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UIII
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APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
tardíos. La división de las obras que integran dicho corpus ha confrontado y aliado a los
distintos intérpretes. Aún así, y a pesar de las diferencias que surgen en todo intento
de periodización, hay que destacar que, en su mayoría, los distintos comentadores
coinciden en señalar tres grandes períodos del pensamiento de Nietzsche. La
propuesta de una periodización tripartita es común a intérpretes clásicos del
pensamiento nietzscheano, como lo son E. Fink,4 W. Kaufmann,5 G. Vattimo6 y G. Colli,7
entre otrxs, y cuyas lecturas signan la exposición posterior.8
Los tres períodos que es posible destacar en la producción nietzscheana pueden ser
caracterizados, de modo general, en base a dos criterios fundamentales: uno temático,
ie, basado en las preocupaciones, supuestos y problemas fundamentales, y otro
temporal o cronológico.
La segunda fase del pensamiento nietzscheano, por su parte, puede ubicarse entre los
años 1876 y 1882, e incluye entre sus escritos la primera parte de Humano, demasiado
humano (1876), Opiniones y sentencias diversas (1879), El viajero y su sombra (1880) -
estos dos textos serían anexados como un segundo volumen de Humano, demasiado
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humano en 1886-, Aurora (1881) y La ciencia jovial (1882). El nudo de estos escritos
gira en torno a la crítica de la cultura y moral occidental, así como al distanciamiento
de la herencia wagneriana y schopenhaueriana. En esta línea podemos ubicar la
interpretación de E. Fink. En primer lugar, el comentador alemán propone una
subdivisión entre un inicio completamente “ilustrado” y un final del período medio en
el que se desarrolla la “filosofía del amanecer” que anuncia la filosofía madura de
Nietzsche.11 Más allá de todo acontecimiento biográfico,12 Fink señala en los escritos
medios, un auténtico giro a nivel del pensamiento nietzscheano. La trinidad juvenil -
Grecia, Schopenhauer y Wagner- es abandonada en pos de la ciencia, la reflexión
crítica y la desconfianza metódica. Nietzsche se vuelve un “ilustrado” y coloca al
hombre en el centro de su reflexión filosófica. En la medida en que niega el punto de
partida de sus obras juveniles-la distinción entre lo Uno primordial y el fenómeno, la
distinción entre Apolo y Dionisos-, Humano, demasiado humano se presenta como una
declaración de guerra contra el dualismo idealista del mundo. La ciencia, dice Fink, es
en el pensamiento nietzscheano, lucha –lucha contra los presupuestos metafísicos que
guiaron sus reflexiones tempranas.
Por último, es posible señalar un tercer período que tiene su inicio con la aparición de
la primera parte de Así habló Zaratustra en 1883, a la que sucederían la publicación de
la segunda, tercera y cuarta parte (1883, 1884 y 1885 respectivamente). Con este
texto comienza lo que suele llamarse el "período de madurez" del pensamiento
nietzscheano, en el que encontramos también las siguientes obras: Más allá de bien y
del mal (1886), La genealogía de la moral (1887), El caso Wagner (1888), El crepúsculo
de los ídolos (1888), Ditirambos de Dioniso (1888), El anticristo, Ecce homo, y por
último, Nietzsche contra Wagner. Los tres últimos escritos aparecerán publicados
luego de que Nietzsche ingrese en su etapa de la locura o de manera póstuma, en los
años 1895, 1908 y 1895 respectivamente, aunque todos son producciones de 1888.
Con Zaratustra, se cierra y se abre un ciclo. El carácter innovador de Así habló
Zaratustra es señalado -entre otrxs- por Vattimo, quien destaca la aparición de
“nuevos contenidos teóricos” tales como la doctrina del eterno retorno, el
ultrahombre, la vida y la voluntad de poder. En estos escritos de madurez, Nietzsche va
consolidando ese "nuevo lenguaje" que añorase a la hora de leer El nacimiento de la
tragedia.
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La voluntad de verdad, que todavía nos seducirá a correr más de un riesgo, esa
famosa veracidad de la que todos los filósofos han hablado hasta ahora con
veneración: ¡qué preguntas nos ha propuesto ya esa voluntad de verdad! […] ¿Qué
cosa existente en nosotros es la que aspira propiamente a la “verdad”? – De hecho
hemos estado detenidos durante largo tiempo ante la pregunta que interroga por
la causa de ese querer, - hasta que hemos acabado deteniéndonos del todo ante
una pregunta más radical aún. Hemos preguntado por el valor de esa voluntad.
Suponiendo que nosotros querramos la verdad: ¿por qué no, más bien, la no
verdad? ¿Y la incertidumbre? ¿Y aun la ignorancia? 14
Así frente a una revolución kantiana que, en nombre de las facultades apriorísticas del
sujeto y la razón, se declaraba en posesión de una verdad práctica ineludible, el
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Constituye por tanto la perspectiva por medio de las cuales nos mantenemos en vida,
produciendo un "mundo formulable" y "calculable". Será la vida (y deberíamos aquí
comenzar a sustituir el singular por el plural), y no la razón, aquella que oficiará de
nueva cifra de inteligibilidad a la hora de plantearse una interrogación respecto de
nuestros valores, creencias, conceptos así como "tablas del bien y del mal". Con
Nietzsche, podríamos decir, emerge entonces una nueva figura de la crítica, una crítica
"vital" podríamos decir, un modo novedoso de entender el objetivo y el decurso de la
misma. Los embates y martillazos ya no se enderezarán a re-instituir una verdad
(práctica o teórica) en el campo de la filosofía (ni de la moral o la ciencia o de cualquier
otro discurso), en todo caso, se intentarán ampliar las formas y modos de vida, de esa
voluntad de poder que exige no sólo la disolución de los valores, sino también su re-
invención constante.16
De este modo, se comienzan a dibujar los dos rostros nietzscheano: aquel que lo liga a
una tradición crítica y que encuentra su aspecto más corrosiva en la idea de una
"filosofía a martillazos", preocupada por negar y rehuir de los valores milenarios y
tiránicos; y aquel otro rostro, atento a la creación de nuevas formas de vida y
perspectivas. El no nietzscheano, su golpe de martillo contra la tradición y cosmovisión
occidental, deben entenderse en vinculación con sus afirmaciones a favor de la vida, el
cuerpo, la voluntad de poder y las potencias creativas del hombre. Estas dos caras
jánicas de Nietzsche, su potencia demoledora y su arsenal propositivo, miran además
en una misma dirección: aquella que intenta re-plantear el juego del filosofar, y de la
producción de valores y conceptos, en el marco siempre cambiante, provisorio y finito
de la vida, alejada ella de las certezas y sueños de incondicionalidad que acompañan a
la voluntad de verdad.
