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Escuela Libre de Derecho de Puebla.

Doctorado en Derecho. Sociología Jurídica,


Dr Javier Espinoza de los Monteros.
Mtro. Jorge Arturo Jaimes García, Diciembre 2018.

Análisis de: La clausura operacional de los sistemas de Niklas Luhmann 1

Luhmann se ocupa de formas de terapia conocidas con el nombre de “terapia sistémica”. –Dice-
Quien venga de otros campos de la investigación sistémica se hará de inmediato la siguiente
pregunta: ¿qué quiere decir aquí “sistema”?, ¿qué entiende esta gente por sistema? Sucede que
en el amplio dominio de la investigación sistémica hay tantas variantes y tan pocos acuerdos que
se necesitan datos más precisos para evitar los rodeos y extravíos habituales. 2En mi opinión, -nos
dice Luhmann- la terapia debe situarse en el contexto profesional del people processing
[transformación de la gente], aunque se llame “terapia sistémica”. Es decir, su tarea consiste (y
ha consistido) en modificar a las personas para que gocen de una vida mejor, menos
problemática y menos dolorosa; o bien de una forma de vida que implique menos cargas para el
entorno social inmediato. Desde este punto de vista la orientación hacia los sistemas significa que
éstos, sean familias u organizaciones, deben considerarse como contextos de la conducta
individual, atribuible a personas. 3Sólo después de introducir en la praxis esta relación entre los

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Luhmann, N. “La clausura operacional de los sistemas psíquicos y sociales” (en: Fischer, H.R. y otros, “El
final de los grandes proyectos”, Gedisa, Barcelona, 1997) Con un artículo del sociólogo alemán Niklas
Luhmann continúo con la serie sobre constructivismo. Luhmann toma el concepto de „clausura
operacional“de Varela y Maturana, que indica la condición de clausura al mundo exterior de los sistemas
biológicos, y lo traslada a la observación de sistemas sociales. Este es uno de los conceptos claves de la
teoría de sistemas pero, sobre todo, constituye su esencia constructivista: los sistemas construyen su
realidad, en cuanto operan de forma cerrada y autopoiética. Sistemas sociales (cabe señalar aquí que
Maturana se ha manifestado en desacuerdo con esta aplicación). Describir los sistemas sociales como
autopoiéticos implica que el carácter autorreferencial de los sistemas no se restringe al plano de sus
estructuras sino que incluye sus elementos y sus componentes, es decir, que el sistema mismo construye los
elementos de los que consiste. En este sentido, un sistema autopoieticamente cerrado (denominado
también "operativamente cerrado") es aquel que produce comunicación a partir de su comunicación y sólo
permite el ingreso de irritaciones comunicativas del medio ambiente por canales de acoplamiento
estructural, ya que la comunicación de un sistema sólo puede darse a través de su propio medio simbólico y
respondiendo a su propio código binario. Dentro de los sistemas sociales, la sociedad es un tipo particular de
sistema social, y comprende dentro de sí a todas las comunicaciones. Según Luhmann no habría
comunicación social fuera de la sociedad. Solo la sociedad comunica, y los individuos son considerados como
sistemas psíquicos y sus cuerpos como sistemas orgánicos, se encuentran en el entorno de la sociedad.
Los Sistemas sociales van a emerger en procesos de distinción, es importante subrayar que la Teoría social
de Niklas Luhmann reconoce que la sociedad moderna tiene planos sociales, es decir hay tres tipos de
sistemas sociales: Interacción, Organizacional Y Social.
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En algunas experiencias con las teorías de sistemas (y empleamos deliberadamente el concepto en plural),
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se puede evaluar qué cosas se aceptan a partir de determinadas decisiones conceptuales, qué
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consecuencias implican y qué es posible ver cuando se opta por una u otra variante de la teoría de sistemas.
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Esto quiere decir, básicamente, que los problemas visibles en la conducta de los individuos no siempre
tienen su origen allí donde se manifiestan. Pueden haber surgido por otras causas. Asimismo, la dinámica de
intereses profesionales y los teóricos, la terapia sistémica pudo estrechar el contacto con la
teoría general de sistemas, desarrollada durante los últimos cincuenta años. Dentro de la teoría
de sistemas, los conceptos de auto referencia ocupan un puesto destacado en los desarrollos
teóricos recientes. Esto se advierte especialmente en conceptos tales como auto organización,
autonomía, autopoiesis, clausura operacional, determinación estructural, observación de
segundo orden (observación de observadores) y en las tendencias constructivistas de la
epistemología, que presuponen, en un sentido cognitivo, la clausura de la red de operaciones
sistémicas.

Si la terapia sistémica pretende acompañar a esta evolución teórica, entonces entrará en conflicto
con lo que aparentemente prescribe la propia práctica profesional: centrarse en las personas. Los
enfoques más recientes de la teoría sistémica excluyen el considerar a las personas como partes o
elementos de los sistemas sociales (aunque los partidarios y promotores de este enfoque teórico
difícilmente lo admitan). Pero la orientación profesional hacia los seres humanos necesitados de
ayuda exige justamente que sí se los tenga en cuenta como elementos de un sistema. El concepto
de clausura operacional desempeña un papel fundamental en el conflicto. Por esta razón, vale la
pena analizar con más precisión qué se resuelve con dicho concepto y qué posibilidades ofrece
para comprender la relación entre los individuos dotados de cuerpo y mente, por un lado, y los
sistemas sociales, por el otro.

