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VIAJE Á MARRUECOS.
RELACIÓN
DEL
BKN ABDERRHAMAN.
MADRID
IMPKlüVTA NACIO\AL
18G4.
I.
Estado.
nombre del Sultan, diciéndolo que más apreciaba éste los cautivos
que el Rey de España le enviaba, que si le llenara el Reino de
oro y diamantes. Correspondió D. Jorge Juan á la cortesía, así
como á la felicitacion que, acto continuo, le dirigió Muley Mamun,
el cual, para mas agasajo, corrió la pólvora con su acompañamiento.
Concluida esta ceremonia, se encaminó la Embajada al aloja
miento que tenia preparado, atravesando un jardin llamado «de
fuego» y recibiendo al pasar por el gran estanque ó Naumaquia
del Sultan los saludos de un pequeño jabeque de recreo que habia
en sus aguas.
Encontrábanse en aquel jardin varias tiendas, entre las cuales
descollaban tres hechas en firme. La mayor de estas últimas, des
tinada al Embajador, era bastante espaciosa y figuraba una pirá
mide de planta cuadrada. Colgada de una especie de paño azul,
cubriia su suelo una estera fina, sobre la cual habia tendida una
magnífica alfombra oriental. Al frente tenia una «bergére» ó «du
quesa» dorada, cubierta de damasco carmesí con un paño de tela
de oro sobre los almohadones , y al lado un azafate chinesco con
un enorme candelabro de plata. Las otras dos tiendas, semejantes
á esta, eran más pequeñas, y las restantes tenian la forma comun
de las tiendas morunas.
Al poco tiempo de haberse instalado el Embajador, llegó un
Magnate de parte del Sultan á advertirle que no creyese nada de
cuanto le dijeran como no lo oyese de los labios del Embajador
moro; que S. M. le ofrecía las alfombras para su uso ; que la «Du
quesa» era la misma en que él descansaba, y el paño de oro
aquel en donde hacia oracion. Envió despues el Sultan dos pre
sentes, uno de veinte y otro de treinta platos diferentes de su
propia mesa, regalo que repitió cuantos dias permaneció la Em
bajada en aquella Corte.
Sabia el Sultan que entre los regalos que le enviaba el Rey de
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España, iban varios pájaros, dos osos y gran número de perros,
y deseando ver eslos animales, dispuso fuesen á buscarlos so pre
texto de librar de su cuidado al Embajador. Apenas los tuvo en
su poder puso á prueba la fiereza de los perros, soltando cuatro
contra una loba , y otro pequeño de presa contra otro grande que '
él poseia, quedando sumamente complacido al ver la fiereza y va
lentía de aquellos animales, los cuales, así como los osos, apreció
mucho por ser en extremo aficionado á fieras desconocidas en su
país.
Enviarónle despues los cautivos y la tienda de regalo, que era
de todo lujo y dividida en varias alcobas por cortinas de damasco,
las cuales quitó el Sultan para ponerlas en la Alcazaba en la puerta
de su cuarto.
El dia 1 6 de Mayo fué el señalado para la audiencía solemne,
previa comunicacion dirigida al Embajador dos dias ántes. Salió
la comitiva de gala, llevando 27 caballerías con los regalos para
el Sultan, y llegó á la plaza de las Audiencias públicas, donde en
primer lugar encontró una fila de negros inmediata á las murallas
de palacio. Veíanse á corta distancia seis caballos con sillas guar
necidas de oro y una de ellas con pedrería. Junto á cada caballo
habia un negro teniéndole de la brida y con una toalla para es
pantarle las moscas. A 500 pasos y formando un gran óvalo es
taban 2.000 soldados de á pié armados con sables. Entre ellos se
hallaban los prisioneros enviados de España.
Al entrar la comitiva en el espacio guardado por esta tropa,
se adelantó el Alcaide que iba á la cabeza para tomar de nuevo
las órdenes del Sultan, el cual avisó inmediatamente que estaba
dispuesto á recibir al Enviado cristiano.
Avanzó entónces la comitiva, y al llegar como á cien pasos
delante del Emperador, hicieron todos, por indicacion del que
servia de Introductor de Embajadores, una profunda cortesía, la
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cual repitieron hasta tres veces en diferentes sitios. Llegaron por fin
cerca del Sultan , que estaba vestido con extremada sencillez, hacien-
do así ostentacion de Taleb ó letrado, y montaba un caballo negro
con aderezo de terciopelo carmesí , freno y estribos dorados , bridas
de seda azul y el arzon cubierto con un pañuelo de hilo listado.
Estaba á su derecha su hijo Muley Mamun, á su izquierda su
tio Bentarchift, y algo más retirados varios Magnates del Imperio.
Rodeaban asimismo al caballo del Sultan algunos negros con
toallas que servian de mosquiteros, y uno con un gran quitasol
de terciopelo amarillo y encarnado.
Rompió el silencio el Sultan declarando que á Rey alguno en
el mundo estimaba tanto como al Monarca español, á lo cual
contestó D. Jorge Juan como era del caso. Añadió el Sultan que
agradecia más el regalo de los prisioneros que si le hubieran dado
á toda Europa, manifestacion á la cual correspondieron los con
currentes gritando «Dios guarde la vida de nuestro Señor.»