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A juicio del filósofo de Así habló Zaratustra, "inventar fábulas acerca de otro mundo
distinto a éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un instinto
de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo contra la vida." 24 Sólo como estrategia
para rehuir del devenir, la transformación y el cambio que signa nuestra existencia
finita, es que se han creado momias conceptuales y grandes edificios monotono-teístas
que revisten las notas antitéticas respecto al mundo de nuestros sentidos, cuerpos y
temporalidades humanas, demasiado humanas. Nietzsche entiende a la decadencia,
en ese sentido, como la falta de fuerza (vital) para lidiar con la transformación, la
corrupción y la muerte que son propias de toda vida. Por temor (y resentimiento)
frente al devenir y los aspectos más trágicos de la vida, se han inventado sus fábulas de
otros mundos:
Una condena de la vida por parte del viviente sigue siendo, en última instancia,
sólo un síntoma de una determinada forma de vida: con ello no se plantea en
modo alguno la pregunta sobre la justicia o la injusticia de tal condena. (… ) Cuando
hablamos de valores, hablamos bajo la inspiración, bajo la óptica de la vida: la vida
misma nos obliga a establecer valores, la vida misma valora a través de nosotros
cuando establecemos valores… De ahí se sigue también que aquella antinaturaleza
de moral, que concibe a Dios como concepto antitético y como condena de la vida,
sea también sólo un juicio de valor de la vida. ¿De qué vida?, ¿de qué forma de
vida? Ya he dado la respuesta: de la vida descendente, debilitada, cansada,
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condenada.
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Toda ilusión moral, metafísica, religiosa o científica que se sustente en esta voluntad
de negar y contradecir al devenir propio de la vida (y la corporalidad), es comprendida
por Nietzsche en términos de "síntomas" de una vida que degenera y tiene que lidiar
con su aversión. El valor de dichas fábulas monotonoteístas) no se encuentra ni en su
verdad ni en su falsedad, en todo caso radica en su potencia para conservar y
seleccionar ciertos modos de vida, es decir, en ser una estratagema de supervivencia
de aquellos que rehuyen al sentido histórico y su mutabilidad. Si Kant es "un cristiano
alevoso", lo es en tanto desarrolla una moral "contra-natural", si entendemos por ésta
una moral absoluta y racionalista que nos ordena subyugar o "castrar" nuestras
pasiones e inclinaciones más vitales, corporales y finitas. La primacía de la razón
kantiana, y su "independización" del campo fenoménico de las inclinaciones, lo ubican
en la tradición socrático-platónica de una "hipertrofia de la razón", así como tras los
pasos del cristianismo ascético. Como veremos más adelante, los ideales ascéticos (y
los hay de muchos tipos), constituyen algunos de los modos en los que una vida que
degenera y pierde fuerzas enfrenta "este" (siempre fluido) mundo cambiante (y en
descomposición).
¿Cuál es entonces el phármakon que nos ha legado Platón? ¿Cuál es ese remedio
venenoso que incluso Kant ha tomado? ¿Cuál es "el peor, el más duradero y peligroso
de todos los errores"? La respuesta nietzscheana es contundente: "la invención por
Platón del espíritu puro y el bien en sí." 26 Platón, con su espíritu puro y su bien en sí ha
introducido el phármakon que mantendrá vivo -y enfermo- al cuerpo degenerado de
Occidente: la partición y la jerarquía. Pues con la fijación de un principio monotono-
teísta, no sólo se establece la distinción metafísica entre un "ámbito verdadero" y un
"mundo aparente", sino que también se instituye la jerarquización del primero sobre el
segundo. Como adelantamos, y como confirmaremos a continuación, Kant constituye
para Nietzsche un momento en la historia del monotonoteísmo de la razón y su moral
puede ser comprendida como una moral no sólo cristiana sino también (alevosa y
escépticamente) platónica.
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(Progreso de la Idea: ésta se vuelve más sutil, más capciosa, más inaprensible, -se
convierte en una mujer, se hace cristiana…)28
Con el imperativo categórico kantiano, según el cual debemos obrar de tal modo que
podamos querer que la máxima de nuestra acción se convierta en ley universal, aún no
nos hemos desembarazo de la óptica (metafísica-moral) de lo en sí y lo absoluto. En el
fondo, y a través de esa niebla escéptica, nos llegan los rayos del sol platónico. La ley
moral es, como ella misma lo expresa, lo bueno "en sí mismo", condición
(incondicionada y última) de todo bien (relativo o derivado). El imperativo universal,
nuevamente, satisface a una voluntad de verdad ávida de monotono-teísmo e
identidad. Es en ese sentido, y como el propio Kant lo sostuviera, metafísica.
"Metafísica" o "filosofía pura de las costumbres". Aún cuando el mundo inteligible no
sea cognoscible (en términos de la razón especulativa, si lo es en su uso práctico), en
tanto pensable, nos permite pensar(nos) y actuar como sujetos autónomos, es decir,
capaces de darnos leyes a nosotros mismos. Y este sentido, el mundo nouménico e
inteligible, como lo denominase Kant, recrea la vieja ilusión óptico-moral kantiana. Este
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2.2. Más allá del bien y del mal, más allá de lo verdadero y de lo falso.
Nietzsche ubicará su propia filosofía como final del caro error platónico. Luego del
"primer bostezo de la razón" que implicara el positivismo y su refutación de las ideas
metafísicas, y tras la refutación y eliminación de la existencia, prescripción y valor de
"un mundo verdadero", Nietzsche se pregunta: "¿qué mundo ha quedado? ¿acaso el
aparente?... No! [responde] !al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también
el aparente!"31 El "final del más largo" error no puede implicar la mera inversión de los
valores, porque ello no consigue desandar su lógica dicotómica y jerarquizante. El final
de esta fábula sólo ocurre con la eliminación de la dicotomía, de la existencia de dos
mundos opuestos. Y esto implica renunciar a esa ilusión óptico moral que ha satisfecho
la voluntad de verdad de Occidente.
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Pero antes de adentrarnos en las formas bajo las cuáles Nietzsche “propone” o mejor,
imagina a través de su escritura figuras de una ética del don y la responsabilidad que
se ubique más allá del bien y del mal (aunque no de lo bueno y de lo malo para un
individuo o una cultura), es preciso dar un paso más en el sentido de la crítica de la
moral dominante a partir del análisis de ese texto sombrío en el que se interroga de un
modo filosófica y culturalmente inquietante el vínculo entre el ideal ascético y las
prácticas de abnegación y sacrificio de sí en la constitución del sujeto moral. Nos
referimos a la Genealogía de la moral.