II

Luhmann señaló que es necesario reconocer la importancia del concepto de operación y tomar en
serio las pretensiones de rigor conceptual vinculadas con él. Los sistemas se definen por aquellos
modos de operación mediante los cuales el sistema se produce y se reproduce a sí mismo. Un tipo
determinado de sistemas —por ejemplo, los sistemas vivos, psíquicos, sociales, etc. — se realiza
por medio de un tipo determinado de operación. La unidad del sistema corresponde a la unidad
de la operación que lo constituye. De ese modo queda excluida la posibilidad de caracterizar un
sistema por una pluralidad de operaciones que pueden realizarlo; por ejemplo, definir un sistema
psíquico por el percibir, el sentir, el pensar y el querer. Ello significaría que la unidad del sistema se
produce de una manera misteriosa por los diversos “y” que representan, en la definición, la
relación entre las distintas operaciones. Si realmente se trata de diferentes operaciones
elementales, entonces también surgirán diferentes sistemas a partir de su conexión recursiva.
Pero si la unidad del sistema es evidente, como lo es en la forma de la unidad de la conciencia,
entonces habrá que especificar el modo de operación cuya actualización secuencial produce al
sistema. Por consiguiente, partimos de una relación circular entre los conceptos de sistema y de
operación. Sólo puede operar un sistema y sólo las operaciones pueden producir sistemas.

Este concepto sistémico de operación posee dos aspectos que están relacionados entre sí. En
cuanto al primer aspecto, el mero hecho de que las operaciones se conecten entre sí produciendo
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la evolución de esos problemas y los posibles puntos de apoyo de la terapia sólo se pueden comprender y
determinar cuándo se toman en cuenta las estructuras, las funciones y los problemas latentes. Una de las
formas más discutidas de esta latencia es la paradoja.
una continuidad en el operar, tiene como consecuencia el surgimiento de una diferencia entre el
sistema y el entorno. Las operaciones que pueden conectarse entre sí conforman el sistema.
Aquello que queda excluido pasa a ser el entorno del sistema. Dicho de otro modo, las
operaciones condensan una diferencia entre el sistema y el entorno. Producen una forma que
tiene dos lados: un lado interior que es el sistema y un lado exterior que es el entorno. Si no se
llega a esa separación entre sistema y entorno, la forma que es el sistema no puede surgir.

Existe un segundo aspecto que es igualmente importante. El sistema, en virtud de su propio


operar, se pone en un estado histórico determinado (único en cada caso), que es el punto de
partida necesario para toda continuación, para toda operación ulterior. Esta misma operación le
permite al sistema producir, simultáneamente, las estructuras que fijan las condiciones para la
capacidad de conexión. Así, puede darse el caso de una repetición de patrones ya empleados o de
una conexión utilizada por primera vez, que sólo retrospectivamente podrá reconocerse como
estructura. La formación de estructuras proporciona a la memoria su doble cometido: recordar y
olvidar, según el caso, aquello que resulta apto para ser empleado. Esto podría desarrollarse de
manera más extensa. Para el tema que nos ocupa, importa únicamente el hecho de que es una y la
misma operación la que define en cada caso el estado histórico del sistema y la que escribe y varía
el programa para la selección de ulteriores operaciones, que deben partir de ese estado, pues allí
radica la inevitable condición de su posibilidad. Los sistemas autorreferentes de este tipo son, al
mismo tiempo, sistemas históricos y sistemas determinados por estructuras. La unidad de los
modos de operación es la que garantiza esta interrelación y, con ello, la continuidad y la auto
reproducción (autopoiesis) del sistema. Es preciso abandonar la vieja idea de que en los sistemas
existen dos planos distintos de realidad: las estructuras y los procesos, pues ella impide, en parte,
responder a la pregunta por la unidad del sistema, un punto que nos interesa esencialmente.

III

Lo que expondremos a continuación se basa en esta posición teórica. –Refiere Luhmann- Quien no
la comparta tendrá que pensar cómo ha de responder a la pregunta por la unidad del sistema y
por sus límites-dice-. Una alternativa clásica es el llamado concepto analítico de sistema, según el
cual el observador es quien determina la unidad y los límites del sistema. El problema radica en
que, en ese caso, se debe observar al observador si se desea saber lo que éste considera un
sistema. Y entonces hay que presuponer que el observador es él mismo un sistema y que el hecho
de serlo no se debe a ningún otro observador. Con la teoría de la observación de segundo orden,
con la cibernética de la observación de sistemas que observan, se ha vuelto obsoleta la antigua
distinción entre teorías concretas y teorías puramente analíticas de sistemas y, por el momento,
no veo ninguna alternativa para la concepción que aquí defendemos, según la cual, si bien el
observador puede aplicar todas las distinciones que desee, incluso aquella entre sistema y
entorno, la distinción sólo cobra sentido cuando uno de sus lados, el “lado interior” de su forma,
se refiere a un sistema que se produce a sí mismo.
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Si tomamos esto como punto de partida, se vuelve inevitable el concepto de clausura operacional.
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En efecto, si se pregunta cómo un sistema produce su propia unidad, cabe una sola respuesta: en
virtud de sus propias operaciones. También debe quedar claro lo siguiente, si se quiere atender a
las consecuencias conceptuales: el entorno nunca puede producir la unidad de un sistema que se
produce a sí mismo. Quizá la única pregunta posible es si existe o no un sistema que se produzca a
sí mismo. Pero esta pregunta sólo puede responderse si se especifica claramente cuál es el modo
de operación que lo produce; o, en otras palabras, cómo el sistema se produce y se reproduce a sí
mismo, es decir, cómo se reproduce a partir de sus propios productos.

