos, pues es fácil imaginarse los
conflictos que semejante sistema crea a la salud y el pudor. El pasto intelectual
lo suministra el periódico La Caricatura; y se explica, porque tiene más muñe-
cos que hileras de letras, y su lectura se reduce a un artículo barriotero -para
usar el vocablo consagrado- y al relato de crímenes y de cuantos atentados
realiza diariamente la bestia humana.
Los niños descalzos, en cueros a veces, sucios siempre y llevando, con
frecuencia entre sus cabellos enmarañados, las señales de la incuria, viven en
perfecta familiaridad con toda clase de animales domésticos, y juntos retozan
sobre un suelo que manchan con toda clase de excretas.
Con frecuencia el cuadro es más sombrío: sobre una cama o en un sillón,
que a fuerza de ataduras se sostiene, se ve un ser pálido, demacrado, con la piel
ardiente y la mirada brillante, que tose frecuentemente y arroja sobre el suelo
y contra el muro ese esputo amarillento que se aplasta chorreando en la pared
donde parece que escribe, con sus fibras elásticas, y sus vetas albuminosas,
cuajadas de bacillus de Koch, la maldición que una miseria emponzoñada por
todos los desconsuelos lanza contra los que se ufanan de disfrutar los muelles
placeres de la vida cómoda y regalada.
Ahí está el semillero de la TUBERCULOSIS; enfermedad tremenda que
diezma esta sociedad con una epidemia constante y con una mortalidad que ocu-
pa siempre el primer lugar, la cifra más alta en nuestras estadísticas demográficas.
La Habana tiene solo en sus casas de vecindad, 3407 tuberculosos.
Pensadlo bien: o se mejora el alojamiento del infortunado que vive mu-
riendo de miseria o pereza; pero perece esparciendo en tomo suyo gérmenes de
muerte que no respetan ni a los ricos, ni a los poderosos.
Pero continuemos: ya hemos dicho que el aseo es sumamente elemental,
porque el agua escasea y disponer un baño es cosa de romanos. Sucia la piel
y sucia la ropa que la cubre; ahí tenéis un campo bien abonado para que vivan
felices toda clase de parásitos.
La alimentación, por lo común deficiente es a veces IDEAL. Los estu-
diantes de Medicina que me acompañan en la Policlínica del "Dispensario Ta-
mayo", extrañándoles que la cabeza de cherna figurase entre las sustancias
alimenticias de uso frecuente en nuestros enfermos, investigaron el asunto y
descubrieron -porque realmente es un descubrimiento- que esas cabezas
las regalan los industriales porque están invadidas por un gusano especial que
con su presencia hace la mercancía imposible de salida. Y algunos enfermos
afirmaban que esos restos asquerosos daban un caldo muy alimenticio!
268
Yo he tenido en la Policlínica del "Dispensario Tamayo", durante el año
1903, un número de enfermos que llega a 602 y que casi todos son inquilinos de
casas de vecindad; de ellos 236 sufren de cloro-anemia o sea el 38 por ciento.
Durante los meses de Enero, Febrero y Marzo de este año he visto 208 en-
fermos; son cloro-anémicos 77, o sea, el 37 por ciento. La proporción, aproxi-
madamente, es la misma.
Tomando como término mínimo el 33 por ciento, tendremos que la terce-
ra parte de los no-tuberculosos -porque éstos van a otro Dispensario-, que
viven en casas de vecindad, son cloro-anémicos.
Sabemos que el total de habitantes en las casas de vecindad es de 86000,
de los cuales son tuberculosos 3407, nos quedan 82593, cuya tercera parte,
es decir, 27530 son cloro-anémicos que reflejan en su cara lo deficiente de la
alimentación que los nutre, y lo insalubre de la casa que los cobija, y que em-
pujados por la necesidad desempeñan los deberes que les están confiados en
el continuo batallar de la vida, pero revelando, al ojo experimentado, que son
terreno perfectamente abonado para que prendan y den sus frutos de muerte
todas las infecciones.
Resumiendo tenemos: que en esa atmósfera asfixiante donde el aire se re-
nueva difícilmente; donde la luz es escasa; donde el aseo es imposible y la ali-
mentación deficiente, se aglomera la familia pobre e infortunada, para vivir en
perfecta comunidad grandes y chicos, dóciles y rebeldes, normales y degene-
rados; que las largas jornadas de trabajo hacen imposible toda elevación en la
esfera intelectual y lo escaso del salario solo permite disfrutar los placeres que
se originan en los sentidos; que la escasez de recursos determina una sobreex-
citación constante que hace el carácter violento y trato áspero, desapareciendo
todas esas medias tintas, esos tonos de suavidad intermedia, con que la cultura
social encubre al mamífero humano para que aparezca siempre el hombre como
representante supremo de todo lo que vive.
Se comprende así, que tras la degeneración física venga la degeneración
moral, y que sean algunas casas de vecindad escuelas de vicios y camino para
caer en las redes que a la criminalidad tiende el Código Penal.
De todo esto podemos concluir, que en las casas de vecindad los factores
naturales de la salud están muy mal representados; que la cultura intelectual
deja mucho que desear y que en el sentido moral corre grave peligro de extra-
viarse por los senderos que conducen a la criminalidad y a la degradación. En
tales condiciones las reformas deben ser radicales.
Los Municipios populosos, como la Habana, deben tener una "Comisión
Permanente" que solo se ocupe de las habitaciones insalubres, para que, oyen-
do a todo el mundo, pueda trazar el modelo a que ha de sujetarse la construc-

269
ción de las casas para los pobres que en un clima como el nuestro podían tener
por tipo el cotage inglés, aislado o en pareja.
Pero de todos modos, sea cual fuere la solución que se dé a este problema
es preciso que nadie esté privado de lo que la naturaleza a todos nos brinda por
igual: la tierra y el aire, el agua y la luz; que todos disfruten de las brisas que
oxigenan nuestra atmósfera renovándola veinte y cuatro horas, y del sol, con
excesiva prodigalidad, que cada mañana se distribuye por todas partes para
desinfectar cuanto toca con sus rayos benéficos, porque así, confortado el cuer-
po y en reposo el espíritu, se inflamen en el cerebro ideas de justicia y germinen
en el corazón sentimientos de confraternidad y de amor.

Solar, calle Águila. La Habana, 1902

270
[Anexo 111. 4]
Psicología de las multitudes cubanas370

Israel Castellanos*

Abandonando el radio habitual de nuestros estudios y lecturas predilectas,


damos a las columnas maternales de Vida Nueva, el presente trabajo que, como
nuestro, es deficiente e incompleto, sobre la psicología de nuestras multitudes. El
tema, nuevo e interesante para nosotros, presenta secretos de virgen y riquezas de
filones no explotados. Los estudios de Sighele, Tarde, Ferri, Rossi, Le Bon, y Ra-
mos Mejía, han descubierto todas las orientaciones de la psiquis colectivas; pero
del psiquismo de las muchedumbres europeas, y hasta del de algunas de nues-
tras repúblicas hermanas, no pueden deducirse los caracteres psicológicos de las
nuestras, forjadas en crisoles históricos distintos, combinadas con otros cuerpos
de opuesta cristalización mental y social, por una parte, y amalgamada por la es-
clavitud, la incultura, el analfabetismo, y la inmoralidad, por otra. Muchas de las
cualidades psíquicas inherentes a las multitudes de Europa y América pueden ser
comunes al hombre blanco de nuestras muchedumbres, que posee, como las de
aquéllas, las propiedades de los organismos evolucionados al calor de elevadas
tendencias sociales, inculcadas lentamente por el medio; pero esos caracteres no
encuadran en el marco psíquico de los hombres de color, caracterizados por su
deficiente y escasa modelación civilizada.
La concurrencia de opuestas individualidades étnicas en la compleja e in-
variable formación de las multitudes, es lo que diferencia la muchedumbre cu-
bana de la de otros países. No se trata de caracteres secundarios como el género
de vida, ocupación, carácter e inteligencia, sino de un factor tan fundamental
370 Israel Castellanos: "Psicología de las multitudes cubanas", Vida Nueva, Año VII, nº

11, 1915, pp. 246-251.


* ISRAEL CASTELLANOS nació en La Habana en 1891. Graduado de Medicina e in-
fluido por Lombroso y Ferri, dedicó su vida a la Medicina Legal y a los estudios de Antropo-
logía, Criminología, llegando a ser considerado una de las figuras mayores de su especialidad.
Nombrado Profesor Correspondiente del Instituto Español de Criminología por la Universidad
de Barcelona, recibió numerosos reconocimientos. Fue director del Gabinete de Identificación
Criminal de Cuba. Autor de más de un millar de artículos de su especialidad, publicados en
Cuba y el etranjero. Destacan entre sus obras: La mano del loco y el criminal, La mujer criminal
en Cuba, La Talla de los delincuentes y Medicina legal y criminología afrocubanas. Murió en
Puerto Rico. Para más información consultar las páginas 167 a 170.

271
como la raza, que, al decir de Le Bon, "es el campo invariable en el cual germi-
nan todos nuestros sentimientos". Y es tanto más contrastable esa desemejanza,
si consideramos la influencia de nuestro reciente pasado colonial, no limpio
del rescoldo de la esclavitud, ni de la acción estratificadora de la opresión, de
la ignorancia e incuria que disociaba los elementos antropológicos de nuestro
suelo. La variación rápida y completa de las fases de nuestra historia, de nues-
tras instituciones al pasar de su estrecha vida colonial a un desenvolvimiento
libre y democrático, determinó la precipitación de todos esos cuetpos impuros
en los órganos de nuestra constitución social, a los que han llevado su vigorosa
afinidad africana, su cohesión instintiva e inculta.
El estudio completo de nuestras muchedumbres debe estar estrechamente
unido a los períodos de nuestra historia, pues de ella parte el origen y la expli-
cación de los fenómenos y manifestaciones del alma colectiva. Ramos Mejía,
al estudiar las multitudes argentinas, no ha olvidado el rigor cronológico como
otros autores. La psicología de las multitudes no solo se reduce al colorario
spenceriano: los caracteres del agregado son determinados por los caracteres
de las unidades que lo componen, tan coreado por los estudiosos del alma
colectiva, pues es necesario, también, tener en cuenta la época en que actúa y
el medio en que se cultivan esos caracteres. No todo debemos explicarlo bajo
el punto de vista natural, por la sangre, porque si es verdad que no se nace, no
es menos cierto que se transforma bajo la acción de lo que Agustín Álvarez
llama "la fábrica moral, del ambiente espiritual". Cuando nuestros elementos
de color se amalgamaron con la población blanca para componer y caracterizar
las nuevas formas de la vida independiente, como procedían de un ambiente
hostil, semi-bárbaro y de miseria moral, neutralizaron su combinación social y
por la ley biológica solo ocuparon el lugar correspondiente a su grosera densi-
dad física e intelectual.
La psiquis africana, en ciertos núcleos y en no pocos aspectos sociales,
dilató su acción, haciéndola más vigorosa, pues apoderándose de blancos in-
feriores, de sujetos rezagados, multiplicaba sus manifestaciones, dándoles for-
mas perdurables. El sentimiento, la mentalidad de la gente de color fue difun-
diéndose en los bailes públicos, en las fiestas de los barracones, en los días de
Reyes, etc. Los blancos en contacto con ese medio negrero, de bullicio y de
sensualidad, paulatinamente fueron adaptándose a esas irradiaciones del po-
pulacho afrocubano. Los impulsos, los gestos, la nociva inconciencia de esa
promiscuidad, desgastaron la aversión del elemento ineducado blanco, que con
su contaminación dio mayor volumen a las manifestaciones populares del con-
glomerado afrocubano.

272
En la actualidad no existen en Cuba multitudes blancas, muchedumbres
compuestas por miembros de esta raza exclusivamente, pues el factor negro no
es ajeno a ningún acto de nuestra vida colectiva. En cambio, tenemos multitu-
des casi formadas en su totalidad por hombres de color, las comparsas carnava-
lescas, por ejemplo. El privilegio de las manifestaciones colectivas ha estado
siempre en poder de los negros; éstos, desde la época española, disfrutan del
predominio en el alma popular: obtenida por ellos en los días de Reyes, que han
sido la suprema apoteosis de la muchedumbre africana. Desaparecido el día de
Reyes, como dice Femando Ortiz, "el África salvaje con sus hijos, sus vestidos,
sus músicas, sus lenguajes, sus cantos, sus bailes y ceremonias, se trasladaba
a Cuba, especialmente a La Habana"; se ha difundido, superviviendo en las
comparsas y en las multitudes de hoy, la influencia del psiquismo africano en
las muchedumbres cubanas, lo que se observa en una gran cantidad de curiosos
e interesantes detalles. Y es casi natural que así aconteciera, dada la cohesión,
el vigor con que se permitía manifestar el espíritu colectivo de los naturales del
continente negro. Refiriéndose a los días de Reyes, tan felices y memorables
para los afrocubanos, pone Femando Ortiz de manifiesto la afinidad del popu-
lacho negro: "La esclavitud que fríamente separaba hijos y padres, maridos y
mujeres, hermanos y compatriotas, atenuaba aquel día su tiránico poderío y
cada negro se reunía con los suyos, con los de su tribu, con sus caravelas, en la
calle, trajeado ufano con los adornos de su país, dando al aire sus monótonos
e incesantes canturreos africanos, aturdiendo con el ruido de sus atabales y
demás instrumentos primitivos".
Ramón Meza ha hecho una feliz descripción del día de Reyes: "Por donde
quiera se formaba un gran corro. Los enormes tambores se colocaban a un lado
a guisa de batería. A horcajadas sobre ellos batían incansables los tocadores
con sus callosas manos, a las cuales se ataban esferas de metal o maderas hue-
cas llenas de granalla y rematadas por plumas, el terso cuero de buey, agitando
los hombros, crujiendo los dientes, a medio cerrar los ojos como embargados
por fruición inefable. En el centro del corro bailaban dos o tres parejas, hacien-
do las más extravagantes contorsiones, dando saltos volteos y pasos, a compás
del agitado ritmo de los tambores. La agitación y la alegría rayaban en el fre-
nesí. El capitán, aquel conjunto de piel, huesos y nervios, aquella pobre arpa
desvencijada, seguramente que recordaba sus días de juventud, pues que no tan
solo vociferaba hasta enronquecer, sino que entusiasmado, entraba a menudo a
formar parte del grupo de bailadores. El de la banderola la hacía flamear pasán-
dola sobre el grupo. Las abundantes plumas de pavo real que llevaban atadas
a la cabeza los bailadores, estremecidas por sus ágiles movimientos, brillaban
con tornasoles metálicos a la luz que sobre aquel abigarrado conjunto dejaba

273
caer a plomo el ardiente sol. Los espejillos de los sobreros, las lentejuelas y los
tisús de los trajes, las grandes argollas de pulido oro que colgaban de las orejas
de ébano, las alcancías que pasaban de mano en mano para recibir de los es-
pectadores el aguinaldo, los sablecillos, todo destellaba como para deslumbrar
la vista mientras el ruido aturdía los oídos. Las miradas chispeaban en aquellos
rostros de pura raza etíope, las bocas rojas y de dientes blancos y agudos se
abrían para dejar escapar salvajes gritos y carcajadas. Los cencerros, cascabe-
les, tambores, fotutos, rayos, triángulos, enormes marugas, acompañaban el
vocerío que todo lo asordaba".
Así se manifestaba el alma colectiva de los negros en aquella era de las
muchedumbres afrocubanas. Imposibilitada, más tarde, de señalarse en esas
isócronas reapariciones de negras bacanales, buscó la fiestas carnavalescas
para exteriorizarse con sus habituales ruidos y colores. Las capas inferiores de
la población blanca recibieron la consagración africana sin el menor reparo, lo
que facilitó la difusión de los caracteres psíquicos del negro. El carnaval en las
zonas correspondientes al pueblo bajo, al incesante cruce de las comparsas, es
una reproducción en miniatura del extinguido día de Reyes. "El lector -dice
Femando Ortiz- que viva o haya vivido en Cuba habrá visto en noches de
carnaval o en ocasión de festejos públicos, pasear por las calles abigarradas
comparsas formadas por las capas inferiores de la sociedad. A la cabeza de la
comitiva poliétnica marcha un sujeto, negro generalmente, con una pintarrajea-
da linterna de papeles multicolores, no siempre desprovista de efecto artístico.
Tras él otros individuos con disfraces chillones y con otras muchas linternas,
rodeándolos a todos una muchedumbre en la que predominan los negros, gri-
tando con voces destempladas y con frecuencia aguardentosas una cantinela
repetida hasta la saciedad con monotonía desesperante, y cuyo texto no he
podido conocer en ningún caso". "Es innegable --escribe nuestro malogrado
Jesús Castellanos- que hay cierta poesía de sabor violento y exótico en esas
olas abigarradas que pasan enardecidas por las calles de los barrios bajos. Tiene
algo de ceremonias religiosas y de guerreros delirios y sobre ella flota, colo-
cándose en un seguro asilo de la civilización, el espíritu de los primates, que
todavía vive fuerte en los países de fiebre y fanatismo".
"Son columnas de gente enardecidas que caminan roncas, graves, inyec-
tado en sangre lo blanco de los ojos. Un farol de papel volteando en lo alto los
hipnotiza, el tambor hace infatigables sus pies, que batiendo el mismo compás,
tragan calles y plazas insensibles e hinchados. Los cuellos al aire, brillando
bajo el esmalte del sudor, las venas gordas como cuerdas de violón, sale el
tango de las gargantas amplias, en ronquidos monótonos, ardientes, bélicos.
El traje no hace el caso: indios emplumados, guerreros fantásticos, chinos de

274
cromos; todo va revuelto en una impropiedad que da más color al río de carne
humana. Han salido tal vez en orden con carros y faroles ad hoc, ordenados
según una idea general. Pero la fiebre se propaga y contagia a las máscaras
perdidas por las esquinas y a poco el río arrastra un caudal confuso, donde solo
el canto bárbaro y vibrante rueda en armonía justa como sentida por todos los
pechos. No se ríe: se trata de algo magno, todos van poseídos y los semblantes
tienen más bien aspecto patibulario".
Ese arrastre de individualidades disgregadas, tan común en los estratos
inferiores, advertido por el ingenio de Jesús Castellanos, lo había enunciado
Ramos Mejía al estudiar las multitudes argentinas: "Todos los que, con más
o menos igual estructura, se sienten dominados por una misma idea o senti-
miento, tienden a juntarse arrastrados hacia un mismo lugar, hasta una misma
calle, como si la automática orientación del impulso gobernara; a proferir las
mismas palabras, y lo que es aún más curioso, hasta afectar iguales actitudes,
verificar gestos parecidos, cual si un hilo eléctrico uniera los músculos de todos
los rostros".
Ya hemos visto la supervivencia del psiquismo africano, a través de los
conglomerados carnavalescos, siguiendo inalterablemente las profundas hue-
llas trazadas por el espíritu de la raza. Ahora, también, lo veremos en la mu-
chedumbre cubana mejor definida: la manifestación política. Esta es la más
frecuente de nuestras multitudes, la más común, la más variada, la que por
su exagerado carácter democrático reúne en sí todos los elementos populares.
Ella, por ese motivo, señala, mejor que ninguna otra, la influencia de los negros
sobre la masa llamada pueblo.
La manifestación política es la reunión de muchos sujetos, sin distinción
de razas, afiliados o simpatizados de un partido político o candidato determi-
nado. Esta muchedumbre es la que patentiza el poder ejercido por los afro-
cubanos en la psiquis colectiva. La manifestación política presenta para el ob-
servador tres fases que sintetizaremos en el siguiente esquema:
a) laformación
b) la trayectoria atractiva
c) la disociación
Antes de terminar analizaremos esas tres frases de nuestra multitud políti-
ca, que servirán de corolario a la tesis sustentada en el presente trabajo:
a) la formación
Denominamos formación de la muchedumbre política el hecho de con-
gregarse o reunirse los individuos en un lugar determinado, con los elemen-
tos propios del acto (mejor diríamos fenómeno, dada la psicología de nuestra
multitud, según veremos más adelante) que momentos más tarde se realizará.

275
Ahora los sujetos, sin distinción racial, guardan el lugar en que se les sitúa por
los organizadores, que los ordena según conviene a la manifestación. Unos,
porque llevan banderas, estandartes o el símbolo del partido (una de las agru-
paciones de hoy tiene un gallo, lo que nos recuerda que es adorado por los ne-
gros de África, haciéndonos pensar en un vergonzoso y perjudicial incentivo);
otros, porque su decente indumentaria da a la cabeza de la comitiva una buena
impresión, etc. Todos, en el momento de la formación, están --como diría
Jesús Castellanos- ordenados según una idea general. Dispuesto todo: los
estandartes y banderas en alto, el símbolo en primer término, las candilejas en-
cendidas y humeantes, los palenques atronando con sus explosiones el espacio,
el timbal, el guayo, haciendo ruido incesante, los manifestantes vociferando
con estridencia furiosa, como impulsados por venganza o cólera, parten en un
acceso específico de frenesí. ..
b) la trayectoria atractiva
El griterío trasciende a gran distancia. Los instrumentos vibran continua-
mente. La batahola adereza a distancia a los predispuestos, los atrae. El orden
de la formación ha sido roto por el ambulantismo. La manifestación se acerca
rápidamente. Las calles se llenan de curiosos, aportando fresca levadura. Los
portadores de estandartes y candilejas se balancean, todos tienen ya una región
corporal ambladona e inquieta. Se marcha danzando, verdaderamente. En todo
el recorrido no ha dejado la multitud de atraer elementos afines. En este aspecto
de la muchedumbre política no hay afiliados ni simpatizadores; está compuesta
por un grupo de adeptos, pero con ella también existe una crecida proporción de
atraídos en la trayectoria. La inscripción dorada, plateada o multicolor de los es-
tandartes, el símbolo evocador, el resplandor de pira despedido por la candilejas,
el timbal, el guayo, las mujeres de mal vivir incorporadas, el toque de cajón, etc.,
han decidido de muchos y blancos no políticos ni simpatizadores, pero sí dados a
arrollar, como se dice en bibra hampona. Todo lo que brilla --dice Letomeau-,
todo lo que está pintado o teñido tiene para el hijo de África un irresistible atrac-
tivo. Burton, Du Chaillu, Schweinfurht y otros, nos hablan de la sugestión que
el timbal y el ruido ejercen sobre los negros. Un farol volteando en lo alto los
hipnotiza, expresa en una frase gráfica y acertada Jesús Castellanos. Cuanto los
blancos, no arrastrados por la sugestión cromática, ni el bullicio, ruedan por su
pobreza mental. "Se necesita --escribe Ramos Mejía- especiales aptitudes mo-
rales e intelectuales, una peculiar estructura para alinearse en las filas del popula-
cho, para identificarse con él, sobre todo".
La identificación del blanco con el negro, sin tener en cuenta en ciertos
momentos la filiación y el apasionamiento político, en la trayectoria de esa mu-
chedumbre deprimida, con un carácter determinado, es la prueba más evidente

276
de la influencia ejercida por el psiquismo africano sobre la población blanca y
su predominio en el alma colectiva.
c) la disociación
Llegada la multitud al lugar donde ha de ejercitarse la acción política,
propiamente dicha, comienzan a disgregarse los atraídos, ya sean negros o
blancos. Los arrastrados por los colores y la música y por el placer del movi-
miento, se disocian, quedando solamente el cuerpo político de la primera fase,
con sus banderas, símbolos y estandartes. El frenesí, el vértigo de la trayectoria
atractiva ha adormecido grandemente el entusiasmo, los oídos aún tienen ecos
de metálicas vibraciones, de roncas voces, tiene el cuerpo excesivas calorías,
las pupilas están deslumbradas por las llamaradas, para hablar de programas,
de estabilidad, de porvenir y de venturas nacionales. Por eso, cuando torna-
dizos los hemos visto disociarse, sudorosos, hemos recordado un párrafo que
parece cincelado para nosotros por Ramos Mejía: "El verdadero hombre de la
multitud ha sido entre nosotros el individuo humilde, de inteligencia vaga y
poco aguda, de sistema nervioso relativamente rudimentario e inadecuado, que
percibe por sentimiento, que piensa con el corazón y a veces con el vientre: en
suma, el hombre cuya mentalidad evoluciona lentamente, quedando reducida
su vida cerebral a las facultades sensitivas".