¿Por qué advierte Nietzsche al lector respecto del carácter inquietante de este escrito
hecho en apenas veinte días pero elaborado durante más de una década? ¿Qué
tenemos que esperar en cuanto a su contenido de verdad? Según Nietzsche, La
genealogía de la moral (GM) expone una “verdad simple, áspera, fea, repugnante, no-
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cristiana, no-moral… Pues existen verdades tales” (GM., p.30). ¿En qué consiste esa
verdad no-cristiana, no-moral? El propio filósofo alemán lo resume en Ecce Homo: en
la GM encontraremos la verdad de la relación entre la tradición judeo-cristiana y el
espíritu del resentimiento, en su primer tratado; de la conciencia y su vínculo con el
instinto de crueldad, en el segundo; y del origen de los ideales ascéticos en el tercero
De otro modo: en la GM se realiza una crítica radical de los rasgos centrales de la
tradición moral testamentaria, de la génesis de la mala conciencia y del sentido de los
ideales sacerdotales. O, para citar la ya clásica lectura de ese gran intérprete de
Nietzsche que fue Gilles Deleuze: la primera parte de la GM trata del resentimiento, la
segunda de la mala conciencia, la tercera del ideal ascético, entendidas éstas como las
tres figuras del triunfo de las fuerzas reactivas sobre las activas, como expresión de las
formas más acabadas del nihilismo.34
Vayamos al Prólogo de la GM, que como todo prólogo está escrito con la lucidez del
trabajo concluido. En él podemos entrever las obsesiones, los temas y las cuestiones
metodológicas que sostienen la indagación nietzscheana, que en este texto tiene la
apariencia estilística de ser más “sistemática” que en otros. Leamos entonces el
comienzo del §1:
Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos
somos desconocidos para nosotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No
nos hemos buscado nunca – ¿cómo iba a suceder que nos encontrásemos?35
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liviandad. Porque también nuestra vieja moral (lo que llamamos Gran Tradición) forma
parte de la comedia de la existencia.38
Sin embargo, tal como afirma Sánchez Pascual, se ha dicho de este texto que es uno de
los más sombríos de Nietzsche. ¿Por qué razón se ha hecho esta interpretación de la
GM? ¿Es por la respuesta que da al origen de los prejuicios morales? ¿Por el modo tan
radicalmente crítico de plantear los problemas? ¿O por los interlocutores que elige
para discutir? Es decir: la tradición judeo-cristiana, por un lado, y por el otro, algunas
de las filosofías de la GT: platonismo, Schopenhauer, Kant, el empirismo y el
utilitarismo inglés. En el §3, luego de recordarnos su inclinación casi natural a cavilar
sobre fenómenos morales (inclinación que Nietzsche llama su a-priori, que lo lleva
incluso siendo niño a pensar en el origen del mal y atribuirle su paternidad a Dios), su
talante tan inmoralista y tan antikantiano, Nietzsche realiza un conjunto de preguntas
que resultan centrales para la hipótesis de trabajo del texto y que enseñan como
pregunta un genealogista:
¿En qué condiciones se inventó el hombre esos juicios de valor que son las palabras
bueno y malvado?, ¿y qué valor tienen ellos mismos? ¿Han frenado o han
estimulado hasta ahora el desarrollo humano? ¿Son un signo de indigencia, de
empobrecimiento, de degeneración de la vida? ¿O, por el contrario, en ellos se
manifiestan la plenitud, la fuerza, la voluntad de la vida, su valor, su confianza, su
futuro? - Dentro de mí encontré y osé dar múltiples respuestas a tales preguntas,
distinguí tiempos, pueblos, grados jerárquicos de los individuos, especialicé mi
problema, las respuestas se convirtieron en nuevas preguntas, investigaciones,
suposiciones y verosimilitudes: hasta que acabé por poseer un país propio, un
terreno propio, todo un mundo reservado que crecía y florecía, unos jardines
secretos, si cabe la expresión, de los que a nadie le era lícito barruntar nada... ¡Oh,
qué felices somos nosotros los que conocemos, presuponiendo que sepamos callar
durante suficiente tiempo!... 39
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de comprender qué papel cumple la moral (y los valores llamados morales) en ese
volverse contra la vida.
determinar ese valor es la vida misma entendida como voluntad de poder y el método
es el de la dramatización: preguntar quién es preguntar qué quiere una voluntad que
no puede más que querer algo. O, de otro modo, no perder de vista que la pregunta
por lo que quiere una voluntad es la pregunta por la perspectiva vital singular que la
encarna. Así, ante una voluntad que quiere negarse a sí misma, es preciso preguntar
qué ideales y valores, sostienen, orientan y expresan esa negación; ante una voluntad
que quiere afirmarse a sí misma, que quiere crear, tendremos que preguntar, también,
qué valores e ideales sostienen o expresan esa afirmación. Sólo de este modo podrá
empezar a develarse el enigma de la moral.
En los tres primeros parágrafos del Tratado Primero de la GM, Nietzsche realiza una
crítica, entre otras cosas, al texto que había estimulado no su investigación, sino el
deseo de divulgarla: es la obra de su ex amigo el doctor Paul Rée, El origen de los
sentimientos morales (1877) que, según el propio Nietzsche (a quien Rée dedicó el
texto en forma muy afectuosa) había generado en él una fuerza negativa pero
estimulante: “acaso nunca haya leído yo algo a lo que con tanta fuerza haya dicho no
dentro de mí”. Los psicólogos ingleses, es decir, los empiristas ingleses que han
intentado una historia de la moral, son ellos mismos (más que sus obras) un problema.
Nietzsche, siguiendo su método pregunta: ¿quiénes son? Y para responder pregunta:
¿qué desean, qué quieren? La tendencia de estos psicólogos ingleses a buscar lo
normativo, los valores, o lo decisivo para el desarrollo humano, justo allí donde menos
se desearía encontrarlo, por ejemplo, en el hábito, ¿en qué se funda? ¿En la
desconfianza hacia el idealismo, en la hostilidad hacia platonismo, o al cristianismo?
¿En un gusto lascivo por lo problemático, lo paradójico? ¿O en un poco de todo esto?
