IMPOSTERGABLE: LA EXPERIENCIA DE LA UNIVERSIDAD DE TALCA”
El progreso tecnológico ha establecido una nueva demanda por “trabajadores del conocimiento”, que sustituye creciente y masivamente, puestos de trabajo ocupados hasta ayer por trabajadores, que fundaban sus competencias en habilidades manuales. Y es precisamente la naturaleza de este cambio y de los nuevos puestos de trabajos que va requiriendo para su desarrollo, lo que plantea un conjunto de nuevas demandas a los distintos agentes educativos. El proceso concluye con la necesidad de formar personas que dispongan de nuevas destrezas, distintas habilidades prácticas, una sólida formación ciudadana y por sobre todo de un creciente profesionalismo. ¿Cuáles son las demandas que le establece la sociedad actual a la universidad, en las que ella pueda entregar una respuesta pertinente? En primer lugar, el ejercicio profesional individual es una realidad que comienza a extinguirse. Hoy en día, si bien es un deseable del mundo laboral el desempeño autónomo, la capacidad de integrar equipos de trabajo multidisciplinarios, carentes de jerarquías formales, que operan por lo general en ambientes multiculturales, es la tónica de muchos empleos. En segundo lugar, la rápida obsolescencia del conocimiento es una realidad que afecta a todas las profesiones en el siglo XXI. Una trayectoria profesional puede extenderse por 40 o 50 años, situación que exige a ese profesional la renovación total de su plataforma de conocimientos en varias ocasiones. Lo anterior limita seriamente la clásica formación chilena denominada “just in case”, en la cual una serie de materias eran enseñadas por una sola vez, para una eventual aplicación posterior. Interesa hoy día más que los profesionales dominen el “know why”, esto es, que sean capaces de explicarse por qué ocurren las cosas; el “know what”, es decir, la dimensión descriptiva de los fenómenos, y por sobre todo “el know who”, ya que el conocimiento está disponible en redes y lo importante es saber quién lo tiene, dónde está y cómo se accede a él. Una tercera dimensión dice relación con la capacidad de auto emprendimiento, atendido el hecho que muchos de los profesionales no serán dependientes, sino que más bien formarán parte de equipos y grupos de asesores o prestadores de servicios autónomos. Lo anterior hace necesario fortalecer las denominadas competencias blandas (soft skills) requeridas para el efecto, tales como desarrollo personal, orientación al logro, tolerancia al estrés, creatividad, cultura de la calidad y orientación al servicio.
No menos relevante que las anteriores, es la nueva tendencia de la formación basada en
competencias, es decir, aquella que integra conocimientos, procedimientos y actitudes, en el sentido de lo que el individuo ha de saber, saber hacer y saber actuar en forma pertinente en un medio socio-cultural dado. El desafío es orientar la formación a un conjunto de aptitudes (conocimientos, habilidades y valores) que permiten resolver problemas de complejidad creciente, en escenarios diversos de trabajo, de manera autónoma y flexible. La construcción de actitud profesional que haga posible integrar aspectos cognitivos, habilidades, elementos éticos y pensamiento crítico, es una tarea en la que el profesor transmuta su rol tradicional de “enseñador”, en la de un “propiciador” en la construcción de aprendizajes complejos por parte de los alumnos. Un proceso formativo que privilegia el “know how”, el trabajo en la realidad, que se orienta a resolver problemas complejos y que integra conocimientos, destrezas y valores, de manera flexible e integradora.
LOS CAMBIOS EN EL MUNDO DESARROLLADO
Las universidades del mundo desarrollado, principalmente europeas, han iniciado un activo proceso de reforma universitaria, el que se verifica a distintos niveles. Dichos cambios abarcan desde reformas en el ámbito político que involucran a todos los países del continente europeo, hasta aspectos metodológicos relativos a los procesos de enseñanza basados en el aprendizaje. El ejemplo europeo, confrontado a la realidad universitaria latinoamericana y de sus respectivos sistemas de educación superior, establece la necesidad de revisar los actuales lineamientos e intentar dilucidar aspectos sustantivos de su estructura, tales como: La necesidad de ajustar o redefinir las políticas públicas de educación superior. La revisión de su compatibilidad con las exigencias de la sociedad. El análisis crítico entre la correspondencia estructural y programática de las universidades con las nuevas exigencias. El requerimiento de establecer si el currículo profesional y prácticas pedagógicas hacen posible formar profesionales flexibles, creativos y hábiles en la solución de problemas, tal como lo plantea hoy día la sociedad del conocimiento.
