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DE LA VIDA Y LA MUERTE
EG I P T O
VW EL LIBRO VW
DE LA VIDA Y LA MUERTE
JOANN FLETCHER
EDICIONES
Llibreria Universitaria
B A R C E L O N A
VTWÍMffl V *
Egipto, el libro de la vieta y la muerte Traducción de Sonia Afuera Fernández.
Joann Fletcher
Copyright © de la traducción en lengua española L ¿
Librería Universitaria de Barcelona y Círculo de L=cr
Idea y diseño de Duncan Baird Publishers.
Todos los derechos de traducción, reproducción y adir: - -
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Copyright del texto © joann Fletcher 2002. los países.
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Diseñador: Dan Sturges. Fax 93 323 55 57
Editor de imágenes: Cecilia Weston-Baker. info@edicioneslu.com
Material gráfico encargado: Sally Tavlor (Artispartners ltd}. www.edicioneslu.com
DEDICATORIA
Para Carole (1948-2001)
Página 1: Sarcófago pintado de un sacerdote de Tebas de Página 2: Escena final de El libro de las cavernas que
la X X I dinastía, en el que se observa un enorme collar y muestra el viaje nocturno del sol, representado por una
unas bandas rojas cruzadas sobre el pecho, que forman el figura con cabeza de carnero, cuyas alas abarcan la
contorno del amuleto sa protector. cámara funeraria de la tumba (KV.14) del Valle de los
Reyes perteneciente a la mujer faraón Tawosret (hacia
1188-1186 a. de C ) .
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EL ORDEN MÁS ALLÁ DEL CAOS . . 9 Osiris, señor de la vida 58 El poder de la magia 110
El río de la vida 30
Introducción 6
las fértiles orillas del río que les daba la vida, el Nilo, en el que vivían, y en contraposi-
ción el Desbret (las «tierra rojas»), los extensos y áridos desiertos. De esta forma, el día
la vida en un mundo paralelo imaginado como una forma idealizada de Egipto—. La otra V i
vida podría situarse en los cielos, aunque generalmente era descrita como un inframun-
do. En éste, los muertos -vivían eternamente como transfigurados espíritus bendecidos, o
akhs, una vez habían emprendido el peligroso viaje a través de la oscuridad del infra-
El orden, la cuestión más importante en la visión egipcia del mundo, se equilibraba con
el caos. Los egipcios hacían todo lo posible por regular y controlar este equilibrio cósmi-
co, que sólo podría mantenerse, creían, gracias a sus numerosos dioses y diosas. Estos
Los dioses y las diosas dominaban las fuerzas del caos a través de su representante en
la tierra, el faraón (rey). La imagen del rey, actuando como intermediario entre los mun- 11
dos mortal y divino e intercediendo en favor de Egipto, adornaba sus templos.
Los egipcios expresaron sus creencias a través de una amplia variedad de medios, tanto
en las paredes de las tumbas y de los templos como en los sarcófagos de madera y en los
rollos de papiro. Algunas de estas creencias fueron analizadas más tarde por estudiosos
griegos y romanos, que se mostraron fascinados por una civilización que ya para ellos era
antigua y cuya compleja religión tenían vivos deseos de comprender. Gracias a la combi-
nación de estos estudios realizados por los clásicos y a los incontables descubrimientos
que han hecho los egiptólogos a lo largo de los años, desde que se descifraran los jero-
glíficos a principios del siglo XIX, hoy es posible juntar las piezas del rompecabezas de esa
visión tan exclusiva de la vida, la muerte y el cosmos que tuvieron los egipcios, y sobre la
cual construyeron una cultura que se mantuvo durante más de tres milenios.
Introducción 7
EL ORDEN
MÁS ALLÁ
DEL CAOS
6T
m
EL SEÑOR AUTOCREADO
os primeros mitos sobre la creación de Egipto afirman que el creador supremo fue
L Atón, cuyo nombre significa «todo» o «completo». Atón, dios solar, era una variante
del gran dios sol Ra (véase página 44), y por ello sus nombres se combinaron a menudo
para formar la divinidad compuesta Ra-Atón o Atón-Ra. Sus pode-
res eran tan grandes que se consideraba que se había creado a
sí mismo, y era descrito como «el gran dios que se dio forma a sí
mismo» y como «creador no creado». Atón fue señor de Iunu en el
Bajo Egipto, más conocido por su nombre griego de Heliópolis
«Ciudad del sol». El mito se menciona primero en Los textos de las
pirámides, inscripciones funerarias que se hallan en las paredes
internas de algunas pirámides reales del Imperio antiguo.
El dios Atón sentado en su trono con la doble corona real de Egipto aparece en
una pintura mural de la tumba de Neíertari, esposa de Ramsés II (hacia 1279-
1 2 1 3 a . de C.) en Tebas Oriental. En su mano derecha sostiene un arikh, o «llave
de la vicia», que indica su función para otorgar ia vida como el dios sol creador.
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del Nun. Cuando Atón los encontró los abrazó «para que su ka [aliña] entrara en ellos».
Una vez el creador les infundió su fuerza, fueron capaces a su vez de mantener relaciones
Tefnut comenzó la siguiente fase de creación dando a luz al dios de la tierra, Geb y a la
diosa del cielo, Nut. Atón colocó a Shu entre Geb y Nut para crear la estructura básica del
universo. Más allá del cuerpo arqueado de Nut, que forma el cielo, Atón llevó al Nun a
rodear el universo y, como «señor de los límites del cielo», fue él quien impidió que las aguas
Esta antigua leyenda solar fue adaptada por los sacerdotes de Heliópolis para incorpo-
rarle el mito del dios Osiris y dar mayor énfasis a su descenso desde el dios sol. Antes de que
fueran separados, Geb y Nut mantuvieron relaciones para tener cuatro hijos propios: Osi-
EL MONTÍCULO PRIMIGENIO
El señor autocreado 11
ris, Isis, Neftis y Set. Su presencia hace del mito heliopolitano de la creación una historia de
nueve dioses, conocidos en conjunto como Encada, del término griego para «nueve». Fue-
ron los conflictos internos de esta familia los que llevaron por primera vez la muerte al
mundo (véase páginas 60-63).
Tras la gestación de la gran Enéada fueron creados muchos otros dioses de Egipto, junto
con todas las demás cosas del universo. La creación del ser humano se produjo después. Los
humanos surgieron cuando el dios sol lloró. A medida que iban cayendo a la tierra sus lágri-
mas se iban conviitiendo en personas, una transformación que vuelve a traslucirse en un
juego de palabras propio del egipcio antiguo: «lágrimas» (rernyt) y «personas» (remet). Sin
lifSsL embargo, casi tan pronto como fueron creados, los humanos se condujeron a sí mismos
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hasta los límites de la destrucción según una historia que aparece descrita en las paredes de
la tumba de Tutankamón.
EL OJO DE RA
Sin embargo, la magnitud del terrible sufrimiento llevó al dios sol a acabar con
la matanza antes de que la raza humana quedara completamente aniquilada. Durante la
noche, mientras «el ojo de Ra» dormía ruidosamente, Ra ordenó a sus asistentes que corrie-
ran «tan veloces como las sombras» hasta la región de Asuán al sur de Egipto y reunieran
grandes cantidades de ocre rojizo. El ocre fue entregado al sumo sacerdote del dios sol en
Heliópolis con instrucciones para que lo mezclara con siete mil jarras de fuerte cerveza.
Justo antes del alba, este intenso líquido rojo fue vertido sobre la tierra hasta una altura de
«tres palmos».
La diosa al despertarse vio lo que creyó que era un extenso lago de sangre humana que
empezó a beberse inmediatamente. Pronto estaba tan ebria que se olvidó de su plan de des-
truir la humanidad y regresó al palacio de su padre para dormir y reponerse de los efectos
del alcohol. Fue de este modo como los humanos escaparon a su destino.
El señor autocreado 13
• • • i n i f t f M i
LA ISLA DEL FUEGO
a segunda historia de ia creación se inició en Klierau («Ciudad de los Ocho»), el cen-
L tro de culto del dios Tot, conocido como Hermópolis, «Ciudad de Hermes», ya que
los griegos identificaron a Tot con Hermes. El nombre Khemu lo vincula a ocho divinida-
des, conocidas como «Ogdoad»— del término griego para «ocho»—, descritas como «ios
padres y las madres que habían sido antes los dioses originales» y «antepasados del sol».
aguas semejantes a las del útero estaban las fuerzas básicas, personificadas en el Ogdoad,
a partir de las cuales era posible crear la vida: los dioses Nun, Heh, Kek y Amón y sus
Esta escena de El libro de los muertos de Khonsumosis, sacerdote de la XXI dinastía (hacia 1075-945 a. de
C ) , muestra al Ogdoad como figuras que manejan azadones para crear el montículo primigenio. También
aparecen como discos planos para sugerir su calidad misteriosa, o como ranas (Nun, Heh, Kek y Amón) y
serpientes (Naunet, Hauhet, Kauket y Amunet) —las primeras criaturas en verse cuando se retiraba el Nilo.
Al declarar que el Ogdoad había creado el Sol, los sacerdotes de Hermópolis apunta-
ban que su teología era más antigua que la de Heliópolis. El templo de Hermópolis llegó
a albergar incluso algunos fragmentos del «huevo cósmico» del cual había surgido el dios
sol. Ello hace referencia a una adaptación posterior del mito, en la que Tot situaba el
huevo en la cima de la isla del Fuego, marcando el lugar en el que nacería el Sol.
AMÓN, EL CREADOR
Amón sería considerado creador del universo. Igual que Atón también
contenía una parre femenina y otra masculina y se dio vida a sí mismo an-
tes de que existiera nada más. Mediante un misterioso proceso sus «fluidos
y forma» se combinaron para crear el huevo cósmico de la creación. Una
versión del periodo tolemaico llama a Amón «padre del semen, madre del
huevo, que creó todo lo que vive, alma oculta que hizo a los dioses».
los egipcios creían que se situaba en el corazón). Tras concebir la idea de la creación del
mundo y de los seres vivos —incluyendo los dioses—, la hizo realidad mediante el simple
«Los dioses nacieron a través de Ptah; Atón tomó forma en su corazón y en su len-
gua. El mayor de todos es Ptah, que dio vida a todos los dioses y sus kas (almas) a tra-
Ptah. Este está en la boca de todos los dioses, todos los humanos, todo el ganado, to-
das las cosas vivas que se mueven. La Enéada de Ptah son sus dientes y sus labios, son
Igual que los tres principales mitos de la creación, que reinó hacia 1426-1401 a. de C.), «que había sido mol-
muestran dioses masculinos o andróginos, Neit también deado por Neit», y otros reyes fueron aclamados como
ha sido considerada la principal diosa creadora, al sur- «hijo de Neit». En su forma maternal fue tanto como
gir de las aguas de Nun al principio de los «Neit, la Grande, Madre de Ra»,
tiempos. Los textos del templo de Esna «La Grande y Radiante» madre del
explican que emergió como creadora dios cocodrilo Sobek e, incluso, de la
antes de ser conducida por el Nilo has- malvada serpiente Apofis. Sin embargo,
ta su templo de Sais, en el delta. como muchas de las diosas madres de
Se dice que creó el universo pro- Egipto, también tenía un lado des-
Ptah, el artesano 17
el semen y las manos ele Atón. Todos los dioses nacieron y su Enéada fue completa. Y
es que cualquier palabra de dios sucedió a través de lo que su corazón pensó y su len-
gua dijo. Y Ptah es Tatenen (el montículo primigenio) que dio vida a los dioses y del
que todo procede. Es el más poderoso de todos los dioses que está satisfecho de lo que
ha creado».
Después de crear todas las cosas, Ptah las perfeccionó con sus habilidades de artesano.
Como el dios Khnum, con cabeza de carnero (véase páginas 20-21), Ptah era artesano
—el sumo sacerdote de Ptah en Menfis llevaba el título de «Mayor de los controladores
de los artesanos». No resulta sorprendente que Ptah fuera un dios muy popular entre la
clase trabajadora, especialmente entre los artesanos especializados, que lo consideraban
su patrón. Para ellos Ptah era mesedjer sedjem —«el oído que escucha»— y le dirigían sus
plegarias. En una oración de los trabajadores al dios en la XIII dinastía, un lavandera lla-
mado Hepet, afirma: «Te saludo, oh Ptah, señor de la vida de las Dos Tierras. Estoy ante
ti para adorarte, como un sirviente que nunca olvida sus deberes en tus celebraciones».
Uno de los apelativos de Ptah es nefer-ber, que significa «bello de cara», a pesar de que el
dios solía ser retratado como una figura andrógina más bien de mirada estática, con un
vestido ajustado y una gorra de artesano, y con sus manos sujetando fuertemente el cetro
que tiene ante sí.
Conocido también por el sobrenombre de «el señor de la verdad» (maat), Ptah era
considerado el administrador «de justicia a quienes hacen lo que se ama y de castigo a
quienes hacen lo que se odia... vida para los pacíficos y muerte para los criminales».
En una pequeña estela de piedra, un obrero conocido como Neferabu, de Deir el-Me-
dina —el poblado de los constructores de tumbas que se encontraba cerca del Valle de
los Reyes—, admitía haber pronunciado «un falso juramento en el nombre de Ptah, se-
ñor de la verdad», y que como consecuencia había sido cegado por el dios. ¡Guárdate
del señor de la verdad, que ve las acciones de todos!
En la muerte era Ptah —representado por el sacerdote sem (véase páginas 93-94)-—
quien realizaba para los muertos la ceremonia de vida de la «apertura de la boca», que se
iniciaba con las palabras: «mi boca es abierta por Ptah».» (Véase página 118).
El universo fue creado en un estado de perfecto equili- nombre en los jeroglíficos, aunque también puede ser re-
brio y así habría que mantenerlo a toda costa. Tras la presentado como una pluma sola o como un símbolo que
creación del mundo, nació la diosa Maat como personi- probablemente sustituya al montículo primigenio —lo
ficación del orden universal y la encarnación del con- cual indicaría la función primordial de Maat en el mante-
cepto de verdad. Ella era el medio a través del que todo nimiento de la creación desde el inicio de los tiempos.
Ptah, el artesano 19
LA C R E A C I O N DE LOS SERES H U M A N O S
posterior al proceso principal de creación del universo y del lugar que los dioses
ocupan en él. Tal vez la versión más sorprendente sea la que indica que los humanos
fueron creados c o n arcilla en una rueda de alfarero por el dios creador Khnum
y Esna. El Gran himno a Khnum, c a n t a d o todos los años en el festival del dios en
«Él anudó las venas a los huesos, Él creó la columna como apoyo,
creados por él en su propio taller, las manos y los dientes para que hagan
por eso el aliento de vida su trabajo,
está en rodas las cosas. el corazón para servir de guía,
Los huesos quedaron bien sujetos el pene para engendrar y el útero para concebir
desde el principio. y aumentar la población de Egipto;
los pies para pisar y las piernas para caminar,
Él hizo que el cabello creciera, los huesos que realizan su tarea
unió la piel a las extremidades, por deseo del corazón.
construyó el cráneo y formó la cara
para dar forma a la imagen. Dio forma a los humanos en su rueda, con un
lengua diferente en cada país distinto a Egipto
Él abrió los ojos, talló las orejas, —ya que el señor de la rueda es también
vació la boca que permite comer y que todo esto sea posible está en sus manos,
y la garganta, tragar;
la lengua, hablar; las mandíbulas, abrirse; Cuando su boca escupió todo nació ya que su
la garganta, beber, tragar y escupir. rueda gira cada día sin pausa».
21
VtWiWW&mWMWWMffiy Ptah, el artesano
LA BURBUJA
CÓSMICA
Como encarnación de la atmósfera, Shu posee una gran variedad de funciones crucia-
les. Según Los textos de las pirámides, Shu y el dios sol ayudan al rey a ascender a los cie-
los: «¡Con la mano del rey en la mano de Ra, oh, Shu, ayúdale a subir!» Durante el pe-
riodo amarna, el dios era descrito como «Shu-que-está-en-Atón», es decir «uno con el
propio sol», mientras que en una inscripción posterior perteneciente al faraón Merneptah
(que reinó hacia 1213-1203 a. de C.) era Shu quien hacía posible que la luz del sol llega-
se a la tierra, «ya que él es el único que dispersa las nubes y deja que Egipto vea los rayos
del sol». En algunos textos funerarios, los poderes de Shu son invocados en beneficio de
los difuntos, como en la siguiente inscripción hallada en la tapa del sarcófago de un hom-
bre llamado Wennofer: «Que Shu envíe hacia tu nariz el dulce viento del norte, el aliento
de vida hacia tu nariz».
Shu también puede ser retratado como un león, igual que Tefnut. De ésta, que personi-
fica el rocío, se dice que fue escupida por el dios sol, y su nombre puede escribirse a veces
con un jeroglífico de unos labios escupiendo. La misma imagen aparece en la teología men-
fita de la piedra de Shabaka (véase página 16), que habla de los «dientes y labios» del dios
creador Ptah, «que pronunció el nombre de todo, del que nacieron Shu y Tefnut. Como
hija del dios sol, Tefnur es una manifestación del feroz «ojo de Ra» (véase página 12).
24 La burbuja cósmica
Tras serles infundidos los poderes del creador, Shu y Tefnut tuvieron sus propios hijos,
ios mellizos Geb (la tierra) y Nut (el cielo), para iniciar así la siguiente fase de la creación
y darle una estructura al universo. A diferencia de muchos otros pueblos antiguos, los
egipcios imaginaban la tierra como algo masculino, con el dios macho Geb considerado
«el mayor [hijoj de los dioses» presidiendo sus peleas como juez en la Sala de Geb, como
ocurrió durante la contienda entre Horus y Set (véase páginas 64-67). Geb también apare-
ce como el padre del rey, cuyo asiento es denominado «el trono de Geb». El rey, cuando
muere, es saludado por Geb: «Alegrándose de tu llegada, [Geb] te ofrece sus manos y te
besa, y te coloca entre las estrellas imperecederas», y en un pasaje de Los textos de los sar-
cófagos, el difunto declara: «He pasado un millón de años viviendo con Geb en un lugar».
Cuando Nut y Geb fueron creados, Geb se acostó con Nut y ella concibió sus cuatro
hijos: Isis, Osiris, Set y Neftis. Sin embargo, esto hizo que no quedara espacio entre la rie-
rra y el cielo para que existiera vida, por lo que Atón situó a su padre Shu, el aire, entre
ellos. En su estado como dios del aire. Shu encarnó la atmósfera en la que podía existir la
vida, y a partir de entonces, su etérea forma mantuvo separados el verde cuerpo de su hijo
Geb y el torso sembrado de estrellas de su hija Nut (véase página 25). Su reino era consi-
derado el hogar ele los dioses y Los textos de las pirámides hacen referencia al tiempo en
el que «el cielo quedó separado de la tierra y los dioses marcharon a aquél».
Nut, una diosa de incalculable poder —entre cuyos sobrenombres encontramos el de
«la misteriosa»—, conservó intacto el orden del universo. Con sus manos y pies en los
cuatro puntos cardinales, su gran cuerpo arqueado contuvo las aguas del caos, que habían
sido impulsadas para envolver el mundo creado. Los egipcios creían que si fracasaban al
26 La burbuja cósmica
mantener el orden en la tierra, entonces el caos triunfaría, porque sus aguas invadirían el
cielo, e inundarían y destruirían el mundo. Nut aparece descrita en esta oración del rey de
Los textos de las pirámides: «Tú, la más grande, que te convertiste en cielo, eres podero-
sa y fuerte y llenas todos los lugares con tu belleza. La tierra que hay debajo de ti es de tu
propiedad y tú la abarcas con tus brazos».
Los egipcios creían que Nut daba a luz al sol todas las mañanas, y que el color rojo del
cielo al amanecer era la sangre del parto. El dios sol viajaba posteriormente a través de la
parte inferior del cuerpo de Nut durante el día, antes de que ésta lo engullera al caer la no-
che. El nombre de Nut suele ser traducido como «la acuosa», reflejando la idea de que el
dios sol navegaba a través de las aguas de Nut de día antes de desaparecer cada noche.