277
[Anexo 111.5]
Conferencia nacional de instituciones psiquiatricas 371

VIERNES 31 DE MAYO DE 1963


SESION DE LA MAÑANA
MESA:
Dr. Mario Escalona
Dr. Diego González Martín
Dr. Armando de Córdova
Dr. José A Bustamante
Dr. José Galigarcía
Comdte. Eduardo B. Ordaz
Dr. Carlos Acosta Nodal
Dr. Edmundo Gutiérrez Agramonte
Dr. Alberto Galvizu
Dr. Knoblock

Sr. Presidente: Concedemos la palabra al Dr. Mario Escalona, para que


deje inaugurado este evento (9:00 a.m.)
Dr. Mario Escalona: Compañeros: La salud mental es un problema mé-
dico estrechamente relacionado con los problemas psicopolíticos de todas las
naciones y, por lo tanto, a nadie puede escapar la importancia que puede tener
para nuestra Patria, en pleno desarrollo de una Revolución Socialista. La con-
frontación de las opiniones de todos los especialistas sobre distintos aspectos
de esta rama de la Medicina solo puede resultar en el señalamiento de una línea
de trabajo que beneficiará, en general, la asistencia mental en Cuba. [ ... ]
En esta reunión debe practicarse la discusión abierta y libre sin sectaris-
mos, con amplia seguridad de que cada especialista puede militar en la escuela
científica que desee, siempre que no se alteren los postulados básicos de la Re-
volución, y de esa discusión abierta podrían salir las normas satisfactorias para
aplicar en forma general en la prevención y tratamiento de las enfermedades
mentales. [ ... ]

371 Debido a la extensión del documento, hemos realizado una apretada selección de aque-

llos pasajes más claramente vinculados a las relaciones entre Psiquiatría y Ley. Se ha respetado
la ortografía del texto original, su estilo expositivo y el formato asambleario, a fin de que se
perciba con claridad su "carácter espontáneo", lo que justamente delata el alcance político de las
intervenciones. El documento puede consultarse (casi en totalidad) en La Habana Elegante, se-
gunda época (http://www.habanaelegante.com/Panoptico/Panoptico_ Psiq_Conferencia.html).

278
Sr. Presidente: El Dr. Diego González Martín tiene la palabra para su Po-
nencia: "Estado Actual y Perspectivas de la labor de la higiene mental". [ ... ]
Desde el punto de vista de su amplitud de propósitos y composición,
creemos que esta Conferencia no tiene precedentes en la historia de la nación
y puede considerársele como un resultado genuino de los cambios operados en
nuestro país.
Es posible que nunca se haya producido una consulta pública de esta na-
turaleza, en que todos los trabajadores de la salud mental, sin distinciones, se
unen para intercambiar opiniones y procurar una inteligencia común en el en-
foque y tratamiento de las cuestiones psicológicas y psiquiátricas que afectan
a la nación.
Es que nunca, igualmente, existieron en el pasado nacional las condi-
ciones que permitieran una reunión de esta índole. Ha sido la Revolución,
en su desarrollo, la que ha hecho posible e impuesto la necesidad de esta
Conferencia y creado los medios para la aplicación efectiva de sus acuerdos
y recomendaciones.
Si hoy tratamos de planificar y coordinar es porque -y perdónese la
perogrullada- tenemos en Cuba, y por obra de la Revolución, instituciones,
organismos, servicios y recursos, cuyo crecimiento y ulterior avance están de-
mandando ajustes a tenor de un plan racional de conjunto que impida la diver-
sificación estéril de energías. [ ... ]
Hoy, que nos reunimos para organizar el mejor uso de nuestros efectivos
y precisar la dirección de su aumento, debemos tener presente que los planes
que concibamos han nacido y están asistidos de una sociedad nueva que está
surgiendo, y con la cual no habrán de presentar contradicciones antagónicas e
insuperables.
En los países capitalistas se efectúan frecuentes reuniones de Higiene Men-
tal y en ellas se formulan minuciosos planes y programas, que habitualmente so-
slayan la contradicción esencial que existe entre los intereses de la salud mental
de la población y el carácter mismo de la sociedad para la cual se proyectan. En
esos programas y planes, aunque se señalan las causas patogénicas sociales de
la perturbación psiquiátrica no se establece claramente que no puede haber salud
mental sin erradicar los problemas del hambre, la desocupación, el subdesarrollo
económico, la inseguridad en el trabajo, la amenaza de guerra y las agudas gri-
etas morales que minan a una sociedad en crisis. [ ... ]
Los efectivos psiquiátricos y de higiene mental se han incrementado con-
siderablemente en nuestro país, por efecto del proceso revolucionario. Los
progresos se han manifestado con el surgimiento de instituciones y efectivos

279
en los Ministerios de Salud Pública, Educación, del Interior y de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias, en una forma que no tiene precedentes en la historia
de la nación. [ ... ]
El Ministerio del Interior cuida de aspectos sociales tales como prevención
de la delincuencia y predelincuencia, el tratamiento de los elementos antisocia-
les y la reducción de las lacras dejadas por la sociedad capitalista, ejerciendo
la reeducación de las prostitutas y proxenetas de los sectores desclasados y del
lumpen. En el Ministerio del Interior actúa una Comisión Médica con auxiliares
diversos, ejerciendo sus funciones de Rehabilitación Social y de Prisiones y de
una decena de Instituciones a todo lo largo del país. [ ... ]
La mayoría de esas instituciones han sido creadas o incorporadas median-
te nacionalización a los recursos del Estado socialista, por efecto del proceso
revolucionario. Todas han sufrido grandes cambios o surgido institucionalmen-
te como consecuencia de la Revolución. Algunas de ellas respondieron en su
fundación a la urgencia de encarar empíricamente determinados problemas. Y
a través de ellas se ha ido y está operando un interesante proceso de integración
y diferenciación de funciones, de delimitación de actividades y concepciones
influidas no solo por la Filosofía de la Revolución y las informaciones proce-
dentes de los países socialistas sino por el quehacer práctico de cada día que
le añade ciertos matices. Ese proceso, repetimos, está en desarrollo y de él es
reflejo esta propia Conferencia.
La línea de masas en Higiene Mental se manifiesta en la creación de las sa-
las psiquiátricas y de Unidades pequeñas en contacto directo con el público y sus
organismos. La línea de masas es algo más que eso y pudiera definírsele quizás
como el empleo de todos los procedimientos que posibiliten la relación estrecha
del higienista, del terapeuta y del enfermo potencial o real, con la vida misma.
Ella crea el medio necesario para producir bajo un espíritu y una dirección téc-
nica y científica el efecto catalítico de la intervención terapéutica de las fuerzas
sociales. La línea de masas así entendida, la advertimos en los presentes planes
que el Hospital Psiquiátrico Nacional ha concebido para poner al Mazorra ya
humanizado y ejemplo de organización que llena de admiración a los visitantes
extranjeros, en un nivel todavía más alto, para situarlo en un rango que pocas
entidades disfrutan: en el de un Centro de Rehabilitación y Laborterapia masiva
altamente calificadas, en que concurren particularidades y requisitos que solo se
ofrecen excepcionalmente. [ ... ]
En los Centros de Rehabilitación Social del Ministerio del Interior consta-
tamos también una fuerte impregnación de las ideas de corrección social de los
desvío de la conducta y de la moral socialista. A los compañeros del Ministerio

280
del Interior debemos una importante contribución que como la orientación so-
cial ha sido producto de la experiencia misma. Esa contribución se refiere a la
distinción necesaria entre los trastornos psíquicos, como tales, de aquellos en
que lo más importante y lo que sirve de pauta para su prevención y encaramien-
to radica en el daño consciente y responsable que el individuo haya realizado a
la sociedad. Es la distinción que existe entre el delito y la perturbación psico-
lógica de mayor o menos grado. Esta distinción envuelve cuestiones jurídicas
y psicoforenses que habrían de dilucidarse en su momento oportuno. Plantea,
nada menos que una cuestión de la responsabilidad jurídica en los actos de la
conducta individual en un país socialista.
Creo entrever en la labor de los compañeros del Ministerio del Interior
una perfecta distinción entre esos dos aspectos necesariamente distinguibles,
pero sumamente relacionados con la conducta individual, y un cierto predomi-
nio del criterio de responsabilidad social y del tratamiento por la sociedad so-
cialista en su conjunto de los fenómenos de la delincuencia y otros, sometidos
a su cuidado. En las Instituciones del Ministerio del Interior y aunque en ellos
se tiene presente y se solicita la orientación y el asesoramiento psicológico y
psiquiátrico -en efecto es un psiquiatra, el Dr. Oliva, el Jefe de los Servicios
del Ministerio del Interior- se utilizan estos en un nivel distinto [ ... ] un nivel
estrictamente social que no pierde de vista el hecho esencial de la responsabi-
lidad que cada ser contrae con sus semejantes, con la Patria y el Estado socia-
lista, con la ética y la propiedad socialistas.
Aquí, la línea de masas tiene una aplicación directa, pues es la sociedad
misma la encargada de corregir las lacras y reminiscencias dejadas por el ca-
pitalismo, liquidar a los enemigos de clase y reeducar a los inadaptados. [ ... ]
No hay dudas de que a la formación de todas estas concepciones se ha
producido la aportación filosófica del marxismo-leninismo y las informaciones
de los países socialistas hermanos. Entre esas aportaciones vale destacar la del
educador soviético Makarenko, especialmente en lo que respecta a los maes-
tros y pedagogos y los funcionarios del Ejército y del Ministerio del Interior.
La obra de Makarenko cobra ahora, entre nosotros, una singular significación
que, como apuntara el profesor Knoblock, contiene enseñanzas útiles para ser
aplicadas en la psicoterapia de grupos.
Pero muchas de las ideas envueltas en esa aproximación social de los pro-
blemas de la Higiene Mental en Cuba Socialista no tienen más origen que el de
la práctica y la fina intuición revolucionaria de sus dirigentes de base.
Jamás podrá olvidársenos en este sentido la visita que hiciéramos al Cen-
tro de Rehabilitación de la Prostitución en Camaguey. Allí los miembros de la
Policía Nacional Revolucionaria realizaron una magnífica tarea, que comenzó

281
con la alfabetización y organización de las prostitutas de la ciudad para la lucha
"económica" contra los dueños de prostíbulos y proxenetas, como paso previo,
decidido por ellas mismas voluntariamente, de su ingreso en el Centro de Reha-
bilitación y del cual ya han salido más de un centenar convertidas en maestras de
corte y costura y trabajadoras de distintos oficios. Admirados por la corrección de
los procedimientos tácticos empleados, preguntamos a los dirigentes:
-¿En qué teoría o directiva se inspiraron ustedes para realizar este tra-
bajo?
-No, en ninguna, se nos ocurrió que así debía ser ---contestaron.
-Pero, ¿ninguno de ustedes leyó algún libro sobre esta cuestión? ¿No
leyeron a Makarenko?
-No -nos respondieron-; ahora es que vamos a leer algo sobre eso.
Así, de un modo casi empírico, y sin que existiera una inteligencia en-
tre los distintos ministerios y departamentos que se relacionan con la Higiene
Mental, se han ido concretando ideas y conceptos y precisando la ubicación
de problemas y de técnicas de enfoque, delimitándose esferas de específica
acción. [... ]
Sr. Presidente: Toca el tumo a la Ponencia de los doctores Armando de
Córdova y Leopoldo García Huerta. "Cuidado del Enfermo Egresado". [ ... ]
Nos parece oportuno incluir aquí, en el capítulo del trabajo, la superación
que en el mismo obtiene el paciente o en otras actividades. Nos referimos a
los estudios de superación. Estos estudios no solo se realizan en este momento
en relación con el trabajo, sino también en el campo de la superación política
(cursos de capacitación revolucionaria). [ ... ]
Nos interesa conocer la actitud del paciente ante el proceso revolucionario
y la influencia que este puede haber tenido en su salud mental.
Todo ello también nos interesa en relación con la familia, el trabajo y las
enfermedades adquiridas y la ganancia secundaria que se pretende alcanzar. [ ... ]

Conferencia nacional de instituciones psiquiátricas


VIERNES 31 DE MAYO DE 1963
SESION DE LA TARDE
Dr. Eduardo Gutiérrez Agramonte. Presidente
Dr. Alberto Galvizu Borrell. Secretario
PONENTES Y COMPONENTES
Dr. Diego González Martín

282
Dr. Armando de Córdova
Dr. Nicolás Morales Sotero
Dr. Leopoldo García Huerta
[ ... ] Dr. García Oliva: Compañeros: Nosotros venimos en representación
del Ministerio del Interior a hacer una breve intervención sobre los problemas
de principio que planteaba el compañero Diego González Martín.
Quizás estos problemas de principio que nosotros planteamos hoy aquí sean
motivo de discrepancia, y entonces mañana en su oportunidad discutiremos am-
pliamente el problema. Así que lo que vamos a hacer es el planteamiento.
Ustedes saben que el Ministerio del Interior es el organismo del Estado
que tiene la responsabilidad administrativa y ejecutiva de la política interior
del Gobierno Revolucionario. En este sentido, tenemos que lidiar con delin-
cuentes de la sociedad anterior, los que delinquían desde el poder capitalista,
los otros delincuentes de delitos llamados comunes, y tenemos que luchar tam-
bién contra los delincuentes que se organizan contra el Poder Socialista, o sea,
los contrarrevolucionarios. Entonces, tenemos instituciones, establecimientos,
para alojar a todos esos delincuentes, a los delincuentes contrarrevoluciona-
rios, a los delincuentes que delinquieron desde el poder capitalista -que les
llamamos esbirros comúnmente-, y también a los otros delincuentes, a las
llamadas lacras sociales, aquellos que cometían delitos comunes, y también los
que hacían actividades antisociales -prostitutas, proxenetas- etc. Ya ustedes
conocen todas esas actividades antisociales.
El compañero Diego González Martín, en la ponencia señalaba que la
labor de reeducación que nosotros hemos hecho en esos centros ha sido hecha
empíricamente, sin una normativa científica.
En primer lugar, yo quiero señalar que el compañero nos mencionó con
nuestro nombre propio en la ponencia y nos asignó la calificación de psiquiatra.
Nosotros somos unos aprendices de cirujanos que la Revolución nos sitúo en el
Ministerio del Interior, en la Jefatura de los Servicios Médicos de ese Ministe-
rio, y entonces desde allí tratamos de orientar desde un punto de vista político,
las labores de reeducación en lo que concierne a la cosa de los servicios médi-
cos del Ministerio. Así que quizás hayan términos psiquiátricos que nosotros
no podamos aquí usarlos con la frecuencia que ustedes están acostumbrados,
porque esa no es nuestra especialidad.
Entonces, como él señalaba, empíricamente los compañeros del Minis-
terio del Interior han hecho una serie de actividades de reeducación, que se
pueden calificar como actividades psicológicas, psiquiátricas o de Higiene
Mental propiamente dicho. El mencionaba un centro de reeducación que noso-

283
tros tenemos en la provincia de Camaguey de prostitutas, donde justamente él
llegó allí con otros compañeros, preguntaron, y los compañeros les dijeron que
nunca habían leído nada de eso; inclusive él les mencionó que si habían leído a
Makarenko, y los compañeros les dijeron que no, que ahora era cuando iban a
empezar a estudiar a Makarenko.
La labor que se ha hecho en el Ministerio del Interior ha sido una labor
que nosotros no hemos divulgado, porque consideramos que todavía está en
una fase experimental, a pesar de que ya lleva más de un año y medio de de-
sarrollo y funcionamiento, porque el criterio de la Dirección del Ministerio ha
sido no divulgarlo hasta ahora. Pero realmente, cuando ustedes la conozcan en
su amplitud van a observar los extraordinarios logros que se han conseguido
con la política que ha llevado el Ministerio; a pesar de que ha sido hecha en esa
forma, empírica, sin basamento científico, nosotros hemos atribuido el éxito a
la calidad humana, a la gran calidad humana de los compañeros que laboran en
el Ministerio. A veces compañeros con un nivel de escolaridad muy bajo, pero
con una conciencia revolucionaria extraordinaria, con un espíritu muy grande,
con un sentido claro de lo que es la solidaridad humana, de lo que es el amor
entre los seres humanos, con un deseo extraordinario de hacer las cosas bien
hechas, que quizás haya sido eso el motor principal que haya determinado que
esas actividades hayan sido tan fructíferas.
Nosotros no nos oponemos a que los compañeros psicólogos y psiquiatras
intervengan en estas labores de reeducación. En primer lugar, consideramos
que no le corresponde al Ministerio del Interior, sino al Ministerio de Salud Pú-
blica o al Ministerio de Educación -que ya eso es un problema a discutir entre
esos dos Ministerios-, los casos de los individuos que habiendo delinquido
nosotros no los podamos catalogar propiamente como enfermos. O séase: hay
una cantidad de personas recluidas en esos centros, y aquí la compañera Direc-
tora del Centro de Rehabilitación de Prostitutas, aquí está la compañera Direc-
tora del Centro de Reeducación de Menores de 14 años, que pueden señalar los
éxitos extraordinarios logrados en estos centros, y que efectivamente dentro de
esos centros hay menores y mujeres enfermas; nosotros podemos catalogarlos
como psicóticas o psicóticos, débiles mentales, niños oligofrénicos. Nosotros
no creemos que los métodos de reeducación que nosotros empleamos sean los
adecuados para tratar a enfermos. Y pensamos -y esa es una cuestión de prin-
cipios que nosotros planteamos aquí- que en nuestros centros de reeducación
no deben estar esos tipos de enfermos, y que esos tipos de enfermos los debe
de tratar el Ministerio de Salud Pública como enfermos, o si se considera que
son tributarios de métodos psicopedagógicos los debe tratar el Ministerio de
Educación. Pero nosotros no estimamos que son tributarios de nuestros centros
esos individuos.
284
Ahora, la experiencia nos ha demostrado que otros menores -inclusive
esos que ustedes veían por L y 23, por aquí por esta zona de la Rampa-, meno-
res con un índice de delincuencia elevado, o predelictiva, se han transformado
extraordinariamente en esos centros. Mujeres prostitutas, con una vida desorde-
nada, que en el momento actual son trabajadoras de vanguardia en los centros
donde están laborando. Eso se ha logrado por métodos nuestros. [... ]
Entonces, las condiciones de nuestros centros, los métodos de reeduca-
ción que nosotros hemos empleado, han logrado esos éxitos. Pero, efectiva-
mente, ha sido sobre personas no enfermas. Y nosotros consideramos que de-
bemos continuar con esos métodos empíricos, pero que han resultado exitosos
en la labor de reeducación que estamos haciendo con los delincuentes, que
es nuestra responsabilidad como Ministerio que tiene la responsabilidad de la
política interior del Gobierno Revolucionario.
Ahora, no obstante, nosotros estamos en la disposición de recibir asesora-
miento de psicólogos y psiquiatras, pero la selección de ese personal también
es una cosa que nos compete a nosotros. No es un problema que estemos ha-
ciendo planteamientos un poco envanecidos; pero, justamente, las caracterís-
ticas de nuestro Ministerio, las responsabilidades que nosotros tenemos de la
política interior ante el pueblo, nos hace a nosotros ser muy escrupulosos en la
selección del personal que nosotros vamos a llevar a nuestras instituciones, a ir
más a la concepción ideológica de ese personal.
Nuestra concepción marxista, nuestra condición de comunista, es una con-
dición muy arraigada, y tenemos especial cuidado en que el personal que trabaje
con nosotros sea un personal con unas concepciones ideológicas claras y defini-
das. Que puedan aplicar su ciencia, sus conocimientos científicos sobre una base
ideológica que nos permita el éxito, mayores éxitos de los que hemos logrado.
Yo creo que, efectivamente, si nosotros hemos logrado con compañeros
de una gran conciencia política, de un gran entusiasmo, esos éxitos, si tene-
mos el asesoramiento psiquiátrico de compañeros psicólogos y psiquiatras, los
éxitos serán mayores. Pero eso sí, tienen que ser compañeros que nosotros
seleccionemos, compañeros que nos garanticen que la orientación ideológica
de nuestro proceso de reeducación no va a sufrir ninguna desviación por con-
cepciones ideológicas idealistas de la sociedad anterior, que todavía pueden
haber reminiscencias de ellas en muchos compañeros, y que nos desvíen las
cosas nuestras, como nosotros las tenemos orientadas.
Esa es la cuestión de principio que nosotros queremos plantear aquí, que
quizás mañana sea motivo de discusión más amplia.
Las compañeras directoras de esos centros de reeducación están aquí, y
quizás les pudieran aportar en una forma concreta algo de la experiencia por

285
ellas obtenida, en los quince o veinte meses que ellas tienen de actividades en
esos centros.
La Mesa lo considera si lo estima así. [ ... ]
Sr. Presidente: Muchas gracias al compañero García Oliva. [... ]
Dr. Franz Stettmeier: Quisiera hablar de dos cosas. Una de poca importan-
cia, más bien un error cosmético de la Ponencia del Dr. Diego González, donde
se habla de los esfuerzos de las Universidades.
Quisiera que se añada que la Universidad de Oriente tiene una oficina del
estudiante casi desde el día de su fundación en el año 1947. Esta oficina de
orientación del estudiante fue uno de los primeros intentos -no sé si el pri-
mero en Cuba- de coordinar el trabajo de psicólogos [... ], y de un psiquiatra
propiamente dicho, con consulta colectiva y consulta individual. Yo creo que
por justicia histórica debía añadirse.
La segunda cosa es que la misma Universidad, desde el año 1950 hasta
el año 1960, tuvo una consulta del "niño problema" que era, en cierto sentido,
también nueva, porque era una consulta de psicología clínica y psiquiatría gra-
tuita, y ofrecida al pueblo en general. [... ]
Así, yo propongo, primero, que estos dos pequeños hechos se pongan,
para completar el informe sobre los Esfuerzos de la Universidad. [... ]
Déjenme decir algo que ustedes deben saber mucho mejor: que la familia
sustitutiva es un invento del pueblo cubano de muchos años. Antes no hubo fa-
milia en que no pocos pacientes potenciales de nosotros estaban, como se dice,
arrimados: la solterona, las divorciadas, el anciano lisiado, estaban arrimados
en familias más grandes, en la época antes de la industrialización. Así que tam-
poco en este sentido nacionalmente es nada nuevo, sino algo muy practicado,
que nosotros podríamos probablemente organizar.
Nosotros, que tenemos la suerte de ver -ustedes más jóvenes, yo más
avanzado en edad- la construcción del socialismo; el socialismo, entre otras
cosas, construye aldeas, pueblos nuevos, totalmente nuevos, en las Granjas del
Pueblo, o en cualquier otra relación. Propongo, si no sería posible -y tampoco
es una cosa nueva-, uno o dos pueblos transformarlos en pueblos mixtos de
la Granja y de Enfermos Crónicos [ ... ] que tengan su trabajo productivo [... ]
con la asistencia de psiquiatras desde el comienzo, [ ... ] una cosa que podría ser
muy bonita, muy humana y muy eficaz.
Sr. Presidente: Muchas gracias, Dr. Stettmeier.
Para un adendum, el Dr. Abdo Canasí tiene la palabra.
Dr. Abdo Canasí: Quiero tener la oportunidad de decir esto: en nuestra
visita a la Unión Soviética, con los compañeros Córdova, Bustamante, Araujo
y Ordaz, a nosotros nos refirieron en el Ministerio de Salud Pública que el mé-

