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INTRODUCCION

La Organización Mundial de la Salud reporta que la salud sexual es un estado de


bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad; no es
sólo la ausencia de enfermedad, de disfunción o de malestar; para lograrlo se
requiere un acercamiento positivo y respetuoso con las y los niños hacia el tema, así
como la posibilidad de que adquiera un desarrollo saludable, libre de coerción,
discri- minación y violencia. Para que esto sea posible los derechos humanos y
sexuales de todas las personas deben ser respetados. La sexualidad se encuentra en
todas las fases de la vida y se desarrolla a través de un proceso dinámico, gradual
y continuo.

Proporcionar información sobre sexualidad es parte indispensable de una


educación integral, necesaria para el desarrollo armónico de las personas. Una
educación sexual apropiada debe respetar las diferentes etapas del desarrollo y
promover valores tales como la equidad, la privacidad, el respeto y la
responsabilidad.

El tema de sexualidad sigue siendo un tabú en nuestros días; es frecuente que en la


familia y otros entornos en donde interactúan las y los niños se muestren actitudes
de desaprobación hacia ciertas manifestaciones propias del desarrollo. En este
sentido, las actitudes evasivas o el silencio también son una forma de transmitir
información sobre sexualidad mediante mensajes de censura o prohibición.

La educación sexual integral es necesaria para un desarrollo saludable; es un derecho


de todos los seres humanos independientemente de su edad, sexo, raza o religión;
ninguna creencia, ideología o dogma debe estar por encima de una educación sexual
saludable orientada científica- mente. Todas las personas que participamos, de una u
otra manera, en la formación de niñas y niños, tenemos la responsabilidad de conocer
y ofrecer una educación sexual integral adaptada a la edad y que permita un desarrollo
saludable.
Sexualidad infantil

La importancia de la relación física y afectiva con la madre es


fundamental, pues es su fuente de identificación primera. El niño o la
niña tratan de ser como la persona amada, en la medida en que su
madre le resulte gratificante y placentera.

También es importante el papel del padre, pues aun cuando no


permanezca tanto tiempo con el niño, su relación y cercanía son una
fuente de identificación esencial.

La calidad de la comunicación entre la madre y el hijo(a) conduce a la


creación de un código propio. El lenguaje no verbal es fundamental
como una forma de dar afecto y recibido, por lo que las caricias, los
besos y las palmadas son especialmente significativos.

Desde este punto de vista el niño(a) va integrándose a una organización


en donde la relación de los padres y los otros miembros de la familia
influye en la construcción social de modelos femeninos y masculinos.

Etapas de desarrollo psicosexual infantil,


Teoría Freudiana:
Etapa oral

Esta etapa comprende de los 0 meses a los 18 meses de edad aproximadamente.


Esta fase se puede dividir en dos:
En la primera, el niño(a) pasa la mayor parte del tiempo durmiendo. Los
períodos de atención consciente quedan limitados a experiencias de nutrición
como hambre, lactancia, saciedad, ruidos internos. Cuando no se satisface
alguna necesidad surgen emociones desagradables, lo que provoca las
primeras experiencias de ansiedad en el bebé. Ansiedad por la falta de
provisiones vitales.
En esta fase el placer sexual está ligado predominantemente a la excitación de
la cavidad bucal y de los labios, que acompaña a la alimentación.

Al nacer el niño(a) es privado de la simbiosis que mantenía con el cuerpo de su


madre, esto hace que se ponga en funcionamiento la capacidad y la intención
del pecho, de la madre y de la sociedad, de alimentarlo. En esta fase el niño(a)
vive y ama a través de la boca y la madre transmite amor por medio de los senos.
De esta coordinación entre madre e hijo(a) resulta una alta recompensa en
términos de placer libidinal. A través de la boca y el pezón se genera una
atmósfera de calor y mutualidad que ambos, madre e hijo(a), disfrutan
plenamente y responden con la sensación de relajación.

El modo de acercamiento o de relación con el otro es la incorporación, pues el


recién nacido depende de la entrega de sustancias exactamente en la boca.