Después de ser engullido por Nut, el dios sol pasaba a través de su cuerpo o navegaba a
través de la región oscura denominada duat hasta el alba (véase páginas 44-49). Aunque
suele ser llamado «intramundo», de hecho los egipcios solían colocar el duat más bien en
ei cielo que bajo la tierra, y era descrito a veces como reposando en el cuerpo de Nut para
unificar las diversas versiones de su cosmología.
El importante papel que tenía la diosa en la mitología solar egipcia puede verse en su tí-
tulo «señora de Heliópolis» —el centro de adoración del Sol—, aunque Nut no tenía tem-
plo propio. Sin embargo, siguiendo con la manera en que las diosas egipcias suelen com-
partir sus funciones y atributos, Nut comparte su función maternal en la mitología del sol
con otras diosas que son descritas como «Madre de Ra» para potenciar su estatus. Por
ejemplo, Neit es venerada en una estatua como «Neit, la Grande, madre de dios, la madre
que dio a luz a Ra antes de que existiera el nacimiento».
El papel de Nut en el renacimiento diario del sol va en paralelo con su igualmente vital
runción en la resurrección de los muertos, para quienes actúa de forma protectora y ma-
ternal. En Los textos de las pirámides el viaje del rey difunto a la otra vida se equipara al
raso del dios sol, y además también hacen referencia al momento en el que el rey " está jus-
to ante el cielo y la tierra, justo ante ésta hacia la que ha nadado, hacia la que se ha diri-
gido y que se halla sobre las piernas de Nut». En algún pasaje de Los textos de las pirá-
mides, Nut lleva al difunto rey de la mano y él se une a ella en los cielos en forma de
Como «Señora de Todo», Nut es representada con forma de mujer en el interior de las
tapas de los sarcófagos, una imagen que expresa el deseo del difunto de que, como pre-
senta la Historiei de Sinué del Imperio medio, la diosa pueda «dedicarme la eternidad, ex-
tenderse sobre el cuerpo para protegerlo y alimentarlo para siempre». La misma idea que-
da expresada en la figura de Nut, que aparece como parte del conjunto de abalorios
protectores que en ocasiones se colocaban sobre el pecho de la momia. De nuevo con una
función nutritiva, Nut puede ser representada emergiendo del sagrado sicómoro para pro-
porcionar aire y agua al difunto en la otra vida.
Generalmente retratada como una esbelta mujer bien proporcionada, tanto arqueada
sobre la tierra como emergiendo del sicómoro, Nut puede aparecer también como la vaca
celestial o incluso como una cerda cuidando a sus cochinillos, imagen que pretende trans-
mitir sus fértiles cualidades nutrientes. Si bien es más extraño, Nut puede adoptar asimis-
mo la forma de una abeja.
En el interior de esta tapa de sarcófago del siglo u d. de C , la diosa del ciclo Nut extendía su abrazo protector
sobre el difunto, un hombre llamado Soter. Nut aparecía rodeada por los animales del zodíaco, así como por
unas figuras que representaban las horas del día. Entre sus pies, el sol, en forma de escarabajo, renace al alba.
TATENEN Y AKER
En la estructura egipcia para representar el cosmos tri- gura bicéfala con cabezas humanas o de león, o como
partito: cielo, tierra > ciuat había otros dioses que com- un par de leones sentados dándose la espalda y miran-
partían el papel de Geb como divinidad de la tierra. do en direcciones opuestas, imagen a la que se hace re-
Uno dé ellos, Tatenen, era un versión de Ptah y repre- ferencia como «leones del ayer y del mañana-. La idea
sentaba el montículo primigenio de tierra que emergió de mirar a ambos lados estaba vinculada al papel de
de las aguas del caos (véase página I I L mientras que Aker como guardián de las puertas del inframundo,
Aker era un antiguo dios asociado tanto a la tierra que estaban situadas en los horizontes este y oeste e in-
como al duat. La función solar de Geb, Tatenen y Aker dicaban las montañas conocidas por los egipcios como
la hallamos en las inscripciones de las paredes de la cá- Manu y Bakhu. Entrando todas las noches en el infra-
mara funeraria de Ramsés VI (que reino hacia I 145- mundo a través de la puerta del oeste, el dios sol podía
11 a. de C.), conocidas como El libro Je la tierra. viajar a través de la espalda de Aker durante la noche,
Representado como parte de la tierra con cabeza hu- de igual modo que se decía que viajaba a través del
mana, Aker podía ser también retratado como una fi- cuerpo de la diosa del cielo Nut.
EL RÍO DE LA VIDA
lhistoriador egipcio Herodoto, que viajó a Egipto en el siglo v a. de C., dijo «Egip-
E to es el regalo del Nilo», una afirmación que expresa con precisión la relación exis-
tente entre el país y su río. Sin el Nilo no hubiese existido Egipto, algo que los egipcios
apreciaban realmente, ya que sólo ellos disponían de una fuente de agua tan grande y per-
manente, mientras que sus vecinos tenían que depender de las irregulares lluvias.
Las avenidas del Nilo, al que los egipcios denominaban «el río» (iteru), dictaban el rit-
mo de la vida según ascendía y descendía el nivel de las aguas a lo largo del año y en fun-
ción de su ciclo anual de crecidas y sequías, que fijaban el calendario egipcio. Había tres
30 La burbuja cósmica
£sre fragmento de una pared pintada de -, *vw/ .*•>. * * J^j-. ( j j •,
la tumba del escriba de la
xviu dinasría Nebamun muestra al
escriba acompañado en su batea
de papiro por su esposa y su hija.
La escena es a la vez la
descripción de un entretenimiento
habitual de los ricos y una metáfora
de la imposición del orden sobre el
•V i
caos del mundo natural,
representado por los asustados
pájaros. Reinado de Amenofis III,
hacia I 3 9 0 - I 3 5 3 a . d e C.
E1 río de la vida 31
denó que la inundación tuviera lugar todos los años. Cuando las aguas crecían para dar
vida a la tierra eran vistas de igual modo que Osiris, que devolvía la vida a los muertos.
Los poderes que desde el agua del Nilo daban la vida eran personificados en el dios
Hapi, un personaje andrógino descrito como «gran Hapi» o «pequeño Hapi» en función
de la altura de las aguas. A menudo eran representadas en pareja figuras de Hapi atando
las heráldicas plantas de loto (Alto Egipto) o los papiros (Bajo Egipto), simbolizando así
la manera en la que el Nilo unía la tierra y aportaba riqueza. En ocasiones el rey también
aparecía representado como Hapi, de manera que se manifestara su habilidad para ben-
decir y ofrecer abundancia a sus gentes. Algunas estatuas del faraón Amenofis III (que rei-
nó hacia 1390-1352 a. de C.) lo describen de esta forma. Las crecidas en sí eran encarna-
das por la diosa vaca Mehetweret, «la gran crecida», que representaba el aspecto
femenino de la nutrición de las aguas y era asociada a Nut y Hathor.
Todas las criaturas que moraban en el río tenían un hueco en la profusa mitología del Nilo.
Cocodrilos e hipopótamos eran temidos y venerados como poderosos dioses de pleno dere-
cho. El dios cocodrilo Sobek era honrado en Kom Ombo y en el oasis el Fayum, donde los
ataques de los cocodrilos eran especialmente habituales. La ferocidad de Taueret, la diosa hi-
popótamo, era invocada durante el nacimiento para ahuyentar cualquier mal (véase páginas
72-73). Las aves acuáticas del Nilo tenían una multiplicidad de funciones, y muchas especies
encamaban aspectos de dioses importantes. La oca era asociada a Arnón y Geb, el ibis era el
pájaro sagrado de Tot, y las garzas eran asociadas al renacimiento del sol. Los peces que
abundaban en el río también tenían vinculaciones divinas: la tilapia era considerada el em-
blema de Hathor y un símbolo de la resurrección, debido a su característico comportamien-
to por el que se comía sus crías en momentos de peligro y las regurgitaba después, lo que era
considerado un acto de autogeneración. Hasta la rana común tenía un espacio en el panteón
divino, ya que los cuatro dioses creadores del Ogdoad eran vistos como ranas, mientras que
la diosa rana Heket era una divinidad implicada en el creativo acto del nacimiento.
Tanto peces como aves eran considerados como una parte de la riqueza del Nilo enviada
por los dioses a los humanos, por lo que en el arte funerario son frecuentes las escenas de pes-
ca y caza en el río. En éstas se representaban, por una parte, la manera en que la abundancia
del río servía de sustento para la vida en este mundo y en el otro; por otra, mostraban al pro-
pietario de la tumba aportando activamente orden al caos del mundo natural, al que aludían
mediante el aleteo de los asustados pájaros y la posición de los amenazadores cocodrilos al
acecho bajo el agua. El difunto asumía un papel similar al del dios sol, que navegaba a través
de los cielos por el día y por el inframundo de noche, desafiando a las fuerzas del caos.
El Nilo también era la vía de transporte más importante de Egipto. A diferencia, por
ejemplo, del Éufrates —al que los egipcios denominaban «Aguas invertidas»—, el Nilo
discurre de sur a norte. Los viajes hacia el norte aprovechaban la corriente, pero para via-
jar hacia el sur había que confiar en los vientos. Esto aparece reflejado en los jeroglíficos
para «viajar hacia el norte» que muestra una barca sin velas, y para «viajar hacia el sur»
en los que las barcas muestran las velas desplegadas.
Para los egipcios, la dualidad más importante era la del orden y el caos, una noción
cuya raíz se hallaba en el paisaje egipcio, es decir las orillas habitables y fértiles del río cer-
cadas por un desierto amplio, salvaje e inhóspito. En los mitos, esta dualidad se expresa-
ba básicamente en el nacimiento de la vida a partir de las aguas cósmicas del Nun, la úni-
ca y eterna, en los principios del mundo. Los egipcios describieron el periodo anterior a la
creación como el «tiempo antes de que existieran dos cosas» (Los textos de los sarcófa-
gos); todo aquello que surgiera a la vida tras el milagroso acto de la creación era contra-
rrestado y equilibrado por su opuesto, sin el cual no existiría. De este modo, el universo
Contenidas desde el momento de la creación por la diosa del cielo, Nut, las aguas cós-
micas eran el lugar desde el cual surgió al principio la vida, y fue de sus profundidades de
donde emergió el mundo. Este escenario se repetía todos los años cuando la tierra volvía
a emerger tras el retroceso de las aguas del Nilo, cubierta por los ricos depósitos de sedi-
mentos aluviales oscuros que conferían al país su antiguo nombre egipcio «Kemet»,
«campos negros». Kemet era un lugar de orden y civilización bajo el gobierno del rey, el
encarnado dios Horas, como opuesto a Deshret, «tierras rojas» del desierto, un lugar es-
téril y hostil bajo el gobierno del caótico Set. Sin embargo, cada vez que veían crecer las
aguas del Nilo, generadoras de vida, dispuestas a inundar y regar la tierra los egipcios se
alegraban, aunque también eran plenamente conscientes de que si el río crecía demasiado
mente dos aspectos de un único estado, ya que los difuntos pasaban a otra vida que era
34 La burbuja cósmica
La vida y la muerte tenían su reflejo en el día y la noche, cuya perfecta y regular alter-
nancia era para los egipcios una señal permanente del modo en que los dioses controlaban
el universo. Los señores del tiempo eran Ra, dios sol, y Osiris, dios del inframundo (duat)
y gobernante de los muertos. El dios sol gobernaba durante el día y, según Los textos de
los sarcófagos, «creaba la noche para "el de corazón cansado" (Osiris)».
Un mundo de dualidades 35
Parte de una relación de monarcas
de Egipto encargada por Ramsés II
(que reinó entre 1279 y 1213 a. de
C.) para adornar su propio templo
de Abydos. En la segunda y la
cuarta columnas de la izquierda,
leyendo de arriba a abajo, el
cartucho (anillo ovalado) que
contiene el «nombre en el trono»
del rey es precedido por los
jeroglíficos para «El del junco y la
abeja» (nisu bity), que significaba
«rey del Alto y Bajo Egipto». La
planta de junco era un emblema
heráldico del Alto Egipto, y la abeja,
VAYrVv del Bajo Egipto.
de los humanos, en un reino divino paralelo al de la tierra, pero a una escala temporal muy
diferente —por ejemplo, una hora en el inframundo equivalía al periodo de vida de una
esencial para sostener el mciat, y esto se apoyaba en una disposición a dos bandas: los dio-
ses trabajarían para mantener el orden cósmico en beneficio de los humanos, que, a cam-
bio, los honrarían reconociendo sus esfuerzos con constantes ofrendas. El intermediario
entre el mundo de los hombres y el de los dioses era el rey, cuya persona también estaba
marcada por dualidades inherentes. Él (o, en algún caso, ella), hijo de mortales, también
era hijo de los dioses y representante de éstos en la tierra. En esta función —y algunos re-
yes clamaban ser únicamente de parentesco divino— el rey era considerado la reencarna-
ción de Horus, hijo de Osiris, pero también era venerado como hijo de Amón.
Todo rey difunto era identificado con Osiris, cuya muerte trajo la muerte al mundo e
hizo que se iniciara la continuidad de la vida y el más allá (véase páginas 58-61). Así mis-
mo, fue la primera señal para el mundo de que donde reina el orden, el caos no suele an-
dar lejos, en la forma del turbulento dios Set (véase páginas 64-67).
36 La burbuja cósmica
LAS DOS TIERRAS
A menudo se hacía referencia a Egipro como las «Dos genes que el rey llevaba en su frente para protegerse de
Tierras», porque el reino estaba dividido geográfica y sus enemigos, como puede verse en la máscara de Tu-
políticamente en dos: el Bajo Egipto (la región del delta tankamón (véase ilustración).
del Nilo) y el Alto Egipto (desde la base del delta hasta El centro de culto de Nejbet (el-Kab), en el Alto
el actual Asuán). Uno de los títulos reales, el Egipto, quedaba equilibrado con el de Uad-
• nombre en el trono», siempre se ini- yet, en la ciudad de Buto (Tell el-
cia con el texto «rey del Alto y el Eara'in) en el Bajo Egipto. Este
Bajo Egipto». En el lenguaje jero- antiguo «hermanamiento de
glífico, esto se escribe como «el ciudades» se descubre por la
del junco y la abeja» (nisu existencia de algunas ciuda-
bity), donde el junco repre- des con el mismo nombre
senta el Alto Egipto y la abe- en el Alto y el Bajo Egip-
ja el Bajo Egipto. La idea to. Incluso Heliópolis, el
de las Dos Tierras unidas gran centro del dios sol
bajo el mando del faraón en el norte, se equili-
también es transmitida braba con Tebas, «la
por la imagen del loto y el Heliópolis del Sur»,
papiro entrelazados, ya donde el dios sol era
que estas dos plantas son adorado como Amón-
el símbolo heráldico del Ra. Una de las dos enor-
Alto y el Bajo Egipto res- mes estatuas sedentes de
pectivamente. Amenofis III, conocida
sentadas en las insignias reales por nón», muestra una inscripción que
la corona blanca del Alto Egipto y la roja del Bajo hace referencia a los monumentos que fueron «trasla-
Egipto, portadas como coronas independientes o bien dados desde la Heliópolis del Bajo Egipto hasta la He-
combinadas para simbolizar la autoridad real sobre liópolis del Alto Egipto» —una referencia a los oríge-
todo el reino unido. Las coronas se asociaban a las dos nes de las estatuas situados en las canteras de piedra
divinidades protectoras, Nejbet, la diosa buitre (Alto cercanas a la ciudad del norte y su destino final en la
Egipto), y Uadyet, la diosa cobra (Bajo Egipto), imá- ciudad del sur.
Un mundo de dualidades 37
VÍAS FLUVIALES NOCTURNAS
n la compleja visión egipcia del universo, los cielos eran imaginados como una gran
extensión de agua, a lo largo de la cual tanto los dioses como los cuerpos celestiales
navegaban en barco como reflejo de la vida en el Nilo. Se creía que el cielo nocturno era
el lugar en el que estaban ubicados los cañaverales, destino último del difunto. Allí, en
una versión idealizada de Egipto, quienes habían sorteado con éxito los riesgos del infra-
mundo y del juicio ante Osiris (véase páginas 124-129) seguían viviendo en un estado de
gozo, realizando el mínimo trabajo necesario para producir una cosecha eternamente
abundante.
Para cruzar las aguas del cielo se requerían los servicios de un barquero, llamado Mahaf
en El libro de los muertos, y al que se hace referencia en Los textos de las pirámides como
«barquero de los justos, balsero de los cañaverales». Los textos de las pirámides sitúan los
cañaverales en el cielo oriental, donde el dios sol era purificado cada día junto con el rey di-
funto. Los campos también eran conocidos como «campos de ofrendas», y en ocasiones los
sarcófagos eran adornados para beneficio del difunto con mapas completos de la región ce-
lestial, con las ciudades celestiales y rasgos geográficos como la «vía fluvial del hipopóta-
mo blanco», la «vía fluvial de la ofrenda de dios» y el «mar de los dioses».
En otros lugares son denominados «campos del oeste» y se dice que estaban donde el sol
se ponía, en la puerta al inframundo. Sin embargo, otra versión sitúa el reino de los muer-
tos en el cielo norte y asocia al difunto inmortal con las estrellas circumpolares, que nunca
desaparecen del cielo —a ello se debe su nombre egipcio de «estrellas imperecederas».
La ascensión del alma del difunto a los cielos para convertirse en una estrella situada
entre los dioses era inicialmente 1111 privilegio limitado únicamente al rey. Su destino este-
lar aparece descrito en Los textos de las pirámides reales, donde la diosa del cielo Nut
invita al rey a subir a su trono «entre las estrellas del cielo». Después de eso el rey es con-
siderado «un espíritu indestructible como la estrella de la mañana por encima de la inun-
dación». Este es un motivo que encontramos constantemente en los textos funerarios
• M é è * é M é é » é é é * é m * M é « é H é é « M « « «
turquesa, que el rey sea tan verde como tú, verde como mcsopotámico y no fueron
adoptadas por los antiguos
el cañaveral vivo!». (El turquesa verde era más aprecia-
egipcios hasta un periodo
do que la variedad azul claro).
relativamente tardío de su historia,
Los egipcios eran buenos astrónomos y estudiaban el el periodo tolemaico. Este material
cielo nocturno desde los observatorios de los tejados de gráfico se basaba en el techo del
zodíaco de Dcndera (actualmente
sus templos, analizando el movimiento de las estrellas
en el Louvre), dedicado a una
para calcular el paso del tiempo y las estaciones con fines forma de Hathor asociada a la
que se identificaba con Orion. Uno de sus sobrenombres era «el que
Imágenes del cielo nocturno decoran varios templos y tumbas, con «relojes de estrellas»
de los decanos inscritos en sarcófagos y techos completos, adornados con imágenes sem-
bradas de estrellas de Nut en azul y oro. Durante épocas de tumultos, los egipcios creían
que los cielos se balanceaban al borde del caos, cuando «las estrellas oscurecían, los cielos
temblaban, la tierra se agitaba, y los planetas permanecían tranquilos». El cataclismo fi-
40 La burbuja cósmica
nal fue vivido en un tiempo en el que «las estrellas volcaron y quedaron cabeza abajo, sin
saber cómo volver a elevarse».
Los astrónomos egipcios identificaron cinco de los nueve planetas y los llamaron «las
estrellas que no tienen descanso» (que significa algo parecido a lo que indica el término
griego planetas, «errantes»). Creían que eran dioses que navegaban por el cielo. Tres de
los planetas se identificaban con Horus, cuya forma más antigua era un dios del cielo:
«Horus, que limita las Dos Tierras» (Júpiter); «Horus, toro del cielo» (Saturno); y «rojo
Horus» (Marte). Mercurio se asociaba al dios Set, y Venus era un dios varón, aclamado
como «dios de la mañana» y conocido también como la «estrella solitaria». El planeta se
vinculó en Los textos de las pirámides al solitario esplendor del rey difunto, «que mira ha-
cia abajo, a Osiris, que gobierna el mundo espiritual mientras permanece solo lejos de él».