LA FORMACIÓN POR COMPETENCIAS
Un rasgo característico del modelo formativo que aún rige en la mayoría de las instituciones de educación superior de América Latina, es su enfoque “magistral”, centrado en la capacidad de transmisión de los profesores. Sintéticamente se puede señalar que se trata de un modelo en el que “lo que se aprende, es lo que enseñan los profesores” y éstos lo hacen a través de una definición programática de objetivos. Entre otros rasgos de este modelo, se pueden señalar los siguientes: Su carácter magistral y presencial. Alumnos en actitud pasiva que privilegian sus sentidos auditivo y visual. El cuaderno es el objeto fundamental de la preocupación estudiantil, así como la tiza y el pizarrón la del profesor. Su medición se establece en término de las horas lectivas dictadas por el profesor. La evaluación es fragmentada, los alumnos deben sobre dosificar su aprendizaje en períodos muy reducidos, previo a las evaluaciones, para verterlos después en períodos muy breves, bajo diversas formas de evaluación, El tratamiento de problemas complejos debe parcializarse y en lo posible modelarse. Las áreas del conocimiento excepcionalmente tienen espacios de convergencia, correspondiéndole a cada educando la tarea de hacer trabajos de integración y abstracción de manera individual. Pero lo cierto es que la demanda actual, la nueva tendencia de desarrollo exige propiciar modelos educativos que propendan a la integración de conocimientos, a fortalecer la aplicación de protocolos de trabajo y desarrollar actitudes, que le permitan a los nuevos profesionales encontrar un verdadero sentido en que ha de saber, ha de saber hacer y ha de saber actuar en un medio crecientemente multicultural. El desafío ante el que se enfrenta la sociedad tiene relación con el requerimiento de orientar la formación profesional al desarrollo de un conjunto de aptitudes (conocimientos, habilidades y valores) que permitan resolver problemas de complejidad creciente, en escenarios diversos de trabajo, de manera autónoma y flexible. Ello hace necesaria la construcción de una actitud profesional que permita integrar cognición, habilidades, formación valórica y pensamiento crítico. En esta tarea, se señalaba en las palabras introductorias, el profesor modifica su rol tradicional de “enseñador”, en el de un “propiciador”. Debiendo para ello ser el eje articulador que permite la construcción de aprendizajes complejos y de “saberes” por parte de sus alumnos. La formación por competencias aspira a desarrollar un conjunto de aptitudes que contribuyen a conformar en los educandos un “Core de Competencias”, sustentadas en destrezas: Lingüísticas (comprensión y expresión). Lógicas (razonamiento matemático-científico). Estéticas (sensibilidad artística). Interpersonales (sociales y de interacción). Organizacionales (individual y laboralmente). Territoriales (local y global). Estas destrezas son posibles de clasificar en tres dimensiones fundamentales:
Personales: Las que pueden ser a su vez clasificadas en competencias
instrumentales, de desarrollo personal y de formación ciudadana. Las competencias instrumentales comprenden el correcto uso del lenguaje, tanto oral como escrito; el desarrollo del pensamiento crítico-analítico; el manejo de la información; la selección, estructuración, síntesis de conocimiento; la capacidad de aprendizaje autónomo y la aplicación de metodologías innovativas en la solución de problemas. Básicas: Comprende la adecuada comprensión y dominio de las disciplinas básicas fundantes del conocimiento pre-profesional y disciplinario. Se trata de las disciplinas básicas de las distintas profesiones, cuyo adecuado manejo y comprensión construye en los estudiantes la capacidad y el sustento de permitir la adaptación a los cambios que se producen en el cambiante ejercicio profesional, producto del permanente avance del conocimiento y de la creciente movilidad laboral que se observa hoy día en el empleo. Disciplinarias (Técnico-Profesionales): Son aquellas que corresponden al campo de competencia estricta de las distintas profesiones y cuya definición surge del levantamiento de competencias del ejercicio profesional obtenidas a través de distintas metodologías y que se estructuran conforme a estándares de desempeño. Se trata del desarrollo de habilidades que posibilitan el análisis, la acción, la supervisión y la vinculación con equipos de trabajo, con instituciones y con el medio.