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La Bolsa o (y) la Vida

Carta de Mannel Perry para el grupo de Telegram “Invertir a Largo Plazo”

Murcia - 13 de mayo de 2018



La Bolsa…
De pequeño, cuando mis padres tenían que irse a trabajar hasta muy tarde para poder
sacar adelante a nuestra pequeña familia, me quedaba en casa con mi abuelo. Recuerdo
las tardes de sábado cuando mi abuela ponía granos de maíz en unas cacerolas color
ocre y hacía palomitas en el fuego para mis hermanos y para mi. Mientras los más
pequeños jugaban, yo me sentaba en el sofá destartalado junto a mi abuelo y veíamos
con emoción las películas de indios y vaqueros que tanto nos gustaban.

Recuerdo de aquellos días una frase que se repetía en varias películas, cuando los malos
atracaban los carruajes y a punta de rifle les pedían “la bolsa o la vida”. Siendo yo tan
niño me sorprendía ver con qué fruición defendían aquellas personas su pequeña “bolsa”
de monedas. A fin de cuentas, unas pocas monedas no podían costar una vida.

Han pasado cuarenta años de aquellas tardes, y aquella bolsa ha ido ganando valor y
perspectiva. He tenido que trabajar muchas horas para comprender que lo que uno
consigue a base de esfuerzo merece toda esa pasión que ponían los colonos cuando
transportaban sus ahorros en carros tirados por caballos y, que igual que ellos disponían
de su estrategia para librar a los bandoleros y poner su oro a buen recaudo, nosotros
podemos hacer lo mismo y escapar para siempre de los bandoleros del siglo XXI.

Recuerdos de mi infancia

El concepto de Independencia Financiera (IF) apareció en mi vida de manera sorpresiva.


Recuerdo que una vez comprendida e interiorizada la idea, me sentí como un niño
esperando a los Reyes Magos. Por primera vez tenía clara cual iba a ser mi estrategia
para administrar lo que tanto trabajo me estaba costando obtener. Con el tiempo he
podido comprobar cómo mi cartera ha ido creciendo de forma sostenida y, como me
prometía Geraldine Weiss en su libro “Dividends don’t lie”, hay empresas dispuestas a
compartir su crecimiento con quien se asocie a ellas y les de el tiempo suficiente para
demostrar que pueden hacerlo.

En los distintos foros que visito, las ganas por alcanzar la Independencia Financiera son
objetivo común. Está claro que no para todos significa lo mismo. Hay inversores que la
entienden como el momento en el cual puedes dejar de realizar cualquier tipo de actividad
remunerada porque tus ingresos por dividendos cubren totalmente tus gastos ordinarios y
extraordinarios. Otros entienden que ser IF es recibir la cantidad que cubre estrictamente
los costes de la vida, dejando de lado los extraordinarios. Un tercer grupo la entiende
como el momento en el que lo que consigues vía dividendos iguala al salario que obtienes
por tu empleo.

La idea de duplicar un salario a base de ahorro, inversión y tiempo, el santo grial del
interés compuesto, es una idea demasiado atractiva como para descartarla. Sin embargo,
en esos mismos foros o grupos de inversores que frecuento, también he encontrado a
personas que mostraban sus miedos, sus preocupaciones y, porqué no decirlo, sus
inseguridades al ver que los números no les salían. ¿Cómo podrían ser IF invirtiendo cien,
doscientos o trescientos euros al mes? ¿No es esta estrategia para ellos? ¿Precisa la
bola de nieve, como se suele decir, de un capital inicial muy importante para poder llegar
a la IF?

Si nos paramos a analizarlo objetivamente no todos podremos ser IF. No al menos si nos
acogemos a la acepción más intensiva de capital del término. A unos no les dará tiempo
(si han empezado a invertir a una avanzada edad). Otros tal vez no dispongan del capital
necesario para ir haciendo aportaciones significativas (pocos ingresos o muchos gastos).
Y eso ya ha hecho a más de un inversor retirarse de este camino, cosa que me entristece
porque estoy convencido de que es un error. Un error conceptual. Terminológico
podríamos decir.