Más quisiera, dice Nietzsche, que fueran valientes para ir hasta el final en su crítica de
los valores morales. Pero no logran ser lo suficientemente rigurosos en el uso de la
historia, ni de la psicología. No logran interpretar los hechos históricos en relación con
el verdadero origen de los fenómenos morales. Y no logran entender siquiera la
génesis de la conciencia moral. Y así como Kant es susceptible de crítica por no haber
sido lo suficientemente fiel a su propia idea de crítica (tal como vimos: por abrir la
jaula de la reflexión crítica sin límites y volver luego a ella bajo la forma de lo absoluto),
la genealogía de los psicólogos ingleses, resulta ser un análisis de la procedencia de los
conceptos morales que termina en la legitimación de los conceptos fundamentales de
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la idiosincrasia inglesa: utilidad, olvido, hábito, etc. Esta débil genealogía afirma que el
concepto bueno procede de su vínculo con las acciones no-egoístas:
Antes bien, fueron “los buenos” mismos, es decir, los nobles, los poderosos, los
hombres de posición superior y elevados sentimientos quienes se sintieron y
valoraron a sí mismos y a su obrar como buenos, o sea, como algo de primer rango,
en contraposición a todo lo bajo, abyecto, vulgar, plebeyo. Partiendo de ese pathos
de la distancia es como se arrogaron el derecho de crear valores, de acuñar
nombres de valores: ¡qué les importa a ellos la utilidad! 42
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En el decurso de esta indagación Nietzsche afirma que “los nobles”, “los aristócratas”,
los que se llaman a sí mismos “los poderosos”, “los propietarios”, “los superiores”, “los
veraces”, son también los que se llaman a sí mismos, buenos. Y se llaman así no sólo
por una nobleza derivada de su condición de propietarios, sino por unas cualidades
anímicas según las cuales la bondad estaría asociada a la veracidad y a la valentía, y la
maldad estaría vinculada a la mentira y la cobardía. Más allá de la lógica estamental y
clasista con la que Nietzsche acentúa estos rasgos en la historia evolutiva de los
pueblos más diversos (no atribuibles del todo a los prejuicios de la época) lo cierto es
que se intenta un modo de narrar la historia de la moral a partir de grandes lienzos
psíquicos y anímicos representados por figuras (o personajes conceptuales) que a su
vez intentan expresar el espíritu de un pueblo, o de una comunidad.
En esta deriva aparece uno de los protagonistas del libro: el sacerdote. Los sacerdotes
además de buenos se llaman a sí mismos “puros”, y lo hacen en virtud de ciertas
prácticas (dietéticas, sexuales, espirituales) que combinan con una metafísica hostil a
los sentidos, corruptora y refinadora:
Entre los sacerdotes se vuelve más peligroso todo, no sólo los medios de cura y las
artes médicas, sino también la soberbia, la venganza, la sagacidad, el desenfreno, el
amor, la ambición de dominio, la virtud, la enfermedad.43
Pero justamente por ello, por proponer una forma de existencia esencialmente
peligrosa la casta sacerdotal ha hecho del hombre un animal interesante: ha logrado
que nuestra alma sea más profunda y malvada, es decir, nos ha dado “las dos formas
básicas de superioridad poseída hasta ahora por el hombre sobre los demás animales!”
Esta casta pudo desviarse (y efectivamente se desvió) de la caballeresca-aristocrática y
llegar a convertirse en su antítesis: los juicios de valor de la casta aristocrática tienen
como presupuesto de dicha valoración, dice Nietzsche, una constitución física
poderosa, una salud floreciente, junto con una necesidad de guerras, aventuras,
peleas, que es opuesta al espíritu sacerdotal cuya impotencia física, lo lleva a desplegar
por reacción otras cualidades.
El sacerdote judío y el pueblo judío como pueblo sacerdotal por excelencia, han
logrado, sin ser a priori los más fuertes, la venganza más espiritual: la transvaloración
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APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
de todos los valores primordiales de la cultura noble. Han sido ellos quienes se han
atrevido a invertir…
Ahora bien, ¿cuándo “comienza” la rebelión de los esclavos? Para Nietzsche la figura
clave para entender esta rebelión es la del sacerdote por cuanto el resentimiento del
“rebaño” por sí solo no lo hubiera logrado. Necesitaba un conductor y ese conductor
fue el sacerdote. Es él el que lleva al triunfo a las fuerzas reactivas. Hay desde entonces
dos morales en pugna, y, aunque la batalla se libra aún, una de ellas viene triunfando.
Tenemos pues, por un lado, la moral noble. Nace del sí dicho a sí mismo, nace de las
fuerzas activas. Esta moral actúa y brota espontáneamente, busca su opuesto para
decirse sí con el mayor júbilo, su concepto básico está impregnado de vida y de pasión:
¡nosotros los nobles, nosotros los buenos, nosotros los bellos, nosotros los felices! Su
fórmula es: soy bueno, luego, eres malo (schlecht). Por el otro, la moral de los
esclavos. Nace del no dicho a otro, a un no-yo, nace de las fuerzas reactivas. Esta
moral necesita siempre de un mundo opuesto y externo, necesita de estímulos
exteriores para poder actuar, es decir, negar: su acción es, en su raíz, reacción. Su
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fórmula es: tú eres malvado (böse), luego, yo soy bueno. Sintetizado en un esquema
tenemos:
El hombre noble vive con franqueza, ingenuidad y confianza, respeta a sus enemigos, e
incluso sus enojos o resentimientos, cuando aparecen, se agotan en la reacción misma.
En cambio, el hombre del resentimiento, que no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto, ni
veraz, expande su veneno y concibe al enemigo como malvado. Es impotente para
admirar, respetar, amar, agradecer (hasta en sus más tiernos deseos se oculta la
venganza). Es el eterno acusador, el imputador. Así, el bueno (Gut) en la moral noble
se transforma en el malvado (böse) de la moral esclava. Y el malo (Schlecht) de la moral
noble deviene el bueno (Gut) de la esclava.
Pero, nuevamente: ¿por qué triunfa la moral de los esclavos, cómo triunfa su rebelión
ante los señores? Triunfa por que los esclavos, que estaban en estado bruto de
resentimiento, encuentran el conductor que los eleva, el que les da la ficción
orientadora (que presenta a la fuerzas reactivas como superiores) que permite separar
a las fuerzas activas de lo que pueden, acusándolas y tratándolas como culpables de
ser lo que son, invirtiendo los valores correspondientes. El sacerdote es el artista de la
gran ficción religiosa, que proyecta una imagen, que conduce la acusación, que opera
una extraordinaria inversión en el orden del valor. Como dice Deleuze:
El que adiestra el resentimiento, el que lleva la acusación y conduce cada vez más
lejos la empresa de venganza, el que se atreve a invertir los valores, es el
sacerdote. Y particularmente el sacerdote judío, el sacerdote bajo su forma judaica.