Es evidente que esto no implica ninguna afirmación acerca de la causalidad. Existen, por cierto,
relaciones causales entre el sistema y el entorno, y en una cantidad y variedad tales que un
observador sólo puede comprenderlas selectivamente. Sin embargo, esto no refuta la tesis de la
clausura operacional, que presupone la diferenciación entre sistema y entorno como un producto
de las operaciones del sistema. El sistema se produce como una unidad que puede mantener
interdependencias causales con el entorno de una determinada manera sin perder su capacidad
de auto reproducción. Sin la clausura operacional no habría sistema alguno y, por lo tanto,
tampoco relaciones causales entre sistema y entorno. Sin la clausura operacional no habría ningún
sistema abierto al entorno y dependiente en algunos aspectos específicos de las condiciones del
entorno. Por lo demás, esto concuerda con el sentido tradicional del concepto de producción, que
por cierto nunca significó que todas las causas necesarias están dentro del sistema, sino solamente
aquellas que son necesarias para el surgimiento de la obra, para la autopoiesis del sistema, para la
producción de la diferencia. Sólo la decisión acerca del ser o no ser se encuentra en las
condiciones internas de operación del sistema. El concepto de clausura operacional opera —sí
cabe formularlo así—, dentro del esquema teórico, en el lugar que antes ocupaban los enunciados
existenciales. Este concepto dinamiza la idea de existencia. Es necesario entonces seguir
reflexionando sobre la causalidad.

IV

Todo lo que sigue se comprende fácilmente; (al menos así lo espero, dice Luhmann). Es evidente
que los seres humanos no pueden ser partes o elementos de sistemas sociales. Si lo fueran, todo
intercambio de macromoléculas en las células, toda réplica del material biológico, todo cambio de
frecuencia en el sistema nervioso y toda percepción deberían considerarse acontecimientos
sociales. Pero entonces se ignoraría la economía propia de la auto organización de lo social. Es
indudable que esos acontecimientos y operaciones que eventualmente pueden formar sistemas se
encuentran, desde el punto de vista del sistema social, en su entorno. Desde luego, esto no
implica que no puedan tener relevancia social. Pero si se desea saber qué relevancia tienen y para
qué sistema la tienen, entonces debe observarse el sistema social y no el desarrollo de la vida o los
acontecimientos de la conciencia en cuanto tales.

Se trata de un caso de evidencia improbable, un fenómeno con el que se tropieza muy a menudo
en el desarrollo de la ciencia. Considerar al hombre como parte del entorno de la sociedad, es
decir, desplazarlo a la ecología de lo social, contradice una vieja tradición, vinculada con el
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concepto de societas. Según esa tradición, el hombre y todo el orden social eran también parte de
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la naturaleza. Pero si se analiza empíricamente al hombre como individuo, no se puede admitir ni


comprender esta inclusión dentro de los sistemas sociales. La única alternativa teórica coherente
es la que propone, por ejemplo, Francisco Várela: limitar el concepto de autopoiesis al caso de las
células vivas. Sin embargo, se dejan de lado algunas posibilidades de construcción teórica en favor
de una comprensión (si podemos llamarla así) fundamentalista de la autopoiesis. ¿Por qué se
excluye de antemano la posibilidad de comprender también el cerebro, los sistemas de conciencia
o los sistemas sociales como sistemas autopoiéticos, si lo que se consigue es sólo caracterizar
conceptualmente una operación que el sistema produce y reproduce como diferencia con el
entorno?

En el caso de los sistemas sociales esto es muy fácil, pues sólo pueden estar compuestos por
comunicaciones. Ello acarrea, naturalmente, consecuencias para el concepto de comunicación, de
lo cual no quiero ocuparme aquí en detalle. Sin embargo, no es difícil demostrar que los sistemas
de comunicación satisfacen todas las propiedades de clausura operacional que he esbozado antes.
Dichos sistemas reproducen la comunicación por medio de la comunicación, basándose, en cada
caso, en un estado histórico obtenido por comunicación. Y lo hacen con la ayuda de estructuras
que son producto de la comunicación. De ese modo determinan lo que se sigue empleando, lo que
se recuerda y lo que se olvida. Y la ejecución de las operaciones comunicativas determina
asimismo lo que se presupone como el entorno que contribuye de manera causal —es decir, los
seres humanos dotados física y mentalmente— y los estados o acontecimientos del entorno que
se adoptan como tema de la comunicación.