…Y la Vida
Las palabras, el lenguaje, tienen un poder inherente para crear pensamiento e ideas que
se fijan en nuestros sistemas cognitivos. El campo de la programación neurolingüística, el
cual he podido estudiar en profundidad, ha demostrado cómo el discurso apropiado en el
momento preciso puede cambiar la forma de pensar de un grupo de personas.
Recordemos el discurso que John Fitzgerald Kennedy dio el 20 de enero de 1961 para
cambiar el destino y la forma de pensar de la mayoría de americanos de la época. En
apenas 14 minutos, sin abrigo y con una temperatura de cinco grados bajo cero, lanzó un
discurso a 20.000 personas en directo (se retransmitió en televisión en directo). “No
preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”-
dijo mirando fijamente a la cámara.

Martin Luther King Junior, cansado del continuo maltrato a la población afroamericana se
plantó ante 250.000 personas para, construyendo un discurso de manera brillante en
torno a palabras e ideas que se fijarían en la mente de todos y que, en apenas 16
minutos, iniciaron el cambio de estatus que conocemos hoy día.

Si las palabras son tan poderosas como para cambiar la forma de pensar de cientos de
miles de personas a la vez, qué no podrán hacer con una persona en la intimidad de su
casa, frente a su ordenador o tablet, mientras lee en un foro que con menos de medio
millón de euros no serás IF ni de casualidad.

Es por esto que yo me he propuesto auto re-programarme neurolingüísticamente. No


quiero, no estoy dispuesto a que mi subconsciente me pueda jugar una mala pasada y me
desvíe del camino. ¿Qué he hecho? Sencillo: cambiar las palabras. Desde hoy mi objetivo
no es la Independencia Financiera. Desde hoy yo trabajo por alcanzar la Libertad
Financiera (LF).

El hilo que separa la independencia de la libertad es fino pero repleto de matices.

Para mi, la Libertad Financiera implica los mismos esfuerzos, la misma planificación que
la independencia financiera pero me aporta un final del camino más flexible, lo cual
aliviará la parte psicológica de la inversión. Al final, no todos queremos dejarnos nuestro
trabajo, o no estamos dispuestos a renunciar a la pensión que nos hemos currado durante
tantísimos años de aportaciones a un sistema caduco. Igual, no conseguimos un sueldo
equivalente al nuestro proveniente de los dividendos ni podemos largarnos a dar la vuelta
al mundo. Pero no importará porque seremos libres. Libres porque nuestra mente habrá
sido reprogramada a golpe de dividendo creciente. Esculpida con aportaciones periódicas
que nos enriquecen a nivel económico y emocional. Forjada con la voluntad y la
determinación del que se sabe vencedor a poco que tenga la paciencia del agua que
erosiona la roca.
Ser independiente ¿de quién o de qué? Yo no necesito ser independiente. Al fin y al cabo,
me gusta lo que hago, me siento realizado y creo que aporto valor a la sociedad. No
quiero desatarme de todo. Quiero ser libre para poder decidir que hago. Igual disfruto mi
nómina al completo y sólo reinvierto mis dividendos. Igual disfruto mi nómina y reparto mis
dividendos entre mis hijos. Igual vendo todo y me voy a Vietnam o Tailandia y me sobra la
mitad. Igual, mis dividendos me dan para cobrar “tres pagas extra” que repartiré
encantado entre mis nietos cuando llegué navidad. ¡Qué valiente es pensar tan a largo
plazo y que llenos están los hospitales!

Así que compañeros no dejéis de invertir nunca. Da igual, de verdad que da igual, si es
mucho o poco. Tal vez las cosas cambien para mejor y podáis destinar más capital al
ahorro en el futuro. O tal vez no y tampoco importará. Recordad que esta previsión que
hacemos a largo plazo no es sólo una inversión en economía. Es también una inversión
en libertad que nos permitirá mejorar nuestra vida futura y la de los que nos sucedan. La
inversión de hoy será la libertad de nuestro mañana y, si la suerte está con nosotros, el
volumen de nuestras inversiones se expandirá como lo hacían las palomitas de maíz en
aquella cacerola de mi abuela.

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