286
todo que ellos llaman de patronaje, es precisamente el método de familia susti-
tutiva de que habla el Dr. Stettmeier, que era usado desde hacía mucho tiempo
un tanto empíricamente en la Unión Soviética, y que había sido desechado,
había sido impulsado de nuevo por el Ministerio de Salud Pública, porque lo
consideraban lógico, económico. O sea, mandaban a los enfermos y le pagaban
a la familia por tener al enfermo en su casa, o sea, le daban una familia susti-
tutiva. Y ellos veían con muy buenos ojos que era un medio formidable para el
tratamiento de los enfermos crónicos.
Me parece que es una cosa interesante y que quise señalar. [... ]
Dr. Julio Feijoo: Yo no pensaba hablar hoy, pero cuando entré estaba ha-
blando el compañero Oliva y esto me ha animado a venir aquí y a hacer unas
cuantas preguntas y a orientarme. Naturalmente, que lo que yo voy a presentar
ahora no son aportaciones, sino interrogaciones, que creo que deben dilucidar-
se ahora, ya que las Ponencias que se van a leer en el día de mañana, en lo que
se refiere a la Coordinación Psiquiátrica, y en las del domingo, en lo que se re-
fiere a Legislación Psiquiátrica del compañero Galigarcía, necesitan alguna luz
previa, si es que vamos a hacer algo constructivo, que es muy necesario. [... ]
Cuando entré el compañero Oliva estaba hablando de esas cuestiones. Y
al principio, cuando yo había venido a las sesiones de hoy, venía muy confuso.
Desde hace varios meses estoy muy confuso, cada vez más confuso en este
problema psiquiátrico judicial; pero después que oí al compañero Oliva pues
no podía seguir así. Por eso es por lo que pedía venir al micrófono.
Y aprovecho la oportunidad que tengo de que esté el compañero Oliva
aquí, a ver si me puede contestar algunos de los puntos.
El compañero Oliva nos refiere que está en el Ministerio del Interior de-
dicado a combatir a ciertos elementos disociales y asociales, y a ese efecto ha
procedido a instituir unos centros reeducativos de esos elementos.
La primera pregunta que yo me hago es ésta: ¿Qué criterio médico-jurí-
dico se sigue en estas cuestiones?, porque en estos momentos existe una fal-
ta total de coordinación en lo que se refiere a la aplicación del concepto de
peligrosidad. Yo quisiera que el compañero Oliva fuera tan amable que nos
ilustrara sobre lo que debemos entender por peligrosidad en estos momentos.
En estos momentos existen dos criterios de peligrosidad. Uno, en el Có-
digo de Defensa Social, artículo 48, inciso A, que define la peligrosidad como
una predisposición morbosa congénita o adquirida por el hábito que, debilitando
los frenos inhibitorios, hace que el individuo tenga propensión a delinquir. Este
concepto de peligrosidad fue ampliado por el Tribunal Supremo, en Doctrina
reiterada de agosto y septiembre de 1940 -22 o 23 de agosto, y en septiembre
del mismo año- en dos casos; y en una de ellas con Ponencia del doctor Emilio

287
Menéndez y Menéndez, de la Audiencia, ratificada por el Supremo, se establece
bien claro que tratándose de un problema morboso, que implica el concepto de
enfermedad, necesariamente debe llevar el asesoramiento psiquiátrico para po-
der dictaminar el grado de peligrosidad del sujeto.
Pero, el año pasado, dos meses después de haber celebrado nuestra Con-
ferencia Psiquiátrica, salió un Decreto en la Gaceta Oficial, donde el Ministro
del Interior puede, per se, declarar el estado peligroso de un sujeto sin ase-
soramiento médico, y a ese efecto solamente requiere del asesoramiento de
miembros de la CTC, de la Federación de Mujeres Cubanas, de los Sindicatos
y Comités de Defensa.
Entonces, nosotros lo primero que encontramos en estos momentos son
dos conceptos de peligrosidad totalmente distintos.
La confusión que yo venía sosteniendo y la cantidad de discusiones que
he mantenido con distintas personas del foro durante estos meses, que ninguno
me ha sabido explicar cómo es posible esta dualidad, se me acaba de agudizar
más, cuando el Dr. Oliva me habló de predelincuencia, término que por prime-
ra vez oí en la tarde hoy, y me ha intrigado mucho, porque puede ser que haya
una figura que yo desconozco. Y yo quisiera que nos explicara, porque yo co-
nocía la peligrosidad predelictiva, pero como la predelincuencia no la conozco,
quién sabe si eso sea lo que está tratando el Ministerio del Interior. Pero, de
todas maneras, hay algo más. En el Código de Defensa Social de diciembre de
1958, de la Unión Soviética, el concepto de peligrosidad que se recoge no es
el que se mantiene en Cuba, en el Decreto que salió el año pasado en la Gaceta
Oficial. Entonces, nosotros nos encontramos con que existe en estos momentos
en Cuba una peligrosidad no reglamentada que supongo que será a la que hace
alusión el compañero Oliva cuando habla de sujetos que ellos tratan que no
son enfermos.
El habló -me parece que habrá la copia taquigráfica- del sujeto no en-
fermo, y ahora es donde me he confundido yo más, que es lo siguiente: de
acuerdo con todas las doctrinas del delito, inclusive la que se ha mantenido en
la Unión Soviética hace años -desde el principio y ahora-, el problema del
delito se considera como una enfermedad. Y eso se viene manteniendo desde
hace más de doscientos años en Alemania, mucho antes de que Lombroso aso-
mara la nariz por este globo.
Pero ahora resulta que nosotros nos estamos encontrando con una cosa muy
curiosa: los delincuentes normales -y esto sí que me ha preocupado. En el libro
de Psiquiatría de Sluchevski, página 115, se interpreta el concepto -el libro de
Sluchesvski es soviético- de peligrosidad desde el punto de vista reflexológico,
como lo siguiente: "El sujeto no está reflejando la realidad objetiva".

288
Como el individuo no refleja la realidad objetiva, entonces es un enfermo;
él, sin embargo, es consciente de que tiene propensión a delinquir, o sea, a
proceder en contra de las normas ambientales, lo que debía de reflejar de una
manera adecuada. Esto está de acuerdo, y explica que ese dilema que algunos
presentan como "si el Estado socialista crea mejores condiciones ambientales
no debía existir el delito, porque las condiciones son ideales", cosa que no
sucedería en el régimen capitalista. Y algunos detractores del socialismo le
dicen: "¿cómo es posible que hayan delincuentes en un lugar donde se hacen
las cosas tan bien hechas?". Entonces, se explica esto desde el punto de vista
reflexológico por un trastorno en la mentalidad del sujeto. Pero como el sujeto
es consciente de su propio trastorno, se le sanciona, porque siendo consciente
de eso no se pone en tratamiento y se deja llevar por sus impulsos.
Naturalmente que todo esto viene a traer, en consecuencia, una cosa: que
el concepto de peligrosidad, tanto en los países socialistas como en los países
capitalistas, tiene un origen común idéntico.
Pero como resulta que ahora nos encontramos que el dictamen en Cuba,
en estos momentos, se puede hacer a través de un informe exclusivamente so-
cial y no psicológico, la pregunta mía es ésta: ¿existe otro tipo de peligrosidad?
Quien sabe si el compañero, que está en el lugar donde esa peligrosidad se
combate, pudiera informamos.
Y esto lo hago sencillamente -presentar esta serie de preguntas- porque
tengo interés, cuando se vaya a tratar el tema Legislación Psiquiátrica por el
compañero Galigarcía, que se pueda acometer este tema un poco más profunda-
mente; y como preámbulo de esto, en esa ocasión esperamos poderlo discutir un
poquito más profundamente, ya que estará aquí el Dr. Antonio Cejas, Profesor de
Ciencias Jurídicas y, además, uno de nuestros abogados más distinguidos.
No quiero, por lo tanto, que parezca que quiero entrar en el terreno ju-
rídico en esta Conferencia Psiquiátrica, pero para coordinar mejor las cosas
yo pido entonces al compañero que nos exprese cuáles son los criterios que
existen sobre el particular, que creo que merecen ser tratados en este momento
para la cuestión de la coordinación psiquiátrica también, ya que el compañero
expuso solamente la necesidad del tratamiento de los antisociales.
Eso es todo lo que quería plantear aquí.
Sr. Presidente: Muchas gracias al Dr. Feijoo. [ ... ]
Sr. Presidente: [ ... ] Yo quiero significarle a los compañeros del Ministe-
rio del Interior que el grueso de su exposición en el sentido de asesoramiento
psiquiátrico por compañeros calificados, será discutido en el día de mañana
puesto que esto envuelve una faceta de coordinación. [ ... ]
Dra. Diana Rodríguez Fuentes: Yo quiero tomar la oportunidad que me
brinda esta Conferencia para hacer unos pequeños aportes, para hacer algunas

289
sugerencias y para tratar de un problema de semántica --como diría el compa-
ñero Feijoo-, sobre todo porque hay una palabrita que me molesta extraordi-
nariamente desde que la oí por primera vez. [ ... ]
La cuestión semántica que tanto me molesta es el nombrecito de "lacra
social". Tuve la oportunidad -y el doctor Gutiérrez Agramonte redactó la
carta por mí- de dirigirme a ese Departamento, y cuando él me dijo el nom-
bre por poco me caigo. Porque si estamos ahora considerando problemas de
dignidad humana, de evitar discriminación, ¿por qué hablar de rehabilitación
de prostitutas y de proxenetas y de lumpen y de todas esas cosas? ¿Por qué
categorizarlos, si los vamos a rehabilitar? ¿Por qué no llamarles simplemente
rehabilitación de menores y de adultos?
Me parece que el nombrecito debe cambiar y lo propongo aquí como una
sugerencia al compañero del Ministerio del Interior.
Sr. Presidente: Ya está cambiado, y se llama así como ella dice (APLAU-
SOS).
Dra. Diana Rodríguez Fuentes: ¡Ah, magnífico!
Dr. García Oliva: Nosotros no le llamamos rehabilitación, sino reedu-
cación.
Dra. Diana Rodríguez Fuentes: En cuanto a las familias sustitutivas de
que habla el doctor Stettmeier, me parece que esa es una cuestión de mucha im-
portancia y de no tan difícil realización en los países socialistas como él dice,
puesto que nosotros lo usábamos allá; yo por lo menos en los últimos doce años
y antes de mi pues creo que treinta años antes, con mucho éxito y sin ninguna
dificultad. La cuestión sería considerar la psicología del cubano con respecto a
estas cuestiones, puesto que los cubanos tienen hasta dificultad de recibir a sus
propios familiares cuando salen del Hospital, mucho menos recibir a uno que
ni siquiera es pariente.
De manera que me parece que esto requeriría un poquito de estudio antes
de llevarlo a efecto. Otra cuestión que quería mencionar, y esto funcionando
"por la libre" --como se dice ahora- con respecto a la utilización de granjas
para enfermos mentales. Nosotros lo estamos haciendo sin contar con nadie.
Simplemente tenemos -recuerdo en estos momentos- una pareja, los dos
estaban psicóticos -ella en nuestra sala, él en el servicio de hombres- , y los
dos funcionan actualmente en una granja cerca de Mazorra.
En cuanto a la organización de clubes para enfermos egresados, volve-
mos a caer otra vez en el problema discriminatorio. ¿Por qué no usamos los
Círculos Sociales Obreros, sin establecer diferencias? O sea, reintegrarlos a la
sociedad. ¿Por qué crear un club para egresados de un hospital psiquiátrico?
Simplemente ponerlos en el club de la comunidad donde vive. [ ... ]

290
Y esto es lo que yo quería decir (APLAUSOS).
Sr. Presidente: Muchas gracias a la doctora Diana. Damos la palabra al
profesor Armando de Córdova.
Dr. Armando de Córdova: Primero, compañero, para referirme a uno de
los párrafos de la brillante Ponencia del compañero Diego González esta ma-
ñana. El hablaba en uno de los párrafos que el aumento de la cifra de psico-
neuróticos en los Estados Unidos se contrasta notablemente con el fenómeno
de su descenso en la Unión Soviética, según testimonio de compañeros que
la han visitado, luce indicar la condición neurotizante por excelencia de las
contradicciones de la sociedad capitalista. Sin, desde luego, negar nada de esto
-que es absolutamente cierto- hay el peligro en algunas personas de caer en
el romanticismo socialista de considerar que basta media vez que se llegue al
socialismo para evitarse automáticamente la existencia de las neurosis.
Las neurosis existen también en la Unión Soviética, y, desde luego, en
los países socialistas en transición, como el de Cuba, es de una importancia
extraordinaria.
Para recordar exactamente la cifra, una por cada cien personas, un hom-
bre por cada cien, y dos mujeres por cada cien, dejan veinticinco días al año
aproximadamente de trabajar en Checoslovaquia por problemas neuróticos.
Por tanto, con esto queremos enfatizar la importancia de la neurosis aun
en los países socialistas. [ ... ]
En cuanto a la compañera Diana Rodríguez, le plantamos que, en efecto,
el Club no es un Círculo. Parece que el Club o Círculo, no es propiamente un
Círculo Social... ya son muchos los países que lo están utilizando, y se reco-
mienda la ventaja de este Círculo, en primer lugar, un círculo para enfermos
crónicos y subagudos egresados, que necesitan no solo del entrenamiento sino
de charlas y de psicoterapia de grupo de diferentes clases. De modo que en este
sentido es que se utiliza la palabra Club, Club Psicoterapéutico.
De todas maneras, nos hace un jalón muy grande y un complemento en
la numerosa cantidad de esfuerzos que se están haciendo hoy en Cuba, y lo su-
gerimos muy insistentemente. Y precisamente, por ejemplo, en el caso nuestro
del Hospital "Fajardo" en que no tenemos posibilidades físicas de establecer
con buenas perspectivas un hospital diurno, o centro diurno, el Club o Círculo
sería de una ventaja extraordinaria; y lo mismo sería, por ejemplo, para el Dr.
Collado, que tiene semejante situación. Podría hacerse, por ejemplo, en una
casa de las cercanías del Vedado o Alta Habana, de las muchas que están des-
ocupadas, en fin, en las que se pueden utilizar no solo las Salas de Recreo, sino
los jardines, y en definitiva, eso sería una proposición. O séase: ampliar los
Servicios de estos hospitales que no tienen desgraciadamente por sus condicio-
nes físicas posibilidad de atender adecuadamente a estos pacientes.

291
Por lo demás, los Círculos Psicoterapéuticos, los Clubs generalmente fun-
cionan de noche. Ustedes saben que los Círculos Sociales cierran todos a las
ocho. Esa sería otra de las ventajas del círculo este, que además significa otra
cosa muy diferente.[ ... ]
Dr. Diego González Martín: Nosotros vamos a resumir el contenido de la
discusión en lo que respecta a la ponencia inaugural de la Conferencia. Y lo
vamos a hacer directamente, sin una reunión previa, porque me parece que téc-
nicamente es posible. En primer lugar, no creo que se hayan formulado en lo que
respecta al contenido general de la ponencia, como ustedes habrán visto, cuestio-
nes de principio; no creo que se haya expresado ninguna concepción antagónica
irrebatible con la misma. Se han expresado opiniones que tocan matices diversos,
que pueden ser objeto, naturalmente, de discusión, pero que no entran en contra-
dicción con los puntos de vista generales sustentados en la ponencia.
Algunos aspectos de esta ponencia no han sido implícitamente tratados,
pero por el contexto de las declaraciones aquí formuladas por diversos compa-
ñeros, se observa que sí es cuestión de concepto general de todos nosotros aquí
reunidos, que los problemas de la higiene mental, el encaramiento de estos pro-
blemas difiere notablemente según sea el tipo de sociedad en la cual ocurren.
Hemos señalado en nuestra ponencia original las profundas contradiccio-
nes que hacen imposible prácticamente en una sociedad capitalista, el enca-
ramiento y la solución de los problemas que en ella se confrontan, porque los
intereses generales de higiene mental de la población entran en contradicción
directamente con el status mismo de esta sociedad.
Este es un criterio sustentado en nuestra ponencia, que creo no ha sido
rebatido por ninguno de los compañeros aquí presentes.
El otro punto de vista es el de que las manifestaciones contradictorias que
pueden sustentarse, no lo son de manera irreconciliables, en la sociedad socia-
lista hay la oportunidad por derecho para cada uno de sus miembros de expresar
sus opiniones en tanto no lesionen el interés fundamental de esa sociedad, o sea,
en tanto no lesionen el interés de la inmensa mayoría del pueblo.
Aquí tenemos opiniones distintas acerca de cuestiones, de matices, cues-
tiones indudablemente algunas de gran interés, filosófico incluso, y todos esos
puntos de vista no son realmente irreconciliables, sino que pueden ajustarse
dentro de una norma general que tienda al sacrificio y al enriquecimiento de la
propia sociedad socialista, que tienda a mejorar los efectivos de esa sociedad
en su lucha contra la naturaleza, en su lucha contra la enfermedad, y en el esta-
blecimiento de normas de verdadera sanidad para el pueblo.

292
De manera que ese es otro principio también establecido en la ponencia,
que no creo que haya sido objeto de contradicción aquí por parte de los compa-
ñeros que han participado en el debate. [... ]
En los que respecta al problema del concepto "responsabilidad social",
del individuo frente a la sociedad; este concepto que puede ser en su inter-
pretación desde los ángulos jurídicos, objeto de interpretaciones distintas, sin
embargo es una realidad en la práctica social, y no solamente en la práctica de
la sociedad socialista, sino incluso de la sociedad capitalista, que establece dis-
tingos indiscutibles entre el delincuente y el perturbado mental, aunque a am-
bos problemas concurran circunstancias psicológicas en una forma o en otra.
Se trata a mi juicio de un problema de niveles, sencillamente; de niveles,
en que en un caso en la comisión del delito aunque en él actúan factores psi-
cológicos y a veces factores psicopatológicos a nivel del delito, es la sociedad
fundamentalmente la que interviene. Y este es también un criterio que en los
países socialistas conlleva el criterio de responsabilidad profunda del individuo
para sus semejantes, para sociedad, para la moral, para la propiedad socialista
y para el estado socialista.
De manera que esta distinción, que la llevan a la práctica los compañeros
del Ministerio del Interior, yo creo que también igualmente como distinción
que se establece así de esta forma por la práctica de la vida social misma, tam-
bién ha sido recogida en la ponencia, y creo que no hayan estado en contrac-
ción con ella; y solo las contradicciones se han expresado en ciertos aspectos
jurídicos, que podrán ser motivo de tratamiento en la polémica de carácter
jurídico. [ ... ]
De manera compañeros, que a menos que surja alguna pregunta de los
presentes, podemos manifestar que esta ponencia me luce -ponencia funda-
mental de declaración de principios- ha sido aprobada de una manera prác-
ticamente unánime, y que puede ser publicada conjuntamente con la adición
de los compañeros del Hospital Psiquiátrico, como cosa elaborada ya por la
Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas. [... ]

Conferencia nacional de instituciones psiquiátricas


SABADO 1º DE JUNIO DE 1963
SESION DE LA TARDE
Dr. Leopoldo E. Araújo. Presidente
Dr. Jorge López Valdés. Secretario

293
PONENTE Y Co-PoNENTEs:
Dr. Carlos Acosta Nodal
Dr. Pérez Villar
Dr. J. Geller
[ ... ] Tiene la palabra el Dr. Carlos Acosta Nodal.
Dr. Carlos Acosta Nodal: "Coordinación de Servicios Psiquiátricos y de
la Prevención".
Toda labor de planificación en asistencia psiquiátrica debe estar orientada
al cumplimiento de los principios que rigen la asistencia médica en un país
socialista.
Es bien conocido el derecho que asiste a todo ciudadano a recibir una
pronta y eficaz asistencia por parte del Estado.
Corresponde a los dirigentes del Ministerio de Salud Pública el estableci-
miento de las normas y medidas que aseguren la posibilidad de obtener dichos
beneficios asistenciales. [ ... ] Una buena organización y planificación no debe
dejar lugar para el capricho y la improvisación.
Esto, no obstante, debe quedar bien entendido que esta manera de gober-
nar y ejecutar basada en las directrices del centralismo democrático, no excluye
la amplia discusión a todos los niveles por aquellos que de alguna manera
puedan hacer aportaciones, modificaciones y mejoras a las medidas que se hu-
biesen dictado. Es así, que hoy traemos ante ustedes, asistentes a la Primera
Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas nuestra Ponencia sobre
"Coordinación de Servicios".
Recordemos para empezar que el enfermo mental es inimputable e iner-
me incapaz de valerse por sí mismo, razón por la cual el Estado está obligado
a ejercer más que con cualquier otro, el tutelaje o custodia y cuidado de los
mismos. Su conducta, además, puede parar en perjuicio de terceros a los que el
Estado está también en la obligación de proteger y amparar. Resultaría absur-
do, inhumano, y ajeno al derecho, el negarle la asistencia a un ser tan desvalido
como lo es el enfermo mental. [ ... ]
Quede pues asentado en principio que toda persona tiene derecho a ser
admitida en una institución psiquiátrica cuando las circunstancias así lo acon-
sejen, y que el dictamen sobre existencia o no de tales circunstancias, debe ser
precedido de un minucioso estudio hecho sobre base científica por psiquiatras
especializados. [ ... ]
Los pacientes del grupo A (neuróticos y trastornos de la personalidad) son
considerados como pacientes ambulatorios y serán tratados en los servicios de
Consulta Externa de los hospitales y ocasionalmente en los "hospitales de día",
salvo cuando son pacientes de grave riesgo de suicidio.