Mucho más difícil es comprobar si los sistemas psíquicos son también sistemas autopoiéticos y en
virtud de qué operación lo son. El problema reside en que la tradición y los hábitos intelectuales
ofrecen una pluralidad de operaciones propias de la conciencia y es evidentemente muy difícil
llegar a una reductio ad unum. Se habla de la percepción, del pensamiento, del sentir y del querer
como diferentes “capacidades” de la conciencia, sin especificar en qué consiste la unidad (de los
modos de operación) de la conciencia. Seguramente se trata de un proceso de atención, pero
¿qué expresión debería elegirse para designarlo? Yo propuse hablar del pensamiento pero no me
satisface del todo. Husserl habló de actos intencionales (y éste sería un candidato a tener en
cuenta). Detrás de estos términos se halla la idea de que la conciencia es siempre conciencia de
fenómenos; o sea, que la conciencia tiene que ver con un proceso continuo de auto referencia
(conciencia) y hetero referencia (fenómenos) y que la intencionalidad es precisamente la forma
que hace operable esta diferencia como unidad. Finalmente, el problema podría radicar en la
valoración del significado de la llamada percepción “sensible”. La función de la conciencia en la
construcción de la realidad parece residir en la externalización: en la cuestión acerca de cómo es
posible en general la representación de un mundo externo, si el sistema nervioso opera de un
modo operacionalmente cerrado y por lo tanto “ciego”, pues sólo está dirigido a la función de
autoobservación de los propios estados por parte del organismo.

V
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Si a pesar de estas dificultades se supone que es posible elaborar una teoría de sistemas
Página

clausurados operacionalmente. es decir, de sistemas autopoiéticos tanto para los sistemas sociales
como para los sistemas psíquicos (y la investigación empírica hoy dominante, por meritoria que
sea, ha trabajado tan poco en este punto que no podría imponer ningún veto sobre la base de sus
propios resultados), entonces nuestro problema se convierte en la pregunta acerca de la relación
entre los sistemas sociales y los sistemas psíquicos. Se reconoce claramente que ambos tipos de
sistemas no pueden existir ni operar el uno sin el otro. Pero esto vale también para otras
condiciones, para la autopoiesis de la vida y para todas las condiciones físicas y químicas
necesarias para la vida. Este punto de vista de la independencia respecto del mundo es demasiado
general para aplicarlo a nuestro problema. Y aun si se representa el mundo —de acuerdo con los
preceptos de la teoría de sistemas— como algo estructurado por una multiplicidad de
discontinuidades entre los sistemas y sus entornos, estamos obligados a pensar que los sistemas
psíquicos y sociales constituyen, cada uno, el entorno del otro. Se trata de una cura radical para la
vieja enfermedad del holismo, para la devoradora euforia de la totalidad. Sin embargo, queda sin
responder la pregunta acerca de cómo se debe pensar la relación entre sistemas psíquicos y
sociales.

El concepto de “acoplamiento estructural” entre los sistemas y determinados estados del entorno
nos ofrece la posibilidad de avanzar en esta cuestión. 4Se trata de un concepto que combina una
variedad de distinciones. En primer término, hay que respetar y superar la distinción entre sistema
y entorno. Además, el concepto de acoplamiento estructural designa siempre una relación de
simultaneidad (así como el sistema y el entorno existen siempre de manera simultánea). Pero
aquello que existe simultáneamente se sustrae a la influencia causal, al control ejercido por las
intervenciones, estímulos o normas. Los acoplamientos estructurales se dan en el plano de los
estados, acontecimientos y operaciones sin que se note, como la gravedad en el movimiento de
los organismos. Y el tiempo se entiende aquí como algo que se actualiza una única vez y nunca
más. Todo lo que ocurre, ocurre por primera y última vez. Las estructuras acopladas se dan sólo en
los sistemas o como estados del entorno identificados (observados) por éstos. La semejanza, la
repetición y la reversibilidad se conciben únicamente en el plano de las estructuras y no en el
plano de las operaciones. Por último, debe advertirse que los acoplamientos estructurales forman
interrelaciones altamente selectivas y que, por lo tanto, de ningún modo conectan la realidad total
del entorno con el sistema (pues esto excluiría toda diferenciación entre los sistemas y su entorno
en las ulteriores operaciones de los sistemas).

Con estas características queda establecido que los acoplamientos estructurales contribuyen a la
autopoiesis de los sistemas. El hecho de describir la relación entre las operaciones de la conciencia
y las comunicaciones con la ayuda del concepto de acoplamiento estructural significa entonces
que los sistemas correspondientes operan absolutamente separados. No existe un encastre de
operaciones de un sistema en otro que sea de tal naturaleza que una secuencia de pensamiento y
comunicación pueda producirse como modo de auto transformación de un único y mismo sistema.