Al inicio, la pulsión sexual se satisface por medio de una función vital, la


alimentación, pero posteriormente adquiere autonomía y a través del chupeteo
se satisface en forma auto erótica.

Entonces, en esta etapa la fuente de satisfacción es la zona oral, el objeto de


satisfacción se encuentra en estrecha relación con la alimentación, el fin u
objetivo de esta fase es la incorporación.

En la segunda parte de esta fase, la capacidad para asumir una actitud más
activa y dirigida, y el placer derivado de ella, se desarrollan y maduran (en el
niño). Aparecen los dientes, y con ellos el placer inherente a morder cosas
duras, que no ceden a la presión, en morder objetos blandos y en destrozar
otros con los dientes.

Para Freud, en la fase oral la libido está vinculada con la necesidad de


mantenerse vivo mediante la succión de líquidos y la masticación de sólidos.
Pero no solo la ingestión de alimentos satisface la necesidad de respirar y crecer
por medio de la absorción. Estas formas de erotismo oral permiten el desarrollo
de formas de relación social: la capacidad de obtener y tomar. Estas son formas
de autoconservación necesarias para el ser humano en esta etapa de la vida.

El final de esta etapa está marcado por la diferenciación que hace el niño y la niña
entre su mundo interno y externo. La familia le permite establecer una organización
interna primaria, que irá desarrollando para vincularse y manejar el mundo exterior.

Etapa anal

Esta etapa comprende de los 18 meses a los 3 años, también llamada de separación
e individuación. La aparición del lenguaje permite al niño o niña una mayor
concreción y claridad de lo que siente y piensa. El poder caminar y separarse de la
madre, marcan los primeros pasos para el logro de su independencia y autonomía.
Cuando el niño comienza a utilizar el principio de realidad se inicia esta segunda
etapa del desarrollo psicosexual, la cual tiende a posponer la gratificación inmediata,
a diferencia del principio de placer. El objeto de postergar lo que le resulta placentero
es, pues, dominar la situación de la realidad.

Durante esta época los órganos excretores son su centro de interés; las acciones
de defecar, retener y expulsar le serán sumamente gratificantes. El control de
esfínteres le permitirá, asimismo, conservar la estimación y el amor de su madre, y
a la vez ejercer presión y control sobre su medio. Las heces fecales serán
consideradas como producto de su propia creación, como parte de sí mismo. Esto
le hará sentir su individualidad e independencia. Más adelante comprenderá que el
excremento, aun cuando proviene de él, no es parte de sí mismo.
El logro en el control de esfínteres es el primer esfuerzo consciente del yo para
dominar los impulsos del ello y decidir entre recibir el elogio de su madre u obtener
el placer que causa el ensuciar.
Durante este periodo el niño o la niña experimenta en forma clara y precisa las
normas y reglas del grupo familiar, el cual determina lo que debe hacer y dónde
debe realizado. De esta manera se establecen los límites y espacios que lo harán
contar con la aceptación de sus padres. Las relaciones interpersonales se han
desarrollado y es capaz de comprender el ruego de los adultos, sabiendo que si
"coopera" ganará su reconocimiento.

Etapa fálica

También recibe el nombre de identificación primera y abarca de los 2 a los 6


años. Durante esta etapa la zona de mayor placer se concentra en los genitales.
La masturbación se acentúa por ser una actividad que proporciona al niño o la
niña tanto el reconocimiento de sus genitales como el placer de tocarlos.

La socialización marcada por el ingreso del niño(a) a la escuela constituye uno de


los acontecimientos más importantes. Ahí tendrá la oportunidad de convivir e
intercambiar experiencias y sentimientos con niños y niñas de su propia edad. La
curiosidad está presente en los constantes "¿por qué?", ¿por qué no soy igual que
mi hermano?, ¿por qué no tengo que ir a la escuela?, ¿por qué sale el sol?, etcétera.

Se desarrolla una mayor conciencia de la diferencia de sexos, con lo cual el órgano


fálico adquiere especial relevancia. Para el niño el descubrimiento de sus genitales
va acompañado de un simbolismo que le da seguridad y orgullo de poseerlos;
mientras que la niña, al comparar sus genitales con los del varón, puede
experimentar la sensación de estar incompleta y carente de algo.