294
En los grupos B y C (psicópatas y procesados) están incluidos los pacien-
tes que han entrado (o están en disposición de hacerlo) en conflictos con la
sociedad. Este grupo resulta sin duda el más complejo de más difícil solución;
sobre él se ha pensado mucho y se ha hecho poco; quizás un rápido avance en
materia legislativa es todo lo que se obtuvo en el pasado. Hoy, sin embargo,
ya hay planes en ejecución, como los centros de rehabilitación de prostitutas y
los que se llevan a cabo en los niños que pertenecen a esta categoría o irían a
parar a ella. [... ]
Para los enfermos que en mayor o menor escala presenten características
antisociales, se sugiere la creación de los centros de rehabilitación para alcohó-
licos y para narcómanos; las granjas y talleres para el tratamiento de los vagos,
las prostitutas y los proxenetas y para, en fin, cualquier tipo de sujeto cuya
conducta sea de carácter psicopático. Alguna de estas organizaciones puede
tener el carácter de "comunidades terapéuticas".
La constitución de una sociedad más justa no puede ignorar a aquellos
cuya enfermedad está más directamente vinculada a lo que es base y sustancia
de una revolución socialista; la forma de convivencia entre los hombres: ya
que toda transformación en lo material tiene como última meta la liberación y
felicidad de la especie humana.
Si al implantar el socialismo estamos haciendo la mejor profilaxis de la
vagancia, la mendicidad profesional, la truhanería y otras formas de delincuen-
cia, bueno es recordar que por difícil que esto sea hay que intentar además de
la profilaxis la curación de tales enfermos sociales, pues no por débiles y con-
trahechos podemos repudiarlos u olvidarlos. [ ... ] (APLAUSOS). [... ]

Conferencia nacional de instituciones psiquiátricas


DOMINGO 2 DE MAYO DE 1963
SESION DE LA MAÑANA
DR. Armando de Córdova. Presidente
MEsA:
DR. W. l. Barabash
DR. Villa Landa
DR. Boris Klaindorz
DR. García Fleites

Dr. Diego González Martín: Compañeros: ayer el Comandante Ordaz


-que les va a ofrecer una comida a los Delegados de la Conferencia- me
informó que por razones de la organización en el Hospital, era preciso que

295
estuviéramos todos a las doce del día en el Hospital Psiquiátrico de La Habana.
Eso se debe a cuestiones organizativas del Hospital.
Entonces, quiere decir que debemos trabajar con la vista puesta a poder
disfrutar de este acto de compañerismo y compenetración después de estos días
de trabajo.
El otro problema que se plantea es que hay una serie de compañeros aquí
que no tienen medio de transporte. Les rogamos a los compañeros que sí tie-
nen medios de transporte -yo ofrezco el mío ya- que ayuden a los demás
compañeros a trasladarse al Hospital Psiquiátrico. Es una cuestión que puede
resolverse aquí entre los compañeros que tienen medios de transporte, que in-
viten a los demás compañeros. Yo creo que así hay la posibilidad de que todos
podamos ir, llegar allá.
Sr. Presidente: Debo anunciarles, primero que en la mañana de hoy dos te-
mas van a ocupar nuestra atención: Psiquiatría de Guerra, como una Ponencia;
y Psiquiatría y Ley, del doctor Galigarcía.
Quería, como Presidente de la Mesa, y también en mis funciones de Presi-
dente de la Sociedad Cubana de Psiquiatría, que conjuntamente con el Ejecutivo
de la Sociedad y toda la Sociedad comparte con la Comisión de Salud Pública,
la organización de esta brillante Conferencia que hubo de iniciar --con su in-
terés- el Dr. Galigarcía. Queremos hacer una nueva exhortación para que los
disentimientos -si es que ocurren- ocurran en un plano de disentimiento culto.
Entendemos que esto es una cosa fundamental. Esta Conferencia ha sen-
tado en muchos puntos bases importantísimas, y ésta debe ser una de ellas;
otra, de las que ha sido muy importante, ha sido el conocimiento de cada uno
de nosotros de los demás; el conocemos ha sido algo muy importante, porque
nos da ocasión para saber lo que se hace, y lo respetable que hay en cada uno
de nosotros. [... ]
Dr. Villalanda: Como les ha informado ya a ustedes el Dr. Córdova, en
la organización de esta Conferencia tomó una parte muy activa el profesor
Bermann, que fue el coordinador de todas las Ponencias y trabajos sobre psi-
quiatría militar. Obligaciones médicas le impidieron a él cumplir sus deseos
de tomar parte en esta Conferencia y tuvo que marchar a su país, por lo que
me pidió hiciera el favor de leer la introducción que él había escrito, y que
era la parte fundamental de su exposición de Introducción a los problemas de
psiquiatría militar. Si ustedes me permiten, yo voy a leer lo que él dejó escrito:
"La Psiquiatría en tiempo de guerra" [ ... ]
Los problemas de la psiquiatría militar comprenden muchos otros aspec-
tos, que van de las implicaciones psiquiátricas de la guerra atómica, bacterioló-
gica y química, hasta los de la guerra psicológica y la guerra fría. [ ... ]

296
En toda guerra, médicos y psiquiatras se preocupan por colocar a las tro-
pas en las mejores condiciones físicas, mentales y emocionales, para lograr
sus objetivos con la eficiencia posible. Pero hay que subrayar la diferencia
sustancial entre las guerras imperialistas, de conquistas y coloniales, con las
guerras de liberación y de defensa de la soberanía, como la que Cuba está
librando. Esta diferencia de orden político, social y económico, es de impre-
sionante importancia y significación, de grandes consecuencias en el aspecto
psiquiátrico; lo que no excluye la utilización de las experiencias médicas en las
guerras pasadas.
En esta guerra nacional y popular las Fuerzas Armadas Revolucionarias
son una parte, sin duda importantísima, de LA NACION EN ARMAS. Parti-
cipan en la lucha hombres y mujeres, adolescentes y ancianos, y hasta niños,
todo el pueblo sin discriminación, hasta los inválidos. El espectáculo del pue-
blo cubano cuando la invasión a Playa Girón, y en la reciente crisis del Caribe,
despierta el recuerdo de las grandes gestas de la historia, episodios de la Biblia,
Sagunto, Caupolicán, las Guerras Revolucionarias de la Unión Soviética y de
la China de Mao, de la Guerra Antifascista de España, dispuesto a cuanto sacri-
ficio fuere necesario para defender su derecho a vivir libre y dignamente. [ ... ]
Empero, sería ceguera desconocer que también en las guerras de libe-
ración y defensa, los habitantes arrastran una pesada herencia, la de las la-
cras, costumbres y modalidades acumuladas en largos siglos de explotación,
de opresión política, física y mental. No es posible que hombres y mujeres,
sobre todo los de la clase media -aunque no solo de ésta- se desprendan de
inmediato de las taras de este pasado. A menudo necesitan un largo, difícil y
duro proceso de rehabilitación y readaptación. Claro está que la Revolución
pone principalmente sus esperanzas en la gente nueva, en los niños y jóvenes
que está formando, pero también tiene que contar con la gente madura, y ha de
afrontar a los que están viciados, a los que son activa o potencialmente contra-
rrevolucionarios. Es de aquellos y de estos sectores que procederán en buena
parte los contingentes que tendremos que atender y cuidar. Sin duda las heridas
de la guerra, las tensiones terribles de los bombardeos, los shocks emocionales,
las carencias de distinta índole, las infecciones e intoxicaciones, la disposición
premórbida, la sobrecarga de trabajos y responsabilidades, pueden provocar,
aún en los mejores, dolencias y estados patológicos, pero más fácilmente recu-
perables que los anteriores.
También en este aspecto la Revolución acude en nuestra ayuda, porque es
la GRAN LIBERADORA. No solo en el orden nacional, político y económico,
sino que libera al mismo tiempo las mejores fuerzas intelectuales, afectivas y
morales, que cada uno de los que participan lealmente en la Revolución lleva

297
en sí mismo. En la época de la explotación capitalista, aún gente buena se
replegaba en sí misma, o en sus hogares, y se convertía por influencia de con-
diciones malignas de existencia, en egoísta y mezquina. La Revolución es la
gran liberadora, pero no hay que esperar todo su desarrollo natural y espontá-
neo; hay que ayudar a nuestros semejantes a adquirir la conciencia necesaria y
tenga la conducta debida para contribuir a la misma edificación de la sociedad
socialista. Este es el gran antídoto de una mala salud mental, y en esta impor-
tante tarea tiene su lugar el psiquiatra y el higienista mental, en los frentes, en la
retaguardia, y en todo lugar en que se encuentra. Sin descuidar, naturalmente,
los otros instrumentos, nuestro dominio más específico es la salud mental y las
fuerzas morales.
Había quedado con mis compañeros en el relato de este subtema tratar de
mi experiencia en la Guerra de España. Exponerla sería muy largo; ella está
contenida en su mayor parte en el libro que pronto se editará por disposición
del Ministerio de Salud Pública.
Resumiré mi experiencia en estas dos palabras: para ser un buen psiquia-
tra en esta guerra es necesario principalmente ser un buen revolucionario. Y
nada más (APLAUSOS) [ ... ]

Conferencia nacional de instituciones psiquiátricas


DOMINGO 2 DE MAYO DE 1963
SESION DE LA TARDE
(ALMUERZO)
MEsA:
DR. Mario Escalona
DR. Eduardo B. Ordaz
DR. Diego González
DR. Edmundo Gutiérrez Agramonte
DR. José Galigarcía
DR. Sidney Orret

Dr. Carlos A Nodal: Cuando el Dr. José Galigarcía, que tuvo la feliz idea
de que se celebrara esta Conferencia que fue acogida inmediatamente por la
Comisión Nacional de Psiquiatría, propuso que se celebrara esta Conferencia,
nosotros entendíamos que era una reunión útil, que iba a ser provechosa.
Sabíamos que iba a ser una reunión útil y provechosa desde el punto de
vista científico, y los hechos no han frustrado nuestras esperanzas. Porque a
298
través de la misma se ha podido elaborar todo un programa de futuras realiza-
ciones en el campo de la asistencia psiquiátrica; donde hemos recibido aportes
no solamente de los médicos, sino de los psicólogos, trabajadores sociales,
estudiantes de psicología y de compañeras abnegadas que, sin tener una pre-
paración especial, están trabajando a nivel del Ministerio de Interior, que si
quizás no nos han dado los aportes más científicos, sí nos han dado su aporte de
calor humano más grande y también es lo que más nos ha conmovido a todos.
Esto es desde el punto de vista científico lo que nosotros esperábamos y
lo que hemos obtenido de esta Primera Conferencia Nacional de Instituciones
Psiquiátricas. Pero donde ha sido más provechosa la Conferencia ha sido en
las relaciones humanas, cosa que, por supuesto, en una reunión de psicólogos,
trabajadores sociales, psiquiatras y trabajadores de la psiquiatría en general,
pues es algo que se destaca mucho y se comprende perfectamente. Ha dado
oportunidad para conocemos, pues había una serie de personas de las cuales
oíamos hablar y nunca habíamos tenido la oportunidad de estrechar su mano no
de conocer sus trabajos. No quiero mencionar nombres, porque serían muchos
y quizás si alguien quedara olvidado podría sentirse relegado. Pero me refiero,
por supuesto, desde el punto de vista nuestro a las compañeras pedagogas,
psicólogas y trabajadores sociales.
Supongo que una cosa similar les habrá pasado a ellas con respecto a
nosotros los psiquiatras.
Otro elemento que se ha destacado en el curso de la Conferencia, es el
hecho del enorme interés que los distintos sectores tienen en el mejoramiento
de la salud mental de la población. Y también es sorprendente la comunidad
de ideas; cómo personas que estamos tan separadas en nuestra actividad pro-
fesional tenemos ideas tan similares respecto a cuáles son las medidas que
deben implantarse para una mejor asistencia psiquiátrica. Pero estas medidas
no han sido defendidas allí de manera fría, sino de manera apasionada; tanto
es el ardor por trabajar que han demostrado algunos compañeros, que hubo
ocasión -y en este caso participé yo, sin saberlo, de la situación- en que un
compañero entendía, o varios compañeros entendían que nosotros queríamos
privarlos de una Institución, y queríamos que esta Institución pasara a Salud
Pública. No había el afán egoísta de coger la Institución por parte de ellos,
sino simplemente el afán de dar su mejor esfuerzo, porque entendían que ellos
eran los más capacitados y estaban totalmente en lo cierto. Lo único que no
sabían era que cuando nosotros hicimos la Ponencia, no hicimos una Ponencia
solamente para médicos psiquiatras; hicimos una Ponencia para todos los que
iban a estar allí presentes, siempre pensando que en una Cuba revolucionaria
como la de hoy las separaciones entre sectores no tienen más intención que la
de facilitar y mejorar el trabajo. [ ... ]
299
Todavía no se ha terminado la Conferencia, y esperamos obtener de ella
beneficios muchos mayores, especialmente con la Ponencia que han presen-
tado los compañeros de las Fuerzas Armadas. Estos son compañeros que, por
razones de trabajo, también están un poco alejados de las actividades del resto
de los psiquiatras. Esta es una magnífica oportunidad para intercambiar opi-
niones, para conocer sus necesidades y para aunar nuestros esfuerzos para la
realización de los planes del Ministerio de Salud Pública.
Creo que el último logro, y quizás de los más agradables, que ha tenido la
Conferencia es este magnífico almuerzo, al cual ya nos tiene acostumbrados el
doctor Bemabé Ordaz. No voy a repetir aquí los elogios que merece su actuación
en el Hospital de Mazorra, porque sería "llover sobre mojado". Así que en nom-
bre de la Comisión Nacional de Psiquiatría damos las gracias a todos los partici-
pantes y especialmente al doctor Bemabé Ordaz por esta acogida tan calurosa y
por este almuerzo tan nutritivo y tan sabroso (APLAUSOS).
Dr. Sidney Orrett: Y ahora para hablar a nombre del Hospital Psiquiátrico
de La Habana, quien no necesita presentación, el Comandante Bemabé Ordaz
(APLAUSOS).
Dr. Bemabé Ordaz: Compañero Vice-Ministro de Salud Pública; compa-
ñeros organizadores de esta reunión de Instituciones Psiquiátricas; compañeros
médicos todos: Hoy, a manera de clausura, nos reunimos aquí con un grupo
heterogéneo de profesionales que coinciden todos a una única finalidad: la hi-
giene mental o salud mental.
Nosotros en muchas ocasiones nos hemos tenido que dirigir a ustedes sin
ese honor de todo médico de pertenecer a una especialidad tan privilegiada
como es la de médico psiquiatra. Nosotros siempre referimos que no lo somos,
pero también referimos que queremos estar al lado de los psiquiatras, porque
cumplimos la misión que nos han designado de acabar con la lacra que dejaron
aquellos que nos abandonaron, y que olvidaron siempre a los infelices que
perdían la razón.
Al inicio de esta Conferencia tuvimos varias reuniones con la organiza-
ción, por las distintas ponencias y con los ponentes de las mismas, porque que-
ríamos siempre, primero, cumplir cabalmente la indicación de Salud Pública
y de nuestra Revolución de hacerlo todo por el enfermo y olvidar rencillas,
rencores o perjuicios que creyeran fuera inicio de perjuicios al enfermo.
Si alguno de los aquí presentes recuerda una primera reunión en el Co-
legio Médico, allá por el mes de enero o febrero de 1959, les decíamos a los
compañeros psiquiatras que nos habían puesto de chofer de un tren que tenía
que llegar al final de su camino, y aunque muchos creyeran que estábamos
equivocados, haríamos todo lo posible por rendir ese camino. Con algunos

300
coincidimos, con otros no, pero hoy, gracias a Dios, creo que estamos en el
final de ese camino y coincidiendo todos.
En aquella ocasión les decía que la parte física de las instituciones psi-
quiátricas era lo primero que se tenía que organizar, o mejor dicho, restablecer,
porque era lo que estaba en un estado tan desastroso que decía mucho de los
responsables de la salud pública y de los responsables de nuestra Revolución.
Nos creyeron equivocados, pero así continuamos, y hoy -ya todos reunidos-
creemos que si no convencidos totalmente, en algo nuestros colegas psiquiatras
se han convencido que teníamos primero que arreglar el aspecto físico de las
instituciones psiquiátricas [... ] Nosotros tenemos el presupuesto para 5, para 6,
y si quisiéramos para 7 mil enfermos. Pero no es así, porque lo que nosotros ne-
cesitamos es el espacio; el presupuesto lo tenemos, pero el espacio no. Además,
los distintos responsables nacionales e internacionales de psiquiatría que nos
visitan, refieren una, dos y tres veces, la negación o la oposición a hospitales
de más de dos o tres mil camas. [ ... ]
La fase embrionaria de nuestra Revolución, de una edad escasa de cuatro
años, hace todas estas anomalías; son las causas de su edad. Pero cuando los
hombres sean responsables de sus actos, y conozcamos que las asperezas son
nimiedades al lado de las obras, estaremos convencidos entonces que lo único
que tenemos que hacer es trabajar, trabajar y trabajar. Porque el trabajo no es un
sacrificio, sino el trabajo es un privilegio, es un honor. Y cuando trabajamos no
para comer, sino comamos para trabajar, entonces veremos cómo el triunfo de
nuestra Revolución se agiganta por minutos (APLAUSOS).
Nosotros felicitamos a los responsables de esta organización, principal-
mente al doctor Galigarcía, que fue el de la idea de este pequeño Congreso,
después de terminar el Congreso Nacional de Medicina auspiciado por el Co-
legio Médico y el Ministerio de Salud Pública, que saben ustedes en el éxito
que culminó. Y sea este el inicio de otras tantas reuniones que tengan como
finalidad única la solución total del problema de la psiquiatría sin ofensa para
nadie, pero muy discordantes siempre cuando existen reuniones.
Nosotros queríamos también, responsablemente, a nombre de esta Institu-
ción y de la Delegación de nuestro Hospital, pedir excusas al doctor Villalanda
por aquella cuestión ya olvidada, que suscitó un miembro de nuestra Delega-
ción, aunque creemos que la ofensa no fue tal para la reprensión que hizo el
compañero que defendía a este ilustre médico, doctor Villalanda. Olvidado,
pero a nombre de todos le pido excusas; y allí muchos aplaudieron las distintas
intervenciones al respecto de la actitud tomada, la que yo aplaudí más calurosa-
mente y con verdadero sentimiento, con el corazón en la mano, fueron la frases
que dijera el doctor Villalanda, cuando hizo uso del micrófono. (APLAUSOS).

301
Tenemos que terminar y tenemos que repetir que actuamos de buena fe,
actuemos todos con la conciencia en la mano; no veamos en nuestro amigo, en
el Director de otra Institución, en el Director desde el punto de vista de psico-
logía, de pedagogía, etc., a un enemigo ni a un individuo que nos acecha para
robarnos algo nuevo o darnos algo malo. Veamos en todos amigos fraternales,
amigos revolucionarios, amigos de conciencia y actuemos con un credo distin-
to desde un punto de vista filosófico o ideológico, pero desde el punto de vista
de la salud, desde el punto de vista de la conciencia de salud pública, con un
solo ideal, el enfermo antes que todo (APLAUSOS).
Y esto, porque estoy convencido de que son las ideas del Ministerio de Sa-
lud Pública; un Ministerio que no con frases de halago como en aquellos lejanos
mítines que teníamos que hablar bien de un Ministerio para que nos mantuviera
o nos ascendiera en el puesto que ocupábamos. No. Porque en este Gobierno los
que trabajan no se pueden separar de su puesto; se separan los vagos, los delin-
cuentes o los contrarrevolucionarios, no los honrados y trabajadores [... ]
Nosotros no queremos la dirección nacional, ni piensen ustedes jamás que
ha pasado por nuestra mente eso. Primero, no somos psiquiatras, ni lo queremos
ser, porque sería demagogia que en este momento yo me pusiera a estudiar un
librito de psiquiatría; pero tampoco, por no serlo, rehúso mi responsabilidad, que
dimana de ellos, de resolver cualquier problema de psiquiatría.
Porque, ¿qué hubiéramos hecho nosotros cuando llegamos a La Habana
en el primero de enero de 1959 si Fidel hubiera dicho "que se quede Pedraza
y Calviño, porque ninguno de ustedes sabe para ser Jefe del Ejército". ¡Qué
bonito!, ¿no? No, señores, sabíamos todos los que bajamos de las colinas ocu-
par la dirección del Ejército, igual que sabemos todos los que obedezcamos al
Ministerio y actuamos de buena fe coger la rienda de cualquier especialidad,
seamos o no seamos de ella, porque para eso nos tenemos que rodear de los
compañeros que sepan, de los compañeros que estudien la especialidad, para
que ellos sean la parte técnica, la parte puramente médica, y nosotros los im-
pulsores de las ideas ministeriales e ideas de nuestro Gobierno de que en medi-
cina no podemos ser la retaguardia, sino que tenemos que ser la vanguardia de
América, igual que lo estamos siendo en la Revolución.
A nombre, queridos compañeros, de la Dirección de este Hospital, del
Consejo de Dirección y del Cuerpo Médico, un abrazo para todos los com-
pañeros médicos, una felicitación por la forma final en que ha terminado este
evento, que no será el último, aunque sí el primero.
Cuando nos reunimos con la base, en todas las organizaciones del mundo,
sale el éxito. Cuando creamos que el éxito es producto unipersonal, iremos
siempre al fracaso.