SIRIO
fsY'/h
a cosmica
k A. A. ^ A ^ A ^ ^ A. A. • • • • • A • A. A. • • A • • V • A A A
ESTRELLAS NAVEGANTES
Los egipcios creían que los cielos estaban hechos de agua y que los dioses navegaban
por ellos. Al principio se creía que todos ellos —incluido el gran Ra— viajaban en sim-
ples barcazas de caña, naves comunes utilizadas para la caza y la pesca en el Nilo y
que a menudo aparecen pintadas en las escenas de las tumbas. Esta imagen dejó paso
pronto a la de una barca celestial, una nave majestuosa equipada con varios remos,
como las descubiertas cerca de la Gran Pirámide de Keops y en otras partes, más ade-
cuadas al estatus real y dotadas con poderes divinos. El dios sol viajaba por el cielo
durante el día en su «barca diurna», antes de desaparecer cuando descendía por el oes-
te hacia el inframundo y lo recorría en su «barca nocturna» (véase página 45). En su
recorrido las estrellas de la noche se impulsaban a sí mismas por las aguas nocturnas,
rogando al sol, cantándole este himno de oración, de El libro de los muertos:
M solares daban sustento a esa vida; por ello la adoración al sol inunda la literatura
egipcia: «Amor por ti, que llenas la tierra cuando tus rayos impregnan todo el paisaje; eres
el bienestar de todo y todos cuando apareces». £1 sol, al salir cada mañana, hacía que la tie-
rra centelleara como un brillante, y por ello era la divinidad dominante de Egipto y la su-
prema fuerza creadora, y como tal penetraba en los tres reinos: el cielo, la tierra y el duat.
trás de la montaña occidental de Manu, para proseguir su viaje por el inframundo duran-
te la noche. En este viaje el dios tema que combatir contra las incontables fuerzas del caos,
lideradas por Apoñs, que querían impedir que el Sol alcanzara el horizonte este de Bakhu.
Ayudaban a Ra en sus batallas las fuerzas de la luz y del orden representadas por los gran-
des dioses de Egipto y otros seres como EIu (autoridad), Sia (entendimiento) y Heka (ma-
gia). Todos navegaban por el duat en su barca con el sol junto al rey difunto y, en el Im-
perio medio, por las almas de todos los muertos benditos. Durante su viaje nocturno, el
dios sol era denominado «carne de Ra». El inframundo también era el reino de Osiris,
pero la existencia de dos gobernantes en el duat era posible si se combinaban las dos gran-
des divinidades. En lo más profundo de la oscuridad, cada dios infundía al otro sus pode-
EL PÁJARO BENU
Encontramos detalles del viaje nocturno del dios sol en tres importantes textos funera-
rios — E l libro de amduat, El libro de las cavernas y El libro de las puertas—, así c o m o en
las imágenes de las tumbas reales. Cada hora de la noche era considerada una región o
una caverna independiente, cada una de ellas con su propia puerta protegida por nume-
rosos semidioses y demonios. Para que R a y su divina comitiva (y los mortales difuntos
que llevaban a c a b o el mismo viaje) pudieran pasar por el inframundo de forma segura,
tenían que conocer a la perfección el nombre y los poderes de los guardianes. R a domina-
ba a estos guardias por el simple, aunque poderoso, acto de pronunciar sus nombres. Por
EL ESCARABAJO SAGRADO
como refleja el nombre Jepri («El que llegó a la vida»), fica pero con cabeza de escarabajo.
Shu separa a Nut, el cielo, y Geb, la tierra. Después de viajar a lo largo de la parte inferior del cuerpo de Nut
durante el día, el sol es tragado por la diosa todas las noches y pasa por su cuerpo con las esuellas, para volver
s. nacer al amanecer. El cielo rojo del alba representa la sangre de Nut al dar a luz al sol.
sométete y deja paso!» A medida que Ra iba pasando de una caverna a la siguiente, sus
enemigos eran asesinados sin piedad. La hija de Ra, el ojo, «clavó su arpón en Apofis», y
Set también era dibujado arponeando a la serpiente desde la proa de la barca nocturna.
Por último, a Apofis se le clavaban unos cuchillos, se hacían nudos con su cuerpo y se la
dejaba sin vista, sin olfato y sin oído. Al mismo tiempo, el difunto bendito que moraba en
el iníramundo era resucitado de noche por la luz del dios que otorgaba la vida.
Tras pasar con éxito por la duodécima y última puerta, Ra se preparaba para emerger
de nuevo al mundo. Adoptando la forma de Jepri, el escarabajo pelotero, era impulsado
hacia arriba en su barca por las aguas primigenias de Nun, mientras la diosa del cielo,
Nut, bajaba para darle apoyo, al tiempo que era ayudada, a su vez, desde el inframundo
por Osiris. No obstante, el dios sol aparece descrito con mayor frecuencia como renacido
directamente del útero de Nut, surgido entre la sangre del parto, representada por el color
rojo del cielo oriental al alba. La idea de que el dios sol viajaba a través del cuerpo de Nut
por la noche (véase la ilustración de la página 47) incorporaba el concepto de su viaje a
—• ^ r v w t t ^ w m ^ j g ^ y w p| rrenacimiento
e n a c J m i e n t o del
del sol
sol
través del duat, ya que los egipcios concebían el duat simultáneamente como tm infra-
mundo y como una región dentro del cuerpo del cielo nocturno.
El dios sol tenía tres formas principales, como determina claramente el siguiente texto:
«Soy Jepri por la mañana (véase el texto de la página 46), Ra al mediodía y Atón al atar-
decer». Sin embargo, los egipcios captaban cada aspecto de los poderes del sol a través de
una amplia variedad de dioses solares. El más supremo de ellos era Ra, cuyo nombre signi-
ficaba simplemente «sol». Las diosas eran denominadas «madre de Ra» para potenciar su
estatus, y los dioses se unían regularmente con él con el fin de aprovechar sus poderes. Así,
Amón se convertía en Amón-Ra, rey de dioses (véase páginas 52-57), y otras poderosas
sol se combinaba con su propio antiguo aspecto creador para representar el sol poniente.
El Ra naciente al alba podía combinarse también con Horajty, un aspecto del dios hal-
cón Horus («Horus del horizonte»), para dar lugar a Ra-Horajty. Otra forma de Horus
solar era Horemajet («Horus en el horizonte»). La Gran Esfinge de Gizeh, creada como
imagen del faraón Kefrén de la IV dinastía, fue posteriormente reinterpretada como ima-
gen de Horemajet, a cuyos pies cada nuevo faraón recibía las bendiciones del dios sol. De
vez en cuando todas las formas del dios sol se combinaban para producir la forma Ra-Ho-
rajty-Atón-Horus-Jepri.
El disco solar en el cielo fue denominado aten y era venerado como el medio por el que
la luz del sol entraba en el mundo. Durante la XVIII dinastía fue ascendido al nivel de di-
vinidad. Amenofis III (que reinó hacia 1390-1352 a. de C.) adoptó el sobrenombre de
«deslumbrante Aten» y construyó para Aten su propio templo en Heliópolis. Con el tiem-
po el sol fue adorado principalmente en esta forma y absorbió los títulos y atributos de
muchos otros dioses. Bajo el reinado de su hijo Amenofis IV (que reinó hacia 1352-1336 a.
de C.), que adoptó el nombre de Akhenatón («beneficioso para Aten»), Aten se convirtió
el que cada uno de los rayos se terminaba en una pequeña mano que sostenía un símbolo
ankh de vida. No obstante, Akhenatón adoró inicialmente a Aten como Ra-Horajty, y re-
presentaba a este dios, como Ra y Horus, como un hombre con cabeza de halcón.
48 La burbuja cósmica
X
Sores divinos adoran al sol naciente, representado como el disco solar o aten, que es el medio por el que el dios
sol repaite la luz y la vida en el mundo. Los egipcios creían que las almas de los reyes muertos se elevaban y se
unían al aten, lista imagen es un detalle del sarcófago del escriba real Nes-shutefnut, hacia el año .300 a. de C.
deroso clero fueron suprimidos por motivos políticos, y Osiris y su oscuro reino eran con-
siderados incompatibles con la teología de luz de Atón, las demás divinidades tradiciona-
les egipcias siguieron siendo veneradas. En un himno hallado en cinco tumbas en Amarna,
Horajty, Shu, Maat y Ra; además, uno de los propios títulos de Akhenatón, Neíerkherpe-
rure, contiene el nombre de los dioses solares Ra y Jepri. Amón fue reintroducido como
divinidad suprema de Egipto por Tutankamón, pero Aten siguió siendo adorado como un
SERES
DIVINOS
51
EL DIOS O C U L T O
C uando Egipto era la mayor potencia del mundo antiguo, Arnón era su principal
dios. Desde una función relativamente menos importante c o m o uno de los ocho
dioses creadores del Ogdoad (véase páginas 14-15), Amón evolucionó a través de un com-
inmenso templo de Karnak, en Tebas, la ciudad más grande de Egipto (véase texto en esta
misma página). Es mencionado por primera vez en Los textos de las pirámides, del Impe-
rio antiguo, en los que el difunto rey asciende para sentarse en el «trono de Amón», y apa-
rece también de vez en cuando en Los textos de los sarcófagos del Imperio medio.
¿s
KARNAK
Desde sus orígenes, que se remontan como mínimo al del faraón. Durante el Imperio nuevo los diversos reyes
Enpcrio medio, el templo de Amón en Karnak creció ampliaban y enriquecían asimismo el templo del dios al
para convertirse en el mayor y más rico centro religio- que atribuían el éxito de sus empresas. Tutmosis III
so del mundo antiguo. En ocasiones, el poder del influ- (que reinó hacia 1479-1425 a. de C.) registró las nu-
yente clero de Karnak entraba en conflicto con el poder merosas conquistas «ofrecidas a él por su padre
Amón» en el sexto de los diez grandes pilonos (muros
y puertas ceremoniales) de Karnak. El templo fue tam-
bién embellecido por su antecesora, Hatshepsut, que le-
vantó dos obeliscos de granito rojo y extremos dorados
ante el cuarto pilono «para su padre Amón», y los lla-
mó «Amón, grande en majestad».
fjnKjr ' it •
dioses» y «señor de los tronos de las Dos Tierras». Amón, que era presentado con forma hu-
mana y piel de color azul lapislázuli llevando una corona alta hecha de plumas, también po-
día ser representado por sus animales sagrados, el carnero y la oca. Igual que Amón Kamu-
tef («toro de su madre») aparece con aspecto de toro, mientras que como Amón Kem-Atef
(«el que ha completado su momento») adopta la forma de una serpiente. A pesar de sus
múltiples aspectos, Amón era un dios invisible —su nombre quizá significase «el oculto»—
y llegó a ser el único de todos los dioses que fue considerado irreconocible. No obstante, era
omnipresente y, según una inscripción, existía «en la atmósfera al final del cielo».
El culto a Amón se desarrolló en Tebas, y puesto que la ciudad real creció en importan-
cia, también lo hizo Amón, Kamalc y la teología vinculada a este dios. Sin embargo, Amón
era además un dios popular, al que la gente podía recurrir directamente más allá de la ado-
ración formal de los templos. Los grupos sociales más populares oraban con regularidad a
Amón, que es descrito en un papiro del Imperio nuevo como «Amón el compasivo, que es-
cucha a quienes lo llaman». Nebra, un obrero tebano, hizo una inscripción que decía:
«Amón-Ra, señor de los tronos de las Dos Tierras, cuando te llamo porque estoy afligido
acudes y me rescatas». En muchos sentidos, Amón era considerado una especie de pastor del
pueblo, que velaba por su gente aun cuando viajaba, con su aspecto de «Amón de los cami-
que el dios era también juez «Amón-Ra, que habla al corazón, que juzga al culpable».
El dios oculto 53
t Vr*»^ — ^ r r
L ^ ^ T C D T t T T i C ^ I v ü í y f r
De los registros que quedan sobre Amón, el más detallado se encuentra en El gran
himno a Amón, conservado en unos papiros de Tebas de la XVI11 dinastía. En él, el
clero tebano intenta expresar la auténtica esencia del dios que por definición estaba
oculto y fuera del alcance y la comprensión humanas. Se subraya su identificación con
otras divinidades, en particular con Ra, y se magnifica de tal manera su contribución
al mito de la creación que se convierte de hecho en el único creador del universo.
«¡Oración a Amón-Ra,
toro de lunu [Heliópolis],
jefe de todos los dioses,
el dios, bueno,
el más querido
que da la vida a todo!
Señor de la verdad,
padre de los dioses,
que creó hombres y animales,
señor de todo lo que existe,
que creó los árboles frutales,
que hizo los verdes pastos y da sustento al ganado,
que creó a los de arriba y a los de abajo.
El dios oculto 55
AJ J T 1\J J f iVjiyrX>o/r 1V>
¡Los dioses se postran a sus pies, rescata a quienes temen a sus opresores,
porque saben que es el señor, juzga entre el débil y el fuerte...
fuerte en apariencia!
¡Te adoro a ti, que creaste a los dioses, ¡Halcón en medio del horizonte,
levantaste el cielo y esparciste la tierra! señor de los silenciosos,
Despierta, Amón-Min, cuyo nombre es ocultado a sus hijos
señor de la eternidad, que creó la eternidad, en nombre de Amón,
el más venerado, que preside la Encada...! señor de la percepción,
en cuya boca reina la autoridad!
¡Señor de los rayos, que crea la luz,
al que todos los dioses veneran, Eres el único que creó cuanto existe,
que ofrece sus manos a quienes ama y el único que hizo todo lo que es,
y arroja a sus enemigos a las llamas! de cuyos dos ojos surgió la humanidad,
El escucha las plegarias de los prisioneros, de cuya boca nacieron los dioses.
es amable con quienes le llaman, El que hizo la hierba para el ganado,
56 Seres divinos
g r i f e
los árboles frutales para los humanos, ¡Todos te adoramos, a ti que te cansas
la comida para los peces del río por nosotros,
y para las aves que surcan el cielo; todos nos postramos ante ti que
él que da aliento a lo que hay en el huevo nos has creado!
y a las larvas de los gusanos, ¡"te venero", dicen todas las criaturas,
el que creó el alimento para los mosquitos, "te venero", dicen todos los desiertos,
para los gusanos y las moscas, hasta lo más alto del cielo,
para los ratones en sus madrigueras hasta los confines de la tierra,
y para los pájaros en sus árboles. hasta las profundidades del gran mar
El dios oculto 57
» j r i\j iv> iv_>
OSIRIS, SEÑOR DE LA VIDA
a historia de Osiris e Isis posiblemente sea la más importante leyenda egipcia. Em-
L pieza con la creación del universo y finaliza con la invención de la momificación, en-
tretejiendo diferentes hebras del mito a fin de explicar la condición humana y la existen-
interacción de los mundos humano y divino y la sucesión de cada faraón en línea descen-
dente desde los dioses. La historia puede remontarse hasta el mito de la creación de He-
liópolis (véase páginas 10-13), que el clero del dios sol adaptó con habilidad para incluir
Siguiendo los dramáticos comienzos del mundo, los hijos del dios sol, Shu y Tefnut, tu-
vieron a Geb y Nut, que a su vez tuvieron a Osiris, Isis, Set y Neftis. Nacido cerca de Men-
fis, Osiris (Woser en egipcio) era el mayor de cuatro hermanos, y heredó el reino de la tie-
Seres divinos
reticentes a la hora de describir la muerte, y dicen que Osiris cayó de lado o se ahogó. Sin
embargo, según la versión grecorromana de Plutarco (siglo II d. de C.), Set engañó a Osi-
ris para que probara un nuevo sarcófago. Una vez Osiris estaba en su interior, Set selló la
tapa y lanzó el sarcófago al Kilo. De este modo se ahogó Osiris por la acción de su her-
mano y la muerte entró en el mundo. Según Los textos de los sarcófagos, la muerte de Osi-
Isis recuperó el cuerpo, pero Set se hizo de nuevo con él, lo desmembró y repartió las di-
ferentes partes por Egipto —lo cual explica que Osiris tenga tantos templos , de los que se
afirma que están situados donde se encontró alguna parte del cuerpo del dios—. De Abydos
se dice que está donde se enterró la cabeza; Athribis, el corazón; y Sebennytos, EcLfú y Biga,
las piernas. Herakleópolis, a su vez, pretende tener la cabeza, las piernas y los costados.
EL SEÑOR DE LA FERTILIDAD
Isis se mantiene inmóvil, en forma de milano, sobre el cuerpo embalsamado de Osiris. Con sus alas lo abanica
para darle el «aliento de la vida», y devolverlo a ésta el tiempo suficiente para concebir a su hijo Horus.
U n aspecto sorprendente de la historia de Osiris e Isis es ver como Osiris maestra una
actitud tan pasiva mientras Isis asume un papel activo, devolviendo la vida me-
diante la magia a su hermano y difunto marido. Los egipcios veneraban a Osiris por ha-
cer posible la vida tras la muerte, pero se sentían intimidados por la diosa que poseía el
poder de resucitar a los muertos. De Isis, que era conocida como «señora de la magia» y
«la de lengua sabia cuya palabra nunca fracasa», se decía que era «más poderosa que un
millar de soldados» y «más inteligente que un millón de dioses». Su nombre («Aset» en
egipcio) significaba «trono», que era el símbolo que llevaba como signo de poder.
Tras la muerte de Osiris a manos de Set, Isis compuso de nuevo el cuerpo de su esposo
(véase página 60) y con su magia le devolvió la vida. Adoptando la forma de un ave de
presa (un milano) y «acabando con la inercia de su cuerpo» como afirma el gran himno a
Osiris, concibió a Horus. Para ocultarlo a Set, Isis llevó al niño hasta un lugar muy aleja-
do en las marismas del delta y lo crió «en soledad, en una morada por nadie conocida»
(gran himno a Osiris). Burlando a Set mediante una poderosa combinación de ingenio y
magia, educó a Horus hasta que alcanzó la edad adulta para que pudiera vengar la muer-
te de su padre y reclamar el trono que le pertenecía por derecho (véase páginas 64-67).
Seres divinos
L uTF C s f K j K^ff T V j c T r i G i T r I V J Í T F I V J U T r
Isis era considerada por los egipcios el arquetipo de la figura materna, e incontables ge-
neraciones de mujeres egipcias le rindieron adoración para que cuidara de sus hijos. Como
madre de Horus, que se volcó en él, Isis era también la divina madre de todos los reyes,
que a su vez se identificaban con Horus. Al final, los poderes atribuidos a la diosa eran tan
grandes que en la época romana Isis había llegado a ser considerada la más poderosa de
todas las diosas egipcias. Su culto se extendió más allá de Egipto, hasta el punto de que se
desarrolló en tres conrinentes. Isis se disputó la popularidad con el Cristianismo, pero al
final triunfó la nueva religión. Sin embargo, el último templo de Isis, en Philae, en la zona
más meridional de Egipto, seguía activo a finales del año 535 d. de C. —un siglo y medio
después de que los romanos hubieron decretado el cierre de todos los centros de culto no
cristiano—. Se ha apuntado que la imagen cristiana de la Virgen con el Niño quizá derive
de las últimas representaciones egipcias de Isis dando de mamar a Horus.
