Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
En la segunda parte de esta fase, la capacidad para asumir una actitud más
activa y dirigida, y el placer derivado de ella, se desarrollan y maduran (en el
niño). Aparecen los dientes, y con ellos el placer inherente a morder cosas
duras, que no ceden a la presión, en morder objetos blandos y en destrozar
otros con los dientes.
El final de esta etapa está marcado por la diferenciación que hace el niño y la niña
entre su mundo interno y externo. La familia le permite establecer una organización
interna primaria, que irá desarrollando para vincularse y manejar el mundo exterior.
Etapa anal
Esta etapa comprende de los 18 meses a los 3 años, también llamada de separación
e individuación. La aparición del lenguaje permite al niño o niña una mayor
concreción y claridad de lo que siente y piensa. El poder caminar y separarse de la
madre, marcan los primeros pasos para el logro de su independencia y autonomía.
Cuando el niño comienza a utilizar el principio de realidad se inicia esta segunda
etapa del desarrollo psicosexual, la cual tiende a posponer la gratificación inmediata,
a diferencia del principio de placer. El objeto de postergar lo que le resulta placentero
es, pues, dominar la situación de la realidad.
Durante esta época los órganos excretores son su centro de interés; las acciones
de defecar, retener y expulsar le serán sumamente gratificantes. El control de
esfínteres le permitirá, asimismo, conservar la estimación y el amor de su madre, y
a la vez ejercer presión y control sobre su medio. Las heces fecales serán
consideradas como producto de su propia creación, como parte de sí mismo. Esto
le hará sentir su individualidad e independencia. Más adelante comprenderá que el
excremento, aun cuando proviene de él, no es parte de sí mismo.
El logro en el control de esfínteres es el primer esfuerzo consciente del yo para
dominar los impulsos del ello y decidir entre recibir el elogio de su madre u obtener
el placer que causa el ensuciar.
Durante este periodo el niño o la niña experimenta en forma clara y precisa las
normas y reglas del grupo familiar, el cual determina lo que debe hacer y dónde
debe realizado. De esta manera se establecen los límites y espacios que lo harán
contar con la aceptación de sus padres. Las relaciones interpersonales se han
desarrollado y es capaz de comprender el ruego de los adultos, sabiendo que si
"coopera" ganará su reconocimiento.
Etapa fálica
Podría decirse que las experiencias vividas durante la etapa edípica son: la
percepción de la ausencia del pene en las niñas, que les ocasiona el temor de ser
castradas o de haberlo sido y pueden interpretar esta ausencia como el castigo
recibido por una cosa mala que hayan hecho; la rivalidad que experimenta el niño
con su padre, quien tiene un pene más grande y es más fuerte; por otro lado, ante
la posible rivalidad con una madre "fálica" o "castrante", el niño tiene que tomar uno
de dos caminos:
2. O bien tomar la actitud: "Tú eres mujer, yo soy hombre y debo someterme".
De estas experiencias y de la identificación con las imágenes paternas, maternas,
fraternas y de otras figuras importantes de su medio ambiente, los niños y niñas,
mediante el mecanismo de la internalización, van logrando su propia identificación.
En este momento poseen ya la madurez que se requiere para afrontar el temor a la
castración y a la masturbación: la represión, mediante la cual pueden enviar al
inconsciente o deformar los sentimientos negativos, los impulsos y los temores.
Cuando el niño o la niña en etapas anteriores ha rechazado la confianza básica
(durante la etapa oral) y la oportunidad de establecer controles coherentes (durante
la etapa anal) y ha logrado la identificación psicosexual y la posibilidad de utilizar el
mecanismo de la represión (durante la etapa fálica), los actos se desexualizan y se
manifiestan como conductas socialmente aceptables. Cuando esto ocurre es
porque la etapa fálica ya ha sido resuelta.
Cuando el niño o la niña no logra resolver adecuadamente alguna de las etapas del
desarrollo (oral, anal o fálica), es posible que desarrolle una conducta patológica,
como por ejemplo una conducta compulsiva y repetitiva, agresión desmesurada,
temor y ansiedad.
Etapa de latencia
Se presenta entre los 6 y los 11 años y recibe también el nombre de periodo escolar.
Durante este lapso, la energía libidinal se encauza hacia la actividad escolar y social.
El ingreso del niño o la niña a la escuela le permite tener un contacto más amplio con
su mundo externo, en el que las relaciones con otros niños y otras niñas, y en especial
con sus maestros y figuras de autoridad, irán construyendo su superyó social o
colectivo.
Durante esta etapa el niño o la niña han logrado ya una identificación psicosexual,
y tendrán que desarrollar una tipificación del rol sexual y definir las actitudes hacia
su propio sexo y hacia el otro sexo.
Son evidentes las manifestaciones de curiosidad por las funciones y actividades
sexuales de los adultos. Cuando el niño(a) llega a presentar algunos sentimientos
de inferioridad, a menudo logra compensarlo utilizando el lenguaje de los adultos y
divirtiéndose mediante la elaboración de caricaturas de los adultos. Los niños suelen
competir entre sí comparando el tamaño de sus genitales, viendo quién es capaz
de orinar o escupir más lejos, o quién sabe más y mejores groserías y albures.