302
Sí, esto es colectivo, la próxima traerá muchos más compañeros.
De buena fe, con conciencia revolucionaria, defendamos los postulados
de nuestra Revolución, y sigamos también los postulados de nuestro Ministe-
rio de Salud Pública, que hoy no está a la vanguardia, aunque muchos nos lo
digan, en psiquiatría, pero que en nuestra próxima reunión tengamos que decir
aquí, oigamos por voz del mismo Ministro: "Qué satisfacción siento, porque
ya Cuba, no en la Prueba de Escolaridad, no en el Analfabetismo, no en todos
los principios de la Revolución se encuentra a la vanguardia, sino que el Mi-
nisterio de Salud Pública también se encuentra a la vanguardia en la asistencia
psiquiátrica del pueblo".
Muchas gracias (APLAUSOS).
Dr. Sidney Orrett: Para hablar a nombre del Ministerio de Salud Pública,
el Secretario de Asuntos Médicos (en función de Ministro de Salud Pública),
Dr. Mario Escalona.
Dr. Mario Escalona: En realidad, yo no pensaba hablar. [ ... ] Sin embargo,
las palabras que ha dicho el compañero Ordaz, dichas con gran pasión, con una
gran vehemencia, como en todas las cosas que hace el compañero Ordaz, nos
obliga prácticamente a decir algunas palabras.
En primer lugar, señalar que estamos completamente de acuerdo con lo que
él ha dicho. En segundo lugar, decir que nuestro Ministerio siempre está abierto
a todo tipo de crítica profesional, crítica constructiva y que, sobre todo, venga de
un tipo colectivo de discusión, como la que aquí se ha realizado.
Se ha planteado por el compañero Ordaz, en una forma bien clara, uno
de los problemas que más nos preocupa a todos nosotros, sobre todo a los
compañeros que tenemos responsabilidad a nivel nacional, y es la eterna queja,
el eterno electrodo --como decimos nosotros- en relación a los casos que se
rechazan en Mazorra. Que si el compañero Ordaz ha dictado una Ley, que nos
explica que todo el que tenga más de 60 años no puede ingresar en Mazorra,
que si los niños con tal alteración el compañero Ordaz ha dictado otra orden
que no pueden ingresar; en fin, que se estaba creando ya una situación un tanto
subjetiva en relación a eso, que nos parece que sus palabras han sido bastan-
te claras y precisas, y, por otra parte, están a disposición de los compañeros,
objetivamente, algunos de los casos que en el día de hoy han llegado a este
Hospital.
Nosotros siempre señalábamos que es posible que en estas cuestiones a
veces hubiera algunos errores, pero que entendíamos que, desde el punto de
vista de la Dirección Nacional del Hospital, había que tener una actitud de
defensa de esta Institución; porque a todos nos enorgullece Mazorra, todos nos

303
sentimos satisfechos de poder venir a estos comedores, de traer algún visitante,
pero si aquí se hubiera ingresado a todos -no desde el principio, porque al
principio nadie quería venir para acá- después de uno o dos años de la direc-
ción del compañero, posiblemente no pudiéramos ni entrar aquí.
Desde el punto de vista de él, es correcto; ahora bien, desde el punto de
vista nuestro, del nivel de dirección del Ministerio, nosotros tenemos que ver la
situación que no se debe o no se puede ingresar aquí, pero se debe de ingresar
en algún lugar, porque el Estado tiene esa alta responsabilidad.
Y en esto toma parte la cuestión filosófica de que estamos construyendo el
socialismo, y el Estado ya socialista tiene la obligación de garantizar la salud
y la atención de todo el pueblo. Pero es que nosotros no hemos llegado todavía
al Estado socialista, es que nosotros estamos todavía en la construcción del
socialismo, y caemos a veces en una apreciación no correcta del momento en
que vivimos; estamos todos llenos de un fervor revolucionario, de un idealismo
-en el sentido correcto de la palabra-, y a veces caemos en interpretaciones
idealistas de los problemas.
Lógicamente, en Cuba nadie debe de pasar hambre, todos debemos tener
un techo, todos debemos tener asistencia médica adecuada, pero por el hecho
de que lo digamos y que el socialismo conlleva a eso, desgraciadamente en este
momento no todos tienen un techo, no todos tienen un empleo y no todos tienen
una asistencia médica adecuada.
¿Qué hay que hacer, entonces? Establecer las prioridades lógicas en el
desarrollo de una Revolución. Cuando veníamos para acá conversábamos con
dos compañeros, y señalábamos que el esfuerzo que ha hecho nuestra Revo-
lución en el sentido asistencial ha sido tal, que a veces nos preocupamos. Pero
tenemos que tener en cuenta que el salto que hemos dado en cuatro años y me-
dio, es un salto que aquí vienen compañeros de otros países y nos preguntan:
"¿cómo es posible?". "Bueno, porque tenemos esta Revolución, que es una de
las Revoluciones más grandes del mundo, no ya de la América, que ha puesto
todo su empeño y todo su sacrificio." Pero vuelvo a decir lo que decíamos los
otros días en otra reunión, con los compañeros farmacéuticos, los compañeros
estomatólogos, que todo el mundo quiera tener aquí lo mejor, y es correcto que
todo el mundo quiera tener aquí lo mejor [... ]
Pero a veces, no podemos ir tan rápido como quisiéramos, y aunque esta-
mos todos en la obligación de empujar para ir lo más rápido posible. Porque en
esto está, precisamente, el elemento fundamental de nuestra Revolución. [... ]
Nosotros tenemos en nuestra mente, en nuestros planes, desde hace más
de un año, la construcción de Colonias de Crónicos en las provincias, porque

304
entendemos que es la manera correcta, lógica, de desarrollarlas. Sin embargo, ahí
volvemos a la necesidad del empuje y, sobre todo, creo que este tipo de reunión,
donde están compañeros del Ministerio del Interior, porque yo quiero decirlo.
Bien: los compañeros del Ministerio del Interior están aquí. Nosotros
tenemos dificultades fundamentales con plantas físicas en las provincias. Si
nosotros nos unimos en un esfuerzo yo estoy seguro y, sobre todo, voy a so-
meter a esta magna asamblea la designación, como Responsable para impulsar
este tipo de construcción a nivel de las provincias, al hombre que estamos
seguros que antes que finalice el año tenemos tres colonias de estas en algunas
de las tres provincias más importantes de Cuba. Yo propongo a todos ustedes
que nosotros -y sea una de las conclusiones de esta Asamblea- elevemos al
Ministerio de Salud Pública, la proposición de que se designe al compañero
Ordaz (aplausos) para que sea él el que con su dinamismo, y con su empuje,
nos ayude en esta tarea. [ ... ]
Si nosotros unimos los esfuerzos, Salud Pública e Interior, y el compañe-
ro Ordaz manejando esta nueva "locomotora", vamos a resolver rápidamente
ese problema que, por otra parte, no es un problema tan complicado, no es tan
complicado. Lo que pasa es que no habíamos tenido oportunidad de sentamos
a discutir esta cuestión. [ ... ]
Dentro de breves momentos vamos a oír la Ponencia -y este es nuestro
gran paso que debemos dar ahora- del compañero Galigarcía, en donde se
discutirán los problemas legales, porque es una cosa que no tiene paralelo, que
nosotros estemos todavía rigiéndonos por una Legislación española, de la épo-
ca de las cadenas, y que ésa sea la que esté hoy en día en Cuba, pero no por cul-
pa de los organismos legales; es por nuestra culpa, porque somos nosotros los
que tenemos que plantear todos estos problemas, con la fuerza y el dramatismo
que a veces hay que plantearlos. Porque si eso decíamos nosotros en un sector
nada más, en la salud pública, que las prioridades a veces nos hacen dejar a
un lado otras, imagínense ustedes los compañeros que tienen responsabilidad
nacional si no sabemos y no tenemos los argumentos, que son ustedes los que
tienen que dárnoslos, para el planteamiento --dentro de la mayor prioridad-
del problema de la Legislación.
El compañero va a presentar su Ponencia; yo creo que todos debemos
opinar. Pero ese debe ser nuestro gran paso de avance, porque esto parece una
cosa de la época... O sea, que no vayan ustedes a creer que no estamos noso-
tros preocupados por todo esto. Estamos preocupados por todo esto, y estamos
seguros que se va a resolver. Y, sobre todo, con las palabras que el compañero
Ordaz señaló, que yo quiero volver a repetir: es necesario que todos estemos

305
conscientes que la obra es común, que habrá un frente en un Ministerio, en
otro Ministerio y dentro de un propio Ministerio habrá distintos frentes, pero
el resultado de esta obra es lo que un hombre honesto pueda aspirar con más
satisfacción en la vida: cumplir con el deber, y la satisfacción que conlleva la
salud en nuestros semejantes.
Por lo tanto, compañeros, por si no vuelvo a hablar, los felicito por su
labor, y estamos todos seguros que en este camino también vamos a tener un
gran triunfo para nuestro pueblo y nuestra Revolución.
Muchas gracias. (APLAUSOS).
Dr. Sidney Orrett: Compañeros, el almuerzo ha terminado. Por lo tanto,
a seguir trabajando. Para ello, el Dr. Diego González Martín tiene la palabra.
Dr. Diego González Martín: Compañeros: ayer me decía una compañera
del Ministerio de Educación que ésta había sido una conferencia atípica, y yo
sigo pensando que es verdad. Por lo tanto, nosotros vamos a continuar traba-
jando aquí mismo.
Tenemos de inmediato la discusión de la Ponencia sobre los aspectos ju-
rídicos de higiene mental.

Conferencia nacional de instituciones psiquiátricas


DOMINGO 2 DE MAYO DE 1963
SESION DE LA TARDE
Dr. Alberto Galvizu. Presidente
Dr. Celestino Vasallo
Dr. Estévez
Dr.Ares
PONENTE:
Dr. José Galigarcía
Dr. Alberto Galvizu: [... ] Cumpliendo su rol final, como les decía, esta Pri-
mera Conferencia de Instituciones Psiquiátricas tiene el gusto ahora de escuchar la
Ponencia del Dr. Galigarcía sobre el Proyecto de Ley de Salud Mental.
Tiene la palabra el Dr. José Galigarcía.
Dr. José Galigarcía: Antes que nada, compañeros, yo quiero hacer algunas
manifestaciones previas antes de darle lectura a la Ponencia sobre la Ley de
Salud Mental. En primer lugar, por lo orgulloso que estoy de estar en la Presi-
dencia con los compañeros de las Salas de Psiquiatría de los Hospitales Gene-
rales. Para mí es la mayor satisfacción tener esta responsabilidad con ellos. En
segundo lugar, quiero decir que en varias oportunidades durante el Congreso
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y hoy por la mañana, ahora mismo en el almuerzo, se ha hablado de que esta
es una Ley de Psiquiatría o una Legislación Psiquiátrica. Y quiero decirles que
esto no es una Legislación Psiquiátrica, esto es una Ley de salud mental, que es
parte de una Legislación Psiquiátrica.
Una Legislación Psiquiátrica es una cosa más amplia, donde se tienen que
legislar todos los aspectos de la psiquiatría, ya sean los problemas civiles como
los problemas penales.
Claro, en la lectura de esta Ponencia yo voy a aclarar mejor estos asuntos,
pero sí creo que es una cosa previa que solamente aquí se legisla la asistencia
psiquiátrica -fíjense bien-y la higiene mental. Por eso se le llama a esta Ley
"Ley de Salud Mental"
Lee ... Ante-Proyecto de Ley de Legislación Psiquiátrica. [Nota del edi-
tor: No se publica el Ante-Proyecto de Legislación del Dr. Galigarcía por no
haberse logrado obtener el mismo, y no haber versión taquigráfica de él].
Esto es todo lo que se refiere a la Ley de Salud Mental, que nosotros va-
mos a elevar con las aportaciones de la discusión que se suscite ahora.
Sr. Presidente: Compañeros, la Presidencia de la Mesa, los integrantes de
la Mesa, quieren hacer una previa aclaración [... ]
Como me parece que hay un poquito de confusión, repito; la Mesa ha-
bía acordado finalizar esta última sesión de la Conferencia tomando dos vías:
primero, aprovechando la presencia de los asambleístas para que hagan sus
aportaciones en este momento; y segunda vía: elevar por escrito, impreso, por
correo, a cada una de las instituciones, el contenido del proyecto de Ley, para
que por esa misma vía, por correo y escrito, eleven las sugerencias y proposi-
ciones que crean pertinentes y adecuadas.
Rogamos que las intervenciones de los asambleístas sean lo más breve
posible, y que vayan directamente dirigidas al contenido de la Ponencia, y
que no se produzcan contestaciones entre las aportaciones que pueda hacer un
asambleísta y el otro siguiente, es decir, entre los asambleístas entre sí.
El Dr. Oliva tiene la palabra.
Dr. Oliva: Compañeros: nosotros habíamos pedido la palabra para hacer
una proposición parecida a la que ha hecho la Mesa. Consideramos que es im-
posible para nosotros poder hacer aportaciones aquí que serán de una manera
festinada, si no se estudia la Ley detenidamente. Entonces, nosotros, como Mi-
nisterio del Interior, preferimos que nos llegue ese proyecto, dárselo al Departa-
mento Jurídico del Ministerio, y que el Departamento Jurídico determine allí la
aportación que pueda hacer el Ministerio del Interior con relación a esa Ley. [... ]
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Sr. Presidente: Una aclaración más, compañeros, en honor al tiempo. La
Mesa tiene interés en aclarar que estarnos discutiendo el Proyecto de una Ley de
Salud Mental, Proyecto de una Ley, que no hay nada absolutamente creado. [ ... ]
Sr. Presidente: La doctora Clotilde García Mauri.
Dr. Clotilde García Mauri: Yo quería decir algunas cosas. Es lamentable
que esta Ponencia haya sido la final, porque me parece que por su importancia
merecía de una Asamblea más numerosa y que estuvieran aquí compañeros que
pudieran aportar sus experiencias. Yo considero que todo Proyecto de Ley re-
sulta muy difícil de hacer, y que lo que el doctor Galigarcía ha traído aquí no es
en sí un Proyecto, sino un ante-Proyecto, como por la dinámica que ha tomado
esto así hemos podido observar. Naturalmente, dejando aparte de que toda le-
gislación en este momento tendría que estar de acuerdo con la filosofía jurídica
del país, y que en este caso todavía no tenemos la Constitución Socialista, que
vendrá dentro de algún tiempo, y que estamos en este período de Revolución,
en que se cambia continuamente, se estructura la base económica, y una serie
de cosas, pero que la superestructura aún no ha cambiado lo suficiente.
Por ejemplo, una Ley de Salud Mental es absolutamente necesaria llega-
do un momento, hace mucha falta en la nación, de eso no nos queda la menor
duda. Yo propongo, en primer lugar, que cualquier Ley, aparte de Salud Men-
tal, llevara el nombre de Salud e Higiene Mental; parecería una redundancia,
de que la Higiene está dentro de la Salud, y todo eso, pero es una cosa que va a
llegar al pueblo, y eso en el pueblo penetra.
Yo considero eso sí, que en cuanto a cualquier legislación que se haga en
cuanto a la Salud e Higiene Mental, -y lo voy a decir aquí con toda sinceridad,
creo que no hay ningún juez por aquí, pero por si acaso- que meta al juez
y que después que esté hecha una ley es un gravísimo problema. Yo lo digo
porque tengo la experiencia, yo trabajé cinco años en el Reclusorio de Mujeres
de Guanajay, y trabajé un año en el que era entonces Instituto de Reeducación
de Torrens. Tremendo problema: las cosas se demoran extraordinariamente; y,
además, tiene otra cuestión importante, y es que el enfermo se siente estigma-
tizado. A la vez que un juez entra en la indicación de que el enfermo ingrese,
indiscutiblemente que ante la sociedad va a ser un estigma.
En muchos países del mundo se procura que en las cuestiones de enfer-
mos mentales el paciente sea lo más posible tratado, como cualquier otro tipo
de enfermedad, vamos a decir, como la tuberculosis o como cualquier otra cosa.
Naturalmente que la sociedad tiene que tener en sus manos el derecho pleno de
ingresar aquellos casos que resulten peligrosos y nocivos para los demás.
Usted había puesto aquí la peligrosidad. Si el compañero Feijoo estuviera
aquí ni se sabe lo que nos hablaría con respecto a eso. Pero eso de que sola-
mente un policía o cualquier otra persona porque considere que Fulano de Tal
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es peligroso lo lleve a un Hospital, en eso yo no estoy de acuerdo, porque eso
llenaría los hospitales; y si el juez interviene, ¿a dónde irían a parar? Vamos a
tener una situación tremenda, y siempre, como les decía, es el individuo con el
estigma de haber estado en un lugar por orden judicial, por mandato judicial
o bajo custodia judicial. En la Legislación vigente, la peligrosidad, el juez la
considera y entonces es la única situación en la que el médico no puede dar el
alta; es decir el juez le pone a un individuo un índice de peligrosidad por un
año como mínimo, pero todo ese tiempo es el médico el que lo va a manejar.
Es decir, al cabo de tal tiempo, el médico rinde un informe diciendo que ya no
es peligroso, o que sigue siendo peligroso. [ ... ]
Yo francamente propongo que lo menos posible sea el juez el que inter-
venga en estas cuestiones de ingresos y egresos de los enfermos mentales; sea
el más psicótico de los psicóticos o simplemente un individuo neurótico.
En cuanto al procesado, ahí la cosa cambia. Claro que con el procesado el
Poder Judicial está en primer lugar. Pero lo ideal sería que todo procesado sea
examinado. Es que la Ley de Ejecución de Sanciones lo dice, lo que pasa es que
no se cumple: "debe ser examinado por el médico", y en ese examen médico la
verdad que debería incluirse un examen psiquiátrico [ ... ]
En cuanto a lo de los menores, ahí sí yo creo que esta Conferencia Psi-
quiátrica debe hacer la petición de que lo antes posible se pongan los Tribuna-
les de Menores. La verdad que en todos los países civilizados existen los Tri-
bunales de Menores, en los cuales, naturalmente, tienen que tener participación
todas aquellas personas u organismos que están en contacto con el niño en la
prevención de delincuencia.
A otra cosa que quería referirme, y que todavía está vigente, por lo me-
nos no tengo noticias de que eso se haya derogado. La Ley de Ejecución de
Sanciones establece que un individuo que está cumpliendo una sanción en un
reclusorio o en una cárcel, según a lo que haya sido sancionado, si se enferma
real y verídicamente, se le traslada al Hospital de Mazorra, se le suspende la
sanción, señores, y si a los diez años se cura, vamos a suponer, entonces tiene
que seguir cumpliendo la sanción y ese tiempo no se le cuenta. Es algo que
francamente yo no sé por qué existe. El Código de Defensa Social vigente es
bastante adelantado, en comparación con otros países; está tomado, se puede
decir, del Código Italiano, que es uno de los más adelantados del mundo en ese
sentido, el Código Italiano del año 21. Y nosotros tenemos que cambiarlo, por-
que ha cambiado la base económica del país en una serie de cosas; a pesar de
eso, es uno de los más adelantados de Latinoamérica e inclusive que el de los
Estados Unidos. Y sin embargo, ese horror se comete en la Ley de Ejecución

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de Sanciones. O sea, esos capítulos se pueden ir cambiando y sustituyendo,
que todo sancionado deba ser visto por un psiquiatra, por lo menos en aquellos
delitos que impliquen una sanción grave; no me voy a referir a los delitos de
contrarrevolucionarios, porque en estos momentos tenemos que ser realistas y
atenemos a la realidad.
Eso sí que sería un problema terrible, y que además no puede ser, porque
se modificaría el espíritu de la Revolución, y eso sí es verdad que no puede
haber ciencia ni nada que lo modifique. Bueno, esas son mis palabras.
Sr. Presidente: La doctora Cuní.
Dra. Cuní: Yo quisiera ahondar un poquito, muy brevemente, en lo que
dijo la doctora Clotilde García Mauri. Ayer hubo una Ponencia sobre Coor-
dinación en la cual yo hablé y me referí específicamente a la necesidad de
coordinación que había entre los distintos Ministerios y distintos organismos
del Estado. Y en este caso me referí directamente al Ministerio del Interior, con
respecto a las Instituciones, y me refería a Torrens, en la cual yo estuve traba-
jando tres años, y la cual usé como ejemplo de lo trágico que podía ser la falta
de coordinación entre dos Ministerios, especialmente cuando la materia que se
manejaba eran muchachos o eran adolescentes.
Yo me alegro que se haya planteado la superación de las dificultades que
había en esa etapa, dificultades que eran reales, me parece a mí. Efectivamente,
había una actitud de suspicacia o de recelo por las personas del Ministerio del
Interior, que en aquel entonces se ocuparon del problema de Torrens. Inclusive,
se pasó por alto hechos como que allí habían salido más de cien muchachos
por delitos contra los poderes del Estado, si se quiere la cosa más difícil de
manejar, y hasta el momento de pasar al Ministerio del Interior ninguno había
vuelto a tener problema alguno.
Sin embargo, en aquel entonces sucedieron todas esas cosas a las cuales
me referí ayer ligeramente, y no voy a volver a hacer mención aquí. Ahora, hoy
se está hablando de legislación, lo cual envuelve un concepto de enfermedad,
y eso a veces es una cosa sutil.
Como nosotros, cuando estábamos allí en el Departamento Técnico de
Torrens, nos ocupamos de hacer la clasificación de la población, desde el punto
de vista psicológico; en distintas oportunidades colaboraron con nosotros dis-
tintos psiquiatras; había un equipo de trabajadores sociales. Entonces, en aquel
tiempo los datos de los trastornos psiquiátricos de los años 60, 61 y 62 los ten-
go yo personalmente en mi poder, porque me interesaba ese asunto; inclusive,
es lamentable que los archivos que recogen la historia completa de Torrens,
que como era el único organismo que trataba los problemas de la delincuencia
juvenil, era la historia única de lo que había sido la delincuencia en Cuba hasta

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el año 1962, prácticamente, pues me informan que han sido destruidos, en fin,
no aparecen. Me lo informó Angelita Cruz, del Ministerio del Interior.
Yo creo que sería interesante aprovechar esta oportunidad para que Salud
Pública pidiera esos archivos, porque me parece que son de un valor grandísimo
en cuanto a reflejar lo que han sido los problemas delincuenciales y lo que han
sido los trastornos de los muchachos en ese medio. Son archivos que recogen la
historia personal de esos muchachos, y me parece que es de gran importancia.
Ahora, aquí estamos hablando de enfermedad y estamos hablando de le-
gislación, que como yo he vivido esa etapa en cierto punto, yo sí puedo decir,
porque ayer una compañera del Ministerio del Interior estuvo tratando el pro-
blema de enfermedad y no enfermedad. Yo sí creo que hay un alto índice de
patología psiquiátrica en instituciones de delincuencia, que recogen grandes
masas y grandes grupos de muchachos. Yo creo que eso es un hecho.
Cuando yo estaba todavía allí en la institución, el compañero Adolfo
Rivera, que hoy dirige la Unión de Jóvenes Comunistas, me invitó a visitar
algunas de las instituciones que ya entonces estaba creando el Ministerio del
Interior. Una de ellas era la institución de Jaruco. Entonces, cuando llegué allí,
que se suponía que era una de las instituciones que trataba con los muchachos
más difíciles, me encontré que la mayor parte de los adolescentes psicóticos
fugados de Torrens estaban allí. Entonces, eso es un hecho; me imagino que
en otros muchos lugares pase así. Entonces, a veces en esas instituciones, por
carencia de personas técnicas o alguien que sepa algo de esos asuntos, pues
queda en manos de esas personas determinar si hay problemas de muchachos
psicóticos o de muchachos enfermos o no; porque los trastornos psicóticos, los
trastornos graves, no siempre se muestran de una forma evidente. A veces una
de las formas, precisamente en ese caso eran los trastornos de conducta que
producían esos muchachos en el medio, otros por un autismo grande; en fin,
a veces no se inteipretaban como muchachos gravemente enfermos, y enton-
ces contribuía a la cronicidad del proceso en muchachos adolescentes, que ya
cuando eran referidos a un psiquiatra era demasiado tarde [... ]
Muchas gracias.
Sr. Presidente: Dr. Abdo Canasí tiene la palabra.
Dr. Abdo Canasí: Debemos intervenir por segunda vez para platear, pri-
meramente, que sentimos una gran alegría que la Ley que nos trae el Profesor
Galigarcía contempla la necesidad de que Ministerios tan diferentes como son
el Ministerio del Interior, Educación y Salud Pública, aúnen sus esfuerzos y
lo coordinen en el tratamiento de una serie de cuestiones que le son comunes.
A colación de eso, a nosotros nos parece que la Ley, quizás debido a que
no podía abarcar todos los términos de la salud mental, ha quedado un tanto,