ISIS Y NEFTIS
Isis y su fiel hermana Neftis eran veneradas como pro- Un texto posterior, Lamentaciones de Isis y Neftis,
tectoras de los muertos y regeneradoras de vida, y solían fue recitado como parte de unos rituales funerarios se-
aparecer representadas en los sarcófagos: Isis a los pies cretos por dos sacerdotisas que asumían el papel de las
del difunto y Neftis en la cabeza. Aunque generalmen- diosas en la historia de Osiris. Lsis declara: «¡Los dioses
te eran representadas con aspecto humano, también y los hombres te han buscado, han llorado juntos por
podían aparecer como milanos o figuras femeninas con ti! Mientras puedo ver te llamo, gritando hasta los cie-
alas, con las que daban sombra y protegían a su her- los, pero tú no me oyes. Sin embargo, soy tu hermana,
mano Osiris una vez vuelto a la vida. La protección de a la que amabas en la Tierra... Sólo me amabas a mí, tu
estas dos diosas era importante para el rey difunto, hermana». Neftis replica: «¡Buen rey, regresa a casa y
identificado con Osiris, hasta el punto de que Los tex- sé feliz! Todos tus enemigos se han marchado, tus dos
tos de Lis pirámides exhortan al monarca fallecido: hermanas están a tu lado, guardan tu sarcófago y te
«¡Levántate como Osiris! Isis te toma del brazo, Osiris, aclaman con sus lágrimas. Soy Neftis, tu amada her-
y Neftis te coge de la mano. Camina entre ambas». mana, estoy contigo, te protegeré toda la eternidad».
H orus es una ele las divinidades egipcias más importantes y complejas. Este dios hal-
cón es aclamado como «señor del firmamento», cuyas alas abarcan hasta los con-
fines de los cielos. Su nombre (Har u H o r en egipcio) parece derivar del concepto de estar
«alto» o «lejos». En sus formas Horajty («Horus del horizonte») y Horemajet («Horus en
Halcón») en el Alto Egipto y en Letópolis en el delta. Desde los albores de la historia egip-
cia, Horus simbolizó la naturaleza divina de la realeza, y todos los faraones que se suce-
EL OJO DE HORUS
Después de que Set sacara los ojos a Horus, éstos fue- rístico del ojo de Horus combina las marcas del ojo del
ron devueltos a su sitio, según la mayoría de versiones, halcón, con una línea de cosmética extendida del tipo
por la diosa Hathor. El ojo de Horus —se suele citar en de la que aplicaban los egipcios con pintura de ojos de
singular— simboliza el proceso de kohl o de malaquita, que era verde y simboli-
curación y el concepto de hacer zaba la vida nueva. El ojo de Horus
que algo vuelva a ser completo y era de una fuerza tal que tenía su pro-
perfecto (el nombre egipcio para pio clero.
«ojo» es wedjat o ndjat, que signi- En algunos mitos, los ojos de Ho-
fica «sano, completo»). Los ojos, wedjat, rus representan el sol y la luna, le-
eran considerados amuletos poderosos y vantados por el cielo por el gran
con ellos se adornaba, en forma de joyas, el dios halcón. Como dios lunar, Tot
cuello y la muñeca tanto de los muertos como puede aparecer sosteniendo el ojo iz-
de los vivos. Aparecen a ambos lados de los sarcófagos quierdo de Horus (la Luna). Se decía que el ojo izquier-
del Imperio medio para que protejan a! fallecido y para do había quedado más dañado que el derecho, lo cual
permitir que éste o ésta pueda ver. El contorno caracte- explicaría que el Sol brillase más que la Luna.
dieron eran aclamados como «Horus en vida», mientras que sus prede-
cesores muertos eran identificados con Osiris, el padre de Horus.
Tras educar a Horus en el delta, Isis lo llevó ante un tribunal divino
liderado por el dios Geb. El tribunal dio la bienvenida a Horus y deci-
dió que el trono, usurpado por Set, era de aquél por derecho. La teo-
logía menfita (véase página 17) apunta que los dioses decretaron ini-
cialmente que Horus y Set debían compartir el reino, pero esta
solución fracasó, por lo que finalmente se decantaron a favor de Ho-
rus. No obstante, Set no cedió el poder sin antes luchar, y la disputa entre
los dos dioses fue relatada en un registro brillante y muy violento de la
era ramésida (XIX y X X dinastías) conocido como Las contiendas de
Horus y Set. En esta versión, el tribunal divino estaba liderado por el
dios sol Ra, que prefirió a Set, «de mayor edad y experiencia y gran-
de en fuerza», antes que al joven Horus. Tot escribió a la creadora dio-
sa Neit para pedirle su consejo y ésta contestó enfadada que si no se le daba el
trono a Horus pensaba hacer que el cielo se derrumbara. Sin embargo, Ra siguió teniendo
sus dudas y pidió a Horus y a Set que abogasen a su favor ante el divino tribunal.
La hábil defensa de Isis «lengua sabia» hizo que su hijo se ganase las simpatías, y que
Set se enfadara tanto que amenazó con matar un dios cada día a menos que se expulsase
a Isis del tribunal. Así lo hicieron, pero Isis regresó disfrazada y, mediante un ardid, con-
siguió que Set condenara la usurpación del trono ante todo el tribunal.
Sin embargo, la contienda continuó. Más tarde, Isis vio que Set sufría y se apiadó de él,
lo que hizo que Horus se pusiera hecho una furia, la decapitase con su cuchillo y huyera
al desierto. Al despertar la ira de los dioses, y sin su madre para protegerlo, Horus fue pre-
sa fácil de Set, que le atacó y le arrancó los ojos —aunque no antes de que Horus hubiera
cortado los testículos de Set—. Tot volvió a poner en su lugar la cabeza de Isis mientras
~~ Horus y Set 65
\_> c T T t v j t ^ f Tv_» \jr iv_»
Los dioses Horus (a la izquierda) y Anubis saludan al alma
del difunto faraón en esta escena de la tumba del rey Ranises I
(que reinó hacia 1292-1290 a. de C.) que se halla en el Valle
de los Reyes. El dios Horus con cabeza de halcón lleva la
doble corona, lo que representaba la unión de las Dos
Tierras de Egipto.
tomase en sus manos semen de Set. Tras el ataque, Horus dio el semen a su madre, que lo
lanzó a una zanja. Entonces tomó un poco del semen de Horus y lo esparció por las plan-
Set anunció al tribunal que ha «llevado a cabo un acto de hombre» con Horus y exigió
el trono. La Enéada se rio de Horus y estuvo a punto de declarar a favor de Set cuando
Horus pidió a Tot que arbitrase buscando el semen de cada uno de los dos dioses. Para
sorpresa de Set, su semen fue hallado en una zanja, mientras el de Horus estaba dentro de
Set. El tribunal denunció a Set por afeminado y lo declaró inhábil para gobernar.
A pesar de la humillación sufrida, Set se negó a rendirse y retó a Horus a una carrera
con barcos de piedra. Horus venció porque enmascaró su barca de madera para que pa-
contra la barca de Horus. Este estuvo a punto de arponear a su rival cuando los dioses in-
Mientras tanto, Tot escribió a Osiris, que se decantaba evidentemente a favor de su hijo
y amenazó con provocar un cataclismo que lo hundiría todo al inframundo, incluidos los
dioses, si no se le concedía el trono a Horus. Al final, el tribunal divino decidió por una-
nimidad que Horus debía ser el rey. Tras ocho décadas de conflicto, Set fue finalmente de-
El inexperto y joven dios llegó a ser pronto un gran rey, aclamado como «el de fuerte
brazo, Horus, señor de la acción». Eue el modelo mítico seguido por rodos los reyes, y sus
los primeros faraones semimíticos. La derrota final de Set simbolizaba el triunfo del orden
por encima del caos. En toda la historia egipcia, el faraón —el Horus en vida— fue repre-
sentado golpeando a sus enemigos o arponeando bestias salvajes vinculadas a Set, como
Horus en Edfú, donde el ritual arponeo de Ser era representado teatralmente como drama
SET, EL PODEROSO
Horus y Set 67
A J C/f IVJ r j f tJl IKJ K^sf I V j <^7F TV_J>
LAS HIJAS DE RA
na gran cantidad de diosas podía presentarse como descendiente del gran dios sol.
a la que el dios creador dio vida al principio de los tiempos para lograr la estabilidad de
las obras del universo (véase página 19). Vital para la existencia de Ra era su hija Hathor
que lo protegía y estaba presente en su gran barca solar, «el hermoso rostro en la barca de
los millones». Originariamente conocida como Bat, Hathor solía asociarse a una vaca,
y apareció por primera vez con su forma bovina en la época predinástica. Hathor era
representada con frecuencia como una mujer cubierta con una corona de
cuernos de vaca, con el disco solar colocado entre éstos para reflejar la
!l i -1
relación con su padre Ra y su papel como «señora del cielo». Se ha-
ll |
cía referencia a ella como una diosa del amor, la belleza y los place-
no, por ello Hathor comparte con Isis su papel como madre de
Las hijas de Ra 69
D* I V » T27F ivI7 Z7T i v 7 ZJf
como protectoras de sus regios esposos. Tiy, la formidable consorte del gran Amenofís LH
(que reinó hacia 1391-1354 a. de C.), era representada como una fiera leona que pisoteaba
a los enemigos de su marido, y los logros militares de la reina Ahhotep (hacia 1590-1530 a.
de C.) fueron tan grandes que se dijo de ella que debería «unirse a los miembros de Sejmet».
Sejmet era considerada la consorte del dios creador Ptah, y como a el también se la aso-
ciaba a la antigua capital de Menfis, en el Bajo Egipto. Su vínculo regional a la corona roja
quedaba reflejado en su sobrenombre «señora del lino rojo», que también hacía referencia
a la sangre de los enemigos a los que había matado. Sejmet era la portadora de la pestilen-
cia, y sus sacerdotes hacían por tanto de doctores. Ella viajaba por el cielo en la barca de
Ra, ayudándole a rechazar a sus enemigos durante su viaje nocturno por el inframundo.
El mismo simbolismo leonino podría aplicarse a Tefnut, diosa del rocío y la humedad,
que fue creada junto a su hermano gemelo Shu por el dios sol, según el mito solar de la
EL LEÓN EN NUBIA
En la forma leonina de Tefnut, el «ojo de Ra» es el pro- regresara hasta él, pero nadie osaba utilizar la fuerza
tagonista de un mito que se ha conservado en un papiro contra ella. Por ello, Shu, su hermano mellizo y compa-
posterior. Tras discutir con su padre, el dios sol, por los ñero, fue enviado como mensajero de Ra, con el nombre
intentos que realizaba éste para poner freno a sus pode- de Onuris, que significa <-el que devuelve a la que se ale-
res (véase páginas 12-13), el volátil jó». Para facilitar su viaje de regreso, el dios Tot se la ganó
«ojo» dejó Egipto y viajó hacia el sur, entreteniéndola mientras le contaba historias, y cuando
a Nubia, donde vivió un exilio que él llegó a Egipto su ira se había reducido hasta el punto que
mismo se impuso. la furiosa leona se había
Las hijas de Ra 71
Hipopótamo de loza azul que data del Imperio medio.
A Neit (véase página 17) se le atribuye la introducción del actual método de nacimien-
to. Era una diosa nodriza, siempre dispuesta a dar apoyo a su divina descendencia. En Las
lamentaciones de Isis y Neftis, ésta le dice a su hermano Osiris que acuda «a ver a su ma-
dre Neit, a sus desbordantes pechos».
La diosa tebana Mut también desempeña un papel maternal destacado, nada sorpren-
dente si tenemos en cuenta que su nombre significaba «madre». Un texto sagrado poste-
rior la describe como «la madre de las madres, de la que nacieron todos los dioses», y era
considerada otra de las madres divinas del rey. Como consorte de Amón, Mut era la ma-
dre de Jonsu, y los templos de ambos formaban parte del complejo sagrado de Amón, en
Karnak.
día presentarse asimismo con el aspecto bovino de la «gran vaca blanca que reside en Ne-
jeb con las dos altas plumas y las dos repletas ubres».
Otras diosas que tuvieron un papel significativo en el proceso del nacimiento fueron
Taueret, la diosa hipopótamo cuyo nombre significaba «la grande», y su homólogo mas-
culino, el dios enano Bes (en ocasiones se hace referencia a él en su forma femenina como
Beset). Su aterradora apariencia, junto con los cuchillos y amuletos que portan, ahuyen-
taba de la casa a las fuerzas del mal y protegían a las mujeres durante el difícil y a menu-
do peligroso proceso del alumbramiento. Eran tan efectivos sus poderes que las mujeres
embarazadas llevaban pequeños amuletos de Taueret y Bes durante este difícil periodo, y
se colocaban imágenes de las diosas en los santuarios domésticos. Los amuletos también
R I T U A L E S DE NACIMIENTO
Las hijas de Ra 73
íJf I V » K^/f T V j t / T X » K j «_/r iv_»
ESPÍRITUS ANIMALES
L a mayor parte de las divinidades egipcias eran asociadas al menos a un animal y casi
todas podían ser representadas como un animal o con forma antropomorfa pero con
rasgos animales. Los animales vinculados a una divinidad aparecían en los actos de ado-
ración a ésta, pero no eran objeto de veneración en sí —eran reverenciados como mani-
festaciones de la divinidad o como encarnación divina—. Las criaturas asociadas a ios dio-
ses iban desde pájaros, felinos y ganado hasta reptiles, peces e incluso insectos.
del Valle del Nilo ya pintaban los animales que cazaban, domesticaban y, finalmente, ve-
Tal vez sean los gatos ios animales más fa- río, multitudes de hombres y mujeres juntos en
miliares que se asocian al culto egipcio. Si cada barco. Algunas mujeres hacen ruido con
bien el dios sol Ra adoptaría la forma del campanillas, otras tocan el oboe mientras el res-
Gran gato solar, las criaturas solían asociar- to de mujeres y los hombres cantan y dan pal-
se a su hija Bastet, que fue inicialménte vene- madas. Durante todo el trayecto hasta Bubas-
rada bajo la forma de un león pero que alcan- tis, cada vez que llegan a un pueblo, acercan
zó su mayor popularidad como diosa gato. Su su barco a la orilla. Algunas mujeres se
centro religioso de Bu bastís en el delta consi- burlan a gritos de las del pueblo, mien-
guió gran notoriedad por sus escandalosos pe- tras otras bailan ¡y otras se levantan y
regrinos, que sorprendieron enormemente al es- enseñan sus cuerpos! Por otra par-
critor griego Herodoto cuando visitó Egipto en te, cuando llegan a Bubastis cele-
el siglo V a. de C. Herodoto redactó una descrip- bran una gran fiesta, y beben más
ción del festival de Bastet en su obra Historias: vino en este festival del que beben
«Cuando la gente viaja a Bubastis van por el en todo el año».
cielos —en especial las aves de presa—, planeando a gran altura, mientras escrutaban el
suelo con sus ojos. El ave más importante era el halcón, representación de Ra y Horus,
mientras Isis y Neftis solían identificarse con milanos y aparecían con las alas de ésta (véa-
se páginas 62-63). La enorme envergadura de las alas de la diosa buitre Nejbet protegían al
rey, que podía llevar una cabeza de Nejbet en su corona junto a la cobra (uraeus). El plu-
maje se incorporaba al traje real y el dibujo de alas y plumas también cubría los sarcófagos.
Entre las aves acuáticas del Nilo, el ibis guardaba relación con Tot y la garza real llegó
a identificarse con el pájaro benu de Ra (véase página 45). Las ocas tenían relación con
dos de los dioses más poderosos, Geb y Amón. En este creativo aspecto, Amón era aso-
ciado al «gran graznador», la oca primigenia, cuyo grito fue el primer sonido del univer-
Gatos y grandes felinos eran una fuente de inspiración, asociados a Bastet (véase página
anterior) y Sejmet (véase páginas 69-70), cuyas formas regionales incluían Pajet («araña-
dor»). Tanto Shu como Tefnut podían ser representados como un par de leones, como tam-
bién podía serlo el dios tierra Aker (véase página 29). Los leones habitaban en lugares de-
sérticos y por ello eran considerados los guardianes del sol en los horizontes este y oeste.
El poder de las fieras también era reflejado por los cocodrilos, que en una época prolife-
raron en el Nilo (véase texto de la página siguiente). Elasta los peces eran considerados ani-
Espíritus animales 75
1 V U H 7 F TV_»
males portadores de la esencia divina. En un registro se apuntaba, por ejemplo, que el pez
oxirrinco se había tragado el falo de Osiris cuando fue lanzado al río por Set. Hatmehyr
(«líder de los peces») era una diosa pez venerada en Mendes, en el delta. Por otra parte, un
pez sagrado para Hathor era la tilapia, cuya costumbre de ocultar a sus crías en su boca
para protegerlas y escupirlas luego simbolizaba la regeneración. La diosa rana Heket era
una diosa del parto por razones semejantes —la gran cantidad de crías que tienen las ranas.
Las serpientes podían representar tanto el orden como el caos. La encarnación del mal era
la terrorífica serpiente Apofis, que moraba en el iníramundo y tenía posibilidades de devo-
rar al dios sol en su viaje nocturno. Sin embargo, cuatro de las diosas creadoras del Ogdoad
adoptaron la forma de una serpiente, y dioses tales como Amón Kematef, Osiris y Hathor
también podían aparecer a veces en forma de serpiente. El dios serpiente Nehebkau y las dio-
sas serpientes LTadyet, Renenutet y Meretseger también eran divinidades protectoras.
Al igual que las vacas eran asociadas a las poderosas diosas para hacer hincapié en sus
funciones nutrientes (véase páginas 68-70), los toros eran reía-
los a los dioses masculinos. Los toros vivos eran el
ntro de tres importantes cultos, en los que cada
mimal era seleccionado en función de las caracte-
rísticas que lo distinguían como criatura que con-
tenía el espíritu (ha) de un dios. El toro Apis de
Menfis se vinculaba a Ptah; el toro Buehis de Ar-
mant, a Montu; y el toro Mnevis de Heliópolis,
a Ra. Como símbolos de virilidad, los toros eran
relacionados con dioses fálicos como Amón v
Por otra parte, las divinidades caninas incluían a los dioses chacales Anubis (Anpu),
guardián de los sepulcros, y Wepwawet («abridor de caminos»), vinculado a Osiris. Los
perros eran utilizados para cazar y como animales de compañía, igual que los gatos. Se lle-
gó a momificar a las mascotas que fueron embalsamadas con el fin de «capturar el espíri-
tu» del animal y ofrecerlo al dios al que estaba asociado. Una gran cantidad de animales
fueron momificados con este objetivo, incluyendo cocodrilos, leones, ratas, buitres, ibis,
cobras e, incluso, escarabajos. Se ha encontrado casi un millón de momias de halcones, ibis
y gatos —y prácticamente otro millón fue destruido para servir de fertilizante y combusti-
ble—, y todavía no se ha hallado un cementerio de leones momificados que se sabe que
está bajo las arenas de Menfis. Animales como los toros Apis fallecían de muerte natural,
pero muestras recientes han revelado que los gatos eran a veces estrangulados por encargo
—algo sorprendente, dado el cariño que sentían por ellos.
COCODRILOS
Actualmente extinguidos en Egipto debido a las modi- dios declara: «Yo soy Sobek, que arrasa con violencia»,
ficaciones de su habitat provocadas por la presa de y en él aparecen fórmulas para proteger a los difuntos
Asuán, los cocodrilos eran algo habitual en el Nilo en de los «cocodrilos que comen muertos y vivos con ma-
la Anrigüedad, cuando aparecían personalizados por el gia». En Kom Ombo en el Alto Egipto y Cocodrilópo-
temible dios Sobek. La habilidad del cocodrilo para sa- lis en el Fayum, los cocodrilos sagrados para Sobek vi-
lir repentinamente fuera del agua y atacar a sus presas vían en estanques atendidos por el clero del dios.
se relacionó con el poder del rey, como se expresa en
Los textos de las pirámides: «El rey emerge de la
inundación primigenia. Es Sobek "el ver-
de", siempre vigilante, con los ojos bien
—" de los -muertos,
abiertos». En El libro - • el
Espíritus animales 77
c; IV» ÍVjcA IVJ L>f 1V>
EL DIOS VIVIENTE
cupando una posición única en el universo egipcio estaba el rey, o faraón (término
O griego derivado del egipcio per wer, que significa «gran casa» o «palacio», que se
utilizó luego para hacer referencia a su morador). Desde los inicios de la historia egipcia,
el rey —o, a veces, la reina— fue considerado el representante de los dioses en la tierra y
su intermediario divino. Los egipcios creían que la realeza había existido desde siempre.