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El concepto tiene su origen en la teoría biológica de Humberto Maturana y apunta, deliberadamente, a la


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siguiente pregunta: ¿cómo pueden pensarse los sistemas autopoiéticos en cuanto ligados al entorno sin
perjuicio de su propia autonomía y de su clausura operacional?. No obstante, debemos señalar algunas
características de este concepto tan complejo relacionándolo con los textos presentados por Maturana.
No obstante, los sistemas pueden irritarse (o perturbarse) recíprocamente (por ejemplo, por
informaciones inesperadas o expectativas frustradas), lo que trae como consecuencia que en el
sistema irritado surjan, en cada caso, inseguridades estructurales que deben solucionarse de un
modo que sea compatible con la continuación de la autopoiesis del sistema (con más
pensamiento, con más comunicación). Ahora se puede reconocer la función de los acoplamientos
estructurales específicos. Dichos acoplamientos condensan e intensifican la irritabilidad de los
sistemas autopoiéticos excluyendo otras fuentes de irritación. El sistema de comunicación se irrita
sólo a través de los estados de conciencia de los individuos participantes y no de forma directa,
por medio de estímulos físicos o químicos cuyos efectos pueden en todo caso ser destructivos. Los
cuerpos vivos pueden morir y terminar entonces con la comunicación. Sin embargo, la muerte
puede perturbar al sistema de comunicación sólo cuando alguien la percibe de manera consciente
y cuando esta percepción origina una conducta comunicativa.

Estos complicados cambios conceptuales explican muy bien cómo los sistemas de conciencia y los
sistemas sociales se influyen recíprocamente a largo plazo conservando toda su independencia
autopoiética. 5El hecho de que los seres humanos participen ininterrumpidamente en un proceso
de comunicación que expresa expectativas normativas determina su socialización; dicha
socialización irá evolucionando, empero, en términos de conformidad o discrepancia, según los
premios que el sistema psíquico otorgue a la individualidad. Y lo mismo sucede con los sistemas
sociales. Cuando se irrita ininterrumpidamente la comunicación de un modo específico, aparecen
las formas estereotipadas de manejar esas irritaciones: el hábito de la atribución a personas, de la
descripción consensual, de la ficción de realidad; en una palabra, una rutina que ha probado su
eficacia y es difícil de eliminar. Incluso el sistema de comunicación está sujeto a una structural drift
a causa de irritaciones repetidas y conocidas, aun dentro de una situación extraordinaria. Y
precisamente porque el sistema hace esto él mismo llevando a cabo la propia autopoiesis (y no
adaptándose a situaciones externas), es tan difícil modificar en algo el resultado de ese desarrollo
histórico. Esto exige a su vez perturbaciones de otro tipo (por ejemplo, una comunicación
perturbadora en un contexto terapéutico establecido expresamente con ese fin). Por cierto, los
sistemas sociales se diferencian en la medida en que experimentan como irritación estados de
conciencia perceptibles o incluso ficticios. Ello depende en cierta medida de la importancia que
otorgan a la individualidad concreta y polifacética de determinadas personas en las propias
decisiones estructurales. Esto ocurre especialmente en las familias modernas, determinadas por
exigencias de intimidad y por una continua observación de segundo orden (¿cómo observa el otro
mis observaciones?). Por tal razón, la terapia sistémica ha encontrado su principal campo de
práctica profesional en el ámbito de la familia. Pero también las organizaciones se rigen en su

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Maturana habla de los efectos de los acoplamientos estructurales en la tendencia estructural (structural
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drift) de los sistemas. Cuando, por ejemplo, los niños pequeños son expuestos de manera ininterrumpida a
determinados sonidos que en el sistema de comunicación se consideran lenguaje, ellos aprenden a hablar, a
menos que existan graves anomalías orgánicas o psíquicas.
autoobservación por la atribución a personas, como lo sabe cualquiera que tenga experiencia en el
mundo de las organizaciones. 6

VI

Esta incursión por los alrededores de lo que se ha dado en llamar “terapia sistémica” sirve para
poner en claro que el concepto de acoplamiento estructural y la exclusión de los hombres
empíricos y concretos del contexto autopoiético de los sistemas sociales, no implica renunciar a
los intereses laborales de la práctica profesional. Al contrario. Mi impresión es que expresiones
tales como “una familia está compuesta por seres humanos y por la relación que se entabla entre
ellos”, impiden todo acceso conceptual certero a los hechos y toda posibilidad de establecer
distinciones específicas.

Para concluir, quisiera mostrar bajo otro aspecto que vale la pena ocuparse en más detalle de los
fundamentos de la teoría y, sobre todo, de la participación en desarrollos teóricos
interdisciplinarios que existen desde hace mucho tiempo. Me refiero al tema de las “paradojas” y
especialmente a la comunicación paradójica, a la que se suele acusar de todos los males. A fin de
explicar qué es una paradoja, uno se contenta, la mayoría de las veces, con una caracterización
basada en la teoría de los tipos: se trataría de una ruptura (o encubrimiento) de la distinción
lógicamente necesaria entre niveles de lenguaje. Sin embargo, como hoy lo sabemos, ésta es una
solución insuficiente del problema. La distinción lógica o lingüística entre varios niveles es, en sí
misma, una treta para evitar las paradojas y no una estructura de la realidad que debería tomarse
en cuenta para evitar errores. Es una distinción que sólo deben aceptar los análisis lógicos o
lingüísticos, si pretenden que su contexto de argumentación se conserve libre de paradojas y con
ello lógicamente correcto. El costo es la renuncia a la pregunta por la unidad de la distinción entre
niveles. La paradoja es “revelada”, como también se afirma, por una distinción entre identidades
(de niveles). Pero esto no dice nada acerca de la relación subyacente entre las paradojas y la
formación de sistemas.