Él, maestro en dialéctica, es quien da al esclavo la idea del silogismo reactivo. Él es
quien forja las premisas negativas. Él es quien concibe el amor, un nuevo amor que
los cristianos se toman por su cuenta, como la conclusión, la coronación, la flor
venenosa de un increíble odio… Sin él el esclavo jamás habría sabido elevarse por
encima del estado de resentimiento… su voluntad es voluntad de poder, su
voluntad de poder es nihilismo. 46
Esta nota de Deleuze nos sirve para hacer una aclaración y una consideración que
creemos pertinente. Es cierto que Nietzsche usa y abusa en este texto de la noción de
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APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
raza, pero hay que entender el modo en que la utiliza: lo hace para ponderar un tipo
de cruzamiento de las fuerzas, un complejo a la vez fisiológico, psicológico, político,
histórico y social. No lo hace con el objeto de estigmatizar al judío o al cristiano, al
socialista o al anarquista, lo hace con el objeto de realizar una crítica de la cultura
humanista que, luego de domesticar al animal rapaz, a la bestia de rapiña, luego de
humillar a lo que él llama “razas nobles” con los instrumentos de la cultura, ha logrado
un tipo humano, a los ojos de Nietzsche, manso, mediocre, débil, plácido, indiferente.
En este sentido, no hay que confundir su crítica radical con estigmatización de grupos
étnicos o religiosos específicos. No hay que reducir la crítica conceptual a la serie de
acontecimientos históricos que emergen como referencia más o menos obligada y
equívoca: Roma-Renacimiento-Napoleón vs Tradición judeo-cristiana-protestante-
Revolución son series que presentan en forma totalmente esquemática aquello que
tiene una plasticidad mucho mayor en la lengua y el concepto (en efecto: ¿es posible
desligar a Napoleón de la revolución?, ¿a la Reforma del Renacimiento? Esas preguntas
ya ponen en entredicho la consistencia de las series). Lo que a Nietzsche parece
interesarle es realizar una crítica radical de los valores morales predominantes, es
porque le interesa mostrar cómo fue macerándose el sentido de “cultura” que forjó la
realidad y la imagen del hombre actual:
No es el temor; sino, más bien, el que ya nada tengamos que temer en el hombre;
el que el gusano “hombre” ocupe el primer plano… Hoy no vemos nada que aspire
a ser más grande… actualmente la visión del hombre cansa –qué es hoy el nihilismo
si no es eso?... Estamos cansados de el hombre… 47
Lo que parece estar detrás de esta idea es que el fuerte es libre de ser débil, que el
fuerte es libre de dominar su fuerza. Es decir, que el ave de rapiña es libre de ser
cordero. Sin esta capacidad de imputación, nota Nietzsche, es imposible acusar al ave
de rapiña de ser ave de rapiña, o al fuerte de su “inevitable” querer dominar. Y sin esa
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El sujeto (o, hablando de un modo más popular, el alma) ha sido hasta ahora en la
tierra el mejor dogma, tal vez porque a toda la ingente muchedumbre de los
mortales, a los débiles y los oprimidos de todas índole, les permitía aquel sublime
autoengaño de interpretar la debilidad misma como libertad, interpretar su ser-así-
y-así como mérito. 48
Esta crítica vale, desde luego, para toda forma de sujeto como sustancia o causa de
acciones y pensamientos. Sólo la idea de libertad así entendida nos permite pensar la
debilidad como sumisión voluntaria de los buenos, o el dominio como una elección
meditada de los malvados. Pero, ¿son tan buenos los buenos? ¿Qué es lo que quiere
esta voluntad en tanto voluntad de poder? La voluntad de los resentidos, de los que
ahora se revelan buenos, dice Nietzsche, quiere el reino de los cielos, quiere el “más
allá” porque no soporta el “más acá”. Pero, ¿qué les promete ese reino? He aquí que el
espejo del amor eterno se revela allí como odio eterno.
Como dice Tomás de Aquino, citado por Nietzsche: “los bienaventurados verán en el
reino celestial las penas de los condenados, para que su bienaventuranza les satisfaga
más”. Y luego a Tácito:
Pero quedan todavía otros espectáculos, aquel último y perpetuo día del juicio, día
no esperado por las naciones, día del cual se mofan, cuando esta tan grande
decrepitud del mundo y tantas generaciones del mismo ardan en un fuego común.
¡Qué espectáculo tan grandioso entonces!
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APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
Este animal olvidadizo por necesidad, dice Nietzsche, ha criado en sí una facultad
opuesta: una memoria que pone en suspenso el olvido en los casos en los que realiza
promesas. Para poder responder de sí como futuro a la manera del que promete, el
hombre debe haberse vuelto calculable, regular, necesario. Hacerlo igual, uniforme,
necesario, ajustado a la regla, calculable, es decir, responsable. Nietzsche llama
eticidad de las costumbres al trabajo del hombre (y la sociedad) según el cual se hizo
calculable para sí mismo y para los demás. Su resultado final es el individuo soberano,
autónomo, al que le es lícito hacer promesas. Un hombre cuya voluntad es libre, se
domina a sí mismo y quiere dominar las circunstancias, la naturaleza, y a todas las
criaturas que considera menos racionales. Este “hombre libre”, es su propia medida de
valor porque puede mantener su palabra incluso ante las circunstancias adversas:
26
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
El tema es cómo, además de una conciencia de sí, vino al mundo y al hombre la idea de
mala conciencia, y, por añadidura, el concepto de conciencia de culpa. Nietzsche traza
aquí, una de las genealogías más estimulantes del libro al vincular el concepto de culpa
(Schuld) con el de “tener deudas” (schulden) y al destacar que la pena, como
compensación ante un daño, estuvo alejada en sus comienzos a toda idea de libertad
(que remitía a la idea de que la persona podía haber actuado de otro modo). Para que
una pena sea imputable a un sujeto responsable deberá pasar mucho tiempo. Antes
bien, durante mucho tiempo se impusieron penas para descargar sobre el reo la cólera
generada por el perjuicio, para vengar de algún modo infligiendo dolor, el perjuicio
generado.