En Los textos de las pirámides se describe al rey como un dios primigenio «nacido de las
aguas de Nun antes de que hubiera cielo, antes de que hubiera tierra y montañas».
la madre o el padre del faraón. Ya en el Imperio antiguo se hacía referencia al rey como
«hijo de Ra» (Sa Ra). En la historia más antigua que habla de la divina concepción del rey,
se dice que Ra era el padre del primero de los tres reyes de la V dinastía, adoptando la for-
ma del padre mortal, el marido de Rudedet (véase texto de la página siguiente). La poste-
rior fusión de Amón con el antiguo dios sol hizo que Amón Ra fuera considerado el ver-
dadero padre de todos los faraones, y por ello hay una gran cantidad de versiones del
ta la forma física del rey viviente. Parece ser que de este modo el dios
Amenofis III, cuyo reinado que duró 37 años es considerado por muchos el momento
cumbre de la antigua civilización egipcia. En eJ registro de su concepción divina narrado y
representado en las paredes del templo de Luxor, el dios Amón Ra adopta el aspecto del
padre del rey, Tutmosis IV, y se acerca a su madre, Mutemuia, mientras duerme.
de forma que servían de constante apoyo a su origen divino. Los títulos reales estándar
eran cinco nombres, cuatro de los cuales remitían a las divinidades Ra, Horus y las «dos
damas», Uadyet y Nejbet. El sobrenombre «hijo de Ra», que iba siempre antes del nom-
bre de nacimiento (nomen), se convertía en «hija de Ra» (Sat Ra) en el caso de los farao-
En el equilibrado mundo de los egipcios, sólo mediante la intervención del rey, inter-
mediario entre los mundos divino y humano, el orden podía triunfar por encima de las
fuerzas del caos. Esto explica la frecuente representación del rey golpeando a los enemi-
gos, cazando animales salvajes y ofreciendo una figura de Maat, diosa de la verdad, a los
dioses para demostrarles que mantenía la justicia en la tierra en nombre de ellos. El rey era
La idea de que el rey era concebido por un dios que Isis delante, Neftis detrás y las otras dos dando su apo-
adoptaba la forma de padre mortal se repire en toda la yo, Rudedet dio a luz a tres hermanos idénticos y sa-
historia egipcia. El papiro Westcar, un documento del nos. Rawoser estaba tan encantado que ofreció a las
Imperio medio que actualmente está en Berlín, nos diosas un saco de cebada «como pago para cerveza».
cuenta cómo Userkaf, Sahure y Neferirkara, los prime-
ros reyes de la V dinastía, fueron engendrados por Ra,
que imitó el aspecto de Rawoser, marido de Rudedet.
Cuando se complicó el parto, Ra envió a Isis, Nefrís,
Mesjenet y Heket para que ayudaran a nacer a los tres
niños «que un día asumirían el reinado de todo el terri-
rorio». Las diosas salieron disfrazadas de bailarinas iti-
nerantes, con el dios Khnum portando el equipaje. En
casa de Rudedet, encontraron a Rawoser con un ata-
que de pánico al ver sufrir a su esposa. Lo dejaron fue-
ra y se encerraron en la habitación con Rudedet. Con
El Dios viviente 79
Cuatro cobras uraeus cloradas y con incrustaciones de lapislázuli se levantan para proteger la parte
posterior del trono de Tutankamón. La cobra representa a Uadyet, diosa del Bajo Egipto y homologa de
Nejbet, diosa buitre del Airo Egipto. En los títulos reales, son denominadas las «dos damas».
el sumo sacerdote de todos los templos de Egipto, función que en gran parte delegaba en
otros. No obstante, había muchos rituales y ceremonias del templo que estaban vincula-
das a la realeza y que tenía que realizar en persona. Por tanto, el rey tenía que conocer muy
bien el protocolo del templo y comprender el gran cuerpo de conocimientos esotéricos ne-
cesarios para realizar los rituales secretos. Un texto de Luxor describe el papel de Ameno-
fis III como sumo sacerdote de Ra durante los rituales de saludo al sol naciente: «El rey-
sabe las palabras secretas de las almas del este cuando adora a Ra, al levantarse por la ma-
ñana. Sabe las imágenes secretas, sabe las fórmulas secretas, sabe el lugar en el que se pro-
nuncian, conoce las palabras habladas por quienes tiran de la barca del "morador del ho-
rizonte"; conoce las manifestaciones del dios sol y todas sus formas».
Unos mil años antes, el rey era visto más c o m o un sirviente de los dioses que como su
igual en la tierra, como puede leerse en la siguiente descripción que hace el rey Unas en
Los textos de Jas pirámides: «Unas es el administrador del dios, detrás de la mansión de
Ra; Unas se agacha ante él y abre sus cajas; Unas retira el sello de sus decretos y despa-
chos; Unas hace lo que se le dice». No obstante, también queda claro por el denominado
Himno del caníbal, en alguna otra parte de Los textos de las pirámides, que el rey obtenía
fuerza de los dioses al comerlos, tal vez refiriéndose a una época muy posterior en la que
existían dichos rituales sangrientos: «Unas come hombres y se alimenta de dioses. Se cor-
tan para él sus gargantas, se arrancan para él sus entrañas que son sacadas para él y pre-
paradas en sus cocinas. Unas devora su magia... y nada puede herirlo, porque ha engulli-
Como hijo de los dioses, el rey podía invo- formada por Isis y Neftis, mientras que las dos dio-
car a todo tipo de divinidades para que sal- sas guerreras sirias Anat y Astarte protegían al rey
vaguardaran su regia persona. Tutmosis III en combate —una función que solía concederse al
se remitió en sus anales a Amón, Ra, Ho- feroz Sejmet y la diosa madre Neit «quien pone
ra jtv, Uadyct, Isis y Neftis, mientras que a todas las personas de la tierra bajo los pies del
Ramsés II puso su fe en Ra, Montu, Set, faraón».
Baal, Atón y Amón. Entre sus protectores Tras su muerte, el rey pasaba a
hay todo un abanico de poderosas diosas. ser protegido por numerosas diosas
Nejbet y Uadyet, las divinidades patro- guardianas, entre las que se encon-
nas del /Vito y el Bajo Egipto, aparecen en traban sus «hermanas» Isis y Nef-
la parte frontal de los tocados y de las co- tis, que descendían para ayudarlo
ronas reales como buitre y cobra para en su viaje final; Hathor, que lo
proteger al faraón de sus enemigos (véase envolvía consigo misma; y Nut,
ilustración de la página anterior y de la que protegía el cuerpo del
página 37). Otra pareja protectora era la rey con el suyo propio.
El dios viviente 81
vj J T TvJ J f
LA DANZA DEL REY j
Los egipcios creían que «las canciones, el baile y el incienso eran el alimento de los
dioses». Estos tres elementos formaban parte de los rituales que el rey llevaba a cabo
en honor a los dioses y las diosas, y esto era especialmente cierto para Hathor, patro-
na de la música y de la danza. Un himno hallado en su templo de Dendera describe
cómo el rey bailaba y cantaba para la diosa, blandiendo un sistrum dorado (véase ilus-
tración de la página 102) y notoriamente adornado con ropajes hathóricos. incluyen-
do el característico collar denominado menati
Su corazón es puro,
no hay maldad en su cuerpo.
¡Hathor, mira su danza,
observa sus saltos!
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MISTERIOS
DEL
TEMPLO
E
templo era el punto de confluen-
l
cia de los mundos humano y
divino, el lugar en el que las diosas y los
dioses egipcios dirigían sus poderes a la
tierra a cambio del ciclo de ritos y
ofrendas. El templo, una combinación
de iglesia, ayuntamiento, colegio, bi-
blioteca y clínica, daba trabajo a un cle-
ro formado por hombres y mujeres que
podían dedicarse a ser escribas, músi-
cos o alguna otra especialidad. Sin em-
bargo, sólo el clero podía penetrar en
sus estancias más profundas, donde se
ocultaban los misterios más sagrados.
EL HOGAR DE LOS DIOSES
n templo egipcio era denominado per netcher, que significa «hogar de dios», en re-
U ferencia al espíritu divino que residía dentro de la estatua de culto del santuario más
interior. En torno a este santuario, el templo constituía el escenario en el que se realizaban
los rituales cotidianos para regular el funcionamiento del universo. Muchos rituales in-
cluían procesiones, por lo que la mayoría de los templos seguían un eje longitudinal. Mu-
chos se alineaban de este a oeste, siguiendo el recorrido diario del sol.
Como centro del poder divino, cada templo era considerado la materialización del lu-
gar en el que se produjo la creación inicial del mundo. Un propósito ritual dictaba su ar-
quitectura, y los rituales diarios que realizaban una nueva representación de la creación
del universo eran ampliamente potenciados con numerosos «efectos especiales» arquitec-
tónicos. Los patios abiertos conducían hasta diferentes cámaras cada vez más oscuras y
más pequeñas, en las que subía el nivel de los suelos y disminuía el de Jos techos, así como
la anchura de las puertas, que se reducía a medida que uno se iba acercando al santuario
ase página 11), un simbolismo potenciado por la manera en la que algunos templos eran
diseñados, para evitar que las inundaciones del Nilo encharcaran ciertas zonas.
Todas las zonas del templo estaban decoradas con imágenes y textos. En los muros ex-
teriores el rey aparecía destruyendo a los enemigos de Egipto con la ayuda de los dioses. En
las paredes interiores se mostraban escenas más tranquilas y solemnes en las que el rey pre-
sidía un mundo en orden y honraba a los divinos protectores de Egipto. En su época todas
las superficies debían estar pintadas con brillantes colores y presentaban incrustaciones de
una gran variedad de materiales preciosos, a fin de añadir fuerza mágica a las escenas.
El gran centro de culto de Amón, en Karnak (Ipet-sut) suele ser considerado el templo
egipcio clásico. Fue creado el año 2000 a. de C., cuando los reyes tebanos de principios del
RITUALES DE FUNDACIÓN
todos los gobernantes de Egipto ampliaron el templo. El eje principal iba en dirección oes-
te desde el santuario que contenía la estatua de culto de Amón hasta el Nilo, una vía pro-
cesional por la que era trasladada la estatua. Un segundo eje, en dirección sur, conectaba el
eje de Amón con el templo de su consorte Mut. Un tercer templo honraba a su hijo Jonsu.
A lo largo de cada eje del templo se levantaban diferentes salas hipóstilas (con columnas).
El eje más destacado es el de Seti I (que reinó hacia 1290-1279 a. de C.), con sus 134 enor-
mes columnas con forma de papiro —cada una de 23 metros de altura— que representan
las marismas de la creación. Cada sala es precedida por un pilono (puerta ceremonial) que
marcaba la entrada el templo y tenía altos monolitos que indicaban la existencia del tem-
pío a gran distancia. Enfrente de cada pilono las puntas doradas de un par de obeliscos cap-
taban los primeros rayos del sol que, transmitían sus poderes otorgadores de vida.
En total se construyeron diez pilonos, cada uno de ellos adornado con estatuas reales y
enormes relieves del rey castigando a sus enemigos mientras los dioses observaban. Desde
el pilono final, el más exterior, completado en época grecorromana, parte una avenida
procesional de esfinges con cabeza de carnero que una vez llevaron al puerto. Otra aveni-
da de esfinges conducía hacia el sur, al templo de Mut, y una tercera más larga llevaba al
templo de Anión, a más de una milla (1,6 km) hacia el sur, en Luxor, que fue magistral-
mente reconstruido por Amenofis III (que reinó hacia 1390-1353 a. de C.).
Por consiguiente, los templos egipcios eran en gran medida obras progresivas, frecuen-
temente reconstruidos, alterados, ampliados o reparados por sucesivos monarcas. Los dio-
ses tenían que gozar de un hogar seguro en sus templos para que Egipto funcionara bien y
para evitar que el caos se impusiera, pero las restauraciones fueron un proceso abandona-
de los siglos. Por tanto, aunque algunos de los templos que se mantuvieron más inalterados
—en Dendera, Edfú, Esna y Philae— fueron modificados o reconstruidos durante la civili-
Columnas talladas con la forma de
plantas de papiro en el templo de
Ramsés III (que reinó hacia I 187-
1156 a. de C.) en Medinet Habu.
El mejor conservado de los
templos funerarios reales de Tebas
occidental es también el mayor de
todos, con un enorme pilono de
entrada de 68 metros de ancho.
Los jeroglíficos de las partes bajas
del templo fueron labrados con
mucha profundidad como
precaución frente a la posterior
erosión.
zación grecorromana, nos dan una idea bastante aproximada de cómo eran los templos a
los que habían sustituido.
Los templos también fueron levantados cerca de las fronteras de Egipto para ofrecer pro-
tección divina a quienes viajaban a largas distancias. El primer templo de Amenofis IÍI fue
construido en honor a Nejbet, a la entrada de las minas del desierto este en el-Kab. Mucho
más lejos, en Sera bit el-Jadim, en el Sinaí, había un templo dedicado a Hathor, que era co-
nocida como «señora del turquesa», el mineral que se extraía del lugar.
Además de los templos para las divinidades egipcias, había también templos funerarios,
conocidos como «mansiones de millones de años», que eran construidas para albergar las
almas divinizadas de los reyes difuntos y como centro de veneración. Los templos para los
dioses se construían generalmente en la orilla este del río, pero los funerarios lo eran en la
oeste, la llamada Tierra de los muertos. Tenían sus orígenes en las capillas funerarias vincu-
ladas a las tumbas reales, pero finalmente se construyeron como estructuras independientes
cuando las tumbas empezaron a ser construidas muy adentro de los valles rocosos.
Los faraones enterrados en el Valle de los Reyes en la Tebas occidental construían sus
templos funerarios a cierta distancia, más cerca del río. La mayor y más impresionante
de estas imponentes estructuras fue construida por Amenofis III, pero quedan pocos restos
wm flMIBBIM 1111: !uN:.i 1 n H t i K H n i r r x T ! r r o ¡im.nhümiíiümhotiti,¡irtitnumitobí
de ella (véase texto inferior). Entre los restos más impresionantes están los templos de Hat-
Los templos egipcios podían sobrevivir a casi todo excepto a la desaparición de la reli-
gión que los apuntalaba. Y esto ocurrió en el siglo rv d. de C., cuando el Imperio romano
abrazó el cristianismo y cerró, en el año 392 d. de C., todos los lugares de culto no cristia-
nos. El buen estado de conservación de Philae y otros templos debe mucho a su conversión
en iglesias, si bien el propio Philae continuó funcionando como templo de Isis durante un
siglo y medio, un último puesto avanzado de ima cultura en decadencia. Sin embargo, para
algunos parece que los dioses y las diosas no se fueron en calma: textos coptos registran la
batalla inicial de la Iglesia contra los "demonios" paganos, que, según se decía, ocuparon
EL T E M P L O QUE DESAPARECIÓ
E ses», y sólo bajo su autoridad otras personas podían entrar. Sólo el rey, el supremo sa-
cerdote de Egipto e intermediario entre los humanos y los dioses, podía penetrar- en el san-
tuario interior del templo para dirigirse a la sagrada imagen de la divinidad. Egipto tenía
cientos de templos, por lo que delegaba en el sumo sacerdote de cada templo. Éste, con fre-
cuencia denominado prim.er servidor del dios, encabezaba la jerarquía a veces hereditaria.
Directamente tras él se situaba el segundo servidor, que actuaba como suplente, y por
debajo estaban el tercer servidor y el cuarto servidor. Luego venía el clero especializado,
como los llamados «sacerdotes lectores», que leían en voz alta los textos sagrados; los «sa-
cerdotes de las horas», capacitados astrónomos que regulaban la periodicidad de los ri-
PUREZA RITUAL
Todo aquel que era admitido en ios recintos sagrados ponía tinas vestiduras de hilo antes de ser «purificado
del templo tenía que ser puro, porque de lo contrario con incienso y agua fría».
podría ser rechazado. Ello comportaba bañarse dos La pureza religiosa implicaba la masticación de sa-
veces de día y dos por la noche en el lago sagrado les de natrón para refrescar la boca y la elimina-
del templo. Incluso el rey tenía que practicar este ción del vello del cuerpo. Tanto para hombres
baño, aunque en la privacidad de un palacio como para mujeres incluía el afeitado de la ca-
vinculado ai templo, donde beza. Las sacerdotisas que de-
un mecanismo similar a una _ sempeñaban el papel de Isis
ducha lavaba al monarca con y Neftis en los «misterios de
agua del lago. En las escenas murales, son los Osiris» realizados anualmente (véase página
dioses los que vierten el agua, que aparece re- 101) tenían que ser «mujeres puras y que no hu-
presentada como una corriente de signos ankh bieran dado a luz nunca, con el vello eliminado
alrededor del rey. Al entrar al templo, el rey se y la cabeza adornada con alas».
Esta escena acompaña ta fórmula 126 de El libro de los muertos de Khonsumosis. sacerdote de Karnak de la
XXI dinastía. La imagen muestra los cuatro babuinos que se sientan en la barca celestial del dios sol Ra. Aquí,
los babuinos están en cuclillas en los laterales del Lago del Luego, cuyas antorchas brillan entre ellos. El
simbolismo del lago cuadrado hace referencia a los estanques sagrados que formaban parte del templo.
tuales y festivales; y los sacerdotes funerarios, como el sem, que vestía una piel de leopar-
«purificadores» (en masculino, waab, y en femenino, waabet), clero a tiempo parcial di-
vidido en cuatro grupos conocidos como phyles, cada uno de los cuales estaba de guardia
durante un mes, alternándose. El clero total de un templo lo podían formar unos cuantos
rio interior, una pequeña cámara en la zona más oscura del tem-
gar los sellos de arcilla que había en las puertas de bronce del santuario de madera de
cedro del dios —que solía tener la forma de una barca (véase página 1 0 3 ) — para descu-
brir la estatua del dios, pronunciaba un himno para despertar el espíritu divino que resi-
día en la estatua. Uno de estos himnos, el del templo de khnum en Esna, empieza así:
«Despierta con calma y en paz, despierta con calma y en paz, khnum, el antiguo, que sur-
mí» (inscripción de Edfú), antes de besar el suelo. Ofrecía a la divinidad una estatuilla de
Maat y le ungía la frente con aceite perfumado. La estatua era vestida con lino y adornos.
Por último, el sumo sacerdote presentaba las primeras ofrendas del día, colocándolas
en la sala de las ofrendas situada ante el santuario. Las paredes de estas salas de ofrendas
muestran la gran variedad de objetos que se presentaban, entre los que encontramos pan,
carne, aves, fruta, vegetales, miel, leche, vino, cerveza, agua pura, perfumes, aceites, in-
cienso, lámparas, sal y natrón, ropas, joyas y todo tipo de insignias y amuletos. Todas las
ofrendas eran consideradas, en primer lugar, regalos de los dioses, y el hecho de retornar-
las a ellos como ofrendas unía a dioses y humanos en un ciclo interminable de gratitud
mutua. Cuando se creía que la divinidad ya había disfrutado de su conjunto de ofrendas,
seguía un ritual denominado reversión de ofrenda, en el que los sacerdotes retiraban la co-
mida y la bebida para su propio consumo. Así mismo, se erigían estatuas a la realeza y a
los oficiales destacados para que también ellos aceptaran las ofrendas.
Las grandes cantidades de ofrendas realizadas diariamente eran ofrecidas por el pueblo
en forma de impuestos, pero también podían incluir donaciones generosas del rey v rega-
los procedentes de otros puntos del imperio egipcio. Muchas de las ofrendas crecían en los
jardines y las fincas del templo, normalmente muy extensas. Además de muchos comesti-
bles, se necesitaban flores tanto para ofrendas como para elaborar los sagrados perfumes
e inciensos —la fragancia de las flores era considerada la auténtica esencia de los dioses.