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o queda un tanto coja, y quizás debe haber un artículo que señale que se debe
trabajar en un futuro en la cosa de la Ley, en cuanto a la higiene mental y en
la prevención de ciertos actos antisociales. Por ejemplo, la Ley no señala qué
concepto se tiene de homosexuales, prostitutas, etc.; que son tratados por el
Ministerio del Interior, y hoy en día es una tierra de nadie, porque incluso yo
participé en el Ministerio del Interior -hace como dos años- en una reunión
primaria que hubo para el tratamiento de la prostitución, y había personas que
inclusive querían hacer hasta un "tranque" -como le llamaban: un tranque,
entre comillas- de prostitutas en toda la nación, recogerlas, creando práctica-
mente un problema de orden público, a pesar de que después el Ministerio del
Interior sí llevó una política correcta, como la que está llevando hoy, en cuanto
al tratamiento de la prostitución.
Pero, sin embargo, nosotros creemos que como son puntos comunes, in-
clusive se ha hablado en las sesiones anteriores de si la prostitución es una
enfermedad, o por ejemplo el homosexualismo es una enfermedad o no. Por
ejemplo, nosotros nos encontramos en nuestra visita a Europa, en el año 1961,
que en algunos países a los homosexuales los meten presos; en otros países
-no recuerdo cuál- creo que hasta los castran, como cosa más dura todavía.
Entonces, nosotros tenemos en la Ley, primero unas definiciones sobre estos
términos, y no creo que se pueda hacer en estos momentos, sino que debe ser
motivo de un trabajo duro.
Quiero hacer constar que donde castran a los homosexuales es un país
capitalista. En la Unión Soviética no sé exactamente qué criterio tienen sobre
los homosexuales, ni en Checoslovaquia, pero sé que nos dijeron que si no en
Suiza, en los países Escandinavos o en Dinamarca, los castraban.
Entonces, creo que es necesario que se trabaje conjuntamente con los com-
pañeros del Ministerio del Interior en este aspecto, en el proyecto de Ley, en el
articulado futuro sobre la cosa de higiene mental, de cómo se debe prever en
estas cuestiones; primero prever, y además cómo se bebe tratar, cómo se deben
definir estas cuestiones, para que la Revolución tenga un criterio definido, no el
criterio del Ministerio de Salud Pública ni del Ministerio del Interior, sino un
criterio total de la Revolución sobre estos temas, no para que cada quien tenga
su criterio como hasta ahora ha sido en el capitalismo, donde el individualismo
feroz provocaba que cada profesional tenía un criterio.
Nosotros creemos que como revolucionarios debemos tener un criterio, que
sea el criterio común de la Revolución. O sea, el socialismo --en este caso en
Cuba- debe tener un criterio sobre estas cuestiones. Nosotros creemos que por
lo menos se debe dejar apuntado que se va a trabajar unidos, con todos los facto-
res que tienen que ver con ello, en el tratamiento de estas cuestiones. Y, además,
en la cosa de higiene mental, que indudablemente la higiene mental no puede
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estar, en un país socialista, separada de las condiciones de vida; o sea, no existe
higiene mental sin superar las condiciones de vida. Así que se está haciendo
higiene mental, de todas maneras, al hacer la Revolución e ir al socialismo. Pero
inclusive eso hay que apuntarlo en la Ley.
O sea, la Ley de higiene mental debe apuntar, en primer lugar dejar sen-
tado que la higiene mental está en relación con las condiciones de vida, y que
el bienestar material y espiritual está en relación con la salud mental. Y eso es
necesario sentarlo, porque ésta va a ser una Ley del Gobierno Revolucionario; si
eso no lo tiene la Ley, figúrese: si la Ley se llama Ley de Salud Mental, esa debe
ser -diríamos nosotros- la primera definición que vaya al principio de la Ley.
Y, además, entonces hablar de la prevención de ciertas cosas. Por ejem-
plo: hay algo que la Ley olvida que es el alcoholismo. En la Unión Soviética,
por ejemplo, existe, en el Instituto -no sé cómo se llama- de Prevención o
Propaganda de las cosas de Salud Pública, o el Instituto de Higiene Mental
-no sé exactamente cómo se llama- un problema con el alcoholismo. Debi-
do a la temperatura, al frío, la gente toma. Entonces, recuerdo que me decían
que en la Unión Soviética, cuando aparecía un señor borracho en la calle lo lle-
vaban a la estación de Policía, le daban una ducha, lo reanimaban, y entonces
le aconsejaban que no hiciera eso más, etc.; y la segunda vez que reincidía, creo
le daban el segundo consejo; pero al tercero lo enviaban obligatoriamente a un
centro de rehabilitación para quitarle el alcoholismo. O sea, estas son cosas que
hay que tratarlas conjuntamente con los compañeros del Ministerio del Interior,
para definir cuando aparece un borracho en la calle, que no se sabe dónde hay
que mandarlo. Por ejemplo, si es un alcohólico crónico, que en definitiva es
un enfermo, y no se va a tratar ni en el Vivac ni en la cárcel, ni se va a curar
nunca allí, nosotros creemos que hay que decidir qué cosa se va hacer, o sea:
qué cree la Revolución de eso: "El alcoholismo en tal grado representa, atenta
contra la estabilidad del Estado socialista, y por tanto ... " etc., etc. Yo no sé, no
quiero definir las cosas. Pero creo que sí son necesarias todas esas cosas revi-
sarlas, y plantear genéricamente cuál debe ser la actitud de la higiene mental.
No plantear y crear instituciones como en la Unión Soviética, porque la Unión
Soviética tiene 45 años de socialismo, grandes cuadros y, sobre todo, un gran
pueblo; nosotros tenemos todavía muy poco porque estamos en el quinto año.
Pero sí dejar por lo menos esbozado que se pueden hacer campañas, o también
que esa Institución que señalara el compañero Galigarcía va a trabajar en la
dirección de la higiene mental [ ... ]
Hay que trabajar, y eso conjuntamente con el Ministerio del Trabajo -y
vean cómo surge la coordinación con otro Ministerio- para poder estudiar
cuáles son aquellas profesiones en que la salud mental puede verse descom-
pensada, y entonces tener por lo menos un punto de mira; no quiere decir que

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todo eso se pueda hacer en el año 1963, ni en el 64, ya que eso debe ser motivo
de largos estudios; pero sí apuntarlo, porque si se va a hacer una Ley de Salud
Mental, no puede quedar coja en este aspecto.
Eso era todo lo que quería decir.
Sr. Presidente: El Dr. Oliva tiene la palabra.
Dr. Oliva: Compañeros: me he visto precisado, en contra de mis deseos
por no molestarlos más, a tener que hacer una nueva intervención.
En primer lugar, aquí se ha hablado ya varias veces del problema del
Vivac de Santiago de Cuba, y la cosa de la edad media, y cómo están ellos
alojados allí. Esa es una institución del Ministerio del Interior.
Entonces el compañero Responsable de Psiquiatría de la zona Regional
Sur de Oriente, que ese Vivac está dentro de su zona, dice él que todos esos in-
dividuos que están allí en el Vivac han venido cinco o seis veces aquí a Mazo-
rra, y de Mazorra se los han llevado para allá otra vez. O séase: que han estado
peloteándose, porque salen de aquí de Mazorra, de alta, curados, y vuelven a
Santiago de Cuba, vuelven a dar otra bronca, los vuelven a coger, los vuelven
a llevar al Vivac.
Con esto quiero decir que nosotros, el Ministerio del Interior no tiene in-
terés ninguno en mantener en los establecimientos penitenciarios a ningún in-
dividuo enfermo; nosotros consideramos que esa no es nuestra labor, que esa
es una labor del Ministerio de Salud Pública. Y si como se hizo la autocrítica el
compañero Escalona, que dijo que no se le dio la prioridad suficiente al problema
de los enfermos crónicos y ahora se le va a dar, pues eso no es culpa de nosotros;
nosotros le damos a Mazorra aquí, al Departamento que aquí corresponda, todos
los locos que hay metidos en las prisiones; para nosotros eso no es problema de
ninguna clase, ni tenemos interés en tenerlos allí. Ahora, si el problema es que
aquí cogen y nos lo devuelven a mandar para allá, pues los volvemos a tener,
porque vuelven a dar la bronca o vuelven a tener la actitud antisocial.
Nosotros estamos de acuerdo en que --como planteó Escalona- se pue-
de ir a una coordinación, tratar de crear Colonias en fincas; yo creo que sí, que
son individuos que inclusive pueden trabajar y, aunque sea, hacer tres en las
tres provincias: la Occidental, la Oriental y la Central, y tratar de acumular ahí
una serie de individuos que están ociosos, sin hacer nada, en las prisiones, y
que pudieran ser tributarios de algún tratamiento, por lo menos de ser útiles en
algún trabajo.
Ahora, el problema es el siguiente: nosotros somos los que tenemos que
andar con presos. Ustedes no saben cuántos presos hay, ni cuántos contrarrevo-
lucionarios, ni cuántos comunes, ni cuántos menores; nosotros somos los que

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sabemos y somos los que estamos responsabilizados con ellos. Como es lógico,
en nuestra sociedad nosotros no podemos mantener una política penitenciaria
igual que la política penitenciaria de la sociedad anterior. Nosotros tenemos
que ver a esos presos como personas, y tratar de reeducarlos y restituirlos a la
sociedad, con el mayor esfuerzo que nosotros hagamos por ellos.
Nuestras prisiones no son almacenes de presos. Nuestra concepción fi-
losófica nos permite a nosotros tener basamento suficiente para pensar que la
mente de la gente cambia, y como la mente de la gente cambia, sobre todo si la
estructura socioeconórnica de la sociedad cambia, nosotros tenemos que aspi-
rar a que los presos nosotros los podemos reeducar. A los presos no enfermos;
a los enfermos que los reeduquen o los curen los psiquiatras, o los psicólogos.
Ahora, los que no son enfermos, nosotros sí tenemos medios basados en nues-
tra concepción filosófica, basados en que nosotros sabemos que la mente puede
cambiar, que cambian.
Aquí vino la compañera Directora del Centro de Prostitutas, y habló de
los logros que hemos tenido; y habló la compañera con relación a los menores.
Pues ustedes no saben lo que hemos logrado con los presos contrarrevolu-
cionarios, y ustedes no saben lo que hemos logrado con los presos comunes
en ese proceso de reeducación. Son unos cuantos los que tenemos en la calle
ubicados, trabajando, contrarrevolucionarios y comunes. Y eso es una labor
anónima que nosotros estamos haciendo, y la estamos haciendo porque esa es
nuestra obligación.
Las cárceles, nosotros no concebirnos que sean almacenes para cogerlos
y dejarlos presos. Nosotros hablamos, en nuestra primera intervención, de cuál
era el criterio; planteamos un problema de principios para que se discutiera.
Nosotros, no somos ajenos a la intervención científica en nuestro centro,
al extremo tal que a los compañeros aquí que han estado contemplando con pa-
vor las cifras escasas de individuos que están en esas actividades, les vamos a
decir lo siguiente: mañana lunes se va a abrir una escuela de 120 reeducadores
-así es como les llamamos nosotros, porque nosotros no les podemos llamar
ni psicólogos, ni psiquiatras, ni pedagogos, ni psicopedagogos: les decirnos
reeducadores-, compañeros que han estado fajados en este trabajo de ree-
ducación con todo tipo de presos, con todo tipo de delincuentes, que tienen la
experiencia práctica, y van a ser sometidos a una escuela, donde un compañero
valioso que ustedes han aplaudido aquí, el Dr. Villalanda, va a dirigir la parte
correspondiente a los conocimientos psicológicos que van a adquirir esos com-
pañeros, no para curar a nadie, sino para que ellos tengan los conocimientos
psicológicos necesarios para poder detectar el que esté enfermo y el que no lo
esté, el que es tributario de nosotros y el que no lo es.

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El compañero Villalanda ya hace dos o tres meses que está vinculado
con nosotros en nuestro trabajo, y ha traído al compañero psiquiatra también,
Dr. La Rosa, a colaborar con él, y nos está asesorando en estas actividades; y
otro psiquiatra que está aquí presente, el Dr. Femando Barral, también nos está
ayudando, también está trabajando con nosotros en el estudio psicológico del
personal que trabaja con nosotros. Así que no estamos marginados de las ac-
tividades científicas, ni estamos discriminando las actividades científicas. Son
tres compañeros valiosísimos; e incorporaremos a los compañeros, bajo la se-
lección del personal que nosotros estimamos que se incorporarán a este trabajo.
Y de esa escuela de 120 reeducadores, yo tengo la seguridad que algunos
serán los que seguirán a la generación del 66, de que hablaba el compañero To-
rroella, porque yo tengo la seguridad que muchos de ellos seguirán el curso de
la psicología, y quizás tengamos ahí fuente también de compañeros psiquiatras,
compañeros con una gran experiencia en el trabajo práctico.
Pues esa escuela va a comenzar mañana, y esa es una escuela que nosotros
la vamos a llevar a los alumnos, alumnos que hace ya cuatro años que están
trabajando con presos de todo tipo, con una experiencia personal desarrollada.
Ahora, los otros, los que son enfermos, nosotros se los dejamos a quien
se decida: si es el Ministerio de Salud Pública, si el Ministerio de Educación.
Ahora, los que no son enfermos, nosotros nos reservamos el derecho de hacer
algo por reeducarlos, y eso es lo que estamos haciendo. Ahora, sobre el proble-
ma del Vivac, ya lo aclaramos; nosotros nos hemos metido en las interioridades
de otras instituciones; no sé cómo estarán en ese aspecto. Pero sí podemos
decir que esa no es gente nuestra; los que están en los Vivac, los que estén en
las prisiones y estén locos, esos no son problemas nuestros [ ... ]
Dr. Villalanda: Perdonen ustedes que quizás les robe unos pocos minutos
de los que quisiera, pero procuraré ser lo más breve posible.
En primer lugar, me parece que es injusta la crítica que en la Ponencia
se hace a la falta de una filosofía del Derecho de la Revolución. Creo que no
es necesario, o por lo menos indispensable, para considerar que existe una
filosofía del Derecho, el hecho de que haya una Constitución formulada. La
Revolución ha dictado una porción de leyes -y no creo que sea necesario enu-
merarlas, pues no me acordaría de todas- fundamentales, como la Reforma
Agraria, la Reforma Urbana, la última Ley sobre la pena de muerte con respec-
to a ciertos delitos comunes, que marca de una manera bien clara y terminante
la filosofía del Derecho de la Revolución.
Luego, entonces, no creo que se pueda querer esquivar el problema de
plantear, como se deduce por muchas de las intervenciones de los compañeros
que han intervenido aquí, en lo que a mi modesta manera de ver es el proble-
ma fundamental de los problemas jurídicos de los enfermos mentales. Hay un
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cierto respeto, me parece, por ustedes -y en esto yo puedo ser un poco más
explícito- hacia las leyes de Alfonso XII, que creo que no es más que una de
las muchas tristes herencias que tienen ustedes de España, y que no creo que
sea el momento actual en el que haya que tener muy en cuenta a Alfonso XII y
a toda la España que él representaba.
Por eso creo que de lo que hay que partir es de cuál es la cuestión de la si-
tuación del enfermo mental ante la Ley. Esa me parece que es la cuestión. Y en
eso, teniendo una clara conciencia de que esto no es una asamblea legislativa, y
de que no estamos autorizados, yo creo -y yo de ninguna manera, por no tener
el honor de ser ciudadano cubano- que sí es el momento oportuno de que los
psiquiatras expongamos nuestro criterio de cuál debe ser la posición del enfer-
mo mental ante la Ley; porque esto es lo que tendrán que tomar los legisladores
ulteriormente, si lo consideran oportuno, como base para su legislación. Y en
esto, permítanme ustedes exponer mi criterio: el enfermo mental no se diferen-
cia absolutamente en nada del resto de los enfermos. Luego, si para que se trate
a un enfermo de estómago, de corazón, de riñón o de cualquier otro sistema del
organismo, no es necesario más que el médico y que el enfermo quiera tratarse,
no hay por qué meter aquí a los Tribunales de Justicia, que están encargados
única y exclusivamente de obligar a los ciudadanos a cumplir con las leyes.
Un enfermo, por el hecho de que adquiere una esquizofrenia o de que tie-
ne una epilepsia, no ha cometido ningún delito, luego no tiene nada que ver con
el juez ni con ningún órgano judicial, sino con el médico. Luego, en todo lo que
esté relacionado con los enfermos mentales, los órganos judiciales no tienen
absolutamente nada que ver. Y así es como está en todos los países, yo creo,
del mundo, con excepción de los que aún tienen la herencia funesta de España.
Hay el problema, el único problema que se plantea, que es que el enfermo
mental, a consecuencia de su enfermedad, puede cometer delitos. Y en este caso
la posición de los psiquiatras, por lo menos algunos psiquiatras, entre los cuales
me encuentro --es la de que el enfermo mental psicótico, psicótico y no neuróti-
co- es irresponsable ante la Ley. Y que, por lo tanto, tampoco está en condicio-
nes de presentarse ante los Tribunales de Justicia, puesto que por sus alteraciones
de conciencia y de pensamiento los Tribunales de Justicia no pueden aclarar nada
con respecto al acto delictivo cometido.
De aquí resulta que tampoco con los enfermos mentales que han cometi-
do delitos, los órganos de justicia tienen nada que ver, y deben ser entregados
inmediatamente a los órganos de Salud Pública.
Ahora, los órganos de justicia y los órganos de seguridad, sí están obliga-
dos a prevenir el delito; y, por lo tanto, a tomar las medidas necesarias para que
esas personas enfermas que a consecuencia de su enfermedad cometen delitos,

317
no los cometan, vigilar si los médicos los atienden debidamente y no los ponen
en situaciones de peligro antes de tiempo.
Por eso, el alta de estos enfermos que han cometido delito debe estar bajo
vigilancia de los Tribunales de Justicia o de los órganos fiscales.
La otra tercera situación, es la de los delincuentes que se encuentran en
los Centros de Reeducación Penitenciarios, y que igual que otra persona se
pueden enfermar con una enfermedad psíquica, igual que se puede enfermar
con una úlcera de estómago. [ ... ]
Luego debe existir un establecimiento psiquiátrico especializado en la
atención de estos enfermos delincuentes -no delincuentes, sino que han co-
metido delitos- y que por su peligrosidad necesitan determinadas circunstan-
cias dentro de los establecimientos de tratamiento, y que no tienen nada que ver
con los establecimientos de reeducación penitenciaria.
El otro problema que se plantea, es que, aunque los que tienen que deter-
minar en último término si la persona que ha cometido un delito es enfermo
mental o no es enfermo mental es el Poder Judicial, puesto que el Poder Judi-
cial es el representante del pueblo, él necesita el asesoramiento técnico de los
especialistas. Por lo tanto, es necesario que exista ... y que desgraciadamente, o
felizmente, los compañeros médicos forenses ya tienen bastante con todas las
cantidades de problemas que tienen que resolver y ciencias que tienen que co-
nocer profundamente, no se les puede exigir -me parece- a los forenses que
sean psiquiatras, y que además sean psiquiatras especializados, con una gran
experiencia clínica como la que es necesaria para determinar los problemas de
psiquiatría forense.
Por eso es necesario que todos los cuerpos de investigación, los cuerpos
fiscales y los Tribunales de Justicia dispongan de un cuerpo de psiquiatras que
les sirvan de asesores para determinar el problema de si el presunto delincuente
es un enfermo mental o no lo es. Nada más; bueno, nada más relativamente.
No se puede hoy en día admitir, y sería incorrecto, porque consecuencia de eso
son las cosas que están pasando ahora, de que el enfermo mental continúa en
proceso y cosas por el estilo, delimitarse únicamente a la determinación de que
es enfermo mental. Hay que determinar además, si además de enfermo metal
es responsable o irresponsable de sus actos, y no solamente de sus actos, sino
del acto concretamente cometido. [... ]
Luego todos estos problemas es necesario que los cuerpos de investiga-
ción -y en esto insisto: que no solamente los cuerpos jurídicos, sino los
cuerpos de policía, los que comienzan la investigación de los actos delicti-
vos- cuenten con personal técnico especializado que les pueda hacer obrar,
desde el primer momento, si el presunto delincuente o las personas que tienen

318
alguna relación con un problema judicial son enfermos mentales y qué actitud
y qué responsabilidad tienen con respecto al hecho que se investiga.
Esto, creo, es lo fundamental de la Ley, de lo que tiene que ser la Ley y
el enfermo mental.
Yo siento mucho diferir de que lo que presenta la Ponencia como Proyec-
to de Ley, yo diría incluso, con el pomposo Proyecto de Ley, que como toda
Ley está dictada por los órganos superiores del Estado, se reduce única y ex-
clusivamente a un reglamento de funcionamiento de los servicios de asistencia
y de higiene mental, y que precisamente sería de extraordinaria complicación
poner en una Ley el que tiene que haber hospital de día o de noche, porque es
muy probable -por lo menos yo no lo excluyo. De que haya alguna experi-
mentación y que resulte que es también muy a propósito un hospital de tarde.
¡Ah!, pero como no está en la Ley, pues no se puede hacer un hospital de tarde.
Creo que de ninguna manera en una Ley pueden ir estos principios, estos
pequeños detalles que son de funcionamiento y de trabajo. Ahora, sí creo que
se debería insistir mucho, que los principios fundamentales de la situación del
enfermo mental con respecto a la Ley, es urgente modificarlos. Y yo creo que,
precisamente, el Gobierno Revolucionario no es tan respetuoso con las leyes
de España, y con muchas otras leyes, felizmente; y que por lo tanto, quizás
no sea tan difícil hacer una Ley de cuatro o cinco artículos, en que queden
las cosas muy claras. Y yo creo que, además, a la cabeza del Gobierno hay un
abogado que sabe bastante sobre Derecho, aunque quizás no sepa el Código
español, felizmente.
Muchas gracias. (APLAUSOS)
Sr. Presidente: [ ... ] Debido a que el ponente ha tenido las aportaciones de
más de una docena de asambleístas, nosotros le rogamos a la doctora Clotilde
García Mauri que sea lo más breve posible en la exposición.
Dra. Clotilde García Mauri: Bueno, yo había pedido la palabra para de-
cir una cosa que había olvidado. Pero ahora voy a aprovechar para hacer una
aclaración, porque parece que no me expresé lo suficientemente bien, y quiero
dejar aclarada mi postura.
En la intervención anterior me referí en una forma muy vaga a la Filosofía
del Derecho y dije que no iba a hablar de eso. Naturalmente, yo no me refería
a que se siga aquí una filosofía del Derecho antiguo, no puede ser otra esa ley
-de ninguna manera- que una filosofía basada en la filosofía materialista
y en el Derecho que una Revolución nos da. Eso lo digo por las palabras del
doctor Villalanda.
Por otra parte, quizás al hablar del Código de Defensa Social. . . Quiero
explicar, porque a veces uno tratando de ser muy breve, por resumir demasiado

