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Época colonial

En esta etapa se explica el primer periodo de la colonización española, en donde


se incluyen sucesos como: la fundación de la ciudad, su forma y diseño y el
reparto de solares entre los conquistadores. En la segunda etapa de este periodo
se exponen las características más notables de la ciudad una vez que ésta
consigue su consolidación entre los siglos XVII y XVIII.
A la llegada de los españoles México-Tenochtitlán era una isla; los españoles con
hábitos, costumbres y técnicas diametralmente diferentes tuvieron muchas
dificultades para adapatarse al carácter lacustre de la ciudad. Entonces los
españoles emprendieron la sistemática desecación del lago. Sin embargo, todavía
por mucho tiempo después de su llegada seguían existiendo algunos canales que
la cruzaban y que servían para el transporte de los productos del campo que la
abastecían.
La ciudad alcanza hacia finales del siglo XVIII su máximo tamaño. Con 150 mil
habitantes era una de las más grandes del continente americano. Conserva su
diseño original: sus calles trazadas en forma de tablero de ajedrez o damero con
un centro delimitado con una plaza, rodeada ésta por los edificios donde se
asentaron las principales instituciones que gobernaban a la ciudad y al conjunto
del territorio novohispano: el patio virreinal, la catedral, el cabildo y el Parián. A la
distancia, la ciudad era una urbe baja y bien trazada sobresaliendo por su tamaño
y forma las cúpulas y campanarios de sus numerosas iglesias y conventos.
La ciudad de México, además de constituirse en el más importante centro de la
vida política, social y económica de la Nueva España, fue un núcleo fundamental
de transmisión y creación cultural. Paulatinamente, a lo largo del periodo colonial
se promueven muy diversas actividades artísticas, tales como: arquitectura,
escultura y pintura. Asimismo, la poesía, el teatro y las actividades científicas
como la geografía y cartografía adquieren un fuerte impulso.

Desarrollo del concepto del Estado


nacional
El progreso del Estado moderno no consistió solamente en un desplazamiento de las viejas
instituciones, sino su completa renovación, su predominio con las nuevas autoridades de la
nación, creando un orden social nuevo (liberal, burgués y capitalista), al eliminarse las viejas
formas estamentales de origen feudal del Antiguo Régimen mediante un triple proceso
revolucionario: Revolución liberal, Revolución burguesa y Revolución industrial.
Sin embargo, el proceso distó de ser una revolución instantánea, pues a pesar de que se
produjeron periódicamente estallidos revolucionarios (Revuelta de Flandes, Revolución
inglesa, Revolución estadounidense, Revolución francesa, Revolución de 1820, Revolución de
1830, Revolución de 1848), como proceso de larga duración, lo que tuvo lugar fue una
evolución y transformación lenta de las monarquías feudales. Primero se transformaron
en monarquías autoritarias y luego en monarquías absolutas, que durante el Antiguo Régimen
fueron conformando la personalidad de naciones y Estados con base en alianzas territoriales y
sociales cambiantes de la monarquía; tanto de unas monarquías con otras como de cada
monarquía en su interior: en lo social con la ascendente burguesía y con los estamentos
privilegiados, y en lo espacial con el mantenimiento o vulneración de los privilegios territoriales
y locales (fueros).2
El racionalismo creó la idea del "ciudadano", el individuo que reconoce al Estado como su
ámbito legal. Creó un sistema de derecho uniforme en todo el territorio y la idea de "igualdad
legal".
Las distintas escuelas de ciencia política definen de diversas maneras el concepto del Estado-
nación. Sin embargo, en la mayoría de los casos se reconoce que las naciones, grupos
humanos identificados por características culturales, tienden a formar Estados con base en
esas similitudes. Cabe anotar que bajo esta misma óptica la nación es un agrupamiento
humano, delimitado por las similitudes culturales (lengua, religión) y físicas (tipología). Un
Estado puede albergar a varias naciones en su espacio territorial y una nación puede estar
dispersa a través de varios Estados.

La Revolución Mexicana
Uno de los movimientos políticos, económicos y sociales ocurridos en América entre
1910 y 1920 es, sin lugar a dudas, la revolución mexicana. El ideal para los jóvenes
era desplazar la dictadura porfiriana de 30 años. Los obreros soñaban con una
legislación que les ofreciera un mínimo de protección contra el abuso de los
poderosos. Los campesinos querían tierras. Si hubiera tenido una ideología bien
definida pudo ser de igual trascendencia que la Revolución Francesa o Rusa y servir
de pauta para la liberación de muchos pueblos que en el resto del vasto continente se
encontraban en similar estado.
Durante el gobierno de Porfirio Díaz, el 40 por ciento del territorio azteca era
propiedad tan sólo de 840 hacendados. El latifundio era tan desmedido que, a veces,
una sola persona era dueña de una extensión de terreno mayor que la superficie de
varios países europeos. Así, el general Terrazas, poseía en el Norte de México un
predio de 24 millones de hectáreas, o sea, equivalente al área de Holanda, Bélgica,
Dinamarca, Hungría y Suiza juntas. Otro gran propietario era la iglesia católica
mexicana, integrada en su mayoría, por un clero conservador y adicto al orden
represivo imperante, lo que explica, en parte, porqué la revolución fue anticlerical. Las
consecuencias de este enorme latifundismo, sin precedentes en la historia mundial,
fueron graves para los mexicanos. Provocó la decadencia de la agricultura, porque el
gran propietario se encontraba desvinculado de la tierra. Lo dejaban en manos de
brutales e ineptos administradores, que mandaban a latigazos al campesino y
abusaban de las mujeres e hijas de los peones.

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