SACERDOTISAS
Fuera de la casa, el oficio más habitual de las hombres en las ceremonias reales del jubi-
mujeres egipcias era el de sacerdotisas. Una de leo. Es incluso posible que ocuparan el
sus funciones era entretener a los dioses como cargo de suma sacerdotisa, pero esto no
cantantes o bailarinas. Por ejemplo, Tuya, sue- era muy habitual. Sin embargo, durante
gra de Amenofis III, fue ascendida a «jefe de ar- el Imperio nuevo el cargo de «suma sa-
tistas» tanto de Anión como de Min, además de cerdotisa de Amón» recayó en la hija del
ser cantante de Amón y Hathor. Una estatuilla de rey. También denominada «esposa divina
madera (a la derecha) que ha llegado hasta noso- de Amón», «adoradora del dios» o «mano
tros, la muestra sosteniendo su sagrado collar me- de dios», cumplía el papel de esposa de
nat, que tal vez agitaba a modo de acompaña- Amón en los rituales importantes y a veces
miento de percusión. En ocasiones las mujeres eran gozaba de un gran poder político, que tan
sacerdotisas funerarias y trabajaban junto a los sólo tenía por encima al rey.
En el relativamente simple ritual del mediodía se presentaban libaciones (ofrendas lí-
quidas). Por otra parte, a lo largo del día tenía lugar en el templo una gran variedad de ri-
tuales menores. En el ritual del anochecer, realizado antes de la puesta del sol, el sumo sa-
cerdote pronunciaba palabras de protección y declaraba que «ni hombre ni mujer
enemigos entrarían en el santuario». Entonces sellaba las puertas del sagrado santuario y
se retiraba, borrando las huellas de sus pies al hacerlo, hasta la mañana siguiente, mo-
mento en el que se iniciaría de nuevo el ciclo.
Igual que los dioses eran muy venerados por los vivos en su reino de los cielos, también
lo eran todos aquellos que habían fallecido y seguían viviendo con Osiris en su reino del
inframundo. Los muertos eran venerados colectivamente como «los antepasados», y en el
tolemaico Libro del paso por la eternidad son invitados a participar en festivales terrena-
les. Los familiares fallecidos eran honrados en pequeños santuarios en los hogares y se
consideraba que siempre estaban presentes y eran esenciales para la fertilidad y la conti-
nuidad de la familia.
Escenas del rey llevando a cabo rituales ante los dioses cu- nalmente se muestra haciendo esfuerzos físicos. Como
bren la superficie de todos los templos de Egipto. En la parte del festival del jubileo real (sed) celebrado para con-
práctica, estos ritos solían ser realizados por sus simios sa- memorar el trigésimo aniversario de su llegada al trono,
cerdotes, pero hay una descripción detallada del rey Pive el rey podría ser representado corriendo para demostrar
(que reinó hacia 747-716 a. de C.) dirigiendo los ritos del su buen estado físico para gobernar (abajo), o en tensión
dios sol en Heliópolis: «El rey está solo. Rompe los sellos para levantar un gran pilar (djed) simbolizando la estabi-
de los cerrojos de la puerta, y abre del todo la puerta para lidad. En escenas de su templo funerario en Medinet
ver a su padre Ra en la casa sagrada del Habu, Ramsés 111 puede ser
[fi
Benben. A continuación adora la barca visto realizando trabajos ma-
de Ra de la mañana y la barca de Atón
de la noche. Cierra las puertas,
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nuales agotadores en la otra
vida, escenas generalmente re-
aplica la arcilla fresca y la
1 presentadas en los textos fune-
sella con el sello real». //;< r r
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rarios privados en lugar de ser-
1¡1 ,r
presentación de ofrendas. esperaba del rey que ofreciera
\\
La mayor de estas ofrendas música y danza a los dioses, es-
reales era la figura de la
r é pecialmente a Hathor. En una
diosa Maat, que represen- inscripción de su tumba teba-
taba el orden divino por el na, el rey Inyotef 11 (que reinó
que se sostenía el rey en la hacia 2065-2016 a. de C.) de-
Tierra. A cambio, los dioses clara: «Soy el que hace que el cantante despier-
le anidaban en su tarea y volcaban te y haga música para Hadior». En épocas posteriores, el
la vida sobre éJ en forma de signos artkh. El rey les res- propio rey fue descrito como creador de música para la
pondía haciendo más ofrendas. También se le podía ver diosa. Unas escenas de reyes tolemaicos ofreciendo vino a
sosteniendo quemadores de incienso y ungüentos perfu- Hathor en Dendera van acompañadas de unos textos que
mados, con los que ungía la estatua de la divinidad. describen cómo el rey, atraído como un sacerdote o sa-
El rey generalmente desempeñaba sus deberes rituales cerdotisa de Hadior con sus sagradas insignias del collar
de pie, pero también aparece a veces arrodillado o, inclu- menat y el sonajero sistrum, realiza ofrendas mientras
so, en posición sumisa ante los dioses. Tan sólo ocasio- baila danzas rituales para entretenerla (véase página 83).
LA OFRENDA DIARIA
Un papiro conocido como Amonestaciones de ¡puwer pertenece a un género literario
sobre el saber egipcio que se centraba en torno a la oposición orden-desorden. Fue es-
crito hacia finales del Imperio medio y describe un país agotado por los conflictos ci-
viles y con unas instituciones arcaicas en decadencia, donde los «extranjeros se han
vuelto gente InativaJ en todas partes» —poco después, la mayor parte del país fue ocu-
pada por una dinastía de colonizadores asiáticos—. El texto mira hacia atrás con me-
lancolía, hacia los tiempos del orden, representados por el ciclo regular de ofrendas
diarias a los dioses:
«Recuerda el santuario,
que era perfumado con incienso,
en el que se vertía al alba el agua sagrada de la
vasija de las libaciones.
Recuerda las ofrendas de cebadas ocas,
la amplitud de las ofrendas a los dioses.
Recuerda cuando se mascaba natrón,
con pan blanco preparado aquel día,
recuerda cuando se colocaban las astas de las
banderas,
cuando se tallaban piedras para la ofrenda,
cuando el sacerdote purificaba los santuarios
y el interior blanco como la nieve,
dulcificando el santuario,
entregando la oferta de panes».
DIAS DE FIESTA
rio sagrado de los egipcios contemplaba numerosos festivales públicos, en los que
eran transportadas en largas procesiones por tierra y por el río de visita a los otros templos.
Si bien las estatuas quedaban fuera de la vista dentro de sus elaborados santuarios, se con-
sideraba que la gente se beneficiaba de la divina presencia de la divinidad cuando las imá-
taba con alegría de la fiesta y de la comida y bebida que esos días se ponía a su disposición.
El año egipcio contaba con diferentes festivales anuales PRIMER M E S DE PERET (CULTIVO DH PRIMAVERA): festi-
que comenzaban el día de Año Nuevo al inicio del Ajet, val de Nehebkau, un dios serpiente del inframundo y la
la estación de la crecida del Nilo. Algunas de las cele- fertilidad (día 1); festival de la Instalación del Sagrado
braciones más importantes eran las siguientes: Halcón de Edfú (días 1-5).
SEGUNDO M E S DE PERET: f e s t i v a l d e la V i c t o r i a e n
SEGUNDO MES DE AJET: festival Opet en Luxor. TERCER MES DE SHEMÜ: festival de la Alegre Unión en
CUARTO MES DE AJET: festival de Hathor en Dende- Edfú (15 días desde la lima nueva hasta la luna llena).
ra; festival de Solear, dios de los cementerios (día 26); CINCO DÍAS INTERCALADOS (ENTRE EL CUARTO MES DE
festival de Osiris en Abydos (posiblemente el mismo SHEMU Y EL. NUEVO AÑO): aniversarios de Osiris, Isis.
que los misterios de Abydos, véase texto general). Horus, Ser y Neftis.
En este fragmento en relieve de caliza de una rumba de la XIX dinastía en Saqqara (hacia 1250 a. de C ) , las
mujeres tocan las panderetas y bailan con sus cabellos agitándose por el movimiento, mientras otras dos
jóvenes bailan y tocan cuando se acerca la procesión del festival (a la derecha) presidida por un oficial
portador de bastón, que es seguido por otros oficiales y escribas con las manos levantadas en señal de alegría.
Estos festivales se celebraban a lo largo de todo el año por diferentes motivos mitológi-
cos, políticos y agrícolas, y su periodicidad era determinada con esmero por los astrónomos
Osiris era honrado a lo largo de todo el año. Durante la celebración anual de los miste-
rios de Osiris, que se llevaba a cabo en su centro religioso de Abydos, la estarna del dios era
desierto cercano. Tras un ritual de representación del conflicto con Set y del triunfo de los se-
guidores de Osiris, la estatua del dios era devuelta a su templo. Un informe señalaba que to-
dos los espectadores se «llenaban de alegría cuando veían la belleza de la barca que llevaba
Horus también era honrado en diferentes festividades en Edfú. Calendarios del templo
enumeran hasta cuarenta eventos que duraban desde un día hasta dos semanas, incluyen-
do la «instalación del Halcón Sagrado», el «festival de la Victoria» (de Horus sobre Set) y
el «festival de la Alegre Unión», en el que la estatua de la diosa Hathor era llevada hacia el
mujeres y estaba estrechamente vinculado al culto a Hathor, cuya cabeza aparece en el mango.
sur desde su templo de Dendera para pasar dos semanas como «invitada» de
Horus en Edfú. El viaje de Hathor a Edfú (180 km) duraba dos semanas porque
diosa Mut en Karnak. Cuando la barca de Hathor navegaba por el río, las ori-
llas se llenaban de gente que la aclamaba, hasta el punto de que «los cocodrilos se
tancia de Hathor en Edfú: «Hay todo tipo de pan, tantas hogazas como granos
de arena. Los bueyes son tan numerosos como los saltamontes, y el olor a carne asa-
da llega hasta el cielo. El vino desde su taberna corre libremente por el pueblo, como la
crecida del Nilo cuando se desencadena. La mirra y el incienso de los quemadores pue-
den olerse a una milla de distancia, y por toda la ciudad se esparce la loza, y la ciudad
brilla con el natrón y se engalana con flores frescas... La alegría se siente en el ambien-
te, y la fiesta se ve por doquier . ¡El sueño queda aplazado hasta el amanecer!».
estatua era sacada del templo y presentada a la gente para celebrar una buena cosecha. Mú-
sica, danza y bebida eran elementos centrales de la celebración. Había festivales anuales de
este tipo en muchos otros lugares por todo Egipto, entre los que se cuentan el de el-Kab,
Algunos de los festivales más importantes tenían lugar en Tebas, la capital religiosa de
Egipto. En la bella fiesta anual del Valle, las estatuas de Amón, Mut y Jonsu cruzaban el río
desde Karnak para visitar los templos funerarios de la orilla occidental. Las procesiones iban
acompañadas por grandes multitudes que señalaban la fecha con una visita a las tumbas de
sus seres queridos. Otras ceremonias públicas en Tebas comportaban la presencia del rey \
tenían como objetivo reactivar sus poderes para que estuviera en íntima comunión con los
dioses. La ceremonia más importante era el festival Opet anual, en el que la estatua de Amón
rey. Las paredes del templo ilustran los acontecimientos que acompañaban a estos ritos re-
gios, con las sacerdotisas agitando sistra junto con los músicos y los bailarines del templo, cu-
yos frenéticos movimientos eran imitados por la gente cuando su revigorizado rey emergía,
Otras ceremonias reales podían tener lugar, parcialmente como mínimo, en público. Es-
tas comprendían la coronación; el jubileo real, o sed (véase página 97); la fundación de tem-
plos (véase página 87) y el festival de los seguidores de Horus, una ceremonia bienal que ce-
Los utensilios sagrados de los rituales eran de encargó una barca para Amón en Karnak «de
materiales caros y exóticos como demostración madera nueva de cedro cortada según mis órde-
de la devoción del rey. Esto era especialmente nes en Líbano y extraída de las montañas por
cierto en los santuarios con forma de barca en los jefes de todas las tierras extranjeras».
los que los dioses eran cobijados en sus templos
y trasladados en procesión. Según instrucciones
de Sesostris III (que reinó hacia 1836-1818 a. de
C.) "-una gran barca eterna» de «oro, plata, la-
pislázuli, bronce y cedro» fue fabricada para la
estatua de Osiris. Al descubrir una barca de Osi-
ris hecha de acacia nativa, el sacerdote Peftua-
neit de la XXVI dinastía ordenó que fuera re-
emplazada por otra de cedro. El uso de esta
madera extranjera, prestigiosa y cara, constituía
en parte una declaración política acerca del do-
minio imperial de una divinidad. Amenofis III
conocida con el nombre de jeroglífica, por la denominación griega para «talla sagrada».
Los propios egipcios se referían a su escritura como «palabras de Tot», el dios de la escri-
tura, con cabeza de ibis, que también podía ser representado como un babuino. Tot, o
Djehuty, era hijo del dios sol Ra, que lo nombró su ayudante para que mantuviera en or-
den los asuntos terrenales. Según una leyenda, Ra permitió a Tot dar a los humanos el co-
Históricamente, los jeroglíficos fueron la primera forma conocida de escritura. Unos re-
cientes descubrimientos la remontan hasta el año 3250 a. de C., antes de la primera di-
nastía reconocida de faraones. La escritura se desarrolló primero sólo como forma de gra-
el cual tomó forma el Estado egipcio, con escribas trabajando para el rey para cobrar los
po culto de elite, muy elogiado en los textos y descrito como «una noble
Escultura de Tot como babuino (Tot era hijo del dios sol). El «escriba de la
Enéada», como era llamado Tot, era el cuidador divino de los registros que
conservaban la sabiduría de los tiempos. Cuando los difuntos se enfrentaban al
juicio de Osiris, Tot guardaba el veredicto (véase páginas 124-125). Reinado
de Amenofis III (hacia 1390-1353 a. de C.).
Parte de El libro del amduat, de la época de Tutmosis III (que reinó hacia 1479-1425 a. de C.). El texto
fue elaborado con jeroglíficos cursivos, una forma simplificada de Ja escritura jeroglífica utilizada en los
escritos funerarios, y se empleó tinta roja para destacar algunas partes importantes.
món que llegó a ser rey (reinó hacia 1323-1295), se retrató a sí mismo de esta forma: «Tot,
señor de la escritura». Las oraciones de El libro de los muertos identifican al difunto como
un escriba divino, secretario de Ra: «Traedme un vaso de agua y una paleta del equipo de
Tot, y todos los misterios que están en ellos: ¡Soy un escriba! Traedme la descomposición
de Osiris, que tal vez escriba con él para copiar lo que grande y bueno dice él todos los
días. Yo hago el bien y hago mandatos para Ra todos los días». Se llega a hacer referencia
al rey en términos similares a los del escriba de Ra, «abriendo sus cajas, rompiendo el se-
llo de sus documentos, sellando sus despachos» (Los textos de las pirámides).
Los egipcios eran muy respetuosos con el aprendizaje, y existe todo un cuerpo de lite-
ratura conocido como Textos de la sabiduría, entre los que se encuentran las máximas que
aconsejan sobre cómo vivir una buena vida y subrayan el valor de la educación. Un tra-
bajo de éstos, Instrucciones de Merikare, que se supone que son las palabras del rey Me-
rikare (que reinó hacia 2015-2000 a. de C.), exhorta: «Copia a tus antepasados. Sus pa-
labras sobreviven en los libros. ¡Ábrelos! ¡Léelos! Copia sus conocimientos. Quien
10.9
Las palabras de Tot
aprende lo que le enseñan llegará a ser un experto». Los escribas veneraban a Totpara que
les otorgara la sabiduría: «Oh, Tot, ven a mí, gran Ibis, dame la habilidad al llamarme. Es
mejor que cualquier otra cosa, vuelve grandes a los hombres, y... habilita para ocupar este
cargo». Tanto el dios como sus representantes humanos suelen aparecer sosteniendo sus
útiles: una pluma de caña, una paleta de tinta y un vaso de agua, que también representa-
ba la palabra sesh, que significaba «escribir» y «escriba». La gran mayoría de los escribas
eran hombres, pero hay alguna mujer leyendo y algunas hasta ocupaban puestos que im-
plicaban ser culto, como supervisora, administradora, visir... y reina.
Los textos sagrados, como los de la biblioteca del templo de Edfú (véase texto de la pá-
gina siguiente) hacían referencia, en conjunto, a los «libros de Tot». Textos religiosos an-
tiguos, así como trabajos de historia, matemáticas, medicina, geografía, astrología y leyes
eran almacenados en las bibliotecas de los templos como las del Rameseo, Edfú, Dendera
y en el centro de culto del propio Tot en Hermópolis. Parece que también había bibliote-
cas en algunos palacios. El palacio de Amenofis III en Malkata, en la Tebas occidental,
contenía una per medjat («casa de libros») que incluía trabajos sobre horticultura.
Las inscripciones y las imágenes que aparecían en los templos y las tumbas de Egipto es-
tán ordenadas por líneas para ofrecer una sensación general de equilibrio. Se creía que las
figuras pequeñas de humanos, animales y otros símbolos que popularizaron la escritura je-
roglífica infundían poder divino a las escenas en las que aparecían, y que los rituales que de-
bían activar los jeroglíficos darían literalmente vida a las escenas. Sin embargo, algunos sig-
nos eran considerados tan potentes que se inscribían en dos mitades para reducir su poder
y evitar que causaran una gran confusión cuando se activaran mágicamente.
LA CASA DE LA VIDA
La Casa de la vida era una de las partes más importan- nos de los guardias del templo. Un sacerdote que estu-
tes en cada templo. Contenía todo tipo de textos escri- viera aprendiendo la rutina sagrada del templo debería
tos, desde la liturgia sagrada hasta registros antiguos, y consultar también un manual titulado El libro para co-
era además el lugar en el que se educaba a los escribas nocer los secretos del laboratorio, los detalles de las
en el arte de la escritura. El meteórico ascenso del ofi- ofrendas de los dioses, las listas de las formas secretas
cial Amenhotep, hijo de Hapu. de la XVIII dinastía, se del dios y las listas de las divinidades que viven en este
inició cuándo fue enviado a su escuela del templo local templo y nunca abandonan este lugar. Un manual de
en Athribis para que se iniciara en «las palabras astronomía, información sobre el aspecto de
de Tot» y «los libros de dios» (la biblioteca del dos estrellas [El Sol y la Luna 1 y el regreso
templo). Allí fue, según dice él mismo, donde periódico de otras estrellas, debió ser con-
«me adentré en sus secretos y aprendí todos sultado por los «sacerdotes de las horas»
sus misterios». La creación de textos, para determinar las fechas de los festi-
templo como algo «maravillosa- debió ser recogida en libros con tí-
mente realizado mediante el trabajo tulos como Todos los rituales rela-
10.9
Las palabras de Tot
(«protección») se hallan en zonas vinculadas al par-
historia, y para evitarlo, los nombres eran a menudo tallados tan pro-
fundamente que es posible introducir una mano extendida dentro de cada jeroglífico,
NOMBRES REALES
Los nombres reales eran primero escritos dentro de un men, que significa «Amón está contento [hotep]», pero
muro de la fortaleza rectangular y de protección, cono- en su época se hacía referencia a él en la corresponden-
cido con el nombre de serekb, que luego derivó en el cia diplomática sólo con su prenomen, Nebmaatra
cartucho oval, más habitual. Todos los reyes tenían cin- («Ra, señor ¡neb] de la verdad [maat]»). El famoso no-
co nombres, pero en los cartuchos se mostraban sólo men de su nieto, Tutankamón, significa «Imagen [tut]
los dos más importantes, el «prenomen» y el «nomen». viva [ankh] de Amón».
El primero, o «nombre del Rey del Alto y el Bajo Egip- El poder de las palabras también era aprovechado a
to», era recibido en la coronación y era denominado así la manera de juego visual de palabras. Una escultura de
porque iba precedido de la frase «Rey del Alto y el Bajo Ramsés II lo representa coronado con el sol (ra) como
Egipto», escrita con los jeroglíficos de la planta de jun- un hijo (mes) sosteniendo la juncia (su) del Bajo Egipto.
cia (Alto Egipto) y la abeja (Bajo Egipto) (véase página La imagen completa muestra así su nombre: ra-mes-su.
