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1.

1 Teoría de los ídolos


Para Bacon, el avance científico requería, como condición previa indispensable, el liberarse
de las falsas nociones que ocupan el intelecto humano. De este modo, presenta su “Teoría de
los ídolos”, estos son prejuicios o errores que los hombres cometen al interpretar la naturaleza
y, por lo tanto, generan una equivocada perspectiva de lo existente, obstaculizando el avance
de la ciencia en el conocimiento de las leyes naturales. Bacon lo expone del siguiente modo
en el aforismo 30:
Aun cuando todas las inteligencias de todas las edades aunasen sus esfuerzos e hicieran concurrir todos
sus trabajos en el transcurso del tiempo, poco podrían avanzar las ciencias con la ayuda de las prenociones,
porque los ejercicios mejores y la excelencia de los remedios empleados, no pueden destruir errores
radicales, y que han tomado carta de naturaleza en la constitución misma del espíritu.

No obstante resulte imposible deshacerse por completo de los ídolos ya que han echado
“hondas raíces en la inteligencia humana”, conocerlos y saber en qué contextos emergen, es
una manera de estar prevenidos para poder reconocerlos y evitar que interrumpan el avance
del conocimiento. Así, Bacon introduce una clasificación de ídolos en cuatro especies: ídolos
de la tribu, de la caverna, del foro y del teatro.
No obstante resulte imposible deshacerse por completo de los ídolos ya que han echado
“hondas raíces en la inteligencia humana”, conocerlos y saber en qué contextos emergen, es
una manera de estar prevenidos para poder reconocerlos y evitar que interrumpan el avance
del conocimiento. Así, Bacon introduce una clasificación de ídolos en cuatro especies: ídolos
de la tribu, de la caverna, del foro y del teatro.
Los ídolos de la tribu están conectados a la misma naturaleza humana y a nuestra forma de
entender el mundo. Se deben a que nuestro intelecto imagina una serie de paralelismos,
conexiones, analogías y correspondencias que en realidad no existen (o sólo en la mente de
las personas...). Es el intelecto el responsable de relacionar hechos y nociones, advirtiendo
después una concatenación legítima entre ellos, por la única razón de que le resulta, a él,
razonable o convincente. En el aforismo 41, Bacon afirma que “el entendimiento humano es
con respecto a las cosas, como un espejo infiel, que, recibiendo sus rayos, mezcla su propia
naturaleza a la de ellos, y de esta suerte los desvía y corrompe.”

Los ídolos de la caverna son los propios de la naturaleza individual. Cada hombre vive en su
propia cueva, en la que la luz de la naturaleza es refractada y alterada de modo que la noción
de la realidad resulta alterada y moldeada. Esto sucede sea por la naturaleza de cada uno, por
la particular educación y trato con los demás, por las lecturas realizadas o por los modelos de
hombre que cada uno admira y cultiva en sí.

Los ídolos del foro surgen del acuerdo y de la relación de los hombres entre sí. Los hombres
se vinculan por medio del lenguaje, y su sentido se regula de acuerdo al alcance de la
inteligencia de la comunidad. Estos ídolos impuestos por el lenguaje son de dos especies:
Hay palabras que poseen significado y, sin embargo, no denotan realidad alguna, mientras
que otras algunas cosas reales están definidas de manera inadecuada o se usan confusamente.
Este tipo de ídolos son los que Bacon considera como más peligrosos, por ser causa de
disputas verbales y porque "los hombres creen que su razón manda en las palabras; pero las
palabras ejercen a menudo a su vez una influencia poderosa sobre la inteligencia, lo que hace
la filosofía y las ciencias sofisticadas y ociosas”. (afor. 59)

Finalmente, los ídolos del teatro son aquellos que penetraron en el intelecto del hombre a
partir "de los diferentes dogmas de las filosofías y también a partir de las perversas leyes de
las demostraciones". Toda filosofía anterior es, para Bacon, "una fábula compuesta y
representada en la cual se forjaron mundos ficticios y teatrales". Asimismo, algo similar cabe
decir, según Bacon, de "muchos principios y axiomas de las ciencias, los cuales se
impusieron por tradición, por credulidad y por negligencia". Bacon afirma que la única
autoridad que poseen dichas escuelas, teorías o axiomas científicos o filosóficos es la de ser
construcciones verbales producto de un elevado talento, pero cuyo contenido es escasamente
ilustrativo para descubrir las leyes naturales. Bacon clasifica en tres grupos a los Ídolos del
Teatro: sofísticos (basados en falsos razonamientos, como los de Aristóteles), empíricos
(basados en generalizaciones erróneas, como las de los alquimistas), y los supersticiosos (que
se sustentan en la reverencia y el respeto a la mera autoridad, como el platonismo y el
pitagorismo). Es cuestionado, así, el proceder tanto de empiristas, “que amontonan los hechos
como una hormiga sus provisiones”, como de racionalistas que, lejanos de la experiencia,
“construyen las telas de araña de sus teorías” (Bréhier, 1956:529)

