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V.

INTEGRIDAD, ÉTICA Y DERECHOS CIUDADANOS


Informe final Comisión Engel (2015; pág., 89)
INTRODUCCIÓN

Prevenir la corrupción, el tráfico de influencias y los conflictos de interés en todo sistema democrático requiere que el Estado y sus
instituciones funcionen. Pero eso no es suficiente sin un correlato en la sociedad. No existe sistema de fiscalización en el mundo que
pueda controlar la conducta de todas las personas en forma permanente, ni democracia que pueda estar sustentada en una lógica de
control constante. Sociedades que tienen bajos niveles de corrupción y donde se logra separar de forma adecuada la esfera pública de
los intereses particulares, son aquellas donde estos fenómenos no son tolerados por sus ciudadanos, donde los estándares éticos exceden
los mínimos legales y donde existen sistemas adecuados para educar, difundir y acompañar el fortalecimiento de la integridad.

Prevenir y disminuir la incidencia de actos de corrupción y de faltas a la probidad requiere un sistema educacional que forme en
valores cívicos de respeto a la convivencia y fomento del bienestar común. Una educación para los desafíos que enfrenta el país debe
poner la formación cívica como un eje transversal que permita preparar a niño/as y jóvenes para enfrentar dilemas éticos a lo largo de
sus vidas.

Se requiere además fortalecer la defensa y respeto de los derechos humanos de todas y todos. Hoy los ciudadanos no cuentan con
una protección efectiva de sus derechos ante el abuso de poder por parte del Estado y sus múltiples organismos. Es preciso fortalecer la
defensa y garantía de ejercicio de los derechos de ciudadanía.

Finalmente, avanzar en una cultura de la prevención requiere un esfuerzo de todas las instituciones y sectores de la sociedad para
fortalecer los sistemas de integridad: todos los poderes del Estado y sus respectivas instituciones, partidos y movimientos políticos,
organismos no gubernamentales y la sociedad civil, gremios, sindicatos y colegios profesionales, medios de comunicación, el sistema
escolar, las familias y ciudadanos y ciudadanas de nuestra nación. Establecer códigos de conducta, reglas y procedimientos que definan
principios y valores es el desafío más general que enfrentamos como país.

A. FORMACIÓN CÍVICA Y ÉTICA

La formación ciudadana es fundamental para la conformación de una comunidad humana: sin principios comunes y una organización
social que respete a las personas y que reconozca la igual dignidad de cada cual, es imposible progresar realmente.

Esta formación abarca no solo al sistema escolar —al cual nos referiremos a continuación—, sino que a todo el ciclo de vida de las
personas, las instituciones con las que interactúan y los estilos de vida predominantes en la sociedad.

Por ello, la comunidad nacional debe esmerarse en construir un trato más honesto, respetuoso y solidario, promoviendo la formación
constante para desarrollar sistemas de integridad en el ámbito público y privado, que consoliden hábitos como los de la responsabilidad
y la transparencia, y así convertirlos en parte constitutiva de nuestra cultura.

Esta formación debe estar en el alma de nuestro sistema educacional, una que busque formar personas con conductas éticas y
democráticas, para que sea una institución clave en la prevención de la corrupción, los conflictos de interés y el tráfico de influencias.

En este sentido, el sistema educacional debe entregar herramientas a nuestros niños, niñas y jóvenes en al menos cuatro ámbitos: (1)
para que desarrollen una identidad individual autónoma, con capacidad de tomar decisiones; (2) para que sean capaces de convivir en
una sociedad respetuosa de las diferencias y de participar en la construcción del país, contribuyendo como ciudadanos en diversos
ámbitos; (3) para que sean personas con fuerte formación ética, capaces de convivir e interactuar en base a principios de respeto,
tolerancia, transparencia, cooperación y libertad, y (4) para que contribuyan a que el país pueda avanzar a partir de un desarrollo
económico sustentable con el entorno y con los otros.

El sistema educacional actual no parece estar preparado para formar a los ciudadanos desde esta concepción ética y democrática. Si
bien la formación ciudadana y moral está expresamente descrita en los objetivos de las bases curriculares y del aprendizaje esperado,
en la práctica no existen las condiciones, la organización y la cultura necesarias para lograrlo.

En efecto, los tiempos de coordinación intra e inter estamentos no son suficientes, generando una organización que no puede, desde
el punto de vista del aprendizaje, cumplir con sus objetivos, y que a la vez es muy resistente al cambio. En la misma línea, los profesores
están sobrecargados, tanto en horarios como en el tamaño de los cursos con los que deben trabajar, sintiéndose además desvalorizados.
En este contexto, el Consejo ha desarrollado una serie de propuestas que tienen como fin poner el comportamiento ético y el compromiso
cívico al centro de la formación de nuestros niños, niñas y jóvenes.

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