37). El nomen, o «nombre de Hijo de Ra», concedido Los nombres y los títulos casi siempre iban seguidos
al nacer iba precedido por la frase «Hijo de Ra» (sa por apelativos como «vida, prosperidad, salud» y «que
Ra), escrita con los signos de la oca (sa) y el sol (Ra). recibió la vida para siempre». El signo de la «llave de la
Amenofis III, por ejemplo, es conocido hoy por su no- vida» (ankh) aparece de manera destacada.
Quienes pronunciaban las palabras sagradas en estos rituales mágicos, los sa-
cerdotes lectores, suelen aparecer designados con la denominación de magos.
En el papiro Westcar, el «principal sacerdote lector y escriba de libros»,
Djadjaemankh, lleva a cabo acciones milagrosas para el rey Snefru,
mientras que su hijo y sucesor Keops recurre a las habilidades de
Djedi, un hombre de 110 años que «puede unir una cabeza corta-
da a su cuerpo, puede hacer que un león camine sobre un peda-
zo de plomo detrás de él y conoce el número de cámaras secretas del
santuario de Tot». Por otra parte, numerosas historias nacieron
en torno a las habilidades mágicas de Sema Khaemwese, un ca-
Figurilla de arcilla, del año 2 5 0 d. de C., de una mujer arrodillada atravesada por
punzones, y con las manos atadas a la espalda. Los punzones no pretendían ser
causa de daño, sino que representaban las punzadas del amor —fue descubierta
dentro de un recipiente con un hechizo de amor, escrito en griego, que invocaba la
ayuda de Tot, Anubis, el semidiós romano Antinous y otros seres mágicos.
rácter ficticio basado en un hijo de Ramsés 11, el príncipe Jaemwaset, que fuera simio sacer-
dote de Ptah en Menfis y era descrito como «un mago y escriba muy astuto que pasaba el
tiempo estudiando monumentos y libros antiguos». En la primera colección de cuentos, Set-
na Khamwese buscaba el libro mágico escrito por Tot. Se descubría que éste estaba en po-
sesión de un mago muerto llamado Naneferkaptah, y ambos iniciaban una batalla de habi-
lidades mágicas. En otras historias, Setna es llevado al inframundo por su hijo Siosire para
que pueda comparar el más allá de los bendecidos con el de los condenados.
La mayoría de los egipcios no tenían acceso a la magia del Estado que se hacía en los
templos, pero en sus casas practicaban sus propios rituales a menor escala. Igual que los
rituales de los templos, la magia doméstica solía implicar la participación de dioses y es-
píritus de los antepasados. Los rituales mágicos acompañaban a los ritos clave de paso del
SUEÑOS
-sSÉSJswn. .j
«Si alguien sueña con hacer el amor: atatin -
malo. Significa luto. -«i
'S&l&ti
3
• r
Si alguien sueña que alimenta al ganado: &I3&& -tÍMk
seégsw
malo. Significa que vagará por el mundo. "ni
>,., iitísifti < : r . .
Si alguien sueña que se cae a un río: - sltídfri R^ítóüi '«sat.ü — w
bueno. Significa la purificación de todo mal».
las protectoras, con los que las mujeres apelaban a Bes, Taueret y Hathor para que prote-
giera a madre e hijo y facilitara el nacimiento (véase página 73). Según el papiro médico
Ebers, un recién nacido viviría si gritaba «ni»; un grito de «ba», en cambio, significaba
que iba a morir. A medida que el niño crecía, era protegido con amuletos y fórmulas para
alejarlo de las enfermedades. Una fórmula para curar las fiebres decía: «¿Tienes calor en
el nido? Tendrán que traer un sello de cornalina con un cocodrilo y una mano para ex-
pulsar al demonio. El sello del cocodrilo y la mano deben ser convertidos en un amuleto
La medicina egipcia, por tanto, era una combinación de práctica y magia, con inter-
vención médica física que era complementada con el uso de encantamientos y amuletos.
EL NOMBRE SECRETO DE RA
Los nombres tenían mi poder mágico, y se creía que co- Ra, que cayó en unas fiebres arrebatadoras. Sin embar-
nocer el nombre de una persona daba un gran poder go, ninguno de los dioses pudo ayudarlo y los poderes
sobre ésta. Una fórmula para neutralizar veneno del soi empezaron a menguar. Entonces Isis
apuntaba que «Isis era más inteligen- aseguró que podría curar a Ra si
te que un millón de dioses y lo éste le confesaba su nombre
sabía todo en el cielo y la rie- secreto. A pesar del dolor
rra», excepto el nombre se- que sufría, Ra se negó a ha-
creto de Ra. Si Isis hubiera cerlo e intentó confundir a Isis
aprendido su nombre secreto con la larga lista de sus otros títulos.
su poder sobre él habría sido No obstante, Isis 110 cedió, hasta que al
infinito. Otra forma de ganar po- final Ra le dijo su nombre con la condi-
der sobre una persona era obtener parte ción de que Isis jurara no revelarlo nun-
de su ser físico. Como Ra era un dios anciano que ba- ca. E11 la historia no se revela el nombre, tan sólo se ha-
beaba mientras dormía, Isis mezcló su saliva con tierra bla de la cura aplicada a la diosa, compuesta por vino
para crear mía serpiente venenosa. Ésta mordió luego a o cerveza mezclada con «la hierba del escorpión».
Frasco de loza para cosméticos, de la XVI11 dinastía, con forma del dios Bes. Esta
benefactor;! divinidad enana, cuya grotesca apariencia pretendía rechazar las fuerzas
malignas, era particularmente popular en las casas. Era invocada durante los paitos y
No obstante, la magia también podía ser utilizada para causar daño. Figurillas de cera
o de arcilla eran empleadas para dirigir esta magia de la forma más precisa posible, espe-
cialmente si incorporaba un trozo de cabello de la víctima. Las figuras de arcilla que re-
presentaban a enemigos eran aplastadas para aniquilarlos, mientras que las imágenes de
cera eran quemadas, perforadas con agujas o atadas con hilo. Parece ser que las mujeres
de la realeza que eran juzgadas por el intento de asesinato de Ramsés III eran acusadas de
hacer figurillas de cera de los guardias del palacio para vencerlos. Estas figurillas podían
presentar maldiciones inscritas o texros con imprecaciones para que fueran más eficaces.
%
\
EL VIAJE
DEL ALMA
A
gual que los vivos habitaban en la
I Tierra y los dioses en los cielos, los
muertos vivían en el duat, el inframun-
do, bajo el gobierno de Osiris. Tan
sólo los dioses y los muertos podían
desplazarse entre los tres reinos. Los
muertos podían vagar por la tierra
como espíritus, o unirse a los dioses en
los cielos, mientras que los dioses esta-
ban presentes en la tierra en sus es-
tatuas de culto y desempeñaban un
papel importante en el duat. Los di-
funtos se enfrentaban al juicio de Osi-
ris y quienes superaban esta prueba
pasaban a tener una gozosa existencia
eterna en una reproducción de Egipto.
115
LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ
os egipcios planificaban su muerte con muchos años de antelación, de forma que pu-
C
L dieran disponer de todos los elementos necesarios para asegurarse un paso seguro a
«occidente» —la otra vida—. En un tiempo en el que la muerte podía acaecer en pocos
años y poca gente vivía más allá de la madurez no se dejaba nada al azar, y se preparaban
todo tipo de elaborados para el día en el que el alma dejara la tierra y emprendiera su via-
je hacia el duat. Si bien, por supuesto, se afligían por la muerte de los seres queridos, la
muerte no era considerada el fin de la existencia, sino simplemente el inicio de otra etapa.
Los egipcios creían que cada persona estaba hecha de un número de elementos separa-
Como el ka, era mantenido con ofrendas de comida y bebida y tenía que
retomar a la momia cada noche, pero a diferencia del ka, que estaba limi-
tado a este mundo, el ba podía desplazarse —era éste el que hacía el arries-
beza del difunto, podía revolotear entre el mundo de los dioses, de los
Esta talla de madera mide 1,70 m y representa el ka del rey Auibra Hor de la XIII dinastía
(que reinó hacia 1730 a. de C.). Los brazos que hay sobre su cabeza, abiertos a modo de
abrazo protector, representaban el jeroglífico que simbolizaba el ka. bnágenes como ésta
se realizaban como hogar para el ka por si la momia del difunto era destruida.
y el de los muertos.
A continuación, el sarcófago era colocado en vertical ante la tumba. Sujetado por un
sacerdote enmascarado que representaba a Anubis, dios del embalsamamiento, era puri-
ficado con aceites e incienso. Luego, un sacerdote lector leía en voz alta unos encanta-
mientos, mientras el heredero del difunto o el sacerdote sem (un sacerdote funerario vin-
culado a Ptah) llevaba a cabo la ceremonia de «apertura de la boca». La boca, los ojos, los
oídos y la nariz del difunto eran abiertos simbólicamente, como rito destinado a desper-
tar los sentidos y permitir que el difunto absorbiera las ofrendas que se le presentaban.
Con el espíritu reactivado y los sentidos preparados, el difunto era finalmente tumba-
do para que descansara en la tumba, rodeado por todos los bienes funerarios que pudie-
ra costearse, desde unas pocas vasijas de loza con comida y bebida para la mayoría, has-
ta grandes tesoros de oro de los más acomodados. Los bienes funerarios incluían figurillas
del difunto llamadas shabtis, que realizarían el trabajo por él en la otra vida.
Para la mayoría de la gente, una tumba era poco más que un hueco en la arena. En
cambio, las tumbas de los ricos, a menudo excavadas en roca sólida, eran profusamente
decoradas y estaban muy elaboradas. La tumba era «la casa de la muerte para toda la
MOMIFICACIÓN
Igual que el espíritu de un dios vivía en su estatua, el es- antes de ser lavado y ungido con aceites. El procedimien-
píritu del difunto residía en su momia, que era conside- to era similar al utilizado con Jas estatuas de culto de los
rada una entidad sagrada. El proceso de embalsama- dioses, y pretendía proporcionar al cuerpo todos los po-
miento también era sagrado, ya que se trataba de una deres protectores de los dioses así como «juntar las extre-
reactivación de la momificación de Osiris (véase pági- midades, unir los huesos y componer la carne». Los acei-
na 60). Cada fase del procedimiento, que duraba 70 tes también eran útiles para repeler fuerzas perjudiciales,
días, iba acompañada de encantamientos rituales para y, de hecho, proporcionaban una capa protectora contra
crear un recipiente perfecto para el alma. La las bacterias responsables de la descomposición.
momificación era llevada a cabo en Para poder realizar el paso a la otra
el «lugar de embalsamado» o vida, el difunto tenía que estar
«casa de purificación» (per puro, limpio, ungido y vestido
wabet), que tenía que ser con lino fresco. Posiblemente se
pura ritualmente y protegi- utilizaban más de 375 m- de tela
da de las fuerzas malignas para envolver la momia. Amu-
mientras el difunto yacía letos protectores, incluidos los
vulnerable e inanimado en ojos wedjat de Horus, los pila-
la mesa de embalsamamien- res djed de Osiris, y los nudos
to. Los egipcios también eran tyet de Isis, eran colocados en
muy conscientes de las amena- puntos específicos entre las capas
zas que acechaban al cadáver: de la envoltura, para ofrecerle la
un capítulo de El Libro de los máxima protección. El amuleto
Muertos lleva el título de «Fór- más importante era el escarabajo
mula para repeler escarabajos». que se colocaba sobre el corazón que
Para evitar la putrefacción se retira- era la base del intelecto. Luego la mo-
ban los órganos internos y se momificaban mia era colocada horizontalmente en su
por separado. Sin embargo, el corazón siempre se deja- sarcófago de madera, que se pintaba con textos y
ba en el cuerpo, porque creían que era la base de cualquier divinidades protectoras, o se doraba y se colocaban in-
emoción y sabiduría, y que era imprescindible para el bie- crustaciones de metales y piedr as preciosos si el propie-
nestar constante del fallecido. El cuerpo era secado man- tario podía permitírselo. Entonces ya estaba todo prepa-
teniéndolo durante 40 días enterrado en sales de natrón rado para los ritos, que reactivarían el ka del difunto.
sería venerado por los vivos. Además, la tumba era el punto de partida para el largo viaje
a través del iníramundo hacia la otra vida. Si bien el término inframundo sugiere un lugar
que queda por debajo de la tierra, el duat era descrito como un espacio situado en los cie-
los. La mayoría de las fuentes coinciden en que el duat era un lugar sin luz. Sin embargo,
una parte era iluminada todas las noches por el dios sol, que pasaba por ella en su viaje
entre los horizontes del oeste y del este. Para alcanzar la otra vida y para que ésta fuera
agradable, el difunto tenía que superar los mismos lugares arriesgados que el sol en su via-
je nocturno a través de las doce horas de la noche. Cada hora era una región o caverna se-
parada, con nombres como «aguas profundas» o «ciudad del recuento de cadáveres».
Cada caverna tenía una entrada, protegida por diferentes semidioses, demonios, serpien-
Muchas divinidades de Egipto tenían un duat cita a las poderosas divinidades que mora-
aspecto funerario además de sus fun- ban en las doce regiones del inframundo y ayu-
ciones en los dominios terrenales y ce- daban a Ra en su Jucha contra sus enemigos. En-
lestiales. Sin embargo, algunas existían tre ellas encontramos al «abridor de los cráneos
sólo en el duat. Muchas eran jue- de los enemigos de Ra», al «que repele a la ser-
ces de los muertos (véase pági- piente», al «rebanador de almas» y al «que de-
nas 124-129), otras eran guar- capita rebeldes». El libro de las puertas enumera
dianes de las cavernas y de las serpientes que guardaban las puertas de cada
las puertas del inframun- región, entre las que se hallaban «La picadora»,
do. El libro de am- «La llameante» y «La de aguas residuales». El
difunto tenía que conocer todos sus nombres
para poder pasar. El inframundo era, además, la
casa de fuerzas aterradoras y malignas que se ha-
cían con las almas desprevenidas mediante el uso
de redes y arpones.
res o diosas de las horas. Con el fin de pasar por ellas de camino al renacimiento, era esen-
cial que los espíritus de los muertos fueran capaces de pronunciar los nombres de estos
guardianes para neutralizar sus poderes. Tras la negociación en la última caverna, sólo
quedaba una prueba final: el juicio ante Osiris (véase páginas 124-129).
sencia de sus protectores divinos, el principal de los cuales era el dios sol creador, cuya
energía infundía vida y sustento. No obstante, era Osiris quien gobernaba a los muertos.
Como Jentamentiu («El primero de los occidentales»), fue el primer ser que experimentó
la muerte, y por ello entró en la tierra de los muertos, donde representaba la salvación
para quienes morían y quien daba esperanza eterna a los vivos. Osiris, con Isis y Horus,
proporcionaba la máxima protección a los muertos. Isis, Neftis, Neit y Selket eran res-
ponsables de la seguridad de las visceras del difunto, junto a cuatro divinidades conocidas
como Hijos de Horus. Nut desempeñaba además un papel clave en la protección del di-
funto, al igual que Hathor, que emergía de las colinas tebanas para recibirlo.
En una tierra conocida por sus grandiosos edificios funerarios, algunos de los monumen-
tos más conmovedores eran las sencillas estelas de piedra que recordaban a los egipcios
del pueblo. Una fue erigida por el amigo de un cantante llamado Neferhotep, que según
parece no tenía familia y era representado con cariño como un personaje increíblemente
gordo que se dirige a una bien provista mesa de ofrendas. La emotiva dedicatoria se ini-
cia con una fórmula estándar de ofrendas en beneficio del rey, y finaliza con algo que es
inusual en el arte egipcio: la firma del artesano que elaboró la estela.
¡Ay!
¡Sed amables con él!
El grabador Sonebau, hijo de Rcnsoneb».
123
EN LA SALA DEL JUICIO
espués del viaje a través del inframundo, el difunto tenía un reto más antes de llegar
D a su otra vida: el juicio de Osiris. El libro de las puertas sitúa la sala de Osiris detrás
de la quinta puerta del inframundo. Aquí, Osiris aparecía en el trono igual que el faraón en
la tierra, sosteniendo su mayal y su bastón real, símbolos de su poder. Con frecuencia el
dios estaba acompañado de sus hermanas, Isis y Neftis, y en ocasiones por dos figuras idén-
ticas de la diosa Maat para subrayar que esta cámara del juicio —también conocida como
la sala de las Dos Verdades— era la sede de la verdad, la justicia y el orden. Osiris presidía
un tribunal de 42 dioses conocidos como los asesores o jueces de los muertos que tenían
nombres prohibidos como «devorador de sombras», «ojo despiadado» y «picudo».
Después de ser conducido a la sala por el dios Anubis, el difunto se ponía de pie ante Osi-
ris y los asesores para pronunciar las «confesiones negativas» en El libro de los muertos. Esto
quiere decir que recitaba, uno a uno, la larga lista de pecados que el difunto negaba haber
cometido (véase páginas 127-129). La veracidad de la confesión era confirmada por el peso
en la balanza del corazón del difunto en comparación con la hoja de Maat en una alta ba-
lanza que había en el centro de la gran sala. Uno de los objetivos del amuleto de escarabajo
colocado sobre el corazón durante la momificación (véase página 119) era asegurarse de que
decía la verdad ante Osiris. El amuleto portaba algunas palabras de El libro de los muertos,
que se iniciaban de la siguiente manera: «¡Oh, corazón, que obtuve de mi madre, no te pon-
gas en mi contra, no actúes como testigo en mi contra, no te opongas a mí en el tribunal!».
Cuando Anubis comprobaba las balanzas y Tot se mantenía al lado para registrar el re-
sultado, el difunto esperaba el veredicto. Si había dicho la verdad y había llevado una vida li-
bre de pecado, el corazón y el fiel de la balanza estarían en perfecto equilibrio y el tribunal de-
clararía: «es de voz verdadera». Este momento le aseguraba una feliz inmortalidad,
representada con las manos levantadas en señal de júbilo y alivio.
Por último, el difunto era conducido por Horus hasta el trono de Osiris y exhortado a
«quitarse la máscara y deshacerse del envoltorio». Entonces, él o ella entraba en la otra
dimentos terrenales.
Los egipcios eran advertidos de que «los malhechores no contemplarían la cara de dios»,
y los corazones llenos de pecado que inclinasen la balanza serían lanzados al instante ante
un monstruo llamado Ammur «devorador», (véase ilustración de la página 135), que per-
manecía junto a la balanza; se trataba de una criatura con cabeza de cocodrilo, cuerpo de
Esta ilustración de El libro de los muertos muestra la ceremonia del peso del corazón de Turiu, un sacerdote
tebano de la XXI dinastía. Anubis comprueba la balanza de Maat (en el centro), que está en perfecto
equilibrio, mientras el difunto levanta las manos, complacido. Tor observa para hacer un registro del veredicto.
LA CONFESION ANTE OSIRIS
El capítulo 125 de El libro de los muertos contiene instrucciones para que el difunto
supiera qué decir «en la sala de las Dos Verdades» al estar en presencia de Osiris. Ten-
dría que recitar la «confesión negativa» a fin de demostrar que estaba completamen-
te libre de pecado («de voz verdadera») y, por tanto, capacitado para entrar en la otra
vida como un espíritu bendecido y «ver la cara a todos los dioses». El siguiente texto
es un fragmento del capítulo:
no he robado al pobre,
no he hecho lo que los dioses aborrecen,
no he difamado a un sirviente ante su superior,
no he causado dolor,
homosexualidad!...
ák Jüú iSk Sk ák & Jk ák &i&¡Q¿tík J1 Ik (V, afc -Q_ ¿O; ¡A-; ¡fl-. La confesión ante Osiris 129
MUERTOS Y VIVOS
n Egipto, nunca se consideraba que los muertos estuvieran lejos, eran consultados
E regularmente por los vivos en diferentes ocasiones. La gente se acercaba a sus fami-
liares difuntos para pedirles ayuda y consejo sobre cuestiones personales y domésticas, tal
como hacían mientras vivían, y también podían recurrir a personajes conocidos y sabios
del pasado, entre los que había monarcas como Amenofis I y oficiales como Inhotep y
Amenhotep hijo de Hapu, cuya reputación como personas inteligentes era tan grande que
habían sido divinizados tras la muerte. Los vivos podían dirigirse a los muertos directa-
i
No obstante, era bastante ha- s . SF \ i dora oscuridad me engulló mien-
bitual que un niño muriera, tras aún me alimentaba del pecho.