He aquí otra de las notables hipótesis que propone Nietzsche en el texto: la que
vincula perjuicio-dolor con la relación acreedor-deudor. La idea de que el acreedor
“podía irrigar al cuerpo del deudor todo tipo de afrentas y de torturas, por ejemplo
cortar de él tanto como pareciese adecuado a la magnitud de la deuda”, es una idea
que puede parecernos hoy monstruosa, pero en la relación contractual, el deudor,
para infundir confianza en la restitución del préstamo, podía empeñar lo que poseía
con certeza: su cuerpo, su libertad, su vida. Desde luego, podrá observarse que la
equivalencia es bastante extraña: en lugar de dinero, tierra, posesiones, al acreedor se
le concede el derecho de sentir una especie de bienestar gozoso, que sobreviene al
27
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
descargar su propio poder y violencia sobre el cuerpo del deudor. El acreedor participa
así de un derecho de señores: la compensación es el derecho a la crueldad.
-su comienzo, al igual que el comienzo de todas las cosas grandes en la tierra, ha
estado salpicado profunda y largamente con sangre. ¿Y no sería lícito añadir que,
en el fondo, aquel mundo no ha vuelto a perder nunca del todo un cierto olor a
sangre y tortura? (ni siquiera en el viejo Kant: el imperativo categórico huele a
crueldad…)53
Pero volvamos al hombre, el animal tasador en sí, al animal que es medida de todas las
cosas, que está atravesado de cabo a rabo por la lógica del intercambio, del contrato,
la deuda, el derecho, la obligación, la compensación. Toda una ingeniería rudimentaria
del derecho personal no puede más que hacerse comunitaria: la idea de que todo
puede ser pagado, que todo puede ser compensado, es el más antiguo canon moral de
la justicia, el comienzo de toda bondad de ánimo, de todo espíritu de equidad, de toda
buena voluntad, de toda objetividad. De ahí que Nietzsche sostenga que la justicia es la
expresión de un acuerdo entre hombres de poder aproximadamente igual de forzar a
un compromiso a los hombres que están situados por “debajo”.
28
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
29
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
Ese instinto de la libertad reprimido (que es también ella voluntad de poder) da inicio a
la mala conciencia. La mala conciencia tiene así su origen en una voluntad de poder
que en lugar de expresarse hacia afuera se vuelve hacia adentro. La mala conciencia
es la propia dominación de una voluntad sobre sí misma. Esa dominación sería
imposible sin la inestimable ayuda del Estado que, como máquina de guerra contra los
instintos y las pasiones, usó todo su poder de fuego y la ley instituida para protegerse
de las pulsiones expansivas, imponiendo su jerarquía y su orden. De ahí la importancia
de las penas y los castigos organizados en un aparato jurídico legitimado en su uso de
la violencia. Esta fuerza de la comunidad organizada (expresada en las costumbres y en
la estructura del Estado) e interiorizada en la conciencia, hace que el individuo sienta
un dolor metafísico y moral cada vez que inflige la norma, lo cual implica, como no
puede ser de otro modo, una constante disminución del propio poder.
Es por ello mismo que el hombre cruel consigo mismo, debe ser criticado, vencido,
superado. Pero superarlo implica de algún también vencer al Dios muerto y a la nada,
es crear en el desierto, es inscribir en él la forma de una vida diferente, la vida de un
porvenir que vaya más allá del hombre. ¿Habrá entonces un redentor? El hombre del
gran amor y del gran desprecio, el espíritu creador que nos liberará del ideal existente
hasta ahora, de esta voluntad nihilista y decadente, ese hombre (Ultrahombre), dice
Nietzsche, alguna vez tiene que llegar.
En este marco, los ideales ascéticos, dice Nietzsche, hay que entenderlos como una
respuesta al enorme vacío de sentido, a la enfermedad sin fin y sin remedio que
enfrentamos los seres humanos:
Pero justamente esto es lo que significa el ideal ascético: que algo faltaba, que un
vacío inmenso rodeaba al hombre, -éste no sabía justificarse, explicarse, afirmarse
a sí mismo, sufría del problema de su sentido. Sufría también por otras causas, en
lo principal era un animal enfermizo: pero su problema no era el sufrimiento
mismo, sino el que faltase la respuesta al grito de la pregunta: ‘¿para qué sufrir?’. El
hombre, el animal más valiente y más acostumbrado a sufrir, no niega en sí el
sufrimiento: lo quiere, lo busca incluso, presuponiendo que se le muestre un
sentido del mismo, un para-esto del sufrimiento. La falta de sentido del
sufrimiento, y no este mismo, era la maldición que hasta ahora yacía extendida
sobre la humanidad, -y el ideal ascético ofreció a ésta un sentido! Fue hasta ahora
su único sentido… 57
La gloria sea con aquel que no muere, dice el narrador del cuento de Borges con el que
comenzamos este apartado. La gloria sea con aquel que encuentra un sentido al
sufrimiento, dice Nietzsche: esa gloria la ofreció el ideal sacerdotal, que le dio un
sentido posible, una interpretación situada a la vida humana. He aquí entonces una
explicación de porqué la vida se opone a la vida, de porqué la moral se erige en
dispositivo predominante para orientar la vida: lo hace porque la vida misma resulta
insoportable sin tener al menos un sentido, porque la voluntad prefiere querer la nada
a no querer, prefiere adorar a la Idea, prefiere adorar a Dios, al Sujeto, al Bien, a lo Útil,
antes que no adorar nada.58 Prefiere otro mundo a ningún mundo, y si un mundo
trascendente e inmutable le hace justicia al “valle de lágrimas” que es este mundo de
las afecciones sensibles, entonces ese mundo será el “verdadero” mundo, aunque
luego se revele como una fábula.
31
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
para ser médico tiene necesidad de herir antes; mientras calma el dolor producido
por la herida, envenena al mismo tiempo ésta –pues de esto, sobre todo, entiende
este encantador y domador de animales rapaces, a cuyo alrededor todo lo sano se
vuelve necesariamente enfermo, y todo lo enfermo se vuelve necesariamente
manso.60
Dentro de la interpretación del triunfo de las fuerzas reactivas que logra la casta
sacerdotal, Nietzsche se pregunta por el papel del filósofo en relación con el ideal
ascético. La respuesta de Nietzsche al respecto es aguda y singular. El ideal ascético, o
mejor aún, el ascetismo como práctica, ha sido también la máscara bajo la cual los
32
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
Este ideal es el que de algún modo les permitió sobrevivir en una historia de negación
de la vida contra la vida misma, pero también es el ideal que es preciso dejar atrás
para pensar otras formas del filosofar. También la filosofía está guiada por un instinto
creativo, un instinto plástico de artistas. Ese es el instinto que reclaman los filósofos
del peligroso quizás, los filósofos que invoca Nietzsche en sus escritos, los filósofos
perspectivistas, que asoman también en la GM:
Los nuevos conocimientos, los nuevos valores, los nuevos modos de vida exigen otro
talante, otra apertura, otras miradas, otras voluntades de poder. También otro tipo de
riqueza y otras virtudes, de esas que hacen don de sí mismas. En este sentido, el
perspectivismo y la multiplicidad de fuerzas que se articulan en torno suyo son para
Nietzsche -si se nos permite usar con cierta libertad una de las más relevantes
categorías kantianas- las condiciones que hacen posible otro conocimiento de nosotros
y de la cultura, y también, desde luego, una ética más cercana al cuerpo, a la tierra y a
la vida. Es preciso asomarse entonces a las líneas más afirmativas del Zaratustra, una
obra escrita para todos y para ninguno.