319
deja pendientes cosas que pueden llevarse a malas interpretaciones. Yo me re-
fería a que era un Código, en la etapa anterior que nosotros vivíamos, bastante
adelantado en comparación con otros países; de ninguna manera digo que ese
Código tenga que estar vigente, ni muchos menos. Todos sabemos que hay
que cambiarlo, pero hay que cambiarlo a través de las realidades que nosotros
estamos viviendo, y de lo que la Revolución significa.
Entonces, reiterar una vez más que no estoy de acuerdo en cuanto al he-
cho de que los enfermos mentales tengan que estar sometidos constantemente
a vigilancia judicial, porque eso es una complicación que no viene al caso. Yo
espero que mi postura haya quedado bien aclarada en este sentido. No quiero
extenderme, porque realmente, ya es muy tarde.
Sr. Presidente: Compañeros, tiene la palabra el doctor José Galigarcía
para hacer las conclusiones en relación con la Ponencia.
Dr. José Galigarcía: Bueno, el ponente se siente satisfecho porque lo que
quería conseguir lo ha conseguido; que es interesarlos a todos en esta cuestión
que nos compete a todos. De otra manera, nadie se hubiera ocupado de esto, o
si nos hubiéramos ocupado hubiera sido en forma individual y no coordinada, y
entonces demoraríamos más tiempo en resolver estos problemas.
Ahora, lo que sí quiero decirles es que esto es una "papa caliente" que
nadie ha querido coger, y yo desgraciadamente -o por fortuna- vengo co-
giendo las "papas calientes" desde hace mucho tiempo. Precisamente, antes del
triunfo de la Revolución, cuando hablar de asistencia psiquiátrica era un tema
olvidado, y cuando uno empezaba a hablar sobre asistencia psiquiátrica se que-
daba solo en el auditorio; porque a todos los que les interesaba en esa época los
trabajos científicos, era el descubrimiento de tal cosa que cura diez pacientes,
estadísticas con mil quinientos casos curados, y mecanismo de tal cosa. Y eso,
verdaderamente, interesa a todo el mundo.
Yo recuerdo que el año 1946 yo llevé a una Jornada de Psiquiatría en Hol-
guín el tema sobre asistencia psiquiátrica, y aquello fue un velorio, un velorio
chino; y entonces me recuerdo que el único que habló, pidió la palabra y apoyó
el proyecto fue el doctor Moreno Luna, del Partido Socialista Popular en aqué-
lla época; y que hoy todavía se encuentra trabajando en el Ministerio de Salud
Pública. Siempre lo recuerdo. Antonio Moreno Luna.
Así que las "papas calientes", no es porque me gusten ni soy el sacrifica-
do, ni nada de eso, sino sencillamente porque cuando tengo una inquietud la
echo a andar.
El otro día yo decía en la Mesa Redonda que todo el mundo ha tratado de
hacer reformas en la Legislación Psiquiátrica no solo en Cuba sino en América
Latina y en Europa, y siempre se encuentran con una serie de escollos que la
gente abandonan los Proyectos y los ante-Proyectos.
320
Por ejemplo, en la Legislación Americana no hay una sola nación que
no haya hecho un intento de estas cosas. La Ley de Alienados del Uruguay,
la Ley de Salud Mental del Perú, la misma Ley de Salud Mental de México,
la del Brasil, todas se refieren a la asistencia; porque los problemas de fondo
que se refieren al Código Civil y al Código Penal, no puede legislarse si no es
una ley general; y como esas leyes generales se hacen de "Pascuas a San Juan"
-cuando se hacen-, es que van quedando atrás estos problemas de legisla-
ción. Y entonces lo que tiene que hacer uno es hacer estas leyes, que les tene-
mos que llamar leyes, porque no hay otro nombre, pero estoy de acuerdo con
el doctor Villalanda en que debían llamarse Reglamentos, pero el nombre no
interesa; pero es la única manera de legislar algo.
Esta mañana el doctor Knoblock me dijo que en Checoslovaquia actual-
mente los jueces tienen que ir a comprobar personalmente a todos los que
ingresan porque están en interdicción de derechos civiles, para comprobar
si están enfermos o no. Fíjense bien: en Checoslovaquia, dicho por el doctor
Knoblock esta mañana.
Así que nosotros vemos que estos tipos de legislaciones son problemas
muy difíciles. Cada vez que yo le preguntaba a un abogado, me decía: chico,
yo de eso no te puedo decir nada, porque en primer lugar, yo no sé cuál es la
filosofía del Derecho en esas cosas, porque no es la filosofía del Derecho en
general de la Revolución, que ya se sabe en el aspecto económico, en el aspecto
político, en algunas cosas, pero no en relación a la capacidad civil, y a la impu-
tabilidad o inimputabilidad penal. Luego, como todavía no lo conocemos, yo
lo ignoro; estoy preguntando y preguntando, y nadie sabe. Bueno, pues vamos
ahora a forzar que el Gobierno se defina en esas cosas, ya entramos nosotros.
Pero, cómo un humilde psiquiatra que no sabe absolutamente nada de leyes y
muy poco de psiquiatría, va a hacer una ley donde se establezcan pautas, nor-
mas, de la capacidad civil y de la imputabilidad o inimputabilidad penal. Esa es
la realidad. Pero hay algo que hacer para forzar esta cuestión.
El doctor Bermann me decía que todos esos proyectos de Suramérica se
han frustrado, o bien en las Cámaras Legislativas o a nivel del Poder Ejecutivo,
y resulta que ninguna de ellas se ha aprobado. Es decir, que hoy en día --como
yo dije el otro día en la Mesa Redonda- no existe una legislación siquiera
de asistencia psiquiátrica en Latinoamérica. Donde la hay es en el Canadá, en
Inglaterra, que me habló el doctor Knoblock. Porque estas cosas en Europa no
las hay, en las legislaciones europeas, porque precisamente están reglamenta-
dos los ingresos, los egresos, y entonces cada institución tiene su reglamento
en eso, y no se han unificado. Donde se ha tratado de unificar por un problema
más bien de tipo federal, ha sido en los Estados Unidos y en el Canadá; y así y

321
todo, en algunos estados de los Estados Unidos, están completamente por "la
libre" y ajeno a las cosas federales.
Con esta introducción, yo voy a contestar entonces a cada uno de ustedes,
más o menos como yo veo las cosas. El doctor Oliva. Sinceramente yo creo, y
se lo dije a Galvizu después que salimos del Vivac de Santiago de Cuba; yo le
dije: oye, culpable tú eres de esto y yo también. Le dije, somos culpables. En-
tonces, cómo vamos a decir que la culpabilidad es del Ministerio del Interior;
es la falta de coordinación.
Ahora, nosotros hemos provocado una coordinación y ver en dónde está
la culpa, o la falta o el error, y entonces subsanar ese problema. El Ministerio
del Interior yo lo conozco muy bien, yo sé cómo trabaja por dentro; yo fui cerca
de dos años miembro del Consejo de Defensa Social, y sé lo que se trabaja y lo
bien que se trabaja. Y ahora hemos podido conocer una serie de cosas que están
haciendo ustedes, y uno de los momentos más emocionados que he tenido en
estos últimos días fue ayer cuando oí lo de la rehabilitación de prostitutas; se lo
estaba diciendo a la compañera esposa del doctor López Valdés, que es una gran
poetisa, y le dije: coge esto para tus versos, tienes poesía ahí suficiente, tienes
tema suficiente. Sabía algunas cosas del Ministerio, y ahora sé muchas más. [ ... ]
En cuanto a la peligrosidad social, ya hablé de esa situación. La inter-
vención del juez con los otros enfermos: lo mismo. Los cuerpos de guardia
de psiquiatría: donde los haya. El Código de Defensa Social yo sé que ha sido
una de las leyes fundamentales penales que Cuba, con orgullo, ha mantenido.
Pero la realidad es que el Código de Defensa Social ha tenido un gran defecto,
y lo puede decir el compañero del Ministerio del Interior: que nosotros nun-
ca hemos podido utilizar el Código de Defensa Social, porque no existen las
instituciones apropiadas, nunca se crearon; luego entonces, no funciona, es un
papel escrito que nos complicó a nosotros por dos años. Ya teníamos ganas de
soltar el Consejo de Defensa Social, porque no podíamos hacer absolutamente
nada. Es lo mismo que se creara ahora el Consejo Nacional de Salud Mental, y
no se hicieran las instituciones. Así le ha pasado al Código de Defensa Social.
A la Dra. Cuní no le puedo contestar esas cosas que ella me dice, porque
verdaderamente hoy en día la línea divisoria entre la enfermedad y la salud es
imprecisa. La coordinación de las instituciones, estoy de acuerdo con la suge-
rencia que ha hecho. [ ... ] (APLAUSOS).
Sr. Presidente: Compañeros: quede bien aclarado que las conclusiones
sobre la Ponencia del Dr. José Galigarcía se complementarán o se harán en
el momento oportuno, puesto que como habíamos anunciado al comienzo, se
iban a recoger las aportaciones, las críticas de los compañeros presentes, de los

322
asambleístas presentes y, al mismo tiempo, se iban a mandar por escrito a todas
las instituciones, para que elevaran por esa misma vía -por escrito- todas las
aportaciones que creyeran oportunas.
Para hacer las conclusiones finales de la Primera Conferencia Nacional
de Instituciones Psiquiátricas, viene a hacer uso de la palabra el Dr. Diego
González Martín.
Dr. Diego González Martín: Compañeros: La Comisión Nacional Asesora
de Psiquiatría, teniendo en la mano los protocolos de los Secretarios y todos
los documentos que se han aportado, y algunos que se han producido espontá-
neamente en el curso de la Conferencia, ha elaborado el siguiente proyecto de
Conclusiones.
La primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas ha cons-
tituido un éxito dentro de los objetivos del Año de la Organización, de la pla-
nificación y coordinación de los trabajos que en materia de Higiene Mental
se llevan a cabo por los Ministerios de Salud Pública, Educación, Interior y
Fuerzas Armadas.
Segunda. La primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas
ha aprobado por el testimonio de sus participantes la corrección de la política
que ha inspirado a la actividad oficial en materia de Higiene Mental, y que
atiende al acercamiento estrecho con el pueblo, y a la utilización de los recursos
y fuerzas sociales que brinda la Revolución para la solución de los problemas
que se confrontan en Higiene Mental, manifestándose en la creación de Salas
de Psiquiatría en los Hospitales Generales; en los planes actuales del Hospital
Psiquiátrico de la Habana para convertirse en un gran centro de rehabilitación
y laborterapia; en la orientación proyectada hacia la creación de Hospitales
Diurnos, y otras iniciativas, como Centros de Cuidados del Egresado; el surgi-
miento de la Comisión Nacional de Psiquiatría y los responsables nacionales
de Psiquiatría, todas estas medidas en lo que se refiere al Ministerio de Salud
Pública; en lo que toca a los Ministerios de Educación y del Interior esa política
de contactos y apoyos en la acción de masas se manifiesta en la labor que de-
sarrollan sus departamentos de enseñanza diferenciadas y psico-pedagógica, y
en el Negociado de Reeducación. Iguales características se observan en la labor
de la Comisión Psiquiátrica de la Sanidad Militar del MINFAR.
Tercera. La Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas acordó
por unanimidad felicitar la labor desplegada por los compañeros del Ministerio
del Interior en su esfuerzo en la reeducación de determinados grupos sociales,
en los que se expresa de manera elocuente la aplicación de los principios de la
Revolución en el tratamiento de los problemas sometidos a su cuidado, carac-
terizados entre otras cosas por un contenido de honda y profunda solidaridad

323
humana y un acertado programa reeducativo que se basa en la exaltación del
trabajo socialista y del pleno ejercicio de la dignidad del hombre.
Cuarta. Como lógica consecuencia de las múltiples actividades que se
desprenden de esta Conferencia, se desprende la ampliación de la Comisión
Nacional Asesora de Psiquiatría del Ministerio, así como la creación de las
subcomisiones necesarias para el mejor cumplimiento de sus fines.
Ante la obligada correlación de actividades del Ministerio de Salud Públi-
ca con los Ministerios de Educación, Interior y Fuerzas Armadas, sugiere el se-
ñor Ministro de Salud Pública, se solicite de dichos Ministerios la designación
de un representante de cada uno de ellos, para que se incorpore a la Comisión
Nacional de Psiquiatría en sus reuniones periódicas de coordinación. [... ]
Sr. Presidente: Compañeros: queda clausurada de esta forma la Primera
Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas.
Hasta la próxima reunión. (5:00 p.m.)

Versión taquigráfica: José A de la Osa y Osvaldo Roche.

324
Publicaciones periódicas consultadas

American Journal oflnsanity


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La Habana
Archivos de la Policlínica
Archivos de la Sociedad de Estudios Clínicos
Archivos de Neurología y Psiquiatría
Asclepio. Revista de historia de la medicina y de la ciencia
Bohemia
Crónica Médico Quirúrgica de La Habana
Cuba Socialista
Cuba y América
Diario de La Habana
Discursos de apertura de la Audiencia Petrorial de La Habana
E/Aviso
El Eco de Cuba
E/Fígaro
El País
El Progreso Médico
Gaceta Médica de La Habana
Gaceta Médica del Sur
Harper sMonthly Magazine
Higia
La Habana Elegante, segunda época
La Higiene
Papel Periódico de la Havana
Repertorio Médico Habanero
Revista Bimestre Cubana
Revista Cubana
Revista de Cuba
Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana
Revista de Medicina Legal de Cuba
Revista de Medicina y Cirugía de la Habana
Revista de Psiquiatría y Neurología
Santiago
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338
Índice onomástico y analítico

Abascal, Horacio, n. 167,326. Arnaud de Ronsil, Georges, n. 27.


Abbot,Abbiel, 69,326. Aróstegui del Castillo, Gonzalo, 75,
Abril, Agustín M., n. 111. 124-25.
Acosta Cárdenas,Agustín, 13, 15, 116- Arrigualaga, Manuel, 205.
20, 250-55. Asilo San José, n. 42, 47, n. 126,212,
Acosta Nodal, Carlos, 278, 294, 298. 330,336.
Agamben, Giorgio, n. 187,326. Autran, Francisco, 260.
Agramonte,Arístides, 153,326.
Albear, Francisco, n. 48, 53, 88, 330.
Bachiller y Morales, Antonio, n. 22,
Alfonso, Manuel F., 208.
226.
Alizalde, Juan Bautista de, 259.
Baigorri,Artemio, n. 166.
Álvarez,Agustín, 272.
Baillarger, Jules, 42, 110-13, 118,334.
Álvarez Cerice, Lucas, n. 75, n. 153, n.
Balmaseda, Francisco J., n. 149.
176,326.
Barabash, W.I., 295.
Álvarez Estévez, Rolando, n. 108, 326.
Barbin, Herculine, n. 24, 332.
Amador, Nicolás, n. 156.
Barcia, María del Carmen, n. 164.
Anderson, Benedict, 73, 326.
Anomalía (s), n. 23, 25, 26, n. 129, 130, Bamard, George, 72,240.
n. 159,301,327. Bamet, Enrique, 150-51.
concepto de, n. 41, 119. Barral, Fernando, 316.
Anormal (es), 9, 13, 24, 109, 119, 126, Barrera y Domingo, Francisco, 19, n.
130, n. 157. 65, 99,327.
genealogía del, 28, 41. Barret, P.M.V., n. 245.
concepto de, 38, 119, 130. Baudelocque, J.L., 58-59.
anormalidad, 113, 130. Beato, J., 254.
Arago, Fran9ois, 77. Belot, Carlos, n. 41, 59-60, 327.
Arango, José Francisco, n. 165,250. Bermann, Gregorio, 296,321.
Araujo, Leopoldo, 179, n. 183,286, Berna!, José A., n. 23.
293. Bertillon,Alphonse, 47, 80.
Arce, Bartolomé, n. 185,335. Blanco Herrera, Juan, n. 66,327.
Argaín Ros, José A., n. 174, 176-78. Boileau, N., 208.
Aries, Philippe, n. 23, n. 24, 38, n. 47, Bompard, Gabriela, 167.
326. Bona, Francisco J., n. 73.
Aristizábal, Gabriel de, 199. Bousquet, José Domingo, n. 60.
Armas y Cárdenas, José de, n. 122, n. Braun, Marta, 77,327.
165,326. Briquet, P., 121.
Armenteros y Guzmám, José de, 140, Broca, P., 42, 115, 118-19, 207.
145,256,257. Brouardel, P., 207,217.

339
Bruce, P. A., 100-01, 246. Caton, 93.
Buchan, William, n. 60. Cayo Puto/Isla de las Mujeres, 32, 34-
Buffon, Conde de, 26-27, 203. 36.
Burnett Tylor, Edward, n. 245. Cejas,Antonio, 289.
Bustamante, José Ángel, n. 177, 179, n. Cerqueira, Marcelo, n. 32.
189,278,286. Céspedes, Benjamín de, n. 44, 48-49,
94, 130, 328.
Caballero, José Agustín, 11, 20-21, 23, Céspedes, José María de, n. 94,329.
29-30, 37, 38, n. 41, n. 55, 61. Chaille, S. E., n. 143,329.
Cabrera, Raimundo, 48-49, 105,327. Chan-lin-pin, 75.
Cacho Negrete, Modesto, n. 27. Chappi, Tania, n. 33.
Caire, Louis, 22. Charcot, J. M., 41-42, 111.
Chateausalins, H.B., n. 65,329.
Calcagno, Francisco, n. 37, n. 100.
Chelala Aguilera, José, 182, 329.
Calzadilla, Luis, n. 177.
Chiappi, José, n. 23.
Canasí, Abdo, n. 171, 179, 286, 311.
Christiano, Junior, n. 87.
Cantos, Matías, 141, 257-59, 261.
Clarens,Antonio, n. 138.
Carbonell y Rivero, José M., n. 123.
Clericato, 204.
Cárcel/PresidioMvac.,15, 24, 35, 39,
Clozel, M.F., 99,246.
40-43, 46, 53, 70, n. 88, 93, 122-25, n. Cobelo,Armando F., n. 39.
128, n. 135, 159, 168, 172,208, 225-30, Condar, Antonio, 259.
309,313-16,322,335. Conduche, Ernest, 78, 79.
Carlier, F., 209. Corday, Carlota, 255.
Carrera Jústiz, Francisco, 150-51. Córdova Quesada,Armando de, 166,
Cartaya,Aliadna, n. 36, n. 136,337. 329.
Casa Montalvo, Conde de, 29. Córdova Castro,Armando de, 177-80,
Casal, José María, n. 41. 278, 282-83, 286, 291, 296.
Casal, Julián del, 13, 43, 133-34, 138, Cortázar, Octavio, n. 177.
262,327,333. Cortés, Aurelio, n. 222.
Casas, Don Luis de las, 36-37, 66, 199. Corre,Armando, n. 246.
Casasecas, José Luis, 74. Costa da Fontes, Palmira, n. 20, n. 27,
Casper, J.L., 207. 329.
Castellanos, Ernesto J., n. 192,327. Costales, Manuel, n. 60.
Castellanos, Israel, 14, n. 66, 82, 85, 94- Cowley, Luis María, n. 95, 116-17,
95, 101, n. 128, 155, 157-64, 166-70, 253-54.
271, 326-28. Cózar, Bernardo, 25, 199-200.
Castellanos, Manuel S., n. 111, 114, n. Crimen(es), 31, 33, 35, 42, 73, 94-96,
147,328. 109, 112, 120-124, 127-29, 133-34,
Castellanos, Martín, 184-85, 333. 138-39, 145-46, 166-69, 268.
Castellanos, Jesús, 162, 274-76. Criminales, 12, 15, n. 39, 73-75, 95,
Castelló Humberto, n. 175. 101, 107, n. 110, 122, 125-28, 145, 152,
Castro, Fidel, 172, n. 174, 191-92, 328. 157-59, 168-69, 250-55, 333,335.