Se puede ir más lejos y preguntarse por la función de las paradojas. Dicho a grosso modo, las
paradojas sirven para separar las operaciones de las observaciones (que son, por su parte, un
modo específico de operación). Gracias a las paradojas aparecen las operaciones pero se bloquean
las observaciones. Se puede pensar de manera absolutamente paradójica, incluso se puede
comunicar paradójicamente. La mística ofrece aquí ricas experiencias (incluso con la racionalidad
específica de tales operaciones llenas de paradojas). Sin embargo cuando uno observa, o sea,
cuando uno quiere distinguir y especificar lo que se pretende decir, entonces esta operación (y

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(Esto puede vincularse con el hecho de que la asignación de puestos, la carrera, la aspiración a cargos
superiores, las esperanzas y los ascensos absorben la atención, y que los estados de conciencia
correspondientes irritan la comunicación de manera ininterrumpida.) Por esa razón, uno de los
procedimientos más importantes de la terapia organizacional podría consistir en la desconstrucción de las
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atribuciones personales y en atribuir las dificultades a problemas estructurales o incluso a relaciones con el
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entorno; por ejemplo, a problemas de mercado. En todo caso, uno podría imaginarse que el trabajo
terapéutico haría bien en comenzar el diagnóstico con la pregunta: ¿qué experiencias de perturbación han
determinado la forma histórica que actualmente tiene el sistema?
sólo ésta) queda bloqueada. Oscila entre los dos lados que quiere diferenciar y no puede decidir
con qué lado deben conectarse las operaciones subsiguientes. Tal como se la entiende
normalmente, la paradoja designa en primer lugar sólo la inaceptabilidad lógica. En cambio, el
análisis sistémico permite concluir que la autoobservación completa de un sistema es imposible.
Un sistema nunca puede alcanzar la auto transparencia completa (hablando clásicamente: la auto
transparencia objetiva), pues ello requeriría que también las operaciones de autoobservación y
auto descripción, mientras son ejecutadas como operaciones, se incluyeran en la observación y en
la descripción. No obstante, toda observación necesita de una diferencia entre observador y
observado, una división primaria del mundo, un límite a partir del cual se observa. Sin duda, los
sistemas poseen una cierta capacidad dé autoobservación. Los sistemas sociales pueden
comunicar acerca de sí mismos; por ejemplo, en el acto de declamar la Constitución o en
enunciados tales como: “en nuestra familia nunca ha ocurrido algo así”. Pero esto presupone
siempre y en gran medida una auto simplificación, una construcción de modelos o también un
desplazamiento del enunciado hacia lo normativo; es decir, un desplazamiento hacia una forma
que expresa que el enunciado será válido incluso en el caso de que la realidad sea otra. Es
imposible entonces (y ello resulta evidente para una comprensión operativa de la realidad de los
sistemas) reintroducir la unidad de un sistema en el sistema mismo por medio de las propias
operaciones, ya que esa operación transformaría el sistema que desea observar al realizar la
observación.

Si se quiere describir un proyecto semejante, lo cual es totalmente posible en la práctica


comunicativa tanto dentro del sistema como fuera de él, entonces debe elegirse una expresión
paradójica (como, por ejemplo, la fórmula de un “re-entry” de la forma en sí misma, con la cual
George Spencer Brown cierra su cálculo de formas). Igualmente puede decirse que un sistema
observa su propia inobservabilidad en la forma de una paradoja (expresada como siempre). Y esto
es válido tanto para las observaciones internas como para las observaciones externas, en la
medida en que sólo procuran observar la unidad del sistema. El observador externo, si quiere
proceder correctamente, sólo puede observar el sistema como un sistema que se observa a sí
mismo, y es justamente entonces cuando se produce esa paradoja que el observador no puede
dejar de observar. Esto también pone barreras insalvables a toda “comprensión”.