El complejo de castración, representado por las reacciones emocionales


provocadas por la presencia o ausencia de falo, es el punto a partir del cual cobra
impulso el complejo de Edipo. Este último está marcado por el ingreso del niño y de
la niña aun mundo sexual auténtico y el inicio de la relación triangular hijo madre,
hija padre.
En el caso del niño, en el complejo edípico la madre deja de ser el centro exclusivo
de amor; ahora tiene que "competir" con un rival: el padre, quien simbólicamente lo
obliga a excluir a la madre de su actividad genital.
Los sentimientos ambivalentes que el niño experimenta hacia sus padres, como el
amor a su madre y el tener que renunciar a ella; el rechazo a su padre, por miedo a
ser castrado, y su necesidad de identificarse para afirmar su identidad sexual, le
permiten buscar otros objetos de placer y determinar la forma en que se vinculará
con el sexo femenino.
En el caso de la niña, el complejo edípico tiene otras variantes. Ella se identifica con
su propio sexo por la carencia de pene. Se siente en igualdad de condiciones con
su madre y rivaliza con ella para obtener el amor del padre. Este conflicto puede ser
resuelto en la medida en que la niña valore su propia anatomía y supere la supuesta
"carencia orgánica". Por otra parte, si la madre es un modelo de identificación cálido
y creador, esto le permitirá aceptarse a sí misma y relacionarse con miembros del
sexo masculino.

Podría decirse que las experiencias vividas durante la etapa edípica son: la
percepción de la ausencia del pene en las niñas, que les ocasiona el temor de ser
castradas o de haberlo sido y pueden interpretar esta ausencia como el castigo
recibido por una cosa mala que hayan hecho; la rivalidad que experimenta el niño
con su padre, quien tiene un pene más grande y es más fuerte; por otro lado, ante
la posible rivalidad con una madre "fálica" o "castrante", el niño tiene que tomar uno
de dos caminos:

1. Intentar dominar a su madre mediante el


supuesto: "Yo soy hombre, tú eres mujer, así que
cállate".

2. O bien tomar la actitud: "Tú eres mujer, yo soy hombre y debo someterme".
De estas experiencias y de la identificación con las imágenes paternas, maternas,
fraternas y de otras figuras importantes de su medio ambiente, los niños y niñas,
mediante el mecanismo de la internalización, van logrando su propia identificación.
En este momento poseen ya la madurez que se requiere para afrontar el temor a la
castración y a la masturbación: la represión, mediante la cual pueden enviar al
inconsciente o deformar los sentimientos negativos, los impulsos y los temores.
Cuando el niño o la niña en etapas anteriores ha rechazado la confianza básica
(durante la etapa oral) y la oportunidad de establecer controles coherentes (durante
la etapa anal) y ha logrado la identificación psicosexual y la posibilidad de utilizar el
mecanismo de la represión (durante la etapa fálica), los actos se desexualizan y se
manifiestan como conductas socialmente aceptables. Cuando esto ocurre es
porque la etapa fálica ya ha sido resuelta.
Cuando el niño o la niña no logra resolver adecuadamente alguna de las etapas del
desarrollo (oral, anal o fálica), es posible que desarrolle una conducta patológica,
como por ejemplo una conducta compulsiva y repetitiva, agresión desmesurada,
temor y ansiedad.

Etapa de latencia

Se presenta entre los 6 y los 11 años y recibe también el nombre de periodo escolar.
Durante este lapso, la energía libidinal se encauza hacia la actividad escolar y social.
El ingreso del niño o la niña a la escuela le permite tener un contacto más amplio con
su mundo externo, en el que las relaciones con otros niños y otras niñas, y en especial
con sus maestros y figuras de autoridad, irán construyendo su superyó social o
colectivo.