340
Criminalidad, 38, 48, 63, n. 73, n. 95, Eguren, Gustavo, n. 64.
97, 102-03, 106-08, 124, 126, n. 152, Elcid, Ramón, n. 81.
156,160,246,269. Eng y Chang/siameses, 22.
Criminología, 13-15, 51, 109, 126, 147, Entralgo, Elías, n. 63.
155-61, 166, 169, n. 172,245,271. Escalona, Mario, 278,298,303,314.
Cruz, Ángela, 311. Esquirol, Étienne, 118.
Cruz Ochoa, Ramón de la, n. 173, 329. Esquive!, Ofelia, n. 180.
Cuní, Dra., 310,322. Evans, Walker, 133.
Eyraud, Michel, 133-34, n. 159, 167,
Darío Rumbar, Rubén, n. 180. 333.
Darwin, Charles, 94. Eugenesia, 14, n. 44, 118, 127, 130,
Davenport, Charles, 158. 154-56, n. 158, 168, 173.
David, J. G. (Mayor David), 151. medidas y prácticas eugenésicas, n.
Dazille, Jean-Barthélemy, n. 65. 44, 80, 95, 121.
Defensa social, 44, 117, 182, 129, n. Eugenio (esclavo mina), 85.
160. Eurípides, 99.
Código de, 169-71, n. 182, 186, 287-
88, 309,319,322,329.
Faber, Enriqueta, 14, 29, n. 38, 40-41,
Consejo Superior de, 183,322.
44-45, 334.
DeForest Fredricks, Charles, 64, 87,
Fabre y Carbonell, n. 175, 330.
92,332.
Falco, F.F., n. 159.
De la Osa, José A., 224.
Falret, J.P., 115, 123.
Dalasiauve, L., 113.
Feijoo, Julio, n. 180, 287-90, 308.
Degeneracionismo/Degeneración/
Degenerados, 13, 29, 38, 41, n. 44, 49, Femández, Domingo, 20.
52, 83, 93-94, 97, 100-01, 106, 109-15, Femández, Sor Fernanda, 202-03
118-120, 124, 127-29, 158-60, 169, Femández de Castro, Hugo, 173-74.
184-85, 191,193,269,331,333. Ferri, Enrico, 94, 96, 107, 161,245,
Delfin, Manuel, n. 128, n. 154,329. 271,330.
Delgado, Gregorio, n. 177,329. Ferrus, G., 113.
Díaz, Juan C. 259, Finlay, Carlos J., 49, 51, 156-58, 330.
DíazAlbertini,Antonio, n. 111. Finlaísmo, 106, 157.
Donzelot, Jacques, 12, 61-63, 329. finlayano, n. 150, n 152.
Dorner, Klaus, 110,329. Fosalba, Rafael E., n. 156.
Duby, George, n. 47,326. Foucault, Michel, 10, 24, n. 38, 41-42,
Du Chaillu, M., 276. n. 57, 109-11, n. 186,330.
Dueñas Becerra, Jesús, 184-85. Fowler, Víctor, n. 44.
Dumont, Henri, 12, 65, n. 73, 77, 80-87, Freund, Kurt, 183, 184.
97, n. 160,336. Fuller Torrey, E., 122, 330.
Dumont, René, 172.
Durkheim, Émile, 93, 95, 102. Galera,Andrés, n. 161, n. 169,330.
Duvergie, A., 122. Galigarcía Hernández, José, n. 173, n.
341
177-79, 278, 287-88, 296-98, 301, 305- Gutiérrez, Marcos, n. 29.
08, 311,313,320,322. Gutiérrez, Nicolás, n. 21.
Galton, Francis, 80. GutiérrezAgramonte, Eduardo, n. 180,
Galvizu, Alberto, 278, 282, 306, 322. 183,278,282,290,298.
García Blanco, Rolando, n. 48.
García deArboleya, José, n. 45. Halle, James W., n. 22.
García de Coronado, Domitila, n. 144. Hamy, E.T., 42,207.
García Galló, Gaspar, 188-90, 192,330. Hazard, Samuel, 71,331.
García González,Armando, n. 81,334. Hegel, F., 97.
García Fleites, Pedro, 295. Hermafrodita(s)/hermafroditismo, 15, n.
García Huerta, Leopoldo, 282, 283. 22, 24, 26-28, 38, n. 40, 52, 201-05.
García Mauri, Clotilde, 308,310,319, Hernandes,Agustín, 199.
GarcíaRijo,Mariano,n.111, 118-19, Hernández Catá,Alfonso, 12, 69, 75,
332. 241,241,331.
Garrido, Fray Esteban, 202. Herrera López,Antonio, n. 35.
Gaupp, Robert Eugen, n. 96, 102, 248. Hevia, Juan José, n. 59.
Gélineau, J.B.E., 127. Higiene/higienismo, 11-15, 51, 70, 110,
Goodman, Walter, 70,331. 126, 138, n. 148, n. 155.
Gómez, Eudaldo, n. 138, 330. Higiene mental, n. 44, 130, 154, n.
Gómez, José María, n. 139. 166, 173-74, 176, 181, n. 183,279.
Gómez, Juan Gualberto, n. 164. Higiene mental, Liga de, 174-75.
González Curquejo,Antonio, n. 144. Higiene privada, 41, 59.
González de Carvajal, Francisco, 34. Higiene pública, 11-15, 41, 130,
González del Valle,Ambrosio, n. 144. 199,255,266.
González Echeverría, Manuel, 94, 110, Higiene socialista, 15, 176, 280-83,
120-24, 331,337. 292,300,306-08,312-13,319,323.
GonzálezMartín,Diego, 177-78, 181, Hipócrates, 203.
194,278-79,282-83,292,295,306, Hoffman, E., 207, 217-18.
323. Hoffman, F. L., n. 246.
GordonAcosta,Antonio, 139, 146-50, Hombre-Mujer, 15, 20, 23, 29, 37-38, n.
331. 40, 55,210.
Goubaux, Armand, 208. Hombre Nuevo, 15,173,185.
Grandjean,Anne, 24-25, 27. Homofobia/homofóbico, 11, 31-32, 50,
Grobat, Fabio, 181. 182, 186.
Guevara de la Serna, Ernesto, n. 175, Homosexualidad/homosexualismo/
185. homosexual(es), 11, 14-15, n. 24, 29-
Guiral, Rodolfo J., 177. 38, 42-46, 51-54, 128-29, 136, 171,
Guiteras Gener, Juan, 156-57, 331. 175, 181-93, 312.
Guislain, J., 121. Hospital de Dementes/Enajenados/Asilo
Gullón,Alberto José, n. 128,331. General/San Dionisio/Psiquiátrico/
Gurri Garrido, José N., n. 180. Mazorra, n. 34, n. 48, 74-75, 88, 153,
342
168, n. 170, 174-80, 185,255,280,290, Lasegue, Charles, 114, 122.
300,303,309,314,324,334. LeBon,Gustave, 162, 166,271-72.
Hospital de Higiene, 42, 128, 12. Lebredo, E., 207,216.
Hospital de Paula, 35, n. 59, 66. Lecha Marzo, Antonio, 167.
Hospital San Juan de Dios, n. 20, 35. Legrand du Saulle, H., 119, 122, 127,
Hospital Militar San Ambrosio, 21-22, 252.
n. 59, 137, n. 140. León, Juana de, 29, n. 40.
Huerta, René de la, n. 180. Leontiev A. N., 178.
Huertas García-Alejo, Rafael, n. 49, n. Le Riverend Brusone, Julio, n. 32, 332.
110, n. 114, 124, n. 129,331. Le Riverend Longrou, Julio, n. 95, 332.
Humboldt,Alexander von., 28, 87,331. Le Roy y Cassá, Jorge, n. 35, n. 59, 104,
Huxley, Thomas Henry, n. 79, 80. 107-08, 157,328.
Hytek (esclavo hermafrodita), 15, 26, Letomeau, Ch., 276.
205-06. Ley/cuerpo y ley, 9, 11, 24, 31, 52, 95,
133, 187, 193, 222-23.
Iglesias, Maria!, n. 151,332. medicina y ley, 42, 44.
Ilincheta, Isabel, 65. psiquiatría y ley, 113, 254, n. 278,
Isaiev, D.W., 178-79. 296,303,307,311-14,317,319,321.
norma y ley, 40.
Jáuregui, Andrés, 136, 332. ley de la herencia, 21, 118,272.
Jiménez Malgrat, Ricardo, n. 173. ley natural, 23, 94.
leyes, 31, 37-38, 75, 98, 114, 162,
Klaindorz, Boris, 294. 171-75, 183, 188,204,210,253,258.
Knoblock, F., 278,281,321. leyes revolucionarias, 173, 175,
192,308,313, 316-17, 332.
Labat, Jean Baptiste, 99,332. proyecto de./decreto/legislación,
Labra, Rafael María de., n. 73. 170, 172, 306-12, 319,321.
Lacan, Emest, 80. Leyva, Herminio C., 148, 332.
Lacan, Jacques, 150. Leyvas, Luis, n. 138, 332.
Lacasaggne,Alexandre, 95,107,332. Lezama Lima, José, 36, 133-34, 138,
Lachapelle, Madame, n. 59. 332.
Lacras sociales/ lumpen/antisociales, LLetor Castroverde, José, n. 21, n. 29,
172-73, 185-86, 191-92, 194, 280-83, 332.
289-90,295,297,300,312. Llinás Carvajal, José J., n. 63.
Laffitte, P., 99. Locard, E., n. 159.
Lamprey, John H., n. 79. Lombroso, Cesare, n. 44, 93-94, 96,
Landa,Antonio de, n. 41. 101,106,112, 115,125,128,n. 133,
Lachapelle, Madame, n. 58. 158-59, n. 161, 167,245,271,288,335.
Laporte, Dominique, n. 150. López, Gustavo, n. 39, n. 44, 49, n. 75,
Lasaga, José Ignacio, n. 180. 100, 124-27, 129-30, n. 144, n. 153,
331-33.

343
López del Valle, José A., n. 148, n. 51, Mestre, Narciso, 86, 89-92.
332. Meza, Ramón, 162,273.
López Prieto,Antonio, n. 39. Miller, Judy, 122, 133.
López Sánchez, José, n. 34, n. 135, n. MlNlNT (Ministerio del Interior), 170-
140,n.256,332. 72, 183, 194,280-84,287-90,293,305,
López Valdés, Jorge, 293, 322. 307, 310-14, 322-23.
Losada, Cesáreo F., n. 139, 145-46, Montalvo, José Rafael, 94, 165,207.
148-150, 333. Montané Dardé, Luis, 11, n. 30, 42-46,
Losada, Sabino, n. 41, n. 60. 50-54, 82-84, 101, 125-28, n. 136, 159,
Lubbock, John, n. 245. 165,207,333.
Lucas, Prosper, 114, 121. Montgomery, David, 122, 331.
Luz y Caballero, José de la, 97,333. Monstruo sexual/noción de monstruo,
10, 19-29, 38, 41, 109, 120, 133-34,
Maceo, Antonio, n. 43,207. 138,199,203,336.
Machado, Gerardo, 168. Moore, Robin D., n. 165, 333.
Magnan, Valentin, n. 44, 110-11, 124, Mora, Federico, n. 128.
126-27, 333. Morales, Pascual de, 259.
Makarenko, 281-84. Morales Sotero, Nicolás, 283.
Malberti, José A, n. 153,333. Morán, Francisco, 16, n. 43, n. 138, n.
Marat,255. 186,333.
María de Regla (nodriza), 65. Moreau de Tours, J.J., 118, 121.
Mariani, C.E., n. 159. More!, BenedictA., n. 44, 110-15, 117-
Martínez, Antonio (marinero 18, 120-21, 124,334.
hermafrodita), 15, 25-26, 200-01, 204. Moreno, Dr., 85.
Martínez, José Agustín, n. 182,333. Moreno Fraginals, Manuel, n. 74, 82, n.
Martínez Páez, Julio, n. 174. 100,334.
Martínez Sánchez, P., 115. Moreno Luna,Antonio, 320.
Marra, Realino, n. 93, 333. Moreno Mengíbar,Andrés, n. 24,337.
Marrero, Leví, n. 33, n. 35, 333. Morgan, Tomas H., 159.
Matías, Tomas, n. 29. Morin, Edgar, 99-100, 334.
Matignon, Jean Jacques, n. 245. Morselli, Enrico, 93-94, 96, n. 246, 334.
Matthews, Franklin, n. 151. Moscoso y Peralta, Juan M., 202.
Maudsley, Henry, 116,253. Mott, Luiz, n. 32.
Medina José Toribio, n. 33, 333. Muñoz, José Joaquín, 42, 110-14, 334.
Mena, Cesar A., n. 39.
Méndez,Joseph,259. Naranjo, Juan, n. 78, 334.
Menéndez, Emilio, 288. Naranjo González, Consuelo, n. 81, n.
Merlin, Condesa de, n. 34, 64. 161,334.
Mestre,Antonio, n. 21, n. 83, 116-19, Nogueira, Gerardo, n. 185,333.
130, 164-65, 252-55, 333. Nogueras, Luis Rogelio, n. 177.
Mestre,Arístides, 94, n. 111,333. Nicéforo,A., 161.
344
Núñez de Villavicencio, Emiliano, 117- Peset, José Luis, n. 110, n. 161,335.
18, 120,334. Pezuela, Jacobo de la, n. 40, n 73.
Omboni, Titto, n. 246. Picaza Benítez, Jorge, n. 180.
Oliva, Dr. (García Oliva, J.), 194,281, Pichardo, Esteban, 84, 97, 246.
283,286-90,307,314,322. Pichardo, Hortensia, n. 140.
Ordaz, Eduardo B. (Comandante Pignatelli, G., 204.
Ordaz), 174-75, 179-81, n. 184, 194-95, Pinel, Philippe, 110.
278,286,295,298,300-306,333. reforma pineliana, 177.
Ortiz, Femando, 12, 32-34, 50-51, 82, Piña y Peñuela, Ramón, n. 65, 335.
93, 94-107, n. 128, 152, 157-162, 166, Plasencia, Tomás, 101,111,115, 117-
245,248,273,274,334. 20, n. 128,247,254,335.
O'Reilly, Conde de., 28, 200. Plinio, 203.
Orret, Sidney, 298, 300, 303, 306. Poey, Felipe, n. 83.
Pontón, Cayetano, 258,261.
Pablo (culí Pablo), 69,335. Poder/poder y biopoder, 34, 40, 171,
Padilla, Heberto, 188. 182, n. 188,326.
Pancrazio, James, 16, n. 29, n. 40,334.
poder burgués/capitalista, n. 160,
Parra,Antonio, 20, 23,335.
283.
Parreño,Alberto, n. 59.
poder y ciencia, 9, 14
Pasteur, Louis, 264.
poder de estado, 9, 15, 36,210
Pastor, Manuel, n. 36.
poder judicial /ejecutivo, n. 182,
Pavez Ojeda, Jorge, n. 82.
309,318,321,333.
Pavía, Domingo, 257,260.
Payret,Andrés, 205. poder psiquiátrico: n. 57, 188,330.
Pederasta(s)/pederastia, 11, 15, 44, 46, poder revolucionario/socialista, 170,
52-53, n. 128, 175, 207-10, 213-17. 189, 194,283.
Peligrosidad social/delictiva/estado de poder punitivo, 9.
peligrosidad, 13, 53, 117, 125-28, 171, saber/poder, 27, 105, 163.
182, 186,287-89,308-09,318,322. instancia de, 22.
individuo peligroso, 15, 53, 72, 109, Porcallo de Figueroa, Vasco, 31.
158,170,182, 186,254-55,308-09. Portell Vilá, Juan, n. 111, 166.
loco peligroso, 116-17, 120, 123, Portuondo, Juan A., 180.
168, 253-54. Potts, Frisso, n. 180.
Pérez Carrillo, Juan, 25, n. 29, 199. Preto, Paolo, n. 135, 336.
Pérez de la Riva, Juan, 69, 71-75, n. Prieto Morales,Abel, 190,192,335.
222,335. Princesa de Asturias (J.S.P/
Pérez Sanz, Bautista, n. 180. homosexual), 15, 45-47, 211-215.
Pérez Valdés, Noemí, n. 185,333. Prostitución/prostitutas (véase también
Pérez Villar, José, 294. Reeducación, Rehabilitación), 34-35, n.
Perversidades/perversión/perversos: 42,48,61, 128,130, 143-44, 155,159,
25, 29, 63, 109, 116, 127, n. 188,208, 171, 175, 191, 194,209,215, 280-85,
250, 332. 290,295,312,315,328,331.

345
Proxenetas, 171, 280-83, 290,295. Rodríguez Fuentes, Diana, 289-91.
Pruna Goodgall, Pedro M., n. 143, 335. Romay, Tomás, 11, 21-23, 25-27, 29, n.
Puig, Pedro, 259. 38, 56, n. 137, 199,205,336.
Puig-Samper, Miguel Ángel, n. 160. Roig de Leuchsenring, Emilio, n. 55,
219,338.
Quatrefages, J. L. Armand de., 80. Rosa, Gabino de la, 82, n. 86, 336.
Quesada, Rafael, 205. Rossi, P., 207.
Rousseau, Louis, 80.
Racismo/justificación científica del, n. Rousseau, J.J., 58-60.
157. Rubinstein, S. L., 178.
prácticas y enunciados racistas, 14,
n 46, 81, 84, 100, 156-57, 169,207, Saco, José Antonio, 12, 21, 72-73, 336.
245. Sagra, Ramón de la, n. 59, 71,336.
racismo de estado, 118, 156. SagredoAcebal, Osear, n. 173, n. 180.
Ramírez, Joaquín, n. 138. Salessi, Jorge, 16, 45, 53, n. 136, 152,
Ramos, Domingo F., 157-58, 335. 337.
Ramos Mejía, José M., 271-72, 276-77. San Fernando, Conde de, 13, 116, 118-
Reeducación, 172, 194, 280-81, 283-85, 19, 250-52.
290, 315-16, 323. Sánchez,Juan,32.
centros de, 284-85, 308, 318, 323. Sánchez Rubio, Marcos, 26, n. 38, 135-
Rehabilitación, 172, 176, 183, 280, 290, 37, 205,337.
297,322. Santa Clara, Conde de, 66, 141, 257-58,
centros de, 175, 280-84, 290,295, 260.
316,323. Santos Fernández, Juan, 63, 254.
Reyes Zamora, Agustín, n. 111, 118, Santovenia, Emeterio, n. 31,337.
119. Schweinfurht, G, 276.
Reymondez, Julio, n. 174,175, n. 180, Scott, Rebecca J., n. 86.
n. 183,336. Semionov. I.N., 179.
Reynés,Antonio, 216,251,254. Serres, Étienne R. A., 78.
Ricia, Conde de, 140. Seurat, ClaudioAmbrosio, n. 23.
Ricord, Phillippe, n. 41. Shapin, Steven, n. 20.
Riva, Miguel, 83. Sierra Madero,Abel, n. 35,337.
Rivera,Adolfo, 311. Sighele, Scipio, 166,271.
Rivero de la Calle, Manuel, 82, 336. Sluchevski, l. F., 288.
Robin, Charles, 120. Smirnov A. A., 178.
Rocamora, José, 116, 253-54. Sociedad Antropológica, 21-22, n. 83,
Roche, Osvaldo, 324. 164-65, 207,336.
Roche, Rafael, n. 128. Sociedad de Estudios Clínicos, 124,
Rodríguez, Felipe F., 116-19, 250-55, 332.
336. Sociedad de Higiene, 144.
Rodríguez, José M., n. 62. Sociedad de Neurología y Psiquiatría,
346
173, 177-78,n. 181,296,335. Torroella, Gustavo, 316.
Sociedad Económica Amigos del Trelles, Carlos M., n. 33,337.
País/S. Patriótica, 23, 59, 104-05, 108, Trousseau,Armand, n. 110, 112, n. 120.
199,219. Trujillo y Monagas, José, 128, n. 145,
Sociedad Psicoanalítica de Cuba, 179. n. 337.
Someruelos, Marqués de., 39, 66. Tuck, Hack, 121.
Sorhegui,Arturo, n. 36, n. 136,337. Tylor, E., 207.
Sorhegui, Roberto, 181.
Souza, Benigno, n. 110. UMAP (Unidades Militares de Ayuda a
Spencer, Herbert, 159, 163. la Producción), n. 170, 179, 184, 187,
spenceriano, 272. 192.
Stenberf, G., n. 143,329. Ulrichs, Karl (M. Marx), 52,210, 211-
Stettmeier, Franz, 286,287,290. 12.
Stolcke, Verena, n. 46. Uriarte Simonetti, J.A., n. 173.
Suárez y Romero,Anselmo, 62,337.
Suazo,Ambrosio María de, 258,261. Valdés, José Antonio, 37, n. 39, n. 137,
Subjetividad/instancias de, 9. 140,337.
subjetivaciones, 52, 56. Valdés Castillo, Esteban, n. 66, 177, n.
sujeto de representación, 13. 180,327.
sujeto moral, 15. Valdés Miranda, Manuel, n. 59.
sujeto jurídico, 51. Valdés Rodríguez, Manuel, n. 130.
sujeto civil, 65. Valiente, José Pablo, 140, 258.
sujetos sociales, 75. Valle Hernández, Antonio, 28, 200.
Suquet Martínez, Mirta, n. 56. Valmont de Bomare, Jacques C., 26-27,
201.
Tagle Alfonso, Manuel, n. 111. Varela Zequeira, Eduardo, n. 146.
Tamayo, Diego, 148, 150, n. 155, 157, Varelo, Mario, n. 82.
264,337. Varona, Enrique José, 125, 164-65.
Tanco, Félix, n. 63,337. Vasallo, Celestino, 306.
Tarde, Gabriel, 107,166,271,327. Vázquez García, Francisco, n. 24,337.
Tardieu,Ambroise, 42-43, 52-54, 207, Veciana, Enrique F., n. 165.
214,216-17,252,337. Vega, Gabriel de la, 185-88.
Teresa (conga/esclava doméstica), 86, Velázquez, José María, n. 29.
89. Venegas Fornias, Carlos, 150,338.
Thiesson, E., 78. Venette, N., 204.
Tieplov B. M., 178. Veyga, Francisco, 46.
Topinard, P., 42. Veyne, Paul, 97,338.
Torralba, J.I., n. 21. Viamonte, Luis, 177.
Torre, Carlos de la, 6, n. 207. Viamonte, Jorge, 183.
Torre, José María, 84-85, 90, 97,337. Victorov, l. T, 178.
Torriente Brau, Pablo de la, n. 168,337.
347
Vigarello, Georges, n. 146, 338.
Villa Landa, Florencio, 178, 295-96,
301, 315-16, 319,321.
Villamur, Roger, n. 246.
Villaverde, Cecilio, 65, 97,338.
Virilio, Paul, 80, 338.
Vulpian, F., 114.

Wagner, Ernst, 102, 330.


Wiltz Lancís, Héctor, n. 180.

Zacchias, Pablo, 204.


Zequeira y Arango, Manuel de, 11, 19,
n.36,40,55-57,63,66, 133,134,136,
n. 13,219,338.
Zola, Émile, 49.

348
JULIÁN DEL CASAL
O LOS PLIEGUES DEL DESEO

FRANCISCO MoRÁN

I.S.B.N.: 978-84-7962-433-0

"El libro de Francisco Morán es un penetrante estudio


de una de las voces más importantes de la poesía cubana y
latinoamericana. Mediante un profundo examen de la obra
de Casal, el autor ilumina la complejidad de las pasiones
del poeta y sus deseos homoeróticos y estudia con acierto
sus esfuerzos por crear un lenguaje con que expresarlos.
Morán también nos proporciona una vívida exploración de
La Habana de Casal y un agudo análisis de su contexto so-
cial y cultural.
Este libro es una contribución original que resistirá la
prueba del tiempo". Arcadio Díaz Quiñones (Universidad
de Princeton)
ENRIQUETA FABER:
TRAVESTISMO,
DOCUMENTOS E HISTORIA

JAMES M. PANGRAZIO

I.S.B.N.: 978-84-7962-446-0

En una época en que la mujer se destinaba al convento


o al hogar, invariablemente sujeta a la voluntad del padre,
marido o hermano, la vida de Enriqueta F aber (¿ 1791-
1827?), la famosa travesti médico-mujer, fue extraordina-
ria. Nacida en Suiza, viuda a los 18 años, asume la iden-
tidad de hombre para estudiar cirugía en París, ingresa en
el ejército napoleónico como médico-cirujano, participa en
la invasión de Rusia, es hecha prisionera en la guerra de
España, regresa a París, viaja a Guadalupe y salta a Cuba.
Aunque sólo pasa cinco años en Cuba, Enriqueta Faber
deja un enorme rastro en la literatura de la isla, el último, la
novela Mujer en traje de batalla (2001) de Antonio Benítez
Rojo.
En Cuba la médico-cirujano contrae matrimonio con
una dama cubana. Un matrimonio que se prolongaría du-
rante cuatro años, hasta que la esposa denuncia la impostu-
ra de su consorte.
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ENSAYO
Ciencia y poder en Cuba. Racismo, homofobia, nación pretende establecer un
mapa de las relaciones entre ciencia y poder en Cuba desde finales del siglo
XVIII hasta 1970. Para ello, el autor acomete una genealogía de la figura del
"anormal" que supone a la vez un lúcido y detallado análisis de los contextos,
discursos y prácticas que modelaron al "individuo peligroso" en una sociedad
sumamente compleja como la cubana.
Marqués de Armas divide el libro en tres partes (El hombrelmujer, De la
esclavitud a la nación y El nudo de la higiene) ricamente interrelacionadas
entre ellas, así como con las fuentes primarias que incluye a manera de archivo,
algunas muy poco conocidas.
¿Qué puntos anudan estos espacios de representación, donde las preguntas por
el género y la raza se formulan simultáneamente y la interpelación normativa
-médica, antropológica, legal , etc.- transita de un régimen social a otro
siempre amenazados por lo heterogéneo de los vínculos? Esta y otras preguntas
nos acompañan en lo que resulta, a la postre, un revelador estudio tanto de los
dispositivos instrumentales como metafóricos -esas "fuerzas ficticias" de que
hablaba Valery- que han operado en la historia de Cuba.
Se trata, en fin , de un estudio que profundiza en las construcciones del
conocimiento. Pero que lo hace sin perder de vista ciertos "espacios de captura"
que acercan la investigación a un relato de las mentalidades, sobre todos de los
individuos al margen. Es así que la academia queda ligada a los barracones,
solares, cayos, granjas, escuelas y campamentos donde serían sorprendidos
algunos de los personajes que asoman en estas páginas, desde hermafroditas
como el marinero Antonio Martínez y el esclavo Hytek hasta pederastas como
la Princesa de Asturias, travestís como Enriqueta Faber, y locos criminales
como Acosta y Cárdenas . Cogidos infraganti, formateados por el saber y la
opinión y recluidos al final en cárceles, hospitales y manicomios, algo de sus
voces se filtra cuando se destapa esta caja.

Pedro Marqués de Armas (La Habana, 1965). Poeta y ensayista . En 1989 se


graduó de Medicina por la Universidad de La Habana, especializándose luego en
Psiquiatría. Fue miembro del grupo de escritura alternativa Diáspora(s) y redactor
de la revista independiente del mismo nombre - Revista Diáspora(s) Edición
facsímil (1997-2002), Linkgua, Barcelona, 2013 . Es autor de los poemarios Los
altos manicomios (1993), Cabezas (2002) y Caberas e oittros poemas (Hedra,
Sao Paulo, 2008) y del ensayo Fascículos sobre Lezama
(1994). Editó además la antología Poesía cubana I.S.B.N: 978 -84 - 7962 - 971 -7
contemporánea. Dez poetas (Antígona, Lisboa, 2008) .
Ha publicado diversos textos sobre las relaciones entre
ciencia y poder, así como fragmentos de un estudio
sobre el suicidio en Cuba. En la actualidad trabaja como
psiquiatra, en Barcelona , donde reside desde 2007 . 9 7884 79 629717

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