Muchos son los pasajes de esta obra que podrían citarse para cerrar esta presentación.
Empecemos por “La virtud que hace regalos” […]
33
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
Notas
1
Los Apuntes de Teóricos de la U.III son reflexiones y explicaciones que sirven de
encuadre y orientación para la lectura de algunos de los textos citados. Ofician de
fuente para las clases y no tienen carácter exhaustivo ni la pretensión de constituir una
explicación “última” de los escritos, problemas y autorxs tratados. Se trata, más bien,
de hipótesis provisorias de lectura y trabajo en proceso, tentativas hermenéuticas que
se saben (y se asumen) como tales. Por otra parte, observarán que el punto 4 no está
todavía desarrollado, aunque sí sugerido en las líneas previas del texto. Les pedimos,
entonces, que los tomen como lo que son: “apuntes” preparatorios para las clases. No
reemplazan en modo alguno la lectura de las fuentes principales aquí tratadas, citadas,
y trabajadas a partir de la selección de textos puntuales de Crepúsculo de los ídolos,
Más allá del bien y del mal, Genealogía de la moral y Así habló Zaratustra.
2
Para una biografía filosófica de F. Nietzsche, ver Janz, C., Friedrich Nietzsche, Vols I, II,
III y IV, Madrid, Alianza, 1987.
3
Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. A. Sánchez Pascual, Barcelona, Altaya, 1997,
p. 171.
4
Fink, E., La filosofía de Nietzsche, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1996.
5
Kaufmann, W., Nietzsche. Philosopher, Psychologist, Antichrist, New Jersey, Princeton
university press, 1974.
6
Vattimo, G., Introducción a Nietzsche, trad. J. Binaghi, Barcelona, Península, 1996.
7
Colli, G., Introducción a Nietzsche, trad. R. Medina, México, Folios Ediciones, 1983.
8
Para la periodización de las obras nietzscheanas hemos de centrarnos en aquellos
textos publicados por el autor. Es por ello que en esta ocasión no hemos mencionamos
los textos preparatorios a El nacimiento de la tragedia. A pesar de ello, cabe señalar
que las conferencias “El drama musical griego” y “Sócrates y la tragedia”, ambas de
1870, el escrito “La visión dionisíaca del mundo” también de 1870, la conferencia de
1872: “Sobre el porvenir de nuestras escuelas”, los Cinco prólogos a cinco libros no
escritos (1872), el ensayo “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” (1872) y el
inconcluso La filosofía en la época trágica de los griegos de 1873, integran esta
primera fase del pensamiento nietzscheano. A su vez, es pertinente destacar que los
34
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
9
En Giorgio Colli reaparece el señalamiento de la importancia de Schopenhauer para
esta primera etapa de la producción nietzscheana en la que parecen acordar la mayor
parte de los intérpretes. El comentador italiano agrega, sin embargo, un matiz
adicional al sostener que “la construcción racional del filósofo alemán, en efecto, ha
influido de modo decisivo en Nietzsche: Schopenhauer es el transmisor de otra
experiencia, el portador de la visión del mundo de una civilización entera [la del
Oriente hindú]”9 (Introducción a Nietzsche. México, Folios ediciones, 1983, p. 15). De
allí que a juicio de Colli El nacimiento de la tragedia represente la obra más mística de
Nietzsche en la que se propone una visión filosófica total del mundo en la cual la
música es esa experiencia directa cuyo valor es revelar la disonancia en el corazón del
mundo.
10
Cf. Nietzsche, F., "Ensayo de autocrítica" en El nacimiento de la tragedia, trad. A.
Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1997.
11
Este anunciar de la filosofía del amanecer a la filosofía de madurez es un rasgo que
acerca a Fink y a Kaufmann. A pesar de esta coincidencia, desde el planteo finkeano la
caracterización de los escritos medios como meros escritos preparatorios es
insuficiente. Y en este punto adherimos con el auto. Muchas de las ideas respecto a la
moral, por ejemplo, ya aparecen en estos textos medios.
12
A juicio de Fink hay que analizar los escritos medios sin atender a la evidencia de la
situación biográfica de Nietzsche, en la que se da la ruptura con Wagner y
Schopenhauer. Esta “despedida de los héroes de su juventud”, o del sueño romántico,
representa el alejamiento de la metafísica schopenhauereana y del endiosamiento
artístico de Wagner. Pero la interpretación biográfica no parece ser la adecuada desde
la lectura de Fink, pues hay algo del orden del propio pensar nietzscheano que ha
cambiado y debe ser reconocido.
13
Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, trad. cit.
14
Nietzsche, Más allá del bien y del mal, trad. A. Sánchez Pascual, Buenos Aires,
Alianza, 1997, § 1, p. 21.
35
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
15
Cf. Nietzsche, F., Fragmentos Póstumos (1885-1889), trad. J. L. Vermal y J. B. Llinares,
Madrid, Tecnos, 2006, Otoño de 1887, NF 9 [38].
16
Es en La genealogía de la moral donde Nietzsche sostiene que la esencia de la vida
es la voluntad de poder (Wille zur Macht). Cf. “Tratado segundo: `culpa´, `mala
conciencia´ y similares”, § 12. Ver análisis del punto 3.
17
Nietzsche entiende a la voluntad de verdad como la voluntad de construir un
"mundo ente", calculable, regular y "formulable". CF. Nietzsche, F., Fragmentos
póstumos (1885-1889), trad. cit., Otoño de 1887, NF 9 [38,] 9 [41]9 [60], 9[ 89], entre
otros. Seguimos en este punto el análisis propuesto por Cragnolini, M. en torno a la
voluntad de verdad, la construcción de "verdades pseudo-metafísicas" y la necesidad
de aseguramiento que subyace a las mismas. Ver Cragnolini, M., Nietzsche, Camino y
demora, Bs. As., EUDEBA, 1998, "II. Nihilismo decadente: la historia de un error". Cf
también, Parmeggiani, M., Perspectivismo y subjetividad en Nietzsche, Málaga,
Analecta Malacitana, 2002.