El niño o la niña aprenden a combinar su mundo familiar con el escolar. Es en la


escuela donde tiene que confrontar los elementos de su realidad en la búsqueda
por reafirmar su personalidad. El juego representa la actividad placentera por
excelencia y al mismo tiempo una fuente de aprendizaje. Las reglas del juego le
permiten aceptar y comprender límites reales.
En este periodo el niño o la niña amplían su visión del mundo. Desea llegar a ser
adulto como su padre o madre, y se interesa por realizar actividades recreativas:
jugar futbol, pintar, dibujar, armar coches, etc., lo que favorece su capacidad de
abstracción y concreción de la sociedad en que vive y de la cultura a la que
pertenece.

Durante esta etapa el niño o la niña han logrado ya una identificación psicosexual,
y tendrán que desarrollar una tipificación del rol sexual y definir las actitudes hacia
su propio sexo y hacia el otro sexo.
Son evidentes las manifestaciones de curiosidad por las funciones y actividades
sexuales de los adultos. Cuando el niño(a) llega a presentar algunos sentimientos
de inferioridad, a menudo logra compensarlo utilizando el lenguaje de los adultos y
divirtiéndose mediante la elaboración de caricaturas de los adultos. Los niños suelen
competir entre sí comparando el tamaño de sus genitales, viendo quién es capaz
de orinar o escupir más lejos, o quién sabe más y mejores groserías y albures.
También es común que tengan exploraciones sexuales.

Con esta etapa se concluye el desarrollo psicosexual infantil para continuar más
adelante con los cambios y características propias del desarrollo psicosexual en la
adolescencia.
Aun cuando padres y educadores se preocupan cada vez más por conocer los
aspectos sobre el desarrollo de la sexualidad en el niño y la niña, en ocasiones se
sienten incómodos o incompetentes para dar respuesta a las preguntas que sobre
estos temas hacen los niños(as) como una manifestación sana de su curiosidad
natural.
Aunque es imposible dar recetas de cómo responder a estas preguntas, pueden
mencionarse algunas normas generales que deben respetarse para que el niño y la
niña satisfagan sus dudas adecuadamente.

¿Qué tipo de respuesta debe dárseles al niño y a la niña?


Hay que contestarles siempre con la verdad, evitar respuestas confusas o
contradictorias y dar explicaciones francas y adaptadas a su edad, utilizando el
lenguaje que los niños(as) manejan y dando ejemplos claros que correspondan a
su medio ambiente. Hay que evitar las explicaciones que requieran un pensamiento
lógico, pues el niño(a) utiliza el pensamiento concreto y no es capaz aún de hacer
grandes abstracciones.

¿Cuánto hay que contestar al niño y a la niña?


Hay que contestar las preguntas que el niño(a) hace proporcionando sólo la
información que él o ella requiere. Hay que asegurarse, antes de responder, de qué
es lo que quiere saber y no tratar de dar demasiada información que no puede
asimilar por ser prematura o excesiva, y que en vez de aclarar sus dudas lo dejará
más confundido y desorientado.

Los adultos pueden platicar y preguntar a los niños y a las niñas qué es lo que
realmente quieren saber antes de dar su respuesta.
Tampoco hay que creer que los niños y la niñas son seres asexuados que no
mostrarán curiosidad sexual sino hasta la adolescencia; por el contrario, los
niños(as) son capaces de formular preguntas claras y precisas mucho mejor de lo
que los adultos creen.

Si se responden apropiadamente, ellos y ellas estarán preparados para llegar a la


adolescencia con un conocimiento efectivo sobre la sexualidad y tendrán los
elementos para hacer frente a la crisis normal que caracteriza a esta etapa del
desarrollo.
Por otro lado, siempre que se dé respuesta a una pregunta infantil, conviene verificar
que la información que se ha dado responda realmente a la duda del niño o la niña
y no a la que suponga el adulto. Es necesario hacerles sentir la confianza de que
pueden preguntar en futuras ocasiones sobre aquello que les interese. La seguridad
que los padres den a sus hijos e hijas es fundamental para su futuro desarrollo.
MANIFESTACIONES DE LA SEXUALIDAD INFANTIL
Con frecuencia, la sexualidad se asocia exclusivamente con la genitalidad o el erotismo; no
obstante, sus manifestaciones tienen una dimensión más amplia, la sexualidad está con-
formada integralmente e incluye también otros aspectos.