1.2 El método de Bacon


Tal como señalamos en el apartado anterior, Bacon reprocha el tratamiento que han recibido
las ciencias tanto por empíricos, los cuales “semejantes a hormigas” se limitan a la
enumeración de casos particulares y poco avanzaron en la construcción de leyes generales,
como por racionalistas, a los cuales compara con arañas que sobre la base de muy poca
experiencia caen en afirmaciones apresuradas y construyen sus teorías “como telarañas”.
Para progresar en las ciencias nuevas, el autor propone que es necesario reconstruir
enteramente el trabajo científico a partir de un instrumento igualmente nuevo que establezca
grados de certeza, socorra a los sentidos limitándolos y proscriba el trabajo del pensamiento
que se sigue de la experiencia sensible:
El solo camino de salvación que nos queda es volver a comenzar enteramente todo el trabajo de la
inteligencia; impedir desde el principio que el espíritu quede abandonado a sí mismo, regularle
perpetuamente, y realizar, en fin, como con máquina, toda la obra del conocimiento.” (Bacon, 1984: 2)

Este procedimiento innovador puede ilustrarse con la imagen de las abejas, siendo que estas
recogen sus materiales de las flores para luego transformarlos:
Las ciencias han sido tratadas o por los empíricos o por los dogmáticos. Los empíricos, semejantes a las
hormigas, sólo deben recoger y gastar; los racionalistas, semejantes a las arañas, forman telas que sacan
de sí mismos; el procedimiento de la abeja ocupa el término medio entre los dos; la abeja recoge sus
materiales en las flores de los jardines y los campos, pero los transforma y los destila por una virtud que
le es propia. (Afor. 95)

La parte positiva del Nuovum organum tiene por finalidad el conocimiento de las formas
cuya presencia producen las “naturalezas”. Bréhier (1956: 529) explica que, como
Aristóteles, Bacon piensa que cada una de las naturalezas es la manifestación de cierta forma
o esencia que las produce. Por lo tanto, a partir del conocimiento de la forma, se puede
obtener el dominio sobre la propiedad.
Bacon sostiene que el trabajo de la ciencia requiere una “alianza íntima y sagrada” entre la
facultad experimental y la racional. De este modo, se deberá partir de la observación de los
hechos, por medio de la inducción. El autor propone, sin embargo, que una inducción
legítima para el descubrimiento y demostración de las ciencias y de las artes estriba en separar
la naturaleza por exclusiones. En otras palabras, la inducción se presenta como un
procedimiento de eliminación, ya que la naturaleza que nos proponemos a observar se nos
presenta mezclada entre otras naturalezas. Por lo tanto, el análisis de los datos debe ser
gradual: se comparan los diferentes casos, se interpretan, se construye una primera hipótesis
y se procede a la experimentación. Se deberá observar si la generalización construida tiene
alcance solo sobre los datos observados o si tiene aún mayor alcance. En el segundo caso, se
deberá examinar si se confirma su extensión a partir de la indicación de hechos nuevos que
puedan servirle de garantía. Tras un largo trabajo se llegará a una hipótesis crucial, que de
verificarse será la causa y la naturaleza del fenómeno examinado, y se construirá así una
teoría general.
Como herramienta para organizar e interpretar los datos de la experiencia, Bacon propuso
tres tablas: de presencia, de ausencia y de graduación. En la tabla de presencia se encuentran
consignadas las experiencias en que se produce la naturaleza cuya forma se busca. En la tabla
de ausencia se registran las experiencias donde tal naturaleza está ausente. Finalmente, en la
tabla de graduación, se detallan las experiencias donde la naturaleza varía. Bréhier explica
que el método inductivo de Bacon “consiste en todo y por todo en la inspección de estas
tablas” (1959:532). En la comparación de las mismas serán eliminados de la forma buscada
un gran número de fenómenos que acompañan a la naturaleza. En primer lugar, se eliminarán
aquellos que no estén en todas las experiencias de las tablas de presencias; luego, de entre
los que queden, se eliminarán todos los que en la tabla de comparación sean invariables
cuando la naturaleza varíe. En último lugar, se deberán eliminar todos los fenómenos que en
la tabla de comparación sean invariables cuando la naturaleza varíe. El resultado de estas
eliminaciones será, finalmente, la forma.

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