\í ^
aunque constituía un hecho
í Ir ' -Vf \ Los demonios aquí lo alejan todo-
particularmente triste. En pero yo soy demasiado joven para
m
Sais, en el delta, ima madre estar sola. Me alegra ver gente y
y un padre erigieron una mi corazón ama la alegría. Oh.
inscripción en memoria de su hi- señor de la eternidad, al que acu-
^»»i^l^Mlirít. -
jita Isenkhebe, en la que se narra do- :iüf—_ 'tCTi -rfc' TOT'- «•> 3- de la gente, dame pan, leche, in-
lorosamente la tristeza por la pérdida
f T
© cienso y agua de tu altar. ¡Soy una
de una criatura tan joven: « Aunque joven niña sin pecado!».
Las peticiones de ayuda también podían adoptar la forma de cartas al difunto escritas
sobre papiro, lino o en los recipientes para la comida. El contenido solía hacer referencia
a aspectos prácticos, como voluntades polémicas o peticiones que se hacían al ausente
para que intercediera ante los dioses. Después de tener repetidamente un sueño en el que
se le decía que era responsable de la muerte de un sirviente, un sacerdote de la X dinastía
llamado Seni dejó una carta en la tumba de su difunto padre Meru, en la que le solicitaba
que diera fe de su inocencia a los dioses.
Se recurría a ellos en petición de ayuda para concebir hijos, y dichas solicitudes se es-
cribían en las figurillas de la fertilidad. Una pareja griega, León y Lysandra, dejaron un
texto de agradecimiento para Ainenhotep hijo de Hapu —unos 1.200 años después de la
muerte de éste— dándole las gracias por el nacimiento de su hijo. Muchos mensajes pedían
curación para enfermedades. En la X dinastía, un hombre enfermo llamado Merirtifi es-
cribió una carta a su difunta esposa Nebitef que empezaba en un tono familiar: «¿Cómo
estás? ;Te cuidan bien en Occidente?» A continuación, le pedía «ahuyenta esta enferme-
dad de mis extremidades». Así mismo, existían emotivas cartas que expresaban la pena de
algunas personas que preguntaban a los difuntos por qué se habían ido.
Parte de El libro de los muertos de la reina Nodjmet (hacia 1070 a. de C.), con la difunta sentada junto a su
esposo Henhor ante una mesa de ofrendas bien provista, en presencia de los dioses y de un sacerdote oficiante.
Tras ellos, aporrando sustento para la difunta aparece el toro de los cielos y cuatro vacas celestiales.
Estas cartas revelan que los benditos difuntos no siempre eran benévolos. Algunos re-
gresaban para molestar a quienes habían mancillado su recuerdo. Estas contrariadas akhs
vagaban por los cementerios y podían incluso entrar en posesión del cuerpo de una per-
sona y provocarle ima enfermedad. En la XII dinastía, una mujer llamada Dedi escribió a
su marido difunto: «Nuestra sirvienta Imiu está enferma. ¿Por qué no luchas contra quien
le hace daño? Si no nos ayudas, nuestro hogar se vendrá abajo».
Peores que las molestas akhs eran los espíritus malignos (mut); muertos cuyas vidas ha-
bían sido infelices o que habían tenido un final violento o prematuro. Algunos habían «fa-
llecido una segunda vez» al fracasar en la prueba de la verdad ante Osiris (véase páginas
124-125), y se dedicaban a traumatizar a los vivos antes de que sus almas fueran aniqui-
ladas. Estos espíritus hostiles vagaban por la tierra para atacar a los vivos. Solían hacerlo
de noche cuando las víctimas dormían y eran vulnerables, y se presentaban como pesadi-
llas, enfermedades y muerte, la gente se defendía con amuletos e invocaciones a los dioses.
Las inscripciones de las tumbas incluyen a veces maldiciones en las que el propietario
amenaza con utilizar su poder como akh para castigar a los intrusos, como en el siguien-
te ejemplo de la nimba de un sacerdote lector del Imperio antiguo, llamado Anjmahor, en
Un texto llamado Instrucciones del rey Anienemhat mi guardia atacándome. ¡Si hubiera sido lo suficiente-
describe cómo, tras su asesinato por sus guardaespal- mente rápido como para tomar mis armas habría ahu-
das, el fantasma del faraón Amenemhat I (que reinó ha- yentado a los cobardes inmediatamente! Pero nadie es
cia 1939-1.909 a. de C.), del Imperio medio, regresó poderoso durante la noche, y nadie puede aguantar
para advertir a su hijo y sucesor Sesostris I que tuviera solo sin tener ayuda a su lado. Y todo esto sucedió
cuidado con los traidores cuando yo no te tenía, antes
que había entre los suyos. de que la corte supiera que
Este texto se halla en nume- yo te lo iba a entregar todo
rosas copias fragmentarias a ti, antes de que yo fuera
del Imperio nuevo, escrito capaz de sentarme contigo y
en papiro, tablillas de made- contarte mis planes. ¡Pero
ra y de loza. yo no estaba preparado
un excelente akh\».
Los vivos tenían el deber de proporcionar sustento al ka de los fallecidos, junto con ple-
garias y ofrendas funerarias, «porque sin alimentos pasarán hambre y perecerán». En una
estela del Imperio medio del portador del sello real, llamado Nebanj, el cantante Tjeniaa
Las tumbas reales solían permanecer ocultas para proteger sus apreciados contenidos y
por ello los reyes fallecidos eran honrados en unos templos funerarios separados (véase
páginas 90-91). No obstante, a las tumbas de la gente sencilla se podía acceder fácilmen-
te, y las familias presentaban ofrendas al difunto durante las visitas regulares que, a me-
nudo, hacían coincidir con los festivales religiosos. En la bella fiesta del Valle, en Tebas
(véase página 102), grandes multitudes de asistentes al festival aprovechaban para visitar
las tumbas de sus seres queridos y hacer ofrendas de comida y flores que distribuían por
los templos tebanos impregnados de esencia divina. El festival Wag de Osiris, que se cele-
braba todos los años en una noche ele mediados de agosto, era una especie de carnaval
egipcio en el que se hacían generosas ofrendas a los seres de la otra vida. Los difuntos tam-
que asistiría a todos los festivales después de su muerte, «vestido con las más finas telas,
Los ricos contrataban a sacerdotes ka para que les proporcionaran regularmente pro-
visiones de ofrendas (kaw) tras su fallecimiento y para recitar todas las oraciones necesa-
rias. De esta forma, el culto funerario tanto de reyes como de plebeyos podía durar siglos.
Sin embargo, aun cuando sus nombres eran finalmente olvidados, los egipcios creían que
las ofrendas enterradas con el difunto y representadas en las paredes de su tumba le man-
HACIA LO DESCONOCIDO
A pesar del optimismo general acerca de la muerte, mu- vas! ! ... ¡Porque nadie que se marcha regresa!» La letra
chos egipcios tenían dudas sobre qué vendría después. de esta canción circuló durante siglos, pero esta actitud
Todo un cuerpo de «literatura pesimista» refleja este es- hedonista estaba a veces mal vista. La vena escéptica de
cepticismo ocasional. En una canción de la XI dinastía, los egipcios se reforzó durante el gobierno de griegos y
las inseguridades acerca de la muerte provocan un esrilo romanos, para quienes la muerte era una divinidad som-
de vida despreocupado: «;Qué ha pasado con ellos [los bría que llevaba al difunto hasta un inhóspito inframlin-
muertos]?... ¡Ninguno ha do. En una estela del siglo I a.
regresado de allí para descri- de C. la tierra de los muertos
birlo / para hablarnos de sus aparece como un lugar en el
necesidades / y apaciguar que los muertos «duermen
nuestros corazones / hasta como momias, incluso cuan-
que vayamos a donde han do caminan», mientras «to-
ido! / Por tanto, ¡sé feliz! / dos a los que [la muerte] lla-
¡Olvida tus problemas/y si- ma, acuden enseguida, con
gue a Ui corazón mientras vi- temor en el corazón».
í\kb. Espíritu bendecido transfigurado Imperio nuevo. Tercer y mayor flore- relativa inestabilidad política y una
de una persona fallecida, resultante de cimiento de la civilización egipcia, disgregación nacional.
la combinación defezy ba. que abarca de la XVIII a la XX di- Periodo tardío. Ültimo periodo en el
Atef. Corona con plumas portada por nastía (hacia 1539-1075). que Egipto tuvo reyes nativos (664-
el rey en determinadas ceremonias Jeroglífico. Sistema de escritura egip- 332 a. de C., interrumpido por dos
rituales. cia, en el que por medio de dibujos o periodos de gobierno persa, 525-
Alen. Disco o esfera solar, manifesta- símbolos se representaban sonidos, 405 a. de C y 343-332 a. de C).
ción visible del dios sol. Fue venera- conceptos u objetos. Eran utilizados Periodo tolemaico. Periodo de gobier-
do como dios de pleno derecho (el principalmente en las inscripciones no (310-30 a. de C.) correspondien-
aten) en los reinados de Amenofis 1U de los templos y de las tumbas; se te a la dinastía griega fundada por
y de su hijo Akhenatón. desarrollaron unas formas abrevia- Tolomeo I; en ella se incluye a vece?
Ba. Espíritu del difunto, que constiru- das (hierática y demótica) para ser los reinados de Alejandro Magno.
ve su personalidad esencial. utilizadas en papiros o piel. Felipe m y Meandro IV (332-310 a.
Era ramésida. XIX y XX dinastías, que Ka. Fuerza vital o energía de una per- de C).
incluyen los reinados de Ramsés I sona. Pilar djed. Símbolo de estabilidad, del
a Ramsés XI (aproximadamente, Libro de los Muertos, El. Textos fune- que suele afirmarse que represenra
años 1292-1075 a. de C.). rarios escritos en papiro, compues- la columna vertebral del dios Osiris.
Estela. Pieza lisa de piedra o madera tos por unas doscientas «fórmulas» Templo funerario o mortuorio. Tem-
que contiene una inscripción, un re- para garantizar un funeral adecuado plo erigido para la adoración de un
lieve o ambas cosas. Las estelas so- y el paso a la otra vida. reyfallecidoy divinizado.
lían erigirse en memoria de los di- Loza. Barro fino, cocido y barnizado, Textos de las pirámides, Los. Textos
funtos. normalmente de color azul brillante. funerarios pintados e inscritos den-
Faraón. Rey de Egipto, término gnego Maat. «Verdad», «orden»; principio tro de una gran cantidad de pirámi-
derivado del egipcio per-aa («gran cósmico venerado en la figura de la des del Imperio antiguo, compues-
casa»), que se aplicaba originaria- diosa Maat (véase página 19). tos por ochocientas fórmulas para
mente ai palacio real, pero que a Natrón. Compuesto salino natural garantizar al rey un funeral adecua-
partir del Imperio nuevo se utilizó utilizado en la purificación ritual y do y un paso seguro a la otra vida.
para designar al rey. en el secado del cadáver durante la Textos de los sarcófagos, Los. Textos
Imperio antiguo. Primer gran floreci- momificación. funerarios pintados o inscritos en los
miento de la civilización egipcia, que Periodo intermedio. Término que se sarcófagos, compuestos por unas
abarca de la El a la VI dinastía (ha- da a cada uno de los periodos exis- mil fórmulas para garantizar un fu-
cia 2625-2130 a. de C.). tentes entre el Imperio antiguo y el neral adecuado y un paso seguro a la
Imperio medio. Segundo gran floreci- Imperio medio, el Imperio medio y otra vida.
miento de la civilización egipcia, que el Imperio nuevo, y el Imperio nuevo
abarca de la XI a la XIII dinastía y el periodo tardío. Los tres periodos Las referencias cruzadas a otros térmi-
(hacia 2081-1630 a. de G). intermedios se caracterizan por una nos del glosario aparecen en negrita.
136
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
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ÍNDICE ANALÍTICO
138
dios serpiente, 76 Geb, 11-12, 25-26, 29, 32,47, 58, -— disputa con Ser, 25, 65-67
diosas madre, 68-69, 72 65, 75 — hijo de Hathor, 68
dioses funerarios, 11S gobernadores del inframundo, 124 — hijo de Isis, 65-67
Dos Tierras, Las, 7, 34, 37, 108 Gran esfinge de Gizeh, 48 Hu, 45
dualidades, 7, 34-37 Gran himno a Antón, 55-57 huevo cósmico, 15, 25
duat, véase inframundo Gran himno a Khnum, 21
duelo, 118 Gran himno a Osiris, 59, 61, 62 I
ibis, 32, 75
E H impuestos, 95
Ebers, papiro médico, 113 halcón, 64, 75, véase también Horus inframundo (duat), 27. 29, 34, 36,
Edfú, 64, 86, 90, 101-102, 106, 110 Hapi, 30-31, 32 48, 120-121, 135
Elefantina, isla, 21,31 Hathor, 12, 32, 39, 64, 66, 68-69, — fuentes del Nílo, 31
el-Kab, véase Nejbet 73, 76, 90, 102, 112, 121 — funciones de Ra y Osiris, 46, 60
Enc-ada (nueve dioses), 9, 12, 18, — madre de Horus, 68 — la sala de Osiris, 124
104 — madre de reyes, 69 — tierras rojas, 38
enfermedad, 64, 131-132 — parrona de la música y de la — véase también muerte
escarabajos, 28, 46-47, 119, 124 danza, 83 inframundo de Osiris, 46, 47, 115
escribas, 104-106 Hathor-Sejmet, 12 Inhotep, 96
esfinges, 48, 89, 111 Hatmehyt, 76 Instrucciones del rey Amenembat, 133
Esna, templo, 17, 90, 94 Hatshepsut, 52, 78, 91 Instrucciones de Merikare, 105-106
espíritu (ba), 116-117 Hauhet, 15 Invotef IT, rey, 97
estaciones, 30-31, 39 Heh, 14-15 Isis, 62-63, 73, 75, 79, 91, 112-113,
Estela de la hambruna, 33 Heka, 45 121, 124
estrellas, 38-41,43 Hcket, 32, 73, 76, 79 — madre de Horus, 65-67
Heliópolis (Iunu), 9, 10-11, 24, 27, — madre del toro Apis, 68-69
F 37, 44,48, 70-71
fénix, 45 Hermes Tnsmegistus, 109 J
fertilidad, 59, 72, 131 Hermópolis (Khemu), 9, 14, 106 Jepri, 46, 47, 48
festival de Isis. 40, 100 Herodoto, 30, 74 jerarquía de sacerdotes, 80, 83, 97
festival de Opet, 102-103 Hervshaf, 77 jeroglíficos, 33, 37, 75, 104, 109
festival de Osiris, 40, 100 Hieracómpolis (Nejen), 64 jubileo real o sed, 97, 103
festival sed, 97, 103 himno del caníbal, el, 81 luicio a los muertos, 19, 60, 121,
festival dcSet, 40, 100 himno a Ra, 43 124-127
festival Wag de Osiris, 135 himnos, 55-57, 81, 94 juncia, 36. 37, 108
festivales, 100-103, 134-135 hipopótamos, 32, 66-67, 72-73 Júpiter, 41
festivales de Hathor, 102 historia de Sinuhé, La, 28. 117 justicia, 18, 68, véase también Maat
festivales de Horus, 40, 100-102 Horajry, 4S, 64
Horemajct, 48, 64 K
G Horemheb, rey, 104-105 ka (alma), 11, 108, 116-117
garza real, 32, 45, 75 Horus, 34, 36, 48, 63, 75, 121 Karnak, 15, 52-53, 72, 87-89, 94,
gatos, 44, 70-71, 74, 75 — decapitador de Isis, 65 103
143
Isis que aparece con la forma del árbol sicó- na 97: relieve de Sesostris I que forma parte probablemente una princesa. Imperio medio
moro. AA/Dagli Orti; página 80: El Cairo/- del grabado sobre el festival sed. Petrie Mu- (hacial900 a. de c.) BM (EA29770)/ AA/Da-
AA/Dagli Orri; página 81: Estatua del rey seum/University College, London; página 98: gli Orti; página 120: Demonio con cabeza de
Horemheb proregido por el dios Amón. Lu- Sirvientes realizando ofrendas al príncipe Ra- tortuga, débil mensajero de OsirLs, proceden-
xor Museum/Sylvain Granadam/RHPL; pá- hotep y a la princesa Nofret, en la tumba de te de una tumba real en el Valle de los Reyes.
gina 82: Relieve del periodo romano en el Rahotep, Meidum. IV dinastía. El Cairo/AA1 BM (EA50704); página 121: BM (EA10470)
templo de Hathor, Dendera, que muestra al Dagli Orti; página 101: El Cairo/Jürgen Lie- /AKG; página 122: Rijksmuseum, Leiden,
faraón (el emperador romano) realizando pe, Berlín; página 102: BM (EA36310); pági- Holanda; página 125: El Cairo/AA; pági-
una ofrenda a los dioses. AA/Dagli Orti; pá- na 103: La sagrada barca de Amón-Ra. Un na 126: Mientras observa la ceremonia del
gina 84: Puerta pilono de Medinet Habu. relieve del templo de Seti I. Devizes Museum, peso de su corazón, el fallecido, un hombre
Getty/Telegraph Colour Libran'; página 86: Inglaterra/AA/ Eileen Tweedv; página 104: llamado Hunefer (a la izquierda), es condu-
Schuster/RHPL; página 87: templo de Kar- BM (EA3S); página 105: Papiros del reinado cido ante Osiris por Horus. Detalle de El li-
nak. John Hannaíord/ John Warburton-Lee; de Tutmosis III. AA/Dagli Orti; página 107: bro de los muertos de Hunefer; XIX dinas-
página 88: Tutankamón y Ankhesenamun, Escriba sentado, V dinastía. Roger Wood/ tía (hacia .1290 a. de C.) BM (EA9901)/AA;
su esposa, representados en el respaldo del Corbis; página 108: El Cairo/AAVDagLi Orti; página 130: Túnica votiva con la imagen
trono. F.I Cairo/AA/Dagli Orti; página 89: página 110: Louvre/Hervé Lewandowski; de la diosa Hathor, quizá el vestido funera-
AA/Dagli Orti; página 90: R. Ashworth/ página 111: El libro de los sueños, un papiro rio de un niño. BM (EA43071); página 132:
RHPL; página 92: Figura de bronce de la de Deir el-Medina, oeste de Tebas. Reinado Escena de El libro de los muertos de Nedje-
XXI dinastía de un sacerdote orando. Lou- de Ramsés II. BM (EA10683); página 113: inet que muestra al difunto cuidando el
vre/AA; página 93: Kunsthistorisches Mu- Louvre/Bridgeman Art Library; página 114: ganado. Louvre/AA/ Eileen Tweedy; pá-
seum, Vienna/AKG/ Lessing; página 94: Robert Mertens/ Phoronica, Londres; pági- gina 134: El Cairo/AA/Dagli Orti; pági-
AA/Dagli Orti; página 95: Estatuilla de ma- na 116: El Cairo/Jiirgen Liepe, Berlín; pági- na 135: Detalle de El libro de los muertos
dera de la gran sacerdotisa Tuya. La madre, na 117: Extracto de Los textos de los sar- de Nebked quemuestra a Ammut «el devo-
Tuya, de la esposa de Amenhotep 111, la reina cófagos. El Cairo/Jürgen Liepe, Berlín; rador», un monstruo híbrido que devoraba
Tiye, lleva un elegante collar como símbolo página 118: Bridgeman Art Library; pági- los corazones de quienes no superaban el
de su sagrada función. Louvre/Bridgeman na 119: Máscara funeraria dorada que ador- juicio ante Osiris. Louvre/Werner Forman
Art Library; página 96: BM (EA1198); pági- naba la monna de una mujer desconocida, Archive.