Por ese motivo, tanto los auto observadores, como los observadores externos no tienen otro
remedio que desplazar el problema. Sólo se puede observar cómo maneja el sistema esta
paradoja, es decir: con qué distinciones la reemplaza y la “saca a la luz”. Dentro del tipo tradicional
de familia esto ocurre en gran medida debido a la preferencia generalizada por el sistema mismo,
a una exigencia de solidaridad a menudo muy fuerte y restrictiva (que llega al punto de aplicar a
los propios y a los extraños dos clases diferentes de moral). Pero esto era posible cuando no había
formas de vida alternativas fuera de la familia. Hoy, en cambio, la misma exigencia de solidaridad
es una descripción entre otras y puede darse desde distintas perspectivas en condiciones muy
diferentes. En una situación de esa índole, la paradoja de la unidad del sistema por lo general se
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resuelve de otro modo; es decir, se la resuelve mediante un gran número de auto-descripciones


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simultáneamente probadas del sistema. Podría decirse que la unidad se descompone desde
distintas perspectivas. Existe más de una posibilidad reconocible en la comunicación y actualizada
por ésta, y para representar la unidad de esa diversidad, para la representación “correcta” o
“verdadera” del sistema, ya no hay conceptos capaces de consenso. Como en el caso de las
antinomias kantianas, pueden citarse torres enteras de argumentos que (como bien lo expresó
Jean Paul) sirven únicamente para arrancarse los ojos los unos a los otros. Y la fatalidad de todos
los esfuerzos terapéuticos radica en que esto no es modificable por ninguna observación externa,
ya que la paradoja no puede dejarse fuera de la terapia.

Dada la gran cantidad de autoobservaciones y auto descripciones, a uno le resulta normal que se
las atribuya a personas. La madre ve las cosas de un modo diferente que la hija. Además, esto no
depende de la pura interioridad del pensamiento sino de la comunicación; de la irritación del
sistema de comunicación por diferentes sistemas de conciencia. El matrimonio puede convertirse
en un infierno (esto ya fue observado en la tardía Edad Media, cuando las mujeres dejaron de
guardar silencio y empezaron a hablar). Sin embargo, para simplificar la observación y la
descripción, se impone una atribución causal que asigna a las personas diferentes opiniones
(diferentes irritaciones de la comunicación). Puesto que uno conoce de todos modos a su propia
gente, ésta es la manera más sencilla de construir la diferencia entre las versiones. Aunque todo el
mal radique en la comunicación que se reproduce a sí misma, que refuerza las divergencias y que
fija los conflictos por medio de la interpretación, se parte del hecho de que la culpa se halla en la
persona (en la otra persona, en cada caso).

Una práctica terapéutica que parta de la base de que los sistemas sociales están compuestos por
seres humanos (y no por comunicaciones) no puede distanciarse suficientemente de esta práctica
de atribución a personas. Puede argumentar de la manera más irreprochable posible remitiendo
los problemas a las estructuras del sistema. Y también puede investigar los modos de atribución,
por qué las personas implicadas atribuyen de determinada manera, etcétera. No obstante, el
problema de la atribución personal se desplaza al plano de la observación de segundo orden, a la
atribución de la atribución. Las reservas frente a las auto interpretaciones de la vida cotidiana se
reconocen claramente, y sin la pretensión de “saber más” o por lo menos de “saber de otro
modo”, la profesión no podría mantenerse como tal. Sin embargo, sigue en pie la pregunta sobre
la necesidad de una revisión de los fundamentos teóricos, si se quiere tratar y comprender a las
familias, a las organizaciones y tal vez a otros sistemas sociales como sistemas que se observan y
se describen a sí mismos. 7

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En este sentido, la teoría de los sistemas clausurados operacionalmente, autopoiéticos, que exige una
completa separación entre los sistemas psíquicos y los sistemas sociales, debe entenderse como una
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propuesta en este sentido. Es radicalmente anti humanista, si se interpreta el humanismo como una
semántica que refiere todo, incluso la sociedad, a la unidad y perfección de los seres humanos. Al mismo
tiempo, es una teoría que, a diferencia de la tradición humanista, toma en serio al individuo.
En Conclusión.