18
Nietzsche, F., Fragmentos Póstumos (1885-1889), trad. J. L. Vermal y J. B. Llinares,
Madrid, Tecnos, 2006, Otoño de 1887, NF 9 [60], p 249
19
Nietzsche, F., "La 'razón' en la filosofía" en: Crepúsculo de los ídolos, trad. A. Sánchez
Pascual, Buenos Aires, Alianza, 1997, p. 45.
20
Ibídem, p. 47.
21
Cf. Nietzsche, F., "La 'razón' en la filosofía" en: Crepúsculo de los ídolos, trad. cit.
22
Ibídem, p. 50.
23
Nietzsche, F., Más allá del bien y del mal, trad. cit., § 11, p. 32-33.
24
Nietzsche, F., "La 'razón' en la filosofía" en: Crepúsculo de los ídolos, trad. cit., p. 50.
25
Nietzsche, F., "La moral como contranaturaleza" en Crepúsculo de los ídolos, trad.
cit., p. 57.
26
Nietzsche, F., Más allá del bien y del mal, trad. cit., "Prólogo", p. 18
36
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
27
Vattimo sostiene que la "Historia de un error" nietzscheana puede ser leída en
términos de la historia del nihilismo en Occidente. Ver Introducción a Nietzsche, trad.
J. Binaghi, Barcelona, Península, 1996.
28
Nietzsche, F., "Cómo el 'mundo verdadero' acabó convirtiéndose en una fábula" en:
Crepúsculo de los ídolos, trad. cit., p. 51.
29
En el apartado denominado “Vita Femina” de La ciencia jovial, Nietzsche sostiene
que la vida es una mujer. Es también en este texto donde el pensador afirma que la
mujer ejerce su poder desde y a través de la distancia. Derrida se detendrá en un
análisis de la “operación femenina” explicitando que “[…] la distancia es [presentada
como] su elemento de poder”. Y es también el argelino quien nos recuerda, fiel a la
advertencia nietzscheana de mantener una distancia respecto de esa misma actio in
distans, que “[…] de ese canto, de ese encanto, hay que mantenerse a distancia; hay
que mantenerse a distancia de la distancia, y no sólo, como podría suponerse, para
protegerse contra esa fascinación, sino también para experimentarla” (Espolones. Los
estilos de Nietzsche, trad. M. Arranz Lázaro, Valencia, Pre-textos, 1997, p. 33).
30
Nietzsche, F., "Cómo el 'mundo verdadero' acabó convirtiéndose en una fábula" en:
Crepúsculo de los ídolos, trad. cit., p. 51.
31
Ibídem, p. 52.
32
Nietzsche elabora su crítica a Spinoza, puntualmente a su principio del conatus, en
coordenadas semejantes a las que utiliza para embestir al evolucionismo darwiniano.
Según el filósofo alemán, tanto uno como otro, acentúan la importancia de la
preservación de la vida, su momento de conservación, en detrimento de su carácter
expansivo y superador. En este punto, Darwin queda inserto en una genealogía que lo
subsume en la telaraña del filósofo moderno. Nietzsche opondrá a uno y otro
principio, es decir, al conatus spinoziano y a la ´lucha por la existencia” darwiniana, la
voluntad de poder entendida como acrecentamiento de fuerzas.
33
Nietzsche, F., Fragmentos póstumos (1885-1889), trad. cit., Otoño 1887, NF 9 [26], p.
240.
34
Para acompañar la lectura de este gran texto desde luego se puede leer al Nietzsche
de Gilles Deleuze que citaremos más de una vez, pero también recomendamos la
lectura de otro clásico, un breve texto de Karl Jaspers: Nietzsche y el cristianismo, Bs
As, Leviatán, 1990, en el que trabaja la lectura que Nietzsche realiza de la “historia
37
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
35
Nietzsche, F., La genealogía de la moral, Madrid, Alianza, 1998. “Prologo”, p. 17.
36
Ibídem, p. 19.
37
Deleuze, G., Nietzsche y la filosofía, Barcelona, Anagrama, 1986, pp. 111-113.
38
Con todo, hay que advertir el vínculo entre este texto y otro del joven Nietzsche: De
la utilidad y los inconvenientes de los estudios históricos para la vida (varias ediciones).
Al respecto, el filósofo norteamericano Richard Bernstein traza un vínculo entre la
actitud del genealogista y los tres modos en que la historia se vincula con la vida. Su
hipótesis permite echar luz sobre los modos nietzscheanos de usar la historia en este
texto. Ver Bernstein, R., El mal radical. Una indagación filosófica, Bs As, Lilmod, 2004.
39
Nietzsche, F., ob. cit., p. 20.
40
Ibídem, p. 22.
41
Ibíd, p. 31.
42
Ibíd, p. 31.
43
Ibíd, p. 38.
44
Ibíd, pp. 39-40.
45
Tal como pone de relieve una y otra vez Michel Foucault en su gran texto Foucault,
M., Nietzsche, la genealogía, la historia, Madrid, La piqueta, 1995.
46
Deleuze, G., Nietzsche y la filosofía, Barcelona, Anagrama, 1986, p. 177.
47
Nietzsche, F., ob. cit., pp. 49-51.
48
Ibídem, p. 53.
38
APUNTES DE TEÓRICOS. UIII
49
Ibíd, p. 66.
50
Ibíd, p. 68.
51
Ibíd, p. 69.
52
Ibíd, p. 71.
53
Ibíd, p. 74.
54
Ibíd, p. 96.
55
Para el tratamiento del nihilismo en Nietzsche, ver el ya citado libro de Cragnolini,
M., Nietzsche, camino y demora, Buenos Aires, Biblos, 2003. También Vattimo, G.,
Diálogo con Nietzsche. Ensayos 1961-2000, Bs As, 2002, “Los dos sentidos de nihilismo
en Nietzsche”.
56
Deleuze, G., ob.cit., p.213.
57
Nietzsche, F., ob. cit., p.185.
58
Salvo que prefiera extinguirse, salvo que prefiera manifestar no sólo como voluntad
de nada sino como nada de voluntad.
59
Ibíd, p. 149.
60
Ibíd, p.147.
61
Ibíd, p. 149.
62
El esquema que oficia de referencia para este presentamos, lo pueden encontrar en
Deleuze, G., ob. cit., p. 203.
63
Nietzsche, F., ob. cit. p.139.
39