También es común que tengan exploraciones sexuales.
Con esta etapa se concluye el desarrollo psicosexual infantil para continuar más
adelante con los cambios y características propias del desarrollo psicosexual en la
adolescencia.
Aun cuando padres y educadores se preocupan cada vez más por conocer los
aspectos sobre el desarrollo de la sexualidad en el niño y la niña, en ocasiones se
sienten incómodos o incompetentes para dar respuesta a las preguntas que sobre
estos temas hacen los niños(as) como una manifestación sana de su curiosidad
natural.
Aunque es imposible dar recetas de cómo responder a estas preguntas, pueden
mencionarse algunas normas generales que deben respetarse para que el niño y la
niña satisfagan sus dudas adecuadamente.
Los adultos pueden platicar y preguntar a los niños y a las niñas qué es lo que
realmente quieren saber antes de dar su respuesta.
Tampoco hay que creer que los niños y la niñas son seres asexuados que no
mostrarán curiosidad sexual sino hasta la adolescencia; por el contrario, los
niños(as) son capaces de formular preguntas claras y precisas mucho mejor de lo
que los adultos creen.
Es frecuente que mencionen querer casarse con sus progenitores, con algún amigo o
familiar, esto puede generar confusión en los adultos al interpretar eróticamente estas
expresiones, que son parte de su capacidad de amar y formar vínculos afectivos. En este
contexto, es importante tener claro, informar y mostrar el rol que ocupan los hijos y los padres
en las relaciones familiares. Mostrar relaciones saludables y respetuosas, que niñas y niños
aprendan a expresar sus sentimientos y a construir relaciones basadas en el respeto a sí
mismos y hacia los demás, mostrando modelos afectivos dentro de la familia.
Manifestaciones relacionadas con el erotismo: reflejan la capacidad que tienen niños y niñas
de percibir las diferentes sensaciones corporales. El recién nacido tiene una gran
estimulación afectiva a partir del primer vínculo con la madre, percibe las sensaciones y
mediante el contacto va desarrollando su erotismo a través del reflejo de succión, las
miradas, las caricias y la proximidad con su cuerpo. Durante los primeros meses va
descubriendo su cuerpo y las sensaciones que puede experimentar con los diferentes
sentidos: la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto; los sentidos también le ayudan a
conocerse y a relacionarse con personas y objetos e ir diferenciando las emociones que le
provocan placer o disgusto.
La masturbación es parte del desarrollo; se inicia a partir de que descubre la zona genital y
posee mayor coordinación motora entre los tres y los cinco años de edad; disminuye en la
etapa de latencia. Se recomienda transmitir el concepto de privacidad, explicar que la
masturbación es parte de la propia intimidad, que es un acto privado y que puede hacerse
en un lugar seguro, con las manos limpias y nunca frente a otras personas; informarles que
nadie debe tocar su cuerpo y que también deberán respetar el cuerpo de los demás. Se
recomienda no mostrar enojo, conductas de desaprobación o castigos. A través de la
masturbación los infantes van descubrien- do, explorando y experimentando sensaciones en
su cuerpo.
Es necesario que desde pequeños aprendan a nombrar su genitales con el nombre correcto
(vulva, pene, testículos); un buen momento para ello suele ser durante el cambio de pañal o
al bañarlos. Es común que se asignen nombres incorrectos a los genitales o que hablar de
ellos provoque incomodidad, lo cual puede transmitir el mensaje de que existe algo “malo” o
“extraño” en ellos y no tener confianza para cuidar o hablar de “esa zona” del cuerpo que
causa incomodidad o genera conflicto.
Entre los tres y cinco años de edad suelen mostrar gran curiosidad por conocer las partes de
su cuerpo. En esta edad es común que exploren y toquen su cuerpo y sus genitales, se dan
cuenta de cómo son, descubren las similitudes y diferencias entre niñas y niños. Jugar con
los genitales es parte del proceso, jugar al doctor, a la mamá y al papá o hacer
comparaciones entre niñas y niños, masturbarse o frotarse los genitales con juguetes u otros
objetos es parte del desarrollo de su sexualidad.
CONCLUSIONES
La sexualidad sigue considerándose un tema tabú y como tal se tiende a
ocultarlo o a escindirlo del cuerpo; la sexualidad de niños y niñas tiene una
serie de características que la hacen diferente a la de los adultos; más aún, las
expresiones de la sexualidad reflejan el propio desarrollo, los aspectos
afectivos, emotivos, de conocimiento y socialización tienen una gran
relevancia para su crecimiento. Los juegos sexuales de este periodo se basan
en la curiosidad, el conocimiento y la experiencia de sensaciones
corporales. El establecimiento de vínculos afectivos satisfactorios y sin
violencia proporcionan un referente para un desarrollo armónico en la edad
adulta.