1. En ocasión del XVI Congreso Alemán de Sociología, en el año 1968, Luhmann, inició un
intenso debate teórico con Jürgen Habermas, la primera parte del cual fue recopilado en:
"Theorie der Gesellschaft oder Sozialtechnologie". Was leistet die Systemforschung,
Surkamp (Fráncfort, 2 volúmenes, 1971-1973). El intercambio entre ambos continuó hasta
la muerte de Luhmann en 1998 y es posible encontrar mutuas referencias y críticas en las
obras de ambos autores. En el año 1986 publicó "Ökologische Kommunikation. Kann die
moderne Gesellschaft sich auf ökologische Gefährdungen einstellen?" (Westdeutscher
Verlag, Opladen). Formó parte de la revista Zeitschrift für Soziologie (Stuttgart), como
editor, obteniendo el premio Hegel en 1988. Luhmann escribió prolíficamente, con más
de tres docenas de libros publicados sobre una variedad de temas, incluyendo leyes,
economía, política, arte, religión, ecología, medios de comunicación y amor. Luhmann es
muy conocido en América del Norte por la mencionada disputa con Jürgen Habermas
sobre el potencial que tiene la teoría de sistemas sociales. Tal como su antiguo mentor,
Talcott Parsons, Luhmann aboga por "la gran teoría", apuntado a dirigir cualquier
aspecto de vida social dentro de un marco universal teórico, del cual la diversidad de
temas que él escribió es una indicación. La teoría de Luhmann es considerada sumamente
abstracta. Este hecho, junto con el supuesto conservadurismo político que radica en su
teoría, ha hecho de Luhmann un polémico en la sociología.
2. Luhmann dedicó los últimos treinta años de su vida al desarrollo de una teoría de la
sociedad. En el prólogo de la edición alemana de "Sistemas Sociales", escribe que al
aceptar la cátedra de Sociología de la recién inaugurada Universidad de Bielefeld, en el
año 1969, tuvo que informar al rector sobre los proyectos de investigación en los que
estaba trabajando.
3. Clausura operacional u operativa. El concepto de "clausura operativa" describe la forma
que tienen los sistemas de generarse, reproducirse y comunicarse. Según Luhmann, los
sistemas se definen por las operaciones mediante las cuales los sistemas se producen y
se reproducen; todo lo que no suceda dentro del marco de éstas operaciones pasará
automáticamente a formar parte del entorno del sistema y, en este sentido, todos los
sistemas están cerrados operativamente a él, porque únicamente reaccionan ante las
operaciones internas; operaciones que dan lugar a otras operaciones que dan lugar a
otras operaciones (y así sucesivamente), pero siempre dentro de los límites del propio
sistema. "Los sistemas se definen por aquellos modos de operación mediante los cuales
el sistema se produce y se reproduce a sí mismo. Un tipo determinado de sistemas —por
ejemplo, los sistemas vivos, psíquicos, sociales, etc. — se realiza por medio de un tipo
determinado de operación. La unidad del sistema corresponde a la unidad de la
operación que lo constituye. De ese modo queda excluida la posibilidad de caracterizar
un sistema por una pluralidad de operaciones [...] Por consiguiente, partimos de una
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relación circular entre los conceptos de sistema y de operación. Sólo puede operar un
sistema y sólo las operaciones pueden producir sistemas.[...]Las operaciones que pueden
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conectarse entre sí conforman el sistema. Aquello que queda excluido pasa a ser el
entorno del sistema. Dicho de otro modo, las operaciones condensan una diferencia
entre el sistema y el entorno. Producen una forma que tiene dos lados: un lado interior
que es el sistema y un lado exterior que es el entorno. Si no se llega a esa separación
entre sistema y entorno, la forma que es el sistema no puede surgir."8
4. La terapia debe situarse en el contexto profesional del people processing [transformación
de la gente], aunque se llame “terapia sistémica”. Es decir, su tarea consiste (y ha
consistido) en modificar a las personas para que gocen de una vida mejor, menos
problemática y menos dolorosa; o bien de una forma de vida que implique menos cargas
para el entorno social inmediato.
5. En algunas experiencias con las teorías de sistemas (y empleamos deliberadamente el
concepto en plural), se puede evaluar qué cosas se aceptan a partir de determinadas
decisiones conceptuales, qué consecuencias implican y qué es posible ver cuando se opta
por una u otra variante de la teoría de sistemas.
6. Desde este punto de vista la orientación hacia los sistemas significa que éstos, sean
familias u organizaciones, deben considerarse como contextos de la conducta individual,
atribuible a personas. Esto quiere decir, básicamente, que los problemas visibles en la
conducta de los individuos no siempre tienen su origen allí donde se manifiestan.
7. Asimismo, la dinámica de la evolución de esos problemas y los posibles puntos de apoyo
de la terapia sólo se pueden comprender y determinar cuándo se toman en cuenta las
estructuras, las funciones y los problemas latentes. Una de las formas más discutidas de
esta latencia es la paradoja.
8. El concepto de clausura operacional desempeña un papel fundamental en el conflicto. Por
esta razón, vale la pena analizar con más precisión qué se resuelve con dicho concepto y
qué posibilidades ofrece para comprender la relación entre los individuos dotados de
cuerpo y mente, por un lado, y los sistemas sociales, por el otro.
9. Partimos de una relación circular entre los conceptos de sistema y de operación. Sólo
puede operar un sistema y sólo las operaciones pueden producir sistemas.
10. Si la terapia sistémica pretende acompañar a esta evolución teórica, entonces entrará en
conflicto con lo que aparentemente prescribe la propia práctica profesional: centrarse en
las personas
11. Las operaciones condensan una diferencia entre el sistema y el entorno. Producen una
forma que tiene dos lados: un lado interior que es el sistema y un lado exterior que es el
entorno. Si no se llega a esa separación entre sistema y entorno, la forma que es el
sistema no puede surgir.
12. El sistema, en virtud de su propio operar, se pone en un estado histórico determinado
(único en cada caso), que es el punto de partida necesario para toda continuación, para
toda operación ulterior. Esta misma operación le permite al sistema producir,
simultáneamente, las estructuras que fijan las condiciones para la capacidad de conexión.
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La clausura operacional de los sistemas psíquicos y sociales" (en: Fischer, H.R. y otros, "El final de los
grandes proyectos", pág. 116s., Gedisa, Barcelona, 1997)
13. El sistema se produce como una unidad que puede mantener interdependencias causales
con el entorno de una determinada manera sin perder su capacidad de auto reproducción.
Sin la clausura operacional no habría sistema alguno y, por lo tanto, tampoco relaciones
causales entre sistema y entorno. Sin la clausura operacional no habría ningún sistema
abierto al entorno y dependiente en algunos aspectos específicos de las condiciones del
entorno.

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