Manifestaciones relacionadas con el género: Relacionadas con pertenecer a uno u otro


género, desde las diferencias físicas, la forma de expresarse y relacionarse con los demás. Se
ha demostrado que la forma en que nos relacionamos con las niñas y los niños es diferente.
La perspectiva en relación con el género en la mayoría de los progenitores se va construyendo
desde el embarazo; cuando se descubre el sexo del bebé. En general, la manera de comunicar-
se y relacionarse con cada género es distinta, desde las expectativas que se van construyen-
do, la forma de hablarles, de expresarse o de jugar. Los infantes empiezan a comprender las
diferencias entre varones y mujeres durante los primeros tres años de vida: el niño observa al
modelo masculino que tiene más próximo y la niña al femenino. Van identificando que
pertenecen a un determinado género e intentan imitar a los mayores, asumen los papeles
observados en la familia, en la escuela, en sus ambientes cercanos y los reproducen; del
mismo modo interiorizan los valores que estos roles adquieren en la sociedad; por ello es
importante mostrar modelos respetuosos y equitativos de relación entre hombres y mujeres.
Algunas de sus manifestaciones son imitar el rol de la mamá o del papá, investigar las
diferencias entre hombres y mujeres a través de los juegos, en la convivencia familiar o con
amigos. En este sentido es importante transmitir el concepto de equidad, enseñar y mostrar en
la convivencia familiar y escolar que niños y niñas son valiosos y que tienen los mismos
derechos, responsabilidades y oportunidades para desarrollarse, crecer y aprender.

Manifestaciones relacionadas con la reproducción: es la forma en que niñas y niños se


identifican o están interesados en los eventos de la concepción, el embarazo y el parto. Se mani-
fiesta por la vivencia de ser como mamá o como papá y se expresa en los juegos o en
experiencias con familiares respecto a la maternidad o paternidad, al investigar y conocer del
embarazo, sobre cómo se forman los bebés, cómo nacen, etcétera. Desde pequeños van
experimentando y construyendo su capacidad de maternidad o paternidad con sus
progenitores, en los juegos con sus iguales, en el cuidado de sus mascotas o juguetes; en este
sentido, es necesario reconocer y permitir que los varones, al igual que las niñas, desarrollen y
expresen plenamente esta capacidad, que no haya distinción entre juegos de niñas y niños, que
se les permita experimentar y desarrollar su capacidad de maternidad y paternidad a través del
juego.

Manifestaciones sobre los vínculos afectivos: es la capacidad de relacionarse y sentir afecto


por seres queridos, familiares, amigos y mascotas. Los vínculos afectivos se relacionan con
la capacidad de sentir afecto por los demás. El primer vínculo es con la madre, el afecto y
los estímulos transmitidos al bebé serán la pauta para ir desarrollando su capacidad de
vinculación. En los bebés las experiencias sensoriales son básicas para el desarrollo. Los
adultos deberán enseñar y mostrar desde las primeras etapas formas de vinculación
saludable. Cuando los progenitores o cuidadores expresan cariño al tocar, acariciar,
alimentar o hablar al bebé sientan las bases para brin- darle seguridad, aspecto fundamental
en su desarrollo; la familia es la principal portadora de vínculos afectivos. Conforme avanza
el desarrollo y la socialización se van formando vínculos con amigos a través de los juegos;
empiezan solitarios, posteriormente juegan en compañía pero dispersos y, alrededor de los
6 años, el juego ya es en equipo, entonces los menores empiezan a comprender y a respetar
los límites; los amigos comienzan a formar parte esencial de su vida.

Es frecuente que mencionen querer casarse con sus progenitores, con algún amigo o
familiar, esto puede generar confusión en los adultos al interpretar eróticamente estas
expresiones, que son parte de su capacidad de amar y formar vínculos afectivos. En este
contexto, es importante tener claro, informar y mostrar el rol que ocupan los hijos y los padres
en las relaciones familiares. Mostrar relaciones saludables y respetuosas, que niñas y niños
aprendan a expresar sus sentimientos y a construir relaciones basadas en el respeto a sí
mismos y hacia los demás, mostrando modelos afectivos dentro de la familia.