Hizo entónces el Embajador las protestas de amistad y con
cordia de que era mensajero, y puso en manos del Sultan la carta
credencial del Rey y una sortija de brillantes como prueba de
buen afecto, manifestando asimismo cuantas ofertas llevaba en
cargo de hacer, para estrechar más y más las relaciones entre
ambos pueblos. Á todo ello correspondió el Soberano marroquí
con palabras de gratitud, las cuales acompañaban los asistentes
con las voces de «Dios guarde al Rey.»
Acto continuo entregó el Sultan la carta credencial á Sidi
Ahmeii el fiazel , y le mandó traducirla al árabe, con lo cual des
pidió al Embajador y dió por terminada la audiencia.
En los dias que siguieron á la recepcion, el Embajador visitó
á los parientes del Sultan y distribuyó regalos entre los Magnates
de la Corte, que no sólo los deseaban, sino que los pedian con
grande empeño.
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II.
III.
IV.
VI.
Kabila de Beni Sbaa (Los hijos del Leon.) — Campamento de Tig El Serit.
20 de Mayo.
VII.
VIII.
de hora tomando parte en este festejo los tres Bajaes de Abda, que
seguian formando parte de la comitiva.
Caminaba esta entre tanto por terreno inculto y llano en que
solo crecen algunos espinos y matas de romero, y á las nueve
atravesaba el torrente llamado Bu el Farras.
En la proximidad de este esperaban cerca de 5.000 hombres
de infantería y caballería de las kabilas limítrofes, que habian ba
jado de las montañas donde habitan para cumplimentar al Enviado
de la Reina de España.
Eran estas kabilas cuatro ; la de Metyata, Guergura, Mesmisa
y Messuda, y al frente de ellas estaban sus Gobernadores ó Bajaes
llamados Caid Atzmen el Medyati, Hache Braan el Guerguri,
Caid Aumar el Mesmusi, y Caid el Messudi.
No es posible imaginar tipo de ferocidad más marcado que el
que presentan los habitantes de aquellas kabilas montañesas.
Como los de Beni Sbaa , llevan generalmente la cabeza desnuda y
expuesta á los rayos del sol ; es su traje un trozo de jaique mal
ajustado, y una espingarda y una polvorera completan su equipo.
Á semejanza de todos los árabes, se embriagan con el olor de la
pólvora y el ruido de las balas , y es raro que haya una gran re
union de kabilas sin que tenga que deplorarse alguna desgracia,
primero, porque los que tienen alguna enemistad se aprovechan
para deshacerse de su enemigo de la confusion que ofrecen siem
pre las corridas de pólvora, y sobre todo; porque cuando al árabe
que hace salvas con su espingarda se le acaban los tacos, mete
en su lugar balas para cargar.
Como medio cuarto de legua ántes de llegar al torrente Bu
el Farras, oian ya los viajeros las descargas de las kabilas que
habian empezado á hacer los saludos sin esperar su llegada. Es
taban éstas formadas en una extensa línea, y al aproximarse á
ellas la Legacion, continuaron haciendo fuego aun cuando El
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Abbés habia enviado órden de que cesaran los saludos, y los Ba
jaes la habian comunicado.
Empezó, pues, á desfdar la comitiva por delante de aquellas
tribus salvajes en medio de una nube de humo ; á los pocos ins
tantes se oian silbar las balas , y el caballo de uno de los guardias
del Sultan que iba al lado de los empleados de la Legacion espa
ñola se desplomaba herido de un balazo.
Rápidos como el víento los 2.000 ginetes de Abda y Ahmar,
por órden de sus jefes se interpusieron entre la Legacion de Es
paña y las feroces kabilas del Atlas ; los Bajaes exponiendo sus
vidas y recibiendo los tiros en la cara, levantaban con sus propias
manos las espingardas de sus subordinados ; era imposible sin
embargo contener á éstos, y el fuego, en vez de disminuir aumen
taba. La guardia del Sultan estrechó su círculo alrededor de la
Legacion de España, á la cual rodearon tambien todos los Bajaes
de Abda y Ahmar.
Otro nuevo incidente vino á complicar aun más la situacion.
Algunos infantes de aquellas tribus, deslizándose por entre los
piés de los caballos, habian penetrado dentro del círculo que al
rededor de la Mision española formaban los guardias del Sultan.
El Bajá Caid el Abbés adelantó su caballo hácia uno de ellos para
hacerlo salir de allí. El kabila, á pesar de ser el que tal intima
cion le hacia el Representante del Sultan, contestó á ella apun
tando al Abbés al pecho , y lo hubiera dejado sin vida á no ser
por la serenidad del Caid, que no teniendo tiempo para defen
derse de otro modo, le echó el caballo encima y le derribó ; le
vantóse el kabila y volvió á apuntar al Bajá , y otra vez vino al
suelo herido de un terrible golpe de gumía que le tiró á la cabeza
uno de los guardias del Sultan. Miéntras esto ocurria, á dos pasos
del Enviado español, el fuego continuaba cada vez más vivo, y
caian heridos tres caballos de la escolta de moros de rey. ♦
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IX.
XI.
XII.
XIII.
XIV.
XV.
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