Manifestaciones relacionadas con el erotismo: reflejan la capacidad que tienen niños y niñas
de percibir las diferentes sensaciones corporales. El recién nacido tiene una gran
estimulación afectiva a partir del primer vínculo con la madre, percibe las sensaciones y
mediante el contacto va desarrollando su erotismo a través del reflejo de succión, las
miradas, las caricias y la proximidad con su cuerpo. Durante los primeros meses va
descubriendo su cuerpo y las sensaciones que puede experimentar con los diferentes
sentidos: la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto; los sentidos también le ayudan a
conocerse y a relacionarse con personas y objetos e ir diferenciando las emociones que le
provocan placer o disgusto.

La masturbación es parte del desarrollo; se inicia a partir de que descubre la zona genital y
posee mayor coordinación motora entre los tres y los cinco años de edad; disminuye en la
etapa de latencia. Se recomienda transmitir el concepto de privacidad, explicar que la
masturbación es parte de la propia intimidad, que es un acto privado y que puede hacerse
en un lugar seguro, con las manos limpias y nunca frente a otras personas; informarles que
nadie debe tocar su cuerpo y que también deberán respetar el cuerpo de los demás. Se
recomienda no mostrar enojo, conductas de desaprobación o castigos. A través de la
masturbación los infantes van descubrien- do, explorando y experimentando sensaciones en
su cuerpo.
Es necesario que desde pequeños aprendan a nombrar su genitales con el nombre correcto
(vulva, pene, testículos); un buen momento para ello suele ser durante el cambio de pañal o
al bañarlos. Es común que se asignen nombres incorrectos a los genitales o que hablar de
ellos provoque incomodidad, lo cual puede transmitir el mensaje de que existe algo “malo” o
“extraño” en ellos y no tener confianza para cuidar o hablar de “esa zona” del cuerpo que
causa incomodidad o genera conflicto.

Entre los tres y cinco años de edad suelen mostrar gran curiosidad por conocer las partes de
su cuerpo. En esta edad es común que exploren y toquen su cuerpo y sus genitales, se dan
cuenta de cómo son, descubren las similitudes y diferencias entre niñas y niños. Jugar con
los genitales es parte del proceso, jugar al doctor, a la mamá y al papá o hacer
comparaciones entre niñas y niños, masturbarse o frotarse los genitales con juguetes u otros
objetos es parte del desarrollo de su sexualidad.

CONCLUSIONES
La sexualidad sigue considerándose un tema tabú y como tal se tiende a
ocultarlo o a escindirlo del cuerpo; la sexualidad de niños y niñas tiene una
serie de características que la hacen diferente a la de los adultos; más aún, las
expresiones de la sexualidad reflejan el propio desarrollo, los aspectos
afectivos, emotivos, de conocimiento y socialización tienen una gran
relevancia para su crecimiento. Los juegos sexuales de este periodo se basan
en la curiosidad, el conocimiento y la experiencia de sensaciones
corporales. El establecimiento de vínculos afectivos satisfactorios y sin
violencia proporcionan un referente para un desarrollo armónico en la edad
adulta.

La sexualidad infantil se expresa de diversas maneras, las niñas y niños


saludables juegan y conocen su cuerpo, tienen inquietudes sobre el amor, los
besos, la diferencia entre niños y niñas, sobre cómo se hacen y nacen los bebés,
etcétera. Estas son expresiones que requieren una participación activa de los
progenitores para su orientación y para permitir que la comunicación, la
confianza, la verdad y el respeto sean los ejes de la educación sexual en la
familia. Todo tipo de educación sexual tendrá que basarse en el
conocimiento científico y estar encaminado a proporcionar un desarrollo
integral saludable, además de fomentar roles de género que promuevan el
respeto y las relaciones justas y equitativas entre niñas y niños.

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